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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Abr 07, 2017 12:28 am

Capítulo Ocho


Al doblar una esquina, Santana casi chocó con una silla de ruedas en el pasillo del hospital.

Maldijo.

— ¡Por Hades!
Las palabras casi se le quedaron atascadas en la garganta al mirar a la persona sentada en la silla de ruedas. ¡Allí estaba ella, Brittany, su mujer misteriosa!

Por los dioses, ¿qué era lo que había sucedido? ¿El accidente la había paralizado?

Brittany no la miró, la ignoró completamente. ¿Realmente se merecía eso?
¿Había sido así de idiota esa noche? ¿No era suficiente que la hubiese puesto en su lugar?

Se quedó casi congelada hasta que la enfermera le dio una mirada severa y un determinado

— Disculpe, por favor, — eso la hizo saltar a un lado.

La enfermera empujó la silla de ruedas junto a ella y continuó por el pasillo.

Detrás de ella, Dioniso se aclaró la voz.

— ¿Qué está pasando? ¿Podrías por favor explicarme ahora lo que estamos haciendo aquí, y quién es esta mujer misteriosa que estás buscando por toda la ciudad?

Con un movimiento de impaciencia de su mano, Santana detuvo a su amigo.

— Ahora no, Dioniso. Sígueme.

Varios pasos grandes y Santana había alcanzado a la enfermera empujando la silla de ruedas. Caminó detrás de ellas.

— Sí, necesito un profesional de cuidado de salud que me pueda ayudar en la casa. No, yo puedo caminar, — dijo Brittany en su teléfono celular.

Santana sintió alivio cuando la oyó decir que ella podía caminar. Había disfrutado bailar con ella, y sería una lástima que no pudiera hacerlo más. Le
encantaría llevarla a bailar de nuevo y hacerla girar a su alrededor en la pista de baile.

— Sí, por lo demás estoy sana. No necesito una enfermera real, sólo alguien que me ayude a manejarme dentro de la casa. — Se detuvo otra vez, escuchando atentamente a la otra persona. — No, es en ambos ojos. Puedo ver sólo formas y colores, nada de otra cosa.

Hubo un tranquilo suspiro que casi no habría percibido si no hubiera escuchado tan de cerca.

— Sí, por ahora, estoy prácticamente ciega.

¿Ciega? ¿Ella estaba ciega? No había estado ciega la noche en que la conoció en el club nocturno. Por el contrario, sus ojos prácticamente la habían devorado.

— ¿Cuándo creen que podrán conseguir a alguien para mí? ¿Mañana? Está bien. Sí, mi nombre es Brittany Pierce. Y vivo en…— Se detuvo abruptamente luego soltó una risita. Por primera vez, su voz adquirió un tono despreocupado. —¿Usted conocía a tía Eleni?... sí, sigo viviendo en la misma casa... gracias, es tan amable de su parte. Todos la extrañamos. Estaré esperando al profesional de cuidado de salud mañana por la mañana entonces. Muchas gracias.

Brittany desconectó la llamada. Santana la observó poner el teléfono celular en su bolsillo.

¿Prácticamente ciega? ¿Podría ser verdad? Una parte de ella odió su siguiente pensamiento, pero eso no había impedido que le llegara. ¿Podría ser esta su
segunda oportunidad? Si se aseguraba de que ella no reconociera su voz, podría pretender ser otra persona. Esa noche, ella le había dado un nombre falso de todos modos.

Si se las arreglaba para acercarse a ella, insinuándose en su vida, entonces podría llegar hasta ella y demostrarle que no era sólo una guapa tonta como la había llamado. Podría probarle que sí le importaba, que era fiable, que tenía un corazón.

Y estaría cerca de ella otra vez… por los dioses, ¡cómo la había extrañado! Cuántas ganas tenía de embriagarse de su olor, tocar su suave piel, sentir su cuerpo cerca del suyo. Podría estar ahí para ella, ayudarla con todo lo que necesitara. Ella sería sus ojos.

Tomando unos pocos pasos rápidos, pasó por la silla de ruedas y corrió delante de ella. Luego se dio vuelta, fingiendo que había olvidado algo. Bloqueó la
silla de ruedas.

Brittany la miró de frente. No a ella, sino a través de ella. Ella realmente no podía verla.

— Disculpe, — dijo la enfermera, claramente, incluso más molesta con Santana ahora.

— Lo siento mucho, — respondió Santana.

Con el sonido de su voz, la cabeza de Brittany se inclinó hacia un lado como si estuviera tratando de descifrar algo. Un momento después, ella negó con la
cabeza. No, ella no podía reconocer su voz. Había mucho ruido en el club, y de camino a casa esa noche, ella no había hablado mucho. Y cuatro largas semanas habían pasado. No la reconocería. Sí iba a funcionar.

— No tuve intención de ponerme en su camino. Qué torpe soy.

— Está bien, — dijo y sonrió.

Santana se hizo a un lado y las dejó pasar, a continuación, dio una mirada de complicidad a Dioniso.

— ¿La quieres? — Le preguntó a su amigo esperando una respuesta.

Santana asintió con la cabeza.

— Ella es perfecta. — En todos los sentidos.

Se acordó de su aroma, su cuerpo flexible, su piel suave. Pronto podría besar esos deliciosos labios y enterrar su lengua palpitante en su dulce calor. Y la haría gritar su nombre en éxtasis hasta que ella le dijera que la amaba.

— ¿Estás segura? — La voz de Dioniso llena de sarcasmo. — Porque si lo es, es mejor que salgas de aquí antes de que el personal se ofenda con tu excitación.— La mirada que apuntaba su amigo hacia la entrepierna de Santana, poco hizo para aliviar la vergüenza que se extendió a través de ella.

¿Cómo era que no podía controlar la reacción de su cuerpo ante Brittany? Ella no era más una adolescente. Eso no debía sucederle.

— ¿Nos vamos a quedar aquí mientras te imaginas sólo los Dioses saben qué? — La impaciencia de Dioniso se dio a conocer. — Y ahora me gustaría una
explicación, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que tan cruelmente descartaste mi idea de salir con una mujer ciega. Y si no estoy completamente
equivocado, la mujer que es la razón de tu actual calentamiento está ciega.

Por un segundo, Santana se preguntó si sería bueno decirle la verdad a Dioniso. Por alguna extraña razón, quería mantener su encuentro previo con
Brittany en privado, lo que le sorprendió. Normalmente no tenía problemas con
decirle a su amigo todos los detalles de sus hazañas con las mujeres. Con un rápido movimiento de su cabeza, se libró del extraño sentimiento.

— Ella fue quien me llamó guapa tonta a mis espaldas.

En el instante siguiente, Dioniso se sacudió de risa. Santana se encogió de hombros. Su amigo tenía un extraño sentido del humor y encontraba divertidas
ciertas cosas.

— Cuando termines de reír, ¿podemos volver a lo nuestro?, — dijo Santana con un tono seco.

Dioniso levantó la mano, lo que indicaba que estaba tratando de hablar, pero le tomó un minuto completo tener su voz bajo control.

— Lo siento, pero eso fue demasiado divertido para dejarlo pasar.

— No veo qué encuentras divertido en eso.

— Realmente no, ¿verdad? Así que vamos a ver si lo entiendo: ¿la elegiste porque te llamó superficial y poco fiable? ¿Qué estás tratando de demostrar?
¿No era evidente? Ella le quería demostrar que no era nada de eso. Y además, ella era tan bella como Afrodita y luchadora, como Artemisa.

— No tengo nada que demostrar. Ella es el objetivo perfecto: soltera, ciega y bonita.

Santana había utilizado deliberadamente la palabra objetivo, ya que no quería que Dioniso se diera cuenta de que esa mujer no era sólo una conveniente víctima más. Además, su amigo era demasiado perspicaz para su gusto. No, si Dioniso sabía lo que Brittany despertaba en ella, el tipo de emociones y los deseos que desencadenaba en su mente confusa, la risa de Dioniso nunca se detendría.

— Eso no fue lo que dijiste antes. Permíteme que te recuerde. Creo que tus palabras exactas fueron: yo no soy superficial y te lo demostraré a ti y a esa maldita mujer.¿Asumo que por “esa maldita mujer”, te referías a ella? Oh, sí, y antes que me olvide: ¿acaso no la llamaste también insolente, irrespetuosa y completamente fastidiosa?

¿Por qué su amigo tenía que poseer una memoria perfecta?

— Estás pisando en terreno peligroso ahora, ten cuidado, o podrías caer en el agujero que te estás cavando, — dijo entre dientes Santana.

— ¿Para qué están los amigos? — La sonrisa en la cara de Dioniso debía ser borrada, pero Santana no quería llamar más atención de lo que ya tenía por las
carcajadas de Dioniso.

— ¿Y ahora qué?

— Ahora iremos a buscar a ese profesional de cuidado de salud que contrató. — Santana acababa de tener una idea brillante.

— ¿Para hacer qué?

— Para cambiar de lugar. — Santana giró completamente hacia su amigo y estiró los brazos hacia los lados del cuerpo, presentándose a sí misma. — Conoce a la nueva profesional de cuidado de salud en el hogar de Brittany.

Una amplia sonrisa se extendió en la cara de Santana, mientras la idea tomaba forma. ¡Qué oportunidad tan perfecta para acercarse y probarle que ella merecía su amor y que podía confiar en ella!

— Tú eres la hija enferma de un dios. — Sonrió Dioniso. — Me gusta, me gusta mucho
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Abr 07, 2017 12:40 am

Capítulo Nueve


En el momento en que la puerta de entrada se cerró detrás de Quinn, Brittany se dejó caer en el sofá de la sala de estar. Por lo poco que podía ver, se dio cuenta de que su amiga había estado en lo cierto. El contratista había hecho algunos progresos, y el trabajo en el segundo piso donde se encontraban las
habitaciones de la cocina, sala y comedor parecía estar completo. Qué tan bien estaba hecho el trabajo, no podía comprobarlo con su limitada visión.

Los trabajadores ya se habían ido, y la casa estaba en silencio. A ella no le hubiera importado tener compañía. Después de cuatro semanas en el hospital día y noche con sonidos constantes, su casa le parecía extrañamente tranquila. Nunca la había molestado antes. Pero ahora que ella no podía depender de sus ojos, su audición parecía compensar la pérdida de uno de sus sentidos y todo lo
amplificaba, incluso el silencio.

Brittany se retiró del sofá y pasó las manos por la pared para encontrar su camino a la cocina. Quinn había dejado un plato de comida para ella en la
refrigeradora, el cual sólo tenía que meter en el horno microondas. Para mañana, el profesional de cuidado de salud estaría allí y se encargaría de esas cosas para ella.

Cuando entró en la cocina, encontró el interruptor de la luz y lo encendió.

La habitación se iluminó, y ayudó un poco para reconocer los nuevos contornos de la cocina recién terminada. Tuvo cuidado de no golpear la isla de la cocina y utilizó sus manos para guiarse hacia las puertas dobles del refrigerador de tamaño
industrial.

Brittany encontró el plato que Quinn le había preparado y lo tomó. Un sonido detrás de ella, la hizo girarse. El plato en su mano golpeó con un obstáculo
que no había estado allí antes. Su respiración se frenó.

— Te dije que necesitabas ayuda.

Miró la gran silueta del hombre frente a ella. Una irritación instantánea se levantó en su estómago.

— Michael, ¿cómo has entrado?— ¿Alguien había dejado la puerta de atrás abierta?

Michael tomó el plato de su mano y lo movió. Oyó los sonidos familiares del microondas, mientras marcaba el tiempo.

— El contratista me dio una llave. Así como ven que estás sola y desamparada.

— No estoy desamparada, — protestó ella, pero apenas la escuchó.

—Estoy aquí para ayudarte. He oído que el jefe de Quinn se rompió una pierna, y ahora ella tendrá que hacerse cargo de sus funciones.

— ¿Cómo te enteraste?— A Brittany no le gustaba el hecho de que él ya supiera que Quinn no sería capaz de ayudarla. Se sentía observada. ¿En qué otra cosa había estado husmeando Michael? Una sensación incómoda se levantó en su estómago.

— Te olvidas de que esta es una pequeña ciudad. Todo el mundo sabe acerca de todos. No te preocupes, estoy aquí para ayudar. — La voz de Michael sonaba casual y relajada, como si su discusión en el hospital nunca hubiera ocurrido.

— Ya te dije que no necesito tu ayuda. Nada ha cambiado. — Ella no lo quería allí, ni siquiera ahora, cuando necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener.

— No seas tonta. ¿Cómo encontrarás tu camino alrededor de la casa, estando medio ciega?

Sus palabras le dolieron. ¿Estaba haciendo esto a propósito, recordándole a cada paso que ella era una discapacitada? Como si no lo supiera. Las lágrimas
empezaron a arder en sus ojos. Ella las contuvo. No quería darle la satisfacción de verla así. Con un rápido movimiento se alejó de él y se tomó del mostrador.

— He contratado ayuda. Así que no tendrás que preocuparte por mi bienestar. — Como si alguna vez lo hubiera hecho.

— ¿Contrataste ayuda? ¿Quieres pagarle a un extraño para que te ayude cuando te estoy ofreciendo mi ayuda de forma gratuita? ¡No seas ridícula! — La indignación de Michael la atravesó.

— ¿Gratis? — Ella no levantó la voz, no quería empezar otra pelea, sobre todo cuando estaba sola con él. — Nada de lo que haces es de forma gratuita.
Nunca has hecho una sola cosa en tu vida, por la que alguien no tuviera que pagarte al final.

— Eso no es cierto.

— ¿No lo es? Estoy cansada, Michael, y estoy cansada de ti. Fue la decisión de Eleni no darte la casa a ti sino a mí. Ya te dije lo que puedo ofrecerte, pero no lo querías…

— No me tires un hueso. ¿Crees que estás haciendo lo correcto, trayendo extraños a nuestra casa? ¿Huéspedes que pagan? ¡Eso es degradante! Hemos crecido aquí, ¿y así es como honras esos recuerdos, convirtiendo nuestro hogar en un lugar, donde cualquier persona que pague podrá poner sus pies sucios arriba?

La hostilidad en la voz de Michael, llenó la habitación y hacía sentir sofocante el aire. Brittany respiró hondo.

— ¿De qué me estás acusando? ¿De qué estoy tratando de quedarme con mi casa? Tengo recuerdos aquí también. Y yo no me iré. Si eso significa que tenga que compartir la casa con huéspedes que pagan para que yo pueda cancelar los impuestos de la herencia, entonces eso es lo que voy a hacer.

Suaves “tins” del microondas, acentuaron su punto. Se volvió hacia el horno y abrió la puerta. Michael se puso detrás de ella y llegó primero. Tomó el
plato fuera de él y lo colocó sobre el mostrador delante de ella.

— Maldita sea, Brittany, te he ofrecido mi ayuda. ¿Qué más quieres que haga?

— Déjame. Quiero que te vayas. — Ella se sentía agotada.

— No puedo hacer eso. Somos una familia. Las familias se unen cuando los tiempos son difíciles.

— Estoy bien.

Bueno, no le estaba yendo bien, ni física, emocional, ni económicamente, pero ella prefería morderse la lengua antes que pedirle ayuda a Michael. Su precio para ayudarla era demasiado alto. Ella prefería pagar por ayuda contratada.

— Acabas de decir que tienes que pagar los impuestos de la herencia. Así que no lo niegues. Necesitas ayuda. Si juntamos nuestros recursos, no tendrías que pasar por esto sola. — Sus manos se agitaron alrededor de la habitación.

— ¿Juntar nuestros recursos? La última vez que lo comprobé, no tenías recursos. La última vez que te vi antes de que Eleni muriera, acababas de falsificar
su firma y de escribir un cheque con su nombre. La dejaste sin efectivo. ¿Esos son los recursos de los que estás hablando, Michael? ¿Es eso lo que vas a hacer, robar a alguien de nuevo? — Ella no había querido acusarlo, pero no parecía entender sus insinuaciones de que ella quería que se fuera.

— Fue todo un malentendido, y lo sabes. — Su defensa era estúpida por decir mucho. No había habido ningún malentendido. Brittany lo había sorprendido in fraganti.

— Tuviste suerte de que ella no fuera a la policía. Debería haberlo hecho. Si hubiera sido yo, lo habría hecho. Tal vez entonces habrías aprendido algo de una vez. — Ella contuvo las lágrimas ante el pensamiento de lo decepcionada que Eleni había estado cuando se enteró de lo que había hecho. Ella había llorado durante horas y se culpó a sí misma por no haberlo criado bien… por que ella había fallado como la madre sustituta en la que se había convertido.

— He cambiado. Las cosas son diferentes ahora. He conseguido estar limpio. No juego más. Estoy alejado de las drogas. Confía en mí. Lamento lo que
sucedió en aquel entonces, de verdad. No era yo mismo, pero…

— Pero, ¿qué, Michael? ¿Finalmente desarrollaste una conciencia? —Se burló ella.

— Siempre he tenido una conciencia. No necesitas ser tan hipócrita. Yo no soy el único en esta casa que tenía problemas. ¿O has olvidado cuántas veces te
cubrí, cuando afirmaste ver criaturas que no estaban allí?

Brittany abrió la boca y puso la mano para taparse la boca. No, ella no se había olvidado de todas las criaturas extrañas que había visto cuando era niña. Pero que él hablara de eso ahora, era un golpe bajo.

— No, no lo has olvidado, ¿verdad?, — continuó burlándose de ella. — Yo estaba allí para ti en ese entonces. Te detuve de decirle a Eleni sobre ellos, para que no te enviara a los médicos y que te examinaran. ¿Qué crees que habrían hecho contigo? Tú lo sabes, ¿no?

— Basta, por favor, basta, — dijo Brittany, su voz era un susurro sin aliento.

Ella no quería que se lo recordaran, ni ahora, ni nunca.

— Te hubieran encerrado en el ala de locos del hospital, al igual que lo estaban planeando hacer con tu madre si ella no hubiera muerto en el accidente de barco. Sí, si yo no hubiera estado allí para detenerte de decirle a Eleni cada vez que pensaste que habías visto a alguien, te hubieran puesto con todos los chiflados. ¿Y así es como me pagas?

La gran silueta de Michael se cernía sobre ella, invadiendo sus sentidos. Ella no quería que le recordaran esos días. En sus sueños, ella había visto y hablado con criaturas de otro mundo. Todo había comenzado meses antes de ese día en la playa cuando había visto a un hombre en el mar. Había visto a otros también: hadas, gnomos, seres de otro mundo… criaturas del aire y el mar, incluso dioses.

Se lo había dicho a Eleni al principio, pero su tía había estado preocupada por su bienestar, y luego Michael le había dicho que mintiera a Eleni y pretendiera que las criaturas habían desaparecido. Le había mentido a su tía, porque tenía miedo de que ella la enviara lejos.

Brittany sintió la humedad en sus mejillas y se dio cuenta que estaba llorando.

Abrió las manos contra el pecho de Michael y lo empujó fuera de su camino antes de que ella se tambaleara a través de la cocina.

— Hablaremos de eso mañana, — le gritó mientras ella salía por la puerta hacia del pasillo.

— ¡No! — Dijo ella con voz ronca, su garganta reseca.

Ella encontró el pasamano y lo utilizó para encontrar el camino de las escaleras y hacia su habitación en el tercer piso. Con los pies poco firmes, entró en su dormitorio y cerró la puerta. Sus manos temblaban cuando giró la llave en la cerradura.

Cuando llegó a la cama, se dejó caer sobre ella. Los fantasmas de su pasado la habían alcanzado. Desde hace más de diez años, no había pensado en las
criaturas que había visto cuando era niña. Unas pocas palabras de Michael habían traído de vuelta los recuerdos.

Tener a Michael en la casa era inaceptable. Él usaría cada ocasión para recordarle todas las cosas que quería olvidar… sobre todo, su temor de que iba a
sucumbir a una enfermedad mental.

Muchos años después de la muerte de su madre, había encontrado su diario.

Brittany había estado tan hambrienta de averiguar cómo era su madre que ella lo había leído. Cuando leyó acerca de las criaturas que su madre había dicho ver, había arrojado el diario en el fuego.

Su madre había estado loca, y su diario no había sido la única prueba. Brittany y Michael habían encontrado una vieja carta mientras jugaban en la casa un día… una carta de recomendación de un psiquiatra a la madre de Brittany para ser admitida en una institución para obtener más evaluaciones. Brittany sabía que ella mostraba los mismos síntomas que la enfermedad mental de su madre había descrito en su diario y el médico lo había confirmado en su carta. Desde ese día, ella cerraba los ojos cuando le parecía ver otra criatura y simplemente deseaba que desaparecieran. Con el tiempo, habían desaparecido y ella pensó que había vencido su destino.

Pero el destino era cruel, y algunas cosas no podían desearse que desaparecieran.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Abr 07, 2017 12:52 am

Capítulo Diez

Santana se apoyó en un árbol que bordeaba la calle Battery, y se hubiese visto como cualquier otra turista disfrutando del sol de la mañana. Pero debajo de sus párpados medio cerrados, nada escapaba a su observación. Como un halcón, había estado observando la puerta de entrada de la casa de Brittany desde el amanecer.

Dejó que sus ojos recorrieran la impresionante casa de la época de la preguerra, que fácilmente competía en tamaño con la casa de sus padres bajo el agua.

Se levantaba tres pisos de espacio habitable. El segundo y el tercer piso estaban adornados con grandes porches en un lado de la casa y pequeños balcones en el otro. Las habitaciones del primer piso tenían puertas ventanas, que se abrían al gran jardín privado escondido detrás de una masiva valla de hierro forjado. Junto a ella, arbustos y árboles jóvenes proporcionaban privacidad al gran lote.

Estaba sorprendida de que una joven como Brittany viviera en una casa tan grande como esta. Fiándose en sus observaciones durante toda la noche… en la cual no había podido dormir… se había dado cuenta de que vivía ahí sola.

Hace media hora, Santana había visto entrar trabajadores en la propiedad, y pudo escuchar el ruido de la construcción del tercer piso. Eso y el gran camión de basura fuera de la propiedad, le decía que se estaban efectuando trabajos de renovación importantes en la casa. Hasta el momento, no había visto a nadie salir o entrar en la casa. Con el pie, Santana movió a Dioniso que estaba sentado al pie del árbol.

— ¿Estás durmiendo?

Su amigo soltó un bufido, pero no se levantó.

— Tienes razón, lo estoy.

Nadie se levanta a esta hora infame. Podríamos por lo menos haber desayunado.

— No tengo hambre.

Dioniso dejó escapar un resoplido.

— Típico. ¿Cuándo se te ocurrirá pensar en alguien más que en ti misma? Tengo hambre. Conozco un lugar que hace la mejor sémola con tocino y…

— ¿Qué pasa contigo y la sémola? — La noche anterior, Dioniso la había arrastrado a un restaurante e insistió en que probara sémola.

Su amigo se puso de pie y se sacudió los pantalones.

— Es algo bueno.

Además, cuando bebes tanto como yo, necesitas una base de buena comida para conservar las fuerzas.

— ¿Alguna vez pensaste más bien en controlar tu consumo de alcohol?—

Santana se burló de él y se preparó para la reacción de su amigo.

— ¿Por qué en el Olimpo haría tal cosa? ¿Te sientes bien? Obviamente no, de lo contrario no saldrías con una idea tan estúpida. Bueno, no es que hayas tenido ideas brillantes últimamente.

Santana desestimó el insulto encogiéndose de hombros.

— Mi plan es brillante, y estás celoso porque no fue tu idea, y no serás capaz de recibir crédito
por ello.

— Eres una idiota, y era mi idea.

— Yo también te quiero, — replicó Santana. — Así que, ¿ya sabes qué hacer?

Dioniso, aburrido asintió con la cabeza.

— Cuando la enfermera llegué aquí, voy a distraerla, usaré mi considerable encanto y me la llevaré. Bla, bla, bla. Voy a distorsionar su sensación de tiempo para que no sepa cuánto tiempo la mantuve, y tendrás vía libre. Es mejor que uses bien el tiempo, no estoy acostumbrado a estar con la misma mujer durante demasiado tiempo.

La mirada de fastidio de Dioniso hizo reír a Santana. Su amigo sólo tendría que soportarla durante una semana o dos. ¿Qué tan difícil podía ser? Y con un poco de suerte, la enfermera podría llegar a ser una distracción agradable para Dioniso, y tal vez incluso le enseñaría un par de cosas.

— Incluso tu regla de tener una relación de una sola noche está hecha para romperse. Disfruta, — dijo Santana.

— Lo dice la Srita. Ningún Compromiso. Me pregunto qué dirías si estuvieras en mis zapatos.

Santana le dio una risa seca.

— Pues ponte calcetines. Tengo que tener un romance con esta mujer por una semana o incluso dos y tengo que hacer que se enamore de mí. Será una verdadera tortura.

Una verdadera tortura, con certeza. Ya ahora, casi no podía desterrarla de su mente. La noche anterior el sólo pensar en estar con ella hoy, había hecho picadillo sus esfuerzos por conseguir una noche de buen sueño. Su cuerpo palpitaba de necesidad con sólo pensar en sus exuberantes curvas, su piel suave y su aroma embriagador. Y dentro de su pecho surgió el deseo de estar cerca de ella, pero hizo caso omiso a la extraña sensación y en su lugar, se concentró en su deseo por ella.

Si no ponía sus manos sobre ella pronto, y su cuerpo se sumergía en su calor, estallaría en llamas más calientes que el Hades. La lujuria que se apoderaba de ella cada vez que pensaba en ella, había puesto a su coño en un estado permanente de semi excitación sólo para aparecer totalmente palpitante y humedo, cuando su mente se quedaba pensando en ella durante más de cinco segundos. Bueno, sus cinco segundos se habían terminado… de nuevo.

— Ahí.

La mirada de Santana siguió el brazo extendido de Dioniso, que apuntaba a una persona que caminaba hacia la casa de Brittany.

— Es hora de actuar, — anunció Santana y se movió.

Dioniso la retuvo por su brazo.

— Nuestro acuerdo se acabó.

— No puedes echarte para atrás. Tú lo prometiste.

Dioniso le dio una mirada de disgusto.

— Yo sé lo que prometí. Pero eso no incluía esto. — Hizo un gesto hacia la persona, que ahora estaba en la puerta y estaba tocando el timbre.

— Ese, es un hombre.

Santana se encogió de hombros.

— ¿Y? Usa tu imaginación.

— ¿Y hago qué?

— Lo que mejor sabes hacer.

Dioniso negó con la cabeza.

—De ninguna manera. No iré allí, ni siquiera por ti.

Santana agarró del brazo a su amigo y lo arrastró hacia la casa.

—Sólo llévalo a beber, ¿qué tan difícil puede ser eso?

Una risa nerviosa dejo escapar el pecho de su amigo.

— ¿Beber? Claro, sí, por supuesto, tienes razón.

Santana le dio una mirada inquisitiva.

— ¿Qué estabas pensando?

— Nada. No importa.

Un momento después, llegaron a la puerta donde estaba el hombre, y Dioniso le dio unas palmaditas en el hombro. Cuando giró, Santana miró el rostro de un hombre de unos treinta años, atractivo, pero no excesivamente guapo. Su piel era color chocolate con leche y sus ojos eran una mezcla de gris y azul.

— Perdón, — comenzó a decir Santana, — ¿Has venido a ver a Brittany Pierce?

El hombre asintió con la cabeza. — Sí, la agencia me envió.

— Ah, sí, ha habido un ligero cambio de planes, — Dioniso intervino en la conversación.

Santana vio cómo su amigo miraba los ojos del enfermero y usaba sus poderes hipnóticos. Unos segundos más tarde, puso su mano sobre su hombro, y se lo llevó. Santana no tuvo tiempo de ordenar sus pensamientos cuando la puerta se abrió de repente.

El hombre de baja estatura se limpiaba las manos de las manchas de pintura en los pantalones que estaban igual de sucios, mientras la miraba.

— Supongo que no eres el electricista, — afirmó con total naturalidad.

Santana se aclaró la voz, contento de tener unos minutos más antes de que ella volviera a ver a Brittany otra vez. Necesitaba unos momentos más para poner bajo control su corazón que golpeaba con fuerza. El porqué latía como un martillo neumático, no lo sabía.

— Estoy aquí para ver a la señorita Pierce, ¿Brittany Pierce?

El trabajador señaló con el pulgar hacia la escalera detrás de él.

— La vi en la cocina.

Santana pasó por el lado del hombre.

— Sin embargo, yo no iría allí en este momento, — el pintor arrastró las palabras detrás de él. —Ella no está de buen humor.

Santana levantó una ceja, pero no dejó que esa información le impidiera su propósito. Pero no estaría de más tener la información completa.

— ¿Qué pasa con ella?

El hombre sonrió.

— Es una potra testaruda… no le gusta cuando un hombre le dice qué es lo mejor para ella.

— Como si eso fuera una sorpresa, — murmuró Santana.

Ella ya se había formado su opinión de Brittany esa noche en el club. La mujer era testaruda y obstinada, tanto como era hermosa y sexy. Y si no fuera por esta última, ni siquiera estaría ahí, ¿verdad? Por lo menos, con el tiempo obtendría su justa recompensa por aguantarla.

Y aunque ella sabía en su cabeza que su recompensa sería ir a casa, su cuerpo estaba en la búsqueda de una recompensa totalmente diferente… una que estaba lista para tomar al instante si escuchaba la rigidez de su cuerpo.

— Creo que tal vez tenga lo que ella necesita, — le dijo al trabajador.

Y si le dejaba usarlo en ella, se llevarían espléndidamente.
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Mensaje por 3:) Vie Abr 07, 2017 10:56 am

Me gusta el plan de san para cuidar a britt!!!! A ver si se deja??
Detesto al michael es un reverendo fastidio!!!
El extremo de las consecuencias que sufrió britt con el accidente que tubo!!!
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Mensaje por Tati.94 Vie Abr 07, 2017 1:30 pm

Jajaj me gusta esta historia. Terrible lo que le pasó a Britt, pero hay esta San ¿no? Vamos a ver como se llevan
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Mensaje por micky morales Vie Abr 07, 2017 7:22 pm

ese michael es un grano en el c.... que se pierda de una vez, a a ver como van las cosas con santana!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Abr 11, 2017 1:23 am

3:) escribió:Me gusta el plan de san para cuidar a britt!!!! A ver si se deja??
Detesto al michael es un reverendo fastidio!!!
El extremo de las consecuencias que sufrió britt con el accidente que tubo!!!

A mi tambien me gusta. ahora buena pudo escuchar la llamada... eso si a ver si se deja ayudar..
Ojala los Dioses del Olimpo se encargaran de Michael....

Hoy subo los cap. de la semana.....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Abr 11, 2017 1:24 am

Tati.94 escribió:Jajaj me gusta esta historia. Terrible lo que le pasó a Britt, pero hay esta San ¿no? Vamos a ver como se llevan

Me alegra mucho que les guste lo digo en general, que se tomen su tiempo para leer y agradecida con los comentarios que dejan..

si es terrible pero si todo eso tiene que pasar para que las Brittana esten Juntas creo que lo vale....
Ojala se lleguen a llevar bien y Brittany se deje ayudar o acepte la ayuda de Santana aunque en verdad es ayuda mutua.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Abr 11, 2017 1:26 am

micky morales escribió:ese michael es un grano en el c.... que se pierda de una vez, a a ver como van las cosas con santana!!!!

Tienes toda la razon, y no puedo estar mas de acuerdo contigo,,, quiero que a Michael le pasen factura sea a los de la mafia a los que les debe o ya sea que Santana se encargue de el, ojala pase esto ultimo......
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Abr 11, 2017 1:47 am

Capítulo Once


Las voces que escuchaba provenían de la cocina: de Brittany y de un hombre.

Santana sintió cómo ella se agitaba con cada palabra que le lanzaba al hombre.

— Todo lo que has hecho es usarnos.

La acusación en su voz hizo que el tono se pusiera más alto.

Santana cruzó el pasillo y se detuvo en la entrada de la amplia y moderna cocina. Todo se veía nuevo: electrodomésticos de acero inoxidable, brillantes armarios, encimeras lisas.

Los dos no la vieron de inmediato, por lo que tuvo la oportunidad de fijarse en la escena. Brittany estaba apoyada contra el mostrador, vestida con una bata de felpa y con las manos buscando a tientas algo en frente de ella. El hombre al otro lado de la isla de la cocina era de su misma edad, de unos treinta años, con tez oscura y pelo castaño. Sus ojos miraban a todos lados mientras él la observaba, un lado de su boca inclinándose hacia arriba en una mueca.

— Tú y Eleni siempre conspiraron en mi contra. Yo nunca pude hacer nada bien. Siempre fuiste su favorita. Señorita Cenicienta, que siempre hacías lo que quería. Ahora sé por qué. Así ella te daría la casa a ti y no a mí.

El tono del hombre era despectivo, como si se tratara de un mero hecho que estaba reiterando por enésima vez.

— Eso no es así. Me preocupaba por ella, y a ti nunca te importó.

Santana reconoció el temblor en su voz y supo que estaba a punto de llorar. El hombre lo reconoció también: una sonrisa satisfecha cruzaba su rostro.

Santana no la dejaría llorar delante de él. La necesitaba de buen humor y no destruida por algún idiota que estaba peleando con ella acerca de sólo los dioses saben qué. Ella carraspeó fuerte para llamar la atención.

Un segundo después, la vista del hombre aterrizó en Santana. Brittany giró también en dirección hacia Santana, pero sus ojos sólo se quedaron mirando al vacío.

— ¿Sí?, — preguntó ella, la tensión nunca dejó su voz.

Santana sintió la necesidad de cruzar la distancia entre ellos, tomarla en sus brazos y decirle que todo iba a estar bien. Pero, por supuesto, no podía actuar de esa forma.

— La agencia me envió, — comenzó diciendo Santana.

El hombre le dio una mirada confusa.

— ¿Qué agencia?

— ¿Enviaron a una chica?, — preguntó Brittany, casi ahogando la pregunta del hombre.

— ¿Esa es la ayuda que contrataste?, — preguntó el hombre, aun más fuerte.

Santana no le hizo caso. Ella no tenía que responderle a él. Ni tenía que responder ante ella, pero con ella, sería agradable. Con ella, sería mucho más que agradable.

Brittany dio un paso tentativo hacia su dirección, su mano nunca dejó la encimera de la cocina que utilizaba como guía. Santana la encontró a mitad del camino y aceptó la mano tendida.

— Me temo que con tan poco tiempo, yo era todo lo que tenían disponible,— mintió Santana, su voz inusualmente seca. Ella apretó suavemente la mano en su palma, sin querer dejarla ir. Su piel era suave y cálida. — Espero que no sea un problema.

Hubo un momento de vacilación, antes de que ella respondiera.

— No, estoy segura que estará bien. Gracias por…

— ¿Contrataste una enfermera? — El hombre resopló de nuevo mientras se acercaba.

Finalmente Brittany se volvió hacia él.

— No es que sea de tu incumbencia, Michael, pero sí, he contratado a una profesional de cuidado de la salud, una enfermera. Por lo tanto, como puedes ver, no te necesito.

La cara de Michael, se enrojeció con sus palabras. Le lanzó una mirada de enojo a Santana.

— Ella ha cambiado de opinión. No te necesitará más.

¿Qué le hacía pensar que él tenía derecho a tomar decisiones por ella? Por una fracción de segundo Santana se preguntó si podría ser su novio, o peor aún, su prometido, pero rechazó la idea al instante. La parte de la conversación que había escuchado, le sugirió que era de la familia, y una parte de ella se sintió aliviada de que no fuera de su interés amoroso… y a su otra parte no le gustaba la idea de que estuviera siendo acosada por un miembro hostil de su familia. Y Santana sabía un poco acerca de miembros hostiles de la familia.

— No, va a quedarse, — insistió Brittany.

— ¿Por qué quieres pagar por algo, cuando te lo he ofrecido de forma gratuita?— Le preguntó Michael, con las mejillas aún más rojas que antes.

— ¡Porque tu ayuda no es gratis! Por favor, vete.

Santana notó que su mano temblaba y le puso una mano para tranquilizarla sobre su brazo.

— No puedes hacer eso. ¡Yo soy de la familia! — Protestó Michael.

Familia o no, era el momento de deshacerse de él. Estaba poniendo agitada a Brittany.

— ¿Es ésta su casa, señorita Pierce? — Santana le preguntó, manteniendo la calma.

Ella asintió con la cabeza.

— Sí.

Santana giró completamente hacia Michael sin soltar la mano de Brittany.

— Entonces creo que no hay nada aquí que usted pueda hacer. Michael, ¿verdad? Creo que será mejor que se vaya.

— ¡No me puedes echar!

Los ojos de Michael se clavaron en Santana, quien se quedó sin inmutarse. Si Brittany quería que el hombre se fuera, se aseguraría de que él saliera de la casa… de una manera u otra. Francamente no le importaba si él se iba voluntariamente o si tenía que tirarlo por la ventana. De hecho, una salida a través de la ventana, parecía muy apropiada justo ahora.

— Yo, no puedo, — dijo Santana y asintió con la cabeza hacia Brittany, — pero ella sí puede. Y dado que soy su empleada en este momento, sólo seguiré y ejecutaré sus órdenes.

Le dio una sonrisa evasiva. Tenía la ventaja en esta lucha, y Michael lo sabía.

— Por favor, — dijo Brittany. — Quiero que te vayas, Michael.

Ella sonaba mucho más tranquila ahora, y Santana se preguntó si el hecho de que aún estaba sosteniendo su mano, tenía algo que ver con eso. De seguro, a ella le gustaba la sensación de la misma. Podía imaginar cómo se sentirían sus manos sobre su piel desnuda, cómo calentarían su sangre.

Michael se fue hacia la puerta.

— Esto no ha terminado. Si crees que me puedes quitar lo que es legítimamente mío, ten cuidado.

Hizo hincapié en la amenaza con la mandíbula apretada y una mirada gélida, la cual Santana estaba segura que estaba dirigida más para ella que para Brittany, ya que Brittany no sería capaz de poder ver su expresión facial.

Un momento después, Michael se fue furioso. Sólo cuando se estrelló la puerta de entrada segundos más tarde, la rigidez de Brittany se desmoronó. Sus hombros se hundieron al instante, y Santana por instinto se apoderó de su brazo para darle su apoyo.

— ¿Estás bien?, — preguntó.

Ella asintió con la cabeza.

— Tal vez debería sentarme por un momento.

— Por supuesto.

Ella la guio fuera de la cocina hacia la habitación de al lado, la cual estaba amueblada como una recepción. Había un sofá grande contra una pared.

— Aquí está. — Santana le ayudó a sentarse y se sentó a su lado. Con pesar, le soltó la mano y se vio sorprendida por la extraña sensación de vacío que la acción generó.

— Así que, ¿quién era ese? — le preguntó Santana, sin poder contener su curiosidad.

— ¿Michael? Mi primo.

— Oh, ya veo.

— Así que, ¿la agencia te envió? — Ella continuó con su conversación anterior.

Santana se aclaró la voz.

— Lo siento, yo no me he presentado. Soy Santana.

Antes de que pudiera frenarse, ya había soltado su verdadero nombre. Casi se dio una patada. Su plan había sido el de dar un nombre más común para no despertar ninguna sospecha, pero su plan se había esfumado en el momento que le tocó la mano. Ella no quería que gritara el nombre de alguien más cuando terminara en sus brazos. No, ella quería oír su propio nombre saliendo de sus labios cuando ella tomara, penetrara, la hiciera suya.

Santana se secó una gota de sudor de la frente, se dio cuenta con susto de lo rápido que esta mujer podía excitarla, y ella ni siquiera estaba haciendo nada.

— ¿Santana? Ese es un nombre poco común. Eso me recuerda algo... Oh, sí, ¿no es el nombre de una diosa griega?, — preguntó.

Santana se tragó su sorpresa. La mayoría de los mortales sabían muy poco acerca de la mitología griega, por lo menos fuera de Grecia.

— Sí, eh, mis padres me dieron el nombre de una diosa menor griega. A ellos les gustaba mucho la mitología y la historia.

— ¿Eres griega? Puedo escuchar un poco de acento.

Le sonrió Brittany, pero sus ojos no la enfocaban. Sin duda no podía distinguir sus rasgos, ni siquiera a una distancia tan cercana, de lo contrario ya se hubiera dado cuenta de que la había conocido antes. Después de lo que había pasado entre ellas, estaba seguro de que no la había olvidado.

— Sí, soy griega. — Santana se mantuvo callada, sin querer dar demasiada información. No había pensado demasiado sobre lo que le diría sobre sí misma, por
lo que era mejor mantener las cosas básicas hasta que supiera qué decir, para no equivocarse más tarde.

— Mi familia también. Mi madre era griega.

¿Por qué no lo había adivinado? Ahora que la miraba, podía ver claramente sus fuertes rasgos griegos.
No era extraño que se sintiera atraída por ella. Eso lo explicaba todo.

— ¿Hablas el idioma?, — preguntó Santana.

Ella sacudió la cabeza.

—Por desgracia, sólo lo básico. Mi tía siempre insistía en hablar inglés en casa.

La interrumpió:

— ¿Tu tía? ¿No dijiste que tu madre era griega? ¿No te hablaba en griego?

La sonrisa de Brittany fue solemne.

— Eran hermanas, Eleni y mi madre. Pero mi madre murió cuando yo tenía cinco años. Mi tía crio a Michael y a mí, aquí en esta casa.
***
Brittany dejó de barrer su mirada por la habitación, tratando de abarcar todo lo que ella pudiera ver, pero eran sólo formas y colores. No importaba. Lo que ella
realmente necesitaba era distraerse de la morena sentada a su lado en el sofá.
Todo lo que podía decir era que ella no muy alta y de tez canerla. Su cabello parecía ser oscuro. En cuanto a sus rasgos, no sabía si era guapa o no. Lo único que sabía era que el simple toque de su mano, la había hecho calmarse cuando estaba en medio de la discusión con Michael y la había excitado cuando ella no la había soltado. Ella trató de calmar su corazón que palpitaba con rapidez, diciéndose a sí misma que era lo que los enfermeros hacían. Ayudaban a la gente con discapacidad… cómo odiaba esa palabra… a encontrar su camino y, a veces eso significaba que tenían que tocar a sus pacientes.

Eso es lo que era: un paciente. Y ella era su enfermera, su muy bajita y fuerte enfermera. Su mano había sido prácticamente tragada por la suya, mientras la agarraba. A pesar de que ella no la estaba tocando ahora, casi podía sentir el poder que irradiaba de ella, como un aura positiva que la rodeaba. Había algo extraño pero reconfortante acerca de ella, y lo atribuyó a su origen. Los extranjeros siempre habían mantenido una cierta fascinación para ella.

— Eh, probablemente deberíamos de revisar tu horario a menos que la agencia ya te haya explicado todo, — tartamudeó.

— En realidad, no hubo tiempo. Pareció ser muy urgente, así que no me detuve primero por la oficina. Tal vez podrías explicarme lo que necesitas, — dijo ella, disculpándose.

— Por supuesto. Bueno, creo que ya que soy madrugadora, probablemente sería bueno si pudieras llegar temprano en la mañana, ¿tal vez alrededor de las siete y media?, — preguntó Brittany, y esperó que no le importara. Ella necesitaba ayuda con el desayuno y necesitaba a alguien para escoger la ropa de su armario, para no estar corriendo como un payaso.

— ¿Venir temprano? Pero, yo ya estaré aquí de todos modos. — Hubo una confusión en su tono.

— ¿Aquí? ¿Qué quieres decir?

— Bueno, es un trabajo para vivir en esta casa, ¿no?, — preguntó Santana.

Brittany casi se ahogó con su propia saliva. No había pensado en ello y asumió automáticamente que el que le ayudara, vendría en la mañana y se iría por la noche.

— ¿Vivir en esta casa?

¿Cómo podría esa extraña estar con ella en la casa, cuando ella estaba sola? Sobre todo desde que hacía acelerar su corazón a cien latidos por minuto… y eso era cuando no la estaba tocando.

Sintió que ella se volvía hacia ella.

— Lo siento, pero me dijeron que esto era un trabajo para vivir en la casa, y, francamente, esa es una de las razones por las que acepté de inmediato. Estoy buscando un apartamento en este momento y no tengo un lugar para quedarme. Supongo, que podría quedarme en el sofá de un amigo durante unas noches, pero será un poco difícil, y probablemente yo no estaría lo suficientemente descansado para hacer mi trabajo aquí.

— Oh. — Brittany al instante se sintió mal. Una punzada de culpa se levantó en su estómago. Tal vez era costumbre que los enfermeros se quedaran con sus pacientes. Ella ni siquiera había preguntado a la agencia, pero eso era su propia culpa.

Claramente, ella tenía el espacio. Dos de las habitaciones ya habían sido renovadas y estaban habitables. Ella ocupaba una de ellas, y no había realmente ninguna razón por la cual su enfermera no pudiera quedarse en la otra. No había ninguna razón para ser egoísta.

Y, además, la agencia era de buena reputación y habría investigado los antecedentes de todos sus empleados, teniendo en cuenta que se hacían cargo de personas vulnerables. Ella no debería tener nada que temer de Santana… aparte de su propia atracción irracional hacia ella. Teniendo en cuenta que ella no sabía qué aspecto tenía, y sólo podía oír su melódica voz y sentir su tacto, y sí, oler su aroma puramente de sal, mar y arena, no podía explicar su atracción hacia ella en absoluto. ¿Sal y mar? Raro. ¿Dónde había sentido ese aroma antes?

— Por supuesto, — Brittany se apresuró a decir antes de que el silencio se hiciera incómodo. — Hay un montón de habitaciones. Siento no haber pensado en ello antes. De todos modos eso es lo más práctico que se puede hacer, ¿no? Estoy segura de que eso es lo que la agencia hace todo el tiempo, ¿verdad?¿Y por qué demonios balbuceaba como una colegiala de dieciséis años que corre tras su ídolo adolescente favorito?

— Correcto, es lo habitual. — Santana dijo tranquila y serenamente.

¿Qué debe pensar de ella? Tal vez sólo se lo atribuiría a su condición y no pensaría más detenidamente en ello. Seguramente, si viviera aquí con ella duranteunas pocas semanas hasta que sus ojos se hubiesen curado y pudiera ver de nuevo, se acostumbraría a ella y no sentiría ese nerviosismo inexplicable, por tenerla cerca.

Por una vez se alegró de que no pudiera leer la expresión de su rostro, salvándola de la vergüenza de verla temblar por su inepto balbuceo, o peor aún, darle una mirada de lástima.

— Entonces, ¿dónde voy a dormir?

Con esa voz tan sensual, podrías dormir en mi cama.

Brittany se compuso y tragó saliva.

— Eh, yo, eh... los dormitorios están en el tercer piso—, ella balbuceó y sintió a los folículos de su cabello volverse escarlata.

Ni siquiera podía pronunciar la palabra dormitorio en torno a ella… ¿qué locura era esa?
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Abr 11, 2017 2:16 am

Capítulo Doce


Santana miró a su alrededor donde Brittany la había llevado. Era un lugar cómodamente equipado, aunque no tan amplio ni tan opulento a como ella estaba acostumbrada. La casa de sus padres en el océano, en el que normalmente vivía, tenía muchas más cosas que ofrecer en términos de lujo.

Hasta el momento, no había tenido ningún deseo de mudarse. Su madre, Anfítrite, era la mujer más dulce en el mar y tenía una capacidad insaciable de perdón. Ni siquiera cuando ella había sido una joven traviesa, la había nalgueado jamás. Ahora su padre, era una persona totalmente diferente: con tanto mal humor como Hades y sin ninguna delicadeza. Pero él era siempre justo.

Cada vez que Santana y su medio hermano Orión se metían en una pelea, Poseidón se mantenía
fuera de ella y era imparcial.

— ¿Santana?, — la llamada de la voz vacilante de Brittany, era tan irresistible como la de una sirena y la sacó de su profundo pensamiento.

— ¿Sí?, — respondió, dando un paso hacia el pasillo.

Estaba parada en la puerta de su habitación, todavía vestida con su bata de baño.

— ¿Me ayudarías a encontrar un vestido adecuado? Necesito tener un aspecto profesional esta mañana.

Dio unos pasos para cruzar la distancia entre ellas, deseosa de estar cerca de ella.

— Por supuesto, para eso estoy aquí, ¿verdad?

Santana no tenía idea de lo que una enfermera hacía, pero seguramente no significaba que en realidad la ayudaría a vestirse, ¿verdad? Sin embargo, no tendría objeción a eso, pero nadie era tan afortunada, ni siquiera un dios. Aunque la idea le hacía agua la boca. Podía imaginarse cómo la ayudaría a sacarse esa horrible bata de baño, antes de deleitarse la vista con su cuerpo. Luego, de a poco cubriría su cuerpo con ropa interior sexy, a continuación, un vestido más sexy, algo que
mostrara sus curvas para poder disfrutar el verla todo el día. Santana se tragó la lujuria que se filtraba desde su ingle.

La siguió hasta su habitación, que era muy similar a la suya. El pequeño armario frente al cual se detuvo, estaba repleto de ropa. No era de extrañarse que Brittany necesitara ayuda. Incluso una persona que viera, tendría problemas para encontrar algo allí.

— Estoy buscando mi vestido color azul marino sin mangas.

— Bueno, vamos a ver.

Santana hurgó en la barandilla, buscando todo lo que fuera un vestido. Sacó un vestido azul oscuro y le dio una mirada crítica. ¿Ella quería usar ese trapo gris? No si podía evitarlo. Con un suspiro, lo colgó en el más profundo rincón del armario, con la esperanza de que nunca lo encontrara de nuevo.

— Lo siento, no veo ningún vestido azul marino. Deja que te busque otra cosa.

— Oh, no, — se quejó desde atrás de ella, — tengo que ver al gerente del banco. Necesito algo conservador. Tengo que pedirle que extienda mi préstamo.

Santana sonrió. Si ella estaba tratando de seducir a un hombre para obtener un favor, tenía justo la cosa para eso. Sacó un vestido de verano, suave y liviano, una mezcla de azules suaves y verdes, que le recordaba el océano. El fino material acariciaría sus curvas y la haría ver como una ninfa. Ningún hombre sería capaz de resistirse a ella. ¿Ningún hombre? No, eso no iba a funcionar. ¿Qué pasa si el gerente del banco le extendía más que sólo el préstamo? De ninguna manera iba a permitir que un hombre la mirara de esa manera.

Santana hizo caso omiso al nudo en su estómago y se lo atribuyó al hecho de que se había salteado el desayuno. No había manera de que ella estuviese celosa del gerente del banco, pero por el Olimpo, que no tentaría a la suerte.

La mano de Santana llegó a la parte posterior del armario. El vestido azul marino sin mangas sería perfecto. Pero tan pronto como estuvieran de regreso en la casa, haría que se cambiara a algo más halagador. Tal vez no de inmediato, pero sí tan pronto como todos los trabajadores de la construcción, se hubieran ido de la casa.

— Oh, mira esto. Encontré el vestido color azul marino después de todo, — le anunció y salió del closet, la percha con el vestido en la mano.

Brittany lo alcanzó.

— Muchas gracias. Me salvaste la vida.

Le entregó la prenda.

— Voy a dejar que te cambies entonces.

Un ligero rubor se apoderó de sus mejillas. La hizo ver como una jovencita.
***
Brittany oyó los pies de Santana en el suelo de madera, mientras salía. En el hospital, había tenido varios enfermeros que la habían ayudado a vestirse, sobre todo inmediatamente después de su operación, cuando ella se había sentido totalmente desorientada. Mientras que ella ahora estaba mucho mejor, todavía tenía problemas con ciertas prendas de ropa, y ese vestido era uno de esos artículos.

Si ella intentara de ponerse ese vestido por la cabeza por sí sola, las correas de los hombros que se cruzaban por la espalda se enredarían, y nunca estaría lista a tiempo. Incluso con la visión clara, siempre había tenido problemas para ajustarse las correas correctamente.

Sin duda, como un profesional de cuidado de salud, Santana realizaría las mismas funciones que un enfermero. El hecho de que ella fuera un poco tímida en torno a ella, no le impedía pedir su ayuda.

— Santana. — Ella la detuvo antes de que atravesara la puerta. — Lo siento, pero creo que necesito algo de ayuda. El vestido no es fácil de poner, sin que se enrede todo. ¿Te importaría?
Un segundo después, se puso de pie delante de ella y tomó nuevamente el vestido.

Con las manos temblorosas, ella se desabrochó el cinturón de su bata de baño y se la sacó. Un sonido de sofocamiento provino de Santana antes de tomar la bata de ella. ¿Le había pedido algo con lo que no se sentía cómoda?

— No te importa, ¿verdad?

— No, no. Por supuesto que no. Es mi trabajo, ¿verdad?

Ella se alegró de haber elegido una camisola esa mañana, en lugar de un sostén normal. La camisola tenía un sostén cosido, y cubría mucho más de su piel desnuda de lo que un sujetador normal haría. Incluso le tapaba hasta la mitad de su tanga. Recordándose que vestía mucho menos en la playa cada verano, ella trató de quitarse de encima la sensación incómoda de estar expuesta.

Hubo un sonido de movimiento de la tela, antes de que ella sintiera las manos de Santana en ella.

— Extiende tus brazos, — le instruyó y al mismo tiempo pasó las manos por sus brazos mientras lo hacía.

Un hormigueo eléctrico se disparó a través de ella, haciendo que su piel se quemara dondequiera que la tocara. Ella la sintió acercarse mientras levantaba el vestido por su cabeza y lo deslizaba hacia abajo por su torso. Lo tiró y ajustó. Sus manos alisaron la tela sobre el vientre y las caderas y tiraron de las costuras para enderezarlas. Cuando los dedos de Santana por accidente tocaron su muslo mientras lo hacía, Brittany se tragó el aliento. Había pasado mucho tiempo desde que era tocada tan íntimamente. Al parecer, cualquier toque completamente inocente podía hacerla jadear como una perra en celo. Ella realmente tenía que reinar en su imaginación.

Ella es una enfermera. No significa nada.

Era más fácil decirlo que hacerlo. Un instante después, sintió sus manos en su costado, donde el cierre aún estaba abierto. Apoyando la palma de la mano en la cadera, tiró del cierre hacia arriba, luego suavizó con la mano.

— Perfecto. — Su voz sonaba ronca.

— Vas a tener que arreglar las correas de la espalda y luego abotonarlas en su lugar, — le dijo.

— Claro, — respondió consciente de sus deberes y se situó detrás de ella.

Las manos de Santana desenredaron las correas. Entonces sus dedos rozaron la sensible piel de la nuca, cuando tocó uno de los botones tratando de cerrarlo.

— Es un poco resbaladizo, lo siento, esto podría demorarme un momento.

— Lo sé. Siempre tengo problemas con ese mismo botón. Hicieron el agujero demasiado pequeño, creo. — Sintió el nerviosismo arrastrándose de nuevo hacia ella mientras más sentía sus dedos en el cuello. Pero no se atrevió a moverse.

Si lo hacía, tardaría más tiempo, y no estaba segura de cuánto tiempo sería capaz de soportar su contacto antes de que comenzara a gemir de placer. Lo único que podía hacer era apretar los dientes y aguantar.

— ¿Está todo bien?, — preguntó.

Brittany se sentía mareada, pero tenía que asegurarse de que no se diera cuenta.

— Mis zapatos, yo, eh, tengo que encontrar mis tacones azules.

Puso su mano en el antebrazo.

—Déjame ver.

Cuando se cortó la conexión con su cuerpo, sintió que su ritmo cardíaco volvía a normalizarse. En unos segundos, ella estaría bien otra vez. Fue sólo temporal, no hay problema, ella se dijo a sí misma.

Es perfectamente normal tener una reacción física a otra persona, y ella sabía que muchos pacientes sentían un apego a sus médicos y enfermeras. Esto no era diferente. En pocos días la novedad de estar cerca de ella desaparecería, y ella no sentiría nada cuando ella la tocara en el curso de su trabajo.

— Los he encontrado, — dijo su voz desde el armario.

Unos segundos más tarde, ella estaba arrodillado a sus pies, la palma tibia de su mano alrededor de su tobillo.

— No pierdas el equilibrio. Es mejor que pongas tus manos sobre mis hombros.

Fue fácil obedecer su mandato. Sus duros músculos se agrupaban bajo su agarre, y el calor que casi había desaparecido de su cuerpo, estalló de nuevo al instante en que se apoyaron las manos sobre sus hombros. O su trabajo de cuidado de salud era físicamente exigente o hacía ejercicio con regularidad. Ningún cuerpo normal tenía los músculos como los tenía ella: tonificados y fuertes.

Santana llevó el pie hacia el zapato y dejó de lado el tobillo antes de tocar el otro. Sus movimientos eran parejos. Todo en su acción sugería que esta era una rutina para ella. No era más que otro trabajo de rutina.

Brittany dio un suspiro casi imperceptible cuando se puso de pie frente a ella, su aroma de inmediato la envolvió. Había algo tan familiar en la forma en que olía, algo que le daba ganas de bailar lento. Se aclaró la voz para poner sus emociones bajo control de nuevo. No tenía sentido perder el control de esta manera. Esta chica era su empleada, nada más y nada menos.

— Bueno. ¿Qué hora es?, — ella preguntó con voz de jefa.
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Mensaje por 3:) Mar Abr 11, 2017 8:38 am

Ojala que san le vuele la frente a michael!!! Es una patada en los h....
Mmmmm que primer día para san en la ayuda de britt jajaja
A ver como sigue??
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Mensaje por micky morales Miér Abr 12, 2017 8:06 pm

Las cosas van muy bien, aunque me encantaria que santana no fuese tan lujuriosa, tambien hay sentimientos, digo yo!!!! [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 2145353087 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 1206646864 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 3637566961
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 9:55 pm

3:) escribió:Ojala que san le vuele la frente a michael!!! Es una patada en los h....
Mmmmm que primer día para san en la ayuda de britt jajaja
A ver como sigue??

Ojala Santana ayude mucho a Brittany, por que esa ayuda la va a necesitar....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 9:57 pm

micky morales escribió:Las cosas van muy bien, aunque me encantaria que santana no fuese tan lujuriosa, tambien hay sentimientos, digo yo!!!! [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 2145353087 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 1206646864 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 3637566961

jajajaj si, Santana Lopez es la chica de los extremos o muy lujuriosa o muy precavida... Ella solo se deja querer, el me hoyo del asunto es que ha encontrado a quien puede quererla sin importar su fisico..... espero aprenda la leccion... y claro que hay sentimientos no todo es calentura, pero creo que eso lo aprendera con Brittany y con nadie mas...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:00 pm

Capítulo Catorce


Santana mantuvo la puerta abierta para Brittany y la guió adentro del banco. Su primera experiencia de conducir había salido bien, pensó. De hecho, ella había descubierto lo mucho que le gustaba manejar ese pequeño coche deportivo color rojo. Y después de que ella le había enseñado a hacer los cambios, al instante lo había entendido. No es que le había dado a saber lo rápido que había aprendido en realidad. Había fingido que aún tenía dificultades, para que ella mantuviera su mano sobre la palanca de cambios. Era una excusa perfecta y legítima para tocarla, al igual que ahora, cuando le tomó la mano y la colocó en su antebrazo para guiarla a través del ocupado vestíbulo.

Se dio cuenta de la inquietud de Brittany.

— ¿Estás bien?, — le preguntó Santana.

Ella se encogió de hombros.

— Sí, estoy bien. El gerente del banco conoce bien a mi familia, estoy segura que seré capaz de convencerlo de que me dé una extensión de unas pocas semanas.

Ella le había dicho acerca del propósito de su visita en el camino hacia allí. Debido a su estancia en el hospital, las renovaciones se habían retrasado un par de semanas, y la apertura del Bed & Breakfast tendría que ser pospuesta, una de las primeras consecuencias era que el dinero del pago de los clientes, sería más tarde de lo previsto. Y ese era el dinero del cual Brittany dependía para realizar el pago de su hipoteca.

Santana asintió con la cabeza y le acarició la mano.

— Vas a estar bien.

Ella la acompañó hasta la recepción. La mujer que estaba sentada detrás del escritorio de inmediato se enderezó y puso una gran sonrisa en su rostro.

— ¿Puedo ayudarle? — La pregunta iba dirigida a Santana, no a Brittany. Al igual que las pestañas que se batían. Obviamente.

— Sí, estoy aquí para ver a Clive Henderson, — anunció Brittany.

Sin apartar los ojos de Santana, la recepcionista le preguntó:

— ¿Al Sr. Henderson? ¿Está segura?

La mujer se humedeció los labios y por debajo de las pestañas, le dio una mirada seductora.

— Sí. Hicieron la cita para mí la semana pasada. Soy Brittany Pierce.

— Un momento.

Con un movimiento a regañadientes, la recepcionista levantó el auricular y marcó.

— Sí, es Pippa. Brittany Pierce está aquí para ver el Sr. Henderson.

Ella hizo una pausa, y asintió con la cabeza.

— Eso es lo que yo pensaba también. No, al parecer, la semana pasada. Claro. Muy bien. Lo haré.

Pippa desconectó la llamada y señaló hacia un ascensor detrás de ella.

— Vaya hasta el quinto piso. El asistente la encontrará allí.

— Gracias, — respondió Brittany.

Santana la tomó del brazo nuevamente y la condujo hacia los ascensores. Sintió que tenía la piel de gallina.

— No te preocupes, todo irá bien. No hay necesidad de estar nerviosa.

Los segundos que pasaron en el ascensor, fueron una tortura para Santana. Su fragancia al instante se extendió por el pequeño espacio y lo hizo muy consciente de su cercanía. Si ellas se quedaban atascadas ahí, si el ascensor se detenía y se veían obligadas a quedarse solas por un período prolongado de tiempo, ella no sería capaz de controlarse a sí misma. Ella la presionaría contra el frío acero de la cabina y la besaría hasta que perdiera el aliento. Y entonces ella…

Santana se aclaró la voz. Era una estupidez dejar que su imaginación desenfrenada corriera así. Todo guiaba a una excitación y un deseo insaciable por Brittany. Cuando las puertas del ascensor se abrieron después de lo que pareció una eternidad, al fin pudo respirar de nuevo.

Un asistente los condujo adonde se encontraba una oficina grande en la esquina con vistas a la ciudad. El hombre detrás del escritorio era de unos cincuenta años, canoso, y por su aspecto, no había sonreído en un siglo.

Permaneció sin expresión cuando vio a Brittany. Qué clase de amigo de la familia era éste, Santana se preguntó.

— Buenos días, — Brittany le saludó y tendió su mano en su dirección.

Él caminó alrededor de su escritorio.

— Señorita Pierce, soy el señor Morton.

Brittany al instante retiró la mano.

— Oh, creo que llegamos a la oficina equivocada, lo siento, que…

— Usted está en la oficina correcta señorita Pierce. El Sr. Henderson ya no está con nosotros.

Santana notó un ligero temblor en el cuerpo de Brittany y le acarició su brazo en un movimiento suave.

— Pero, hice la cita la semana pasada.

Morton le dio una mirada impaciente.

— El señor Henderson ya no está más a cargo. Yo lo estoy. Así que, por qué no toma asiento, y veremos lo que quería hablar con él.

Señaló a las dos sillas en frente de su escritorio. Santana asistió a Brittany antes de que tomara la silla a su lado.

— ¿Y usted es?, — preguntó el banquero a Santana.

— Esta es mi…

Santana apretó la mano de Brittany para interrumpirla. Algo en el comportamiento del Sr. Morton le dijo que la explicación de Brittany de que ella era su enfermera, la pondría en una posición débil.

— Yo soy la prometida de la señorita Pierce. Santana Lopez.

Antes de que Santana supiera lo que estaba haciendo, la mentira se derramó de sus labios, más fácil que el agua de un grifo. Bueno, al menos le demostraría al hombre que ella tenía apoyo y que no podía meterse con ella.

La sacudida en el cuerpo de Brittany fue sólo perceptible para Santana, y ella lo tomó con calma. Tendría que explicarle el por qué a ella más tarde. Por el momento, era mejor seguir con la farsa.

— Ya veo. Señorita Pierce, ¿puedo hablar con franqueza frente a su prometida? Como usted sabe, los registros financieros están sólo a su nombre.

Brittany asintió con la cabeza sin dejar de verse un poco traumatizada.

— Por supuesto, Sr. Morton. Mi, eh, mi prometida puede escuchar todo lo que tiene que decir. Morton, vine a ver al Sr. Henderson a…

El banquero levantó la mano.

— Le eché un vistazo a su archivo, señorita Pierce, y vi las notas que Henderson hizo antes de su, eh, partida. Entiendo que los pagos se iniciarán en dos semanas. ¿Es eso correcto?

— Sí, y es por eso que quería hablar con usted acerca de una posible…

De nuevo el hombre la interrumpió. Su comportamiento era francamente grosero.

— La nota aquí también dice que usted ha estado en el hospital durante un período prolongado de tiempo y no pudo continuar con la renovación del Bed & Breakfast. Señorita Pierce, ¿confío en que usted está bien otra vez?

Santana vio el brillo sospechoso en los ojos del hombre y respondió por ella

— Brittany está perfectamente bien. No hay nada de qué preocuparse.

— Bien. No me gustaría que la inversión del banco estuviera en peligro debido a una enfermedad prolongada.

— Por supuesto que no, — interrumpió Santana.

Brittany se movió en su silla.

— Señor Morton, mientras estuve en el hospital, ciertas cosas se retrasaron, y me temo que la apertura del Bed & Breakfast esté retrasada.

La expresión del banquero se endureció, y Santana supo que el hombre no cedería ni un centímetro cuando se tratara de la concesión del préstamo. Había visto a los de su tipo antes. Él seguiría las reglas y no mostraría ninguna flexibilidad. Una triste historia no lo afectaría. A Santana le dieron ganas de sacar a Brittany fuera de la oficina del hombre, pero ella parecía decidida a obtener lo que había venido a buscar.

— Por ello me gustaría pedir al banco una extensión del tiempo, hasta que pueda hacer mi primer pago dentro de cuatro semanas.

— ¿Cuatro semanas?, — preguntó Morton y se puso de pie detrás de su escritorio. — No creo que entienda, Señorita Pierce. El Sr. Henderson nunca debió haber extendido este préstamo en primer lugar. Usted no tiene experiencia en lo que respecta a la industria hotelera, no tiene otros ingresos, ni hablar de una cuenta de ahorros, y ahora aparte de eso, no puede mantener las fechas. ¿Por qué no admite que usted ha tomado más de lo que puede manejar?

La cara de Brittany se volvió blanca, en estado de shock. Le temblaba la mano.

— Señor Morton, mi solicitud fue sólida. Presenté un plan de negocios…

— Me fijé en su plan de negocio, señorita Pierce, y francamente, no me gusta. Incluso antes de haber empezado, ya está retrasada. Está por su cuenta y emprendió un proyecto del cual no tiene posibilidad de manejar y quiere…

Santana saltó de su asiento. Había escuchado suficiente. Nadie tenía derecho de hablarle a Brittany de esa forma.

— Señor Morton, la señorita Pierce no está por sí sola. Ella tiene mi apoyo en esta empresa.

— No veo su nombre en ninguno de los papeles, Srita López.

— Puede ser, pero no quiere decir que no tenga mi total apoyo en el proyecto. Ahora que estoy aquí, se lo aseguro, la renovación se terminará sin problemas.

Morton asintió con frialdad.

— Estoy contando con ello, de lo contrario no tendré más remedio que ejecutar la hipoteca en el préstamo. — Se volvió hacia Brittany. — No habrá prórroga en el préstamo. Espero su primer pago, en la fecha ya establecida.

Brittany se levantó y al instante Santana la tomó del brazo. Hasta ese momento, Morton aparentemente no había notado que ella estaba prácticamente ciega, y Santana quería que permaneciera de esa manera. Si supiera la verdad, lo más probable era que retiraría el préstamo en este mismo instante.

— Recibirá lo que se le debe, se lo aseguro, — dijo, levantando la cabeza con dignidad.

— Gracias por su tiempo, señor Morton, — dijo Santana en tono seco y tomó a Brittany para salir de la habitación. El hombre era un idiota, y un segundo más en su compañía era un segundo demasiado largo.

En el ascensor, Santana vio que los labios de Brittany temblaban. Ella estaba al borde de las lágrimas. Sabía que si ponía sus brazos alrededor de ella, lloraría.

Tenía que sacarla de ahí sin lágrimas, por lo que se abstuvo de tocarla más de lo necesario. El contenerse casi lo desgarró.

— Espera sólo unos minutos, — le instó a antes de guiarla a través del vestíbulo lleno de gente y por la puerta.

Al momento en que la subió al coche, Santana golpeó el pedal del acelerador y manejó rápido fuera de la ciudad. Vio un cartel para ir a la playa y lo siguió. Sólo cuando el olor del mar penetró en su nariz y se detuvo para estacionarse junto a las dunas, Brittany habló.

— ¿Dónde estamos?

Santana apagó el motor y salió del coche.

— En la playa.

Se fue alrededor del vehículo y la ayudó a salir de él. Sus rodillas se doblaron bajo de ella. Sin dudarlo, Santana la levantó en sus brazos y la llevó a la playa, donde se agachó hacia la arena.

Santana la mantuvo en su abrazo.

— Ahora puedes llorar, — le susurró.

Un segundo después, el primer sollozo salió de su pecho, y luego se abrieron las compuertas. A Santana nunca le había gustado la necesidad de una mujer de llorar, cuando ella sabía que no cambiaría nada. Pero por alguna razón, sentía que era lo que Brittany necesitaba, llorar sin que nadie la juzgara.

Con sus dos brazos alrededor de ella como una idiota, la meció suavemente, como un bebé. Ella sintió que sus lágrimas mojaban su camisa y como sus manos presionaban contra su pecho. Se sentía bien abrazarla. Le hubiera gustado poder quitar todos los obstáculos que le causaban tanto dolor en su camino, pero sin sus poderes divinos, se sentía inútil. Todo lo que podía ofrecerle era un hombro para llorar.
***
Brittany sintió la caricia de la suave brisa del océano en su espalda y los brazos de Santana abrazándola firmemente en su regazo. Ambas acciones la tranquilizaron y, finalmente, dejó de llorar. La conmoción de saber que su único aliado en el banco, Clive Henderson, ya no trabajaba allí, y por como lo dijo, había sido despedido, era demasiado para su mente tensa. No se había preparado para manejar al más estricto Morton. Cómo abriría el Bed & Breakfast en las siguientes dos semanas no se lo podía explicar.

Santana había sido increíble, apoyándola a pasar por toda la situación y luego salir del edificio sin causar una escena. Tenía que darle las gracias. Esto sin duda iba más allá de su descripción de trabajo. Brittany levantó la cabeza de su pecho y se enderezó frente a ella.

— Acerca de lo que pasó en el banco…

Santana puso un dedo en sus labios.

— Lo siento. No sé qué me pasó, pero…

— Lo siento, ¿por qué? — Ella estaba confundida. ¿Por qué lamentaría haber conseguido sacarla de esa situación con tanta gracia como fuera humanamente posible?

— No debería haber mentido acerca de quién era yo, pero, francamente, no tuve un buen presentimiento acerca de ese hombre desde el momento en que lo vi.

— ¿Mentiste? ¿Quieres decir que tu nombre no es Santana López?

Una punzada de pánico corrió por ella, y de repente se dio cuenta que seguía sentada en su regazo. Con toda la gracia que pudo mostrar, se alejó de ella. ¿Le había mentido acerca de quién era?

— No, no, por supuesto, mi nombre es Santana López, — dijo rápidamente, pero su voz no sonaba tan segura como ella hubiera querido escucharla. ¿Estaba ocultando algo?

—Pero, la otra cosa.

Hubo una breve pausa durante la cual Brittany contuvo el aliento.

— ¿Qué otra cosa?

— La mentira acerca de ser tu prometida.

¿Cómo podía haber olvidado lo que le había dicho a Morton? Dejó escapar una risa nerviosa.

— Oh, eso. Sí.

Ella tragó saliva, incapaz de formar una frase coherente. En el momento en que le había mentido al banquero, sintió una extraña sensación de calidez en su cuerpo, una calma que se había extendido ante la idea de que había alguien a su lado, alguien que la estaba apoyando. Ahora se sentía tonta al respecto.

— Sólo lo dije porque no quería que él pensara que no tenías a nadie que te ayudara. Espero que no te importe. Y no creo que se haya dado cuenta de que estás parcialmente ciega, — añadió Santana.

Brittany se estremeció. No le gustaba que le recordaran su discapacidad, pero ella pensó que era bueno que Morton no supiera.

— Gracias por ayudarme.

— Para eso estoy aquí.

Cierto, la había contratado para ayudarla. Ella no era su amiga, era su empleada y debía tener cuidado de recordarlo en el futuro. Dejarse llevar y llorar en su hombro como lo había hecho unos minutos antes, no funcionaría. Santana probablemente se sentía avergonzada por ello.

— Lo siento.

— No lo sientas. Me gusta hacer lo que hago. — Su voz era tan suave como la brisa del mar. — Creo que un paseo por la playa te hará bien. Te ves pálida.

Brittany apostaba a que lo estaba. Cuatro semanas en un hospital, sin sus regulares viajes a la costa, podrían acabar con cualquier color de la cara de una
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:18 pm

Capítulo Quince


Orión dio un puñetazo en la palma de su mano. Situado en lo alto de una nube, bajó la mirada hacia la perturbadora escena que tenía lugar en una playa en el mundo de los mortales. Su media hermana buena para nada Santana, estaba caminando en la arena, dando el brazo a una mujer joven y atractiva con una larga cabellera rubia. Orión podía escucharlos, hablando sobre vacaciones y trabajo. Como si Santana, supiera algo acerca de eso último.

Orión resopló.

— Espera hasta que ella te haya conocido. — Por lo que sabía acerca de la mujer, Santana había puesto sus ojos en ella, y ésta se daría cuenta muy pronto lo superficial que era. Santana nunca tendría una oportunidad con ella.

— ¿Qué es para ti?, — preguntó una voz detrás de él.

Orión se dio la vuelta y reconoció al dios del amor que se acercaba.

—Cierra la boca Eros, o te patearé, — advirtió Orión. — Esta nube es demasiado pequeña para nosotros dos. ¿No te parece?

Eros, miró primero a la derecha, luego a la izquierda antes de que negara con la cabeza.

— No, no lo creo. Parece lo bastante grande para mí.

— ¿Qué quieres?

Eros sonrió.

— Igual que tú, vigilar a Santana.

Aunque sólo vigilarla, no sería suficiente… Orión tenía que cambiar la dirección de que iban tomando los acontecimientos en ese momento, antes de que Santana cumpliera su cometido. No había manera de que Orión quisiera seguir compitiendo por el afecto de la diosa Artemisa. Y no le gustaba la forma en que había mirado a Santana durante su sentencia.

— ¿Y tienes que hacerlo desde la misma nube en que estoy yo? Bueno, si eso no es una coincidencia, — respondió Orión lleno de sarcasmo. Él conocía muy bien a Eros. El dios del amor no sólo era uno de los mejores amigos de Santana, sino que también estaba lleno de maldad. Había una razón detrás de todo lo que hacía Eros.

Si estaba sentado en la misma nube, había una razón.

— Por lo tanto, ¿qué ha estado haciendo nuestra amiga?, — preguntó Eros con un tono de voz inocente.

Orión levantó una ceja.

— ¿Nuestra amiga? ¿Desde cuándo soy amiga de mi media hermana?

— Sólo me aseguraba que no estuvieras aquí para ayudarla.

— ¿Qué estás sugiriendo? — Orión entrecerró sus ojos.

— Sólo lo que he dicho.

— Si recuerdas las palabras de Zeus, dijo que no está en contra de su edicto ayudar a Santana.

— Estoy aquí sólo para mantener el equilibrio, así tiene una oportunidad justa. Las probabilidades están en contra de ella de todos modos. Hermes está tomando apuestas de izquierda, derecha y centro. Él hará una fortuna.

Orión examinaba al dios del amor y se preguntaba cuánto de lo que Eros decía, podía creerse.

— Y tú, ¿has hecho una apuesta y ahora quieres asegurarte de que tu inversión es segura?

— Algo así, — admitió Eros. — Sin embargo, no me gustan las cosas seguras. Yo vivo para el riesgo. Tiene más adrenalina.

Orión se echó a reír.

— Nunca te hubiera vinculado a un jugador. Pensé que Hermes y Dioniso eran los jugadores de su pandilla, apostando sobre quién podría dormir con más mujeres, tú o Santana.

Eros rio entre dientes.

— En general, sí, pero incluso yo necesito un poco de descanso a veces. Francamente, estoy un poco más atrás en la cuenta cuando se trata de Santana y yo, así que me gustaría ponerme al día y sacar a Santana fuera de servicio, por así decirlo.

Orión prestó atención. ¿Eros quería inutilizar a Santana de alguna manera? ¿Era un truco o el dios del amor realmente tenía una agenda más egoísta?

—Prosigue.

Eros se acercó más.

—Bueno, estaba pensando, si yo pudiera hacer que Santana sea monógama durante un tiempo, tendría tiempo de sobra para ponerme al día en la carrera.

— ¿Y cómo planeas hacerlo? Ella no puede mantener su pluma para sí misma un día, antes de que lo sumerja en otro tintero.

Eros, meneó la cabeza.

— Tienes que buscar algunas nuevas expresiones cuando se trate de artes carnales. Pero de todos modos, ¿qué mejor manera de convertirla en monógama y hacerle creer que está enamorada?

— ¿Enamorada? ¿Santana? — Ahora Orión realmente tenía que reírse. Su media hermana se amaba sólo a sí misma. No había espacio en su corazón para nadie más.

Sus ojos comenzaron a humedecerse con la idea de Santana enamorada. Sin duda sería un espectáculo para ver.

— Eres muy gracioso, Eros, demasiado divertido. — Luego Orión se puso serio. Había trabajo que hacer, es decir, joder a Santana para que no tuviera éxito con la mujer y se ganara su camino de regreso al Olimpo. — Ahora baja de la nube antes de que te empuje fuera.

Eros, levantó las manos.

— Escúchame.

— No estoy interesado.

Con un rápido movimiento, Eros sacó el arco y la flecha de su espalda, puso el arco hacia atrás y la flecha la situó en dirección a Orión.

— Si no quieres que te dispare, será mejor que escuches mi idea.

Orión gruñó. El molesto dios, era demasiado ágil. Claro, Orión podía teletransportarse lejos, pero si lo hacía, era probable que le disparara con una flecha al mismo tiempo en que Eros se apareciera en alguna otra parte. Y las flechas no eran divertidas. Si bien al ser un dios, era inmune a su efecto, ellos causarían un gran aguijón. No, las flechas de Eros no eran ninguna broma. Tenían que ser tomadas en serio.


— Te escucho.

— Este es el trato. Le dispararé a Santana con una de mis flechas, de modo que se enamore de…

— Alto ahí. ¿No estás olvidando un pequeño detalle? Santana es una diosa… es inmune a tus flechas.

Eros sonrió y negó con la cabeza. Él bajó el arco.

— Y tú pareces haber olvidado que Zeus la despojó de todos sus poderes divinos, por lo tanto, no es inmune.

La información que Orión le dio, le gustó. De hecho, le gustaba mucho.

—Continúa.

— Caerá enamorada de la mujer, y se volverá loca por ella, y hará el ridículo. Ella se convertirá en un felpudo. Las mujeres odian eso. Y los dos conseguiremos lo que queremos: yo me pondré al día en mis conquistas y, finalmente, dejaré atrás a Santana cuando se trata de nuestra pequeña competencia de la cantidad de mujeres que podemos seducir, y tú tendrás rienda suelta aquí para perseguir a quien quieras, sin tener que competir con ella.

Mientras que a Orión le gustaba la idea, tenía un defecto.

— Pero cuando ella se las arregle para regresar y recupere sus poderes de nuevo como una diosa, los efectos de la flecha se habrán ido. No estará enamorada nunca más.

Eros se encogió de hombros.

— Nada dura para siempre. Al menos hasta entonces, tendremos nuestra diversión y conseguiremos lo que queremos. Por lo tanto, ¿estás conmigo?

Orión lanzó una mirada sospechosa a Eros. Algo todavía no estaba bien.

— ¿Por qué me necesitas para ello? ¿Por qué no pegarle un tiro con la flecha sin decirme nada?

— Ah, aquí está mi pequeño dilema. En realidad no puedo disparar flechas por sí solo. Por desgracia, el querido Zeus ha pensado en todo y me ha restringido de disparar flechas mientras…

— ¿Quieres decir que me estabas apuntando con tu flecha y no podías disparar en realidad? — Espetó Orión.

Uno de los lados de la boca de Eros se arqueó.

—Se llama engaño.

— Debería de patearte fuera de la nube por eso.

— Pero no lo harás.

Orión sonrió y le tendió la mano.

— Entonces, ¿funciona igual que cualquier arco de caza? — Él sabía cómo manejar el arco y la flecha. Como un cazador experimentado, era también muy preciso. — ¿Dónde le pegaré el tiro?

Eros sonrió.

— Teniendo en cuenta que ni siquiera sentirá la flecha, como quieras. Yo sé cuál sería mi objetivo.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por monica.santander Dom Abr 16, 2017 10:31 pm

Pero si Santana ya esta enamorada!! que efecto tendrá esa fecha???
Saludos
PD: me parece que falta el capitulo 16 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 2145353087
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:34 pm

monica.santander escribió:Pero si Santana ya esta enamorada!! que efecto tendrá esa fecha???
Saludos
PD: me parece que falta el capitulo 16 [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia.  Cap. 34, 35, 36 y 37 - Página 2 2145353087

Asi mismo,, es lo mismo que yo creo. Creo que Eros el Dios del Amor solo esta jugando para ayudar de una u otra forma a Santana....
Ya estaba por subir el capitulo jjajaj solo que te me adelantaste un poco... ya lo subo.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:36 pm

Capítulo Dieciséis


Brittany dejó que su mano se deslizara por las baldosas por segunda vez. La piedra arenisca se sentía áspera bajo sus dedos. Ella se levantó de su posición de cuclillas y se volvió hacia la puerta del baño.

— ¿Charlie? Necesito hablar con usted, — dijo en voz alta en el pasillo.

Unos momentos más tarde, oyó unos pasos, y el contratista se presentó ante ella.

— ¿Qué pasa?, — le preguntó con su voz alegre.

Eso cambiaría en unos cuantos minutos cuando ella le reclamara acerca de sus observaciones. Brittany señaló hacia la pared de azulejos detrás de ella.

— Eso es lo que pasa. Los azulejos.

— Sí, hemos terminado esta mañana, mientras estaba fuera. Se ven bien, ¿verdad?

— Puede que se vea bien, no es que lo pueda decir, pero no se sienten bien—, explicó.

—¿Qué quiere decir?— Ya podía sentir cómo la actitud defensiva fluía en su voz.

— Las baldosas no son lisas. No son las que pedí.

— Por supuesto que esas son las que usted seleccionó. Yo estaba ahí con usted. Simplemente no se acuerda, — protestó Charlie.

— Los azulejos que escogí eran lisas en la superficie. Estas se sienten ásperas y desiguales, — insistió Brittany. Ella estaba segura de que los azulejos que actualmente adornaban el nuevo baño de huéspedes, no eran los que había ordenado. Incluso si ella no podía ver cómo lucían, podía sentir que la calidad era inferior.

Charlie pasó junto a ella hacia la pared de azulejos.

—No sé lo que quiere decir. Se sienten suaves para mí. No hay nada malo con los azulejos.

Brittany sintió que su ira aumentaba. El contratista estaba tratando de sacar provecho de su situación.

—Puede ser que sea ciega, pero puedo sentirlo, — contestó ella, tratando de mantener su voz sin quebrarse.

— ¿Qué está pasando? — Se oyó la voz de Santana detrás de ella.

Se dio la vuelta, mientras un suspiro de alivio salía de sus labios.

— Charlie utilizó los azulejos equivocados para el baño.

— ¡No! — dijo Charlie al instante.

— ¿Cómo lo sabes, Brittany? ¿Cómo lucían los correctos?, — preguntó Santana, con voz tranquila y serena. ¿Acaso no le creía tampoco?

Brittany dejó escapar un resoplido frustrado.

— No es cómo lucían, sino cómo se sentían. Tócalos. Son ásperos. Los que escogí eran lisos.

Santana pasó junto a ella, el calor de su cuerpo casi la quemó antes de que Santana se acercara a la pared y pusiera su mano sobre ella. Un momento después se giró.

— Veo lo que quieres decir.

— Gracias.

— Esos eran los que ella eligió. No es mi culpa que ahora no le gusten—, protestó Charlie.

— Esos no son los que yo quería. Pagué una buena cantidad de dinero por esos azulejos. Estos—, señaló en la pared—, son de inferior calidad. Estos no son los que pagué.

— Son los que ordenó y pagó. — Charlie se mantuvo insistente.

— Espera, —interrumpió Santana. — Estoy segura que podemos llegar al fondo de esto. ¿Tiene algún documento donde diga lo que usted pidió?

— Por supuesto, lo tengo, — respondió el contratista.

— Bueno, vamos a echar un vistazo.

Brittany se paró a un lado mientras Charlie irrumpió del cuarto de baño y se alejaba por el pasillo.

— ¿Brittany? — preguntó Santana. — Recuerdas lo que pediste, ¿verdad?

Ella se puso las manos en la cintura.

— Por supuesto que lo recuerdo.

Un segundo más tarde, ella sintió su mano sobre su brazo.

— No soy el enemigo.

Sus hombros se relajaron. Había sido injusta con ella y la había tratado de la misma manera que trató a Charlie… con recelo. Santana no se lo merecía. Pero antes de que ella pudiera decir algo, continuó,

— ¿Tienen algo los azulejos que los identifique?

Brittany asintió con la cabeza.

— Se llamaban Baño Romano, y el nombre está estampado en la parte posterior del mismo.

— Bueno. Echemos un vistazo a lo que él ordenó. Estoy segura de que lo resolveremos.

— Gracias. Me siento tan impotente no poder hacerme cargo de estas cosas por mí misma. Sé que no te contraté para esto, pero…

Su mano acarició el brazo.

— No me importa para lo que originalmente me contrataste. Haré lo que tenga que hacer. Puedo ser tus ojos, y si eso significa resolver lo del contratista, entonces eso es lo que haré. ¿A menos que pienses que estoy excediendo mi autoridad?

Ella negó con la cabeza al instante.

— No. Por supuesto que no. Estoy muy agradecida de que no te importe hacer esto. — Su mano estaba todavía en su brazo.

¿Había olvidado el hecho de que todavía estaba tocándola? ¿Tendría que alejar su brazo? Durante su paseo por la playa, su brazo había sido un consuelo para ella, no sólo le impedía tropezar con trozos de madera y algas marinas, sino también prestando su fuerza. De hecho, toda la caminata había renovado sus fuerzas y la confianza en su habilidad para tener éxito con el Bed & Breakfast. Hablar con una extraña acerca de los desafíos que enfrentaba, la habían ayudado a despejar su cabeza.

Incluso ahora que sentía la calidez de sus dedos filtrándose en su piel, no quería deshacerse de ese sentimiento. No había nada malo en disfrutar de su toque en secreto… nunca necesitaría saberlo. Si ella supiera las sensaciones que su mano enviaba a través de su cuerpo, la sensación de cosquilleo que corría por su piel, y el calor que creaba en su vientre, lo más probable era que la dejaría de tocar.

— ¿Estás bien?, — preguntó Santana.

— Sí, estoy bien. — ¿Le habría mostrado algún signo de cómo su toque le afectaba? ¿Estaba su rostro sonrojado? ¿Su ritmo cardíaco y su respiración eran irregulares? Probablemente era todo eso, pero ella no podía hacerle saber que ella era quien se lo hacía. — Estoy molesta por Charlie.

Pareció haberse tragado su excusa.

— No te preocupes. Lo resolveremos.
***
Santana seguía acariciando su brazo y celebrando su suerte. Brittany se encontraba en un estado tan agitado por el contratista, que probablemente ni se había dado cuenta que la seguía tocando. Sabía que debía poner fin a su acción clandestina, pero la recompensa era demasiado dulce.

Desde el paseo por la playa, se sintió atraída hacia ella, incluso más que antes y había usado cada ocasión que se le presentaba para acercarse a ella. Santana no se detendría ahora.

Si quería que ella hiciera de héroe para ella, no podría hacerlo. Podía resolver esos pequeños problemas que la catapultaban hacia un desastre estresante. Y entonces ella recogería los frutos. Pronto, la mujer agradecida se derretiría en sus brazos y jadearía por ella.

¡Toma eso, Zeus!

Los pasos pesados del contratista que se acercaban desde el pasillo la hizo salir de sus sueños. ¿Soñaba despierta? ¿Qué en Hades le estaba pasando? Ella no era una soñadora.

— Aquí tiene, — anunció Charlie, metiendo un trozo de papel en las manos de Santana. — Esa es la orden que pedimos.

Santana miró la hoja y la revisó. No era lo que había esperado, y no le gustaba la idea de que ella fuera el que le diera la noticia a Brittany. Se aclaró la voz.

— Los azulejos que se ordenaron se llaman Baño Romano.

El estado de shock de Brittany fue evidente.

— Eso no puede ser. No se trata de Baño Romano. Esos no son los azulejos que pedí.

— Lo son, — dijo Charlie exasperado. Se pasó la mano por su pelo despeinado. — No sé qué otra cosa mostrarle.

— ¡No estoy loca!, — protestó Brittany.

— No estoy diciendo que usted lo esté, — le contestó Charlie.

— Esos no son mis azulejos.

Santana volvió a mirar el pedazo de papel, vio una mancha junto a la descripción de la pieza. Lo levantó en contra de la luz. Algo había sido borrado. Ella atrapó a Charlie mirándola. — ¿Ha usado todas los azulejos ya?

Charlie negó con la cabeza.

— No, hay muchos más para los otros cuartos de baño.

— Tráeme uno, — ordenó Santana.

— ¿Para qué? — La renuencia de Charlie para cumplir con su solicitud, avivó más las sospechas de Santana.

— Porque yo lo digo.

—Tú no eres la jefa.

La voz severa de Brittany los interrumpió.

— No, pero yo sí. Tráeme uno de los azulejos.

— Bien, — se quejó Charlie y giró hacia el pasillo, sólo para volver unos segundos más tarde. Le entregó a Brittany el azulejo. Ella lo sintió, pasando las manos sobre un lado. Santana imaginó esos dedos tocando su piel con el mismo deseo con el que tocaba la baldosa.

— Son los mismos que están en la pared. No son de la calidad que ordené.

Antes que Charlie pudiera abrir la boca, Santana levantó la mano.

— ¿Puedo? — Tomó el azulejo de las manos de Brittany y lo giró para mirar la parte de atrás.

Luego sonrió.

— Muy bien, dice Baño Romano, pero ¿te importaría leer este sello para mí? — Santana sostuvo el azulejo para que Charlie pudiera verlo.

La cara del contratista al instante se puso roja, y apretó los labios.

— Lo leeré yo mismo entonces, — contestó Santana. — Dice: segunda mano.

Brittany suspiró con alivio.

— Lo sabía. Podía sentirlo.

— Sí, tenías razón, — dijo Santana y volvió a mirar a Charlie. — ¿Tiene algo que decir, Charlie?

— ¿Me está acusando de hacer esto? Es obvio que la empresa nos envió productos de inferior calidad. Eso no es culpa mía. Yo pedí el material adecuado.

Santana puso el formulario de pedido nuevamente en las manos de Charlie y señaló la mancha en él. No había necesidad de hacer que Brittany supiera que Charlie había intentado engañarla. Ya tenía suficiente estrés como estaba.

— Creo que usted sabe qué hacer. Quite los azulejos equivocados y consiga los correctos. Y será mejor que no le cobre a la señorita Pierce la mano de obra adicional. ¿Nos entendemos?

Santana puso el dedo sobre la mancha para hacer que su posición quede clara. Si Charlie se negaba, haría que el hombre no pudiera trabajar en ningún lugar nunca más.

— Sí, — dijo Charlie con la mandíbula apretada y salió de la habitación.

— Vaya, gracias, — dijo Brittany. — Estaba esperando que hiciera un gran alboroto al respecto, ya que fue la culpa del proveedor.

Santana consideró por un breve instante la posibilidad de decirle la verdad, pero decidió no hacerlo. No había necesidad de que se preocupara más. A partir de ahora, mantendría vigilado al hombre. Si trataba de salirse con la suya remplazando los materiales originales con unos más baratos, no era de fiar.

— Él debería haber comprobado que recibió los azulejos adecuados en primer lugar. Es su responsabilidad, ¿no?

— Tienes razón. Bueno, al menos eso está resuelto. Será mejor que eche un vistazo al resto.

Mientras ella hacía el intento de salir del estrecho cuarto de baño, bloqueó su salida.

— ¿Por qué no te tomas un descanso, y te prepararé algo de comer? Debes tener hambre después de nuestro paseo por la playa.

Con sus palabras, las mejillas se colorearon de un hermoso color rosa. Santana se abstuvo de besar las mejillas de color rosa todo el camino hasta su elegante cuello.

Por supuesto, ella no se detendría allí… continuaría hasta los tentadores pechos y esos pequeños pezones duros que se dio cuenta que se presionaban a través de su camiseta.

Brittany se había cambiado a unos jeans y una camiseta, después de haber regresado a casa. Y ella no había solicitado su ayuda, lo que era una gran decepción para Santana.

— ¿Comida?, — preguntó. — En realidad, eso sería genial.

Diez minutos más tarde, Santana había preparado algo de lo poco que había podido encontrar en la refrigeradora casi vacía y unos estantes aún más vacíos de la cocina.

Tendría que hacer algunas compras más tarde. Qué fácil sería si pudiese usar sus poderes y hacer que todo fuera entregado por los sirvientes de los dioses.

Santana equilibraba la bandeja, con cuidado de no derramar el vino tinto que había servido. Ninguna comida estaba completa sin una copa de vino decente. Al menos no para ella. Si bien muchos de los dioses preferían la dulce esencia de la ambrosía, Santana prefería la acidez del vino tinto que los mortales cultivaban. Tal vez porque pasaba tanto tiempo en compañía de Dioniso, quien no podía pasar una hora del día sin un buen trago, Santana estaba acostumbrada al vino en lugar de la ambrosía para complementar sus comidas.

El comedor estaba todavía sin muebles, por lo que le había pedido a Brittany que la esperara en la sala de estar. Cuando entró en la gran sala, ella estaba sentada en el sofá de gran tamaño, sus piernas dobladas bajo el cuerpo, los ojos cerrados.

Santana se detuvo un momento para mirarla. Nunca había visto nada más hermoso en toda su vida
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: Un toque de Grecia. Cap. 34, 35, 36 y 37

Mensaje por 3:) Dom Abr 16, 2017 10:46 pm

san definitivamente siente algo por britt!!!
mmmm el hermanito de san no me gusta nada,.... a ver que llega a hacer!!!??
lo que si me gusta san como cuida y esta pendiente de britt!!!

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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:49 pm

Capítulo Diecisiete


Brittany se echó hacia atrás. Tenía que aprender a relajarse. La confrontación con Charlie la había desgastado, si Santana no hubiese interferido y resuelto el problema por ella, probablemente habría estallado. Y la razón no era que ella estuviera molesta por haber sido engañada con los azulejos equivocados, sino que había empezado a dudar de su propia cordura.

Recordaba con claridad de como los azulejos se sentían cuando los había seleccionado en la tienda. Su suavidad era la razón por la que le habían gustado en primer lugar. Cuando Charlie y luego Santana habían dudado de su memoria, había empezado a entrar en pánico. ¿Y si era sólo otra señal de lo que había intentado tan fuertemente de empujar lejos, una enfermedad mental? Después de la visita de Michael no había sido capaz de sacar el pensamiento de su mente.

Brittany alejó el horrible recuerdo. No, ella no estaba loca. Y al final, Santana lo había demostrado. Al sentir que ya no estaba sola, miró hacia arriba. En la puerta, pudo distinguir a Santana. Su cuerpo y su cabello largo y oscuro la hacía destacar, y había algo en su olor que hacía reconocerla al instante sin ver su rostro. Cuando Santana se acercó y colocó una bandeja en la mesa de café, ella le sonrió.


— Gracias. Estaré totalmente consentida para cuando pueda ver de nuevo. No estoy acostumbrada a que nadie me sirva.

Santana se rio entre dientes.

— Supongo que a veces, todos hacemos cosas con las cuales no estamos acostumbrados. Y resulta que no siempre son tan malas como nos imaginamos que serían. Algunas sorpresas pueden ser buenas.

Santana estaba en lo cierto, de hecho. A Brittany le gustaba ser mimada.

— Bien, ahora vamos a ver lo que realmente te gusta, — anunció Santana.

— Es un pequeño juego que solía jugar cuando era niña.

La respiración de Brittany se agitó. ¿Qué le gustaba? ¿Qué tenía en mente? Había un montón de cosas que le gustaban, pero engordaban, o se realizaban en desnudo, o ambas cosas. Ella tenía que bloquear su mente de pensamientos inadecuados como estos, de lo contrario se sofocaría.

Cuando Santana se sentó junto a ella, y sin querer rozó su pierna con la suya, su pensamiento anterior se fue justo por la ventana. En cambio, pensamientos más inapropiados… todos involucraban varios tipos desnudez… invadieron su mente.

Ella tenía que decir algo, antes de que el silencio se hiciera incómodo.

— ¿A qué jugaremos?

— Es el juego de los alimentos. Se hace normalmente con los ojos vendados, pero...— Hizo una pausa. — Lo siento, no quise decir que…

— No, está…— Ella quiso tomas su brazo, pero se dio cuenta al instante que le tocó el muslo en su lugar. Antes de que pudiera quitar su mano, ella la cubrió con la suya. —… bien. — Sus músculos se endurecieron bajo su tacto.

— Así es como funciona, — le explicó y le soltó la mano. Ella de inmediato la quitó de su muslo, con la esperanza de que no la viera y se diera cuenta de lo incómoda que estaba. ¿Cómo podía haberla tocado de esa manera?

— Te voy a dar un trozo de comida y me dirás qué es.

— Eso es fácil.

Ella se echó a reír.

— No es tan fácil como piensas. Confiamos demasiado en nuestros ojos para decirnos lo que estamos comiendo y nos olvidamos de dejar que nuestras papilas gustativas hablen por sí mismas.

Brittany sabía qué comía. Esto no sería ningún problema en absoluto, a pesar de que pensó que sería divertido jugarlo de todos modos.

— Está bien, estoy lista.

Por un instante se preguntó si se trataba de alguno de los juegos que los enfermeros hacían para enseñar a sus pacientes que ser ciego no era del todo malo, y que una persona ciega podía aprender a afinar sus otros sentidos para compensarlo.

— Abre tu boca, — la instruyó Santana unos segundos más tarde.

Brittany sintió que sus dedos llevaban un bocado de comida hacia sus labios. Puso el objeto redondo en su boca y lo masticó. Un toque de sabor a nuez, se extendió en su boca mientras ella aplastaba el jugoso objeto entre sus dientes.

—Aceituna.

— Bien. Pero, ¿es verde o negra?

Brittany decidió hacer trampa. Ella sabía que Quinn había comprado unas cuantas cosas para ella, y dado que su amiga sabía que ella prefería las aceitunas negras en vez de las verdes, hizo una predicción razonable.

— Negra.

— Eso es bastante bueno, — elogió. — Ahora vamos a ver si puedes adivinar esto.

Un pequeño cubo de alimento, tocó sus labios. Ella los abrió y dejó que lo pusiera en su boca, sin intención rozó su dedo con los dientes. Ella la sintió contener el aliento.

— Lo siento. — Se encogió Brittany.

— No muerdas la mano de quien te alimenta.

El objeto en su boca se deshizo en pedazos pequeños y extendió sus sabores: picante, pero cremoso.

— Queso.

— ¿Qué tipo de queso?, — le preguntó, y ella pudo oír la sonrisa en su voz.

Ella sacudió la cabeza.

—Algún tipo de queso blando. No estoy segura.

— Bien, es el buen queso feta griego, — anunció Santana.

—Debí haberlo adivinado.

Se echó a reír.

—Se permite adivinar, pero no haré las cosas muy fáciles a partir de ahora.

— ¿Haces esto con todos tus pacientes?

— ¿Hacer qué?, — preguntó Santana.

— Jugar.

— Sólo cuando sé que están listos para jugar.

Oh, ella estaba lista. Lo que Santana quisiera jugar con ella, la seguiría.

—¿Conoces muchos juegos como este?

Ella sintió una sombra cruzar por su rostro y supo que había acercado su cabeza a ella.

— No tienes ni idea.

El olor a mar de Santana, la envolvió con su aliento cerniéndose sobre su rostro.

Pensándolo bien, diría que estaba coqueteando con ella. Ridículo. ¿Por qué coquetearía con ella? No era más que una de sus pacientes. Brittany se movió nerviosamente, y un momento después alejó la cara de nuevo. Pero el muslo se siguió frotando contra ella, cada vez que se inclinaba para recoger otro trozo de comida, y luego nuevamente cuando se lo ponía en su boca. Se estaba volviendo loca. Su piel hervía con cada movimiento que hacía, y ella necesitaba desesperadamente algo para refrescarse.

— Toma, algo de beber,

Santana puso una copa en sus labios, mientras su otra mano sostenía fijamente su mandíbula. Ella abrió los labios y bebió. Reconoció de inmediato el vino tinto. Incluso después de haber retirado la copa de sus labios, la mano estaba puesta todavía en su mandíbula. Luego, el dedo pulgar recorrió su labio inferior. Brittany sintió un rayo de calor extenderse a través de ella y se sacudió involuntariamente.

— Lo siento, una gota de vino. No quería que se manchara la camiseta, — explicó.

Santana era muy considerada. Y perfectamente profesional. Sin duda parte de su descripción de trabajo, ¿verdad? No había ninguna razón por la que tuviera que sentirse excitada por un toque tan simple como ese.

—Oh, gracias—, balbuceó.

Y luego Santana continuó torturándola dándole de comer, bocado por bocado. De vez en cuando, sus dedos rozaban sus labios cuando ella tomaba el alimento de Santana. Después de probar con tomates cherry, más aceitunas, galletas con paté, otros quesos y más vino, Brittany se encontraba en un estado próximo a la combustión.

—Creo que estoy bastante llena,— dijo finalmente, no podía soportar más de su sensual tortura. Si lo hacía, lo más probable es que saltaría sobre Santana y la manosearía antes de que ella supiera lo que estaba sucediéndole.

Y entonces, ¿cómo quedaría ella? Santana renunciaría, y si reportaba esto a la agencia, probablemente nunca le enviarían a otra persona. No, ella tenía que contener sus pensamientos inapropiados.

—Está bien, un pequeño postre antes de terminar,— sugirió Santana.

—Pero sólo un bocado o dos. No puedo comer demasiado dulce, de lo contrario...— Brittany se puso la mano sobre su estómago, lo que indicaba que no necesitaba aumentar más de peso.

—No creo que unos cuantos kilos más en tu hermoso cuerpo, te haga menos atractiva.

Brittany casi se ahogó. Ahora definitivamente estaba coqueteando con ella.

Sintió el calor aumentar en sus mejillas.

—Toma, ten cuidado, está en una cuchara, así que no muerdas demasiado fuerte.

Tomó la cuchara que estaba llena de una sustancia cremosa, y estaba a punto de cerrar la boca cuando un fuerte golpe de arriba la hizo sacudirse. Santana tuvo que haberse sacudido también, porque la cuchara se movió y parte de la sustancia cremosa cayó sobre su barbilla.

—¿Qué fue eso?,— preguntó.

—No tengo idea.

Brittany quería levantarse para investigar, pero Santana la detuvo.

—Espera, tienes el yogur por toda la barbilla.

Antes de que pudiera usar sus propios dedos para limpiarlo, ella sintió que pasaba su dedo por encima y la limpiaba.

—Abre,— le ordenó y llevó su dedo cubierto de yogur a sus labios. Ella cumplió de forma automática y atrajo su dedo hacia su boca, lamiéndolo para limpiarlo, antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba haciendo.

Santana no hizo nada para detenerla, en lugar de eso arremolinó el dedo en su boca jugando con su lengua. Su cabeza se acercó, y ella dejó su dedo. Sus manos se fueron a sus hombros, y en ese momento ella sabía que iba a besarla.

El corazón de Brittany se aceleró como el de un velocista, y sus manos temblaban con la anticipación. Con su siguiente respiración, inhaló su aroma y cerró los ojos. Su olor, y la manera en que esas manos se sentían en su cuerpo, le recordaban algo. Su mente evocaba imágenes de música, baile, un cuerpo presionándose contra el suyo. Tan familiar, y sin embargo tan emocionante. Sus labios se cernían sobre ella, su aliento se mezclaba con el de ella.

— ¡Señorita Pierce! ¡Señorita Pierce!

La brusca interrupción provino de Greg, uno de los trabajadores. Santana se echó hacia atrás y se apartó al instante.

—Tenemos un problema arriba,— insistió Greg.

Santana cambió de posición a su lado y se levantó.

—¿Qué pasa? ¿Qué fue ese ruido?

—Tuvimos un pequeño colapso. El conducto de la chimenea era inestable. Será mejor que eche un vistazo. Quiero decir... venga arriba.

—¿Hay alguien herido?,— preguntó.

—No, no. Todo el mundo está bien. Es un verdadero desastre.

Brittany dio un suspiro de alivio. Por lo menos nadie resultó herido. No es que estuviera de humor para hacer frente a una chimenea derrumbada en estos momentos. Ella se resistía a levantarse, pero tenía responsabilidades. Ella no debería estar sentada dejándose encantar por Santana, cuando sabía que nada podría resultar de eso, y el trabajo se estaba acumulando.

—Estaremos ahí arriba en un minuto,— dijo Santana al trabajador.

Escuchó de nuevo a Greg pisando las escaleras.

—Acerca de lo que sucedió…

Brittany la interrumpió.

—Lo siento. Nos dejamos llevar. No volverá a suceder.

No podía permitirlo. Confiaba en Santana, y perder su ayuda ahora, haría las cosas aún peores.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Abr 16, 2017 10:53 pm

3:) escribió:san definitivamente siente algo por britt!!!
mmmm el hermanito de san no me gusta nada,.... a ver que llega a hacer!!!??
lo que si me gusta san como cuida y esta pendiente de britt!!!


Creo que Santana dejo muchos enemigos en el Olimpo, aun su medio hermano esta dispuesto a hacer cualquier cosa para que ella no regrese...
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Mensaje por monica.santander Dom Abr 16, 2017 11:30 pm

Me encanta el instinto protector de Santana!!!
Pobre Britt termina con un problema y aparece otro!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Lun Abr 17, 2017 8:33 am

Gente falsa hay en todos lados, menos mal que ahi esta Santana para ser los ojos de Brittany!!!!
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