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FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
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FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
TE ESPERARE TODA MI VIDA
¿Qué ocurriría si una mujer de siglo XXI, como tú, viajara en el tiempo al siglo XVII?
Averígualo sumergiéndote de la mano de Santana y sus dos amigas, Megan y Rachel; unas españolas afincadas en Londres.
Una rifa, un premio, un viaje, una ciudad: Edimburgo. Tierra de leyendas y escocesas.
Allí, en aquel momento, en aquel lugar, ocurrirá algo que cambiará para siempre la vida de la protagonista y sus amigas.
¿Quieres saber qué pasa? ¿Te apetece sonreír y divertirte? ¿Deseas enamorarte?
Entonces, no tienes más remedio que leerlo ponerte cómoda y
¡Disfrútalo!
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Prologo
Aberdeen, Escocia 1429.
Alannah Carmichael corria asustada por el empapado y verde descampado sujetando su avanzado embarazo con ambas manos. Keeva, la hechicera, la seguia con la maldad ardiendo en su rostros deseoso de venganza.
Un dia antes, en el castillo de aberdeen, el enlace entre Sean Roberts y Lady Mariam Mctouch se habia tomado la facilidad. Por erros,durante festejos, una flecha los Carmichael habia acabado con la vida de Brendan, el hijo de keeva, la hechicera.
Atras queadron los dias placida vida y las noches de quietud.
Keeva habia perdido a su adorado hijo y su furia era imparable.
---Deteneos, Alannah, no teneis escpatoria---chillo Keeva con los ojos encencidos por la venganza.
La joven asustada no queria dejar de correr, pero el agitamiento provocado por el peso del bebe en su vientre y la aproximidad del acanterillado la hicieron parar, si seguia avanzado caeria al mar. Estababa acorralada.no poia huir. Por ello y a sabiendas de que iva a morir, se volvio hacia su persoguidora y, mirandola a los ojos grito con aplomo:
---Os juro, keeva, que una muerta no descansara hasta vengar la muerte de mi esposo. ¡Porque le habeis matado? ¿Por que?
----Porque le amabais.Como yo a mi hijo.
Delirante la hechizera se acerco a ella y aferra con fuera el colgante qye Alannah luia en su cuello, arrancandoselo de un fuerte tiron.
----Devolvedme la joya de los Carmichael.
Aquel medio corazón tallado en piedra blanca era, junto con la otra mitad que su difunto marido aún llevaba en el cuello, la joya más preciada de su clan. La desesperación de la joven hizo reír a la hechicera que, enloquecida por los acontecimientos de los últimos días, se aproximó hasta casi rozarle la cara con su aliento.
—No, Alannah, no os lo devolveré —siseó.
—¡Matadme a mí, pero dejad vivir a mi hijo! —gritó la futura madre al ver cómo la enloquecida mujer miraba su tripa.
Durante unos segundos Keeva dudó. Pero no; quería hacer daño, y tras pensar en una venganza perdurable en el tiempo, exclamó levantando las manos.
—No os voy a matar Alannah. Viviréis para ser testigo del dolor que sufrirá vuestro hijo el día que sea feliz. Porque yo, Keeva Raeburn, hechicera de Montrose, maldigo a todos los Carmichael a partir del nacimiento de este niño.
—¡Noooo! —gritó horrorizada Alannah, mientras escuchaba las voces de los guerreros que se acercaban para auxiliarla.
—No seréis felices. ¡Nunca! Vuestra felicidad me la llevo con el colgante —bramó enloquecida—. Todos perderéis al ser amado en el momento en que vuestros corazones rebosen de felicidad. Vuestras vidas serán una pura agonía, desamparo y soledad; porque cualquier Carmichael que ame, verá morir a su pareja. Y este hechizo sólo se desvanecerá cuando uno de esos amados el colgante vuelva a encontrar.
—Keeva... no —imploró Alannah, al ser consciente de lo que la miserable mujer pensaba hacer.
Dicho aquello, la hechicera sonrió y se precipitó al vacío desde el impresionante acantilado de Aberdeen, desapareciendo para siempre una vez que cayó en el mar.
Y la maldición de Keeva inundó de tristeza, durante siglos, a todos los Carmichael.
TE ESPERARE TODA MI VIDA
CAPITULO 1
Londres, julio de 2010.
El día en Londres era gris, lluvioso y oscuro. En España se diría que estaban «cayendo chuzos de punta», pero aquello no desmejoraba el estado de ánimo del grupo de amigas reunido en un bar de lo más chic, en Oxford Street.
—Brindo por mi separación de Jeffrey —gritó alegremente Santana—. Dios mío de mi alma, ¡casi la cago al pensar que era el hombre de mi vida! No volváis a dejar que se me nuble la razón por otro petardo que sólo encuentre divertido estar más estupendo y guapo que yo.
—Amen, linda—aplaudió Juana.
—Brindo por ti y por esa sensatez que a veces brilla por su ausencia —añadió Rachel, levantando su copa—. Porque esta vez se manifestara y te hiciera ver que era mejor convivir con él un tiempo antes de celebrar la boda, llena de azahar y glamour, en la catedral de San Pablo. Si hubiera sido así, ahora todo sería más complicado, te lo aseguro.
¡Qué razón tenía Rachel! Meses atrás, les había confesado, emocionada, que Jeffrey y ella estaban planeando casarse y celebrar un bodorrio por todo lo alto en la misma catedral en la que, años atrás, se habían casado el príncipe Carlos y lady Diana Spencer. Aquello les dejó atónitas. Sus amigas pensaban que si había algo destinado al fracaso, era aquella relación.
Jeffrey era un inglés demasiado adinerado para ella. Santana es bisexual se había criado con un padre feriante que apenas la cuidó durante su infancia. Su madre murió cuando ella nació, por lo que para él, la niña siempre fue más un estorbo que un beneficio.
Cuando llegó a Londres, el primer trabajo que encontró fue de camarera en una taberna irlandesa. Durante años trabajó sin descanso, incluso se matriculó en un curso de informática y en otro de karate. Allí fue donde conoció a Rachel, una muchacha canaria, bajita y divertida que, al igual que ella, había emigrado a Londres para buscarse la vida como peluquera. Precisamente, gracias a Rachel que tambien era bisexual y gracias a ella y a sus contactos, consiguió un trabajo en EBC, una cadena de tiendas de ropa de jóvenes diseñadores.
Allí pudo demostrar que, además de tener buen gusto para conjuntar y vestir los modelos, sabía aconsejar a otras jóvenes. Por eso acabó siendo la encargada de ventas del departamento de grandes firmas.
Años después, en una de las competiciones de karate, conocieron a Megan y Pepe. Un matrimonio Joven , sin hijos y que, debido al traslado laboral de él, acabaron viviendo también en Londres. Pepe era contable y Megan médico de familia.
—Vamos a ver chicas. No lo negaré. Tuve unas buenas consejeras —asintió santana mirando a sus amigas—. Menos mal que os escuché y no me casé con él. Dios mío, ¡sois las mejores!
Megan y Rachel se miraron y sonrieron. Jeffrey y Santana no estaban hechos el uno para el otro y cualquiera que pasara con ellos una sola tarde lo veía. Aunque a ellos les costó más de dos años de relación.
—Nunca imaginé que Jeffrey pudiera hacerme algo así. Qué cayera tan bajo... Me ofendió cuando dijo «que la juventud de esa chica le había nublado la razón». Y ya, cuándo el muy imbécil apostilló «que yo ya tenía una edad como para entender que esa chica le gustara», me remató. ¡Me estaba llamando vieja! Pero, Dios, si sólo tengo veinticuatro años.
—¡Gilipollas! —bufó Megan al escucharla.
—¡Me llamó vieja a la cara! Cuándo, precisamente con veinticuatro años estoy en mi mejor momento —gruñó Santana—. Cómo alguna vez se le vuelva a ocurrir a alguien llamarme vieja, os juro que le arranco la cabeza.
—Hombres, mi niña, hombres —suspiró rachel.
—Cariño, don Tiquismiquis y tú no teníais futuro. Te lo dije cientos de veces, pero nunca quisiste escucharme —murmuró Megan, con la sinceridad y la seguridad que le daban los años—. Ese engreído nunca me gustó. A Rachel y a mí nos miraba por encima del hombro cada vez que nos veía, y luego, cuándo tú estabas delante, disimulaba como un auténtico gañán. Como decimos en Vallecas, ¡ese pijo no era trigo limpio!
Santana asintió. Sus amigas le habían hecho muchas veces aquel comentario. Pero ella no quiso escucharlo. Por amor. No es que estuviera locamente enamorada de Jeffrey, pero le quería y se lo pasaba muy bien con él.
—No le des más vueltas. ¡La cagó y le pillaste! —asintió Rachel al ver el gesto de su amiga.
—Sí, definitivamente le pillé con las manos en la masa. ¡Y nunca mejor dicho! —susurró sanatana al pensar en aquel fatídico día. Pero reponiéndose de aquello dijo, dando un trago a su bebida—: La verdad es que ahora me alegro de que mi relación con él haya acabado. Me ha abierto los ojos. Jeffrey sólo piensa en él, luego en él y, finalmente, en él. ¡Pero si se ha quedado hasta con los potos! ¡Así se lo coman vivo!
—Vamos a ver, cariño —suspiró megan tras escucharla— don Tiquismiquis se ha quedado con todo porque tú le has dejado.
Santana, acostumbrada a viajar por la vida sin apenas equipaje, asintió.
—No quería nada de él.
—¡Faltaría más! —se mofó Rachel , que conocía muy bien a su amiga.
—Os juro que no necesito nada de él. Pero reconozco que me sorprendió su egoísmo. Casi nada de lo que había allí era mío. Y no, no quiero nada que no me haya ganado yo sólita.
—Bueno, momento L'Oréal —se guaseó rachel.
Eso hizo reír a sanatana, que aireó su oscura melena con comicidad.
—Por supuesto, «¡porque yo lo valgo!»
—Esa es mi chica —coreó Megan—. Dignidad ante todo.
—No lo dudes —corroboró Santana—. Nunca me quedo con nada que no sea mío; no me gusta. Aunque el muy egoísta se ha quedado hasta con mis cremas. Con todas...
—No me digas que se ha quedado con la Sensai Cellular Performance de Kanebo ¿La que te regaló y le costó un ojo de la cara y parte del otro? —preguntó Megan
Sanatana afirmó con un movimiento de cabeza.
—¡Será mariquita el jodío! De tonto no tiene un pelo —susurró Megan.
—Ah, y con la crema depilatoria de Elizabeth Arden. Siempre decía que le gustaba porque olía muy bien. Es más, últimamente pretendía que le depilara yo las piernas y las ingles.
—Uisss... ¡Qué fatiguita por Dios! —resopló Megan al escucharla—. Donde esté mi Pepe, con su exceso de pelo y kilillos, que se quiten estos nuevos guaperas que matan por una buena barra de depilatorio.
—Definitivamente —continuó santana—, no me volveré a fijar en el exterior de un tío.
—Harás bien, mi niña —asintió Rachel.
—Mira mi Pepe... No es un Adonis, pero me cuida y me mima; aunque a veces discutamos, como hacemos últimamente —bufó Megan
—¿Has vuelto a pelearte con tu osito? —suspiró rachel.
—Sí. Llevamos una temporada algo revolucionados.
—¿Pero qué os pasa? —preguntó sanatana.
—Nuestro regreso a España nos va a costar el divorcio. Él no entiende que yo no quiera regresar. Me gusta vivir en Londres y...
—Venga, venga, respira y no te pongas nerviosa. No creo que Pepe lo haga para molestarte —la consoló Sanatana.
Pepe y Megan eran dos personas excepcionales. Y se querían muchísimo, aunque tras años de matrimonio les gustara hacerse la puñeta mutuamente.
—Respirar..., respiro. Pero es que me saca de mis casillas. Y encima, el otro día me viene con que quiere que para su cumpleaños, que es en febrero y estaremos ya en Madrid, hagamos un fiestorro en nuestra casa para celebrarlo con su familia. ¡Y no! No soporto a mi suegra. Esa mujer, con más bigote que una gamba, cuchichea a mis espaldas y no me gusta.
—Ya está, mi niña. Ya pasó. Es su madre y él la quiere. ¡Tienes que entenderlo! —dijo rachel, divertida.
—Tienes razón —rió la implicada—. Por muy bruja que sea la susodicha, es la jodida madre de mi Pepe. Ay, Dios, qué complicado es esto del amor.
Después de un pequeño silencio, santana fue la primera en romperlo.
—Obviando los problemas de Megany su Pepe, a partir de ahora solo me fijaré en el interior de los hombres. ¡Me quiero enamorar! Pero necesito que sea de un hombre de los de verdad. De esos que te abren la puerta y te retiran la silla para que te sientes. En fin, alguien diferente y especial.
—Yo quiero uno así también. Pero me temo que la mayoría de los hombres de hoy en día se sientan cuando ven una silla libre, no vaya a ser que se queden sin ella —se mofó rachel
Animada por el momento, sanatana recordó la mujer que aparecía en sus sueños desde que era pequeña. Nunca llegaba a verla con claridad.
—Quiero un hombre que me mire con pasión y me haga temblar como a una boba. Uno de esos que, con su sola presencia, hace que te sientas protegida, querida y amada.
—¿Te han echado alucinógenos en la bebida? —se burló rachel al escucharla.
—Y sobre todo, y muy importante —concluyó sanatana despertando de sus anhelos—, que no se le ocurra llamarme «¡vieja!». Porque juro y rejuro que la próxima persona a la que se le ocurra llamarme «¡vieja!», le hago tragarse los dientes.
En ese momento se abrió la puerta de la taberna y entró una mujer alta, guapa e impecablemente vestida.
—Uf... Qué bien le sienta ese vestido. —Al ver el gesto de sus amigas, santana aclaró haciéndolas reír—. Pero no. No quiero más.
Sus amigas se miraron con complicidad. Si algo tenían claro, era que ella no iba a cambiar nunca. Era espontánea, loca y divertida, y eso la hacía especial.
—Déjame decirte que no todos los hombres son iguales —aclaró rachel. Puede que encuentres uno tan guapo o guapa como los que a ti te gustan y que además sea sensatos, varonil y galante. Tipo Clooney.
—¿Dónde hay un tío asi ? Que me lo quedo yo —bromeó megan.
—Lo que pasa, Santanita de mi alma...
—No me llames así que lo odio —se quejó mientras su iPhone le indicaba que había recibido un mensaje. Era de Jeffrey. Don Tiquismiquis. Su ex.
«Tengo ganas de verte.»
Incrédula, lo volvió a leer y, sin hacer el menor caso, lo cerró y sonrió a su amiga rachel, que continuaba hablando.
—Decía, querida amiga, que sueles fijarte en cada espécimen, hija mía, que es para echarte de comer aparte. Porque ahora ha sido don Tiquismiquis pero, ¿qué me dices de Alma, La sueca?
—Uisss...Definitivamente ¡Qué guapa era! —corroboró megan.
—Y qué limpita iba siempre. Y lo bien que le sentaba la ropa de Gucci —asintió santana, divertida, al recordarle.
—Sí, pero todo se le iba en la fachada. Era un vaga de tres al cuarto —recordó megan.
—Tienes razón. Era tan guapa que me daba hasta vergüenza ver cómo me miraban las chicas por la calle cuando íbamos con ella. Me hacían sentir fea y más bajita —se mofó rachel
—Fueron seis meses... ¡Pero qué seis meses! —suspiró santana al recordarle.
—¿Y Robert? —siguió enumerando megan—. ¿Qué me decís de él?
—¿Aquél que sólo comía pollo y arroz? —preguntó rachel, y megan asintió mientras se atragantaba de risa.
—Era un idiota creído, aspirante a Gran hermano —admitió santana—. Eso sí, estaba de muy buen ver. Eso no lo voy a negar.
—¿Lo ves? —interrumpió megan—. A ver si cambias tus gustos y te fijas en hombres. Pero hombres de verdad. No en guaperas metrosexuales que se horrorizan si se ven un pelo fuera de lugar o engordan unos kilillos.
—Lo sé, lo sé —asintió santana al recordar los ataques de Jeffrey cuando la báscula subía cien gramos—. Tengo que cambiar.
—Necesitamos encontrarte a un hombre o mujer como los de antes —sentenció megan
—Ya la encontré. Lo malo es que sólo vive en mis sueños —se rió de sí misma—. Oye, ya que estamos, ¿y si aprovechamos esa búsqueda y localizamos otro para rachel?
La aludida al escuchar su nombre soltó una carcajada.
—Ay, santana, ¡ya me gustaría! Pero yo no soy el prototipo de mujercita que suele gustar. Soy graciosa y, no bajita, sino recogidita —todas rieron—, pero no tengo muchos encantos. Y mira que me joroba reconocerlo, pero es la verdad. Solo atraigo a mequetrefes con nombres insultos, como «Chino», «Juanito» o «Yuls». No puedo competir con vosotras, las estilizadas. Eso sí, si yo fuera alta y espigada... Uf, ¡otro gallo cantaría!
Aquello hizo que las tres se partieran de la risa. Al final, rachel, levantando de nuevo su copa, miró a sus amigas y dijo en tono alegre y jovial:
—Pero como de ilusiones también se vive, brindo porque alguna vez un tío de verdad, con un nombre contundente y una mirada cautivadora, se fije en mí. Pero sobre todo, brindo por la tarde de rebajas que nos espera en Oxford Street.
—Tú lo has dicho —jaleó santana—. ¡Vivan las rebajas!
Diez minutos después, bajo el aguacero, tres mujeres divertidas corrían y se metían en una tienda de ropa casual. Tenían mucho que comprar.
¿Qué ocurriría si una mujer de siglo XXI, como tú, viajara en el tiempo al siglo XVII?
Averígualo sumergiéndote de la mano de Santana y sus dos amigas, Megan y Rachel; unas españolas afincadas en Londres.
Una rifa, un premio, un viaje, una ciudad: Edimburgo. Tierra de leyendas y escocesas.
Allí, en aquel momento, en aquel lugar, ocurrirá algo que cambiará para siempre la vida de la protagonista y sus amigas.
¿Quieres saber qué pasa? ¿Te apetece sonreír y divertirte? ¿Deseas enamorarte?
Entonces, no tienes más remedio que leerlo ponerte cómoda y
¡Disfrútalo!
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Prologo
Aberdeen, Escocia 1429.
Alannah Carmichael corria asustada por el empapado y verde descampado sujetando su avanzado embarazo con ambas manos. Keeva, la hechicera, la seguia con la maldad ardiendo en su rostros deseoso de venganza.
Un dia antes, en el castillo de aberdeen, el enlace entre Sean Roberts y Lady Mariam Mctouch se habia tomado la facilidad. Por erros,durante festejos, una flecha los Carmichael habia acabado con la vida de Brendan, el hijo de keeva, la hechicera.
Atras queadron los dias placida vida y las noches de quietud.
Keeva habia perdido a su adorado hijo y su furia era imparable.
---Deteneos, Alannah, no teneis escpatoria---chillo Keeva con los ojos encencidos por la venganza.
La joven asustada no queria dejar de correr, pero el agitamiento provocado por el peso del bebe en su vientre y la aproximidad del acanterillado la hicieron parar, si seguia avanzado caeria al mar. Estababa acorralada.no poia huir. Por ello y a sabiendas de que iva a morir, se volvio hacia su persoguidora y, mirandola a los ojos grito con aplomo:
---Os juro, keeva, que una muerta no descansara hasta vengar la muerte de mi esposo. ¡Porque le habeis matado? ¿Por que?
----Porque le amabais.Como yo a mi hijo.
Delirante la hechizera se acerco a ella y aferra con fuera el colgante qye Alannah luia en su cuello, arrancandoselo de un fuerte tiron.
----Devolvedme la joya de los Carmichael.
Aquel medio corazón tallado en piedra blanca era, junto con la otra mitad que su difunto marido aún llevaba en el cuello, la joya más preciada de su clan. La desesperación de la joven hizo reír a la hechicera que, enloquecida por los acontecimientos de los últimos días, se aproximó hasta casi rozarle la cara con su aliento.
—No, Alannah, no os lo devolveré —siseó.
—¡Matadme a mí, pero dejad vivir a mi hijo! —gritó la futura madre al ver cómo la enloquecida mujer miraba su tripa.
Durante unos segundos Keeva dudó. Pero no; quería hacer daño, y tras pensar en una venganza perdurable en el tiempo, exclamó levantando las manos.
—No os voy a matar Alannah. Viviréis para ser testigo del dolor que sufrirá vuestro hijo el día que sea feliz. Porque yo, Keeva Raeburn, hechicera de Montrose, maldigo a todos los Carmichael a partir del nacimiento de este niño.
—¡Noooo! —gritó horrorizada Alannah, mientras escuchaba las voces de los guerreros que se acercaban para auxiliarla.
—No seréis felices. ¡Nunca! Vuestra felicidad me la llevo con el colgante —bramó enloquecida—. Todos perderéis al ser amado en el momento en que vuestros corazones rebosen de felicidad. Vuestras vidas serán una pura agonía, desamparo y soledad; porque cualquier Carmichael que ame, verá morir a su pareja. Y este hechizo sólo se desvanecerá cuando uno de esos amados el colgante vuelva a encontrar.
—Keeva... no —imploró Alannah, al ser consciente de lo que la miserable mujer pensaba hacer.
Dicho aquello, la hechicera sonrió y se precipitó al vacío desde el impresionante acantilado de Aberdeen, desapareciendo para siempre una vez que cayó en el mar.
Y la maldición de Keeva inundó de tristeza, durante siglos, a todos los Carmichael.
TE ESPERARE TODA MI VIDA
CAPITULO 1
Londres, julio de 2010.
El día en Londres era gris, lluvioso y oscuro. En España se diría que estaban «cayendo chuzos de punta», pero aquello no desmejoraba el estado de ánimo del grupo de amigas reunido en un bar de lo más chic, en Oxford Street.
—Brindo por mi separación de Jeffrey —gritó alegremente Santana—. Dios mío de mi alma, ¡casi la cago al pensar que era el hombre de mi vida! No volváis a dejar que se me nuble la razón por otro petardo que sólo encuentre divertido estar más estupendo y guapo que yo.
—Amen, linda—aplaudió Juana.
—Brindo por ti y por esa sensatez que a veces brilla por su ausencia —añadió Rachel, levantando su copa—. Porque esta vez se manifestara y te hiciera ver que era mejor convivir con él un tiempo antes de celebrar la boda, llena de azahar y glamour, en la catedral de San Pablo. Si hubiera sido así, ahora todo sería más complicado, te lo aseguro.
¡Qué razón tenía Rachel! Meses atrás, les había confesado, emocionada, que Jeffrey y ella estaban planeando casarse y celebrar un bodorrio por todo lo alto en la misma catedral en la que, años atrás, se habían casado el príncipe Carlos y lady Diana Spencer. Aquello les dejó atónitas. Sus amigas pensaban que si había algo destinado al fracaso, era aquella relación.
Jeffrey era un inglés demasiado adinerado para ella. Santana es bisexual se había criado con un padre feriante que apenas la cuidó durante su infancia. Su madre murió cuando ella nació, por lo que para él, la niña siempre fue más un estorbo que un beneficio.
Cuando llegó a Londres, el primer trabajo que encontró fue de camarera en una taberna irlandesa. Durante años trabajó sin descanso, incluso se matriculó en un curso de informática y en otro de karate. Allí fue donde conoció a Rachel, una muchacha canaria, bajita y divertida que, al igual que ella, había emigrado a Londres para buscarse la vida como peluquera. Precisamente, gracias a Rachel que tambien era bisexual y gracias a ella y a sus contactos, consiguió un trabajo en EBC, una cadena de tiendas de ropa de jóvenes diseñadores.
Allí pudo demostrar que, además de tener buen gusto para conjuntar y vestir los modelos, sabía aconsejar a otras jóvenes. Por eso acabó siendo la encargada de ventas del departamento de grandes firmas.
Años después, en una de las competiciones de karate, conocieron a Megan y Pepe. Un matrimonio Joven , sin hijos y que, debido al traslado laboral de él, acabaron viviendo también en Londres. Pepe era contable y Megan médico de familia.
—Vamos a ver chicas. No lo negaré. Tuve unas buenas consejeras —asintió santana mirando a sus amigas—. Menos mal que os escuché y no me casé con él. Dios mío, ¡sois las mejores!
Megan y Rachel se miraron y sonrieron. Jeffrey y Santana no estaban hechos el uno para el otro y cualquiera que pasara con ellos una sola tarde lo veía. Aunque a ellos les costó más de dos años de relación.
—Nunca imaginé que Jeffrey pudiera hacerme algo así. Qué cayera tan bajo... Me ofendió cuando dijo «que la juventud de esa chica le había nublado la razón». Y ya, cuándo el muy imbécil apostilló «que yo ya tenía una edad como para entender que esa chica le gustara», me remató. ¡Me estaba llamando vieja! Pero, Dios, si sólo tengo veinticuatro años.
—¡Gilipollas! —bufó Megan al escucharla.
—¡Me llamó vieja a la cara! Cuándo, precisamente con veinticuatro años estoy en mi mejor momento —gruñó Santana—. Cómo alguna vez se le vuelva a ocurrir a alguien llamarme vieja, os juro que le arranco la cabeza.
—Hombres, mi niña, hombres —suspiró rachel.
—Cariño, don Tiquismiquis y tú no teníais futuro. Te lo dije cientos de veces, pero nunca quisiste escucharme —murmuró Megan, con la sinceridad y la seguridad que le daban los años—. Ese engreído nunca me gustó. A Rachel y a mí nos miraba por encima del hombro cada vez que nos veía, y luego, cuándo tú estabas delante, disimulaba como un auténtico gañán. Como decimos en Vallecas, ¡ese pijo no era trigo limpio!
Santana asintió. Sus amigas le habían hecho muchas veces aquel comentario. Pero ella no quiso escucharlo. Por amor. No es que estuviera locamente enamorada de Jeffrey, pero le quería y se lo pasaba muy bien con él.
—No le des más vueltas. ¡La cagó y le pillaste! —asintió Rachel al ver el gesto de su amiga.
—Sí, definitivamente le pillé con las manos en la masa. ¡Y nunca mejor dicho! —susurró sanatana al pensar en aquel fatídico día. Pero reponiéndose de aquello dijo, dando un trago a su bebida—: La verdad es que ahora me alegro de que mi relación con él haya acabado. Me ha abierto los ojos. Jeffrey sólo piensa en él, luego en él y, finalmente, en él. ¡Pero si se ha quedado hasta con los potos! ¡Así se lo coman vivo!
—Vamos a ver, cariño —suspiró megan tras escucharla— don Tiquismiquis se ha quedado con todo porque tú le has dejado.
Santana, acostumbrada a viajar por la vida sin apenas equipaje, asintió.
—No quería nada de él.
—¡Faltaría más! —se mofó Rachel , que conocía muy bien a su amiga.
—Os juro que no necesito nada de él. Pero reconozco que me sorprendió su egoísmo. Casi nada de lo que había allí era mío. Y no, no quiero nada que no me haya ganado yo sólita.
—Bueno, momento L'Oréal —se guaseó rachel.
Eso hizo reír a sanatana, que aireó su oscura melena con comicidad.
—Por supuesto, «¡porque yo lo valgo!»
—Esa es mi chica —coreó Megan—. Dignidad ante todo.
—No lo dudes —corroboró Santana—. Nunca me quedo con nada que no sea mío; no me gusta. Aunque el muy egoísta se ha quedado hasta con mis cremas. Con todas...
—No me digas que se ha quedado con la Sensai Cellular Performance de Kanebo ¿La que te regaló y le costó un ojo de la cara y parte del otro? —preguntó Megan
Sanatana afirmó con un movimiento de cabeza.
—¡Será mariquita el jodío! De tonto no tiene un pelo —susurró Megan.
—Ah, y con la crema depilatoria de Elizabeth Arden. Siempre decía que le gustaba porque olía muy bien. Es más, últimamente pretendía que le depilara yo las piernas y las ingles.
—Uisss... ¡Qué fatiguita por Dios! —resopló Megan al escucharla—. Donde esté mi Pepe, con su exceso de pelo y kilillos, que se quiten estos nuevos guaperas que matan por una buena barra de depilatorio.
—Definitivamente —continuó santana—, no me volveré a fijar en el exterior de un tío.
—Harás bien, mi niña —asintió Rachel.
—Mira mi Pepe... No es un Adonis, pero me cuida y me mima; aunque a veces discutamos, como hacemos últimamente —bufó Megan
—¿Has vuelto a pelearte con tu osito? —suspiró rachel.
—Sí. Llevamos una temporada algo revolucionados.
—¿Pero qué os pasa? —preguntó sanatana.
—Nuestro regreso a España nos va a costar el divorcio. Él no entiende que yo no quiera regresar. Me gusta vivir en Londres y...
—Venga, venga, respira y no te pongas nerviosa. No creo que Pepe lo haga para molestarte —la consoló Sanatana.
Pepe y Megan eran dos personas excepcionales. Y se querían muchísimo, aunque tras años de matrimonio les gustara hacerse la puñeta mutuamente.
—Respirar..., respiro. Pero es que me saca de mis casillas. Y encima, el otro día me viene con que quiere que para su cumpleaños, que es en febrero y estaremos ya en Madrid, hagamos un fiestorro en nuestra casa para celebrarlo con su familia. ¡Y no! No soporto a mi suegra. Esa mujer, con más bigote que una gamba, cuchichea a mis espaldas y no me gusta.
—Ya está, mi niña. Ya pasó. Es su madre y él la quiere. ¡Tienes que entenderlo! —dijo rachel, divertida.
—Tienes razón —rió la implicada—. Por muy bruja que sea la susodicha, es la jodida madre de mi Pepe. Ay, Dios, qué complicado es esto del amor.
Después de un pequeño silencio, santana fue la primera en romperlo.
—Obviando los problemas de Megany su Pepe, a partir de ahora solo me fijaré en el interior de los hombres. ¡Me quiero enamorar! Pero necesito que sea de un hombre de los de verdad. De esos que te abren la puerta y te retiran la silla para que te sientes. En fin, alguien diferente y especial.
—Yo quiero uno así también. Pero me temo que la mayoría de los hombres de hoy en día se sientan cuando ven una silla libre, no vaya a ser que se queden sin ella —se mofó rachel
Animada por el momento, sanatana recordó la mujer que aparecía en sus sueños desde que era pequeña. Nunca llegaba a verla con claridad.
—Quiero un hombre que me mire con pasión y me haga temblar como a una boba. Uno de esos que, con su sola presencia, hace que te sientas protegida, querida y amada.
—¿Te han echado alucinógenos en la bebida? —se burló rachel al escucharla.
—Y sobre todo, y muy importante —concluyó sanatana despertando de sus anhelos—, que no se le ocurra llamarme «¡vieja!». Porque juro y rejuro que la próxima persona a la que se le ocurra llamarme «¡vieja!», le hago tragarse los dientes.
En ese momento se abrió la puerta de la taberna y entró una mujer alta, guapa e impecablemente vestida.
—Uf... Qué bien le sienta ese vestido. —Al ver el gesto de sus amigas, santana aclaró haciéndolas reír—. Pero no. No quiero más.
Sus amigas se miraron con complicidad. Si algo tenían claro, era que ella no iba a cambiar nunca. Era espontánea, loca y divertida, y eso la hacía especial.
—Déjame decirte que no todos los hombres son iguales —aclaró rachel. Puede que encuentres uno tan guapo o guapa como los que a ti te gustan y que además sea sensatos, varonil y galante. Tipo Clooney.
—¿Dónde hay un tío asi ? Que me lo quedo yo —bromeó megan.
—Lo que pasa, Santanita de mi alma...
—No me llames así que lo odio —se quejó mientras su iPhone le indicaba que había recibido un mensaje. Era de Jeffrey. Don Tiquismiquis. Su ex.
«Tengo ganas de verte.»
Incrédula, lo volvió a leer y, sin hacer el menor caso, lo cerró y sonrió a su amiga rachel, que continuaba hablando.
—Decía, querida amiga, que sueles fijarte en cada espécimen, hija mía, que es para echarte de comer aparte. Porque ahora ha sido don Tiquismiquis pero, ¿qué me dices de Alma, La sueca?
—Uisss...Definitivamente ¡Qué guapa era! —corroboró megan.
—Y qué limpita iba siempre. Y lo bien que le sentaba la ropa de Gucci —asintió santana, divertida, al recordarle.
—Sí, pero todo se le iba en la fachada. Era un vaga de tres al cuarto —recordó megan.
—Tienes razón. Era tan guapa que me daba hasta vergüenza ver cómo me miraban las chicas por la calle cuando íbamos con ella. Me hacían sentir fea y más bajita —se mofó rachel
—Fueron seis meses... ¡Pero qué seis meses! —suspiró santana al recordarle.
—¿Y Robert? —siguió enumerando megan—. ¿Qué me decís de él?
—¿Aquél que sólo comía pollo y arroz? —preguntó rachel, y megan asintió mientras se atragantaba de risa.
—Era un idiota creído, aspirante a Gran hermano —admitió santana—. Eso sí, estaba de muy buen ver. Eso no lo voy a negar.
—¿Lo ves? —interrumpió megan—. A ver si cambias tus gustos y te fijas en hombres. Pero hombres de verdad. No en guaperas metrosexuales que se horrorizan si se ven un pelo fuera de lugar o engordan unos kilillos.
—Lo sé, lo sé —asintió santana al recordar los ataques de Jeffrey cuando la báscula subía cien gramos—. Tengo que cambiar.
—Necesitamos encontrarte a un hombre o mujer como los de antes —sentenció megan
—Ya la encontré. Lo malo es que sólo vive en mis sueños —se rió de sí misma—. Oye, ya que estamos, ¿y si aprovechamos esa búsqueda y localizamos otro para rachel?
La aludida al escuchar su nombre soltó una carcajada.
—Ay, santana, ¡ya me gustaría! Pero yo no soy el prototipo de mujercita que suele gustar. Soy graciosa y, no bajita, sino recogidita —todas rieron—, pero no tengo muchos encantos. Y mira que me joroba reconocerlo, pero es la verdad. Solo atraigo a mequetrefes con nombres insultos, como «Chino», «Juanito» o «Yuls». No puedo competir con vosotras, las estilizadas. Eso sí, si yo fuera alta y espigada... Uf, ¡otro gallo cantaría!
Aquello hizo que las tres se partieran de la risa. Al final, rachel, levantando de nuevo su copa, miró a sus amigas y dijo en tono alegre y jovial:
—Pero como de ilusiones también se vive, brindo porque alguna vez un tío de verdad, con un nombre contundente y una mirada cautivadora, se fije en mí. Pero sobre todo, brindo por la tarde de rebajas que nos espera en Oxford Street.
—Tú lo has dicho —jaleó santana—. ¡Vivan las rebajas!
Diez minutos después, bajo el aguacero, tres mujeres divertidas corrían y se metían en una tienda de ropa casual. Tenían mucho que comprar.
Última edición por Nickollbagui el Mar Ago 27, 2013 9:45 pm, editado 7 veces
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FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA capitulo 2
TE ESPEARE TODA MI VIDA
Capitulo 2
El olor a tierra mojada y musgo fresco inundaba sus fosas nasales. santana corría por un frondoso bosque plagado de enormes robles y flores multicolores y, de pronto, un rayo de electrizante luz azulada cruzó el cielo. El sonido del potente trueno la asustó. Se quitó las enormes gotas de agua de los ojos y vio a lo lejos la fortaleza de piedra. ¡Su castillo!
Sin pensárselo corrió hacia él. Un caballo desbocado de color oscuro apareció tras los árboles, galopando directamente hacia ella. El corazón estuvo a punto de salírsele del pecho cuando la reconoció. Sobre aquel imponente alazán estaba la figura de la mujer con la que soñaba desde niña, aunque por más que intentaba aclarar su vista para verle la cara, le resultaba imposible. El viento, la oscuridad y la lluvia se lo impedían.
Recogiéndose las extrañas vestimentas que llevaba, intentó avanzar a su encuentro. Quería hablar con ella. Necesitaba oír su voz pero, como siempre, no podía conseguirlo. Era imposible. Unas inexistentes cadenas no la dejaban moverse. Sólo podía observarle. A escasos metros de ella, aquella mujer de larga cabellera retuvo su montura para posar sobre ella su mirada pasional, que pudo sentir incluso en la oscuridad. Pero, a pesar de la proximidad, no podía distinguirle. El viento caprichoso se lo impedía, revolviendo su negra melena.
De pronto, otro rayo azulado rasgó de nuevo el tormentoso cielo iluminando todo a su alrededor y, durante una fracción de segundo, pudo admirar su salvaje cara. Tenía los ojos azules, el pelo oscuro y sensuales y carnosos labios que parecían sonreír.
Ella quiso avanzar. ¿Por qué no podía caminar?
Sin previo aviso, la mujer, con su imponente envergadura, se bajó del caballo de un salto y...
«Pipipipi... Pipipipi... Pipipipi...»
Asustada, Santana se despertó empapada en sudor. Paró el molesto pitido. De nuevo aquel sueño. ¿Cuántas veces había soñado aquello? ¿Quién era aquella mujer? ¿Por que soñaba con una mujer y porque le parecia totalmente atractica?
Todo había comenzado cuando tenía seis años.
Erika, La Escocesa, una gitana que leía el tarot y las líneas de las manos en la misma feria en la que ellos viajaban, había reparado en la niña solitaria que deambulaba siempre por la calle, hiciera frío o calor. Investigó hasta que supo que era la hija de Ángel, el dueño de la atracción de los coches de choque y, después de observarles durante días, se percató de que, incomprensiblemente, aquel hombre apenas cuidaba de ella. Sólo la regañaba y le exigía trabajar mientras él chafardeaba con los otros feriantes.
Una tarde de lluvia intensa, la gitana la invitó a pasar a su caravana para que se resguardase del frío y la lluvia. Su padre estaba con una mujer dentro de la suya y, como era de esperar, se olvidó de ella. Erika sonrió al ver cómo observaba todo. Especialmente la bola de cristal que descansaba sobre la mesa camilla.
—Oh... ¡Qué chula es la bola mágica!
—¿Te gusta, princesita?
La pequeña asintió y, acercándose a ella, la observó sin tocarla. Si algo había aprendido de los gritos de su padre, era que no se tocaba nada a excepción de que te lo permitieran.
—¿Puedes ver el futuro?
La mujer sonrió y se sentó frente a ella.
—A veces sí... a veces no —respondió enigmáticamente.
—¿Sabes...? Yo no creo en estas cosas —murmuró ella, con su graciosa cara aniñada.
—¿Por qué, cielo?
Con una triste mirada que dio a entender más que las palabras, suspiró.
—Porque a mi caravana nunca vienen Los Reyes Magos por Navidad ni El Ratón Pérez cuando se me cae un diente, y a las de mis amigos sí. Por eso no creo en nada y me pongo triste si pienso en esas cosas.
Erika, consciente de la soledad y tristeza que le embargaba, asintió apenada.
—¿Sabes qué me decía mi madre que hiciera cuando estaba triste o nerviosa?
—¿Qué?
—Que cantara para olvidar las penas.
—¿Cantar?
—Sí, princesa. Cuando uno canta piensa en lo que está diciendo y suele olvidar lo que no te permite ser feliz. Esto no quiere decir que así se solucionen los problemas, pero cantar te ayudará a sobrellevarlos un poco mejor. ¿Sabes cantar? —La niña asintió y la gitana soltó una carcajada—. ¿Me dejas ver tu manita?
Tímidamente la extendió y Erika, La Escocesa, la tomó entre las suyas. Durante un buen rato estuvo mirando aquella pequeña y sucia palma.
—Tu felicidad y tu futuro están en el pasado —dijo finalmente la gitana.
Al ver que la niña la miraba sin entender nada, la mujer la liberó.
—Toca la bola y pide tres deseos. ¿Quizá se cumplan?
Ella la miró con su mellada sonrisa y puso sus manitas sobre la bola.
—Cuando sea mayor, quiero ser guapa como las chicas que salen en la tele.
—Muy bien cariño, lo serás. ¿Tu segundo deseo?
Sin pensárselo apenas, dijo:
—No quiero vivir aquí. Cuando sea mayor quiero un trabajo que me guste y, sobre todo, en el que no tenga que recoger los coches de choque por la noche.
—¿Y tu tercer deseo?
—Quiero vivir en un castillo muy bonito y que un príncipe muy guapo y amable se enamore locamente de mí.
Con unos extraños movimientos, la mujer la tocó en la cabeza y luego rozó con los dedos la bola de cristal.
—Tu felicidad y tu futuro, están en el pasado, princesa. Ya lo verás —repitió por último.
Con seis años no dio importancia a aquel comentario. Es más, ni lo entendió. Pero a partir de ese día ocurrió algo.
Comenzó a soñar con un bosque, un castillo y una extraordinario guerrera a caballo. Al principio lo achacó a ideales de niñas y princesas, pero el tiempo pasó y el sueño perduró. Ella seguía corriendo, la lluvia seguía cayendo y, lo único que cambió fue que con el paso del tiempo la mujer se acercaba cada vez más. Cuando cumplió dieciséis años, Erika, La Escocesa, tras años de cuidarla y hacerla feliz, se marchó. Aquello la entristeció muchísimo, pero la gitana antes de irse le susurró al oído: «nos volveremos a ver. Te lo prometo.»
Pasado un tiempo, un día mirando un documental de historia en la televisión, se quedó sin habla al ver el castillo con el que soñaba. ¡Su castillo! Aquel lugar existía. Era el castillo de Elcho, cercano a la ciudad de Perth, en Escocia. Aquello la llenó de ilusión, pero también la hizo preguntarse el motivo de sus sueños, aunque no encontró respuesta.
Su padre murió cuando apenas había cumplido los dieciocho, y queriéndose olvidar de su triste pasado, vendió la vieja atracción de los coches de choque que heredó y se mudó a vivir a Londres. Necesitaba comenzar de nuevo y ser feliz. ¡Se lo merecía! Una vez allí se propuso visitar el lugar con el que soñaba. Al fin y al cabo Escocia estaba relativamente cerca de Londres. Pero su trabajo, sus amigos y sus novietes le impedían hacerlo. Siempre surgía un plan mejor. Y aunque nunca olvidó aquel lugar, pues los sueños no la abandonaban, sí se olvidó de visitarlo.
«Pipipipi... Pipipipi... Pipipipi...»
—Vale... plasta... vale... ya me levanto —resopló apagando de nuevo el despertador mientras se desperezaba en la cama.
Extendió la mano, cogió su iPhone. Estaba apagado. Lo encendió. Se levantó, pulsó el play del equipo de música y la voz de Lady Gaga inundó el pequeño apartamento. Sin poder evitarlo comenzó a bailar. Si podía presumir de algo, era de levantarse llena de energía y de un humor excelente.
—Esto es comenzar bien un día —dijo en voz alta, mientras bailaba y abría el armario para elegir la ropa.
Diez minutos después estaba en la ducha, cantando a pie no pulmón el último éxito de la cantante.
Capitulo 2
El olor a tierra mojada y musgo fresco inundaba sus fosas nasales. santana corría por un frondoso bosque plagado de enormes robles y flores multicolores y, de pronto, un rayo de electrizante luz azulada cruzó el cielo. El sonido del potente trueno la asustó. Se quitó las enormes gotas de agua de los ojos y vio a lo lejos la fortaleza de piedra. ¡Su castillo!
Sin pensárselo corrió hacia él. Un caballo desbocado de color oscuro apareció tras los árboles, galopando directamente hacia ella. El corazón estuvo a punto de salírsele del pecho cuando la reconoció. Sobre aquel imponente alazán estaba la figura de la mujer con la que soñaba desde niña, aunque por más que intentaba aclarar su vista para verle la cara, le resultaba imposible. El viento, la oscuridad y la lluvia se lo impedían.
Recogiéndose las extrañas vestimentas que llevaba, intentó avanzar a su encuentro. Quería hablar con ella. Necesitaba oír su voz pero, como siempre, no podía conseguirlo. Era imposible. Unas inexistentes cadenas no la dejaban moverse. Sólo podía observarle. A escasos metros de ella, aquella mujer de larga cabellera retuvo su montura para posar sobre ella su mirada pasional, que pudo sentir incluso en la oscuridad. Pero, a pesar de la proximidad, no podía distinguirle. El viento caprichoso se lo impedía, revolviendo su negra melena.
De pronto, otro rayo azulado rasgó de nuevo el tormentoso cielo iluminando todo a su alrededor y, durante una fracción de segundo, pudo admirar su salvaje cara. Tenía los ojos azules, el pelo oscuro y sensuales y carnosos labios que parecían sonreír.
Ella quiso avanzar. ¿Por qué no podía caminar?
Sin previo aviso, la mujer, con su imponente envergadura, se bajó del caballo de un salto y...
«Pipipipi... Pipipipi... Pipipipi...»
Asustada, Santana se despertó empapada en sudor. Paró el molesto pitido. De nuevo aquel sueño. ¿Cuántas veces había soñado aquello? ¿Quién era aquella mujer? ¿Por que soñaba con una mujer y porque le parecia totalmente atractica?
Todo había comenzado cuando tenía seis años.
Erika, La Escocesa, una gitana que leía el tarot y las líneas de las manos en la misma feria en la que ellos viajaban, había reparado en la niña solitaria que deambulaba siempre por la calle, hiciera frío o calor. Investigó hasta que supo que era la hija de Ángel, el dueño de la atracción de los coches de choque y, después de observarles durante días, se percató de que, incomprensiblemente, aquel hombre apenas cuidaba de ella. Sólo la regañaba y le exigía trabajar mientras él chafardeaba con los otros feriantes.
Una tarde de lluvia intensa, la gitana la invitó a pasar a su caravana para que se resguardase del frío y la lluvia. Su padre estaba con una mujer dentro de la suya y, como era de esperar, se olvidó de ella. Erika sonrió al ver cómo observaba todo. Especialmente la bola de cristal que descansaba sobre la mesa camilla.
—Oh... ¡Qué chula es la bola mágica!
—¿Te gusta, princesita?
La pequeña asintió y, acercándose a ella, la observó sin tocarla. Si algo había aprendido de los gritos de su padre, era que no se tocaba nada a excepción de que te lo permitieran.
—¿Puedes ver el futuro?
La mujer sonrió y se sentó frente a ella.
—A veces sí... a veces no —respondió enigmáticamente.
—¿Sabes...? Yo no creo en estas cosas —murmuró ella, con su graciosa cara aniñada.
—¿Por qué, cielo?
Con una triste mirada que dio a entender más que las palabras, suspiró.
—Porque a mi caravana nunca vienen Los Reyes Magos por Navidad ni El Ratón Pérez cuando se me cae un diente, y a las de mis amigos sí. Por eso no creo en nada y me pongo triste si pienso en esas cosas.
Erika, consciente de la soledad y tristeza que le embargaba, asintió apenada.
—¿Sabes qué me decía mi madre que hiciera cuando estaba triste o nerviosa?
—¿Qué?
—Que cantara para olvidar las penas.
—¿Cantar?
—Sí, princesa. Cuando uno canta piensa en lo que está diciendo y suele olvidar lo que no te permite ser feliz. Esto no quiere decir que así se solucionen los problemas, pero cantar te ayudará a sobrellevarlos un poco mejor. ¿Sabes cantar? —La niña asintió y la gitana soltó una carcajada—. ¿Me dejas ver tu manita?
Tímidamente la extendió y Erika, La Escocesa, la tomó entre las suyas. Durante un buen rato estuvo mirando aquella pequeña y sucia palma.
—Tu felicidad y tu futuro están en el pasado —dijo finalmente la gitana.
Al ver que la niña la miraba sin entender nada, la mujer la liberó.
—Toca la bola y pide tres deseos. ¿Quizá se cumplan?
Ella la miró con su mellada sonrisa y puso sus manitas sobre la bola.
—Cuando sea mayor, quiero ser guapa como las chicas que salen en la tele.
—Muy bien cariño, lo serás. ¿Tu segundo deseo?
Sin pensárselo apenas, dijo:
—No quiero vivir aquí. Cuando sea mayor quiero un trabajo que me guste y, sobre todo, en el que no tenga que recoger los coches de choque por la noche.
—¿Y tu tercer deseo?
—Quiero vivir en un castillo muy bonito y que un príncipe muy guapo y amable se enamore locamente de mí.
Con unos extraños movimientos, la mujer la tocó en la cabeza y luego rozó con los dedos la bola de cristal.
—Tu felicidad y tu futuro, están en el pasado, princesa. Ya lo verás —repitió por último.
Con seis años no dio importancia a aquel comentario. Es más, ni lo entendió. Pero a partir de ese día ocurrió algo.
Comenzó a soñar con un bosque, un castillo y una extraordinario guerrera a caballo. Al principio lo achacó a ideales de niñas y princesas, pero el tiempo pasó y el sueño perduró. Ella seguía corriendo, la lluvia seguía cayendo y, lo único que cambió fue que con el paso del tiempo la mujer se acercaba cada vez más. Cuando cumplió dieciséis años, Erika, La Escocesa, tras años de cuidarla y hacerla feliz, se marchó. Aquello la entristeció muchísimo, pero la gitana antes de irse le susurró al oído: «nos volveremos a ver. Te lo prometo.»
Pasado un tiempo, un día mirando un documental de historia en la televisión, se quedó sin habla al ver el castillo con el que soñaba. ¡Su castillo! Aquel lugar existía. Era el castillo de Elcho, cercano a la ciudad de Perth, en Escocia. Aquello la llenó de ilusión, pero también la hizo preguntarse el motivo de sus sueños, aunque no encontró respuesta.
Su padre murió cuando apenas había cumplido los dieciocho, y queriéndose olvidar de su triste pasado, vendió la vieja atracción de los coches de choque que heredó y se mudó a vivir a Londres. Necesitaba comenzar de nuevo y ser feliz. ¡Se lo merecía! Una vez allí se propuso visitar el lugar con el que soñaba. Al fin y al cabo Escocia estaba relativamente cerca de Londres. Pero su trabajo, sus amigos y sus novietes le impedían hacerlo. Siempre surgía un plan mejor. Y aunque nunca olvidó aquel lugar, pues los sueños no la abandonaban, sí se olvidó de visitarlo.
«Pipipipi... Pipipipi... Pipipipi...»
—Vale... plasta... vale... ya me levanto —resopló apagando de nuevo el despertador mientras se desperezaba en la cama.
Extendió la mano, cogió su iPhone. Estaba apagado. Lo encendió. Se levantó, pulsó el play del equipo de música y la voz de Lady Gaga inundó el pequeño apartamento. Sin poder evitarlo comenzó a bailar. Si podía presumir de algo, era de levantarse llena de energía y de un humor excelente.
—Esto es comenzar bien un día —dijo en voz alta, mientras bailaba y abría el armario para elegir la ropa.
Diez minutos después estaba en la ducha, cantando a pie no pulmón el último éxito de la cantante.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Te esperare toda mi vida Capitulo 1 y 2
Hola espero que les guste por favor comenten
Te esperare toda mi vida
Capitulo 3
Aquella mañana tras salir de su trabajo en EBC, santana se dirigió directamente a Pretty Ladies, la peluquería donde trabajaba rachel. Tenía una competición de karate aquel fin de semana y quería estar presentable. Al llegar, sonrió al ver allí a Megan.
—Vaya. Hoy toca día de peluquería y chicas. —Sí. Tengo unos pelos que parezco la bruja Lola —se mofó megan.
—Ven santana, siéntate aquí —le dijo rachel, a quien obedeció rápidamente.
Una hora después estaba, igual que megan, con la cabeza llena de papel de plata esperando a que le subieran las mechas y el tinte. Ambas comentaban los últimos cotilleos de las revistas del corazón cuando rachel se acercó a ellas.
—¿Todo bien? —preguntó.
megan levantó la cabeza y miró a sus amigas con gesto confuso.
—No. Nada está bien. ¿Por qué Norma Duval, hace alarde de semejante cuerpazo y yo tengo lo que tengo? Por favor... Está espectacular con este vestido blanco.
Rachel y santana miraron la revista que les enseñaba y tras asentir, santana dijo, mostrando la que estaba leyendo ella:
—Para mujer espectacular Cindy Crawford. ¿Pero habéis visto lo mona que va, incluso para hacer la compra? Es que me encanta. Os juro que si yo volviera a nacer, querría ser ella.
—Sí, es mona —asintió megan.
—¡Mona! —exclamó santana señalando la página—. Esta mujer es guapísima. Si es que lo tiene todo. Es perfecta. Tiene estilo, un nombre perfecto y unos hijos y marido divinos.
—Ah, para divina, ¡Paris Hilton! —farfulló rachel—. Ésa es quien yo quisiera ser. Lo tiene todo para mi gusto: rubia, cuerpito, dinero a raudales y un nombre y apellido con glamour, ¡Paris Hilton! Nada que ver con rachel Berry.
—Lo siento, pero yo soy más nacional —aclaró megan tras mirar a la tal Paris—. Prefiero a Norma Duval, El Cuerpazo.
Las tres bromearon durante un rato, ensalzando las virtudes de las mujeres que quisieran ser y sacando a relucir sus propios defectos. Finalmente rachel se llevó a megan al lavabo para retirarle el tratamiento capilar. En ese momento sonó el iPhone de santana. Era Jeffrey, su ex. Como un elefante en una cacharrería y cansada de sus continuas llamadas, contestó.
—¿Qué narices quieres ahora, pesado?
El hombre al escucharla se rió. Seguramente pensó que dado que ella era una mujer tan especial, no podía esperar otra contestación que no fuera aquella. Pero que, dado que la conocía tan bien, sabría llevarla rápidamente a su terreno.
—Hola, nena. Te echo de menos.
Al oír su voz, santana cerró los ojos. Aquel tono aterciopelado de Jeffrey la volvía loca. Pero no. No iba a permitirse dudar ni un segundo sobre su decisión. No le quería. Lo de ellos se había roto y no había marcha atrás.
—Jeffrey, ¿por qué me dices ahora esa sandez?
—Porque es verdad y para que no cuelgues sin escucharme.
Aquello la hizo sonreír. Cuando quería, Jeffrey era encantador. Se armó de paciencia.
—A ver, ¿qué quieres?
—Tengo una cena esta noche en casa de los Moore. Ya sabes, con Martha, Edward y compañía. ¿Qué me pongo, corbata oscura o clara?
Incrédula por la absurda pregunta, suspiró.
—Oscura, Jeffrey.
—¿Vienes conmigo? —la invitó él, de improviso.
—No.
—Por favor.
—No. Ni lo sueñes. Lleva a la pechugona de tu secretaria; esa jovencita que te mira con ojitos de gusarapo. Seguro que no dirá que no y quedarás muy bien ante tus amigotes.
Al escucharla, él resopló.
—Santana, cuando te lo pido a ti es porque no quiero llevar a otra.
—Te recuerdo que me dijiste que yo era una mujer mayor. ¡Vieja! Joder, Jeffrey, que tú tienes treinta y dos ¿Debo considerarte un vejestorio próximo a la jubilación?
Aquello hizo que Jeffrey suspirara con resignación.
—Cariño, escúchame. Yo no quise decirlo en ese sentido, pero te empeñas una y otra vez en creerlo. Sólo dije que la juventud de Priscilla me nubló la razón.
—¡Ja! Eso no te lo crees tú ni jarto de vino —se mofó ella.
—Nena, créeme.
Eso la hizo reír. Jeffrey, aún pillado con otra, intentaba justificar su error. No creía que aquello no se lo iba a perdonar. Le había descubierto con su joven y guapa secretaria en uno de sus ya famosos viajes de trabajo. Y la había llamado ¡Vieja! ¡Madura! Aún se le abrían las carnes cada vez que recordaba aquel momento. Quiso darle una sorpresa para su cumpleaños y la sorprendida fue ella, al llegar y encontrarles en plena cabalgada.
—Venga no te hagas de rogar. Sé que los Moore te caen muy bien. Además, estará Martha. Ella y tú siempre os...
—No voy a ir ¿cómo tengo que decírtelo? Tú y yo ya no somos pareja. Y por favor, deja de llamarme. No quiero verte. No quiero saber nada de ti ¿Lo entiendes de una santa vez?
—No. No lo entiendo.
A punto de soltar un chillido por la cabezonería de aquel hombre, que no paraba de atosigarla, intentó no gritar.
—Mira, Jeffrey. Olvídate de que existo, ¿vale? Deja de llamarme, mandarme mensajitos, enviarme flores a casa y acosarme en el trabajo. Por Dios, ¡que cansino te estás poniendo!
—No. No voy a parar hasta que vuelvas conmigo, nena.
—¡Y un cuerno! —alzó la voz, atrayendo la mirada de toda la peluquería—. No voy a volver contigo porque no quiero. Sinceramente, tengo amor propio y madurez. Te recuerdo que me llamaste «vieja» por tener casi treinta años y, ¿sabes lo que te digo? ¡Que te den!
—Cariño... Escucha...
—No. No escucho ¿Y sabes por qué? Porque mi vejez y madurez hacen que me quiera a mí misma y no tengo intención de ir rayando los marcos de las puertas al pasar porque tú, ¡so mierda!, desees corretear y ponerme los cuernos con cada jovencita que se cruce en tu camino.
—Pero nena...
—¡Ni nena ni leches! —gritó fuera de sí—. Me importa un bledo que seas guapo, que tengas dinero a raudales e incluso tu maldita posición social. ¿Y sabes por qué? Porque me importo, me quiero y necesito ser feliz. ¡Sola! ¿Entendiste? S O L A no con un merluzo como tú, que no aprecia a una mujer como yo hasta que la pierde. Y a mí, me has perdido. Por lo tanto, ¡adiós!
Dicho esto, colgó y suspiró al mismo tiempo cerraba los ojos para calmarse. No iba a volver a caer en el rollito Jeffrey. No, no y no. De pronto, un estallido de aplausos le hizo mirar al frente. Toda la peluquería, de pie, daba palmas. Ella simplemente miró a sus amigas, se encogió de hombros y sonrió.
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Capitulo 4
Si algo le gustaba y desestresaba a sanatana era practicar karate, un deporte que rachel tuvo que dejar por culpa de una lesión. Era ponerse el kimono y ajustarse el tintaron negro a la cintura, y la seguridad y concentración se apoderaba de ella. Por eso siempre que su trabajo en EBC se lo permitía, se inscribía en las competiciones. Por suerte para ella, la mayoría de las veces salía victoriosa. Era una buena karateka y ella lo sabía. Gozaba del empuje necesario para ganar medallas y honrar a su profesor, compañeros y gimnasio.
Aquella tarde, la mujer rubia que le había tocado como adversaria en el tatami la estudiaba con atención. Con seguridad, se tantearon hasta que se lanzaron al ataque. La mujer del kimono azul estaba nerviosa. Demasiado nerviosa. Y ella, con tranquilidad, consiguió encajar un Yoko Geri Kekomi certero. Dos puntos. La rubia había oído hablar de ella, y pudo comprobar su seguridad y sangre fría cuando, sin esperárselo, recibió un Uchi Geri Fumikomi que la barrió y la hizo caer. Sin dejarla reaccionar, la inmovilizó en el suelo. Ganó aquel combate y los dos siguientes. Quedó segunda en el campeonato en la categoría sénior femenino.
Pero la alegría se le borró del rostro tras recibir su medalla, cuando vio entre el público a Jeffrey ¿Qué narices hacía él allí? Como era de esperar, iba tan guapo y conjuntado como siempre y aplaudía con orgullo.
Después de una merecida ducha con sus compañeras, que bromearon con las incidencias ocurridas en la competición, se puso unos vaqueros y una camiseta rosa de manga corta de Gurú. Salió de los vestuarios y buscó a sus amigas entre el público. Pero antes de que se pudiera mover, una mano la agarró.
—Nena ¡has estado colosal!
«Dios mío, dame paciencia o te juro que éste hoy se traga los dientes», pensó, intentando mantener su autocontrol.
Jeffrey continuaba atosigándola y su paciencia comenzaba a hacer aguas. Tras mirarle, deseó soltarle un buen Mawashi Hiti Ate con el codo seguido de un Mae Geri con la punta del pie. Pero conteniendo sus impulsos más animales, se limitó a responderle todo lo educadamente que pudo.
—Gracias Jeffrey. Y ahora, adiós Jeffrey.
Pero él la volvió a sujetar y ella, con cara de pocos amigos, le taladró con los ojos.
—Vamos a ver, pedazo de sordo, ¿en qué idioma he de decirte que me dejes en paz? ¿Que me estás atosigando y que al final voy a cometer una locura?
El, se acercó a ella con una de sus encantadoras sonrisas.
—Mmmmm nena, me encanta cuando sacas tu carácter español —le cuchicheó al oído.
Mirándole incrédula mientras la gente les empujaba al pasar junto a ellos, cansada, agotada y terriblemente enfadada, soltó la bolsa de deporte para acercarse a él, que no se movió un centímetro.
—A ver... Te lo digo por última vez. Deja de perseguirme. Deja de acosarme o... —le siseó en la cara.
—Deja de decir tonterías, cielo. Quiero que vuelvas a casa. Te necesito —respondió él, sorprendiéndola.
Incapaz de razonar, con un rápido movimiento le cogió del codo y se lo dobló, haciéndole agachar en una actitud de lo más humillante sin importarle cómo les miraba la gente.
—Antes se congela el infierno, a que yo vuelva contigo, ¡so merluzo! —le silbó al oído.
Y dicho esto, le soltó una patada en el trasero que hizo que Jeffrey cayera de bruces contra el suelo. Él se levantó como un resorte, avergonzado. En ese momento aparecieron megan y rachel que miraron a su amiga alucinadas.
—¿Cómo has podido hacerme esto? —gruñó, enfadado.
Con una sonrisa de satisfacción en los labios, se acercó para intimidarle.
—Esto sólo ha sido un toque, Jeffrey. Te estoy diciendo que me dejes en paz, y te lo estoy diciendo muy relajada. Pero oye, mi paciencia se está acabando y a partir de ahora, cada vez que te sienta cerca, te aseguro que terminarás por los suelos. ¿Entendido? —le respondió muy segura de su superioridad en combate.
Jeffrey, limpiándose la americana aún con la mano, le miró con gesto de enfado y, sin decir nada más, se dio la vuelta y se marchó. rachel y megan se acercaron hasta su amiga y, tras recoger la bolsa de deporte del suelo, se la llevaron a beber algo fresco. Lo necesitaba.
Media hora después, en un pub, mientras charlaban sobre lo ocurrido en la competición de karate y posteriormente con Jeffrey, rachel se acordó de algo.
—Cambiando de tema... ¡Me ha tocado un viaje! —gritó emocionada.
Aquello hizo reír a megan mientras santana se quedaba muy sorprendida.
—No me digas... ¿Adónde? —preguntó, asombrada.
—¡A Escocia! —respondieron rachel y megan, al unísono.
—¿Escocia? ¿Te ha tocado un viaje a Escocia? —rió santana, al recordar la cantidad de veces que habían planeado ir allí de vacaciones.
—Ay, santana, te juro que aún no me lo creo.
—¿Pero dónde te ha tocado? —preguntó ésta, aún riendo.
—En el polideportivo. Con la entrada te daban una papeleta. Y tras los combates, se ha procedido al sorteo. Cuando han dicho el número doscientos cuarenta y seis y he visto que era el mío, ¡casi me da un infarto!
—Lo corroboro —rió megan—. Si no es porque he gritado yo, aún estaría esta pánfila mirando el número con cara de perdida.
rachel miró a sus amigas y gimió, con gesto grave.
—Lo que pasa, chicas, es que el viaje es sólo para dos personas y somos tres.
Santana y megansonrieron. rachel era generosa y buena.
—No te preocupes, cariño —dijo megan—. Lleva a santaba contigo. Ella se merece salir y divertirse.
—¿Y tú qué? —preguntó santana—. Tú también necesitas salir y despejarte. Estoy segura de que unos días lejos de tu Pepe, os vendrá bien a los dos.
—Yo también estoy segura —protestó megan—. La verdad es que últimamente, aunque nos seguimos queriendo mucho, no hacemos más que discutir.
—¿Ves como te vendría bien a ti también? —confirmó santana, consciente de que Pepe y su amiga eran tal para cual. Aquella pequeña separación les vendría de lujo.
—Sí, pesada —contraatacó megan—. Pero tú necesitas espacio y no encontrarte al idiota de Jeffrey por todos los lados. No sé cómo hace para saber siempre en dónde estás. Es como si tuviera un radar localizador en cuanto a tu persona se refiere.
—Sí. Yo que tú comenzaría a pensar que te ha instalado un GPS —se burló rachel.
santana asintió. La insistencia y el encontrarse continuamente con su ex, la estaba volviendo paranoica.
—Sí. La verdad es que dejar de verle, oírle o leerle durante unos días no estaría mal. Pero no. Me niego megan. Tú también te mereces ir.
—Además está también tu sueño —le recordó megan—. Ir a Escocia significaría visitar el lugar con el que sueñas desde niña ¡no lo olvides!
santana sonrió al escuchar aquello. Era cierto. Podría visitar el castillo de Elcho y, por fin, conocerla.
—A ver, chicas —susurró rachel tras beber de su vaso—. Estoy pensando que este viaje sería algo fantástico para las tres. Sería una manera de estar solas y juntas unos días, antes de que megan vuelva definitivamente a España con su Pepe.
—¡Qué buena idea! Sería toda una aventura —aplaudió santana
—Oh, Dios, ¡sería colosal! —susurró megan emocionada.
Regresar a España era un hecho. Y aunque le costó decidirse, ya no había vuelta atrás. La empresa de Pepe regresaba a Madrid y con ella, ellos dos.
—¿Qué os parece... —propuso megan—, si vamos a la agencia de viajes que me han dicho los del sorteo y vemos qué se puede hacer?
Una hora después, las tres salían de la agencia con una sonrisa de oreja a oreja. Habían conseguido cambiar fechas y hoteles y, el viaje que en un principio era para dos, lo habían convertido en un pack para tres. Salían para Escocia al cabo de tres semanas.
Te esperare toda mi vida
Capitulo 3
Aquella mañana tras salir de su trabajo en EBC, santana se dirigió directamente a Pretty Ladies, la peluquería donde trabajaba rachel. Tenía una competición de karate aquel fin de semana y quería estar presentable. Al llegar, sonrió al ver allí a Megan.
—Vaya. Hoy toca día de peluquería y chicas. —Sí. Tengo unos pelos que parezco la bruja Lola —se mofó megan.
—Ven santana, siéntate aquí —le dijo rachel, a quien obedeció rápidamente.
Una hora después estaba, igual que megan, con la cabeza llena de papel de plata esperando a que le subieran las mechas y el tinte. Ambas comentaban los últimos cotilleos de las revistas del corazón cuando rachel se acercó a ellas.
—¿Todo bien? —preguntó.
megan levantó la cabeza y miró a sus amigas con gesto confuso.
—No. Nada está bien. ¿Por qué Norma Duval, hace alarde de semejante cuerpazo y yo tengo lo que tengo? Por favor... Está espectacular con este vestido blanco.
Rachel y santana miraron la revista que les enseñaba y tras asentir, santana dijo, mostrando la que estaba leyendo ella:
—Para mujer espectacular Cindy Crawford. ¿Pero habéis visto lo mona que va, incluso para hacer la compra? Es que me encanta. Os juro que si yo volviera a nacer, querría ser ella.
—Sí, es mona —asintió megan.
—¡Mona! —exclamó santana señalando la página—. Esta mujer es guapísima. Si es que lo tiene todo. Es perfecta. Tiene estilo, un nombre perfecto y unos hijos y marido divinos.
—Ah, para divina, ¡Paris Hilton! —farfulló rachel—. Ésa es quien yo quisiera ser. Lo tiene todo para mi gusto: rubia, cuerpito, dinero a raudales y un nombre y apellido con glamour, ¡Paris Hilton! Nada que ver con rachel Berry.
—Lo siento, pero yo soy más nacional —aclaró megan tras mirar a la tal Paris—. Prefiero a Norma Duval, El Cuerpazo.
Las tres bromearon durante un rato, ensalzando las virtudes de las mujeres que quisieran ser y sacando a relucir sus propios defectos. Finalmente rachel se llevó a megan al lavabo para retirarle el tratamiento capilar. En ese momento sonó el iPhone de santana. Era Jeffrey, su ex. Como un elefante en una cacharrería y cansada de sus continuas llamadas, contestó.
—¿Qué narices quieres ahora, pesado?
El hombre al escucharla se rió. Seguramente pensó que dado que ella era una mujer tan especial, no podía esperar otra contestación que no fuera aquella. Pero que, dado que la conocía tan bien, sabría llevarla rápidamente a su terreno.
—Hola, nena. Te echo de menos.
Al oír su voz, santana cerró los ojos. Aquel tono aterciopelado de Jeffrey la volvía loca. Pero no. No iba a permitirse dudar ni un segundo sobre su decisión. No le quería. Lo de ellos se había roto y no había marcha atrás.
—Jeffrey, ¿por qué me dices ahora esa sandez?
—Porque es verdad y para que no cuelgues sin escucharme.
Aquello la hizo sonreír. Cuando quería, Jeffrey era encantador. Se armó de paciencia.
—A ver, ¿qué quieres?
—Tengo una cena esta noche en casa de los Moore. Ya sabes, con Martha, Edward y compañía. ¿Qué me pongo, corbata oscura o clara?
Incrédula por la absurda pregunta, suspiró.
—Oscura, Jeffrey.
—¿Vienes conmigo? —la invitó él, de improviso.
—No.
—Por favor.
—No. Ni lo sueñes. Lleva a la pechugona de tu secretaria; esa jovencita que te mira con ojitos de gusarapo. Seguro que no dirá que no y quedarás muy bien ante tus amigotes.
Al escucharla, él resopló.
—Santana, cuando te lo pido a ti es porque no quiero llevar a otra.
—Te recuerdo que me dijiste que yo era una mujer mayor. ¡Vieja! Joder, Jeffrey, que tú tienes treinta y dos ¿Debo considerarte un vejestorio próximo a la jubilación?
Aquello hizo que Jeffrey suspirara con resignación.
—Cariño, escúchame. Yo no quise decirlo en ese sentido, pero te empeñas una y otra vez en creerlo. Sólo dije que la juventud de Priscilla me nubló la razón.
—¡Ja! Eso no te lo crees tú ni jarto de vino —se mofó ella.
—Nena, créeme.
Eso la hizo reír. Jeffrey, aún pillado con otra, intentaba justificar su error. No creía que aquello no se lo iba a perdonar. Le había descubierto con su joven y guapa secretaria en uno de sus ya famosos viajes de trabajo. Y la había llamado ¡Vieja! ¡Madura! Aún se le abrían las carnes cada vez que recordaba aquel momento. Quiso darle una sorpresa para su cumpleaños y la sorprendida fue ella, al llegar y encontrarles en plena cabalgada.
—Venga no te hagas de rogar. Sé que los Moore te caen muy bien. Además, estará Martha. Ella y tú siempre os...
—No voy a ir ¿cómo tengo que decírtelo? Tú y yo ya no somos pareja. Y por favor, deja de llamarme. No quiero verte. No quiero saber nada de ti ¿Lo entiendes de una santa vez?
—No. No lo entiendo.
A punto de soltar un chillido por la cabezonería de aquel hombre, que no paraba de atosigarla, intentó no gritar.
—Mira, Jeffrey. Olvídate de que existo, ¿vale? Deja de llamarme, mandarme mensajitos, enviarme flores a casa y acosarme en el trabajo. Por Dios, ¡que cansino te estás poniendo!
—No. No voy a parar hasta que vuelvas conmigo, nena.
—¡Y un cuerno! —alzó la voz, atrayendo la mirada de toda la peluquería—. No voy a volver contigo porque no quiero. Sinceramente, tengo amor propio y madurez. Te recuerdo que me llamaste «vieja» por tener casi treinta años y, ¿sabes lo que te digo? ¡Que te den!
—Cariño... Escucha...
—No. No escucho ¿Y sabes por qué? Porque mi vejez y madurez hacen que me quiera a mí misma y no tengo intención de ir rayando los marcos de las puertas al pasar porque tú, ¡so mierda!, desees corretear y ponerme los cuernos con cada jovencita que se cruce en tu camino.
—Pero nena...
—¡Ni nena ni leches! —gritó fuera de sí—. Me importa un bledo que seas guapo, que tengas dinero a raudales e incluso tu maldita posición social. ¿Y sabes por qué? Porque me importo, me quiero y necesito ser feliz. ¡Sola! ¿Entendiste? S O L A no con un merluzo como tú, que no aprecia a una mujer como yo hasta que la pierde. Y a mí, me has perdido. Por lo tanto, ¡adiós!
Dicho esto, colgó y suspiró al mismo tiempo cerraba los ojos para calmarse. No iba a volver a caer en el rollito Jeffrey. No, no y no. De pronto, un estallido de aplausos le hizo mirar al frente. Toda la peluquería, de pie, daba palmas. Ella simplemente miró a sus amigas, se encogió de hombros y sonrió.
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Capitulo 4
Si algo le gustaba y desestresaba a sanatana era practicar karate, un deporte que rachel tuvo que dejar por culpa de una lesión. Era ponerse el kimono y ajustarse el tintaron negro a la cintura, y la seguridad y concentración se apoderaba de ella. Por eso siempre que su trabajo en EBC se lo permitía, se inscribía en las competiciones. Por suerte para ella, la mayoría de las veces salía victoriosa. Era una buena karateka y ella lo sabía. Gozaba del empuje necesario para ganar medallas y honrar a su profesor, compañeros y gimnasio.
Aquella tarde, la mujer rubia que le había tocado como adversaria en el tatami la estudiaba con atención. Con seguridad, se tantearon hasta que se lanzaron al ataque. La mujer del kimono azul estaba nerviosa. Demasiado nerviosa. Y ella, con tranquilidad, consiguió encajar un Yoko Geri Kekomi certero. Dos puntos. La rubia había oído hablar de ella, y pudo comprobar su seguridad y sangre fría cuando, sin esperárselo, recibió un Uchi Geri Fumikomi que la barrió y la hizo caer. Sin dejarla reaccionar, la inmovilizó en el suelo. Ganó aquel combate y los dos siguientes. Quedó segunda en el campeonato en la categoría sénior femenino.
Pero la alegría se le borró del rostro tras recibir su medalla, cuando vio entre el público a Jeffrey ¿Qué narices hacía él allí? Como era de esperar, iba tan guapo y conjuntado como siempre y aplaudía con orgullo.
Después de una merecida ducha con sus compañeras, que bromearon con las incidencias ocurridas en la competición, se puso unos vaqueros y una camiseta rosa de manga corta de Gurú. Salió de los vestuarios y buscó a sus amigas entre el público. Pero antes de que se pudiera mover, una mano la agarró.
—Nena ¡has estado colosal!
«Dios mío, dame paciencia o te juro que éste hoy se traga los dientes», pensó, intentando mantener su autocontrol.
Jeffrey continuaba atosigándola y su paciencia comenzaba a hacer aguas. Tras mirarle, deseó soltarle un buen Mawashi Hiti Ate con el codo seguido de un Mae Geri con la punta del pie. Pero conteniendo sus impulsos más animales, se limitó a responderle todo lo educadamente que pudo.
—Gracias Jeffrey. Y ahora, adiós Jeffrey.
Pero él la volvió a sujetar y ella, con cara de pocos amigos, le taladró con los ojos.
—Vamos a ver, pedazo de sordo, ¿en qué idioma he de decirte que me dejes en paz? ¿Que me estás atosigando y que al final voy a cometer una locura?
El, se acercó a ella con una de sus encantadoras sonrisas.
—Mmmmm nena, me encanta cuando sacas tu carácter español —le cuchicheó al oído.
Mirándole incrédula mientras la gente les empujaba al pasar junto a ellos, cansada, agotada y terriblemente enfadada, soltó la bolsa de deporte para acercarse a él, que no se movió un centímetro.
—A ver... Te lo digo por última vez. Deja de perseguirme. Deja de acosarme o... —le siseó en la cara.
—Deja de decir tonterías, cielo. Quiero que vuelvas a casa. Te necesito —respondió él, sorprendiéndola.
Incapaz de razonar, con un rápido movimiento le cogió del codo y se lo dobló, haciéndole agachar en una actitud de lo más humillante sin importarle cómo les miraba la gente.
—Antes se congela el infierno, a que yo vuelva contigo, ¡so merluzo! —le silbó al oído.
Y dicho esto, le soltó una patada en el trasero que hizo que Jeffrey cayera de bruces contra el suelo. Él se levantó como un resorte, avergonzado. En ese momento aparecieron megan y rachel que miraron a su amiga alucinadas.
—¿Cómo has podido hacerme esto? —gruñó, enfadado.
Con una sonrisa de satisfacción en los labios, se acercó para intimidarle.
—Esto sólo ha sido un toque, Jeffrey. Te estoy diciendo que me dejes en paz, y te lo estoy diciendo muy relajada. Pero oye, mi paciencia se está acabando y a partir de ahora, cada vez que te sienta cerca, te aseguro que terminarás por los suelos. ¿Entendido? —le respondió muy segura de su superioridad en combate.
Jeffrey, limpiándose la americana aún con la mano, le miró con gesto de enfado y, sin decir nada más, se dio la vuelta y se marchó. rachel y megan se acercaron hasta su amiga y, tras recoger la bolsa de deporte del suelo, se la llevaron a beber algo fresco. Lo necesitaba.
Media hora después, en un pub, mientras charlaban sobre lo ocurrido en la competición de karate y posteriormente con Jeffrey, rachel se acordó de algo.
—Cambiando de tema... ¡Me ha tocado un viaje! —gritó emocionada.
Aquello hizo reír a megan mientras santana se quedaba muy sorprendida.
—No me digas... ¿Adónde? —preguntó, asombrada.
—¡A Escocia! —respondieron rachel y megan, al unísono.
—¿Escocia? ¿Te ha tocado un viaje a Escocia? —rió santana, al recordar la cantidad de veces que habían planeado ir allí de vacaciones.
—Ay, santana, te juro que aún no me lo creo.
—¿Pero dónde te ha tocado? —preguntó ésta, aún riendo.
—En el polideportivo. Con la entrada te daban una papeleta. Y tras los combates, se ha procedido al sorteo. Cuando han dicho el número doscientos cuarenta y seis y he visto que era el mío, ¡casi me da un infarto!
—Lo corroboro —rió megan—. Si no es porque he gritado yo, aún estaría esta pánfila mirando el número con cara de perdida.
rachel miró a sus amigas y gimió, con gesto grave.
—Lo que pasa, chicas, es que el viaje es sólo para dos personas y somos tres.
Santana y megansonrieron. rachel era generosa y buena.
—No te preocupes, cariño —dijo megan—. Lleva a santaba contigo. Ella se merece salir y divertirse.
—¿Y tú qué? —preguntó santana—. Tú también necesitas salir y despejarte. Estoy segura de que unos días lejos de tu Pepe, os vendrá bien a los dos.
—Yo también estoy segura —protestó megan—. La verdad es que últimamente, aunque nos seguimos queriendo mucho, no hacemos más que discutir.
—¿Ves como te vendría bien a ti también? —confirmó santana, consciente de que Pepe y su amiga eran tal para cual. Aquella pequeña separación les vendría de lujo.
—Sí, pesada —contraatacó megan—. Pero tú necesitas espacio y no encontrarte al idiota de Jeffrey por todos los lados. No sé cómo hace para saber siempre en dónde estás. Es como si tuviera un radar localizador en cuanto a tu persona se refiere.
—Sí. Yo que tú comenzaría a pensar que te ha instalado un GPS —se burló rachel.
santana asintió. La insistencia y el encontrarse continuamente con su ex, la estaba volviendo paranoica.
—Sí. La verdad es que dejar de verle, oírle o leerle durante unos días no estaría mal. Pero no. Me niego megan. Tú también te mereces ir.
—Además está también tu sueño —le recordó megan—. Ir a Escocia significaría visitar el lugar con el que sueñas desde niña ¡no lo olvides!
santana sonrió al escuchar aquello. Era cierto. Podría visitar el castillo de Elcho y, por fin, conocerla.
—A ver, chicas —susurró rachel tras beber de su vaso—. Estoy pensando que este viaje sería algo fantástico para las tres. Sería una manera de estar solas y juntas unos días, antes de que megan vuelva definitivamente a España con su Pepe.
—¡Qué buena idea! Sería toda una aventura —aplaudió santana
—Oh, Dios, ¡sería colosal! —susurró megan emocionada.
Regresar a España era un hecho. Y aunque le costó decidirse, ya no había vuelta atrás. La empresa de Pepe regresaba a Madrid y con ella, ellos dos.
—¿Qué os parece... —propuso megan—, si vamos a la agencia de viajes que me han dicho los del sorteo y vemos qué se puede hacer?
Una hora después, las tres salían de la agencia con una sonrisa de oreja a oreja. Habían conseguido cambiar fechas y hoteles y, el viaje que en un principio era para dos, lo habían convertido en un pack para tres. Salían para Escocia al cabo de tres semanas.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
ooooooooooooooooo me a encantadooo tu ficcccc a qui me tienes fiel lectoraaa , diosss quieroooo quieroo que santana este pronto en escocia no puedo imganar nisiquiera se me ocurre como es que se encontrara con el pasado lo soñara o se teletransportara al pasado y sera rea o solo seran puros sueños awwwwww. estoyyyy impactada xd
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Te esperare toda mi vida Capitulo 5 Actualizacion
Hola y gracias por tu comentario, esta muy interesante la historia espero que este capitulo sea de tu agrado. (Chicas por favor comenten) Un beso desde cuba
Te esperare toda mi vida
Capitulo 5
El viaje hasta Edimburgo resultó una locura. Tuvieron que ir en el tren, rodeadas de varias familias plagadas de niños; los mocosos no dejaron de llorar y pisotearlas. Aunque los siguientes días, visitando las maravillas que aquella preciosa ciudad les ofrecía, consiguieron que se olvidaran de todo.
Porque, como auténticas giris, corretearon y se inflaron a hacer fotografías del impresionante castillo de la ciudad antes de quedarse medio sordas escuchando anonadadas las salvas de los cañones que, con puntualidad británica, atronaron la ciudad como venían haciendo desde hacía más de dos siglos cada día a la una de la tarde. Se patearon todas las calles que podían resultar históricas, compraron recuerdos y regalos, visitaron el parlamento y, cuando ya no podían con los pies, decidieron ir a darles un descansito mientras cuchicheaban en los bancos de la Catedral de St. Giles.
Pero lo que más les sorprendió fue que, cuando salían de visitar el museo medieval del predicador John Knox —fundador de la iglesia presbiteriana de Escocia—, se encontraron con el rodaje de una película.
Por lo visto la Metro Goldwyn Mayer, estaba filmando un largometraje sobre la vida de María II de Inglaterra y su esposo Guillermo III.
—¿Qué pasada? —susurró santana incrédula, observando toda aquella parafernalia.
—Ay Dios... Aquél de allí, vestido de cura, ¿no es Javier Bardem? —gritó megan al ver a un actor.
Y allí, parapetadas en un lateral para que nadie las echara por molestas, perdieron el resto de la tarde mientras contemplaban perplejas a los extras de la película que, ataviados con harapos y ropajes de época, pasaban ante ellas con gestos tristes, caras sucias y espadas impresionantes.
Pero, antes de abandonar la capital y seguir su periplo por tierras escocesas, no pudieron resistirse a la tentación de visitar Cassmarket, uno de los barrios más antiguos. Mientras tomaban una típica pinta de cerveza en uno de los numerosos pubs de la zona, rachel comentó:
—¿Os imagináis esta plaza cuando la utilizaban de matadero municipal de villanos y ladrones? Aquí pone —dijo señalando su guía Trotamundos—, que en la antigüedad estaba llena de patíbulos y la gente venía en masa para presenciar las ejecuciones.
—¡Qué desagradable eres, hija! —respondió santana poniendo los ojos en blanco mientras intentaba borrar la imagen contemplando los muros del imponente castillo que se elevaba sobre sus cabezas—. Aunque, pensándolo bien... ¡de alguno de esos colgaba yo a mi Jeffrey! ¡Qué plasta es el jodío, ni aquí me deja en paz!
Megan y rachel soltaron una carcajada y, durante un buen rato, estuvieron haciendo bromas a costa del pobre Jeffrey, dando rienda suelta a su imaginación con un sinfín de torturas medievales.
—Chicas —interrumpió por fin meganla broma—, vamos a quitarnos el mal sabor de boca en la fuente esa que nos has comentado, rachel; esa tan antigua que anda por aquí cerquita.
—¿La West Bow Well?
—Sí, esa —contestaron al unísono santana y megan
Y mientras recorrían las angostas callejuelas, perdidas entre los muros de piedra oscura de los edificios históricos, después de haberse hecho otra ingente cantidad de fotografías junto al bastión de la primera red de aguas de Edimburgo, toparon con algo que llamó poderosamente su atención. Especialmente a santana, que era una fanática de las almonedas.
—Mirad cuántas tiendas de antigüedades. Vamos a verlas —gritó emocionada.
—Fiuuuuu... ¡La que va a caer! —silbó megan,mirando hacia el cielo, que de pronto comenzó a ponerse oscuro y amenazante.
Se internaron en aquella calle y sus especiales locales lo más deprisa que pudieron. Allí se vendían cuadros, tapices, armaduras, lanzas... Todo; absolutamente todo lo que pudiera considerarse un objeto antiguo.
Mientras megan y rachel se probaban unas pulseras en uno de los comercios, santana se sintió atraída como un imán hacia una pequeña tienda. Al entrar, un olor a antigüedad y musgo fresco inundó sus fosas nasales. Eso le gustó. Y tras saludar con una sonrisa a la anciana que regentaba el comercio, comenzó a admirar la mercancía en venta. Vio pendientes, lámparas, anillos, colchas, cabeceros de cama y pulseras. Pero lo que realmente le maravilló fue un espejo ovalado de cobre y plata. Lo tocó con delicadeza y, sin saber por qué, sonrió.
—¿Busca algo especial señorita? —preguntó la mujer caminando hacia ella.
—No. Sólo admiro las cosas tan bonitas que vende. Tiene una tienda preciosa —susurró, mirando el espejo con curiosidad.
—Gracias —respondió la anciana—. Veo que le gustan las antigüedades.
—Me encantan —afirmó santana—. Soy de la opinión de que todos estos objetos tan maravillosos tienen un pasado que perdurará en el tiempo mientras sean usados.
La mujer regresó al mostrador, metió las manos en un bolso color cereza y sacó algo envuelto en terciopelo azul. Luego regresó junto a la muchacha.
—Ábralo. Estoy segura de que le gustará.
Sorprendida, tomó lo que le entregaba, retiró con cuidado el terciopelo y, ante ella, apareció un fino colgante. Era la mitad de un corazón tallado en piedra blanca, rodeado por una filigrana de metal.
—¡Qué preciosidad! —exclamó maravillada.
—Sí. Es una pieza única que mi marido encontró hace unos años en el mar. Por su labrado y estas letras gaélicas se ve que perteneció a una antigua familia escocesa.
Santana suspiró al escucharla. Seguro que costaba un pastón y ella no se lo podía permitir.
—No me cabe la menor duda. Se ve que es algo diferente y especial, pero creo que yo no puedo comprarlo. Mi presupuesto no da para este tipo de caprichos —se quejó santana, haciendo sonreír a la anciana de ojos claros.
—Pruébeselo —insistió la anciana—. Pruébeselo y mírese en ese espejo que tanto ha llamado su atención. Quizá podamos llegar a un acuerdo.
—Es usted una vendedora insistente —protestó santana, riéndose.
Con el colgante en la mano, se acercó al pulido objeto que le devolvía su imagen y se lo probó. En ese instante, un rayo iluminó la tienda y el sonido del trueno la asustó, haciendo que saltara hacia atrás.
—Uf... qué susto me he llevado. Cómo ha retumbado todo —rió santana, tocándose el corazón.
La anciana la miró a través del espejo con una cariñosa sonrisa.
—No se asuste señorita. Una antigua leyenda escocesa dice que las tormentas como ésta, liberan las almas.
—¿Las almas? —preguntó la joven, y la anciana asintió al tiempo que la tocaba con familiaridad el rostro para retirarle el flequillo de la cara.
—Mi bisabuela contaba que cuando un rayo azulado ilumina el cielo y retumba el trueno a la par, es porque algo del pasado está por comenzar.
—Qué cosas más raras dice usted —susurró santana mirándola.
En ese momento sonó su iPhone. Al ver que era Jeffrey, suspiró y maldijo en voz baja. Apagó el aparato e intentó olvidarse de él. Era un plasta.
—Mi bisabuela era una estupenda contadora de leyendas —dijo la mujer consiguiendo que la muchacha se mirara en el espejo—. El colgante le favorece y le queda muy bien —murmuró la anciana con una sonrisa cómplice—. Según mi abuela, cuando a alguien le regalan un colgante, puede pedir un deseo al viento.
Sorprendida, santana sonrió y pensó divertida: «Si es cierto, deseo que Jeffrey se enamore de otra persona y se olvide de mí. ¡Para siempre!»
—Si me compra el espejo —continuó la mujer—, le regalo el colgante para que el deseo que usted pida se cumpla. Boquiabierta, miró a la mujer.
—¡Está de broma...! Estas antigüedades cuestan mucho dinero y yo...
La vendedora no la dejó terminar.
—Si lo hago es porque sé que ambas cosas pertenecieron a la misma familia y no quiero que se separen.
—¿De veras? —murmuró santana volviéndose a admirar en el espejo.
—Se lo prometo.
—¿Sabe de qué siglo son?
—El colgante creo que es del siglo XIV y el espejo del XVI o del XVII, pero no se lo puedo asegurar. Mi vieja cabeza no da para más, aunque recuerdo haber escuchado a mi bisabuela que el espejo perteneció al Duquesa de Wemyss.
—¿Duquesa de Wemyss?
En ese momento megan y rachel irrumpieron en la tienda. Al ver a santana hablando al fondo de la misma con aquella mujer, entraron con rapidez interrumpiendo su conversación.
—Madre mía, mi niña, ¡no veas cómo llueve! —dijo rachel acercándose a su amiga—. Oh, ¡qué colgante más bonito! ¿Te lo vas a comprar?
—No sé. La señora dice que si le compro el espejo, me lo regala. Pero aún no me ha dicho el precio del espejo y, por la antigüedad que tiene, me imagino que será escandaloso.
—La verdad es que ambos son preciosos —asintió megan Y tras cruzar una mirada con rachel, se dirigió a la anciana que las observaba desde el mostrador—. Señora, ¿cuánto cuesta el espejo?
La mujer asintió con una dulce sonrisa.
—Les hago un precio especial. Les dejo las dos cosas por quinientas libras esterlinas. En euros, seiscientos; incluido el transporte hasta donde ustedes me indiquen.
—¡Vendido! —rió la canaria sorprendiendo a santana—. Será un regalo de megan y mío para tu nueva casa y tu nueva vida ¿qué te parece?
Santana no sabía qué decir.
—¿Estáis seguras? Es mucho dinero y... —susurró mirando a sus amigas, emocionada.
—Cierra el pico —la silenció megan—. Siempre te han gustado los objetos antiguos y queríamos comprarte algo especial. Ahora creo que lo hemos encontrado.
La anciana confirmó aquello con un movimiento de cabeza y una encantadora sonrisa en los labios. santana, finalmente, aceptó el presente de sus amigas.
—Pues ya ha escuchado, señora, ¡me lo llevo!
Te esperare toda mi vida
Capitulo 5
El viaje hasta Edimburgo resultó una locura. Tuvieron que ir en el tren, rodeadas de varias familias plagadas de niños; los mocosos no dejaron de llorar y pisotearlas. Aunque los siguientes días, visitando las maravillas que aquella preciosa ciudad les ofrecía, consiguieron que se olvidaran de todo.
Porque, como auténticas giris, corretearon y se inflaron a hacer fotografías del impresionante castillo de la ciudad antes de quedarse medio sordas escuchando anonadadas las salvas de los cañones que, con puntualidad británica, atronaron la ciudad como venían haciendo desde hacía más de dos siglos cada día a la una de la tarde. Se patearon todas las calles que podían resultar históricas, compraron recuerdos y regalos, visitaron el parlamento y, cuando ya no podían con los pies, decidieron ir a darles un descansito mientras cuchicheaban en los bancos de la Catedral de St. Giles.
Pero lo que más les sorprendió fue que, cuando salían de visitar el museo medieval del predicador John Knox —fundador de la iglesia presbiteriana de Escocia—, se encontraron con el rodaje de una película.
Por lo visto la Metro Goldwyn Mayer, estaba filmando un largometraje sobre la vida de María II de Inglaterra y su esposo Guillermo III.
—¿Qué pasada? —susurró santana incrédula, observando toda aquella parafernalia.
—Ay Dios... Aquél de allí, vestido de cura, ¿no es Javier Bardem? —gritó megan al ver a un actor.
Y allí, parapetadas en un lateral para que nadie las echara por molestas, perdieron el resto de la tarde mientras contemplaban perplejas a los extras de la película que, ataviados con harapos y ropajes de época, pasaban ante ellas con gestos tristes, caras sucias y espadas impresionantes.
Pero, antes de abandonar la capital y seguir su periplo por tierras escocesas, no pudieron resistirse a la tentación de visitar Cassmarket, uno de los barrios más antiguos. Mientras tomaban una típica pinta de cerveza en uno de los numerosos pubs de la zona, rachel comentó:
—¿Os imagináis esta plaza cuando la utilizaban de matadero municipal de villanos y ladrones? Aquí pone —dijo señalando su guía Trotamundos—, que en la antigüedad estaba llena de patíbulos y la gente venía en masa para presenciar las ejecuciones.
—¡Qué desagradable eres, hija! —respondió santana poniendo los ojos en blanco mientras intentaba borrar la imagen contemplando los muros del imponente castillo que se elevaba sobre sus cabezas—. Aunque, pensándolo bien... ¡de alguno de esos colgaba yo a mi Jeffrey! ¡Qué plasta es el jodío, ni aquí me deja en paz!
Megan y rachel soltaron una carcajada y, durante un buen rato, estuvieron haciendo bromas a costa del pobre Jeffrey, dando rienda suelta a su imaginación con un sinfín de torturas medievales.
—Chicas —interrumpió por fin meganla broma—, vamos a quitarnos el mal sabor de boca en la fuente esa que nos has comentado, rachel; esa tan antigua que anda por aquí cerquita.
—¿La West Bow Well?
—Sí, esa —contestaron al unísono santana y megan
Y mientras recorrían las angostas callejuelas, perdidas entre los muros de piedra oscura de los edificios históricos, después de haberse hecho otra ingente cantidad de fotografías junto al bastión de la primera red de aguas de Edimburgo, toparon con algo que llamó poderosamente su atención. Especialmente a santana, que era una fanática de las almonedas.
—Mirad cuántas tiendas de antigüedades. Vamos a verlas —gritó emocionada.
—Fiuuuuu... ¡La que va a caer! —silbó megan,mirando hacia el cielo, que de pronto comenzó a ponerse oscuro y amenazante.
Se internaron en aquella calle y sus especiales locales lo más deprisa que pudieron. Allí se vendían cuadros, tapices, armaduras, lanzas... Todo; absolutamente todo lo que pudiera considerarse un objeto antiguo.
Mientras megan y rachel se probaban unas pulseras en uno de los comercios, santana se sintió atraída como un imán hacia una pequeña tienda. Al entrar, un olor a antigüedad y musgo fresco inundó sus fosas nasales. Eso le gustó. Y tras saludar con una sonrisa a la anciana que regentaba el comercio, comenzó a admirar la mercancía en venta. Vio pendientes, lámparas, anillos, colchas, cabeceros de cama y pulseras. Pero lo que realmente le maravilló fue un espejo ovalado de cobre y plata. Lo tocó con delicadeza y, sin saber por qué, sonrió.
—¿Busca algo especial señorita? —preguntó la mujer caminando hacia ella.
—No. Sólo admiro las cosas tan bonitas que vende. Tiene una tienda preciosa —susurró, mirando el espejo con curiosidad.
—Gracias —respondió la anciana—. Veo que le gustan las antigüedades.
—Me encantan —afirmó santana—. Soy de la opinión de que todos estos objetos tan maravillosos tienen un pasado que perdurará en el tiempo mientras sean usados.
La mujer regresó al mostrador, metió las manos en un bolso color cereza y sacó algo envuelto en terciopelo azul. Luego regresó junto a la muchacha.
—Ábralo. Estoy segura de que le gustará.
Sorprendida, tomó lo que le entregaba, retiró con cuidado el terciopelo y, ante ella, apareció un fino colgante. Era la mitad de un corazón tallado en piedra blanca, rodeado por una filigrana de metal.
—¡Qué preciosidad! —exclamó maravillada.
—Sí. Es una pieza única que mi marido encontró hace unos años en el mar. Por su labrado y estas letras gaélicas se ve que perteneció a una antigua familia escocesa.
Santana suspiró al escucharla. Seguro que costaba un pastón y ella no se lo podía permitir.
—No me cabe la menor duda. Se ve que es algo diferente y especial, pero creo que yo no puedo comprarlo. Mi presupuesto no da para este tipo de caprichos —se quejó santana, haciendo sonreír a la anciana de ojos claros.
—Pruébeselo —insistió la anciana—. Pruébeselo y mírese en ese espejo que tanto ha llamado su atención. Quizá podamos llegar a un acuerdo.
—Es usted una vendedora insistente —protestó santana, riéndose.
Con el colgante en la mano, se acercó al pulido objeto que le devolvía su imagen y se lo probó. En ese instante, un rayo iluminó la tienda y el sonido del trueno la asustó, haciendo que saltara hacia atrás.
—Uf... qué susto me he llevado. Cómo ha retumbado todo —rió santana, tocándose el corazón.
La anciana la miró a través del espejo con una cariñosa sonrisa.
—No se asuste señorita. Una antigua leyenda escocesa dice que las tormentas como ésta, liberan las almas.
—¿Las almas? —preguntó la joven, y la anciana asintió al tiempo que la tocaba con familiaridad el rostro para retirarle el flequillo de la cara.
—Mi bisabuela contaba que cuando un rayo azulado ilumina el cielo y retumba el trueno a la par, es porque algo del pasado está por comenzar.
—Qué cosas más raras dice usted —susurró santana mirándola.
En ese momento sonó su iPhone. Al ver que era Jeffrey, suspiró y maldijo en voz baja. Apagó el aparato e intentó olvidarse de él. Era un plasta.
—Mi bisabuela era una estupenda contadora de leyendas —dijo la mujer consiguiendo que la muchacha se mirara en el espejo—. El colgante le favorece y le queda muy bien —murmuró la anciana con una sonrisa cómplice—. Según mi abuela, cuando a alguien le regalan un colgante, puede pedir un deseo al viento.
Sorprendida, santana sonrió y pensó divertida: «Si es cierto, deseo que Jeffrey se enamore de otra persona y se olvide de mí. ¡Para siempre!»
—Si me compra el espejo —continuó la mujer—, le regalo el colgante para que el deseo que usted pida se cumpla. Boquiabierta, miró a la mujer.
—¡Está de broma...! Estas antigüedades cuestan mucho dinero y yo...
La vendedora no la dejó terminar.
—Si lo hago es porque sé que ambas cosas pertenecieron a la misma familia y no quiero que se separen.
—¿De veras? —murmuró santana volviéndose a admirar en el espejo.
—Se lo prometo.
—¿Sabe de qué siglo son?
—El colgante creo que es del siglo XIV y el espejo del XVI o del XVII, pero no se lo puedo asegurar. Mi vieja cabeza no da para más, aunque recuerdo haber escuchado a mi bisabuela que el espejo perteneció al Duquesa de Wemyss.
—¿Duquesa de Wemyss?
En ese momento megan y rachel irrumpieron en la tienda. Al ver a santana hablando al fondo de la misma con aquella mujer, entraron con rapidez interrumpiendo su conversación.
—Madre mía, mi niña, ¡no veas cómo llueve! —dijo rachel acercándose a su amiga—. Oh, ¡qué colgante más bonito! ¿Te lo vas a comprar?
—No sé. La señora dice que si le compro el espejo, me lo regala. Pero aún no me ha dicho el precio del espejo y, por la antigüedad que tiene, me imagino que será escandaloso.
—La verdad es que ambos son preciosos —asintió megan Y tras cruzar una mirada con rachel, se dirigió a la anciana que las observaba desde el mostrador—. Señora, ¿cuánto cuesta el espejo?
La mujer asintió con una dulce sonrisa.
—Les hago un precio especial. Les dejo las dos cosas por quinientas libras esterlinas. En euros, seiscientos; incluido el transporte hasta donde ustedes me indiquen.
—¡Vendido! —rió la canaria sorprendiendo a santana—. Será un regalo de megan y mío para tu nueva casa y tu nueva vida ¿qué te parece?
Santana no sabía qué decir.
—¿Estáis seguras? Es mucho dinero y... —susurró mirando a sus amigas, emocionada.
—Cierra el pico —la silenció megan—. Siempre te han gustado los objetos antiguos y queríamos comprarte algo especial. Ahora creo que lo hemos encontrado.
La anciana confirmó aquello con un movimiento de cabeza y una encantadora sonrisa en los labios. santana, finalmente, aceptó el presente de sus amigas.
—Pues ya ha escuchado, señora, ¡me lo llevo!
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
deoooooossss mioooooooo todoooo calsaaaa yo ya quierooo imaginarme santana poniedose el collar y transportándose atraves del espejo o algo asi xd emosiooooon como sera cuando vea a brit ahahahahahah
saludosss y me encantaaaaaaaa este fic
saludosss y me encantaaaaaaaa este fic
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Jaja me gusta tu imaginación pero será algo más que eso, no todo será perfecto al primer momento
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Te esperare toda mi vida Capitulo 6 y 7 ACTUALIZACION
Hola chicas, eh visto que lo han leido pero no se porque no se animan a comentar, espero que les guste estos dos capitulos, un beso
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Capitulo 6
Cuando la tormenta amainó, y una vez que facilitaron a la anciana la dirección donde debía de entregar lo que habían comprado, continuaron la visita a la ciudad.
Cada rincón, edificio, torre o callejuela las dejaba estupefactas. Y después de haber pateado en todas las direcciones la Royal Mile, Rachel sorprendió a sus amigas con otra de sus vehementes exclamaciones.
—Anda, mirad... Incluso desde aquí se ve el cachirulo ese que parece tan bonito desde la ventana de nuestro hotel —dijo, señalando la oscura torre.
—¿Cachirulo? —se mofó santana tocándose el colgante. Desde que se lo había puesto no había podido dejar de acariciarlo—. Ese monumento tendrá un nombre, digo yo...
Rachel, que se había erigido en guía local e iba provista de toda la información posible, miró el folleto antes de responder.
—Se llama The Hub. Es uno de los iconos de Edimburgo. Aquí pone que es la sede administrativa del Festival Internacional de la ciudad.
—Madre mía, los años que debe de tener eso —se asombró Megan
—Pues no, no es tan viejo —respondió rachel—. Según la guía, ni siquiera es un edificio medieval. Por lo visto se construyó hace menos de ciento cincuenta años.
—¿Menos de ciento cincuenta años? —se extrañó santana—. Pues quién lo diría. Parece tan antiguo que... —En ese momento sonó su iPhone, interrumpiéndola, y al ver quien llamaba, soltó una retahíla de blasfemias y quejas—. ¡Me cago en la madre que lo parió! Pero ¿cómo puede ser tan plasta? ¿Es que no me va a dejar en paz?
No hizo falta preguntar quién era. Todas sabían que era el pesado de Jeffrey que, incluso en la distancia, continuaba atosigándola. megan le arrebató el móvil, lo apagó y se lo guardó en el bolsillo.
—Adiós, don Tiquismiquis.
Tras unas risas, se sentaron en una de las tabernas del lugar donde pidieron unas pintas para refrescarse la garganta.
—Qué bonito es Edimburgo. Sabía que iba a gustarme, pero está superando mis expectativas —suspiró rahel
—Sí, es mágico y especial —asintió santana, volviendo a acariciar el colgante que sus amigas le habían regalado.
—¿Y qué me decís de sus hombres? —preguntó divertida megan
—Puf, pues normalitos. Todavía no he visto a ningún highlander de esos que quitan el hipo, cómo los de las novelas que leo —se quejó santana
—Mujer... Esos hombres ya no existen —la consoló megan, gran consumidora de novela romántica medieval—. Los de hoy en día no son tan guerreros ni impetuosos como los de antes. Aunque los del pub de anoche tenían muy buena pinta.
La conversación, aderezada con una buena porción de risas y bromas, degeneró rápidamente en los hombres.
—¿A qué hora salimos mañana para Perth? —interrumpió santana las divagaciones.
—Lo mejor es que lo hagamos prontito. ¿Qué os parece a las cuatro de la madrugada? —preguntó megan
—Hija, de verdad, te gusta madrugar más que al repartidor del pan Bimbo —se mofó sanatana.
megan al escucharla hizo un mohín y claudicó.
—Vale... A las cinco, pero no más tarde.
—Está programada la visita al castillo de Elcho, ¿verdad?
—Por supuesto. Ya te has encargado tú de repetirlo más de mil veces.
santana sonrió. Quería ver de cerca aquel castillo. Necesitaba comprobar por sí misma el lugar que aparecía en sus sueños. Quizá, si iba, entendería por qué soñaba con él
—Bueno señora conductora —instigó rachel a megan con sarcasmo—. ¿Cuál es el itinerario, una vez salgamos de Edimburgo?
—De aquí directas al castillo de Elcho y de allí a Perth. En Perth estaremos unos días para visitar la ciudad y los castillos de Huntingtower y Palacio Scone. Después volvemos a Edimburgo para asistir, la noche antes de irnos, a una cena-espectáculo medieval. Y, tras eso, fin del viaje rumbo a casita ¿Os parece bien?
Juana y Montse asintieron al unísono. El viaje tenía muy buena pinta.
Te esperare toda mi vida
Capitulo 7
El corazón de santana latía a mil por hora cuando llegaron al castillo de Elcho. Estar en aquel lugar y poder tocar con mimo sus piedras, hizo que el corazón se le encogiera de emoción. Ante ella estaba la gran fortaleza del siglo XVI con la que soñaba desde niña. Apenas podía hablar. Sólo era capaz de admirar el entorno.
Sus amigas sonrieron al verla en aquel estado. santana les había hablado muchas veces de aquel extraño sueño recurrente y entendieron su emoción.
—Bueno... ¿Qué te parece verlo en vivo y en directo? — preguntó megan
—Alucinante.
—¿Es como esperabas? —dijo rachel
—Es aún mejor —balbuceó santana saliendo del coche.
Allí estaba el castillo, el bosque de flores multicolores y el paisaje. Los árboles entre los que, en su sueño, aparecía aquel hombre a lomos de su corcel negro.
Tardaron un buen rato en encontrar a los guardeses de la residencia para poder pagar la visita. Eran dos ancianos que, tras ofrecerles agua fresca, incomprensiblemente no les dejaron abonar la entrada. Como excusa esgrimieron que, al ser la única visita de ese día, estaban invitadas a ver con tranquilidad la fortaleza, los jardines y sus alrededores. Aquella actitud tan rara les resultó extraña, pero aceptaron encantas.
Recorrieron todas las dependencias sin prisa, aunque les fue imposible acceder a las habitaciones del piso superior, ya que el techo se había caído y estaba pendiente de su reconstrucción. En la planta baja visitaron la cocina, sonriendo al ver lo grande y espaciosa que era; husmearon en las habitaciones del servicio y bromearon cuando rachel, con una de sus payasadas, se tiró encima de uno de los camastros . Una de las estancias que más llamó su atención fue la salita, por lo soleada que era; unos grandes y rectangulares ventanales facilitaban la entrada de luz, que bañaba el interior de un color suave y especial.
Guía en mano, pasaron finalmente a otra pieza que enseguida identificaron como el salón principal. Allí había muebles de épocas pasadas, una gran chimenea y, sobre ella, varios retratos. Pero el que a santana dejó estupefacta, fue el que estaba justo encima del enorme hogar. En él se veía a una mujer de pelo largo y rubio, con desafiantes ojos azules cuya mirada parecía traspasarla, junto a un impresionante caballo negro. Aquello le aceleró el corazón y le erizó el vello del cuerpo. No, no podía ser... ¿O sí?
Pero tras tragar con dificultad el nudo de emociones que colapso en su garganta, lo supo. Era ella. Aquélla era la mujer de sus sueños. La que cabalgaba hacia ella en el corcel oscuro y la miraba con pasión.
—¿Qué te pasa, mi niña? —preguntó rachel al verla respirar con dificultad.
Era la primera vez que santana se quedaba sin palabras. No podía apartar los ojos de aquel retrato mientras a su alrededor un extraño silencio la hacía escuchar lenta y pausadamente el latir de su propio corazón.
—Es ella —consiguió balbucear—. Es la mujer que aparece en mis sueños.
Sus amigas la entendieron de inmediato.
—santana, hermosa, ¡si es que hasta en sueños te las buscas cañón! —respondio megan en tono de guasa.
—Y que lo digas, mi niña —asintió rachel mirando el retrato.
—Lo tuyo no tiene nombre jamía —continuó megan—. ¿De verdad me estás diciendo que ésta pedaza de tía, con más morbo que la mismísimo Heather morris, es la que irrumpe en tus sueños desde niña? —santana, aún en estado de shock, asintió haciendo que megan, sorprendida, murmurara para sí misma—. Si vuelvo a nacer, definitivamente quiero ser tú.
Santana no respondió, pero dio un paso hacia adelante para admirar el cuadro más de cerca. Por fin podía verle con claridad. Un extrañó júbilo la embargó, hasta que se fijó en que, del cuello de ella pendía un colgante muy parecido al que ella misma lucía.
—¡Ay, Dios! —gritó, asustando a sus amigas.
—¿Pero qué te ocurre ahora?
—Mirad su cuello.
—¿tan rapido santana? —dijo megan, bromeando, rachel al escucharla, sonrió.
—No me refiero a eso. Mirad el colgante que lleva al cuello ¿A que es muy parecido al que vosotras me habéis regalado?
Las tres muchachas, a pocos centímetros del retrato, examinaron con curiosidad el lienzo.
—Pues sí, linda. Si no es el mismo, es muy parecido —afirmó rachel
Cada vez más confusa, se alejó unos pasos del cuadro para estudiarlo desde la distancia. Pero seguía sin entender nada. Aún no sabía por qué soñaba con aquella mujer tan dama y enigmática. Durante un rato hizo oídos sordos a los frívolos comentarios de sus amigas.
—Su mirada es impactante —murmuró finalmente—. ¡Me encanta!
—¿A quién no le va a encantar esta tía? —respondió rachel—. Pero por Dios, mi niña, ¿tú has visto como está la highlander?
Las tres mujeres, paradas frente a aquel retrato, continuaron hablando durante un buen rato hasta que megan la agarró por la cintura.
—santana, es la primera vez que estoy de acuerdo con tu gusto en cuanto a mujeres—convino—. Esta es atractiva e interesante. Una auténtica highlander como los que salen en las novelas que leemos. ¡Ay Dios! tiene toda la pinta de ser una verdadera mujer de los de verdad; Pero, cariño, siento decirte que la guerrera de ojos azueles e impresionantes y cara de bruta, escocésa güenorra y resultóna para más señas, creo que la diñó hace unos cuantos siglos. Me parece que no tienes nada que hacer.
Aquel comentario la hizo reaccionar y sonreír. ¿Qué locuras estaba pensando? pero en ese momento, rachel interrumpió sus pensamientos.
—Según pone en este cartelito, la bella se llamaba Brittany Carmichael, duquesa de Wemyss.
A santana la sangre se le paralizó en las venas al escuchar aquel título nobiliario.
—¡¿Duquesa de Wemyss?! —preguntó en un hilo de voz, sintiendo que el corazón iba a saltar de su pecho al recordar a la anciana de la tienda de antigüedades.
—Eso pone aquí.
Con el susto reflejado en la mirada, les contó a sus amigas lo que la vendedora le había comentado respecto al espejo, al colgante y la duquesa de Wemyss. Eso les volvió a dejar boquiabiertas y de sus labios salieron mil especulaciones. Después de divagar frente al retrato, megan se fijó en una especie de urna situada en un lateral del salón. Dentro había un papel amarillento con una enigmática leyenda.
—¡La madre del cordero! Mirad lo que pone en este pergamino. —Con rapidez, las chicas fueron hasta allí mientras ella leía—: «Cuando me mires a los ojos y escuches el latido de tu corazón, sabrás que soy yo» Firmado, Brittany Carmichael, duquesa de Wemyss.
Las tres se miraron confundidas. Justo en ese momento, un trueno rasgó el silencio.
—Vámonos de aquí. ¡Rápido! ¡Ya! —susurró santana sobresaltada.
Sin mirar atrás, las muchachas salieron del castillo. Los guardeses se despidieron y ellas desaparecieron en el coche que habían alquilado.
Montse miró hacia el cielo, que se había oscurecido, y del que empezaban a caer unas gotas enormes. Inconscientemente dirigió la vista hacia la derecha. Allí estaba el bosque de sus sueños, junto al lago Tay. Durante una fracción de segundo deseó ver aparecer al cla dama en su corcel negro. Pero no. Eso no podía ser, ¿verdad?
TE ESPERARE TODA MI VIDA
Capitulo 6
Cuando la tormenta amainó, y una vez que facilitaron a la anciana la dirección donde debía de entregar lo que habían comprado, continuaron la visita a la ciudad.
Cada rincón, edificio, torre o callejuela las dejaba estupefactas. Y después de haber pateado en todas las direcciones la Royal Mile, Rachel sorprendió a sus amigas con otra de sus vehementes exclamaciones.
—Anda, mirad... Incluso desde aquí se ve el cachirulo ese que parece tan bonito desde la ventana de nuestro hotel —dijo, señalando la oscura torre.
—¿Cachirulo? —se mofó santana tocándose el colgante. Desde que se lo había puesto no había podido dejar de acariciarlo—. Ese monumento tendrá un nombre, digo yo...
Rachel, que se había erigido en guía local e iba provista de toda la información posible, miró el folleto antes de responder.
—Se llama The Hub. Es uno de los iconos de Edimburgo. Aquí pone que es la sede administrativa del Festival Internacional de la ciudad.
—Madre mía, los años que debe de tener eso —se asombró Megan
—Pues no, no es tan viejo —respondió rachel—. Según la guía, ni siquiera es un edificio medieval. Por lo visto se construyó hace menos de ciento cincuenta años.
—¿Menos de ciento cincuenta años? —se extrañó santana—. Pues quién lo diría. Parece tan antiguo que... —En ese momento sonó su iPhone, interrumpiéndola, y al ver quien llamaba, soltó una retahíla de blasfemias y quejas—. ¡Me cago en la madre que lo parió! Pero ¿cómo puede ser tan plasta? ¿Es que no me va a dejar en paz?
No hizo falta preguntar quién era. Todas sabían que era el pesado de Jeffrey que, incluso en la distancia, continuaba atosigándola. megan le arrebató el móvil, lo apagó y se lo guardó en el bolsillo.
—Adiós, don Tiquismiquis.
Tras unas risas, se sentaron en una de las tabernas del lugar donde pidieron unas pintas para refrescarse la garganta.
—Qué bonito es Edimburgo. Sabía que iba a gustarme, pero está superando mis expectativas —suspiró rahel
—Sí, es mágico y especial —asintió santana, volviendo a acariciar el colgante que sus amigas le habían regalado.
—¿Y qué me decís de sus hombres? —preguntó divertida megan
—Puf, pues normalitos. Todavía no he visto a ningún highlander de esos que quitan el hipo, cómo los de las novelas que leo —se quejó santana
—Mujer... Esos hombres ya no existen —la consoló megan, gran consumidora de novela romántica medieval—. Los de hoy en día no son tan guerreros ni impetuosos como los de antes. Aunque los del pub de anoche tenían muy buena pinta.
La conversación, aderezada con una buena porción de risas y bromas, degeneró rápidamente en los hombres.
—¿A qué hora salimos mañana para Perth? —interrumpió santana las divagaciones.
—Lo mejor es que lo hagamos prontito. ¿Qué os parece a las cuatro de la madrugada? —preguntó megan
—Hija, de verdad, te gusta madrugar más que al repartidor del pan Bimbo —se mofó sanatana.
megan al escucharla hizo un mohín y claudicó.
—Vale... A las cinco, pero no más tarde.
—Está programada la visita al castillo de Elcho, ¿verdad?
—Por supuesto. Ya te has encargado tú de repetirlo más de mil veces.
santana sonrió. Quería ver de cerca aquel castillo. Necesitaba comprobar por sí misma el lugar que aparecía en sus sueños. Quizá, si iba, entendería por qué soñaba con él
—Bueno señora conductora —instigó rachel a megan con sarcasmo—. ¿Cuál es el itinerario, una vez salgamos de Edimburgo?
—De aquí directas al castillo de Elcho y de allí a Perth. En Perth estaremos unos días para visitar la ciudad y los castillos de Huntingtower y Palacio Scone. Después volvemos a Edimburgo para asistir, la noche antes de irnos, a una cena-espectáculo medieval. Y, tras eso, fin del viaje rumbo a casita ¿Os parece bien?
Juana y Montse asintieron al unísono. El viaje tenía muy buena pinta.
Te esperare toda mi vida
Capitulo 7
El corazón de santana latía a mil por hora cuando llegaron al castillo de Elcho. Estar en aquel lugar y poder tocar con mimo sus piedras, hizo que el corazón se le encogiera de emoción. Ante ella estaba la gran fortaleza del siglo XVI con la que soñaba desde niña. Apenas podía hablar. Sólo era capaz de admirar el entorno.
Sus amigas sonrieron al verla en aquel estado. santana les había hablado muchas veces de aquel extraño sueño recurrente y entendieron su emoción.
—Bueno... ¿Qué te parece verlo en vivo y en directo? — preguntó megan
—Alucinante.
—¿Es como esperabas? —dijo rachel
—Es aún mejor —balbuceó santana saliendo del coche.
Allí estaba el castillo, el bosque de flores multicolores y el paisaje. Los árboles entre los que, en su sueño, aparecía aquel hombre a lomos de su corcel negro.
Tardaron un buen rato en encontrar a los guardeses de la residencia para poder pagar la visita. Eran dos ancianos que, tras ofrecerles agua fresca, incomprensiblemente no les dejaron abonar la entrada. Como excusa esgrimieron que, al ser la única visita de ese día, estaban invitadas a ver con tranquilidad la fortaleza, los jardines y sus alrededores. Aquella actitud tan rara les resultó extraña, pero aceptaron encantas.
Recorrieron todas las dependencias sin prisa, aunque les fue imposible acceder a las habitaciones del piso superior, ya que el techo se había caído y estaba pendiente de su reconstrucción. En la planta baja visitaron la cocina, sonriendo al ver lo grande y espaciosa que era; husmearon en las habitaciones del servicio y bromearon cuando rachel, con una de sus payasadas, se tiró encima de uno de los camastros . Una de las estancias que más llamó su atención fue la salita, por lo soleada que era; unos grandes y rectangulares ventanales facilitaban la entrada de luz, que bañaba el interior de un color suave y especial.
Guía en mano, pasaron finalmente a otra pieza que enseguida identificaron como el salón principal. Allí había muebles de épocas pasadas, una gran chimenea y, sobre ella, varios retratos. Pero el que a santana dejó estupefacta, fue el que estaba justo encima del enorme hogar. En él se veía a una mujer de pelo largo y rubio, con desafiantes ojos azules cuya mirada parecía traspasarla, junto a un impresionante caballo negro. Aquello le aceleró el corazón y le erizó el vello del cuerpo. No, no podía ser... ¿O sí?
Pero tras tragar con dificultad el nudo de emociones que colapso en su garganta, lo supo. Era ella. Aquélla era la mujer de sus sueños. La que cabalgaba hacia ella en el corcel oscuro y la miraba con pasión.
—¿Qué te pasa, mi niña? —preguntó rachel al verla respirar con dificultad.
Era la primera vez que santana se quedaba sin palabras. No podía apartar los ojos de aquel retrato mientras a su alrededor un extraño silencio la hacía escuchar lenta y pausadamente el latir de su propio corazón.
—Es ella —consiguió balbucear—. Es la mujer que aparece en mis sueños.
Sus amigas la entendieron de inmediato.
—santana, hermosa, ¡si es que hasta en sueños te las buscas cañón! —respondio megan en tono de guasa.
—Y que lo digas, mi niña —asintió rachel mirando el retrato.
—Lo tuyo no tiene nombre jamía —continuó megan—. ¿De verdad me estás diciendo que ésta pedaza de tía, con más morbo que la mismísimo Heather morris, es la que irrumpe en tus sueños desde niña? —santana, aún en estado de shock, asintió haciendo que megan, sorprendida, murmurara para sí misma—. Si vuelvo a nacer, definitivamente quiero ser tú.
Santana no respondió, pero dio un paso hacia adelante para admirar el cuadro más de cerca. Por fin podía verle con claridad. Un extrañó júbilo la embargó, hasta que se fijó en que, del cuello de ella pendía un colgante muy parecido al que ella misma lucía.
—¡Ay, Dios! —gritó, asustando a sus amigas.
—¿Pero qué te ocurre ahora?
—Mirad su cuello.
—¿tan rapido santana? —dijo megan, bromeando, rachel al escucharla, sonrió.
—No me refiero a eso. Mirad el colgante que lleva al cuello ¿A que es muy parecido al que vosotras me habéis regalado?
Las tres muchachas, a pocos centímetros del retrato, examinaron con curiosidad el lienzo.
—Pues sí, linda. Si no es el mismo, es muy parecido —afirmó rachel
Cada vez más confusa, se alejó unos pasos del cuadro para estudiarlo desde la distancia. Pero seguía sin entender nada. Aún no sabía por qué soñaba con aquella mujer tan dama y enigmática. Durante un rato hizo oídos sordos a los frívolos comentarios de sus amigas.
—Su mirada es impactante —murmuró finalmente—. ¡Me encanta!
—¿A quién no le va a encantar esta tía? —respondió rachel—. Pero por Dios, mi niña, ¿tú has visto como está la highlander?
Las tres mujeres, paradas frente a aquel retrato, continuaron hablando durante un buen rato hasta que megan la agarró por la cintura.
—santana, es la primera vez que estoy de acuerdo con tu gusto en cuanto a mujeres—convino—. Esta es atractiva e interesante. Una auténtica highlander como los que salen en las novelas que leemos. ¡Ay Dios! tiene toda la pinta de ser una verdadera mujer de los de verdad; Pero, cariño, siento decirte que la guerrera de ojos azueles e impresionantes y cara de bruta, escocésa güenorra y resultóna para más señas, creo que la diñó hace unos cuantos siglos. Me parece que no tienes nada que hacer.
Aquel comentario la hizo reaccionar y sonreír. ¿Qué locuras estaba pensando? pero en ese momento, rachel interrumpió sus pensamientos.
—Según pone en este cartelito, la bella se llamaba Brittany Carmichael, duquesa de Wemyss.
A santana la sangre se le paralizó en las venas al escuchar aquel título nobiliario.
—¡¿Duquesa de Wemyss?! —preguntó en un hilo de voz, sintiendo que el corazón iba a saltar de su pecho al recordar a la anciana de la tienda de antigüedades.
—Eso pone aquí.
Con el susto reflejado en la mirada, les contó a sus amigas lo que la vendedora le había comentado respecto al espejo, al colgante y la duquesa de Wemyss. Eso les volvió a dejar boquiabiertas y de sus labios salieron mil especulaciones. Después de divagar frente al retrato, megan se fijó en una especie de urna situada en un lateral del salón. Dentro había un papel amarillento con una enigmática leyenda.
—¡La madre del cordero! Mirad lo que pone en este pergamino. —Con rapidez, las chicas fueron hasta allí mientras ella leía—: «Cuando me mires a los ojos y escuches el latido de tu corazón, sabrás que soy yo» Firmado, Brittany Carmichael, duquesa de Wemyss.
Las tres se miraron confundidas. Justo en ese momento, un trueno rasgó el silencio.
—Vámonos de aquí. ¡Rápido! ¡Ya! —susurró santana sobresaltada.
Sin mirar atrás, las muchachas salieron del castillo. Los guardeses se despidieron y ellas desaparecieron en el coche que habían alquilado.
Montse miró hacia el cielo, que se había oscurecido, y del que empezaban a caer unas gotas enormes. Inconscientemente dirigió la vista hacia la derecha. Allí estaba el bosque de sus sueños, junto al lago Tay. Durante una fracción de segundo deseó ver aparecer al cla dama en su corcel negro. Pero no. Eso no podía ser, ¿verdad?
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
ooooooo mierdaaa esta muy muy bueno ahora si que me ha atrapado , tranquila cariño creo que tarde o temprano vendran mas comentarios y no solo los mios , pero me alegra ser tu primera lectora y fiel , no abandones el fic amo que actualizes siempre y no me dejes mucho tiempo sufriendo , ahora respecto ala histria con esa nota quee se han encontrado las chicas yo solo siento que britney ya sabe quien es santana no se porq , y ahahahah no se pero quiero ese momentoooo donde se reencuentren <3
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Holaa :)
Soy tu nueva lectora!!.. :)
está genial el fic.. muy interesante..
Pero me dejaste con la intriga .. :)
No importa .. espero tu actualización.. no vaayas a tardar mucho si??? :)
Besos
Alii C:
Soy tu nueva lectora!!.. :)
está genial el fic.. muy interesante..
Pero me dejaste con la intriga .. :)
No importa .. espero tu actualización.. no vaayas a tardar mucho si??? :)
Besos
Alii C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Hola gracias por leer, en estos momentos estoy en mi escuela en la noche subiré un capítulos y si veo más comentarios subiré otra más..! Saludos
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
ves nikooo te dije que tarde o temprano llegaria mas gente :D , pero yo sigo siendo tu primera lectora y eso me ase muy muy muy feliz un beso preciosa y estare atenta a la actualizacion .
un beso
un beso
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Te esperare toda mi vida Capitulo 8 ACTUALIZACION
Hola Buenas noches, gracias por comentar y bueno desde aquí comienza la aventura, les tengo una buena y una malas, la mala es que no podre actualizar hasta el domingo por la mañana y la buena que actualizare dos o tres capítulos, mis razones ps tengo que ir el fin de semana con mis padres, porque hacemos una fiesta con toda nuestra familia gigantes abuelos, tios ,primos, de todo un poco, bueno aqui va espero que les guste.. Un beso..
Te esperaré toda mi vida
Capitulo 8
Los días que estuvieron en Perth fueron maravillosos y disfrutaron de la bonita y mágica ciudad, pero santana no se relajó. Sólo podía pensar en lo ocurrido y en lo extraño de toda aquella situación. No había vuelto a soñar con la mujer, pero inexplicablemente no podía dejar de pensar en ella. Visitaron el castillo de Huntingtower y el Palacio de Scone, pero no volvieron al Castillo de Elcho. santaa se negó. Incomprensiblemente, aquel lugar ahora la asustaba y no entendía el porqué.
Días después regresaron a Edimburgo. Una vez en el cómodo y confortable hotel Nuevo Estilo, rachel preguntó desde la ducha:
—¿A qué hora es la cena medieval?
—El bus nos recoge en la recepción a las cinco y media. La cena comienza a las siete y se celebra en un recinto junto al puerto de Leith.
—Todo ello suponiendo que no nos lleve el aire y no llueva. Creo que va a caer una buena —dijo santana mirando por la ventana mientras se tocaba el colgante—. ¿Habéis visto el viento que hace hoy?
En ese momento rachelsalió del baño.
—Os recuerdo que a Edimburgo se la conoce como la Ciudad de los Vientos —dijo, en plan maestra de escuela—. Venga, poneros vuestras galas medievales y vayamos a pasarlo bien. Con un poco de suerte hoy le subimos la falda a alguno con gaita y vemos si llevan tanguita o no.
Se vistieron con la indumentaria que habían comprado para la ocasión y bajaron a la recepción arrastrando sus faldas largas. Desde allí un autobús las llevó, junto a cientos de transeúntes, hasta el puerto de Leith. Querían divertirse.
La cena fue curiosa. Todo el mundo iba vestido para la ocasión y parecían que estaban en plena época medieval. Degustaron productos típicos de la zona, mientras unos hombres vestidos con armaduras recreaban combates medievales y, tras el espectáculo, aún sobraba tiempo para pasear por el pequeño mercadillo medieval. Un lugar donde, además de poder comprar baratijas, se podía encontrar queso, whisky o jabones artesanales de diferentes olores.
El iPhone que santana llevaba en el bolsillo de la falda sonó y, como era de esperar, era Jeffrey. Suspiró y descolgó.
—Hola, nena. ¿Cómo va tu viaje?
—Maravilloso —respondió escuetamente—. ¿Qué quieres?
Sintió la duda de su ex novio al otro lado del auricular y se alertó. Le conocía muy bien. Esa actitud no era normal.
—Jeffrey, ¿qué quieres? —Volvió a preguntar.
—Estoy cenando con Martha y Constantino y me acordé de ti. ¿Vuelves mañana? ¿Quieres que vaya a buscarte al tren?
«No, por Dios. Ya volvemos a las andadas...», pensó con desesperación.
—Mira, Jeffrey, no sé cuando voy a volver y... —mintió, pero él la interrumpió.
—Nena, cuando regreses tenemos que hablar. Hay algo que quiero decirte personalmente. Por favor, por favor, cuando estés en Londres, llámame. El tono de aquel ruego la inquietó.
—¿Qué ocurre Jeffrey? —no pudo evitar indagar.
—Cuando vuelvas hablamos.
—No —exigió ella—. Dime qué pasa, ahora. Por el timbre de tu voz sé que es importante.
Montse escuchó a su ex resoplar.
—Montse —le explicó él—. Estoy saliendo con alguien y me gusta mucho. Sólo quería decirte que lo nuestro se ha roto definitivamente y...
—¡Pero eso es perfecto! —le interrumpió con alegría al escucharle.
Sin embargo, el corazón le saltó en el pecho al recordar que días atrás, cuando compraba el colgante, la anciana le dijo que podía pedir un deseo; exactamente ésa había sido su petición.
—Nena, yo te he querido mucho, pero Hanna ha aparecido en mi vida y...
—No tienes que darme explicaciones —repitió al sentir su voz cargada, feliz por lo que él había confesado—. Creo que haces muy bien saliendo con otras mujeres y enamorándote de ellas. Lo nuestro se había acabado y tú lo sabes ¿verdad Jeffrey?
—Sí, lo sé. Pero quería ser sincero contigo y contártelo en persona.
Tras mantener con él una interesante charla, Montse cerró el iPhone con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué ocurre? —preguntó Juana.
—Chicas, ¡Jeffrey se ha enamorado! Me ha llamado para decirme que ha conocido a una tal Hanna y que, ¡pasa de mí!
Sus amigas al escuchar aquello, la miraron sorprendidas y aplaudieron divertidas.
—Pues listo. Un capítulo más de tu vida, cerrado —murmuró megan
—Ay, mi niña, cómo me alegro —susurró rachel con dulzura a su amiga, que estaba feliz por aquella noticia.
santana miró hacia el cielo. No se vislumbraba ni una estrella y, por lo rápido que corrían las nubes ante la resplandeciente luna llena, supuso que iba a llover.
—Creo que deberíamos volver al hotel, o nos empaparemos hasta los huesos.
Pero megan ya había visto algo que le' encantaba y gritó emocionada.
—Anda... Allí hay una gitana que lee el tarot. Vamos.
Sin esperar respuesta, corrió hacia la pequeña tienda amarilla. Sus amigas la siguieron y, antes de entrar en ella, comenzó a llover. La gitana les hizo sentar mientras miraba a santana con curiosidad. Primero leyó la mano a megan y despues a megan. Cuando le tocó el turno a santana, ésta negó con la cabeza.
—No, gracias señora. Yo no quiero saber nada de esto.
La mujer sonrió ¡Era ella! Le tomó la mano aun a pesar de sus protestas.
—¿Aún sigues sin creer en estas cosas, princesa?
Montse, al escuchar aquello, miró a la gitana a la cara por primera vez. Aunque su rostro estaba envejecido y ajado y el pelo se había vuelto canoso, aquellos penetrantes ojos violetas le hicieron recordar su nombre.
—¡Erika, La Escocesa! —gritó.
—Sí, cielo... Soy yo.
Conmovida por el gesto de felicidad que vio en la joven, la gitana se levantó y la acercó a su pecho. Ambas se fundieron en un abrazo lleno de calidez y amor. Un amor que, durante años, la gitana había ofrecido desinteresadamente, a espaldas del padre de la pequeña, cada vez que era su cumpleaños, llegaban las Navidades o se le caía un diente.
—¿Os conocéis? —preguntó megan, sorprendida.
Las dos asintieron y santana murmuró emocionada.
—Erika fue mi ángel de la guarda durante mi infancia, ella fue quien me enseñó que cantando, a veces se olvidan las penas y los problemas.
La gitana se emocionó al escucharla, pero quitó importancia a sus palabras y rió, mientras no perdía detalle y se fijaba en su colgante.
—No hagáis caso a mi princesa. Ella es una mujer valiente y especial. Yo solo estuve a su lado para besuquearla.
Feliz por aquel reencuentro, santana miró a la mujer y respondió aún incrédula.
—Pero... ¿tú qué haces por estas tierras?
—Ya ves... Regresé a mi hogar, Escocia. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? Lo último que supe de ti fue que vivías en Londres —repuso sentándose en una silla.
—Y allí vivo. Trabajo en una tienda de ropa de nuevos diseñadores, EBC. Aquí sólo estoy de vacaciones con mis amigas.
La gitana parecía encantada con lo que le contaba.
—Veo que te has convertido en una mujer tan preciosa como las que salen en las revistas —santana sonrió al entenderla—. ¿También te gusta tu trabajo?
—Sí, pero aún no he conseguido vivir en un castillo —se burló de sí misma, al reconocer que las preguntas de Erika obedecían a los deseos que pidió en su día.
—Bueno, cielo, dos de tres no es un mal porcentaje de aciertos, ¿verdad? Y, quién sabe, el tercero aún se puede cumplir.
Divertida por aquello, santana abrazó a la gitana.
—Venid conmigo. Vamos a mi caravana —las invitó.
Durante más de una hora, permanecieron dentro charlando y recordando los buenos tiempos. santana y Erika estaban poniéndose al día sobre sus respectivas vidas, cuando el sonido del viento llamó la atención de todas.
—Ufff, ¡qué viento se está levantado! —dijo rachel, al ver cómo se movía la caravana.
—No te preocupes —rió la gitana—. Es lo normal por estas tierras.
La luz hizo amago de irse, pero regresó. Sólo hubiera faltado que se quedaran a oscuras.
—¡Ay, Dios! Erika —gritó santana de pronto—. No me digas que la esfera que tienes allí es la misma de cuando yo era niña.
La gitana asintió. Santana se levantó y se acercó. Allí estaba aquella bola de cristal transparente que, durante años, había venerado con autentico amor. Sin poder evitarlo posó sus manos sobre ella y sonrió. Mientras rachel y megan cotorreaban, sentadas en un pequeño sillón, la gitana se aproximó por detrás y le preguntó:
—¿Quieres pedir tres deseos? La otra vez te gustó hacerlo. santana sonrió y la mujer cogió la bola y la llevó hasta la mesita para que todas la vieran. Las cuatro se sentaron a su alrededor y la gitana volvió a insistir.
—¿Quieres pedir tres deseos, cielo? Piensa que se han cumplido dos de los tres que pediste en su día y, mi niña, sigo pensado que tu felicidad te espera en el pasado. Por favor, no te lo niegues.
—¿Eso querrá decir que tengo que darle otra oportunidad a Jeffrey? —bromeó santana al escucharla.
—¡Ni loca, mi niña! —respondió rachel.
santanapuso sus manos sobre la bola y aceptó el desafío con ganas de diversión.
—Ya sabes, Erika, que yo no creo en estas cosas —se defendió, a pesar de todo.
—Lo sé, princesa. Pero estás en Escocia, tierra de leyendas, y aquí lo imposible puede hacerse realidad —susurró la mujer, al tiempo que fijaba la vista en el colgante.
—Venga mujer, no seas siesa —recriminó megan—. Pide una buena aventura para las tres. Algo impensable.
—Con hombres y mujeres impresionantes, mucha lujuria y desentreno —apostilló Juana.
—¿Aventura impensable, con hombres, mujeres lujuria y desenfreno? —repitió santana, sarcástica, y aquellas asintieron.
—¿Puedo pedir un deseo colectivo? —preguntó la joven, dejándose llevar por las tonterías que decían sus amigas.
—Sí —sonrió aquella—. Nunca se sabe lo que se puede cumplir.
Un trueno hizo retumbar el suelo y santana se sorprendió a sí misma cerrando los ojos y diciendo.
—Deseo conocer a la mujer que aparece en mis sueños.
—Mmmmm ¡Qué romántico! ¿Puedes pedir otro algo para mí? —sonrió rachel divertida.
—¡Vale! Incluyo una mujer para rachel en el lote. —Se rió al decir aquello.
—¿Tu segundo deseo? —preguntó la gitana de ojos brillantes, mientras la lluvia golpeaba el exterior de la caravana.
—Que esa aventura dure tres meses y esté acompañada por mis dos amigas.
—Oh, sí, ¡qué maravilla! —jaleó megan la propuesta.
—¿Y tu tercer deseo? —volvió a preguntar la gitana.
Pero cuando santana fue a responder, se escuchó un ruido infernal y la luz se apagó. Asustadas, salieron de la caravana. Un rayo había caído cerca y había partido un enorme roble en dos, además de ocasionar un apagón general en Edimburgo. Al ver la situación, santana miró a la gitana.
—Creo que es mejor que nos vayamos, Erika ¿Estarás por aquí mañana? —dijo, agobiada por la situación.
—No te preocupes, cielo, me encontrarás.
—¡Perfecto! Mañana, antes de salir hacia el aeropuerto, pasaré a darte un beso.
santana abrazó a la mujer y, junto a sus amigas, se encaminaron hacia donde les esperaba el autobús que las devolvería al hotel. Muertas de risa, y sumergidas en la oscuridad, se recogieron las complicadas faldas largas y corrieron por la orilla del embarcadero. De pronto, santana tropezó contra alguien y, para no perder el pie, se agarró a sus amigas. Las tres cayeron a las oscuras aguas del puerto de Leith, debido al impulso.
Te esperaré toda mi vida
Capitulo 8
Los días que estuvieron en Perth fueron maravillosos y disfrutaron de la bonita y mágica ciudad, pero santana no se relajó. Sólo podía pensar en lo ocurrido y en lo extraño de toda aquella situación. No había vuelto a soñar con la mujer, pero inexplicablemente no podía dejar de pensar en ella. Visitaron el castillo de Huntingtower y el Palacio de Scone, pero no volvieron al Castillo de Elcho. santaa se negó. Incomprensiblemente, aquel lugar ahora la asustaba y no entendía el porqué.
Días después regresaron a Edimburgo. Una vez en el cómodo y confortable hotel Nuevo Estilo, rachel preguntó desde la ducha:
—¿A qué hora es la cena medieval?
—El bus nos recoge en la recepción a las cinco y media. La cena comienza a las siete y se celebra en un recinto junto al puerto de Leith.
—Todo ello suponiendo que no nos lleve el aire y no llueva. Creo que va a caer una buena —dijo santana mirando por la ventana mientras se tocaba el colgante—. ¿Habéis visto el viento que hace hoy?
En ese momento rachelsalió del baño.
—Os recuerdo que a Edimburgo se la conoce como la Ciudad de los Vientos —dijo, en plan maestra de escuela—. Venga, poneros vuestras galas medievales y vayamos a pasarlo bien. Con un poco de suerte hoy le subimos la falda a alguno con gaita y vemos si llevan tanguita o no.
Se vistieron con la indumentaria que habían comprado para la ocasión y bajaron a la recepción arrastrando sus faldas largas. Desde allí un autobús las llevó, junto a cientos de transeúntes, hasta el puerto de Leith. Querían divertirse.
La cena fue curiosa. Todo el mundo iba vestido para la ocasión y parecían que estaban en plena época medieval. Degustaron productos típicos de la zona, mientras unos hombres vestidos con armaduras recreaban combates medievales y, tras el espectáculo, aún sobraba tiempo para pasear por el pequeño mercadillo medieval. Un lugar donde, además de poder comprar baratijas, se podía encontrar queso, whisky o jabones artesanales de diferentes olores.
El iPhone que santana llevaba en el bolsillo de la falda sonó y, como era de esperar, era Jeffrey. Suspiró y descolgó.
—Hola, nena. ¿Cómo va tu viaje?
—Maravilloso —respondió escuetamente—. ¿Qué quieres?
Sintió la duda de su ex novio al otro lado del auricular y se alertó. Le conocía muy bien. Esa actitud no era normal.
—Jeffrey, ¿qué quieres? —Volvió a preguntar.
—Estoy cenando con Martha y Constantino y me acordé de ti. ¿Vuelves mañana? ¿Quieres que vaya a buscarte al tren?
«No, por Dios. Ya volvemos a las andadas...», pensó con desesperación.
—Mira, Jeffrey, no sé cuando voy a volver y... —mintió, pero él la interrumpió.
—Nena, cuando regreses tenemos que hablar. Hay algo que quiero decirte personalmente. Por favor, por favor, cuando estés en Londres, llámame. El tono de aquel ruego la inquietó.
—¿Qué ocurre Jeffrey? —no pudo evitar indagar.
—Cuando vuelvas hablamos.
—No —exigió ella—. Dime qué pasa, ahora. Por el timbre de tu voz sé que es importante.
Montse escuchó a su ex resoplar.
—Montse —le explicó él—. Estoy saliendo con alguien y me gusta mucho. Sólo quería decirte que lo nuestro se ha roto definitivamente y...
—¡Pero eso es perfecto! —le interrumpió con alegría al escucharle.
Sin embargo, el corazón le saltó en el pecho al recordar que días atrás, cuando compraba el colgante, la anciana le dijo que podía pedir un deseo; exactamente ésa había sido su petición.
—Nena, yo te he querido mucho, pero Hanna ha aparecido en mi vida y...
—No tienes que darme explicaciones —repitió al sentir su voz cargada, feliz por lo que él había confesado—. Creo que haces muy bien saliendo con otras mujeres y enamorándote de ellas. Lo nuestro se había acabado y tú lo sabes ¿verdad Jeffrey?
—Sí, lo sé. Pero quería ser sincero contigo y contártelo en persona.
Tras mantener con él una interesante charla, Montse cerró el iPhone con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué ocurre? —preguntó Juana.
—Chicas, ¡Jeffrey se ha enamorado! Me ha llamado para decirme que ha conocido a una tal Hanna y que, ¡pasa de mí!
Sus amigas al escuchar aquello, la miraron sorprendidas y aplaudieron divertidas.
—Pues listo. Un capítulo más de tu vida, cerrado —murmuró megan
—Ay, mi niña, cómo me alegro —susurró rachel con dulzura a su amiga, que estaba feliz por aquella noticia.
santana miró hacia el cielo. No se vislumbraba ni una estrella y, por lo rápido que corrían las nubes ante la resplandeciente luna llena, supuso que iba a llover.
—Creo que deberíamos volver al hotel, o nos empaparemos hasta los huesos.
Pero megan ya había visto algo que le' encantaba y gritó emocionada.
—Anda... Allí hay una gitana que lee el tarot. Vamos.
Sin esperar respuesta, corrió hacia la pequeña tienda amarilla. Sus amigas la siguieron y, antes de entrar en ella, comenzó a llover. La gitana les hizo sentar mientras miraba a santana con curiosidad. Primero leyó la mano a megan y despues a megan. Cuando le tocó el turno a santana, ésta negó con la cabeza.
—No, gracias señora. Yo no quiero saber nada de esto.
La mujer sonrió ¡Era ella! Le tomó la mano aun a pesar de sus protestas.
—¿Aún sigues sin creer en estas cosas, princesa?
Montse, al escuchar aquello, miró a la gitana a la cara por primera vez. Aunque su rostro estaba envejecido y ajado y el pelo se había vuelto canoso, aquellos penetrantes ojos violetas le hicieron recordar su nombre.
—¡Erika, La Escocesa! —gritó.
—Sí, cielo... Soy yo.
Conmovida por el gesto de felicidad que vio en la joven, la gitana se levantó y la acercó a su pecho. Ambas se fundieron en un abrazo lleno de calidez y amor. Un amor que, durante años, la gitana había ofrecido desinteresadamente, a espaldas del padre de la pequeña, cada vez que era su cumpleaños, llegaban las Navidades o se le caía un diente.
—¿Os conocéis? —preguntó megan, sorprendida.
Las dos asintieron y santana murmuró emocionada.
—Erika fue mi ángel de la guarda durante mi infancia, ella fue quien me enseñó que cantando, a veces se olvidan las penas y los problemas.
La gitana se emocionó al escucharla, pero quitó importancia a sus palabras y rió, mientras no perdía detalle y se fijaba en su colgante.
—No hagáis caso a mi princesa. Ella es una mujer valiente y especial. Yo solo estuve a su lado para besuquearla.
Feliz por aquel reencuentro, santana miró a la mujer y respondió aún incrédula.
—Pero... ¿tú qué haces por estas tierras?
—Ya ves... Regresé a mi hogar, Escocia. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? Lo último que supe de ti fue que vivías en Londres —repuso sentándose en una silla.
—Y allí vivo. Trabajo en una tienda de ropa de nuevos diseñadores, EBC. Aquí sólo estoy de vacaciones con mis amigas.
La gitana parecía encantada con lo que le contaba.
—Veo que te has convertido en una mujer tan preciosa como las que salen en las revistas —santana sonrió al entenderla—. ¿También te gusta tu trabajo?
—Sí, pero aún no he conseguido vivir en un castillo —se burló de sí misma, al reconocer que las preguntas de Erika obedecían a los deseos que pidió en su día.
—Bueno, cielo, dos de tres no es un mal porcentaje de aciertos, ¿verdad? Y, quién sabe, el tercero aún se puede cumplir.
Divertida por aquello, santana abrazó a la gitana.
—Venid conmigo. Vamos a mi caravana —las invitó.
Durante más de una hora, permanecieron dentro charlando y recordando los buenos tiempos. santana y Erika estaban poniéndose al día sobre sus respectivas vidas, cuando el sonido del viento llamó la atención de todas.
—Ufff, ¡qué viento se está levantado! —dijo rachel, al ver cómo se movía la caravana.
—No te preocupes —rió la gitana—. Es lo normal por estas tierras.
La luz hizo amago de irse, pero regresó. Sólo hubiera faltado que se quedaran a oscuras.
—¡Ay, Dios! Erika —gritó santana de pronto—. No me digas que la esfera que tienes allí es la misma de cuando yo era niña.
La gitana asintió. Santana se levantó y se acercó. Allí estaba aquella bola de cristal transparente que, durante años, había venerado con autentico amor. Sin poder evitarlo posó sus manos sobre ella y sonrió. Mientras rachel y megan cotorreaban, sentadas en un pequeño sillón, la gitana se aproximó por detrás y le preguntó:
—¿Quieres pedir tres deseos? La otra vez te gustó hacerlo. santana sonrió y la mujer cogió la bola y la llevó hasta la mesita para que todas la vieran. Las cuatro se sentaron a su alrededor y la gitana volvió a insistir.
—¿Quieres pedir tres deseos, cielo? Piensa que se han cumplido dos de los tres que pediste en su día y, mi niña, sigo pensado que tu felicidad te espera en el pasado. Por favor, no te lo niegues.
—¿Eso querrá decir que tengo que darle otra oportunidad a Jeffrey? —bromeó santana al escucharla.
—¡Ni loca, mi niña! —respondió rachel.
santanapuso sus manos sobre la bola y aceptó el desafío con ganas de diversión.
—Ya sabes, Erika, que yo no creo en estas cosas —se defendió, a pesar de todo.
—Lo sé, princesa. Pero estás en Escocia, tierra de leyendas, y aquí lo imposible puede hacerse realidad —susurró la mujer, al tiempo que fijaba la vista en el colgante.
—Venga mujer, no seas siesa —recriminó megan—. Pide una buena aventura para las tres. Algo impensable.
—Con hombres y mujeres impresionantes, mucha lujuria y desentreno —apostilló Juana.
—¿Aventura impensable, con hombres, mujeres lujuria y desenfreno? —repitió santana, sarcástica, y aquellas asintieron.
—¿Puedo pedir un deseo colectivo? —preguntó la joven, dejándose llevar por las tonterías que decían sus amigas.
—Sí —sonrió aquella—. Nunca se sabe lo que se puede cumplir.
Un trueno hizo retumbar el suelo y santana se sorprendió a sí misma cerrando los ojos y diciendo.
—Deseo conocer a la mujer que aparece en mis sueños.
—Mmmmm ¡Qué romántico! ¿Puedes pedir otro algo para mí? —sonrió rachel divertida.
—¡Vale! Incluyo una mujer para rachel en el lote. —Se rió al decir aquello.
—¿Tu segundo deseo? —preguntó la gitana de ojos brillantes, mientras la lluvia golpeaba el exterior de la caravana.
—Que esa aventura dure tres meses y esté acompañada por mis dos amigas.
—Oh, sí, ¡qué maravilla! —jaleó megan la propuesta.
—¿Y tu tercer deseo? —volvió a preguntar la gitana.
Pero cuando santana fue a responder, se escuchó un ruido infernal y la luz se apagó. Asustadas, salieron de la caravana. Un rayo había caído cerca y había partido un enorme roble en dos, además de ocasionar un apagón general en Edimburgo. Al ver la situación, santana miró a la gitana.
—Creo que es mejor que nos vayamos, Erika ¿Estarás por aquí mañana? —dijo, agobiada por la situación.
—No te preocupes, cielo, me encontrarás.
—¡Perfecto! Mañana, antes de salir hacia el aeropuerto, pasaré a darte un beso.
santana abrazó a la mujer y, junto a sus amigas, se encaminaron hacia donde les esperaba el autobús que las devolvería al hotel. Muertas de risa, y sumergidas en la oscuridad, se recogieron las complicadas faldas largas y corrieron por la orilla del embarcadero. De pronto, santana tropezó contra alguien y, para no perder el pie, se agarró a sus amigas. Las tres cayeron a las oscuras aguas del puerto de Leith, debido al impulso.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
ooooooh nicoooo esta tannnnn buenooo , me pregunto por ke santana pidio tres meses =? sera el tiempo en el q santana valla al pasado ? o sera que LA CONOCERA EN EL PRESENTE COMO UNA REENCARNACION de la antigua cndesa? ahahahah dioss meooo estoy tan metidaa , esperare hasta tu actuaizacion kiss
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Holaa!!! :)
Está tan interesante... !! de verdad!! ya quiero ver que va a pasar.. ! :)
Esa Gitana es como misteriosa no?? jaja
Buenoo esperaré tu actualización...
Besos
Alii C:
Está tan interesante... !! de verdad!! ya quiero ver que va a pasar.. ! :)
Esa Gitana es como misteriosa no?? jaja
Buenoo esperaré tu actualización...
Besos
Alii C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Dios que interesante! siempre que veo una nueva historia dejo pasar varios capitulos para comenzar a leerlo, y definitivamente este ya me ha atrapado, ahora a esperar tu actualizacion!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 9 ACTUALIZACION
Hooooola buen dia, como estan me acabo de escapar del desayuno para subirles un capitulo mas, espero que pasen bien este domingo disfruten de este capitulo un beso desde la playa jaja...
TE ESPEARE TODA MI VIDA
Capitulo 9
—¡La madre que te parió, Santanita! Mira que eres patosa —chilló megan tras lograr salir del agua por una pequeña escalerita de madera rústica—. ¿Pero adonde estabas mirando?
—...Asumo lo de patosa ¡Lo siento! —se disculpó, quitándose el pelo enmarañado de la cara mientras la gente a su alrededor continuaba corriendo para resguardarse de la lluvia—. He debido chocar contra alguien y... No sé... no sé qué ha pasado.
—Ay, Dios... Estoy congelada. Tengo los pezones como dos botones —murmuró rachel, con todo el pelo pegado en la cara.
De pronto, las tres se miraron serias y comenzaron a reír. La situación era de lo más rocambolesca. Estaban en el puerto de Edimburgo, caladas hasta los huesos, con el maquillaje corrido por la cara y un aspecto patético. Una vez que se tranquilizaron, miraron hacia donde minutos antes estaba el autobús que las llevaría directas al hotel.
—¡Perfecto, hemos perdido el bus! Ahora nos tocará pillar un taxi y, en cuanto escuchen nuestro acento guiri, nos van a clavar. Ya lo veréis —se lamentó megan.
—Madre mía, qué oscuridad —susurró santana mirando a su alrededor—. No hay ni una sola luz en toda la ciudad. ¡Menudo apagón!
—Uf, no se ve ni un puñetero coche —se quejó rachel—. Pero si no recuerdo mal, podemos subir por allí hasta casi el castillo.
—¡Pero está diluviando! —se quejó megan.
—¡Y qué más da! —replicó santana—. Si ya estamos empapadas...
Ante ellas pasó una vieja carreta; debía de ser de los feriantes. santana la paró y preguntó a los ocupantes:
—¿Van ustedes hacia el castillo?
El matrimonio, extrañado por su acento, observó a las tres muchachas y asintió. santana volvió al ataque.
—¿Podrían llevarnos hasta allí? Se lo agradeceríamos mucho, mucho, muchísimo.
Cinco minutos después, las tres muchachas iban sentadas en la trasera de la carreta, empapadas y muertas de frío. Al rato, el rudimentario vehículo se detuvo y la mujer del feriante se bajó del pescante y se acercó a ellas.
—Se tienen que apear aquí. Nosotros seguimos viaje hacia Glasgow. Pero si suben por esa ladera, enseguida llegarán al lateral de la fortaleza.
Congeladas, se apearon y les dieron las gracias antes de echar a andar hacia donde la mujer les había indicado. Una vez que alcanzaron la muralla lateral del castillo, la rodearon y llegaron a una oscura y pestilente calle adoquinada.
—¡Qué peste! —se quejó megan
—Huele peor que el aliento de una hiena —corroboró santana.
Las otras dos se pinzaron la nariz con los dedos y asintieron. ¿En dónde estaban, que había semejante peste a podrido? Cinco minutos después, una vez que dejaron atrás el mal olor, comenzaron a subir una cuesta.
—¡Vamos por buen camino! —gritó encantada rachel— ¿Recordáis ese callejón y ese arco? —sus amigas negaron con la cabeza y ella prosiguió—. Si mal no recuerdo, el otro día nos paramos allí para contemplar El Hub. O como dijo megan, «el cachirulo» ese que sólo tiene ciento cincuenta años. ¿Lo recordáis?
—Ah, sí —asintió santana, mientras los dientes le castañeaban.
—Venga, ánimo, mis niñas. Detrás del Hub está nuestro hotel.
—Ay, Dios —susurró megan—. Estoy deseando llegar para quitarme esta ropa y darme una ducha calentita.
Una vez llegaron al callejón, las tres se pararon en seco. Fue megan la primera que habló.
—No veo nada, el apagón ha afectado a todo Edimburgo.
santana y rachel se quitaron el agua que corría por sus caras, era extraño, pero ante ellas sólo había oscuridad. No se veía la cúpula del Hub.
—Qué raro —susurró rachel, intentando ver más allá del diluvio—. Yo juraría que el Hub estaba allí...
—Pues una de dos, o ha encogido por la lluvia o no está —se quejó megan.
—Quizá te has equivocado de callejón —suspiró santana sacando su iPhone violeta del bolsillo—. Venga, continuemos andando.
Mientras caminaban en la oscuridad, intentó encender el aparato. Fue inútil. El móvil estaba empapado por el chapuzón en el puerto.
—¡Joder! ¿Pero dónde se meten los puñeteros taxis cuando se les necesita? —gruñó megan buscando a su alrededor.
La calle estaba vacía y oscura como la boca de un lobo, a excepción de un par de hombres y algunas mujeres con una pinta desastrosa.
—Mi iPhone no se enciende ¡Ha entrado en coma! Intentadlo vosotras; a ver si vuestros móviles pillan cobertura y podemos llamar a un taxi.
rachel sacó el suyo del bolsillo y, tras intentar encenderlo, inició una sarta de blasfemias.
—¡Mierda! Mi Blackberry está empapada y no furula. Con el pastón que me costó.
—Mi móvil tampoco va —suspiró megan—. Pero no me extraña, con el bañito que nos hemos dado, es para eso y más.
De pronto, megan reconoció algo y gritó.
—¡Mirad, eso es el Grassmarket! Allí está la West Bow.
Felices al encontrar un punto de referencia, las tres corrieron hacia la fuente. Estaban seguras de que si había un taxi libre en la zona, estaría allí; pero se sorprendieron al encontrar el lugar sombrío y solitario.
—Uf, verdaderamente Edimburgo es tenebroso por la noche —suspiró megan mirando a su alrededor—. Se me están poniendo los pelos como escarpias.
—Y que lo digas —asintió santana.
De pronto se escucharon gritos y, ni cortas ni perezosas, corrieron hacia donde parecía haber disturbios. Calle arriba, cuatro hombres asaltaban a una mujer y una niña. Las tenían acorraladas contra una pared y, por sus gestos, santana pudo ver que éstas tenían miedo. Un hombre se bajó de un coche de caballos e intentó acudir en su auxilio, pero los agresores le golpearon y derribaron de inmediato. Uno de los ladrones se montó en el coche y, azuzando a los caballos, desapareció con él. Mosqueada por aquello y sin pensárselo dos veces, santana se plantó ante ellos, sorprendiéndoles.
—Eh, vosotros, ¿qué narices hacéis?
Los hombres la miraron. El que parecía el jefe de la banda se adelantó hacia santana.
—Por Dios ¡qué pinta de guarro tienes! —murmuró, al ver su aspecto sucio y desaliñado.
Nadie rió a excepción de ella y rachel . Los hombres, alejándose de sus primeras víctimas, se encararon a santana y las otras dos jóvenes.
—Tres mozas y, por lo que veo, con ganas de pasarlo bien —dijo otro acercándose al jefe.
Sorprendidas por sus malas pintas, rachel susurró a sus amigas.
—¿Pero de dónde salen estos tíos?
—A juzgar por su peste, de la cloaca más cercana —respondió santana atenta a sus movimientos. Estaba claro que las iban a atacar.
Uno de ellos se movió por el lateral derecho de santana y ella, sin darle tiempo, le propinó una patada en el estómago que le dejó sin conocimiento. Impresionados, el resto de la banda entró en acción. El segundo atacó con un palo que santana eludió, con una maestría increíble, agachándose y quitándoselo de las manos, para golpearle con él en las piernas. El agresor cayó de bruces contra el suelo. En ese momento, megan, tras interpretar una mirada de santana, corrió a ponerse junto a la anciana para protegerla y asistirla.
—Tranquila señora —susurró megan, sentando a la mujer en un escalón—. Es karateka, y de las buenas.
La mujer la miró con gesto extraño y comprobó que la pequeña estaba bien. Iba a preguntar algo cuando el grito del tercer hombre atrajo su atención. La muchacha que se enfrentaba a ellos le había cogido del cuello y, como si de una pluma se tratara, le tumbó en el suelo y le dio un puñetazo seco en el pecho. Después se quitó al cuarto atacante de encima barriéndole de una patada. No tuvo que hacer más. Rachel había cogido el palo que santana había soltado momentos antes y le dio un golpe en la espalda. El hombre quedó despatarrado en el suelo junto a sus amigos.
Una vez que pasó el peligro, santana miró a su amiga, riéndose.
—Vaya leñazo que has atizado al greñas.
—En cuanto puedas lávate las manos, mi niña —susurró rachel, soltando el palo—. Esos tipos tienen más mierda que el palo de un gallinero.
Tras cruzar una cómica mirada entre ellas, se encaminaron hacia donde estaba megan. La mujer y la niña las miraban alucinadas.
—¿Estáis todas bien? —preguntó santana acercándose a ellas, mientras megan auxiliaba al cochero malherido, que parecía recuperar la conciencia.
Las desconocidas la miraron, incrédulas por lo que aquella joven había hecho. Pero fue la señora mayor, una mujer de pelo canoso, la que habló con voz preocupada.
—¿Muchacha, estás bien?
—Sí, señora, no se preocupe. Las clases de karate sirven para algo.
Una niña de unos seis o siete años, rubita y con unos preciosos ojos azules, salió de entre sus faldas.
—Eres tan fuerte como mi madre —dijo, con una sonrisa encantadora.
Aquel comentario hizo sonreír a santana y le guiñó un ojo. La niña respondió con simpatía.
—Gracias cielo. Y porque llevaba esta ropa tan incómoda —dijo señalándose la vestimenta—, porque si me pilla con mis vaqueros y las Nike, me los cepillo a los cuatro en un santiamén.
Megan ayudó al hombre a levantarse y le miró la brecha.
—Creo que vas a necesitar un par de puntitos en la frente. Lo mejor sería que te miraras la herida cuanto antes, ¿de acuerdo? —le recomendó.
El hombre asintió.
—Thomas, ¿está bien? —preguntó la mujer de pelo canoso.
—Sí, milady, pero... Pero... se han llevado el... —susurró él, tocándose el enorme chichón que crecía por momentos.
Al escuchar «milady», santana y rachel se miraron y sonrieron. La mujer, preocupada se acercó al hombre con gesto angustiado.
—Thomas, no te preocupes por nada. Lo importante es que te encuentras bien y esos canallas se han marchado.
—Pero el equipaje... Señora yo... —balbuceó. La anciana le cortó de nuevo.
—Eso no importa, Thomas. Sólo me preocupa saber que todos estamos bien. Entra en la casa y que Margaret te mire esa fea herida. Después ordena que preparen el otro carro. Quiero salir cuanto antes de Edimburgo.
—¿Vienen ustedes también de la cena medieval? —preguntó megan.
Su indumentaria era parecida a la de ellas, aunque parecía mejor confeccionada y, sobre todo, de mejor calidad. Pero lo que realmente llamó su atención es que estaban secas.
—Marchábamos de viaje cuando esos hombres nos abordaron —contestó la mujer.
—¿Les han robado el equipaje? —preguntó megan. Ellos asintieron.
—¡Qué sinvergüenzas! —susurró rachel
Comenzó a lloviznar.
—¿Quieren pasar y secarse un poco? —preguntó la anciana algo nerviosa.
Las chicas se miraron entre sí, pero tras comunicarse en silencio, santana rechazó la oferta mientras comenzaban a caminar calle arriba.
—Se lo agradecemos señora, pero no queremos ocasionar más estorbo, y máxime cuando está a punto de salir de viaje. Además, si le soy sincera, no veo el momento de llegar a nuestro hotel para darme una ducha calentara, tomarme un cafetito ardiendo y meterme en la camita.
—No es buena idea deambular por las calles. Corren malos tiempos —les apremió la mujer, mirando a su alrededor.
—No se preocupe. Pobrecito el que se atreva a tosernos —replicó santana, sonriendo.
Sin más, se despidieron de ellas y continuaron su camino mientras la anciana, apostada en la puerta de su casa, las miraba con preocupación.
TE ESPEARE TODA MI VIDA
Capitulo 9
—¡La madre que te parió, Santanita! Mira que eres patosa —chilló megan tras lograr salir del agua por una pequeña escalerita de madera rústica—. ¿Pero adonde estabas mirando?
—...Asumo lo de patosa ¡Lo siento! —se disculpó, quitándose el pelo enmarañado de la cara mientras la gente a su alrededor continuaba corriendo para resguardarse de la lluvia—. He debido chocar contra alguien y... No sé... no sé qué ha pasado.
—Ay, Dios... Estoy congelada. Tengo los pezones como dos botones —murmuró rachel, con todo el pelo pegado en la cara.
De pronto, las tres se miraron serias y comenzaron a reír. La situación era de lo más rocambolesca. Estaban en el puerto de Edimburgo, caladas hasta los huesos, con el maquillaje corrido por la cara y un aspecto patético. Una vez que se tranquilizaron, miraron hacia donde minutos antes estaba el autobús que las llevaría directas al hotel.
—¡Perfecto, hemos perdido el bus! Ahora nos tocará pillar un taxi y, en cuanto escuchen nuestro acento guiri, nos van a clavar. Ya lo veréis —se lamentó megan.
—Madre mía, qué oscuridad —susurró santana mirando a su alrededor—. No hay ni una sola luz en toda la ciudad. ¡Menudo apagón!
—Uf, no se ve ni un puñetero coche —se quejó rachel—. Pero si no recuerdo mal, podemos subir por allí hasta casi el castillo.
—¡Pero está diluviando! —se quejó megan.
—¡Y qué más da! —replicó santana—. Si ya estamos empapadas...
Ante ellas pasó una vieja carreta; debía de ser de los feriantes. santana la paró y preguntó a los ocupantes:
—¿Van ustedes hacia el castillo?
El matrimonio, extrañado por su acento, observó a las tres muchachas y asintió. santana volvió al ataque.
—¿Podrían llevarnos hasta allí? Se lo agradeceríamos mucho, mucho, muchísimo.
Cinco minutos después, las tres muchachas iban sentadas en la trasera de la carreta, empapadas y muertas de frío. Al rato, el rudimentario vehículo se detuvo y la mujer del feriante se bajó del pescante y se acercó a ellas.
—Se tienen que apear aquí. Nosotros seguimos viaje hacia Glasgow. Pero si suben por esa ladera, enseguida llegarán al lateral de la fortaleza.
Congeladas, se apearon y les dieron las gracias antes de echar a andar hacia donde la mujer les había indicado. Una vez que alcanzaron la muralla lateral del castillo, la rodearon y llegaron a una oscura y pestilente calle adoquinada.
—¡Qué peste! —se quejó megan
—Huele peor que el aliento de una hiena —corroboró santana.
Las otras dos se pinzaron la nariz con los dedos y asintieron. ¿En dónde estaban, que había semejante peste a podrido? Cinco minutos después, una vez que dejaron atrás el mal olor, comenzaron a subir una cuesta.
—¡Vamos por buen camino! —gritó encantada rachel— ¿Recordáis ese callejón y ese arco? —sus amigas negaron con la cabeza y ella prosiguió—. Si mal no recuerdo, el otro día nos paramos allí para contemplar El Hub. O como dijo megan, «el cachirulo» ese que sólo tiene ciento cincuenta años. ¿Lo recordáis?
—Ah, sí —asintió santana, mientras los dientes le castañeaban.
—Venga, ánimo, mis niñas. Detrás del Hub está nuestro hotel.
—Ay, Dios —susurró megan—. Estoy deseando llegar para quitarme esta ropa y darme una ducha calentita.
Una vez llegaron al callejón, las tres se pararon en seco. Fue megan la primera que habló.
—No veo nada, el apagón ha afectado a todo Edimburgo.
santana y rachel se quitaron el agua que corría por sus caras, era extraño, pero ante ellas sólo había oscuridad. No se veía la cúpula del Hub.
—Qué raro —susurró rachel, intentando ver más allá del diluvio—. Yo juraría que el Hub estaba allí...
—Pues una de dos, o ha encogido por la lluvia o no está —se quejó megan.
—Quizá te has equivocado de callejón —suspiró santana sacando su iPhone violeta del bolsillo—. Venga, continuemos andando.
Mientras caminaban en la oscuridad, intentó encender el aparato. Fue inútil. El móvil estaba empapado por el chapuzón en el puerto.
—¡Joder! ¿Pero dónde se meten los puñeteros taxis cuando se les necesita? —gruñó megan buscando a su alrededor.
La calle estaba vacía y oscura como la boca de un lobo, a excepción de un par de hombres y algunas mujeres con una pinta desastrosa.
—Mi iPhone no se enciende ¡Ha entrado en coma! Intentadlo vosotras; a ver si vuestros móviles pillan cobertura y podemos llamar a un taxi.
rachel sacó el suyo del bolsillo y, tras intentar encenderlo, inició una sarta de blasfemias.
—¡Mierda! Mi Blackberry está empapada y no furula. Con el pastón que me costó.
—Mi móvil tampoco va —suspiró megan—. Pero no me extraña, con el bañito que nos hemos dado, es para eso y más.
De pronto, megan reconoció algo y gritó.
—¡Mirad, eso es el Grassmarket! Allí está la West Bow.
Felices al encontrar un punto de referencia, las tres corrieron hacia la fuente. Estaban seguras de que si había un taxi libre en la zona, estaría allí; pero se sorprendieron al encontrar el lugar sombrío y solitario.
—Uf, verdaderamente Edimburgo es tenebroso por la noche —suspiró megan mirando a su alrededor—. Se me están poniendo los pelos como escarpias.
—Y que lo digas —asintió santana.
De pronto se escucharon gritos y, ni cortas ni perezosas, corrieron hacia donde parecía haber disturbios. Calle arriba, cuatro hombres asaltaban a una mujer y una niña. Las tenían acorraladas contra una pared y, por sus gestos, santana pudo ver que éstas tenían miedo. Un hombre se bajó de un coche de caballos e intentó acudir en su auxilio, pero los agresores le golpearon y derribaron de inmediato. Uno de los ladrones se montó en el coche y, azuzando a los caballos, desapareció con él. Mosqueada por aquello y sin pensárselo dos veces, santana se plantó ante ellos, sorprendiéndoles.
—Eh, vosotros, ¿qué narices hacéis?
Los hombres la miraron. El que parecía el jefe de la banda se adelantó hacia santana.
—Por Dios ¡qué pinta de guarro tienes! —murmuró, al ver su aspecto sucio y desaliñado.
Nadie rió a excepción de ella y rachel . Los hombres, alejándose de sus primeras víctimas, se encararon a santana y las otras dos jóvenes.
—Tres mozas y, por lo que veo, con ganas de pasarlo bien —dijo otro acercándose al jefe.
Sorprendidas por sus malas pintas, rachel susurró a sus amigas.
—¿Pero de dónde salen estos tíos?
—A juzgar por su peste, de la cloaca más cercana —respondió santana atenta a sus movimientos. Estaba claro que las iban a atacar.
Uno de ellos se movió por el lateral derecho de santana y ella, sin darle tiempo, le propinó una patada en el estómago que le dejó sin conocimiento. Impresionados, el resto de la banda entró en acción. El segundo atacó con un palo que santana eludió, con una maestría increíble, agachándose y quitándoselo de las manos, para golpearle con él en las piernas. El agresor cayó de bruces contra el suelo. En ese momento, megan, tras interpretar una mirada de santana, corrió a ponerse junto a la anciana para protegerla y asistirla.
—Tranquila señora —susurró megan, sentando a la mujer en un escalón—. Es karateka, y de las buenas.
La mujer la miró con gesto extraño y comprobó que la pequeña estaba bien. Iba a preguntar algo cuando el grito del tercer hombre atrajo su atención. La muchacha que se enfrentaba a ellos le había cogido del cuello y, como si de una pluma se tratara, le tumbó en el suelo y le dio un puñetazo seco en el pecho. Después se quitó al cuarto atacante de encima barriéndole de una patada. No tuvo que hacer más. Rachel había cogido el palo que santana había soltado momentos antes y le dio un golpe en la espalda. El hombre quedó despatarrado en el suelo junto a sus amigos.
Una vez que pasó el peligro, santana miró a su amiga, riéndose.
—Vaya leñazo que has atizado al greñas.
—En cuanto puedas lávate las manos, mi niña —susurró rachel, soltando el palo—. Esos tipos tienen más mierda que el palo de un gallinero.
Tras cruzar una cómica mirada entre ellas, se encaminaron hacia donde estaba megan. La mujer y la niña las miraban alucinadas.
—¿Estáis todas bien? —preguntó santana acercándose a ellas, mientras megan auxiliaba al cochero malherido, que parecía recuperar la conciencia.
Las desconocidas la miraron, incrédulas por lo que aquella joven había hecho. Pero fue la señora mayor, una mujer de pelo canoso, la que habló con voz preocupada.
—¿Muchacha, estás bien?
—Sí, señora, no se preocupe. Las clases de karate sirven para algo.
Una niña de unos seis o siete años, rubita y con unos preciosos ojos azules, salió de entre sus faldas.
—Eres tan fuerte como mi madre —dijo, con una sonrisa encantadora.
Aquel comentario hizo sonreír a santana y le guiñó un ojo. La niña respondió con simpatía.
—Gracias cielo. Y porque llevaba esta ropa tan incómoda —dijo señalándose la vestimenta—, porque si me pilla con mis vaqueros y las Nike, me los cepillo a los cuatro en un santiamén.
Megan ayudó al hombre a levantarse y le miró la brecha.
—Creo que vas a necesitar un par de puntitos en la frente. Lo mejor sería que te miraras la herida cuanto antes, ¿de acuerdo? —le recomendó.
El hombre asintió.
—Thomas, ¿está bien? —preguntó la mujer de pelo canoso.
—Sí, milady, pero... Pero... se han llevado el... —susurró él, tocándose el enorme chichón que crecía por momentos.
Al escuchar «milady», santana y rachel se miraron y sonrieron. La mujer, preocupada se acercó al hombre con gesto angustiado.
—Thomas, no te preocupes por nada. Lo importante es que te encuentras bien y esos canallas se han marchado.
—Pero el equipaje... Señora yo... —balbuceó. La anciana le cortó de nuevo.
—Eso no importa, Thomas. Sólo me preocupa saber que todos estamos bien. Entra en la casa y que Margaret te mire esa fea herida. Después ordena que preparen el otro carro. Quiero salir cuanto antes de Edimburgo.
—¿Vienen ustedes también de la cena medieval? —preguntó megan.
Su indumentaria era parecida a la de ellas, aunque parecía mejor confeccionada y, sobre todo, de mejor calidad. Pero lo que realmente llamó su atención es que estaban secas.
—Marchábamos de viaje cuando esos hombres nos abordaron —contestó la mujer.
—¿Les han robado el equipaje? —preguntó megan. Ellos asintieron.
—¡Qué sinvergüenzas! —susurró rachel
Comenzó a lloviznar.
—¿Quieren pasar y secarse un poco? —preguntó la anciana algo nerviosa.
Las chicas se miraron entre sí, pero tras comunicarse en silencio, santana rechazó la oferta mientras comenzaban a caminar calle arriba.
—Se lo agradecemos señora, pero no queremos ocasionar más estorbo, y máxime cuando está a punto de salir de viaje. Además, si le soy sincera, no veo el momento de llegar a nuestro hotel para darme una ducha calentara, tomarme un cafetito ardiendo y meterme en la camita.
—No es buena idea deambular por las calles. Corren malos tiempos —les apremió la mujer, mirando a su alrededor.
—No se preocupe. Pobrecito el que se atreva a tosernos —replicó santana, sonriendo.
Sin más, se despidieron de ellas y continuaron su camino mientras la anciana, apostada en la puerta de su casa, las miraba con preocupación.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
oooooo es mi idea o ya estan en el pasado !!!! ooooo mierda esto se pone buenooooooo nickoo amar tu fic , por fa actualizaa pronto y no me dejes con las dudas , te mando un beso tu primera lectora <3
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
uh.. me encanto la historia , fuera de lo común , no se leen muchas cosas como estas jejeje actualiza proonto :D
Ignarriagada* - Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
Waaaaaa!!! han viajado al pasado!
que yo quiero continuación pero así pronto, pronto!
Porfis!
que yo quiero continuación pero así pronto, pronto!
Porfis!
Tat-Tat******* - Mensajes : 469
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Te esperare toda mi vida Capitulo 10 y 11 ACTUALIZACION
DISFRUTEN CHICAS!!
Te esperar toda mi vida
Capitulo 10
—¿Quiénes son esta gente? —preguntó megan mirando a sus amigas, mientras santana sacaba de nuevo su iPhone e intentaba encenderlo.
Al doblar una esquina, habían desembocado en una pequeña plaza. Allí, una veintena de mujeres yacían en el suelo atadas con cuerdas. Tenían una pinta desastrosa y unos hombres toscos y ruidosos bebían cerveza no muy lejos de ellas.
—Seguro que son los del rodaje del otro día. Como esta zona es tan antigua, se graban aquí muchas series y películas medievales —respondió santana, desistiendo de encender el teléfono y observando a las mujeres de ropas y aspecto sucio que estaban ante ellas.
—Madre mía —exclamó rachel—. La ambientación es la leche. Nadie diría que no es real.
—Ya te digo. Esto es para ganar un Oscar —asintió megan.
—Fíjate en aquel tío que habla con ese grupo —continuó rachel, divertida—. ¿Has visto lo bien caracterizado que está? Pero si hasta sus cicatrices parecen de verdad.
Sin ningún disimulo, las tres se asomaron por la esquina para observar al hombre que decía rachel. Parecía temible; se le veía sucio y harapiento y, al abrir la boca para protestar, se fijaron en que le faltaban varios dientes. Todos los que le rodeaban lucían numerosas mellas.
—Ese debe de ser el malo-malísimo de la peli. Tiene toda la pinta —rió santana divertida.
—Totalmente de acuerdo contigo —asintió megan mirando a su alrededor—. ¿Y quién hará de bueno? Mira que si es Gerard Butler... Como sea él, de aquí no me muevo hasta que me firme un autógrafo y le dé dos besazos.
rachel, agachándose con disimulo, tocó el brazo de una de las mujeres.
—Oye, perdona ¿Qué se está grabando?
La muchacha se volvió al escuchar una voz tras ella. Su cara, a pesar de la oscuridad de la noche, se veía sucia.
—No os paréis y continuad andando. ¡Huid! —cuchicheó con un extraño acento escocés.
—¿Cómo? —preguntó rachel, anonadada.
—Si John Kilgan repara en vosotras, no podréis escapar. ¡Marchaos!
Sin entender nada, rachel miró a sus amigas. santana se agachó junto a la muchacha.
—¿Quién es John Kilgan?
La joven volvió su cara hacia el hombre que ellas habían mirando con anterioridad.
—Él, y si no queréis problemas, procurad que no os vea.
santana cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo. Aquello parecía tan real que hasta le puso la carne de gallina. Entonces megan metió baza.
—Vale... Te hemos entendido: estáis en mitad de una escena. ¿Pero esto es para una peli o una serie?
La muchacha la miró sorprendida. Iba a contestar cuando, de pronto, aparecieron en la plaza unos hombres a caballo, organizándose un gran revuelo. Aquellos guerreros, de aspecto no menos desaliñado que el de los borrachines que ya estaban allí, comenzaron a pelear contra éstos duramente, desenvainando las espadas. La veracidad de la interpretación las impresionó. —¡Corred! ¡Corred mientras podáis! —les gritó la mujer.
Con un gesto divertido, santana y sus dos amigas se alejaron corriendo. En la plaza había comenzado la acción. ¡Y qué acción! No querían estropear la toma, así que harían de extras gratuitamente.
—¡Qué increíble! —exclamó megan, riendo, mientras caminaban después calle abajo—. No me extraña que luego, cuando vemos las películas en la tele, todo parezca tan real. ¡Ha sido la leche! ¿Has visto cómo ha luchado ese tipo con la espada? Uf, parecía que le iba la vida en ello.
Pero lo que en un principio comenzó como algo divertido, según pasaban los segundos se volvía más real. La gente corría a su lado con gesto de terror y al doblar una esquina rachel se paró en seco.
—Ay, mi niña, creo que me va a dar un amago de infarto de un momento a otro.
Ante ella había una gran extensión de terreno plagado de árboles, fogatas y viejas casuchas de madera y paja, cuando lo que allí debería de estar era la ciudad nueva de Edimburgo, con sus luces y sus puentes.
—A ver, ¿qué te pasa ahora? —se quejó santana, cansada de andar por aquellas calles empedradas, sin quitar el ojo a una señora que parecía gritar algo en otro idioma.
rachel, plantándose ante sus amigas, que seguían mirando a la gente que pasaba a su lado corriendo, gritó histérica.
—¡¿Dónde está lo que tenía que haber aquí?! ¡Se supone que en este punto debería de comenzar la New Town! Y... y... Pero... pero, Dios mío... ¡¿dónde están las carreteras, los semáforos y los coches?!
—Estamos en la zona vieja de la ciudad. No te pongas histérica, te habrás equivocado —susurró santana acercándose a ella.
megan sacó del bolsillo de su falda un mapa de la ciudad y lo abrió con cuidado, pues aún estaba mojado.
—¡No! ¡No me he equivocado! —gritó fuera de sí—. Sé dónde estamos, y aquí debía de estar la New Town, no esas casuchas tercermundistas de paja —dijo señalando el empapado mapa—. Allí tendría que estar el McDonalds en el que cenamos hace unos días —vociferó rachel—. Y allí, la tienda de licores donde megan le compró a Pepe el whisky escocés. Y... y... nuestro hotel tenía que estar allí... ¡Allí!
—¡Ay, madre! —murmuró santana mirando a su alrededor.
—¡Joer! —chilló rachel con horror, señalando hacia su derecha—. Pero... pero si el Hub, el edificio del cachirulo, tampoco está.
Santana y megan se miraron asustadas y un viento extraño les puso la carne de gallina.
—Ay, Dios... —susurró megan al mirar al frente y ver las casuchas.
sanatana se dio la vuelta para mirar el sombrío y sólido castillo de Edimburgo en la cima de la colina.
—¿Pero dónde estamos? —preguntó en voz queda.
Te esperare toda mi vida
Capitulo 11
No tuvieron tiempo de pensar ni de reflexionar. Un nutrido grupo de gente bajaba corriendo por la calle, entre la que santana reconoció a varias de las mujeres que habían visto en la plaza. Sin saber por qué, las tres emprendieron la carrera.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó megan, sin aire, entre el gentío.
—No lo sé, pero corre —gritó santana, tirando de la mano de rachel.
El griterío de la multitud era atronador. Mujeres, hombres y niños corrían de un lado a otro, perseguidos por unos hombres a caballo. De pronto la tranquilidad del lugar se tornó en locura. Las casuchas comenzaron a arder, la gente caía ensangrentada a su alrededor y ellas no sabían hacia donde escapar. Bloqueadas como nunca en la vida, se pararon ante un hombre que blandía una espada y se la clavaba a otro en el pecho. En esos momentos, sanatana escuchó el gritó de una mujer. Al volverse se encontró que había sido emitido por la chica con la que habían hablado minutos antes; intentaba desasirse de dos hombres que la tenían retenida. Sin pensárselo dos veces, se acercó a aquellos y dio una patada en el estómago al primero, que lo dejó doblado, y un puñetazo al otro, que lo noqueó.
—¿Pero qué ocurre aquí? —gritó a la muchacha.
La chica, con el horror y el miedo reflejado en el rostro, salió corriendo en dirección al bosque.
—¡Seguidme si queréis vivir! —las recomendó.
Sin dudarlo ni un instante, santana dio un empujón a sus bloqueadas amigas y las hizo correr tras la muchacha. Las ramas les arañaban la cara y los brazos, pero ellas continuaban avanzando a toda velocidad sin mirar hacia atrás, mientras escuchaban el crepitar del fuego que devoraba las cabañas y los gritos de la gente asustada. No supieron durante cuánto tiempo mantuvieron aquella alocada carrera, pero sus piernas parecían no querer parar. Ya empezaba a amanecer y, por la premura de la joven que les precedía, intuyeron que alguien las perseguía. La mujer se paró, con un aspecto terriblemente desmarañado y la mirada desencajada, para estudiar el paisaje a su alrededor. De pronto dio un salto y retiró unas ramas de una piedra.
—¡Dentro! ¡Rápido! —las apremió.
Rachel y megan fueron las primeras en entrar, seguidas por santana y la muchacha que, una vez a cubierto, soltó las ramas. Las telarañas de la pequeña cueva se pegaron rápidamente a sus cabellos y caras y, si no hubiera sido porque rachel tapó la boca a megan, ésta hubiera gritado como una loca. Odiaba a los bichitos. La joven se puso un dedo sobre los labios para pedirles silencio y, aunque ellas no entendían lo que estaba pasando, obedecieron. Segundos después escucharon el galope de varios caballos y a un hombre que voceaba a gritos sus órdenes.
—Vosotros buscad por aquel camino. Nosotros continuaremos hacia la derecha.
Poco después el ruido de los caballos se alejó y el silencio del bosque inundó el lugar. Megan y rachel, acurrucadas en aquel pequeño espacio, se miraban con los ojos como platos mientras la joven a la que habían seguido respiraba con dificultad. Ninguna habló hasta pasados bastantes minutos. Los primeros rayos de sol entraron a través del ramaje y santana acaparó la mirada de la muchacha.
—No sé quién eres ni por qué nos perseguían esos hombres, pero quiero que empieces a explicármelo ahora mismo —susurróLa joven, que ya había recuperado el resuello, asintió y se sentó en el suelo retirándose el enmarañado y sucio pelo rojo de la cara.
—Me llamo Edel Givens y vivo cerca de Perth. Teníamos que haber partido de Edimburgo con mi señora, pero hace unos días mi hermano Colin y yo nos enteramos de la muerte de un familiar y aplazamos nuestro regreso al castillo para expresar nuestras condolencias a sus hijos; entonces unos malhechores nos atacaron. —Con los ojos plagados de lágrimas, continuó—: Creo... Creo que mataron a mi hermano y, a mí, según averigüé por la conversación que escuché entre dos de los asaltantes, John Kilgan pretendía venderme al mejor postor. Luego aparecisteis vosotras con vuestras raras preguntas y, después, unos guerreros atacaron a mis captores, momento que aproveché para escapar. El resto, ya lo conocéis.
Las tres amigas se miraron incrédulas. ¿Guerreros? ¿Malhechores? ¿Pero qué estaba contando aquella chica? La muchacha hizo amago de levantarse ante el silencio que habían provocado sus palabras.
—He de regresar a mi hogar e informar de lo ocurrido. No quiero que nadie se angustie más de lo que deben de estar ya. ¡Oh, Dios, mi señora tenía razón! Deberíamos haber regresado al castillo con ella y esperar a que el tema de la Corona se solucionara.
—¿Qué tema de qué corona? —preguntó santana
—Sí. Hasta que los clanes se reúnan y decidan si aprueban o rechazan que los Orange sean nuestros futuros reyes.
—¿Orange? —preguntó rachel desconcertada—. ¿Pero todavía andáis con esas por aquí? Pero, mi niña, ¿de qué Orange hablas?
Al escuchar aquella pregunta, la muchacha las miró extrañada.
—¡De quiénes va a ser! De los que quieren destronar a Jacobo II. María, su hija y Guillermo son...
—Pero ¿qué dices? —interrumpió megan—. Yo no soy ninguna lumbreras de la historia, pero si sé que la reina es Isabel II; ya sabéis, la ex suegra de lady Di y Sarah Ferguson.
Ahora la sorprendida era la muchacha, que respondió en un susurro con un gesto indescifrable.
—¿Quién son Isabel II, lady Di y Sarah Ferguson? —las tres amigas se miraron y la joven continuó—. María y Guillermo de Orange quieren alzarse con la soberanía de Escocia, y anexionarla a su reino, junto con Inglaterra e Irlanda. ¿De qué habláis vosotras?
La cara de estupor de la canaria era todo un poema. santanafue a contestar, pero megan se le adelantó.
—Ay, Dios mío ¿Pero en qué mundo vive esta chica?
Edel, convencida de que aquellas muchachas estaban todavía más descentradas que ella, se recogió el pelo en una trenza antes de continuar con su perorata.
—No sé de lo que estáis hablando vosotras, pero lo que sí sé es que María II es hija de Jacobo II, de la dinastía de los Estuardo, y Guillermo procede de la rama de los Orange. Se desposaron hace unos años y...
—Edel —interrumpió santana—. ¿En qué año estamos?
—En 1689.
—Ay, Dios, que me da un tabardillo —murmuró santana dándose aire con la mano.
Al escuchar aquello, megan se arrodilló como una flecha y gritó enloquecida.—¡¿Cómo?! Pero... ¿Qué dice esta flipada? Cómo vamos a estar en 1689 si estamos en 2010.
—¡¿2010?! —murmuró Edel, boquiabierta, mientras la canaria continuaba.
—Pero bueno, que España acaba de ganar el mundial de fútbol, que se clonan ovejas, que Obama es presidente de los Estados Unidos y que Hugh Grant cumple cincuenta años ¿Cómo vamos a estar tropecientos años atrás? —sacándose algo del bolsillo miró a la muchacha y gritó—. ¡Mira, esto es una Blackberry de última generación y, que yo sepa, en la época que tú dices que estamos no existían estos chismes. ¿O me equivoco?
—¡Ay, mi Pepe! ¿Dónde está mi Pepe? —exclamó megan al pensar en su marido.
La joven miró con curiosidad lo que rachel le enseñaba en la mano. Nunca había visto nada igual. Sorprendida se sentó y las escuchó hablar.
—La gitana. Esto es culpa de tu jodía gitana —siseó megan, mirando a su amiga—. Pero ¿qué narices has deseado?
—¿Yo? —susurró santana, blanca como la nieve.
—Sí, tú. Y ahora no me pongas cara de tonta, que tú pediste los deseos —gritó megan. Santana perdió los nervios ante una situación tan surrealista.
—Os recuerdo, ¡guapas!, que tú, querías una aventura impensable y tú, mujeres, lujuria y desenfreno —dijo señalando con el dedo, primero a megan y despues a rachel.
—¡Madre del amor hermoso! —susurró rachel al escucharla—. Cómo encontremos todo eso, ¡apañadas vamos!
—Pero... yo estoy casada ¡Ay mi Pepe! Pensará que le he abandonado —gimió megan.
Santana, consciente de que aquello era peor que una película de serie B, miró a sus amigas y, como siempre que se bloqueaba, comenzó a tararear una canción. Eso la tranquilizaba, pero al ver la mirada asesina de megan, calló.
—Pediste conocer a la mujer que aparecía en tus sueños y que esto durara tres meses. ¡Hasta Navidad! —ironizó rachel—. Ay, mi niña, dame un guantazo a ver si me despierto. Me he debido de dar un mal golpe y estoy soñando algo que no es.
—No me tientes... —bufó santana descolocada.
—¡Vamos a morir! —gimió rachel teatralmente.
—Pedí dos deseos ¡me queda uno! —chilló santana al percatarse de aquello—. ¡Erika, La Escocesa, escúchame! Tengo un deseo pendiente por pedir y mi deseo es que regresemos a nuestra época ¡ya! ¿Me has escuchado? Maldita sea...
Durante unos segundos las muchachas esperaron, a ver qué ocurría.
—Me parece que no te ha escuchado —dijo por fin rachel al ver que todo seguía igual.
—¡Gitana! —gritó megan—. ¡Manifiéstate! ¡Da la cara!
santana era consciente por primera vez de que aquello estaba ocurriendo de verdad.
—Erika dijo que esto era Escocia, tierra de leyendas, y que lo imposible podía hacerse realidad, y...
—¿Y cómo vamos a apañarnos aquí todo ese tiempo? —gritó descompuesta megan— ¿Cómo vamos a sobrevivir? Y sobre todo, ¿qué le explico yo a mi Pepe cuando regrese?
—Por Dios, ¿quieres dejar de mencionar a tu Pepe? —gruñó santana.
—¡No, no quiero! —gritó megan
—¡Ni de coña estoy yo tres meses aquí! —se quejó rachel.
Edel, hasta el momento había permanecido callada escuchando aquella jerga incomprensible mientras aquellas movían las manos y hacían gestos extraños.
—¿Qué os ocurre? ¿A qué se debe esta algarabía? —dijo, por fin.
Las mujeres al escucharla la miraron y, con el rictus desencajado, intentaron durante horas hacer entender a la muchacha lo que ellas mismas no podían comprender.
Te esperar toda mi vida
Capitulo 10
—¿Quiénes son esta gente? —preguntó megan mirando a sus amigas, mientras santana sacaba de nuevo su iPhone e intentaba encenderlo.
Al doblar una esquina, habían desembocado en una pequeña plaza. Allí, una veintena de mujeres yacían en el suelo atadas con cuerdas. Tenían una pinta desastrosa y unos hombres toscos y ruidosos bebían cerveza no muy lejos de ellas.
—Seguro que son los del rodaje del otro día. Como esta zona es tan antigua, se graban aquí muchas series y películas medievales —respondió santana, desistiendo de encender el teléfono y observando a las mujeres de ropas y aspecto sucio que estaban ante ellas.
—Madre mía —exclamó rachel—. La ambientación es la leche. Nadie diría que no es real.
—Ya te digo. Esto es para ganar un Oscar —asintió megan.
—Fíjate en aquel tío que habla con ese grupo —continuó rachel, divertida—. ¿Has visto lo bien caracterizado que está? Pero si hasta sus cicatrices parecen de verdad.
Sin ningún disimulo, las tres se asomaron por la esquina para observar al hombre que decía rachel. Parecía temible; se le veía sucio y harapiento y, al abrir la boca para protestar, se fijaron en que le faltaban varios dientes. Todos los que le rodeaban lucían numerosas mellas.
—Ese debe de ser el malo-malísimo de la peli. Tiene toda la pinta —rió santana divertida.
—Totalmente de acuerdo contigo —asintió megan mirando a su alrededor—. ¿Y quién hará de bueno? Mira que si es Gerard Butler... Como sea él, de aquí no me muevo hasta que me firme un autógrafo y le dé dos besazos.
rachel, agachándose con disimulo, tocó el brazo de una de las mujeres.
—Oye, perdona ¿Qué se está grabando?
La muchacha se volvió al escuchar una voz tras ella. Su cara, a pesar de la oscuridad de la noche, se veía sucia.
—No os paréis y continuad andando. ¡Huid! —cuchicheó con un extraño acento escocés.
—¿Cómo? —preguntó rachel, anonadada.
—Si John Kilgan repara en vosotras, no podréis escapar. ¡Marchaos!
Sin entender nada, rachel miró a sus amigas. santana se agachó junto a la muchacha.
—¿Quién es John Kilgan?
La joven volvió su cara hacia el hombre que ellas habían mirando con anterioridad.
—Él, y si no queréis problemas, procurad que no os vea.
santana cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo. Aquello parecía tan real que hasta le puso la carne de gallina. Entonces megan metió baza.
—Vale... Te hemos entendido: estáis en mitad de una escena. ¿Pero esto es para una peli o una serie?
La muchacha la miró sorprendida. Iba a contestar cuando, de pronto, aparecieron en la plaza unos hombres a caballo, organizándose un gran revuelo. Aquellos guerreros, de aspecto no menos desaliñado que el de los borrachines que ya estaban allí, comenzaron a pelear contra éstos duramente, desenvainando las espadas. La veracidad de la interpretación las impresionó. —¡Corred! ¡Corred mientras podáis! —les gritó la mujer.
Con un gesto divertido, santana y sus dos amigas se alejaron corriendo. En la plaza había comenzado la acción. ¡Y qué acción! No querían estropear la toma, así que harían de extras gratuitamente.
—¡Qué increíble! —exclamó megan, riendo, mientras caminaban después calle abajo—. No me extraña que luego, cuando vemos las películas en la tele, todo parezca tan real. ¡Ha sido la leche! ¿Has visto cómo ha luchado ese tipo con la espada? Uf, parecía que le iba la vida en ello.
Pero lo que en un principio comenzó como algo divertido, según pasaban los segundos se volvía más real. La gente corría a su lado con gesto de terror y al doblar una esquina rachel se paró en seco.
—Ay, mi niña, creo que me va a dar un amago de infarto de un momento a otro.
Ante ella había una gran extensión de terreno plagado de árboles, fogatas y viejas casuchas de madera y paja, cuando lo que allí debería de estar era la ciudad nueva de Edimburgo, con sus luces y sus puentes.
—A ver, ¿qué te pasa ahora? —se quejó santana, cansada de andar por aquellas calles empedradas, sin quitar el ojo a una señora que parecía gritar algo en otro idioma.
rachel, plantándose ante sus amigas, que seguían mirando a la gente que pasaba a su lado corriendo, gritó histérica.
—¡¿Dónde está lo que tenía que haber aquí?! ¡Se supone que en este punto debería de comenzar la New Town! Y... y... Pero... pero, Dios mío... ¡¿dónde están las carreteras, los semáforos y los coches?!
—Estamos en la zona vieja de la ciudad. No te pongas histérica, te habrás equivocado —susurró santana acercándose a ella.
megan sacó del bolsillo de su falda un mapa de la ciudad y lo abrió con cuidado, pues aún estaba mojado.
—¡No! ¡No me he equivocado! —gritó fuera de sí—. Sé dónde estamos, y aquí debía de estar la New Town, no esas casuchas tercermundistas de paja —dijo señalando el empapado mapa—. Allí tendría que estar el McDonalds en el que cenamos hace unos días —vociferó rachel—. Y allí, la tienda de licores donde megan le compró a Pepe el whisky escocés. Y... y... nuestro hotel tenía que estar allí... ¡Allí!
—¡Ay, madre! —murmuró santana mirando a su alrededor.
—¡Joer! —chilló rachel con horror, señalando hacia su derecha—. Pero... pero si el Hub, el edificio del cachirulo, tampoco está.
Santana y megan se miraron asustadas y un viento extraño les puso la carne de gallina.
—Ay, Dios... —susurró megan al mirar al frente y ver las casuchas.
sanatana se dio la vuelta para mirar el sombrío y sólido castillo de Edimburgo en la cima de la colina.
—¿Pero dónde estamos? —preguntó en voz queda.
Te esperare toda mi vida
Capitulo 11
No tuvieron tiempo de pensar ni de reflexionar. Un nutrido grupo de gente bajaba corriendo por la calle, entre la que santana reconoció a varias de las mujeres que habían visto en la plaza. Sin saber por qué, las tres emprendieron la carrera.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó megan, sin aire, entre el gentío.
—No lo sé, pero corre —gritó santana, tirando de la mano de rachel.
El griterío de la multitud era atronador. Mujeres, hombres y niños corrían de un lado a otro, perseguidos por unos hombres a caballo. De pronto la tranquilidad del lugar se tornó en locura. Las casuchas comenzaron a arder, la gente caía ensangrentada a su alrededor y ellas no sabían hacia donde escapar. Bloqueadas como nunca en la vida, se pararon ante un hombre que blandía una espada y se la clavaba a otro en el pecho. En esos momentos, sanatana escuchó el gritó de una mujer. Al volverse se encontró que había sido emitido por la chica con la que habían hablado minutos antes; intentaba desasirse de dos hombres que la tenían retenida. Sin pensárselo dos veces, se acercó a aquellos y dio una patada en el estómago al primero, que lo dejó doblado, y un puñetazo al otro, que lo noqueó.
—¿Pero qué ocurre aquí? —gritó a la muchacha.
La chica, con el horror y el miedo reflejado en el rostro, salió corriendo en dirección al bosque.
—¡Seguidme si queréis vivir! —las recomendó.
Sin dudarlo ni un instante, santana dio un empujón a sus bloqueadas amigas y las hizo correr tras la muchacha. Las ramas les arañaban la cara y los brazos, pero ellas continuaban avanzando a toda velocidad sin mirar hacia atrás, mientras escuchaban el crepitar del fuego que devoraba las cabañas y los gritos de la gente asustada. No supieron durante cuánto tiempo mantuvieron aquella alocada carrera, pero sus piernas parecían no querer parar. Ya empezaba a amanecer y, por la premura de la joven que les precedía, intuyeron que alguien las perseguía. La mujer se paró, con un aspecto terriblemente desmarañado y la mirada desencajada, para estudiar el paisaje a su alrededor. De pronto dio un salto y retiró unas ramas de una piedra.
—¡Dentro! ¡Rápido! —las apremió.
Rachel y megan fueron las primeras en entrar, seguidas por santana y la muchacha que, una vez a cubierto, soltó las ramas. Las telarañas de la pequeña cueva se pegaron rápidamente a sus cabellos y caras y, si no hubiera sido porque rachel tapó la boca a megan, ésta hubiera gritado como una loca. Odiaba a los bichitos. La joven se puso un dedo sobre los labios para pedirles silencio y, aunque ellas no entendían lo que estaba pasando, obedecieron. Segundos después escucharon el galope de varios caballos y a un hombre que voceaba a gritos sus órdenes.
—Vosotros buscad por aquel camino. Nosotros continuaremos hacia la derecha.
Poco después el ruido de los caballos se alejó y el silencio del bosque inundó el lugar. Megan y rachel, acurrucadas en aquel pequeño espacio, se miraban con los ojos como platos mientras la joven a la que habían seguido respiraba con dificultad. Ninguna habló hasta pasados bastantes minutos. Los primeros rayos de sol entraron a través del ramaje y santana acaparó la mirada de la muchacha.
—No sé quién eres ni por qué nos perseguían esos hombres, pero quiero que empieces a explicármelo ahora mismo —susurróLa joven, que ya había recuperado el resuello, asintió y se sentó en el suelo retirándose el enmarañado y sucio pelo rojo de la cara.
—Me llamo Edel Givens y vivo cerca de Perth. Teníamos que haber partido de Edimburgo con mi señora, pero hace unos días mi hermano Colin y yo nos enteramos de la muerte de un familiar y aplazamos nuestro regreso al castillo para expresar nuestras condolencias a sus hijos; entonces unos malhechores nos atacaron. —Con los ojos plagados de lágrimas, continuó—: Creo... Creo que mataron a mi hermano y, a mí, según averigüé por la conversación que escuché entre dos de los asaltantes, John Kilgan pretendía venderme al mejor postor. Luego aparecisteis vosotras con vuestras raras preguntas y, después, unos guerreros atacaron a mis captores, momento que aproveché para escapar. El resto, ya lo conocéis.
Las tres amigas se miraron incrédulas. ¿Guerreros? ¿Malhechores? ¿Pero qué estaba contando aquella chica? La muchacha hizo amago de levantarse ante el silencio que habían provocado sus palabras.
—He de regresar a mi hogar e informar de lo ocurrido. No quiero que nadie se angustie más de lo que deben de estar ya. ¡Oh, Dios, mi señora tenía razón! Deberíamos haber regresado al castillo con ella y esperar a que el tema de la Corona se solucionara.
—¿Qué tema de qué corona? —preguntó santana
—Sí. Hasta que los clanes se reúnan y decidan si aprueban o rechazan que los Orange sean nuestros futuros reyes.
—¿Orange? —preguntó rachel desconcertada—. ¿Pero todavía andáis con esas por aquí? Pero, mi niña, ¿de qué Orange hablas?
Al escuchar aquella pregunta, la muchacha las miró extrañada.
—¡De quiénes va a ser! De los que quieren destronar a Jacobo II. María, su hija y Guillermo son...
—Pero ¿qué dices? —interrumpió megan—. Yo no soy ninguna lumbreras de la historia, pero si sé que la reina es Isabel II; ya sabéis, la ex suegra de lady Di y Sarah Ferguson.
Ahora la sorprendida era la muchacha, que respondió en un susurro con un gesto indescifrable.
—¿Quién son Isabel II, lady Di y Sarah Ferguson? —las tres amigas se miraron y la joven continuó—. María y Guillermo de Orange quieren alzarse con la soberanía de Escocia, y anexionarla a su reino, junto con Inglaterra e Irlanda. ¿De qué habláis vosotras?
La cara de estupor de la canaria era todo un poema. santanafue a contestar, pero megan se le adelantó.
—Ay, Dios mío ¿Pero en qué mundo vive esta chica?
Edel, convencida de que aquellas muchachas estaban todavía más descentradas que ella, se recogió el pelo en una trenza antes de continuar con su perorata.
—No sé de lo que estáis hablando vosotras, pero lo que sí sé es que María II es hija de Jacobo II, de la dinastía de los Estuardo, y Guillermo procede de la rama de los Orange. Se desposaron hace unos años y...
—Edel —interrumpió santana—. ¿En qué año estamos?
—En 1689.
—Ay, Dios, que me da un tabardillo —murmuró santana dándose aire con la mano.
Al escuchar aquello, megan se arrodilló como una flecha y gritó enloquecida.—¡¿Cómo?! Pero... ¿Qué dice esta flipada? Cómo vamos a estar en 1689 si estamos en 2010.
—¡¿2010?! —murmuró Edel, boquiabierta, mientras la canaria continuaba.
—Pero bueno, que España acaba de ganar el mundial de fútbol, que se clonan ovejas, que Obama es presidente de los Estados Unidos y que Hugh Grant cumple cincuenta años ¿Cómo vamos a estar tropecientos años atrás? —sacándose algo del bolsillo miró a la muchacha y gritó—. ¡Mira, esto es una Blackberry de última generación y, que yo sepa, en la época que tú dices que estamos no existían estos chismes. ¿O me equivoco?
—¡Ay, mi Pepe! ¿Dónde está mi Pepe? —exclamó megan al pensar en su marido.
La joven miró con curiosidad lo que rachel le enseñaba en la mano. Nunca había visto nada igual. Sorprendida se sentó y las escuchó hablar.
—La gitana. Esto es culpa de tu jodía gitana —siseó megan, mirando a su amiga—. Pero ¿qué narices has deseado?
—¿Yo? —susurró santana, blanca como la nieve.
—Sí, tú. Y ahora no me pongas cara de tonta, que tú pediste los deseos —gritó megan. Santana perdió los nervios ante una situación tan surrealista.
—Os recuerdo, ¡guapas!, que tú, querías una aventura impensable y tú, mujeres, lujuria y desenfreno —dijo señalando con el dedo, primero a megan y despues a rachel.
—¡Madre del amor hermoso! —susurró rachel al escucharla—. Cómo encontremos todo eso, ¡apañadas vamos!
—Pero... yo estoy casada ¡Ay mi Pepe! Pensará que le he abandonado —gimió megan.
Santana, consciente de que aquello era peor que una película de serie B, miró a sus amigas y, como siempre que se bloqueaba, comenzó a tararear una canción. Eso la tranquilizaba, pero al ver la mirada asesina de megan, calló.
—Pediste conocer a la mujer que aparecía en tus sueños y que esto durara tres meses. ¡Hasta Navidad! —ironizó rachel—. Ay, mi niña, dame un guantazo a ver si me despierto. Me he debido de dar un mal golpe y estoy soñando algo que no es.
—No me tientes... —bufó santana descolocada.
—¡Vamos a morir! —gimió rachel teatralmente.
—Pedí dos deseos ¡me queda uno! —chilló santana al percatarse de aquello—. ¡Erika, La Escocesa, escúchame! Tengo un deseo pendiente por pedir y mi deseo es que regresemos a nuestra época ¡ya! ¿Me has escuchado? Maldita sea...
Durante unos segundos las muchachas esperaron, a ver qué ocurría.
—Me parece que no te ha escuchado —dijo por fin rachel al ver que todo seguía igual.
—¡Gitana! —gritó megan—. ¡Manifiéstate! ¡Da la cara!
santana era consciente por primera vez de que aquello estaba ocurriendo de verdad.
—Erika dijo que esto era Escocia, tierra de leyendas, y que lo imposible podía hacerse realidad, y...
—¿Y cómo vamos a apañarnos aquí todo ese tiempo? —gritó descompuesta megan— ¿Cómo vamos a sobrevivir? Y sobre todo, ¿qué le explico yo a mi Pepe cuando regrese?
—Por Dios, ¿quieres dejar de mencionar a tu Pepe? —gruñó santana.
—¡No, no quiero! —gritó megan
—¡Ni de coña estoy yo tres meses aquí! —se quejó rachel.
Edel, hasta el momento había permanecido callada escuchando aquella jerga incomprensible mientras aquellas movían las manos y hacían gestos extraños.
—¿Qué os ocurre? ¿A qué se debe esta algarabía? —dijo, por fin.
Las mujeres al escucharla la miraron y, con el rictus desencajado, intentaron durante horas hacer entender a la muchacha lo que ellas mismas no podían comprender.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
herrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrmoso me encanta esto
Ignarriagada* - Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 17/03/2013
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
esto es alucinante, y ahora que van a hacer?
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Te esperare toda mi vida Capitulo 11 ACTUALIZACION
Hola chicas espero y disfruten este capitulo un beso (estoy estrezada muchaaaa tarea poco tiempo)
Te esperar toda mi vida
Capitulo 10
—¿Quiénes son esta gente? —preguntó megan mirando a sus amigas, mientras santana sacaba de nuevo su iPhone e intentaba encenderlo.
Al doblar una esquina, habían desembocado en una pequeña plaza. Allí, una veintena de mujeres yacían en el suelo atadas con cuerdas. Tenían una pinta desastrosa y unos hombres toscos y ruidosos bebían cerveza no muy lejos de ellas.
—Seguro que son los del rodaje del otro día. Como esta zona es tan antigua, se graban aquí muchas series y películas medievales —respondió santana, desistiendo de encender el teléfono y observando a las mujeres de ropas y aspecto sucio que estaban ante ellas.
—Madre mía —exclamó rachel—. La ambientación es la leche. Nadie diría que no es real.
—Ya te digo. Esto es para ganar un Oscar —asintió megan.
—Fíjate en aquel tío que habla con ese grupo —continuó rachel, divertida—. ¿Has visto lo bien caracterizado que está? Pero si hasta sus cicatrices parecen de verdad.
Sin ningún disimulo, las tres se asomaron por la esquina para observar al hombre que decía rachel. Parecía temible; se le veía sucio y harapiento y, al abrir la boca para protestar, se fijaron en que le faltaban varios dientes. Todos los que le rodeaban lucían numerosas mellas.
—Ese debe de ser el malo-malísimo de la peli. Tiene toda la pinta —rió santana divertida.
—Totalmente de acuerdo contigo —asintió megan mirando a su alrededor—. ¿Y quién hará de bueno? Mira que si es Gerard Butler... Como sea él, de aquí no me muevo hasta que me firme un autógrafo y le dé dos besazos.
rachel, agachándose con disimulo, tocó el brazo de una de las mujeres.
—Oye, perdona ¿Qué se está grabando?
La muchacha se volvió al escuchar una voz tras ella. Su cara, a pesar de la oscuridad de la noche, se veía sucia.
—No os paréis y continuad andando. ¡Huid! —cuchicheó con un extraño acento escocés.
—¿Cómo? —preguntó rachel, anonadada.
—Si John Kilgan repara en vosotras, no podréis escapar. ¡Marchaos!
Sin entender nada, rachel miró a sus amigas. santana se agachó junto a la muchacha.
—¿Quién es John Kilgan?
La joven volvió su cara hacia el hombre que ellas habían mirando con anterioridad.
—Él, y si no queréis problemas, procurad que no os vea.
santana cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo. Aquello parecía tan real que hasta le puso la carne de gallina. Entonces megan metió baza.
—Vale... Te hemos entendido: estáis en mitad de una escena. ¿Pero esto es para una peli o una serie?
La muchacha la miró sorprendida. Iba a contestar cuando, de pronto, aparecieron en la plaza unos hombres a caballo, organizándose un gran revuelo. Aquellos guerreros, de aspecto no menos desaliñado que el de los borrachines que ya estaban allí, comenzaron a pelear contra éstos duramente, desenvainando las espadas. La veracidad de la interpretación las impresionó. —¡Corred! ¡Corred mientras podáis! —les gritó la mujer.
Con un gesto divertido, santana y sus dos amigas se alejaron corriendo. En la plaza había comenzado la acción. ¡Y qué acción! No querían estropear la toma, así que harían de extras gratuitamente.
—¡Qué increíble! —exclamó megan, riendo, mientras caminaban después calle abajo—. No me extraña que luego, cuando vemos las películas en la tele, todo parezca tan real. ¡Ha sido la leche! ¿Has visto cómo ha luchado ese tipo con la espada? Uf, parecía que le iba la vida en ello.
Pero lo que en un principio comenzó como algo divertido, según pasaban los segundos se volvía más real. La gente corría a su lado con gesto de terror y al doblar una esquina rachel se paró en seco.
—Ay, mi niña, creo que me va a dar un amago de infarto de un momento a otro.
Ante ella había una gran extensión de terreno plagado de árboles, fogatas y viejas casuchas de madera y paja, cuando lo que allí debería de estar era la ciudad nueva de Edimburgo, con sus luces y sus puentes.
—A ver, ¿qué te pasa ahora? —se quejó santana, cansada de andar por aquellas calles empedradas, sin quitar el ojo a una señora que parecía gritar algo en otro idioma.
rachel, plantándose ante sus amigas, que seguían mirando a la gente que pasaba a su lado corriendo, gritó histérica.
—¡¿Dónde está lo que tenía que haber aquí?! ¡Se supone que en este punto debería de comenzar la New Town! Y... y... Pero... pero, Dios mío... ¡¿dónde están las carreteras, los semáforos y los coches?!
—Estamos en la zona vieja de la ciudad. No te pongas histérica, te habrás equivocado —susurró santana acercándose a ella.
megan sacó del bolsillo de su falda un mapa de la ciudad y lo abrió con cuidado, pues aún estaba mojado.
—¡No! ¡No me he equivocado! —gritó fuera de sí—. Sé dónde estamos, y aquí debía de estar la New Town, no esas casuchas tercermundistas de paja —dijo señalando el empapado mapa—. Allí tendría que estar el McDonalds en el que cenamos hace unos días —vociferó rachel—. Y allí, la tienda de licores donde megan le compró a Pepe el whisky escocés. Y... y... nuestro hotel tenía que estar allí... ¡Allí!
—¡Ay, madre! —murmuró santana mirando a su alrededor.
—¡Joer! —chilló rachel con horror, señalando hacia su derecha—. Pero... pero si el Hub, el edificio del cachirulo, tampoco está.
Santana y megan se miraron asustadas y un viento extraño les puso la carne de gallina.
—Ay, Dios... —susurró megan al mirar al frente y ver las casuchas.
sanatana se dio la vuelta para mirar el sombrío y sólido castillo de Edimburgo en la cima de la colina.
—¿Pero dónde estamos? —preguntó en voz queda.
Te esperar toda mi vida
Capitulo 10
—¿Quiénes son esta gente? —preguntó megan mirando a sus amigas, mientras santana sacaba de nuevo su iPhone e intentaba encenderlo.
Al doblar una esquina, habían desembocado en una pequeña plaza. Allí, una veintena de mujeres yacían en el suelo atadas con cuerdas. Tenían una pinta desastrosa y unos hombres toscos y ruidosos bebían cerveza no muy lejos de ellas.
—Seguro que son los del rodaje del otro día. Como esta zona es tan antigua, se graban aquí muchas series y películas medievales —respondió santana, desistiendo de encender el teléfono y observando a las mujeres de ropas y aspecto sucio que estaban ante ellas.
—Madre mía —exclamó rachel—. La ambientación es la leche. Nadie diría que no es real.
—Ya te digo. Esto es para ganar un Oscar —asintió megan.
—Fíjate en aquel tío que habla con ese grupo —continuó rachel, divertida—. ¿Has visto lo bien caracterizado que está? Pero si hasta sus cicatrices parecen de verdad.
Sin ningún disimulo, las tres se asomaron por la esquina para observar al hombre que decía rachel. Parecía temible; se le veía sucio y harapiento y, al abrir la boca para protestar, se fijaron en que le faltaban varios dientes. Todos los que le rodeaban lucían numerosas mellas.
—Ese debe de ser el malo-malísimo de la peli. Tiene toda la pinta —rió santana divertida.
—Totalmente de acuerdo contigo —asintió megan mirando a su alrededor—. ¿Y quién hará de bueno? Mira que si es Gerard Butler... Como sea él, de aquí no me muevo hasta que me firme un autógrafo y le dé dos besazos.
rachel, agachándose con disimulo, tocó el brazo de una de las mujeres.
—Oye, perdona ¿Qué se está grabando?
La muchacha se volvió al escuchar una voz tras ella. Su cara, a pesar de la oscuridad de la noche, se veía sucia.
—No os paréis y continuad andando. ¡Huid! —cuchicheó con un extraño acento escocés.
—¿Cómo? —preguntó rachel, anonadada.
—Si John Kilgan repara en vosotras, no podréis escapar. ¡Marchaos!
Sin entender nada, rachel miró a sus amigas. santana se agachó junto a la muchacha.
—¿Quién es John Kilgan?
La joven volvió su cara hacia el hombre que ellas habían mirando con anterioridad.
—Él, y si no queréis problemas, procurad que no os vea.
santana cada vez entendía menos lo que estaba ocurriendo. Aquello parecía tan real que hasta le puso la carne de gallina. Entonces megan metió baza.
—Vale... Te hemos entendido: estáis en mitad de una escena. ¿Pero esto es para una peli o una serie?
La muchacha la miró sorprendida. Iba a contestar cuando, de pronto, aparecieron en la plaza unos hombres a caballo, organizándose un gran revuelo. Aquellos guerreros, de aspecto no menos desaliñado que el de los borrachines que ya estaban allí, comenzaron a pelear contra éstos duramente, desenvainando las espadas. La veracidad de la interpretación las impresionó. —¡Corred! ¡Corred mientras podáis! —les gritó la mujer.
Con un gesto divertido, santana y sus dos amigas se alejaron corriendo. En la plaza había comenzado la acción. ¡Y qué acción! No querían estropear la toma, así que harían de extras gratuitamente.
—¡Qué increíble! —exclamó megan, riendo, mientras caminaban después calle abajo—. No me extraña que luego, cuando vemos las películas en la tele, todo parezca tan real. ¡Ha sido la leche! ¿Has visto cómo ha luchado ese tipo con la espada? Uf, parecía que le iba la vida en ello.
Pero lo que en un principio comenzó como algo divertido, según pasaban los segundos se volvía más real. La gente corría a su lado con gesto de terror y al doblar una esquina rachel se paró en seco.
—Ay, mi niña, creo que me va a dar un amago de infarto de un momento a otro.
Ante ella había una gran extensión de terreno plagado de árboles, fogatas y viejas casuchas de madera y paja, cuando lo que allí debería de estar era la ciudad nueva de Edimburgo, con sus luces y sus puentes.
—A ver, ¿qué te pasa ahora? —se quejó santana, cansada de andar por aquellas calles empedradas, sin quitar el ojo a una señora que parecía gritar algo en otro idioma.
rachel, plantándose ante sus amigas, que seguían mirando a la gente que pasaba a su lado corriendo, gritó histérica.
—¡¿Dónde está lo que tenía que haber aquí?! ¡Se supone que en este punto debería de comenzar la New Town! Y... y... Pero... pero, Dios mío... ¡¿dónde están las carreteras, los semáforos y los coches?!
—Estamos en la zona vieja de la ciudad. No te pongas histérica, te habrás equivocado —susurró santana acercándose a ella.
megan sacó del bolsillo de su falda un mapa de la ciudad y lo abrió con cuidado, pues aún estaba mojado.
—¡No! ¡No me he equivocado! —gritó fuera de sí—. Sé dónde estamos, y aquí debía de estar la New Town, no esas casuchas tercermundistas de paja —dijo señalando el empapado mapa—. Allí tendría que estar el McDonalds en el que cenamos hace unos días —vociferó rachel—. Y allí, la tienda de licores donde megan le compró a Pepe el whisky escocés. Y... y... nuestro hotel tenía que estar allí... ¡Allí!
—¡Ay, madre! —murmuró santana mirando a su alrededor.
—¡Joer! —chilló rachel con horror, señalando hacia su derecha—. Pero... pero si el Hub, el edificio del cachirulo, tampoco está.
Santana y megan se miraron asustadas y un viento extraño les puso la carne de gallina.
—Ay, Dios... —susurró megan al mirar al frente y ver las casuchas.
sanatana se dio la vuelta para mirar el sombrío y sólido castillo de Edimburgo en la cima de la colina.
—¿Pero dónde estamos? —preguntó en voz queda.
Nickollbagui* - Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 15/08/2013
Edad : 29
Re: FF (BRITTANA) TE ESPERARE TODA MI VIDA CAPITULO 11 ACTUALIZACION
uh????????????????????????????????
Ignarriagada* - Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 17/03/2013
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