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BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
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cvlbrittana
Amalia
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BRITTANA: "She won't go"
________________________________________
Enero de 1946
En el pasillo de siempre algunas personas pasaban despreocupadas, todos con sus pequeños sentimientos positivos después de la guerra. Todos mirándome con sus miradas compasivas, como si las necesitara, como si su lástima lo trajera de vuelta. Ellos sólo vivían, respiraban y sentían pena por los que esperaban.
A veces me gustaría también vivir, a veces me gustaría regresar a casa, pero no puedo hacerlo.
Ella prometió que volvería.
Cuando la brisa era tan fuerte como ahora era difícil no recordar…
…
Hace muchos años una niña caminaba por el bosque, ella se había perdido. Se suponía que salir del orfanato sería algo bueno, pero la noche la había alcanzado y perdió el rumbo. Vagaba de un lugar a otro tratando de reconocer el camino que pisaba, pero mientras el tiempo pasaba su desesperación aumentaba. ¿Cómo pudo haber sucedido?
Todas las noches, cuando las cuidadoras las dejaban solas, un sueño colectivo se alzaba entre ellas. Donde creían que fuera de las murallas del patio había un mundo mágico. Con ríos de leche y lluvia de caramelos. Donde había madres cariñosas en cada esquina brindando su amor a los niños desamparados. Ella era una niña desamparada o al menos lo creía cada vez que una cuidadora la miraba con lástima.
Al ver el paisaje a su alrededor estaba segura que todas se habían equivocado. No existía tal cosa fuera de las murallas del patio.
Nunca planeó salir del orfanato, pero después de la revuelta no hubo más remedio que escapar antes de que terminara tan muerta como alguna de sus compañeras de cuarto.
Cuando perdió toda esperanza de encontrar el camino se dejó caer sobre un árbol y abrazó sus rodillas con fuerza. Tal vez en la mañana hallaría una solución. Apoyó su cabeza contra el árbol más cercano y dejó que el sueño la abrigara hacia la inconsciencia.
Después de algún tiempo sintió que algo la golpeaba en la cabeza, sentía murmullos alrededor, pero no sabía de dónde venían.
Abrió los ojos y se encontró con el bosque, tan raro. Todo era verde, no había sombras ni otros colores. Ella pensaba que a esa hora la tenue sombra del sol iluminaría el paisaje de alguna manera, pero se había equivocado. Sus ojos sólo veían verde.
– ¿Estás bien? – una voz pequeña se escuchó a su alrededor. ¿El bosque le hablaba?
– Mamá tenía razón – la voz pequeña volvió a hablar a su lado. Ella no sabía que los colores hablaban.
– ¿Quieres ir a casa? No sé qué necesiten los ángeles, pero de seguro mamá sabrá. Ella también es un ángel.
Cerró los ojos con fuerza, tal vez era el frío o la humedad. No podía haberse vuelto loca, eso no estaba bien, pero a pesar de sus divagaciones algo trató de moverla. Ella dijo que era un ángel ¿y si había muerto? Eso tampoco estaba bien.
– Vamos ángel, hace mucho frío y me estoy congelando.
Ella abrió los ojos, pero ahora ya no había sólo verde, una pequeña niña estaba a su lado tratando de jalarla. Su corazón latió con fuerza. Definitivamente estaba en el cielo. Tal vez la muerte la alcanzó después de todo. No podían existir criaturas tan hermosas en la tierra. No las había.
Dejó que ella la guiara y no dijo nada.
– ¿Dónde están tus alas?
Ella la miró confundida.
– No lo sé, supongo que me las darán después ¿no? – la niña la miró confundida también.
– ¿Quién te las dará?
– Pensé que tú sabías – la niña volvió a mirarla y atrapó sus ojos con los suyos. Ella nunca había visto un negro tan intenso antes.
Ninguna dijo nada más durante el resto del camino. Ella no sabía cuánto tiempo había pasado hasta que una enorme casa blanca apareció frente a ellos.
– Mi mamá sabrá donde están tus alas, o tal vez ella pueda prestarte las suyas.
Ella no entendía por qué la niña tampoco tenía alas.
Una hermosa señora salió de la casa, su cabello era tan largo que casi tocaba el suelo.
– ¿Qué te pasó pequeña? – su voz dulce como la miel.
– Ella perdió sus alas mamá – respondió la niña de ojos negros.
Ella las vio, eran demasiado parecidas, demasiado perfectas. Tal vez ahora que había muerto ella también podría tener un poco de su perfección.
La señora sonrió y extendió una mano hacia ella.
– No te preocupes, estoy segura que podemos encontrar unas para ti.
La niña tomó la mano que ella le ofrecía.
– Santana ve a la cocina y tráeme un vaso de leche – la niña salió corriendo.
– ¿Usted tiene mis alas señora? – ella le sonrió con dulzura y asintió.
La niña se preguntaba si ella también tendría los ojos negros.
Entraron a una amplia sala, los muebles eran todos blancos. El cielo era tal cómo le habían dicho.
– ¿Por qué no te sientas querida? Pareces un poco cansada – ella obedeció en silencio.
La señora despareció tras unas escaleras, después de unos minutos entró con un hermoso vestido blanco en sus manos.
– No tengo alas, pero esto funcionará – la señora volvió a sonreír y la niña abrió ampliamente sus ojos.
Fue hasta una pequeña habitación y cambió sus andrajosas ropas por el suave vestido. Una pequeña lágrima corrió por su rostro. Nunca antes había tenido un vestido.
– Gracias
– De nada – ella volvió a sonreír y cada vez que lo hacía algo cálido inundaba el corazón de la niña.
– ¿Cómo te llamas?
– Brittany
– Es un nombre muy hermoso.
La niña apareció corriendo con un vaso enorme de líquido blanco.
Se acercó a ella y se lo tendió con una mirada de asombro.
– ¿Dónde están sus alas mamá? – ella tenía los ojos tan grandes. La niña se preguntaba si podría nadar en ellos.
– Los ángeles pequeños no tienen alas, pero tienen vestidos blancos.
…
Febrero de 1946
Abrí los ojos de golpe, no había tenido esa pesadilla en años. Miré a mi alrededor desesperada buscándola. Las lágrimas corrieron por mi rostro cuando me di cuenta, una vez más, que ella no estaba.
…
– ¿Por qué siempre tienes pesadillas? – ella se dio la vuelta con brusquedad, no le gustaba que Santana tuviera lástima de ella.
– No deberías saber eso Santana – ella giró sobre sus talones y se escondió detrás de un árbol.
– No te escondas de mí, sabes que odio esa mierda.
Ella se río y rodeó el árbol cuando la pequeña morena quiso alcanzarla con la mano. Santana había aprendido a maldecir hace poco y no podía evitar lanzar una que otra palabra de vez en cuando. Claro, siempre evitando que su madre la escuchara.
– No huyas de mi Brittany – ella volvió a reír y se echó a correr. Escuchó claramente los pasos de Santana siguiéndola, sabía que en cualquier momento caería. Su torpeza no había desaparecido con los años.
Cuando golpeó el suelo Santana cayó sobre ella con suavidad, cubriéndola con su cuerpo. La respiración de las dos se aceleró.
– Respóndeme – su aliento se esparció por su rostro. Ella cerró los ojos con fuerza. Últimamente Santana la ponía demasiado nerviosa.
– No es de tu incumbencia
Santana la miró. Sus ojos nunca se separaron de los suyos. Ella sintió como el rubor cubría sus mejillas.
– Claro que lo es ángel – su deslumbrante sonrisa apareció. Ella se preguntaba cuantos chicos no habrían caído ya ante esa sonrisa. Lo cierto es que Santana era todo un peligro.
– ¿Has estado espiándome?
Sus negros ojos mostraron culpabilidad. Ella ya la tenía.
– No puedo creerlo Santana Marie López – trató de poner sus manos en jarras pero Santana se le adelantó y entrelazó sus dedos. Era algo que solían hacer de niñas, pero ahora se sentía como algo diferente.
– Siempre despiertas gritando ¿qué querías que hiciera?
Ella bajó la mirada y apretó el agarre que compartían.
– Es sólo que… a veces sueño con esa noche… los gritos… las otras niñas siendo arrastradas.
Santana soltó una de sus manos y acarició su rostro.
– Estás aquí ángel y no voy a dejar que nadie te haga daño – Ella sonrió. Sabía que Santana estaba hablando en serio. Cada vez que decía cosas como esa sentía como si flotara en el cielo y si cayera… Santana estaría allí para recogerla.
– ¿Cómo lo harás?
– Me colaré en tus sueños y los alejaré con mi valentía.
– No puedes hacer eso – dijo ella riéndose.
– ¿Cómo que no? Esta noche no tendrás ninguna pesadilla. Lo prometo.
Sellaron su promesa de dedo meñique.
…
Miré hacia el buró de la cama, su foto estaba un poco empolvada. Había descuidado mucho la casa, había descuidado mi vida.
Su brillante sonrisa estaba ahí, rodeando con sus fuertes brazos mi cintura.
– Prometiste que no volvería a tener pesadillas – más lágrimas cayeron de mi rostro.
La extrañaba demasiado, pero era consciente del riesgo que tomé cuando me casé con ella. Una mujer como Santana no era para la vida sencilla de típica familia americana. Ella era una heroína, un soldado. Nunca se rendía. Ella dijo que volvería. Tenía que regresar.
Marzo de 1946
El frío invierno estaba pasando poco a poco, algunas flores incluso ya mostraban sus colores. Amaba la primavera, era mi época favorita del año. Llena de esperanzas y hermosos recuerdos. Sólo me gustaría que ella estuviera aquí para poder disfrutarla juntas.
…
– ¿Dónde aprendiste a cocinar? – dijo Santana engullendo un sándwich que ella había hecho para su día de campo.
– Mamá me enseñó – los ojos de Santana se ensombrecieron un poco.
Ella la miró con recelo, desde hace unos meses siempre que se refería a Charlotte de esa forma Santana ponía una expresión sombría.
– ¿No te gusta que la llame así? – Santana levantó su mirada asustado por el dolor que arrancaba su voz.
– No, no es eso… es sólo que…
– ¿Qué?
– Me hace pensar en ti como una hermana
– ¿No quieres que sea tu hermana?
– No – dijo Santana con convicción.
Ella bajó la mirada con tristeza, tenía que ser fuerte. No podía llorar frente a ella.
– Sé que no somos nada, pero a veces me gusta pensar que tengo una familia.
Antes de que la tocara, ella ya sintió su presencia.
– No quiero que seas mi hermana porque…. – la voz le temblaba. Ella se arriesgó a mirarla y sus ojos la quemaron.
– ¿Por qué?
– Porque te quiero para mí – las mejillas de Santana se sonrojaron.
Ella alzó su mano para poder tocar su rostro, nunca antes se había sonrojado.
– No… no te entiendo – los ojos de ella brillaban y Santana se acercó aún más.
Tomó su mano con delicadeza.
– Las hermanas no pueden besarse – dijo la morena con una voz tímida.
Ella la miró con asombro.
– ¿Quieres besarme?
Santana se sonrojó aún más y asintió con la cabeza.
– ¿Puedo hacerlo?
– Eh… si – los ojos de Santana hicieron su camino hasta su corazón. Ella siempre estuvo ahí, sólo que no sabía lo que eso significaba.
Santana sonrió y se acercó lentamente, casi podía sentir como el tiempo se detenía. Ella cerró los ojos con temor. Nunca antes había sido besada.
Entonces sintió el suave roce de sus labios contra su frente. Ella arrugó el gesto.
– Me encanta cuando haces eso
– ¿Qué cosa? – preguntó ella confundida ¿no se suponía que la iba a besar?
– Arrugar la nariz
– ¿No ibas a besarme?
– Te besé – ella la miró con confusión mientras la morena sonreía.
– Pero fue en la frente
– ¿Dónde querías que te besara? – la de ojos negros entrelazó sus dedos y la miró interrogante. Odiaba cuando Santana hacía eso, sólo lograba ponerla más nerviosa.
– En…en ¿los labios? – ella se sonrojó profundamente.
Santana se acercó aún más y pego su frente con la suya.
– ¿Cómo?
– ¿Vas a hacer que te bese?
– Claro que no, nadie me va a quitar ese privilegio – y antes de que pudiera responder los labios de Santana estaban sobre los suyos. La morena se movía lentamente y con dulzura. Arrullando sus labios como ella había soñado secretamente.
– Wow
– Sí, wow – aunque había sido un beso inexperto y torpe las dos tenían la respiración agitada.
– ¿Puedo intentarlo yo? Ya sabes para fines de experimentación – Santana soltó una carcajada y envolvió sus manos en la cintura de ella.
– Estoy lista – dijo con una enorme sonrisa en la cara.
Ella se sonrojó, pero no dudó en acercarse más y tomar un poco de su lacio cabello azabache entre sus dedos.
La besó con ternura y pasión. Nunca imaginó que Santana la quisiera de alguna manera, pero a veces los sueños se hacen realidad. Recordó entonces el orfanato. Sus compañeras se habían equivocado de nuevo. Afuera no existían ríos de leche ni lluvia de caramelos, tampoco existían príncipes azules de cabellos rubios. Sólo existían princesas morenas de hermosos ojos negros y labios carnosos que besaban con dulzura y amor.
…
Abril de 1946
– Aléjate de la ventana Britt – dijo Rachel a mis espaldas.
– Déjame soñar Rach –
Ella suspiró y se encaminó a la cocina.
– Sueñas demasiado –
Entendía su punto, de verdad que lo hacía, pero a veces simplemente no puedo evitarlo. Mis ojos no podían dejar de observar el patio añorando unos brillantes ojos negros mirándome con amor.
Me alejé de la ventana y acompañé a Rachel en la cocina.
– ¿Has oído algo nuevo? – dije sentándome en una silla frente a la pequeña mesa de la cocina.
– Los soldados están regresando. La guerra terminó –
Es lo que oía todos los días y francamente me estaba cansando. Mi esposa debería haber regresado a casa. Mi esposa debería estar aquí entonces si la maldita guerra había terminado.
– ¿y Quinn? –
Los ojos de Rachel se tornaban oscuros cada vez que mencionaba a su mujer. Ella también la extrañaba, pero lidiaba con ello de otra manera
– No hay noticias –
Las dos suspiramos en silencio. Nuestras esposas pertenecían a la milicia y tuvimos que aceptar ese hecho hace años.
Siempre odie al maldito ejército.
…
– ¿Estás loca? Simplemente no lo harás – ella enterró el rostro en la almohada. Sólo quería imaginar que la morena no estaba hablando en serio.
– Britt mírame – Santana se sentó a su lado en la cama.
– No lo harás y punto – la morena se rió ante lo graciosa que sonaba su voz a través de la almohada.
– ¿No te das cuenta? Seré una heroína
– Puedes terminar muerta
– ¿Me extrañarías? – respondió ella siendo bromista.
– ¡Por Dios! ¿Podrías dejar de ser un estúpida? – de verdad que trató de evitar las lágrimas.
– Britt mírame, no llores por favor – Santana quitó la almohada de su rostro y la miró suplicante.
– ¿Cómo puedes preguntarme eso? – Santana la abrazó con fuerza mientras la acunaba en su pecho.
– Lo siento, lo siento. No quería que sonara así. Siempre estoy jodiéndolo todo contigo.
Ella levantó su cabeza y alzó la barbilla desafiándola.
– No vas a enrolarte en ningún lado Santana –
– Pero es mi obligación de patriota – susurró la morena con una mirada inocente.
– No me vengas con eso. Para las mujeres no es una obligación enlistarse. A demás apenas tienes dieciséis años.
– Uh uhu. Te equivocas, tengo dieciséis años y diez meses – ella rodó los ojos.
– Eso no cambia nada Santana –
– Pero yo deseo hacerlo Brittany – Santana estaba poniéndose más terca.
– No irás –
La rubia estaba demasiado enojada para tratar de ser objetiva y abordar el tema con inteligencia. No podía soportar la idea de perderla.
Santana suspiró.
– Siempre he querido ser alguien importante, alguien especial, que contribuyera a la comunidad.
– Eres alguien importante y especial para mí. Y contribuyes mucho con mi comunidad.
Santana soltó una carcajada, pero después volvió a ponerse seria.
– Hablo en serio Brittany –
– Yo también
Santana la acercó más y la besó. Trató de ser dulce, pero estar demasiado cerca de Brittany revolucionaba todas sus hormonas adolescentes. La tumbó sobre la cama y dejó un ligero beso en su cuello.
– A veces un mujer tiene que hacer lo que un mujer tiene que hacer.
– ¿Cómo sabes que debes ir al ejército?
– Porque lo sé. ¿No has tenido un sueño alguna vez?
Ella acarició su mejilla y sonrió
– Mi sueño eres tú.
Santana dejó un beso casto en sus labios y le sonrió con picardía.
– Ambas sabemos que no estás diciendo la verdad. Y la sinceridad es una parte muy importante en nuestra relación – Santana le guiñó un ojo y la rubia le hizo una mueca.
– Estoy muy convencida de eso señorita-sabe-lo-todo. Pero estoy más segura que esta relación funcionará mejor siempre y cuando las dos estemos vivas.
Santana la miró con ansiedad.
– ¿De verdad crees que voy a morir?
– Nadie sabe lo que pasa en las guerras, ahí nada es seguro. No quiero tener que decirte adiós.
– Britt, estás exagerando las cosas, ni siquiera hay una guerra cerca. ¿Por qué te preocupa tanto?
– Porque eres tú, todo lo que tenga que ver contigo me preocupa.
Santana la envolvió en un abrazo y la besó con fuerza.
– No me perderás.
– Promételo
– Lo prometo.
– Eso no quita el hecho de que no entrarás al ejército. Última palabra del asunto.
….
Al final Santana se enroló en el ejército. Ni siquiera sé cómo lo logró. Sólo sé que un día estábamos haciendo nuestras tareas juntas en el patio de la casa y al siguiente Santana tenía su uniforme de soldado en la mano.
Estuve enojada dos meses con ella, pero al final mi amor pudo más y la perdoné. Sabía que Santana no era una mujer común. Su morena no estaba para trabajos estándar y menos para una vida estándar. Toda su vida fue extraordinaria y sabía que estaba destinada para una vida mejor. Pero ahora eso ya no significaba nada, porque ella no estaba aquí.
Julio de 1945
La estación estaba muy fría hoy, más de lo acostumbrado y la gente por fin parecía haberse acostumbrado a mi presencia. Ahora era "La loca de la banca"
¿Qué puedo decir?
No podía culparlos por eso.
Me sentaba en esta banca verde todos los días desde hace tres años cuando ella se fue. Todos los días con la esperanza de verla salir de un tren. Mis ojos ya no veían a nadie, todos eran muñecos sin cara a mi alrededor.
Mis ojos sólo querían ver a alguien.
Mis ojos sólo querían ver a mi esposa de nuevo.
A veces me gustaría que recordar no doliera tanto
…
– ¿En qué piensas? – dijo Santana a su lado. La rubia podía sentir el calor de sus brazos alrededor como si llegara a su alma misma.
– En lo mucho que te quiero
– Mmm… ¿y cuánto es eso? – Santana empezó a besar su cuello, dejando un ardiente camino hasta estar unos centímetros por encima de su pecho. Ella soltó un ligero gemido.
– ¿Has visto los nuevos buques navieros? – la de ojos color cielo no tenía que preguntar. Habían ido juntas a verlos hace unos días.
– Sip –
– Bueno, pues multiplica uno de esos por mil y ni siquiera se acerca – Santana acercó sus rostros y la besó con dulzura.
– Yo te quiero más –
– ¿Cuánto? –
– Ni siquiera todo el universo es suficiente para ilustrar mi amor por ti –
– ¿Tu amor es infinito? – dijo la rubia melosamente
Santana sonrió y la besó de nuevo.
– La infinidad del universo aún no está comprobado científicamente.
Brittany la golpeó en el hombro y empezó a reír.
– Listilla –
Santana acarició su mejilla y luego la besó profundo.
Sus besos cada vez se volvían más feroces, más apasionados. Los gemidos de su ángel la estaban volviendo loca.
– Detenme Britt, hazlo porque de otra manera, no voy a poder contenerme –
Habían estado tanteando su sexualidad desde hace algunos meses. Las dos ya eran mayores de edad y cada vez que se besaban no podían evitarlo, pero siempre aparecía algún factor que les impedía llegar demasiado lejos. Como sus padres, pero ellos habían salido a ver una película y las dos habían aprovechado para ir a acampar cerca de la casa.
La rubia la miró a los ojos, estaban oscuros por la pasión, por el deseo, era como ver una noche estrellada. Un reflejo de los suyos. Ya no quería huir más de algo que era inevitable, así que sin dudas levantó la camisa que estaba usando dejándole ver a la morena su sostén. La mirada que Santana le dirigió hizo que todo su cuerpo temblara de anticipación.
Ella no se sentía digna de alguien como la morena. Bajó la mirada.
– Mírame Britt. Mira cómo te amo – dijo Santana pasando las manos ligeramente por sus hombros, por sus brazos y subiendo de nuevo.
– Tu piel es tan suave, como una pluma. Frágil, pero hermosa. Un milagro de la naturaleza. Un sinónimo de libertad –
Brittany sentía pequeñas lágrimas en sus ojos, sólo Santana podía hacerla sentir así. Como si ella fuera algo más de lo nunca imaginó. Alguien especial.
Santana se acercó a su cara y besó sus párpados, sus pómulos hasta llegar a sus labios y la envolvió con su calor. Su alma ardía en su interior y podía sentir como se enlazaba con la de la morena. Eran una sola para siempre.
Santana la desnudó lentamente apreciando cada espacio de piel, cada parte de la mujer que había amado durante toda su vida. Cuando las dos estuvieron sin ropa alguna, sudorosas y aceleradas Santana entró en ella con cuidado, primero con un dedo para después de unos segundos introducir el segundo.
– Nunca te dejaré Britt, nunca – La rubia gimió fuertemente cuando la morena se encontraba totalmente dentro de ella. Santana la rompía, pero era un dolor que llegaba al corazón. Que hacía que se acelerase, que todo su cuerpo hormigueara. Era el dolor del amor.
– Mi amor me hará regresar a ti. Siempre –
– Te amo Santana, te amo – la respiración le fallaba. Casi no podía hablar.
Entonces la morena de bellos ojos oscuros la besó acallando los gemidos y gritos que retumbaban en la pequeña tienda de campaña.
Esa noche la inocencia de las dos quedó atrapada para siempre en el tiempo.
…
Agosto de 1946
¡Britt! ¡Britt! ¡Britt!
¡BRITT!
Me levanté de la cama asustada por el griterío afuera de mi casa. Cuando abrí la puerta Tina tenía una enorme sonrisa en la cara.
– ¡Tienes que venir! – dijo ella totalmente emocionada.
– ¿Qué pasa? –
– ¡Los soldados están de vuelta!
Cuando las palabras salieron de su boca mi cerebro se congeló, pero mi cuerpo sabía lo que tenía que hacer.
Empecé a correr a toda la velocidad sin importarme que apenas estuviera usando una bata y mis pantuflas.
Al pasar a mi alrededor podía ver a un montón de gente llorando y abrazando a sus parientes que prácticamente había vuelto del valle de los muertos. Todos ellos habían sido dados por desaparecidos, menos para mí.
Yo sabía que ella regresaría.
Santana lo prometió.
Cuando llegué a la estación estaba demasiado congestionada, pero eso no importaba. Mi esposa estaba aquí.
Después de buscar durante mucho tiempo vi a Rachel colgada de una magullada Quinn que sonreía demasiado.
Quinn y Santana eran las mejores amigas, ella debía estar por aquí.
Me acerqué a ellas corriendo, casi sin aliento, pero cuando los ojos de Quinn se posaron en los míos, gruesas lágrimas salieron de sus ojos.
Quinn nunca lloraba.
Caminé lentamente hacia ellos. Quinn separó a Rachel de su cuerpo a pesar de la renuencia de ella.
– Britt – dijo ella con voz solemne.
– ¿Dónde está mi esposa Quinn?
Quinn miró a Rachel y ella me miró con tristeza.
– Fue un soldado muy valiente Britt, ella salvó a todo el campamento – sacó algo que tenía escondido en la espalda – Lo siento mucho – dijo entregándome un uniforme de gala. Su uniforme de gala. Algunas medallas. Sus medallas y un anillo de matrimonio. Su anillo de matrimonio.
El mundo parecía desaparecer.
Las rodillas ya no eran suficientes para mantenerme. El universo no era suficiente para sostenerme. El aire no llegaba a mi cuerpo y el corazón no tenía la capacidad para bombear mi sangre atrofiada.
Ella estaba muerta…
Y yo también.
…
Había mucha gente alrededor, muchos hombres y pocas mujeres en uniforme.
Ella odiaba el uniforme.
Y su esposa lo hacía lucir tan bien… Odiaba eso también, porque sólo por ela ya no le parecía tan malo.
– Britt mira hacia allá, ahí está el general O’ryan – dijo Santana señalando a un hombre mayor que miraba hacia uno de los vagones sin prestar atención a las familias que despedían a sus seres queridos y rogaban a Dios que los devolvieran sanos y salvos.
Brittany se giró hacia Santana, su esposa desde hace poco más de un año. Había estado enojada con ella un mes desde que se habían enterado que el llamamiento se hizo efectivo. Estados Unidos necesitaba soldados para la guerra y su esposa era uno de ellos.
Sus ojos negros brillaban con emoción, su hermoso rostro era iluminado por la alegría. Brittany se retorcía por dentro pensando que nunca más volvería a verla. Su ser completo temblaba ante esa posibilidad.
Giró su mejilla obligándola a mirarla.
– No hagas esto Santana – las lágrimas caían por sus mejillas
Santana puso sus manos en el rostro de su esposa y la besó tiernamente.
– Es mi obligación de patriota Britt, no puedo escapar –
– No quieres hacerlo tampoco – dijo ella con mala cara alejándose de su mujer.
– No, no quiero – Santana la abrazó por detrás y habló filtrando su aliento en el rostro de la rubia – No hay nada que engrandezca a una mujer más que sus sueños. Yo estoy cumpliendo el mío. Quiero ser una mujer digna para ti.
Ella se giró y enredó las manos alrededor de su cuello. Contenía las lágrimas, no quería ser débil cuando Santana era tan fuerte.
– Eres todo para mí San, si te perdiera…– ella bajó la mirada totalmente asustada por la posibilidad.
La morena levantó su barbilla para que la mirara. Brittany tenía que entender.
– Nunca me perderás. ¿No lo entiendes? Estoy atada a ti. Mi alma te reclama y mi corazón te necesita. No hay forma de que pueda sobrevivir sin ti. Mi amor me hará regresar por ti Britt, siempre.
Santana la besó con todo su ser, sellando la promesa que le hacía. Un juramento inquebrantable que ahora no la dejaría morir nunca. Porque ella la esperaba.
– Volveré, lo prometo.
Diciembre de 1948
Una época de sueños, una época de felicidad, de regalos y buenos deseos… Eso es lo que todo el mundo vendía con la Navidad... y todo era una gran mentira consumista.
Caminaba por las calles cubiertas de nieve buscando el último ingrediente para mi cena solitaria. Rachel se había rendido conmigo hace tiempo y mis padres también, o más bien, los padres de ella. Nadie quería tratar con la viuda amargada.
De verdad quise irme, de verdad quise huir de este pueblo y no volver la vista atrás... pero no pude.
Su amor y su recuerdo me retenían.
Cuando salía de la tienda había un tremendo escándalo en las calles. Dos policías tratando de sacar a una mendiga de su lugar, tal vez el único que podía darle calor y ellos se lo estaban quitando.
Después de mucho tiempo volví a sentir algo más que dolor o indiferencia.
– ¡Dejen a esa mujer en paz! ¡Por Dios! – grité casi sin pensar
– Señora López estamos haciendo nuestro trabajo. Hay albergues que se encargaran mejor de ella – dijo el imbécil del oficial Hudson señalando hacia la mujer andrajosa que escondía su rostro. Ella dejó de moverse cuando escuchó mi voz.
– No necesitaba que lo maltrataran de esa manera –
La mujer por fin reaccionó y se alejó de los policías sin decir una sola palabra.
Observé como se alejaba y yo decidí seguir mi propio camino.
Esperaba que en verdad fuera al albergue.
Nadie merecía estar solo en Navidad.
Marzo de 1949
Me gustaba la primavera. A pesar de lo que pasara allá fuera las flores siempre encontrarían una forma de florecer.
Regresé al interior de la soledad de mi hogar a continuar con el trabajo. Desde que mi esposa se fue tuve que dedicarme a algo para sobrevivir.
Ella trató de asegurarme estabilidad económica, pero al final eso no fue suficiente. Ella de verdad creía que volvería y eso no era un alivio para mí. Después de todo, las buenas intenciones no son suficientes.
Cuando terminé con el lote de prendas que debía coser para ese día fui hacia la ciudad.
Todo había cambiado mucho después de la Guerra. Sólo nos quedó la paranoia y el miedo.
Llegué hasta el local y le entregué el encargo a la Señora Miller ella me pagó y regresé de camino a casa. No tenía nada más que hacer.
Vi hacia el fondo la estación de tren. No pude abandonar los viejos hábitos.
Me senté en mi antigua banca, ahora estaba muy descolorida y... esperé. Sabía que ya no había nada para esperar, pero este lugar me traía algo de esperanza.
Dios sabía que necesitaba esperanza.
Alguien se sentó a mi lado.
– Buenas tardes Señora López – dijo una voz femenina.
No reconocí el sonido.
– No hace falta el "López", mi esposa ya no está – mi voz estaba muerta al igual que ella
Regresé mi vista a la mujer y la reconocí. Era la mendiga de aquel día.
– Está bien. Aunque es muy joven incluso para el "señora" – dijo con voz rasposa.
La miré de nuevo, esta vez fijándome en los detalles de su rostro. Su piel morena, quemada por el sol. Sus ojos eran de un negro profundo y opaco. Los de mi esposa brillaban siempre, incluso en la oscuridad. Vestía muy pobremente y parecía tener frío. Ella parecía demasiado joven también.
– Y usted es muy joven para haberse dedicado a esta vida –
– Tengo mis razones –
Ninguno de las dos volvió a hablar de nuevo.
Después de eso regresé a la estación cada día y ella también.
Hay algo sobre las almas solitarias que necesitan compañía…
Noviembre de 1949
– Hola – dije cuando la vi sentada en "nuestra banca". Sí, ahora era de las dos.
– Hola – dijo ella en respuesta.
Le entregué el sándwich que hacía para aquella mujer cada día.
– Gracias –
Estuvimos algún tiempo en el silencio cómodo de siempre. Éramos dos extrañas que disfrutaban de la compañía de la otra. Nunca hablábamos demasiado, ni siquiera sabía su nombre, pero era agradable no estar tan sola todo el tiempo.
– ¿Sigues esperándola? – dijo ella de repente.
– ¿A quién? –
– A tu esposa –
Fijé mis ojos en su rostro sorprendida por su pregunta. Ella no me miraba, su mirada estaba fija en los vagones.
– Eso es algo muy personal – dije también mirando hacia los vagones.
– Sólo es una pregunta –
Después de unos minutos respondí.
– Sí – dije siendo sincera – Pero ya no tengo esperanzas en que vuelva. Ella está muerta.
Rompió su promesa.
– ¿Y tu fe? – dijo todavía sin mirarme con las manos envolviendo sus brazos.
– Ya no tengo fe –
– La fe mueve montañas – sonreí ante eso.
– No he visto ninguna montaña moviéndose últimamente –
Ella sonrió también.
– No, yo tampoco –
Un tren se detuvo frente a nosotros. Una niña pálida con cabello ondulado color negro salió corriendo hacia su padre quien la recogió en brazos.
– Me recuerda a alguien – dijo ella de repente.
Miré a la niña. Ella sonreía con todo su corazón.
Esa sonrisa me recordaba a mi esposa.
Diciembre de 1949
Otra Navidad solitaria pensé al mirar por la ventana mientras la nieve caía.
Pequeños copos desnudos en el patio resbaloso
Pequeños copos felices en la ventana.
Pequeños copos ardientes de la nada.
Todos sonriendo y botando entre las rosas.
Me acerqué al fuego de la chimenea, me dejé caer sobre la alfombra y empecé a llorar.
Era tan difícil dejarla ir, tan difícil no recordar los buenos momentos. Las risas, los abrazos, los besos, las caricias…
Lo único que deseaba era que mi esposa estuviera de vuelta.
Que de alguna manera su muerte se llevara mi vida, porque ya no puedo vivir por mí misma. No cuando el dolor es tan insoportable como ahora.
Alguien tocó la ventana.
Me levanté de mi miseria y abrí la puerta.
– Buenas noches – dijo ella con una sonrisa que inmediatamente desapareció cuando vio mis ojos rojos.
– ¿Qué pasa? – preguntó acercándose antes de retroceder el único paso que había avanzado.
Me quité las lágrimas y traté de recomponerme.
– Lo siento… um… pasa… no hay mucho para ofrecer, pero podemos hacer algo.
La dejé entrar y me acerqué a la cocina. Había hecho una pequeña cena. Algo sencillo y nada especial. Una cena para dos.
Había tenido la esperanza de que viniera.
Ella no dijo nada más y se sentó conmigo en la mesa.
Era agradable tener a alguien más en esta casa.
Se veía diferente hoy, traía un vestido amarillo que resaltaba lo moreno de su piel. Levanté un ceja inquisidoramente.
– El albergue fue generoso este año –
– ¿Por qué tener esta vida siendo joven y fuerte? – le pregunté notando que ella era todo lo que había dicho y más.
Era una mujer atractiva, aunque no se pareciera a mi esposa.
Ella tenía un sedoso cabello azabache mientras que ella lo tenía maltratado y de un tono algo más claro. Había algo diferente en su rostro también, sus labios no se parecían a los de ella. Los suyos eran más finos. Pero quitando esos detalles, se parecía a mi esposa.
No Brittany, no. No veas fantasmas donde no los hay.
Tenía cicatrices también. Ella no tenía ninguna.
El silencio se instaló entre las dos de nuevo. Como siempre.
– ¿Siempre pasas las Navidades sola? –
– Desde que ella se fue sí – dije mirando hacia mi comida
– ¿No tienes familia? –
– No –
– ¿Ella tenía familia? –
– Sí –
– ¿Su familia te abandonó? –
La miré fijamente.
– Basta de preguntas por hoy –
Nos sentamos en silencio de nuevo frente a la chimenea.
– Feliz Navidad – dijo ella tomando mi mano.
Traté de alejarme, pero me lo impidió.
La sensación era raramente… conocida.
– Feliz Navidad a ti también extraña. Me alegra que hayas podido venir – dije al final rindiéndome y dejando que su calor se colara entre mis dedos.
Me quedé dormida en el sillón. Acompañada por el calor de la chimenea, el confort de mi casa y la suavidad de su mano.
En sueños volví a escuchar la voz de mi esposa.
– Te lo dije Britt, mi amor siempre me haría volver a ti –
Fue un gran regalo de Navidad.
Julio de 1950
Todo estaba preparado para partir.
Había llegado el momento. Tenía que dejar a mi esposa atrás.
Mis maletas estaban esperando a mi lado mientras me arrodillaba sobre su tumba. No había nada en el cofre del interior.
Sin embargo esperaba que mi adiós pudiera llegar hasta ella en el cielo.
Cuando leí la inscripción en piedra simplemente no pude creerlo. SÍ, estaba su nombre, pero no había forma en la que yo creyera que el cuerpo de mi esposa podía estar simbolizado en esta lápida.
Ella nunca estuvo aquí.
Miré a mí alrededor y ahí estaba… mi extraña mirándome.
Sí, mi esposa nunca estuvo aquí.
Ella sonreía… con todo su corazón. Un corazón triste… y entonces lo vi ella era ella.
– Oh Dios – susurré
Tal vez la esperanza venció a la muerte después de todo, quizás la fe fue más fuerte.
Quizás las promesas, todas sus promesas, se cumplieron.
Ella volvió.
Bueno, primero obviamente en esa época ni se pensaba en el matrimonio igualitario y hasta hoy seguimos en la batalla por la causa. Segundo, Hola! aquí les traigo esta "pequeña" narración con el único fin de que quería algo desde el punto de vista de Brittany. Aunque ahora con el rollo de Bram la esté odiando. Ughhh. Y tercero, espero que les guste esta primera parte para así publicar la segunda. Nos leemos.
Enero de 1946
En el pasillo de siempre algunas personas pasaban despreocupadas, todos con sus pequeños sentimientos positivos después de la guerra. Todos mirándome con sus miradas compasivas, como si las necesitara, como si su lástima lo trajera de vuelta. Ellos sólo vivían, respiraban y sentían pena por los que esperaban.
A veces me gustaría también vivir, a veces me gustaría regresar a casa, pero no puedo hacerlo.
Ella prometió que volvería.
Cuando la brisa era tan fuerte como ahora era difícil no recordar…
…
Hace muchos años una niña caminaba por el bosque, ella se había perdido. Se suponía que salir del orfanato sería algo bueno, pero la noche la había alcanzado y perdió el rumbo. Vagaba de un lugar a otro tratando de reconocer el camino que pisaba, pero mientras el tiempo pasaba su desesperación aumentaba. ¿Cómo pudo haber sucedido?
Todas las noches, cuando las cuidadoras las dejaban solas, un sueño colectivo se alzaba entre ellas. Donde creían que fuera de las murallas del patio había un mundo mágico. Con ríos de leche y lluvia de caramelos. Donde había madres cariñosas en cada esquina brindando su amor a los niños desamparados. Ella era una niña desamparada o al menos lo creía cada vez que una cuidadora la miraba con lástima.
Al ver el paisaje a su alrededor estaba segura que todas se habían equivocado. No existía tal cosa fuera de las murallas del patio.
Nunca planeó salir del orfanato, pero después de la revuelta no hubo más remedio que escapar antes de que terminara tan muerta como alguna de sus compañeras de cuarto.
Cuando perdió toda esperanza de encontrar el camino se dejó caer sobre un árbol y abrazó sus rodillas con fuerza. Tal vez en la mañana hallaría una solución. Apoyó su cabeza contra el árbol más cercano y dejó que el sueño la abrigara hacia la inconsciencia.
Después de algún tiempo sintió que algo la golpeaba en la cabeza, sentía murmullos alrededor, pero no sabía de dónde venían.
Abrió los ojos y se encontró con el bosque, tan raro. Todo era verde, no había sombras ni otros colores. Ella pensaba que a esa hora la tenue sombra del sol iluminaría el paisaje de alguna manera, pero se había equivocado. Sus ojos sólo veían verde.
– ¿Estás bien? – una voz pequeña se escuchó a su alrededor. ¿El bosque le hablaba?
– Mamá tenía razón – la voz pequeña volvió a hablar a su lado. Ella no sabía que los colores hablaban.
– ¿Quieres ir a casa? No sé qué necesiten los ángeles, pero de seguro mamá sabrá. Ella también es un ángel.
Cerró los ojos con fuerza, tal vez era el frío o la humedad. No podía haberse vuelto loca, eso no estaba bien, pero a pesar de sus divagaciones algo trató de moverla. Ella dijo que era un ángel ¿y si había muerto? Eso tampoco estaba bien.
– Vamos ángel, hace mucho frío y me estoy congelando.
Ella abrió los ojos, pero ahora ya no había sólo verde, una pequeña niña estaba a su lado tratando de jalarla. Su corazón latió con fuerza. Definitivamente estaba en el cielo. Tal vez la muerte la alcanzó después de todo. No podían existir criaturas tan hermosas en la tierra. No las había.
Dejó que ella la guiara y no dijo nada.
– ¿Dónde están tus alas?
Ella la miró confundida.
– No lo sé, supongo que me las darán después ¿no? – la niña la miró confundida también.
– ¿Quién te las dará?
– Pensé que tú sabías – la niña volvió a mirarla y atrapó sus ojos con los suyos. Ella nunca había visto un negro tan intenso antes.
Ninguna dijo nada más durante el resto del camino. Ella no sabía cuánto tiempo había pasado hasta que una enorme casa blanca apareció frente a ellos.
– Mi mamá sabrá donde están tus alas, o tal vez ella pueda prestarte las suyas.
Ella no entendía por qué la niña tampoco tenía alas.
Una hermosa señora salió de la casa, su cabello era tan largo que casi tocaba el suelo.
– ¿Qué te pasó pequeña? – su voz dulce como la miel.
– Ella perdió sus alas mamá – respondió la niña de ojos negros.
Ella las vio, eran demasiado parecidas, demasiado perfectas. Tal vez ahora que había muerto ella también podría tener un poco de su perfección.
La señora sonrió y extendió una mano hacia ella.
– No te preocupes, estoy segura que podemos encontrar unas para ti.
La niña tomó la mano que ella le ofrecía.
– Santana ve a la cocina y tráeme un vaso de leche – la niña salió corriendo.
– ¿Usted tiene mis alas señora? – ella le sonrió con dulzura y asintió.
La niña se preguntaba si ella también tendría los ojos negros.
Entraron a una amplia sala, los muebles eran todos blancos. El cielo era tal cómo le habían dicho.
– ¿Por qué no te sientas querida? Pareces un poco cansada – ella obedeció en silencio.
La señora despareció tras unas escaleras, después de unos minutos entró con un hermoso vestido blanco en sus manos.
– No tengo alas, pero esto funcionará – la señora volvió a sonreír y la niña abrió ampliamente sus ojos.
Fue hasta una pequeña habitación y cambió sus andrajosas ropas por el suave vestido. Una pequeña lágrima corrió por su rostro. Nunca antes había tenido un vestido.
– Gracias
– De nada – ella volvió a sonreír y cada vez que lo hacía algo cálido inundaba el corazón de la niña.
– ¿Cómo te llamas?
– Brittany
– Es un nombre muy hermoso.
La niña apareció corriendo con un vaso enorme de líquido blanco.
Se acercó a ella y se lo tendió con una mirada de asombro.
– ¿Dónde están sus alas mamá? – ella tenía los ojos tan grandes. La niña se preguntaba si podría nadar en ellos.
– Los ángeles pequeños no tienen alas, pero tienen vestidos blancos.
…
Febrero de 1946
Abrí los ojos de golpe, no había tenido esa pesadilla en años. Miré a mi alrededor desesperada buscándola. Las lágrimas corrieron por mi rostro cuando me di cuenta, una vez más, que ella no estaba.
…
– ¿Por qué siempre tienes pesadillas? – ella se dio la vuelta con brusquedad, no le gustaba que Santana tuviera lástima de ella.
– No deberías saber eso Santana – ella giró sobre sus talones y se escondió detrás de un árbol.
– No te escondas de mí, sabes que odio esa mierda.
Ella se río y rodeó el árbol cuando la pequeña morena quiso alcanzarla con la mano. Santana había aprendido a maldecir hace poco y no podía evitar lanzar una que otra palabra de vez en cuando. Claro, siempre evitando que su madre la escuchara.
– No huyas de mi Brittany – ella volvió a reír y se echó a correr. Escuchó claramente los pasos de Santana siguiéndola, sabía que en cualquier momento caería. Su torpeza no había desaparecido con los años.
Cuando golpeó el suelo Santana cayó sobre ella con suavidad, cubriéndola con su cuerpo. La respiración de las dos se aceleró.
– Respóndeme – su aliento se esparció por su rostro. Ella cerró los ojos con fuerza. Últimamente Santana la ponía demasiado nerviosa.
– No es de tu incumbencia
Santana la miró. Sus ojos nunca se separaron de los suyos. Ella sintió como el rubor cubría sus mejillas.
– Claro que lo es ángel – su deslumbrante sonrisa apareció. Ella se preguntaba cuantos chicos no habrían caído ya ante esa sonrisa. Lo cierto es que Santana era todo un peligro.
– ¿Has estado espiándome?
Sus negros ojos mostraron culpabilidad. Ella ya la tenía.
– No puedo creerlo Santana Marie López – trató de poner sus manos en jarras pero Santana se le adelantó y entrelazó sus dedos. Era algo que solían hacer de niñas, pero ahora se sentía como algo diferente.
– Siempre despiertas gritando ¿qué querías que hiciera?
Ella bajó la mirada y apretó el agarre que compartían.
– Es sólo que… a veces sueño con esa noche… los gritos… las otras niñas siendo arrastradas.
Santana soltó una de sus manos y acarició su rostro.
– Estás aquí ángel y no voy a dejar que nadie te haga daño – Ella sonrió. Sabía que Santana estaba hablando en serio. Cada vez que decía cosas como esa sentía como si flotara en el cielo y si cayera… Santana estaría allí para recogerla.
– ¿Cómo lo harás?
– Me colaré en tus sueños y los alejaré con mi valentía.
– No puedes hacer eso – dijo ella riéndose.
– ¿Cómo que no? Esta noche no tendrás ninguna pesadilla. Lo prometo.
Sellaron su promesa de dedo meñique.
…
Miré hacia el buró de la cama, su foto estaba un poco empolvada. Había descuidado mucho la casa, había descuidado mi vida.
Su brillante sonrisa estaba ahí, rodeando con sus fuertes brazos mi cintura.
– Prometiste que no volvería a tener pesadillas – más lágrimas cayeron de mi rostro.
La extrañaba demasiado, pero era consciente del riesgo que tomé cuando me casé con ella. Una mujer como Santana no era para la vida sencilla de típica familia americana. Ella era una heroína, un soldado. Nunca se rendía. Ella dijo que volvería. Tenía que regresar.
Marzo de 1946
El frío invierno estaba pasando poco a poco, algunas flores incluso ya mostraban sus colores. Amaba la primavera, era mi época favorita del año. Llena de esperanzas y hermosos recuerdos. Sólo me gustaría que ella estuviera aquí para poder disfrutarla juntas.
…
– ¿Dónde aprendiste a cocinar? – dijo Santana engullendo un sándwich que ella había hecho para su día de campo.
– Mamá me enseñó – los ojos de Santana se ensombrecieron un poco.
Ella la miró con recelo, desde hace unos meses siempre que se refería a Charlotte de esa forma Santana ponía una expresión sombría.
– ¿No te gusta que la llame así? – Santana levantó su mirada asustado por el dolor que arrancaba su voz.
– No, no es eso… es sólo que…
– ¿Qué?
– Me hace pensar en ti como una hermana
– ¿No quieres que sea tu hermana?
– No – dijo Santana con convicción.
Ella bajó la mirada con tristeza, tenía que ser fuerte. No podía llorar frente a ella.
– Sé que no somos nada, pero a veces me gusta pensar que tengo una familia.
Antes de que la tocara, ella ya sintió su presencia.
– No quiero que seas mi hermana porque…. – la voz le temblaba. Ella se arriesgó a mirarla y sus ojos la quemaron.
– ¿Por qué?
– Porque te quiero para mí – las mejillas de Santana se sonrojaron.
Ella alzó su mano para poder tocar su rostro, nunca antes se había sonrojado.
– No… no te entiendo – los ojos de ella brillaban y Santana se acercó aún más.
Tomó su mano con delicadeza.
– Las hermanas no pueden besarse – dijo la morena con una voz tímida.
Ella la miró con asombro.
– ¿Quieres besarme?
Santana se sonrojó aún más y asintió con la cabeza.
– ¿Puedo hacerlo?
– Eh… si – los ojos de Santana hicieron su camino hasta su corazón. Ella siempre estuvo ahí, sólo que no sabía lo que eso significaba.
Santana sonrió y se acercó lentamente, casi podía sentir como el tiempo se detenía. Ella cerró los ojos con temor. Nunca antes había sido besada.
Entonces sintió el suave roce de sus labios contra su frente. Ella arrugó el gesto.
– Me encanta cuando haces eso
– ¿Qué cosa? – preguntó ella confundida ¿no se suponía que la iba a besar?
– Arrugar la nariz
– ¿No ibas a besarme?
– Te besé – ella la miró con confusión mientras la morena sonreía.
– Pero fue en la frente
– ¿Dónde querías que te besara? – la de ojos negros entrelazó sus dedos y la miró interrogante. Odiaba cuando Santana hacía eso, sólo lograba ponerla más nerviosa.
– En…en ¿los labios? – ella se sonrojó profundamente.
Santana se acercó aún más y pego su frente con la suya.
– ¿Cómo?
– ¿Vas a hacer que te bese?
– Claro que no, nadie me va a quitar ese privilegio – y antes de que pudiera responder los labios de Santana estaban sobre los suyos. La morena se movía lentamente y con dulzura. Arrullando sus labios como ella había soñado secretamente.
– Wow
– Sí, wow – aunque había sido un beso inexperto y torpe las dos tenían la respiración agitada.
– ¿Puedo intentarlo yo? Ya sabes para fines de experimentación – Santana soltó una carcajada y envolvió sus manos en la cintura de ella.
– Estoy lista – dijo con una enorme sonrisa en la cara.
Ella se sonrojó, pero no dudó en acercarse más y tomar un poco de su lacio cabello azabache entre sus dedos.
La besó con ternura y pasión. Nunca imaginó que Santana la quisiera de alguna manera, pero a veces los sueños se hacen realidad. Recordó entonces el orfanato. Sus compañeras se habían equivocado de nuevo. Afuera no existían ríos de leche ni lluvia de caramelos, tampoco existían príncipes azules de cabellos rubios. Sólo existían princesas morenas de hermosos ojos negros y labios carnosos que besaban con dulzura y amor.
…
Abril de 1946
– Aléjate de la ventana Britt – dijo Rachel a mis espaldas.
– Déjame soñar Rach –
Ella suspiró y se encaminó a la cocina.
– Sueñas demasiado –
Entendía su punto, de verdad que lo hacía, pero a veces simplemente no puedo evitarlo. Mis ojos no podían dejar de observar el patio añorando unos brillantes ojos negros mirándome con amor.
Me alejé de la ventana y acompañé a Rachel en la cocina.
– ¿Has oído algo nuevo? – dije sentándome en una silla frente a la pequeña mesa de la cocina.
– Los soldados están regresando. La guerra terminó –
Es lo que oía todos los días y francamente me estaba cansando. Mi esposa debería haber regresado a casa. Mi esposa debería estar aquí entonces si la maldita guerra había terminado.
– ¿y Quinn? –
Los ojos de Rachel se tornaban oscuros cada vez que mencionaba a su mujer. Ella también la extrañaba, pero lidiaba con ello de otra manera
– No hay noticias –
Las dos suspiramos en silencio. Nuestras esposas pertenecían a la milicia y tuvimos que aceptar ese hecho hace años.
Siempre odie al maldito ejército.
…
– ¿Estás loca? Simplemente no lo harás – ella enterró el rostro en la almohada. Sólo quería imaginar que la morena no estaba hablando en serio.
– Britt mírame – Santana se sentó a su lado en la cama.
– No lo harás y punto – la morena se rió ante lo graciosa que sonaba su voz a través de la almohada.
– ¿No te das cuenta? Seré una heroína
– Puedes terminar muerta
– ¿Me extrañarías? – respondió ella siendo bromista.
– ¡Por Dios! ¿Podrías dejar de ser un estúpida? – de verdad que trató de evitar las lágrimas.
– Britt mírame, no llores por favor – Santana quitó la almohada de su rostro y la miró suplicante.
– ¿Cómo puedes preguntarme eso? – Santana la abrazó con fuerza mientras la acunaba en su pecho.
– Lo siento, lo siento. No quería que sonara así. Siempre estoy jodiéndolo todo contigo.
Ella levantó su cabeza y alzó la barbilla desafiándola.
– No vas a enrolarte en ningún lado Santana –
– Pero es mi obligación de patriota – susurró la morena con una mirada inocente.
– No me vengas con eso. Para las mujeres no es una obligación enlistarse. A demás apenas tienes dieciséis años.
– Uh uhu. Te equivocas, tengo dieciséis años y diez meses – ella rodó los ojos.
– Eso no cambia nada Santana –
– Pero yo deseo hacerlo Brittany – Santana estaba poniéndose más terca.
– No irás –
La rubia estaba demasiado enojada para tratar de ser objetiva y abordar el tema con inteligencia. No podía soportar la idea de perderla.
Santana suspiró.
– Siempre he querido ser alguien importante, alguien especial, que contribuyera a la comunidad.
– Eres alguien importante y especial para mí. Y contribuyes mucho con mi comunidad.
Santana soltó una carcajada, pero después volvió a ponerse seria.
– Hablo en serio Brittany –
– Yo también
Santana la acercó más y la besó. Trató de ser dulce, pero estar demasiado cerca de Brittany revolucionaba todas sus hormonas adolescentes. La tumbó sobre la cama y dejó un ligero beso en su cuello.
– A veces un mujer tiene que hacer lo que un mujer tiene que hacer.
– ¿Cómo sabes que debes ir al ejército?
– Porque lo sé. ¿No has tenido un sueño alguna vez?
Ella acarició su mejilla y sonrió
– Mi sueño eres tú.
Santana dejó un beso casto en sus labios y le sonrió con picardía.
– Ambas sabemos que no estás diciendo la verdad. Y la sinceridad es una parte muy importante en nuestra relación – Santana le guiñó un ojo y la rubia le hizo una mueca.
– Estoy muy convencida de eso señorita-sabe-lo-todo. Pero estoy más segura que esta relación funcionará mejor siempre y cuando las dos estemos vivas.
Santana la miró con ansiedad.
– ¿De verdad crees que voy a morir?
– Nadie sabe lo que pasa en las guerras, ahí nada es seguro. No quiero tener que decirte adiós.
– Britt, estás exagerando las cosas, ni siquiera hay una guerra cerca. ¿Por qué te preocupa tanto?
– Porque eres tú, todo lo que tenga que ver contigo me preocupa.
Santana la envolvió en un abrazo y la besó con fuerza.
– No me perderás.
– Promételo
– Lo prometo.
– Eso no quita el hecho de que no entrarás al ejército. Última palabra del asunto.
….
Al final Santana se enroló en el ejército. Ni siquiera sé cómo lo logró. Sólo sé que un día estábamos haciendo nuestras tareas juntas en el patio de la casa y al siguiente Santana tenía su uniforme de soldado en la mano.
Estuve enojada dos meses con ella, pero al final mi amor pudo más y la perdoné. Sabía que Santana no era una mujer común. Su morena no estaba para trabajos estándar y menos para una vida estándar. Toda su vida fue extraordinaria y sabía que estaba destinada para una vida mejor. Pero ahora eso ya no significaba nada, porque ella no estaba aquí.
Julio de 1945
La estación estaba muy fría hoy, más de lo acostumbrado y la gente por fin parecía haberse acostumbrado a mi presencia. Ahora era "La loca de la banca"
¿Qué puedo decir?
No podía culparlos por eso.
Me sentaba en esta banca verde todos los días desde hace tres años cuando ella se fue. Todos los días con la esperanza de verla salir de un tren. Mis ojos ya no veían a nadie, todos eran muñecos sin cara a mi alrededor.
Mis ojos sólo querían ver a alguien.
Mis ojos sólo querían ver a mi esposa de nuevo.
A veces me gustaría que recordar no doliera tanto
…
– ¿En qué piensas? – dijo Santana a su lado. La rubia podía sentir el calor de sus brazos alrededor como si llegara a su alma misma.
– En lo mucho que te quiero
– Mmm… ¿y cuánto es eso? – Santana empezó a besar su cuello, dejando un ardiente camino hasta estar unos centímetros por encima de su pecho. Ella soltó un ligero gemido.
– ¿Has visto los nuevos buques navieros? – la de ojos color cielo no tenía que preguntar. Habían ido juntas a verlos hace unos días.
– Sip –
– Bueno, pues multiplica uno de esos por mil y ni siquiera se acerca – Santana acercó sus rostros y la besó con dulzura.
– Yo te quiero más –
– ¿Cuánto? –
– Ni siquiera todo el universo es suficiente para ilustrar mi amor por ti –
– ¿Tu amor es infinito? – dijo la rubia melosamente
Santana sonrió y la besó de nuevo.
– La infinidad del universo aún no está comprobado científicamente.
Brittany la golpeó en el hombro y empezó a reír.
– Listilla –
Santana acarició su mejilla y luego la besó profundo.
Sus besos cada vez se volvían más feroces, más apasionados. Los gemidos de su ángel la estaban volviendo loca.
– Detenme Britt, hazlo porque de otra manera, no voy a poder contenerme –
Habían estado tanteando su sexualidad desde hace algunos meses. Las dos ya eran mayores de edad y cada vez que se besaban no podían evitarlo, pero siempre aparecía algún factor que les impedía llegar demasiado lejos. Como sus padres, pero ellos habían salido a ver una película y las dos habían aprovechado para ir a acampar cerca de la casa.
La rubia la miró a los ojos, estaban oscuros por la pasión, por el deseo, era como ver una noche estrellada. Un reflejo de los suyos. Ya no quería huir más de algo que era inevitable, así que sin dudas levantó la camisa que estaba usando dejándole ver a la morena su sostén. La mirada que Santana le dirigió hizo que todo su cuerpo temblara de anticipación.
Ella no se sentía digna de alguien como la morena. Bajó la mirada.
– Mírame Britt. Mira cómo te amo – dijo Santana pasando las manos ligeramente por sus hombros, por sus brazos y subiendo de nuevo.
– Tu piel es tan suave, como una pluma. Frágil, pero hermosa. Un milagro de la naturaleza. Un sinónimo de libertad –
Brittany sentía pequeñas lágrimas en sus ojos, sólo Santana podía hacerla sentir así. Como si ella fuera algo más de lo nunca imaginó. Alguien especial.
Santana se acercó a su cara y besó sus párpados, sus pómulos hasta llegar a sus labios y la envolvió con su calor. Su alma ardía en su interior y podía sentir como se enlazaba con la de la morena. Eran una sola para siempre.
Santana la desnudó lentamente apreciando cada espacio de piel, cada parte de la mujer que había amado durante toda su vida. Cuando las dos estuvieron sin ropa alguna, sudorosas y aceleradas Santana entró en ella con cuidado, primero con un dedo para después de unos segundos introducir el segundo.
– Nunca te dejaré Britt, nunca – La rubia gimió fuertemente cuando la morena se encontraba totalmente dentro de ella. Santana la rompía, pero era un dolor que llegaba al corazón. Que hacía que se acelerase, que todo su cuerpo hormigueara. Era el dolor del amor.
– Mi amor me hará regresar a ti. Siempre –
– Te amo Santana, te amo – la respiración le fallaba. Casi no podía hablar.
Entonces la morena de bellos ojos oscuros la besó acallando los gemidos y gritos que retumbaban en la pequeña tienda de campaña.
Esa noche la inocencia de las dos quedó atrapada para siempre en el tiempo.
…
Agosto de 1946
¡Britt! ¡Britt! ¡Britt!
¡BRITT!
Me levanté de la cama asustada por el griterío afuera de mi casa. Cuando abrí la puerta Tina tenía una enorme sonrisa en la cara.
– ¡Tienes que venir! – dijo ella totalmente emocionada.
– ¿Qué pasa? –
– ¡Los soldados están de vuelta!
Cuando las palabras salieron de su boca mi cerebro se congeló, pero mi cuerpo sabía lo que tenía que hacer.
Empecé a correr a toda la velocidad sin importarme que apenas estuviera usando una bata y mis pantuflas.
Al pasar a mi alrededor podía ver a un montón de gente llorando y abrazando a sus parientes que prácticamente había vuelto del valle de los muertos. Todos ellos habían sido dados por desaparecidos, menos para mí.
Yo sabía que ella regresaría.
Santana lo prometió.
Cuando llegué a la estación estaba demasiado congestionada, pero eso no importaba. Mi esposa estaba aquí.
Después de buscar durante mucho tiempo vi a Rachel colgada de una magullada Quinn que sonreía demasiado.
Quinn y Santana eran las mejores amigas, ella debía estar por aquí.
Me acerqué a ellas corriendo, casi sin aliento, pero cuando los ojos de Quinn se posaron en los míos, gruesas lágrimas salieron de sus ojos.
Quinn nunca lloraba.
Caminé lentamente hacia ellos. Quinn separó a Rachel de su cuerpo a pesar de la renuencia de ella.
– Britt – dijo ella con voz solemne.
– ¿Dónde está mi esposa Quinn?
Quinn miró a Rachel y ella me miró con tristeza.
– Fue un soldado muy valiente Britt, ella salvó a todo el campamento – sacó algo que tenía escondido en la espalda – Lo siento mucho – dijo entregándome un uniforme de gala. Su uniforme de gala. Algunas medallas. Sus medallas y un anillo de matrimonio. Su anillo de matrimonio.
El mundo parecía desaparecer.
Las rodillas ya no eran suficientes para mantenerme. El universo no era suficiente para sostenerme. El aire no llegaba a mi cuerpo y el corazón no tenía la capacidad para bombear mi sangre atrofiada.
Ella estaba muerta…
Y yo también.
…
Había mucha gente alrededor, muchos hombres y pocas mujeres en uniforme.
Ella odiaba el uniforme.
Y su esposa lo hacía lucir tan bien… Odiaba eso también, porque sólo por ela ya no le parecía tan malo.
– Britt mira hacia allá, ahí está el general O’ryan – dijo Santana señalando a un hombre mayor que miraba hacia uno de los vagones sin prestar atención a las familias que despedían a sus seres queridos y rogaban a Dios que los devolvieran sanos y salvos.
Brittany se giró hacia Santana, su esposa desde hace poco más de un año. Había estado enojada con ella un mes desde que se habían enterado que el llamamiento se hizo efectivo. Estados Unidos necesitaba soldados para la guerra y su esposa era uno de ellos.
Sus ojos negros brillaban con emoción, su hermoso rostro era iluminado por la alegría. Brittany se retorcía por dentro pensando que nunca más volvería a verla. Su ser completo temblaba ante esa posibilidad.
Giró su mejilla obligándola a mirarla.
– No hagas esto Santana – las lágrimas caían por sus mejillas
Santana puso sus manos en el rostro de su esposa y la besó tiernamente.
– Es mi obligación de patriota Britt, no puedo escapar –
– No quieres hacerlo tampoco – dijo ella con mala cara alejándose de su mujer.
– No, no quiero – Santana la abrazó por detrás y habló filtrando su aliento en el rostro de la rubia – No hay nada que engrandezca a una mujer más que sus sueños. Yo estoy cumpliendo el mío. Quiero ser una mujer digna para ti.
Ella se giró y enredó las manos alrededor de su cuello. Contenía las lágrimas, no quería ser débil cuando Santana era tan fuerte.
– Eres todo para mí San, si te perdiera…– ella bajó la mirada totalmente asustada por la posibilidad.
La morena levantó su barbilla para que la mirara. Brittany tenía que entender.
– Nunca me perderás. ¿No lo entiendes? Estoy atada a ti. Mi alma te reclama y mi corazón te necesita. No hay forma de que pueda sobrevivir sin ti. Mi amor me hará regresar por ti Britt, siempre.
Santana la besó con todo su ser, sellando la promesa que le hacía. Un juramento inquebrantable que ahora no la dejaría morir nunca. Porque ella la esperaba.
– Volveré, lo prometo.
Diciembre de 1948
Una época de sueños, una época de felicidad, de regalos y buenos deseos… Eso es lo que todo el mundo vendía con la Navidad... y todo era una gran mentira consumista.
Caminaba por las calles cubiertas de nieve buscando el último ingrediente para mi cena solitaria. Rachel se había rendido conmigo hace tiempo y mis padres también, o más bien, los padres de ella. Nadie quería tratar con la viuda amargada.
De verdad quise irme, de verdad quise huir de este pueblo y no volver la vista atrás... pero no pude.
Su amor y su recuerdo me retenían.
Cuando salía de la tienda había un tremendo escándalo en las calles. Dos policías tratando de sacar a una mendiga de su lugar, tal vez el único que podía darle calor y ellos se lo estaban quitando.
Después de mucho tiempo volví a sentir algo más que dolor o indiferencia.
– ¡Dejen a esa mujer en paz! ¡Por Dios! – grité casi sin pensar
– Señora López estamos haciendo nuestro trabajo. Hay albergues que se encargaran mejor de ella – dijo el imbécil del oficial Hudson señalando hacia la mujer andrajosa que escondía su rostro. Ella dejó de moverse cuando escuchó mi voz.
– No necesitaba que lo maltrataran de esa manera –
La mujer por fin reaccionó y se alejó de los policías sin decir una sola palabra.
Observé como se alejaba y yo decidí seguir mi propio camino.
Esperaba que en verdad fuera al albergue.
Nadie merecía estar solo en Navidad.
Marzo de 1949
Me gustaba la primavera. A pesar de lo que pasara allá fuera las flores siempre encontrarían una forma de florecer.
Regresé al interior de la soledad de mi hogar a continuar con el trabajo. Desde que mi esposa se fue tuve que dedicarme a algo para sobrevivir.
Ella trató de asegurarme estabilidad económica, pero al final eso no fue suficiente. Ella de verdad creía que volvería y eso no era un alivio para mí. Después de todo, las buenas intenciones no son suficientes.
Cuando terminé con el lote de prendas que debía coser para ese día fui hacia la ciudad.
Todo había cambiado mucho después de la Guerra. Sólo nos quedó la paranoia y el miedo.
Llegué hasta el local y le entregué el encargo a la Señora Miller ella me pagó y regresé de camino a casa. No tenía nada más que hacer.
Vi hacia el fondo la estación de tren. No pude abandonar los viejos hábitos.
Me senté en mi antigua banca, ahora estaba muy descolorida y... esperé. Sabía que ya no había nada para esperar, pero este lugar me traía algo de esperanza.
Dios sabía que necesitaba esperanza.
Alguien se sentó a mi lado.
– Buenas tardes Señora López – dijo una voz femenina.
No reconocí el sonido.
– No hace falta el "López", mi esposa ya no está – mi voz estaba muerta al igual que ella
Regresé mi vista a la mujer y la reconocí. Era la mendiga de aquel día.
– Está bien. Aunque es muy joven incluso para el "señora" – dijo con voz rasposa.
La miré de nuevo, esta vez fijándome en los detalles de su rostro. Su piel morena, quemada por el sol. Sus ojos eran de un negro profundo y opaco. Los de mi esposa brillaban siempre, incluso en la oscuridad. Vestía muy pobremente y parecía tener frío. Ella parecía demasiado joven también.
– Y usted es muy joven para haberse dedicado a esta vida –
– Tengo mis razones –
Ninguno de las dos volvió a hablar de nuevo.
Después de eso regresé a la estación cada día y ella también.
Hay algo sobre las almas solitarias que necesitan compañía…
Noviembre de 1949
– Hola – dije cuando la vi sentada en "nuestra banca". Sí, ahora era de las dos.
– Hola – dijo ella en respuesta.
Le entregué el sándwich que hacía para aquella mujer cada día.
– Gracias –
Estuvimos algún tiempo en el silencio cómodo de siempre. Éramos dos extrañas que disfrutaban de la compañía de la otra. Nunca hablábamos demasiado, ni siquiera sabía su nombre, pero era agradable no estar tan sola todo el tiempo.
– ¿Sigues esperándola? – dijo ella de repente.
– ¿A quién? –
– A tu esposa –
Fijé mis ojos en su rostro sorprendida por su pregunta. Ella no me miraba, su mirada estaba fija en los vagones.
– Eso es algo muy personal – dije también mirando hacia los vagones.
– Sólo es una pregunta –
Después de unos minutos respondí.
– Sí – dije siendo sincera – Pero ya no tengo esperanzas en que vuelva. Ella está muerta.
Rompió su promesa.
– ¿Y tu fe? – dijo todavía sin mirarme con las manos envolviendo sus brazos.
– Ya no tengo fe –
– La fe mueve montañas – sonreí ante eso.
– No he visto ninguna montaña moviéndose últimamente –
Ella sonrió también.
– No, yo tampoco –
Un tren se detuvo frente a nosotros. Una niña pálida con cabello ondulado color negro salió corriendo hacia su padre quien la recogió en brazos.
– Me recuerda a alguien – dijo ella de repente.
Miré a la niña. Ella sonreía con todo su corazón.
Esa sonrisa me recordaba a mi esposa.
Diciembre de 1949
Otra Navidad solitaria pensé al mirar por la ventana mientras la nieve caía.
Pequeños copos desnudos en el patio resbaloso
Pequeños copos felices en la ventana.
Pequeños copos ardientes de la nada.
Todos sonriendo y botando entre las rosas.
Me acerqué al fuego de la chimenea, me dejé caer sobre la alfombra y empecé a llorar.
Era tan difícil dejarla ir, tan difícil no recordar los buenos momentos. Las risas, los abrazos, los besos, las caricias…
Lo único que deseaba era que mi esposa estuviera de vuelta.
Que de alguna manera su muerte se llevara mi vida, porque ya no puedo vivir por mí misma. No cuando el dolor es tan insoportable como ahora.
Alguien tocó la ventana.
Me levanté de mi miseria y abrí la puerta.
– Buenas noches – dijo ella con una sonrisa que inmediatamente desapareció cuando vio mis ojos rojos.
– ¿Qué pasa? – preguntó acercándose antes de retroceder el único paso que había avanzado.
Me quité las lágrimas y traté de recomponerme.
– Lo siento… um… pasa… no hay mucho para ofrecer, pero podemos hacer algo.
La dejé entrar y me acerqué a la cocina. Había hecho una pequeña cena. Algo sencillo y nada especial. Una cena para dos.
Había tenido la esperanza de que viniera.
Ella no dijo nada más y se sentó conmigo en la mesa.
Era agradable tener a alguien más en esta casa.
Se veía diferente hoy, traía un vestido amarillo que resaltaba lo moreno de su piel. Levanté un ceja inquisidoramente.
– El albergue fue generoso este año –
– ¿Por qué tener esta vida siendo joven y fuerte? – le pregunté notando que ella era todo lo que había dicho y más.
Era una mujer atractiva, aunque no se pareciera a mi esposa.
Ella tenía un sedoso cabello azabache mientras que ella lo tenía maltratado y de un tono algo más claro. Había algo diferente en su rostro también, sus labios no se parecían a los de ella. Los suyos eran más finos. Pero quitando esos detalles, se parecía a mi esposa.
No Brittany, no. No veas fantasmas donde no los hay.
Tenía cicatrices también. Ella no tenía ninguna.
El silencio se instaló entre las dos de nuevo. Como siempre.
– ¿Siempre pasas las Navidades sola? –
– Desde que ella se fue sí – dije mirando hacia mi comida
– ¿No tienes familia? –
– No –
– ¿Ella tenía familia? –
– Sí –
– ¿Su familia te abandonó? –
La miré fijamente.
– Basta de preguntas por hoy –
Nos sentamos en silencio de nuevo frente a la chimenea.
– Feliz Navidad – dijo ella tomando mi mano.
Traté de alejarme, pero me lo impidió.
La sensación era raramente… conocida.
– Feliz Navidad a ti también extraña. Me alegra que hayas podido venir – dije al final rindiéndome y dejando que su calor se colara entre mis dedos.
Me quedé dormida en el sillón. Acompañada por el calor de la chimenea, el confort de mi casa y la suavidad de su mano.
En sueños volví a escuchar la voz de mi esposa.
– Te lo dije Britt, mi amor siempre me haría volver a ti –
Fue un gran regalo de Navidad.
Julio de 1950
Todo estaba preparado para partir.
Había llegado el momento. Tenía que dejar a mi esposa atrás.
Mis maletas estaban esperando a mi lado mientras me arrodillaba sobre su tumba. No había nada en el cofre del interior.
Sin embargo esperaba que mi adiós pudiera llegar hasta ella en el cielo.
Cuando leí la inscripción en piedra simplemente no pude creerlo. SÍ, estaba su nombre, pero no había forma en la que yo creyera que el cuerpo de mi esposa podía estar simbolizado en esta lápida.
Ella nunca estuvo aquí.
Miré a mí alrededor y ahí estaba… mi extraña mirándome.
Sí, mi esposa nunca estuvo aquí.
Ella sonreía… con todo su corazón. Un corazón triste… y entonces lo vi ella era ella.
– Oh Dios – susurré
Tal vez la esperanza venció a la muerte después de todo, quizás la fe fue más fuerte.
Quizás las promesas, todas sus promesas, se cumplieron.
Ella volvió.
Bueno, primero obviamente en esa época ni se pensaba en el matrimonio igualitario y hasta hoy seguimos en la batalla por la causa. Segundo, Hola! aquí les traigo esta "pequeña" narración con el único fin de que quería algo desde el punto de vista de Brittany. Aunque ahora con el rollo de Bram la esté odiando. Ughhh. Y tercero, espero que les guste esta primera parte para así publicar la segunda. Nos leemos.
Última edición por Amalia el Vie Dic 28, 2012 1:36 am, editado 1 vez
Amalia* - Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
me dejaste sin palabras, el relato es excelente y la manera en que mezclaste los recuerdos es genial, me encanto el encuentro de las niñas y el juego de las alas del angel, me parecio muy tierno. Y esa sensacion de incertidumbre ante la espera, me encanto. Por favor, publica la segunda parte, por favor.
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Wow! Está muy bien este One-Shot.. Me ha hecho llorar!
Volvió! Osea, Wow!
Deberias hacer FF's de Brittana!
Te deseo lo mejor!
Volvió! Osea, Wow!
Deberias hacer FF's de Brittana!
Te deseo lo mejor!
Invitado- Invitado
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Me gusto mucho, esta genial la historia.... siguela y actualiza pronto :)
LoveyouHemo******* - Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Wow ella regreso y los recuerdos son tan
Espero q lo continues esta increible
Espero q lo continues esta increible
gleek_4ever***** - Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 06/11/2012
Edad : 23
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Si por favor actualizalo!!!!!! Es tan genial! ;)
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Mencionaste que esta era la primera parte.. dónde esta la segunda??? O.o
Me gusto mucho..
Casi lloro u.u
Gracias por publicar!
Me gusto mucho..
Casi lloro u.u
Gracias por publicar!
Tat-Tat******* - Mensajes : 469
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
SI PORFA LA SEGUNDA PARTE!! TMB LA ESPERO................
SI TODO EL ROLLO DE BRAM ES DULCE NO LO NIEGO!! PERO NO ME PRODUCEN FASCINACIÓN COMO MIS BRITTANA...............
SEE RM HIZO QUE BRAM SE VEA COMO UN ALGODÓN DE AZUCAR TIERNO!!!
YA LO DIJE NO LO NIEGO..............PERO
NO HAY COMO BRITTANA...............LOS BRAM NO LLEGAN A HACERME SENTIR COMO LO HACE BRITTANA!!!
ES AMOR!! y ESO ES TODO...........NO HAY DOS!! IGUALES EL AMOR ES UNICO............y
PARA MI BRITTANA ES EL AMOR!!!!
BRAM ES LINDO PERO NO ME LLEGA.............................BRITTANA ES............."LOVE IS LOVE"
NO HAY MÁS EXPLICACIÓN QUE ESA FRASE NO PUEDA COMPLETAR......................
SALUDOS!! NAT !
SI TODO EL ROLLO DE BRAM ES DULCE NO LO NIEGO!! PERO NO ME PRODUCEN FASCINACIÓN COMO MIS BRITTANA...............
SEE RM HIZO QUE BRAM SE VEA COMO UN ALGODÓN DE AZUCAR TIERNO!!!
YA LO DIJE NO LO NIEGO..............PERO
NO HAY COMO BRITTANA...............LOS BRAM NO LLEGAN A HACERME SENTIR COMO LO HACE BRITTANA!!!
ES AMOR!! y ESO ES TODO...........NO HAY DOS!! IGUALES EL AMOR ES UNICO............y
PARA MI BRITTANA ES EL AMOR!!!!
BRAM ES LINDO PERO NO ME LLEGA.............................BRITTANA ES............."LOVE IS LOVE"
NO HAY MÁS EXPLICACIÓN QUE ESA FRASE NO PUEDA COMPLETAR......................
SALUDOS!! NAT !
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Santava POV.
Podría decir que entendía lo que pasó. Que los gritos, los disparos, los estallidos, la muerte, la miseria y al final… la oscuridad tenían un significado; pero después de que el tiempo ya no fue más tiempo y descubrí que el negro puede ser aún más profundo de lo que cualquiera creería, estoy segura que no la hubo. No hubo una razón.
Nada de lo que viví, por lo que luché y por lo que me encontraba en este limbo valió la pena.
La guerra no fue más que el desperdicio de todo un mundo.
Sentía a mí alrededor el extraño zumbido de la muerte llamando y extendiendo su mano con una sonrisa. En realidad es muy diferente de lo que la mayoría piensa. Ni siquiera usa la túnica negra o tiene las manos huesudas ni el rostro marcado con esa cruel expresión que atormentaba los sueños de los que le temían.
La muerte no era así.
Era un ángel el que mostraba su rostro de compasión trayendo consigo una promesa de alivio, de campos extensos cubiertos de oro y felicidad. Tal como mamá había dicho.
– Ven conmigo – dijo su voz muda.
Sus inmensas alas trayendo luz
– ¿A dónde?
– Lejos de aquí
– ¿Ya no dolerá?
– No
– ¿Por qué debo irme contigo? – sus ojos blancos estaban fijos en mí.
– Porque debes descansar.
– ¿Y ellos? – le dije indicándole el montón de cuerpos estáticos que rodeaban la podredumbre de mi alrededor. Y a pesar de haber una oscuridad total yo podía mirarlos. Tal vez ese era un castigo.
– No puedo verlos. Soy ciego
– ¿Por qué?
– El Señor cegó mis ojos para que sólo pudiera ver la gloria de su presencia.
– ¿Entonces cómo sabes que estoy aquí?
– Puedo sentirte. Estás a punto de morir.
Miré mis manos tenuemente iluminadas por la luz que desprendía el ángel.
Voy a morir.
Sería un pensamiento reconfortante, sería una promesa que aceptaría con desesperado agrado. Sería lo único por lo que rogaría. Me arrastraría sobre mis pies y lloraría por obtenerla. Cuando el alma está tan rota y maltratada como la mía, cuando el cuerpo ha sido destrozado hasta la invalidez como el mío, la muerte sería la única solución.
Daría todo lo que soy por morir… si no fuera por ella.
Aún en la oscuridad puedo verla. Con sus labios rosas y su sonrisa transparente, abriendo sus brazos en un juramento de amor eterno.
A pesar del destrozo de mi cuerpo y mi alma, mi corazón seguía latiendo fuerte y vigoroso en mi pecho por ella.
– ¿Y Brittany?
– Ella está muy lejos de aquí
– ¿Qué pasará con ella?
– Sólo está en sus manos decidirlo. Tú ya no formas parte de su vida.
Esas únicas palabras destrozaron este ser más de lo que cualquier guerra en el mundo pudiera hacer.
¿Cómo no puedo ser parte de su vida?
¿Cómo no puede ser su vida la mía?
No hay forma en la que siga viviendo si no es porque la vida de mi esposa espera por la mía.
El ángel estaba equivocado.
– Hice una promesa
El ángel se quedó en silencio.
– ¿No significa eso nada para ti?
La desesperación crecía y burbujeaba dentro de mí. Debía haber una manera, algo que pudiera hacer para volver con ella.
No podía irme.
Ella me esperaba.
– No está en mis manos.
– ¿De quién?
– Está en las manos del Señor.
Volví a mirar alrededor buscando una salida. Una forma de salir de esta oscuridad. Nunca había luchado con un ángel ¿sería difícil?
– Nunca podrías vencer a un ángel del Señor – dijo con su voz de trueno.
– Entonces déjame volver con ella.
De repente una brisa arrolladora golpeó contra los dos. Sin embargo el Ángel de la Muerte no se inmutó. Seguía con su mirada vacía fija en mí.
– ¿Qué harías por ella?
– Todo. Lo haría todo.
El ángel permaneció quieto durante mucho tiempo hasta que levantó una espada detrás de su túnica. Era una espada de fuego.
Me señaló con ella.
– El Señor te ha dado otra oportunidad.
Casi me arrodillo frente a él. Felicidad de nuevo. La sentía correr por todo mi ser.
El fuego que desprendía la espada era cálido y no quemaba. El ángel se acercó aún más y la puso sobre mi pecho.
– Esta espada tiene dos filos – dijo batiéndola demasiado cerca de mi corazón – mientras que uno corta el otro sana la herida. Si puedes ser como esta espada podrás permanecer con tu mujer hasta que el Señor te vuelva a llamar.
Y entonces todo desapareció…
Y la oscuridad fue más profunda… y el dolor más agudo.
Desperté en medio de un campo de cuerpos mientras veía cómo los que fueron mis amigos, compañeros y hermanos en la guerra ahora estaban siendo tragados por la tierra.
Yo desperté de entre los muertos y lágrimas de agradecimiento corrieron por mis ojos.
Me levanté tambaleante todavía sintiendo el peso de las balas en mis costillas y en mi hombro.
Me arrastré sobre la tierra y la besé. Abracé el dolor con toda mi alma porque gracias a eso sabía que estaba viva. Que tenía otra oportunidad para volver a ella. Para cumplir con todas mi promesas y para demostrarle mi amor.
La oscuridad trataba de llevarme de nuevo a su exilio, pero ahora había una fuerza en mí que nacía desde mi propia alma enardecida que gritaba por el renacimiento. Mi alma gritaba por Brittany.
Traté de levantarme de ese campo lleno de miseria y crueldad. Mis sueños de grandeza y gloria quedaron abandonados y estancados bajo mis pies con cada paso. Y me sentía enormemente bendecida por eso.
No sé cuánto tiempo caminé en busca de ayuda hasta que el espíritu se rindió y caí de nuevo al suelo. Sentía que estaba destinada a sentir la aridez de la roca contra mi rostro, golpeando y arañando. Pero a pesar de haber perdido el control sobre mi misma ahora ya no había oscuridad alrededor. Una brillante luz rodeaba el espacio, una luz que nacía desde el centro de mi pecho donde el ángel había posado su espada.
Ya no estaba atrapado entre las sombras.
Nunca más…
...
Es extraño cómo una mujer puede perder todo lo que ha conseguido durante toda su vida en tan sólo un segundo. El segundo exacto en el que la primera bala impactó en mi hombro. Ahora no puedo mover bien el brazo y me siento extremadamente débil.
Tan débil e incapaz como me veo.
Ya no soy esa mujer que se despidió de su esposa aquella tarde, cuando todavía creía que la fuerza de voluntad podía hacerlo todo, cuando creía que los sueños son todo.
Ahora me he perdido a mí misma dentro de esta persona a la que ya no reconozco.
Mi rostro es diferente y mi alma también, hay cicatrices fuera y dentro de mí. La oscuridad que un día desapareció en medio del calor de una segunda oportunidad, ha vuelto sobre mí aún con más fuerza.
Y todo fue aún más oscuro.
Alguien me encontró entre los escombros y me rescataron, después de curar mis heridas me retuvieron de nuevo.
Es tan fácil que un ave vuelva a caer dentro de la jaula … y a veces puede ser una mucho, mucho peor.
Los rusos.
Cómo odio a esos hijos de puta.
Cuando pensé que las cosas mejorarían, cuando creí que viviría para verla de nuevo, todo se fue al infierno.
Ellos me retuvieron, me atacaron y rompieron mi espíritu más allá de lo que la misma guerra logró. Trataron de convertirme en una mercenaria, en alguien al que pudieran ver y reflejarse a sí mismos. Golpearon mi cuerpo y mi honor, intentaron cambiar mi aspecto para que no pareciera "una puta yanqui" y mataron todo lo bueno que hubo en mí alguna vez.
Muchas veces le pedí a Dios que me llevará, que cumpliera con lo que el ángel dijo. Que ya no habría dolor, que podría descansar, pero entonces, como si fueran puestas en mi cabeza, imágenes de Britt me llenaban durante el dolor.
Y ya no podía arrepentirme de lo que pasaba.
Debía haber un propósito, debía existir una razón.
¿Cómo puede una mujer pasar por todo lo que yo pasé sin justificación?
Dios no haría eso, no el Dios que me dio otra oportunidad.
Así que soporté. Me encerré en mi misma, cegué mis ojos y atrofié mis sentidos para que ellos sólo pudieran destrozar algo que ya estaba muerto.
Y lo hicieron, me destrozaron completamente.
Cada noche después de volver a abrir mis ojos al presente, después de todo un día de muerte, volvía a verla.
– No puedes atraparme Santana – su risa llenaba mis oídos.
La veía correr con su falda ondulante al viento y sus cabellos golpeando su rostro.
Hasta que ella se tropezó con una piedra y se raspó la rodilla.
Corrí hacia Brittany.
– ¿Estás bien?
– Sólo duele un poco, nada que algo de amor no pueda curar – dijo ella con una sonrisa, aún cuando podía ver las lágrimas en sus ojos.
– Britt no quiero que finjas que no duele, eso lo hace peor.
– ¿No es lo que mamá siempre dice?
– Nunca entiendo lo que ella dice.
– Pues es verdad Edward, si puedes creer que hay alguien que estaría dispuesto a hacer todo lo que sea posible para hacerte sentir mejor el dolor disminuye. A mí no me duele porque te tengo a ti y a mamá.
Siempre pensé que Britt era el ser más inteligente en este miserable mundo, después de todo lo que pasó para salir de ese orfanato y las secuelas que quedaron en ella después de ese hecho, ahora, cuando he experimentado todas las clases de dolor puedo al fin entender.
Ella y mamá siempre tuvieron razón.
Durante mi cautiverio sueños sobre Brittany, del pasado y del futuro, me mantuvieron cuerda. Ella me llamaba y me consolaba, me dejaba poner mi cabeza sobre su regazo y acariciaba mis cabellos. Y cuando no podía dejarme morir frente a mis captores ella volvía y me susurraba al oído.
– Te amo Santana. Estoy esperando por ti.
Así sobreviví durante 14 meses hasta que fui rescatada y traída de vuelta a Estados Unidos.
A pesar de mi cuerpo magullado y las heridas corrí hacia Brittany. Ni siquiera me preocupé sobre mi aspecto porque sabía que ella me amaría de la misma manera, así como yo la amé en medio del desastre, pero nunca imaginé que tan doloroso fue que ella me hubiera olvidado.
Corrí hacia la que un día fue nuestra casa, donde creí que podríamos tener juntos esa vida de amor que siempre soñé para las dos.
Ella estaba en el porche y su rostro estaba muerto, toda ella estaba muerta. Fue un golpe como ninguno encontrar a mi Britt de esa manera. Ella que siempre tenía una sonrisa, que con su bondad y su inocencia podía curarlo todo. La que casi me golpea cuando entré al ejército.
Mi mujer ya no estaba en ese cuerpo frío que miraba ausente hacia el océano. Ella ni siquiera me dedicó una mirada. No hizo ningún movimiento. Estaba estática como una antigua escultura y sus ojos clavados a la distancia como si no existiera nada más en el mundo.
Y a pesar de todo yo la seguía amando con toda la fuerza de este cuerpo destruido por la maldad del mundo. Yo la seguía amando de la misma manera. Mi amor no había cambiado y el de ella…. El amor de Brittany había muerto como ella misma.
Salí derrotada de allí como nunca me había sentido, no me creía capaz de hacerla reaccionar, de hacerle ver que estaba con ella de nuevo. Porque yo también estaba muerta.
Me perdí de nuevo… volví a caer en la oscuridad de la que una vez el Ángel de la Muerte me sacó y esta vez… ya no había una razón para regresar.
…
La fuerza, la voluntad y la vida me habían dejado hace mucho tiempo.
Me acogió la calle en su duro regazo y no tuve nunca el deseo de salir y buscar algo más.
Me convertí en una mendiga, una vaga, una buena para nada, pero no me siento menos por eso. Soy lo que soy, una mujer a la que nadie recuerda, alguien en quien nadie creyó. Ni siquiera mi esposa.
Mis amigos me fallaron y mis padres… incluso ellos me defraudaron.
Nunca vi a Brittany por estas calles, me preguntaba si ella abandonó la ciudad y buscó una vida de verdad para ella. No lo sabía.
No volví a buscarla. Me hería demasiado verla.
Cada noche en cualquier esquina de cualquier lugar trataba de volver a perderme en mi misma. No quería recordar, no quería ver el rostro de esta mujer al que todos olvidaron. Alguien que no existe, un "nadie"
Y eso es lo que he estado haciendo durante los últimos meses.
– ¡Fuera de aquí vaga! – gritó un hombre.
Abrí los ojos y vi al que un día fue mi amigo. Finn Hudson.
Era una imbécil por no haber huido a otra ciudad, pero todavía había algo que me retenía aquí. Tal vez al final Brittany no se fue.
– ¿No me escuchas imbécil? ¡Estás molestando a la gente! – miré alrededor, un pequeño grupo de espectadores se había congregado mirando con curiosidad.
– ¿Eres tonta? – dijo él tomándome del brazo – ¡FUERA DE AQUÍ!
En otros tiempos lo hubiera golpeado, pero hoy… tal vez unos días en la cárcel serían buenos, cualquier cosa estaría bien ahora. Ya no importa nada.
– ¡Dejen a esa mujer en paz! ¡Por Dios! – gritó alterada una voz femenina.
Es posible que mis sentidos y mi propio ser estuvieran muy entumecidos, pero mi corazón no. Ese desgraciado reconocería esa voz en cualquier lugar.
Britt sí se había quedado.
– Señora López estamos haciendo nuestro trabajo. Hay albergues que se encargaran mejor de ella – dijo Hudson señalándome como si fuera lo peor que le había pasado en la vida. Y así sería si no me soltaba pronto.
Por alguna razón la fuerza y la esperanza volvían lentamente a mí.
– No necesitaba que la maltrataran de esa manera – dijo Brittany.
Quise mirarla, ver si en sus ojos yo seguía siendo una extraña, una esposa a la que no valió la pena recordar, pero no fui lo suficientemente valiente.
Salí huyendo de allí.
Corrí con todas mis fuerzas a los muelles, llorando como una niña porque la había vuelto a ver. Porque ella no se había ido.
Quería creer que ella se quedaba porque no podía dejarme ir, que quizás yo fui tan importante para Britt como nuestro amor fue para mí.
Quería volver a creer.
De repente unas palabras llegaron a mi mente, una voz de trueno hablaba atravesando todo mi cuerpo.
Esta espada tiene dos filos, mientras que uno corta el otro sana la herida. Si puedes ser como esta espada podrás permanecer con tu mujer hasta que el Señor te vuelva a llamar.
Me dejé caer sobre mis rodillas y empecé a llorar de nuevo.
El dolor y el alivio, la vida y la muerte, la herida y la cura. Todos eran parte de un mismo ente, así como Brittany y yo éramos una sola. Su dolor fue mi dolor en la guerra y mi tortura fue su muerte.
¿Cómo volver ahora?
Esta espada tiene dos filos, mientras que uno corta el otro sana la herida.
¿Cómo empezar de nuevo?
Mientras que uno corta el otro sana la herida.
¿Era eso posible?
Ella me lastimó y yo la maté ¿podíamos ser la cura aún cuando somos la enfermedad?
Una voz desde el fondo de mi pecho habló.
"Sólo duele un poco, nada que algo de amor no pueda curar"
El calor volvió y con él la esperanza y la fuerza.
Britt me necesitaba y yo necesitaba a mi mujer de vuelta. Tal vez ella no pueda amar a una Santana que había muerto olvidando sus promesas, pero a la mujer que era ahora… ella debía amarla.
Brittany tenía que seguir amándome, aunque no me reconociera ella tenía que amarme.
Salí de los muelles y fui a un albergue.
No tenía nada, pero tenía este fuego creciendo con fuerza en mi corazón, propagándose a todas las partes de mi cuerpo y todas ellas gritaban por el toque de Britt.
Durante meses la seguí, la veía en nuestra casa cosiendo, haciendo la comida, sembrando y cosechando.
La expresión de su rostro nunca cambiaba, siempre una mueca de total indiferencia. Todas las tardes se sentaba en una banca y miraba al horizonte de nuevo. Como si esperara que la mujer que fui volviera por ella.
Volví Britt y tú no me reconociste.
Llegué a su vida de nuevo, como la mendiga que ahora soy. Ella no me rechazó, no le importó mi nombre y tampoco las razones por las que una mujer joven se había convertido en una vaga. Brittany me miraba como miraba a todo lo demás. Y eso era aún peor que cualquier masacre.
Ella veía los trenes pasar, aún sabiendo que su esposa estaba muerta ella seguía esperando. Mi corazón se hinchó de orgullo y dolor por ella.
A veces lloraba en silencio, se abrazaba a sí misma y perdía todo contacto con el mundo. Otras sólo regresaba a su estado de pasividad y no sonreía. Ahora mi Britt ya nunca sonreía. Las dos seguíamos haciéndonos daño, ella con su dolor y yo con mi muerte. Pero no me rendía.
Cuando las sombras de la noche y las estrellas aparecían yo quería estar allí para abrazarla y secar sus lágrimas. Hacerle sentir mi amor. Algo que de todo lo que fui nunca murió, pero Brittany no me dejaba tomar ese lugar aún. Ella seguía esperando algo que nunca volvería.
Britt seguía siendo la mujer que me atrapó con su vestido blanco y cabello rubio, de ojos tan brillantes y celestes que te podías reflejar en ellos, la mujer que he amado toda mi vida. Mi Britt seguía viva dentro de esta extraña.
Esta extraña era fuerte y fría, callada y triste. Tan hermosa como un día de primavera.
Las dos éramos dos desconocidas que necesitaban volver a encontrarse, dos almas perdidas que debían volver a estar juntas.
El tiempo pasaba y nunca sentí que fue suficiente para estar a su lado, ella dejaba que me acercara cada vez hasta que en Navidad pude tocarla y recordarle la promesa que mantenía.
Mi amor siempre me haría volver a ella. Siempre.
Fueron seis más hasta que ella decidió irse.
– ¿Qué haces? – le pregunté observando las maletas a su lado.
Las cortinas de la casa estaban cerradas y la puerta tenía un candado. Era como si ella me cerrara todo lo que era.
– Me iré – dijo con simpleza y caminó hacia la carretera.
– ¿Qué? ¿No ibas a despedirte? Pensé que éramos amigas – el miedo flotaba y se esparcía por todo mi cuerpo.
– Lo somos – su pequeña sonrisa seguía siendo tan triste como siempre, una sonrisa no debería ser así – Iba a pasar por la estación primero a ver si aparecías.
– Estoy aquí.
Ella dejó las maletas a su lado y se acercó a mí. Mi corazón latía con tanta fuerza que estaba seguro que podría escucharlo. Se paró en frente de mi y puso sus labios demasiado cerca de mi rostro. Sentí que me iba a desmayar.
– Gracias por todo, fue un gusto haberte conocido – dejo un casi inexistente beso en una de mis mejillas y luego se fue.
Brittany me estaba dejando.
Corrí hacia ella y la detuve.
– ¿A dónde vas? – Britt se acercó al camino principal y luego siguió la senda hacia el cementerio.
– A despedirme de todo lo que me ata aquí
– ¿Y yo?
– Ya me despedí de ti
– ¿No soy una razón para quedarte?
Brittany seguía caminando sin regresar sus ojos hacia mí. Estaba total y completamente desesperada. Mi mente vagaba entre las distintas posibilidades para lograr que ella se quedara.
– Lo siento, pero esto es lo que debo hacer.
Brittany caminó casi corriendo alejándose de mí.
La seguí en silencio hasta que la vi arrodillada frente a una tumba antigua llena de flores. Me acerqué sigilosamente hasta que leí la inscripción.
Santana López
1922-1946
Amada esposa e hija
Un extraño escalofrío recorrió todo mi ser al leer las palabras. Britt creía que su esposa estaba en esa tumba. La esposa que la amó tanto que volvió de entre los muertos para regresar a ella.
Brittany seguía sin reconocerme.
Quería tanto decirle quien era, todo lo que había pasado hasta volver a verla, pero sabía que ella no me creería. Tal vez había perdido a mi esposa para siempre.
Estaba a punto de dejar el cementerio, un lugar en el que me gustaría descansar ahora sólo para que Brittany me mirara de la misma manera en la que miraba esa lápida inservible, pero ella me retuvo de nuevo.
Sus ojos estaban en los míos y ya no había dolor en ellos. Sus cejas se fruncían en concentración y sus manos temblaban.
Me acerqué sin pensar y me arrodillé a su lado.
– ¿Su nombre era Santana?
– Si
Britt seguía temblando y sus manos agarraban con fuerza el dobladillo de su falda. Brittany me necesitaba, Brittany sufría aún.
La abracé fuerte contra mi costado y ella empezó a llorar. Esta vez no fue en silencio.
Dejé que se desahogara en mi hombro todo lo que quisiera, tal vez dejando todo el dolor atrás Britt pudiera volver a comenzar de nuevo. Y yo estaría con ella.
Ya no importaba si ella me quería a su lado o no.
Levantó la cabeza de mi hombro y limpió las lágrimas de sus ojos.
– Voy a empezar de nuevo. Iré a Chicago y dejaré todo este dolor atrás
No lo pensé. Sólo me dejé a misma hablar.
– Iré contigo.
Ella volvió a llorar aún más y tomó mis manos entre las suyas y las besó.
– Está bien
Brittany se levantó del suelo y tomó sus maletas. Ella regresó su rostro con una sonrisa verdadera después de tanto tiempo y fue como si el sol hubiera salido para derretir el cortante hielo que se había instalado entre las dos.
– Vamos
Era increíble como una sola palabra era capaz de dar tanta vida, como una acción podía salvar un alma perdida.
Corrí por ella y envolví su cintura para acercarla a mí. Mi Britt nunca más se volvería a alejar.
…..
– Podemos hacer esto juntas. ¿Has hecho algún estudio? – dijo Brittany mientras cortaba algunas verduras para el almuerzo.
– Bueno… en realidad aprendí un poco sobre mecánica en las calles.
Odiaba mentirle, pero no había otra manera.
Britt posó sus ojos en mí y sonrió con tristeza. Odiaba cada vez que hacía eso.
– Está bien. Escuché que necesitan un poco de ayuda en el taller del Señor Foster.
Brittany y yo habíamos llegado a Chicago hace una semana. Britt alquiló una pequeña casa en las afueras de la ciudad. Me sentía tan indigna de ella cuando ni siquiera podía ser un sustento económico para esta pequeña familia que formaríamos.
Tal vez Brittany no lo sabía, pero pensaba unirla a mí para siempre… de nuevo.
Cada noche nos sentábamos frente al fuego de la chimenea y ella tomaba mi mano. A veces me sentía tan torpe por ni siquiera tener la valentía para poder hacerlo por mí misma, pero todavía estaba demasiado sorprendida por el cambio que se había obrado en ella. Era casi como un milagro.
Sus ojos ya no eran opacos, eran tan brillantes y claros el cielo ahora. A veces la encontraba cantando o simplemente sonriendo. Ella ya no me alejaba, tomaba mi mano, me abraza y en una ocasión me dio otro pequeño beso en la mejilla.
Pensé que de verdad había muerto y estaba en el cielo.
Dejar a su esposa muerta atrás fue lo mejor para las dos.
Ahora sentía que podíamos respirar, abrir los ojos y mirar las infinitas posibilidades que había para las dos. Un futuro donde nada podría separarnos. Ya no habrían guerras estúpidas ni sueños absurdos. Sólo seríamos las dos para siempre.
El tiempo siguió su curso ajeno a lo que poco a poco se construía en la pequeña casa donde vivíamos. Cuando el cielo se oscurecía al punto del negro Brittany se despedía y se acostaba en su cuarto. Todas las noches, sin excepción, tenía el fuerte impulso de abrir su puerta y mostrarle mi amor.
Con cada hora que pasaba me era más difícil no ceder a la tentación de su cuerpo. Yo la conocía completa, de los pies a la cabeza y en cada ocasión que ella mostraba un poco más de piel de lo normal la mujer que anhelaba el toque de su esposa se volvía loca.
Sabía que Britt aún no estaba lista, pero la extrañaba tanto que dolía.
– ¿Cómo te fue? – dijo ella con su hermosa sonrisa cuando llegué a casa después del trabajo.
– Bien, sólo que… um…. tal vez deberíamos empezar a pensar en una historia para la gente – me sonrojé un poco antes de hablar de nuevo – El señor Foster piensa que eres mi esposa.
– ¿Y no lo soy?
– ¿Qué? – mis pies ya habían tomado la decisión y estaba frente a ella extendiendo inconscientemente los brazos por la necesidad incansable de tocarla.
– Mmm… uh… quiero decir que eso es lo que todos deben pensar
La esperanza se desvaneció tan rápido como sus palabras tomaron otro significado.
– Sí lo entiendo
Dejé un pequeño beso sobre su cabeza y Brittany se estremeció.
Sonreí ante su reacción.
Íbamos a pasos de tortuga, pero tal vez un día llegáramos a la meta.
Britt sirvió la comida y se sentó a mi lado.
– Sabes, he pensado que nos conocemos desde hace… ¿dos años? En todo este tiempo nunca me has dicho tu nombre.
Casi me atraganto con la sopa.
– No tengo un nombre ¿cómo te gustaría llamarme?
Brittany me miró fijo a los ojos durante mucho tiempo.
– Tienes los ojos negros, un poco opacos, pero negros al fin. Cuando te conocí los tenías mucho más oscuros y sin vida.
El silencio se extendió entre los dos como antes.
– ¿Alexandra? ¿Te gusta ese nombre?
Pensé que realmente no importaba.
– Está bien.
Britt sonrió y siguió con su comida.
– ¿Cuántos años tienes Alexandra?
Se sentía extraño responder a ese nombre, pero al final lo único que importaba era quien lo pronunciaba. Brittany podía llamarme como quisiera.
– Algo entre 27 y 29. No estoy segura.
– ¿Cuándo cumples años?
– No lo recuerdo
Britt bajó su cabeza con tristeza y dolor en su rostro. No lo entendía.
– Si te hace feliz puedes escoger una fecha
Brittany me miró enigmáticamente, las esquinas de su boca se levantaron en una sonrisa pequeña.
– 13 de mayo – casi vuelvo a escupir la sopa al descubrir que había nombrado mi verdadera fecha de cumpleaños – ¿Está bien esa fecha? – dijo Britt con un dejo de inocencia.
– Sí, perfecto.
Britt volvió a sonreír.
– Buenas noches Alexandra.
Ella me dio un ligero beso en la mejilla y se fue.
Suspiré derrotada en mi silla.
Brittany seguía sin olvidar a su muerta, no me hubiera sorprendido que quisiera llamarme Santana, pero eso hubiera sido el tope de mi soporte. Sabía que a pesar de eso y más yo me hubiera quedado.
– ¡Qué difícil es hacer que me ames de nuevo Brittany S. Pierce! – susurré para mí misma.
El día antes de acción de gracias el Señor Foster nos invitó a Britt y a mí a su cena.
– Es un gusto tenerlas aquí. Me hace muy feliz volver a verla Señora López – dijo el rechoncho señor Foster dándole un fuerte abrazo a Britt, ella sonrió y devolvió el saludo.
Es tan irónico que después de ser un "nadie" volviera al mundo real con mi antiguo apellido. Brittany no quiso cambiárselo y yo no soy lo suficientemente fuerte como para negarle algo.
Así que ahora soy Alexandra López, nací un trece de mayo y estoy casada con Brittany López-Pierce.
De todos esos datos el único me importaba que fuera real era la parte del matrimonio.
– Tienen una hermosa casa señor y señora Foster – dijo Britt sonriéndoles a los antes aludidos.
– Gracias Brittany. Es un placer por fin conocerte, Alexandra siempre está hablando de su amada esposa.
Britt me sonrió y apretó mi mano bajo la mesa.
La cena fue tranquila, con anécdotas de dos personas mayores que veían como la vida se terminaba para ellos y aún así seguían sonriendo. Tenía mucho aprecio por los señores Foster.
– ¿Era verdad lo que dijeron? – dijo Brittany mientras regresábamos a casa.
– ¿Qué cosa?
– La parte en la que hablas de tu esposa.
– No tengo una esposa – Britt arrugó el ceño.
– ¿Y yo qué soy? – dijo con dolor.
Me pateé internamente por eso.
– Eres Brittany López-Pierce.
– ¿Hablas de mi como tu esposa?
– Si
Llegamos a la casa y encendí la chimenea esperando por Britt.
Disfrutaba mucho del tiempo de sólo abrazarnos viendo como los troncos se consumían frente a nuestros ojos.
Brittany se sentó a mi lado y yo pasé un brazo alrededor de su hombro.
– ¿Te gustaría? – preguntó ella de pronto
– ¿Qué cosa?
– Que fuera tu esposa de verdad
Me paralicé por completo y la miré asombrada.
– ¿Quisieras ser mi esposa?
Mi angel sonrió
– No lo has preguntado adecuadamente.
Casi me desmayo, tomé a Brittany de la cintura y la senté sobre mi regazo ya siendo incapaz de no tocarla. Había vivido en la agonía de la falta de su piel durante demasiados años.
– ¿Hablas en serio? – dije mirándola, disfrutando de la claridad de sus ojos.
Ella asintió con la cabeza.
Tenía tantas ganas de besarla, me moría por un beso de Britt.
– ¿Y tu esposa?
Sus ojos se llenaron de lágrimas, tomó mi mano y la puso sobre su corazón.
– Ella está aquí, pero es hora de seguir adelante.
Mi cerebro estaba atrofiado, había dentro algo que se expandía y hacía que todas las terminaciones de mi cuerpo se aflojarán de la tensión que habían soportado al punto del dolor.
Brittany posó sus manos detrás de mi cuello y acarició mi cabello. No soportaba más esta tortura y la besé.
Besar a Britt fue el bálsamo más poderoso que había sentido en toda mi vida. La cura llegó instalándose en lo más hondo y ramificándose por todas partes. Nuestros labios se reconocieron inmediatamente y sus manos envolvieron mi cuello sosteniendo su peso en mi regazo. Volví a recorrer esa piel que había sido mi fuente de realidad cuando la locura me acechaba. Su espalda seguía siendo tan suave como la recordaba y sus labios tan increíblemente dulces que estaba segura que no podría seguir viviendo sino la besaba todos los días.
Mi lengua entró en contacto con la suya y dejé que ella me envolviera de nuevo con su calor. Fueron tantos años en el que las alucinaciones tomaron posesión de mí. En los que me despertaba sudando después de soñar con mi esposa sólo para darme cuenta que nada era real. Pero ahora era diferente, Brittany estaba por fin conmigo. Sus labios no eran un fantasía y ciertamente el gemido salido desde lo más profundo de su garganta era muy, muy real.
Nos separamos en busca de aire y ella volvió a atrapar mi mirada.
Acarició mi rostro lentamente midiendo cada rasgo como si estuviera midiéndome en su memoria.
La tumbé sobre la alfombra y me puse con cuidado sobre su cuerpo cálido.
– No dejes que esto sea un sueño. Déjame por lo menos esta noche contigo – Britt jaló mi blusa y me besó.
– Es real, todo acerca de ti es real. Estás aquí y no te vas a ir. Promételo – sus ojos flameaban en los míos.
– Sí, lo prometo.
Una pequeña lágrima escapó de sus ojos y volvió a besarme.
Era como volver sobre el infierno y ver en mis ojos cada momento que pasé para volver por ella. Cada prenda que caía sobre el suelo era sólo un poco más del largo camino que recorrí para regresar con mi esposa.
Su nívea piel en todo su esplendor cremoso se mostró frente a mí y creí que moriría. Sus pechos blancos con esos pequeños pezones rosados que me recordaban los botones de rosa que recogía en primavera, su cintura estrecha, sus largas piernas que ahora envolvían mi cintura con decisión y su suave, cálido y húmedo centro que me acogía en su interior.
No sé cómo pude sobrevivir tanto tiempo lejos de su aroma, de sus besos, de los exquisitos sonidos que hacía cada vez que acariciaba su intimidad y llegaba hasta lo más profundo de su cuerpo uniéndonos más allá de toda razón. Más allá del tiempo y el espacio, más allá del dolor y la muerte. Más allá de las promesas rotas.
Brittany se agarró de mis hombros fuertemente, atrajo mi cabeza para un largo y apasionado beso al tiempo que sus caderas encontraban las mías en este ritual antiguo de amor.
– Quédate – decía ella entre gemidos – Quédate conmigo
– Siempre
Cuando el placer fue demasiado para contenerlo Brittany gritó el nombre de la mujer muerta a la que debió haber olvidado.
– ¡Santana!
Mi corazón se rompió en ese momento.
Salí de ella y tomé mis ropas.
Llegué al jardín y me escondí detrás de uno de los rosales.
Brittany nunca olvidó a su esposa.
Brittany nunca podría amar a alguien más.
Yo simplemente era una sustituta. Alguien que no pudo curarla adecuadamente.
Había fallado en la que se suponía era la misión de mi vida. Me había fallado a mí mismo, a Brittany y a Dios.
Ella no puede amar a la mujer en la que me convertí.
Pensé en las diversas posibilidades hundiéndome en mi propia miseria, tan profundo estaba en este pozo de amargura que no sentí cuando Brittany llegó junto a mí y me abrazó. Quise alejarla, pero no tenía las fuerzas para hacerlo. Creo que nunca tendría la fuerza de voluntad para alejarla de mi.
Levantó el rostro de mi pecho, lágrimas corrían por sus ojos.
– ¿Creías que no sabía quién eras? – dijo con dolor
Mis brazos la envolvieron con fuerza siendo incapaz de soportar verla llorar.
– ¿Creíste que no reconocería a mi esposa?
Sus ojos eran tan cristalinos ahora.
– Sé quién eres, sé lo que hay dentro de tu corazón. Puedes usar el nombre que quieras, pero nunca dejarás de ser esta mujer.La mujer a la que amo.
Britt me encontró por fin, con años cargando sobre nuestras espaldas ella me había reconocido al fin.
– ¿Desde cuándo lo sabes?
– Desde aquella vez en el cementerio.
Tanto tiempo desperdiciado para las dos.
– ¿Por qué no me dijiste? – pregunté más brusco de lo que me gustaría.
– Estuvimos juntas durante casi dos años después de que volviste y nunca dijiste nada. Pensé que lo preferías así
Brittany volvió a hundir su rostro en mi cuello y me acercó más a ella.
– ¿Por qué no quisiste volver conmigo? – musitó con voz apagada sobre mi chaqueta.
– Volví Britt, sólo que tú no me reconociste.
Ella tomó mi rostro en sus manos.
– Te esperé durante demasiado tiempo y no luchaste por hacerme ver.
– Luché cada día mi angel, todo el tiempo con la esperanza de que me vieras.
Hacía frío, mucho frío, pero ya no sentía el aire desgarrador de antes en mi corazón. Brittany se encargó de extinguirlo con su calor de mujer.
– No voy a dejar que te vayas nunca más. No me importa si tengo que esposarte a la cama – solté una carcajada y los ojos de Britt se llenaron de lágrimas.
– ¡Dios! ¡Cómo te extrañé!
La llevé dentro de la casa y la envolví en una manta mientras yacíamos abrazadas frente al fuego.
– ¿Por qué Quinn dijo que estabas muerta?
– Atacaron el campamento por sorpresa. Estaba de guardia y justo después de que advirtiera al resto comenzaron los disparos. Todo se volvió negro y no desperté – Brittany envolvió una de sus piernas en mi cintura y me abrazó con fuerza.
– Fui atrapado por rusos y me retuvieron durante 14 meses. Lo único que me mantuvo vivo fue la esperanza de volver a verte
Pequeñas lágrimas surcaban los ojos de mi bella esposa.
– Volví al país y te busqué, pero no me reconociste.
– Estaba muerta en vida Santana, no sabía lo que pasaba a mí alrededor.
– ¿No pensaste que cumpliría mi promesa?
– Tu promesa me mantuvo viva
Puse a mi esposa sobre mi pecho y la envolví con mis brazos.
– Eso quedó en el pasado para las dos. Ahora estamos juntas y vamos a estar así por el resto de nuestras vidas.
– Te amo San, siempre voy a amarte.
Britt y yo empezamos una vida de nuevo. Después de 2 años nuestra primera hija nació.
La pequeña Alex López-Pierce.
Nunca podría resentir completamente el tiempo que permanecimos lejas porque de alguna manera nos demostró a las dos que a pesar de todo, el amor nos mantendría vivas.
Ella fue mi herida y también mi cura. Yo fui la espada que la mató y quien la regresó a la vida.
Mi segunda oportunidad, esta vida que me fue regalada no sería en vano.
No había nada en este mundo que no haría por ella, nada que no hiciera para demostrarle mi amor.
Dejaría que el por siempre se encargara de hacer todas mis promesas verdaderas.
Porque mi amor siempre me haría volver a ella. Siempre.
Mil disculpas, si no hubiese sido por un mensaje en mi correo me hubiese olvidado por completo de esta historia. Espero que esto compense un poco la tremenda demora. Nos estamos leyendo.
Amalia* - Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 27/12/2012
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Al fin lo continuaste! Esta genial muchas gracias por haberte tomado el tiempo de hacerlo! ;) xoxo
DafygleeK****** - Mensajes : 371
Fecha de inscripción : 23/06/2013
Edad : 24
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
INCREÍBLE solo eso, muy bueno
Bendito mensaje
Ayy yo sabia que britt sabia :3
Bendito mensaje
Ayy yo sabia que britt sabia :3
gleek_4ever***** - Mensajes : 240
Fecha de inscripción : 06/11/2012
Edad : 23
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
WOOOOW!!
LO MISMO DIGO GRACIAS A ESE MSJ DE CORREO!!!!!
ESTUVO BUENISIMO!!!! TE AGRADEZCO HABERLO TERMINADO!!! TARDASTE!!!
PERO VALIO (POR MUCHO) LA PENA ESPERAR..................
GRACIAS!!!
SALUDOS! NAT!
LO MISMO DIGO GRACIAS A ESE MSJ DE CORREO!!!!!
ESTUVO BUENISIMO!!!! TE AGRADEZCO HABERLO TERMINADO!!! TARDASTE!!!
PERO VALIO (POR MUCHO) LA PENA ESPERAR..................
GRACIAS!!!
SALUDOS! NAT!
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: BRITTANA: "She won't go" parte 2 y final
Lo eh leído como 4 veces y no me canso, es muy bueno y es tan triste y eso hace que me encante. <3
Gracias por subirlo, saludos. (:
Gracias por subirlo, saludos. (:
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
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