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When The Clock Hits Zero
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Gabriela Cruz
Nightbird
6 participantes
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When The Clock Hits Zero
When The Clock Hits Zero
Muchos deben morir para que otros sean inmortales...
Título: When The Clock Hits Zero
Autor: A Dalton's Warbler
Fandom: Glee
Pairing: Blackbird y Nightbird (as Kurt y Blaine).
Resumen: El año es 2189, los seres humanos han sido modificados genéticamente para dejar de envejecer a los 25. A partir de entonces, un reloj controla sus vidas. Tienen la cuenta atrás grabado en su brazo. El tiempo es ahora la moneda. Comienzan con un año y menos que consigan más tiempo, morirán. Básicamente, los ricos pueden vivir para siempre, y los pobres mueren. Kurt Hummel vive en Dayton, la más pobre de las zonas pobres. Cuando un hombre rico le regala un siglo de vida y le hace una última petición antes de morir, Kurt huye en una misión para encontrarse a sí mismo e intentar salvar a su región de la muerte segura.
Advertencias: Muerte de personajes.
Autor: A Dalton's Warbler
Fandom: Glee
Pairing: Blackbird y Nightbird (as Kurt y Blaine).
Resumen: El año es 2189, los seres humanos han sido modificados genéticamente para dejar de envejecer a los 25. A partir de entonces, un reloj controla sus vidas. Tienen la cuenta atrás grabado en su brazo. El tiempo es ahora la moneda. Comienzan con un año y menos que consigan más tiempo, morirán. Básicamente, los ricos pueden vivir para siempre, y los pobres mueren. Kurt Hummel vive en Dayton, la más pobre de las zonas pobres. Cuando un hombre rico le regala un siglo de vida y le hace una última petición antes de morir, Kurt huye en una misión para encontrarse a sí mismo e intentar salvar a su región de la muerte segura.
Advertencias: Muerte de personajes.
▉ Prólogo ▉
No tenemos tiempo.
No tenemos tiempo para preguntarnos cómo sucedió. Las interrogantes solo dejan más dudas y horas de vida perdidas en nada.
Las cosas son como son, así nada más.
La situación es simple: los humanos estamos genéticamente diseñados para dejar de envejecer a los veinticinco años. Ese día despiertas y te ves al espejo, sabiendo que así serás físicamente por el resto de tu vida. No existen las arrugas, ni los huesos débiles. Si ves a una persona en la calle, no podrías saber si acaba de cumplir veinticinco o ya tiene cincuenta años.
Se escucha bien, ser joven para siempre. El humano al fin ha encontrado la verdadera "fuente de la juventud". Pero, como en cada caso, hay un pequeño problema: solo vivimos un año más. Cada persona nace con un reloj en el brazo izquierdo con un año en él. Cuando cumples veinticinco se activa y, si llega a cero, mueres.
A no ser que consigas más tiempo.
Ahora el tiempo se ha convertido en la moneda. Tres minutos por un café, dos días para la renta y cinco horas para una botella de champaña.
Ganamos tiempo trabajando y lo gastamos pagando las cosas o viviendo.
Los ricos pueden vivir para siempre, viven con décadas en el brazo y siglos en el banco. No corren, duermen todo el día y ni siquiera se preocupan por mirar su reloj. Viven lento, con tranquilidad porque saben que tienen siglos para gastar.
¿El resto de nosotros?
No podemos darnos el lujo de dormir hasta las diez de la mañana, no podemos caminar lento, no podemos siquiera detenernos un minuto a observar el cielo. Nosotros vivimos al día, trabajamos para que nos paguen lo que perdimos realizando nuestra labor.
Y esa paga hay que dividirla entre comida, renta, ropa y medicinas.
Un día en tiempo no da para nada, razón por la cual los relojes en los brazos de las personas llegan a cero con más rapidez. La vida es cara, la muerte rápida. Un ataque cardíaco, caes al suelo y los demás no te miran, no te recogen porque, ¿quién gastaría quince minutos de su vida para recoger a un muerto?
Nos llaman “el gueto”, el lugar en donde te asesinan por tres días y nadie tiene tiempo para hacer algo que no sea trabajar.
Vivimos en los años en los que los ricos sueñan con lo que quieran y nosotros solo soñamos con despertar con más tiempo en el brazo que horas en el día.
Notas finales: Este fic, con mucho trabajo por mi parte y un poco de apoyo por la suya, será bastante largo. Hasta ahora ando pensando en unos cuarenta capítulos. No puedo prometer un final feliz, quizá uno agridulce... De todas formas, el primer capítulo está casi listo así que, si les agrada la idea, lo tendrán aquí pronto. Espero ir actualizando cada semana, ¡y que me digan qué piensan!
Nightbird** - Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 13/09/2011
Edad : 29
Re: When The Clock Hits Zero
Se ve interesante, espero pronto el primer capítulo.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: When The Clock Hits Zero
me gusto espero el primer capitulo
Jess Anderson Criss*** - Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 02/04/2013
Edad : 27
Re: When The Clock Hits Zero
Wow, me gusta... se ve muy interesante.
Lía Colfer ☆******* - Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 01/06/2013
Edad : 26
Re: When The Clock Hits Zero
When The Clock Hits Zero
Muchos deben morir para que otros sean inmortales...
▉ Capítulo Uno ▉
El tictac del reloj en su brazo le despertó de su sueño y la luz verde que emiten los dígitos en él iluminó la habitación, haciendo imposible que pudiese intentar dormir de nuevo. No tenía los más mínimos deseos de levantarse, pero eso poco importaba ya que tenía que hacerlo.
Esa era la constante en Dayton, el gueto, las personas no hacen las cosas porque quieren sino porque deben o porque morirán si no lo hacen. La vida de cada persona de esa Zona Horaria es una constante carrera en contra del reloj.
El que duerme de más, no corre lo suficientemente rápido o no sabe cómo ahorrar tiempo… Bueno, hay una razón por la que los cadáveres en el suelo van en aumento.
Él en especial tenía tan solo ocho horas en su reloj de vida esa mañana. Pasó las pasadas dos horas durmiendo porque quizá no pueden dormir las ocho horas completas, pero no dormir nada en días solo hace que muchos terminen muertos por accidentes en los trabajos. Sin importar el número que tengan en el brazo.
Su nombre es Kurt Hummel, de veintisiete años de edad y ocho horas antes de que tuviese catorce ceros en el brazo y todo se acabara. Así despierta todos los días, en una carrera. Podría recitar sus días como si fueran un poema, porque todos son iguales. Quizá un suceso memorable cada cinco días, pero nada más.
Si le preguntaras cómo es su día, te diría que se acuesta a dormir a las cuatro en punto de la mañana con diez horas en su reloj, ni un minuto más ni uno menos. Comentaría que tarda unos cinco minutos en dormirse y se levanta una hora y cincuenta y cinco minutos después. A las seis y cinco de la mañana debe entrar a su primera ronda de trabajo en la fábrica de cápsulas de tiempo.
Le gustaría adornar su rutina mañanera y decir que se viste de sus mejores galas y tarda unos buenos minutos arreglando su cabello, pero la verdad es que dejó de poder darse el lujo dos años atrás. Vestir lo primero que encuentra y ponerse una gorra es más acertado.
(Cuando lo piensa un poco, se parece tanto a su padre que empieza a tener escalofríos de tan solo imaginarlo).
Su primer trabajo es en una fábrica que hace cápsulas de tiempo, unas cajas pequeñas en las que puedes almacenar minutos u horas. Normalmente las envían al banco o a New Greenwich, la zona horaria más rica del mundo. Kurt jamás ha usado una, ¿para qué intentar almacenar tiempo que no tienes?
(Además, en el Gueto te robarían la cápsula aunque solo tuviese cinco minutos.
Su tiempo está más seguro en su brazo).
Es un trabajo rutinario, colocar una placa metálica en una máquina, bajar una palanca para que la placa tome la forma correcta, colocar un chip adentro, darle forma a otra placa y sellarla en otra máquina. Todas las cápsulas van a caja que las cuenta y las envía a la Central cada vez que hace veinte de ellas.
(Hay veces en las que Kurt se pregunta cuánto le darían en la casa de empeño si robara unas cuantas.
Luego recuerda que reducirían su paga si baja la cantidad de cápsulas que produce y la idea deja de ser una opción).
Sale de su ronda a las diez de la mañana con cuatro horas en el reloj y hace la fila para cobrar sus doce horas. Se asegura de ser el primero en la fila siempre, es el más rápido de todos los que trabajan en su planta así que no es complicado.
Necesita ser el primero porque minutos gastados en la fila son minutos que pudo haber utilizado en alguna otra cosa.
Inmediatamente después de que sale de su primer turno pasa diez minutos en el mercado comprando la comida del día. Cada cual compra una parte, su padre compra las carnes y los granos porque siempre ha sido lo más caro y su trabajo como mecánico tiene la mejor paga de la casa. Kurt se encarga de los vegetales y el desayuno, gasta tres horas diarias en ello.
Siempre que pasa por los estantes de los dulces, las bebidas o las frutas tarda aproximadamente treinta segundos en salir del “si pudiese comprarlos” y seguir caminando. Tienen agua en el grifo de la casa, los dulces dejaron de ser una opción hace años y las frutas… bueno, son un lujo que solo los más ricos de los pobres pueden permitirse.
Es entonces cuando Kurt recuerda los tiempos pasados. Cuando su madre estaba viva y trabajaba en el banco. Cobraba bien, cobraba muy bien. Recuerda que siempre le llevaba chocolate y galletas a Kurt.
Su secreto, decía.
Su padre siempre ha sido extremadamente cuidadoso con eso de gastar tiempo porque sí, Kurt heredó eso. Gastar en galletas y chocolates no estaba entre sus planes, por más que a veces quisiera darle el gusto a su hijo.
Su madre las traía en una bolsa escondida y se las daba a Kurt cuando estaban solos. Y si Burt las veía por accidente… Kurt siempre recordaba que miraba a su madre un momento para luego sonreír al ver a su hijo comer los dulces.
Kurt sabía bien que Burt solo intentaba evitar que a alguno de ellos se les acabara el tiempo, decía que debían ser cuidadosos, que la vida era una contante lucha contra el tiempo. También sabía que su madre solo intentaba tranquilizarlos a los dos, mostrarles que la vida es más que solo una carrera contra el reloj.
A veces se pregunta si el hecho de que su madre haya muerto a manos de los ladrones del gueto significa que su padre tenía la razón o que su madre no se había equivocado.
No desperdiciar el tiempo que ganaba en chocolates no le ayudó a no morir, al fin y al cabo.
Kurt no ha probado una galleta desde entonces. A veces se pregunta si el sabor que recuerda de hace diecinueve años es el mismo o ha cambiado. Intenta no pensar mucho en eso, después de todo, no puede permitirse descubrirlo.
Todavía recuerda el sabor del sumo y las manzanas. Unos meses después de que cumpliera veinticinco su padre volvió a casarse con Carole Hudson. Eran cuatro en la casa, entonces. Años buenos, recuerda. Su padre recién había empezado a trabajar en el taller, Carole era una enfermera, Finn trabajaba en una cafetería y él trabajaba en una tienda de música.
Dos años después los Minuteros atacaron a Carole después de ver los tres días que tenía en el brazo.
Kurt aun lo recuerda, fue como volver a vivir el día en el que su padre llegó a la casa para decirle que su madre había muerto. Solo que esta vez fue Finn el que trajo la noticia.
Vio a Finn romperse día tras día. No dejaba de distraerse, faltar al trabajo y preguntar una y otra vez porqué había personas así en este mundo. Kurt se aseguró de que comiera, se duchara y su brazo tuviese tiempo por tres meses.
Lo despidieron de su trabajo luego de que tuviese que faltar tres días porque Finn no quería levantarse. Despidieron a Finn también, por supuesto.
Y en el gueto, el que no trabaja o roba no vive.
Finn murió tres meses y dos semanas después de su madre. Fue la primera vez que Kurt vio a alguien que quería morir, que no tenía ánimos de pelear más, de seguir corriendo.
A veces se pregunta si sería mejor morir también. Después de todo, ¿cuál es el punto de pelear tanto si no puedes disfrutar tu vida?
Pero no se convence de la idea. Su padre no podría sobrevivir solo y su padre quiere vivir así que Kurt también.
Quizá por eso Finn dejó de pelear. Quizá por eso su padre se perdió luego de la muerte de su madre y de Carole.
Quizá tener a alguien que quiera vivir y que te necesite para ello es lo que se necesita en el gueto para no morir.
Quizá, quizá.
A veces se pregunta muchas cosas, pero no pierde el tiempo buscando respuestas que no encontrará.
A veces le da las tres horas a su padre por la mañana para que él haga la compra completa. Pasar diez minutos en el mercado le trae demasiados recuerdos.
Recordar a los muertos no es malo, piensa. Perder la vida pensando en muertos lo es.
Lleva la comida a la casa, de vez en cuando encuentra a su padre y habla un poco con él mientras come unas tostadas y otras veces solo come las tostadas.
A las once entra a su segundo turno con doce horas en el brazo. Son dos horas de hacer más cápsulas de tiempo, de colocar placas, darle forma, insertar chips y cerrar cajas. A veces llega un chico nuevo al trabajo y le piden que le enseñe a manejar las máquinas, le pagan una hora más si esto sucede.
(Kurt ruega que suceda cada vez que llega a su turno. Una hora más es una hora más).
Sale a la una de la tarde en punto con una paga de cuatro horas. Siempre llega primero a la fila. Noah siempre lo ha dicho cada vez que pierde la apuesta de ganarle el lugar, “eres el condenado más rápido del gueto, Hummel”. Kurt sonríe, porque tener un buen trabajo, saber robar y ser rápido son las variables que evitan que mueras en Dayton.
Ha aprendido eso con el tiempo.
A la una y treinta ya tiene solo cinco horas por la renta que hay que pagar diariamente. Una nueva ley. Las casas son caras, dicen. Vivir bajo un puente sería mejor, pero sabe que necesita alejar a su padre de los ladrones así que paga la renta.
Siempre que lo hace se pregunta si en New Greenwich pagan la renta a diario o si alguno muere porque aumentan el precio cada tres días. Seguramente no.
A las dos de la tarde entra a su tercer trabajo. Es en la misma fábrica, pero al menos solo tiene que revisar los lotes de cápsulas de tiempo, no hacerlas. Agradece el cambio, juraría que habría enloquecido si tuviese que darle forma a placas e insertar chips por cuatro horas más. El trabajo es sencillo, se sienta en una silla incómoda y revisa cada cápsula que llega a él cada treinta minutos en canastas de veinte. Hay tres agujeros sobre el lugar en donde llegan las canastas, el primero es para las cápsulas que funcionan, el segundo es para las que tienen mal insertadas el chip y la tercera es para las que están mal cerradas.
Kurt juraría que puede dar cátedra de cómo son las cápsulas de tiempo a cualquiera, pero en Dayton a nadie le importan las cápsulas, solo el tiempo que hay en ellas.
Sale a las seis de ese turno con una hora en el brazo para cobrar diez horas. Luego va con Noah y Mike al bar porque, ¿por qué no?
Dios o lo que sea que maneje el mundo sabe que necesita relajarse luego de sus turnos en la fábrica a la que le estallaría en pedazos si no fuera porque no tendría otro lugar en donde trabajar.
Pasa cinco horas en el bar, gasta una hora en cervezas porque, de nuevo, ¿por qué no? Juega póker y gana diez horas en un día normal o veinte en uno memorable. Kurt Hummel nunca pierde en el póker, todos lo saben, pero aun así apuestan contra él.
Ego, orgullo, ganas de llevarle la contraria. Kurt no sabe por qué lo hacen, solo sabe que lo hacen y que gana mucho tiempo por ello.
Regresa a su casa con quince horas en un brazo y dos cervezas en el otro. Nunca llega a su casa sobrio, lo sabe. Lo hace a propósito. A veces su padre bebe una de las cervezas con él, normalmente cuando ha tenido un día terrible en el trabajo. Hablan tonterías por cinco horas esos días. Hablan de ir a New Greenwich, de tener años en el brazo y siglos en el banco, hablan de no tener que correr y de poder dejar de mirar constantemente el reloj.
Hablan de tonterías. Hablan de sueños que suenan a más a delirios de personas borrachas.
Las otras veces termina bebiendo ambas cervezas él solo luego que recibir la lectura del día de “Kurt, deberías dejar de beber tanto. No te hace bien”. No es idiota, sabe que no le hace bien. Sabe que hay más maneras de morir que solo perder el tiempo.
Intoxicación, los riñones, el corazón, un Minutero.
Lo sabe, pero no encuentra la manera de dejar de hacerlo porque, entonces, ¿qué se supone que haría esas diez horas antes de ir a dormir? ¿Hacerse más preguntas? ¿Obsesionarse con el poco tiempo que tiene?
Kurt no vive porque quiere vivir o porque quiera hacer algo con su vida, vive porque su padre lo necesita vivo. Vive porque su padre, aunque haya vivido más de sesenta años en Dayton, sigue pensando que tal vez, algún día, vivirán tan bien como los que viven en New Greenwich.
No beber sería recordar los catorce ceros en el brazo de su madre hace diecinueve años. Sería recordar cómo hablaba de disfrutar la vida y ser feliz, de hacer algo y ser alguien.
Sería darse cuenta de que no tiene forma de disfrutar su vida, ser feliz, de hacer algo o ser alguien.
No beber sería recordar las galletas, los chocolates y las promesas de una vida mejor lejos de Dayton. Sería recordar que en cualquier momento él o su padre pueden morir tan rápido como su madre.
No beber sería recordar a Carole cuando aún estaba viva, es recordar cómo vivía entonces, cómo comenzaba a sonreír de nuevo y pensar que sí, quizá podía ser feliz.
Sería recordar a Finn consumirse, sería escucharlo preguntarle una y otra vez porqué el mundo era de esa forma.
No beber sería recordar que no quiere vivir en un mundo así si no tiene manera de cambiar algo de él.
Sería romperse entre preguntas, miedos y recuerdos.
Sería morir igual que Finn.
Así que, esos días en los que su padre le pide que deje de beber, Kurt se esconde en su habitación, se bebe las dos cervezas que trajo consigo y se duerme a las cuatro de la mañana con diez horas en el reloj.
Se despierta a las seis en punto y sale a trabajar de nuevo. A ganar tiempo. No para él, para su padre.
Finn fue la primera persona en la vida de Kurt que quiso morir.
Kurt es el primero en su propia vida que no encuentra una razón para hacerlo aparte de mantener con vida a otra persona.
A veces se pregunta si es mejor así, no tener ilusiones, sueños o metas. Su madre las tenía, Carole las tenía, Finn las tenía y no les ayudó en nada.
A veces se pregunta muchas cosas de las que jamás encontrará respuesta.
Pero escucha el tictac de su reloj y deja de pensar en ello.
Una vez su madre le dijo que no le temía a al ruido que producían sus relojes. Ruido significa vida, decía. No es al ruido a lo que debemos temerle, insistía.
Es al silencio.
Kurt le teme al silencio de su reloj, por las razones equivocadas, pero le teme.
Duerme, despierta, trabaja y se asegura de que su padre viva mientras teme a que su reloj llegue a cero. Duerme, despierta, trabaja y se asegura de que su padre viva mientras se pregunta su alguna vez encontrará una razón acertada por la que temerle al silencio de su reloj.
Quizá, quizá.
No tiene tiempo para pensar mucho en ello.
Notas finales: Seeh, ¿por un momento pensaron que este fic sería alegre? XD Esto es angst sobre angst, señores. Y sí, Kurt es alcohólico porque, en serio, el mundo en el que vive es insano. Por cierto, le regalo algo al que adivine qué figura pinta Blaine en esta historia. ;) Y... eso es todo. El segundo capítulo está en mi cabeza así que denme un poco de tiempo para escribirlo. Creo que en unos días andará por aquí.
Gabriela Cruz escribió:Se ve interesante, espero pronto el primer capítulo.
Jess Anderson escribió:me gusto espero el primer capitulo
Lía Colfer escribió:Wow, me gusta... se ve muy interesante.
Well, espero que les haya gustado y que... ¿me digan qué piensan en sí de la historia? Creo que la mitad de las razones por las que dejo de escribir una historia es porque siento que no tiene sentido XDD So, that. Enjoy? ¿Se puede decir eso de una historia llena de angst? Anyways, thank you!
Nightbird** - Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 13/09/2011
Edad : 29
Re: When The Clock Hits Zero
Me encanta la historia. Actualiza pronto :)
Aloklainer* - Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 06/12/2012
Edad : 27
Re: When The Clock Hits Zero
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
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