Gleek Latino
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Primer15
Image hosted by servimg.com

Image hosted by servimg.com
Image hosted by servimg.com
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Coment10
Últimos temas
» Ayudenme a encontrarlos
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyLun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T

» Busco fanfic brittana
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyLun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66

» Busco fanfic
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptySáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken

» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyJue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604

» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28

» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyDom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28

» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyVie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604

» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyLun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es

» Que pasó con Naya?
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMiér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es

» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyJue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es

» No abandonen
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMiér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303

» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyVie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303

» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyLun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli

» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyDom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic

» brittana. amor y hierro capitulo 10
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMiér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic

» holaaa,he vuelto
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyJue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander

» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMiér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyMiér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1

» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 EmptyLun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1

[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Encues10
Sondeo

Musical Favorito Glee 5x15 Bash

[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba1011%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 11% [ 4 ]
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba1019%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 19% [ 7 ]
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba1011%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 11% [ 4 ]
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba1024%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 24% [ 9 ]
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba1027%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 27% [ 10 ]
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba108%[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Topeba10 8% [ 3 ]

Votos Totales : 37

Image hosted by servimg.com
[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 Gleeka10
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios

Disclaimer
Image hosted by servimg.com
·Nombre: Gleek Latino
·Creación: 13 Nov 2009
·Host: Foroactivo
·Versión: GS5
Glee
Image hosted by servimg.com
Publicidad

[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

+4
gabiigleek
Veronica Everett Criss
Maru Criss
Gabriela Cruz
8 participantes

Página 2 de 3. Precedente  1, 2, 3  Siguiente

Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Jue Sep 05, 2013 10:10 pm

Capítulo VII. “Viaje en limusina”



Desgraciadamente, de camino a casa, Kurt vislumbró el enorme cartel de una pequeña tienda donde anunciaban la fabulosa oferta de cuarenta Tupperware por cien dólares.

—Entremos —ordenó.
— ¡Tú estás pirado! —se quejó Blaine, cargado con gran cantidad de bolsas. Tenía los dedos entumecidos por el peso y le dolían las manos.
—Luego cogemos un taxi —objetó él, al tiempo que sus correspondientes bolsas en mitad de la calle—. Necesito esos envases para administrar mi comida.
— ¡No, no hagas eso Kurt, por Dios! —gritó Blaine, pero fue demasiado tarde. Él le había sacado varios metros de distancia y se dirigió a una velocidad descomunal hacia la tienda, como si fuese una droga para él.

Salió poco después, cargado con dos cajas de cartón y una estúpida sonrisilla surcando su rostro. Gracias a la compra de última hora, llegaron a la conclusión de que no podían continuar su camino con quince bolsas de comida y aquellas enormes cajas de cartón que parecían a punto de reventar.

—Pero ¿qué has hecho, estúpido?

Él lo miró con una cara extraña: algo de pena mezclada con un deje de profunda satisfacción.

—He visto la oferta y no he podido resistirme —explicó él, orgulloso—, además, ¿dónde piensas que va a caber toda esta comida? Claro, ¡es verdad! Podríamos utilizar tu cuarto como despensa, yo creo que hasta parecería más ordenado; y como el suelo es tu ropero, el armario queda completamente libre para guardar alimentos —dijo, con gesto reflexivo imitando a uno de aquellos filósofos de la Ilustración.
— ¡No puedo creer que estés hablando en serio! —explotó él—. Eres tú quien ha ocupado mi casa, un inquilino indeseable. Lo más normal sería que utilizases tu habitación, y vaciases tu ridículo armario lleno de cajas de bastoncillos para los oídos, cremitas para la cara y potingues y medicamentos varios —replicó Blaine.

Kurt abrió la boca para protestar, pero él le interrumpió dirigiéndole una mirada que cortaba la respiración.

—Cogeremos el autobús —anunció Blaine dirigiéndose hacia la parada que tenían a apenas tres metros de distancia.
— ¿El autobús? —preguntó Kurt intrigado.
—Sí, ese coche grande, con ruedas, que lo maneja un conductor… —explicó Blaine.

Kurt sonrió orgulloso.

— ¡Ah! Yo tengo uno de esos, pero nosotros lo llamamos «limusina» —aclaró contento.

Blaine le miró consternado. ¿De verdad Kurt hablaba en serio? ¿Era cierto que jamás había entrado en un supermercado y ni siquiera tenía claro lo que era un autobús? Blaine preguntaba en qué mundo se habría criado aquel excéntrico muchacho; desde luego, en ninguno demasiado realista. Decidió aprovechar aquella oportunidad.

— ¡Oh, sí, sí! Es eso, una especie de limusina, pero más popular —le dijo, deseoso de ver su reacción cuando el autobús parase frente a ellos.
— ¿A qué te refieres con eso de «más popular»? —Kurt frunció el entrecejo, inseguro.
— ¡Ya lo verás! —Sonrió él malévolo—. ¡Mira, ahí llega!

Kurt observó la enorme limusina que se acercaba hacia ellos, abrumado por la emoción. Aquella era más grande que la que él utilizaba para acudir cada día a sus clases en Londres. Soltó un silbido de asombro, sonriente. Entonces el majestuoso carruaje frenó secamente frente a ellos, y comenzó a distinguir algunas cabecillas curiosas que se asomaban por las ventanas. Gente desconocida.

—Pero ¿qué coño…?
— ¡Vamos, sube!

Siguió a Blaine, consternado.

— ¡Dios mío, es el Apocalipsis! —gimió en cuanto puso un pie en el autobús. Agarró a Blaine de la manga de la chaqueta y tiró de él insistentemente. Después reaccionó y lo soltó asqueado—. Yo prefiero ir andando.

Él sonrió ampliamente, tras dejar las bolsas de la compra en el suelo mientras comenzaba a buscar dinero en el interior del bolsillo de sus vaqueros. Dejó caer tres dólares en la repisa del conductor.

—De ningún modo —objetó—, la culpa es tuya por decidir comprar cien Tuperwares.
—Siempre podría devolverlos…

Blaine se volvió, dándole la espalda al conductor.

—Mala suerte, ya he pagado los billetes.
— ¿Y a mí qué me importa? Eres tú quien ha perdido dinero estúpidamente.

Las puertas del autobús se cerraron con un sonido chirriante y esponjoso. El conductor se puso en marcha dirigiéndole media sonrisa.

—Lo siento muchacho —le dijo al tiempo que se encogía de hombros—, Ya la he cerrado.
—Esto es una porquería —le susurró Kurt, sólo para que Blaine oyera.
—Pero ¿cómo te atreves?

Blaine le habría golpeado gustosamente de no ser porque sus manos estaban ocupadas sosteniendo las enormes bolsas de la compra.

—Solo te mantengo en contacto con la realidad, chico de la basura.
—Te diré una cosa, Kurt —puntualizó Blaine, enfadado—. Puede que no sea el chico más guay del mundo…
—No, no lo eres, desde luego.
—… pero comprendo el significado de la palabra «respeto», algo que tú desconoces.

Kurt parpadeó con indiferencia.

—Bien, quédate con tu respeto —farfulló—. Yo prefiero quedarme con las personas agradables.
—Eres un ignorante sin remedio —concluyó Blaine—. Me das pena.
— ¡Oh, no sé si podré soportarlo! —exclamó burlón, y se llevó una mano al pecho dramatizando exageradamente.
—Que te den.

Blaine echó a andar hacia el interior del autobús, mientras oía al fondo las carcajadas del conductor. Estaba tremendamente cabreado. Y lo estuvo aún más cuando distinguió las coquetas miradas que le dirigían al idiota de Kurt un grupo de chicas apoyadas en el cristal derecho del autobús.

—Ciegas… —susurró él por lo bajo.

Él buscó su mirada antes de contestar.

— ¿Ciegas? —Sonrió ampliamente—. Querrás decir afortunadas. Afortunadas por poder gozar de mi exquisito rostro.

Blaine arrugó la nariz, molesto.

—Tú jamás te has puesto delante de un espejo, ¿verdad?

Él sacudió las manos, despreocupado.

— ¿Para qué iba a hacerlo? No lo necesito —aclaró—. Puedo ver mi reflejo en las reacciones satisfechas de todos los que me rodean.

Él pestañeó más de lo necesario, intentando asimilar sus palabras. Se preguntó si estaría bromeando, pero Kurt tenía el rostro serio aunque levemente tenso mientras miraba a su alrededor.

—Oye, aquí hay muchos gérmenes… —murmuró—. No me gusta esta limusina, la mía es mejor.
—Sujétate o te caerás cuando frene —le avisó él, girándose hacia la ventanilla con la intención de ignorarlo.

El inglés farfulló algo.

—Pero ¿qué dices? Estas barras de metal han sido tocadas por muchas personas. No pienso posar mis delicadas manos sobre ellas —Alzó una mano frente al rostro de Blaine—. ¿Ves? Mi madre siempre me dijo que tenía dedos de pianista.
—Tu madre mintió.
— ¿Por qué iba a hacer algo así?
—Para que te callaras y la dejaras en paz, seguramente —le explicó, todavía enfurruñado—. La gente te cubre de halagos sin ton ni son con la intención de perderte de vista.
—Eso no es cierto. —Sonrió tímidamente—. Yo nunca te he halagado, pero sí deseo que te pierdas de mi vista. Y de la vista del resto del mundo, a ser posible.

Blaine bufó de forma pesada, cansado de escuchar su voz de algodón, que lograba sacarle de quicio. Entonces el autobús frenó en seco cuando un semáforo se puso en rojo. Kurt, que seguía de pie sin sujetarse a nada, se deslizó bruscamente hacia delante, precipitándose sin control sobre el cuerpo de él, que gimió dolorido cuando se golpeó contra el suelo.
— ¡Levanta, imbécil! —Ordenó, al tiempo que sacudía el cuerpo del muchacho—. ¿Quieres apartarte?
— ¡Por todas las vírgenes, debo estar lleno de microbios! —se quejó él, haciéndose a un lado.
—Espero que te coman vivo.

Blaine logró levantarse del suelo a duras penas y se frotó la espalda.

—La próxima vez intenta resistir la tentación de tirarte sobre mí. Gracias —aclaró el joven, dolorido.

Kurt consiguió ponerse en pie y, tras sacarse un pañuelo blanco de tela del bolsillo, comenzó a sacudirse las ropas, como ejecutando una especie de ritual para invocar al demonio. Blaine le observó aterrorizado.

— ¿Quieres dejar de hacer eso? Todo el mundo nos está mirando.
—Nunca me ha molestado que la gente me mire, al contrario —explicó él—, resulta satisfactorio ver sus brillantes ojitos de deseo.
El chico tosió, y dio un paso atrás; intentaba fingir que el castaño del pañuelo no era su acompañante ni tenía ningún tipo de relación con él. Desgraciadamente, le era del todo imposible e inhumano no advertirle.

— ¡Quieres cogerte a la barra de una maldita vez!

Él negó con la cabeza.

—Lo que necesito es sentarme —objetó, cual consejero de la Corte. Entonces se giró hacia una anciana enclenque y le dirigió una mirada acusadora y penetrante, como queriéndole decir que aquel era su sitio. Reservado. Blaine le dio un suave puntapié.

—Deja de mirarla así, ¿es que no tienes vergüenza?

Kurt carraspeó y se acercó al oído de Blaine, que percibió su aroma cítrico y mentolado.

—Es que no es justo. Yo tengo una vida por delante, y esa mujer es obvio que no. Dile que se levante.

Blaine se volvió de nuevo hacia la ventanilla, anhelando salir de allí. No podía ser real. Necesitaba cerciorarse de que no era cierto.

—Bueno, ¿piensas decírselo algún día?
—No, claro que no —contestó secamente—. ¿Por qué no te sientas en ese otro sitio? —le preguntó, señalando un asiento libre.

Kurt sonrió satisfecho y caminó a trompicones hacia el asiento libre. Blaine le siguió: quería perderle de vista, pero temía dejarle solo y que montase algún espectáculo. El inglés extendió su pañuelo blanco sobre la silla antes de sentarse, ante la atónita mirada de todos los pasajeros. A su lado iba una mujer de mediana edad con un niño de apenas un año sentado sobre las rodillas. Kurt le dirigió una mirada acusadora al chiquillo, como avisándole de que no quería problemas.

Apenas pasaron cinco minutos cuando una imprevisible ráfaga azotó su nariz. El olor era fuerte e insistente, como si se hubiese sentado al lado de un cesto lleno de huevos podridos. Blaine no tuvo tiempo de detenerle cuando Kurt giró lentamente la cabeza hacia la distraída mujer.

—Perdone… —le dijo—, pero su hijo huele a materia orgánica sucia. Muy sucia.
— ¿Qué? —preguntó la mujer, confundida.
—Excremento —aclaró, tapándose la nariz con los dedos—, desecho, caca, mierda. El niño huele a mierda, señora.

La mujer abrió los ojos, alarmada. Blaine bajó la mirada y la clavó en el suelo, deseando que aquel autobús fuese como los coches de los Picapiedra, abiertos, para poder escapar de él. Sentía una vergüenza ajena tan profunda que no fue capaz de interrumpir la conversación de los otros dos. Sus mofletes se habían tornado de color ciruela.

— ¡Es un niño, es normal que pasen esas cosas! —Exclamó la madre, que abrazó con más fuerza a su hijo—. Tú también hiciste ese tipo de cosas cuando tenías un año.

Kurt sonrió orgulloso, sin dejar de taparse la nariz en ningún momento, de forma que su voz sonaba radiofónica.

—Lo siento, pero eso jamás me ocurrió a mí. Mi asistenta tenía la orden de cambiarme cada media hora —le informó—. Es que, ¿sabe?, mi piel es increíblemente sensible.
—Este chico está pirado… —susurró la madre del niño.
— ¡Y que lo diga! —la apoyó Blaine que había encontrado el suficiente valor para hablar, abochornado.

Afortunadamente bajaron en la siguiente parada. Kurt se levantó al instante, satisfecho de salir del autobús. La mujer, con el niño todavía sobre las rodillas, le dirigió a Blaine una mirada caritativa.

— ¡Qué Dios se apiade de ti! —le dijo, en referencia a la infinita paciencia del chico, después de que este le contase que Kurt era su inquilino de intercambio.
—Eso espero —replicó él, al tiempo que se santiguaba.

Kurt bufó exasperado, empujándolo del autobús. Blaine estuvo a punto de caer sobre un charco del arcén de la carretera, pero él lo sujetó del codo.

—Llevas mi comida en tus manos —le dijo—. Así que deja de lanzarte felizmente en busca de microbios.
— ¡Me he tropezado!
—Eres pura imperfección.

Blaine pataleó en el suelo, desesperado. Después le siguió calle abajo; deseando tumbarse en su sofá. Últimamente la idea de dormir se le antojaba el mejor de los planes: era el único momento de calma en su vida. Suspiró agotado, asiendo fuertemente las bolsas con las manos.



Morí literalmente con lo de la "Limusina Popular" y Kurt diciendole a la señora que su hijo se había hecho... ¿Cual fue la de ustedes?
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Dablerry Jue Sep 05, 2013 10:24 pm

wadhjsja mori cuando se puso a ver a la anciana ksjsjaa amo tu fic actualiza pronto <3
Dablerry
Dablerry
********-
********-

Femenino Mensajes : 655
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Edad : 29
Klaine

Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Vie Sep 06, 2013 9:29 pm

Capítulo VIII. “Cómo comportarse con desconocidos”



Abigail estrechó al joven en un fuerte abrazo que por poco le deja sin respiración. Se limpió una lagrimilla que le rodaba por la mejilla izquierda y volvió a abrazarle.

— ¡Oh, Kurt, eres un regalo caído del cielo! —Gimoteó con afectación—. Pero ¿cómo se te ocurre pagar la compra?

Logró escapar de los brazos de la señora Anderson cuando esta se distrajo por el pitido del microondas. Se sacudió la ropa. Blaine resopló a su espalda, consternado por el comportamiento nada apropiado de su madre. Se dijo que desde luego no tenía ni idea de con quién estaba hablando: con el demonio. Un demonio despiadado e insufrible.

—He decidido encargarme de la compra durante el mes que pase aquí —informó Kurt—. Creo que es lo menos que puedo hacer. Y, como usted sabe que mi alimentación es algo compleja, será mejor que me haga responsable de ella. El supermercado me ha fascinado.

Aquello fue suficiente para Abigail, que parecía a punto de explotar de alegría. Ella prometió darle más presupuesto para la compra semanal y añadió que Blaine le acompañaría cada vez que tuviese que salir, sin siquiera preguntar al aludido.

— ¿Sabes? Serías el hombre perfecto para mi hijo. —La señora Anderson señaló al chico, apoyado en el dintel de la puerta de brazos cruzados—. Es tan desorganizado… tú equilibrarías su desorden.

Kurt tosió, alzando una ceja. Blaine también, aunque deseaba que la tierra lo tragara, puesto que su madre sin más había revelado lo que él no había tenido agallas de decir en el supermercado, cuando Kurt dijo que era gay. Él le dirigió una mirada afilada y llena de prepotencia que podría haberse traducido por «Sabía que estabas colado por mí». La madre no pareció reparar en la tensión en los hombros de ambos jóvenes.

—Yo guardaré todo esto —se apresuró a ofrecerse él—. He comprado cien Tuperwares para poder organizar adecuadamente la comida.
—Oh, increíble. Kurt, eres increíble…

Blaine cerró los ojos con fuerza y se largó de la cocina. Si su madre continuaba abriendo la boca de aquel modo, solo conseguiría que creyera que él tenía algún interés en Kurt y que su ego aumentase más y más —si es que aquello era humanamente posible—. Tenía que encontrar algún modo de fijar un límite, unas reglas de comportamiento que equilibrasen la situación. Aprovechó el resto de la tarde para darse un baño relajante, ya que supuso que Kurt se encontraría ocupado con la distribución de los nutrientes por orden alfabético.

Sumergió la cabeza en el agua. Después, cuando salió a la superficie, respiró con fuerza. Tenía ganas de ver a sus amigos. Echaba de menos pasar las tardes sentado en un parque cualquiera charlando. Llevarse a Kurt con él y presentárselo a sus colegas no le hacía ninguna gracia. Temía que acabasen apedreándolo. Aunque Sebastian, un chico que llevaba tras él desde que tenían catorce años y que incluso había escrito un libro autobiográfico, se parecía a Kurt en ciertos aspectos. Cabía la posibilidad de que se llevasen bien. Por otro lado, también era probable que, tras conocerse, surgiese entre ambos una especie de competitividad: la lucha por el poder de la estupidez.

Se vistió lentamente antes de dirigirse de nuevo hacia la cocina. La nevera estaba repleta de Tupperwares transparentes, amontonados unos sobre otros como si fuesen una exposición de arte moderno. En casi todos ellos estaba escrito el nombre de Kurt seguido de una fecha. Blaine supuso que había organizado qué comería cada día de la semana siguiente. Y se preguntó cómo alguien podía tener tanta paciencia para administrar al detalle todo aquello. Cerró la nevera bruscamente.

— ¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó Kurt, al tiempo que se sentaba en una de las sillas.
—Ha quedado ridículo —espetó Blaine, sirviéndose un poco de café.
—Pero ¿qué dices? Tu madre me ha felicitado varias veces por ello. —Sonrió abiertamente, orgulloso de su hazaña—. Por cierto, me he tomado la molestia de organizar también tu comida. Esta noche te toca ensalada. Ya va siendo hora de que dejes de comer fritos a todas horas —agregó.

Blaine se atragantó con el café.

—Espero que no estés hablando en serio. No eres nadie para decidir cómo debo alimentarme.
— ¡Encima de que me preocupo por ti! Deberías arrodillarte, besar mis pulcros zapatos y agradecérmelo.
—Pero ¿tú quién te crees que eres? ¿El príncipe de Inglaterra?
—No, pero trátame como si lo fuese. Así marcamos nuestras diferencias sociales.

Blaine arrugó la nariz, furioso.

—Esta tarde he quedado con mis amigos.
— ¿Crees que me importa? Guárdate tus culebrones rosas. —Pestañeó con afectación.
—Debería importarte, Kurt, porque vendrás conmigo —le informó, entusiasmado al percibir el sufrimiento que ensombrecía su rostro.
—No se te da nada bien eso de contar chistes.
—Tienes dos opciones —le explicó Blaine—. Puedes venir conmigo o quedarte en casa con Cooper. A solas.

Kurt abrió desmesuradamente los ojos.

—Soy joven para morir —dijo—. Ni en broma me quedaría a solas con ese mendigo harapiento. Si llego a saber que conviviría con alguien como Cooper habría pedido a mis guardaespaldas que me acompañasen.

Blaine le miró fijamente, asombrado. Negó con la cabeza, intentando convencerse de que todo aquello no era cierto.

— ¿Tenías guardaespaldas en Londres?
—Pues claro, ¿quién si no iba a protegerme? —Se limpió las uñas distraído, observando la perfección de estas bajo la luz que entraba por la ventana de la cocina—. Ellos siempre iban detrás de mí. Y, en casa, se quedaban quietos como estatuas a la espera de recibir mis órdenes.
—Empiezo a comprender de dónde viene tu estupidez —objetó él, consternado al escuchar todo aquello—. Creo que tus padres te han malcriado.
— ¿Mis padres? —Kurt la miró sin comprender—. Sólo tengo a mi padre y casi nunca está en casa; así que no ha tenido la oportunidad de malcriarme. Pero no importa, tengo a todo un equipo profesional bajo mi supervisión. Son realmente eficientes, tendrías que verlos algún día.
—No sabes la ilusión que me hace —terció él irónico, poniendo los ojos en blanco.
—Tranquilo, era un decir, por pura cortesía. —Sonrió—. Tú jamás pondrás un pie en mi mansión. Antes de que entrases, soltaría a los perros y terminarías corriendo calle abajo como un punki cualquiera.

Blaine resopló, se terminó el café y dejó la taza en la pila con un golpe seco. Kurt la señaló.

— ¿Es que no piensas fregarla? —preguntó consternado.
—No, lo haré más tarde —respondió él mientras se abrochaba la chaqueta.
—Pero si la dejas ahí demasiado tiempo se llenará de moho —explicó Kurt sin dar su brazo a torcer—. Y los bichos acudirán a ella.
— ¡Límpiala tú si tanto te importa!
—Lo siento, yo jamás he hecho eso. —Sonrió y se levantó—. Mis manos no están preparadas para enfrentarse a cualquier jabón doméstico. Tengo la piel sensible.

Blaine se llevó una mano a la frente.

— ¡Ya me lo has dicho un millón de veces! —gritó cabreado—. Y no me importa en absoluto cuán sensible llegue a ser tu piel. —Negó con la cabeza en silencio—. ¡Dios mío! Seguro que incluso utilizas toallitas de bebé para limpiarte el culo. Si es que no se encarga de eso alguna de tus criadas.

Él asintió lentamente.

—Sí, has acertado. Es curioso. Me lo limpio con toallitas de bebé con olor a lavanda —detalló—. Deberías probarlas. He traído unos veinte paquetes, seguro que me sobrará alguna. Ya verás qué bien huelen.
—Pero ¿tú de dónde has salido? ¿Me puedes decir quién es el malvado ser que te ha metido tantas tonterías en la cabeza?
—Nadie. Yo solito.
—Imposible. Esas cosas no nacen de uno mismo —replicó él, y casi sintió pena por Kurt—. La gente no tiene esos instintos hipocondríacos.
— ¿Qué tiene de malo?
— ¡Todo! No se puede vivir así; estás totalmente limitado.
—Blaine, a ti te limita tu cara frente a la sociedad y, ¿ves?, no es ningún problema. Incluso diría que pareces ligeramente feliz. Obviamente eres un ser demasiado conformista para mi gusto, pero…
—Basta. De verdad. No me interesa seguir escuchando tus tonterías. Es hora de irnos.

Kurt lo siguió hasta la calle. Se preguntaba si los amigos serían mucho peor que él. No estaba seguro de cómo debía comportarse. Hasta el momento jamás había conocido a nadie fuera de su acomodado colegio, donde todos seguían su mismo estilo de vida. Temía encontrarse con varios clones de Cooper, rodeándole sin piedad. Se frotó las manos, temeroso de tener que enfrentarse ante lo desconocido. No le gustaba aquello de no llevar las riendas de la situación. Mientras que en su casa había sido todo un rey, allí el nivel había bajado al de patético príncipe.
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Dablerry Dom Sep 08, 2013 11:24 am

jajjaja siempre me hacen reir tus capitulos <3 <3 <3 Kurtie de verdad está loco jajja como usa toallitas húmedas jaja de verdad es too much
no me canso de decir que escribes genial y que me encanta tu historia
siguela pronto ! nos leemos ! un besito y un abrazo
Dablerry
Dablerry
********-
********-

Femenino Mensajes : 655
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Edad : 29
Klaine

Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por RiveraMyLove Dom Sep 08, 2013 10:09 pm

Si yo fuera Blaine, Kurt ya estaría muy golpeado. Aunque me resulta muy divertido leer como pelean :b.
¡Seguí!
RiveraMyLove
RiveraMyLove
-
-

Femenino Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
*Kurt/Chris Fans* Damian


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Gabriela Cruz Lun Sep 09, 2013 2:59 am

La verdad nunca me imagine a Kurt en este papel de malcriado egocéntrico yo que Blaine ya lo debería de poner en su sitio y bajarlo de su nube.
Gabriela Cruz
Gabriela Cruz
-*-*
-*-*

Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
El mundo de Brittany

Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Lun Sep 09, 2013 11:42 pm

Capítulo IX. “Colegas”



En cuanto los vio a lo lejos, Kurt reprimió el vehemente impulso de huir. Quería, realmente deseaba desaparecer de allí. En un parque repleto de insectos, donde las abejas zumbaban a su antojo de un lado a otro y los caracoles babeaban la corteza de los árboles, se amontonaba un grupo de seres extraños. Le miraban de forma rara. Le miraban demasiado, a decir verdad; como si le estuviesen estudiando para describirlo después en un importante examen. Asió del codo a Blaine y se inclinó para hablarle al oído.

—Dime que esos no son tus amigos —masculló—, dime que solo son un grupo circense que ha decidido descansar un rato antes de marcharse a otra ciudad.

Blaine sonrió con aire malicioso. Sí, claro que sí: aquellos eran sus amigos. Todavía no habían llegado todos, algunos siempre se retrasaban y no se dignaban aparecer hasta media tarde. Se giró hacia Kurt, cuyo rostro estaba ahora pálido, tornándose de un blanco intenso como si estuviese cubierto de deliciosa nata montada.

—Son simpáticos, tranquilo.
—Solo un ciego podría estar tranquilo en estos momentos —añadió él en voz baja. Y, por un instante, deseó ser ciego para no ver a esos elementos.

Llegaron hasta el banco de madera donde todos estaban sentados. A Kurt se le ocurrió la estúpida idea de sonreír al máximo, mostrando tensión en la curvatura de los labios. Uno de los chicos, de aspecto macarra, se abrochó la chaqueta de cuero hasta el cuello mientras le echaba al castaño un vistazo rápido, como si estuviera decidiendo si lo mataba allí mismo o esperaba un poco antes del derramamiento de sangre.

— ¿Tu amigo nos está enseñando su nuevo blanqueamiento dental o qué?
—Sam, él es Kurt, el chico que va a pasar un mes en mi casa —los presentó Blaine, ignorando el comentario del primero.
—Encantado de conoceros —dijo Kurt.

Todos rieron.

— ¡Qué chico tan formal! —Explotó Brittany, que le dedicó un seductor pestañeo antes de mirar a sus amigos—. No como estos, que solo saben comportarse como animales. Yo también estoy encantada de conocerte, guapo —dijo, y le dio un beso en la mejilla.

Kurt torció el rostro dibujando una mueca de asco. Blaine se inclinó con disimulo hacia él.

—Como te limpies las mejillas te mato —le advirtió.

Él lo miró apenado.

—Por favor, estoy lleno de pintalabios. Haz algo o montaré un espectáculo.

Blaine aprovechó el hecho de que casi todos sus amigos estaban entretenidos entre ellos, para fingir que iba a quitarle una pestaña del ojo con un pañuelo. Hoscamente, le restregó las mejillas y le libró de la pesada carga de gérmenes que tanto le preocupaban. Él sonrió divertido.

—Gracias, sirviente. Ya puede retirarse —le susurró bromeando.

Él le fulminó con la mirada, advirtiéndole con antelación de que no estaba dispuesto a soportar sus juegos en ese momento. Kurt suspiró y comenzó a aburrirse poco después. Los amigos de Blaine eran incluso más raros que él. El tal Sam le miraba francamente mal, como si fuese un estorbo. Otros dos se dedicaban a ignorarlo, hablando entre ellos. El resto eran chicas. Todas ellas le observaban expectantes, haciéndole a Blaine preguntas sin sentido sobre él, especialmente Brittany.

— ¿Y cómo se lleva con tu hermano? —preguntó una de ellas, Santana.
—Oh, pues… bien —balbució Blaine, sin estar seguro de qué decir al respecto.
—Hum… —Santana sonrió, mordiéndose el labio inferior—. ¡Cooper es tan sexy!

Kurt parpadeó confundido. ¿Aquello era sarcasmo? Estaba a punto de reír tontamente para quedar bien cuando advirtió que el comentario sobre la sensualidad del Mendigo iba en serio.

—Espero que no decida nunca cortarse su cabello, perdería todo su atractivo salvaje —añadió la chica.
— ¡Tía, que es mi hermano, córtate! —se quejó Blaine.

Kurt iba a protestar a su vez, diciéndole «¡Tío, no estoy sordo! Y tus comentarios duelen», pero se contuvo. Quería estudiar a aquellos individuos. Eran realmente curiosos, algo estrambóticos también. Rápidamente dejó a un lado al grupo de chicos, que no le hacían ningún caso, y se acercó más a ellas, como un felino sigiloso que acaba de descubrir que la carne existe.

— ¿Te está gustando América, Kurt? —le preguntó Brittany, mientras se retocaba el pintalabios, de un rojo ciruela.
—Sí, mucho. El supermercado es genial —contestó.

Brittany lo miró extrañada. Después se sacudió la larga melena rubia hacia atrás con soltura. Kurt dedujo que no le llegaba a él ni a la suela de los zapatos en cuanto a elegancia.

— ¿Te gustaría venir esta noche a mi casa? —preguntó la chica, sin ningún tipo de vacilación en la voz. Kurt tragó saliva despacio, sintiendo cómo el miedo le revolvía el estómago—. He pensado que podríamos reunirnos todos allí, para ver películas y… lo que surja.

«Y… lo que surja.» Kurt miró a Blaine desesperado, deseoso de que él le defendiese, ¡tenía que hacer algo! Era demasiado guapo como para pasar desapercibido, eso lo entendía sin problemas. Más, él era gay. Y lo aceptaba, vaya que sí. Pero, ciertamente, no estaba preparado para enfrentarse a aquella devoradora de hombres, que parecía realmente hambrienta. Tragó saliva despacio.

—No creo. Me gusta acostarme pronto, siempre lo hago —se excusó. Y era cierto.

Brittany sonrió con malicia, Kurt lo notó en el brillo inhumano de sus ojos claros, que se encendieron como una linterna en medio de la oscuridad.

—No importa —se acercó más a él—, puedes quedarte a dormir en mi casa si quieres. Mis padres no estarán…

Él palidecía por instantes. Blaine le miró divertido, mientras Santana continuaba halagando al piojoso de Cooper. Intentó pensar en algo que lograse fastidiar al chico y la chica: tanto a la insaciable de Brittany como al idiota de Blaine, que no se dignaba sacarlo de aquel apuro. Sonrió con gesto malévolo cuando una idea cruzó su mente como una estrella fugaz.

—Si me quedase a dormir en tu casa, Blaine se pondría realmente celoso. Es bastante posesivo —explicó, señalando al aludido, que le miraba con la boca abierta.

Blaine apretó los puños con fuerza, furioso. ¿Cómo podía mentir tan vilmente? ¡Él hubiese estado encantado de que se quedase a dormir en casa de Brittany! ¡Y no solo un día, sino hasta que tuviese que regresar a Londres, a ser posible! Perderle de vista sería un regalo divino.

—Brittany, no te lo aconsejo —le dijo a su amigo—. Tiene ladillas —añadió.

Kurt pensó que iba a desfallecer. ¿Ladillas? Sí, las conocía bien. Había estudiado todas las enfermedades existentes en el mundo por su cuenta con el objeto de evitarlas. Recordó que se trasmitían mediante las relaciones sexuales y le dirigió a Blaine una mirada de ternura antes de hablar.

—Me las habrás pegado tú, cariño… —susurró delicadamente.
— ¿Os habéis acostado? —preguntó Brittany, visiblemente molesta y decepcionada.
— ¡No, claro que no! —se defendió Blaine, consternado. Aquello estaba yendo demasiado lejos. Los chicos habían dejado de hablar de sus cosas para mirarles, pendientes de la conversación.
—Ahora dice eso —farfulló Kurt, mientras negaba con la cabeza con dramatizada indiferencia—. Es curioso. Pero anoche solo decía «Sí, más, sí, sigue».

Los chicos, liderados por Sam, rieron al unísono. Mientras exclamaban « ¡Este es de los nuestros!» y se tronchaban a carcajadas. Blaine se cruzó de brazos, arrepintiéndose al instante de haber llevado a Kurt consigo.

—Solo hubiese dicho esas palabras en otro contexto, como «Sí, más, sí, sigue ahorcándote, imbécil» —aclaró furioso. Sus ojos destellaban rabia.

Kurt se molestó. Deseaba con todas sus fuerzas que Blaine quedase mal delante de sus amigos. Se aburría. Y no soportaba que él le tratase con esa superioridad desmesurada, sin aceptar cuál era su lugar en aquel dúo. Su lugar era, desde luego, el de más abajo.

— ¡Relaciones! ¿Quién las entiende? —añadió Kurt, y no supo qué más decir para salir de aquel embrollo.

Sam asintió pensativo, al compás de los otros dos, que parecían imitarle en todo momento.

—Tienes razón, tío, son complicadas, ¿eh? —Le dio una palmada en la espalda.

Kurt se encogió de hombros.

Entonces oyó a lo lejos un silbido suave, empalagoso… que le molestó de inmediato. Se giró bruscamente cuando Santana dijo: «Ahí llega Sebastian». El susodicho vestía bien. Bastante bien. Llevaba unos vaqueros pulcros, combinados con un suéter marrón, y aun a distancia Kurt pudo apreciar la buena calidad del tejido. Frunció el ceño, conforme este se acercaba más, y advertía su cabello castaño, cuidado y repeinado. Se fijó en sus manos, en la perfecta curvatura del corte de sus uñas, en la suave piel de su rostro hidratado, la elegante forma de andar y los danzantes movimientos que le acompañaban descaradamente. Sebastian no le gustó. Sebastian era pura competencia. El príncipe falso, de plástico, que pretendía robarle el trono. No estaba dispuesto a permitir que aquello sucediese.

— ¿Cómo va todo? —preguntó al llegar, dirigiéndole a Blaine una mirada repleta de interés. Interés que Kurt no entendió, pero que sí le molestó.
—Bien, tío —dijo Sam—. Oye, mira, este de aquí es Kurt, el chico de intercambio que está en casa de Blaine. Es la monda.

Se dieron la mano. Sus miradas chocaron al instante emanando odio. Odio porque ambos pudieron distinguir la suavidad resbaladiza de las manos del contrario. Kurt se cabreó aún más cuando descubrió que Sebastian llevaba la misma colonia que él: una colonia casi exclusiva que debía pedir por encargo para que se la trajesen desde Francia.

—Me llamo Sebastian Smythe —saludó el otro, frunciendo el entrecejo—. Quizá me conozcas por mi libro.
— ¿Qué libro? —Kurt soltó rápidamente su mano. Se limpió en una servilleta.
— ¿No te lo ha contado Blaine? —Se giró hacia él, que escondió el rostro entre las manos—. He escrito un libro con solo dieciocho años. Tuve una vida difícil, una infancia terriblemente dolorosa —explicó, dramatizando en exceso para el gusto de Kurt—. Así que terminé escribiendo mi biografía, que se ha vendido muchísimo y me ha hecho rico.
—Me alegra no ser entonces el único rico de aquí —siseó Kurt.

Blaine resopló. El resto de sus amigos parecían divertidos. El moreno había esperado aquello. La competencia por el poder de la estupidez había surgido, desatándose con una ferocidad abrumadora. Blaine se pasó una mano por la frente, recordando que lo único por lo que no competirían sería por él, afortunadamente. Sebastian llevaba desde los catorce años persiguiéndole e intentando que saliesen juntos, algo a lo que él se había negado constantemente. Aunque parecido a Kurt, era más respetuoso que él. Igual de aristocrático, pero menos espabilado e irónico que el otro.

—No, no lo eres. —Sebastian sonrió forzado—. Así compartiremos el puesto. Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte en casa de Blaine?
—Un mes —contestó Kurt, incómodo.
—Oh, ¡qué barbaridad! —explotó—. Los intercambios de hoy en día duran demasiado. La educación está fatal. ¿No echarás de menos a tu familia?
—No —respondió el otro, contundente.
—Qué poco sentimental.
—Sebastian, déjale en paz —dijo Blaine para apaciguar los ánimos.

Brittany parecía visiblemente cabreada por no poder seguir hablando con Kurt sobre el asunto de dormir en su casa.

—Entonces, ¿vendrás esta noche? —insistió poniendo morritos.
— ¿Adónde tiene que ir? —preguntó el recién llegado con curiosidad.
—A mi casa, para ver unas películas —aclaró Brittany, deseosa de que no volviesen a interrumpir su conversación.
—Yo me apunto —contestó Sebastian, sonriente.

Kurt se disponía a responder que no, pero la seguridad de su contrincante le hizo dudar. Miró a Blaine, quien se encogió de hombros deseando huir de allí.

—Yo también iré —contestó entonces, alzando la cabeza con orgullo—. Con Blaine —añadió. Y sonrió tímidamente al notar el malestar en el rostro de Sebastian.
—Gracias por preguntarme si me apetece ir —se quejó él.
—Oh, vamos, lo pasaremos bien —intervino Sam—. Tiene razón tu amigo, las relaciones son incomprensibles.

Los otros dos asintieron mecánicamente. Brittany se levantó irritada, sacudiendo su melena. Había pensado en una velada íntima con aquel apuesto inglés, no en una reunión de amigotes. Ya se las apañaría para lograr estar a solas con él.

—Podrías invitar a Cooper —añadió Santana.
—Ni lo sueñes —atajó Blaine molesto—. Seguro que habrá quedado con sus amigos. La semana que viene es su cumpleaños y lo celebraremos en casa; os invitaré a todos. No desesperes, Santana.

Kurt sonrió de nuevo y comenzó a trazar un plan mentalmente para vencer al enemigo. Había descubierto el punto débil de Sebastian: el indeseable Blaine.
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por RiveraMyLove Mar Sep 10, 2013 9:39 pm

¿Kurttany? esto va a ser divertido, bastante, jaja, ¡seguí!
RiveraMyLove
RiveraMyLove
-
-

Femenino Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
*Kurt/Chris Fans* Damian


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por ♫♥Anny Hummel♥♫ Mar Sep 10, 2013 10:06 pm

Ame este capitulo lo ame de verdad ya me acorde lo que pasa y...jejej no contare pero amo lo del acoso a Kurt bueno sigue pronto
♫♥Anny Hummel♥♫
♫♥Anny Hummel♥♫
-
-

Femenino Mensajes : 1241
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Edad : 25
*Kurt/Chris Fans* Lindsay


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Mar Sep 10, 2013 11:16 pm

Capítulo X. “El grupo circense”




Caminaron por la solitaria avenida de la urbanización hasta la casa de Brittany. Blaine estaba a punto de llamar al timbre cuando Kurt alzó una mano para detenerlo.

—Hagamos un pacto —le pidió—. Si tu amiga loca intenta desnudarme me defenderás. No puedes dejarme solo.
— ¿Y qué recibo yo a cambio de protegerte?
— ¿Es que no puedes conformarte con mi cara bonita? —le reprochó Kurt, señalándose el rostro.
—El trato no me convence, lo siento. —Se encogió de hombros.

El inglés se inclinó hacia él peligrosamente.

—Tu madre dijo que teníamos que ser como uña y carne —le recordó—. Yo seré la carne, obviamente es más suave. Tú serás la uña sucia. Tenemos que obedecer a la señora Anderson.
— ¡Ni en tus mejores sueños! Me da absolutamente igual lo que mi madre diga.

Él insistió, contrariado.

— ¡Pero soy tu protegido, Blaine! —explotó, con gesto apenado—. No puedes abandonarme a la deriva con la fiera de Brittany, ¿acaso no te has fijado en cómo me mira? Sus pupilas se clavan en mis partes bajas como cuchillos; apuesto lo que sea a que a esa le va el sadomasoquismo.
—No exageres, Brittany es una buena chica. No te pasará nada —concluyó el moreno, pulsando el interruptor del timbre. Se oyó un sonoro «ding dong».
—Son las campanas de mi funeral —susurró Kurt.

Se arrepentía muchísimo de haber caído en la trampa de Sebastian. Él no quería estar allí, hubiese preferido pasar la noche calentito en su cama, lejos de todos aquellos monstruitos a los que no lograba comprender. Tenía miedo. El corazón le palpitaba con fuerza en el pecho cuando Brittany abrió la puerta, ignoró totalmente a Blaine y fijó sus ojillos azules en los ojos iguales de Kurt, que dio un respingo hacia atrás al oír su aguda voz.

— ¡Kurt! ¡Has venido! ¡Ya pensaba que no llegaríais! Pasad, pasad… —les indicó, haciéndose a un lado.

Él se inclinó hacia Blaine. Dentro de lo malo malísimo, él era lo menos malo malísimo por simple comparación. El listón estaba alto, rozando el límite de lo humano.

—Conviértete en mi hermano siamés durante el resto de la noche —le rogó.
—Como no te calles, me convertiré en tu hermano perdido —amenazó Blaine, aunque disimuló ante la atenta Brittany, que les observaba cruzada de brazos.

En cuanto se despistó, su amiga asió del brazo a Kurt, que la miró aterrorizado como si aquella fuese la mayor de todas las catástrofes posibles. Blaine rió por lo bajo y se dijo que, en realidad, su compañero tenía verdaderas razones para estar asustado.

Dentro se encontraban los demás. Kurt clavó su mirada en la de Sebastian, que le observaba receloso. Seguramente había supuesto que no iría, pero ahí estaba él, manteniéndose firme a pesar de la apocalíptica situación, dispuesto a arrebatarle su falsa corona.
— ¿Cómo va la noche? —preguntó, dirigiéndose a todos en general.

Sam jugaba a la PlayStation con sus dos perros fieles y le saludó levantando la mano. Santana, acompañada por otra chica llamada Quinn, también se dignó contestar con un simple «bien», contrariamente a Sebastian, que solo se quitó una pelusilla de su chaqueta de piel. Curiosamente, a pesar de estar bien consideradas, a Kurt nunca le habían gustado las chaquetas de piel. No le agradaba eso de llevar animales encima como en la Edad de Piedra. Obviamente, el neandertal de Sebastian no opinaba lo mismo.

Brittany se sentó en el sofá y cruzó las piernas de un modo seductor. Kurt sintió un escalofrío. La joven golpeó con la palma de la mano el sitio que quedaba libre a su lado.

—Kurt, cielo, siéntate aquí —le indicó.

Él miró fijamente a Blaine, esperando que él dijese algo. Lo que fuese. Sus labios se mantuvieron bien sellados, divertidos, mostrándole una tímida sonrisa casi imperceptible. El joven se dirigió resignado hacia el sofá.

— ¿Qué vamos a cenar? —preguntó Sam, distraído, sin dejar de apretar todos los botones del mando de la PlayStation.
—He pedido ternera con salsa. La traerán enseguida —contestó Brittany, resuelta.

Kurt tosió afectado.

—Yo no como carne.
—No todos los paladares pueden apreciar algo tan sabroso —añadió Sebastian, sonriendo de lado.
—Exacto. Mi paladar no está preparado para degustar mierda —aclaró Kurt, sin darse por vencido.
—No te preocupes. —Brittany se levantó enseguida—. Llamaré ahora mismo para pedir que traigan una ensalada, ¿te parece bien?

Kurt asintió. La idea de que otros se moviesen por él no terminó de disgustarle. Estaba bien aquello de que todos estuviesen a sus pies, abiertos a sugerencias. Suspiró hondo, preparándose mentalmente para soportar la desastrosa noche. Le dirigió a Blaine una mirada dramática; parecía uno de los violinistas del Titanic justo antes de morir. El último vals de su vida había llegado. El joven pareció ablandarse y, sin perder la sonrisilla malévola de su rostro, se sentó a su lado en el sofá. Sebastian le siguió y se hizo hueco donde no lo había.

— ¿Pretendes tirarnos a todos del sofá? —preguntó Kurt, molesto.

Sebastian le ignoró, acomodándose, pegándose al cuerpo de Blaine como lo haría un crustáceo a un acantilado. Kurt, todavía más cabreado, también se acercó a su compañero, que, a esas alturas, apenas si podía seguir respirando.

—Me estáis aplastando —masculló.
—Díselo a tu amigo —se quejó Kurt—, que sería capaz de ametrallarnos a todos con tal de sentarse. Menudo egoísta.
—No me hables precisamente tú de egoísmo, Kurt. Mi mente no está preparada para aceptar algo así —le reprochó Blaine.

Kurt bufó. Sam gritó cuando ganó una partida del videojuego y alzó los brazos como si aquello fuese el más grande de todos los acontecimientos posibles. Se giró después hacia ellos.

— ¿Queréis jugar? —preguntó.

Sebastian negó lentamente con la cabeza. Kurt sonrió, curioso.

—Vale —murmuró, encogiéndose de hombros.

Sam dejó el mando en sus manos.

—Pensándolo bien yo también me apunto —rectificó Sebastian.

Blaine resopló. Aquello era agotador. ¿Cómo podían llegar a ser tan sumamente estúpidos? ¿Dónde estaba el límite, tendrían algún tope? Apostaba lo que fuese a que no. Se dejó caer sobre el respaldo del sofá, cuando llegó Brittany.

—Ya he pedido tu ensalada, Kurt —informó, sonriente. Su rostro se volvió algo agrio cuando descubrió que habían ocupado su lugar en el sofá—. Bueno, será mejor que dejemos de jugar —añadió rápidamente—. Podríais echar una mano para poner la mesa.

Brittany apagó la PlayStation sin miramientos. Sam resopló consternado. Les indicó que la siguiesen hasta la cocina para darles cubiertos, vasos y demás. Una vez allí, puso en las manos de Kurt la jarra de agua. Este, con el ceño fruncido, se volvió hacia Blaine.

—Yo no hago estas cosas —se quejó—. ¡Pero si somos sus invitados! ¿Cómo puede ser tan maleducada?
—Somos invitados, Kurt, pero esto no es una cena presidencial —le recordó Blaine, mientras caminaban hacia el comedor—. Cuando se juntan los amigos no existen los anfitriones, todos colaboran por igual.

A Blaine le llamaba la atención tener que explicarle todo aquello. Tenía curiosidad por saber quién era realmente Kurt, pero temía que si se lo preguntaba su ego creciese aún más al proporcionarle insospechados detalles sobre su fantástica vida en la mansión de Londres.

Observó cómo Kurt dejaba la jarra de agua delicadamente sobre el mantel tras recolocarlo, ya que estaba un tanto torcido hacia la izquierda. Se preguntaba por qué todo a su alrededor debía estar tan sumamente perfecto. Alguien tenía que haberle enseñado a ser así, ese tipo de cosas no salían de uno mismo. Suspiró, resignado, al advertir que Kurt llenaba todas las copas con la misma cantidad de agua y las comparaba entre sí. Sebastian enarcó una ceja.

—Este tío está pirado —dijo.
—Y tú acabado —contestó Kurt—, estás acabado.
— ¿Acabado de qué? No sabes ni lo que dices.

Se acercó hasta él, cuando Blaine estaba distraído, y le habló en susurros.

—Tienes la esperanza de que Blaine termine enamorándose de ti. Sueñas con vivir a su lado en una gran casa con un enorme jardín, veinte gatos, diez perros y trescientos niños chillando y corriendo de un lado a otro —le dijo—. Bien, pues te lo adelanto: eso jamás ocurrirá.

Sebastian le dirigió una mirada de profundo odio que parecía llamear en el interior de sus pupilas almendradas. Apretó los puños con fuerza, furioso.

—… No ocurrirá, porque, para empezar, tu querido príncipe azul sería más feliz viviendo debajo de un puente. Y, como segundo apunte, te diré que nadie quiere a un Romeo como tú. Eres un tostón. Puedes ponerte toda la colonia francesa que quieras, pero seguirás oliendo a puro aburrimiento —concluyó, sin piedad.

Sebastian permaneció quieto. Tenía verdaderas ganas de golpearle. Pero ¿quién se creía que era? Él llevaba muchísimos años detrás de Blaine como para que ahora un recién llegado se lo arrebatase. Claro, el inglés tenía ventaja por vivir en su casa. Kurt le miró divertido, señalándole con el dedo índice.

— ¡Ah, y una cosa más! Si piensas que a mí me puede llegar a gustar tu bello enamorado, te contestaré que no. Jamás de los jamases. Nunca. Tengo más clase, así que mi listón está más alto.
—Mejor, no sabes lo que te pierdes.
—… ¿Me pierdo pasar horas buscando restos entre los contenedores? Prefiero cederte el puesto. Gracias.
—No importa, nadie sería capaz aguantar a alguien como tú. Así que dudo que cualquier otro ser humano pueda llegar a quererte —siseó Sebastian.

Kurt torció el gesto. Furioso. Ahora estaba furioso. ¿Cómo que nadie podría quererle? Claro que sí, todos en su casa le querían. Arrugó la nariz. Blaine los llamó para que se sentaran. Hacía rato que había sonado el timbre de la puerta, cuando habían traído la ternera en salsa y la ensalada. Se sentaron mientras se dedicaban mutuamente miradas de odio. Comenzaron a cenar.

—Tío, ¿en Londres hay mucha marcha? —le preguntó Sam, animado.
— ¿Marcha?

Blaine se acercó a su oreja.

—Fiesta, ajetreo, movida… —susurró.
—Ah, ¡marcha, claro, claro! Pues, eh… supongo que sí —aclaró, dudoso—. Yo solo salgo por la urbanización. Es más segura.
— ¿Tus papis no te dejan ir muy lejos? —intervino Sebastian.
—Mis padres me dejan hacer lo que quiera —informó, con aire señorial.

Brittany estaba cabreada. No le gustaba el ritmo que tomaba la noche. No le gustaba tampoco, en absoluto, que surgiesen rivalidades entre Sebastian y Kurt, porque eso significaba que Blaine —y no ella— estaba dentro del juego de competencia. Se apartó el pelo de la cara.

—No tienes novia por allí, ¿verdad? —preguntó, con una ancha sonrisa.

Kurt pareció dudar, pero luego se mostró serio.

—No.
— ¿Y no te cansas de comer tanto verde? —insistió Sebastian, señalando su ensalada.

Kurt le miró extrañado.

— ¿Tú te cansas acaso de comer sangre?
—No es lo mismo. Yo sigo una dieta variadísima.
—Pues no se te nota en la piel.

Blaine resopló, dando a entender que no deseaba seguir escuchándoles. La noche continuó sin más percances, hasta que Brittany se decidió a poner una película.

—Tengo las películas en mi habitación —explicó, cuando todos se sentaron alrededor de la televisión—. Kurt, ¿quieres acompañarme y ayudarme a elegirla?

Kurt tragó saliva despacio, temeroso.

—No importa, escoge la que más te guste a ti —respondió entrecortadamente.

Sebastian sonrió de lado.

—Qué poca educación… —susurró.

Brittany pareció ofendida, asió del brazo a Kurt y casi lo arrastró hacia su habitación. Y, por primera vez, Blaine sintió auténtica pena, Kurt no imaginaba lo que le esperaba allí dentro.

El inglés respiró hondo cuando llegaron al cuarto, sacudiéndose la manga de la fina camisa que Brittany había tocado con sus afiladas uñas rojizas. Miró alrededor. Detestaba las habitaciones rosas, repletas de flores, corazones y artilugios diversos de colorines. Se giró consternado buscando los DVD.

— ¿Dónde están las películas? —preguntó, y sintió que un nudo le presionaba la garganta.

Brittany se acercó peligrosamente hacia él, pestañeando en exceso, como si se le hubiese metido una mota de polvo en los ojos. Entonces Kurt comenzó a comprender la situación. Y se contuvo para no gritar.

—La película podríamos montarla nosotros mismos… —le susurró Brittany, al tiempo que le pasaba un dedo por el cuello.

No le gustó aquel primer contacto con su piel; no era lo suficientemente suave.

—No se me da bien actuar —repuso Kurt, con la vista fija en la puerta cerrada de la habitación.
—Yo podría enseñarte.
—Tampoco me interesa demasiado. Gracias, pero tengo otras expectativas en la vida —se excusó; su rostro se tornó más pálido de lo habitual—. Creo que deberíamos volver con los demás. Blaine estará preocupado por mí —mintió.

Brittany se inclinó hacia él, de puntillas. Kurt dio un paso atrás y tropezó.

—Te gusta hacerte el duro, ¿verdad? —Preguntó la chica, con voz melosa—. Te gusta… poner las cosas difíciles. Mejor. Sabes sacar partido a todo tu atractivo. A mí me encanta que me pongan nuevos retos…
—No finjo nada. Soy así de forma natural —admitió él, contrariado.
—Ya, claro, claro…
—Oye, me das miedo. Quiero irme de aquí —exigió finalmente.

Brittany lo ignoró. Sus manos se dirigieron hacia el cuello de la camisa de Kurt y empezaron a desabrochar los primeros botones.

—Pero ¿qué haces, loca? —gritó él, consternado.
—No te resistas más, Kurt —insistió; comenzaba a enfadarse.

Nunca un chico se le había negado durante más de cinco minutos; todos terminaban cayendo a sus pies tarde o temprano. Sonrió tontamente. Él intentó escapar. Ella tiró de la camisa hacia abajo, arrancando todos los botones de un tirón.

—Niña, tú tienes que ir directa a un psiquiátrico —dijo Kurt, en dirección hacia la puerta—. Si quieres contribuiré a pagar los gastos de la clínica.
— ¿Adónde crees que vas? —Brittany se cruzó de brazos, cabreada.
—Lejos, muy lejos… de ti —contestó, antes de salir volando de allí.

Kurt corrió por el pasillo como alma que lleva el diablo, como si hubiera visto un fantasma.

— ¡BLAINE! —Gritó, fuera de sí—. ¡BLAINE, VEN!

Blaine salió de la sala alarmado por la llamada. Estudió a Kurt. Llevaba la camisa desabrochada dejando a la vista la suave y blanca piel de su bien trabajado torso. Ladeó la cabeza, puntuando mentalmente su cuerpo con un merecido 8. Después observó su aterrorizado rostro.

— ¿Se puede saber qué te ocurre?

Kurt se apoyó en su hombro, como si fuese a desfallecer, casi abrazándolo.

—Ha intentado matarme, Blaine —dijo, hablando atropelladamente—. Tu amiga está completamente loca; quería que hiciéramos nosotros una película, y no apta para todos los públicos, precisamente. Me habías prometido que no me dejarías solo. Tenías que protegerme. No volveré a confiar en ti.
— ¿Qué?, pero ¿qué estás diciendo? —Le levantó la cabeza—. No te he prometido nada. —Suspiró, y reparó en Brittany que les miraba enfadada desde la puerta, apoyada en el dintel con los brazos en jarras—. Bueno, no importa. Está bien, volvamos a casa.

Blaine se despidió de sus amigos mientras Kurt lo esperaba en la calle. Después caminaron en silencio, bajo el oscuro manto estrellado de la noche.

—Ha sido una día duro, ¿eh? —Blaine le miró divertido, de reojo.

Él suspiró abrumado.

—Lo resumiré de esta forma —explicó él—. Tu casa es un paraíso divino e inigualable en comparación con lo que hoy he conocido.

Blaine rió.

—Empiezo a ver a Cooper como a un ser inofensivo y tremendamente delicado. Imagínate. —Torció el gesto, tras escucharse a sí mismo—. Bueno, no me hagas mucho caso, estoy divagando. Mañana todo volverá a ser como siempre. Tu casa será un estercolero y tu hermano el rey de los mendigos.
—Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad… —Blaine puso los ojos en blanco.

Llegaron a casa. Kurt se excusó rápidamente y se dirigió a su habitación. Deseaba dormir. Se tumbó en la cama y reparó en el teléfono móvil que reposaba sobre su mesilla de noche. Pulsó el botón de encendido. Cero llamadas. Suspiró. Buscó en la lista el teléfono de su padre y llamó. Respondieron al quinto tono.

— ¿Diga?
— ¿Papá? Soy Kurt.
— ¡Hola, Kurt, cariño! Lo siento, tu padre está en una reunión importante. Soy su nueva secretaria, Helen —dijo una alegre voz al otro lado del teléfono—. El señor Burt me ha hablado muchísimo de ti, ¿quieres que le diga que te llame en cuanto termine? —Eh… no, no hace falta. Aquí, en América, es tarde.
— ¡Es verdad, olvidaba el cambio horario! No te preocupes. Le comentaré que has llamado de todos modos.
—Gracias.

Kurt frunció el ceño cuando colgó. Se dio la vuelta en la cama, tras destapar el colchón por la parte de abajo. Siempre dormía con los pies fuera, no soportaba tenerlos tapados. Otra de sus manías. Hundió el rostro en la almohada y cerró los ojos con fuerza, deseando quedarse dormido cuanto antes. Mañana le esperaría otro largo día.




Brittany es una atrevida, pobre Kurt que tuvo que salir huyendo [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 2414267551 
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por gabiigleek Miér Sep 11, 2013 1:54 pm

okey hace tres capitulos que no comento para hacerte un resumen de mis comentarios te digo que Kurt esta no pirado si no reverendamente loco de la cabeza jaja, no se que le pasa pero tiene problemas existenciales graves espero que mi Sexy Boy pueda curar a mi bebé porque sino deberia internarse jaja...amo este fic actualiza pronto
gabiigleek
gabiigleek
********-
********-

Femenino Mensajes : 783
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Edad : 31
Klaine Blake


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por RiveraMyLove Miér Sep 11, 2013 2:27 pm

Pobre Kurt, su papá nunca está con él y parece no importarle... pero bueno, me dio tanta gracia el tema de Brittany, ¡seguí!
RiveraMyLove
RiveraMyLove
-
-

Femenino Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
*Kurt/Chris Fans* Damian


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por ♫♥Anny Hummel♥♫ Miér Sep 11, 2013 3:27 pm

me encanto el capitulo sigue por favor :)
♫♥Anny Hummel♥♫
♫♥Anny Hummel♥♫
-
-

Femenino Mensajes : 1241
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Edad : 25
*Kurt/Chris Fans* Lindsay


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Veronica Everett Criss Miér Sep 11, 2013 6:33 pm

Hola Miirna!!! Soy tu nueva lectora, sinceramente no me llamaba tanto la atencion el fic, pero me decidi a leerlo (Me tarde practicamente una semana por la tarea) & la verdad me encanto... Tiene un toque muy gracioso que me encanta... Espero lo sigas pronto... Cuidate, saludos & besos
BYE
Veronica Everett Criss
Veronica Everett Criss
******
******

Femenino Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Warbles blichael


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Vie Sep 13, 2013 12:26 am

Capítulo XI. “Felices fiestas”


[Primera Parte]



Un nuevo amanecer, un nuevo día.

Blaine descorrió las cortinas, dejando que la luz del sol bañase la habitación de un suave tono dorado. Se pasó una mano por el cabello castaño oscuro, antes de comenzar a vestirse. Entonces lo oyó. Como todos los años, su padre les abrumaba con distintos villancicos navideños, repitiendo las canciones una vez tras otra. Suspiró pesadamente mientras abría la puerta de su cuarto, y las notas de la canción se hicieron más intensas.

«Navidad, Navidad, dulce Navidad…»

— ¡Papá, apaga eso de una vez, por favor! —gritó, a pleno pulmón, asomándose por el semicírculo de la escalera.

El señor Anderson le dedicó una mirada acusadora desde el piso inferior, cruzado de brazos.

—Todas las navidades dices lo mismo, Blaine. No pienso quitarlo. Escucharemos villancicos, es la tradición.

El joven se tapó los oídos con las manos. Su padre parecía realmente feliz, sonreía de oreja a oreja, con su acostumbrado batín granate anudado alrededor de la cintura y con las alpargatas de andar por casa. Suspiró abochornado.

— ¿No podrías bajar un poco el volumen?
— ¡No! ¡Quiero que todos lo escuchéis y os llenéis del espíritu navideño! —Alzó las manos y las movió al son de la canción. Después comenzó a tararearla alegremente antes de desaparecer en dirección a la cocina.

La puerta contigua a la de Blaine se abrió de golpe, y Kurt salió como un huracán enfurecido, vestido con su ridículo pijama de raso. Miró con asco al muchacho.

—Pero ¿qué es esa mierda que acaba de despertarme?
—Villancicos.
—No me gustan los villancicos —aclaró.
— ¿Y a mí qué me cuentas?
—Es tu casa; está en tus manos poner fin a esta tortura.

Blaine resopló, airado. Definitivamente, no podía hacer nada al respecto; de lo contrario su padre lo odiaría por toda la eternidad. Se preparó mentalmente para pasar una de las mañanas más insufribles de su vida. La señora Anderson salió del cuarto de baño y le dio una palmada a Kurt en la cabeza afectuosamente.

— ¿Qué tal has dormido, cielín? —preguntó melosa.
—Bien. —Le sonrió tímidamente, antes de que Abigail se marchase escaleras abajo a toda prisa.

Blaine observó la divertida escena.

— ¿Noto que empiezas a sentir cierto cariño hacia mi madre o son solo imaginaciones mías?

Kurt lo miró hoscamente desde el otro lado del pasillo.

— ¿Y yo noto que esta mañana eres aún más feo de lo habitual o será que hasta el momento no me había puesto las lentillas…? —replicó burlón.
— ¿Llevas lentillas?
— ¡Claro que no! Mis ojos son perfectos. —Pestañeó con afectación—. Jamás tendrás unas pupilas tan maravillosas como las mías.
— ¡Ja! Siento decirle, mi señor, que sus ojos son un tanto… repugnantes. Espero que no tome en cuenta mi osadía al hablarle de tal modo, ¡oh, caballeroso conde Kurt de inigualable belleza! —Blaine hizo una reverencia a modo de burla cuando terminó su anticuado discurso, que no pareció agradar al inglés.
—Deja de intentar hablar como si aún quedase en ti un atisbo de elegancia. Eres puro vulgarismo, baby.
— ¡NO ME LLAMES «BABY»!

Kurt sonrió agudo, con sus ojos azules brillando en exceso.

—Lo que tú digas, babe.
— ¡Uf…! ¡Cómo te odio!
— ¡Quiéreme, babe, quiéreme! —exclamó dramáticamente, antes de escabullirse nuevamente hasta su habitación y cerrar la puerta de golpe.

Blaine le dio una patada a la pared, cabreado.

¿Por qué demonios siempre conseguía sacarlo de quicio, si sabía de antemano a lo que se enfrentaba? No debería dejarle ganar. Tenía que encontrar alguna forma de reprimir sus rabietas. No quería que él lo viese así, enfadado consigo mismo. Volvió a su habitación y se dejó caer sobre la cama.

Durante aquellos primeros días había estado estudiando su mirada azul, la malévola sonrisa que curvaba sus labios, la oscuridad que encerraban sus ojos, su forma de andar, de moverse… todo lo que superficialmente caracterizaba a Kurt. Era más astuto de lo que él jamás hubiese imaginado. Generalmente mantenía la mente fría, por lo cual podía permitirse el lujo de pensar con mucha más claridad que el resto de las personas, ya que el sentimiento de culpa pocas veces se apoderaba de él. Pero rompía sus esquemas aquella actitud inocente que a menudo parecía invadirle. Esa incomprensión respecto al mundo que le rodeaba hacía que Blaine se plantease numerosas cuestiones, como, por ejemplo, hasta qué punto llegaría su ignorancia.

La melodía de los villancicos abrumaba la cabeza de Blaine. No los soportaba más. Bajó a la cocina, dispuesto a beber algo de café para aclarar sus ideas. Apoyó un codo sobre el mármol de la pila mientras removía el desayuno con parsimonia, aburrido. Kurt apareció poco después, alegando que no conseguía volver a dormirse a causa de «la mierda que flotaba en el ambiente»; y Blaine supuso —o quiso suponer— que la palabra «mierda» sustituía a «villancicos». Observó soñoliento cómo él se preparaba unas tostadas con mermelada y dos zumos de fruta natural. Prefería cien mil veces seguir ingiriendo su amada cafeína de siempre. Sorbió el café con orgullo. El señor Anderson entró agitado en la cocina con las manos repletas de espumillones.

—Buenos días —saludó alegremente—, ¿os vais acostumbrando a los villancicos? ¡Espero que sí! Ya empiezan las Navidades. —Tiró unas bolas rotas a la papelera, sin compasión—. Esta mañana hay que adornar la casa, colaboraremos haciéndolo entre todos. Por cierto, he colgado muérdago en diferentes lugares, así que intentad no coincidir bajo ninguno, ya sabéis el dicho, ¡bajo el muérdago, beso de murciélago!
—Ese no es el dicho —le corrigió Kurt, sin dejar de untar su tostada matinal.
—No importa, a veces me invento las cosas. —El señor Anderson se encogió de hombros con despreocupación—. Os espero en el comedor, venid cuando acabéis de desayunar.

Y desapareció otra vez silbando animadamente. Blaine resopló, al tiempo que Kurt le apuntaba con el dedo índice, acusador.

—Ni de coña pienso decorar tu casa —afirmó—. No he venido aquí para servir a unos muertos de hambre.
—No es ningún servicio, idiota. —Blaine no estaba de humor aquella mañana, más bien se encontraba abatido—. Se supone que debe ser un placer decorar la casa con adornos navideños.
— ¿Un placer? —Rió a carcajadas—. Tú tienes serios problemas, Blaine. Ve a un médico, quizá pueda echarte una mano prescribiéndote algún sedante o… algo, cualquier cosa que te deje grogui.

Blaine se estiró en la cocina, haciendo crujir su espalda, y Kurt le regaló una profunda mirada de repulsión. El joven sonrió.

—No pienso contestar a ninguna de tus estupideces.

Él pestañeó sin comprender.

—Informativo de buena mañana. Pip, pip, pip. —Ladeó la cabeza sin dejar de observar a Blaine—. En América amanece un día asqueroso, sin novedad respecto a los anteriores. Queridos oyentes, no cambien de emisora; desde aquí queremos contactar con el señor Blaine Anderson, apodado el Basurero a causa de su vulgar vestimenta habitual, y aclararle que, alegando que no piensa contestar más a mis maravillosos comentarios, ya me ha contestado otra vez. Pip, pip, pip. Y ahora disfruten de una sesión de silencio sin interrupciones durante la siguiente hora. Que pasen un buen día.

Blaine tuvo que esforzarse para no reír. Miró alrededor, preguntándose si realmente no estaba soñando, meditando sobre si aquello era ciertamente su cocina y el chaval que tenía delante, preparándose ahora unas verduras a la plancha para desayunar, existía de verdad.

—Estás fatal, Kurt. Sabía de tus problemas mentales, pero no llegué a pensar que rozaran un grado tan elevado.

Él se volvió de golpe, dejó la sartén a un lado y le apuntó con el tenedor, abriendo mucho los ojos.

— ¡Lo sabía, sabía que caerías! ¡Has vuelto a contestar! —explotó, orgulloso.

Blaine mantuvo los labios apretados, procurando no hablar. Pasados unos tensos minutos, respiró hondo antes de dirigirse hacia el comedor con la intención de echarle una mano a su padre.

Afortunadamente, el resto de la mañana pasó sin demasiados percances. Kurt expuso sus quejas acerca de los villancicos unas veinte veces. Después se negó a decorar la casa, pero se dedicó a observar cómo trabajaban los demás, dando órdenes y consejos a sus empleados.

—Está un poco doblado, gíralo unos tres centímetros hacia la derecha —le exigió, con un dedo sobre su mentón en pose pensativa.

Blaine lo habría matado, de no ser porque estaba subido a una escalera colocando un espumillón sobre el marco superior de un cuadro. Molesto, tiró de la cinta unos tres centímetros hacia la derecha. Abajo, su supuesto ayudante resopló.

—Y ahora, ¿qué narices te pasa? —preguntó él; aumentaba su rabia por segundos.
—Lo has dejado peor que antes. Vuelve a girarlo un poco hacia la izquierda.

Estiró del maldito espumillón y deseó que este reventase de una vez por todas.

— ¿Estás contento?
—Podría estarlo más. —Sonrió—, pero me conformo. Ya puedes bajar.

Blaine descendió lentamente por la escalera, con cuidado de no caerse y mirando si colocaba bien los pies en las estrechas tablas de madera.

—Tú no me dices cuándo puedo bajar —le reprochó.
—Ya, bueno, no tenemos tiempo que perder en tonterías. —Agitó una mano con elegancia—. Es hora de terminar con el baño.

Blaine cerró los ojos con fuerza una vez logró llegar de nuevo al suelo. Se frotó la cara, acalorado. Llevaba horas colocando adornos aquí y allá, y se sentía terriblemente cansado.

—No hace falta decorar el baño, Kurt. Así que olvídalo.
— ¿Qué? —Él lo siguió mientras Blaine se dirigía hacia el garaje para guardar la escalera—. ¿Te has vuelto loco? ¡Decorar toda la casa exceptuando el baño rompería con la armonía! Y nos ha costado mucho trabajo.

Blaine se giró hacia él, extrañado.

— ¿«Nos ha costado»? ¡Me ha costado mucho trabajo! Tú no has hecho nada. —Se cruzó de brazos—. Te has pasado la mañana diciendo «Esto no me gusta», «Ese abrigo rojo no favorece en absoluto a Papá Noel; debería ser negro, así disimularía su barriga», o añadiendo: « ¡Menudo árbol de Navidad más pequeño, parece una esparraguera de monte común…!».
— ¿Acaso no eran acertados todos mis comentarios? —se defendió, mirando con asco el garaje desordenado de la familia Anderson.
— ¡Claro que no! Y lo peor de todo ha sido cuando te has empeñado en colocar tú la estrella en la punta del árbol… ¡llevaba años esperando ese momento! No es justo que siendo el último mono de esta familia tengas más derechos que los demás. Pero, claro, mi madre ha tenido que ceder por pena.
— ¿Por pena?
— ¡Estabas a punto de llorar, estúpido! No he visto cosa más tonta en mi vida.

Kurt suspiró, algo abochornado. Era cierto. Se había encaprichado con poner la estrellita que coronaba la copa del árbol, pero era la primera vez que hacía algo así. Cuando llegaba la Navidad, en Londres, jamás habían adornado su mansión. Tan solo dejaban algunos calcetines colgando de la chimenea del comedor principal.

—Bueno, no importa. Hablábamos de la decoración del baño. —Sonrió alegremente, cambiando de tema.
—He dicho que no.

Blaine cerró la puerta del garaje con brusquedad y se dirigió de nuevo al interior de la casa, hastiado. Quería perderle de vista, aunque solo fuese durante cinco míseros minutos.

—Si decoras el baño, dejaré que esta noche salgas solo con tus amigos. Tus padres se van a cenar, ¿verdad? —Preguntó, recordando las palabras de la señora Anderson a mitad de la jornada matinal—. Les diré que me llevaste contigo, pero me quedaré en casa.

El joven dudó unos instantes. En realidad era un buen trato. Solamente tendría que colocar unos espumillones más y, como recompensa, conseguiría disfrutar de unas horas de paz y tranquilidad, como en los viejos tiempos, antes de que Kurt pusiera un pie en su casa.

—Está bien. Me parece justo. —Estiró un brazo al frente, pues estaba acostumbrado a cerrar cualquier pacto con una sacudida de manos.

Él frunció el ceño.

—Ni en broma toco tus dedos —musitó antes de subir las escaleras directo al baño—. ¡Vamos, no tenemos todo el día!

Kurt se lució con la decoración del baño, que terminó pareciendo el escaparate algo recargado de una tienda. Blaine se dejó caer sobre el retrete cuando terminaron, exhausto, mientras él le echaba un vistazo rápido a la estancia.

— ¿Qué me dices de la jabonera? —objetó, examinándola—. ¿No podríamos colocar un lazo rojo alrededor o algo parecido? Es fea, deberíamos cubrirla con algo.
— ¿Ni siquiera sabes anudar tú solo una cinta? —protestó Blaine, abatido.
—Si no pones el maldito lazo, no habrá pacto alguno. —Lo miró malévolo—. Y todo lo que has hecho hasta ahora habrá sido en balde.

Blaine se levantó y estiró una gruesa cinta roja con ambas manos, deseando poder ahogar a Kurt con ella. Derrotado, la colocó alrededor de la jabonera.

— ¿Contento?

Él se encogió de hombros. Alzó la vista, ladeando la cabeza. Sus ojos estaban fijos en el muérdago que colgaba de la puerta.

—No me atrae la idea de que la casa esté llena de muérdago. Queda francamente mal.
—Me da igual. A mí padre le encanta, así que déjalo como está.

Kurt frunció el ceño y siguió a Blaine por el pasillo. Se separaron para entrar en sus respectivas habitaciones y cerraron sendas puertas con más fuerza de la necesaria.


[Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 918367557 
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Veronica Everett Criss Vie Sep 13, 2013 5:59 pm

Navidad, Navidad Hoy!!! No... No es Navidad [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 2236703817 
Pero aun asi, me encanto el capitulo, ese Kurt... jajaja se tomo enserio el dicho de: Estas en TU CASA jajaja
Espero actualices pronto, cuidate, besos
Veronica Everett Criss
Veronica Everett Criss
******
******

Femenino Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Warbles blichael


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Vie Sep 13, 2013 9:51 pm

Capítulo XII. “Felices fiestas”



[Segunda Parte]



Había empezado a nevar.

Blaine tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.

Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Kurt. Ciertamente, no estaba seguro de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupado. Se imaginaba a un impulsivo Kurt redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.

Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.

¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Cooper. Aquello lo tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrado, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparado hacia el cuarto de Kurt y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperado, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.

Aquella primera imagen lo dejó totalmente paralizado. Kurt estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones castaños caían a los lados, anárquicos. Sus ojos azules se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Kurt, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que él se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.

— ¡Eeeh, Blainey! —saludó agitando una mano en el aire.

Blaine se arrodilló a su lado y lo examinó asombrado, sin comprender.

— ¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?

Kurt rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.

—¡Shoy felizzz…! Temedamete felizzz…

Blaine quiso decir algo, pero se había quedado mudo. Él se acercó más al moreno, todavía riendo, y Blaine distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinado, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.

— ¿Has bebido, Kurt?

Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.

—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es mu’ majo, mu’ simpático tamién…

Blaine se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Cooper se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?

— ¡Voy a matar a Cooper! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.

Kurt negó con la cabeza, cerrando los ojos.

—Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —Lo miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de Blaine—. Mírame atentamente: eshtaba ashí.

Kurt se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Cooper. Después rió y se incorporó nuevamente. Blaine resopló, furioso. Ahora había pasado de estar asombrado a estar cabreado. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.

—Luego intercambiaré algunas palabras con él.

Kurt se encogió de hombros.

—¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.
—Vamos, levántate, idiota —le exigió Blaine, al tiempo que le estiraba de un brazo.

Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.

— ¡Qué divedtido…! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de Blaine.
— ¿Te encuentras muy mal?
— ¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.

Blaine se acercó a él y se apartó instintivamente.

—Apestas a alcohol —le informó.

Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de Blaine para no caerse.

—He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama… se llama… ¡joder, se llama como el chucho ese…!
— ¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
— ¡Shi, eso!

Lo miró orgulloso. Blaine se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro del moreno como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándolo con los ojos entrecerrados.

—Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó Blaine.

Él volvió a encogerse de hombros.

—Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo…
— ¿Marihuana, te ha dado marihuana?
— ¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.

Blaine respiró agitadamente, angustiado. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Kurt, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en el agua.

— ¡ESHTÁ FRÍA! —gritó.
—Te jodes. —Blaine le miró enfadado—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado… borracho perdido.
—Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh…

Blaine resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Kurt, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. Blaine comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.

— ¡Pican los ojosh!
— ¡Cállate!
—Jopeta…

Permaneció quieto unos instantes, dejando que él terminase de enjuagarle el pelo.

—Navidá, navidá, duuulceee navidá… —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.

Blaine arrugó la nariz.

— ¿No odiabas los villancicos?
—No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé…!

Blaine negó con la cabeza en silencio.

— ¡Vamos, sal de una vez de la bañera!

Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.

— ¡Pero shi todavía estoy vestido!
— ¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?
— ¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! —ordenó.

Blaine rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Kurt conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.

—¡Me hashes coshquillash, Blainey! —dijo alegre.

Blaine le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.

La risa de Kurt aumentó. El comenzó a cabrearse, más consigo mismo que con él.

— ¿De qué te ríes, estúpido?
— ¡Ja, ja, ja…! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh… y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.

Blaine dio un paso hacia atrás, asustado. Entonces los entrecerrados ojos de Kurt se clavaron fijamente en la puerta del baño.

— ¡Blaine! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?

Él no pudo reprochar nada, porque las manos de Kurt atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre Blaine, todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y lo besó. Blaine dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Kurt besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras Blaine se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. Blaine, asombrado, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.

—Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?

Blaine, aterrado, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Él no lo recordaba. Se sentía molesto por no haberse apartado a tiempo, antes de que Kurt le diese aquel delicioso beso de príncipe… ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. Blaine se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzado. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.

Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño lo invadiese pronto.

Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.

— ¡Eh, Blainey! ¡Soy Kurt!

Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.

— ¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro…

Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Kurt, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello castaño despeinado y todavía húmedo.

Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Blaine se interpuso en su camino.

— ¡Lárgate de aquí! De verdad, Kurt, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.

Él lo miró apenado.

—Es que, Blainey, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash… Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.
—Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.
—No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.

Blaine abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibrio y dejarse caer sobre él. El rostro de Kurt quedó sobre su estómago.

— ¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.

Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Kurt. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. Blaine suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia… su bondad en general.

Empujó a Kurt contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; Blaine resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.

Escuchaba la respiración de Kurt, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.




Amo a Kurt borracho [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 2414267551  Es todo un loquillo [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 1206646864 
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Dablerry Sáb Sep 14, 2013 12:17 am

LO AMEEEEEEEEEE
me encanto me fascino my gosh amo tu fic , escribes taaan bien, siempre lo espero ansiosa, gracias por actualizaaaaar , pobre blainey ese Kurt jajaja ahora todo me calza el nombre del fic y esto wowowowowo me encantó <3 <3 quieeeeero maaaaaaas jijiji porfivor

cuidate mucho <3 nos leemos pronto
Dablerry
Dablerry
********-
********-

Femenino Mensajes : 655
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Edad : 29
Klaine

Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por gabiigleek Sáb Sep 14, 2013 7:08 pm

guau en una cuantas horas le paso de todo a Blaine y bueno dicen que los borrachos y los locos dicen la verdad y Kurt al parecer beso a Blaine con mucho entusiasmo ahhhhhh el primer beso que tierno ya quiero saber que pasara cuando Kurt abra los ojos y se encuentre en la cama de Blaine jaja Feliz Navidad para esos dos =)
gabiigleek
gabiigleek
********-
********-

Femenino Mensajes : 783
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Edad : 31
Klaine Blake


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Sáb Sep 14, 2013 11:42 pm

Capítulo XIII. “¡Señor enfermero!”




— ¡Blaine, no te vas a creer lo que pasó anoche! Estuve con tu amigo, el inglés que…

Cooper dejó de hablar en seco cuando descubrió dos bultos que se incorporaban en la cama. Abrió los ojos, sorprendido. Una risita tonta escapó de sus labios.

— ¡Oh, vaya! Veo que Kurt se lo siguió pasando en grande después… —Sonrió pícaro, ladeando la cabeza—. ¡Qué marcha lleva el chaval! Es todo un semental.

Kurt parpadeó confundido, mirando como loco a su alrededor. Le escocían mucho los ojos. Se topó con la encorvada silueta del Mendigo.

— ¡Cooper ha resucitado! —explotó el castaño, admirado.
— ¿Eh? —Cooper enarcó las cejas.
—Por cierto… —Kurt parecía confundido—. ¿Qué narices hacéis en MI cuarto?

Blaine se sentó en la cama y se apoyó en la cabecera. Bostezó. Después observó a Kurt de reojo, sin demasiado interés.

—Perdona, idiota, pero este es mi cuarto —aclaró.

Él se destapó rápidamente, mirándose a sí mismo de arriba abajo. Cooper reía en el otro extremo de la habitación.

— ¡Y llevo el pijama puesto del revés! ¿Qué me has hecho, Blaine?, ¿qué me has hecho?

El joven resopló, molesto, mientras se ponía unos coloridos calcetines.

—Pero ¿qué dices, tarado? Fuiste tú quien se abalanzó anoche sobre mí, y me miraste con esa cara de chino feliz; dijiste que te daba miedo dormir solo.

La habitación quedó sumida en un incómodo silencio que Cooper rompió sin miramientos.

—Bueno, vamos al grano… ¿te lo tiraste o no?
— ¿Tirar?
— ¿No recuerdas si mojaste? —Se tocó una mecha distraído, y Kurt torció el gesto.
— ¿Mojar?

Blaine se levantó de la cama, se anudó el batín alrededor de la cintura y quitó algunos trastos que reposaban sobre la silla del escritorio.

—Cooper, no pasó nada. —Se frotó la frente—. ¿Se puede saber qué hiciste ayer? Eres un irresponsable.

Su hermano se encogió de hombros.

—Pues que montamos una buena bacanal entre el señor Porro, Kurt, don Alcohol, mister Wisky y yo —Sonrió orgulloso—; el perro se lo pasó en grande.
— ¿Qué? —Blaine alzó los brazos alarmado.
— ¡Pero no te preocupes! Mister Wisky está ahí, tirado en el pasillo. Le he tomado el pulso y sigue vivo. O eso parece.
— ¡Uuuh, mi cabeza…!

Blaine se giró y reparó por primera vez en Kurt, que se tambaleaba intentando levantarse de la cama como si fuese un niño de un año aprendiendo a caminar. Kurt estaba más pálido de lo habitual, tenía el cabello revuelto y despuntado y sus ojos azules ya no se mostraban malévolos, sino más bien tristones.

—Veo la luz… la luz… —gimoteó—. Es el fin. Me muero —añadió, a punto de sollozar.
—Solo he apartado la cortina y están entrando los rayos del sol, imbécil; no tienes más que resaca.
— ¿Qué? ¡Estoy enfermo!
—No es una enfermedad, es un efecto secundario.
— ¡Tengo un efecto secundario! —exclamó, preocupado—. ¿Dónde están mis analgésicos? ¡Blaine, muévete!, ¡haz algo!

Cooper rió nuevamente. Cogió la ropa sucia que su hermano le tendía para bajarla al cuarto de la lavadora y le guiñó un ojo al inglés.

— ¡No pasa nada, tronco! —le animó—. Yo he pasado muchas de esas, al final te acostumbras. Eso no es nada.

Kurt agradeció que el Mendigo desapareciese escaleras abajo. Volvió a tumbarse en la cama. Veía borroso, como si se le hubiese metido una pestaña en los ojos. Y su cabeza retumbaba simulando una melodía de música tecno. Notaba el cuerpo dolorido; cada uno de sus músculos y células se resentían. Se llevó las manos al estómago, que estaba revuelto, mientras Blaine reía al tiempo que ordenaba su habitación.

— ¿A qué esperas para ir a por ese analgésico? —insistió él—. Mira, los medicamentos están en la maleta roja, al fondo del armario, en el extremo derecho.

Blaine le miró desde arriba, de brazos cruzados.

—Tendrás que pagar las consecuencias. No haberte emborrachado. Ahora levanta el culo de la cama y cuídate tú solito.
— ¿Yo solito…? ¿Te has vuelto loco o qué? —Lo miró apenado, como un perro abandonado en una carretera desierta—. Voy a necesitar tus servicios a lo largo de todo el día. Si no lo haces, me chivaré a tus padres.

Blaine arrugó la nariz. Odiaba ser al que chantajeasen. Pero, ciertamente, si sus padres llegaban a estar al tanto de la situación… lo castigarían de por vida; jamás volvería a ver la luz del sol. Cabreado, se dirigió a la habitación del inglés arrastrando los pies, en busca de los analgésicos.

La puerta estaba entreabierta, tal como él la había dejado el día anterior. Suspiró, ojeando la estancia. Había cambiado mucho desde que el nuevo inquilino la ocupaba. No había ni una mota de polvo, ni un ápice de suciedad… era la habitación más pulcra que Blaine había visto en toda su vida. Y eso que su madre era una gran amante de la limpieza. En la cama de Kurt, correctamente hecha, no se dibujaba ninguna arruga; la colcha casi parecía de un material sólido. Comprobó que no hubiese nadie tras él cerró la puerta del cuarto, deseoso de cotillear un poco. Solo un poco…

Abrió el primer cajón de la mesita de noche, donde los objetos, como era de esperar, estaban rigurosamente ordenados; clasificados por color, como una escala artística. En el lado derecho reposaba un móvil negro, y junto a él, un bote gris de gotas para los ojos; después le seguían una pequeña libreta azul oscuro, un monedero de un azul más claro… y así hasta llegar a los colores más cálidos; a la izquierda había colocado unos bastoncillos para los oídos dentro de una caja granate.

Rió solo, dada la ridiculez de Kurt. Él jamás hubiese tenido la suficiente paciencia como para organizar de aquel modo un simple cajón. Es más, en el suyo solía terminar metiendo las cosas a presión. Ojeó el segundo cajón, donde solo había una fotografía. La imagen lo mostraba sonriente rodeado por lo que parecía un sequito de guardaespaldas (gafas de sol incluidas), criadas que le pellizcaban los mofletes cariñosamente, lo que indicaba que era el niño mimado de la casa, y un hombre alto y estirado, de temple serio y bigote rizado, que tenía pinta de mayordomo. Blaine dejó la foto en su lugar, confundido, preguntándose si no hubiese sido más normal que Kurt guardase una instantánea de él con sus padres y no con el servicio de la casa.

Como era de esperar, la ropa del joven inglés se encontraba impecablemente doblada y colgada en las perchas del armario. Blaine supuso que él se asustaría si llegase a abrir el suyo. Suspiró, sintiéndose un tanto culpable por entrometerse en asuntos ajenos. Sacó de allí el maletín rojo, lo abrió encima de la cama y buscó los analgésicos. Aquello no era un simple maletín. Era, más bien, el equipo que un neurocirujano reconocido utilizaría para una complicadísima operación. No encontró los malditos analgésicos, así que terminó llevándose el maletín a su habitación. Cuando entró, Kurt gimoteó afectado, para llamar su atención.

— ¡Cuánto has tardado! ¿Tan pocas neuronas tienes como para no poder encontrar un maletín que, por si fuera poco, es de color rojo intenso? —espetó hostilmente, para no perder la costumbre.
—No te pases, inválido borracho —Le señaló con aire amenazador—, podría abandonarte a tu suerte. Y, créeme, siendo como eres, no sobrevivirías tú solo ante una resaca.

En eso tenía razón, de modo que Kurt procuró mantener la boca cerrada. Le ordenó algunas cosas más. Se tomó tres pastillas para el dolor de cabeza y vitaminas extras. Después, tambaleándose, bajó las escaleras hasta el salón con la ayuda de Blaine.

—Pondré alguna película —dijo Blaine, tras acomodarlo en el sofá y ponerle sobre la frente un paño mojado—. El rey león, por ejemplo, hace tiempo que no la veo.
— ¿Es de dibujos animados? —preguntó Kurt, al tiempo que miraba la carátula.
—Sí. —Le observó con curiosidad—. ¿Es que no la has visto?
—Yo no veo memeces.
—Ya, claro, perdone, Majestad, lo había olvidado.

Blaine se dejó caer sobre el sofá, a su lado, y apretó el botón de «Play» mientras refunfuñaba. ¡Era tan sumamente raro! No conocía a nadie que no hubiese visto El rey león. Poco a poco comenzaron a aparecer las primeras imágenes de la película.

—Presiento que va a ser un tostón —dijo Kurt. ¡Como si a alguien le importase su opinión! Blaine puso los ojos en blanco.

Justo durante el nacimiento de Simba, Kurt comentó que, si tuviese que elegir a un personaje de la película, él sería, obviamente, Mufasa, el líder del clan. Blaine rió por lo bajo, a sabiendas de lo que venía a continuación.
Para no gustarle la película, Kurt lo disimulaba realmente bien. Sus ojillos azules estaban fijos en la pantalla del televisor como si lo hubiera abducido. Tenía los mofletes colorados a causa de la emoción contenida. Mufasa, el personaje que le representaba, acababa de morir por culpa de Scar.

—Pero ¿por qué? —Miró a Blaine apenado, casi sin pestañear. Y él temió que llorase—. ¡Pobre Simba! Ahora está tan solo…

Después llegaron las secuencias donde aparecían Timón y Pumba. A Kurt no le hizo ni pizca de gracia que estos se alimentaran de bichos. Su expresión se tornó agria y sus labios se fruncieron esbozando una mueca de profundo asco. Sin embargo, cuando Simba encontró a Nala y se hizo mayor, Kurt se giró hacia Blaine sonriente.

— ¡Ahora yo soy Simba, que seguro que acaba siendo el líder del clan! —Alzó una mano—: Y ni sueñes con la idea de ser Nala, porque ni de coña. Esa leona, aun siendo de dibujos, es más mona que tú.
—No estás bien de la cabeza. Es una película, no hace falta que te identifiques con ningún personaje en concreto. Simplemente, mírala y cierra la boca —le reprochó Blaine.

Wisky apareció en el salón meneando la colita. Blaine lo cogió entre los brazos para subirlo al sofá.

—Quita a ese chucho de mi vista —exigió Kurt.
—Tiene los mismos derechos que tú.

Blaine lo posó sobre el sofá, y el inglés clavó sus ojos amenazadores en el animal.

—… Además, me han contado que anoche estuviste de fiesta con él —añadió Blaine.
—Anoche pasaron muchas cosas que no recuerdo —aclaró Kurt, contrariado.

Volvió a fijar su mirada en el televisor. Se estaba desatando la guerra final entre ambos clanes de leones, cuando una imagen pasó velozmente por la mente de Kurt, dejándolo anonadado. Sentado sobre el sofá, rígido, con los hombros tensos, giró su rostro hacia Blaine a cámara lenta y lo señaló con el dedo. Su dedo temblaba mientras él lo sostenía en alto.

— ¡Tú! —Se le quebró la voz y tuvo que tragar saliva—. ¡Tú… me besaste anoche! —gritó, fuera de sí.

Blaine sintió que se ruborizaba lentamente, al tiempo que comenzaban a sudarle las palmas de las manos. Kurt lo vio todo claro. Jamás se había sentido tan furioso.

— ¡Te aprovechaste de mí porque estaba borracho! ¿Cómo pudiste, Blaine…? ¡Qué bajo has caído! —lo acusó.

Él se volvió furioso hacia él, dispuesto a afrontar la situación.

— ¡Cierra la boca, idiota! Fuiste tú quien me besó. Y no sabes lo horrible que fue. Besas mal, muy mal —mintió descaradamente—. Y por si eso fuese poco, después te empeñaste en dormir conmigo.
— ¿Te has vuelto completamente loco? Veo que has tocado fondo. Eso es imposible. Yo nunca haría algo así.
—Ya, claro, también decías que eras la persona más sana del mundo y mira cómo acabaste anoche.
—Fue culpa de tu hermano.
—Cooper no te metió ningún embudo en la boca para obligarte a beber. Empinaste el codo tú solito.

Kurt se removió incómodo en el sofá, alternando su mirada entre el perro y Blaine, que estaba cruzado de brazos. Realmente no estaba muy seguro de qué era cierto y qué era mentira. No recordaba bien lo sucedido la noche anterior. Pero, si era cierto que había besado a Blaine, debería odiarse por toda la eternidad. Era, con diferencia, lo peor que había hecho en toda su vida. Sería la mancha negra sobre su pulcro expediente.

—Te odio —dijo, como conclusión—. Y encima, por tu culpa, no he podido terminar de ver cómo me coronaban.
—Tú no eres Simba, métetelo en la cabeza, imbécil.
—Estás celoso porque te gustaría ser Nala y sabes que no llegas a ese nivel. No la pagues conmigo. Y ahora, si no te importa, tráeme un vaso de agua, tengo la garganta seca.
— ¿Por qué no pruebas a levantarte tú del sofá y así haces un poco de ejercicio? Engordarás como sigas sin moverte.

Kurt bufó, hastiado.

—Mi anatomía es perfecta por pura naturaleza; no tengo nada que corregir. Tú, en cambio, sí deberías comenzar a replantearte algunos retoques, ¡que buena falta te hacen!

Blaine se estaba poniendo furioso. Detestaba aquel tono de superioridad con el que hablaba el inglés. Era repugnantemente aristocrático.

—Ayer, cuando me besaste, no parecías pensar lo mismo.

Kurt cerró los ojos con fuerza. No le gustaba que le atacase de aquel modo tan… sucio. Él estaba en desventaja, porque seguía sin recordar qué había ocurrido exactamente en aquel maldito cuarto de baño. Suspiró, abatido. Era duro soportar aquella tortura.

Entonces, por increíble que pudiese parecer, despegó sus posaderas del sofá y se levantó. Lo hizo despacio, pero lo hizo. Les dirigió a ambos, tanto a Blaine como a Whisky, una mirada de profundo odio contenido, antes de dirigirse con largos traspiés hacia la cocina. Una vez allí, se sentó a la mesa y se llevó las manos a la cabeza. Pero ¿qué había hecho? ¿Por qué narices no se había quedado en la cama, calentito, sin meterse en problemas? Ahora Blaine podría burlarse de él eternamente, utilizando lo ocurrido la noche anterior. Era horrible.

En su perfecta vida en Londres no ocurrían esas cosas. Allí lo tenía todo bajo control. Jamás le sorprendía ningún acontecimiento, nunca nada se salía de los límites establecidos. Ahora su día a día era como una rueda que no dejaba de girar, y él no podía seguir aquel ritmo desenfrenado. Le superaba. Se sentía perdido y hundido. Cerró los ojos y respiró hondo, procurando mantener el control. El rostro sonriente de Blaine acudió a su mente como un huracán.

En realidad no era tan feo; no, más bien pasaba por ser un chico normalito tirando a guapo. Bastante guapo. Tenía una nariz graciosa y los ojos grandes, alargados y expresivos. Su piel era cuidada (de forma natural, al parecer) y tenía todo el aspecto de ser suave. Eso a él le gustaba. Las pieles suaves eran su debilidad. De su anatomía no podía decir mucho. Solo sabía una cosa: que era delgado. Pero, como vestía con anchas sudaderas que le tapaban el culo e incluso la parte alta de los muslos, no había llegado a advertir si tenía un cuerpo bien formado o no. De todos modos, ¿por qué estaba pensando en eso? ¡Ah, sí! Porque quería sentirse menos culpable por haberse besado con él. Tampoco daba tanto asco (solo un poco, quizá). La verdadera razón por la que la detestaba era por su despreocupación a la hora de vivir —como si los relojes no existiesen— y aquel modo desvergonzado e imperturbable que tenía de hablar.

Se levantó, se dirigió a la pila y escurrió el paño con el que Blaine le había cubierto la frente. Mientras cerraba el grifo del agua fría, oyó un ladrido detrás de él y se giró bruscamente. El perro y Kurt se miraron fijamente durante unos segundos.

—Vete —le ordenó, sin un atisbo de duda en el tono de su voz.
— ¡Guau, guau!

Whisky meneó la colita despreocupado y pareció sonreírle. Se acercó a él a paso lento, alzó la pata y un líquido amarillento comenzó a empapar el pijama de raso de Kurt.

—Pero ¿qué…? ¡Ah, quita, chucho, quita! ¡Hijo de putifer!

Kurt dio un paso a atrás. Sollozó. Aquello era demasiado. El perro acabó de hacer sus necesidades y se fue corriendo escaleras arriba.

— ¡BLAINE, BLAINE!

Blaine entró asustado en la cocina. Se esperaba lo peor.

— ¿Qué te pasa ahora, borracho?
— ¡ME HA MEADO! Tu asqueroso perro se ha meado en mi pierna.

Blaine no pudo evitar reír por lo bajo. Alzó una mano, despreocupado.

—Tranquilo, solo está marcando territorio. —Soltó una brusca carcajada y pestañeó en exceso—, ahora eres suyo, Kurt, eres suyo.





Debo aclara que la novela NO ES MÍA, es un libro que yo he adaptado solamente... Pero de todos modos gracias a todas las que fielmente leen y comentan cada vez que actualizo [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14 - Página 2 918367557 
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Dablerry Dom Sep 15, 2013 12:07 am

bueno mi querida mirna independiente de que la historia no sea de tu autoria, me fascina muchisimo y agradezco que te des el trabajo de actualizarnos esta super historia, me encanta <3 , y quiero maaas jiji
Dablerry
Dablerry
********-
********-

Femenino Mensajes : 655
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Edad : 29
Klaine

Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por ♫♥Anny Hummel♥♫ Dom Sep 15, 2013 1:40 pm

ame el capitulo :) jjajajja Kurt es del perrito ejejejeje *mente pervertida* creo que me quede ahora asqueada de tan solo pensar Kurt y un perro...
jajajjaa que mas da asi soy sube pronto
♫♥Anny Hummel♥♫
♫♥Anny Hummel♥♫
-
-

Femenino Mensajes : 1241
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Edad : 25
*Kurt/Chris Fans* Lindsay


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por RiveraMyLove Dom Sep 15, 2013 4:13 pm

¡AL FIN, AL FIN! esperaba este capítulo desde que empezaste a adaptar la fic.
¡Seguila!
RiveraMyLove
RiveraMyLove
-
-

Femenino Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
*Kurt/Chris Fans* Damian


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por gabiigleek Dom Sep 15, 2013 6:53 pm

jajajajaja el perro lo orino jajaja estuvo genial este capitulo, y ambos estan reconociendo que son lindos asi que presiento que dentro de poco se viene, se viene "el momento Klaine" jaja actualiza pronto
gabiigleek
gabiigleek
********-
********-

Femenino Mensajes : 783
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Edad : 31
Klaine Blake


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Invitado Dom Sep 15, 2013 10:21 pm

Capítulo XIV. “Cosas que pasan en los centros comerciales”



[Primera Parte]



Lucecillas de todos los colores posibles parpadeaban desde árboles, carteles y escaparates. Frondosos abetos navideños se extendían por las aceras. Los niños chillaban alegres, correteando por las calles. Los abuelos se sentaban en los bancos del paseo, agotados tras varias horas de caminata, y algunos jóvenes se picaban con las motos, derrapando por la calzada. Y allí, entre aquel armonioso paisaje navideño impregnado de felicidad, caminaban tres jóvenes tremendamente diferentes entre sí con la esperanza de encontrar los regalos para sus familias.

— ¿Falta mucho? —preguntó Cooper, y se encendió el séptimo cigarro en un tiempo récord de apenas media hora.
—Ya casi estamos —contestó Blaine.

Blaine se sentía agobiado aun antes de empezar. A la derecha caminaba su hermano; las mechas se alzaban arriba y abajo al compás de sus pasos. A la izquierda se encontraba Kurt, que miraba alrededor con los ojos bien abiertos, a la espera de descubrir, seguramente, la tienda más cara de toda la ciudad. Supo de antemano que iba a ser un día largo, demasiado largo.

—Esto es un asco —se quejó el inglés.

Ya estaba tardando. Blaine casi agradeció escuchar sus protestas, pues empezaba a pensar que algo raro le ocurría. Le ignoró, sintiéndose más tranquilo.

—A mí tampoco me gusta ir de tiendas —añadió Cooper.

Kurt arrugó la nariz.

—No lo decía por eso —aclaró—, es solo que todas estas tiendas parecen de segunda mano. —Se paró frente a un escaparate y señaló una bonita camisa a cuadros que costaba cincuenta y siete dólares—. ¿Ves?, ¿de qué mierda está hecha para que sea tan barata? Seguro que destroza e irrita la piel.
— ¿Es que pretendes que la gente se gaste el sueldo del mes en una camisa?

Blaine se cruzó de brazos. Cooper se quedó atrás, acariciando a un alegre perro que pasaba a su lado.

—Que ganen más, ¿a mí qué me cuentas? —Replicó, frunciendo el ceño— Solo mis calzoncillos ya son más caros que esa prenda —añadió Kurt.

Blaine rió.

— ¿Tus calzoncillos valen sesenta dólares?
—He dicho que más, sordo. Unos cien dólares.
— ¿Es que tus partes íntimas son de oro o qué?
—Eh, no hables de esas cosas. —Kurt sintió cómo comenzaba a sonrojarse levemente, avergonzado. Blaine era demasiado descarado para su gusto.
— ¡Oh, tienes la cara roja! —Le señaló, todavía riendo.

Kurt lo miró asqueado.

— ¡Pues mira, sí, mis partes íntimas son tan valiosas para mí como para protegerlas con un buen material!

Cooper se despidió del perro y se acercó a ellos, sonriente tras el último comentario, pero sobre todo curioso.

— ¿Con qué las proteges?
—Con calzoncillos, como todo el mundo, pero de seda. Son exclusivos y me los traen de Italia.
—Ah. —Cooper le miró sin saber qué decir—. Yo no uso ropa interior.

Los tres guardaron un incómodo silencio. Se miraron fijamente unos instantes. Intentando olvidar las palabras de Cooper, avanzaron despacio entre el gentío, más callados que antes y quizá más pensativos.

Kurt procuraba esquivar la cantidad de obstáculos que se cruzaban a su paso. Niños en monopatín —sin casco ni rodilleras—; ancianos que apenas avanzaban tres centímetros por minuto; señoras locas por las compras, que parecían conocer aquel centro comercial mucho mejor que él… Se giró hacia Blaine.

— ¿Qué piensas comprarles a tus padres? —le preguntó.
—No sé —Se encogió de hombros—, a mamá quizá unos pendientes, y creo que papá necesita alguna corbata para el trabajo.

Kurt torció el gesto.

— ¿Solo eso?
— ¿Acaso pretendes que me hipoteque a los diecisiete para contentarlos? —Bufó, hastiado—. El amor se demuestra de otros modos.
— ¿De veras?
— ¡Claro! Pasando tiempo juntos, en familia, por ejemplo. —Sonrió, sacudiendo felizmente las manos.

Kurt apretó fuertemente los labios. ¿Pasando tiempo… juntos? Intentó recordar cuándo había sido la última vez que había pasado unos días con su padre. Algunas imágenes difusas le vinieron a la memoria. Probablemente el día que nació todos estuvieran en la misma habitación y, además, cuando cumplía años siempre comían juntos en el mejor restaurante de Londres. Sonrió, algo más relajado y satisfecho.

— ¿Y a mí me vas a comprar algo?
—Es una broma, ¿verdad? —Blaine dejó de caminar y se cruzó de brazos.

Cooper rió tontamente.

—Hombre, tío, después de dormir juntitos algún detalle tendrás que tener con el chaval, ¿no?

Blaine cerró los ojos y respiró hondo.

—Cooper, haz el favor de no llamarme «tío».
— ¡Joder, vale, tío, vale! —Alzó las manos en son de paz.
—Entonces, ¿no pensabas comprarme nada? —gritó Kurt, dolido—. ¡Pero cómo puedes ser tan rácano! ¡Yo incluso ya tenía pensado tu regalo…! ¡Estamos en Navidad, Blaine!
—Está bien, está bien. —Suspiró—. Si cierras la boca, prometo que te compraré alguna chorrada.

Se volvió decidido y reemprendió la marcha. Cooper, rezagado, se quedó embobado con los ojos fijos en el escaparate de una papelería. Kurt rió por lo bajo.

— ¿Piensas deleitar a tus padres con unos lapiceros? ¡Qué original! —farfulló, malicioso.
— ¡Cooper! —Blaine ignoró a Kurt y llamó a su hermano—. ¡Vamos, qué haces ahí parado!

Cooper curvó los labios lentamente hacia arriba.

—He tenido una idea fantástica —explicó—. Vosotros id de compras, nos encontramos dentro de dos horas en el Café Shoquin.
—Pero ¿qué narices piensas hacer?

Blaine había procurado planificar bien aquel horrible día de compras, y justo antes de que empezara, sus planes ya comenzaban a trastocarse. Tenía un regalo más que comprar, y su hermano lo abandonaba dejándolo a solas con un obsesivo compulsivo.

—Es una sorpresa, luego veréis.

Y se internó en la papelería a paso lento y desganado, como de costumbre. Kurt siguió caminando, satisfecho por haber perdido de vista al Mendigo. Miró a la joven, sonriente.

— ¿Sabes a quién se parece tu hermano?
—Sorpréndeme, ¡oh, maravilloso ser divino omnipotente que todo lo sabe! —musitó, irónico.
—A Bob Marley. Es como su gemelo; incluso tienen aficiones comunes. —Esquivó a un crío que degustaba un enorme trozo de turrón—. Lo vimos en clase de Educación Cívica.
— ¿Qué?
—Sí. Era el ejemplo exacto de lo que no debíamos llegar a ser —sonrió—, y también ojeamos la biografía de Sid Vicius; el loco de los Sex Pistols era otro de los que estaban en la lista negra.

Pero ¿a qué colegio iba aquel pobre desgraciado? Se llevó las manos a la cabeza, consternado. Ahora lo entendía. Seguramente ni siquiera era un colegio, sino una secta. Le observó cuando dejó de andar, absorto en el escaparate de una joyería. Visto así, de lejos y calladito, realmente no estaba nada mal. Es más, algunas de las chicas que pasaban por su lado le miraban pestañeando en exceso, coqueteando. Kurt tenía un perfil algo afilado. Volvía a llevar el castaño cabello totalmente repeinado —como si se hubiese puesto brillantina—, pero Blaine le había visto en plena borrachera, desarreglado, y sabía que aquella primera imagen de chico formal podría mejorar si se mostrase más desgarbado. Bajó la vista por su rostro y encontró sus labios, que, de un suave color melocotón, contrastaban con la palidez de su piel. Resopló, abochornado por recordar otra vez el estúpido beso bajo el muérdago, y sacudió la cabeza.

— ¿Qué haces ahí parado? —le chilló, cruzándose de brazos y adoptando su actitud habitual.
— ¿No querías también tú comprarle unos pendientes a tu madre?
—Sí. Pero no en esta tienda, es demasiado cara.
—Ya veo los límites que le pones al amor maternal. —Negó lentamente con uno de sus largos dedos, moviéndolo de derecha a izquierda—. Entremos. La mía sí se lo merece.

Blaine siguió sus pasos, asqueado. Una vez dentro, la dependienta, de unos cuarenta años de edad, le dirigió a Blaine una mirada de reproche, y a él, la mejor de sus sonrisas; seguramente se había fijado en que la camisa que llevaba era de una de las marcas más prestigiosas del planeta.

— ¿En qué puedo ayudarle?
—Buscaba un collar… —Kurt ojeó el mostrador principal—, pero no se parece en nada a todo lo que veo aquí.

La mujer arrugó la frente, mirando los productos. Después sus ojillos se clavaron en los de Kurt y descubrió que acababa de encontrar al cliente idiota de turno que con una sola compra amortizaría todas sus Navidades.

— ¿Desea algo más… exclusivo?
—Exacto.
—Acompáñeme, por favor.

Blaine pestañeó, confundido. Los siguió hacia el interior de la joyería por un pasillo que no quedaba expuesto al público. Seguramente sería la primera y última vez que entraría allí. Tras abrir una compuerta, se encontraron en una habitación circular, repleta de estanterías con cajones cerrados con llave. La dependienta inspeccionó a Blaine con desconfianza antes de abrir una de las cerraduras. El cajón se abrió y dejó a la vista collares de piedras tan brillantes que casi dañaban la vista. Kurt se inclinó levemente para echarles un vistazo.

—Me gusta ese. —Señaló uno del que colgaba una pequeña piedra verde.
—Buena elección. Está hecho de oro blanco de gran calidad, y la piedra que ve es casi imposible de encontrar.

Blaine también lo ojeó, y por poco se desmaya al descubrir el precio anotado en un pequeño papelito blanco, bajo el colgante.

— ¡Pero si es un robo! —gritó, sin poder contenerse—. ¡Con lo que vale este collar se podría erradicar el hambre de media África!

Kurt se acercó a él, molesto, y le dio un codazo.

—Calla de una vez, Basurero, estás haciéndome quedar en ridículo. —Sonrió y se dirigió de nuevo a la dependienta—. Me lo quedo. Cóbrese —añadió, al tiempo que le tendía la tarjeta de crédito—. ¡Ah!, y no escatime a la hora de envolverlo. Ya sabe, una cajita bañada en oro o algo parecido…
—Por supuesto, señor, no se preocupe por eso.

Abandonaron la habitación circular y Kurt suspiró con orgullo, como si se hubiese quitado un peso de encima. Blaine, demasiado anonadado todavía para hablar, se mantuvo callado sin rechistar; casi se podía oír el rechinar de sus dientes, carcomido por la rabia. ¿Cómo podía gastarse semejante dineral en un simple regalo navideño? Y, lo más importante, ¿quién era realmente Kurt, o de qué tipo de familia provenía?

Blaine observó ensimismado cómo la dependienta le devolvía al inglés la tarjeta de crédito y este la guardaba de nuevo en su maravillosa cartera negra de Gucci. Resopló asqueado. Tanta tontería zumbando a su alrededor lograba ponerlo de mal humor. Kurt, por el contrario, se mostraba satisfecho con la adquisición. Salieron poco después de la joyería y continuaron caminando por la avenida del centro comercial.

—Pero ¿qué has hecho, animal? ¡Por algo así debería caerte cadena perpetua!

Kurt enarcó las cejas, confundido.

—Pobre Blaine, las drogas lo han dejado tonto…
— ¡Es demasiado dinero! Ninguna madre puede llegar a sentirse orgullosa de que su hijo le regale algo así —prosiguió, cabreado—, ¿por qué no le das otro destino, como alguna asociación benéfica?
— No es para mi madre, es para Carole, mi madrastra —corrigió él.
— Aun así.

Kurt soltó una brusca carcajada.

— ¡Ya sé lo que te pasa! —Lo señaló con el dedo índice—. Te pica el bichito de la envidia… —Volvió a reír—. Además, mi padre ya dona mucho dinero a ese tipo de organizaciones.
—Eres asqueroso, Kurt, eres… ¡insoportablemente cínico! No tienes remedio.

Kurt se detuvo y lo miró dolido. Agitó la bolsita donde llevaba el collar, y Blaine sintió deseos de matarle de una vez por todas.

—La cuestión es… —Suspiró, meditando— que, te guste o no, pequeño amante de los vertederos, todavía tendremos que vernos las caras por narices durante más de veinte días, así que no deberías faltarme al respeto. Y te aseguro que no eres el único que en estos momentos piensa en el suicidio: yo también me lo empiezo a plantear.
—Pero ¿cómo tienes la cara dura de hablar tú, precisamente tú, de la palabra respeto? ¡Si ni siquiera sabes lo que es!
— ¡Pues claro que lo sé! También lo he dado en clase de Educación Cívica. Y ahora deja de sermonearme. Me aburres. Cómprate un loro y enséñale la Constitución hasta que la recite de memoria.

Y, con porte elegante, avanzó unos pasos acera abajo. Blaine suspiró. Durante la última semana, exactamente desde la llegada del inglés, había tenido tantos nervios en el estómago que, al final, se manifestaban en una terrible incomodidad e incluso náuseas. Procuró aguantarle y no contestar a sus palabras. Aquel era el segundo plan: si no puedes con tu enemigo, ignóralo.

Entraron en la zona de techo cubierto. Un árbol navideño, enorme y lleno de espumillones, se alzaba en el centro hasta casi el techo. En los laterales, numerosas tiendas mantenían sus puertas abiertas, de donde salían alegres notas musicales. Y, al fondo, sobre una tarima con dos elegantes doseles rojizos, un hombre disfrazado de Papá Noel contentaba a una gran cola de niños que se sentaban por turno en sus rodillas para pedirle sus regalos.

—Qué patético. —Kurt señaló a Papá Noel—. Yo nunca creí en él, porque desde el primer día me advirtieron de que no era real.

Blaine tosió, alarmado.

—Pero ¿qué clase de infancia has tenido tú, bicho raro?
— ¿Bicho raro? Deja de describirte tan detalladamente, Blaine. —Sonrió—. Yo entiendo a mis padres, haré lo mismo que ellos… ¿Por qué engañar a tus hijos si se supone que los quieres? Es un poco ruin —meditó—. Bueno, basta de rollos, vamos a buscar esa corbata para tu padre que en el futuro terminará irritándole la piel.
—No irrita la piel.
—Ya, claro. Otro que prefiere vivir en la mentira; eres como esos niños de ahí.

Se movieron torpemente entre el gentío directos hacia una tienda de ropa. Y entonces un hombre que llevaba un extraño aparato en una de sus orejas y vestía de negro riguroso se interpuso en su camino. Apoyó las manos en los hombros de Kurt, decidido. Este dio un pequeño saltó hacia atrás, temeroso de que fueran a atacarle.

— ¡Tenemos una emergencia! —Gritó el hombre—. Papá Noel acaba de decirme que se encuentra mal, problemas intestinales.
— ¿Y a mí qué me cuenta? —farfulló Kurt.
—Necesitamos a un sustituto.

Blaine sonrió con aire malicioso, pues, de improviso, acababa de encontrar su esperada venganza. Se adelantó, interponiéndose entre los dos.

—Estará encantado de hacerlo. Adora a los niños.
— ¿Qué? Pero ¿qué…?
— ¡Vale, no tenemos tiempo que perder! ¡Rápido, acompáñeme a los lavabos privados! —gritó el hombre de negro, cogiendo a Kurt de la chaqueta y arrastrándolo mientras este forcejeaba confuso.
— ¡Blaine! Pero ¿qué está pasando? ¡Haz algo!

Y lo hizo. Le siguió hasta los lavabos. Kurt apenas tuvo tiempo de protestar de nuevo cuando llegó el Papá Noel que antes había estado con las rodillas atestadas de críos.

— ¡Gracias a Dios! Me muero por ir al baño… —susurró, acongojado—. Eres un ángel caído del cielo, muchacho.





Kurt si que es excéntrico a la hora de comprar... Pero no lo imagino de Papá Noel... ¿Ustedes que piensan?
avatar
Invitado
Invitado


Volver arriba Ir abajo

Activo Re: [Fic Klaine] "Besos de Murciélago" - CAPÍTULO 14

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 2 de 3. Precedente  1, 2, 3  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.