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[Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
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gleeclast
klaineshipper
maxi_glee
♫♥Anny Hummel♥♫
Gabriela Cruz
RiveraMyLove
gleemaniatica
11 participantes
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Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
!Hola Kris!
Ame el capitulo.
Aww fue muy lindo el Kliss, lo ame.
Espero que Blaine le haga caso a Kurt sobre contarle todo a Sebastian.
Me intriga saber que pasara con lo de la visita de la gente.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
Ame el capitulo.
Aww fue muy lindo el Kliss, lo ame.
Espero que Blaine le haga caso a Kurt sobre contarle todo a Sebastian.
Me intriga saber que pasara con lo de la visita de la gente.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me encanto mucho este grandioso capitulo espero actualices pronto ya quiero ver que pasa en el siguiente capitulo lo esperare muyyyy ansioso me encanta mucho esta grandiosa y muy genial historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola, me gusto mucho el capitulo, que lindo que se besaran, actualiza pronto.
Invitado- Invitado
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Gabriela Cruz escribió:Espero que pronto termine Seblaine y tengamos a Klaine.
Hola!!, y yo igual deseo que termine seblaine pero dale tiempo al tiempo ;D
Besos!
Gaby Klainer escribió:
Por fin un Kliss, espero pronto Klaine y el fin de Seblaine
Besos
Sii pofin un kliss!! , todos esperan el fin de seblaine hasta yo incluso jejejjeje
Besos!!!
Hola alex!!★Alex Colfer★ escribió:!Hola Kris!
Ame el capitulo.
Aww fue muy lindo el Kliss, lo ame.
Espero que Blaine le haga caso a Kurt sobre contarle todo a Sebastian.
Me intriga saber que pasara con lo de la visita de la gente.
Espero ansioso el próximo capitulo.
!Saludos!
y tranquilo le hara caso de contarle la verdad a sebastian , y pues Cof Problemas seblaine Cof
Besos!!
Holo!! , Que bueno que te haya gustado el cap. y mas cosas sucederán ¿Seran buenas ? , ¿Seran malas? pues hay veremos ;DGleeclast escribió:Me encanto mucho este grandioso capitulo espero actualices pronto ya quiero ver que pasa en el siguiente capitulo lo esperare muyyyy ansioso me encanta mucho esta grandiosa y muy genial historia
besos!!
jelou!!! ; me alegra que te haya gustado y si su kliss fue lindo lamentablemente Blaine anda medio enamoradiso con sebastian pero ya veremos en este capMarcee Colfer escribió:
Hola, me gusto mucho el capitulo, que lindo que se besaran, actualiza pronto.
Besos!!!
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Hola bonitos bueno le subire el cap en un rato mas ya que me falta un poco para terminar
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Capitulo 10: Se sabe la verdad
Holaaa bonitos mioss como estan bueno este es el cap 10 *no me digas* y hay esta lo esperado jejejejeje cuídense y disculpen la tardanza pero en lengua española , castellano o lenguaje (nose como le dicen ustedes) , no me saque una nota muy alta y como soy de notas bastantes altas mis padres se enojaron y me quitaron mis objetos electrónicos y mi celular es el único que tengo sin que me lo quiten y digamos que no es uno muy moderno por lo que me cuesta mucho hacer las cosas asique solo los fin de semanas podre publicar esperon que entiendas a esta despistada mujer que se le olvida estudiar para un examen y tengan paciencia
y mucha habla asique sin mas el capitulo 10
...............................................Los unicornios son reales.................................................
Capitulo 10 : Se sabe la verdad
Querido Diario:
Estoy excitado como una alumna de primer año en su primer día de clase. Esta noche tendrá lugar la exhibición del hogar, y si a mis padres no les gusta lo que ven, me sacarán de allí más rápido de lo que canta un gallo. No dejo de cruzar los dedos y de rogar para que todo salga bien. No sé que hacer con Sebatian. Kurt me dio un sermón sobre eso de que la honestidad es la mejor política, pero tampoco es él quien tendrá que pagar los platos rotos si algo sale mal. Sebas ya ha sufrido bastante la falta de honestidad y por el hecho de que lo hayan usado. De acuerdo, lo admito. Tal vez yo soy un poco superficial. Pero sólo un poco. Quiero decir que me gusta en serio esto de los servicios comunitarios, que estoy loco por Sebastian, y que no soy un benefactor con el corazón destrozado, temeroso de ensuciarse las manos.
De todos modos me sentí bastante mal anoche, cuando llegué a casa. Primero, me puse a llorar sin consuelo por su enfermedad, y apenas un segundo después, lo usé de paño de lágrimas contándole todos mis problemas ¿En qué posición me ha dejado esa actitud?
Blaine suspiró cuando releyó lo que había escrito esa mañana en su diario. Tal vez si no hacía nada, si se quedaba callado, todo saliera bien. Guardó el diario y, mientras tanto, pensó que tenía muy buenas probabilidades de que nadie abriera la boca frente a Sebastian en cuanto a los verdaderos motivos por los que el estaba trabajando en el hogar.
― ¿Han entendido, todas? ― preguntó la señora Drake al grupo de voluntarias ― Si notan que alguno de los pacientes se pone nervioso o se cansa, avisen a la señora Meeker o ayúdenlos ustedes mismas a subir a sus respectivos cuartos. Tanto Jamie como el señor Slocum se sienten muy mal. Nunca bajan.
― ¿Está bien que la gente suba? ― preguntó Nathy.
― Pueden subir y visitar las salas comunes, pero las habitaciones privadas de cada paciente quedan excluidas, salvo que algunos de ellos haya invitado a alguien a entrar. No violaremos la privacidad de nadie sólo porque hayamos organizado esta exhibición.
― ¿Qué hacemos si alguien quiere hacer una donación? ― preguntó Blaine. Tenía la esperanza de que sus padres sacaran su chequera aunque lo consideraba una utopía.
La señora Drake sonrió.
― Les ofrecen un bolígrafo y les comentan que el cheque podrá deducirse de sus impuestos. Vamos, no estén tan tristes. Se supone que esto será divertido.
Pero ya había transcurrido una hora y la diversión no llegaba para Blaine . El hogar se estaba colmando de gente. Dejo una bandeja con queso y galletas de agua, miró a su alrededor para ver si sus padres o sebastian habían llegado, y luego volvió a entrar en la cocina. La pobre señora rose estaba enloquecida. La comida se consumía mucho más rápido de lo que tarde el agua en escurrirse por una rejilla.
― ¿Cree que alcanzará? ― preguntó Blaine con ansiedad, mirando las bandejas listas para llevar al comedor.
― Tendría que alcanzar ― respondió la señora rose, aunque se la veía dubitativa. Alzó la vista al ver a Kurt que se asomaba.
Buscaba a Blaine.
― Vamos, nene, mueve tu trasero. Tenemos el salón lleno de gente hambrienta allí afuera.
― Me muevo lo más rápido posible ― se defendió Blaine y recogió una bandeja con troncos de apio rellenos. Se acercó a toda prisa a él ― ¿Cuántos más han aparecido?
― Bueno, están todas las voluntarias y la mayoría de sus amigos y parientes. También acaba de llegar un grupo de gente de la municipalidad, no olvides que este año habrá elecciones. Y también la mitad de los colados que suelen parar frente a la licorería.
Sonrió al ver la cara de espanto de Blaine.- No te asustes Bebe. Son buena gente.
― Nos quedaremos cortos con la comida ― se quejó Blaine.
― Claro que no ― se opuso Kurt ― Simplemente diles a los del coro de la Iglesia Bautista que les queda terminantemente prohibido comer hasta que no hayan terminado de cantar la última estrofa de Amazing Grace.
― No me resulta gracioso, Kurt ― rezongó la señora Rose desde la otra punta de la cocina ― Si no alcanza la comida, la gente se pondrá fastidiosa y cuando uno está nervioso, no tiene ganas de firmar cheques.
― Será mejor que salga a la arena ― dijo Blaine
Tragó saliva e inspiró hondo. Sus padres estaban por llegar de un momento a otro. También Sebastián y su madre, el aún no había decidido que hacer.
― ¿Vas a decirle la verdad? ― preguntó Kurt con toda tranquilidad.
El meneó la cabeza y le dio un empujón para pasar.
― No lo sé.
Kurt no le perdía pisada mientras el esquivaba pequeños grupos de personas que le obstaculizaban el camino a la mesa del comedor.
― La honestidad es la mejor política ― insistió.
― Déjame en paz ― gruñó Blaine entre dientes.
Luego disimuló una sonrisa al ver a nathy. Su amiga no había mezquinado vestuario para esa noche. Llevaba un ajustado vestido de satén azul con cuello volcado y mangas largas, acompañado de zapatos de satén al tono con tacones de diez centímetros, una colosal masa de rizos y el par de pendientes de fantasía mas largos que Blaine hubiera visto en su vida completaban el atuendo .
― Oigan, ustedes dos, ¿se divierten? Nathy tomó el brazo de Kurt lo atrajo hacia si y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
blaine los observó. Kurt tenía un buen aspecto esa noche. Llevaba una chaqueta de cordero y negro con pantalones de la misma tela y una camisa de vestir de mangas largas blanca, sin corbata. Si no se lo observaba en detalle, la ropa disimulaba con éxito la delgadez de su cuerpo. Tenía un buen color y una mirada pura y brillante. Sin embargo, Blaine se propuso vigilarlo de cerca. No quería que se fatigara.
― No puedo creer que haya venido tanta gente.
Nathy se rió.
― este año hemos tenido mucha suerte. Ojalá toda esta multitud sea generosa y no haya venido aquí solo para comer.
― Hablando de Roma ― intervino blaine ― será mejor que circule. ― Recogió una bandeja con comida plasmó sobre su rostro la mejor sonrisa que fue capaz, y se dirigió hacia los invitados.
Mientras atendía a unos y a otros, no dejaba de mirar la puerta de entrada. La señora rose, Nathy y la señora Drake se deshacían en atenciones con todo el mundo, todos tenían que pasarla muy bien. Las puertas ventana que daban al patio estaban abiertas, para evitar que el ambiente se pusiera pesado con tanta gente. Una música suave acompañaba los murmullos de las voces y las risas.
― Oye, nene ― Kurt apareció a su lado, como surgido de la nada ― Tu novio acaba de entrar.
― Oh, no ― blaine se volvió de inmediato y vio a sebastian con una mujer de mediana edad y cabellos oscuros, parados en la recepción, conversando con la señora Drake. Sbeastian lo buscó con la mirada hasta encontrarlo. Le sonrió y la saludó con la mano.
Después, tomó el brazo de su madre y la condujo al otro lado de la sala.
― Hola, Blaine. Te presento a mi madre, Susan Smythe.
― Me alegro de conocerte, querido ― dijo la señora Smythe con una tierna sonrisa ― Sebastian me habló mucho de ti. Me parece maravilloso que dediques tantas horas de tu tiempo libre trabajando en este lugar como voluntario.
― Es un placer conocerla ― respondió Blaine. Tenía el estómago hecho un nodo. ¡Lo único que le faltaba! Ahora la madre de Sebastian también lo creía un santo.
― Y…bueno, la verdad es que me gusta mucho trabajar aquí.
― Vaya, me alegro mucho de escuchar eso ― comentó una voz familiar a sus espaldas.
Blaine se volvió de inmediato.
― Papá, mamá ¡Vinieron!
― Por supuesto que vendríamos ― dijo su madre.
Sonrió a la señora Susan y a Sebastian. Blaine los presentó.
― Te necesita la señora rose ― dijo Nathy.
También apareció con la misma espontaneidad que Kurt. La expresión del rostro de Eleine al ver el conjunto de Nathy fue impagable. Blaine tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Luego de presentar a Nathy, se dirigió a la cocina.
Cuando salió de allí diez minutos después, con otro recipiente de ponche, se alegró de ver a Nathy y su madre como si hubieran sido viejas amigas.
Sebastian y su madre estaban hablando con James.
Ninguno parecía dispuesto a irse todavía.
Con mucho cuidado depositó el recipiente de ponche sobre la mesa. Kurt estaba allí embuchando verduras como si hubiera sido su última cena.
― ¿Cómo va todo? ― preguntó Blaine.
Él estaba masticando un bastón de zanahoria.
― Yo me estoy divirtiendo. ― Miró a Sebastian por encima del hombro ― Es un buen tipo. Se nota por el modo en que trata a su madre. Qué lástima que está de novio con una chico un poco afecto a mentir.
Fue como echar sal sobre una herida abierta.
― Basta de meter el dedo en la llaga. ¿Quieres? Me siento ya bastante culpable.
― Entonces dile la verdad.
― No puedo. ― ¡Como la presionaba con ese tema! ¿Por qué?
Blaine lo miró furioso, pero él ni parpadeó. Demonios ¿Por qué no le decía toda la verdad? ¿Por cobardía? ¿Por qué no tenía miedo de que él no quisiera volver a salir con el? Los pensamientos que se le cruzaron por la mente fueron uno más nefasto que el otro.
― Maldición ― protestó. ¿Estaba hablando con una persona que había tenido la valentía de enfrentar la muerte y el no era capaz de confesar a su novio la verdad? ― Está bien ― dijo pesaroso ― Se lo diré.
Kurt sólo se limitó a contemplarlo con ojos misteriosos.
― Y bien ― lo urgió. Buscaba un poco de crédito por lo que estaba por hacer. ― Di algo.
Entonces le sonrió.
― La verdad te hará libre.
― Si, es cierto ― masculló, un poco decepcionado porque al parecer Kurt no entendía hasta que punto se estaba arriesgando ― ¡Que generoso eres!
― ¿Y que pretendes? ¿Una medalla, un premio? Lo único que vas a hacer es decir la verdad a un hombre.
― Para ti es fácil decirlo.
― No seas tan negativo ― Kurt se rió ― ¿Qué es lo peor que podría pasar?
― No entiendes. Es probable que deje de gustarle, después de que se entere de todo.
― Si no te quiere por lo que eres ― razonó con seriedad ―.¿vale la pena tenerlo a tu lado?
― Me gusta ― rezongó entre dientes, fuera de sí ― No quiero perderlo.
― Repito ¿Qué es lo peor que podría pasar? ― Tomó otro bastón de zanahoria ― Si te quiere de verdad, lo tomará bien. Si no te quiere, es mejor terminar ahora.
― Podría abandonarme ― dijo Blaine ― Eso es lo que podría pasar, ¿Entonces, que haría yo?
― Lo que has hecho siempre ― respondió enigmático ― Vivir y ser capaz de decidir por ti mismo ― Con esa frase, dio media vuelta y se fue.
Blaine tuvo ganas de seguirlo, pero se contuvo. ¿Para que? ¿Qué esperaba Kurt de el? No era su gran amor el que podría escurrirse por la alcantarilla. Tampoco su vida la que estaba en juego. ¿Y porque estaba enojado? Después de todo, el haría lo correcto confesar la verdad a Sebastian.
― Necesitamos más servilletas ― le indicó la señora Drake desde el otro lado de la mesa del buffet. Blaine asintió y fue a buscarlas a toda prisa a la cocina. Entre llevar y traer las bandejas con comida, circular en torno a los invitados y vigilar a los pacientes, estaba demasiado ocupado como para preocuparse por el extraño humor de Kurt.
Cuando terminó de poner en la mesa toda la comida que quedaba, fue corriendo hacia las puertas a tomar un poco de aire. Aspiró profundo, y el aire dulce de la noche llenó sus pulmones. Oyó un ruido, como pisadas sobre el pavimento, y miró hacia afuera. Kurt estaba parado, donde empezaba la terraza, con los ojos fijos en el cielo. Blaine echó un vistazo hacia atrás, por encima de su hombro. Sebastian y Susan conversaban con su padre. Nathy y la señora Rose se habían instalado a sus anchas en el sillón y parecían compartir una entretenida charla con su madre. Era el momento justo para escaparse sin que nadie lo viera. Salió.
Kurt la oyó acercarse
― Lo lamento, Nene ― se disculpó ― No fue mi intención ser grosero contigo.
― ¿Entonces por qué me trataste de ese modo? ― le preguntó, por curiosidad más que por enfado.
Él se encogió de hombros.
-¿Quién sabe? Es que a veces estoy de un humor muy particular. ― Se volvió y la miró, con una expresión ilegible bajo la luz de la luna. Talvez ni yo mismo lo sepa.
Blaine pensó en formularle unas diez preguntas distintas a la vez, pero antes de que pudiera hacerlo se oyeron las notas musicales de un ave nocturna.
― Kurt
― Shh…― Le tapó los labios con un dedo. ― Escucha-murmuró ― Empezaron a cantar las aves ― Tenía los dedos flacos y la piel fría, pero Blaine no articuló palabra. No quería preguntarle cómo se sentía, ni por qué tenía las manos tan heladas. Sólo se quedó parado con él allí, bajo la luz de la luna. Kurt lo atrajo hacia sí y le rodeó los hombros con el brazo. El le apoyó la cabeza y cerro los ojos. Permanecieron así, juntos, durante un rato, escuchando el trino de los pájaros. Blaine trató de deglutir el nudo que de repente se formó en su garganta.
El canto se hizo más potente, pues varias aves más se habían unido al coro. Kurt le apretó el hombro y Blaine sintió que las lágrimas acudían a sus ojos. Parpadeó con desesperación, no deseaba arruinar la magia con un llanto de tristeza o compasión. La luna cubría el patio con pálidos haces de luz y sombras. El aroma de los jazmines inundaba el aire. Los pájaros cantaban.
Kurt se moría.
blaine temblaba, devastado de pronto por la extraña belleza de ese instante imposible. Un instante que, al desaparecer, ya nunca más podría recuperarse. Un instante robado al tiempo. Blaine supo que jamás lo olvidaría.
Permanecieron allí durante lo que a Blaine le pareció una eternidad, aunque en realidad fueron pocos minutos, Kurt se apartó, la tomó por los hombros y lo colocó frente a él.
― Me alegro de que hayas sido tú ― fue todo lo que dijo.
Blaine asintió, muda. Sabía a qué se refería. Tampoco el habría querido compartir eso con otra persona. Luego, entraron.
La exhibición estaba por terminar El matrimonio Anderson, con la señora Smythe detrás, se reunió con Blaine en el vestíbulo.
― Llevaremos a Susan a su casa ― dijo su madre orgullosa ―. Sebastian quiere llevarte a algún lado a comer.
― Oh, mamá, gracias ― espetó Blaine, sorprendido..
Su estado de shock fue mayor aún cuando vio a su padre sacar la chequera e ir tras la señora Drake hasta alcanzarla en el escritorio de la recepción.
Lo observó totalmente azorada mientras completaba el cheque-
- El trabajo que hacen aquí es maravilloso ― encomió James a la directora ― me alegro mucho de que mi hijo tenga esta oportunidad de hacer algo que valga la pena. Esto a dado a su vida una nueva perspectiva.
Sebastián estaba de pie junto a ella y despidieron a sus padres.
― ¿Listo? ― le preguntó con una sonrisa que le llegó al alma.
― Iré por mis cosas ― murmuró. De pronto se asustó ante lo que tendría que hacer.
― Estas demasiado callado esta noche ― dijo Sebastian ― No te oí más de diez palabras en total durante toda la noche.
― Supongo que solo estoy cansado ― Sonrió Sebastian abrió el auto, subió y extendió el brazo para destrabar la puerta de el.
― Si ― acepto, mientras colocaba la llave en el encendido ― Has trabajado mucho esta noche, a mamá le caíste muy bien, también tus padres.
― A mi me resultó muy agradable ― sabía que no podía posponerlo por mucho tiempo más. Tenía que decirle la verdad. Si bien durante la velada, la suerte la había acompañado y nadie del hogar lo había delatado, Kurt estaba en lo cierto: había caído en su propia trampa y no sería libre hasta que no hablara. Kurt. El solo pensar en él le dio coraje ― ¿Estás apurado?
sebastian lo miró sorprendido.
― No ― Le sonrió ― Mañana entro a trabajar a las diez, de modo que puedo dormir un rato más. ¿Por qué? ¿Qué tienes en mente?
― Tengo que hablar contigo ― le informó.
― Hablar ― la bromeó ― ¿Eso es todo? ― Su expresión se desvaneció ante la solemne expresión del rostro de su novio.
― Sebastián se trata de algo importante.
Él asintió. Salió del estacionamiento del bar.
― ¿A dónde quiero ir?
― Hay un estacionamiento vacío en la calle de mi casa ― Respondió ― Podemos hablar allí. Durante el trayecto al barrio de Blaine, charlaron de cosas sin importancia, y a medida que iba pasando el tiempo, el se daba cuenta de que perdía el coraje.
― Allí ― señaló cuando Sebastian tomó por la calle de su casa.
Se detuvo junto a la acera y apagó el motor. Luego se volvió para mirarla.
― ¿Se trata de alguno de esos sermones en los que uno dice: ―Lo lamento, no quiero volver a verte pero podemos seguir siendo amigos‖ y esas tonterías? ― Si bien quiso mantener un tono de voz indiferente, Blaine se dio cuenta de que estaba asustado.
Meneó la cabeza. Tenía las palmas de las manos mojadas y su corazón latía a tanta velocidad que ella creía estar haciendo vibrar el auto.
― No, pero después de que escuches lo que tengo que decir, tal vez seas tú el que no quiera volverme a ver nunca más. ― En realidad, no pensaba que ese sería el final, pero debía estar preparado para lo peor.
― De ninguna manera ― se acercó y lo besó en la boca. Fue un beso dulce y tierno. Ojalá no hubiera terminado nunca. Pero, por supuesto, terminó y Sebastian se apartó. ― Está bien, pasemos por esto de una vez por todas, así podremos dedicarnos a besarnos como Dios manda antes de llevarte a tú casa ― echó un rápido vistazo a su reloj luminoso. ― Prometía tu padre que llegarías antes de medianoche, son doce menos cuarto, así que apúrate.
Blaine carraspeó.
― Bueno, se que crees conocerme, pero…
― ¿Qué creo conocerte? ― La interrumpió ― Por supuesto que te conozco, y lo que conozco de ti, me gusta. Hemos pasado bastante tiempo juntos las últimas semanas.
― Sí ― comentó el ― pero siempre hay cosas que alguien como tú ignora.
― Sé todo lo que es importante. Eres honesto, amable y… ¡oh, Blaine! Reúnes todas las condiciones que yo busco en un chico.
―Por favor Dios ― imploró Blaine para sus adentros ― que siga pensando lo mismo después de mi confesión.‖
― Me alegro de que pienses esto. ¿Pero qué pasaría si te enterases de que no soy tan perfecto, ni tan bueno, ni tan santo? ¿Te seguiría gustando? ¿Desearías que siguiera siendo tu novio?
― ¿Blaine de qué estás hablando? ― Preguntó obviamente confundido ― No pretendo que seas perfecto. Y debes asumir tu altruismo. Te privas de casi todo tu tiempo libre para trabajar como voluntario en un hogar para enfermos terminales. Por el amor de Dios, no seas tan exigente contigo mismo.
Blaine tenía ganas de llorar.
― Es ese el punto, justamente. No lo hago por voluntad
― ¿Eh?
― Sebastian, escúchame. Y trata de no abrir juicios hasta que termine ¿De acuerdo?
― De acuerdo ― aceptó de mala gana.
Estaba muy acobardado por el tono suspicaz de sebastian.
― Antes de que empezaran las clases yo… yo… ― titubeó, había perdido toda la valentía.
― ¿Tú qué?
― Hice una rotunda estupidez. Algo de lo que no me siento orgulloso. Me arrestaron por mechero. ― Oyó el siseo del aliento contenido. Volvió el rostro y clavó la vista al frente. Ya había sufrido bastante al confesarse; no habría podido mirarlo a los ojos. ― Fui un tonto, un estúpido y lo hice para impresionar a mis amigos. El arresto fue lo peor que me pasó en la vida. Pero la cuestión de todo esto es que me condenaron a cumplir trescientas horas de servicios comunitarios. Por esa razón estoy en Lavender House.
Sebastian cerró los ojos pero no dijo nada. El silencio se prolongó. Blaine sentía que un hierro caliente le envolvía el corazón y lo oprimía sin piedad. Por fin, ya no pudo tolerarlo más.
― Pero me alegro de que me hallan mandado allí. De esa manera pude conocerte y hacer algo que valga la pena…
― Olvida el melodrama, ¿quieres? ― Sus palabras cortaron el aire como una fría navaja de acero ― si he oído bien, has estado mintiéndome durante semanas, ¿cierto?
― No te mentí ― protestó ― simplemente, no quería arriesgarme a contarte la verdad. Al menos hasta que nos conociéramos mejor, hasta que pudieras conocerme de verdad.
Él bufó con desdén.
― Oh, ahora si empiezo a conocerte. No eres más que otra de esas niñitos ricos divirtiéndose en los barrios bajos de la cuidad. La única diferencia es que no fuiste tu quien tomó la decisión de venir a visitarnos todos los días sino que te obligaron a hacerlo.
Lo miró con el corazón destrozado. El rostro de Sebastian revelaba una ira incontenible. Sus ojos lanzaban llamas, la boca era una línea dura y chata. Estaba apoyado contra la puerta del auto, como si acercarse a Blaine lo hubiera contaminado.
― ¿cómo puedes decir eso? ¿En qué me equivoqué tanto? Cometí un error. Me arrestaron por mechero*. Por eso no soy una persona despreciable. Y tampoco fui a divertirme allí. Me alegro de que me hayan destinado a Lavender House.
― No es porque hayas robado en una tienda ― refunfuñó ― ¡Lo que me molesta es que te hayas esperado casi un mes para contarme la verdad! Me imagino que te habrás divertido a costa mía. Cada vez que habría la boca, debes de haberte reído como loco. ¿Por qué no me paraste? Me has hecho quedar como un tonto. Dejaste que me llenara la boca hablando de tu nobleza y dedicación. ― Pero...
― Y sólo ibas al hogar a cumplir tu condena ― meneó la cabeza ― No puedo creer que me hayan engañado otra vez. La historia de Elliot se repite. Claro que en el caso de el yo sólo fui una herramienta para enfrentar a sus padres. En tu caso ¿qué soy?
― Alguien por quien he perdido la razón ― gritó Blaine ― eso es lo que eres.
― Sí, claro ― se mofó. El sarcasmo brotaba de voz como un veneno. ― ¿Qué represento yo para ti Blaine? ¿Una penitencia? ¿El chico pobre de los barrios humildes de la ciudad con el cual salías a modo de castigo por haber sido descubierto, o un poco de diversión para aliviar la carga de tener que cumplir una pena?
Entonces fue el quien se enfureció. Se había equivocado al no contarle la verdad desde un principio, pero ahora estaba enmendándolo. Sebastián exageraba más de lo razonable.
― Salí contigo porque me gustas. Lo único que eres para mi es una persona. Alguien que me interesa de verdad, pero que está demostrando, y con creces, que todavía sangra por la herida que le dejó su antiguo novio.
Desabrochó su cinturón de seguridad y abrió la puerta. Se bajó del auto de inmediato y se volvió para mirarlo. Sebastián tenía la vista fija al frente.
― Me gustas Sebas, y te pido disculpas por no haberte dicho la verdad desde un principio. Pero en ningún momento te usé ni me reí de ti y, mucho menos, salí contigo a modo de penitencia.
El no abrió la boca.
Con el corazón hecho añicos, cerró de un portazo y salió corriendo. No oyó el ruido del motor sino hasta que estuvo dentro de su casa.
Durmió poco y nada. Por momentos lloraba e insultaba y no dejó de dar vueltas casi hasta el amanecer, cuando por fin calló en un sueño inquieto. Por suerte no tuvo que enfrentar a sus padres. Habían ido a un club a jugar un torneo de bridge que duraría toda la jornada. Por lo tanto, pasó todo el día lloriqueando en su cama y esperando una llamada. Pero el teléfono permaneció mudo.
El lunes por la mañana le costó mucho fingir alegría frente a sus padres, pero, a pesar de la ruptura con Sebastian― hecho que ya daba por sentado como irreparable ―, no podía arriesgarse a que sus padres lo notaran deprimido. Todavía existía el peligro de que quisieran sacarlo del hogar. Se esforzó por tragarse el desayuno y hablar con entusiasmo de la exhibición.
― ¿Sabes? ― reflexionó su madre mientras se servía otra taz de café ― estoy pensando que tengo que trabajar menos horas.
― Buena idea ― coincidió su esposo ― Sería muy positivo para nosotros que pasaras más tiempo en casa.
― En realidad ― sonrió con picardía ― tengo la esperanza de que tú hagas lo mismo. De ese modo podríamos trabajar como voluntarios.
― ¿Juntos? ― Si bien la sugerencia lo sorprendió no pareció en absoluto molesto. ― Es una posibilidad. De un tiempo a esta parte yo también quería reducir mis horarios. El trabajo no me ha dado tantas satisfacciones como esperaba. Quizás debamos tenerlo en cuenta.
― Bien ― Eleine sonrió con calidez a su hijo, obligándolo a corresponderle el gesto, aunque en realidad, el tenía el corazón destrozado ― Blaine parece haber madurado después de esta experiencia, y cuando oí a Nathy hablando de lo feliz que era por dedicar su tiempo a... ― se interrumpió avergonzada su madre .
A pesar de su angustia, Blaine se sintió emocionado.
― Sé a que te refieres mamá ― dijo. Extendió la mano y palmeó la de su madre con afecto.
― Sé que esto puede parecer cursi ― agregó Eleine, encogiéndose de hombros ― pero anoche me di cuenta de las necesidades que hay en el mundo y de lo poco que hacemos nosotros para ayudar.
― Colaboramos con la caridad ― señaló James.
― Es cierto, pero yo creo que dar parte de ti mismo es algo diferente. Te cambia.
Que suerte, pensó Blaine. Terminó su desayuno, despidió a su padre con un beso y salió corriendo detrás de su madre para que la llevara al colegio.
Esa tarde, cuando llegó al hogar, los cálidos mimos que había recibido de sus padres se habían evaporado por completo. Otra vez se había hundido en la fosa de la depresión, de la que no se creía capaz de salir.
Entró en el edificio, Kurt lo estaba esperando.
― ¿Cómo te fue?
― De lo peor ― dejó caer su mochila con rabia detrás del escenario y marchó por el corredor hacia el armario de las escobas. Tiró del carro y comenzó a cargarlo con artículos de limpieza.
― ¿Tan mal? ― Gabriel estaba inquieto, incómodo ― Bueno, por lo menos ahora no eres presa de una mentira. Me refiero a que no tienes que preocuparte de que Sebastian vaya a enterarse por terceros.
― Oh, claro que no. Yo en persona le conté toda la verdad, tal como tú me indicaste. ― Apoyó con violencia la botella del limpiavidrios en el estante de arriba ― sí, tu consejo no pudo haber sido mejor, Kurt. ¿Sabes cual es el único problema? Que ya no tengo novio.
Kurt hizo una mueca.
― Oye, lo lamento. Pero siempre es mejor hablar con honestidad.
― Honestidad ― gritó ― ¿Y de que me sirve ser honesto? Había una posibilidad de que él nunca se enterase. ― Ni lo sueñes, nene ― se opuso ― De una manera u otra se iba a enterar. La mentira tiene patas cortas. Además, si le gustas de verdad, si te quiere. Volverá.
― No volverá ― aseguró Blaine. Recordó la expresión de su rostro, el disgusto que le había impedido mirarlo a los ojos ― Lo se. Lo he perdido y estoy muy dolorido.
― Blaine ― comenzó Kurt ― la moraleja en todo esto es que, si no pudo aceptar toda la historia, la verdad sobre ti, lo de ustedes no habría resultado de todos modos. Una pareja que se quiere de verdad no puede construirse sobre secretos y mentiras.
Blaine estaba que se lo llevaban los demonios. Su vida era una complicación. El único chico que le había interesado en toda su existencia lo creía un maldito mentiroso, conspirador y despiadado, y
Kurt todavía tenía el coraje de sermonearlo sobre el valor de la verdad.
― Eres un fanático de la verdad, ¿no Kurt? En especial cuando no tienes nada que perder. Bien, déjame que te aclare algo: no eres tú el que debe pagar los platos rotos.
― Yo he enfrentado verdades muy duras ― le recordó ― y lo sabes.
Esa frase fue como una bofetada. Cerró los ojos y apoyó todo el peso de su cuerpo contra el marco de la puerta.
― Lo lamento. No debo descargarme contigo. No es tu culpa.
Kurt se echó a reír a carcajadas.
― Deja de ser compasivo, ¿quieres? ― Extendió el brazo y lo obligó a volverse para que lo mirase a los ojos. ― Claro que es mi culpa. No le habrías dicho ni media palabra si yo no hubiera insistido tanto. Así que deja de ser amable conmigo sólo porque estoy al borde la de muerte.
― Muy bien ― gruñó ― Todo esto es culpa tuya, si no estuvieras tan enfermo, ya te habría retorcido el cuello.
Kurt lo contempló durante un largo rato y luego volvió a reír.
― Esto no me causa ninguna gracias Kurt ― le advirtió el.
― Lo sé ― Dejó de reírse y lo atrajo hacia sí. Lo abrazó y lo apretó con fuerza ― Ya lo sé, Blainie. No tiene ninguna gracia. Ese chico te gustaba mucho y yo te arruiné la relación. Pero no te preocupes, las cosas a la larga se solucionan.
― No ― contravino el, con un tono de voz casi inaudible contra el pecho de Kurt. No sólo había perdido a Sebastian sino que también tendría que soportar la ausencia de Kurt dentro de poco. Las lágrimas acudieron a sus ojos; esta vez no hizo nada para contenerlas.
― Nunca salen las cosas como uno quiere ― sollozó ― Y yo ya perdí la fe en los milagros.
― En eso te equivocas, Blaine ― murmuró, con los labios rozándole la oreja ― Ocurren milagros a diario. Sólo que a veces no los ves.
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Mechero:Ladron
Capitulo restantes : 3 + Epilogo
Cuidense los adoro!!!
XoXoXo
y mucha habla asique sin mas el capitulo 10
...............................................Los unicornios son reales.................................................
Capitulo 10 : Se sabe la verdad
14 de octubre
Querido Diario:
Estoy excitado como una alumna de primer año en su primer día de clase. Esta noche tendrá lugar la exhibición del hogar, y si a mis padres no les gusta lo que ven, me sacarán de allí más rápido de lo que canta un gallo. No dejo de cruzar los dedos y de rogar para que todo salga bien. No sé que hacer con Sebatian. Kurt me dio un sermón sobre eso de que la honestidad es la mejor política, pero tampoco es él quien tendrá que pagar los platos rotos si algo sale mal. Sebas ya ha sufrido bastante la falta de honestidad y por el hecho de que lo hayan usado. De acuerdo, lo admito. Tal vez yo soy un poco superficial. Pero sólo un poco. Quiero decir que me gusta en serio esto de los servicios comunitarios, que estoy loco por Sebastian, y que no soy un benefactor con el corazón destrozado, temeroso de ensuciarse las manos.
De todos modos me sentí bastante mal anoche, cuando llegué a casa. Primero, me puse a llorar sin consuelo por su enfermedad, y apenas un segundo después, lo usé de paño de lágrimas contándole todos mis problemas ¿En qué posición me ha dejado esa actitud?
Blaine suspiró cuando releyó lo que había escrito esa mañana en su diario. Tal vez si no hacía nada, si se quedaba callado, todo saliera bien. Guardó el diario y, mientras tanto, pensó que tenía muy buenas probabilidades de que nadie abriera la boca frente a Sebastian en cuanto a los verdaderos motivos por los que el estaba trabajando en el hogar.
― ¿Han entendido, todas? ― preguntó la señora Drake al grupo de voluntarias ― Si notan que alguno de los pacientes se pone nervioso o se cansa, avisen a la señora Meeker o ayúdenlos ustedes mismas a subir a sus respectivos cuartos. Tanto Jamie como el señor Slocum se sienten muy mal. Nunca bajan.
― ¿Está bien que la gente suba? ― preguntó Nathy.
― Pueden subir y visitar las salas comunes, pero las habitaciones privadas de cada paciente quedan excluidas, salvo que algunos de ellos haya invitado a alguien a entrar. No violaremos la privacidad de nadie sólo porque hayamos organizado esta exhibición.
― ¿Qué hacemos si alguien quiere hacer una donación? ― preguntó Blaine. Tenía la esperanza de que sus padres sacaran su chequera aunque lo consideraba una utopía.
La señora Drake sonrió.
― Les ofrecen un bolígrafo y les comentan que el cheque podrá deducirse de sus impuestos. Vamos, no estén tan tristes. Se supone que esto será divertido.
Pero ya había transcurrido una hora y la diversión no llegaba para Blaine . El hogar se estaba colmando de gente. Dejo una bandeja con queso y galletas de agua, miró a su alrededor para ver si sus padres o sebastian habían llegado, y luego volvió a entrar en la cocina. La pobre señora rose estaba enloquecida. La comida se consumía mucho más rápido de lo que tarde el agua en escurrirse por una rejilla.
― ¿Cree que alcanzará? ― preguntó Blaine con ansiedad, mirando las bandejas listas para llevar al comedor.
― Tendría que alcanzar ― respondió la señora rose, aunque se la veía dubitativa. Alzó la vista al ver a Kurt que se asomaba.
Buscaba a Blaine.
― Vamos, nene, mueve tu trasero. Tenemos el salón lleno de gente hambrienta allí afuera.
― Me muevo lo más rápido posible ― se defendió Blaine y recogió una bandeja con troncos de apio rellenos. Se acercó a toda prisa a él ― ¿Cuántos más han aparecido?
― Bueno, están todas las voluntarias y la mayoría de sus amigos y parientes. También acaba de llegar un grupo de gente de la municipalidad, no olvides que este año habrá elecciones. Y también la mitad de los colados que suelen parar frente a la licorería.
Sonrió al ver la cara de espanto de Blaine.- No te asustes Bebe. Son buena gente.
― Nos quedaremos cortos con la comida ― se quejó Blaine.
― Claro que no ― se opuso Kurt ― Simplemente diles a los del coro de la Iglesia Bautista que les queda terminantemente prohibido comer hasta que no hayan terminado de cantar la última estrofa de Amazing Grace.
― No me resulta gracioso, Kurt ― rezongó la señora Rose desde la otra punta de la cocina ― Si no alcanza la comida, la gente se pondrá fastidiosa y cuando uno está nervioso, no tiene ganas de firmar cheques.
― Será mejor que salga a la arena ― dijo Blaine
Tragó saliva e inspiró hondo. Sus padres estaban por llegar de un momento a otro. También Sebastián y su madre, el aún no había decidido que hacer.
― ¿Vas a decirle la verdad? ― preguntó Kurt con toda tranquilidad.
El meneó la cabeza y le dio un empujón para pasar.
― No lo sé.
Kurt no le perdía pisada mientras el esquivaba pequeños grupos de personas que le obstaculizaban el camino a la mesa del comedor.
― La honestidad es la mejor política ― insistió.
― Déjame en paz ― gruñó Blaine entre dientes.
Luego disimuló una sonrisa al ver a nathy. Su amiga no había mezquinado vestuario para esa noche. Llevaba un ajustado vestido de satén azul con cuello volcado y mangas largas, acompañado de zapatos de satén al tono con tacones de diez centímetros, una colosal masa de rizos y el par de pendientes de fantasía mas largos que Blaine hubiera visto en su vida completaban el atuendo .
― Oigan, ustedes dos, ¿se divierten? Nathy tomó el brazo de Kurt lo atrajo hacia si y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
blaine los observó. Kurt tenía un buen aspecto esa noche. Llevaba una chaqueta de cordero y negro con pantalones de la misma tela y una camisa de vestir de mangas largas blanca, sin corbata. Si no se lo observaba en detalle, la ropa disimulaba con éxito la delgadez de su cuerpo. Tenía un buen color y una mirada pura y brillante. Sin embargo, Blaine se propuso vigilarlo de cerca. No quería que se fatigara.
― No puedo creer que haya venido tanta gente.
Nathy se rió.
― este año hemos tenido mucha suerte. Ojalá toda esta multitud sea generosa y no haya venido aquí solo para comer.
― Hablando de Roma ― intervino blaine ― será mejor que circule. ― Recogió una bandeja con comida plasmó sobre su rostro la mejor sonrisa que fue capaz, y se dirigió hacia los invitados.
Mientras atendía a unos y a otros, no dejaba de mirar la puerta de entrada. La señora rose, Nathy y la señora Drake se deshacían en atenciones con todo el mundo, todos tenían que pasarla muy bien. Las puertas ventana que daban al patio estaban abiertas, para evitar que el ambiente se pusiera pesado con tanta gente. Una música suave acompañaba los murmullos de las voces y las risas.
― Oye, nene ― Kurt apareció a su lado, como surgido de la nada ― Tu novio acaba de entrar.
― Oh, no ― blaine se volvió de inmediato y vio a sebastian con una mujer de mediana edad y cabellos oscuros, parados en la recepción, conversando con la señora Drake. Sbeastian lo buscó con la mirada hasta encontrarlo. Le sonrió y la saludó con la mano.
Después, tomó el brazo de su madre y la condujo al otro lado de la sala.
― Hola, Blaine. Te presento a mi madre, Susan Smythe.
― Me alegro de conocerte, querido ― dijo la señora Smythe con una tierna sonrisa ― Sebastian me habló mucho de ti. Me parece maravilloso que dediques tantas horas de tu tiempo libre trabajando en este lugar como voluntario.
― Es un placer conocerla ― respondió Blaine. Tenía el estómago hecho un nodo. ¡Lo único que le faltaba! Ahora la madre de Sebastian también lo creía un santo.
― Y…bueno, la verdad es que me gusta mucho trabajar aquí.
― Vaya, me alegro mucho de escuchar eso ― comentó una voz familiar a sus espaldas.
Blaine se volvió de inmediato.
― Papá, mamá ¡Vinieron!
― Por supuesto que vendríamos ― dijo su madre.
Sonrió a la señora Susan y a Sebastian. Blaine los presentó.
― Te necesita la señora rose ― dijo Nathy.
También apareció con la misma espontaneidad que Kurt. La expresión del rostro de Eleine al ver el conjunto de Nathy fue impagable. Blaine tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada. Luego de presentar a Nathy, se dirigió a la cocina.
Cuando salió de allí diez minutos después, con otro recipiente de ponche, se alegró de ver a Nathy y su madre como si hubieran sido viejas amigas.
Sebastian y su madre estaban hablando con James.
Ninguno parecía dispuesto a irse todavía.
Con mucho cuidado depositó el recipiente de ponche sobre la mesa. Kurt estaba allí embuchando verduras como si hubiera sido su última cena.
― ¿Cómo va todo? ― preguntó Blaine.
Él estaba masticando un bastón de zanahoria.
― Yo me estoy divirtiendo. ― Miró a Sebastian por encima del hombro ― Es un buen tipo. Se nota por el modo en que trata a su madre. Qué lástima que está de novio con una chico un poco afecto a mentir.
Fue como echar sal sobre una herida abierta.
― Basta de meter el dedo en la llaga. ¿Quieres? Me siento ya bastante culpable.
― Entonces dile la verdad.
― No puedo. ― ¡Como la presionaba con ese tema! ¿Por qué?
Blaine lo miró furioso, pero él ni parpadeó. Demonios ¿Por qué no le decía toda la verdad? ¿Por cobardía? ¿Por qué no tenía miedo de que él no quisiera volver a salir con el? Los pensamientos que se le cruzaron por la mente fueron uno más nefasto que el otro.
― Maldición ― protestó. ¿Estaba hablando con una persona que había tenido la valentía de enfrentar la muerte y el no era capaz de confesar a su novio la verdad? ― Está bien ― dijo pesaroso ― Se lo diré.
Kurt sólo se limitó a contemplarlo con ojos misteriosos.
― Y bien ― lo urgió. Buscaba un poco de crédito por lo que estaba por hacer. ― Di algo.
Entonces le sonrió.
― La verdad te hará libre.
― Si, es cierto ― masculló, un poco decepcionado porque al parecer Kurt no entendía hasta que punto se estaba arriesgando ― ¡Que generoso eres!
― ¿Y que pretendes? ¿Una medalla, un premio? Lo único que vas a hacer es decir la verdad a un hombre.
― Para ti es fácil decirlo.
― No seas tan negativo ― Kurt se rió ― ¿Qué es lo peor que podría pasar?
― No entiendes. Es probable que deje de gustarle, después de que se entere de todo.
― Si no te quiere por lo que eres ― razonó con seriedad ―.¿vale la pena tenerlo a tu lado?
― Me gusta ― rezongó entre dientes, fuera de sí ― No quiero perderlo.
― Repito ¿Qué es lo peor que podría pasar? ― Tomó otro bastón de zanahoria ― Si te quiere de verdad, lo tomará bien. Si no te quiere, es mejor terminar ahora.
― Podría abandonarme ― dijo Blaine ― Eso es lo que podría pasar, ¿Entonces, que haría yo?
― Lo que has hecho siempre ― respondió enigmático ― Vivir y ser capaz de decidir por ti mismo ― Con esa frase, dio media vuelta y se fue.
Blaine tuvo ganas de seguirlo, pero se contuvo. ¿Para que? ¿Qué esperaba Kurt de el? No era su gran amor el que podría escurrirse por la alcantarilla. Tampoco su vida la que estaba en juego. ¿Y porque estaba enojado? Después de todo, el haría lo correcto confesar la verdad a Sebastian.
― Necesitamos más servilletas ― le indicó la señora Drake desde el otro lado de la mesa del buffet. Blaine asintió y fue a buscarlas a toda prisa a la cocina. Entre llevar y traer las bandejas con comida, circular en torno a los invitados y vigilar a los pacientes, estaba demasiado ocupado como para preocuparse por el extraño humor de Kurt.
Cuando terminó de poner en la mesa toda la comida que quedaba, fue corriendo hacia las puertas a tomar un poco de aire. Aspiró profundo, y el aire dulce de la noche llenó sus pulmones. Oyó un ruido, como pisadas sobre el pavimento, y miró hacia afuera. Kurt estaba parado, donde empezaba la terraza, con los ojos fijos en el cielo. Blaine echó un vistazo hacia atrás, por encima de su hombro. Sebastian y Susan conversaban con su padre. Nathy y la señora Rose se habían instalado a sus anchas en el sillón y parecían compartir una entretenida charla con su madre. Era el momento justo para escaparse sin que nadie lo viera. Salió.
Kurt la oyó acercarse
― Lo lamento, Nene ― se disculpó ― No fue mi intención ser grosero contigo.
― ¿Entonces por qué me trataste de ese modo? ― le preguntó, por curiosidad más que por enfado.
Él se encogió de hombros.
-¿Quién sabe? Es que a veces estoy de un humor muy particular. ― Se volvió y la miró, con una expresión ilegible bajo la luz de la luna. Talvez ni yo mismo lo sepa.
Blaine pensó en formularle unas diez preguntas distintas a la vez, pero antes de que pudiera hacerlo se oyeron las notas musicales de un ave nocturna.
― Kurt
― Shh…― Le tapó los labios con un dedo. ― Escucha-murmuró ― Empezaron a cantar las aves ― Tenía los dedos flacos y la piel fría, pero Blaine no articuló palabra. No quería preguntarle cómo se sentía, ni por qué tenía las manos tan heladas. Sólo se quedó parado con él allí, bajo la luz de la luna. Kurt lo atrajo hacia sí y le rodeó los hombros con el brazo. El le apoyó la cabeza y cerro los ojos. Permanecieron así, juntos, durante un rato, escuchando el trino de los pájaros. Blaine trató de deglutir el nudo que de repente se formó en su garganta.
El canto se hizo más potente, pues varias aves más se habían unido al coro. Kurt le apretó el hombro y Blaine sintió que las lágrimas acudían a sus ojos. Parpadeó con desesperación, no deseaba arruinar la magia con un llanto de tristeza o compasión. La luna cubría el patio con pálidos haces de luz y sombras. El aroma de los jazmines inundaba el aire. Los pájaros cantaban.
Kurt se moría.
blaine temblaba, devastado de pronto por la extraña belleza de ese instante imposible. Un instante que, al desaparecer, ya nunca más podría recuperarse. Un instante robado al tiempo. Blaine supo que jamás lo olvidaría.
Permanecieron allí durante lo que a Blaine le pareció una eternidad, aunque en realidad fueron pocos minutos, Kurt se apartó, la tomó por los hombros y lo colocó frente a él.
― Me alegro de que hayas sido tú ― fue todo lo que dijo.
Blaine asintió, muda. Sabía a qué se refería. Tampoco el habría querido compartir eso con otra persona. Luego, entraron.
La exhibición estaba por terminar El matrimonio Anderson, con la señora Smythe detrás, se reunió con Blaine en el vestíbulo.
― Llevaremos a Susan a su casa ― dijo su madre orgullosa ―. Sebastian quiere llevarte a algún lado a comer.
― Oh, mamá, gracias ― espetó Blaine, sorprendido..
Su estado de shock fue mayor aún cuando vio a su padre sacar la chequera e ir tras la señora Drake hasta alcanzarla en el escritorio de la recepción.
Lo observó totalmente azorada mientras completaba el cheque-
- El trabajo que hacen aquí es maravilloso ― encomió James a la directora ― me alegro mucho de que mi hijo tenga esta oportunidad de hacer algo que valga la pena. Esto a dado a su vida una nueva perspectiva.
Sebastián estaba de pie junto a ella y despidieron a sus padres.
― ¿Listo? ― le preguntó con una sonrisa que le llegó al alma.
― Iré por mis cosas ― murmuró. De pronto se asustó ante lo que tendría que hacer.
― Estas demasiado callado esta noche ― dijo Sebastian ― No te oí más de diez palabras en total durante toda la noche.
― Supongo que solo estoy cansado ― Sonrió Sebastian abrió el auto, subió y extendió el brazo para destrabar la puerta de el.
― Si ― acepto, mientras colocaba la llave en el encendido ― Has trabajado mucho esta noche, a mamá le caíste muy bien, también tus padres.
― A mi me resultó muy agradable ― sabía que no podía posponerlo por mucho tiempo más. Tenía que decirle la verdad. Si bien durante la velada, la suerte la había acompañado y nadie del hogar lo había delatado, Kurt estaba en lo cierto: había caído en su propia trampa y no sería libre hasta que no hablara. Kurt. El solo pensar en él le dio coraje ― ¿Estás apurado?
sebastian lo miró sorprendido.
― No ― Le sonrió ― Mañana entro a trabajar a las diez, de modo que puedo dormir un rato más. ¿Por qué? ¿Qué tienes en mente?
― Tengo que hablar contigo ― le informó.
― Hablar ― la bromeó ― ¿Eso es todo? ― Su expresión se desvaneció ante la solemne expresión del rostro de su novio.
― Sebastián se trata de algo importante.
Él asintió. Salió del estacionamiento del bar.
― ¿A dónde quiero ir?
― Hay un estacionamiento vacío en la calle de mi casa ― Respondió ― Podemos hablar allí. Durante el trayecto al barrio de Blaine, charlaron de cosas sin importancia, y a medida que iba pasando el tiempo, el se daba cuenta de que perdía el coraje.
― Allí ― señaló cuando Sebastian tomó por la calle de su casa.
Se detuvo junto a la acera y apagó el motor. Luego se volvió para mirarla.
― ¿Se trata de alguno de esos sermones en los que uno dice: ―Lo lamento, no quiero volver a verte pero podemos seguir siendo amigos‖ y esas tonterías? ― Si bien quiso mantener un tono de voz indiferente, Blaine se dio cuenta de que estaba asustado.
Meneó la cabeza. Tenía las palmas de las manos mojadas y su corazón latía a tanta velocidad que ella creía estar haciendo vibrar el auto.
― No, pero después de que escuches lo que tengo que decir, tal vez seas tú el que no quiera volverme a ver nunca más. ― En realidad, no pensaba que ese sería el final, pero debía estar preparado para lo peor.
― De ninguna manera ― se acercó y lo besó en la boca. Fue un beso dulce y tierno. Ojalá no hubiera terminado nunca. Pero, por supuesto, terminó y Sebastian se apartó. ― Está bien, pasemos por esto de una vez por todas, así podremos dedicarnos a besarnos como Dios manda antes de llevarte a tú casa ― echó un rápido vistazo a su reloj luminoso. ― Prometía tu padre que llegarías antes de medianoche, son doce menos cuarto, así que apúrate.
Blaine carraspeó.
― Bueno, se que crees conocerme, pero…
― ¿Qué creo conocerte? ― La interrumpió ― Por supuesto que te conozco, y lo que conozco de ti, me gusta. Hemos pasado bastante tiempo juntos las últimas semanas.
― Sí ― comentó el ― pero siempre hay cosas que alguien como tú ignora.
― Sé todo lo que es importante. Eres honesto, amable y… ¡oh, Blaine! Reúnes todas las condiciones que yo busco en un chico.
―Por favor Dios ― imploró Blaine para sus adentros ― que siga pensando lo mismo después de mi confesión.‖
― Me alegro de que pienses esto. ¿Pero qué pasaría si te enterases de que no soy tan perfecto, ni tan bueno, ni tan santo? ¿Te seguiría gustando? ¿Desearías que siguiera siendo tu novio?
― ¿Blaine de qué estás hablando? ― Preguntó obviamente confundido ― No pretendo que seas perfecto. Y debes asumir tu altruismo. Te privas de casi todo tu tiempo libre para trabajar como voluntario en un hogar para enfermos terminales. Por el amor de Dios, no seas tan exigente contigo mismo.
Blaine tenía ganas de llorar.
― Es ese el punto, justamente. No lo hago por voluntad
― ¿Eh?
― Sebastian, escúchame. Y trata de no abrir juicios hasta que termine ¿De acuerdo?
― De acuerdo ― aceptó de mala gana.
Estaba muy acobardado por el tono suspicaz de sebastian.
― Antes de que empezaran las clases yo… yo… ― titubeó, había perdido toda la valentía.
― ¿Tú qué?
― Hice una rotunda estupidez. Algo de lo que no me siento orgulloso. Me arrestaron por mechero. ― Oyó el siseo del aliento contenido. Volvió el rostro y clavó la vista al frente. Ya había sufrido bastante al confesarse; no habría podido mirarlo a los ojos. ― Fui un tonto, un estúpido y lo hice para impresionar a mis amigos. El arresto fue lo peor que me pasó en la vida. Pero la cuestión de todo esto es que me condenaron a cumplir trescientas horas de servicios comunitarios. Por esa razón estoy en Lavender House.
Sebastian cerró los ojos pero no dijo nada. El silencio se prolongó. Blaine sentía que un hierro caliente le envolvía el corazón y lo oprimía sin piedad. Por fin, ya no pudo tolerarlo más.
― Pero me alegro de que me hallan mandado allí. De esa manera pude conocerte y hacer algo que valga la pena…
― Olvida el melodrama, ¿quieres? ― Sus palabras cortaron el aire como una fría navaja de acero ― si he oído bien, has estado mintiéndome durante semanas, ¿cierto?
― No te mentí ― protestó ― simplemente, no quería arriesgarme a contarte la verdad. Al menos hasta que nos conociéramos mejor, hasta que pudieras conocerme de verdad.
Él bufó con desdén.
― Oh, ahora si empiezo a conocerte. No eres más que otra de esas niñitos ricos divirtiéndose en los barrios bajos de la cuidad. La única diferencia es que no fuiste tu quien tomó la decisión de venir a visitarnos todos los días sino que te obligaron a hacerlo.
Lo miró con el corazón destrozado. El rostro de Sebastian revelaba una ira incontenible. Sus ojos lanzaban llamas, la boca era una línea dura y chata. Estaba apoyado contra la puerta del auto, como si acercarse a Blaine lo hubiera contaminado.
― ¿cómo puedes decir eso? ¿En qué me equivoqué tanto? Cometí un error. Me arrestaron por mechero*. Por eso no soy una persona despreciable. Y tampoco fui a divertirme allí. Me alegro de que me hayan destinado a Lavender House.
― No es porque hayas robado en una tienda ― refunfuñó ― ¡Lo que me molesta es que te hayas esperado casi un mes para contarme la verdad! Me imagino que te habrás divertido a costa mía. Cada vez que habría la boca, debes de haberte reído como loco. ¿Por qué no me paraste? Me has hecho quedar como un tonto. Dejaste que me llenara la boca hablando de tu nobleza y dedicación. ― Pero...
― Y sólo ibas al hogar a cumplir tu condena ― meneó la cabeza ― No puedo creer que me hayan engañado otra vez. La historia de Elliot se repite. Claro que en el caso de el yo sólo fui una herramienta para enfrentar a sus padres. En tu caso ¿qué soy?
― Alguien por quien he perdido la razón ― gritó Blaine ― eso es lo que eres.
― Sí, claro ― se mofó. El sarcasmo brotaba de voz como un veneno. ― ¿Qué represento yo para ti Blaine? ¿Una penitencia? ¿El chico pobre de los barrios humildes de la ciudad con el cual salías a modo de castigo por haber sido descubierto, o un poco de diversión para aliviar la carga de tener que cumplir una pena?
Entonces fue el quien se enfureció. Se había equivocado al no contarle la verdad desde un principio, pero ahora estaba enmendándolo. Sebastián exageraba más de lo razonable.
― Salí contigo porque me gustas. Lo único que eres para mi es una persona. Alguien que me interesa de verdad, pero que está demostrando, y con creces, que todavía sangra por la herida que le dejó su antiguo novio.
Desabrochó su cinturón de seguridad y abrió la puerta. Se bajó del auto de inmediato y se volvió para mirarlo. Sebastián tenía la vista fija al frente.
― Me gustas Sebas, y te pido disculpas por no haberte dicho la verdad desde un principio. Pero en ningún momento te usé ni me reí de ti y, mucho menos, salí contigo a modo de penitencia.
El no abrió la boca.
Con el corazón hecho añicos, cerró de un portazo y salió corriendo. No oyó el ruido del motor sino hasta que estuvo dentro de su casa.
Durmió poco y nada. Por momentos lloraba e insultaba y no dejó de dar vueltas casi hasta el amanecer, cuando por fin calló en un sueño inquieto. Por suerte no tuvo que enfrentar a sus padres. Habían ido a un club a jugar un torneo de bridge que duraría toda la jornada. Por lo tanto, pasó todo el día lloriqueando en su cama y esperando una llamada. Pero el teléfono permaneció mudo.
El lunes por la mañana le costó mucho fingir alegría frente a sus padres, pero, a pesar de la ruptura con Sebastian― hecho que ya daba por sentado como irreparable ―, no podía arriesgarse a que sus padres lo notaran deprimido. Todavía existía el peligro de que quisieran sacarlo del hogar. Se esforzó por tragarse el desayuno y hablar con entusiasmo de la exhibición.
― ¿Sabes? ― reflexionó su madre mientras se servía otra taz de café ― estoy pensando que tengo que trabajar menos horas.
― Buena idea ― coincidió su esposo ― Sería muy positivo para nosotros que pasaras más tiempo en casa.
― En realidad ― sonrió con picardía ― tengo la esperanza de que tú hagas lo mismo. De ese modo podríamos trabajar como voluntarios.
― ¿Juntos? ― Si bien la sugerencia lo sorprendió no pareció en absoluto molesto. ― Es una posibilidad. De un tiempo a esta parte yo también quería reducir mis horarios. El trabajo no me ha dado tantas satisfacciones como esperaba. Quizás debamos tenerlo en cuenta.
― Bien ― Eleine sonrió con calidez a su hijo, obligándolo a corresponderle el gesto, aunque en realidad, el tenía el corazón destrozado ― Blaine parece haber madurado después de esta experiencia, y cuando oí a Nathy hablando de lo feliz que era por dedicar su tiempo a... ― se interrumpió avergonzada su madre .
A pesar de su angustia, Blaine se sintió emocionado.
― Sé a que te refieres mamá ― dijo. Extendió la mano y palmeó la de su madre con afecto.
― Sé que esto puede parecer cursi ― agregó Eleine, encogiéndose de hombros ― pero anoche me di cuenta de las necesidades que hay en el mundo y de lo poco que hacemos nosotros para ayudar.
― Colaboramos con la caridad ― señaló James.
― Es cierto, pero yo creo que dar parte de ti mismo es algo diferente. Te cambia.
Que suerte, pensó Blaine. Terminó su desayuno, despidió a su padre con un beso y salió corriendo detrás de su madre para que la llevara al colegio.
Esa tarde, cuando llegó al hogar, los cálidos mimos que había recibido de sus padres se habían evaporado por completo. Otra vez se había hundido en la fosa de la depresión, de la que no se creía capaz de salir.
Entró en el edificio, Kurt lo estaba esperando.
― ¿Cómo te fue?
― De lo peor ― dejó caer su mochila con rabia detrás del escenario y marchó por el corredor hacia el armario de las escobas. Tiró del carro y comenzó a cargarlo con artículos de limpieza.
― ¿Tan mal? ― Gabriel estaba inquieto, incómodo ― Bueno, por lo menos ahora no eres presa de una mentira. Me refiero a que no tienes que preocuparte de que Sebastian vaya a enterarse por terceros.
― Oh, claro que no. Yo en persona le conté toda la verdad, tal como tú me indicaste. ― Apoyó con violencia la botella del limpiavidrios en el estante de arriba ― sí, tu consejo no pudo haber sido mejor, Kurt. ¿Sabes cual es el único problema? Que ya no tengo novio.
Kurt hizo una mueca.
― Oye, lo lamento. Pero siempre es mejor hablar con honestidad.
― Honestidad ― gritó ― ¿Y de que me sirve ser honesto? Había una posibilidad de que él nunca se enterase. ― Ni lo sueñes, nene ― se opuso ― De una manera u otra se iba a enterar. La mentira tiene patas cortas. Además, si le gustas de verdad, si te quiere. Volverá.
― No volverá ― aseguró Blaine. Recordó la expresión de su rostro, el disgusto que le había impedido mirarlo a los ojos ― Lo se. Lo he perdido y estoy muy dolorido.
― Blaine ― comenzó Kurt ― la moraleja en todo esto es que, si no pudo aceptar toda la historia, la verdad sobre ti, lo de ustedes no habría resultado de todos modos. Una pareja que se quiere de verdad no puede construirse sobre secretos y mentiras.
Blaine estaba que se lo llevaban los demonios. Su vida era una complicación. El único chico que le había interesado en toda su existencia lo creía un maldito mentiroso, conspirador y despiadado, y
Kurt todavía tenía el coraje de sermonearlo sobre el valor de la verdad.
― Eres un fanático de la verdad, ¿no Kurt? En especial cuando no tienes nada que perder. Bien, déjame que te aclare algo: no eres tú el que debe pagar los platos rotos.
― Yo he enfrentado verdades muy duras ― le recordó ― y lo sabes.
Esa frase fue como una bofetada. Cerró los ojos y apoyó todo el peso de su cuerpo contra el marco de la puerta.
― Lo lamento. No debo descargarme contigo. No es tu culpa.
Kurt se echó a reír a carcajadas.
― Deja de ser compasivo, ¿quieres? ― Extendió el brazo y lo obligó a volverse para que lo mirase a los ojos. ― Claro que es mi culpa. No le habrías dicho ni media palabra si yo no hubiera insistido tanto. Así que deja de ser amable conmigo sólo porque estoy al borde la de muerte.
― Muy bien ― gruñó ― Todo esto es culpa tuya, si no estuvieras tan enfermo, ya te habría retorcido el cuello.
Kurt lo contempló durante un largo rato y luego volvió a reír.
― Esto no me causa ninguna gracias Kurt ― le advirtió el.
― Lo sé ― Dejó de reírse y lo atrajo hacia sí. Lo abrazó y lo apretó con fuerza ― Ya lo sé, Blainie. No tiene ninguna gracia. Ese chico te gustaba mucho y yo te arruiné la relación. Pero no te preocupes, las cosas a la larga se solucionan.
― No ― contravino el, con un tono de voz casi inaudible contra el pecho de Kurt. No sólo había perdido a Sebastian sino que también tendría que soportar la ausencia de Kurt dentro de poco. Las lágrimas acudieron a sus ojos; esta vez no hizo nada para contenerlas.
― Nunca salen las cosas como uno quiere ― sollozó ― Y yo ya perdí la fe en los milagros.
― En eso te equivocas, Blaine ― murmuró, con los labios rozándole la oreja ― Ocurren milagros a diario. Sólo que a veces no los ves.
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Mechero:Ladron
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gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Esta genial, espero que ya no tengamos a Seblaine y pronto tengamos a Klaine.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
!Hola Kris!
Me encanto.
Fue lindo el momento en que estuvieron solos con el sonido de los pájaros.
Que bien que Blaine le contó la verdad a Sebastian.
¿3 Capítulos y el Epílogo? Que rápido terminara la historia y la verdad ya quiero saber que pasara entre ellos.
Espero ansioso tu actualización.
!Saludos!
Me encanto.
Fue lindo el momento en que estuvieron solos con el sonido de los pájaros.
Que bien que Blaine le contó la verdad a Sebastian.
¿3 Capítulos y el Epílogo? Que rápido terminara la historia y la verdad ya quiero saber que pasara entre ellos.
Espero ansioso tu actualización.
!Saludos!
★Alex Colfer★- - Mensajes : 1210
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 25
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Me encanto mucho este grandioso y muy genial capitulo esperare ansioso el siguiente capitulo me gusta mucho esta historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Hola, me gusto mucho el capitulo, me gusto que Blaine al final si le contara la verdad a Sebastian, actualiza pronto.
Invitado- Invitado
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Yuju no mas Seblaine *baile de celebración*
*repentinamente la verdad detiene el baile* Kurt se esta muriendo...Nooooooooooooooooooooooo, déjalo vivir porfis andale si, por fis...Pliss, por todo lo sagrado de Klaine, por favor, déjalo vivir
besos
*repentinamente la verdad detiene el baile* Kurt se esta muriendo...Nooooooooooooooooooooooo, déjalo vivir porfis andale si, por fis...Pliss, por todo lo sagrado de Klaine, por favor, déjalo vivir
besos
Gaby Klainer********-*- - Mensajes : 911
Fecha de inscripción : 01/07/2013
Edad : 24
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Holaaa , (se esconde detras de la cortina) losientooooo muchooo por no actualizar ... lose lose , que clase de escritora soy si actualizo cuando se me da la gana ... pero me fustre ... resulta que se me habia echado a perder mi notebook y como no tenia de otra tuve que ocupar mi celular y sinceramente soy un asco escribiendo por mi celular ... la cosa esque ya tenia la mitad de este capitulo y me fue mal en un examen y mis padres me quitaron todo aparate electronico estuve un mes tratando de subir mi promedio porque me estaba llendo super mal en lengua española y pues lo subiii ... asique por eso y la otra buna noticia esque se me arreglo el note y pues me pondria a bailar pero le quiero proponer algo
¿¿quieren que suba los otros dos capitulos hoy y el domingo subo el epilogo???
una recompensa por tan larga espera hee yo que ustedes acepto altiro jujuuuj bueno no los interrumpo mas con mis largas charlas y aqui esta el capitulo numero 11 :D
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Capitulo 11: ¿Reconciliacion?
27 de Octubre
Querido Diario:
La vida es trágica. Sebas no llamó. Creo que me odia. Tal vez Kurt tenía razón: si me hubiera querido de verdad, me habría dado una oportunidad. Una parte de mí quiere llamarlo, pero tengo miedo. Me colgaría el teléfono. Supongo que me asusta enfrentarlo. Ya sé, ya sé. Estoy actuando como un idiota. Después de todo, sólo hemos salido unas pocas veces. Pero eso no importa. Todavía tengo la sensación de que hay un inmenso vacío en mi ser. Lo veía todos los días y hablaba por teléfono casi todas las noches. Lo echo mucho de menos. Y todavía sigo furioso con Kurt. Ojalá yo fuera una persona mejor, pero no lo soy. Aunque, si Kurty no me hubiera convencido de que le confesara toda la verdad, Sebastián todavía seria mi novio. Lo curioso es que mis padres quedaron tan asombrados por las maravillas que todos hablaron de mí en la exhibición, que me han levantado la pena. Hasta me permiten usar el auto los fines de semana. Lástima que ya no tengo a dónde ir.
………………………………………………………………………………………………………………………
Blaine cerró el diario y miró el teléfono silencioso. Por milésima vez tomó el auricular, dudó, y lo volvió a su sitio. ¿Qué sentido tenía? Sebastian no quería hablar con el. Habían pasado dos semanas desde la ruptura. Las semanas más eternas y desgraciadas de toda su vida. No podía comer, no podía dormir, no lograba concentrarse en su tarea. En resumen, no podía hacer otra cosa que no fuera deprimirse y rogar para que sonara el maldito teléfono.
De pronto, sonó. Se quedó mirándolo como un estúpido durante un momento y luego se abalanzó hacia el aparato, con la esperanza de que fuera Sebastián .
— Hola. — Se oyó el ―click característico de cuando cortan la comunicación a propósito. — ¡Caramba! — protestó —. Seguro que era número equivocado.
Se levantó de la cama, se puso los zapatos y tomó su mochila. Tenía un examen de francés; de todas maneras, le importaba un rábano si lo aprobaba o no.
La escuela fue un plomo total. Las horas no pasaban nunca. Gracias a sus excelentes hábitos de estudio, con dar una simple lectura a las cosas logró que sus calificaciones no bajaran demasiado. Cuando sonó el timbre de salida, Blaine entregó su hoja de examen y Salió del aula sin perder tiempo. Jeff se encontró con el en el pasillo.
— Hola — lo saludó con una amplia sonrisa — ¿Dónde has estado últimamente?
— Donde siempre — respondió Blaine —. Trabajando en el hogar y estudiando. ¿Y tú? — Lo último que le faltaba era un interrogatorio de Jeff. Otra curiosidad: pensar que un par de meses atrás habría hecho arder las líneas telefónicas contándole todos sus problemas a su amigo. Pero, por alguna razón, no lograba confiar en nadie lo sucedido con Sebastian. Excepto a Kurt, claro. Pero sólo porque él era el responsable de todo y bien se merecía aguantarlo llorando y protestando.
Jeff lo acompaño por el pasillo, rumbo a los Casilleros.
— Oh, lo de siempre. Las prácticas en el campo de deportes y el colegio, Ah, también he estado saliendo con Nick, por supuesto.
— Qué bien. — Para ser honesto, le habría dado lo mismo que Jeff saliera con Nick o con Freddy Krueger. Sonrió de mala gana al imaginar el cuadro. Pensándolo bien, habrían hecho buena pareja. Nick es un chico maravilloso.
— ¿Todavía sales con Sebastián Smythe? — preguntó Jeff, tratando de aparentar indiferencia.
Pero a Blaine no lo engañó ni un segundo. Sabía qué significaba ese tono.
— ¿Por qué lo preguntas?
Jeff se encogió de hombros.
— Por saber, nada más. ¿Sabes qué casualidad? Estaba hablando con Michelle y al pasar le mencioné a Sebastian. Resulta que le conoce. Comparten algunas clases en Landsdale JC.
Michelle era la hermana mayor de Jeff. Sabía que lo próximo que dijera le caería de lo peor. Su amigo parecía salirse de la vaina por darle la mala noticia de una vez.
— Y Michelle dijo que vio a Sebastian el sábado por la noche en el cine, con un rubio despampanante. Yo me quedé helado. Quiero decir que, como sabía que entre tú y él…
Fue como un puñetazo en la boca del estómago para Blaine, pero ni loco lo habría demostrado. Sin embargo, nunca más iba a mentir. Las mentiras duelen. Por mucho que lo hiriera en su orgullo, ya no volvería a fingir.
— Entre Sebastian y yo ya no hay nada — admitió —. Es libre para salir con quien le guste. No nos vemos más.
— Oh. — Jeff simuló una expresión de asombro. — Entiendo.
— Sí. — Blaine sonrió. — Seguro.
El trayecto en autobús a Lavender House fue una agonía. Blaine se quedó sentado en su lugar como una estatua, sin parpadear ni una sola vez por temor a romper en llanto. Se bajó cuando llegó a la parada y ni siquiera miró en dirección al bar. ¿De qué le habría servido? Sebastian ya tenía otro novio. Idiota.
Miró al cielo y frunció el entrecejo. Unos negros nubarrones provenían del oeste y su ominoso aspecto amenazaba con lluvia antes que el terminara su turno.
Blaine enjuagó hasta la última gota del producto de limpieza que quedaba en el lavado y retorció el lienzo.
— ¿Por qué demonios te demoras tanto? — preguntó Kurt. Estaba recostado en la cama, observándolo, pues había dejado la puerta del baño abierta. — ¿Un año para limpiar el lavado?
— Deja ya de quejarte — rezongó Blaine, de tan mal humor como él —. ¿Quieres que te mate los gérmenes o no?
— No te lo pedí. — Tosió. — Los gérmenes también tienen derecho a vivir.
— Muy bien— estalló Blaine y arrojó su lienzo para la limpieza sobre el carro —. ¿Qué pasa? Desde que entré no has hecho otra cosa que fastidiarme. ¿Cuál es el problema?
Kurt se recostó contra las almohadas.
— Ninguno. Sólo quería hablar.
— ¿Sobre? — Se quitó los guantes de goma.
— Sobre la razón por la cual estás tan furioso conmigo.
— No estoy enojado contigo — le aclaró. Mentira. Sabía que estaba disgustado con él. Estuvo furioso durante las dos últimas semanas. Desde aquella noche en la que, siguiendo su ―sabio consejo, había confesado a Sebastian toda la verdad.
— Deja de fingir. — Se rió. — Estás enojado. Tratas de tragarte la rabia sólo porque no quieres pelear con un moribundo.
Blaine alzó el mentón y lo miró a los ojos.
— Está bien, estoy un poco molesto contigo. Ya está. ¿Te sientes mejor ahora que te lo he dicho con todas las letras?
— Lo que me haría sentir mejor es recuperar al viejo Blaine — refunfuñó —. En los últimos quince días has estado moqueando por los rincones y dando rienda suelta a tus caprichos. Y ya estoy harto de todo ese teatro.
— Oh, te pido mil disculpas por tener sentimientos — bramó el. Tomó el carro y lo empujó hacia la puerta. — Me iré con mi cara larga a otra parte para no ofender a Su Alteza.
Qué ganas habría tenido de culminar su salida con un buen portazo, pero no quiso despertar a Jamie; sabía que estaba durmiendo. La ira lo condujo por el corredor y hasta la planta alta, donde se encontraba el armario de la limpieza. Guardó todos los artículos en su interior y cerró la puerta. Pero cuando estaba llegando a las escaleras no pudo soportarlo más. El sentimiento de culpa, horrendo como una serpiente venenosa, se había enroscado en su estómago y le provocaba náuseas. Kurt significaba demasiado para el. No podía dejar así las cosas. Dio media vuelta y marchó nuevamente hacia su cuarto.
— De acuerdo — capituló, ignorando la sonrisa satisfecha de su amigo —, hablemos.
— No pudiste aguantar, ¿verdad? — Palmeó la cama y el se sentó.
— Oh, borra esa risita estúpida de tu cara, ¿quieres? Ya estoy aquí. No quise irme sabiendo que estábamos disgustados. — Notó la mueca de dolor de su amigo cuando el colchón cedió por el peso de su cuerpo.
Superando el momento de sufrimientos, extendió la mano y tomó la de Blaine.
— No estoy sonriendo, Blaine — susurró —. Tengo miedo. No quiero perderte. No ahora.
Blaine sintió un nudo en la garganta, pero se lo tragó. Se sentía como un gusano.
— No vas a perderme — le aseguró, aún con tono gruñón —. Simple y sencillamente, seguirás haciendo lo que has hecho toda la vida: sacarme de las casillas.
— Dime por qué estabas tan enojado. — Le acarició la mano.
El se encogió de hombros.
— No lo sé. Supongo que necesitaba a alguien para echarle la culpa.
— Y yo era un blanco perfecto, ¿no?
— Sí.
— Pero ahí no termina todo — aventuró —. Hay algo que te perturba y quiero saber qué es.
— No seas tonto. — Ni loco habría reconocido ante él qué era lo que más le molestaba de todo ese episodio. — Por mucho que deteste reconocerlo, tú me diste un buen consejo. Tenías razón. Una relación que se basa en una mentira no puede durar. Supongo que te culpé a ti cuando lo descubrí. Sebastian no lo tomó para nada bien. Estaba tan… tan…
— ¿Herido?
— Irracional — lo corrigió Blaine. Bajó la vista y la fijó en el acolchado.- Pero está bien. Si me hubiera querido de verdad, por lo menos habría intentado comprender. Te pido disculpas por haberme descargado contigo. Pero, tal como tú mismo lo has dicho, necesitaba alguien a quien culpar y tú fuiste el blanco perfecto.
Kurt extendió la mano y le levantó el mentón, obligándolo a mirarlo. Lo miró con resolución, sus ojos parecían llamas en aquel rostro delgado.
— Pero empezaste a dudar, ¿verdad? A dudar de mis verdaderas razones para convencerte de que hablaras con él. ¿Pensaste en una segunda intención de mi parte, quizás?
— No seas tonto. — Trató de desviar la mirada, pero él no le soltaba el mentón. — ¿Qué otra razón pudiste haber tenido?
Gabriel sonrió con tristeza y Jean sintió una repentina desesperación por que él se callara la boca, por no escuchar esas palabras de sus labios.
— Por favor — suplicó y echó la cabeza hacia atrás. Volvió a moverse en la cama. — Olvidemos esta conversación. Ahora las cosas se han encarrilado…
— Mentira — se opuso él —. No eres estúpido y supongo que sabes qué es lo que siento por ti.
Se quedó helado.
— Somos amigos.
— ¿Amigos? — Kurt rió sin ganas. — Claro que somos amigos, pero cualquiera que tenga dos dedos de frente se daría cuenta de que me he enamorado de ti.
Y finalmente se oyeron las palabras. Las mismas que el sospechaba que le partirían el corazón en mil pedazos.
— Pero te juro, Blaine— continuó en un murmullo, mirando ahora hacia la ventana y la oscuridad —, que no te convencía de que hablaras con Sebastian porque tuve ilusiones de que alguna vez pudiera existir algo entre nosotros. Es demasiado tarde para eso. No soy tonto. Me queda muy poco tiempo.
— ¡Ni lo menciones!
— ¿Por qué no? Es la verdad. Créeme, por mucho que me doliera saber que querías de verdad a ese tipo, jamás habría sido tan tonto como para creer que, si él te daba la espalda, vendrías corriendo a mi lado. Mis sentimientos por ti son demasiado profundos para caer en semejante bajeza. Además, Sebastian es un chico decente. Prefiero que estés con él y no con uno de esos snobs arrogantes que viven en la parte de la ciudad de la que provienes.
Blaine no sabía que decir. En el inesperado silencio, oyó los ruidos del tráfico que se confundían con el canto de los pájaros que se filtraba por la ventana entornada.
— Di algo — susurró Kurt por fin —. Dime que me crees. Dime que no me consideras un cretino egoísta que arruinó tu vida amorosa porque te quería toda para mí.
— No eres un cretino egoísta, Kurty — confirmó.
— Te lo agradezco mucho. — Suspiró. — Pero no debí confesarte mis sentimientos. No querías oírlos.
— No sé qué decir — murmuró, pero de pronto lo supo. Con gran asombro de su parte, descubrió en un segundo por qué Kurt siempre había tenido sobre el mucha más influencia que cualquier otra persona.
— No digas nada — concedió él —. No tiene sentido.
Claro que lo tenía, pensó Blaine. Kurt merecía saber la verdad. Ella se lo debía.
— Claro que lo tiene — se opuso. Inspiró profundamente. — Estás en lo cierto. Sospeché que tuvieras segundas intenciones. Me preguntaba si no te habías enamorado de mí, porque la verdad es que me parece que yo también estoy un poco enamorada de ti.
Kurt se quedó petrificado.
Si el tema en cuestión no hubiera sido los sentimientos del uno por el otro, Blaine habría soltado una carcajada al verlo con la boca abierta. Aquellos sentimientos que lo confundían, que lo torturaban, que lo mantenían despierto toda la noche tratando de determinar qué clase de persona era en realidad.
— Pero eso es imposible… — continuó, vacilante. No estaba seguro de lo que quería decir exactamente y de cuál era el mejor modo de expresarlo.
— Porque, si Sebastian me gusta de verdad, ¿cómo puedo tener estos sentimientos hacia ti? — Estaba tan confundido que se interrumpió.
Kurt inspiró hondo.
— ¿Y quién demonios podría darte una respuesta? Nuestra situación es muy atípica. De hecho, jamás debimos habernos conocido.
— Ni lo menciones — vociferó Blaine —. Nunca más repitas eso. No entiendo mis sentimientos hacia ti. Tienes la virtud de fastidiarme, entristecerme, alegrarme, hacerme sentir culpable; me manejas como quieres. No me importa. Vas a morir. Y sé que una parte de ti cree que no soy más que un niño rico que juega a ser un santo, pero por favor, nunca jamás digas que te arrepientes de haberme conocido.
— No me arrepiento — dijo Kurt con suavidad —. Lo único que lamento es que no haya sido en otro momento, en otro lugar. Sólo lamento estar atrapado en un cuerpo que se está gastando mucho antes de lo debido.
— Nunca se sabe — afirmó el con pasión —. Todos los días ocurren milagros. Tú mismo lo has dicho.
Blaine le sonrió con tristeza.
— Bueno, uno ha ocurrido: te conocí.
— ¿Pero en qué nos ha beneficiado? — Razonó el con amargura —. No sé qué es lo que siento por ti. No sé qué es lo que siento por Sebastian. Santo Dios, soy un ignorante. Sólo estoy seguro de que estoy partida en dos.
Kurt extendió la mano y le tocó el hombro.
— Nunca sabrás lo bien que me ha hecho conocerte — dijo —. Jamás tendré oportunidad de llevarte al cine, ni de invitarte a caminar por la playa, ni de hacerte el amor, pero todos los días agradezco a Dios haberte tenido en mi vida por un tiempo. Eso es un milagro, Blaine.
Blaine se puso a llorar.
— Oh, Dios — se lamentó —. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo puedo sentir esto por ti si todavía siento algo por Sebastian? No lo entiendo.
— Oye — le dijo él y lo abrazó —, no dejes que esto te afecte. Yo tampoco lo entiendo. ¿Pero cuál es la novedad? Además, ¿hay alguna ley que prohíba que una persona quiera a dos? ¿Quién ha decretado que las emociones vienen en lindos paquetitos envueltos para regalo que uno abre cuando se le antoja?
— Pero no tiene sentido — insistió el, enjugándose los ojos —. Yo te quiero, Kurt. Sólo Dios sabe cuánto. Pero a él también. Entonces, ¿qué clase de persona soy?
Cuando terminó su turno, llovía a cántaros. Le importó muy poco. Sabía que, si llamaba a su madre por teléfono, la vendría a buscar, pero prefería tomar el autobús. La confrontación con Kurt podía haber servido para aclarar las cosas entre ellos, pero Blaine se sentía como si hubiera pasado por una exprimidora.
La señora Drake le prestó un paraguas y Blaine salió al porche de la entrada. El agua golpeaba sin cesar cuando cruzó la calle para ir a la parada del autobús. Se le empaparon los pies al saltar el río de agua que corría por la zanja. Permaneció de pie en la parada del autobús, mirando la calle a través de la bendita oscuridad. Con los ojos llenos de lágrimas, contemplo los reflejos mojados de los carteles de neón. Fluidos azules y rojos, dorados y verdes parecían desplazarse y confundirse en un ágil torbellino de color mientras la lluvia y el viento azotaban el pavimento. Se concentro en el camino y experimento una sensación de paz que serenaba sus nervios. Una ráfaga de aire helado le traspaso su fina chaqueta. La lluvia caía como cataratas y abofeteaba la parte posterior de sus jeans. Pero el ni se movió. No podía. La exótica belleza del neón en la lluvia lo mantuvo clavado al piso.
Un auto se detuvo a su lado, Blaine parpadeó.
— Hola. — El conductor bajo la ventanilla correspondiente a la puerta del acompañante. Era Sebastian . — Sube. Te llevo a tu casa.
Vacilo. No confiaba en su valentía para enfrentarlo en ese momento.
— Apresúrate. Te estás empapando.
Aceptó.
—Hola — murmuro Blaine.
— Hola — respondió él, con la vista fija en el camino.
Ninguno de los dos habló mientras se alejaban de la calle y pasaban a formar parte del grueso del tráfico. Dentro del auto estaba oscuro y a Blaine eso le vino de perillas.
— Te agradezco que te hayas detenido para llevarme — comento el por fin.
— No hay problema — dijo él, todavía concentrado en la conducción del vehículo —. De todas maneras, iba para allá.
Recorrieron Twin Oaks Boulevard en un silencio tan tenso que el aire parecía cortarse. Blaine estaba tieso, con los ojos clavados en la ventanilla.
— ¿Y? — La voz de Sebastian sonó normal. — ¿Cómo va todo?
— Bien. ¿Y tus cosas?
— No me quejo — respondió, encogiéndose de hombros.
Blaine estaba demasiado cansado como para hablar de tonterías, exhausto como para intentar un último esfuerzo. Por mucho que Sebastian le gustara, el paso siguiente le correspondía a él. No se engañaba: solo se había ofrecido a llevarlo como un acto de gentileza. No había una segunda lectura. La confrontación con Kurt había dejado una moraleja: era una estupidez no enfrentar los verdaderos sentimientos. Entrecerró los ojos, tratando de ordenar un poco sus emociones. Para su asombro, descubrió que estaba furioso. Sebastian se había comportado como un idiota. Y tampoco lo llamo.
Él se coloco en el carril izquierdo y doblo en MacGower Road. El tráfico estaba mucho más pesado allí.
— Oh, Blaine — empezó —, con respecto a lo que sucedió entre nosotros…
— Mejor no toquemos ese tema —lo interrumpió el con cortesía. Enojado o no, no tenía sentido seguir con el mismo asunto. Seguramente el pensaría que su conducta estaba justificada. Si él no notaba por las suyas lo mezquino que había sido su actitud, no cambiaria de opinión solo porque el se lo dijera. — No vale la pena. Lo pasado, pisado.
— Sí, bueno, la verdad es que debí haberte llamado.
— No importa.
— ¿Seguirás trabajando en el hogar mucho tiempo más? — le preguntó. La miró de reojo y luego siguió con la vista fija en el pavimento resbaloso.
— Si, todavía me quedan bastantes horas por cumplir — respondió —. Además, me gusta trabajar allí. Creo que, cuando termine mi sentencia, les pediré que me permitan quedarme.
— ¿Sabes? No hay motivo para que dejes de ir al bar — comento —. Sé que te gustaba venir a tomar una Coca antes de empezar tu turno. Henry y otros clientes habituales preguntaron por ti.
— Tal vez vaya — dijo, sin comprometerse. Ese viaje se estaba convirtiendo en una tortura. Era obvio que Sebastian se sentía incomodo, avergonzado.
Lo que una vez hubo entre ellos había terminado. Estaba muerto y enterrado. Lo único que Blaine deseaba en ese momento era llegar a su casa, meterse en la cama y lamerse las heridas. ¿Por qué no habría llegado el maldito autobús antes que Sebastian?
No volvieron a hablar hasta que llegaron a la calle donde el vivía. Pero él, en lugar de detenerse frente a la casa, siguió de largo y paró exactamente en el mismo lugar donde se habían peleado.
— Oye — preguntó el —, ¿qué quieres hacer?
Apagó el motor y lo miró.
— Quiero hablar contigo.
De pronto, la ira de el muchacho superó el límite de lo tolerable. Ya no pudo tragarse nada más. ¿Quién se creía que era? ¿Qué pretendería ahora? ¿Darle una lata de media hora, echándole en cara lo brujo y vil que era? Puede ser que hubiera cometido un error en su vida, pero estaba pagándolo. Él fue un idiota.
— ¿Para qué? ¿Tienes algún otro comentario interesante sobre mi persona? Pues guárdatelo. Y si es el mismo, no quiero volver a oírlo. Fuiste muy claro hace dos semanas. — Tanteo en busca del picaporte de la puerta.
— Blaine, espera.
Se detuvo y se volvió para mirarlo.
— ¿Para qué? ¿Para que sigas insultándome?
— Lo lamento — dijo por fin —. Sé que me porte como un cretino.
— Cierto.
Con la pálida luz de la calle, Blaine alcanzo a ver una sonrisa en sus labios.
— No hace falta que te pongas de acuerdo conmigo tan rápido.
El no le contesto ni una palabra. Todavía seguía asombrado por lo molesto que estaba. Sebastian lo había herido, había sido injusto y ahora el solo le reconocía que tal vez la culpa no había sido toda suya. De todas maneras, no se quedaría allí sentada, compartiendo una intimidad que no le ocasionaría otra cosa más que heridas. Ya había tenido la función del día y no quería repetirla.
— ¿A que quieres llegar con todo esto, Sebastian?
No vas a venirme con ese cuento de que podemos seguir siendo amigos y esas cosas, ¿verdad? Ya sé el concepto que te has formado de mi, entonces, mejor dejamos todo como está. ¿De acuerdo?
— ¡No! A menos que te hayas convertido en vidente en estos últimos tiempos, no puedes saber qué estoy pensando. — Comenzaba a enojarse, pero se controló y suspiró. — Por favor, escúchame hasta el final.
Ahora fue el quien suspiró. Quizás el modo más rápido de poner punto final a la situación fuera escuchar todo lo que tenía para decirle y listo. Así podría irse a su casa a llorar en paz.
—Acepto.
La lluvia golpeaba sin cesar contra el techo del auto. Sebastian introdujo las manos en los bolsillos de su chaqueta y se volvió para mirar por el parabrisa.
—Te eché mucho de menos, Blaine. Me gustaría seguir viéndote.
— ¿Cómo amigos?
Sebastian negó con la cabeza.
—No. No dará resultado de ese modo. Por lo menos, no todavía. Me gustaría una segunda oportunidad. Tú me entiendes, quiero que salgamos y veamos cómo salen las cosas. No he podido dejar de pensar en ti. No puedo borrarte de mi mente.
— ¿Y todo lo que me dijiste? — le recordó el —. Si vas a rebajarme a la misma categoría que tu ex novio…
— No te pareces en nada a Hunter — la interrumpió —.Dije todas esas cosas porque estaba furioso. Pensé que me habías usado.
— ¿Todavía lo piensas?
— No. — Sonrió. — Creo que yo te gustaba de verdad y que tú me gustas a mí.
— Pero no me admiras tanto, ¿cierto?— Quería poner todas las cartas sobre la mesa. Sus emociones eran muy confusas. El enfrentamiento con Kurt, las dos últimas semanas de angustia sin Sebastian… Ya no podía definir sus sentimientos y, mucho menos reanudar su relación con Sebastian. Cómo deseaba que las cosas hubieran sido distintas. Simples. Como era su vida antes.
— ¿Es admiración lo que buscas? — pregunto.
— No — contesto el, decidido a ser tan directo como él. -Nunca pretendí eso. Pero si quiero honestidad.
— Honestidad, de acuerdo. Eso te brindaré. Tienes razón, no siento por ti lo mismo que antes —confesó —. Te creí un santo y luego descubro que estas en libertad condicional.
— ¿Entonces por qué quieres seguir saliendo conmigo?
— Porque me gustas mucho. De verdad, maldita sea. Porque no puedo borrarte de mi mente. Echo de menos las charlas contigo, verte y muchas otras cosas más. — Hizo una pausa y tomó aire. — Además, eres el único chico que conozco que lee tanto como yo. Ya está. ¿Conforme?
Blaine se rió.
— Sí, porque yo también tengo unas cuantas cosas para decirte.
— ¿Por ejemplo? Disculpa que haga hincapié en esto, pero yo he sido muy franco contigo desde el primer día que nos conocimos.
— Es verdad — admitió el —, pero también dictador, intolerante y santurrón.
Sebastian pareció totalmente perplejo.
— Santurrón — repitió en voz baja, como si nunca hubiera escuchado antes ese término —.
¿Intolerante? ¿Dictador? ¿Estas tomándome el pelo?
— En absoluto — contesto Blaine. Era muy importante hacerlo entrar en razones. — Fuiste todas esas cosas. La noche que te confesé la verdad no me escuchaste. Te apresuraste a sacar conclusiones sobre mi carácter y mis motivaciones, me juzgaste como persona.
— No fue así — se defendió—. Demonios, estaba shockeado. ¿Cómo esperabas que reaccionara?
— No lo sé — contesto Blaine —. Pero esperaba un poco mas de compresión de la que recibí. No fue nada fácil para mí confesar la verdad.
Sebastian abrió la boca, volvió a cerrarla y clavó la vista en el volante.
— Por dios, Blaine, no sé que decir. Reconozco que actué como un idiota, pero estaba aterrado. Esa noche pensé que me echarías de tu lado de un puntapié, y en cambio recibí un puñetazo en la boca del estomago. Pensaba que eras tan… tan bueno, que te había colocado en un pedestal. Si hasta adoraba el suelo que pisabas. Te creía una versión masculina adolescente de la Madre Teresa y de pronto me dices que no eres ningún santo, que estás cumpliendo una condena. ¿Cómo te habrías sentido tú en mi lugar?
— Pésimo — concedió —. Pero prefiero pensar que por lo menos habría intentado comprender. Prefiero creer que te habría dado una segunda oportunidad. Entiendo por qué rompiste conmigo esa noche. Pero pasaron dos semanas y no fuiste capaz de llamar ni una sola vez, Sebastian. ¿Si no me hubieras visto por casualidad hoy, te habrías vuelto a acercar a mí?
—Te llamé esta mañana, pero corté al oír tu voz — masculló —. Y tampoco te vi por casualidad. Mientras trabajaba, miraba hacia afuera, esperando que llegara el autobús. Te vi bajar. Y cuando empezó a llover, se me ocurrió aparentar una casualidad y que al llevarte estaría cumpliendo mi obra caritativa del día. — Se rió. — Supongo que yo tampoco soy un santo.
— Ninguno de los dos lo es — afirmo blaine —. Simplemente, somos seres humanos.
— ¿Quieres decir que no quieres volver a intentarlo?
— No. — Meneo la cabeza. — Me gustaría que empezáramos de nuevo y ver que pasa.
Sebastian relajo los hombros y esbozo una sonrisa.
— ¿Aunque yo sea una idiota dictador e intolerable, que no tiene compresión ni piedad?
— Eso no es verdad — dijo el —. No eres un idiota y tenías tus buenos motivos para enfurecerte. Pero la próxima vez que nos peleemos, no seas tan impulsivo para juzgarme. Y tampoco esperes dos semanas para llamarme.
— Han sido las dos semanas más largas de mi vida — admitió él —. Te eche mucho de menos.
— ¿Saliste con algun otro chico? —pregunto, al recordar lo que Jeff le había contado.
Sebastian apoyo las manos sobre sus hombros y lo atrajo hacia sí.
— Mi vida social de estos últimos días se limito a ver unas reposiciones de Viaje a las Estrellas y una ardiente cita con mi primo, en la que compartimos una cena y una película.
— ¿Tu primo? — Se relajo contra su cuerpo.
— Ajá. — Se inclinó y rozo los labios de Blaine con los suyos. — ¿Y tú? — murmuro —. Espera… Te advierto que, si te enamoraste de otro, me moriré de pena.
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Adevertencia :los proximos capitulo creo que se enojaran bastante pero como dije al principio de todo esto es una adaptacion y pues yo llore con el final
Faltan 2 capitulo + epilogo
un gran abrazo a todoss y disculpen la demora
¿¿quieren que suba los otros dos capitulos hoy y el domingo subo el epilogo???
una recompensa por tan larga espera hee yo que ustedes acepto altiro jujuuuj bueno no los interrumpo mas con mis largas charlas y aqui esta el capitulo numero 11 :D
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Capitulo 11: ¿Reconciliacion?
27 de Octubre
Querido Diario:
La vida es trágica. Sebas no llamó. Creo que me odia. Tal vez Kurt tenía razón: si me hubiera querido de verdad, me habría dado una oportunidad. Una parte de mí quiere llamarlo, pero tengo miedo. Me colgaría el teléfono. Supongo que me asusta enfrentarlo. Ya sé, ya sé. Estoy actuando como un idiota. Después de todo, sólo hemos salido unas pocas veces. Pero eso no importa. Todavía tengo la sensación de que hay un inmenso vacío en mi ser. Lo veía todos los días y hablaba por teléfono casi todas las noches. Lo echo mucho de menos. Y todavía sigo furioso con Kurt. Ojalá yo fuera una persona mejor, pero no lo soy. Aunque, si Kurty no me hubiera convencido de que le confesara toda la verdad, Sebastián todavía seria mi novio. Lo curioso es que mis padres quedaron tan asombrados por las maravillas que todos hablaron de mí en la exhibición, que me han levantado la pena. Hasta me permiten usar el auto los fines de semana. Lástima que ya no tengo a dónde ir.
………………………………………………………………………………………………………………………
Blaine cerró el diario y miró el teléfono silencioso. Por milésima vez tomó el auricular, dudó, y lo volvió a su sitio. ¿Qué sentido tenía? Sebastian no quería hablar con el. Habían pasado dos semanas desde la ruptura. Las semanas más eternas y desgraciadas de toda su vida. No podía comer, no podía dormir, no lograba concentrarse en su tarea. En resumen, no podía hacer otra cosa que no fuera deprimirse y rogar para que sonara el maldito teléfono.
De pronto, sonó. Se quedó mirándolo como un estúpido durante un momento y luego se abalanzó hacia el aparato, con la esperanza de que fuera Sebastián .
— Hola. — Se oyó el ―click característico de cuando cortan la comunicación a propósito. — ¡Caramba! — protestó —. Seguro que era número equivocado.
Se levantó de la cama, se puso los zapatos y tomó su mochila. Tenía un examen de francés; de todas maneras, le importaba un rábano si lo aprobaba o no.
La escuela fue un plomo total. Las horas no pasaban nunca. Gracias a sus excelentes hábitos de estudio, con dar una simple lectura a las cosas logró que sus calificaciones no bajaran demasiado. Cuando sonó el timbre de salida, Blaine entregó su hoja de examen y Salió del aula sin perder tiempo. Jeff se encontró con el en el pasillo.
— Hola — lo saludó con una amplia sonrisa — ¿Dónde has estado últimamente?
— Donde siempre — respondió Blaine —. Trabajando en el hogar y estudiando. ¿Y tú? — Lo último que le faltaba era un interrogatorio de Jeff. Otra curiosidad: pensar que un par de meses atrás habría hecho arder las líneas telefónicas contándole todos sus problemas a su amigo. Pero, por alguna razón, no lograba confiar en nadie lo sucedido con Sebastian. Excepto a Kurt, claro. Pero sólo porque él era el responsable de todo y bien se merecía aguantarlo llorando y protestando.
Jeff lo acompaño por el pasillo, rumbo a los Casilleros.
— Oh, lo de siempre. Las prácticas en el campo de deportes y el colegio, Ah, también he estado saliendo con Nick, por supuesto.
— Qué bien. — Para ser honesto, le habría dado lo mismo que Jeff saliera con Nick o con Freddy Krueger. Sonrió de mala gana al imaginar el cuadro. Pensándolo bien, habrían hecho buena pareja. Nick es un chico maravilloso.
— ¿Todavía sales con Sebastián Smythe? — preguntó Jeff, tratando de aparentar indiferencia.
Pero a Blaine no lo engañó ni un segundo. Sabía qué significaba ese tono.
— ¿Por qué lo preguntas?
Jeff se encogió de hombros.
— Por saber, nada más. ¿Sabes qué casualidad? Estaba hablando con Michelle y al pasar le mencioné a Sebastian. Resulta que le conoce. Comparten algunas clases en Landsdale JC.
Michelle era la hermana mayor de Jeff. Sabía que lo próximo que dijera le caería de lo peor. Su amigo parecía salirse de la vaina por darle la mala noticia de una vez.
— Y Michelle dijo que vio a Sebastian el sábado por la noche en el cine, con un rubio despampanante. Yo me quedé helado. Quiero decir que, como sabía que entre tú y él…
Fue como un puñetazo en la boca del estómago para Blaine, pero ni loco lo habría demostrado. Sin embargo, nunca más iba a mentir. Las mentiras duelen. Por mucho que lo hiriera en su orgullo, ya no volvería a fingir.
— Entre Sebastian y yo ya no hay nada — admitió —. Es libre para salir con quien le guste. No nos vemos más.
— Oh. — Jeff simuló una expresión de asombro. — Entiendo.
— Sí. — Blaine sonrió. — Seguro.
El trayecto en autobús a Lavender House fue una agonía. Blaine se quedó sentado en su lugar como una estatua, sin parpadear ni una sola vez por temor a romper en llanto. Se bajó cuando llegó a la parada y ni siquiera miró en dirección al bar. ¿De qué le habría servido? Sebastian ya tenía otro novio. Idiota.
Miró al cielo y frunció el entrecejo. Unos negros nubarrones provenían del oeste y su ominoso aspecto amenazaba con lluvia antes que el terminara su turno.
Blaine enjuagó hasta la última gota del producto de limpieza que quedaba en el lavado y retorció el lienzo.
— ¿Por qué demonios te demoras tanto? — preguntó Kurt. Estaba recostado en la cama, observándolo, pues había dejado la puerta del baño abierta. — ¿Un año para limpiar el lavado?
— Deja ya de quejarte — rezongó Blaine, de tan mal humor como él —. ¿Quieres que te mate los gérmenes o no?
— No te lo pedí. — Tosió. — Los gérmenes también tienen derecho a vivir.
— Muy bien— estalló Blaine y arrojó su lienzo para la limpieza sobre el carro —. ¿Qué pasa? Desde que entré no has hecho otra cosa que fastidiarme. ¿Cuál es el problema?
Kurt se recostó contra las almohadas.
— Ninguno. Sólo quería hablar.
— ¿Sobre? — Se quitó los guantes de goma.
— Sobre la razón por la cual estás tan furioso conmigo.
— No estoy enojado contigo — le aclaró. Mentira. Sabía que estaba disgustado con él. Estuvo furioso durante las dos últimas semanas. Desde aquella noche en la que, siguiendo su ―sabio consejo, había confesado a Sebastian toda la verdad.
— Deja de fingir. — Se rió. — Estás enojado. Tratas de tragarte la rabia sólo porque no quieres pelear con un moribundo.
Blaine alzó el mentón y lo miró a los ojos.
— Está bien, estoy un poco molesto contigo. Ya está. ¿Te sientes mejor ahora que te lo he dicho con todas las letras?
— Lo que me haría sentir mejor es recuperar al viejo Blaine — refunfuñó —. En los últimos quince días has estado moqueando por los rincones y dando rienda suelta a tus caprichos. Y ya estoy harto de todo ese teatro.
— Oh, te pido mil disculpas por tener sentimientos — bramó el. Tomó el carro y lo empujó hacia la puerta. — Me iré con mi cara larga a otra parte para no ofender a Su Alteza.
Qué ganas habría tenido de culminar su salida con un buen portazo, pero no quiso despertar a Jamie; sabía que estaba durmiendo. La ira lo condujo por el corredor y hasta la planta alta, donde se encontraba el armario de la limpieza. Guardó todos los artículos en su interior y cerró la puerta. Pero cuando estaba llegando a las escaleras no pudo soportarlo más. El sentimiento de culpa, horrendo como una serpiente venenosa, se había enroscado en su estómago y le provocaba náuseas. Kurt significaba demasiado para el. No podía dejar así las cosas. Dio media vuelta y marchó nuevamente hacia su cuarto.
— De acuerdo — capituló, ignorando la sonrisa satisfecha de su amigo —, hablemos.
— No pudiste aguantar, ¿verdad? — Palmeó la cama y el se sentó.
— Oh, borra esa risita estúpida de tu cara, ¿quieres? Ya estoy aquí. No quise irme sabiendo que estábamos disgustados. — Notó la mueca de dolor de su amigo cuando el colchón cedió por el peso de su cuerpo.
Superando el momento de sufrimientos, extendió la mano y tomó la de Blaine.
— No estoy sonriendo, Blaine — susurró —. Tengo miedo. No quiero perderte. No ahora.
Blaine sintió un nudo en la garganta, pero se lo tragó. Se sentía como un gusano.
— No vas a perderme — le aseguró, aún con tono gruñón —. Simple y sencillamente, seguirás haciendo lo que has hecho toda la vida: sacarme de las casillas.
— Dime por qué estabas tan enojado. — Le acarició la mano.
El se encogió de hombros.
— No lo sé. Supongo que necesitaba a alguien para echarle la culpa.
— Y yo era un blanco perfecto, ¿no?
— Sí.
— Pero ahí no termina todo — aventuró —. Hay algo que te perturba y quiero saber qué es.
— No seas tonto. — Ni loco habría reconocido ante él qué era lo que más le molestaba de todo ese episodio. — Por mucho que deteste reconocerlo, tú me diste un buen consejo. Tenías razón. Una relación que se basa en una mentira no puede durar. Supongo que te culpé a ti cuando lo descubrí. Sebastian no lo tomó para nada bien. Estaba tan… tan…
— ¿Herido?
— Irracional — lo corrigió Blaine. Bajó la vista y la fijó en el acolchado.- Pero está bien. Si me hubiera querido de verdad, por lo menos habría intentado comprender. Te pido disculpas por haberme descargado contigo. Pero, tal como tú mismo lo has dicho, necesitaba alguien a quien culpar y tú fuiste el blanco perfecto.
Kurt extendió la mano y le levantó el mentón, obligándolo a mirarlo. Lo miró con resolución, sus ojos parecían llamas en aquel rostro delgado.
— Pero empezaste a dudar, ¿verdad? A dudar de mis verdaderas razones para convencerte de que hablaras con él. ¿Pensaste en una segunda intención de mi parte, quizás?
— No seas tonto. — Trató de desviar la mirada, pero él no le soltaba el mentón. — ¿Qué otra razón pudiste haber tenido?
Gabriel sonrió con tristeza y Jean sintió una repentina desesperación por que él se callara la boca, por no escuchar esas palabras de sus labios.
— Por favor — suplicó y echó la cabeza hacia atrás. Volvió a moverse en la cama. — Olvidemos esta conversación. Ahora las cosas se han encarrilado…
— Mentira — se opuso él —. No eres estúpido y supongo que sabes qué es lo que siento por ti.
Se quedó helado.
— Somos amigos.
— ¿Amigos? — Kurt rió sin ganas. — Claro que somos amigos, pero cualquiera que tenga dos dedos de frente se daría cuenta de que me he enamorado de ti.
Y finalmente se oyeron las palabras. Las mismas que el sospechaba que le partirían el corazón en mil pedazos.
— Pero te juro, Blaine— continuó en un murmullo, mirando ahora hacia la ventana y la oscuridad —, que no te convencía de que hablaras con Sebastian porque tuve ilusiones de que alguna vez pudiera existir algo entre nosotros. Es demasiado tarde para eso. No soy tonto. Me queda muy poco tiempo.
— ¡Ni lo menciones!
— ¿Por qué no? Es la verdad. Créeme, por mucho que me doliera saber que querías de verdad a ese tipo, jamás habría sido tan tonto como para creer que, si él te daba la espalda, vendrías corriendo a mi lado. Mis sentimientos por ti son demasiado profundos para caer en semejante bajeza. Además, Sebastian es un chico decente. Prefiero que estés con él y no con uno de esos snobs arrogantes que viven en la parte de la ciudad de la que provienes.
Blaine no sabía que decir. En el inesperado silencio, oyó los ruidos del tráfico que se confundían con el canto de los pájaros que se filtraba por la ventana entornada.
— Di algo — susurró Kurt por fin —. Dime que me crees. Dime que no me consideras un cretino egoísta que arruinó tu vida amorosa porque te quería toda para mí.
— No eres un cretino egoísta, Kurty — confirmó.
— Te lo agradezco mucho. — Suspiró. — Pero no debí confesarte mis sentimientos. No querías oírlos.
— No sé qué decir — murmuró, pero de pronto lo supo. Con gran asombro de su parte, descubrió en un segundo por qué Kurt siempre había tenido sobre el mucha más influencia que cualquier otra persona.
— No digas nada — concedió él —. No tiene sentido.
Claro que lo tenía, pensó Blaine. Kurt merecía saber la verdad. Ella se lo debía.
— Claro que lo tiene — se opuso. Inspiró profundamente. — Estás en lo cierto. Sospeché que tuvieras segundas intenciones. Me preguntaba si no te habías enamorado de mí, porque la verdad es que me parece que yo también estoy un poco enamorada de ti.
Kurt se quedó petrificado.
Si el tema en cuestión no hubiera sido los sentimientos del uno por el otro, Blaine habría soltado una carcajada al verlo con la boca abierta. Aquellos sentimientos que lo confundían, que lo torturaban, que lo mantenían despierto toda la noche tratando de determinar qué clase de persona era en realidad.
— Pero eso es imposible… — continuó, vacilante. No estaba seguro de lo que quería decir exactamente y de cuál era el mejor modo de expresarlo.
— Porque, si Sebastian me gusta de verdad, ¿cómo puedo tener estos sentimientos hacia ti? — Estaba tan confundido que se interrumpió.
Kurt inspiró hondo.
— ¿Y quién demonios podría darte una respuesta? Nuestra situación es muy atípica. De hecho, jamás debimos habernos conocido.
— Ni lo menciones — vociferó Blaine —. Nunca más repitas eso. No entiendo mis sentimientos hacia ti. Tienes la virtud de fastidiarme, entristecerme, alegrarme, hacerme sentir culpable; me manejas como quieres. No me importa. Vas a morir. Y sé que una parte de ti cree que no soy más que un niño rico que juega a ser un santo, pero por favor, nunca jamás digas que te arrepientes de haberme conocido.
— No me arrepiento — dijo Kurt con suavidad —. Lo único que lamento es que no haya sido en otro momento, en otro lugar. Sólo lamento estar atrapado en un cuerpo que se está gastando mucho antes de lo debido.
— Nunca se sabe — afirmó el con pasión —. Todos los días ocurren milagros. Tú mismo lo has dicho.
Blaine le sonrió con tristeza.
— Bueno, uno ha ocurrido: te conocí.
— ¿Pero en qué nos ha beneficiado? — Razonó el con amargura —. No sé qué es lo que siento por ti. No sé qué es lo que siento por Sebastian. Santo Dios, soy un ignorante. Sólo estoy seguro de que estoy partida en dos.
Kurt extendió la mano y le tocó el hombro.
— Nunca sabrás lo bien que me ha hecho conocerte — dijo —. Jamás tendré oportunidad de llevarte al cine, ni de invitarte a caminar por la playa, ni de hacerte el amor, pero todos los días agradezco a Dios haberte tenido en mi vida por un tiempo. Eso es un milagro, Blaine.
Blaine se puso a llorar.
— Oh, Dios — se lamentó —. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo puedo sentir esto por ti si todavía siento algo por Sebastian? No lo entiendo.
— Oye — le dijo él y lo abrazó —, no dejes que esto te afecte. Yo tampoco lo entiendo. ¿Pero cuál es la novedad? Además, ¿hay alguna ley que prohíba que una persona quiera a dos? ¿Quién ha decretado que las emociones vienen en lindos paquetitos envueltos para regalo que uno abre cuando se le antoja?
— Pero no tiene sentido — insistió el, enjugándose los ojos —. Yo te quiero, Kurt. Sólo Dios sabe cuánto. Pero a él también. Entonces, ¿qué clase de persona soy?
Cuando terminó su turno, llovía a cántaros. Le importó muy poco. Sabía que, si llamaba a su madre por teléfono, la vendría a buscar, pero prefería tomar el autobús. La confrontación con Kurt podía haber servido para aclarar las cosas entre ellos, pero Blaine se sentía como si hubiera pasado por una exprimidora.
La señora Drake le prestó un paraguas y Blaine salió al porche de la entrada. El agua golpeaba sin cesar cuando cruzó la calle para ir a la parada del autobús. Se le empaparon los pies al saltar el río de agua que corría por la zanja. Permaneció de pie en la parada del autobús, mirando la calle a través de la bendita oscuridad. Con los ojos llenos de lágrimas, contemplo los reflejos mojados de los carteles de neón. Fluidos azules y rojos, dorados y verdes parecían desplazarse y confundirse en un ágil torbellino de color mientras la lluvia y el viento azotaban el pavimento. Se concentro en el camino y experimento una sensación de paz que serenaba sus nervios. Una ráfaga de aire helado le traspaso su fina chaqueta. La lluvia caía como cataratas y abofeteaba la parte posterior de sus jeans. Pero el ni se movió. No podía. La exótica belleza del neón en la lluvia lo mantuvo clavado al piso.
Un auto se detuvo a su lado, Blaine parpadeó.
— Hola. — El conductor bajo la ventanilla correspondiente a la puerta del acompañante. Era Sebastian . — Sube. Te llevo a tu casa.
Vacilo. No confiaba en su valentía para enfrentarlo en ese momento.
— Apresúrate. Te estás empapando.
Aceptó.
—Hola — murmuro Blaine.
— Hola — respondió él, con la vista fija en el camino.
Ninguno de los dos habló mientras se alejaban de la calle y pasaban a formar parte del grueso del tráfico. Dentro del auto estaba oscuro y a Blaine eso le vino de perillas.
— Te agradezco que te hayas detenido para llevarme — comento el por fin.
— No hay problema — dijo él, todavía concentrado en la conducción del vehículo —. De todas maneras, iba para allá.
Recorrieron Twin Oaks Boulevard en un silencio tan tenso que el aire parecía cortarse. Blaine estaba tieso, con los ojos clavados en la ventanilla.
— ¿Y? — La voz de Sebastian sonó normal. — ¿Cómo va todo?
— Bien. ¿Y tus cosas?
— No me quejo — respondió, encogiéndose de hombros.
Blaine estaba demasiado cansado como para hablar de tonterías, exhausto como para intentar un último esfuerzo. Por mucho que Sebastian le gustara, el paso siguiente le correspondía a él. No se engañaba: solo se había ofrecido a llevarlo como un acto de gentileza. No había una segunda lectura. La confrontación con Kurt había dejado una moraleja: era una estupidez no enfrentar los verdaderos sentimientos. Entrecerró los ojos, tratando de ordenar un poco sus emociones. Para su asombro, descubrió que estaba furioso. Sebastian se había comportado como un idiota. Y tampoco lo llamo.
Él se coloco en el carril izquierdo y doblo en MacGower Road. El tráfico estaba mucho más pesado allí.
— Oh, Blaine — empezó —, con respecto a lo que sucedió entre nosotros…
— Mejor no toquemos ese tema —lo interrumpió el con cortesía. Enojado o no, no tenía sentido seguir con el mismo asunto. Seguramente el pensaría que su conducta estaba justificada. Si él no notaba por las suyas lo mezquino que había sido su actitud, no cambiaria de opinión solo porque el se lo dijera. — No vale la pena. Lo pasado, pisado.
— Sí, bueno, la verdad es que debí haberte llamado.
— No importa.
— ¿Seguirás trabajando en el hogar mucho tiempo más? — le preguntó. La miró de reojo y luego siguió con la vista fija en el pavimento resbaloso.
— Si, todavía me quedan bastantes horas por cumplir — respondió —. Además, me gusta trabajar allí. Creo que, cuando termine mi sentencia, les pediré que me permitan quedarme.
— ¿Sabes? No hay motivo para que dejes de ir al bar — comento —. Sé que te gustaba venir a tomar una Coca antes de empezar tu turno. Henry y otros clientes habituales preguntaron por ti.
— Tal vez vaya — dijo, sin comprometerse. Ese viaje se estaba convirtiendo en una tortura. Era obvio que Sebastian se sentía incomodo, avergonzado.
Lo que una vez hubo entre ellos había terminado. Estaba muerto y enterrado. Lo único que Blaine deseaba en ese momento era llegar a su casa, meterse en la cama y lamerse las heridas. ¿Por qué no habría llegado el maldito autobús antes que Sebastian?
No volvieron a hablar hasta que llegaron a la calle donde el vivía. Pero él, en lugar de detenerse frente a la casa, siguió de largo y paró exactamente en el mismo lugar donde se habían peleado.
— Oye — preguntó el —, ¿qué quieres hacer?
Apagó el motor y lo miró.
— Quiero hablar contigo.
De pronto, la ira de el muchacho superó el límite de lo tolerable. Ya no pudo tragarse nada más. ¿Quién se creía que era? ¿Qué pretendería ahora? ¿Darle una lata de media hora, echándole en cara lo brujo y vil que era? Puede ser que hubiera cometido un error en su vida, pero estaba pagándolo. Él fue un idiota.
— ¿Para qué? ¿Tienes algún otro comentario interesante sobre mi persona? Pues guárdatelo. Y si es el mismo, no quiero volver a oírlo. Fuiste muy claro hace dos semanas. — Tanteo en busca del picaporte de la puerta.
— Blaine, espera.
Se detuvo y se volvió para mirarlo.
— ¿Para qué? ¿Para que sigas insultándome?
— Lo lamento — dijo por fin —. Sé que me porte como un cretino.
— Cierto.
Con la pálida luz de la calle, Blaine alcanzo a ver una sonrisa en sus labios.
— No hace falta que te pongas de acuerdo conmigo tan rápido.
El no le contesto ni una palabra. Todavía seguía asombrado por lo molesto que estaba. Sebastian lo había herido, había sido injusto y ahora el solo le reconocía que tal vez la culpa no había sido toda suya. De todas maneras, no se quedaría allí sentada, compartiendo una intimidad que no le ocasionaría otra cosa más que heridas. Ya había tenido la función del día y no quería repetirla.
— ¿A que quieres llegar con todo esto, Sebastian?
No vas a venirme con ese cuento de que podemos seguir siendo amigos y esas cosas, ¿verdad? Ya sé el concepto que te has formado de mi, entonces, mejor dejamos todo como está. ¿De acuerdo?
— ¡No! A menos que te hayas convertido en vidente en estos últimos tiempos, no puedes saber qué estoy pensando. — Comenzaba a enojarse, pero se controló y suspiró. — Por favor, escúchame hasta el final.
Ahora fue el quien suspiró. Quizás el modo más rápido de poner punto final a la situación fuera escuchar todo lo que tenía para decirle y listo. Así podría irse a su casa a llorar en paz.
—Acepto.
La lluvia golpeaba sin cesar contra el techo del auto. Sebastian introdujo las manos en los bolsillos de su chaqueta y se volvió para mirar por el parabrisa.
—Te eché mucho de menos, Blaine. Me gustaría seguir viéndote.
— ¿Cómo amigos?
Sebastian negó con la cabeza.
—No. No dará resultado de ese modo. Por lo menos, no todavía. Me gustaría una segunda oportunidad. Tú me entiendes, quiero que salgamos y veamos cómo salen las cosas. No he podido dejar de pensar en ti. No puedo borrarte de mi mente.
— ¿Y todo lo que me dijiste? — le recordó el —. Si vas a rebajarme a la misma categoría que tu ex novio…
— No te pareces en nada a Hunter — la interrumpió —.Dije todas esas cosas porque estaba furioso. Pensé que me habías usado.
— ¿Todavía lo piensas?
— No. — Sonrió. — Creo que yo te gustaba de verdad y que tú me gustas a mí.
— Pero no me admiras tanto, ¿cierto?— Quería poner todas las cartas sobre la mesa. Sus emociones eran muy confusas. El enfrentamiento con Kurt, las dos últimas semanas de angustia sin Sebastian… Ya no podía definir sus sentimientos y, mucho menos reanudar su relación con Sebastian. Cómo deseaba que las cosas hubieran sido distintas. Simples. Como era su vida antes.
— ¿Es admiración lo que buscas? — pregunto.
— No — contesto el, decidido a ser tan directo como él. -Nunca pretendí eso. Pero si quiero honestidad.
— Honestidad, de acuerdo. Eso te brindaré. Tienes razón, no siento por ti lo mismo que antes —confesó —. Te creí un santo y luego descubro que estas en libertad condicional.
— ¿Entonces por qué quieres seguir saliendo conmigo?
— Porque me gustas mucho. De verdad, maldita sea. Porque no puedo borrarte de mi mente. Echo de menos las charlas contigo, verte y muchas otras cosas más. — Hizo una pausa y tomó aire. — Además, eres el único chico que conozco que lee tanto como yo. Ya está. ¿Conforme?
Blaine se rió.
— Sí, porque yo también tengo unas cuantas cosas para decirte.
— ¿Por ejemplo? Disculpa que haga hincapié en esto, pero yo he sido muy franco contigo desde el primer día que nos conocimos.
— Es verdad — admitió el —, pero también dictador, intolerante y santurrón.
Sebastian pareció totalmente perplejo.
— Santurrón — repitió en voz baja, como si nunca hubiera escuchado antes ese término —.
¿Intolerante? ¿Dictador? ¿Estas tomándome el pelo?
— En absoluto — contesto Blaine. Era muy importante hacerlo entrar en razones. — Fuiste todas esas cosas. La noche que te confesé la verdad no me escuchaste. Te apresuraste a sacar conclusiones sobre mi carácter y mis motivaciones, me juzgaste como persona.
— No fue así — se defendió—. Demonios, estaba shockeado. ¿Cómo esperabas que reaccionara?
— No lo sé — contesto Blaine —. Pero esperaba un poco mas de compresión de la que recibí. No fue nada fácil para mí confesar la verdad.
Sebastian abrió la boca, volvió a cerrarla y clavó la vista en el volante.
— Por dios, Blaine, no sé que decir. Reconozco que actué como un idiota, pero estaba aterrado. Esa noche pensé que me echarías de tu lado de un puntapié, y en cambio recibí un puñetazo en la boca del estomago. Pensaba que eras tan… tan bueno, que te había colocado en un pedestal. Si hasta adoraba el suelo que pisabas. Te creía una versión masculina adolescente de la Madre Teresa y de pronto me dices que no eres ningún santo, que estás cumpliendo una condena. ¿Cómo te habrías sentido tú en mi lugar?
— Pésimo — concedió —. Pero prefiero pensar que por lo menos habría intentado comprender. Prefiero creer que te habría dado una segunda oportunidad. Entiendo por qué rompiste conmigo esa noche. Pero pasaron dos semanas y no fuiste capaz de llamar ni una sola vez, Sebastian. ¿Si no me hubieras visto por casualidad hoy, te habrías vuelto a acercar a mí?
—Te llamé esta mañana, pero corté al oír tu voz — masculló —. Y tampoco te vi por casualidad. Mientras trabajaba, miraba hacia afuera, esperando que llegara el autobús. Te vi bajar. Y cuando empezó a llover, se me ocurrió aparentar una casualidad y que al llevarte estaría cumpliendo mi obra caritativa del día. — Se rió. — Supongo que yo tampoco soy un santo.
— Ninguno de los dos lo es — afirmo blaine —. Simplemente, somos seres humanos.
— ¿Quieres decir que no quieres volver a intentarlo?
— No. — Meneo la cabeza. — Me gustaría que empezáramos de nuevo y ver que pasa.
Sebastian relajo los hombros y esbozo una sonrisa.
— ¿Aunque yo sea una idiota dictador e intolerable, que no tiene compresión ni piedad?
— Eso no es verdad — dijo el —. No eres un idiota y tenías tus buenos motivos para enfurecerte. Pero la próxima vez que nos peleemos, no seas tan impulsivo para juzgarme. Y tampoco esperes dos semanas para llamarme.
— Han sido las dos semanas más largas de mi vida — admitió él —. Te eche mucho de menos.
— ¿Saliste con algun otro chico? —pregunto, al recordar lo que Jeff le había contado.
Sebastian apoyo las manos sobre sus hombros y lo atrajo hacia sí.
— Mi vida social de estos últimos días se limito a ver unas reposiciones de Viaje a las Estrellas y una ardiente cita con mi primo, en la que compartimos una cena y una película.
— ¿Tu primo? — Se relajo contra su cuerpo.
— Ajá. — Se inclinó y rozo los labios de Blaine con los suyos. — ¿Y tú? — murmuro —. Espera… Te advierto que, si te enamoraste de otro, me moriré de pena.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Adevertencia :los proximos capitulo creo que se enojaran bastante pero como dije al principio de todo esto es una adaptacion y pues yo llore con el final
Faltan 2 capitulo + epilogo
un gran abrazo a todoss y disculpen la demora
gleemaniatica** - Mensajes : 99
Fecha de inscripción : 15/01/2013
Re: [Resuelto]No me olvides ( ADAPTACIÓN) -Capitulo 11: ¿Reconciliacion? [Actualizacion] y una gran disculpaa!!
Ya extrañaba este fic, solo espero que Blaine no regrese con Sebastian.
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
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