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Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
3 participantes
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Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
Hola.. hace un tiempo se me ocurrió adentrarme en el mundo de los fics ya escribí un one-shot.. Como dije me encanta leer historias y leyendas de Ángeles.. Estuve leyendo “The Fallen” que en mi opinión es una novela súper fabulosa!.
Esta fics se tratara sobre las Faberry…
Espero les guste acá le dejo el prologo…si le gusta lo continuare…
Prologo
En el Comienzo
SOY, uno de los veinte ángeles caídos. Vivo en el mundo oculto de Sheol, con otros Caídos, dónde nadie conoce nuestra existencia, y hemos vivido de esa manera desde la caída, hace milenios. Debí haber sabido que habría problemas en el horizonte. Podía sentirlo en mi sangre, y no hay nada más poderoso que la sangre. Me habían enseñado a ignorar los sentimientos, igual como me habían enseñado a ignorar a todos los que conspiraron para traicionarme. Si hubiera escuchado, las cosas podrían haber sido diferentes.
Me levanté ese día, en el comienzo, extendiendo las alas en la débil luz de la mañana.
Una tormenta se acercaba, la sentía palpitar en mis venas, en mis huesos. Por ahora la corriente marina estaba en calma, la marea subiendo, y la niebla era espesa y caliente, en un abrazo envolvente, pero la violencia de la naturaleza estaba suspendida pesadamente en el aire.
¿La naturaleza? ¿O Uriel?
No habría querido que esta mañana llegara, pero desde luego, no era una fan del mañana. Sólo era un día más en el exilio, sin esperanza de... ¿qué? ¿Escapar? ¿Volver? Yo nunca podría volver. Había visto demasiado, había hecho demasiado.
Estaba ligada aquí, al igual que los demás. Desde hace años, tantos años que había dejado de existir, perdida en las brumas del tiempo, había vivido sola en esta tierra bajo una maldición que nunca se levantaría.
Había descubierto que cuánto más tiempo estaba sola, más fácil era de soportar, y
Tenía suficiente con algunas uniones físicas ocasionales. Necesitaba a alguien que sólo existía en mis sueños.
Recogí mis alas de nuevo a mí alrededor y alcancé mi camisa. Tenía un trabajo hoy, tanto como lo odiaba. Era mi turno, y era la única razón por la que la distensión existía. Si nosotros seguíamos las órdenes de Uriel, había una paz relativa.
Los demás Caídos y yo, nos turnamos para transportar las almas a su destino.
"Recaudadores de la muerte", nos llamaba Uriel.
Y eso es lo que éramos. Recaudadores de la muerte, devoradores de sangre, ángeles caídos condenados a la vida eterna. Ya era hora de que alguien muriese.
Esta fics se tratara sobre las Faberry…
Espero les guste acá le dejo el prologo…si le gusta lo continuare…
Prologo
En el Comienzo
SOY, uno de los veinte ángeles caídos. Vivo en el mundo oculto de Sheol, con otros Caídos, dónde nadie conoce nuestra existencia, y hemos vivido de esa manera desde la caída, hace milenios. Debí haber sabido que habría problemas en el horizonte. Podía sentirlo en mi sangre, y no hay nada más poderoso que la sangre. Me habían enseñado a ignorar los sentimientos, igual como me habían enseñado a ignorar a todos los que conspiraron para traicionarme. Si hubiera escuchado, las cosas podrían haber sido diferentes.
Me levanté ese día, en el comienzo, extendiendo las alas en la débil luz de la mañana.
Una tormenta se acercaba, la sentía palpitar en mis venas, en mis huesos. Por ahora la corriente marina estaba en calma, la marea subiendo, y la niebla era espesa y caliente, en un abrazo envolvente, pero la violencia de la naturaleza estaba suspendida pesadamente en el aire.
¿La naturaleza? ¿O Uriel?
No habría querido que esta mañana llegara, pero desde luego, no era una fan del mañana. Sólo era un día más en el exilio, sin esperanza de... ¿qué? ¿Escapar? ¿Volver? Yo nunca podría volver. Había visto demasiado, había hecho demasiado.
Estaba ligada aquí, al igual que los demás. Desde hace años, tantos años que había dejado de existir, perdida en las brumas del tiempo, había vivido sola en esta tierra bajo una maldición que nunca se levantaría.
Había descubierto que cuánto más tiempo estaba sola, más fácil era de soportar, y
Tenía suficiente con algunas uniones físicas ocasionales. Necesitaba a alguien que sólo existía en mis sueños.
Recogí mis alas de nuevo a mí alrededor y alcancé mi camisa. Tenía un trabajo hoy, tanto como lo odiaba. Era mi turno, y era la única razón por la que la distensión existía. Si nosotros seguíamos las órdenes de Uriel, había una paz relativa.
Los demás Caídos y yo, nos turnamos para transportar las almas a su destino.
"Recaudadores de la muerte", nos llamaba Uriel.
Y eso es lo que éramos. Recaudadores de la muerte, devoradores de sangre, ángeles caídos condenados a la vida eterna. Ya era hora de que alguien muriese.
Última edición por HeYaHeYA25 el Lun Ene 20, 2014 1:49 pm, editado 6 veces (Razón : .....)
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
WOW !! El prologo se ve genial .. amo las historias acerca de ángeles !! son geniales .... y sin duda que Faberry es una de mis parejas favoritas :3 .. mis dos cosas preferidas del mundo en uno solo = Perfección
NO Te pido que continúes el Fic Te lo exijo !!! HAHA no te creas
En fin .. me gustaría mucho que lo continuaras
NO Te pido que continúes el Fic Te lo exijo !!! HAHA no te creas
En fin .. me gustaría mucho que lo continuaras
:DANG** - Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Edad : 27
Capitulo 1 --Parte1
Capítulo 1: Primera parte
Estaba llegando tarde, lo que no era una sorpresa. Siempre parecía estar apurada tenía una reunión con mis editores a mitad de camino de Manhattan, tenía un depósito que hacer antes que finalizara el día laboral, los zapatos me estaban matando, y estaba tan hambrienta que podría haberme comido el vidrio y el metal del escritorio al que había estado asignada en mi trabajo temporal en la Fundación Pitt.
Podía manejar la mayoría de esas cosas, era completamente adaptable. Nunca había llegado tarde con un manuscrito, y mi trabajo rara vez necesitaba más de una mínima revisión. Tenía bastante tiempo para llegar al banco, e incluso poder desviarme un poco para agarrar un perro caliente de un vendedor ambulante, pero no había una maldita cosa que pudiera hacer con mis estúpidos zapatos.
Los tacones de diez centímetros hacían lucir fantásticas mis piernas, lo que consideraba digno de cualquier cantidad de dolor. Además de eso, me elevaban a una altura más imponente que mi miserable metro sesenta, una ventaja frente a los editores obstinados de mediana edad a los que les gustaba tratarme como una niña linda.
Sin embargo, los malditos tacones de aguja dolían a lo loco, y no había sido lo bastante inteligente para dejar un par más cómodo en mi trabajo temporal. Había aprendido desde temprano que la mejor manera de lograr lo que fuera era apretar los dientes y hacer tu camino hacia ello luchando con la mejor gracia que uno puede reunir, y usar estos malditos zapatos. Además, era viernes, tenía toda la intención de pasar el fin de semana con los pies en alto, trabajando en mi nuevo libro, "La venganza de Ruth".
X: ¿No te deberías estar yendo, Rachel? ― mi supervisora de trabajo, me miró
X: No tendrás tiempo para llegar al banco si no te marchas ahora mismo.
Rayos. Dos meses y ya había fichado como alguien crónica mente tardía.
Rachel: No volveré ― dije mientras cojeaba hacia el ascensor.
En el momento en pasé la puerta automática del lobby a la acera, escuché un fuerte estruendo de trueno, y alcé la vista para ver nubes oscuras arremolinándose en el cielo. La tormenta parecía venir de la nada.
Era una tarde fría de octubre, con Halloween a tan sólo unos días. El banco estaba cruzando la calle. Siempre podía caminar y comer un perro caliente al mismo tiempo, pensé, dirigiéndome al carrito de almuerzos. Lo había hecho a menudo.
Con mi suerte tendría que hacer fila. Salté nerviosamente, cambiando mi peso, y la mujer enfrente de mí se dio la vuelta.
Había vivido en Nueva York el tiempo suficiente. Acá, en medio de la ciudad, la mayoría de las mujeres eran más altas, más delgadas, y mejor vestidas que yo, y no me gustaba sentirme inadecuada. Nunca había hecho contacto de ojos con nadie, ni siquiera con Harvey, el señor de los perros calientes, quien me había servido diariamente por los dos últimos meses.
Entonces, ¿por qué estaba levantando la vista, hacia arriba, a un par de ojos que eran?
Dios, ¿de qué color eran? Una extraña tonalidad verde. Probablemente me estaba comportando como una tonta, pero no pude evitarlo. Nunca en mi vida había visto ese color, aunque eso no debería sorprenderme ya que había evitado buscarlo en primer lugar.
Pero aún más sorprendente, esos ojos estaban mirándome cuidadosamente. Ojos hermosos en un bello rostro, me di cuenta tardíamente. No me gustaban las mujeres que eran muy atractivas, y ese término era ligero cuando se refería a la mujer mirándome, a pesar de mis tacones de diez centímetros.
Era casi angelicalmente guapa, con sus altos pómulos, su nariz aquilina, su cabello veteado de color dorado.
Rachel: ¿Quién te hace el pelo? ― solté, tratando de alejar el sobresalto de su abstracción.
Quinn: Soy tal como Dios me hizo ― dijo, y su voz era tan hermosa como su rostro. De tono bajo y musical ― Con unas cuantas modificaciones ― agregó, con un giro de humor oscuro que no pude entender.
Rachel: Ya que no parece que tenga mucha prisa como la tengo yo, ¿cree que podría dejarme adelantar?
Hubo otro ruido de trueno, reverberando a través del cemento y los cañones de acero alrededor nuestro, me estremecí. Las tormentas en la ciudad me ponían nerviosa, parecían tan cercanas. Ella ni siquiera parpadeó. Miró a través de la calle, como calculando algo.
Quinn: Son casi las tres ― dijo ― Si quieres que tu depósito entre hoy, tendrás que saltarte el perro caliente.
Rachel: ¿Qué depósito? ― exigí, completamente paranoica. Dios, ¿qué estaba haciendo al mantener una conversación con una mujer extraña? Nunca debería haberle prestado atención. Pude haber vivido sin el perro caliente.
Quinn: Estás sosteniendo una bolsa de depósito del banco ― dijo suavemente.
Rachel: OH. Sí ― Reí nerviosamente. Debería avergonzarme de mi paranoia, pero por alguna razón no había comenzado a disiparse.― Tienes razón ― dije. Otro ruido de trueno, y las nubes se abrieron.
Sin una mirada hacia atrás, salí a la calle, que momentáneamente estuvo libre de tráfico. Sucedió en cámara lenta, sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Uno de mis tacones altos se quebró, mi tobillo se torció, y la lluvia repentina estuvo convirtiendo la basura de la calle en un río de mugre. Me resbalé, cayendo sobre una rodilla, y pude sentir mis medias rasgarse, mi falda cortarse, mi cabello cuidadosamente arreglado luciendo mustio y mojado alrededor de mis orejas.
Miré hacia arriba, y ahí estaba, un autobús urbano listo para golpearme. Otro ruido de trueno, el chisporroteo brillante blanco de un rayo, y todo se volvió tranquilo y calmo. Sólo por un momento.
Y después hubo un borrón de ruido y acción. Pude escuchar a las personas gritando, y para mi asombro el dinero flotaba en el aire como hojas otoñales, arremolinándose bajo la pesada lluvia. El autobús se había detenido, inclinado en la calle, y las bocinas estaban sonando, las personas estaban maldiciendo, y en la distancia pude escuchar el grito de las sirenas. Una respuesta bastante malditamente rápida para lo que es Nueva York, pensé ausentemente.
Ella seguía parada junto a mí, aquella guapa del puesto de los perros calientes.
Estaba terminando un perrito caliente, completamente a gusto, y recordé que estaba hambrienta. Si iba a ser detenida por un accidente de autobús, podría conseguir un perro caliente. Pero por alguna razón, no quise darme la vuelta.
Rachel: ¿Qué pasó?..¿Alguien resultó herido?
Quinn: Si. Alguien resultó asesinado.
Empecé a ir hacia la multitud, curiosa, pero agarró mi brazo.
Quinn: No quieres ir ahí. No hay necesidad de que pases por eso.
¿Pasar por eso? pensé, molesta, mirando a la multitud. Miré a la extraña, y tuve la extraña sensación de que se había vuelto más alta. Súbitamente, me di cuenta que mis pies ya no dolían más y bajé la vista. Era una sensación rara y desorientadora. Estaba descalza, y si no supiera que era imposible, habría dicho que había grueso césped verde debajo de mis pies.
Alcé nuevamente la vista a la escena empapada de lluvia delante de mí, y el tiempo pareció sufrí un cambio errático y extraño. La ambulancia había llegado, también la policía, y las personas estaban siendo echadas del medio. Pensé que alcancé a ver a la víctima, sólo un breve vistazo de mi pierna, usando mi zapato, el tacón roto.
Quinn: No!! ― dijo agarrando mi brazo
La luz brillante me estaba cegando, deslumbrando, y estuve en un túnel, la luz pasándome rápidamente, el único sonido del zumbido del espacio al moverse a una velocidad vertiginosa.
Estaba desorientada y falta de aliento; miré a mí alrededor, tratando de orientarme.
Ella todavía sostenía mi brazo sin apretar, y lo sacudí para liberarlo, tropezando lejos de ella. Estábamos en el bosque, en alguna especie de claro en la base de un acantilado, y ya estaba oscureciendo. La sensación enfermiza de mi estómago empezó a extenderse al resto de mi cuerpo.
Tomé una respiración profunda. Todo se sentía raro, como sí se tratara del decorado de una película. Era una ilusión. Todo estaba mal.
Mi cabello colgaba pesado sobre mis hombros vi que en vez de su color cuidadosamente teñido con reflejos y estriado, era marrón nuevamente, el plano y ordinario marrón que había gastado una fortuna tratando de disimular, el mismo plano y ordinario marrón igual que mis ojos. Mis ropas eran diferentes también, y el cambio no fue para mejor. Holgadas, sin forma, incoloras, eran tan poco atractivas como un sudario.
Luché a través de las brumas de confusión. Algo estaba mal. Algo estaba muy mal.
Quinn: No luches ― Sólo lo hace peor. Si has vivido una buena vida, no tienes nada que temer.
Lo miré con horror. Un rayo dividió el cielo, seguido de un trueno que sacudió la tierra.
La cara de roca sólida frente a nosotros empezó a gemir, un profundo, desgarrador sonido que reverberó en los cielos. Empezó a separarse, y recordé algo de la teología cristiana acerca de piedras moviéndose y Cristo levantándose de la muerte. El único problema era que soy judía. No pensaba que el levantamiento de los muertos era lo que estaba pasando aquí.
Rachel: El autobús ― dije ―. Fui golpeada por el autobús. Estoy muerta, ¿no?
Quinn: Sí.
Controlé mi instintivo estremecimiento. Claramente ella no creía en amortiguar los golpes.
Rachel: ¿Y qué tiene que ver contigo? --Pareció carente de expresión, y lo miré. ― Eres un ángel ― aclaré ― Uno que cometió un error. Sabes, ¿cómo en la película? No debería estar muerta ― dije
Quinn: No hay ningún error ― dijo, y tomó mi brazo nuevamente.
Segura como el infierno que no iba a seguirle tranquilamente.
Rachel: ¿Eres un ángel? ― exigí.
No se sentía como uno. Se sentía como una mujer, una mujer claramente real, y ¿por qué demonios estaba sintiéndome súbitamente alerta, viva, despierta, cuando ella me aseguraba que estaba muerta?
Correr como el demonio parecía un excelente plan, pero estaba
descalza y mi cuerpo no se sentía cooperativo. Tan hambrienta y desesperada.
Oh, sí, lo había olvidado ― ya estaba muerta ―. Y toda mi voluntad pareció esfumarse.
Me atrajo hacia la grieta del muro, y supe con súbita claridad que se cerraría detrás de mí como algo sacado de una cursi película, sin dejar rastro de que yo había existido. Una vez que lo atravesara, todo acabaría.
Quinn: Hasta aquí llego yo ― dijo, su rica, cálida voz como música. Y con un suave tiró de mi brazo, me impulsó hacia delante, empujándome en el interior del abismo.
Estaba llegando tarde, lo que no era una sorpresa. Siempre parecía estar apurada tenía una reunión con mis editores a mitad de camino de Manhattan, tenía un depósito que hacer antes que finalizara el día laboral, los zapatos me estaban matando, y estaba tan hambrienta que podría haberme comido el vidrio y el metal del escritorio al que había estado asignada en mi trabajo temporal en la Fundación Pitt.
Podía manejar la mayoría de esas cosas, era completamente adaptable. Nunca había llegado tarde con un manuscrito, y mi trabajo rara vez necesitaba más de una mínima revisión. Tenía bastante tiempo para llegar al banco, e incluso poder desviarme un poco para agarrar un perro caliente de un vendedor ambulante, pero no había una maldita cosa que pudiera hacer con mis estúpidos zapatos.
Los tacones de diez centímetros hacían lucir fantásticas mis piernas, lo que consideraba digno de cualquier cantidad de dolor. Además de eso, me elevaban a una altura más imponente que mi miserable metro sesenta, una ventaja frente a los editores obstinados de mediana edad a los que les gustaba tratarme como una niña linda.
Sin embargo, los malditos tacones de aguja dolían a lo loco, y no había sido lo bastante inteligente para dejar un par más cómodo en mi trabajo temporal. Había aprendido desde temprano que la mejor manera de lograr lo que fuera era apretar los dientes y hacer tu camino hacia ello luchando con la mejor gracia que uno puede reunir, y usar estos malditos zapatos. Además, era viernes, tenía toda la intención de pasar el fin de semana con los pies en alto, trabajando en mi nuevo libro, "La venganza de Ruth".
X: ¿No te deberías estar yendo, Rachel? ― mi supervisora de trabajo, me miró
X: No tendrás tiempo para llegar al banco si no te marchas ahora mismo.
Rayos. Dos meses y ya había fichado como alguien crónica mente tardía.
Rachel: No volveré ― dije mientras cojeaba hacia el ascensor.
En el momento en pasé la puerta automática del lobby a la acera, escuché un fuerte estruendo de trueno, y alcé la vista para ver nubes oscuras arremolinándose en el cielo. La tormenta parecía venir de la nada.
Era una tarde fría de octubre, con Halloween a tan sólo unos días. El banco estaba cruzando la calle. Siempre podía caminar y comer un perro caliente al mismo tiempo, pensé, dirigiéndome al carrito de almuerzos. Lo había hecho a menudo.
Con mi suerte tendría que hacer fila. Salté nerviosamente, cambiando mi peso, y la mujer enfrente de mí se dio la vuelta.
Había vivido en Nueva York el tiempo suficiente. Acá, en medio de la ciudad, la mayoría de las mujeres eran más altas, más delgadas, y mejor vestidas que yo, y no me gustaba sentirme inadecuada. Nunca había hecho contacto de ojos con nadie, ni siquiera con Harvey, el señor de los perros calientes, quien me había servido diariamente por los dos últimos meses.
Entonces, ¿por qué estaba levantando la vista, hacia arriba, a un par de ojos que eran?
Dios, ¿de qué color eran? Una extraña tonalidad verde. Probablemente me estaba comportando como una tonta, pero no pude evitarlo. Nunca en mi vida había visto ese color, aunque eso no debería sorprenderme ya que había evitado buscarlo en primer lugar.
Pero aún más sorprendente, esos ojos estaban mirándome cuidadosamente. Ojos hermosos en un bello rostro, me di cuenta tardíamente. No me gustaban las mujeres que eran muy atractivas, y ese término era ligero cuando se refería a la mujer mirándome, a pesar de mis tacones de diez centímetros.
Era casi angelicalmente guapa, con sus altos pómulos, su nariz aquilina, su cabello veteado de color dorado.
Rachel: ¿Quién te hace el pelo? ― solté, tratando de alejar el sobresalto de su abstracción.
Quinn: Soy tal como Dios me hizo ― dijo, y su voz era tan hermosa como su rostro. De tono bajo y musical ― Con unas cuantas modificaciones ― agregó, con un giro de humor oscuro que no pude entender.
Rachel: Ya que no parece que tenga mucha prisa como la tengo yo, ¿cree que podría dejarme adelantar?
Hubo otro ruido de trueno, reverberando a través del cemento y los cañones de acero alrededor nuestro, me estremecí. Las tormentas en la ciudad me ponían nerviosa, parecían tan cercanas. Ella ni siquiera parpadeó. Miró a través de la calle, como calculando algo.
Quinn: Son casi las tres ― dijo ― Si quieres que tu depósito entre hoy, tendrás que saltarte el perro caliente.
Rachel: ¿Qué depósito? ― exigí, completamente paranoica. Dios, ¿qué estaba haciendo al mantener una conversación con una mujer extraña? Nunca debería haberle prestado atención. Pude haber vivido sin el perro caliente.
Quinn: Estás sosteniendo una bolsa de depósito del banco ― dijo suavemente.
Rachel: OH. Sí ― Reí nerviosamente. Debería avergonzarme de mi paranoia, pero por alguna razón no había comenzado a disiparse.― Tienes razón ― dije. Otro ruido de trueno, y las nubes se abrieron.
Sin una mirada hacia atrás, salí a la calle, que momentáneamente estuvo libre de tráfico. Sucedió en cámara lenta, sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Uno de mis tacones altos se quebró, mi tobillo se torció, y la lluvia repentina estuvo convirtiendo la basura de la calle en un río de mugre. Me resbalé, cayendo sobre una rodilla, y pude sentir mis medias rasgarse, mi falda cortarse, mi cabello cuidadosamente arreglado luciendo mustio y mojado alrededor de mis orejas.
Miré hacia arriba, y ahí estaba, un autobús urbano listo para golpearme. Otro ruido de trueno, el chisporroteo brillante blanco de un rayo, y todo se volvió tranquilo y calmo. Sólo por un momento.
Y después hubo un borrón de ruido y acción. Pude escuchar a las personas gritando, y para mi asombro el dinero flotaba en el aire como hojas otoñales, arremolinándose bajo la pesada lluvia. El autobús se había detenido, inclinado en la calle, y las bocinas estaban sonando, las personas estaban maldiciendo, y en la distancia pude escuchar el grito de las sirenas. Una respuesta bastante malditamente rápida para lo que es Nueva York, pensé ausentemente.
Ella seguía parada junto a mí, aquella guapa del puesto de los perros calientes.
Estaba terminando un perrito caliente, completamente a gusto, y recordé que estaba hambrienta. Si iba a ser detenida por un accidente de autobús, podría conseguir un perro caliente. Pero por alguna razón, no quise darme la vuelta.
Rachel: ¿Qué pasó?..¿Alguien resultó herido?
Quinn: Si. Alguien resultó asesinado.
Empecé a ir hacia la multitud, curiosa, pero agarró mi brazo.
Quinn: No quieres ir ahí. No hay necesidad de que pases por eso.
¿Pasar por eso? pensé, molesta, mirando a la multitud. Miré a la extraña, y tuve la extraña sensación de que se había vuelto más alta. Súbitamente, me di cuenta que mis pies ya no dolían más y bajé la vista. Era una sensación rara y desorientadora. Estaba descalza, y si no supiera que era imposible, habría dicho que había grueso césped verde debajo de mis pies.
Alcé nuevamente la vista a la escena empapada de lluvia delante de mí, y el tiempo pareció sufrí un cambio errático y extraño. La ambulancia había llegado, también la policía, y las personas estaban siendo echadas del medio. Pensé que alcancé a ver a la víctima, sólo un breve vistazo de mi pierna, usando mi zapato, el tacón roto.
Quinn: No!! ― dijo agarrando mi brazo
La luz brillante me estaba cegando, deslumbrando, y estuve en un túnel, la luz pasándome rápidamente, el único sonido del zumbido del espacio al moverse a una velocidad vertiginosa.
Estaba desorientada y falta de aliento; miré a mí alrededor, tratando de orientarme.
Ella todavía sostenía mi brazo sin apretar, y lo sacudí para liberarlo, tropezando lejos de ella. Estábamos en el bosque, en alguna especie de claro en la base de un acantilado, y ya estaba oscureciendo. La sensación enfermiza de mi estómago empezó a extenderse al resto de mi cuerpo.
Tomé una respiración profunda. Todo se sentía raro, como sí se tratara del decorado de una película. Era una ilusión. Todo estaba mal.
Mi cabello colgaba pesado sobre mis hombros vi que en vez de su color cuidadosamente teñido con reflejos y estriado, era marrón nuevamente, el plano y ordinario marrón que había gastado una fortuna tratando de disimular, el mismo plano y ordinario marrón igual que mis ojos. Mis ropas eran diferentes también, y el cambio no fue para mejor. Holgadas, sin forma, incoloras, eran tan poco atractivas como un sudario.
Luché a través de las brumas de confusión. Algo estaba mal. Algo estaba muy mal.
Quinn: No luches ― Sólo lo hace peor. Si has vivido una buena vida, no tienes nada que temer.
Lo miré con horror. Un rayo dividió el cielo, seguido de un trueno que sacudió la tierra.
La cara de roca sólida frente a nosotros empezó a gemir, un profundo, desgarrador sonido que reverberó en los cielos. Empezó a separarse, y recordé algo de la teología cristiana acerca de piedras moviéndose y Cristo levantándose de la muerte. El único problema era que soy judía. No pensaba que el levantamiento de los muertos era lo que estaba pasando aquí.
Rachel: El autobús ― dije ―. Fui golpeada por el autobús. Estoy muerta, ¿no?
Quinn: Sí.
Controlé mi instintivo estremecimiento. Claramente ella no creía en amortiguar los golpes.
Rachel: ¿Y qué tiene que ver contigo? --Pareció carente de expresión, y lo miré. ― Eres un ángel ― aclaré ― Uno que cometió un error. Sabes, ¿cómo en la película? No debería estar muerta ― dije
Quinn: No hay ningún error ― dijo, y tomó mi brazo nuevamente.
Segura como el infierno que no iba a seguirle tranquilamente.
Rachel: ¿Eres un ángel? ― exigí.
No se sentía como uno. Se sentía como una mujer, una mujer claramente real, y ¿por qué demonios estaba sintiéndome súbitamente alerta, viva, despierta, cuando ella me aseguraba que estaba muerta?
Correr como el demonio parecía un excelente plan, pero estaba
descalza y mi cuerpo no se sentía cooperativo. Tan hambrienta y desesperada.
Oh, sí, lo había olvidado ― ya estaba muerta ―. Y toda mi voluntad pareció esfumarse.
Me atrajo hacia la grieta del muro, y supe con súbita claridad que se cerraría detrás de mí como algo sacado de una cursi película, sin dejar rastro de que yo había existido. Una vez que lo atravesara, todo acabaría.
Quinn: Hasta aquí llego yo ― dijo, su rica, cálida voz como música. Y con un suave tiró de mi brazo, me impulsó hacia delante, empujándome en el interior del abismo.
Última edición por HeYaHeYA25 el Miér Ene 08, 2014 5:41 pm, editado 1 vez (Razón : ....)
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
:D Excelente .. continua la historia ya me dejaste picada con lo que va a pasar ...
:DANG** - Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Edad : 27
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
:DANG escribió::D Excelente .. continua la historia ya me dejaste picada con lo que va a pasar ...
me da gusto que este gustando el fic.. y gracias por leerlo y comentar...
Saludos!!
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
capitulo 2
Capítulo 2
La mujer estaba luchando conmigo. Podía sentir su resistencia en mi brazo, algo que no puedo recordar haber sentido antes de cualquiera de las innumerables personas a las que he traído en este viaje. Era fuerte. Pero Uriel, el gobernante de los cielos,
Era infalible, o al menos se las había arreglado para convencer casi a todo el mundo, de manera que esto no podía ser un error, sin importar lo que se sentía.
Pero esta mujer era diferente. Yo lo sabía, ya sea que quisiera admitirlo o no. Ella debería haber estado en el anonimato, como todos los otros. En lugar de eso miré hacia abajo, hacia ella, intentando ver lo que se me escapaba. No era nada especial. Con su rostro lavado libre de maquillaje, y el cabello suelto sobre los hombros, se parecía a las otras miles. La ropa holgada que ahora llevaba escondía su cuerpo, pero no importaba. No me importaban las mujeres, en particular las mujeres humanas. Había renunciado a ellas por la eternidad, o por el tiempo en el que Uriel me mantuviera vivo. Ésta debería ser tan interesante para mí como un pez de colores.
En lugar de eso, reaccioné a ella como sí de alguna manera me importara. Quizás Santana estaba en lo correcto, y tomar posesión de las mujeres. Y en lugar de hacerme las cosas cada vez más fáciles, esta mujer se resistía.
No le presté atención a mi hambre, no tenía nada que ver con ella, y yo podía ignorar lo
que había estado ignorando durante tanto tiempo. Pero de alguna manera, ella era capaz de luchar cuando nadie más podía, y eso era algo que no podía ignorar. Yo había estado de pie, esperando, mientas ella daba un paso frente al autobús en movimiento, hasta el momento de su muerte, ni un segundo antes.
Nunca me quedé. No había necesidad de que sufriera, su destino había sido ordenado y no había suspensiones de última hora. Había visto el éxito del autobús sobre ella, esperando el tiempo suficiente para sentir su fuerza vital empezar a parpadear. Y luego se acabó.
Algunos discutieron que lo hice de inmediato. En general, los abogados eran los principales dolores de cabeza, al igual que los corredores de bolsa. Me maldijeron, pero ellos no se dirigían hacia donde Rachel lo hacía.
A medida que el hombre se había desarrollado y el libre albedrío había entrado en escena, el Ser Supremo había desaparecido, abandonado a aquellos en el cielo y el infierno y en cualquier parte del intermedio, dejando a Uriel para llevar a cabo sus órdenes, e imponer su voluntad poderosa. Uriel, el último de los grandes arcángeles en resistir la tentación, el orgullo y la lujuria, el único que no paraba de dar vueltas en la tierra.
La maldición de mi clase había sido clara: la vida eterna acompañada de la condenación
eterna. "Y ustedes no tendrán paz ni perdón de los pecados: y a medida en que se recreen en sus niños, el asesinato de sus seres amados tendrán que soportar, y sobre la destrucción de sus niños se lamentará, suplicando hasta la eternidad, pero la piedad y la paz no la alcanzarán".
Éramos los marginados, los Comedores de sangre. Éramos los Caídos, viviendo nuestra
eternidad bajo las reglas establecidas.
Pero estaban los otros, los Comedores de carne, que habían llegado después de nosotros.
Los soldados ángeles que fueron enviados a castigarnos en lugar de caer como nosotros lo hicimos. Eran incapaces de sentir y estaban enloquecidos por ello. Los Nefilims, aquellos que arrancaban la carne viva y la devoraban, eran un horror diferente frente a todo lo antes visto en la tierra, y el sonido de sus gritos en la oscuridad descargaba terror en aquellos que se quedaban, aquellos de nosotros que tenemos sólo media vida.
Habíamos tomado la mitad de la maldición: vivir para siempre, mientras que veíamos
morir a nuestras mujeres, y convertirse en Comedores de sangre. Mientras que los Nefilims conocían el hambre en su modo más oscuro, un hambre de carne que sólo podían ser alimentados con la muerte y el terror.
Al final los Caídos habían hecho las paces con Uriel. A cambio de la tarea de recoger las almas, se nos permitía por lo menos un grado de autonomía. Uriel había decidido limpiar a los Caídos de la faz de esta tierra, pero el Ser Supremo había, por una vez, intervenido, deteniendo nuestra ejecución. Y aunque no hubo reversión de las maldiciones ya existentes, no habría ninguna nueva contra nosotros.
Mientras continuáramos con nuestro trabajo, se mantendría el status. Los Nefilims aún
nos cazaban durante la noche.
Los Caídos vivirían el día a día, alimentándose de la sangre, con la necesidad de
mantenerse bajo férreo control.
Y Rachel Berry era un alma más para ser entregada a Uriel antes que pudiera regresar
a nuestro lugar oculto. Hacer el trabajo y volver antes que hubiera transcurrido mucho tiempo. Los deberes de un Ángel Caído nunca habían fallado. Pero hubo incluso un momento cuando me apresuré a volver a la mujer que amaba. Pero ha habido demasiadas mujeres. No habría más. Tenía una razón y sólo una razón por sí sola para no recaer.
No podía soportar los seres humanos.
Esta criatura en particular, no era diferente, aunque no podía entender tenía fortaleza
para resistir mi decisión, incluso siendo una pequeña cantidad de resistencia que sentía bajo mis manos. Su piel era suave, lo cual era una distracción. No quería pensar en su piel, o el miedo inconfundible en sus ojos castaños ricos. Podría haberla tranquilizado, pero nunca antes había tenido la tentación de intervenir, y no estaba dispuesto a hacer una excepción por esta mujer. Pero quería, lo cual me molestaba. Quería hacer algo más que eso. Me temblaban las manos por la necesidad.
Miré hacia abajo a su cara llena de pánico y quise confortarla, al mismo tiempo que quería alimentarme. Mantenía todas las necesidades bajo llave. Ella no necesitaba nada de mí. Sí lo hacía, tendría que prescindir.
Pero entre más fuerte era su pánico, más fuerte era mi hambre, y cedí ante el más seguro de mis impulsos.
Quinn: No tengas miedo ―, dije, con la voz que me había sido dada para calmar el miedo de las criaturas ―. Vas a estar bien. ― Y tiré de ella hacia adelante, girándola hacia la oscuridad, liberándola a medida que yo daba un paso atrás.
Fue sólo en el último momento que pude ver las llamas. La oí gritar, y la agarré sin
pensarlo, arrastrándola de vuelta. Sentí el fuego mortal dorar mi carne, y entonces supe lo que había estado esperando por mí, en la oscuridad. El fuego era la muerte de mi clase, y la llama había saltado a mi carne al igual que un Mante hambriento. Tiré de la mujer fuera de las fauces oscuras y hambrientas que deberían haber sido a lo que los humanos se referían como el cielo, sellando mi propio viaje a un infierno que no tendría fin.
Caímos hacia atrás, contra el suelo con su cuerpo suave tendido sobre mí, y al instante
me puse duro, mi carne rebelde ignorando todo lo que había estado tratando de decir durante décadas, opacando el dolor mientras un deseo puro e inefable flameaba a través de mí, sólo para ser expulsado un momento después. Un aullido inhumano de rabia hizo eco por encima de las llamas. Un momento después, las rocas se cerraron con un ruido espantoso de molienda, y luego no hubo nada más que silencio.
No podía moverme. La agonía en mi brazo era indescriptible, acabando con mi reacción
momentánea del cuerpo blando de la mujer tendida sobre el mío, y por un momento casi pude ser feliz. Las llamas ya no estaban pero sabía lo que el fuego le podía hacer a mi especie. Una lenta y agonizante muerte.
Era una de las pocas cosas que podían matarnos, eso y las formas tradicionales de eliminar a los Comedores de sangre. Así como la pequeña quemadura en el brazo.
Sí tan sólo me hubiera detenido a pensar, la hubiera dejado ir. ¿Quién sabía lo que había
pasado en su corta vida, los crímenes que había cometido, la miseria que había infligido en los otros? No estaba en mí juzgar, simplemente era el transporte. ¿Por qué no había
recordado eso, para simplemente dejarla caer?
Pero así como yo sentía el dolor alejando cualquier apariencia de sentido común, no
pude dejar de recordar el número de almas inocentes a las cuales traje hasta aquí, al parecer gente buena, les aseguré que iban a un lugar en el cuál alcanzarían paz. En su lugar, había sido un infierno, el mismo infierno al que había llevado a los abogados y corredores de bolsa. No era un problema temporal. Conocía muy bien a Uriel. El infierno y su fuego eran sus construcciones, y yo sabía, por instinto, que se nos había ofrecido otra alternativa cuando nos entregó nuestros cargos. Sin saberlo, Yo había estado condenando a los inocentes a la condenación eterna.
"El pecado de orgullo", dijo Uriel plácidamente, con gran dolor. La hipocresía cósmica
sacudiría su cabeza por encima de mí y mis muchos defectos. Para cuestionar la palabra
del Ser Supremo y al emisario que había elegido para cumplir un acto de sacrilegio
primordial.
Estaba hundido en la mierda hasta el cuello. La noche estaba cayendo a nuestro alrededor. La mujer se soltó de mi agarre, luchando lejos como si fuera el propio Uriel. Intenté encontrar mi voz, para decir algo que la tranquilizara, pero el dolor era demasiado fuerte. Lo mejor que podía hacer era apretar los dientes para no gritar por la agonía.
Ella estaba a medio camino a través del claro, acurrucada en el suelo, mirándome con
incredulidad y horror. Me di cuenta demasiado tarde que un grito silencioso estaba de vuelta en mis labios, y que ella podía ver mis colmillos alargados.
Rachel: ¿Qué, en el nombre de Dios, eres? ― Su voz era un poco más que un grito ahogado de horror.
Ignoré su pregunta, tenía cosas más importantes con las que lidiar. Tenía que juntar todo
mi auto-control o estaría condenado. En primer lugar, ella era la que me había metido en esto. Ella iba a tener que ayudarme a salir de esta, ya sea que quisiera o no. Me estremecí, forzando a la agonía a quedarse en mi garganta. En unos pocos minutos no sería capaz de hacer siquiera eso; unos cuantos minutos más y estaría inconsciente. Por la mañana, probablemente estaría muerto.
¿Acaso me importaba? No estaba seguro de si importaba de una manera u otra. Pero no
quería dejarla atrás, donde los Nefilims podrían tomarla. Preferiría acabarla yo mismo antes de que ellos desgarren su cuerpo en pedazos, mientras ella grita pidiendo una ayuda que nunca llegaría.
Quinn; Necesito hacer una fogata. ― Me las arreglé para decir, sintiendo la oscuridad cerniéndose pulgada a pulgada, podía escuchar a los monstruos nocturnos del bosque, el gruñido bajo y gutural de los Nefilims. La rasgarían en pedazos frente a mí, y yo estaría paralizado, incapaz de hacer nada salvo escuchar sus gritos mientras se la comían viva.
Un intento más, y entonces me dejaría ir. Intenté levantarme, sacando el último gramo
de fuerza de mi cuerpo envenenado, tratando de advertirle. ―
Quinn: No lo hagas ― dije ―. Necesitas fuego para asustarlos.
Ella se levantó, primero sobre sus rodillas, luego sobre sus pies descalzos, y se movió. No había nada más que pudiera hacer. Estaba asustada, y huiría.
Rachel: ¿Y cómo se supone que debo empezar el fuego? ― dijo, su voz caustica ―. No tengo cerillas y no soy exactamente del tipo de acampar.
Quin: Hojas ― jadeé ―. Las ramas. Ramas. Para mi sorpresa, empezó a reunir el combustible de los alrededores, y en pocos minutos hubo un montoncito ordenado, con ramas y troncos a los lados. Lo último de la penumbra se iba desvaneciendo, y yo podía oírlos más allá del claro, lo raro, arrastrando su sonido, el hedor terrible de la descomposición de carne y sangre vieja.
Rachel: Ella me miraba, expectante, impaciente. ― ¿Fuego? ― dijo.
Quinn: Mi brazo ― dije apenas ahogadamente. La última gota de energía se desvaneció y la bendita oscuridad me penetró. Y mi último pensamiento ahora dependía de ella. Había hecho todo lo que podía. Y la noche se cerró en torno a nosotros.
La mujer estaba luchando conmigo. Podía sentir su resistencia en mi brazo, algo que no puedo recordar haber sentido antes de cualquiera de las innumerables personas a las que he traído en este viaje. Era fuerte. Pero Uriel, el gobernante de los cielos,
Era infalible, o al menos se las había arreglado para convencer casi a todo el mundo, de manera que esto no podía ser un error, sin importar lo que se sentía.
Pero esta mujer era diferente. Yo lo sabía, ya sea que quisiera admitirlo o no. Ella debería haber estado en el anonimato, como todos los otros. En lugar de eso miré hacia abajo, hacia ella, intentando ver lo que se me escapaba. No era nada especial. Con su rostro lavado libre de maquillaje, y el cabello suelto sobre los hombros, se parecía a las otras miles. La ropa holgada que ahora llevaba escondía su cuerpo, pero no importaba. No me importaban las mujeres, en particular las mujeres humanas. Había renunciado a ellas por la eternidad, o por el tiempo en el que Uriel me mantuviera vivo. Ésta debería ser tan interesante para mí como un pez de colores.
En lugar de eso, reaccioné a ella como sí de alguna manera me importara. Quizás Santana estaba en lo correcto, y tomar posesión de las mujeres. Y en lugar de hacerme las cosas cada vez más fáciles, esta mujer se resistía.
No le presté atención a mi hambre, no tenía nada que ver con ella, y yo podía ignorar lo
que había estado ignorando durante tanto tiempo. Pero de alguna manera, ella era capaz de luchar cuando nadie más podía, y eso era algo que no podía ignorar. Yo había estado de pie, esperando, mientas ella daba un paso frente al autobús en movimiento, hasta el momento de su muerte, ni un segundo antes.
Nunca me quedé. No había necesidad de que sufriera, su destino había sido ordenado y no había suspensiones de última hora. Había visto el éxito del autobús sobre ella, esperando el tiempo suficiente para sentir su fuerza vital empezar a parpadear. Y luego se acabó.
Algunos discutieron que lo hice de inmediato. En general, los abogados eran los principales dolores de cabeza, al igual que los corredores de bolsa. Me maldijeron, pero ellos no se dirigían hacia donde Rachel lo hacía.
A medida que el hombre se había desarrollado y el libre albedrío había entrado en escena, el Ser Supremo había desaparecido, abandonado a aquellos en el cielo y el infierno y en cualquier parte del intermedio, dejando a Uriel para llevar a cabo sus órdenes, e imponer su voluntad poderosa. Uriel, el último de los grandes arcángeles en resistir la tentación, el orgullo y la lujuria, el único que no paraba de dar vueltas en la tierra.
La maldición de mi clase había sido clara: la vida eterna acompañada de la condenación
eterna. "Y ustedes no tendrán paz ni perdón de los pecados: y a medida en que se recreen en sus niños, el asesinato de sus seres amados tendrán que soportar, y sobre la destrucción de sus niños se lamentará, suplicando hasta la eternidad, pero la piedad y la paz no la alcanzarán".
Éramos los marginados, los Comedores de sangre. Éramos los Caídos, viviendo nuestra
eternidad bajo las reglas establecidas.
Pero estaban los otros, los Comedores de carne, que habían llegado después de nosotros.
Los soldados ángeles que fueron enviados a castigarnos en lugar de caer como nosotros lo hicimos. Eran incapaces de sentir y estaban enloquecidos por ello. Los Nefilims, aquellos que arrancaban la carne viva y la devoraban, eran un horror diferente frente a todo lo antes visto en la tierra, y el sonido de sus gritos en la oscuridad descargaba terror en aquellos que se quedaban, aquellos de nosotros que tenemos sólo media vida.
Habíamos tomado la mitad de la maldición: vivir para siempre, mientras que veíamos
morir a nuestras mujeres, y convertirse en Comedores de sangre. Mientras que los Nefilims conocían el hambre en su modo más oscuro, un hambre de carne que sólo podían ser alimentados con la muerte y el terror.
Al final los Caídos habían hecho las paces con Uriel. A cambio de la tarea de recoger las almas, se nos permitía por lo menos un grado de autonomía. Uriel había decidido limpiar a los Caídos de la faz de esta tierra, pero el Ser Supremo había, por una vez, intervenido, deteniendo nuestra ejecución. Y aunque no hubo reversión de las maldiciones ya existentes, no habría ninguna nueva contra nosotros.
Mientras continuáramos con nuestro trabajo, se mantendría el status. Los Nefilims aún
nos cazaban durante la noche.
Los Caídos vivirían el día a día, alimentándose de la sangre, con la necesidad de
mantenerse bajo férreo control.
Y Rachel Berry era un alma más para ser entregada a Uriel antes que pudiera regresar
a nuestro lugar oculto. Hacer el trabajo y volver antes que hubiera transcurrido mucho tiempo. Los deberes de un Ángel Caído nunca habían fallado. Pero hubo incluso un momento cuando me apresuré a volver a la mujer que amaba. Pero ha habido demasiadas mujeres. No habría más. Tenía una razón y sólo una razón por sí sola para no recaer.
No podía soportar los seres humanos.
Esta criatura en particular, no era diferente, aunque no podía entender tenía fortaleza
para resistir mi decisión, incluso siendo una pequeña cantidad de resistencia que sentía bajo mis manos. Su piel era suave, lo cual era una distracción. No quería pensar en su piel, o el miedo inconfundible en sus ojos castaños ricos. Podría haberla tranquilizado, pero nunca antes había tenido la tentación de intervenir, y no estaba dispuesto a hacer una excepción por esta mujer. Pero quería, lo cual me molestaba. Quería hacer algo más que eso. Me temblaban las manos por la necesidad.
Miré hacia abajo a su cara llena de pánico y quise confortarla, al mismo tiempo que quería alimentarme. Mantenía todas las necesidades bajo llave. Ella no necesitaba nada de mí. Sí lo hacía, tendría que prescindir.
Pero entre más fuerte era su pánico, más fuerte era mi hambre, y cedí ante el más seguro de mis impulsos.
Quinn: No tengas miedo ―, dije, con la voz que me había sido dada para calmar el miedo de las criaturas ―. Vas a estar bien. ― Y tiré de ella hacia adelante, girándola hacia la oscuridad, liberándola a medida que yo daba un paso atrás.
Fue sólo en el último momento que pude ver las llamas. La oí gritar, y la agarré sin
pensarlo, arrastrándola de vuelta. Sentí el fuego mortal dorar mi carne, y entonces supe lo que había estado esperando por mí, en la oscuridad. El fuego era la muerte de mi clase, y la llama había saltado a mi carne al igual que un Mante hambriento. Tiré de la mujer fuera de las fauces oscuras y hambrientas que deberían haber sido a lo que los humanos se referían como el cielo, sellando mi propio viaje a un infierno que no tendría fin.
Caímos hacia atrás, contra el suelo con su cuerpo suave tendido sobre mí, y al instante
me puse duro, mi carne rebelde ignorando todo lo que había estado tratando de decir durante décadas, opacando el dolor mientras un deseo puro e inefable flameaba a través de mí, sólo para ser expulsado un momento después. Un aullido inhumano de rabia hizo eco por encima de las llamas. Un momento después, las rocas se cerraron con un ruido espantoso de molienda, y luego no hubo nada más que silencio.
No podía moverme. La agonía en mi brazo era indescriptible, acabando con mi reacción
momentánea del cuerpo blando de la mujer tendida sobre el mío, y por un momento casi pude ser feliz. Las llamas ya no estaban pero sabía lo que el fuego le podía hacer a mi especie. Una lenta y agonizante muerte.
Era una de las pocas cosas que podían matarnos, eso y las formas tradicionales de eliminar a los Comedores de sangre. Así como la pequeña quemadura en el brazo.
Sí tan sólo me hubiera detenido a pensar, la hubiera dejado ir. ¿Quién sabía lo que había
pasado en su corta vida, los crímenes que había cometido, la miseria que había infligido en los otros? No estaba en mí juzgar, simplemente era el transporte. ¿Por qué no había
recordado eso, para simplemente dejarla caer?
Pero así como yo sentía el dolor alejando cualquier apariencia de sentido común, no
pude dejar de recordar el número de almas inocentes a las cuales traje hasta aquí, al parecer gente buena, les aseguré que iban a un lugar en el cuál alcanzarían paz. En su lugar, había sido un infierno, el mismo infierno al que había llevado a los abogados y corredores de bolsa. No era un problema temporal. Conocía muy bien a Uriel. El infierno y su fuego eran sus construcciones, y yo sabía, por instinto, que se nos había ofrecido otra alternativa cuando nos entregó nuestros cargos. Sin saberlo, Yo había estado condenando a los inocentes a la condenación eterna.
"El pecado de orgullo", dijo Uriel plácidamente, con gran dolor. La hipocresía cósmica
sacudiría su cabeza por encima de mí y mis muchos defectos. Para cuestionar la palabra
del Ser Supremo y al emisario que había elegido para cumplir un acto de sacrilegio
primordial.
Estaba hundido en la mierda hasta el cuello. La noche estaba cayendo a nuestro alrededor. La mujer se soltó de mi agarre, luchando lejos como si fuera el propio Uriel. Intenté encontrar mi voz, para decir algo que la tranquilizara, pero el dolor era demasiado fuerte. Lo mejor que podía hacer era apretar los dientes para no gritar por la agonía.
Ella estaba a medio camino a través del claro, acurrucada en el suelo, mirándome con
incredulidad y horror. Me di cuenta demasiado tarde que un grito silencioso estaba de vuelta en mis labios, y que ella podía ver mis colmillos alargados.
Rachel: ¿Qué, en el nombre de Dios, eres? ― Su voz era un poco más que un grito ahogado de horror.
Ignoré su pregunta, tenía cosas más importantes con las que lidiar. Tenía que juntar todo
mi auto-control o estaría condenado. En primer lugar, ella era la que me había metido en esto. Ella iba a tener que ayudarme a salir de esta, ya sea que quisiera o no. Me estremecí, forzando a la agonía a quedarse en mi garganta. En unos pocos minutos no sería capaz de hacer siquiera eso; unos cuantos minutos más y estaría inconsciente. Por la mañana, probablemente estaría muerto.
¿Acaso me importaba? No estaba seguro de si importaba de una manera u otra. Pero no
quería dejarla atrás, donde los Nefilims podrían tomarla. Preferiría acabarla yo mismo antes de que ellos desgarren su cuerpo en pedazos, mientras ella grita pidiendo una ayuda que nunca llegaría.
Quinn; Necesito hacer una fogata. ― Me las arreglé para decir, sintiendo la oscuridad cerniéndose pulgada a pulgada, podía escuchar a los monstruos nocturnos del bosque, el gruñido bajo y gutural de los Nefilims. La rasgarían en pedazos frente a mí, y yo estaría paralizado, incapaz de hacer nada salvo escuchar sus gritos mientras se la comían viva.
Un intento más, y entonces me dejaría ir. Intenté levantarme, sacando el último gramo
de fuerza de mi cuerpo envenenado, tratando de advertirle. ―
Quinn: No lo hagas ― dije ―. Necesitas fuego para asustarlos.
Ella se levantó, primero sobre sus rodillas, luego sobre sus pies descalzos, y se movió. No había nada más que pudiera hacer. Estaba asustada, y huiría.
Rachel: ¿Y cómo se supone que debo empezar el fuego? ― dijo, su voz caustica ―. No tengo cerillas y no soy exactamente del tipo de acampar.
Quin: Hojas ― jadeé ―. Las ramas. Ramas. Para mi sorpresa, empezó a reunir el combustible de los alrededores, y en pocos minutos hubo un montoncito ordenado, con ramas y troncos a los lados. Lo último de la penumbra se iba desvaneciendo, y yo podía oírlos más allá del claro, lo raro, arrastrando su sonido, el hedor terrible de la descomposición de carne y sangre vieja.
Rachel: Ella me miraba, expectante, impaciente. ― ¿Fuego? ― dijo.
Quinn: Mi brazo ― dije apenas ahogadamente. La última gota de energía se desvaneció y la bendita oscuridad me penetró. Y mi último pensamiento ahora dependía de ella. Había hecho todo lo que podía. Y la noche se cerró en torno a nosotros.
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
Hola !! con este capitulo me quedaron unas cosas claras .. pero tengo un duda ¿ Es una adaptación o es una historia propia ?
:DANG** - Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Edad : 27
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
:DANG escribió:Hola !! con este capitulo me quedaron unas cosas claras .. pero tengo un duda ¿ Es una adaptación o es una historia propia ?
hola!! es una adaptacion.. de THE FALLEN y de nuevo gracias por leerlo y por comentar
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
No pensé que Rachel fuera a morir. XD Ne gusta como va llendo la historia.
Espero tu actualización, saludos. (:
Espero tu actualización, saludos. (:
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
Hola acá pasando a actualizar otro capitulo y muchas gracias por a lo que lo leen y toman su tiempo en comentar..
Capítulo 3
Pov Rachel
Ella había perdido el conocimiento. Me le quedé mirando fijamente, desgarrada. Debería dejarle, pensé. No le debía nada, y si yo tuviera algo de sentido común me largaría rápidamente de allí y la dejaría a su suerte.
Pero podía oír los ruidos en la oscuridad, y estos hacían que se me helara la sangre.
Sonaban como una especie de animal salvaje, y la verdad es que nunca había sido una Chica de Campo. Mi idea de ir sin comodidades era ir sin maquillaje. Sí a esas criaturas de ahí fuera les gustaba comer carne, entonces ellas tenían la cena tendida en el suelo, esperándoles. Incluso olía como si estuviera ya ligeramente asado. Yo no le debía nada. ¿Y qué pasa si ella me había alejado de las fauces del infierno o lo que eso fuera? Fue ella quien me empujó allí en primer lugar. Además, sólo había quedado un poco chamuscada, y actuaba como si tuviera quemaduras de tercer grado en la mayor parte del cuerpo.
Demonios, ¿quién era yo para bromear? Ya sea que lo mereciera o no, no iba a dejarla como alimento para los lobos o lo que fueran. No podía hacerle eso a otro ser humano, si eso es lo que era. A pesar de que yo todavía no tenía ni idea de cómo iba a encender el maldito fuego.
Me acerqué, mirándola. Estaba inconsciente, y en la quietud, la belleza sobrenatural de
su rostro era casi tan inquietante como la inequívoca evidencia de colmillos que su mueca de dolor había expuesto. ¿Era un Vampiro? ¿Un ángel? ¿Un demonio del infierno o una
criatura de Dios?
— Rayo —murmuré, arrodillándome junto a ella para obtener una mejor vista de la quemadura de su brazo.
La piel era suave, ligeramente brillante, pero no había ampollas, no había carne quemada. Ella no era más que una bebé grande. La agarre para zarandearla, y luego tiré de mi brazo hacia atrás con otro—: Rayo —Mientras me daba cuenta de que, bajo la piel suave, el fuego quemaba.
Eso era imposible. Parecía como si brasas estuvieran brillando intensamente debajo de la piel, y el misterioso resplandor estaba sacando una cantidad impresionante de calor.
Hubo un sonido de arrastrado de pies entre la maleza, y me congelé. Mi comatoso secuestradora - salvadora no era la más alta prioridad. El peligro en la oscuridad de más allá era peor.
Miré la pequeña pila de ramas y pasto que había amontado. Las yemas de mis dedos estaban quemadas, y en un impulso recogí algunas hojas secas y las puse contra su brazo.
Éstas estallaron en llamas, y las solté, sorprendida; cayeron sobre la improvisada hoguera, encendiéndola.
El fuego era brillante, las llamas tiraban hacia arriba en el cielo. Pero la oscuridad se había cerrado en torno a nosotros, y los monstruos estaban esperando todavía.
Puse más hojas en la parte superior del fuego, agregué ramitos y ramas, escuchando el crepitar tranquilizador a medida que caían. Fue sólo el sentido común, usar el fuego para ahuyentar a los depredadores carnívoros en la oscuridad.
Si pudiera tirar de ella hacia la pared de roca, podríamos estar seguros, y sería más fácil defender un solo lado del claro. La cogí por debajo de los hombros y tiré de ella.
—Vamos, Drácula —murmuré—. Eres demasiado grande para mí como para moverte por mi cuenta. Necesito un poco de ayuda aquí.
No se movió. Bajé la vista hacia ella, frustrada. Debería haber sido capaz de arrastrarla a poca distancia del fuego. Nada tenía sentido, y todas las explicaciones posibles lo ponían de una manera bastante desagradable. Aún así, no podía dejarla morir. No pude conseguir un agarre lo suficientemente bueno sobre su cuerpo, así que la cogí de la chaqueta y tiré. Era inesperadamente pesada, aunque no debería haberme sorprendido, era más alta que mis escasos 157 centímetros, y había sentido la fuerza en su mano cuando me había impulsado hacia ella.
No podía recordar. Cinco minutos más tarde y yo no recordaba absolutamente nada. No sabía cómo se las había arreglado para quemarse, o lo que ella estaba intentado hacer. Era un espacio en blanco. Todo estaba en blanco. Lo último que recordaba era estar bajando de la acera frente el edificio de oficinas, en mi camino para cumplir con mis editores.
Iban a estar molestos como el infierno de que les diera plantón otra vez. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? ¿Días, semanas, meses?
El atrevido pelo corto en el que me había gastado una fortuna era ahora una melena rebelde colgando en mis hombros, y pude ver que tenía su color original, en lugar del moreno con mechas rubias que me había teñido.
Lo que sin duda no podría haber ocurrido en cuestión de horas. ¿Cuánto tiempo me había ido?
Su pesado cuerpo finalmente empezó a ceder, la arrastré por el suelo cuanto pude hasta que dejó escapar un grito de dolor. La dejé estar, de cuclillas junto a ella, mirando su carne quemada. Era de lo más extraño, parecía que había fuego debajo de su piel, como si sus huesos estuvieran ardiendo en ascuas.
Todo su cuerpo irradiaba calor, pero solo su brazo era doloroso al tacto. La noche se había enfriado considerablemente, y la ropa sin forma que llevaba no estaba hecha para las noches de otoño. Mi paciente se estremeció cuando eché más leña al fuego. Gracias a Dios, había cogido una brazada de ramas. Los merodeadores nocturnos parecían haber desaparecido, pero no había garantías de que no fueran a volver si yo era tan tonta como para dejar que el fuego se apagara.
Iba a ser una larga noche.
Me senté de nuevo sobre los talones, estudiándola. ¿Quién era ella y qué demonios había hecho por mí? Tenía que haber una explicación razonable de lo que parecían ser colmillos.
—Entonces, ¿qué pasa contigo? —exigí a la figura inconsciente—. ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Me has secuestrado? —Por mi parte era optimista.
No me hacía ilusiones con respecto a mi propio encanto. Yo no era un trol, y era muy aseada, pero junto a estas mujer claramente era solo ordinaria. Todas los membresías en gimnasios del mundo no parecían poder deshacerse de los kilos no deseados que se abrazaban a mis caderas.
Con la ropa, el pelo y el maquillaje adecuados, era alguien a tener en cuenta, pero aún así nunca estaría en la liga de esta mujer. Ahora, vestida con un saco y cubierta de ceniza, probablemente parecía una mujer desamparada.
No es que me importara. Mi única compañía estaba desmayada , presumible-mente para
toda la noche. Me eché hacia atrás, estirando las piernas por delante de mí, luego me di cuenta de que estaba apoyada en la pared de piedra. Me lancé lejos de ella, presa de escalofríos. ¿No se iba a abrir, revelando una especie de horror? No, eso era imposible.
Y sin embargo, ¿de dónde venía el fuego? Me pareció que podía recordar las llamas, al igual que las llamas del infierno, antes de que ella me sacara otra vez, no, la noche debía estar impulsando mi imaginación.
El humo se elevaba hacia el cielo teñido de azul, y me estremecí de nuevo, envolví los brazos alrededor de mi cuerpo en un inútil intento de entrar en calor. Podía sentir la ropa fina, suelta bajo mis dedos, no era de extrañar que me estuviera congelando. Y había una deliciosa fuente de calor a mis pies.
Ella no era nada especial, aparte de su espectacular buen aspecto. Y yo vivía en la Villa, veía a numerosa cantidad de hombres y mujeres hermosos a diario y nunca me habían hecho sentir que mis rodillas se debilitaban. Por supuesto, en la Villa, la mayoría de los hombres y mujeres evidentemente no estaban disponibles, pero eso no significa que yo no pudiera apreciarlos.
Ella tenía las pestañas dorados oscuros desplegados en contra de sus fuertes pómulos. Incluso inconsciente, claramente aún sentía dolor. Si tan solo pudiera recordar cómo diablos había terminado yo aquí con ella, podría encontrar una salida. Pero mi mente estaba en blanco, y todo lo que podía hacer era sentarme al lado de la desconocida y preocuparme.
Puse mi mano sobre su frente caliente, retirando un mechón de su cabello, y ella murmuró algo bajito.
—Silencio —murmuré—. Silencio, ahora. Encontraremos ayuda por la mañana si no estás mejor.
Pero mientras tanto me estaba congelando y ella estaba cálida y yo no iba a ninguna parte. Y mientras yo no pudiera recordar cómo había sido herida más de lo que podía recordar cómo diablos había terminado yo aquí, tenía la convicción inequívoca de que había sido herida tratando de ayudarme. Así que se lo debía. Me acosté a su lado, el suelo estaba duro y frío debajo de mí a pesar de mi acolchado natural. Siempre me había preguntado por qué las sillas de metal me hacían daño en el trasero cuando claramente llevaba mi propio amortiguador, ya que tenía esos kilos de más.
Me acerqué más al horno viviente que tenía a mi lado, apoyándome en la reconfortante sensación de su solidez. El peligroso calor se hundió en mis huesos, y dejé escapar un suspiro de felicidad.
Ella gimió, inquieta, y de repente se movió, rodando sobre su lado y poniendo su brazo bueno a mí alrededor. Estaba pegada a ella, y ella estaba caliente. Demasiado caliente. Ardiendo.
Pero por alguna extraña razón, aun así ella se sentía segura. Se echó hacia atrás, aún sosteniéndome y me fui con ella, dejando que apoyara mi cabeza contra su hombro. Por el momento no había nada que pudiera hacer para rescatarnos. Por el momento podía cerrar los ojos, escuchando a las criaturas salvajes que había en la oscuridad, y sabía que estaba a salvo.
No podía recordar nada, todo estaba perdido y difuso. Yo era como el pez en Buscando a Nemo, dos segundos después y el pensamiento se había ido. Sólo sabía una cosa. Tumbada en los brazos de esta mujer estaba bien, y no había otro lugar en el que quisiera estar. No de vuelta a mi apartamento en la Villa, no haciendo ninguna de las miles de cosas vanas que habían parecido casi importantes hace poco tiempo. Aquí era a dónde pertenecía.
Más allá de la oscuridad, las criaturas hambrientas gritaron su rabia. Y yo cerré los ojos y me dormí.
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
No había podido comentar antes :/ pero cada vez de pone mejor *_* Espero que lo continúes pronto me dejaste con la curiosidad de que paso después ..
Saludos !!
Saludos !!
:DANG** - Mensajes : 58
Fecha de inscripción : 14/07/2013
Edad : 27
Re: Fic [Faberry] En el mas Allá-- Capitulo 4
Capítulo 4
Santana miró hacia el cielo desde su posición privilegiada en lo alto del acantilado. Su única compañía eran las ocasionales aves nocturnas, el resto de los Caídos sabían muy bien que la debían dejar sola en momentos como estos. Podía ser muy peligrosa cuando despertaba.
Cerró los ojos, tratando de concentrarse en Quinn. Había salido a una rutinaria recolección, debería haber regresado hacía horas. Pero no había rastro de ella.
Había estado con Quinn desde el principio de los tiempos. Eran hermanas, aunque no nacieron del vientre de una mujer. Siempre sabia cuándo estaba en algún tipo de problema, pero ahora la conexión estaba bloqueada.
Podía haber numerosas razones. Quinn podía desactivar la conexión mental en cualquier momento que quisiera, y lo hacía a menudo. Durante su trabajo. Durante el acto sexual. A pesar de que Quinn había jurado que nunca se vincularía de nuevo, y sus breves encuentros sexuales eran raros.
Ella podría estar bajo tierra, o atrapada en una tormenta eléctrica. Extrañas condiciones atmosféricas a veces interferían con el fuerte vínculo que había entre ellas. O podría estar muerta.
No, eso era impensable. Sabría si Quinn hubiera muerto eran una parte muy grande la una de la otra, de vuelta en las brumas de la prehistoria.
Cerró los ojos, respiró profundamente, en busca de su olor, el más mínimo rastro de ella.
Envió su mente inquisitiva en cada dirección, y, finalmente, la sintió. La más mínima chispa de vida apenas aguantando. No era lo suficientemente fuerte como para pedir ayuda, pero Santana sintió que no estaba sola. Quien quiera que estuviera con ella podía ser capaz de ayudar. Todo lo que él o ella tenían que hacer era preguntar.
A menos que el o la compañero/a de Quinn fuera el que lo había dejado a punto de morir, en primer lugar.
Los ojos de Santana se abrieron de golpe. Había otras personas en su fortaleza oculta que tenían diferentes dones. Otra persona podría ser capaz de precisar dónde estaba Quinn. Y si había oportunidad de salvarla, necesitaría ayuda.
Miró hacia el tormentoso océano, la espesa neblina se movía en la luz del día, la neblina que los mantenía ocultos a todos. Su casa estaba escondida en la costa noroeste de América del Norte, entre Estados Unidos y Canadá, envuelta en las sombras y la niebla. Sheol era seguridad, secreto, literalmente "el lugar oculto". Un lugar donde poder vivir en paz hasta que Uriel enviara a uno de ellos para recoger una de las almas poco frecuentes que realmente necesitaban orientación.
Sheol había estado en su ubicación actual durante cientos de años. Un lugar físico que albergaba tanto a los Caídos como a sus esposas o esposos humanos, aún podría ser movido si Santana lo consideraba necesario.
Pero no había manera de protegerse de la mirada hostil de Uriel. Él los encontraría, como los Nefilims harían, y la incómoda desunión continuaría.
No tenían otra opción. Los Caídos vivían precariamente, condenados a la vida eterna, para ver a sus compañeros envejecer y morir mientras ellos permanecían jóvenes. Condenados a convertirse en un monstruo temido y odiado.
De día eran libres. Y habían aprendido a dominar su ardiente necesidad, a controlarla y usarla. Nadie fuera de la comunidad podía entenderlo, y no esperaba que lo hicieran. La ignorancia era más segura. Guardarían sus secretos, sea cual fuera el precio.
Se levantó, con sus alas extendidas detrás de ella, y se elevó hasta el afloramiento rocoso en frente de la gran casa. En el momento en que aterrizó, los otros ya se habían reunido, Mike, Noah, Sam y Ryder.
Santana: ¿Dónde está? —exigió saber Santana, aproximándose—. No podemos perderle.
Sam: No podemos perder a ninguno de nosotros —dijo con expresión sombría— Ha sido traicionada.
Noah gruñó, su peligrosa ira apenas estaba bajo control.
Santana: ¿Quién carajo la traicionó? ¿Por qué Uriel no la ha buscado?
Finn fue el último en unirse a ellos frente al mar cuando el amanecer llegó. Ellos eran los más antiguos de los Caídos que todavía quedaban en la tierra, los guardianes, los protectores. Sólo Ryder era más joven.
Finn: No sé dónde está —dijo, su lenta y profunda voz plomiza— No sé si vamos a llegar a tiempo. Está muy débil. Si tan sólo pudiera conseguir una fijación en ella...
Santana ocultó su reacción tras un exterior frío, sin emociones. Si Finn no lo podía encontrar, no había ninguna esperanza. Los dones de Finn eran específicos, pero fuertes. Si uno de los Caídos se perdía, lo podía encontrar, hasta que la última chispa de vida se extinguía. Si la energía era demasiado débil incluso para Finn, entonces, Quinn estaba condenada.
A menos que alguien lo encontrara y pidiera ayuda, iba a morir, incontables milenios después de que ella hubiera llegado a existir. A los Caídos no se les había dado siquiera el consuelo de la muerte, sino algo mucho más terrorífico.
El caer los había hecho cercanos a humanos. Las maldiciones que acompañaban al caer de la gracia, podían haber finalmente alcanzado a Quinn. No había esperanza de redención, ni siquiera la dudosa bendición del infierno de Uriel. Sólo una eternidad de agonizante nada.
Santana cerró los ojos, el dolor la atravesó. Había tenido tantas pérdidas, pérdidas sin fin, quedaban tan pocos de los originales. Esta podría ser una pérdida más.
Y entonces levantó la cabeza, y pudo sentir la luz entrar en su cuerpo de nuevo.
Santana: Creo que lo escucho...
Gracias por comentar!! espero que le guste el nuevo capitulo....
HeYaHeYA25**** - Mensajes : 190
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