[Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI

por Klaine/Brittana <3 Mar Nov 19, 2013 5:06 pm

PROLOGO

Kurt no quería decirle a su madre esas terribles palabras, pero lo hizo y ahora es imposible borrarlas. Es demasiado tarde. Su madre se a marchado de casa y sus padres ya no se reconciliaran nunca.

Sin embargo, quizá no todo esté perdido. Existe un lugar. Un lugar que está oculto y al que Kurt deberá ir solo: El Almacén de las Palabras Terribles. Allí descubrirá la importancia de las palabras y conocerá a Blaine, que, como ella, busca también una solución a su problema.

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Hey Klainers, soy yo Kathy.

Les traigo una adaptación de este libro que leí, a mi en lo personal me encanta y espero que a ustedes también les guste. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

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P.D: Se que tengo que actualizar el otro Fic, pelo lo que pasa es que no tengo inspiración por eso no actualice. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2236703817

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P.D.2: Este Fic es más como un Friendship o como se diga, lo importante es la enseñanza que deja. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2013958314

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Les mando Klisses. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

por Gabriela Cruz Mar Nov 19, 2013 5:40 pm

No he leído ese libro, pero se ve interesante.

por gleeclast Mar Nov 19, 2013 6:08 pm

no he leido ese libro pero se ve que esta genial espero el primer capitulo con ansias [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

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por Klaine/Brittana <3 Mar Nov 19, 2013 8:36 pm

Aquí: Uno

A las doce y media de la mañana de un día de mayo particularmente hermoso, el parque estaba radiante. Las copas de los árboles más altos se balanceaban movidas por la brisa cálida, las flores de los castaños, rosas o blancas, ponían notas de color entre las frondas y los macizos de flores brillaban como joyas, pero Kurt, sentado en su banco favorito enfrente del estanque de los patos, a la sombra de un inmenso sauce llorón, ni siquiera se daba daba cuenta de toda la belleza que se extendía a su alrededor. Las lágrimas le impedían ver con claridad la punta de los zapatos que ya llevaba un buen rato mirándose. Cuando levantaba la vista para perderla en la superficie del estanque, donde los nenúfares empezaban a florecer, lo único que veía era un borrón verdoso salpicado de reflejos de sol; así que volvía a mirarse los zapatos mientras trataba de quedarse quieto abrazándose a si mismo, conteniendo los sollozos que se le salían de la garganta.

Nunca había estado tan triste en sus quince años de vida recién cumplidos. Nunca había sentido esa angustia, esa impotencia, esa necesidad de cambiar su mundo, de que todo lo que estaba pasando a su alrededor desapareciera para volver a ser como había sido antes, cuando eran felices, cuando sus padres no se peleaban y se insultaban todos los días como ahora; que todo volviera a ser como cuando su madre aún estaba en casa para recibirlo con un beso al volver del colegio.

Ahora ya no tenía sentido volver a casa. Su padre estaba en el trabajo, su hermano se había ido a casa de su amigo Puck y su madre ya no estaba. Ya no volvería a estar nunca. Por su culpa. Por lo que el le había dicho la noche pasada.

Sintió que no iba a poder controlarse más y se mordió las mejillas por dentro de la boca para no ponerse a aullar allí mismo, en medio del parque.

-¿No deberías estar en el colegio? - pregunto una voz profunda a su lado.

Kurt se volvió, sorprendido, las lágrimas cayéndole como grandes gotas de lluvia desde la barbilla a la pechera de su camiseta azul. No lo había oído llegar. Negó con la cabeza porque se sentía incapaz de hablar todavía. Era como si una fuerte mano le apretara la garganta.

El que había preguntado era un viejo que se parecía un poco a la foto del abuelo que tenían en la sala de estar: grande, con pelo blanco y muy fino, como de bebé, y ojos azules hundidos entre las arrugas. Tragó saliva varias veces hasta que pudo contestar:

- Los viernes salimos a las doce.
- Y no debes de tener mucha hambre aún, porque no te has ido a casa corriendo.
- No puedo irme a casa - contestó, sin poder ya contener los sollozos.
- ¡Vamos, vamos! - animo el hombre -. Un chico tan bonito y tan mayor como tú no debería llorar por cualquier tontería. ¿Qué pasa? ¿Te has olvidado la llave? ¿Quieres que llamemos a tu madre?

En la mano del hombre había aparecido un celular plateado. Kurt negó con la cabeza:

- Mi madre no quiere hablar conmigo. No quiere verme nunca más. Ayer se fue de casa y dijo que no quería verme nunca más.

Esta vez el ataque de llanto duró mucho tiempo. El hombre le tendió un pañuelo muy planchado que olía a colonia y esperó tranquilamente a que se le pasara.

- ¿Por qué? - preguntó cuando lo vio más tranquilo -. Cuéntamelo, anda. A veces hablar ayuda, ¿sabes?

El se volvió de nuevo hacia el viejo, casi furioso:

- ¡No ayuda! ¡Hablar no ayuda nada! ¡Mis padres llevan hablando desde la Navidad y lo único que hacen es gritarse y decirse cosas horribles! ¡Todos decimos cosas horribles!

- ¿Tu también?

Kurt volvió a llorar desesperadamente, como si las lágrimas no se le fueran a acabar nunca.

- Ayer - dijo por fin en voz muy baja, tan baja que el hombre tuvo que acercarse un poco para poder oírlo -, ayer tuvieron una pelea espantosa delante de nosotros, mi madre dijo otra vez que se iba de casa, lleva desde Semana Santa diciendo que se va, que está harta de todo, que no aguanta más; y yo no puedo dormir, cada vez que que me voy a la cama pienso que cuando me despierte se habrá ido y solo podre verla en las vacaciones porque mi padre dice que si se va, nos perderá a todos, que el juez le dará la razón a él...

- ¿Y ayer? - la animó el viejo a que siguiera contando.
- Ayer, cuando dijo otra vez que se iba, yo le grite. Le dije que no la quería, que prefería que se fuera de una vez y nos dejara en paz, que no volviera. Y ahora se ha ido para siempre. Por mi culpa.

Se echó a llorar de nuevo y ocultó la cara en el pañuelo, que se había puesto húmedo y frío.

- A veces las palabras que se dicen con furia hacen mucho daño - dijo el hombre dulcemente.
- Ella también me había hecho mucho daño. Días y días diciendo que no puede más, que esta harta, que se quiere ir. Yo tampoco aguantaba más.
- Y por eso le dijiste que no la querías.
- Sí.
- Pero la quieres.
- Sí - dijo en un hilo de voz -. Más que a nadie en el mundo.

Hubo un silencio. El hombre sacó dos caramelos del bolsillo y le tendió uno:

- Son buenos para la garganta.

Kurt negó con la cabeza. El hombre se metió uno en la boca y guardo en papel en el bolsillo.

- Te han dicho que no aceptes dulces de desconocidos. Es natural. Bueno, Kurt, ¿que quieres hacer?
- ¿Que puedo hacer? - pregunto, mirándolo con desesperación.

Pero antes de que el hombre pudiera contestar, se puso de pie, alarmado.

- ¿Como sabe mi nombre?
- Porque lo llevas escrito en la mochila. Siéntate, anda. A ver, ¿qué puedes hacer? ¿Qué se puede hacer con las palabras terribles que han sido pronunciada y escuchadas? - No parecía que se lo preguntaba a él; más bien era como si se lo preguntara a si mismo -. Las palabras no se pueden recoger como una moneda que has tirado al suelo.
- Ya lo sé.
- No se puede hacer una herida y, al ver la sangre, volver a cerrarla con solo desearlo. No se puede no haber dicho lo que has dicho.
- ¿Entonces?

De algún modo que a el mismo le parecía estúpido, había empezado a creer que aquel hombre que se parecía a su abuelo que no había llegado a conocer tuviera una soolución a su problema.

Hubo otro largo silencio, luego el hombre lo miró a los ojos, directamente, como hacen los gatos, sin pestañar.

- Hay un lugar.
- ¿Qué lugar?
- Un lugar oculto. En esta misma ciudad. Pero tienes que ir sola y no es fácil. Ni siquiera es seguro que sirva de algo.
- Quiero ir - dijo Kurt -. Si puede servir de algo, quiero ir.
- A la puerta del parque, allí - señaló la salida más cercan -, par un tranvía, el 1. Es el que hace la circunvalación de la ciudad. Tienes que bajar en la última parda, antes de que siga dando la vuelta y acabe por regresar aquí, Es una zona industrial, muy fea, llena de fábricas y almacene abandonados: seguramente no has estado nunca por allí. Cuando bajes, verás un edificio viejo, ruinoso, pintado de gris, al fondo de la calle. Es ahí.
- ¿Que hay ahí?
- Yo lo llamo "El Almacén de las Palabras terribles", pero no tiene nombre.
- ¿Estará abierto?
- Siempre está abierto.
- ¿Usted a estado allí?
- Sí. Una vez. Hace mucho tiempo.
- ¿Me ayudarán allí?
- Lo intentarán. Estoy seguro.

El hombre miró su reloj y, antes de que Kurt pudiera preguntarle más, dijo:

- Si vas a ir, tienes que darte prisa. Pasa dentro de tres minutos. ¡Buena suerte, Kurt!

Agarro la mochila y echó a correr hacía la parada por miedo a perder el tranvía. Ya casi en la puerta del parque se dio cuenta de que no le había dado las gracias, se volvió hacia el banco y gritó:

- ¡Muchas gracias, señor!

Pero el hombre ya no estaba.

Aquí: Dos

- ¡Hola Puck! Soy yo, Burt, el padre de Finn. ¿Me pasas a mi hijo?

Puck miró a Finn que, tumbado en el sofá, la hacía señas de que no quería hablar con nadie; tapó el auricular y le dijo en voz baja pero muy clara:

- Es tu padre.

Finn se levantó sin ganas del sofá y agarró el teléfono casi como si le diera asco:

- Dime.
- ¿No has ido a clase?
- No estaba de humor. ¿Qué pasa?
- No hago más que llamar a casa y no atiende nadie. Kurt debería haber vuelto ya del colegio. ¿No sabes tú donde puede estar?
- Ni idea.
- ¿No tienes nada más que decir?
- ¿Qué quieres que diga? Supongo que le pasará como a mí, que se le cae la casa encima y se habrá ido a cada de Rachel o de Sam.
- Pero ¿te ha dicho que se iba a ir?
- ¡Papá! No me ha dicho; esta mañana estaba como zombi. Nos hemos visto un momento en la cocina antes de salir corriendo. Ella sabe que estoy en casa de Puck; seguro luego viene - dudó un momento antes de decir lo siguiente -. Si le hubieran comprado el celular que pidió por Navidad, ahora podrías llamarla.
- ¡Finn! - la voz de su padre empezaba a sonar peligrosamente irritada -. No te consiento...
- Bueno, bueno. Si viene, te llamo al Banco.

Hubo una pausa. Finn podía oí la respiración de su padre al oto lado de la línea, como si estuviera tratando de calmarse para que sus compañeros no lo oyeran gritando a alguien por teléfono. Dejó pasar aún unos momentos y preguntó bajando la voz:

- ¿Se sabe algo de mamá?

Burt contesto después de uno segundos:

- Dijo que llamaría esta noche. Cuando se hubiera instalado. No me preguntes dónde, porque yo tampoco lo sé.

Ahora era Finn el que respiraba sin saber qué más decir.

- Hijo, tienes casi veinte años, contigo ya de puede hablar claro. Hay veces que no se puede hacer nada, las cosas se acaban y se acaban, ¿comprendes? Hay que aceptarlo.
- Sí - dijo Finn por decir algo, al darse cuenta de que su padre no pensaba seguir hablando. Puck lo miraba desde la ventana, sin saber que hacer. Finn era su mejor amigoy le habría gustado ayudarlo, pero no se le ocurría cómo. Le hizo un gesto de dormir, con las dos manos juntas apoyadas en la oreja -. Puck dice que puedo quedarme aquí a pasar la noche, papá.
- Así nos quedamos solos tu hermano y yo, y tú te lavas las manos, ¿no? Yo esta noche tengo una cena.
- ¿Otra? - se le escapo sin poder controlarlo.
- ¿Tú crees que el dinero que gastas entra volando por la ventana? - otra vez la furia, que le llegaba a través de la línea como viento caliente -. To trabajo. Tengo compromisos, obligaciones...
- Bueno - cortó Finn -. Nos pasamos Puck y yo a eso de las ocho y luego, a lo mejor, cuando tú vuelvas, me vengo otra vez con él.
- A las siete y media.

Se le pasó por la cabeza decirle que no, que a las ocho, pero sabía que su padre necesitaba, ahora más que nunca, tener la sensación de que aún era él quien tomaba las decisiones.

- Okey.

Se volvió hacia Puck que, aún en la ventana, no sabía si sonreír o no:

- Esta noche nos toca otra vez hacer de niñeros. Vámonos a dar una vuelta, anda.

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hey Klainers aca le dejo as dos primeras partes.

Voy a aclarar un par de cosas: Todos las partes van a estar divididas así:

Aquí: Numero de capitulo o Allí: Numero de capitulo.

Quiero aclarar que "Aquí" es el mundo normal y "Allí" es el almacén.

Nos vemos y espero que les guste...

Saludos

por Klaine/Brittana <3 Mar Nov 19, 2013 8:39 pm

De verdad espero que les guste tanto como a mi. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

por Gabriela Cruz Mar Nov 19, 2013 8:58 pm

Esta genial, ya quiero otro capítulo.

por gleeclast Mar Nov 19, 2013 9:27 pm

Me encantaron los dos capitulo pobre kurt espero llegue al almacen espero actualices pronto ya quiero ver que pasa en el siguiente capitulo lo esperare ansioso me gusta la historia se ve que esta genial e interesante [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

por ★Alex Colfer★ Mar Nov 19, 2013 10:30 pm

Me encanto. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

Espero con ansias el siguiente capitulo. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

Saludos, nos leemos luego!!
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por Klaine/Brittana <3 Miér Nov 20, 2013 2:37 am

Aquí: Tres.

Kurt llevaba ya un buen rato en el tranvía que circulaba por barrios cada vez más feos y más pobres, como si no pertenecieran a la misma ciudad en la que el había vivido siempre. La gente subía, avanzaba cuatro, cinco, seis paradas y volvía a bajarse, pero cada vez subían menos personas y, cuando empezaron a aparecer las fábricas de las que le había hablado el hombre, el tranvía estaba ya casi vacío.

No sabía exactamente qué hacía ella allí, en aquel tranvía que lo llevaba a barrios periféricos en los que no había estado jamás, pero el hombre le había dicho que en aquel lugar intentarían ayudarlo y, si algo necesitaba en ese momento, era precisamente que alguien lo ayudara. No sabía tampoco si, una vez allí, se decidiría a entrar; pero no se perdía nada con llegar hasta el almacén y ver qué aspecto tenía. El hombre le había dicho que era un edificio en ruinas, ¿qué clase de ayuda podía esperar de alguien que trabajara en un edificio en ruinas? Pero, de todas formas, podía intentarlo. Al fin y al cabo iba solo y no tenía que darle explicaciones a nadie si no decidía entrar. Por suerte, el hombre ni siquiera había insinuado que quisiera acompañarlo. Si le hubiera dicho algo de eso, se habrá ido corriendo a casa de su amiga Rachel, pero se había limitado a dar la información y dejarlo solo. Pero ¿y si tenía algún cómplice que lo estuviera esperando en aquel edificio?

Miró nervioso a su alrededor para ver si alguien lo había seguido, pero el tranvía estaba ya casi vacío. Mejor. Se acercaría al lugar, echaría un mirada y decidiría según viera el ambiente. Si su padre le hubiera comprado el celular que había pedido por Navidad y que todos sus amigos tenían, ahora podría llamarlo para que supiera al menos por que zona de la ciudad tenían que buscarlo si algo pasaba. Pero su padre nunca pensaba en el. No pensaba más que en su trabajo y, últimamente, en las discusiones que consumían la mayor parte de su tiempo.

De repente, el tranvía se detuvo. Habían llegado a la ultima parada de la línea y, cuando el conductor se bajó a fumar un cigarrillo, solo quedaban el y un chico de la edad de su hermano.

- ¡Cinco minutos! - gritó , cuan do los vio bajar, inseguros, mirando a su alrededor; luego, cuando el tranvía que hacía el recorrido contrario paró a su lado, se desentendió de ellos y se puso a hablar con el otro conductor.

Kurt miro hacía el fondo de la calle buscando el edificio gris, pero la vista no podía llegar hasta el final porque un camión enorme acababa de descargar algo en una obra cercana causando una gran polvareda.

Se ajustó mejor la mochila sobre los hombros y echó a andar hacía donde debía estar el almacén. El chico que se había bajado del tranvía a la vez el caminaba por la otra vereda, la que quedaba en sombra, pero en la misma dirección. Lo miró de reojo: era alto y moreno, como un jugador de baloncesto, de hombros anchos y paso atlético; pero, aunque con esas piernas largas podría haber caminado mucho más rápido que el, iba casi a su altura, como si no supiera adónde iba o como si tuviera miedo de llegar.

Kurt se bajó de la acera al llegar a la obra, rodeó el camión volquete y miró de nuevo hacía el fondo de la calle: un edificio viejo, feo y gris, de ventanas rotas, se alzaba al otro lado de la avenida llena de farolas y solares que se cruzaba con la calle por la que el caminaba. Ese debía ser.

Sintió un cosquilleo de miedo, como una fila de hormigas heladas que le pasaran por la espalda. Le habría gustado estar ahora en casa, haciendo los deberes después de comer para no tener que preocuparse de ellos el fin de semana, o estar con su amiga Rachel viendo la tele o incluso en el instituto, hasta en clase de gimnasia, que era la asignatura en la que peor nota sacaba.

No quería estar allí en aquel barrio desconocido, con el polvo metiéndosele en la nariz y el sudor escurriendo cuello abajo, con aquella sensación de vacío en el estómago que no era hambre, a pesar de que no había tomado nada desde la leche del desayuno; pero no había más remedio. Tenía que intentarlo.

Llego al cruce de las calles, miró a los dos lados con mucha atención y pasó deprisa, atento a cualquier coche, aunque estuviera aún lejos, pero el silencio era casi total; sólo se oía el motor del camión de la obra. No había pájaros porque no había un solo árbol en lo que abarcaba la vista, las personas que trabajaran por aquella zona debían de estar dentro de las fábricas o haber terminado ya la jornada porque eran cerca de las tres. El sol se estrellaba contra aquellos edificios cuadrados y feos haciendo brillar los parabrisas de algunos coches estacionados, pero no se veía un alma.

Mirando por encima del hombro, vio al chico del tranvía parado en la otra vereda con la vista clavada en el almacén y pasándose la lengua una y otra vez por encima de los dientes, como si quisiera limpiárselos sin usar cepillo. Se le notaba popque la boca se movía y estiraba todo el tiempo. Quizá él buscaba el mismo sitio y tenía tanto miedo como el. Si pudieran entrar juntos...

Volvió la vista al almacén mientras el chico se decidía a cruzar la calle y llegar a su altura. Desde donde estaba ahora podía ver que era un edificio abandonado, rodeado de cristales rotos, trozos de ventanas que alguien había destrozado a pedradas, malas hierbas junto a la entrada creciendo entre los peldaños, la pintura descascarada, la fachada cayéndose a pedazos. No era posible que estuviera abierto como había dicho el hombre y, si lo estaba, eso querría decir que habría borrachos o mendigos viviendo dentro. Era una locura pensar entrar ahí.

Oyó el crujido de los pasos del chico cuando pasó de la acera a la zona cubierta de vidrios y se volvió hacía él sin saber como preguntarle. Tenía ojos avellana y una barbita morena bastante pobre.

- ¿Tú también...? - empezó Kurt y no acabo la pregunta porque el chico se puso a mover la cabeza de arriba a abajo diciendo que sí.
- ¿Quién te lo ha dicho? - pregunto Kurt -. ¿El señor del parque?
- Una vecina. Una señora mayor que no sale nunca de casa. Ha oído el portazo que ha dado Chandler al marcharse y ha venido a decirme... lo que se puede hacer.
- ¿Quién es Chandler?
- Mi mejor amigo. Era mi mejor amigo. Hemos terminado.
- Por algo que tú has dicho.
- ¿Como lo sabes? - entrecerró los ojos, como si sospechara de el por algo.
- Porque yo también he dicho algo terrible.
- ¿A un amigo?

El chico sonrío un poco, una sonrisa de esas que ponen los adultos cuando piensan que los problemas de los chicos no son importantes comparados con los suyos.

Quizá sin esa sonrisa condescendiente no le habría dicho nada, pero eso lo decidió:

- A mi madre. Se ha ido de casa. Por mi culpa.

El chico dejo de sonreír y trago saliva:

- ¿Entramos?

Kurt asintió con la cabeza y por un momento estuvo tentado a darle la mano, pero al darse cuenta de que era un desconocido, se se paró de golpe con la mano ya tendida. él interpreto mal el gesto y casi se puso colorado:

- Perdona - le dijo, creyendo que el había querido presentarse-. Me llamo Blaine.
- Yo soy Kurt.

Se estrecharon la mano frente al edificio, con los pies crujiendo sobre los vidrios a los que el sol arrancaba destellos de diamante. Se soltaron de nuevo y, muy despacio, fueron acercándose a la entrada hasta que la sombra del edificio los cubrió.

Aquí: Cuatro.

A las tres y diez, Burt Hummel salió del banco donde trabajaba y caminó un par de manzanas hasta el bar donde solía comer con los colegas de otros bancos cercanos, pero al verlos desde fuera riéndose en la barra de alguno de los chistes picantes de Contreras, decidió irse a otra parte. No tenía ganas de chistes y mucho menos de explicarle la situación a aquellos compañeros que ahora podrían irse tranquilamente a su casa haciendo planes para el fin de semana. Para el se habían acabado los fines de semana. Elizabeth se había marchado definitivamente; Finn se iría a casa de Puck para no tener que aguantar la situación, y él no se veía capaz de hacer algo solo con Kurt.

Trataría de hablar con Hyram y Leroy para que lo invitaran el sábado y el domingo. Kurt estaría mejor con ellos y con Rachel, y no notaria tanto la ausencia de su madre si pasaba el fin de semana en la casa de su amiga.

El no tenía planes, a parte de tratar de averiguar a donde se había ido Elizabeth y quizá llamarla y ver de hablar otra vez, con calma, sin los niños adelante.

Llevaban más de veinte años juntos; no podía ser que ahora, después de media vida y de todo lo que se habían querido, se hubiera terminado de verdad.

El le había dicho a Finn unas horas atrás que había que aceptar que las cosas acaban y, sin embargo, él mismo no estaba aún dispuesto a aceptarlo. El problema era que se habían dicho demasiadas cosas desagradables, que se habían echo demasiado daño el uno al otro y, cada vez que se miraba, aparecían todas esas palabras entre ellos, todas esas palabras que no podían olvidar, y el amor y las buenas intenciones se esfumaban como si nunca hubieran existido.

Entro a una cafetería, pidió un bocadillo de tortilla y una caña y, mientras se lo servían, volvió a marcar el número de casa. Nada. Kurt no estaba. Y en la casa de Rachel tampoco sabían nada, ni en la de Sebastián, ni en las de otos compañeros de colegio a los que había llamado desde las doce y media.

Hasta las dos, no se había preocupado mucho; había tenido demasiado trabajo y había ido haciendo llamadas cortas cuando tenía un par de minutos libres, pero ahora estaba empezando a sentir la angustia y concreta que lo enfurecía. ¡Como si no tuviera suficientes problemas para tener que aguantar también los caprichos de niño mimado de Kurt! Seguramente se estaba escondiendo apropósito, para que se preocupara y se sintiera culpable. Seguro si estaba en casa de Rachel, pero escondido en algún sitio, y sin que Hyram supiera que habían vuelto del colegio juntos. Y ni siquiera podía llamar a su mujer y compartir con ella su preocupación, porque no tenía ni idea de adonde se había ido.

Le dio un furioso mordisco al bocadillo, pensando que si quería ponerse la camisa blanca para la cena, tenía que llegar a casa con bastante tiempo porque si no estaba planchada, ya que últimamente, desde que las peleas eran diarias, Elizabeth ya no se preocupaba de esas cosa, igual que el había dejado de ocuparse de llevar al garaje el coche de Elizabeth ¿No quería ser independiente? Pues que se organizara como hacía el.

¿Donde se habría metido ese maldito chico, si en el instituto no estaba y en casa de sus amigos no estaba?. Marco el número de Puck, pero solo consiguió dejar un mensaje en el contestador diciendo que Kurt no había aparecido aún, Luego se acabo el bocadillo, se bebió el ultimo tragó de cerveza y decidió acercarse al Continental a tomarse el café leyendo el periódico. No tenía ganas de meterse en casa ahora, de encontrarse con la casa vacía, las cosas tiradas, el armario con las perchar sobrantes - montones de perchas vacías donde había estado colgada la ropa de Elizabeth -, la heladera sin fruta y verdura fresca, la tele apagada. No quería volver y tener que empezar a aceptar que Elizabeth los había abandonado. Con llegar a casa sobre las seis era suficiente para cualquier cosa.

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Hey Klainers, acá están otros dos capítulos.

Voy a aclarar una cosa:

Esta historia pasa en España.

Y quiero decirles que desde la próxima actualización voy a empezar a subir los "Allí" junto a los "Aquí".

Espero que les guste.

Saludos. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

por Klaine/Brittana <3 Miér Nov 20, 2013 2:43 am

Solamente comento para poder cambiar el titulo. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2414267551

[Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2414267551

Siempre que subo capítulos me olvido de cambiar el titulo, aunque estoy pendiente de eso desde que empiezo a escribir pero parece que a ultimo momento me olvido. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2446003554

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Espero su comentarios...

Saludos. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

por gleeclast Miér Nov 20, 2013 3:52 am

Me encanto el capitulo que bueno que kurt y blaine ya se conosieron espero actualices pronto ya quiero ver que pasa en el siguiente capitulo lo esperare ansioso [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

por Gabriela Cruz Miér Nov 20, 2013 12:19 pm

Un capítulo súper, me alegro que Kurt ya este con Blaine, espero más capítulos pronto.

por ★Alex Colfer★ Miér Nov 20, 2013 5:43 pm

Me encanto el capitulo. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

Como se conocieron, son muy tiernos. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

Saludos, nos leemos luego!!
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por Klaine/Brittana <3 Jue Nov 28, 2013 7:01 pm

                Allí: Uno

El interior del almacén era como la fachada – ruinoso, sucio, triste – pero mucho más oscuro; tanto que, al entrar desde la luz del sol, les pareció de momento que habían penetrado en una caverna, pero al cabo de unos instantes se dieron cuenta de que era sólo una pequeña entrada que debió de haber estaba pensada en otro tiempo para que una recepcionista les preguntara qué deseaban.

El silencio era total. Dentro, al otro lado de la pared, no se oían voces de mendigos borrachos, ni siquiera aleteo de pájaros que se hubieran refugiado en la ruina. Eso, al menos, era tranquilizador.

Cuando se acostumbraron a la oscuridad, vieron brillar la luz que se colaba por todas las rendijas de los tabiques carcomidos y enseguida encontraron la puerta que daba al hall de entrada, una puerta que aún conservaba el picaporte y que cedió suavemente en cuento la empujaron.

Delante de ellos la oscuridad era absoluta. La luz que habían visto brillar a través de las rendijas había desaparecido. Se volvieron el uno al otro, pero no podían verse, de modo que tendieron las manos hasta encontrarse y permanecieron agarrados sin saber qué hacer. Igual podían estar en el umbral de una cueva que los llevaría cada vez más abajo hasta las profundidades de la tierra, que en lo más alto de una montaña frente a la oscuridad del espacio. El aire era seco y no olía a nada – Ni a polvo viejo, ni a podredumbre, ni a suciedad, como habían supuesto -; no hacía ni frío ni calor. Lo único que percibían era el temblor de la mano sudada del otro y el sonido de su respiración, cada vez más rápida.

-     ¡Vámonos de aquí! – Susurró Blaine
-     Espera – contestó Kurt, también en un murmullo.

Unas lucecitas apenas visibles habían empezado a encenderse frente a ellos, a sus pies. Eran diminutas y brillaban suavemente con un color azul-violeta, como el de las luces que se ven a veces en los aeropuertos por las noches. Estaban dispuestas en dos líneas paralelas que marcaban una especie de camino negro en el centro de la oscuridad. No se veía el final.

- ¡Vamos! – dijo Kurt -. Antes de que se apaguen.

- Yo no voy. No estoy tan loco.

- Eres un gallina. ¿No quieres hacer algo para que vuelva tu amigo?

- Amigos hay muchos- Contesto Blaine de mala gana.

Madres, no.

Kurt se solto del chico y dio un paso adelante. Las luces aumentaron la intensidad, de manera que ahora podían verse las manos a la altura del pecho . Dio otro paso y, sin volverse , preguntó:

- Vienes?

- Espérame – contesto Blaine , que acababa de decidir que le daba más miedo quedarse solo allí en la oscuridad, que acompañar a Kurt a lo desconocido .

Juntos de nuevo, siguieron avanzando por el camino que marcaban las luces y que parecían no tener fin. Sus pasos no sonaban en el perfecto silencio , como si sus zapatillas de deporte se posaran sobre un corredor alfombrado de terciopelo negro .

- No hay nada detrás de nosotros – Susurró Blaine con voz temblorosa - . Se han apagado las luces que quedan detrás , como si no hubiera nada.

- No mires hacía atrás dijo Kurt firmemente.

- Y como vamos a salir?

Kurt no contesto. Acababa de ver que las luces que los guiaban se estaban acabando para dar paso a una especie de barra luminosa del mismo color que cruzaba su camino transversalmente. En cuento llegaron a la barra y Kurt , adelanto el pie, la piso, apareció un circulo de luz azul frente a ellos, como si se hubiera encendido un reflector de teatro en el techo .

- Y ahora? - Pregunto Blaine

Kurt señalo la luz con el dedo y avanzaron hasta colocarse debajo del foco invisible. Entonces sintieron una vibración muy ligera, como si algo se estuviera poniendo en marcha a su alrededor , y de pronto un tirón en el estómago como cuando se sube o se baja muy rápido en un ascensor o en una montaña rusa, pero un tirón suave y extraño, que no les daba ninguna pista sobre la dirección del movimiento. Al cabo de unos segundos , cesó la vibración y volvió el silencio. A su alrededor , la negrura seguía siendo impenetrable , como si se hubieran vuelto ciegos.

- Han venido a buscar – se oyó una voz a sus espaldas .

Ambos se giraron asustados, buscando la fuente del sonido.

Una luz perlada con forma de lágrima gigante, tan grande como Blaine, se acercaba a ellos aliviando la oscuridad. Poco a poco, dentro de la luz, fueron distinguiendo los contornos de un ser humano hasta que se detuvo a unos metros de ellos y, de pronto, el foco azul que los había iluminado hasta ese momento se apagó.

- ¿Qué buscan aquí? – La voz era agradable, pero neutra; no se podía decir si era femenina masculina, como tampoco se distinguía por sus rasgos si la persona que les halaba era hombre o mujer -. Hablen sin temor.

Kurt quería explicar lo que buscaba, pero no sabía cómo decirlo, así que esperó unos instantes a que hablara Blaine. Como no se decidía, acabó por darle un ligero empujón, mientras trataba de animarlo con los ojos.

- Buscamos... - empezó el muchacho, sintiéndose totalmente estúpido al decirlo -, palabras.

- Nuestras palabras – corrigió Kurt - palabras terribles

- Si han sido pronunciadas, están aquí. Aquí las conservamos. Sigamos.

Kurt y Blaine vieron, con asombro, que la luz que envolvía a su interlocutor aumentaba de intensidad y se desdoblaba hasta que eran dos las personas que estaban al frente de ellos.

- ¿Quiénes son? - pregunto Blaine, totalmente perplejo.

- ¿Son ángeles? - balbució Kurt

- Nosotros somos – dijo una voz doble.

De improviso las caras y los cuerpos que estaban viendo de frente, aunque difuminados por la niebla de luz, se disolvieron para dar paso a las espaldas de aquellos seres que ya se alejaban en direcciones distintas.

- ¿No podemos estar juntos? - preguntó Kurt, en respuestas a una angustiosa mirada de Blaine.

- No es posible – contestaron las dos voces.

Se miraron por última vez y, cada uno siguiendo su luz, se separaron y se internaron en las tinieblas

Aquí cinco:

Apenas llegado al descanso de su casa, cuando aún estaba buscando las llaves, empezó a sonar el teléfono.

Tuvo que tirar el maletín al suelo para tener las manos libres, abrir las dos cerraduras y salir galopando por el pasillo para atenderlo antes de que dejara de sonar. Podía ser Elizabeth. Podía ser Kurt. Era fundamental que llegará a tiempo.

Se golpeó el tobillo contra la pata curvada de la consola que tanto le gustaba a Elizabeth y tubo que reprimir una palabrota al descolgar.

- Diga.

- ¿Hablo con la casa de Kurt Elizabeth Hummel?

Era una voz femenina desconocida que, sin saber por qué, le erizó todo el vello del cuerpo. Supo sin que nadie le dijera que algo terrible acababa de sucederle a Kurt.

- Soy su padre, Burt Hummel

- Mire, señor Hummel, siento decírselo. Ha habido un accidente.

- ¿Un accidente? -preguntó con la boca repentinamente seca -. ¿Dónde?

- Le llamo del Hospital Provincial. Tenemos aquí a su hijo Kurt, Sería mejor que viniera cuanto antes -

- ¿Qué le ha pasado? ¿Cómo está?

- No sé decirle, señor Hummel. Lo único que se es que ha habido un accidente de tráfico, un tranvía y un camión, al parecer. Han ingresado a mucha gente.

- Pero ¿qué le pasa a Kurt?

- No lo sé. Yo solo informo a los familiares. En cuanto venga, podrá hablar con uno de los médicos.

- Gracias. Salgo para allá.

Colgó como en trance, se sentó en la silla de al lado del teléfono y, sin que viniera a cuento, se preguntó por qué había dado las gracias, como era posible que cuando le estaban diciendo que su hijo estaba en el hospital después de un accidente de tráfico, aún funcionaran todos los resortes de la cortesía social y uno diera las gracias por recibir esa noticia.

Se levantó sobre piernas inseguras y garabateó una nota que dejó sobre la mesa de la cocina:

"Kurt ha tenido un accidente. Esta en el hospital central. Vengan en cuanto puedan"

Ya en la puerta de salida, se volvió como si alguien lo hubiera llamado, fue a la cocina y añadió:

"Los quiero"

por Klaine/Brittana <3 Jue Nov 28, 2013 7:19 pm

Hey Klainers...

Primero que nada, perdón por no actualizar, es que me cuesta inspirarme, necesitaba cambiar un poco de aire así que me pedí un mes de vacaciones en el trabajo y quiero comunicarles que les estoy escribiendo desde Barcelona, España, aunque no es la única noticia...

Redobles Por Favor... (TUM TUM TUM XD)

Me complace anunciarles que dentro de siete meses voy a ser mama de una linda bebe o un lindo bebe... [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1215408055

Antes de que ella muriera habíamos probado la inseminación artificial, el doctor me dijo que me hiciera un test dos semanas después pero resulto negativo. Este ultimo tiempo me estuve sintiendo mal asi que fui al medico y me dijo que estoy embarazada.

por Klaine/Brittana <3 Jue Nov 28, 2013 7:20 pm

Estoy SUPEER FELIIZ <3

por gleeclast Jue Nov 28, 2013 9:22 pm

Ola me encantaron mucho los dos capitulos estuviero geniales que mal que a kurt le aya pasado un accidente espero no sea muy grave y ahora muchas felicidades por tu embarazo espero estes muy bien aunque no nos conoscamos espero estes muy bien e igual el bebé espero actualices pronto ya quiero ver que pasa en el siguiente capitulo lo esperare muy ansioso me encanta mucho esta historia [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

por ★Alex Colfer★ Jue Nov 28, 2013 9:40 pm

Me encanto. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

Pobre Kurt ojala no le haya pasado nada malo. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

Espero que actualices pronto. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1163780127

Estoy muy feliz por ti que bien que seras mama!!! [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2414267551

Saludos!!

por Gabriela Cruz Vie Nov 29, 2013 3:24 am

Espero con ganas el próximo capítulo, esta increíble tu fic.

por Klaine/Brittana <3 Mar Dic 03, 2013 11:48 pm

Allí: Dos

De pronto la oscuridad se rompió, como si un enorme cristal negro se hubiera echo añicos frente a él, y Kurt se encontró conteniendo la respiración en medio de un lugar tan inmenso y tan deslumbrante mente iluminado que tuvo que cerrar los ojos, tapárselos con las manos y dejar que su vista se fuera acostumbrando poco a poco al cambio de luz. Cuando pudo abrirlos de nuevo, vio que él y su guía estaban suspendidos en el aire frente a una especie de sala, tan grande que no podía ver el fin, cuyas paredes estaban revestidas de cristal o de un plástico y transparente que brillaba de modo intolerable.

Mirando a derecha e izquierda se dio cuenta de que las paredes no eran placas lisas, sino que parecían estar echas de fundas de discos compactos, como una colección de discos de todas las obras del mundo, y lo que brillaba así eran los estrechos lomos de las fundas.

Cuando reunió el valor suficiente, miró hacía abajo y se dio cuenta de que la sala seguía hasta donde abarcaba la vista por debajo de sus pies. Estos, aparentemente, se apoyaban en el vacío, aunque él sentía algo sólido bajo ellos. La sala continuaba también hacía arriba, hasta que las paredes parecían encontrarse a la distancia, como las vías del tren.

Volvió a cerrar los ojos, asustado, con la sensación de de que si seguía mirando, acabaría mareándose y cayéndose al vacío.

- Tengo miedo - susurró.
- ¿De un archivo? - preguntó en tono neutro su acompañante.
- De caerme. Aquí no hay suelo.
- Hay suelo donde pones los pies. Eso basta.

Su guía echo a andar delante de él. En la oscuridad, su figura había sido luminosa; ahora, bajo la luz cegadora de aquella sala, parecía una persona normal - aunque era imposible saber si era hombre o mujer - alta/o, de cráneo afeitado. Iba vestida/o con una túnica que le llegaba hasta los pies y era de un color tan similar al de la sala que a veces solo se veía su cabeza y Kurt sentía un escalofrío de miedo cuando le parecía que estaba siguiendo a una cabeza flotante.

Al cabo de unos cuantos pasos empezó a sentirse mejor; era verdad que siempre había suelo donde él ponía el pie, pero era aterrador no verlo. Por eso cerraba los ojos cada vez que tenía que avanzar un paso y los abría cuando estaba quieto. Su guía no parecía impaciente y no le metía prisas mientras él se iba acostumbrando. Después de un rato decidió que la única manera de seguir avanzando sin que el terror lo parara era no mirarse los pies, hacer como si caminara por un lugar conocido, de suelo liso. El truco funcionó y así pudo dedicarse de nuevo a mirar y a pensar en lo que estaba sucediendo.
- ¿Qué es todo esto? – pregunto por fin Kurt, después de darle muchas vueltas a si debería hacerlo o no.
- Palabras. Palabras pronunciadas para dañar. Palabras terribles, coléricas, venenosas… como prefieras llamarlas.

El/La misterioso/a guía se detuvo en un punto, sacó una de las cajitas – pequeña, transparente, casi como las de los mini discos – y la sostuvo en sus manos frente a los ojos de Kurt. Dentro de la cajita plana se movían perezosamente unos puntos brillantes, como insectos diminutos hechos de piedras preciosas.

  -¿Las ves? Ahí están. Vivas. Activas. Despierta.
  - ¿Eso son palabras? – preguntó Kurt, fascinado por el movimiento y el color -. ¿Tan bonitas?
  - Las palabras humanas, aunque imperfectas, son siempre hermosas, Kurt.
  - Y ¿por qué duelen tanto?
  - Por lo que hacen con ellas. Un cuchillo también puede ser hermoso. Depende de ti si lo utilizas para cortar una hogaza de pan o una garanta. En un caso, te ayuda a vivir; en el otro, te mata.
   - ¿Y están siempre ahí?
   - Algunas están siempre. Otras se van desactivando hasta que desaparecen. Mira, éstas aún están vivas – paso la yema de los dedos suavemente por la cajita, casi como hacen los ciegos al leer -. Estas no desaparecerán jamás. No tienen plazo de desactivación.
   - No lo entiendo.
   - ¿Entiendes <>?
   - ¿Cómo los yogures?

De repente sentía unas ganas tremendas de reírse.

   - Algo así. Hay algunas cuyo efecto se acaba, pasando el tiempo. Otras no caducan jamás.
   - ¿Y las mías? – preguntó ahora, sintiendo de nuevo la presión en la garganta.
   - Veremos.

Siguieron caminando durante un tiempo infinito por aquella sala llena de palabras, hermosas y terribles, hasta que Kurt sintió que la cabeza le iba a estallar. Se apoyó contra la pared, mareado, apretándose las sienes.

   - Me duele mucho – susurró.

Su guía se volvió hacía él con unos anteojos oscuros en la mano:

- Póntelas. Ayudan. Aunque cambian lo que ves.

Kurt se puso los anteojos, que parecían metálicos pero apenas pesaban, y de repente la sala se transformó en una especie de biblioteca antigua bañada en una luz rojizo-dorada, como la del sol cuando está a punto de hacerse de noche. Las resplandecientes cajitas se habían convertido en lomos de libros viejos, con símbolos dorados sobre cubierta marrón, granate y verde oscuro.

   - ¿Mejor?

Kurt asintió con la cabeza. Él había estado en bibliotecas como esa. Desde que su madre, dos años atrás, había decidido ponerse de nuevo a hacer la tesis doctoral que había abandonado al nacer Finn, lo había llevado a algunas bibliotecas a recoger libros o hacer pedidos. El lugar le resultaba ahora más agradable porque le recordaba a ella, pero a la vez le daba mucha más pena porque también le recordaba las primeras discusiones de sus padres, cuando él había empezado a meterse con la <> y la pérdida de tiempo y el <>.

   - Kurt. Tus palabras – dijo el/la guía.

Levantó la vista que, sin darse cuenta, había estado dirigiendo hacia abajo, hacia un suelo de parquet de madera encerrado, de color miel. Su guía, otra vez ligeramente luminoso, como si tuviera una bombilla dentro, le estaba tendiendo un librito pequeño del mismo estilo de los de poesía que su madre estudiaba.

Las palabras que antes eran bichitos brillantes y móviles eran ahora extraños símbolos pintados de rojo en una lengua desconocida para él.

   - ¿Son las que caducan? – preguntó en voz baja, con miedo a la respuesta.
   - Sí. En cinco años de tu tiempo, tu madre las habrá olvidado o no le causarán dolor al recordarlas.

¡Cinco años! Dentro de cinco años, él tendría veinte. ¿Cómo iba a aguantar cinco años sabiendo que esas palabras estarían siempre entre su madre y él? Incluso sabiendo que, antes o después, desaparecerían, cinco años era una eternidad. ¿Se iba a pasar todo ese tiempo sin poder abrazarla o notando que su madre recordaba lo que él había dicho y trataba de olvidar?

   - Es demasiado tiempo. ¿No se puede hacer nada para…?

No sabía cómo decirlo. ¿Las palabras se mataban, se borraban, se desactivaban?

   - ¿Quieres conocer el efecto de tus palabras?

La pregunta había sido hecha en el mismo tono neutro que todo lo que había dicho su guía hasta el momento, pero, de algún modo, Kurt tuvo la sensación de que era una pregunta importante, de que de su respuesta dependería el resultado final.

   - Sí – contestó.

                  Aquí: Seis

En una sala de espera del Hospital Provincial, Burt Hummel lloraba con la cabeza escondida entre las manos. Aún o había podido ver a Kurt, pero las palabras del médico sonaban con toda claridad en su cabeza y, a pesar de que se había esforzado por hacerle comprender que aún era pronto para saber nada concreto, para él habían sonado vagas, hueca mente consoladoras, vacías de esperanza:

        “El chico está en coma, señor Hummel. Ha recibido un fuerte golpe en el cráneo y, aunque por lo demás su estado es estable, no tenemos manera de saber si… – aquí el médico se había corregido a si mismo con toda rapidez – cuando despertará. En muchos casos se trata de horas. En otros… en fin, pueden pasar días, incluso semanas. No podemos saberlo. Pero es joven y fuerte. No hay que desesperar.”

Debía de haber sido un accidente terrible por lo que se oía rumorear en los pasillos del hospital; más de quince personas habían resultado heridas y dos, el conductor del tranvía y el del camión, habían muerto instantáneamente. Otra dos estaban en estado de coma: su hijo Kurt y un muchacho de la edad de su hijo Finn, cuyos padres aún no habían sido localizados.

Una enfermera le puso la mano en el hombro:

- ¿Le gustaría un café? – pregunto con una sonrisa.
   - ¿Puedo ya ver a Kurt?
   - Aún no. Ahora ya está limpia y guapa, pero le están haciendo unas pruebas. Ya le avisaré cuando pueda pasar.
   - ¿Cómo me han localizado?
Le preguntó por hacer algo, por hablar con alguien simplemente, para no tener que quedarse de nuevo solo en aquella sala de espera.
   - El chico llevaba el nombre y la dirección en la mochila. Como era el más joven en el tranvía, hemos supuesto que la mochila tenía que ser suya.
   - ¿Qué hacía mi hijo en ese tranvía? – se preguntó más a si mismo que a la enfermera.
   - El accidente ha sido en el cruce de calles
Chile y Perú, en el barrio de El remedio. A lo mejor había ido a visitar a un amigo. Es un barrio muy familiar.

Estuvo a punto de decirle que su hijo iba a uno de los mejores colegios de la ciudad y que no tenía amigos en un sitio como El Remedio, al lado del cinturón de la ronda, al límite de las fábricas, pero algo lo hizo callarse a tiempo. Él no tenía forma de saber si la enfermera vivía también por allí o tenía familia en ese barrio.

  - ¿Y el otro chico? ¿El que también está en coma?

La enfermera lanzó una mirada rápida por encima del hombro, como si quisiera asegurarse de que no los escuchaban.

   - Parece que está peor que Kurt. Y además está solo. No llevaba documentación encima y hasta que no salga su foto esta noche por televisión y mañana en los periódicos no es muy probable que sus padres se enteren – se enderezó y cambió de tono -. ¡Vamos! Venga a tomarse un café; le sentara bien mientras espera.

Caminaron juntos por el pasillo verde y blanco hasta el cuarto de las enfermeras, vacío en ese momento.

   - Me llamo Carol  y estoy de guardia hasta mañana a las seis. Me encargaré de Kurt hasta que le den el alta. ¿Toma con azúcar?

Burt negó con la cabeza y, sin siquiera mirar la taza, se quedó quieto, con la vista perdida en la alfombra verde del suelo.

Carol se sentó enfrente de él, le puso la mano en el brazo y, acercándose un poco, le dijo:

   - Mire, Burt, no sé si el médico la habrá dicho algo de esto, pero yo llevo muchos años atendiendo pacientes en coma y sé que la cosa no es fácil para la familia. Pero también sé que la única forma de ayudarlos es estar aquí, entrar a verlos, tomarles la mano, contarles cosas. Y eso es especialmente difícil porque ellos están ahí como muertos; no reaccionan, no hablan, no mueven los ojos. Uno los mira, así, tan frágiles, tan pálidos, intubados, como estatuas de la persona que fueron y tiene miedo.

El padre de Kurt levantó la vista del suelo para fijarla, ofendido. En los ojos marrones de Carol.

   - Sí, miedo, Burt, se lo que digo. Uno se asusta al verlos y quiere salir de aquí, salir al exterior, hablar, oír ruidos, ver la tele, tomarse una cerveza, darse cuenta de que uno sigue vivo y olvidar que el otro está ahí y a la vez no está aquí, con nosotros.

   - ¿Dónde están? – preguntó con la voz quebrada.

Carol suspiró, removió el azúcar en su café y volvió a dejar la taza sobre la mesa, sin beber.

   - Nadie lo sabe. Yo creo que una parte de ellos está aquí y nos oye, mientras otra parte hace una especie de viaje, a algún lugar adonde los vivos no podemos llegar, pero si me oyen los médicos, me echan por loca… Yo creo – bajó la voz y dijo articulando claramente, como sí fuera extranjero y tuviera que asegurarse de que la comprendía -, yo creo que las palabras los traen de vuelta. Lo he visto muchas veces; un hombre joven regreso después de cuatro años. Y su mujer estaba ahí cuando abrió los ojos. Había venido todas las tardes durante cuatro años, hasta que despertó. ¿Se imagina?

Burt asintió con la cabeza.

   - No lo dé nunca por perdido. Si mañana sigue en coma, vuelva pasado, y al otro, y al otro.
Hasta que despierte.

Burt siguió diciendo que si mecánicamente, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

- Voy a ver si han terminado. Usted quédese aquí y tómese el café.

Baby a Bordo Gleatches...

Aca hay dos nuevos capitulos.

Kurt esta en coma. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2236703817

¿Que efecto tendrán las palabras de Kurt? [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2884812151

¿Donde esta Elizabeth y como se enterara? [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 3718790499

Todo lo van a saber el jueves con cuatro episodios más...

por Gabriela Cruz Mar Dic 03, 2013 11:51 pm

Ojalá y pronto se recuperen Kurt y Blaine.

por gleeclast Miér Dic 04, 2013 12:09 am

Me encantaron los dos capitulo estuvieron geniales espero kurt y blaine se recuperen pronto esperare ansioso el jueves para los siguientes capitulos me gusta mucho esta historia esta realmente genial [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

por ★Alex Colfer★ Miér Dic 04, 2013 12:43 am

Me encanto. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 1206646864

Ojala Kurt despierte pronto. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 2145353087

El otro chico en coma es Blaine ¿no? [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 918367557

Ya quiero leer el siguiente capitulo. [Resuelto]FanFic Klaine: "El Almacén de las Palabras Terribles" (Adaptación) - Allí II y Aquí VI 4061796348

Saludos!!

por **cvlbrittana** Dom Jun 29, 2014 1:41 am

Fanfic cerrado por 6 meses de inactividad, si el autor desea reabrirlo solo tiene que hacer una solicitud vía MP con el link del fic, a un moderador, administradora y de inmediato el fan fic será reabierto

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"El Almacén de las Palabras Terribles" - Capitulo 1

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Un Aviso Personal <3

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