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FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
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caariitooj
8 participantes
Página 1 de 1.
FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
SINOPSIS
LA CHICA MALA
LA CHICA MALA
Atrévete a sentir el lado rebelde del amor.
«Brittany era la chica mala de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.»
Brittany Pierce es maleducada y peligrosa, la típica chica mala.
Entonces, ¿por qué la buena de Santana, que tiene en Quinn a la
novia perfecta, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por ella?
«Brittany era la chica mala de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.»
Brittany Pierce es maleducada y peligrosa, la típica chica mala.
Entonces, ¿por qué la buena de Santana, que tiene en Quinn a la
novia perfecta, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por ella?
PROLOGO
Siete años antes...
Brittany
—¿Has notado algo distinto en Santana? —
preguntó mi prima Quinn mientras trepaba al
árbol para sentarse a mi lado, en nuestra rama
favorita con vistas al lago. Me encogí de
hombros sin saber cómo responder a su
pregunta. Claro que había reparado en algunas
cosas respecto a San, últimamente. En cómo le
brillaban los ojos cuando reía y lo bonitas que
se le veían las piernas en pantalón corto. Pero
no se lo confesaría ni loca a Quinn. Se lo
contaría a Santana y las dos se partirían de risa.
—No —repliqué sin mirarle a la cara por
miedo a que notara que estaba mintiendo.
—El otro día oí a mamá hablando con papá,
le dijo que dentro de poco tú y yo
empezaríamos a mirarla de manera distinta.
Dijo que Santana se estaba convirtiendo en toda
una belleza y que las cosas iban a cambiar entre
los tres. No quiero que nada cambie —explicó
Quinn con tono preocupado.
No me atrevía a mirarle. Así que mantuve la
vista fija en el lago.
—Yo de ti no me preocuparía. San sigue
siendo San. Siempre ha sido guapa, supongo,
pero eso no importa. Es capaz de trepar a un
árbol más rápido que cualquiera de las dos y
llena los globos de agua como una profesional.
Las tres somos amigas desde párvulos, eso no
va a cambiar.
Me atreví a echarle una mirada de reojo a
Quinn. Mi explicación sonaba convincente,
incluso para mí.
Quinn sonrió y asintió con la cabeza.
—Tienes razón. A quién le importa si su
pelo es como el de una princesa de las hadas.
Sigue siendo Santana. Y hablando de globos de
agua, a ver si paráis ya de salir de noche a
escondidas para lanzarlos a los coches de
delante de mi casa. Mis padres os pillarán un
día de éstos y yo no podré hacer nada para
sacalas del lío.
Sonreí de oreja a oreja al recordar a San
tapándose la boca para que no se le escapase la
risa la noche anterior, cuando nos habíamos
escabullido hasta aquí para llenar los globos.
Estaba claro que a la chica le gustaba romper
las reglas. Casi tanto como a mí.
—He oído mi nombre. Más os vale que no
os estéis riendo del estúpido sujetador que me
obliga a llevar mi madre. Os romperé la nariz a
las dos si no paráis.
La voz de Santana me sorprendió. Estaba de pie
bajo el árbol, con un cubo lleno de grillos en
una mano y una caña de pescar en la otra.
—¿Vamos a pescar o pensáis quedaros
mirándome como si tuviera monos en la cara?
-------------------------------------------------------------------------------------
Espero que les guste si no les gusta aganmelo saber y si tambien aganmelo saber :3 GRACIAS POR LEER (aun sigo leyendo el libro)
Última edición por caariitooj el Vie Dic 06, 2013 4:05 pm, editado 2 veces
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
hola!!
britt de chica mala?? mm interesante
aaa ya quiero leer..
sigue la pliss
saludos!!
((estoy mega ultra contenta xq hemo vuelve al capitulo 100 !!!! yeah)))
britt de chica mala?? mm interesante
aaa ya quiero leer..
sigue la pliss
saludos!!
((estoy mega ultra contenta xq hemo vuelve al capitulo 100 !!!! yeah)))
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Gracias por leer :3 enseguida subire el capitulo 1 y 2raxel_vale escribió:hola!!
britt de chica mala?? mm interesante
aaa ya quiero leer..
sigue la pliss
saludos!!
((estoy mega ultra contenta xq hemo vuelve al capitulo 100 !!!! yeah)))
YO TAMBIEN ESTOY SUPER FELIZ POR QUE VOLVERA HEMO!!!
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 1
Capítulo uno
Santana
¿Por qué no pude llegar a casa sin tener que verlas? No estaba de humor para hacer de buena samaritana con Brittany y la cutre de su novia. Aunque no iba conmigo, sabía que Quinn habría esperado que me detuviese. Con un gruñido frustrado, frené y aparqué junto a Brittany, que había puesto un poco de distancia entre ella y su novia, que estaba en plena vomitona. Por lo que parecía, devolver la papilla no era un reclamo de apareamiento para Brittany.
—¿Dónde has aparcado la camioneta, Britt? —pregunté en el tono más irritado del que era capaz.
Me devolvió esa ridícula sonrisa sexy que conseguía que todas las mujeres de la ciudad se derritiesen a sus pies. Me habría gustado creer que después de tantos años era inmune a su encanto, pero no lo era. Imposible ser inmune a la chica mala de la ciudad.
—No me digas que la perfecta Santana Lopez se dignará a ofrecerme su ayuda —contestó ella, arrastrando las palabras e inclinándose para observarme a través de la ventanilla abierta.
—Quinn está fuera de la ciudad, así que tendré que ocuparme yo. Ella no te dejaría conducir a casa borracha y yo tampoco lo haré.
Soltó una risita ahogada, y un escalofrío de placer me recorrió el espinazo. Dios mío.
Incluso su risa era sexy.
—Muchas gracias, preciosa, pero me las puedo arreglar sola. En cuanto Nicole deje de vomitar la meteré en la camioneta. Aún soy capaz de conducir los cinco kilómetros hasta su casa. Tú puedes irte. Por cierto, ¿no tendrías que estar estudiando?
Discutir con ella era una pérdida de tiempo.
Empezaría a soltar comentarios sarcásticos hasta que yo estuviese tan enfadada que no pudiese ni hablar. Apreté el acelerador y entré en el aparcamiento. Lo llevaba claro si pensaba que iba a marcharme y a dejarle conducir borracha. Esa chica era capaz de enfurecerme con sólo guiñar un ojo, y mira que me esforzaba por ser amable con todo el mundo.
Recorrí con la vista los coches aparcados en busca de su viejo Chevy negro. Cuando lo encontré, caminé hasta donde estaba Brittany y alargué la mano.
—O me das las llaves de la camioneta o las busco yo misma. ¿Qué prefieres, Brittany?¿Quieres que te registre los bolsillos?
Una sonrisa torcida le iluminó el rostro.
—De hecho, creo que sería un placer que me registrases los bolsillos, San. ¿Qué tal si me quedo con la opción número dos?
El calor empezó a subirme por el cuello y me dejó manchas rojizas en las mejillas. No necesitaba un espejo para saber que me estaba ruborizando como una boba. Brittany nunca me lanzaba comentarios provocativos ni coqueteaba conmigo. Al parecer, yo era la única chica mínimamente atractiva del instituto
a la que no hacía ningún caso.
—Ni se te ocurra tocarla, zorra estúpida. Tiene las llaves en el contacto —rugió Nicole, la novia intermitente de Brittany, levantando la cabeza y echándose a la espalda el pelo castaño.
Sus ojos inyectados en sangre me observaban llenos de odio, desafiándome a
ponerle la mano encima a lo que era de su propiedad. No le respondí, ni tampoco miré a Brittany. Simplemente me di la vuelta y me dirigí a su camioneta intentando recordarme a mí misma que lo estaba haciendo por Quinn.
—¡Venga, subid al coche de una vez! — grité antes de meterme en el asiento del conductor.
Me costó mucho no pensar en que era la primera vez que estaba en la camioneta de Brittany. Después de un sinfín de noches tumbada en el tejado junto a ella, hablando del día en que nos sacaríamos el carnet de conducir y de los lugares a los que iríamos, sólo ahora, a los diecisiete años, me encontraba sentada en su coche. Brittany levantó a Nicole y la dejó en el asiento trasero.
—Túmbate a menos que tengas ganas de vomitar otra vez, y si lo haces asegúrate de potar de lado —le espetó ella, abriendo la puerta del conductor.
»Baja, princesa. Está a punto de perder el conocimiento, no le importará que conduzca.
Me aferré con más fuerza al volante. —No pienso dejar que conduzcas. Ni
siquiera vocalizas, así que no puedes conducir. Abrió la boca para discutírmelo pero cambió de idea. Se limitó a mascullar algo que sonaba como una palabrota antes de cerrar de un portazo y dar la vuelta por delante del coche para subir por el lado del copiloto. No dijo nada, y yo me abstuve de mirarla de reojo.
Sin Quinn cerca, Brittany me ponía nerviosa.
—Esta noche estoy harta de discutir con mujeres. Es la única razón por la que te dejo conducir —refunfuñó, esta vez sin arrastrar las palabras.
No me sorprendió que controlase su forma de hablar. Brittany había empezado a emborracharse antes de que la mayoría de chicos y chicas de nuestra edad hubiesen probado su primera cerveza. Cuando se tenía una cara como la de Brittany, las chicas mayores te prestaban atención. Había conseguido invitaciones a fiestas mucho antes que el resto de nosotros. Me las arreglé para encogerme de hombros
.
—No tendrías que discutir conmigo si no bebieses tanto.
Soltó una risotada cínica.
—Eres la chica perfecta, ¿verdad, San? Hace un tiempo eras mucho más divertida. Antes de que empezaras a morrearte con Quinn, lo pasábamos bien juntos.
Me miró fijamente, a la espera de mi reacción. Sintiendo sus ojos clavados en mí, me costaba concentrarme en conducir.
—Tú eras mi cómplice, San. Quinn era la chica buena. Pero nosotras dos éramos las alborotadoras. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo podía responder a eso? Nadie conocía a la niña que robaba chicles de la tienda o que secuestraba y ataba al repartidor de periódicos para quitarle los diarios y bañarlos en pintura azul antes de dejarlos en el porche de las casas. Nadie conocía a la chica que salía a escondidas de su casa a las dos de la madrugada para llenar de papel higiénico los jardines de los vecinos o para tirar globos de agua a los coches desde detrás de unos arbustos.
Aunque se lo contara, nadie creería que había hecho todas esas cosas... nadie, excepto Britt.
—Crecí —repliqué por fin.
—Cambiaste completamente, San.
—Éramos solo unas niñas, Britt. Sí, tú y yo nos metíamos en líos y Quinn nos sacaba de ellos, pero sólo éramos unas niñas. Ahora soy diferente.
Durante un momento, no respondió. Se removió en su asiento y comprendí que su vista ya no estaba fijada en mí. Era la primera vez que manteníamos esta conversación. Aunque fuese incómoda, hacía tiempo que la necesitábamos. Quinn siempre había sido un obstáculo para que Beau y yo hiciésemos las paces.
Una paz que se había quebrado tiempo atrás sin saber por qué. Un día era Brittany, mi mejor amiga. Al día siguiente, sólo era la primo de mi novia.
—Echo de menos a esa chica, ¿sabes? Era electrizante. Sabía cómo divertirse. Esta aburrida chica perfecta que la sustituyó resulta cargante.
Sus palabras dolían. Quizá porque venían de ella o quizá porque comprendía lo que estaba diciendo. No es que no pensara en esa chica que era antes. Le
odiaba por recordarme cuánto la echaba de menos. Me esforzaba mucho por mantenerla encerrada. El que alguien deseara que la liberase hacía que me costase más mantenerla bajo control.
—Prefiero ser una chica buena a ser una puta borracha que se vomita encima —espeté antes de poder detenerme.
Me sorprendió una risita ahogada y miré de reojo a Britt mientras se arrellanaba en su asiento y apoyaba la cabeza en el cuero gastado en vez de en el duro cristal de la ventana.
—Supongo que no eres perfecta del todo. Quinn nunca insultaría a alguien de esa manera. ¿Sabe que utilizas la palabra «puta»? Esta vez agarré el volante con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos. Brittany intentaba hacerme enfadar, y estaba haciendo un trabajo fantástico. No sabía cómo responder a su pregunta. La verdad era que Quinn se habría quedado de piedra si me hubiese oído llamar puta a alguien. Especialmente a la novia de su prima.
—Cálmate, San, no me voy a chivar. Te he guardado el secreto durante años. Me alegra saber que mi San sigue ahí dentro, escondida en alguna parte detrás de esa fachada perfecta.
Me contuve para no mirarla. La conversación iba en una dirección que no me gustaba.
—Nadie es perfecto. Y yo no finjo serlo.
Era mentira, y las dos lo sabíamos. Quinn era perfecta y yo me esforzaba por estar a su altura. Toda la ciudad sabía que estaba muy por detrás de su brillante reputación. Britt dejó escapar una carcajada gélida.
—Sí, San, claro que lo finges. Aparqué en la entrada de la casa de Nicole.
Brittany no se movió.
—Está inconsciente. Tendrás que ayudarla —susurré, temiendo que notara mi desazón en el tono de mi voz.
—¿Quieres que ayude a una «puta» que se
vomita encima? —preguntó, divertida.
Suspiré y me decidí a mirarla. Me recordaba a un ángel caído, bajo la luz de la luna que hacía resplandecer su pelo rubio, aclarado por el sol. Tenía los párpados más caídos de lo habitual y sus espesas pestañas prácticamente ocultaban el color azul de sus ojos.
—Es tu novia. Ayúdala.
Me las arreglé para sonar irritada. Cuando me permitía estudiar a Brittany tan de cerca se me hacía difícil enojarme con ella. Seguía viendo a la chica a la que de niña había puesto en un pedestal. Nuestro pasado siempre estaría ahí, impidiendo que volviésemos a estar unidas.
—Gracias por recordármelo —dijo, alargando la mano para abrir la puerta sin romper el contacto visual conmigo. Bajé la mirada y me dispuse a observar atentamente mis propios brazos, que tenía cruzados sobre el regazo. Nicole se revolvió con torpeza en el asiento trasero y la camioneta dio una leve sacudida que nos recordó que seguía allí.
Después de unos instantes más de silencio, por fin bajó. Brittany cargó con el cuerpo lacio de Nicole hasta la puerta y llamó. La puerta se abrió y desaparecieron dentro. Me pregunté quién habría abierto la puerta. ¿Habría sido la madre de Nicole? ¿Le preocupaba que su hija estuviese como una cuba? ¿Dejaría que Brittany la llevase a su habitación? ¿Iba Brittany a quedarse con ella? ¿A meterse en la cama con ella y a quedarse dormida? Brittany reapareció en la entrada antes de que mi imaginación pudiese desatarse aún más.
Una vez dentro del coche, arranqué la camioneta en dirección al parque de caravanas donde vivía.
—Así que dime, San, ¿tu insistencia por llevar a casa a la tía borracha y a la puta de su novia se debe a que eres la eterna chica buena que ayuda a todo el mundo? Porque sé que no te gusto demasiado, así que siento curiosidad por saber qué te impulsa a querer que llegue a casa sana y salva.
—Britt, eres mi amiga. Claro que me gustas. Somos amigas desde los cinco años. Es verdad que ya no salimos juntas, ni nos dedicamos a aterrorizar a los vecinos, pero me sigues importando.
—¿Desde cuándo?
—Desde cuándo, ¿qué?
—¿Desde cuándo te importo?
—Ésa es una pregunta tonta, Brittany. Sabes que siempre me has importado —respondí.
Aunque sabía que no se conformaría con una respuesta tan vaga. La verdad era que ya no hablaba mucho con ella. Normalmente, Nicole estaba colgada de alguna parte de su cuerpo. Y cuando Brittany me dirigía la palabra era para soltar algún comentario sarcástico.
Se le escapó la risa.
—Nos hemos sentado juntas en clase de historia durante todo el año y casi ni me has mirado. Durante la comida tampoco me miras y eso que nos sentamos a la misma mesa. Cada fin de semana nos vemos en las mismas fiestas y si se te ocurre lanzar tu mirada de superioridad en mi dirección, siempre es con expresión de asco. Así que me sorprende que me sigas considerando tu amiga.
El gran roble señalaba la entrada al parque de caravanas donde Brittany había residido toda su vida. La exuberante belleza del paisaje sureño al entrar en el camino de grava era engañosa.
En cuanto rebasabas los altos árboles, el decorado cambiaba de forma drástica. Caravanas viejas, coches apoyados sobre ladrillos y juguetes rotos repartidos por los patios. A falta de cristal, más de una ventana estaba cubierta con madera o plástico. Pero no me quedé embobada mirando a mí alrededor.
Tampoco me sorprendió ver a un hombre sentado en los peldaños de su porche, en ropa interior y con un cigarrillo colgado de los labios. Conocía bien el parque de caravanas.
Formaba parte de mi infancia. Me detuve delante de la caravana de Brittany. Me habría resultado más fácil creer que era el alcohol el que hablaba, pero sabía que no era así. No habíamos estado a solas desde hacía más de cuatro años. Desde que me convertí en la novia de Quinn, nuestra relación cambió.
Respiré hondo y me volví para mirarla.
—Nunca hablo con nadie en clase, excepto con el maestro. Tú nunca me diriges la palabra durante la comida, así que no tengo motivo para mirarte. Llamarte la atención sólo sirve para que te burles de mí. Y en las fiestas, no te miro con asco. Miro a Nicole con desagrado.
Podrías encontrar a alguien mucho mejor que ella. Puse el freno antes de que se me escapase algo más. Ladeó la cabeza como si me estuviese examinando.
—Nicole no te gusta demasiado, ¿verdad?
No tienes que preocuparte porque esté colgada de Quinn. Mi prima valora lo que tiene y no lo echará por la borda. Nicole no puede competir contigo.
¿A Nicole le gustaba Quinn?
Normalmente, acosaba a Brittany. Nunca había notado su interés por Quinn. Sabía que habían sido pareja durante un par de semanas cuando tenían trece años, pero había sido hacía tiempo. Eso no contaba. Además, estaba con Britt. ¿Por qué iba a interesarle cualquier otra?
—No sabía que le gustase Quinn — respondí, no del todo segura de creerlo. Quinn no era para nada su tipo.
—Pareces sorprendida —contestó Brittany.
—Bueno, claro que lo estoy. Te tiene a ti.
¿Por qué va a querer a Quinn?
Sus labios dibujaron una sonrisa satisfecha, haciendo que se le iluminasen los ojos de color azules. Me di cuenta de que acaba de soltar algo que Brittany podía malinterpretar, justo como estaba haciendo en ese mismo momento.
Alargó la mano hasta la manilla de la puerta, pero se detuvo y echó un vistazo rápido atrás.
—No sabía que mis bromas te molestaban, San. No lo haré más.
No era la respuesta que esperaba. Sin saber qué contestar, me quedé allí sentada sosteniéndole la mirada.
—Te traeré tu coche antes de que tus padres vean mi camioneta en tu casa por la mañana.
Salió de la camioneta y la observé mientras caminaba hasta la puerta de su caravana con el contoneo más sexy de la historia de la humanidad. Britt y yo necesitábamos tener esa charla. A pesar de que, por su culpa, mi imaginación cabalgaría desbocada durante una temporada. Mi secreta atracción por la chica mala del pueblo tenía que seguir siendo secreta.
A la mañana siguiente, encontré mi coche aparcado en la entrada, como había prometido, con una nota metida bajo el limpiaparabrisas.
La cogí, y al leerla no pude evitar sonreír.
Decía: «Gracias por lo de anoche. Te echaba de menos».
Había firmado simplemente con una B.
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GRACIAS POR LEER QUIZAS PRONTO SUBA EL SIEGUIENTE :3
Santana
¿Por qué no pude llegar a casa sin tener que verlas? No estaba de humor para hacer de buena samaritana con Brittany y la cutre de su novia. Aunque no iba conmigo, sabía que Quinn habría esperado que me detuviese. Con un gruñido frustrado, frené y aparqué junto a Brittany, que había puesto un poco de distancia entre ella y su novia, que estaba en plena vomitona. Por lo que parecía, devolver la papilla no era un reclamo de apareamiento para Brittany.
—¿Dónde has aparcado la camioneta, Britt? —pregunté en el tono más irritado del que era capaz.
Me devolvió esa ridícula sonrisa sexy que conseguía que todas las mujeres de la ciudad se derritiesen a sus pies. Me habría gustado creer que después de tantos años era inmune a su encanto, pero no lo era. Imposible ser inmune a la chica mala de la ciudad.
—No me digas que la perfecta Santana Lopez se dignará a ofrecerme su ayuda —contestó ella, arrastrando las palabras e inclinándose para observarme a través de la ventanilla abierta.
—Quinn está fuera de la ciudad, así que tendré que ocuparme yo. Ella no te dejaría conducir a casa borracha y yo tampoco lo haré.
Soltó una risita ahogada, y un escalofrío de placer me recorrió el espinazo. Dios mío.
Incluso su risa era sexy.
—Muchas gracias, preciosa, pero me las puedo arreglar sola. En cuanto Nicole deje de vomitar la meteré en la camioneta. Aún soy capaz de conducir los cinco kilómetros hasta su casa. Tú puedes irte. Por cierto, ¿no tendrías que estar estudiando?
Discutir con ella era una pérdida de tiempo.
Empezaría a soltar comentarios sarcásticos hasta que yo estuviese tan enfadada que no pudiese ni hablar. Apreté el acelerador y entré en el aparcamiento. Lo llevaba claro si pensaba que iba a marcharme y a dejarle conducir borracha. Esa chica era capaz de enfurecerme con sólo guiñar un ojo, y mira que me esforzaba por ser amable con todo el mundo.
Recorrí con la vista los coches aparcados en busca de su viejo Chevy negro. Cuando lo encontré, caminé hasta donde estaba Brittany y alargué la mano.
—O me das las llaves de la camioneta o las busco yo misma. ¿Qué prefieres, Brittany?¿Quieres que te registre los bolsillos?
Una sonrisa torcida le iluminó el rostro.
—De hecho, creo que sería un placer que me registrases los bolsillos, San. ¿Qué tal si me quedo con la opción número dos?
El calor empezó a subirme por el cuello y me dejó manchas rojizas en las mejillas. No necesitaba un espejo para saber que me estaba ruborizando como una boba. Brittany nunca me lanzaba comentarios provocativos ni coqueteaba conmigo. Al parecer, yo era la única chica mínimamente atractiva del instituto
a la que no hacía ningún caso.
—Ni se te ocurra tocarla, zorra estúpida. Tiene las llaves en el contacto —rugió Nicole, la novia intermitente de Brittany, levantando la cabeza y echándose a la espalda el pelo castaño.
Sus ojos inyectados en sangre me observaban llenos de odio, desafiándome a
ponerle la mano encima a lo que era de su propiedad. No le respondí, ni tampoco miré a Brittany. Simplemente me di la vuelta y me dirigí a su camioneta intentando recordarme a mí misma que lo estaba haciendo por Quinn.
—¡Venga, subid al coche de una vez! — grité antes de meterme en el asiento del conductor.
Me costó mucho no pensar en que era la primera vez que estaba en la camioneta de Brittany. Después de un sinfín de noches tumbada en el tejado junto a ella, hablando del día en que nos sacaríamos el carnet de conducir y de los lugares a los que iríamos, sólo ahora, a los diecisiete años, me encontraba sentada en su coche. Brittany levantó a Nicole y la dejó en el asiento trasero.
—Túmbate a menos que tengas ganas de vomitar otra vez, y si lo haces asegúrate de potar de lado —le espetó ella, abriendo la puerta del conductor.
»Baja, princesa. Está a punto de perder el conocimiento, no le importará que conduzca.
Me aferré con más fuerza al volante. —No pienso dejar que conduzcas. Ni
siquiera vocalizas, así que no puedes conducir. Abrió la boca para discutírmelo pero cambió de idea. Se limitó a mascullar algo que sonaba como una palabrota antes de cerrar de un portazo y dar la vuelta por delante del coche para subir por el lado del copiloto. No dijo nada, y yo me abstuve de mirarla de reojo.
Sin Quinn cerca, Brittany me ponía nerviosa.
—Esta noche estoy harta de discutir con mujeres. Es la única razón por la que te dejo conducir —refunfuñó, esta vez sin arrastrar las palabras.
No me sorprendió que controlase su forma de hablar. Brittany había empezado a emborracharse antes de que la mayoría de chicos y chicas de nuestra edad hubiesen probado su primera cerveza. Cuando se tenía una cara como la de Brittany, las chicas mayores te prestaban atención. Había conseguido invitaciones a fiestas mucho antes que el resto de nosotros. Me las arreglé para encogerme de hombros
.
—No tendrías que discutir conmigo si no bebieses tanto.
Soltó una risotada cínica.
—Eres la chica perfecta, ¿verdad, San? Hace un tiempo eras mucho más divertida. Antes de que empezaras a morrearte con Quinn, lo pasábamos bien juntos.
Me miró fijamente, a la espera de mi reacción. Sintiendo sus ojos clavados en mí, me costaba concentrarme en conducir.
—Tú eras mi cómplice, San. Quinn era la chica buena. Pero nosotras dos éramos las alborotadoras. ¿Qué ocurrió? ¿Cómo podía responder a eso? Nadie conocía a la niña que robaba chicles de la tienda o que secuestraba y ataba al repartidor de periódicos para quitarle los diarios y bañarlos en pintura azul antes de dejarlos en el porche de las casas. Nadie conocía a la chica que salía a escondidas de su casa a las dos de la madrugada para llenar de papel higiénico los jardines de los vecinos o para tirar globos de agua a los coches desde detrás de unos arbustos.
Aunque se lo contara, nadie creería que había hecho todas esas cosas... nadie, excepto Britt.
—Crecí —repliqué por fin.
—Cambiaste completamente, San.
—Éramos solo unas niñas, Britt. Sí, tú y yo nos metíamos en líos y Quinn nos sacaba de ellos, pero sólo éramos unas niñas. Ahora soy diferente.
Durante un momento, no respondió. Se removió en su asiento y comprendí que su vista ya no estaba fijada en mí. Era la primera vez que manteníamos esta conversación. Aunque fuese incómoda, hacía tiempo que la necesitábamos. Quinn siempre había sido un obstáculo para que Beau y yo hiciésemos las paces.
Una paz que se había quebrado tiempo atrás sin saber por qué. Un día era Brittany, mi mejor amiga. Al día siguiente, sólo era la primo de mi novia.
—Echo de menos a esa chica, ¿sabes? Era electrizante. Sabía cómo divertirse. Esta aburrida chica perfecta que la sustituyó resulta cargante.
Sus palabras dolían. Quizá porque venían de ella o quizá porque comprendía lo que estaba diciendo. No es que no pensara en esa chica que era antes. Le
odiaba por recordarme cuánto la echaba de menos. Me esforzaba mucho por mantenerla encerrada. El que alguien deseara que la liberase hacía que me costase más mantenerla bajo control.
—Prefiero ser una chica buena a ser una puta borracha que se vomita encima —espeté antes de poder detenerme.
Me sorprendió una risita ahogada y miré de reojo a Britt mientras se arrellanaba en su asiento y apoyaba la cabeza en el cuero gastado en vez de en el duro cristal de la ventana.
—Supongo que no eres perfecta del todo. Quinn nunca insultaría a alguien de esa manera. ¿Sabe que utilizas la palabra «puta»? Esta vez agarré el volante con tanta fuerza que los nudillos se me pusieron blancos. Brittany intentaba hacerme enfadar, y estaba haciendo un trabajo fantástico. No sabía cómo responder a su pregunta. La verdad era que Quinn se habría quedado de piedra si me hubiese oído llamar puta a alguien. Especialmente a la novia de su prima.
—Cálmate, San, no me voy a chivar. Te he guardado el secreto durante años. Me alegra saber que mi San sigue ahí dentro, escondida en alguna parte detrás de esa fachada perfecta.
Me contuve para no mirarla. La conversación iba en una dirección que no me gustaba.
—Nadie es perfecto. Y yo no finjo serlo.
Era mentira, y las dos lo sabíamos. Quinn era perfecta y yo me esforzaba por estar a su altura. Toda la ciudad sabía que estaba muy por detrás de su brillante reputación. Britt dejó escapar una carcajada gélida.
—Sí, San, claro que lo finges. Aparqué en la entrada de la casa de Nicole.
Brittany no se movió.
—Está inconsciente. Tendrás que ayudarla —susurré, temiendo que notara mi desazón en el tono de mi voz.
—¿Quieres que ayude a una «puta» que se
vomita encima? —preguntó, divertida.
Suspiré y me decidí a mirarla. Me recordaba a un ángel caído, bajo la luz de la luna que hacía resplandecer su pelo rubio, aclarado por el sol. Tenía los párpados más caídos de lo habitual y sus espesas pestañas prácticamente ocultaban el color azul de sus ojos.
—Es tu novia. Ayúdala.
Me las arreglé para sonar irritada. Cuando me permitía estudiar a Brittany tan de cerca se me hacía difícil enojarme con ella. Seguía viendo a la chica a la que de niña había puesto en un pedestal. Nuestro pasado siempre estaría ahí, impidiendo que volviésemos a estar unidas.
—Gracias por recordármelo —dijo, alargando la mano para abrir la puerta sin romper el contacto visual conmigo. Bajé la mirada y me dispuse a observar atentamente mis propios brazos, que tenía cruzados sobre el regazo. Nicole se revolvió con torpeza en el asiento trasero y la camioneta dio una leve sacudida que nos recordó que seguía allí.
Después de unos instantes más de silencio, por fin bajó. Brittany cargó con el cuerpo lacio de Nicole hasta la puerta y llamó. La puerta se abrió y desaparecieron dentro. Me pregunté quién habría abierto la puerta. ¿Habría sido la madre de Nicole? ¿Le preocupaba que su hija estuviese como una cuba? ¿Dejaría que Brittany la llevase a su habitación? ¿Iba Brittany a quedarse con ella? ¿A meterse en la cama con ella y a quedarse dormida? Brittany reapareció en la entrada antes de que mi imaginación pudiese desatarse aún más.
Una vez dentro del coche, arranqué la camioneta en dirección al parque de caravanas donde vivía.
—Así que dime, San, ¿tu insistencia por llevar a casa a la tía borracha y a la puta de su novia se debe a que eres la eterna chica buena que ayuda a todo el mundo? Porque sé que no te gusto demasiado, así que siento curiosidad por saber qué te impulsa a querer que llegue a casa sana y salva.
—Britt, eres mi amiga. Claro que me gustas. Somos amigas desde los cinco años. Es verdad que ya no salimos juntas, ni nos dedicamos a aterrorizar a los vecinos, pero me sigues importando.
—¿Desde cuándo?
—Desde cuándo, ¿qué?
—¿Desde cuándo te importo?
—Ésa es una pregunta tonta, Brittany. Sabes que siempre me has importado —respondí.
Aunque sabía que no se conformaría con una respuesta tan vaga. La verdad era que ya no hablaba mucho con ella. Normalmente, Nicole estaba colgada de alguna parte de su cuerpo. Y cuando Brittany me dirigía la palabra era para soltar algún comentario sarcástico.
Se le escapó la risa.
—Nos hemos sentado juntas en clase de historia durante todo el año y casi ni me has mirado. Durante la comida tampoco me miras y eso que nos sentamos a la misma mesa. Cada fin de semana nos vemos en las mismas fiestas y si se te ocurre lanzar tu mirada de superioridad en mi dirección, siempre es con expresión de asco. Así que me sorprende que me sigas considerando tu amiga.
El gran roble señalaba la entrada al parque de caravanas donde Brittany había residido toda su vida. La exuberante belleza del paisaje sureño al entrar en el camino de grava era engañosa.
En cuanto rebasabas los altos árboles, el decorado cambiaba de forma drástica. Caravanas viejas, coches apoyados sobre ladrillos y juguetes rotos repartidos por los patios. A falta de cristal, más de una ventana estaba cubierta con madera o plástico. Pero no me quedé embobada mirando a mí alrededor.
Tampoco me sorprendió ver a un hombre sentado en los peldaños de su porche, en ropa interior y con un cigarrillo colgado de los labios. Conocía bien el parque de caravanas.
Formaba parte de mi infancia. Me detuve delante de la caravana de Brittany. Me habría resultado más fácil creer que era el alcohol el que hablaba, pero sabía que no era así. No habíamos estado a solas desde hacía más de cuatro años. Desde que me convertí en la novia de Quinn, nuestra relación cambió.
Respiré hondo y me volví para mirarla.
—Nunca hablo con nadie en clase, excepto con el maestro. Tú nunca me diriges la palabra durante la comida, así que no tengo motivo para mirarte. Llamarte la atención sólo sirve para que te burles de mí. Y en las fiestas, no te miro con asco. Miro a Nicole con desagrado.
Podrías encontrar a alguien mucho mejor que ella. Puse el freno antes de que se me escapase algo más. Ladeó la cabeza como si me estuviese examinando.
—Nicole no te gusta demasiado, ¿verdad?
No tienes que preocuparte porque esté colgada de Quinn. Mi prima valora lo que tiene y no lo echará por la borda. Nicole no puede competir contigo.
¿A Nicole le gustaba Quinn?
Normalmente, acosaba a Brittany. Nunca había notado su interés por Quinn. Sabía que habían sido pareja durante un par de semanas cuando tenían trece años, pero había sido hacía tiempo. Eso no contaba. Además, estaba con Britt. ¿Por qué iba a interesarle cualquier otra?
—No sabía que le gustase Quinn — respondí, no del todo segura de creerlo. Quinn no era para nada su tipo.
—Pareces sorprendida —contestó Brittany.
—Bueno, claro que lo estoy. Te tiene a ti.
¿Por qué va a querer a Quinn?
Sus labios dibujaron una sonrisa satisfecha, haciendo que se le iluminasen los ojos de color azules. Me di cuenta de que acaba de soltar algo que Brittany podía malinterpretar, justo como estaba haciendo en ese mismo momento.
Alargó la mano hasta la manilla de la puerta, pero se detuvo y echó un vistazo rápido atrás.
—No sabía que mis bromas te molestaban, San. No lo haré más.
No era la respuesta que esperaba. Sin saber qué contestar, me quedé allí sentada sosteniéndole la mirada.
—Te traeré tu coche antes de que tus padres vean mi camioneta en tu casa por la mañana.
Salió de la camioneta y la observé mientras caminaba hasta la puerta de su caravana con el contoneo más sexy de la historia de la humanidad. Britt y yo necesitábamos tener esa charla. A pesar de que, por su culpa, mi imaginación cabalgaría desbocada durante una temporada. Mi secreta atracción por la chica mala del pueblo tenía que seguir siendo secreta.
A la mañana siguiente, encontré mi coche aparcado en la entrada, como había prometido, con una nota metida bajo el limpiaparabrisas.
La cogí, y al leerla no pude evitar sonreír.
Decía: «Gracias por lo de anoche. Te echaba de menos».
Había firmado simplemente con una B.
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GRACIAS POR LEER QUIZAS PRONTO SUBA EL SIEGUIENTE :3
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
hola !!
me pareció genial
me gustaría saber en que momento britt se convirtió en la chica mala
fue cuando san y quinn se hicieron novias
san tan correcta mm mm
sigue la esta buenisima !! fiel lectora me encanta las tramas donde britt no es la niña inocente
saludos!!!
me pareció genial
me gustaría saber en que momento britt se convirtió en la chica mala
fue cuando san y quinn se hicieron novias
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sigue la esta buenisima !! fiel lectora me encanta las tramas donde britt no es la niña inocente
saludos!!!
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
holaa!!! se ve que va a hacer una linda historia
nos vemos en la proxima actualizacion
nos vemos en la proxima actualizacion
Patri_glee***** - Mensajes : 225
Fecha de inscripción : 01/10/2013
Edad : 32
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Hola!
Me ncantó el primer capítulo! :)
Espero tu próxima actualización.. :)
Porfa no tardes mucho .
Besoss :)
Alii C:
Me ncantó el primer capítulo! :)
Espero tu próxima actualización.. :)
Porfa no tardes mucho .
Besoss :)
Alii C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
GRACIAS POR LEER!! :3 si a mi tambien me gustan las historias donde Britt no es una niña inocente :3 (en seguida el siguiente)raxel_vale escribió:hola !!
me pareció genial
me gustaría saber en que momento britt se convirtió en la chica mala
fue cuando san y quinn se hicieron novias
san tan correcta mm mm
sigue la esta buenisima !! fiel lectora me encanta las tramas donde britt no es la niña inocente
saludos!!!
Si va a ser una linda historia :3 ya actualizo :3Patri_glee escribió:holaa!!! se ve que va a hacer una linda historia
nos vemos en la proxima actualizacion
No tardo no tardo!! POR SI ACASO ESTA ES UNA ADAPTACIÓN DE UN LIBRO (yo no la hice a la historia)Alisseth escribió:Hola!
Me ncantó el primer capítulo! :)
Espero tu próxima actualización.. :)
Porfa no tardes mucho .
Besoss :)
Alii C:
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Capítulo dos
Santana:
Hola, cariño. Siento haber tardado tanto en responder a tu e-mail. Aquí la conexión a Internet es muy débil y el 3G no existe, así que el móvil no sirve de nada. Tengo unas ganas locas de volver a verte. Pienso en ti continuamente y me pregunto qué estarás haciendo. Pasamos la mayor parte del día haciendo senderismo. La senda que tomamos ayer llevaba hasta una cascada. Después de ocho kilómetros cuesta arriba bajo un sol abrasador, el agua helada nos sentó genial.
Habría deseado que estuvieses allí. Está claro que mi futuro no está en el mundo de la pesca. Doy pena. John me está dando una paliza. Ayer me dijo que debería conformarme con el fútbol americano, jajaja. Estoy disfrutando del tiempo que paso con él. Gracias por comprender cuánta falta me hacía. En estos momentos, me necesita. Su hermano mayor se marchará dentro de un año y a mí me tendrá a una simple llamada de distancia, pero no estaré allí para ver sus entrenamientos o para ayudarle con su primer amor. Estoy aprovechando para compartir toda mi sabiduría con él. Te quiero tanto, Santana Lopez. Soy la mujer más afortunada del mundo.
Quinn
Quinn:
Supuse que tu tardanza en responder tenía que ver con problemas con Internet. En lo alto de la montaña, la conexión no puede ser buena. Al menos no en la cabaña aislada donde estáis. Yo también te echo de menos. Me alegro de que estés aprovechando para pasar tiempo con John, sé lo mucho que significa para él. Yo ayudo un poco a mi padre. No tengo mucho que hacer contigo fuera. No he salido de fiesta los fines de semana, normalmente por las noches alquilo una peli. Mercedes y Sam se han convertido en pareja oficial. Cuando no trabaja, Mercedes está con él. Así que eso me deja sin nadie con quien salir. Estoy demasiado acostumbrada a pasar todo el tiempo contigo. Dales un abrazo a John y a Catherine de mi parte. Cuento los días hasta que vuelva a verte.
Te quiero mucho,
Santana
Después de hacer clic en enviar, permanecí abstraída mirando la pantalla del ordenador. Me preocupaba un poco no haber mencionado a Brittany. Me había propuesto escribir que había llevado a Brittany y a Nicole a casa, pero casi nunca hablábamos de Brittany. Quinn sólo la mencionaba a veces, cuando estaba preocupada por ella. Durante toda su vida, Quinn había cuidado de Britt. Brittany era la hija del hermano Pierce que había llevado una vida alocada hasta que su moto chocó contra un camión. Brittany tenía siete años cuando ocurrió.
Recuerdo sus ojos enrojecidos de llorar durante meses. Por las noches, se escabullía de su caravana y venía a mi casa. Yo me escapaba por la ventana y las dos nos sentábamos en el tejado durante horas pensando en qué podíamos hacer para que se sintiera mejor. Lo habitual era que esas ideas se convirtiesen en travesuras de las que Quinn tenía que rescatarnos.
Quinn era la hija de la hermana Pierce buena. La madre de Quinn era la mayor de los dos hermanos Pierce. Había estudiado Derecho y ganado una fortuna defendiendo a ciudadanos de a pie contra las compañías de seguros. Toda la ciudad amaba a Victoria Pierce y a su esposo Jasón Fabray, que jugaba al tenis, participaba en varias asociaciones caritativas, por no mencionar a su hija mayor, que era la personificación del sueño americano.
No era una ciudad grande y, como en cualquier pueblo sureño, todo el mundo estaba enterado de la vida de los demás. Su pasado era de dominio público. El pasado de sus padres tampoco era ningún secreto. No se tenían secretos en Grove, Alabama. Era imposible, excepto quizá en la fiestas que tenían lugar en el prado. Estoy segura de que entre las sombras del campo de nogales que rodeaba el gran prado donde los hermanos Mason celebraban sus famosas fiestas se escondían muchos secretos.
Era el único lugar donde las señoras mayores no podían observarte desde el columpio del porche de sus casas y en el que los ojos que te rodeaban estaban demasiado absortos en sus propias locuras como para fijarse en las tuyas. Alargué el brazo para coger la foto enmarcada que Quinn me había regalado.
Aparecíamos las dos juntas, en una fiesta en el prado del mes anterior. Su sonrisa bondadosa y sus alegres ojos color avellana me hicieron sentir culpable.
Tampoco había hecho nada malo. Sólo había obviado el hecho de que había ayudado a Brittany a llegar a salvo a casa. Pero debería habérselo contado. Dejé la foto otra vez en el escritorio y fui hasta el armario a buscar algo que ponerme. Necesitaba salir de casa. Si no encontraba algo que hacer, el verano transcurriría a paso de tortuga.
Mi abuela acababa de volver a casa después de visitar a su hermana en Savannah. Podía ir a trabajar de voluntaria en la residencia de ancianos y luego visitar a la abuela. Así, cuando mañana escribiese a Quinn, podría explicarle que había ido a visitar a su bisabuela a la residencia. Eso le gustaría.
En cuanto terminé con mi buena obra del día y hube visitado a la bisabuela Pierce, me dirigí a casa de la abuela. Estaba ansiosa por verla. Siempre la añoraba mucho cuando se marchaba. Sin Quinn y sin la abuela me había sentido muy sola. Al menos, la abuela ya había regresado.
En cuanto bajé del coche, la puerta de la entrada se abrió y apareció con una sonrisa y un vaso de té helado. Su cabello rubio platino apenas le llegaban a los hombros, y tuve que morderme el labio para que no se me escapase una risita. Antes de que se fuera, habíamos comentado que debería cortarse el pelo. Lo llevaba demasiado largo. Así se lo dije, pero ella desestimó la idea como si yo no supiese de lo que estaba hablando. Supongo que había cambiado de opinión. El pequeño destello en su mirada me indicó que mi abuela sabía perfectamente en qué estaba pensando.
—Vaya, vaya, mira quién ha decidido visitar a su abuela. Empezaba a preguntarme si necesitabas una invitación por escrito — bromeó.
Reí y subí los escalones para abrazarla.
—No llegaste a casa hasta ayer —le recordé.
Me olisqueó la camiseta y se inclinó hacia atrás para echarme un buen vistazo.
—Huele a que alguien ha pasado por el asilo de ancianos para visitar a la bisabuela de su novio antes que a su abuela.
—Déjalo ya, abuela. Te estaba dejando dormir hasta tarde. Sé que viajar te agota. Me tomó de la mano y me guió hasta el columpio del porche para que me sentara con ella. Bajo la luz del sol, los diamantes que llevaba en los dedos refulgían. Me puso en las manos el frío vaso que sostenía.
—Toma, bebe un poco. Te lo he servido en cuanto te he visto aparcar en la entrada. Aquí podía relajarme. Estaba con la abuela y ella no esperaba que fuese siempre perfecta.
—Bueno, ¿has hablado con ese novio tuyo desde que se marchó o estás pasando un buen rato con otro mozo mientras no está? Escupí el té que tenía en la boca y negué con la cabeza mientras tosía. ¿Cómo era posible que siempre supiese lo que pasaba antes que nadie?
— ¿Y quién es? Ha hecho que te tires el té por encima, así que tendrás que darme un nombre y algunos detalles.
Sacudí la cabeza y me volví para mirarla a los ojos.
—No hay nadie. Me he atragantado con el té por lo descabellado de tu pregunta. ¿Por qué iba a engañar a Quinn? Es perfecta, abuela.
Hizo un gesto de incredulidad y me dio unas palmaditas en la pierna.
—No existe ninguna mujer u hombre perfecto. Ninguno. Ni siquiera tu padre. Aunque a él le guste pensar que lo es.
—Quinn es lo más parecido a la perfección.
—No sabría qué decirte. He pasado por delante de casa de los Fabray esta mañana y su prima Brittany les estaba cortando el césped — replicó, haciendo una pausa para sacudir la cabeza con incredulidad y sonriendo de oreja a oreja
— No hay ningún ser humano en esta ciudad que pueda compararse con Brittany y su excelente estado físico… se le nota que hace ejercicio y andaba con el abdomen descubierto y se le veían los tatuajes.
— ¡Abuela!
Le di una palmada en la mano, horrorizada ante la idea de que mi abuela se hubiese dedicado a admirar a Brittany de una manera que nunca hubiera pensado que lo haría.
La abuela simplemente se echó a reír.
— ¿Qué? Soy vieja, Santana, pero no ciega.
No me costó nada imaginarme el aspecto que tendría Brittany sudorosa y su abdomen. Casi me dio un ataque la semana anterior cuando pasé por casa de los Green y le vi cortando el césped con solo la parte superior de un bikini. Me dije a mí misma que estaba examinando el tatuaje de sus costillas, pero no era verdad. Esos abdominales tan bien definidos eran difíciles de pasar por alto. Era básicamente imposible. Y el tatuaje tenía un no sé qué que los hacía aún más sexys.
—Y no soy la única anciana que se ha fijado. Pero sí soy la única lo bastante honesta como para admitirlo.Las demás le contratan para que les corte el césped sólo para poder contemplarlo desde la ventana mientras se les cae la baba.
Por eso quería tanto a la abuela: siempre me hacía reír. Aceptaba las cosas tal como eran. No fingía, ni se daba aires. Simplemente era la abuela.
—No sé qué aspecto tendrá Brittany sin camiseta —dije yo, lo que era mentira—. Pero lo que sí sé es que no trae más que problemas. La abuela chasqueó la lengua y dio un buen empujón al columpio con los pies.
—De vez en cuando los problemas pueden ser divertidos. Ir siempre por el buen camino puede hacer que la vida se haga tediosa y aburrida. Aún eres joven, Santana. No te estoy diciendo que salgas por ahí y te arruines la vida.
Sólo digo que a veces un poco de excitación es bueno para el alma.
Me vino a la mente una imagen de Brittany, encorvada a mi lado en la camioneta y mirándome a través de sus espesas pestañas, y se me aceleró el pulso. Decididamente, Brittany era más que un poco de excitación. Era letal.
—Basta de chicas. Ya tengo una y no estoy interesada en buscar otra. ¿Qué tal tu viaje? La abuela sonrió y cruzó las piernas. Una sandalia de tacón pendía de uno de sus pies; llevaba las uñas pintadas de fucsia. Costaba creer que fuese la madre de un hombre tan conservador como mi padre.
—Fuimos de visita. Bebimos unos cuantos cócteles. Vimos algunas obras de teatro. Ese tipo de cosas.
Sonaba al típico viaje a casa de la tía Tabatha.
— ¿Mi padre ha venido a verte, esta mañana?
Dejó escapar un suspiro teatral.
—Sí, y como es habitual, ha rezado por mi pobre alma. Este chico no tiene ningún sentido de la aventura.
Sonreí para mí misma. Estar con la abuela siempre era divertido.
—Y más te vale que no le repitas lo que acabo de decirte. Ya viene bastante a menudo a darme lecciones.
Me dio un empujoncito en la pierna.
—Nunca lo hago, abuela. La abuela volvió a empujar el columpio con el pie.
—Bueno, si no piensas buscarte una chica mala y sexy con tatuajes con quien disfrutar del verano, tú y yo tendremos que hacer alguna cosa. No te pasarás todos los días haciendo buenas obras, ¿qué gracia tiene eso?
—Vayamos de compras. Siempre podríamos ir de compras —contesté.
—Ésta es mi niña. Iremos de compras, pero hoy no. Tengo que deshacer las maletas y limpiar la casa. Quedaremos a finales de semana. Tú y yo solas. Con un poco de suerte, nos encontraremos unos buenos mozos mientras estamos fuera.
Sacudí la cabeza y reí ante su comentario burlón. La verdad era que mi abuela no era ninguna fan de Quinn. Debía de ser la única persona de la ciudad que no le tenía en un pedestal.
Después de hacer planes para ir de compras con la abuela, regresé a casa. Me las había arreglado para pasar una buena parte de la jornada fuera de mi habitación. Podía pasar el resto del día con un buen libro.
Por suerte, mis padres no estaban en casa cuando llegué. Cuando mi padre estaba en casa, siempre se le ocurrían tareas para encargarme. No tenía ganas de pasarme lo que quedaba del día trabajando. Sólo deseaba ponerme a leer una tórrida novela romántica y esconderme en su mundo ficticio durante un ratito.
En cuanto entré en mi habitación para quitarme la ropa, que olía a desinfectante y a ancianos, el teléfono me avisó de que tenía un mensaje. Me saqué el móvil del bolsillo y me quedé un momento mirando la pantalla, mientras me embargaban una serie de emociones contradictorias.
Brittany: “Nos vemos en el hoyo”
El hoyo era un pequeño lago que se encontraba en el punto más distante del terreno de Quinn. ¿Brittany quería verme allí a solas? ¿Por qué? Se me aceleró el pulso al pensar en lo que Brittany podría estar planeando. Eché un vistazo a la novela romántica que había pensado leer y decidí que una tarde en el bosque con Brittany Pierce sería mucho más interesante.
La culpa se escondía en algún lugar de mi interior, intentando encontrar un resquicio entre las endiabladas ganas que sentía de hacer algo malo. Antes de que pudiese entrar en razón y cambiar de idea,
Respondí:”Estaré allí en un cuarto de hora”
El corazón me latía contra el pecho de pura energía nerviosa, o quizá por el temor a que nos pillaran. Tampoco estaba haciendo nada malo. A ver, Britt era una amiga. Más o menos.
También se sentía sola. Y no íbamos al hoyo a pegarnos el lote. Seguramente quería terminar la conversación de la noche anterior. Ahora estaba sobria. Lo más probable era que quisiera aclarar que no había pretendido que malinterpretase sus palabras. No era que fuésemos a nadar juntos ni nada de eso.
Brittany:”Ponte bañador”
Vale. Quizá sí que íbamos a nadar. No respondí. No estaba segura de qué decir. Lo correcto habría sido decir que no. Pero yo siempre hacía lo correcto. Siempre. Por una vez, deseaba hacer lo que me apetecía: dejar salir un rato a la chica mala.
Fui hasta el armario y busqué la bolsita escondida en la estantería de arriba. El biquini rojo, que había comprado para cuando estuviera con Quinn (pero que al final nunca me ponía por miedo a su mirada desaprobadora), estaba hecho un ovillo dentro de la bolsa de la tienda.
Había cogido la bolsa muchas veces, pero nunca había llegado a sacarlo. Lo había comprado por impulso, intuyendo que acabaría muerto de asco en el armario. Casi podía ver la sonrisa de aprobación de la abuela mientras sacaba el revelador biquini que ella había insistido en que comprase.
— ¿Te parece lo bastante problemático, abuela? —musité antes de que se me escapase una risita excitada.
Brittany
Nunca me había molestado en reflexionar sobre lo negra que era mi alma, como parecían creer el resto de los habitantes de esta ciudad, pero en cuanto Santana salió de su pequeño Jetta blanco con el aspecto de un ángel caído del cielo, supe que mi alma estaba condenada al infierno. Le había enviado el mensaje para recordarme lo inalcanzable que era. Creía que ver un simple «no» como respuesta sería el toque de atención que necesitaba para dejar de obsesionarme con ella. Pero aceptó y mi estúpido y negro corazón se hinchó de alegría.
Me di cuenta de que se tambaleaba un poco cuando sus preciosos ojos marrones se encontraron con los míos. Más que nada en el mundo, habría deseado acercarme a ella y asegurarle que iba a ser bueno. Sólo quería hablar con ella, ver cómo se le iluminaban los ojos cuando reía o cómo se mordisqueaba el labio inferior cuando estaba nerviosa.
Pero no podía actuar según mis deseos. Santana no era mía. No lo había sido desde hacía mucho tiempo. No debería haber venido y yo no debería haberla invitado. Así que en lugar de tranquilizarla, permanecí apoyado en el árbol, la perfecta imagen del demonio, con la esperanza de que diese media vuelta y se marchase corriendo.
Se aproximó, con el carnoso labio inferior apresado entre sus perfectos dientes blancos. Había fantaseado con esos labios demasiadas veces. Apenas se había cubierto las largas piernas morenas con unos pantalones cortos que hicieron que casi deseara agradecerle a Dios que la hubiera creado.
—Hola —dijo Santana, ruborizada de nervios.
Maldita fuera, era toda una belleza. Nunca le había envidiado nada a Quinn. Le quería como a una hermana. Era el único miembro de mi familia a la que quería de verdad. Cuando sobresalía en algo, yo le vitoreaba en silencio.
Se mantuvo a mi lado durante una infancia difícil, rogando a sus padres que me dejasen quedarme a dormir cuando la idea de regresar a una caravana oscura y vacía me aterrorizaba. Siempre había tenido aquello de lo que yo carecía. Los padres perfectos, la casa perfecta, la vida perfecta, pero nada de eso importaba porque yo tenía a Santana. Cierto, las tres habíamos sido amigas, pero Santana era mía.
Había sido mi cómplice, la única persona a la que contaba mis sueños y mis temores, mi alma gemela. Y entonces, como tenía que ser en la vida perfecta de Quinn, ella consiguió a mi chica. Lo único que creía mío había pasado a pertenecerle.
—Has venido —respondí al fin. Se sonrojó aún más. —Sí, no sé muy bien por qué.
—Yo tampoco —le contesté, ya que estábamos siendo sinceras.
Respiró profundamente y apoyó las manos en las caderas. Quizá no era la pose más apropiada, llevando sólo un biquini para cubrirle el generoso busto.
La vista era más estimulante de lo necesario, así que aparté la mirada de su escote.
—Mira, Britt, estoy sola y aburrida desde que Quinn se marchó. Mercedes siempre está ocupada, trabajando de camarera en Hank’s o con Sam. Creo que me gustaría que fuésemos... amigas. Fuiste mi mejor amiga durante ocho años. Me gustaría recuperarlo.
¿Quería que volviésemos a ser amigas? ¿Cómo demonios iba a hacerlo? Desearla desde lejos y no poder tocarla era una cosa. Me estaba pidiendo algo que no estaba seguro de poder darle. Pero, qué narices, su mirada suplicante consiguió que cediese.
—Muy bien —resolví, ya lista con mi bikini para ir al agua.
— A nadar.
No esperé a ver cómo se quitaba esos pantaloncitos diminutos. Una parte de mí deseaba quedarse a mirar cómo lo hacía, pero otra parte de mí sabía que mi corazón no podría soportar la imagen de Santana contoneándose para salir de esos puñeteros pantalones cortos.
Quizá tuviera el corazón negro, pero eso no impedía que pudiese sufrir un fallo cardíaco. Tomé carrerilla y me agarré del columpio de cuerda y, por un segundo, volví a ser un niño volando sobre el lago. Me solté, hice una voltereta y me sumergí con fluidez en el agua.
Cuando saqué la cabeza, eché un vistazo a la orilla con la esperanza de atisbar a Santana mientras se desvestía. Los pantalones cortos habían desaparecido y San caminaba hacia la cuerda. No era la primera vez que la veía en biquini, pero sí la primera que me permitía disfrutar de la vista.
El corazón me golpeaba contra el pecho, pero no fui capaz de quitarle los ojos de encima mientras agarraba la cuerda, se balanceaba sobre el agua y hacía una voltereta perfecta. Me había costado tres largas tardes enseñarle a saltar de la cuerda haciendo una voltereta y a sumergirse con suavidad.
Santana tenía ocho años cuando le enseñe a hacer esa voltereta. Santana sacó la cabeza del agua y la ladeó para apartarse el pelo mojado de la cara con las manos.
—No estaba tan fría como esperaba — comentó con una sonrisa triunfante.
—Estamos a treinta y cinco grados y subiendo. A finales de mes, esto te parecerá el agua de la bañera.
Me esforcé por no parecer fascinado por la forma en que las largas pestañas se le rizaban al mojarse.
—Sí, me acuerdo. He pasado tantos veranos como tú en este lago —respondió, y se le fue apagando la voz, como si quisiera recordarnos a las dos de quién era el lago en el que estábamos nadando. Quería que se sintiera cómoda conmigo.
Si hablar de Quinn ayudaba, entonces hablaría de ella. Además, tampoco me hacía ningún daño recordar a quién pertenecía Santana.
—Entendido. Lo siento, pero esta nueva Santana no se parece a la Santana a la que conocí en su momento. A veces se me olvida que la novia perfecta de Quinn es la misma chica que empezaba las peleas de barro en la orilla.
—Ojalá dejases de comportarte como si fuese una persona diferente, Britt. He crecido, pero sigo siendo la misma chica. Además, tú también has cambiado. La vieja Britt no me habría ignorado completamente, demasiado ocupado marreándose con su novia como para darse cuenta de que estoy viva.
—No, pero la vieja Britt no estaba cachondo —repliqué con un guiño y le salpiqué la cara. Su risa familiar hizo que me doliese un poco el pecho.
—Entendido. Supongo que tener encima a alguien con un cuerpo como el de Nicole puede distraer un poco. Está claro que una amiga tiene menos prioridad que echar un polvo.
Si en algún momento hubiese sabido que Santana deseaba mi atención, habría apartado a Nicole de un empujón y le habría prestado todo mi interés a Santana. Pero la mayor parte del tiempo estaba en los brazos de Quinn, y yo necesitaba distraerme. Nicole me proporcionaba otra cosa... Algo que no podía admitir delante de Santana.
—Nicole no es muy recatada —respondí, intentando echarle la culpa a ella.
El hoyuelo que me había fascinado desde el día en que conocí a Santana hizo su aparición cuando me ofreció una gran sonrisa.
—Nicole no sabe ni la definición de la palabra «recato». Eso sí, en cuanto a la palabra «vulgar», creo que tiene una idea bastante clara de lo que significa.
Me estaba haciendo ilusiones, ¿o parecía celosa de Nicole?
—Nicole no es tan mala. Simplemente, va a por lo que quiere —contesté yo, deseando poner a prueba la reacción de Santana.
Su cara adoptó una mueca irritada y se puso tensa. No pude contener la sonrisa que me vino a los labios. Me gustaba el hecho de que le molestara que defendiese a Nicole.
—Tienes mal gusto en cuestión de mujeres, Brittany Pierce —replicó.
Observé cómo nadaba hasta el embarcadero y se subía para sentarse en el borde, ofreciéndome una vista extremadamente placentera. Tardé un momento en recordar de qué estábamos hablando. El cuerpo húmedo de Santana expuesto a la vista era lo único en lo que mi simple cerebro parecía capaz de fijarse.
Sacudí la cabeza para aclararme las ideas y recordé su comentario sobre mi mal gusto en cuestión de mujeres.
— ¿Y supongo que Quinn tiene mejor gusto? —pregunté y nadé hasta el embarcadero para unirme a ella.
Frunció el ceño y se mordisqueó el labio. No era la respuesta que esperaba. Quería hacerla sonreír.
—Las dos sabemos que podría encontrar a alguien mejor.
¿Qué demonios estaba diciendo?
— ¿Tú crees? —dije yo, y me las arreglé para sonar indiferente.
Me echó un vistazo rápido con una sonrisa triste. El sol de la tarde brillaba justo a su espalda otorgando un suave resplandor a sus largos rizos oscuros.
Ella es intocable a menos que fueses la perfecta Quinn Fabray.
—No estoy ciega, Britt. No estoy diciendo que sea fea. Sé que soy mona. Tengo el pelo bonito y mi complexión no está mal. No tengo unos enormes ojos azules ni pestañas largas, pero en general estoy bien. No soy precisamente provocativa o excitante. Quinn es perfecta. A veces me cuesta creer que me desee.
Me di la vuelta, temerosa de que la expresión incrédula de mi cara le comunicase más de lo que necesitaba saber. Quería decirle que sus ojos chocolate hacían que quisiera protegerla o que sus dulces labios rosados eran cautivadores o que un simple hoyuelo me aceleraba el pulso.
Quería explicarle que esas largas piernas morenas provocaban que diera traspiés y que cuando llevaba camisas ceñidas tenía que contener el impulso de ir a taparla para evitar que todos la viesen fantasearan con ella. Pero no podía decir nada de eso.
Me obligué a mantener una expresión indiferente y la miré de reojo.
—Creo que te estás quitando méritos. Quinn no te eligió sólo por tu aspecto. Eso era lo único que tenía que decir.
Suspiró y se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose sobre las manos. Tuve que apartar la mirada otra vez antes de que mis ojos se centrasen en sus pechos. No necesitaba verlos para saber que eran redonditos, suaves, tiernos y tentadores como el demonio.
—No siempre soy buena. Me esfuerzo mucho por serlo. Quiero ser digna de Quinn, de verdad que sí, pero es como si hubiera otro yo en mi interior que intenta escapar. Lucho por controlarlo, pero no siempre lo consigo. Quinn tiene que mantenerme a raya.
¿Mantenerla a raya? Me obligué a relajar las manos, que se habían convertido automáticamente en puños. ¿Quinn le había hecho creer que sufría alguna imperfección?
Seguro que no sabía que Santana se sentía así.
—San, desde que te decidiste a crecer, no has sido más que perfecta. Es verdad que me ayudabas a meter ranas en los buzones de la gente, pero esa chica ya no está. Querías ser perfecta y lo has conseguido.
Rió y volvió a erguirse. Me atreví a echarle otro vistazo. Ahí estaba el hoyuelo otra vez mientras observaba el agua con la mirada perdida.
—Si tú supieras —fue lo único que dijo.
—Cuéntame. —La palabra me salió de la boca antes de que pudiera ponerle freno.
— ¿Por qué?
«Porque te quiero a ti. Sólo a ti. La chica que sé que está ahí, escondida del resto del mundo. Quiero recuperar a mi San.» Pero no podía expresarlo así. Me descubriría. Y tenía que protegerme.
—Porque me gustaría saber que no eres tan perfecta. Me gustaría saber que la chica que conocía sigue allí, en alguna parte.
Volvió a reír y sacó las piernas del agua para apoyar la barbilla en las rodillas.
—No pienso admitir mis defectos ante ti.
Teniendo en cuenta que la mayor parte son sólo pensamientos y que nunca he actuado de acuerdo con ellos.
Lo que yo daría por saber qué malos pensamientos mantenía Santana encerrados. Dudaba que fuesen tan malos como habría deseado. Pero una simple idea traviesa habría bastado para enloquecerme.
—No te estoy pidiendo tus secretos más oscuros, San. Sólo quiero saber qué podrías tener tú de malo como para hacerte pensar que Quinn tiene que mantenerte a raya. Se le enrojecieron las mejillas, pero mantuvo la mirada firme. No me lo iba a contar. Tampoco lo había esperado. Santana llevaba años escondida en sí misma.
Seguía doliendo una barbaridad cuando pensaba en la chica que había perdido. La chica que ya no me permitía ver. Después de varios minutos de silencio, me puse de pie y me estiré. No podía seguir con aquello. Levanté un muro hace tres años para no salir herida. Santana era la única con el poder de hacerme daño y no podía permitir que volviese a hacerlo.
—No pasa nada. No hace falta que me cuentes que a veces no te acuerdas de devolver el carrito de la compra a su lugar en el aparcamiento o que no vas todas las semanas a la residencia de ancianos.
Me dispuse a alejarme, furiosa conmigo mismo por sonar como una idiota, pero necesitaba distanciarme de ella. Eso había sido un error. Un error enorme por el que tendría que pagar.
—Ésas son el tipo de cosas que Quinn me ayuda a recordar... Pero no me refería a eso exactamente...
Lo dijo en voz tan baja que casi no la oí. Me detuve y me di la vuelta. Me estaba mirando a través de las pestañas mojadas.
—Soy como cualquier adolescente. Envidio a Nicole porque se atreve a ser quien es. Yo no puedo. Pero no es por culpa de Quinn. Nunca he sido capaz de rendirme a esos impulsos. Mis padres quieren que sea buena.
— ¿Quieres ser como Nicole? —pregunté horrorizado.
Rió y negó con la cabeza.
—No exactamente. No quiero vomitarme encima o que me lleven en brazos a casa porque estoy borracha... o que me consideren una chica fácil. Pero, por una vez, me gustaría saber qué se siente al hacer algo más que besarse. Que te toquen. —Se interrumpió y bajó la mirada al agua—. Conocer la emoción que se siente al escaparse de casa o qué se siente cuando alguien te desea con tanta desesperación que no puede controlarse al besarte. Quizá sentirme deseada.
Volvió a interrumpirse y se tapó la cara con las manos.
—Por favor, olvida lo que he dicho.
Hablando de solicitudes imposibles. Ya tenía problemas con sólo respirar. A la mierda todo, estaba bien jodida. Tenía que acordarme de Quinn. Le quería. Era mi familia. Era una imbécil por no besar hasta el último rincón del cuerpecito sexy de Santana y no disfrutar del don que le había sido concedido. Pero seguía siendo mi familia. No podía hacerlo.
Bajó las manos de la cara y dirigió su semblante culpable hacia mí. Su mirada perdida me estaba destrozando. Quería asegurarle que no tenía nada de malo. Quería prometerle que le demostraría lo loco que me volvía. En sólo cinco minutos podría demostrarle lo deseable que era.
Se puso de pie.
—Ahora ya sabes mis secretos, Britt. Creo que eso nos vuelve a convertir en amigas, ¿no?
La sonrisa le temblaba en los labios. Mierda.
—Sí, yo diría que sí —respondí, mientras me consumían los remordimientos.
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GRACIAS POR LEER :3
Santana:
Hola, cariño. Siento haber tardado tanto en responder a tu e-mail. Aquí la conexión a Internet es muy débil y el 3G no existe, así que el móvil no sirve de nada. Tengo unas ganas locas de volver a verte. Pienso en ti continuamente y me pregunto qué estarás haciendo. Pasamos la mayor parte del día haciendo senderismo. La senda que tomamos ayer llevaba hasta una cascada. Después de ocho kilómetros cuesta arriba bajo un sol abrasador, el agua helada nos sentó genial.
Habría deseado que estuvieses allí. Está claro que mi futuro no está en el mundo de la pesca. Doy pena. John me está dando una paliza. Ayer me dijo que debería conformarme con el fútbol americano, jajaja. Estoy disfrutando del tiempo que paso con él. Gracias por comprender cuánta falta me hacía. En estos momentos, me necesita. Su hermano mayor se marchará dentro de un año y a mí me tendrá a una simple llamada de distancia, pero no estaré allí para ver sus entrenamientos o para ayudarle con su primer amor. Estoy aprovechando para compartir toda mi sabiduría con él. Te quiero tanto, Santana Lopez. Soy la mujer más afortunada del mundo.
Quinn
Quinn:
Supuse que tu tardanza en responder tenía que ver con problemas con Internet. En lo alto de la montaña, la conexión no puede ser buena. Al menos no en la cabaña aislada donde estáis. Yo también te echo de menos. Me alegro de que estés aprovechando para pasar tiempo con John, sé lo mucho que significa para él. Yo ayudo un poco a mi padre. No tengo mucho que hacer contigo fuera. No he salido de fiesta los fines de semana, normalmente por las noches alquilo una peli. Mercedes y Sam se han convertido en pareja oficial. Cuando no trabaja, Mercedes está con él. Así que eso me deja sin nadie con quien salir. Estoy demasiado acostumbrada a pasar todo el tiempo contigo. Dales un abrazo a John y a Catherine de mi parte. Cuento los días hasta que vuelva a verte.
Te quiero mucho,
Santana
Después de hacer clic en enviar, permanecí abstraída mirando la pantalla del ordenador. Me preocupaba un poco no haber mencionado a Brittany. Me había propuesto escribir que había llevado a Brittany y a Nicole a casa, pero casi nunca hablábamos de Brittany. Quinn sólo la mencionaba a veces, cuando estaba preocupada por ella. Durante toda su vida, Quinn había cuidado de Britt. Brittany era la hija del hermano Pierce que había llevado una vida alocada hasta que su moto chocó contra un camión. Brittany tenía siete años cuando ocurrió.
Recuerdo sus ojos enrojecidos de llorar durante meses. Por las noches, se escabullía de su caravana y venía a mi casa. Yo me escapaba por la ventana y las dos nos sentábamos en el tejado durante horas pensando en qué podíamos hacer para que se sintiera mejor. Lo habitual era que esas ideas se convirtiesen en travesuras de las que Quinn tenía que rescatarnos.
Quinn era la hija de la hermana Pierce buena. La madre de Quinn era la mayor de los dos hermanos Pierce. Había estudiado Derecho y ganado una fortuna defendiendo a ciudadanos de a pie contra las compañías de seguros. Toda la ciudad amaba a Victoria Pierce y a su esposo Jasón Fabray, que jugaba al tenis, participaba en varias asociaciones caritativas, por no mencionar a su hija mayor, que era la personificación del sueño americano.
No era una ciudad grande y, como en cualquier pueblo sureño, todo el mundo estaba enterado de la vida de los demás. Su pasado era de dominio público. El pasado de sus padres tampoco era ningún secreto. No se tenían secretos en Grove, Alabama. Era imposible, excepto quizá en la fiestas que tenían lugar en el prado. Estoy segura de que entre las sombras del campo de nogales que rodeaba el gran prado donde los hermanos Mason celebraban sus famosas fiestas se escondían muchos secretos.
Era el único lugar donde las señoras mayores no podían observarte desde el columpio del porche de sus casas y en el que los ojos que te rodeaban estaban demasiado absortos en sus propias locuras como para fijarse en las tuyas. Alargué el brazo para coger la foto enmarcada que Quinn me había regalado.
Aparecíamos las dos juntas, en una fiesta en el prado del mes anterior. Su sonrisa bondadosa y sus alegres ojos color avellana me hicieron sentir culpable.
Tampoco había hecho nada malo. Sólo había obviado el hecho de que había ayudado a Brittany a llegar a salvo a casa. Pero debería habérselo contado. Dejé la foto otra vez en el escritorio y fui hasta el armario a buscar algo que ponerme. Necesitaba salir de casa. Si no encontraba algo que hacer, el verano transcurriría a paso de tortuga.
Mi abuela acababa de volver a casa después de visitar a su hermana en Savannah. Podía ir a trabajar de voluntaria en la residencia de ancianos y luego visitar a la abuela. Así, cuando mañana escribiese a Quinn, podría explicarle que había ido a visitar a su bisabuela a la residencia. Eso le gustaría.
En cuanto terminé con mi buena obra del día y hube visitado a la bisabuela Pierce, me dirigí a casa de la abuela. Estaba ansiosa por verla. Siempre la añoraba mucho cuando se marchaba. Sin Quinn y sin la abuela me había sentido muy sola. Al menos, la abuela ya había regresado.
En cuanto bajé del coche, la puerta de la entrada se abrió y apareció con una sonrisa y un vaso de té helado. Su cabello rubio platino apenas le llegaban a los hombros, y tuve que morderme el labio para que no se me escapase una risita. Antes de que se fuera, habíamos comentado que debería cortarse el pelo. Lo llevaba demasiado largo. Así se lo dije, pero ella desestimó la idea como si yo no supiese de lo que estaba hablando. Supongo que había cambiado de opinión. El pequeño destello en su mirada me indicó que mi abuela sabía perfectamente en qué estaba pensando.
—Vaya, vaya, mira quién ha decidido visitar a su abuela. Empezaba a preguntarme si necesitabas una invitación por escrito — bromeó.
Reí y subí los escalones para abrazarla.
—No llegaste a casa hasta ayer —le recordé.
Me olisqueó la camiseta y se inclinó hacia atrás para echarme un buen vistazo.
—Huele a que alguien ha pasado por el asilo de ancianos para visitar a la bisabuela de su novio antes que a su abuela.
—Déjalo ya, abuela. Te estaba dejando dormir hasta tarde. Sé que viajar te agota. Me tomó de la mano y me guió hasta el columpio del porche para que me sentara con ella. Bajo la luz del sol, los diamantes que llevaba en los dedos refulgían. Me puso en las manos el frío vaso que sostenía.
—Toma, bebe un poco. Te lo he servido en cuanto te he visto aparcar en la entrada. Aquí podía relajarme. Estaba con la abuela y ella no esperaba que fuese siempre perfecta.
—Bueno, ¿has hablado con ese novio tuyo desde que se marchó o estás pasando un buen rato con otro mozo mientras no está? Escupí el té que tenía en la boca y negué con la cabeza mientras tosía. ¿Cómo era posible que siempre supiese lo que pasaba antes que nadie?
— ¿Y quién es? Ha hecho que te tires el té por encima, así que tendrás que darme un nombre y algunos detalles.
Sacudí la cabeza y me volví para mirarla a los ojos.
—No hay nadie. Me he atragantado con el té por lo descabellado de tu pregunta. ¿Por qué iba a engañar a Quinn? Es perfecta, abuela.
Hizo un gesto de incredulidad y me dio unas palmaditas en la pierna.
—No existe ninguna mujer u hombre perfecto. Ninguno. Ni siquiera tu padre. Aunque a él le guste pensar que lo es.
—Quinn es lo más parecido a la perfección.
—No sabría qué decirte. He pasado por delante de casa de los Fabray esta mañana y su prima Brittany les estaba cortando el césped — replicó, haciendo una pausa para sacudir la cabeza con incredulidad y sonriendo de oreja a oreja
— No hay ningún ser humano en esta ciudad que pueda compararse con Brittany y su excelente estado físico… se le nota que hace ejercicio y andaba con el abdomen descubierto y se le veían los tatuajes.
— ¡Abuela!
Le di una palmada en la mano, horrorizada ante la idea de que mi abuela se hubiese dedicado a admirar a Brittany de una manera que nunca hubiera pensado que lo haría.
La abuela simplemente se echó a reír.
— ¿Qué? Soy vieja, Santana, pero no ciega.
No me costó nada imaginarme el aspecto que tendría Brittany sudorosa y su abdomen. Casi me dio un ataque la semana anterior cuando pasé por casa de los Green y le vi cortando el césped con solo la parte superior de un bikini. Me dije a mí misma que estaba examinando el tatuaje de sus costillas, pero no era verdad. Esos abdominales tan bien definidos eran difíciles de pasar por alto. Era básicamente imposible. Y el tatuaje tenía un no sé qué que los hacía aún más sexys.
—Y no soy la única anciana que se ha fijado. Pero sí soy la única lo bastante honesta como para admitirlo.Las demás le contratan para que les corte el césped sólo para poder contemplarlo desde la ventana mientras se les cae la baba.
Por eso quería tanto a la abuela: siempre me hacía reír. Aceptaba las cosas tal como eran. No fingía, ni se daba aires. Simplemente era la abuela.
—No sé qué aspecto tendrá Brittany sin camiseta —dije yo, lo que era mentira—. Pero lo que sí sé es que no trae más que problemas. La abuela chasqueó la lengua y dio un buen empujón al columpio con los pies.
—De vez en cuando los problemas pueden ser divertidos. Ir siempre por el buen camino puede hacer que la vida se haga tediosa y aburrida. Aún eres joven, Santana. No te estoy diciendo que salgas por ahí y te arruines la vida.
Sólo digo que a veces un poco de excitación es bueno para el alma.
Me vino a la mente una imagen de Brittany, encorvada a mi lado en la camioneta y mirándome a través de sus espesas pestañas, y se me aceleró el pulso. Decididamente, Brittany era más que un poco de excitación. Era letal.
—Basta de chicas. Ya tengo una y no estoy interesada en buscar otra. ¿Qué tal tu viaje? La abuela sonrió y cruzó las piernas. Una sandalia de tacón pendía de uno de sus pies; llevaba las uñas pintadas de fucsia. Costaba creer que fuese la madre de un hombre tan conservador como mi padre.
—Fuimos de visita. Bebimos unos cuantos cócteles. Vimos algunas obras de teatro. Ese tipo de cosas.
Sonaba al típico viaje a casa de la tía Tabatha.
— ¿Mi padre ha venido a verte, esta mañana?
Dejó escapar un suspiro teatral.
—Sí, y como es habitual, ha rezado por mi pobre alma. Este chico no tiene ningún sentido de la aventura.
Sonreí para mí misma. Estar con la abuela siempre era divertido.
—Y más te vale que no le repitas lo que acabo de decirte. Ya viene bastante a menudo a darme lecciones.
Me dio un empujoncito en la pierna.
—Nunca lo hago, abuela. La abuela volvió a empujar el columpio con el pie.
—Bueno, si no piensas buscarte una chica mala y sexy con tatuajes con quien disfrutar del verano, tú y yo tendremos que hacer alguna cosa. No te pasarás todos los días haciendo buenas obras, ¿qué gracia tiene eso?
—Vayamos de compras. Siempre podríamos ir de compras —contesté.
—Ésta es mi niña. Iremos de compras, pero hoy no. Tengo que deshacer las maletas y limpiar la casa. Quedaremos a finales de semana. Tú y yo solas. Con un poco de suerte, nos encontraremos unos buenos mozos mientras estamos fuera.
Sacudí la cabeza y reí ante su comentario burlón. La verdad era que mi abuela no era ninguna fan de Quinn. Debía de ser la única persona de la ciudad que no le tenía en un pedestal.
Después de hacer planes para ir de compras con la abuela, regresé a casa. Me las había arreglado para pasar una buena parte de la jornada fuera de mi habitación. Podía pasar el resto del día con un buen libro.
Por suerte, mis padres no estaban en casa cuando llegué. Cuando mi padre estaba en casa, siempre se le ocurrían tareas para encargarme. No tenía ganas de pasarme lo que quedaba del día trabajando. Sólo deseaba ponerme a leer una tórrida novela romántica y esconderme en su mundo ficticio durante un ratito.
En cuanto entré en mi habitación para quitarme la ropa, que olía a desinfectante y a ancianos, el teléfono me avisó de que tenía un mensaje. Me saqué el móvil del bolsillo y me quedé un momento mirando la pantalla, mientras me embargaban una serie de emociones contradictorias.
Brittany: “Nos vemos en el hoyo”
El hoyo era un pequeño lago que se encontraba en el punto más distante del terreno de Quinn. ¿Brittany quería verme allí a solas? ¿Por qué? Se me aceleró el pulso al pensar en lo que Brittany podría estar planeando. Eché un vistazo a la novela romántica que había pensado leer y decidí que una tarde en el bosque con Brittany Pierce sería mucho más interesante.
La culpa se escondía en algún lugar de mi interior, intentando encontrar un resquicio entre las endiabladas ganas que sentía de hacer algo malo. Antes de que pudiese entrar en razón y cambiar de idea,
Respondí:”Estaré allí en un cuarto de hora”
El corazón me latía contra el pecho de pura energía nerviosa, o quizá por el temor a que nos pillaran. Tampoco estaba haciendo nada malo. A ver, Britt era una amiga. Más o menos.
También se sentía sola. Y no íbamos al hoyo a pegarnos el lote. Seguramente quería terminar la conversación de la noche anterior. Ahora estaba sobria. Lo más probable era que quisiera aclarar que no había pretendido que malinterpretase sus palabras. No era que fuésemos a nadar juntos ni nada de eso.
Brittany:”Ponte bañador”
Vale. Quizá sí que íbamos a nadar. No respondí. No estaba segura de qué decir. Lo correcto habría sido decir que no. Pero yo siempre hacía lo correcto. Siempre. Por una vez, deseaba hacer lo que me apetecía: dejar salir un rato a la chica mala.
Fui hasta el armario y busqué la bolsita escondida en la estantería de arriba. El biquini rojo, que había comprado para cuando estuviera con Quinn (pero que al final nunca me ponía por miedo a su mirada desaprobadora), estaba hecho un ovillo dentro de la bolsa de la tienda.
Había cogido la bolsa muchas veces, pero nunca había llegado a sacarlo. Lo había comprado por impulso, intuyendo que acabaría muerto de asco en el armario. Casi podía ver la sonrisa de aprobación de la abuela mientras sacaba el revelador biquini que ella había insistido en que comprase.
— ¿Te parece lo bastante problemático, abuela? —musité antes de que se me escapase una risita excitada.
Brittany
Nunca me había molestado en reflexionar sobre lo negra que era mi alma, como parecían creer el resto de los habitantes de esta ciudad, pero en cuanto Santana salió de su pequeño Jetta blanco con el aspecto de un ángel caído del cielo, supe que mi alma estaba condenada al infierno. Le había enviado el mensaje para recordarme lo inalcanzable que era. Creía que ver un simple «no» como respuesta sería el toque de atención que necesitaba para dejar de obsesionarme con ella. Pero aceptó y mi estúpido y negro corazón se hinchó de alegría.
Me di cuenta de que se tambaleaba un poco cuando sus preciosos ojos marrones se encontraron con los míos. Más que nada en el mundo, habría deseado acercarme a ella y asegurarle que iba a ser bueno. Sólo quería hablar con ella, ver cómo se le iluminaban los ojos cuando reía o cómo se mordisqueaba el labio inferior cuando estaba nerviosa.
Pero no podía actuar según mis deseos. Santana no era mía. No lo había sido desde hacía mucho tiempo. No debería haber venido y yo no debería haberla invitado. Así que en lugar de tranquilizarla, permanecí apoyado en el árbol, la perfecta imagen del demonio, con la esperanza de que diese media vuelta y se marchase corriendo.
Se aproximó, con el carnoso labio inferior apresado entre sus perfectos dientes blancos. Había fantaseado con esos labios demasiadas veces. Apenas se había cubierto las largas piernas morenas con unos pantalones cortos que hicieron que casi deseara agradecerle a Dios que la hubiera creado.
—Hola —dijo Santana, ruborizada de nervios.
Maldita fuera, era toda una belleza. Nunca le había envidiado nada a Quinn. Le quería como a una hermana. Era el único miembro de mi familia a la que quería de verdad. Cuando sobresalía en algo, yo le vitoreaba en silencio.
Se mantuvo a mi lado durante una infancia difícil, rogando a sus padres que me dejasen quedarme a dormir cuando la idea de regresar a una caravana oscura y vacía me aterrorizaba. Siempre había tenido aquello de lo que yo carecía. Los padres perfectos, la casa perfecta, la vida perfecta, pero nada de eso importaba porque yo tenía a Santana. Cierto, las tres habíamos sido amigas, pero Santana era mía.
Había sido mi cómplice, la única persona a la que contaba mis sueños y mis temores, mi alma gemela. Y entonces, como tenía que ser en la vida perfecta de Quinn, ella consiguió a mi chica. Lo único que creía mío había pasado a pertenecerle.
—Has venido —respondí al fin. Se sonrojó aún más. —Sí, no sé muy bien por qué.
—Yo tampoco —le contesté, ya que estábamos siendo sinceras.
Respiró profundamente y apoyó las manos en las caderas. Quizá no era la pose más apropiada, llevando sólo un biquini para cubrirle el generoso busto.
La vista era más estimulante de lo necesario, así que aparté la mirada de su escote.
—Mira, Britt, estoy sola y aburrida desde que Quinn se marchó. Mercedes siempre está ocupada, trabajando de camarera en Hank’s o con Sam. Creo que me gustaría que fuésemos... amigas. Fuiste mi mejor amiga durante ocho años. Me gustaría recuperarlo.
¿Quería que volviésemos a ser amigas? ¿Cómo demonios iba a hacerlo? Desearla desde lejos y no poder tocarla era una cosa. Me estaba pidiendo algo que no estaba seguro de poder darle. Pero, qué narices, su mirada suplicante consiguió que cediese.
—Muy bien —resolví, ya lista con mi bikini para ir al agua.
— A nadar.
No esperé a ver cómo se quitaba esos pantaloncitos diminutos. Una parte de mí deseaba quedarse a mirar cómo lo hacía, pero otra parte de mí sabía que mi corazón no podría soportar la imagen de Santana contoneándose para salir de esos puñeteros pantalones cortos.
Quizá tuviera el corazón negro, pero eso no impedía que pudiese sufrir un fallo cardíaco. Tomé carrerilla y me agarré del columpio de cuerda y, por un segundo, volví a ser un niño volando sobre el lago. Me solté, hice una voltereta y me sumergí con fluidez en el agua.
Cuando saqué la cabeza, eché un vistazo a la orilla con la esperanza de atisbar a Santana mientras se desvestía. Los pantalones cortos habían desaparecido y San caminaba hacia la cuerda. No era la primera vez que la veía en biquini, pero sí la primera que me permitía disfrutar de la vista.
El corazón me golpeaba contra el pecho, pero no fui capaz de quitarle los ojos de encima mientras agarraba la cuerda, se balanceaba sobre el agua y hacía una voltereta perfecta. Me había costado tres largas tardes enseñarle a saltar de la cuerda haciendo una voltereta y a sumergirse con suavidad.
Santana tenía ocho años cuando le enseñe a hacer esa voltereta. Santana sacó la cabeza del agua y la ladeó para apartarse el pelo mojado de la cara con las manos.
—No estaba tan fría como esperaba — comentó con una sonrisa triunfante.
—Estamos a treinta y cinco grados y subiendo. A finales de mes, esto te parecerá el agua de la bañera.
Me esforcé por no parecer fascinado por la forma en que las largas pestañas se le rizaban al mojarse.
—Sí, me acuerdo. He pasado tantos veranos como tú en este lago —respondió, y se le fue apagando la voz, como si quisiera recordarnos a las dos de quién era el lago en el que estábamos nadando. Quería que se sintiera cómoda conmigo.
Si hablar de Quinn ayudaba, entonces hablaría de ella. Además, tampoco me hacía ningún daño recordar a quién pertenecía Santana.
—Entendido. Lo siento, pero esta nueva Santana no se parece a la Santana a la que conocí en su momento. A veces se me olvida que la novia perfecta de Quinn es la misma chica que empezaba las peleas de barro en la orilla.
—Ojalá dejases de comportarte como si fuese una persona diferente, Britt. He crecido, pero sigo siendo la misma chica. Además, tú también has cambiado. La vieja Britt no me habría ignorado completamente, demasiado ocupado marreándose con su novia como para darse cuenta de que estoy viva.
—No, pero la vieja Britt no estaba cachondo —repliqué con un guiño y le salpiqué la cara. Su risa familiar hizo que me doliese un poco el pecho.
—Entendido. Supongo que tener encima a alguien con un cuerpo como el de Nicole puede distraer un poco. Está claro que una amiga tiene menos prioridad que echar un polvo.
Si en algún momento hubiese sabido que Santana deseaba mi atención, habría apartado a Nicole de un empujón y le habría prestado todo mi interés a Santana. Pero la mayor parte del tiempo estaba en los brazos de Quinn, y yo necesitaba distraerme. Nicole me proporcionaba otra cosa... Algo que no podía admitir delante de Santana.
—Nicole no es muy recatada —respondí, intentando echarle la culpa a ella.
El hoyuelo que me había fascinado desde el día en que conocí a Santana hizo su aparición cuando me ofreció una gran sonrisa.
—Nicole no sabe ni la definición de la palabra «recato». Eso sí, en cuanto a la palabra «vulgar», creo que tiene una idea bastante clara de lo que significa.
Me estaba haciendo ilusiones, ¿o parecía celosa de Nicole?
—Nicole no es tan mala. Simplemente, va a por lo que quiere —contesté yo, deseando poner a prueba la reacción de Santana.
Su cara adoptó una mueca irritada y se puso tensa. No pude contener la sonrisa que me vino a los labios. Me gustaba el hecho de que le molestara que defendiese a Nicole.
—Tienes mal gusto en cuestión de mujeres, Brittany Pierce —replicó.
Observé cómo nadaba hasta el embarcadero y se subía para sentarse en el borde, ofreciéndome una vista extremadamente placentera. Tardé un momento en recordar de qué estábamos hablando. El cuerpo húmedo de Santana expuesto a la vista era lo único en lo que mi simple cerebro parecía capaz de fijarse.
Sacudí la cabeza para aclararme las ideas y recordé su comentario sobre mi mal gusto en cuestión de mujeres.
— ¿Y supongo que Quinn tiene mejor gusto? —pregunté y nadé hasta el embarcadero para unirme a ella.
Frunció el ceño y se mordisqueó el labio. No era la respuesta que esperaba. Quería hacerla sonreír.
—Las dos sabemos que podría encontrar a alguien mejor.
¿Qué demonios estaba diciendo?
— ¿Tú crees? —dije yo, y me las arreglé para sonar indiferente.
Me echó un vistazo rápido con una sonrisa triste. El sol de la tarde brillaba justo a su espalda otorgando un suave resplandor a sus largos rizos oscuros.
Ella es intocable a menos que fueses la perfecta Quinn Fabray.
—No estoy ciega, Britt. No estoy diciendo que sea fea. Sé que soy mona. Tengo el pelo bonito y mi complexión no está mal. No tengo unos enormes ojos azules ni pestañas largas, pero en general estoy bien. No soy precisamente provocativa o excitante. Quinn es perfecta. A veces me cuesta creer que me desee.
Me di la vuelta, temerosa de que la expresión incrédula de mi cara le comunicase más de lo que necesitaba saber. Quería decirle que sus ojos chocolate hacían que quisiera protegerla o que sus dulces labios rosados eran cautivadores o que un simple hoyuelo me aceleraba el pulso.
Quería explicarle que esas largas piernas morenas provocaban que diera traspiés y que cuando llevaba camisas ceñidas tenía que contener el impulso de ir a taparla para evitar que todos la viesen fantasearan con ella. Pero no podía decir nada de eso.
Me obligué a mantener una expresión indiferente y la miré de reojo.
—Creo que te estás quitando méritos. Quinn no te eligió sólo por tu aspecto. Eso era lo único que tenía que decir.
Suspiró y se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose sobre las manos. Tuve que apartar la mirada otra vez antes de que mis ojos se centrasen en sus pechos. No necesitaba verlos para saber que eran redonditos, suaves, tiernos y tentadores como el demonio.
—No siempre soy buena. Me esfuerzo mucho por serlo. Quiero ser digna de Quinn, de verdad que sí, pero es como si hubiera otro yo en mi interior que intenta escapar. Lucho por controlarlo, pero no siempre lo consigo. Quinn tiene que mantenerme a raya.
¿Mantenerla a raya? Me obligué a relajar las manos, que se habían convertido automáticamente en puños. ¿Quinn le había hecho creer que sufría alguna imperfección?
Seguro que no sabía que Santana se sentía así.
—San, desde que te decidiste a crecer, no has sido más que perfecta. Es verdad que me ayudabas a meter ranas en los buzones de la gente, pero esa chica ya no está. Querías ser perfecta y lo has conseguido.
Rió y volvió a erguirse. Me atreví a echarle otro vistazo. Ahí estaba el hoyuelo otra vez mientras observaba el agua con la mirada perdida.
—Si tú supieras —fue lo único que dijo.
—Cuéntame. —La palabra me salió de la boca antes de que pudiera ponerle freno.
— ¿Por qué?
«Porque te quiero a ti. Sólo a ti. La chica que sé que está ahí, escondida del resto del mundo. Quiero recuperar a mi San.» Pero no podía expresarlo así. Me descubriría. Y tenía que protegerme.
—Porque me gustaría saber que no eres tan perfecta. Me gustaría saber que la chica que conocía sigue allí, en alguna parte.
Volvió a reír y sacó las piernas del agua para apoyar la barbilla en las rodillas.
—No pienso admitir mis defectos ante ti.
Teniendo en cuenta que la mayor parte son sólo pensamientos y que nunca he actuado de acuerdo con ellos.
Lo que yo daría por saber qué malos pensamientos mantenía Santana encerrados. Dudaba que fuesen tan malos como habría deseado. Pero una simple idea traviesa habría bastado para enloquecerme.
—No te estoy pidiendo tus secretos más oscuros, San. Sólo quiero saber qué podrías tener tú de malo como para hacerte pensar que Quinn tiene que mantenerte a raya. Se le enrojecieron las mejillas, pero mantuvo la mirada firme. No me lo iba a contar. Tampoco lo había esperado. Santana llevaba años escondida en sí misma.
Seguía doliendo una barbaridad cuando pensaba en la chica que había perdido. La chica que ya no me permitía ver. Después de varios minutos de silencio, me puse de pie y me estiré. No podía seguir con aquello. Levanté un muro hace tres años para no salir herida. Santana era la única con el poder de hacerme daño y no podía permitir que volviese a hacerlo.
—No pasa nada. No hace falta que me cuentes que a veces no te acuerdas de devolver el carrito de la compra a su lugar en el aparcamiento o que no vas todas las semanas a la residencia de ancianos.
Me dispuse a alejarme, furiosa conmigo mismo por sonar como una idiota, pero necesitaba distanciarme de ella. Eso había sido un error. Un error enorme por el que tendría que pagar.
—Ésas son el tipo de cosas que Quinn me ayuda a recordar... Pero no me refería a eso exactamente...
Lo dijo en voz tan baja que casi no la oí. Me detuve y me di la vuelta. Me estaba mirando a través de las pestañas mojadas.
—Soy como cualquier adolescente. Envidio a Nicole porque se atreve a ser quien es. Yo no puedo. Pero no es por culpa de Quinn. Nunca he sido capaz de rendirme a esos impulsos. Mis padres quieren que sea buena.
— ¿Quieres ser como Nicole? —pregunté horrorizado.
Rió y negó con la cabeza.
—No exactamente. No quiero vomitarme encima o que me lleven en brazos a casa porque estoy borracha... o que me consideren una chica fácil. Pero, por una vez, me gustaría saber qué se siente al hacer algo más que besarse. Que te toquen. —Se interrumpió y bajó la mirada al agua—. Conocer la emoción que se siente al escaparse de casa o qué se siente cuando alguien te desea con tanta desesperación que no puede controlarse al besarte. Quizá sentirme deseada.
Volvió a interrumpirse y se tapó la cara con las manos.
—Por favor, olvida lo que he dicho.
Hablando de solicitudes imposibles. Ya tenía problemas con sólo respirar. A la mierda todo, estaba bien jodida. Tenía que acordarme de Quinn. Le quería. Era mi familia. Era una imbécil por no besar hasta el último rincón del cuerpecito sexy de Santana y no disfrutar del don que le había sido concedido. Pero seguía siendo mi familia. No podía hacerlo.
Bajó las manos de la cara y dirigió su semblante culpable hacia mí. Su mirada perdida me estaba destrozando. Quería asegurarle que no tenía nada de malo. Quería prometerle que le demostraría lo loco que me volvía. En sólo cinco minutos podría demostrarle lo deseable que era.
Se puso de pie.
—Ahora ya sabes mis secretos, Britt. Creo que eso nos vuelve a convertir en amigas, ¿no?
La sonrisa le temblaba en los labios. Mierda.
—Sí, yo diría que sí —respondí, mientras me consumían los remordimientos.
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GRACIAS POR LEER :3
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Hola!!!!
Nueva lectora!!!
Me encanta tu ff
Espero que San vuelva a ser ella misma!!!
Esta claro que las dos chicas sienten lo mismo la una por la otra!!!!!!
Espero la actu
Saludos !!!!
Nueva lectora!!!
Me encanta tu ff
Espero que San vuelva a ser ella misma!!!
Esta claro que las dos chicas sienten lo mismo la una por la otra!!!!!!
Espero la actu
Saludos !!!!
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Pobre Britt con un sentimiento no correspondido! me ha gustado la historia, a mi tampoco me gustaria tanta perfeccion! espero tu actualizacion!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Owww tan tierna san :)
Ojala vuelva a ser ella misma con Britt y vuelvan a ser amigas :)
espero la actu ! :)
Besosss
Ojala vuelva a ser ella misma con Britt y vuelvan a ser amigas :)
espero la actu ! :)
Besosss
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
hola!!!
san y britt amándose en silencio,
la perfecta quinn debe tener un defecto .
san por favor se libre olvida te del que dirán ..
( no había podido comentar antes estoy con exámenes finales en la u)
saludos!!!
san y britt amándose en silencio,
la perfecta quinn debe tener un defecto .
san por favor se libre olvida te del que dirán ..
( no había podido comentar antes estoy con exámenes finales en la u)
saludos!!!
raxel_vale****** - Mensajes : 377
Fecha de inscripción : 24/08/2013
Edad : 34
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
me encanta esta historia, que britt sea la chica mala lo hace aun mas apasionante
monicagleek- ---
- Mensajes : 523
Fecha de inscripción : 25/11/2013
Edad : 27
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
Esperamos tu respuesta
Moderadoras Zona Fan fics
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cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
Re: FIC BRITTANA - LA CHICA MALA - Capitulo 2
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
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Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1