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FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
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FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Bueno chicas,este Fic es una adaptacion de la serie más vista "The Vampire Diaries",junto a nuestras queridisimas protagonistas Brittany Pierce y Santana Lopez: ALIAS "Las Brittana" y el Co-Protagonista Noah Puckerman ALIAS "Puck", tengo otros Fics: "Hush Hush (Adaptada)" y "Stand By Me (Apoyate En Mi), espero que les guste.
Santana Lopez, la nueva alumna de Mckinley High, arrastra con ella un misterioso pasado y
también a alguien que sólo desea venganza, su hermano Noah Puckerman: su odio excede las barreras del
tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a Brittany Pierce, la
chica más popular del instituto.
Capitulo 1: 4 de septiembre
Querido diario:
Algo horrible va a suceder hoy.
No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que me sienta inquieta y
todos para que sea feliz, pero...
Pero aquí estoy a las 5:30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme
que simplemente sucede que estoy hecha un lío debido a la diferencia horaria entre Francia y
aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustada. Tan perdida.
Anteayer, mientras tía Judith, Ashley y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una
sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá
nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar
mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».
Lo sé. Es de locos.
Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí
corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tía Judith abrió con la llave me
precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá
bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.
Justo entonces, tía Judith soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un
enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Ashley rió. Y me invadió la sensación más
horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.
Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira?
Nací aquí, en Lima,Ohio. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Esta es mi misma
vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Quinn y yo
intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo
mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Brody y los chicos treparon para colarse
en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.
Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la
que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que
no logro encontrarlo.
Ayer estaba demasiado cansada para ir a Orientación. Rachel recogió mi programa por
mí, pero yo no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Tía Judith dijo a todos los que
llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa
expresión en el rostro.
Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el
aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?.
Brittany Pierce dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había
escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con
tapa de terciopelo azul. Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma
y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron
sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.
Todo era tan totalmente ridículo...
¿Desde cuándo ella, Brittany Pierce, había tenido miedo de reunirse con gente?
¿Desde cuándo la había asustado nada? Se puso en pie y, llena de enfado, introdujo los brazos en un quimono de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. Brittany Pierce, rubia, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de secundaría, la chica que todos los chicos deseaban y que todas las chicas querían ser. La chica que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.
«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de París. Finalmente eligió una combinación de un top
rojo y unos shorts blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.
—¿Brittany? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente
desde abajo.
Brittany volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa y la sujetó atrás con una cinta
de un rojo intenso. Luego cogió su mochila y descendió la escalera.
En la cocina, Ashley, de cuatro años, comía cereales sentada a la mesa, y tía
Judith cocinaba algo en los fogones. Tía Judith era la clase de mujer que siempre
parecía vagamente aturallada; tenía un rostro delgado y afable y un cabello claro y
lacio echado hacia atrás descuidadamente. Brittany le dio un beso en la mejilla.
—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.
—Pero, Brittany, no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...
—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió ella con vivacidad.
Depositó un beso en la rubia cabeza de Ashley y dio la vuelta para marcharse.
—Pero, Brittany...
—Y probablemente iré a casa de Emily o Rachel después de clase, de modo
que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!
—Brittany...
Brittany estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes
protestas de tía Judith, y salió al porche delantero.
Y se detuvo.
Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La
ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La calle Maple estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y
silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató
abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.
Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco,
como un cuenco gigante vuelto boca abajo. El aire era sofocante, y Brittany tuvo la
seguridad de que había ojos observándola.
Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y
era la cosa que la observaba.
Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más
grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus
plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el
afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.
Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado
allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, Brittany se sintió enrojecer poco a poco, el
calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque... la miraba a ella.
La miraba del modo con que los chicos la miraban cuando llevaba un bañador o una
blusa muy fina. Como si la desvistiera con los ojos.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una
piedra de la entrada.
—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz—. ¡Vamos!
¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.
Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas
eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. Brittany se
acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de
su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.
Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra
recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se
marchó en dirección al bosque.
Brittany se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que
acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer
normal. Un leve viento agitó las hojas, y Brittany aspiró profundamente. Calle abajo,
una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.
Brittany les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio la
inundaba igual que la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Era un día
hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba a suceder.
Nada malo iba a suceder; excepto que llegaría tarde al instituto. Toda la pandilla
la estaría aguardando en el aparcamiento.
Siempre podía contarles a todos que se había detenido para arrojarle piedras a un
mirón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.
ARGUMENTO
Santana Lopez, la nueva alumna de Mckinley High, arrastra con ella un misterioso pasado y
también a alguien que sólo desea venganza, su hermano Noah Puckerman: su odio excede las barreras del
tiempo… Ahora tratan de reproducir un mortífero triángulo amoroso que tiene en su centro a Brittany Pierce, la
chica más popular del instituto.
Capitulo 1: 4 de septiembre
Querido diario:
Algo horrible va a suceder hoy.
No sé por qué escribí eso. Es de locos. No hay ningún motivo para que me sienta inquieta y
todos para que sea feliz, pero...
Pero aquí estoy a las 5:30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme
que simplemente sucede que estoy hecha un lío debido a la diferencia horaria entre Francia y
aquí. Pero eso no explica por qué me siento tan asustada. Tan perdida.
Anteayer, mientras tía Judith, Ashley y yo volvíamos del aeropuerto en coche, tuve una
sensación muy extraña. Cuando giramos en nuestra calle, pensé de repente: «Mamá y papá
nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en el porche delantero o en la sala de estar
mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».
Lo sé. Es de locos.
Pero incluso cuando vi la casa y el porche delantero vacío seguí sintiendo lo mismo. Subí
corriendo los escalones y llamé con la aldaba. Y cuando tía Judith abrió con la llave me
precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperado oír a mamá
bajar por la escalera o a papá llamando desde el estudio.
Justo entonces, tía Judith soltó ruidosamente una maleta en el suelo detrás de mí, lanzó un
enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Ashley rió. Y me invadió la sensación más
horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.
Casa. Estoy en casa. ¿Por qué suena eso como una mentira?
Nací aquí, en Lima,Ohio. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Esta es mi misma
vieja habitación, con la leve marca de quemadura en las tablas del suelo donde Quinn y yo
intentamos esconder cigarrillos en quinto grado y estuvimos a punto de asfixiarnos. Puedo
mirar por la ventana y ver el enorme membrillo al que Brody y los chicos treparon para colarse
en la fiesta de pijamas de mi cumpleaños hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.
Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la
que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, sólo que
no logro encontrarlo.
Ayer estaba demasiado cansada para ir a Orientación. Rachel recogió mi programa por
mí, pero yo no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Tía Judith dijo a todos los que
llamaban que tenía jet lag y dormía, pero me observó durante la cena con una curiosa
expresión en el rostro.
Tengo que ver a la pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el
aparcamiento antes del instituto. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?.
Brittany Pierce dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había
escrito y luego meneó la cabeza, con la pluma cerniéndose sobre el pequeño libro con
tapa de terciopelo azul. Luego, con un gesto repentino, alzó la cabeza, y arrojó pluma
y libro a la gran ventana mirador, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron
sobre el tapizado asiento interior que había al pie de la ventana.
Todo era tan totalmente ridículo...
¿Desde cuándo ella, Brittany Pierce, había tenido miedo de reunirse con gente?
¿Desde cuándo la había asustado nada? Se puso en pie y, llena de enfado, introdujo los brazos en un quimono de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo Victoriano sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. Brittany Pierce, rubia, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de secundaría, la chica que todos los chicos deseaban y que todas las chicas querían ser. La chica que justo en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.
«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré», pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomó con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de París. Finalmente eligió una combinación de un top
rojo y unos shorts blancos de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.
—¿Brittany? ¿Dónde estás? ¡Llegarás tarde al instituto! —La voz ascendió débilmente
desde abajo.
Brittany volvió a pasar el cepillo por su melena sedosa y la sujetó atrás con una cinta
de un rojo intenso. Luego cogió su mochila y descendió la escalera.
En la cocina, Ashley, de cuatro años, comía cereales sentada a la mesa, y tía
Judith cocinaba algo en los fogones. Tía Judith era la clase de mujer que siempre
parecía vagamente aturallada; tenía un rostro delgado y afable y un cabello claro y
lacio echado hacia atrás descuidadamente. Brittany le dio un beso en la mejilla.
—¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.
—Pero, Brittany, no puedes salir así sin comer. Necesitas tus proteínas...
—Comeré una rosquilla antes del instituto —respondió ella con vivacidad.
Depositó un beso en la rubia cabeza de Ashley y dio la vuelta para marcharse.
—Pero, Brittany...
—Y probablemente iré a casa de Emily o Rachel después de clase, de modo
que no me esperéis para cenar. ¡Adiós!
—Brittany...
Brittany estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes
protestas de tía Judith, y salió al porche delantero.
Y se detuvo.
Todas las malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La
ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La calle Maple estaba desierta. Las altas casas victorianas parecían extrañas y
silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un plató
abandonado. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.
Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco,
como un cuenco gigante vuelto boca abajo. El aire era sofocante, y Brittany tuvo la
seguridad de que había ojos observándola.
Era un cuervo, tan inmóvil como las hojas teñidas de amarillo de su alrededor. Y
era la cosa que la observaba.
Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más
grande que había visto nunca, gordo y brillante, con arcos iris centelleando en sus
plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el
afilado pico, el individual y centelleante ojo negro.
Estaba tan quieto que podría haber sido un modelo en cera de un ave colocado
allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, Brittany se sintió enrojecer poco a poco, el
calor ascendiendo en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque... la miraba a ella.
La miraba del modo con que los chicos la miraban cuando llevaba un bañador o una
blusa muy fina. Como si la desvistiera con los ojos.
Antes de darse cuenta de lo que hacía, ya había soltado la mochila y cogido una
piedra de la entrada.
—¡Fuera de aquí! —dijo, y oyó la temblorosa cólera de su propia voz—. ¡Vamos!
¡Vete! —Con la última palabra, arrojó la piedra.
Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo remontó el vuelo indemne. Las alas
eran enormes y hacían tanto ruido como toda una bandada de cuervos. Brittany se
acuclilló, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó justo por encima de
su cabeza, alborotando sus cabellos rubios con el viento producido por las alas.
Pero volvió a alzarse abruptamente y describió un círculo, una silueta negra
recortada en el cielo blanco como el papel. Luego, con un graznido ronco, giró y se
marchó en dirección al bosque.
Brittany se irguió despacio, luego miró en derredor, cohibida. No podía creer lo que
acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, el cielo volvía a parecer
normal. Un leve viento agitó las hojas, y Brittany aspiró profundamente. Calle abajo,
una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo.
Brittany les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio la
inundaba igual que la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Era un día
hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba a suceder.
Nada malo iba a suceder; excepto que llegaría tarde al instituto. Toda la pandilla
la estaría aguardando en el aparcamiento.
Siempre podía contarles a todos que se había detenido para arrojarle piedras a un
mirón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.
Última edición por BrittanaForever13 el Jue Dic 12, 2013 10:34 pm, editado 6 veces
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Sin siquiera una mirada atrás al membrillo, empezó a andar tan de prisa como
pudo calle abajo.
---------------------------------------
El cuervo se abrió paso violentamente por entre la parte superior de un roble
enorme, y la cabeza de Santana se alzó de golpe de un modo reflejo. Cuando vio que
no era más que un pájaro, se relajó.
Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida en sus manos, y notó que el
rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo. Habría cazado algo mayor
que un conejo de haber sabido lo hambrienta que estaba. Pero, claro, eso era justo lo
que la asustaba: no saber nunca lo fuerte que sería el hambre, o qué tendría que hacer
para satisfacerla. Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.
Se puso en pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus
cabellos lisos. En jean y con un polo, Santana Lopez tenía todo el aspecto
de una alumna normal y corriente de secundaria.
No lo era.
Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verla, para
alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por encías y
labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr
riesgos. Ya iba a ser bastante difícil llevar a cabo aquella mascarada.
Por un momento se preguntó, una vez más, si no debería dejarlo correr. Quizá
debería regresar a Italia, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía
reincorporarse al mundo de la luz diurna?
Pero estaba cansada de vivir en sombras. Estaba cansada de la oscuridad y de las
cosas que vivían en ella. Sobre todo, estaba cansada de estar sola.
No estaba segura de por qué había escogido Lima, en Ohio. Era una
ciudad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía
sólo un siglo y medio. Pero recuerdos y fantasmas de la guerra de Secesión todavía
vivían allí, tan reales como los supermercados y los locales de comida rápida.
Santana apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la
gente de Lima. Y a lo mejor —sólo a lo mejor— podría encontrar un lugar
entre ella.
Jamás la aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvó sus
labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que
pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente ella.
A menos que eligiera pertenecer a las sombras...
Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado
atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez,
hoy.
Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho
de hojas secas de roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo
captara, reconoció los sonidos de un zorro.
«Apresúrate, camarada cazadora —pensó entristecida—. Te espera el desayuno.»
Al echarse la chaqueta sobre los hombros, reparó en el cuervo que lo había
perturbado antes. Seguía posado en el roble y parecía observarle. Había algo que
resultaba impropio en ella.
Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave,
y se detuvo. «Recuerda tu promesa —pensó—. No usarás los Poderes a menos que
sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad.»
Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó
hacia el linde del bosque. Su coche estaba aparcado allí. Miró hacia atrás una vez y
vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltado sobre el conejo.
Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y
flácido, algo siniestro y triunfal. A Santana se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a
punto de volver atrás para ahuyentar al pájaro. Con todo, tenía tanto derecho a
comer como el zorro, se dijo.
Tanto derecho como ella misma.
Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el
momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida.
No quería llegar tarde al instituto de secundaria Mckinley High.
pudo calle abajo.
---------------------------------------
El cuervo se abrió paso violentamente por entre la parte superior de un roble
enorme, y la cabeza de Santana se alzó de golpe de un modo reflejo. Cuando vio que
no era más que un pájaro, se relajó.
Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida en sus manos, y notó que el
rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo. Habría cazado algo mayor
que un conejo de haber sabido lo hambrienta que estaba. Pero, claro, eso era justo lo
que la asustaba: no saber nunca lo fuerte que sería el hambre, o qué tendría que hacer
para satisfacerla. Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.
Se puso en pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus
cabellos lisos. En jean y con un polo, Santana Lopez tenía todo el aspecto
de una alumna normal y corriente de secundaria.
No lo era.
Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verla, para
alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por encías y
labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr
riesgos. Ya iba a ser bastante difícil llevar a cabo aquella mascarada.
Por un momento se preguntó, una vez más, si no debería dejarlo correr. Quizá
debería regresar a Italia, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía
reincorporarse al mundo de la luz diurna?
Pero estaba cansada de vivir en sombras. Estaba cansada de la oscuridad y de las
cosas que vivían en ella. Sobre todo, estaba cansada de estar sola.
No estaba segura de por qué había escogido Lima, en Ohio. Era una
ciudad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía
sólo un siglo y medio. Pero recuerdos y fantasmas de la guerra de Secesión todavía
vivían allí, tan reales como los supermercados y los locales de comida rápida.
Santana apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la
gente de Lima. Y a lo mejor —sólo a lo mejor— podría encontrar un lugar
entre ella.
Jamás la aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvó sus
labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que
pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente ella.
A menos que eligiera pertenecer a las sombras...
Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado
atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez,
hoy.
Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho
de hojas secas de roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo
captara, reconoció los sonidos de un zorro.
«Apresúrate, camarada cazadora —pensó entristecida—. Te espera el desayuno.»
Al echarse la chaqueta sobre los hombros, reparó en el cuervo que lo había
perturbado antes. Seguía posado en el roble y parecía observarle. Había algo que
resultaba impropio en ella.
Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave,
y se detuvo. «Recuerda tu promesa —pensó—. No usarás los Poderes a menos que
sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad.»
Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó
hacia el linde del bosque. Su coche estaba aparcado allí. Miró hacia atrás una vez y
vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltado sobre el conejo.
Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y
flácido, algo siniestro y triunfal. A Santana se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a
punto de volver atrás para ahuyentar al pájaro. Con todo, tenía tanto derecho a
comer como el zorro, se dijo.
Tanto derecho como ella misma.
Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el
momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida.
No quería llegar tarde al instituto de secundaria Mckinley High.
Última edición por BrittanaForever13 el Jue Dic 12, 2013 10:32 pm, editado 2 veces
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Hola!!!
Nueva lectora!!!
Me encanta!!!
Ese Cuervo me parece sospechoso !!!!
Espero la actu
Saludos!!!!
Nueva lectora!!!
Me encanta!!!
Ese Cuervo me parece sospechoso !!!!
Espero la actu
Saludos!!!!
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Me encanta ❤❤ the vampire diaries es mi serie favorita :3 Graciaas por hacer el fic.
Ya tienes una fiel lectora :)
Ya tienes una fiel lectora :)
LoveyouHemo******* - Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Capitulo 2:
En cuanto puso el pie en el aparcamiento del instituto, Brittany se vio rodeada. Todo
el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, más cuatro
o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno
aceptó los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Quinn había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más sensual y
más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Recibió a Brittany con frialdad y
volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados como los de un gato.
Emily no había crecido en absoluto y su rizada cabeza negra apenas le llegaba a
Brittany a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?»,
pensó Brittany. Apartó a la menuda muchacha.
—¡Emily! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Emily se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando
emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
Brittany siguió adelante.
—Rachel. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Había echado de menos
a Rachel más que a nadie, se dijo Brittany, mirando a la alta muchacha. Rachel
jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus
espesas pestañas negras, no lo necesitaba. Justo en aquel momento tenía una elegante
ceja enarcada mientras estudiaba a Brittany.
—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu
bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
—Ya sabes que nunca me bronceo.
Brittany le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable,
igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Emily.
—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Emily, agarrando una de las
manos de Brittany—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano! —Antes de que
nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A leer las manos!
Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.
—Reíd todo lo que queráis —replicó Emily, sin mostrarse afectada—. Mi prima
me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de Brittany.
—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijo Brittany, un tanto impaciente.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del
corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy penetrando en el
vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Emily pareció desconcertado, como
si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de par en par, pero ya no
parecía contemplar la mano de Brittany. Era como si mirara a través de ella... a algo
aterrador.
—Conocerás a una desconocida alta y morena —murmuró Rachel desde detrás
de ella y se escuchó un aluvión de risitas.
—Morena sí, y una desconocida..., pero no alta —la voz de Emily sonaba baja y
lejana.
—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto en una
ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia Brittany desconcertados—. Pero
eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos—. No
quiero ver más.
—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijo Brittany a las demás, vagamente
irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso,
trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo porque aquella mañana casi le
había dado un ataque...?
Las jóvenes iniciaron la marcha hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un
motor puesto a punto con precisión las detuvo a todas en seco.
—Vaya —dijo Quinn, mirándolo fijamente—. Menudo coche.
—Menudo Porsche —la corrigió Rachel con sequedad.
El elegante Turbo 911 negro ronroneó por el aparcamiento, buscando un espacio
mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió y tuvieron una breve visión de la
conductora.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Quinn.
—Ya puedes repetirlo —musitó Emily.
Desde donde se encontraba, Brittany vio que la joven tenía un cuerpo delgado de
musculatura plana. Llevaba unos vaqueros descoloridos que probablemente tenía
que despegar del cuerpo por la noche, un polo sin mangas y una chaqueta de
cuero de un corte poco común. El cabello era ondulado... y oscuro.
No era alta, sin embargo. Tenía una altura corriente.
Brittany soltó el aliento que había contenido.
—¿Quién es esa mujer enmascarada? —preguntó Rachel.
El comentario era acertado: unas oscuras gafas de sol cubrían completamente los
ojos de la joven, ocultando el rostro como una máscara.
—Esa desconocida enmascarada —dijo alguien más y se elevó un murmullo de
voces.
—¿Veis esa chaqueta? Es italiana, seguro.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Little Italy de Nueva York!
—¡Uh, ah! Brittany vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
—Baja-morena-y-apuesta, será mejor que tengas cuidado.
—¡No es baja; es perfecta!
En medio del parloteo, la voz de Quinn se dejó oír de repente.
—Vamos, Brittany. Tú ya tienes a Brody. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con
dos que no puedas hacer con uno o una?
—Lo mismo... sólo que durante más tiempo —dijo Rachel arrastrando las
palabras y el grupo prorrumpió en carcajadas.
La muchacha había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia,
Brittany empezó a andar tras ella, con las otras chicas justo detrás de ella en un grupo
compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a
ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Rachel atrajo su
mirada, y la muchacha sonrió a pesar suyo.
—Noblesse oblige —dijo Rachel en voz baja.
—¿Qué?
—Si vas a ser la reina del instituto, tienes que aguantar las consecuencias.
Brittany torció el gesto mientras entraban en el edificio. Un largo pasillo se extendía
ante ellas, y una figura en téjanos y chaqueta de cuero desaparecía en aquel momento
por la entrada de la secretaría situada más allá. Brittany aminoró el paso al acercarse a
la secretaría, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero
de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran
ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y reían tontamente.
—Hermosa vista posterior.
—Ésa es sin lugar a dudas una chaqueta Armani.
—¿Creéis que es de fuera del estado?
Brittany aguzaba el oído para captar el nombre de la muchacha. Parecía existir alguna
especie de problema: la señora Clarke, la secretaria de admisiones, miraba una lista y
negaba con la cabeza. La muchacha dijo algo, y la señora Clarke levantó las manos en
un gesto que daba a entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizó un dedo por la lista y
volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. La muchacha hizo intención de
marcharse y luego dio la vuelta. Y cuando la señora Clarke alzó los ojos hacia ella, su
expresión cambió.
La desconocida tenía ahora las gafas de sol en la mano. La señora Clarke parecía
sobresaltada por algo; Brittany vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer
se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
Brittany deseó poder ver algo más que el cogote de la muchacha. La señora Clarke
buscaba entre pilas de papel en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin
encontró alguna especie de formulario y escribió en él, luego lo giró y lo empujó
hacia la muchacha.
Esta escribió brevemente en el impreso —firmándolo, probablemente— y lo
devolvió. La señora Clarke lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en
un nuevo montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario
de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento de la joven mientras esta lo tomaba,
inclinaba la cabeza en agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
En cuanto puso el pie en el aparcamiento del instituto, Brittany se vio rodeada. Todo
el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, más cuatro
o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno
aceptó los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Quinn había crecido al menos casi tres centímetros y resultaba más sensual y
más parecida a una modelo de Vogue que nunca. Recibió a Brittany con frialdad y
volvió a retroceder con los verdes ojos entrecerrados como los de un gato.
Emily no había crecido en absoluto y su rizada cabeza negra apenas le llegaba a
Brittany a la barbilla cuando le arrojó los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?»,
pensó Brittany. Apartó a la menuda muchacha.
—¡Emily! ¿Qué le has hecho a tu cabello?
—¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Emily se ahuecó el ya ahuecado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando
emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
Brittany siguió adelante.
—Rachel. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por ambas partes. Había echado de menos
a Rachel más que a nadie, se dijo Brittany, mirando a la alta muchacha. Rachel
jamás llevaba maquillaje; pero, por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus
espesas pestañas negras, no lo necesitaba. Justo en aquel momento tenía una elegante
ceja enarcada mientras estudiaba a Brittany.
—Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu
bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
—Ya sabes que nunca me bronceo.
Brittany le enseñó las manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable,
igual que porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Emily.
—Sólo un minuto; esto me recuerda algo —terció Emily, agarrando una de las
manos de Brittany—. ¡Adivinad qué aprendí de mi prima este verano! —Antes de que
nadie pudiera hablar, ella misma comunicó triunfal—: ¡A leer las manos!
Se escucharon gemidos y algunas carcajadas.
—Reíd todo lo que queráis —replicó Emily, sin mostrarse afectada—. Mi prima
me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de Brittany.
—Date prisa o vamos a llegar tarde —dijo Brittany, un tanto impaciente.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del
corazón? —En el grupo, alguien lanzó una risita—. Silencio; estoy penetrando en el
vacío. Veo... Veo… —de improviso, el rostro de Emily pareció desconcertado, como
si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de par en par, pero ya no
parecía contemplar la mano de Brittany. Era como si mirara a través de ella... a algo
aterrador.
—Conocerás a una desconocida alta y morena —murmuró Rachel desde detrás
de ella y se escuchó un aluvión de risitas.
—Morena sí, y una desconocida..., pero no alta —la voz de Emily sonaba baja y
lejana.
—Aunque —prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo—, fue alto en una
ocasión. —Los abiertos ojos castaños se alzaron hacia Brittany desconcertados—. Pero
eso es imposible... ¿verdad? —Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos—. No
quiero ver más.
—Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos —dijo Brittany a las demás, vagamente
irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso,
trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo porque aquella mañana casi le
había dado un ataque...?
Las jóvenes iniciaron la marcha hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un
motor puesto a punto con precisión las detuvo a todas en seco.
—Vaya —dijo Quinn, mirándolo fijamente—. Menudo coche.
—Menudo Porsche —la corrigió Rachel con sequedad.
El elegante Turbo 911 negro ronroneó por el aparcamiento, buscando un espacio
mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió y tuvieron una breve visión de la
conductora.
—¡Oh, Dios mío! —murmuró Quinn.
—Ya puedes repetirlo —musitó Emily.
Desde donde se encontraba, Brittany vio que la joven tenía un cuerpo delgado de
musculatura plana. Llevaba unos vaqueros descoloridos que probablemente tenía
que despegar del cuerpo por la noche, un polo sin mangas y una chaqueta de
cuero de un corte poco común. El cabello era ondulado... y oscuro.
No era alta, sin embargo. Tenía una altura corriente.
Brittany soltó el aliento que había contenido.
—¿Quién es esa mujer enmascarada? —preguntó Rachel.
El comentario era acertado: unas oscuras gafas de sol cubrían completamente los
ojos de la joven, ocultando el rostro como una máscara.
—Esa desconocida enmascarada —dijo alguien más y se elevó un murmullo de
voces.
—¿Veis esa chaqueta? Es italiana, seguro.
—¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Little Italy de Nueva York!
—¡Uh, ah! Brittany vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
—Baja-morena-y-apuesta, será mejor que tengas cuidado.
—¡No es baja; es perfecta!
En medio del parloteo, la voz de Quinn se dejó oír de repente.
—Vamos, Brittany. Tú ya tienes a Brody. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con
dos que no puedas hacer con uno o una?
—Lo mismo... sólo que durante más tiempo —dijo Rachel arrastrando las
palabras y el grupo prorrumpió en carcajadas.
La muchacha había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia,
Brittany empezó a andar tras ella, con las otras chicas justo detrás de ella en un grupo
compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a
ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Rachel atrajo su
mirada, y la muchacha sonrió a pesar suyo.
—Noblesse oblige —dijo Rachel en voz baja.
—¿Qué?
—Si vas a ser la reina del instituto, tienes que aguantar las consecuencias.
Brittany torció el gesto mientras entraban en el edificio. Un largo pasillo se extendía
ante ellas, y una figura en téjanos y chaqueta de cuero desaparecía en aquel momento
por la entrada de la secretaría situada más allá. Brittany aminoró el paso al acercarse a
la secretaría, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero
de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran
ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y reían tontamente.
—Hermosa vista posterior.
—Ésa es sin lugar a dudas una chaqueta Armani.
—¿Creéis que es de fuera del estado?
Brittany aguzaba el oído para captar el nombre de la muchacha. Parecía existir alguna
especie de problema: la señora Clarke, la secretaria de admisiones, miraba una lista y
negaba con la cabeza. La muchacha dijo algo, y la señora Clarke levantó las manos en
un gesto que daba a entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizó un dedo por la lista y
volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. La muchacha hizo intención de
marcharse y luego dio la vuelta. Y cuando la señora Clarke alzó los ojos hacia ella, su
expresión cambió.
La desconocida tenía ahora las gafas de sol en la mano. La señora Clarke parecía
sobresaltada por algo; Brittany vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer
se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
Brittany deseó poder ver algo más que el cogote de la muchacha. La señora Clarke
buscaba entre pilas de papel en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin
encontró alguna especie de formulario y escribió en él, luego lo giró y lo empujó
hacia la muchacha.
Esta escribió brevemente en el impreso —firmándolo, probablemente— y lo
devolvió. La señora Clarke lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en
un nuevo montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario
de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento de la joven mientras esta lo tomaba,
inclinaba la cabeza en agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Brittany estaba loca de curiosidad a aquellas alturas. ¿Qué acababa de suceder allí?
¿Y qué aspecto tenía el rostro de aquella desconocida? Pero mientras salía de la
secretaría, ella se colocaba ya otra vez las gafas de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el resto de la cara cuando ella se detuvo en la entrada. El cabello
oscuro y ondulado enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de
una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica
nariz recta... y una boca capaz de mantenerte despierta por la noche, se dijo Brittany. El
labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran
cantidad de sensualidad. El parloteo de las chicas en el pasillo había cesado, como si
alguien hubiese pulsado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada de la muchacha ahora, ojeando a cualquier sitio
excepto a ella. Brittany mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza
ligeramente, quitándose la cinta del pelo de modo que éste cayó suelto alrededor de
los hombros.
Sin mirar ni a un lado ni a otro, la muchacha avanzó por el pasillo. Un coro de
suspiros y susurros estalló en cuanto ella ya no pudo oírlos.
Brittany no oyó nada de todo ello.
Había pasado justo a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. Justo a su
lado sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y que Rachel tiraba de su brazo.
—¿Qué?
—He dicho que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso,
justo ahora. ¡Vamos!
Brittany permitió que Rachel la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un
tramo de escaleras y la introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un
asiento vacío y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en
realidad. La impresión aún no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada. No recordaba
cuánto hacía que una muchacha había hecho eso. Todos miraban, como mínimo.
Algunos silbaban. Algunos se detenían a hablar. Otros se limitaban a mirarla
fijamente.
Y aquello siempre había complacido a Brittany.
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador
de lo popular que eras, de lo bonita que eras. Y podían ser útiles para toda clase de
cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba
demasiado. A veces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó Brittany, eran como cachorros. Adorables en su
ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse
en auténticos amigos. Como Brody.
Ah, Brody. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el
chico que podía hacerle sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de
hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante las otras chicas.
Y realmente había llegado a sentir un afecto auténtico por Brody. Pero en el transcurso
del verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría
por una prima o una hermana.
La señorita Halpern estaba distribuyendo los libros de texto. Brittany tomó el suyo
mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Brody más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a
tener que decirle que todo había terminado.
No había sabido cómo decírselo por carta. Tampoco sabía cómo decírselo ahora.
No era que temiera que él fuera a montar un número; sencillamente, no lo
comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo
había conseguido, no estaba allí. No con Brody, no con ninguno de los chicos con los
que había salido.
Y entonces tenía que volver a empezar desde el principio. Por suerte, siempre
había material nuevo. Ningún chico o chica se le había resistido, y ningún chico o chica la había
desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordando aquel instante en el vestíbulo, Brittany descubrió
que tenía los dedos crispados sobre el bolígrafo que sostenía. Seguía sin poder creer
que la hubiese ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salió en tropel del aula, pero Brittany se detuvo en
la entrada. Se mordió el labio, escrutando el río de estudiantes que cruzaba el pasillo.
Entonces distinguió a una de las chicas que habían estado pululando a su alrededor
en el aparcamiento.
—¡Tina! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
—Escucha, Tina, ¿recuerdas a esa chica de esta mañana?
—¿La del Porsche y los... ejem... activos personales? ¿Cómo podría olvidarle?
—Bueno, quiero su horario de clases. Consigúelo en la secretaría si puedes, o
copíalo de ella si es necesario. ¡Pero hazlo!
Tina se mostró sorprendida por un instante, luego sonrió de oreja a oreja y
asintió.
—De acuerdo, Brittany, lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora del almuerzo si
puedo conseguirlo.
—Gracias.
Brittany contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
—¿Sabes?, estás realmente loca —dijo la voz de Rachel en su oído.
—¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu
autoridad a veces? —replicó ella con tranquilidad—. ¿Adonde voy ahora?
—Tecnología. Toma, quédatelo —Rachel le tendió bruscamente un horario—.
Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
Tecnología y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. Brittany había
esperado vislumbrar otra vez a la nueva alumna, pero no estaba en ninguna de sus
clases. Brody sí estaba en una y sintió una punzada cuando los ojos azules de él se
encontraron con los suyos con una sonrisa.
Al sonar la campana del almuerzo, saludó con la cabeza a derecha e izquierda
mientras iba hacia la cantina. Quinn estaba fuera, plantada con aire indiferente
contra una pared con la barbilla alzada, los hombros echados hacia atrás y las
caderas adelantadas. Los dos muchachos con los que hablaba callaron y se dieron
codazos al acercarse Brittany
—Hola —saludó lacónica Brittany a los chicos, y luego le dijo a Quinn—: ¿Lista
para entrar y comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a Brittany, y se apartó
unos brillantes cabellos castaño monos del rostro.
—¿En la mesa real? —preguntó.
Brittany se sintió desconcertada. Quinn y ella habían sido amigas desde el jardín
de infancia, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente
algo le había sucedido a Quinn, que había empezado a tomarse la rivalidad cada
vez más en serio. Y en aquel momento, a Brittany le sorprendió la amargura en la voz
de la otra muchacha.
—Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la plebe —
respondió en tono ligero.
—Ah, en eso tienes mucha razón —respondió Quinn, girando para colocarse
totalmente de cara a Brittany.
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a Brittany le impresionó la
hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco
a poco.
Quinn no pareció advertirlo.
—Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, Brittany —
prosiguió—. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
Brittany había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
—Es posible —respondió—. Pero yo no me compraría aún un cetro si fuera tú,
Quinn. —Dio la vuelta y entró en el comedor.
Fue un alivio ver a Rachel y a Emily, y a Tina junto a ellas. Sintió cómo sus
mejillas se enfriaban mientras elegía su almuerzo e iba a reunirse con ellas. No
dejaría que Quinn la trastornara; no pensaría en absoluto en ella.
—Lo tengo —anunció Tina, agitando un trozo de papel cuando Brittany se sentó.
—Y yo tengo cosas interesantes que contar —dijo Emily, dándose importancia—.
Brittany, escucha esto. Está en mi clase de biología y me siento justo al otro lado. Su
nombre es Santana, Santana Lopez, viene de Italia, y se hospeda en casa de la vieja
señora Flowers, en las afueras de la ciudad. —Suspiró—. Es tan romántica... A
Quinn se le cayeron los libros y ella se los recogió.
—Qué torpe es Quinn —comentó Brittany, torciendo el gesto—. ¿Qué más
sucedió?
—Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misteriosa, ¿sabes?
La señora Endicott, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara las
gafas, pero no quiso hacerlo. Padece una afección.
—¿Qué clase de afección?
—No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería eso
romántico?
—Oh, mucho —dijo Rachel.
Brittany revisaba la hoja de papel de Francés, mordiéndose el labio.
—Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
—Yo —respondió Emily—. Y creo que Quinn también la tiene. Ah, y a lo mejor
Bordy; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener al señor Tanner.
Maravilloso, se dijo Brittany, tomando el tenedor y acuchillando su puré de patatas.
Parecía que la séptima hora iba ser sumamente interesante.
-----------------------
Santana se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellas
habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces
mentales rodeándole, la mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una
multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado entre los que lo
observaban en el pasillo principal del edificio del instituto. No sabía qué aspecto
tenía la muchacha, pero su personalidad era poderosa. Estaba segura de que volvería
a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la mascarada.
Había usado los Poderes sólo dos veces y además con moderación. Pero estaba
cansada, y, admitió con pesar, hambrienta. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E
inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
¿Y qué aspecto tenía el rostro de aquella desconocida? Pero mientras salía de la
secretaría, ella se colocaba ya otra vez las gafas de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el resto de la cara cuando ella se detuvo en la entrada. El cabello
oscuro y ondulado enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de
una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica
nariz recta... y una boca capaz de mantenerte despierta por la noche, se dijo Brittany. El
labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran
cantidad de sensualidad. El parloteo de las chicas en el pasillo había cesado, como si
alguien hubiese pulsado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada de la muchacha ahora, ojeando a cualquier sitio
excepto a ella. Brittany mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza
ligeramente, quitándose la cinta del pelo de modo que éste cayó suelto alrededor de
los hombros.
Sin mirar ni a un lado ni a otro, la muchacha avanzó por el pasillo. Un coro de
suspiros y susurros estalló en cuanto ella ya no pudo oírlos.
Brittany no oyó nada de todo ello.
Había pasado justo a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. Justo a su
lado sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y que Rachel tiraba de su brazo.
—¿Qué?
—He dicho que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso,
justo ahora. ¡Vamos!
Brittany permitió que Rachel la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un
tramo de escaleras y la introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un
asiento vacío y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en
realidad. La impresión aún no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada. No recordaba
cuánto hacía que una muchacha había hecho eso. Todos miraban, como mínimo.
Algunos silbaban. Algunos se detenían a hablar. Otros se limitaban a mirarla
fijamente.
Y aquello siempre había complacido a Brittany.
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador
de lo popular que eras, de lo bonita que eras. Y podían ser útiles para toda clase de
cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba
demasiado. A veces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó Brittany, eran como cachorros. Adorables en su
ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse
en auténticos amigos. Como Brody.
Ah, Brody. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el
chico que podía hacerle sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de
hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante las otras chicas.
Y realmente había llegado a sentir un afecto auténtico por Brody. Pero en el transcurso
del verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría
por una prima o una hermana.
La señorita Halpern estaba distribuyendo los libros de texto. Brittany tomó el suyo
mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Brody más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a
tener que decirle que todo había terminado.
No había sabido cómo decírselo por carta. Tampoco sabía cómo decírselo ahora.
No era que temiera que él fuera a montar un número; sencillamente, no lo
comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo
había conseguido, no estaba allí. No con Brody, no con ninguno de los chicos con los
que había salido.
Y entonces tenía que volver a empezar desde el principio. Por suerte, siempre
había material nuevo. Ningún chico o chica se le había resistido, y ningún chico o chica la había
desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordando aquel instante en el vestíbulo, Brittany descubrió
que tenía los dedos crispados sobre el bolígrafo que sostenía. Seguía sin poder creer
que la hubiese ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salió en tropel del aula, pero Brittany se detuvo en
la entrada. Se mordió el labio, escrutando el río de estudiantes que cruzaba el pasillo.
Entonces distinguió a una de las chicas que habían estado pululando a su alrededor
en el aparcamiento.
—¡Tina! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
—Escucha, Tina, ¿recuerdas a esa chica de esta mañana?
—¿La del Porsche y los... ejem... activos personales? ¿Cómo podría olvidarle?
—Bueno, quiero su horario de clases. Consigúelo en la secretaría si puedes, o
copíalo de ella si es necesario. ¡Pero hazlo!
Tina se mostró sorprendida por un instante, luego sonrió de oreja a oreja y
asintió.
—De acuerdo, Brittany, lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora del almuerzo si
puedo conseguirlo.
—Gracias.
Brittany contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
—¿Sabes?, estás realmente loca —dijo la voz de Rachel en su oído.
—¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu
autoridad a veces? —replicó ella con tranquilidad—. ¿Adonde voy ahora?
—Tecnología. Toma, quédatelo —Rachel le tendió bruscamente un horario—.
Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
Tecnología y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. Brittany había
esperado vislumbrar otra vez a la nueva alumna, pero no estaba en ninguna de sus
clases. Brody sí estaba en una y sintió una punzada cuando los ojos azules de él se
encontraron con los suyos con una sonrisa.
Al sonar la campana del almuerzo, saludó con la cabeza a derecha e izquierda
mientras iba hacia la cantina. Quinn estaba fuera, plantada con aire indiferente
contra una pared con la barbilla alzada, los hombros echados hacia atrás y las
caderas adelantadas. Los dos muchachos con los que hablaba callaron y se dieron
codazos al acercarse Brittany
—Hola —saludó lacónica Brittany a los chicos, y luego le dijo a Quinn—: ¿Lista
para entrar y comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a Brittany, y se apartó
unos brillantes cabellos castaño monos del rostro.
—¿En la mesa real? —preguntó.
Brittany se sintió desconcertada. Quinn y ella habían sido amigas desde el jardín
de infancia, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente
algo le había sucedido a Quinn, que había empezado a tomarse la rivalidad cada
vez más en serio. Y en aquel momento, a Brittany le sorprendió la amargura en la voz
de la otra muchacha.
—Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la plebe —
respondió en tono ligero.
—Ah, en eso tienes mucha razón —respondió Quinn, girando para colocarse
totalmente de cara a Brittany.
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a Brittany le impresionó la
hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco
a poco.
Quinn no pareció advertirlo.
—Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, Brittany —
prosiguió—. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
Brittany había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
—Es posible —respondió—. Pero yo no me compraría aún un cetro si fuera tú,
Quinn. —Dio la vuelta y entró en el comedor.
Fue un alivio ver a Rachel y a Emily, y a Tina junto a ellas. Sintió cómo sus
mejillas se enfriaban mientras elegía su almuerzo e iba a reunirse con ellas. No
dejaría que Quinn la trastornara; no pensaría en absoluto en ella.
—Lo tengo —anunció Tina, agitando un trozo de papel cuando Brittany se sentó.
—Y yo tengo cosas interesantes que contar —dijo Emily, dándose importancia—.
Brittany, escucha esto. Está en mi clase de biología y me siento justo al otro lado. Su
nombre es Santana, Santana Lopez, viene de Italia, y se hospeda en casa de la vieja
señora Flowers, en las afueras de la ciudad. —Suspiró—. Es tan romántica... A
Quinn se le cayeron los libros y ella se los recogió.
—Qué torpe es Quinn —comentó Brittany, torciendo el gesto—. ¿Qué más
sucedió?
—Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misteriosa, ¿sabes?
La señora Endicott, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara las
gafas, pero no quiso hacerlo. Padece una afección.
—¿Qué clase de afección?
—No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería eso
romántico?
—Oh, mucho —dijo Rachel.
Brittany revisaba la hoja de papel de Francés, mordiéndose el labio.
—Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
—Yo —respondió Emily—. Y creo que Quinn también la tiene. Ah, y a lo mejor
Bordy; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener al señor Tanner.
Maravilloso, se dijo Brittany, tomando el tenedor y acuchillando su puré de patatas.
Parecía que la séptima hora iba ser sumamente interesante.
-----------------------
Santana se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellas
habitaciones y pasillos atestados, aunque solo fuera unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces
mentales rodeándole, la mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una
multitud de gente como aquélla.
Una mente en particular destacaba de las demás. Ella había estado entre los que lo
observaban en el pasillo principal del edificio del instituto. No sabía qué aspecto
tenía la muchacha, pero su personalidad era poderosa. Estaba segura de que volvería
a reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la mascarada.
Había usado los Poderes sólo dos veces y además con moderación. Pero estaba
cansada, y, admitió con pesar, hambrienta. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía de eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E
inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y a la vez vital, resplandecía.
Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada
justo frente a ella.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y ella le vio la cara.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Katherine! Pero, desde luego, no podía ser. Katherine estaba muerta, nadie lo
sabía mejor que ella.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un dorado pálido, tan
rubio que parecía brillar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre le había
hecho pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre los
pómulos. Y los ojos... Los ojos de Katherine habían sido de un color que no había
visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de
su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en ella mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos deseaba era
pensar en Katherine. No quería mirar a aquella chica que se la recordaba y no quería
seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su
mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la
cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le importó. De
hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de ella. Aparte de eso, no
sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentada, con la voz monótona del
profesor vertiéndose sobre ella sin que la oyera. Pero podía oler un sutil deje de algún
perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello blanco de la chica estaba inclinado
sobre su libro, con el cabello cayendo a ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus dientes..., más
un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era hambre, un hambre
específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo preguntas, y
Santana fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió
perpleja, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las
preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ése era el propósito del
profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha menuda
con abundantes rizos negros y una cara en forma de corazón. Santana contempló con
disgusto cómo el profesor la importunaba a preguntas. La muchacha parecía muy
desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantes de último
curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto, algunos de vosotros no
estáis preparados ni para graduaros del jardín de infancia. ¡Como esto! —Señaló en
dirección a la chica pelinegra—. Ni idea sobre la Revolución francesa. Cree que María
Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Santana empezaron a removerse incómodos. Pudo
percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos temían a aquel
hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una comadreja, incluso las chicas
populares que eran más altas que ella.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo hacia la
misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el Renacimiento... —Se
interrumpió—. Sabes al menos qué es el Renacimiento, ¿verdad? El período entre los
siglos XIII y XVII, durante el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua
Grecia y Roma. El período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más
importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió—:
Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos de vuestra edad en la
escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es un chiste?
Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad dominaban ya varios
idiomas. También habían llegado a ser expertos en lógica, matemáticas, astronomía,
filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada
curso se enseñaba en latín. El rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo el mundo se
volvió para mirar a Santana.
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Santana, quitándose las gafas y poniéndose en pie—.
Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a participar
en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde
luego, tenían deportes de equipo, como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la
cabeza hacia la chica pelinegra y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud;
dirigiéndose al profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían
eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de
rabia y el hombre farfullaba. Pero Santana siguió sosteniéndole la mirada, y al cabo de
un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Santana se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había atraído más
atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que mirar a la chica rubia otra
vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación
abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
Brittany le observó mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La
había desairado a propósito, y delante de Quinn, que no le había quitado los ojos
de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero en aquel momento sólo una idea
bullía en su cabeza.
La tendría, incluso aunque le fuera la vida en ello. Aunque les fuera la vida a las
das, la tendría.
Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada
justo frente a ella.
En el mismo instante en que lo pensaba, ella volvió la cabeza y ella le vio la cara.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Katherine! Pero, desde luego, no podía ser. Katherine estaba muerta, nadie lo
sabía mejor que ella.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un dorado pálido, tan
rubio que parecía brillar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre le había
hecho pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre los
pómulos. Y los ojos... Los ojos de Katherine habían sido de un color que no había
visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de
su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en ella mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos deseaba era
pensar en Katherine. No quería mirar a aquella chica que se la recordaba y no quería
seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su
mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volvió la
cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió. No le importó. De
hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de ella. Aparte de eso, no
sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentada, con la voz monótona del
profesor vertiéndose sobre ella sin que la oyera. Pero podía oler un sutil deje de algún
perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello blanco de la chica estaba inclinado
sobre su libro, con el cabello cayendo a ambos lados de él.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció la seductora sensación en sus dientes..., más
un hormigueo o un cosquilleo que un dolor persistente. Era hambre, un hambre
específica. Y no una que pensara satisfacer.
El profesor paseaba por la habitación como un hurón, haciendo preguntas, y
Santana fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió
perpleja, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las
preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ése era el propósito del
profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha menuda
con abundantes rizos negros y una cara en forma de corazón. Santana contempló con
disgusto cómo el profesor la importunaba a preguntas. La muchacha parecía muy
desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
—¿Veis a lo que me refiero? Pensáis que sois una gran cosa; estudiantes de último
curso ya, listos para graduarse. Bien, dejad que os diga esto, algunos de vosotros no
estáis preparados ni para graduaros del jardín de infancia. ¡Como esto! —Señaló en
dirección a la chica pelinegra—. Ni idea sobre la Revolución francesa. Cree que María
Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Santana empezaron a removerse incómodos. Pudo
percibir el rencor en sus mentes y la humillación. Y el miedo. Todos temían a aquel
hombrecillo delgado con ojos parecidos a los de una comadreja, incluso las chicas
populares que eran más altas que ella.
—De acuerdo, probemos otra época. —El profesor se volvió de nuevo hacia la
misma chica a la que había estado interrogando—. Durante el Renacimiento... —Se
interrumpió—. Sabes al menos qué es el Renacimiento, ¿verdad? El período entre los
siglos XIII y XVII, durante el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua
Grecia y Roma. El período que alumbró a tantos de los artistas y pensadores más
importantes de Europa. —Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió—:
Durante el Renacimiento, ¿qué estarían haciendo los alumnos de vuestra edad en la
escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo?
La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
—¿Jugar a rugby?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
—¡Más bien no! —le espetó, y la clase se acalló—. ¿Creéis que esto es un chiste?
Pues bien, en esos días, los estudiantes de vuestra edad dominaban ya varios
idiomas. También habían llegado a ser expertos en lógica, matemáticas, astronomía,
filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada
curso se enseñaba en latín. El rugby sería rotundamente la última cosa en la que...
—Perdone.
La sosegada voz detuvo al profesor en mitad de la arenga. Todo el mundo se
volvió para mirar a Santana.
—¿Qué? ¿Qué has dicho?
—He dicho, perdone —repitió Santana, quitándose las gafas y poniéndose en pie—.
Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a participar
en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde
luego, tenían deportes de equipo, como criquet, tenis... e incluso rugby. —Volvió la
cabeza hacia la chica pelinegra y sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud;
dirigiéndose al profesor, añadió—: Pero las cosas más importantes que aprendían
eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro de que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de
rabia y el hombre farfullaba. Pero Santana siguió sosteniéndole la mirada, y al cabo de
un minuto fue el otro quien desvió los ojos.
Sonó la campana.
Santana se puso rápidamente las gafas y recogió sus libros. Ya había atraído más
atención sobre sí de la que debería, y no quería tener que mirar a la chica rubia otra
vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación
abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
—¡Eh! ¿Realmente jugaban a rugby en aquellos tiempos?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
—Claro que sí. A veces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
Brittany le observó mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La
había desairado a propósito, y delante de Quinn, que no le había quitado los ojos
de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero en aquel momento sólo una idea
bullía en su cabeza.
La tendría, incluso aunque le fuera la vida en ello. Aunque les fuera la vida a las
das, la tendría.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Wow, todos sean impresionado por Santana!!!
Aunque san no la vea se ha dado cuenta de la presencia de Britt!!!
Me encanto que britt quisiera saber el horario de San!!!
Quiero saber a quien le recuerda Britt!!!
Espero la actu!!!!
Saludos
Xoxo
Aunque san no la vea se ha dado cuenta de la presencia de Britt!!!
Me encanto que britt quisiera saber el horario de San!!!
Quiero saber a quien le recuerda Britt!!!
Espero la actu!!!!
Saludos
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Capitulo 3:
La primera luz del amanecer veteaba la noche de rosa y del verde más pálido.
Santana la observó desde la ventana de su habitación en la casa de huéspedes. Había
alquilado aquella habitación específicamente debido a la trampilla del techo, una
trampilla que daba a la plataforma de observación del tejado situado encima. En
aquel momento, la trampilla estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía
por la escalera situada debajo. Santana estaba totalmente vestida, pero no porque
hubiera madrugado. No se había acostado.
Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas húmedas
pegados a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los comentarios de los
estudiantes del día anterior no le habían pasado por alto y sabía que se habían fijado
en sus ropas. Siempre se había vestido con lo mejor, no sólo por vanidad, sino
porque era lo correcto. Su tutor lo había dicho a menudo: «Una aristócrata debería
vestir como corresponde a su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los
demás».
¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber
comprendido que hacer el papel de una estudiante era probable que le recordara sus
propios días como alumna. En aquellos momentos, los recuerdos le llegaban
copiosamente, como si ojeara las páginas de un diario, los ojos capturando una
anotación aquí y allí. Una apareció fugazmente ante ella: el rostro de su padre cuando
Puck había anunciado que abandonaba la universidad. Jamás olvidaría eso. Jamás
había visto a su padre tan enojado...
—¿Qué quieres decir con que no vas a volver? —Ricardo era por lo general un
hombre justo, pero tenía mal genio, y su hija mayor hacia aflorar la violencia que
había en él.
Justo en aquel momento, esa hija se tocaba ligeramente los labios con un pañuelo
de seda color azafrán.
—Había pensado que incluso tú podrías entender una frase tan simple, padre.
¿Deseas que te la repita en latín?
—Puck... —empezó Santana con severidad, consternado ante aquella falta de
respeto.
Pero su padre le interrumpió.
—¿Me estás diciendo que yo, Ricardo, Lopez Puckerman, tendré que
presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un scioparto? ¿Un bueno para
nada? ¿Un haragán que no aporta ninguna contribución útil a Lima?
Los criados se iban alejando lentamente a medida que Ricardo se encolerizaba
más.
Puck ni siquiera pestañeó.
—Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te lisonjean con la
esperanza de que les prestes dinero.
—Sporco parassito! —gritó Ricardo, levantándose de su silla—. ¿No es ya bastante
malo que cuando estás en la escuela despilfarres tu tiempo y mi dinero? Ah, sí, lo sé
todo sobre el juego, las justas y las mujeres. Y sé que de no ser por tu secretario y tus
tutores suspenderías todos los cursos. Pero ahora tienes la intención de deshonrarme
totalmente. ¿Y por qué? ¿Por qué? —Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la
barbilla de Puck—. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?
Santana tuvo que hacerle justicia a su hermano; Puck ni siquiera se echó atrás. Se
mantuvo firme, casi repantigado en la mano de su padre que lo sujetaba, un
aristócrata de pies a cabeza, desde la gorra elegantemente sencilla sobre la oscura
cabeza pasando por la capa ribeteada de armiño hasta llegar a los suaves zapatos de
cuero. Su labio superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.
«Has ido demasiado lejos esta vez —pensó Santana, observando a los dos hombres,
que se miraban fijamente a los ojos—. Ni siquiera tú serás capaz de salir de ésta
usando tus encantos.»
Pero justo entonces sonaron unos pasos suaves en la entrada del estudio. Santana
volvió la cabeza y se quedó encandilada con unos ojos de color lapislázuli
enmarcados por largas pestañas doradas. Era Katherine. Su padre, el barón Von
Swartzschild, la había traído desde las frías tierras de los príncipes alemanes a la
campiña italiana, con la esperanza de que esto ayudaría a que se recuperara de una
larga enfermedad. Y desde el día de su llegada, todo había cambiado para Santana.
—Os pido disculpas. No era mi intención molestar.
Su voz era suave y nítida. Efectuó un leve gesto como para marcharse.
—No, no te vayas. Quédate —se apresuró a decir Santana.
Quiso decir más, tomarle la mano..., pero no se atrevió. No con su padre presente.
Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente aquellos ojos azules, como gemas,
alzados hacia ella.
—Sí, quedaos —dijo Ricardo, y Santana vio que la expresión furiosa de su padre se
había aclarado y que había soltado a Puck.
El noble se adelantó, alisando los gruesos pliegues de la larga toga ribeteada en
piel.
—Vuestro padre debería estar de regreso de sus negocios en la ciudad hoy, y le
encantará veros. Pero vuestras mejillas están pálidas, pequeña Katherine. Espero que
no volváis a estar enferma.
—Ya sabéis que siempre estoy pálida, señor. No utilizo colorete como vuestras
atrevidas muchachas italianas.
—No lo necesitas —dijo Santana sin poder contenerse, y ella le sonrió.
Era tan hermosa... Santana sintió un dolor en el pecho.
—Y os veo demasiado poco durante el día —siguió su padre—. Casi nunca nos
concedéis el placer de vuestra compañía antes del crepúsculo.
—Llevo a cabo mis estudios y mis devociones en mis propios aposentos, señor —
respondió Katherine en voz queda, bajando las pestañas.
Santana sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el secreto de
Katherine. La muchacha volvió a alzar los ojos hacia el padre de Santana.
—Pero ahora estoy aquí, señor.
—Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que esta noche tengamos una comida
muy especial para celebrar el regreso de vuestro padre. Damon..., hablaremos más
tarde.
Mientras Ricardo hacía una seña a un sirviente y marchaba con paso decidido,
Santana se volvió hacia Katherine con deleite. Casi nunca podían conversar sin la
presencia de su padre o de Gudren, la imperturbable doncella alemana de la joven.
Pero lo que Santana vio fue como un puñetazo en el estómago, Katherine sonreía...,
aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había compartido con ella. Pero no le
miraba a ella. Miraba a Puck.
Santana odió a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y la gracia y
la sensualidad de Puck, que atraían a las mujeres hacia él como polillas a una
llama. Quiso en ese momento golpear a Puck, hacer pedazos aquella belleza. Pero
tuvo que permanecer allí y contemplar cómo Katherine avanzaba despacio hacia su
hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando sobre el suelo
de baldosas.
Y mientras ella observaba, Puck extendió una mano hacia Katherine y sonrió con
la cruel sonrisa del triunfo...
Santana se apartó de la ventana rápidamente.
¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba, sacó la
delgada cadena de oro que llevaba bajo el polo. Su pulgar y su índice acariciaron el
anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.
El pequeño aro estaba exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no habían
amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un lapislázuli del
tamaño de la uña de su meñique. Santana lo contempló, luego miró el grueso anillo de
plata, también con un lapislázuli engarzado, de su propia mano. En el pecho sintió
una opresión familiar.
No podía olvidar el pasado y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a todo lo que
había sucedido, atesoraba el recuerdo de Katherine. Pero había un recuerdo que
realmente no debía perturbar, una página del diario que no debía volver. Si tenía que
revivir aquel horror, aquella... abominación, se volvería loco. Como había
enloquecido aquel día, aquel último día, cuando había contemplado su propia
condenación...
Se apoyó en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su tutor también
le había dicho: «El mal jamás encontrará la paz. Puede que triunfe, pero jamás
encontrará la paz».
¿Por qué había tenido que venir a Lima,Ohio?
Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás la aceptarían,
jamás descansaría. Porque era malvada. No podía cambiar lo que era.
La primera luz del amanecer veteaba la noche de rosa y del verde más pálido.
Santana la observó desde la ventana de su habitación en la casa de huéspedes. Había
alquilado aquella habitación específicamente debido a la trampilla del techo, una
trampilla que daba a la plataforma de observación del tejado situado encima. En
aquel momento, la trampilla estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía
por la escalera situada debajo. Santana estaba totalmente vestida, pero no porque
hubiera madrugado. No se había acostado.
Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas húmedas
pegados a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los comentarios de los
estudiantes del día anterior no le habían pasado por alto y sabía que se habían fijado
en sus ropas. Siempre se había vestido con lo mejor, no sólo por vanidad, sino
porque era lo correcto. Su tutor lo había dicho a menudo: «Una aristócrata debería
vestir como corresponde a su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los
demás».
¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber
comprendido que hacer el papel de una estudiante era probable que le recordara sus
propios días como alumna. En aquellos momentos, los recuerdos le llegaban
copiosamente, como si ojeara las páginas de un diario, los ojos capturando una
anotación aquí y allí. Una apareció fugazmente ante ella: el rostro de su padre cuando
Puck había anunciado que abandonaba la universidad. Jamás olvidaría eso. Jamás
había visto a su padre tan enojado...
—¿Qué quieres decir con que no vas a volver? —Ricardo era por lo general un
hombre justo, pero tenía mal genio, y su hija mayor hacia aflorar la violencia que
había en él.
Justo en aquel momento, esa hija se tocaba ligeramente los labios con un pañuelo
de seda color azafrán.
—Había pensado que incluso tú podrías entender una frase tan simple, padre.
¿Deseas que te la repita en latín?
—Puck... —empezó Santana con severidad, consternado ante aquella falta de
respeto.
Pero su padre le interrumpió.
—¿Me estás diciendo que yo, Ricardo, Lopez Puckerman, tendré que
presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un scioparto? ¿Un bueno para
nada? ¿Un haragán que no aporta ninguna contribución útil a Lima?
Los criados se iban alejando lentamente a medida que Ricardo se encolerizaba
más.
Puck ni siquiera pestañeó.
—Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te lisonjean con la
esperanza de que les prestes dinero.
—Sporco parassito! —gritó Ricardo, levantándose de su silla—. ¿No es ya bastante
malo que cuando estás en la escuela despilfarres tu tiempo y mi dinero? Ah, sí, lo sé
todo sobre el juego, las justas y las mujeres. Y sé que de no ser por tu secretario y tus
tutores suspenderías todos los cursos. Pero ahora tienes la intención de deshonrarme
totalmente. ¿Y por qué? ¿Por qué? —Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la
barbilla de Puck—. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?
Santana tuvo que hacerle justicia a su hermano; Puck ni siquiera se echó atrás. Se
mantuvo firme, casi repantigado en la mano de su padre que lo sujetaba, un
aristócrata de pies a cabeza, desde la gorra elegantemente sencilla sobre la oscura
cabeza pasando por la capa ribeteada de armiño hasta llegar a los suaves zapatos de
cuero. Su labio superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.
«Has ido demasiado lejos esta vez —pensó Santana, observando a los dos hombres,
que se miraban fijamente a los ojos—. Ni siquiera tú serás capaz de salir de ésta
usando tus encantos.»
Pero justo entonces sonaron unos pasos suaves en la entrada del estudio. Santana
volvió la cabeza y se quedó encandilada con unos ojos de color lapislázuli
enmarcados por largas pestañas doradas. Era Katherine. Su padre, el barón Von
Swartzschild, la había traído desde las frías tierras de los príncipes alemanes a la
campiña italiana, con la esperanza de que esto ayudaría a que se recuperara de una
larga enfermedad. Y desde el día de su llegada, todo había cambiado para Santana.
—Os pido disculpas. No era mi intención molestar.
Su voz era suave y nítida. Efectuó un leve gesto como para marcharse.
—No, no te vayas. Quédate —se apresuró a decir Santana.
Quiso decir más, tomarle la mano..., pero no se atrevió. No con su padre presente.
Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente aquellos ojos azules, como gemas,
alzados hacia ella.
—Sí, quedaos —dijo Ricardo, y Santana vio que la expresión furiosa de su padre se
había aclarado y que había soltado a Puck.
El noble se adelantó, alisando los gruesos pliegues de la larga toga ribeteada en
piel.
—Vuestro padre debería estar de regreso de sus negocios en la ciudad hoy, y le
encantará veros. Pero vuestras mejillas están pálidas, pequeña Katherine. Espero que
no volváis a estar enferma.
—Ya sabéis que siempre estoy pálida, señor. No utilizo colorete como vuestras
atrevidas muchachas italianas.
—No lo necesitas —dijo Santana sin poder contenerse, y ella le sonrió.
Era tan hermosa... Santana sintió un dolor en el pecho.
—Y os veo demasiado poco durante el día —siguió su padre—. Casi nunca nos
concedéis el placer de vuestra compañía antes del crepúsculo.
—Llevo a cabo mis estudios y mis devociones en mis propios aposentos, señor —
respondió Katherine en voz queda, bajando las pestañas.
Santana sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el secreto de
Katherine. La muchacha volvió a alzar los ojos hacia el padre de Santana.
—Pero ahora estoy aquí, señor.
—Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que esta noche tengamos una comida
muy especial para celebrar el regreso de vuestro padre. Damon..., hablaremos más
tarde.
Mientras Ricardo hacía una seña a un sirviente y marchaba con paso decidido,
Santana se volvió hacia Katherine con deleite. Casi nunca podían conversar sin la
presencia de su padre o de Gudren, la imperturbable doncella alemana de la joven.
Pero lo que Santana vio fue como un puñetazo en el estómago, Katherine sonreía...,
aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había compartido con ella. Pero no le
miraba a ella. Miraba a Puck.
Santana odió a su hermano en aquel momento, odió la belleza morena y la gracia y
la sensualidad de Puck, que atraían a las mujeres hacia él como polillas a una
llama. Quiso en ese momento golpear a Puck, hacer pedazos aquella belleza. Pero
tuvo que permanecer allí y contemplar cómo Katherine avanzaba despacio hacia su
hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando sobre el suelo
de baldosas.
Y mientras ella observaba, Puck extendió una mano hacia Katherine y sonrió con
la cruel sonrisa del triunfo...
Santana se apartó de la ventana rápidamente.
¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba, sacó la
delgada cadena de oro que llevaba bajo el polo. Su pulgar y su índice acariciaron el
anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.
El pequeño aro estaba exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no habían
amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un lapislázuli del
tamaño de la uña de su meñique. Santana lo contempló, luego miró el grueso anillo de
plata, también con un lapislázuli engarzado, de su propia mano. En el pecho sintió
una opresión familiar.
No podía olvidar el pasado y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a todo lo que
había sucedido, atesoraba el recuerdo de Katherine. Pero había un recuerdo que
realmente no debía perturbar, una página del diario que no debía volver. Si tenía que
revivir aquel horror, aquella... abominación, se volvería loco. Como había
enloquecido aquel día, aquel último día, cuando había contemplado su propia
condenación...
Se apoyó en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su tutor también
le había dicho: «El mal jamás encontrará la paz. Puede que triunfe, pero jamás
encontrará la paz».
¿Por qué había tenido que venir a Lima,Ohio?
Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás la aceptarían,
jamás descansaría. Porque era malvada. No podía cambiar lo que era.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Brittany se levantó más temprano de lo habitual esa mañana y oyó a tía Judith
trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha. Ashley dormía
aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en su cama. Brittany pasó ante la
puerta entreabierta de su hermana menor sin hacer ruido y continuó por el pasillo
hasta abandonar la casa.
El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado únicamente
por los acostumbrados arrendajos y gorriones. Brittany, que se había acostado con un
terrible dolor de cabeza, alzó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró
profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Había prometido
encontrarse con Brody antes del instituto y, aunque no le hacía mucha ilusión, estaba
segura de que todo iría bien.
Brody vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de madera, como
todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del porche estaba un
poco más deslucido y la pintura un poco más desconchada. Brody estaba ya en el
exterior, y por un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar
visión.
Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo deslumbrante, casi
perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo americano. Brody Weston
era típicamente americano. Llevaba el pelo rubio muy corto por la
temporada de rugby y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la
granja de sus abuelos. Sus ojos azules eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras
extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.
—¿Quieres entrar?
—No. Limitémonos a andar —dijo Brittany.
Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros bordeaban
aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Brittany contempló sus pies
sobre la húmeda acera, sintiéndose repentinamente indecisa. Después de todo,
seguía sin saber cómo empezar.
—No me has hablado de Francia —dijo él.
—Ah, fue fenomenal —respondió Brittany, y le miró de soslayo; también él miraba la
acera—. Todo resultó fenomenal —continuó, intentando dar un poco de entusiasmo
a su voz—. La gente, la comida, todo. Realmente fue... —Su voz se apagó, y lanzó
una carcajada nerviosa.
—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ella.
Brody se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillas de tenis.
Elena vio que eran las del año anterior. La familia de Brody apenas conseguía ir
tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas. La joven alzó la vista y
se encontró aquellos resueltos ojos azules fijos en su rostro.
—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.
Brittany abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.
—E imagino que tienes algo que decirme.
Brittany le miró de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y pesarosa. Luego
volvió a tenderle los brazos.
—Brody —dijo ella, abrazándole con fuerza; luego se apartó para mirarle a la cara—
. Brody, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te merezco.
—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—. Porque
soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos, ¿de acuerdo?
—Desde luego. Por supuesto.
—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Se detuvo, volviendo a alzar
la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora, Brody, ¿no es eso lo que
realmente sientes por mí?
Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.
—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al ver que
Brittany ponía cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico nuevo,
¿verdad?
—No —respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez—, ni
siquiera le conozco aún. No sé quién es.
—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —La rodeó con un brazo y la hizo girar
con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos tiempo, incluso te
compraré una rosquilla.
Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus cabezas. Brody
lanzó un silbido y señaló con el dedo.
—¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.
Brittany miró, pero ya había desaparecido.
Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que Brittany repasara su plan.
Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda
la información que pudo a propósito de Santana Lopez. Lo que no fue difícil,
porque todo el mundo en el Mckinley High hablaba de ella.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la secretaria de
admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al despacho del director. Algo
relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de vuelta al aula (tras,
se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo
parecía arreglado ya. Oficialmente, al menos.
Cuando Brittany llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un
suave silbido en el pasillo. Mike Chang y Tyler Smallwood remoloneaban por allí.
Una pareja de imbéciles de primera, se dijo, haciendo caso omiso del silbido y las
miradas fijas. Pensaban que ser pateador y defensa en el equipo de rugby de la
escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en ellos
mientras también ella remoloneaba por el pasillo, dándose una nueva capa de
pintalabios y jugueteando con la polvera. Había dado a Emily instrucciones
especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en cuanto Santana apareciera.
El espejo de la polvera le proporcionaba una visión fenomenal del pasillo a su
espalda.
Con todo, de algún modo no le vio llegar. Apareció a su lado de improviso, y ella
cerró la polvera de golpe mientras ella pasaba. Su intención era detenerla, pero algo
sucedió antes de que pudiera hacerlo. Santana se puso tensa... o, al menos, algo hubo en ella que le hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso
Justo entonces, Mike y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
Imbéciles de talla mundial, se dijo Brittany. Echando chispas, los miró iracunda por
encima del hombro de Santana.
Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras fingían estar
totalmente ciegos a la presencia de Santana allí de pie.
—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado,
distante.
Mike y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces
fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi?
¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
Brittany vio cómo los músculos se tensaban bajo el polo que tenía delante.
Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que Santana y las espaldas de
Tyler eran casi el doble de anchas.
—¿Sucede algo?
Brittany se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a su espalda.
Dio media vuelta y se encontró con Brody. Sus ojos azules tenían una mirada dura.
Brittany se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Mike se
apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Brody, se dijo. Pero ahora el bueno
de Brody entraba en el aula acompañando a Santana, y ella se tenía que resignar con
seguirlos, observando la parte posterior de una camiseta y un polo. Cuando se sentaron, se
deslizó en el pupitre situado detrás de Santana, desde donde podía observarle sin que
la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.
Brody hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería decir algo.
—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Santana rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
trasteando en su habitación, preparándose para tomar su ducha. Ashley dormía
aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en su cama. Brittany pasó ante la
puerta entreabierta de su hermana menor sin hacer ruido y continuó por el pasillo
hasta abandonar la casa.
El aire era fresco y limpio esa mañana; el membrillo estaba habitado únicamente
por los acostumbrados arrendajos y gorriones. Brittany, que se había acostado con un
terrible dolor de cabeza, alzó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró
profundamente.
Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Había prometido
encontrarse con Brody antes del instituto y, aunque no le hacía mucha ilusión, estaba
segura de que todo iría bien.
Brody vivía a sólo dos calles del instituto. Era una sencilla casa de madera, como
todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del porche estaba un
poco más deslucido y la pintura un poco más desconchada. Brody estaba ya en el
exterior, y por un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar
visión.
Realmente era apuesto. De eso no había duda. No del modo deslumbrante, casi
perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo americano. Brody Weston
era típicamente americano. Llevaba el pelo rubio muy corto por la
temporada de rugby y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la
granja de sus abuelos. Sus ojos azules eran honestos y francos. Y justo hoy, mientras
extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.
—¿Quieres entrar?
—No. Limitémonos a andar —dijo Brittany.
Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Arces y nogales negros bordeaban
aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Brittany contempló sus pies
sobre la húmeda acera, sintiéndose repentinamente indecisa. Después de todo,
seguía sin saber cómo empezar.
—No me has hablado de Francia —dijo él.
—Ah, fue fenomenal —respondió Brittany, y le miró de soslayo; también él miraba la
acera—. Todo resultó fenomenal —continuó, intentando dar un poco de entusiasmo
a su voz—. La gente, la comida, todo. Realmente fue... —Su voz se apagó, y lanzó
una carcajada nerviosa.
—Sí, ya sé. Fenomenal —terminó él por ella.
Brody se detuvo y se quedó mirando al suelo, a sus arañadas zapatillas de tenis.
Elena vio que eran las del año anterior. La familia de Brody apenas conseguía ir
tirando; a lo mejor no había podido permitirse unas nuevas. La joven alzó la vista y
se encontró aquellos resueltos ojos azules fijos en su rostro.
—¿Sabes?, tienes un aspecto de lo más fenomenal justo ahora —dijo él.
Brittany abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar ya.
—E imagino que tienes algo que decirme.
Brittany le miró de hito en hito, y él sonrió, con una sonrisa torcida y pesarosa. Luego
volvió a tenderle los brazos.
—Brody —dijo ella, abrazándole con fuerza; luego se apartó para mirarle a la cara—
. Brody, eres el chico más gentil que he conocido nunca. No te merezco.
—Ah, entonces por eso me plantas —dijo él mientras volvían a andar—. Porque
soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.
Ella le dio un puñetazo en el brazo.
—No, no es por eso, y tampoco te estoy plantando. Seremos amigos, ¿de acuerdo?
—Desde luego. Por supuesto.
—Porque eso es lo que he comprendido que somos. —Se detuvo, volviendo a alzar
la mirada hacia él—. Buenos amigos. Sé honrado ahora, Brody, ¿no es eso lo que
realmente sientes por mí?
Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.
—¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? —dijo y al ver que
Brittany ponía cara larga, añadió—: no tiene nada que ver con ese chico nuevo,
¿verdad?
—No —respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez—, ni
siquiera le conozco aún. No sé quién es.
—Pero quieres conocerle. No, no lo digas. —La rodeó con un brazo y la hizo girar
con suavidad—. Vamos, vayamos hacia el instituto. Si tenemos tiempo, incluso te
compraré una rosquilla.
Mientras andaban, algo se agitó violentamente en el nogal sobre sus cabezas. Brody
lanzó un silbido y señaló con el dedo.
—¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.
Brittany miró, pero ya había desaparecido.
Aquel día, el instituto fue sólo el lugar adecuado para que Brittany repasara su plan.
Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda
la información que pudo a propósito de Santana Lopez. Lo que no fue difícil,
porque todo el mundo en el Mckinley High hablaba de ella.
Todo el mundo sabía que había tenido alguna especie de roce con la secretaria de
admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado al despacho del director. Algo
relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de vuelta al aula (tras,
se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Roma... ¿o era Washington?), y todo
parecía arreglado ya. Oficialmente, al menos.
Cuando Brittany llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un
suave silbido en el pasillo. Mike Chang y Tyler Smallwood remoloneaban por allí.
Una pareja de imbéciles de primera, se dijo, haciendo caso omiso del silbido y las
miradas fijas. Pensaban que ser pateador y defensa en el equipo de rugby de la
escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en ellos
mientras también ella remoloneaba por el pasillo, dándose una nueva capa de
pintalabios y jugueteando con la polvera. Había dado a Emily instrucciones
especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en cuanto Santana apareciera.
El espejo de la polvera le proporcionaba una visión fenomenal del pasillo a su
espalda.
Con todo, de algún modo no le vio llegar. Apareció a su lado de improviso, y ella
cerró la polvera de golpe mientras ella pasaba. Su intención era detenerla, pero algo
sucedió antes de que pudiera hacerlo. Santana se puso tensa... o, al menos, algo hubo en ella que le hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso
Justo entonces, Mike y Tyler se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiendo el paso.
Imbéciles de talla mundial, se dijo Brittany. Echando chispas, los miró iracunda por
encima del hombro de Santana.
Disfrutaban con el jueguecito, repantigados en la entrada mientras fingían estar
totalmente ciegos a la presencia de Santana allí de pie.
—Excusad.
Era el mismo tono de voz que había usado con el profesor de historia. Sosegado,
distante.
Mike y Tyler se miraron el uno al otro, luego a su alrededor, como si oyeran voces
fantasmales.
—¿Escuuzi? —dijo Tyler con voz de falsete—. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi?
¿Jacuzzi?
Los dos rieron.
Brittany vio cómo los músculos se tensaban bajo el polo que tenía delante.
Aquello era totalmente injusto; los dos eran más altos que Santana y las espaldas de
Tyler eran casi el doble de anchas.
—¿Sucede algo?
Brittany se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz a su espalda.
Dio media vuelta y se encontró con Brody. Sus ojos azules tenían una mirada dura.
Brittany se mordió los labios para contener una sonrisa mientras Tyler y Mike se
apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Brody, se dijo. Pero ahora el bueno
de Brody entraba en el aula acompañando a Santana, y ella se tenía que resignar con
seguirlos, observando la parte posterior de una camiseta y un polo. Cuando se sentaron, se
deslizó en el pupitre situado detrás de Santana, desde donde podía observarle sin que
la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.
Brody hacía sonar monedas en su bolsillo, lo que significaba que quería decir algo.
—Eh, oye —empezó por fin, incómodo—. Esos chicos, ya sabes...
Santana rió. Fue un sonido amargo.
—¿Quién soy yo para juzgar?
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Había más emoción en su voz de la que Brittany había oído antes, incluso cuando
había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenida aquí? —finalizó, casi para
sí mismo.
—¿Por qué no deberías serlo? —Brody había estado mirando fijamente a Santana, y
en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—. Oye —dijo—, ayer
hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptor abierto se ha roto un ligamento, y
necesitamos un sustituto o una sustituta. Tambien hay chicas,asi que no tienes por preocuparte.
Las pruebas son esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Santana pareció verse cogida por sorpresa—. Ah... No sé si podría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?
Santana se medio giró hacia Matt, y Elena vio cómo un leve atisbo de sonrisa
curvaba sus labios.
—Sí.
—Eso es todo lo que una receptora abierta tiene que hacer. Yo soy el quarterback. Si
puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Santana casi sonreía, y aunque la boca de Brody tenía una expresión
seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de sí misma, Brittany advirtió que
estaba celosa. Había una cordialidad entre ellos que la excluía
completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Santana desapareció y esta dijo en tono vago:
—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.A parte de que soy mujer,y no me hace ver bien.
En ese momento, Emily y Quinn llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, Brittany no dejó de repetirse: «Hola,
me llamo Brittany Pierce. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han
designado para que te muestre el instituto. ¿Seguramente no querrás ponerme en un
aprieto, verdad, no dejando que haga mi trabajo?». Eso último con ojos muy abiertos
y melancólicos..., pero sólo si daba la impresión de que ella intentara escabullirse. Era
virtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a su derecha le pasó una
nota. Brittany la abrió y reconoció la letra redonda e infantil de Emily. Decía: «He
mantenido a C. alejada todo el tiempo que pude. ¿Qué ha sucedido? ¿Ha funcionado?».
Brittany alzó la vista y vio a Emily vuelta hacia atrás en su asiento de la primera fila.
Brittany señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de
clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas
instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo el mundo se
levantó de golpe. «Ahí vamos», pensó Brittany, y con el corazón latiéndole con fuerza,
se colocó directamente en el camino de Santana, impidiéndole el paso por el pasillo de
modo que no pudiera rodearla.
Justo igual que Mike y Tyler, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reír como
una tonta. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos justo a la altura de los ojos de la
muchacha.
Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debía decir? Abrió la
boca y de algún modo las palabras que había estado ensayando brotaron
atropelladamente.
—Hola, soy Brittany Pierce, y estoy en el comité de bienvenida del último curso y
me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudo creer que ella estuviera hablando, que no fuera a darle
siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciando el discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby. —Santana
volvió la cabeza hacia Brody, que se mantenía al margen con expresión atónita—.
Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías mostrarme el
camino.
Brody miró a Brittany con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros.
—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Santana, no.
Brittany se encontró paseando la mirada por un círculo de observadores, incluida
Quinn, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un
aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación de ahogo en la garganta. No podía
soportar seguir allí ni un segundo más. Dio la vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa
como pudo.
había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.
—De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenida aquí? —finalizó, casi para
sí mismo.
—¿Por qué no deberías serlo? —Brody había estado mirando fijamente a Santana, y
en ese momento su mandíbula se irguió con determinación—. Oye —dijo—, ayer
hablaste sobre rugby. Bien, nuestro mejor receptor abierto se ha roto un ligamento, y
necesitamos un sustituto o una sustituta. Tambien hay chicas,asi que no tienes por preocuparte.
Las pruebas son esta tarde. ¿Qué te parece?
—¿Yo? —Santana pareció verse cogida por sorpresa—. Ah... No sé si podría.
—¿Sabes correr?
—¿Correr...?
Santana se medio giró hacia Matt, y Elena vio cómo un leve atisbo de sonrisa
curvaba sus labios.
—Sí.
—Eso es todo lo que una receptora abierta tiene que hacer. Yo soy el quarterback. Si
puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.
—Entiendo.
Lo cierto era que Santana casi sonreía, y aunque la boca de Brody tenía una expresión
seria, sus ojos azules estaban risueños. Sorprendida de sí misma, Brittany advirtió que
estaba celosa. Había una cordialidad entre ellos que la excluía
completamente.
Pero al siguiente instante, la sonrisa de Santana desapareció y esta dijo en tono vago:
—Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.A parte de que soy mujer,y no me hace ver bien.
En ese momento, Emily y Quinn llegaron y empezó la clase.
Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, Brittany no dejó de repetirse: «Hola,
me llamo Brittany Pierce. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me han
designado para que te muestre el instituto. ¿Seguramente no querrás ponerme en un
aprieto, verdad, no dejando que haga mi trabajo?». Eso último con ojos muy abiertos
y melancólicos..., pero sólo si daba la impresión de que ella intentara escabullirse. Era
virtualmente infalible. Seguro que no podía resistirse a una dama en apuros.
Cuando iban por la mitad de la clase, la chica sentada a su derecha le pasó una
nota. Brittany la abrió y reconoció la letra redonda e infantil de Emily. Decía: «He
mantenido a C. alejada todo el tiempo que pude. ¿Qué ha sucedido? ¿Ha funcionado?».
Brittany alzó la vista y vio a Emily vuelta hacia atrás en su asiento de la primera fila.
Brittany señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de
clase».
Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas
instrucciones sobre exposiciones orales y los despidiera. Entonces todo el mundo se
levantó de golpe. «Ahí vamos», pensó Brittany, y con el corazón latiéndole con fuerza,
se colocó directamente en el camino de Santana, impidiéndole el paso por el pasillo de
modo que no pudiera rodearla.
Justo igual que Mike y Tyler, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reír como
una tonta. Alzó la mirada y se encontró con sus ojos justo a la altura de los ojos de la
muchacha.
Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que debía decir? Abrió la
boca y de algún modo las palabras que había estado ensayando brotaron
atropelladamente.
—Hola, soy Brittany Pierce, y estoy en el comité de bienvenida del último curso y
me han designado para...
—Lo siento; no tengo tiempo.
Por un momento no pudo creer que ella estuviera hablando, que no fuera a darle
siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciando el discurso.
—... que te muestre el instituto...
—Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir a las pruebas de rugby. —Santana
volvió la cabeza hacia Brody, que se mantenía al margen con expresión atónita—.
Dijiste que eran justo después del instituto, ¿verdad?
—Sí —dijo éste lentamente—, pero...
—Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías mostrarme el
camino.
Brody miró a Brittany con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros.
—Bueno..., claro. Vamos.
Echó un vistazo atrás mientras se iban. Santana, no.
Brittany se encontró paseando la mirada por un círculo de observadores, incluida
Quinn, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un
aturdimiento en todo el cuerpo y una sensación de ahogo en la garganta. No podía
soportar seguir allí ni un segundo más. Dio la vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa
como pudo.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Hola nueva lectora me gusta mucho esta historia espero la sigas aquí tienes una fiel lectora.Saludos hasta la actu
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Hola!!!
Britt tenía un buen plan para hablar con San!!!! Pero no creí que la fuera ignorar de esa forma!!!!
Espero la actu!!!
Saludos!!!
Xoxo
Britt tenía un buen plan para hablar con San!!!! Pero no creí que la fuera ignorar de esa forma!!!!
Espero la actu!!!
Saludos!!!
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
adi-santybritt escribió:Hola!!!
Nueva lectora!!!
Me encanta!!!
Ese Cuervo me parece sospechoso !!!!
Espero la actu
Saludos!!!!
Me alegro que te haya gustado,mucho más adelante descubriran que se trae entre manos ese cuervo
Besos
LoveyouHemo escribió:Me encanta the vampire diaries es mi serie favorita :3 Graciaas por hacer el fic.
Ya tienes una fiel lectora :)
Lo hice, porque muchas de mi amigas se ven esa serie,ultimamente ha subido mucho de popularidad,asi que decidi hacer una adaptacion. Me alegro que te guste
adi-santybritt escribió:Wow, todos sean impresionado por Santana!!!
Aunque san no la vea se ha dado cuenta de la presencia de Britt!!!
Me encanto que britt quisiera saber el horario de San!!!
Quiero saber a quien le recuerda Britt!!!
Espero la actu!!!!
Saludos
Xoxo
Todo el mundo sabe que Brittany es realmente sexy,nadie se podria resistir a ella.
lovebrittana95 escribió:Hola nueva lectora me gusta mucho esta historia espero la sigas aquí tienes una fiel lectora.Saludos hasta la actu
Que bien que te guste,un papel de vampiro le queda muy bien a Santana
--------------------------------------------------------------------
Si a las y a los demás les atrea Santana,no creo que Brittany se vaya a echar atras. Santana la ignora porque le recuerda a Katherine y no quiere volver a sufrir.
Besos
adi-santybritt escribió:Hola!!!
Britt tenía un buen plan para hablar con San!!!! Pero no creí que la fuera ignorar de esa forma!!!!
Espero la actu!!!
Saludos!!!
Xoxo
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Capitulo 4:
Para cuando llegó a su taquilla, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su
garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en el instituto, se dijo, no
iba a hacerlo. Tras cerrar la taquilla, se encaminó a la salida principal.
Por segundo día consecutivo, regresaba a casa del instituto justo tras sonar la
última campana, y sola. Tía Judith no podría sobrellevarlo. Pero cuando Brittany llegó a
su casa, el coche de tía Judith no estaba en la entrada; ella y Ashley debían de
haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando Brittany abrió la
puerta.
Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero, por otra
parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente ya
podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Soltó la mochila sobre el suelo
del vestíbulo delantero y entró despacio en la sala de estar.
Era una habitación hermosa e imponente, la única parte de la casa además del
dormitorio de Brittany que pertenecía a la construcción original. La primera casa se
había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la
guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue esa habitación, con su elaborada
chimenea enmarcada por molduras en forma de volutas, y el gran dormitorio del
piso superior. El bisabuelo del padre de Brittany había construido una nueva casa y los
Pierce habían vivido en ella desde entonces.
Brittany giró para mirar por una de las ventanas que iban desde el suelo hasta el
techo. El cristal era antiguo y grueso y mostraba ondulaciones, y todo en el exterior
quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente sesgado. Recordó la primera vez
que su padre le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era
más joven aún de lo que Ashley era en la actualidad.
La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían
sin acudir. Todo en su interior era contradictorio. No quería compañía, y a la vez se
sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los
pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de una lechuza blanca.
«Una lechuza blanca... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El
cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Brody.
Los ojos volvieron a escocerle. Pobre Bordy. Le había herido, pero él se lo había
tomado muy bien. Incluso había sido amable con Santana.
Santana. Su corazón dio un baquetazo, violento, arrancando a sus ojos dos lágrimas
ardientes. Bueno, por fin lloraba. Lloraba de rabia y humillación y frustración... ¿y
qué más?
¿Qué había perdido en realidad ese día? ¿Qué sentía en realidad por aquella
desconocida, aquella Santana Lopez? Era un desafío, sí, y eso le hacía ser distinta,
interesante. Santana era exótica..., excitante.
Resultaba curioso, justo lo que algunos chicos le habían dicho a veces a Brittany que
ella era. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigas o hermanas, de lo
nerviosos que estaban antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las
palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A Brittany esas historias
siempre le habían parecido divertidas. Ningúna persona de las que había conocido a lo
largo de su vida la había puesto nerviosa.
Pero al hablar con Santana hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían
estado a punto de doblarse. Había tenido las palmas húmedas. Y no había habido
mariposas en su estómago..., había habido murciélagos.
¿Le interesaba la muchacha porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se
dijo. De hecho, era una muy mala razón.
Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus
rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el nerviosismo. Y
aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su
suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura plana, aquellas piernas largas... y
aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se
sintiera totalmente empeñada en tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al
hablar al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si
podría volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando su
nombre, susurrando su nombre...
—¡Brittany!
Elena se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Santana Lopez
quien la llamaba, era tía Judith que abría la puerta con un traqueteo.
—¿Brittany? ¡Brittany! —Y aquélla era Ashley, con la voz chillona y aflautada—.
¿Estás en casa?
La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No
estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su tía ni a la
alegría inocente de Ashley en aquellos momentos. No con las pestañas húmedas y
nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión
relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera mientras la puerta
principal se cerraba de un portazo.
Una vez abandonado el porche trasero, y ya en el patio, vaciló. No quería
tropezarse con nadie conocido. Pero ¿adonde podía ir para estar sola?
La respuesta llegó casi al instante. Desde luego. Iría a ver a su madre y a su padre.
Era una caminata bastante larga, casi hasta las afueras de la ciudad, pero durante
los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para Brittany. Cruzó al
otro lado del puente Wickery y ascendió la colina, pasando ante la iglesia en ruinas.
Luego descendió al pequeño valle situado abajo.
Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; era a la parte antigua a la que se
le permitía estar en un estado ligeramente salvaje. Aquí, la hierba estaba pulcramente
cortada, y ramos de flores ofrecían notas de vividos colores. Brittany se sentó junto a la
gran lápida de mármol con la palabra «Pierce» tallada en la parte frontal.
—Hola, mamá. Hola, papá —murmuró.
Se inclinó sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido de
camino. Luego dobló las piernas bajo el cuerpo y se quedó sentada.
Había ido allí a menudo tras el accidente. Ashley sólo tenía un año en el
momento del accidente de coche, y lo cierto era que no los recordaba. Pero Brittany sí.
Dejó que su mente retrocediera para ojear recuerdos, y el nudo de su garganta
aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de
menos... Su madre, tan joven y hermosa, y su padre, con una sonrisa que le arrugaba
los ojos.
Tenía suerte de contar con tía Judith, desde luego. No todas las tías abandonarían
su empleo y volverían a vivir en una ciudad pequeña para hacerse cargo de dos
sobrinas huérfanas. Y Robert, el novio de tía Judith, era más un padre adoptivo para
Ashley que un futuro tío.
Pero Brittany recordaba a sus padres. En ocasiones, justo después del funeral, había
acudido allí para enfurecerse con ellos, enfadada con ellos por haber sido tan
estúpidos como para matarse. Eso fue cuando no conocía muy bien a tía Judith y
sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.
¿Adonde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil era: allí, a Lima,Ohio, donde había vivido toda su vida. Pero últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar
que reconocería en seguida y llamaría hogar.
Una sombra cayó sobre su persona y alzó los ojos sobresaltada. Por un instante, las
dos figuras de pie junto a ella resultaron extrañas, desconocidas, vagamente
amenazadoras. Las miró fijamente, paralizada.
—Brittany —dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las
caderas—, a veces realmente me preocupo por ti, realmente lo hago.
Brittany pestañeó y luego lanzó una breve carcajada. Eran Emily y Rachel.
—¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad por
aquí? —preguntó mientras ellas se sentaban.
—Decirnos que nos marchemos —sugirió Rachel, pero Brittany se limitó a
encogerse de hombros.
Rachel y Emily habían acudido allí a menudo en su busca los meses siguientes
al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida a ambas. Aunque
no hubiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó si
sabían que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Emily le
ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un
rato, observando cómo el viento alborotaba el robledal del extremo del cementerio.
—Siento lo que sucedió esta mañana —dijo Emily por fin, en voz baja—. Fue
realmente terrible.
—Y tu segundo nombre es «Tacto» —dijo Rachel—. No pudo haber sido tan
malo, Brittany.
—No estabas allí. —Brittany se sintió enrojecer toda ella ante el recuerdo—. Sí que
fue terrible. Pero ya no me importa —añadió categórica, desafiante—. He acabado
con ella. Ya no le quiero.
—¡Brittany!
—No le quiero, Emily. Evidentemente piensa que es demasiado buena para...
para las americanas. Así que puede coger esas gafas de sol de diseño y... —Se
escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. Brittany se sonó la nariz
y negó con la cabeza—. De todos modos —dijo, cambiando decididamente de tema—
, al menos Tanner parecía de mejor humor hoy.
Emily adoptó una expresión de mártir.
—¿Sabes que hizo que me apuntara para ser la primera en presentar la exposición
oral? De todos modos, no me importa. Voy a hacer el mío sobre los druidas, y:..
—¿Sobre qué?
—Druidas. Esos viejos raros que construyeron Stonehenge y hacían magia y cosas
así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.
Rachel lanzó un resoplido, pero Brittany contempló con el entrecejo fruncido la
brizna de hierba que retorcía entre los dedos.
—Emily, ¿realmente viste algo en mi palma ayer? —preguntó súbitamente.
La muchacha vaciló.
—No lo sé —dijo por fin—. Creí verlo entonces. Pero a veces la imaginación se me
descontrola.
—Sabía que estabas aquí —observó Rachel inesperadamente—. Yo pensé en
mirar en la cafetería, pero Emily dijo: «Está en el cementerio».
—¿Lo hice? —Emily pareció levemente sorprendida e impresionada—. Bien, ya
lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también.
Siempre salta una generación.
—Y desciendes de los druidas —dijo Rachel en voz solemne.
—¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. No te creerías
algunas de las cosas que hace mi abuela. Tiene un modo de averiguar con quién te
vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriría joven.
—¡Emily!
—Lo hizo. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creéis que es romántico?
—No, no lo creo. Creo que es repugnante —replicó Brittany
Para cuando llegó a su taquilla, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su
garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en el instituto, se dijo, no
iba a hacerlo. Tras cerrar la taquilla, se encaminó a la salida principal.
Por segundo día consecutivo, regresaba a casa del instituto justo tras sonar la
última campana, y sola. Tía Judith no podría sobrellevarlo. Pero cuando Brittany llegó a
su casa, el coche de tía Judith no estaba en la entrada; ella y Ashley debían de
haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando Brittany abrió la
puerta.
Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero, por otra
parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente ya
podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Soltó la mochila sobre el suelo
del vestíbulo delantero y entró despacio en la sala de estar.
Era una habitación hermosa e imponente, la única parte de la casa además del
dormitorio de Brittany que pertenecía a la construcción original. La primera casa se
había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la
guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue esa habitación, con su elaborada
chimenea enmarcada por molduras en forma de volutas, y el gran dormitorio del
piso superior. El bisabuelo del padre de Brittany había construido una nueva casa y los
Pierce habían vivido en ella desde entonces.
Brittany giró para mirar por una de las ventanas que iban desde el suelo hasta el
techo. El cristal era antiguo y grueso y mostraba ondulaciones, y todo en el exterior
quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente sesgado. Recordó la primera vez
que su padre le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era
más joven aún de lo que Ashley era en la actualidad.
La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían
sin acudir. Todo en su interior era contradictorio. No quería compañía, y a la vez se
sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los
pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de una lechuza blanca.
«Una lechuza blanca... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El
cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Brody.
Los ojos volvieron a escocerle. Pobre Bordy. Le había herido, pero él se lo había
tomado muy bien. Incluso había sido amable con Santana.
Santana. Su corazón dio un baquetazo, violento, arrancando a sus ojos dos lágrimas
ardientes. Bueno, por fin lloraba. Lloraba de rabia y humillación y frustración... ¿y
qué más?
¿Qué había perdido en realidad ese día? ¿Qué sentía en realidad por aquella
desconocida, aquella Santana Lopez? Era un desafío, sí, y eso le hacía ser distinta,
interesante. Santana era exótica..., excitante.
Resultaba curioso, justo lo que algunos chicos le habían dicho a veces a Brittany que
ella era. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigas o hermanas, de lo
nerviosos que estaban antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las
palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A Brittany esas historias
siempre le habían parecido divertidas. Ningúna persona de las que había conocido a lo
largo de su vida la había puesto nerviosa.
Pero al hablar con Santana hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían
estado a punto de doblarse. Había tenido las palmas húmedas. Y no había habido
mariposas en su estómago..., había habido murciélagos.
¿Le interesaba la muchacha porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se
dijo. De hecho, era una muy mala razón.
Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus
rodillas se doblaran con algo que no tenía nada que ver con el nerviosismo. Y
aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su
suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura plana, aquellas piernas largas... y
aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se
sintiera totalmente empeñada en tenerle. Su voz había sido serena y desdeñosa al
hablar al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si
podría volverse misteriosa y oscura también, y cómo sonaría pronunciando su
nombre, susurrando su nombre...
—¡Brittany!
Elena se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Santana Lopez
quien la llamaba, era tía Judith que abría la puerta con un traqueteo.
—¿Brittany? ¡Brittany! —Y aquélla era Ashley, con la voz chillona y aflautada—.
¿Estás en casa?
La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No
estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su tía ni a la
alegría inocente de Ashley en aquellos momentos. No con las pestañas húmedas y
nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión
relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera mientras la puerta
principal se cerraba de un portazo.
Una vez abandonado el porche trasero, y ya en el patio, vaciló. No quería
tropezarse con nadie conocido. Pero ¿adonde podía ir para estar sola?
La respuesta llegó casi al instante. Desde luego. Iría a ver a su madre y a su padre.
Era una caminata bastante larga, casi hasta las afueras de la ciudad, pero durante
los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para Brittany. Cruzó al
otro lado del puente Wickery y ascendió la colina, pasando ante la iglesia en ruinas.
Luego descendió al pequeño valle situado abajo.
Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; era a la parte antigua a la que se
le permitía estar en un estado ligeramente salvaje. Aquí, la hierba estaba pulcramente
cortada, y ramos de flores ofrecían notas de vividos colores. Brittany se sentó junto a la
gran lápida de mármol con la palabra «Pierce» tallada en la parte frontal.
—Hola, mamá. Hola, papá —murmuró.
Se inclinó sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido de
camino. Luego dobló las piernas bajo el cuerpo y se quedó sentada.
Había ido allí a menudo tras el accidente. Ashley sólo tenía un año en el
momento del accidente de coche, y lo cierto era que no los recordaba. Pero Brittany sí.
Dejó que su mente retrocediera para ojear recuerdos, y el nudo de su garganta
aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de
menos... Su madre, tan joven y hermosa, y su padre, con una sonrisa que le arrugaba
los ojos.
Tenía suerte de contar con tía Judith, desde luego. No todas las tías abandonarían
su empleo y volverían a vivir en una ciudad pequeña para hacerse cargo de dos
sobrinas huérfanas. Y Robert, el novio de tía Judith, era más un padre adoptivo para
Ashley que un futuro tío.
Pero Brittany recordaba a sus padres. En ocasiones, justo después del funeral, había
acudido allí para enfurecerse con ellos, enfadada con ellos por haber sido tan
estúpidos como para matarse. Eso fue cuando no conocía muy bien a tía Judith y
sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.
¿Adonde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil era: allí, a Lima,Ohio, donde había vivido toda su vida. Pero últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar
que reconocería en seguida y llamaría hogar.
Una sombra cayó sobre su persona y alzó los ojos sobresaltada. Por un instante, las
dos figuras de pie junto a ella resultaron extrañas, desconocidas, vagamente
amenazadoras. Las miró fijamente, paralizada.
—Brittany —dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las
caderas—, a veces realmente me preocupo por ti, realmente lo hago.
Brittany pestañeó y luego lanzó una breve carcajada. Eran Emily y Rachel.
—¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad por
aquí? —preguntó mientras ellas se sentaban.
—Decirnos que nos marchemos —sugirió Rachel, pero Brittany se limitó a
encogerse de hombros.
Rachel y Emily habían acudido allí a menudo en su busca los meses siguientes
al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida a ambas. Aunque
no hubiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó si
sabían que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Emily le
ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un
rato, observando cómo el viento alborotaba el robledal del extremo del cementerio.
—Siento lo que sucedió esta mañana —dijo Emily por fin, en voz baja—. Fue
realmente terrible.
—Y tu segundo nombre es «Tacto» —dijo Rachel—. No pudo haber sido tan
malo, Brittany.
—No estabas allí. —Brittany se sintió enrojecer toda ella ante el recuerdo—. Sí que
fue terrible. Pero ya no me importa —añadió categórica, desafiante—. He acabado
con ella. Ya no le quiero.
—¡Brittany!
—No le quiero, Emily. Evidentemente piensa que es demasiado buena para...
para las americanas. Así que puede coger esas gafas de sol de diseño y... —Se
escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. Brittany se sonó la nariz
y negó con la cabeza—. De todos modos —dijo, cambiando decididamente de tema—
, al menos Tanner parecía de mejor humor hoy.
Emily adoptó una expresión de mártir.
—¿Sabes que hizo que me apuntara para ser la primera en presentar la exposición
oral? De todos modos, no me importa. Voy a hacer el mío sobre los druidas, y:..
—¿Sobre qué?
—Druidas. Esos viejos raros que construyeron Stonehenge y hacían magia y cosas
así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.
Rachel lanzó un resoplido, pero Brittany contempló con el entrecejo fruncido la
brizna de hierba que retorcía entre los dedos.
—Emily, ¿realmente viste algo en mi palma ayer? —preguntó súbitamente.
La muchacha vaciló.
—No lo sé —dijo por fin—. Creí verlo entonces. Pero a veces la imaginación se me
descontrola.
—Sabía que estabas aquí —observó Rachel inesperadamente—. Yo pensé en
mirar en la cafetería, pero Emily dijo: «Está en el cementerio».
—¿Lo hice? —Emily pareció levemente sorprendida e impresionada—. Bien, ya
lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también.
Siempre salta una generación.
—Y desciendes de los druidas —dijo Rachel en voz solemne.
—¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. No te creerías
algunas de las cosas que hace mi abuela. Tiene un modo de averiguar con quién te
vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriría joven.
—¡Emily!
—Lo hizo. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creéis que es romántico?
—No, no lo creo. Creo que es repugnante —replicó Brittany
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Las sombras se alargaban y el viento se había vuelto fresco.
—Así pues, ¿con quién te vas a casar, Emily? —terció Rachel con habilidad.
—No lo sé. Mi abuela me contó el ritual para averiguarlo, pero jamás lo probé. Por
supuesto —Emily adoptó una pose sofisticada—, tiene que ser escandalosamente
rica y guapísima. Como nuestra misteriosa desconocida morena, por ejemplo. En
especial, si nadie más le quiere. —Dirigió una mirada traviesa a Brittany.
Brittany no picó el anzuelo.
—¿Qué hay de Tyler Smallwood? —murmuró inocentemente—. Su padre es,
desde luego, bastante rico.
—Y no es feo —estuvo de acuerdo Rachel en tono solemne—. Eso, desde luego,
si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...
Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas.
Emily arrojó un puñado de hierba a Rachel, que se la sacudió de encima y le
arrojó un diente de león en respuesta. En algún momento en medio de todo ello,
Brittany comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no
era una desconocida, sino Brittany Pierce, la reina del Mckinley High. Se quitó la cinta
color crema del pelo y sacudió los cabellos alrededor del rostro.
—He decidido sobre qué hacer mi exposición oral —dijo, contemplando con ojos
entrecerrados cómo Emily se pasaba los dedos por los rizos para quitar la hierba.
—¿Qué será?
Brittany echó la barbilla hacia arriba para contemplar el cielo rojo y morado de
encima de la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspense creciera por un instante.
Luego dijo con indiferencia:
—El Renacimiento italiano.
Emily y Rachel la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y
prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez.
—¡Aja! —dijo Rachel cuando se recuperaron—. Así que el tigre regresa.
Brittany le dedicó una mueca salvaje. Su conmocionada seguridad en sí misma había
regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa: no iba a dejar
que Santana Lopez escapara incólume.
—De acuerdo —indicó con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos. Nadie más
debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Quinn le encantaría tener
cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero todavía quiero que sea mía y
lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un
plan, vamos a hacerle el vacío.
—¿Vamos?
—Sí, vamos. No puedes tenerle, Emily; es mía. Y hemos de poder confiar
completamente en ti.
—Aguarda un minuto —dijo Rachel con un brillo en los ojos.
Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio un veloz
pinchazo.
—Emily, dame tu mano.
—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.
—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota?
—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay!
—Te toca, Brittany. —Pinchó eficientemente el dedo de su amiga, y luego lo oprimió
para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió, mirando a las otras
dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos los pulgares y juramos.
Especialmente tú, Emily. Jura guardar este secreto y hacer todo lo que Brittany pida en
relación a Santana.
—Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Emily en tono serio—. Significa
que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin importar lo que sea,
Rachel.
—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas. Recuerdo lo
que sucedió con Michael Martin.
Emily torció el gesto.
—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de acuerdo.
Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo
que Brittany pida respecto a Santana.
Rachel repitió el juramento. Y Brittany, con la vista fija en las sombras pálidas de
sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomó una larga bocanada de aire y dijo
en voz baja:
—Y yo juro no descansar hasta que sea mía.
Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia atrás los
cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por el suelo.Emily
lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás; todas miraron a su alrededor, y
luego lanzaron risitas nerviosas.
—Ha oscurecido —observó Brittany, sorprendida.
—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Rachel, volviendo
a sujetar el broche.
También Emily se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la boca.
—Adiós —dijo Brittany en voz baja, volviéndose hacia la lápida.
La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogió la cinta color crema que
descansaba junto a ella, dio media vuelta e hizo una seña con la cabeza a Emily y a
Rachel.
—Vámonos.
En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas. El
juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación de
solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Emily se estremeció. Con la puesta
del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se alzaba viento. Cada
ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran
ruidosamente las oscilantes hojas.
—Estoy helada —comentó Brittany, deteniéndose por un instante ante el agujero
negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada al
paisaje situado a sus pies.
La luna no había salido todavía y apenas se distinguían el cementerio antiguo y el
puente Wickery más allá. El antiguo cementerio se remontaba a los días de la guerra
de Secesión, y muchas lápidas mostraban nombres de soldados. Tenía un aspecto
salvaje; zarzas y maleza crecían sobre las tumbas, y enredaderas de hiedra pululaban
sobre pedazos de granito desmoronado. A Brittany nunca le había gustado.
—Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir —comentó con
voz vacilante.
No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para
los vivos.
—Podríamos ir por el camino largo —propuso Rachel—. Pero eso significaría
otros veinte minutos de camino.
—No me importa ir por aquí —dijo Emily, tragando saliva con fuerza—. Siempre
dije que quería que me enterraran ahí, en el viejo.
—¡Quieres dejar de hablar sobre ser enterrada! —le soltó Brittany, e inició el
descenso por la colina.
Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía.
Aminoró el paso hasta que Emily y Rachel la alcanzaron. Cuando se acercaban a
la primera lápida, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero
sentía un cosquilleo por toda la piel y el fino vello de sus brazos se le puso de punta.
Entre las ráfagas de viento, cada sonido parecía amplificado de un modo horrible; el
crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba
ensordecedor.
La iglesia en ruinas era ya una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero
conducía por entre las lápidas recubiertas de liqúenes, muchas de las cuales eran más
altas que Rachel. Lo bastante grandes para que algo se ocultara detrás, pensó Brittany
con inquietud. Algunas tumbas acobardaban, como la que tenía un querubín
que parecía un auténtico bebé, excepto que su cabeza se había desprendido y la
habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en
par carecían de expresión. Brittany no podía apartar los ojos de ella, y su corazón
empezó a latir violentamente.
—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Rachel.
—Yo sólo... Lo siento —murmuró Brittany, pero cuando se obligó a dar la vuelta se
quedó rígida al instante—. ¿Emily? —dijo—. Emily, ¿qué sucede? —Emily tenía la
vista fija en el interior del cementerio, con los labios entreabiertos y los ojos tan
desorbitados e inexpresivos como el querubín de piedra. El miedo recorrió el
estómago de Brittany—. Emily, para ya. ¡Para! No es divertido.
Emily no contestó.
—¡Emily! —llamó Rachel.
Brittany y ella se miraron, y de repente Brittany comprendió que tenía que salir de allí.
Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero una voz desconocida
No era la voz de Emily, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad,
Emily seguía con la mirada fija en el camposanto. Su rostro carecía totalmente de
expresión.
—Brittany —repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Emily se volvía hacia
ella—, hay alguien esperándote ahí fuera.
Brittany nunca supo del todo qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció
moverse por entre las oscuras formas jorobadas de las lápidas, agitándose y
alzándose entre ellas. Brittany chilló y Rachel lanzó un grito, y acto seguido las dos
corrían ya, y Emily con ellas, chillando también.
Los pies de Brittany aporreaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones
de tierra. Emily sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ella, y Rachel,
la tranquila y cínica Rachel, jadeaba violentamente. Se oyó una repentina agitación
y un chillido en un roble que se alzaba por encima de ellas, y Brittany descubrió que
aún podía correr más de prisa.
—Hay algo detrás de nosotras —gritó Emily con voz aguda—. Oh, Dios, ¿qué
está sucediendo?
—Hay que llegar al puente —jadeó Brittany por entre el fuego que sentía en los
pulmones.
No sabía el motivo, pero sentía que debían conseguir llegar allí.
—¡No te detengas, Emily! ¡No mires atrás!
Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.
—No puedo hacerlo —sollozó Emily, llevándose una mano al costado mientras
aminoraba la marcha.
—Sí, claro que puedes —rugió Brittany, volviendo a agarrar la manga de Emily y
obligándola a seguir en movimiento—. Vamos. ¡Vamos!
Vio el destello plateado del agua ante ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y
el puente, justo más allá. A Brittany le flaqueaban las piernas y la respiración le silbaba
en la garganta, pero no pensaba rezagarse. Ya veía las tablas de madera del puente
peatonal, que estaba a seis metros, a tres, a un metro y medio de ellas.
—¡Lo conseguimos! —jadeó Rachel mientras sus pies retumbaban sobre la
madera.
—¡No os detengáis! ¡Llegad al otro lado!
El puente crujió cuando lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas
resonando sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la otra orilla,
Brittany soltó por fin la manga de Emily y dejó que sus piernas se detuvieran con un
traspié.
Rachel tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre los muslos, y respiraba
fatigosamente. Emily lloraba.
—¿Qué era? ¿Qué era? —inquirió—. ¿Todavía viene?
—Pensaba que tú eras la experta —dijo Rachel con voz insegura—. Por el amor
de Dios, Brittany, vamonos de aquí.
—No, ahora ya pasó —susurró Brittany.
Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente
sobre su cogote había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas
eran un tumulto oscuro.
—No puede seguirnos aquí —siguió.
Rachel la miró fijamente, luego miró la otra orilla con sus robles apiñados, a
continuación miró a Emily. Se humedeció los labios y lanzó una breve carcajada.
—Seguro. No puede seguirnos. Pero vayamos a casa de todos modos, ¿vale? A
menos que tengáis ganas de pasar la noche aquí fuera.
Una especie de sensación indescriptible recorrió a Brittany con un estremecimiento.
—No, gracias —contestó, y rodeó con un brazo a Emily, que seguía
gimoteando—. Ya pasó, Emily. Estamos a salvo ahora. Vamos.
Rachel volvió a mirar al otro lado del río.
—¿Sabes?, no veo nada ahí atrás —dijo con la voz más tranquila—. A lo mejor no
había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el
pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida
que tenemos aquí.
Brittany no dijo nada cuando empezaron a andar, manteniéndose muy juntas en el
sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
—Así pues, ¿con quién te vas a casar, Emily? —terció Rachel con habilidad.
—No lo sé. Mi abuela me contó el ritual para averiguarlo, pero jamás lo probé. Por
supuesto —Emily adoptó una pose sofisticada—, tiene que ser escandalosamente
rica y guapísima. Como nuestra misteriosa desconocida morena, por ejemplo. En
especial, si nadie más le quiere. —Dirigió una mirada traviesa a Brittany.
Brittany no picó el anzuelo.
—¿Qué hay de Tyler Smallwood? —murmuró inocentemente—. Su padre es,
desde luego, bastante rico.
—Y no es feo —estuvo de acuerdo Rachel en tono solemne—. Eso, desde luego,
si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...
Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas.
Emily arrojó un puñado de hierba a Rachel, que se la sacudió de encima y le
arrojó un diente de león en respuesta. En algún momento en medio de todo ello,
Brittany comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no
era una desconocida, sino Brittany Pierce, la reina del Mckinley High. Se quitó la cinta
color crema del pelo y sacudió los cabellos alrededor del rostro.
—He decidido sobre qué hacer mi exposición oral —dijo, contemplando con ojos
entrecerrados cómo Emily se pasaba los dedos por los rizos para quitar la hierba.
—¿Qué será?
Brittany echó la barbilla hacia arriba para contemplar el cielo rojo y morado de
encima de la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspense creciera por un instante.
Luego dijo con indiferencia:
—El Renacimiento italiano.
Emily y Rachel la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y
prorrumpieron en fuertes carcajadas otra vez.
—¡Aja! —dijo Rachel cuando se recuperaron—. Así que el tigre regresa.
Brittany le dedicó una mueca salvaje. Su conmocionada seguridad en sí misma había
regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa: no iba a dejar
que Santana Lopez escapara incólume.
—De acuerdo —indicó con vivacidad—. Ahora, escuchad vosotras dos. Nadie más
debe saber esto o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Quinn le encantaría tener
cualquier excusa para hacerme aparecer ridicula. Pero todavía quiero que sea mía y
lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un
plan, vamos a hacerle el vacío.
—¿Vamos?
—Sí, vamos. No puedes tenerle, Emily; es mía. Y hemos de poder confiar
completamente en ti.
—Aguarda un minuto —dijo Rachel con un brillo en los ojos.
Soltó el broche de esmalte de su blusa; luego, alzando el pulgar, le dio un veloz
pinchazo.
—Emily, dame tu mano.
—¿Por qué? —preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.
—Porque quiero casarme contigo, ¿para qué crees, idiota?
—Pero... pero... Oh, vale. ¡Ay!
—Te toca, Brittany. —Pinchó eficientemente el dedo de su amiga, y luego lo oprimió
para conseguir sacar una gota de sangre—. Ahora —prosiguió, mirando a las otras
dos con centelleantes ojos oscuros—, todas juntamos los pulgares y juramos.
Especialmente tú, Emily. Jura guardar este secreto y hacer todo lo que Brittany pida en
relación a Santana.
—Oíd, jurar con sangre es peligroso —protestó Emily en tono serio—. Significa
que tienes que mantener tu promesa suceda lo que suceda, sin importar lo que sea,
Rachel.
—Lo sé —respondió ésta inflexible—. Por eso te digo que lo hagas. Recuerdo lo
que sucedió con Michael Martin.
Emily torció el gesto.
—Eso fue hace años,y rompimos en seguida de todos modos y... Ah, de acuerdo.
Lo juraré. —Cerrando los ojos, dijo—: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo
que Brittany pida respecto a Santana.
Rachel repitió el juramento. Y Brittany, con la vista fija en las sombras pálidas de
sus pulgares juntos en la creciente oscuridad, tomó una larga bocanada de aire y dijo
en voz baja:
—Y yo juro no descansar hasta que sea mía.
Una ráfaga de aire frío sopló a través del cementerio, echando hacia atrás los
cabellos de las muchachas y haciendo revolotear hojas secas por el suelo.Emily
lanzó una exclamación ahogada y se echó hacia atrás; todas miraron a su alrededor, y
luego lanzaron risitas nerviosas.
—Ha oscurecido —observó Brittany, sorprendida.
—Será mejor que nos pongamos en camino hacia casa —dijo Rachel, volviendo
a sujetar el broche.
También Emily se puso en pie, introduciendo la punta del pulgar en la boca.
—Adiós —dijo Brittany en voz baja, volviéndose hacia la lápida.
La flor violeta era una masa borrosa en el suelo. Recogió la cinta color crema que
descansaba junto a ella, dio media vuelta e hizo una seña con la cabeza a Emily y a
Rachel.
—Vámonos.
En silencio, se dirigieron colina arriba en dirección a la iglesia en ruinas. El
juramento hecho con sangre les había conferido a todas una sensación de
solemnidad, y al pasar ante la destrozada iglesia Emily se estremeció. Con la puesta
del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y se alzaba viento. Cada
ráfaga enviaba susurros por entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran
ruidosamente las oscilantes hojas.
—Estoy helada —comentó Brittany, deteniéndose por un instante ante el agujero
negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada al
paisaje situado a sus pies.
La luna no había salido todavía y apenas se distinguían el cementerio antiguo y el
puente Wickery más allá. El antiguo cementerio se remontaba a los días de la guerra
de Secesión, y muchas lápidas mostraban nombres de soldados. Tenía un aspecto
salvaje; zarzas y maleza crecían sobre las tumbas, y enredaderas de hiedra pululaban
sobre pedazos de granito desmoronado. A Brittany nunca le había gustado.
—Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir —comentó con
voz vacilante.
No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para
los vivos.
—Podríamos ir por el camino largo —propuso Rachel—. Pero eso significaría
otros veinte minutos de camino.
—No me importa ir por aquí —dijo Emily, tragando saliva con fuerza—. Siempre
dije que quería que me enterraran ahí, en el viejo.
—¡Quieres dejar de hablar sobre ser enterrada! —le soltó Brittany, e inició el
descenso por la colina.
Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía.
Aminoró el paso hasta que Emily y Rachel la alcanzaron. Cuando se acercaban a
la primera lápida, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero
sentía un cosquilleo por toda la piel y el fino vello de sus brazos se le puso de punta.
Entre las ráfagas de viento, cada sonido parecía amplificado de un modo horrible; el
crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba
ensordecedor.
La iglesia en ruinas era ya una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero
conducía por entre las lápidas recubiertas de liqúenes, muchas de las cuales eran más
altas que Rachel. Lo bastante grandes para que algo se ocultara detrás, pensó Brittany
con inquietud. Algunas tumbas acobardaban, como la que tenía un querubín
que parecía un auténtico bebé, excepto que su cabeza se había desprendido y la
habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en
par carecían de expresión. Brittany no podía apartar los ojos de ella, y su corazón
empezó a latir violentamente.
—¿Por qué nos detenemos? —preguntó Rachel.
—Yo sólo... Lo siento —murmuró Brittany, pero cuando se obligó a dar la vuelta se
quedó rígida al instante—. ¿Emily? —dijo—. Emily, ¿qué sucede? —Emily tenía la
vista fija en el interior del cementerio, con los labios entreabiertos y los ojos tan
desorbitados e inexpresivos como el querubín de piedra. El miedo recorrió el
estómago de Brittany—. Emily, para ya. ¡Para! No es divertido.
Emily no contestó.
—¡Emily! —llamó Rachel.
Brittany y ella se miraron, y de repente Brittany comprendió que tenía que salir de allí.
Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero una voz desconocida
No era la voz de Emily, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad,
Emily seguía con la mirada fija en el camposanto. Su rostro carecía totalmente de
expresión.
—Brittany —repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Emily se volvía hacia
ella—, hay alguien esperándote ahí fuera.
Brittany nunca supo del todo qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció
moverse por entre las oscuras formas jorobadas de las lápidas, agitándose y
alzándose entre ellas. Brittany chilló y Rachel lanzó un grito, y acto seguido las dos
corrían ya, y Emily con ellas, chillando también.
Los pies de Brittany aporreaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones
de tierra. Emily sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ella, y Rachel,
la tranquila y cínica Rachel, jadeaba violentamente. Se oyó una repentina agitación
y un chillido en un roble que se alzaba por encima de ellas, y Brittany descubrió que
aún podía correr más de prisa.
—Hay algo detrás de nosotras —gritó Emily con voz aguda—. Oh, Dios, ¿qué
está sucediendo?
—Hay que llegar al puente —jadeó Brittany por entre el fuego que sentía en los
pulmones.
No sabía el motivo, pero sentía que debían conseguir llegar allí.
—¡No te detengas, Emily! ¡No mires atrás!
Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.
—No puedo hacerlo —sollozó Emily, llevándose una mano al costado mientras
aminoraba la marcha.
—Sí, claro que puedes —rugió Brittany, volviendo a agarrar la manga de Emily y
obligándola a seguir en movimiento—. Vamos. ¡Vamos!
Vio el destello plateado del agua ante ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y
el puente, justo más allá. A Brittany le flaqueaban las piernas y la respiración le silbaba
en la garganta, pero no pensaba rezagarse. Ya veía las tablas de madera del puente
peatonal, que estaba a seis metros, a tres, a un metro y medio de ellas.
—¡Lo conseguimos! —jadeó Rachel mientras sus pies retumbaban sobre la
madera.
—¡No os detengáis! ¡Llegad al otro lado!
El puente crujió cuando lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas
resonando sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la otra orilla,
Brittany soltó por fin la manga de Emily y dejó que sus piernas se detuvieran con un
traspié.
Rachel tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre los muslos, y respiraba
fatigosamente. Emily lloraba.
—¿Qué era? ¿Qué era? —inquirió—. ¿Todavía viene?
—Pensaba que tú eras la experta —dijo Rachel con voz insegura—. Por el amor
de Dios, Brittany, vamonos de aquí.
—No, ahora ya pasó —susurró Brittany.
Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente
sobre su cogote había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas
eran un tumulto oscuro.
—No puede seguirnos aquí —siguió.
Rachel la miró fijamente, luego miró la otra orilla con sus robles apiñados, a
continuación miró a Emily. Se humedeció los labios y lanzó una breve carcajada.
—Seguro. No puede seguirnos. Pero vayamos a casa de todos modos, ¿vale? A
menos que tengáis ganas de pasar la noche aquí fuera.
Una especie de sensación indescriptible recorrió a Brittany con un estremecimiento.
—No, gracias —contestó, y rodeó con un brazo a Emily, que seguía
gimoteando—. Ya pasó, Emily. Estamos a salvo ahora. Vamos.
Rachel volvió a mirar al otro lado del río.
—¿Sabes?, no veo nada ahí atrás —dijo con la voz más tranquila—. A lo mejor no
había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el
pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida
que tenemos aquí.
Brittany no dijo nada cuando empezaron a andar, manteniéndose muy juntas en el
sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Me gusto el cap creo que poco a poco se va dando a conocer la historia solo que no apareció en este san u.u bueno espero tu próximo cap y que haya brittana en el siguiente.Saludos hasta la actu =)
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
hola!!!!!
creo que emily si tiene un don!!!!!
nunca me imagine que hicieran un juramento de sangre!!!!
que miedo pasar por un cementerio!!!!!!
esta muy interesante, te dire que comparti el miedo con las chicas!!!
espero la actu
xoxo
creo que emily si tiene un don!!!!!
nunca me imagine que hicieran un juramento de sangre!!!!
que miedo pasar por un cementerio!!!!!!
esta muy interesante, te dire que comparti el miedo con las chicas!!!
espero la actu
xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Yo se que en el final del verdadero libro,Elena queda con Damon,pero hare unos ajustes para que AQUI las Brittana queden juntitas como merecen.
Capitulo 5
La luna llena brillaba de pleno cuando Santana regresó a la casa de huéspedes.
Estaba mareada, casi tambaleante, tanto por la fatiga como por la superabundancia
de sangre que había consumido. Había transcurrido mucho tiempo desde la última
vez que se había permitido alimentarse tan copiosamente. Pero el estallido de Poder
en bruto junto al cementerio la había contagiado de su frenesí, echando por tierra su
ya debilitado control. Seguía sin saber con seguridad de dónde había salido el Poder.
Había estado observando a las muchachas humanas desde su puesto en las sombras
cuando éste estalló por detrás de ella, haciendo huir a las jóvenes, y se había visto
atrapada entre el temor de que éstas fueran a parar al río y el deseo de sondear aquel
Poder y descubrir su procedencia. Al final, la había seguido a ella, incapaz de
arriesgarse a que resultara herida.
Algo negro había volado en dirección a los árboles mientras las humanas
alcanzaban la protección del puente, pero ni siquiera los sentidos nocturnos de Santana
pudieron descifrar de qué se trataba. Había vigilado mientras ella y las otras dos
marchaban en dirección a la ciudad. Luego había regresado al cementerio.
Estaba vacío entonces, purgado de lo que fuera que había estado allí. Sobre el
suelo yacía una fina tira de tela que a unos ojos corrientes les habría parecido gris en
la oscuridad. Pero ella vio su auténtico color, y mientras la arrugaba entre los dedos,
alzándola despacio hasta tocar sus labios, olió el aroma de los cabellos de la
muchacha.
Los recuerdos la asaltaron. Ya era bastante terrible cuando se hallaba fuera de su
vista, cuando el sereno resplandor de su mente sólo martirizaba los bordes de su
consciencia. Pero estar en la misma aula que ella en la escuela, sentir su presencia
detrás de ella, oler la embriagadora fragancia de su piel a su alrededor, era casi más de
lo que podía soportar.
Había escuchado cada queda respiración de la joven, sentido su calidez irradiando
sobre su espalda, percibido cada latido de su melodioso pulso. Y finalmente, con
gran horror por su parte, se había encontrado cediendo a ello. Su lengua se había
deslizado arriba y abajo sobre sus colmillos, deleitándose con el placer-dolor que
crecía allí, alentándola. Había aspirado su olor por la nariz de un modo deliberado, y
dejado que las visiones acudieran, imaginándolo todo. Lo suave que sería su cuello, y
cómo sus labios irían a su encuentro con igual suavidad al principio, depositando
diminutos besos aquí y allí, hasta que alcanzaran el blando hueco de su garganta.
Cómo se acurrucarían allí, en el lugar donde el corazón de la joven latía con tanta
fuerza contra la delicada piel. Y cómo por fin sus labios se abrirían, se apartarían de
los ansiosos dientes afilados como pequeñas dagas y...
No. Había salido de su trance con una sacudida, su propio pulso latiendo
irregularmente, el cuerpo estremecido. Habían dado por finalizada la clase, a su
alrededor todo era movimiento, y sólo podía esperar que nadie la hubiese estado
observando con demasiada atención.
Cuando ella le había hablado, había sido incapaz de creer que pudiera mirarla a la
cara mientras sus venas ardían y toda su mandíbula superior suspiraba por ella. Por
un momento había temido que su control se quebraría, que la sujetaría por los
hombros y la tomaría delante de todos ellos. No tenía ni idea de cómo había podido
escapar, sólo que algo más tarde estaba canalizando su energía en forma de duro
ejercicio, vagamente consciente de que no debía utilizar los Poderes. No importaba;
incluso sin ellos era en todos los aspectos superior a los muchachos y muchachas mortales que
competían con ella en el campo de rugby. Su visión era más aguda, los reflejos más
veloces, los músculos, más fuertes. En seguida, una mano le había palmeado la
espalda y la voz de Brody había sonado en sus oídos:
—¡Felicidades! ¡Bienvenida al equipo!
Al contemplar aquel rostro franco y sonriente, Santana se había sentido invadida
por la vergüenza. «Si supieras lo que soy, no me sonreirías —había pensado
sombría—. He ganado esta competición vuestra mediante engaños. Y la chica a la
que amas..., porque la amas, ¿verdad?, está en mis pensamientos justo ahora.»
Y había permanecido en ellos a pesar de todos sus esfuerzos por desterrarla
aquella tarde. Había ido a parar al cementerio ciegamente, arrancada del bosque por
una fuerza que no comprendía. Una vez allí, la había vigilado, luchando consigo
misma, luchando contra el ansia, hasta que el estallido de Poder la había hecho huir a lla y a sus amigas. Y luego había regresado a casa..., pero no hasta después de alimentarse. Después de haber perdido el control.
Era incapaz de recordar cómo había sucedido exactamente, cómo había permitido
que sucediera. Aquella llamarada de Poder la había provocado, despertando cosas en
su interior que era mejor dejar que durmieran. La necesidad de cazar. El ansia por la
caza, por el olor a miedo y el salvaje triunfo de caer sobre la presa. Hacía años —
siglos— que no sentía el ansia con tanta fuerza. Sus venas habían empezado a arder
como el fuego. Y todos sus pensamientos se habían vuelto rojos: era incapaz de
pensar en otra cosa que no fuera el cálido sabor cúprico, la efervescencia vital de la
sangre.
Con aquella excitación rugiendo aún en su interior, había dado un paso o dos tras
las muchachas. ¿Qué podría haber sucedido de no haberse cruzado en su camino el
anciano? Era mejor no pensarlo. Cuando llegó al final del puente, sus orificios nasales
se habían ensanchado ante el olor fuerte y característico a carne humana.
Sangre humana. El elixir supremo, el vino prohibido. Más embriagador que
cualquier licor, la humeante esencia de la vida misma. Y estaba tan cansada de
oponerse al ansia...
Había habido un movimiento en la orilla, al agitarse un montón de viejos harapos.
Y al instante siguiente, Santana había aterrizado con un movimiento grácil y felino
junto a él. La mano salió despedida al frente y retiró los harapos, dejando al
descubierto un rostro arrugado y parpadeante encima de un cuello esquelético. Sus
labios se echaron hacia atrás.
Y a continuación todo lo que se oyó fue un sonido de succión.
En aquellos momentos, mientras ascendía a trompicones por la escalera principal
de la casa de huéspedes, intentó no pensar en ello y no pensar en ella..., en la
muchacha que le tentaba con su calidez, con su vida. Ella había sido la que realmente
deseaba, pero a partir de aquel momento debía poner freno a aquello, debía matar
cualquier pensamiento parecido antes de que se iniciara. Por su bien y por el de ella.
Ella era su peor pesadilla hecha realidad y Brittany ni siquiera lo sabía.
—¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, chica? —gritó, chillona, una voz cascada.
Una de las puertas del segundo piso se abrió y una cabeza canosa asomó fuera.
—Sí, señora..., señora Flowers. Siento haberla perturbado.
—Ah, se necesita más que el crujido de una tabla del suelo para perturbarme.
¿Cerraste la puerta con llave al entrar?
—Sí, señora. Está... a salvo.
—Eso está bien. Necesitamos estar seguras aquí. Uno nunca sabe lo que podría
salir de esos bosques, ¿verdad?
La muchacha dirigió una veloz mirada al pequeño rostro sonriente rodeado de
mechones grises, a los ojos brillantes que se movían de un lado a otro. ¿Ocultaban
algún secreto?
—Buenas noches, señora.
—Buenas noches, chica. —La mujer cerró la puerta.
Ya en su propia habitación, Santana se dejó caer sobre la cama y permaneció
tumbada con los ojos fijos en el techo bajo e inclinado.
Por lo general tenía un sueño intranquilo por las noches; no era su hora natural de
dormir. Pero esa noche estaba cansada. Requería tanta energía enfrentarse a la luz
del sol. Y la comida pesada no hacía más que contribuir a su letargo. Pronto, aunque
sus ojos no se cerraron, dejó de contemplar el techo encalado sobre su cabeza.
Retazos aleatorios de recuerdos flotaron por su mente. Katherine, tan encantadora
aquella noche junto a la fuente, la luz de la luna tiñendo de plata sus pálidos cabellos
dorados. Qué orgullosa se había sentido de estar sentada con ella, de ser quien
compartiera su secreto...
—Pero ¿no puedes salir nunca a la luz del sol?
—Sí que puedo, siempre y cuando lleve esto puesto. —Alzó una pequeña mano blanca, y la luz de la luna brilló sobre el anillo de lapislázuli que llevaba en ella—.Pero el sol me cansa mucho. Nunca he sido muy fuerte.
Santana la contempló, contempló la delicadeza de sus facciones y la delgadez de su
cuerpo. Era casi tan incorpórea como el cristal hilado. No, jamás debió de ser fuerte.
—De niña, a menudo estaba enferma —dijo en voz muy baja, los ojos fijos en el
juego del agua en la fuente.
—La última vez, el doctor dijo que me moriría. Recuerdo que papá lloraba y
recuerdo estar tumbada en mi enorme cama, demasiado débil para moverme. Incluso respirar era un esfuerzo excesivo.
Me entristecía tanto abandonar el mundo y tenía
tanto frío, tantísimo frío... —Se estremeció y luego sonrió.
—Pero ¿qué sucedió?
—Desperté en plena noche y encontré a Gudren, mi doncella, de pie junto a mi
cama. Y entonces se hizo a un lado y vi al hombre que había traído. Sentí miedo. Su
nombre era Klaus y había oído a la gente del pueblo decir que era malvado. Grité a
Gudren que me salvara, pero ella se limitó a permanecer allí de pie, observando.
Cuando él acercó la boca a mi cuello, pensé que iba a matarme.
Hizo una pausa. Santana la miraba con horror y compasión, y ella le dedicó una
sonrisa reconfortante.
—No fue tan terrible después de todo. Hubo un poco de dolor al principio, pero desapareció rápidamente. Y luego la sensación fue en realidad agradable. Cuando él me dio de su sangre para beber, me sentí más fuerte de lo que había estado en meses.
Y luego esperamos juntos a que transcurrieran las horas hasta que llegó el amanecer.
Cuando vino el doctor, no podía creer que yo pudiera incorporarme en la cama y
hablar. Papá dijo que era un milagro y volvió a llorar, pero de alegría. —Su rostro se
nubló—. Tendré que abandonar a mi padre pronto. Un día de éstos advertirá que
desde aquella enfermedad no he envejecido ni una hora.
—¿Y jamás lo harás?
—No. ¡Eso es lo más maravilloso de todo, Santana! —Alzó los ojos hacia ella con
infantil júbilo—. ¡Seré joven eternamente y nunca moriré! ¿Puedes imaginarlo?
Ella no podía imaginarla como nada que no fuese lo que era en aquel momento:
adorable, inocente, perfecta.
—Pero... ¿no lo encontraste aterrador al principio?
—Al principio, un poco. Pero Gudren me mostró qué hacer. Fue ella quien me dijo
que encargara este anillo, con una gema que me protegería de la luz solar. Mientras
estuve en cama, me trajo sustanciosas bebidas calientes. Más tarde, me trajo
pequeños animales que su hijo atrapaba.
—¿No... personas?
Se oyó su risa.
—Por supuesto que no. Puedo obtener todo lo que necesito en una noche de una
paloma. Gudren dice que si deseo ser poderosa, debería tomar sangre humana, pues
la esencia vital de los humanos es más fuerte. Y Klaus también solía instarme a
hacerlo; quería volver a intercambiar sangre. Pero yo le digo a Gudren que no quiero
poder. Y en cuanto a Klaus...
Se interrumpió y bajó los ojos, de modo que las espesas pestañas descansaron
sobre la mejilla. Su voz era muy baja cuando prosiguió:
—No creo que sea una cosa que deba hacerse a la ligera. Tomaré sangre humana
sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí por toda
la eternidad. —Alzó la mirada hacia ella con expresión seria.
Santana le sonrió, sintiéndose aturdida y pletórica de orgullo. Apenas consiguió
contener la felicidad que sintió en aquel momento.
Pero eso fue antes de que su hermano Puck regresara de la universidad. Antes
de que Puck volviera y contemplara los ojos azules como joyas de Katherine.
Capitulo 5
La luna llena brillaba de pleno cuando Santana regresó a la casa de huéspedes.
Estaba mareada, casi tambaleante, tanto por la fatiga como por la superabundancia
de sangre que había consumido. Había transcurrido mucho tiempo desde la última
vez que se había permitido alimentarse tan copiosamente. Pero el estallido de Poder
en bruto junto al cementerio la había contagiado de su frenesí, echando por tierra su
ya debilitado control. Seguía sin saber con seguridad de dónde había salido el Poder.
Había estado observando a las muchachas humanas desde su puesto en las sombras
cuando éste estalló por detrás de ella, haciendo huir a las jóvenes, y se había visto
atrapada entre el temor de que éstas fueran a parar al río y el deseo de sondear aquel
Poder y descubrir su procedencia. Al final, la había seguido a ella, incapaz de
arriesgarse a que resultara herida.
Algo negro había volado en dirección a los árboles mientras las humanas
alcanzaban la protección del puente, pero ni siquiera los sentidos nocturnos de Santana
pudieron descifrar de qué se trataba. Había vigilado mientras ella y las otras dos
marchaban en dirección a la ciudad. Luego había regresado al cementerio.
Estaba vacío entonces, purgado de lo que fuera que había estado allí. Sobre el
suelo yacía una fina tira de tela que a unos ojos corrientes les habría parecido gris en
la oscuridad. Pero ella vio su auténtico color, y mientras la arrugaba entre los dedos,
alzándola despacio hasta tocar sus labios, olió el aroma de los cabellos de la
muchacha.
Los recuerdos la asaltaron. Ya era bastante terrible cuando se hallaba fuera de su
vista, cuando el sereno resplandor de su mente sólo martirizaba los bordes de su
consciencia. Pero estar en la misma aula que ella en la escuela, sentir su presencia
detrás de ella, oler la embriagadora fragancia de su piel a su alrededor, era casi más de
lo que podía soportar.
Había escuchado cada queda respiración de la joven, sentido su calidez irradiando
sobre su espalda, percibido cada latido de su melodioso pulso. Y finalmente, con
gran horror por su parte, se había encontrado cediendo a ello. Su lengua se había
deslizado arriba y abajo sobre sus colmillos, deleitándose con el placer-dolor que
crecía allí, alentándola. Había aspirado su olor por la nariz de un modo deliberado, y
dejado que las visiones acudieran, imaginándolo todo. Lo suave que sería su cuello, y
cómo sus labios irían a su encuentro con igual suavidad al principio, depositando
diminutos besos aquí y allí, hasta que alcanzaran el blando hueco de su garganta.
Cómo se acurrucarían allí, en el lugar donde el corazón de la joven latía con tanta
fuerza contra la delicada piel. Y cómo por fin sus labios se abrirían, se apartarían de
los ansiosos dientes afilados como pequeñas dagas y...
No. Había salido de su trance con una sacudida, su propio pulso latiendo
irregularmente, el cuerpo estremecido. Habían dado por finalizada la clase, a su
alrededor todo era movimiento, y sólo podía esperar que nadie la hubiese estado
observando con demasiada atención.
Cuando ella le había hablado, había sido incapaz de creer que pudiera mirarla a la
cara mientras sus venas ardían y toda su mandíbula superior suspiraba por ella. Por
un momento había temido que su control se quebraría, que la sujetaría por los
hombros y la tomaría delante de todos ellos. No tenía ni idea de cómo había podido
escapar, sólo que algo más tarde estaba canalizando su energía en forma de duro
ejercicio, vagamente consciente de que no debía utilizar los Poderes. No importaba;
incluso sin ellos era en todos los aspectos superior a los muchachos y muchachas mortales que
competían con ella en el campo de rugby. Su visión era más aguda, los reflejos más
veloces, los músculos, más fuertes. En seguida, una mano le había palmeado la
espalda y la voz de Brody había sonado en sus oídos:
—¡Felicidades! ¡Bienvenida al equipo!
Al contemplar aquel rostro franco y sonriente, Santana se había sentido invadida
por la vergüenza. «Si supieras lo que soy, no me sonreirías —había pensado
sombría—. He ganado esta competición vuestra mediante engaños. Y la chica a la
que amas..., porque la amas, ¿verdad?, está en mis pensamientos justo ahora.»
Y había permanecido en ellos a pesar de todos sus esfuerzos por desterrarla
aquella tarde. Había ido a parar al cementerio ciegamente, arrancada del bosque por
una fuerza que no comprendía. Una vez allí, la había vigilado, luchando consigo
misma, luchando contra el ansia, hasta que el estallido de Poder la había hecho huir a lla y a sus amigas. Y luego había regresado a casa..., pero no hasta después de alimentarse. Después de haber perdido el control.
Era incapaz de recordar cómo había sucedido exactamente, cómo había permitido
que sucediera. Aquella llamarada de Poder la había provocado, despertando cosas en
su interior que era mejor dejar que durmieran. La necesidad de cazar. El ansia por la
caza, por el olor a miedo y el salvaje triunfo de caer sobre la presa. Hacía años —
siglos— que no sentía el ansia con tanta fuerza. Sus venas habían empezado a arder
como el fuego. Y todos sus pensamientos se habían vuelto rojos: era incapaz de
pensar en otra cosa que no fuera el cálido sabor cúprico, la efervescencia vital de la
sangre.
Con aquella excitación rugiendo aún en su interior, había dado un paso o dos tras
las muchachas. ¿Qué podría haber sucedido de no haberse cruzado en su camino el
anciano? Era mejor no pensarlo. Cuando llegó al final del puente, sus orificios nasales
se habían ensanchado ante el olor fuerte y característico a carne humana.
Sangre humana. El elixir supremo, el vino prohibido. Más embriagador que
cualquier licor, la humeante esencia de la vida misma. Y estaba tan cansada de
oponerse al ansia...
Había habido un movimiento en la orilla, al agitarse un montón de viejos harapos.
Y al instante siguiente, Santana había aterrizado con un movimiento grácil y felino
junto a él. La mano salió despedida al frente y retiró los harapos, dejando al
descubierto un rostro arrugado y parpadeante encima de un cuello esquelético. Sus
labios se echaron hacia atrás.
Y a continuación todo lo que se oyó fue un sonido de succión.
En aquellos momentos, mientras ascendía a trompicones por la escalera principal
de la casa de huéspedes, intentó no pensar en ello y no pensar en ella..., en la
muchacha que le tentaba con su calidez, con su vida. Ella había sido la que realmente
deseaba, pero a partir de aquel momento debía poner freno a aquello, debía matar
cualquier pensamiento parecido antes de que se iniciara. Por su bien y por el de ella.
Ella era su peor pesadilla hecha realidad y Brittany ni siquiera lo sabía.
—¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, chica? —gritó, chillona, una voz cascada.
Una de las puertas del segundo piso se abrió y una cabeza canosa asomó fuera.
—Sí, señora..., señora Flowers. Siento haberla perturbado.
—Ah, se necesita más que el crujido de una tabla del suelo para perturbarme.
¿Cerraste la puerta con llave al entrar?
—Sí, señora. Está... a salvo.
—Eso está bien. Necesitamos estar seguras aquí. Uno nunca sabe lo que podría
salir de esos bosques, ¿verdad?
La muchacha dirigió una veloz mirada al pequeño rostro sonriente rodeado de
mechones grises, a los ojos brillantes que se movían de un lado a otro. ¿Ocultaban
algún secreto?
—Buenas noches, señora.
—Buenas noches, chica. —La mujer cerró la puerta.
Ya en su propia habitación, Santana se dejó caer sobre la cama y permaneció
tumbada con los ojos fijos en el techo bajo e inclinado.
Por lo general tenía un sueño intranquilo por las noches; no era su hora natural de
dormir. Pero esa noche estaba cansada. Requería tanta energía enfrentarse a la luz
del sol. Y la comida pesada no hacía más que contribuir a su letargo. Pronto, aunque
sus ojos no se cerraron, dejó de contemplar el techo encalado sobre su cabeza.
Retazos aleatorios de recuerdos flotaron por su mente. Katherine, tan encantadora
aquella noche junto a la fuente, la luz de la luna tiñendo de plata sus pálidos cabellos
dorados. Qué orgullosa se había sentido de estar sentada con ella, de ser quien
compartiera su secreto...
—Pero ¿no puedes salir nunca a la luz del sol?
—Sí que puedo, siempre y cuando lleve esto puesto. —Alzó una pequeña mano blanca, y la luz de la luna brilló sobre el anillo de lapislázuli que llevaba en ella—.Pero el sol me cansa mucho. Nunca he sido muy fuerte.
Santana la contempló, contempló la delicadeza de sus facciones y la delgadez de su
cuerpo. Era casi tan incorpórea como el cristal hilado. No, jamás debió de ser fuerte.
—De niña, a menudo estaba enferma —dijo en voz muy baja, los ojos fijos en el
juego del agua en la fuente.
—La última vez, el doctor dijo que me moriría. Recuerdo que papá lloraba y
recuerdo estar tumbada en mi enorme cama, demasiado débil para moverme. Incluso respirar era un esfuerzo excesivo.
Me entristecía tanto abandonar el mundo y tenía
tanto frío, tantísimo frío... —Se estremeció y luego sonrió.
—Pero ¿qué sucedió?
—Desperté en plena noche y encontré a Gudren, mi doncella, de pie junto a mi
cama. Y entonces se hizo a un lado y vi al hombre que había traído. Sentí miedo. Su
nombre era Klaus y había oído a la gente del pueblo decir que era malvado. Grité a
Gudren que me salvara, pero ella se limitó a permanecer allí de pie, observando.
Cuando él acercó la boca a mi cuello, pensé que iba a matarme.
Hizo una pausa. Santana la miraba con horror y compasión, y ella le dedicó una
sonrisa reconfortante.
—No fue tan terrible después de todo. Hubo un poco de dolor al principio, pero desapareció rápidamente. Y luego la sensación fue en realidad agradable. Cuando él me dio de su sangre para beber, me sentí más fuerte de lo que había estado en meses.
Y luego esperamos juntos a que transcurrieran las horas hasta que llegó el amanecer.
Cuando vino el doctor, no podía creer que yo pudiera incorporarme en la cama y
hablar. Papá dijo que era un milagro y volvió a llorar, pero de alegría. —Su rostro se
nubló—. Tendré que abandonar a mi padre pronto. Un día de éstos advertirá que
desde aquella enfermedad no he envejecido ni una hora.
—¿Y jamás lo harás?
—No. ¡Eso es lo más maravilloso de todo, Santana! —Alzó los ojos hacia ella con
infantil júbilo—. ¡Seré joven eternamente y nunca moriré! ¿Puedes imaginarlo?
Ella no podía imaginarla como nada que no fuese lo que era en aquel momento:
adorable, inocente, perfecta.
—Pero... ¿no lo encontraste aterrador al principio?
—Al principio, un poco. Pero Gudren me mostró qué hacer. Fue ella quien me dijo
que encargara este anillo, con una gema que me protegería de la luz solar. Mientras
estuve en cama, me trajo sustanciosas bebidas calientes. Más tarde, me trajo
pequeños animales que su hijo atrapaba.
—¿No... personas?
Se oyó su risa.
—Por supuesto que no. Puedo obtener todo lo que necesito en una noche de una
paloma. Gudren dice que si deseo ser poderosa, debería tomar sangre humana, pues
la esencia vital de los humanos es más fuerte. Y Klaus también solía instarme a
hacerlo; quería volver a intercambiar sangre. Pero yo le digo a Gudren que no quiero
poder. Y en cuanto a Klaus...
Se interrumpió y bajó los ojos, de modo que las espesas pestañas descansaron
sobre la mejilla. Su voz era muy baja cuando prosiguió:
—No creo que sea una cosa que deba hacerse a la ligera. Tomaré sangre humana
sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí por toda
la eternidad. —Alzó la mirada hacia ella con expresión seria.
Santana le sonrió, sintiéndose aturdida y pletórica de orgullo. Apenas consiguió
contener la felicidad que sintió en aquel momento.
Pero eso fue antes de que su hermano Puck regresara de la universidad. Antes
de que Puck volviera y contemplara los ojos azules como joyas de Katherine.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Sobre su cama en la habitación de techo bajo, Santana gimió. Entonces la oscuridad
la atrajo más profundamente, y nuevas imágenes empezaron a titilar en su mente.
Eran visiones dispersas del pasado que no formaban una secuencia coherente. Las
vio como escenas brevemente iluminadas por relámpagos. El rostro de su hermano,
crispado en una máscara de furia inhumana. Los ojos azules de Katherine,
centelleando y danzando mientras efectuaba piruetas con su nuevo vestido blanco. El
fugaz atisbo de algo blanco tras un limonero. El contacto de una espada en su mano;
la voz de Ricardo gritando desde la distancia; el limonero. No debía dar la vuelta al
limonero. Volvió a ver el rostro de Puck, pero en esa ocasión su hermano reía
como loco. Reía sin parar, con un sonido parecido al chirriar del cristal roto. Y el
limonero estaba más cerca ya...
—¡Puck... Katherine... NO!
Estaba sentada totalmente tiesa en la cama.
Se pasó unas manos temblorosas por los cabellos y serenó su respiración.
Un sueño terrible. Hacía mucho tiempo que no se había visto torturada por sueños
como aquél; mucho, desde luego, desde la última vez que soñó algo. Los últimos
segundos pasaron una y otra vez por su mente, y volvió a ver el limonero y escuchó
de nuevo la risa de su hermano.
Resonó en su mente casi con excesiva nitidez. De improviso, sin ser consciente de
una decisión deliberada de moverse, Santana se encontró ante la ventana abierta. Sintió
el frío aire nocturno sobre las mejillas al mirar a la oscuridad plateada.
«¿Puck?» Envió el pensamiento en una oleada de Poder, rastreando. Luego se
sumió en una inmovilidad total, escuchando con todos sus sentidos.
No sintió nada, ninguna ondulación como respuesta. A poca distancia, una pareja
de aves nocturnas alzaron el vuelo. En la ciudad, muchas mentes dormían; en el
bosque, animales nocturnos se dedicaban a sus ocupaciones privadas.
Suspiró y volvió a girar hacia la habitación. A lo mejor se había equivocado
respecto a la risa; a lo mejor incluso había estado equivocado sobre la amenaza en el
cementerio. Lima,Ohio estaba silenciosa y tranquila, y ella debería imitarla.
Necesitaba dormir.
5 de setiembre (en realidad, primeras horas del 6 de septiembre... sobre la 1 de la
madrugada)
Querido diario:
Debería regresar a la cama en seguida. Hace apenas unos pocos minutos desperté pensando
que alguien chillaba, pero ahora la casa está en silencio. Han sucedido tantas cosas extrañas
esta noche, que tengo los nervios destrozados, supongo.
Al menos desperté sabiendo exactamente qué voy a hacer respecto a Santana. Todo el asunto
más o menos se me ocurrió de repente. El Plan B, Fase Uno, se inicia mañana.
Los ojos de Tina llameaban, y tenía las mejillas arreboladas mientras se
aproximaba a las tres muchachas sentadas ante la mesa.
—¡Brittany, tienes que oír esto!
Brittany le sonrió educadamente, pero sin demasiada familiaridad. Tina bajó la
cabeza.
—Quiero decir..., ¿puedo unirme a vosotras? Acabo de enterarme de la cosa más
absurda respecto a Santana Lopez.
—Siéntate —indicó Brittany con diferencia—. Pero —añadió untando mantequilla en
un panecillo— no estamos realmente interesadas en la noticia.
—¿Vosotras no...? —Tina se la quedó mirando fijamente; miró a Rachel,
luego a Emily—. Vosotras, chicas, estáis de broma, ¿verdad?
—En absoluto. —Rachel ensartó una judía verde y la observó con suspicacia—.
Tenemos otras cosas en la cabeza hoy.
—Exactamente —indicó Emily tras un repentino sobresalto—. Santana es algo
pasado, ¿sabes? Ya no interesa. —Se inclinó y se frotó el tobillo.
Tina miró a Brittany suplicante.
—Pero pensaba que querías saberlo todo respecto a ella.
—Curiosidad —repuso Brittany—. Al fin y al cabo es una visitante, y quería darle la
bienvenida a Lima,Ohio. Pero, por supuesto, debo mantenerme fiel a Sam Evans.
—¿Sam Evans?
—Sam Evans —dijo Rachel, enarcando las cejas y suspirando.
—Sam Evans —repitió Emily animosamente.
Delicadamente, con el pulgar y el índice, Brittany sacó una foto de su mochila.
—Aquí está de pie frente a la casita en la que nos alojábamos. Justo después me
cortó una flor y dijo... bueno —sonrió misteriosamente—, no debería repetirlo.
Tina contemplaba con atención la foto, que mostraba a un hombre joven, sin
camisa, de pie frente a una mata de hibisco y sonriendo con timidez.
—Es mayor que tú, ¿verdad? —dijo con respeto.
—Veintiuno. Por supuesto... —Brittany miró por encima del hombro—, mi tía jamás
lo aprobaría, de modo que se lo estamos ocultando hasta que me gradúe. Tenemos
que escribirnos en secreto.
—Qué romántico... —musitó Tina—. No se lo diré a nadie, lo prometo. Pero
respecto a Santana...
Brittany le dedicó una sonrisa de superioridad.
—Si tengo que comer comida europea —dijo—, prefiero la francesa a la italiana
siempre. —Volvió la cabeza hacia Rachel—. ¿No te parece?
—Mm... mmm. Siempre. —Rachel y Brittany se sonrieron la una a la otra con
complicidad, luego se volvieron hacia Tina—. ¿No estás de acuerdo?
—Pues sí —respondió ella apresuradamente—. Yo también. Siempre.
Sonrió de manera cómplice ella también y asintió varias veces mientras se
levantaba y marchaba.
Cuando desapareció, Emily dijo lastimera:
—Esto va a matarme. Brittany, me moriré si no me entero del chismorreo.
—Ah, ¿eso? Yo puedo contártelo —respondió Brittany con calma—. Iba a decir que
existe un rumor por ahí de que Santana es una agente de la brigada de estupefacientes.
—¿Una qué? —Emily la miró fijamente, y luego prorrumpió en carcajadas—. Pero eso es ridículo. ¿Qué agente de estupefacientes en todo el mundo se vestiría así y llevaría gafas oscuras? Quiero decir, ha hecho todo lo que puede para atraer la
atención sobre ella... —Su voz se apagó, y sus ojos castaños se abrieron más—. Pero
entonces, ése puede ser el motivo de que lo haga. ¿Quién sospecharía jamás de
alguien tan obvio? Y vive sola, y es terriblemente reservada... ¡Brittany! ¿Y si es cierto?
—No lo es —dijo Rachel.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque yo soy quien lo inventó. —Al ver la expresión de Emily, sonrió de oreja
a oreja y añadió—: Brittany me dijo que lo hiciera.
—Ahhh. —Emily dirigió una mirada de admiración a Brittany—. Eres perversa.
¿Puedo decir a la gente que tiene una enfermedad terminal?
—No, no puedes. No quiero a una cola de Florences Nightingale haciendo cola
para sostenerle la mano. Pero puedes contar a la gente lo que quieras sobre Sam Evans.
Emily tomó la fotografía.
—¿Quién era realmente?
—El jardinero. Estaba loco por esas matas de hibiscos. También estaba casado y
con dos hijos.
—Una lástima —comentó Emily en tono serio—. Y tú le dijiste a Tina que no
le hablara a nadie de él...
—Exacto. —Brittany consultó su reloj—. Lo que significa que sobre las, ah, digamos
dos en punto, debería saberlo toda la escuela.
Tras las clases, las muchachas fueron a casa de Emily. Las recibieron en la puerta
principal unos ladridos agudos, y cuando Emily abrió la puerta, un pequinés muy
viejo y gordo intentó escapar. Se llamaba Yangtzé, y estaba tan malcriado que nadie
excepto la madre de Emily lo soportaba. Mordisqueó el tobillo de Brittany cuando ésta
pasó por su lado.
La sala de estar estaba oscura y abarrotada, con grandes cantidades de mobiliario
recargado y cortinas gruesas en las ventanas. La hermana de Emily, Maya, estaba
allí, quitándose las horquillas que sujetaban una cofia a sus ondulados cabellos oscuros.
Tenía sólo dos años más que Emily y trabajaba en el dispensario de Lima,Ohio.
—Ah, Emily —saludó—, me alegro de que estés de vuelta. Hola, Brittany, Rachel.
Brittany y Rachel dijeron «hola».
—¿Qué sucede? Pareces cansada —dijo Emily.
Maya dejó caer la cofia sobre la mesa de centro. En lugar de responder, fue ella
quien hizo una pregunta.
—Anoche, cuando llegaste a casa tan alterada, ¿dónde dijiste que habíais estado?
—Allá en el... Sólo allá abajo, junto al puente Wickery.
—Eso es lo que pensé. —Maya aspiró con fuerza—. Ahora escúchame,Emily
McCullough. No vuelvas a ir allí, y especialmente sola y de noche. ¿Comprendido?
—Pero ¿por qué no? —inquirió Emily, absolutamente desconcertada.
—Porque anoche atacaron a alguien allí, ése es el porqué no. ¿Y sabes dónde lo
encontraron? Justo en la orilla debajo del puente Wickery.
Brittany y Rachel se le quedaron mirando con incredulidad, y Emily agarró con
fuerza el brazo de Brittany.
—¿Atacaron a alguien debajo del puente? Pero ¿quién era? ¿Qué sucedió?
—No lo sé. Esta mañana uno de los trabajadores del cementerio lo descubrió allí
tendido. Supongo que era alguna persona sin hogar y que probablemente iba a
dormir bajo el puente cuando la atacaron. Pero estaba medio muerto cuando la
trajeron y no ha recuperado el conocimiento aún. Podría morir.
—¿Qué quieres decir con atacado? —inquirió Brittany, tragando saliva.
—Quiero decir —respondió Maya con claridad— que casi le habían desgarrado
totalmente la garganta. Perdió una increíble cantidad de sangre. Al principio
pensaron que podría haber sido un animal, pero ahora el doctor Lowen dice que fue
una persona. Y la policía cree que quienquiera que lo hiciese podría ocultarse en el
cementerio. —Maya miró a cada una de ellas por turno, con la boca convertida en
una línea recta—. De modo que si estuvisteis allí junto al puente... o en el cementerio,
Brittany Pierce..., entonces esa persona podría haber estado allí con vosotras.
¿Entendido?
—Ya no tienes que asustarnos más —dijo Emily con voz débil—. Lo hemos
captado, Maya.
—De acuerdo. Estupendo. —Maya hundió los hombros y se frotó la nuca con gesto
cansado—. Tengo que tumbarme un rato. No era mi intención ser una gruñona —
dijo mientras abandonaba la salita.
Una vez a solas, las tres muchachas se miraron entre sí.
—Podría haber sido una de nosotras —dijo Rachel con calma—. En especial tú,
Brittany; tú fuiste allí sola.
Brittany sentía una picazón por toda la piel, el mismo sentimiento doloroso de alerta
que había tenido en el viejo cementerio. Podía sentir la frialdad del viento y ver las
hileras de lápidas a su alrededor. La luz del sol y el McKinley High jamás habían
parecido tan lejanos.
— Emily—dijo despacio—, ¿viste a alguien allí fuera? ¿Es eso a lo que te referías
cuando dijiste que alguien me estaba esperando?
En la habitación oscura, Emily la contempló sin comprender.
—¿De qué hablas? Yo no dije eso.
—Sí, lo dijiste.
—No, no lo hice. Jamás dije eso.
—Emily —intervino Rachel—, las dos te oímos. Te quedaste mirando fijamente
a las viejas lápidas, y luego dijiste a Brittany...
—No sé de qué estáis hablando y yo no dije absolutamente nada. —Emily tenía el
rostro congestionado por la cólera y había lágrimas en sus ojos—. No quiero seguir
hablando de ello.
Brittany y Rachel se miraron la una a la otra impotentes. En el exterior, el sol se
ocultó tras una nube.
la atrajo más profundamente, y nuevas imágenes empezaron a titilar en su mente.
Eran visiones dispersas del pasado que no formaban una secuencia coherente. Las
vio como escenas brevemente iluminadas por relámpagos. El rostro de su hermano,
crispado en una máscara de furia inhumana. Los ojos azules de Katherine,
centelleando y danzando mientras efectuaba piruetas con su nuevo vestido blanco. El
fugaz atisbo de algo blanco tras un limonero. El contacto de una espada en su mano;
la voz de Ricardo gritando desde la distancia; el limonero. No debía dar la vuelta al
limonero. Volvió a ver el rostro de Puck, pero en esa ocasión su hermano reía
como loco. Reía sin parar, con un sonido parecido al chirriar del cristal roto. Y el
limonero estaba más cerca ya...
—¡Puck... Katherine... NO!
Estaba sentada totalmente tiesa en la cama.
Se pasó unas manos temblorosas por los cabellos y serenó su respiración.
Un sueño terrible. Hacía mucho tiempo que no se había visto torturada por sueños
como aquél; mucho, desde luego, desde la última vez que soñó algo. Los últimos
segundos pasaron una y otra vez por su mente, y volvió a ver el limonero y escuchó
de nuevo la risa de su hermano.
Resonó en su mente casi con excesiva nitidez. De improviso, sin ser consciente de
una decisión deliberada de moverse, Santana se encontró ante la ventana abierta. Sintió
el frío aire nocturno sobre las mejillas al mirar a la oscuridad plateada.
«¿Puck?» Envió el pensamiento en una oleada de Poder, rastreando. Luego se
sumió en una inmovilidad total, escuchando con todos sus sentidos.
No sintió nada, ninguna ondulación como respuesta. A poca distancia, una pareja
de aves nocturnas alzaron el vuelo. En la ciudad, muchas mentes dormían; en el
bosque, animales nocturnos se dedicaban a sus ocupaciones privadas.
Suspiró y volvió a girar hacia la habitación. A lo mejor se había equivocado
respecto a la risa; a lo mejor incluso había estado equivocado sobre la amenaza en el
cementerio. Lima,Ohio estaba silenciosa y tranquila, y ella debería imitarla.
Necesitaba dormir.
5 de setiembre (en realidad, primeras horas del 6 de septiembre... sobre la 1 de la
madrugada)
Querido diario:
Debería regresar a la cama en seguida. Hace apenas unos pocos minutos desperté pensando
que alguien chillaba, pero ahora la casa está en silencio. Han sucedido tantas cosas extrañas
esta noche, que tengo los nervios destrozados, supongo.
Al menos desperté sabiendo exactamente qué voy a hacer respecto a Santana. Todo el asunto
más o menos se me ocurrió de repente. El Plan B, Fase Uno, se inicia mañana.
Los ojos de Tina llameaban, y tenía las mejillas arreboladas mientras se
aproximaba a las tres muchachas sentadas ante la mesa.
—¡Brittany, tienes que oír esto!
Brittany le sonrió educadamente, pero sin demasiada familiaridad. Tina bajó la
cabeza.
—Quiero decir..., ¿puedo unirme a vosotras? Acabo de enterarme de la cosa más
absurda respecto a Santana Lopez.
—Siéntate —indicó Brittany con diferencia—. Pero —añadió untando mantequilla en
un panecillo— no estamos realmente interesadas en la noticia.
—¿Vosotras no...? —Tina se la quedó mirando fijamente; miró a Rachel,
luego a Emily—. Vosotras, chicas, estáis de broma, ¿verdad?
—En absoluto. —Rachel ensartó una judía verde y la observó con suspicacia—.
Tenemos otras cosas en la cabeza hoy.
—Exactamente —indicó Emily tras un repentino sobresalto—. Santana es algo
pasado, ¿sabes? Ya no interesa. —Se inclinó y se frotó el tobillo.
Tina miró a Brittany suplicante.
—Pero pensaba que querías saberlo todo respecto a ella.
—Curiosidad —repuso Brittany—. Al fin y al cabo es una visitante, y quería darle la
bienvenida a Lima,Ohio. Pero, por supuesto, debo mantenerme fiel a Sam Evans.
—¿Sam Evans?
—Sam Evans —dijo Rachel, enarcando las cejas y suspirando.
—Sam Evans —repitió Emily animosamente.
Delicadamente, con el pulgar y el índice, Brittany sacó una foto de su mochila.
—Aquí está de pie frente a la casita en la que nos alojábamos. Justo después me
cortó una flor y dijo... bueno —sonrió misteriosamente—, no debería repetirlo.
Tina contemplaba con atención la foto, que mostraba a un hombre joven, sin
camisa, de pie frente a una mata de hibisco y sonriendo con timidez.
—Es mayor que tú, ¿verdad? —dijo con respeto.
—Veintiuno. Por supuesto... —Brittany miró por encima del hombro—, mi tía jamás
lo aprobaría, de modo que se lo estamos ocultando hasta que me gradúe. Tenemos
que escribirnos en secreto.
—Qué romántico... —musitó Tina—. No se lo diré a nadie, lo prometo. Pero
respecto a Santana...
Brittany le dedicó una sonrisa de superioridad.
—Si tengo que comer comida europea —dijo—, prefiero la francesa a la italiana
siempre. —Volvió la cabeza hacia Rachel—. ¿No te parece?
—Mm... mmm. Siempre. —Rachel y Brittany se sonrieron la una a la otra con
complicidad, luego se volvieron hacia Tina—. ¿No estás de acuerdo?
—Pues sí —respondió ella apresuradamente—. Yo también. Siempre.
Sonrió de manera cómplice ella también y asintió varias veces mientras se
levantaba y marchaba.
Cuando desapareció, Emily dijo lastimera:
—Esto va a matarme. Brittany, me moriré si no me entero del chismorreo.
—Ah, ¿eso? Yo puedo contártelo —respondió Brittany con calma—. Iba a decir que
existe un rumor por ahí de que Santana es una agente de la brigada de estupefacientes.
—¿Una qué? —Emily la miró fijamente, y luego prorrumpió en carcajadas—. Pero eso es ridículo. ¿Qué agente de estupefacientes en todo el mundo se vestiría así y llevaría gafas oscuras? Quiero decir, ha hecho todo lo que puede para atraer la
atención sobre ella... —Su voz se apagó, y sus ojos castaños se abrieron más—. Pero
entonces, ése puede ser el motivo de que lo haga. ¿Quién sospecharía jamás de
alguien tan obvio? Y vive sola, y es terriblemente reservada... ¡Brittany! ¿Y si es cierto?
—No lo es —dijo Rachel.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque yo soy quien lo inventó. —Al ver la expresión de Emily, sonrió de oreja
a oreja y añadió—: Brittany me dijo que lo hiciera.
—Ahhh. —Emily dirigió una mirada de admiración a Brittany—. Eres perversa.
¿Puedo decir a la gente que tiene una enfermedad terminal?
—No, no puedes. No quiero a una cola de Florences Nightingale haciendo cola
para sostenerle la mano. Pero puedes contar a la gente lo que quieras sobre Sam Evans.
Emily tomó la fotografía.
—¿Quién era realmente?
—El jardinero. Estaba loco por esas matas de hibiscos. También estaba casado y
con dos hijos.
—Una lástima —comentó Emily en tono serio—. Y tú le dijiste a Tina que no
le hablara a nadie de él...
—Exacto. —Brittany consultó su reloj—. Lo que significa que sobre las, ah, digamos
dos en punto, debería saberlo toda la escuela.
Tras las clases, las muchachas fueron a casa de Emily. Las recibieron en la puerta
principal unos ladridos agudos, y cuando Emily abrió la puerta, un pequinés muy
viejo y gordo intentó escapar. Se llamaba Yangtzé, y estaba tan malcriado que nadie
excepto la madre de Emily lo soportaba. Mordisqueó el tobillo de Brittany cuando ésta
pasó por su lado.
La sala de estar estaba oscura y abarrotada, con grandes cantidades de mobiliario
recargado y cortinas gruesas en las ventanas. La hermana de Emily, Maya, estaba
allí, quitándose las horquillas que sujetaban una cofia a sus ondulados cabellos oscuros.
Tenía sólo dos años más que Emily y trabajaba en el dispensario de Lima,Ohio.
—Ah, Emily —saludó—, me alegro de que estés de vuelta. Hola, Brittany, Rachel.
Brittany y Rachel dijeron «hola».
—¿Qué sucede? Pareces cansada —dijo Emily.
Maya dejó caer la cofia sobre la mesa de centro. En lugar de responder, fue ella
quien hizo una pregunta.
—Anoche, cuando llegaste a casa tan alterada, ¿dónde dijiste que habíais estado?
—Allá en el... Sólo allá abajo, junto al puente Wickery.
—Eso es lo que pensé. —Maya aspiró con fuerza—. Ahora escúchame,Emily
McCullough. No vuelvas a ir allí, y especialmente sola y de noche. ¿Comprendido?
—Pero ¿por qué no? —inquirió Emily, absolutamente desconcertada.
—Porque anoche atacaron a alguien allí, ése es el porqué no. ¿Y sabes dónde lo
encontraron? Justo en la orilla debajo del puente Wickery.
Brittany y Rachel se le quedaron mirando con incredulidad, y Emily agarró con
fuerza el brazo de Brittany.
—¿Atacaron a alguien debajo del puente? Pero ¿quién era? ¿Qué sucedió?
—No lo sé. Esta mañana uno de los trabajadores del cementerio lo descubrió allí
tendido. Supongo que era alguna persona sin hogar y que probablemente iba a
dormir bajo el puente cuando la atacaron. Pero estaba medio muerto cuando la
trajeron y no ha recuperado el conocimiento aún. Podría morir.
—¿Qué quieres decir con atacado? —inquirió Brittany, tragando saliva.
—Quiero decir —respondió Maya con claridad— que casi le habían desgarrado
totalmente la garganta. Perdió una increíble cantidad de sangre. Al principio
pensaron que podría haber sido un animal, pero ahora el doctor Lowen dice que fue
una persona. Y la policía cree que quienquiera que lo hiciese podría ocultarse en el
cementerio. —Maya miró a cada una de ellas por turno, con la boca convertida en
una línea recta—. De modo que si estuvisteis allí junto al puente... o en el cementerio,
Brittany Pierce..., entonces esa persona podría haber estado allí con vosotras.
¿Entendido?
—Ya no tienes que asustarnos más —dijo Emily con voz débil—. Lo hemos
captado, Maya.
—De acuerdo. Estupendo. —Maya hundió los hombros y se frotó la nuca con gesto
cansado—. Tengo que tumbarme un rato. No era mi intención ser una gruñona —
dijo mientras abandonaba la salita.
Una vez a solas, las tres muchachas se miraron entre sí.
—Podría haber sido una de nosotras —dijo Rachel con calma—. En especial tú,
Brittany; tú fuiste allí sola.
Brittany sentía una picazón por toda la piel, el mismo sentimiento doloroso de alerta
que había tenido en el viejo cementerio. Podía sentir la frialdad del viento y ver las
hileras de lápidas a su alrededor. La luz del sol y el McKinley High jamás habían
parecido tan lejanos.
— Emily—dijo despacio—, ¿viste a alguien allí fuera? ¿Es eso a lo que te referías
cuando dijiste que alguien me estaba esperando?
En la habitación oscura, Emily la contempló sin comprender.
—¿De qué hablas? Yo no dije eso.
—Sí, lo dijiste.
—No, no lo hice. Jamás dije eso.
—Emily —intervino Rachel—, las dos te oímos. Te quedaste mirando fijamente
a las viejas lápidas, y luego dijiste a Brittany...
—No sé de qué estáis hablando y yo no dije absolutamente nada. —Emily tenía el
rostro congestionado por la cólera y había lágrimas en sus ojos—. No quiero seguir
hablando de ello.
Brittany y Rachel se miraron la una a la otra impotentes. En el exterior, el sol se
ocultó tras una nube.
BrittanaForever13* - Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 05/10/2013
Edad : 24
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Hey me gustaron los caps solo que espero ya poder ver mas interacción brittana espero actualices pronto.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Hola!!!
Que fuerte, me imaginaba que era San!!!
Oh pobre anciano!!!
Jaja me encanto que las chicas inventaran esas cosas sobre San!!!
Espero la actu!!!
Xoxo
Que fuerte, me imaginaba que era San!!!
Oh pobre anciano!!!
Jaja me encanto que las chicas inventaran esas cosas sobre San!!!
Espero la actu!!!
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
Esperamos tu respuesta
Moderadoras Zona Fan fics
Moderadoras Zona Fan fics
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
Re: FanFic Brittana-"The Vampire Diaries"-Cronicas Vampiricas I: Despertar
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
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Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
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