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Mensaje por Snix_J Lun Mayo 25, 2015 6:21 pm

CAPITULO 13

A Brittany le dio la impresión de que solo había dormido unos minutos cuando sonó su teléfono móvil. Alargó el brazo a tientas, lo cogió de la mesita de noche y lo abrió.
—¿Diga?
—Te has ido.
—¿Qué? Ah... Santana.
—¿Por qué?
Se apartó el pelo de la cara, tratando de reactivar su cerebro. ¿Por qué se había ido? Recordaba la calidez de su gran cama, de su cuerpo a su lado, de la comodidad de su presencia. Recordó asustarse al sentir lo mucho que le gustaba estar ahí. Lo mucho que necesitaba estar ahí con ella.
Se le aceleró el pulso y se le desbocó el corazón.
—Es que... tenía que irme.
Al otro extremo de la línea, Santana suspiró. O quizá fuera un resoplido de irritación.
—Brittany, deberíamos hablar de esto.
—¿Porque es parte de tu trabajo como dominante?
—Es parte de mi trabajo. Eres mi responsabilidad después de una sesión de juego. Necesito saber que estás bien antes de irme.
—Pero si la que se ha ido he sido yo.
—Sin consultármelo.
La rabia la consumía por dentro.
—Ya te lo dije: no soy una esclava.
—No, pero si existen reglas es por algo, independientemente del nivel que tengan los juegos. Es para mantenerte a salvo.
—Estoy a salvo, gracias.
Santana se quedó callada un momento. Luego añadió en un tono que dejaba claro su enfado:
—Mierda, Brittany. Reconozco que eres muy fuerte y muy capaz en tu vida diaria. Pero estas estupideces no se aplican aquí. No cuando te entregues a mí. No cuando yo te llevo a ese sitio donde no eres capaz de tomar decisiones o de velar por tu bienestar. Y eres demasiado nueva en esto para evaluar cuándo salir y marcharte.
¿Tenía razón? En ese momento no sabía decirlo. Seguía muy cansada.
—¿Has oído lo que te acabo de decir?
—Sí, te he oído. Estoy... pensando.
—Bueno, entonces piénsalo bien. No pienso jugar con una mujer que no respete las reglas que yo pongo. Y una de esas reglas es que yo decido cuándo estás bien para quedarte sola.
—¿Por qué estás tan enfadada? Estoy en casa, en la cama. Estaba durmiendo o, al menos, intentándolo, hasta que has llamado. Está claro que estoy bien.
—¿Lo estás de verdad?
—Sí. —La mentira le salió demasiado deprisa.
—¿Es tu primera experiencia con juegos de dolor en un club fetichista y estás bien? ¿No estás confundida por lo que te ha pasado, no te resulta difícil aceptar tu respuesta, tus deseos, aunque sean la antítesis de lo que eres normalmente?
—Yo no he dicho eso.
—No. No hace falta. Mira, Brittany, hace mucho tiempo que hago esto. He desarrollado cierta intuición, entiendo las transiciones por las que pasa la gente al entrar en este mundo; eso es parte de lo que hace buena. Y yo soy muy buena en lo mío, así que eso que me dices de que estás bien y que no estás afectada por lo de anoche es una gran estudipez.
—Yo no he dicho que no me afecte.
—Estás racionalizando las cosas.
Ella se mordió el labio y jugueteó con el ribete del edredón que tenía entre los dedos.
—Bueno quizá sí. Es mi respuesta habitual a... bueno, a prácticamente todo.
—Tendrás que llegar más al fondo de todo esto si de verdad quieres experimentarlo.
Brittany se enfadó. Sabía que acababa de activar su mecanismo de defensa y no le importaba.
—Yo no he dicho que... Solo quiero investigar un poco para mi libro, Santana. ¿Hasta dónde tengo que llegar para hacerlo?
—Hasta donde te lleven tus deseos. Hasta donde tú quieras llegar.
—No sé dónde es eso, ¿sabes?
—Está bien.
—Bueno... ¿Qué?
—He dicho que está bien.
Pensaba que Santana discutiría. Que no lo hiciera la hizo sentir algo ridícula. Inspiró hondo, soltó el aire y dejó que, con ella, se fuera gran parte de la rabia. —Siento haberme ido —dijo, aunque a regañadientes.
—De acuerdo.
—¿Por qué estás tan comprensiva de repente?
—Soy comprensiva porque siempre lo soy y ya no quiero estar enfadada. ¿Te desconcierta?
—Sí. —Le molestaba mucho reconocerlo. Le fastidiaba que eso la hiciera sentir débil.
—Entonces es que sigo haciendo mi trabajo.
—¿Reconoces que hacer jueguecitos mentales es parte de lo que haces?
—Jugar con la mente es una parte inevitable del proceso. Es uno de los motivos por los cuales no deberías quedarte sola después de una escena así hasta que yo confirme que estás bien. Porque, en parte, lo que te pasa ahora por la cabeza es resultado de hacer estas cosas por primera vez. De haber cambiado la percepción que tienes de ti misma, de tus deseos y de tu sexualidad. No todo lo he infligido yo. Y cada persona que entra en la escena experimenta algo así en cierta medida. Hasta que sepa cómo de extrema es tu reacción ante estos juegos, es mi responsabilidad cuidar de ti y asegurarme de que estás bien. Y eso no lo puedo hacer bien desde la otra punta de la ciudad.
Brittany soltó el edredón.
—Está bien. De acuerdo. Lo entiendo.
—Me alegro, porque tenemos que estar de acuerdo con estas cosas o no volverá a pasar más. Si es que todavía quieres... ¿Quieres hacerlo o ya has terminado con esto y conmigo?
Parte de ella le gritaba que le colgara y no volviera a verle nunca más pero no podía hacerlo. Era imposible.
—No, no he terminado.
—De acuerdo, entonces vuelve aquí esta noche.
—¿A tu casa?
Los nervios y la excitación la embargaron a partes iguales.
—Sí. Hoy a las ocho —dijo él en voz baja y con suavidad aunque ella deje autoritario quedó bastante claro—. Toma un taxi. Yo lo pago.
—No será necesario.
—Sí, lo es —insistió y ella supo por el tono que era mejor no seguir discutiendo.
Le temblaba todo el cuerpo del deseo y solo por el tono de su voz. Un control absoluto. Órdenes. No lo soportaba pero tampoco podía negarse.
—Bien. Allí estaré.
—Muy bien. Escucha, Brittany.
—¿Sí?
—Prepárate porque no volverás a irte hasta que yo te lleve a casa. ¿Me has entendido?
Ella se quedó callada un momento y se pasó la mano por el pelo. Tenía ganas de rebelarse pero le parecía una estupidez hacerlo en ese momento así que se contuvo.
—Sí. Entendido.
—Y ven con hambre. Voy a darte de comer. Para hablar.
—¿Qué?
—Hablar es parte del proceso. Pensaba que eso ya había quedado claro.
—Sí, claro. Pero pensaba que como ya... habíamos empezado... —Dejó la frase a medias porque no sabía cómo continuar.
—¿Pensabas que como ya habíamos empezado con los juegos no quedaba nada más por descubrir el una del otra? Acabamos de empezar el viaje, Brittany. Nos vemos esta noche. No llegues tarde.
Santana colgó y ella cerró el móvil; temblaba toda entera de los nervios y del deseo. Tenía un hambre irresistible y, a la vez, seguía un poquitín enfadada.
Se había metido en un buen lío con esta mujer. Un lío del que ahora no podía salir. Era como si se hubiera metido en una camisa de once varas, pero la camisa la hubiera escogido ella misma. Ahora lo único que podía hacer era llevarla puesta con la mayor dignidad posible.
La casa de Santana estaba exactamente como la recordaba: sorprendentemente acogedora, con un porche amplio en la entrada y una luz dorada que se filtraba por entre los postigos de las ventanas.
Le había llamado cuando estaba a unos minutos de distancia, tal como le había pedido ella por correo electrónico al poco de hablar por teléfono, y la estaba esperando en la acera. Lo único que distinguía de Santana era su silueta alta que recortaba la luz proveniente del interior de la casa.
Lo imponente de su figura la impresionaba. No podía explicárselo pero la hacía sentir más femenina. Y aún más cuando le tendió la mano para ayudarla a salir del taxi.
—Buenas tardes, Brittany. Me alegro de que hayas venido.
—Ya... yo también.
Era verdad. No valía la pena seguir cuestionando eso.
Santana siguió tomandola de la mano mientras subían los escalones que llevaban a la entrada de su casa y solamente se la soltó para ayudarla a quitarse el abrigo.
—Estás preciosa —le dijo con una mirada intensa y escrutadora, y a ella se le encendieron las mejillas.
—Gracias.
Nunca se olvidaba de decirle lo guapa que era cada vez que la veía. No necesitaba oírlo cada vez pero era agradable de todos modos.
Santana estaba más apuesta que nunca; llevaba el pelo algo despeinado y le entraron ganas de peinárselo con las manos. Esta noche vestía más informal; llevaba unos vaqueros desgastados y una camiseta que se ajustaba perfectamente a su torso y a su pecho. Hoy más que nunca parecía una chica mala, junto con esa sonrisa seductora y maliciosa
—No soy la mejor cocinera del mundo pero preparo una pasta bastante aceptable. ¿Tienes hambre?
—Un poco.
Entonces reparó en la calidez de la casa y en el aire que traía el rico aroma de la comida al fuego.
—Acompáñame a la cocina. Está casi lista.
Ella la siguió por un pasillo corto hasta la parte trasera de la casa y cruzaron una puerta. La cocina era un espacio grande en el que habían conservado la arquitectura original si bien las encimeras de granito, los armarios de arce y los electrodomésticos de acero eran completamente nuevos. Era moderna pero, al igual que el resto de la casa, infundía una sensación de comodidad. La pasta que hervía en la vitrocerámica despedía un agradable vapor y hacía que la cocina fuera aún más acogedora.
Entonces sonó un timbre y se sobresaltó.
—No te pongas nerviosa, solo vamos a cenar. Por ahora, al menos.
—Yo no... Bueno... Tienes razón. No me gusta nada estar tan agitada. Me hace sentir como si no tuviera control de mí misma ni de cómo respondo. Sin embargo, supongo que para mí abordar este conflicto interno forma parte del juego de poder. Empiezo a darme cuenta de eso.
—Intenta relajarte mientras cenamos. —Santana se dio la vuelta y, con un tenedor, comprobó cómo estaba la pasta—. Ah, esto ya está. Sírvete una copa de vino si quieres. —Se detuvo, levantó la vista y ella se quedó impresionada, una vez más, al ver el brillo de sus ojos cafés—. Pero solo una. Juego y embriaguez no son una buena mezcla.
Ella asintió con la cabeza y dijo:
—Gracias.
Cogió la botella de tinto que aguardaba abierta en la encimera para que el vino respirara un poco y miró la etiqueta. Santana tenía un gusto excelente en cuanto a vinos, aunque no le sorprendía. Tomó una de las copas que había junto a la botella y la llenó hasta la mitad. No quería comprometer sus sentidos. Esta noche no.
—¿Te pongo un poco, Santana?
—Sí, gracias.
Lo hizo y le pasó la copa. Santana la miró por encima del borde mientras tomaba un sorbo.
—Lo haces bien.
—¿Qué hago bien?
—Servir.
—No son más que buenas maneras.
—Tal vez.
—Lo dices para provocarme.
Santana sonrió antes de darse la vuelta para atender el fuego. Vio cómo retiraba el cazo, vertía la pasta en el colador, la servía luego en una bandeja y, por último, le echaba por encima lo que parecía salsa marinera de una sartén que también estaba en la vitrocerámica.
Cayó en la cuenta entonces de lo raro de la situación: San cocinando para ella y sentándose a cenar y a comer como gente de lo más civilizada, a pesar de lo que tenían pensado hacer entrada la noche. Y era un poco emocionante. Quizá más que un poco, tuvo que reconocer cuando se imaginó desnuda acatando las órdenes de Santana una vez más. Notó un escalofrío de deseo en el vientre.
—La cena está lista. Vayamos al comedor. Hay ensalada y pan en la mesa.
Ella le siguió por otra puerta y llegaron al comedor. El suelo de madera refulgía a la luz de las docenas de velas encendidas por todo el salón, encima de la mesa de roble y en el aparador antiguo. La mesa estaba puesta con sencillez: había platos de cerámica en tonos terrosos, servilletas de lino de color beis y pan en una cestita de mimbre. En el centro de la mesa había un cuenco de bronce que, inesperadamente, estaba lleno de agua y camelias flotantes.
Santana dejó los platos y al instante se dio cuenta de que le había retirado la silla y esperaba a que se sentara. Así lo hizo ella y dejó que le acercara la silla a la mesa, maravillándose por la cortesía de su anfitriona. Con eso la velada parecía demasiado normal, incluso, cuando estaba claro que no lo era.
—¿Así es como va todo siempre?
—¿A qué te refieres?
Santana se sentó presidiendo la mesa y se colocó la servilleta en el regazo.
—Pues como si fuera una cita.
—¿Acaso no lo es, acabe la noche o no en tu puerta y yo dándote un casto beso en los labios?
—No lo sé. ¿Lo es? ¿Es eso lo que estamos haciendo?
Santana se quedó callada un momento mientras tomaba un trozo de pan y lo partía en dos. Ella se distrajo con el movimiento de sus manos. Parecían muy fuertes, como si pudieran partirla a ella también si quisiera.
Se estremeció.
Al final, Santana repuso:
—Lo que hacemos es conocernos mejor. ¿Hago esto con las demás mujeres con las que juego? Sí. A veces. Depende de si es una noche de juego casual en el club o algo más serio. Y con «serio» me refiero a que se prolonga en el tiempo.
—Has sentido la necesidad de aclarar eso.
—¿Aclarar el qué?
—Que lo de «serio» no se refiere a una relación seria.
—No soy una persona de relaciones. No en ese sentido. ¿Era eso lo que querías saber?
—No era más que una observación.
—Ah. —Probó un poco de pasta y masticó—. ¿Qué te parece la cena?
—Pues aún no lo sé, pero el vino está muy bueno.
—Come un poco.
Brittany sabía que Santana estaba evitando la conversación, pero no le importaba. Ella tampoco buscaba una relación. Probó la pasta, que estaba tierna y deliciosa.
—Sabes cocinar.
Ella sonrió; parecía satisfecha consigo misma y levantó la copa como si fuera a hacer un brindis.
—Sí, sé. ¿Y tú?
—En verdad soy una cocinera horrible. Pero se me da muy bien pedir comida por teléfono. No me gusta tener que parar lo que sea que estoy haciendo por asuntos insustanciales cuando escribo, así que tengo mis restaurantes preferidos grabados en la marcación rápida.
—La comida no es algo insustancial.
—Bueno, es necesaria...
—Necesaria no quiere decir que no se disfrute. El sexo también es necesario.
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Mensaje por 3:) Lun Mayo 25, 2015 9:04 pm

holap,..

coincido con san,.. la comida y el sexo son cosas esenciales en la vida,... jajajaja
san como dominante es muy atenta,.. bueno es su trabajo no???
a ver como termina la cena,.. si hablan,.. o algo mas???

nos vemos!!!
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Mensaje por Susii Mar Mayo 26, 2015 6:19 pm

A ver como termina la cena$-$
Que caballerosa es Santana sdkfh:3
Me encanta la historia*-*
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Mensaje por micky morales Jue Mayo 28, 2015 9:10 am

estas chicas son un caso, ambas se resisten a que esto va a terminar en otra cosa menos en un juego!
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Mensaje por Caritovega Sáb Jun 13, 2015 9:52 pm

Omg tienes en tu fic a una nueva e increíble lectora osheaaa sho :3!! por favor actualiza pronto. desde mayo 25 no actualizas y ya estamos a 13 de junio sufrooooooo :/ FanFic Brittana: El Limite del Placer (Adaptación) - Página 3 4065562827
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Mensaje por tatymm Vie Jun 26, 2015 2:19 am

Nueva lectora me encanta el fic saludos!
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Mensaje por VaityCZ Mar Jun 30, 2015 11:32 am

Amo este fic
Porfavor ACTUALIZA!
:(
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Mensaje por monica.santander Miér Jul 01, 2015 12:25 am

detesto cdo abandonan las historias!!!!!
saludos
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Mensaje por Snix_J Miér Jul 15, 2015 8:42 pm

CAPITULO 14

—Tienes razón. Tal vez es que he aceptado que no sé cocinar. Prefiero sentarme a disfrutar de la comida que ha preparado otra persona.

Santana sonrió y volvió a alzar la copa.

—Algunas somos más activas en nuestras funciones que otras.

Ella no pudo evitar sonreírle.

—Te gusta remarcar eso, ¿verdad?

—Me has pillado. —Se calló y sonrió—. Y tú estás más cómoda conmigo esta noche.

—Sí... debe de ser el vino pero sí, estoy más relajada. Quizás es porque estamos aquí sentados, hablando de lo más normal.

—Forma parte de mi maléfico plan.

Ella se echó a reír.

—Bueno, pues funciona. Me gusta no tener que explicarme. Y no es lo mismo cuando estás metido en tu papel, ya sabes... cuando no es eso de la dominante y la sumisa. ¿Me estoy explicando bien?

—Sí, por supuesto. El juego de poder siempre está conmigo. Forma una parte integral de quién soy si quiero que funcione. Pero eso lleva las cosas a un nivel más profundo. El juego mismo es más intenso, así como el sexo y los niveles de confianza necesarios.

—Ya.

Le gustaba que entendiera que su respuesta al juego de poder no la había incapacitado completamente, aunque tampoco quería pensar demasiado sobre eso. Lo único que necesitaba saber era que se sentía cómoda con Ella, a gusto. Quería disfrutar de la cena sin tener que diseccionarlo todo, aunque fuera por una vez.

«Es peligroso.»

Sí, este nivel de comodidad con Ella era peligroso. Sería demasiado fácil perderse. Pero era un juego al que estaba dispuesta a jugar, de momento.

Santana le dio otro bocado a la pasta sin dejar de mirar sus manos o la manera como tragaba. Estaba hermosísima a la luz de las velas. Su cabello era una brillante cascada salvaje que enmarcaban la delicada estructura ósea de su rostro.

Quizá parecería frágil a ojos de la mayoría de la gente en su vida diaria, si no irradiara ese aire de autoridad. Pero en sus manos era muy distinta. Esa autoridad se desmoronaba. La había visto aferrándose a ella y le encantaba comprobar cómo, al final, no podía.

Comenzaba a excitarse de solo pensarlo. Tuvo que moverse un poco en la silla y quitarse de la cabeza el recuerdo de su piel desnuda.

«Contrólate y concéntrate.»

Le dio un buen trago a la copa. Esto funcionaría mucho mejor si era ella la que no estaba centrada.

—Bueno, Brittany, ¿me contarás algo de tu madre?

Un atisbo de sorpresa se asomó fugazmente a su rostro. Entonces levantó la copa de vino y bebió. Se tomó un rato hasta que volvió a dejarla sobre la mesa.

—Probablemente no.

—Es una situación que viene de largo, ¿verdad?

Ella le miró: sus ojos azules eran claros y brillantes a la luz de las velas. Estaba alerta y algo nerviosa. Por la tensión en su semblante se dio cuenta de lo en guardia que estaba en este tema, aunque no se hubiera negado a hablar de él directamente.

—Sí.

—Y no quieres hablar de ella bajo ningún concepto.

Ella suspiró.

—¿Vas a seguir insistiendo hasta que te lo cuente?

—Ahora no.

—Gracias.

Ella seguía mirándola con una mirada encendida. Disfrutaba al verla enfadada. Reconocía que eso la excitaba sexualmente. Que ella le contestara hacía que someterla, tanto literal como figurativamente, fuera mucho más excitante.

Santana se recostó en la silla y le sonrió.

—Te quiero con el estado mental adecuado para lo que tengo previsto más tarde.

—Oh.

Sus rasgos se suavizaron; estaba segura de que ella no sabía que lo estaba haciendo. Que no aceptaba del todo lo fácilmente que cedía, que se entregaba a Ella, incluso con estas pequeñeces.

Ah sí, era perfecto para lo que tenía preparado después. Pero primero tenían que hacer bien la digestión y ya le iba bien tomarse su tiempo.

—Cuéntame algo de tus otras relaciones, Brittany. Nunca hemos hablado de eso.

—Bueno... no hay mucho que contar.

—¿Tú tampoco eres persona de relaciones?

Ella se quedó callada y apuró el vino. Parecía estar poniendo en orden sus ideas puesto que sus ojos estaban cada vez más centrados.

—Pues no mucho. He tenido algunas. Tuve una novia dos años mientras estudiaba en la universidad pero cuando terminé la carrera me di cuenta de que no estaba enamorada de ella. No me pareció justo seguir alargando la relación.

—Pero de eso ya hace unos años, ¿verdad? Me acabo de dar cuenta de que no sé cuántos años tienes.

—Tengo treinta y tres. De modo que, sí, ya hace un tiempo.

—¿Y desde entonces no ha habido nadie más?

—He salido con mucha gente, a veces con la misma persona durante algunos meses pero no ha habido nada permanente.

—¿Y por qué no? Yo tengo mis motivos. Me pregunto cuáles deben de ser los tuyos.

Santana vio como se le nublaba la mirada.

—Nunca he pensado en eso.

Ella no pudo evitar pincharla un poco.

—Eres una escritora erótica. Escribes sobre relaciones además de sexo, ¿pero nunca has pensado en por qué las evitas?

—Yo no he dicho que las evite.

—Yo lo reconozco, Brittany. —Se encogió de hombros—. Evito las relaciones.

—Y supongo que te sientes la mar de cómoda explicando el porqué.

—Me encantan las mujeres y el sexo pero eso nunca se ha traducido en algo que quiera hacer permanente. Nunca he visto el motivo para hacerlo. Soy perfectamente feliz con las cosas como son.

—¿Y esto desde hace cuánto tiempo?

—Bueno, ahora tengo treinta y tres. Ha sido así toda mi vida adulta.

—Pero habrá algún motivo que lo explique.

—Quizá no me he preocupado nunca de investigarlo.

—Pero parece que quieras que lo haga yo.

Ahora le fulminaba con la mirada y a Santana le encantaba ver ese fuego en sus ojos. Saber que podía apagarlo con unas palabras bien escogidas y con el roce de su mano en su sedosa nuca. Prefería pensar en eso que en la pregunta que acababa de hacerle. Tenía que recordar que era a ella a quien quería dejar fuera de juego. Y no quería hacerse las preguntas que habían empezado a rondarle por la cabeza desde que la conoció. Preguntas sobre si la opinión de su padre acerca de llevar una existencia solitaria eran del todo correctas o adecuadas para Ella simplemente porque compartieran los mismos genes. Esas eran unas preguntas demasiado grandes para abordarlas en ese momento.

—De acuerdo, Brittany. Cambio de tema para los dos. Después de nuestra última comida juntos me di cuenta de que nunca has mencionado a tu padre.

¿De verdad había cambiado de tema? Bueno, mejor hablar de su padre que del suyo.

—Eso debe de ser porque no lo he visto desde los seis años.

—Ah.

—¿Qué quieres decir con ese «ah»?

Se estaba empezando a cabrear. Seguro que no le gustaría nada lo que estaba a punto de decirle. Nada de nada.

Santana se encogió de hombros.

—Quizás es por eso que evitas las relaciones.

Ella giró la cabeza un momento y apretó la mandíbula con tanta fuerza que Santana se arrepintió inmediatamente de haberla presionado tanto.

Alargó el brazo y le cogió la mano.

—Lo siento, Brittany. Creo que me he excedido con la broma.

Ella volvió a mirarle; esta vez su rostro volvía a ser sereno y suave.

—Ya... no pasa nada. Sé que puedo ser muy terca a veces.

—Sí, eso es verdad.

—Hay ciertas cosas en mi vida, en mi pasado, que son demasiado personales. Son cosas de las que no quiero hablar con nadie.

—¿Con nadie?

—Con mi amiga Tina, quizá sí.

—Está muy bien tener a un buen amigo. Alguien en quien puedas confiar. Tal vez algún día te sientas cómoda conmigo y puedas contarme estas cosas.

—Tal vez.

Ella esbozó una sonrisa y a San se le hizo un nudo en el estómago. No quería saber por qué. Tampoco quería saber por qué el hecho de que le contara cosas de su vida era tan importante para Ella. Pero le importaba.

Sería mejor que se anduviera con cuidado con esta mujer o la cosa se le iría de las manos. Se le iría, lejos, más lejos que con cualquier otra persona. No era del tipo de mujer que hacía esto, que se quedaba pillado. En cuanto al sexo siempre estaba al mando. Cualquier cosa fuera de esa esfera era demasiado arbitraria, demasiado vulnerable para correr el riesgo, como le había enseñado su padre. Y era la arbitrariedad la que había separado a sus padres, ¿verdad?

¿O quizá no? Empezaba a preguntárselo... pero ahora no era momento de ahondar en la relación de sus padres. ¿Por qué divagaba tanto esta noche? Lo que importaba ahora, esta noche, era Brittany. Y ahora mismo, lo más seguro para las personas involucradas era que mantuviera su distancia habitual.

Tenía que centrarse, volver a un terreno más seguro, pisar suelo firme y concentrarse en su tarea. Por suerte, la tarea misma era muy apetecible. Irresistible, de hecho.

—¿Se te ha asentado ya la cena, Brittany? Porque es hora de ponerse en marcha.

—¿Ya?

—Sí. Ya.

La expresión de su rostro era impagable. Veía como las distintas emociones se asomaban a su cara: confusión, deseo, miedo, ese pequeño atisbo inicial del subespacio. Todo sucedía a la vez. Y Santana lo notó como un golpe en el estómago, de lo fuerte que era.

La adrenalina brotaba en su interior, así como la lujuria. Empezaba a notar un destello de humedad entre las piernas. Era lo bastante fuerte para ahuyentar los demás pensamientos, preguntas y dudas.

Estaría bien siempre y cuando no pensara en nada, si solo se esforzaba por hacer lo suyo.

Vio cómo se mordía el labio y la carnosa piel rojiza quedaba marcada por sus blancos dientes. Hermosa.

Ella era muy hermosa. La deseaba tanto que apenas podía reprimir las ganas de tocarla.

Pero estaba a punto de hacerlo.

Se levantó, sostuvo la silla y la ayudó a incorporarse. Al tocarla notó que estaba temblando un poco. Fantástico.

La atrajo hacia sí y captó la esencia de vainilla de su piel y su pelo. Se inclinó hacia ella y le susurró al oído:

—Ahora te llevaré arriba y pienso hacerte todas las cosas con las que he estado soñando desde la última vez que te tuve en mi cama. Pero primero quiero jugar contigo. ¿Estás preparada?

—Sí —contestó ella en un hilo de voz que le hizo estremecer.

No quería pensar en eso que acababa de decirle; que había estado soñando con ella.

Pero esto no era ningún sueño: iba a poseerla. La azotaría y tendría sexo con ella esta noche. Una y otra vez. Y Santana estaría al mando como siempre hacía.

«Al mando. Como siempre.»

Repitió esas palabras para sus adentros una vez más e intentó ignorar que no terminaba de creérselas.

_______________________________________________-

Hola a todos, perdón la demora en actualizar estuve un poco ocupada, ya nos acercamos al final , les voy a dejar varios caps como recompensa. Pueden seguir la historia en Whattap , va un poco mas actualizada.
Y también pueden seguirme en Twitter @Jes_303
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Activo Re: FanFic Brittana: El Limite del Placer (Adaptación)

Mensaje por Snix_J Miér Jul 15, 2015 8:43 pm

CaAPITULO 15

Brittany siguió a Santana por las escaleras; su gran mano envolvía la suya. La manera que tenía de asirla era tan ligera y cálida que, de alguna manera sutil pero física, la hacía sentir que estaba a sus órdenes.

No quería pensar en lo mucho que a su cuerpo le gustaba el de Ella. Cómo sus órdenes conseguían que se le acelerara el pulso y notara calor en el sexo. No quería reconocer la batalla mental que seguía librando a cada momento. Si pensaba en eso quizá lo pararía todo. Le pondría punto final a la historia.

Era mejor seguir adelante. Entregarse, como había dicho Santana. O, al menos, intentarlo. Le gustaba demasiado para pararlo. Sabía que se encontraba en una especie extraña de negación. Fingía que esto era solo una perversión, que no significaba nada más, ni de ella, ni del modo en que Santana la hacía sentir.

«Sí, no es más que sexo y ya está. Es una respuesta puramente física. No tiene por qué tener sentido.»

Su dormitorio estaba iluminado con una luz tenue procedente de una lamparita colocada sobre la cómoda, que proyectaba una luz dorada sobre la gran cama. Recordaba la sensación de las sábanas limpias y almidonadas y su piel desnuda junto a la suya.

Su sexo ardía de deseo.

«Muy pronto.»

Santana se volvió y la miró. A tan corta distancia ella se dio cuenta que en esa situación se veía aun mas bella. Bajó la vista a los pequeños tatuajes en sus brazos. ¿Qué tenían que le hacían parecer algo malvado y erótico a la vez?

—Brittany, estate atenta.

Santana le levantó la barbilla y la sujetó con la mano con firmeza, para que supiera que estaba allí, que Ella era el que estaba al mando. De eso no había duda. Aunque con Ella nunca la había.

Brittany se dio cuenta de que, salvando las distancias, Ella era la primera mujer que conocía y que controlaba más que ella. Tal vez se debiera a esto la atracción descontrolada que sentía, así como su habilidad para entregarse.

Entonces la embargó una sensación de miedo y de resentimiento.

«No pienses.»

—Brittany, necesito que te concentres. Que estés aquí conmigo.

Ella miró esos penetrantes ojos azules.

—Estoy aquí.

Santana entrecerró los ojos, estudiándola.

—Sí, ahora sí. Mucho mejor.

Bajó la mano, retrocedió un poco y ella pensó que le diría que se desnudara, como hizo la última vez. El corazón le martilleaba y sentía una oleada de nerviosismo ante la expectativa y el esfuerzo por no pensar en nada y resistirse a diseccionar lo que estaba pasando.

Sin decir nada, se acercó a ella y empezó a desnudarla suavemente y muy despacio; ella temblaba al notar sus manos. Su mente empezaba a ponerse en blanco; no podía hacer nada al respecto. No recordaba qué era lo que había estado intentando discernir momentos antes.

Santana le pasó las manos por los brazos al bajarle la blusa por los hombros.

—Tienes una piel preciosa. Me encanta su palidez. Y tienes unas pequitas por aquí... son como una dulce sorpresa, por un momento pensó en detener y besar cada una de esas pecas, pero eso lo dejaría para después.

Le pasó los dedos por el hombro y el placer la recorrió como si fuera una corriente que le electrizaba las venas. ¡Y eso que solamente le tocaba un hombro!

La ayudó a descalzarle los zapatos negros de tacón y luego le desabrochó los pantalones y se los bajó por las caderas. Se quedó sin nada salvo su sostén y las braguitas de encaje blanco.

Se quedó sin nada salvo el poder de su deseo.

—Ah, me encanta que lleves puestas estas cosas tan inocentes para verme. El encaje queda precioso en tu piel, pero tendré que quitártelo también.

Ya lo esperaba pero le chocó de todas formas. Se quedó paralizada.

—Vamos, Brittany. Ya te he tocado por todo el cuerpo. Y es un cuerpo estupendo. No me creo que te dé apuro que lo vea.

—No lo tengo.

—Entonces, ¿a qué viene ese rubor? Pero no me importa, ¿eh? Solo es curiosidad.

—Es que... no sé... me noto sin aire. Como si no supiera qué esperar, aunque ya lo sé, hasta cierto punto, claro.

—Tienes que deshacerte de eso, de las expectativas. Eso forma parte de ceder el control.

—Sí, ya lo entiendo, pero no sé cómo hacerlo.

—Tal vez necesites distraerte un poco.

Santana sonrió, dejando entrever unos dientes blancos, fuertes y brillantes. No tenía ni idea de cómo la hacía sentir cuando le sonreía. O quizá sí.

Volvía a tocarla y ya no pudo pensar con claridad. Sus manos recorrían sus brazos y sus caderas. Las pasó por detrás y le sujetó el trasero, suavemente primero, y luego la atrajo hacia sí.

«Qué bien.»

Notaba la calidez de su aliento en el pelo, justo al lado de su oreja, mientras le susurraba:

—Hazlo, Brittany. Olvídalo todo. Entrégate a mí. Cuidaré de ti, te lo prometo.

Sabía que lo haría. Y había algo en el tono suave pero ronco de su voz, en sus manos sobre ella, que la hacían perderse, que le fundían las extremidades con el calor del deseo.

Ella se quedó completamente inmóvil mientras sus manos subían por la espalda y le desabrochaban el sujetador. Ella notó el suave algodón de su camiseta cuando cayó el sujetador al suelo y Ella la atrajo hacia su pecho. Se le endurecieron los pezones de inmediato.

Gimió suavemente.

—Ah, muy bien. Buena chica.

Se estremeció al oír las palabras que siempre le llegaban tanto. Eran una especie de afrodisíaco. Y cuando Santana le bajó las braguitas de encaje por las caderas, el temblor se transformó en una sacudida brusca.

—Vamos, quítatelas. Así, muy bien.

Ella hizo lo que le pidió y con un pie apartó las braguitas. La tenía sujeta tan cerca y con las manos en su espalda que notaba hasta el último centímetro de su cuerpo, que estaba cubierto de unos músculos firmes.

Le resultaba muy raro estar completamente desnuda y que Santana siguiera vestida. La hacía sentir vulnerable. La paralizaba incluso por dentro aunque la cabeza le daba vueltas.

Subió la mano para acariciarle la nuca y ese pequeño movimiento la llevó al extremo. Se esfumaron todos los pensamientos de su mente, salvo por una palabra que quería decirle una y otra vez.

«Sí.»

—Lo noto, ¿sabes? —le murmuró al oído—. Noto cómo te entregas a mí. Es como si tu cuerpo fuera más ligero, ¿verdad? Tu mente está callada. Así es exactamente como quiero que estés, en este espacio. Y esta vez te has entregado tan fácilmente... Hoy va a ser una buena noche.

Se quedó ahí de pie a su lado, acariciándole el pelo con una mano mientras con la otra le apretaba la nuca hasta que empezó a ser incómodo. Pero ella se sumía cada vez más en ese lugar donde todo estaba en silencio y en una tranquilidad extraña junto con un deseo exquisito. No dejaba de estremecerse.

—Por favor, Santana —susurró.

—Por favor, ¿qué?

—Por favor, tócame.

Ella soltó una carcajada.

—Claro que lo haré.

Santana hundió la mano en su cabello, lo enrolló alrededor del puño y le tiró la cabeza hacia atrás. Ella no intentó zafarse, aunque le dolía un poco. Era suficiente para demostrarle que estaba en sus manos, si bien parte de ella se estaba alarmando un poco.

Una vocecita al fondo de su cabeza le decía que lo dejara y echara a correr pero el placer y las ganas de complacerle podían más.

«Es hora de ceder el control.»

Se inclinó para besarle el cuello y ella echó la cabeza hacia atrás, hacia sus manos. Brittany se notaba el sexo húmedo y caliente. Como si supiera exactamente lo que necesitaba,Santana deslizó la mano entre sus muslos.

—Ábrete para mí.

Ella separó las piernas y sus dedos se introdujeron entre los húmedos pliegues.

—Oh...

—Estás lista, guapa.

Ella extrajo la mano y la embargó la decepción. Sin embargo, no dijo nada y se dejó llevar hasta los pies de la cama. Santana la acercó al borde y ella se sentó. A la espera, observando cómo ella se quitaba la ropa de una manera tan jodidamente seductora. Se le contrajo el sexo al ver los músculos de su estómago, su torso, sus pechos. Sus pezones eran oscuros en comparación con el resto. Quería tocarlos y poner ahí su boca, pero sus manos permanecieron quietas.

—Eres muy buena —le dijo, retrocediendo un poco para echarle una mirada evaluadora—. Estás aquí sentada, esperándome sin que te diga nada. Perfecta, como una muñeca. Estás hecha para esto, Brittany. Ya lo sabía yo.

Ella apenas podía asimilar lo que le decía. No quería pensar en lo que le estaba pasando. Simplemente quería hacerlo y listos.

Santana se arrodilló en el suelo frente a ella, le separó las piernas y se colocó entre ellas.

—Échate un poco hacia atrás pero apóyate sobre los codos.

Ella hizo lo que le pedía.

—Bien. Quédate justo así. Quiero que me mires. No cierres los ojos, ¿me oyes?

—Sí.

El deseo era como lava fundida que se le filtraba por las extremidades y las venas.

Y cuando usó las dos manos para separarle los labios, se notó empapada.

—Ábrete para mí, sí, así.

Le separó más las piernas hasta que se mostró complemente abierta a Ella. Se sintió lasciva y hermosa.

—Esta es mi parte preferida del cuerpo de una mujer —le confió en voz baja mientras empleaba los dedos en masajear los pliegues hinchados—. Algunos dicen que se parece a una flor, a una orquídea. Estoy de acuerdo: es igual de dulce y preciosa, además de increíblemente suave.

Mientras le miraba, Santana levantó una mano, se introdujo dos dedos en la boca y los succionó.

Ella gimió. Apenas podía estarse quieta.

—Mmmmm, ¿te gusta?

—Sí —susurró ella en un hilo de voz puesto que casi no podía hablar.

Santana sonrió y usó esos mismos dedos para tantear los labios de su sexo. Frotó la abertura y ella pensó que perdería la cabeza si no la penetraba pronto. El placer le provocaba dolor, incluso; el clítoris le ardía de las ganas.

—Por favor, Santana...

—¿Tienes ganas de correrte?

—¡Sí!

Le introdujo los dedos y ella arqueó la espalda, acercándose más. Con el pulgar le frotó el clítoris.

—¡Oh!

Entonces empezó a mover la mano, los dedos y el pulgar en pequeños círculos. El placer aumentó y la quemazón le recorría el cuerpo entero.

—¿Vas a correrte?

—Sí, sí...

—Aguántalo.

—No...

—Sí. Espera, Brittany.

Ella se mordió el labio, tratando de resistir la oleada de placer que amenazaba con engullirla. Al hacerlo, su otra mano se colocó bajo una nalga y le dio un buen pellizco.

—Oh...

—¿Está bien?

—Pues... duele.

—¿Pero está bien? —insistió.

—Sí, está bien. Ah...

Volvió a pellizcarle, esta vez más fuerte, y el dolor penetró en su sistema, mezclándose con el placer.

—Santana, voy a correrme. Por favor...

—Todavía no. ¿El dolor lo mejora?

—Sí... lo mejora. Sí. ¡Tengo que correrme!

—Contenlo. Hazlo. Dime que lo harás.

—Ay... Dios mío...

Le dio otro pellizco, esta vez más castigador aún, que superó el nivel en el cual el dolor se convertía en placer.

—Lo haré —dijo entrecortadamente—. Me aguantaré.

Se contoneaba entera pero no le importaba. Sus manos seguían tocándola, notaba sus dedos dentro. Con el pulgar le frotaba y le presionaba el clítoris. Con la otra mano le pellizcaba una nalga y el muslo. Dolía pero, a la vez, era algo bueno de un modo indescriptible. Estaba sumida en todas esas sensaciones.

—Eres muy buena, Brittany. Eres tan hermosa. Quiero ver cómo te corres ahora... por mí.

Santana le introdujo los dedos con fuerza mientras seguía frotándole el clítoris con el pulgar, en movimientos circulares. Y al mismo tiempo le pellizcó en la cara interior del muslo para que el dolor guiara el clímax.

Entonces llegó al orgasmo y miles de estrellas estallaron en su cabeza, lanzándola al espacio. Jadeó para tomar algo de aire; tenía un nudo en la garganta.

—Ah... ¡Mierda, Santana!

Ella levantó las caderas; el placer seguía embargándola y deslumbrándola.

Cayó en la cama, cegada y entre temblores. Ella la acompañó: subió a la cama y la colocó en su regazo. Le dio la vuelta y mientras las últimas oleadas del clímax la sacudían, empezó a azotarla.

Su mano era como fuego en la piel que la abrasaba con cada azote. Pero también sentía placer y de repente se vio levantándose al encuentro de su mano. Oía el eco del contacto de la piel sobre la piel como si proviniera de algún sitio más lejano. Oía el sonido de su respiración entrecortada. Era como si solamente existiera eso; bueno, eso y la humedad que se asomaba de las bragas de Santana sobre su vientre.

Ella la azotó más duro y más rápido. Con el otro brazo le rodeó la cintura para sujetarla con firmeza; para mantenerla a salvo. El dolor era placer en sí mismo, ya no había línea divisoria. Casi sentía que podía volver a correrse, solo con eso.

—Buena chica. Lo resistes bien.

No sabía por qué le alegraba tanto oírle decir esas cosas. Apenas podía pensar en nada. Estaba en blanco.

Quería que le hiciera el amor. Necesitaba que lo hiciera.

Oyó algo más mientras el deseo volvía a despertarse, aumentando en cuestión de segundos, y se dio cuenta de que eran sus propios gemidos entrecortados que resonaban en sus oídos. Sin embargo, ya no podía parar. No quería parar.

—Brittany, te correrás otra vez.

—Oh...

—Para mí.

—Sí. Para ti.

Santana le soltó la cintura y le pasó la mano por el vientre y entre los muslos para seguir masajeándole el clítoris. Ella estaba algo dolorida de antes, increíblemente sensible, pero Ella seguía empeñada en su sexo, y azotándola. Durante un buen rato el dolor era insoportable, pero luego el placer volvió a impregnarla y se notó el sexo encendido de pasión. El dolor no era nada más que un nivel de sensación mayor que la empujaba. Con cada azote su cuerpo se alzaba más hacia su mano y los dedos expertos que le masajeaban el clítoris. Estaba a tan solo un momento de llegar al orgasmo otra vez. Notaba unos fuertes espasmos en una oleada incesante de placer.

Era imposible. Era tan fuerte. Notaba calor, anhelo; le necesitaba. Se ahogaba en el mismo placer.

—¡Santana!

La fuerza del orgasmo la dejó temblando. Santana la levantó un poco para sentarla en su regazo y la sujetó. Ella apoyó la cabeza en su hombro y notó cómo la rodeaban sus brazos.

Notaba una calidez muy agradable por dentro, en el vientre, en las extremidades y también en la cabeza.

En el corazón.

Si pensaba en eso un momento, se diría que esto no podía estar sucediendo.


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Mensaje por Snix_J Miér Jul 15, 2015 8:43 pm

CAPITULO 16

Apagó esa voz porque no quería oírla precisamente entonces. No quería pensar.

Ya habría tiempo para esto más tarde, para examinar la situación, desgranarla y volverla a montar de una manera que tuviera sentido. De momento, nada de eso importaba. Lo único que le importaba era que estaba allí con Santana.

San la observaba mientas ella recobraba el aliento. Tenía las mejillas encendidas en un hermoso tono rosado, como la delicada piel de su trasero después de azotarla. Era un culo perfecto con una curva dulce que ahora estaba bien asentada en su regazo. Se adentró entre sus muslos una vez más y la notó estremecerse mientras introducía los dedos en los húmedos pliegues. Estaba empapada. Preparada. Y Ella ya no podía aguantarse más.

Santana la cambió de postura y la colocó sobre los cojines de manera que comenzó a arrastrarse por encima de ella, plantando besos por todo su cuerpo y tomándose el tiempo para detenerse en sus pechos, lamiendo, succionando, mordiendo y pellizcando cada uno de ellos, haciendo que Brittany se retuerza de placer, ya no podía soportarlo más necesitaba que Santana le hiciera el amor. Ella vuelve a acercarse a sus labios y la besa muy apasionadamente, sus lenguas comienzan un baile perfecto tanto que las dos se encuentrna sin aire pero no quieren dejar de hacerlo, en un momento Santana junta fuerzas y logra separarse.

- Brittany, eres fantásticas no dejas de sorprenderme.

«La estaba volviendo loca y no podía ocultarlo, tenía mido de perder el control»

Santana separa un poco sus cuerpos para quedar sentada bien encima de sus piernas, separando una de ellas mientras acaricia tus muslos de la manera mas delicada en la que alguna vez te hayan tocado.

- Separa las rodillas – Logra decir con su voz ronca

«Mierda.»

Ella estuvo a punto de gemir.

Tenía unos pechos impecables, como el resto de su cuerpo; con unos pezones rojizos que contrastaban con la palidez de su piel.

—Santana... —dijo en voz baja y entrecortada.

—¿Sí?

—¿Me follarás ahora? Porque necesito que lo hagas.

—Sí, te follaré con gusto, quiero sentirte y quiero que tú te correrás otra vez para mí.

Ella esbozó una sonrisa algo vaga y le miró con unos ojos azules brillantes. No, no era vaga. Se encontraba en el subespacio, flotando. Sin embargo, sabía exactamente lo que quería.

—Por favor —se limitó a decir.

«No puedo esperar ni un minuto más.»

Santana logra posicionarse entre las piernas de Brittany, levantando una de sus piernas para encontrar una mejor postura, logrando que sus sexos se rocen. Comienza con los movimientos lentos y suaves y sientes como una corriente eléctrica recorre todo todo tu ser, poco a poco cada embestida se vuelve mas rápida y Britanny puede nota lo mojada que se encuentra en ese momento y como se mezcla con la humedad de Santana. Intenta levantarse un poco para quedar a la altura de Santana, mas que eso a la altura de sus pechos que estuvieron volviendo loca toda la noche, mientas Santana sigue con las embestidas cada vez más bruscas y mas excitantes comienzas a lamer sus pechos , puedes sentir como su respiración cada vez se vuelve mas entrecortada y un pequeño genido escapa de la boca de Santana.

Sus centros húmedos siguen chocando entre si, y Brittany ya comienza a sentir que en cualquier momento va a llegar al orgasmo.

- Santana, voy a correrme

- Ohhhh – la oyes gemir

Poco a poco los golpes son más fuertes y es en ese momento perfecto en el cual Brittany y Santana llegan juntas al orgasmo, desplomándose encima de ti.

Le daba vueltas la cabeza. Eran solo piel y sudor; notaba el olor a sexo por doquier mientras caía encima de ella.

Era muy consciente del cuerpo que tenía debajo. Notaba sus senos suaves contra el pecho; su vientre, una superficie plana y sedosa, en contacto con el suyo. Tenía la piel como la porcelana; era la única manera que se le ocurría para describirla. También la notaba cálida, viva. Y su pelo... rubio por todos lados. Sumergió una mano en esas espirales sedosas e inspiró su olor; el olor a ella.

A Santana le latía el corazón con fuerza, salvaje como la melena de ella, esparcida sobre la almohada. Pero era por algo más que el pulso acelerado por el esfuerzo.

¿Qué demonios le pasaba?

Se quitó de encima y se tumbó a su lado.

—Te debo unos azotes —le dijo.

Ella se rio débilmente y se dio la vuelta, boca abajo.

—Pues dámelos ahora —repuso en una voz suave, lentamente, como si las palabras le salieran recubiertas de miel.

—Me vas tomando el ritmo, ¿verdad?

—En eso estamos. ¿No es lo que quieres de mí? ¿Lo que me exiges?

—Sí, por supuesto.

Pero ¿era complemente cierto? Ella quería... más que eso.

«Mierda, no pienses en eso.»

Se acercó a su trasero y le dio una buena palmada. Sonrió al ver cómo saltaba.

Sí, así estaba mejor. Al mando. Controlando la situación. Era tarea suya conseguir una respuesta de ella y ser quien llevaba la batuta.

Volvió a levantar la mano pero se quedó inmóvil.

No la azotaría para demostrar nada, mierda. Se le daba demasiado bien el tema para hacer algo así. Era una estupida. Y, además, tenía la cabeza hecha un lío.

Era algo irresponsable. Imperdonable. Estaba fuera de control, mierda.

Bajó la mano y le dijo:

—Dejaremos los azotes de momento.

Ella se quedó callada y quieta, tumbada en la cama. Mirando las curvas de su cuerpo, no se vio con valor para decirle que se moviera. En lugar de eso, posó las manos sobre su trasero, notó la calidez de sus pequeñas nalgas bajo la palma y pensó: «Mía».

Era un pensamiento peligroso. Puede que fuera una dominante, y en parte eso era el sentido de la propiedad para los que estaban en una relación de verdad. Pero su acuerdo no era ese. Ella no solía hacer esas cosas. Nunca. Y esta vez, esta mujer, no era una excepción, joder.

No quería pensar por qué tenía que reprenderse mentalmente a gritos para recobrar el hilo de sus pensamientos.

Recobraría el aliento, se recuperaría de la fuerza del orgasmo y ya pensaría en todo eso más tarde. O quizá se la tiraría otra vez y ya no volvería a pensar en eso.

Pero no había hecho otra cosa que pensar en Brittany Pierce desde el mismo momento que la conoció. No tenía motivos para pensar que eso cambiara a corto plazo.

«Mierda.»

Brittany estaba sentada en el sofá con una suave manta sobre el regazo, escuchando el sonido de la lluvia caer en el exterior y bebiendo un té verde con jazmín, su preferido. Estaba cansada y le dolía todo. Era como si hubiera estado en trance desde la noche anterior, desde que llegara a casa de Santana.

El simple hecho de acudir siguiendo sus órdenes le provocó un caos mental. Un caos al que se entregó con demasiada facilidad, sobre todo una vez empezaron. Y lo que pasó entre ellos después... Decir que fue increíble se quedaba corto. El sexo. Esa sensación de haber conectado que hizo del sexo algo distinto: mejor y más intenso. Pero esta mañana la asaltaban las dudas, estaba nerviosa y se notaba el pulso acelerado.

¿De verdad se había dejado hacer esas cosas? ¿Le había cedido el control a una mujer? Aún no se hacía a la idea de haber perdido la sensación de control y de sí misma.

Tenía razón sobre lo de su lado sumiso. Eso no podía discutírselo. Entonces, ¿por qué estaba tan enfadada con Santana esta mañana? No era culpa suya, ¿o quizá sí?

No quería estar enfadada. No quería sentir miedo. Ahora mismo lo único que quería hacer era estar ahí sentada un rato, algo adormilada y dolorida, pero con la comodidad de la manta, el calor del té y el sonido de la lluvia. Quería deleitarse con la experiencia de anoche porque había estado muy bien. Más que bien, incluso. ¿Por qué tenía que echarlo a perder con sus interminables preguntas?

Cuando sonó su teléfono pensó en dejar que saltara el buzón de voz. Pero entonces reparó en que podía ser Santana, así que se apresuró a cogerlo de la mesa de centro.

—¿Diga?

—Hola,Britt, soy Tina.

—Ah, hola.

—Vaya, yo también me alegro mucho de hablar contigo.

—Lo siento, pensaba que eras Santana.

—Ah.

—¿Qué quieres decir con eso de «ah»?

—A ver, está claro que pasa algo y no sé cómo no me has llamado para contármelo.

—Es que... —Se mordió el labio—. No lo sé.

—Tengo la sensación de que tenemos que hablar.

—Tú y tus sensaciones, Tina.

—Me estás cambiando de tema.

—Sí.

—¿Por qué?

Brittany le dio un sorbo al té, inhaló su dulce aroma y dejó que la tranquilizara un poco.

—Es como... si esto fuera diferente para mí. Ni siquiera sé cómo hablar de esto.

—Pues empieza por contarme qué ha pasado desde la última vez que hablamos la semana pasada —le apuntó su amiga.

—Santana y yo hemos hablado y hemos quedado. Me llevó a cenar, lo que me parece... algo raro, dadas las circunstancias. No es como me lo imaginaba cuando Jennifer me habló de Ella, para nada. Pensaba que sería una tipa hosca, maleducada y de pocas palabras y no es así. Ahora me parece ridículo haber hecho tal suposición porque no es ni siquiera lo que me esperaba después de la vez que la conocí. Al principio me dio una impresión... no sé, puede que no estuviera cómoda conmigo misma y cómo le respondía, así que me monté una película en la cabeza sobre el tipo de persona que era. Pero la primera vez que le vi supe que era inteligente y no solo en cuanto a cultura, a lo que está en los libros, sino muy espabilada. Tiene muchas tablas. Y probablemente sea la persona más segura de sí misma que haya conocido nunca. Primero pensé que era engreída y me centré mucho en eso pero no es así, porque tiene motivos para estar tan seguro.

Se quedó callada un momento y bebió un poco de té.

—Tiene un aire de dureza que me atrae mucho, pero de vez en cuando demuestra algo de ternura. Y no tiene miedo de dejarlo entrever, tampoco. Cuando me contó que había perdido a su padre... me di cuenta de que eso le había hecho mucho daño y que seguía sintiendo dolor. Y, normalmente, las mujeres que son tan... machos alfa, por decirlo de alguna forma, se hacen las duras; pero Ella no es así. Es muy sofisticada en ese sentido y no es nada narcisista, como sí suelen ser los que se llevan el mundo por delante. Eso es una muestra de inseguridad y créeme que esta mujer no tiene nada de lo que estar inseguro.

Le vino a la mente su rostro, sus apetecibles labios y el impresionante color cafés de sus ojos. Recordó también el tacto de sus manos en la piel.

—Hola, Britt.

—¿Qué?

—Te has quedado en Babia.

—Lo siento. Es que anoche no dormí mucho. —Se pasó una mano por el pelo y se apartó algunos rizos de la cara.

—¿Qué pasó anoche?

—Me acosté con Ella. Pero primero tengo que decirte que una noche me llevó a las mazmorras esas...

—¿Qué? Brittany, me has estado ocultando cosas.

—Lo sé. Ya lo sé...

El tono de Tina era, de repente, algo brusco.

—¿Estás bien?

—Sí. Bueno, estoy bien físicamente. Es... increíble cuando me suelto. Sin embargo, tengo la cabeza hecha un lío.

—No me extraña.

Brittany suspiró.

—No termino de entenderlo. Es como si este proceso accediera a mis partes más íntimas, como si me abriera. Ella me está abriendo y me asusta muchísimo, pero tengo que hacerlo aunque a veces me entren ganas de salir corriendo. El modo en que me hace sentir... débil.

—Pero sigues quedando con Ella.

—Sí.

—¿Crees que hay algo más aparte de un simple encaprichamiento? ¿Que tal vez haya algo más que la emoción de que te introduzca en algo nuevo? ¿Algo más que sexo?

—Quizá.

—Vaya.

—Sí, vaya, eso digo yo. Y el sexo fue impresionante. —Al otro extremo del teléfono se hizo un largo silencio—. ¿Tina? Nunca estás tan callada. ¿En qué piensas?

—Pues... pienso que es algo alucinante porque estamos hablando de ti, Brittany, y estas cosas tan femeninas no suelen pasarte. Me sorprende lo tranquila que pareces, lo tolerante y abierta que estás.

—No estoy nada tranquila; estoy cagada. Pero esta mañana sigo aún con los efectos secundarios. Sigo aturdida por lo de ayer.

—¿Y cuándo volverás a verle? ¿Cómo dejaste las cosas?

—Nos hemos levantado tarde esta mañana y Ella tenía una conferencia con su agente así que me ha pedido un taxi. Me ha dicho que me llamaría esta semana.

—¿Te dio algo de desayunar primero?

—Solamente un café.

—Ya.

—Tina, no me apetecía nada más. Además, Ella tenía que trabajar y yo también. Tengo unos plazos que he estado postergando demasiado últimamente. No pasa nada.

—Está bien, si tú lo dices. Pero me da igual lo macho alfa que sea, como te haga daño pienso plantarme ahí y darle una patada en as costillas.

Brittany sonrió.

—Bien, trato hecho. Pero no dejaré que eso pase. Y me siento muy egoísta por monopolizar la conversación. Cuéntame qué es de ti.

—Pues lo de siempre. El estudio de tatuajes va fenomenal; tengo que dar citas a cuatro y cinco meses vista porque he tenido que reducir mi horario y ahora trabajo cuatro días solo para poder escribir. Hace unos días entregué un libro y el próximo fin de semana quiero empezar otro, mi primera novela larga. Salgo con algunos tíos, pero no hay nada serio. Y nada tan serio como lo tuyo, desde luego.

—Esto no es serio. No es así. Y no espero que lo sea. A ninguno de los dos nos interesa.

Pero cuando Brittany colgó el teléfono, tuvo un pequeño pensamiento, como una sombra de duda que le hizo un nudo en el estómago: ya no estaba completamente segura de que eso fuera cierto.
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Mensaje por monica.santander Vie Jul 17, 2015 1:24 am

Que alegria saber que volviste!!!!!!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Vie Jul 17, 2015 8:32 am

gracias por regresar, los capitulos han sido muy calientes en verdad, y ya empiezan las dudas de ambas partes!
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