FF Brittana: From your lips she drew the hallelujah [Capitulo 1: No es un hasta luego, sino un adiós.]

¡Hola a todos! Aquí os traigo mi fic que recién está comenzando, aún solo tengo el prólogo, pero espero de aquí a dos día esté ya el primer capitulo :3
Se aceptan todo tipo de criticas y sugerencias.

Espero os guste y disfruteis leyendolo

From your lips she drew the hallelujah

"Una morena y una rubia. Agua y fuego. Ambas completamente distintas que se aman a pesar de en ocasiones no desearlo. Lo hacen incluso aunque duela Una morena de carácter fuerte, rota por dentro a pesar de ocultarlo, aquella que ha perdido la confianza en los demás, que nada le importa, que solo quiere vivir la vida, disfrutarla sea cual sea el precio... hasta que una preciosa y dulce rubia aparece en su vida y acaba cambiándolo todo, incluso su forma de ver el mundo."

Introducción.


Era domingo, once de la mañana. La preciosa morena yacía sobre la cama descansando después de una larga e incansable noche de fiesta. Realmente las adoraba, pero más adoraba dormir, para ella era una de las maravillas del mundo, no la octava, ni la novena, pero si quizá la décima. Así era Santana, ella cuando realmente valoraba o adoraba algo demasiado, como en este caso el dormir, lo catalogaba por “maravillas del mundo”, aquellas que por tan simple que eran, más podías llegar a adorarlas. Y es que como dicen; “Los pequeños detalles mueven el mundo.” Y es eso lo que ella más valora, esos pequeños detalles, las pequeñas cosas que logran sacarte una pequeña sonrisa por muy oscuro que pueda verse todo.

La latina había dormido por lo menos unas cinco horas del tirón, hasta que el sonido de su móvil la despertó y no de demasiado buen humor. Odiaba que interrumpieran su sueño y más cuando venía de fiesta.
Soltó un pequeño gruñido y dio pequeños golpes con su mano en la mesita de noche tratando de coger el teléfono hasta que finalmente lo cogió.- ¿Quién demonios..? ¿Quinn, sabes qué maldita hora es? ¡Oh vaya! ¡Qué aguda! – Bufó .- Sí, salí de fiesta anoche ¿No tenias un largo y maravilloso día que decidiste llamarme a esta hora? – Pero entonces abrió mucho los ojos.- ¡Oh, gracias Quinny! Gracias por despertarme, peor hablamos al rato. Un beso, chao.- Dijo lanzando el móvil contra la cama y levantándose de un salto de la cama. No, no era bipolar... bueno vale, puede que un poquito, pero esta vez no lo estaba siendo, al menos no demasiado. Se había acordado de golpe que a las once y media había quedado con unos amigos suyos del barrio que hacia unas semanas que no veía y con los que no debería demorarse mucho a la hora de llegar porque las últimas veces había llegado demasiado tarde.
Se vistió con rapidez con unos jeans y una camiseta blanca, de tirantes, acompañado con una chaqueta de camuflaje verde que tanto adoraba. Guardó su guitarra eléctrica en la funda y se la colgó al hombro, bajando a prisa por las escaleras hasta toparse con su madre al pie de estas.
Carmen: ¿Se puede saber a dónde va usted tan rápido señorita? – Pregunto con los brazos cruzados y arqueando una ceja. Definitivamente, ese era un gesto que había heredado Santana-
Santana: Mamá, he quedado con los chicos, vamos a tocar un poco, ya sabes. – La latina solía quedar de vez en cuando para tocar con ellos, no es que tuvieran un grupo ni nada, simplemente lo hacían por diversión, elegían canciones conocidas y las cantabas, a veces incluso se inventaban canciones nada serias, solo por divertirse un rato. Aunque Santana adoraba escribir y componer sus propias canciones, lo hacía desde los trece años, ademas hasta entonces lo había estado haciendo, y ya tenía nada más y nada menos que veintitrés años. El tiempo pasaba volando, a veces demasiado.
Carmen: ¿Y no piensas desayunar ni nada?
Santana: Esta bien está bien, comeré algo por el camino.- No le dio tiempo a hacer nada ya que la madre señaló la cocina con un semblante serio a lo que la morena no se negó y a regañadientes se dirigió a la cocina y bebió un baso de zumo de naranja natural y cogió una tortita que al parecer acababa de hacer su madre y salió rápidamente de ahí, comiendo la tortita de camino. Le dio un beso en la mejilla a su madre y se fue a la entrada.- Nos vemos luego mamá, estaré en la hora de comer y muchas gracias por el desayuno.- Dijo ladeando su sonrisa.
Carmen: Bueno, cuando vengas tu y yo tenemos que hablar. ¿De acuerdo? Ahora ve.-
Santana no dijo nada, solo salió por la puerta haciendo un gesto con la mano, despidiéndose finalmente.
Ya estaba llegando a la casa de su amigo Alexander- quien era el que dejaba la casa para que todos fueran a tocar a su garaje- y desde que había salido de su casa, estaba con la mosca detrás de la oreja referente a lo que le dijo su madre. ¿Que quería hablar? La había notado demasiado seria y le preocupó, por lo que antes de entrar en casa de su amigo, decidió llamar a Quinn. Ella era su mejor amiga desde que tenía 16 años, solo que ella vivía en nueva York, al contrario que la latina, que no había salido de Ohio, aunque no quería decir eso que no se vieran, lo hacían todos los meses, pero no era lo mismo que antes, se echaban bastante de menos la una a la otra.

Santana: Vamos contesta, maldita sea...- Pero no lo hizo.- Demonios Quinn, nunca estas cuando más se te necesita. – Guardó su móvil a mala gana y fue a reunirse con sus amigos. Al principio le costó quitarse aquella idea de la cabeza, aquellas dudas sobre qué querrá hablar su madre, pero después se relajó tocando un poco la guitarra. Estuvieron así por lo menos unas dos o tres horas hasta que la paz terminó, pues tuvo que volver a su casa y cuando entró, vio como su madre una vez más estaba escribiendo en una especie de cuaderno, uno bastante viejo y grueso, el cual se veía muy usado. Su madre casi todos los días escribía en el, pero no le dejaba a Santana mirar, jamás y ella lo respetaba y nunca miró ya que tampoco se podía decir que le llamara demasiado la atención.
La latina se adentró en la casa y se puso tras su madre para depositar un beso en su mejillas y pudo notar como su madre cerraba rápidamente el cuaderno y le volvió a mirar con aquel semblante serio de aquella misma mañana.
Santana: ¿Qué demonios querías hablar? – Preguntó mientras se sentaba frente a ella.- Sea lo que sea, yo no he sido. – Apoyó los codos en la mesa y reposó su cabeza sobre sus manos, mirándola un tanto curiosa.- ¿Y? – Se encogió de hombros, tratando de parecer indiferente, pero en cierto modo le preocupaba, su madre no siempre estaba tan seria.
Carmen: Estoy un poco preocupada por ti, Santana. – Soltó un gran suspiro. – Nunca estas en casa, y cuando estas te la pasas encerrada en tu cuarto o durmiendo todo el rato. A caso pensaste en tu futuro? – Tragó saliva temiendo su reacción por lo siguiente que iba a decir.
Santana: ¿De nuevo con eso, mamá? No hago daño alguno. ¿Qué quieres? ¿Que me meta en la maldita universidad a estudiar algo que ni me guste y que de seguro ni asistiré a clase?
Carmen: Quisiera, así es, pero lo que te voy a comentar es más importante.- Cogió aire y miro fijamente a los ojos de su hija, tomando su mano tratando de rebajar lo que iba a decir. – Nos mudamos a Nueva York, me han ofrecido un buen puesto de trabajo y… creo que podremos tener una buena vida allí, además tienes a tus amigos allí así que… - Santana se levantó bruscamente y miró con furia a su madre.
Santana: ¿Cuando? – Preguntó con frialdad.
Carmen: ¿Cuándo qué?
Santana: Que cuando demonios nos tenemos que ir. – Bufó.- ¿No habrás vuelto con papá, no?
Carmen: No, hija no, que el viva ahí es completamente ajeno a todo esto, es por el trabajo. Y bueno, mañana deberíamos irnos, sé que es muy apresurado, incluso loco, pero a mi también me pilla de sopetón, casi…
Santana no dijo nada más, solo cogió las llaves y salió de casa dando un gran portazo.

Me encanto!! ya quiero leer el primer capitulo...
Actualiza pronto, esta genial!!

¡Hola!
Awwm dos lectoras *-*, me alegro que os haya gustado y aquí os dejo el primer cap, espero que os guste y a ver que opinais (:

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Capitulo 1

No es un hasta luego, sino un adiós.

La morena había salido hecha una furia de casa, estaba muy cabreada. No podía venir su madre y decirle así de golpe que en menos de veinte cuatro horas tenían que mudarse a Nueva York, es que encima ¡NUEVA YORK! Si fuera a otra casa dos pueblos más allá vale, pero mudarse hasta allí era una cosa muy distinta.

No quería seguir pensando, quería despejarse, despistarse aunque fuera por media hora, asi que cogió su moto y se fue a dar una vuelta, ella sola sin que nadie más pudiera molestarla y preguntar a ver por qué estaba de tan mal humor, aunque bueno, ella casi siempre lo estaba e incluso a veces sin razón alguna.
Cuando estaba en plena carretera su móvil empezó a sonar y reconoció aquella sintonía, era la que tenía para cuando llamaba Quinn. “Ahora si llamas ¿No? Maldita seas”- Pensó mientras aumentaba aún más la velocidad, tratando de esquivar los pocos coches que había por medio. No quería ni siquiera parar para contestarle, estaba enfadada y más cuando antes quiso hablar con ella porque la necesitaba y no estuvo disponible. Era en esos momentos cuando se daba cuenta lo mucho que necesitaba a su amiga a su lado, porque era quien mejor la conocía y siempre sabía que decir en todo momento. Cuando algo estaba mal y dañaba a la morena, sabia cuando hablar del tema y el momento exacto en que dejar de hablarlo, era casi una experta. Santana aún estando en la moto y a la velocidad que iba cerró los ojos sonriendo para sus adentros porque se acababa de dar cuenta que estaría a partir de ahora junto a Quinn, en la misma ciudad y puede que a escasos metros de su casa. Con todo el enfado que llevaba encima no se había percatado de esto hasta ahora, pero algo le sacó de sus pensamientos.

De repente escuchó unos pitidos bastante agudos de un coche que iba en su mismo carril y en dirección contraria a ella, que trataba de alertarla de que iban a chocarse, entonces la latina abrió los ojos de golpe dando un gran derrape y dejando una enorme marca en la carretera.
Santana: Dios, por qué poco… - Sentía como tenía el corazón en la garganta, podía sentir sus latidos en esta.
Conductor: ¡A VER SI MIRAS POR DONDE VAS NIÑATA! – Dijo el conductor con la ventanilla abierta.
Santana: ¡A VER SI TE BAJAS Y ME LO REPITES A LA CARA, IMBÉCIL! –Dejó la moto en el suelo y se acercó al coche de aquel hombre y comenzó a dar golpes en el capó con el puño.- ¡REPITEMELO AHORA! – El conductor inmediatamente arrancó tratado de escapar de aquel “maltrato” a su coche
Conductor: Maldita loca… - Dijo yéndose de allí. Pero Santana había sido más rápida y cogió una pequeña navaja que tenía en su bolsillo y cuando el conductor arranco y se fue alejando, hizo que se rayara toda su carrocería. Sonrió malévolamente y volvió a guardarse la navaja, aquella que usaba para… Oh no no, no os penséis nada cruel… No… Simplemente la usaba para cortar fruta, algún pantalón vaquero suyo que quería tener con algún corte en el muslo... nada de otro mundo, o bueno, para defenderse de vez en cuando.

Fulminó con la mirada a todos aquellos mirones que se quedaron contemplando la escena y algunos mirando horrorizados, otros en cambio sonreían por aquel pequeño enfrentamiento, pero a ella le era indiferente, solo volvió a su moto y antes de arrancar hizo una llamada.
Santana: Vamos, contesta… - Ella siempre tan impaciente.
Saskia: ¿Sí? Oh, hola San.
Santana: ¿Cuántas veces te tengo que decir que no me llames así? Santana o Tana. Dios, ya me canso siempre de repetírtelo.
Saskia: Ey, tranquila cielo ¿Qué pasó que estas con este humor de perros? Bueno, más de lo habitual.
Santana: Mira Kia, no estoy para estas tonterías ahora. Solo quiero que avises a los chicos y nos reunamos en aquel circuito en las afueras de la ciudad, necesito correr un poco con la moto y bien, espero que estés allí, tengo que hablar contigo.
Saskia: Miedo me daría correr contra ti –Rió un poco por lo bajo- Esta bien, estoy aquí con Alex, así que le avisaré. ¿Y qué quieres hablar? ¿Extrañas mi cama o algo?
Santana: Ya hablaremos luego, adiós. – Dijo volviendo a ponerse en marcha con la misma velocidad que antes, parecía ser que aun habiendo tenido aquel percance hace apenas cinco minutos, no le importaba. A decir verdad, la latina había tenido como veinte accidentes del estilo y nunca aprendía de su error.


No tardó más de veinte minutos en llegar al circuito y se encontró allí con sus amigo y con Saskia.
Santana: Vaya, si que sois rápidos.- Dijo bajándose de su moto y saludando a todos con cierta rapidez y frialdad.
Saskia: ¿A mi piensas saludarme solo así? – No le dio tiempo a decir nada más ya que Santana le tomó de la cintura y la beso, principalmente para callarla y porque bueno, no le disgustaba.
Alexander: Tana ¿Se puede saber por qué nos citas aquí y con tanta rapidez? Digo, sabes que nunca me molesta echar unas carreras contigo, ya lo sabes pero desde esta mañana que estabas rara.
Santana: Quería recordar los viejos tiempos y esa preciosa forma en la que os hacía morder el polvo.
Alexander: Sigue soñando preciosa.
Santana: ¿Soñando? Coge tu moto y ahora veremos quien sueña. – Ladeó su sonrisa e imitó a Alexander.

Como hacían entonces, Saskia se puso entre ambos e hizo la cuenta atrás notando como Alexander había salido aún cuando seguía en cero. – Será cabrón. – Dio Santana a regañadientes y arrancando, sin tardar demasiado en alcanzarle. Tenían que dar siete vueltas al circuito y en la vuelta seis ya iban casi igualados, entonces Santana se metió en el camino de Alex adelantándole y consiguiendo llegar la primera a la meta.
Alexander: ¡Eres una puta tramposa! – Cosa que la latina no se tomó demasiado bien.
Santana: ¿Qué soy qué? No tenemos reglas así que si has perdido te jodes ¿Okey? – Sonrió- Por cierto Alex, hazte así… - dijo frotándose su propia barbilla con la yema de sus dedos.
Alexander: ¿Por qué? ¿Qué tengo?
Santana: Nada, el polvo que acabas de morder, que te quedaba un poquito.
Alexander: Eres tan gracio…- Pero la morena le interrumpió indicándoles que se sentaran, que tenía que contarles algo importante. Ellos no se negaron ya que sabían que cuando Santana se ponía con aquel mal humor tan irritante, el contradecirla podía llegar a ser peligroso.
Saskia: ¿Se puede saber que demonios pasa, Santana?
Santana: Me voy, simplemente es eso.- Se cruzó de brazos mirándoles con frialdad.
Alexander: ¡Pero si acabas de llegar!
Santana: No en ese sentido, bueno si, también me iré ahora… Pero me refiero a que me voy, que me mudo. Me he enterado este medio día. – Ambos se quedaron boquiabiertos y Saskia sintió como sus ojos se empezaban a inundar de lágrimas.
Alexander: ¿Dónde te piras?
Santana: A Nueva York.- Miró a Saskia.- Oh vamos, no me vas a decir que te vas a poner a llorar como una niña pequeña ¿No?. Solo me voy, no tengo una enfermedad terminal o algo así.
Saskia: ¡ERES UNA MALDITA INSENSIBLE! – Y sin decir nada más se alejó unos cuantos metros. No quería seguir hablando con santana y más cuando le hablaba así.
Alexander: Joder Tana, sabes que se te echará de menos ¿Verdad? – Dijo abrazando a la morena.
Santana: Lo sé, soy yo. Es evidente que llorareis mi ausencia.- dijo correspondiendo su abrazo y separándose para dar dos pequeños toques en su hombro.- Estaremos en contacto. ¿De acuerdo? – Suspiró.- He de ser sincera, por la actitud de mi madre y por cómo me hablaba, creo que no volveré, que es definitivo, por eso quiero ser clara. – Echó un rápido vistazo a la pelirroja que estaba a unos quince metros de ellos. – Por lo que veo algunos ya me han echado de menos y no me he ido.- Rió. – Puede que un día vuelva a haceros alguna visita, no lo sé. Cuídate, Alex.

La latina se subió en la moto y le guiñó un ojo a Alex para después acercarse a Saskia, quien se encontraba mirando al horizonte, como embobada teniendo aún los ojos llorosos.
Santana: Tú, pelirroja, monta.
Saskia: ¿Y si no quiero? – Preguntó limpiándose las lágrimas.
Santana: No te lo estoy preguntando. ¿Montas o me las piro? Venga ya ¿Te hace falta un puto croquis? - Saskia se montó en la monto a regañadientes tras ella y agarro su cintura mientras ella arrancaba. – Tienes la casa sola ¿Verdad? Creo que hace mucho que no piso tu cuarto y podríamos divertirnos un poco.
Saskia: Si, está sola y creo que no vendría nada mal.- Dijo en un pequeño susurro.- Entonces en marcha.

Santana no dijo nada más y como gracias a sus usuales visitas a la casa de la pelirroja ya se conocía el camino, no tardaron más de cinco minutos en llegar a su casa. Aparcó la moto y observó como Saskia a prisa se dirigía a la puerta de su casa, abriendo la puerta y devorando con la mirada a la morena, la cual ya estaba a su lado, deseando liberar tensiones con ella.
Subieron las escaleras sin despegarse la una de la otra, besándose, acariciándose y liberándose de toda aquella ropa que les cubría. Cuando llegaron al cuarto no les bastó ni un minuto para desnudarse completamente la una a la otra.

Acabaron en su cama envolviéndose entre las sabanas inconscientemente con aquel enorme derroche de pasión. Por bastante tiempo fueron dos cuerpos unidos en uno, la morena no la amaba, la veía como simple sexo y quizá algo de cariño, justo al contrario que la pelirroja que estaba enamorada perdidamente. Pero en aquella sesión de sexo hubo algo distinto a las anteriores, algo muy diferente en Saskia; había cierto odio en su mirar. A la morena esto llegó a excitarla de una forma inimaginable y solo dejó que siguiera.
Saskia se encontraba sobre ella, fundiéndose contra la morena en aquel vaivén de caderas que lograba hacer estremecer a ambas. Santana correspondió aquellos movimientos con su cadera aumentando aquella sensación y haciendo que ambas estallaran de placer.
Cuando finalizaron la pelirroja se quedó por unos escasos segundos sobre la morena con su cabeza en su pecho, sintiendo los latidos del corazón de Santana, cosa que hizo que sus ojos volvieran humedecerse por aquellas amargas lagrimas, aunque por suerte la morena no se percató de ello.

Santana: No te estarás enamorando ¿No? – Dijo con una pequeña sonrisa, bromeando.
Saskia: Pero que inútil eres a veces.- Se aparto de ella y se tumbó boca arriba a su lado, pero la morena no tardó ni veinte segundos en levantarse y comenzar a vestirse.
Santana: Bueno yo debo irme. – Comenzó a buscar su sujetador pero no lo encontraba.- ¿Dónde mierda está mi…? – siguió buscando hasta que Saskia llamó su atención.
Saskia: ¡Toma! – Le paso el sujetador que estaba al otro lado de la cama. Parece que cuando pierdes el control siempre lanzas tus cosas al quinto pino.
Santana: No he visto quejarte cuando he perdido “el control” – Dijo poniendo unas comillas invisibles para después coger el sujetador y sus pantalones.
Saskia: Olvídalo.- Se levanto y se vistió con rapidez, tratando de inventarse cualquier excusa para que la morena permaneciera más tiempo allí. - ¿Te vas ya, San?
Santana: Sí, me voy ya y si por lo que fuera me hubiera quedado, por llamarme así me hubieras hecho cambiar de opinión.- Le miró con los brazos cruzados y aún sin la camiseta. - ¿Qué pretendes, que me quede a pasar aquí el día contigo?
Saskia: No estaría mal, la verdad. – Se acerco hasta donde estaba ella.
Santana: Mira, Kia. Tengo que hacer la maleta y todo, esta ha sido nuestra despedida. ¿De acuerdo?
Saskia: ¿Cuándo volverás?
Santana: ¿Aun no lo entiendes? No es un hasta luego, es un adiós. – Se terminó de vestir y se dirigió a la puerta del cuarto peor la pelirroja le detuvo.
Saskia: ¿Me estas dejando? – Su voz se tornó fría y se podía notar dolor en sus palabras.
Santana: No puedo dejar algo que nunca existió. Sabes perfectamente que no me gustan las etiquetas, de hecho las odio y no sabes cuánto, las detesto. Juntas nos divertimos, la pasamos bien pero ya está, yo continuaré mi vida en Nueva York y tu continuaras la vida aquí, no veo el problema. Dios, Saskia, no es tan difícil.
Saskia: ¡ERES UNA GILIPOLLAS! – Alzó la mano queriendo dar un sopapo a la latina pero esta le agarró de la muñeca.
Santana: No, espera. Mucho mejor así. – Cerró la mano de Saskia haciendo que quedara su puño cerrado.- Ahora puedes hacerme más daño. Golpéame, vamos.- Dejó asomar aquella malévola mirada y se cruz de brazos a lo que la pelirroja no pudo hacer nada, solo bajó su puño y se le quedó mirando.
Saskia: Te odio.
Santana: Creo que lloraré, adiós. – Y sin volver la vista atrás salió de allí para volver a su casa, aquella que en menos de veinticuatro horas debía abandonar para empezar una nueva vida en otra ciudad, en un ambiente totalmente distinto y quién sabe si con nuevos amores.