Fic~La ciudad de la Gente III

10:30 am

Oh, si! Gran noche, no? El departamento estaba lleno de botellas de whisky, cadáveres de cigarros regados por el piso, ceniza en todas partes. Esto solo podía conllevar a una larga resaca mañananera, eran ocho las botellas las que había sobre la mesa, SOLO sobre la mesa... Sin contar el desorden de apuntes, fotografías, un par de celulares y llaves abandonados, hasta en la pecera flotaba una solitaria aceituna.
En uno de los sillones, debajo de una frazada manchada con lo que parecía ser vomito, salían un par de pies. Se escuchaba un leve ronquido, y quejas al moverse. La noche había sido genial, y la mañana pagaba por eso.
Sonó la puerta... SONÓ LA PUERTA! Volvió a sonar... Una, dos, tres veces más.
Eh dicho, SONÓ LA PUERTA.
El sillón empezó a agitarse, la sabana se levantó y ahí estaba ella, nuestra ella, queridos míos; estaba en ropa interior, y aun no recordaba que había pasado anoche. Se rasco la cabeza, tratando de adaptar sus ojos a la tenue luz que lograba filtrarse por la ventana. La puerta volvió a sonar.
-Ya va –levanto la voz de mala gana.
Se golpeo con la mesilla al ponerse de pie, todo le daba vueltas. No sabía bien como había terminado en ropa interior, ni siquiera recordaba haberse puesto esa ropa interior... Le venían algunos recuerdos espontáneos, flashes de la noche. Gente gritando, rock pesado sonando de fondo, jugando a las cartas por medidas de alcohol, parpadear y estar en un negocio comprando más bebidas ¡MIERDA, que noche!
-YA VA! –la puerta seguía sonando, cada golpe resonaba en su confundida cabeza, se tornaba un poco molesto.
Fue a la puerta esforzándose para no caerse, vio por la mirilla, abrió la puerta. Era el cartero con un paquete, lo miro con cara de asco y pesadez, no era la mejor de sus mañanas.
-Si? –se apoyo sobre el marco de la puerta, quejándose por la luz del sol que le calcinaba los ojos.
-Eh, buen día –el hombre tenia los ojos como platos ¿¡y como no, si ella seguía en ropa interior, por amor de Dios!?-, usted es...
-Si, yo soy –ni siquiera se daba cuenta de la situación, solo quería que ese hombre se fuera y poder dormir-. Que quiere?
Solo fue un paquete, ni siquiera se fijo en que llevaba adentro, ni siquiera noto que el cartero se idiotizo con su cuerpo; un cuerpo fino como lápiz, simplemente hermoso; ni siquiera volvió a notar que estaba en bragas.
Camino resacosamente hasta su habitación, sentía la mugre del piso por debajo de sus pies, pero no le dio importancia. De repente recordó lo mucho que había tomado, el wishky era tan delicioso, oh si. Nunca más volvería a tomar en su vida, NUNCA, o no hasta el punto de no recordar nada... El infierno la esperaba por mentirosa. Rió irónicamente.
Notó que su cama había sido usurpada, una persona dormía recostada contra la pared, atravesada, con las piernas al aire, como si fuera que ni bien se sentó cayó dormido. Estaba tapado desde la cabeza hasta las piernas, pero esos pelos rubios que sobresalían y las piernitas de pollo que colgaban de la cama eran inconfundibles para ella, aun con toda la resaca del mundo.
-Cam –agito un poco las piernas del muchacho- Oye, Cameron
-Umh, a si, no, después –empezó a moverse violentamente.
-Dale, Cameron, alguien tiene que contarme que paso anoche!
Finalmente se incorporo, tenia los ojos desorbitados y, por encima de ellos los lentes torcidos y chuecos. Adapto sus ojos a la luz y la miro con un poco de horror.
-Mierda, Heavy, no estas en las mejores condiciones –viendo los ojos rojos, seguidos por ojeras, despeinada, con la cara un poco demacrada-. ¿Y que puta haces en ropa interior?
-No sé! –Llorisqueo- Además, tampoco estas en las mejores.
Tomo un espejo y lo puso delante de Cameron... Ni más ni menos, señores, el pacifico nerd tenia un ojo morado por alguna riña de la borrachera!
-¿¡QUE MIERDA!? –no solía maldecir, pero esta era una muy especial ocasión- ¿¡En que momento paso esto!?
Así es, será muy entretenido saber que pasó anoche.
18:30 pm

Cuando la resaca y el dolor de cabeza habían disminuido, ambos se levantaron de la cama, ya era de tarde, y el sol solo daba una tenue iluminación rojiza, pero aun era molesta. Se sentaron en el desayunador, era una imagen muy cómica, Heavy todavía en ropa interior, con grandes pantuflas en forma de garras, preparando uno de esos anti-tantos remedios para eliminar del todo la resaca; y a su lado, Cameron, con un pedazo de carne fria en el ojo, descalzo, y el pantalón arremangado.
-Que loco, en la pecera de Panaberto hay una aceituna flotando...
“Por que el pescado se llama Panaberto...?” Pensó el rubio, alzando una ceja.
-Recuerdas que ayer te dije que vendría un amigo a tu casa? –sacó el pedazo de carne de su cara- Bueno, ayer no pudo venir, así que hoy vamos a juntarnos en un bar.
-Che, flaco –dijo-, te diste cuenta que el dedo gordo y el chiquito tienen el mismo tamaño? –seguía desconectada del mundo, pensando idioteces- No es tan chiquito después de todo.
-Heavy, tenés una voladura encima –él también comparó sus dedos-. Lo peor de todo es que tenés razón.
-Cam –volvió a decir, recostándose sobre la mesa, después de haber tomado ese espantoso jugo burbujeante para el dolor de cabeza-, que vamos a hacer hoy?
Se rieron, no les importaba una puta mierda el desastre de la casa, ya estaban listos para volver a incorporarse en las jóvenes noches de la Ciudad. Vivian al día, siempre, y eso era lo mejor. Pero, mis queridos, ellos pagaban un precio... Pero que más daba.
One more time

23:17 pm

-No tengo plata.
-Yo tampoco, solo 35 centavos –tiro las monedas en la mesa “La mierda, odio ser tan pobre!”- Ayer perdí mi billetera... Otra vez.
Estaban en un bar de mala muerte, esos que encierran a la minoría extraña y desadaptada de la sociedad. O a los viejos pelados y ebrios. Ese porcentaje de marginados con algún mambo pesado, que salen beber y drogarse, y tal vez escuchar un poco de música.
Lo oscuro les ofrecía un bonus de misterio y seguridad, sus caras destruidas por la falta de sueño, el alcohol y los golpes; oh si, Cameron si que lo entendía perfectamente; apenas eran dibujadas por las pocas luces de neón que cortaban la oscuridad.
-Que estamos haciendo aquí sin plata, nerd?
-Esperamos a un amigo –contesto con pesadez el rubio, esta era la cuarta vez que Heavy se lo preguntaba, y parecía que le iba reventar la cabeza-, ya te lo dije.
-¿Y a que hora vendrá? –insistió- Me pregunto si tendrá dinero, tal vez se pague alguna cerveza. O podemos sacarle la billetera!
-¡NO LE VAMOS A ROBAR! –levanto la voz- Él no es como ese idiota del otro día, o el negocio que esta a la vuelta de casa, es MI amigo.
-Quiero un cigarrillo –torció los labios, no le importo en lo más minimo lo que le acababa de decir, si en media hora no había una cerveza encima de la mesa, volvería a casa-. Despertame si pasa algo importante.
Heavy podía dormir donde quería, un raro privilegio; un día, después de haber ido a una fiesta en la que perdió a Cameron, se durmió encima de su auto para que la encuentre, sí, ENCIMA, no al lado, ni dentro, encima.
-Que fácil, que fácil, dejar al pobre nerd hablando solo –hacia oídas para que lo escuchara, pero era inútil, ya estaba roncando ¿Quién mierda puede dormirse tan rápido?-. Gracias, Heavy, gracias, siempre puedo contar con vos, m e j o r a m i g a.
23:32 pm

Un chico alto, delgado. Extraño. Entro al bar y se aproximo a la mesa. Tenia rastas y un par de argollas en la nariz; un verdadero personaje. Tenía un aire de rebeldía, algo distinto, alguien distinto. Ese tipo de personas eran las que le podían llegar a interesar a Heavy, seguramente por eso Cameron la había arrastrado con él.
-Cam, tanto tiempo, nerd! –se tomaron de las manos y chocaron sus pechos, como suelen saludarse todos los hombres.
-Sammy, creo que hasta te extrañe, ven siéntate –se volvió a sentar al lado de la bella durmiente.
Alzó las cejas y miro a la chica, la señalo ¿¡Que mierda era!? En la oscuridad solo parecía una peluca sobre la mesa, un raro delirio. Hasta penso en esas películas de terror japonesas, en las que salen pelucas de mala calidad de todas partes; malísimo.
-¿¡Que es eso!? –la miró bien, y finalmente se dio cuenta de que era una ella y no un eso- ¿Quién es ella?
-Una hija de puta –sonrió Cameron- ¿Querés que la despierte?
-Dejala dormir –le despeino la cabeza, como si la conociera de toda la vida-. ¿Quién es?
-Es Heavy, una gran amiga. Bah, le decimos Heavy.
-¿Y como se llama? –“¿Heavy? ¿Cómo heavy metal? Interesante”.
-Ella preferirá que la llames así, es una costumbre. Como con los travestis, por ejemplo, no les gustaría que los llames Cacho o Norberto, no...
-¿Insinúas que es un travesti?
-¿Ella? –la señalo riendo- No me parecería algo raro!
Rieron un rato. Esto merecía un brindis ¡OH, bebida gratis! Samuel pidió un par de cervezas. Pusieron un vaso en la dormida mano de Heavy, fue bizarro brindar con la mina que dormia, y poco después tomar la cerveza que tenia en la mano.
-¡Despertala! –dijo el moreno.
-Oye, Heavy, Beto dice que si cantas nos regala unas de cervezas –le susurró al oído- ¿Qué te parece?
-Genial –se escucho por lo bajo-. Ya voy, ya voy Beto.
De apoco de reincorporó, se estiro sin abrir los ojos, y lo primero que vio fue el charco de baba que había dejado sobre la mesa. Miro hacia los costados; los chicos estaban atentos a lo que ella hacia; se aseguró de que “nadie la viera” y con el puño de Cameron seco el pequeño problema.
-Gracias –dijo el rubio, con una mueca de asco.
-De nada –se burlo.
-El es Samuel, Heavy –presento-. Ella es la hija de puta, Samuel.
-La hija de puta, mucho gusto –sonrió irónicamente, pero solo era la costumbre, fácil, se burlaba y sonreía así. Estrecharon sus manos.
-Es un verdadero gusto, bella durmiente –se colgó mirándola un momento. Ella también era rara, tenía toda la pinta de estar loca con todas las letras, o ser una verdadera hija de puta. Eso le gusto.
-En fin, ¿Es verdad lo del Beto? –se recostó en Cameron y le sonrió a Sam, mostrándole los 32 dientes relucientes que tenia en la boca.
-Siempre que lo hacemos nos regala un par, no?
-Bien –se levanto y salio de la mesa-, pero Samuel... no te asustes.
Camino hasta la barra, donde solía estar Beto, que era el dueño del bar, obvio. Cruzo algunas palabras con él, era un hombre alto, con una barriga de cerveza prominente y se había rapado la cabeza; la trataba como una hija, y no tuvo problemas con lo que la chica le propuso.
-¿Que te parece? Lo volvió a conseguir.
-Es muy simpática, me cae bien –dijo casi sin pensar el moreno, mientras la miraba.
-Si, es algo de ella... Es rara, pero da cierta ternura; eso pensé cuando la conocí –contaba el rubio mientras tomaba un poco más de cerveza. Sam se limitó a asentir con la cabeza
Tal vez le gustaba un poquitito a Samuel, poquito chiquitito. Si, eso es. Como estaba vestida, sobre todo. Tenia unos borcegos acharolados de color rojo, eran rarísimos, unas calsas de cebra y, una remera que dejaba ver su ombligo y el tatuaje que tenia a un lado de las caderas, una jirafa incendiándose. Tenía un gran estilo. Su cabello llegaba hasta sus hombros, y tenia las puntas teñidas de violeta, como en degradé, era tan excéntrica.
-Las demás, para que lo sepan.

Que antiguo me parece
que pidas algo serio de mi
ahora que nos empezó a,
gustar.

Te da miedo enamorarte,
perdida y locamente de mi
sabiendo que también
me gustan los demás.

No me da igual
que te sea indiferente.
Ya caerás en mis brazos.

Inseguro de repente
¿A donde pensas que podes ir?
Ahora que nos acercábamos
a algo...

No me da igual
que te sea indiferente.
Y ya caerás en mis brazos.
No me da igual
que te sea indiferente...
Ya darás un paso en falso.

-Me gusta esa marca, es rara –la canción era tan extraña como ella, era hipnotizante.
-La jirafa en llamas, es una pintura de Dalí... –contesto el rubio- Ella es rara.
-¿De quien es la canción?
-Se llaman Babasonicos, los ama.
Así que también le gustaba los demás, cada vez le sonaba más interesante; a él le empezaba a gustar ella, ese manto de misterio lo hacían querér saber más.
-Te gusta, no? –el rubio also una ceja mirandolo.
-¿Ella? –sintió que lo pateaban en la la nuca- No para nada, es genial si...
-No, idiota, la canción.
Se había puesto nervioso, hasta sentía las mejillas calientes y coloradas... ¡Vendita oscuridad, por fin servís!
-Oh, si, es muy genial -“Después de esa canción cualquiera caería en sus brazos” pensó.
-Además, aunque te guste, a ella le gustan los demás -rió Cameron.
Acababa de dar ese paso en falso.