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One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
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ChrisCriss
gleeclast
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One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Éste One-shot está adaptado al libro de Isabel Allende. Espero que les guste.
Un vigilante nocturno encontró a los amantes durmiendo en un nudo de brazos y cabellos, envueltos en la espuma de un arruinado traje de bodas, en una de las salas del Museo Guggenheim en Bilbao. Eran las cinco de la madrugada, tal como sostuvieron primero el vigilante y luego los policías. El detective agregó en su informe que regadas por todo el edificio había señales inconfundibles de una bacanal. Aunque jamás había asistido a una -hecho que secretamente lamentaba- su experiencia en toda suerte de vicios humanos le permitía detectar las huellas sin asomo de duda. La forma en la que la atrevida pareja penetró al museo y permaneció allí, nunca quedó clara; los detenidos aseguraron haber pasado la noche adentro, pero los indignados guardias juran hasta hoy que eso es imposible, ya que ellos rondan sin descanso. Además, explicaron, las cámaras de televisión espían hasta el último pensamiento y las alarmas infrarrojas se disparan a la menos provocación. El museo está provisto de ojos mágicos que al parpadear activan una bullaranga de fin de mundo, alertando a la policía, a los bomberos y al director, hombre de constitución nerviosa, agobiado por el peso de la responsabilidad. Ni una cucaracha pasa desapercibida en el Guggenheim, aseguran los expertos en seguridad, mucho menos un par de locos explosivos como aquella pareja.
— Yo no vi un alma en toda la noche -dijo el muchacho cuando recuperó el entendimiento en una clínica de rehabilitación, once horas más tarde-.
Se lo habían llevado los para-médicos en una camilla, cubierto como un cadáver, pero todos pudieron vislumbrar las formas de su cuerpo bajo la sábana. Por arriba arrastraba el cabello castaño. Entre tanto dos uniformados condujeron al otro muchacho, desnudo y esposado, a un carro policial. Los testigos quedaron conmovidos y envidiosos.
— De vigilantes, nada, hombre. Esos hombres estarían jugando cartas o mirando la televisión. Medio mundo estaba anoche frente a la tele, por el escándalo del Papa, ¿sabe? Él y yo anduvimos por todas partes persiguiéndonos como conejos, yo tal como mi madre me echó al mundo y él siempre con su traje de novio, porque no pude desabrocharle esos botoncitos de pulga -corroboró más tarde el joven de cabello oscuro, detenido en el cuartel de policía.
El detective recuperó las flores marchitas del ramo nupcial, que se hallaban desparramadas en los diversos pisos. Las rosas, que fueran blancas en su estado virginal, yacían por los suelos de mármol convertidas en amarillentos moluscos, impregnando el aire del Guggenheim con un olor imposible a tumba de cortesana. La justicia sólo podía castigar a la pareja por permanecer dentro del edificio después de la hora del cierre, un delito menor, teniendo en cuenta que aparte de ensuciar un poco los pisos, no hicieron daño; al contrario, según testimonio de los empleados, al día siguiente todo resplandecía como bañado de luz solar, aunque afuera seguía lloviendo sin tregua. Había llovido la semana entera.
— Por eso entramos, por la lluvia. -dijo el muchacho de ojos celestes-. A mí la humedad me encrespa mucho el pelo.
— ¿Por qué ibas vestido de novio? -lo interrogó el detective-
— Porque no tuve tiempo de cambiarme.
— ¿Dónde se casaron?
— ¿Quiénes?
— Tú y Blaine Anderson -masculló el policía, haciendo un tremendo esfuerzo por permanecer calmado.-
— Y ése, ¿quién es?
— ¡Quién va a ser, hombre! Tu marido o tu novio, en fin, el tipo que estaba contigo en el museo.
— ¿Se llama Blaine? Bonito nombre. Es un hombre muy viril... ¿no le parece, inspector?
— Volvamos al principio. ¿Dónde y cuándo se conocieron?
— No me acuerdo. Las copas no me sientan bien a la cabeza, me tomo dos y me pongo como bobo.
— Eso es evidente. Estabas completamente intoxicado.
— De amor...
— De amor dices, pero no sabes con quién estabas jodiendo en el museo.
— Ni idea.
— ¿Cómo entraron?
— Por la puerta, claro.
— O sea, se introdujeron al establecimiento a la hora en que aún estaba abierto al público.
— No, ya estaba cerrado, me parece...
En su testimonio Blaine Anderson, el afortunado joven a quien la prensa llamó "el mago del amor", aseguró también que el museo parecía cerrado, por ellos no tuvieron problema alguno para entrar, empujaron la puerta y éstas cedieron blandamente.
— Entramos sin problemas -repitió Blaine por centésima vez, fiel a su primera versión.-
— ¿Y qué pasó entonces? -inquirió el detective-
— ¿Pretende que le cuente los detalles, inspector? Amarnos toda la noche, eso es lo que hicimos.
— ¿Dónde y cuándo conociste a Kurt Hummel?
— ¡Conque así se llama! Kurt...
El inspector concluyó que los transgresores no se conocían antes de cometer el delito y debió admitir, a regañadientes, que no hubo premeditación ni alevosía en sus actos.
— Repito: ¿dónde se conocieron? -insistió el detective-
— En la barra del bar de Íñigo y apenas lo vi me llamó la atención -dijo Blaine Anderson en su testimonio.-
— ¿Por qué? -preguntó el detective-
— Bueno, no se encuentran a cada rato hombres vestidos de novio, llorando y bebiendo como cosacos en un bar.
— ¿Qué hiciste entonces?
— Le hablé. Él me lanzó una mirada y me enamoró. Así nomás fue, se lo juro. Sus ojos celestes se me clavaron en el corazón. Se lo digo, inspector, nunca me había pasado algo así. Sentí un corrientazo brutal, como meter el dedo en un enchufe.
— ¿Y él?
— Él puso la cabeza en mi pecho y siguió llorando. No supe qué hacer. Después de un rato lo llevé al baño y le lavé la cara. Le pregunté por qué lloraba tanto y me dijo que su novio era un cretino sin remedio. Entonces le ofrecí casarme con él ahí mismo.
— Estaban ebrios, claro.
— Él estaba un poquín mareado, pero yo no bebo. Al bar fui sólo a cobrarle a Íñigo una apuesta.
— ¿Qué te contestó él?
— Dijo que bueno, que se casaría conmigo para aprovechar el traje. Después me besó de lleno en la boca. Lo besé también, ¿no habría hecho usted lo mismo? No podíamos despegarnos, nos besábamos apurados, desesperados. Fui amor a primera vista, como en el cine. Entonces interrumpió el pesado de Íñigo y nos echó a la calle, dijo que nos fuéramos a un hotel, que éramos unos desvergonzados. Nos fui, echamos a andar sin rumbo. Se largó a llover suavecito y no teníamos paraguas; lo cubrí con mi chaqueta, pero no había modo de evitar que se le arruinara el traje. Quise llevarla a mi piso, pero me acordé que mi madre estaría con mis tíos. Entonces el museo se me apareció por delante, se me ocurrió que allí podíamos cobijarnos y corrimos por esa larga explanada que hay frente a las puertas del museo. No había nadie, lo que se dice nadie, inspector. Apenas tocamos la puerta se abrió, invitándonos a entrar. Él me besó de nuevo y me dijo que quería cruzar el umbral en brazos, como un novio de verdad. Ahora sé como es la locura del amor, inspector. Yo nunca había...
— ¿Vas a decirme que no averiguaste su nombre ni por qué andaba vestido de novio? -lo interrumpió el detective-
— No se me ocurrió, es la verdad, inspector. Además yo no soy un hombre de muchas palabras, voy directo al grano, ¿me entiende?.
*
— Fue como si nos conociéramos de siempre, inspector, como si hubiéramos estado juntos en otra vida. Al momento de cruzar el umbral del museo fue como si estuviéramos casados. ¿Se imagina, inspector? Así es el destino. Si no salgo escapando de la iglesia y no entro en ese bar, no habría conocido nunca el amor verdadero. -agregó-
— Eso no es amor, hombre, es lujuria, es puro delirio etílico. ¿Cómo explicas que ustedes dos pasaran la noche entera dando brincos por el museo y no quedaran grabados en las cámaras de vídeo?
— Tal vez nos volvimos transparentes... ¿No sabe que el Guggenheim está embrujado, inspector?
— ¿Qué brutalidades dices? ¡Es el museo más moderno del mundo! -lo interrumpió el detective- Ese edificio está erizado de alarmas. No me explico cómo ninguna funcionó.
Los rumores habían circulado apenas comenzó la construcción del edificio: decían que era humanamente imposible hacer algo de tal belleza sin pactar con las fuerzas del Otro Lado.
— ¿Está seguro de que estábamos en el museo? Se lo pregunto en serio, inspector. Si estaba cerrado, como dice, y si no sonaron las alarmas, tal vez nunca estuvimos allí. La verdad es que donde hicimos el amor no parecía un museo, lo recuerdo como un palacio de cristal, como los de las películas. Por las ventanas veíamos caer diamantes, había una música de cascada...
— Lluvia, hijo, era lluvia.
— Usted dice que nos metimos en el Guggenheim, pero yo le digo que estábamos en un lugar fantástico, no había paredes, sólo vastos espacios de luz. Créame, eran salas imaginarias, palpitantes y mórbidas. No sólo se oía el agua, estoy seguro de que algo vibraba en el aire, como un murmullo, como ese río de palabras que se dicen sin pensar cuando uno hace el amor. ¿Sabe a qué me refiero?
*
— Así que no le preguntaste el nombre al chico. -dijo el inspector-
— No hubo tiempo para mucha conversación, estábamos algo ocupados, ¿sabe? -dijo el muchacho de cabello oscuro-
— Haciendo el amor como perros -lo interrumpió el inspector-
— Como ángeles, diría yo. ¿Vio que lindo pelo tiene? Pura seda, como de muñeco.
Era época de elecciones, había problemas con los terroristas y huelgas del Servicio Nacional de Salud, la situación no daba para perder el tiempo con enamorados mágicos. El Guggenheim no era más que un museo y ¿a quién le importaba el arte? Si los chicos hubieran violado la seguridad del Banco de Bilbao, eso ya sería otra cosa. Pocos días más tarde el detective cerró la carpeta del caso y la colocó al fondo del armario de los asuntos indefinidamente postergados, donde la lenta piedra de moler de la burocracia acabaría por reducirla al polvo.
En cuanto a los protagonistas de aquel escándalo de amor, digamos que simplemente cuando Kurt Hummel recogió el traje de novio de la tintorería, Blaine Anderson lo esperaba en la esquina con un ramo de rosas frescas en la mano.
Un vigilante nocturno encontró a los amantes durmiendo en un nudo de brazos y cabellos, envueltos en la espuma de un arruinado traje de bodas, en una de las salas del Museo Guggenheim en Bilbao. Eran las cinco de la madrugada, tal como sostuvieron primero el vigilante y luego los policías. El detective agregó en su informe que regadas por todo el edificio había señales inconfundibles de una bacanal. Aunque jamás había asistido a una -hecho que secretamente lamentaba- su experiencia en toda suerte de vicios humanos le permitía detectar las huellas sin asomo de duda. La forma en la que la atrevida pareja penetró al museo y permaneció allí, nunca quedó clara; los detenidos aseguraron haber pasado la noche adentro, pero los indignados guardias juran hasta hoy que eso es imposible, ya que ellos rondan sin descanso. Además, explicaron, las cámaras de televisión espían hasta el último pensamiento y las alarmas infrarrojas se disparan a la menos provocación. El museo está provisto de ojos mágicos que al parpadear activan una bullaranga de fin de mundo, alertando a la policía, a los bomberos y al director, hombre de constitución nerviosa, agobiado por el peso de la responsabilidad. Ni una cucaracha pasa desapercibida en el Guggenheim, aseguran los expertos en seguridad, mucho menos un par de locos explosivos como aquella pareja.
— Yo no vi un alma en toda la noche -dijo el muchacho cuando recuperó el entendimiento en una clínica de rehabilitación, once horas más tarde-.
Se lo habían llevado los para-médicos en una camilla, cubierto como un cadáver, pero todos pudieron vislumbrar las formas de su cuerpo bajo la sábana. Por arriba arrastraba el cabello castaño. Entre tanto dos uniformados condujeron al otro muchacho, desnudo y esposado, a un carro policial. Los testigos quedaron conmovidos y envidiosos.
— De vigilantes, nada, hombre. Esos hombres estarían jugando cartas o mirando la televisión. Medio mundo estaba anoche frente a la tele, por el escándalo del Papa, ¿sabe? Él y yo anduvimos por todas partes persiguiéndonos como conejos, yo tal como mi madre me echó al mundo y él siempre con su traje de novio, porque no pude desabrocharle esos botoncitos de pulga -corroboró más tarde el joven de cabello oscuro, detenido en el cuartel de policía.
El detective recuperó las flores marchitas del ramo nupcial, que se hallaban desparramadas en los diversos pisos. Las rosas, que fueran blancas en su estado virginal, yacían por los suelos de mármol convertidas en amarillentos moluscos, impregnando el aire del Guggenheim con un olor imposible a tumba de cortesana. La justicia sólo podía castigar a la pareja por permanecer dentro del edificio después de la hora del cierre, un delito menor, teniendo en cuenta que aparte de ensuciar un poco los pisos, no hicieron daño; al contrario, según testimonio de los empleados, al día siguiente todo resplandecía como bañado de luz solar, aunque afuera seguía lloviendo sin tregua. Había llovido la semana entera.
— Por eso entramos, por la lluvia. -dijo el muchacho de ojos celestes-. A mí la humedad me encrespa mucho el pelo.
— ¿Por qué ibas vestido de novio? -lo interrogó el detective-
— Porque no tuve tiempo de cambiarme.
— ¿Dónde se casaron?
— ¿Quiénes?
— Tú y Blaine Anderson -masculló el policía, haciendo un tremendo esfuerzo por permanecer calmado.-
— Y ése, ¿quién es?
— ¡Quién va a ser, hombre! Tu marido o tu novio, en fin, el tipo que estaba contigo en el museo.
— ¿Se llama Blaine? Bonito nombre. Es un hombre muy viril... ¿no le parece, inspector?
— Volvamos al principio. ¿Dónde y cuándo se conocieron?
— No me acuerdo. Las copas no me sientan bien a la cabeza, me tomo dos y me pongo como bobo.
— Eso es evidente. Estabas completamente intoxicado.
— De amor...
— De amor dices, pero no sabes con quién estabas jodiendo en el museo.
— Ni idea.
— ¿Cómo entraron?
— Por la puerta, claro.
— O sea, se introdujeron al establecimiento a la hora en que aún estaba abierto al público.
— No, ya estaba cerrado, me parece...
En su testimonio Blaine Anderson, el afortunado joven a quien la prensa llamó "el mago del amor", aseguró también que el museo parecía cerrado, por ellos no tuvieron problema alguno para entrar, empujaron la puerta y éstas cedieron blandamente.
— Entramos sin problemas -repitió Blaine por centésima vez, fiel a su primera versión.-
— ¿Y qué pasó entonces? -inquirió el detective-
— ¿Pretende que le cuente los detalles, inspector? Amarnos toda la noche, eso es lo que hicimos.
— ¿Dónde y cuándo conociste a Kurt Hummel?
— ¡Conque así se llama! Kurt...
El inspector concluyó que los transgresores no se conocían antes de cometer el delito y debió admitir, a regañadientes, que no hubo premeditación ni alevosía en sus actos.
— Repito: ¿dónde se conocieron? -insistió el detective-
— En la barra del bar de Íñigo y apenas lo vi me llamó la atención -dijo Blaine Anderson en su testimonio.-
— ¿Por qué? -preguntó el detective-
— Bueno, no se encuentran a cada rato hombres vestidos de novio, llorando y bebiendo como cosacos en un bar.
— ¿Qué hiciste entonces?
— Le hablé. Él me lanzó una mirada y me enamoró. Así nomás fue, se lo juro. Sus ojos celestes se me clavaron en el corazón. Se lo digo, inspector, nunca me había pasado algo así. Sentí un corrientazo brutal, como meter el dedo en un enchufe.
— ¿Y él?
— Él puso la cabeza en mi pecho y siguió llorando. No supe qué hacer. Después de un rato lo llevé al baño y le lavé la cara. Le pregunté por qué lloraba tanto y me dijo que su novio era un cretino sin remedio. Entonces le ofrecí casarme con él ahí mismo.
— Estaban ebrios, claro.
— Él estaba un poquín mareado, pero yo no bebo. Al bar fui sólo a cobrarle a Íñigo una apuesta.
— ¿Qué te contestó él?
— Dijo que bueno, que se casaría conmigo para aprovechar el traje. Después me besó de lleno en la boca. Lo besé también, ¿no habría hecho usted lo mismo? No podíamos despegarnos, nos besábamos apurados, desesperados. Fui amor a primera vista, como en el cine. Entonces interrumpió el pesado de Íñigo y nos echó a la calle, dijo que nos fuéramos a un hotel, que éramos unos desvergonzados. Nos fui, echamos a andar sin rumbo. Se largó a llover suavecito y no teníamos paraguas; lo cubrí con mi chaqueta, pero no había modo de evitar que se le arruinara el traje. Quise llevarla a mi piso, pero me acordé que mi madre estaría con mis tíos. Entonces el museo se me apareció por delante, se me ocurrió que allí podíamos cobijarnos y corrimos por esa larga explanada que hay frente a las puertas del museo. No había nadie, lo que se dice nadie, inspector. Apenas tocamos la puerta se abrió, invitándonos a entrar. Él me besó de nuevo y me dijo que quería cruzar el umbral en brazos, como un novio de verdad. Ahora sé como es la locura del amor, inspector. Yo nunca había...
— ¿Vas a decirme que no averiguaste su nombre ni por qué andaba vestido de novio? -lo interrumpió el detective-
— No se me ocurrió, es la verdad, inspector. Además yo no soy un hombre de muchas palabras, voy directo al grano, ¿me entiende?.
*
— Fue como si nos conociéramos de siempre, inspector, como si hubiéramos estado juntos en otra vida. Al momento de cruzar el umbral del museo fue como si estuviéramos casados. ¿Se imagina, inspector? Así es el destino. Si no salgo escapando de la iglesia y no entro en ese bar, no habría conocido nunca el amor verdadero. -agregó-
— Eso no es amor, hombre, es lujuria, es puro delirio etílico. ¿Cómo explicas que ustedes dos pasaran la noche entera dando brincos por el museo y no quedaran grabados en las cámaras de vídeo?
— Tal vez nos volvimos transparentes... ¿No sabe que el Guggenheim está embrujado, inspector?
— ¿Qué brutalidades dices? ¡Es el museo más moderno del mundo! -lo interrumpió el detective- Ese edificio está erizado de alarmas. No me explico cómo ninguna funcionó.
Los rumores habían circulado apenas comenzó la construcción del edificio: decían que era humanamente imposible hacer algo de tal belleza sin pactar con las fuerzas del Otro Lado.
— ¿Está seguro de que estábamos en el museo? Se lo pregunto en serio, inspector. Si estaba cerrado, como dice, y si no sonaron las alarmas, tal vez nunca estuvimos allí. La verdad es que donde hicimos el amor no parecía un museo, lo recuerdo como un palacio de cristal, como los de las películas. Por las ventanas veíamos caer diamantes, había una música de cascada...
— Lluvia, hijo, era lluvia.
— Usted dice que nos metimos en el Guggenheim, pero yo le digo que estábamos en un lugar fantástico, no había paredes, sólo vastos espacios de luz. Créame, eran salas imaginarias, palpitantes y mórbidas. No sólo se oía el agua, estoy seguro de que algo vibraba en el aire, como un murmullo, como ese río de palabras que se dicen sin pensar cuando uno hace el amor. ¿Sabe a qué me refiero?
*
— Así que no le preguntaste el nombre al chico. -dijo el inspector-
— No hubo tiempo para mucha conversación, estábamos algo ocupados, ¿sabe? -dijo el muchacho de cabello oscuro-
— Haciendo el amor como perros -lo interrumpió el inspector-
— Como ángeles, diría yo. ¿Vio que lindo pelo tiene? Pura seda, como de muñeco.
Era época de elecciones, había problemas con los terroristas y huelgas del Servicio Nacional de Salud, la situación no daba para perder el tiempo con enamorados mágicos. El Guggenheim no era más que un museo y ¿a quién le importaba el arte? Si los chicos hubieran violado la seguridad del Banco de Bilbao, eso ya sería otra cosa. Pocos días más tarde el detective cerró la carpeta del caso y la colocó al fondo del armario de los asuntos indefinidamente postergados, donde la lenta piedra de moler de la burocracia acabaría por reducirla al polvo.
En cuanto a los protagonistas de aquel escándalo de amor, digamos que simplemente cuando Kurt Hummel recogió el traje de novio de la tintorería, Blaine Anderson lo esperaba en la esquina con un ramo de rosas frescas en la mano.
Invitado- Invitado
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Aaaaaaa me encanto estuvo muy bonito que bueno que te decidiste a escribirlo espero te decidas a escribir otro one-shot si tienes tiempo bueno adios encerio estuvo genial
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Aww!!! Fue misteriosamente tierno (misterioso por lo del museo)
Esta muy bueno, tienes una mente brillante cuando escribes, adaptaste muy bien esta historia
Espero que te lleguen más ideas a tu cabesita para que escribas más one-shots porque me encanta como escribes :3
Bye-Bye
Esta muy bueno, tienes una mente brillante cuando escribes, adaptaste muy bien esta historia
Espero que te lleguen más ideas a tu cabesita para que escribas más one-shots porque me encanta como escribes :3
Bye-Bye
ChrisCriss***** - Mensajes : 281
Fecha de inscripción : 23/08/2013
Edad : 24
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Hola!!!
Maravillosa historia. Escribes muy bien, me ha encantado. Ya quisiera yo que lo que escribo fuese la mitad de bueno que esto.
Siento muchísimo no leer tu fic, pero en estos momentos me encuentro de viaje y actualizas muy rápido así que cuando llego tengo como 3 ó 4 capítulos y no tengo tiempo para leerlos, en cuanto tenga tiempo los leo y comento (la semana que viene sin falta). La verdad es que estos días sólo he leído 2 one-shot (uno de ellos este) y el de escenas borradas además de actualizar mi fic (menos mal que ya había escrito el capítulo), porque no tengo tiempo. Espero que no te lo tomes a mal.
Espero poder leer más cosas tuyas pronto
Muchos besos
Maravillosa historia. Escribes muy bien, me ha encantado. Ya quisiera yo que lo que escribo fuese la mitad de bueno que esto.
Siento muchísimo no leer tu fic, pero en estos momentos me encuentro de viaje y actualizas muy rápido así que cuando llego tengo como 3 ó 4 capítulos y no tengo tiempo para leerlos, en cuanto tenga tiempo los leo y comento (la semana que viene sin falta). La verdad es que estos días sólo he leído 2 one-shot (uno de ellos este) y el de escenas borradas además de actualizar mi fic (menos mal que ya había escrito el capítulo), porque no tengo tiempo. Espero que no te lo tomes a mal.
Espero poder leer más cosas tuyas pronto
Muchos besos
Darrinia-*- - Mensajes : 2595
Fecha de inscripción : 24/10/2013
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Gracias n.n sí, voy a escribir otro...gleeclast escribió:Aaaaaaa me encanto estuvo muy bonito que bueno que te decidiste a escribirlo espero te decidas a escribir otro one-shot si tienes tiempo bueno adios encerio estuvo genial
Me alegra mucho que te haya gustado n.n Gracias, escribiré otros...ChrisCriss escribió:Aww!!! Fue misteriosamente tierno (misterioso por lo del museo)
Esta muy bueno, tienes una mente brillante cuando escribes, adaptaste muy bien esta historia
Espero que te lleguen más ideas a tu cabesita para que escribas más one-shots porque me encanta como escribes :3
Bye-Bye
No te hagas problemas! Cuando tengas el tiempo de leer y comentar estaré gustosa de tenerte en mi fic. Gracias por el apoyo, saludos :)Darrinia escribió:Hola!!!
Maravillosa historia. Escribes muy bien, me ha encantado. Ya quisiera yo que lo que escribo fuese la mitad de bueno que esto.
Siento muchísimo no leer tu fic, pero en estos momentos me encuentro de viaje y actualizas muy rápido así que cuando llego tengo como 3 ó 4 capítulos y no tengo tiempo para leerlos, en cuanto tenga tiempo los leo y comento (la semana que viene sin falta). La verdad es que estos días sólo he leído 2 one-shot (uno de ellos este) y el de escenas borradas además de actualizar mi fic (menos mal que ya había escrito el capítulo), porque no tengo tiempo. Espero que no te lo tomes a mal.
Espero poder leer más cosas tuyas pronto
Muchos besos
Invitado- Invitado
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Sólo 2 palabras, ME ENCANTO!!!
Gabriela Cruz-*-* - Mensajes : 3230
Fecha de inscripción : 07/04/2013
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Estuvo hermoso, isabel allende es una de las escritoras mas geniales del siglo y haz adaptado de una manera sublime su escrito, te felicito milu, estuvo encantador <3
Dablerry********- - Mensajes : 655
Fecha de inscripción : 26/01/2013
Edad : 29
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Me alegra que te haya gustado n.nGabriela Cruz escribió:Sólo 2 palabras, ME ENCANTO!!!
Amo a Isabel Allende ♥ ¿viste lo qué son ésos libros? Es un honor para el lector. Gracias, me alegra que te haya gustado.kurtblainelover escribió:Estuvo hermoso, isabel allende es una de las escritoras mas geniales del siglo y haz adaptado de una manera sublime su escrito, te felicito milu, estuvo encantador <3
Invitado- Invitado
Suicidalnight ✝* - Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 11/11/2013
Edad : 28
Re: One-shot Klaine: "Los amantes del Guggenheim". | ADAPTACIÓN |
Gracias, es muy grato recibir mensajes de éste tipo:)Suicidalnight ✝ escribió:Qué lindo <3.
Invitado- Invitado
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