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[Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
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micky morales
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FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 14 - Parte I
Capitulo 14 - Parte I
—¿Qué coño has hecho aquí?—Santana se quedó paralizada bajo el umbral de la puerta.
—¿A que queda genial?—Brittany contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que ella consideraba un acogedor y encantador nidito de amor.
Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los colines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables.
Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras.
Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes.
Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules Wedgwood, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con chínchelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento.
La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades.
Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil.
En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que Brittany había cogido en el borde del recinto.
—No he podido hacer más con la alfombra—le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa—Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buena costurera, pero creo que puedo...
—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?
—De mi sueldo.
—¿Te has gastado tu dinero en esto?
—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un WalMart hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí un dólar si te lo propones...—en ese momento Brittany vio la expresión en la cara de Santana y su sonrisa se desvaneció—No te gusta.
—No he dicho eso.
—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.
—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar.
—No creo que sea un desperdicio.
—Es una caravana, por el amor de Dios. No vamos vivir aquí tanto tiempo.
Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Santana.
Brittany la observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse enfadada o podía obligarle a ser sincera con ella.
—Dime exactamente qué es lo que no te gusta.
—Nada.
—Sí, algo no te gusta. Rachel me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta.
Santana se encogió de hombros.
—¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?—fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que ella había considerado demasiado cara para su presupuesto.
Brittany se negó a dejar pasar el tema.
—¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba?
—Estaba bien—repuso sacando un sacacorchos del cajón.
—No te creo. Te gustan las cosas bonitas. He observado cómo miras el paisaje cuando viajamos y siempre me señalas los escaparates cuando ves algo bonito. Ayer, cuando paramos en aquel quiosco al lado de la carretera, dijiste que la cesta con frutas te recordaba a un Cézanne.
—¿Quieres una copa de vino?
Ella negó con la cabeza y lo estudió. Finalmente se dio cuenta de lo que pasaba.
—He traspasado la línea otra vez, ¿verdad?
—No sé a qué te refieres.
—Me refiero a esa línea invisible que has trazado en tu mente entre un matrimonio de verdad y otro que no lo es. La he cruzado otra vez, ¿no?
—Lo que dices no tiene sentido.
—Claro que lo tiene. Has hecho una lista mental de reglas y preceptos para nuestro matrimonio. Se supone que debo acatar tus órdenes sin rechistar y que debo mantenerme apartada de ti, salvo para acostarnos juntos, claro. Pero lo más importante de todo es que no debemos crear vínculos emocionales. No me está permitido preocuparme por ti, ni por nuestro matrimonio, ni por nuestra vida en común. Ni siquiera puedo ocuparme de que esta fea caravana resulte acogedora.
Por fin consiguió que Santana reaccionara.
La morena posó con un gesto brusco la copa de vino sobre el mostrador.
—¡No quiero que hagas un «nidito de amor», eso es todo! No es una buena idea.
—Así que tengo razón—dijo en voz baja.
Santana se pasó la mano por el pelo.
—Eres una maldita romántica. Algunas veces, cuando te veo observándome, tengo la sensación de que no me ves cómo soy en realidad, sino como tú quieres que sea. Eso es lo que haces con este acuerdo... este vínculo legal que hay entre nosotras. Vas a moldearlo hasta que se ajuste a tus ideas.
—Es un matrimonio, San, no un simple vínculo legal. Hemos hecho unos votos sagrados.
—¡Durante seis meses! ¿No entiendes que estoy preocupada por ti? Intento protegerte para no hacerte daño.
—¿Protegerme? Ya entiendo—respiró hondo—¿Por eso hablaste con el doctor cuando fuimos hacernos las revisiones médicas?
La expresión de Santana se volvió fría y distante.
—Eso no significa nada.
—Al principio no entendía por qué sobresalía mí documentación del estante cuando siempre los dejaba bien guardados. Luego me di cuenta de que las revisabas, tanto las tuyas como las mías.
—Sólo me aseguraba que no se confundieran o cometieran algún error, eso es todo.
—En otras palabras, me has estado espiando.
—No pienso disculparme. Sabes lo importante que a para mí no tener hijos. Y tu como mi esposa tienes algunos beneficios.
Ella lo miró con tristeza.
—No hay nada entre nosotras, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza.
—Existe afecto, Brittany. Por lo menos por mi parte—vaciló—Y también te has ganado mi respeto. Nunca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente, Brittany.
La joven se negó a sentirse agradecida por aquellas palabras.
—Pero no confías en mí.
—Creo que tienes buenas intenciones.
—Aun así crees que soy una ladrona. Eso no habla bien de mis buenas intenciones.
—Estabas desesperada cuando cogiste ese dinero. Estabas cansada y asustada o no lo habrías hecho. Ahora lo sé.
—Yo no cogí el dinero.
—No importa, Brittany. No te culpo.
El hecho de que la morena aún no le creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo sería implicar a Kitty y, como ahora sabía, no podía hacerlo.
¿Qué ganaría con ello?
No quería ser la responsable del destierro de Kitty. Y aquella relación no funcionaría si tenía que demostrarle a Santana su inocencia.
—Si confías en mí, ¿por qué revisabas mis pruebas?
—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos. Ya te dije que tengo mis óvulos congelados por cualquier emergencia, y que seas mi esposa podría confundir las cosas.
—Jamás usaría algo tuyo si tu permiso, no algo tan serio. Y sobe los hijos. Eso ya lo has dejado claro—quiso preguntarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener un hijo o tenerlo con ella, pero le daba miedo la respuesta
—No quiero que vuelvas a revisarlos o llamando al doctor para ver que paso en la revisión o que se hizo. Te he dicho que iría a mis controles y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí.
La joven percibió la lucha interna de su esposa.
A pesar de que su propia mamá la había traicionado con Carl Howell, Brittany no había perdido la fe en la raza humana. Pero Santana no confiaba en nadie salvo en sí misma.
Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente.
Brittany rozó la mano de Santana con la punta de los dedos.
—Nunca te haría daño a propósito, San. Me gustaría que al menos creyeras eso.
—No es fácil.
—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas.
Santana la miró durante un buen rato antes de asentir brevemente con la cabeza.
—Vale. No las revisare más ni llamare al doctor.
Brittany sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su esposa y se emocionó.
—¡Yyyyy ahora, entrará en la pista central del circo de los Hermanos Berry, Susan, la hermosa esposa de Santana la Cosaco!
A Brittany le temblaban tanto las rodillas que trastabilló, echando a perder su primera entrada.
«¿Qué había sido de lo de la gitanilla salvaje?», se preguntó frenéticamente mientras escuchaba el discurso de Mike por primera vez.
Esa mañana, durante el ensayo, había comenzado a contar una historia de una gitana, pero se había marchado lleno de frustración cuando ella soltó el primer grito.
Brittany se enteró de que el narrador contaría otra historia cuando Rachel le dio el vestido, pero la propietaria del circo se alejó sin dar más explicaciones.
La música de la balalaica resonaba en el circo, situado esta vez en el aparcamiento de un pueblo de verano en Seaside Height, New Jersey.
Santana entró en la pista central con el látigo en la mano. Bajo el resplandor carmesí de los focos, resaltaban las brillantes botas negras y las lentejuelas rojas del cinturón centelleaban ante cualquier movimiento.
—¿Parece nerviosa, damas y caballeros?—preguntó Mike, señalándola con la mano—A mi sí que me lo parece. Pero esta joven ha tenido que armarse de mucho valor para entrar en la pista con su esposa.
El vestido de Brittany susurró mientras se adentraba lentamente en la arena.
Era un vestido de noche recatado, con el cuello alto de encaje adornado con pedrería.
Santana le había colocado una rosa roja de papel de seda entre sus pechos antes de salir.
Le había dicho que formaba parte del vestuario.
Brittany sintió los ojos del público en ella. La voz de Mike se mezclaba con la música rusa y con el susurro de la brisa del océano que agitaba los laterales de la carpa.
—Hija de ricos aristócratas holandeses, Susan estuvo apartada del mundo moderno por las monjas que la instruían.
«¿Monjas? Pero ¿qué estaba diciendo Mike?»
Mientras el director de pista continuaba su monólogo, Santana comenzó el lento baile del látigo que siempre daba comienzo a su número, mientras ella se mantenía inmóvil bajo los focos frente a la morena.
La luz se volvió más suave; el público escuchaba la historia de Mike hipnotizado por los gráciles movimientos de Santana.
—Conoció a la cosaco cuando el circo actuó en un pueblo cercano al convento donde vivía, y las dos se enamoraron profundamente. Pero los padres de la joven rubia se opusieron a la idea de que su gentil hija se casara con una mujer a la que consideraban una bárbara y la encerraron bajo llave. Susan tuvo que escapar de su familia.
La música se hizo más dramática y el baile del látigo de Santana pasó de enérgico a seductor.
—Ahora, damas y caballeros, entra en la pista con su esposa, algo muy difícil para ella. El látigo aterroriza a esta dulce joven. Por eso os rogamos que estén lo más quietos posible para que ella pueda enfrentarse a sus miedos. Les recuerdo que si está aquí es sólo por una cosa—el baile del látigo de Santana alcanzó su clímax—, El amor que siente por su feroz esposa cosaco.
La música siguió in crescendo y, sin previo aviso, Santana agitó el látigo formando un arco sobre su cabeza. El aliento abandonó el cuerpo de Brittany en un grito estrangulado y dejó caer el rollito que acababa de sacar del bolsillo especial que Rachel le había cosido al vestido sólo unas horas antes.
El público contuvo el aliento y ella se percató de que la increíble historia de Mike había funcionado. En lugar de reírse por la reacción de Brittany, habían simpatizado con la desvalida joven.
Para su sorpresa, Santana se acercó a ella, recogió el rollito del suelo y se lo ofreció como si fuera una rosa, luego inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos.
El gesto fue tan romántico que Brittany oyó suspirar a una mujer en la primera fila. Ella misma también habría suspirado si no hubiera sabido que la morena sólo jugaba con las emociones del público.
A Brittany le temblaron los dedos cuando sostuvo el rollito de papel tan alejado de su cuerpo como pudo.
Logró mantener la compostura cuando la morena se alejó, pero cuando llegó el momento de ponérselo en la boca, comenzaron a temblarle las rodillas de nuevo.
Deslizó ligeramente el rollito entre los labios, cerró los ojos y se puso de perfil.
Sonó el chasquido del látigo y el extremo del rollito cayó al suelo. Brittany cerró los puños a los costados. Si había pensado que tener audiencia haría que aquello resultara más fácil, estaba equivocada.
Santana chasqueó el látigo dos veces más hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de su esposa.
Brittany tenía la boca tan seca que no podía tragar.
La voz de Mike surgió entonces, susurrante y dramática.
—Damas y caballeros, necesitamos su colaboración mientras Santana intenta hacer el último corte al pequeño rollo de papel que su mujer sujeta entre los labios. Necesita silencio absoluto. Les recuerdo que el látigo pasará tan cerca de la cara de la joven que la más mínima equivocación por parte de su esposa podría marcarla de por vida.
Brittany gimió. Se clavó las uñas en las palmas de las manos con tanta fuerza que temió haberse hecho sangre.
El chasquido resonó en sus oídos cuando el látigo cortó la última sección del rollito que sostenía en la boca.
El público estalló en vítores.
Brittany abrió los ojos, sintiéndose tan mareada que temió desmayarse. Santana le hizo indicaciones con la mano, señalándole lo que iba a hacer a continuación.
Lo único que ella pudo hacer fue alzar la barbilla.
Cuando levantó la cabeza, la punta del látigo voló hacia ella y la roja flor que llevaba entre los pechos explotó en un despliegue de frágiles pétalos de papel.
Ella dio un respingo y dejó escapar un siseo que el público acalló con sus aplausos. Santana hizo otro gesto, indicándole que levantara las manos y cruzara las muñecas.
Temblando, ella siguió sus indicaciones.
El látigo restalló de nuevo y la multitud soltó un grito ahogado cuando el látigo se enroscó alrededor de las muñecas de Brittany. Santana esperó un momento, luego la liberó.
Un murmullo indescifrable surgió de las gradas. Santana la miró con el ceño fruncido y ella recordó que debía sonreír. Consiguió curvar los labios y mostrar las muñecas para que vieran que estaba ilesa.
Mientras hacía eso, Santana volvió a chasquear el látigo. Brittany dio un respingo. Miró hacia abajo y vio que el látigo le rodeaba los tobillos. Santana no había hecho eso antes y ella le dirigió una mirada preocupada. La liberó y arqueó una ceja indicándole que saludara. Ella le dirigió al público otra sonrisa falsa.
A continuación Santana le indicó que levantase los brazos. Con una sensación de fatalidad, Brittany hizo lo que le ordenaba.
¡Zas!
A Brittany se le escapó un gritito cuando el látigo se curvó en torno a su cintura. Ella esperaba que la morena aliviara la presión de la cuerda, pero Santana se limitó a tirar con fuerza del látigo, obligándola a acercarse a ella.
Sólo cuando la falda del vestido rozó los muslos de Santana, sustituyó el látigo por sus brazos para darle un beso arrebatador que habría hecho justicia a la portada de un libro romántico.
La multitud soltó una ovación.
Brittany se sentía mareada, y aunque estaba enfadada con Santana, no pudo evitar sentirse feliz.
Su esposa silbó y Misha resolló con furia al volver a la arena. Santana la soltó sólo un momento y montó a lomos del caballo de un salto mientras el equino trotaba por la pista.
Un escalofrío de inquietud se deslizó por la espalda de Brittany. Sin duda alguna la morena no iba a...
Brittany sintió que sus pies dejaban de tocar el suelo cuando Santana se inclinó sobre el lateral del caballo para subirla en sus brazos. Antes de saber qué sucedía, estaba sentada en su regazo.
Se apagaron las luces, dejando la pista sumida en la oscuridad. Los aplausos fueron ensordecedores.
Santana aflojó uno de los brazos mientras ella se agarraba frenéticamente a su cintura. Un momento después, sonó una explosión y el gran látigo de fuego danzó por encima de sus cabezas.
—¿A que queda genial?—Brittany contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que ella consideraba un acogedor y encantador nidito de amor.
Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los colines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables.
Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras.
Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes.
Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules Wedgwood, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con chínchelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento.
La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades.
Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil.
En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que Brittany había cogido en el borde del recinto.
—No he podido hacer más con la alfombra—le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa—Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buena costurera, pero creo que puedo...
—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?
—De mi sueldo.
—¿Te has gastado tu dinero en esto?
—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un WalMart hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí un dólar si te lo propones...—en ese momento Brittany vio la expresión en la cara de Santana y su sonrisa se desvaneció—No te gusta.
—No he dicho eso.
—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.
—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar.
—No creo que sea un desperdicio.
—Es una caravana, por el amor de Dios. No vamos vivir aquí tanto tiempo.
Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Santana.
Brittany la observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse enfadada o podía obligarle a ser sincera con ella.
—Dime exactamente qué es lo que no te gusta.
—Nada.
—Sí, algo no te gusta. Rachel me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta.
Santana se encogió de hombros.
—¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?—fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que ella había considerado demasiado cara para su presupuesto.
Brittany se negó a dejar pasar el tema.
—¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba?
—Estaba bien—repuso sacando un sacacorchos del cajón.
—No te creo. Te gustan las cosas bonitas. He observado cómo miras el paisaje cuando viajamos y siempre me señalas los escaparates cuando ves algo bonito. Ayer, cuando paramos en aquel quiosco al lado de la carretera, dijiste que la cesta con frutas te recordaba a un Cézanne.
—¿Quieres una copa de vino?
Ella negó con la cabeza y lo estudió. Finalmente se dio cuenta de lo que pasaba.
—He traspasado la línea otra vez, ¿verdad?
—No sé a qué te refieres.
—Me refiero a esa línea invisible que has trazado en tu mente entre un matrimonio de verdad y otro que no lo es. La he cruzado otra vez, ¿no?
—Lo que dices no tiene sentido.
—Claro que lo tiene. Has hecho una lista mental de reglas y preceptos para nuestro matrimonio. Se supone que debo acatar tus órdenes sin rechistar y que debo mantenerme apartada de ti, salvo para acostarnos juntos, claro. Pero lo más importante de todo es que no debemos crear vínculos emocionales. No me está permitido preocuparme por ti, ni por nuestro matrimonio, ni por nuestra vida en común. Ni siquiera puedo ocuparme de que esta fea caravana resulte acogedora.
Por fin consiguió que Santana reaccionara.
La morena posó con un gesto brusco la copa de vino sobre el mostrador.
—¡No quiero que hagas un «nidito de amor», eso es todo! No es una buena idea.
—Así que tengo razón—dijo en voz baja.
Santana se pasó la mano por el pelo.
—Eres una maldita romántica. Algunas veces, cuando te veo observándome, tengo la sensación de que no me ves cómo soy en realidad, sino como tú quieres que sea. Eso es lo que haces con este acuerdo... este vínculo legal que hay entre nosotras. Vas a moldearlo hasta que se ajuste a tus ideas.
—Es un matrimonio, San, no un simple vínculo legal. Hemos hecho unos votos sagrados.
—¡Durante seis meses! ¿No entiendes que estoy preocupada por ti? Intento protegerte para no hacerte daño.
—¿Protegerme? Ya entiendo—respiró hondo—¿Por eso hablaste con el doctor cuando fuimos hacernos las revisiones médicas?
La expresión de Santana se volvió fría y distante.
—Eso no significa nada.
—Al principio no entendía por qué sobresalía mí documentación del estante cuando siempre los dejaba bien guardados. Luego me di cuenta de que las revisabas, tanto las tuyas como las mías.
—Sólo me aseguraba que no se confundieran o cometieran algún error, eso es todo.
—En otras palabras, me has estado espiando.
—No pienso disculparme. Sabes lo importante que a para mí no tener hijos. Y tu como mi esposa tienes algunos beneficios.
Ella lo miró con tristeza.
—No hay nada entre nosotras, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza.
—Existe afecto, Brittany. Por lo menos por mi parte—vaciló—Y también te has ganado mi respeto. Nunca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente, Brittany.
La joven se negó a sentirse agradecida por aquellas palabras.
—Pero no confías en mí.
—Creo que tienes buenas intenciones.
—Aun así crees que soy una ladrona. Eso no habla bien de mis buenas intenciones.
—Estabas desesperada cuando cogiste ese dinero. Estabas cansada y asustada o no lo habrías hecho. Ahora lo sé.
—Yo no cogí el dinero.
—No importa, Brittany. No te culpo.
El hecho de que la morena aún no le creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo sería implicar a Kitty y, como ahora sabía, no podía hacerlo.
¿Qué ganaría con ello?
No quería ser la responsable del destierro de Kitty. Y aquella relación no funcionaría si tenía que demostrarle a Santana su inocencia.
—Si confías en mí, ¿por qué revisabas mis pruebas?
—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos. Ya te dije que tengo mis óvulos congelados por cualquier emergencia, y que seas mi esposa podría confundir las cosas.
—Jamás usaría algo tuyo si tu permiso, no algo tan serio. Y sobe los hijos. Eso ya lo has dejado claro—quiso preguntarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener un hijo o tenerlo con ella, pero le daba miedo la respuesta
—No quiero que vuelvas a revisarlos o llamando al doctor para ver que paso en la revisión o que se hizo. Te he dicho que iría a mis controles y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí.
La joven percibió la lucha interna de su esposa.
A pesar de que su propia mamá la había traicionado con Carl Howell, Brittany no había perdido la fe en la raza humana. Pero Santana no confiaba en nadie salvo en sí misma.
Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente.
Brittany rozó la mano de Santana con la punta de los dedos.
—Nunca te haría daño a propósito, San. Me gustaría que al menos creyeras eso.
—No es fácil.
—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas.
Santana la miró durante un buen rato antes de asentir brevemente con la cabeza.
—Vale. No las revisare más ni llamare al doctor.
Brittany sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su esposa y se emocionó.
—¡Yyyyy ahora, entrará en la pista central del circo de los Hermanos Berry, Susan, la hermosa esposa de Santana la Cosaco!
A Brittany le temblaban tanto las rodillas que trastabilló, echando a perder su primera entrada.
«¿Qué había sido de lo de la gitanilla salvaje?», se preguntó frenéticamente mientras escuchaba el discurso de Mike por primera vez.
Esa mañana, durante el ensayo, había comenzado a contar una historia de una gitana, pero se había marchado lleno de frustración cuando ella soltó el primer grito.
Brittany se enteró de que el narrador contaría otra historia cuando Rachel le dio el vestido, pero la propietaria del circo se alejó sin dar más explicaciones.
La música de la balalaica resonaba en el circo, situado esta vez en el aparcamiento de un pueblo de verano en Seaside Height, New Jersey.
Santana entró en la pista central con el látigo en la mano. Bajo el resplandor carmesí de los focos, resaltaban las brillantes botas negras y las lentejuelas rojas del cinturón centelleaban ante cualquier movimiento.
—¿Parece nerviosa, damas y caballeros?—preguntó Mike, señalándola con la mano—A mi sí que me lo parece. Pero esta joven ha tenido que armarse de mucho valor para entrar en la pista con su esposa.
El vestido de Brittany susurró mientras se adentraba lentamente en la arena.
Era un vestido de noche recatado, con el cuello alto de encaje adornado con pedrería.
Santana le había colocado una rosa roja de papel de seda entre sus pechos antes de salir.
Le había dicho que formaba parte del vestuario.
Brittany sintió los ojos del público en ella. La voz de Mike se mezclaba con la música rusa y con el susurro de la brisa del océano que agitaba los laterales de la carpa.
—Hija de ricos aristócratas holandeses, Susan estuvo apartada del mundo moderno por las monjas que la instruían.
«¿Monjas? Pero ¿qué estaba diciendo Mike?»
Mientras el director de pista continuaba su monólogo, Santana comenzó el lento baile del látigo que siempre daba comienzo a su número, mientras ella se mantenía inmóvil bajo los focos frente a la morena.
La luz se volvió más suave; el público escuchaba la historia de Mike hipnotizado por los gráciles movimientos de Santana.
—Conoció a la cosaco cuando el circo actuó en un pueblo cercano al convento donde vivía, y las dos se enamoraron profundamente. Pero los padres de la joven rubia se opusieron a la idea de que su gentil hija se casara con una mujer a la que consideraban una bárbara y la encerraron bajo llave. Susan tuvo que escapar de su familia.
La música se hizo más dramática y el baile del látigo de Santana pasó de enérgico a seductor.
—Ahora, damas y caballeros, entra en la pista con su esposa, algo muy difícil para ella. El látigo aterroriza a esta dulce joven. Por eso os rogamos que estén lo más quietos posible para que ella pueda enfrentarse a sus miedos. Les recuerdo que si está aquí es sólo por una cosa—el baile del látigo de Santana alcanzó su clímax—, El amor que siente por su feroz esposa cosaco.
La música siguió in crescendo y, sin previo aviso, Santana agitó el látigo formando un arco sobre su cabeza. El aliento abandonó el cuerpo de Brittany en un grito estrangulado y dejó caer el rollito que acababa de sacar del bolsillo especial que Rachel le había cosido al vestido sólo unas horas antes.
El público contuvo el aliento y ella se percató de que la increíble historia de Mike había funcionado. En lugar de reírse por la reacción de Brittany, habían simpatizado con la desvalida joven.
Para su sorpresa, Santana se acercó a ella, recogió el rollito del suelo y se lo ofreció como si fuera una rosa, luego inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos.
El gesto fue tan romántico que Brittany oyó suspirar a una mujer en la primera fila. Ella misma también habría suspirado si no hubiera sabido que la morena sólo jugaba con las emociones del público.
A Brittany le temblaron los dedos cuando sostuvo el rollito de papel tan alejado de su cuerpo como pudo.
Logró mantener la compostura cuando la morena se alejó, pero cuando llegó el momento de ponérselo en la boca, comenzaron a temblarle las rodillas de nuevo.
Deslizó ligeramente el rollito entre los labios, cerró los ojos y se puso de perfil.
Sonó el chasquido del látigo y el extremo del rollito cayó al suelo. Brittany cerró los puños a los costados. Si había pensado que tener audiencia haría que aquello resultara más fácil, estaba equivocada.
Santana chasqueó el látigo dos veces más hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de su esposa.
Brittany tenía la boca tan seca que no podía tragar.
La voz de Mike surgió entonces, susurrante y dramática.
—Damas y caballeros, necesitamos su colaboración mientras Santana intenta hacer el último corte al pequeño rollo de papel que su mujer sujeta entre los labios. Necesita silencio absoluto. Les recuerdo que el látigo pasará tan cerca de la cara de la joven que la más mínima equivocación por parte de su esposa podría marcarla de por vida.
Brittany gimió. Se clavó las uñas en las palmas de las manos con tanta fuerza que temió haberse hecho sangre.
El chasquido resonó en sus oídos cuando el látigo cortó la última sección del rollito que sostenía en la boca.
El público estalló en vítores.
Brittany abrió los ojos, sintiéndose tan mareada que temió desmayarse. Santana le hizo indicaciones con la mano, señalándole lo que iba a hacer a continuación.
Lo único que ella pudo hacer fue alzar la barbilla.
Cuando levantó la cabeza, la punta del látigo voló hacia ella y la roja flor que llevaba entre los pechos explotó en un despliegue de frágiles pétalos de papel.
Ella dio un respingo y dejó escapar un siseo que el público acalló con sus aplausos. Santana hizo otro gesto, indicándole que levantara las manos y cruzara las muñecas.
Temblando, ella siguió sus indicaciones.
El látigo restalló de nuevo y la multitud soltó un grito ahogado cuando el látigo se enroscó alrededor de las muñecas de Brittany. Santana esperó un momento, luego la liberó.
Un murmullo indescifrable surgió de las gradas. Santana la miró con el ceño fruncido y ella recordó que debía sonreír. Consiguió curvar los labios y mostrar las muñecas para que vieran que estaba ilesa.
Mientras hacía eso, Santana volvió a chasquear el látigo. Brittany dio un respingo. Miró hacia abajo y vio que el látigo le rodeaba los tobillos. Santana no había hecho eso antes y ella le dirigió una mirada preocupada. La liberó y arqueó una ceja indicándole que saludara. Ella le dirigió al público otra sonrisa falsa.
A continuación Santana le indicó que levantase los brazos. Con una sensación de fatalidad, Brittany hizo lo que le ordenaba.
¡Zas!
A Brittany se le escapó un gritito cuando el látigo se curvó en torno a su cintura. Ella esperaba que la morena aliviara la presión de la cuerda, pero Santana se limitó a tirar con fuerza del látigo, obligándola a acercarse a ella.
Sólo cuando la falda del vestido rozó los muslos de Santana, sustituyó el látigo por sus brazos para darle un beso arrebatador que habría hecho justicia a la portada de un libro romántico.
La multitud soltó una ovación.
Brittany se sentía mareada, y aunque estaba enfadada con Santana, no pudo evitar sentirse feliz.
Su esposa silbó y Misha resolló con furia al volver a la arena. Santana la soltó sólo un momento y montó a lomos del caballo de un salto mientras el equino trotaba por la pista.
Un escalofrío de inquietud se deslizó por la espalda de Brittany. Sin duda alguna la morena no iba a...
Brittany sintió que sus pies dejaban de tocar el suelo cuando Santana se inclinó sobre el lateral del caballo para subirla en sus brazos. Antes de saber qué sucedía, estaba sentada en su regazo.
Se apagaron las luces, dejando la pista sumida en la oscuridad. Los aplausos fueron ensordecedores.
Santana aflojó uno de los brazos mientras ella se agarraba frenéticamente a su cintura. Un momento después, sonó una explosión y el gran látigo de fuego danzó por encima de sus cabezas.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
sabia que no se lo iba a decir sobre el dinero,..
san esta sub rallando mucho el que no quiere,.. pero pare se que es un deseo mas latente inconsciente que quiere san,..
a ver como siguen ahora,.. que de nuevo pusieron los limites!!!
nos vemos!!
sabia que no se lo iba a decir sobre el dinero,..
san esta sub rallando mucho el que no quiere,.. pero pare se que es un deseo mas latente inconsciente que quiere san,..
a ver como siguen ahora,.. que de nuevo pusieron los limites!!!
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Que triste que San aun no confie en Britt y aunque se supone no debería importarle lo hace mas de lo que quisiera .....
Y por fin le toco actuar a Britt con San y todo eso de los besos fue por celos para que no vean demás a la rubia jajajaja
Y por fin le toco actuar a Britt con San y todo eso de los besos fue por celos para que no vean demás a la rubia jajajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
santana es tan contradictoria que todo es una confusion con ella, y britt nada de lo que hace parece bueno, me gustaria que dejaran el tira y encoge de una buena vez!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
sabia que no se lo iba a decir sobre el dinero,..
san esta sub rallando mucho el que no quiere,.. pero pare se que es un deseo mas latente inconsciente que quiere san,..
a ver como siguen ahora,.. que de nuevo pusieron los limites!!!
nos vemos!!
Hola lu, yo tmbn lo pensaba. Britt no es de resentimientos y nos a dado otra prueba mas. Si, esa morena la terminara traicionando su corazón y su cuerpo, quienes no se pueden resistir a la rubia jajajaa. Entonces aquí dejo otro cap para saber más! Saludos =D
JVM escribió:Que triste que San aun no confie en Britt y aunque se supone no debería importarle lo hace mas de lo que quisiera .....
Y por fin le toco actuar a Britt con San y todo eso de los besos fue por celos para que no vean demás a la rubia jajajaja
Hola, si, y decepcionante tmbn =/ Y el q lo haga nos da una gran pista, no¿? algo más hay ahí jaajajajjaj. SI que si! jajajajajaj ajjaajjajaja. Saludos =D
micky morales escribió:santana es tan contradictoria que todo es una confusion con ella, y britt nada de lo que hace parece bueno, me gustaria que dejaran el tira y encoge de una buena vez!!!!!
Hola, jajajaajaj si, y yo creo q ni ella misma se termina entendiendo jajajaaj. Pfff espero y te hagan caso ajajajajaj xD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 14 - Parte II
Capitulo 14 - Parte II
Brittany cruzó la estrecha carretera asfaltada que separaba el aparcamiento donde estaba instalado el circo de la playa vacía.
A la izquierda las luces multicolores de la feria, en el paseo marítimo de Jersey Shore, destellaban en el caos de la noche: la noria, los coches de choque, los tiovivos y los puestos de chucherías.
El debut de Brittany había tenido lugar en la primera representación del circo en ese pequeño pueblo costero y ahora estaba demasiado excitada para dormir.
El público de la segunda función había reaccionado con más entusiasmo aún y una maravillosa sensación de realización le impedía sentirse cansada.
Incluso Quinn Fabray había abandonado su acostumbrado silencio para brindarle una gélida inclinación de cabeza.
Inhaló el olor del mar y comenzó a pasear por la arena, que había perdido el calor del día y le enfriaba los pies al metérsele en las sandalias.
Le encantaba estar junto al océano y se alegraba de que el circo fuera a permanecer ahí más de una noche.
—¿Brittany?—se volvió y vio a Santana en lo alto de las escaleras, una delgada silueta recortada contra el tenue resplandor de la noche.
La brisa le revolvía el pelo y le pegaba la camisa al cuerpo.
—¿Te importa si paseo contigo o prefieres estar sola?
—¿Vas armada?
—Ya he guardado los látigos por esta noche.
—Entonces ven—sonrió y le tendió la mano.
Santana vaciló un momento y ella se preguntó si el gesto habría sido demasiado personal para la morena.
Decía mucho de su relación el hecho de que cogerse de la mano fuera más íntimo que mantener relaciones sexuales.
Aun así, no bajó el brazo. Aquello sólo era un reto más que ella debía vencer.
Las botas de Santana resonaron en los escalones de madera cuando se acercó. Le cogió la mano y las callosidades de su palma le recordaron a Brittany que era una mujer acostumbrada al trabajo duro.
Aquella cálida y firme mano envolvió la suya.
La playa estaba desierta, pero aún quedaban restos que había dejado la gente que había acudido al lugar adelantándose a la temporada veraniega: latas vacías, plásticos, la tapa rota de un vaso térmico.
Se dirigieron hacia el mar.
—Al público le ha gustado el número.
—Estaba tan asustada que me temblaban las rodillas. Si no hubiera sido por el giro que Mike le dio a la historia, mi actuación hubiera resultado un desastre. Cuando intenté agradecérselo me dijo que había sido idea tuya—la miró y sonrió—¿No crees que te has pasado un poco con lo de las monjas holandesas?
—Conozco de primera mano tus creencias morales, cariño. A menos que me equivoque, estoy segura de que las monjas formaron parte de esa extraña educación que recibiste.
Brittany no lo negó.
Pasearon durante un rato en un cómodo silencio.
La brisa agitaba el cabello de Brittany y el vaivén de las olas acallaba los lejanos ruidos de la feria, al otro lado de la carretera, dándoles la sensación de que estaban solas en el mundo.
Brittany esperaba que Santana le soltara la mano en cualquier momento, pero seguía manteniéndola agarrada.
—Has hecho un buen trabajo esta noche, Brittany. Trabajas duro.
—¿De veras? ¿De verdad crees que trabajo duro?
—Claro.
—Gracias. Nunca me habían dicho eso—soltó una risita irónica—Y si lo hubiesen hecho, seguramente no me lo habría creído.
—Pero a mí me crees.
—No eres una mujer que diga las cosas a la ligera.
—¿Estoy oyendo un cumplido?
—No estoy segura.
—No es justo.
—¿Qué?
—Te he dicho algo agradable. Al menos podrías decir una cosa buena de mí.
—Por supuesto que puedo. Haces un chile de muerte.
Para sorpresa de Brittany, Santana frunció el ceño.
—Estupendo. Olvídalo.
Atónita, Brittany se dio cuenta de que, sin querer, había herido los sentimientos de su esposa.
Pensaba que la morena estaba bromeando, pero tratándose de Santana debería saber que eso no era posible. Aun así era toda una sorpresa que a la morena le importara su opinión.
—Sólo me estaba reservando lo mejor—dijo Brittany.
—No es importante. De verdad, déjalo.
Pero tenía importancia y a ella le encantaba.
—Mmm, déjame pensar...
—Olvídalo.
Brittany le apretó la mano.
—Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero...—le rodeó los dedos con los suyos—¿Quieres que sea sincera?
—Eso he dicho, ¿no?
Ella ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.
—Tienes una sonrisa maravillosa y se te forman unos lindo hoyuelos.
Santana pareció algo aturdida y relajó la mano bajo la de ella.
—¿Te gustan mis hoyuelos?
—Sí, muchísimo.
—Nadie me lo había dicho nunca.
—No muchas personas consiguen verlos—contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Santana consideraba lo que ella había dicho—Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.
—Suéltalo.
—Tienes un cuerpo de infarto.
—¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí?
—No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.
—¿Mi cuerpo?
—Tienes un cuerpo estupendo, San. En serio.
—Gracias.
—De nada.
El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellas.
—Tú también —dijo Santana.
—¿También qué?
—Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.
—¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado gruesos. Y mi estómago...
Santana negó con la cabeza.
—La próxima vez que oiga a una mujer decir que somos unas neuróticas, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.
—Es culpa de las Barbies—la mueca de desagrado de Santana la complació sobremanera—Gracias por el cumplido, pero sé sincera. ¿No crees que tengo los pechos demasiado pequeños?
—Ésa es una pregunta con trampa, seguro.
—Solo quiero que me digas la verdad.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Vale. Veamos—la tomó por los hombros y la hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de ella. La rodeó con los brazos y le ahuecó los pechos.
La piel de Brittany se erizó de deseo cuando Santana apretó y moldeó los montículos, recorriéndole las suaves pendientes y rozando las endurecidas cimas con los pulgares.
A Brittany se le entrecortó la respiración.
Santana le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:
—Creo que son perfectos, Britt. Exactamente del tamaño adecuado.
Ella se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que la besase.
Le rodeó el cuello con los brazos y apretó su boca contra la de la morena, con labios suaves y flexibles. La lengua de Santana jugueteó con la suya y ella respondió a la provocación.
Brittany perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de la morena.
Los dos cuerpos se habían fundido en uno.
—¡Mira, Dwayne! Es la pareja del circo.
Brittany y Santana se separaron de golpe, como dos adolescentes pillados in fraganti por la policía.
La dueña de la estridente voz era una mujer de mediana edad, con un vestido de flores verde lima y un enorme bolso negro colgado del hombro.
Su marido llevaba puesta una gorra azul que cubría lo que, casi con toda seguridad, sería una calva. El hombre tenía los pantalones enrollados en las pantorrillas y la camiseta de deporte se te ceñía a la prominente barriga.
La mujer les brindó una alegre sonrisa.
—Hemos asistido a la función. Éste es Dwayne. No se ha creído que estuvieran enamoradas de verdad. Me aseguró que todo era falso, pero le dije que nadie podía fingir algo así—dio una palmadita en la barriga de su marido—Dwayne y yo llevamos casados treinta y dos años, así que sé reconocer el amor verdadero cuando lo veo.
Al lado de Brittany, Santana estaba rígida y ponía cara de póquer, dejando que fuera ella quien sonriera al matrimonio.
—Seguro.
—Nada me gusta más que un matrimonio con los pies en el suelo.
Santana saludó a la pareja con una brusca inclinación de cabeza y agarró el brazo de Brittany para alejarla de ahí. Brittany se volvió y les gritó:
—¡Espero que disfruten de otros treinta y dos años juntos!
—Y ustedes también, tesoro.
Dejó que Santana la arrastrara, sabiendo que no conseguiría nada protestando.
A la morena el tema del amor la ponía nerviosa, que sintió el absurdo impulso de consolarla.
Cuando llegaron a los escalones que conducían la carretera, se detuvo y se volvió hacia la morena.
—San, no pasa nada. No voy a enamorarme de ti.
En cuanto las palabras salieron de su boca, Brittany notó una pequeña punzada en el corazón. Eso la asustó, porque sabía que sería una catástrofe enamorarse de la morena.
Eran demasiado diferentes.
Santana era dura, seria y cínica, mientras que ella era justo lo contrario.
Entonces, ¿por qué Santana provocaba algo tan elemental en su interior?
¿Y por qué ella parecía comprenderle tan bien cuando Santana no le había contado nada de su pasado ni sobre su vida fuera del circo?
A pesar de todo, Brittany sabía que Santana la había ayudado a encontrarse a sí misma.
Gracias a la morena era más independiente de lo que nunca lo había sido.
Por primera vez en su vida, se sentía bien consigo misma.
Santana subió los escalones.
—Eres una romántica, Britt. No es que me considere un ser irresistible, bien sabe Dios que no lo soy, pero llevo años observando que cuanto más indiferente se muestra una persona, más interesada nos volvemos.
—Bah.
Cuando llegaron arriba, la morena apoyó las caderas en la barandilla y la observó.
—Lo he visto muchas veces. Anhelamos lo que no podemos tener, incluso aunque no sea bueno para ellas.
—¿Es así como te consideras? Mala para las personas que te rodean.
—No quiero hacerte daño. Por eso me molestó el cambio que hiciste en la caravana. Ahora es más acogedora y será más fácil vivir en ella, pero no quiero jugar a las casitas. A pesar de que nuestro matrimonio sea un acuerdo legal, esto no es más que un simple rollo. Una cana al aire. Sólo eso.
—¿Un rollo?
—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero.
—Eres imbécil.
—¿Ves cómo tengo razón?
Ella intentó controlar la cólera.
—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi papá te había pagado, pero ahora sé que no fue así.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
—Ahora te conozco.
—¿Y crees que no me dejo comprar?
—Sé que es imposible que te dejes comprar.
—Todo el mundo tiene un precio.
—Bueno dime, ¿cuál fue el tuyo?
—Le debía un favor a tu papá y tenía que pagárselo. Eso es todo.
—Debía de ser un favor muy grande.
La expresión de Santana se volvió fría y Brittany se sorprendió cuando, después de un largo silencio, añadió:
—Mis padres murieron en un accidente ferroviario en Austria cuando yo tenía dos años. Se hizo cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi mamá, Antonio. Era un sádico hijo de puta al que le daba placer pegarme.
—Oh, San...
—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy—se sentó en un banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice—Siéntate, Brittany.
Ahora que ya no tenía remedio, Brittany se preguntó si no debería haber dejado las cosas tal y como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su lado.
Santana se quedó mirando hacia delante; parecía cansada y vacía.
—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados durante años—ella asintió con la cabeza—Los psicólogos dicen que incluso después de haber sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar. Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora no puedo sentirlo.
—¿A qué te refieres?
—No soy una de esas cínicas que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por una mujer ni por nadie. Nunca he amado.
—Oh, San.
—No es que no lo haya intentado. He conocido algunas mujeres maravillosas a lo largo de mi vida pero, al final, sólo he conseguido herirlas. Por eso te he revisado los exámenes y hecho esas llamadas. Por eso no quiero tener hijos.
—¿Crees que nunca podrás mantener una relación duradera? ¿Te refieres a eso?
—Sé que no puedo. Pero es más profundo que todo eso.
—No entiendo. ¿Qué es lo que te pasa?
—¿No has oído nada de lo que he dicho?
—Sí, pero...
—No puedo sentir las mismas emociones que las demás mujeres. Por nadie. Ni siquiera por un niño. Cualquier niño merece que su mamá lo ame, pero yo no podría.
—No te creo.
—¡Créelo! Me conozco a mí misma y sé que no podría hacerlo. Mucha gente se toma a la ligera tener hijos, pero yo no. Los niños necesitan amor y, si no lo tienen, algo se muere en su interior. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que un niño sufre por mi culpa.
—Todo el mundo es capaz de amar, y más cuando se trata de su propio hijo. Te ves a ti misma como una especie de... de monstruo.
—Más bien como una mutación. No tuve una educación normal y es por eso que soy distinta. No puedo tolerar la idea de tener un hijo y que crezca sabiendo que no lo amo. No pienso hacerle a nadie lo que me hicieron a mí.
Era una noche calurosa, pero Brittany se estremeció al darse cuenta del terrible legado que aquel violento pasado le había dejado a Santana.
Ese legado también la afectaba a ella y se abrazó a sí misma.
Nunca se había imaginado teniendo un hijo con Santana, pero quizá la idea
ya había germinado en su subconsciente porque sentía como si acabara de sufrir una profunda pérdida.
Brittany observó el perfil de su esposa recortada contra el tiovivo que giraba a lo lejos.
La imagen la llenó de pena.
Los caballos de madera, de brillantes colores, parecían representar la inocencia, mientras que Santana, con aquellos ojos sombríos y el corazón vacío, era como un condenado a muerte.
Durante todo el tiempo Brittany había pensado que era ella la que más amor necesitaba, pero la morena tenía heridas mucho más profundas.
Guardaron silencio mientras volvían caminando a la caravana; no había nada más que decir.
Tater se había escapado otra vez y la estaba esperando. Trotó hacia ella saludándola con un barrito.
—Lo ataré de nuevo—dijo Santana.
—No te preocupes, ya lo hago yo. Necesito estar sola un rato.
Santana asintió con la cabeza y le pasó el pulgar por la mejilla mientras le dirigía una mirada tan desolada que Brittany no pudo soportarlo, así que se volvió y acarició la trompa de Tater.
—Vamos, cariño.
Lo llevó con los demás elefantitos y lo ató con la correa; luego cogió una vieja manta de lana y la puso en el suelo a su lado. Se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos, Tater se acercó a ella.
Por un momento pensó que la pisaría y se puso tensa, pero el animal se limitó a colocar sus patas delanteras a ambos lados y a rodearla con la trompa.
Brittany se encontró sumergida en una cálida cueva.
Presionó la mejilla contra el áspero cuerpo del animal, protegida entre las patas de Tater mientras oía el fuerte latido de su dulce y travieso corazón.
Sabía que debería moverse, pero a pesar de estar bajo una tonelada de elefante, nunca se había sentido más segura.
Ahí sentada, pensó en Santana y deseó que fuera lo suficientemente pequeña para estar donde ella estaba, justo debajo del corazón de Tater.
A la izquierda las luces multicolores de la feria, en el paseo marítimo de Jersey Shore, destellaban en el caos de la noche: la noria, los coches de choque, los tiovivos y los puestos de chucherías.
El debut de Brittany había tenido lugar en la primera representación del circo en ese pequeño pueblo costero y ahora estaba demasiado excitada para dormir.
El público de la segunda función había reaccionado con más entusiasmo aún y una maravillosa sensación de realización le impedía sentirse cansada.
Incluso Quinn Fabray había abandonado su acostumbrado silencio para brindarle una gélida inclinación de cabeza.
Inhaló el olor del mar y comenzó a pasear por la arena, que había perdido el calor del día y le enfriaba los pies al metérsele en las sandalias.
Le encantaba estar junto al océano y se alegraba de que el circo fuera a permanecer ahí más de una noche.
—¿Brittany?—se volvió y vio a Santana en lo alto de las escaleras, una delgada silueta recortada contra el tenue resplandor de la noche.
La brisa le revolvía el pelo y le pegaba la camisa al cuerpo.
—¿Te importa si paseo contigo o prefieres estar sola?
—¿Vas armada?
—Ya he guardado los látigos por esta noche.
—Entonces ven—sonrió y le tendió la mano.
Santana vaciló un momento y ella se preguntó si el gesto habría sido demasiado personal para la morena.
Decía mucho de su relación el hecho de que cogerse de la mano fuera más íntimo que mantener relaciones sexuales.
Aun así, no bajó el brazo. Aquello sólo era un reto más que ella debía vencer.
Las botas de Santana resonaron en los escalones de madera cuando se acercó. Le cogió la mano y las callosidades de su palma le recordaron a Brittany que era una mujer acostumbrada al trabajo duro.
Aquella cálida y firme mano envolvió la suya.
La playa estaba desierta, pero aún quedaban restos que había dejado la gente que había acudido al lugar adelantándose a la temporada veraniega: latas vacías, plásticos, la tapa rota de un vaso térmico.
Se dirigieron hacia el mar.
—Al público le ha gustado el número.
—Estaba tan asustada que me temblaban las rodillas. Si no hubiera sido por el giro que Mike le dio a la historia, mi actuación hubiera resultado un desastre. Cuando intenté agradecérselo me dijo que había sido idea tuya—la miró y sonrió—¿No crees que te has pasado un poco con lo de las monjas holandesas?
—Conozco de primera mano tus creencias morales, cariño. A menos que me equivoque, estoy segura de que las monjas formaron parte de esa extraña educación que recibiste.
Brittany no lo negó.
Pasearon durante un rato en un cómodo silencio.
La brisa agitaba el cabello de Brittany y el vaivén de las olas acallaba los lejanos ruidos de la feria, al otro lado de la carretera, dándoles la sensación de que estaban solas en el mundo.
Brittany esperaba que Santana le soltara la mano en cualquier momento, pero seguía manteniéndola agarrada.
—Has hecho un buen trabajo esta noche, Brittany. Trabajas duro.
—¿De veras? ¿De verdad crees que trabajo duro?
—Claro.
—Gracias. Nunca me habían dicho eso—soltó una risita irónica—Y si lo hubiesen hecho, seguramente no me lo habría creído.
—Pero a mí me crees.
—No eres una mujer que diga las cosas a la ligera.
—¿Estoy oyendo un cumplido?
—No estoy segura.
—No es justo.
—¿Qué?
—Te he dicho algo agradable. Al menos podrías decir una cosa buena de mí.
—Por supuesto que puedo. Haces un chile de muerte.
Para sorpresa de Brittany, Santana frunció el ceño.
—Estupendo. Olvídalo.
Atónita, Brittany se dio cuenta de que, sin querer, había herido los sentimientos de su esposa.
Pensaba que la morena estaba bromeando, pero tratándose de Santana debería saber que eso no era posible. Aun así era toda una sorpresa que a la morena le importara su opinión.
—Sólo me estaba reservando lo mejor—dijo Brittany.
—No es importante. De verdad, déjalo.
Pero tenía importancia y a ella le encantaba.
—Mmm, déjame pensar...
—Olvídalo.
Brittany le apretó la mano.
—Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero...—le rodeó los dedos con los suyos—¿Quieres que sea sincera?
—Eso he dicho, ¿no?
Ella ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.
—Tienes una sonrisa maravillosa y se te forman unos lindo hoyuelos.
Santana pareció algo aturdida y relajó la mano bajo la de ella.
—¿Te gustan mis hoyuelos?
—Sí, muchísimo.
—Nadie me lo había dicho nunca.
—No muchas personas consiguen verlos—contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Santana consideraba lo que ella había dicho—Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.
—Suéltalo.
—Tienes un cuerpo de infarto.
—¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí?
—No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.
—¿Mi cuerpo?
—Tienes un cuerpo estupendo, San. En serio.
—Gracias.
—De nada.
El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellas.
—Tú también —dijo Santana.
—¿También qué?
—Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.
—¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado gruesos. Y mi estómago...
Santana negó con la cabeza.
—La próxima vez que oiga a una mujer decir que somos unas neuróticas, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.
—Es culpa de las Barbies—la mueca de desagrado de Santana la complació sobremanera—Gracias por el cumplido, pero sé sincera. ¿No crees que tengo los pechos demasiado pequeños?
—Ésa es una pregunta con trampa, seguro.
—Solo quiero que me digas la verdad.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Vale. Veamos—la tomó por los hombros y la hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de ella. La rodeó con los brazos y le ahuecó los pechos.
La piel de Brittany se erizó de deseo cuando Santana apretó y moldeó los montículos, recorriéndole las suaves pendientes y rozando las endurecidas cimas con los pulgares.
A Brittany se le entrecortó la respiración.
Santana le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:
—Creo que son perfectos, Britt. Exactamente del tamaño adecuado.
Ella se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que la besase.
Le rodeó el cuello con los brazos y apretó su boca contra la de la morena, con labios suaves y flexibles. La lengua de Santana jugueteó con la suya y ella respondió a la provocación.
Brittany perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de la morena.
Los dos cuerpos se habían fundido en uno.
—¡Mira, Dwayne! Es la pareja del circo.
Brittany y Santana se separaron de golpe, como dos adolescentes pillados in fraganti por la policía.
La dueña de la estridente voz era una mujer de mediana edad, con un vestido de flores verde lima y un enorme bolso negro colgado del hombro.
Su marido llevaba puesta una gorra azul que cubría lo que, casi con toda seguridad, sería una calva. El hombre tenía los pantalones enrollados en las pantorrillas y la camiseta de deporte se te ceñía a la prominente barriga.
La mujer les brindó una alegre sonrisa.
—Hemos asistido a la función. Éste es Dwayne. No se ha creído que estuvieran enamoradas de verdad. Me aseguró que todo era falso, pero le dije que nadie podía fingir algo así—dio una palmadita en la barriga de su marido—Dwayne y yo llevamos casados treinta y dos años, así que sé reconocer el amor verdadero cuando lo veo.
Al lado de Brittany, Santana estaba rígida y ponía cara de póquer, dejando que fuera ella quien sonriera al matrimonio.
—Seguro.
—Nada me gusta más que un matrimonio con los pies en el suelo.
Santana saludó a la pareja con una brusca inclinación de cabeza y agarró el brazo de Brittany para alejarla de ahí. Brittany se volvió y les gritó:
—¡Espero que disfruten de otros treinta y dos años juntos!
—Y ustedes también, tesoro.
Dejó que Santana la arrastrara, sabiendo que no conseguiría nada protestando.
A la morena el tema del amor la ponía nerviosa, que sintió el absurdo impulso de consolarla.
Cuando llegaron a los escalones que conducían la carretera, se detuvo y se volvió hacia la morena.
—San, no pasa nada. No voy a enamorarme de ti.
En cuanto las palabras salieron de su boca, Brittany notó una pequeña punzada en el corazón. Eso la asustó, porque sabía que sería una catástrofe enamorarse de la morena.
Eran demasiado diferentes.
Santana era dura, seria y cínica, mientras que ella era justo lo contrario.
Entonces, ¿por qué Santana provocaba algo tan elemental en su interior?
¿Y por qué ella parecía comprenderle tan bien cuando Santana no le había contado nada de su pasado ni sobre su vida fuera del circo?
A pesar de todo, Brittany sabía que Santana la había ayudado a encontrarse a sí misma.
Gracias a la morena era más independiente de lo que nunca lo había sido.
Por primera vez en su vida, se sentía bien consigo misma.
Santana subió los escalones.
—Eres una romántica, Britt. No es que me considere un ser irresistible, bien sabe Dios que no lo soy, pero llevo años observando que cuanto más indiferente se muestra una persona, más interesada nos volvemos.
—Bah.
Cuando llegaron arriba, la morena apoyó las caderas en la barandilla y la observó.
—Lo he visto muchas veces. Anhelamos lo que no podemos tener, incluso aunque no sea bueno para ellas.
—¿Es así como te consideras? Mala para las personas que te rodean.
—No quiero hacerte daño. Por eso me molestó el cambio que hiciste en la caravana. Ahora es más acogedora y será más fácil vivir en ella, pero no quiero jugar a las casitas. A pesar de que nuestro matrimonio sea un acuerdo legal, esto no es más que un simple rollo. Una cana al aire. Sólo eso.
—¿Un rollo?
—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero.
—Eres imbécil.
—¿Ves cómo tengo razón?
Ella intentó controlar la cólera.
—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi papá te había pagado, pero ahora sé que no fue así.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
—Ahora te conozco.
—¿Y crees que no me dejo comprar?
—Sé que es imposible que te dejes comprar.
—Todo el mundo tiene un precio.
—Bueno dime, ¿cuál fue el tuyo?
—Le debía un favor a tu papá y tenía que pagárselo. Eso es todo.
—Debía de ser un favor muy grande.
La expresión de Santana se volvió fría y Brittany se sorprendió cuando, después de un largo silencio, añadió:
—Mis padres murieron en un accidente ferroviario en Austria cuando yo tenía dos años. Se hizo cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi mamá, Antonio. Era un sádico hijo de puta al que le daba placer pegarme.
—Oh, San...
—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy—se sentó en un banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice—Siéntate, Brittany.
Ahora que ya no tenía remedio, Brittany se preguntó si no debería haber dejado las cosas tal y como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su lado.
Santana se quedó mirando hacia delante; parecía cansada y vacía.
—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados durante años—ella asintió con la cabeza—Los psicólogos dicen que incluso después de haber sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar. Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora no puedo sentirlo.
—¿A qué te refieres?
—No soy una de esas cínicas que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por una mujer ni por nadie. Nunca he amado.
—Oh, San.
—No es que no lo haya intentado. He conocido algunas mujeres maravillosas a lo largo de mi vida pero, al final, sólo he conseguido herirlas. Por eso te he revisado los exámenes y hecho esas llamadas. Por eso no quiero tener hijos.
—¿Crees que nunca podrás mantener una relación duradera? ¿Te refieres a eso?
—Sé que no puedo. Pero es más profundo que todo eso.
—No entiendo. ¿Qué es lo que te pasa?
—¿No has oído nada de lo que he dicho?
—Sí, pero...
—No puedo sentir las mismas emociones que las demás mujeres. Por nadie. Ni siquiera por un niño. Cualquier niño merece que su mamá lo ame, pero yo no podría.
—No te creo.
—¡Créelo! Me conozco a mí misma y sé que no podría hacerlo. Mucha gente se toma a la ligera tener hijos, pero yo no. Los niños necesitan amor y, si no lo tienen, algo se muere en su interior. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que un niño sufre por mi culpa.
—Todo el mundo es capaz de amar, y más cuando se trata de su propio hijo. Te ves a ti misma como una especie de... de monstruo.
—Más bien como una mutación. No tuve una educación normal y es por eso que soy distinta. No puedo tolerar la idea de tener un hijo y que crezca sabiendo que no lo amo. No pienso hacerle a nadie lo que me hicieron a mí.
Era una noche calurosa, pero Brittany se estremeció al darse cuenta del terrible legado que aquel violento pasado le había dejado a Santana.
Ese legado también la afectaba a ella y se abrazó a sí misma.
Nunca se había imaginado teniendo un hijo con Santana, pero quizá la idea
ya había germinado en su subconsciente porque sentía como si acabara de sufrir una profunda pérdida.
Brittany observó el perfil de su esposa recortada contra el tiovivo que giraba a lo lejos.
La imagen la llenó de pena.
Los caballos de madera, de brillantes colores, parecían representar la inocencia, mientras que Santana, con aquellos ojos sombríos y el corazón vacío, era como un condenado a muerte.
Durante todo el tiempo Brittany había pensado que era ella la que más amor necesitaba, pero la morena tenía heridas mucho más profundas.
Guardaron silencio mientras volvían caminando a la caravana; no había nada más que decir.
Tater se había escapado otra vez y la estaba esperando. Trotó hacia ella saludándola con un barrito.
—Lo ataré de nuevo—dijo Santana.
—No te preocupes, ya lo hago yo. Necesito estar sola un rato.
Santana asintió con la cabeza y le pasó el pulgar por la mejilla mientras le dirigía una mirada tan desolada que Brittany no pudo soportarlo, así que se volvió y acarició la trompa de Tater.
—Vamos, cariño.
Lo llevó con los demás elefantitos y lo ató con la correa; luego cogió una vieja manta de lana y la puso en el suelo a su lado. Se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos, Tater se acercó a ella.
Por un momento pensó que la pisaría y se puso tensa, pero el animal se limitó a colocar sus patas delanteras a ambos lados y a rodearla con la trompa.
Brittany se encontró sumergida en una cálida cueva.
Presionó la mejilla contra el áspero cuerpo del animal, protegida entre las patas de Tater mientras oía el fuerte latido de su dulce y travieso corazón.
Sabía que debería moverse, pero a pesar de estar bajo una tonelada de elefante, nunca se había sentido más segura.
Ahí sentada, pensó en Santana y deseó que fuera lo suficientemente pequeña para estar donde ella estaba, justo debajo del corazón de Tater.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
vaya, que triste!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Hola morra....
Es muy entendible el pensamiento de san... Sabiendo todo lo que paso!!!
No la tiene fácil britt... Pero no imposible
Es muy entendible el pensamiento de san... Sabiendo todo lo que paso!!!
No la tiene fácil britt... Pero no imposible
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Ahora ya se sabe el porque es así San sin embargo a pesar de todo lo que le toco sufrir creo que solo no ha encontrado a la persona indicada hasta Britt obviamente, porque hasta ella misma se ha dado cuenta de que esta sintiendo algo pero prefiere ignorarlo y seguir creyendo que no puede amar a nadie .....
Y bueno tal vez Britt pase la noche con su enamorado jajajaja
Y bueno tal vez Britt pase la noche con su enamorado jajajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
micky morales escribió:vaya, que triste!!!!
Hola, si que si =/ y se aclaran algunas cosas, no¿? Saludos =D
3:) escribió:Hola morra....
Es muy entendible el pensamiento de san... Sabiendo todo lo que paso!!!
No la tiene fácil britt... Pero no imposible
Hola lu, si que lo es =/ Uff esta más q claro q no =/ Eso es. Así ai q pensar! jajajaja. Vamos rubia! jajaja. Saludos =D
JVM escribió:Ahora ya se sabe el porque es así San sin embargo a pesar de todo lo que le toco sufrir creo que solo no ha encontrado a la persona indicada hasta Britt obviamente, porque hasta ella misma se ha dado cuenta de que esta sintiendo algo pero prefiere ignorarlo y seguir creyendo que no puede amar a nadie .....
Y bueno tal vez Britt pase la noche con su enamorado jajajaja
Hola, si. Pienso igual, se aclaran y se entienden algunas cosas, pero no es para q britt no pueda entrar en su corazón no¿? Y quizás no pueda seguir ignorandolo si es britt la q lo intenta, además q su cuerpo y mente ya estan cayendo por la rubia jajajjajajaj. JAjajajaajja aiii tater¿? aiii yo lo kiero!!!! jajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 15
Capitulo 15
Santana estaba dormida cuando Brittany regresó a la caravana.
La joven se desvistió tan silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas anchas de su esposa. Cuando se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:
—Esta noche no, Britt. Te necesito.
Se giró y la vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba despeinada y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana.
Brittany aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un mensaje de amor incondicional.
Sabía que no podía darle la espalda a Santana en ese momento.
Esta vez no hubo sonrisas.
Ni dulzura.
La poseyó con ferocidad, casi con desesperación y, cuando todo terminó, Santana se acurrucó detrás ella, sin soltarla. Se quedaron dormidas con la mano de la morena sosteniéndole un pecho.
Brittany no regresó al sofá la noche siguiente.
A partir de ese día, compartió la cama con su esposa mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la que no quería dar nombre.
Una semana más tarde, llegaron al centro de New Jersey.
Instalaron el circo en el patio de una escuela situada en un barrio de las afueras, con casas blancas de dos plantas, columpios en los patios traseros y monovolúmenes en los garajes.
De camino a la casa de fieras, donde Tater estaba atado, Brittany se pasó por el vagón rojo para hacer unos cambios en el pedido de pienso y, cuando entró, vio a Mike examinando algunas carpetas.
La saludó con una inclinación de cabeza. Ella le devolvió el saludo y se dirigió al escritorio para buscar los papeles que necesitaba.
Sonó el móvil y lo cogió ella.
—Circo de los Hermanos Berry.
—Quería hablar con la doctora López—respondió un hombre con acento británico—¿Podría avisarle?
Brittany se dejó caer en la silla.
—¿Con quién?
—Con la doctora Santana López.
A Brittany comenzó a darle vueltas la cabeza.
—N-no está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado?
La mano le tembló al apuntar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se tambaleaba.
¡Santana era doctora!
Sabía que era una mujer cultivada y que tenía una vida oculta, pero jamás se había imaginado algo así.
El misterio que rodeaba a su esposa era cada vez más profundo, pero no sabía cómo sonsacarle la verdad.
Santana seguía esquivando cualquier pregunta que le hiciera, seguía actuando como si no tuviera una existencia más allá del circo.
Se humedeció los labios resecos y miró a Mike.
—Era un hombre que quería hablar con San. La llamó doctora López.
Mike metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarla.
—Déjale el mensaje en el escritorio. Lo verá cuando entre.
Mike no había mostrado reacción alguna, así que evidentemente sabía más de la vida de su esposa que ella.
Tal certeza le dolió.
—Debe de ser un descuido por su parte, pero San no me ha dicho qué rama de la medicina práctica.
Mike cogió otra carpeta.
—Tal vez porque no quiere que lo sepas.
Brittany se sentía carcomida por la frustración.
—Cuéntame lo que sabes de ella, Mike.
—En el circo aprendemos a no meter las narices en la vida de los demás. Si alguien quiere hablar sobre su pasado, lo hace. Si no, es asunto suyo.
Ella se dio cuenta de que lo único que había conseguido era avergonzarse a sí misma.
Hizo tiempo hojeando algunos periódicos y se escapó de ahí lo más rápidamente que pudo.
Encontró a Santana acuclillada junto a Misha, examinando la herradura del caballo. La observó durante un buen rato.
—Eres veterinaria.
—¿De qué hablas?
—Eres veterinaria.
—¿Desde cuándo?
—¿No lo eres?
—No sé de dónde sacas esas ideas.
—Acabas de recibir una llamada. Alguien quería hablar con la doctora López.
—¿Y?
—Si no eres veterinaria, ¿qué tipo de doctora eres?
La morena se puso en pie y palmeó el cuello de Misha.
—¿No has pensado que podía ser un apodo?
—¿Un apodo?
—De mis días de prisión. Ya sabes que los convictos le ponen apodos a todo el mundo.
—¡No has estado en prisión!
—Pero si lo dijiste tú misma. Por asesinar a aquella camarera.
Brittany pateó el suelo con frustración.
—¡Santana López, dime ahora mismo a qué te dedicas cuando no estás en el circo!
—¿Por qué quieres saberlo?
—¡Soy tu esposa! Merezco saber la verdad.
—Todo lo que necesitas saber es que tienes delante de ti a una antipática artista circense que posee un pésimo sentido del humor. No necesitas saber nada más.
—Eso es lo más indulgente y condescendiente...
—No es mi intención ser condescendiente, cariño. Pero no quiero que te hagas ilusiones. Esto es lo que hay. Una gira con el circo de los Hermanos Berry. Caravana y trabajo duro—su expresión se suavizó—Hago lo que está en mi mano para no hacerte daño. Por favor, acéptalo y deja de hacerme preguntas.
Si hubiera sido hostil, la habría desafiado, pero Brittany no pudo luchar contra esa repentina dulzura en su voz.
Dio un paso atrás y observó las profundidades de sus ojos. Eran tan oscuros como los de Tater, e igual de misteriosos como los d Sinjun.
—Esto no me gusta, San—dijo con suavidad—, No me gusta nada—y se dirigió hacia la casa de fieras.
Un rato más tarde, Kitty entró en la carpa.
En ese momento, Brittany acababa de terminar de limpiar la jaula de Glenna con una manguera.
—¿Puedo hablar contigo?
—Sí—al cerrar la manguera, Brittany vio que la chica estaba tensa y que tenía ojeras.
—¿Por qué no le has contado a Rachel lo del dinero?
Brittany enrolló la larga manguera y la sostuvo entre las manos.
—He decidido no hacerlo.
—¿No vas a decírselo?
Brittany negó con la cabeza y los ojos de Kitty se llenaron de lágrimas.
—¿¡Por qué no vas a hacerlo después de todo lo que le he hecho!?
—Puedes devolverme el favor prometiéndome no fumar más.
—¡Vale! Haré lo que sea. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, Brittany. Nunca—agarró la manguera que Brittany acababa de enrollar—Déjame ayudarte. Dime qué quieres que haga. Haré cualquier cosa.
—Gracias por la oferta, pero no es necesario—comenzó a enrollar la manguera de nuevo, pero esta vez la llevó afuera y la apoyó contra la carpa.
Kitty la siguió.
—Haré lo que quieras... Sé que sólo soy una niña y todo eso, pero como no tienes amigos aquí, quizá podríamos hacer cosas juntas—se detuvo a pensar qué podrían hacer para superar lo ocurrido, algo en lo que no importara la diferencia de edad—Podríamos ir a tomar pizza o algo por el estilo. O podríamos peinarnos la una a la otra.
Brittany no pudo evitar sonreír ante el tono esperanzado de la chica.
—Suena bien. Además me puedes decir Britt.
—Voy a recompensarte por esto, te lo prometo.
Algunas cosas no se podían arreglar, pero Brittany no se lo dijo a Kitty.
Había tomado una decisión: no pensaba dejar que la culpa pendiera sobre la cabeza de la adolescente.
Quinn Fabray se acercó a ellas, con una expresión que no presagiaba nada bueno.
—¿Qué haces aquí, Kitty? Te he dicho que te alejes de ella.
Kitty se sonrojó.
—Britt ha sido muy amable conmigo y quería ayudarla.
—Vete con Rachel. Quiere practicar contigo la posición del pino.
Kitty parecía cada vez más infeliz.
—Papá, Britt es genial. No me gusta que pienses mal de ella. Es buenísima con los animales y me trata...
—Vete, Kitty—dijo Brittany agradeciéndole el esfuerzo con un gesto de cabeza—Gracias por ofrecerte a ayudar.
Kitty se fue a regañadientes.
Quinn parecía tan enfadada que estaba a punto de convertirse en Hulk.
—Mantente alejada de ella, ¿me oyes? Puede que San esté ciega contigo, pero los demás no olvidamos lo que has hecho.
—No me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Quinn.
—¿No te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil dólares en vez de doscientos estarías avergonzada? Lo siento, nena, pero para mí un ladrón es siempre un ladrón.
—¿Acaso llevas una vida tan recta que nunca has hecho nada de lo que te arrepientas?
—Nunca he robado nada, de eso puedes estar segura.
—Le robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta?
Quinn apretó los labios.
—No me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es asunto tuyo ni de Rachel. Ninguna de las dos tienen hijos, así que ya pueden mantener cerradas sus malditas bocazas—y se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas.
Brittany suspiró con pesar.
No daba una.
Había discutido con Santana y se había enfrentado a Mike y a Quinn.
¿Qué más podía salir mal?
El agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de niños de la escuela vecina llegaba al circo.
Durante toda la mañana habían llegado al recinto un grupo de escolares tras otro.
Con tantos niños merodeando, Brittany se había asegurado de que la jaula de Tater estuviera bien cerrada, algo que disgustaba al elefantito.
Esta vez los niños eran muy pequeños. Debían de ser del jardín de infancia.
Miró con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese trabajo no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar ella.
Observó la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran y, por un momento, Brittany se imaginó que era ella.
No se entretuvo con esa fantasía demasiado tiempo. Para ser profesora se necesitaba un título universitario, y ella ya era demasiado mayor para ponerse a estudiar.
No pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de Sinjun, que tenía una cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se acercaran demasiado.
Después de sonreír a la profesora, se dirigió a una niña con rostro de querubín que miraba al tigre con temor.
—Se llama Sinjun y es un tigre siberiano. Los siberianos son los tigres más grandes que existen.
—¿Come gente?—preguntó la pequeña.
—No come personas, pero es un carnívoro. Eso quiere decir que come carne.
La pequeña se mostró más animada.
—Mi jerbo come comida de jerbo.
Brittany se rio. La maestra sonrió.
—Parece que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre Sinjun?
Una oleada de excitación atravesó a Brittany.
—¡Me encantaría!—rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre los animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos detalles que los niños pudieran comprender—Hace cien años, los tigres vagaban libres por muchas partes del mundo, pero ahora ya no es así. La gente comenzó a vivir en las tierras que habitaban los tigres...—siguió hablándoles sobre aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificada al ver que los niños escuchaban atentamente sus palabras.
—¿Podemos darle mimitos?—preguntó uno de ellos.
—No. Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No es como los perros o los gatos.
Siguió contestando a un gran número de preguntas, incluyendo varias sobre las necesidades fisiológicas de Sinjun y que provocó un coro de risitas tontas, escuchó atentamente la historia de uno de los niños sobre un perro que había muerto y el anuncio de que otro que acababa de pasar la varicela.
Eran tan ricos que Brittany podría haberse pasado todo el día hablando con ellos.
Cuando la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación y la pequeña de mejillas sonrosadas le dio un abrazo. Brittany se sintió como si flotara en una nube.
Siguió observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de un almuerzo rápido.
Se detuvo de golpe cuando una familiar figura, embutida en unos pantalones marrón oscuro y una pálida camisa amarilla, salió del vagón rojo.
Brittany era incapaz de creer lo que veía.
En ese momento fue consciente de las ropas sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del último aseo de Glenna.
—Hola, Susan.
—¿Papá? ¿Qué haces aquí?
Su papá era una figura tan poderosa en la mente de Brittany que la joven rara vez notaba que éste poseía una constitución bastante menuda, mucho más bajo que ella.
Era la imagen de la opulencia y la elegancia, con aquel cabello negro cortado por un experto peluquero —que se pasaba por la oficina de su papá una vez a la semana, —el reloj de oro y los mocasines italianos con un discreto adorno dorado en el empeine.
Era difícil imaginárselo abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de una modelo y concebir una hija ilegítima, pero Brittany era la prueba viviente de que su papá había sido humano una vez.
—He venido a ver a San.
—Ah—se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla a ella.
—También quería saber cómo te iba.
—¿Y?
—Quería asegurarme de que aún estabas con ella, que no habías hecho ninguna tontería.
Por un momento Brittany se preguntó si Santana le habría hablado del dinero robado, pero al instante supo que no lo había hecho.
Esa certeza la consoló.
—Cómo puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana te serviré algo de beber. O te prepararé un sándwich si tienes hambre.
—Una taza de té estaría bien.
Lo condujo hasta la caravana. Max se detuvo al ver el deteriorado exterior.
—Dios mío. No me digas que vivís aquí.
Brittany se sintió impulsada a defender su pequeño hogar.
—El interior está mucho mejor; lo he arreglado—abrió la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar de los cambios que ella había hecho, Max no se sintió más impresionado con el interior que con el exterior.
—Creo que San podría haber conseguido algo mejor.
Aunque resultara extraño, aquella crítica la hizo ponerse a la defensiva.
—Es perfecto para nosotras.
Max se quedó mirando la única cama de la caravana durante un buen rato.
Brittany creía que la imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, ella no lo notó.
Mientras ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como si temiera contraer alguna enfermedad. Brittany se sentó frente a él mientras esperaba a que el agua hirviera.
El incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su papá.
—¿Cómo lo llevan San y tú?
—Bien.
—Es una mujer estupenda. Casi nadie logra sobreponerse a una infancia como la suya. ¿Te ha contado cómo nos conocimos?
—Me ha dicho que le salvaste la vida.
—No sé si eso será cierto, pero cuando la conocí su tío le estaba dando una paliza detrás de unas camionetas. La sujetaba contra el suelo con un pie mientras la azotaba con un látigo.
Brittany se sorprendió.
Santana le había dicho que había sido maltratada, pero oírlo de labios de su papá lo hacía parecer aún más horrible.
—La camisa de San estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la espalda; algunos de ellos sangraban. Su tío la maldecía por alguna tontería mientras la azotaba con todas sus fuerzas.
Brittany cerró con fuerza los ojos, deseando que su papá dejara de hablar, pero él continuó.
—Lo que más me impactó es que San se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No pedía ayuda. Sólo aguantaba. Fue lo más trágico que he visto en mi vida.
Brittany se sintió enferma.
No era de extrañar que Santana no creyera en el amor.
Su papá se reclinó en el sofá.
—Irónicamente yo no tenía ni idea de quién era la niña. Por aquel entonces Antonio López viajaba en el viejo Circo Curzon y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en Fort Lee. Por supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso la había investigado para asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy escéptico con historias como ésas y, al principio, no me lo creí.
Aunque Brittany conocía la pasión de su papá por la historia, no sabía que ésta se extendiera hasta el circo.
Cuando la tetera comenzó a silbar, se dirigió ni fogón.
—Pero la relación es auténtica. Los López son una de las familias más famosas de la historia del circo—dijo Brittany.
Él la miró con extrañeza mientras ella comenzaba a preparar el té.
—¿Los López?
—Al parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No te parece algo inusual?
—Más bien irrelevante. Los López eran campesinos, Susan. Gente del circo—apretó los labios con desdén—Por lo único que me interesaba Antonio López era por los rumores que corrían sobre el matrimonio de su hermana, Maribel, la mamá de San.
—¿A qué te refieres?
—Lo que me interesaba era la familia del papá de San. El hombre con el que se casó Maribel López. Por el amor de Dios, Susan, los López no son importantes. ¿Acaso no sabes nada de tu esposa?
—Sé muy poco—admitió. Llevó las dos tazas al sofá y le tendió una. Sujetó su taza con ambas manos mientras tomaba asiento en el otro extremo del sofá.
—Pensé que te lo habría contado, pero es tan reservada que es normal que no te haya dicho nada.
—¿Decirme qué?—llevaba tiempo esperando eso, pero ahora que llegaba el momento no estaba segura de querer saberlo.
Un leve temblor de excitación tiñó la voz de Max cuando se lo explicó.
—San es un Domínguez, Susan.
—¿Un Domínguez?
—Por la línea paterna.
La primera reacción de Brittany fue de diversión, pero ésta se desvaneció al darse cuenta de que su papá estaba tan obsesionado por la historia de la morena que había estado investigando en todos los circos.
—Papá, eso no es cierto. San no es una Domínguez. Es una López de los pies a la cabeza. La historia de los Domínguez es sólo parte de su número; algo que se inventó para hacerlo más apasionante.
—No insultes mi inteligencia, Susan. No me dejaría engañar por un cuento chino—cruzó las piernas—No tienes ni idea de cuánto investigué antes de llegar a esta conclusión. Cuando supe que San era una auténtica Domínguez, la aparté de Antonio López, que aún tardó diez años en morir. Me encargué de la educación de San, que había sido abominable hasta ese momento. La metí en un internado, pero insistió en pagarse ella misma la universidad, por lo cual fue imposible mantenerlo alejado del mundo del circo. ¿Crees que hubiera hecho todo eso si no hubiera estado absolutamente seguro de quién era?
Un helado escalofrío recorrió la espalda de Brittany,
—¿Y quién es exactamente?
Max volvió a reclinarse en el sofá.
—San es la bisnieta de zar Nicolás II.
La joven se desvistió tan silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas anchas de su esposa. Cuando se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:
—Esta noche no, Britt. Te necesito.
Se giró y la vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba despeinada y la medalla esmaltada que le colgaba del cuello resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana.
Brittany aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un mensaje de amor incondicional.
Sabía que no podía darle la espalda a Santana en ese momento.
Esta vez no hubo sonrisas.
Ni dulzura.
La poseyó con ferocidad, casi con desesperación y, cuando todo terminó, Santana se acurrucó detrás ella, sin soltarla. Se quedaron dormidas con la mano de la morena sosteniéndole un pecho.
Brittany no regresó al sofá la noche siguiente.
A partir de ese día, compartió la cama con su esposa mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la que no quería dar nombre.
Una semana más tarde, llegaron al centro de New Jersey.
Instalaron el circo en el patio de una escuela situada en un barrio de las afueras, con casas blancas de dos plantas, columpios en los patios traseros y monovolúmenes en los garajes.
De camino a la casa de fieras, donde Tater estaba atado, Brittany se pasó por el vagón rojo para hacer unos cambios en el pedido de pienso y, cuando entró, vio a Mike examinando algunas carpetas.
La saludó con una inclinación de cabeza. Ella le devolvió el saludo y se dirigió al escritorio para buscar los papeles que necesitaba.
Sonó el móvil y lo cogió ella.
—Circo de los Hermanos Berry.
—Quería hablar con la doctora López—respondió un hombre con acento británico—¿Podría avisarle?
Brittany se dejó caer en la silla.
—¿Con quién?
—Con la doctora Santana López.
A Brittany comenzó a darle vueltas la cabeza.
—N-no está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado?
La mano le tembló al apuntar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se tambaleaba.
¡Santana era doctora!
Sabía que era una mujer cultivada y que tenía una vida oculta, pero jamás se había imaginado algo así.
El misterio que rodeaba a su esposa era cada vez más profundo, pero no sabía cómo sonsacarle la verdad.
Santana seguía esquivando cualquier pregunta que le hiciera, seguía actuando como si no tuviera una existencia más allá del circo.
Se humedeció los labios resecos y miró a Mike.
—Era un hombre que quería hablar con San. La llamó doctora López.
Mike metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarla.
—Déjale el mensaje en el escritorio. Lo verá cuando entre.
Mike no había mostrado reacción alguna, así que evidentemente sabía más de la vida de su esposa que ella.
Tal certeza le dolió.
—Debe de ser un descuido por su parte, pero San no me ha dicho qué rama de la medicina práctica.
Mike cogió otra carpeta.
—Tal vez porque no quiere que lo sepas.
Brittany se sentía carcomida por la frustración.
—Cuéntame lo que sabes de ella, Mike.
—En el circo aprendemos a no meter las narices en la vida de los demás. Si alguien quiere hablar sobre su pasado, lo hace. Si no, es asunto suyo.
Ella se dio cuenta de que lo único que había conseguido era avergonzarse a sí misma.
Hizo tiempo hojeando algunos periódicos y se escapó de ahí lo más rápidamente que pudo.
Encontró a Santana acuclillada junto a Misha, examinando la herradura del caballo. La observó durante un buen rato.
—Eres veterinaria.
—¿De qué hablas?
—Eres veterinaria.
—¿Desde cuándo?
—¿No lo eres?
—No sé de dónde sacas esas ideas.
—Acabas de recibir una llamada. Alguien quería hablar con la doctora López.
—¿Y?
—Si no eres veterinaria, ¿qué tipo de doctora eres?
La morena se puso en pie y palmeó el cuello de Misha.
—¿No has pensado que podía ser un apodo?
—¿Un apodo?
—De mis días de prisión. Ya sabes que los convictos le ponen apodos a todo el mundo.
—¡No has estado en prisión!
—Pero si lo dijiste tú misma. Por asesinar a aquella camarera.
Brittany pateó el suelo con frustración.
—¡Santana López, dime ahora mismo a qué te dedicas cuando no estás en el circo!
—¿Por qué quieres saberlo?
—¡Soy tu esposa! Merezco saber la verdad.
—Todo lo que necesitas saber es que tienes delante de ti a una antipática artista circense que posee un pésimo sentido del humor. No necesitas saber nada más.
—Eso es lo más indulgente y condescendiente...
—No es mi intención ser condescendiente, cariño. Pero no quiero que te hagas ilusiones. Esto es lo que hay. Una gira con el circo de los Hermanos Berry. Caravana y trabajo duro—su expresión se suavizó—Hago lo que está en mi mano para no hacerte daño. Por favor, acéptalo y deja de hacerme preguntas.
Si hubiera sido hostil, la habría desafiado, pero Brittany no pudo luchar contra esa repentina dulzura en su voz.
Dio un paso atrás y observó las profundidades de sus ojos. Eran tan oscuros como los de Tater, e igual de misteriosos como los d Sinjun.
—Esto no me gusta, San—dijo con suavidad—, No me gusta nada—y se dirigió hacia la casa de fieras.
Un rato más tarde, Kitty entró en la carpa.
En ese momento, Brittany acababa de terminar de limpiar la jaula de Glenna con una manguera.
—¿Puedo hablar contigo?
—Sí—al cerrar la manguera, Brittany vio que la chica estaba tensa y que tenía ojeras.
—¿Por qué no le has contado a Rachel lo del dinero?
Brittany enrolló la larga manguera y la sostuvo entre las manos.
—He decidido no hacerlo.
—¿No vas a decírselo?
Brittany negó con la cabeza y los ojos de Kitty se llenaron de lágrimas.
—¿¡Por qué no vas a hacerlo después de todo lo que le he hecho!?
—Puedes devolverme el favor prometiéndome no fumar más.
—¡Vale! Haré lo que sea. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, Brittany. Nunca—agarró la manguera que Brittany acababa de enrollar—Déjame ayudarte. Dime qué quieres que haga. Haré cualquier cosa.
—Gracias por la oferta, pero no es necesario—comenzó a enrollar la manguera de nuevo, pero esta vez la llevó afuera y la apoyó contra la carpa.
Kitty la siguió.
—Haré lo que quieras... Sé que sólo soy una niña y todo eso, pero como no tienes amigos aquí, quizá podríamos hacer cosas juntas—se detuvo a pensar qué podrían hacer para superar lo ocurrido, algo en lo que no importara la diferencia de edad—Podríamos ir a tomar pizza o algo por el estilo. O podríamos peinarnos la una a la otra.
Brittany no pudo evitar sonreír ante el tono esperanzado de la chica.
—Suena bien. Además me puedes decir Britt.
—Voy a recompensarte por esto, te lo prometo.
Algunas cosas no se podían arreglar, pero Brittany no se lo dijo a Kitty.
Había tomado una decisión: no pensaba dejar que la culpa pendiera sobre la cabeza de la adolescente.
Quinn Fabray se acercó a ellas, con una expresión que no presagiaba nada bueno.
—¿Qué haces aquí, Kitty? Te he dicho que te alejes de ella.
Kitty se sonrojó.
—Britt ha sido muy amable conmigo y quería ayudarla.
—Vete con Rachel. Quiere practicar contigo la posición del pino.
Kitty parecía cada vez más infeliz.
—Papá, Britt es genial. No me gusta que pienses mal de ella. Es buenísima con los animales y me trata...
—Vete, Kitty—dijo Brittany agradeciéndole el esfuerzo con un gesto de cabeza—Gracias por ofrecerte a ayudar.
Kitty se fue a regañadientes.
Quinn parecía tan enfadada que estaba a punto de convertirse en Hulk.
—Mantente alejada de ella, ¿me oyes? Puede que San esté ciega contigo, pero los demás no olvidamos lo que has hecho.
—No me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Quinn.
—¿No te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil dólares en vez de doscientos estarías avergonzada? Lo siento, nena, pero para mí un ladrón es siempre un ladrón.
—¿Acaso llevas una vida tan recta que nunca has hecho nada de lo que te arrepientas?
—Nunca he robado nada, de eso puedes estar segura.
—Le robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta?
Quinn apretó los labios.
—No me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es asunto tuyo ni de Rachel. Ninguna de las dos tienen hijos, así que ya pueden mantener cerradas sus malditas bocazas—y se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas.
Brittany suspiró con pesar.
No daba una.
Había discutido con Santana y se había enfrentado a Mike y a Quinn.
¿Qué más podía salir mal?
El agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de niños de la escuela vecina llegaba al circo.
Durante toda la mañana habían llegado al recinto un grupo de escolares tras otro.
Con tantos niños merodeando, Brittany se había asegurado de que la jaula de Tater estuviera bien cerrada, algo que disgustaba al elefantito.
Esta vez los niños eran muy pequeños. Debían de ser del jardín de infancia.
Miró con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese trabajo no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar ella.
Observó la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran y, por un momento, Brittany se imaginó que era ella.
No se entretuvo con esa fantasía demasiado tiempo. Para ser profesora se necesitaba un título universitario, y ella ya era demasiado mayor para ponerse a estudiar.
No pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de Sinjun, que tenía una cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se acercaran demasiado.
Después de sonreír a la profesora, se dirigió a una niña con rostro de querubín que miraba al tigre con temor.
—Se llama Sinjun y es un tigre siberiano. Los siberianos son los tigres más grandes que existen.
—¿Come gente?—preguntó la pequeña.
—No come personas, pero es un carnívoro. Eso quiere decir que come carne.
La pequeña se mostró más animada.
—Mi jerbo come comida de jerbo.
Brittany se rio. La maestra sonrió.
—Parece que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre Sinjun?
Una oleada de excitación atravesó a Brittany.
—¡Me encantaría!—rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre los animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos detalles que los niños pudieran comprender—Hace cien años, los tigres vagaban libres por muchas partes del mundo, pero ahora ya no es así. La gente comenzó a vivir en las tierras que habitaban los tigres...—siguió hablándoles sobre aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificada al ver que los niños escuchaban atentamente sus palabras.
—¿Podemos darle mimitos?—preguntó uno de ellos.
—No. Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No es como los perros o los gatos.
Siguió contestando a un gran número de preguntas, incluyendo varias sobre las necesidades fisiológicas de Sinjun y que provocó un coro de risitas tontas, escuchó atentamente la historia de uno de los niños sobre un perro que había muerto y el anuncio de que otro que acababa de pasar la varicela.
Eran tan ricos que Brittany podría haberse pasado todo el día hablando con ellos.
Cuando la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación y la pequeña de mejillas sonrosadas le dio un abrazo. Brittany se sintió como si flotara en una nube.
Siguió observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de un almuerzo rápido.
Se detuvo de golpe cuando una familiar figura, embutida en unos pantalones marrón oscuro y una pálida camisa amarilla, salió del vagón rojo.
Brittany era incapaz de creer lo que veía.
En ese momento fue consciente de las ropas sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del último aseo de Glenna.
—Hola, Susan.
—¿Papá? ¿Qué haces aquí?
Su papá era una figura tan poderosa en la mente de Brittany que la joven rara vez notaba que éste poseía una constitución bastante menuda, mucho más bajo que ella.
Era la imagen de la opulencia y la elegancia, con aquel cabello negro cortado por un experto peluquero —que se pasaba por la oficina de su papá una vez a la semana, —el reloj de oro y los mocasines italianos con un discreto adorno dorado en el empeine.
Era difícil imaginárselo abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de una modelo y concebir una hija ilegítima, pero Brittany era la prueba viviente de que su papá había sido humano una vez.
—He venido a ver a San.
—Ah—se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla a ella.
—También quería saber cómo te iba.
—¿Y?
—Quería asegurarme de que aún estabas con ella, que no habías hecho ninguna tontería.
Por un momento Brittany se preguntó si Santana le habría hablado del dinero robado, pero al instante supo que no lo había hecho.
Esa certeza la consoló.
—Cómo puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana te serviré algo de beber. O te prepararé un sándwich si tienes hambre.
—Una taza de té estaría bien.
Lo condujo hasta la caravana. Max se detuvo al ver el deteriorado exterior.
—Dios mío. No me digas que vivís aquí.
Brittany se sintió impulsada a defender su pequeño hogar.
—El interior está mucho mejor; lo he arreglado—abrió la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar de los cambios que ella había hecho, Max no se sintió más impresionado con el interior que con el exterior.
—Creo que San podría haber conseguido algo mejor.
Aunque resultara extraño, aquella crítica la hizo ponerse a la defensiva.
—Es perfecto para nosotras.
Max se quedó mirando la única cama de la caravana durante un buen rato.
Brittany creía que la imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, ella no lo notó.
Mientras ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como si temiera contraer alguna enfermedad. Brittany se sentó frente a él mientras esperaba a que el agua hirviera.
El incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su papá.
—¿Cómo lo llevan San y tú?
—Bien.
—Es una mujer estupenda. Casi nadie logra sobreponerse a una infancia como la suya. ¿Te ha contado cómo nos conocimos?
—Me ha dicho que le salvaste la vida.
—No sé si eso será cierto, pero cuando la conocí su tío le estaba dando una paliza detrás de unas camionetas. La sujetaba contra el suelo con un pie mientras la azotaba con un látigo.
Brittany se sorprendió.
Santana le había dicho que había sido maltratada, pero oírlo de labios de su papá lo hacía parecer aún más horrible.
—La camisa de San estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la espalda; algunos de ellos sangraban. Su tío la maldecía por alguna tontería mientras la azotaba con todas sus fuerzas.
Brittany cerró con fuerza los ojos, deseando que su papá dejara de hablar, pero él continuó.
—Lo que más me impactó es que San se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No pedía ayuda. Sólo aguantaba. Fue lo más trágico que he visto en mi vida.
Brittany se sintió enferma.
No era de extrañar que Santana no creyera en el amor.
Su papá se reclinó en el sofá.
—Irónicamente yo no tenía ni idea de quién era la niña. Por aquel entonces Antonio López viajaba en el viejo Circo Curzon y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en Fort Lee. Por supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso la había investigado para asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy escéptico con historias como ésas y, al principio, no me lo creí.
Aunque Brittany conocía la pasión de su papá por la historia, no sabía que ésta se extendiera hasta el circo.
Cuando la tetera comenzó a silbar, se dirigió ni fogón.
—Pero la relación es auténtica. Los López son una de las familias más famosas de la historia del circo—dijo Brittany.
Él la miró con extrañeza mientras ella comenzaba a preparar el té.
—¿Los López?
—Al parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No te parece algo inusual?
—Más bien irrelevante. Los López eran campesinos, Susan. Gente del circo—apretó los labios con desdén—Por lo único que me interesaba Antonio López era por los rumores que corrían sobre el matrimonio de su hermana, Maribel, la mamá de San.
—¿A qué te refieres?
—Lo que me interesaba era la familia del papá de San. El hombre con el que se casó Maribel López. Por el amor de Dios, Susan, los López no son importantes. ¿Acaso no sabes nada de tu esposa?
—Sé muy poco—admitió. Llevó las dos tazas al sofá y le tendió una. Sujetó su taza con ambas manos mientras tomaba asiento en el otro extremo del sofá.
—Pensé que te lo habría contado, pero es tan reservada que es normal que no te haya dicho nada.
—¿Decirme qué?—llevaba tiempo esperando eso, pero ahora que llegaba el momento no estaba segura de querer saberlo.
Un leve temblor de excitación tiñó la voz de Max cuando se lo explicó.
—San es un Domínguez, Susan.
—¿Un Domínguez?
—Por la línea paterna.
La primera reacción de Brittany fue de diversión, pero ésta se desvaneció al darse cuenta de que su papá estaba tan obsesionado por la historia de la morena que había estado investigando en todos los circos.
—Papá, eso no es cierto. San no es una Domínguez. Es una López de los pies a la cabeza. La historia de los Domínguez es sólo parte de su número; algo que se inventó para hacerlo más apasionante.
—No insultes mi inteligencia, Susan. No me dejaría engañar por un cuento chino—cruzó las piernas—No tienes ni idea de cuánto investigué antes de llegar a esta conclusión. Cuando supe que San era una auténtica Domínguez, la aparté de Antonio López, que aún tardó diez años en morir. Me encargué de la educación de San, que había sido abominable hasta ese momento. La metí en un internado, pero insistió en pagarse ella misma la universidad, por lo cual fue imposible mantenerlo alejado del mundo del circo. ¿Crees que hubiera hecho todo eso si no hubiera estado absolutamente seguro de quién era?
Un helado escalofrío recorrió la espalda de Brittany,
—¿Y quién es exactamente?
Max volvió a reclinarse en el sofá.
—San es la bisnieta de zar Nicolás II.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
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23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
an da le,.. ahora britt sabe mas o una de las pieza claves de quien es san jajaj
me gusta lo que hace kitty',.. enserio quinn se va al cuerno!!!
a ver que hace ahora britt???,.. algo bueno salio de la vista del padre
nos vemos!!!
an da le,.. ahora britt sabe mas o una de las pieza claves de quien es san jajaj
me gusta lo que hace kitty',.. enserio quinn se va al cuerno!!!
a ver que hace ahora britt???,.. algo bueno salio de la vista del padre
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
queee, nieta de un zar???? andale pero que de alcurnia!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
an da le,.. ahora britt sabe mas o una de las pieza claves de quien es san jajaj
me gusta lo que hace kitty',.. enserio quinn se va al cuerno!!!
a ver que hace ahora britt???,.. algo bueno salio de la vista del padre
nos vemos!!!
Hola lu, como mejoran las cosas sin q uno lo quiera, no¿? Insisto, el destino es un loquillo jajajajaja. Si, ella si que mejoro y se dio el tiempo de conocer a britt! Pfff quinn... esta igual q san ¬¬ cuando abrirán los ojos¿? Espero y este cap nos diga más. Y si, osea si vemos q las caso... lleva dos¿? jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:queee, nieta de un zar???? andale pero que de alcurnia!!!!!
Hola, eso dicen... y con mucha certeza. Jajaajajaaj q te creías tu¿? haaaaajajaja. Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 16 - Parte I
Capitulo 16 - Parte I
Brittany miró fijamente a su papá.
—Eso es imposible. No te creo.
—Es cierto, Brittany. El abuelo de Santana fue el único hijo varón del último zar de Puerto Rico, Santiago Domínguez.
Brittany conocía toda la historia sobre Santiago Domínguez, el joven hijo de Nicolás II. En 1918, cuando Santiago tenía catorce años, sus padres, sus cuatro hermanas y él fueron encerrados por los bolcheviques en el sótano de una mansión en Ekaterinburgo, donde fueron ejecutados por ser latinos.
Se lo recordó a su papá.
—Todos fueron asesinados. El zar Nicolás, su esposa Alexandra, los niños. Encontraron los restos de la familia en una fosa común de los Montes Urales en 1993. Se hicieron pruebas de ADN—tomó un sorbo de té de la taza que le había ofrecido—Las pruebas de ADN identificaron al zar, a Alejandra y a tres de las cuatro hijas. Pero faltaba una hija. Muchos creen que era Anastasia, y tampoco fueron encontrados los restos del joven heredero, Santiago.
Brittany intentó asimilarlo.
A lo largo del siglo XX, habían surgido personas que afirmaban ser uno de los hijos asesinados del zar, pero la mayoría habían sido mujeres que creían ser Anastasia.
Su papá le había dicho que todas eran unas impostoras. Era un hombre muy meticuloso y no podía imaginarlo dejándose engañar por nadie.
¿Por qué ahora creía que el príncipe heredero había escapado de aquella fría muerte?
¿Acaso su obsesión por la historia lo había hecho perder el juicio?
Le habló con cautela.
—No puedo imaginar cómo el príncipe heredero logró escapar de una masacre tan terrible.
—Fue rescatado por unos monjes que lo escondieron con una familia en el sur de Rusia. Años después, en 1920, un grupo leal al zar lo sacó a escondidas del país. Sabiendo de primera mano lo violentos que podían llegar a ser los bolcheviques, es normal que viviera escondido. Finalmente se casó y tuvo un hijo, el papá de San, Santiago. Santiago conoció a Maribel López cuando ésta actuaba en Múnich, se enamoró como un tonto y se fugó con ella. Santiago apenas era un adolescente. Su papá acababa de morir y el era rebelde e indisciplinado, de otra manera nunca se hubiera casado con alguien inferior a su rango. Tenía sólo veinte años cuando San nació. Unos dos años después, Maribel y él murieron en un accidente ferroviario.
—Lo siento, papá. Aunque no dudo de tu palabra, simplemente, no puedo creerlo.
—Créeme, Susan. San es una Domínguez. Y no una Domínguez cualquiera. Esa mujer que se hace llamar Santana López es la heredera de la corona de Puerto Riqueña.
Brittany miró a su papá con tristeza.
—San trabaja en un circo. Eso es todo.
—Ya me dijo Whitney que reaccionarías así—en un gesto inusitado en él, Max le palmeó la rodilla—Te llevará tiempo acostumbrarte a la idea, pero espero que se conozcas lo suficiente para comprender que nunca firmaría tal cosa si no estuviera absolutamente seguro.
—Pero...
—Te he contado muchas veces la historia de mi familia, pero es evidente que la has olvidado. Los Pierce han estado al servicio de los zares latinos que hay por el mundo desde el siglo XIV, desde el reinado de Alejandro I. Hemos estado vinculados a través del deber y la obligación, pero nunca a través del matrimonio. Hasta ahora.
Brittany oyó el ruido de un avión, el rugido de un camión. Poco a poco fue comprendiendo lo que su papá le estaba insinuando.
—Así que lo planeaste todo, ¿no? Has concertado mi matrimonio con San por culpa de esa absurda idea que tienes sobre su origen.
—No es una absurda idea. Pregúntale a San.
—Lo haré—dijo poniéndose en pie—Por fin lo entiendo todo. No soy más que un peón en tu loco sueño dinástico. Querías unir las dos familias como hacían los padres en la Edad Media. Es tan increíblemente cruel que no me lo puedo creer.
—Yo no diría que sea una crueldad estar casada con una Domínguez.
Brittany se presionó las sienes con los dedos.
—Nuestro matrimonio sólo durará cinco meses más. ¿Cómo puedes estar tan satisfecho? ¡Un matrimonio de cinco meses no es precisamente el inicio de una dinastía!
Max dejó la taza y se acercó lentamente hacia ella.
—San y tú no tienen por qué divorciarse. De hecho, espero que no lo hagan.
—Oh, papá...
—Eres una mujer llamativa, Brittany. Quizá no tan guapa como tu mamá pero, no obstante, atractiva. Si fueras menos frívola, quizá podrías retener a San. Ya sabes que una esposa debe adaptarse a determinados roles. Antepone los deseos de tu marido a los tuyos. Sé complaciente—miró los sucios vaqueros y la desastrada camiseta de Brittany con el ceño fruncido—Deberías cuidar más tu apariencia. Nunca te había visto tan descuidada. ¿Sabías que tienes paja en el pelo? Quizás San no estaría tan ansiosa por deshacerse de ti si fueras la clase de mujer que una persona quiere tener esperándola en casa.
Brittany lo miró con consternación.
—¿Quieres que la espere en la puerta de la caravana con las zapatillas en la mano?
—Ese es justo el tipo de comentario frívolo que ahuyentaría a alguien como San. Es una mujer seria. Como no reprimas ese inapropiado sentido del humor, no tendrás ninguna posibilidad con ella.
—¿Quién dice que quiero tenerla?
Pero mientras lo decía, Brittany sintió una dolorosa punzada en su interior.
—Ya veo que no quieres ser razonable. Creo que es hora de irme—se dirigió hacia la puerta—Sólo espero que no tires piedras contra tu propio tejado, Susan. Recuerda que eres una mujer que no se sabe valer por sí sola. Dejando a un lado el asunto del linaje familiar de San, es una mujer sensata y digna de confianza, y no se me ocurre nadie mejor para cuidar de ti.
—¡No necesito que una persona cuide de mí!
—Entonces, ¿por qué aceptaste casarte con ella?—sin esperar respuesta, Max abrió la puerta de la caravana y salió a la luz del sol.
¿Cómo podía explicarle ella los cambios que habían tenido lugar en su interior?
Sabía que ya no era la misma persona que había salido de la casa de su papá un mes antes, pero Max no le creería.
Fuera, los niños con los que había hablado antes se agrupaban alrededor de su profesora, listos para regresar al jardín de infancia.
Durante el mes anterior, Brittany se había acostumbrado a los olores y las imágenes del circo de los Hermanos Berry, pero ahora lo miraba todo con nuevos ojos.
Santana y Rachel estaban cerca del circo discutiendo por algo.
Los payasos ensayaban un truco de malabarismo mientras Kitty practicaba el pino y Quinn la miraba con el ceño fruncido.
Frankie jugaba en el suelo junto a Tina, que adiestraba a los perros con algunos ejercicios que hacían que Brittany se encogiera de miedo.
El olor de las hamburguesas que las showgirls asaban a la parrilla inundó sus fosas nasales mientras oía el omnipresente zumbido del generador y veía cómo los banderines ondeaban con la brisa de junio.
Y luego se oyó un grito infantil.
El sonido fue tan ensordecedor que todo el mundo lo escuchó.
Santana giró la cabeza con rapidez.
Kitty dejó de hacer el pino y los payasos soltaron lo que tenían entre manos.
Max se detuvo en seco, impidiendo que Brittany viera lo que pasaba.
La joven oyó el grito ahogado que éste emitió y se puso a su lado para ver qué causaba la conmoción.
Se le detuvo el corazón.
Sinjun se había escapado de la jaula.
El tigre estaba en la franja de hierba que había entre la casa de fieras y la parte trasera del circo. La puerta de su jaula estaba abierta; se había roto una de las bisagras.
El animal tenía las orejas levantadas y sus pálidos ojos dorados se habían clavado en algo que estaba a menos de tres metros de él.
La pequeña de las mejillas sonrosadas. La niña se había separado del resto de la clase y había sido su penetrante grito lo que había captado la atención de Sinjun.
La pequeña chillaba despavorida aunque permanecía quieta; la mancha que se le extendía por el babi del jardín de infancia indicaba que se había hecho pis.
Sinjun respondía a los gritos, revelando sus afilados y letales dientes, curvos como cimitarras, diseñados para mantener inmóvil a su presa mientras la despedazaba con las garras.
La niña volvió a soltar aquel chillido penetrante. Los poderosos músculos de Sinjun se tensaron y Brittany palideció.
Sintió que el tigre estaba a punto de saltar.
Para Sinjun, aquella niña que agitaba los brazos y gritaba sin parar era uno de sus más amenazadores enemigos.
Ken apareció de la nada y corrió hasta Sinjun. Brittany vio la picana en su mano y dio un paso adelante.
Quería advertirle que no lo hiciera.
Sinjun no estaba acostumbrado a las descargas. No se acobardaría de la misma manera que los elefantes, sólo se enfurecería más.
Pero Ken estaba reaccionando de manera impulsiva, con la intención de contener al tigre de la única manera que sabía, como si Sinjun no fuera más que un elefante revoltoso.
Cuando Sinjun le dio la espalda a la pequeña, girándose hacia Ken, Santana se acercó con rapidez por el lado contrario. Se acercó a la niña y la cogió entre sus brazos para llevarla a una zona segura.
Y luego, todo pasó en un instante.
Ken presionó la picana en el hombro del tigre. El animal se revolvió enloquecido, rugió lleno de furia y lanzó su enorme cuereo contra Ken, tirando al domador al suelo; Ken soltó la picana que rodó fuera de su alcance.
Brittany nunca había sentido tanto terror.
Sinjun iba a atacar a Ken y ella no podía detenerlo de ninguna manera.
—¡Sinjun!—gritó desesperada.
Para sorpresa de la joven, el tigre alzó la cabeza. Brittany no sabía si había respondido a su voz o a otro tipo de instinto. Se acercó a él, a pesar de que le temblaban tanto las rodillas que apenas podía mantenerse en pie.
No sabía qué iba a hacer.
Sólo sabía que tenía que actuar.
El tigre permaneció encorvado sobre el cuerpo inmóvil de Ken. Por un momento Brittany pensó que el entrenador estaba muerto, pero luego se dio cuenta de que permanecía quieto a la espera de que el tigre se olvidase de él.
Ella oyó la tranquila pero autoritaria voz de Santana.
—Brittany, no des un paso más.
Y luego la de su papá, más chillona.
—¿Qué estás haciendo? ¡Regresa aquí!
Brittany los ignoró a los dos.
El tigre se giró ligeramente y se quedaron mirando fijamente el uno al otro. Los dientes afilados y curvos del animal estaban al descubierto, tenía las orejas aplastadas contra la cabeza y la miraba de una manera salvaje.
Brittany sintió que estaba aterrorizado.
—Sinjun—dijo ella con suavidad.
Pasaron unos segundos.
Brittany vio un destello de pelo castaño entre Sinjun y la carpa principal; era el pelo llameante de Rachel Berry.
La dueña del circo corría hacia Santana, que ya había dejado a la niña en los brazos de la maestra. Rachel le dio algo a Santana, pero Brittany estaba demasiado aturdida para deducir lo que era.
El tigre pasó por encima del cuerpo de Ken y centró toda su feroz atención en ella. El animal tenía todos los músculos tensos y preparados para saltar.
—Tengo un arma—la voz de Santana sólo fue un susurro—No te muevas.
Su esposa iba a matar a Sinjun.
Comprendía la lógica de lo que estaba a punto de hacer —con gente en el recinto, un tigre salvaje y aterrorizado era, evidentemente, un peligro, —pero ella no podía consentirlo.
Esa magnífica bestia no debía ser ejecutada sólo por seguir los instintos de su especie.
Sinjun no había hecho nada malo, salvo actuar como un tigre. A las personas sólo las encerraban cuando delinquían. A él lo habían arrebatado de su hábitat natural, lo habían encerrado en una jaula diminuta y lo habían obligado a vivir bajo la mirada de sus enemigos.
Y ahora, sólo porque Brittany no se había dado cuenta de que la puerta de su jaula estaba rota, iban a matarlo.
Se movió lo más rápidamente que pudo para interponerse entre su esposa y el tigre.
—Quítate de en medio, Britt—el tono tranquilo de su voz no suavizaba la autoridad de su orden.
—No dejaré que lo mates—susurró en respuesta. Y se acercó lentamente al tigre.
Los ojos dorados del animal se clavaron en ella. La atravesaron. Brittany sintió cómo el terror de Sinjun penetraba en cada célula de su cuerpo hasta unirse al de ella.
Sus almas se fundieron y ella lo oyó en su corazón.
«Los odio.»
«Lo sé.» «Detente.»
«No puedo.»
Brittany acortó la distancia entre ellos hasta que apenas los separaron dos metros.
—San te matará—susurró, mirando fijamente los ojos dorados de la bestia.
—Britt, por favor...
Ella oyó una desesperada tensión en la súplica de Santana y lamentó el desasosiego que le estaba causando, pero no podía detenerse.
Cuando se acercó al tigre, sintió que Santana cambiaba de posición para poder disparar desde otra dirección.
Brittany sabía que se le acababa el tiempo.
A pesar del miedo que le oprimía el pecho hasta dejarla sin respiración, se puso de rodillas delante del tigre. Le llegó su olor salvaje mientras lo miraba a los ojos.
—No puedo dejar que mueras—susurró—Ven conmigo—lentamente estiró el brazo para tocarlo.
Una parte de ella esperaba que las poderosas mandíbulas de Sinjun se cerraran sobre su mano, pero había otra parte —su alma tal vez, porque sólo el alma podía resistirse con tal terquedad a la lógica— a la que no le importaba que le mordiera si con eso le salvaba la vida.
Le acarició con mucha suavidad entre las orejas.
El pelaje era a la vez suave y áspero. Dejó que se acostumbrara a su contacto, y el calor del animal le traspasó la palma de la mano.
Los bigotes del felino le rozaron la suave piel del brazo, y sintió su aliento a través de la delgada tela de algodón de la camiseta. Él cambió de posición y poco a poco se dejó caer en la tierra con las patas delanteras extendidas.
La calma se extendió por el cuerpo de Brittany, que dejó de sentir miedo.
Experimentó una sensación mística de bienvenida, una paz que jamás había conocido antes, como si el tigre se hubiera convertido en ella y ella en el tigre.
Por un momento Brittany comprendió todos los misterios de la creación: que cada ser vivo era parte de los demás, que todo era parte de Dios, que estaban unidos por el amor, puestos sobre la tierra para cuidar unos de otros.
Sin miedo, enfermedad o muerte.
No existía nada salvo el amor.
Y en esa fracción de segundo, Brittany entendió que también amaba a Santana de la manera terrenal en que una mujer ama a otra persona.
Rodeó con los brazos el cuello del tigre como si fuera lo más natural del mundo.
Tan natural como apretar la mejilla contra él y cerrar los ojos.
Pasó el tiempo.
Oyó los latidos del corazón de la fiera y, por encima, un ronroneo ronco y profundo.
«Te amo.»
«Te amo.»
—Tengo que encerrarte de nuevo—susurró ella finalmente, con las lágrimas deslizándosele por los párpados cerrados—Pero no te abandonaré. Nunca.
El ronroneo y el latido del corazón se hicieron uno.
Permaneció arrodillada un rato más, con la mejilla presionada contra el cuello de Sinjun.
Brittany nunca había sentido tanta paz, ni siquiera cuando había permanecido cobijada entre las patas de Tater.
Había muchas cosas malas en el mundo, pero este lugar... este lugar era sagrado.
Poco a poco fue consciente de lo que la rodeaba.
Los demás se habían quedado paralizados como estatuas.
Santana todavía apuntaba con el arma a Sinjun, qué tonta. Como si ella fuera a permitir que hiriera a ese animal.
La piel bronceada de su esposa había adquirido el color de la tiza, y supo que tenía miedo por ella.
Con el retumbar del corazón del tigre debajo de su mejilla, Brittany supo que había puesto el mundo de Santana patas arriba de una manera que no podría perdonar.
Cuando todo aquello acabara, ella tendría que afrontar las terribles consecuencias.
Max —viejo, flaco y con la tez blanca— permanecía de pie no muy atrás de Santana, al lado de Rachel. Kitty se aferraba al brazo de Quinn. Los niños guardaban absoluto silencio.
El mundo exterior había irrumpido en la mente de Brittany y ya no pudo permanecer más tiempo quieta.
Se movió lentamente.
Manteniendo la mano sobre el cuello de Sinjun, hundió las puntas de los dedos en su pelaje.
—Sinjun volverá ahora a su jaula—anunció a todo el mundo—Por favor, manténganse alejados de él—se puso en movimiento y no se sorprendió cuando el tigre la siguió; sus almas estaban entrelazadas, así que no le quedaba otra elección.
El animal le rozaba la pierna con la pata mientras lo guiaba a la jaula. Con cada paso, Brittany era consciente del arma de Santana apuntándole.
Cuando más se acercaban a su destino, mayor era la tristeza del tigre.
La joven deseaba que Sinjun entendiera que aquél era el único lugar donde podía mantenerlo a salvo.
Cuando llegaron a la jaula, el animal se detuvo. Brittany se arrodilló ante él y lo miró a los ojos.
—Me quedaré un rato contigo.
El felino la miró fijamente. Y luego, para sorpresa de Brittany, restregó la cabeza contra la mejilla de la joven. Le rozó el cuello con los bigotes y de nuevo soltó aquel ronroneo profundo y ronco.
Luego Sinjun se apartó y, con un poderoso impulso de sus cuartos traseros, entró en la jaula de un salto.
Brittany oyó que todo el mundo comenzaba a moverse detrás de ella y se volvió.
Vio que Ken y Santana se acercaban corriendo a la jaula para coger la puerta rota y ponerla en su lugar.
—¡Alto!—Brittany levantó los brazos para que se detuvieran—No se acerquen más.
Se detuvieron en seco.
—Brittany, quítate de en medio—la voz de Santana vibraba y la tensión endurecía sus hermosos rasgos.
—Dejen nos solos—se volvió hacia la puerta abierta de la jaula dándoles la espalda.
Sinjun la observó.
Ahora que estaba encerrado de nuevo, se mostraba tan altivo como siempre: regio, distante, como si lo hubiera perdido todo salvo la dignidad.
Brittany sabía lo que él quería y no podía soportarlo. Quería que ella fuera su carcelera.
La había elegido para que lo encerrara en la jaula.
Brittany no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sintió que las lágrimas se le deslizaban por las mejillas.
Los ojos dorados de Sinjun brillaron tenuemente mientras la miraba con su acostumbrado desdén, haciéndola sentir un ser inferior.
«Hazlo, debilucha—ordenó con los ojos—Ya.»
La joven levantó los brazos con esfuerzo y asió la puerta de la jaula. La bisagra rota hacía que pesara más y fuera difícil de mover, pero consiguió cerrarla con un sollozo.
Santana se acercó con rapidez y agarró la puerta para asegurarla pero, en el momento en que la tocó, Sinjun le enseñó los dientes y lanzó un rugido.
—¡Deja que lo haga yo!—exclamó ella—Se está enfadando. Por favor. Yo cerraré la puerta.
—¡Maldita sea!—Santana dio un paso atrás, llena de rabia y frustración.
Pero cerrar la jaula no era una tarea fácil.
La plataforma sobre la que descansaba estaba a un metro de altura y Brittany tenía que levantar demasiado los brazos para cerrar la puerta.
Ken cogió un taburete y se lo puso al lado. Luego le dio un trozo de cuerda. Por un momento Brittany no supo para qué era.
—Pásala entre los barrotes para que haga de bisagra—dijo Santana—Carga tu peso contra la puerta para sujetarla. Y por el amor de Dios, estate preparada para saltar hacia atrás si decide atacar—se colocó detrás de ella y le deslizó las manos alrededor de las caderas para sostenerla.
Con su ayuda, intentó hacer lo que le había dicho: sujetar la puerta cerrada con el hombro mientras anudaba la cuerda alrededor de la bisagra rota.
Comenzó a temblar debido a la tensión de su postura. Sintió el bulto del arma que Santana había metido en la cinturilla de los vaqueros.
Su esposa la sujetó con más fuerza.
—Ya casi está, cariño.
El nudo era grande y tosco, pero servía. Brittany dejó caer los brazos. Santana la bajó del taburete y la estrecho contra su pecho.
La joven rubia permaneció inmóvil unos instantes, agradeciendo su consuelo antes de levantar la mirada hacia aquellos ojos tan parecidos a los de Tater
Saber que amaba a esa mujer era aterrador.
Eran muy diferentes, pero sentía la llamada de su alma tan claramente como si Santana hubiese hablado en voz alta.
—Siento haberte asustado.
—Ya hablaremos de eso después.
La arrastraría a la caravana para fustigarla en privado.
Puede que eso fuera la gota que colmara el vaso; lo que haría que Santana se deshiciera de ella.
Brittany ahuyentó ese pensamiento y se alejó de la morena.
—No puedo irme aún. Le he dicho A Sinjun que me quedaría un rato con él.
Las líneas de tensión de la cara de Santana se hicieron más profundas, pero no la cuestionó.
—Vale.
Max se acercó a ellas.
—¡Eres idiota! ¡Es increíble que aún estés viva! ¿En qué diablos estabas pensando? Jamás vuelvas a hacer una cosa así. De todo lo que...
Santana le interrumpió.
—Cállate, Max. Yo me encargaré de esto.
—Pero...
Santana arqueó una ceja y de inmediato Max Pierce guardó silencio. Ese sencillo gesto de su esposa había sido suficiente.
Brittany nunca había visto a su dominante papá ceder ante nadie, y ese hecho le recordó la historia que le había contado.
Durante siglos los Pierce habían tenido el deber de obedecer los deseos de los Domínguez.
En ese momento, Brittany aceptó que lo que su papá le había contado era cierto, pero ahora lo que le importaba era Sinjun, que parecía inquieto y encrespado.
—Whitney se preguntará dónde estoy—dijo su papá a sus espaldas—Será mejor que me vaya. Adiós, Susan.
Max rara vez la tocaba y Brittany se sorprendió al sentir el suave roce de su mano en el hombro. Antes de que ella pudiera responder, su papá se despidió de Santana y se fue.
La actividad del circo había vuelto a la normalidad.
Mike hablaba con la profesora mientras la ayudaba a escoltar a los niños hasta el jardín de infancia.
Ken y los demás habían vuelto a su trabajo.
Rachel se acercó a ellas.
—Buen trabajo, Brittany—la dueña del circo dijo las palabras de mala gana.
Aunque a Brittany le pareció ver algo de respeto en sus ojos, tuvo la extraña sensación de que el odio que Rachel sentía hacia ella se había intensificado.
La castaña evitó mirar a Santana y se alejó dejándolas solas con Sinjun.
El tigre se mantenía en actitud vigilante, pero las miraba con su acostumbrado desprecio.
Brittany metió las manos entre los barrotes de la jaula. Sinjun se acercó a ellas. La joven notó que Santana contenía el aliento cuando el tigre comenzó a restregar aquella enorme cabeza contra sus dedos.
—¿Podrías dejar de hacer eso?
Ella alargó más las manos para rascar a Sinjun detrás de las orejas.
—No me hará daño. No me respeta, pero me quiere.
Santana se rio entre dientes y luego, para sorpresa de Brittany, la rodeó con los brazos desde atrás mientras ella acariciaba al tigre.
—Nunca había pasado tanto miedo—dijo Santana apoyando la mandíbula en su hombro.
—Lo siento.
—Soy yo quien lo siente. Me advertiste sobre las jaulas y debería haberte hecho caso. Ha sido culpa mía.
—La culpa es mía. Soy yo quien se encarga de las fieras.
—No intentes culparte. No lo permitiré.
Sinjun acarició la muñeca de Brittany con la lengua. La joven notó que Santana tensaba los músculos de los brazos cuando el tigre comenzó a lamerla.
—Por favor, ¿podrías sacar las manos de la jaula?—pidió en voz baja—Está a punto de darme un ataque.
—En un minuto.
—He envejecido diez años de golpe. No puedo permitirme el lujo de perder más.
—Me gusta tocarle. Además, Sinjun se parece a ti, no ofrece su afecto con facilidad y no quiero ofenderle marchándome.
—Es un animal, Britt. No tiene emociones humanas.
Brittany sentía demasiada paz para discutírselo.
—Cariño, tienes que dejar de hacerte amiga de los animales salvajes. Primero Tater, ahora Sinjun. ¿Sabes qué? Es evidente que necesitas una mascota de verdad. Lo primero que haremos mañana por la mañana será comprar un perro.
Ella la miró con alarma.
—Oh, no, no podemos hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque me dan miedo los perros.
Santana se quedó inmóvil, luego se echó a reír. Al principio sólo fue un ruido sordo en el fondo del pecho, pero pronto se convirtió en un alegre rugido que rebotó contra las paredes del circo y resonó en el recinto.
—Claro, era de esperar—murmuró Brittany con una sonrisa—Para que Santana López se ría, tiene que ser a mi costa.
Santana levantó la cara hacia el sol y estrechó a Brittany entre sus brazos riéndose con más fuerza.
Sinjun las miró con fastidio, luego apretó la cabeza contra los barrotes de la jaula y lamió el pulgar de Brittany.
—Eso es imposible. No te creo.
—Es cierto, Brittany. El abuelo de Santana fue el único hijo varón del último zar de Puerto Rico, Santiago Domínguez.
Brittany conocía toda la historia sobre Santiago Domínguez, el joven hijo de Nicolás II. En 1918, cuando Santiago tenía catorce años, sus padres, sus cuatro hermanas y él fueron encerrados por los bolcheviques en el sótano de una mansión en Ekaterinburgo, donde fueron ejecutados por ser latinos.
Se lo recordó a su papá.
—Todos fueron asesinados. El zar Nicolás, su esposa Alexandra, los niños. Encontraron los restos de la familia en una fosa común de los Montes Urales en 1993. Se hicieron pruebas de ADN—tomó un sorbo de té de la taza que le había ofrecido—Las pruebas de ADN identificaron al zar, a Alejandra y a tres de las cuatro hijas. Pero faltaba una hija. Muchos creen que era Anastasia, y tampoco fueron encontrados los restos del joven heredero, Santiago.
Brittany intentó asimilarlo.
A lo largo del siglo XX, habían surgido personas que afirmaban ser uno de los hijos asesinados del zar, pero la mayoría habían sido mujeres que creían ser Anastasia.
Su papá le había dicho que todas eran unas impostoras. Era un hombre muy meticuloso y no podía imaginarlo dejándose engañar por nadie.
¿Por qué ahora creía que el príncipe heredero había escapado de aquella fría muerte?
¿Acaso su obsesión por la historia lo había hecho perder el juicio?
Le habló con cautela.
—No puedo imaginar cómo el príncipe heredero logró escapar de una masacre tan terrible.
—Fue rescatado por unos monjes que lo escondieron con una familia en el sur de Rusia. Años después, en 1920, un grupo leal al zar lo sacó a escondidas del país. Sabiendo de primera mano lo violentos que podían llegar a ser los bolcheviques, es normal que viviera escondido. Finalmente se casó y tuvo un hijo, el papá de San, Santiago. Santiago conoció a Maribel López cuando ésta actuaba en Múnich, se enamoró como un tonto y se fugó con ella. Santiago apenas era un adolescente. Su papá acababa de morir y el era rebelde e indisciplinado, de otra manera nunca se hubiera casado con alguien inferior a su rango. Tenía sólo veinte años cuando San nació. Unos dos años después, Maribel y él murieron en un accidente ferroviario.
—Lo siento, papá. Aunque no dudo de tu palabra, simplemente, no puedo creerlo.
—Créeme, Susan. San es una Domínguez. Y no una Domínguez cualquiera. Esa mujer que se hace llamar Santana López es la heredera de la corona de Puerto Riqueña.
Brittany miró a su papá con tristeza.
—San trabaja en un circo. Eso es todo.
—Ya me dijo Whitney que reaccionarías así—en un gesto inusitado en él, Max le palmeó la rodilla—Te llevará tiempo acostumbrarte a la idea, pero espero que se conozcas lo suficiente para comprender que nunca firmaría tal cosa si no estuviera absolutamente seguro.
—Pero...
—Te he contado muchas veces la historia de mi familia, pero es evidente que la has olvidado. Los Pierce han estado al servicio de los zares latinos que hay por el mundo desde el siglo XIV, desde el reinado de Alejandro I. Hemos estado vinculados a través del deber y la obligación, pero nunca a través del matrimonio. Hasta ahora.
Brittany oyó el ruido de un avión, el rugido de un camión. Poco a poco fue comprendiendo lo que su papá le estaba insinuando.
—Así que lo planeaste todo, ¿no? Has concertado mi matrimonio con San por culpa de esa absurda idea que tienes sobre su origen.
—No es una absurda idea. Pregúntale a San.
—Lo haré—dijo poniéndose en pie—Por fin lo entiendo todo. No soy más que un peón en tu loco sueño dinástico. Querías unir las dos familias como hacían los padres en la Edad Media. Es tan increíblemente cruel que no me lo puedo creer.
—Yo no diría que sea una crueldad estar casada con una Domínguez.
Brittany se presionó las sienes con los dedos.
—Nuestro matrimonio sólo durará cinco meses más. ¿Cómo puedes estar tan satisfecho? ¡Un matrimonio de cinco meses no es precisamente el inicio de una dinastía!
Max dejó la taza y se acercó lentamente hacia ella.
—San y tú no tienen por qué divorciarse. De hecho, espero que no lo hagan.
—Oh, papá...
—Eres una mujer llamativa, Brittany. Quizá no tan guapa como tu mamá pero, no obstante, atractiva. Si fueras menos frívola, quizá podrías retener a San. Ya sabes que una esposa debe adaptarse a determinados roles. Antepone los deseos de tu marido a los tuyos. Sé complaciente—miró los sucios vaqueros y la desastrada camiseta de Brittany con el ceño fruncido—Deberías cuidar más tu apariencia. Nunca te había visto tan descuidada. ¿Sabías que tienes paja en el pelo? Quizás San no estaría tan ansiosa por deshacerse de ti si fueras la clase de mujer que una persona quiere tener esperándola en casa.
Brittany lo miró con consternación.
—¿Quieres que la espere en la puerta de la caravana con las zapatillas en la mano?
—Ese es justo el tipo de comentario frívolo que ahuyentaría a alguien como San. Es una mujer seria. Como no reprimas ese inapropiado sentido del humor, no tendrás ninguna posibilidad con ella.
—¿Quién dice que quiero tenerla?
Pero mientras lo decía, Brittany sintió una dolorosa punzada en su interior.
—Ya veo que no quieres ser razonable. Creo que es hora de irme—se dirigió hacia la puerta—Sólo espero que no tires piedras contra tu propio tejado, Susan. Recuerda que eres una mujer que no se sabe valer por sí sola. Dejando a un lado el asunto del linaje familiar de San, es una mujer sensata y digna de confianza, y no se me ocurre nadie mejor para cuidar de ti.
—¡No necesito que una persona cuide de mí!
—Entonces, ¿por qué aceptaste casarte con ella?—sin esperar respuesta, Max abrió la puerta de la caravana y salió a la luz del sol.
¿Cómo podía explicarle ella los cambios que habían tenido lugar en su interior?
Sabía que ya no era la misma persona que había salido de la casa de su papá un mes antes, pero Max no le creería.
Fuera, los niños con los que había hablado antes se agrupaban alrededor de su profesora, listos para regresar al jardín de infancia.
Durante el mes anterior, Brittany se había acostumbrado a los olores y las imágenes del circo de los Hermanos Berry, pero ahora lo miraba todo con nuevos ojos.
Santana y Rachel estaban cerca del circo discutiendo por algo.
Los payasos ensayaban un truco de malabarismo mientras Kitty practicaba el pino y Quinn la miraba con el ceño fruncido.
Frankie jugaba en el suelo junto a Tina, que adiestraba a los perros con algunos ejercicios que hacían que Brittany se encogiera de miedo.
El olor de las hamburguesas que las showgirls asaban a la parrilla inundó sus fosas nasales mientras oía el omnipresente zumbido del generador y veía cómo los banderines ondeaban con la brisa de junio.
Y luego se oyó un grito infantil.
El sonido fue tan ensordecedor que todo el mundo lo escuchó.
Santana giró la cabeza con rapidez.
Kitty dejó de hacer el pino y los payasos soltaron lo que tenían entre manos.
Max se detuvo en seco, impidiendo que Brittany viera lo que pasaba.
La joven oyó el grito ahogado que éste emitió y se puso a su lado para ver qué causaba la conmoción.
Se le detuvo el corazón.
Sinjun se había escapado de la jaula.
El tigre estaba en la franja de hierba que había entre la casa de fieras y la parte trasera del circo. La puerta de su jaula estaba abierta; se había roto una de las bisagras.
El animal tenía las orejas levantadas y sus pálidos ojos dorados se habían clavado en algo que estaba a menos de tres metros de él.
La pequeña de las mejillas sonrosadas. La niña se había separado del resto de la clase y había sido su penetrante grito lo que había captado la atención de Sinjun.
La pequeña chillaba despavorida aunque permanecía quieta; la mancha que se le extendía por el babi del jardín de infancia indicaba que se había hecho pis.
Sinjun respondía a los gritos, revelando sus afilados y letales dientes, curvos como cimitarras, diseñados para mantener inmóvil a su presa mientras la despedazaba con las garras.
La niña volvió a soltar aquel chillido penetrante. Los poderosos músculos de Sinjun se tensaron y Brittany palideció.
Sintió que el tigre estaba a punto de saltar.
Para Sinjun, aquella niña que agitaba los brazos y gritaba sin parar era uno de sus más amenazadores enemigos.
Ken apareció de la nada y corrió hasta Sinjun. Brittany vio la picana en su mano y dio un paso adelante.
Quería advertirle que no lo hiciera.
Sinjun no estaba acostumbrado a las descargas. No se acobardaría de la misma manera que los elefantes, sólo se enfurecería más.
Pero Ken estaba reaccionando de manera impulsiva, con la intención de contener al tigre de la única manera que sabía, como si Sinjun no fuera más que un elefante revoltoso.
Cuando Sinjun le dio la espalda a la pequeña, girándose hacia Ken, Santana se acercó con rapidez por el lado contrario. Se acercó a la niña y la cogió entre sus brazos para llevarla a una zona segura.
Y luego, todo pasó en un instante.
Ken presionó la picana en el hombro del tigre. El animal se revolvió enloquecido, rugió lleno de furia y lanzó su enorme cuereo contra Ken, tirando al domador al suelo; Ken soltó la picana que rodó fuera de su alcance.
Brittany nunca había sentido tanto terror.
Sinjun iba a atacar a Ken y ella no podía detenerlo de ninguna manera.
—¡Sinjun!—gritó desesperada.
Para sorpresa de la joven, el tigre alzó la cabeza. Brittany no sabía si había respondido a su voz o a otro tipo de instinto. Se acercó a él, a pesar de que le temblaban tanto las rodillas que apenas podía mantenerse en pie.
No sabía qué iba a hacer.
Sólo sabía que tenía que actuar.
El tigre permaneció encorvado sobre el cuerpo inmóvil de Ken. Por un momento Brittany pensó que el entrenador estaba muerto, pero luego se dio cuenta de que permanecía quieto a la espera de que el tigre se olvidase de él.
Ella oyó la tranquila pero autoritaria voz de Santana.
—Brittany, no des un paso más.
Y luego la de su papá, más chillona.
—¿Qué estás haciendo? ¡Regresa aquí!
Brittany los ignoró a los dos.
El tigre se giró ligeramente y se quedaron mirando fijamente el uno al otro. Los dientes afilados y curvos del animal estaban al descubierto, tenía las orejas aplastadas contra la cabeza y la miraba de una manera salvaje.
Brittany sintió que estaba aterrorizado.
—Sinjun—dijo ella con suavidad.
Pasaron unos segundos.
Brittany vio un destello de pelo castaño entre Sinjun y la carpa principal; era el pelo llameante de Rachel Berry.
La dueña del circo corría hacia Santana, que ya había dejado a la niña en los brazos de la maestra. Rachel le dio algo a Santana, pero Brittany estaba demasiado aturdida para deducir lo que era.
El tigre pasó por encima del cuerpo de Ken y centró toda su feroz atención en ella. El animal tenía todos los músculos tensos y preparados para saltar.
—Tengo un arma—la voz de Santana sólo fue un susurro—No te muevas.
Su esposa iba a matar a Sinjun.
Comprendía la lógica de lo que estaba a punto de hacer —con gente en el recinto, un tigre salvaje y aterrorizado era, evidentemente, un peligro, —pero ella no podía consentirlo.
Esa magnífica bestia no debía ser ejecutada sólo por seguir los instintos de su especie.
Sinjun no había hecho nada malo, salvo actuar como un tigre. A las personas sólo las encerraban cuando delinquían. A él lo habían arrebatado de su hábitat natural, lo habían encerrado en una jaula diminuta y lo habían obligado a vivir bajo la mirada de sus enemigos.
Y ahora, sólo porque Brittany no se había dado cuenta de que la puerta de su jaula estaba rota, iban a matarlo.
Se movió lo más rápidamente que pudo para interponerse entre su esposa y el tigre.
—Quítate de en medio, Britt—el tono tranquilo de su voz no suavizaba la autoridad de su orden.
—No dejaré que lo mates—susurró en respuesta. Y se acercó lentamente al tigre.
Los ojos dorados del animal se clavaron en ella. La atravesaron. Brittany sintió cómo el terror de Sinjun penetraba en cada célula de su cuerpo hasta unirse al de ella.
Sus almas se fundieron y ella lo oyó en su corazón.
«Los odio.»
«Lo sé.» «Detente.»
«No puedo.»
Brittany acortó la distancia entre ellos hasta que apenas los separaron dos metros.
—San te matará—susurró, mirando fijamente los ojos dorados de la bestia.
—Britt, por favor...
Ella oyó una desesperada tensión en la súplica de Santana y lamentó el desasosiego que le estaba causando, pero no podía detenerse.
Cuando se acercó al tigre, sintió que Santana cambiaba de posición para poder disparar desde otra dirección.
Brittany sabía que se le acababa el tiempo.
A pesar del miedo que le oprimía el pecho hasta dejarla sin respiración, se puso de rodillas delante del tigre. Le llegó su olor salvaje mientras lo miraba a los ojos.
—No puedo dejar que mueras—susurró—Ven conmigo—lentamente estiró el brazo para tocarlo.
Una parte de ella esperaba que las poderosas mandíbulas de Sinjun se cerraran sobre su mano, pero había otra parte —su alma tal vez, porque sólo el alma podía resistirse con tal terquedad a la lógica— a la que no le importaba que le mordiera si con eso le salvaba la vida.
Le acarició con mucha suavidad entre las orejas.
El pelaje era a la vez suave y áspero. Dejó que se acostumbrara a su contacto, y el calor del animal le traspasó la palma de la mano.
Los bigotes del felino le rozaron la suave piel del brazo, y sintió su aliento a través de la delgada tela de algodón de la camiseta. Él cambió de posición y poco a poco se dejó caer en la tierra con las patas delanteras extendidas.
La calma se extendió por el cuerpo de Brittany, que dejó de sentir miedo.
Experimentó una sensación mística de bienvenida, una paz que jamás había conocido antes, como si el tigre se hubiera convertido en ella y ella en el tigre.
Por un momento Brittany comprendió todos los misterios de la creación: que cada ser vivo era parte de los demás, que todo era parte de Dios, que estaban unidos por el amor, puestos sobre la tierra para cuidar unos de otros.
Sin miedo, enfermedad o muerte.
No existía nada salvo el amor.
Y en esa fracción de segundo, Brittany entendió que también amaba a Santana de la manera terrenal en que una mujer ama a otra persona.
Rodeó con los brazos el cuello del tigre como si fuera lo más natural del mundo.
Tan natural como apretar la mejilla contra él y cerrar los ojos.
Pasó el tiempo.
Oyó los latidos del corazón de la fiera y, por encima, un ronroneo ronco y profundo.
«Te amo.»
«Te amo.»
—Tengo que encerrarte de nuevo—susurró ella finalmente, con las lágrimas deslizándosele por los párpados cerrados—Pero no te abandonaré. Nunca.
El ronroneo y el latido del corazón se hicieron uno.
Permaneció arrodillada un rato más, con la mejilla presionada contra el cuello de Sinjun.
Brittany nunca había sentido tanta paz, ni siquiera cuando había permanecido cobijada entre las patas de Tater.
Había muchas cosas malas en el mundo, pero este lugar... este lugar era sagrado.
Poco a poco fue consciente de lo que la rodeaba.
Los demás se habían quedado paralizados como estatuas.
Santana todavía apuntaba con el arma a Sinjun, qué tonta. Como si ella fuera a permitir que hiriera a ese animal.
La piel bronceada de su esposa había adquirido el color de la tiza, y supo que tenía miedo por ella.
Con el retumbar del corazón del tigre debajo de su mejilla, Brittany supo que había puesto el mundo de Santana patas arriba de una manera que no podría perdonar.
Cuando todo aquello acabara, ella tendría que afrontar las terribles consecuencias.
Max —viejo, flaco y con la tez blanca— permanecía de pie no muy atrás de Santana, al lado de Rachel. Kitty se aferraba al brazo de Quinn. Los niños guardaban absoluto silencio.
El mundo exterior había irrumpido en la mente de Brittany y ya no pudo permanecer más tiempo quieta.
Se movió lentamente.
Manteniendo la mano sobre el cuello de Sinjun, hundió las puntas de los dedos en su pelaje.
—Sinjun volverá ahora a su jaula—anunció a todo el mundo—Por favor, manténganse alejados de él—se puso en movimiento y no se sorprendió cuando el tigre la siguió; sus almas estaban entrelazadas, así que no le quedaba otra elección.
El animal le rozaba la pierna con la pata mientras lo guiaba a la jaula. Con cada paso, Brittany era consciente del arma de Santana apuntándole.
Cuando más se acercaban a su destino, mayor era la tristeza del tigre.
La joven deseaba que Sinjun entendiera que aquél era el único lugar donde podía mantenerlo a salvo.
Cuando llegaron a la jaula, el animal se detuvo. Brittany se arrodilló ante él y lo miró a los ojos.
—Me quedaré un rato contigo.
El felino la miró fijamente. Y luego, para sorpresa de Brittany, restregó la cabeza contra la mejilla de la joven. Le rozó el cuello con los bigotes y de nuevo soltó aquel ronroneo profundo y ronco.
Luego Sinjun se apartó y, con un poderoso impulso de sus cuartos traseros, entró en la jaula de un salto.
Brittany oyó que todo el mundo comenzaba a moverse detrás de ella y se volvió.
Vio que Ken y Santana se acercaban corriendo a la jaula para coger la puerta rota y ponerla en su lugar.
—¡Alto!—Brittany levantó los brazos para que se detuvieran—No se acerquen más.
Se detuvieron en seco.
—Brittany, quítate de en medio—la voz de Santana vibraba y la tensión endurecía sus hermosos rasgos.
—Dejen nos solos—se volvió hacia la puerta abierta de la jaula dándoles la espalda.
Sinjun la observó.
Ahora que estaba encerrado de nuevo, se mostraba tan altivo como siempre: regio, distante, como si lo hubiera perdido todo salvo la dignidad.
Brittany sabía lo que él quería y no podía soportarlo. Quería que ella fuera su carcelera.
La había elegido para que lo encerrara en la jaula.
Brittany no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que sintió que las lágrimas se le deslizaban por las mejillas.
Los ojos dorados de Sinjun brillaron tenuemente mientras la miraba con su acostumbrado desdén, haciéndola sentir un ser inferior.
«Hazlo, debilucha—ordenó con los ojos—Ya.»
La joven levantó los brazos con esfuerzo y asió la puerta de la jaula. La bisagra rota hacía que pesara más y fuera difícil de mover, pero consiguió cerrarla con un sollozo.
Santana se acercó con rapidez y agarró la puerta para asegurarla pero, en el momento en que la tocó, Sinjun le enseñó los dientes y lanzó un rugido.
—¡Deja que lo haga yo!—exclamó ella—Se está enfadando. Por favor. Yo cerraré la puerta.
—¡Maldita sea!—Santana dio un paso atrás, llena de rabia y frustración.
Pero cerrar la jaula no era una tarea fácil.
La plataforma sobre la que descansaba estaba a un metro de altura y Brittany tenía que levantar demasiado los brazos para cerrar la puerta.
Ken cogió un taburete y se lo puso al lado. Luego le dio un trozo de cuerda. Por un momento Brittany no supo para qué era.
—Pásala entre los barrotes para que haga de bisagra—dijo Santana—Carga tu peso contra la puerta para sujetarla. Y por el amor de Dios, estate preparada para saltar hacia atrás si decide atacar—se colocó detrás de ella y le deslizó las manos alrededor de las caderas para sostenerla.
Con su ayuda, intentó hacer lo que le había dicho: sujetar la puerta cerrada con el hombro mientras anudaba la cuerda alrededor de la bisagra rota.
Comenzó a temblar debido a la tensión de su postura. Sintió el bulto del arma que Santana había metido en la cinturilla de los vaqueros.
Su esposa la sujetó con más fuerza.
—Ya casi está, cariño.
El nudo era grande y tosco, pero servía. Brittany dejó caer los brazos. Santana la bajó del taburete y la estrecho contra su pecho.
La joven rubia permaneció inmóvil unos instantes, agradeciendo su consuelo antes de levantar la mirada hacia aquellos ojos tan parecidos a los de Tater
Saber que amaba a esa mujer era aterrador.
Eran muy diferentes, pero sentía la llamada de su alma tan claramente como si Santana hubiese hablado en voz alta.
—Siento haberte asustado.
—Ya hablaremos de eso después.
La arrastraría a la caravana para fustigarla en privado.
Puede que eso fuera la gota que colmara el vaso; lo que haría que Santana se deshiciera de ella.
Brittany ahuyentó ese pensamiento y se alejó de la morena.
—No puedo irme aún. Le he dicho A Sinjun que me quedaría un rato con él.
Las líneas de tensión de la cara de Santana se hicieron más profundas, pero no la cuestionó.
—Vale.
Max se acercó a ellas.
—¡Eres idiota! ¡Es increíble que aún estés viva! ¿En qué diablos estabas pensando? Jamás vuelvas a hacer una cosa así. De todo lo que...
Santana le interrumpió.
—Cállate, Max. Yo me encargaré de esto.
—Pero...
Santana arqueó una ceja y de inmediato Max Pierce guardó silencio. Ese sencillo gesto de su esposa había sido suficiente.
Brittany nunca había visto a su dominante papá ceder ante nadie, y ese hecho le recordó la historia que le había contado.
Durante siglos los Pierce habían tenido el deber de obedecer los deseos de los Domínguez.
En ese momento, Brittany aceptó que lo que su papá le había contado era cierto, pero ahora lo que le importaba era Sinjun, que parecía inquieto y encrespado.
—Whitney se preguntará dónde estoy—dijo su papá a sus espaldas—Será mejor que me vaya. Adiós, Susan.
Max rara vez la tocaba y Brittany se sorprendió al sentir el suave roce de su mano en el hombro. Antes de que ella pudiera responder, su papá se despidió de Santana y se fue.
La actividad del circo había vuelto a la normalidad.
Mike hablaba con la profesora mientras la ayudaba a escoltar a los niños hasta el jardín de infancia.
Ken y los demás habían vuelto a su trabajo.
Rachel se acercó a ellas.
—Buen trabajo, Brittany—la dueña del circo dijo las palabras de mala gana.
Aunque a Brittany le pareció ver algo de respeto en sus ojos, tuvo la extraña sensación de que el odio que Rachel sentía hacia ella se había intensificado.
La castaña evitó mirar a Santana y se alejó dejándolas solas con Sinjun.
El tigre se mantenía en actitud vigilante, pero las miraba con su acostumbrado desprecio.
Brittany metió las manos entre los barrotes de la jaula. Sinjun se acercó a ellas. La joven notó que Santana contenía el aliento cuando el tigre comenzó a restregar aquella enorme cabeza contra sus dedos.
—¿Podrías dejar de hacer eso?
Ella alargó más las manos para rascar a Sinjun detrás de las orejas.
—No me hará daño. No me respeta, pero me quiere.
Santana se rio entre dientes y luego, para sorpresa de Brittany, la rodeó con los brazos desde atrás mientras ella acariciaba al tigre.
—Nunca había pasado tanto miedo—dijo Santana apoyando la mandíbula en su hombro.
—Lo siento.
—Soy yo quien lo siente. Me advertiste sobre las jaulas y debería haberte hecho caso. Ha sido culpa mía.
—La culpa es mía. Soy yo quien se encarga de las fieras.
—No intentes culparte. No lo permitiré.
Sinjun acarició la muñeca de Brittany con la lengua. La joven notó que Santana tensaba los músculos de los brazos cuando el tigre comenzó a lamerla.
—Por favor, ¿podrías sacar las manos de la jaula?—pidió en voz baja—Está a punto de darme un ataque.
—En un minuto.
—He envejecido diez años de golpe. No puedo permitirme el lujo de perder más.
—Me gusta tocarle. Además, Sinjun se parece a ti, no ofrece su afecto con facilidad y no quiero ofenderle marchándome.
—Es un animal, Britt. No tiene emociones humanas.
Brittany sentía demasiada paz para discutírselo.
—Cariño, tienes que dejar de hacerte amiga de los animales salvajes. Primero Tater, ahora Sinjun. ¿Sabes qué? Es evidente que necesitas una mascota de verdad. Lo primero que haremos mañana por la mañana será comprar un perro.
Ella la miró con alarma.
—Oh, no, no podemos hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque me dan miedo los perros.
Santana se quedó inmóvil, luego se echó a reír. Al principio sólo fue un ruido sordo en el fondo del pecho, pero pronto se convirtió en un alegre rugido que rebotó contra las paredes del circo y resonó en el recinto.
—Claro, era de esperar—murmuró Brittany con una sonrisa—Para que Santana López se ría, tiene que ser a mi costa.
Santana levantó la cara hacia el sol y estrechó a Brittany entre sus brazos riéndose con más fuerza.
Sinjun las miró con fastidio, luego apretó la cabeza contra los barrotes de la jaula y lamió el pulgar de Brittany.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
NO ME JO DA,... JODER!!! yo ubiese dejado que le arranque la cabeza a algunos pero bue!!! britt esta haciendo culto de su imprecnacion!!! y eso me gusta, ja en la cara de todos jajaja!!!,..
se me hace a mi o mucho cariño de san independiente de que se escape el tigre,... buena jugada la del padre de britt!!! algo bueno hizo!!
nos vemos!!!
NO ME JO DA,... JODER!!! yo ubiese dejado que le arranque la cabeza a algunos pero bue!!! britt esta haciendo culto de su imprecnacion!!! y eso me gusta, ja en la cara de todos jajaja!!!,..
se me hace a mi o mucho cariño de san independiente de que se escape el tigre,... buena jugada la del padre de britt!!! algo bueno hizo!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Woooooowwww que capitulos ..... La historia de San y Sinjun fuera de la jaula!! !!
Me encantaron.
Saludos
Me encantaron.
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Un capitulo de lujo, ahora a ver si asi aprenden a respetar a britt, la domadora!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Bueno gracias a Max Britt ya sabe la historia de San y que todo fue planeado ....
Y toda la razón con la rubia el tigre y su morena tal para cual
Y toda la razón con la rubia el tigre y su morena tal para cual
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
NO ME JO DA,... JODER!!! yo ubiese dejado que le arranque la cabeza a algunos pero bue!!! britt esta haciendo culto de su imprecnacion!!! y eso me gusta, ja en la cara de todos jajaja!!!,..
se me hace a mi o mucho cariño de san independiente de que se escape el tigre,... buena jugada la del padre de britt!!! algo bueno hizo!!
nos vemos!!!
Hola lu, y yo tmbn la vrdd ¬¬ JAjajaja si xD y a mi tmbn la vrdd! BN ai por la rubia! ajajajaj bnbnnbnb. Jajajajaaj a mi tmbn me da esa impresión jajajajaaj. Si, la vrd esk si. Si xD jajajaja. Saludos =D
monica.santander escribió:Woooooowwww que capitulos ..... La historia de San y Sinjun fuera de la jaula!! !!
Me encantaron.
Saludos
Hola, o no¿? es el efecto brittana! jajajaajaj. Las cosas q estan pasando oye jajaajajajaj. Eso es bueno, es pero y siga así! ajajaj. Saludos =D
micky morales escribió:Un capitulo de lujo, ahora a ver si asi aprenden a respetar a britt, la domadora!!!!!!
Hola, si´¿? vamos bn entonces ajjaajajaj. JAjaajajaja si q lo es ajajajaj. Pero aki dejo otro cap! Saludos =D
JVM escribió:Bueno gracias a Max Britt ya sabe la historia de San y que todo fue planeado ....
Y toda la razón con la rubia el tigre y su morena tal para cual
Hola, esta haciendo las cosas bn o las planeo bn al fin y al cabo, no¿? JAjaajajajaja si q si... y ha ambos los doma ajjajaaj. SAludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Cap 16 - Parte II
Capitulo 16 - Parte II
Santana se abrió paso a empujones entre los periodistas y fotógrafos que rodeaban a Brittany al término de la última función.
—Mi esposa ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco.
Ignorándole, un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de Brittany.
—¿En qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto?
Brittany abrió la boca para responder, pero Santana la interrumpió sabiendo que su esposa era tan condenadamente educada que respondería a todas las preguntas aunque estuviera muerta de cansancio.
—Lo siento, no tenemos nada más que decir—pasó el brazo por los hombros de Brittany y la alejó de ahí.
Los periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían dejado de entrevistarla desde la primera función.
Al principio Rachel se había alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que Brittany comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había puesto hecha una furia.
Cuando Rachel había tratado de interrumpir la entrevista, Brittany le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin pizca de malicia:
—Pero Rachel, los animales odian estar ahí. Son infelices en esas jaulas.
Cuando Santana y Brittany llegaron a la caravana, la morena estaba contenta de tenerla sana y salva que no podía concentrarse en lo que le estaba contando.
Brittany trastabilló y Santana se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido.
Siempre le estaba haciendo eso.
Arrastrándola. Empujándola. Haciendo que se tropezara.
¿Y si hubiera resultado herida?
¿Y si Sinjun la hubiera matado?
Sintió un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo.
Si le hubiera ocurrido algo a Brittany, jamás se lo hubiera perdonado a sí misma.
La necesitaba demasiado.
Le llegó la dulce y picante fragancia de su esposa mezclada con algo más, quizás el olor de la bondad.
¿Cómo había logrado Brittany metérsele bajo la piel en tan poco tiempo?
No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había imaginado.
Esa joven rubia cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera blanco y el orden se convirtiera en caos.
Nada era racional cuando ella estaba cerca.
Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un perrito.
Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie más había logrado desde que era una niña, había destruido su rígido autocontrol.
Tal vez fuera por eso que ella comenzaba a sentir dolor.
Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida.
Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse.
Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor.
El dolor del deslució.
¿Sería eso lo que le ocurría?
¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?
Brittany volvió la mirada a los reporteros.
—Van a pensar que soy una maleducada, San. No debería haberme ido así.
—Me importa un bledo lo que piensen.
—Eso es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja...
—No empieces...
Tater, atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a Brittany.
—Tengo que darle las buenas noches.
Santana sintió los brazos vacíos cuando ella se acercó a Tater y apretó la mejilla contra su cabeza.
Tater la rodeó con la trompa y Santana tuvo que contener el deseo de apañarla antes de que el elefantito la aplastara por un exceso de cariño.
Un gato.
Quizá podría comprarle un gato.
Sin uñas, para que no le arañara.
La idea no la tranquilizó.
Conociendo a Brittany, probablemente se asustaría también de los gatos domésticos.
Finalmente Brittany se alejó de Tater y siguió a Santana a la caravana, donde comenzó a desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama.
—Venga, échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día.
Santana nunca la había visto tan desolada.
¿Por qué siempre tenía que pensarlo peor de ella?
Aunque su corazón la impulsaba a tratarla con suavidad, su mente le decía que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría.
El circo estaba lleno de peligros y ella haría cualquier cosa para mantener a la rubia a salvo.
Mientras pensaba en eso, la rubia la miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las profundidades azules de sus ojos.
—No podía dejar que lo mataras, San. No podía.
Las buenas intenciones de Santana se disolvieron.
—Lo sé—se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo mientras le hablaba con voz ronca—Lo que has hecho hoy fue lo más valiente que he visto nunca.
—Y lo más estúpido. Venga, dilo.
—Eso, también—alargó la mano y le apartó un mechón de la mejilla con el dedo índice.
Miró nariz respingona y no pudo recordar haber visto algo que la conmoviera más profundamente.
—Cuando te conocí, pensé que eras una niña mimada, tonta y consentida; demasiado hermosa para su propio bien.
Como era de esperar, la rubia comenzó a negar con la cabeza.
—No soy hermosa. Mi mamá...
—Lo sé. Tu mamá era bellísima y tú eres feísima—sonrió—Lamento decirte, nena, que no estoy de acuerdo contigo.
—Eso es porque no la conociste.
Brittany lo dijo con tal seriedad que ella tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa que la asaltaban cada vez que estaban juntas.
—¿Tu mamá habría conseguido meter al tigre en la jaula?
—Quizá no, pero era muy buena con los hombres y mujeres. Se desvivían por ella.
—Bueno esta mujer se desvivirá por ti.
Brittany abrió mucho los ojos, y ella lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que habían revelado demasiado.
Se había prometido a sí misma que la protegería de sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba.
Conociendo a Brittany y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntas; quimeras que la retorcida carga emocional de ella no le dejarían cumplir.
La única manera de protegerla era hacerle ver con qué cabrón hijo de perra se había casado.
Pero era difícil.
De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido atarlo a esa frágil y decente mujer, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso.
El cariño no era suficiente para la rubia.
Brittany necesitaba a alguien que la quisiera de verdad.
Necesitaba hijos y un buen marido o esposa, una de esas personas con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los domingos y que la amara hasta el final de sus días.
Sintió una dolorosa punzada en su interior al pensar que Brittany podría casarse con otra persona, pero la ignoró.
Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerla.
—¿Qué quieres decir, San? ¿Te desvivirías realmente por mí?
A pesar de todas aquellas buenas intenciones, Santana asintió como una tonta.
—Entonces siéntate y déjame hacerte el amor.
Santana se tensó, húmeda y palpitante; deseaba tanto a Brittany que no podía contenerse.
En el último instante, antes de que el deseo de poseerla la dominase, la bota de Brittany se curvó en una sonrisa tan dulce y suave que sintió como si le patearan el estómago.
La rubia no se reservaba nada.
Nada en absoluto.
Si ofrecía a ella en cuerpo y alma.
¿Cómo podía alguien ser tan autodestructivo?
Santana se puso a la defensiva.
Si la rubia no era capaz de protegerse a sí misma, ella haría el trabajo sucio.
—El sexo es algo más que dos cuerpos—le dijo con dureza—Eso fue lo que me dijiste. Que tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotras. Entre nosotras no hay amor, Brittany. Es sólo sexo. No olvides.
Para absoluta sorpresa de Santana, la rubia le brindó una tierna sonrisa, teñida por un poco de piedad.
—Eres tonta. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo.
Sintió como si le hubieran golpeado a traición.
La rubia tuvo el descaro de reírse.
—Te amo, San, y no hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena. Sé que te dije que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la verdad, pero hoy Sinjun me hizo comprender lo que siento.
A pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, Brittany había decidido que estaba enamorada de ella.
Pero era ella quien tenía la culpa.
Debería haber mantenido más distancia entre ellas.
¿Por qué había paseado por la playa con la rubia?
¿Por qué le había abierto su corazón?
Y lo más reprobable de todo, ¿por qué no la había mantenido alejada de su cama?
Ahora tenía que demostrarle que lo que la rubia pensaba que era amor no era más que una visión romántica de la vida.
Y no iba a ser fácil.
Antes de que pudiera señalarle su error, la rubia le cubrió la boca con la suya.
Santana dejó de pensar.
La deseaba.
Tenía que poseerla.
Brittany le recorrió los labios con la punta de la lengua, luego profundizó el beso con suavidad. Le cogió la cabeza entre las manos y hundió los dedos en su suave pelo.
La joven rubia se acomodó entre sus brazos, ofreciéndose a ella por completo.
Brittany gimió con dulzura.
Vulnerable.
Excitada.
El sonido atravesó la embotada conciencia de Santana y la trajo de vuelta a la realidad.
Tenía que recordarle a Brittany cómo eran las cosas entre ellas.
Por su bien tenía que ser cruel.
Mejor que la rubia sufriera un pequeño dolor en ese momento que uno devastador más adelante.
Se apartó bruscamente de ella. La hizo tumbarse en la cama.
—Lo mires como lo mires, un buen polvo es mejor que el amor.
Dio un respingo para sus adentros ante la expresión de sorpresa que cruzó por la cara de Brittany antes de que se ruborizara.
Conocía a su esposa y se preparó para lo que vendría a continuación: iba a levantarse de la cama de un salto y a hacer que le saliera humo por los oídos con un sermón sobre la vulgaridad.
Pero no lo hizo.
El rubor de la cara de Brittany se desvaneció y fue sustituido por la misma expresión de pesar que había adoptado antes.
—Sabía que te pondrías difícil con esto. Eres tan previsible.
¿Previsible? ¿Así lo veía? ¡Maldita fuera, estaba tratando de salvarla y la rubia se lo pagaba burlándose de ella. Bueno bien, se lo demostraría con hechos.
Se obligó a esbozar una sonrisa cruel.
—Quítate la ropa. Me siento un poco violenta y no quiero desgarrártela.
—¿Violenta?
—Eso es lo que he dicho, nena. Ahora desnúdate.
—Mi esposa ha tenido suficiente por hoy. Necesita descansar un poco.
Ignorándole, un periodista metió una pequeña grabadora bajo las narices de Brittany.
—¿En qué pensó cuando se dio cuenta de que el tigre andaba suelto?
Brittany abrió la boca para responder, pero Santana la interrumpió sabiendo que su esposa era tan condenadamente educada que respondería a todas las preguntas aunque estuviera muerta de cansancio.
—Lo siento, no tenemos nada más que decir—pasó el brazo por los hombros de Brittany y la alejó de ahí.
Los periodistas se habían enterado enseguida de la fuga del tigre y no habían dejado de entrevistarla desde la primera función.
Al principio Rachel se había alegrado por la publicidad que eso suponía, pero luego había oído que Brittany comentaba que la casa de fieras era cruel e inhumana, por lo que se había puesto hecha una furia.
Cuando Rachel había tratado de interrumpir la entrevista, Brittany le había lanzado una mirada inocente y había dicho sin pizca de malicia:
—Pero Rachel, los animales odian estar ahí. Son infelices en esas jaulas.
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Cuando Santana y Brittany llegaron a la caravana, la morena estaba contenta de tenerla sana y salva que no podía concentrarse en lo que le estaba contando.
Brittany trastabilló y Santana se dio cuenta de que caminaba demasiado rápido.
Siempre le estaba haciendo eso.
Arrastrándola. Empujándola. Haciendo que se tropezara.
¿Y si hubiera resultado herida?
¿Y si Sinjun la hubiera matado?
Sintió un pánico aplastante mientras se le cruzaban por la cabeza unas imágenes horripilantes de las garras de Sinjun despedazando aquel delgado cuerpo.
Si le hubiera ocurrido algo a Brittany, jamás se lo hubiera perdonado a sí misma.
La necesitaba demasiado.
Le llegó la dulce y picante fragancia de su esposa mezclada con algo más, quizás el olor de la bondad.
¿Cómo había logrado Brittany metérsele bajo la piel en tan poco tiempo?
No era su tipo, pero le hacía sentir emociones que nunca había imaginado.
Esa joven rubia cambiaba las leyes de la lógica y hacía que el negro fuera blanco y el orden se convirtiera en caos.
Nada era racional cuando ella estaba cerca.
Convertía a los tigres en mascotas y retrocedía con espanto ante un perrito.
Le había enseñado a reírse y, también, había conseguido algo que nadie más había logrado desde que era una niña, había destruido su rígido autocontrol.
Tal vez fuera por eso que ella comenzaba a sentir dolor.
Una imagen le cruzó por la mente, al principio difusa, aunque poco a poco se volvió más nítida.
Recordó cuando en los días más fríos de invierno pasaba demasiado tiempo a la intemperie y luego entraba para calentarse.
Recordó el dolor en sus manos congeladas cuando empezaban a entrar en calor.
El dolor del deslució.
¿Sería eso lo que le ocurría?
¿Estaba sintiendo el deshielo de sus emociones?
Brittany volvió la mirada a los reporteros.
—Van a pensar que soy una maleducada, San. No debería haberme ido así.
—Me importa un bledo lo que piensen.
—Eso es porque tienes la autoestima alta. Yo, sin embargo, la tengo baja...
—No empieces...
Tater, atado cerca de la caravana, soltó un barrito al ver a Brittany.
—Tengo que darle las buenas noches.
Santana sintió los brazos vacíos cuando ella se acercó a Tater y apretó la mejilla contra su cabeza.
Tater la rodeó con la trompa y Santana tuvo que contener el deseo de apañarla antes de que el elefantito la aplastara por un exceso de cariño.
Un gato.
Quizá podría comprarle un gato.
Sin uñas, para que no le arañara.
La idea no la tranquilizó.
Conociendo a Brittany, probablemente se asustaría también de los gatos domésticos.
Finalmente Brittany se alejó de Tater y siguió a Santana a la caravana, donde comenzó a desvestirse, pero se lo pensó mejor y se sentó a los pies de la cama.
—Venga, échame la bronca. Sé que llevas queriendo hacerlo todo el día.
Santana nunca la había visto tan desolada.
¿Por qué siempre tenía que pensarlo peor de ella?
Aunque su corazón la impulsaba a tratarla con suavidad, su mente le decía que tenía que dejar las cosas claras y echarle un sermón que jamás olvidaría.
El circo estaba lleno de peligros y ella haría cualquier cosa para mantener a la rubia a salvo.
Mientras pensaba en eso, la rubia la miró y todos los problemas del mundo se reflejaron en las profundidades azules de sus ojos.
—No podía dejar que lo mataras, San. No podía.
Las buenas intenciones de Santana se disolvieron.
—Lo sé—se sentó a su lado y comenzó a quitarle las hebras de paja del pelo mientras le hablaba con voz ronca—Lo que has hecho hoy fue lo más valiente que he visto nunca.
—Y lo más estúpido. Venga, dilo.
—Eso, también—alargó la mano y le apartó un mechón de la mejilla con el dedo índice.
Miró nariz respingona y no pudo recordar haber visto algo que la conmoviera más profundamente.
—Cuando te conocí, pensé que eras una niña mimada, tonta y consentida; demasiado hermosa para su propio bien.
Como era de esperar, la rubia comenzó a negar con la cabeza.
—No soy hermosa. Mi mamá...
—Lo sé. Tu mamá era bellísima y tú eres feísima—sonrió—Lamento decirte, nena, que no estoy de acuerdo contigo.
—Eso es porque no la conociste.
Brittany lo dijo con tal seriedad que ella tuvo que reprimir uno de esos ataques de risa que la asaltaban cada vez que estaban juntas.
—¿Tu mamá habría conseguido meter al tigre en la jaula?
—Quizá no, pero era muy buena con los hombres y mujeres. Se desvivían por ella.
—Bueno esta mujer se desvivirá por ti.
Brittany abrió mucho los ojos, y ella lamentó haber dicho esas palabras porque sabía que habían revelado demasiado.
Se había prometido a sí misma que la protegería de sus sueños románticos, pero acababa de insinuar cuánto le importaba.
Conociendo a Brittany y su anticuada visión del matrimonio, imaginaría que aquel cariño era amor y empezaría a construir castillos en el aire sobre un futuro juntas; quimeras que la retorcida carga emocional de ella no le dejarían cumplir.
La única manera de protegerla era hacerle ver con qué cabrón hijo de perra se había casado.
Pero era difícil.
De todas las crueles jugarretas que le había hecho el destino, la peor había sido atarlo a esa frágil y decente mujer, con esos bellos ojos y ese corazón tan generoso.
El cariño no era suficiente para la rubia.
Brittany necesitaba a alguien que la quisiera de verdad.
Necesitaba hijos y un buen marido o esposa, una de esas personas con el corazón de oro y trabajo fijo, que fuera a la iglesia los domingos y que la amara hasta el final de sus días.
Sintió una dolorosa punzada en su interior al pensar que Brittany podría casarse con otra persona, pero la ignoró.
Sin importar lo que tuviera que hacer, iba a protegerla.
—¿Qué quieres decir, San? ¿Te desvivirías realmente por mí?
A pesar de todas aquellas buenas intenciones, Santana asintió como una tonta.
—Entonces siéntate y déjame hacerte el amor.
Santana se tensó, húmeda y palpitante; deseaba tanto a Brittany que no podía contenerse.
En el último instante, antes de que el deseo de poseerla la dominase, la bota de Brittany se curvó en una sonrisa tan dulce y suave que sintió como si le patearan el estómago.
La rubia no se reservaba nada.
Nada en absoluto.
Si ofrecía a ella en cuerpo y alma.
¿Cómo podía alguien ser tan autodestructivo?
Santana se puso a la defensiva.
Si la rubia no era capaz de protegerse a sí misma, ella haría el trabajo sucio.
—El sexo es algo más que dos cuerpos—le dijo con dureza—Eso fue lo que me dijiste. Que tenía que ser sagrado, pero no hay nada sagrado entre nosotras. Entre nosotras no hay amor, Brittany. Es sólo sexo. No olvides.
Para absoluta sorpresa de Santana, la rubia le brindó una tierna sonrisa, teñida por un poco de piedad.
—Eres tonta. Por supuesto que hay amor. ¿Acaso no lo sabes? Yo te amo.
Sintió como si le hubieran golpeado a traición.
La rubia tuvo el descaro de reírse.
—Te amo, San, y no hay necesidad de hacer una montaña de un grano de arena. Sé que te dije que no lo haría, pero no he podido evitarlo. He estado negando la verdad, pero hoy Sinjun me hizo comprender lo que siento.
A pesar de todas las advertencias y amenazas, de todos sus sermones, Brittany había decidido que estaba enamorada de ella.
Pero era ella quien tenía la culpa.
Debería haber mantenido más distancia entre ellas.
¿Por qué había paseado por la playa con la rubia?
¿Por qué le había abierto su corazón?
Y lo más reprobable de todo, ¿por qué no la había mantenido alejada de su cama?
Ahora tenía que demostrarle que lo que la rubia pensaba que era amor no era más que una visión romántica de la vida.
Y no iba a ser fácil.
Antes de que pudiera señalarle su error, la rubia le cubrió la boca con la suya.
Santana dejó de pensar.
La deseaba.
Tenía que poseerla.
Brittany le recorrió los labios con la punta de la lengua, luego profundizó el beso con suavidad. Le cogió la cabeza entre las manos y hundió los dedos en su suave pelo.
La joven rubia se acomodó entre sus brazos, ofreciéndose a ella por completo.
Brittany gimió con dulzura.
Vulnerable.
Excitada.
El sonido atravesó la embotada conciencia de Santana y la trajo de vuelta a la realidad.
Tenía que recordarle a Brittany cómo eran las cosas entre ellas.
Por su bien tenía que ser cruel.
Mejor que la rubia sufriera un pequeño dolor en ese momento que uno devastador más adelante.
Se apartó bruscamente de ella. La hizo tumbarse en la cama.
—Lo mires como lo mires, un buen polvo es mejor que el amor.
Dio un respingo para sus adentros ante la expresión de sorpresa que cruzó por la cara de Brittany antes de que se ruborizara.
Conocía a su esposa y se preparó para lo que vendría a continuación: iba a levantarse de la cama de un salto y a hacer que le saliera humo por los oídos con un sermón sobre la vulgaridad.
Pero no lo hizo.
El rubor de la cara de Brittany se desvaneció y fue sustituido por la misma expresión de pesar que había adoptado antes.
—Sabía que te pondrías difícil con esto. Eres tan previsible.
¿Previsible? ¿Así lo veía? ¡Maldita fuera, estaba tratando de salvarla y la rubia se lo pagaba burlándose de ella. Bueno bien, se lo demostraría con hechos.
Se obligó a esbozar una sonrisa cruel.
—Quítate la ropa. Me siento un poco violenta y no quiero desgarrártela.
—¿Violenta?
—Eso es lo que he dicho, nena. Ahora desnúdate.
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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"
Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D
Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
hola morra,..
ohhh vamos quien hace caso a algo cuando lo dicen o lo ordenan,..!! NADIES!!!! y birtt mucho menos!!
ademas es lindo (como decirlo) jugar con la muerte?? jajaja si britt prefiere jugar un un gatito de 200 kilos que un caniche,.. quien dijo que también ya no domo a san y se le impregno demasiado hondo!!
san ahora con el cassette,.. de "super malota" (me causo gracia) jajajjajajaja a ver si espanta a britt de una ves??
nos vemos!!!
ohhh vamos quien hace caso a algo cuando lo dicen o lo ordenan,..!! NADIES!!!! y birtt mucho menos!!
ademas es lindo (como decirlo) jugar con la muerte?? jajaja si britt prefiere jugar un un gatito de 200 kilos que un caniche,.. quien dijo que también ya no domo a san y se le impregno demasiado hondo!!
san ahora con el cassette,.. de "super malota" (me causo gracia) jajajjajajaja a ver si espanta a britt de una ves??
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
A menos que santana le haga una gran trastada a britt esta no va a dejar de sentir algo por ella, y aun asi!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
Ay esa morena haber que tontería hace ahora.... Y pues Britt espero que tome distancia con San, porque aun no esta preparada para todo lo que le ofrece..... :/
Jajajajaja y me imaginó la cara de Rach con lo que le dijo Britt jajajaj
Jajajajaja y me imaginó la cara de Rach con lo que le dijo Britt jajajaj
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]FanFic Brittana: A Un Ángel (Adaptada) Epílogo
3:) escribió:hola morra,..
ohhh vamos quien hace caso a algo cuando lo dicen o lo ordenan,..!! NADIES!!!! y birtt mucho menos!!
ademas es lindo (como decirlo) jugar con la muerte?? jajaja si britt prefiere jugar un un gatito de 200 kilos que un caniche,.. quien dijo que también ya no domo a san y se le impregno demasiado hondo!!
san ahora con el cassette,.. de "super malota" (me causo gracia) jajajjajajaja a ver si espanta a britt de una ves??
nos vemos!!!
Hola, jajajajaajajaja pero q razón! jajaajajajaaa xD esk se al dieron en bandeja jajaajjajaa. =O dices tu¿? te paso!!!? =O JAjajajajajajaj es los animales chiquitos son mas "malos" y ella no puede con ellos, pero si con los grandes jajaajajja. Jajajaja nose xq te creo ai tmbn jajaajajajjaaj. XD o ella cree xD SI ajajajajajaja. Mmmm... yo creo q no xD jajajaja. Saludos =D
micky morales escribió:A menos que santana le haga una gran trastada a britt esta no va a dejar de sentir algo por ella, y aun asi!!!!!
Hola, eso mismo, si ya esta con fieras, fieras... no creo q se asuste así como así. JAajajajajaj xD sip xD jajaja. Saludos =D
JVM escribió:Ay esa morena haber que tontería hace ahora.... Y pues Britt espero que tome distancia con San, porque aun no esta preparada para todo lo que le ofrece..... :/
Jajajajaja y me imaginó la cara de Rach con lo que le dijo Britt jajajaj
Hola, pfff no kiero saberlo, pero tmbn kiero. Asik para eso dejo el cap para saber mas xDjjajajaajja. =O dices tu¿? mmmmm =/ XD jajaajajajaj epico! jajaja xD Saludos =D
23l1-*-*-* - Mensajes : 5832
Fecha de inscripción : 12/08/2013
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