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Al ritmo de jazz (FanFic Quinntana).

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Mensaje por LyubovSantana Lun Nov 25, 2013 12:11 pm

Hola, chicos. Regreso a la publicación de fanfics.

Originalmente sería un one shot, pero con el fin de no aburrirlos (porque sería algo extenso, y sé que a veces les da flojera leer demasiadas letras juntas) lo voy a dejar en dos partes :3

Espero que les guste. Que estén de maravilla.


Al ritmo de jazz.

Capítulo 1

Aquella mañana en que lo pensó por vez primera, le pareció la más ridícula de las ideas que pudo haber tenido en toda su vida. Se había matado estudiando el bachillerato, pues aunque al juicio de otros, incluyendo sus padres y profesores, siempre había sido una chica muy inteligente, hubo un momento en que dudó de ello y decidió prestar su atención a cosas que en su momento consideró más importantes. Sin embargo, logró sacarlo adelante, y en ese instante su mente estaba peleándose con ella misma; discutían (por decirlo de algún modo) sobre qué sería lo mejor que podría hacer ahora que sus padres le habían dado la libertad de elegir lo que debía estudiar. Había ingresado su solicitud para estudiar en una Universidad al sur de la ciudad, y debido a los excelentes resultados de su examen, consiguió que la aceptaran. Pero algo había en ello que no terminaba de convencerla por completo. Toda su vida se había sentido como si estuviera dejando pasar algo, como si ignorara lo que verdaderamente hacía latir su corazón. Un día descubrió que la única forma en que se sentía “completa” era cuando escuchaba su canción favorita. En un principio creyó que sería una locura siquiera pensar en la posibilidad de dedicarse a la música, pero cada vez estaba más convencida de que solamente en ello encontraba la felicidad. No había nada como pararse delante del espejo e interpretar algunas de sus melodías preferidas, desde las de sus artistas estadounidenses, hasta las de las más famosas cantantes latinas. Con el tiempo había aprendido tres idiomas: inglés (nativo), español (por parte de sus padres) y alemán (haciendo honor a su abuelo). Aunque su nombre y su aspecto eran latinos, se sentía sumamente cómoda en el país que vivía.
Inicialmente no le fue fácil combatir todas las cosas que la hacían sentir diferente a la mayoría: mas allá de su origen étnico, dentro de ella siempre estaba aquella sensación de no encajar con el resto. Desde muy niña se había dado cuenta de que la compañía de los chicos solo le agradaba cuando se trataba de jugar con ellos a las cosas que ella supuestamente no tenía que hacer. En cambio con las niñas hallaba una sensación completamente de agrado con tan solo tenerlas cerca. Le costó mucho asimilar como serian las cosas si en algún momento sus padres se enteraban de aquello, pero cuando esto finalmente sucedió, pudo sentirse tranquila: ellos la abrazaron con lagrimas en los ojos, y lo único que le reclamaron fue que no tuviera la suficiente confianza con ellos como para habérselos dicho desde hacia tiempo atrás.
De eso habían pasado un par de años ya: se encontraba en bachillerato y salía con una de las chicas del grupo de química de la escuela. Aunque en un principio fue difícil comprender el tipo de relación que tenían, ya que ambas se encontraban llenas de dudas, decidieron que no era pertinente nombrarlo de manera alguna y optaron por vivirlo al máximo mientras durara, y así fue hasta que una tarde, luego de un entrenamiento de gimnasia, Bette (su novia) le pidió hablar, citándola tras los edificios donde de vez en cuando se escapaban del resto de la gente para perderse en un mundo que era solo para ellas. “Santana”- comenzó la rubia, mientras sus ojos azules la miraban profundamente. No hizo falta que dijera una sola palabra mas, pues estaba claro hacia donde se dirigía. Hacía tiempo que las cosas no estaban del todo bien entre ellas y además ella, quien era un año mayor, estaba por graduarse del colegio y la relación se iba a tornar muy difícil. Desde ese dia, Santana decidió que no estaba lista para volver a perder a alguien, por lo que decidió concentrarse en sus estudios y en sus amigos. Lo hizo así por un largo del tiempo, hasta que la soledad comenzó a ser insoportable: entonces simplemente se dejó llevar por su juventud y la belleza de sus enigmáticos ojos marrones y conoció a algunas chicas que, felices de la vida, compartían con ella un rato de locura, y luego no la volvían a ver o a saber de ella durante un largo tiempo. Para ella las cosas eran simples: no encontraría amor en algo que se diera tan fácilmente. Supo que el día en que sintiera esa explosión dentro de ella, lo sabría sin tener duda alguna, y entonces se prometió a si misma que cuando ese momento llegara, no lo dejaría escapar.

Caminó con seguridad hasta la puerta de aquel edificio de múltiples salones. A pesar de que le seguía pareciendo una locura, supo que de no entrar a preguntar, simplemente se arrepentiría después. Tenía un futuro por delante, y aunque bien era cierto que la escuela de artes no combinaba del todo con la carrera de Derecho que había elegido para ella, nada perdía con intentar ser también una buena cantante y bailarina. Llegó hasta la recepción del sitio, donde una chica de rasgos orientales la recibió con una amplia sonrisa.

- Tienes cara de que tienes alguna duda…- le dijo con cierto encanto, mirándola directamente.
- En realidad, si… Quiero preguntar acerca de las inscripciones a las clases que se impartirán. El curso que compone danza y canto…
- Ah, claro… Bueno, pues el curso comienza en una semana. El día de hoy puedes registrarte y conocer las instalaciones. En caso de que estés convencida de que deseas participar, te puedes inscribir hoy mismo y solo sería cuestión de esperar el inicio de las actividades…
- Perfecto… No hay problema con los costos, solo me gustaría saber los horarios que tienes disponibles.
- Claro. En este momento tenemos disponible el horario de la tarde. Las clases comienzan a las 5 y terminan entre 7 y 8.
- Muy bien- respondió satisfecha con la respuesta.
- Entonces, si deseas puedes anotarte en esta hoja- le dijo entregándole un papel que tenía como encabezado “Posibles alumnos”. Santana le obedeció y luego se la devolvió.
- Muchas gracias… Entonces si quieres puedes echar un vistazo por los salones. No es común que haya gente a esta hora, porque prácticamente aun no empiezan los cursos, pero te puedes dar una idea de cómo son las instalaciones-sugirió amablemente.
- Sí, claro que lo haré. –respondió- Gracias…- dijo por último, antes de comenzar a avanzar libremente por las instalaciones. Casi de inmediato se topó con un pasillo amplio, de unos 7 metros de ancho, que separaba dos hileras de puertas que estaban a una distancia de 5 o 6 metros entre sí. Entró a la que quedó más cerca de ella y se encontró con un piso cubierto de duela, el salón era tan amplio que fácilmente doblaba el tamaño de su habitación. Miró sorprendida hacia los espejos delante de ella: definitivamente era un aula como la que tantas veces había visto en las series de televisión. Sonrió ante esto. Salió de ese sitio, donde estaba en un absorto silencio que fue irrumpido por música contagiosa que se hallaba en algún sitio cercano. No pensó que fuera del todo adecuado ir tras ese rastro, pero no pudo resistirse al notar que esa canción específicamente era una con la que ella y Bette siempre armaban un improvisado espectáculo en su habitación. Caminó como atraída por algún tipo de imán y simplemente se dejo guiar por la melodía hasta uno de los salones que se encontraban cerca. La puerta se encontraba completamente abierta, por lo cual no fue necesario irrumpir con el ruido de la misma. Como en el salón anterior que había visitado, se encontraba un gran espejo cubriendo toda el sitio, y justo en la esquina del recinto habitaba un hermoso piano. La música continuaba sonando, siendo una clara señal de que estaba tomando el camino correcto. La voz de aquella chica era tan agradable que parecía estar contando un cuento de esos que seguramente llegarían a un final feliz. Era Nikki Yanofski, con su versión de “I Got Rythm”. Siempre le había parecido una pieza muy bella y magníficamente interpretada, pero en ese momento todo pasó a segundo término con lo que recién estaba visualizando: como si hubiera aparecido producto de un deseo, la duela del aula se vistió de gala con una mujer de hermosura sin igual: su cabello era tan rubio que podía pasar por rayos de sol, y caía de una forma mágica por sus hombros, llenando de gracia todos los movimientos que hacía. Unas piernas largas bailaban al ritmo exacto de la música, con un arte que semejaba al que un ángel tiene en los momentos más hermosos de su existencia. Probablemente aquella chica solo se disfrazaba de mortalidad y en realidad era uno de ellos.
Su cuerpo se veía cubierto de ropa cómoda en color negro, que se ajustaba perfectamente a lo prominente de su figura y no hacía más que asentar la perfección que había en el. Santana la miro por un largo tiempo, a una distancia bastante respetuosa , pero era insuficiente: sus pies comenzaron a avanzar con suavidad, dejándose llevar por el momento, y la condujeron muy cerca de aquella rubia, quien seguía con sus movimientos como si no se percatara de nada de lo que ocurría alrededor. Al paso de unos segundos, mientras la morena la miraba absorta, la otra chica alzo la vista para que por fin sus ojos se encontraran. Por una fracción de segundo dudó de seguir, pero la música continuaba y ella también debía hacerlo. Dibujó una sonrisa en su rostro y siguió hasta que la melodía se detuvo. Cuando esto sucedió, Santana se sintió atrapada y descubierta. Pensó en la posibilidad de huir de ahí antes de tener que dar explicaciones, pero no pudo hacerlo: los mismos pies que la habían acercado a esa distancia, ahora parecían no querer privarla de las consecuencias de ello. Su corazón latía tan apresuradamente que dio la impresión de querer abandonar su pecho. Nunca se había sentido de esa forma al admirar alguna belleza. Nada hasta ese día le había hecho desear tanto, y nada, tampoco, le había conmovido hasta casi sacarle un par de lágrimas. Era completamente nuevo el mundo de sensaciones que vivía en ese instante, y eso le aterraba pero al mismo tiempo la incitaba a seguir ahí. Durante varios segundos intentó decir una sola palabra, pero no lograba que su cerebro pudiera procesar una sola frase coherente, por lo que simplemente se quedó en silencio, esperando que la tierra se abriera y así tuviera que esquivar la vergüenza de explicar que hacia ahí, parada en medio del salón, contemplando a una desconocida como solamente se contempla una obra de arte. Pero eso no sucedió.

- Hola- saludó naturalmente la otra chica, haciendo notar un tono ronco en su voz que le daba un aire de sensualidad innegable.
- Hola- apenas respondió. Toda la seguridad que había sentido durante gran parte de su vida, en ese instante solamente era un recuerdo. El corazón le palpitaba a una velocidad impresionante y no encontraba la manera de calmarlo a pesar de todos sus intentos.
- Nikki es de las mejores en el jazz moderno… Siempre pensaré eso.- aseguró mientras secaba un pequeño rastro de sudor de su cuello.
- Estoy de acuerdo contigo-dijo recuperando una milésima parte de su confianza.
- Me llamo Quinn, es un gusto conocerte-dijo mientras extendía su mano. La morena respondió el gesto y ambas las estrecharon.
- Perdona que me haya quedado aquí como boba mirándote, es que estaba dando una vuelta por la escuela porque deseo ingresar a los cursos… Y escuché esa canción… Es una de mis favoritas. Fue inevitable entrar aquí.-dijo como tratando de excusarse.
- Claro, no te preocupes. Seguramente yo hubiera hecho lo mismo-dijo sin pensar. – Supongo que ya tienes claro cuál es la clase que deseas empezar…
- Si… Danza… Estaba un tanto indecisa con canto y actuación, pero creo que es bailar lo que me va a llenar verdaderamente.
- Comprendo. Yo solamente me siento completa cuando mi cuerpo se mueve al ritmo de la música- dijo de una forma que sonó sincera y romántica.
- Lo sé…- se limitó a decir con sinceridad, pues ella misma tenía aquella sensación de vez en cuando.- Eh… Bueno, creo que me iré… Debo hacer algunas cosas de la universidad y todos esos rollos- dijo mientras comenzaba a salir de la habitación. Una vez que estuvo casi fuera, regresó ya que la chica rubia le habló.
- Espera… No me dijiste tu nombre…- medio reclamó con un tono bastante diplomático que aceleró de nuevo el ritmo cardiaco de la morena.
- Claro, perdona… Soy Santana- dijo sonriéndole.
- Muy bien, Santana… Espero verte pronto… Probablemente cuando comiences las clases. Que estés bien- dijo para luego darse la media vuelta y poner de nuevo la pieza que estaba interpretando cuando la morena comenzó a verla. Santana salió del salón, pero desde la puerta miró en el reflejo del espejo la repetición de esa rutina un par de veces más, hasta lograr que sus pies reaccionaran y por fin la llevaran hasta la recepción. Una vez ahí, pagó sin el más mínimo rastro de duda su inscripción y fue al centro comercial a comprar ropa adecuada para cuando comenzara a asistir a sus clases. Durante gran parte de la tarde se sorprendió pensando en aquella rubia, en la forma en cómo su cuerpo parecía siempre haber estado compaginado con la música, a la manera en como esas caderas se movían con tan soltura que parecía su movimiento natural. No había dudas de que estaba completamente impactada. No podía recrear de forma concreta su rostro, pero parecía que tenía delante suyo una fotografía de su cuerpo. Lo único que deseaba era volver a verla, y en instantes hasta se reclamó el no haber actuado como siempre: no le hubiese resultado complicado pedirle su teléfono con cualquier pretexto, e inclusive no hubiera sido de sorprender que le dijera directamente sus intenciones… Pero la verdad era que las cosas resultaban diferente: no se manifestaban únicamente las ganas de acostarse con ella, sino que nacía ese sentimiento extraño y nuevo de querer amanecer con ella. Trató durante mucho tiempo de borrar esa idea de su cabeza, pero el pensamiento volvía sin que se pudiera evitar, como si nada lograra controlarlo, a menos que fuera su realización.
Cuando volvió a casa, ordenó todas las cosas que utilizaría al día siguiente y luego trató de dormir, pero solo pudo hacerlo hasta que escuchó la canción que la llevó hasta la rubia. Se preguntó entonces si era una simple casualidad que esa canción fuera justamente la melodía cada que sonaba su teléfono, su alarma al despertar de cada mañana y lo único que lograba hacer que cayera rendida por completo en los brazos de Morfeo. Sin duda aquella era una de las señales de la vida que muchas veces eran difíciles de reconocer, pero que en esa ocasión se hacíaa tan obvia. Supo entonces que era exactamente lo que tenía que hacer, y antes de caer en un profundo sueño, dibujó la más amplia sonrisa en su rostro.

La mañana siguiente llegó tan rápido que le pareció que casi había cerrado los ojos un par de minutos antes. Entusiasmada, se levantó de un brinco de la cama y se dirigió directamente a la bicicleta fija que se encontraba a un lado de su lugar de descanso. Hizo una rutina de una media hora y luego tomó un baño relajante en donde pudo pensar mucho y de manera casi inconsciente en Quinn. Tuvo algo de miedo, pues nunca había estado entre sus planes ser de ese tipo de chicas que de un momento a otro caían en el constante pensamiento de estar con alguien, pero luego se relajó y se dijo a si misma que eso debía ser una buena señal. Al terminar su ducha y luego de darse cuenta de que se encontraba a solas, desayunó algo ligero y esperó por horas a que llegara el momento en que tuviera que ir hacia su nueva escuela de artes. El hecho de contar los minutos les daba la apariencia de transcurrir con mas lentitud, pero luego de una tortura que parecía infinita, pasaron las horas esperadas y finalmente se encaminaba hacia la institución.
Antes de llegar hasta donde se encontraba la recepción, verificó en el fiel espejo que siempre llevaba en su bolsa, y notó que se encontraba perfecta como para romper cualquier corazón. En cuanto la chica de la recepción la notó, le pidió que la siguiera y la llevó hasta el salón en donde tomaría su primer clase. En una de esas agradables que el destino prepara, notó que la rubia se encontraba haciendo algunos ejercicios de calentamiento, pero no como el resto de los presentes, sino en la parte de enfrente, como si ella fuera la instructora. Sus miradas se conectaron por un momento y Santana estuvo cerca de soltar un gritito cuando la rubia le sonrió mirándola con atención y hacía con su mano el gesto de que se uniera al resto. La morena obedeció y simplemente se colocó junto a una chica pelirroja que se encontraba un tanto apartada del resto de todos.

- Hola, chicos, espero que estén muy bien- comenzó a hablar la rubia, mientras la clase entera le prestaba atención.- Como saben, esta semana estará de vacaciones la profesora Michell y estaré a cargo de las clases, así que quiero pedirles por favor que le demos la bienvenida a Santana, es nuestra nueva compañera – dijo mientras la miraba. Todos giraron hacia la morena y la saludaron, algunos con la mano y otros con palabras. Ella solo respondió con sonrisas- Y bueno, ya que todos estamos listos, comencemos- sentenció antes de dirigirse a unas bocinas que estaban conectadas a su iPod. Cuando la música comenzó , ella también lo hizo, llenando con gracia todo el sitio. La morena, al igual que todos, trataba de seguir sus pasos, pero no podía concentrarse del todo: la cadera de esa chica se movía de una forma mágica que la tenía completamente hipnotizada. Como pudo, la imitó durante toda la clase, y al saber que había llegado el momento de la última pieza (cuando ya estaban haciendo ejercicios de relajación) trató de no mirarla directamente a los ojos, quizás sabiendo que se perdería en ellos.
Una vez que todos salieron uno a uno del aula, la morena esperó un poco más, estratégicamente.

- Me alegra haberme inscrito a la clase- dijo encantadoramente.
- Y a mí que lo hayas hecho… Espero que te haya gustado la clase de hoy. Sé que no soy tan buena como los profesores, pero cuanto menos lo intento- respondió devolviéndole la sonrisa que inconscientemente se plasmó en su rostro.
- ¿De qué hablas?... Creo que eres algo modesta- aseguró. La otra mujer no dijo palabra alguna, pues con solo hacer más notoria su sonrisa respondió a todo.- Bien… Eh… Debo irme… Espero verte pronto.- Señaló la morena en un claro cambio de ritmo en la conversación. Quinn la miró un poco extrañada, pero después de unos segundos simplemente asintió con la cabeza.
- Claro… Nos vemos mañana.- se despidió.
- Sí…- dijo Santana para luego salir casi corriendo del aula. Una vez fuera de la escuela misma, se recargó en la pared y respiró profundamente. - ¿Qué te pasa, Santana?- se preguntó así misma.- ¡Contrólate!- se ordenó en silencio mientras respiraba poco a poco para tratar de recuperar el ritmo de su respiración. Una vez que lo logró, caminó hacia casa tratando de comprender por qué las cosas estaban siendo de esa manera tan poco conocida por ella, pero no encontró respuesta.



Tres semanas habían pasado ya desde el comienzo de aquel curso. Para su buena suerte, Quinn era su compañera para esa clase, aunque estaba todo el día en la Academia y era muy fácil verla ahí.
Santana había establecido una rutina bastante peculiar: todos los días hacía la tarea entre clases para tener el resto del día libre y así poder llegar a espiar a la rubia, quien estaba a cargo de un par de clases antes de ella misma practicar. Siempre la observaba desde lejos, tratando de no ser descubierta. Con cada día que pasaba, se sentía más deseosa de conocerla, de estar cerca de ella, de simplemente poder un día mirarla a los ojos y decirle que nunca se había sentido así con nadie.
Durante muchos días de esas semanas trató de obtener el valor de invitarla a salir, pero no sabía como hacerlo. No quería caer en clichés, o simplemente espantarla. ¿Y si era homofóbica o algo por el estilo?... Una tarde estuvo a punto de hacerlo, pero otro compañero se le adelantó, y fue por toda la academia sabido que Quinn lo rechazó amablemente, dejándolo muy triste por unas horas. “Si lo rechazó, siendo tan bien parecido, seguramente ya está saliendo con alguien”, reflexionó mientras sentía como ella misma iba cayendo en la tristeza. Caminó hacia casa lentamente, aún sin importarle que la lluvia estuviera haciendo de las suyas. Siempre le había parecido románico caminar bajo la lluvia con el corazón roto. Una vez que llegó a casa y tomó un baño, entró en la cocina y se preparó un café cargado, dispuesta a subirlo a su habitación y escuchar música el resto de la tarde, pero su papá la detuvo en el marco de la cocina.

- Creo que llegó el momento de hablar- le dijo sorprendiéndola.
- ¿Qué pasa?- preguntó, un tanto extrañada.
- Eso es justo lo que quiero saber, Santana… ¿Qué pasa?... Es cierto que estás bastante bien en las cuestiones de la Universidad, y que de hecho también todo parece ir de maravilla con las lecciones de la academia, pero sé que tienes algo más. Llegas demasiado contenta, y te vas igual de alegre. ¿Estás saliendo con alguien?- preguntó amigablemente, logrando que la morena tomara un rubor muy lindo en el rostro.
- ¡Papá! A una señorita no se le preguntan esas cosas…- bromeó.
- Por eso te las estoy preguntando a ti- devolvió la broma, haciéndola reír y ganándose un ligero golpe en el pecho.
- ¡Grosero!- medio reclamó.
- Anda, ya… Cuéntame… ¿Cómo se llama? ¿Es linda?- preguntó pícaramente.
- Es la mujer más linda del mundo- respondió finalmente mientras la sonrisa se dibujaba en su rostro.
- ¿Y por qué no la has invitado a casa?...
- Porque ni siquiera la he invitado a salir…- respondió con un cambio de gesto.
- ¿Por qué?...
- Porque, como ya te dije, es la mujer más linda del mundo… Es bailarina, de la academia, de hecho. Pero… Más de uno babea por ella y ella no le hace caso a nadie, es como si todo lo que pasara por su mente fuera el baile… Además, ¡es tan bonita!... Sé que no soy fea, pero… Bueno, ni siquiera sé si le gustan las chicas…- admitió ya completamente triste.
- Cuando conocí a tu mamá, en el bachillerato, ella era de las porristas y yo usaba brackets, estaba en el club de física y a veces me tenía que poner la ropa de mi tío Antonio porque a mi mamá no le alcanzaba el dinero para comprarnos cosas nuevas.- declaró.- Y hoy estoy casado con ella y tengo una hija hermosa de la que siempre me he sentido orgullosa, pero que si mañana mismo encuentra el valor de invitar a salir a la chica que la vuelve loca, me hará el hombre más feliz del mundo.- aseguró. Santana sonrió.
- Bueno, yo tampoco dije que me vuelve loca…
- Pues avísale a tus ojos, porque ellos sí que me lo dijeron.- dijo finalmente, para luego tomar una cerveza del refrigerador y salir hacia la sala a continuar viendo el partido de baseball que se transmitía en televisión. Santana se quedó en la cocina por unos segundos, tomó su taza de café y subió hasta su habitación, donde finalmente se quedó dormida con la duda de si seguir el consejo dado por su padre era una buena opción.
Toda la mañana estuvo pensando en lo mismo. Tenía más miedo que otra cosa, pero al mismo tiempo se decía que ya debía hacer algo. Nunca se había sentido así. Tal vez lo que sucedió en su momento con la primer novia que tuvo había sido una historia muy linda con la cual había descubierto algunas cosas, pero esta vez era diferente; tampoco se trataba de la diversión que tan fácilmente encontraba al ir de fiesta. Durante las clases de la Universidad apenas se pudo concentrar, y aún de camino a la academia dudaba demasiado, pero al llegar ahí, tomó un poco de aire y caminó con decisión hasta donde sabía que la rubia se encontraría practicando, a solas como la mayoría del tiempo. Entró al salón procurando no hacer ruido y se plantó frente a ella.

- Hola- dijo tímidamente. Quinn, quien se encontraba realizando estiramientos, alzó la vista para encontrarse con ella y luego le dio una sonrisa enorme.
- Hola, Santana, ¿qué tal todo?- preguntó a manera de saludo, luego se colocó en una posición recta y finalmente la saludó con un gran beso en la mejilla.
- Bien… Eh.. Quinn…
- ¿Qué pasa?...
- Es que he estado pensando mucho y… eh… Pues… Diablos.- dijo “sin decir” nada.
- ¿En qué?- preguntó sonriendo pues le había dado gracia la forma de hablar de la morena.
- Es que hay algunos movimientos que no entiendo y me gustaríaSaberSiMePuedesEnseñarLeccionesPrivadas- dijo casi sin separar las palabras, pero Quinn lo entendió.
- Eh… Claro…. Solo que aquí no lo podemos hacer porque todas las aulas están reservadas… ¿Te importaría si vamos a algún otro sitio?... No sé… El parque tal vez…
- No.- respondió tajantemente.- Quiero decir, es que hay mucha gente y me dará vergüenza que me vean… Mejor… No sé… ¿Mi casa?... – preguntó lanzando por fin todo su juego. Quinn la miró por un momento, medio sorprendida por aquella petición.

CONTINUARÁ…
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Mensaje por Jenny_QFE Mar Nov 26, 2013 8:40 pm

Interesante...muy interesante. Además me encanta la pareja que hacen Santana y Quinn. Nos vemos cuando actualices.
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Mensaje por tatymm Miér Nov 27, 2013 5:18 am

Me encanta!! quiero leer como sigue!!!! ojala sea una linda historia besos!
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Al ritmo de jazz (FanFic Quinntana). Empty Re: Al ritmo de jazz (FanFic Quinntana).

Mensaje por Maira_Faberrytana Sáb Nov 30, 2013 11:18 pm

Bien me encanto el fic espero con ansias tu actualizacion :)
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Al ritmo de jazz (FanFic Quinntana). Empty Re: Al ritmo de jazz (FanFic Quinntana).

Mensaje por cvlbrittana Vie Jun 27, 2014 1:42 am

Fanfic cerrado por 6 meses de inactividad, si el autor desea reabrirlo solo tiene que hacer una solicitud vía MP con el link del fic, a un moderador, administradora y de inmediato el fan fic será reabierto
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