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Mensaje por AisForAgron Dom Ene 04, 2015 2:34 am

Hola...
Esta es la primera vez que me animo a subir una historia y es de temática Achele, ya que me encantan juntas estas chicas, ya sea como amigas, pareja o lo que sea que hayan sido o que sean en este momento Fan Fic Achele "Imposible" 2414267551   .

Espero que les guste, y me encantaría que me dejen sus comentarios.


Les dejo el primer capítulo, ¡gracias por leerme!


“Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”- Napoleón Bonaparte.



Capítulo 1.


Últimamente en la facultad todo estaba siendo completamente rutinario y tedioso. No había nada que causara una emoción especial, y puedo ser muy sincera cuando digo que “nada” incluye a las clases aburridas de materias que ni siquiera sabía por qué había elegido, pues en ese instante sólo deseaba nunca haberlo hecho.
Una tarde, mientras caminaba con la misma soledad de siempre hacia la biblioteca, y luego de huir de aquel chico de olor desagradable que se había convertido en una pesada y fastidiosa sombra, pasé a comprar un cigarrillo a uno de los puestos de dulces colocados por algunos de los mismos estudiantes, pues por las prisas de la mañana había olvidado los míos en casa. Justo cuando iba encendiéndolo, pude despertar de la somnolienta rutina, al notar que un curioso grupo de amigos caminaba mientras hablaban sin parar, hacían movimientos un tanto exagerados y caminaban con cierto aire de superioridad, que, si pudiéramos justificarlo de una manera bastante superflua, era hasta cierto punto entendible: se encontraban atletas del equipo de fútbol americano, sus novias porristas, un par de las chicas consentidas por los profesores y desde luego, el hijo del profesor más temido de toda la facultad. Ellos miraban con atención hacia el centro del “círculo” que formaban, como si estuvieran completamente maravillados con alguna nueva adquisición, como si algo llamara poderosamente su atención sin que pudieran evitarlo. Un poco movida por la curiosidad, cambié un poco mi posición y también miré hacia el centro, donde me encontré con aquello que me quitara el sueño durante todas las noches anteriores. Cuando pude reaccionar, le miré con detalle: aquella maravilla comenzaba con un cabello rubio completamente lacio, su piel blanca se notaba bronceada de forma natural, el cuerpo más hermoso que mis ojos hayan visto y una cara que, de no haberme causado dolor cuando me quemé con el cigarrillo que casi se extinguía en mi mano, hubiera podido jurar que estaba soñando. Me quedé parada ahí, como estúpida, admirando su belleza, sintiendo una sonrisa tonta en mi rostro y siendo víctima de las cosquillas en mi quijada, como si mi propia cara no alcanzara para todo lo que se querían ensanchar mis labios. La miré y puedo jurar que en ese momento hasta el bullicio del resto de los estudiantes de convirtió un respetuoso silencio como si todo el mundo deseara que mis sentidos sólo se enfocaran en disfrutar de aquella visión que me tenía el panorama. Una vez que caí en cuenta de que seguramente me veía ridícula ahí parada, reaccioné y salí de mi asombro. Traté de acercarme pero luego pensé lo penosa que sería la situación. Cuando mi mente maquilaba un plan para estar cerca de ella discretamente, justo como si hubiera caído del cielo, llegó Keila, una de las amigas con las que intercambiaba vivencias cuando caía en tedio de mí misma.

- Ven- le indiqué modulando mientras movía mi mano en señal de que se acercara. Ella llegó y me plantó dos sonoros besos en ambas mejillas y posteriormente se acercó en el la misma manera que usé yo y que, luego me contó, había sido muy misteriosa.

- ¿Qué sucede, Lea?...- me preguntó sonriendo.

- ¿Quién es ella?- le pregunté mientras miraba a la rubia, quien en ese momento prestaba atención a una de las chicas, que platicaba fluidamente, mientras todos seguían su peculiar caminar.

- Marisa, va contigo en “Estadística”- respondió como si yo fuera una auténtica boba.

- No me refiero a ella, hablo de la chica rubia. ¿Quién es?...

- Ah, ella… No sé porque desde que la vi supe que me ibas a preguntar por ella.

- Hey, ¿tanto conoces mis gustos?...

- No. Eso es imposible porque no tienes gustos definidos, pero te gustan las mujeres hermosas, es así de simple. Muy bien, pues para tu fortuna, tienes enfrente de ti a su compañera en clase de Latín.

- Tienes mucha suerte.- le dije mientras seguía maravillada.

- Lo sé, es una lástima que me encanten los hombres, la verdad es que Dianna tiene pinta de ser el “resbalón” perfecto hasta para la más heterosexual- dijo sonriendo.

- ¿Dianna? ¿Ese es su nombre?

- Sí… Viene de Georgia, estuvo viviendo un tiempo en Suecia, quiere tener un hijo, le gustan las películas de Tarantino y aunque está estudiando fotografía, tiene cierta fascinación por las artes teatrales y el baile- dijo de manera tan rápida que apenas le entendí. Le sonreí y luego la dejé que tomara aire.

- ¿Cuándo llegó a la escuela y por qué caramba tú sabes todo eso?...

- Llegó hace tres días. Y es fácil saber porque conozco toda esa información: ¿acaso crees que eres la única que me ha preguntado por ella?... Claro que no, trae loco a todo el salón de todos los grupos en los que va, y ya sabes, como conozco a muchas personas, pues… Digamos que soy la espía oficial de Dianna- comentó con cierto orgullo. Yo no supe si decepcionarme por no ser la única interesada en ella o alegrarme de que definitivamente seguía contando con un excelso gusto para las chicas.

- Es hermosa…- le dije mientras notaba como la rubia sonreía forzadamente ante uno de los atletas que la rodeaba. Él era tan atractivo que me causó terror pensar en que si no lograba sacarle una sonrisa sincera, ¿entonces qué lo lograría?...

- Deja lo hermosa, es muy agradable. ¿Quieres que te la presente?... Puedo ir a rescatarla, preguntarle cualquier cosa, no sé…

- No, no.- le dije rápidamente, recobrando la compostura.

- ¿Por qué no?...Vamos, deberías hablarle, no entiendo qué sucede con tu seguridad, nunca te pones así cuando se trata de una chica.

- ¡Es que es la mujer más hermosa que he visto! Entiende que no se trata de cualquier chica…

- Relájate…- me dijo mientras me miraba como pensando “da miedo tu cara de demente”.- Tú tampoco eres cualquier chica, y lo sabes perfectamente. Anda, déjame ir por ella, la traigo, hablan un poco…

- No. No sé porque siento que quedaré como una tonta, además, mírala: está rodeada de las personas con la que toda la Facultad aspira a frecuentar, ¿qué va a venir a hacer conmigo?...

- Como quieras entonces- me dijo ya medio fastidiada.- Si tu plan es quedarte ahí como tonta viéndola, vamos a ver si funciona- completó mientras comenzaba a caminar. Giró para sonreírme y me mandó un beso y luego simplemente siguió su camino hacia quien sabe dónde. Yo me quedé durante unos minutos más admirando a esa mujer que me había quitado el aliento con la facilidad que nadie lo había hecho y luego simplemente seguí mi ruta planeada y pasé gran parte de la tarde estudiando y leyendo, a pesar de que no pude sacar de mi mente por un solo momento la imagen de su sonrisa.

Al día siguiente, justo cuando iba llegando a su fin mi clase de Ciencias Políticas y Sociales, todos salíamos del salón. Esperé, como siempre, pues las multitudes han sido desde que tengo memoria, una de mis más grandes molestias. Justo cuando ya todos se encontraban fuera, tomé mis cosas e iba a salir, pero justo en la puerta me encontré con ella, quien venía con una expresión rara, como huyendo de algo. Casi chocamos de frente, por lo cual ambas sonreímos por un segundo y posteriormente cada una siguió su camino. Ya fuera de su vista, sonreí abiertamente, sin tratar de contener la emoción que me causó esa efímera cercanía en la que pude notar el perfume fresco de su cuerpo y pude alcanzar a notar por fracciones de segundos que sus ojos claros eran verdes, como los imaginé desde lejos, pero en un tono particular. Aún con la emoción desbordándose en mi rostro, caminé a paso rápido hacia mi siguiente clase y me encontré nuevamente a Keila, con quien compartía asignatura.

- Buenos días- me dijo sonriéndome.- ¿A qué se debe tu cara de boba?...

- Nada… Bueno, en realidad me encontré a Dianna. No sabía que estaba en mi asignatura…- le dije sin poder borrar mi expresión.

- Ay… ¿Y ya le hablaste?- interrogó.

- No… Definitivamente no me atrevo.- respondí.

- Eres un poco cobarde, ¿sabes?

- No es eso y lo sabes. Es que… ¿Para qué?... Imagina que no me responde o que no le caigo bien o lo que sea…

- Eres una pesimista…

- Bueno, aun poniendo el mejor de los panoramas, dime ¿para qué le hablo?... ¿Qué sentido tendría?...

- Pues que te quites de una vez la idea de su perfección. Por lo menos dime, ¿ya la escuchaste hablar?...

- No… Sólo la miro… Y he tenido muy poca oportunidad, ¿sabes?...

- Pues yo creo que deberías acercarte a ella.

- Pero… ¿Y Sofía?... Aunque tuviera toda la suerte del mundo y me pudiera acercar a Lena, ¿qué haría con Sofía?...

- A ver, no …- me respondió- Sólo te estoy diciendo que le hables, que seas su amiga. Nadie dijo que tenías que tratar de conquistarla y dejar a la novia que tienes desde el bachillerato para estar con Dianna. Sólo acércate y hazla - dijo con simpleza. Asentí, ya que tenía mucha razón. La rubia apenas era una conocida, alguien que vi un día antes y que de cualquier modo nunca estaría a mi alcance, así que era de reprocharme el hecho de estar pensando más allá de eso.

- Como siempre, tienes razón.- alcancé a decirle antes de que entráramos al aula, donde el profesor ya comenzaba a dar clase. Un par de horas transcurrieron y finalmente salimos. Ella me tomó del brazo de la forma en que siempre lo hacía y me pidió que la acompañara por algo de desayunar, por lo que nos dirigimos a la cafetería aprovechando un descanso.

- Hey, Lea, no te alarmes, pero ahí está Dianna- me dijo casi en un susurro, mientras la rubia se encontraba en una de las mesas. Un chico, atleta me parece, estaba mirándola y haciendo con ella un juego de manos que me hizo sentir por pequeños instantes un vacío en el estómago.

- Veo que los atletas se aplican rápidamente- dije algo seca, mirando la escena.

- Hey, pues al menos se atreven…- comentó sacándome la lengua.

- Ya, no volvamos con lo mismo… Mejor dime, ¿me pasarás la tarea?... No tengo cabeza en éste momento para pensar en nada.

- ¿Problemas de nuevo?- preguntó.

- Ya sabes, Sofía…

- ¿Ahora qué te hizo?- interrogó.

- No, no es que ella me haga o no me haga… Sabes que ya tenemos otro tipo de problemas. No sé en qué momento se nos ocurrió que vivir juntas sería buena idea.- me lamenté mientras tomaba un trago del café que acababa de comprar.

- ¿Y por qué no se lo dices?...

- ¿Con lo sensible que es?- pregunté mientras tomaba nuevamente de mi café.- Sabes que decirle eso significaría terminar con ella y que pensara que no quiero volver a saber de su vida ni de las siguientes 20 generaciones de su familia- añadí. Keila sonrió y me revolvió el cabello, para luego darme un beso en la mejilla. Yo le sonreí y en ese momento sentí que la mirada de la rubia se encontraba puesta fijamente sobre mí, pero en cuanto se la sostuve también, la desvió y continuó platicando con el chico.

- Pues tú sabrás, Lea- me dijo al parecer sin haber notado lo que sucedió con Lena.- Pero ya sabes que no me gusta verte mal, ya está muy desgastado lo que tienen. Han pasado de todo y parecen salir bien libradas, pero ¿qué tanto de bien hay en tener que resolver problemas tan frecuentemente?- preguntó mirándome con sus ojos claros que me conocían mejor que muchas personas.

- Lo sé… Sólo estamos luchando, seguimos manteniéndonos.- respondí algo perturbada. Luego de terminar nuestro desayuno, nos despedimos (pues ya no teníamos ninguna clase juntas durante ese día) y luego cada quien siguió su camino.
Un mes transcurrió desde ese momento. La escuela nos estaba agobiando demasiado con exámenes parciales que no había alcanzado a exentar por estar con la cabeza llena de cosas, en el empleo las cosas iban más complicadas que de costumbre y si a eso le sumaba que cada día estaba peor en la relación que mantenía, mi vida se había convertido en un completo desastre y yo parecía ser una mera espectadora. Lo único que a veces me daba un tanto de alegría, era el momentáneo destello rubio que llegaba al salón del que yo salía. A veces hacía un poco de tiempo de manera intencional, ya que había notado que ella se sentaba en el lugar que yo elegía.
Una mañana que tuve que resolver un asunto de mi trabajo por la mañana, pedí un permiso especial para que el profesor me permitiera asistir a su clase por la tarde, y como tenía muy buenas notas por alguna razón que ni yo entendía, él me lo permitió sin dificultad alguna. Me encontraba un tanto nerviosa por ello, ya que en todo caso iba a estar por lo menos dos horas en el mismo sitio que Lena, pero Keila me “aterrizó” con un cruel pero verdadero: “¿Qué tanto te emocionas, si ni te atreverás a acercarte?” Tenía razón. Aquella chica solamente se había convertido en un rato de pensar en algo lindo durante el día, en una bella manera de admirar cuando me la llegaba a encontrar entre clases o en la cafetería, pero todo se iba al diablo cuando notaba que estaba en compañía del atleta que se acercó a ella desde la primer semana en que llegó a la escuela. Esa tarde que debí de quedarme a clase, no me moví de mi lugar. La rubia llegó y me miró extrañada, pero justo cuando le iba a explicar que si lo deseaba, podía moverme para que se sentara ahí, ella me sonrió amablemente y simplemente dijo “Con tu permiso” para pasarse a la banca que estaba pegada a la ventana, justo junto a mí. Si verla era el paraíso mismo, escuchar su voz me inundó todos los sentidos y, vergonzosamente, me hizo desear arrancarle la ropa en el mismo sitio que nos encontrábamos. Apenada por mi pensamiento, me sonrojé y me quité para que ella pasara por completo, mientras me contenía el placer de su voz que, con un tono ligeramente ronco, parecía música celestial. Apenas comprendí el tema de la clase, pues estuve más ocupada mirándola de reojo y notando sus gestos divinos de que estaba poniéndole atención al profesor. En cuanto terminó, iba a huir “maricamente” (como siempre me decía Keila), pero el chico que siempre acompañaba a Dianna se acercó hasta nuestro lugar y me miró como si me conociera.

- Lea- me dijo a manera de saludo. Su tono fue completamente amable.

- Eh.. Hola- respondí de forma boba.

- Hola. El Viernes tenemos una fiesta porque uno de los del equipo de fútbol americano se irá de la ciudad… ¿Quieres ir?... Pinta para ser grande- aseguró mostrándome su encantadora sonrisa. Por un momento me quedé sin una sola palabra por decir, extrañada primero que nada de que él supiera mi nombre, y en segundo lugar, de que me invitara justo a mí.

- Claro- dije amablemente.- Gracias por la invitación- completé mientras me levantaba.

- No hay de qué, nos vemos.- dijo simplemente. Me levanté de mi lugar y emprendí “la graciosa huída”, hacia el edificio donde Keila me esperaba ya.

- Lea, ¡fiesta el Viernes! Parece que la vida se empeña en que se te quite lo amargada. ¿Me acompañas?- pidió.

- Hoy todo mundo anda invitando a fiestas- dije.

- ¿Por qué?...

- El novio de Dianna me acaba de decir que el Viernes tienen una reunión los del equipo de fútbol.

- Qué curioso- dijo.

- ¿Qué?...

- Pues hace rato también me invitó y me dijo que te llevara si quería… Literalmente me dijo: “Invita a tu chica”- comentó sonriendo.

- Ya quisieras ser mi chica- le respondí con el mismo gesto.

- Como sea…- dijo mientras me daba un golpecito en el hombro.- Iremos, ¿verdad?...

- No sé- respondí.- Sabes que las cosas con Sofía están muy complicadas ahora mismo.

- Lea, pero el Viernes descansas, ¿qué te cuesta ir?...

- Le diré a Sofía, y si quiere acompañarnos, con todo gusto.- aseguré mientras le sonreía.

- ¿Qué es eso que te cuelga?... Ah, sí, un mandil *… - dijo dibujando una forma imaginaria desde mi pecho hasta mis piernas. Yo le sonreí y luego le hice un gesto de fastidio.

- Sabes que no es por eso, pero no quiero empeorar las cosas- le dije con simpleza.

- Bueno, me avisas entonces. Yo sí iré… Con semejantes bombones que juegan al fútbol, sería una tonta si no me presento.- aseguró. Sólo le respondí con una mirada de complicidad y luego de despedirme de ella (con un suave beso en los labios, que me robó en broma con el pretexto de que “era mi chica”) me fui a casa sin el menor ánimo de hacerlo. Al llegar, miré a Sofía: sus ojos café claro me miraban de una manera indescifrable.

- ¿Cómo te fue?- preguntó en tono medio seco.

- Bien… ¿Y a ti qué tal en tu escuela?...

- Bien también.- se limitó a responder- No preparé comida, encargué algo de pizza, está en el refrigerador. Perdona que no me quede a comer contigo, mi jefa necesita que llegue más temprano porque tenemos trabajo acumulado.

- No te preocupes- le respondí con desinterés. Tenía tiempo que realmente la rutina nos había invadido, que ya no eran importantes ese tipo de cosas, que ya no había un sabor especial en la comida si ella estaba para compartirla.

- ¿Irás a trabajar en horario normal?...

- Sí, entro a las 2. Como rápido y me voy- le dije encendiendo un poco de música.

- Apenas llegas y empiezas con tu fiesta- dijo con el fastidio que estaba consciente conseguía sacarme de mis casillas con facilidad.

- Hablando de fiesta- dije mientras bajaba el volumen de la música y trataba de ignorar el desazón de su comentario- nos invitaron el Viernes a una en la Facultad, ¿quieres ir?...

- No- respondió.

- Bueno. Iré con Keila, sólo quería invitarte porque dices que nunca te incluyo en mis planes.

- Oh, gracias por tomarme en cuenta- dijo con sarcasmo- pero no, no deseo ir. Además, estarás con tu amiga, sabes que no me gusta.- culminó.

- Bien- le dije simplemente mientras la miraba con desgano.

- Lea…- comenzó a decirme.

- ¿Qué pasa?- pregunté al notar el gesto de seriedad que tenía.

- Ya no puedo seguir con esto- dijo.- Ya no soporto vivir contigo y tampoco la relación que tenemos. He intentado, pero ya no doy más- dijo mientras comenzaba a llorar.

- Tranquila. Lo sé. Era inevitable que eso sucediera- le dije mirándola.

- ¿Qué nos pasó?...

- No sé… Pero ya pasó. Supongo que en éste momento no hay mucho que podamos hacer al respecto, hemos intentado por todos los medios posibles y solamente mejora por un rato- le dije con algo de dolor, pero consciente de que realmente ese era el momento de cerrar un ciclo que había sido tan trascendente para mí.

- Sí… Lo siento mucho, Lea, pero sé que también es lo que deseas. No haré dramas ni esas cosas, sabes que lo detesto… Sólo quiero que sepas que en algún tiempo podremos ser amigas, ¿está bien?...

- Me parece bien- le respondí dándole un último beso en los labios. Ambas sonreímos con algo de tristeza.

- No quiero hablar en éste momento, mañana pasaré por mis cosas, y supongo que me instalaré de nuevo donde mis papás.

- Está bien, si necesitas ayuda con cualquier cosa, sabes que estoy aquí.

- Lo sé, igualmente, Lea. Suerte…- me dijo mientras me abrazaba y salía aprisa del apartamento. Me sentí completamente aliviada, aunque también sabía que eso me iba a quitar el ánimo en muchas cosas durante algún tiempo, pero ya era algo necesario. Pasé la noche de una forma diferente a lo que lo había hecho durante tantos años; dormí sola. Me pregunté si era lo correcto dejarla que simplemente se fuera así, pero luego de reflexionarlo durante varios minutos me di cuenta de que sí. Ya hacía tiempo que no sentíamos nada la una por la otra y eso se notaba, a pesar de todas las veces que quisimos cubrirnos los ojos y pensar que eso no nos sucedería. Por otro lado, reflexioné acerca de la situación de Dianna; ella me hacía sentir tantas cosas como nunca, según lo que recordaba, pero al mismo tiempo sabía que simplemente se me había convertido en un imposible, en uno de esos amores platónicos que vemos completamente lejanos. Me sentí como si aún me encontraba en secundaria y me estuviera enamorando locamente de mi profesora de Inglés. No había absolutamente ninguna posibilidad de que siquiera me acercara a ella: hermosa, inalcanzable, completamente lejana y para culminar, la “cereza en el pastel” que era su heterosexualidad. Esa noche no pude dormir. Giré en la cama y me acomodé de todas las maneras posibles, pero el cerebro me funcionaba de manera tan acelerada, que cuando por fin logré calmarme, faltaban solo 20 minutos para la hora en la que tenía que levantarme rutinariamente. Con mucho pesar, me levanté de la cama y posteriormente tomé una ducha, para desayunar con mucho café y llevarme un termo repleto de la misma sustancia, como única forma de sobrevivir despierta durante ese día. Al llegar a la escuela, las dos primeras asignaturas se me hicieron eternas, bostezando cada dos minutos tratando de ocultarme de mis profesores. Llegando las 11 de la mañana el cuerpo no me daba para más; sentía tanta pesadez en los ojos que sentí que alguien me había puesto cinta adhesiva en los párpados para evitar que los cerrara. Caminé como pude hasta la jardinera que se encontraba en el patio central, cuando miré a Keila de lejos, que hablaba con uno de los muchos chicos que estaban tras ella. En cuanto me miró andar de esa forma, se acercó a mí, dejando solo a aquel chico. Seguramente le pudo más la urgencia por molestarme o por verificar si no me había convertido en una especie rara de “zombie”.
- Qué carita tienes- me dijo en el tono burlón de siempre que quería hacerme notar algo.

- No me juzgues- respondí bromeando- No fue una buena noche.- le respondí.

- ¿Y eso por qué?...

- Ayer Sofía se fue de la casa.- le comente. De no haberla conocido perfectamente, seguro me hubiera ofendido la sonrisa que se dibujó en su rostro.

- Sabes que ya era solo cuestión de que alguna de las dos tuviera el valor de hacerlo- me comentó mientras se acercaba a mí. Como manera de “consuelo” me dio un pequeño beso en los labios y luego me abrazó fuertemente.

- ¿Quieres platicarlo?...- preguntó.

- Sólo quiero recordar las cosas bonitas, ¿me acompañas a hacerlo?- le pregunté.
- Lea, eres una cursi- me dijo finalmente mientras su sonrisa se ensanchaba- Pero sí, te acompaño.- aseguró. Caminamos hacia una de las jardineras, y me recosté en ella, con sus piernas sirviéndome como almohada. Comencé a contarle muchas de las cosas lindas que pasé con Sofía, mientras ella me acariciaba el cabello. Supongo que hablé tanto que terminé por quedarme dormida sin que siquiera me diera cuenta. – Lea… Lea…- me habló suavemente al oído luego de un tiempo. Cuando abrí los ojos, lo primero que noté fueron los ojos verdes de Dianna mirándome mientras sonreía. Su novio, al igual que Keila, sonreían también. Me levanté como rayo, asustada por aquello, pero sólo logré que sonrieran más.

- ¿Qué sucede?- pregunté medio adormilada.

- Es que vinieron a dejarnos esto- dijo sonriendo mientras me entregaba unas hojas con la tarea de la clase que Dianna su novio y yo compartíamos.

- El profesor pidió que lo entregáramos a todos, se le olvidó en la última clase- me explicó con una sonrisa encantadora el novio de la rubia, y yo odié no poder sentir nada feo por alguien con tales armas.

- Gracias- me limité a responder tallándome los ojos.

- No hay de qué. Nos vemos después… Y diles que te dejen descansar…- bromeó para que luego él y la rubia, sin siquiera mirarme, se fueran caminando por el patio principal.

- ¿Por qué no me despertaste?- le medio reclamé a Keila.

- Lo siento, estaba distraída cuando llegaron. Veo que va en serio tu rollo de no hablarle a Dianna, ¿verdad?...

- No se ha presentado la oportunidad- me excusé.

- Pues mañana es Viernes…

- Lo sé…

- Y es la fiesta de los de fútbol…

- También lo sé…

- Y estará Dianna…- dijo haciendo tono de obviedad. La miré seriamente.

- ¿Y eso qué?...

- En serio no pensé que fueras tan cobarde. Por lo menos háblale para que sean amigas o algo.

- No- le dije.- No entiendes cómo me siento respecto a ella. Es tan diferente… No me arriesgaré a que me haga una mala cara o algo por el estilo. De verdad no puedo acercarme- le dije.

- Mañana me acompañarás a la fiesta, y es una orden, no una petición.- aseguró.

- Estás loca. Estoy muy cansada y además con todo lo de Sofía no tengo muchos ánimos. Mejor llévame a mi casa y quédate a dormir conmigo, ¿está bien?- le pedí.

- Sí- dijo- pero no respondo si a media noche me entra un deseo incontenible por hacerte mía y terminamos revolcándonos- bromeó.

- ¿Sabes qué?... Mejor no me lleves a mi casa.- le comenté siguiéndole la broma.

- Eres una tonta, Lea, no habrá día en que despiertes con tanta suerte- aseguró.- Pero es en serio… Mañana iremos a esa fiesta, suceda lo que suceda.- comentó con más formalidad de la que acostumbraba. Yo solamente asentí, sabiendo que aunque había una posibilidad de que se saliera con la suya, estaba firmemente convencida que no deseaba estar en ese sitio. Comí con ella y posteriormente me dirigí hasta mi trabajo, en el cual estuve con franco desgano, pero consciente de que si quería seguir estudiando, debía soportarlo al menos durante un año más. De vez en cuando me atacaban recuerdos fugaces respecto a Sofía, pero estos se borraban casi al instante, obligados por mi mente que no se permitía sentir dolor al respecto. Luego de la jornada laboral, me dirigí hacia mi apartamento, que lucía tan vacío que daba tristeza. Me recosté sobre la cama y finalmente me quedé dormida sin haber siquiera cenado. Al otro día, cuando mi despertador sonó, me nació un instinto de querer aniquilarlo con un martillo, pero finalmente decidí que las cosas no estaban como para ponerme violenta, por lo que simplemente me levanté, tomé un largo baño y me vestí de la forma en que lo hacía antes de estar con Sofía. Raramente, me sentía más joven, más llena de vitalidad, como si ya no trajera sobre mis hombros un peso enorme. Me sonreí al espejo justo antes de salir y llegué hasta la escuela tratando de mantener una actitud positiva. Las clases parecieron ayudarme para eso, debido a que un par de profesores no se presentaron, y el único que quedaba decidió que era más importante debatir informalmente de política que ver el tema que correspondía. Cuando llegó la hora en que saldríamos por fin, pude notar que Keila me esperaba fuera del aula, con una sonrisa grande en el rostro y un amplio ramo de rosas. Pensé que se trataba de una de sus locuras y sólo pude comprobarlo unos minutos después, cuando se lanzó a mis brazos, me dio dos sonoros besos (uno en cada mejilla) y me entregó las flores.

- Son para la única mujer de mi vida- me explicó depositando un beso en ellas.

- Gracias, no tenías porqué molestarte- le dije.

- Cuando se trata de ti, nada es molestia- respondió de forma galante. Yo le sonreí.

- Eres la mejor amiga que alguien podría tener- le dije entonces, mientras divertida, le aceptaba las flores. Comenzamos a caminar juntas, hasta que salimos de la facultad. Me propuso que fuéramos a comer y luego al cine, y acepté encantada, debido a que tenía tiempo que no le dedicaba la atención que correspondía. Cuando salimos de la película medio mala que eligió, me miró con esa malicia que en ocasiones me daba miedo.

- Ahora, Lea… ¿Verdad que iremos a la fiesta?- me preguntó.

- No entiendo si es pregunta o amenaza- le dije mientras la miraba.

- Es petición. Necesitas divertirte un poco, además yo también estoy un poco estresada. Por favor…- pidió.

- Está bien. Pero por tu vida, no me vayas a dejar sola. De pronto te da por irte por algún hombre y yo no sé que haré.

- No te preocupes. Promesa.- aseguró.

- Pues entonces vamos- terminé por aceptar. Ella me guio en la dirección, pues ya anteriormente había ido a alguna que otra fiesta. Cuando llegamos, me tomó del brazo y luego tocó el timbre de lo que parecía una enorme residencia. Mis ojos comenzaron a buscar por todos lados la barra, pues tenía algo de sed, pero ésta se borró al instante cuando en lugar de bebidas se encontraron con el paisaje más hermoso: la rubia llevaba puestos unos jeans en color negro, una playera bastante atractiva en el mismo tono y con unas enormes letras que indicaban “Depeche Mode” y sus tenis bastante increíbles que le daban un poco más de altura. Su cabello completamente lacio se mantenía sobre sus hombros, pero de una forma dulce y rebelde a la vez. Sonreía ampliamente, mientras daba un bocado elegante a unos brownies que sepa Dios de dónde salieron. Me sentí morir con esa imagen. Ella lucía tan inalcanzable que me di un poco de pena, imaginándome ahí, mirándola mientras no me atrevía a que por lo menos cruzáramos palabra. Keila me miró e hizo un gesto de desaprobación. “Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”- citó a Napoleón Bonaparte, para luego simplemente guiñarme el ojo y jalarme de la mano.

CONTINUARÁ…
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Fan Fic Achele "Imposible" Empty Re: Fan Fic Achele "Imposible"

Mensaje por .:CamilaGleek:. Dom Ene 04, 2015 5:37 pm

Ay pos que te digo...Ame realmente tu fic Fan Fic Achele "Imposible" 1215408055 Hace bastante tiempo que no encontraba un fic que me hiciera sentir como si fuera real...nose si me entiendes...Bueno con respecto a la historia, me gusta mucho la manera en que describes a Dianna, es tan...no se, hasta a mi me deja boba jaja 
Con rescpeto a keila...Mmh... no se por que me dice que su "Heterosexualidad" no es muy cierta, hay veo quimica jaja
Pobre Lea, ojala se anime a hablarle a Dianna igual se que seran la pareja pefercta Fan Fic Achele "Imposible" 1215408055Fan Fic Achele "Imposible" 4061796348Fan Fic Achele "Imposible" 1202786940Fan Fic Achele "Imposible" 1202786940

Bueno, espero que sigas, estare pendiente de tus actualizacion y comentare cada vez que pueda. Aqui tienes una lectora fiel:>.<: Por favor no demores, quiero saber que pasa. Suerte, hasta luego y hasta la proxima actu. Chaup.
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