[Resuelto]FIC Seblaine : - Sie verändert etwas in meinem .. - [SEGUNDA PARTE] [ Capítulo # 20 y 21 ]

Oh por dios y todo lo bueno en este mundo .. osea que .. WOOOOW ! CON ENAMORADO ? pero pense qe le gustaba blaine ! yo tambien qiero que aparesca fabbioo porfavor siguelo :B

Alan ? ... pobre de el ._. Sebastian tiene que estar con Blaine :D no con este tal .. alan ¬¬ NOOO ! O ya .. fabio .. pero .. ese alan me da mala espina .. porfavor siguelo ;) gracias por escribir

-Vengo a proponerte algo.

Me puse de pie y sacudí el polvo de mi pantalón. Lo miré a los ojos y bajé enseguida la mirada, tratando de acomodarla en algún lugar del piso. Noté que nuestra diferencia de tamaños era cada vez menor. El se paró de costado, gesto que ya había aprendido a leer de el y que era una invitación a caminar juntos a lo largo de la pérgola. Le seguí los pasos y me mantuve en silencio todo el tiempo.

Mi ritmo cardíaco volvía a su normalidad conforme el iba diciéndome que junto con otros profesores estaba armando un proyecto social que consistía en ayudar a los niños de los colegios estatales. Haciendo eventos para recaudar fondos para comprarles nuevos útiles. Los eventos consistían en partidos de futbol entre colegios y la propuesta era que jugara uno o dos partidos con otros chicos de otros grados.

En algún momento de la conversación me perdí siguiendo el curso de las rayitas del suelo hasta que el finalmente volteó y me punzó con la mirada: -Bueno, ¿Te animas?

-¿Y cuándo sería eso?

-En dos días, pasado mañana. Tienes tiempo de entrenar- bromeó.

Hice un rápido cálculo mental. No sabría si ocupar mi tiempo entrenando o pasarla con Alan. Pero había algo que me preocupaba aún más y era tener que competir en un lugar lejos de casa, con gente nueva, con la que no estaba acostumbrado a rodearme.

-¿Qué dices?

Levanté la mirada. Mis ojos se encontraron con los suyos. Me dedicó una sonrisa amplia y prolongada. Luego levantó una ceja. Volví a bajar la mirada. No me gustaba cuando me miraba así. Tomé una gran bocanada de aire.

-Ya, okey, está bien, te ayudo.

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Me puse unas zapatillas Adidas (que me compró mi padre en un arrebato de generosidad) y salí a la cancha levantando las rodillas, moviéndome rápido, para olvidar el frío en mis piernas a causa del short que llevaba puesto.

Al otro lado de la cancha jugaban nueve chicos, todos en un short blanco (al parecer se habían mandado a hacer uniforme para la ocasión, cosa que en cierta forma me ablandó el corazón y me hizo pensar en un segundo en dejarlos ganar). Los nueve nos miraban con cierto recelo, como si estuviésemos ahí para conquista su terreno (¿acaso no era cierto?). El juego era simple, acababa a los tres primeros goles. En realidad, ganara quien ganase el juego, el dinero recaudado con las entradas de los asistentes al partido iría para el colegio en donde estábamos jugando. Era una buena causa. Que gane el mejor, pensé, al mismo tiempo que el réferi soplaba el silbato.

A pesar de no conocerlo, le pasé la pelota al chico del costado. El me la devolvió y avancé uno, dos metros. Esquivé a uno, dos chicos y seguí con el balón. Enseguida vi que un chico de mi equipo estaba libre y le di el pase. El corrió unos metros y cuando estuvo a punto de patear, un jugador del equipo contrario le quitó pelota y comenzó a correr y a esquivar a cuanto chico se le acercara. Era un chico un poco más alto que yo. No me intimidó en lo más mínimo y atravesé toda la cancha hasta llegar a él. Me planté al frente, recibí un pelotazo en las piernas, siguió el juego. Ahora la pelota la tenía un chico de mi equipo. Corrí de nuevo al otro lado de la cancha, me puse frente al arco y grité: -¡Centra!-, el jugador pateó y sin esperar un rebote pateé el balón levantando la pierna de costado y anoté el primer gol.

Sin celebrar el gol o hacer el mínimo gesto de entusiasmo, regresé trotando a mi lugar. Esta vez la pelota la tenían ellos. El chico alto me miraba con rabia y sudor en los ojos. Se había dado cuenta de mis dotes para el fútbol y la idea no parecía agradarle en lo más mínimo. Hizo un pase al del costado, este le pasó de vuelta. Yo fui para marcarlo y él hizo un enganche y dio un giro que me dejó lelo, mirando a los lados, con las palmas de ambas manos hacia arriba, listo para mirar cómo anotaba su primer gol.

1 a 1. El silbato sonó y me pasó la pelota. Corrí con él hasta llegar al otro lado y toparme con la defensa. Miré a mí alrededor, vi que estaba solo (para variar), así que decidí patear. No sabía si tendría suerte, curiosamente la tuve. Gol.

Cuando estaba regresando a mi cancha, podía sentir cómo las miradas de los chicos del equipo rival (y tal vez del mío) miraban con hostilidad, en especial el chico alto de ceño fruncido, quien se puso muy cerca de mí y me dijo: -Hey imbécil, ya vas a ver cuando acabe el partido-

Me dejó desconcertado, me molestó “el comentario”, era capaz de callarle la boca con un buen derechazo pero no lo hice, no me gustaba pelear, pero si era necesario lo hacía. Entonces me di cuenta de que no solo era alto, sino que también era notablemente más simpático que el resto de su equipo, pero decidí dejar todo eso de lado y seguir jugando.

Faltaba un gol más. Si lo metíamos nosotros, ganábamos; si lo metían ellos, nos iríamos al desempate.

El silbato sonó por última vez y, antes de que mirara la pelota, algo llamó mi atención en el público. Cuando mire, me percate de la cara de Blaine entre la multitud. Las piernas comenzaron a temblarme, se me aceleró en corazón, perdí de vista la pelota. Unos segundos después me di cuenta de que la tenía el chico simpático y había logrado esquivar a todos los jugadores de mi equipo. Vi que estaba a punto de patear, corrí hacia él y me deslice por el paso levantando tierra y golpeando, por desgracia, no la pelota si no la pierna del chico simpático.

Ante la vista incrédula del público, nos hicimos un nudo humano y rodamos varios metros hacia la línea lateral de la cancha, dándole oportunidad a otro jugador del equipo rival para que hiciese el segundo gol, mientras él y yo seguíamos avanzando a la tribuna, haciendo que esta retrocediese varios pasos, apartándose de nosotros. Escuché el silbato del réferi y me puse de pie enseguida, pero el chico simpático se quedó sentado en el pasto, mirándome con odio, mientras yo tenía los ojos en el réferi, y me preguntaba qué estaría pensando Blaine en ese momento.

Aprovechando que yo estaba distraído o anestesiado bajo los efectos del amor (como pasó alguna vez con Braulio), el chico este su puso de pie y, sin tener cuenta si el réferi veía o no, me tiro un derechazo que con mucha suerte esquivé, ahí empezó la pelea, se lanzó contra mí con otro derechazo, el cual acertó y me lanzó al piso, y este enseguida también lo hizo, con un movimiento brusco de pies lo pateé para que se alejara, fue una serie de golpes que nos tiramos, todo fue muy rápido, sentía que ganaba la pelea, cuando me dio un golpe en el estómago.

De un momento a otro no podía respirar y, antes de desmayarme, pude ver entre la gente la cara de Blaine con los ojos muy abiertos y las comisuras de los labios hacia los lados, como si algo de la situación le estuviera haciendo gracia.

:ooo Miedo, sera como Karofsky & Kurt :o
Gracias por actualizar <3

Tu Fic es genial lo adoro
gracias por cuntinuar por un momento crei ke me dejarias :'(: pero ahora se que no es asi

Porque ya no actualizas D: el fic esta bonito :c porfavor no nos dejes en el suspenso xD

No sé cuánto tiempo después desperté en el tópico del colegio en donde habíamos jugado, y lo primero que vi fue el rostro de Blaine a poco menos de un metro sobre el mío, esta vez con ojos asustados y el ceño fruncido.

-Hey- dije y enseguida intenté moverme, pero él me detuvo devolviéndome la cabeza a la almohada.

-Ha venido tu enamorado.

Lo dijo con cierta ironía. Sentí que se estaba burlando de él, de mí, de los dos.

-No es nada grave, solo fue un golpe exacto a la boca del estómago- y me alcanzó un vaso con agua.

Tomé el vaso y bebí solo hasta la mitad.





Ni bien entramos a su cuarto, yo estaba tan cansado que me dejé caer en su cama. Me sentía un poco desganado. Él desapareció un momento y cuando volvió juntó la puerta del cuarto. No le di importancia, pero él me habló como susurrando, en un tono cómplice: mira lo que tengo acá. Levanté la cabeza de la almohada y lo vi parado frente a mí con una botella de vino en la mano.

-Necesitamos un sacacorchos.

Bajamos las escaleras despacio, con miedo a que nos escucharan. Nos habíamos quitado los zapatos y caminábamos así. Alan sujetaba el vino con una mano y yo a él del brazo. Sus ojos bien abiertos brillaban con la oscuridad de la noche. Lo encontré muy simpático, más que otras veces. Me gustaba que fuera así. Un chico tímido, sin amigos, pero con espíritu aventurero y travieso. Me gustaba su cuerpo. Nunca lo había visto sin ropa, pero sí en ropa de baño. Me gustaba su abdomen, aquellos músculos que se perdían en el borde del pantalón. Me agradaban la forma de sus ojos, sus cejas, su cabello enredado. No sé qué era lo que lo hacía –no-cool- para los chicos de su colegio. Solamente sabía que era poco popular.

-Espero que Sara ya esté dormida- murmuró abriendo la puerta blanca de vaivén de la cocina.

Su madre había salido y no había nadie salvo la empleada. La luz de la cocina estaba apagada. Se veía muy distinta a como era de día. Sentí miedo. Nunca me agradó la oscuridad, fue algo que siempre odie. Para tener 17, aún era muy inmaduro. Me refugié en Alan, lo abrasé por detrás, se sentía tan calientito, tan cómodo, sentí su olor. Me acordé de Blaine.

Comencé a seguirlo con los ojos cerrados, dando pasos a su compas, aun abrazado a su espalda. Escuchaba que abría y cerraba cajones. ¿Ya?, le decía, te dije que no me agradaba la oscuridad .. .-lo dije en cierto torno burlón- Dejó de buscar lo que estaba buscando y dejó la botella sobre el microondas. Se dio media vuelta y me miro a los ojos, haciendo que vea los suyos en su totalidad. Me quedé algo desconcertado.

-Con Alan el magnífico acá, no hay que temer- esto lo dijo con un intento de voz seductora pero en todo de broma. Y funcionó, a mi me causó gracia, me enternecía que fuese así conmigo, eran sus bromas sencillas las que me dejaban sin palabras, esos simples gestos conmigo eran suficientes para que yo esté alegre. Pasamos unos segundos en silencio mirándonos a los ojos.

-Eres todo lo que quiero Sebas –con un movimiento rápido y seguro selló sus labios en los míos, haciendo que perdiera un poco el equilibrio, ese beso fue especial, nunca antes me pasó eso con él. Digo que fue especial porque la manera en que me dijo lo que sentía llegó directo a mi corazón. Después de un momento separo suavemente sus labios, haciendo que saboree hasta el último rincón de su lengua.

-Vamos a mi cuarto Sebas.

-¿Y el sacacorchos?

-Acá lo tengo. –no supe en qué momento lo consiguió, pues que yo recuerde él y yo estábamos ocupados en otra cosa. No quise preguntar, tan solo asentí con la cabeza.

Subimos a su cuarto y, tras varios intentos en los que nos pasábamos la botella para que cada uno hiciera su parte, logramos descorchar la botella de vino. Nos echamos en la cama y tomamos por turnos, del pico, haciendo gestos al tragar, tiñendo nuestros labios de morado y escupiendo los trocitos de corcho que flotaban en el vino y que daban a parar a nuestras bocas con cada sorbo.

-La gente de mi salón toma vino con sus enamorados y enamoradas.

No le di importancia a sus palabras y pensé en las de Blaine en el tópico del colegio. Me sentía adormecido, confundido, con ganas de pensar en otra cosa que no fuera él.

Con cada sorbo iba hundiéndome cada vez más en mis pensamientos, hasta recordar el incidente de la ventana. Sentí rabia, vergüenza, deseo. No me había vuelto a tocar desde aquel día, y desde ese día tampoco me había atrevido a recordar con tantos detalles. Sin embargo, esa noche, me acordé de los ojos de Blaine, dibuje su cuerpo en mi imaginación, la cavidad de su ombligo, sus caderas, sus muslos, sus rodillas separadas. El gesto de su boca conforme iba aumentando el placer. De pronto ya no sentía tanto pudor al pensar en eso y aquella soltura la atribuí al vino que había tomado.

-¿En qué piensas?

-En nada- me eché de costado para parecer casual y me di cuenta de que algo entre mis piernas se había humedecido un poco.

Dejó la botella en el piso, y comenzamos a besarnos. Se recostó, eh hizo que me ponga sobre él, mientras sus manos acariciaban mi espalda. Sentí su lengua con más intensidad que antes. Me gustó. El hormigueo de mi cuerpo fue aumentando. Empezó a tocarme la pierna y sus manos fueron hasta mi trasero, de la nada me dijo con una mirada penetrante y una voz grave pero suave al mismo tiempo al igual que Blaine:

-Quiero hacer el amor contigo.

No supe que decir y me quedé en silencio. Seguí besándolo. Yo no sé en que estaba pensando él, pero se veía mas excitado que yo. Con un movimiento rápido se puso sobre mí y mientras me besaba pude notar que comenzó a bajarse el short. Abrí un ojo, miré el bulto de sus bóxers y me pareció tan grande que el alcohol se me bajó de golpe, la excitación se convirtió en pánico y dejé de besarlo.

-Alan, no creo que debamos ha-

-No te preocupes Sebas, te enseñare algo que te gustará.

-No, Alan, esto está mal, no me enseñes nada por favor.

Alan D:, es todo cariñoso y suave, nunca pensé que iba a hacer eso.
Gracias por actualizar, nos tenias botados a todos tus lectores :c
Hermosa fic, síguela c:

me muero esta super espero con muchas ancias el siguiente cap nos vemos

conti me muero por una esta que arde

:O QUE TIERNO ES ALAN !


Con Alan el magnífico acá, no hay que temer *-*

Pero al final cuando el trago se le subio como que .. dios .-. se fue extremo xD

Quiero hacer el amor contigo

DIOOS , PORFAVOR SIGUELO NO PARES :c

ke lindo siguelo plis....

Hasta ese entonces no había entendido por qué Alan había tomado tan mal lo que le dije mientras nos besábamos. Si bien no fui muy amable, creo que no era para tanto. Me agarró frío. Nunca nos habíamos besado de ese modo tan apasionado. Él nunca había puesto sus manos en otro lugar de mi cuerpo que no fuesen mis caderas o mi espalda y de pronto había sido ese brebaje hecho a base de uva lo que nos había hecho querer enredarnos más y más, al punto de querer fundir nuestros cuerpos en uno solo.

Esa noche me besaba como si su pecho quisiese entrar en el mío. Por alguna razón lo detuve. De cualquier modo, no era una razón para molestarse. No para mí.

Hacía días que no sabía nada de él y, conforme iban pasando las horas, mi pena iba haciéndose cada vez mas dándole vueltas al tema, tratando de descifrar por qué me dijo lo que me dijo, y por qué yo le respondí como lo hice, como si de pronto hubiese habido un corto circuito entre nosotros.

Era recreo y yo estaba dibujando imaginariamente sobre el piso de la pérgola la letra “A”. Sentando con las piernas cruzadas, no podía dejar de pensar en Alan. Lo extrañaba y al mismo tiempo no. Quería verlo y al mismo tiempo que no se me acercase. Quería besarlo, pero no que me tocara.
En eso, otra vez la sombra sobre mí.

-No estás leyendo. Que milagro.

No respondí. El se quedó parado, esperando que me pusiera de pie y lo siguiera, o tal vez contrariado porque yo no me movía, como si su presencia me fuese indiferente.

Escuché sus rodillas crujir suavemente, señal de que se estaba agachando. La sombra se hizo más pequeña. Sentí otra vez el sol en la cara.

-¿Qué te pasa?
Sentí su olor y otra vez el corazón a mil, sus ojos mirándome de cerca, esos ojos color avellana tan perfectos.

Odiaba sentir esa atracción hacia él. No entendía por qué mi corazón y mis emociones daban esos vuelcos cuando estaba cerca. Sentía que no estaba bien. Yo tenía enamorado y era por el por quien debía preocuparme. Sin embargo, por algún motivo, no sé porque me ponía así con Blaine. Maldito extranjero. Maldito cambio de colegio.

-¿Qué tienes? Háblame…

Me armé de valor y lo mire directamente a los ojos. Tratando de fulminarlo con la mirada de la misma forma en la que él hacia conmigo.

-¿De verdad te importa…? ¿De verdad te importo?

Al hacer esta segunda pregunta, la cara le cambió ligeramente, se inclinó hacia atrás nuevamente y se puso de pie.

Como si eso fuese a arreglar o borrar mis palabras, me paré enseguida. Me puse a su lado y empezamos a caminar por la pérgola, olvidando por completo lo que acababa de suceder. Eso era otra cosa que me llamaba la atención de él. Tenía una capacidad enorme para olvidar. Para saltar de un momento incómodo y comenzar otro, como si nada hubiese pasado.

-La próxima semana hay otro partido- hizo una pausa, como si percibiera lo que estaba pasando por mi cabeza-. Es el último.

Me jodía que solamente se acercara para pedirme cosas. ¿Otro partido con esos raros en ropa de deporte? No, gracias. El golpe en el estomago, luego de lo Alan, ya era demasiado castigo para un solo día.

-¿Realmente crees que voy a poder jugar con lo que pasó?

Me miró a los ojos y sonrió, haciendo como una especie de puchero. ¿Cómo decirle que no?





Como era previsible, al día siguiente terminé jugando no uno sino dos partidos más, en los que el chico este parecía burlarse cada vez que me veía.

En cada partido metí tres goles con los que hice que mi equipo ganara ambos partidos y que aumentaran las ganas del chico simpático por volver a dejarme sin respiración. Para evitar problemas, traté de no acercarme mucho a él cuando acabó el partido, y más bien intenté ver que estaba haciendo Blaine en ese momento. Lo vi detrás de una mesa repartiendo tickets para La casa del terror y sonriéndole a los niños que pasaban por ahí y se detenían ante su belleza.

Recogí mi mochila del pasto y me fui al baño a lavarme la cara. Fue entonces cuando reparé en los distintos que eran los baños de ese lugar, los de mi colegio tenían un espejo enorme que encajaba perfectamente en lo ancho de toda la pared arriba de los lavaderos. Este baño tenía unas ventanas pequeñas arriba de cada lavado. Las puertas del baño de mi colegio eran de color marrón claro y brillantes, las de este colegio eran de lata. Los espejos estaban empañados, todo se veía sucio, no me quise ni imaginar los inodoros.

Abrí el caño con la punta de los dedos y comencé a tirarme agua a la cara, sacando el sudor y aliviando la calentura y el sonrojo.

Cuando salí vi que la gente se había disipado y ya todos estaban atentos al partido de básquet del otro patio. Blaine aún seguía ahí, parado, esperando a que alguien viniese y se animase a entrar a La casa del terror. Recién entonces reparó en mi presencia. Me llamó con la mano.

-¡Sebastian!

Me sonrojé. Me daba vergüenza que dijeran mi nombre en voz alta y en público.
Dejó a alguien a cargo del puesto y vino a mi lado. Su cuerpo se posiciono de lado, señal de que quería caminar. Y añadió algo mas , me agarró por la cintura con el brazo derecho, y así empezamos a caminar. Genial y extraña sensación.

-Quería decirte que de verdad aprecio lo que estás haciendo. Sé que no es fácil para ti ir a un lugar que no conoces y ser el centro de las miradas, usar baños como el que acabas de usar –y señaló la puerta del baño-. Pero es importante que sepas que esto es para una buena causa. Con el dinero que recaudemos vamos a comprarles nuevos útiles a todos los alumnos, van a poder tener una mejor educación.

-Sí sé.

-¿Es lindo derivar placer haciendo feliz a otros, no?

Levanté la mirada y sonreí de medio lado. Lo quise un poco más.

-Realmente aprecio lo que estás haciendo, en serio. Me hace pensar que podemos llegar a ser buenos amigos.- todo esto lo dijo con una sonrisa en el rostro, ese tipo de sonrisas que me derretían por dentro-

Traté de ver las cosas por el lado amable. Blaine era o quería ser mi amigo. Eso era un buen comienzo, o un buen final. En cualquier caso era algo que nos unía y era mejor que nada.




Esa misma noche fui a buscar a Alan a su casa. Me abrió la empleada, subí las escaleras y lo encontré en su cuarto leyendo una revista de chistes. No pude evitar sonreír. Me gustaba que hiciera esas cosas. Me hacía pensar en él como un niño antiguo. De esos que usaban tirantes y jugaban en el patio con bicicletas de ruedas gigantes. Extraño pensamiento.

-¿No me vas a saludar?- me acerqué a él, que estaba en su cama.

Me miró con unos ojos tiernos, apenados, dolidos, avergonzados, expresándome un poco de tristeza pero también culpa. Se levantó y se recostó en mi hombro. Le di un beso y me senté en la cama, lo suficiente como para que mis piernas estuvieran totalmente adentro de esta, hice que él se sentara sobre las mías, se acurrucó en mí y me dijo:

-Lo siento… Siento ser un pésimo enamorado- intentó no quebrarse, pero terminó haciéndolo, -eres lo mejor que me ah pasado y no quiero perderte por una estupidez, no quiero perder a alguien que amo, no otra vez.

Ok, era demasiado blando como para no perdonarlo, para mí no había nada que perdonar, lo de la escena de los bóxer era algo que ya había olvidado pero el no, creo que le afectó un poco, no quería lastimarlo, no me lo permitiría jamás, no quería verlo triste, me gustaba verlo feliz, su felicidad era la mía y yo siempre lo veía como mi punto de apoyo.

-Sequé sus lágrimas con mis manos, no sabía que decirle, quería calmarlo pero no sabía cómo, agache un poco mi cabeza y levante la suya, lo miré directo a los ojos y lo besé lentamente, pasamos así algunos minutos, sentí que se calmó un poco y le di una sonrisa leve, era una forma de decirle que todo estaría bien. Pasó un rato acurrucado en mí, hasta que se durmió. Con algo de dificultad lo recosté en su cama, llamé a mi madre diciendo que me quedaría en casa de Alan a dormir, ella confiaba en mí y anteriormente ya me había quedado en su casa así que no habría problemas. Mi mamá se calmaba cuando sabía que estaba con él, ella confiaba en el, sabía que siempre estaría seguro con él. No es que necesite que alguien me defienda,ya entienden. Pero ella notó algo en mi voz, mi voz no era la de siempre, se notaba un poco apagada, sin vida, y no por hablar bajo para no despertar a Alan, si no que se sentía un poco afligida.

-¿Todo está bien Sebas?

-… si mamá, todo está bien, no te preocupes, bueno, ya estoy algo cansado así que me iré a dormir, llegaré temprano a casa si? Adiós.- Recuerdo haberme recostado a su lado, cubrirnos con las sabanas y abrazarlo como si fuera un oso de peluche para después quedarme dormido pegado a su pecho-




La vez siguiente ya no fui a jugar pero sí fui al colegio a ayudar a Blaine a vender unos tickets para los juegos.

Me gustaba jugar a ser su asistente personal, pararme a su lado y alcanzarle los tickets a la gente que se animaba a entrar a algún juego. Todo lo que tuviera que ver con el me gustaba. Me divertía estar a su lado. Sentir su olor. Me gustaba saber que respirábamos el mismo aire. Por supuesto ya no me podía negar a mí mismo que me gustaba y estaba enamorándome de él.

Pensaba que él quería ser mi amigo porque le caía bien. A pesar del incidente del director (quien se fue quien sabe a dónde, llevándose la posibilidad de continuar cualquier chantaje), era demasiado inocente para tener 17 años.

De rato en rato, el volteaba y me miraba a los ojos y nos sonreíamos brevemente. Parecía contento de estar a mi lado. Un par de horas después, un vientecillo helado nos recordó que había caído la noche, el número de compradores había disminuido y no quedaba nadie en el colegio.

sigo loca por tu fic LO AMO! me casare con el jajajaja ok no pero de todas formas esta genial tu fic ;) conti plis....

ACTUALIZA O AVERIGUO DONDE VIVES Y TE MATO. Okno pero ACTUALIZAAAAAAAA.

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reviviste
espero con muchas ancias el siguiente capitulo estoy que me como mis uñas uñas que no tengo jejej
espero actualizacionm
sayo