FanFic Brittana: Decretum | Capítulo 2: Proyectada en la pantalla

me ENCANTO y no es normal que lo diga porque generalmente no me gustan los fanfics de universos alternativos pero es que escribes tan bien que es imposible no atraparse. Me encanta el misterio que has puesto ¿El cientifico, Nicholas Weston, es padre de Santana?Si es asi ¿como los atraparon en epocas diferentes?Oh bueno, siempre pueden ser recuerdos falsos -los de el- pero son los unicos que tenemos por el momento, mas los verdaderos de Santana...
hmmm

:3 sigue por favor ♥

Hey hola el prologo de tu historia habla muy bien de lo que se va  tratar tu historia y en verdad que me llamo mucho la atención se ve que la trama va a estar muy interesante espero sigas actualizando ya que sera una buen historia aqui tienes una nueva lectora.Saludos hasta la actu

Estoy tirada por los suelos y las gotas de lluvia aterrizan en mi rostro, mojándolo aún más y obstruyendo la escasa vista que tengo. Los relámpagos me agudizan el cuerpo, provocándome escalofríos cuando escucho el tronar indicándome que ha caído en algún lado no muy lejano de donde me ubico.

Estaba tirada, y ella me pedía ayuda, pero no podía hacer nada.

La pierna me duele, fuera de mis conocimientos sé qué tengo una herida profunda pero no me atrevo a observarla porque entonces el pánico gobernaría mí mente, la fracción al tratar de moverlas me quiebra el cuerpo y siento que mis huesos son partidos en dos. Debajo de mi ellas, no había nada más que lodo. Vagamente escucho gruñir a los hombres que están en mi espalda, pero no quiero mirarles.

Estira su brazo en busca de mi respuesta, pero los hombres aguardando tras de mí y mis piernas se niegan a darle alguna.

Me necesita, y necesito ayudarle, pero no puedo hacer nada.

Desperté inclinándome bruscamente hacia el frente. Estaba con la mente fuera, sudorosa e inquietante. Fue algo nuevo, como la mayoría de las cosas, algo que mi mente me ha explicado de que se ha tratado de una pesadilla.

Había dos cosas de las que estaba plenamente segura.

Uno: No puedo recordar nada, y no reconozco la mayor parte de lo que puedo ver.
Dos: Algo andaba mal.

Yo sabía que no estaba bien lo que ocurría, de alguna manera sentía corazonadas en el pecho que trataban de decirme que esto no era yo. Sin embargo, cuando me miro al espejo, intento tocar mi rostro y mi mano reacciona haciéndolo, entonces sé que si es mi cuerpo, podía pensar, era mi mente. Pero, ¿Por qué no reconozco esto? Mi cuerpo, el lugar donde estoy. Tengo las manos sudorosas y me siento inquieta, me levanto bruscamente de la cama en la que estaba recostada, bajo los pies y los introduzco en unas pantuflas azules.

Lo primero que veo en advertencias, es una vista extraordinaria que la habitación me obsequia con el detalle de que siempre estará ahí, la pared izquierda ha sido remplazada por un enorme ventanal que regala una la vista hacia el exterior. Miro más de cerca, y la lucidez de la ciudad es impactante. Los edificios son de colores brillantes, tal y como lo era todo en la habitación de Nicholas cuando desperté por primera vez.

Nicholas.

Aún me cuestiono a mí misma por qué Nicholas le ha pedido al Decretum albergarme en su hogar. No parece ser una idea congruente, pero tampoco es del todo malo, porque de no ser por esa gran ayuda ahora mismo seguro que estaría en un lugar menos cálido por falta de presencia de gente. La idea es inestable, parece no ser algo que tenga que discutirse, eso no quiere decir que no tenga que saber el porqué, pero, ahora, hay cosas con más importancia para comenzar a preguntarme, como que debería hacer ahora.

Cuando volteo para cambiar de dirección, mi rostro se es reflejado en un espejo de tamaño grande con la orilla hecha de madera fina y pintada de algún tipo de barniz que no se puede conseguir en cualquier lugar, porque hace brillar a la madera, el tipo de brillo que hace darle más valor a las cosas. Intento reconocerme a mí misma una vez más, y el pensamiento me da escalofríos y me agudizan los sentidos a falta de conocimientos, mis ojos se estacionan en sus propios reflejos, avellanas brillantes, como las estrellas en algún tipo de desierto por la noche. Llevo mis manos cálidas a mi rostro, rosando delicadamente mis mejillas suaves, trazando un camino que me lleva desde las cejas hasta los labios, conociendo mi cuerpo. Después de varios segundos mirándose; se le relajan los músculos de la cara.

El golpeteo seguido de la puerta esfuma la concentración.

—Adelante.

Cuando intento hablar, uso un lenguaje desconocido pero con significado, sin embargo las palabras salen de mi boca de alguna manera. Podría seguir recostada, ocultándome dentro el edredón y cerrar de golpe los ojos, deseando no saber nada más de esto, pero sabía que no serviría de nada y que no obtendría algún resultado.

Llevo mi cuerpo de nuevo a la cama, y me siento en el borde.

Es Nicholas, con telas en las manos.

—Te he traído un poco de ropa. Como eres una nueva sobreviviente, aún no tengo los conocimientos de tus gustos. De igual manera, te sacará de apuros; más adelante podrás conseguir  tú misma.
Intento responderle con la misma amabilidad, pero me limito a asentir con la cabeza.

—¿Cómo te ha ido en tu primer noche, sobreviviente?—pregunta intentando de establecer una pequeña platica, observándome con sus ojos fijos en mí.

—Normal. Supongo. —le contesto a escasas palabras.

—¿Cómo sigue el dolor en tu cabeza? ¿Mejoró?

—Sí. Está en eso.

La conversación no va bien.

Puedo ver que Nicholas lucha con su interior intentando hablar conmigo, y puedo saber que mi propio ser intenta esquivar cualquier camino que me llevase a una conversación mutua. No le miro al rostro, observo mis alrededores. Los muebles, que no sé qué tipo de ropa aguarden. El piso, que es remplazado por una alfombra roja vino. Un tocador, más grande de lo habitual.

—Sobreviviente…

—…llámame Santana…—interrumpo.

Nicholas queda con el rostro inexpresivo.

—Disculpa, Santana. ¿Cómo te sientes?

Estoy plenamente consciente de que sus preguntas no son para algún expediente mío que tendrá que entregar al Decretum. Es un interrogatorio que viene de él mismo y para mí, sin embargo, eso no aparta la incertidumbre y no me apetece hablar demasiado, al menos no por ahora. Apenas unas horas había despertado en un salón con luces blancas cesantes, y ahora estoy instalada en la casa de un extraño que no parece tener malas intenciones, sin embargo no me desvanece la duda, que probablemente nunca obtengan respuestas, porque ahora mismo estoy intentando luchar con mis recuerdos para sacar alguna clase de información que me permita visualizar razones para encontrarme bien, como Nicholas desea.

—No sé cómo deba sentirme.

Nicholas me mira a la cara ardiendo bajo la cara glacial. Su rostro hace un gesto que mi mente me explicó más adelante que se trataba de preocupación.

—Lo normal es que te sientas bien. Que no estés desconcertada. —me explica a paso lento, intentando hacer las cosas más fáciles.

Estaba tomando conciencia lentamente para no ocasionar problemas. Entiendo a la perfección que debería mantenerle informado sobre la comodidad conmigo misma, sin embargo, no quería hacer las cosas más difíciles para él.

—Me siento perdida. No sé qué es lo que debo hacer. —le contesto y me aparco al ventanal, llevando la vista hacía las afueras.

—No te presiones, puedes provocarte un estrés y eso no le haría bien a tu cerebro. Aun estás en el proceso del reconocimiento de tu propio cuerpo. —me explica tratando de ayudarme, sin embargo mientras estoy intentado entenderle, la pregunta de porque me siento así gobierna mi mente.

—¿Entonces qué hago por ahora? —indago, irritada.

—Tienes diecisiete años aún, y el año está por terminar. En poco tiempo entrarás a la Asignación y entonces te dirán que hacer. Por ahora, lo ideal es mantenerte relajado y conforme.

—¿La asignación?

—Lo siento, he olvidado que no te puesto al tanto. Mira, el Decretum, como una ayuda para ti—Nicholas comienza con la explicación—, te asigna una vocación para que puedas hacer algo y ganarte una vida, también te facilita tus problemas y te hablan un poco sobre tu futuro, y cuando deberás marcharte de esta vida para darle espacio a algún sobreviviente más. También te buscarán a la persona ideal para ti.

Sonreí, con algo nuevo que mi mente me explicado: sarcasmo, le miro sonriendo, apenas un movimiento insinuado en la comisura de los labios.

—¿En realidad hacen todo eso?

—Sí. Es una ayuda bastante aceptable.

—A mí no me lo parece. —Llevo mis ojos de nuevo a mi vista extraordinaria—. No le encuentro algún motivo para hacerlo.

—Son de las cosas que alguien nunca podrá entender. Y, si te sirve de algo, será mejor que no cuestiones los decretos que existen aquí.

—¿Y si no que? —Pregunto con intriga.

—Te haces muchas preguntas que no pueden ayudarte ahora, Santana. Lo mejor que puedes hacer es tratar de establecerte aquí, y sentirte cómoda contigo misma. Todos pasan por esto, lo único que tienes que saber es que el Decretum es un hogar en el que siempre has estado.

Me giro de nuevo a mí paisaje del ventanal, sin tomarle importancia. Con la misma pregunta, porque no tengo idea de lo que ocurre conmigo, porque estoy completamente aferrada de una idea, porque sé que esto no está bien.

—Tomate un baño y pruébate la ropa que te he traído. —Nicholas me vuelve a hablar, separando su peso del tocador. Con el tono de su voz no tan intenso—. Paso por ti en una hora para el desayuno, y quizá quieras conocer un poco más tu hogar.

Me tomo la libertad de quedarme intacta, sin hacer algún intento de respuesta para él. Me distraje intentando tener algún recuerdo que me proporcionara ayuda, pero nada parece funcionar, no me deja nada más que un nivel más del insoportable dolor de cabeza que mi mente está analizando como estrés. Conduje mi mente sumergiéndolo más a fondo, y lo único que puedo obtener a cambio es la escalofriante pesadilla que he tenido antes de despertar. Analizo su rostro, pero no puedo saber quién es realmente.
Después de varios minutos, cuando creo que ha sido suficiente, acudo al baño para la ducha con la esperanza de que no fuese más difícil de lo imaginado.

El baño es de un gran tamaño, y la luz entra por la  ventana iluminando el pasillo con las losetas blancas. Me deshago de mi pijama, colgándola en el perchero que está pegado en la pared izquierda. Unos cuantos centímetros antes de la puerta transparente que evitan que el agua se escurra por todo el baño, dejo las pantuflas en espera.

Giro la llave de la regadera y el agua comienza a transcurrir, observo detenidamente el chorro de líquido que sale desde una preciosa regadera plateada, el humo me indica que está más que tibia, sin embargo, lo doy por desapercibido y me someto a ella. Es relajante y me tranquiliza, cae por mis hombros hasta aterrizar en la superficie del baño, me encontré tranquila, intenté no perderme en ella pero era imposible, aunque el miedo aún era una compañía que difícilmente se alejaría de mí.

Sentí los latidos de mi corazón palpitar más ligeramente, la máquina que había encima de mí era de lo más precisa, me encantaba su trabajo, y era mi primera cosa favorita de aquí. Tomo un extraño desinfectador para el cuerpo, es un color blanco puro y mis manos húmedas provocan una erupción de pequeñas burbujas que me indican su trabajo. Me atrevo a deslizarlo por mi cuerpo, y me resulta confortante, ahora me distraía una nueva sensación; agradable. El olor que desprendía por mi cuerpo era exquisito, comprendí que se trataba también de un aromatizante que mi cuerpo estaba aceptando orgullosamente. Mi nueva mente me dijo: es perfume también. Cuando intento deslizarlo por mis manos, me distrae una inquietante marca a un costado de la muñeca.

Abrí más los ojos, lo suficiente para observarlo bien, paso mis dedos por el intentando borrarlo, pero no parece funcionar.

Percibí un dolor en él, indicándome que aún es reciente. Lo miré detalladamente, es una letra de, con alas a los costados. Aunque no era muy grande, me produjo una inconformidad en él, muy dentro de mí sabía que esto era algo que yo no aceptaría, sin embargo estaba marcada en mi piel y su textura me indicaba que jamás se podría eliminar de ahí. Lo toqué una vez más, esta vez no dolió pero fue una extraño, la relieve es un poco alzada, me estremecí y opté por dejarlo intacto.

Tenía una extraña sensación de este lugar, me pregunté cómo podría no tener alguna información de aquí o algún recuerdo reciente en mi mente, sin tomar en cuenta lo que había hecho desde que abrí los ojos por primera vez. Mis cinco sentidos funcionaban perfectamente, precisamente por eso estaba inconforme en esos momentos. ¿Una intuición? Podría tomarlo en cuenta.

El camarero del restaurante trae en bandeja una ensalada que a simple vista es exquisita, con la mano izquierda asienta el plato y después sirve el filete de Nicholas.

El olor de la comida flota por mi nariz; pan horneado y carne de pavo.

Nicholas hizo un comentario sobre el restaurante donde me ha llevado, poco me interesa poner atención en comentarios absurdos cuando lo único que quiero es comerme lo que el amable camarero me ha servido. El pensamiento me hace gruñir el estómago.

Observo con detenimiento mi plato de comida, el olor m parece de lo más agradable, el mejor que el olfato ha trabajado desde que mis ojos se abrieron en el día. Saboreo mentalmente la comida, pero mi boca ha sido más rápida que yo y mi mandíbula trabaja más rápido de lo común, intentando aprovechar el sabor de ella, un sabor extraordinario. Mientras llevo bocado tras otro, mi mirada inspecciona el lugar.  

—Espero te guste. —comenta Nicholas, probablemente sarcásticamente—. Es un lugar hermoso. Es mi favorito. —añade el doctor.

El gusto me duró poco, pues después de unos bocados de aquel manjar, mi estómago comenzó a producir dolores que probablemente se deban a que he comido tan rápido. Esta nueva sensación no era agradable, me ocasionaba dolores fuertes y constantes, bebí un poco de vino que Nicholas había servido, y después de unos minutos pareció disolverse. Mi cuerpo empleaba facultades que no podía evitar por más que lo desee en mi mente, era una pelea que no podía ganar, tendría que esperar si quería estar bien.
Decidí atreverme a dar bocados más, el dolor se había esfumado pero el hambre aún me provocaba gruñir mi estómago. Sentí la necesidad de hacerlo.
—A propósito, ¿porque tengo una marca en la muñeca? —pregunté rompiendo la incomodidad del lugar, bebí un sorbo de mi bebida.

—Es la marca del Decretum. Todos tenemos una. —Nicholas asienta los cubiertos con delicadeza en la mesa y se enrolla el saco que lleva puesto, exponiendo la marca igual a la mía, en el mismo lugar.

—No recuerdo haberlo aceptado—. Dije con el mismo tono de la mañana, de una persona inconforme—De hecho, no recuerdo nada. —añadí.

Nicholas no responde solo lleva su mirada a su plato de nuevo, sosteniendo los cubiertos y cortando un pedazo razonable de su filete para después llevarlo hasta a su boca. Después de unos segundos, con los ojos en blanco, toma su servilleta en piernas y lo pasa en su boca.

Sigo trabajando con mi comida, y el estómago reacciona con un dolor superior a mi hambre, pero no le tomo importancia y continúo con el juego de sabores.

—¿Y qué te ha parecido el Decretum? —cuestiona Nicholas.

—No lo he conocido lo suficiente aún, parece agradable.

—Deberías tomarte el tiempo para conocerlo, te asentaría bien una distracción.

—No me apetece hacerlo, al menos no por ahora. —Llevé un bocado más, y el estómago me suplicaba a dolores que parara.

—¿Y entonces cuando?

—No lo sé.

Nicholas da un sorbo más y su cabeza está inconforme con las respuestas de su paciente.

—¿Entonces dices que siempre he sido de aquí?

—Sí.

—¿Y porque no puedo acordarme de nada?

Nicholas puso cara de pocos amigos ante mi reacción, me miró con los ojos en blanco y unos segundos después siguió comiendo. Mi mente me advirtió que intentaba ignorar mi pregunta.

—Santana, no es un buen momento ni lugar para hablar sobre el tema.

—¿Y cuándo si lo es?

—Ahora no.

No aparté ni un segundo mi mirada al rostro del doctor, escruté sus ojos para persuadirlo y tener alguna información que yo creía debía tener, mis manos aún sostienen los cubiertos de metal y mi cuerpo está más cerca de lo normal, esperando alguna respuesta que se me estaba negando.

—Está bien, ya entiendo.

—¿En verdad lo haces?

—No. Pero no creo tener otra opción. —demandé.

—Entonces lamento que lo veas de esa manera.

—¿Al menos puedes decirme porque pediste hospedarme?

Pero esa no era la respuesta que realmente buscaba.

—De ahí es donde comienza todo, ¿eres algo mío? Porque dices que siempre he pertenecido aquí, ¿entonces quién eres tú? —cuestioné escrutando su rostro asustado y temeroso.

Nicholas me ignora y su gesto se ve tan antinatural.

Demandé que no parecía tan alterada, pero después me di cuenta de que manos sostenían con fuerza los cubiertos que las venas de mis brazos advertían estallarse por la presión. Observé a Nicholas echar un vistazo, con el mismo gesto, seguramente se sentía lejano de poder hacer algo. Porque yo también lo estaba, aun sabiendo que el cuerpo era mío. Empecé a albergar la idea de que este cuerpo tenía otro dueño, pues ya eran varias ocasiones en las que no podía erradicar alguna acción que mi mente quería.

Dejé que Nicholas comiera en paz, mientras yo comía más de lo adecuado de mi bandeja y bebía sorbo tras sorbo de vino, pues mí a garganta se le empezaba a dificultar su trabajo de llevar el manjar hasta mi estómago. No aguardé cautela.

Traté de mantenerme serena, pero cuando pensé que era suficiente de darme tropiezos en mi mente mientras que mi cerebro intenta acomodar las preguntas y al mismo tiempo que se hace una guerra, que por el momento pinta a nunca firmar un tratado de paz, me levanté de golpe y asenté con brutalidad los cubiertos en manos, haciendo un sonido chillante al chocar con mi plato que estaba casi escaso.

Caminé rápido hacía la salida y escuché a Nicholas hablarme pero no detuvo el paso, mis ojos expresaban furia, muchísima, como si estuvieran proyectándose después de estar aguantándola desde que abrí los ojos. Tranquila, tranquila me supliqué un par de veces a mí misma, pero tal mentira era tan obvia como las miradas que se posaban en mi espectáculo.

No tenía un lugar en específico a donde dirigirme, pero no fue impedimento para no alejarme cada vez más del restaurante. Mientras caminaba fue casi imposible no mirar a mi alrededor, la ciudad estaba repleta de edificios plateados que reflejaban los rayos del sol y cualquier luz brillante cerca o lejos de su alcance, eran como espejos, tenían un tamaño enorme y la mayoría terminaba en alguna punta.

Respecto a la gente, toda elegante. Era extraño ver a alguien con ropa no tan decente como la demás, las mujeres, la mayoría, llevaba gafas de sol puestas y alguna que otra colocadas por encima del cabello, con ropa de color chillante y maquillaje excesivo, los colores parecían no encajar pero no parecía importarle a nadie, porque todos llevaban el mismo aspecto, con la mirada de frente y una sonrisa casi difícil de imitar enmarcada en el rostro colorido.

Con el rostro desconcertado, no entendí porque, pero en mi mente, muy dentro, algo me ha hecho sentir que toda la gente a su alrededor es ridícula.  

Las calles no eran calladas, pero tampoco te dejaban  un dolor de cabeza insoportable.

Miré sobre mis hombros el parque que acababa de cruzar, está impecable, el césped es brillante, como la mayoría de las cosas ahí, pero brilla porque está húmeda, recién regado con agua fresca. Tiene un camino que al final se divide para darle paso a una fuente que me parece conocido.

Mi brazo, el puente.

Ambos tienen el mismo símbolo, pero el de la fuente derrocha agua. Al final observo una banca, vacía y decido dirigirme a ella.

Me siento y es tan cómoda, deslizo ambas manos por el resto vacío, madera. Es mejor estar aquí, en paz y tranquilidad, que regresar a la habitación y observar toda esa maravilla desde un ventanal.

Inhalo y exhalo, y después maldigo a alguien al azar en el mundo por ser tan perfecto todo, excepto a la gente colorida, pero guapa. Me obligo a tener que aceptar que todo me parece hermoso, los edificios, el cielo, el clima, la naturaleza, el oxígeno, el ventanal de su habitación, la vista, el baño, mi rostro.

Luego me detuve a pensar en lo que Nicholas me había comentado sobre La Asignación, que hasta ahora me parecía absurdo. No podía imaginar una idea más terrible que la que había imaginado al enterarme, pensar que una civilización tendría que elegir por mí, decidir por mí, y, por si no fuese bastante, también tendrían que decidir cuándo morir. Lo único que sobraba preguntarme, es si también el Decretum tendría que elegir la manera de como morir, lo que sería, por supuesto, completamente absurdo y fuera de mi aceptación.

Todo sonaba tan surrealista.

Lejos de mis conocimientos ajenos al Decretum, no tendría que tener más información para hacerme una idea más clara a la que ya poseía.
Y ahí, en medio del sitio desconocido decidí que albergaré mis ideales, aferrada al deseo de concluir esta experiencia desconcertante en espera de alguna respuesta que concluya mis esperanzas de un pensamiento que lejos está.



¡Hola a todo mundo! Les quiero agradecer por la calurosa bienvenida al fic. Espero que no me abandonen y que continúen con esta magnífica experiencia. LES PIDO que me dejen sus comentarios, por favor, sería extraordinario. Gracias!

:o que interesante ya quiero leer el siguiente capitulo
la verdad me gusta la historia ya quiero ver que pasara con santana en el decretum... una pregunta
en el proximo capitulo aparesera Britt? o todavia no?

Wow, muy buen capitulo. Pobre Santana, que feo debe ser no recordar nada...es entendible su actitud si se encuentra tan perdida. Es muy interesante el fic! Me gusta mucho! Espero que Britt este por aparecer pronto n.n
Nos leemos en el proximo cap. Saludos!

Me gusta tu fic es muy bueno.

Pobre san a sufrido tanto,especialmente por perder a su papa y quedarse sola en ese mundo tan...aterrador.Cuando Britt aparesca de aseguro que le va a alegrar la vida (ojalas que aparesca luego)


Saludos actualiza pronto :D

wow, buen capitulo! tengo ganas de saber como desarrollaras la historia. cuando saldra britt?

sera una del decretum o sera una de las de fuera?
besos

Hola. Pues aqui tienes nueva Lectora. Dejame decirte que este tipo de historias de ciencia ficcion mucho no me han de llamar la atención. Pues eso pensaba antes haha He leido tu Fic y me tienes con mucha intriga pues y me tienes aqui esperando impaciente el próximo capitulo. Deseo que no tardes haha

Hasta la proxima actualizacion

Nueva lectora .. escribes super bien, me haz dejado con mucha intriga, quiero saber cono será el encuentro de las brittana.

Nueva Lectora. Tu Fic me enganchó mucho. Por favor no tardes en actualizar. Es muy original y me gusta.

Beso  

¡No te pases, está con ganas! Prometo no abandonarte nunca con esto, aunque se que no podría hacerlo :P ¿Cuándo saldrá Britt? O... ¿Saldrá?

Cant wait to the próximo capítulo :D

Holaa Nueva lectoraa

Me ENCANTO tu fic estan nose...creativo.Me gusta la forma en la escribes y desarrollas la historia,definitivamente tienes talento para escribir lo que es yo...nada he abandonado todos mis fic por falta de creatividad.Lo siento me salí del tema XD.

Que bueno que nicholas no le haya borrado la memoria completamente, para que pueda recordar cosas en el futuro.Yo creo que cuando empieze a recordar se va a poner fea la cosa :S.

Ojalas que Britt aparezca luego, la echo de menos.

Un saludo y te felicito por el fic, esta muy bueno.POR FAVOR ACTULIZAAA Bye

Nunca me había interesado en esto lo suficiente, y ahora que debo hacerlo, es escalofriante.
El despertador programado a las ocho de la mañana me despierta, y me tomo la libertad de quedarme en mi cama por unos minutos más, tratando de imaginarme como me irá hoy y lo tan inconforme que estaré con lo que ellos decidan por mí.

Debería agradecer a las pláticas de Nicholas, porque de alguna manera me han convencido de aceptar lo que soy ahora. He encontrado la manera de desalojar las ideas poco a poco, pero aún aguardan algunas en mi mente, y otras en los sueños que sigo teniendo cada noche al despertar desde que recuerdo haber despertado aquí.

La misma persona en mis sueños, bajo la lluvia. Su silueta que, a juzgar por sus gritos de ayuda, sé que la están apartando de mí y que se la llevan. También recuerdo mirar a mis espaldas y percatarme de esos hombres que visten trajes plateados que casi me roban la vista, apuntándome con sus armas gigantescas, amenazándome de disparar contra mi si hago algún movimiento. Sin embargo, por más que deseo poder hacerlo, mis piernas se niegan, están rotas o al menos eso siento, y me duele más en el pecho al escuchar a ella gritarme, y ver su mano tratando de aferrarse a la mía.

En cuanto despierto es lo mismo de todos los días. Angustia en mi pecho, sudor en mi rostro y mis manos en mi cabeza.

Probablemente todo se deba a mis ganas de saber que ocurre.

Durante un par de meses, Nicholas se ha encargo de quererme hacerme sentir en casa, pero no lo logra o no me esfuerzo lo suficiente. No me interesa hacerlo, porque sé que yo no pertenezco aquí y, a pesar de que me aferro a la idea con temor, también sé que la probabilidad de salir de aquí es escasa, incluso ni siquiera hay probabilidad. Me pregunto cómo le hará Nicholas, me pregunto si el en algún momento se ha sentido tan fuera de lugar como yo lo sigo haciendo. Aparenta ser fuerte, pero detrás de esas arrugas en la frente puedo observar que esconde preocupación, quizá no el tipo de preocupación que te hace aferrarte a una idea como yo, pero la hay, y mantengo la esperanza de que se trate de mí en el buen sentido para mi criterio.

Mi corazón palpita más de prisa y tengo miedo de que pare antes de que pudiese conocer mi verdadero futuro. Sigo pensando que es una cosa absurda La Asignación, no le veo sentido a prestarme para eso, pero veo más absurdas a esas personas que lo esperan con ansias posando una sonrisa casi estúpida en el rostro.

No le veo el sentido a lo que hacen. Ellos parecen contentos, no se ven oprimidos en esta sociedad que claramente no es correcta. Incluso quieren agradecer al Decretum de que hagan esas elecciones por ellos, pero nadie puede ser feliz así, haciendo algo que se les es ordenado. Todos merecemos libertad en nuestras vidas, libertad para hacer lo que queramos, libertad para dedicarnos a lo que nos apasione de verdad. Y sobre todo, deberíamos tener la libertad para amar a quien nosotros queramos.

No estoy segura, pero algo en mi me hace sentir como si estuviera en lo correcto cuando pienso acerca mi criterio de libertad, mi pecho me indica que lo he dicho con toda la sinceridad, así que me ayuda para seguir aferrándome a eso. Una nueva idea que tengo en mente, y que seguramente no servirá de nada. Si le contara a Nicholas lo que pienso, lo único que diría al respecto, bueno, no, lo único que me recordaría serían los decretos que engloban a mi pensamiento, y que todos, absolutamente todos los decretos, indican que estoy mal y merezco la muerte.

Empiezo a creer que entonces yo debería estar muerta ya.

Me levanto y tomo las pantuflas de siempre. Me hago una pequeña trenza y la acomodo sobre el lado derecho de mi hombro. Deslizo mis manos en el edredón por última vez, como si estuviera tratando de decirle que será un día difícil para mí y necesitara su ayuda, cualquier tipo de ayuda, que cobrara vida y me escondiera entre sus extremos o algo por estilo. Cualquier cosa es suficiente.

Por un momento me puse a pensar en qué pasaría si me llegase a negar a alguna de sus decisiones. ¿Qué tan grave sería si me llegara a oponer a lo que ellos ordenaran en La Asignación? La noche anterior, Nicholas me había contado un hecho que sucedió hace un par de años. En La Asignación, a un hombre se le fue asignado su propia hermana como pareja. Él por supuesto, había empezado a tener recuerdos y recordaba perfectamente a la chica, como era de esperar se negó a obedecer tal estupidez, porque era claro que el Decretum no solamente te decía con quién estar, sino también te informaban si tendrías o no una familia. Y a él le dijeron que debería de tener una. Una familia con su propia familia. Lo único que me gustaría saber, era si en esos momentos los gobernantes del Decretum disfrutaban de tal barbaridad, o si empezaron a disfrutar cuando lo amarraron vivo y después lo mataron con cinco balazos. En lo personal, puedo sentir pena por él. Porque a mi aún no me han asignado a nadie, pero no podría imaginar lo que se sentiría tener que formar una familia con alguien de tu propia sangre. Aunque es una idea fuera de lugar porque no recuerdo nada. Desearía poder hacerlo.

Me tomo un baño a agua tibia, mi momento favorito de los días desde que desperté en esta habitación. Sin duda alguna, ni las tartas de moras que Nicholas me obsequia podrían ganarse el puesto de lo mejor del Decretum para mí. La sensación de las gotas aterrizando en mis hombros es prácticamente tranquilizante, por varios días he creído que mi regadera tiene otro trabajo en especial, probablemente el agua de aquí tiene algo más, porque me resulta satisfactorio cada vez que tomo un baño, es como si nunca quisiera salir de ahí.
Tomo el vestido que Nicholas trajo de la tintorería ayer por la noche, es un vestido hermoso de verdad.. En el vestido emana el color azabache, como oscuridad, y en el pecho tiene dos telas un poco transparentes, una va de mi cuello izquierdo hasta cubrir mí pecho derecho, y la otra de mi cuello derecho hasta cubrir mi pecho izquierdo. Me llega hasta el suelo, y las telas que cubren mis piernas son igual de transparentes. Lejos de mis conocimientos de moda en este lugar tan extraño, parece ser un vestido muy elegante, afortunadamente no es uno de los vestidos que las sobrevivientes suelen usar, con colores chillos llamando la atención donde sea que estén.

El único conjunto que parece no agradarme son las zapatillas que Nicholas personalmente había elegido para este día. Son muy altas, y dudo sentirme cómoda en ellas, hasta quizá de un tropiezo en la ceremonia y llame la atención de todos. Trágico.

Asentado en el tocador, hay un botiquín que yo le diría de emergencias, porque tiene cosas que ni en sueños podría conseguir en mi habitación. Lo abro con delicadeza, y el brillo que sale de él me atrapa, cosméticos.

No sé muy bien cómo combinar los colores de esos polvos  en mi rostro, pero hago mi primer intento colocándome un labial rosa palo. Después deslizo una brocha con polvo en las partes de mis mejillas, encargándome de dejarlas con un tono que casi parezca natural, un delineador negro sobre los ojos y por último, sombras un poco visibles en los ojos.

En el asunto del cabello, no quería perder el tiempo intentando hacer algo elegante con él. Simplemente lo recojo en una trenza.

Respecto a los accesorios, solamente me coloco un par de piedras en las orejas y un brazalete plateado en la mano derecha, de modo que pueda ocultar la desagradable marca del Decretum en él. Quizá eso sea lo que más odio de esto. Que me hayan marcado la piel con su marca, tratando de hacerme recordar día tras día que pertenezco aquí. Intento escoger la pulsera más voluptuosa pero nada parece servir como quisiera.

A las seis de la tarde me miro por última vez en el espejo para comprobar que no estoy hecha un desastre. El espejo está apoyado a la pared, es muy grande, lo suficiente para inspeccionar detalladamente mi reflejo en él, de pies a cabeza. Chasqueo la lengua después de verme y no estar muy convencida por el labial que llevo puesto.

Me rio de mí. No sé exactamente de donde proviene la risa, pero me rio. Quizá es porque mi subconsciente no puede creer que haya logrado esto. Me rio de mi insensatez. Porque, hace unos meses apenas, prefería morir que seguir así, estar oprimida en este lugar que desconozco y que probablemente nunca llegue a conocer bien, porque no quiero hacerlo y porque no creo que pueda. El Decretum es lugar sumamente perfecto, y aunque debería ver lo positivo de eso, para mí solamente es un lugar peligro a pesar del margen. Y ahora me miro en el espejo y soy yo, lista para someterme en un juego de ellos para hacernos creer que tienen el control de nosotros.

Claro, eso es. Lo único que quieren es hacernos saber que pueden controlarnos del modo que sea.

Por un momento albergué la idea de cómo mucha gente podría vivir así, y después, recordé a ellos mismos esperando con ansias este día.

El ajetreo de la puerta me desconecta.

—Señorita Lopez, abajo le espera el doctor Nicholas.

—Gracias Anna. En un momento bajo.

Me echo un vistazo, el último. Mi cabello es rígido, y parezco estar al margen, lo que me desconcierta. Saco un mechón de una cantidad diminuta de cabellos, me los enredo por el dedo índice, tratando de obligarlos a mantenerlos ondulados, y después los dejo caer por la oreja. Tomo el perfume de vainilla, y me echo unas cuantas presiones. Y de nuevo no puedo creer lo que estoy haciendo para ellos. Incluso, me estoy preocupando más de lo que pensé, aunque lo que pensé era algo sumamente rebelde. Así que no tenía otra opción, de lo contrario, Nicholas sería capaz de anestesiarme y llevarme a forzadas, más elegante de lo que estoy ahora.

Bajo con pasos suaves, tratando de no cometer algún desliz y majar el vestido con las zapatillas. Las torturantes zapatillas. No sé si es posible, pero puedo oler mi perfume yo misma, y me encanta el olor. O quizá se trate del aroma de la casa, porque siempre está lucidamente limpia. Mientras bajo un escalón, empiezo a cuestionarme como sería tener que vivir el resto de mi vida con alguien que no conozco, me pregunto si el Decretum no pensará que eso es peligroso, pero si no le importa matar a los que se oponen en plena ceremonia, entonces claramente no le importarán los riesgos que crean ellos mismos, lo que me parece incoherente porque la mayoría de sus decretos hablan sobre que no deberíamos hacer acciones que pongan en peligro a su nueva sociedad. Pero, después me pregunto cuando moriré. Y los sentidos se me agudizan.

Después de debatir en mi mente un par de escalones, salgo y me percato de que el carro negro está aparcado en la casa.

Observo a Nicholas en el asiento de atrás. Me echa un vistazo y pone cara de sorpresa. Me pregunto si eso será bueno o malo, y entonces me arrepiento de haber optado por el labial rosa palo. Sale del carro apresurado, y él tiene un buen gusto. Tiene puesto un traje negro, que a simple vista parece igual a cualquier saco negro, pero luce elegante y hace juego con un moño azul ajustado en el cuello.

—Oh dios mío, mírate, ¡estás preciosa! —me dice mientras se acerca a mí, su tono parece ser sincero, así que eso me ayuda para desalojar la preocupación que llevaba encima—. Si tan solo dejaras de ocultar la marca del Decretum…

—Probablemente eso es lo único que desencaja—le interrumpo—y las zapatillas que me has dado—. Añado—: ¿No se te ocurrieron unas más bajas?

—Creí que serían de tu agrado.

—Si por mí fuera, iría descalza. O mejor aún, no iría.

El tono de su voz era como de costumbre suave y amable, con un toque de sabiduría la cual me costaba trabajo comprender mientras más me empeñaba a ignorar su ayuda. No es que no la necesitara, porque estaba claro que era lo que más me hacía falta.

Nicholas me abre cortésmente la puerta del auto negro, y a hurtadillas entro en él, tratando de no estropear el vestido que llevo puesto. Con una mano me enrollo en el vestido, pegándolo más a mi cuerpo para poder entrar con facilidad, lo único que me cuesta dificultad son las zapatillas que me amenazan con hacerme caer.
Por dentro el negro comienza a sofocarme.

Cuando volteo a mi izquierda, Nicholas está a mi lado acomodándose el moño que lleva sujetado en el cuello. Me tomo la libertad y me acomodo el vestido por el pecho, procurando que no me cometa algún desliz.

Nicholas mira al espejo del carro y asiente la cabeza, dándole una señal al chofer para que pudiese comenzar a conducir.

Desconcertada y aún sin creer lo que estoy haciendo, dirijo mi vista hacia la ventana observando el trayecto hasta llegar a mi propio infierno, condenándome yo misma en el. En el reflejo del vidrio de la ventana puedo observar a Nicholas mirándome con la cara preocupada. Seguramente está temblando de miedo a que pudiese cometer algo fuera de lo permitido en la ceremonia, que literalmente son pocas cosas. Trato de entenderle, pero mi mente con la idea no puede permitirme hacerlo.

—Ayer por la noche entregué tus estudios. —me dice tratando de romper la tensión creada en el auto.

—Como si los fueran a tomar en cuenta. —respondo sin apartar la vista de mi ventana. Ignorando lo que mis ojos observan, pero también tratando de ignorar a Nicholas.

—Lo hacen. No te irá tan mal, ya verás.

Lo dudo.

—Ten, con esto te identificarán cuando te toque a ti.

Volteo para mirarle y observo lo que lleva en manos. Una pulsera dorada. Parece inocente y aceptable, hasta que me percato de que en medio lleva de nuevo el símbolo del Decretum con el mismo color y el mismo material. Me encanta su forma, es discreta y bonita, salvo por el símbolo que lleva con él.

—¿Cómo se supone que me identificaran con esto?

Nicholas no responde, me la quita de mis manos para enseñarme. Voltea el símbolo del Decretum, detrás de él lleva mi nombre y una serie de números con una letra iniciando R0673. Mi mirada se posa en la pulsera, me agrada su forma, es pequeña, como me veo ahora, y el color es cálido.

—Que practico. —le digo y la tomo de nuevo, pasándole mis dedos por la superficie del accesorio. Mi nombre y la serie de números hacen un relieve en él. Por ultimo me la coloco yo misma, deshaciéndome de la que llevaba puesto antes.

Dirijo mi mirada de nuevo a la ventana, esta vez puedo ver mi reflejo. Hay algo extraño en el, parezco fuera de lugar. El maquillaje posado en mi rostro hace conjunto con mi trenza, y me hace lucir encantadora. No estoy plenamente segura de si eso está bien, pero me hace sentir incomoda y extraña. Tomo el mechón de cabello y me lo acomodo justamente detrás de la oreja.

—No hace falta. Estás radiante. —me dice Nicholas por mi espalda. No le contesto, solo lo miro por el espejo y después deshago mis ojos de los suyos, llevándolos de nuevo a mí reflejo.

—Es una tontería. —digo.

—¿Qué cosa?

—Todo. Ni siquiera sé porque tengo que ir así vestida, como si fuera una celebración o algo por el estilo. —respondo y me encojo de hombros.

—Lo es, Santana.

De nuevo no respondo. Esta vez le miro en respuesta, y observo que me sonríe.

Después de un rato gastado entre pláticas vagas, miradas en la ventana entre el trayecto y un par de refunfuños de mi parte, parece ser que hemos llegado. Ninguno baja aún, yo menos. Desde mi asiento, forzó mi vista tratando de observar en donde estamos, por un momento mi pregunta pare insensata. A mis lados no encuentro nada salvo carros elegantes en espera de la entrada. Miro por el retrovisor del carro y una fila de aproximadamente cinco carros están ajetreados primero que nosotros. Llevo mis ojos hasta el primero, y en su lado izquierdo observo una gran alfombra de color verde. En ella hay personas, muchas, mujeres casi de mi edad con vestidos hermosos y algunos ridículos, hombres vestidos elegantemente, aunque no tanto como Nicholas.

En este momento quiero morirme, sé que estoy más cerca de mi infierno y no puedo hacer nada ya.

La rapidez en la que los cinco carros se desvanecieron fue casi cómica. Ahora el nuestro está a un costado de la alfombra verde.

Nicholas me mira, y le echo un vistazo en busca de ayuda, pero lo único que me ofrece es una mirada de tranquilidad, así que la deshago rápidamente. El chofer abre la puerta con amabilidad. Nicholas sale primero y emboza una sonrisa, me extiende una mano en ayuda, la tomo porque la necesito si no quiero hacer un ridículo y caer a causa de las zapatillas.

Cuando salgo, una cantidad enorme de miradas se posan sobre mí. Probablemente en mi vestido, pero en mí, lo que me hace sentir incomoda.

Nicholas me extiende su brazo curveado, y me indica que introduzca el mío en el para comenzar a andar.

Me mira divertido y pone los ojos en blanco. Estoy rodeada, por un lado tengo a Nicholas sujetándome con tal fuerza para no poder escapar, y por el otro tengo miradas. Algunas normales que me muestras impresión en el vestido que llevo puesto, otras de chicas que podría definir como envidia. No las culpo, y desearía sentir lo mismo por ellas, pero no tienen nada que yo pueda envidiar.

—Trata de sonreír un poco. Te ves tan firme. —me susurra en la oreja, sin apartar su mirada y la sonrisa marcada en su rostro.

Le hago caso y poso mi mejor sonrisa, la que está casi fingida y me cuesta mantenerla así.

Cuando llegamos al salón de celebración, mi mente queda bloqueada a causa de la impresión.

Todo esto es producto del Decretum, estoy segura de eso. Hace tan solo un minuto, un calor cálido nos acompañaba, ahora, aquí adentro hay un césped casi fresco, arboles hermosos, voluptuosos y grandes, el cielo es azul, y el solo está acogiéndonos, pero no lastima ni estorba. Sus rayos son sensatos y aceptables. Es fácil identificar que todo esto probablemente es falso, porque es imposible que haya un lugar así de hermoso a tan solo un metro de diferencia antes de que entráramos.

Mi cuerpo se agudiza y frunzo el ceño. Un hombre con apariencia delgada y con un traje blanco se nos acerca a pasos despreocupados.  

—¿Quién es el sobreviviente? —pregunta con obviedad, como si Nicholas no fuera lo suficientemente viejo para ello.

—S0643.

—Por aquí por favor.

Nos lleva la delantera y nosotros le seguimos. Mientras camino me tomo la libertad de seguir mirando a mis alrededores, hay demasiadas mesas, las suficientes para saber que una colonia entera está ahí. De frente a nosotros hay un escenario con pantallas a los costados y un pódium del lado derecho. Me pregunto quién será el que presente mi infierno.

Cuando llegamos a nuestra mesa, me percato de que estamos lo suficientemente cerca del escenario.

Cuando Nicholas me sede un asiento con amabilidad, me fijo que una imagen proyectada por encima de la mesa lleva mi fotografía con movimientos míos. Es la escena cuando estuve caminando para entrar aquí, mi rostro al principio de la proyección me hace ver perdida —como realmente lo estoy— y después la intercambio por la sonrisa que Nicholas me pidió que haga. Ahora entiendo porque llevaba miradas posadas en mi presencia, mi vestido es realmente hermoso y luzco muy bien, el labial rosa palo termina convenciéndome y ahora me siento más plena y confiada.

Debería huir.

Sin embargo, me resigno y me hago a la idea.

Veo de nuevo por la entrada y no puedo creer que haya familias aquí, en el Decretum. Una chica entra en brazos de sus padres y los tres llevan consigo sonrisas sosas. Ella lleva un vestido rosado corto, con diamantes en la falda, encaja muy bien en ella. Aparece un chico, en brazo de su madre y realmente desearía que si me tocase alguien no fuese él. Por último, cuando estoy casi aburrida de juzgar a los que entran por aquella puerta, una chica entra en brazos de sus padres. Es rubia, y su vestido no es tan esplendido como las demás. Su cabello está suelto, y solamente ha tomado los extremos de su cabello para hacerle una trenza. Su vestido es blanco, casi se pierde con el tono de su piel, y no lleva accesorios,

Lo único que me ínsita a seguir observándola, es que ninguno de los tres lleva una sonrisa, ni la más mínima.

El camarero nos sirve postre y vino, opto solamente por la bebida.

Juego con la orilla de la copa, esperando a que el espectáculo comience con la tortura. Impaciente de ver la cosa absurda que pasará conmigo, sigo juzgando a las chicas, y después me dirijo a los chicos, que lucen pálidos y sin sentido alguno. El chico que está a un lado mío, está impaciente por ver a su pareja, y me pregunto porque solamente se preocupan por la pareja y no por la vocación.

—¿Qué hay de la vocación y mi día de muerte? —pregunto a susurros, acercándome más a Nicholas procurando que nadie me escuche.

—¿Qué hay con eso?

—¿También me lo dirán hoy?

—Sí.

—Pero, no entiendo. ¿Y si llaman primero a uno y por último a otro, entonces no a una persona ya le habrán dicho primero su pareja?

—Bueno, en ese caso a muchas personas ya le han dado primero sus vocaciones y el día final antes.

—Pero yo no tengo vocación.

Me mira y comprendo. Me vuelvo en mi lugar.

Nicholas se fija en la credibilidad en mis ojos.

—Tranquila. Todo saldrá bien, confía en mí. —dice tranquilamente.

Quizá también él tiene la misma inquietud y solamente está tratando de ser fuerte. Aunque, no sé porque tendría que preocuparse por mí.

Un hombre sube al escenario, y el espectáculo está a punto de comenzar.

—Buenas tardes, Decretum. La ceremonia de La Asignación comienza ahora.

Él presenta a los encargados de La Asignación, y después da un discurso que poco me interesa, Nicholas se lo sabe de memoria y lo recita con una sonrisa que comienza a molestarme. Yo, por otra parte, me siento más perdida que nunca. En las pantallas proyectan un video que parece ser típico, y algo me llama la atención.

Comienzan por mostrar una ciudad, y una guerra. Hay escombros, máquinas de bombardeos y personas tratando de huir. Veo a niños llorando y escondiéndose en rus refugios, y después les veo caer su propia casa encima. El corazón se me hace pequeño, y me estremezco, siento simpatía y lastima por ellos, y a la vez se me hace tan cercano. La pantalla se pone en negro, y una nueva era aparece en ella. Es el Decretum ahora.

Trato de inspeccionar los rostros de los demás, queriendo comprobar si soy la única que casi derrama lagrimas por el rostro, y tengo razón, soy la única, los demás traen sus sonrisas. ¡Maldita sea esas sonrisas!

Después de una plática más, llega el momento.

—Scarlett Welch. —dice el primer nombre.

La audiencia se asoma impaciente en busca de la chica, hasta que la encuentran en la pantalla izquierda. Su rostro es proyectado, y ahora entiendo porque hay justamente dos. Ella se para apresuradamente, acomodándose el vestido por delante. La otra pantalla cobra vida. Tengo curiosidad y presto atención, jugando con los dedos de mis manos y por otros momentos con mi mechón.

“Vocación” suena en todo el salón.

La chica pone ojos en blanco y cuando pensé que había tenido lo suficiente del Decretum, una cosa más me rechazó la idea.

El salón ha cobrado vida, las paredes ya no son paredes y ya no estamos en un fresco jardín que hacia parecer el otoño a primavera. Ahora estamos en blanco, y supongo que así está la mente de la chica. Las paredes y el piso del salón empiezan a rebotar imágenes, comienzan a marearme pero no quiero perderme el espectáculo. Imágenes, hay muchas imágenes que cambian a cada segundo y no puedo entender que está ocurriendo.

Después de varios segundos viajando en imágenes, estamos en un salón de clases, y la chica está en él, pero no como un estudiante, está como una maestra.
En un dos por tres regresamos al jardín, y el ruido ensordecedor de los aplausos de la gente nos acompaña. No puedo evitar unirme a ellos, pues me hubiese encantado tener una vocación así.

“Día final” suena y esto me sorprende más.

Espero con ansias viajar en imágenes, pero no lo hacemos. Observo a la chica desde mi asiento. Ella tiene los ojos en blanco, asustada, como debí imaginarme. Seguramente el Decretum ha decidido tener más respeto por eso, y no nos permite a la audiencia mirar también, solamente al sobreviviente. No me importaría que todos se enteraran de como moriría, al fin y al cabo eso no alojaría mis nervios y mi intranquilidad de esperar a que llegase el día final. Después de un par de minutos la chica regresa, y lleva lágrimas en el rostro.

“Emparejamiento”

Su rostro no se ha desvanecido de la pantalla izquierda, sin embargo, la pantalla derecha aun no proyecta a algún chico. Se ha prendido, y están pasando rostros a cada segundo, como una ruleta. La emoción es tensa en el salón, y por algún motivo me pongo nerviosa. Por supuesto, la chica lo está aún más.

En la pantalla siguieron apareciendo rostros, hasta que se detuvo en uno.

—Terry Crower—anuncia el presentador—Scarlett Welch ha sido emparejada con Terry Crower.

Ambos se acercan al escenario, cada uno por un extremo. Las sonrisas que llevan en sus rostros me molestan, no puedo entender porque sienten felicidad cuando les han sido asignados alguien que probablemente no conocen. No es algo que me interese, frunzo el ceño y Nicholas se percata.

Los sobrevivientes salen disparados. En casi una hora, ya habían asignado a la mayoría de los que se encontraban ahí. Los miembros del Decretum son tan repugnantes, que incluso nos han servido banquete, seguramente soy la única persona que lo está tomando como un insulto, mientras que los emparejados no se dejan de tirar miradas, lo que me parece absurdo porque nadie puede forzarse a gustarse entre sí.

Sé que cuando sea mi turno, tendré más observaciones que cuando estaba entrando, no he dejado de mirar mi imagen en la proyección de la mesa, me veo tan desubicada. Sé que sigo estándolo, así que llevo mis manos a mi cabello tratando de luchar con el, pero se resiste y solo espero que no me haga parecer estúpida cuando tenga que pararme para mirar mi asignación. Pienso en que reacción tendré cuando me toque mi emparejamiento, e inmediatamente me pone la piel de gallina pensar en quien será. Intento imaginarme quien, pero me han tomado por sorpresa.

—Santana Lopez. —dice mi nombre el presentador, y mi imagen está siendo proyectada por la pantalla izquierda.


Hola, antes que nada: GRACIAS POR SU APOYO! Espero que les esté gustando el camino de la historia, y pues nada, eso, que sigan aquí conmigo y dejándome sus reviews. Ah, el vestido que usa Santana es inspirado (igual) en el que usó Charlize Theron para la premier de Snow White & The Hustman.

Por favor actualizalo pronto ya quiero saber quien es la pareja de san! :)

Buen capitulo! Lo cortaste en el momento mas emocionante! Ya quiero saber el destino de Santana su vocacion y sobre todo su pareja *-* Nos leemos en el proximo cap. Saludos

seria grandioso que su pareja fuese brittany, aunque no se si en el decretum pueden ser del mismo sexo! en fin, es solo un deseo! grandioso fic!