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BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3 Primer15
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 4:27 am

(Esta historia cuenta con 27 capitulo y algo extra. Ojo Es historia GP  )



BRITTANY-  CAIDA DEMASIADO LEJOS



SINOPSIS


Querer lo que se supone no debes tener…
Sólo tiene diecinueve años. Es la hija de su nuevo padrastro.
Sigue siendo ingenua e inocente por pasar los últimos tres años cuidando de su madre enferma. Pero sin embargo, para Santana López de veinticuatro, ella es la única cosa que ha estado fuera de sus límites. El dinero de su famoso padre, la desesperación de su madre por ganar su amor, y su encanto son las tres razones por las que nunca se le ha dicho no, ademas de que sus padres la consideran especial y le cumplen los caprichos para que no desarrolle ningún complejo por su condicion de ser diferente a las demas chicas por tener algo demás entre sus piernas.
Brittany S. Pierce dejó su pequeña granja en Alabama después de que su madre murió, para vivir con su padre y su nueva esposa en una casa de playa en  Florida. No está preparada para el cambio de estilo de vida y sabe que nunca va a encajar  en este mundo. Luego está su sexy hermanastra con quien su padre la deja durante el verano mientras él sale corriendo a París con su esposa. Santana es tan mimada como es preciosa. También se está metiendo bajo su piel. Sabe que ella no es buena para ella y que nunca le será fiel a nadie. Ella es obsoleta y tiene secretos que Brittany sabe qué nunca podrá descubrir, pero aún sabiendo todo eso…
Puede que Brittany haya caído demasiado lejos.




....................................................................................................................................................
Hola nueva historia, si les gusta la sinopsis pues continuo con las actualizaciones respectivas. Saludos . 


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Jue Jul 21, 2016 11:06 am, editado 8 veces
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Mensaje por micky morales Sáb Jul 16, 2016 8:21 am

que si me gusta??????? por supuesto!!!! aqui me quedare sentada esperando el inicio!!!!
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Mensaje por marcy3395 Sáb Jul 16, 2016 11:14 am

bueno bueno, bienvenida tu nueva historia, asi que esperare y esperare el primer capitulo, y por mi puedes subir de cinco en cinco diarios, nos vemos pronto.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:17 pm

micky morales escribió:que si me gusta??????? por supuesto!!!! aqui me quedare sentada esperando el inicio!!!!

Hola Micky bueno , no te hare esperar tanto, ya mismo subo cinco capitulos,  y mañana otros cinco por si quieres leer en fin de semana. solo una observacion esta historia esta dividida en dos partes, la primera parte ya termine de adaptarla asi que ire subiendo  mas de dos cap. a la vez. 
 Aqui la historia, y ya sabes mis adaptaciones tienen un sello particular lo podras leer y descubrir . en pocas palabras vamos  estar en un sube y baja.  buajjajajja. saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:19 pm

marcy3395 escribió:bueno bueno, bienvenida tu nueva historia, asi que esperare y esperare el primer capitulo, y por mi puedes subir de cinco en cinco diarios, nos vemos pronto.

Hola Marcy, pues no tienes que esperar mas aqui los primeros capitulos, y pues esa es la idea subir mas de un capitulo mas que ya termine de adaptarla totalmente, solo que la historia esta dividida en dos partes ok. Saludos Gracias por leer y espero tus comentarios.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:22 pm

Capitulo 1



Camionetas con todos  en los neumáticos era a lo que estaba acostumbrada ver estacionadas afuera de una fiesta. No costosos automóviles extranjeros.  Este lugar tenia por lo menos veinte de ellos cubriendo el largo camino de la entrada . Estacione  la camioneta Ford sobre la hierba  apra no bloquear  la salida de nadie. Papa  no me había  dicho que habría una fiesta. En realidad, no me había dicho mucho.
Tampoco se presentó para el funeral de mi madre. Si no  necesitara un lugar para vivir,  no estaría aquí. Tuve que vender la casita que mi abuela  nos había dejado apra pagar las ultimas facturas medicas de mama. Todo lo que me quedaba era mi ropa y la camioneta. Llamar a mi padre  después de no haber venido ni una sola vez durante los tres años que mi madre batalló con contra el cáncer, fue difícil. Sin embargo, era necesario, el era la única familia que me quedaba.
Me quede mirando la enorme casa de tres pisos  la cual estaba  sobre la arena blanca  en Rosemary Beach, Florida. Este era el nuevo  hogar de mi padre. Su nueva familia. Yo no iba a encajar aquí.
La puerta de la camioneta fue abierta de repente. Por instinto  meti la mano bajo el asiento  y agarré mi nueve milímetros. La levanté y apunté  directamente al intruso, sosteniéndola con ambas manos listas para jalar el gatillo.
Whoau iba a preguntarte si estabas perdida, pero te diré  lo que sea que quieras para que guardes esa cosa. Una chica con pelo rubio despeinado que caía detrás de sus orejas se encontraba en el otro lado de la pistola con las manos en el aire, y los ojos muy abiertos.
Levanté una ceja y sostuve mi pistola fijamente.  Aun no sabía quien era esa tipa. Abrir la puerta de la camioneta de un extraño no era una manera  de presentarse. –No, no creo que  estar perdida. ¿La casa de Robert Pierce?
La chica tragó saliva nerviosamente. —Eh, no puedo pensar con esa cosa apuntándome a la cara. Me estás poniendo muy nerviosa, corazón. ¿Podrías ponerla abajo antes de que tengas un accidente? ¿Accidente? ¿En serio? Esta tipa comenzaba a enfadarme. —No te conozco. Está oscuro afuera y estoy en un lugar desconocido, sola. Así que perdóname si no me siento muy segura en este momento. Puedes confiar en mí cuando te digo que no habrá ningún accidente. Puedo manejar un arma. Demasiado bien.  La chica no parecía creerme y ahora que la miraba bien, realmente no parecía ser una amenaza. Sin embargo, yo no estaba lista para guardar la pistola. —¿Robert? —repitió lentamente comenzando a sacudir su cabeza y luego se detuvo—. Espera, Rob es el nuevo padrastro de Santana. Lo conocí antes de que él y María se fueran a París. ¿París? ¿Santana? ¿Qué? Esperé por una explicación, pero la tipa siguió mirando el arma y conteniendo la respiración. Manteniendo mis ojos en ella, bajé el arma y puse el seguro antes de volverla a meter debajo de mi asiento. Tal vez con la pistola ya guardada la chica se enfocaría. —¿Tienes un permiso para esa cosa? —preguntó con incredulidad. No estaba de humor para hablar sobre mi permiso de portar armas. Necesitaba respuestas. —¿Robert está en París? —pregunté, necesitando confirmación. Él sabía que yo iba a venir hoy. Hablamos la semana pasada después de que vendí la casa. la tipa asintió con la cabeza y relajó su postura. —¿Lo conoces? En realidad, no. Lo había visto dos veces desde que nos abandonó a mi madre y a mí hace cinco años. Recordaba al padre que iba a mis partidos de fútbol y hacía hamburguesas a la parrilla fuera de las fiestas del vecindario. El padre que tuve hasta el día en que mi hermana gemela Valerie murió en un accidente automovilístico. Mi padre iba detrás del volante. Él cambió totalmente ese día. El hombre que no llamaba y se aseguraba de que yo estaba bien mientras cuidaba de mi madre enferma, a ése no lo conocía. Nada en lo absoluto. —Soy su hija, Brittany Los ojos de la tipa se abrieron y echó su cabeza hacia atrás mientras reía. ¿Por qué era tan gracioso? Esperé a que lo explicara cuando me tendió su mano. — Vamos, Brittany, tengo a alguien que necesitas conocer. A ella le va a encantar esto. Miré su mano y cogí mi bolso. —¿También llevas un arma en tu bolso? ¿Debo advertirles a todos que no te molesten? —El acento burlón en su voz me detuvo antes de decirle algo grosero.  —Abriste la puerta sin tocar. Me asusté. —¿Tu reacción instantánea al asustarte es apuntarle una pistola a alguien? Diablos, chica, ¿de dónde eres? La mayoría de las chicas que conozco gritan y alguna mierda de ese estilo. La mayoría de las chicas que ella conocía no se vieron obligadas a defenderse por sí solas durante los últimos tres años. Yo tenía que cuidar de mi madre, pero no tenía a nadie quien cuidara de mí. —Soy de Alabama —contesté, ignorando su mano y saliendo de la camioneta por mi cuenta. La brisa del mar golpeó mi cara y el olor salado de la playa fue inconfundible. Nunca había visto la playa antes. Al menos no en persona. Sólo en fotos y películas. Pero el olor, era exactamente como yo lo esperaba. —Así que es cierto lo que dicen de las chicas de Bama —respondió y volví mi atención hacia ella. —¿A qué te refieres? Sus ojos recorrieron mi cuerpo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi cara. Una sonrisa se extendió lentamente por su rostro. —Jeans ajustados, camisetas sin mangas, y una pistola. Rayos, he estado viviendo en el jodido Estado equivocado. Poniendo mis ojos en blanco, metí la mano en la parte trasera de la camioneta. Tenía una maleta y algunas cajas que necesitaba dejar en Goodwill. —Aquí, déjame eso a mí. —Pasó a mí alrededor y metió su mano en la caja de la camioneta para tomar la enorme maleta que mi mamá había mantenido guardada en su armario para el “viaje por carretera” que nunca pudo realizar. Ella siempre hablaba de cómo conduciríamos por todo el país y luego por la Costa Oeste. Entonces, ella enfermó. Sacudiendo los recuerdos, me centré en el presente. —Gracias, eh… No creo que me hayas dicho tu nombre. La tipa sacó la maleta y se volvió hacia mí. —¿Qué? ¿Se te olvidó preguntarme cuando tenías la nueve milímetros apuntándome en la cara? Suspiré. Bueno, tal vez crucé la línea con la pistola, pero ella me asustó. —Soy Quinn, la, eh, amiga de Santana. —¿Santana? —Ahí estaba de nuevo ese nombre. ¿Quién era Santana?  La sonrisa de Quinn se hizo más grande. —¿No sabes quién es Santana? — Parecía extremadamente maravillada—. Estoy jodidamente contenta de haber venido esta noche. Asintió con la cabeza en dirección a la casa. —Vamos. Te voy a presentar. Caminé junto a ella mientras me guiaba a la casa. La música se hizo más fuerte mientras nos acercábamos. Si mi padre no estaba aquí, ¿entonces quién? Sabía que Maria era su nueva esposa, pero eso era todo. ¿Era una fiesta de sus hijos? ¿Cuántos años tenían? Sí tenía hijos, ¿verdad? No podía recordarlo. Papá había sido vago al respecto. Sólo dijo que me gustaría mi nueva familia, pero no dijo quién exactamente era esa familia. —Así que, ¿Santana vive aquí? —le pregunté. —Sí, por lo menos en el verano. Se traslada a sus otras casas de acuerdo a la temporada. —¿Sus otras casas? Quinn rió. —No sabes nada acerca de esta familia con la que tu padre se ha casado, ¿verdad, Brittany? Él no tenía la menor idea. Negué con la cabeza. —Una rápida lección antes de entrar a la locura —respondió deteniéndose en las escaleras de la puerta principal y me miró—. Santana Lopez es tu hermanastra. Es la única hija del famoso baterista de Slacker Demon, Dean Lopez. Sus padres nunca se casaron. Su madre, Maria, era una groupie. Esta es la casa de Santana. Su madre vive aquí porque él se lo permite. —Se detuvo y miró a la puerta, mientras ésta se abría—. Y estos son sus amigos. Una chica alta y esbelta con pelo rubio fresa, quien llevaba un corto vestido azul y un par de zapatos de tacón, en los cuales yo me rompería el cuello si trataba de usarlos, se quedó mirándome. No pasé por alto su ceño fruncido en disgusto. No sabía mucho sobre esta gente, pero sabía que mi ropa barata no era algo que ella aprobaba. Era eso o yo tenía un bicho en mi cara. —Bueno, hola, Nannette —dijo Quinn en tono molesto. —¿Quién es ella? —preguntó la chica, desplazando su mirada a Quinn. —Una amiga. Quita esa mueca de tu cara, Nan, no te hace ver linda —le respondió, estirando su mano para tomar la mía y guiarme a la casa detrás de ella. La habitación no estaba tan llena como pensaba. Pasamos por el vestíbulo hacia una puerta grande en forma de arco que conducía a lo que supuse era la sala de estar. Era más grande que mi casa entera o mejor dicho, la que fue mi casa.
Dos puertas de cristal estaban abiertas con una impresionante vista al mar. Quería verlo de cerca. —Por aquí —Indicó Quinn mientras se hacía camino a un… ¿bar? ¿En serio? ¿Había un bar en esta casa? Miré a las personas alrededor. Todos se detuvieron por un momento, dándome una mirada rápida. Sobresalía demasiado. —Santana, conoce a Brittany, creo que ella te pertenece. La encontré afuera un poco perdida —dijo Quinn y giré mi mirada de los curiosos para conocer a la tan mentada Santana. Oh. Oh. Mi. —¿A sí? —respondió Santana en un acento perezoso y se inclinó hacia adelante desde su posición relajada en el sofá blanco con una cerveza en la mano—. Es linda, pero joven. No puedo decir que es mía. —Oh, sí que es tuya. Ya que su papi huyo a París con tu mamá por las próximas semanas. Yo diría que ahora te pertenece a ti. Yo con mucho gusto le puedo ofrecer una habitación en mi casa, si quieres. Eso es, claro, si se compromete a dejar su arma mortal en su camioneta. Santana entrecerró los ojos y me estudió con atención. Eran de un color extraño. Increíblemente inusuales. No eran de color marrón. Tampoco eran de color negros. Eran de un color cálido  en ellos. Nunca había visto nada igual. ¿Podrían ser contactos? —Eso no la hace mía —respondió finalmente y se recostó en el sofá donde había estado reclinanda cuando entramos. Quinn se aclaró la garganta. —Es una broma, ¿verdad? Santana no contestó. En su lugar, tomó un trago de la botella en sus manos. Su mirada se desplazó hacia Quinn y pude ver la clara advertencia en ellos. Me iba a decir que me marchara. Eso no era bueno. Tenía exactamente veinte dólares en mi cartera y estaba casi sin gasolina. Ya había vendido cada cosa de valor que tenía. Cuando llamé a mi padre le expliqué que sólo necesitaba un lugar para quedarme hasta que consiguiera un trabajo y ganar el dinero suficiente para poder rentar mi propio lugar. Él rápidamente aceptó y me dio esta dirección diciéndome que le encantaría que viniera a vivir con él. Santana volvió su atención a mí. Esperaba a que yo hiciera algo. ¿Qué quería que le dijera? Una sonrisa tocó sus labios y me guiñó un ojo.  —Tengo una casa llena de invitados esta noche y mi cama ya está llena. — Movió su mirada a Quinn—. Creo que es mejor si la dejamos ir a buscar un hotel hasta que pueda ponerme en contacto con su papi. El disgusto en su lengua al decir las palabras “papi” no me pasó desapercibido. No le gustaba mi padre. Realmente no podía culparla. Esto no era su culpa. Mi padre me había enviado aquí. Gasté la mayor parte de mi dinero en gasolina y comida para conducir aquí. ¿Por qué confíe en ese hombre? Estiré la mano y agarré el asa de la maleta que Quinn seguía sosteniendo. — Ella tiene razón. Debo irme. Esto fue una mala idea —le expliqué sin mirarla. Tiré con fuerza de la maleta hasta que la soltó a regañadientes. Las lágrimas picaron en mis ojos con el pensamiento de que estaba a punto de estar sin hogar. No podía mirar a ninguna de ellas. Volviéndome, me dirigí a la puerta, manteniendo mi mirada baja. Oí a Quinn discutiendo con Santana pero la ignoré. No quería oír lo que esa hermosa chica decía sobre mí. No le gustaba. Eso era evidente. Por lo visto, mi padre no era un miembro bienvenido en la familia. —¿Te vas tan rápido? —preguntó una voz que me recordó a la miel. Levanté mi mirada para ver la sonrisa de placer en el rostro de la chica que había abierto la puerta. Ella tampoco me quería aquí. ¿Era tan repugnante para estas personas? Rápidamente volví mi mirada hacia el suelo y abrí la puerta. Tenía demasiado orgullo como para que esa perra me viera llorar. Una vez que estuve fuera, dejé escapar un sollozo y me dirigí a mi camioneta. Si no hubiera estado cargando mi maleta, hubiera partido carrera. Necesita la seguridad de ella. Pertenecía dentro de mi camioneta, no en esta casa ridícula con esa gente arrogante. Extrañaba mi hogar. Echaba de menos a mi mamá. Otro sollozo se me escapó y cerré la puerta de la camioneta, poniendo el seguro detrás de mí.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:23 pm

CAPITULO 2



Me sequé los ojos y me obligué a tomar una respiración profunda. No podía desmoronarme ahora. No me desmoroné cuando me senté sosteniendo la mano de mi madre mientras daba su último aliento. No me desmoroné cuando la bajaron en la fría tierra. Y no me había desmoronado cuando vendí el único lugar que tenía para vivir. No me derrumbaría ahora. Pasaría de esto. No tenía suficiente para una habitación de hotel, pero tenía mi camioneta. Podría vivir en ella. Encontrar un lugar seguro para aparcar por la noche iba a ser mi único problema. La ciudad parecía lo suficientemente segura, pero tenía bastante claro que esta vieja camioneta, estacionada durante la noche en cualquier lugar, llamaría la atención. Habría policías golpeando la ventana antes de que pudiera conciliar el sueño. Tendría que usar mis últimos veinte dólares en gasolina. Entonces podría conducir a una ciudad más grande donde mi camioneta pasaría desapercibida en un estacionamiento. Tal vez podría aparcar detrás de un restaurante y conseguir un trabajo allí también. No necesitaría gasolina para ir y volver del trabajo. Mi estómago gruñó recordándome que no había comido nada desde esta mañana. Tendría que gastar un par de dólares en un poco de comida. Entonces, recé encontrar un trabajo por la mañana. Estaría bien. Volteé la cabeza para ver detrás de mí antes de encender la camioneta y retroceder. Ojos marrones me devolvieron la mirada. Un pequeño grito se me escapó antes de que comprendiera que se trataba de Santana. ¿Qué hacía fuera de mi camioneta? ¿Vino para asegurarse de que saliera de su propiedad? Realmente no quería hablar nunca más con ella. Comencé a apartar mis ojos y a concentrarme en salir de allí cuando ella arqueó una ceja. ¿Qué significaba eso? ¿Sabes qué? Realmente no me importaba. Aunque parecía ridículamente sexy haciendo eso. Empecé a poner en marcha la camioneta, pero en lugar del M rugido del motor, me encontré con un clic y un poco de silencio. Oh, no. Ahora no. Por favor, ahora no. Moví la llave y recé estar equivocada. Sabía que el indicador de gasolina estaba roto, pero había estado viendo el kilometraje. No debería estar sin gasolina. Tenía unos cuantos kilómetros más. Sé que los tenía. Apreté mi mano contra el volante y le hablé a la camioneta por unos cuantos nombres, pero no pasó nada. Estaba atorada. ¿Llamaría de prisa a la policía? Tan seriamente me quería fuera de su propiedad que vino hasta aquí para asegurarse de que me fui. Ahora que no podía irme, ¿haría que me detuvieran? O peor aún, llamaría a una grúa. No tenía dinero para sacar mi camioneta de un corralón si lo hacía. Al menos en la cárcel había una cama y comida. Tragando el nudo aprisionado en mi garganta, abrí la puerta de la camioneta y esperé lo mejor. —¿Problemas? —preguntó. Quería gritar desde lo más hondo de mis pulmones en frustración. En su lugar, hice un movimiento de cabeza. —Me he quedado sin gasolina. —Santana dejó escapar un suspiro. No dije nada. Decidí esperar a que el veredicto fuera la mejor opción aquí. Siempre podía rogar y suplicar después. —¿Cuántos años tienes? ¿Qué? ¿Estaba realmente preguntando mi edad? Me quedé atascada en su camino, ella quería que me fuera y en vez de discutir mis opciones, me preguntaba por mi edad. La tipa era extraña. —Diecinueve —le contesté. Santana alzó ambas cejas. —¿En serio? Trataba con fuerza de no enojarme. Necesitaba que esta tipa tuviera misericordia de mí. Forcé el comentario sarcástico, que estaba en la punta de mi lengua, a retroceder y sonreí. —Sí. En serio. Santana sonrió y se encogió de hombros. —Lo siento. Simplemente pareces más joven. —Se detuvo, sus ojos se arrastraron por mi cuerpo y lo recorrió de nuevo lentamente. El repentino calor en mis mejillas era vergonzoso—. Retiro lo dicho. Cada trozo de tu cuerpo parece de diecinueve años. Es esa cara tuya la que parece tan fresca y joven. ¿No usas maquillaje? ¿Era eso una pregunta? ¿Qué estaba haciendo? Quería saber que me deparaba mi futuro inmediato, no discutir el hecho de que el uso de maquillaje era un lujo que no podía permitirme. Además, Caín, mi ex novio y último mejor amigo, siempre había dicho que no necesitaba agregarle nada a mi belleza. Lo que quiera que eso significara. —Me he quedado sin gasolina. Tengo veinte dólares conmigo. Mi padre se ha marchado y me dejó después de decirme que me ayudaría a volver a ponerme de pie. Confía en mí, él era la última persona a la que quería pedir ayuda. No, no uso maquillaje. Tengo problemas más grandes que lucir bonita. Ahora, ¿vas a llamar a la policía o una grúa? Me quedo con la policía en caso de tener una elección. —Cerré de golpe mi boca al terminar el discurso. Fui demasiado lejos y no había sido capaz de controlar mi boca. Ahora, tontamente, le había dado la estúpida idea de una grúa. Maldición. Santana ladeó la cabeza y me estudió. El silencio era casi más de lo que podía manejar. Sólo había compartido un poco de información con esta tipa. Ella podía hacer mi vida más difícil si quisiera. —No me gusta tu padre y por el tono de tu voz, a ti tampoco —dijo pensativa—. Hay una habitación que está vacía esta noche. Lo estará hasta que mi mamá vuelva a casa. No mantengo a su criada cuando no está aquí. La señora Henrietta sólo viene a limpiar una vez a la semana cuando mamá está de vacaciones. Puedes tener su habitación bajo las escaleras. Es pequeña, pero tiene una cama. Me ofrecía una habitación. No me echaría a llorar. Podría hacer eso más tarde esta noche. No iba a la cárcel. Gracias a Dios. —Mi única otra opción es esta camioneta. Te puedo asegurar que lo que estás ofreciendo es mucho mejor. Gracias. Santana frunció el ceño un momento, el cual rápidamente desapareció, y entonces tenía una relajada sonrisa en su cara otra vez. —¿Dónde está tu maleta? —preguntó. Cerré la puerta y me dirigí a la parte trasera de la camioneta para sacarla. Antes de que pudiera alcanzarla, un cuerpo caliente que olía extraño y delicioso me ganó. Me quedé inmóvil mientras Santana tomaba mi equipaje y lo sacaba. Girando, alcé la vista hacia ella. Me guiñó un ojo. —Puedo llevar tu equipaje. No soy tan imbécil. —Gracias, otra vez—tartamudeé, incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Eran increíbles. Las gruesas pestañas negras que los enmarcaban casi parecían delineador de ojos. Era completamente injusto. Mis pestañas eran rubias. ¿Qué no daría yo por pestañas como las suyas?  —Ah, bueno, la detuviste. Te estaba dando cinco minutos para luego venir aquí y asegurarme de que ella no había escapado. —La voz familiar de Quinn me sacó de mi estupor y me di la vuelta agradecida por la interrupción. Había estado mirando a Santana como una idiota. Me sorprendió que no me haya enviado al diablo otra vez. —Va a tomar la habitación de Henrietta hasta que pueda ponerse en contacto con su padre y encontrar algo mejor. —Santana sonó molesta. Pasó a mí alrededor y le entregó la maleta Quinn—. Toma, llévala a su habitación. Tengo compañía con la que regresar. Se alejó sin mirar hacia atrás. Tomó toda mi fuerza de voluntad no verla alejarse. Sobre todo porque su trasero, en un par de vaqueros, era muy tentador. Ella no era alguien con quien necesitaba sentirme atraída. —Es una hija de puta malhumorada —dijo Quinn, sacudiendo la cabeza y mirando hacia mí. No podría estar en desacuerdo con ella. —No tienes que llevar mi maleta adentro otra vez —le dije alcanzándola. Quinn la movió de nuevo fuera de mi alcance. —Sucede que soy la hermana encantadora. No voy a dejarte llevar esta maleta cuando tengo dos muy fuertes, por no hablar muy impresionantes, brazos para llevarlas. Habría sonreído si no fuera por la palabra que me había acabado de lanzar. —¿Hermana? —repliqué. Quinn sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Supongo que olvidé mencionar que soy la chica del esposo número dos de María. Estuvo casada con mi padre desde que yo tenía tres años, y Santana tenía cuatro, hasta que cumplí los quince años. Para entonces, ella y yo éramos hermanas. El hecho de que mi padre se divorció de su madre no cambió nada entre nosotras. Fuimos juntas a la universidad e incluso nos unimos a la misma fraternidad. Oh. Bien. No esperaba eso. —¿Cuántos maridos ha tenido Maria? Dejó escapar una risa dura y luego comenzó a caminar hacia la puerta. —Tu papá es el esposo número cuatro. Mi padre era un idiota. Esta mujer sonaba como si cambiara de maridos como lo hacía con sus pantaletas. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que se deshiciera de él y siguiera su camino? Quinn volvió a subir los escalones y no me dijo nada más mientras nos dirigimos hacia la cocina. Era enorme, con encimeras de mármol negro y electrodomésticos elaborados. Me recordaba a algo salido de una revista de decoración de hogar. Entonces abrió una puerta que parecía un gran pasillo en la despensa. Confundida, miré a mí alrededor y luego la seguí adentro. Se dirigió a la parte de atrás y abrió otra puerta. Había espacio suficiente para caminar y poner mi maleta en la cama. La seguí y me arrastré por la cama doble que dejaba sólo unos cuantos centímetros entre ella y la puerta. Era obvio que estaba debajo de la escalera. Una pequeña mesita de noche se ajustaba entre la cama y la pared. Aparte de eso, no había nada. —No tengo ni idea de dónde se supone que vas a guardar tu equipaje. Esta habitación es pequeña. En realidad, yo nunca he estado aquí. —Quinn sacudió la cabeza y suspiró—. Escucha, si quieres puedes venir a mi apartamento conmigo. Voy a darte una habitación en la que, por lo menos, puedes moverte. Tan agradable como Quinn era, no iba a aceptar esa oferta. Ella no necesitaba que un invitado no deseado tomara una de sus habitaciones. Por lo menos aquí estaba escondida para que nadie me viera. Podría limpiar alrededor de la casa y conseguir un trabajo en alguna parte. Quizás Santana me dejaría dormir en esta pequeña habitación no utilizada hasta que tuviera el dinero suficiente para mudarme. No sentía como si me hubiera asentando de verdad aquí. Me gustaría encontrar una tienda de comestibles mañana y usar mis veinte dólares para un poco de comida. La mantequilla de maní y pan me deberían durar una semana más o menos. —Esto es perfecto. Estoy cómoda con esto. Además, Santana llamará a mi padre mañana y averiguará cuándo va a regresar. Tal vez mi padre tiene un plan. No sé. Sin embargo, gracias, realmente aprecio tu oferta. Quinn miró alrededor de la habitación una vez más y frunció el ceño. No estaba contenta con ella, pero me sentí aliviada. Era dulce de su parte preocuparse. —No me gustaría dejarte aquí. Se siente mal. —Me miró esta vez con un sonido suplicante en su voz. —Esto es genial. Mucho mejor de lo que habría sido mi camioneta. Frunció el ceño. —¿Camioneta? ¿Ibas a dormir en tu camioneta? —Sí. Lo iba a hacer. Esto, sin embargo, me da un poco de tiempo para averiguar lo que voy a hacer a continuación. Quinn se pasó una mano por su cabello desordenado. —¿Me prometes algo? —preguntó. No era de las que hacían promesas. Sabía que se rompen con facilidad. Me encogí de hombros. Era lo mejor que podía hacer.  —Si Santana te echa, me llamas. Empecé a estar de acuerdo y me di cuenta que no tenía un teléfono. —¿Dónde está tu teléfono para que pueda poner mi número en él? — preguntó. Esto iba a hacerme sonarme aún más patética. —No tengo uno. Quinn me miró boquiabierta —¿No tiene un teléfono celular? No me extraña que lleves una maldita arma. —Metió la mano en su bolsillo y sacó lo que parecía un recibo. —¿Tienes un lápiz? Saqué uno de mi bolso y se lo entregué. Rápidamente escribió su número, luego me entregó el papel y la pluma. — Me llamas. Lo digo en serio. Nunca la llamaría, pero era agradable que se ofreciera. Asentí con la cabeza. No le había prometido nada. —Espero que duermas bien aquí. —Miró alrededor de la habitación pequeña, con preocupación en sus ojos. Dormiría maravillosamente. —Lo haré —le aseguré. Asintió con la cabeza y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de ella. Esperé hasta que la oí cerrar la puerta de la despensa, antes de sentarme en la cama junto a mi maleta. Esto está bien. Podría lidiar con esto.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:24 pm

CAPITULO 3



Incluso  sin ventanas en la habitación para decirme si el sol estaba alto, sabía que había dormido hasta tarde. Había estado agotada, un viaje de ocho horas por la carretera y pasos en la escalera durante horas después de que ya me había establecido, no me dejaron dormir. Me estiré, me senté y alcancé el interruptor de la luz en la pared. La pequeña bombilla iluminó la habitación y metí la mano bajo la cama para sacar mi maleta. Necesitaba una ducha y tenía que ir al baño. Tal vez todo el mundo todavía dormía y podría entrar y salir del cuarto de baño sin que nadie se diera cuenta. Quinn no me había mostrado dónde estaba anoche. Esto era todo lo que me habían ofrecido. Con suerte, una ducha rápida no estaría presionando el límite. Agarré bragas limpias y un par de pantalones cortos de color negro con una camiseta blanca sin mangas. Si tenía suerte, entraría y saldría de la ducha, limpia, antes de Santana hiciera su camino a la planta baja. Abrí la puerta que conducía a la despensa y luego caminé a través de las filas de estanterías que contenían más alimentos de los que nadie podía necesitar. Poco a poco, giré el pomo de la puerta y me alivié al abrirlo. La luz de la cocina estaba apagada y la única luz era el sol brillante que entraba por las ventanas grandes con vista al océano. Si no hubiera tenido tanta necesidad de orinar hubiera disfrutado de la vista por un momento. Pero la naturaleza me estaba llamando y tenía que ir. La casa estaba en silencio. Bebidas vacías esparcidas por el lugar, junto con restos de comida y algunas piezas de ropa. Podría limpiar esto. Si demostraba ser útil, tal vez podía permanecer hasta conseguir un trabajo y un sueldo o dos. Lentamente, abrí la primera puerta a la que llegué, temiendo que fuera un dormitorio. Era un closet de entrada. Lo cerré y de nuevo me dirigí por el pasillo hacia las escaleras. Si los baños sólo se adjuntaban a los dormitorios estaba jodida. Salvo... tal vez había uno afuera, uno que la gente utilizaba después de estar en la playa todo el día. Henrietta tenía que ducharse y usar el baño también. Dando la  vuelta, me dirigí a la cocina y hacia las dos puertas de cristal que habían quedado abiertas la noche anterior. Mirando a su alrededor, me di cuenta de una serie de escalones que iban hacia abajo. Los seguí. Había dos puertas. Abrí una. Chalecos salvavidas, flotadores, y tablas de surf cubrían las paredes. Me fui y abrí la otra. Bingo. Un inodoro estaba en un lado y una pequeña ducha ocupaba hasta el otro lado de la habitación. Champú, acondicionador y jabón junto con un toallón fresco y una toalla estaban en el pequeño taburete a su lado. Qué conveniente. Una vez que estuve limpia y vestida colgué la toalla y la ropa de baño en la barra de la ducha. El cuarto de baño no era de uso frecuente. Podría usar la misma toalla y toallón toda la semana y luego lavarlos los fines de semana. Como si fuera a estar allí tanto tiempo. Cerré la puerta detrás de mí y me dirigí escalones arriba. El aire olía a mar maravilloso. Una vez que llegué a la cima, me paré en la barandilla y miré hacia el agua. Las olas se estrellaban en la playa de arena blanca. Era la cosa más hermosa que jamás había visto. Mamá y yo habíamos hablado de ver el mar juntas algún día. Ella lo había visto de niña y sus recuerdos no eran tan claros, pero me contó las historias toda mi vida. Cada invierno cuando hacía frío, nos sentábamos en el interior junto al fuego y planeábamos nuestro viaje de verano a la playa. Nunca fuimos capaces de hacerlo. Primero porque mi mamá no había sido capaz de pagarlo y luego porque enfermó. Todavía lo planificábamos de todos modos. Me ayudaba a soñar en grande. Ahora, aquí estaba yo, mirando las olas que sólo habíamos soñado. No era el cuento de hadas de vacaciones que habíamos planeado, pero yo podía ver por las dos. —Esta vista no pasa de moda. —El acento profundo de Santana me sorprendió. Me di la vuelta para verla apoyado contra la puerta abierta. Sin camisa solo en sostén. Oh. Dios. No podría formar palabras. Solo recordé que el único pecho masculino desnudo que había visto en mi vida era el de Cain, y el de una mujer el mio propio. Y eso fue antes de que mi mamá se enfermara, cuando yo había tenido tiempo para tener citas y diversión. El pecho de Cain, con dieciséis años de edad, no tenía músculos grandes. Ella tenía un lavadero en el estómago. —¿Estás disfrutando de la vista? —Su tono divertido no se me escapó. Parpadeé y levanté la mirada para ver la sonrisa en sus labios.  Diablos. Notó que me la comía con los ojos. —No dejes que te interrumpa. También yo lo estaba disfrutando — respondió, y luego tomó un sorbo de la taza de café en su mano. Mi rostro se calentó y yo sabía que tenía tres tipos de rojo. Volviendo a mí alrededor, miré hacia el océano. Qué vergüenza. Yo quería que esta tipa me dejara quedarme un poco de tiempo. Babear no era la mejor jugada. Una risita detrás de mí sólo empeoró las cosas. Se estaba riendo de mí. Fantástico. —Ahí estás. Te he extrañado en la cama esta mañana. —Un suave arrullo de una mujer salió de detrás de mí. La curiosidad pudo más que yo y me di la vuelta. Una chica, en nada más que su sujetador y bragas, se acurrucó al lado de Santana y pasó una larga uña de color rosa por su pecho. No podía culparla por querer tocar eso. Yo estaba bastante tentada. —Es hora de que te vayas —le dijo ella, tomando la mano de su pecho y alejándose de ella. Vi como apuntaba en la dirección de la puerta de entrada. —¿Qué? —La expresión confusa en su rostro me dijo que no había esperado eso. —Conseguiste lo que querías, nena. Me querías entre tus piernas. Ya lo tienes. Ahora he terminado. La llanura fría y dura en su voz me sobresaltó. ¿Hablaba en serio? —¡Me estás tomando el pelo! —espetó la chica y dio un pisotón. Santana negó con la cabeza y tomó otro trago de su taza. —No vas a hacerme esto. Anoche fue increíble. Lo sabes. —La chica alargó su brazo y ella rápidamente la sacó del camino. —Anoche, cuando viniste a mendigar quitándote la ropa, te advertí que sólo sería una noche de sexo. Nada más. Cambié mi atención de nuevo a la chica. Su rostro estaba contraído de rabia y abrió la boca para protestar, pero la cerró de nuevo. Con otro pisotón volvió al interior de la casa. Yo no podía creer lo que acababa de ver. ¿Era esa la forma en la que esta gente se comportaba? La única experiencia que había tenido en una relación había sido con Cain. Aunque nunca dormimos juntos, él había sido cuidadoso y dulce conmigo. Esto era duro y cruel.  —Así que, ¿cómo dormiste anoche? —preguntó Santana como si nada hubiera pasado. Aparté mi mirada de la puerta por la que la chica había pasado y la estudié. ¿Qué había poseído a esa chica para dormir con alguien que le había dicho que no sería nada más que sexo? Claro, ella tenía un cuerpo del que los modelos de ropa interior debían tener envidia, y esos ojos podían lograr que una chica hiciera cosas locas. Pero aun así. Era tan cruel. —¿Lo haces a menudo? —pregunté antes de que pudiera detenerme. Santana arqueó una ceja. —¿Qué? ¿Preguntarle a la gente si durmió bien? Ella sabía lo que estaba preguntando. Lo estaba evitando. No era asunto mío. Tenía que permanecer fuera de su camino para que ella me dejara quedarme. Abrir la boca para regañarla no era una buena idea. —Tener sexo con chicas y luego tirarlas como basura —repliqué. Cerré la boca, horrorizada mientras las palabras que acababa de decir se hacían eco en mi cabeza. ¿Qué estaba haciendo? ¿Tratando de que me echen? Santana dejó la taza sobre la mesa a su lado y se sentó. Se echó hacia atrás estirando sus largas piernas. Entonces, me devolvió la mirada. —¿Siempre metes la nariz donde no te incumbe? —preguntó. Quise enojarme con ella. Pero no podía. Ella tenía razón. ¿Quién era yo para señalarla con el dedo? No la conocía. —Normalmente no, no. Lo siento —dije, y me apresuré a entrar. No quería darle la oportunidad de echarme también. Necesitaba esa cama debajo de las escaleras por lo menos durante dos semanas. Me puse a trabajar en recoger los vasos vacíos y botellas de cerveza. Aquel lugar necesitaba una limpieza y podía hacerlo antes de irme a buscar un trabajo. Sólo esperaba que ella no hiciera fiestas como ésta todas las noches. Si así fuera, no me podía quejar, y quién sabe, después de unas cuantas noches podría ser capaz de dormir sobre cualquier cosa. —No tienes que hacer eso. Henrietta estará aquí mañana. Dejé caer las botellas que había recogido en la basura y luego me volví hacia ella. Estaba de pie en la puerta, mirándome. —Sólo quería ayudar. Santana sonrió. —Ya tengo un ama de llaves. No estoy buscando contratar a otra si eso es lo que estás pensando.  Negué con la cabeza. —No. Ya lo sé. Sólo estaba tratando de ser útil. Tú me dejaste dormir en tu casa anoche. Santana se acercó y se paró frente a la barra, cruzando los brazos sobre su pecho. —Acerca de eso. Tenemos que hablar. Oh, mierda. Aquí va. Una noche era todo lo que iba a tener. —Está bien —le contesté. Santana frunció el ceño y sentí el aumento de mi frecuencia cardíaca. Ella no parecía dispuesta a darme una buena noticia. —No me gusta tu padre. Es un vividor. Mi madre siempre tiende a encontrar hombres así. Es su talento. Pero creo que tú ya sabes eso acerca de él. Lo que se me hace curioso, ¿por qué has venido a él en busca de ayuda si sabías lo que era? Me gustaría decirle que no era de su incumbencia. Salvo que el hecho de que necesitaba su ayuda lo convertía en su incumbencia. No podía esperar que me dejara dormir en su casa sin explicarle las cosas. Se merecía saber por qué me estaba ayudando. No quería que pensara que yo también era una vividora. —Mi madre acaba de morir. Ella tenía cáncer. Tres años de pena y tratamientos. Lo único que poseía era la casa que mi abuela nos dejó. Tuve que venderla y todo lo demás para pagar los gastos médicos de mi madre. No he visto a mi padre desde que nos abandonó hace cinco años. Pero es la única familia que me queda. No tenía a nadie a quien pedirle ayuda. Necesito un lugar donde quedarme hasta que pueda encontrar un trabajo y obtener unas cuantas monedas. Entonces podré rentar mi propio lugar. Nunca tuve la intención de quedarme mucho. Sé que mi papá no me quiere aquí. —Dejé escapar una risa fuerte que yo no sentía—. Aunque nunca me esperaba que saliera corriendo antes de que llegara. La mirada firme de Santana seguía dirigida hacia mí. Aquella era una información que hubiera preferido que nadie supiera. Solía hablar con Cain acerca el daño que me hacía el abandono de mi padre. La pérdida de mi hermana y mi padre fue muy dura para mi madre y para mí. Entonces, Caín había necesitado más y yo no había podido ser lo que él quería. Tenía una madre enferma que cuidar. Tenía que dejar ir a Cain para que pudiera salir con otras chicas y divertirse. Yo era sólo un peso alrededor de su cuello. Nuestra amistad se había mantenido intacta, pero descubrí que el chico que una vez pensé que había amado fue sólo una emoción infantil.  —Lamento lo de tu mamá —respondió Santana finalmente—. Eso tiene que ser duro. Dijiste que estuvo enferma por tres años. Así que, ¿fue desde que tenías dieciséis? Asentí, sin saber qué más decir. Yo no quería su compasión. Sólo un lugar para dormir. —Estás pensando en conseguir un trabajo y un lugar propio. —No era una pregunta. Procesaba lo que yo le había dicho. Así que no respondí—. El cuarto en las escaleras es tuyo por un mes. Debes ser capaz de encontrar un trabajo y conseguir el dinero suficiente para un apartamento. Destin no está demasiado lejos de aquí y el costo de vida es más accesible allí. Si nuestros padres regresan antes de ese tiempo, espero que tu padre sea capaz de ayudarte. Deje escapar un suspiro de alivio, tragué el nudo que tenía en la garganta. —Gracias. Santana volvió a mirar a la despensa que llevaba a la habitación en la que dormía. Luego me miró otra vez. —Tengo algunas cosas que hacer. Buena suerte en la búsqueda de empleo —dijo. Ella se empujó fuera de la mesa y se fue. No tenía combustible en mi camioneta, pero tenía una cama. También tenía veinte dólares. Corrí a mi habitación para tomar mi bolso y las llaves. Necesitaba encontrar un trabajo lo más rápido posible.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:25 pm

CAPITULO 4



Habia una nota pegada debajo del limpiaparabrisas de mi camioneta. La saqué y leí: «El tanque está lleno. Quinn.» ¿Quinn me consiguió gasolina? Mi pecho se sintió repentinamente caliente. Eso fue muy amable de su parte. La palabra de Santana "vividor" sonó en mis oídos y me di cuenta de que tendría que devolvérselo a Quinn a la mayor brevedad posible. No quería ser considerada una vividora como mi padre. Entrando en el camión, lo manipulé con facilidad y salí de la calzada. Varios coches se encontraban todavía afuera, aunque no tantos como anoche. Me preguntaba quiénes pasaron la noche. ¿Estarían siempre aquí? Yo no había visto a nadie esta mañana, salvo Santana y la chica que ella corrió. Santana no era una persona muy agradable, pero era justa. Tenía que aceptar eso. También era sexy como el infierno. Sólo tenía que aprender a pasarlo por alto. Debería ser bastante fácil. No esperaba que Santana estuviera muy a menudo a mí alrededor. Parece que no le gusta mucho estar cerca de mí. Decidí que conseguiría un trabajo en Rosemary para ahorrar en el gas. Entonces podría mudarme de la casa de Santana más rápido. Había encontrado un periódico local y dibujé un círculo sobre varios trabajos diferentes. Dos de ellos eran trabajos de camarera en restaurantes locales y me detuve a entregar mi solicitud. Tenía la sensación de que obtendría una llamada de uno o ambos, pero no estaba segura de que quería trabajar en cualquiera de los dos. Aunque lo haría si fuera lo único disponible. Sólo que las propinas no parecían ser buenas y con un trabajo como ese las necesitas. También visité la farmacia local para solicitar el puesto de cajera, pero ya lo habían llenado. Luego fui a la oficina del pediatra local para solicitar el trabajo de recepcionista, pero querían experiencia y yo no tenía.  Había un último trabajo que marqué y lo había aplazado porque calculé que sería un trabajo más difícil de conseguir, mesera en el club de campo local. Pagaban más de siete dólares la hora, más las propinas sería mucho mejor. Podría estar por mi cuenta incluso antes del mes. Además, había beneficios. El seguro médico sería genial. El anuncio decía que había que ir a las oficinas principales detrás de la casa club de golf para aplicar. Seguí las instrucciones y estacioné mi camioneta junto a un lujoso Volvo. Ajusté el espejo retrovisor para ver mi cara. Compré un pequeño tubo de rímel mientras me encontraba en la farmacia. Sólo un poco de rímel ayudó a que mi rostro pareciera más mayor. Pasé una mano por mi pelo rubio pálido y dije una breve oración para poder conseguir este trabajo. Me había quitado mis pantalones cortos y camiseta sin mangas cuando había ido a buscar mi bolso. Me imaginé que un vestido era más probable que me ayudara a conseguir un trabajo. Santana dijo que parecía a una niña. Yo quería parecer mayor. El rímel y el vestido parecían ayudar. No me molesté en cerrar la camioneta. No había peligro de ser robada aquí. No cuando la mayoría de los coches aparcados cerca costaban más de sesenta mil dólares. Los pasos hasta la puerta de la oficina eran pocos. Tomando un último aliento profundo, abrí la puerta y entré. Una mujer menuda con un cabello castaño corto y unas gafas de montura metálica caminaba por la sala de recepción cuando entré. Me echó un vistazo mientras se dirigía a una de las oficinas, pero se detuvo en seco cuando me vio. Le dio un rápido vistazo al resto de mí y luego asintió con la cabeza en mi dirección. —¿Estás aquí por el trabajo? —preguntó imperativamente. Asentí con la cabeza. —Sí, señora. Estoy aquí para el puesto de mesera. Me dio una sonrisa tensa. —Bien. Eres atractiva. Los miembros pasarán por alto los errores con una cara así. ¿Puedes conducir un carrito de golf y puedes abrir una botella de cerveza con un abrebotellas? Asentí. —Estás contratada. Necesito a alguien en el puesto ahora mismo. Sígueme, vamos a cambiarte el uniforme. No discutí. Cuando se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia otra habitación, seguí detrás de ella. Era una mujer con un objetivo. Abrió la puerta y entró. —¿Usas un tamaño de 3 en pantalones cortos? Tu camisa será más pequeña que tu talla. A los hombres les encantará eso, sin embargo. Les gustan los pechos grandes. Vamos a ver... —Ella hablaba de mis senos. Eso era raro. Agarró un par de pantalones cortos blancos de la rejilla y me los alcanzó. Luego tomó una camisa polo azul claro del estante y me la paso—. Esa es una talla chica. Tiene que ser ajustado. Somos un establecimiento con clase aquí, pero a nuestros hombres les gusta tener una buena vista. Por lo tanto, les ofrecemos un par de pantalones cortos blancos y polos apretados. No te preocupes por el papeleo. Te haré llenarlo todo después del trabajo. Haz esto por una semana y hazlo bien y veremos si pasar al puesto en el comedor. Estamos cortos de personal allí también. Rostros como el tuyo no son fáciles de encontrar. Ahora, cámbiate y esperaré para darte el carrito de las bebidas. *** Dos horas más tarde, me detuve en los dieciocho hoyos del campo de golf dos veces y vendí todas las bebidas. Los golfistas querían preguntarme si yo era nueva y comentar que mi servicio era excelente. Yo no era una idiota. Vi la forma en que los hombres mayores me miraban de reojo. Afortunadamente, todos parecían cuidadosos de no cruzar ninguna línea. La señora que me había contratado finalmente me dijo su nombre cuando volví a llenar el carrito de provisiones. Ella era Darla Lowry. Estaba a cargo de la contratación del personal. También era un torbellino. Me dijo que yo debía regresar en cuatro horas o cuando se me acabaran las bebidas, lo que ocurriera primero. Me había quedado sin bebidas en dos horas. Entré en la oficina y Darla sacó la cabeza de una de las habitaciones. —¿Has vuelto ya? —preguntó, caminando con las manos en las caderas. —Sí, señora. Me quedé sin bebidas. Sus cejas se alzaron. —¿Todas? Asentí. —Sí. Todas. Una sonrisa cruzó su rostro severo y soltó una carcajada. —Bueno, seré condenada. Yo sabía que les gustarías, pero esos hombres estarían dispuestos a comprar lo que sea que tengas sólo para que te quedes más tiempo. No estaba segura de si ese fuera el caso. Hacía calor ahí fuera. Cada vez que me detenía en un hoyo, los golfistas parecían aliviados. —Vamos, te mostraré dónde reponer. Tendrás que seguir sirviendo hasta que el sol se ponga. Luego regresa aquí y completaremos la documentación.  Era de noche cuando llegué a casa de Santana. Había estado fuera todo el día. Los coches adicionales en el camino de entrada se habían ido. El garaje para tres coches estaba cerrado y un convertible rojo se encontraba estacionado fuera de él. Me aseguré de aparcar mi coche fuera del camino. Santana podría haber traído a más amigos y no quería que mi camión fuera un problema. Estaba agotada. Sólo quería ir a la cama. Me detuve en la puerta y me pregunté si debía llamar o sólo entrar. Santana había dicho que podía quedarme aquí por un mes. Seguramente eso significaba que no tenía que llamar cada vez que volvía. Giré el pomo y entré. La entrada se encontraba vacía y sorprendentemente limpia. Alguien ya había limpiado el lío de aquí. El suelo de mármol aún se veía brillante. Oí la televisión viniendo desde la sala de estar grande. No había mucho más ruidos. Me dirigí a la cocina. Tenía una cama esperando por mí. Realmente me gustaría una ducha, pero todavía no había hablado con Santana acerca de la ducha que se suponía que yo debía utilizar y no quería molestarla esta noche. Mañana sólo me escabulliría y utilizaría la misma que había utilizado esta mañana cuando me desperté. El olor a ajo y queso invadió mi nariz cuando entré a la cocina. Mi estómago gruñó en respuesta. Tenía un paquete de galletas de mantequilla de maní en mi bolso y una botella pequeña leche que compré en una estación de servicio en mi camino a casa. Había hecho algo de dinero hoy en propinas, pero no podía desperdiciar mi dinero en comida. Necesitaba ahorrar todo lo que pudiera. Había una olla tapada en el horno y una botella de vino abierta sobre el mostrador. Dos platos con los restos de una pasta tentadora también estaban en el mostrador. Santana tenía compañía. Un gemido vino desde fuera seguido por un ruido fuerte. Me acerqué a la ventana, pero tan pronto como la luna golpeó el trasero desnudo de Santana me quedé helada. Era un trasero desnudo muy lindo. Uno muy, muy lindo. Aunque yo no había visto el trasero desnudo antes. Dejé que mis ojos viajaran hasta su espalda y los tatuajes que la cubrían me sorprendieron. No podía decir qué eran exactamente. La luz de la luna no era suficiente y ella se estaba moviendo. Sus caderas se movían adelante y atrás y me di cuenta de las dos piernas largas que se presionaban a los costados. El ruidoso gemido llegó de nuevo cuando se movió más rápido. Me tapé la boca y di un paso atrás. Santana estaba teniendo sexo Afuera, además tenia pene, ¿Santana tiene pene?.. Teniendo sexo en su pórtico completamente desnuda y sus movimientos la delataban. No podía apartar mi mirada. Sus manos agarraron las piernas a cada lado de ella y empujó para abrirlas aún más. Un fuerte grito me hizo saltar. Dos manos rodearon su espalda y largas uñas se clavaron en los tatuajes que cubrían la piel bronceada. No debería estar viendo esto. Sacudiendo la cabeza para despejarme, me di vuelta y corrí hacia la despensa y me escondí en mi habitación. No podía pensar en Santana de esa manera. Ella era lo suficientemente sexy. Verla tener sexo hizo que mi corazón hiciera cosas graciosas y mas sabiendo que era diferente pero eso no me asusto, ni me hizo verla menos hermosa. No era como si yo quisiera ser una de esas chicas con las que tenía sexo y luego las dejaba. Ver su cuerpo de esa manera y oír cómo la hacía sentir a esa chica me puso un poco celosa. Yo nunca había sabido eso. Tenía diecinueve años y todavía era una virgen triste. Caín me había dicho que me amaba, pero cuando más lo necesité, él quiso una novia con la que podría escaparse y tener sexo sin tener que preocuparse de su madre enferma. Él quería una adolescencia normal. Yo impedía eso, así que lo dejé ir. Cuando me marché ayer por la mañana para venir aquí me había rogado que me quedara. Había afirmado que me amaba. Que nunca me había superado. Que todas las chicas con las que alguna vez había estado eran sólo una pobre sustituta. No podía creer todo eso. Había llorado por dormir sola y asustada demasiadas noches. Necesité a alguien que me abrazara. Él no había estado allí entonces. Él no entendía el amor. Cerré la puerta de mi dormitorio y me desplomé sobre la cama. Ni siquiera tiré de las sábanas. Necesitaba dormir. Tenía que estar en el trabajo a las nueve de la mañana. Sonreí para mí misma porque me sentía agradecida. Tenía una cama y un trabajo.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 1:27 pm

CAPITULO 5



El sol era excepcionalmente caliente. Darla no quería que me recogiera el pelo en una coleta. Parecía pensar que a los hombres les gustaba suelto. Desafortunadamente para mí, estaba locamente caluroso hoy. Me aproximé al congelador por un cubito de hielo y lo froté por mi cuello hacia abajo, permitiendo que se deslizara hacia mi camiseta. Estaba casi en el decimoquinto hoyo por tercera vez hoy. Esta mañana nadie había estado despierto cuando salí de mi habitación. Los platos vacíos se habían quedado sobre la barra. Lo había limpiado y tiré la comida de la cacerola que ella había dejado fuera toda la noche. Me entristeció verla desperdiciada. Había olido tan bien anoche cuando llegué a casa. Luego tiré la botella vacía de vino y encontré las copas fuera sobre la mesa, junto al lugar en donde había visto a Santana con la mujer desconocida. Después de poner los platos sucios en el lavavajillas, había abierto y limpiado las encimeras y gabinetes. Dudaba que Santana se diera cuenta, pero me hacía sentir mejor sobre dormir allí gratis. Me detuve junto a un grupo de golfistas en el hoyo quince. Eran un montón de hombres más jóvenes. Les había visto cuando estaban en el tercer hoyo. Compraron todas las bebidas y fueron realmente generosos con las propinas. Así que soporté su coqueteo. No era como si uno de ellos realmente le fuera a pedir una cita a la chica del carro del campo de golf. No era una idiota. —Allí está ella —gritó uno de los tipos mientras me ponía junto a ellos y sonreía. —Ah, mi chica favorita ha vuelto. Hace más calor que en el infierno, chica. Necesito una cerveza. Quizás dos. Aparqué el carro y salí para rodearlo hasta la parte trasera y tomar su pedido.  —¿Quieres otra Miller? —le pregunté orgullosa por recordar su último pedido. —Sí, nena. —Me guiñó un ojo y cerró la distancia que había entre nosotros haciéndome sentir un poco incómoda. —Oye, yo quiero algo también, Jace. Apártate de las mercancías —dijo otro tipo y yo mantuve una sonrisa en mi cara mientras le entregaba su cerveza y él me tendía un billete de veinte dólares—. Quédate con el cambio. —Gracias —respondí metiendo el dinero en mi bolsillo. Miré a los otros tipos—. ¿Quién es el siguiente? —Yo —dijo un tipo con rizado cabello rubio corto y hermosos ojos azules agitando un billete. —Quieres una Corona, ¿verdad? —pregunté acercándome al congelador y sacando la bebida que había pedido la última vez. —Creo que me he enamorado. Es preciosa y recuerda qué cerveza bebo. Luego abre la maldita cosa para mí. —Me di cuenta de que me estaba tomando el pelo mientras me ponía un billete en la mano y recogía la cerveza—. El cambio es tuyo, preciosa. Descubrí que era de cincuenta mientras lo metía en mi bolsillo. A estos chicos realmente no les importaba ir tirando el dinero por ahí. Esa era una propina ridícula. Me sentí como si debiera decirles que no me dieran tanto, pero decidí no hacerlo. Probablemente daban propinas como estas todo el tiempo. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó uno y me volví para ver al tipo con el cabello oscuro y la tez olivácea esperando para darme su pedido y escuchar mi respuesta. —Brittany —respondí, acercándome al congelador por la lujosa cerveza que él había pedido. Abrí la tapa y se la tendí. —¿Tienes novio, Brittany? —preguntó, cogiendo la bebida de mi mano mientras frotaba un dedo a lo largo de un lateral de mi mano en una caricia. —Umm, no —respondí, poco segura de sí lo mejor hubiera sido mentir en ésta situación. El tipo dio un paso hacia mí y extendió su mano con el pago y la propina dentro de ella. —Soy Woods —respondió. —Esto, uh, encantada de conocerte, Woods —tartamudeé en respuesta. La intensa mirada de sus ojos oscuros me estaba poniendo nerviosa. Podía ser  peligroso y apestaba a colonia cara. Expertamente educado. Era una de esas personas guapas y él lo sabía. ¿Qué hacía coqueteando conmigo? —No es justo, Woods. Retrocede, hermano. Vas por todas con esta. Sólo porque tu papá es el dueño no significa que tengas prioridad. —El rubio con rizos bromeó. Creo que estaba bromeando. Woods ignoró a su amigo y mantuvo su atención en mí. —¿A qué hora sales de trabajar? Oh, no. Si entendí correctamente, entonces el padre de Woods era mi jefe. No necesitaba estar pasando tiempo con el hijo del propietario. Eso sería una cosa muy mala. —Trabajo hasta el cierre —expliqué y entregué la última de las cuatro cervezas y tomé su dinero. —¿Por qué no dejas que te recoja y te lleve por algo de comer? —dijo Woods, de pie muy cerca de mí. Si me giraba él estaría a solo una respiración de distancia. —Hace calor y ya estoy agotada. Todo lo que quiero hacer es darme una ducha y descansar. Una cálida respiración cosquilleó contra mi oído y me estremecí mientras gotas de sudor rodaban por mi espalda. —¿Estás asustada de mí? No lo estés. Soy inofensivo. No me sentía segura de qué hacer con él. No era buena con la cosa del coqueteo y estaba bastante segura de que él era un experto en eso. Nadie había coqueteado conmigo en años. Una vez que rompí con Cain, mis días habían sido consumidos con la escuela y luego mi madre. No tenía tiempo para nada más. Los chicos no se tomaban la molestia conmigo. —No me das miedo. Es solo que no estoy acostumbrada a éste tipo de cosas —contesté educadamente. No sabía cómo responder apropiadamente. —¿Qué tipo de cosas? —preguntó con curiosidad. Finalmente me volví para mirarle de frente. —Chicos. Y coquetear. Al menos eso es lo que creo que está pasando. — Soné como una idiota. La sonrisa que lentamente se fue extendiendo por el rostro de Woods hizo que quisiera arrastrarme debajo del carro de golf y esconderme. Estaba fuera de mi liga. —Sí, esto es definitivamente coquetear. ¿Y cómo es que alguien tan jodida e increíblemente linda como tú no está acostumbrada a esta clase de cosas?  Me tensé ante sus palabras y sacudí la cabeza. Tenía que llegar al decimosexto hoyo. —Simplemente he estado ocupada los últimos años. Si, umm, no necesitan nada debo irme. Los golfistas del hoyo dieciséis probablemente estén enfadados conmigo ahora. Woods asintió con la cabeza y se apartó un paso. —No he terminado contigo. Ni por asomo. Pero te dejaré volver al trabajo. Me apresuré a volver al lado del conductor del carro y me subí. El del siguiente hoyo era un grupo de hombres cansados y enrojecidos. Nunca en mi vida había deseado ser mirada lujuriosamente por tipos viejos, pero al menos ellos no coqueteaban. Cuando salí hacia mi camioneta esa noche me sentía aliviada de no ver ninguna señal de Woods. Debería haber sabido que él solamente bromeaba. Había hecho un par de cientos de dólares en propinas hoy y decidí que permitirme tomar una comida real estaba bien. Me detuve junto a la ventanilla de pedidos de un McDonalds y pedí una hamburguesa con queso y papas fritas. Las comí felizmente en el camino de vuelta a casa de Santana. No había coches aparcados fuera esta noche. No volvería a pillarle teniendo sexo esta noche. Por otra parte, podría haber traído a alguien aquí en su coche. Caminé al interior y me detuve en el vestíbulo. Ninguna televisión. Ningún sonido en absoluto, pero la puerta había estado desbloqueada. No había tenido que usar la llave escondida de la que me había hablado. Había sudado demasiado hoy. Tenía que tomar una ducha antes de irme a la cama. Entré en la cocina y comprobé el pórtico delantero para asegurarme de que estaba libre de aventuras amorosas. Conseguir una ducha sería fácil. Me metí en mi habitación y agarré los viejos bóxer de Cain y un top con el que dormía por la noche. Cain me los había dado cuando éramos jóvenes y tontos. Él había querido que durmiera con algo que era suyo. Había estado durmiendo con ellos desde entonces. Aunque ahora eran mucho más estrechos de lo que eran entonces. Había desarrollado curvas desde la edad de quince años. Tomé una profunda respiración del aire del océano y salí al exterior. Ésta era mi tercera noche aquí y todavía no había bajado hasta el agua. Llegaba a casa tan cansada que no había tenido la energía suficiente para salir allí. Bajé los escalones y puse mi pijama en el baño antes de quitarme mis zapatillas de tenis. La arena estaba aún caliente del calor del sol. Caminé en la oscuridad hasta que el agua de la orilla se precipitó a mi encuentro. El agua fría se estrelló contra mí y contuve la respiración, pero dejé que el agua salada cubriera mis pies.  La sonrisa de mi madre mientras me hablaba de la vez que jugó en el océano destelló en mi memoria y alcé la cabeza hacia el cielo y sonreí. Estaba finalmente aquí. Estaba aquí por ambas. Un sonido desde la izquierda interrumpió mis pensamientos. Me giré para mirar hacia abajo, a la playa, justo cuando la luz de la luna se libraba de las nubes y Santana destacaba en la oscuridad. Corriendo. Una vez más, sin camiseta. Los pantalones que llevaba colgaban bajos en sus estrechas caderas y era hipnótica la forma en que su cuerpo se veía mientras corría hacia mí. No estaba segura de sí debí moverme o fue ella quien lo hizo. Sus pies fueron disminuyendo la velocidad y luego se detuvo a mi lado. El sudor en su pecho brillaba a la suave luz. Por extraño que parezca, quería acercarme y tocarle. Algo en un cuerpo como el suyo hacía que no pudiera ser desagradable. Era imposible. —Has vuelto —dijo mientras tomaba unas pocas respiraciones profundas. —Acabo de salir de trabajar —respondí, intentando con fuerza mantener mis ojos apartados de su pecho. —¿Así que conseguiste un trabajo? —Sí. Ayer. —¿Dónde? No estaba segura sobre cómo me sentía diciéndole demasiado. No era una amiga. Y era obvio que nunca le consideraría familia. Nuestros padres podrían estar casados, pero no parecía que ella quisiera tener nada que ver con mi padre o conmigo. —En el Kerrington Country Club —respondí. Las cejas de Santana se alzaron y se acercó un paso a mí. Deslizó una mano bajo mi barbilla y alzó mi rostro. —Estás usando rímel —dijo, estudiándome. —Sí. —Solté mi barbilla de su agarre. Ella podía permitirme dormir en su casa, pero no me gustaba que me tocara. O quizás me gustaba que me tocara y ese era el problema. No quería que me gustara que me tocara. —Te hace parecer más de tu edad. —Dio un paso hacia atrás e hizo una lenta evaluación de mi ropa. —Eres la chica del carrito del club de golf —dijo simplemente alzando la vista para volver a mirarme.  —¿Cómo lo sabes? —pregunté. Agitó una mano hacia mí. —El atuendo. Pequeños pantalones blancos estrechos y un polo. Es el uniforme. Estaba agradecida por la oscuridad. Estaba segura de que estaba ruborizada. —Estás consiguiendo un jodido éxito financiero, ¿verdad? —preguntó con un tono divertido. Conseguí más de quinientos dólares en propinas en dos días. Tal vez eso no fuera éxito financiero para ella, pero lo era para mí. Me encogí de hombros. —Estarás aliviada de saber que estaré fuera de aquí en menos de un mes. No me respondió en seguida. Probablemente debería dejarle y conseguir mí ducha. Empecé a decir algo cuando ella dio un paso para acercarse a mí. —Probablemente debería estarlo. Aliviada, quiero decir. Jodidamente aliviada. Pero no lo estoy. No estoy aliviada, Brittany. —Hizo una pausa y se inclinó hacia abajo para susurrar en mi oído—: ¿Por qué es eso? Quería alcanzarle y agarrar sus brazos para evitar acurrucarme en el suelo en un momento de sentimentalismo. Pero me contuve. —Mantén tu distancia conmigo, Brittany. No quieres acercarte demasiado. Anoche… —Tragó ruidosamente—. La noche pasada está obsesionándome. Sabiendo que estabas viéndome. Me vuelve loca. Así que mantente alejada. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo para mantenerme alejada de ti. —Se giró y volvió corriendo a la casa mientras yo me quedaba allí de pie intentando no fundirme en un charco en la arena. ¿Qué había querido decir con eso? ¿Cómo supo que les había visto? Cuando vi la puerta de la casa cerrarse detrás de ella caminé de vuelta y conseguí mi ducha. Sus palabras iban a mantenerme despierta la mayor parte de la noche.
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Mensaje por 23l1 Sáb Jul 16, 2016 7:26 pm

Hola, me gusta esta (y tus otras) historias, pero no soy mucho de comentar y menos ahora que no tengo tiempo jajajajaja. Esto esta interesante ajajajaaj. Saludos =D

Pd: una sugerencia (para mi xD) esk me cuesta un poco seguir las partes, (en todas las q has publicado) podrías xfavor separar los párrafos de los diálogos¿? xfa. Ejemplo:



No era como si uno de ellos realmente le fuera a pedir una cita a la chica del carro del campo de golf. No era una idiota.

—Allí está ella —gritó uno de los tipos mientras me ponía junto a ellos y sonreía.

—Ah, mi chica favorita ha vuelto. Hace más calor que en el infierno, chica. Necesito una cerveza. Quizás dos.

Aparqué el carro y salí para rodearlo hasta la parte trasera y tomar su pedido.



Xfavor, así podría seguir mejor, gracias.

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Mensaje por 3:) Sáb Jul 16, 2016 9:48 pm

interesante tu nueva historia,..
san haciendo lo que puede para alejarse de britt a ver si puede??
se me hace que san va a ir al campo de golf,.. o mas seguido!!
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Mensaje por micky morales Sáb Jul 16, 2016 10:15 pm

me da pena con la vida que Brittany ha llevado, parece que en el fondo Santana no es tan perra, el hijito del dueño del club no me gusta para nada y finalmente espero leer tambien el punto de vista de santana, hasta pronto!!!!
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 10:22 pm

23l1 escribió:Hola, me gusta esta (y tus otras) historias, pero no soy mucho de comentar y menos ahora que no tengo tiempo jajajajaja. Esto esta interesante ajajajaaj. Saludos =D

Pd: una sugerencia (para mi xD) esk me cuesta un poco seguir las partes, (en todas las q has publicado) podrías xfavor separar los párrafos de los diálogos¿? xfa. Ejemplo:



No era como si uno de ellos realmente le fuera a pedir una cita a la chica del carro del campo de golf. No era una idiota.

—Allí está ella —gritó uno de los tipos mientras me ponía junto a ellos y sonreía.

—Ah, mi chica favorita ha vuelto. Hace más calor que en el infierno, chica. Necesito una cerveza. Quizás dos.

Aparqué el carro y salí para rodearlo hasta la parte trasera y tomar su pedido.


Xfavor, así podría seguir mejor, gracias.

Pd2: sigue publicando y manteniendo el foro vivo!


Hola, gracias por tus comentarios, ya esperaba que alguien me dijera lo de los dialogos  pero hasta el momento solo tu lo has hecho, lo tomare en cuento, lo he hecho asi por  comodidad,  y porque al no dejar los dialogos libres el cap. se ve fisicamente mas largo pero lo tomare en cuenta. Gracias  por comentar una de mis adaptaciones todo un honor.  y Claro que seguire publicando este foro significa mucho para mi.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 10:24 pm

3:) escribió:interesante tu nueva historia,..
san haciendo lo que puede para alejarse de britt a ver si puede??
se me hace que san va a ir al campo de golf,.. o mas seguido!!

Hola,  pues que te digo Santana es una caja de pandoras, y pues puede que si y puede que no. Gracias por comentar
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 10:26 pm

micky morales escribió:me da pena con la vida que Brittany ha llevado, parece que en el fondo Santana no es tan perra, el hijito del dueño del club no me gusta para nada y finalmente espero leer tambien el punto de vista de santana, hasta pronto!!!


Hola Micky sip la vida de Britt ha sido dura pero no es tan inocente, recuerda es una chica armada. Santana tienes una cajita de pandora no muy agradable y la vida que lleva no me agrada mucho menos el que quiera humillar a Britt, luego leeras  la pespectiva de Santana pero eso sera mas adelante.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 10:59 pm

CAPITULO 6


Mantenerme alejada de Santana no era exactamente fácil, ya a que vivíamos bajo el mismo techo. Incluso si ella intentaba mantener la distancia, chocábamos entre sí. También evitó el contacto visual conmigo, pero eso solo me hacía sentirme más fascinada con ella. Dos días después de nuestra conversación en la playa, me acerqué a la cocina después de comer mi sándwich de mantequilla de maní y fui recibida por otra mujer medio desnuda. Su pelo era un desastre, pero incluso despeinada ella era atractiva. Odiaba las chicas como esas. La chica se volvió para mirarme. Su expresión de sorpresa rápidamente cambió a molesta. Bateó sus pestañas y luego colocó una mano en su cadera.
 — ¿Acabas de salir de la despensa?
—Sí. ¿Acabas de salir de la cama de Santana? —Le contesté. Salió de mi boca antes de que pudiera detenerme. Santana ya me había informado que su vida sexual no era asunto mío. Necesitaba callarme. La chica levantó ambas cejas perfectamente depiladas y luego una sonrisa divertida cruzó sus labios.
—No. No es que no quisiera entrar en su cama si ella me dejara, pero no le cuentes a Quinn eso.
—Agitó una mano como si fuera a espantar una mosca—.
 No importa. Ella probablemente ya lo sabe. Estaba confundida.
 —Así qué, ¿acabas de salir de la cama de Quinn? —Le pregunté, dándome cuenta nuevamente que no era asunto mío. Pero Quinn no vivía aquí, así que tenía curiosidad. La chica pasó la mano a través de sus desordenados rizos castaños y suspiró.
—Sip. O al menos de su antigua cama.
—¿Su antigua cama? —Repetí. El movimiento en la puerta del pasillo atrapó mi atención y mis ojos se encontraron con los de Santana. Me observaba con una sonrisa de superioridad en sus labios. Estupendo. Me había escuchado entrometiéndome. Quería mirar hacia otro lado y fingir que no le había preguntado a la chica si ella había estado en su cama. El conocido brillo en sus ojos me dijo que eso sería inútil.
 —Por favor, no dejes que yo te detenga, Brittany. Continúa interrogando a la invitada de Quinn. Estoy segura que a ella no le importara —dijo lentamente Santana. Cruzó sus brazos sobre su pecho y se apoyó en el marco de la puerta como si estuviera poniéndose cómoda. Agaché mi cabeza y caminé hacia la basura para limpiar las migas de pan de mis dedos mientras organizaba mis pensamientos. No quería continuar esta conversación mientras Santana escuchaba. Me hacía parecer demasiado interesada en ella. Algo que ella no quería.
—Buenos días, Santana, gracias por dejarnos dormir aquí anoche. Quinn bebió demasiado como para manejar todo el camino de regreso a su lugar —dijo la chica. Oh. Así que esa es la historia. Mierda. ¿Por qué permití que mi curiosidad se apoderara de mí?
—Quinn sabe que tiene una habitación cuando ella lo quiera —dijo Santana. Pude verla apartarse del marco de la puerta y caminar hacia la encimera por el rabillo de mi ojo. Su atención estaba en mí. ¿Por qué no dejaba pasar esto? Podría dejarlo silenciosamente.
—Bien, uh, creo que voy a ir a buscarla, entonces —La voz de la chica sonó insegura. Santana no respondió y yo no miré atrás a ninguna de ellas dos. La chica tomó eso como la señal para marcharse y yo esperé hasta que escuché sus pasos en las escaleras antes de mirar por encima a Santana.
—La curiosidad mato al gato, dulce Britt —susurró Santana mientras caminaba más cerca de mí—. ¿Creías que había tenido otra pijamada? ¿Tratabas de descubrir si estuvo en mi cama toda la noche? Tragué saliva pero no dije nada.
—¿Con quién me acueste no es tu asunto? ¿No hemos pasado por esto antes? Me las arreglé para asentir. Si tan solo me dejara ir, yo nunca hablaría con otra chica que estuviera en su casa. Santana estiró el brazo y enrolló un mechón de mi cabello alrededor de su dedo.
 —No quieres saber de mí. Puedes pensar que lo quieres, pero no es así. Te lo aseguro.  Si no fuera tan malditamente hermosa y no estuviera delante de mis narices, entonces sería más fácil creerle. Pero cuanto más me apartada de ella, más intrigaba me sentía.
—No eres lo que yo esperaba. Me gustaría que lo fueras. Sería mucho más fácil —dijo en voz baja, luego soltó mi cabello, se giró y se fue caminando. Cuando cruzó la puerta que conducía hacia el pórtico trasero, dejé escapar la respiración que había estado conteniendo. ¿Qué quiso decir? ¿Que había ella esperado? *** Esa noche cuando llegué a casa del trabajo, Santana no estaba allí. Abrí mis ojos y volví la mirada hacia el pequeño reloj despertador en la mesita de noche. Eran más de la nueve de la mañana. Había dormido bien. Estirándome, extendí la mano y encendí la luz. Me había duchado anoche, así que estaba limpia. Había hecho más de mil dólares esta semana. Decidí que podía a comenzar a buscar apartamentos hoy. Si seguía así, la próxima semana podría ser capaz de conseguir un lugar propio. Me pasé las manos a través de mi cabello y traté de domarlo antes de levantarme. Pensaba tumbarme en la playa por un rato esta mañana. No lo había hecho aún. Hoy podría disfrutar del océano y el sol por primera vez. Saqué mi maleta de debajo de mi cama y busqué dentro por mi biquini blanco y rosado. Era el único que tenía. Para ser honesta, lo utilicé muy poco. El patrón de encaje blanco y el ribete rosado se veía bien con mi color de piel. Colocándomelo, decidí que era más revelador de lo que recordaba. O mi cuerpo había cambiado desde la última vez que lo había usado. Saqué una camiseta sin mangas de mi maleta y la deslicé sobre el biquini y agarré el protector solar. Lo había comprado después de mi primer día de trabajo. Era una obligación para mi trabajo. Apagué la luz y me dirigí hacia la despensa y después entré a la cocina. —Santo infierno. ¿Quién es esa? —preguntó un chico más joven, sorprendiéndome, cuando di un paso hacia la luz. Eché un vistazo al extraño sentado en el bar mirando boquiabierto a la nevera donde Quinn estaba sonriendo.
—¿Sales de esa habitación vestida así cada mañana? —preguntó Quinn.  No esperaba que alguien estuviera aquí.
 —Um, no. Normalmente estoy vestida para el trabajo —le contesté cuando un bajo silbido procedió del chico más joven en el bar. No podía tener más de dieciséis.
—Ignora al idiota controlado por las hormonas en el bar. Ese es Will. Su madre y Maria son hermanas. Así que, de una jodida manera indirecta, es mi primo más pequeño. Vino aquí anoche después de huir por enésima maldita vez y Santana me llamó para venir por el y llevar su trasero loco a casa. Santana. ¿Por qué el sonido de su nombre hacía que mi corazón se acelerara? Porque ella era injustamente perfecto. Ese era el por qué. Sacudí mi cabeza para aclarar mis pensamientos de Santana. —Es un placer conocerte, Will. Soy Brittany. Santana se ha compadecido de mí hasta que pueda conseguir mi propio lugar.
—Oye, puedes venir a casa conmigo. No te haré dormir bajo las escaleras — Ofreció Will. No pude evitar sonreír. Este tipo de coqueteo inocente si lo comprendía.
 —Gracias, pero no creo que tu madre apréciese eso. Estoy bien bajo de las escaleras. La cama es cómoda y no tengo que dormir con mi pistola. Quinn soltó una risita y los ojos de Will se agrandaron.
—¿Tienes un arma? —preguntó Will con una voz temerosa.
—Ahora sí que la has hecho. Será mejor que lo saqué de aquí antes de que se enamoré de ti —respondió Quinn, tomando la taza que acababa de llenar de café. Se dirigió a la puerta diciendo
—: Vamos, Will, antes de que vaya a despertar Santana y tengas que lidiar con su malgeniado trasero. Will miró a Quinn y luego a mí como si su corazón se hubiera roto. Era lindo.
 —Ahora, Will —dijo Quinn en un tono más demandante.
—Oye, Quinn —La llamé antes que alcanzara la puerta. Se volvió hacia mí. —¿Si? —Gracias por la gasolina. Te lo pagaré tan pronto como llegue mi cheque. Quinn sacudió su cabeza.
—No, no lo harás. Sería una ofensa. Pero de nada. —Guiñó y luego le lanzó una mirada de advertencia a Will antes de dejar la cocina. Dije adiós con la mano a Will. Me encargaría de cómo pagarle a Quinn sin ofenderla más tarde. Tenía que encontrar una manera. En este momento, tenía otro  plan. Hice mi camino hacia las puertas que conducían afuera. Era el momento de disfrutar mi primer día en la playa. *** Me tumbé en la toalla que había tomado del cuarto de baño. Tendría que lavarla esta noche. Era la única cosa que tenía para secarme y ahora estaba cubierta de arena. Pero lo valía. La playa estaba tranquila. No estábamos cerca de otras casas, así que este tramo estaba vacío. Sintiéndome valiente, tiré de la camiseta sin mangas y la metí debajo de mi cabeza. Entonces, cerré los ojos y dejé que el sonido de las olas de mar rompiendo contra la orilla me arrullara hasta dormir.
—Por favor, dime que te aplicaste bloqueador solar —Una voz profunda me inundó y me acerqué hacia ella. La limpia fragancia era deliciosa. Necesitaba estar más cerca. Abriendo mis ojos, parpadeé al brillante sol y cubrí mis ojos para ver a Santana sentada a mi lado. Sus ojos estudiándome. Cualquier calor o el humor en su voz pude haberlo imaginado, porque ella estaba molesta.
—Estás usando bloqueador solar, ¿o no? Me las arreglé para asentir y luego sentarme.
—Bien. Odiaría ver que esa suave y cremosa piel se tornara rosa. Ella pensaba que mi piel era suave y cremosa. Sonó como un cumplido, pero no estaba segura de si dar las gracias fuera lo más apropiado.
—Yo, uh, me puse un poco antes de venir aquí. Continuó mirándome. Luché con la urgencia de tomar mi camiseta y deslizarla sobre mi biquini. Yo no tenía el tipo de cuerpo de las chicas con las que ella salía. No me gustaba sentirme como si me estuviera comparando.
—¿No te toca trabajar hoy? —preguntó. Negué con mi cabeza.
—Es mi día libre.
 —¿Cómo va el trabajo? Ella estaba siendo amable, un poco. Al menos no me evitaba. Tan tonta como parecía, yo quería su atención. Había un magnetismo con ella que no podía explicar. Cuanto más mantenía la distancia, yo quería estar más cerca. Ladeó su cabeza y arqueó una ceja como si estuviera esperando que yo dijera algo. Oh, esperen. Me había hecho una pregunta. Maldición, esos ojos marrones suyos. Era difícil concentrarse.
—Um, ¿Qué? —Le pregunté, sintiendo mi rostro calentarse. Se rió.
—¿Cómo te está yendo en el trabajo? —preguntó suavemente. Tenía que dejar de ponerme en ridículo cerca de ella. Enderecé mis hombros. —Va bien. Me gusta. Santana sonrió con suficiencia y miró por encima del agua. —Apuesto a que sí. Me detuve y pensé sobre ese comentario y luego pregunté
—: ¿Qué se supones que significa eso? Santana dejó que su mirada siguiera la pista abajo por mi cuerpo y luego subió. Lamenté no ponerme de nuevo mi camiseta.
—Sabes cómo te ves, Brittany. Por no mencionar tu maldita sonrisa dulce. Los golfistas te están dando buenas propinas. Tenía razón sobre las propinas. También ella me incomodaba con su mirada sobre mí. Yo quería que le gustará mirarme, pero también me aterrorizada cuando lo hacía. ¿Qué si la hacía cambiar de opinión acerca de mantener su distancia? ¿Podía seguirle el ritmo? Nos sentamos en silencio durante un rato mientras ella mantenía su mirada fija al frente. Noté que pensando acerca de algo. Su mandíbula estaba apretada y había una línea arrugándose en su frente. Volví a pensar todo lo que yo había dicho. No podía pensar en algo que pudiera haberla molestado.
—¿Cuánto hace que tu mamá murió? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí. No quería hablar acerca de mi mamá. No con ella. Sin embargo, respondí ignorando que su pregunta era ruda.
—Hace treinta y seis días. Su mandíbula se apretó como si estuviera enojada por algo y su ceño se hizo más profundo.
—¿Tu papá sabía que ella estaba enferma? Otra pregunta que no quería responder.
—Sí. Él sabía. Además, lo llamé el día en que ella murió. No me respondió. Le dejé un mensaje. —El hecho de que nunca me devolvió la llamada me dolía mucho de admitir.
—¿Lo odias? —preguntó Santana.  Quería odiarlo. Solo había causado dolor en mi vida desde el día que mi hermana murió. Pero era difícil. Él era la única familia que tenía.
—A veces — respondí. Santana asintió y extendió la mano y enganchó su dedo meñique con el mío. No dijo nada, pero no tenía que hacerlo. Esa pequeña conexión decía demasiado. Quizás yo no conocía a Santana bien, pero ella estaba metiéndose bajo mi piel.
—Habrá una fiesta esta noche. Es de Nan, el cumpleaños de mi hermana. Siempre le doy una fiesta. Puede que no sea tu lugar pero estas invitada a asistir si así lo quieres. ¿Su hermana? ¿Ella tenía una hermana? Pensé que era hija única. ¿No era Nan la chica que había sido tan grosera la noche que llegue?
 —¿Tienes una hermana? Santana se encogió de hombros.
 —Sí. ¿Por qué Quinn dijo que ella era una hija única? Esperé a que me lo explicara, pero no dio más detalles. Así que me decidí a preguntar.
—Quinn dijo que eras hija única. Santana se tensó. Luego sacudió su cabeza mientras su dedo dejaba el mío y se volvió para mirar el agua. —Quinn no debería contarte mis asuntos. No importa que tan condenadamente mal quiera entrar en tus bragas —Santana se puso de pie y no me miró, y se dirigió hacia la casa. Algo sobre Nan estaba fuera de mis límites. No tenía idea que era, pero estaba definitivamente fuera de estos. No debí haber sido tan entrometida. Me puse de pie y me dirigí hacia el agua. Estaba caliente y necesitaba algo que sacara de mi mente a Santana. Cada vez que dejaba que mi guardia bajara un poco cerca de ella, me recordaba porque necesitaba mantenerme firme en mi lugar. La tipa era extraña. Sexy, esplendida y deliciosa pero extraña. *** Me senté en mi cama escuchando las risas y la música en la casa. Había cambiado de opinión acerca de asistir a la fiesta todo el día. La última vez que había decidido ir me había puesto el único vestido bonito que aun poseía. Era un vestido rojo que abrazaba mi pecho y caderas y luego colgaba en un corte baby doll a la mitad de mi muslo. Compré este vestido cuando Caín me invitó al baile de graduación. Luego, él fue nominado para rey y Grace Anne Henry fue nominada  para reina. Ella había querido ir al baile con mi novio y él me había llamado preguntándome si estaba bien si él iba con ella en vez de conmigo. Todo el mundo había dicho que ellos ganarían y pensaba que estaría bien si fueran juntos. Yo estuve de acuerdo y colgué de nuevo mi vestido en mi armario. Esa noche alquilé dos películas e hice brownies. Mamá y yo vimos comedias románticas y comimos brownies hasta que estuvimos llenas. Esa fue una de las últimas veces que recuerdo que ella no estaba tan enferma de la quimioterapia y podía realmente comer dulce como brownies. Esta noche, saqué el vestido de mi maleta. No era caro para los estándares de esta gente. En realidad, era bastante simple. El material rojo era gasa suave. Eché un vistazo abajo a los tacones plateados de mi mamá que había conservado. Fueron los que ella usó el día de su boda. Siempre los había amado. Nunca los usó de nuevo, pero los mantuvo guardados en una caja envuelta. Me arriesgué a la gran posibilidad de salir ahí y ser humillada. Yo no encajaba con ellos. Nunca encajé en mi escuela tampoco. Mi vida era solo un gran momento incómodo. Tenía que aprender a encajar. Dejar de ser la chica torpe que había sido excluida en la escuela secundaria porque tenía asuntos más importantes. De pie, me pasé las manos sobre mi vestido para alisar las arrugas de estar sentada pensando sobre si debía o no unirme a la fiesta. Podría caminar por ahí. Quizás tomar una bebida y ver si alguien me hablaba. Si era un completo desastre, siempre podía volver corriendo aquí, ponerme mi pijama y acurrucarme en la cama. Esté era un buen paso para mí. Abriendo la puerta de la despensa, me acerqué a la cocina muy agradecida de que no hubiera nadie ahí. Salir de la despensa sería un poco difícil de explicar. Pude oír la voz de Quinn riendo en voz alta y hablándole a alguien en la sala de estar. Ella podría hablarme. Me sentiría cómoda con Quinn. Tomando una respiración profunda, caminé fuera de la cocina y tomé el pasillo hacia el vestíbulo. Rosas blancas y cintas plateadas estaban en todas parte. Me recordaba a una boda en vez de una fiesta de cumpleaños. La puerta principal se abrió asustándome. Me detuve y observé unos familiares ojos ahumados encontrándose con los míos. Mi rostro se sintió caliente cuando los ojos de Woods tomaron una larga y lenta apreciación de mí. —Brittany —dijo cuando sus ojos finalmente hicieron su camino de vuelta a mi rostro
—. No creía que esto fuera posible ser más sexy. Estaba equivocado.
—Diablos, chica. Te arreglas bien. —El tipo con el cabello rubio rizado y ojos azules me sonrió. No podía recordar su nombre. ¿Me lo había dicho? 
—Gracias
—Me las arregle para hablar con voz ronca. Estaba siendo torpe de nuevo. Este era mi oportunidad de encajar. Tenía que esforzarme.
—No sabía que Santana había comenzado de nuevo a jugar golf. ¿O estas aquí con alguien más? —Confundida, me tomó un momento entender el significado de la palabras de Woods. Cuando comprendí que él pensaba que yo estaba aquí con alguien que conocí en el trabajo, sonreí. Ese no era el caso en absoluto.
—No estoy aquí con alguien. Santana es umm… bien, la madre de Santana está casada con mi padre. —Tenía que explicarlo. La lenta sonrisa de Woods se hizo más grande mientras caminaba hacia mí.
—¿En serio? ¿Ella está haciendo que su hermanastra trabaje en el club? —Chasqueó la lengua—. La chica no tiene modales. Si yo tuviera una hermana como tú la mantendría encerrada… todo el tiempo —Hizo una pausa y estiró la mano para rozar su pulgar por mi mejilla—. Me quedaré contigo, por supuesto. No querrás estar sola. Él estaba definitivamente coqueteando. Fuertemente. Me sentía fuera de mi liga con esto. Él tenía demasiada experiencia. Necesitaba un poco de espacio.
—Esas piernas tuyas deberían venir con una advertencia. Imposible no tocar —Su voz bajo un grado y miré por encima de su hombro para ver que el rubio nos había dejado.
—¿Estas… estan tus amigos con Santana o, uh, Nannette? —Pregunté recordando el nombre que Quinn usó para presentarnos la primera noche. Woods se encogió los hombros-
—Nan y yo tenemos una amistad complicada. Santana y yo no conocemos de toda la vida. —Woods deslizó una mano detrás de mi espalda—. Sin embargo, apuesto todo lo que tengo a que Nan no es una fan tuya. No estaba segura. Nosotras no habíamos tenido algún contacto desde esa primera noche.
—En realidad, no nos conocemos. Woods frunció el ceño.
 —¿En serio? Eso es raro.
—¡Woods! Estas aquí —gritó una mujer mientras entraba en la habitación. Él volvió su cabeza para ver a una pelirroja con largos rizos gruesos y un cuerpo lleno de curvas apenas cubierto con raso negro. Esta sería mi distracción. Comencé a caminar lejos y volver a la cocina. Mi momento de valentía se había ido. Woods cerró la mano sobre mi cadera, sosteniéndome firmemente en el lugar.
—Laney —Fue todo lo que dijo Woods en respuesta. Sus grandes ojos marrones pasaron de él a mí. Observe impotente como ella tomó su mano establecida en mi cadera. Esto no era lo que yo quería. Tenía que encajar. 
—¿Quién es ella? —replicó la chica, sus ojos estaban ahora analizándome.
—Se trata de Brittany. La nueva hermana de Santana —respondió Woods en un tono aburrido. Los ojos de la muchacha se entrecerraron y luego se echó a reír.
—No, no lo es. Usa un vestido de mala calidad y zapatos incluso más baratos. Esta chica, quien dice ser, está mintiéndote. Pero siempre has sido débil cuando se trata de una cara bonita, ¿no es así, Woods? En serio, debí haberme quedado en mi habitación.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:00 pm

CAPITULO 7


Por qué no regresas a la fiesta y encuentras a un chico estúpido a quien encajarle las garras, Laney? Woods se movió hacia la puerta donde la mayoría de la fiesta estaba pasando con sus manos todavía firmes en mi cadera, forzándome a ir con él.
—Creo que debería ir a mi habitación. No debí haber salido aquí está noche —dije, tratando de detener nuestra entrada en la fiesta. No necesitaba entrar allí con Woods. Algo me decía que sería una mala idea. —¿Por qué no me muestras tu habitación? Me gustaría escapar, también. Sacudí mi cabeza.
—No hay suficiente habitación para ambos. Woods se echó a reír e inclinó su cabeza para decirme algo al oído mientras mis ojos se encontraban con la mirada plateada de Santana. Ella me estaba mirando fijamente. No parecía feliz. ¿Había sido su invitación por educación y no perfectamente planeada? ¿Yo lo había malinterpretado?
—Necesito irme. No creo que Santana me quiera aquí. —Me giré y levanté la vista hacia Woods y salí de su abrazo.
—No tiene sentido. Estoy seguro que está muy ocupada como para preocuparse por lo que estás haciendo. Además, ¿por qué no te querría en la fiesta de su otra hermana? Ahí estaba la cosa de la hermana de nuevo ¿Por qué Quinn me había dicho que Santana no tenía hermanas? Nan era obviamente su hermana.
—Yo, uh, bien, ella de hecho no me considera como de la familia. Solo soy el pariente indeseado del nuevo esposo de su madre. De hecho, solo estaré aquí por un par de semanas más hasta que pueda mudarme por mi cuenta. Soy un habitante indeseado en esa casa. —Forcé una sonrisa, esperado que Woods pillará la idea y me deje ir. ¿  
—No hay nada sobre ti que sea indeseado. Ni siquiera Santana es tan jodidamente ciega —dijo Woods, acercándose a mí otra vez mientras yo me alejaba.
—Ven aquí, Brittany. —El tono demandante de Santana provino detrás de mí mientras una mano grande se deslizaba alrededor de mi brazo y me jalaba contra ella—. No esperaba que vinieras esta noche.
—La advertencia en su tono me decía que yo había malinterpretado su invitación. Su invitación no fue sincera.
—Lo siento. Pensé que dijiste que podía venir —susurré avergonzada de que Woods estuviese oyendo esto. Y que otros estuvieran mirando. La primera vez que decidí ser valiente y salir de mi caparazón y esto pasa.
—No esperé que te aparecieras vestida así —respondió con una mortal calma. Sus ojos se encontraban todavía dirigidos hacia Woods. ¿Qué está mal con mi ropa? Mi mamá se había sacrificado por mí para tener este vestido y nunca me lo había puesto. Sesenta dólares era mucho dinero para nosotras cuando ella me lo compró. Estaba harta de este estúpido montón de niños malcriados actuando como si yo estuviera usando algo repulsivo. Amaba este vestido. Amaba estos zapatos. Mis padres habían sido felices y estuvieron enamorados una vez. Estos zapatos eran parte de eso. Malditos todos ellos, que se vayan al infierno. Me solté de Santana y me dirigí a la cocina. Si ella no me quería aquí para que sus amigos se rieran de eso, entonces debió de habérmelo dicho. En su lugar, me había hecho sentir como una idiota.
—¿Cuál es tu jodido problema? —preguntó Woods con furia. No miré atrás. Esperaba que ellos se agarraran a golpes. Esperaba que Woods rompiera la odiosa y perfecta nariz de Santana. Lo dudaba, ya qué aunque Santana fuera uno de ellos, ella lucía muy poco sofisticada.
—Britt, espera —gritó Quinn y yo quise ignorarla, pero era lo más cercano que tenía a una amiga aquí. Disminuí el paso cuando llegué al vestíbulo, lejos de todos los espectadores, y dejé que Quinn me alcanzara. —Eso no fue lo que tú crees fue —dijo Quinn, viniendo detrás de mí. Quería reírme. Ella se encontraba muy cegada en lo que a su hermana respecta.
—No importa. No debería haber venido. Debí haber sabido que ella no me invitaba en serio. Desearía que hubiera sido claro diciéndome que me quedara en mi habitación, donde ella quería que me quedara. No entiendo sus juegos de palabras —espeté y seguí hacia la cocina y directo a la bodega. 
—Ella tiene problemas. Le concederé eso, pero te estaba protegiendo en su extraña jodida manera —dijo Quinn cuando mi mano encontró la fría manija de metal en la puerta de la bodega.
—Sigue pensando lo mejor de ella, Quinn. Eso es lo que las buenas hermanas hacen —respondí y tiré de la puerta y la cerré detrás de mí. Después de unas profundas respiraciones para aliviar el dolor en mi pecho, entré en mi habitación y me hundí en la cama. Las fiestas no eran lo mío. Está era la segunda en la que había estado en una y la primera no había sido mucho mejor. De hecho, era probablemente la peor. Había ido para sorprender a Cain y yo fui la sorprendida. Lo encontré en la habitación de Jamie Kirkman con sus pechos desnudos en la boca. No estaban teniendo sexo, pero definitivamente iba a llegar a eso. Cerré la puerta silenciosamente detrás de mí y hui por la puerta trasera. Algunas personas me vieron y supieron que había entrado. Cain apareció en mi casa una hora después, rogándome que lo perdonara y llorando mientras se arrodillaba. Le había amado desde que tenía trece años y le di mi primer beso. No podía odiarlo. Sólo lo deje ir. Ese fue el final de nuestra relación. Alivié su conciencia y quedamos como amigos. Algunas veces, él se quebraba y me decía que me amaba y que quería volver, pero casi todo el tiempo tenía una chica diferente en el asiento de atrás de su Mustang. Yo era solo un recuerdo de la infancia. Esta noche nadie me había traicionado. Solo había sido humillada. Inclinándome, me quité los zapatos de mi madre y los coloqué con cuidado en la caja, ella siempre los había guardado ahí. Luego los puse de regreso en mi maleta. No debí haberlos usado esta noche. La próxima vez que use sus zapatos sería especial. Sería para alguien especial. Lo mismo sería para este vestido. Cuando volviera a usarlo sería para alguien que me amara y pensara que yo era hermosa. La etiqueta del precio en mi vestido no importaría. Me estiraba para bajar la cremallera cuando la puerta se abrió y el umbral estuvo lleno con Santana. Una muy furiosa Santana. Ella no dijo nada y dejé que mis manos cayeran a mis costados. No me quitaría mi vestido todavía. Dio un paso adentro y cerró la puerta detrás de ella. Era muy grande para esta pequeña habitación. Tuve que retroceder y me senté en la cama para así no tocarnos.
 —¿Cómo es que conoces a Woods? —gruñó. Confundida, levanté la vista hacia ella y me pregunté porque no le gustaba que conociera a Woods. ¿No eran amigos? ¿Era eso? No me quería alrededor de  sus amigos.
 —Su padre es dueño del club de campo. Él juega golf. Yo sirvo las bebidas.
—¿Por qué usaste eso? —preguntó con voz fría y dura. Esa fue la gota que derramó el vaso. Me puse de pie otra vez luego me levanté de puntillas para así estar a la altura de su cara.
—Porque mi madre me lo compró para usarlo. Fui plantada y nunca tuve la oportunidad. Esta noche me invitaste y yo quise encajar. Así que usé lo mejor que tenía. Lo siento si no fue lo suficientemente lindo. ¿Sabes qué? Me importa una mierda. Tú y tus arrogantes y malcriados amigos todo lo que necesitan es dejar de pensar en ustedes mismos al menos un minuto. Empujé su pecho con mi dedo y la miré retándola a decir una palabra más sobre mi vestido. Santana abrió su boca y luego sus ojos se apretaron y sacudió su cabeza.
—¡Joder! —gruñó. Entonces abrió de golpe sus ojos y sus manos estuvieron repentinamente en mi cabello y su boca sobre la mía. No sabía cómo reaccionar. Sus labios eran tan suaves pero demandantes mientras lamía y mordisqueaba mi labio inferior. Luego tiró de mi labio superior en su boca y la chupó gentilmente.
—He deseado probar este dulce labio  desde que entraste en mi sala—murmuró antes de deslizar su lengua en mi boca mientras yo suspiraba con sus palabras. Ella sabía como a menta y a algo delicioso. Mis rodillas se debilitaron y me estiré y agarré sus hombros para mantenerme firme. Luego su lengua acarició la mía como si me pidiera que me uniera a ella. Pasé mi lengua por su boca y entonces mordisquee gentilmente su labio inferior. Un pequeño gruñido salió de su garganta y la siguiente cosa que supe es que estaba recostada en la pequeña cama detrás de mí. El cuerpo de Santana cayó sobre el mío y la dureza que sabía era su erección presionó entre mis rodillas. Mis ojos se rodaron detrás de mi cabeza y oí un indefenso gemido que salía de mis labios.
—Dulce, muy dulce —susurró Santana contra mis labios antes de retirar su boca y saltar alejándose de mí. Sus ojos se enfocaron en mi vestido. Noté que ahora estaba por mi cintura y mis bragas estaban a la vista—. Carajo —Maldijo, entonces golpeó una mano contra la pared antes de abrir la puerta y salir como si el diablo la estuvieran persiguiendo. La pared se sacudió con la fuerza que usó al cerrarla. No me moví. No podía. Mi corazón latía rápidamente y tenía un familiar dolor entre mis piernas. Me había excitado antes cuando veía sexo en la televisión, pero nunca tan  intensamente. Estaba tan cerca. Ella no quería que esto le gustara, pero le gusto. Sentí eso pero también le había visto teniendo sexo con otras. Sabía que ayer en la noche tuvo sexo con otra chica y luego se deshizo de ella. Conseguir que Santana se pusiera dura no era un gran reto. De hecho, yo no había conseguido nada. Ella solo estaba molesta porque fui sido yo quien la excito. Dolía. Saber que ella me despreciaba tanto que no quería pensar que yo era atractiva. El latido entre mis piernas lentamente desapareció cuando la realidad se instaló. Santana no quería tocarme. Ella había estado furiosa porque le guste. Aun excitada fue capaz de alejarse de mí. Tenía la sensación que yo estaba en una minoría. La mayoría de las chicas que la querían la conseguían. No podía permitirse ensuciarse conmigo. Yo era la pobre basura blanca con quien ella estaba atascado hasta que yo consiguiera el dinero suficiente para mudarme. Rodé en la cama y me acurruqué en una bola. Tal vez usaría este vestido otra vez. Ahora me traía más recuerdos tristes. Era hora de empacarlo para siempre. Esta noche, sin embargo, dormiría usándolo. Esta sería mi despedida en un sueño. Uno donde yo era lo suficiente para que  alguien  me deseara.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:01 pm

CAPITULO 8


La casa una vez más estaba destrozada cuando desperté la mañana siguiente. Esta vez dejé el desorden y me apresuré para ir a trabajar. No quería llegar tarde. Necesitaba este trabajo ahora más que nunca. Mi padre aún no había llamado para ver cómo me encontraba y yo estaba bastante segura que Santana no había hablado con su madre o mi padre, ya qué ella no los había mencionado. No quería preguntarle por ello porque no quería que su ira hacia mi padre fuera dirigida hacia mí. Existía una buena probabilidad de que Santana me dijera que me fuera cuando regresara hoy a casa. No parecía muy contenta conmigo cuando salí anoche de mi habitación. Y yo le devolví el beso y lamí su labio. Oh, Dios, ¿en que había estado pensando? En realidad, no pensé en nada. Ese era el problema. Santana olía demasiado bien y también sabía muy bien. Yo no fui capaz de controlarme. Ahora, había una buena probabilidad de que encontrara mi equipaje en el pórtico cuando volviera a casa. Por lo menos, tenía dinero para quedarme en un motel. Vestida con mis pantalones cortos y mi polo, subí las escaleras de la oficina hacia la puerta principal. Necesitaba fichar mi entrada y conseguir las llaves para el carrito de bebidas. Darla ya estaba dentro. Comenzaba a pensar que vivía allí. Estaba aquí cuando me iba y cuando llegaba todos los días. Sin embargo, su pequeña e impetuosa personalidad asustaba. Apenas quieres saludarla y ya está ladrándote órdenes. Ella tenía el ceño fruncido hacia una chica que había visto antes. Estaba apuntándola con su dedo y casi gritando.
—No puedes acostarte con los miembros del club. Esa es la primera regla. Tú firmaste los papeles, Bethann; sabes las reglas. El señor Woods llegó aquí esta mañana haciéndome saber que su padre no estaba contento con este giro de los acontecimientos. Solo tengo tres chicas en los carritos. Si no puedo confiar en que dejes de acostarte con los miembros, entonces tendré que despedirte. Esta es la última advertencia. ¿Me entiendes? La chica asintió.
—Sí, tía Darla. Lo siento —murmuró. Su largo cabello oscuro estaba recogido en una cola de caballo y su polo azul mostraba unos pechos muy grandes. Luego estaban sus largas piernas bronceadas y su trasero redondo. Y era sobrina de Darla. Interesante. La mirada enfadada de Darla se desplazó hacia mí y dejó escapar un suspiro de alivio.
—Oh, que bien que estés aquí, Brittany. Quizás puedas hacer algo con esta sobrina mía. Ella está en periodo de prueba porque al parecer no puede dejar de enredarse con los miembros del club mientras está trabajando. No estamos en un burdel. Somos un club de campo. Será tu compañera durante la próxima semana para que la vigiles de cerca. Ella debe aprender de ti. El señor Woods canta alabanzas sobre ti. Está muy contento con el trabajo que estás haciendo y me pidió que te permitiera trabajar en la comedor por lo menos dos días a la semana. Ahora estoy buscando a otra chica para el carrito, así que no puedo darme el lujo de despedir a Bethann —dijo el nombre de su sobrina con un gruñido y la miró nuevamente. La chica bajó la cabeza avergonzada. Sentí pena por ella. Me aterraba alterar a Darla. No podía imaginarme ser gritada así.
 —Sí, señora —Le contesté mientras ella sostenía las llaves del carrito hacia mí. Las tomé y esperé a que Bethann se acercara a mí.
—Ve con ella ahora, niña. No te quedes aquí haciendo pucheros. Debería llamar a tu papá y decirle lo que estás haciendo, pero no tengo el valor de romper el corazón de mi hermano. Así que ve allí y aprende algunos buenos modales — Darla señaló la puerta y no esperé más tiempo. Corrí hacia la puerta y bajé las escaleras. Me gustaría ir a buscar el carrito de bebidas para alistarlo y esperar allí a Bethann.
—Oye, espera—Llamó la chica detrás de mí. Me detuve y le devolví la mirada mientras ella corría para alcanzarme—. Lo siento, fue brutal allí. Me gustaría que no hubieras visto ni escuchado eso. Ella era… agradable. —Está bien—Le contesté.
 —Por cierto, me gusta más Bethy. No Bethann. Así es como me llama mi papá, así que mi tía Darla también me llama así. Y tú eres la infame Brittany S. Pierce de quien he oído tanto hablar —La sonrisa en su voz me dijo que su comentario no era malintencionado.
 —Lamento que tu tía te haya forzado a estar conmigo —Aparté mis ojos de ella y sus brillantes labios gruesos y rojizos se curvearon en una sonrisa. 
—Oh, no hablaba de mi tía. Estaba hablando de los chicos. A Wood, en especial, le gustas mucho. He oído que anoche causaste un revuelo en la fiesta de cumpleaños de la perra de Nan. Me hubiera gustado haber visto eso, pero el personal contratado no es invitado para esas cosas. Cargué el carro mientras Bethy se quedaba allí, mirándome. Ella giraba un mechón castaño de su largo cabello alrededor de su dedo y me sonreía.
—Tú estabas allí. Cuéntame todo lo que pasó. No había mucho que contar. Me encogí de hombros y me acerqué para subir en el lado del conductor una vez que el carro estuvo cargado.
—Fui a la fiesta porque estoy durmiendo bajo las escaleras de Santana hasta que tenga el suficiente dinero para mudarme, lo cual puede ser muy pronto. Fue un error. Ella no quería que yo apareciera. Eso es todo. Bethy se dejó caer en el asiento a mi lado y cruzó sus piernas.
—Eso no es para nada lo que he oído. Jace dijo que Santana vio a Wood tocándote y que enloqueció.
—Jace lo malentendió. Créeme. A Santana no le importa quién me toca. Bethy suspiró.
 —Es una mierda ser alguien pobre ¿no? Los chicos lindos nunca nos miran seriamente. Solo somos otra follada más. ¿Realmente así eran las relaciones para ella? ¿Sólo se entregaba y luego la abandonaban? Era demasiado linda para eso. Los chicos de donde yo vengo babearían por ella. Puede que ellos no tengan millones en el banco, pero eran buenos chicos de buenas familias.
—¿No hay algún chico atractivo que no sea inmensamente rico por allí? La gente que viene aquí no puede ser todo lo que hay para elegir. Seguro que puedes encontrar a un tipo que no te abandone a la mañana siguiente. Bethy frunció el ceño y se encogió de hombros.
—No lo sé. Siempre he querido echarle el lazo a un millonario ¿sabes?, vivir la buena vida. Pero comienzo a creer que no está escrito en mi destino. Me dirigí hacia el primer hoyo.
—Bethy, eres hermosa. Te mereces más de lo que estás recibiendo. Comienza a buscar a un hombre en otro lugar. Encuentra uno que no te quiera solo para sexo. Encuentra a uno que te quiera. Solo a ti.
—Diablos, puede que me enamore de ti también —respondió en broma y se rió. Apoyó sus pies en el salpicadero mientras yo me detenía donde estaban los primeros jugadores de golf de la mañana.  Por ningún lugar vi a ningún chico. Por lo general, no eran madrugadores. Durante un rato no tendría que preocuparme de cuidar que Bethy no tuviera sexo en los arbustos o donde sea que ella lo hiciera durante el trabajo. Cuatro horas más tarde, cuando llegamos al tercer agujero por tercera vez, reconocí a Wood y compañía. Bethy se enderezó en el asiento y la expresión emocionada de su cara me puso en alerta máxima. Ella era como un pequeño cachorro esperando a que alguien le lanzara un hueso. Si no me gustara tanto ni siquiera me molestaría en ayudarla para que se quedara en este trabajo. Ser su niñera no estaba en la descripción de mi trabajo. Woods frunció el ceño cuando nos detuvimos junto a ellos.
—¿Por qué estás conduciendo junto con Bethy? —preguntó en el momento en que nos estacionamos.
 —Porque me está ayudando a evitar que folle a tus amigos y que te irrite. ¿Por qué no vas y le dices a tía Darla? —Hizo un puchero, cruzando sus brazos sobre su generoso pecho. No tenía ninguna duda que todos los chicos a nuestro alrededor se concentraron en sus grandes tetas.
 —Yo no le pedí que hiciera eso. Le pedí que promoviera a Brittany, no que la juntara contigo. —Le espetó y sacó su teléfono de su bolsillo. ¿Qué estaba haciendo?
—¿A quién llamas? —preguntó Bethy en un tono de pánico mientras se sentaba con la espalda recta.
—Darla —gruñó.
—No, espera —dijimos Bethy y yo al mismo tiempo.
—No la llames. Estoy bien. Me gusta Bethy. Es una buena compañía —Le aseguré. Me estudió un momento pero no colgó el teléfono.
—Darla, soy Woods. He cambiado de opinión. Quiero a Brittany los cuatro días de la semana adentro. Puedes usarla para que esté en los campos los viernes y sábados, ya que esos días está más lleno y ella es lo mejor que tienes, pero el resto del tiempo la quiero dentro. —No esperó por una respuesta antes de finalizar la llamada y dejó caer de nuevo el teléfono en el bolsillo de sus almidonados pantalones cortos a cuadros. En cualquier otra persona usar eso se vería de los más ridículo, pero un tipo como Woods podía lucirlo. El polo blanco que llevaba también estaba impecablemente planchado. No me sorprendería si fuera nuevo.
 —La tía Darla se va a poner histérica. Asignó a Brittany como mi niñera por las próximas semanas. ¿Quién me va a mantener bajo control ahora? —preguntó ella echándole una mirada sensual a Jace.
—Por favor, hombre, si te gusto siquiera un poco, gira tu cabeza y déjame llevarla a la casa del club solo unos minutos. Por favor. —Rogó Jace mientras disfrutaba la vista que daba Bethy estando sentada con sus piernas arriba del tablero, ligeramente abiertas para que su entrepierna estuviera a la vista. Los pantalones cortos que llevábamos eran demasiados cortos y apretados, dejaban poco a la imaginación en una posición como esa.
—Me importa un demonio lo que hagas. Fóllala si quieres. Pero si papá se entera que una vez más lo hizo tendré que despedirla. Él está muy enojado por las denuncias. Sabía que Jace no la defendería si ella fuera despedida. La dejaría irse y seguiría adelante. No había amor en su mirada, solo lujuria.
—Bethy, no —Le rogué en silencio estando a su lado—. En mi noche libre tú y yo saldremos y encontraremos algún lugar donde haya chicos que sean dignos de tu tiempo. No pierdas tu trabajo por él. —susurré en una voz muy baja que solo Bethy podía oírme. Los otros sabían que yo le decía algo, pero no sabían qué. Bethy volvió su mirada hacia mí y juntó sus piernas.
—¿En serio? ¿Saldrías conmigo a buscar chicos? ¿En tu territorio? Asentí y una sonrisa apareció en su rostro.
—Es un trato. Iremos a un bar de música country. Espero que tengas tus propias botas. Soy de Alabama, tengo botas, jeans ajustados y una pistola —Le respondí con un guiño. Ella se rió a carcajadas y puso sus pies en el suelo.
—Bueno, muchachos, ¿Qué quieren tomar? Tenemos que ir a otro hoyo —dijo ella saliendo del carrito y retrocediendo. Yo la seguí y repartimos bebidas y tomamos el dinero. Jace trató de agarrarle el trasero unas cuantas veces y susurrarle al oído. Al final, ella se dio la vuelta y le sonrió—. Se acabó el ser tu compañera de sexo. Saldré con mi chica este semana para buscar hombres de verdad. Del tipo que no tiene mucho dinero, pero tienen callos en las manos por saber trabajar. Tengo la sensación de que saben cómo hacer que una chica se sienta muy especial. Tuve que ocultar la risa que brotaba dentro de mi pecho al ver la expresión sorprendida de Jace. Encendí el carro mientras Bethy de un salto se sentaba al lado mío.  
—Demonios, eso se sintió bien. ¿Dónde has estado toda mi vida? — preguntó ella mientras aplaudía y yo manejaba sonriendo y me despedía de Woods para dirigirnos hacia el siguiente hoyo. Seguimos vendiendo durante el resto del camino y después paramos para reabastecernos. No más problemas. Sabía que veríamos a Woods y a sus amigos de nuevo pero tenía fe en que Bethy sería firme. Ella había hablado alegremente de todo, desde el color de su cabello hasta el último susto de embarazo que habían tenido en la ciudad con un trabajador y un miembro del club. No le prestaba atención a los miembros del primer hoyo. Conducía y trataba de concentrarme en las charlas sin fin de Bethy. El murmuro de mierda de Bethy llamó mi atención. La miré y luego seguí su mirada hacia la pareja del primer hoyo. Reconocí instantáneamente a Santana. Los pantalones cortos que vestía y el ajustado polo azul pálido lucían tan fuera de lugar en ella. No encajaba con los tatuajes que yo sabía que cubrían su espalda. Era hija de un rockero y eso corría a través de sus venas incluso si ella usara esa cara ropa de golf. Giró su cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. No sonrió. Solo miró hacia otro lado como si no me hubiera reconocido. No hubo reconocimiento. Nada.
—Alerta de perra —susurró Bethy. Cambié mi mirada que tenía en ella hacia la chica a su lado. Nanette o Nan como se referían a ella. Su hermana. El único tema que a ella no le gustaba hablar. Ella llevaba una diminuta falda blanca que parecía que más adecuada para jugar tenis. Llevaba un polo azul a juego y una visera blanca sobre sus rizos rubios.
 —¿No eres fans de Nannette? —Le pregunté sabiendo ya la respuesta por su comentario. Bethy soltó una breve carcajada.
—Uh, no. Y tú tampoco. Eres el enemigo número uno de ella. ¿Qué se supone que significa eso? No podía preguntarle porque habíamos parado a solo dos metros del combo de hermanas. Traté de no hacer de nuevo contacto visual con Santana. Al parecer, ella no quería tener una pequeña charla.
—Me estás tomando el pelo. ¿Woods la contrató? —siseó Nan.
—No —respondió Santana en un tono de advertencia. No estaba segura si la protegía a ella o a mí o solo trataba de parar una escena. De cualquier manera, me molestó. 
—¿Van a querer algo de beber? —pregunté con la misma sonrisa que le doy a los demás miembros cuando hago la pregunta.
—Por lo menos sabe su lugar —dijo Nan con un tono sarcástico.
 —Voy a tomar una Corona. De limón, por favor —dijo Santana. Me arriesgué a mirar en su dirección y sus ojos se encontraron con los míos por un breve momento antes de que ella se girara hacia Nan.
—Pide una bebida. Está haciendo calor —Le dijo a ella. Ella me sonrió y puso una mano bien cuidada sobre su cadera.
—Agua con gas. Límpialo bien porque no me gusta la forma en que sale todo mojado por el hielo. Bethy metió su mano en la nevera y sacó el agua. Supongo que ella temía lanzársela a la cabeza de Nan.
 —No te he visto por aquí últimamente, Nan —dijo Bethy mientras limpiaba la botella con una toalla que se nos suministró para ese motivo. —Probablemente porque estás muy ocupada en los arbustos, abriéndole las piernas a Dios sabe quién en vez de trabajar —Le respondió Nan. Apreté los dientes y saqué de un solo movimiento la Corona de Santana. Quería lanzarle la bebida en la cara presumida de Nan.
—Ya es suficiente, Nan. —La regaño Santana suavemente. ¿Acaso era una maldita niña? Ella la trataba como si tuviera cinco años. Ella era una adulta para que la gritara fuerte. Le entregué a Santana la Corona cuidando de no mirar a Nan. Tenía miedo de que tuviera un momento de debilidad. En cambio, mis ojos se encontraron con los de Santana mientras le entregaba la botella.
 —Gracias —dijo y deslizó un billete en mi bolsillo. No tuve tiempo de reaccionar antes de que ella se alejara tomando a Nan por el codo
—. Ven y muéstrame como aún no puedes patear mi trasero jugando —dijo ella en tono de broma. Nan la abrazó.
—Estás acabada. —El cariño sincero en su voz mientras hablaba con ella me sorprendió. No podía imaginar a alguien tan mala como ella siendo amable con otros.
—Vamos —siseó Bethy, agarrando mi brazo. Comprendí que había estado allí de pie observándolas.  Asentí y comencé a girar cuando Santana miró hacia atrás, por encima de su hombro, directo hacia a mí. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y luego miró de nuevo a Nan diciéndole que palo utilizar. Nuestro momento había terminado. Ni siquiera fue un momento. Una vez que estuvimos fuera del alcance de ser escuchadas, miré a Bethy.
—¿Por qué dijiste que yo era el enemigo número uno? Bethy se retorció en su asiento.
—Honestamente, no lo sé con exactitud. Pero Nan es posesiva con Santana. Todos saben eso… —Se calló y no pudo hacer contacto visual conmigo. Ella sabía algo, pero ¿Qué sabia? ¿De qué me estoy perdiendo?
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:01 pm

CAPITULO 9


Unos pocos autos estaban estacionados afuera cuando volví a la casa de Santana después del trabajo. Al menos no la encontraré teniendo sexo. Ahora que sabía lo buenos que eran sus besos y lo bien que se sentían sus manos en mí, no me sentía segura de poder manejar verla haciéndole eso a alguien más. Era ridículo. Pero era cierto. Abrí la puerta y entré. Música sexy sonaba a través del sistema de sonido que estaba colocado en todas las habitaciones. Bueno, todas las habitaciones menos la mía. Me acerqué a la cocina cuando escuché un gemido femenino. Se me hizo un nudo en el estómago. Traté de ignorarlo pero mis pies se habían plantado firmemente en el suelo de mármol. No me podía mover.
—Sí, Santana, nena, justo así. Más fuerte. Mámalo más fuerte —gritó ella. Me sentí instantáneamente celosa y eso sólo me hizo enojar. No debería de importarme. Me había besado una vez y estaba tan enojada que maldijo y salió corriendo. Me moví hacia el sonido incluso cuando sabía que era algo que yo no quería ver. Era como un choque de trenes. No podía dejar de ir a verla incluso si no quisiera que se grabara en mi mente. —Umm sí, por favor, tócame —suplicó. Me encogí pero seguí moviéndome en esa dirección. Entrando en la sala, las encontré en el sofá. Ella no tenía su blusa puesta y ella tenía uno de sus pezones en su boca mientras su mano jugaba entre sus piernas. No podía ver esto. Necesitaba salir de aquí. Ahora. Dándome la vuelta, corrí hacia la puerta principal, sin importarme si era silenciosa o no. Estaría en mi camioneta y fuera de la calzada antes de que se calmaran lo suficiente como para notar que fueron vistas. Se encontraban justo en el sofá para que cualquiera que entrara los viera. Ella sabía que yo estaría en casa en ese momento. El hecho era que quería que yo las viera. Me recordaba que era algo que yo nunca podría experimentar. Justo ahora, no quería hacerlo nunca.  Manejé por la ciudad enojada conmigo misma por gastar gasolina. Necesitaba ahorrar mi dinero. Busqué un teléfono público pero encontré uno en ningún lado. Los días de los teléfonos públicos se habían ido. Si no tenías un celular estabas jodido. No estaba segura de a quién llamar, de todas formas. Podría llamar a Cain. No había hablado con él desde que me fui la semana pasada. Normalmente hablábamos una vez a la semana. Pero sin un teléfono no podía hacer eso. Tenía el número de Quinn guardado en mi equipaje. Pero entonces, ¿para qué la llamaría? Eso sería extraño. Realmente no tengo nada que decirle. Me metí en el estacionamiento de la única cafetería en la ciudad y estacioné mi camioneta. Podía ir a beber un poco de café y mirar revistas por unas horas. Tal vez para entonces Santana hubiera terminado su festival de folladas en la planta baja. Si trató de enviarme un mensaje, lo recibí fuerte y claro. No es que necesitara uno. Ya me había resignado al hecho de que los chicos con dinero no eran para mí. Me gustaba la idea de encontrar un buen chico con un trabajo normal. Uno que apreciara mi vestido rojo y zapatos plateados. Salté fuera de mi camioneta y me dirigí hacia la cafetería cuando vi adentro a Bethy con Jace. Estaban en una acalorada discusión en una mesa en el rincón más alejado, pero los podía ver a través de la ventana. Al menos lo había traído a un lugar público. Esperaba lo mejor para ella y la dejé sola. Yo no era la madre de está chica. Era muy probable que fuera mayor que yo. Al menos parecía mayor. Podía decidir con quién quería pasar su tiempo. El aire del mar salado me hizo cosquillas en la nariz. Crucé la calle y me dirigí hacia la playa pública. Podría estar sola ahí. Las olas rompiendo contra la oscura orilla eran relajantes. Así que caminé. Recordé a mi madre. Incluso me permití recordar a mi hermana; era algo que raramente hacía porque el dolor era demasiado algunas veces. Esta noche, quería esa distracción. Necesitaba recordar que había sufrido mucho más que una estúpida atracción por una chica que no era mi tipo en absoluto. Dejé que los recuerdos de días mejores inundaran mis pensamientos… y caminé. Cuando estacioné la camioneta de nuevo en la entrada de Santana ya era después de la medianoche y no había autos afuera. Quien fuera que estuvo aquí ya se había ido. Cerré la puerta de mi camioneta y me dirigí hacia las escaleras. La luz del frente estaba encendida, haciendo que la casa luciera grande e intimidante en el cielo oscuro. Justo como Santana. La puerta se abrió antes de que la alcanzara y Santana se quedó de pie allí en la entrada. Estaba ahí para decirme que me fuera. Ya esperaba esto de todos modos. Ni siquiera me sorprendí. En vez de eso, busqué alrededor por mi maleta.
  —¿Dónde has estado? —preguntó con voz ronca y profunda. Levanté mi mirada hacia ella.
 —¿Por qué te importa? Dio un paso afuera de la puerta, cerrando espacio entre nosotras.
—Porque estaba preocupada. ¿Estaba preocupada? Dejé escapar un suspiro y metí el cabello que seguía soplando sobre mi rostro detrás de mi oreja.
—Me es difícil de creer. Estabas muy ocupada con tu compañía como para notar algo —No pude evitar que la amargura se deslizara por mi lengua.
—Llegaste más temprano de lo que esperaba. No era mi intención que presenciaras eso. Como si le creyera. Asentí y moví mis pies.
—Vine a casa a la misma hora que vengo todas las noches. Creo que querías que te viera. ¿Por qué?, no estoy segura. No albergo sentimientos por ti, Santana. Sólo necesito un lugar donde quedarme por unos días más. Me mudaré fuera de tu casa y tu vida muy pronto. Murmuró una maldición y luego miró hacia el cielo un momento antes de mirarme de nuevo.
—Hay cosas sobre mí que no conoces. No soy uno de esas tipas a las que puedes domesticar. Tengo equipaje. Mucho. Demasiado para alguien como tú. Esperaba a alguien diferente considerando que he conocido a tu padre. No eres para nada como él. Eres todo lo que una tipa como yo debe evitar. Porque no soy la adecuada para ti. Dejé escapar una dura risa. Esa era la peor excusa que había escuchado para su comportamiento.
 —¿En serio? ¿Eso es lo mejor que tienes? Nunca te pedí nada más que una habitación. No espero que me quieras. Nunca lo hice. Estoy consciente de que tú y yo estamos en dos ligas diferentes. Nunca estaré a la altura de ti. No tengo sangre azul. Visto vestidos baratos y tengo una afectuosa conexión con un par de zapatos plateados que mi madre usó el día de su boda. No necesito cosas de diseñador. Y TÚ sí eres de diseñador, Santana. Santana tomó mi mano y me llevó dentro. Sin una palabra, me empujó contra la pared y me enjauló con sus dos manos apretadas contra la pared al lado de mi cabeza.
 —No soy de diseñador. Métete eso en la cabeza. No puedo tocarte. Quiero tanto hacerlo que duele no poder, pero no lo haré. No voy a arruinarlo contigo. Eres… eres perfecta e intacta. Y al final nunca me perdonarías. Mi corazón latía con fuerza dolorosamente contra mi pecho. La tristeza en sus ojos no era algo que había sido capaz de ver por fuera. Podía ver emoción en esas profundidades oscuras. Su frente estaba arrugada como si algo la estuviera lastimando.  
—¿Y si quiero que me toques? Tal vez no soy tan intacta. Tal vez ya estoy corrompida. —Mi cuerpo estaba bastante corrompido, pero mirar los ojos de Santana me hicieron querer aliviar su dolor. No quería que se alejara de mí. Quería hacerla sonreír. Ese hermoso rostro no debería lucir tan angustiado. Pasó un dedo por un lado de mi rostro y trazó la curva de mi oreja y luego rozó con su pulgar sobre mi barbilla.
 —He estado con muchas chicas, Brittany. Créeme, nunca he conocido a alguien tan jodidamente perfecta como tú. La inocencia en tus ojos me grita. Quiero quitar cada centímetro de tu ropa y enterrarme dentro de ti, pero no puedo. Me viste esta noche. Soy una bastarda enferma. No puedo tocarte. La había visto esta noche. La había visto la otra noche, también. Se follaba a muchas chicas, pero a mí no quería tocarme. Creía que yo era demasiado perfecta. Estaba en un pedestal y quería mantenerme allí. Tal vez debería. No podía dormir con ella sin darle un pedazo de mi corazón. Ya comenzaba a adueñarse de él. Si lo dejaba tener mi cuerpo me podría herir de una forma en que nadie había sido capaz de hacerlo. Mi guardia estaría baja.
 —De acuerdo —dije. No iba a discutir. Esto era lo correcto—. ¿Podemos al menos ser amigas? No quiero que me odies. Me gustaría que seamos amigas. — Soné patética. Me sentía tan sola que me había inclinado a mendigar amigos. Cerró sus ojos y respiró profundo.
—Seré tu amiga. Haré todo lo posible por ser tu amiga pero tengo que ser cuidadosa. No puedo estar demasiado cerca. Me haces desear cosas que no puedo tener. Ese pequeño y dulce cuerpo tuyo se siente increíble debajo de mí —Bajó su voz y bajó su boca hasta mi oreja—, y la forma en la que sabes. Es adictiva. Sueño sobre ello. Fantaseo sobre ello. Sé que serías tan deliciosa en… otras… partes. Me incliné hacia ella y cerré mis ojos mientras su respiración se volvía pesada en mi oreja.
 —No podemos. Joder. No podemos. Amigas, dulce Brittany. Sólo amigas —susurró, luego se apartó y se dirigió hacia las escaleras. Me recosté contra la pared y la miré alejarse. No me sentía lista para moverme aún. Mi cuerpo estaba acalorado por sus palabras y su cercanía.
—No te quiero debajo de esas malditas escaleras. Lo odio. Pero no puedo traerte aquí arriba. Nunca sería capaz de mantenerme alejada de ti. Te necesito en un lugar seguro —dijo sin mirarme. Sus manos se aferraron a la barandilla de la escalera hasta que sus nudillos se pusieron blancos. Se quedó allí un minuto más antes de subir las escaleras. Cuando escuché su puerta cerrarse, me hundí en el suelo.
—Oh, Santana. ¿Cómo vamos a hacer esto? Necesito una distracción. —Susurré en el vestíbulo vacío. Necesitaba encontrar a alguien más en quien enfocarme. Alguien que no fuera Santana. Alguien que estuviera disponible. Era la única manera de evitar caer demasiado lejos. Santana era peligrosa para mi corazón. Si íbamos a ser amigas, entonces necesitaba encontrar a alguien más para centrar mi atención. Y rápido. 
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Jul 16, 2016 11:02 pm

CAPITULO 10


Darla no había estado feliz con mi traslado al comedor. Me quería en el campo. También quería que supervisase a Bethy. De acuerdo con Bethy, ya no estaba viendo a Jace. Se había reunido por café porque la había llamado veinte veces esa tarde. Le dijo que si iba a ser su secreto sucio, todo había terminado. Él le había rogado y suplicado, pero se negó a darla a conocer a su círculo de amigos, así que ella lo dejó. Me sentía muy orgullosa de ella. El día siguiente era mi día libre y Bethy ya había venido a buscarme para saber si seguía en pie nuestros planes. Por supuesto que sí. Yo necesitaba un hombre, cualquier hombre, para alejar mis pensamientos de Santana. Seguí a Jimmy a todas partes durante todo el día. Él me entrenaba. Era atractivo, alto, carismático y muy gay. Los miembros del club no sabían esto, sin embargo. Coqueteaba con las mujeres sin pudor. Ellas se sentían halagadas. Él miraría hacia atrás y me guiñaría un ojo cuando alguna le susurrara cosas atrevidas en su oído. El tipo era un conquistador y uno muy bueno. Una vez que su turno terminó, nos dirigimos de nuevo a la sala de descanso del personal y colgamos los largos delantales negros que teníamos que llevar sobre nuestro uniforme. —Serás muy buena, Brittany. Los hombres te aman y las mujeres están impresionadas por ti. Sin ofender, cariño, pero las chicas con el pelo rubio platino como el tuyo normalmente no pueden caminar en línea recta sin reírse. Le sonreí.
—¿En serio? Me ofende ese comentario. Jimmy rodó los ojos y extendió la mano para acariciarme la cabeza.
—No, no te ofende. Sabes que eres una chica ruda.
—¿Ya estás coqueteando con la nueva camarera, Jim? —preguntó la voz familiar de Woods. Jimmy le lanzó una sonrisa arrogante. 
—Me conoce demasiado bien como para decir eso. Tengo un gusto específico. —Bajó su voz a un susurro sexy mientras arrastraba sus ojos por el cuerpo de Woods. Miré a Woods, quien fruncía el ceño desagradablemente y no pude evitar reírme. Jimmy se unió a mí.
—Me encanta hacer sufrir a los chicos hetero — susurró en mi oído, luego me palmeó el trasero y salió por la puerta. Woods rodó los ojos y se acercó a mí una vez que Jimmy se hubo ido. Al parecer, era consciente de la preferencia sexual de Jimmy.
—¿Disfrutaste tu día? —preguntó cortésmente. Había disfrutado de mi día. Inmensamente. Era un trabajo mucho más fácil que sudar en el calor todo el día, lidiando con viejos pervertidos.
—Sí. Estuvo genial. Gracias por hacer posible para mí trabajar aquí. Woods asintió.
—De nada. Ahora, ¿Qué te parece celebrar tu promoción con la mejor comida mexicana en la costa? Me invitaba a salir de nuevo. Debería ir. Sería una distracción. Él no era exactamente el tipo de chico normal que yo buscaba, ¿pero quién dijo que iba a casarme con él y tener a sus bebés? Una imagen de Santana destelló en mi mente y su expresión atormentada de anoche. No me atrevía a salir con alguien que él conocía. Si realmente quiso decir lo que dijo entonces, yo debía mantener su mundo a un brazo de distancia. No pertenecía a ese mundo.
—¿Puedo pasar? No dormí bien anoche y estoy agotada. La cara de Woods decayó, pero sabía que no tendría problemas en encontrar a alguien que tomase mi lugar.
—Hay una fiesta esta noche en lo de Santana, pero supongo que lo sabías — dijo Woods, analizando mi reacción. Yo no sabía nada de la fiesta, pero pensándolo bien, Santana nunca me advertía de ellas. —Puedo dormir con el ruido. Me he acostumbrado —Eso era una mentira. No me dormiría hasta que la última persona pisoteara la escalera.
—¿Y si voy? ¿Podrías pasar un rato conmigo antes de que te acuestes? Woods era determinado. Le daba eso. Iba a decirle que no cuando me di cuenta de que Santana se estaría revolcando esta noche con alguna chica. La llevaría a su cama y le haría sentir cosas que ella nunca me permitiría sentir. Me hacía falta una distracción. Probablemente ya la tendría en su regazo para el momento en que llegase a casa.
—Tú y Santana no parecen muy unidos. ¿Tal vez podríamos pasar el rato en la playa? No sé si es una buena idea que estés en la casa donde pueda verte. Woods asintió.
—De acuerdo. Estoy bien con eso. Pero tengo una pregunta, Brittany —dijo mirándome con atención. Yo esperé—. ¿Por qué es esto? Hasta la otra noche en su casa, Santana y yo hemos sido amigos. Hemos crecido juntos. Los mismos círculos. Nunca he tenido ni un problema con ella. ¿Qué la enoja? ¿Hay algo entre ustedes dos? ¿Cómo respondía a eso? ¿No, porque ella no quiere ser algo más y es más seguro para mi corazón si seguimos siendo sólo como amigas?
—Somos amigas. Ella es protectora. Woods asintió lentamente, pero me di cuenta de que no me creyó.
 —No me importa la competencia. Me gusta saber a lo que me enfrento. No estaba en contra de nada, porque todo lo que él y yo siempre seríamos era amigos. No buscaba a un hombre en su grupo.
—No lo soy y nunca seré parte de tu gente. No pretendo salir seriamente con nadie que sea parte de tu círculo de élite. No esperé que discutiese. En su lugar, caminé alrededor de él y salí por la puerta. Tenía que llegar a casa antes de que la fiesta se pusiera demasiado salvaje. No quería ver a Santana envuelta con alguna chica. *** No era una fiesta descontrolada. Era sólo una veintena de personas. Pasé junto a varios de ellos en mi camino a la despensa. Un par de ellos se encontraban en la cocina preparando bebidas y les sonreí antes de entrar en la despensa y luego a mi trastienda. Si sus amigos no sabían que dormía debajo de las escaleras, lo sabían ahora. Cambié mi uniforme y saqué un vestido azul hielo para ponerme. Mis pies dolían por caminar todo el día, así que iba descalza. Metí mi maleta de nuevo bajo las escaleras y entré en la despensa para estar cara a cara con Santana. Estaba apoyada contra la puerta que daba a la cocina con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido en su rostro.
—¿Santana? ¿Pasa algo malo? —le pregunté cuando no dijo nada. —Woods está aquí —respondió.
—Que yo sepa él es amigo tuyo. Santana sacudió la cabeza y sus ojos rápidamente escanearon mi cuerpo.
—No. No está aquí por mí. Vino por alguien más. Crucé los brazos por debajo de mis pechos y tomé la misma postura defensiva.
 —Tal vez sí. ¿Tienes un problema con que tus amigos estén interesados en mí?
—Él no es lo suficientemente bueno. Es un triste imbécil comemierda. No debería llegar a tocarte —dijo Santana en un tono enojado. Tal vez fuera cierto. Lo dudaba, pero tal vez tenía razón. No importaba. Yo no iba a dejar que Woods me tocase. Su cercanía no hacía a mi estómago dar volteretas y sentir un dolor entre mis piernas.
—No estoy interesada en Woods de esa manera. Él es mi jefe y, posiblemente, un amigo. Eso es todo. Santana pasó la mano por su cabeza y el anillo de plata sobre su pulgar me llamó la atención. No lo había visto usarlo antes. ¿Quién se lo había dado?
 —No puedo dormir mientras la gente está subiendo y bajando las escaleras. Me mantiene despierta. En lugar de sentarme en mi habitación sola, preguntándome con quién estás arriba follando esta noche, pensé en hablar con Woods en la playa. Charlar con alguien. Necesito amigos. Santana se sobresaltó como si la hubiera golpeado.
—No te quiero afuera con Woods. Esto era ridículo.
—Bueno, tal vez yo no quiero que folles a una chica, pero lo harás. Santana se apartó de la puerta y se acercó a mí, acompañándome a mi pequeña habitación hasta que las dos estuvimos dentro. Un centímetro más y me caería en la cama.
—No quiero follar a nadie esta noche. —Hizo una pausa y luego sonrió—. Eso no es exactamente cierto. Permíteme aclarar, no quiero follar a nadie fuera de esta habitación. Quédate aquí y habla conmigo. Charlaremos. Dije que podíamos ser amigas. No necesitas a Woods como amigo. Puse mis manos sobre su pecho para empujarla hacia atrás, pero no pude hacerlo una vez que tuve mis manos sobre ella.
 —Nunca me hablas. Hago la pregunta equivocada y te vas sin decir palabra. Santana negó con la cabeza.
—Ahora no. Somos amigas. Responderé y no me iré. Sólo por favor, quédate aquí conmigo. Miré alrededor al rectángulo pequeño que apenas tenía espacio para mi cama.
—No hay mucho espacio aquí —dije, mirando hacia ella y obligando mis manos a permanecer planas en su pecho y no cerrarlas en su ajustada camisa y tirarlo más cerca.
—Podemos sentarnos en la cama. No vamos a tocarnos. Sólo hablar. Como amigas —Me aseguró. Dejé escapar un suspiro y asentí. No iba a ser capaz de rechazarla. Además, había tantas cosas que quería saber de ella. Me hundí en la cabecera de la cama y me eché hacia atrás. Crucé las piernas debajo de mí.
—Entonces, vamos a hablar —dije con una sonrisa. Santana se sentó sobre la cama y se apoyó contra la pared. Una risa profunda salía de su pecho y miré como una verdadera sonrisa estallaba en su rostro.
—No puedo creer que le supliqué a una mujer para que se sentase y hablase conmigo. Con toda honestidad, yo tampoco.
—¿De qué vamos a hablar? —pregunté, deseando que empezara a hablar. No quería que se sintiera como si esto fuera la Inquisición española. Tenía tantas preguntas en mi cabeza que podía abrumarla con mi curiosidad.
 —¿Qué te parece sobre cómo diablos sigues siendo virgen a los diecinueve? —dijo, volviendo sus ojos oscuros hacia mí. Nunca le había dicho que era virgen. Me llamó inocente la otra noche. ¿Era tan obvio?
—¿Quién dijo que soy virgen? —pregunté en el tono más molesto que pude reunir. Santana sonrió.
 —Conozco una virgen cuando beso una. Yo ni siquiera quería discutir sobre esto. Sólo haría el hecho de que era virgen aún más evidente.
 —Estaba enamorada. Su nombre es Caín. Fue mi primer novio, mi primer beso, mi primer más allá de besos, aunque suene aburrido. Me dijo que me amaba y afirmó que era la única para él. Entonces, mi mamá se enfermó. Ya no tenía tiempo para ir a citas y pasar tiempo con Caín los fines de semana. Él necesitaba salir. Necesitaba libertad para tener ese tipo de relación de otra persona. Por lo tanto, lo dejé ir. Después de Caín no tuve tiempo para salir con nadie más. Santana frunció el ceño.
—¿No se quedó contigo cuando tu mamá estaba enferma?  No me gustaba esta conversación. Si alguien señalaba lo que ya sabía, sería difícil no tener sentimientos de ira para con Caín. Le había perdonado hace mucho tiempo. Lo acepté. No necesitaba que la amargura hacia él se deslizase dentro de mí en este momento. ¿De qué serviría?
—Éramos jóvenes. Él no me amaba. Sólo pensó que lo hacía. Tan simple como eso. Santana suspiró.
 —Todavía eres joven. No estaba segura de que me gustara el tono en su voz cuando dijo eso.
— Tengo diecinueve, Santana. He cuidado de mi madre durante tres años y la enterré sin la ayuda de mi padre. Confía en mí, me siento de cuarenta la mayor parte del tiempo. Santana extendió su mano sobre la cama y cubrió la mía con la suya.
 —No deberías haber tenido que hacerlo sola. No, no debería, pero no tuve ninguna otra opción. Amaba a mi mamá. Ella se merecía mucho más de lo que tuvo. La única cosa que aliviaba el dolor era recordarme que mamá y Valerie estaban juntas ahora. Se tenían la una a la otra. Ya no quería hablar de mi historia. Quería saber algo acerca de Santana.
—¿Tienes un trabajo? —le pregunté. Santana se rió entre dientes y me apretó la mano, pero no la soltó.
—¿Crees que todo el mundo debe tener un trabajo una vez que acaba la universidad? Me encogí de hombros. Siempre había pensado que la gente trabajaba en algo. Tenía que tener algún propósito. Incluso si no necesitaba el dinero.
—Cuando me gradué de la universidad, tenía suficiente dinero en el banco para vivir el resto de mi vida sin tener que trabajar, gracias a mi papá. —Miró hacia mí con esos sexys ojos enmarcados por sus abundantes pestañas negras—. Después de unas semanas de no hacer nada además de salir de fiesta, me di cuenta que tenía una vida. Así que empecé a jugar con la bolsa de valores. Resulta que soy jodidamente buena en eso. Los números siempre fueron lo mío. También dono apoyo financiero para Hábitat para la Humanidad. Un par de meses al año soy una trabajadora de construcción y voy a echar una mano en el sitio. En el verano me despego de todo lo que puedo, vengo aquí y me relajo. No esperaba eso.
—La sorpresa en tu cara es un poco insultante —dijo Santana con burla en su voz.
—Simplemente no me esperaba esa respuesta —le contesté con sinceridad.  Santana se encogió de hombros y movió su mano de nuevo a su lado de la cama. Quería tomar su mano y agarrarla y aferrarme a ella, pero no lo hice. Ella ya había terminado de tocarme.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté. Santana sonrió. —Demasiado vieja para estar en esta habitación contigo y demasiado malditamente vieja para los pensamientos que tengo de ti. Estaba en sus veinte años. Tenía que estarlo. No se veía mayor que eso.
—Te recuerdo que tengo diecinueve. Voy a tener veinte en seis meses. No soy un bebé.
 —No, dulce Brittany, definitivamente no eres un bebé. Tengo veinticuatro y obsoletos años. Mi vida no ha sido normal y por eso tengo algo de seria y jodida mierda. Ya te he dicho que hay cosas que no sabes. Dejarme tocarte sería un error. Era sólo cinco años mayor que yo. Eso no era tan malo. Donaba dinero a Hábitat para la Humanidad e incluso trabajaba en el sitio ¿Qué tan malo podía ser? Tenía un corazón. Me había dejado vivir aquí cuando lo que más había querido era enviarme en un paquete.
 —Creo que te subestimas. Lo que veo en ti es especial. Santana apretó sus labios con fuerza y sacudió su cabeza.
 —No ves la verdadera yo. No sabes todo lo que he hecho.
—Tal vez —le contesté, inclinándome hacia adelante—. Pero lo poco que he visto no es del todo malo. Estoy empezando a pensar que podría ser una capa más de ti. Santana alzó sus ojos para encontrarse con los míos. Quería acurrucarme en su regazo y mirar a esos ojos durante horas. Abrió la boca para decir algo, luego la cerró... pero no antes de que viera la plata en su boca. Saqué mis rodillas debajo de mí y me acerqué más a ella.
 —¿Qué tienes en tu boca? —pregunté, estudiando sus labios y esperando que los abriera de nuevo. Santana abrió su boca y lentamente sacó la lengua. Era atravesado por una barra de plata.
 —¿Te duele? —pregunté, estudiando su lengua de cerca. Nunca antes había visto a alguien con un piercing en la lengua. Metió de vuelta su lengua en su boca y sonrió.
—No. Me acordé de los tatuajes en su espalda la noche en que había estado teniendo sexo con la otra chica.
—¿Qué son los tatuajes en tu espalda?
—Un águila en la espalda inferior, con sus alas extendidas y el emblema de Demon Slacker. Cuando tenía diecisiete mi padre me llevó a un concierto en Los Ángeles y después me llevó a conseguir mi primer tatuaje. Quería su banda marcada en mi cuerpo. Cada miembro de Demon Slacker tiene uno en el mismo lugar exacto. Justo detrás de su hombro izquierdo. Papá estaba muy drogado esa noche, pero aún así es un recuerdo muy bueno. No tuve la oportunidad de pasar mucho tiempo con él mientras crecía. Pero cada vez que lo veía, bien añadía otro tatuaje o piercing a mi cuerpo. ¿Tenía más piercings? Estudié su rostro y luego dejé que mis ojos se posaran en su pecho. Una risita me sorprendió y me di cuenta de que había sido pillada mirándola fijamente.
—No tengo perforaciones allí, dulce Brittany. Los otros están en mis oídos. Puse un fin a los piercings y tatuajes cuando cumplí diecinueve. Su papá estaba cubierto de tatuajes y piercings al igual que el resto de la banda Demon Slacker. ¿Fue algo que Santana no había querido hacer? ¿Su padre la había obligado?
—¿Qué dije de fruncir el ceño? —preguntó, deslizando un dedo debajo de mi barbilla e inclinando mi cabeza hacia arriba para que pudiera mirarla. Ciertamente, no quería responder a eso. Estaba disfrutando de nuestro tiempo juntas. Sabía que si profundizaba demasiado, pronto la haría irse. — Cuando me besaste anoche no sentí la cosita con barra de plata. Santana bajó sus párpados y se inclinó hacia delante.
—Porque no lo llevaba puesto. Ella lo tenía ahora.
—¿Cuando tú, uh, besas a alguien con eso dentro se puede sentir? Santana aspiró fuerte y su boca se acercó aún más a la mía.
—Brittany, dime que me vaya. Por favor. Si estaba a punto de darme un beso, entonces no le diría nada por el estilo. La quería aquí. También quería besarla con esa cosa en la boca.
 —Lo habrías sentido. En cualquier parte que quiera besarte, lo sentirías. Y te gustaría —me susurró al oído antes de presionar un beso en el hombro y tomar una respiración profunda. ¿Me estaba oliendo?
—¿Estás...? ¿Vas a besarme otra vez? —pregunté sin aliento cuando presionó su nariz en mi cuello e inhaló.
—Quiero. Quiero tan jodidamente mal, pero estoy tratando de ser buena — murmuró contra mi piel.
 —¿Podrías no ser buena para un solo beso? ¿Por favor? —pregunté, arrastrándome más cerca de ella. Me gustaría estar en su regazo pronto.
—Dulce Brittany, tan increíblemente dulce —dijo mientras sus labios tocaban la curva de mi cuello y mi hombro. Si seguía con esto iba a comenzar a mendigar. Su lengua salió y dio un golpe rápido en la suave piel de mi cuello, luego dejó besos a lo largo de mi mandíbula hasta que su boca se cernía sobre la mía. Comencé a rogar de nuevo, pero presionó un suave beso en mis labios y me detuvo. Luego se retiró, pero sólo un centímetro. Su aliento cálido todavía bañando mis labios.
—Brittany, no soy una tipa romántica. Yo no beso y abrazo. Solo doy sexo. Te mereces a alguien que te bese y te abrace. No yo. No estoy hecha para eso, nena. No eres para alguien como yo. Nunca me he negado algo que quiero. Pero eres demasiado dulce. Esta vez tengo que decirme a mí misma que no. A medida que sus palabras se hundían en mí, gemí por el erótico sonido de las traviesas palabras saliendo de su lengua. No fue hasta que se puso de pie y agarró el pomo de la puerta que me di cuenta de que iba a alejarse de mí. Una vez más. Dejándome así.
—No puedo hablar más. No esta noche. No aquí contigo, a solas. —La tristeza en su tono hizo que mi corazón doliese un poco. Luego se marchó y cerró la puerta tras ella. Me recosté contra la cabecera de la cama y gemí de frustración. ¿Por qué la había dejado entrar? Este juego de caliente y frío que jugaba estaba fuera de mi alcance. Me pregunté a dónde iría ella ahora. Había un montón de mujeres por ahí que podría besar. Con las que no tenía problemas en besar si suplicaban. El pisoteo de la gente subiendo las escaleras repiqueteaba por encima de mi cabeza. No conseguiría dormir por un rato. No quería quedarme aquí y Woods me esperaba. No había ninguna razón para ponerme de pie. No me sentía de humor para hablar con él, pero al menos podía decirle que no estaba para una charla en la playa. Entré en la cocina. La espalda de Quinn daba hacia mí y tenía una chica pegada a la barra. Sus manos se enredaban en sus rizos castaños silvestres. Parecían muy absortas. Tranquilamente, salí por la puerta de atrás esperando no estar en el camino de cualquier otra sesión de ligues.
—No pensé que te presentarías —dijo la voz de Woods desde la oscuridad.  Me giré para verlo apoyado en la barandilla, mirándome. Me sentía culpable por no haber venido aquí primero y hacerle saber que no iba a reunirme con él. No tomaba decisiones sabias cuando de Santana se trataba.
 —Lo siento. Me desvié. —No quería explicar.
—Vi a Santana salir del pequeño agujero en el que te tiene ahí atrás — respondió. Me mordí el labio y asentí. Yo era un fracaso. Bien podría confesar.
—No se quedó mucho tiempo. ¿Fue una visita amistosa o te estaba corriendo? Fue... fue una visita agradable. Hablamos. Hasta le pedí que me besara nuevamente y ella decidió huir. Había disfrutado de su compañía.
—Sólo una charla amistosa —le expliqué. Woods dejó escapar una risa dura y negó con la cabeza.
—¿Por qué no me lo creo? Porque ella era inteligente. Me encogí de hombros.
—¿Lista para nuestro paseo a la playa? Negué con la cabeza.
—No. Estoy cansada. Vine aquí a respirar un poco de aire fresco y esperaba encontrarte para explicártelo. Woods me dio una decepcionada sonrisa y se apartó de la barandilla.
— Bueno, está bien entonces. No voy a rogarte.
—No esperaba que lo hicieras —contesté. Caminó hacia la puerta y esperé hasta que estuvo en el interior antes de exhalar un suspiro de alivio. Eso no había sido tan malo. Tal vez ahora retrocedería un poco. Hasta que entendiera qué hacer con esta atracción que sentía por Santana no necesitaba a nadie que me confundiera más. Unos minutos después di media vuelta y lo seguí al interior. Quinn ya no estaba en el bar con la chica. Habían ido a un lugar más aislado, al parecer. Me dirigí hacia la puerta de la despensa cuando Santana entró en la cocina seguido de una morena riendo. Estaba colgada de su brazo y actuando como si no pudiera caminar correctamente. O bien era el alcohol o los tacones de diez centímetros le causaron ampollas a sus pies.
—Pero tú lo dijiste —arrastró las palabras y besó el brazo del que se aferraba. Sí que estaba ebria. Los ojos de Santana se encontraron con los míos. Ella iba a besarla esta noche. Ella ni siquiera tendría que rogarle. Ella también sabía a cerveza. ¿Era ese su estilo?
—Me quitaré las bragas aquí mismo, si quieres —dijo ella, ni siquiera notó que no estaban solas.
—Babs, ya he dicho que no. No me interesa —contestó sin apartar la mirada de mí. La estaba rechazando. Y quería que yo lo supiera.
—Será traviesa —dijo en voz alta y luego se echó a otro ataque de risa.
—No, sería irritante. Estás borracha y tu cacareo me está dando un dolor de cabeza —respondió. Sus ojos aún no habían dejado los míos. Aparté mis ojos de ella y me dirigí hacia la puerta de la despensa cuando finalmente Babs me notó.
—Oye, esa chica va a robar tu comida —susurró en voz alta. Mi cara enrojeció. Maldita sea. ¿Por qué avergonzarme? Era una estúpida. Ella estaba borracha hasta el trasero. ¿A quién le importaba lo que pensaba?
—Vive aquí, puede tomar lo que quiera —respondió Santana. Mi cabeza se giró inmediatamente y sus ojos no me habían abandonado.
—¿Vive aquí? —preguntó la chica. Santana no dijo nada más. Le fruncí el ceño y decidí que el único testigo no recordaría esto en la mañana.
—No dejes que te mienta. Soy la invitada no bienvenida viviendo bajo sus escaleras. He querido un par de cosas y ella sigue diciéndome que no. No esperé su respuesta. Abrí la puerta y entré. Un punto para mí.
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Finalizado Re: BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3

Mensaje por JVM Dom Jul 17, 2016 2:20 am

Amo la historia!! Jajajaja
San es complicada, no se por lo que ha pasado que siente no merecer a Britt y está tampoco de valora lo suficiente, así que vaya pareja jajajaja.
Y bueno si San quiere dejar en paz a Britt que en verdad se aleje y deje de estar al pendiente de que hace o con quien esta, porque solo le esta dando esperanza.
Y Britt ojala que sea mas fuerte ante San jaja, haber como siguen!
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Mensaje por micky morales Dom Jul 17, 2016 10:35 am

no se porque cuando brittany recuerda su vida me produce autentica tristeza, debe ser muy duro todo por lo que ella paso, si santana no quiere quererla por ahora por lo menos que la proteja para que no se sienta tan sola, no creo que quinn quiera meterse en sus bragas, parece querer ayudarla.
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Mensaje por 3:) Dom Jul 17, 2016 2:27 pm

No me creo que san pueda aguantar mucho si intentar algo con britt aunque saque una fuerza sobre humana para no estar serca de britt
San tiene su pasado, pero esperó que se lo cuente a britt en algún momento...
Bueno si san no quiere nada, britt tiene derecho a estar con alguien no??? A ver si la dejan jajaja
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Mensaje por 23l1 Dom Jul 17, 2016 7:09 pm

marthagr81@yahoo.es escribió:
23l1 escribió:Hola, me gusta esta (y tus otras) historias, pero no soy mucho de comentar y menos ahora que no tengo tiempo jajajajaja. Esto esta interesante ajajajaaj. Saludos =D

Pd: una sugerencia (para mi xD) esk me cuesta un poco seguir las partes, (en todas las q has publicado) podrías xfavor separar los párrafos de los diálogos¿? xfa. Ejemplo:



No era como si uno de ellos realmente le fuera a pedir una cita a la chica del carro del campo de golf. No era una idiota.

—Allí está ella —gritó uno de los tipos mientras me ponía junto a ellos y sonreía.

—Ah, mi chica favorita ha vuelto. Hace más calor que en el infierno, chica. Necesito una cerveza. Quizás dos.

Aparqué el carro y salí para rodearlo hasta la parte trasera y tomar su pedido.

Xfavor, así podría seguir mejor, gracias.

Pd2: sigue publicando y manteniendo el foro vivo!


Hola, gracias por tus comentarios, ya esperaba que alguien me dijera lo de los dialogos  pero hasta el momento solo tu lo has hecho, lo tomare en cuento, lo he hecho asi por  comodidad,  y porque al no dejar los dialogos libres el cap. se ve fisicamente mas largo pero lo tomare en cuenta. Gracias  por comentar una de mis adaptaciones todo un honor.  y Claro que seguire publicando este foro significa mucho para mi.



Hola, no gracias a ti por publicar y comentar en las mias jajajajaaj. =O la unica lerda soy yo xD ajajajajajaj. Obviamente es un hornor para ti, osea es el efecto que causo BRITTANY - CAIDA DEMASIADO LEJOS (gp) cap. 26 Y 27. BONUS 1, 2 Y 3 4061796348 jajajaajaja no broma, el honor es mio, ya que modificaste lo q pedí para q al leer me sea mas facil, asik gracias! bn ai! Saludos =D



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