Batalla Clasificatoria: OS #01

BATALLA ONE SHOT

No del todo importante haber estado antes en New York, sus calles te acogerán y te perderás siempre en su magia. Esta ciudad no entiende de raza, nacionalidad, sexualidad o edad, es un lugar sin prejuicios, que constantemente mira hacia adelante. Desde que tiene uso de razón, el epicentro del mundo para Blaine Anderson era aquél imponente lugar, que desprende una fragancia vanguardista en cada una de sus calles y edificios. 

Aquél chico de tan solo diecisiete años y altas expectativas se bajaba del tren en aquél momento, y en ese instante supo que las huellas del pasado no mancharían los pasos que estaba dando, en la dirección que consideraba la más correcta. 

Tomó un taxi que lo llevó hasta Bushwick. No era la primera vez que estaba en New York, había estado allí varias veces cuando pequeño, desde que visitó el Times Square y vio su primera obra en Broadway se dio cuenta de que aquél lugar lleno de arte era el sitio en el que quería pasar el resto de sus días. Y ahora se encontraba allí, frente a la puerta del departamento que compartiría con su prometido, cada vez que esa palabra aparecía en su cabeza una sonrisa estúpida aparecía en su rostro, además estarían Rachel y Santana. 

En cuanto la puerta corrediza del departamento fue abierta, un par de brazos se vieron enredados alrededor de su cuello, y él sonrió, devolviendo el abrazo con firmeza e inspirando el aroma de la persona que más le producía felicidad en el mundo. No tenía que verlo para reconocerlo. 

Cinco minutos después, se encontraba sentado en uno de los muebles de segunda mano de los residentes del departamento. Y estaba siendo acosado.

—Tenemos que ir a la Quinta Avenida, en verdad, necesitamos comprar muchas cosas. Y está esta tienda que estoy segura de que te encantará...—Escuchaba como Rachel le decía. Y después Santana la interrumpía con una diatriba sobre lo espectacular que era el Empire State, y el puente de Brooklyn y su panorámica del skyline.  Kurt se encontraba sentado, con su mano apoyada sobre su rodilla y con una sonrisa jugueteando en sus labios.

—Chicas…— Blaine intentaba recordarles que ya había estado en New York, de hecho, antes de la graduación había hecho una pequeña visita, pero ellas estaban demasiado emocionadas hablando de todos estos lugares para ver, lugares que su más reciente compañero de piso ya había visto. Y adoraba su emoción, y apreciaba mucho que quisieran incluirlo en todos sus planes… 

—El asunto con New York es que sin importar cuantas veces la visites, siempre tiene algo nuevo para ver. Por ejemplo, el Meatpacking District. Es el primer lugar al que te llevaremos.—Y Blaine sonrió, porque había escogido al hombre correcto para pasar el resto de su vida, aquél chico que lo conocía y leía su mente sin siquiera tener contacto visual.

—Es cierto…— dijo Rachel.

—Por ahora tienes que probar las galletas de la pequeña Berry, es lo único que sabe hacer en la cocina sin que temamos por que pierda una extremidad.— Una almohada atravesó la sala y cayó justo en el regazo de Santana.—Aún estamos intentando progresar con su puntería, eso puede tardar un poco más.

Rachel rodó los ojos, Kurt sonrió junto con Santana… y bueno, Blaine no pudo evitar sonreír también. Ser testigo de aquella dinámica que habían creado era simplemente increíble. Se sentía un poco extraño, para ser totalmente cierto. La cercanía que habían desarrollado era bastante notoria, la fiereza de Santana combinaba a la perfección con la locura de Rachel, y Kurt simplemente balanceaba la ecuación, siendo tan loco y honesto como ellas dos juntas. 

—Te traeré un par de galletas, y además, como bienvenida… te dejaré escoger la película.— Dijo Rachel, levantándose del asiento y yendo a la cocina. Blaine sonrió y se acercó al gran estante en donde guardaban sus libros y música, podía notar a la perfección qué era de cada quien, y cuál era la zona “neutra” en aquél mueble. 

Pensó en escoger Moulin Rouge, sin embargo, decidió que era tiempo para algo como Sex and The City, después de todo, ¿qué mejor película para entender la verdadera magia de la ciudad que nunca duerme? Santana rodó los ojos ante su elección, aunque todos secretamente sabían que amaba la película, Kurt simplemente se encogió de hombros y Rachel la puso en el reproductor de vídeo y le entregó un plato con galletas. 
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Habían pasado tres semanas, Blaine se encontraba solo en el departamento aquella tarde, aunque por la pequeña rutina a la que se había adecuado, tenía bastante presente de que Santana, Dani y Kurt llegarían en hora y media. 

Tomó su chaqueta y salió, se había acostumbrado a este ir y venir. Rachel se encontraba a un par de cuadras de Times Square, y poco tiempo después de llegar a New York, habían adquirido esta costumbre de ir por un café en las tardes justo después de que Blaine recogiera a Rachel de sus ensayos. Ella estaba feliz, extasiada… y siempre le contaba con detalle cada minuto de su día mientras caminaban por las calles de New York.

Todo era tal y como él se lo había imaginado, era una rutina agradable, como salida de una película. 

—¡Blaine!— Lo saludó la mejor amiga de su novio en cuanto lo vio en las escaleras que conectaban el estudio con la acera.

—Hola Rach, ¿qué tal el ensayo?
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—¡Cariños, estoy en casa!— Entró Santana gritando, parecía demasiado feliz. Blaine rodó los ojos, porque la versión más enamorada de la morena era un tanto rara, teniendo en cuenta que “raro” no siempre significa malo, simplemente diferente.  La realidad era que él no estaba acostumbrado a verla nerviosa y repentinamente feliz sin ningún motivo alguno, y eso le agradaba. Por eso prefería no mencionarle que Brittany había llamado aquella mañana, quizá era para lo mejor.

—¡Estamos en la habitación de Rachel!— Respondió Kurt.

—Dudo que a Berry le agrade la idea de que estrenen su cama, me refiero a que la cama de Lady Hummel es tres veces más grande… Además, les recuerdo que Brody estuvo acostado sobre esas sabanas en algún punto de su vida, y no quiero saber que enfermedades de trasmisión sexual hay sobre aquél colchón.

—¡Santana!— Respondió Rachel con indignación. En cuanto ella movió la cortina, se encogió de hombros.

—No creí que fueran a hacerlo contigo presente.— Blaine abrió los ojos como platos, aun no estaba totalmente acostumbrado a los comentarios de Santana, pero sinceramente, sabía que pronto lo haría. Cualquier lugar parecería demasiado silencioso y vacío sin las chicas allí, y a pesar de que amaba los momentos que tenía a solas con Kurt, porque siendo sinceros, ¿quién no lo haría?, las chicas habían pasado a ser parte de su familia con el tiempo…

—¿Qué estamos haciendo aquí?— Preguntó Santana, dejándose caer sobre la cama, junto a ellos.

—Brindamos.
—Vaya… Hemos bebido alcohol más de dos veces en tres meses, eso es un nuevo record, Hummel. ¿A qué se debe tu repentina rebeldía?— Kurt rodó los ojos, sin embargo, no respondió sarcásticamente, y Rachel tan solo le lanzó una almohada, lo que su prometido agradeció silenciosamente.

—Brindamos por el primer mes de Blaine Anderson en New York…— Aunque brindaban por todo. Por su felicidad, porque estaban caminando directamente hacia sus sueños, por el amor, por la amistad…

—Pero por sobre todas las cosas, por la familia.— Pensó Blaine en voz alta.

—Por la familia.— Brindaron los demás.