Tercera Batalla: Blaine & Rachel {#03}

Our quarterback

Han perdido el amanecer de un nuevo día, el día más largo de su vida.
Han ganado una estrella en el cielo, la estrella que los seguirá y acurrucara cada una de las noches de su existencia.

Que palabras serán suficientes para expresar ese sentimiento que aparece de golpe, le aparece de golpe al recordar que todo llego a su fin.

Habían tantas cosas que le quería decir, miles de cosas que tenía en su pecho asfixiándola. 

Rachel sabia que por más de lamentarse ellos tenían ese tácito pero vivaz entendimiento. Lo único que podía hacer era reconfortarse en todo lo que se expresaban el uno al otro con una 
simple mirada.

Al recordar su mirada simplemente unas lagrimas cayeron por sus mejillas, era algo que pasaba tan a menudo que ya ni se percataba de ello.

Mientras aminoraba su paso inconscientemente decidida a sonreír, sonreírle al cielo y demostrar, a demostrarle,  que el amor es algo que nunca muere. Que es algo que sobrepasa los límites.

Esa tarde sería su último día en Lima y estaba segura de que no regresaría en un buen tiempo. Necesitaba pensar en un lugar donde los recuerdos fueran algo transitorio y Nueva York sería perfecto.

Un leve olor a lilas la invadió haciendo que cada paso se sintiera un paso hacia el paraíso, un paso más cerca a su lado.

Cada vez que se perdía en sus pensamientos su propia conciencia la hacía regresar, caer hacia ese amanecer solitario que tendría que aprender a sobrellevar.

Mientras se acercaba más y mas pudo distinguir una silueta parada con las manos en los bolsillos de su pantalón caqui.

No quería tener que hablar con alguien, tener que explicar algo que ella mismo no llegaba a entender. Algo que no quería llegar a entender. Algo que se negada a entender. Simplemente algo que la hacía enloquecer en un sinfín de contrastes.

Cuando tuvo tiempo de reaccionar ya estaba parada a su costado, contemplando lo mismo con una expresión similar en sus rostro.

Uno sabe que la muerte es parte de la vida, es algo inevitable. Sin embargo  cuando llega y no estás preparado puede ser algo peor pero eso conlleva a la pregunta más importante ¿Alguna vez alguien está verdaderamente preparado para algo así?

-Rachel – la saludo el chico sin moverse, esperando algo que lo invite.

-Hola Blaine, no esperaba encontrarte aquí – le contesto notando como un pequeño sollozo se escapo al final y trato de disimularlo con un suspiro.

Al instante él la rodeo con un brazo de una manera protectora.
Un pequeño silencio los apodero mientras Rachel podía sentir como el también lloraba de una manera más tranquila. 

Tranquila por lo suave que era, no por la forma en que la sentía porque Rachel podía ver en sus ojos la tristeza reflejada.

-¿Sabes? – Logro hablar Rachel – Me alegra haberte encontrado aquí – se sincero acomodando su cabeza en su hombro sintiendo lo bien que era la compañía. 

Algo que la ayudara a simplemente bajar la guardia y darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.

-Igual a mí, no hemos hablado desde hace mucho – comento sin pensar – Cuando llegaste al salón del coro y cantaste me sentía  …..Devastado la verdad pero inexplicablemente feliz por oírte cantar de nuevo, gracias por eso.

De nuevo el silencio. No sabían si hablar de ello o no.

Blaine no sabía que decir porque no lo había pensado con detenimiento, aun recordaba cuando le dieron la noticia y un nudo se le formaba en el pecho causando que lagrimas de frustración, pena, impotencia cayeran y cayeran.

-¿Blaine? – lo llamo Rachel secando sus mejillas.

-El y yo nunca fuimos los mejores amigos – soltó de pronto – Pero yo lo quería muchísimo, era como un ejemplo para mí. Una inspiración y alguien con quien contar, se que él no lo veía así pero es la verdad – dijo rápido y abrazándose mas al pequeño cuerpo de Rachel.

No sabía si le incomodaba o no las palabras que acaba de oír pero era lindo saber que todos lo querían, que todos habían tenido la oportunidad de conocer lo mejor de Finn.

Se separaron lentamente mientras la morocha se agachaba y dejaba el ramo de hortensias junto a las lilas recién añadidas por Blaine.

-El es alguien a quien siempre extrañare, siempre lo tuve y lo tendré presente – comento acariciando las letras doradas de su nombre.

-Se a lo que te refieres, nadie jamás podrá olvidarlo.

-Pero está el lado malo – dijo endureciendo la voz – Mientras mi tristeza crece o se disipa lo siento más lejano, tengo miedo , miedo de algún día en mi vida no recordarlo.

-Eso no será posible Rach – la trato de de relajar – El ya está en tu corazón – la siguió consolando mientras se ponía a su altura.

Rachel acariciaba el collar sobre su pecho implorando tantas cosas que no sabía si se cumplirán pero sobre todo recordándolo a él.

Solo le quedaban su recuerdos, iba a disfrutar de ellos uno y otra vez a lo largo de su vida.

-Gracias….. gracias por tratar de ayudar – le sonreía a duras penas dándole un beso en su mejilla antes de ponerse de pie.

-Por nada… - comento recuperando la compostura.

La miro y supo que ya no intercambiarían palabras de nuevo, ella ya se había sumergido en sus pensamientos mientras veía como su rostro pasaba por diferentes expresiones.

-Creo que lo mejor será que te deje sola – se despidió besando su cabeza tomándola con una mano y con mucho cariño – Recuerda lo que te dije ¿De acuerdo? – le pidió recibiendo un asentimiento de cabeza.

Se fue de ahí, camino por lo largo del cementerio sintiendo un escalofrió cruzar su espalda por lo poco que podía expresar.

Tenía tanto en su interior que solo aflora en lágrimas y silencio. Quizás era lo mejor, era su forma de demostrarle su respeto y cariño. Quizás si no pensaba en ello algún día se olvidaría de todo, en especial del dolor.

-Yo tampoco lo quiero olvidar – dijo en voz alta recriminándose sus propios pensamientos mientras caminaba por el pequeño sendero sabiendo que Rachel aun lo oía – Así que simplemente miremos al cielo porque él está ahí, miremos la misma luna que alguna vez vio, con alegría y sonriámosle a las estrellas que ahora le pertenecen, quizás el nos vera a través de ellas.

Our quarterback

Blaine recargó su cabeza contra la ventana del tren, hacia un par de horas había salido de Ohio, y estaba a punto de llegar a Nueva York. En aquél momento, agradecía infinitamente que sus padres hubiesen escogido ser un poco más flexibles. No estaba en la ciudad que nunca duerme desde Navidad, y la verdad era que no podía esperar por estar ahí por el resto de su vida… Sin embargo, ese no era el motivo que lo llevaba a la gran manzana aquella mañana. La realidad era que estaba preocupado por Kurt, habían hablado todo lo posible desde que regresó de Lima, y Blaine lo conocía, sabía que él prefería sonreír y hacerse el fuerte. Kurt había perdido a suficientes personas en su vida, y a pesar de que sabía cómo lidiar con la perdida, no significaba que fuese menos doloroso. 

Él estaba teniendo un tiempo difícil en aquél momento, y no quería imaginarse como estarían Rachel y Kurt. La muerte de Finn los había tomado a todos por sorpresa. Recordaba bien esa mañana, su madre lo había levantado, y le había preguntado si el chico en las noticias era el mismo que había venido hace un par de semanas a tener una maratón de películas junto con los demás chicos del Glee Club. Entonces Blaine sintió un vació asentarse en su pecho y un ardor en la boca del estómago, y lo primero que hizo fue tomar su teléfono, negándose la realidad. Después de una corta ducha, se vistió y fue a casa de los Hudmels, y entonces la realidad le dio una patada en el trasero.

Se sentía fuera de lugar, esa era la realidad. Sentía como si hubiese interrumpido un momento muy íntimo, sin embargo, poco después Kurt aterrizó en el aeropuerto de Columbus, por lo que tuvo una excusa para salir de aquella casa. Su prometido se encontraba más allá… como si estuviese contemplando algo que Blaine no podía descubrir en la distancia. Pero lo entendió, y no lo presionó. Durante los siguientes dos días, lo abrazó y dejó que llorara silenciosamente cuando necesitara hacerlo. 

Dos semanas habían pasado, y Blaine estaba tocando su puerta en Bushwick. El hombre con los ojos más hermosos abrió la puerta, aunque en aquél momento su mirada favorita se encontraba un tanto perdida y nublada. — ¡Blaine! — Dijo, y él supo que había tomado la decisión correcta al tomar ese tren. Enredó sus brazos en la cintura de Kurt, y le dio un casto beso en los labios.

—¿Cómo va todo? — Preguntó, intentando tantear el terreno.

—Hemos estado mejor. — Fue la respuesta que recibió. Quizá no era demasiado feliz, pero era suficiente por ahora. Nadie esperaba que todos empezaran a inundarse de alegría de un momento para otro, no cuando cada lugar al que miraban les recordaba a Finn. —Iba a salir a comprar un par de cosas… ¿Te molestaría quedarte con Rachel un par de minutos? No quiero dejarla sola.

—Claro que me quedaré con ella. Haz lo que tengas que hacer. — Kurt asintió, y le indicó que dejara su maleta en su lado de la habitación, lo que significaba el lado dividido por la cortina. Blaine sonrió, y con un beso se despidieron nuevamente.

Cuando entró al cuarto de Kurt, encontró a Rachel sentada en una de las esquinas de la cama, abrazaba sus piernas con fuerza, y tenía los ojos cerrados. — ¿Rach?

—¿Blaine? No te esperábamos…— Su voz era débil, pero firme de alguna manera. Él admiraba inmensamente a aquella mujer y a su infinita fortaleza. Varias veces había pensado en ¿qué pasaría si el perdiera a Kurt de la manera en la que ella había perdido a Finn? Y simplemente el dolor era demasiado insoportable como para imaginarlo. Se acercó lentamente a ella, como esperando a que le pidiera que se alejara. —No soy un vampiro Blaine, no voy a morderte si te sientas a mi lado. — Una sonrisa forzada apareció en su rostro, y no hubo más que decir, él se sentó a su lado, y la rodeó con uno de sus brazos, ella se acercó un poco a él, recostando su cabeza en su pecho.

—¿Cómo estás, Rach? — Sabía que la pregunta era innecesaria. Su abuela había muerto hace poco más de dos años, y él recordaba bien como había odiado a cada persona que se le acercaba a decirle cuánto lo sentía, a pesar de que nunca los había visto antes en su vida. No quería que le preguntaran como estaba, porque la respuesta era obvia.

—He estado mejor. ¿Cómo está todo en casa? 

—Hemos estado mejor. — Le respondió. —Es difícil para todos… Nos habíamos acostumbrado a su presencia, sin embargo estamos manteniéndonos ahí, intentando unir las piezas.
 
Estuvieron en silencio durante un par de minutos, Blaine dibujaba figuras sin ninguna forma concreta en su espalda y sus brazos, intentando reconfortarla de alguna manera.

—Eres muy afortunado. — Dijo Rachel, rompiendo el silencio de un momento a otro, antes de que Blaine pudiera responder, ella continuó, y él sonrió a pesar de todo, porque seguía siendo exactamente la misma chica... — Me alegra que Kurt haya encontrado a alguien como tú.

—¿Por qué lo dices?

—He estado ahí ¿sabes? A punto de casarme. — Él asintió. —Debe amarte mucho, y tú a él. Aférrate a eso.

—Puedo prestártelo por un tiempo. — Dijo Blaine, intentando hacer que las cosas fuesen un poco menos incómodas y tal vez un poco más felices. 

—Te tomaré la palabra en eso. — Pudo sentir como sonreía contra su pecho, y se felicitó por hacer algo bien. — ¿Cómo te sientes?

—¿A qué te refieres? — Él no estaba seguro de que fuese lo correcto, después de todo, a pesar de que le dolía, había sido ella quién había perdido al amor de su vida.

—No quiero que me traten como si fuera a quebrarme, Blaine. Y sé que tú sueles poner la felicidad de los demás por encima de la tuya… Pero también sientes. ¿Qué sientes? 

Él nunca había sido el más cercano a Finn, si alguien le preguntaba, sería el primero en admitirlo. Solían llevarse bien antes de que se transfiriera a McKinley, cuando lo hizo, todos conocen esa historia… —¿Sabes? Él fue el único que creyó en mí cuando nadie más lo hacía… Quizá nadie además de Sam.  Ha dejado una huella en la vida de cada persona a la que ha tocado, Rach. Su ausencia se siente en todas partes.

—Suena a él…— Su voz se quebró un poco, y él la abrazó con un poco más de fuerza. 

—Estando a cargo del Glee Club, creo que todos lo subestimamos un poco, y al final nos sorprendió. Entrar en la sala del coro es doloroso para todos, hemos estado de aquí allá, en el auditorio… incluso una vez nos sentamos en el gimnasio porque no soportábamos estar allí.

— Cuando vine a Nueva York, sentí que dejé una parte de mí en Ohio, esa parte que se quedó con él. Ahora que realmente sé que no está… Sé que esa parte de mi nunca regresará. — Blaine no sabía que decir, probablemente las palabras no harían absolutamente nada, no enmendarían el daño causado. Quería pensar que a Finn le gustaría que alguien estuviera ahí para ella. Rachel le miró, los ojos algo húmedos, sin embargo le sonrió. 

Hablar no era suficiente, a veces el silencio era mejor compañero que las conversaciones vacías. Por lo que él le devolvió la sonrisa, admirándola, admirando su fortaleza y su increíble manera de ser. — ¿Crees que encontraré a alguien cómo él de nuevo? — Le preguntó después de otros minutos de cómodo silencio.

—No lo harás. — Blaine estaba seguro de ello. —Cada persona es distinta, Rach. Nunca encontrarás a alguien como Finn, porque él era único a su manera. Pero encontrarás a alguien… Y también hará que sientas que tus piernas se hacen de gelatina. — Ella se encogió de hombros, quizá no muy segura de su afirmación. —Vas a ver, Rach, quizá no pasará pronto, pero ocurrirá. Y ¿sabes? Será alguien que Finn aprobará para ti, desde donde sea que esté, estará cuidándote. Y estará allí presente el día del estreno de Funny Girl, y en cada obra en la que estés. Serás todo lo que quieras ser, y él estará a tu lado aunque no lo puedas ver.

Ella asintió, sin decir palabra. Blaine volvió a abrazarla con fuerza, y ella decidió que lo mejor por ahora sería cerrar los ojos por un rato. Había pasado varias noches en vela, tan solo pensando que sería de su vida ahora que su alma gemela ya no estaba más. —Gracias. — Fue lo último que dijo antes de permitir que sus parpados se cerraran.
Para cuando Kurt llegó, sus mejores amigos en el mundo se encontraban en su cama dormidos, en un abrazo que no parecía demasiado cómodo.

Todo lo que perdemos tiene una manera de volver a nosotros. El cielo ganó una estrella, que en la tierra dejó una firme huella de su existencia.