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Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 13, 2017 5:59 am

Capitulo78iu896 7


Un par de horas después, me veía absolutamente deliciosa y me sentía completamente miserable.

Francesca había escogido algunos atuendos para mí, ninguno de ellos era práctico en lo más ínimo.

Actualmente me encontraba atada en un vestido de coctel de encaje negro con unos terriblemente lindos pero imposibles tacones altos. Mis pies dolían después de solo cinco minutos, pero tenía que admitir que el efecto era impresionante.

También lo era la factura por todo esto.

Francesca me había enviado a un salón de belleza después de que había escogido mi ropa. Mi largo pelo lacio había sido ahuecado en ruleros y manoseado y secado hasta casi acabar con él, y el lío rubioclaro
resultante en la cima de mi cabeza era magnífico, artísticamente despeinado, y crujiente por la laca de cabello. Lucía genial, siempre y cuando no lo tocaras. La maquillista había delineado mis ojos con una
delicada línea gris que los hacía lucir más grandes, y había sonrosado mi cutis con algún rubor artístico. El efecto resultante era inocente, y yo lucía como una “nubile ingénue”.

Sam también parecía pensar eso, y las miradas que me estaba dando iban a causarme un rubor permanente.

Era tan deslumbrante como recordaba. Tenía una complexión corpulenta, todo músculo y carne bronceada, mientras que San iba más a lo delgada (pero con unos hombros muy anchos). Llevaba una chaqueta de lana con una camisa de seda azul pálido de cuello abierto. Se veía como un playboy rico, excepto por una cosa. A pesar de sus hermosas miradas y su dinero Sam estaba muy profundamente metido en las colonias baratas. Muy. Profundamente. Ya sea BRUT u Old Spice.

Aun así, el carácter de un hombre no estaba determinado por la calidad o la cantidad de su colonia, y decidí dejarlo pasar. Le di a Sam una leve sonrisa sobre mi vaso de agua.

—¿Es eso todo lo que vas a comer? —dijo, señalando mi pequeña ensalada—. Por favor ordena lo que quieras.

Di un pequeño encogimiento de hombros.

—Realmente no tengo mucha hambre. —En realidad estaba muerta de hambre, pero Giselle tenía dos comidas más programadas para mí, así que me estaba conteniendo. Además, todo lo que ponía en mi boca
parecía saber a Old Spice. Así que bebí mi agua y pretendí lucir interesada mientras Sam hablaba.

Y traté de no pensar en Santana . Olía muy bien. Anoche cuando me había acurrucado contra élla, un ligero y picante aroma se había aferrado a su piel y no había sido capaz de descubrir lo que era. Desodorante o jabón de baño, tal vez. Muy sutil y limpio.

Mi nariz picaba. Decidí que me gustaba sutil y limpia.

—¿… amiga de Santana ?

Mi atención volvió a mi cita, quien tenía una radiante y blanca sonrisa de megavatios hacia mí.

—¿Disculpa?

—Estaba hablando de Santana . ¿Es tu amiga?

Muda, me le quedé mirando. ¿Había escuchado mi conversación telefónica y quería llamarnos “amigas”?

—Supongo que podrías decirlo así. —¿Era así como Giselle lo estaba llamando? Lo mejor era seguir la corriente.

—Escuché que es una mujer importante en su clan.

Hablar sobre élla me hacía infeliz, así que dije:

—No lo sabría.

Para mi alivio él entendió el mensaje y cambió el tema a otras cosas.

Sam era una maravillosa cita: ingenioso, encantador, se reía ante mis intentos de chistes, y me hizo sentir linda. Las mujeres reducían el paso mientras pasaban por nuestra mesa, echándole un vistazo. Tocó mi mano repetidas veces, me devoró con los ojos, e hizo obvio el hecho de que quería comerme como a un caramelo.

Entonces, ¿por qué mi cerebro estaba completamente concentrado en el mujer con élla que había salido anoche? Ambos eran werepumas.

Ambos eran atractivos. Sam era el epítome de la amabilidad, mientras que la juguetona sonrisa de Santana me volvía loca de deseo.

Dividida entre dos pumas. Por extraño que parezca, no es un problema que alguna vez pensó que tendría.

* * *

Mi siguiente cita no fue mucho mejor.

Era otro restaurante (la opción obvia, claro) y comenzó bien. Al menos por los primeros cinco minutos. Después de eso nos dirigimos directamente a un territorio incómodo.

—Así que —dijo Garth el naga—, ¿qué haces? —Sus ojos me miraban con demasiado interés, su mirada centrada en mi escote. Al menos Sam había tenido la decencia de mirarme a los ojos.

Jugueteé con un poco de pollo a la parmesana. ¿Se suponía que debía admitir que trabajaba en la agencia, o debía mentir al respecto? Mientras dudaba, la lengua de Garth chasqueó sobre sus labios. Santo
Dios, ¿esa cosa estaba bifurcada? Distraída momentáneamente, tuve que reorganizarme.

—Soy una contadora profesional.

La lengua bífida realmente me estaba dando escalofríos.

—Es fascinante —dijo en un tono de voz que significaba que era menos interesante que la espuma de polietileno—. Entonces, ¿cómo entraste en la agencia de Giselle? Es muy exclusiva. —Al igual que, ¿cómo un humilde humano podría manejar convertirse en algo digno de mención?

—Oh, de la manera usual. —No sabía cuál era la manera usual, pero estaba dispuesta a apostar a que él tampoco. Algo se deslizó contra mi zapato y retrocedió. ¿Qué demonios? ¿Era eso una cola?

Me dio una mirada que supuse debía ser seductora.

—Humanos autorizados son raros —dijo, sus ojos clavados en mi cuello como si yo estuviese usando alguna clase de luz intermitente alrededor. ¿También podía ver las marcas de Santana ? —. Especialmente vírgenes.

—¿Giselle te dijo que era virgen? —Traté de preguntar con una voz casual, como si no estuviese gritando por dentro. Como si estuviese preguntando si su cita era Republicana o Demócrata. O una naga.

Garth pareció sorprendido ante mi pregunta y tomó otro trago de su vino, su lengua golpeó el borde de la copa. Sí, definitivamente bifurcada. Reprimí un escalofrío.

—En efecto. Una virgen es muy deseada —dijo—. Has sido declarada como algo digno de ser visto, estás libre de enfermedades, y eres considerada una compañera justa para cualquier miembro de la Alianza.

Me alegré de no estar comiendo, si lo hubiese estado, estaba muy segura de que habría vomitado.

—¿Una compañera? —dije—. Qué agradable. —Qué suertuda. Tomé mi copa de vino y la giré alrededor, esperando lucir como si supiera lo que estaba haciendo. No tenía idea de por qué las personas revolvían el
vino de sus copas.

Garth se inclinó hacia adelante.

—¿Tu corazón está reclamado por otro? —Su lo-que-sea-que-fuera se deslizó contra mi zapato de nuevo.

Ugh. Si Giselle pensaba que podía chantajearme a casarme con uno de sus clientes, después de haberles exprimido cada dólar que pudiera, claro, estaba profundamente equivocada. Yo no estaba a punto de
unirme a este tipo. De hecho, estaba empezando a temer del resto de las citas que ella había arreglado para mí, excepto por Santana . Garth estaba mirando mi cuello de nuevo, como si quisiera cubrir la marca de Santana con una suya.

—Oh, Dios, mira la hora —dije, fingiendo sorpresa. Como si yo hubiese estado tan encantada con nuestra cita que había perdido completamente la noción del tiempo. Puse mi servilleta en la mesa—. Realmente debería irme pronto.

Tocó mi mano, una ardiente mirada en su rostro.

—Nunca he conocido a alguien como tú —declaró, sus húmedas palmas agarrando mi mano entre ellas—. Eres hermosa y sofisticada y… virginal.

Obviamente Garth no salía mucho si pensaba que yo era sofisticada. Y era un poco espeluznante que él siguiera volviendo a la cosa de la “virginidad”. Traté de sacar mis manos de las suyas.

—Qué dulce eres.

—Necesitamos salir de nuevo —dijo, negándose a dejarme retirarla—. Podría estar enamorándome. —Sus ojos se movieron de nuevo al maravilloso lugar en mi cuello que todos parecían ser capaces de ver
menos yo.

¿Estaría él la mitad de enamorado si yo ya no hubiese sido marcada como propiedad privada? Lo dudaba.

—Discúlpame, necesito ir a empolvar mi nariz.

Levantó mi mano atrapada a su boca y besó el dorso de ella, su lengua golpeando contra mi piel. Apenas pude lograr esconder el estremecimiento que se sacudió a través de mí.

—Baño —grité y alejé mi mano con fuerza, luego tomé mi bolso y corrí al baño de mujeres. Allí había una asistente, y le ofrecí un billete de veinte—. ¿Puede decirme si hay una manera de salir de aquí?

Ella me dio una mirada de complicidad.

—¿Es tu cita ese que está allí con la corbata bolo y el chaleco amarillo?

—Ningún otro. Tienes que ayudarme —dije inclinándome—. Creo que está usando espuelas.

Ella se estremeció.

—Hay una puerta a través de la cocina. Te llevaré allí.
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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 13, 2017 6:07 am

capitulo 8

Después de escribir una nota en una servilleta, le pedí al encargado que se la entregara a mi cita. Era una breve explicación, una que esperaba pareciera inocente y tímida (para complacer a la sensibilidad de Giselle). Cité "problemas femeninos" y me disculpé por haberlo dejado tan abruptamente. Sin embargo, tuve el presentimiento de que los problemas de chicas no lo asustarían. Ahí había una razón por la que
hombres como él estaban solteros, después de todo. Era debido a que eran despistados.

Todos los pensamientos coherentes huyeron de mi mente tan pronto como entré en la oficina y vi a de pie en una casual chaqueta gris, con las manos metidas en los bolsillos. Se volvió y me dio esa sonrisa
sensual, lenta, y mi cerebro quedó casi frito ante la vista de élla.

Maravillosa. Nunca me cansaría de mirar a la mujer Su sonrisa se atenuó y sus fosas nasales se encendieron cuando me acerqué.

—¿Perfume? —Luego, sus ojos recorrieron mi cabello—. Te ves... bien.

Ahí había una profunda aprobación para una chica. Ahí estaba yo con mi cabello y maquillaje realizado profesionalmente, y élla me miraba como si yo hubiera sido una alienígena. Simplemente sonreí y me moví
en mis dolorosos pero lindos tacones.

—Es bueno volver a verte —dije, entonces inmediatamente me sentí como un idiota. Había pasado sólo medio día desde que lo había visto por última vez.

—¿Nos vamos? —Me dio otra sonrisa amable, pero no tenía esa curva sexy que recordaba. ¿Estaba algo mal? Me trató como si yo hubiera sido una extraña. Podría haber estado bien con ese hecho una vez,
pero después de soñar despierta con acurrucarme junto a élla en la cama otra vez (sin aliento, con sueños calientes haciendo débiles mis piernas), me molestaba verla mirarme así.

Me miró.

—¿Tienes hambre? Podemos ir por unos tragos si lo prefieres. élla se había tomado la molestia de hacer una reservación, y no quería darle una oportunidad más para que se irritara conmigo. Así que
le di una brillante sonrisa a cambio.

—La cena está bien. Me encanta la italiana. —Es una pena que acabara de comerla. Dos veces.

Lo que siguió fue con facilidad la cita más torpe que jamás había tenido, lo cual estaba diciendo algo. Traté de comer como si me estuviera divirtiendo, pero mi estómago ya estaba lleno por las comidas
anteriores y lo que estaba en mi estómago era un revoltijo.

Santana se quedó en silencio mientras comía metódicamente. élla tenía buenos modales, por lo menos. Utilizó un cuchillo, hizo uso de la servilleta, y era amable con el camarero. Era mí a la que ignoraba.

Me comí unos cuantos bocados, entonces no pude soportarlo más: la comida o el silencio.

—¿Qué es?

Un destello de emoción cruzó su rostro y fue ocultado con la misma rapidez. Dejó el tenedor.

—Eso depende. ¿No quieres estar aquí conmigo?

—Estoy cansada —admití—. Tuve un largo día de trabajo. —Las dos citas anteriores se habían sentido definitivamente como un trabajo. Tuve que sonreír, ser amable y actuar interesada, estar "atenta" todo el tiempo.

Agarré mi copa de vino—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Fue un infierno.

Me atraganté con el chardonnay.

—Yo... lo siento. ¿Pasa algo malo?

Se pasó una mano por la cara.

—Todo. Nada. Lo siento. Sólo estoy... no vamos a hacerlo esta noche, ¿de acuerdo? Santana dobló la servilleta y la colocó sobre la mesa.

—Oh —dije, sintiéndome estúpida por la herida que brotaba del interior—. Por supuesto.

Esto en cuanto a tener el gran problema de si debía salir con élla. No parecía ser un problema después de todo. Debería estar emocionada, aliviada. Algo bueno. Pero sólo me sentí fue muy, muy decepcionada.

—Salgamos de aquí —dijo Santana , soltando un fajo de billetes sobre la mesa mientras se ponía de pie. Se movió a sacar mi silla y pude sentir la frustrada emoción vibrando fuera de élla

¿Qué estaba mal con élla esta noche?

Alivio y tristeza pelearon en el camino de vuelta a la oficina. Una pequeña parte de mí se alegró de que no tuviera que pasar por otra agotadora cita, un problema menos en mi plato lleno de problemas.

Pero no ver a Santana de nuevo me molestaba más de lo que quería admitir. Habíamos hecho clic en un nivel más profundo, y me di cuenta de repente que quería ver más de élla. Tal vez podríamos tomar una
copa en un bar lleno de humo para cubrir el aroma de. Algo. élla necesitaba una mujer antes del sábado, y si las cosas se suspendían, significaba que tendría que encontrar a alguien más, porque el celo no
aceptaría un no por respuesta.

Llegamos al centro comercial que albergaba a Midnight Liasons, y Santana se detuvo delante de la puerta. Yo sabía que si se alejaba ahora, iba a salir de mi vida. Y esto se sentía como un adiós.

Me dio una leve sonrisa, los ojos brillantes como un gato en la luna.

—Lo siento, Brittany

Extendí la mano y lo agarré de la solapa, para detenerla antes de que pudiera alejarse.

Me miró con sorpresa.

—¿Qué pasa?

—Quería darte esto —dije rápidamente sin aliento, y la besé.

La boca de Santana estuvo inflexible por una fracción de segundo, pero luego sus brazos fueron alrededor de mi espalda, aplastándome contra él mientras sus labios se separaban bajo los míos, su lengua barriendo en mi boca. Yo había empezado el beso, pero era obvio que estaba acostumbrado a ser el agresor.

Y oooh, sólo la sensación de su lengua barriendo contra la mía hizo que mis dedos se doblaran en mis zapatos. El calor pulsó a través de mi cuerpo, haciendo coincidir los golpes de su lengua contra la mía, y mis dedos se cerraron más en su solapa como si pudiera tirar de su cuerpo más cerca del mío.

El beso fue oscuro y posesivo; con cada movimiento de su lengua, sentí como si me estuviera reclamando para sí... y yo tenía muchas ganas de ser reclamada. Su mano entrelazada en mi cabello y… Se sentía como si cada hebra estuviera siendo retirada de la parte de atrás de mi cabeza. Me aparté con un chillido, mis manos volando hacia el desastre de rizos con nudos con spray que él trataba de eliminar con los dedos.

—¡Ay! ¿Qué estás haciendo?

—Estaba tratando de tocar tu cabello —dijo—. ¿Qué diablos hiciste con él? Todo está pegado. Tu cabello es hermoso cuando no está arreglado como un poodle.

¿Un qué?

—Oh, no, no me acabas de llamar poodle.

Tró de un crujiente mechón.

—Lo siento, Brittany —dijo, la manera ronca en que pronunció mi nombre como una caricia—. Ayer por la noche tu cabello era precioso. Esta noche se parece a un nido y huele aún peor. Es como si conspiraras con Giselle en la forma de hacerte desagradable.

—Demonios. Esta es la última vez que trato de darte un beso. —Herida, di un paso atrás. Estaba en lo cierto en que no lucía como yo misma, sospechaba que era parte del plan maestro de Giselle, pero dolía oírle decir eso.

Su brazo serpenteó alrededor de mi cintura de nuevo y me llevó cerca, tan cerca que nuestras bocas estaban prácticamente tocándose de nuevo. En mis zapatos de tacón alto, estaba al nivel de sus ojos y
nuestras miradas se encontraron. élla sonrió.

—No, no lo es.

Me gustó la forma en que su brazo se quedó en mi cintura, su mano apoyada en la inclinación de mi baja espalda. Por un momento salvaje, deseaba que se apoyara un poco más bajo.

Menuda virgen era yo.

—Siento mucho lo de esta noche —dijo en voz baja, y mi mirada fue a la sensual boca, a centímetros de la mía—. Hoy no era… bueno.

—Puedes decir eso otra vez —murmuré—. ¿Qué te está molestando?

Santana pareció luchar por un momento y luego lo dijo.

—Es la política del Cambiador. No estoy segura de que estés interesada.

Le di una pequeña sacudida a la solapa.

—Me interesa todo acerca de ti —le dije, y me di cuenta que era verdad.

Bueno, mierda. Eso iba a hacer las cosas difíciles.

Fui recompensada con la leve curva de su sexy boca en una media sonrisa, pero desapareció rápidamente.

—Es Rachel , la were-puma que va a entrar en celo. Ella está en peligro.

—¿Qué tipo de peligro?

Una vez más, la vacilación. Luego se inclinó hacia delante y puso su frente contra la mía, golpeando nuestras narices.

—Los lobos la tienen. La han secuestrado y la van a mantener como rehén hasta que tengan la otra mujer lobo. Están convencidos de que estoy ocultando a uno de ellos.


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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 13, 2017 6:35 am

capitulo 9


Todo el aire dejó mis pulmones. La miré fijamente.

—Mujer... —Me atraganté alrededor de la palabra—. ¿Hombrelobo?

—Están locos. —Estuvo de acuerdo, viéndose tensa. Se pasó una mano por la cara y parecía de repente muy cansada—. Como si hubiéramos escondido una mujer lobo de ellos.

Oh, Dios, esto se tornaba cada vez peor. Obligué una mirada comprensiva en mi cara, aunque quería gritar de terror.

—¿Puedes hablar de ello?

Por favor, por favor, habla de ello. Dime todo lo que sabes.

Santana hizo un gesto hacia la banca del parque al otro lado de la acera, frente a la playa de estacionamiento. En los días soleados, Hanna y yo tomábamos el almuerzo y charlábamos allí. Esta noche, miré a esa banca como si hubiera sido mi enemigo.

Mientras me dejaba caer en un extremo de la misma, Santana se sentó al otro lado. Su mano buscó la mía y lo dejé tomarla, demasiado aturdida para hacer otra cosa que mirar la expresión en su rostro. Parecía que necesitaba tocarme, sus dedos jugando con los míos, acariciando a lo largo del interior de la palma de mi mano.

—Los lobos tienen más mujeres que las que la Alianza tiene —dijo—. Es una razón por la cual los lobos rara vez utilizan el servicio de citas, me imagino. Entre las reglas de jerarquía de la manada y el hecho de que
tienen más mujeres que los otros clanes de cambiadores, no se trata tanto de una necesidad. Pero lo que no toleran es una fugitiva.

Tragué saliva.

—¿Están... están buscando a una fugitiva?

—Si lo están, no sé de ninguna. —Sus dedos jugaban con los míos, su mirada no encontró mis ojos—. A las manadas de lobos no les gusta cuando alguien deja la manada. Esperan que la manada gobierne la
vida de todo el mundo, incluso de los que no quieren ser gobernados. Son juez, jurado y verdugo. Y puesto que no les he ayudado en su búsqueda, ahora piensan que estamos albergando a una mujer fugitiva. —Su boca se endureció—. Se llevaron a Rachel ayer. Dejaron una nota con su coche abandonado y dijeron que si no tenían de regreso a la otra mujer para esta hora la próxima semana,
iban a matarla.

Y Rachel iba a entrar en celo el sábado. Esto se estaba poniendo mejor y mejor.

—¿Qué vas a hacer? —pregunté en voz baja.

La boca de Santana hizo una mueca irónica.

—No lo he decidido todavía. No estoy muy entusiasmado ante el pensamiento de entregar a una chica joven a los lobos, sobre todo porque sé cómo son.

Yo sabía cómo eran, también. Mi mano tembló en la suya.

Lo confundió por frío y tiró de mí en contra de élla, metiéndome bajo su brazo.

—Pero no sé qué hacer con Rachel , tampoco Emily está fuera buscando su rastro, pero para ahora está frío. Así que estamos esperando... y ya veremos qué pasa.

Me aparté de élla.

— San —comencé. Ya era hora de romper con élla , por mucho que me gustara y quisiera besarlo otra vez—. No creo que este sea un buen momento para que nos veamos mutuamente…

Sus ojos brillaron en la oscuridad, su cara mostrando un demacrado destello de emoción.

— Brittany , no digas eso. Te necesito. Por favor.

Me di cuenta que no estaba acostumbrado a pedir las cosas, y vacilé, entonces me puse de pie.

—Lo siento, San . Pero no puedo.


* * *

Hanna estaba ocupada con un proyecto, los auriculares puestos, cuando entré. Levantó la vista cuando pasé.

—Hola. ¿Cómo estuvieron tus citas?

La despedí con la mano, sin querer hablar de ello, sobre todo delante de las demás. Marie y Ryder estaban sentadas en sus escritorios, charlando y esperando a que los teléfonos sonaran. Me miraron, pero
no se acercaron, como si presintieran que necesitaba espacio. Giselle no estaba, por lo menos.

Era algo bueno. No quería ver su cara regodeándose en estos momentos. Necesitaba procesarlo.

Me senté y miré mi computadora. Mi bandeja de entrada estaba llena, la luz del buzón de voz estaba parpadeando, y el monitor estaba lleno de notas adhesivas... pero todo podía esperar hasta mañana.
No sabía qué hacer.

La manada de lobos estaba buscando a . La mujer del clan de Santana había sido secuestrada y estaba siendo retenida por el rescate. Acababa de romper con un inteligente, divertido y precioso hombre que me gustaba mucho más que cualquier negocio. Y mi jefa iba a hacerme salir con un naga.
Si alguna vez fue el momento de huir, era ahora.

Agarré mi chal y me quité los zapatos.

— Hanna , vamos a casa. —Podríamos tener una conversación agradable, tranquila. Le explicaría lo que Santana me acababa de decir, entonces podríamos empacar nuestras cosas, salir de la ciudad en silencio y nunca, nunca volver. Empezaríamos de nuevo. En algún lugar donde no hubiera ninguna manada de lobos, si dicho lugar existía.

Tal vez Groenlandia. Se necesitaban administradores de oficinas en Groenlandia, ¿no?

Entonces pensé en Santana , y mis hombros cayeron por el cansancio.

No podía pensar en eso. No podía.

Hanna se quitó los auriculares.

—Por supuesto. Ya he terminado de todos modos. —Su desconfianza era evidente; olió mi miedo.

—Genial —dije, forzando un tono más ligero en mi voz—. Quiero ver la casa. Diez dólares a que Mike pasó por el cajón de mis bragas.

Rió, aliviando un poco la tensión de sus hombros, y me sentí un poco menos tensa al regresarle la sonrisa.

Dado que el coche estaba todavía en la casa, Ryder nos daría un aventón. Mientras nos dirigíamos a casa, mis pensamientos estaban divididos.

Hanna estaba en peligro.

No podía dejar de pensar en Santana

Hanna y yo necesitábamos huir... pero realmente quería llamar a Santana y explicarle. Pero ¿y si les contaba a los lobos que Hanna era a la que estaban buscando?

Agotada por el vaivén mental, hice a Ryder un medio saludo de adiós cuando salí de su coche y me dirigí hacia el porche. Las luces de la casa estaban apagadas, y hurgué en el bolso por la llave adicional. Mis
manos estaban temblando tanto que mi bolso se inclinó de mala forma y el contenido se deslizó por el
porche, dispersándose en todas direcciones.

Maldije.

—Estás tensa esta noche. La cita no debe haber ido bien —dijo Hanna , y pasó junto a mí para meter la llave en la cerradura—. Déjame abrir la puerta.

Empecé a recoger la basura caída y a lanzarla de nuevo en mi bolso.

—Lo siento —dije—. Mi cabeza no está funcionando esta noche.

—Sé cómo te sientes —dijo, dando vuelta a la llave en la cerradura.

Hanna agarró la manilla y empujó contra la puerta, sólo para que rebotara hacia atrás sorprendida—. Qué raro.

Recogí lo último de mi basura y cerré la cremallera de mi bolso.

—¿Qué es raro?

Sus delicadas cejas rubias se fruncieron mientras miraba a la puerta, y luego a mí.

—Creo... creo que acabo de cerrarla. —Giró de nuevo la llave y el cerrojo hizo clic—. Vaya, eso es bastante raro.

La inquietud se apoderó de mí. Toqué su brazo antes de que pudiera entrar.

—¿Hueles algo?

Hizo una mueca.

—Sólo mi perfume. Tuvimos a un were-lince esta noche y dosifiqué justo antes de que llegaras allí.

Saqué mi teléfono celular, aferrándolo con fuerza. Mientras miraba a mi hermana, la idea de que los lobos estaban en busca de un fugitivo seguía haciendo eco en mi mente.

—Voy entrar —dije en un susurro—. ¡Te quedas aquí!

—¡De ninguna manera! —Sacudió la cabeza—. ¿Qué crees que es?

No podía decirle todavía, así que abrí la puerta, llevándome un dedo a los labios para callarla. Tragando saliva, me obligué pasar a nuestro pequeño salón de entrada.

El interior estaba completamente a oscuras, llenándome de temor.

Siempre dejábamos una luz encendida. O Mike había apagado la luz, o alguien más lo había hecho.

—Espera aquí —susurré, sabiendo que probablemente no lo haría.

Moviéndome por la sala, busqué a tientas el interruptor. La luz del pasillo se encendió y miré, dándome cuenta que Hanna me había seguido. Su nariz trabajó mientras olfateaba el aire.

Me quedé mirando por el pasillo, y luego di unos pocos pasos. Podía sentir que algo estaba mal, y el malestar se extendió a través de mí.

—Huelo… algo —susurró Hanna .

—¿Qué es? —Mi sangre se heló.

—Casi como a basura revuelta... como ayer por la noche.

Obligándome a dar un paso adelante, me dirigí a la cocina. Teníamos un bate de béisbol en la despensa para la seguridad contra intrusos.

Arriba, algo se movió y los entarimados rechinaron.

—¿Qué fue eso? —preguntó Hanna , a pesar de que ambas podíamos suponerlo.

Me di vuelta y la empujé hacia la puerta principal.

—Vete. Corre.

Negó con la cabeza hacia mí.

—¡No! No voy a dejarte.

¡Maldita sea! Mis dedos la agarraran del brazo y la arrastraron hacia la cocina.

—Vamos —susurré.

Las juntas de encima crujieron de nuevo, y lo que sea que estaba arriba se estaba dirigiendo en mi dirección. Nuestra dirección. En unos pocos momentos, doblaría la esquina y bajaría las escaleras.

El cuerpo ligero de Hanna fue fácil de arrastrarlo hacia mi lado.

—¿Qué estás haciendo…?

—¡Shhh! —Abrí la despensa y la empujé dentro—. No salgas hasta que diga que es seguro.

—Pero… —Sus ojos estaban muy abiertos, asustados.

—Sólo quédate. ¡Buen perro! —dije y cerré la puerta.

El techo crujió por encima, fuerte, y oí una pesada pisada aterrizar en la parte superior de los escalones, y luego otra.

Eché a correr alrededor de la pequeña isla y me apresuré hacia los cubiertos. Nuestro gran cuchillo de cocina sobresalía del bloque de madera, y lo agarré, girando el mango en mis manos nerviosamente.

Los pies pesados continuaron lentamente pisando las escaleras, y escuché el roce de uñas mientras aterrizaban en el piso de madera en la base de la escalera.

No era humano.

La urgencia de gritar de miedo fue abrumadora, y me obligué a concentrarme. Si no era humano, probablemente era rápido. Eso significaba que tenía que estar lista.

Un olor espeso, rancio impregnaba el aire, y el cuchillo de repente no se sentía suficiente. Fuera lo que fuese, olía... horrible. Al igual que un animal muerto atropellado hace tres días, podrido al sol. Y además, ese horrible clic de garras deslizándose.

Un gruñido bajo resonó por toda la casa.

Crucé la habitación. No sería capaz de huir o derrotarlo, pero al menos podía llevarlo lejos de Hanna.

Al salir de la cocina, vi una forma oscura vuelta hacia mí desde el otro extremo del pasillo.

No era un lobo, lo cual me sorprendió. Era como ningún otro cambiaformas que hubiera visto antes. Era una especie de gato... cosa. Músculos gruesos y abultados distorsionaban su cuerpo bajo la piel
tensa y sucia. Los dientes estaban distendidos en una mueca retorcida, y los ojos eran de color rojo. A la altura del hombro era dos veces más alto que cualquier león normal, casi hasta mi barbilla.

Mierda, iba a necesitar un cuchillo más grande.

Mientras la criatura se dirigía hacia mí, retrocedí a la cocina y cerré la puerta de golpe. Se estrelló contra esta, lo cual sacudió sus goznes. Jadeando, me lancé hacia la isla y jalé mi cajón de emergencia.

Saqué una afilada estaca de madera y la arrojé a un lado. No es un vampiro. Una cruz, agua bendita, un espejo… nada bueno...

El marco de la puerta se sacudió otra vez, y oí el sonido de la madera astillándose.

¡Deprisa, deprisa! Mis dedos se cerraron alrededor del plástico acolchado, donde guardaba el acónito, estaba vacío. Mierda.

Frenéticamente alcancé la parte posterior del cajón... y lo encontré: plata coloidal, plata líquida mezclada con agua. La poción perfecta contra cambiaformas.

El animal del otro lado de la puerta gruñó, a continuación, el marco completo de la puerta cedió. Los ojos rojos me miraron, y la criatura abrió su boca de largos colmillos y soltó un grito sobrenatural.

Golpeé la parte superior de la larga botella contra el mostrador y el cuello se rompió. La criatura dio dos pasos hacia mí, y arrojé el contenido de la botella sobre ella.

Una espesa mancha golpeó a la criatura en la cara. Gritó de dolor, arrastrándose de un salto y retorciéndose en el suelo. Una de las patas con garras grandes rasgó su cara y los dientes amarillos desnudados en una mueca horrible. A continuación, los ondulantes músculos se movieron, y cuando la criatura se puso de pie para encararme otra vez, mi boca se secó. ¿Tal vez la plata coloidal no detenía a esta criatura? Esta, rugió y salió corriendo de la cocina.

Agarré mi cuchillo y la seguí, arrastrándome en el piso mojado y sucio. Un fragmento de vidrio se clavó en mi pie, pero no me detuve.

El vidrio se rompió y la criatura salió a través de la ventana de la sala de estar, dando un más que espeluznante grito de felino, mientras desaparecía en la noche.

Mi respiración escapó en un silbido.

Otra ventana se rompió, esta vez en el vestíbulo. Mi mano se tensó sobre el cuchillo de nuevo y levanté la hoja, mis ojos desorbitados mientras otro gato cambiador irrumpió en la sala de estar. Le lancé el arma a la
criatura. La evitó en el último momento, y mi cuchillo se deslizó por la alfombra.

Di un paso hacia atrás asustada, mis ojos en el recién llegado. La adrenalina oscureció mi visión, manchas nadando en los bordes de mi vista. Mientras daba otro paso atrás algo encajó, y me di cuenta de que la criatura delante de mí era un puma, cambiando rápidamente de vuelta a su forma humana. ¿Uno de los , tal vez? ¿Todavía observando nuestra casa?

La caballería había llegado. Toda la adrenalina corriendo fuera de mi cuerpo. Segura.

—¡ Brittany ! —gritó Hanna . Me volví hacia ella, revisándola para asegurarme de que estaba bien. Sus ojos estaban brillando, su rostro arrugándose ante la señal reveladora de que estaba a punto de brotar
un hocico, y sus brazos estaban cubiertos de pelo grueso, de color gris oscuro. Sus pies estaban peligrosamente cerca del agua de plata, lo cual la incapacitaría.

— Hanna ¡ ! ¡Vuelve! No dejes que te vean.

—Olvídate de mí —argumentó de regreso, sus palabras convertidas en un gruñido, mientras sus dientes se alargaban y afilaban en caninos—. ¡Simplemente no mates a San !

¿ San ? Eso lanzó aún más pánico en mí, y empujé a de nuevo a la despensa, haciendo caso omiso a su aullido de lobo.

—No salgas hasta que haya limpiado todo esto —le susurré, y luego corrí hacia la sala de estar. Me resbalé en la plata húmeda derramada por toda la cocina y agarré el marco roto de la puerta para mantener el
equilibrio, para después dirigirme hacia el vestíbulo.

—Maldita sea, Brittany —gruñó Santana ojos entrecerrados mientras me miraba por encima—. ¿A quién ibas a apuñalar con ese cuchillo? Estaba desnuda. Realmente desnuda. Sus anchos hombros eran tan deliciosos como recordaba, los músculos claramente definiendo su cuerpo delgado. su coño estaba mujado—Me quedé sin plata —dije con mi mente en blanco, sin dejar de mirar sus pechos. Era remarcadamente perfecto, sin una pizca de suavidad.

—¿Plata?

—Yo... oh, sí —dije, sacudiéndome para liberarme de la fascinación que sus abdominales ejercían sobre mí—. No vayas a la cocina. Hay agua de plata por todas partes.

Me agarró la muñeca. Para mi sorpresa, me empujó contra la pared, sus manos agarrando mis hombros y pasando por encima de mi cuerpo en un chequeo rápido.

—¿Estás bien? ¿Estás herida? Respóndeme.

Desconcertada, lo miré y traté de alejar sus manos.

—Estoy bien…

Un gruñido bajo escapó de su garganta y me besó.

Fue como ser succionada por el ojo de una tormenta. Todo pensamiento racional se fue por la ventana. Sus labios aplastaron los míos, frenético y posesivo. Su lengua acarició la comisura de mi boca, exigiendo la entrada y demandando mi sumisión. Fue glorioso. Quería más. Abrí la boca, mi lengua en busca de la suya. Tocándose brevemente, y luego se enredaron. Su lengua acarició la mía, desencadenando una serie de sensaciones vacilantes a lo largo del resto de mi cuerpo.

Ruidos jadeantes salieron de mi garganta, seguidos de un gruñido posesivo de su parte. Necesitaba esto, ¡oh, necesitaba esto! Su lengua conquistando, empujando, dominando. Dios, su boca sabia tan dulce y...

Me aparté del beso. ¿Había perdido completamente la cabeza? Hanna estaba aquí, convertida en un lobo, y Santana iba a sentir su aroma en cualquier momento.

Me aferré a sus brazos, dividida entre el deseo de saltar en ellos de nuevo y las ganas de alejarlo de mí.

— San , ¿cómo...? ¿Qué estás haciendo aquí?

—Asegurándome que estás a salvo —dijo, liberando mis hombros.

Entonces me atrajo cerca de una vez más, con las manos recorriendo por encima mi cuerpo en un movimiento que no estaba segura si era protector o posesivo, pero me gustó. Su mirada se encontró con la mía mientras rozaba los dedos contra mi mejilla—. Es algo malditamente bueno, también. ¿Qué estabas pensando al confrontar a esa criatura?

—¿Qué se suponía que hiciera? —Fruncí el ceño.

—Tú y Hanna deberían de haber corrido… Negué con la cabeza.

—Nos hubiera perseguido. De esta manera la mantuve a salvo.

—Mientras te arriesgabas a ti misma.

Lo empujé en los hombros, enseñando los dientes con miedo e ira.

—Mi hermana, mi responsabilidad. No tuya.

—Podrías haber resultado herida —dijo con una voz más suave. Sus ojos estaban turbios por el deseo, su cuerpo moviéndose más cerca del mío.

La expresión en su rostro pudo haber derretido la mantequilla. La presión de su cuerpo contra el mío me dijo que Santana se estaba convirtiendo realmente en mi protectora.

Nerviosa, intenté cambiar de tema.

—Lo que sea que haya sido esa cosa, olía a podrido. Como si estuviera muerto.

—Era un cambiador de algún tipo —murmuró Santana acariciándome el pelo crujiente—. Pero no como ningún otro que haya visto nunca.

—¿Qué quieres decir?

Se quedó en silencio. ¿Qué, tenía miedo de divulgar cosas súper secretas sobre los cambiadores? Como si me importara. Lo golpeé en el brazo.

—Dime.

—Auch. Cuidado. Tienes plata en las manos. —Alejó un poco el hombro, pero sus manos no dejaron mi cuerpo.

—Lo siento —dije, apartando mis manos.

—Puedes mantenerlas sobre mí —dijo contra mi boca, y luego sonrió—. Sólo tienes que mantenerlas por encima de la cintura.

Distraída por el pensamiento, traté de concentrarme.

—El cambiador... ¿qué era?

—No lo sé —dijo, y luego me soltó—. Tengo que hacer unas cuantas llamadas.

¿Así nada más? Me tragué la decepción cuando entró en mi sala de estar y cogió el teléfono fijo. Mi vida no tenía espacio para un sexy protector were-puma, tanto como hubiera querido lo contrario.

Cuando saludó a la persona en el otro extremo de la línea, atravesé de puntillas el agua de plata hacia la despensa, donde había dejado a Hanna. Estaba en silencio.

Abrí la puerta, divisando la punta de una cola y ropa destrozada.

—Quédate ahí —susurré—. Voy a limpiar el agua y deshacerme de Santana.

Hizo un pequeño gemido en respuesta mientras cerraba la puerta.

Limpié el agua y la vertí en el lavabo, luego recogí los vidrios rotos que llenaban la habitación. Una vez hecho esto, me fui de la cocina para alejar a Santana del escondite de Hanna mientras ella era vulnerable.

Estaba de pie en medio del pasillo, todavía desnudo, y oh chico, su trasero era agradable. Ya lo había visto una vez, pero fue igual de fascinante en el segundo vistazo. Admiré su cuerpo mientras hablaba
por teléfono, mentalmente acaricié la anchura de sus hombros y la delgada V de sus caderas mientras hablaba.

Eso estaba bien. Sus nalgas eran fascinantes. Pequeñas, firmes, y tensas. Realmente quería sentir la suavidad de esa musculosa parte trasera y apretarla con mis manos, no confiaba en ellas para no alcanzar la maravillosa carne bronceada.

Terminó la llamada y comenzó otra.

—¿ Emily ? Soy yo. Necesito que vengas.

Cuando Santana le dio mi dirección a Emily, me di cuenta de lo que me había estado molestando de su aparición y rescate. Sí que había llegado hasta aquí rápidamente. Eché un vistazo en la cocina, pensando en Hanna y fruncí el ceño. Algo no cuadraba.

Una corazonada. Parada de puntillas en la ventana rota me asome afuera. Ninguna señal del Viper en mi camino de entrada, pero sus ropas estaban esparcidas en mi patio frontal. De donde sea que haya
llegado, lo había hecho a pie. Y teniendo en cuenta la rapidez con que lo había hecho, debió haber estado muy cerca de las inmediaciones.

Me aparté de la ventana, arreglándomelas para mantenerme muy tranquila.

—¿Cómo llegaste a mi casa tan rápido?

Puso el teléfono en la base. Sus ojos marrones se clavaron en los míos, desafiantes.

—Estaba afuera.

—¿Por qué estabas afuera? Rompí contigo.

—Y vine aquí a hablar contigo de eso —dijo—. Porque sé que el momento no es el ideal, y no me importa. Quería volver a verte, así que decidí venir a hablar contigo y luego olí a esa cosa. Lo mismo que olí en
el taxi, Brittany. No lo dije entonces, porque no quería preocuparte, pero algo antinatural está acechándote. Algo que es más fuerte que cualquier súper natural que haya encontrado y le gusta el sabor de la sangre.

—Ya veo —dije con una voz suave y temblorosa—. Nos salvaste. Gracias.

—Te veías como si estuvieras manejando bien las cosas. —Cruzó los brazos sobre el pechos, lo que realmente hizo resaltar su desnudez—. Así que, ¿vas a decirme qué está pasando?

—Si hubiera sabido lo que era, ¿no crees que me hubiera encargado de él?

—Algo te está cazando. O a Hanna. Tal vez a las dos.

Le di una risa trémula.

—Tal vez deberíamos preguntarnos si tienes enemigos.

Su expresión seguía siendo seria, lo que me hizo temblar. Los hombres lobo tenían a Rachel, porque querían a Hanna. ¿Tal vez me querían a mí también? Yo sabía que no podía convertirme en lobo, pero ellos no.

Un brazo cálido se envolvió alrededor de mi hombro. De repente encontré mi nariz aplastada contra el pecho de Santana y me empujó fuerte contra élla

—Ven y siéntate en el sofá —dijo en voz baja, hipnótica—. Iré buscar a Hanna

Mis brazos sujetaron su cintura y lo atraje hacia mí.

—Ella está bien. Sólo necesita un poco más de tiempo para recuperarse y no apreciará que la molestamos.

—Ante su mirada escéptica, puse la cabeza en su hombro—. Quédate conmigo. Por favor.

Lo estaba manipulando emocionalmente para mantenerlo alejado de mi muy lobuna hermana.

—No te preocupes —dijo, manteniéndome presionada a su lado mientras nos llevaba hacia el sofá—. Todo va a estar bien. Lo que sea que haya sido, ya se ha ido. Ya he llamado a mi clan, y vendrán a
ayudarnos.

Ayudarnos. No “ayudarte”. Como si estuviéramos unidos por la cadera.

No haría ningún daño que le permitiera pensar que todavía podíamos estar juntos, así que me acurruque junto a su cuerpo desnudo en el sofá.

Mi mente seguía repitiendo los acontecimientos una y otra vez, los gruñidos, el horrible olor, el miedo por Hanna , quien debió haber estado terrorizada, pero no podía acercarme a ella mientras Hanna estuviera aquí y ella continuara siendo un lobo...

Nos sentamos en el sofá por un largo tiempo. Santana me acarició el pelo y susurró cosas para mí, y... me gustó. Había algo relajante en dejar que alguien me sostuviera y acariciara cuando algo me inquietaba.

A pesar de que no podía contarle a Santana mis problemas, él sabía que yo estaba molesta y trató de hacerlo mejor.

Fue un nuevo concepto. Por lo general, estaba tan ocupada intentando resolver los problemas para Hanna y para mí que nunca tuve la oportunidad de relajarme o dejar que otra persona cargara con el peso, ni por un segundo.

Era una sensación embriagadora. Me hizo desear cosas que no podía tener. Debo haber temblado de nuevo, porque Beau presionó los labios sobre mi pelo enredado, abrazándome con más fuerza.

—Estoy aqui Brittany. Ahora estás a salvo. Me voy a encargar de Todo

Por extraño que parezca, eso me hizo sentir mejor. Posiblemente, no podía ayudarme, pero saber que estaba dispuesto a intentarlo de alguna manera hizo toda la diferencia.

Unos pocos hombres pronto se presentaron y se invitaron a sí mismos a entrar en la casa. Me coloqué en posición vertical al verlos, pero Santana no estaba tenso a mi lado, así que los conocía.

Después de darle un buen vistazo a los extraños, lo comprendí. Todos ellos se parecían mucho a Santana
altos, delgados, de pelo oscuro, y de fuerte contextura. Los mismos ojos claros, la misma estructura ósea.

Obviamente más miembros del López

De pie, desnudo delante de ellos, no parecía incómodo en lo más mínimo y todos comenzaron a hablar como si yo no estuviera allí.

—¿Humanos, Santana? —Uno de los extraños me miró con incredulidad.

Otro olfateó su entorno, agitando las fosas nasales, como si todo esto le desagradase.

—La señorita Pierce es mi novia.

No, no lo es. Ella no puede serlo. No, si ella es inteligente.

Otro habló: —¿En serio?

Toda la casa se hizo silenciosa como la muerte, como si un enorme insulto acabase de ser pronunciado. Uno de los hombres golpeó a otro en el hombro.

—Jefe —comenzó, y casi pude oler la disculpa próxima.

Por Dios. Los súpernaturales realmente no se preocupan por los seres humanos.

Pero Santana sólo les dio una sonrisa perezosa que hizo que mi corazón tartamudeara.

—En serio. —Fue todo lo que dijo, y tiró de mí detrás de él en un gesto posesivo—. Ahora, ¿dónde está Emily y?

Uno de los clones gesticuló hacia el exterior.

—Bajando su kit de la parte trasera del camión.

Santana gruñó en reconocimiento.

—¿Traen sus armas?

Espera. ¿Eh?

—¿Armas? —interrumpí—. ¿Qué están haciendo?


Santana dijo:

—Estamos colocando un anzuelo. Si eso vuelve a esta casa, no vivirá por mucho tiempo.

Bueno, mierda. No necesitaba un montón de gatos cambiadores arrastrándose en la casa. Los necesitaba a todos fuera ahora, antes de que olfatearan Hanna. Miré con enojo a Santana

—No pueden hacer eso. No quiero armas en mi casa. De hecho, no quiero un grupo de desconocidos en mi casa.

Santana me llevó hacia el otro extremo de la sala de estar. Los otros apartaron la mirada, hablando en susurros bajos.

—Deja que me encargue de esto, Brittany —dijo en voz baja—. No voy a permitir que una criatura te aceche, entre en tu casa, y ponga en peligro tu vida. Vas a estar a salvo. Te he marcado con mi reclamo, y vas a aceptar que estoy cuidando de ti. —Sus palabras fueron bajas y uniformes.

Abrí la boca para protestar.

—Los otros no te tocarán. Te darán más respeto que a un ser humano normal porque te he reclamado. —Cuando empecé a protestar de nuevo, continuó—: Eres mía. Ya lo he decidido. Y si tengo que marcar
todo ese delicioso cuerpo para demostrarlo, lo haré.

Una ráfaga de deseo corrió a través de mí ante esa imagen mental y tragué saliva con fuerza, resistiendo el impulso de abanicarme.

La sonrisa torcida curvó su boca de nuevo y pasó el pulgar por el labio inferior como si me recordara sus besos. Luego caminó hacia sus Hombres

—Tenemos que establecer una defensa. Traigan la plata y el acónito, y tengan cuidado. Quiero que comiencen escaleras arriba.

Me dejaron allí en la sala de estar, aturdida, mis labios todavía sentían el calor eléctrico de su contacto. Regresé a la cocina, mirando en el interior. La puerta de la despensa estaba abierta y no vi a Sara por
ninguna parte. Esa era una buena señal. Tal vez había cambiado y se había ido al baño trasero a ocultar su olor.

Una mano me tocó el codo.

Salté, tropezando unos pasos hacia atrás por el susto.

Una hmujer grande y rmorena estaba allí de pie con una mirada seria en su rostro. Era enorme, por lo menos unos 30cm más alto que Santana y más ancho. Tenía el pelo lago, sus facciones alargadas. Una mano sujetaba una caja de herramientas, y el otro colosal guante llevaba una botella de agua.

—Bebe esto.

Miré alarmada al gigante.

—¿Quién... quién eres?

Irritación cruzó los rasgos duros, como si le molestara tener que responder.

— Emily

—Está bien. — Santanahabía mencionado a Emily un par de veces. Su mejor amigo y compañero, miembro de la Alianza—. No, gracias. No tengo sed.

Extendió la mano, sujetó la mía, y me obligó a tomar la botella de agua en ella.

—Bebe.

No era exactamente el hombre más amable. Lo fulminé con la mirada. Me devolvió la mirada.

Bebí.

A continuación, me entregó un paquete plateado de píldoras.

—Toma esto.

Las rechacé.

—Estoy bien.

Ignorando mis protestas, empujó las píldoras hacia mí otra vez.

Tomé las píldoras de su mano y fruncí el ceño cuando continuó mirándome, esperando a que me las tragara.

—El Sra. López es un poco prepotente.

Emily lanzó un gruñido. Obviamente no era un hombre de muchas palabras.

Miré las píldoras, claramente algo para relajar mis nervios. Dios sabía que no las podía utilizar. y yo necesitábamos salir de Fort Worth.

Lejos de los cambiadores, lejos de todo el mundo. Podríamos empacar lo necesario esta noche y estar fuera de la ciudad por la mañana, pero no con todos esos cambiadores deambulando por mi casa, tratando de ser útiles.

—Toma. La. Píldora. — Emily se cernió sobre mí, su rostro duro y sin sonreír. Sus brazos cruzados sobre el pecho, y se quedó mirándome fijamente.

Le devolví la mirada.

—Voy a presentar una queja ante tu jefe de que estás tratando de drogarme.

Los ojos duros de Emily brillaron buscando los míos.

—¿Quién crees que me dijo que te las diera?

Oh. Bueno, entonces. Esto era lo que obtenía por pretender tener un colapso nervioso para distraer a Santana. Podría empacar, mientras estaba medicada, supuse. Incluso si no quería tomar las pastillas, no tenía ninguna duda de que Santana me obligaría a tomarlas, de una manera u otra. Haciendo caso omiso de aquel gigante descomunal que se cernía sobre mí, a regañadientes tragué las pastillas con agua.
Tenían un sabor terrible, dejando una capa pastosa en mi boca.

—¿Todo el mundo siempre hace lo que San quiere? —pregunté, señalando a los hombres que se arrastraban por toda mi casa. Todavía podía oírlo ladrando órdenes desde arriba.

—Sí —dijo Emily

Solté un bufido y me puse a limpiar el vidrio de las dos ventanas rotas.

Necesitaba ver a mi hermana, pero no con este gigante amenazante cerniéndose sobre mi hombro. Pero pronto comencé a sentirme adormilada, lenta. Las cosas empezaron a sentirse desconectadas, y mi
cabeza como si estuviera dando vueltas.

Santana apareció de repente a mi lado y me elevó el rostro, estudiando mi expresión.

—¿Cómo está?

Quise protestar, me lo podía preguntar directamente, pero había una niebla asentándose en mi cerebro. Emily apareció por el rabillo de mi ojo, Hanna posicionada detrás de élla, había cambiado su ropa y su pelo estaba mojado, ¿una ducha rápida?

—Se tomó las píldoras —dijo Emily en esa voz baja y ronca—. Le daría un par de horas.

—¿Para qué? —pregunté, con dificultad para mantener los ojos abiertos.

—Tiempo más que suficiente —dijo Santana , y luego me levantó en el aire.

El mundo giraba vertiginosamente, el olor espeso de élla estaba en todas partes, y me di cuenta que me acunaba contra su pecho desnudo. Era tan cálido y delicioso que me acurruqué y lancé un suspiro de felicidad.

Podía dormir aquí.

—Hay tiempo de sobra ¿para qué? Presionó los labios en mi frente, y el mundo se balanceó un poco
cuando empezó a caminar.

—Es hora de llevarte a casa, Brittany. A mi casa.

—No podemos —protesté, tratando de enfocar los ojos en mi hermana.

La cara de Hanna estaba pálida de la tensión, con los brazos cruzados sobre el pecho—. Nos vamos.

—Sí, nos vamos —coincidió Santana

Estábamos hablando de dos cosas diferentes, pero ya no podía mantenerme despierta. Mis ojos se cerraron mientras me hundía más profundamente en sus brazos, y dejaba que el pesado sueño se hiciese
cargo de mí.
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Mensaje por micky morales Sáb Mayo 13, 2017 8:55 am

Bueno, Brittany fue reclamada, por lo tanto espero ya no tenga que acudir a esas estupidas citas, Britt deberia contarle a San sobre Hanna, se que ella la ayudaria!!!!
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Mensaje por 3:) Sáb Mayo 13, 2017 12:06 pm

Bueno es hora de que britt se deje ayudar... Es obvio que no va a poder sola....
Y san no lo va a dejar jajaja
A ver como van las cosas... Ahora que britt este en la casa de san
3:)
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Mensaje por JVM Dom Mayo 14, 2017 1:20 pm

Uhhh Britt deberia ser honesta con San porque ahora Rach también esta involucrada .... Y si Hanna y Britt ahora se van a vivir con San va a ser un caos y Hanna estaría mas expuesta que nunca...... :o
Actualiza pronto!!!! Jajaja
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Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 27, 2017 4:43 am

capitulo 10

Cuando me desperté, el espantoso sabor en mi boca se había convertido en una clase totalmente nueva de asquerosidad, y mi cabeza palpitaba. Me senté, dándome cuenta que estaba en el sofá
de alguien. Eso explicaba el calambre en mi cuello y los rastros de baba a un lado de mi rostro. Los limpié y miré con el ceño fruncido a mí alrededor.

Parecía que estaba en un tipo de posada rústica. El sofá era de un feo estampado a cuadros campestre, y las paredes eran de alguna clase de tablones de madera.

El cuarto en sí mismo era enorme, las grandes ventanas, llenaban la habitación con la luz del sol. Una alfombra trenzada decoraba el suelo, y vislumbré una espaciosa cocina a través de la sala de estar. Esta no era sólo una cabaña de madera… esta era una cabaña de madera súper potenciada.
¿La casa de Santana ? Vagamente lo recordaba diciendo que me llevaría a casa. ¿Pero dónde estaba Hanna ? ¿Dónde estaba mi hermana?

El mundo regresó apresuradamente y volé a través de las habitaciones, buscándola. No la podía encontrar por ninguna parte. Abrí una docena de puertas, pero yo era la única en la casa. Eso me golpeó como una tonelada de ladrillos.

Había sido drogada. Esa bastarda de Emily me había dado algo para dejarme inconsciente. Tonta que era, había creído que era algo para hacer que me relajara. Nop. Era algo para dejarme inconsciente.
Pasé mis manos por mi vestido. Mis pantys estaban intactos y mi pelo todavía era un asqueroso lío. Me sentí un poco mejor.

Santana . “Tiempo para llevarte a casa, Brittany . A mi casa.” La alarma volvió cuando la memoria entera lo hizo.

Un monstruo había estado en mi casa.Hanna había entrado en pánico y había cambiado, y un puñado de were-pumas había llegado para salvar el día. Puse una mano en mi frente. ¿Dónde estaba Santana ? ¿Por qué había sido dejada aquí sola?

El miedo se instaló. ¿Había ido a intercambiar a mi hermana con los lobos? ¿Es por eso qué estaba aquí sola? Preocupada, volví por la casa otra vez, esta vez buscando a fondo en cada cuarto.

Los techos eran arqueados y espaciosos, y había un segundo piso con un dormitorio principal. Una gran cama dominaba el cuarto, un hecho que no me perdí. También había una bañera de hidromasaje en el cuarto de baño, una hermosa terraza rodeaba la casa, km y km de árboles.

Contemplé el magnífico paisaje con desilusión. Obviamente ya no estábamos en Fort Worth. ¿Este de Texas? ¿Oklahoma? ¿Y dónde demonios estaba la entrada de autos? Rodeé la terraza dos veces para
asegurarme que no me había perdido nada, pero no había ninguna entrada que conducía a la cabaña; sólo más bosques y un sendero. ¿Entonces cómo diablos se suponía que iba escapar? Siendo una chica de ciudad, no confiaba en mí sola por los bosques. Ni siquiera sabía en qué dirección correr. Exploré los cielos, donde una pared de nubes grises traía una escalofriante, brisa helada con ellas.

Todavía frunciendo el ceño, regresé al interior. Había una TV en un gran estudio y un grupo de DVD ubicados en un estante cercano. El estante de películas estaba lleno de estrenos actuales, y los estantes para libros estaban forrados tanto con libros clásicos como populares. Tolstoy puesto al lado de Stephen King, Dean Koontz, y Dan Brown. La mayor parte de los libros eran de aventura-acción, con algún ocasional clásico entremedio. Saqué una copia prístina de El Grant Gastby y entonces lo
devolví a su lugar cuando noté una destartalada edición rústica su lado, Un Hombre lobo americano en Londres.

No me perdí la ironía.

En el lado opuesto de la casa, una puerta se cerró de golpe. Todos mis sentidos se pusieron en alarma otra vez, y corrí a través de la casa para confrontar a mi secuestrador.

Oí el sonido de un fácil silbido cuando doblé la esquina y vi la amplia espalda de Beau en la cocina.

Había una gran caja sobre el mostrador, y mientras silbaba, sacaba víveres de ella.

—Estás despierta —dijo, dándose la vuelta para mirarme—. ¿Cómo te sientes?

—¿Dónde está mi hermana?

—Hanna está bien. —Un débil ceño fruncido cruzó su cara mientras estudiaba mi expresión salvaje—. Cálmate. Estás a salvo, y ella también.

Estás bajo mi protección.

—¿Tu protección? —farfullé—. ¿Crees que me proteges drogándome y cargándome a la desierta Posada del Amor?

Había una oscura mirada en su cara, y sus cejas se fruncieron sobre sus ojos.

—Tienes razón —dijo despacio—. Simplemente debería haberte metido en tu cama y dejar que lo fuera vuelva y te mate a ti y a tu hermana.

—Tenía un plan —refunfuñé. No podía decirle que había estado planeando desaparecer de la ciudad antes de la salida del sol—. Entonces, ¿por qué aquí? ¿Por qué no en un hotel? ¿Y por qué no está
mi hermana aquí?

—Esta es mi casa cuando no tengo negocios en la ciudad. Me gusta aquí. Es privado. —Su explicación era simple, pero sentí un orgullo subyacente.

—¿Y dónde estamos, Sra. Privacidad?

Negó con su cabeza y volvió a sacar cosas de la caja. Una rebanada de pan. Un tarro de mantequilla de maní. Una lata de jamón.

—No puedo decirte eso.

Me moví alrededor del mostrador para entrar en su línea de visión otra vez.

—¿Por qué no puedes decirme eso?

Se encogió de hombros.

—No sabemos con qué estamos lidiando. —Sus movimientos cuando desempaquetaba los comestibles eran tranquilos, fluidos. Todo lo que hacía, lo hacía con gracia sin esfuerzo alguno, y me calmé un poco sólo mirándolo—. No sé cómo esa cosa sabía qué casa era la tuya, o en qué taxi entrabas la otra noche. Tal vez puede leer mentes. Si puede, no lo quiero sabiendo cómo encontrarte. Entonces es mejor que no sepas. — Recogió un paquete de oreos—. ¿Hambrienta?

Lamentablemente, esto comenzaba a tener sentido.

—No —dije, y resistí al impulso de torcer mis manos con la frustración—. ¿Tenías que drogarme?

Me dio una lenta, sonrisa matadora.

—No creí que me hubieras dejado llevarte tranquilamente por los bosques, no con el susto que acababas de tener.

Parpadeé a eso.

—¿Me llevaste?

Sonrió abiertamente y dio un paso hacia mí. Cautelosamente rodeé el otro lado del mostrador, poniendo la mesa entre nosotras. Santana se rió entre dientes.

—Lo hice. Te lleve por varios quilómetros.

—¿Varios quilómetros… ¿esa es la distancia que estamos de la ciudad?

Sonrió y no contestó.

—Apestas. —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Así que ¿dónde está mi hermana?

—A salvo —dijo—. No te preocupes por nada más.

¿No preocuparme? ¿Cómo podía no preocuparme? Ni siquiera sabía qué me preocupaba.

—¿Dónde está?

—Con Emily —dijo, luego repitió—, a salvo.

Esto me hizo sentir un poco mejor. Emily era aterradora, si alguien podría mantenerla segura, era élla.

Mis brazos, apretados contra mi pecho, se aliviaron un poco.

—Y ¿ Rachel ? ¿Alguna suerte encontrándola?

La tensión destelló brevemente a través de su rostro. Sacó una lata de café y la dejó a un lado.

—Ninguna palabra de ella aún. La encontraremos.

Sin Rachel significaba que Santana todavía me necesitaba para su celo. No estaba segura si aquel temblor interno que sentía era de preocupación o entusiasmo.

—¿Cómo sé que esto no es una estrategia complicada para conseguir que me acueste contigo en los siguientes días?

Santana se inclinó sobre la mesa, y no podía evitar notar lo amplio que eran sus hombros.

—Dulce Brittany

—dijo, su voz baja y juguetona—, nadie dijo que no iba intentar y seducirte.


* * *

Mientras Santana desempaquetaba la pequeña caja de comida (el resto vendría mañana con Emily) me sentía nerviosa e incómoda. Entonces cuando me dio una botella de champú perfumado, lo agarré y me dirigí arriba. Revisando en sus armarios descubrí algunas cosas: primero, realmente era soltero. No encontré ninguna ropa blanca extra además de dos toallas. En segundo lugar, claramente vivía aquí, la ropa de invierno estaba colgada en el armario junto con la ropa de verano.

Tomé una camiseta y unos pantalones deportivos, y esperaba que cuando Emily viniera con Hanna
mañana me trajeran algo de ropa.

La ducha era una pequeña parte del cielo. No me había dado cuenta cuan pegajosa y sucia me sentía hasta que me saqué mi ropa y la pateé a un rincón. Me puse champú en el pelo dos veces y tardé en la ducha, disfrutando del agua caliente. Una vez fuera, me vestí con su ropa prestada y puse mi vestido, mi ropa interior, y mis medias en una pequeña pila. Apestaba a sangre, restaurantes y un débil indicio de Old Spice, y de repente sólo quería tirarlo.

Cuando mi largo, cabello mojado estaba peinado, bajé buscando a Santana.

Estaba sentado con un libro en el sofá. La novela de suspenso estaba abierta en su pecho y sus ojos estaban cerrados, su respiración tranquila.

Estaba dormido.

Sentí una oleada de ternura. Mientras yo dormía por las drogas, no por mi elección, imagínate, había estado despierto toda la noche, trayéndome aquí fuera en el medio de la nada para mantenerme
segura y llevando a su gente para vigilar mi casa. Todavía no lo perdonaba, pero me sentía agradecida que hiciera tanto esfuerzo por mí.

Bien, sólo un poco agradecida. Me senté a su lado en el sofá y empujé su brazo.

—Despiértate,San. Tengo que saber donde está Hanna.

Su brazo salió disparado, sosteniendo mi muñeca. Antes de que pudiera pronunciar el chillido.

El libro salió volando y navegué a través del sofá cuando me tiró en su regazo, mi trasero apoyado en sus muslos.

—Hueles bastante bien para comer —dijo, y se inclinó a mordisquear mi cuello.

Un delicioso hormigueo corrió por mi cuerpo y me retorcí en sus brazos, tratando de escapar.

—¿Tratas de distraerme con besos, verdad?

—¿Está funcionando?

—No —dije—. Dime sobre mi hermana.

—Está a salvo —dijo—. ¿No confías en mí?

No confiaba en nadie. Lo contemplé durante un momento largo, luego suspiré.

—Bueno, está bien. Confío en ti. Ahora dime sobre mi hermana.

Se rió entre dientes y me tiró contra élla hasta que mi pecho chocó contra el suyo. Su barbilla se acercó contra mi cuello y luego mordió el lóbulo de mi oreja, y todos los pensamientos sobre tener una conversación seria volaron fuera de mi cabeza. Mi aliento temblaba y mis manos tocaron su cuello, sus hombros, tratando de encontrar un punto bueno para aterrizar. Podía sentir el maravilloso calor que irradiaba por su ropa.

Sus dientes tiraron del lóbulo de mi oreja, enviando sangre corriendo por mi cuerpo y estremecimientos por mi columna vertebral. Mis manos agarraron su cabello. Algo bajó retumbando en su pecho casi como un ronroneo, y apartó mi pelo mojado a un lado para pellizcar en mi cuello
otra vez.

—Mi pequeña Brittany sabrosa —murmuró contra mi piel—. He estado deseando hacer esto hace un rato.

Era difícil pensar cuando me hacía esto. Envolvió su mano en mi pelo mojado, pesado, exponiendo más de mi cuello, y mis pezones se apretaron en respuesta, mi pulso volviéndose pesado. Mi mano corrió
por su pelo mientras acariciaba con su nariz la piel sensible de mi cuello, excitante. Su otra mano se deslizó hacia abajo por mi costado, ahuecando mi trasero sobre los pantalones deportivos.

élla era muy, muy bueao en distraerme, pensaba mientras enroscaba mis dedos en su pelo. Casi demasiado bueno. Tiré de élla, separando su cara de mi cuello.

—No tan rápido allí, Casanova. Quiero una respuesta.

Se rió entre dientes.

—No puedo evitarlo. Sólo mira lo deliciosa que te ves sentada ahí con mi ropa.

Bueno, desde luego no me oponía a los cumplidos, o a tenerlo mordisqueándome, así que le devolví la sonrisa.

—Estás tratando de distraerme con besos.

—Y tú aquí diciendo que no eras susceptible —dijo, todo burlas.

—Oh, soy totalmente susceptible —dije—. Si me besas una vez más, no voy a ser capaz de pensar en otra cosa durante el resto del día.

Una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro. Tal vez no debí haber dicho que me revolvía los sesos con su toque.

Hanna negaría con su cabeza ante mis horribles habilidades de coqueteo.

— Hanna —espeté, anudando mis dedos en el pelo largo de Santana de nuevo—. ¿Dónde está mi hermana?

—Eso está siendo cuidado —dijo con esa voz molestamente confiada—. Emily es mi segundo al mando. élla

va a hacerse cargo mientras estés aquí.

—Hanna no es un “eso”, es una persona y la necesito. Tenemos un lugar donde debemos estar.

—Como a un par de cientos de quilómetros de aquí.

—¿En el trabajo? Le dije a Giselle que tenías una emergencia familiar.

Di un gemido de consternación y me senté en el brazo del sofá. Dios, no había pensado en el trabajo.

—No hablaste con Giselle.

—Lo hice. Dijo que te dijera que se haría cargo de todo.

Gemí aún más fuerte. Conociendo a Giselle, era una mala señal. Dado que abandoné a Garth ayer por la noche, y ahora no estaba allí para golpear la nueva cadena de citas que había creado para mí, se
ocuparía de las cosas, totalmente cieto. Empezaría diciendo a todos que Hanna era un lobo, y no sería capaz de llevarla lejos antes que la manada de lobos nos atrapara.

Miré a Santana , una idea chispeando.

—¿ hará lo que quieras?

Se puso tensa, como si hubiera herido su orgullo femenino.

—Por supuesto que lo hará.

—Bien —dije, pensando rápido—. Dile que secuestre a Hanna, también. Está en peligro. Esos monstruos pueden estar detrás de ella.

Hizo una pausa, claramente pensando.

—Me estás pidiendo que organice un secuestro.

Tiré uno de los cojines del sofá hacia élla.

—¡Me secuestraron, idiota! ¿Qué es uno más? Sonrió.

—El tuyo no es un secuestro, sino una seducción. Nunca podrías sostenerlo ante un tribunal de justicia.

—Y una mierda —dije—. No cambies el tema. Ahora, ¿vas a llamar a ese mamut que llamas Emily?

—Eres feroz cuando se trata de tu hermana, ¿lo sabías?

—Hanna es la única persona que me importa.

Sus ojos se oscurecieron.

—¿La única persona? —Antes que pudiera comentar su reacción, dijo—: Está bien. Lo haré a cambio de un favor tuyo.

Le di una mirada cautelosa.

—¿Qué clase de favor? —¿Abrir las piernas y actuar interesada?

La sonrisa satisfecha regresó.

—Tienes que besarme otra vez.

—¿Besarte? —solté—. ¿Recuerdas la parte en la que rompí contigo? No vernos el uno al otro significa que no hay más besos. —Mi corazón latía con fuerza en el pecho. Tenía la boca más jodidamente sexy. A pesar de que los miraba fijamente, sus labios se curvaron en una sonrisa que quise lamer directamente fuera de su cara.

Santana cerró los ojos.

—No creo que tus motivos sean contundentes. Dame un beso y salvaremos a Hanna. Esas son las reglas.

—Esto no es un juego —repliqué—. Esta es la vida de Hanna.

—Entonces creo que será mejor empezar. —No movió un músculo.

Esperé un momento más, exasperada por su estúpido juego. Se quedó inmóvil, con los brazos a los costados. Todavía olía a trampa.

Me deslicé hacia adelante un centímetro o dos en el sofá.

Se escuchó un ruido satisfecho de su pecho y su boca se curvó en una sonrisa, sus ojos todavía cerrados.

—Eso es todo. Acércate más.

Le di una palmada en el pecho con ligera irritación.

—¿No quieres decir, “Ven a mi red, dijo la araña a la mosca”?

—Eso implicaría que te voy a comer —dijo, sus palabras suaves—. Son tus labios los que se van a mover.

Un escalofrío me atravesó. Me acerqué un poco más hasta que estuve lo suficientemente cerca para darla un beso. élla estaba tumbada y no pude encontrar un buen ángulo para apoyarme, por lo que me coloqué a horcajadas sobre su pierna y me deslicé hacia adelante un poco más.

Gimió y se movió un poco, su muslo presionando contra la V de mis piernas.

—Me gustó eso.

Le di un codazo en el pecho.

—Silencio. Me estoy concentrando.

—Lo siento —dijo en un tono de voz que era todo lo contrario.

Llegué un poco más cerca, deslizándome un poco más abajo en su muslo, sintiéndome sorprendentemente vulnerable. Pero élla no movió un músculo, así que me incliné sobre élla. Mis pechos rozaron sus pechos y di marcha atrás con la sensación.

Gimió, la sonrisa confiada desvaneciéndose.

—Provocadora.

Tuve que admitir, que me gustó esa reacción. Así que me incliné de nuevo, asegurándome de cepillar hacia arriba contra su pecho una vez más, y la besé.

Al principio, era sólo una ligera presión de mi boca a la suya. Esperaba que tomara el control, pero para mi sorpresa, se quedó quieta.

Entonces, el reto me golpeó y de repente quise verlo perder el control. Si esto fuera un concurso, yo estaba decidida a ganar.

Destacaba en el tira y afloja.

Así que besé su labio inferior lleno y sensual en primer lugar, dándole un ligero mordisco y calmándolo con la punta de mi lengua. Su respiración raspó, dulce y picante contra mi boca, y me hizo más audaz. Seguí ambos labios con los míos, y luego repetí el movimiento con la lengua, la mía a menudo sumergiéndose en el pliegue leve de su boca. Todavía no se movía, pero su respiración se aceleró contra la mía propia.

Deslicé mi lengua dentro de su boca, en busca de la suya.

Santana sabía excelente, cálido, almizclado, delicioso. Un ruido suave de placer escapó de mi garganta.

Que le envió por encima del borde. De repente, una mano estaba en la base de mi cráneo, y la otra agarrando mi culo, y atrayéndome hacia élla, su lengua encontraba con fiereza la mía. Era un baile, un coqueteo de lenguas. Saborear, enredar, retirar.

Se prolongó durante largos momentos, labios unidos con cada lengua empujando, hasta que me faltó el aire y me separé.

Me dirigió una mirada caliente, respirando con dificultad.

—No besas como una virgen.

Irritada, traté de empujarlo lejos.

—Así es —dije con sarcasmo—. Me has descubierto. De noche soy una acompañante profesional.

—Eso explica tu pelo raro ayer —dijo, e hizo una mueca cuando le di una palmada en el hombro.

—Muy graciosa. —La mano en mi cabello se había deslizado por mi espalda, que me sostenía contra su pecho—. Ahora, por favor llama a Emily sobre Hanna . Estoy muy preocupada por ella.

Se inclinó y besó la punta de mi nariz.

—Ya ha sido trasladada.

—¿Qué?

Sonrió, tan satisfecho como podía estar.

— Emily se encargó ayer por la noche mientras estabas fuera. Hanna se esconde en un lugar seguro, al igual que tú y yo. Decidimos separarlas para determinar quién es el objetivo.

Sabía que la estaban persiguiendo, y por qué. Nunca estaría a salvo mientras mantuviera el secreto... pero ¿cómo le digo a Hanna que la razón de que sabía que la manada de lobos estaba detrás de Hanna era que ella era la hembra fugitiva que estaban exigiendo a cambio de Rachel ?

No podía. Y necesitaba oír su voz para saber que estaba bien.

—San —dije en tono de advertencia.

Se movió por debajo de mí, jalando algo del bolsillo de los vaqueros de nuevo.

—Aquí —dijo, y me entregó el teléfono—. Llama a Emily , si lo deseas.

Abrí el teléfono y me deslicé a través de la libreta de direcciones, observando con irritación que muchos de los nombres eran de mujeres, y estaba el nombre de Dani, todavía en su lista, y golpeé el botón de llamada cuando vi el nombre de Emily .

—¿Sí? —dijo, respondiendo a la primera. Si yo pensaba que la voz de Santana era profunda, la de Emily era el abismo. Definitivamente igualaba su cuerpo de talla Godzilla.

—Soy Brittany . Tengo que hablar con Hanna .

Un momento después, la voz de Hanna sonó en mi oído:

—¿Hola?

—Soy yo, Britt . ¿Te encuentras bien? ¿Dónde estás?

Hizo una pausa por un momento.

—Emily señaló que no es seguro decirlo. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

Estaba empezando a irritarme que Santana y sus secuaces pudieran interferir en nuestras vidas, ponerlas de cabeza, y que de repente estuviéramos bailando a su ritmo. Eché un vistazo Santana , quien obviamente estaba escuchando la conversación, y estaba segura que Emily estaba haciendo lo mismo. No podía decirle que los lobos estaban detrás de nosotros.

—Estoy bien. ¿Y tú? ¿Estás... bien? ¿Estás siendo cuidadosa?

Hanna sonaba casi tímida.

—Estoy bien. No hay problemas en este sentido. Estoy siendo cuidadosa.

Suspiré de alivio, sabiendo lo que estaba diciendo.

—Eso es bueno. Eso es muy bueno.

—Esto está bien, Britt. Me voy a quedar aquí con Emily y el resto del clan López durante unos días. Voy a estar bien.

—Bueno —dije, como si nuestras vidas no hubieran sido arrancadas a la mierda en este momento.

Pero su voz era uniforme y constante, y no tenía el vibrato de miedo con el que me había puesto tan en sintonía. Lo que fuera que estuviera pasando, se sentía segura, y me hizo relajar.

—Me tengo que ir —dijo después de unos minutos—. Estamos haciendo equipos para el Xbox y no quiero estar pegada a Jeremiah de nuevo.

No sabe jugar Call of Duty, es muy torpe con las manos. Voy a hablar contigo mañana. Te quiero.

—Te quiero —dije lentamente, pero ella ya había colgado. Me sentí un poco picada. ¿Ni siquiera estaba preocupada por todo esto?

—Ella sabe que estás a salvo conmigo —ofreció Santana , casi como si pudiera leer mi mente—. Y está a salvo con Emily . Moriría antes de dejar que algo le pase a ella.

—Lo sé —dije en voz baja—. Sólo me preocupo por ella.

Su boca se torció en una media sonrisa.

—Eres la madre de Hanna, ¿no? Por todo lo que ella es tal vez un año más joven que tú.

—Dos años —le ofrecí.

—Todavía la tratas como si fuera una niña. Te gusta ser necesaria, y te gusta ser la que la saca del atolladero. Pero todo está resuelto ahora, por lo que no sabes qué hacer contigo misma.

Puse los ojos en blanco ante su psicoanálisis.

—Eso no es cierto. Estoy feliz de que esté bien, pero todavía estoy preocupada por ella, incluso si ella no lo está.

—Está tan segura como puede estar con Emily . No te preocupes por ella ni un poco.

Es más fácil decirlo que hacerlo.

Me tocó la parte inferior de la barbilla.

—¿Sabes lo que esto significa, ¿verdad?

—¿Qué es eso? —dije con cautela.

—Significa que tú y yo podemos descansar aquí y hacer lo que queramos... lo que significa que me puedes hacer panqueques.

—Buen intento.

No parecía disuadido. Sonrió y se volcó sobre mi mano, y luego comenzó a presionar besos a la suave piel de mi muñeca, subiendo por mi brazo con cada uno que me daba.

—Se te olvida que tengo el celo de qué preocuparme, señorita Brittany . Necesito de mi fuerza.

—Bueno, espero que tu mano esté lista.

Me guiñó un ojo, lento y sensual.

—Espero que la tuya también lo esté.

—Eso no es lo que quise decir. Puedo resistirme a ti, ya sabes. —A pesar de que iba a ser difícil como el infierno con sólo élla y yo en una cabaña romántica lejos del mundo.

Se rió entre dientes.

—¿Pero puedo resistirme a ti? ¿Durante dos días enteros? ¿Cuándo te sientas sobre mis rodillas y te vez lo suficientemente buena para comer?

Me aparté de élla.

—Aduladora.

Me dejó ir, pero sentía sus ojos en mí cuando me puse de pie y paseé por la habitación.

—Mi dulce Brittany, ¿nadie te ha dicho que cuanto más corre la presa, más la desea el cazador? No hay nada que ame más un gato que una buena persecución.

—Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Caer a tus pies con mis piernas abiertas? ¿Esperando que eso te haga salir corriendo?

Sus ojos brillaban con interés.

—Podríamos intentarlo.

Le tiré un cojín del sofá en la cabeza.
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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 27, 2017 5:15 am

capitulo 11

A pesar de que Santana era buena compañía, no me podía relajar. élla no se daba cuenta de que Emily era el enemigo también, pero yo sabía, y permanecía al pendiente. Andaba alrededor de la casa silbando y revisaba las puertas y ventanas, y hacia algunas otras cosas que me extrañaban. Una por ejemplo, roció cada alfeizar de las ventanas con agua bendita.

Le ofrecí ayuda, pero cuando intentaba hacer algo, me gruñía que me sentara y me relajara.

Y luego desapareció, para tomar una ducha.

Confundida con sus acciones, aburrida por no tener nada que hacer, usé su celular ya que el mío se había quedado sin batería y no tenía el cargador. Llamé a la oficina para checar como andaban las cosas y apagar algunos pequeños “fuegos” que se habían levantado entre fechas mal agendadas y una auditoría.

Naturalmente, las chicas en la oficina querían saber qué estaba pasando, y no tenía mucho que decirles.

Una adivinó, por supuesto.

—Hay una mujer, ¿no? —dijo Ryder por el teléfono, había una sugerencia especulativa en su dulce, alegre voz.

—No hay ningún hmujer —dije, pero mi voz falló.

Rió encantada.

—Mujer, sólo hay que esperar. Aposté a que te dirigías a un convento.

—¿Apuesta? —repetí, sin entenderla.

—Apostamos cuándo te ibas a acostar.

Mi mandíbula cayó un poco.

—¿Tienen una apuesta en la oficina? ¿De mí?

—Sí tenemos. —Parecía disgustada—. Hanna acaba de ganarla. Había dicho que treinta.

No podía creer que estaban apostando cuándo tendría sexo. Lo que era más increíble que la apuesta más cercana fuera a cinco años… y de mi propia hermana. Irritada, inventé una excusa rápida para colgar, la risa alegre de Ryder resonaba en mis oídos.

Santana paso justo en ese momento, su boca curvada en una sonrisa.

Probablemente había escuchado cada palabra de la conversación. Le fruncí el ceño y salte del sofá, causando que su libro se cayera al suelo.

Me agaché a recoger el libro, y cuando volteé ya había desaparecido otra vez. Un minuto después, escuché la regadera otra vez. Fruncí el ceño desconcertada por su abrupta desaparición. Eso era extraño.

Algo como… ¿Yo? ¿Y el celo mañana?

Me sonrojé, pensando en cómo me agaché y eso lo mando corriendo.

Tenía que ser más cuidadosa. Con eso en mente, me senté en una orilla del sofá y hojeé la novela de Santana . Unos minutos después, me congelé cuando escuché que la puerta se abrió. Tratando de no hacer ningún sonido, cerré el libro y me paré. Al otro lado de la casa todavía podía escuchar la regadera prendida.

Nerviosa, me dirigí a la cocina, a mi mente se vinieron los cuchillos.

Pero el intruso ya estaba en la cocina.

Era una morena, pequeña y curvilínea, con cabello corto y ondulado.

Tenía pecas en la nariz, y los ojos más verdes que alguna vez haya visto.

Era hermosa, vestida con una blusa escotada, pantalones ajustados y sandalias. Un perfume intenso flotaba a su alrededor.

Me miró con un toque de disgusto, sus fosas nasales se hinchaban en una manera que había a aprendido a asociar con los cambiadores. Su labio se curvó.

—¿Quién eres?

Me puse rígida ante su tono grosero.

—¿Quién demonios eres tú?

Dio un paso hacia mí y su perfume fue insoportable. Quería dejar de respirar.

—Soy Dani, y vivo aquí. —Me mostró su mano con las llaves—. Por eso tengo estas.

¿Vivía aquí? Toda mi fuerza murió cuando vi las llaves.

Pero si ella vivía aquí… entonces… algo no concordaba.

O me estaba mintiendo, o Santana mentía. No me gustaba la mirada en su cara y decidí quedarme con el diablo que conocía.

—Eso es gracioso, porque podría jurar que estoy viviendo aquí con tu novia, no tú.

El labio de Dani, se levantó.

—Las mujeres son unas malditas mentiras. No me sorprende que haya decidido conseguir otro pedazo de cola, pero sí me sorprende que haya decidido elegir a un humano.

Bien. Crucé los brazos sobre mi pecho.

—Encantada de conocerte, también.

Me ignoró y me dio un pequeño empujón cuando pasó, y se dirigió a la sala de estar. La seguí, determinada a mantener un estado de ánimo positivo, incluso si tenía que resistir el impulso de golpear algo. Volteó a ver mi ropa, la ropa de Santana y su labio se levantó un poco más.

—Te quiero fuera de mi casa.

—Por mucho que me gustaría complacerte —dije, moviéndome a la esquina más alejada del sofá para mantener un espacio entre nosotras—, me temo que no puedo.

En principio, no sabía en dónde estábamos. Y en segundo lugar, no me iba a mover hasta que no supiera dónde estaba mi hermana.

No le pareció la respuesta. Gruñó y se acercó a mí, agarrándome del brazo. Sus garras lo cortaron en la parte superior.

Me aparté mientras abría mi piel.

—¡Hey! ¡Déjame!

Para mi sorpresa, lo hizo. Una mirada confusa cruzó su cara y quitó sus garras, luego olió las puntas de los dedos, mirándome.

No debía de gustarle el olor a humano. Demasiado malo.

—Brittany no va a ningún lado —dijo Santana y me volteé para verla parado en la puerta goteando, una toalla en sus rededor de cuerpo. La mirada en su cara era de furia—. ¿Qué estás haciendo aquí, Dani?

¿Tenía un apodo lindo? Mi disgusto hacia ella aumentó.

Dani puso las manos en sus caderas.

—Vivo aquí, ¿recuerdas?

—No —dijo Santana calmadamente, jalando su cabello mojado hacia atrás—. Vivías aquí hace seis meses. Luego desapareciste y me dejaste una nota diciendo que habíamos terminado. No te he visto desde entonces.

Si eso era verdad, me sentía un poco mejor. Traté de ocultar la sonrisa que amenazaba con salir a mi cara.

Dani, me dirigió una mirada maliciosa.

—Pues, creí que era nuestro fin de semana. Con el celo de Rachel y eso. —Se encogió de hombros—. La gente del pueblo me dijo que habías sido forzado a quedarte con un humano. Creí que podía venir y salvarte de la indignidad.

Pues, ella no era toda luz y dulzura.

—No hay indignidad en absoluto —dijo Santana con una sonrisa y se movió a mi lado—. Me gusta Brittany , humana o no.

Lo hacían sonar como una enfermedad. Piojos humanos.

—Gracias —dije tratando de zafarme.

El brazo de Santana se movió a mi cintura y me jaló enfrente de élla,anclándome con su abrazo. Presionó un beso en mi cabello y lo sentí inhalar la esencia. Su pulgar me acaricio debajo de mi camiseta prestada, rozando mi piel en un movimiento que me hizo cosquillas y me hacia querer temblar.

Dani, se dio cuenta de todo esto, su bonita cara se empezó a poner fea del disgusto.

—Tú y yo teníamos un acuerdo, Santana …

—No —dijo, interrumpiéndola—. Teníamos una relación. Una vez. Ahora tengo una con Brittany .

Su mirada de odio se posó en mí.

—¿Así que estas eligiendo este pedazo de humano sobre mí?

Puse mis manos en mis caderas, dispuesta a darle pelea.

Los brazos de Santana se apretaron a mí alrededor y presionó un beso en mi cuello, haciendo clara su elección y silenciando cualquier protesta que pudiera tener.

Dani, se puso furiosa con ese pequeño gesto. Aventó las llaves contra la pared. Sonó como un disparo, un gran pedazo de cemento se cayó, quedó un hueco del impacto. Dios, era fuerte.

—Quiero mis cosas de regreso —gritó.

—Se las regalé a Rachel —dijo—. Seis meses atrás, cuando te fuiste con otro hombre.

Los ojos de Dani se entrecerraron y su mirada se posó en mí otra vez.

—Puedes tenerlo, estúpida perra humana —dijo—. élla no vale la pena. —Una pequeña sonrisa curveó su boca y le dio a Santana una mirada triunfante—. Espero que estés satisfecho con tu elección. Ella no te va a hacer tan feliz como yo te hubiera hecho. —Dio la vuelta y se fue pisando fuerte. Me quede ahí, congelada por su odio, hasta que azotó la puerta, haciendo temblar la casa.

—Eso es gracioso. No recuerdo ser feliz en esa relación —dijo vanamente.

Trate de salirme de sus brazos, pero no me dejó.

—¿Qué fue todo eso de “asquerosos humanos”?

Besó mi cuello, sus labios se movían contra mi piel mientras respondía.

—La Alianza ve a los humanos como débiles y enfermos.

Y élla era el líder de la Alianza.

—Oh, ¿de verdad?

—Tienes que admitir que la parte de más débiles es verdad.

¿Débiles? ¡Enfermos! Hice a un lado su cabeza y empujé sus brazos.

—¡Déjame salir!

Era como luchar con una caja fuerte Santana . no me iba a liberar, y eso me afectó.

—Déjame explicarte —dijo, su voz paciente.

Me volteé.

—No estoy interesada…

—Vas a escuchar —dijo, y estaba fuera del suelo. Demonios, me levantó como si no fuera nada. Miré el gigante hoyo que Arabella había creado con su ira cuando tiró la llave y temblé. Estos cambiadores eran fuertes.

Estaba en lo correcto con lo que los humanos somos débiles, pero aun así me ponía furiosa.

Santana me cargó a través de la habitación y me puso en el sofá. Cuando traté de levantarme se acostó encima de mí, sonriendo. Su peso era un sentimiento peculiarmente placentero.

—¿Estas lista para escuchar? —preguntó.

—Me estás asfixiando. —Mis manos empujaron contra su pecho.

Su cabello seguía mojado de la ducha, una gota tibia cayó en mi cara. Podía sentir el calor de su duro, desnudo cuerpo presionado contra el mío. Mandando traidores chorros de placer a través de mí.

—Brittany —comenzó, apoyándose. Un ruido bajo comenzó en su garganta.

Estaba… ¿ronroneando? ¿Por qué lo encontraba encantador?

Sonrió ante mi silencio.

—¿Sabes que cuando te enojas, tu pequeña barbilla se pone puntiaguda?

—Estoy segura que es una de las repulsivas cosas humanas —comencé,pero perdí la concentración cuando se deslizó y me dio un beso en la barbilla. Primero uno, luego otro, distrayéndome completamente. Me dio otro beso en la línea de mi mandíbula, mordisqueando hacia mi
oreja.

Y oh, se sentía bien. Sus dientes jugaron con mi lóbulo de la oreja, gentilmente, probando la suave piel en una forma que imaginé que probaría el resto de mi cuerpo. Tocando, probando, explorando. Mordió mi oreja y mi aliento explotó desde mi garganta.

—Dani y yo habíamos terminado desde hace seis meses. Me dejó por otro hombre. No la había visto desde entonces, así que no podía recuperar mi llave. —Comenzó a descender hacia mi garganta otra
vez, besando y mordiendo cada centímetro de piel, después lamiendo los puntos sensibles—. Nunca la escogería por encima de ti.

Lo volví a alejar.

—Genial, escogiste el apestoso-insecto humano en vez de la loca cambiadora. Eres una príncesa entre las muejeres.

Se rió, y su lengua lamió mi clavícula.

—Creo que eres deliciosa.

—¿No una carga de enfermedades?

—Ni en lo más mínimo —murmuró contra mi cuello, con un cosquilleante y tibio aliento contra mi piel.

Me hice consciente de su cuerpo que cubría el mío. Fuerte, caliente y un poco húmeda por la ducha. Muy desnuda. Su pechos se presiona contra el mío, pesado pero no aplastante. Mis pechos presionados contra sus pechos, y resistí el impulso de restregarme contra élla como un gato.

Estaba enojada, me recordé.

Cuando mordió mi clavícula, se me escapó un pequeño sonido de placer y mi furia se derritió.

—Eso es, mi dulce Brittany —murmuró contra mi piel—. Déjame probarte.

—No —protesté, pero fue tan suave que ni yo me la creí.

—¿No? —Se acercó, su nariz rozaba la mía en un movimiento juguetón, su boca estaba tan cerca que podía probar su aliento.

El deseo de besarla se disparó a través de mí, eliminé el espacio entre nosotros y sellé el beso. Su boca inmediatamente respondió a la mía, caliente, demandante, deliciosa. Su lengua se deslizó en mi boca, se reunió con la mía, y el beso se volvió tan profundo y caliente que mi cerebro empezó a perder su enfoque. Escuché un suave sonido de placer y me di cuenta que venía de mí.

Respondió con un gruñido que fue demasiado sexy, y olvidé todo menos el intenso beso.

Su mano se deslizó hacia abajo por mi costado mientras nuestros labios se separaban y el beso terminaba, pero Santana no se detuvo. Comenzó a morder por mi mandíbula otra vez. su cara contra mi piel. Dolía, pero era un dolor fascinante, y me retorcí de placer cuando lamió mi cuello otra vez.

Su mano recorrió todo el camino hasta mis muslos, y mi pierna siguió el placentero movimiento. No me había dado cuenta de lo que estaba haciendo hasta que mis piernas se abrieron y el pesado cuerpo de Santana se deslizó en el espacio que se había hecho. Y sensaciones totalmente nuevas explotaron en mi cabeza. Nuestros cuerpos encajaban como magia, y su mano elevó mi muslo, y después estaba enredando mis piernas con ropa alrededor de su cintura desnuda.

Se sentía tan bien, y por el profundo ronroneo en su garganta, sabía que a élla también le gustaba. Podía sentir el calor de su coño en la unión de mis piernas, y cuando élla empujo contra mí, jadeé. El significado ahí era obvio.

Santana se quedó quieta contra mí, y sus ojos grises buscaron los míos.

—¿Estás bien,Brittany ? —Presionó pequeños besos en mi boca, como tratando de apaciguarme. Sus caderas se movieron contra las mías en otro movimiento, y fuego líquido me recorrió, mi cuerpo entero
temblando.

Eso se sentía tan bien. Terriblemente excitante. Lo besé otra vez en respuesta.

—Mi dulce cosa. —Respiró contra mi boca, atenuando sus palabras con pequeñas mordidas y lamidas—. Quiero besar tus pechos.

Gemí ante la imagen, mis caderas empujando las suyas ante el pensamiento. Gruñó bajo en su garganta y empujó de regreso, presionando coñod con mis muslos, mis pantalones de deporte de pronto parecían muy delgados.

Santana se deslizó por mi cuerpo, sus manos resbalándose por mis costados, presionando su cara contra mi clavícula y yendo más hacia abajo, acariciándome a través de la tela. Centímetro a centímetro, se movió hacia abajo hasta que su barbilla descansó entre mis pechos, y mi aliento venía en pequeños y rápidos jadeos mientras la veía, esperando ansiosamente.

Volteó a verme, y mientras lo hacía, su boca se deslizó un poco, y delicadamente mordió un pezón a través de la tela.

Mi respiración volvió a explotar en mi garganta. Mil explosiones de placer electrificaron en ese lugar.

Continuó mirándome, sus calientes ojos grisáceos, sus manos acariciándome en mis costados.

—¿Estás bien?

Asentí, no confiando en mi voz. Después escupí:

—Por favor… no te detengas. —Necesitaba sentir esa sensación otra vez, y se estaba moviendo muy despacio.

Volvió a agacharse sobre mi pecho, sus ojos en los míos, y mientras yo miraba, mordió la punta cubierta por la tela otra vez. Gemí de placer.

—Oh, sí… por favor. San , por favor.

Santana no necesitó más motivación. Mientras lo veía, su lengua emergió y lamió mi pezón a través de la delgada tela de la camiseta, jugando con él. Su boca se cerró sobre el punto sensible y succionó, probando la mojada camiseta contra la punta. Empujé mis caderas contra las élla,

un sollozo jadeante emergió de mi garganta, y mis ojos se cerraron.

—Oh, por favor,San .

Santana se congeló sobre mí, y se alejó.

—Necesito otra ducha.

Después me quedé despojada, mis ojos se abrieron justo a tiempo para ver su desnuda espalda desapareciendo por el pasillo, dejándome con nada más que un punto mojado en mi camiseta, pechos adoloridos, y una intensa sensación palpitante entre mis piernas.

Necesitaba una ducha fría para mí misma.
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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 27, 2017 5:33 am

capitulo 12

Santana regresó completamente vestido. Debió haberse puesto la ropa justo saliendo de la ducha, porque su camiseta se pegaba a todas partes de su cuerpo húmedo, y su cabello formaba florituras mojadas en su frente.

Estuvo fuera el tiempo suficiente como para que yo me repusiera. Se sentó en el borde de la mesa de centro y trató de tomar mis manos, pero yo las alejé.

—Brittany , sólo quiero disculparme. No debí haber sido tan apabullante contigo en el sillón.

¿Así que estaba teniendo dudas acerca de la asquerosa humana virgen?

—No —dije, mi voz tensa por el dolor—. No debiste haberlo hecho.

Pareció aún más derrotado ante mi tono.

—Sé que eres virgen. Probablemente quieres flores y cenas a la luz de las velas, y yo no puedo darte eso. Pero puedo prometerte que no voy a arrojarte al sofá y a violarte porque no pueda contenerme.

Fruncí el ceño. ¿Adónde quería llegar con esto?

Se veía solemne.

—Sólo quiero que sepas que mañana por la noche va a ser especial para ambas.

¿Mañana en la noche? ¿La noche de su celo?

—¿Estás drogada o algo así?

Fue su turno de fruncir el ceño.

—¿A qué te refieres?

Hice un gesto hacia la puerta.

—Tu novia…

—Exnovia —insistió—. No estoy saliendo con nadie del clan. No con ella, ni Rachel .

—Nunca has dicho qué es Rachel para ti.

—Rachel es mi prima. Es como una hermana pequeña para mí. Es por eso que te quiero.

—Corrección —dije—. Quieres algo que sea femenino y conveniente. ¿Recuerdas a Rosie? ¿Soltera número uno?

—¿Por qué,Brittany , suenas casi celosa? ¿Serviría de algo si te digo que una vez que escuché tu voz, no quise a nadie excepto a ti?

Oh, sí.

—No —dije. Tomé su novela y fingí leer, determinada a ignorarlo.

Me arrebató el libro de las manos y lo arrojó por la habitación.

—Necesitamos hablar de tú y yo.

Me levanté por el libro.

—No hay un tú y yo.

Se levantó también, bloqueándome el paso.

—Eso es sobre lo que necesitamos hablar.

Lo fulminé con la mirada y traté de moverme a su alrededor. Se puso delante de mí otra vez. Suspiré y crucé los brazos sobre el pecho.

—¿Qué? —Maldición, ¿por qué al mujer tenía que ser tan alta? ¿Y ancho? Me sentí pequeña a su lado.
Echó mi cabello detrás de mis hombros, jugando con éll. Por alguna razón, le encantaba mi cabello. Pensé en los rizos cortos de Dani y me sentí un poco engreída. Ella podría haber tenido un cuerpo patea traseros pero yo tenía un cabello más bonito. Estúpido, lo sé, pero me gustaría tomar cualquier victoria que pueda conseguir.

—Brittany —dijo, su voz grave—. Me siento extremadamente atraída por ti. Te quise desde el primer momento en que te vi.

El alago pasó a ser mi punto débil. Maldita mujer.

Sus dedos tomaron mi mentón, levantando mi cara hasta encontrarme con su mirada.

—Pero tengo un gran problema. Mañana cuando el sol caiga, Rachel entrará en celo. Normalmente cuando una mujer puma entra en celo, sale del área para no afectar a su clan. Pero ella no tiene esa
opción esta vez, y puesto que ella es una mujer en mi territorio, va a afectarme. No puedo hacer nada al respecto. Yo… estoy atascada, en realidad.

Sus ojos grises escudriñaron mi rostro, como si estuviera esperando encontrar las respuestas ahí, o un incentivo.

—Si tú y yo no vamos a hacerlo… necesito que me lo digas ahora. O de otro modo voy a tener que perseguir a esa perra de Dani, y pedirle que pase una noche conmigo. No quiero hacerlo. Infiernos, la sola idea de tener que hacerlo me pone furiosa, pero si esa es mi única opción, voy a tener que ir tras ella.

Estaba explicando todo esto por mí, su mirada seria. Me di cuenta entonces de que todo su coqueteo y extrema posesividad era para mi beneficio. Si decía que no en ese momento, me dejaría encerrarme en mi cuarto y no me tocaría, porque quería respetar mis deseos.

Y en su lugar simplemente dormiría con esa perra de Dani,.

Vacilé entre mi lealtad a y mi atracción por Santana.

Mi vida giraba en torno a su seguridad, pero justo ahora tenía la oportunidad de hacer algo para mí. Tal vez podría tener este único pequeño interludio antes de irnos de fuga nuevamente. Y me di cuenta, de pronto, que quería esto, y a élla, mucho, mucho, mucho.

Estaba obligada a tener sexo, pero me quería a mí. Y eso me gustaba.

Pasé mis dedos por su camiseta, planchando una arruga húmeda.

—Te das cuenta que me has puesto en una posición muy incómoda, ¿no?

élla realmente palideció, bendito su corazón.

—Lo sé, dulce . —Su mano se movió de mi cabello, deslizándose por mi mejilla. Acarició mi piel con sus nudillos, como si simplemente tuviera que tocarme.

Mi corazón siempre revoloteaba cuando decía mi nombre de esa forma.

—Esta no es exactamente la forma en que había planeado mi primera vez —admití—. Sé que estamos atrapados en esta cabaña y que tienes que tener sexo mañana, pero… —Me sentía un poco rara. Más que un poco rara al pensar que sería desvirgada mañana en la noche.

—Será especial para ti —prometió—. Seré romántica.

—¿Romántica? —Fruncí el ceño—. ¿Qué tienes planeado?

Sonrió.

—Déjalo en mis manos.

Pasé mi dedo por su camiseta. Sus acdiminales estaban tan duros que prácticamente podía sentir el borde de los músculos a través de su camiseta.


—Bueno, si realmente no tienes otra opción, entonces supongo que tenemos una cita.

Sonrió y se inclinó para besarme.

—No te arrepentirás.

Alcé la cara para besarlo, pensando en que Hanna me iba a armar la grande cuando la viera de nuevo…

—¡Hanna ! —espeté, moviendo la cabeza justo antes de que élla pudiera
besarme.

Su boca se posó en el borde de mi mandíbula.

—¿Qué hay con Hanna ? —dijo, sin perder el paso.

Lo alejé suavemente.

—Dijiste que todos en el clan se ven afectados por esa cosa del celo, ¿cierto?

Podría haber jurado que sus ojos brillaron levemente cuando mencioné la palabra “celo”.

—Todo puma lo estará, cierto.

—¿Entonces qué pasa con Hanna? Ella se está quedando con las chicas.

Me jaló hacia élla nuevamente.

—Les dije que llegaba al pueblo mañana en la noche. Los que no tienen compañera generalmente tiene una chica local al lado.

—¿Y quién se va a quedar para asegurarse de que Hanna esté a salvo?

—Emily . Emily no es afectado por el celo.

—¿Por qué no?

—Es una mujer oso. Sólo las pumas se verán afectados por el celo.

Mi alivio casi me hace caer.

—Entonces ¿qué está haciendo una mujer oso en la manada ?

—No somos realmente una manada. Somos un clan. Más una sociedad.

—Ante mi ceja arqueada, explicó: —Las mujeres puma tienden a ser solitarios, vagabundos. Las manadas son cosas de lobos.

—Pero pensé que la Alianza era una manada en sí.

—El resto de la Alianza suele formar clanes, o manadas. Los vampiros tienen un líder. Los hombres lobo tienen manadas. Los Fey tienen su propia extraña jerarquía. En nuestro mundo, porque somos muy
diferentes de los demás, los familiares y amigos lo son todo. Mi padre se dio cuenta hace mucho tiempo que como solitarios, nos estábamos poniendo a nosotros mismos en una posición débil. Que si queríamos tener una oportunidad contra el resto de las afiliaciones, necesitábamos una de nosotros mismos. Mi padre creó el clan , pero no todos son puma. La mayoría lo son, pero algunos, como Emily son diferentes.

—¿Y sólo dos chicas? ¿Sólo Rachel y Dani ?

—El cambio parece ser un gen recesivo. Eso es lo que hace a un celo tan importante y tan condenadamente irritante también. Puesto que los pumas tienen un amplio territorio, todos en la manada con sangre puma se ven afectados. Santana y Dani son las únicas dos mujeres
puma en el territorio López . Hay más mujeres en el noroeste, pero sus hombres son bastante posesivos. Nunca he conocido a una.

—Demasiado malo para ti —dije irónicamente.

Esa sonrisa de infarto que hizo que me convirtiera en gelatina regresó.

—No me quejo. Me gusta mucho más la forma en que han terminado las cosas.




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Mensaje por ana_bys_26 Sáb Mayo 27, 2017 5:53 am

capitulo 13

Un grito desgarrador me despertó en medio de la noche. Me congelé en la cama de Santana , temiendo mover un músculo.

El grito hizo eco nuevamente; sonaba inhumano. Había escuchado el grito de puma salvaje de Santana y éste no era el mismo. Éste era como una pesadilla, retorcido.

Nada bueno.

Me di vuelta y miré fijamente la ventana, que estaba cubierta de escarcha. No podía ver hacia fuera, pero podía ver la pesada línea de sal cubriendo el alféizar. Un débil resplandor rojo parpadeaba en la
ventana, como si fuera una especie de luz roja exterior.

La cautela me hizo deslizarme hasta el piso, me estiré por la estaca afilada que había hecho del montón de leña y escondido debajo de la cama.

El gritó se elevó atravesando el bosque otra vez, más cerca, y corrí hacia la puerta del dormitorio. Se abrió antes de que pudiera tocarla.

Santana estaba allí, con el rostro sombrío, su cabello revuelto, su pecho en sujetador.

Miraba mi estaca sorprendido, luego me puso algo en la otra mano.

—Toma esto.

Sentí alivio cuando noté que el peso frío y pesado era una pistola.

—¿Está cargada? ¿Puesto el seguro?

Gruñó.

—¿Así que sabes cómo disparar? Siempre me sorprendes.

Ni se lo imaginaba. Incluso he matado a un hombre. Metí la estaca bajo el brazo y abrí la cámara de la pistola. Seis balas cargadas.

—Por supuesto que sé cómo disparar. Trabajo en una empresa que se ocupa de muertos vivientes y hombres lobo. ¿Son balas de plata?

—Aleación de plata y plomo —dijo—. Quédate en esta habitación, ¿entendido? Métete debajo de la cama, y yo voy a cubrir las entradas con sal. No quiero que te muevas de aquí hasta que regrese.

—Eeeespera un momento —dije, agarrándolo del brazo antes de que pudiera marcharse—. ¿Adónde vas?

Su boca era una línea sombría.

—Tengo que averiguar qué hay allá afuera.

—¿Para qué es la sal?

Se inclinó y me besó en la frente.

—Evita que los espíritus malos crucen el umbral.

—¿Espíritus malvados? —Mi voz se elevó cerca de un chillido—. ¿Estás bromeando? ¿Es eso lo que esto es? —Podría lidiar con cambiaformas cachondos, o el ocasional vampiro perdidamente enamorado que se aparecía en el trabajo, o la hermana menor a la que le brotaba pelo cuando se ponía nerviosa.

Los espíritus malvados estaban de lejos fuera del territorio estándar.

Ya estaba dando vuelta por el pasillo, poniéndose la camisa.

—No sé qué es esto, Brittany . Es por eso que necesitas quedarte en la habitación y poner seguro a la puerta. Es lo más seguro que puedo tenerte.

¿Quedarme en esta gran casa sola, escondida bajo la cama mientras élla corría hacia el bosque?

—A la mierda con eso —dije, indignada—. Voy contigo. —Lo perseguí, cargando el arma con manos cuidadosas mientras me apresuraba por las escaleras—. No me voy a quedar aquí sola.

—No vas a venir conmigo —dijo, dándose la vuelta para mirar con una mirada furiosa—. Es demasiado peligroso.

—¿Cómo sabes que estoy más segura aquí? ¿Qué si no es un espíritu malvado y la sal no hace nada más que condimentar mis restos?

Lanzó una mirada exasperada.

—Brittany…

—Voy contigo. —No me sentiría segura caminando en el bosque con cosas espeluznantes por ahí, pero al menos Santana estaría a mi lado.

Miró indeciso.

—Brittany…

—Si me dejas aquí, sólo voy a seguirte —dije—. Es un movimiento clásico de una estúpida película de terror. Y tú sabes que las cosas malas siempre le pasan a las vírgenes en esas películas.

Dio una sonrisa sombría.

—Espera aquí y te traeré un abrigo y zapatos.


* * *

Esta era, posiblemente, la cosa más estúpida que había hecho alguna vez. Caminé con dificultad a través de la nieve con botas pesadas, demasiado grandes para mis pies pero lo suficientemente apretadas en mis tobillos, de modo que no eran tan terribles. La chaqueta de Santana colgaba de mí como algún místico traje de Eskimó y élla caminaba delante de mí, en forma de gato.

Se sentía raro estar haciendo esto.

Santana me había besado antes de cambiar de formar, un rápido y posesivo beso.

—Necesito estar en forma de gato para esto, dulzura. Si vez algo en forma animal además de mí, sea un ciervo, zorrillo o puma, le disparas y piensas en las consecuencias después. Si alguien más está en mi tierra, están invadiendo, así que no dudes en disparar.

Asentí ante eso.

Santana en forma de puma era una bella vista. Su cuerpo de gato era largo, delgado y de color beige cubierto de suave pelo y gruesos músculos. No lo había visto cambiar de forma, eso parecía un poco
personal, pero cuando había terminado de cambiar, se había movido de vuelta a mi lado, su cuerpo felino enorme y un poco atemorizante hasta que lamió mi mano con una áspera lengua. Después de esto, perdí el miedo.

Había dado vueltas a mi alrededor una vez y luego se había dirigido al bosque. Lo seguí tan silenciosamente como era posible. El denso bosque era bonito desde la distancia, como, desde dentro de la acogedora cabaña de Santana . La nieve había caído, inusual para Texas, y la oscuridad era fría y deprimente. Decidí justo entonces que odiaba el bosque.

Estaba inquietantemente silencioso también. Cada sonido que yo hacía, cada paso que rozaba en la nieve, era demasiado ruidoso. Me estremecía cada vez que paraba en algo, sabiendo que aquello
estaba molestando a Santana , pero élla simplemente caminaba a través del bosque con pies silenciosos, sus orificios nasales trabajando calmadamente, su aliento susurrando.

Caminamos a través del oscuro bosque por un largo rato. Los dedos de mis pies estaban helados, los dedos de mis manos se sentían congelados, y el arma era helada en mi agarre. Los raros gritos se
habían detenido, reemplazados por un silencio que era incluso más espeluznante.

Habíamos visto el tono rojo anaranjado de la luz que venía de la ventana y yo asumí que a eso es a lo que nos dirigíamos. Santana parecía estar llevándonos en línea recta, sus pasos lentos y fáciles… hasta que salió corriendo.

Me apresuré por seguirlo, mis pies golpeando la maleza, maldiciones pronunciándose en mi mente.

Se detuvo justo adelante, y lo seguí como un incómodo pingüino. Nos detuvimos en un denso grupo de árboles, la luz de la luna filtrándose a través de las hojas sobre nosotros. La nieve había sido una delgada sábana blanca cubriendo el piso, pero aquí estaba agitada y sucia. Al principio pensé que las hojas yacían liberalmente en la nieve, pero las machas irregulares eran demasiado gruesas y demasiado húmedas para ser algo además de sangre. Tragué con fuerza.

Santana caminó alrededor del campamento, su nariz en el piso, olisqueando. Su cola se movía furiosamente atrás y adelante, y mantuve un poco de distancia, con el arma en la mano.

Lo que fuera que había hecho aquellas manchas grandes de sangre podría regresar.

Minutos después, Santana dio vueltas en círculos en un lugar, cavando enla nieve manchada de sangre con una pata gigante. Levantó la cabeza y me miró, sus ojos brillando verdosos en la oscuridad.

—¿Qué? ¿Quieres que vaya allí?

Un lento y deliberado parpadeo. Luego otro.

Dado que no podía hablar conmigo, yo asumiría que eso era un sí.

Caminé cautelosamente.

—¿Qué es?

Golpeteó su pata contra algo en la nieve, luciendo como un gato golpeando un juguete. No pude distinguir lo que había en el piso, así que me agaché con mis manos desnudas. Se cerraron en algo frío y ligeramente húmedo, cilíndrico y un poco firme pero esponjoso.

—Voy a golpearte en la cabeza si esto es algo asqueroso, sabes eso, ¿verdad?

Su cola golpeó mi pierna y luego se movió hacia el bosque una vez más.

Lo seguí, mi mente agitándose. ¿Qué había pasado aquí? ¿Algún animal matando en el bosque? ¿O un cambiaformas dejándonos un mensaje? Rodeamos el bosque por bastante rato, hasta que ya no estaba asustada y simplemente cansada como el infierno. Me quedé detrás de Santana mientras élla
se apresuraba a través de la nieve nocturna, deteniéndose para olisquear el piso y dar vueltas una vez más.

Nada más atacó. Nada más sucedió. Estaba tranquilo. Demasiado tranquilo, como les gustaba decir en las películas.

Tropezamos en un claro y apenas me di cuenta que de alguna manera habíamos regresado a la casa.

—Gracias a Dios —dije, y empecé a caminar.

Santana se detuvo frente a mí, forzándome a detenerme. El gato me miró, moviendo su cola con irritación. Su cabeza se movió de lado a lado.

¿Estaba él sacudiendo su cabeza en un “no” hacía mí?

—¿Quieres que espere aquí?

El deliberado parpadeo doble una vez más. Suspiré.

—Voy a asumir que eso es un sí —dije, recostándome en un árbol cercano.

Olisqueó la mano que sostenía el arma, su nariz húmeda y fría. Luego desapareció en la casa, su cola moviéndose agitadamente.

Correcto. Me estaba recordando que estuviera alerta. Levanté el arma y analicé mis alrededores. Si veía algo, iba a volarle la cabeza.

Largos minutos pasaron y eché un vistazo a la casa, empezando a preocuparme de nuevo. ¿Qué estaba sucediendo?

Una sombra apreció en una de las ventanas y me quedé sin aliento, apuntando el arma hacia ello. Pero luego Santana apareció, de nuevo en forma humana, desnudo una vez más, y se dirigió a las escaleras de vuelta a donde estaba escondida en la línea de los árboles.

—Brittany , es seguro entrar ahora.

Bajé el arma y entré, estudiando mis alrededores con cautela. La sal estaba en el piso, cubriendo el umbral. Las únicas huellas que vi parecían ser las de Santana . Me di la vuelta para verla.

—¿Qué sucede? —Mis dientes castañetearon cuando hablé; no me había dado cuenta que tenía tanto frío. O que estaba tan asustada.

Cerró la puerta delantera, la aseguró y puso el pestillo de resorte, luego me ayudó con mi abrigo, inconsciente de su propia desnudez.

—Creo que lo que sea que ha estado acosándote nos siguió aquí.

Me di cuenta que todavía estaba agarrando el arma y se la pasé.

—Puede que quieras darme eso también —dijo, haciendo gesto a mi puño.

Desenrollé mi mano y casi vomité. El esponjoso cilindro era un dedo, húmedo por la sangre y triturado en una punta.

—Oh, Dios —dije, teniendo arcadas, y se lo lancé.

Santana atrapó el objeto en el aire y lo lanzó en el mostrador, luego me condujo hacia el lavabo para que pudiera tener un largo y agradable vómito. Y lo hice.

Cuando terminé, me sequé la boca y tomé el vaso de agua que me ofrecía. Miré deliberadamente lejos de donde el dedo yacía.

—Entonces, ¿a quién le pertenece eso?

—Huele a cambiador —dijo, sombrío—. Un lobo.

Me puse rígida, encontrándome, repentinamente, con dificultad para respirar.

—¿L-lobo?

Un lobo no era bueno. Un lobo no era bueno en absoluto.

Santana olisqueó el dedo.

—Huele como la manada de Cash. Quizá Wade o uno de sus chicos, si está de vuelta en la ciudad.

—¿Entonces qué hace el dedo de un lobo en tu propiedad sin el resto de él? —dije, tragando agua para intentar calmar mi estómago. Sabía qué estaba haciendo el lobo por aquí.

Estaba buscando a mi hermana.

Pero, ¿qué lo había atacado mientras merodeada por la propiedad?

—Esa es la pregunta —dijo Santana . Se movió para lavar mi vómito del lavabo. Una vez que el agua fluyó limpia, empezó a limpiar sus propias manos de la suciedad y la sangre.

Verlo lavarse las manos me hizo dolorosamente consciente de que las mías también estaban mugrientas y compartí el grifo y el jabón con él, restregándome la piel.

—¿Oliste a alguien cerca de la casa?

—No —dijo—. Solo te olí a ti, a mí y a Dani . Quién sea que estaba merodeando por aquí no se acercó a la casa.

—¿Entonces qué hacemos ahora? ¿Llamar a la policía?

—No. Esperamos a que Emily llegue en la mañana y vea si ha oído algo más o ha tenido otras experiencias extrañas.

Miré a Santana , preocupada.

—¿Te das cuenta que no voy a poder dormir por el resto de la noche?

—Estoy segura que podemos pensar en algo que hacer —dijo.

Enarqué una ceja.

élla sonrió pícaramente.

—Vamos. Incluso yo sé que la última cosa en tu mente es sexo. —Se inclinó y presionó un reconfortante beso en mi frente—. Jugaré cartas contigo, si quieres.

—De acuerdo. —Bajé la mirada—. Pero puede que quieras ponerte unos pantalones primero.

Jugamos póker hasta las tres o cuatro de la mañana, ambos tensos y nerviosos. No fue divertido, pero intentar vencer al otro alejó las cosas de nuestra mente.

Después de que terminamos con las cartas, gateé en el sofá y me acosté, y Santana me dejó descansar la cabeza en su rodilla mientras jugaba con mi cabello. Me quedé dormida en algún punto, el suave sonido de su arrullo en mis sueños.
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Mensaje por micky morales Sáb Mayo 27, 2017 10:07 am

A pesar de todo son tan lindas juntas, a esperar la cita!!!! BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 918367557 BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 1206646864 BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 3637566961
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Mensaje por 3:) Sáb Mayo 27, 2017 1:27 pm

Bueno san esta haciendo lo pocible para salvar a britt...
Una primera cita... A ver como termina todo???
3:)
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Mensaje por JVM Sáb Mayo 27, 2017 8:08 pm

Que bueno que tanto Hanna como Britt están a salvo cada una con su respectiva morena....
Las cosas entre las chicas avanzando de lo mejor excepto por Dani .....
Al menos de todo esto ya sabemos lo que pasara cuando este en celo San :D !!!!!
Y que sera lo que sigue a las chicas de alguna forma las ayudo deshaciéndose del lobo....

Espero actualices pronto jajaka siempre nos dejas con ganas de mas!!!!
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Mensaje por Tati.94 Sáb Jul 08, 2017 1:00 pm

Esperando actualización chica!!...
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Mensaje por ana_bys_26 Sáb Ago 05, 2017 3:57 am

PRIROMERO QUE NADA PERDON POR LA DEMORA E ESTADO DE MODAZA AYUDANDO A MI TIA Y LUEGO ME FUI DE VACACIONES PERO YA E BUELTO

**************** ************* ******* ***********
CAPITULO 14


Me desperté con el sonido de voces en la cocina. Los tonos suaves de Santana estaban entremezclados con una voz increíblemente profunda que tenía que pertenecer a Emily

Todavía aniquilada después de anoche, me arrastré, poniéndome de pie y empujé mi
cabello hacia atrás, esperando no verme muy andrajosa por la falta de sueño.

Cuando me acerqué a la cocina, me decepcioné al ver que Hanna no estaba aquí. Yo estaba aún más decepcionada cuando ambos hombres dejaron de hablar tan pronto como entré. Más bien molesta con ellas. Me dieron asentimientos amables. Emily estaba vestida con una camisa de franela y pantalones vaqueros, muy leñador, y Santana llevaba su típica camiseta oscura. Por lo menos élla estaba completamente vestida.

—¿Hanna ? —dije a modo de saludo—. ¿Está aquí?

—No aquí —dijo Emily en una voz ronca—. A salvo.

La decepción se estrelló a través de mí, pero lo oculté y acerqué una silla a la mesa.

—Muy bien —dije, sintiéndome un poco extraña en este momento—.¿Rachel ?

—Todavía perdida —dijo Santana , su voz era escasa.

No era la más alegre de las mañanas, después de todo. Logré una media sonrisa.

—Bueno, es bueno verte de nuevo, Emily , aunque sea en malas circunstancias.

Emily se quedó mirándome.

Incluso Santana parecía como si algo estuviera clavado en su cuerpo.

Perpleja, empujé mi cabello fuera de mi cara y traté de peinarlo con los dedos, un poco. Era una maraña hinchada alrededor de mi rostro, una nube de enredos rubios.

—¿Algo anda mal?

La garganta de Santana trabajó al tragar. Ninguna de los dos dijo nada durante un buen rato, luego la boca de Santana se tornó en una mueca con los labios apretados.

—Nada. Sólo estaba informando a Emily sobre la situación de anoche.

—Genial —dije, levantando el dedo-peinador mientras mi mente se puso a trabajar—. No te preocupes por mí. Sólo voy a la caza de un poco de café. —Sería la oportunidad perfecta para escuchar su conversación y descubrir lo que pensaban acerca de las cosas, todo bajo el pretexto de estar soñolienta y descuidada.

Me dirigí alrededor de la pequeña isla. Había varias cajas grandes sobre el mostrador. No pregunté cómo las había traído Emily aquí, aunque la imagen mental de un oso empujando un carrito de compras a través del bosque era graciosa. Abrí la primera caja pero Emily se movió junto a mí y la sacó de mis manos, luego empujó una diferente en mi dirección.

—Gracias —dije, dándole una ligera sonrisa, decidida a no dejar que me asustara—. Creo.

Santana se puso rígido y se volvió bruscamente.

—Voy estar afuera cortando leña. —élla dio portazo detrás de sí cuando se fue.

¿Qué demonios? Parpadeé.

—¿Hice algo mal?

—No —dijo Emily , con voz cortante.

Miré por la ventana y luego a Santana , esperando una explicación más detallada. No llegó. Bueno, está bien entonces.

Emily se quedó mirándome.

Miré por la ventana y luego a Emily , esperando una explicación más detallada. No llegó. Bueno, está bien entonces.

—¿Estás... sólo vas a quedarte aquí?

élla asintió brevemente.

Miré por la ventana de nuevo, de vuelta a . Santana

—¿Supongo que no quiere que me dejes sola?

Otro asentimiento breve y Emily parecía cada vez más incómodo, como si odiara tener que conversar. Por alguna razón, eso me dio ganas de reír. Pobre Hanna , pegada con este hombre huraño durante toda la semana como compañía.

—Bueno, si estás aquí y estás aburrido, también podrías ayudarme a desempacar.

la gran mujer se movió a través de la cocina y abrió la caja más cercana a élla, poniéndose a trabajar sin decir una palabra. Me pareció extraño que aceptara órdenes de mí. Pero si me consideraba la mujer de Santana, supongo que no era tan raro, después de todo.

El sonido de madera siendo cortada se escuchó afuera. Sonaba más bien... frenético. Obsesivo. Fruncí el ceño y miré a la ventana.

—¿Qué le molesta?

—Celo.

Me asomé por la ventana, mirando a Santana balanceando el hacha con inflexible e incesante determinación.

—Comprendo que estás en la cosa monosilábica, pero vas a tener que darme un poco más que eso.

Continuó desempacando las cajas de mercancías, sin mirarme mientras respondió.

—Tú lo molestas. Tu cabello está desordenado por el sueño. Tus pies están descalzos. Usas su ropa. Eso... lo afecta.

Oh. Por alguna razón yo no había pensado que el celo podría hacer algo más que darle una erección.

—¿Va a estar así todo el día?

Emily me lanzó una mirada a mi nivel.

—Tú dime.

Oh. Me sonrojé. Tal vez me gustaba más cuando Emily estaba en silencio.

—Eh, ¿cuánto tiempo dura este último celo?

—Alrededor de veinticuatro horas.

Dios mío. Traté de imaginar estar en el dormitorio con Santana durante veinticuatro horas, pero mi mente virgen (a pesar de todos los libros sucios y Cinemax que había visto) no podía ajustarse a la idea.

—Oh.

Me dirigió una mirada grave.

—Alguien va a estar vigilando en la cabaña mientras están ocupados.

—Yo... oh. Eso está bien —dije débilmente. ¿Así que desconocidos se iban a pasear por el exterior, sabiendo que Santana y yo estaríamos follando como conejos en el interior? ¡Oh! Qué vergüenza —. ¿Y Hanna ?

—Ella está bien.

—Lo está —concordé—. Pero, ¿es qué alguien va a velar por ella? ¿En todo momento? —Toda la situación se sentía muy surrealista, desempacando alimentos, mientras que cosas espantosas rondaban los bosques.

Sus ojos se entrecerraron mientras me miraba.

—Voy a mantenerla a salvo.

Mirando a la enorme mujer, no tuve ninguna duda de eso. Asentí con la cabeza.

Picar, cortar chopchopchop, Santana estaba atacando esa madera. Me imaginé su cuerpo cubierto de sudor, los músculos ondulándose y sentí la urgencia repentina de abanicarme a mí misma. En cambio, me mantuve desempacando, alcanzando la caja de al lado y sacando el contenido.

élla había comprado comida suficiente para alimentar a un pequeño ejército. Entre los básicos: arroz, frijoles, carne enlatada, mantequilla de Maní, encontré... ¿lubricante? Lo dejé caer como si ardiera y me quedé mirando hacia abajo dentro de la caja. Acompañando la botella de tamaño industrial de lubricante estaban y lo que parecía ser un galón de aceite de masaje. Dios mío.

¿Cuánto sexo pensó Emily que íbamos a tener?

Cerré la caja rápidamente y la empujé a un lado.

Para el momento en que todo lo demás había sido desempacado, me imaginé que nuestra pila de leña era del tamaño de un dique de castores.

El café había terminado de prepararse y me serví una taza, rociándola con suficiente azúcar y crema, como para hacer un pastel.

—¿Estás seguro de que Santana se encuentra bien? —Miré por la ventana—. Simplemente parece muy... —¿Enojada? ¿Celosa? ¿Miserable?—. Infeliz —concluí.

Emily puso un gorra de béisbol sobre su cabeza como si se estuviera preparando para salir.

—Celo —dijo otra vez, su expresión despreocupada en lo más mínimo.

—Ah. —Bueno, si era normal élla fuera así hormonal, me dejaría de preocupar—. Gracias, Emily . Lo aprecio.

Emily se detuvo en la puerta, como en conflicto entre la idea de quedarse o irse. Después de un momento, suspiró y miró hacia mí.

—San es nuestra líder... similar a un lobo alfa. Su instinto natural en este momento es competir y dominar. En este instante está haciendo un gran esfuerzo para no venir aquí y atacarme por estar cerca de ti.

No estaba segura de qué era más preocupante: el hecho de que Emily había usado tantas palabras a la vez, o lo que estaba diciendo en realidad. Forcé una sonrisa tensa en mi cara.

—Gracias por el consejo. ¿Y estás segura que estoy a salvo con élla?

Emily hizo un gesto brusco, a continuación, volvió a suspirar cuando seguí mirando con expectación, como si estuviera molesto de complacer a un humano.

—Estás más segura con élla que cualquier otra persona, Brittany . No dejará que nadie te dañe… ciertamente no élla misma.

Fantástico.

Le di un cauteloso pulgar hacia arriba. Emily asintió con la cabeza hacia mí y salió rápidamente, como si no pudiera esperar a alejarse. No es un charlador, esa Emily . Oí al picoteo parar, escuché a las dos mujeres conversar, sus voces bajas. Yo anhelaba audición sobrenatural para poder oír lo que decían. Pero entonces comenzó la tala de nuevo,
y me asomé por la ventana para ver a Emily caminando hacia el bosque frío, con las manos metidas en su chaqueta.

Me quedé en la cocina, haciendo huevos, hash browns, y tostadas. Yo cocinaba una enorme cantidad de alimentos; Santana comía mucho, gracias a su metabolismo cambiador. Eventualmente vino dentro, su cuerpo brillando de sudor, su camisa pegada a sus pecho, su pelo un desastre húmedo, rizado en su frente.

Comimos, una comida silenciosa e incómoda. El celo se interponía entre nosotros. Yo me quedé en silencio, porque no quería antagonizar al ya susceptible Santana , y élla parecía contento de tirar sus cubiertos alrededor mientras comía. Me dio las gracias por cocinar, pero aparte de eso, dijimos poco. Comí rápido, así no tendría que permanecer en la mesa, y élla parecía decidido a hacer lo mismo.

Mucho para el romance.

Después del desayuno, élla desapareció de vuelta en el exterior y me duché, luego me vestí con la ropa que Emily había traído para mí.

Pantalones vaqueros y camisas de manga larga, suéteres y similares.

Lindos sostenes y ropa interior. Sospechaba que Hanna había tenido algo que ver con eso, porque todo encajaba.

Tomé el sujetador y ropa interior más sexy, con encaje y los puse bajo mis pantalones vaqueros y suéter. Lencería era la munición en la guerra de los sexos y planeé cargar mis armas.
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El mundo de Brittany

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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Sáb Ago 05, 2017 4:25 am

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CAPITULO 15
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Santana se escabulló a la sala de estar un poco después, ya se había cambiado de ropa.

—Ponte tu abrigo. Vamos salir.

Levanté la vista de mi libro y parpadeé desde mi esquina del sofá.

Luego miré por la ventana. La inusual nieve continuaba descendiendo en grandes y gordos copos. Como cualquier tejano, cara a cara con la nieve, mi instinto fue escondernos en casa.

—¿Vamos salir? ¿Por qué?

—Vamos por algo romántico. Para hacer el día especial. Te dije que haría esto especial para ti, y planeo mantener mi palabra. —Sonaba irritada. Bueno, caramba, este era un comienzo favorable.

—Claro —dije, apartando mi libro a un lado y deslizándome en mis nuevas zapatillas—. Podemos salir.

Estaba allí en un momento, tendiéndome una chaqueta nueva y apretando un gorro tejido sobre mi cabeza. Arreglé mi cabello en dos coletas trenzadas para mantenerlo fuera de mi cuello, y probablemente parecía de trece bajo el gorro. Pero lo dejé ayudarme a vestir, en su estado de ánimo probablemente no era prudente detenerlo, y lo seguí mientras se dirigía a la parte delantera de la casa.

Una canasta de picnic estaba colocada en la puerta. Le eché un vistazo a la ventana de nuevo. Seguía nevando, bastante fuerte.

Miré de vuelta a la canasta de picnic y fruncí el ceño. ¿Realmente esperaba tener un picnic al aire libre? Me puse mis guantes de un tirón y lo seguí hacia fuera, mientras levantaba la canasta.

Santana no llevaba una chaqueta, supongo que el frío no lo afectaba como a mí. Llevaba una camisa de franela clara y pasó su mano por el cabello, mirando al rededor.

Me detuve detrás de élla.

—¿Qué estás buscando?

—Nada —dijo escuetamente y comenzó a caminar a través de la fresca nieve, en dirección al bosque.

Esto iba a ser tan divertido. Cerré la puerta tras de mí y le seguí, cerrando mi chaqueta.

Caminamos con dificultad por la nieve en silencio. Si no hubiese estado tan ventoso, podría haber sido bastante lindo afuera. La nieve estaba cayendo y el bosque todo cubierto de blanco, mezclado con los árboles de hoja perenne a la distancia. También me alegré de ver que estábamos manteniéndonos en las claras y abiertas áreas.

Si mi compañera no hubiese estado tan tensa, habría sido una clase de aventura. Por supuesto, si ignoras el dedo y la sangre de anoche. No podía evitar estar un poco nerviosa hoy, incluso a plena luz del día.

—Un poco más adelante —ladró Santana , y troté tras élla. Mis zapatillas no estaban exactamente manteniendo la nieve fuera y mis medias se mojaron. Más diversión a cada minuto.

Por poco choco contra la ancha espalda de Santana cuando se detuvo abruptamente y puse mis manos en su cintura para sostenerme.

Saltó como si se hubiese quemado.

—Voy a acomodar todo.

La miré con frustración, luego me di por vencida. Nos detuvimos en la orilla de un arroyo que se cortaba a través de los árboles. Escarcha y nieve surcaban el fangoso margen, y el agua helada corría delicadamente sobre las rocas. Era muy bonito.

Me giré para mirar a Santana º, quién había arrojado una manta roja en la nieve. Una roja manta en forma de corazón y ahora estaba descargando el resto de la canasta de picnic.

Qué. Demonios.

—Ven, siéntate —dijo. Debió notar lo malhumorado que eso sonaba, porque un reticente “por favor” le siguió.

Me senté en un lado del corazón, tratando de ignorar lo frío que estaba.

Un picnic en una manta en forma de corazón era muy dulce. Juzgando por los dentados bordes de la tela, la había cortado él mismo. Sin embargo, en ese momento, deseaba que pudiera envolverla a mí alrededor.

Sacó unas fresas cubiertas de chocolate, champán y un par de copas.

Quitó el corcho y comenzó a verter el líquido con la adusta y metódica mirada de un hombre con una misión.

Operación: Romance

Le di una brillante sonrisa cuando me entregó una copa, luego tomé un pequeño sorbo. Sabía estupendamente, pero estaba muy fría. Mis dientes castañearon contra el borde de la copa, así que en su lugar opté por solo sostener la bebida.

Tomó una de las fresas con una determinada mirada.

—¿Debería alimentarte con esto?

¿Hablaba en serio? Pero e Santana la determinado era de lejos mucho más agradable que la malhumorada, así que ignoré mi molestia.

—Claro. ¿Por qué estamos haciendo esto de nuevo?

—Estoy enamorándote —medio gruñó—. ¿No quieres ser enamorada?

—No, esto está bien —acordé apresuradamente.

Se movió a mi lado y se inclinó sobre mí. Su cuerpo estaba irradiando calor, e inmediatamente quise meterme debajo de su camisa. Mi cuerpo había empezado a sentirse como si hubiese dejado de producir calor diez minutos atrás. Aun así, estaba tratando de darme el “romance” que pensaba que quería, así que sonreí resueltamente y abrí mi boca.

Las fresas fueron un error. Eran como bloques de hielo. Apetitosos bloques, pero no tenía ganas de más. Después de un trozo decliné el resto.

—No tengo tanta hambre.

Levantó mi copa de champaña.

—¿Más de beber?

El viento helado parecía morder a través de mi ropa. Podía ver pequeños copos de nieve formándose en la copa y mi mandíbula comenzó a castañear, de nuevo.

—No, gracias.

Puso la copa a un lado, apoyándola en la nieve y se movió hacia mí.

Sus manos se deslizaron sobre mi abrigo y reconocí la caliente mirada en sus ojos.

—Tu boca, es tan roja —dijo, inclinándose para un beso.

¿No era azul todavía? Impresionante. Incliné mi cabeza hacia la suya y sus labios capturaron los míos. Caliente, ardiente, húmedo; deliciosa.

Sabía como quería que el champán lo hiciese. Santana hizo un bajo sonido de satisfacción en su garganta y el beso se volvió demandante, devorador. Adoraba la sensación de su boca sobre la mía y me hundí en ella. Mis guantes se envolvieron alrededor de sus hombros y me incliné en el abrazo, sin protestar cuando me empujó hacia atrás.
Hasta que la nieve golpeó mi espalda baja. Me sacudí y la copa de champán se volcó, salpicando la parte trasera de mis jeans.

—Frío —chillé contra su boca.

Se apartó de mí sorprendido, echando un vistazo a la copa de champán y me escabullí lejos de la humedad que se filtraba en mi lado de la manta. Toda mi parte trasera estaba mojada, y la manta también, la parte que no estaba cubierta de la amontonada nieve.

—¿Estás bien, Brittany ? —Su frente se frunció.

Mis dientes repiqueteaban.

—Tu boca se está volviendo púrpura. ¿Por qué no me dijiste que tenías frío?

—Porque t-tú parecías como si no estuviera abierto a-a re-reacciones.

Maldijo.

—Brittany , no seas estúpida. Tengo una temperatura corporal diferente a la tuya. Vas a tener que decirme cuando tengas frío.

—Bien. —Apreté mis dientes—. Tengo frío. Es muy dulce, pero pienso que es la peor época del año para esto.

Su boca se tensó.

—Te llevaré de regreso a casa.

Su tono no sonaba como algo que íbamos a hacer juntos.

—¿Vas a quedarte conmigo?

Sacudió su cabeza.

—Creo que necesito algo de tiempo fuera. Estoy perdiendo el control y esto simplemente no está funcionando. —Se pasó una mano por la cara con rudeza—. No te preocupes, me aseguraré de que estés en casa, a salvo primero.

Frustrada y con demasiado frío para argumentar, me levanté y flexioné mis dedos mientras él empacaba la comida. Cuando se puso de piecon la cesta, la manta se levantó con el viento y se deslizó por delante de mí, en dirección a la orilla del arroyo.

Estaba cerca de ella.

—La tomaré. —Me moví hacia la orilla, mis zapatos hundiéndose en el lodo.

Santana estuvo a mi lado en un instante, tratando de pasar delante de mí.

—Estás fría y débil, déjame.

Pasé rozándole, irritada

—Soy humana, idiota, no inútil. —La manta estaba fuera de alcance, así que di otro paso al frente en el lodo, orientando mi cuerpo en la empinada orilla para mantener el equilibrio.

Agarré la manta al mismo tiempo que Santana , y el cabeza dura la tiró fuera de mis manos.

Perdí el equilibrio y me resbalé por la empinada orilla hacia el helado arroyo. Lodo se deslizó por la pierna de mi pantalón y se arrastró por mis zapatos y tuve un instante antes de que mis piernas se deslizaran al agua helada.

Grité.

Santana gritó mi nombre justo antes de que mi hombro golpeara contra una rama, deteniendo mi caída cuando tenía tres cuartas partes sumergidas.

Fuertes manos estaban sobre mí antes de que mi cerebro pudiera procesar algo a parte de fríofríofríofrío.Santana me sacó del agua, arrancando mi abrigo empapado.

—Este es el por qué necesitas dejarme hacer las cosas, Brittany — dijo, en un frustrante
tono de voz.

Quería darle un puñetazo, pero todo mi cuerpo estaba temblando con tanta fuerza que ni siquiera podía mirarlo ferozmente.

—Jódete —dije, castañeando mis dientes. Mis pies estaban congelándose, mis medias heladas eran armas de tortura—. Si me hubieses dejado tomarla, no sería una paleta helada ahora mismo.

Se quitó su camisa y me envolvió en ella. Era más caliente, pero el resto de mi ropa mojada todavía se aferraba a mí como una piel de hielo y mi mandíbula castañeaba tanto que pensé que se me iba a caer.

—Lo siento, cariño —dijo, alzándome en sus brazos y arropándome contra sus pechos . Yo me escondí más cerca, presionando misslabios contra su cálido cuello.

Iba a matarla cuando me calentara.

El camino de vuelta a casa se sentía insoportablemente largo, con la nieve cayendo, mis piernas entumecidas y mis dientes castañeando, como si estuviesen tratando escapar de mi boca. Santana era un ardiente suministro de calor y me acurruqué en élla tanto como fue posible, presionando mi húmedo pecho contra el suyo, envolviendo mis brazos alrededor de su torso y básicamente intentando meterme en su piel.

Escuché un bajo gruñido en su garganta, pero no me importó. Yo simplemente quería que el intenso frío se fuera.

Finalmente, sacó las llaves de su bolsillo, abrió la puerta, y luego nos vimos envueltos en calor. Podría haber llorado de alivio, pero temía que las lágrimas se congelaran en mi cara.

Me dejó en la puerta y se giró para mirarme a los ojos. Sus ojos, por un momento, tomaron un destello verdoso.

—Voy a revisar la casa para asegurarme de que nada esté fuera de lugar y luego vengo a levantar un fuego. Quiero que te quites tu ropa y saltes a la ducha.

Mientras salía apresurada, dudé, mi mente entorpecida por el frío.

¿Quitarme la ropa? ¿En frente de una mujer , una were-puma, obsesionado en tener sexo conmigo? El frío y la modestia pelearon por un breve momento, luego estiré mis lentos y congelados dedos y me quité la camisa prestada de Santana , puesta sobre mi ropa mojada. Ahora estaba tan húmeda como todo lo demás.

Reapareció algunos minutos después, con leña apilada en sus manos, y gruñó al verme, todavía casi vestida.

—No voy a violarte mientras estés muriendo de hipotermia.

—Lo sé —dije con voz temblorosa, pero aún parecía incapaz de moverme.

Santana notó esto y me tomó en sus brazos, donde me acurruqué contra élla mientras se dirigía hacia el baño y se volvió a la ducha. El calor inmediatamente sopló en la pequeña habitación.

—Entra ahí. Una vez que te calientes lo suficiente para moverte, quítate la ropa. ¿Entiendes?

Asentí, entrando a la ducha y dejando que el agua caliente corriera sobre mi cuerpo, jadeando ante el calor ardiente. Fue maravilloso, cerré mis ojos y dejé que cayera en cascada sobre mí.

—Voy encender el fuego —dijo—. Luego regreso para verte.

Deseé poder hundirme en el agua caliente y no salir nunca. Se sentía tan bien en mi congelada piel. Cuando me descongelé un poco, comencé a desarrollar una irritación a la sensación de mis húmedos jeans contra mi piel; quería estar completamente desnuda bajo el agua caliente. Le eché un vistazo a la puerta donde Santana había desaparecido, seguía entreabierta.

Al diablo la modestia. No era como si no quisiera que él me viese desnuda en algún momento, ¿no es así? Mis dedos buscaron a tientas la cremallera y el botón de mis jeans y conseguí desabrocharlo. Los deslicé por mis piernas y salí de ellos, dejando el bulto húmedo sobre el suelo en el otro extremo de la ducha.

Traté de empujar el suéter sobre mi cabeza, pero mis brazos estaban drenados de fuerza y el suéter muy empapado. Lo arrastré hasta mi cuello y luego se atascó, incapaz de agarrarlo correctamente.

—San —lloriqueé, mi cabeza atrapada en la tela húmeda—. Ayuda aquí.

Un cuerpo cálido estaba a mi lado en un instante, sacó el resto del pesado y empapado suéter sobre mi cabeza.

Me quedé allí en el chorro de agua, vistiendo nada más que unas bragas de encaje y un sostén que estaban tan mojados que dejaban menos a la imaginación de lo que la mía hacía.

Santana se puso rígida y de repente me sentí muy expuesta. Sus ojos comenzaron a brillar de esa forma hambrienta y depredadora que reconocía.

—¿Quieres quitarte esas? —gruñó.

Mordí mi labio, decidiendo.

—¿No vas a mirar?

— Brittany —dijo, su voz sonando estrangulada—. No puedes pararte frente a mí de esa forma y pedirme que no mire.

Pareció justo. Me volví ligeramente, exponiéndole mi espalda y dejando que el agua corriera pesadamente contra mi frente. Mis manos fueron a las largas y mojadas cuerdas de mis trenzas y las tiré hacia adelante sobre mis hombros.

—¿Puedes desabrochar mi sostén?

Sus manos se deslizaron por mi espalda en un caliente y resbaladizo movimiento, una caricia suave como fuego líquido. El broche del sostén saltó y sus manos acariciaron arriba y abajo en mi espalda. Empujé la prenda fuera y lo dejé caer en el piso de azulejos. Crucé los brazos sobre mis pechos protectoramente, lo miré sobre mi hombro.

—Gracias.

Las palabras salieron bajas, roncas.

Pude ver que su ropa estaba empapada ahora. Y a juzgar por su expresión, esa era la última cosa en su mente. Sus manos se deslizaron a la banda baja de mis bragas mojadas y luego por debajo, acariciando mi trasero.

—Quítate estas —dijo, su cálido aliento contra mi cuello y oreja, enviando escalofríos a través de mí.

Mientras cubría protectoramente mis pechos, la timidez me abrumó. No quería mover mis manos.

—Hazlo tú —susurré, una completa emoción estremeció mi cuerpo ante el pensamiento de él deslizándolas fuera de mi cuerpo.

Sus manos se deslizaron bajo el encaje mojado, y comenzó a bajar lentamente esa última pieza de tela por mis muslos y pantorrillas. Su cuerpo descendió, y pude sentir su boca rozar la parte baja de mi spalda. Un estremecimiento se disparó a través de mi cuerpo.

—Tienes el trasero más bonito… —dijo, apretándolo con suavidad—. Tan suave y redondo.

Aquello me hizo estremecer, entonces llegó a mí lado y cerró el suministro de agua.

—¿Todavía tienes frío?

—Yo, eh…

En cuestión de segundos, me envolvió en una toalla gruesa, cubriendo completamente mi desnudez. Me condujo fuera del baño, ignorando el hecho de que sus ropas chorreaban agua por todos lados y me sentó frente al fuego, el cual crujía en la chimenea de ladrillo. Antes de que pudiera siquiera darme cuenta, me quitó la toalla. Una gruesa manta cayó sobre mis hombros.

Confundida, tiré de ella a mí alrededor, y me envolví. Santana no me daba la cara, sus nudillos estaban blancos al sostenerse con tanta fuerza de la repisa de la chimenea, sus hombros moviéndose agitados. El celo la estaba afectando demasiado.

—Arrópate y quédate sentada allí hasta que dejes de temblar —dijo con voz áspera.

Obedientemente me acurruqué en la manta. Estaba calientita lo cual era más que bienvenido. Pero mi corazón latía agitado ante el más que evidente sufrimiento de Santana . ¿Quizá debería decirle que temblaba por el deseo?

Las palabras quedaron atoradas en mi garganta cuando lo vi salir de la habitación quitándose la ropa mojada. Lo estaba haciendo todo mal.

Quería seducirme y yo quería que lo hiciera, pero al parecer me hallaba incapaz de iniciar las cosas.

Cuando entró de nuevo en la habitación con pantalones de atletismo, quedé mirando la extensión dorada de la musculatura de sus pechos y entonces se me secó la boca. Se acercó a mí e instintivamente alcé mi rostro hacia el suyo. Sus dedos rozaron mi mejilla, frunciendo el ceño en mi dirección

—Todavía estás fría. Espera aquí mientras preparo algo de café.

Desapareció de nuevo, dejándome vagamente descontenta. Había disfrutado mucho de la ducha, pero ahora se había vuelto toda una mamá gallina, en lo que respecta a mí. Pensé en sus manos cálidas, y en sus pechos desnudos presionándose contra el mío, y me pregunté si tendría el suficiente valor para pedirle que se metiera bajo la manta
conmigo. Porque, ¡oh, vaya! Realmente me gustó la repentina imagen visual que cruzó por mi mente. ¿Así que, qué estaba esperando? Estaba aquí con una mujer ridículamente ardiente que quería hacerme el amor por el cual estaba loca. Ser tímida no me iba ayudar.

Santana regresó unos minutos más tarde con una enorme taza de café. Su ceño estaba fruncido en profunda concentración, pero la parte delantera de sus pantalones demostraba que seguía pensando en mí de aquella manera, a pesar de la sonrisa educada en sus labios.
Sacudí la cabeza cuando me ofreció la taza de café

—Mi frente está fría —dije haciendo acopio de mi valor.

—Ponte de cara al fue…

—Entonces será mi espalda la que esté fría —dije intentando no sonar displicente. Mierda.

Era realmente mala para el flirteo. Me quedé mirando sus deliciosos pechos desnudos, y abrí un poquito la manta para darle un atisbo de mis pechos—. ¿Podrías venir… bajo la manta conmigo? —Pensé que mis mejillas podrían prenderse en fuego debido al rubor que trepó por mi rostro.

Se quedó quiets, con aquellos ojos de gato brillando.

— Brittany —dijo, su voz convertida casi en gemido—. No sé si podré seg…

—Ya sé. —Le tendí una esquina de la manta—. Ven, siéntate conmigo.

Dejó a un lado la taza de café y se sentó a mi lado, evitando mirar en mi dirección. Me deslicé más cerca de élla. Cerró los ojos y pude ver la tensión en sus hombros.

Envalentonada, dejé caer la manta y puse mis manos sobre sus hombros. Cuando sus ojos no se abrieron, coloqué mi pierna al otro lado de la suya y me deslicé hacia adelante hasta quedar sentada a horcajadas sobre élla.

Se apoyó contra la piedra y gimió.

Me deslicé un poco más hacia adelante, meciendo mis caderas contra su excitacion.

—San —dije con suavidad—. Se me cayó la manta.

Abrió los ojos y me miró a la cara, tan cerca de la suya. El calor ardía en sus ojos, oscuros y llenos de necesidad. Pero se limitó a inclinarse y recoger la manta. Embutiéndola alrededor de mis hombros igual que si hubiera sido una niña pequeña.

Irritada, tiré de las esquinas de la manta, una en cada mano, y envolví mis brazos a su alrededor, olvidé todo a excepción de la sensación de su piel contra la mía. Me dolían los pezones y el pulso me latía en las venas. Necesitaba más. Se removió debajo de mí, su cuerpo entero en tensión. Su mano se deslizó por la parte baja de mi espalda.

—Sostenme contra tu cuerpo. —Alentada, apoyé mi cabeza sobre su hombro—. Estás tan caliente y tengo tanto frío. —Una inofensiva mentirilla blanca. Ahora mismo no pensaba en el frío en lo absoluto, más bien en cómo lograr que me pusiera las manos encima. Se incorporó de manera que sus pechos se presionara contra el mío. Sus manos me apretaron el culo y tiraron de mí, estrechándome contra sus caderas. Lo que causó que mis piernas se abrieran más, y quedara expuesta y desnuda contra su coñoen sus pantalones de chándal. El roce de la tela contra mi piel sensible envío ondas de electricidad a través de mí, con tan sólo el mínimo contacto.

—Dulce Brittany —dijo Santana , devorándome con ojos ardientes—, en verdad lamento lo de hoy.

—No pasa nada —dije frotando mis pechos contra el suyo. Y enganchando mis brazos tras su cuello. Estaba tan caliente y deliciosa—. Aunque por unos minutos, comencé a pensar que eras un oso polar y no un puma.

Su expresión era de tortura pura.

—Quería darte romance.

—El romance está sobrevalorado —dije, para luego lamerme los labios—. ¿Sabes qué más está sobrevalorado?

Su mirada se concentró en mi boca.

—¿Qué cosa sería?

Inclinándome, saboreé la comisura de sus labios con mi lengua, finalmente consiguiendo flirtear.

—La virginidad —susurré.

La boca de Santana se presionó fervientemente contra la mía como si acabara de desatarlo.

—Quería hacerlo especial para ti, pero lo he estado haciendo todo mal.

Nunca antes me he acostado con una virgen. O un ser humano. Quería hacerlo correcto para ti.

Estaría mintiendo si dijera que eso no me emocionó. Rocé su mandíbula con mis dedos, sintiendo el roce de su piel contra mi piel.

—San , esto sonará terriblemente cursi, pero simplemente estar aquí contigo lo hace especial. He esperado veinticinco años y creo que ha sido suficiente tiempo.

Su respuesta fue tomar mis caderas y presionar la unión entre mis piernas contra su coño en sus pantalones. El aliento escapó de mis pulmones, cerré los ojos y me dejé arrastrar por la sensación.

—Mírame, Brittany —dijo Santana en voz baja—. No cierres los ojos.

Los abrí y le di una mirada tímida.

Atrás, en el pasado, se quedó el rígido Santana de las últimas veinticuatro horas.

—No hay necesidad de que seas tímida conmigo —dijo, su boca curvándose en una sonrisa lenta y sensual—. Quiero que me mires cuando te toco.

Me estremecí con vergüenza al pensar en ello. Parecía terriblemente íntimo, pero no aparté la mirada. Sus manos trabajaban en mis caderas, frotando con suavidad, sus ojos se deslizaban por mi cuerpo haciendo, por sí solo, de aquella mirada una caricia. Quise escabullirme o cubrirme los pechos, pero me obligué a mí misma a permanecer inmóvil,
conteniendo la respiración en espera de que hiciera su próximo movimiento élla parecía una mujer hambrienao en un festín, intentando decidir qué cosa deliciosa comer primero.

Sus manos se deslizaron por mis muslos, acariciando de arriba abajo el liso músculo.

—¿Sabes durante cuánto tiempo he querido tocarte?

Mi boca se torció.

—¿Unos cinco días?

Se rió entre dientes y mis pezones se endurecieron en respuesta a las vibraciones de su cuerpo.

—Desde que puse mis ojos en ti. Tenías una expresión tan seria, como si quisieras ahuyentarme por el sólo hecho de pensar en tocarte. Y entonces sólo deseaba poder besar ese ceño fruncido en tu cara. —Sus manos se dirigieron hacia mis trenzas húmedas y comenzaron a deshacerlas, sus dedos trabajaron alisando las trenzas mojadas hasta que mi cabello cayó en cascada sobre mi espalda—. Y después de ver esta gloriosa masa de cabello, quise hacer esto. —Dejó caer entonces un poco de élla sobre mis hombros, cubriendo mis pechos al estilo medieval—. Y entonces comencé a preguntarme acerca de tus bonitos pezones —dijo, sus manos deslizándose sobre mi cintura, rozando mis costillas—. ¿Serían oscuros y estarían fruncidos, igual que tus labios? ¿O cálidos y delicados como tu piel? Me estaba seduciendo sólo con palabras, lo que estaba funcionando maravillosamente bien. De repente me agobió la necesidad de tocarla, por lo que comencé a deslizar mis manos en ascensión por sus brazos, disfrutando de la sensación de los músculos de sus tríceps bajo mi tacto.

Entonces sus pulgares deslizándose hacia arriba alcanzaron mis pezones, comenzando a rozar las puntas con lentitud, frotando mi largo y sedoso cabello entre su piel y la mía. Jadeé ante la sensación, presionando con fuerza los dedos contra sus brazos

—Y son pálidos, justo como los imaginé. Pequeños, suaves y de color rosa. —Toda esta lenta fricción iba a volverme loca, puntuación doble para la locura—. He estado soñando con estos hermosos pechos durante días también. —Deslizó lejos sus pulgares.

Hice un sonido de protesta. Se sentía tan bien, hacía correr con fuerza el pulso en mi cuerpo, y quería escuchar más de aquella sensual labia.

—¿Qué pasa con ellos? —Suspiré, y contuve el impulso de llenar con sus manos mis pechos.

—Cómo se sentirían en mis manos —dijo, y con una de sus grandes manos apretó mi pecho izquierdo, jugueteando con el pezón con la palma de su mano en un movimiento circular. Proferí un grito ahogado y mecí mis caderas contra las suyas. Haciendo eco de aquel movimiento.

Pero no había terminado.

—Cómo lucirían con este sexy pelo cayendo sobre ellos —dijo y sacudió el cabello a un lado, dejando expuestos mis blancos y redondos pechos—. Y cómo sabrían en mi boca. —Se inclinó y rozó sus labios contra la sensible punta de mi seno. Proferí un sonido estrangulado de placer y sorpresa. No esperaba que se sintiera tan bien.

Animado por mi respuesta, acarició mi pezón, jugueteando con el pico con sus labios para luego darle un suave y juguetón mordisco. Me arqueé contra su boca cuando se apartó, y envolví mis manos alrededor de sus hombros hasta deslizarlas hacia la parte de atrás de su
cuello intentando atraerlo hacia mis pechos.

—¿Quieres que te toque, Brittany ?

Mecí mis caderas en respuesta.

Mordisqueó mi cuello como si no pudiera dejar de saborearme.

—Dime lo qué quieres.

Las palabras se atoraban con timidez en mi garganta.

—Quiero que… me toques, San .Su mano se deslizó por mi vientre, acariciando mi piel.

—Así que no te opondrías si te toco aquí. —Sus dedos se movían en espiral alrededor de mi ombligo. Negué con la cabeza.

—¿Aquí? —Sus dedos se enredaron en los pálidos risos entre mis piernas y los músculos de ellas se apretaron contra los suyos.

Sus ojos ardientes sostuvieron los míos, entonces su mirada se dirigió hacia abajo.

—¿Qué si te toco… aquí? —Observé como su dedo medio se deslizó más allá de los rizos y desapareció, resbalando entre los lisos pliegues de carne, abierta y expuesta al estar a horcajadas sobre élla. Y entonces tocó mi clítoris y mi cerebro estuvo cerca de estallar. Jadeé y me estremecí, clavando mis uñas en su cuello y hombros.

—Justo allí —dije en un jadeo, arqueando mis caderas. Quería más de aquellos, maravillosamente invasivos, dedos.

Su otra mano sujetó mi cadera, manteniéndome en mi lugar, entonces sus dedos comenzaron a trazar círculos en mi clítoris. Me apoyé en élla respirando fuerte y rápido, mi frente presionada contra la suya. Me tocaba con ligereza, revoloteando sobre mi punto más sensible y entonces alejándose. Quería gritar debido a la frustración.

Capturó mi boca, bebiendo de mis jadeos con su propio aliento.

—Estás tan mojada y resbaladiza para mí —dijo, para luego morder mi labio inferior—. ¿Te has tocado antes, no es así? ¿Sabes cómo tocarte y darte placer, cierto? Gemí en respuesta.

—Pon tu mano sobre la mía, dulce Brittany . Muéstrame cómo te tocas para hacerte correr.

Me tensé por un momento. Mi libido virginal no estaba al tanto de cómo proceder con aquello. Por lo que repartí unos cuantos besos en su boca, intentando cambiar de táctica. Pero entonces aquellos dedos revolotearon una vez más lejos del dulce punto de mi clítoris, no dando en el punto exacto. Gimiendo, besé frenéticamente su boca demostrando mi entusiasmo y necesidad.

—Muéstrame, dulzura —dijo, con los dedos inmóviles—. Pon tu mano sobre la mía y úsame.

Deslicé mi mano sobre la suya. Sus dedos estaban húmedos debido a los fluidos de mi cuerpo. Me miró perplejo, pero sus ojos grises se calentaron y me dio un beso suave de ánimo, sus dedos se movieron contra los míos hacia los lugares más sensibles. Envolví mis dedos alrededor de su mano, extendiendo su dedo índice y guiándolo.

La yema de uno de ellos frotó el punto exacto de mi clítoris, por lo que apreté con más fuerza sus dedos, frotando en un movimiento más y más rápido. Estaba tan mojada por el deseo que sus dedos resbalaban con gran facilidad. Entonces lo hice trazar círculos lentos, meciendo mis caderas contra su mano, aumentando la fricción.

—Dulce Brittany —gimió, inclinándose hacia adelante para mordisquear de nuevo mi pecho—. Dios, te sientes tan increíble.

Cuando besó mi pecho, enrosqué mis dedos en su cabello presionando con más fuerza su boca sobre mi carne, mientras que con la otra mano sacudía la suya, dejando a sus dedos jugar con mi clítoris, duro.

Fue sólo hasta antes de caer hecha polvo, jadeando sin aliento. Ola tras ola del orgasmo me golpeaba haciéndome estremecer contra su cuerpo, mientras que continuaba su menester sobre mi sexo, a pesar que mis dedos apretados contra los suyos, ya no eran capaces de guiarlo. Después de pasado un largo rato, cuando comenzaba a llegar a su fin mi cuerpo comenzó a relajarse lentamente. Un profundo rubor se apoderó de mi rostro. Acababa de retorcerme sobre él como una loca.

—Dulce Brittany —dijo con voz ronca—. Eso tiene que ser la maldita cosa más ardiente que jamás haya visto.
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Mensaje por micky morales Sáb Ago 05, 2017 8:51 am

Gracias por volver, par de capitulos excelentes!!!!! BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 1206646864 BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 1206646864 BRITTANA  Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN - Página 2 1206646864
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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por JVM Sáb Ago 05, 2017 2:53 pm

Que bueno que ya volviste!!!
Y pues San y su romanticismo no fue el mejor pero al menos lo intento jajaja .... Además gracias a eso Britt se animo y se esta dejando llevar con la morena .... Haber como siguen las cosas :D
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Activo Re: BRITTANA Midnight Liaisons 01 capitulo 28 FIN

Mensaje por ana_bys_26 Dom Sep 10, 2017 6:29 am

CAPITULO 16


Las manos de Santana agarraron otra vez mis caderas y me levantó como si no pesara nada. Sorprendida, envolví mis manos alrededor de su cuello, anclando mi cuerpo contra el suyo. Lanzó mi manta al suelo y me bajó hacia ella, sujetándome entre ella y su dura carne. Esta vez, sus caderas se aplastaron contra las mías de una manera obvia, y la excitación empezó a crecer en mi cuerpo otra vez.

—Todavía estás vestida —dije alcanzando la cinturilla de sus pantalones y tirando de ellos—. Quiero ver qué consigo con este acuerdo — bromeé.

—Estás muy juguetona ahora. —Su piel contra mi mandíbula mientras presionaba besos contra mí, incliné la cabeza para darle un mejor acceso a la piel sensible de mi cuello—. ¿Ya no eres tímida?

—Me gusta esto —admití—, estar aquí contigo.

Ya con un asombroso orgasmo, y el coño de Santana estaba todavía excitada en sus pantalones, lo que hablaba de cosas buenas por venir.

Su ferviente boca bajó a mi pecho, y lo sentí acariciándose contra un pezón otra vez. Me arqueé, jadeando cuando la punta de sus dientes salió. Sus dedos se deslizaron a mi otro pecho jugueteando allí con la punta conjuntamente.

—San —jadeé—, quiero verte desnuda. —Quería ver todo. Se levantó y agarró la cinturilla de sus pantalones—. ¿Puedo hacerlo? —pregunté.

Se puso de pie, levantándome con élla, luego me miró con ojos ardientes.

Deslicé mi mano arriba y abajo por la dura parte delantera, sintiendo su caliente coño . No era la mejor juez para estas cosas, pero parecía estar empacando un buen golpe.

—Eso parece… impresionante.

Se rió en la parte baja de la garganta.

—¿Por qué no lo sacas y lo averiguas?

Deslicé los pantalones por sus piernas. Mi mejilla rozó su coño mientras lo hacía. Conseguí un vistazo de ello mientras cogía la cinturilla de sus bragas y hacía lo mismo.

élla era magnífico.

A pesar de que era virgen, no estaba completamente en la oscuridad.

Había visto coños en el arte, en las películas y en la pornografía de Internet. . Deslicé mis dedos por su coño más oscura.

—Hay mucho de ti aquí —susurré, mis dedos patinando hacia abajo de lsu coño de élla y luego otra vez arriba.

Estaba en silencio.

Alcé la mirada hacia élla y vi su mandíbula apretada, como si estuviera tratando muy fuerte de mantenerse bajo control.

—¿San ?

—¿Sí?

Empujé un mechón de cabello hacia delante e hice cosquillas en su coño con él. No tenía ni idea de si lo encontraría sexy o no, pero lo disfrutaba.

—¿Qué estás esperando?

—¿Esperando? —Estaba teniendo dificultades al hablar. Su coñose agitaba cerca de mis dedos, fascinante.

Moví el mechón de pelo hacia arriba por al lado de su muslo y a través de su ombligo. la mujer tenía abdominales que podías utilizar para cenar de ellos de los planos que eran.

—¿No me vas a violar?

Tragó fuerte.

Me tumbé en la sábana, poniendo mi pelo húmedo en forma de abanico en lo que esperaba que fuera un modo seductor, y el hilo de control del que se había estado colgando se rompió. Sus piernas abrieron las mías, y sentí el estiramiento de mis poco usados músculos de los muslos mientras élla exponía todo de mí.

Sus manos fueron a mis pliegues, deslizando los dedos en la parte más secreta de todo mi cuerpo. Lancé un grito ahogado ante la sensación invasiva y me retorcí.

Me silenció con un profundo, anhelante beso, y sentí sus caderas acomodarse contra las mías, noté el deslizamiento de su coño contra la resbaladiza conexión de mis muslos. Eso fue… delicioso.

Se echó atrás durante un momento, después sentí sus dedos golpear suavemente contra mí. Me tensé, y un momento después, la clavó en mi cuerpo en un rápido golpe que pareció como si me rompiera.

Todo el aire salió de mis pulmones y gimoteé. Dolía. Santana gimió en la parte baja de su garganta, metiéndo sus dedos en mí otra vez, estirándome hasta el límite. Me tensé por el dolor. Apretando mis
caderas contra élla, volvió a clavarla. Había menos dolor con esta estocada, reemplazado por una curiosa plenitud, una mezcla de placer/dolor que me dolía y me hacía desear más. Cuando levantó mis caderas una tercera vez sus dedos , seguí su movimiento.

—Eso es, dulzura. Ven conmigo.

Se metió en mí otra vez, y no había dolor, solo la deliciosa sensación de estar completa. Me retorcí debajo de élla, queriendo más. Se paró, sus dedos alcanzando para provocar a uno de mis pezones.

—¿Estás bien?

Asentí, repentinamente tímida por este intenso escrutinio cuando estaba clavada bajo élla. Estaba completamente quieta, y no estaba segura de que me gustara eso.

—Mejor que bien. —Meneé las caderas para mostrarle mi aprobación.

Gimió bajo otra vez, cogió una de mis piernas y la enganchó detrás de su espalda. Cogió la otra y la puso sobre su hombro, después junto nuestros sexos Fuerte.

Y oh wow, eso estaba bien. Le clavé las uñas en la piel con la siguiente estocada.

—Eso también está bien —respiré.

Golpeó otra vez.

—¿Y esto?

Gemí mi afirmación.

—¿Y… esto?

La metió otra vez, y otra, las estocadas viniendo más fuertes y más rápidas, como si ahora estuviese seguro de que no me rompería.

—Pequeña dulce Brittany —dijo en una voz rasposa, puntuando cada palabra con una estocada—, tan sexy… toda mía.

Mis manos cayeron hacia atrás y se curvaron en la manta, tratando de anclarse en un lugar. Nuestros sexos se golpeaba fuerte, rápida y salvajemente. El excitado suaves gritos llenaron el aire, mezclándose con sus gruñidos mientras mobiasus caderas contra el precipicio otra vez.

Entonces se agitó, las venas de su cuello sobresaliendo, su cuerpo tensándose mientras se corría. Gruñó mi nombre bajo su aliento, sus caderas rotando contra las mías una última y maravillosa vez mientras
sentia su jugos junto los mios. Me apoyé en élla, sintiéndome vagamente mal porque no estaba teniendo un segundo orgasmo. Debió de ser aparente en mi cara, porque me dio esa lenta, perezosa sonrisa y se
echó atrás, sus dedos deslizándose hacia los rizos húmedos que juntaban nuestros cuerpos juntos. Sus dedos se deslizaron directamente a mi clítoris y frotaron gentilmente, provocando a mi carne.

—No me dijiste si esto también estaba bien.

Me retorcí contra élla, sus besos tragándose mis respuestas. En segundos también estaba gritando su nombre.

Una vez mis temblores pararon, se puso encima de mí y presionó un beso satisfecho en mi boca.

Me callé.

—Demonios.

Sus ojos se abrieron rápidamente, estudiándome.

—¿Qué?

—Condones. —Santana parecía petulante. —bromea verdad.

Chisporroteé.

claro que bromeo —La virgen más estúpida jamás vista, Quitó un mechón de cabello de mi mejilla.

—No te preocupes Lo más probable es que ni pueda dejarte embarazada.

Mi respiración salió con un whoosh, y cerré los ojos.

—Por un momento, estaba teniendo visiones sobre engendrar una camada en nueve meses.

élla rió.

—Estás a salvo de eso. Nuestra biología es bastante incompatible a menos que tengas un gen cambiador. A veces está latente, lo que es el por qué hay una pequeña posibilidad. Las probabilidades serían mayores si te transformara en un cambiador, pero incluso eso no siempre funciona.

Estaba en silencio. Sabía que tenía una total ausencia de cualquier gen cambiador en mi línea de sangre. Era completamente inmune. Me podría morder mil veces y nunca funcionaría.

Aunque no compartí eso con Santana . Era también, probablemente querría niños con alguna buena mujer gato. El mero pensamiento me hizo apretar los dedos en sus hombros posesivamente.

Me pellizcó la barbilla, observando mi expresión.

—¿Estás loca?

—No. —Decidí distraerle Sonrió.

—Nunca sabes quién tiene enfermedades. Los cambiadores son inmunes, ¿recuerdas?

¿Así que era la enferma? Empujé mi mano contra su cara y le aparté.

—Oh, muy amable. Tienes el alma de un romántico. Tú y Emily , las dos.

Sonrió y me chupó la punta de mi pecho.

—Así que… ¿qué decías? —pregunté, temblando.

—Ahora vamos lento.

Oh, chico.

Se puso de pies y alcanzó mis manos.

—Démonos una ducha.

—¿Y vas a lavarme?

La mirada oscura volvió a sus ojos.

—Absolutamente.

Oh, mi. Mi pulso revoloteó mientras ponía mi mano en la suya.
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Mensaje por ana_bys_26 Dom Sep 10, 2017 6:46 am

CAPITULO 17


Una de las cosas que más me gustaba de la rústica cabaña de Santana era su cuarto de baño para nada rústico. Había una ducha acristalada que era más grande que todos los armarios en mi casa y una bañera de mármol hundida en la esquina.

Me había dado un par de duchas rápidas hasta ahora, pero no había utilizado la bañera, y era más tentadora a cada momento. Así que cuando él tomó mi mano y me condujo a la ducha, le dirigí de nuevo a
la bañera.

—Burbujas.

Santana captó mi señal y empezó a llenar la bañera, adicionando burbujas de baño con un suave aroma a fresas, que sospechaba había comprado para mí. A medida que la tina comenzó a llenarse, sonreí.

—¿Burbujas rosadas? Su feminilidad se encuentra en grave peligro, señora.

—¿Se puede culpar a una mujerpor querer verte cubierta de espuma?—Su mano se deslizó hacia abajo para atrapar mi trasero.

Me moví fuera de su alcance.

—Entonces, ¿qué vas a hacer mientras me baño?

—Entrar ahí contigo y lavar tu espalda. —Me dio un beso en la parte superior de la cabeza y luego se metió en la bañera, sentado en el otro extremo. Era absurdo, el grande, feminina were-puma rodeado de
burbujas de baño rosadas, me mordí los labios para no dejar escapar una risa salvaje.

Dio una palmadita sobre su regazo y una ola de burbujas salpicó el lado de la bañera.

—Ven, siéntate aquí, dulzura.

Fruncí el ceño.

—Ambos no vamos a caber.

—Es muy halagador de tu parte decir eso —gruñó, su voz mezclada con un bajo ronroneo—, pero te aseguro que tu exquisito trasero siempre cabrá en mi regazo. Ahora ven aquí.

Mientras estaba en el borde, vacilando, me agarró por la cintura y me arrastró, grité por la pérdida de control y la caída de agua por sobre el borde de la bañera, pero no parecía importarle. Separó las piernas
hasta que mi trasero se deslizó entre sus muslos, y sentí el calor de su coño contra la hendidura de élla.

Se movió un poco, para encontrar una posición cómoda, y luego sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura, sujetándome contra élla.

—¿Ves? Acogedor.

Resoplé en repuesta, empujando su rodilla.

—Te dije que no cabríamos.

—Estás demasiado centrada en lo que no debería ser, ¿lo sabías? Ahora cállate y déjame lavar tu cabello.

Y con eso, me arrojó un puñado de agua en la cabeza. Escupí, limpiando el agua de mis ojos mientras hacía lo mismo una y otra vez.

—¿Te das cuenta de que va a tomarte un millón de años mojar todo mi cabello con tus pequeñas manos?

¿La respuesta? Un enorme chorro de agua sobre mi cabeza que me dejó el cabello empapado pegado a la cara. Me volví a mirar sus manos, y él sostenía una cubeta de plástico en ellas. Le oía reírse.

—¿De dónde salió eso?

—Lo puse aquí anoche. Todo es parte del gran día romántico que había planeado.

Escuché el chorro de la botella de champú y luego las manos de Santana estaban en mi cabello, masajeando el cuero cabelludo. El aroma de las fresas llenó el aire.

—Supongo que te gustan las fresas —dije, cerrando los ojos y relajándome.

Podía sentir el estruendo de su risa.

—No fue sino hasta recientemente. Tú me haces pensar en una fresa.

Dulce, suave y deliciosa.

—La adulación te conducirá a donde quieres —bromeé—. Sigue así y puede que te deje llegar a la tercera base.

—Ya tengo mi mano en la tercera base —dijo, y un rayo de deseo se disparo a través de mí. Estaba muy consciente de la línea duro coño contra mi trasero.

El deseo seguía siendo fuerte dentro de élla, y me dio un escalofrío de excitación.

—Es tan extraño —dije—. Te he conocido por una semana y aquí estamos en una bañera juntas.

—¿Qué hay de malo en eso?

—Siento que deberíamos conocernos un poco mejor —dije, moviendo mis dedos de los pies en el agua.

Santana le dio un beso a mi cuello.

—Eso se puede arreglar fácilmente. Así que dime de ti.

Odiaba hablar de mí. Hablar me conducía a hablar de Hanna , y había demasiados secretos para guardar.

Tomé un puñado de burbujas y fingí soplarlas fuera de la palma de mi mano.

—¿Qué hay que decir?

—¿Por qué eras virgen a los veinticinco años?

Lo salpiqué.

—No se le pregunta eso a una chica.

—Muy bien —dijo, riendo entre dientes. Sus manos jabonosas se deslizaron de mi cabello hasta los hombros, frotando la tensión fuera de ellos—. Se me ocurrió que no sé nada de ti además de que te gustan las matemáticas y trabajas para Giselle. ¿Tienes una gran familia?

— Hanna es la única que reconozco como tal. —Mantuve mi respuesta corta y poco fresca—. ¿Qué hay de ti? ¿Familia?

—Sí. —Pasó los dedos arriba y abajo de la espalda en un movimiento relajante—. Pero estamos hablando de ti en estos momentos. ¿Tus padres están muertos?

Suspiré.

—Uno de ellos lo está.

Esas manos mágicas reanudaron su masaje, quería apoyarme y que lo hiciera durante horas. Suspiré de felicidad.

—¿Fuera de contacto con ellos? —preguntó en voz baja, y tranquila.

—Se podría decir —admití—. No he visto a mi padre en diez años.

Cuando sus dedos no se detuvieron, decidí decirle sólo lo suficiente para sacarlo del tema.

—Mi madre biológica murió poco después de que yo naciera, y mi padre se casó con la mamá de Hanna cuando tenía tres años. No me gustaba mucho… Hanna era todavía un bebé y mi papá se fue casi tan
pronto como la luna de miel terminó. Él conducía un camión para ganarse la vida, por lo que se iba mucho, y después de un tiempo sólo dejó de venir a casa. Me hice cargo de Hanna cuando éramos niñas.

Cuando mi madrastra no estaba en uno de sus trabajos, estaba completamente borracha. Así que aprendí a mantener la casa y a hacerme cargo de las cosas desde temprana edad. Lavaba la ropa, iba al supermercado, iba a las reuniones de padres y maestros de Hanna.

Hice todo por ella.

Sus manos continuaban en mi espalda.

La ebria madre de Hanna no fue capaz de entender lo que le pasó. Cuando vio a su hija convertirse en un lobo, fue tras ella con una sartén.

Y cuando la salvé de eso, su madre trató de entregar a Hanna a la policía por ser un monstruo. Por suerte, estaban familiarizados con la borracha señora Ward, y sus historias, por lo que desestimaron sus cuentos de su hija hombre lobo. La traición dejó a Hanna devastada. Yo estaba muy feliz de no volver a ver a esa horrible mujer de nuevo.

Cogí un puñado de espuma, mirando a ciegas.

—Hanna siempre ha sido todo para mí.

Comenzó a verter agua sobre mi cabello.

—¿Es por eso que la colocaste delante de tus propias necesidades? — No sonaba como si estuviera juzgando.

—Mmm.

—¿Y es por eso que no tenías citas?

Me moví en la bañera, incómoda.

—¿Podemos hablar de otra cosa?

—Tengo curiosidad. Eres hermosa, inteligente y deliciosa. ¿Por qué no fuiste seducida por un humano hace mucho tiempo?

Le fruncí el ceño por encima del hombro.

—¿Puedes dejarlo? Tal vez simplemente no me gusta ser tocada. — Siempre me preocupaba que captaran el aroma de Hanna cada vez que alguien se me acercara.

Sus manos aún en mi espalda.

—¿Quieres que deje de tocarte?

Sentí la tensión en su cuerpo, y sabía que si decía una sola palabra, de lo contrario, nunca me tocaría de nuevo a menos que se lo pidiera.

—En realidad —dije, deslizando una mano por el muslo apretado contra mi lado—, me gusta cuando me tocas. No quiero que te detengas.

Sus manos se deslizaron rozando mi espalda, haciéndome temblar.

—Eso es muy bueno, porque no tengo ningún deseo de detenerme.

—Entonces, ¿qué hay de ti? ¿Cómo fue tu vida hogareña?

—Recuerda que te dije que mi papá era el líder del clan de López , en realidad él lo inició. Entre eso y los múltiples trabajos que mantenía. Rara vez estaba en casa. Dado que yo era el mayor, era mi responsabilidad cuidar de la familia. Mi padre siempre estaba acogiendo a miembros perdidos sin hogar, de la Alianza, ubicándolos en algún lugar donde pudieran estar seguros. Era un clan liberal, incluso si no hubiésemos tenido una denominación oficial. Hombres tejones, hombres águilas y todo tipo de criaturas. Era un mal momento para ir por cuenta propia: se tenía que pagar protección a los vampiros o a los lobos. Así que si no contabas con la suerte de haber nacido en un clan, tendrías una vida muy dura, y pobre. Mi padre quería detener eso, y se acercó bastante.

¿Sólo se acercó? El clan de López parecía bien establecido, por lo que me sorprendió.

—¿No lo consiguió?

Silencio. Santana vertió más agua a través de mi cabello, enjuagándolo.

—Cuando estaba en preparatoria, mi padre entró en una pelea entre mi mejor amigo y Rachel . Mi amigo la había lastimado, pensó que era su derecho como hombre el reclamar una mujer. Mi padre no estaba de acuerdo. JT arrancó la garganta de mi padre.—Una pausa lenó el aire, y me preguntaba si debía de hablar. Pero Santana continuó—. Así que mi padre no tuvo la oportunidad de terminar el cometido de su
sueño.

Me duele la empatía por Santana .

—¿Qué hiciste?

Recogió el cabello mojado encima de mi cabeza y chorros de agua lavaron mis hombros.

—La única cosa que podía hacer. Reté a JT por el derecho a dirigir nuestro disparejo clan, y gané. Y luego lo exilié. Pasé los siguientes doce años consiguiendo acomodar la porquería de todo mundo. Fui a la
universidad, comencé mi negocio, y conseguí este lugar para momentos de tranquilidad. He configurado el clan de López como una corporación, y otros vinieron a nosotros en busca de protección. Como Alianza, tenemos energía suficiente para soportar el acoso de los vampiros y las manadas de hombres lobo. Ahora los solitarios no tienen que preocuparse por buscar protección, tienen a la Alianza cuidando de ellos. Nos hemos hecho más fuertes cada año, y ahora tenemos un punto de apoyo importante en el mundo sobrenatural. Hemos recorrido un largo camino.

Parecía genuinamente orgulloso, no resentido con el hecho de que había tenido que recoger los pedazos que su padre había dejado atrás.

Sabía lo que era poner los sueños propios en espera para cuidar a los demás. Yo quería salir de casa e ir a una universidad tan lejos como pudiera. Sin embargo, cuando el novio de Hanna le había mordido, eso
había cambiado nuestras vidas. Había renunciado a una beca universitaria completa porque mi hermana no podía venir conmigo. Seis años después, nuestras vidas aún giraban en torno a mantenerla a salvo.

—Tu camino fue decidido por tu familia. ¿Alguna vez quisiste algo diferente? —pregunté.

Frotó jabón a través de mis hombros, y luego por mis brazos.

—Nunca. El clan es mío. Yo lo construí.

Sus manos se deslizaron por el frente, palpando mis pechos, y jadeé sin aliento ante la sensación mientras sus pulgares acariciaban mis pezones.

Me recosté contra su pecho, arqueándome bajo su toque con un suave gemido de placer. Una de ellas se desvió por mi estómago, dejando un rastro de jabón. Su aliento me hacía cosquillas en la oreja.

—¿Te gusta tu baño?

Sus dedos dibujaban círculos en mi ombligo. El calor fluía a través de mí.

Mientras la otra mano masajeaba un círculo y atormentaba mi pezón, me apreté contra élla, jadeando.

—Me gusta —admití, ruborizándome.

—Será mejor que termines de lavarte tú misma —dijo en mi oreja, con voz ronca—, antes de que el agua se enfríe.

Su mano se deslizó hacia abajo a los rizos en la coyuntura de mis muslos. Un dedo se deslizó contra mi sexo, y me mordí el labio mientras buscaba el lugar exacto. Un delicado roce, y luego una sensación vertiginosa cuando lo encontró, el dedo giraba alrededor del punto sensible.

—Bonito y resbaladizo —murmuró, besando mi cuello. Mi mano se deslizó hacia abajo para cubrir la suya, sin saber si quería que detuviera el tortuoso placer o para presionarlo para que fuera más duro.

—Necesito hacer el amor contigo de nuevo, dulce Brittany —dijo, lamiendo la piel sensible de mi cuello entre cada palabra—. Voy a tener cuidado si estás muy dolorida.

Sus provocadores dedos se deslizaron a través de mis pliegues, profundizando más bajo, y un dedo se deslizó dentro de mí. Inspiré profundamente, presionándome a su cuerpo. Molestó un poco, pero el malestar inicial pronto fue sustituido por un sorprendente placer.

—No estoy demasiado dolorida. ¿No deberíamos salir de la bañera?

Las piernas de Santana se desenredaron de mí alrededor, me agarró por la cintura y me ubicó en su regazo. Luego pasó una mano por mi muslo y me levantó la pierna sobre el lado de la bañera. Hizo lo mismo con la otra pierna, levantándola sobre el otro lado, y contuve el aliento, un poco sorprendida por el grado de apertura que tenía. Su mano se deslizó entre mis piernas otra vez, provocando mi carne, mis caderas se sacudían mientras él trazaba círculos sobre mi clítoris.

—Dime si algo te duele, Santana . Aún continúas sensible. —Metió las manos debajo de mí, levantándome un poco, y me agarré al borde de la bañera cuando me incliné hacia delante. Entonces sentí su coño umedo inmiscuirse entre mis piernas y me dejé caer sobre su cuerpo.

Me sentí estrecha, estirándome. Deliciosa.

—Se siente tan bien —jadeé, animándole.

Se metió con la más mínima insinuación de movimiento, pero lo sentí hasta los dedos del pie. Yo gemía de placer por las sensaciones que se dispararon a través de mí, tratando de imitar sus movimientos. Su mano se deslizó por mi frente otra vez, tirando de mis pezones mientras empujaba de nuevo, lento y preciso.

—No voy a durar mucho tiempo —dijo, su respiración agitada—. Tan dulce y estrecha... tan condenadamente caliente.

Su mano se deslizó entre mis piernas, frotaba mi clítoris con cada nuevo embiste, y estallé. Un grito alto, un lamento salió de mí cuando el orgasmo barrió mi cuerpo, sus dedos bailaban sobre ese punto caliente
mientras embestía una, y luego otra y otra vez, los movimientos más pequeños pero más agudos y frecuentes. Mordió mi hombro de nuevo, empujando duro, y oí un gruñido felino. Gruñó mi mujer, y se corrió dentro , haciendo un esfuerzo en contra de mis caderas y rectificando mi carne en la suya. El hombro dolía en el lugar que había mordido, pero era tan abrumador que no me importaba.

Simplemente me aferré a élla, mis dedos entrelazados en su cabello, su cuerpo desplomado contra el mío.

Las dos estábamos jadeando cuando su lengua raspó contra el punto sensible de mi hombro en que me había mordido. Fue duro como la de un gato, y me quedé helada ante la extraña sensación. Siguió lamiendo mi hombro, he hice una mueca de dolor.

—Lo lamento, dulzura. Te mordí. Diablos. —Parecía enojada consigo mismo—. Perdí el control.
Efectivamente, me había mordido no lo suficiente como para romper la piel. Un set de dientes marcaban la carne blanca de mi hombro, probablemente estaría amoratada por la mañana. Y me di cuenta de que no me importaba. Sonreí.

—Está bien. No es como si pudieras convertirme en una mujer gato si no rompes la piel.

Se quedó quieta.

—¿Cómo sabes eso?

Ups. No podía decirle que era una experiencia personal, que era inmune al cambio.

—Creo que Giselle lo mencionó una vez —dije casualmente.

— Brittany —dijo en voz baja y grave—. Cuando estamos juntas, tienes que decirme si estoy haciéndote daño. Con el celo... yo... yo no puedo controlarme muy bien.

La nota dura y áspera de su voz desapareció y lo sentí agitarse contra mí de nuevo.

¿Ya?

Me excitaba, a pesar de mi cansancio. Me moví contra élla de nuevo, encantada de poder hacerla perder la cabeza.

—Me gusta lo que haces por mí,San .

Apoyó la frente contra mi hombro.

Vamos a darle a esto unos minutos. —Parecía estar tratando de recobrar la compostura.

Pero me gustaba la naturaleza indomable de Santana . Me quedé decepcionada cuando me sacó de la bañera y me puso sobre mis pies, nuestros cuerpos deslizándose lejos, dejándome con un golpe repentino
de soledad. Mientras me movía hacia la larga barra donde se encontraban las toallas, una mirada en el espejo me mostró que Santana se encontraba todavía en la bañera, con los ojos cerrados. Fruncí el
ceño.

Yo jugaba con mi largo cabello y lo dejé caer por la espalda en una húmeda cascada, las puntas mojadas rozaban la parte baja de mi espalda.

—¿Secarías el cabello por mí, San ? —Mi voz sonaba entrecortada y emocionada.

Abrió los ojos y pasé la mano a través de las hebras largas y enredadas, entonces deliberadamente me incliné sobre la barra, mi trasero en el aire, y lo miré por encima del hombro mordido.

Oí ese mismo gruñido de león, y rápido como un rayo, Santana estaba cruzando la habitación. Me apretó contra la barra, mi estómago se deslizó a lo largo del frío mármol, y su coño caliente contra mí por detrás, mojado Grité de placer sorprendida y Santana sumergió dos dedos de lleno, duro y rápido, su mano se cerró sobre mi hombro, sosteniéndome contra la barra mientras entraba y salía una, otra y otra vez.

Mientras era arrastrada por un espiral hacia el último orgasmo, me preguntaba si duraría hasta la mañana. Y cuando mi cuerpo se puso rígido por el placer y gritaba su nombre, decidí que no me importaba.
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Mensaje por micky morales Dom Sep 10, 2017 7:54 am

la insaciable santana, gracias por actualizar, hasta pronto!!!!!
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Mensaje por Tati.94 Dom Sep 10, 2017 1:05 pm

Caliente, estuvo muy caliente ese baño jajja. Asi nunca van a salir de esa cabaña.
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Mensaje por JVM Miér Sep 13, 2017 2:19 pm

Por fin juntas. .... Sin embargo aun esta el secreto de Hanna ....
Y pues haber como le va a Britt con el celo jajaja
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Mensaje por 3:) Miér Sep 13, 2017 9:17 pm

ya me puse al dia,..
san va a matar a britt con el celo jajaja,...
las oras mas intensas de britt,.. nada mejor que una maratón de sexo después de la virginidad jaja
3:)
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Mensaje por ana_bys_26 Jue Sep 21, 2017 5:07 am

Capítulo 15



Varias horas, diecisiete orgasmos, y una breve siesta después, pasé la camisa desechada de Santana por encima de mi cabeza y bajé a la cocina por una bebida Santana estaba durmiendo arriba, sus movimientos inquietos. Sospechaba que despertaría pronto e iríamos por otra ronda de agotador y maravilloso sexo. Me había despertado dos veces durante la noche, su cuerpo exigiendo más en una llamada sin palabras que yo estaba encantada de responder.

Mi cuerpo entero estaba deliciosamente dolorido y mi cabello hacía tiempo que había formado una masa enmarañada que enmarcaba mi cara. Me salí fuera del camino mientras llenaba un vaso con agua del
grifo, a continuación, entrecerré los ojos a la brillante luz del sol entrando por la ventana mientras bebía. Estaba destrozada. Feliz, pero destrozada.

Había una pequeña caja roja en el mostrador, casi del tamaño de un libro. Un vivaz lazo blanco cubría la parte superior y había una etiqueta en la portada. Para Brittany Puedes servirte de mis libros en cualquier
momento, dulzura.

Levanté la tapa y me eché a reír ante la calculadora en el interior. Una pequeña de diez teclas, con rollos de cinta en colores pastel. Mi nombre corría por el lado de la calculadora en letras engomadas.

Esto trajo lágrimas a mis ojos y las limpié, sintiéndome como una idiota y sin embargo incapaz de dejar de sonreír.

Nadie me había comprado alguna vez un presente. Mi madrastra se había acordado en raras ocasiones, y cuando habíamos tenido dinero, todo había ido a hanna . Había sido afortunada de conseguir ropa usada
de los vecinos. Nunca un regalo sólo para poner una sonrisa en mi cara.

La saqué de la caja y la sostuve contra mi pecho, sintiéndome absurda.

Estaba a punto de berrear sobre una calculadora.

—Ésta es la parte donde separas el sexo del amor, idiota —me dije, y puse la calculadora abajo. No podía permitirme el lujo de quedar atada. No podía.

El teléfono celular de Santana estaba en el mostrador, y en un capricho, lo levanté y llamé a la oficina.

—Midnight Liaisons, habla Ryder. ¿Cómo puedo resolver su vida futura?

—Muy lindo —me burlé de ella, mi estado de ánimo con luz y soleado—. ¿Nuevo lema de la compañía?

—Simplemente probando algunas nuevas ideas—. Estuvo de acuerdo—. Vaya, suenas feliz. ¿Las cosas van bien con las citas?

—Sólo una cita —dije—. Y sí, va muy bien. ¿Cómo están las cosas en la oficina?

—Bien, bien —dijo con voz aburrida—. Conseguí algunos nuevos vampiros esta semana, un príncipe de las hadas en busca de acción cambiadora caliente, y un surtido aleatorio de cambia formas. Más de
lo mismo.

—¿Y hanna ? —dije con voz casual—. ¿Ha estado ahí?

—Ella vino a recoger su cheque, cuando Giselle no estaba, pero aparte de eso, ha estado fuera de la oficina —dijo Ryder, y podía oír el fuerte golpeteo de sus dedos en el teclado mientras escribía. Ella siempre escribía como si estuviera atacando a la computadora—. Vino con al nueva novia, también. No tenía idea de que le gustaran tan aterrorizantes.

Debe querer decir Emily.

—¿la tipa grande? ¿Pelo negre? ¿Amenazadora?

—Ese es Élla . —Coincidió Ryder—. Te juro que no puedo imaginarme a los dos juntos, porque ella es tan pequeña y Élla es gigantesco, pero se cernía sobre ella como si fuera alguna flor delicada que necesitaba ser protegida del mundo. Lo cual era algo dulce de ver.

Eso me hizo sentir incómoda. ¿emily sentía algo por hanna ? ¿O estaba simplemente siendo diligente porque sabía que ella era la que todos los lobos estaban buscando y no quería que escapara? Cambié el tema de regreso al trabajo de oficina. Ryder y Marie estaban felices de recoger los turnos extras y el dinero adicional, pero Ryder confesó que estaría encantada de tenerme de vuelta, porque no era
capaz de hacer el balance de libros de contabilidad.

—Creo que podría preguntarle a Giselle —dijo Ryder con incertidumbre—. Ella ha estado en la oficina todo el día.

—¿Ah, sí? —dije. Eso pareció diferente a Giselle. Los fines de semana no eran lo suyo—. ¿Qué se trae entre manos?

—No estoy segura —dijo ella—. ¿Algún proyecto con las manadas de hombres lobo? Ha sacado cada archivo que tenemos sobre los lobos y ha estado encerrada con ellos.

Todo mi cuerpo se paralizó.

Giselle no estaba jugando, si no iba a la cita con todos los bichos raros que había alineado para mí, iba a vender a hanna a la manada más cercana. Cualquier rastro de feliz alegría en mí desapareció.

Todo lo que quería era arrastrarme de vuelta a la cama con Santana y besarlo hasta que me acercara de nuevo, pero no podía. Mis únicas opciones eran salir de la ciudad o mantener mi parte del trato de
Giselle.

Suspiré profundamente.

—Ryder, necesito un favor. ¿Dejaría Santana Lopez la dirección de su casa en cualquiera de sus archivos?
—Esperé mientras aporreaba el teclado.

—Nop, nada. Hay un número de contacto de emergencia —dijo—. ¿Lo quieres?

—No, está bien.

En cuanto colgué, di la vuelta a través de las aplicaciones de Santana en su teléfono. Efectivamente, había GPS, lo que significaba que ahora tenía un billete de salida de la cabaña de Santana .

En muy poco tiempo estaba de excursión a través de los bosques, utilizando el GPS para guiarme. Después de un rato salí a la carretera y a un pequeño garaje cerrado y un buzón. Saqué una revista y tomé nota
de la dirección, y luego volví a llamar a Ryder, pidiéndole que me ecogiera.

Tomó una o dos horas antes de que ella llegara, el tiempo marcando sin cesar, conmigo afirmando quea Santana se presentaría y me arrastraría de nuevo a su cabaña para hacer más el amor. Cuando la camioneta roja de Ryder se detuvo, en realidad estaba un poco decepcionada de que no había sucedido.

Regresamos a la oficina en silencio. Si pensó que parecía un desastre usando la camisa y los pantalones de entrenamiento de Beau, mi cabello en una cola de caballo enmarañada, era demasiado delicada para decir nada. Tan pronto como llegamos a la oficina, me fui directamente a la oficina de Giselle y cerré la puerta detrás de mí.

La sirena me dio una sonrisa forzada, sus agudos ojos azules escaneándome con rabia apenas velada.

—Vaya, vaya, vaya. Mira lo que el hombre gato trajo.

—Hola, Giselle —dije, tranquila en el exterior.

Ella me dirigió una mirada desdeñosa.

—Es obvio que ya es demasiado tarde para cualquier tipo de discusión.

—Cruzó los brazos sobre su generoso pecho—. ¿Sabes en cuánta cantidad de mierda estás?

—No —dije, sentándome frente a ella—. Pero estoy segura de que me lo dirás.

Me miró como si me hubiera crecido otra cabeza.

—Esta boca tuya. No me gusta.

Siempre había sido sumisa y tranquila antes, y mi boca se torció en una sonrisa irónica. Por alguna razón, su actitud de superioridad ahora me irritaba en vez de asustarme. Tal vez estar con Santana había reforzado mi valor, o tal vez había tanta basura de otro tipo sucediendo que no tenía tiempo para preocuparme por ella. En cualquier caso, era una sensación refrescante.

—Estoy aquí para decirte que no me he olvidado de nuestro acuerdo —dije—. No vas a tocar a mi hermana.

—¿Nuestro acuerdo? —se burló de las palabras—. ¿Tu patético cerebrito humano recuerda que el acuerdo era por una virgen? Luego, en cuanto me doy la vuelta, vas a esconderte, y ¡follas con el primer cambiador que mete la mano en tus bragas! Decidí que trataría de ser el adulto en esto.

—No es lo que piensas, Giselle.

—¿No? —Se inclinó hacia delante, los ojos brillando con animosidad—. Dime lo que es, entonces, porque me parece que teníamos un trato y rompiste tu parte, lo que significa que no hay que prestar atención a mi parte.

—Alguien entró en mi casa y trató de matarme.

Giselle resopló.

—Es cierto. —Detallé lo que había sucedido, el terrible hedor de la criatura, el ataque, su extraña apariencia. Mientras hablaba, la boca de Giselle se comprimió en una línea aún más fina de desaprobación.

—Entonces, ¿cómo es que decidiste ir a quedarte con el Sra. Lopez ? Supongo que es a donde fuiste. —Deslizó sus dedos a lo largo de su escritorio, con aire ausente sacudiendo una mota de polvo.

Élla me secuestró, quería decir. Era la verdad y me haría salir del problema, pero a costa de Santana . No quería hacerle eso, no después de que había sido tan bueno conmigo. Así que lo eludí un poco.

—Me pidió que fuera a pasar el celo con Élla . Estuve de acuerdo.

—Ya veo —dijo con una voz sorprendentemente tranquila—. ¿Así que decidiste tener sexo con éllka a pesar de nuestro acuerdo de que mantendría segura a hanna ?

Tragué saliva.

—Eso es correcto. —Cuando no sonó lo suficientemente convincente, añadí—: yo estaba cegada por la pasión.

Me dirigió una mirada extraña.

—Bueno, no eres de ninguna utilidad para mí ahora. No eres una virgen. Sus mordiscos están por todo tu cuello.

Junté las manos sobre mi cuello para ocultar las marcas incriminatorias.

—Nadie tiene que saber acerca de nosotros.

Arqueó una ceja hacia mí.

—No puedo fingirlo. No planeo dormir con alguien más, así que voy a sonreír y sonrojarme, y podemos seguir diciéndoles que soy virgen. Nada ha cambiado.

Ella hizo un pequeño ruido con su garganta y se encogió de hombros, claramente apaciguada, pero tratando de ocultarlo.

—¿Harías eso? ¿Qué pasa con el Sra. Lopez ?

Mi corazón estaba doliendo, mientras decía:

—Si quiere verme, tendrá que pasar por el servicio.

La sonrisa de Giselle floreció, una cosa de la belleza.

—Bueno. Te voy a anotar algunas citas, y saltaremos justo de nuevo en los negocios.

Le di una leve sonrisa y me levanté para irme.

—Suena bien.

—Ah, y Brittany —dijo mientras me volví para irme—. Si rompes otra cita con uno de mis clientes, estoy vendiendo a tu hermana a los lobos Anderson. Me han dicho que están buscando otra mujer para su
manada. Ocho lobos y una sola hembra para aliviar sus impulsos. Les dije que les ayudaría de cualquier manera que pudiera... ¿entiendes?

Tragué saliva.

—Entiendo.

Pensé nostálgicamente en Santana todo el día. Todo fue peor cuando entré en mi cochera y vi a la alta, leonino mujer con cabello café esperando en un auto deportivo en la calle. Para mi intensa decepción,
era otra were-puma de aria.aria tenía una sonrisa fácil y una personalidad relajada mientras explicaba quede emily había insistido en mantener vigilada la casa. Lo dejé quedarse en la habitación de
huéspedes.

La tarde pasó agonizantemente lenta y sólo veía el teléfono de Santana Se lo pude haber dado a aria y que le dijera que nunca quería volver a verlo. Pero por alguna razón, no lo pude entregar. Me fui dormir
con el teléfono en la mesa de noche.

No me sorprendió que de Santana invadiera mis sueños. Fueron terribles sueños, también. Soñé que estaba en mi cama y Élla me quitaba las cobijas, sus tibias manos removían la delgada tela de mi pijama.

La larga tela se había hecho bolas alrededor de mis piernas y se hincó entre ellas, besando mi estómago a través de la tela y murmurando suaves palabras que no entendía. En mi sueño, sus ojos brillaban como
los de un gato antes de agachar su cabeza y sentí su boca en el ápice de mis piernas, buscando el punto perfecto y anotando. Mi respiración se cortó con un estremecimiento y mis muslos se apretaron cuando me agité. Tibias manos agarraron mis caderas, manteniéndome firme, y una lengua caliente dibujaba círculos alrededor de la piel sensible.

No estaba soñando.

Mi disgusto cambió a un gemido de deseo cuando dio justo en el punto clave y un orgasmo se disparó dentro de mí, mis piernas se apretaban y mi cuerpo temblaba mientras su lengua hacía magia.

—Dulce Brittany —dijo Santana y sentí su aliento contra mi piel—. Sabes deliciosa. Estuve pensando en hacerte esto todo el día.

Me senté, mis caderas golpearon contra su nariz, y el gruñó de dolor.

Quité sus manos de mis muslos y me fui al lugar más alejado de la cama.

—de ¡San ! ¿Qué estás haciendo aquí?

Mi corazón traicionero dio brincos de alegría, y mis piernas aún temblaban de placer.

Se sentó, sobándose la nariz.

—Debería hacerte la misma pregunta. Brittany , ¿por qué te fuiste? No es seguro.

No podía explicárselo. Sacudí mi cabeza, jalando mi pijama hacia abajo. Quería estar enojada con élla, pero más que eso, quería lanzarme a sus brazos y besarlo, presionar su piel caliente contra la mía.

—¿Cómo… cómo llegaste aquí?

Santana volteó a ver la ventana.

—Escalé el enrejado a la ventana. Deberías de asegurarte de cerrar las ventanas desde ahora.

¿Cómo se le ocurría sonar enojado conmigo?

—Uno de tus hermanas está en la habitación de huéspedes —dije, mi cara comenzó a sonrojarse. Oh Dios, ¿Había estado gimiendo en mi sueño?

¿Qué escuchó aria?

—Así que así fue como llegaste a la ciudad —dijo Santana , localizando su teléfono y moviéndose a un costado de la cama—. Inteligente.

Cuando se acercó, deslicé mis piernas por el lado de la cama y me moví en la otra dirección. Necesitaba mantener espacio entre nosotros.

Mis piernas aún se sentían como gelatina después de cómo me despertó, y mi cuerpo quería que sucediera de nuevo.

—San , mantente alejado de mí.

Se quedó quieto en la cama.

—Brittany , dime qué está mal. ¿Te lastimé anoche? ¿Te asusté?

—Nada de eso —dije—. Anoche fue… estuvo bien.

Fantástico. Asombroso. Genial. No le podía decir eso, o nunca se iba a ir.

Su frustración era evidente en sus hombros tensos.

—¿Entonces qué es? Algo te está molestando; sólo quiero saber qué está pasando. —Sus ojos brillaban en la oscuridad, como en mi sueño, y provocaban un involuntario pulso en mi sangre—. Es Giselle, ¿no? ¿Te
está chantajeando de alguna forma?

Guardé silencio. No podía exponer el secreto de hanna

—Giselle es una mala persona, Bathsheba. Usa a las personas. —Se movió a un lado de mí y se hincó junto a la cama—. Déjame ayudarte.

—No puedes ayudarme, San —dije en un murmullo con dolor—. Por favor vete. No quiero volver a tener esta conversación.

—Brittany …

—Por favor,de San , sólo vete. Si pudiera estar con alguien, estaría contigo. Pero no puedo estar con nadie, por favor… déjame sola.

Levantó su mano para tocar mi mejilla, pero me volteé, quitó su mano como si quemara. Su voz se suavizó.

—Voy a encontrar qué tiene Giselle contigo, y lo voy a cambiar. Yo te reclamé. Y cuando un miembro de la Alianza marca a una mujer como suya, es mejor que nada se interponga en su camino.

Se fue hacia la parte más lejana de la habitación y salió por la ventana.

Escuché el golpe de sus pies en el pavimento, y después nada.


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