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[Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
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Gabriela Cruz
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Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me gusto mucho el capitulo perdon por no comentar en el anterior cap espero actualices pronto no me gusta que kurt muera espero y no pase me gusta la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
capitulo 5: pensamientos de blaine
holi , cuando termine este cap dare mis explicaciones de mi desaparición
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Capitulo 5: Los pensamientos de blaine
Apartó el arroz y los langostinos hacia el borde del plato. No porque no le gustaran — ¡le encantaban! —, sino porque quería que sus padres notaran un deterioro en su apetito.
— Será mejor que te apures, Blaine— sugirió su madre, mientras se servía otro pancito —, Tienes tarea que hacer.
— Ya terminé. — Corrió la silla hacia atrás y se puso de pie.
— No has comido mucho — señaló el padre, que levantó la vista de su plato para mirar el de Blaine —Mira cuánto desperdicio. ¿Comiste alguna cosa que te echó a perder el apetito?
— No, no probé bocado desde el almuerzo, salvo una gaseosa. Simplemente, no tengo hambre —contestó, cuidándose muy bien de mantener su postura indiferente.
— No te preocupes por el — dijo la madre. Dirigió una mira de exasperación a su marido. — Tiene una salud de hierro.
— De acuerdo, si tú lo dices. Pero sigo sosteniendo que debería comer un poco más. —willian Anderson miró a su hijo. Era un cuarentón aunque no demostraba su verdadera edad , de cabellos oscuros salpicados de plata, ojos color miel y cejas espesas. — ¿Qué tal el geriátrico? — preguntó con el aire cordial.
Blaine se encogió de hombros. Tenía que ser muy, pero muy cauto en ese punto. Sus padres seguían muy enfadados con él. Si pretendía comprar su compasión y lograr que el viejo ―papi moviera algunos hilos por él, tenía que interpretar su papel a la perfección.
— Bien. — Le obsequió una cálida sonrisa — Es un poco triste. — Los hogares para ancianos por lo general son así — comentó él abiertamente. Introdujo otro bocado de langostinos en su boca.
Blaine vaciló. Tuvo el presentimiento de que no era el momento indicado para informarles que Lavander House no era un hogar para ancianos, en realidad. Con el humor que tenían en esos momentos, lo más probable era que pensaran que cumplir los servicios comunitarios en un hogar para enfermos terminales era justamente lo que el se merecía. No. Se aguardaría ese as del triunfo bajo la manga para cuando estuvieran de mejor talante.
Blaine siguió jugueteando unos minutos más con la comida y su frustración se intensificó. Los padres charlaban de sus cosas, al parecer, indiferentes a la tristeza y depresión que el estaba viviendo. Demonios. Bueno… tendría que afinar la puntería.
— ¿No te conviene empezar con la tarea? — preguntó dayana la madre de Blaine , mirando su reloj.
Por fin, Blaine bajó los brazos. Estaba convencido de que, aunque el Ángel de la muerte estuviera sentado sobre su hombro en esos momentos, ellos se mantendrían firmes en su postura indiferente. Caramba que estaban enojados. Tal vez lo mejor fuera darles unos pocos días más. Quizás una semana.
— Es cierto. Tengo un examen de Física mañana.
Al día siguiente tuvo que ir caminando a la escuela y por eso, llegó tarde. Cuando sonó el primer timbre, estaba subiendo las escaleras a toda velocidad. Jeff no lo había llamado, llegaría tarde a su primera clase del día y tampoco había logrado borrar de su mente a Kurt Hummel y al resto de los internos de Lavender House.
Y su humor empeoró ante el anuncio del señor Campbell, su honorable profesor de inglés, respecto de que tendrían que entregar un resumen sobre un libro el lunes siguiente.
No hubo quien no protestara en la clase, pero al viejo Campbell no se le movió un pelo.
— Ésta es una clase selecta — aclaró. Tomó un trozo de tiza y se acercó al pizarrón.
— De modo que ninguno de ustedes debe tener problemas en terminar un libro.
— Pero ya estamos a mitad de semana — se quejó Rachel Berry —. Sólo nos quedan unos días.
— Olvida el televisor — recomendó Campbell.
— ¿Podemos leer el libro que queramos? — preguntó algún alumno de atrás.
— Siempre que sea un libro de verdad, con palabras de verdad en lugar de fotografías, no tengo inconveniente. — Les sonrió de un modo casi imperceptible. — Y por favor, ahórrenme el disgusto de tener que verme en problemas con el Consejo de Educación. Catcher in the Rye está permitido, pero Henry Miller y Terry Southern quedan totalmente fuera de discusión. Traten de elegir libros que estén en la biblioteca del colegio.
Blaine suspiró. El Distrito Escolar Federal de Willean Mckinley no era famoso por sus ideas liberales respecto de los libros que se consideraban adecuados para los estudiantes secundarios. La elección sería muy difícil. Fue entonces cuando recordó que había conseguido el primer libro de la serie ―Edén‖ en la biblioteca de la escuela. Al demonio, pensó. Si se sentía presionado, podía escribir un resumen sobre esa historia.
No vio a Jeff en todo el día, pero se encontró con Nick a la salida de la biblioteca.
— Hola — le dijo —. ¿Cómo estás?
— Bien.
— Oye, la propuesta de llevarte al partido de viernes por la noche sigue en pie.
Blaine se moría por aceptar, pero pedir a sus padres que le levantaran la sanción en ese momento habría arruinado todos sus planes. Cómo le gustaba Nick . Caramba.
— Es muy amable de tu parte — contestó, con una sonrisa radiante —; si no estuviera castigado, te habría dicho que sí de inmediato.
— Lo entiendo — respondió él —. Tal vez podamos salir juntos cuando se acabe tu castigo.
Abrió la boca para aceptar pero antes de poder articular palabra, la más descabellada de las imágenes se representó en su mente: Sebastian , el bombón del autobús. Parpadeó repetidas veces y luego sonrió, incómoda, al ver la expresión perpleja de Nick
— Sí, sería lindo.
— Bueno, avísame cuando tus padres te den permiso para volver a salir. Ah, el domingo voy a ver a mi tío. Le preguntaré lo de Lavander House.
— Oh, no te molestes. —Blaine se encogió de hombros. — Mi papá se encargará de ese asunto.
— ¿Seguro?
Asintió con la cabeza y al segundo se preguntó qué demonios estaba haciendo. No podía darse el lujo de desperdiciar ninguna propuesta de colaboración para huir de Lavander House para siempre.
— De acuerdo. Hasta luego. —Nick lo saludó y se encaminó hacia el sitio donde estaba el equipo.
Blaine se quedó de pie durante un rato, pensando por qué no habría sido más vehemente para pedirle ayuda. Un montón de tonterías daban vueltas en su mente. Sebastian , Nathalie , los pacientes del Hogar, Kurt y sus comentarios sarcásticos. Por un momento, se sintió raro. Se mordió el labio. Quería borrar esa sensación. Pero no pudo. Se dio por vencido y se dirigió a su próxima clase.
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Holaaaaaaaa , lose lose todos preguntaran , pero que hace alguien como yo actualizando después de cuanto 2 o 3 meses mas o menos , disculpen enserio se que no tengo escusa tienen todo el derecho de molestarse , pero esto es mas o menos lo que paso , alrededor de enero y febrero , tenia vacaciones y ustedes saben , familia , lugares , no computador , estuve en ámbito de nomade con mi familia viajaba de alla para aca , y no todos los lugares me podria conectar , a finales de febrero me di cuenta de que tenia mi inspiración por los suelos y no tenia ni idea que hacer , llego marzo , entro a clases y pues los profesores , son unos quita tiempo cuando se trata de esto , llevo aprox. un mes de clases y ya me atacan con todo , ademas tengo clases de karate por lo que mi tiempo es escaso , pero ahora me he coordinado mejor y ya tendre mas tiempo
Bueno me despido los quiero mucho
gracias por leer mi historia , me pondré a la par con todo y avanzare lo maximo que pueda
un abrazote sicologicooooo y los quiero demasiado
PD: los que leen mi fic Querido chris la proxima semana actualizare , me quede un poco enrredada con el desarrollo del fic y tenia un poquito de complicaciones .
noss vemos
XoXoXoXoXo
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Capitulo 5: Los pensamientos de blaine
Apartó el arroz y los langostinos hacia el borde del plato. No porque no le gustaran — ¡le encantaban! —, sino porque quería que sus padres notaran un deterioro en su apetito.
— Será mejor que te apures, Blaine— sugirió su madre, mientras se servía otro pancito —, Tienes tarea que hacer.
— Ya terminé. — Corrió la silla hacia atrás y se puso de pie.
— No has comido mucho — señaló el padre, que levantó la vista de su plato para mirar el de Blaine —Mira cuánto desperdicio. ¿Comiste alguna cosa que te echó a perder el apetito?
— No, no probé bocado desde el almuerzo, salvo una gaseosa. Simplemente, no tengo hambre —contestó, cuidándose muy bien de mantener su postura indiferente.
— No te preocupes por el — dijo la madre. Dirigió una mira de exasperación a su marido. — Tiene una salud de hierro.
— De acuerdo, si tú lo dices. Pero sigo sosteniendo que debería comer un poco más. —willian Anderson miró a su hijo. Era un cuarentón aunque no demostraba su verdadera edad , de cabellos oscuros salpicados de plata, ojos color miel y cejas espesas. — ¿Qué tal el geriátrico? — preguntó con el aire cordial.
Blaine se encogió de hombros. Tenía que ser muy, pero muy cauto en ese punto. Sus padres seguían muy enfadados con él. Si pretendía comprar su compasión y lograr que el viejo ―papi moviera algunos hilos por él, tenía que interpretar su papel a la perfección.
— Bien. — Le obsequió una cálida sonrisa — Es un poco triste. — Los hogares para ancianos por lo general son así — comentó él abiertamente. Introdujo otro bocado de langostinos en su boca.
Blaine vaciló. Tuvo el presentimiento de que no era el momento indicado para informarles que Lavander House no era un hogar para ancianos, en realidad. Con el humor que tenían en esos momentos, lo más probable era que pensaran que cumplir los servicios comunitarios en un hogar para enfermos terminales era justamente lo que el se merecía. No. Se aguardaría ese as del triunfo bajo la manga para cuando estuvieran de mejor talante.
Blaine siguió jugueteando unos minutos más con la comida y su frustración se intensificó. Los padres charlaban de sus cosas, al parecer, indiferentes a la tristeza y depresión que el estaba viviendo. Demonios. Bueno… tendría que afinar la puntería.
— ¿No te conviene empezar con la tarea? — preguntó dayana la madre de Blaine , mirando su reloj.
Por fin, Blaine bajó los brazos. Estaba convencido de que, aunque el Ángel de la muerte estuviera sentado sobre su hombro en esos momentos, ellos se mantendrían firmes en su postura indiferente. Caramba que estaban enojados. Tal vez lo mejor fuera darles unos pocos días más. Quizás una semana.
— Es cierto. Tengo un examen de Física mañana.
Al día siguiente tuvo que ir caminando a la escuela y por eso, llegó tarde. Cuando sonó el primer timbre, estaba subiendo las escaleras a toda velocidad. Jeff no lo había llamado, llegaría tarde a su primera clase del día y tampoco había logrado borrar de su mente a Kurt Hummel y al resto de los internos de Lavender House.
Y su humor empeoró ante el anuncio del señor Campbell, su honorable profesor de inglés, respecto de que tendrían que entregar un resumen sobre un libro el lunes siguiente.
No hubo quien no protestara en la clase, pero al viejo Campbell no se le movió un pelo.
— Ésta es una clase selecta — aclaró. Tomó un trozo de tiza y se acercó al pizarrón.
— De modo que ninguno de ustedes debe tener problemas en terminar un libro.
— Pero ya estamos a mitad de semana — se quejó Rachel Berry —. Sólo nos quedan unos días.
— Olvida el televisor — recomendó Campbell.
— ¿Podemos leer el libro que queramos? — preguntó algún alumno de atrás.
— Siempre que sea un libro de verdad, con palabras de verdad en lugar de fotografías, no tengo inconveniente. — Les sonrió de un modo casi imperceptible. — Y por favor, ahórrenme el disgusto de tener que verme en problemas con el Consejo de Educación. Catcher in the Rye está permitido, pero Henry Miller y Terry Southern quedan totalmente fuera de discusión. Traten de elegir libros que estén en la biblioteca del colegio.
Blaine suspiró. El Distrito Escolar Federal de Willean Mckinley no era famoso por sus ideas liberales respecto de los libros que se consideraban adecuados para los estudiantes secundarios. La elección sería muy difícil. Fue entonces cuando recordó que había conseguido el primer libro de la serie ―Edén‖ en la biblioteca de la escuela. Al demonio, pensó. Si se sentía presionado, podía escribir un resumen sobre esa historia.
No vio a Jeff en todo el día, pero se encontró con Nick a la salida de la biblioteca.
— Hola — le dijo —. ¿Cómo estás?
— Bien.
— Oye, la propuesta de llevarte al partido de viernes por la noche sigue en pie.
Blaine se moría por aceptar, pero pedir a sus padres que le levantaran la sanción en ese momento habría arruinado todos sus planes. Cómo le gustaba Nick . Caramba.
— Es muy amable de tu parte — contestó, con una sonrisa radiante —; si no estuviera castigado, te habría dicho que sí de inmediato.
— Lo entiendo — respondió él —. Tal vez podamos salir juntos cuando se acabe tu castigo.
Abrió la boca para aceptar pero antes de poder articular palabra, la más descabellada de las imágenes se representó en su mente: Sebastian , el bombón del autobús. Parpadeó repetidas veces y luego sonrió, incómoda, al ver la expresión perpleja de Nick
— Sí, sería lindo.
— Bueno, avísame cuando tus padres te den permiso para volver a salir. Ah, el domingo voy a ver a mi tío. Le preguntaré lo de Lavander House.
— Oh, no te molestes. —Blaine se encogió de hombros. — Mi papá se encargará de ese asunto.
— ¿Seguro?
Asintió con la cabeza y al segundo se preguntó qué demonios estaba haciendo. No podía darse el lujo de desperdiciar ninguna propuesta de colaboración para huir de Lavander House para siempre.
— De acuerdo. Hasta luego. —Nick lo saludó y se encaminó hacia el sitio donde estaba el equipo.
Blaine se quedó de pie durante un rato, pensando por qué no habría sido más vehemente para pedirle ayuda. Un montón de tonterías daban vueltas en su mente. Sebastian , Nathalie , los pacientes del Hogar, Kurt y sus comentarios sarcásticos. Por un momento, se sintió raro. Se mordió el labio. Quería borrar esa sensación. Pero no pudo. Se dio por vencido y se dirigió a su próxima clase.
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Holaaaaaaaa , lose lose todos preguntaran , pero que hace alguien como yo actualizando después de cuanto 2 o 3 meses mas o menos , disculpen enserio se que no tengo escusa tienen todo el derecho de molestarse , pero esto es mas o menos lo que paso , alrededor de enero y febrero , tenia vacaciones y ustedes saben , familia , lugares , no computador , estuve en ámbito de nomade con mi familia viajaba de alla para aca , y no todos los lugares me podria conectar , a finales de febrero me di cuenta de que tenia mi inspiración por los suelos y no tenia ni idea que hacer , llego marzo , entro a clases y pues los profesores , son unos quita tiempo cuando se trata de esto , llevo aprox. un mes de clases y ya me atacan con todo , ademas tengo clases de karate por lo que mi tiempo es escaso , pero ahora me he coordinado mejor y ya tendre mas tiempo
Bueno me despido los quiero mucho
gracias por leer mi historia , me pondré a la par con todo y avanzare lo maximo que pueda
un abrazote sicologicooooo y los quiero demasiado
PD: los que leen mi fic Querido chris la proxima semana actualizare , me quede un poco enrredada con el desarrollo del fic y tenia un poquito de complicaciones .
noss vemos
XoXoXoXoXo
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me encanto mucho este grandioso capitulo que bueno que actualizaste ya extrañaba esta historia esperare ansioso el siguiente capitulo
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola nueva lectora, me gusta mucho tu Fic, es muy lindo, actualiza pronto.
Invitado- Invitado
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Ya extrañaba este fic, no tardes en actualizar, por favor.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola Kris!!
Este Fic lo había leído hace algún tiempo y la verdad esperaba muy ansioso que actualizaran.
Ame el capitulo... ya quiero saber que ocurrirá después.
Espero ansioso tu actualización.
Saludos!!
Este Fic lo había leído hace algún tiempo y la verdad esperaba muy ansioso que actualizaran.
Ame el capitulo... ya quiero saber que ocurrirá después.
Espero ansioso tu actualización.
Saludos!!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Capitulo 6 : Otro dia en Lavender House
Holaaaaa que tal personitas bellas :D, volvi y ahora siiiii que si que no abandonare esta historia y tampoco lo dejare en mucho tiempo de espera , y disculpen estos retrasos de un siglo pero la escuela es un asco , y pues me dejan sin tiempo para escribir ahora si no los molesto mas y les dejo el cap numero 6 (es muy largo el cap o eso creo :/ )
..........................................Klaine....................................................................
Capitulo 6 : Otro dia en Lavender house
21 de Septiembre
Querido Diario:
Como no tuve tiempo de escribir esta mañana, decidí hacerlo ahora, mientras espero el autobús. Las cosas no están saliendo como planeé. Tengo que entregar ese famoso resumen el lunes y la biblioteca no tiene el libro que necesito. Nick me invitó a salir otra vez… A lo mejor, una de mis fantasías está por convertirse en realidad. ¿Se habrá vuelto loco por mí? Sin embargo, lo extraño de esta situación es que yo no estoy seguro de querer salir con él. Anoche no pude dejar de pensar en Sebastian , aunque no porque me parezca un buen mozo irresistible. Me siento raro en todo. Tampoco me puedo sacar de la cabeza a ese idiota y grosero de Kurt. Y por si todo esto fuera poco, mis padres se han puesto tan pesados que no se dan cuenta de nada. Mamá ni siquiera reparó en que no probé bocado en el desayuno esta mañana. Si la situación se prolonga demasiado, moriré de inanición antes de que logre machacar en sus cabezotas que estoy terriblemente deprimido. ¿O debo decir que he caído en un pozo depresivo? Lo que fuera; mi plan se está yendo a pique. Tal vez deba mejorar mi actuación.
El chillido de unos frenos aerodinámicos avisó a Blaine que había llegado el autobús. Guardó el diario en su mochila a las apuradas, se puso de pie y desenterró del bolsillo de sus jeans el cambio justo que tenía preparado para pagar su pasaje. Ése era otro tema que lo fastidiaba: tener siempre a mano las monedas para el dichoso transporte.
En lugar de bajarse en la parada que quedaba en la puerta del Hogar, esperó la siguiente, ubicada frente al bar. Cruzó la calzada corriendo, empujó las pesadas puertas de vidrio y abrió. Se sentó en uno de los bancos y miró a su alrededor, buscando a Sebastian.
El lugar estaba casi vacío. Algunos clientes ocupaban un par de reservados y también había un hombre inclinado sobre su periódico, al otro lado del mostrador.
Sebastian entró por unas puertas vaivén que estaban detrás de la barra. Llevaba una pila de bandejas llenas de vasos. Blaine no pudo contener el impulso de mirar el movimiento de los potentes músculos de sus brazos. Sólo esperaba no haberse puesto demasiado en evidencia. Pero le sobraba media hora y no había muchas formas de matar el tiempo en ese lugar.
Sacó su libro de francés, lo abrió y trató de concentrarse en la conjugación de los verbos. Imposible. Sebastián lo distraía demasiado. Con disimulo, lo espió de reojo mientras descargaba las bandejas sobre el mostrador de atrás. Cuando se volvió para acercarse a ella, Blaine bajó la vista automáticamente.
― Hola ― la saludó. Sacó su anotador y el lápiz. ― ¿Qué vas a tomar?
― Una Coca. –Se quedó contemplando su espalda mientras trabajaba. Con movimientos firmes y seguros, llenó el vaso con hielo picado. Luego lo colocó debajo de la máquina expendedora. Parecía tener mucha confianza en sí mismo.
Se volvió y colocó la bebida frente a ella.
― Gracias.
Él le sonrió.
― No vives aquí. ― Fue una afirmación, no una pregunta.
Blaine desenvolvió la pajita y la deslizó dentro del vaso.
― Vivo en el este.
―Con calma Blaine ― se dijo ―. Tranquilo.
― ¿Qué haces por aquí, entonces?
― Trabajo como voluntario aquí enfrente. Pero mi turno comienza en media hora .
― ¿Voluntario? ¿Te refieres al Hogar, a Lavender House?
Blaine sonrió.
― Sí. ¿Te sorprende?
Blaine se encogió de hombros.
― Me pareces muy joven. Eso es todo.
― Tengo diecisiete ― dijo, ganando cada vez más confianza. La mirada de él delataba que estaba impresionado. Blaine decidió hacer un nuevo avance. ― Además, creo que debemos ayudarnos unos a otros, ¿no?
― Claro. ― Sebastian tomó la cafetera y vertió un poco más de la humeante bebida en la taza del hombre sentado en el extremo de la barra, quien le agradeció entre dientes. ― Pero yo, entre el trabajo y la escuela, ayudar al prójimo es un lujo que no puedo darme. Con esto no quiero decir que esté mal lo que haces. Al contrario, me parece maravilloso.
― Te hace sentir bien ― acotó Blaine.
― Sí, lo sé. Nosotros también aportamos nuestro granito de arena. Henry, el propietario de este lugar, a veces me pide que vaya a llevar un pastel o una Tarta al Hogar. No es mucho, pero al menos colaboramos. Algunos pacientes vienen a tomar café. Si no estoy muy ocupado, les doy charla o jugamos una partida rápida a los naipes.
― Es muy amable de tu parte. ― Apuró un sorbo de Coca. ― ¿A qué colegio vas?
― Landsdale JC. Espero poder ir a Santa Barbara después de eso ― dijo él ―. ¿Cómo te llamas?
―Blaine Anderson. ¿Y tú? ― preguntó el, aunque ya lo sabía.
―Sebastian Smythe. ― Le obsequió una amplia sonrisa. ― Supongo que te veré muy seguido por aquí. Ah… Con respecto al otro día, en el autobús.
― ¿Qué?
― ¡Demonios! Se acordó. Ahora creerá que soy un idiota.
― Oh, no es nada.
Mientras él atendía un cliente y a otro, conversaron hasta que Blaine tuvo que marcharse. Se enteró de que Sebastian vivía con su madre viuda, que estudiaba en la universidad y que aspiraba a convertirse en psicólogo algún día. Notó que había despertado interés en él. Lástima que no tuviera auto. Pagó la cuenta y pensó que, si empezaban a salir juntos, tal vez sus padres se apiadaran de el y le devolvieran su licencia de conducir.
Estaba de muy buen ánimo cuando subió las escalinatas de Lavender House. Hasta saludó a la señora Drake con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, su humor cambió cuando le asignaron la tarea del día: limpiar los baños. Esperaba recordar como se hacía. La última vez que había cumplido con esa tarea tenía doce años. Desde entonces, en su casa contrataron una mucama para la limpieza.
Una hora y media después, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no había sido tan terrible como creyó en un primer momento. Enjuagó el lavabo de la habitación de Jamie Brubaker y se quitó los guantes de goma. Al abrir la puerta del baño encontró a Jamie, un paciente con sida, descansando muy tranquilo. Momentos antes, luego de una conversación de diez minutos con él, había decidido que era una persona muy interesante. Antes de enfermarse, se desempeñaba como piloto en una aerolínea.
Sin embargo, se alegró de que estuviera dormido. Pobre. Hasta una breve charla lo agotaba.
Una vez fuera, colocó el balde con los artículos de limpieza en el carro y tachó la habitación. Sólo le quedaban dos y luego podría bajar para preparar las bandejas con la cena. Esa tarea le gustaba. Por lo menos, mientras acomodaba los platos y envolvía cubiertos tenía alguien con quien hablar. Empujó el carro por el pasillo y frunció el entrecejo al notar que el próximo baño que le tocaba era el de Kurt. Tal como le habían indicado, golpeó suavemente la puerta y luego asomó la cabeza. Le habían dicho que, si los pacientes estaban durmiendo, no tenía que molestarlos a menos que fuera estrictamente necesario.
Kurt estaba sentado junto a la ventana.
― Pasa ― le dijo, en voz baja.
― Vengo a limpiar tu cuarto ― explicó.
― Adelante. ― Le sonrió con simpatía.
Blaine apoyó el balde con sus cosas en el piso y comenzó a cerrar la puerta.
― Déjala abierta ― indicó Kurt.
Blaine alzó la cabeza y lo vio de pie afuera.
― ¿Por qué? ― le preguntó ―. ¿Te espanta verme refregando lavabos?
― Lavabos no ― corrigió, apoyado contra el marco ―. Inodoros.
― Muy gracioso. ― Estuvo tentado de cerrarle la puerta en la nariz, pero lo cierto era que se alegraba de tener alguien con quien conversar. ― ¿Por qué no estás en la cama?
― Porque no estoy cansado. Y necesito compañía. Hasta la tuya me vendría bien.
― Muchas gracias. ― Roció la bañera con un producto de limpieza. ― Debes de estar muy desesperado para sentir necesidad de hablar conmigo. ― Experimentó una repentina irritación. De acuerdo, puede que el estuviera en mejores condiciones que él y tampoco trabajaba allí porque era generoso, pero eso no le daba derecho de ser tan… tan… despectivo. ― ¿Qué pasa? ¿No tienes amigos?
Kurt se rió y apartó un mechón de pelo de sus ojos. El gesto atrajo la mirada de Blaine a sus manos y brazos. Eran tan delgados, que parecían piel y hueso; las venas de las manos se marcaban claramente en su piel Blanquecina. La irritación de Jean desapareció al ver la enfermedad. Habría apostado su mensualidad entera a que debajo del conjunto deportivo de algodón que llevaba puesto, el resto de su cuerpo estaría igualmente arruinado.
― La mayoría de mis amigos viven en Los Ángeles. Y a diferencia de los tuyos, papi no les regaló un auto para su decimoséptimo cumpleaños.
― Es bueno que te enteres de que yo viajo en autobús ― refunfuño Blaine, despidiéndose de su compasión.
― Sí, pero apuesto a que tienes un auto.
El cerró la boca y colocó el trapo de limpieza debajo del grifo. Moribundo o no, era un idiota. Si tenía o no razón, era tema aparte. Claro que tenía auto. ¿Y con eso qué? ¿Acaso tenía que sentirse culpable porque sus padres trabajaban mucho y le regalaban cosas bonitas?
― Lo tienes, ¿verdad? ― continúo él ― -. ¿Qué marca es? ¿Un llamativo convertible, un juguete que cuesta mucho dinero y que papi no quiere que traigas a un barrio como éste?
― No es un convertible ― contestó el. Abrió el grifo y enjuagó con abundante agua los bordes de la bañera. ― Es un auto pequeño.
― ¿Entonces por qué vienes en el autobús?
Tuve intenciones de decirle que no quería traerlo a ese barrio humilde por lo que él había conjeturado, pero, para su asombro, no le pareció bien mentirle.
― Cuando me arrestaron, mis padres me quitaron la licencia.
― Un golpe bajo, ¿eh? ― murmuró, aunque Blaine supo que no sentía ninguna pena por el ―. Por lo menos, la recuperarás cuando hayas cumplido tu condena. A propósito, ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?
― Tengo que cumplir trescientas horas de servicio comunitarios ― contestó, mientras se levantaba del piso ―. A razón de veinte horas por semana, saca la cuenta. Si necesitas ayuda, puedo prestarte la calculadora que tengo en mi mochila.
― Puedes guardártela. Siempre he tenido diez de promedio en matemáticas ― le contestó. Volvió a reírse.
El se sorprendió.
― ¿De veras?
― Por supuesto ― repuso, orgulloso ―. ¿Qué pensabas? ¿Que los que tenemos nombres latinos sólo servimos para atacar a la gente en patota y manejar cascajos?
― Yo no dije eso ― se defendió, molesta porque él estaba acusándolo de encasillar a las personas en estereotipos racistas.
― ¿Entonces por qué te sorprendieron mis calificaciones?
― Porque sí, eso es todo. ― Kurt estaba incomodándolo. Blaine estaba asombrado de sí mismo. Nunca se había creído prejuicioso . Pero si así era, ¿por qué se había asombrado tanto al enterarse de sus calificaciones?
― De acuerdo ― admitió él, cauteloso ―. Tal vez no me creías un rufián violador de personas.
― Y tal vez yo no debí sorprenderme tanto ― concedió el. Por alguna extraña razón, se sentía obligado a ser honesto con ese chico. ― De todas maneras, lamento haberte ofendido
― No te preocupes. Yo tampoco debí haberte atacado de inmediato. Supongo que soy un poco sensible en cuanto a los sajones. Para que sepas, toda mi vida he sido un alumno de diez. Me otorgaron una beca para la universidad. ― Se encogió de hombros y concentró su atención en las cerámicas del piso. ― Por supuesto, jamás llegaré a usarla.
Blaine lo miró fijo. No sabía qué decir. Sí bien Kurt no era santo de su devoción, en ese momento le inspiraba una profunda tristeza. Una beca completa y jamás tendría oportunidad de poner un pie en la universidad. Recordó su modesto seis cincuenta de promedio y la insistencia de sus padres para que lo levantara. Dios, que injusto. Idiota o no, Kurt Hummel se había quemado las pestañas para ingresar a la universidad. Nadie tenía esas calificaciones si no se mataba estudiando.
― Oye, te pido disculpas. Realmente debes de haberte esforzado mucho, tantos diez no pueden salir de la galera.
― No me compadezcas ― le dijo él y levantó la mirada buscando la suya. Sus ojos eran apagadas cavernas de antigua sabiduría. Infinitamente tristes, infinitamente comprensivos. Blaine sintió un nudo en la garganta. Movió los labios, luchando por decir algo… pero no hubo palabras. No había nada que decir.
― A veces ― continuó Kurt en un tono suave ―, tú atrapas al león. Otras, el león te atrapa a ti.
Blaine intentó borrar de su mente esos últimos minutos con Kurt. Se quitó los guantes de goma y miró sus manos. Tenía la piel colorada, irritada. A pesar de todas las precauciones que había tomado, fue imposible que no le entrara agua. Tenía que acordarse de humectar sus manos con abundante loción una vez que llegara a casa.
―A veces, el león te atrapa a ti.
Aquellas palabras hacían eco en sus oídos mientras guardaba los artículos de limpieza en el armario. Oyó a la señora Rose que cantaba en voz baja en la cocina. Se apoyó en el marco de la puerta y suspiró. Tenía que dejar de pensar en él. Después de todo, no eran amigos ni nada por el estilo.
― Blaine ― lo llamó la señora Rose ―. Las bandejas están listas para preparar.
Entró de inmediato en la cocina, feliz por tener algo que hacer para mantenerse ocupado. Pero no resultó. Acomodar cubiertos no requería tanta destreza mental como para distraer sus pensamientos de Kurt. No podía borrar aquel rostro de su mente. Perecía tan, tan…
― Blaine ¿Qué estás haciendo? La voz de la señora Rose interrumpió sus cavilaciones.
― ¿Eh? ― Se sobresaltó, asustado. Vio a la mujer que miraba azorada la bandeja. ― Oh, me distraje. Supongo que Jaime no necesita tres juegos de cubiertos.
― Mmm. Me parece que estabas pensando en algo muy serio ― comentó la señora Rose, con un tono cordial ―. ¿Será que este lugar comienza a afectarte?
― ¿Afectarme? ― repitió Blaine. Por supuesto que sí. Afectaría a cualquiera. Santo Dios. Acababa de pasar las últimas dos horas refregando inodoros y conversando con gente que estaría muerta para Navidad. ― ¿Quiere saber si me deprime?
― Algo así. ― La mujer se dirigió a la cocina y levantó la tapa de la cacerola con los spaghetti. ― ¿Quieres hablar del tema?
Blaine la contempló detenidamente. En los tres días que llevaba trabajando allí, siempre había visto a la cocinera con una sonrisa a flor de labios y una palabra afectuosa para todo el que pasara por allí.
― ¿Cómo hace para evitar que todo esto la afecte? ― le preguntó por fin.
― No hago nada. ― Le dirigió una mirada distraída. ― Me afecta. Esto afecta a cualquiera. La gente viene aquí a pasar un par de semanas o quizás un mes; esperan la muerte y, mientras tanto, tú te encariñas con ellos. Aprendes a quererlos, te preocupas por su bienestar, y de pronto te sorprendes rezando para que se produzca un milagro, porque no quieres que se mueran. Se volvió y miró a Blaine. Pero se mueren de todas maneras y me molesta. Especialmente cuando se trata de personas jóvenes.
― ¿Cómo Kurt?
La expresión de la mujer se convirtió en una sonrisa serena.
― Ese chico es especial.
― ¿Por qué?
― Tiene tanto para dar en este mundo. ― Meneó la cabeza. ― No es como la mayoría de los jóvenes. Es distinto. Sensible. Mira las cosas desde otra óptica porque se ha visto obligado a enfrentar algo que un chico a su edad no tendría por que asumir. Su muerte parece una injusticia. Cuando por fin le llegue la hora se me destrozará el corazón.
― ¿Entonces por qué hace esto? ¿Por qué se queda aquí?
― Es mi trabajo.
Blaine meneó la cabeza.
― Usted es muy trabajadora y una excelente cocinera. Conseguiría trabajo en cualquier parte.
― Bueno, gracias. ― La señora Rose sonrió, orgullosa por el cumplido hacia su comida. ― Eres mucho más perspicaz de lo que creí. Sí, lo hago porque quiero. Porque alguien tiene que hacerlo y ese alguien bien puedo ser yo. Por lo menos, tengo oportunidad de dar a los pacientes un poco de alegría y bienestar en sus últimos días. Es lo que la Biblia nos manda y yo obedezco.
― Es religiosa.
― En un lugar como éste ― contestó, volviendo su atención a la cacerola ―, un poco de fe ayuda.
― Supongo que sí. ― Si bien detestaba reconocerlo, aunque fuera ante sí mismo, sentía curiosidad por saber más de Kurt. ― Eh… ¿Cuánto tiempo se queda?
― Dos meses, tal vez tres.
Se puso tensa.
― ¿Qué es exactamente lo que tiene? ― Nathy ya le había contado, pero una parte de sí quería oírlo de otros labios. ― ¿Qué le pasa?
― El corazón no le funciona como corresponde. ― Meneó la cabeza con tristeza. Los médicos lo han intentado todo, pero sin éxito.
― ¿No puede recibir un trasplante o algo?
― No. Las válvulas y el tejido que las rodea están tan dañados por la infección virósica, que un trasplante sería imposible.
Nathy le había dicho lo mismo, pero ella sospechaba que tal vez habría otra razón por la que no podía conseguir un donante.
― ¿Están completamente seguros de eso? Quiero decir, ¿cómo saben que no resultará? Si es una cuestión de dinero…
― No es por dinero ― la interrumpió la señora Rose, y se volvió para mirarla a los ojos
―. Así es la medicina. No hay razón para practicar un trasplante si no va a dar resultado. Y es una lástima. Ese chico no sólo es inteligente, sino talentoso. Un artista con todas las letras. Tendrías que ver sus pinturas.
Blaine se quedó contemplando con detenimiento a la cocinera y tuvo que contenerse para no seguir discutiendo con ella respecto de la negativa a practicar un trasplante de corazón a Kurt. La señora Rose no le mentía. Por la expresión de su rostro, cualquiera se habría dado cuenta de que la idea de su muerte la perturbaba tanto como a el. Si no había manera, no la había y punto.
― ¿Pinta? ― preguntó ―. ¿Cuadros?
― Ajá. Y no simplemente, en Los Ángeles. Un mural. Salió fotografiado en el periódico. Se interrumpió cuando la señora Fernández, la enfermera de turno, entró en la cocina a buscar café. Las dos mujeres comenzaron a charlar entre sí y dejaron a Blaine solo con sus pensamientos.
Terminó con las bandejas y las acomodó en una pila en el carro. Mientras lo empujaba por el pasillo desierto, camino al ascensor, pensó que por un lado admiraba a la gente como la señora rose , pero, por el otro, la consideraba un poco extraña. No podía creer que alguien quisiera de verdad trabajar en un lugar como ése. No entendía por qué esa mujer no salía de allí corriendo despavorida. Sabía que en cualquier momento el se sentiría así. Esa gente estaba muriéndose. Las lágrimas se agolparon en sus ojos cuando recordó la charla con Jamie. Demonios. Qué agradable era. No merecía morir. Tenía apenas cuarenta y tantos años. ¡Y pensar que pocos días atrás le habría parecido todo un gerente! Ahora le resultaba dolorosamente joven.
Sintió que una lágrima le hacía cosquillas en el mentón. Se la secó con la manga, irritada, y empujó el carro hacia el interior del ascensor. Tal vez hacerse la deprimida delante de sus padres no sería una actuación, después de todo.
La última bandeja fue para Kurt. Blaine detestaba tener que volver a su cuarto, pero no le quedaba otro remedio. Él se daría cuenta de que lo habrían dejado sin cena. Tomó la bandeja del carro y llamó a la puerta.
― Pasa ― le dijo él.
Estaba en la cama, con la cabecera levantada para poder apoyar la espalda. Blaine le llevó la bandeja, la apoyó sobre la mesa rodante y luego la colocó frente a él.
Kurt retiró la cubierta de su plato.
― Spaghetti. ― Chasqueó los labios y desenrolló los cubiertos de la servilleta en la que Blaine los había envuelto con tanta meticulosidad. ― Nadie hace los spaghetti como la señora Rose. Es una especialista en arte culinario.
― Es buena ― coincidió el
― ¿Comiste alguno de sus platos?
― Los probé un par de veces. Pero no hace falta comerlo para darte cuenta de que es excelente. Con sólo percibir el aroma, se te hace agua a boca. ― Blaine se dio cuenta de que tenía hambre. Lástima que no hubiera pasta para el. Y no porque la señora Rose le hubiera mezquinado una porción, sino porque no tenía tiempo. No podía darse el lujo de perder el autobús que lo llevaría de regreso a casa. Se dirigió a la puerta y fue entonces cuando vio en los estantes de Kurt el libro que había visto el día anterior.
― ¿Me lo prestas?
Kurt alzó la vista, con la boca llena. Notó que señalaba el libro de bolsillo, apresuró a tragar la comida y asintió con la cabeza.
― Me pareció oír que ya lo habías leído.
― Así es ― confirmó el, y arrebató el libro del estante antes de que kurt se arrepintiera. Pero tengo que releerlo. Debo entregar un resumen el lunes y la biblioteca del colegio no lo tenía.
― Vaya que eres una chico de muchos recursos.
― ¿Y qué significa eso? ― Realmente, no sabía por qué siempre le daba lugar para que él lo pusiera en esas situaciones.
― Exactamente lo que he dicho. Tú, que por supuesto eres la honestidad personificada, entregarás un resumen sobre un libro que ya has leído. Claro. De ese modo, te ahorrarás mucho tiempo ― deslizó con sarcasmo.
― ¿Y con eso, qué? ― ¡Por Dios, que idiota! ― No voy a comprar una versión resumida para hacer el trabajo. Ya lo he leído.
― De todas maneras, en mi opinión, eso es hacer trampa ― le dijo, mientras se introducía otro bocado.
― ¿Eres sordo o qué? No es hacer trampa. Yo ya leí el maldito libro ― vociferó Blaine.
― Es hacer trampa ― insistió él ―. El objeto de entregar un resumen sobre un libro es, justamente, tener que leerlo. Si tú te basas en uno que ya has leído, el objetivo queda sin cumplir.
Blaine no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Quién era él? ¿El alumno ejemplar de la Asociación Nacional de Docentes?
― Señoras y señores, he aquí al Señor Perfecto ― retrucó Blaine, usando uno de los clichés favoritos de su amigo Jeff. ― No pretenderás que crea que tú nunca lo hiciste.
― Por supuesto que lo hice ― dijo él ―. Hice trampas en algunos resúmenes de libros y en uno o dos exámenes. ¿Y sabes qué? Ahora estoy arrepentido. Es una de las pocas cosas que lamento.
El comentario lo dejo helado.
― ¿Por qué?
― Porqué lo más fácil no siempre es lo mejor ― respondió con franqueza ― Aprendes a enfrentar las cosas duras de la vida cuando estás en una situación como la mía.
Blaine se puso de pie y lo miró con detenimiento. No sabía que decir; tampoco qué había querido decir él en realidad.
Kurt suspiró y le dirigió una sonrisa extraña.
― No tengas miedo, nene, no espero que me entiendas. Anda, llévate el libro. Ojala te saques un diez.
― Gracias ― respondió el entre dientes ―. Más tarde volveré por tu bandeja.
Cuando regresó, Kurt estaba dormido. Sin hacer ruido, abrió la puerta y entró en la habitación en puntas de pie. Notó que se le dificultaba la respiración; tenía el rostro pálido. La luz de la lámpara que estaba sobre la mesa de noche enfocaba directamente a sus ojos cerrados, pero él seguía durmiendo. Blaine tomó la tapa metálica del plato frunció el entrecejo; las tres cuartas partes de los spaghetti estaban intactas. Recogió la bandeja. ¿Tendría que informarlo a alguien? Kurt no había comido mucho. Si bien el no conocía mucho a los enfermos, suponía que debían alimentarse bien para no perder las fuerzas.
Cerró la puerta y llevó el carro por el pasillo, hacia el ascensor. Abajo se encontró con la señora Fernández. Cuando le mostró el plato de Kurt y le dijo que se había quedado dormido con la luz encendida, la enfermera asintió con la cabeza.
― No te preocupes por él ― le aconsejó ―. Le apagaré la luz y me aseguraré de que se acueste como es debido cuando haga mi ronda nocturna.
― Pero comió poco ― protestó Blaine. No tenía la menor idea de por qué se preocupaba tanto por Kurt Hummel. Si era tan ocurrente como para hacer ciertos comentarios, bien podía cuidar de su propio cuerpo.
La señora Fernández sonrió con amargura.
― Lo sé. Nunca come mucho. Blaine, escucha mi consejo. Esta gente se está muriendo. Por más que les des toda la comida y el descanso del mundo, no evitarás ese final. Por lo tanto, no extremes esfuerzos para salvarlos. No puedes. Si tomas las cosas demasiado a pecho, lo único que conseguirás es una úlcera.
― ¿Pero cómo hace usted para no preocuparse por ellos? ― preguntó. ¡Demonios! ¿Qué le estaba pasando? Apenas diez segundos antes había llegado a la conclusión de que Kurt podía cuidarse solo, y sin embargo insistía en preocuparse porque no había terminado de comer los malditos spaghetti. Como si él fuera a agradecerle su preocupación. Pero, por lo visto, no podía evitarlo.
― Les doy lo mejor de mí ― contestó la enfermera ―. Trato de hacerles la vida lo más placentera y cómoda posible. Siempre estoy al lado de ellos, incluso en las ocasiones en que lo único que quieren es que me siente en silencio junto a su cama. A veces es todo lo que puedes hacer.
Blaine perdió el autobús de las siete y tuvo que tomar el de las siete y veinte. Masticando insultos por lo bajo, se subió y ocupó el primer asiento libre que vio. Llegaría tarde a cenar. Estaba muerto de hambre y afuera había comenzado a caer la noche. Dios, tenía que irse de Lavender House con la luz del día. La idea de regresar a su casa en autobús, en plena oscuridad, superaba los límites de lo tolerable para el.
Entró a toda prisa en un almacén antes de ir a su casa y se equipó con bastantes provisiones: una bolsa de pretzels, algunas papitas y una barra de chocolate.
― Hola, Blaine ― la saludó su madre desde el comedor ―. Llegas tarde.
Blaine dejó su mochila sobre la mesa del vestíbulo y fabricó una expresión de tristeza y melancolía en el rostro. Se dio cuenta de que no tendría que esforzarse demasiado para que su aspecto fuera lamentable. Lo único que debía hacer era recordar a Jamie y a Kurt
Tomó su lugar en la mesa del comedor. Su padre lo miró por encima de sus elegantes anteojos y le sonrió.
― Hola, Muchacho. ¿Por qué llegaste tan tarde?
Blaine abrió el fuego.
― Perdí el autobús. Tuve que ayudar a la señora Rose con algunas cenas que se demoraron. Algunos pacientes son muy lentos, es decir, tardan mucho en comer. No puedo apurarlos. No sería justo. Están en una situación tan… penosa.
La señora Anderson miró a su esposo y luego a Blaine.
― De todas maneras, es importante que llegues a tiempo a casa ― señaló, tajante. Todavía tienes que hacer tu tarea. Date prisa y come.
Blaine miró la fuente de pollo que estaba en el centro de la mesa. Se le hizo agua la boca. Las ventanas de su nariz aletearon ante el tentador aroma. En ese momento, los pretzels, uno de sus bocadillos favoritos, perdieron todo su atractivo para el. Pero sólo Dios sabía cuánto deseaba no tener que volver más a ese lugar.
Segundo disparo.
― Hablando de tareas ― comenzó. Retiró la silla y se puso de pie. ― Será mejor que empiece ya. Mañana tengo prueba de francés.
― Pero no has probado bocado ― protestó la madre ―. Sé que la tarea es importante, pero también lo es tu salud.
Blaine sintió el llamado de su conciencia, pero logró ignorarlo. Quería ― no, necesitaba ― conseguir la preocupación de sus padres.
― Mi salud es perfecta, créeme. Después de trabajar en Lavender House, esa idea se te graba muy bien en la cabeza. Simplemente, no tengo apetito.
― Sin embargo, tendrías que tener hambre ― contravino Elena-. Esta mañana tampoco desayunaste y anoche apenas picaste algo de la cena. ― Entrecerró los ojos, pensativa. ― No estarás padeciendo uno de esos desórdenes de la alimentación, ¿verdad?
De modo que había estado atenta nomás, pensó Blaine, triunfante.
― No soy anoréxico ― se defendió. Lo único que le faltaba era que sus padres también lo fastidiaran por eso. ― Es sólo que no tengo mucho apetito.
― Tienes que comer algo ― recomendó su padre. Se lo veía preocupado.
Blaine se encogió de hombros.
― Papá, estoy inapetente, tengo una pila de tarea para hacer y un cansancio que me mata. Quiero dormir un poco esta noche.
Por las miradas que intercambiaron sus padres, se dio cuenta de que por fin se estaba saliendo con la suya. En un día o dos más, los tendría en un puño.
Una vez que su padre tomara conciencia de los horrendos efectos que ese lugar estaba produciendo en su adorado hijo, removería cielo y tierra para sacarlo de allí.
...................................................................Klaine.........................................................
Aqui esta pequeñines espero que lo hayan disfrutado , pues no tengo dias de actualizacion pero como tengo mini vacasiones (son solo 4 dias :C ) hare lo posible para adelantar pero mias dias de actualizacion seria 2 por el momento ya que los cap se vienen largos haci que o son miercoles y domingos o sabados y jueves hay tendria que ver
me despido con un fuertisimo abrazo
y los adoro mucho
XoXoXo
..........................................Klaine....................................................................
Capitulo 6 : Otro dia en Lavender house
21 de Septiembre
Querido Diario:
Como no tuve tiempo de escribir esta mañana, decidí hacerlo ahora, mientras espero el autobús. Las cosas no están saliendo como planeé. Tengo que entregar ese famoso resumen el lunes y la biblioteca no tiene el libro que necesito. Nick me invitó a salir otra vez… A lo mejor, una de mis fantasías está por convertirse en realidad. ¿Se habrá vuelto loco por mí? Sin embargo, lo extraño de esta situación es que yo no estoy seguro de querer salir con él. Anoche no pude dejar de pensar en Sebastian , aunque no porque me parezca un buen mozo irresistible. Me siento raro en todo. Tampoco me puedo sacar de la cabeza a ese idiota y grosero de Kurt. Y por si todo esto fuera poco, mis padres se han puesto tan pesados que no se dan cuenta de nada. Mamá ni siquiera reparó en que no probé bocado en el desayuno esta mañana. Si la situación se prolonga demasiado, moriré de inanición antes de que logre machacar en sus cabezotas que estoy terriblemente deprimido. ¿O debo decir que he caído en un pozo depresivo? Lo que fuera; mi plan se está yendo a pique. Tal vez deba mejorar mi actuación.
El chillido de unos frenos aerodinámicos avisó a Blaine que había llegado el autobús. Guardó el diario en su mochila a las apuradas, se puso de pie y desenterró del bolsillo de sus jeans el cambio justo que tenía preparado para pagar su pasaje. Ése era otro tema que lo fastidiaba: tener siempre a mano las monedas para el dichoso transporte.
En lugar de bajarse en la parada que quedaba en la puerta del Hogar, esperó la siguiente, ubicada frente al bar. Cruzó la calzada corriendo, empujó las pesadas puertas de vidrio y abrió. Se sentó en uno de los bancos y miró a su alrededor, buscando a Sebastian.
El lugar estaba casi vacío. Algunos clientes ocupaban un par de reservados y también había un hombre inclinado sobre su periódico, al otro lado del mostrador.
Sebastian entró por unas puertas vaivén que estaban detrás de la barra. Llevaba una pila de bandejas llenas de vasos. Blaine no pudo contener el impulso de mirar el movimiento de los potentes músculos de sus brazos. Sólo esperaba no haberse puesto demasiado en evidencia. Pero le sobraba media hora y no había muchas formas de matar el tiempo en ese lugar.
Sacó su libro de francés, lo abrió y trató de concentrarse en la conjugación de los verbos. Imposible. Sebastián lo distraía demasiado. Con disimulo, lo espió de reojo mientras descargaba las bandejas sobre el mostrador de atrás. Cuando se volvió para acercarse a ella, Blaine bajó la vista automáticamente.
― Hola ― la saludó. Sacó su anotador y el lápiz. ― ¿Qué vas a tomar?
― Una Coca. –Se quedó contemplando su espalda mientras trabajaba. Con movimientos firmes y seguros, llenó el vaso con hielo picado. Luego lo colocó debajo de la máquina expendedora. Parecía tener mucha confianza en sí mismo.
Se volvió y colocó la bebida frente a ella.
― Gracias.
Él le sonrió.
― No vives aquí. ― Fue una afirmación, no una pregunta.
Blaine desenvolvió la pajita y la deslizó dentro del vaso.
― Vivo en el este.
―Con calma Blaine ― se dijo ―. Tranquilo.
― ¿Qué haces por aquí, entonces?
― Trabajo como voluntario aquí enfrente. Pero mi turno comienza en media hora .
― ¿Voluntario? ¿Te refieres al Hogar, a Lavender House?
Blaine sonrió.
― Sí. ¿Te sorprende?
Blaine se encogió de hombros.
― Me pareces muy joven. Eso es todo.
― Tengo diecisiete ― dijo, ganando cada vez más confianza. La mirada de él delataba que estaba impresionado. Blaine decidió hacer un nuevo avance. ― Además, creo que debemos ayudarnos unos a otros, ¿no?
― Claro. ― Sebastian tomó la cafetera y vertió un poco más de la humeante bebida en la taza del hombre sentado en el extremo de la barra, quien le agradeció entre dientes. ― Pero yo, entre el trabajo y la escuela, ayudar al prójimo es un lujo que no puedo darme. Con esto no quiero decir que esté mal lo que haces. Al contrario, me parece maravilloso.
― Te hace sentir bien ― acotó Blaine.
― Sí, lo sé. Nosotros también aportamos nuestro granito de arena. Henry, el propietario de este lugar, a veces me pide que vaya a llevar un pastel o una Tarta al Hogar. No es mucho, pero al menos colaboramos. Algunos pacientes vienen a tomar café. Si no estoy muy ocupado, les doy charla o jugamos una partida rápida a los naipes.
― Es muy amable de tu parte. ― Apuró un sorbo de Coca. ― ¿A qué colegio vas?
― Landsdale JC. Espero poder ir a Santa Barbara después de eso ― dijo él ―. ¿Cómo te llamas?
―Blaine Anderson. ¿Y tú? ― preguntó el, aunque ya lo sabía.
―Sebastian Smythe. ― Le obsequió una amplia sonrisa. ― Supongo que te veré muy seguido por aquí. Ah… Con respecto al otro día, en el autobús.
― ¿Qué?
― ¡Demonios! Se acordó. Ahora creerá que soy un idiota.
― Oh, no es nada.
Mientras él atendía un cliente y a otro, conversaron hasta que Blaine tuvo que marcharse. Se enteró de que Sebastian vivía con su madre viuda, que estudiaba en la universidad y que aspiraba a convertirse en psicólogo algún día. Notó que había despertado interés en él. Lástima que no tuviera auto. Pagó la cuenta y pensó que, si empezaban a salir juntos, tal vez sus padres se apiadaran de el y le devolvieran su licencia de conducir.
Estaba de muy buen ánimo cuando subió las escalinatas de Lavender House. Hasta saludó a la señora Drake con una sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, su humor cambió cuando le asignaron la tarea del día: limpiar los baños. Esperaba recordar como se hacía. La última vez que había cumplido con esa tarea tenía doce años. Desde entonces, en su casa contrataron una mucama para la limpieza.
Una hora y media después, se dio cuenta de que, al fin y al cabo, no había sido tan terrible como creyó en un primer momento. Enjuagó el lavabo de la habitación de Jamie Brubaker y se quitó los guantes de goma. Al abrir la puerta del baño encontró a Jamie, un paciente con sida, descansando muy tranquilo. Momentos antes, luego de una conversación de diez minutos con él, había decidido que era una persona muy interesante. Antes de enfermarse, se desempeñaba como piloto en una aerolínea.
Sin embargo, se alegró de que estuviera dormido. Pobre. Hasta una breve charla lo agotaba.
Una vez fuera, colocó el balde con los artículos de limpieza en el carro y tachó la habitación. Sólo le quedaban dos y luego podría bajar para preparar las bandejas con la cena. Esa tarea le gustaba. Por lo menos, mientras acomodaba los platos y envolvía cubiertos tenía alguien con quien hablar. Empujó el carro por el pasillo y frunció el entrecejo al notar que el próximo baño que le tocaba era el de Kurt. Tal como le habían indicado, golpeó suavemente la puerta y luego asomó la cabeza. Le habían dicho que, si los pacientes estaban durmiendo, no tenía que molestarlos a menos que fuera estrictamente necesario.
Kurt estaba sentado junto a la ventana.
― Pasa ― le dijo, en voz baja.
― Vengo a limpiar tu cuarto ― explicó.
― Adelante. ― Le sonrió con simpatía.
Blaine apoyó el balde con sus cosas en el piso y comenzó a cerrar la puerta.
― Déjala abierta ― indicó Kurt.
Blaine alzó la cabeza y lo vio de pie afuera.
― ¿Por qué? ― le preguntó ―. ¿Te espanta verme refregando lavabos?
― Lavabos no ― corrigió, apoyado contra el marco ―. Inodoros.
― Muy gracioso. ― Estuvo tentado de cerrarle la puerta en la nariz, pero lo cierto era que se alegraba de tener alguien con quien conversar. ― ¿Por qué no estás en la cama?
― Porque no estoy cansado. Y necesito compañía. Hasta la tuya me vendría bien.
― Muchas gracias. ― Roció la bañera con un producto de limpieza. ― Debes de estar muy desesperado para sentir necesidad de hablar conmigo. ― Experimentó una repentina irritación. De acuerdo, puede que el estuviera en mejores condiciones que él y tampoco trabajaba allí porque era generoso, pero eso no le daba derecho de ser tan… tan… despectivo. ― ¿Qué pasa? ¿No tienes amigos?
Kurt se rió y apartó un mechón de pelo de sus ojos. El gesto atrajo la mirada de Blaine a sus manos y brazos. Eran tan delgados, que parecían piel y hueso; las venas de las manos se marcaban claramente en su piel Blanquecina. La irritación de Jean desapareció al ver la enfermedad. Habría apostado su mensualidad entera a que debajo del conjunto deportivo de algodón que llevaba puesto, el resto de su cuerpo estaría igualmente arruinado.
― La mayoría de mis amigos viven en Los Ángeles. Y a diferencia de los tuyos, papi no les regaló un auto para su decimoséptimo cumpleaños.
― Es bueno que te enteres de que yo viajo en autobús ― refunfuño Blaine, despidiéndose de su compasión.
― Sí, pero apuesto a que tienes un auto.
El cerró la boca y colocó el trapo de limpieza debajo del grifo. Moribundo o no, era un idiota. Si tenía o no razón, era tema aparte. Claro que tenía auto. ¿Y con eso qué? ¿Acaso tenía que sentirse culpable porque sus padres trabajaban mucho y le regalaban cosas bonitas?
― Lo tienes, ¿verdad? ― continúo él ― -. ¿Qué marca es? ¿Un llamativo convertible, un juguete que cuesta mucho dinero y que papi no quiere que traigas a un barrio como éste?
― No es un convertible ― contestó el. Abrió el grifo y enjuagó con abundante agua los bordes de la bañera. ― Es un auto pequeño.
― ¿Entonces por qué vienes en el autobús?
Tuve intenciones de decirle que no quería traerlo a ese barrio humilde por lo que él había conjeturado, pero, para su asombro, no le pareció bien mentirle.
― Cuando me arrestaron, mis padres me quitaron la licencia.
― Un golpe bajo, ¿eh? ― murmuró, aunque Blaine supo que no sentía ninguna pena por el ―. Por lo menos, la recuperarás cuando hayas cumplido tu condena. A propósito, ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí?
― Tengo que cumplir trescientas horas de servicio comunitarios ― contestó, mientras se levantaba del piso ―. A razón de veinte horas por semana, saca la cuenta. Si necesitas ayuda, puedo prestarte la calculadora que tengo en mi mochila.
― Puedes guardártela. Siempre he tenido diez de promedio en matemáticas ― le contestó. Volvió a reírse.
El se sorprendió.
― ¿De veras?
― Por supuesto ― repuso, orgulloso ―. ¿Qué pensabas? ¿Que los que tenemos nombres latinos sólo servimos para atacar a la gente en patota y manejar cascajos?
― Yo no dije eso ― se defendió, molesta porque él estaba acusándolo de encasillar a las personas en estereotipos racistas.
― ¿Entonces por qué te sorprendieron mis calificaciones?
― Porque sí, eso es todo. ― Kurt estaba incomodándolo. Blaine estaba asombrado de sí mismo. Nunca se había creído prejuicioso . Pero si así era, ¿por qué se había asombrado tanto al enterarse de sus calificaciones?
― De acuerdo ― admitió él, cauteloso ―. Tal vez no me creías un rufián violador de personas.
― Y tal vez yo no debí sorprenderme tanto ― concedió el. Por alguna extraña razón, se sentía obligado a ser honesto con ese chico. ― De todas maneras, lamento haberte ofendido
― No te preocupes. Yo tampoco debí haberte atacado de inmediato. Supongo que soy un poco sensible en cuanto a los sajones. Para que sepas, toda mi vida he sido un alumno de diez. Me otorgaron una beca para la universidad. ― Se encogió de hombros y concentró su atención en las cerámicas del piso. ― Por supuesto, jamás llegaré a usarla.
Blaine lo miró fijo. No sabía qué decir. Sí bien Kurt no era santo de su devoción, en ese momento le inspiraba una profunda tristeza. Una beca completa y jamás tendría oportunidad de poner un pie en la universidad. Recordó su modesto seis cincuenta de promedio y la insistencia de sus padres para que lo levantara. Dios, que injusto. Idiota o no, Kurt Hummel se había quemado las pestañas para ingresar a la universidad. Nadie tenía esas calificaciones si no se mataba estudiando.
― Oye, te pido disculpas. Realmente debes de haberte esforzado mucho, tantos diez no pueden salir de la galera.
― No me compadezcas ― le dijo él y levantó la mirada buscando la suya. Sus ojos eran apagadas cavernas de antigua sabiduría. Infinitamente tristes, infinitamente comprensivos. Blaine sintió un nudo en la garganta. Movió los labios, luchando por decir algo… pero no hubo palabras. No había nada que decir.
― A veces ― continuó Kurt en un tono suave ―, tú atrapas al león. Otras, el león te atrapa a ti.
Blaine intentó borrar de su mente esos últimos minutos con Kurt. Se quitó los guantes de goma y miró sus manos. Tenía la piel colorada, irritada. A pesar de todas las precauciones que había tomado, fue imposible que no le entrara agua. Tenía que acordarse de humectar sus manos con abundante loción una vez que llegara a casa.
―A veces, el león te atrapa a ti.
Aquellas palabras hacían eco en sus oídos mientras guardaba los artículos de limpieza en el armario. Oyó a la señora Rose que cantaba en voz baja en la cocina. Se apoyó en el marco de la puerta y suspiró. Tenía que dejar de pensar en él. Después de todo, no eran amigos ni nada por el estilo.
― Blaine ― lo llamó la señora Rose ―. Las bandejas están listas para preparar.
Entró de inmediato en la cocina, feliz por tener algo que hacer para mantenerse ocupado. Pero no resultó. Acomodar cubiertos no requería tanta destreza mental como para distraer sus pensamientos de Kurt. No podía borrar aquel rostro de su mente. Perecía tan, tan…
― Blaine ¿Qué estás haciendo? La voz de la señora Rose interrumpió sus cavilaciones.
― ¿Eh? ― Se sobresaltó, asustado. Vio a la mujer que miraba azorada la bandeja. ― Oh, me distraje. Supongo que Jaime no necesita tres juegos de cubiertos.
― Mmm. Me parece que estabas pensando en algo muy serio ― comentó la señora Rose, con un tono cordial ―. ¿Será que este lugar comienza a afectarte?
― ¿Afectarme? ― repitió Blaine. Por supuesto que sí. Afectaría a cualquiera. Santo Dios. Acababa de pasar las últimas dos horas refregando inodoros y conversando con gente que estaría muerta para Navidad. ― ¿Quiere saber si me deprime?
― Algo así. ― La mujer se dirigió a la cocina y levantó la tapa de la cacerola con los spaghetti. ― ¿Quieres hablar del tema?
Blaine la contempló detenidamente. En los tres días que llevaba trabajando allí, siempre había visto a la cocinera con una sonrisa a flor de labios y una palabra afectuosa para todo el que pasara por allí.
― ¿Cómo hace para evitar que todo esto la afecte? ― le preguntó por fin.
― No hago nada. ― Le dirigió una mirada distraída. ― Me afecta. Esto afecta a cualquiera. La gente viene aquí a pasar un par de semanas o quizás un mes; esperan la muerte y, mientras tanto, tú te encariñas con ellos. Aprendes a quererlos, te preocupas por su bienestar, y de pronto te sorprendes rezando para que se produzca un milagro, porque no quieres que se mueran. Se volvió y miró a Blaine. Pero se mueren de todas maneras y me molesta. Especialmente cuando se trata de personas jóvenes.
― ¿Cómo Kurt?
La expresión de la mujer se convirtió en una sonrisa serena.
― Ese chico es especial.
― ¿Por qué?
― Tiene tanto para dar en este mundo. ― Meneó la cabeza. ― No es como la mayoría de los jóvenes. Es distinto. Sensible. Mira las cosas desde otra óptica porque se ha visto obligado a enfrentar algo que un chico a su edad no tendría por que asumir. Su muerte parece una injusticia. Cuando por fin le llegue la hora se me destrozará el corazón.
― ¿Entonces por qué hace esto? ¿Por qué se queda aquí?
― Es mi trabajo.
Blaine meneó la cabeza.
― Usted es muy trabajadora y una excelente cocinera. Conseguiría trabajo en cualquier parte.
― Bueno, gracias. ― La señora Rose sonrió, orgullosa por el cumplido hacia su comida. ― Eres mucho más perspicaz de lo que creí. Sí, lo hago porque quiero. Porque alguien tiene que hacerlo y ese alguien bien puedo ser yo. Por lo menos, tengo oportunidad de dar a los pacientes un poco de alegría y bienestar en sus últimos días. Es lo que la Biblia nos manda y yo obedezco.
― Es religiosa.
― En un lugar como éste ― contestó, volviendo su atención a la cacerola ―, un poco de fe ayuda.
― Supongo que sí. ― Si bien detestaba reconocerlo, aunque fuera ante sí mismo, sentía curiosidad por saber más de Kurt. ― Eh… ¿Cuánto tiempo se queda?
― Dos meses, tal vez tres.
Se puso tensa.
― ¿Qué es exactamente lo que tiene? ― Nathy ya le había contado, pero una parte de sí quería oírlo de otros labios. ― ¿Qué le pasa?
― El corazón no le funciona como corresponde. ― Meneó la cabeza con tristeza. Los médicos lo han intentado todo, pero sin éxito.
― ¿No puede recibir un trasplante o algo?
― No. Las válvulas y el tejido que las rodea están tan dañados por la infección virósica, que un trasplante sería imposible.
Nathy le había dicho lo mismo, pero ella sospechaba que tal vez habría otra razón por la que no podía conseguir un donante.
― ¿Están completamente seguros de eso? Quiero decir, ¿cómo saben que no resultará? Si es una cuestión de dinero…
― No es por dinero ― la interrumpió la señora Rose, y se volvió para mirarla a los ojos
―. Así es la medicina. No hay razón para practicar un trasplante si no va a dar resultado. Y es una lástima. Ese chico no sólo es inteligente, sino talentoso. Un artista con todas las letras. Tendrías que ver sus pinturas.
Blaine se quedó contemplando con detenimiento a la cocinera y tuvo que contenerse para no seguir discutiendo con ella respecto de la negativa a practicar un trasplante de corazón a Kurt. La señora Rose no le mentía. Por la expresión de su rostro, cualquiera se habría dado cuenta de que la idea de su muerte la perturbaba tanto como a el. Si no había manera, no la había y punto.
― ¿Pinta? ― preguntó ―. ¿Cuadros?
― Ajá. Y no simplemente, en Los Ángeles. Un mural. Salió fotografiado en el periódico. Se interrumpió cuando la señora Fernández, la enfermera de turno, entró en la cocina a buscar café. Las dos mujeres comenzaron a charlar entre sí y dejaron a Blaine solo con sus pensamientos.
Terminó con las bandejas y las acomodó en una pila en el carro. Mientras lo empujaba por el pasillo desierto, camino al ascensor, pensó que por un lado admiraba a la gente como la señora rose , pero, por el otro, la consideraba un poco extraña. No podía creer que alguien quisiera de verdad trabajar en un lugar como ése. No entendía por qué esa mujer no salía de allí corriendo despavorida. Sabía que en cualquier momento el se sentiría así. Esa gente estaba muriéndose. Las lágrimas se agolparon en sus ojos cuando recordó la charla con Jamie. Demonios. Qué agradable era. No merecía morir. Tenía apenas cuarenta y tantos años. ¡Y pensar que pocos días atrás le habría parecido todo un gerente! Ahora le resultaba dolorosamente joven.
Sintió que una lágrima le hacía cosquillas en el mentón. Se la secó con la manga, irritada, y empujó el carro hacia el interior del ascensor. Tal vez hacerse la deprimida delante de sus padres no sería una actuación, después de todo.
La última bandeja fue para Kurt. Blaine detestaba tener que volver a su cuarto, pero no le quedaba otro remedio. Él se daría cuenta de que lo habrían dejado sin cena. Tomó la bandeja del carro y llamó a la puerta.
― Pasa ― le dijo él.
Estaba en la cama, con la cabecera levantada para poder apoyar la espalda. Blaine le llevó la bandeja, la apoyó sobre la mesa rodante y luego la colocó frente a él.
Kurt retiró la cubierta de su plato.
― Spaghetti. ― Chasqueó los labios y desenrolló los cubiertos de la servilleta en la que Blaine los había envuelto con tanta meticulosidad. ― Nadie hace los spaghetti como la señora Rose. Es una especialista en arte culinario.
― Es buena ― coincidió el
― ¿Comiste alguno de sus platos?
― Los probé un par de veces. Pero no hace falta comerlo para darte cuenta de que es excelente. Con sólo percibir el aroma, se te hace agua a boca. ― Blaine se dio cuenta de que tenía hambre. Lástima que no hubiera pasta para el. Y no porque la señora Rose le hubiera mezquinado una porción, sino porque no tenía tiempo. No podía darse el lujo de perder el autobús que lo llevaría de regreso a casa. Se dirigió a la puerta y fue entonces cuando vio en los estantes de Kurt el libro que había visto el día anterior.
― ¿Me lo prestas?
Kurt alzó la vista, con la boca llena. Notó que señalaba el libro de bolsillo, apresuró a tragar la comida y asintió con la cabeza.
― Me pareció oír que ya lo habías leído.
― Así es ― confirmó el, y arrebató el libro del estante antes de que kurt se arrepintiera. Pero tengo que releerlo. Debo entregar un resumen el lunes y la biblioteca del colegio no lo tenía.
― Vaya que eres una chico de muchos recursos.
― ¿Y qué significa eso? ― Realmente, no sabía por qué siempre le daba lugar para que él lo pusiera en esas situaciones.
― Exactamente lo que he dicho. Tú, que por supuesto eres la honestidad personificada, entregarás un resumen sobre un libro que ya has leído. Claro. De ese modo, te ahorrarás mucho tiempo ― deslizó con sarcasmo.
― ¿Y con eso, qué? ― ¡Por Dios, que idiota! ― No voy a comprar una versión resumida para hacer el trabajo. Ya lo he leído.
― De todas maneras, en mi opinión, eso es hacer trampa ― le dijo, mientras se introducía otro bocado.
― ¿Eres sordo o qué? No es hacer trampa. Yo ya leí el maldito libro ― vociferó Blaine.
― Es hacer trampa ― insistió él ―. El objeto de entregar un resumen sobre un libro es, justamente, tener que leerlo. Si tú te basas en uno que ya has leído, el objetivo queda sin cumplir.
Blaine no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Quién era él? ¿El alumno ejemplar de la Asociación Nacional de Docentes?
― Señoras y señores, he aquí al Señor Perfecto ― retrucó Blaine, usando uno de los clichés favoritos de su amigo Jeff. ― No pretenderás que crea que tú nunca lo hiciste.
― Por supuesto que lo hice ― dijo él ―. Hice trampas en algunos resúmenes de libros y en uno o dos exámenes. ¿Y sabes qué? Ahora estoy arrepentido. Es una de las pocas cosas que lamento.
El comentario lo dejo helado.
― ¿Por qué?
― Porqué lo más fácil no siempre es lo mejor ― respondió con franqueza ― Aprendes a enfrentar las cosas duras de la vida cuando estás en una situación como la mía.
Blaine se puso de pie y lo miró con detenimiento. No sabía que decir; tampoco qué había querido decir él en realidad.
Kurt suspiró y le dirigió una sonrisa extraña.
― No tengas miedo, nene, no espero que me entiendas. Anda, llévate el libro. Ojala te saques un diez.
― Gracias ― respondió el entre dientes ―. Más tarde volveré por tu bandeja.
Cuando regresó, Kurt estaba dormido. Sin hacer ruido, abrió la puerta y entró en la habitación en puntas de pie. Notó que se le dificultaba la respiración; tenía el rostro pálido. La luz de la lámpara que estaba sobre la mesa de noche enfocaba directamente a sus ojos cerrados, pero él seguía durmiendo. Blaine tomó la tapa metálica del plato frunció el entrecejo; las tres cuartas partes de los spaghetti estaban intactas. Recogió la bandeja. ¿Tendría que informarlo a alguien? Kurt no había comido mucho. Si bien el no conocía mucho a los enfermos, suponía que debían alimentarse bien para no perder las fuerzas.
Cerró la puerta y llevó el carro por el pasillo, hacia el ascensor. Abajo se encontró con la señora Fernández. Cuando le mostró el plato de Kurt y le dijo que se había quedado dormido con la luz encendida, la enfermera asintió con la cabeza.
― No te preocupes por él ― le aconsejó ―. Le apagaré la luz y me aseguraré de que se acueste como es debido cuando haga mi ronda nocturna.
― Pero comió poco ― protestó Blaine. No tenía la menor idea de por qué se preocupaba tanto por Kurt Hummel. Si era tan ocurrente como para hacer ciertos comentarios, bien podía cuidar de su propio cuerpo.
La señora Fernández sonrió con amargura.
― Lo sé. Nunca come mucho. Blaine, escucha mi consejo. Esta gente se está muriendo. Por más que les des toda la comida y el descanso del mundo, no evitarás ese final. Por lo tanto, no extremes esfuerzos para salvarlos. No puedes. Si tomas las cosas demasiado a pecho, lo único que conseguirás es una úlcera.
― ¿Pero cómo hace usted para no preocuparse por ellos? ― preguntó. ¡Demonios! ¿Qué le estaba pasando? Apenas diez segundos antes había llegado a la conclusión de que Kurt podía cuidarse solo, y sin embargo insistía en preocuparse porque no había terminado de comer los malditos spaghetti. Como si él fuera a agradecerle su preocupación. Pero, por lo visto, no podía evitarlo.
― Les doy lo mejor de mí ― contestó la enfermera ―. Trato de hacerles la vida lo más placentera y cómoda posible. Siempre estoy al lado de ellos, incluso en las ocasiones en que lo único que quieren es que me siente en silencio junto a su cama. A veces es todo lo que puedes hacer.
Blaine perdió el autobús de las siete y tuvo que tomar el de las siete y veinte. Masticando insultos por lo bajo, se subió y ocupó el primer asiento libre que vio. Llegaría tarde a cenar. Estaba muerto de hambre y afuera había comenzado a caer la noche. Dios, tenía que irse de Lavender House con la luz del día. La idea de regresar a su casa en autobús, en plena oscuridad, superaba los límites de lo tolerable para el.
Entró a toda prisa en un almacén antes de ir a su casa y se equipó con bastantes provisiones: una bolsa de pretzels, algunas papitas y una barra de chocolate.
― Hola, Blaine ― la saludó su madre desde el comedor ―. Llegas tarde.
Blaine dejó su mochila sobre la mesa del vestíbulo y fabricó una expresión de tristeza y melancolía en el rostro. Se dio cuenta de que no tendría que esforzarse demasiado para que su aspecto fuera lamentable. Lo único que debía hacer era recordar a Jamie y a Kurt
Tomó su lugar en la mesa del comedor. Su padre lo miró por encima de sus elegantes anteojos y le sonrió.
― Hola, Muchacho. ¿Por qué llegaste tan tarde?
Blaine abrió el fuego.
― Perdí el autobús. Tuve que ayudar a la señora Rose con algunas cenas que se demoraron. Algunos pacientes son muy lentos, es decir, tardan mucho en comer. No puedo apurarlos. No sería justo. Están en una situación tan… penosa.
La señora Anderson miró a su esposo y luego a Blaine.
― De todas maneras, es importante que llegues a tiempo a casa ― señaló, tajante. Todavía tienes que hacer tu tarea. Date prisa y come.
Blaine miró la fuente de pollo que estaba en el centro de la mesa. Se le hizo agua la boca. Las ventanas de su nariz aletearon ante el tentador aroma. En ese momento, los pretzels, uno de sus bocadillos favoritos, perdieron todo su atractivo para el. Pero sólo Dios sabía cuánto deseaba no tener que volver más a ese lugar.
Segundo disparo.
― Hablando de tareas ― comenzó. Retiró la silla y se puso de pie. ― Será mejor que empiece ya. Mañana tengo prueba de francés.
― Pero no has probado bocado ― protestó la madre ―. Sé que la tarea es importante, pero también lo es tu salud.
Blaine sintió el llamado de su conciencia, pero logró ignorarlo. Quería ― no, necesitaba ― conseguir la preocupación de sus padres.
― Mi salud es perfecta, créeme. Después de trabajar en Lavender House, esa idea se te graba muy bien en la cabeza. Simplemente, no tengo apetito.
― Sin embargo, tendrías que tener hambre ― contravino Elena-. Esta mañana tampoco desayunaste y anoche apenas picaste algo de la cena. ― Entrecerró los ojos, pensativa. ― No estarás padeciendo uno de esos desórdenes de la alimentación, ¿verdad?
De modo que había estado atenta nomás, pensó Blaine, triunfante.
― No soy anoréxico ― se defendió. Lo único que le faltaba era que sus padres también lo fastidiaran por eso. ― Es sólo que no tengo mucho apetito.
― Tienes que comer algo ― recomendó su padre. Se lo veía preocupado.
Blaine se encogió de hombros.
― Papá, estoy inapetente, tengo una pila de tarea para hacer y un cansancio que me mata. Quiero dormir un poco esta noche.
Por las miradas que intercambiaron sus padres, se dio cuenta de que por fin se estaba saliendo con la suya. En un día o dos más, los tendría en un puño.
Una vez que su padre tomara conciencia de los horrendos efectos que ese lugar estaba produciendo en su adorado hijo, removería cielo y tierra para sacarlo de allí.
...................................................................Klaine.........................................................
Aqui esta pequeñines espero que lo hayan disfrutado , pues no tengo dias de actualizacion pero como tengo mini vacasiones (son solo 4 dias :C ) hare lo posible para adelantar pero mias dias de actualizacion seria 2 por el momento ya que los cap se vienen largos haci que o son miercoles y domingos o sabados y jueves hay tendria que ver
me despido con un fuertisimo abrazo
y los adoro mucho
XoXoXo
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Ya extrañaba este fic, espero que no tardes con más capítulos.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Nunca leí este fic, ahora que lo leo, me encanto, pobre de mi Kurt
Besos
Besos
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
!Hola Kris!
Adore el capitulo.
Que mal todo lo que le pasa a Kurt.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
Adore el capitulo.
Que mal todo lo que le pasa a Kurt.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me encanto mucho este grandioso capitulo esperare ansioso el siguiente
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Capitulo 7 : La Mentira de blaine , conociendo mas a Kurt
Gleeclast escribió:
Me encanto mucho este grandioso capitulo esperare ansioso el siguiente
Que bueno que te alla gustado :33 , pues ahora tardare menos con los capitulos ;D
Hola alex :33★Alex Colfer★ escribió:
!Hola Kris!
Adore el capitulo.
Que mal todo lo que le pasa a Kurt.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
que bueno que te alla gustado el capitulo , y mas adelante mas cosas le pasaran a kurt
Saludotes ;D
Holaa bienvenida :33Gaby Klainer escribió:
Nunca leí este fic, ahora que lo leo, me encanto, pobre de mi Kurt
Besos
Me alegra que te alla gustado ... sii kurt pasaras mas momentos no muy buenos
Besos igualmente
Gabriela Cruz escribió:
Ya extrañaba este fic, espero que no tardes con más capítulos.
holaa ....
dioss sii fui una irresponsable lose lose , pero ahora no tardare mas se los aseguro , :33
Cuidate besos
espero que siguas la historia :33
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Holaaaa volvi :D , y aqui esta el sensual capitulo numero 7 seran alrededor de 13 o 14 capitulos no hasique mucho no falta ;D
Gracias a los que comentaron y a los que leen esta historia , espero que sea de su agrado esta historia los quiero :33
Capitulo 7 : La Mentira de Blaine , conociendo mas a kurt :
Querido Diario:
Me quedé dormido otra vez, de modo que estoy escribiendo en el banco de la parada de autobús. No sé qué me pasa. ¡Esta mañana eché a perder una excelente oportunidad para escapar de Lavender House! Mamá me preparó quacker con canela. La última vez que gocé de semejante privilegio tenia diez años. Indicio más que evidente de que la preocupación por mi la estaba matando. De todos modos, había empezado a comer mi cereal cuando papá se presenta en la cocina y desparrama su pesada osamenta sobre una de las sillas. ¡No podía creerlo! Hacía años que no compartía el desayuno conmigo. Y empezó con la perorata de que, por muy ocupados que estuvieran él y mamá, me querían mucho, que lamentaba que me hubieran impuesto servicios comunitarios, pero que así yo aprendería a responsabilizarme de mis actos… bla, bla, bla. Todo eso venía a que querían saber qué era lo que me estaba molestando. Y fue entonces cuando o embarré todo. Dejé la cuchara, tomé mi mochila y les contesté que todo estaba BIEN. Estas fueron mis palabras textuales: “Oh, no se preocupen por mi. Solo tengo que acostumbrarme a mis nuevas actividades”. Tampoco fue muy brillante de mi parte engullirme todo el cereal que mamá me preparó. Mis padres parecían haberse quitado un enorme peso de encima. Qué estúpido, ¿no? Nunca podré salir de ese lugar. No puedo creer que haya sido tan idiota.
Después de eso, mi jornada fue cuesta abajo. Durante el almuerzo, Jeff me dijo que, después del partido del viernes por la noche, Nick lo llevaría a cenar.
Blaine frunció el entrecejo al leer la última línea de su diario. No supo qué escribir a continuación, cuáles eran sus prioridades. Por lo general, no tenía dificultad en expresar sus sentimientos. El problema era que no sabía cómo me sentía. La vida lo confundía demasiado. Habría tenido que estar desolado por la traición de su mejor amigo, pero no era así. Por sobre todas las cosas, se sentía irritado. Tendría que estar furioso consigo mismo por haber echado a perder la oportunidad de decir adiós para siempre a Lavender House, pero no lo estaba.
―Oh, bueno — pensó cuando levantó la vista y vio que se acercaba el autobús —, tal vez comienzo a acostumbrarme a esto.‖
Su ánimo dio un giro de ciento ochenta grados cuando entró en el bar y vio a Sebastián detrás del mostrador, sosteniendo un vaso de Coca en la mano.
— Hola. Te vi bajar del autobús. Espero que sea esto lo que quieres tomar — dijo, agitando el vaso en dirección de el.
Se sintió halagado.
— Así es.
Se miraron a los ojos durante un momento; el silencio fue un tanto inquietante. Luego los dos hablaron a la vez.
— Blaine
— Sebastián
Entre carcajadas, él dijo:
— Habla tu primero Blaine
— Quería saber si trabajas todos los días. — Se sorprendió de sus propias palabras. Distaba mucho de actuar con cautela. Pero por alguna razón, tal vez a causa del Hogar, ya no quería jugar. Sebastian le gustaba. Quería saber si Sebastian gustaba de él o si solo estaba malinterpretando las cosas, y quería ser cortés.
— Menos los domingos — respondió, con una chispa de picardía en la mirada.
Blaine frunció el entrecejo.
— ¿Qué te resulta tan gracioso? — Dios, preferiría morir si él estaba riéndose de el, si se había dado cuenta de que la había flechado.
— Nada. Solo que estaba por preguntarte lo mismo.
— Menos los domingos — repitió Blaine con profundo alivio. Si bien quería ser honesto, no le habría caído muy bien que él no lo tomara en serio.
La miró boquiabierto
— ¿Trabajas como voluntario seis días por semana? — le preguntó con aire incrédulo —. Por Dios, ¿qué eres? ¿Un santo?
Blaine no supo qué decir. ¿Cómo explicar que había cercenado prácticamente todos sus ratos libres? No quería confesar el verdadero motivo de su trabajo en Lavender House. Todavía no. No hasta que no se conocieran mejor.
— No soy un santo — contestó, y se encogió de hombros con indiferencia —, sino una persona común y corriente. Pero cuando uno decide hacer algo, debe asumir una especie de compromiso, ¿no crees?
— Si, claro, pero seis días por semana… — No parecía convencido.
Blaine no quería que lo creyera raro. Tal vez había tenido que decirle la verdad. Pero justo en ese momento él le dirigió una sonrisa de admiración y decidió no dejarse llevar por sus emociones. Aunque nadie lo había mirado así en toda su vida, esos ojos no lograrían arrancarle la verdad.
— Bueno, parece una idea un poco loca, pero buena. Tienes razón — concedió sebastian —. Los compromisos son importantes.
— Tú trabajas seis días por semana — señaló el, sintiéndose incómodo de repente —. Es mucho más duro que hacer de voluntario.
— Sólo porque no tengo más remedio — confesó —. En casa necesitamos mi sueldo. — Se interrumpió y se alejó. Por un momento el muchacho lo creyó avergonzado, pero cuando él se volvió, notó que tenía un lienzo mojado en la mano. Sin mirarla, comenzó a limpiar una mancha que no existía en la barra. — Este… ¿y qué opina tu novia de que trabajes como voluntario?
— Oh, No me gustan las mujeres soy gay- Blaine respondió –pero por ahora no salgo con nadie — dijo el, tratando de no sonreír. Su forma de indagar no fue exactamente sutil, pero efectivo al fin. — ¿Qué opina tu novia de tu horario?
— Yo también soy Gay y tampoco estoy saliendo con nadie. Rompí con mi ex novio el pasado junio — explicó y levantó la vista para mirarlo a los ojos —. No quisiera que me tomaras por un descarado, pero la verdad es que me gustas. Eres bonito, inteligente y muy estudioso. Pero por sobre todas las cosas, admiro la clase de persona que eres. Es difícil encontrar a uno chico que decida invertir su tiempo libre ayudando en un hogar para enfermos terminales.
— Bueno, no es tan sacrificado.
-Si que lo es — insistió Sebastián . Hizo una pausa e inspiró profundamente. — Me gustaría invitarte a salir, pero no tengo mucho tiempo libre y tampoco auto.
Asombrado por su honestidad, lo contempló. Gustaba de el. Gustaba de verdad.
Yo también quisiera salir contigo — confesó —. Y como habrás notado, al igual que tu tengo muchas ocupaciones.
Una sonrisa perezosa iluminó el rostro de Sebastian.
— Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos los domingos libres.
―Y yo tengo las salidas prohibidas‖, pensó Blaine. Buscó con desesperación el modo de escapar de esa situación. ¿Por qué no le habría dicho la verdad desde un principio? Obvio: porque él no lo habría considerado tan santo. ¡Pero ahora estaba a punto de invitarlo a salir el domingo! Tendría que inventar alguna excusa.
— Tal vez esto te parezca extraño — continuó Sebastian, imperturbable por el silencio de Blaine —, pero podríamos ir juntos a la biblioteca. Sé que no es el programa más divertido…
— Está bien — aceptó el de inmediato. La biblioteca. Gracias a Dios, Sebastián acababa de escoger el único sitio que sus padres no le habían vedado. — Seguramente tendrás que estudiar.
—Tengo un examen cuatrimestral pendiente — explicó —. Pero en un par de horas me alcanzarán para hacer la investigación. Después podríamos ir a cenar juntos.
— Estupendo. El lunes yo tengo que entregar un resumen sobre un libro. Puedo escribirlo mientras tú te dedicas a la investigación. Decidió que se preocuparía por la supuesta cena en otro momento. Por ahora, solo quería asegurarse de poder concertar la cita con él.
— Como ya te dije, no tengo auto pero puedo pasar a buscarte para que tomemos el autobús juntos.
— no, no te molestes. Mejor nos encontramos en la biblioteca. Será más fácil para ambos.
Entró un cliente y se sentó en el extremo de la barra. Sebastian asintió con la cabeza y comenzó a alejarse de el.
— ¿A la una en punto te parece bien? — preguntó.
— Perfecto.
Ese cliente fue el primero de la multitud que entró después. Blaine no tuvo otra ocasión de charlar con él y luego se marchó. Le sonrió y lo saludó con la mano mientras él llevaba una bandeja cargada hacia uno de los sectores reservados. Como no pudo saludarlo con la mano, le dirigió una sonrisa cálida que le llegó hasta el alma.
Mientras se encaminaba a Lavender House, repasó mentalmente el argumento que usaría con sus padres. En teoría, tendría que ser muy sencillo. No podrían impedir que realizara un trabajo de investigación en la biblioteca. En cuanto a la cena, lo resolvería sobre la marcha, el mismo domingo.
— Sin lugar a dudas, esto es mucho mejor que limpiar inodoros— comentó Blaine mientras guardaba la aspiradora en el armario del pasillo.
— Por supuesto — coincidió Nathy con una sonrisa. Con aquel ajustadísimo conjunto deportivo amarillo de cuello de terciopelo negro y sus sandalias de cuero con tacones de diez centímetros sujetas a los talones con una tira elastizada, distaba mucho de ser el modelo de voluntaria en un hogar para enfermos terminales. Sin embargo, durante las dos últimas horas había trabajado a la par de Blaine, sacudiendo muebles y limpiando el salón en general. Blaine concluyó en que, a pesar de ese aspecto extravagante que la caracterizaba, Nathy era divertida, amable, liberal y muy inteligente. Se enteró de que trabajaba allí porque había perdido a su único hermano a consecuencia del sida. Blaine no supo que decirle, solo murmuro entre dientes lo que sentía. Sus palabras de condolencia no lo dejaron satisfecho, pero, de todas maneras, Nathy se las agradeció.
— No sé si tú estarás en las mismas condiciones que yo — dijo, estirando los brazos por encima de la cabeza —, pero mi espalda no da más. Necesito descansar. Voy arriba a ver si Jamie quiere jugar a las cartas.
— Es muy compinche suyo, ¿verdad? — preguntó Blaine . Si bien habían mantenido una charla muy distendida mientras compartían las tareas de limpieza, Nathy en ningún momento lo perturbo con preguntas espinosas. Blaine se sentía agradecido por ello. Sin embargo, tenía una gran curiosidad. No podía entender por que una persona como ella, que ya había perdido a un ser querido a causa del sida, pasaba tantas horas de su tiempo libre con un hombre que moriría muy pronto de la misma enfermedad ¿Cómo podría hacer algo así?
— Jamie es un encanto — Blaine se sacudió una pelusa que tenia sobre el hombro. —Y pienso que, si yo no hubiera estado con Antonio(Nota: Antonio es el hermano de Nathy) hasta el último momento, otra persona habría tenido que hacerlo. No sé, me parece que estoy saldando una especie de deuda. Tuve la suerte de poder estar con mi hermano cuando se estaba muriendo. Pero hay mucha gente que no tiene a nadie que los visite, que les tienda la mano o que les dedique unos momentos para conversar. Y supongo que Jamie y yo nos llevamos muy bien porque somos de la misma generación. Los dos recordamos la Crisis de Misiles de Cuba y a Howdy Doody. Al ver la expresión de asombro de Blaine, Nathy rió. Tu no siquiera habías nacido, niño. De todas maneras, al parecer tenemos mucho de qué hablar. Da gusto conocerlo.
— Es mejor que ciertas personas que yo conozco — mascullo Blaine con sorna. Dirigió una rápida mirada de fastidio hacia atrás. Kurt, con un libro en la mano, había salido al jardín hacia media hora.
Al pasar, Kurt saludo con un indiferente:
— Hola, Blaine . Que suerte contar con vuestra honorable presencia.
Nathy se echo a reír.
— No te lo tomes tan a la tremenda. Kurty es un buen chico. Lo creas o no, suele observarte desde la ventana. Pero ni se te ocurra decirle que te lo conté. Se pondría furioso.
— Claro. Seguro que se queda allí espiándome a que yo pase para arrojarme un balde de agua fría desde arriba — comentó Blaine. Sin embargo, en el fondo se sentía halagada. Había algo en Kurt que la hacía…
No podía precisar que era con exactitud, pero sabía que él podía influir en ella con mucha más facilidad que cualquier otra persona de las que conocía.
— ¿Por qué no sales y le haces un poco de compañía antes de que caiga la noche? — sugirió Nathy cuando se encaminaba a la escalera.
— ¿No tenemos que seguir con la limpieza? — Quería evitar un posible enfrentamiento con la señora Drake. La directora lo tenía en la mira, como si todavía sospechara que era capaz de robarse la platería.
Nathy se detuvo y se volvió.
— No, por hoy hemos terminado con los quehaceres domésticos. Parte de nuestro trabajo consiste en acompañar a los pacientes. Es la razón principal de nuestra presencia aquí. Como ya te dije, muchos de ellos no reciben ninguna visita.
— Oh, de acuerdo — Se quedó de pie junto a la puerta del armario. Decidió esperar a que Nathy subiera y luego iría a visitar a otro paciente. Tal vez el señor Kemper quería jugar a las cartas.
Pero no lo hizo. En cambio, se dirigió lentamente hacia las puertas ventana que daban al salón de atrás.
Una vez en la terraza, se detuvo para investigar el lugar con la mirada.
El jardín estaba protegido por una pared de piedra de unos tres metros y medio de altura. Dos escalones más abajo se extendía una terraza de lajas y, a continuación de ésta, nacía el césped verde esmeralda. Una línea de canteros con margaritas, alegrías del hogar, rosas, enredaderas con flores marfil y otras trepadoras que Blaine no pudo identificar, recorría el perímetro de la cerca. En el centro del jardín había un inmenso roble y, a su sombra, una mesa de picnic con varios bancos. Kurt estaba sentado en uno de ellos, observándolo.
Blaine cruzó la terraza y avanzó hacia él. No quería verlo, pero se sintió obligado. Una de las razones por las que se había quedado dormida esa mañana fue un comentario de Kurt. Y ahora necesitaba pedirle un favor.
— Hola — lo saludó.
— Hola. — Kurt miró hacia la derecha. — ¿No es fascinante?
El siguió la dirección de su mirada.
— ¿Qué es fascinante? ¿La pared?
— No, tonto. Los colores. Los colores del atardecer.
— Lo único que veo es que está oscureciendo. Mira, Kurt, con respecto a lo que dijiste ayer…
— Olvida lo que dije — lo interrumpió con impaciencia —. Mira otra vez. Pero esta vez, mira hasta que veas algo de verdad.
— ¿Ver qué?
— Levántame el ánimo, ¿quieres? — refunfuñó —. Este pobre chico se está muriendo. Simplemente abre los ojos y concéntrate.
Blaine cerró la boca, respiró hondo y miró el jardín. Con la puesta del sol, las sombras se habían alargado; el aire sereno transportaba el aroma de las rosas y del césped recién cortado. Suspiró y dejó que las dulces fragancias del crepúsculo llenaran sus pulmones.
Pero no vio ningún color. ¿Sería que la enfermedad o los medicamentos habían dañado el cerebro de Kurt?
Sintió que él lo tomaba de la muñeca. Le hizo sentar a su lado.
— Sigue observando. No dejes de hacerlo — le murmuró al oído —. No verás colores brillantes; solo los tenues tonos pastel de la luz que se apaga. Pero son espectaculares. Hay dos o tres matices lavanda, nada más.
De pronto, al oírlo pronunciar esas palabras, Blaine lo entendió todo. Todavía era de día, pero había algo distinto. El césped parecía más oscuro, más exquisito, como una alfombra de terciopelo; las enredaderas dibujaban puntiagudos diseños contra el muro de piedra y, sobre ellos, las hojas del roble se agitaban suavemente por el viento. Blaine contemplo su entorno y, por primera vez, vio el crepúsculo tal como era. Kurt tenía razón. Había colores. Muy tenues, casi fantasmales, pero delicados y bellos a la pálida luz del día. Las marcadas sombras contra la pared de piedra, el color intenso del césped recién cortado, los matices lavanda de la sombra se perdían en forma casi imperceptible en el horizonte. Una escena encantadora. Y él lo veía por primera vez.
— Siéntelo — le dijo Kurt.
Blaine suspiró. La inundo una profunda sensación de paz. La débil luz parecía marchitar todo el jardín, convertirlo en un lugar casi místico. A la distancia, oyó el trino de un pájaro. Sin darse cuenta, contuvo la respiración y una sonrisa lenta curvo sus labios.
Kurt rió.
— Notaste la diferencia, ¿verdad?
— Nunca había reparado en ello — confesó en un susurro, por temor a interrumpir la magia del momento con voces estridentes —. Es tan hermoso… Y los pájaros… Casi había olvidado cómo cantan.
— Bueno, el atardecer no es la mejor hora para escuchar. Espera a que llegue la primavera y podrás oír el canto de las aves nocturnas.
— ¿Aves nocturnas? — Lo miró, dudando. ¿Estaría burlándose de el? ¿Qué clase de aves nocturnas?
— ¿Y quién sabe cuáles son? Lo único que sé es que chillan tan fuerte que me hacen perder la mitad de mis horas de sueño. Recuerdo que a veces me acostaba a la dos de la mañana, agotado después de haber estudiado mucho, y esos malditos pájaros empezaban a desgañitarse como una banda de mariachis. Me volvían loco. Después aprendí a disfrutarlo.
— Yo nunca los oí.
Kurt se encogió de hombros.
— Entonces eres sordo, porque ese chillido es tan agudo que levanta a los muertos. ¿Habías salido al jardín por alguna razón?
La pregunta la volvió a la realidad de inmediato. Frunció el entrecejo.
— En realidad, sí.
— ¿Vas a decírmela o me darás veinte oportunidades para que adivine?
— Si no te apuras tanto, te lo diré. En verdad, Kurt, ¿tienes necesidad de ser tan grosero?
— Es un don. Sonrió. De acuerdo, niño. Empecemos. Se puso serio y carraspeó. Bien, Príncipe Blaine, ¿en qué puedo ayudarlo?
El muchacho llevó los ojos al cielo.
— Para empezar, deja de llamarme así.
— Sus deseos son órdenes para mí.
Blaine ignoró el sarcasmo. Necesitaba pedirle un favor. Tanto él como su maldita perorata le habían hecho remorder la conciencia. Pero ni loco se lo habría confesado.
— Tengo que pedirte que me prestes otro libro.
Abrió los ojos, sorprendido.
— ¿Te pidieron otro resumen?
— No, es el mismo — admitió de mala gana —. Pero tu hostilidad dio frutos. Casi no pegué ojo anoche. — ¡Demonios! ¿Qué pasaba con el? Cada vez que abría la boca frente a ese chico decía exactamente lo que no quería decir.
— Es un halago para mí. — Sacó pecho, arrogante. — Es evidente que tengo mucha más influencia sobre ti de la que pensaba.
— Que no se te suba a la cabeza — le aconsejó —. Si consideras mi estado emocional desde que me arrestaron, cualquiera podría influir en mí.
— Te remuerde la conciencia, ¿verdad? — aventuró.
— No seas tonto –respondió el —. Tengo la conciencia bien limpia. Simplemente, estuve pensando en tus consejos y decidí que, por única vez, tenías razón. Hacer el resumen de un libro que ya leí sería jugar sucio. Además, como ya te dije, estos días me siento muy confundido. Eso es todo.
Kurt lo miró un instante.
— Sí, me doy cuenta. Cometes un error estúpido te pescan, y después todos te toman por un ladrón. Debe de haberte afectado, ¿no?
Blaine asintió. Así se sentía exactamente.
— Cuando me dijiste que preparar un resumen sobre un libro que ya había leído era hacer trampa… bueno, supongo que se acercó bastante a…
— Robar — terminó por el, con tono comprensivo.
Blaine volvió a asentir con la cabeza; estaba demasiado avergonzado como para hablar.
— De acuerdo — dijo él, con tomo áspero —. ¿Qué quieres que te preste?
— ¿Tienes otros libros de ciencia ficción?
— Es como preguntarle al Papa si tiene agua bendita. — Se puso de pie. Blaine notó que tuvo que apoyarse en la mesa para levantarse del banco y no supo si debía ayudarlo. El instinto le indicó que no. Tal vez sería capaz de darle un puñetazo en medio de la nariz si se atrevía a tocarlo.
— Vamos –gruñó —, busquemos en mi biblioteca.
Llegar al cuarto de Kurt les demandó uno diez minutos. No bien entraron, se dejó caer pesadamente sobre la cama, con la respiración agitada. No tenía buen aspecto. En esa oportunidad, a Blaine le importó muy poco si se sentiría o no herido en su orgullo masculino.
— ¿Estás bien?
— Por supuesto que no — rezongó, y tosió —. Si estuviera bien, no me habrían internado en este lugar. — Señaló la biblioteca. — Busca allí. Yo voy a descansar.
Blaine se quedó mirándolo un instante y, al ver cómo apretaba las mandíbulas, decidió apartarse. Tenía un botón de llamado junto a su cama. Esperaba que llamase a la enfermera, si necesitaba ayuda de verdad. El no podía hacer mucho por él; en esas circunstancias, sus conocimientos le habrían sido tan útiles como los de un niñito de jardín de infantes. Se hincó frente a los libros y lamentó no saber practicar la resucitación cardiopulmonar. Por primera vez en su vida, se arrepintió de no haber hecho ese curso. ¿Y si le daba un ataque al corazón?
Los títulos de los libros se presentaban como un manchón confuso frente a sus ojos; estaba tan concentrado escuchando la respiración de Kurt que no distinguía la diferencia entre Asimov y una novela de Viaje a las Estrellas. Después de unos minutos, lo oyó suspirar y respirar con más lentitud. Por fin, pareció volver a la normalidad.
Blaine se sintió aliviado. Vio un libro de John Wyndham, uno de sus autores favoritos, que todavía no había leído. Lo tomó y se puso de pie.
— ¿Me prestas éste?
Kurt asintió.
— Pero acuérdate de devolvérmelo.
— ¿Te gusta Wyndham?
— ¿Lo tendría en mi biblioteca si no me gustara? — Otra vez se hundió en las almohadas. — ¿Cuáles son tus otros autores favoritos?
— Me gustan casi todos menos Heinlein y los que escriben fantasía.
— Aj, ese género es espantoso — coincidió Kurt —, pero Heinlein me gusta. ¿Leíste Stranger in a Strange Land?
Blaine hizo una mueca.
— No me gusto. Más bien me resultó bastante aburrido.
— ¿Estas bromeando?- Se puso furioso.- Es uno de los mejores libros de ciencia ficción que se haya escrito jamás. Es un clásico, como la trilogía Foundation o la serie Dunes.
— Pon los pies en la tierra, ¿quieres? — Protestó blaine —. A nadie se le ocurriría relacionarlos uno con el otro. — Pocos segundos más, y estaba sentado en la cama de Kurt, sosteniendo una encarnizada y maravillosa discusión que sólo los amantes de la literatura podían entender.
Durante la media hora que siguió, se dedicaron a comparar, discutir y comentar docenas de libros y autores diferentes. No dejaron de conversar sino hasta que entró Nathy, trayendo la bandeja con la cena para Kurt.
— Estamos un poco retrasados hoy — se disculpó Nathy, mientras apoyaba la bandeja —. La señora Rose no pudo hornear sus galletas.
Blaine miró su reloj.
— Santo Dios. Las siete y cinco.
— El tiempo vuela cuando una la pasa bien, ¿verdad? — comentó Nathy.
— Blaine no estaba pasándola bien — se opuso Kurt —. Estaba poniendo su cabeza como un manso cordero para que yo se la cortara con mis razonamientos.
— Sólo en tus sueños, mentiroso — dijo Blaine —. Mañana seguiremos con esto. Será mejor que me vaya ya o perderé el autobús.
Sin embargo, lo cierto era que Blaine estaba pasándola muy bien.
El sábado trabajó como un esclavo y, aunque Kurt hubiera estado levantado y con buen ánimo, no habría tenido tiempo de charlar con él.
No bien puso un pie en el hogar, la señora Drake la mantuvo ocupada hasta que se puso la chaqueta para marcharse.
Cuando entró en el living de su casa, notó que sus padres estaban de buenas. Por lo tanto, Blaine decidió jugarse y ver qué podía hacer con respecto a su cena del domingo con Sebastian.
Para su asombro, fue una tarea sumamente sencilla. No le hicieron ninguna cuestión cuando anunció que iría a la biblioteca el domingo por la tarde y que tal vez se quedara allí hasta que cerrase. Sabía que su mentira quedaría cubierta siempre y cuando no se encontrara con nadie conocido durante la cena.
Pasó el resto del sábado leyendo el libro de Wyndham y lo terminó el domingo por la mañana. Las horas pasaban lentamente. Sus padres se fueron al club a las once y media. A las once y treinta y dos, se vistió para su cita con Sebastian.
Le llevó casi una hora decidir qué ropa se pondría.
Sebastian estaba sentado afuera cuando llegó el, minutos después de pasada la una.
— Hola — lo saludó, y se puso de pie del banco de piedra en el que estaba sentado. Llevaba unos jeans gastados, ajustados al cuerpo como una segunda piel, y una camisa azul arremangada.
— Lamento haber llegado tarde — se disculpó — pero el autobús estaba demorado.
— No tiene importancia. — Sonrió. — Yo acabo de llegar. ¿Quieres que entremos para empezar ya?
Durante las siguientes dos horas, ambos fingieron concentrarse en sus respectivas tareas. Pero Blaine advirtió que cada vez que levantaba la vista, él lo miraba; Blaine también había cometido el mismo pecado, mirándolo de reojo siempre que pensaba que él no lo veía. Por suerte, era buena para hacer resúmenes, pues la proximidad de Sebastian había hecho estragos en su poder de concentración.
— ¿Ya estás por terminar? — murmuró Sebastian a su oído.
El asintió, miró su reloj y vio que eran casi las tres y media. La biblioteca cerraba a las cinco. ¡Tendría prácticamente dos horas para estar con él antes de volver a casa!
— ¿Quieres comer ahora — le preguntó Sebastian al salir — o prefieres ir a dar un paseo antes?
— ¿Por qué no vamos a la cafetería que está en la Quinta y Edinger? Tengo que volver a mi casa a las cinco y media.
— Me parece bien. — Le tomó la mano.
Mientras caminaban, charlaron con espontaneidad. Cuando llegaron al restaurante, Blaine se convenció de que Sebastian era el chico más maravilloso que había conocido en la vida.
Blaine pidió una hamburguesa y él un plato a base de pescado. — Como tantas hamburguesas en Henry´s, que ya me tienen harto — explicó con una sonrisa —. A veces sueño que me ahogo en un inmenso recipiente con aceite de cocina.
Blaine se echó a reír.
— ¿Cuánto hace que trabajas allí?
— Cuatro años. Empecé cuando estaba en segundo año. — Tomó su café. — Cuando murió papá, tuve que empezar a trabajar para mantener a mi madre.
— Debe de haber sido muy difícil para ti. — Nunca había conocido a alguien de esa edad que se hubiera visto en la obligación de trabajar para mantenerse. — Quiero decir que, por tu trabajo, deben quedarte muy pocas horas para dedicar a la vida social.
— Uno hace lo que tiene que hacer. Es cuestión de organizar los horarios — repuso Sebastian — Digamos que se me cortaron todas las actividades extracurriculares, pero no puedo decir que me haya perdido mucho. He hecho muchos amigos en Henry´s.
— ¿Allí conociste a tu novio? — La pregunta se escapo de sus labios antes de que pudiera detenerla. Se quiso morir cuando la oyó.
— ¡No! elliot habría preferido que lo enterraran vivo antes de tener que comer en un antro grasiento como Henry´s. Sonrió. Lo conocí en la clase de inglés. Mantuvimos una relación bastante estable durante un año, hasta que se dio cuenta de que yo no era un chico de alcurnia a quien se le había ocurrido trabajar medio día para matar el tiempo.
Blaine tomo una papa frita.
— ¿No le gustaba que trabajaras?
— No solo mi trabajo le fastidiaba — contesto —, sino toda mi persona. Yo era el símbolo de su rebeldía contra los padres. En ese momento no lo supe, claro. Demonios. Yo creí que ellos aprobaban la relación que teníamos. Elliot me decía que me admiraban por el hecho de que trabajaba para mantener a mi madre. Pero me mentía. Ellos no estaban de acuerdo conmigo ni con mis orígenes. Un día, Elliot creció. Supero su etapa de rebeldía y también me dejo atrás a mí.
— Lo lamento — murmuró Blaine.
— No lo lamentes. No estaba enamorado de el. — Volvió a sonreír. — Más bien, me sentía muy atraído físicamente. Pero toda esta experiencia me ha enseñado algo importante sobre las relaciones.
Blaine se puso tensa.
— ¿Qué?
Sebastián lo miró directamente a los ojos.
— Que lo que se construye sobre una mentira nunca dura.
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bueno el capitulo es algo extenso fueron 12 paginas en word , espero que les haya gustado porque ese a sido mi capitulo favorito hasta el momento
nos vemos pequeñines
XoXo
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Espero que no tengamos a Seblaine, no tardes con más capítulos por favor.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Oh Por Glee, Seblaine y Klaine en un mismo fic...Muero lentamente... Es lo mejor...
Aunque en realidad...Seblaine es Mi Guilty Pleasure de Mi Guilty Pleasure KurtBastian...Algo confuso
Besos
Aunque en realidad...Seblaine es Mi Guilty Pleasure de Mi Guilty Pleasure KurtBastian...Algo confuso
Besos
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
!Hola Kris!
Ame el capitulo.
Fue muy lindo que ellos discutieran sobre libros. Son tan lindos *O*
Me encanto lo que dijo Sebastian al final.
Espero ansioso la actualización.
!Saludos!
Ame el capitulo.
Fue muy lindo que ellos discutieran sobre libros. Son tan lindos *O*
Me encanto lo que dijo Sebastian al final.
Espero ansioso la actualización.
!Saludos!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola, me gusto mucho el capitulo, fue muy lindo, actualiza pronto.
Invitado- Invitado
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me gusto mucho el capitulo esperare ansioso el siguiente capitulo me encanta mucho esta historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Capitulo 8 : Enterarse
Gabriela Cruz escribió:Espero que no tengamos a Seblaine, no tardes con más capítulos por favor
Holaa , pues okey a mi tampoco me gusta seblaine , pero tendras que seguir leyendo ya que si suelto algun spoiler se sabra todo ,
y ahora no tardare mucho en las actualizaciones , puede que me atrase dos o tres dias, max una semana pero nada mas :33
Cuidate :33
Gaby Klainer escribió:
Oh Por Glee, Seblaine y Klaine en un mismo fic...Muero lentamente... Es lo mejor...
Aunque en realidad...Seblaine es Mi Guilty Pleasure de Mi Guilty Pleasure KurtBastian...Algo confuso
Besos
jajajaja me alegra que te este gustando la historia , y las parejas jejejeje
Pues si entendi bien jajajja , aunque al principio es medio confuso entendi tu guilty Pleasure
jajajaja , el mio (guilty Pleasure) es KurtBastian ;D
Cuidate :33
★Alex Colfer★ escribió:
!Hola Kris!
Ame el capitulo.
Fue muy lindo que ellos discutieran sobre libros. Son tan lindos *O*
Me encanto lo que dijo Sebastian al final.
Espero ansioso la actualización.
!Saludos!
Hola alex :33
jajaja su relacion es bastante Amor / Odio por asi decirlo ya que Kurt a veces insulta a Blaine y tienen bastante diferencias
Y pues la mentira de Blaine todavia seguira , no se descubren tan rapidamente las mentira
Saludotes a ti también :33
Marcee Colfer escribió:
Hola, me gusto mucho el capitulo, fue muy lindo, actualiza pronto.
Holaa Me alegra que te aya gustado el capitulo
Y espero que te siga gustando la historia
Saludoos!!
Holaa , Me amociona que te alla gustado el cap. , y espero de que te siga gustando hasta el final la historiaGleeclast escribió:Me gusto mucho el capitulo esperare ansioso el siguiente capitulo me encanta mucho esta historia
Saludoos
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Holaa Hermosuras , perdonen la tardanza , pero esta semana la tenia media ajetreada
y pues aqui va el capitulo numero 8 :33
Espero que lo disfruten :D
Capitulo 8 : Enterarse
24 de Septiembre
Querido Diario:Papá y mamá todavía no han llegado, de modo que aprovecho estos minutos para escribir algunas líneas. Estoy en una encrucijada. Sebastian me gusta de verdad, pero detesto que crea que soy una persona que en realidad no soy. Quizás deba confesar la razón por la cual trabajo en Lavender House. Pero…tal vez no. Por otra parte, no quiero que piense que estoy mintiendo… O sea, no se puede decir que estoy mintiendo exactamente cuando lo único que he hecho es omitir explicar un asunto personal. ¿Será así? Oh, ¿A quien trato de engañar? El que calla otorga, de modo que estoy mintiendo de todas maneras .Sin embargo, me gusta mucho. Al lado de Sebastian, Nick parece un chiquilín. Y no porque no sea agradable. Lo es. Pero lo máximo que ha hecho en su vida laboralmente hablando, es formar parte de la tripulación en el yate de su primo. Creo que voy a esperar a que Sebastian y yo nos conozcamos un poco más antes de revelarle toda la verdad. ¿Porqué la vida es tan complicada? Por fin conozco a un tipo increíble, y termino metido en un lío.
— Blaine — gritó su madre desde abajo —, ya llegamos, baja tu padre quiere hablar contigo.
Blaine frunció el entrecejo. Aquellas palabras sonaron ominosas. Arrojó su diario en un cajón y bajó corriendo.
— Hola ¿Qué tal el club? — preguntó al entrar en el living. Su padre estaba parado frente al hogar, y la madre sentada en el sillón.
— Muy bueno — respondió el padre — ¿Qué tal la biblioteca?
―Oh, Santo Dios — pensó Blaine — me pescaron cenando con Sebastián
— Oh, bien. Terminé el resumen del libro y tomé algunas notas para mi examen de historia. _ Estaba realmente nervioso. Aunque no había faltado a la verdad, su respuesta parecía falsa.
— Bien — James se dirigió al sofá para sentarse junto a su esposa — Nos gustaría hablar contigo.
— ¿Acerca de qué? — preguntó Blaine.
— Acerca de ese lugar en el que estás trabajando. Lavender House. — Hizo una pausa — Blaine, ese no es un hogar de ancianos. Joe Martell está en el directorio y me dijo que es un hogar para enfermos terminales.
Decidió hacerse el tonto.
— ¿Y?
— ¡Y! ¿Es todo lo que tienes que decir? — Protestó su madre — Estás trabajando en un hogar para enfermos terminales y ni siquiera nos has avisado.
— No me pareció importante. No encuentro demasiadas diferencias entre un hogar para ancianos y un hogar para enfermos terminales.
— ¡Que no hay demasiada diferencia! — Eleine meneó la cabeza — No seas ridícula. La gente va a esos establecimientos a morir.
— También se mueren en los hogares de ancianos.
— Pero muchos siguen viviendo — Refunfuñó la señora Anderson — Tienes diecisiete años. La gente del Departamento de Libertad Condicional no tiene derecho a confinarte en un lugar así. Podría ser terriblemente perjudicial para tu salud emocional.
Decidió recurrir a otra táctica.
— Por tu actitud, parecería que yo soy la culpable de eso. — dijo blaine a la defensiva — Si mal no recuerdo, hace pocos días tú y papá opinaban que yo me merecía el peor de los castigos. ¿A qué viene tanto escándalo ahora?
Sus padres intercambiaron miradas de culpa.
— Sea cual fuere la impresión que te llevaste en ese momento — Acotó su padre por fin — De haber sabido que Lavender House era un hogar para enfermos terminales y no un simple geriátrico, habría removido cielo y tierra para obligar al Departamento de Libertad Condicional a que te transfiriera.
— Tú estabas conmigo cuando dictaron la sentencia — señaló Blaine.
— Oh, lo hecho, hecho está. — Comentó Eleine de inmediato. — La cuestión es que un hogar para enfermos terminales no es un sitio apropiado para un chico de diecisiete años.
— Pero, mamá — se esforzó por mantener un tono sereno — me gusta trabajar allí.
— Poco me importa si te gusta a o no — Se levantó del sillón de un salto y comenzó a caminar de aquí para allá por el living. — a tu edad es poco saludable estar expuesto a la muerte en forma permanente. Vaya, sólo mírate al espejo.
— No veo nada malo en mí.
— Pero te ha afectado — se detuvo frente al hogar, se dio vuelta de repente y miró ceñuda a su hijo — Mírate. No te alimentas bien, estas deprimido, y vaya a saber que enfermedades corres el riesgo de contraer en ese lugar.
Blaine tragó saliva. Rayos, todo esto era culpa suya. Si el no hubiera pasado tanto tiempo haciéndose el deprimido por los rincones, sus padres no estarían sermoneándolo por lo de Lavender House. Bueno, sin todo ese teatro, sus padres tampoco se habrían fastidiado tanto al enterarse de que en realidad se trataba de un hogar para enfermos terminales. Ahora tendría que controlar seriamente los daños causados.
— Debo reconocer que en un principio estaba bastante deprimido — comenzó con cautela — pero, por sobre todas las cosas, fue por el hecho de que me hubieran arrestado. Mi fastidio no tenía nada que ver con el lugar en sí.
— ¿Tienen pacientes con sida allí? — preguntó su padre mirándola a los ojos.
Blaine no se animó a mentir. Le habría muy fácil averiguarlo.
— Un par. Pero yo casi no tengo contacto con ellos.
— ¿Qué quieres decir con eso de casi?
— Que ni siquiera los veo muy seguido — respondió Blaine con franqueza — Por lo general están durmiendo cuando yo llego.
— ¿Tienes algún contacto con sus fluidos corporales?
El chico suspiró. Papá estaba dispuesto a jugar al abogado.
— No — primera mentirilla. Aunque, en realidad no era una mentira en el estricto orden de la palabra. Refregar unos cuentos inodoros y lavabos no era estar en contacto con los fluidos corporales de los pacientes. Además no quería cumplir su servicio comunitario en otra parte. Y si dejaba Lavender House, no volvería a ver a Sebastian, ni a Nathy, ni a Kurt. — Mira todo lo que hago es preparar las bandejas con la cena, algunas tareas domésticas, y visitar algunos pacientes. Sólo hay uno o dos casos de sida y esas personas están tan deterioradas, que pasan la mayor parte del tiempo en cama.
— Pero sigue siendo un hogar para enfermos terminales. — Vociferó la madre — Y no creo que te corresponda estar en ese sitio. No está bien. No es saludable.
— Cálmate querida — susurró su padre — Todo saldrá bien. Si notamos que ese sitio empieza a alterar la salud mental de nuestra hijo, tomaré cartas en el asunto. Tengo conexiones en la comunidad legal de esta ciudad.
— ¿Y qué significa eso? — preguntó Blaine.
_ Significa que podríamos conseguir que cumplas tus servicios comunitarios en otra parte, en el Hospital Municipal, por ejemplo _ Lo miraba a los ojos mientras hablaba.
— Pero yo no quiero trabajar allí — protestó — Allí hay muchas voluntarias. Todas las adolescentes bobas del Landsdale High trabajan allí para poder coquetear con los pacientes y enfermeros. Lo último que necesitan es otro voluntario al cual coquetear.
— Ése no es el caso — interpuso su madre.
— Te sientes muy comprometido a seguir trabajando en Lavender House — observó su padre, muy serio — ¿Porqué?
Blaine estaba desesperado por hacer entrar en razón a sus padres.
— Porque por primera vez en mi vida siento que estoy haciendo algo útil, que no sea ocuparme exclusivamente de mí. De acuerdo, sólo doblo sábanas, preparo bandejas con comida, y leo para algunos pacientes, pero eso es todo lo que tiene esta gente. — Arguyó — Hacer servicios comunitarios significa saldar una deuda. Estoy haciendo cosas que no tienen nada que ver con preocuparme por la popularidad que me he ganado en la escuela o por lograr calificaciones muy altas que me permitan ingresar a una buena universidad.
— A tu edad — se opuso su padre — me parece importante que te preocupes por tus calificaciones.
— No con exclusividad — replicó Blaine. Estaba confundido. No podía creer que estuviera discutiendo con su padre de igual a igual. Pero la situación era importante para el, mucho más de lo que imaginaba. La idea de no volver a ver a sus amigos lo hacía sentir descompuesto. —Ah, papá…Además, me gusta trabajar en Lavender House. Desde que llegué nadie ha muerto.
— Está bien, está bien — Alzó la mano pidiendo silencio — No quiero decir que ya mismo vaya a hacer algo.
— Pero, James — interrumpió su esposa.
— Escucha, Eleine — continuó con serenidad — Es la primera vez que oigo a nuestro hijo suplicar con tanta pasión por algo que no sea un par de Ropa nueva o un viaje a Palm Springs con sus amigos. Realmente estoy asombrado.
— Gracias papá.
— No me agradezcas todavía, porque sigo muy firme en mi determinación de realizar algunas averiguaciones por tu bien. Y si me entero que este lugar está afectando tu salud emocional, te sacaré de allí en menos de lo que canta un gallo ¿te parece justo?
¿Averiguaciones? ¿Sobre qué? Pero estaba tan aliviado por la postergación que no podía seguir presionándolo.
— Me parece justo — Sonrió a ambos. A Eleine de brazos cruzados, al parecer no se le había pasado la furia. James le sonrió.
— Bueno, no estoy de acuerdo — masculló la mujer — En absoluto. Un hogar para enfermos terminales dista mucho de ser el sitio ideal para una adolescente de diecisiete años.
Blaine estuvo preocupado toda la noche. Pensar que tal vez no volviera a ver a Sebastian o al resto de sus amigos lo agobiaba. Y estaba decidido a que tal cosa no ocurriera. Se sentía comprometido con Lavender House y se quedaría allí a cualquier precio. Lo necesitaban. A pesar de que hacía poco que trabajaba en el hogar, la falta de voluntarios , voluntarias y visitas era notable.
El lunes por la mañana, durante el desayuno, se sirvió cereales y tostadas en abundancia, asegurándose de que sus padres advirtieran lo mucho que había comido. Sonrió hasta que las mejillas le dolieron de tanto estirarlas y charló como una cotorra al oído de su madre en todo el trayecto al colegio. Los convencería de que Lavender House no era deprimente aunque muriera en el intento.
Una vez en el colegio, olvidó todos sus problemas y se concentro en los estudios. Si bajaba las calificaciones, sus padres lo utilizarían como excusa para trasladarlo. Hasta llegó al punto de pasar la hora del almuerzo en la biblioteca a fin de adelantar parte de la tarea. Leyó los apuntes de inglés en el autobús, camino al Hogar.
Cuando entró en la cafetería, Sebastian lo aguardaba con un vaso de Coca en la mano.
— Hola. ¿Cómo estás?
— Bien — mintió, y fabricó una sonrisa —. ¿Diste tu examen?
Sebastian asintió, observándolo con detenimiento. — ¿De veras estás bien? Te noto preocupado.
Blaine lo miró, atónito
— ¿Cómo te diste cuenta? Entré aquí sonriendo como una hiena
Sebastian soltó una carcajada.
—Tal vez reías con los labios, pero no con los ojos. ¿Qué pasa?- Blaine debatió en silencio si convenía o no confesarle la verdad.
— Oh, sólo un altercado con mis padres — contestó, y apuró un sorbo de Coca —. El hecho de que trabaje tantas horas como voluntario en el Hogar no los hace saltar de alegría ni mucho menos.
—Tal vez tengan razón.- dijo sebastian
Blaine alzó la vista de inmediato. —Oye, se supone que debes estar de mi lado, ¿no?
— Lo estoy — se defendió él —. Pero hablemos claro: pasas horas muchas horas allí. ¿Tus padres se molestaron porque bajaron tus calificaciones, tal vez?
— Mis notas son buenas. — A medida que pasaban los minutos. Blaine se deprimía más y más. ¿Es que no se daba cuenta de que, si no iba a Lavender House a diario no podría verlo? Por supuesto que no, pensó. ¿Cómo podía ser? El no le había confesado toda la verdad. Sebastian no sabía que estaba castigado. Tampoco que estaba cumpliendo servicios comunitarios y que, si lo sacaban de Lavender House, tendría que cumplir su condena en cualquier otro lugar, con la misma cantidad de horas. ¡Y con la suerte que tenía últimamente, lo más factible era que lo mandaran a recoger basura a Hargraves Park! ¡Maldición!
— ¿Entonces cuál es el problema? — preguntó sebastian.
— Mi salud emocional. — Sonrió de muy mala gana. — Piensan que no es bueno para mí estar tanto tiempo con personas moribundas.
— Oh, sí... Entiendo a qué se refieren. Extendió el brazo hacia atrás y tomó un lienzo húmedo. ¿Cómo puedes soportarlo?
— Desde que estoy allí, nadie ha muerto — admitió. No estaba segura de cómo iba a manejar la situación cuando llegara el momento, pero sabía que no se derrumbaría. La gente muere todo el tiempo.
— Listo el pedido — gritó el cocinero. Sebastian sonrió y fue a retirar la bandeja.
Después no tuvieron tiempo para seguir hablando. Blaine terminó su bebida, lo saludó con la mano y se fue.
Cuando entró en el Hogar, encontró a la señora Drake sentada detrás del escritorio. Estaba tan absorta en su tarea, que ni siquiera levantó la cabeza para mirarla. Blaine tuvo que carraspear para llamar su atención.
— Oh. — Sobresaltada, le sonrió. — Hola. No oí que se abriera la puerta.
— Parece muy concentrada en su trabajo. — Blaine dejó su mochila en el piso.
— Estoy preparando el folleto.
— ¿Folleto?
— Para nuestra exhibición a puertas abiertas. — Meneó la cabeza y se quitó los anteojos — Solemos organizar una todos los años y siempre choco contra el mismo obstáculo: no tengo la menor idea de lo que debe decirse para lograr que la comunidad venga a visitarnos. Algunas no somos muy talentosas con las palabras... ni como dibujantes, ni tenemos la inventiva necesaria para conseguir que la gente no tire el folleto a la basura sin molestarse en leerlo primero.
— ¿Por qué hacen estas muestras? — preguntó Blaine. Era obvio que la presencia de tanta gente recorriendo el lugar perturbaría a los pacientes y traería toda clase de inconvenientes.
— Para recaudar fondos — respondió la señora Drake sin rodeos —. No vivimos del aire aquí.
— Pero yo creí que... — Se interrumpió. En realidad, no sabía qué creía.
— ¿Qué? ¿Que teníamos una subvención del gobierno? — La directora sonrió con cinismo y negó con la cabeza. — De ninguna manera. Recibimos donaciones privadas, de las iglesias, de grupos comunitarios y de cualquiera que escuche las súplicas de quienes están por morir.
— Oh, perdón. No me había dado cuenta.
— No te disculpes, sólo dime que sabes dibujar — le rogó la señora Drake —. Por favor, necesitamos algo bien ocurrente, algo que llame la atención para que no lo hagan un bollo y lo tiren sin leerlo.
— Vuelvo a pedirle disculpas. — Blaine rió al ver la desazón de la mujer. — Puedo pintar ventanas, pero soy incapaz de dibujar. Ni siquiera una miserable casita.
— ¿Por qué no le encarga a Kurt el diseño? — Sugirió la señora Rose, que se acercaba al escritorio con una bandeja de café —. Es un joven tan talentoso, que estoy segura de que hará bellezas con ese folleto. Tal vez pueda hacer un pájaro, un arco iris o un dibujo del roble que está en el patio.
— Es una idea maravillosa. — Tal era la fascinación de la señora Drake, que parecía estar a punto de besar a la señora Rose. — ¿Por qué no se me habrá ocurrido antes?
La mente de blaine giraba a dos mil revoluciones por segundo. Una exhibición a puertas abiertas. Podía ser la respuesta a sus ruegos. Si lograba que sus padres vinieran, que conocieran en persona el lugar, tal vez dejaran de preocuparse por el.
— Oh, ¿cuándo es?
—El catorce de octubre — respondió la directora —. Por favor, promociónala entre todos tus amigos. Quiero que venga la mayor cantidad de gente posible.
— Y que no se olviden de traer las chequeras — agregó la señora Rose.
Rieron los tres. Luego la señora Drake entregó a Blaine una lista con las actividades para el resto de la semana. No le parecieron tan tortuosas. Tenía que limpiar los baños sólo una vez.
Ese día le tocaba hacer visitas a los pacientes y llevarles las bandejas con la comida. Guardó su mochila y subió las escaleras a toda prisa.
Llamó suavemente a la puerta de Kurt.
— Pasa — bramó él.
Blaine sonrió. Debe estar en un buen día. Entró en la habitación, pero se detuvo de repente. El joven se hallaba sentado junto a la ventana, con un atril ante los ojos.
— Cierra la puerta — masculló, sin levantar la vista de la pintura.
Blaine cerró la puerta sin hacer ruido y estiró el cuello para poder ver su trabajo. Kurt lo miró.
— Bueno, no te quedes allí o te pescaras una torticolis. Acércate y dame tu opinión.
Era ridículo, pero se sintió halagado. Cruzo la sala y se puso de pie detrás de él. Quedó boquiabierto. La pintura era exquisita.
— Es un mirlo — susurró Blaine — Y Twin Oaks Boulevard. — De todo lo que había imaginado, fue eso lo que más la sorprendió. Kurt había captado al pájaro posado sobre un cable telefónico que se extendía por encima de la parada de autobús, en la acera de enfrente. Las plumas negras reflejaban el brillo del sol que se ocultaba detrás de la licorería, el cielo tenía el color del crepúsculo, la postura del ave anunciaba su inminente vuelo. Kurt había sabido capturar la sensación de calles desiertas. La oscuridad presurosa disimulaba la melancolía de los enrejados de las casas. El sol poniente echaba un manto piadoso de terciopelo sobre la calzada poceada, con aceras plagadas de basura. Una imagen inusual, inédita; habría tenido que entristecerlo, pero no fue así. Más bien fue una inyección de vida.
— Y bien — preguntó él, mirando desafiante la pintura, como si hubiera esperado que peleara con él —. ¿Qué te parece? Y no me ven con ese cuento de que no entiendes nada
— Es hermoso.
Kurt se volvió y advirtió que el estaba contemplando el cuadro. Oyó admiración en su tono de voz. — Para ser un rico niñato malcriado, tienes buen gusto.
— Modestia también., por lo que observo — replicó Blaine.
El chico apoyó su pincel y se retiró hacia atrás. Se puso de pie y se desperezó. Blaine hizo una mueca. Estaba tan delgado que podía contarle las costillas sin necesidad de que se quitara la camiseta.
— ¿Te gustó el libro? — le preguntó, acercándose a la cama.
Pero no logró engañar a blaine ni por un instante. Era obvio que estaba agotado y que trataba por todos los medios de que no se le notara. ¡Hombres! Haciéndose los fuertes hasta las últimas consecuencias. — Me encantó. Wyndham es un autor excelente. Mejor que Asimov.
Fue como flamear una bandera colorada frente a un toro. Kurt se lanzó a defender a su autor predilecto con una profunda pasión. Así comenzó el debate.
— Además — insistió Kurt, más de media hora después — Asimov es el responsable del concepto de cerebro positrónico, un concepto — debo agregar — que han robado todas las películas y espectáculos televisivos con robots. Con sólo ver a Data, de Viaje a las Estrellas...
— Data es un androide — corrigió Blaine —, no un robot.
— Detalles, detalles, androide o robot, sigue siendo el concepto de Asimov. — Hizo una pausa. — Oye, ¿te gustaría ver arte de ciencia ficción?
— Por supuesto — aceptó. A decir verdad, no sabía a qué se refería, pero ni muerto se lo iba a preguntar.
Hizo un gesto con la cabeza, señalando el armario.
— Tendrás que ir a buscarlo. Saca el sobre grande que está en el estante de arriba.
Le obedeció por pura curiosidad. El sobre era, en realidad, una de esas cajas gigantes que se usan para mandar encomiendas. Cuando se lo entregó, observó que estaba muy pálido.
— ¿Estas seguro de que quieres mostrarme esto ahora? Si estás cansado, puedo volver mañana.
— Me siento bien — respondió con brusquedad, pero Blaine supo que mentía. Abrió la solapa con esfuerzo y luego extrajo una pila de dibujos. Se los pasó a Blaine y dijo: — Llévalos al escritorio y apóyalos para poder verlos planos.
El chico quedó asombrado. El primer dibujo era un paisaje de otro mundo o, quizá, de otra dimensión. Unos cristales, dibujados a la perfección y con gran detalle, nacían de suelo extraterrestre. Seres humanoides de luces y sombras caminaban entre joyas resplandecientes. Entusiasmada, dio vuelta el dibujo y siguió con el próximo. Eran excelentes. Hermosos, exóticos y de otro planeta. Se volvió de inmediato, para agradecerle que hubiera tenido la gentileza de compartir esas obras con el.
Kurt dormía profundamente.
Jean apiló los dibujos con prolijidad y salió de la habitación en puntas de pie. Cuando cerró la puerta, le echó un último vistazo. Se sentía culpable. No debía haberse quedado tanto tiempo de visita. No tenía que olvidar la gravedad de su mal.
En eso se topó con la señora Drake.
— Oh, hola. Justo bajaba para empezar con las bandejas de la cena.
— No hay prisa — respondió la mujer —. ¿Fuiste a visitar a Kurt?
— Sí, estaba mostrándome sus obras de arte. — Advirtió que la directora llevaba en la mano el folleto a medio terminar. — Pero luego se quedó dormido.
— Entonces no lo molestaré — dijo la señora Drake. Comenzó a volverse, pero de inmediato se arrepintió y miró a Blaine a los ojos.- Has estado acompañando a Kurty en varias oportunidades, ¿verdad?
— Sí — contestó el, confundida por la pregunta —. ¿No es correcto? Me refiero a si ésa no es una de las tareas que debo desarrollar en la institución.
— No te preocupes, por supuesto que es correcto. Me alegra que Kurty pase su tiempo con gente joven. En estos momentos necesita un amigo.
Blaine vaciló.
— ¿Ninguno de sus amigos viene a visitarlo? — En realidad no era un asunto suyo, pero la curiosidad lo estaba matando.
La señora Drake frunció los labios y meneó la cabeza.
— Como no pueden manejar la situación, han optado por poner distancia. Alguna que otra vez recibe una carta o una tarjeta de sus viejos amigos, pero eso es todo.
— Es tremendo — comentó la chica.
— A decir verdad, no — dijo la directora —. La muerte asusta a la mayoría. Y Kurt se está muriendo. Ni siquiera su novio viene a verlo.
— ¿Novio? — Blaine experimentó una sensación rara en la boca del estomago. — No sabía que lo tuviera.
— Ya no lo tiene. — Suspiró. — Pero la tenía cuando llegó aquí. Pobre Kurt, estaba loco por el. Cuando empezó su cuesta abajo, el muchacho dejó de venir.
— ¿Cómo se llamaba? — Sabía que se estaba comportando como un chismoso.
— Creo que Carl, niall o algo por el estilo. — Miró a Blaine, estudiándolo en silencio. — Me alegra que tú y Kurt hayan hecho buenas migas, sólo Dios sabe cuánto necesita tener alguien a quien aferrarse. Pero no quiero que olvides algo muy importante.
— ¿Qué? — Blaine la observó con cautela. Si estaba por endilgarle uno de esos plomazos respecto de que el y Kurt pertenecían a núcleos sociales totalmente distintos, podía ahorrar saliva. Su interés por Kurt Hummel sólo era platónico.
— Kurt está por morir.
— Ya lo sé.
— ¿De veras? — La directora sonrió con tristeza. — Lo dudo.
— Por supuesto que lo sé — insistió Blaine —. Esto es un hogar para enfermos terminales.
— Correcto. Por lo tanto, no habrá trasplantes de corazón ni posibles milagros. Pronto Kurt ya no estará entre nosotros. Sólo quiero que lo comprendas. — Se volvió y se alejó por el pasillo.
— Señora Drake — lo llamó Blaine —. ¿Cuánto tiempo le queda? — Sabía que ya había hecho esa pregunta, pero quizás… A lo mejor, en esta ocasión recibía una respuesta que le gustara un poco más.
La directora se detuvo pero no se volvió para mirarla.
— No lo sabemos. Una semana, un mes, dos meses. Ciertas cosas, Blaine, quedan simple y sencillamente en manos de Dios.
Blaine archivó las palabras de la señora Drake en un rincón de su memoria. Se convenció de que no tenía sentido machacar sobre algo que no podía cambiar. Estaba buscando una caja de libros en el interior de su guardarropa, cuando sus dedos rozaron un cartón. Tiró de la caja y abrió las tapas.
Sonrió satisfecho. Desde el verano anterior no veía su colección de libros de ciencia ficción. Empezó a revolver entre los volúmenes, buscando algo que pudiera interesar á Kurt. Descartó dos de ellos, de Philip K. Dick, media docena de novelas de Viaje a las Estrellas y varios títulos de Harrison, hasta que encontró lo que buscaba.
Sonó el teléfono. Como pudo, Blaine se puso de pie y tomó el auricular.
— Hola.
— Hola, Blaine. Habla Sebastian.
— Sebastian, ¿qué tal?―Tranquilo, Blaine, tranquilo. No querrás espantarlo, ¿verdad?
— No tuvimos mucho tiempo para conversar hoy — continuó él —. Y quería saber como iban tus cosas.
— Oh, bien. — Se apartó un rizo de la cara. — Aunque ahora estoy en una nube de polvo. Acabo de sacar unos libros viejos de mi armario. — La frase sonó patética. — Yo… pensaba llevarlos a Lavender House.
— ¿De qué tipo?
— ¿Qué cosa de qué tipo?
— Los libros. ¿De qué género son?
— Ciencia ficción. — Esperó algún comentario despectivo.
— ¿Tienes alguno de Robert Heinlein? — preguntó él, entusiasmado.
Blaine sonrió. Gracias a Dios, Sebastián era un amante de la lectura.
― No. No me gusta mucho ese autor, pero tengo algunos de Harrison, de Asimov y muchos otros. Te los llevaré al bar antes de dejarlos en el hogar. Puedes verlos y quedarte con los que quieras. Cuando los termines, los llevaré a Lavender House, ¿de acuerdo?
― Fantástico. ¿Cómo los llevarás? No pensarás cargar semejante caja en el autobús, ¿no? La sonrisa de Blaine se esfumó.
― Iba a pedirle a mamá q me llevara. Mañana no trabaja. ― Era la verdad. Había planeado pedir a su madre que la llevara a su trabajo, con la caja incluida. Todo formaba parte de la campaña para lograr que sus padres desistieran de su intención de transferirlo a otro lugar.
― ¿Qué tal si yo paso a buscarte? ― Sugirió Sebastian―. Mañana mi madre me prestara su auto. Podría pasar por el colegio y llevarte al hogar.
El pánico se apoderó de Blaine. No había nada en el mundo que deseara mas que aceptar, pero no podía arriesgarse a que él estuviera cerca de cualquier persona enterada de que la habían arrestado y que estaba cumpliendo servicio comunitario. Su adorado amigo Jeff no se perdería semejante ocasión.
― Pero si hacemos eso, yo tendría que cargar con los libros hasta el colegio ― señaló ―. Además, la caja es tan grande que no entra en el armario del colegio.
― Podríamos pasar por tu casa y recogerlos dijo él.
Ahora si que estaba muerta de miedo. Maldición. Sabía que, si Sebastian iba a su casa, mamá Eleine lo echaría todo a perder.
― Gracias de todas maneras ― le dijo ―, pero lo cierto es que mamá quiere conocer Lavender House. Nunca ha estado allí.
― De acuerdo ― dijo él ―. ¿Te veo en el bar mañana?
― Claro. ¿No quieres echar un vistazo a los libros?
Sebastian se río.
― Bueno, me gustaría verte todos los días. Hizo una pausa. ¿Tienes planes para el sábado a la noche?
― Eh… yo… ― ¡Santo Dios, Sebastián estaba a punto de invitarlo a salir y el seguía castigado!
Pero tenía que haber una manera. Se devanó los sesos tratando de recordar si su madre había mencionado algo respecto de que tenía que salir con su padre ese día. ― En realidad, no.
― ¿Te gustaría ir al cine? ― preguntó.
Blaine inspiró profundamente. Tenía que haber una manera. La encontraría aunque fuese el último que hiciera en su vida. Si sus padres se apiadaban de el y le levantaban el castigo… Si se negaba, tal vez nunca más lo invitara a salir.
― Me encantaría.
― Estupendo. ¿Te gustan las películas extranjeras?
― Nunca vi ninguna ― reconoció ―. No, espera. Sí, una película francesa por cable, la semana pasada, ¿Por qué?
― Porque dan dos películas en el Art Cinema de Ventura y pensé que tal vez te gustara verlas. Ambas son francesas. Soy una especie de fanático de las películas extrajeras ― agregó con cautela ―. Pero si te aburren, podemos ir a otra parte.
Blaine estaba en el mejor de los mundos. Habría sido capaz de aguantarse un documental sobre el ciclo vital de los helechos con tal de estar con Sebastian.
― No es mala idea. Me gustaría ver qué tal son las películas francesas.
Conversaron un rato más y luego cortaron. Blaine se quedó con la vista clavada en el teléfono, pensando en el modo más efectivo de hablar con sus padres.
En aparato volvió a sonar. Tanto le sorprendió la llamada, que se sobresaltó. Esta vez era Jeff
Durante diez minutos tuvo que soportarla cotorreando sobre las prácticas deportivas y Nick.
― Qué pena que sigas castigado ― le dijo, aunque su voz no fue compasiva ni nada que se le pareciera ― El sábado por la noche hay una fiesta en casa de Nick.
― Está bien ― respondió Blaine ―. Tengo otros planes.
― Oh. ― Jeff hizo una pausa. ― Entonces, si tienes otros planes, dudo que tengas interés en ir a la casa de nick.
Blaine supuso que a Sebastián no le habría gustado en absoluto hacer sociales con un chico tan frívolo como el.
― Te agradezco de todas maneras, pero estoy ocupado.
― ¿En qué? –preguntó con suspicacia.
Blaine se dio cuenta de que su amigo no le creía. Habría apostado a que creía que se pasaría toda la noche encerrada en su casa, mirando la televisión.
― Tengo que salir con un chico.
― ¿Con quién?
― Se llama Sebastian.
― Sebastian ― murmuró Jeff ―. No conozco a nadie de ese nombre.
― ¿Y por qué tendrías que conocerlo? ― dijo Blaine ―. Es un estudiante universitario y para el sábado a la noche me invitó al Art Cinema de Ventura.
― Art Cinema ― bramó Jeff ―. ¿Te refieres a ese cine que pasa esas películas tan raras?
― No son raras, sino extranjeras. Voy a ver unas francesas.
― Puáj
― ¿Cómo sabes que son puáj? ― Se enfadó blaien ―. ¿Alguna vez viste alguna? ― Sabía que era inútil discutir con Jeff. Antes de admitir que estaba equivocado, prefería cortarse la lengua. De pronto, se dio cuenta de lo poco que les quedaba en común. El descubrimiento fue impactante. Y como si eso no hubiera bastado, comprendió que durante todos esos años de amistad, también había existido rivalidad entre los dos. Si el se compraba una vestimenta nueva, Jeff no mezquinaba ni un centavo y aparecía con un conjunto exclusivo. Incluso Nick. A Jeff nunca le había gustado mucho, hasta que él invitó a salir a blaine. Nunca había reparado en eso ahora. No entendía cómo había podido mantener una amistad con alguien que no terminaba de simpatizarle y que, obviamente, sentía lo mismo por el. Era una locura total.
― La verdad, no ― admitió Jeff de mala gana ―. Pero no necesitas experimentar una cosa para saber que no te gustará. No necesito arrojarme de un avión en un paracaídas para saber que no me gusta el vértigo.
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Aclaracion ... puede que esten pensado que hay mas interacción SeBlaine que Klaine pero es solo el principio nada mas , en el proximo capitulo se puede llegar a ver mas interacción Klaine :33
Sin mas que decir me despido espero que les haya agradado El capitulo como a mi me agrado adaptarlo :D
Nos vemos hermosura los Quiero a todos
Cuidense
un abrazo bien fuerte para todos ustedes
XoXo
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Estuvo genial, espero la interacción Klaine, ya que no me gusta mucho Seblaine., te mando un saludo y Feliz fin de semana.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Necesito Klaine, buen capitulo, en este fic Jeff me exaspera...Espero que Seb y Blaine tengan esa cita en el cine, como ya dije tengo una debilidad Seblaine, aunque mi Guilty Pleasure es KurtBastian, pero Shippeo Klaine... Si es confuso, mi teoría es que los castaños llaman mi atención, sobretodo Kurt
Besos
Besos
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
!Hola Kris!
Ame el capitulo.
Que mal que nadie visita a Kurt, seguro que eso es triste. Pero al menos ahora tiene a Blaine para hacerle compañía.
Ya quiero leer el próximo capitulo con interacción Klaine.
Muero por leer un nuevo capitulo, amo esta historia.
!Saludos!
Ame el capitulo.
Que mal que nadie visita a Kurt, seguro que eso es triste. Pero al menos ahora tiene a Blaine para hacerle compañía.
Ya quiero leer el próximo capitulo con interacción Klaine.
Muero por leer un nuevo capitulo, amo esta historia.
!Saludos!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola, me gusto mucho el capitulo, actualiza pronto.
Invitado- Invitado
Capitulo 9 : Tenemos que hablar
Capitulo 9:
Querido Diario:
¡Caramba que he tenido suerte! Mamá y papá estaban tan emocionados por mi dedicación al servicio comunitario, que se deshicieron en atenciones para que yo no saliera esa noche. Sin embargo, fue una situación bastante complicada. Me refiero a que yo no quería que Sebastian pasara a buscarme por casa por temor a que se enterara que de que me habían arrestado.
Entonces, apelé a mi ingenio y, aunque tenga que caminar un poco, le pedí que me fuera a buscar a la biblioteca ¡Qué tanto! De todas maneras, tengo que ir para devolver algunos libros. Si hago un balance, la semana fue bastante buena. Papá no hizo más comentarios respecto de sacarme de Lavender House, e incluso conseguí que él y mamá aceptaran ir a la exhibición del catorce.
Kurt sigue siendo un Imbecil total. No deja de molestarme, pero yo ya he llegado a un punto en el cual nada me importa. Ayer me llevó a la rastra al jardín para que lo ayudara a dar de comer a los pájaros.
El bolígrafo de Blaine se detuvo. Una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios al recordar la tarde del día anterior. Había llegado a Lavender House hecho un manojo de nervios. La jaqueca no lo dejaba en paz. En Santa Ana, un viento seco y caliente que penetra hasta los huesos, soplaba sin piedad desde el desierto. Kurt, que llevaba un estéreo portátil en una mano y una bolsa con migas de pan en la otra, se encontró con el al pie de las escaleras, le ordenó que lo siguiera y lo llevó afuera.
― ¿Qué pasa? ― preguntó Blaine cuando salieron al patio.
― Vamos a dar de comer a los pájaros ― respondió él. Colocó un casete en el estéreo y le arrojó la bolsa con migas de pan. ― Te encantará, Nene. Es una de las delicias de la vida.
Blaine le contesto con una mueca y él rió. La música de Mozart comenzó a flotar en el ambiente. Las hojas que el viento arrastraba creaban una danza peculiar, dibujando intrincados círculos en el jardín. El pensó que Kurt había enloquecido. Sin embargo, accedió a todos sus pedidos.
Durante media hora escucharon música clásica y arrojaron migas de pan para los pájaros. El viento no dejó de azotarlos en ningún momento. Las ramas del árbol y las hojas de la palmera parecían seguir el compás que marcaba el estéreo de kurtie.
Fue maravilloso, mágico. El mal humor y la jaqueca de Blaine desaparecieron. No pudo determinar por qué había gozado tanto con aquella experiencia. Quizás fue porque era la primera vez que se tomaba el tiempo para contemplar a los pájaros o, quizás, porque el entusiasmo que Kurt mostraba ante las cosas más simples de la vida parecía muy intenso. No lo sabía, pero tampoco le importaba. Lo único que sabía era que nunca volvería a sentir el caluroso Santa Ana contra su piel sin pensar en lo bueno que era estar vivo.
Miró el reloj. Hora de irse. Guardó el diario en el cajón de su mesa de noche. Se miró por última vez en el espejo y decidió que los pantalones verde oliva, de corte tan sentador, que había elegido y combinado con una camisa color marfil con su toque especial un corbatín color verde que combinaba con sus pantalones formaban un atuendo ideal. Esos tonos lo favorecían y destacaban a la perfección su masculina figura. Espera impresionar a Sebastian.
Una vez en la biblioteca, dejó los libros que debía devolver en el casillero correspondiente y luego extrajo de su bolso un cepillo para el pelo, para retocarse el peinado. No bien lo devolvió a su sitio, vio que Sebastian venía subiendo las escalinatas. Le sonrió con admiración al verlo.
― Parece que te tomas los estudios muy en serio ― comenzó Blaine al ver la carpeta que llevaba bajo el brazo.
― Solo quiero sacármelos de encima ― respondió ―. Odio tener cosas inconclusas dando vueltas a mí alrededor.
― Sí ― coincidió el. Le tomó la mano y entrelazaron los dedos. ― Yo también. Anoche me quedé estudiando hasta que amaneció. Tengo un examen difícil el lunes. El auto esta allí.
Cruzaron la calle, en dirección a un Toyota rojo, de modelo antiguo. Sebastián sacó un manojo de llaves y abrió la puerta de Blaine.
― Como verás, ni se parece a un Rolls, pero nos llevará al cine.
Blaine ocupó su asiento y luego se estiró para destrabar la puerta de Sebastian. No le importaba qué auto manejaba, solo quería estar con él. Frunció el entrecejo. Se preguntaba si debía decírselo o no. Pero no quería presionar demasiado para que él no lo creyera desesperado.
― Espero que te gusten estas películas ― comentó Sebastian, mientras giraba la llave para encender el motor ―. Son buenas reposiciones, pero estarán subtituladas. No te molesta leer, ¿verdad?
― ¿Los subtítulos? No.
― Bien. ― Sonrió. ― Alguna gente lo detesta. Mi madre por ejemplo.
A Blaine no se le ocurría ningún tema de conversación. Hablar de la escuela podía ser un error. ¿Qué podía interesarle a Sebastian de Landsdale High? No tenían amigos en común y, por lo tanto, era otro tema perdido. Tampoco quería hacerle preguntas personales, pues así le habría dado pie a que él también formulara las suyas y, en consecuencia, el se vería obligado a seguir mintiendo. Demonios. Cómo se complicaban las cosas.
―¿Por qué no actúas con naturalidad?‖, le indicó su conciencia.
No se atrevía. Ni loco le confesaría que estaba trabajando en Lavender House porque lo habían condenado a cumplir servicios comunitarios. Sebastian gustaba de el. En verdad. Blaine no estaba preparado para arruinar la buena opción que se había formado sobre su persona. Todavía no. Tal vez, después que se conocieran un poco más, podría arriesgarse. Pero no en ese momento.
― Estás muy callado esta noche ― observó Sebastian.
― Tú tampoco pareces un loro parlanchín ― acotó el.
― Supongo que ambos estamos un poco tensos. ― Lo miró. ― Es nuestra primera salida. Es un plomo, ¿no?
― ¿Qué? ¿Salir conmigo?
― No. ―Volvió a mirarlo. ― No quise decir eso.
Blaine se rió.
― Lo sé. Pero esta no es nuestra primera salida. Ya fuimos juntos a la biblioteca y a cenar.
― Eso no vale porque era de día. Ahora supongo que tendré que cumplir con todos los rituales. ¿Le gustará la película? ¿Esperará que me despida de el con un beso? Tú sabes, todo lo que implica estar con alguien que te gusta.
Blaine se quedó mirando su perfil por un momento y luego se echó a reír a carcajadas. ¡Qué suerte! Sebastian acababa de confesar que estaba tan nervioso como el.
― Creo que tienes razón. Las primeras citas son un plomo. Entonces, ¿qué tal si hacemos de cuenta que ya hemos pasado por esto miles de veces y dejamos de preocuparnos?
― Genial ― respondió él, con una sonrisa de oreja a oreja.
La tensión desapareció y charlaron con espontaneidad hasta el Art Cinema. Para su propio asombro, Blaine quedo fascinado con las películas.
Eran más de las once cuando salieron del cine. Entre bostezos, se recostó contra el respaldo del asiento del auto y observó a Sebastián de reojo.
― Las películas fueron maravillosas.
Sebastián dobló la esquina y se detuvo en una luz roja.
― A mí también me gustaron. ¿Estás ocupado mañana?
Blaine deseaba volver a verlo con desesperación, pero tampoco quería abusar de su buena suerte. Sus padres no le permitirían salir dos días seguidos.
― Tengo que estudiar.
Sebastian frunció el entrecejo decepcionado.
― Yo también tendría que estudiar ― murmuró ―. Pero prefiero pasar el día contigo.
― Pensaba estudiar en la biblioteca.
Sebastián echó una mirada de reojo en dirección a el.
― Qué casualidad, yo también iba a estudiar allí. Extendió el brazo y encendió la radio. Se oyó una música suave, Blaine cerró los ojos.
Ninguno de los dos sintió la necesidad de hablar. Pero, en esa oportunidad, el silencio no fue algo agobiante ni tenso sino sereno y muy, muy natural.
― Abre los ojos, Bello Durmiente ― le dijo Sebastian veinte minutos después ―. Casi llegamos a casa.
Blaine parpadeo sorprendido. Se había relajado a tal punto que se quedó dormido.
― Oh, Dios, lo siento. No fue mi intención quedarme dormido.
― No te preocupes. Solo indícame cómo llegar a tu casa ― sugirió.
― Deje mi auto en la biblioteca.
Sebastián lo miró sin entender nada, pero no dijo ni una palabra.
― Es ese pequeño, blanco, que está allí. ― Señaló el vehículo estacionado justo debajo del semáforo, junto a las escalinatas de la biblioteca.
Sebastian estacionó detrás. Apagó el motor y se volvió hacia el. Por un largo rato, se limitó a mirarla. Blaine habría sido capaz de donar seis meses de su mensualidad con tal de saber en qué pensaba.
― Está noche la pasé muy bien ― murmuró el.
― Yo también ― dijo él en voz baja ―. blaine, me gustas mucho.
― Tú también me gustas mucho. ― Tenía la sensación que él quería llegar a algo.
― Pero no quiero iniciar una relación si existe un problema.
Azorado, lo miró fijo.
― No hay problema,Sebastian. No sé a qué te refieres.
― De acuerdo. Lo diré con todas las letras. ¿Existe alguna razón por la que no quieras que yo sepa dónde vives o que conozca a tus padres? Mañana será la tercera vez que nos vemos y no tengo ni la más remota idea de cuál es tu dirección…
―Sebastian, esto es una locura. Tuve que ir en mi auto hasta la biblioteca ― protestó ―. Vivo en 246 Hollander Road.
― ¿Estás seguro que no hay otra cuestión?
― Por supuesto que estoy seguro. ¿Qué otra cosa podría ser?
Sebastián tamborileó los dedos sobre el volante y clavo la vista en el parabrisas.
― No lo sé. Tal vez no quieres que tus padres me vean. Todo es como era en un principio con Elliot. Cuando empezamos a salir, siempre tenía que pasar a buscarlo lejos de su casa. Un día por fin me animé a preguntárselo de frente y el confesó que yo no pertenecía a la clase de chico con los que solía salir. Los chicos como el no salen con trabajadores como yo, que huelen a aceite de cocina y grasa de hamburguesa.
― Pero creí que me habías dicho que elliot te uso como herramienta para rebelarse frente a sus padres.
― Y así fue, pero al comienzo jugó sucio y con premeditación conmigo. Se negaba que lo acompañara a los sitios donde pudiera verme sus amigos ricos y tampoco quería conocer a mi madre. ― Meneó la cabeza y sonrió con cinismo. ― Que idiota fui. Tardé semanas en darme cuenta de lo que pasaba. Mira no es mi intención presionarte de ninguna manera para que tomes una decisión, pero quiero ser claro desde ahora. No me avergüenzo del lugar del que prevengo ni de lo que soy. Si esto es un inconveniente para ti, será mejor que dejemos de vernos antes de que alguno de los dos resulte herido.
Blaine se acercó y le tocó el brazo.
― Sebastian, yo quiero seguir viéndote. Créeme que tu forma de vida no es un problema para mí. Me pareces maravilloso. Eres inteligente, mantienes a tu madre, trabajas mucho y pienso que eres muy buen mozo.
El joven se volvió hacia el con una sonrisa a flor de labios.
― De acuerdo, ¿pero habrá problemas para con tus padres? ― Le rodeó la cintura con el brazo mientras hablaba.
― No, a mis padres los dejaras encantados ― respondió blaine. Y era verdad. Sus progenitores, que provenían de clase humilde, respetaban el esfuerzo del trabajo intenso y la educación más que ninguna otra cosa en el mundo.
Sebastian lo atrajo hacia sí y le rozó la boca con la suya. El corazón de blaine parecía estar por estallar, su presión sanguínea había alcanzado el límite máximo. Él se echó hacia atrás, la miró a los ojos y luego profundizó el beso. Un momento después lo soltó y le abrió la puerta.
― Vamos ― le ordenó, sacándola del auto casi a la rastra ―. Sube a tu auto. ¿Prefieres que te siga hasta tu casa?
Blaine que aun seguía mareado por el beso no podía pensar con rapidez.
― Eh… ― Quiso negarse, pero luego cambió de opinión ― Sí, me gustaría.
Durante las dos semanas siguientes, tuvo la sensación de ir caminando sobre una cuerda floja. Continuo viendo a Sebastian tan a menudo como pudo, y de alguna manera se las arregló para convencerlo de que no se sentía avergonzado de él ni sus orígenes. Tarea peligrosa, pensó, mientras miraba por la ventana del bar. El Santa Ana había dejado de soplar hacía bastante ya, llevándose consigo los últimos días de verano. Caía una lluvia helada y copiosa, que salpicaba los paneles de vidrio y salpicaba las calles.
― ¿Quieres otras Coca? ― preguntó él.
― No. Tengo que ir al hogar. ― Empezó a cargar su mochila.
― Blaine, ¿Por qué no vienes en tú auto?
Se encogió de hombros. Había estado esperando que le hiciera esa pregunta durante mucho tiempo y, por lo tanto, tenía una respuesta preparada.
― Es más barato tomar el autobús. La nafta* cuesta dinero.
― Cierto. A pesar de que el auto es de mi madre, yo pago mi parte de la nafta porque lo uso mucho. ¡Y vaya que consume ese desgraciado! ― Comentó ― ¿Están listos para mañana a la noche?
Blaine asintió e hizo un gesto con la cabeza en dirección a la ventana.
― Si. Espero que el tiempo nos acompañe. Me daría mucha rabia saber que la gente no viene a la exhibición sólo por la lluvia.
― No te preocupes. Habrá mucha gente ― lo tranquilizó ― hasta mi madre asistirá.
Blaine sonrió. Le gustaba el modo en que Sebastián hablaba de su madre. Eleine le había dicho una vez que uno puede darse cuenta de lo que siente un hombre por las mujeres al ver como trata a su propia madre. Ojala la teoría fuera cierta.
― Mis padres también irán ― acotó, se volvió para sonreírle. ― Estoy ansioso por presentártelos.
― Lo mismo digo ― dijo él en voz baja. Dejó de mirarlo al ver que la puerta se abría y entraba un cliente, forcejeando con su paraguas. Blaine decidió que era mejor irse.
Llegó al hogar echo sopa y agotado. Nathy estaba en el escritorio de la recepción.
― Hola niño, ¿Cómo estás? Santo Dios, está lloviendo a mares allí afuera.
― Hola Nathy. Ojala que mañana pare para la exhibición. ― Dejó su mochila y el paraguas en el suelo y comenzó a desabrocharse la chaqueta.― ¿Cuáles son mis actividades para hoy?
― Ninguna ― Nathy rió ― Lo creas o no, todo está tan limpio que pudiéramos comer del piso si quisiéramos. La Señora Rose prohibió la entrada a la cocina, sin excepciones, porque está preparando algo especial para mañana, y la señora Drake está durmiendo una siesta arriba.
― ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo?
― Déjate la chaqueta puesta y sube ― la voz de Kurt se oyó por la escalera.
Con suspicacia Blaine alzó la mirada.
Nathy volvió a reír.
― Oh, no te pongas paranoico. Sube de una vez fíjate qué quiere.
Blaine bufó.
― Uf, la última vez que le hice caso me convenció de de que jugara una partida de póquer y perdí dos semanas de mi mensualidad.
― Anda, gallina, te prometo que no habrá partidas de póquer ― gritó kurtie desde arriba.
― Está bien. Déjame guardar mis cosas, primero.
Se apresuró a colocar el paraguas y la mochila en su lugar. La relación que mantenía con ese muchacho era extraña. Muy extraña. Él seguía llamándolo Nene y volviéndola loco, pero de todas maneras Blaine le brindaba lo mejor de si, y, además, notó que cada vez que llegaba a su lugar de trabajo, Kurt se las ingeniaba para merodear por la entrada. Mientras subía las escaleras, una sonrisa cautelosa se dibujaba en sus labios. Rayos. Incluso llegó al punto de venir un domingo a traerle otra caja de libros y galletas caseras con trocitos de chocolate. Lo único que no le confesó era que se había quedado media noche del sábado en vela, horneándole las malditas galletas. No quería que se agrandara demasiado. Entre el hogar, Sebastian, su tarea, la escuela y Kurt, podía decirse que había olvidado los rostros de sus viejos amigos.
― Vamos, sal tú primero ― bramó Kurt.
― ¡Oye! ¿A qué viene tanta prisa? ― protestó el ―. No tenemos que ir a ninguna parte.
― Por supuesto que si ― lo corrigió. Le sonreía con picardía mientras subía los últimos escalones. ― Tal vez pare.
― ¿Qué cosa tal vez pare?
― La lluvia.
― Kurt― le dijo con paciencia, siempre siguiéndolo ―. Otra vez te equivocas. Necesitamos que pare. Mañana a la noche habrá una exposición y serie muy triste que a nuestros adinerados visitantes se les mojaran las chequeras, ¿no crees?
Kurt río y abrió una puerta estrecha que había al final del corredor.
― No te preocupes, Nene. Con solo mirarme a mí y a los otros patéticos habitantes de este rejunte, el dinero correrá como pan caliente.
Jean quedó boquiabierta, pero como era imposible ver su rostro, no pudo determinar si estaba bromeando o no. Ya había empezado a subir algunos escalones.
― Vamos, tortuga. Te lo vas a perder.
― ¿Qué? ― preguntó, mientras escalaba los peldaños que daban al ático. Kurt estaba de buen humor ese día. Lo de patéticos habitantes había sido un claro ejemplo.
Se puso de pie junto a una ventana, dándole la espalda. Sin decir una palabra, le hizo un gesto para que se acercara.
― Ven. Mira.
Blaine obedeció. Comenzó a mirar por la ventana, y desde lo alto del edificio de cuatro pisos había una vista fabulosa. O habría sido fabulosa si no hubiera estado sumida en las sombras.
― ¿Qué?
― Twin Oaks Boulevard ― murmuró ―. Vamos, mira a fondo. Observa cuanto neón hay allí abajo.
― Si, veo.
― Ahora mira la calle. ¿Ves como los colores se separan, se reúnen y se reflejan en una decena de formas diferentes? ― agregó Kurt.
Blaine apoyó la cabeza en la ventana, tocando el vidrio con la nariz para concentrarse en la calle. Desde el hogar hacia el sur, había unos seis letreros luminosos. El rojo furioso de Hanrahan’s Bar and Grill, el amarillo estridente de Ernestine’s Checks Cashed, el de rayas azules y blancas de The All Night, All Right Quick Mart, y el verde brillante de Chinese Restaurant, todos se confundían sobre la calle mojada en una masa de flotantes corrientes policromas. Blaine observaba cada vez con mayor interés; no podía creer que nunca hubiera reparado en lo bello que era el reflejo del neón en la lluvia.
― Es maravilloso ― comentó ―. Convierte una calle insulsa en algo mágico… ― Se interrumpió por temor a seguir adelante con una cursilería. Pero kurt no se rió.
Robó una mirada en dirección a el y notó que también contemplaba la calle. Tenía un brillo especial en los ojos y una sonrisa en los labios. A la tenue luz del ático, Blaine observó cuan delgado estaba su rostro: la piel parecía estirada al máximo sobre los huesos, y tenía la boca quebrada en líneas de dolor.
― Kurt― susurró ―, ¿te sientes bien?
― No ― admitió. No se volvió para mirarla. Por suerte. ― Nunca más volveré a sentirme bien.
― Sería mejor que te acostaras y descansaras. ― Parpadeó muy rápido para contener las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
― Todavía no ― afirmó con vehemencia, aunque no levantó el tono de voz ―. Esta puede ser la última vez. Quiero verlo todo, grabármelo en la mente para no olvidarlo jamás.
Blaine sabía a que se refería. Se mordió el labio, se volvió y siguió mirando por la ventana. Una lágrima rodó por su mejilla. La dejó caer. Demonios. Kurt pensaba que seria la última vez que vería llover. Trató de olvidarse de eso y tragó saliva. No permitiría que fuera testigo de su llanto, de lo mal que se sentía por él. No le gustaría su compasión.
― Oye, Nene― murmuró a su oído ―, no dejes que todo esto te afecte. No te traje aquí arriba para hacerte llorar. Solo necesitaba a alguien para compartir esta belleza. Nada más. Con un ademán rápido, se secó otra lágrima.
― ¿Aunque ese alguien fuera yo? ― Trató de provocarlo para que le contestara algo grosero o gracioso, que lo hiciera enojar o reír.
Pero Kurt lo echó todo a perder.
Le rodeó los hombros con el brazo y lo atrajo hacia si. Blaine rompió en un llanto desconsolado y no habría podido detenerse aunque lo hubieran amenazado de muerte con un revolver en la cabeza. Los sollozos que nacían en lo más profundo de su alma estallaban en el silencio de la sala. kurt lo hizo dar vuelta y lo cobijó en su pecho. No trató de serenarlo, ni tampoco murmuró trivialidades sin sentido sobre que todo saldría bien y esas cosas. Simplemente, lo dejó llorar.
Por fin, la tormenta pasó. Muy avergonzado, Blaine se apartó de él y se miró los zapatos.
― Lo siento ― masculló ―. No sé que me pasó.
Kurt le tomó la mano.
― Bajemos a mi cuarto ― dijo ―. Creo que tenemos que hablar.
No agregó una sola palabra más hasta que no estuvieron en el santuario de su habitación, a puertas cerradas.
― Toma asiento, Nene .
― Kurtie ― empezó ella ―, mira, no fue mi intención actuar como un tonto allí arriba, pero… pero…
― Solo ahora lo asumes, ¿no?
Muda, asintió. Por fin lo asumía: Kurt iba a morir. Ya no estaría allí para agraviarlo, molestarlo o debatir con el, ni mostrarle cosas maravillosas en las que nunca había reparado. Y maldita sea, ¡cuánto lo echaría de menos!
― Si, supongo que si.
Le sonrió.
― Antes a mi me afectaba del mismo modo.
― ¿Antes?
― Claro. La primera vez que me dieron el diagnostico, no hacia mas que pensar que se trataba de una pesadilla, que un día despertaría y descubriría que todo estaba bien. ― Se acerco a el y se sentó a su lado, en la cama. ― Pero las cosas no son así, Nene. Y aunque no lo creas, una vez que lo aceptas te resulta una situación mucho más fácil de manejar.
― ¿Pero como puedes aceptarlo? ― De pronto se sintió presa de ira. Contra él, contra el universo, contra la vida, contra todo. ― Eres tan talentoso. Tienes tanto para dar. ¡Un artista brillante! Con tu inteligencia podrías contribuir mucho en este mundo.
― ¿Quieres decir por qué me tocó a mi y no a un cabeza hueca que no tiene nada para ofrecer? ― Parecía divertido.
― A eso mismo me refiero ― gruño Blaine ―. Me parece que hay mucha gente despreciable, egoísta hasta decir basta, que no hace otra cosa en este mundo más que ocupar espacio. Algunos viven hasta los cien años y su único aporte es el dolor y la miseria…
Kurt detuvo el torbellino de palabras colocándole un dedo sobre los labios.
― Basta, Nene. Una de las cosas que he aprendido es que ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar al otro por lo que aporta al mundo. ― Sacó el dedo, se acercó a el y lo besó.
Blaine se quedó perplejo. Correspondió el beso.
Se separaron y permanecieron mirándose uno al otro. Fue el quien rompió primero el silencio.
― No debí hacer eso ― dijo el ―. Pero hacia mucho que quería besarte. Desde la primera vez que te vi.
― Yo estoy saliendo con alguien, por decirlo de algún modo ― admitió Blaine de mala gana ― y no debí corresponderte el beso.
― No te asustes, Nene. Sólo fue un beso de amigos.
― ¿Todavía piensas en tu novio? ― No término de hacer la pregunta, que ya se había arrepentido.
Pero, al parecer, a Kurt no le importó la pregunta.
― ¿En Niall? Claro que si. Estaba loco por el.
― ¿Cómo pudo hacerte esto, Kurt? ― Cerró los puños con fuerza. ― ¿Cómo pudo volver la espalda a un chico que está…?
― ¿Muriéndose? ― concluyó por blaine
Blaine clavó la vista en el piso, avergonzado por su estallido. No era un asunto de el. No tenía derecho a hurgar en su pasado, que, por cierto, habría sido una experiencia dolorosa, amarga. Un plantón es desagradable de por si cuando estamos sanos; ¡ni que hablar cuando la muerte está llamándonos a la puerta!
― Disculpa
― No tienes por qué disculparte. Me gustaría hablarte de el. Cuando dejó de venir a visitarme, ya nadie se atrevió a mencionármelo. ― Suspiró. ― Supongo que fue para no quedar como unos groseros frente a mí. Pero la verdad es que, al no poder hablar más de Niall, me sentía un desgraciado. Fue como si jamás hubiéramos existido como pareja. Yo quiero hablar de Niall. Entiendo por qué dejó de venir. No pudo soportarlo.
― ¿Qué el no pudo soportarlo? ― repitió Blaine, incrédula ―. ¿Y tú, entonces? Tú lo necesitabas. ― Cuando lo necesité, estuvo. ― defendió a niall con ternura
Blaine sintió una extraña emoción que le desgarraba las entrañas. Pero ni el pudo comprender por completo la sensación.
― niall no es una mala persona ― continuó el ―, me quería de verdad. Cuando mi madre murió, el estuvo a mi lado. Tampoco me abandonó cuando me dieron el diagnostico y tuve que pasar por esos horrendos tratamientos, que no sirvieron para otra cosa que para enfermarme más, y también estuvo a mi lado cuando supe que tenia que internarme aquí.
― Pero ahora no está ― murmuró Blaine.
― No pudo aguantar más ― dijo. No había amargura ni ira en su voz. Solo resignación. ― La última vez que lo vi me confesó que no podía soportar verme morir. Y yo acepté lo que pasaría. No pudo. Pobre Niall. Ya había soportado demasiado, por eso le dije que no era necesario que siguiera adelante.
Blaine no lo entendía.
Kurt sonrió, estiró las piernas sobre la cama y apoyó la cabeza contra el respaldo.
― Tu turno. Háblame de tu novio.
― Podrás conocerlo mañana por la noche. Trabaja en el bar de la esquina y vendrá a la exhibición.
― ¿Te refieres a Sebastian?
― ¿Lo conoces?
― Claro. A veces trae pasteles o tartas del restaurante. Es muy agradable. Y un excelente jugador de póquer. ― Meneó la cabeza. ― Vaya, cuesta creerlo. Tu y un tipo como Sebastian…
― ¿Qué quieres decir con eso?
― Que pertenecen a mundos distintos, nada más.
Blaine revoleó los ojos.
― Muchas parejas pertenecen a mundos diferentes. Eso no implica que no puedan tener una relación.
― Oye, no hace falta que estés a la defensiva. No quise decir que debas romper con él ni nada por el estilo. No empezarás a lagrimear otra vez, ¿no?
― No ― refunfuñó el ―. No voy a empezar a lagrimear otra vez, como dices tú con tanta delicadeza.
― Bien. Cuéntame, entonces. ¿Cuánto hace que salen?
― Nos conocimos cuando yo empecé a trabajar aquí
― ¿Se lo presentaste a tus padres?
― Bueno, no… ― Se interrumpió al ver la mirada compasiva de Kurt. ― Pero tampoco es por lo que estás pensando.
― ¿Cómo sabes en qué estoy pensando? ― preguntó solapadamente ―. Dudo que seas adivino.
― No hace falta ser adivino para entender ese tipo de miradas socarronas ― espetó blaine, aunque en realidad no sabía lo que el había querido decirle ―. La única razón por la que no se los presenté es que no quiero que se entere que fui arrestado. Mis padres se lo dirían, sin duda.
kurt se sorprendió.
― Es una broma, ¿verdad?
El negó con la cabeza.
― Ojalá. La verdad es que, con este asunto estoy con el agua hasta el cuello y no sé cómo salir. ― Necesitaba su consejo. Se dio cuenta de que confiaba más en él que en cualquier otro amigo que hubiera tenido. Ignoraba cómo sabía que podía confiar en él, no era algo sencillo de determinar, pero estaba absolutamente convencido de que Kurt era un amigo con todas las de la ley y que jamás traicionaría su confianza.
Entonces, le contó todo.
Kurt escuchó con atención, su rostro impasivo mientras el se confesaba. Nunca se le cruzó por la mente que él tenia problemas mucho más graves que los de el. Tenía la sensación de que lo habría matado si se callaba ahora. El escuchar sus problemas los ponía a ambos a la misma altura. Eran amigos y los amigos comparten tanto las buenas como las malas.
― Déjame ver si entendí bien ― dijo el cuándo Blaine terminó ―. Sebastian cree que estás trabajando aquí por generosidad. ¿Verdad?
― Verdad.
― Y mañana a la noche conocerá a tus padres.
― Correcto. Y me aterra la idea de que destapen la olla sin querer.
― ¿Qué ellos la destapen? ― señaló Kurt, incrédulo ―. ¿Estás loco? Tendrías demasiada suerte si alguien de Lavender House no descubre todo. Ya sabes que no nos sobran las voluntarias. Es muy factible que Nathy o la señora rose digan que esperan que el Departamento de Libertad Condicional mande a un ejército más como tú.
Blaine gimió.
― No había pensado en eso. ¡Oh, Dos! ¿Qué voy a hacer?
― Bueno, yo no soy muy buen consejero.
Blaine resopló. ― Pero ― continuó él ―, por tratarse de ti haré una excepción.
― Oh, qué deferencia de su parte. Oh, señor, Genio de todos los Genios, le ruego que me diga qué debe hacer esta humilde mortal para salvar su pellejo en esta situación. Kurt sonrió mostrando todos sus dientes.
―Debes decirle toda la verdad a Sebastian.
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nafta: Gasolina , Vencina
como veran hubo beso Klaine porfin ejjeejej , la historia se pondra mas interesante
Holaaaaa queridos espero que le aya gustado el capitulo , disculpe si tarde , pero no tengo mucho tiempo para estar conectada ya que en mi pais es el mes del mar y me dieron un monton de trabajos y estoy bastante ocupada con eso y ya que mis profesores me dijieron que leia muy fluidamente cof muchosfanfic cof ahora tengo que ensayar miles de presentaciones en relacion a todo esto (mes del mar) y por eso tampoco me he dado el tiempesito de responderle a cada uno , asi que lo are generalizado , buenoo muchass gracias a los que leen me alegra mucho que les guste la historia , y no se preocupen sobre esa relacion blaine y sebastian , ya veran mas adelanta que pasara , asi que porfavor no dejen el fic por eso xD
y pues eso ya me tengo ir porque mis trabajos esperan disculpen la tardanza y para recompensar le dejares spoilers jejejeje
30 de Septiembre
Querido Diario:
¡Caramba que he tenido suerte! Mamá y papá estaban tan emocionados por mi dedicación al servicio comunitario, que se deshicieron en atenciones para que yo no saliera esa noche. Sin embargo, fue una situación bastante complicada. Me refiero a que yo no quería que Sebastian pasara a buscarme por casa por temor a que se enterara que de que me habían arrestado.
Entonces, apelé a mi ingenio y, aunque tenga que caminar un poco, le pedí que me fuera a buscar a la biblioteca ¡Qué tanto! De todas maneras, tengo que ir para devolver algunos libros. Si hago un balance, la semana fue bastante buena. Papá no hizo más comentarios respecto de sacarme de Lavender House, e incluso conseguí que él y mamá aceptaran ir a la exhibición del catorce.
Kurt sigue siendo un Imbecil total. No deja de molestarme, pero yo ya he llegado a un punto en el cual nada me importa. Ayer me llevó a la rastra al jardín para que lo ayudara a dar de comer a los pájaros.
El bolígrafo de Blaine se detuvo. Una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios al recordar la tarde del día anterior. Había llegado a Lavender House hecho un manojo de nervios. La jaqueca no lo dejaba en paz. En Santa Ana, un viento seco y caliente que penetra hasta los huesos, soplaba sin piedad desde el desierto. Kurt, que llevaba un estéreo portátil en una mano y una bolsa con migas de pan en la otra, se encontró con el al pie de las escaleras, le ordenó que lo siguiera y lo llevó afuera.
― ¿Qué pasa? ― preguntó Blaine cuando salieron al patio.
― Vamos a dar de comer a los pájaros ― respondió él. Colocó un casete en el estéreo y le arrojó la bolsa con migas de pan. ― Te encantará, Nene. Es una de las delicias de la vida.
Blaine le contesto con una mueca y él rió. La música de Mozart comenzó a flotar en el ambiente. Las hojas que el viento arrastraba creaban una danza peculiar, dibujando intrincados círculos en el jardín. El pensó que Kurt había enloquecido. Sin embargo, accedió a todos sus pedidos.
Durante media hora escucharon música clásica y arrojaron migas de pan para los pájaros. El viento no dejó de azotarlos en ningún momento. Las ramas del árbol y las hojas de la palmera parecían seguir el compás que marcaba el estéreo de kurtie.
Fue maravilloso, mágico. El mal humor y la jaqueca de Blaine desaparecieron. No pudo determinar por qué había gozado tanto con aquella experiencia. Quizás fue porque era la primera vez que se tomaba el tiempo para contemplar a los pájaros o, quizás, porque el entusiasmo que Kurt mostraba ante las cosas más simples de la vida parecía muy intenso. No lo sabía, pero tampoco le importaba. Lo único que sabía era que nunca volvería a sentir el caluroso Santa Ana contra su piel sin pensar en lo bueno que era estar vivo.
Miró el reloj. Hora de irse. Guardó el diario en el cajón de su mesa de noche. Se miró por última vez en el espejo y decidió que los pantalones verde oliva, de corte tan sentador, que había elegido y combinado con una camisa color marfil con su toque especial un corbatín color verde que combinaba con sus pantalones formaban un atuendo ideal. Esos tonos lo favorecían y destacaban a la perfección su masculina figura. Espera impresionar a Sebastian.
Una vez en la biblioteca, dejó los libros que debía devolver en el casillero correspondiente y luego extrajo de su bolso un cepillo para el pelo, para retocarse el peinado. No bien lo devolvió a su sitio, vio que Sebastian venía subiendo las escalinatas. Le sonrió con admiración al verlo.
― Parece que te tomas los estudios muy en serio ― comenzó Blaine al ver la carpeta que llevaba bajo el brazo.
― Solo quiero sacármelos de encima ― respondió ―. Odio tener cosas inconclusas dando vueltas a mí alrededor.
― Sí ― coincidió el. Le tomó la mano y entrelazaron los dedos. ― Yo también. Anoche me quedé estudiando hasta que amaneció. Tengo un examen difícil el lunes. El auto esta allí.
Cruzaron la calle, en dirección a un Toyota rojo, de modelo antiguo. Sebastián sacó un manojo de llaves y abrió la puerta de Blaine.
― Como verás, ni se parece a un Rolls, pero nos llevará al cine.
Blaine ocupó su asiento y luego se estiró para destrabar la puerta de Sebastian. No le importaba qué auto manejaba, solo quería estar con él. Frunció el entrecejo. Se preguntaba si debía decírselo o no. Pero no quería presionar demasiado para que él no lo creyera desesperado.
― Espero que te gusten estas películas ― comentó Sebastian, mientras giraba la llave para encender el motor ―. Son buenas reposiciones, pero estarán subtituladas. No te molesta leer, ¿verdad?
― ¿Los subtítulos? No.
― Bien. ― Sonrió. ― Alguna gente lo detesta. Mi madre por ejemplo.
A Blaine no se le ocurría ningún tema de conversación. Hablar de la escuela podía ser un error. ¿Qué podía interesarle a Sebastian de Landsdale High? No tenían amigos en común y, por lo tanto, era otro tema perdido. Tampoco quería hacerle preguntas personales, pues así le habría dado pie a que él también formulara las suyas y, en consecuencia, el se vería obligado a seguir mintiendo. Demonios. Cómo se complicaban las cosas.
―¿Por qué no actúas con naturalidad?‖, le indicó su conciencia.
No se atrevía. Ni loco le confesaría que estaba trabajando en Lavender House porque lo habían condenado a cumplir servicios comunitarios. Sebastian gustaba de el. En verdad. Blaine no estaba preparado para arruinar la buena opción que se había formado sobre su persona. Todavía no. Tal vez, después que se conocieran un poco más, podría arriesgarse. Pero no en ese momento.
― Estás muy callado esta noche ― observó Sebastian.
― Tú tampoco pareces un loro parlanchín ― acotó el.
― Supongo que ambos estamos un poco tensos. ― Lo miró. ― Es nuestra primera salida. Es un plomo, ¿no?
― ¿Qué? ¿Salir conmigo?
― No. ―Volvió a mirarlo. ― No quise decir eso.
Blaine se rió.
― Lo sé. Pero esta no es nuestra primera salida. Ya fuimos juntos a la biblioteca y a cenar.
― Eso no vale porque era de día. Ahora supongo que tendré que cumplir con todos los rituales. ¿Le gustará la película? ¿Esperará que me despida de el con un beso? Tú sabes, todo lo que implica estar con alguien que te gusta.
Blaine se quedó mirando su perfil por un momento y luego se echó a reír a carcajadas. ¡Qué suerte! Sebastian acababa de confesar que estaba tan nervioso como el.
― Creo que tienes razón. Las primeras citas son un plomo. Entonces, ¿qué tal si hacemos de cuenta que ya hemos pasado por esto miles de veces y dejamos de preocuparnos?
― Genial ― respondió él, con una sonrisa de oreja a oreja.
La tensión desapareció y charlaron con espontaneidad hasta el Art Cinema. Para su propio asombro, Blaine quedo fascinado con las películas.
Eran más de las once cuando salieron del cine. Entre bostezos, se recostó contra el respaldo del asiento del auto y observó a Sebastián de reojo.
― Las películas fueron maravillosas.
Sebastián dobló la esquina y se detuvo en una luz roja.
― A mí también me gustaron. ¿Estás ocupado mañana?
Blaine deseaba volver a verlo con desesperación, pero tampoco quería abusar de su buena suerte. Sus padres no le permitirían salir dos días seguidos.
― Tengo que estudiar.
Sebastian frunció el entrecejo decepcionado.
― Yo también tendría que estudiar ― murmuró ―. Pero prefiero pasar el día contigo.
― Pensaba estudiar en la biblioteca.
Sebastián echó una mirada de reojo en dirección a el.
― Qué casualidad, yo también iba a estudiar allí. Extendió el brazo y encendió la radio. Se oyó una música suave, Blaine cerró los ojos.
Ninguno de los dos sintió la necesidad de hablar. Pero, en esa oportunidad, el silencio no fue algo agobiante ni tenso sino sereno y muy, muy natural.
― Abre los ojos, Bello Durmiente ― le dijo Sebastian veinte minutos después ―. Casi llegamos a casa.
Blaine parpadeo sorprendido. Se había relajado a tal punto que se quedó dormido.
― Oh, Dios, lo siento. No fue mi intención quedarme dormido.
― No te preocupes. Solo indícame cómo llegar a tu casa ― sugirió.
― Deje mi auto en la biblioteca.
Sebastián lo miró sin entender nada, pero no dijo ni una palabra.
― Es ese pequeño, blanco, que está allí. ― Señaló el vehículo estacionado justo debajo del semáforo, junto a las escalinatas de la biblioteca.
Sebastian estacionó detrás. Apagó el motor y se volvió hacia el. Por un largo rato, se limitó a mirarla. Blaine habría sido capaz de donar seis meses de su mensualidad con tal de saber en qué pensaba.
― Está noche la pasé muy bien ― murmuró el.
― Yo también ― dijo él en voz baja ―. blaine, me gustas mucho.
― Tú también me gustas mucho. ― Tenía la sensación que él quería llegar a algo.
― Pero no quiero iniciar una relación si existe un problema.
Azorado, lo miró fijo.
― No hay problema,Sebastian. No sé a qué te refieres.
― De acuerdo. Lo diré con todas las letras. ¿Existe alguna razón por la que no quieras que yo sepa dónde vives o que conozca a tus padres? Mañana será la tercera vez que nos vemos y no tengo ni la más remota idea de cuál es tu dirección…
―Sebastian, esto es una locura. Tuve que ir en mi auto hasta la biblioteca ― protestó ―. Vivo en 246 Hollander Road.
― ¿Estás seguro que no hay otra cuestión?
― Por supuesto que estoy seguro. ¿Qué otra cosa podría ser?
Sebastián tamborileó los dedos sobre el volante y clavo la vista en el parabrisas.
― No lo sé. Tal vez no quieres que tus padres me vean. Todo es como era en un principio con Elliot. Cuando empezamos a salir, siempre tenía que pasar a buscarlo lejos de su casa. Un día por fin me animé a preguntárselo de frente y el confesó que yo no pertenecía a la clase de chico con los que solía salir. Los chicos como el no salen con trabajadores como yo, que huelen a aceite de cocina y grasa de hamburguesa.
― Pero creí que me habías dicho que elliot te uso como herramienta para rebelarse frente a sus padres.
― Y así fue, pero al comienzo jugó sucio y con premeditación conmigo. Se negaba que lo acompañara a los sitios donde pudiera verme sus amigos ricos y tampoco quería conocer a mi madre. ― Meneó la cabeza y sonrió con cinismo. ― Que idiota fui. Tardé semanas en darme cuenta de lo que pasaba. Mira no es mi intención presionarte de ninguna manera para que tomes una decisión, pero quiero ser claro desde ahora. No me avergüenzo del lugar del que prevengo ni de lo que soy. Si esto es un inconveniente para ti, será mejor que dejemos de vernos antes de que alguno de los dos resulte herido.
Blaine se acercó y le tocó el brazo.
― Sebastian, yo quiero seguir viéndote. Créeme que tu forma de vida no es un problema para mí. Me pareces maravilloso. Eres inteligente, mantienes a tu madre, trabajas mucho y pienso que eres muy buen mozo.
El joven se volvió hacia el con una sonrisa a flor de labios.
― De acuerdo, ¿pero habrá problemas para con tus padres? ― Le rodeó la cintura con el brazo mientras hablaba.
― No, a mis padres los dejaras encantados ― respondió blaine. Y era verdad. Sus progenitores, que provenían de clase humilde, respetaban el esfuerzo del trabajo intenso y la educación más que ninguna otra cosa en el mundo.
Sebastian lo atrajo hacia sí y le rozó la boca con la suya. El corazón de blaine parecía estar por estallar, su presión sanguínea había alcanzado el límite máximo. Él se echó hacia atrás, la miró a los ojos y luego profundizó el beso. Un momento después lo soltó y le abrió la puerta.
― Vamos ― le ordenó, sacándola del auto casi a la rastra ―. Sube a tu auto. ¿Prefieres que te siga hasta tu casa?
Blaine que aun seguía mareado por el beso no podía pensar con rapidez.
― Eh… ― Quiso negarse, pero luego cambió de opinión ― Sí, me gustaría.
Durante las dos semanas siguientes, tuvo la sensación de ir caminando sobre una cuerda floja. Continuo viendo a Sebastian tan a menudo como pudo, y de alguna manera se las arregló para convencerlo de que no se sentía avergonzado de él ni sus orígenes. Tarea peligrosa, pensó, mientras miraba por la ventana del bar. El Santa Ana había dejado de soplar hacía bastante ya, llevándose consigo los últimos días de verano. Caía una lluvia helada y copiosa, que salpicaba los paneles de vidrio y salpicaba las calles.
― ¿Quieres otras Coca? ― preguntó él.
― No. Tengo que ir al hogar. ― Empezó a cargar su mochila.
― Blaine, ¿Por qué no vienes en tú auto?
Se encogió de hombros. Había estado esperando que le hiciera esa pregunta durante mucho tiempo y, por lo tanto, tenía una respuesta preparada.
― Es más barato tomar el autobús. La nafta* cuesta dinero.
― Cierto. A pesar de que el auto es de mi madre, yo pago mi parte de la nafta porque lo uso mucho. ¡Y vaya que consume ese desgraciado! ― Comentó ― ¿Están listos para mañana a la noche?
Blaine asintió e hizo un gesto con la cabeza en dirección a la ventana.
― Si. Espero que el tiempo nos acompañe. Me daría mucha rabia saber que la gente no viene a la exhibición sólo por la lluvia.
― No te preocupes. Habrá mucha gente ― lo tranquilizó ― hasta mi madre asistirá.
Blaine sonrió. Le gustaba el modo en que Sebastián hablaba de su madre. Eleine le había dicho una vez que uno puede darse cuenta de lo que siente un hombre por las mujeres al ver como trata a su propia madre. Ojala la teoría fuera cierta.
― Mis padres también irán ― acotó, se volvió para sonreírle. ― Estoy ansioso por presentártelos.
― Lo mismo digo ― dijo él en voz baja. Dejó de mirarlo al ver que la puerta se abría y entraba un cliente, forcejeando con su paraguas. Blaine decidió que era mejor irse.
Llegó al hogar echo sopa y agotado. Nathy estaba en el escritorio de la recepción.
― Hola niño, ¿Cómo estás? Santo Dios, está lloviendo a mares allí afuera.
― Hola Nathy. Ojala que mañana pare para la exhibición. ― Dejó su mochila y el paraguas en el suelo y comenzó a desabrocharse la chaqueta.― ¿Cuáles son mis actividades para hoy?
― Ninguna ― Nathy rió ― Lo creas o no, todo está tan limpio que pudiéramos comer del piso si quisiéramos. La Señora Rose prohibió la entrada a la cocina, sin excepciones, porque está preparando algo especial para mañana, y la señora Drake está durmiendo una siesta arriba.
― ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo?
― Déjate la chaqueta puesta y sube ― la voz de Kurt se oyó por la escalera.
Con suspicacia Blaine alzó la mirada.
Nathy volvió a reír.
― Oh, no te pongas paranoico. Sube de una vez fíjate qué quiere.
Blaine bufó.
― Uf, la última vez que le hice caso me convenció de de que jugara una partida de póquer y perdí dos semanas de mi mensualidad.
― Anda, gallina, te prometo que no habrá partidas de póquer ― gritó kurtie desde arriba.
― Está bien. Déjame guardar mis cosas, primero.
Se apresuró a colocar el paraguas y la mochila en su lugar. La relación que mantenía con ese muchacho era extraña. Muy extraña. Él seguía llamándolo Nene y volviéndola loco, pero de todas maneras Blaine le brindaba lo mejor de si, y, además, notó que cada vez que llegaba a su lugar de trabajo, Kurt se las ingeniaba para merodear por la entrada. Mientras subía las escaleras, una sonrisa cautelosa se dibujaba en sus labios. Rayos. Incluso llegó al punto de venir un domingo a traerle otra caja de libros y galletas caseras con trocitos de chocolate. Lo único que no le confesó era que se había quedado media noche del sábado en vela, horneándole las malditas galletas. No quería que se agrandara demasiado. Entre el hogar, Sebastian, su tarea, la escuela y Kurt, podía decirse que había olvidado los rostros de sus viejos amigos.
― Vamos, sal tú primero ― bramó Kurt.
― ¡Oye! ¿A qué viene tanta prisa? ― protestó el ―. No tenemos que ir a ninguna parte.
― Por supuesto que si ― lo corrigió. Le sonreía con picardía mientras subía los últimos escalones. ― Tal vez pare.
― ¿Qué cosa tal vez pare?
― La lluvia.
― Kurt― le dijo con paciencia, siempre siguiéndolo ―. Otra vez te equivocas. Necesitamos que pare. Mañana a la noche habrá una exposición y serie muy triste que a nuestros adinerados visitantes se les mojaran las chequeras, ¿no crees?
Kurt río y abrió una puerta estrecha que había al final del corredor.
― No te preocupes, Nene. Con solo mirarme a mí y a los otros patéticos habitantes de este rejunte, el dinero correrá como pan caliente.
Jean quedó boquiabierta, pero como era imposible ver su rostro, no pudo determinar si estaba bromeando o no. Ya había empezado a subir algunos escalones.
― Vamos, tortuga. Te lo vas a perder.
― ¿Qué? ― preguntó, mientras escalaba los peldaños que daban al ático. Kurt estaba de buen humor ese día. Lo de patéticos habitantes había sido un claro ejemplo.
Se puso de pie junto a una ventana, dándole la espalda. Sin decir una palabra, le hizo un gesto para que se acercara.
― Ven. Mira.
Blaine obedeció. Comenzó a mirar por la ventana, y desde lo alto del edificio de cuatro pisos había una vista fabulosa. O habría sido fabulosa si no hubiera estado sumida en las sombras.
― ¿Qué?
― Twin Oaks Boulevard ― murmuró ―. Vamos, mira a fondo. Observa cuanto neón hay allí abajo.
― Si, veo.
― Ahora mira la calle. ¿Ves como los colores se separan, se reúnen y se reflejan en una decena de formas diferentes? ― agregó Kurt.
Blaine apoyó la cabeza en la ventana, tocando el vidrio con la nariz para concentrarse en la calle. Desde el hogar hacia el sur, había unos seis letreros luminosos. El rojo furioso de Hanrahan’s Bar and Grill, el amarillo estridente de Ernestine’s Checks Cashed, el de rayas azules y blancas de The All Night, All Right Quick Mart, y el verde brillante de Chinese Restaurant, todos se confundían sobre la calle mojada en una masa de flotantes corrientes policromas. Blaine observaba cada vez con mayor interés; no podía creer que nunca hubiera reparado en lo bello que era el reflejo del neón en la lluvia.
― Es maravilloso ― comentó ―. Convierte una calle insulsa en algo mágico… ― Se interrumpió por temor a seguir adelante con una cursilería. Pero kurt no se rió.
Robó una mirada en dirección a el y notó que también contemplaba la calle. Tenía un brillo especial en los ojos y una sonrisa en los labios. A la tenue luz del ático, Blaine observó cuan delgado estaba su rostro: la piel parecía estirada al máximo sobre los huesos, y tenía la boca quebrada en líneas de dolor.
― Kurt― susurró ―, ¿te sientes bien?
― No ― admitió. No se volvió para mirarla. Por suerte. ― Nunca más volveré a sentirme bien.
― Sería mejor que te acostaras y descansaras. ― Parpadeó muy rápido para contener las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
― Todavía no ― afirmó con vehemencia, aunque no levantó el tono de voz ―. Esta puede ser la última vez. Quiero verlo todo, grabármelo en la mente para no olvidarlo jamás.
Blaine sabía a que se refería. Se mordió el labio, se volvió y siguió mirando por la ventana. Una lágrima rodó por su mejilla. La dejó caer. Demonios. Kurt pensaba que seria la última vez que vería llover. Trató de olvidarse de eso y tragó saliva. No permitiría que fuera testigo de su llanto, de lo mal que se sentía por él. No le gustaría su compasión.
― Oye, Nene― murmuró a su oído ―, no dejes que todo esto te afecte. No te traje aquí arriba para hacerte llorar. Solo necesitaba a alguien para compartir esta belleza. Nada más. Con un ademán rápido, se secó otra lágrima.
― ¿Aunque ese alguien fuera yo? ― Trató de provocarlo para que le contestara algo grosero o gracioso, que lo hiciera enojar o reír.
Pero Kurt lo echó todo a perder.
Le rodeó los hombros con el brazo y lo atrajo hacia si. Blaine rompió en un llanto desconsolado y no habría podido detenerse aunque lo hubieran amenazado de muerte con un revolver en la cabeza. Los sollozos que nacían en lo más profundo de su alma estallaban en el silencio de la sala. kurt lo hizo dar vuelta y lo cobijó en su pecho. No trató de serenarlo, ni tampoco murmuró trivialidades sin sentido sobre que todo saldría bien y esas cosas. Simplemente, lo dejó llorar.
Por fin, la tormenta pasó. Muy avergonzado, Blaine se apartó de él y se miró los zapatos.
― Lo siento ― masculló ―. No sé que me pasó.
Kurt le tomó la mano.
― Bajemos a mi cuarto ― dijo ―. Creo que tenemos que hablar.
No agregó una sola palabra más hasta que no estuvieron en el santuario de su habitación, a puertas cerradas.
― Toma asiento, Nene .
― Kurtie ― empezó ella ―, mira, no fue mi intención actuar como un tonto allí arriba, pero… pero…
― Solo ahora lo asumes, ¿no?
Muda, asintió. Por fin lo asumía: Kurt iba a morir. Ya no estaría allí para agraviarlo, molestarlo o debatir con el, ni mostrarle cosas maravillosas en las que nunca había reparado. Y maldita sea, ¡cuánto lo echaría de menos!
― Si, supongo que si.
Le sonrió.
― Antes a mi me afectaba del mismo modo.
― ¿Antes?
― Claro. La primera vez que me dieron el diagnostico, no hacia mas que pensar que se trataba de una pesadilla, que un día despertaría y descubriría que todo estaba bien. ― Se acerco a el y se sentó a su lado, en la cama. ― Pero las cosas no son así, Nene. Y aunque no lo creas, una vez que lo aceptas te resulta una situación mucho más fácil de manejar.
― ¿Pero como puedes aceptarlo? ― De pronto se sintió presa de ira. Contra él, contra el universo, contra la vida, contra todo. ― Eres tan talentoso. Tienes tanto para dar. ¡Un artista brillante! Con tu inteligencia podrías contribuir mucho en este mundo.
― ¿Quieres decir por qué me tocó a mi y no a un cabeza hueca que no tiene nada para ofrecer? ― Parecía divertido.
― A eso mismo me refiero ― gruño Blaine ―. Me parece que hay mucha gente despreciable, egoísta hasta decir basta, que no hace otra cosa en este mundo más que ocupar espacio. Algunos viven hasta los cien años y su único aporte es el dolor y la miseria…
Kurt detuvo el torbellino de palabras colocándole un dedo sobre los labios.
― Basta, Nene. Una de las cosas que he aprendido es que ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar al otro por lo que aporta al mundo. ― Sacó el dedo, se acercó a el y lo besó.
Blaine se quedó perplejo. Correspondió el beso.
Se separaron y permanecieron mirándose uno al otro. Fue el quien rompió primero el silencio.
― No debí hacer eso ― dijo el ―. Pero hacia mucho que quería besarte. Desde la primera vez que te vi.
― Yo estoy saliendo con alguien, por decirlo de algún modo ― admitió Blaine de mala gana ― y no debí corresponderte el beso.
― No te asustes, Nene. Sólo fue un beso de amigos.
― ¿Todavía piensas en tu novio? ― No término de hacer la pregunta, que ya se había arrepentido.
Pero, al parecer, a Kurt no le importó la pregunta.
― ¿En Niall? Claro que si. Estaba loco por el.
― ¿Cómo pudo hacerte esto, Kurt? ― Cerró los puños con fuerza. ― ¿Cómo pudo volver la espalda a un chico que está…?
― ¿Muriéndose? ― concluyó por blaine
Blaine clavó la vista en el piso, avergonzado por su estallido. No era un asunto de el. No tenía derecho a hurgar en su pasado, que, por cierto, habría sido una experiencia dolorosa, amarga. Un plantón es desagradable de por si cuando estamos sanos; ¡ni que hablar cuando la muerte está llamándonos a la puerta!
― Disculpa
― No tienes por qué disculparte. Me gustaría hablarte de el. Cuando dejó de venir a visitarme, ya nadie se atrevió a mencionármelo. ― Suspiró. ― Supongo que fue para no quedar como unos groseros frente a mí. Pero la verdad es que, al no poder hablar más de Niall, me sentía un desgraciado. Fue como si jamás hubiéramos existido como pareja. Yo quiero hablar de Niall. Entiendo por qué dejó de venir. No pudo soportarlo.
― ¿Qué el no pudo soportarlo? ― repitió Blaine, incrédula ―. ¿Y tú, entonces? Tú lo necesitabas. ― Cuando lo necesité, estuvo. ― defendió a niall con ternura
Blaine sintió una extraña emoción que le desgarraba las entrañas. Pero ni el pudo comprender por completo la sensación.
― niall no es una mala persona ― continuó el ―, me quería de verdad. Cuando mi madre murió, el estuvo a mi lado. Tampoco me abandonó cuando me dieron el diagnostico y tuve que pasar por esos horrendos tratamientos, que no sirvieron para otra cosa que para enfermarme más, y también estuvo a mi lado cuando supe que tenia que internarme aquí.
― Pero ahora no está ― murmuró Blaine.
― No pudo aguantar más ― dijo. No había amargura ni ira en su voz. Solo resignación. ― La última vez que lo vi me confesó que no podía soportar verme morir. Y yo acepté lo que pasaría. No pudo. Pobre Niall. Ya había soportado demasiado, por eso le dije que no era necesario que siguiera adelante.
Blaine no lo entendía.
Kurt sonrió, estiró las piernas sobre la cama y apoyó la cabeza contra el respaldo.
― Tu turno. Háblame de tu novio.
― Podrás conocerlo mañana por la noche. Trabaja en el bar de la esquina y vendrá a la exhibición.
― ¿Te refieres a Sebastian?
― ¿Lo conoces?
― Claro. A veces trae pasteles o tartas del restaurante. Es muy agradable. Y un excelente jugador de póquer. ― Meneó la cabeza. ― Vaya, cuesta creerlo. Tu y un tipo como Sebastian…
― ¿Qué quieres decir con eso?
― Que pertenecen a mundos distintos, nada más.
Blaine revoleó los ojos.
― Muchas parejas pertenecen a mundos diferentes. Eso no implica que no puedan tener una relación.
― Oye, no hace falta que estés a la defensiva. No quise decir que debas romper con él ni nada por el estilo. No empezarás a lagrimear otra vez, ¿no?
― No ― refunfuñó el ―. No voy a empezar a lagrimear otra vez, como dices tú con tanta delicadeza.
― Bien. Cuéntame, entonces. ¿Cuánto hace que salen?
― Nos conocimos cuando yo empecé a trabajar aquí
― ¿Se lo presentaste a tus padres?
― Bueno, no… ― Se interrumpió al ver la mirada compasiva de Kurt. ― Pero tampoco es por lo que estás pensando.
― ¿Cómo sabes en qué estoy pensando? ― preguntó solapadamente ―. Dudo que seas adivino.
― No hace falta ser adivino para entender ese tipo de miradas socarronas ― espetó blaine, aunque en realidad no sabía lo que el había querido decirle ―. La única razón por la que no se los presenté es que no quiero que se entere que fui arrestado. Mis padres se lo dirían, sin duda.
kurt se sorprendió.
― Es una broma, ¿verdad?
El negó con la cabeza.
― Ojalá. La verdad es que, con este asunto estoy con el agua hasta el cuello y no sé cómo salir. ― Necesitaba su consejo. Se dio cuenta de que confiaba más en él que en cualquier otro amigo que hubiera tenido. Ignoraba cómo sabía que podía confiar en él, no era algo sencillo de determinar, pero estaba absolutamente convencido de que Kurt era un amigo con todas las de la ley y que jamás traicionaría su confianza.
Entonces, le contó todo.
Kurt escuchó con atención, su rostro impasivo mientras el se confesaba. Nunca se le cruzó por la mente que él tenia problemas mucho más graves que los de el. Tenía la sensación de que lo habría matado si se callaba ahora. El escuchar sus problemas los ponía a ambos a la misma altura. Eran amigos y los amigos comparten tanto las buenas como las malas.
― Déjame ver si entendí bien ― dijo el cuándo Blaine terminó ―. Sebastian cree que estás trabajando aquí por generosidad. ¿Verdad?
― Verdad.
― Y mañana a la noche conocerá a tus padres.
― Correcto. Y me aterra la idea de que destapen la olla sin querer.
― ¿Qué ellos la destapen? ― señaló Kurt, incrédulo ―. ¿Estás loco? Tendrías demasiada suerte si alguien de Lavender House no descubre todo. Ya sabes que no nos sobran las voluntarias. Es muy factible que Nathy o la señora rose digan que esperan que el Departamento de Libertad Condicional mande a un ejército más como tú.
Blaine gimió.
― No había pensado en eso. ¡Oh, Dos! ¿Qué voy a hacer?
― Bueno, yo no soy muy buen consejero.
Blaine resopló. ― Pero ― continuó él ―, por tratarse de ti haré una excepción.
― Oh, qué deferencia de su parte. Oh, señor, Genio de todos los Genios, le ruego que me diga qué debe hacer esta humilde mortal para salvar su pellejo en esta situación. Kurt sonrió mostrando todos sus dientes.
―Debes decirle toda la verdad a Sebastian.
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nafta: Gasolina , Vencina
como veran hubo beso Klaine porfin ejjeejej , la historia se pondra mas interesante
Holaaaaa queridos espero que le aya gustado el capitulo , disculpe si tarde , pero no tengo mucho tiempo para estar conectada ya que en mi pais es el mes del mar y me dieron un monton de trabajos y estoy bastante ocupada con eso y ya que mis profesores me dijieron que leia muy fluidamente cof muchosfanfic cof ahora tengo que ensayar miles de presentaciones en relacion a todo esto (mes del mar) y por eso tampoco me he dado el tiempesito de responderle a cada uno , asi que lo are generalizado , buenoo muchass gracias a los que leen me alegra mucho que les guste la historia , y no se preocupen sobre esa relacion blaine y sebastian , ya veran mas adelanta que pasara , asi que porfavor no dejen el fic por eso xD
y pues eso ya me tengo ir porque mis trabajos esperan disculpen la tardanza y para recompensar le dejares spoilers jejejeje
- proximos capitulos:
- Se sabra la mentira que oculta blaine
blaine se sentira un poco confundido en lo que es sentimientos
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Espero que pronto termine Seblaine y tengamos a Klaine.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Por fin un Kliss, espero pronto Klaine y el fin de Seblaine
Besos
Besos
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
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