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[Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16 - Página 2 Primer15
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 12, 2016 4:37 am

hola agradable volver a leer la historia, hasta el proximo capitulo
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Mensaje por Susii Mar Ene 12, 2016 10:20 am

Que tonta es Britt-.-' como le hizo eso a San!>:c
Gracias por los caps:D
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Mensaje por micky morales Mar Ene 12, 2016 4:19 pm

bueno, gracias por volver, brittany demostro ser una mala persona, en fin.... el tiempo dira si mi impresion cambia!!!!
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Activo Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16

Mensaje por iFannyGleek Lun Ene 18, 2016 1:41 am

Perdón por nuestro shows de si actualizas o no.
Me encanta esta historia y creo que Brittany se comportó como una estupida, de verdad muy mal.
Xx hasta la próxima.
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Activo Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16

Mensaje por Sophia27 Jue Ene 21, 2016 11:38 pm

Capítulo 6

—Qué  hay  de  éste?  —Levanté  un  vestido negro con  una  faja de color rosa fuerte, pero Quinn frunció el ceño.  

—¿Negro en una graduación? ¡No sé!  

Arrojé mis manos al aire. —Tú busca.

Tomé  el  puesto  de  Quinn  en  mi  cama  y  ella  saltó  hacia  el  armario.  Explicó:  —Necesitas algo que te haga destacar —sacudió su pelo y sacó un vestido—. Algo de color rojo.

Me puse de pie y tomé la percha. Examiné el vestido: tenía un patrón de flores de encaje sobre la tela satinada, con la parte de arriba acanalada  y con tirantes. Me acordé del "Baile de Regreso a casa de mi año Junior."  

—Mi segunda cita con Finn. —Dijo Quinn con nostalgia.  

—Mi única cita con… —arrugué el rostro ante el recuerdo—, Scott Lancaster.

—¿No te agarro el trasero?

—¡Sí! En cada baile, ¡rápido o lento! —Me quejé.  

Quinn  sonrió.  —Bueno,  tendrás  mejor  suerte  esta  noche.  Póntelo  y  yo  voy  a  ir  a buscar tu maquillaje.  

Me  reí  mientras  se  dirigía  al  baño,  ella  me  conocía  demasiado  bien.  Excepto  en ocasiones especiales, nunca usaba maquillaje, gracias a la influencia de mi  madre, entonces, por lo general, terminaba enterrado en el fondo de un cajón en el baño.

La Preparación para un baile no estaba completa sin Quinn pasando quince minutos refunfuñando mientras cavaba en los cajones en busca de  mi, único tubo de lápiz labial. Pero para eso están las amigas.  

Me quité la camiseta y los pantalones vaqueros y me deslicé en el vestido. La tela se sentía suave contra mi piel mientras me miraba en el espejo. El vestido me llegaba a las rodillas con un pequeño volante. No pude dejar pasar la oportunidad de girar en un círculo y tararear La Dama de Rojo. Sabía que no estaba destinada a un contrato de modelaje, pero había algo en estar vestida de rojo que me hacía sentir hermosa.

Quinn estaba en lo cierto, este era.  

Cuando me puse un par de zapatos de tacón rojo, alguien llamó a la puerta de mi dormitorio. Quinn entró empujándola con el pie. Ella estaba armada con un rizador en una mano y  un lápiz  delineador de  ojos en  la otra. Manteniéndolos en  el aire proclamó: —Cuando termine contigo, Santana no será capaz de quitar sus oj… er, su mente de ti.

* * *

Mientras conducía hasta la puerta de los López, vi que estaba abierta. El déjà vu dio a mi estómago con náuseas un toque nervioso. Empujé una hebra de pelo suelta detrás de mi oreja, me pare en la entrada. De inmediato tuve que desviarme cuando una  mujer  paso  llevando  un  plato  de  servir  delante  de  mi  coche.  Apretando  los frenos,  me  di  cuenta  de  que  el estacionamiento  estaba  repleto  de  camionetas blancas  que  decían  Platinum  Catering  a  sus  lados.  Avancé  en  mi  Camry, estacionándolo lo más cercano a la entrada como era posible, doblando junto a una de las camionetas.  

Salí  de  mi  coche,  trastabillando  cuando  uno  de  mis  tacones  se  atoró  en  el empedrado.  Genial.  Me  agaché, poco a  poco  trabajando  mi zapato, y  escuché  un silbido. Sacudí la cabeza para ver a Chris de pie en la parte superior de la escalera junto a Santana. Pequeño niño pervertido. Se inclinó hacia su hermana, murmurando en voz alta: —San, ¡ella se ve muy bonita!

Mis mejillas quemaron y Santana le dio a su hermano un golpe en la parte posterior de la cabeza. —¡Cállate! ¡Ella puede oírte!  

—Oh. —Chris miró a sus pies, mientras se frotaba la cabeza.  

Le di a mi pie un tirón fuerte y mi zapato salió libre. Hice clic con mis tacones en mi camino por las escaleras y me detuve junto a Santana.  

—Hola. ¿Qué es todo esto?  

Santana  estaba  vestida  con una camisa  blanca, con escote al frente y un pantalón palazzo color negro; zapatos de tacón no tan alto a juego con su pantalón. Completado con sus gafas de sol oscuras, parecía que había salido de una sesión de fotos. Con una mano agarró su birrete de graduación y con la otra rozó su pelo que estaba peinado con ondas.  

—Mi  Madre  está  lanzando  una  fiesta  post-graduación  —volvió  su  cabeza  hacia mí—. Para los miembros del concejo escolar.

Oh.  La  gente  a  quienes  les  había  pagado.  Torpemente  me  rasque  la  nuca.  —Bueno, bueno, será mejor que nos pongamos en marcha… No quiero llegar tarde.  

Dio una breve carcajada. —No, ―eso no puede llevar a nada bueno.

Mientras guiaba a Santana a mi coche, Chris dijo con una voz cantarina: —¡Que se diviertan! —Puse los ojos y me metí en el lado del conductor.  

—Sí, ¡nos vemos, niño!

—Esto va a ser bueno. —Dijo Santana sarcásticamente mientras abría la puerta del coche.  

—Supongo  que no  estás emocionada  —miré para verla pasar su mano por su pelo peinado—.  La graduación es una de esas  grandes  cosas en  la  vida  que  se  supone que recordarás para siempre.  

—Pensé que los nacimientos, bodas y funerales lo cubrían casi todo.

Después  de  maniobrar  cuidadosamente  alrededor  de  las  camionetas  de  catering, salí sana y salva a la carretera y pisé el acelerador. Le pregunté: —¿Estás hablando por experiencia personal?

—Bueno, vi a Chris y a Marly inmediatamente después de su nacimiento: Hecho.

Fui madrina en la segunda boda de mi tío: Hecho. Y el funeral… —hizo una pausa y su voz perdió parte de su sarcasmo—, lo viví muy de cerca. Quiero decir, enterrar a tu padre... no es algo que puedas olvidar.  

Me lamí los labios secos y dije en voz baja: —Eso debe haber sido terrible.

Santana se removió en su asiento. —He tenido días mejores.

Levanté  las  cejas con  sorpresa.  Santana  tenía  un  Don  para  el  uso  de su  sarcasmo para evitar hablar de cosas difíciles. Pero, de nuevo, yo también lo hacía, así que no estaba  en  condiciones  de  reclamarle.  En  silencio  llegamos  al  estacionamiento  de Clarence  diez  minutos  antes  del  tiempo.  El  estacionamiento  estaba  lleno  de vehículos caros, pulidos. Por suerte, me encontré con un pequeño espacio cerca de la acera donde una Hummer y un Suburban no podían ni soñar encajar, mientras que mi Camry lo hacía muy bien.  

Caminé alrededor de mi coche, mientras que Santana salía de su lado. Cuando ella me tomó del brazo, le pregunté tímidamente: —Entonces, ¿no más brazo alrededor de la cintura?

Frunció el ceño y dijo: —Yo no creo que nadie vaya a cuestionar por qué estamos juntas, nunca más.

Ouch. Tenía un punto.

Seguí la línea de las familias que estaban formalmente vestidas para la presentación desde  el  estacionamiento  hasta  el  edificio.  Entramos,  por  un  pasillo,  y  a  un  gran gimnasio  con  piso  de madera. Había filas y filas de asientos  de  cuero acolchados que  ponían  en  vergüenza  a  las  sillas  plegables  oxidadas  que  sabía  que  iba  a encontrar  en  mi  graduación.  Elegantes  banderas  que  contenían  feroces  panteras colgaban del techo. En el otro extremo de la habitación había un pequeño escenario en el que varias mujeres y hombres mayores, incluido el Director, estaban sentados.
 
Muchos de los compañeros de Santana ya estaban en sus asientos y se volvieron a vernos caminar por el pasillo. Mantuve la cabeza hacia delante y corrí a la primera fila  donde  dos asientos  estaban  esperando,  supuse que  su  madre  había preparado esto,  también.  Después  que  nos  sentamos,  la  mano  de  Santana  quedó  envuelta firmemente  alrededor  de  mi  brazo.  Le  di  unas  palmaditas  en  su  mano  para reconfortarle. ¡Su piel estaba como el hielo!

Le susurre: —¿Nerviosa?  

Su  rostro  se  puso  rígido,  Santana  rápidamente  mintió:  —No  —se  encogió  de hombros. Ella  no  tenía  que  decirme.  Un  momento  después,  se  inclinó  hacia  mí—. ¿Lo puedes sentir?

De hecho, podía. Tener a un centenar de personas mirándote es difícil de ignorar. Le apreté la mano y en voz baja dije: —Vas a estar bien.

Las luces de la sala se apagaron y el Valedictorian y el Salutatorian se turnaron en el podio  dando  sus  discursos  del  futuro  y  de  las  grandes  posibilidades  para  nuestra generación  y  lo  que  sea.  Ambos  eran  lentos  y  monótonos,  lo  suficiente  para perderme después de treinta segundos. Los aplausos de la multitud y el brillo de las luces del gimnasio me sacudieron de nuevo a la realidad.  

Desde detrás del escenario, la orquesta comenzó a tocar Pomp and Circumstance  y el nombre de Michelle Anderson retumbó en la sala. Michelle, apenas estaba a cinco sillas de distancia, se levantó y comenzó su ascenso al escenario. Fue seguido por, Kelly Brighton, Peter Darmon, y Nicole Dunne. Después de que cada nombre fuera leído,  el  público  aplaudía  salvajemente.  Mike  Eccles,  desde  la  última  silla  a  la izquierda de Santana, hubo un obvio silbido. Me divertía con la visión del silbador ofendido al ser arrastrado por la policía secreta Clarenciense antes de darme cuenta que era... ¡nuestro turno!  

—Santana López.

Con un trago, me levanté y Santana tiró a sus pies. Llegamos a la parte superior de la  plataforma  antes  de  que  me  diera  cuenta  de  que  el aplauso  era  patéticamente tranquilo, a  excepción de la parte posterior  de la sala,  donde  Chris se encontraba parado  sobre  su  asiento,  dando  palmadas  un  poco  más  ruidosas,  junto  con  la Señora  López.  Tal  vez  era  el  rojo  de  mi  vestido,  pero  yo  estaba  enojada.  Giré sobre  mis  talones,  mirando  a  la  multitud,  y  empecé  a  aplaudir  tan  fuerte  como pude. Bombeando mis puños en el aire, grite: —¡Woohoo!

Santana me apretó el brazo y se acercó a mi oído. —Brittany está bien.

Ella había dicho mi nombre. Mi mente quedó en blanco.  

La risa retumbó a través  del gimnasio y los aplausos en la sección de las familias se hicieron  más  fuertes,  extendiéndose  a  la  sección  de  estudiantes.  Algunos  de  los Clarencienses  me  dieron  miradas  molestas,  cruzando  los  brazos,  y  se  negaron  a aplaudir, apuesto a que sabían de los sobornos de su madre y no estaban demasiado felices  de  que  había  perdido  un  semestre  y  aún  se  estaba graduando.  Sentía  que estaban  tratando  de  usar  su mente  para  hacerme  estallar,  pero  no pasó  nada.  Al parecer, los Clarencienses no eran buenos en todo, después de todo.  

* * *

En el momento en que la ceremonia terminó, el gimnasio se hizo eco en una charla. Los  estudiantes  fueron  llevados  de  aquí  para  allá  para  posar  en  fotos  con  la  tía Fulana  de  tal,  el  abuelo  y  etc.  Vi  a  la  Señora  López,  con  Chris  y  Marly irrumpiendo entre la multitud. La Sra. López estaba lloriqueando y ella echó los brazos alrededor de Santana, mientras que por encima del hombro dijo:  —¡Lo que hiciste fue maravilloso, Brittany!  

Me ruboricé cuando la Señora López dejó a Santana y rápidamente me abrazó.

Chris se quejó: —Debimos de golpear a quien no aplaudiera.

—Christopher  John,  no  hablamos  de  golpear  a  la  gente.  —Ella  reprendió  con suavidad.  

Le devolví el abrazo con torpeza a la Señora López. Me sentí extraña al recibir cumplidos  en  la  graduación  de  Santana.  Una  vez  que  me  soltó,  le  hice  un  gesto hacia Santana con la cabeza. Ella frunció el ceño ante mí, como si se preguntara si estaba desarrollando algún tipo de contracción.  Entonces, finalmente,  vio la luz y dijo: —Santana, ¡tu padre habría estado tan orgullosa de ti!

Santana cambió su peso y respondió con sarcasmo: —Sí,  yo soy esta mujer muy valiente que no puede caminar por su cuenta o decir lo que está a punto de beber.

Así que supongo que ella no había olvidado la cosa del ensayo. Me metí un mechón de pelo detrás de la oreja y suspire. La Sra. López y Chris se encontraban en un incómodo silencio. De repente, Marly, que obviamente no estaba muy clara en lo que  estaba  sucediendo,  exclamó:  —Te  quiero,  Santana.  —Y  le  echó  los  brazos alrededor  de  sus  piernas.  Miré  hacia  arriba  a  tiempo  para  atrapar  la  sonrisa sorprendida de Santana.  

Ella le acarició la cabeza y dijo: —Gracias, Marly.

—Bueno, probablemente deberían ponerse en marcha  —la señora López dijo—. La fiesta no va a darse sola y estos dos tienen que ir a la cama.

—Aww, mamá. —Gimió Chris.  

—¿Si van a ir al baile? —Preguntó.  

Santana no sonaba exactamente como si estuviera en un estado de ánimo de fiesta.  

Empecé: —Bueno…

—Sí, vamos. —Terció ella.  

¿Qué?  

—¿Qué?  —su  brazo  deformó  sutilmente  mi  mano  contra  su  lado.  Me atraganté—: Oh, sí.

La  Sra.  López  sonrió,  diciendo:  —Muy  bien.  Brittany,  ¿puedes  llevar  a  Santana  a casa luego?  

Asentí con la cabeza y la familia se dirigió hacia la salida. Chris se quedó atrás y, una  vez que  su madre  estaba fuera  del alcance  del oído,  dijo:  —¿Solo  van a  ir  a besarse?, ¿eh?

—¡No! ¡Fuera  de aquí!  —Santana  dio un manotazo en el aire y estuvo a punto de golpear  la  nariz  de  Chris.  El  niño  sonrió  maliciosamente  y  corrió  fuera  de  la multitud.  

Yo lo mire con incredulidad. —¿Quieres ir a un baile?

—Porque la fiesta de mi madre suena muy divertida. —Se burló ella.  

Correcto,  eso  probablemente  no  habría  sido  una  cosa  buena.  Me  volví  y,  con  la mano firmemente entrelazada alrededor de su brazo, tejí nuestro camino a través de los  grupos  restantes  de  familias.  Algunos  de  los  padres  levantaron  la  mirada  y asintieron con la cabeza hacia mí mientras pasaba. Traté de devolverles la sonrisa, mientras mis mejillas se volvían  más calientes. Detecté  a un  grupo de estudiantes que abandonaban el gimnasio, empecé a seguirlos en la distancia.  

Los seguí por dos pasillos alineados hacia una cafetería. En verdad, casi no podía decir que era una cafetería. Grandes ramos de globos con los colores de la escuela, azul  marino  y  granate,  coronaban  la  entrada.  Los  pisos  de  madera  de  cerezo brillaron  en  los  arroyos  de  pequeñas  luces  blancas  que  colgaban  del  techo.  La habitación  estaba  en  penumbra,  con  un  toque  de  niebla  para  la  escena.  A  mi izquierda  había  mesas  cubiertas  de  tela  y,  a  mi  derecha  estaba  la  pista  de  baile, donde  la  mayoría  de  las chicas Senior  y  algunos de  los  chicos  estaban apiñados, mientras que Fall Out Boy  sonaba.
 
Me pareció oír un ruido, por lo que recurrí a Santana y grite por encima del sonido: —¿Qué?

—¿Podemos ir a sentarnos? —Gritó de nuevo.  

—¡Claro!

La llevé a una de las mesas. Santana se sentó rígidamente a mi lado. Habló en voz baja, como para sí misma, y tuve que hacer un esfuerzo para oír: —Esta debe ser la cafetería...

Hice una mueca, apenas capaz de imaginar lo que sería no saber dónde estaba. Mi voz traicionó mis pensamientos, y dije con voz temblorosa: —Sí, es cierto.

La  cabeza  de Santana se sacudió bruscamente. —Ya sabía,  te lo estaba  diciendo... —ella suspiró y se levantó—. Voy al baño.

Un chico alto, pelirrojo, con una morena sonriente en su brazo apareció detrás de Santana. Él dio una palmada en la espalda.  —Oye, amigo, ¡felicidades! Siento que no hayamos salido en un tiempo.  

Una sonrisa falsa se propago por el rostro de Santana. —Gracias, Nick.

La muchacha negó con la cabeza. —San, es realmente una lástima.

Nick le dio un codazo, mientras siseaba: —Melissa.

—¡Quise decir acerca de no salir con ella! —Siseó él de vuelta.  

Con  un  rápido  movimiento  de  su  cabeza,  Santana  dio  un  paso  adelante.  —En realidad, estaba a punto de ir al baño.

—Claro,  hombre,  está  justo  allí  —señaló  Nick  inútilmente  y  le  dio  a  Santana  un empujón en la dirección general del cuarto de baño, que estaba en la esquina de la cafetería.  Gritó a  sus espaldas—:  ¡Tal vez  voy  a darte  una llamada cuando  tenga otra fiesta! ¡Tal vez en el lago! —miró hacia mí—. ¿Vas al lago?

Fruncí el ceño. —¿Qué lago?

—Wind song. Es en Wisconsin —explicó—. Si estás con San, estoy seguro de que te quedarás en la cabaña de los López.

—Nick, ella es su asistente.

—Oh —él se encogió de hombros—. Bueno, lo que sea. Nos vemos.

—Chao. —Dije rodando mis ojos cuando la pareja regresaba a la pista de baile.

Mirando alrededor de la sala, me di cuenta —para decirlo sin rodeos— que Clarence tenía pocos chicos atractivos. No es de extrañar que muchas chicas hayan querido salir con Santana. En primer lugar, sólo había unos veinticinco hombres en toda la clase  y,  en  segundo  lugar,  bueno,  en  realidad  no  había  un  segundo  lugar,  pero probablemente eran ricos, eso ayudaba. De hecho, uno de los pocos chicos guapos estaba  caminando  hacia  mí.  Yo  me  reí  de  mí  misma.  Probablemente  no  estaba caminando hacia mí, probablemente caminaba hacia la soda italiana importada en la mesa detrás de mí.  

—Hola. Brittany Pierce, ¿correcto?  

O no. Me atraganté —Hola. —Y aturdida le estreché la mano.  

Era alto, de cabello negro y unos ojos marrones sin fin. Sus rasgos eran asiáticos, muy agradable. No es que me diera cuenta. Él sonrió con una sonrisa inmaculadamente blanca, diciendo:  —Mike Chang. Es un placer conocerte.  

Mike Chang, Mike Chang, ¿por qué ese nombre me sonaba familiar? Oh, sí.

—Felicidades por ser Valedictorian. Gran discurso, por cierto.

Mike  bajó  la  cabeza  y  dijo  formalmente:  —Gracias.  Y  me  gustó  tú... demostración. Santana merecía graduarse, sin importar las circunstancias.  

Por lo tanto, yo tenía razón, los Clarencienses se habían negado a aplaudir a causa de la corrupción. Asentí con la cabeza.  

De repente, me ofreció su mano y preguntó: —¿Te gustaría bailar?

Miré con incertidumbre  hacia la puerta  del baño. Bueno,  un baile. Yo sonreí y le tomé la mano. —Sí, claro.  

Él me llevó a la pista cuando la música cambiaba a una canción lenta, no sólo una canción lenta, una cursi canción lenta. Honestamente. Las canciones clichés y con tenores  tratando  de  ser  impresionantes,  con  sus  vibratos  me  enfermaban. Sosteniendo mi mano, Mike sonrió y dio un paso hacia mí. Puse mi otra mano en su  hombro  a  medida  que  empezábamos  a  girar  lentamente  en  un  círculo.  Me sorprendí cuando habló en mi oído: —Puedes apoyar la cabeza, si lo deseas.

Sí, yo estaba al tanto de la opción, pero estaba viendo en ese momento a la puerta del  cuarto  de  baño  de  mujeres,  en  busca  de  Santana.  Tenía  que  cambiar continuamente mi cabeza mientras nos trasladábamos para mantenerla en mi vista.  

En  el  momento en que Santana salió  del baño, Dani se le  acercó. Ella negó con la cabeza  cuando ella  le  habló y  le  permitió  que  le  llevara  de nuevo  a la  mesa. Me imaginé  que  ella  le  preguntaba  dónde  estaba  yo,  porque  apuntó  hacia  la  pista  de baile,  mientras  ella  hablaba.  Mike  me  volvió  a  girar  y  tuve  que  prácticamente girar completamente alrededor de mi cabeza para ver. Por el lenguaje corporal de Santana, me di cuenta que ella sabía dónde estaba yo. Y, de improviso, la realización era como una herida de cuchillo en el estómago.  

Esto no estaba bien, yo no podía abandonarla.  

Me aparté del Valedictorian, disculpándome por encima de mi hombro: —Lo siento. Tengo  que  irme.  —Mientras  me  precipitaba  hacia  la  mesa.  Cuando  llegué  a Santana, Dani hablaba en su asiento junto a ella.  

Dije sin aliento: —Hola. —Ella volvió la cabeza hacia un lado interrogante.  

—La canción no ha terminado.

—Lo sé.

Una  sonrisa  cruzó  la cara  de  Santana  y miró  a  Dani. Ella  dijo:  —Tú  no  eres de mucha ayuda para él en la pista de baile, ¿verdad?

Introduje  un  mechón  de  pelo  detrás  de  mi  oreja  y  dije:  —Tienes razón,  debería haber estado…

—Bailando  conmigo  —concluyó  Santana,  sorprendiéndonos  tanto  a  mí  como  a Dani,  por  la  expresión  de  su  rostro.  Ella  se  puso  de  pie  y  se  me  retorció  el estómago—. ¿Brittany?

Dani se levantó de un salto, tirando del dobladillo de su vestido corto, y buscando a tientas las palabras: —¿Estas... estás segura de que puedes bailar?

Santana  mantuvo  la  cabeza  enfocada  hacia  mí  y  le  dijo  con  desdén:  —Tuve  tres años de formación formal, mientras estaba en la escuela primaria. No he tenido que mirar mis pies desde que tenía seis años. Creo que puedo manejarlo.  

Me  tomó  del  brazo  y  nos  movimos  a  la  pista  de  baile,  lejos  de  una  Dani  boca abierta. Oh, sí, muchas cabezas se volvieron en nuestra dirección. Junté las manos alrededor de su cuello y sus manos se encontraron la parte baja de mi espalda. La música había cambiado a otra canción lenta, una de Josh Groban que siempre hacia a Quinn llorar, aunque nunca lo admitiría. Fiel a su palabra, Santana no me pisó los pies. De hecho, me di cuenta de que estábamos bailando casi a un pie de distancia.

¡Esto no era la secundaria!  

Sólo sabía que Santana seguía pensando en cómo la había traicionado en el ensayo.

Con mucho cuidado me incline hacia su oído y le susurre: —Siento, lo de ayer.

Siempre tan sutil, la sentí relajarse. Ella respondió: —Tú no tenías que hacer eso en el podio.

—Sí, tenía

La mano de Santana se presionó contra mi espalda y me sentí acercarme hasta que mi cabeza estaba apoyada en su hombro. Cerré mis ojos y sentí su constante ascenso  y  descenso.  Respiré  profundamente  y  mis  brazos  se  posaron  con  más seguridad alrededor de su cuello. El mundo de repente era simplemente de canela y sándalo.  Yo  no  recordaba  haberme  sentido  tan  contenta.  Demasiado  pronto,  la canción  terminó.  Casi  gemí  cuando  Santana  dio  un  paso  atrás  y  me  agarro  del brazo.  —Tal vez deberíamos salir.  —Tal vez la gente no  debería moverse cuando otra persona se siente... Oh, lo que sea.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 22, 2016 8:33 am

ACTUALIZA PRONTO, QUIERO SABER MAS.
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Mensaje por micky morales Vie Ene 22, 2016 7:25 pm

vaya que bien, espero que britt considere a santana y se deje de tonterias!!!!!
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Mensaje por Sophia27 Mar Feb 02, 2016 9:43 pm

Capítulo 7


El trayecto a través de la noche fue pacífico, pero cuando apagué el motor del auto, se extendió de nuevo un silencio incomodo. Me quedé sentada, sintiéndome extrañamente nerviosa, preguntándome por qué ella no se bajaba y preguntándome si se suponía que yo dijera algo y preguntándome todas esas cosas que te preguntas al final de una cita —¡no que fuera una cita! De repente, Santana rompió el silencio. —Quiero que entres, pero tengo que advertirte
acerca de mi madre. En este tipo de cosas, suele ponerse... achispada.

Honestamente, ¿qué tan borracha podía estar? Ella se había ido, quizás, una hora antes.

Me encogí de hombros. —Hey, mi mamá ha estado de picnic la mayor parte de mi vida.

Ella frunció el ceño como si no entendiera y luego abrió la puerta. —Está bien.

Me deslicé fuera del auto y luego hice una pausa. Espera, ¿por qué me estaba invitando a entrar? Esto era parte del trabajo, ¿no es cierto? Yo no podía, nosotras no podíamos... salir. Ignorando a mi cerebro, caminé con ella hasta la puerta. Ella preguntó: —¿Estás lista? —Y presionó el timbre. Desde adentro, pude oír el sonido de charla y de música clásica. Hubo un estruendo, seguido de risa, y entonces la puerta se abrió de repente.

La Señora López estaba parada en la entrada, su pelo ligeramente despeinado y sus ojos brillando. En el vestíbulo detrás de ella pude ver a un mesero de rodillas, limpiando fragmentos de un vaso roto. Un joven camarero presionó una copa de champagne en la mano de la anfitriona, mientras él en gran medida nos sonreía.

Ella rezumó: —Oh, que encantadoras lucen ambas —y yo intenté devolverle la sonrisa. Ella volvió su cabeza, presumiblemente hacia el camarero que se alejaba, y continuó articulando mal—. Esa es la niñera de mi hija.

Bien, definitivamente había estado tomando.

Varios de los administradores, que reconocí de la graduación, estaban parados en grupos alrededor del estudio y se volvieron en nuestra dirección. Sintiéndome avergonzada por Santana, intenté moverme hacia las escaleras. —Todo luce maravilloso, Señora López.

—Gracias, querida. Es todo obra del proveedor ¡ups! —la copa cayó de sus dedos y se hizo pedazos contra las baldosas. Ella frunció el ceño—. Oh, esas cosas son tan resbaladizas —elevó una mano e intentó susurrarme—. Me pongo nerviosa cuando soy anfitriona.

—No se preocupe —dije mientras comenzábamos a subir las escaleras—. ¿Quizás si prueba un poco de café?

Cuando llegamos al segundo piso, Santana suspiró. —¿No fue divertido?

Apreté su brazo. —Hey, está bien. Cuando tenía cuatro años, mi mamá decidió que debíamos intentar liberar a todos los animales del zoológico. Yo fui la chica más joven en pasar tiempo en la cárcel de Grayfield. Papá estaba furioso.

Santana se rió. —Parece que realmente tienes una familia.

Entramos en su habitación y cerré la puerta para mantener fuera al ruido. Me dejé caer sobre el borde de la cama junto a ella y alisé mi vestido. Santana se abrió los primeros dos botones de su camisa y sacudió la cabeza. —Qué noche.

Mis mejillas se entibiaron cuando recordé el baile. —Sí.

Estaba tan ocupada recordando, que casi pierdo sus siguientes palabras. —Quiero verte.

—¿Qué? —Jadeé, el latido de mi corazón disparándose como un cohete.

—Quiero conocerte, cómo luces. —Dijo quedamente y estiró su mano.

Yo respiré: —Oh —y guié su mano a mi rostro. Las puntas de sus dedos descansaron delicadamente contra la piel de mi frente y lentamente rozó la línea de mi cabello. No pude reprimir el escalofrío que corrió por mi columna. Cerré los ojos y sentí sus dedos sintiendo su camino hacia abajo, trazando los arcos de mis cejas. Suavemente, se movieron sobre mi nariz hacia los huesos de las mejillas.

Difícilmente podía respirar, pero una pregunta fastidiaba en un rincón de mi mente.

Murmuré—: ¿Por qué saliste con todas esas chicas?

—Algunas veces, solo estoy buscando algo adecuado.

Oh, era una frase. Es tan poco una frase. Pero que frase.

Por un momento, su mano se ahuecó contra mi mejilla. Estaba hundiéndome en su contacto, anticipando su siguiente movimiento mientras ella... me descubría. En la oscuridad detrás de mis párpados, estaba intensamente consciente de cada ruido, el sonido de sus parejas exhalaciones. En su mayor parte, mientras su pulgar acariciaba mis labios, yo estaba invadida por el deseo de saber todo sobre ella. Si tan sólo pudiera verla sin sus lentes. Si tan sólo... su respiración era tibia en mi piel y su mano se había ubicado contra mi cuello. Quería mirar, pero…

—¡Ahh!

Con mis sentidos aumentados, el sonido del picaporte girando me causó pánico.

Me alejé de Santana de un salto justo cuando la puerta se abrió. Chris se paró allí con sus brazos cruzados. Vestía su pijama, aunque estaba bien despierto. Frunció el ceño mientras miraba, y yo probablemente estaba blanca como un fantasma, a Santana. Su voz era sospechosa. —¿Qué están haciendo ustedes aquí?

Santana frunció el ceño. —Nada. Deberías estar en la cama.

—Papá siempre te dijo que mantengas la puerta abierta.

—Bueno, Papá no está aquí ahora, ¿no es cierto? —Contestó bruscamente.

—Los ojos del chico de abrieron y su boca formó una línea dura.

—Escucha, yo... —Santana suspiró y explicó—. Lo lamento. No sabía que estaba cerrada.

Chris miró la alfombra. —Está bien... Mamá sólo... es algo ruidoso.

—Ella se puede poner bastante... entusiasmada en las fiestas, ¿sabes? —Santana se encogió de hombros—. A veces los grandes juegan ruidosamente.

El rostro de su hermano se iluminó. —¿Tú quieres jugar un juego?

La risa de Santana fue amarga. —No sé si soy mucha competencia estos días.

—Podemos jugar juntas —dije yo rápidamente—. ¿Cómo suena eso?

Chris asintió ávidamente y corrió fuera del cuarto a buscar un juego. Respiré profundamente para calmarme; estaba temblando por todos lados. Si él no hubiera entrado antes, ¿nos hubiéramos besado? Traté de no pensar en eso. Estaba aquí trabajando para conseguir dinero para la universidad. No me estaba enamorando – no. Tragué fuerte y miré a Santana, quien parecía estar perdida en sus pensamientos.

No había razón para mis temblores. Ninguna.

Chris entró corriendo al cuarto con una caja en las manos. Se deslizó en sus rodillas al pie de la cama y orgullosamente armó el juego en el suelo. Me sonrió burlón, desafiante y proclamó. —Batalla naval.

—Estoy lista si tú lo estás, niño —pellizqué la rodilla de Santana mientras me sentaba en el piso—. Y estoy contando contigo para destruir todos sus barcos.

Santana sonrió y se volvió hacia Chris. —La oíste. Tus días navales están contados. A4

***

El sábado por la mañana el cielo estaba nublado. Estiré mis brazos mientras me dirigía al portón de los López, que estaba cerrado. La noche anterior, me había ido directo a la cama después de tres horas de Batalla Naval y después había estado ahí una eternidad mientras intentaba procesar todo lo que había pasado. La ceremonia, el baile, la... visión.

Quería que se me ocurriera algo divertido para que lo hiciéramos, Santana y yo – algo que ambas pudiéramos disfrutar, algo especial. Sin embargo, mi lista de cosas que sabía que ella disfrutaría y cosas que serían riesgosas eran una sola: montar caballos. El problema era que yo sólo había montado a caballo dos veces en mi vida, con poco éxito, y, bueno, ella era ciega. Pero no podía pensar otra cosa.

Inclinándome fuera de la ventana de mi auto, presioné el botón de llamada. Un minuto pasó y entonces la voz conocida de un chico crujió a través del parlante. —¿Qué?

—Chris, ¡soy yo! ¡Abre!

Hubo una pausa y luego él respondió: —Así que, ¿qué hiciste anoche?

—Vencí a un pequeño tramposo en la Batalla Naval. —Lo provoqué.

—¡No lo hiciste!

—¡Sí lo hice!

—¡Ustedes ganaron una sola vez! ¡Yo gané el resto! —El chico se ofendió.

—¡Sólo porque tú nos decías que no habíamos tocado tus naves, cuando las habíamos golpeado a todas!

Mi comentario fue encontrado con un silencio indignado.

—¡Vamos, Chris!

Hubo un zumbido y el portón se abrió. Para el momento en que yo estacioné en la entrada, que ahora estaba vacía de todos los vehículos del catering, él me estaba esperando en la puerta con una pequeña sonrisa malvada untada en su rostro. Me pellizqué rápidamente en el brazo antes de dejar mi auto, sólo en caso de que me hubiera deslizado en una pesadilla con tema de Stephen King. Salté los escalones y traté de pasar a su lado, pero él me bloqueó el camino.

—Así que, antes que entrara, ¿qué estaban haciendo tú y Santana? —Preguntó
tímidamente
—Nada. ¿Qué estabas haciendo tú fisgoneando fuera de su cuarto?
Chris elevó sus cejas. —Escuchándote gritar bastante fuerte —lo miré con el ceño fruncido y él despreocupadamente pateó el suelo—. Así que, ¿tú y Santana son amigas ahora?

Me encogí de hombros y peleé la urgencia de pellizcar sus pequeñas mejillas sonrientes. —Supongo.

Me bloqueó cuando hice otro movimiento para entrar.

—¿Qué van a hacer hoy?

Le di una mirada feroz. —Algo, ¿está bien? —Lo atrapé del hombro y lo empujé a un lado.

—¿Vas a intentar que ella monte a Aeris, uh?

Me detuve dentro del vestíbulo y me di vuelta. La puerta se movió con la brisa, pero Chris se había ido. Chico espeluznante. Me volví de nuevo y salté. Santana estaba parada frente a mí, en la base de las escaleras. Solté un pequeño chillido y su rostro se iluminó en una sonrisa que entumecía la mente. —Qué bueno verte a ti también.

—Lo lamento. Era sólo tu hermano... —suspiré—. No importa —caminé hacia adelante y tomé su brazo—. Vamos.

Santana caminó conmigo, pero preguntó: —¿A dónde estamos yendo?

—Uh, a manejar. —Dije evasivamente.

Volvió su cabeza hacia mí, escéptica. —¿En serio, Brittany?

—Es una sorpresa —dije con una sonrisa y cerré la puerta detrás de nosotras. Me volví para ver a Chris sentado en los escalones del frente. Saltó cuando nos vio y, sonriéndome burlonamente, dijo—: ¡Yo sé a dónde van!

Le di un golpe suave en la cabeza, pero me esquivó. Lo miré. —Acércate, niño. Te reto. —Él se rió y se deslizó de nuevo dentro de la casa.

—¿Qué fue eso? —Preguntó Santana mientras entraba al Camry.

—Oh, nada.

Cuando comencé a conducir, descubrí que había olvidado agarrar la cinta. Empujé mi cabello detrás de mis orejas, meditando encender la radio, y entonces me di cuenta que el silencio entre nosotras era en realidad cómodo. Una sonrisa rozó mis labios cuando me volví para mirar la silueta perfecta de Santana contra el cielo azul gris. Me encontré preguntando: —¿En qué estás pensando?

Ella inclinó su cabeza hacia mí y yo esperé por su respuesta. Finalmente, dijo: —Sólo sorprendida de que este auto aun funciona.

—¿Qué? —Dije con falsa ira y juguetonamente la golpeé en el hombro. Ella se rió.

—¡Santana, lo digo en serio!

—¿Recuerdas la música que tenías la primera vez que estuve en tu auto?

Asentí. —Sí, Sting – The Police.

—Eso era horrible. —Dijo con el rostro inexpresivo.

—Claro —puse mis ojos en blanco—. ¿Siquiera escuchas música?

—Por supuesto que lo hago.

Elevé mis cejas. —¿Sí? ¿Cuál es tu banda favorita?

—Coldplay.

—¿Qué? —exclamé—. ¿En serio? ¡Los amo!

Santana rió. —No pensé que te gustaran bandas de esta década.

—Honestamente —detuve el Camry en un lugar de estacionamiento—. Sting es un clásico.

Apagué el motor. —Estamos aquí.

—¿Y la sorpresa es...?

Dije con entusiasmo: —¡Estamos en los establos para visitar a Aeris!

—Oh —su rostro se oscureció—. ¿Qué te hace pensar que quiero montar?

—Porque solías amar hacerlo —caminé alrededor de mi auto hacia el lado del pasajero y abrí su puerta—. Oye, esto no es por mí. El último caballo que monté era de cuatro pies de alto y sólo podía caminar en círculos. Tenía tres años; caí en su excremento; hubo lágrimas. Desde entonces, los caballos y yo – nada bueno.

Ella contestó bruscamente: —Brittany, hay una razón por la que no he estado montando a Aeris. —Y golpeó significativamente el borde de sus lentes.

Suspiré y tiré de su brazo. —Oh, vamos. Seré tus ojos.

—Eso es bien reconfortante, luego de tu historia. —Dijo sarcásticamente y salió de mi auto.

Sonreí y deslicé mi mano dentro de la suya. Los dedos de Santana se apretaron alrededor de los míos y sentí mis mejillas entibiarse. ¡Tenía que sostenerme... a mí misma! ¡No a ella! Honestamente.

Entramos en los establos. Eran hermosos y brillantes, con un techo de vigas altas. Había dos filas de compartimentos a ambos lados del edificio. Cascos, sillas, bridas y otro equipamiento que no podía nombrar colgaba de clavijas fuera de los compartimentos. A través de las puertas, pude ver los rostros brillantes de los caballos pura sangre. Miré a Santana y pregunté: —¿Dónde está Aeris?

Ella frunció el ceño mientras pensaba. —Uh, a la izquierda... en la mitad de la fila. Es negro.

Caminamos un poco más y entonces vi un intenso ojo ónix mirándome. Me detuve y me admiré del apuesto animal. Su cobertor era un color negro intenso que daba pequeños destello de luz. Sus orejas estaban vueltas hacia adelante mientras me observaba. Entonces soltó aire despectivamente por su nariz y, volviéndose hacia Santana, apretó las orejas hacia atrás.

Santana dejó ir mi mano y tomó un paso hacia el establo. —¿Aeris? —el caballo la miró cuando extendió su mano—. Ha pasado tiempo, ¿no cierto? Debería haber venido —Aeris miró por otro momento y entonces frotó su cabeza contra la mano de su dueña. Ella palmeó el cuello del caballo y se volvió hacia mí—. Bueno, ¿aun quieres hacerlo?

—Por supuesto.

Santana asintió. —Tendrás que ensillarlo. Yo no puedo.

Miré la silla que colgaba junto a la puerta del establo. —No creo que pueda poner bien la silla.

—Bueno, probablemente sea mejor así —respondió—. Ambas no entraríamos. Espera - ¿qué estaba diciendo? ¿Ir sin silla? ¿Mi historia acerca del pony había sido para nada? Jadeé: —¿Qué quieres decir?

—Vamos a montarlo así —dijo con una sonrisa malvada—. Sólo necesitaremos la brida.

—Claro.

Cautelosamente levanté la brida de cuero de su gancho. Las largas riendas colgaban del bocado. Me moví hacia Aeris, cuyas orejas estaban vueltas hacia atrás. Santana mantuvo una firme mano contra el cuello del caballo mientras yo deslizaba la brida sobre la cabeza del animal. Ella me sintió deslizar la brida y luego me indicó: —Esta bien, ahora aprieta las tiras. ¿El bocado está en su boca?

Tiré de las tiras. —Sí.

—Está bien —ella sostuvo las riendas—. Abre la puerta.

Abrí el pasador y Santana retrocedió, sacando a Aeris de su establo. Ella tanteó con su mano libre por el cuello del caballo hacia la espalda. Sostuvo las riendas hacia afuera y yo las tomé. Miré, mi boca abriéndose ligeramente mientras ella subía al lomo de Aeris con muy poca dificultad. Ella extendió su mano y yo le pasé las riendas. Se rió, dejando las riendas caer contra el cuello del caballo, y dijo: —No, tú.

—Oh.

Tomé su mano y me sorprendí cuando ella me levantó del suelo... hasta que entré en pánico. ¡¿Cómo se suponía que iba a hacer el resto del trayecto hacia arriba?! Comencé a agitarme, pero ella me atrapó alrededor de la cintura con su otro brazo y me subió. Incómodamente mecí mi pierna sobre el lado del caballo y, suspirando, me incliné contra el pecho de Santana. Me quedé allí, recuperando la respiración, hasta que oí a Santana aclarar su garganta. Rápidamente me senté derecha, mis mejillas de un rojo brillante.

Santana extendió sus manos alrededor mío para tomar las riendas. —Está bien, dime a dónde ir.

Guié a Santana fuera de los establos y hacia los campos. Nos movimos a través del césped a un medio galope gentil. Aun cuando rebotaba bruscamente con cada paso, encontré el paseo agradable. El aire volaba a través de mi cabello y yo respiré el aire fresco. Relajándome, cerré los ojos. Unos pocos momentos más tarde, oí a Santana susurrar en mi oído: —¿Nos estamos acercando a la cerca?

Me encogí de hombros y perezosamente abrí los ojos. Mi corazón se saltó un latido. La cerca estaba apenas a cinco yardas. Grité: —¡Dobla!

—¿Qué tan cerca estamos? —Preguntó ella calmadamente.

—¡Está justo ahí! —Grité y volví mi cabeza, como si estuviera a punto de estar en un accidente de auto. Cuando comenzamos a levantarnos del suelo, sentí a Santana presionar su pecho contra mi espalda hasta que yo estuve inclinada sobre el cuello del caballo. Con una risa casi histérica, sentí que volaba como en una montaña rusa mientras nos elevábamos a través del aire. El momento fue breve y las patas delanteras del caballo rápidamente tocaron el suelo.

Santana me levantó y pude oír su sonrisa mientras me retaba: —Brittany, ¿están tus
ojos abiertos ahora?

Primero, todo lo que pude hacer fue reír. Cuando Santana detuvo a Aeris, me las arreglé para chisporrotear. —Lo-lo lamento. ¡Eso fue increíble! ¿Supongo que lo has hecho antes?

Ella rozó una mano contra el hombro de Aeris y dijo en una voz oscura que me hizo olvidar mi risa: —Solía saltar a caballo. Estaba en una competición cuando, bueno... —Su voz se apagó lentamente.

—Lo siento. —Contesté suavemente.

—Hey, no tienes la culpa de la debilidad retinal genética.

—Lo sé... —Estaba abrumada de emoción y no podía decir por qué. Sólo lo lamente por ella y por las cosas que ella extrañaría ver. Me volví y arroje mis brazos alrededor de su cuello. Santana soltó las riendas y de repente estábamos abrazándonos con una clase de fiereza, como si nunca quisiéramos dejar ir a la otra. Me pregunté si ella sabía por qué, porque mi mente se devanaba para pensar en eso. La sangre golpeando en mis oídos sirvió de una muy agradable distracción.

Cuando nos separamos, ella preguntó: —¿Has tenido suficiente de montar a caballo por hoy?

Miré su rostro, preguntándome qué estaba pensando. De repente deseé poder verla sin sus lentes pero, aun más, quise verla feliz. Ofrecí: —Del camino, vi un sendero que podríamos tomar.

Santana hizo una pausa por un momento y después una mareantemente brillante sonrisa llenó su rostro. —Sí, seguro.

Sintiéndome tibia, me volví a acomodar. Tiré de las riendas de Aeris, así que él comenzó a caminar a medio galope en la dirección del sendero. —Así que, Fan de la Música en Secreto...

—Nunca dije que no me gustara la música. —Dijo ella de pronto.

—Verdad —concedí—. ¿Tienes un libro favorito también?

—El Guardián en el Centeno.

—Yendo por lo clásico —sonreí—. Eres más profunda de lo que pareces. —Inmediatamente me mordí la lengua. ¿Qué estaba diciendo? Sólo porque ella lucía como un
modelo…

—Mucha gente en Clarence probablemente estaría en desacuerdo contigo. —Dijo amargamente.

—Aliviada de que no estaba ofendida, agregué demasiado rápidamente. —Pero eres diferente a lo que eras. ¿No es cierto?

—Sí, lo creo. Antes, pensaba que era feliz viviendo de fiesta en fiesta, pero no lo era.

—¿Cómo te sientes ahora?

Estuvo en silencio por un momento, antes de responder quedamente: —Quedarme ciega no fue algo que yo planeé... todavía estoy intentando entender ciertas cosas.

—¿Como el futuro? —Ofrecí.

—Sí —suspiró—. Sabes, puedes apoyarte si quieres.

Me ruboricé mientras me relajaba contra ella. —Gracias.

Aeris bajó la velocidad hasta un paseo cómodo mientras seguíamos el suave sendero. Santana y yo estábamos en silencio, pacíficamente en silencio. Sentía el lento subir y bajar de su pecho, justo como nuestro baile. Observé el paisaje fluyendo alrededor nuestro y finalmente me sentí tan relajada, que hice la pregunta que tenía en mente. —¿Crees que alguna vez competirás de nuevo?

Sentí el corazón de Santana comenzar a golpear con la idea. —No lo sé. No-no creo que nadie ciego haya hecho un salto alguna vez...— esperé mientras ella consideraba la idea. —Sería casi imposible.

—¡Pero piénsalo! ¡Serían tú y Aeris! ¡Ya tienen un vínculo! —Me entusiasmé.

Reboté contra el pecho de Santana cuando ella rió. —Brittany, estás loca.

—Está bien —gruñí—. Pero tengo una sugerencia más.

—¿Cuál es? —Preguntó en broma.

—Deberíamos ir por un helado.

—Eso lo puedo manejar.


***

Con mi cuchara plástica, tracé el diseño de la parte alta de mi tazón de Nuez de Arce. Para mí, el Mundo del Helado era una de las mejores características de Grayfield. Era retro, pero no al punto de ser molesto. Seguro, afuera había toldos rojos y blancos y adentro los muros estaban alineados con estantes sosteniendo salsas y agregados en jarros de vidrio. El punto era que ellos dejaban a sus empleados vestir jeans y camisas con sólo logos del Mundo del Helado. Eso es un progreso.

Miré a Santana mientras ella escarbaba en su helado de menta con chispas de chocolate. —¿Cuánto dijiste que hace desde que viniste aquí?

Ella se encogió de hombros. —¿Diez años?

—¡Ugh! —hice un gesto con mi cuchara—. ¡Tú estás loca! ¡Un verano no está completo sin helado del Mundo del Helado!

Intenté no quedarme mirándola cuando Santana lamió una gota de helado de sus labios. —Estaba ocupada haciendo otras cosas.

—Nada es tan sabroso.

—Es Verdad. —Se rió.

Esculpí una cucharada de Nuez de Arce antes de preguntar. —Así que, ¿cuánto has montado a caballo?

—Desde que tenía seis años —Santana tragó y su cara se quedó quieta mientras recordaba—. Mi padre comenzó haciéndome montar ponis y estaba saltando cuando tenía alrededor de nueve. Para cuando cumplí once, estaba aburrida de saltar con ponis, así que mi padre me compró a Aeris. Una vez que estuve entrenado para saltos equinos, realmente comencé a competir.

Llevé mi cabello detrás de la oreja y pregunté cuidadosamente_ —¿Tu papá también montaba?

Santana bajó su cabeza y aguijoneó su helado. Dijo lentamente: —Cuando yo era más chica, pero después estaba demasiado ocupado —hizo una pausa por un momento, perdido en sus pensamientos—. Mi padre era un neurocirujano – uno de los mejores en el país. Siempre estaba yendo a Chicago para consultas o volando para hablar en conferencias.

—¿Les daba algo de tiempo?

—Suficiente —Santana dijo brevemente y su boca formó una línea dura. Por varios minutos, ella estuvo en silencio y lentamente comió su helado. Salté cuando inesperadamente habló—. ¿Qué hay de ti – cuál es tu pasión?

—¿Mi pasión? —me reí—. La música. ¡La amo! Mi trabajo ideal es ser periodista de Rolling Stones. No sé cuáles son las posibilidades de que eso pase...

—Lo harás. —Me dijo, sonriendo, y una vez más me tomó por sorpresa.

—¿Por qué lo dices?

Su respuesta fue suave. —Porque sabes lo que tienes que hacer; sabes lo que es
importante.

Me sonrojé, sorprendida de que me dijera semejante cosa. Chillé un: —Gracias.

Santana tomó otra poco de helado. —¿Qué sigue? ¿La Universidad?

Lamí mi cuchara e intenté calmarme lo mejor que pude. —Sí, pero no es tan simple como suena... Rolling Stones sólo toma doce practicantes al año, así que realmente necesito sorprenderlos. Estoy segura que aprendería cosas si fuera a la Universidad de Illinois. Pero si fuera a Evanston, estaría lista.

Ella frunció el ceño, luciendo confundida. —Así que, ¿dónde irás? ¿Evanston?

—¡No lo sé! —exclamé—. ¡Ese es el problema! He sido aceptada en ambas escuelas, pero Evanston es tan cara-

—Y es por eso que estás trabajando para mi madre. —Santana dejó su cuchara.

Mordí mi labio y asentí. —Sí.

Volvió su cabeza hacia mí. —El trabajo. Casi lo olvido.

—Yo también —murmuré y miré hacia abajo a mi tazón de helado vacío—. ¿Quieres volver?

—No. No aun.

Miré hacia arriba, pestañeando estúpidamente. ¿Ella quería pasar más tiempo conmigo?

Me moví torpemente. —¡Oh! Bueno... hay una disquería a la vuelta de la esquina. Si te gusta Coldplay, deberías escuchar a Jon Buckley. Fue popular en los 90s, pero creo que te gustará.

La sonrisa de Santana relampagueó. —Suena bien. —Y yo me derretí.
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Activo Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16

Mensaje por micky morales Mar Feb 02, 2016 10:48 pm

es muy lindo su intento de amistad pero que pasara cuando brittany se vaya a la universidad, es obvio que la vida de santana esta condicionada, aunque seria espectacular que volviera a las competencias, y con ayuda de britt!!!!
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