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Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
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brittana-bitches!!!
LoveyouHemo
Nox
iPaaiix
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Página 1 de 1.
Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 1
Hola! Bueno, ya se ya se, muchas habrán visto la película, que yo por mi parte debo confesar que me la vi como 5 o 6 veces, no me canso nunca! –capaz que hoy la vuelva a ver mmhh…- Ahora, yo por como soy primero miro una película y después investigo para ver si está basada en algún libro o simplemente un buen gion escrito… En síntesis, busque el libro, lo leí y la verdad que desee que algo así hubiera pasado con las Brittanas, así que por eso se me vino la idea de pasarles el libro que supongo alguna lo querrá leer, pero adaptado a la parejita que nos gusta –obvio, les dejo el original para la que lo quiera leer- Tengo que decirles que pensaba escribir yo una adaptación, pero como ando carente de ideas y tiempo, lo voy a transcribir casi literal, ya que es obvio que algunos cambio le tuve que hacer, sin embargo en cada post que haga voy a aclara para alguna despistada, como yo jaja que todos los derechos van a su respectivos propietario, en este caso su creador, Federico Moccia.
Bueno supongo que esto es todo, espero que les guste :)
Título: Tres metros sobre el cielo.
@2006 Moccia, Federico
Título original: Tre metri sopra il cielo
Traductor: Patricia Orts
Adaptación Brittana: iPaaiix
Lee el libro original Aquí
Reseña:[i] En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolecentes quieren volar, buscan caminar “tres metros sobre el cielo”. Las chicas como Brittany se esmeran en sus estudios, hablan del último grito en moda y se preparan para encontrar al amor de sus vidas: las chicas como Santana prefieren la velocidad, la violencia, el riesgo y la camaradería de las bandas, pero todos ellos se implican en la vida como si cada segundo fuera el último.
Tres metros sobre el cielo
1
«Cathia tiene el culo más bonito de Europa.» El rojo grafito resalta con toda su desfachatez sobre una columna del puente de la avenida de Francia.
No muy lejos, un águila real, esculpida hace ya mucho tiempo, ha visto sin duda al culpable pero no hablará nunca. Un poco más abajo, como un pequeño aguilucho protegido por aquellas rapaces zarpas de mármol, está sentada ella.
El pelo largo, casi a la cintura, bucles en las puntas y azabache, una cazadora de cuero oscura.
El cuello levantado, un Marlboro en la boca, las Ray‑Ban en los ojos. Tiene aire de dura, aunque no lo necesite. Una sonrisa preciosa, a pesar de que no sean muchos los que han tenido la suerte de poder apreciarla.
Algunos coches al fondo del paso elevado se han detenido amenazadores en el semáforo. Alineados como en una carrera, si no fuera por su variedad. Un Cinquecento, un New Beetle, un Micra, un coche americano no mucho más identificable, un viejo Punto.
En el interior de un Mercedes 200, un dedo fino de uñas diminutas y mordidas da un ligero empujón a un CD. Desde los altavoces laterales Pioneer la voz de un grupo de rock cobra vida de repente.
El coche se pone de nuevo en marcha, arrastrado por la corriente. Ella querría saber «¿Dónde está el amor?». Pero ¿existe realmente? Al menos tiene clara una cosa: le gustaría poder deshacerse de su hermana que, desde el asiento trasero, repite una y otra vez: «Pon el de Eros, venga, quiero oír a Eros.»
El Mercedes pasa justo en el momento en el que ese cigarrillo, ya consumido, cae al suelo, empujado por un movimiento preciso de los dedos y ayudado por un poco de viento. Ella baja los escalones de mármol, se arregla sus vaqueros rasgados estilo pitillo y luego sube a la Honda negra VF 750 Custom. Como por arte de magia, se encuentra entre los coches. Su Superga derecha cambia las marchas, retiene o deja ir el motor que, potente, la impulsa como una ola en el tráfico.
El sol está ascendiendo en el cielo, es una bonita mañana. Brittany se dirige al colegio, Santana todavía no ha ido a dormir desde la noche anterior. Un día cualquiera. Solo que ambas se encuentran en el semáforo. Y por eso ese día no será como los demás.
Rojo.
Santana la mira. La ventanilla está abierta. Un mechón de pelo rubio claro descubre a trozos su cuello suave. Un perfil delicado pero decidido, los ojos azules, dulces y serenos, escuchan embelesados y entornados una canción. Tanta calma la impresiona.
—¡Eh!
Brittany se vuelve hacia ella, sorprendida. Santana le sonríe, parada junto a ella, sobre aquella moto, los hombros anchos, las manos demasiado morenas para aquella mitad de abril.
—¿Te apetece dar una vuelta conmigo?
—No, voy al colegio.
—Pues no vayas, disimula, ¿no? Te recojo ahí delante.
—Perdona. —La sonrisa de ella es forzada y falsa—. Me he equivocado de respuesta. No me apetece dar una vuelta contigo.
—Mira que conmigo te divertirías…
—Lo dudo.
—Resolvería tus problemas.
—Yo no tengo problemas.
—Esta vez soy yo la que duda.
Verde.
El Mercedes 200 acelera hacia delante dejando que se desvanezca la sonrisa descarada de Santana. Su padre se vuelve hacia ella.
—Pero ¿quién era esa? ¿Una amiga tuya?
—No, papá, solo una imbécil…
Algunos segundos después, la Honda se acerca de nuevo. Ella se agarra con la mano izquierda a la ventanilla y con la derecha da un poco de gas, procurando no hacer demasiado esfuerzo, a pesar de que con aquel cuarenta de brazo no debería suponerle un gran problema.
El único que parece tener alguno es su padre.
—Pero ¿quién es esa inconsciente? ¿Por qué se acerca tanto?
—Tranquilo, papá, yo me encargo…
Se vuelve decidida hacia ella.
—Oye, ¿no tienes nada mejor que hacer?
—No.
—En ese caso, búscatelo.
—He encontrado ya algo que me gusta.
—¿Se puede saber qué es?
—Ir a dar una vuelta contigo. Venga, te llevo a la Olimpica, iremos a todo gas con la moto, luego te invito a comer y te devuelvo justo a la salida del colegio. Te lo juro.
—Me parece que tus juramentos deben de valer bien poco.
—Eso es verdad —sonríe—, ves, ya sabes muchas cosas sobre mí, di la verdad, te gusto, ¿eh?
Ella se ríe y sacude la cabeza.
—Bueno, ahora basta —y abre un libro que saca de su bolsa Nike de piel—, tengo que pensar en mi verdadero y único problema.
—¿Cuál es?
—La interrogación de latín.
—Creía que era el sexo.
Brittany se da la vuelta, enojada. Esta vez ya no sonríe, ni siquiera para bromear.
—Quita la mano de la ventanilla.
—¿Y dónde quieres que la ponga?
Ella aprieta un botón.
—No puedo decírtelo, mi padre está aquí.
La ventanilla eléctrica empieza a subir. Santana espera hasta el final, antes de retirar la mano.
—Nos vemos.
No le da tiempo a oír su seco «No». Se ladea ligeramente hacia la derecha. Emboca la curva, reduce la marcha y adquiere potencia desapareciendo veloz entre los coches. El Mercedes continúa su recorrido, ahora más tranquilo, hacia el colegio.
—¿Sabes quién es esa? —La cabeza de su hermana se asoma de repente entre los dos asientos—. La llaman 10 y matrícula de honor.
—A mí me parece solo una idiota.
A continuación abre el libro de latín y empieza a repasar el ablativo absoluto. Repentinamente, deja de leer y mira hacia fuera. ¿Es realmente ese su único problema? Por descontado, no es el que dice esa tipa. Y, de todos modos, qué más da, lo más probable es que no la vuelva a ver. Se concentra de nuevo en su libro. El coche gira a la izquierda, hacia el Falconieri.
—Sí, yo no tengo problemas y no la volveré a ver.
No sabe, realmente, hasta qué punto se equivoca. Sobre ambas cosas.
iPaaiix* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
ME enamoré♥Es perfeecto :3
Nox**** - Mensajes : 163
Fecha de inscripción : 21/02/2013
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Hola! *.*
Me encanta que hagas un fanfic de la pelicula ❤
ya tienes una lectora, sigue actualizando :)
Me encanta que hagas un fanfic de la pelicula ❤
ya tienes una lectora, sigue actualizando :)
LoveyouHemo******* - Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Ahhh lo ame esperaba un fic brittana de esta pelicula . Me gusto muchooo espero tu actualizacion
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Me fascina demasiadoooooooooooooo:D
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
"Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Bonjour! Me alegro que les guste, sinceramente el libro es hermoso, super realista, en fin, es genial. Ahora, como los capitulo los veo algo cortos, o por los manos para mi gusto, los voy a subir de a dos. Otra cosa, en el principio principal no hay tanta interacción, hay muchos histeriqueo, cosa que amo, pero mas adelante hay Brittana de sobra :D
Título: Tres metros sobre el cielo.
@2006 Moccia, Federico
Título original: Tre metri sopra il cielo
Traductor: Patricia Orts
Adaptación Brittana: iPaaiix
Lee el libro original Aquí
Tres metros sobre el cielo
2
—¿Necesitas la camiseta negra elástica de Onyx?
—No lo sé.
—¿Y los pantalones azules? —grita Kitty desde su habitación.
—No lo sé.
—Y las mallas, ¿te las vas a poner?
Kitty está ahora en la puerta, mira a Brittany. Los cajones de la cómoda abiertos y la ropa esparcida por doquier.
—Entonces cojo esto…
Kitty se adelanta entre algunas Superga tiradas por el suelo, todas de la treinta y siete.
—¡No! Eso no te lo pones porque me gusta mucho.
—Yo lo cojo de todos modos.
Brittany se levanta de un salto con las manos apoyadas en las caderas.
—Lo siento, pero no me lo he puesto nunca…
—¡Podías haberlo hecho antes!
—Sí, ¿y si luego me lo desbocas todo?
Kitty mira irónica a su hermana.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? Mira que fuiste tú la que el otro día se puso mi falda azul elástica y ahora para ver mis bonitas curvas hay que ser adivino.
—¿Y qué tiene que ver? Esa la ensanchó Artie Abrams.
—¿Qué? ¿Artie lo ha intentado y tú no me has dicho nada?
—Apenas hay algo que contar.
—No me lo creo, a juzgar por mi falda.
—Pura apariencia. ¿Qué te parece la camisa rosa melocotón debajo de esta chaqueta azul?
—No cambies de tema. Cuéntame lo que pasó.
—Bueno, ya sabes lo que pasa en estos casos.
—No.
Brittany mira a su hermana pequeña. Es verdad, no lo sabe. Todavía no puede saberlo. Está demasiado rellenita y no hay nada lo bastante bonito en ella como para convencer a alguien de ensancharle una falda.
—Nada. ¿Te acuerdas que el otro día le dije a mamá que iba a estudiar con Rachel?
—Sí, ¿y qué?
—Bueno, pues que me fui al cine con Artie Abrams.
—¿Y?
—La película no era nada de especial y, pensándolo bien, tampoco él.
—Sí, pero vayamos al grano. ¿Cómo se ensanchó la falda?
—Bueno, la película llevaba diez minutos empezada y él se revolvía sin parar en su
asiento. Pensé: «Es cierto que este cine es incómodo pero me parece que lo que Artie quiere es meterme mano.» Y de hecho, poco después, se corrió un poco hacia un lado y pasó el brazo por mi respaldo. Oye, ¿qué te parece si me pongo el traje, ese verde con los botoncitos delante?
—¡Sigue!
—En fin, que del respaldo fue bajando, poco a poco, hasta llegar al hombro.
—¿Y tú?
—Yo… nada. Fingía no darme cuenta. Miraba la película como si estuviera con los cinco sentidos puestos en ella. Luego me atrajo hacia él y me besó en la boca.
—¿ Artie Abrams te besó? ¡Guau!
—¿Por qué te agitas tanto?
—Caramba, Artie está muy bueno.
—Sí, pero se lo cree demasiado… Siempre está pendiente de él, no deja de mirarse al espejo… Bueno, en resumen, durante el segundo tiempo recuperó casi de inmediato la posición de antes. Me compró un helado Algida. La película había mejorado mucho, quizá fuera en parte gracias a la parte de arriba del helado, la de las avellanas. Era fantástica. Así que me distraje y me lo volví a encontrar con las manos un poco demasiado bajas para mi gusto. Intenté alejarlo pero no sirvió de nada, se agarró a tu falda azul. Y por eso se ha ensanchado.
—¡Menudo cerdo!
—Sí, imagínate que no tenía ninguna intención de parar. Y luego, ¿sabes lo que hizo?
—No, ¿qué hizo?
—Se desabrochó los pantalones, me cogió la mano y tiró de ella hacia abajo. En fin, hacia su cosa…
—¡No! ¡Entonces sí que es realmente un cerdo! ¿Y después?
—Entonces yo, para calmarlo, tuve que sacrificar mi helado. Se lo metí por los pantalones abiertos. ¡Si vieras el bote que pegó!
—¡Muy bien, hermanita! Eso sí que es tener agallas…
Se echan a reír. Luego, Kitty, aprovechando aquel momento de alegría, se aleja con el traje verde de su hermana.
Un poco más allá, en el estudio, Will se prepara la pipa sentado en un mullido sofá con dibujos de cachemira. Le divierte trajinar con el tabaco, aunque en realidad se trate solo de un compromiso. En casa ya no le permiten fumar sus Marlboro. La mujer, fanática jugadora de tenis, y las hijas, demasiado preocupadas por la salud, lo regañan cada vez que se enciende un cigarrillo, por eso se ha pasado a la pipa. «¡Te da más clase, te hace parecer más reflexivo!», le había dicho Terri. Y, de hecho, él se lo ha pensado muy bien. Mejor tener aquel trozo de madera entre los labios y un paquete de Marlboro escondido en el bolsillo de la chaqueta que discutir con ella.
Da una bocanada a la pipa mientras hace un recorrido por los canales de televisión.
Sabe de antemano dónde detenerse. Unas muchachas descienden por una escalera lateral canturreando una estúpida canción y mostrando sus senos turgentes.
—Will, ¿estás listo?
Cambia de canal de inmediato.
—Por supuesto, querida.
Terri lo mira. Will permanece sentado en el sofá, perdiendo algo de seguridad.
—Ten, cámbiate la corbata, ponte esta burdeos.
Terri abandona la habitación, dando por zanjada cualquier posible discusión al respecto. Will deshace el nudo de su corbata preferida. Luego aprieta el botón número cinco del mando del televisor. Pero, en lugar de las bellezas de antes, se tiene que conformar con un ama de casa que, enmarcada por un alfabeto, trata de hacerse rica. Will se pone la corbata burdeos alrededor del cuello y se concentra en el nuevo nudo.
En el pequeño baño que hay entre las habitaciones de las dos hermanas, Kitty está exagerando con el contorno de ojos.
Brittany aparece a su lado.
—¿Qué te parece?
Lleva puesto un vestido de flores, rosado y vaporoso. Se estrecha delicadamente en la cintura, para después caer suelto sobre sus caderas redondeadas.
—Bueno, ¿cómo estoy?
—Bien.
—Pero no demasiado.
—Muy bien.
—Sí, pero ¿por qué no dices que estoy estupenda?
Kitty sigue intentando que la línea que debería alargarle un poco los ojos le salga recta.
—Bueno, no me gusta el color.
—Sí, pero dejando aparte el color…
—No me gustan mucho las hombreras tan grandes.
—Sí, pero dejando aparte las hombreras…
—Bueno, ya sabes que no me gustan las flores.
—Ya lo sé pero trata de no tenerlas en cuenta.
—En ese caso, estás estupenda.
Brittany, completamente insatisfecha y sin saber ni siquiera ella lo que le habría gustado oír, coge el frasquito de Caronne que compró con sus padres en un duty‑free al volver de las Maldivas. Al salir tropieza con Kitty.
—¡Eh, ten cuidado!
—¡Ten cuidado tú! A mí me costaría mucho menos ponerte el ojo negro. ¡Mira cómo te estás pintando!
—Lo hago por Ryder.
—¿Qué Ryder?
—Lynn. Lo conocí fuera del Falconieri. Estaba hablando con Mara y Francesca, las de cuarto. Cuando se marcharon, le dije que yo también iba a clase con ellas. Pintada así, ¿cuántos años me echarías?
—Bueno, sí, la verdad es que pareces más mayor. Quince por lo menos.
—Pero ¡si yo tengo quince años!
—Difumina un poco aquí… —Brittany se mete el índice en la boca, se lo moja, y después lo apoya sobre los párpados de su hermana dándole un leve masaje.
—¡Ya está!
—¿Y ahora?
Brittany mira a su hermana enarcando las cejas.
—Estás a punto de cumplir dieciséis.
—Todavía son muy pocos.
—Chicas, ¿estáis listas?
En la puerta de casa, Terri conecta la alarma. Will y Kitty pasan veloces por delante de ella, Brittany es la última en llegar. Todos entran en el ascensor. La velada está a punto de iniciarse. Will se arregla mejor el nudo de la corbata. Terri se pasa repetidas veces la mano derecha por el pelo. Brittany se coloca bien la chaqueta oscura de las anchas hombreras. Kitty se mira simplemente al espejo, sabiendo ya que se topará con la mirada de su madre.
—¿No te has pintado demasiado?
Kitty prueba a contestar.
—Déjalo estar, llegamos tarde, como siempre.
Esta vez, la mirada de Terri se cruza en el espejo con la de su marido.
—Pero ¡si soy yo el que os ha estado esperando, a las ocho estaba ya preparado!
Dejan atrás en silencio los últimos pisos. En el ascensor entra el olor del estofado de la mujer del portero. Aquel gusto a Sicilia se mezcla por un momento con la extraña compañía francesa de Caronne, Drakkar y Opium. Will sonríe.
—Es la señora Terranova. Hace un guiso de carne fabuloso.
—Le echa demasiada cebolla —asevera Terri quien, hace ya algo de tiempo, optó por la cocina francesa ante la sincera preocupación de todos y la desesperación de la criada sarda.
El Mercedes se para delante del portal.
Terri, con un ruido dorado de joyas, recuerdo de fiestas y Navidades más o menos felices, casi siempre muy caras, sube delante, las dos hijas detrás.
—¿Se puede saber por qué no pegáis más la Vespa a la pared?
—¿Todavía más? Papá, mira que eres torpe…
—Kitty, no te consiento que le hables así a tu padre.
—Oye, mamá, ¿mañana podemos ir en Vespa al colegio?
—No, Britt. Todavía hace demasiado frío.
—Pero tenemos el parabrisas.
—Kitty…
—Pero mamá, todas nuestras amigas…
—Aún no he visto a todas estas amigas vuestras con la Vespa.
—Si es por eso, a Marissa le han regalado la nueva Peugeot que, por cierto, y ya que te preocupas tanto, corre incluso más deprisa.
Fiore, el portero, levanta la barra. El Mercedes espera, como cada noche, que aquel largo trozo de hierro a bandas rojas suba lentamente. Will hace un gesto para saludarlo. A Terri solo le preocupa dar por concluida la discusión.
—Si la semana que viene hace más calor, veremos.
El Mercedes parte con una pizca de esperanza más en el asiento posterior y con un rascón en el espejito lateral derecho. El portero se vuelve a concentrar en su pequeño aparato de televisión.
—Todavía no me has dicho cómo estoy con esta ropa.
Kitty mira a su hermana. Las hombreras son un tanto anchas y a ella le resulta demasiado seria.
—Estupenda. —Sabe perfectamente cómo manejarla.
—No es verdad, las hombreras son demasiado anchas y soy demasiado perfecta, como dices tú. Eres una mentirosa y, ¿sabes lo que te digo? Que recibirás un castigo por esto. Ryder ni siquiera te mirará a la cara. Es más, lo hará, pero con todo ese negro en los ojos no te reconocerá y se irá con Marissa.
Kitty trata de contestarle, sobre todo en lo relativo a Marissa, la peor de sus amigas. PeroTerri pone punto final a la discusión.
—Niñas, dejadlo ya, si no os llevo de vuelta a casa.
—¿Doy la vuelta? —Will sonríe a la mujer, fingiendo mover el volante. Pero le basta una mirada para comprender que el ambiente no está para bromas.[/size]
Tres metros sobre el cielo
3
Ágil y veloz, oscura como la noche. Luz y reflejos van y vienen en los pequeños espejitos de su moto. Llega a la plaza, aminora la marcha lo justo para comprobar que no viene nadie por su derecha, luego emboca la calle Vigna Stelluti a toda velocidad.
—Tengo ganas de verla, hace dos días que no hablamos.
Una agraciada muchacha morena, de ojos azules y bonitas posaderas aprisionadas en un par de crueles Miss Sixty, sonríe a su amiga, una rubia tan alta como ella pero algo más regordeta.
—Ay, Elaine, ya sabes cómo es, que haya estado contigo no quiere decir que ahora salgáis juntas.
Sentadas en sus motos, fuman cigarrillos demasiado fuertes, tratando de darse aires y también de aparentar algún que otro año de más.
—Y eso qué tiene que ver, sus amigos me han dicho que ella no llama nunca.
—¿Por qué, a ti te ha llamado?
—¡Sí!
—Bueno, tal vez se haya equivocado de número.
—¿Dos veces?
Sonríe, feliz de haber hecho callar a su amiga siempre con la broma a punto, que, sin embargo, no se da por vencida.
—De los amigos no te puedes fiar nunca. ¿Has visto qué caras?
Cerca de ellas, con unas motos de potencia igual a la de sus músculos, Quinn, Joe, Zizes, el Puck, Jake, Blaine y muchos más. Nombres improbables de historias difíciles. No tienen un trabajo fijo. Algunos ni siquiera demasiado dinero en el bolsillo, pero se divierten y son amigos. Es suficiente. Además, les gustan las peleas, y de eso nunca falta. Están en la plaza Jacini, sentados sobre sus Harley, sobre viejas 350 Four con los cuatro silenciadores originales, o con la clásica cuatro en uno, cuyo ruido es más potente. Soñadas, suspiradas y finalmente concedidas por sus padres gracias a extenuantes súplicas. O al sacrificio del desafortunado alelado que olvidó la cartera en el cajetín de alguna Scarabeo, o en el bolsillo interior de una Henry Lloyd demasiado fácil de limpiar durante el recreo.
Esculturales y sonrientes, siempre con ganas de bromear, las manos robustas con alguna que otra marca, recuerdo de alguna pelea. John Milius habría perdido la cabeza por ellos. Las muchachas, más silenciosas, sonríen; casi todas se han escapado de casa, inventando una noche tranquila en casa de una amiga que, en cambio, está sentada a su lado, hija de la misma mentira.
Marley, una muchacha con las mallas azules y la camiseta del mismo color con pequeños corazones celestes, hace gala de una espléndida sonrisa.
—Ayer me divertí un montón con Jake. Celebramos que hace seis meses que estamos juntos.
Seis meses, piensa Elaine. A mí me bastaría uno…
Elaine suspira, luego vuelve a encandilarse con las palabras de su amiga.
—Fuimos a comer una pizza a Baffetto.
—Vaya, yo también fui.
—¿A qué hora?
—Mmm… a eso de las once.
Odia a su amiga que interrumpe el relato. Siempre hay alguien o algo que interfiere en los sueños de uno.
—Ah, no, a esa hora nos habíamos marchado ya.
—Pero bueno, ¿queréis escucharme?
Un único «sí» sale de aquellas bocas de gustos particulares a brillo de labios a la fruta o a pintalabios robados a dependientes distraídos o en los baños maternos, mejor surtidos, si cabe, que tantas pequeñas perfumerías.
—Llegado un momento, se acerca el camarero y me trae un ramo de rosas rojas enorme. Jake sonríe, mientras todas las chicas que están en la pizzería me miran conmovidas y también con algo de envidia.
Casi se arrepiente de la frase, al notar a su alrededor las mismas miradas.
—No por Jake… ¡Por las rosas!
Una risita tonta vuelve a unirlas.
—Luego me besó en la boca, me cogió la mano y metió en ella esto.
Enseña a las amigas un fino anillo con una pequeña piedra celeste, con reflejos casi tan alegres como los de sus ojos enamorados. Palabras de estupor y un «¡Precioso!» acogen aquel sencillo anillo.
—Después nos fuimos a mi casa y estuvimos juntos. Mis padres no estaban, fue estupendo. Puso el CD de Cremonini, me vuelve loca. Luego nos tumbamos en la terraza bajo un edredón para contemplar las estrellas.
—¿Había muchas? —Elaine es, sin lugar a dudas, la más romántica del grupo.
—¡Muchísimas!
Un poco más allá, una versión diferente.
—Eh, ayer por la noche no contestabas, ¿se puede saber que hiciste?…
—Nada. Fui a comer a Baffetto con Marley y luego, visto que no estaban sus padres, fuimos a su casa y lo hicimos. Lo de siempre, nada especial… ¿Habéis visto cómo han reestructurado el Panda?
Jake trata de cambiar de tema. Pero Mike no abandona su presa.
—Cada tres o cuatro años reestructuran todos los locales… ¿Por qué no nos llamasteis?
—No pensábamos salir, lo hicimos así, de repente.
—Qué raro, tú nunca haces nada de repente.
El tono no promete nada bueno. Los demás se dan cuenta. Quinn y Joe dejan de jugar al fútbol con una lata abollada. Se acercan sonrientes. Blaine da una calada más larga a su cigarrillo y hace la acostumbrada mueca.
—Tenéis que saber, muchachos, que ayer hizo seis meses que Marley y Jake están juntos y que él quiso salir a celebrarlo solo.
—No es verdad.
—¿Cómo que no? Te vieron comiendo una pizza. ¿Es verdad que quieres trabajar por tu cuenta?
—Sí, dicen que quieres abrir una floristería.
—¡Guau! —Todos empiezan a darle palmaditas y golpes en la espalda mientras Mike lo coge con el brazo alrededor del cuello y con el puño cerrado le frota con fuerza la cabeza.
—Qué tierno…
—¡Ay! Dejadme…
El resto se le tira encima, riendo como locos, hasta casi ahogarlo con sus músculos anabolizados. Azimio, a continuación, mostrando los dos gruesos dientes delanteros que le han regalado aquel apodo, grita sin desmentirse:
—Cojamos a Marley.
Las All Star celestes, con la pequeña estrella roja que centra el círculo de goma sobre el tobillo, bajan de la Vespa y tocan ágilmente el suelo. Marley apenas tiene tiempo de dar dos pasos apresurados antes de que el Puck la levante. Su pelo castaño hace un extraño contraste con el ojo oscuro del Puck, con su ceja malamente cosida, con aquella nariz aplastada y blanda, privada del frágil hueso por un buen directo, unos meses antes, en el bar de Fiermonti.
—Déjame, venga, para ya.
Blaine, Joe y Azimio los rodean de inmediato y fingen ayudarlo a tirar al aire aquellos cincuenta y cinco kilos bien distribuidos, procurando meter las manos en el sitio justo.
—Parad ya, venga.
El resto de las muchachas se acercan también a ellos.
—Dejadla en paz.
—Se han portado como unos infames, en lugar de celebrarlo con todo el grupo. Bueno, pues ahora lo celebraremos nosotros a nuestro modo.
Vuelven a lanzar a Marley por los aires, riendo y bromeando.
Jake, a pesar de ser algo más menudo que los demás y regalar rosas, se abre paso a empujones. Agarra a Marley por la mano, justo en el momento en el que esta vuelve a bajar, y la pone a sus espaldas.
—Ahora basta, dejadlo ya.
—¿Por qué motivo?
El Puck sonríe y se planta delante de él con las piernas abiertas. Los vaqueros, ligeramente más claros, se tensan sobre sus cuádriceps abultados. Marley, apoyada sobre el hombro de Jake, asoma solo la mitad. Si hasta entonces ha contenido las lágrimas, ahora contiene también el aliento.
—¿Si no qué haces?
Jake mira al Puck a los ojos.
—Vete, qué cojones quieres, siempre tienes que hacer el gilipollas.
La sonrisa se desvanece de los labios del Puck.
—¿Qué has dicho?
La rabia le hace mover los pectorales. Jake aprieta los puños. Un dedo, escondido entre el resto, cruje con un ruido sordo. Marley entorna los ojos. Quinn permanece con el cigarrillo colgando en la boca abierta. Silencio. Repentinamente, un rugido rompe el aire. La moto de Santana llega en medio de un gran estruendo. Se ladea al fondo de la curva y hace veloz el caballito, frenando poco después en medio del grupo.
—¿Qué hacéis?
Marley finalmente suspira. El Puck mira a Jake.
Una leve sonrisa deja para otro momento la cuestión.
—Nada, San, se habla demasiado y no se hace nunca un poco de movimiento.
—¿Tienes ganas de desentumecerte un poco?
El soporte de la moto salta como una navaja y se planta en el suelo. Santana baja y se quita la cazadora.
—Se aceptan competidores.
Pasa junto a Blaine y, abrazándolo, le quita de la mano la Heineken que acaba de abrir.
—Hola, Blaine'.
—Hola.
Blaine sonríe, feliz de ser su amiga, un poco menos por haber perdido la cerveza.
Cuando la cara de Santana vuelve a bajar después de haber dado un largo trago, sus ojos se encuentran con los de Elaine.
—Hola.
Los labios carnosos de ella, ligeramente rosados y pálidos, se mueven imperceptiblemente al pronunciar aquel saludo en voz baja. Los diminutos dientes
blancos, regulares, se iluminan al mismo tiempo que sus preciosos ojos azules tratan de transmitir todo su amor, inútilmente. Es demasiado. Santana se acerca a ella, mirándola a los ojos. Elaine mantiene la mirada, incapaz de bajarla, de moverse, de hacer algo, de detener aquel pequeño corazón que, como loco, toca un «solo» al estilo Clapton.
—Sostén esto.
Se quita el Rolex con la correa de acero y lo deja en sus manos. Elaine la mira alejarse, luego aprieta el reloj, acercándoselo al oído. Siente aquel ligero zumbido, el mismo que escuchó hace algunos días bajo su almohada, mientras Santana dormía y ella pasó algunos minutos contemplándola en silencio. En aquel momento, en cambio, el tiempo parecía haberse detenido.
Santana trepa ágilmente hasta llegar a la marquesina que hay sobre Lazzareschi, saltando la verja del cine Odeon.
—Entonces, ¿quién viene? ¿Qué pasa, hay que invitaros por escrito?
El Puck, Joe, Zizes y Quinn no se hacen de rogar. Uno tras otro, como monos con cazadoras en lugar de pelo, trepan con facilidad por la verja. Llegan a la marquesina; el último es Blaine, doblado ya en dos para recuperar el aliento.
—Yo ya estoy muerto, hago de árbitro. —Y da un sorbo a la Heineken que, milagrosamente, ha conseguido no volcar durante la agotadora ascensión: para los demás un juego de niños, para él una hazaña a lo Messner.
Las siluetas se recortan en la penumbra de la noche.
—¿Listos? —Blaine grita alzando rápidamente la mano. Una salpicadura de cerveza alcanza algo más abajo a Sugar, una guapa morena con cola de caballo que sale desde hace poco con Rory, un tipo bajo hijo de un rico corbatero.
—¡Coño! —se le escapa, en gracioso contraste con su refinada cara—. Ten cuidado, ¿no?
Los demás se ríen, secándose las gotas que les han alcanzado.
Una vez reunidos casi todos, una decena de cuerpos musculosos y entrenados se preparan sobre la marquesina. Las manos delante en paralelo, las caras tensas, los pechos hinchados.
—¡Venga! ¡Uno! —grita Blaine y todos los brazos se doblan sin esfuerzo. Silenciosos y todavía frescos, alcanzan el mármol frío, y se alzan de nuevo sin perder tiempo—. ¡Dos! —De nuevo abajo, más rápidos y decididos—. ¡Tres! —Siguen, igual que antes, con más fuerza que antes—. ¡Cuatro! —Sus caras, muecas casi surreales, sus narices, con pequeñas arrugas, bajan a la vez. Rápidas, con facilidad, rozan el suelo y luego vuelven a subir—. ¡Cinco! —grita Blaine dando un último sorbo a la lata y lanzándola al aire—. ¡Seis! —La golpea con una patada precisa—. ¡Siete! —La lata vuela por los aires. Luego, como una lenta paloma torcaz, golpea de lleno la Vespa de Sugar.
—Coño, eres realmente un gilipollas, yo me voy. —Las amigas se echan a reír.
Rory, su novio, deja de hacer flexiones y baja de un salto de la marquesina.
—No, Sugar, venga, no te pongas así.
La rodea con sus brazos y trata de detenerla, consiguiéndolo con un tórrido beso que interrumpe sus palabras.
—Está bien, pero dile algo a ese.
—¡Ocho! —Blaine baila sobre la marquesina moviendo alegremente las manos.
—Chicos, ya hay uno que con la excusa de que su mujer se ha cabreado ha abandonado. Pero la competición continúa.
—¡Nueve! —Todos se ríen y, ligeramente más acalorados, bajan.
Rory mira a Sugar.
—¿Qué puedes decirle a uno así? —Le toma la cara entre las manos—. Perdónalo, cariño, no sabe lo que hace —dice, haciendo gala de unos discretos conocimientos en materia de religión pero de una pésima práctica ya que, a continuación, empieza a morrearse con ella delante de las otras chicas.
La voz gruesa del Puck con aquel acento particular de su pueblo que, junto a la piel olivácea, le ha valido también el apodo, retumba en la plaza.
—Vamos, Blaine, aumenta algo el ritmo que si no me duermo.
—¡Diez!
Santana desciende con facilidad. La corta camiseta azul claro deja al descubierto sus brazos. Los músculos están hinchados. En las venas el corazón late potente, aunque todavía lento y tranquilo. No como entonces. Aquel día su joven corazón había empezado a latir velozmente, como enloquecido...
iPaaiix* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 25/05/2013
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Apenas lo empece a leer y me gusto mucho. ;)
Actualiza pronto. ;)
Actualiza pronto. ;)
Invitado- Invitado
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Juj olaa Me llamo andreaa Jujujujuju yo amo tres metros sobre el cielo y tu adaptacion me enloquese wuau esta muy biern e interesante ejjejejej waaaaa solo espero k el final no sea iguall ...!!!
Waaa muy xvr
Waa Espero tu Acthualizacion...!!
Waaa muy xvr
Waa Espero tu Acthualizacion...!!
Monster* - Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 01/05/2013
Edad : 25
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
WOW!!!!
ESTE FIC ES LO MAS NO LEI EL LIBRO, PERO ME GUSTA COMO LO VAS DESARROLLANDO EN MIS BRITTANA.....YA SOY TU NUEVA LECTORA!!!
ASI QUE ANDARE POR ACA ESPERANDO TU ACTU!!!
SALUDOS, NATY.
ESTE FIC ES LO MAS NO LEI EL LIBRO, PERO ME GUSTA COMO LO VAS DESARROLLANDO EN MIS BRITTANA.....YA SOY TU NUEVA LECTORA!!!
ASI QUE ANDARE POR ACA ESPERANDO TU ACTU!!!
SALUDOS, NATY.
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
:o Waa k fue ya no vas a actualizarr :(
me enkantaa este Ficc plis Actualisa..!1
me enkantaa este Ficc plis Actualisa..!1
Monster* - Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 01/05/2013
Edad : 25
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
Esperamos tu respuesta
Moderadoras Zona Fan fics
Moderadoras Zona Fan fics
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
Re: Fic Brittana: "Tre metri sopra il cielo" - 2 y 3
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
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