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Klaine - Mi amado, mi princípe
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Klaine - Mi amado, mi princípe - Cap 1
Hola a todos~
Como saben soy nuevas en el foro y una de las razones por las que estoy aquí es para publicar un Klaine~
Así que les dejo con la lectura!
Disclaimer: Ni glee ni sus personajes me pertenece.
_________________________________________________________________________________________________
Releyó la carta un par de veces un poco indeciso de entregársela al mesajero que esperaba impaciente mirándolo de manera furibunda. Luego de unos minutos más entrego la carta al joven que se marchó impaciente murmurando varias groserias hacia él; naturalmente se sintió ofendido, no obstante decidió que sería mejor estarse quieto, tenía un reputación y arruinarla en su cúspide, era más que un suicidio.
Pronto un auto de color negro se estacionó frente a la residencia donde vivía, ellos habian llegado por fin. Tragó grueso al ver un par de hombres en traje bajar del automóvil, no sabía la razón de sus nervios, estaba acostumbrado a misiones como aquella, al riesgo, la adrenalina, la muerte; entonces, ¿qué sucedía?
—Agente Anderson— Llamó el más alto de los hombres—, es hora.
Esas escasas palabras le formaron un nudo en la garganta, sin embargo ignoró cualquiera de estos síntomas y tomó la maleta a un lado de la silla en la que se encontraba; ya de pie y con el equipaje en la mano le dedicó una última mirada al recinto. No se pudo despedir de nadie, ni de su mejor amigo, no pudo decirle que lo extrañaría y que estaría en la misión más riesgosa del mundo, e la que tal vez moriría. No, nada, no podía hablar.
Caminó hasta el vehículo, entró en silencio y se dedicó a mirar por la ventana e intentar distraerse con alguna otra cosa que no fuese una situación real en la que se volviese paranoíco, como siempre. Uno de los agentes, el mismo que le mencionó antes, le dio el resto de los detalles de la encrucijada y del joven al que protegería. El princípe iría a casarse con una joven de Sangre Azul española llamada Santana, se apenó por la suerte del chico, pero así eran las cosas, no estaba en sus manos cambiar el destino de nadie y si lo tuviera no lo haría, al menos no por él.
Una hora de camino fue suficiente para llegar a las puertas del pretigioso palacio de Buckingham, para ese momento gruesas gotas de lluvia y una neblina delgada oscurecía la hermosa vista que representaba el antiguo edificio. Los tres hombres altos y fornidos bajaron del auto con tres paraguas igual de oscuros que su vestimenta. Se apresuraron a entrar en Buckingham, donde un grupo de sirvientas junto a un mayordomo les quitaron los abrigos y condujeron a una majestuosa sala habitada solo por un par de chicos, uno alto, con el rostro melancólico, ojos pequeños y una sonrisa un poco fofa, complexión digna de un atleta; el otro, en cambio, era pequeño, delgado, con piel tan blanca y lisa como la porcelana, vestido pulcramente con los diseños exclusivos de los más famosos diseñadores de moda, no sonreía, ni siquiera miraba en dirección a los recién llegados.
Le pidieron a Blaine que se quedase en compañía de ambos jóvenes mientras se resolvían algunos asuntos confidenciales que luego hablaría con él, éste ni se inmutó, miró a ambos chicos sin interés, ninguno tenía nada fuera de lo común, aunque pudo reconocer a la persona que cuidaría de ahora en adelante, se dedicó a admirar el arte en la habitación. Hasta que una juvenil y masculina voz le interrumpió.
—Disculpe, ¿el agente Anderson, no?— El nombrado volvió la mirada hacia él, era el chico alto.
—Sí.
—Mi nombre es Finn, soy el hijo adoptado por el rey. Ehm... — Blaine se mostró sorprendido, nunca espero que aquel fuese el afortunado adoptado del rey, se veía tan común—, no es de mi interés molestarle, pero quisiera pedirle que cuide a mi hermano, todo lo que pueda. Él a veces es díficil, lo sé, pero, por favor, no lo abandone.
—No se preocupe, Finn, mi deber es cuidarlo, que esté sano y salvo en este viaje y no pienso hacer perder esta misión...
—No se lo pido como a un agente, Blaine— El agente se desconcertó ante la comodidad de otro por mencionar su nombre—, se lo pido desde el fondo de mi corazón. No tome esto como una misión más, hágalo como si él fuese alguien importate para usted...
—Finn, ya basta...— La voz no provenía de Blaine, sino del otro chico que había estado en silencio hasta entonces, el príncipe—, sabes que no me gusta que hagas eso.
Sin decir más se fue y con él Finn se marchó, quizás a disculparte o discutir, Blaine por ahora lo ignoraba, aquel no era asunto suyo y tampoco lo sería nunca. Kurt no parecía una persona díficil de sobrellevar, al contrario, se le veía dulce y amable, un poco indefenso quizá, por lo que esa asignación sería facil en cuanto a eso.
El resto de la tarde no tuvo ni noticias ni encuentros con los otros dos jóvenes, suceso que le alivió enormente, estuvo sumergido en los preparativos del viaje que sería mucho más seguro de lo normal por razones desconocidas para el moreno. Sin embargo se lamentó el hecho de que tuviese que hacer guardia en la habitación del joven princípe Kurt por toda la noche, para luego partir al momento que amaneciera. Adiós a su ansiado sueño.
Al llegar a la habitación real todo parecía fuera de lugar, por los muebles y en la misma cama habian prendas de ropa regadas, en un rincón se encontraban tres valijas y aquello era lo unico que parecía estar en orden. El joven estaba sentado en el borde de la cama mirándolo con el rostro frio y arrogante, vestía un pijama de seda blanca que parecía fundirse con su tono de piel, como si tuviese dos capas de piel blanquecina.
—¿Porqué tú?— Comenzó Kurt, levantándose de la cama y caminando en dirección al otro—, no eres muy alto, ni muy musculoso, no pareces ser el más listo. Entonces, ¿porqué tú?
Aquel chico le había insultado, su honor estaba poniéndose en duda y lo peor de todo era que no podía hacer nada para defenderse, era un blanco fácil a las acusaciones del chico que ahora le rodeaba con pasos sigiloso y felinos. Blaine no se movio, no dijo ni una palabra, tan solo miraba el frente y atinó por el rabillo del ojo a su derecha, Kurt sonreía satisfactorio.
—Ya entiendo... todo es porque eres callado.
¿Callado? ¿Ahora a qué se refería? ¿Por qué le sonreía tan desacarada y encantadoramente justo en frente de su vista?; nadie nunca había sido tan osado como para dudar de sus habilidades y llegaba esté chico así como asi a decir que su única cualidad era ser callado. Aquello debía detenerse.
—Con todo respeto, princípe, pienso que es demasiado pronto como para que califique esos detalles, aún no ha habido una oportunidad en la que vea mis habilidades— Kurt enarcó una ceja.
—¿Presumido?
Verdaderamente quería enseñar a ese chico a respetarle, darle un par de golpes y mostrar su obvia superioridad, sin embargo su impulsibilidad no tenía que darse a florecer, mucho menos en un momento como aquel, mucho menos en una posición como aquella... qué hacer, qué hacer para hacerlo callar.
—Sí, sin duda eres un presumido, Blaine.
Que lo llamase de aquella manera ya era el final, el clímax. ¿Por que debía proteger a alguien que se encargaba de destrozar todo su honor, su hombría? Pues no debía hacerlo, podía renunciar o simplemente escapar hasta la casa de su padres y de allí a un lugar donde su huida no le alcanzará. Pero no, no podía rendirse por las palabras de un pequeño mimado.
—Escucha, niño— Blaine tomó rudamente a Kurt por un brazo, acercándolo a él y obligando a que lo mire—, no soportaré que alguien como tú, que apenas si me ves la cara, me insulté de esa manera. No tienes ni la mínima de lo que soy capaz de hacer y te agradezco que no me obligues a enseñártelo.
Soltó a Kurt con brusquedad, quien se quedó estático donde mismo estaba, con la boca abierta por la sopresa que le causó el otro. Apenas si pudo pensar un “Él es diferente” antes de refugiarse en la seguridad de su suave cama; miró una última vez al agente que se rescostaba de la pared y se estremeció, por alguna razón tener que dormir con él cuidándolo le atemorizaba.
Aun así Kurt no tenía sueño, pensaba en los pros y los contras de aquel matrimonio arreglado con la doncella Santana, y por más que pensaba encontraba solo un pro, pero muchos contras. Sabía perfectamente que no había nacido para casarse con una mujer, simplemente pensar en aquello le llenaba de repulsión y le entristecía enormemente. Aunque sonara cursi, siempre deseó casarse enamorado, de la persona de sus sueños, pero cada día era más imposible.
Todos nacían con la oportunidd de elegir su propio destino, pero él no tenía esa libertad. Pensar en algo asi era simplemente una fantasía, lo que más le dolia es que muchos deseaban tener el opresismo y la voz arrancada que posesía, mientras él envidiaba que esas personas podían hacer y deshacer todo lo que deseaban y un poco más. Era doloroso no tener amigos, no poder salir con nadie, no tener un momento pleno con tus padres, o simplemente sumirte en la soledad de tu habitación cuando te deprimias. Siempre la compañía no deseada.
No pudo evitar soltar un par de lágrima y hundir su cabeza en la almohada color nieve, muy pronto las lágrimas se convirtieron en sollozos, fuertes sollozos, que revelaban tan solo un poco de la frustración que tenía desde una edad muy prematura. No le importaba si Blaine le escuchaba, todas las noches perdía el orgullo, todos los noches lloraba desconsoladamente, perodaba igual, no importaba porque sus guardias le ignoraban y éste no sería la excepcion.
Se enredó en sus sábanas sin para de llorar, sin notar la presencia que se acercaba tras él. Se abrazó a otro de los cojines en la cama intentando ahogar los sollozos de su dolor, cuando sintió una mano cálida en su espalda, se asustó y se dio la vuelta bruscamente, encontrándose con el rostro preocupado del chico que antes le había amenazado.
—¿Pasa algo?— Kurt se secó las lágrimas rápidamente intentando recuperar la compostura.
—No, no sucede nada. Puedes volver a tu lugar.
—No lloras así por nada— Se arrodilló frente a la cama, apoyando su cabeza en la orilla, esperando a que el otro le contase que sucedía.
Blaine Andensor siempre fue profesional, nunca mezcló sentimientos con trabajo, más bien, olvidó los sentimientos. Sin embargo algo en aquel principe le inquietaba, aunque fuese desde hace poco tiempo y el hecho de ser impulsivo no ayudaba, para nada, empeoraba todo, ya que sus sentimientos se aprsuraban a lo normal.
—Solo... no quiero casarme... menos con una mujer, con una extraña.
Se lanzó a los brazos de Blaine con una confianza impropia, pero ¿qué importaba?, Anderson era el primero que se preocupaba por él, que le preguntaba si estaba bien, podía derrumbarse con gusto, frente él en cualquier mometo. Por otra parte, el agente sostenía el débil cuerpo del otro contra el propio en un fuerte abrazo, comenzó a acariciar su cabello y susurrar palabras tranquilizadoras.
Luego de unos o unas horas quizás, el princípe detuvo el llanto, respirando con dificultad y separándose del otro con una sonrisa.
—Gracias... Agente Anderson... Y-yo lamento que tuviese que... ya sabe, hacer esto...
—No, no digas esas cosas— Blaine volvió a abrazarlo, sosteniendo su cabeza junto a su corazón—. Lamento haberte maltratado de esa manera.
—No dejes que me case...
—¿Yo qué puedo hacer?
Se relajo enormemente, podia llegar a dormirse nuevamente; cerró sus ojos y respiró el dulce aire que transmitían las sales aromáticas, sonrió igual que un idiota, por fin había hallado lo que estaba buscando, aunque fuese por tan solo 5 minutos y, para él, fue el mejor momento de su vida. Seguro sería mejor que casarse con una mujer.
Se dio cuenta de que todavía no amanecía cuando se incorporó para tallarse la espalda y justo en aquel momento la puerta de su baño se abrio, miró un tanro sonprendido la intrusion. Era su protector, Blaine.
—Ya debería de sa...— El agente callo sus palabras al verle, el aliento desaprecio de sus pulmones y un tono sonrosado cubrio sus mejillas— lir...— Dijo apenas se dio cuenta de su condición. Sin embargo no podia apartar la vista del joven.
Kurt tan solo movió su vista de los ojos del chico hasta la orilla de la tina, sonrojándose al descubrir que disfrutaba ser admirado, al menos por él. Cerró los ojos levemente y se sorprendió al escuchar un portazo, abrió los ojos y volvió la mirada hasta el frente, como era de esperar, Blaine había desaparecido.
_______________________________________________________________________________________________
Y así termina el primer capítulo, espero les haya gustado.
Bien, el punto que quiería tratar: escribí el capítulo de este fanfic lo más fiel a las reglas -muy buenas, por cierto-, pero no quedé satisfecha con él. ¿Por qué? Les explico, mis fanfics llevan mucho contenido sexual, masoquismo, tortura y sangre, que esta prohibido aquí, por lo mismo creé una solución: publicar dos versiones del fanfic. Una aquí como esta y otra en Amor Yaoi o fanfiction con todo el contenido sin censura.
El/la que quiera leer el fanfic sin ese contenido le prometo que pronto lo tendré listo.
Gracias por leer y por su tiempo. Nos leemos pronto.
Como saben soy nuevas en el foro y una de las razones por las que estoy aquí es para publicar un Klaine~
Así que les dejo con la lectura!
Disclaimer: Ni glee ni sus personajes me pertenece.
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Mi príncipe, mi amado.
Capítulo 1:
-Real asignación -
-Real asignación -
Queridos padres:
Quería escribir essta carta para saludarles y decirles que estoy bien, ya que sé que han rezado mucho por eso. Por desgracia no podré cumplir mi promesa de ir a verles, me han asignado una nueva misión de imprevisto.
Apuesto a que quieren saber que es tan importante que me impide verlos después de estos dos largos años, pues me hicieron responsable de la seguridad del princípe. Sí, lo sé, es un honor, pero no vale la pena el no verlos. Les extraño.
Ya saben lo breve que soy para las cartas, o para cualquier cosa, espero verlos pronto, el viaje a donde debo llevar a Su Majestad será bastante corto. Estaré es casa cuando menos piensen, es una promesa.
Con amor, su hijo.
Quería escribir essta carta para saludarles y decirles que estoy bien, ya que sé que han rezado mucho por eso. Por desgracia no podré cumplir mi promesa de ir a verles, me han asignado una nueva misión de imprevisto.
Apuesto a que quieren saber que es tan importante que me impide verlos después de estos dos largos años, pues me hicieron responsable de la seguridad del princípe. Sí, lo sé, es un honor, pero no vale la pena el no verlos. Les extraño.
Ya saben lo breve que soy para las cartas, o para cualquier cosa, espero verlos pronto, el viaje a donde debo llevar a Su Majestad será bastante corto. Estaré es casa cuando menos piensen, es una promesa.
Con amor, su hijo.
Releyó la carta un par de veces un poco indeciso de entregársela al mesajero que esperaba impaciente mirándolo de manera furibunda. Luego de unos minutos más entrego la carta al joven que se marchó impaciente murmurando varias groserias hacia él; naturalmente se sintió ofendido, no obstante decidió que sería mejor estarse quieto, tenía un reputación y arruinarla en su cúspide, era más que un suicidio.
Pronto un auto de color negro se estacionó frente a la residencia donde vivía, ellos habian llegado por fin. Tragó grueso al ver un par de hombres en traje bajar del automóvil, no sabía la razón de sus nervios, estaba acostumbrado a misiones como aquella, al riesgo, la adrenalina, la muerte; entonces, ¿qué sucedía?
—Agente Anderson— Llamó el más alto de los hombres—, es hora.
Esas escasas palabras le formaron un nudo en la garganta, sin embargo ignoró cualquiera de estos síntomas y tomó la maleta a un lado de la silla en la que se encontraba; ya de pie y con el equipaje en la mano le dedicó una última mirada al recinto. No se pudo despedir de nadie, ni de su mejor amigo, no pudo decirle que lo extrañaría y que estaría en la misión más riesgosa del mundo, e la que tal vez moriría. No, nada, no podía hablar.
Caminó hasta el vehículo, entró en silencio y se dedicó a mirar por la ventana e intentar distraerse con alguna otra cosa que no fuese una situación real en la que se volviese paranoíco, como siempre. Uno de los agentes, el mismo que le mencionó antes, le dio el resto de los detalles de la encrucijada y del joven al que protegería. El princípe iría a casarse con una joven de Sangre Azul española llamada Santana, se apenó por la suerte del chico, pero así eran las cosas, no estaba en sus manos cambiar el destino de nadie y si lo tuviera no lo haría, al menos no por él.
Una hora de camino fue suficiente para llegar a las puertas del pretigioso palacio de Buckingham, para ese momento gruesas gotas de lluvia y una neblina delgada oscurecía la hermosa vista que representaba el antiguo edificio. Los tres hombres altos y fornidos bajaron del auto con tres paraguas igual de oscuros que su vestimenta. Se apresuraron a entrar en Buckingham, donde un grupo de sirvientas junto a un mayordomo les quitaron los abrigos y condujeron a una majestuosa sala habitada solo por un par de chicos, uno alto, con el rostro melancólico, ojos pequeños y una sonrisa un poco fofa, complexión digna de un atleta; el otro, en cambio, era pequeño, delgado, con piel tan blanca y lisa como la porcelana, vestido pulcramente con los diseños exclusivos de los más famosos diseñadores de moda, no sonreía, ni siquiera miraba en dirección a los recién llegados.
Le pidieron a Blaine que se quedase en compañía de ambos jóvenes mientras se resolvían algunos asuntos confidenciales que luego hablaría con él, éste ni se inmutó, miró a ambos chicos sin interés, ninguno tenía nada fuera de lo común, aunque pudo reconocer a la persona que cuidaría de ahora en adelante, se dedicó a admirar el arte en la habitación. Hasta que una juvenil y masculina voz le interrumpió.
—Disculpe, ¿el agente Anderson, no?— El nombrado volvió la mirada hacia él, era el chico alto.
—Sí.
—Mi nombre es Finn, soy el hijo adoptado por el rey. Ehm... — Blaine se mostró sorprendido, nunca espero que aquel fuese el afortunado adoptado del rey, se veía tan común—, no es de mi interés molestarle, pero quisiera pedirle que cuide a mi hermano, todo lo que pueda. Él a veces es díficil, lo sé, pero, por favor, no lo abandone.
—No se preocupe, Finn, mi deber es cuidarlo, que esté sano y salvo en este viaje y no pienso hacer perder esta misión...
—No se lo pido como a un agente, Blaine— El agente se desconcertó ante la comodidad de otro por mencionar su nombre—, se lo pido desde el fondo de mi corazón. No tome esto como una misión más, hágalo como si él fuese alguien importate para usted...
—Finn, ya basta...— La voz no provenía de Blaine, sino del otro chico que había estado en silencio hasta entonces, el príncipe—, sabes que no me gusta que hagas eso.
Sin decir más se fue y con él Finn se marchó, quizás a disculparte o discutir, Blaine por ahora lo ignoraba, aquel no era asunto suyo y tampoco lo sería nunca. Kurt no parecía una persona díficil de sobrellevar, al contrario, se le veía dulce y amable, un poco indefenso quizá, por lo que esa asignación sería facil en cuanto a eso.
El resto de la tarde no tuvo ni noticias ni encuentros con los otros dos jóvenes, suceso que le alivió enormente, estuvo sumergido en los preparativos del viaje que sería mucho más seguro de lo normal por razones desconocidas para el moreno. Sin embargo se lamentó el hecho de que tuviese que hacer guardia en la habitación del joven princípe Kurt por toda la noche, para luego partir al momento que amaneciera. Adiós a su ansiado sueño.
Al llegar a la habitación real todo parecía fuera de lugar, por los muebles y en la misma cama habian prendas de ropa regadas, en un rincón se encontraban tres valijas y aquello era lo unico que parecía estar en orden. El joven estaba sentado en el borde de la cama mirándolo con el rostro frio y arrogante, vestía un pijama de seda blanca que parecía fundirse con su tono de piel, como si tuviese dos capas de piel blanquecina.
—¿Porqué tú?— Comenzó Kurt, levantándose de la cama y caminando en dirección al otro—, no eres muy alto, ni muy musculoso, no pareces ser el más listo. Entonces, ¿porqué tú?
Aquel chico le había insultado, su honor estaba poniéndose en duda y lo peor de todo era que no podía hacer nada para defenderse, era un blanco fácil a las acusaciones del chico que ahora le rodeaba con pasos sigiloso y felinos. Blaine no se movio, no dijo ni una palabra, tan solo miraba el frente y atinó por el rabillo del ojo a su derecha, Kurt sonreía satisfactorio.
—Ya entiendo... todo es porque eres callado.
¿Callado? ¿Ahora a qué se refería? ¿Por qué le sonreía tan desacarada y encantadoramente justo en frente de su vista?; nadie nunca había sido tan osado como para dudar de sus habilidades y llegaba esté chico así como asi a decir que su única cualidad era ser callado. Aquello debía detenerse.
—Con todo respeto, princípe, pienso que es demasiado pronto como para que califique esos detalles, aún no ha habido una oportunidad en la que vea mis habilidades— Kurt enarcó una ceja.
—¿Presumido?
Verdaderamente quería enseñar a ese chico a respetarle, darle un par de golpes y mostrar su obvia superioridad, sin embargo su impulsibilidad no tenía que darse a florecer, mucho menos en un momento como aquel, mucho menos en una posición como aquella... qué hacer, qué hacer para hacerlo callar.
—Sí, sin duda eres un presumido, Blaine.
Que lo llamase de aquella manera ya era el final, el clímax. ¿Por que debía proteger a alguien que se encargaba de destrozar todo su honor, su hombría? Pues no debía hacerlo, podía renunciar o simplemente escapar hasta la casa de su padres y de allí a un lugar donde su huida no le alcanzará. Pero no, no podía rendirse por las palabras de un pequeño mimado.
—Escucha, niño— Blaine tomó rudamente a Kurt por un brazo, acercándolo a él y obligando a que lo mire—, no soportaré que alguien como tú, que apenas si me ves la cara, me insulté de esa manera. No tienes ni la mínima de lo que soy capaz de hacer y te agradezco que no me obligues a enseñártelo.
Soltó a Kurt con brusquedad, quien se quedó estático donde mismo estaba, con la boca abierta por la sopresa que le causó el otro. Apenas si pudo pensar un “Él es diferente” antes de refugiarse en la seguridad de su suave cama; miró una última vez al agente que se rescostaba de la pared y se estremeció, por alguna razón tener que dormir con él cuidándolo le atemorizaba.
Aun así Kurt no tenía sueño, pensaba en los pros y los contras de aquel matrimonio arreglado con la doncella Santana, y por más que pensaba encontraba solo un pro, pero muchos contras. Sabía perfectamente que no había nacido para casarse con una mujer, simplemente pensar en aquello le llenaba de repulsión y le entristecía enormemente. Aunque sonara cursi, siempre deseó casarse enamorado, de la persona de sus sueños, pero cada día era más imposible.
Todos nacían con la oportunidd de elegir su propio destino, pero él no tenía esa libertad. Pensar en algo asi era simplemente una fantasía, lo que más le dolia es que muchos deseaban tener el opresismo y la voz arrancada que posesía, mientras él envidiaba que esas personas podían hacer y deshacer todo lo que deseaban y un poco más. Era doloroso no tener amigos, no poder salir con nadie, no tener un momento pleno con tus padres, o simplemente sumirte en la soledad de tu habitación cuando te deprimias. Siempre la compañía no deseada.
No pudo evitar soltar un par de lágrima y hundir su cabeza en la almohada color nieve, muy pronto las lágrimas se convirtieron en sollozos, fuertes sollozos, que revelaban tan solo un poco de la frustración que tenía desde una edad muy prematura. No le importaba si Blaine le escuchaba, todas las noches perdía el orgullo, todos los noches lloraba desconsoladamente, perodaba igual, no importaba porque sus guardias le ignoraban y éste no sería la excepcion.
Se enredó en sus sábanas sin para de llorar, sin notar la presencia que se acercaba tras él. Se abrazó a otro de los cojines en la cama intentando ahogar los sollozos de su dolor, cuando sintió una mano cálida en su espalda, se asustó y se dio la vuelta bruscamente, encontrándose con el rostro preocupado del chico que antes le había amenazado.
—¿Pasa algo?— Kurt se secó las lágrimas rápidamente intentando recuperar la compostura.
—No, no sucede nada. Puedes volver a tu lugar.
—No lloras así por nada— Se arrodilló frente a la cama, apoyando su cabeza en la orilla, esperando a que el otro le contase que sucedía.
Blaine Andensor siempre fue profesional, nunca mezcló sentimientos con trabajo, más bien, olvidó los sentimientos. Sin embargo algo en aquel principe le inquietaba, aunque fuese desde hace poco tiempo y el hecho de ser impulsivo no ayudaba, para nada, empeoraba todo, ya que sus sentimientos se aprsuraban a lo normal.
—Solo... no quiero casarme... menos con una mujer, con una extraña.
Se lanzó a los brazos de Blaine con una confianza impropia, pero ¿qué importaba?, Anderson era el primero que se preocupaba por él, que le preguntaba si estaba bien, podía derrumbarse con gusto, frente él en cualquier mometo. Por otra parte, el agente sostenía el débil cuerpo del otro contra el propio en un fuerte abrazo, comenzó a acariciar su cabello y susurrar palabras tranquilizadoras.
Luego de unos o unas horas quizás, el princípe detuvo el llanto, respirando con dificultad y separándose del otro con una sonrisa.
—Gracias... Agente Anderson... Y-yo lamento que tuviese que... ya sabe, hacer esto...
—No, no digas esas cosas— Blaine volvió a abrazarlo, sosteniendo su cabeza junto a su corazón—. Lamento haberte maltratado de esa manera.
—No dejes que me case...
—¿Yo qué puedo hacer?
***
Esa mañana Kurt amaneció en su cama, con una sonrisa en el rostro y sintiéndose realmente en paz, como no lo había hecho desde hacía mucho tiempo. Se levantó de la cama con naturalidad, todo era muy brillante, tanto que parecía un sueño del que no quería despertar. Entró al baño y se quitó la ropa sin miramiento alguno, zambulléndose en la tina ya llena.Se relajo enormemente, podia llegar a dormirse nuevamente; cerró sus ojos y respiró el dulce aire que transmitían las sales aromáticas, sonrió igual que un idiota, por fin había hallado lo que estaba buscando, aunque fuese por tan solo 5 minutos y, para él, fue el mejor momento de su vida. Seguro sería mejor que casarse con una mujer.
Se dio cuenta de que todavía no amanecía cuando se incorporó para tallarse la espalda y justo en aquel momento la puerta de su baño se abrio, miró un tanro sonprendido la intrusion. Era su protector, Blaine.
—Ya debería de sa...— El agente callo sus palabras al verle, el aliento desaprecio de sus pulmones y un tono sonrosado cubrio sus mejillas— lir...— Dijo apenas se dio cuenta de su condición. Sin embargo no podia apartar la vista del joven.
Kurt tan solo movió su vista de los ojos del chico hasta la orilla de la tina, sonrojándose al descubrir que disfrutaba ser admirado, al menos por él. Cerró los ojos levemente y se sorprendió al escuchar un portazo, abrió los ojos y volvió la mirada hasta el frente, como era de esperar, Blaine había desaparecido.
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Y así termina el primer capítulo, espero les haya gustado.
Bien, el punto que quiería tratar: escribí el capítulo de este fanfic lo más fiel a las reglas -muy buenas, por cierto-, pero no quedé satisfecha con él. ¿Por qué? Les explico, mis fanfics llevan mucho contenido sexual, masoquismo, tortura y sangre, que esta prohibido aquí, por lo mismo creé una solución: publicar dos versiones del fanfic. Una aquí como esta y otra en Amor Yaoi o fanfiction con todo el contenido sin censura.
El/la que quiera leer el fanfic sin ese contenido le prometo que pronto lo tendré listo.
Gracias por leer y por su tiempo. Nos leemos pronto.
KAKUGleek* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 11/08/2012
Edad : 27
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Y... abrio la puerta...y lo vio...!!! Me gusto tu fanfic, definitivamente deverias seguir publicandolo :) Yo igual tengo un problema similar al tuyo. El fanfic que publico es una traduccion rated M y tendre que censurar algunas partes, pero igual lo estoy publicando en fanfiction. Cuando actualizas??? estaré alerta para seguir leyendote c:
Postergirl50** - Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 05/08/2012
Edad : 28
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
me gusto mucho tu Fic! siempre supe que Kurt era de la realeza... ni el mismísimo Agente Blaine pudo resistirse a consolar al príncipe... es que es adorable. Espero el siguiente capitulo... no tardes demasiado :) gracias por escribir!
natty2208********- - Mensajes : 622
Fecha de inscripción : 04/12/2011
Edad : 38
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
oh esto es genial voy a continuar leyendo y tambien lo voy a leer en todos los otros que dijiste mas sangriento y esas cosas que masoquista que soy yo tambien Dios!!
me puedes manadar el link de donde pongas los capitulos para leerlos gracais
me puedes manadar el link de donde pongas los capitulos para leerlos gracais
johanna anderson****** - Mensajes : 323
Fecha de inscripción : 12/06/2012
Edad : 27
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Ysaaaaaapoh actualiza :c
eyhkarli** - Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 28
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
si si , kurt es un principe y blaine su fiel escudero..eso me encanta , suena muy romantico, ojala que actualices pronto , esta muy buena la historia =))
DCazula-*- - Mensajes : 2619
Fecha de inscripción : 19/04/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Me encanto! El hecho de que Blaine sea el protector de Kurt, y que lo viera en la tina xD
Espero que actualices, tienes otra seguidora!
Espero que actualices, tienes otra seguidora!
CrayonWorld***** - Mensajes : 278
Fecha de inscripción : 24/07/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
ahhh me encanto la historia¡ el fic promete¡ fiel lectora¡
OMFG¡ kurt es de la realeza¡ lo sabia¡ LO SABIA¡ siempre lo supe ¬w¬
akhdkaanjsdsaa se va a casar con santana¡ WOW¡
—No dejes que me case...
—¿Yo qué puedo hacer?
mori...... blaine ayudalo¡¡ nose ehh escapense¡
me mandas el link de la otra version de fic?? ese el de masoquismo tortura eso XD ok soy mu rara ¬_¬'
pd:espero el prox cap¡ amo tu fic¡ saludos¡
OMFG¡ kurt es de la realeza¡ lo sabia¡ LO SABIA¡ siempre lo supe ¬w¬
akhdkaanjsdsaa se va a casar con santana¡ WOW¡
—No dejes que me case...
—¿Yo qué puedo hacer?
mori...... blaine ayudalo¡¡ nose ehh escapense¡
me mandas el link de la otra version de fic?? ese el de masoquismo tortura eso XD ok soy mu rara ¬_¬'
pd:espero el prox cap¡ amo tu fic¡ saludos¡
clgoloDC********- - Mensajes : 748
Fecha de inscripción : 30/08/2011
Edad : 30
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Que bello esta re linda la historia me gusto mucho porfavor actualiza pronto ya quiero saber que va a pasar en los proximos capitulos!!!!! me encantoooooooo
Invitado- Invitado
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
porfa si puedes mandame el link para leer fanfic
linaklaine********- - Mensajes : 738
Fecha de inscripción : 31/07/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Moriste?
:C
:C
eyhkarli** - Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 28
Fic: Mi amado, mi príncipe. Klaine. Cap 2
Yo sé que ahora mismo, queridas mías, están odiándome a muerte, pero quiero que sepan que por fin logré hacer un capítulo decente de este fanfic. Ahora, me gustaría explicar por qué razón, o razones en este caso, no había llegado a publicar el fanfic:
1º No sabía que shushas poner.
2º Por alguna razón el fanfic no me emocionaba.
3º Escribí tres veces el primer capítulo de la segunda versión y las tres veces lo perdí, lo que me llenó de ira.
Pero todo esto fue desplazado cuando supe que a ustedes les gustaba el fanfic y me obligué a terminar este capítulo en dos miseros días.
Gracias a todas por evitar que me rinda y aquí dejo mi recompensa para con ustedes.
Disfruten!
[right]Capítulo 2:
-Una misión entre problemas-[/right]
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
Capítulo 2:
-Una misión entre problemas-
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
PD: en lo que respecta a la otra versión, tardará un poco más. Ya que quiero hacer los capítulos largos (mínimo 10 hojas en word) como suelo hacer con otros de mis fanfics, pero estos capítulos son tan re-cortos que no funciono muy bien que digamos. Es todo. Nos leemos pronto
1º No sabía que shushas poner.
2º Por alguna razón el fanfic no me emocionaba.
3º Escribí tres veces el primer capítulo de la segunda versión y las tres veces lo perdí, lo que me llenó de ira.
Pero todo esto fue desplazado cuando supe que a ustedes les gustaba el fanfic y me obligué a terminar este capítulo en dos miseros días.
Gracias a todas por evitar que me rinda y aquí dejo mi recompensa para con ustedes.
Disfruten!
[right]Capítulo 2:
-Una misión entre problemas-[/right]
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
Capítulo 2:
-Una misión entre problemas-
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
PD: en lo que respecta a la otra versión, tardará un poco más. Ya que quiero hacer los capítulos largos (mínimo 10 hojas en word) como suelo hacer con otros de mis fanfics, pero estos capítulos son tan re-cortos que no funciono muy bien que digamos. Es todo. Nos leemos pronto
KAKUGleek* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 11/08/2012
Edad : 27
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Aaaa esta muuy bueno Nueva lectora!! Y me di cuenta que ya habías subido otro antes que es el capi 1. En ves de Poner nuevo tema pones responder y puedes ir subiéndolos en un solo tema para no subir uno nuevo por cada capítulo. Saludos muy bueno el fic :D
-=*::YoungGirl::*=-** - Mensajes : 60
Fecha de inscripción : 04/09/2012
Edad : 25
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
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Amo tu FIC, es muy tierno, va, no se como explicarlo, estaba esperando un fic asi, continua.
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Amo tu FIC, es muy tierno, va, no se como explicarlo, estaba esperando un fic asi, continua.
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☆Felldowntherabbithole☆** - Mensajes : 68
Fecha de inscripción : 08/09/2012
Edad : 24
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Wow! Ese capitulo fue increíble, me gustó mucho! Realmente no hay palabras para describirlo.
Besitos, actualiza pronto!
Besitos, actualiza pronto!
CrayonWorld***** - Mensajes : 278
Fecha de inscripción : 24/07/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
awwww que lindos son esos 2
Mary Alexander********-* - Mensajes : 893
Fecha de inscripción : 14/08/2012
Edad : 26
Capítulo 2: Una misión entre problemas
Hola a tod@s!
Agradezco la espera que han tenido con este fanfic. Me disculpo por mis tardanzas realmente exageradas que sé que he tenido, pero es que tuve ciertos problemas que incluso llegaron a hacer que decidiese eliminar la historia. Iba a hacerlo, pero ese día vi que muchas personas lo apoyaban e insistían que volviese a publicar y no pude resistirlo y aquí me encuentro dando una nueva entrega de la historia.
Sobre la segunda versión~
No he podido terminar siquiera el primer capítulo, en realidad, lo terminé dos veces y ambas lo perdí (eso contribuyó a querer eliminarlo) pero lo haré aunque me lleve tiempo. Tengo sequía de escritora.
Es todo.
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
Agradezco la espera que han tenido con este fanfic. Me disculpo por mis tardanzas realmente exageradas que sé que he tenido, pero es que tuve ciertos problemas que incluso llegaron a hacer que decidiese eliminar la historia. Iba a hacerlo, pero ese día vi que muchas personas lo apoyaban e insistían que volviese a publicar y no pude resistirlo y aquí me encuentro dando una nueva entrega de la historia.
Sobre la segunda versión~
No he podido terminar siquiera el primer capítulo, en realidad, lo terminé dos veces y ambas lo perdí (eso contribuyó a querer eliminarlo) pero lo haré aunque me lleve tiempo. Tengo sequía de escritora.
Es todo.
Capítulo 2:
-Una misión entre problemas-
-Una misión entre problemas-
Había dejado atrás aquel “incidente” en el cuarto de baño unos cuantos días antes, pero no era capaz de aceptar que desde hace 72 horas su protector no se dirigía a él, ni una palabra, ni una mirada siquiera, al menos no amistosa. Había perdido toda capacidad de orgullo ante una persona que después le evitaba por completo, excepto para hacerlo sentir miserable, se había considerado importante por una persona que le consideraba un objetivo más que cumplir para lograr subir de rango. Porque él era eso: un objetivo más que cumplir para todo el mundo. Nada de estas cosas mejoraban su humor, de por sí era una persona fría y arrogante que disfrutaba ver como todo el mundo le odiaba, ahora era peor, no se podía cometer un solo error en su presencia ya que destruiría la moral de cualquiera.
En aquellos días el agente le habló en un par de ocasiones cuando se quedaron a solas, pero no fue dulce y amable como aquel día en su cuarto. Dijo lo que ya sospechaba de los demás: que su título era lo único que lo hacía alguien; que, si no fuese por su boda, su familia no se preocupase ni por asomo por él; que una vez que terminase todo aquello de la misión, le haría saber que no era más que el objeto de todo el mundo.
De hecho, justo en ese momento, se encontraba gritando contra una sirvienta, que no hacía más que llorar ante sus crueles palabras. Pero él disfrutaba y no hacía ningún esfuerzo para disimularlo; se jactaba de las lágrimas de aquella mujer y lo demostraba sonriendo sornamente mientras continuaba con la ronda de crueles comentarios, sí, era cruel, no obstante, aquella crueldad no era su culpa, sino de Blaine Anderson. Siempre era culpa de Blaine Anderson.
Sí, sí era culpa del castaño que se enojase porque se derramaran unas cuántas gotas de café sobre el blanco mantel. Era su culpa que rabiase porque había una arruga en su abrigo de Dolce & Gabanna favorito. Todas sus desgracias y rabietas “infantiles” desde aquel día hasta que muriese serían culpa de Blaine Anderson, su despreciado agente o, al menos, ese fue el juramento que hizo en las oscuras profundidades de su habitación.
—Eres una idiota y, honestamente, no sé qué haces en un lugar como esté. Aquí no se aceptan los niveles de incompetencia que tienes. No me interesa lo que hagan contigo, pero, en lo que a mí respecta, no quiero volver a verte. ¿Entendido?
La mucama asintió y se fue corriendo dejando tan solo el sonido de sus sollozos atrás. Tenía fija la mirada de todos los agentes y los otros empleados del servicio que les acompañaban en el viaje; estaban desconcertados por su manera de actuar, siempre fue hiriente y no existía margen de error para él, pero solía ser un poco flexible, sin embaro aquello era un algo demasiado extremista para él.
No obstante, al majestuoso y hermoso Kurt ya no le importaba nada, ni siquiera parecer un tanto decente frente a los demás, para que su padre se enorgulleciera un poco de él, la única persona que le importaba realmente; tan solo deseaba dejar ir esa ira que apresaba desde hacer tres días, o desde que fue anunciado su compromiso.
Sintió como todos los ojos le observaban mientras salía de lugar para dirigirse a su habitación, y entonces llorar otro poco.
Los problemas sentimentales del ojiazul no hicieron más que empeorar. Él no era capaz de sentir ni tristeza, ni rencor, ni nada en específico, hasta la hora de dormir o cuando llegaba a pisar su cama, sin embargo, ahora la sentía a cada momento, con cada segundo el dolor se acrecentaba y su ira aumentaba cuando escuchaba al agente hablar y no era a él a quién se dirigía.
¿Qué le importaba? ¿Por qué le lastimaba tanto?
Sin mirar atrás intentó cerrar la puerta de la lujosa habitación donde dormía de momento, no obstante, una fuerza superior a la de él evitó su acción. Lanzó una exclamación de molestia y caminó a zancadas hasta la cama, donde se tiró y escondió entre los almohadones de ésta. Las mismas manos fuertes le tomaron de los hombros y obligaron a que le mirase fijamente; el príncipe sintió una oleada de pánico e intentó escapar del agarre, pero tan solo consiguió una fuerte bofetada de lleno en su rostro de porcelana. Se quedó quieto, sin poder creer lo que sucedía.
Miró el rostro de su atacante con incredulidad y dolor; sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia, como odiaba que se le hiciese tan sencillo llorar frente a una persona por la que quería sentir desprecio y solo sentía celos e ira.
—¡¿Cuál es tu problema?!— Gritó de pronto. El príncipe se estremeció y bajó la cabeza, dejando caer las odiadas lágrimas.
—No te importa— Murmuró secándose la humedad del rostro; su mejilla derecha le escocía, pero hacía lo imposible por no tocarla—. Déjame solo. Lárgate. No debiste golpearme, puedo hacer que te despidan por eso…
—No lo harías.
—Suéltame, Blaine, déjame…
Sin embargo, el otro no obedeció, en cambio lo tomó con más fuerza, logrando hacerle más daño.
—¿Qué pasó afuera? ¿Por qué la trataste así?
—No son cosas que te incumban. Ni mi propia familia intenta averiguarlo entonces no finjas que te preocupas por mí, ¿sí? Te ves patético haciéndolo— Blaine soltó una carcajada hiriente y temblorosa.
—No, no me preocupo por ti. La razón por la que estoy siendo considerado es…
—¡Considerado! Sí, claro— Bufó el menor, en respuesta fue empujado a la cama con rudeza.
—¿Y por qué dices tú que no lo he sido?— Kurt tragó grueso y tomó una almohada con su mano, para depositarla en su mejilla herida.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— Preguntó sin pensar.
—A veces que sufras y otras veces que seas feliz.
Entonces se escuchó un ruido ensordecedor, tanto que Kurt sintió que su cabeza estallaría de un momento a otro, se llevó las manos a la cabeza y una ola de calor demasiado fuerte le golpeó, quemándolo y arrastrándolo hasta golpearlo contra una pared metálica. Su brazo derecho quedó aplastado por algo que no pudo identificar pero que fue acompañado de un dolor tan enorme que le hizo gritar.
Escuchó a alguien más gritar su nombre, sin embargo no logró reconocer la voz, suceso que le embargó de miedo. Abrió los ojos y divisó que todo el lugar estaba lleno de llamas y humo, miró su brazo que estaba aplastado por un cofre mediano de plata; se desesperó e intentó tomarlo y protegerlo con sus brazos, no obstante el dolor, que era mayor a lo que alguna vez soportó, impidió cualquier movimiento para zafarse. Se dio cuenta de que por el costado de su rostro se derramaba un líquido caliente.
Volvió su mirada al frente y se fijó como se acercaba un hombre fornido y enormemente grande que él ya conocía. Comenzó hiperventilar y sus intentos de moverse aumentaron más satisfactoriamente debido a la adrenalina del momento y a la gran cantidad de miedo que le embargaba en aquel instante.
Sin embargo fue muy tarde y aquella ruda persona lo tomó por el cuello, haciendo presión en él y estrangulándolo. Usó su mano sana para golpear y arañar su rostro, pero era en vano, aquel ser era mucho más fuerte y, por ende, mucho más mortal.
«¡No, no, no!» Gritó con todas sus fuerzas, pero no era suficiente, ni siquiera un buen esfuerzo. Iba a cumplirlo, iba a matarlo de la manera más estúpida y vergonzosa que existía, al menos para él.
Pensó en su madrastra, en su padre y en su hermano Finn, y sintió una enorme tristeza que no había logrado apreciar antes. Se rindió ante la presión y cerró los ojos, ignorando los gritos del otro, los continuos golpes en su rostro y el hecho de que el oxígeno se extinguía de su cuerpo.
De pronto su cuerpo cayó con pesadez sobre el suelo, un dolor sin nombre desgarró su bazo derecho y gritó hasta que su voz le falló. Miró al frente y vio que el gran tipo estaba tirado el piso con la cara y un brazo llenos de sangre; mientras que Blaine estaba de pie, con la ropa desgarrada, el rostro sucio y lleno de ese líquido pegajoso y carmesí y un arma en la mano.
Anderson se dirigió hasta él y lo obligó a levantarse, lo empujó para que saliese pero el ojiazul se negó, soltó el agarre y volvió al lugar donde seguramente se hubiese roto el brazo que yacía colgando en un costado como si no tuviese vida. Tomó el pesado cofre de plata con el brazo sano y regresó hasta dónde Blaine.
Salieron por la puerta y descubrieron que todo lo que fue un lujoso barco, estaba lleno de llamas, cenizas, sangre y cadáveres. Estaban estupefactos y temerosos por la intrusión y las consecuencias que ésta acarrearía.
Blaine metió a Kurt en una especie de cápsula submarinista que estaba escondida debajo del ennegrecido piso del barco. Cerró la puerta una vez estuvo el ojimiel dentro del lugar e inmediatamente despegó con una sacudida. Al estar sentado suspiró y cubrió su cabeza con las manos, en un intento de soportar el dolor, las nauseas y el impulso de volver allí, aunque fuese a nado.
—Entonces… ¿Qué fue lo que sucedió?— Preguntó el castaño con firmeza en la voz.
—No…— Murmuró el otro, abrazado al cofre, soltando lágrimas junto a un ruido molesto y mirando con miedo su brazo derecho— sé.
—Déjame ver qué te sucedió— Blaine intentó tomar el brazo del otro, sin embargo esté lo apartó al instamte, sintiendo dolorosas punzadas de dolor—. No es momento para esto Kurt, desde aquí puedo ver que tienes el brazo hecho nada.
El ojimiel se acercó al otro para examinar su brazo más de cerca que ya adquiría un tono morado, debido a los huesos rotos. Se desgarró la camisa y con ella inovilizó el brazo del menor, quien lo miraba con curiosidad y una mueca de dolor. Una vez hubo terminado, respiró pesadamente y se echó nuevamente en el asiento del frente.
—No soy muy bueno en medicina, pero aguantará, al menos hasta llevarte a algún lugar.
—¿Insistirás en llevarme a España?
—Por supuesto.
—No. O moriré— Blaine río y le miró incrédulo—. No te burles. Yo sé quién atacó el barco y por qué lo hizo.
—¿Ah sí? Bien, escucho.
—Su nombre es David Karofsky. Según sé, quiere matarme por un problema familiar que hubo entre sus padres y mi madre... Él... —Suspiró largamente, con los ojos cerrados, intentando tragarse las lágrimas que había logrado detener— fue quén la asesinó.
Por ese instante Blaine no pudo creer lo que sus oídos escuchaban. Pues, lo que había sido dicho a todo, incluso agentes, era que ella había muerto en un accidente aéreo, no por asesinato. Observó como el príncipe acariciaba el cofre de plata, aún sin poder darle crédito a lo que escuchaba; bajó la cabeza y se tocó la herida en ella que derramaba un poco de sangre. Sabría que sucedió después, tenía otras prioridades.
Lo mejor sería curar a Kurt y a él mismo lo más posible antes de pisar tierra en quién-sabe-dónde. Buscó el malentín de primeros auxilios y lo abrió para examinarlo; habían vendas, píldoras, desinfectante, agua oxidenada… Estaba bien, podría mantenerlos vivos a los dos con eso, al menos de las enfermedades. Se lamentó no haber prestado suficiente atención a sus deberes médicos.
Mientras examinaba las provisiones del pequeño transporte escuchó como Kurt exaclamaba lo más bajo posible: «Maldición, esté era mi abrigo favorito…», no pudo evitar reír un poco, que fue notado por el ojiazul.
—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— El agente calló por unos segundos y volteó a verle.
—Que ya no lucirás tan guapo frente a tu princesita.
Kurt arrugó el entrecejo y suspiró molestó, mientras Blaine miraba con atención su rostro ennegrecido por las cenizas, rojo por la sangre y sudado quizá por el calor de las llamas. Pensó en que era una total lástima que ya no estuviese coo en la foto de su expediente o cuando lo conoció oficialmente: con su rostro perfecto y tan pulcramente vestido que parecía irreal; pero, de momento, no era así, no obstante, él deseaba que así fuese.
El príncipe llevaba una vida casi perfecta, excepto por la falta de libertad. Tenía la oportunidad de casarse con una princesa que era deseada por todo hombre en la tierra, pero él afirmaba constantemente que no deseaba unirse a esa mujer, que prefería cualquier cosa antes que aquello. Estaba loco, ¿o eran solo sus impresiones?
—¿Por qué no quieres casarte? La princesa Santana es el sueño de cualquiera...
—No lo entiendes— Suspiró Kurt—. Sí quiero casarme y el problema no es Santana, ella es hermosa y todo eso, pero a mí no me atraen las mujeres— Blaine le miró un poco sorprendido—. No tengo problema en que los demás lo sepa, pero dijeron que no era lo mejor para la imagen de la realeza y más que una alianza creo que esa es la razón de mi boda.
—Ya veo...
Tal parecía que el no era el único que tenía problemas con su sexualidad. Quizá debía aprender algo de Kurt.
El vehículo se detuvo por completo con una especie de choque y la puerta sobre sus cabezas se abrió dejando entrar un fuerte rayo de luz solar un poco opaco, por lo que supieron que estaba cerca el atardecer. Ambos salieron a la superficie, encontrándose con una playa increíblemente hermosa; el agente se llevó las manos a la cabeza en un gesto desesperado, no tenían que llegar a una isla, sino al puerto de una ciudad.
—Esto no tenía que pasar. ¡Ahora qué mierda haré!— Exclamó frustrado. Mientras que el castaño se sentaba en el suelo a mirar las olas que llegaban a sus pies.
—No te preocupes Blaine, conozco este lugar.
Cuando el ojimiel miró al otro, descubrió una sonrisa tranquilizadora que logró relajarse. Susurró algo parecido a «Más te vale» y se sentó a su lado a admirar la belleza del atardecer. De pronto se dio cuenta de Kurt lloraba, no como siempre, lo hacía en silencio y con una sonrisa demasiado idiota en el rostro como para ser de él; parecía una sonrisa de felicidad, y no podía creer que el castaño pudiese sonreír de esa manera tan encantadora. Comprendió que aquel era un lugar importante para el menor y sintió que debía dejar sus problemas atrás.
—¿Porqué un día eres compresivo y al siguiente me odias a muerte?— Preguntó el príncipe.
—No es tu culpa, Kurt. Sufro de problemas de ira y bipolaridad.
Entonces aquella era respuesta de su amargura excesiva por tres días: problemas de ira y bipolaridad. Se alegró al pensar que quizás era un poco importante para alguien y no que había cometido un desgraciado error nuevamente, aún así había insultado a casi todos sus protectores por Blaine, eso era un error, ¿no? ¿Por qué le dolía tanto la indiferencia de Blaine?
—Te enseñaré a controlarte. Lo hago muy bien.
—No lo creo. No con lo que demostraste en el barco.
—Para una persona como yo es mejor demostrar crueldad y desprecio que llorar frente a otros.
—Maestro— Murmuró en un tono burlón.
Se quedaron sentados en silencio hasta que anocheció y el frío les hacía tiritar. Entonces se pusieron de pie, Kurt hizo una seña para que el otro le siguiese, éste le obedeció y se internaron en el bosque. El ojiazul sabía a que lugar se dirigía sin siquiera pensarlo y muy pronto estaban frente a una casa de veraniega de piedra lisa; el castaño entró con oda confianza y se tiró en un mullido sillón llenó de polvo.
—Ve donde quieras, yo ya me siento bien.
KAKUGleek* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 11/08/2012
Edad : 27
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
[size=12]Me Encanta El Fic Está Muy Bueno No Dudes En Continuar Eres Una Gran Escritora Gracias Por Escribir.
[/size]
Kenigal********-*- - Mensajes : 1009
Fecha de inscripción : 15/12/2011
Edad : 34
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
ohh actualizaste que bueno =), esos bloqueos pasa muy seguido, pero no te desanimes creo que escribes muy bien y ami me encanta mucho la historia, asi que ojala la continues =) aqui tienes una lectora
DCazula-*- - Mensajes : 2619
Fecha de inscripción : 19/04/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
actualiza
linaklaine********- - Mensajes : 738
Fecha de inscripción : 31/07/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Hola! Que bueno que actualizaste, me gustó mucho, realmente me encanta la historia espero que continúes
Ojala actualices pronto!
Ojala actualices pronto!
CrayonWorld***** - Mensajes : 278
Fecha de inscripción : 24/07/2012
Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Hola a todos los que estén leyendo este mensaje. Hay algo muy importante que debo decirle. Y eso es que cerraré/cancelaré el fanfic por tiempo indefinido. ¿Qué que quiero decir con esto? Pues, es sencillo.
Desde hace mucho tiempo he estado muy vacía de ideas, no solo para este fanfic, sino para cualquier proyecto que tengo y decidí que lo mejor sería eliminar todos is fanfics, y eso hice; tan solo faltaba este y anuncio que quedara eliminado.
Si algún día llega a ocurrírseme algo para la historia, con todo gusto volveré a retomarla, pero por el momento quedará inactiva.
Quizás, si alguno les gusto la historia, esto se le haga muy injusto y quiera matarme, pero es que mi cabeza ya no da para más.
Bueno, es todo.[b]
Desde hace mucho tiempo he estado muy vacía de ideas, no solo para este fanfic, sino para cualquier proyecto que tengo y decidí que lo mejor sería eliminar todos is fanfics, y eso hice; tan solo faltaba este y anuncio que quedara eliminado.
Si algún día llega a ocurrírseme algo para la historia, con todo gusto volveré a retomarla, pero por el momento quedará inactiva.
Quizás, si alguno les gusto la historia, esto se le haga muy injusto y quiera matarme, pero es que mi cabeza ya no da para más.
Bueno, es todo.[b]
KAKUGleek* - Mensajes : 5
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Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
!Revisa Aqui!!!!
Gracias
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Emy_Rodriguez Groff- -
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Re: Klaine - Mi amado, mi princípe
Emy_Rodriguez Groff- -
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