[FanFic Klaine] - "Only Way" - Capítulo N° 3 "Ayuda"

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos atravesado situaciones difíciles, obstáculos que la vida pone en nuestros senderos, esos que algunas veces  pueden asemejarse a piedras en nuestros zapatos u otras veces a montañas en nuestros caminos. A veces la vida sin avisar nos presenta momentos duros y se va, sin explicarnos de qué manera manejarlos. Por lo mismo, hay periodos donde parece que todo se viene abajo. Vemos como las pequeñas piedras en nuestros zapatos se convierten en montañas y perdemos la motivación para seguir adelante; casi como si la vida nos hubiera noqueado en el primer round. En esos instantes donde nos vemos inmersos en la oscuridad, donde nuestros fantasmas interiores nos dominan y ya no podemos sobrellevar los demonios que cargamos en nuestras espaldas, es ahí, en ese instante, donde somos conscientes de que necesitamos una mano a la cual aferrarnos o hasta quizás, un hombro en el cual poder llorar. Necesitamos ayuda. Te necesito. Y si, quizás esa persona no pueda darnos las soluciones a todos los problemas de la vida ni las respuestas a nuestra dudas o temores, pero puede escucharnos. No puede remediar nuestros tropiezos, pero puede tendernos una mano para que no volvamos a caer. No puede evitar nuestro sufrimiento cuando una pena nos parte el corazón, pero puede compartir nuestras lágrimas y recoger los pedazos para construirlo de nuevo. Porque quizás ahora esas lágrimas no me dejen ver con claridad, pero pronto secaran y veré que el sol sale cada mañana, iniciando un nuevo día. Realmente no estamos diciendo «¡Ayúdame! Soy débil y no puedo hacerlo solo» Más bien es algo como «Confió en ti y te necesito a mi lado».

Abre tus ojos.

Solo tienes que confiar en mí.

— ¿Crees que esto sea buena idea, Kurt? —Preguntó Carole mientras asilaba su vestido de coctel con nerviosismo—. No creo que esto sea de mucha ayuda.

— Claro que lo es. —Aseguró, abriendo la puerta de la habitación y haciendo un gesto para que la dama entrara primero—. Te ves hermosa.

— Gracias —Susurró en respuesta y miro con timidez a su marido desde el umbral.

— Mira quien vino a visitarte papá —Kurt vio como su padre fruncía el entrecejo, confundido, pero aun así conservando una sonrisa amable en el rostro.

— ¿Quién es ella?

Carole se volteó y le dirigió una mirada a Kurt entremezclada entre el pánico y el dolor. Ella había dejado de frecuentar el hospital por los malos recuerdos que este volvía a acarrear en su mente, pero nunca se imaginó que su esposo la olvidaría, al igual que al fallecimiento de su hijo, tan pronto.

Casi con desesperación respondió—: Es Carole, papá.   

— Puede que este solo hijo, pero ya no necesito que me organices citas —Negó con la cabeza y rió de su propia broma—. Es un placer Carole.

La mujer —con inminentes lágrimas en los ojos— solo pudo huir del lugar bajo la desconcertada mirada de Burt.

— No te preocupes papá. Yo… vuelvo… enseguida —Sonrió tranquilizadoramente antes de seguir a Carole por los pasillos del hospital.

La encontró en una de las bancas de la sala de espera llorando, sus manos cubriendo su rostro completamente.

— Todo va a estar bien —Le dijo, aunque él sabía mejor que nadie que ya nada estaría bien.

Carole levantó la vista para mirarlo, su rostro hinchado y manchado en lágrimas hacía que el corazón de Kurt se sintiera pequeño. Esnifó y con la voz temblorosa dijo—: Nada está bien, Kurt. El me ha olvidado y pronto nos olvidará a todos. ¿Cómo eso puede estar bien?

Kurt quedó helado, sus manos comenzaron a temblar.

«Pronto nos olvidará a todos»  

A todos. También a él.

Su padre. El primer hombre que fue capaz de aceptarlo con defectos y virtudes, la persona que lo había guiado durante toda su vida, ese que no necesitaba capa para ser considerado un héroe… Lo olvidaría. Olvidaría a su propio hijo, su existencia desaparecería de su mente como una brisa nocturna que se desvanece al amanecer. ¿Quién podría soportar algo como eso sin sentir que el corazón se le desgarra? Kurt estaba desecho pero no lloraría, no demostraría vulnerabilidad ante nadie, así que cada lágrima contenida fue remplazada por un sorbo de whisky. Una, dos, tres… Perdió la cuenta cuando la cuarta botella fue destapada, sus pensamientos estaban borrosos y su visión distorsionada pero ya no se sentía tan miserable.

Cuando Ian volvió al apartamento nunca se imaginó que presenciaría una imagen como esa: Kurt abrazado al retrete, vomitando lo que parecía ser litros y litros de licor.

No podía levantar la vista, la vergüenza que cargaba en los hombros pesaba mucho.

Muchas veces el orgullo, el miedo al rechazo, el temor a ser juzgados o hasta quizás, en el fondo, el no sentirnos merecedores de la atención de los demás nos impide pedir el apoyo que necesitamos en momentos difíciles. Hemos hecho una definición tan pobre y lamentable de nosotros mismos que empleamos la mayor parte de nuestro tiempo y de nuestra energía intentando impresionar a los demás con una imagen diferente, con un continuo pretender ser. Cuando sufrimos, cuando nos sentimos torpes, pequeños y confundidos creemos que los demás van a darse cuenta de que no éramos quienes pretendíamos ser ante sus ojos: seres inquebrantables.  Pero nadie lo es y en algún momento de nuestras vidas, cuando las corrientes nos derriben, necesitaremos una mano que nos ayude a levantarnos.

Con ese pensamiento en mente —y esforzándose por tragar su orgullo casi por completo— Kurt levantó la vista y susurró—: ¿Me ayudarías?

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— Prométeme que nunca volverás a hacer algo así, Kurt. No quiero que-

— No necesito tus sermones Ian. —Lo interrumpió. El ya no era un niño pequeño y conocía perfectamente las consecuencias de sus actos—. No los necesito ahora.

— ¿Qué necesitas entonces?

Dio un suspiró y se volteó en la cama. — Quiero que te quedes aquí, me abraces y vuelvas a ser mi mejor amigo, ¿puedes hacer eso?

— Eso creo. —Dijo un tanto divertido y Kurt sintió como un brazo se posicionaba sobre su cintura mientras se preguntaba una y otra vez en qué momento de su relación se habían alejado, en que momento dejaron de buscar ese apoyo que tanto necesitaban entre los brazos del otro.

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Los pensamientos de la noche anterior aún se estrujaban dolorosamente unos contra otros dentro de su mente, pero por un segundo fueron eclipsados por Blaine, solo sentado ahí, concentrándose tanto en la lectura de su libro que, para los ojos de Kurt, era algo casi maravilloso—. Buenos días —Dijo pero no obtuvo respuesta—. Supongo que te gusto el libro, ¿eh?

— Oh, discúlpame Kurt. ¿Cómo has estado?

— Bien, ¿y tú? —Su voz tembló porque él no estaba bien, para nada.

— Bien. —Sonrió y se acercó a Kurt todavía con el libro entre las manos—. Por cierto, esto increíble. “Somos pocos los que tenemos suficiente valentía para enamorarnos del todo sí…” ¿Qué-que ocurre? —Dejo de leer cuando de un momento para el otro, un sollozo desgarrador salió de la boca de su acompañante.

— Mi padre desconoció a mi madrastra ayer —Se restregó el rostro con furia—. Yo seré el siguiente Blaine, yo… él… Él se olvidara de mí también.

— K-Kurt… yo… —Blaine sonó desesperado, como si no supiera que hacer o decir para que las cosas mejoraran. En lo más lógico que pudo pensar en ese momento fue en acercarse y estrecharlo entre sus brazos, y así  lo hizo… O al menos lo intentó.

En el instante que Kurt percibió los brazos oprimiéndose a su alrededor una sensación helada recorrió cada  milímetro de su cuerpo, una sensación algo parecida a la que había experimentado la primera vez que vio a Blaine sentado en aquel pasillo; solo que esta vez la dañina profundidad de la punzada se multiplico en dolor, haciéndolo gritar mientras las lágrimas seguían derramándose.

— ¡Suéltame! ¡Suéltame, por favor!

Blaine retrocedió, su rostro demostrando pánico.

— No sé qué hacer para ayudarte. —Susurró.

— ¡No puedes hacer nada! ¡Nadie puede hacerlo!

— No podemos correr esta carrera por él Kurt, aunque queramos, no podemos. —El nudo en la garganta se hacía notar en el tono de su voz—. Lo único que podemos hacer es correr a su lado, ser su apoyo y ayudarlo a llegar hasta la meta sin que deje de sentirse amado.

— ¿La meta? ¿Morir es su meta? —Preguntó irónico.

— La paz lo es.

— ¡¿Por qué creí que entenderías?! ¡Tú no sabes nada! —Se secó las lágrimas con fuerza antes de dirigirle una mirada de reproche a Blaine, quien a esta altura parecía un niño pequeño perdido entre una multitud de personas—. Debo irme.

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— Hola Lillian, te ves muy bien hoy.

— ¿Qué quieres, Hummel? —Preguntó despectivamente la secretaria del hospital.

Kurt sonrió burlonamente. — Necesito el expediente clínico de Blaine.

— Kurt —Suspiró y lo miro por encima de sus gafas de marco grueso—. Hemos estado hablando y creemos que deberías terminar con todo esto.

— ¿Qué? —Cuestionó riendo.

— Blaine no necesita tu ayuda, él no debe construir ilusiones sobre algo que no va a suceder, ¡él no va a recuperar sus recuerdos, Kurt! ¿Acaso no entiendes? —Presionó—. Dime, ¿qué sucederá cuando te canses de intentarlo? ¿Lo dejarás? ¿No volverás a verlo?

— Quiero que me pongas a cargo de él. —Dijo cortante.

— ¿Qué hay de la Sra. Abraham?

— Owen O'Connor se hará cargo de ella.

— Kurt…

— Deme los expedientes de Blaine —Exigió—. Debo ir a verlo ahora.

— Haz lo que quieras. —Exclamó casi arrojándole la delgada carpeta—. Solo recuerda que tú no conoces realmente a ese muchacho.

Kurt la ignoró, solo quería llegar a la habitación 206.

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— Hola.

Blaine estaba acostado boca arriba observando el techo como si fuera lo más interesante para ver. — Pensé que no volverías. —Susurró sin molestarse en mirar.

— ¿Por qué haría algo así? —Preguntó tragando el nudo de culpabilidad que crecía más y más dentro de su garganta.

Kurt estaba arrepentido, realmente arrepentido. Blaine solo había intentado ayudarlo y él había despreciado las palabras de apoyo que tanto necesitaba de la peor manera posible. Su temor, impotencia y desesperación lo llevaron a herir con palabras a la única persona que le ofreció consuelo sin esperar nada a cambio.

— Porque intente ayudarte y no pude hacerlo. —Respondió.

— Blaine, lo siento tanto. —Se acercó rápidamente hasta ponerse en cuclillas junto a su cama—. No debí desquitarme contigo, en serio lo lamento, tu no debes preocuparte por mí.

— ¿Por qué?

— Porque el que importa aquí eres tú. —Sus palabras sonaban sinceras porque eran ciertas. Podría estar derrumbándose en ese mismo momento pero cuando se trataba de Blaine, sus problemas quedaban en segundo plano—. Blaine, ahora eres lo más cercano que tengo a un amigo, quiero ayudarte, ¿me dejaras ayudarte?

Blaine levantó la vista y lo miró incrédulo. — Kurt, lo que yo tengo es crónico y-

— No perdemos nada con intentarlo —Aseguró, haciendo que una pequeña sonrisa se dibujara en el rostro de Blaine—. Primero lo primero, debemos saber quién eres tú. —Abrió la carpeta y comenzó a leer—. Aquí dice que eres Blaine… ¿No tienes apellido? —El chico negó—. Bien. Según los estudios que te hicieron tienes aproximadamente veinticinco años y estas aquí hace casi seis años. Eso es todo lo que tenemos por ahora.

— Eso no sirve de nada. —Refunfuñó cruzándose de brazos.

— Servirá. Veamos… Lo único que lograron detectar fueron anomalías en algunas partes de tu cerebro, eso tú ya lo sabes, pero nadie sabe que ocurrió. No has respondido positivamente a ninguno de tus tratamientos y… —Kurt se sorprendió—. ¿Golpeaste a un enfermero?

— Eso solo fue un mal entendido. —Hizo un gento, minimizándolo.

— ¿Tres veces, Blaine? —Preguntó contundente y Blaine se mostró incomodo ante ello—. Está bien, no hablaremos sobre eso. —Continúo leyendo—. Paranoia, conducta agresiva… aislamiento… ¿Estás seguro de que eres Blaine?

— Ellos exageran. —Respondió ante la mirada atónita de Kurt.

— Entiendo. —Dijo sin convencerse del todo.

— ¿Aun quieres ayudarme?

— Siempre. —Sonrió al recordar las palabras de su padre—. ¡Oh! Casi lo olvido, te traje un regalo. —Sacó de su bolso un pequeño aparato telefónico—. No es muy extravagante pero te servirá… Ahí tienes mi número, si necesitas ayuda o quieres hablar con alguien solo tienes que  llamarme. —Blaine arrugó la nariz en una sonrisa y murmuró un «Gracias».

Quizás la simpleza de esa sonrisa sea la salvación de Kurt, quizás esa sonrisa sea de ahora en adelante la luz que ilumine su camino en la oscuridad, su única ayuda… Solo debía luchar por conservarla en el rostro de Blaine para siempre.

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Burt no era consciente de la hora que el reloj marcaba pero como ninguna enfermera acudía a sus llamados supuso que ya eran altas horas de la madrugada. Sintió su garganta seca así que decidió ir a buscar un vaso de agua por su cuenta pero, cuando se puso de pie, solo pudo caminar un par de pasos antes de que sus piernas dejaran de responder a sus órdenes, haciendo que su estabilidad desapareciera y que cayera al suelo, golpeando su cabeza fuertemente contra el marco de la puerta.

— ¡Alguien ayúdeme! —Alcanzó a decir en un grito ahogado, pero ya no fue consiente cuando los médicos se encargaron de subirlo a la camilla.

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— ¿Kurt? —Gimió desde el otro lado de la línea.

— ¿Blaine, eres tú? —Preguntó extrañado porque casi no reconocía la voz—. Te oyes triste. ¿Ocurrió algo?

— Es tu papá, Kurt.

La vida nos golpea donde más nos duele y cuando menos lo esperamos, pero siempre podemos elegir entre ponernos de pie y seguir luchando o quedarnos atrapados entre los obstáculos que no podemos atravesar … Quizás estos obstáculos no puedan ser vencidos tan fácilmente, pero Kurt y Blaine siempre se podrán aferraran a la mano del otro hasta lograrlo.