Tercera Batalla: Rachel & Santana {#02}

Our quarterback

Santana cerró la puerta del auto lista para adueñarse del volante, Rachel ya estaba dentro, ocupando el asiento del copiloto con el cinturón de seguridad responsablemente abrochado y en su vientre apoyado el frasco con las cenizas. Ambas cruzaron una mirada entusiasta y una pequeña sonrisa silenciosa. Nueve horas de camino por delante,  una carretera para las dos y el recuerdo de alguien importante era todo lo que tenían planeado para ese especial viaje por carretera.

FLASHBACK:

— ¡Rachel, despierta! — Gritó Santana.

Rachel abrió y cerró los ojos dos veces antes de conseguir despertar del todo haciéndose consciente de forma casi inmediata que sus mejillas estaban húmedas y que tenía un nudo en la garganta que parecía no querer ceder. Se sentó en su cama y dirigió su vista hacia su amiga, que como sucedía cada vez que tenía una pesadilla, corría desde su improvisada cama en la sala del departamento para ir a despertarla y sacarla del mal sueño. Habían pasado casi tres meses desde el triste acontecimiento y el dolor no cesaba y la realidad aún dolía y las noches continuaban siendo tristes. Y ella no sabía cómo hacer para poder detener su dolor o pedirle al mundo que se detuviera para darle algo de tiempo. Pero el dolor no se iba, y el día daba inicio una y otra vez  y el mundo parecía no poder esperarla y entonces ella tenía que armarse de valor, levantarse, esbozar una sonrisa y seguir adelante. Estudiar y ensayar y Broadway y Funny Girl, todo lo que representaba su vida. Y todo, todo parecía seguir su curso corriente y ella misma podría afirmar eso, salvo que esta vez nada era corriente porque la ausencia de Finn se seguía sintiendo en cada parpadeo suyo.

— Murió. — Dijo Rachel rompiendo el silencio —, Finn murió.

El impacto de aquellas palabras ahora flotando en el aire entre el espacio de su amiga y ella golpearon a Santana haciéndola estremecer. En silencio se sentó en la orilla de la cama siendo presa de sus pensamientos, la verdad dolía. Siempre había escuchado a su madre decir eso, que la verdad hacia doler y por Dios que era cierto. Santana concluyó que la verdad además de doler, también era injusta, porque de todas las personas que había conocido en su corta y desinteresada vida, Finn era de aquellas que merecían una vida larga y prospera.

— Podríamos cantar al respecto. — Dijo con algo de humor Santana encogiéndose de hombros, una vez consideró el silencio entre ambas había sido suficiente.

La risita de Rachel hizo eco en el cuarto a esa hora de la madrugada mientras delicadamente alejaba las lágrimas en su mejilla. Suspiró hondamente para llenar sus pulmones, tratando de calmarse — No conozco repertorio que pueda hacerle justicia a Finn, — comentó abrazando sus piernas y descansando su mentón sobre sus rodillas.

Santana apretó los labios. 

— ¿Sabes? — Rachel continuó. — Siempre pensé que podría lidiar con esto, fue lo primero que me obligué a creer. Que en su honor yo estaría bien, y que su recuerdo sólo sería motivo de sonrisas. Pero… Es difícil vivir sin él. Es como pedirle a un alpinista escalar una montaña sin necesidad de una cuerda, vivir sin Finn es aterrador. Él era mi cuerda y sin él siento que voy a caer al vacío. 

Rachel rompió en llanto una vez más, abrazando sus piernas y ocultando su rostro. Santana buscó aproximarse a su amiga para hacerle sentir que ahí estaba para ella, la abrazó mientras la dejaba ser, no dejarle llorar sería injusto, hacerle creer que todo pasaría en un abrir y cerrar de ojos sería mentirle. Pero podía hacer eso, abrazarla y hacerle entender que podía contar con ella. 

La verdad era que Santana también sentía la partida de Finn, a su modo claro. El sarcasmo y las bromas sólo le ayudaban a no mostrarse frágil frente a los demás, pero la verdad era que si pudiera llorar, incluso llegar a dormirse de tanto hacerlo, lo haría. Aunque sea una vez. Porque las palabras no le alcanzaban para explicar lo que sentía, no encontraba las respuestas para entender porque esto era parte de la vida. Sin embargo, lo era y no había mucho que hacer al respecto. Finn se había ido y aceptarlo dolía como una bofetada en la cara. Aunque eso le bastaba, habiendo conocido a Finn de la manera en que lo hizo, y sabiendo lo que él significaba para muchas personas, tenía que doler. Porque simplemente es imposible que la ausencia de alguien así de especial, pase desapercibida como si nada.

— Te quiero contar un secreto, pero por favor, no le cuentes a nadie. — Rachel volvió a hablar para sorpresa de su amiga. Levantando el rostro y limpiándose las lágrimas otra vez. 

— Dime… — Fue todo lo que Santana pudo decir. La verdad era que ella también quería llorar ahora.

— He cremado algunas de las cosas que eran importantes para Finn y para mí. No las puedo seguir conservando intactas, tampoco quiero dejarlas en casa. Ya no es casa nunca más, no sin  él… Pero tengo esta idea, es tonta, pero…

— De seguro no lo es. — Santana sonrió. Tal vez lloraría después, ahora sería mejor ser apoyo para su amiga. 

Rachel sonrió. — Quiero ir a dejar las cenizas… — Continuó con seguridad… — A Lima, y ponerlas al lado de su tumba. Tal vez algunas flores y uno de esos remolinos que se agitan con el viento… Pero no quiero tener que tomar un avión y que parezca que voy a decirle adiós. — Su voz se entrecortó, guardó silencio tratando de evitar llorar una vez más. — No quiero que piense que lo estoy dejando atrás.

— ¡Nunca lo vas a dejar atrás! Nadie podría dejarlo atrás, jamás… — habló Santana de la forma más sincera que podía apretando la mano de su amiga con la suya. — Pero sí hay que comenzar a avanzar... — Sin darse cuenta, un par de lágrimas se le escaparon para el asombro de Rachel. — Vamos a hacer esto, no irás en avión a verlo, ni irás sola tampoco… Y no irás a decirle adiós, — Santana se auto-consoló y limpiando su rostro de las lágrimas, volvió a sonreír. — Lo irás a ver y a dejarle las flores y el remolino y los recuerdos y le contarás a su tumba algún chiste de mal gusto de parte mía...

Rachel volvió a reír.

— E irás a decirle que podemos seguir adelante, que tú puedes seguir adelante — Santana prosiguió — Porque es todo lo que él hubiese querido. Que tú estés bien, sin importar nada más. Finn lo daría todo por verte seguir adelante…

— Oh, Santana. — Rachel abrazó a su amiga. No hubieron lágrimas esta vez, solo un caluroso abrazo que entre dejaba ver el cariño que ambas sentían por la otra.

FIN DEL FLASHBACK

— Déjame adivinar, por vigésima vez, Lady Hummel ha enviado un mensaje disculpándose por no poder acompañarnos. — Dijo Santana en voz alta cuando su celular comenzó a vibrar, rodando los ojos mientras bajaba el vidrio del auto que había alquilado para hacer el viaje. El viento proveniente de la carretera causó el efecto deseado refrescando el interior del vehículo. — Bueno, él se lo pierde.

Rachel le sonrió a su amiga fugazmente. Su cabeza apoyada contra el vidrio de su asiento, el frasco con las cenizas entre sus brazos.  

Llevaban tres largas horas recorridas de su viaje cuando Rachel soltó un suspiro. La carretera era larga y no se podía ver mucho de lo que venía hacia adelante. Y no fue hasta ese momento en que la carretera le pareció  una proyección de su vida. Rachel se acomodó en su asiento y boquiabierta miró atentamente la ruta y lo entendió de pronto, como si se tratase de alguna señal. Ese viaje por carretera le estaba enseñando algo, Finn nuevamente le estaba queriendo decir algo. A dónde sea que Rachel mirara en ese momento, solo podía ver una ruta hacia adelante. Era como ver trazado en la vía el mapa de su vida. Entonces lo comprendió, y las palabras que Santana le había dicho esa noche hicieron eco en su mente.

Rápidamente y bajo el asombro de su amiga, Rachel abrió el frasco que llevaba en sus brazos y tomó un puñado de las cenizas que significaban un montón de recuerdos para ambos. Sacó la mano por la ventana y lenta y delicadamente comenzó a extenderla, las cenizas comenzaron a volar por la carretera. 

Rachel sonrió. Ahora lo entendía todo. Ella no estaba diciéndole adiós a Finn, porque él es y siempre será parte de su vida, es solo que ahora tenía que continuar el camino sin él, y eso no significaba olvidarlo, claro que no. Finn la había acompañado hasta ese instante, pero la vida, su propia carretera continuaba. Ella tenía que seguir adelante, agradeciendo haber encontrado a alguien como Finn en su camino.

Ella estaría bien, no era necesario olvidar a Finn, ni tener miedo. Había otras personas que podían hacer el camino junto a ella ahora. Rachel miró a Santana y sonrió.

Our quarterback

Con un vaso caliente de café en mi mano derecha, camino por las calles de Nueva York hacia casa. Me detengo en la esquina esperando que se ponga la señal para seguir caminando, y mientras me quedo mirando hacia la nada tomo un poco de mi café, caliente, con ese sabor amargo que lo caracteriza, siento como el líquido baja sutilmente por mi garganta y en eso me pongo a pensar, y no puedo creerlo, hace apenas unos días, no, tres días para ser exactos, que el productor me dijo que obtuve el papel de Fanny.
Sí, yo, Rachel Barbra Berry en Broadway, este será el primero de muchos éxitos, y recordaré este momento por siempre y será una anécdota de mi discurso de agradecimiento cuando gane mi primer Tony, el cómo siendo nueva en este mundo mi primer papel fue el de toda una estrella, porque si Rachel Berry es algo es eso, una estrella, pienso mientras sonrío y me doy cuenta que la señal ya está en siga y puedo terminar mi trayecto a casa.
Esa noche festejé con Kurt, Santana y Dani, pero alguien más faltó en esa escena, salí al balcón un momento y con mi celular en mano tecleé ese número que siempre veo pero nunca me atrevo a marcar, pero esa noche necesitaba oírlo, su voz, sus palabras, necesitaba compartir con él ese momento tan importante en mi vida, pero no hubo respuesta, solo un “lo sentimos, el número que ha discado se encuentra temporalmente fuera del área de servicio”, me pregunto ¿qué estará haciendo? Al llegar a casa le preguntaré a Kurt, tal vez él sepa algo, después de todo es su hermano algo debe de saber.
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Llego a la puerta del apartamento y me doy cuenta que está sin llave, lo que significa que Kurt y Santana deben estar en casa. Abro la puerta lentamente y en lugar de escuchar ruido o gritos de alguna de las peleas típicas de ese par me sorprende el silencio, entro cuidadosamente y no veo o escucho a nadie.
-¿Kurt?- Digo en voz alta tratando de escuchar la respuesta de alguien pero no logro escuchar nada -¿Santana? – Sigue sin haber respuesta – Chicos, ¿dónde están? – Pregunto de nuevo mientras me adentro por completo al apartamento y me dirijo al cuarto de Kurt.
Al entrar al cuarto lo que veo me deja congelada en la puerta, Santana y Kurt están sentados al borde de la cama, este último con su cabeza escondida en una almohada que abraza con todas sus fuerzas como si su vida dependiera de ello y logro escuchar que dice algo en un susurro algo que logro distinguir como “No” y mientras, Santana está a su lado acariciando su espalda tratando de tranquilizarlo con un semblante impávido en su rostro.
-¿Kurt? ¿Qué…Estás bien? ¿Qué ha pasado? – Pregunto desde la puerta ya que tal escena me ha dejado con un mal presentimiento, y mi reacción inmediata es tomar entre mis manos el collar que siempre traigo conmigo, aquél que dice “Finn” en letras doradas.
Veo como Santana voltea a verme con un semblante serio pero logro ver que sus ojos esconden una tristeza tras ellos, veo como dirige su mirada a Kurt y se levanta y se dirige hacia  a mí.
-Rachel… -Me dice en un tono serio y mirándome a los ojos, y es en ese momento, que sé que algo está mal.
-Santana qué, ¿qué sucede? Tú, tú, tú nunca me llamas por mi nombre, ¿qué ha sucedido? ¿por qué Kurt está así? ¿Qué… - Digo de manera rápida mirando para todos lados y levantando mis manos al aire ya que el nerviosismo se ha apoderado de mí, empiezo a respirar cada vez más rápido y sin siquiera saber qué ha pasado lágrimas empiezan a descender de mis mejillas ya que siento una opresión en el pecho,  justo del lado de mi corazón, algo ha pasado lo sé, puedo sentirlo.
-Hey, Berry, tranquila- Trata de tranquilizarme Santana con una voz suave y serena mientras agarra una de mis manos y coloca la otra en mi hombro – Ven, tranquila, siéntate, ven. –Me dice dirigiéndome a la cama a un lado de donde Kurt sigue abrazando su almohada. Me siento y ella se sienta a mi lado, puedo ver que está algo nerviosa. La miro esperando que diga algo, pero al parecer está pensando cómo decir lo que tiene que decirme.
- Santana, ¿qué pasa? – Le digo mirando directamente a sus ojos, suplicando con la mirada que me explique lo que ha pasado.
Santana mantiene su mirada en mí, veo como aprieta sus labios, y lo siguiente que dice hace que mi corazón caiga al suelo, mi vista se nubla un poco, ya no hay ruido alguno en la habitación y las lágrimas que se contenían a salir salen ahora libremente inundando mis mejillas.
- Es Finn… -
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Dos niñas jugando bajo la sombra de un gran árbol, una castaña y una morena, ambas jugando despreocupadamente y felices de estar donde están.
-¡Niñas! – Se oye gritar a una morena desde la puerta –¡Vengan, ya llegaron sus tíos Kurt y Blaine con el pequeño Criss, vengan a saludar! – Termina de llamar la morena.
Las niñas se levantan, se sacuden sus ropas y agarradas de la mano corren hacia la morena, la pequeña morena de nombre Charlotte López-Pierce le da un beso a su madre al pasar a un lado de ella y arrastra a su prima Estela Berry hacia adentro.
La morena ve como las pequeñas entran, y voltea y analiza el árbol, ese árbol que si te acercas, puedes ver que tiene en su corteza escrita la palabra “QUARTERBACK” y una pequeña placa en el suelo que dice:
“FINN HUDSON”
(1994 – 2013)
La morena siente un cuerpo acercarse a ella, y voltea a ver a la mujer castaña que está ahora parada a su lado.
-Ha pasado mucho tiempo, ¿no? – Pregunta la morena viendo detenidamente a Rachel.
Rachel suspira – Sí, pero también parece que fue ayer él estaba con nosotros- Dice pensativa.
- ¿Sabes? – Le dice la latina con una pequeña sonrisa nostálgica en su rostro – Él siempre cuidó de mí, de ti, de todos, en verdad era nuestro Quarterback, nuestro líder, y… si no hubiera sido por él, yo no estaría aquí, yo no me habría aceptado como soy, habría seguido siendo esa perra manipuladora que trataba a todo el mundo mal solo porque no podía aceptar el hecho que amaba a su mejor amiga. En el momento no fue lindo, lo sabes, pero, al final fue algo que marcó un antes y un después en mi vida, y él lo hizo posible.
-Lo sé – Responde Rachel con una sonrisa igual de nostálgica que la de la latina en su rostro – El hizo grandes cosas por nosotros, de no haber sido por él, yo no habría ido a NY, no habría cumplido mi sueño, no estaría donde estoy ahora, siendo una estrella en Broadway, con una hermosa hija y… con una familia. – Termina de decir en un susurro.
- Hey, ven acá Hobbit – Dice con un tono juguetón la latina abriendo los brazos y abrazando a Rachel – Donde quiera que esté, Frankenteen nos ve con esa sonrisa boba que siempre tenía, porque está orgulloso de nosotros, de ti. Siempre te vio como la estrella que eras, y no dudo está más que feliz por las cosas que has logrado y más importante aún, porque eres feliz.
- Lo sé, gracias Santana – Dice Rachel alejándose del abrazo y viendo con ojos un tanto cristalinos a la latina, pero con una sonrisa en su rostro, ya que esas lágrimas no son de dolor como lo fueron en un principio, son lágrimas de nostalgia, pero de la buena.
-Bien, vamos entonces que Mr. Schue está por llegar y ya sabes que quiere que cantemos todos como en los viejos tiempos, así que hay que preparar todo – Dice la latina adentrándose pero deteniéndose al ver que Rachel se había quedado mirando el árbol -¿Vienes? – Le pregunta a la castaña.
Dando un último vistazo a ese gran árbol y soltando un suspiro dice – Sí, vamos - responde Rachel con una sonrisa sincera en su rostro, una sonrisa que te demuestra que la pequeña diva es feliz, y esos recuerdos que tiene ya no son dolorosos, sino solo un hermoso recuerdo de una hermosa etapa de su vida.

En honor a Finn Hudson (1994 – 2013) & Cory Monteith (1982 – 2013).