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[Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN Primer15
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 17, 2017 7:17 am

APASIONADA SOBERBIA

SINOPSIS


Brittany Pierce es la mujer más orgullosa y soberbia de toda la empresa constructora. Cree que no hay nadie mejor que ella en ningún aspecto, así que cuando Santana, una joven arquitecta de carácter sencillo y humilde, llega a desafiar su vanidad, se jura demostrar ante todos que ella es muy superior y ponerla en su lugar. El problema radica en que Santana es una mujer muy hermosa y que despierta en ella un deseo tan poderoso que como nunca antes lo había sentido por otra mujer. Santana siempre ha odiado la soberbia y la presunción, más si viene de una persona  que cree que es la única en el mundo merecedora de fama y poder.

Sin embargo, la atracción por Brittany, esa mujer altiva y vanidosa, es más fuerte de lo que jamás había sentido por alguien. Inicia así una pequeña batalla de personalidades, una batalla que está mediada por el intenso deseo y la candente pasión que surge sin que las dos puedan evitarlo: ¿quién ganará la guerra?


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Vie Ene 20, 2017 1:37 am, editado 5 veces
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 17, 2017 7:18 am

CAPITULO 1

—¿Y bien? —preguntó el hombre mayor cuando la más joven terminó de leer los documentos que éste le había llevado a la oficina minutos antes.

La mujer, sentada en su magnífico escritorio sonrió con poderío y arrogancia mientras devolvía los papeles a la carpeta y la dejaba con indolencia sobre el escritorio.

—Pan comido —dijo juntando sus manos en posición de poder y reclinando su espalda sobre el asiento —. Como siempre, para mí es pan comido.

El señor Schuester la observó por un momento desde la silla al otro lado del escritorio. Conocía a la chica desde hacía mucho tiempo como para saber que esa sería la reacción que tendría; siempre era así, pues si había algo que caracterizara a su interlocutora era su arrogancia y seguridad.

—Ya lo sé, Brittany, ya lo sé —le dijo Schuester tomando de nuevo la carpeta—. Pero sabes que es la norma, hay que hacer la convocatoria abierta para todos los arquitectos, no podemos dejar que nos acusen de tener preferencias; hay que ser imparciales.

—Tienes razón, pero yo ganaré. Yo siempre gano.

No hay nadie mejor que yo. Ni más lista, ni más astuta, ni más apuesta. No hay una mejor arquitecta, ni una rival más fuerte, ni una mejor amante. Yo, sólo yo soy la mejor y nadie lo puede negar.

—No tengo la menor duda, Brittany —dijo el otro.

La sonrisa altiva y decidida se intensificó en los labios gruesos y atractivos de Brittany Pierce mientras miraba la carpeta ahora en manos de Schuester. Contenía el nuevo comunicado de la presidencia de la constructora en el que se notificaba convocatoria interna a sus arquitectos para proponer el nuevo diseño de los importantes Hoteles Miraland, los más famosos y exitosos del país.

La luz del sol entraba a raudales por los enormes ventanales de la cómoda oficina del décimo piso de la prestigiosa empresa constructora HomeLight. El mobiliario caro y elegante reflejaba a la perfección el rango de importancia de la ocupante. El enorme escritorio de madera de roble, los muebles de cedro tapizados en cuero y los cuadros de uno de los pintores más famosos de la región denotaban que no se habían medido en gastos a la hora de engalanar la oficina de la que ahora era la arquitecta más notable y
envidiada de la compañía: Brittany Pierce.

—Tendrás que comenzar a armar la propuesta —dijo Schuester—. Esta vez los clientes son más exigentes y la selección se hará con lupa.

Brittany se levantó de su puesto y caminó hacia uno de los ventanales. Sin mirar a Schuester comentó:

—No tengo miedo. Sabes que nunca fallo. Mis diseños son los mejores, los más elegantes y los más envidiados. Como siempre, seré la mejor. ¿Acaso no es eso lo que me tiene aquí?

—Sí, eso es verdad —admitió Schuester, uno de los principales accionistas de HomeLight.

Brittany había comenzado a trabajar en HomeLight hacía cerca de siete años, después de regresar del extranjero donde había conseguido el codiciado título de PhD de la mejor universidad del mundo.

Ese éxito lo había logrado gracias a una beca otorgada por el gobierno y ante sus éxitos anteriores y magníficas cualificaciones.

—Por algo me envidian todos —dijo Brittany con aire superior y pretensioso.

—Eso también es verdad. No hay ningún arquitecto que no te odie un poco por ser la mejor. Es el precio que hay que pagar.

La risa en los labios de Brittany se volvió más desdeñosa.

—¿Y crees que eso me afecta?

—¿En serio no te afecta? —preguntó Schuester con curiosidad.

—Para nada —respondió Brittany con firmeza mientras caminaba de nuevo hacia su silla y tomaba su posición de poder—. Al contrario; la envidia y el odio de los demás sólo confirman mi superioridad ante ellos.

Este proyecto es tuyo, Brittany. No hay nadie más capacitada ni más inteligente. Eres una triunfadora innata, ni punto de comparación con Ia manada de perdedores que trabajan contigo. En cuanto la junta directiva se de cuenta de ello, te entregará no sólo el proyecto sino también la presidencia de esta empresa: te lo mereces. Naciste para triunfar y nadie lo podrá evitar.

Ya habían pasado siete años desde que una chica de treinta y uno se había presentado y con su magnífica hoja de vida había logrado eclipsar a los competidores. Durante el tiempo que había estado en
la compañía se había destacado por ser la más brillante, la más ingeniosa y la que mejor ideas aportaba.

No había obra construida desde aquel tiempo en la que Brittany no hubiera trabajado, primero como arquitecta del equipo y después como arquitecta principal. Esto era de conocimiento de todos, y cuando había una nueva oportunidad la única opción de quedarse con el proyecto era si Brittany no participaba.

—Eres muy confiada, amiga Brittany —comentó Schuester.

—Mi confianza en mí misma es la que me ha dado la posición que ahora tengo —dijo con tono sabihondo.

Desde que era una niña se sabía superior a los demás: su padre siempre le exigía ser la mejor: la mejor estudiante, la mejor deportista, la mejor hija. A pesar de la muerte de su padre, el nivel de auto exigencia no disminuyó, más bien lo contrario: llegó a su máxima expresión. Vivía en una constante competencia contra los demás, contra el tiempo y contra sí misma, esforzándose por ser cada vez mejor y por hacerlo saber a los demás.

—A veces ser demasiado confiada... —dijo Schuester.

—Ser demasiado confiada es bueno para los mejores —lo interrumpió Brittany—. Y yo soy la mejor aquí. Así que no pasará nada. Como siempre ganaré.

Schuester la observó unos momentos y se dijo que si algún día alguien superaba a Brittany Pierce el hecho sería un golpe demasiado fuerte para ella.

—Siempre hay que estar preparada —insistió Schuester.

—Para mí eso no es necesario.

Schuester se levantó de la silla y dejó la carpeta sobre la mesa.

—Piénsalo. Por ahora te dejo trabajar, hay una propuesta que debes presentar.

—No será necesario que lo piense; invertiré mis energías en la nueva propuesta.

Schuester salió de la oficina de Brittany quien de nuevo tomó la carpeta en sus manos y volvió a leer.

Sí, el triunfo era suyo y estaba asegurado. Dejando de nuevo el texto sobre su escritorio se levantó y caminó hacia el gran muro donde colgaban sus títulos, todos ellos era sus trofeos, los que había ganado a lo largo de su vida entera en la que había
demostrado ser la mejor de todos. ¿Y Schuester realmente creía que podía haber alguien que la superara?

Claro que no. Eso no era posible. Caminó unos cuantos pasos más y vio la foto de Schuester. No podía negar que era la mujer más bella y sexy que había conocido en mucho tiempo. Tampoco podía negar que era una amante exquisita y refinada. La hermosa castaña trabajaba en HomeLight desde hacía casi tres años; era asistente en la sección de publicidad. Desde el día en que la vio, la deseó y como siempre, logró lo que se propuso: conquistarla en tiempo récord, pues tan solo una semana después de ser presentadas formalmente se hicieron amantes.

Marley era muy deseable y muy deseada. Ninguno de los cretinos del lugar notaba que ella se daba cuenta cómo se la comían con la mirada cuando ella pasaba por al lado de ellos. Cuando esto pasaba, Brittany sólo sonreía con el pecho henchido de orgullo: sí, tenía siempre lo mejor. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien tocó la puerta.

—Adelante —dijo ella.

La preciosa castaña, objeto de sus pensamientos entró a la oficina, como siempre, con su porte de muñeca y su sonrisa de eterna invitación a placeres sensuales. Vestía tan sexy como siempre: una corta y ceñida minifalda remarcaban sus piernas torneadas envueltas en medias de seda negra. Sus pechos siempre inmóviles, estaban apretados por la camiseta con escote profundo y atrevido.

Sin mediar palabra se arrojó a los brazos de la rubia que la recibió ansiosa para estrecharla contra sí.

Los brazos de la mujer se enredaron en el cuello de la rubia mientras que su cuerpo se pegaba insinuante al de la otra. La boca roja y húmeda incitó los labios delgados que se adelantaron prestos a responder el sensual asalto.

El beso fue pasional y erótico, como siempre. Las lenguas se enredaron en una lujuriosa batalla de placer que daba rienda suelta al deseo que ya se anunciaba en los cuerpos de los amantes. Con ansia parecían querer devorarse. Las manos inquietas de Brittany viajaron hacia las redondeadas nalgas de Marley para apretarla más contra sí.

La mujer ronroneó y separó su boca de la de la rubia.

—Veo que estás... de buen humor —dijo la dama con tono picaro.

—Para ti siempre estoy. de buen humor.

Brittany tomó a Marley por la cintura y la alzó invitándola a rodearle la cintura con las piernas. La mujer lo hizo y entonces la rubia caminó hasta su escritorio donde apoyó el cuerpo de la mujer
para reclinarse sobre ella.

—Espera —dijo ella súbitamente empujando el pecho de la rubia con sus manos.

—¿Qué pasa? —preguntó ella algo molesta.

—No vine para esto —dijo ella logrando alejar su cuerpo del de ella.

—¿Entonces? —preguntó ella con algo de ira.

No eran una verdadera pareja, o por lo menos la rubia no la consideraba así. Brittany jamás había tenido una pareja en el verdadero sentido de la palabra: no para comprenderse, para ayudarse o para ir juntas.

Todas sus amantes habían sido para los ratos placenteros de sexo pero nada más. No creía en ese sentimiento absurdo que cantaban los poetas y los tontos; una mujer era para lo básico: sexo y nada más.

Y se lo había dejado claro a Marley, quien no tenía la menor posibilidad de alegar nada, pues era plenamente consciente de cómo era la rubia.

Marley bajó del escritorio y tiró su minifalda hacia abajo, ya que ésta había quedado enrollada en su cintura.

—Vine a contarte algo muy importante —dijo la mujer todavía estirando su ropa.

—¿Y qué es más importante que el placer?

La mujer sonrió.

—Tu posible competencia en esta empresa.

Brittany frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

—De la nueva arquitecta.

Brittany sonrió.

—¿Otro nuevo iluso que cree que podrá sobrepasarme? —dijo mientras volvía a tomar asiento con actitud altiva.

—Pues he escuchado que tiene un estupendo currículo —dijo la mujer yendo hacia Brittany y sentándose sobre el escritorio justo frente a ella.

—Siempre es lo mismo —dijo la rubia pasando su enorme mano sobre la pierna femenina envuelta en seda—. Uno nuevo que supone que puede superarme... y después la desilusión al saber que no puede hacerlo.

La mujer sonrió.

—Yo sólo quería contarte las nuevas. Y claro, como la convocatoria es abierta y para todos los arquitectos.

—Siempre es así, y siempre gano porque no hay ninguna mejor que yo —dijo Brittany levantándose y poniendo sus manos sobre los muslos de Marley. Después tironeó un poco para separarlos—. ¿Qué te parece si. pasamos a temas más importantes?

La mujer sonrió con lascivia y se estremeció cuando Brittany la tomó por las nalgas y la haló hacia ella. Durante los siguientes minutos, Brittany se entregó a la pasión en el cuerpo de su amante, y como siempre demostró que no sólo como arquitecta era la mejor.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 17, 2017 7:18 am

CAPITULO 2

SANTANA LÓPEZ dejó la caja de cartón sobre el pequeño escritorio de caoba en la oficina que le habían asignado en HomeLight. Miró alrededor con sus grandes ojos chocolate llenos de expectativa y algo de nerviosismo. Le gustaba.
No era una oficina grande, más bien era pequeña y algo modesta. Su mobiliario se reducía a un escritorio con una silla tapizada en paño visiblemente gastado por el uso y dos sillas más al otro lado del escritorio. La única pieza decorativa era un afiche publicitario de HomeLight que mostraba un bonito centro comercial construido por ellos hacía ya varios años.

No estaba mal. Para ser una principiante en la empresa, Santana había recibido un buen lugar. No se quejaba, más bien lo agradecía: le gustaban las cosas sencillas y simples, sin tantos adornos y sin
presunciones: lo mejor era la sencillez. Caminó hacia la ventana todavía cubierta por una cortina de color azul oscuro y la hizo a un lado para dejar que la luz de la mañana bañara el pequeño lugar.
Sonrió mientras el sol lavó el precioso rostro en forma de corazón.

La piel morena e inmaculada de su rostro comenzó a llenarse con el suave calor mientras recibía con alegría no sólo ese nuevo día también ese nuevo reto.

Santana acababa de ser contratada para trabajar como arquitecta en HomeLight. Había enviado su currículo hacía dos semanas cuando había llegado del extranjero y había sido llamada a pruebas y entrevistas.

Después de ese largo proceso allí estaba, contenta, satisfecha porque sabía que su experiencia profesional iba a ser plenamente enriquecida en su trabajo con los demás arquitectos del equipo. ¿Podía pedirle más a la vida? No. La vida había sido buena con ella y la había colmado de oportunidades. Había finalizado sus estudios básicos a los diecisiete y sus magníficas calificaciones le habían dado el honor de estudiar becada en la mejor universidad del país. Había elegido la arquitectura no sólo porque desde pequeña se
había sentido atraída por las hermosas construcciones, sino también porque concebía la profesión como el espacio para crear y dar rienda suelta a su mente y poner todo aquello al servicio de los demás. Por su brillantez había sido merecedora de estudiar una maestría en la misma universidad y posteriormente un doctorado en la mejor universidad del mundo. La experiencia la había llenado no sólo de conocimiento e ideas sobre las maneras más modernas y estéticas de hacer su labor, sino también la había llenado de un sentimiento de servicio al prójimo: su labor tenía que servir para ayudar a los demás.

Había vuelto al país llena de sueños y metas y se había presentado en varias compañías, hasta que su mejor amiga le dijo que con su currículo podía ganarse un lugar en HomeLight. Al principio lo dudó: esa compañía era demasiado importante como para recibir a una joven de veintinueve recién graduada de un doctorado y con muy poca experiencia, sin embargo lo había intentado.

Y ahora estaba allí, en esa oficina que poco a poco ella llenaría de calidez, así como ahora lo hacía la luz del sol.

Caminó de nuevo hacia el escritorio y tocó la caja con sus escasas pertenencias. La abrió y comenzó a depositar sobre el mueble lo que había allí: un cuaderno de dibujo, un set de reglas, una agenda, un juego de lapiceras, un juego de lápices, implementos para delinear y un portarretratos.

Todo aquello constituía su más grande tesoro, no por su valor material, sino por su valor sentimental: todo aquello había sido obsequiado por los niños del orfanato al que Santana ayudaba.
Pese a las críticas de su hermana, la única pariente que le quedaba después de la muerte de sus padres hacía varios años, Santana siempre había sido generosa y buena con quienes ella consideraba que lo necesitaban. Tiempo atrás, cuando estudiaba en la universidad, había conocido a las monjas dominicas quienes tenían un orfanato. Primero, la joven había ayudado como voluntaria cuidando a los pequeños, dictando clases de arte y dibujo o colaborando en la recolección de fondos para su sostenimiento.

Después, cuando consiguió un trabajo, parte de su sueldo iba a parar a la pequeña comunidad que se había convertido en su familia.

Había sido doloroso dejarlos cuando viajó a estudiar al extranjero, pero nunca se había olvidado de ellos ni se había desentendido: su colaboración económica continuó y ahora que estaba de nuevo en casa se prometió reanudar su ayuda.

Un golpe en la puerta sacó a la joven de su actividad. Rápidamente caminó hasta la puerta y la abrió para encontrarse con el señor Schuester, uno de los socios más importantes de la empresa.

—Buenos días, señor Schuester —saludó la joven.
— Señorita Santana, ¿cómo estás? ¿Ya estás instalada?

—Me estoy instalando —dijo la joven haciéndose a un lado para dejar que el hombre entrara en la oficina—. Y por favor, llámeme Santana como lo hace todo el mundo.

El hombre entró en el lugar y mentalmente hizo una comparación con la oficina en la que había estado hacía pocos minutos; la diferencia era notoria.

—Esta oficina. no creo que sea la mejor o la más adecuada para una arquitecta de tu categoría —dijo el hombre paseándose lentamente por el lugar.

—No se preocupe, señor Schuester, me parece acogedora. Pienso que es la más indicada para mí.

El hombre la miró con detenimiento. Era una mujer muy bella. No era demasiado alta, pero eso no importaba porque su cuerpo escultural la hacía lucir hermosamente femenina. El pantalón remarcaba sus torneados muslos y remarcaba la redondez de su trasero y la estrechez de su cintura, mientras que la blusa
de cuello alto hacía muy poco en su intento por esconder unos pechos generosos.

¿Por qué escondía ese cuerpo tan perfecto? ¿Acaso no sabía que muchas mujeres conseguían lo que querían en la vida solo mostrando y ofreciendo su belleza?

—Yo creo que no —respondió el hombre—. Una profesional de tu rango debe estar en una mejor posición. La oficina ideal para ti sería una de las del décimo piso, donde están los empleados más
importantes de HomeLight.

—No se preocupe —dijo la muchacha con sinceridad—. Estoy segura de que aquí me sentiré muy cómoda. Además me gusta la manera en la que el sol entra por la ventana.

Schuester estaba sorprendido. La joven parecía sincera. Con todos sus títulos y su preparación parecía increíble ese carácter. Por un segundo pensó en Brittany; ella jamás permitiría que la trataran de esa manera.

—Como tú quieras, sin embargo, si cambias de parecer yo puedo hacer que te ubiquen en una oficina mejor.

—Le aseguro que no será necesario.

El hombre sonrió y ofreció a Santana una carpeta que hasta el momento la joven no había detallado que tenía.

—¿Qué es? —preguntó la joven con interés mientras la abría.

—Es la nueva convocatoria de la empresa. Verás: los Hoteles Miraland quieren remodelar sus sucursales y construir otros nuevos con diseños más vanguardistas. La junta directiva ha lanzado una
convocatoria interna para sus arquitectos; deben presentar su diseño y quien consiga ganar tendrá el proyecto entero además de recibir una muy buena cantidad de dinero extra.

Santana sonrió mientras escuchaba a Schuester y leía el documento. Con una cantidad de dinero extra podría ayudar a los niños del orfanato, además de apoyar a su hermana que estaba pasando por su divorcio.

—Que bien —comentó.

—Y eso no es todo —dijo él acercándose a ella—. Corre el rumor que si todo sale bien, el arquitecto ganador se convertirá en el nuevo presidente de la compañía, pues nuestro presidente, el señor Gagné está a punto de retirarse.

Santana levantó el rostro y Schuester observó con sorpresa que en ellos no se reflejaba la avaricia ni las ganas de poder, sino la sorpresa.

—Ah... pero ¿no sería precipitado eso?

—Ya te dije: es un rumor. a veces no hay que hacer mucho caso.

Santana sonrió con visible alivio.

—Claro que sí —dijo ella.

—Tienes el potencial, Señorita Santana... Santana. Estoy convencido de que una mente con ideas frescas como las tuyas tiene grandes posibilidades. Te animo a que te presentes.

La joven miró de nuevo los papeles que tenía en sus manos y en los que se explicaban todos los detalles.

—Pero sería un poco injusto ¿no cree? Si gano. soy nueva, estoy recién llegada y habrá aquí arquitectos con mayor trayectoria.

Schuester sonrió.

—Eso es lo de menos. Convocatorias como estas hay muchas, claro, no todas tan buenas. Todos han tenido grandes oportunidades. Piensa en que es tu oportunidad de darte a conocer no sólo en HomeLight sino también afuera. No sientas dudas. Además el dinero extra puede ser un aliciente.

Santana volvió a pensar en los niños del orfanato. Necesitaban el dinero. Si fuera sólo por ella quizás declinaría, pero no podía ser tan egoísta, tenía que pensar en los demás.

Sonrió.

—Sí, voy a participar.

Schuester sonrió.

—Muy bien, Santana, me alegra mucho. No te mentiré diciendo que será fácil... la competencia es dura... como sabrás los mejores arquitectos del país trabajan para HomeLight y muy seguramente todos querrán participar. Pero por favor, no pienses que te digo esto para desanimarte, sólo quiero que seas consciente de la realidad. Yo pienso que tienes grandes posibilidades.

—Muchas gracias, señor Schuester —dijo Santana con agradecimiento.

—No tienes nada que agradecer —dijo el hombre caminando hacia la puerta—. Y reitero mi ofrecimiento para darte una mejor oficina.

—Ya le dije que no es necesario que se moleste. Gracias de todas maneras.

El hombre salió y dejó a Santana sola quien se sentó en su escritorio para leer el documento con más detenimiento.

Sí, sabía que no sería fácil, pero tampoco era imposible. Muchas veces había logrado lo que se había propuesto trabajando con esfuerzo y dedicación: podría volver a darse el milagro.

Sonrió decidida a poner su corazón en ese diseño, todo por los niños del orfanato.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 17, 2017 7:19 am

CAP. 3

CON la elegancia y poderío de una pantera, Brittany caminaba por el pasillo central que conducía a presidencia. En sus manos llevaba los planos del último de sus proyectos y un folder con papeles
importantes que tenía que entregar. Si salía de eso de una buena vez podría dedicarse al diseño que presentaría para la convocatoria; aunque sabía que sus diseños eran superiores a los de cualquier otro arquitecto, no debía confiarse demasiado.

De súbito, algo chocó contra él haciendo que los documentos que llevaba en las manos cayeran esparcidos por el suelo.

—Lo siento —dijo el muchacho asustado sin pensar en sus pertenencias que también habían caído, pues sabía que Brittany Pierce no tenía un carácter fácil y se enfadaría con él.

Y de hecho así fue.

—¿Por qué no te fijas por dónde andas? —preguntó Brittany furiosa al asustado mensajero que había osado chocarse con ella.

—Lo siento, señorita —dijo el muchacho atemorizado—. Venía con todos estos paquetes y no me di cuenta de que usted estaba aquí.

—¡Pues debiste haberlo hecho! ¿Acaso no sabes que hay que mirar por donde uno va caminando? Si lo hubieras hecho, habrías podido evitar el choque —argumentó la rubia malhumorada.

—Pues lo mismo cuenta para usted —dijo una voz femenina desde atrás—. Por si no se da cuenta la carga del muchacho era más grande que la suya y le obstaculizaba la visión: ¿cuál es su excusa para no ver por donde camina?

Por un instante Brittany sintió que la ira aumentaba en su interior. ¿Quién se atrevía a hablarle así? Jamás, nadie había osado hablarle de esa manera a la mejor y más importante arquitecta de toda la empresa. No reconoció la voz, seguramente era nueva y si esa desconocida no sabía quién era ella, pues ahora mismo la
iba a escuchar.

Se giró completamente dispuesta a cantarle sus verdades a la mujer, no obstante lo que vio la dejó ampliamente sorprendida y muda.

Una mujer no muy alta, de cabello oscuro y hermosos ojos estaba justo allí con las manos en la cintura desafiándola. Quiso mover su boca con algún comentario mordaz que la pusiera en su sitio y la
dejara avergonzada por haberle hablado de esa manera, pero era imposible articular palabra, sencillamente no podía: su belleza la había golpeado en el estómago y la había dejado noqueada.


Hacía mucho una mujer no la impactaba tanto a primera vista. Y ciertamente no una que se atrevía a hablarle de manera ofensiva. Pero ella era distinta... había algo... algo que no podía describir.
Era su presencia, quizás su voz y su hermosura. Era la forma desafiante que estaba adoptando, la manera de encararla; una manera que le daban ganas de acabar tomándola por la cintura y estrechándola contra su cuerpo para mostrarle quién era ella.

Brittany se sorprendió ante el giró extraño que estaba dando su mente; sólo bastó verla para que su cuerpo pasara del calor de la ira al calor del deseo: la sangre fluyó rápidamente por todo su cuerpo. ¿Cómo podía desear a una mujer así, de esa manera repentina?
Trató de dominar su cuerpo traicionero, pues no podía dejar que una emoción se apoderara de ella de esa manera.

Pero Brittany no fue la única afectada con ese súbito encuentro: Santana también quedó impactada con la presencia de la rubia.

Minutos atrás la joven caminaba por el pasillo que la conducía a la oficina de presidencia pues quería manifestar su deseo de participar en la convocatoria, cuando de repente vio el cuerpo alto y fuerte de una mujer avanzar frente a ella que en vez de fijarse en el camino estaba mirando lo que llevaba en sus manos de manera imprudente.

En cuestión de segundos notó que el mensajero de la compañía avanzaba por el mismo lado y que el choque iba a ser inminente; quiso advertirlo pero era demasiado tarde. Pero lo que realmente la indignó fue el tono altanero que había adoptado la rubia que sin dudas era más culpable que el otro. Al verla reñir al pobre muchacho no pudo evitar salir en defensa del más débil.

Justo cuando la chica se giró para verla, Santana quedó muda. Nunca antes había visto una mujer más magnífica que esa. Era muy alta, con un cuerpo más atlético que el de una modelo de lenceria ; era notorio que bajo la ropa cara y de marca había un cuerpo cuidado y entrenado. Su piel era blanca contrastaba perfectamente con sus ojos de color azul, unos ojos que parecían querer escudriñarla.

Su rostro era magnífico: pómulos y mentón fuerte, nariz recta, frente amplia y labios sensuales. ¿Qué se sentiría ser besada por ellos?

¿Qué sentiría su piel delicada al ser acariciada en su cuello o su pecho?

Santana sintió una extraña pesadez en sus senos, una que no sentía hacía mucho tiempo. Sintió que la blusa de ceñía sobre su busto y adivinó que los pezones, que comenzaban a endurecerse como piedras anhelantes de caricias, se podrían detallar a través de la tela mientras que su vientre comenzaba a experimentar un insólito anhelo.

Tenía que dominarse. Nunca antes había experimentado una ráfaga de deseo como aquella con sólo un vistazo a un buen espécimen femenino. ¿Qué le pasaba? Esa no era la Santana de siempre.

—Yo. lo lamento —dijo el joven mensajero interrumpiendo los pensamientos de Brittany y Santana que se habían quedado absortas.

Santana sacudió su cabeza imperceptiblemente con la clara intención de borrar la súbita atracción que ejercía la rubia allí de pie.

—No —dijo ella—. Es ella quien debe disculparse.

—¿Yo? ¿Disculparme? —preguntó Brittany concentrándose de nuevo en el hecho—. ¿Con un simple mensajero?

—Él tiene una excusa para no ver por donde iba: con tantas cosas encima era casi imposible —alegó Santana—. Sin embargo, usted no tiene ninguna. La responsabilidad es toda suya.

—Yo. lo lamento —repitió el joven con la clara intención de terminar todo aquel asunto lo más pronto posible y sin causar ningún problema.

—Sí, laméntelo y recoja esos papeles —dijo Brittany señalando los planos y su informe.

—No lo haga —ordenó Santana antes de que el hombre joven pudiera agacharse y comenzar a recoger los documentos—. Que lo haga ella.

Brittany vio la valentía y la obstinación claramente dibujados en el rostro hermoso de la mujer.

La joven tenía el ceño fruncido y sus labios estaban ligeramente doblados hacia arriba: era notorio que estaba enfadada. ¿Cómo sería su rostro anhelante de deseo? Súbitamente sintió el deseo de pegar su boca a la de ella y hacer desaparecer el gesto de enfado y terquedad e incitarla a la pasión.

—¿Entonces lo hará usted? —preguntó Brittany tratando de aniquilar el súbito pensamiento que había invadido su mente.

—Por supuesto que no —contestó ella—. Es más, debería ser usted quien tendría que levantar, no sólo sus documentos, sino también los paquetes del joven.

Brittany no podía creer lo que oía. Esa mujercita le estaba dando órdenes, le estaba diciendo que levantara los paquetes de un simple mensajero. Era insólito. De sus labios escapó una risa musical y
burlona que invadió el ambiente.

Santana no pudo evitar verse afectada por esa risa. Era encantadora y fascinante; quiso reírse con ella.

¿Qué demonios te pasa, Santana? Se reprendió. Pon a esa arrogante en su lugar.

—¿Puedo saber de qué se ríe? —dijo ella acercándose un poco más a la rubia, todavía con sus manos en la cintura dejando ver su enfado.

—De lo que me dice. Es tonto e inconcebible —dijo la rubia apartando la risa de sí.

—Si usted es el culpable, usted debe reparar el error.

—No tengo la culpa de que el joven sea tan tonto; yo no tengo por qué levantar nada y tampoco disculparme.

Santana montó en cólera. En un segundo se alejó de la rubia y levantó los paquetes del mensajero para entregárselos. En cuanto el
muchacho la vio se arrodilló en el suelo y comenzó a levantar su carga.

Si Brittany se había visto impactada al ver a la joven de pie, ahora se sintió mucho más atraída al verla acurrucada. En esa posición las perfectas y redondas nalgas se marcaban sobre la fina tela del pantalón, así como sus piernas torneadas. Sintió que las manos le picaron por acariciar y llenarse con esas redondeces perfectas. El cabello de la muchacha caía lacio sobre la espalda y llegaba a su cadera donde se chocaba con las nalgas; era una imagen tremendamente erótica. ¿No sabía esa mujer lo deseable que era en esa posición? ¿No se imaginaba todo lo que podía fantasear al verla así, en el suelo?

Santana y el muchacho terminaron de recoger los paquetes ante la curiosa mirada de Brittany.

—Señorita. no tenía que haberse molestado —dijo el joven mensajero visiblemente abochornado por el hecho.

—No se preocupe, parece ser que la gentileza y la amabilidad no son propias de todas las personas de esta empresa —dijo ella mirando a Brittany.

—Y parece que la prudencia y la templanza no son propias de otras —dijo Brittany—. ¿Por qué no se ocupa de sus propios asuntos?

Santana sintió que la ira recorría su cuerpo.

—¿Acaso piensa que me voy a quedar indolente ante la injusticia? — preguntó plantándose frente a la rubia.

—Señorita. no es necesario que. —dijo el asustado mensajero, todavía allí.

—Márchese de una buena vez —ordenó Brittany—. Ya estoy cansada de esto y tengo más cosas que hacer.

En pocos segundos el hombre se había alejado de allí dejándolas solas.

—No tenía por qué hablarle de esa manera —insistió Santana—. Fue injusta con él.

—Eso no es asunto suyo. Y ya que se cree tan generosa, levante mis planos —dijo Brittany antes mirando lo que se le había caído al suelo.

Santana sintió furia, quería plantarle una bofetada. Rápidamente se agachó y tomó los documentos de la mujer y enseguida se los arrojó al pecho.

Por la rapidez del hecho y la sorpresa Brittany no los tomó sino que dejó que cayeran nuevamente.

—Ahí están —dijo ella—. ¿No los quería? Pues ahí los tiene.

¿Qué se creía esa mujercita?
Brittany no pudo aguantar el impulso que la llevó a tomarla por los brazos y a ponerla de espaldas contra la pared mientras que su cuerpo se reclinaba sobre ella acorralándola para que no
escapara.

—¿Quién se cree? —preguntó ella furiosa.

—¡Suélteme! —dijo ella casi en un susurro.


Sus rostros quedaron a menos de cinco centímetros y en esa posición cada una fue plenamente consciente de la presencia de la otra.

Santana no pudo evitar sentirse admirada ante la fuerza majestuosa de esa rubia. Si ella quería podría fácilmente dominarla y hasta romperle un brazo con esos poderosos bíceps que se tensaban bajo la camisa de color claro. El calor que expedía le dejaba ver que era una mujer de sangre caliente que reaccionaba con furia y se defendía en caso de ser necesario. Al mismo tiempo se dijo que esos brazos podrían ser también protectores: perfectamente podría verse encerrada y acunada en ellos mientras recuperaban el aliento después de un interludio de pasión.

Otra vez, Santana. No pienses en esas cosas, no es propio de ti.

Pero Santana no era la única que se sentía así. Un aroma dulce y a la vez picante llegó a la nariz de Brittany; ¿sería un perfume o su aroma natural de mujer? ¿Cómo olería su piel bajo esa blusa que escondía sus pechos? ¿O bajo ese pantalón? ¿Cómo olería su piel desnuda? No pudo evitar que la excitación se apoderara de ella de la manera más natural pensando en esa mujer sin ropa.

—Suélteme —repitió ella en voz baja.

Pero ella no quería. No quería soltarla. De hecho, lo que quería hacer era llevarla a otro lugar, uno en el que nadie interrumpiera para besarla hasta dejarla sin aliento, para acariciarla hasta llenarla de deseo y para poseerla una y otra vez hasta llegar al clímax.

—Le doy un consejo —comenzó la rubia tratando de dominar la reacción física de su deseo traicionero para que ella no lo notara—, no vuelva a cruzarse en mi camino. Se nota que no sabe quién soy yo.

Brittany la soltó y la joven se alejó un poco para frotarse los brazos: aunque no supo si para aliviar su carne maltratada o para tratar de atrapar un poco del calor que la rubia le había transmitido.


—Sí, sí sé quién es usted —dijo la joven con gesto aún desafiante—. Usted es una patán arrogante y autoritaria.

Brittany estaba verdaderamente sorprendida. Jamás se imaginó que después de la forma en que ella había tratado de intimidarla a ella le quedaran fuerzas y ánimos para volver a desafiarla. Sintió admiración por ella.

¿Admiración?

No. Eso no era propio de ella.

Esa pequeña bruja era una arpía que la tentaba con su cuerpo y la ofendía con sus labios; unos labios a los que podría darles un mejor uso.

—Y tú eres una pequeña bruja entrometida. Espero no tener que verte más por aquí.

Lo que Santana iba a decir se vio interrumpido cuando la puerta de la presidencia de la compañía se abrió y dio paso al señor Schuester y a Johnstone, el actual presidente de la compañía.

—Santana, veo que ya conoces a Brittany Pierce —dijo Schuester llegando hasta ellos seguido por el otro hombre.

¿Brittany Pierce? ¿Esa patán, arrogante y soberbia era la mejor arquitecta del país? No. No podía ser.

Cuando Santana supo que iba a trabajar en HomeLight, se sintió eufórica al saber que iba a conocer y a compartir espacio laboral con la mejor arquitecta de los últimos tiempos. Desde que estaba en la universidad había conocido el trabajo de Brittany Pierce mediante referencia y sabía que sus trabajos eran los más impecables y los mejores y más famosos, y el saber que iba a conocerla la llenó de satisfacción y alegría pues pensó que podría aprender mucho de una experta como ella.

Y ahora se daba con la noticia de que su más admirada arquitecta era una completa engreída y altanera.

Todavía no lo podía creer. Una persona tan inteligente y talentosa tenía que ser una mujer maravillosa: tierna, amable y gentil, no como ella. La desilusión era más que devastadora. Brittany observó con deleite el desconcierto de Santana. Muy seguramente esa mujercita, salida de quién sabe dónde, ahora se desharía ofreciéndole disculpas por el modo en que la había enfrentado. Sí, ya la vería humillada ante ella pidiendo que le perdonara su comportamiento.

—Sí, ya tuve ese dudoso placer —dijo Santana sin cambiar o disimular el tono enfadado de su voz.

No lo podía creer. Sencillamente Brittany no lo podía creer. ¿Dónde estaban las disculpas y las palabras de arrepentimiento por la manera en cómo se había comportado? ¿Qué estaba sucediendo?

—Que bien que ya se van conociendo —dijo Johnstone.

—Sin embargo, parece que no las han presentado formalmente dijo Schuester—. Santana, esta es Brittany Pierce, la mejor arquitecta de la empresa y también del país.

—Y del mundo —añadió Brittany extendiendo la mano hacia la joven; quizás las disculpas llegarían ahora.

Santana observó la mano por un instante y deseó sinceramente no responder al saludo, pero no quería dejar una imagen negativa ante Schuester y Johnstone, así que estiró su propia mano para responder y dejó que esos dedos fuertes envolvieran los suyos más pequeños.

Y de nuevo la electricidad pareció pasar de una hacia otra, pero ambas decidieron ignorarla.

—Brittany, ella es Santana LÓPEZ, la nueva arquitecta de la empresa —dijo Schuester.

Así que era una nueva compañera de trabajo. Una arquitecta más que pensaba que podía superarla en la empresa. Si era así, estaba muy equivocada porque ella había sido la mejor y lo seguiría siendo.

—Tanto gusto —dijo la rubia apretando ligeramente la pequeña mano que tenía todavía entre la suya antes de soltarla.

—Igualmente —dijo Santana sintiendo el vacío de las palabras. Si quizás la hubiera conocido en otra circunstancia no se habría llevado una mala imagen de ella. ¿0 sí? ¿Cómo sería sin esa capa de soberbia que parecía llevar consigo ahora?

—No te imaginas, Brittany, el currículo de Santana —dijo Schuester.

—La verdad no me interesa —dijo la aludida cortante.

Santana sintió ganas de abofetearla. ¿Es que esa rubia no conocía el significado de la palabra humildad? ¿Por qué era tan arrogante?

—Bueno, Brittany. deberías ser más. —dijo Schuester con cierta vergüenza.

—Yo sólo venía a confirmarle al señor Johnstone mi participación en la convocatoria interna para el proyecto de Miraland —interrumpió Brittany—. Y por supuesto, mi intención de ganar.

—Me parece muy bien —dijo Johnstone—. Será una buena oportunidad de volver a medir fuerzas con los arquitectos que quieran competir. ¿Y tú Santana, qué dices, participas?

Brittany quiso reírse. ¿Ella? ¿Una principiante? No. Claro que no participaría y menos sabiendo que ella iba a entrar en competencia.

—Por supuesto que sí —respondió la aludida—. De hecho venía a hablarle de mi decisión de participar.

Cuando Brittany observó a Santana, vio en su cara una sonrisa de ánimo. Así que la pobre ilusa creía que podía ganarle. Pobrecita, qué desilusión se llevaría cuando viera que no era así. Los labios de Brittany esbozaron un gesto burlón algo perverso al imaginar la derrota de esa pequeña bruja.

—Que bien —dijo Johnstone—. Será una competencia muy reñida y por supuesto, con ideas brillantes.

—Claro que sí, no dudo que será impresionante —dijo Schuester—. Si nos disculpan, vamos para una junta. Les deseamos éxitos a las dos en sus propuestas.

En un par de segundos, Schuester y Johnstone habían desaparecido por el pasillo dejando a Santana y a Brittany solas.

—Yo diría que la competencia no será tan reñida —dijo Brittany—. Aquí sólo hay una ganadora.

Santana no podía creer que esa mujer fuera tan orgullosa.

—Yo pienso igual —dijo ella—. Es más que evidente que esta compañía necesita ideas innovadoras y frescas.

—Necesita lo que siempre he sabido dar —refutó Brittany con solidez.

—Eso lo veremos —dijo ella antes de alejarse por el pasillo.

—Sí, lo veremos —respondió la rubia, pero ella ya no estaba allí para oírlo.

Mientras la joven se alejaba, Brittany observó su precioso y larguísimo cabello negro caer por su espalda y acariciar con sus puntas las redondas nalgas: no podía negar que esa era la bruja más hermosa que había conocido en años; de nuevo su cuerpo quiso ganarle la batalla en ese reconocimiento erótico. Competir contra ella no sería difícil, lo difícil sería dominar las reacciones de su cuerpo cada vez que tuviera que tenerla cerca.
Pero ella siempre ganaba; todas las batallas y las guerras sin excepción, y esta vez no iba a ser diferente.
marthagr81@yahoo.es
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Ene 17, 2017 7:21 am

CAP. 4

ERA una bruja. Una maldita bruja erótica. ¿Por qué no podía sacársela de la cabeza?

Brittany dejó el lápiz sobre la mesa de dibujo una vez más. No podía concentrarse en el proyecto más importante del año todo porque la imagen de la maldita bruja no salía de su cabeza.

Es que no podía negar que era absolutamente hermosa y deseable. Todo en ella era perfecto y maravilloso: ese largo cabello negro se adivinaba sedoso y suave ¿cómo sería tocarlo? ¿Cómo sería pasar sus dedos por él y sentir la exquisitez escurrirse por sus dedos? ¿Cómo se vería ese cabello sobre las almohadas de su cama? ¿Cómo sería sentirlo sobre sus pechos desnudos o sobre sus muslos mientras ella le daba placer?

De nuevo Brittany se levantó de la silla furiosa y caminó por su oficina como una leona enjaulada. Ni por un solo segundo desde esa mañana, había podido dejar a un lado los pensamientos más
deliciosamente pecaminosos con esa maldita bruja que creía que podía desafiarla y ganar la batalla. ¿Qué le pasaba?

Jamás en su vida adulta se había sentido tan impactada por una mujer con solo verla. Eso estaba bien para la adolescencia cuando las hormonas mandan sobre el cerebro y cuando se es tan inexperta en mujeres que una simple sonrisa vuelve locas a las muchachas y jóvenes de ambos sexos.

No. Nunca antes Brittany se había sentido así de excitada por una mujer como esa. Y tenía que ser ella. Precisamente esa maldita bruja. ¿Por qué no podía ser como las demás?

Siempre había gozado de tener a casi todas las mujeres que conocía tras de ella: o por lo menos a las más hermosas y siempre a las que ella le interesaban. ¿Por qué esa vez había sido distinto?
Ni siquiera se había deslumbrado al conocer su nombre. Se suponía que debía quedar igual de impactada que otras mujeres, tendría que haberse deshecho en disculpas y alabanzas.

Quizás era eso lo que ahora le llamaba tanto la atención: que no fuera como las otras. Sí, tenía que ser eso, curiosidad porque era una mujer distinta a las demás, porque no había caído derretida ante su porte y mucho menos ante su nombre y poder. Sí. Era eso.
Un poco más tranquila al conocer la causa de su desvarío por esa bruja, se dirigió a su mesa de dibujo y se sentó con la clara intención de sacársela de la mente y comenzar el diseño ganador de los hoteles Miraland.

Y de nuevo, aunque trató de concentrarse le fue imposible. Recordó cada palabra que salió de esa boca hechicera, cada mirada ceñuda de esos ojos tan oscuros como el mar en la noche: ¿Cómo serían esos ojos en el momento de llegar al clímax?

El toque de la puerta hizo que Brittany saliera de sus pensamientos.

—Adelante.

De nuevo era Marley.

Caminó hacia ella con la sensualidad acostumbrada, con la seguridad con la que se sabe una mujer hermosa que puede despertar la pasión de cualquiera.

Sin embargo, lo que siempre surtía el efecto deseado, esta vez no lo consiguió: Brittany la vio avanzar hacia ella y no sintió que su sangre hervía por ella ni la acostumbrada sensación de su cuerpo preparándose para un episodio de pasión.

La mujer extendió sus brazos hacia ella que en vez de recibirla en los suyos se alejó dándole la espalda.

—¿Qué pasa, cariño? —preguntó ella siguiéndolo.

—Estoy ocupada con el proyecto de Miraland.

—Nunca habías estado ocupada para mí —ronroneó acariciándole la espalda.

—Siempre hay una primera vez —dijo ella hosco—. Además estoy ocupada, el proyecto de Miraland es muy importante y no pienso dejar que nadie más gane.

—Ya me enteré de que participarán varios de los arquitectos. Pero no te preocupes, tú siempre ganas.

La mujer pegó su espalda a la de la rubia y comenzó a moverse con sensualidad. Sus manos alcanzaron sus pechos y comenzaron a bajar para encontrar su entrepierna.

—Déjame, Marley —dijo ella liberándose del incómodo abrazo y caminando hacia la ventana.

—Cariño, recuerda que siempre te ayudo a quitarte el stress y a animarte.

Sí, era verdad. Pero esa vez era diferente. Las caricias de Marley no habían surtido efecto. Esta vez no la excitaba el toque sensual de esa castaña sino el recuerdo de una preciosa bruja morena.

Ya deja de pensar en ella, se dijo.

—Pero ahora no. Esto es muy importante y no estoy para perder el tiempo contigo —dijo ella cortante.

—¿Estás enfadada todavía por culpa de la nueva arquitecta? Ya me contaron que te enfrentó esta mañana.

Brittany se giró para mirarla.

—¿Qué dijiste? ¿Qué si...? ¿Estás enterada? ¿Cómo te enteraste?
La mujer rió y se alejó un poco de ella.

—Todo el mundo está enterado. Parece que el mensajero está más que agradecido con ella y a todos lo habló de la nueva arquitecta, la que fue capaz de pelearse con Brittany Pierce para defenderlo.

Brittany sintió que la ira bullía en sus venas. Todo el mundo estaba enterado de su incidente con esa mujer. Y por supuesto, quienes la odiaban y la envidiaban debían estar más que felices porque en apariencia ella la había enfrentado; y todo por un simple mensajero.

¿Pero qué se creía ese mensajero para estar difundiendo lo que había pasado?

—Es imposible. es. —dijo Brittany muy enfadada.

—Pues es posible. Parece que la mujercita tiene agallas. Vine para que me contaras qué pasó —dijo Marley sentándose en una de las sillas como esperando que Brittany se sentara junto a ella y se diera a la vulgar tarea del chisme.

Brittany la miró con furia.

—Sal de aquí, Marley.

—Pero cariño.

—Vete —dijo ella sin gritar, pero en un tono seco que Marley reconoció como el que usaba cuando estaba más furiosa.

Sin decir palabra, la mujer se levantó y se marchó. El enfado no desaparecía de Brittany. No, la culpa no era del todo de ese hombre. Ella, Santana era la verdadera culpable. Ella no tendría
que haberle hablado así; gracias a ella era la comidilla y el hazmerreír de la empresa. ¡Era inconcebible! Ella, Brittany Pierce, la mejor arquitecta de la empresa, del país: siendo el objeto de murmuraciones y de burla de todo HomeLight.

Pero eso no podía quedarse así. Esa mujer era la única culpable y tenía que escucharla: ahora mismo.

Absolutamente furiosa Brittany salió de su oficina para buscar a Santana y ponerla en su lugar: ahora sí se iba a saber quien era ella.

Santana todavía no podría entender la extraña reacción de su cuerpo ante esa mujer que se había portado de modo grosero y repelente. Y eso la tenía un poco molesta y muy confundida.

Con desgana se sentó de nuevo en su escritorio y trató de tomar notas de lo más importante para preparar el proyecto Miraland, pero su mente no la dejaba en paz después del encuentro con esa mujer
unas horas más temprano. Por más que quería y por más que lo intentaba no dejaba de pensar en ella.

Porque era en ella en quien pensaba, no en el incidente. Un choque laboral con una compañera siempre dejaba molestia e inconformidad, pero esta vez no pensaba en el conflicto sino en ella, en la mujer que tanto la había impactado como nunca lo había hecho nadie antes.

Era definitivamente detestable: la mujer más grosero, más vanidosa y más soberbia que había conocido en toda su vida. Y también la más atractiva.

No podía negar que su cuerpo había reaccionado de la manera menos indicada ante la cercanía de esa rubia. Y no podía explicarse la razón.

En sus veintinueve años de vida jamás había experimentado deseo por una mujer con tan solo verla. Sus relaciones siempre eran muy racionales: había tenido noviazgos con hombres y mujeres con los que hubiera afinidad de pensamiento y de actitud, y cuando la relación avanzaba de manera satisfactoria entonces sí sentía deseo por ellos y se entregaba al placer físico.

Pero esta vez su cuerpo había reaccionado con tal rapidez que no podía siquiera pensar. Y eso no era lo peor. Lo peor era que nunca antes había sentido un deseo tan arrollador. Santana no se definía a sí misma como una mujer apasionada: más bien era centrada y racional. Si, se había entregado en cuerpo y alma a las personas con las que había tenido una relación seria, pero nunca había
deseado las caricias, los besos y la pasión de ninguno de ellos como ahora había deseado a esa mujer arrogante y vanidosa.
¿Qué le pasaba?

Era algo que no podía responder. Santana se levantó y caminó por su nueva oficina tratando que su actividad física se encargara de
tranquilizar su cuerpo y su alma tan inquietos por culpa de Brittany Pierce.

Y es que todavía no podía creer que la arquitecta más importante del país, la más admirada, la más reconocida y la mejor de todos fuera un ser tan déspota, tan soberbia y tan vanidosa.
Era injusto.

Santana concebía la arquitectura como una de las expresiones más bellas del arte. ¿Cómo el artífice de tan maravillosas obras de arte era alguien así? ¿Por qué? Cuando le había hablado con tanta arrogancia y tanta presunción se dijo que era una pobre diabla, pero
después, al escuchar su nombre, había quedado impactada. Y seguía sin creerlo.

También era injusto que gozara de tanta belleza. Y es que debía admitir para sí misma que era bella. Ese cabello rubio y eso ojos azules eran el sueño de cualquier mujer. Ese cuerpo grande y poderoso que parecía querer romper la ropa que lo envolvía, podrían ser la perdición de una monja. ¿Cómo se vería desnuda? ¿Cómo se sentiría tener ese cuerpo magnífico sobre ella? ¿Cómo sería acariciar esos brazos fuertes mientras la sostenía en el acto amoroso?

De nuevo la misma ráfaga de calor que la asaltaba de tanto en tanto esa mañana volvió a ella.

La había tocado y la había tenido cerca y ella no había temido, sólo había querido sentirse encerrada y protegida en esos brazos.

Cálmate Santana, se dijo nuevamente.

Tenía que desterrarla de sus pensamientos. ¿Por qué iba a pensar en ella por más tiempo? No.

Debía controlar tanto su mente como su cuerpo de esas sensaciones tan fuertes que nunca antes había experimentado.
Con pasos ligeros volvió a su silla y trató de concentrarse para preparar su proyecto: era muy importante, sería su oportunidad para hacer algo valioso para la empresa.

Tomó un lápiz para comenzar a escribir, pero súbitamente fue interrumpida por el ruido que llegó de la puerta que se abrió abruptamente.

Brittany entró en la oficina de Santana con estrépito y de la misma manera cerró la puerta tras de sí.

Santana levantó la vista y la vio: era notorio que ardía en furia. Y se veía tan o más bella que esa mañana si es que eso era posible. Su porte era la de una tigresa que está a punto de atacar, como si en un segundo fuera a saltar sobre ella para devorarla.

Santana sintió calor al pensar en la boca de esa mujer devorando la suya, en su cuerpo devorando el suyo.

—¿Cómo se atreve a entrar de esa manera a mi oficina? —reclamó la joven poniéndose de pie, haciendo a un lado sus pensamientos y la reacción física ante la rubia.

—Yo entro donde se me da la gana —dijo ella avanzando hacia ella.
Santana sintió que su cara se sonrojaba de la furia.

—¿Quién se ha creído? —preguntó ella avanzando hacia la rubia.

—No me creo nadie, soy la mejor arquitecta de esta empresa y de paso de este país y no voy a permitir que una simple principiante como usted me rete de la manera en que lo hizo esta mañana.

Así que de eso se trataba, pensó Santana. Su orgullo herido todavía reclamaba restitución.

—Y yo no voy a permitir que humille a un pobre joven por algo que no tuvo la culpa.

Brittany la observó por unos segundos antes de responderle.
Se veía absolutamente hermosa así, con el rostro enrojecido por la furia y sus ojos echando centellas de ira; y tan valiente, como si no le tuviera miedo a nada ni a nadie. ¿Por qué tenía que ser tan bella y tan briosa? Quiso tomarla en sus brazos y sacudirla hasta que se doblegara a ella, hasta que le pidiera que la besara.

—No tiene por qué meterse en lo que no la llaman. El incidente era un asunto entre ese hombre y yo — dijo Brittany.

—No soporto la injusticia y cuando veo que se comete no puedo evitar callarme.

—Más le vale que se calle si no quiere tener problemas: ese joven ahora anda repitiendo ante cualquiera que lo quiera oír cómo la nueva arquitecta tuvo el descaro de hablarse a la mejor de todos; y
créame que yo no salgo bien librada en ese cuento.

Con que ese era el motivo de su nuevo enfado: seguramente el muchacho había contado los hechos y ahora todos estarían hablando mal de Brittany. Santana no pudo evitar sonreír al pensar en que a esa mujer le habían dado donde más le dolía: en el orgullo.

—Se lo merece —dijo Santana—. Una persona que no respeta a los demás y que humilla como usted lo hace merece no salir bien librada en ninguna parte.

—¿Cómo se atreve? —preguntó ella frunciendo el ceño al ver la suave sonrisa: quiso borrarla con un beso—. De verdad que es usted imprudente y temeraria.

—Soy justa y defiendo a quienes se ven humillados por personas prepotentes y arrogantes como usted. Y si se presenta el caso de nuevo, lo volveré a hacer.

Brittany estaba cada vez más sorprendida. Era inaudito.

—Le advierto: no se cruce en mi camino nuevamente porque le va a pesar.

—No le tengo miedo —dijo ella desafiante.

—Pues debería.

—Y usted debería salir inmediatamente de mi oficina, pues no le doy el permiso para permanecer aquí.

—No tengo que pedirle permiso ni a usted ni a nadie para ir por donde se me dé la gana.

Santana estaba estupefacta. Y también cansada. Ya no quería pelearse más con esa mujer, y ya no quería sentir más esa atracción hacia a ella a pesar del cruce verbal ofensivo.

—Deje las amenazas que no me dan miedo y salga de aquí inmediatamente.

—Usted no puede obligarme a salir si no quiero —dijo Brittany acercándose más a ella.

—¿Ah no?

Santana avanzó hasta quedar frente a ella, decidida a hacerlo salir de una manera o de otra. En ese momento estiró sus manos y las puso sobre el pecho para empujarla y forzarla físicamente a salir del
lugar. Tenía tanta furia que no pensó que ella era más altaa y más fuerte que ella, sólo quería obligarla a dejarla en paz.

—¡Fuera de aquí! —dijo ella mientras trataba, con todas sus fuerzas, de obligar a Brittany a salir.

Pero ella era mas fuerte y poderosa: los esfuerzos de Santana eran admirables, pero sólo provocó que ella se tambaleara un poco.
Sin decir nada, Brittany tomó el control del forcejeo. Cerrando fuertemente sus dedos sobre las muñecas de Santana y la haló hacia sí. En un segundo, el cuerpo de Santana quedó apoyado sobre el de ella.

La joven dejó de forcejear. Sentir ese cuerpo caliente pegado al de ella no traía consecuencias positivas: más bien le hacía volver a vivir el calor del que había sido víctima antes. Levantó su rostro y
allí estaba el de Brittany, a pocos centímetros del de ella, con esa boca de labios rosados y esos ojos azules que la miraban con. ¿deseo?

Brittany sintió que su cuerpo reaccionó ante la inminente cercanía de esa mujer así como en la mañana o como cuando volvía a recordar su cuerpo perfecto. Esta vez no pudo controlar su cuerpo ni siquiera lo intentó, pues no quería. Podía sentir sobre ella las redondeces perfectos de los pechos y los suaves muslos
femeninos.

Y cuando ella levantó su carita hacia ella, con esos labios entreabiertos y esos grandes ojos expectantes sucedió: la besó.

Los labios de Brittany se posaron sobre los de Santana mientras le soltaba las muñecas y la tomaba con una mano por la nuca y con la otra por la cintura. En cuanto los labios de la joven se abrieron, la lengua de Brittany colonizó la húmeda y tibia cavidad bucal y probó la dulzura que llevaba anhelando varias horas.

La lengua intrépida encontró su homóloga y comenzó a lamerla para degustar la exquisitez. Era tan suave y tenía un sabor tan fabuloso que el beso se intensificó. Brittany pegó más su boca a la de ella y comenzó a succionarla con más pasión que nunca, y para su deleite la mujer respondió con igual pasión.

Para Santana fue sorpresivo ese apasionado ataque. De estar empujándola para que se marchara a estar besándola con deleite habían pasado pocos segundos; y el beso le parecía lo más delicioso que había probado en su vida. Su cuerpo se preparó rápidamente: el fuego líquido pareció fluir de todas partes y
concentrarse en su vagina, preparándola para el encuentro que su cuerpo anhelaba.

Nunca antes sentirse entre los brazos de alguien le había parecido tan erótico. La mano que la sostenía por la nuca era firme, pero no agresiva, y la que la atraía por la cintura comenzó a moverse
sobre ella de manera sensual. Las manos de Santana que antes trataron de empujar a Brittany por el pecho ahora acariciaban esos pectorales fuertes y robustos mientras que su boca recibía los dulces embates de la lengua. Su cuerpo se pegaba al de ella con deleite y sin quererlo, su garganta comenzó a producir gemidos de placer.

Cuando Brittany sintió las manos de la preciosa joven acariciando sus pechos y después, cuando en su boca retumbaron los deliciosos gemidos de placer, no pudo evitar darle rienda suelta a lo que su cuerpo le pedía. Sin dejar el plácido contacto con la boca de Santana, Brittany soltó la nuca de la joven y dirigió su mano
hacia una de las nalgas de la chica para pegarla más a sí y hacerle sentir.

El gemido de Santana se intensificó al sentirse más cerca de ese calor. De súbito sus manos se deslizaron por el cuello de la rubia y sus dedos se enredaron en el sedoso cabello rubio para
acariciarlo.

Brittany sintió la pasión crecer, si es que era posible. Esa mujer estaba respondiendo a su ardor de la misma manera. Así que el sentimiento era mutuo, la atracción no era sólo de ella.

La boca de Brittany se despegó de la de ella para posarse sobre el hermoso cuello femenino y oler el magnífico aroma que despedía esa piel blanca y suave. La lengua de Brittany lamió la delicadeza y se maravilló de su textura. La mano que estaba en la nalga la abandonó para subir y posarse en uno de los abultados pechos y comenzar a acariciarlo por encima de la ropa. Santana se sentía maravillada. Nunca antes se había excitado tan rápido ni con tanta intensidad. Su entrepierna estaba ahora completamente mojada por los jugos de su excitación. Esas caricias expertas eran las más placenteras que había experimentado nunca: era como si ella supiera exactamente donde tocar, donde acariciar y donde lamer.

Además ese cuerpo le parecía tan agradable al contacto con el suyo, que quiso reclinarse sobre ella y no alejarse más. Y pensar que esa mujer era su enemiga.

Un pequeño destello de lucidez se abrió paso entre la pasión y el placer y se coló en la mente de la joven. Esa mujer que la tocaba y la besaba llevándola a un mundo de placer desconocido para ella era su enemiga.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué dejaba que la acariciara así? ¿Qué se creía que era ella para hacerlo? ¿Por qué demonios se lo permitía ella?

El destello de lucidez se hizo más grande y entonces Santana recuperó la razón. Saliendo del embrujo en el que había caído, recuperó la fuerza y de un empujón alejo a Brittany que de súbito fue arrancada de la nube de placer.

Santana dio un paso hacia atrás, como si quisiera mostrar de modo físico el arrepentimiento del que era víctima. Entonces Brittany dio un paso hacia ella y de súbito la muchacha reaccionó propinándole una sonora bofetada que la dejó más atónita a ella que a la rubia.

—¿Cómo, cómo te atreves? —preguntó ella con la voz ronca.

Brittany no podía creerlo: de ser la mujer más apasionada y sensual del mundo había pasado a ser la misma arpía de siempre que se atrevía a retarla y hasta a golpearla.

—Las dos lo queríamos —dijo ella señalando que su ardor no había pasado indiferente ante ella.

Ahora podría decirle que se alejara y podía haberla golpeado, pero no era tonta, había reconocido perfectamente la respuesta erótica de esa mujer.

—Claro que no —mintió ella mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho con gesto protector y le daba la espalda para alejarse unos cuantos pasos.

—Sabes que sí —dijo Brittany alcanzándola y girándola hacia ella, deteniéndola por los hombros—. Tú también lo deseabas: me miraste con esos ojos pidiéndome que te besara, yo sólo hice lo que tú querías.

Santana enrojeció profundamente. ¿Ella había podido leer su deseo? No, no era posible. Quizás estaba tratando de entramparla para que confesara lo que no quería confesar: que la había deseado con toda su alma.

—Déjame, aléjate de mí —dijo ella.

Ella sonrió al ver su sonrojo, su nerviosismo.

—No es eso lo que quieres —dijo ella con esa voz tan seductora que a ella le hizo temblar el vientre.

—Aléjate de mí —repitió ella.

Entonces la respuesta de Brittany fue tomarla por la cintura y estrecharla entre sus brazos. Ella quedó inmóvil, con sus brazos atrapados entre las dos y sin poder moverlos.

—Suéltame —dijo ella.

La respuesta de Brittany fue besarla de nuevo. Y este beso fue mucho más apasionado que el anterior.

La boca de Brittany tomó la de Santana y comenzó a succionar los labios con los suyos, pasando de tanto en tanto la lengua sobre ellos. Luego, con dulces caricias, hizo que ella abriera la boca para ella y permitiera el acceso a la lengua a la que sin saberlo esperaba con deleite.

Santana no se resistió. No pudo. ¿Cómo resistirse al ataque más sensual y placentero que había tenido su boca? ¿Cómo resistirse a las infinitas ganas de perderse en ese beso, en esos brazos y en ese magnífico cuerpo que la sostenía contra sí como si no quisiera dejarla ir jamás? No pudo evitar responder de la misma manera mientras gemía de deleite. Lo que Brittany le estaba haciendo era maravilloso. Al sentir la ardorosa respuesta de Santana, Brittany se dijo que no podía esperar más: esa mujer tenía que ser suya en ese mismo instante. De un solo movimiento la levantó y la sentó sobre el escritorio, cuidando de que su cuerpo quedara entre las piernas de la joven. La reclinó un poco hacia atrás y se apoyó sobre ella, para que sus partes entraran en contacto directo.

Santana sintió la presión de ese cuerpo y se sintió deliciosamente sometida. Le gustaba la idea de estar debajo de ella, sintiendo su union. ¿Cómo sería ese coño? ¿rosado, dulce?
¿Quizás las dos? Deseó poder verla y tocarla.


Las manos inquietas empezaron a acariciar la cintura de la joven para después subir a los pechos y sopesarlos en sus palmas. Eran grandes y a través de la fina blusa sintió los pezones erectos.
Mientras aplicaba el erótico masaje a las preciosas redondeces su boca seguía su exploración de la de ella. La ropa era una barrera insoportable. Brittany desabrochó la blusa rápidamente y sacó los pechos de los confines del sujetador para poder tener acceso a ellos.

La experiencia fue tremendamente sensual para las dos.Santana sintió las manos enormes y a la vez suaves acariciando la piel de sus senos, palpando con delicadeza y ternura los abultados frutos y pasando para acariciar el valle entre ellas. Luego sintió que sus dedos tomaron los pezones y los apretaron un poco: Santana no pudo evitar soltar un gemido.

Brittany no había visto ni tocado unos pechos más hermosos y más perfectos. Eran tan llenos, firmes, tan redondos y tan bellos que quiso abalanzarse sobre ellos para lamerlos, pero se contuvo; hasta que Santana gimió cuando ella pellizcó sus pezones. Entonces el control la abandonó y bajó su rostro hasta el pecho de Santana para lamer uno de los pezones mientras seguía acariciando el otro con sus dedos.

Santana sintió que un mundo repleto de sensualidad la invadía. No podía dejar de gemir, era como si no tuviera control sobre su garganta. Tampoco tenía control sobre el placer que experimentaban sus pechos que ahora estaban siendo lamidos por esa boca que los estaba dejando húmedos y brillantes en saliva.

Eso hacía que su cuerpo entero ardiera y que su vagina llorara con los líquidos que cada vez parecían más abundantes.
Brittany necesitaba a aquella mujer ahora, la necesitaba entera y ya. Su coño por reventar, y sólo ella podía darle lo que necesitaba.

Pero de repente la pasión se vio interrumpida cuando alguien tocó la puerta y las hizo descender violentamente de la nube de sensualidad en la que las dos habían estado.

—Santana, ¿estás ahí? —sonó la voz de Schuester desde afuera.

La interrupción funcionó como un baldazo de agua helada sobre las apasionadas amantes. Brittany dejó de reclinarse sobre Santana mientras ella, con manos temblorosas trataba de guardar sus senos
en el sujetador para después abrocharse la blusa. Brittany la ayudó a bajar del escritorio en el que segundos antes habían estado a punto de hacer el amor, y la ayudó a organizar su ropa y comprobar que visualmente no delataran lo que acababa de pasar.

—Adelante —dijo Brittany tratando de que su voz sonara normal.
Schuester entró en la oficina sonriente.

—Brittany, así que estás aquí —dijo el hombre.

—Sí, aquí estoy.

—Me imagino que se están conociendo mejor —añadió Schuester.

No se imagina cómo, pensó Santana.

—Sí, algo así —dijo Brittany—. Pero yo ya me iba.

Brittany comenzó a alejarse, pero Schuester la detuvo.

—Espera un segundo, lo que tengo que decirle a Santana te interesa, y de paso me evitarás subir a buscarte.

—¿De qué se trata? —preguntó Brittany intrigada.

—Mañana muy temprano habrá una reunión del señor Johnstone con quienes piensan concursar por el proyecto Miraland. Obviamente Santana y tú deben estar allí.

Brittany asintió.

—¿Y qué es lo que quiere Johnstone?

—La verdad no lo sé —respondió Schuester—. Sólo sé que es algo muy importante.

—Está bien —dijo Brittany volviendo a caminar hacia la puerta—. Entonces mañana en la oficina de Johnstone.

—¿Te marchas? —preguntó Schuester—. No era mi intención interrumpir, veo que Santana y tú se estaban conociendo.

Santana enrojeció profundamente. ¿Acaso Schuester había notado que ellas,? Trató de mirarse y ver si su ropa o su cuerpo la delataban, pero no vio nada que la comprometiera.

—No se preocupe, Schuester, quizás haya sido mejor así —dijo Brittany.

Y aunque Santana sabía que así era, no pudo evitar sentirse un poco molesta por lo que había dicho Brittany: ¿acaso no la deseaba tanto como ella la deseo? ¿Acaso no había sido la rubia quien la había incitado y la había llevado a ese grado de deseo y sensualidad? Era una maldita arrogante: ¿acaso el besarla e incitarla habían sido parte de su torcido plan para vengarse por lo de esa mañana y por lo que ahora se decía en la empresa?

—Sí, así es —dijo ella hablando por primera vez después de que perdiera el control de su vida—. Quizá fue lo mejor.

—Vaya, Santana, pensé que te había comido la lengua el ratón —dijo Schuester—. Estabas muy callada.

—Eso le sucede a muchas mujeres cuando quedan frustradas ante la necesidad de algo —se atrevió a decir Brittany.

—O a las que están molestas con alguien —se defendió Santana—. No haga caso, señor Schuester.

—Si tú lo dices, —concluyó el hombre—. Es mejor que me retire.

—Yo salgo con usted —dijo Brittany.

En pocos instantes Santana volvió a quedarse sola y su mente trató de analizar lo que había pasado instantes atrás.

Si Schuester no hubiera interrumpido, a esa hora tendría que estar arrepintiéndose de haber hecho el amor con Brittany. Ella estaba a punto de follarla sin contemplaciones sobre su propio escritorio y ella sólo pudo responder jadeando como una gata en celo, dichosa por la posibilidad de entregarse a esa mujer.

La joven caminó hacia la ventana y la abrió para que entrara el aire fresco de la tarde y calmara el calor de su cuerpo insatisfecho.
Todavía no podía creerlo. Había estado a punto de permitir que Brittany Pierce, la mujer más horriblemente arrogante y
espantosamente sexy del mundo le hiciera el amor a tan solo unas pocas horas de conocerla.

¿Qué te pasa, Santana? Tú nunca habías actuado de manera tan irreflexiva y tan impropia. Nunca te has entregado alguien casi desconocido y nunca has actuado de manera imprudente en cuanto al sexo.

Pero también era cierto que jamás se había sentido tan atraída por una mujer como por Brittany. ¿Por qué? Si ni siquiera se llevaban bien. Quizás era que llevaba mucho tiempo sin una pareja. No. Eso no era, pues jamás había sido tan apasionada con nadie, incluso se llegó a considerar fría. Tal vez eran los astros o la posición de la luna y el sol: tendría que ser algo así porque no conseguía explicarse nada de otro modo.

¿Y ella? ¿Qué la había llevado a comportarse así? Bueno, sin duda la deseaba: cuando había levantado el rostro hacia ella y había visto el deseo notó que la atracción era mutua. La forma en que la había tomado en los brazos, en que la había besado, en la que había tocado y probado sus pechos casi que con adoración no podían ser falsas: quizás en un primer momento había tratado de humillarla con su beso, vengarse por la forma en que la había desafiado en la mañana, pero la forma en la que se dieron las cosas demostró
que la atracción entre ellos era total. Sí, ella había quedado frustrada por la interrupción de Schuester, pero ella también, pues la deseaba tanto como ella a Brittany.
¿Y ahora qué?

Brittany se había ido sin mediar más palabras con ella. ¿Cómo debía reaccionar ante ella cuando la viera? ¿Cómo controlar la vergüenza al volverla a ver si en el encuentro anterior ella había estado lamiendo sus pechos mientras ella jadeaba invitándola a continuar?

Lo mejor era tratar de olvidar que ese incidente había pasado. Sí, eso era, olvidar. Olvidar por completo ese cuerpo magnífico, esas manos que sabían acariciar tan bien, esa boca que podía conducirla
al deleite.

Ya deja de pensar en ella y ponte a trabajar. Hay un proyecto muy importante y no estás para perder el tiempo.

Santana se dirigió a su escritorio, el mismo que minutos atrás le había servido de cama provisional. Se obligó a dejar de pensar en eso y quiso con todas sus fuerzas concentrarse en el proyecto, pero sólo conseguía seguir pensando en Brittany Pierce.

Brittany azotó la puerta en cuanto entró a su oficina. ¿Qué demonios hiciste?, se preguntó enfadada.

Por un lado su mente le decía que había cometido el error más grande de su vida: besar y acariciar a esa maldita bruja. ¿Cómo pudo hacerlo? Esa mujer era su enemiga, la persona que se había atrevido a desafiarla y por la cual ahora todos en la empresa se reían de ella.

Pero por otro... ¿Cómo resistirse a semejante belleza? En cuanto la tuvo cerca de ella, pegada a sí, supo que no podría resistirse y la verdad era que su cuerpo no quiso hacerlo tampoco. Era demasiado bella, demasiado deseable. Así que había dado rienda suelta a sus impulsos y la había besado. Y el beso había conducido a lo demás.

Mientras caminaba por su oficina con pasos ágiles y nerviosos, su cuerpo se estremeció al recordar el contacto maravilloso con el cuerpo de esa mujer. Su boca era dulce y sensual: sus labios eran llenitos y ella los había besado, lamido y chupado para encontrar en ellos el veneno más delicioso y embriagante. Su cuerpo era un verdadero sueño: esa cintura pequeñita, esas nalgas redondeadas y esos pechos firmes estaban destinados a la pasión.

El cuerpo de Brittany volvió a encenderse al recordar los adorables senos de Santana. Eran llenos, firmes y redondos, tan llenos y suaves como jamás los había visto. Antes que desabrochar la blusa y sacarlos del sujetador, había pensado que eran de silicona, pero en cuanto los tuvo en sus palmas notó que eran hermosamente naturales: suaves al tacto, dóciles y con mucha sensibilidad.
Lo que más le impactaba era que Santana había igualado su pasión. Aunque primero trató de alejarse de ella y hasta la abofeteó, esa mujer también había sido presa de esa sensualidad que las había envuelto a las dos y que por poco los lleva hasta el final. Era notorio que la atracción era mutua y que ella tampoco había podido resistirse a lo que las dos habían vivido en esos minutos en que dieron rienda suelta a lo que sentían.

Ese breve encuentro la había dejado anhelante, pero no sólo de la pasión que le había sido negada, sino de algo más, algo que no atinaba a describir con precisión. Era como si besarla y tenerla entre sus brazos le brindara algo nuevo y desconocido. Con ella se sentía diferente. ¿Por qué? No, eso eran impresiones suyas: era sólo que se había quedado a medias y por eso pasaba por esa extraña sensación.

Y si Schuester hubiera llegado unos instantes más tarde, las había encontrado en el punto de no retorno. Por una parte lo agradecía, pues no habría sido sensato follar con Santana sobre el escritorio. Y
sin embargo, ahora mismo se preguntaba qué tan magnífico habría sido tener las piernas de esa mujer rodeándola por la cintura, qué tan grandioso habría sido entrar en ella una y otra vez hasta llegar juntas al clímax.

Molesta se dirigió a su silla y se dijo que debía dejar de pensar en ella. Lo que había pasado era insensato por más placentero que hubiera sido. Lo mejor era evitar a esa mujer, sí evitarla a toda costa: lo que menos quería era liarse la vida teniendo sexo con una bruja como esa, por más erótica que fuera. Nuevamente, trató de concentrarse en el proyecto, pero lo único que consiguió fue pensar en Santana y revivir en su mente lo que había pasado una y otra vez.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por 3:) Mar Ene 17, 2017 9:57 pm

esto si que es pide de guerra jajaja
a ver que pasa en la dichosa reunión???
y sobre todo si van a poder estar separadas una de la otra si en el primer encuentro pasa eso????
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por micky morales Mar Ene 17, 2017 10:14 pm

excelente fic, este par van a hacer estallar los cimientos de esa empresa!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Ene 18, 2017 2:48 am

CAP. 5

TODO era actividad esa mañana en HomeLight. Los arquitectos estaban algo ansiosos por la reunión a la que habían sido citados por el señor Johnstone, sabían que se trataba de algo determinante sobre el proyecto Miraland. Santana había llegado muy temprano y había tratado de ajustar algunos detalles de lo que llevaba de su
propuesta, pues quizás Jonhstone quería algún adelanto. No había dormido bien. Primero, las imágenes vívidas y las sensaciones en su cuerpo por la experiencia sensual no la dejaban conciliar el sueño. Cuando por fin lo logró, tuvo sueños inquietantes en los que Brittany completaba lo que había comenzado a hacer. Se levantó más agotada de lo que se había acostado y furiosa consigo misma se dijo que debía de dejar de pensar en esa maldita rubia.

Así que había hecho acopio de toda su fuerza de voluntad y de su concentración para invertirlos en lo que era realmente importante: el proyecto.

Santana levantó la mirada y observó que la sala de juntas se iba llenando poco a poco por los arquitectos. Ya los conocía a casi todos. La habían recibido con amabilidad y le habían ofrecido su ayuda para lo que Santana necesitara. Instantes después llegó ella.
Santana no pudo evitar ponerse un poco nerviosa, aunque intentó disimularlo bajando su rostro y fingiendo que leía sus anotaciones.

La observó de reojo y vio que estaba tan bella como el día anterior. Ahora llevaba una camisa de color negro y chaqueta blanca, y aunque esa combinación ya la había visto en otros hombres y mujeres, a ninguno se le veía tan magnífica como a ella.

Brittany había entrado en la sala y se había sentado en el lado opuesto al que estaba Santana. Se dijo que era más por cuestiones prácticas: nada tenía que ver el deseo de poder observarla durante toda la reunión, claro que no.

En cuanto entró ella había bajado el rostro y se había puesto a leer algo. Así que aprovechó para estudiarla de manera abierta. Estaba más hermosa que el día anterior.

Tenía la preciosa melena agarrada en una coleta alta y la blusa de color azul claro a duras penas ceñía los pechos que parecían querer salir de su confinamiento a través del borde del escote. De nuevo la
excitación la hizo presa al recordar el tacto y sabor de esos pechos.

A través de la mesa de vidrio notó que llevaba una minifalda negra que revelaba las larguísimas piernas fundadas en medias de seda, una imagen que le provocaron ganas de pasar sus manos por ellas
para comprobar la suavidad.

Concéntrate en otra cosa, Brittany, tu mente no va por buen camino, se dijo.

Se obligó a desviar la mirada hacia otro grupo de arquitectos y notó que dos de ellos también tenían su mirada fija en Santana. Uno de ellos no quitaba la mirada de sus abundantes pechos y parecía querer devorarla con los ojos.

Brittany montó en cólera. ¿Cómo se atrevían a mirar así a Santana?

—Buenos días, arquitecto Artie —dijo Brittany en su afán por hacer que la atención del hombre dejara a Santana.

El aludido se removió un poco nervioso.

—Buenos días, Pierce.

—Me parece que está algo distraído esta mañana —afirmó Brittany.

—¿Yo? No. claro que no. en absoluto.

—Es mejor que esté atento a las indicaciones de Johnstone si aspira participar en la convocatoria.

—Sí. así será.

Brittany se sorprendió por lo que había acabado de hacer. ¿Por qué le había afectado tanto que ese hombre mirara de manera lasciva a Santana? ¿Por qué se había enfadado tanto si jamás había sido celosa o posesiva con ninguna mujer?

Quizás era la novedad; nunca había conocido a nadie como ella y todo lo que la rodeaba la intrigaba y la hacía actuar de manera extraña. O tal vez era la frustración sexual por el acto interrumpido e
inconcluso entre ellas.

La noche anterior había dado muchas vueltas en la cama tratando de dormirse, pero la imagen de esa maldita bruja semidesnuda, jadeante debajo de ella la había atormentado todo el tiempo.
Y ahora la tenía allí, frente a ella: hermosa, sensual y distante.

—Buenos días —dijo Johnstone entrando en la sala—. Lamento la demora, estaba hablando con los dueños de Miraland, ultimando detalles para lo que tengo que decirles.

El hombre se sentó en la cabecera y la atención de todos se concentró en él.

—El motivo de la reunión es ultimar algunos detalles sobre el proyecto más importante de este año. Como les dije antes, Miraland tiene unas condiciones específicas para el proyecto, pero antes de
decírselas quisiera escuchar cual es el concepto de base que han pensado para el diseño.

Por un instante los arquitectos se quedaron en silencio. Algunos de ellos se miraron algo asustados, pues muy seguramente aún no habían pensado en el concepto.

—¿Nadie ha pensado en el concepto de base?

Santana miró por un instante a sus compañeros y a pesar de sentirse algo cohibida por ser la nueva del equipo, se decidió a hablar.

—Yo. he pensado en algo —dijo con voz tímida.

—Cuéntanos, Santana.

—Pienso que el concepto de base tiene que estar relacionado con el confort, pero también con la elegancia.

Santana continuó hablando por unos instantes. Sus palabras eran claras y precisas, muy inteligentes y revelaban la claridad sobre la propuesta de la joven. Todos estaban admirados. Y la más sorprendida era Brittany.

Así que además de ser extremadamente hermosa era inteligente.
En cada expresión Brittany pudo notar que la joven no estaba improvisando, que conocía el tema y que muy seguramente había estado trabajando mucho en el concepto para su propuesta en el proyecto Miraland.

Era sorprendente. Generalmente las mujeres que lograban grandes éxitos eran inteligentes pero no bellas; y las bellas llegaban lejos no precisamente gracias a su inteligencia. Pero esta sí. Santana era una mujer única: hermosa, valiente e inteligente. además de apasionada. ¿Qué otras facetas desconocía de ella?

Nuevamente sintió admiración por ella. No era fácil abrirse campo en un mundo de hombres y menos siendo una mujer joven y hermosa que debe demostrar que vale por su talento y no por su belleza. Sí, sentía admiración.

¿Admiración?

No.

Claro que no.

Estaba intrigada. Eso era. Brittany Pierce no admiraba a nadie, a nadie más que así misma.

Alejó esos pensamientos conflictivos de su mente y se dedicó a concentrarse en la reunión.

—Muy bien, Santana —dijo Johnstone cuando ella terminó de hablar—. Me gusta tu propuesta, me gusta ese concepto. ¿Alguien más quiere exponer lo que ha pensado?

De nuevo el silencio se hizo en la sala.

Entonces fue Brittany quien se decidió a hablar.

—Yo he pensado algo.

En los siguientes minutos, Brittany habló de su propuesta y esta vez el turno de maravillarse fue de Santana. Hablaba como la experta que era, sin titubeos, con claridad y plenamente consciente de la excelencia de su trabajo. Era una verdadera lástima que una mujer tan brillante fuera tan soberbia.

¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué no era como los demás, dispuesta a reconocer el trabajo de otros, a respetar a los demás y a no creerse superior?

Mientras Santana la observaba recordó lo que había pasado entre ellas y de nuevo la calurosa sensación la envolvió.

Aquí no, se dijo.

—Muy buen concepto, Brittany —dijo Johnstone cuando la rubia terminó de hablar—. También me gusta. ¿Alguien más tiene alguna propuesta?

Durante unos instantes, ninguno de los presentes habló.

—Parece que nadie más tiene nada —dijo Johnstone con un poco de molestia—. Les recuerdo que el concepto de base es lo principal en todo proyecto, y que sin él cualquier diseño carece de sentido. Parece que por ahora sólo Santana y Brittany se han tomado en serio la propuesta, y aunque parece que el tiempo sobra no podemos dormirnos con esto. ¿Está claro? Los arquitectos asintieron.

—Bien. Los cité porque Miraland tiene algunas condiciones específicas.

En los siguientes instantes, Johnstone habló de lo que pedía Miraland.

—Finalmente, los dueños de Miraland son muy tradicionalistas: por sobre todas las cosas creen en la cooperación y en el trabajo en equipo. Así que nos han dicho claramente que no aceptarán la propuesta si viene de un único proponente.

Todos en la sala se removieron inquietos.

—La convocatoria no lo decía —dijo uno de los arquitectos.

—Sí, es verdad. Para ese momento no conocíamos esa condición. Imagino que cada uno ha estado trabajando por su cuenta. pero tengo dos opciones que posibilitarían la solución de ese problema. La primera de ellas es que, como hemos hecho en algunos casos antes, el arquitecto cuyo diseño resulte ganador acoja algunas de las propuestas de los otros arquitectos y las incorpore a su trabajo para formar equipo. La segunda es que ahora mismo conformen equipos de trabajo y fusionen lo que han hecho.

Todos quedaron en silencio por algunos segundos. Algunos de ellos se miraban y comenzaron a murmurar.

—Piénsenlo bien antes de darme ninguna respuesta: lo que se decida hoy aquí será definitivo.

Santana estaba algo confundida. No sabía cómo sería eso de incorporar la propuesta de alguien más a la propia. para ella era mucho más viable el trabajo en equipo: formar un grupo cuyas ideas se mezclaran para hacer el mejor trabajo.

—Considero que podríamos trabajar en equipo. Dado que todavía hay algunos que no han trabajado el concepto de base podríamos crear grupos y trabajar sobre lo que se ha propuesto hasta ahora. Además sería mucho más sencillo y más coherente que incorporar partes de otra propuesta a la ganadora al final del proyecto.

Johnstone asintió.

—Me suena la idea. ¿Están de acuerdo?

Un murmullo de "sí" fue escuchado en la sala.

—No —dijo con firmeza Brittany—. Yo no estoy de acuerdo. El trabajo en equipo sólo posibilita a la demora en la entrega, al equívoco y a la disparidad en la propuesta. Además nuestras formaciones son distintas, nuestros modos de pensar también, no saldrá nada coherente de ello.

Santana sintió que montaba en cólera.

—Lo será si se trabaja en conjunto. No se trata de aportar pedazos para formar una colcha de retazos se trata de cooperar activamente y hallar puntos de encuentro —dijo comenzando a enfadarse.

De nuevo Brittany ardió. ¿A esa mujer nunca se le iba a quitar la costumbre de retarla y desafiarla? Era increíble que la retara ahora delante de los arquitectos y delante del mismo Johnstone.

—Eso suena muy bonito, pero todos sabemos que es una utopía: siempre es una sola el que arma la propuesta con lo que escasamente aportan los demás. En mi caso no estoy dispuesta en poner mis magníficas ideas para que otros las modifiquen con sus escasos conocimientos o sus pésimos aportes. Me niego a hacer equipo con nadie; y también me niego a incorporar la propuesta de otros en mi trabajo. Si gano ganaré yo sola.

Los presentes quedaron mudos ante el arranque de soberbia de Brittany, aunque no estaban sorprendidos pues ya la conocían desde hacía muchos años y sabían que su personalidad se caracterizaba por ese rasgo.

—Te entiendo, Brittany —comenzó Johnstone—. Pero son las condiciones que pone Miraland. Si tu proyecto resulta ganador, tendrás que incorporar las ideas de otros para formar equipo: de lo
contrario no será aceptada por ellos.

Brittany estaba furiosa. Pero no tenía otra opción. Era el proyecto más importante del año y ella obviamente, como futura ganadora tendría que cumplir las caprichosas condiciones de Miraland.

—Está bien, de los males el menor: la segunda opción es la mejor, así que cuando yo gane, incorporaré las ideas que más me guste de los otros proyectos —si es que se da el caso, añadió para sí.

Santana no podía creer lo que oía: esa patán arrogante estaba dando por sentado que ella sería la ganadora.

—Pues yo sigo opinando que lo mejor es el trabajo en equipo —dijo la joven con terquedad—. Y dado que la mayoría de los arquitectos piensan lo mismo, y que la mayoría gana, esa debería ser la
opción más justa.

De nuevo Brittany se sintió ofendida. ¿Cómo se atrevía esa pequeña arpía a dar órdenes? ¿Cómo pensaba que iban a hacerle caso a una recién llegada y no a ella que era toda una experta?

—Bien. yo. pienso que. si Brittany no quiere trabajar en equipo, no podemos obligarla a hacerlo. —titubeó Johnstone quien conocía a Pierce desde hacía mucho y sabía que no era recomendable
enfadarla.

—Entonces que no trabaje en equipo y que se nos permita a los demás organizarnos —insistió Santana.

—Me temo que eso no es posible —dijo Johnstone—. Las condiciones de participación deben ser iguales para todos.

Santana no podía creer que por la terquedad de un hombre arrogante se tomara una determinación que afectaba a todo un equipo.

—No me parece justo —insistió.

—Santana, por favor —dijo Johnstone—. Creo que lo mejor es que se tome la decisión de que el diseño que resulte ganador acoja algunas de las propuestas de los otros arquitectos y las incorpore a su trabajo para formar el equipo que finalmente se quedará con el proyecto de Miraland.

Santana sintió ganas de argumentar ante todos la injusticia que se estaba a punto de cometer, pero ella sabía que era imposible, que no sería escuchada, que de una u otra forma era Brittany quien iba tomar la decisión. Así que sólo asintió con mucha tristeza en su alma.

Minutos después la reunión terminó y todos fueron saliendo de la sala. Santana abandonó rápidamente el lugar y avanzó por un pasillo hasta que alguien la llamó.

—Santana, espera.

Al girarse vio a Artie, uno de los arquitectos.

—Hola —dijo ella.

—Hola. Quería felicitarte por ser tan valiente —dijo el hombre tomando una mano de la joven.

—¿A mí?

—Sí, eres una mujer valerosa. Nunca nadie se le había enfrentado así a Brittany, y por lo que se rumora no es la primera vez; ayer también la pusiste en su lugar.

Santana sonrió con tristeza.

—Sí, parece que soy demasiado imprudente. Pero es que la verdad no tolero la injusticia.

—Te comprendo. Eres una buena chica. Pero quiero aconsejarte que trates de refrenar tu lengua, por lo menos en cuanto a lo que se refiere a Brittany Pierce: no es muy amable con quienes la enfrentan.

—Yo no le tengo miedo —dijo ella.

—No te digo esto por molestarte, Santana. Es sólo que. Brittany es soberbia y prepotente. Se cree la mejor, y sí, nadie va a negar que es muy buena en lo que hace. Pero también pienso que si encuentra a alguien que rivalice con ella podría ser capaz incluso de tratar de hacerle la vida imposible hasta sacarlo del camino.
Créeme, tu vida aquí podría convertirse en un infierno. Ten cuidado con ella.

Santana valoró el consejo del hombre. Quizás tenía razón. Una mujer con ese genio y esa superioridad podría querer fastidiarle la vida.

—Gracias por tu consejo. Lo tendré en cuenta.

El hombre besó el dorso de la mano que tenía entre las suyas.

—Espero que nos llevemos muy bien, Santana. Me caes bien. ¿Qué te parece si vamos a almorzar?

Santana se dio cuenta que la amabilidad de ese hombre comenzaba a transitar por caminos poco profesionales.

—Gracias, pero tengo un compromiso previo, quizás otro día.

—Claro que sí, pero que no se olvide —dijo él antes de marcharse.

Santana lo observó irse y después se giró para seguir su camino, y se sorprendió al ver a dos pasos a Brittany. Primero se detuvo, pero tomando aire y echando a un lado las advertencias de Artie siguió su camino y pasó junto a ella sin mirarla.

Brittany había observado de lejos el intercambio de coqueteos entre Artie y Santana. El muy infeliz había sostenido la mano de la joven entre las suyas y también se había atrevido a besársela. Lo que más le enfureció fue que Santana se lo permitiera. ¿Qué clase de mujer era? ¿Cómo era posible que no lo hubiera alejado de sí? ¿Estaría contenta de tener la atención de todos en HomeLight para sí?

Lo que más la ofendió es que se atreviera a pasar junto a ella sin mirarla. Así que llevada por un impulso, la siguió hasta el ascensor y entró con ella. Santana no se dio cuenta de que Brittany la había seguido hasta que las puertas del ascensor se cerraron y quedaron solas en el pequeño lugar. No pudo evitar ponerse nerviosa: fuera como fuera esa mujer la intimidaba, y más si pensaba en lo que había pasado el día anterior. Santana extendió su mano para oprimir el botón que la llevaría al piso en el que estaba su oficina, pero Brittany bloqueó el paso y lo evitó.

—¿Podría, por favor, permitirme oprimir el botón? Tengo prisa.

—¿De qué hablabas con Artie? —preguntó Brittany ignorando la petición.

—¿Qué? —preguntó ella mirándola—. No entiendo.

—Te tomó una mano entre las suyas y hasta te la besó.

Santana abrió mucho los ojos por la sorpresa. Brittany le estaba reclamando como lo haría una novia celosa.

—No tienes derecho a preguntarme nada. De cualquier manera, tampoco es de tu interés. Ahora por favor, necesito ir a mi oficina —dijo la joven cruzándose de brazos y alejando su mirada de
la de ella.

—Sí tengo derecho y sí es de mi interés —dijo Brittany acercándose más a ella—. ¿Acaso no es suficiente con que embrujes a una sola arquitecta con tu belleza? ¿Pretendes hipnotizarlos a todos? ¿Es eso lo que quieres? ¿Meterte en la cama con todos los hombres que puedas encontrar en HomeLight?

La sonora bofetada no se hizo esperar.

—No te voy a permitir que me faltes al respeto —dijo ella enfadada—. No tienes derecho de hablarme así.

Brittany sintió que la culpa llegaba a ella con la misma fuerza que el dolor en su mejilla por el golpe. Santana tenía razón, lo que hiciera con su vida era problema de ella. Sin embargo no había podido evitar sentirse furiosa al ver cómo conversaba con el otro, cómo ella le coqueteaba y cómo ella respondía. Eso la había encolerizado y la había llevado a encerrarse con ella en un ascensor.

Rápidamente, Brittany la tomó por los brazos y la aprisionó en los suyos. Los papeles que habían llevado cada uno de ellas cayeron al suelo, pero a ninguna le importó. Sólo importaba el contacto caluroso entre ellos y las mismas sensaciones que las habían llenado la tarde anterior y que amenazaban con volver a aparecer ahora.

—Suéltame —dijo ella tratando de forcejear inútilmente.

—Dime qué hablabas con él.

—Nada. Suéltame —insistió Santana.

—¿Coqueteaba contigo? ¿Te invitó a salir?

—No. sólo me invitó a almorzar —dijo ella.

—No vas a ir ¿me entiendes, Santana?

—No tienes derecho a decirme qué puedo o qué no puedo hacer. Déjame ya.

—Sí tengo derecho. Lo que pasó ayer en la tarde me da el derecho para hacerlo.

Santana dejó de forcejear y enrojeció al recordar lo que habían compartido la tarde anterior, recordando lo que había mantenido alejado de su mente durante el tiempo que duró la reunión e incluso después, aquello que había decidido olvidar a toda costa.

La joven levantó su rostro hacia el de la rubia y notó que en su mirada estaba la misma expresión que el día anterior. No pudo evitar temblar de excitación: estaba de nuevo entre esos magníficos brazos, a centímetros de su cara tenía la boca que había sabido darle tanto placer a sus labios, a su cuello y a sus pechos. Sintió cómo su vagina comenzaba a humedecerse y cómo sus pezones se ponían duros y sensibles. Sin ser consciente de lo que hacía dejó que su peso se reclinara sobre el cuerpo de Brittany para
sentirse más cerca de ella.

Brittany sintió el cambio en el cuerpo de Santana. El pequeño estremecimiento no pasó inadvertido y el hecho de que ella relajara su cuerpo contra el de ella le hizo saber que estaba lista para ella. Así que no demoró más lo inevitable: la besó.

La boca de Santana recibió ansiosa la lengua de Brittany, esa lengua que había extrañado y añorado toda la noche. Su boca la succionó deleitándose en el sabor más incitante que había probado en su vida.

Brittany sintió que la pasión de su cuerpo aumentaba con la respuesta apasionada de Santana: la semi excitación y humedad que había estado tratando de controlar se convirtió en una poderosa fuerza que empujaba hacia fuera. Estrechó más a la mujer que tenía en sus brazos y la hizo sentir el efecto que provocaba en ella.

Los gemidos de la mujer se intensificaron al notar la respuesta apasionada del cuerpo de Brittany. Sus manos femeninas comenzaron a acariciar el cabello de la rubia, empujando su cabeza más hacia ella para no permitirle romper el beso.

Las manos de Brittany bajaron por su cintura y recorrieron las nalgas redondas, las mismas que tanto añoraba morder y besar. Siguió bajando hasta tocar el límite de la minifalda. Luego, con impaciencia tomó la falda por el dobladillo y la levantó dejando al descubierto las piernas largas enfundadas en medias que
llegaban hasta la mitad del muslo y una diminuto tanga negra que cubría el monte de Venus pero dejaba al descubierto los preciosos glúteos.

Con la misma pasión con la que continuaba besándola, las manos masajearon y excitaron las nalgas de la joven. Primero las acariciaba suavemente para después estrujarlas un poco más fuerte y volver a aplicar el masaje delicado.

Santana jamás se imaginó que unas cuantas caricias a sus nalgas pudieran provocarle todo lo que estaba sintiendo. Su vagina estaba produciendo mucho más líquido del que era capaz de guardar y estaba cayendo sobre su tanga, mojándola. Sentía en esa parte de su anatomía una excitación demasiado fuerte; una sensación de añoranza y de vacío que nunca antes había sentido. Sí, las caricias eran magníficas, pero necesitaba algo más: necesitaba esa mujer tomandola ahí.

Santana se sintió intrépida y deslizó sus manos por el cuerpo de la rubia y se posaron sobre la entrepierna de Brittany. La acarició un poco, sintiendo que Brittany comenzaba a mecerse hacia adelante y hacia atrás, acompasando los movimientos de las manos femeninas. La boca de ella la liberó por un instante y soltó un ronco gemido de deleite por lo que ella le estaba haciendo. Santana se
sintió poderosa ante esa respuesta y se decidió a avanzar.

Retomando el beso, la mujer, cuyas nalgas seguían siendo acariciadas por Brittany, buscó el botón y el zipper del pantalón para tener el acceso deseado al centro de placer de esa mujer. En pocos instantes, el pantalón había sido abierto y las bragas halados hacia abajo para dejar acceso.

La muchacha se sorprendió: Nunca antes se imaginó que pudiera haber una vagina tan linda, aunque en el estado en el que estaban linda era el termino menos propicio. Podria decirse suculenta cual manjar. Su mano comenzó a recorrerla para deleitarse con su fuerza y esplendor.

Brittany estaba haciendo acopio de la poca voluntad que le quedaba para no correrse en las manos de Santana. Era el masaje más erótico que había recibido su centro en toda su vida. Las manos suaves y pequeñas la recorrían por entero haciendo una presión suave y a la vez firme.

Entonces ella quiso retribuirla. Una de sus manos dejó las nalgas de la joven y se trasladó hasta el monte de Venus para acariciarlo con su pulgar. Después de unos instantes, ese mismo dedo se metió por el elástico de la tanga y sintió la piel saliente de la joven. Estaba depilada y eso le encantaba. La piel era suave y tersa. Añadió los dedos índice y corazón a la caricia y descendió un poco más para abrirse paso entre los labios vaginales que ocultaban la perla del placer.

Santana abrió un poco las piernas para darle acceso a esos magníficos dedos que la exploraban con tanto deleite. Sintió cómo aprisionaban su clítoris y lo oprimían para después liberarlo y volver a hacer lo mismo. La muchacha comenzó a gemir más fuerte, comenzó a mover las caderas con una cadencia suave e
incitante y aceleró la velocidad del masaje que propinaba a la vagina de Brittany.

La rubia siguió masajeando las nalgas con una mano y el clítoris con la otra. Los dedos traviesos ahora se internaron más en los labios y encontraron la entrada. Allí el dedo corazón se aventuró y
encontró la abundante humedad que le daba facilidad de acceso. Estaba tan excitada, tan caliente que pensó que se correría con solo entrar. Al dedo corazón se unió el índice y entre los dos sondearon la cavidad que se adivinaba un tanto estrecha pero muy lubricada.
Santana gimió más fuerte y separó su boca de la de Brittany.

—Ah, Brittany —dijo ella en medio de un gemido.

—Santana, eres magnífica aquí: estás tan calientita y húmeda —dijo ella antes de volver a capturar esa boca con la suya.

Los dedos inquietos comenzaron a entrar y a salir de la cavidad mientras que el pulgar tomaba posición sobre el clítoris para masajearlo. La mujer comenzó a aumentar el ritmo sus caderas y Brittany entendió que debía ir más rápido; así lo hizo.

Santana estaba enloqueciendo de placer. Esos dedos la estaban excitando como nunca antes lo había hecho nadie en su vida. El masaje a su vagina y a su clítoris la estaba llevando a un punto máximo de placer y sabía que pronto estallaría. Su boca, todavía fundida en un beso con la de Brittany, no dejaba de emitir
gemidos placenteros y sus manos ahora apretaban con más fuerza la abertura que acariciaba. Y entonces sucedió. Santana tuvo un orgasmo: el mejor y más fuerte de toda su vida. Sintió que las paredes de su vagina de estremecían arrojando el líquido del placer sobre los dedos de Brittany mientras que el clítoris palpitaba haciéndola enloquecer de placer. Su boca se liberó del besó y comenzó a gemir con el éxtasis mientras apoyaba su frente en el cuello de la rubia.

Brittany no pudo evitar correrse entonces. Las manos de Santana masajeaban tan deliciosamente y al oírla llegar a su placer ya no aguantó más. Sus fluidos saliendo de su orificio despedido hacia las manos de Santana mientras el cuerpo de la rubia se estremecía y por sus labios salían los gemidos roncos que delataban
más su clímax.

Tardaron unos segundos en recuperar la respiración, en descender de la nube de placer que las había envuelto y en retornar a la realidad con el peso de la conciencia que les mostraba la atrocidad que habían cometido.

Brittany sacó un pañuelo y secó las manos de Santana y su vagina antes de secarse ella misma y volver a acomodarse la ropa.

Después, y ante el atolondramiento del que todavía era víctima Santana, le acomodó la tanga y le bajó la falda: las dos quedaban así vestidas de nuevo. El olor a sexo en ese ascensor era muy fuerte, pero no podía hacer nada para evitar eso.

Santana todavía no podía asimilar lo que acababa de pasar.
¿En realidad había tenido un escarceo sexual en un elevador con una mujer a la que detestaba? No. No podía ser. Seguramente era su imaginación o quizás una pesadilla.

—Santana, ¿estás bien? —preguntó Brittany viendo la confusión en la cara de la joven.

Ella no podía hablar, era como si la voz se le hubiera perdido. Sólo negó con la cabeza.

—Te llevaré a tu oficina, allí podremos hablar.

Brittany pulsó el botón que los llevaba al piso donde Santana tenía su oficina. Mientras el ascensor se movía, Brittany levantó los documentos de Santana y se los entregó. La joven los recibió con las manos temblorosas.

Posteriormente ella se inclinó de nuevo para tomar sus propios papeles. En ese instante la puerta del ascensor se abrió y Santana salió de él corriendo.

—Santana, espera —dijo Brittany yendo tras ella, pero la joven había sido más rápida y había desaparecido por el pasillo.

Aunque Brittany sabía donde quedaba la oficina de la joven, decidió no seguirla. Estaría tan confundida y afectada por lo que acababa de pasar así como lo estaba ella.

¿Cómo había podido cometer la terrible insensatez de tener un encuentro sexual con una mujer en un ascensor? ¿Y precisamente con Santana, con la mujer más detestable que había conocido en su vida? La más detestable y la más deseable.

¿Cómo resistirse a ella? ¿Cómo evitar desearla y tenerla si ella respondía de la misma manera a su pasión? Recordaba el placer que había sentido esa mujer en sus brazos, y eso había acelerado el suyo: uno de los orgasmos más potentes que había tenido en su vida. ¿Y ahora qué?

Nada. Ahora dejar esto como un delicioso recuerdo, una de sus tantas experiencias con mujeres hermosas. Sí. Esto no debía trascender.

La había deseado desde el inicio y muy seguramente con lo que había pasado su obsesión por ella desaparecería. Sí, seguramente así sería. Después del magnífico orgasmo que acababa de tener esa mujer estaría fuera de su mente y ella podría retomar su relación con Marley sin que ningún pensamiento sobre Santana
la atormentara.

Incluso, esa absurda posesividad que la había conducido a todo esto también desapareciera y entonces Santana y todo lo que se relacionaba con ella estaría fuera de su mente para siempre
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por micky morales Miér Ene 18, 2017 7:39 pm

Si Brittany cree eso, de verdad lo espero!!!! ya estas en las garras de santana lopez!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por 3:) Miér Ene 18, 2017 9:11 pm

ahí aja asta yo me creo lo que dice britt,..
tercer encuentro en dos días y terminan teniendo sexo en el ascensor!!!
si los celos dominan a britt así,.. esto va ser divertido!!!...
3:)
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por JVM Jue Ene 19, 2017 12:26 am

Quedo demostrado que lo contrario se atrae y de que forma!!!!
Vaya forma de conocerse y que manera de sentirse atraídas que estando juntas no pudieron detenerse.
Además morí con Britt posesiva celosa jajajaja, no dejara que la morena hable con nadie después de lo que paso entre ellas.
Ojala que trabajen en su proyecto juntas, así pueden aprovechar el tiempo juntas jajajaja
* Ame la historia, gracias por traernosla !!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Ene 19, 2017 12:39 pm

CAP. 6


ERA ya muy tarde. Tenía que irse a casa. El sol se había ocultado hacía ya algunas horas, pero Santana todavía estaba en su oficina. Quería dejar lista esa parte del trabajo para comenzar con el nuevo a la mañana siguiente. En su afán por presentar un buen trabajo para el proyecto Miraland, Santana se había quedado toda la semana trabajando hasta tarde en su oficina. Casi no salía, no hablaba con nadie y a todos los que le preguntaban les decía que estaba muy concentrada en su labor. Pero ella sabía que eso no era cierto. La verdad era que necesitaba evitar encontrarse con Brittany a toda costa. Desde esa mañana no la veía. No quería. No podía. Todavía en estos momentos, una semana después, se sentía confundida con lo que había pasado. Era la hora en que no podía explicarse cómo ni por qué había sucedido aquello. Cerró la agenda que estaba sobre la mesa y comenzó a recoger sus implementos para organizarlos.
¿Qué había pasado?
¿En realidad había permitido que Brittany la tocara de aquella manera? ¿En realidad la había tocado a ella? ¿De verdad había tenido un orgasmo? Y no cualquier orgasmo: uno muy fuerte, muy intenso, como no recordaba haberlo tenido antes. ¿Por qué?

La atracción que había experimentado por esa rubia había sido intensa desde el inicio y al ser mutuo era natural que algo así pasara si daban rienda suelta a eso que sentían. No obstante no era lo correcto. Ella no era así. Nunca se había comportado de ese modo en su vida. Y muy seguramente ella estaría pensado que era una ramera que se arrojaba a los brazos de cualquiera.

¿Y por qué le afectaba eso? Al fin y al cabo no había ninguna relación entre ellas. No eran novias ni amantes, no había la intención de serlo. Pero le molestaba que ella se llevara una imagen distorsionada de ella.

Sin embargo no había ya nada que hacer. Las cosas habían pasado y lo mejor era seguir evitándola como lo había hecho durante esa semana: no importaba que tuviera que llegar más temprano, salir más tarde y evitar almorzar a la misma hora que los demás. La idea era no verla. Santana terminó de guardar sus pertenencias, tomó su bolso y salió de la oficina. Los pasillos del piso estaban oscuros porque las luces estaban apagadas. Seguramente ya todos estarían en sus casa y ella la última como todos los días. Se detuvo frente al elevador y lo llamó. Sorpresivamente vio que estaba en un piso superior y esperó. Instantes después las puertas del ascensor se abrieron y entonces se sorprendió: Brittany estaba allí.

Aunque Santana no lo sabía, Brittany también se había quedado hasta tarde ese día, no porque la estuviera eludiendo sino por todo lo contrario, porque se había enterado de que era la última en salir y había decidido quedarse para verla.

En esa semana en deseo inicial que había sentido por Santana se multiplicó. Si bien esa tarde se había dicho que éste desaparecería ahora que había experimentado un orgasmo por Santana y que le había provocado uno a ella, también era cierto que no podía haberse equivocado más. Ahora sí que estaba
obsesionada con ella.

Le parecía verla en todas partes y a todas horas. La atormentaba dormida cuando se colaba en sus sueños para provocarle las sensaciones más placenteras y la atormentaba despierto cuando lograba meterse en su mente con los vívidos recuerdos de la pasión. Algo había cambiado en ella: ahora se sentía un poco diferente. No sabía cómo explicarlo. Quizás era que la necesitaba, que la deseaba demasiado, y algunas cosas ya no eran tan importantes como ese deseo de verla.
Su cuerpo era un volcán que estaba apunto de estallar si no la veía. Cada vez que pensaba en ella tenía una excitación palpitante que duraba por mucho tiempo y que sólo desaparecía cuando lograba dominarse o cuando imaginaba que era ella quien la hacía desaparecer.

Ni siquiera Marley le servía. Al día siguiente de su encuentro con Santana, la mujer había aparecido en su oficina y a pesar de que había tratado de excitarla, no lo había conseguido. Así que le había dicho que la dejara en paz y había dado por terminada su relación. Ya no le interesaba Marley porque en su mente sólo
había espacio para Santana.

La necesitaba. Necesitaba verla, hablar con ella, follarla. Por eso la había esperado esa noche. Porque tenía que hablar con ella, tenía que verla, tenía que saber qué podía pasar entre ellas.
Santana se sorprendió al verla. Abrió mucho los ojos y dio un paso hacia atrás. Se veía realmente hermosa. Tenía la larga cabellera suelta, como el primer día en que la vio y su ropa ajustada delineaba los preciosos contornos de su cuerpo: sus pechos, tan llenos y hermosos como los recordaba, sus muslos y nalgas tan redondos y perfectos y su cintura pequeña. Su coño palpito ante la belleza de la
mujer. Por su parte, Santana también la contempló. ¿Cómo no hacerlo cuando era el espécimen más magnífico de su especie? Tan alta y tan imponente como siempre. Su camisa de color verde sólo acentuaba el azul de sus ojos perfectos, la majestuosidad de su cuerpo.

Recordaba la fascinante sensación de recostarse sobre ese pecho fuerte, el deleite de esas manos acariciando sus nalgas, de esa boca surcando la suya y de esos dedos explorándola a fondo. Sin poder evitarlo su cuerpo reaccionó con pequeños espasmos de preparación que llegaban de todas partes para posarse en los pezones y en su vagina preparándola para ella. Pero no. No podía ser. Lo mejor era alejarse, no verla más. Santana se giró con la clara intención de volver a su oficina.

—Santana, por favor, espera —dijo ella alcanzándola y tomándola por un brazo con delicadeza.

—Suéltame —dijo ella sin girarse hacia Brittany.

—No, Santana. Debemos hablar.

Con un solo movimiento, Brittany la giró hacia ella y la tomó por los brazos sin hacerle daño pero inmovilizándola frente a su cuerpo. El único contacto que había entre las dos era el de las manos de Brittany sobre los brazos de ella, pero así de mínimo y de leve, no podían dejar de sentir el calor que pasaba de la una a la otra.

—No hay nada de qué hablar —dijo ella mirándola a esos hermosos ojos hermosos.

—Sabes que sí, sabes que tenemos una conversación pendiente desde hace una semana — insistió ella.

Santana bajo el rostro y se sonrojó.

A Brittany le encantaba que ella se sonrojara: era un gesto tan genuino y tan dulce; quiso besar esas mejillas rojitas de vergüenza.

—Yo. no creo que. sea necesario hablar de. eso —dijo ella.

—Yo creo que sí. Santana lo que pasó ese día en el ascensor.

—Es algo que debemos olvidar —interrumpió ella con firmeza, levantando el rostro y soltándose de Brittany—. Estoy arrepentida de lo que sucedió y es algo que he tratado de borrar de mi mente pues nunca debió haber pasado.

Brittany no sabía por qué, pero esas palabras le dolían. ¿Olvidar? ¿Olvidar que habían llegado a un magnífico orgasmo? ¿Olvidar los besos, las caricias, la pasión? Sí, Brittany pensó que su obsesión por Santana desaparecería después de conseguir ese encuentro, pero ahora se daba cuenta de que no era así. ¿Y ella le decía que debían olvidar?

—¿Ya lo olvidaste? ¿Has conseguido borrar de tu mente lo que pasó? —preguntó Brittany.

—Sí —mintió ella—. Es lo mejor que podemos hacer. Y si me das permiso, me retiro, quiero irme a descansar.

Santana trató de pasar junto a ella para dirigirse al elevador, pero de nuevo ella la retuvo.

—Suéltame —reclamó ella.

—No hasta que me mires a los ojos y me digas que ya no recuerdas los besos, que se te olvidó cómo gemías en mi boca cuando acaricié tus preciosas nalgas, que ya borraste de tu mente la forma en que te penetré con mis dedos hasta llenarte de placer, que tu cuerpo ya no recuerda el trepidante orgasmo que te
di. Anda, Santana, dímelo.

Santana se estremeció ante las palabras eróticas que conjuraban lo que había pasado ese día. Era como si se viera transportada a ese momento y la excitación que la había invadido hacia unos momentos regresó a ella con mayor potencia.

—Déjame, Brittany.

—No hasta que me lo digas. Dime que tampoco recuerdas la forma en que me acariciaste, la manera en que devorabas mi boca a la vez que masajeabas mi coño hasta que explotó en un increíble clímax.

—Brittany.

—Santana —dijo ella antes de acercarla a sí y besarla.

Ella no pudo evitar entregarse a esa boca a la que había extrañado tantos días. Volver a sentirla besándola era como beber un trago de agua después de muchos días en el desierto. Era magnífico volver a tener su sabor, su olor, volver a sentir los brazos fuertes rodeándola, volver a percibir el calor de esa mujer mientras se apoyaba en ese cuerpo.
La boca de Brittany no de daba tregua. Primero lamía los labios para después invadir la boca con su lengua y tentar a la suya. Posteriormente succionaba y después volvía a comenzar. ¿Cómo había podido estar tanto tiempo sin esto?
Para Brittany no era diferente. Su cuerpo quedó totalmente despierto en cuanto sintió el cuerpo pequeño y esbelto apretado contra el suyo. Al sentir la respuesta apasionada de Santana no quiso seguir controlando lo que había estado tratando de controlar durante una semana y se dejó llevar.

Los labios de la rubia abandonaron por un instante los de la morena para descender por su mejilla y llegar al cuello para lamer la delicada piel blanca.
Santana sintió que se derretía: adoraba que la besara allí, como había pasado el día en que se conocieron.

La sensación era magnífica. Pero no podía ser. Estaba mal.

—Brittany, por favor. no. no. —decía ella entre gemidos.

—Santana, Santana, princesa —dijo ella dejando de besarla pero sin soltarla—. ¿Qué pasa, Santana?

—No está bien —dijo ella mirándola con ojos atormentados—. Esto no está bien.

—¿Por qué no?

Porque tenía miedo. Nunca antes en la vida había tenido una relación en la que solo estuviera presente el elemento sexual. Siempre había sentido algún tipo de afecto o cariño por la personas con la que estaba y sobre todo había afinidad entre sus personalidades.

Con Brittany no habría nada de ello: eran muy diferentes, pensaban diferente, actuaban diferente y eso constituía una barrera muy grande entre las dos, una infranqueable. ¿Qué podía salir de una relación donde el sexo era lo fundamental?
¿Y si. si terminaba enamorada de esa mujer arrogante, prepotente y mezquina, de esa mujer que muy seguramente era incapaz de amar? ¿Cómo protegería ella su corazón contra ella? ¿Podría llegar a enamorarse de una mujer así?

—Porque. somos muy diferentes —dijo ella.

—Claro que lo somos, princesa: tú eres una mujer morena y yo una rubia.

—No me refiero a eso —dijo ella.

—Ya lo sé, Santana. Sé que las cosas no comenzaron bien entre nosotras, pero déjame demostrarte que somos más afines de lo que pensamos. Por ejemplo, compartimos esta magnífica pasión que no podemos evitar. Una pasión que nació desde el mismo momento en que nos vimos. Anda, princesa, intentémoslo.

Santana seguía temiendo.

—No lo sé.

—Santana, nos deseamos demasiado, tanto que no lo podemos resistir. Llevo una semana pensando en ti día y noche, deseándote y añorándote a cada segundo, ¿crees que puedo vivir así por más tiempo? ¿Acaso no has pasado tú por lo mismo? Me has extrañado tanto como yo a ti, ¿verdad, princesa?

Ella asintió.

—¿Entonces por qué pelear contra esto cuando podríamos entregarnos a lo que verdaderamente queremos y sentimos? Anda, princesa.

La voz de Brittany era tan seductora y sus brazos alrededor de ella tan cálidos y firmes que ella sólo pudo hacer una cosa: rendirse.

Santana busco los labios de la rubia con los suyos para entregarle en un apasionado beso la afirmación que ella estaba buscando. Se besaron con mucha pasión durante unos instantes antes de que Brittany la tomara en brazos y caminara con ella hacia el elevador.

—¿Otra vez en el ascensor? —preguntó Santana con coquetería rompiendo en beso un momento.

—No, princesa. A mi oficina.

En pocos instantes el aparato las llevó hacia el último piso del edificio y allí Brittany se dirigió con su preciosa carga hacia su oficina. Aunque estaba a oscuras, las luces de la ciudad se colaban por los enromes ventanales iluminando con suavidad el lugar. La rubia avanzó con Santana y la acostó sobre el sofá que había junto a una de las ventanas para después reclinarse sobre ella.

Las manos de Brittany parecían estar en todos lados: su rostro, su cuello, sus pechos, su abdomen, sus piernas y sus nalgas. No hubo lugar donde la rubia no tocara ni acariciara para incitar.

Santana no se quedaba atrás. Sus manos también recorrieron el cuerpo que tanto había añorado y que por fin ahora tenía con ella. Los músculos poderosos se tensaban bajo sus manos maravillándose con el toque. La ropa se convirtió en una barrera demasiado insoportable. Casi con furia Brittany le quitó todas las prendas a Santana mientras se besaban y se acariciaban. Cuando quedo completamente desnuda, Santana se sintió deliciosamente expuesta ante la mirada deseosa de
Brittany. Añoró con todas sus fuerzas que su cuerpo fuera del agrado de esa mujer tan magnífica.

Mientras Brittany la observaba embelesada, ella tuvo el descaro de pasar sus manos por sus pechos y masajearlos un poco antes de pellizcarse los pezones. Después una de sus manos acarició su cuello mientras la otra bajó por su vientre y sus dedos inquietos acariciaron su clítoris a la vez que movía sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Sus labios soltaron un gemido sensual antes de que Brittany perdiera el poco control y se abalanzara sobre ella para besarla con sensualidad y ardor.

La Rubia la tomó por las muñecas y se las puso sobre la cabeza.

—Quédate quieta, princesa, la exclusividad de tu cuerpo es mía esta noche.

Santana sonrió antes de que ella volviera a tomar posesión de la boca femenina. Durante un enorme rato, la besó de muchas maneras y la castigó sosteniéndole las manos para que ella no pudiera tocarla. Después dejó su boca y comenzó a bajar por el cuerpo femenino para atacar con sus labios los pechos que tanto recordaba. De nuevo sus manos los acunaron y los acariciaron antes de lamer uno de los pezones que estaba completamente erecto.

Santana gimió con verdadero deleite: recordó la magnífica sensación de tener a esa mujer mimándole los senos, lamiendo y recorriéndolos con gentileza. La lengua de Brittany pasó por un pezón y después por otro provocando que su vagina produjera más jugos: había oído de mujeres que se corrían con el simple toque de los pezones, pero jamás le había sucedido a ella. Su parte más femenina latía mientras esa lengua hacia lo que quería con sus duros botones.

De súbito, la boca de Brittany se posó sobre uno de los pechos y comenzó a succionar mientras que con sus dedos acariciaba el otro. Eso provocó que Santana tuviera el primer orgasmo de la noche. Como si un montón de estrellas cayera sobre su cabeza, Santana sintió trepidar las paredes de su vagina y sintió cómo se deslizó el líquido de la pasión. Su cuerpo entero se convulsionó con los exquisitos espasmos que la recorrieron y la dejaron jadeante.

Brittany estaba verdaderamente maravillada con Santana. Nunca antes había visto correrse a una mujer con la sola estimulación de los pechos. Pero eso era explicable porque Santana no era cualquier mujer: era la mujer más erótica y apasionada que había conocido en su vida.

Brittany abandonó los pechos de la joven y volvió a besar su boca.

—Princesa, eres tan sensual, tan dulce, tan apasionada —dijo antes de volver a lamer el cuello y bajar hacia los pechos que estaban absolutamente sensibles al tacto.

Santana sintió que los espasmos se iban alejando, y aunque pensó que allí quedaría todo, estaba equivocada.


La boca de Brittany ahora se deslizó por el vientre plano de la joven y mordisqueó por donde iba pasando, incluso dedicó un poco de tiempo al ombligo. Luego bajó más con la lengua tocó levemente la sensual hendidura al final. Santana volvió a estremecerse y a sorprenderse. Había tenido un orgasmo y pensó que el deseo
desaparecería de ella, pero no fue así; ahora éste parecía volver renovado.
Brittany ubicó su cabeza en medio de las piernas de la joven y las separó un poco, después, con su dedo pulgar tocó el clítoris para estimularlo, lo que hizo que Santana soltara un dulce gemido de placer.

—¿Te gusta así, princesa? —Preguntó repitiendo la caricia—. ¿O te gusta más así?

La lengua de Brittany ahora tomó el lugar que había tenido su pulgar y Santana creyó morir de deleite. La cálida lengua comenzó a subir y a bajar por el botón, a lamer los labios haciendo que la excitación aumentara. El toque de esa lengua fue variado: primero la paso de arriba abajo, después comenzó a golpear suavemente y finalmente se internó un poco por la abertura femenina y húmeda.

La morena quería morir de placer. Nunca antes había sentido nada así: nunca antes la habían tocado de esa manera. Lo que estaba sintiendo era la misma gloria concentrada en su feminidad. El segundo orgasmo de la noche para Santana llegó cuando la boca de su amante se cerró sobre su entrepierna y comenzó a chupar el clítoris y los labios. La succión era fuerte y persistente y Santana sintió que de nuevo las sensaciones más placenteras la invadían por entero.

Estaba verdaderamente sorprendida. Jamás había tenido dos orgasmos en el mismo encuentro. ¿Qué pasaba con ella?

De nuevo Brittany dejó de lamer su vagina para volver a la boca y besarla.

—Estás muy mojada, princesa —dijo mientras introducía un dedo dentro de su vagina—. Está lista para mí.

Brittany se alejo de ella y con rapidez se desnudó ante la mirada ávida de Santana por verla sin ropa al fin. No se había equivocado en cuanto a sus imaginaciones sobre el cuerpo perfecto de Brittany. Sus brazos, al igual que sus pechos. Las piernas demostraban que esa chica cuidaba su físico. Sus caderas eran estrechas y sus nalgas redondeadas, eran tan perfectas, que Santana sintió ganas de pellizcarlas.

La rubia, ya desnuda, se acercó a ella tomando en una de sus manos su abertura para acariciarla. Ella la vio por fin, pues la vez del ascensor sólo la había acariciado. Era hermosa. Y quería comerla

—¿Te gusta? —le preguntó ella mientras volvía a reclinarse sobre ella.
—Es. es. es. muy tentadora. —dijo con algo de temor.

Brittany tomó una de las manos de Santana y la llevó hacia su coño para que la acariciara.

—Ya la conocías. y ella. te extrañó tanto.

Santana rió ante el comentario de Brittany: si supiera que ella también la había extrañado. Ella se recostó sobre ella y la besó en la boca a la vez que guiaba la mano de ella en la caricia sobre su coño. Ella la recorrió de arriba abajo como la vez anterior y sintió la magnificencia del miembro.

Brittany bajó su cuerpo sobre el de ella y con la punta acarició el clítoris por unos instantes antes de comenzar a rozar la entrada de la vagina para comenzar a entrar, y aunque la sensación de sentirla así era maravillosa, no podía dejar de tener ante el sentimiento creciendo ahí mismo.

—Brittany. —dijo ella rompiendo el beso.

—¿Qué pasa, princesa?

—Yo. no sé. si esto sea buena idea.

Brittany reconoció el miedo en los labios de Santana y la besó con ternura antes de responderle.

—Princesa, no tengas miedo. No te hare daño. Iremos poco a poco y si te molesta o duele nos detendremos para que tu cuerpo se excite, ¿de acuerdo?

Santana asintió.

Brittany la volvió a besar mientras guiaba su pelvis y sus dedos al coño de Santana. La joven morena fue sintiendo cómo largos dedos llenaba centímetro a centímetro, sin prisa pero sin parar. Brittany observaba su rostro atenta a cualquier incomodidad o dolor que manifestara ella, pero no sucedió. Cuando sus dedos entraron por completo, Santana soltó un suspiro.

—¿Te hace daño, te duele? —preguntó Brittany algo preocupada.

—No. al contrario. —respondió ella entre jadeos—. Se siente maravilloso, nunca antes me había sentido tan llena, tan completa.

Su dulce confesión le valió un beso profundo y deseoso mientras las caderas de Brittany se retiraban un poco de la muchacha para volver a penetrarla empujando con sus caderas su dedos, imitando la penetración varonil.

El gemido de Santana se hizo más agudo y de nuevo Brittany repitió la hazaña. Una y otra vez salió y entro de la exquisita abertura que la aprisionaba como un guante, como si quisiera retenerla dentro de ella para siempre. Era una sensación magnífica e incomparable. Después de unos segundos, Santana comenzó a mecer las caderas para acompasar los movimientos de su amante: quería más, mucho más.

—Ah, más rápido, ah —jadeó a la vez que Brittany aumentaba la velocidad de sus movimientos.

Segundos después llegó el tercer orgasmo de la noche. Santana se sintió sacudida por las sensaciones más maravillosas del mundo: era mucho más fuerte de los otros orgasmos que había sentido, incluidos los dos anteriores. Era algo que simplemente no podía explicar. Sentirse unida a esa mujer del modo más íntimo posible, sentirse en tanta afinidad con ella la hizo experimentar algo que jamás había sentido: una sensación cálida que salía de su corazón. Quiso abrazarla, besarla, decirle lo especial que era para ella. Quiso mimarla, agradecerle, decirle que era el ser más maravilloso de la tierra.

Y al escucharla y sentirla llegar al placer, Brittany también consiguió el suyo. Su cuerpo no pudo evitar contenerse por más tiempo y entonces se corrió sobre ella con más fuerza que nunca. El placer que sintió al regarse sobre el coño de Santana la hizo sentirse magnífica y agradecida: Santana era una mujer maravillosa, única, hermosa. Y le había dado el mejor orgasmo de toda su vida.
Nunca antes había estado tan consciente del cuerpo de una mujer ni del suyo propio después de la pasión. Generalmente se alejaba para limpiarse y vestirse, pero esta vez no quería: quería abrazarla, quería permanecer junto a ella, con ella, sus cuerpos sudorosos y desnudos entrelazados.

No sabía por qué, pero con ella muchas cosas eran diferentes: se había sentido diferente, ella era diferente. Con esa mujer se sentía. se sentía. humilde.

¿Humilde?

No. Eso no podía ser. Claro que no. Era sólo la novedad. Era porque había estado deseándola por mucho tiempo, era porque se había negado durante una semana el placer de enterrarse dentro de ella una y otra vez hasta llegar al placer.
Pero ahora que lo había conseguido. quizás dejara esa obsesión y sobre todo, dejara de pensar en tonterías como que se sentía humilde al hacerle el amor.
No. Seguramente en una o dos noches esas ganas de abrazarla y de besarla después del clímax habrían desaparecido.

Pero por ahora no. Por ahora quería sostenerla en sus brazos, acunarla. Rápidamente cambió la posición de los cuerpos: el de Santana que había estado debajo pasó a estar sobre ella, con su cabeza recostada sobre sus fuertes pechos. La mano de Brittany acariciaba la espalda de la joven y de tanto en tanto bajaba hasta sus nalgas para aplicar el mismo tratamiento.

—¿Estás bien? —preguntó ella.

¿Bien? Vaya ¡Mejor no podía estar! Acababa de vivir la experiencia más sobrecogedora de su vida y ahora esa mujer la sostenía en sus brazos y la mimaba: esto era el cielo en la tierra.

—Sí —se limitó a responder—. ¿Y tú?

Brittany observó el rostro de Santana que se había levantado para encontrar el de ella. Vio una ternura incomparable en sus ojos y deseo mantener esa mirada así por el resto de su vida.

—Muy bien —dijo antes de besarla—. Tan bien que olvidé protegernos. Olvide preguntarte si estas limpia. ¿Por qué no me lo reclamaste, pequeña irresponsable? — preguntó ella cariñosamente tomándola por el mentón.

Santana se sintió un tanto cohibida.

—Yo. es que. yo. no acostumbro a. tener sexo. así. casual. no quiero que pienses.

—Shh —dijo ella antes de acallarla con un beso—. No pienso nada malo de ti, princesa, no lo decía en ese sentido. Me preocupa solamente.

—Ah, pero no te preocupes, estoy en mis días seguros —dijo ella.

—Que bien. Y por tu salud no temas, estoy limpia, siempre me cuido y uso protección, excepto cuando encuentro una pequeña hechicera rubia de ojos oscuros que me encanta con su magia y me hace olvidar todo lo demás.

Santana sonrió.

Jamás se imaginó esa faceta tierna en Brittany. La estaba llenando de halagos y palabras bonitas que buscaban hacerla sentir bien. Nunca pensó que pudiera ser tierna.

—Eres tú quien me hace olvidar todo lo demás —dijo ella—. La hechicera aquí es otra.

—Claro que no. Eres tú quien tiene la magia.

Ella la besó.

—No es así. Tuviste la magia para hacerme llegar tres veces en una sola noche. Nunca me había corrido tanto en mi vida.

Brittany sintió que el pecho se le henchía de orgullo: esa mujer hermosa le estaba confesando que esa noche había sido la más deliciosa de su vida. Era hora de hacer un comentario como los de siempre: que era la mejor amante, la mejor de todas y que era gracias a ella que ella había obtenido su placer. Sin embargo al ver el brillo de los ojos de Santana sólo pudo decir.

—Princesa, la pasión está en ti, sólo hay que saberla despertar. Te aseguro que llegarás al clímax mucho más que tres veces en una noche. Santana la besó.

—¿Tú crees?

—Claro que sí, princesa. Y te lo demostraré ahora mismo. La boca de Brittany tomó la de Santana y de nuevo volvieron a demostrarse lo mucho que se deseaban.__
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por micky morales Jue Ene 19, 2017 8:09 pm

Por ahora parece solo una pasion, veremos como cambian las cosas!!!!
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Mensaje por 3:) Jue Ene 19, 2017 8:51 pm

son muy productivos los encuentros de las dos jajja
no duro mucho tratar de evitarse!!!
a ver como va a ir el dia a dia entre las dos??

nos vemos!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por JVM Vie Ene 20, 2017 12:08 am

Pues aunque San quiso esconderse de Britt y de lo que le hace sentir, no pudo ocultarse por mucho tiempo porque la rubia fue por ella jajaja
Y aunque parece que solo es pasión creo que se están dando cuenta que lo que sienten estando juntas es diferente.
Así que haber como sigue su relación de aquí en adelante porque si Britt espera que esa pasión que siente por la morena desaparezca tendrá que esperar mucho tiempo !!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 20, 2017 12:50 am

CAP. 7


SANTANA terminó de abotonar su blusa cuando sintió las manos de Brittany que la tomaban por la cintura desde atrás y la estrechaban contra su pecho desnudo aún.

—Pensé que ya te habías vestido —se quejó ella mientras Brittany le besaba el cuello.

—No. No quiero —dijo con voz ronca.

—Pues tienes que hacerlo —dijo ella soltándose del abrazo a regañadientes—. Hemos sido muy imprudentes. ¿Qué tal si a Schuester o a algún otro le da por aparecer aquí?

Santana se alejó un poco de ella y se giró para ver que sólo llevaba puesto las bragas y el pantalón.

—Le diríamos la verdad, que llevamos tres semanas siendo las amantes más apasionadas y que utilizamos las horas de trabajo y nuestras oficinas para entregarnos en los brazos de la pasión en vez de estar trabajando como ellos esperan.

Santana sonrió ante el tono apasionado y a la vez jocoso de Brittany. Si el día que la conoció le hubieran dicho que era así, jamás lo habría creído. Y es que en esas tres semanas la había conocido y había descubierto muchas facetas de la personalidad de Brittany que nunca creyó posibles.

Para comenzar era muy graciosa. No perdía la oportunidad para hacerla reír o sonreír con sus ocurrencias. También era muy tierna. Siempre la halagaba con las palabras más dulces que cualquier persona le hubiera dicho jamás y además la trataba con consideración y mucha atención. Cuando hacían el amor la acariciaba, la acunaba y la mimaba hasta tal punto que ella sentía ganas de llorar por el deleite. Era considerada y generosa con ella. Le regalaba desde chocolates hasta perfumes y joyas, que aunque con renuencia, ella se los había aceptado encantada.

—Pues no podemos ser tan imprudentes —dijo ella alejándose más pues sabía que si Brittany la tomaba de nuevo en sus brazos no podría resistirse al abrazo—. Recuerda que dijimos que era mejor que nadie de la empresa se enterara para que no murmuraran. Así que debemos portarnos bien para que nadie lo note.

—Estoy cansada de ser prudente —dijo ella acercándose—. Ven aquí.

—No —dijo ella poniendo más distancia entre ellas—. Ya te dije. Lo mejor es que me marche a mi oficina.

—No. Anda, princesa, ven aquí —dijo ella en tono lastimero—. Dame un beso, me conformo con un beso.

—¿Y piensas que voy a creerte? —Inquirió ella avanzando hacia otro lugar—. ¿Acaso crees que se me olvida la vez que dijiste que era sólo un beso y terminaste haciéndome el amor debajo de tu escritorio?

Brittany sonrió con malicia.

—Yo no dije que iba a darte sólo un beso.

—Y tampoco lo estás haciendo ahora —añadió ella.

Brittany sonrió y Santana sintió ganas de correr hacia ella y besarla con pasión. Se veía tan bella cuando sonreía.

—Me tengo que ir —dijo ella esta vez más temerosa de su reacción que la de Brittany.

—Está bien. Déjame, abandóname a mi suerte y a mi soledad.

—No seas payasa. Te veré en la noche, te tengo una sorpresa —dijo Santana antes de salir.

—¿Qué sorpresa?

La pregunta de Brittany quedó en el aire porque la joven ya se había marchado.
Brittany se quedó sola y recogió la camisa que había quedado en el suelo para vestirse nuevamente.

Habían pasado tres semanas desde la noche en que Brittany y Santana habían hecho el amor por primera vez en esa misma oficina, y por el contrario de cómo lo había pensado en esa ocasión, la ternura y el deseo que sentía por ella no habían desaparecido: habían aumentado.

¿Qué le pasaba?

Era verdad que hacía muchos años no se sentía tan atraída por una mujer tan hermosa, pero no era la única belleza que había caído en su cama. Así que esa no podía ser la razón por la cual seguía todavía obsesionada con ella. Quizás era porque nunca había conocido a alguien así. Y por eso se sentía diferente: de súbito todo aquello que antes había sido importante ya no lo era tanto.

Ser el mejor de todos siempre había sido su principal objetivo en la vida, aquello por lo cual había vivido, pero ahora las cosas se vislumbraban distintas.
¿Distintas? No. No podía ser. Lo que pasaba era que Santana era como ninguna otra mujer que hubiera conocido antes. Además de ser hermosa e inteligente, como había comprobado en los dos primeros días en que la conoció, era dulce, sencilla y humilde. Humilde como no lo era ella.

¿Por qué se había fijado en una jovencita con esas características cuando siempre buscaba mujeres con un carácter parecido al de ella? Eso era algo que todavía no podía comprender. Simplemente se había dejado llevar por la atracción física y ahora estaba metida en una relación con una mujer que hasta le tenía una sorpresa preparada.

Terminó de vestirse y se sentó en su escritorio tratando de analizar qué había pasado con su vida en esas últimas tres semanas. Esa primera noche, después de volver a hacerle el amor sobre el sofá, la llevó a su departamento y pasó el resto de la madrugada demostrándole lo apasionada que podría ser. El alba las había sorprendido y Santana había alcanzado el séptimo orgasmo en sus brazos.

Y después de esa noche había sido imposible alejarse de ella. Quería estar con ella todo el tiempo, a cada instante. Era muy dulce, era tierna, la hacía reír, la mimaba y la consentía como no lo había hecho ninguna otra mujer en toda su vida. Por primera vez era como si a una mujer no le importara estar con la mejor de todas, simplemente con ella, por como era ella.

Y eso la asustaba. Si la primera noche se había sentido humilde, las demás se había sentido como una borreguita amansada. Después de fundir su cuerpo con el de ella, ya no quería alejarse, no podía. Se abrazaban y pasaban el resto de la noche juntas: no importaba si en el departamento de ella o el de Brittany, pero juntas.

No podía pensar en no estar con ella una sola noche, un solo segundo. Y jamás le había pasado nada similar. Una amante siempre había sido aquella mujer con la que pasaba unos instantes agradables en la cama, pero que después tenía que volver a su lugar y dejarla seguir con su vida. Pero Santana no. Con ella no podía ser así. ¿Por qué? Con ella pasaba todo el tiempo que podía: aunque no estuvieran en la cama quería estar con ella, conversar con ella, salir con ella, verla y sentirla cerca. Todo su tiempo libre lo ocupaba Santana, solamente Santana.

Quizás todavía no había logrado saciarse de ella, quizás todavía el impacto de la novedad la hacía añorarla cuando no estaba presente, quizás era el magnífico sexo que tenía con ella el que la llevaba a sentirse tan maravillada y tan adicta a ella.

¿Cuándo iba a parar? No lo sabía. Lo único que quería era disfrutarlo al máximo mientras durara.

—Así que es por esa perra por la que me dejaste —dijo Marley entrando furiosa en la oficina de Brittany y sacándola abruptamente de sus pensamientos.

—¿Cómo te atreves a entrar así? —dijo ella levantándose.

—Antes no te molestaba que entrara aquí cuando me diera la gana — dijo ella acercándose a Brittany—. Pero ahora que me has cambiado por la perra morena parece que las cosas han cambiado.

—No te permito que le llames de esa manera —dijo Brittany eufórica acercándose a Marley.

—Me costó averiguar por quien me habías dejado, pero por fin hoy supe quién es la perra que me alejó de ti.

—Ya te dije que no le llames de esa manera.

—¿Ah, te molesta que le llame así? ¿Acaso no lo es? ¿Acaso no está tratando de envolverte para quedarse con el proyecto de Miraland?

Brittany frunció el entrecejo.

—No sé de qué hablas.

Marley se paseó por el lugar notando el inconfundible olor a sexo. Sí. Esa sinvergüenza era la que le había quitado a Brittany, pero esa ofensa no se iba a quedar así. Se iba a vengar de las dos.

—Hablo de que me parece muy conveniente que tú y ella se hayan hecho amantes justo cuando el proyecto más importante del año está en juego. Y como las dos están compitiendo. uno podría pensar que quizás la mosquita muerta quiera buscar la manera que le permitas ganas. quizás si te retiras, si le das
paso a su propuesta.

Brittany no podía creer semejante estupidez. Santana no era así. Ella era una mujer dulce, tierna y transparente, jamás utilizaría su cuerpo o una relación para satisfacer sus fines.

Si bien era cierto que trataban de mantener su relación laboral al margen de la relación amorosa, también era cierto que ningúna de las dos se había metido en los dominios laborales de la otra cuando comentaban cosas de trabajo.

Santana compartía algunos de los detalles de su proyecto, pero no todos; al igual que ella. En su relación el trabajo estaba por fuera de todo.

—Estás loca, Marley. Vete y déjame en paz.

—Ay, queridita. Esa mujer te ha obnubilado el cerebro. ¿Ya se te olvidó que eres la mejor de todos? ¿La más exitosa? ¿La más talentosa? ¿La mejor arquitecto? ¿Cómo puedes tú, que eres la más grande, fijarte en una que es tan poquita cosa?

Ese tipo de halagos siempre la habían hecho sentirse poderosa y grande. Pero ahora no. Extrañamente ahora no. ¿Por qué?

—Vete de aquí, Marley. Y más te vale que no vuelvas a ofender a Santana ni con tus palabras ni con tus acciones porque lo vas a lamentar.

—Vas a pagar haberme dejado por esa —dijo la mujer antes de salir—. Y ella también lo va a pagar.

Brittany no pudo replicar porque Marley ya había desaparecido. No confiaba en ella. Sentía temor por Santana. ¿Y si Marley le hacía algo? No, esa pobre escuálida carecía de la inteligencia necesaria para enfrentar a su Santana: ella sí que era inteligente y valiente, así que no tendría que cuidarla, más bien que se cuidara Marley.

Y sin embargo la duda que había sembrado la mujer en su corazón comenzó a echar raíz: ¿sería posible que Santana.? No. Ella no era mezquina: eso lo podía esperar de ella misma, pero no de una mujer tan valerosa como Santana. Claro que no. Eran tonterías.

Alejando esos pensamientos de su mente trató de concentrarse de nuevo en el proyecto. Quedaban justo dos días para presentarlo ante la junta. No será fácil competir con Santana. Claro que no. Pero ya habían hablado de eso: serían muy profesionales, que ganara la mejor. Ahora se arrepentía de no haber trabajado en equipo; seguramente si hubiera formado equipo con Santana no habría posibilidad de perder. Ella era una mujer muy inteligente y seguramente sus ideas con respecto a lo que quiere Miraland eran fantásticas. Ella podría ganar.

¿Qué estás pensando, Brittany?, se regañó.

Odiaba trabajar en equipo, así que eso no era factible. Y claro que no había posibilidad de perder. Ella siempre ganaba, siempre. Esta vez sería igual.
Al fin y al cabo siempre era la mejor. ¿y eso importaba realmente? ¿Para qué?
Brittany, esa mujer te está volviendo loca, se dijo recobrando el sentido y obligándose a pensar como antes. Ella ganaría, por supuesto que ganaría.
Pobres los demás arquitectos. Y también pobre Santana, había trabajado muy duro en el proyecto. Pero que no se preocupara. Buscaría entre lo mejor que tenía ella para mostrar y lo incorporaría a su proyecto, así de allí en adelante formaría equipo con ella.

Sí, así sería. Volvió a tomar el lápiz y se dedicó a trabajar borrando los malos pensamientos de su cabeza.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 20, 2017 12:51 am

CAPÍTULO 8


—¿ME dirás cuál es la sorpresa? —preguntó Brittany en cuanto entró esa noche con Santana en el departamento de ella.

—No, porque si te lo digo, no es una sorpresa —dijo la joven.

En un solo movimiento, Brittany la encerró en sus brazos.

—Anda, dímelo —le susurró sobre los labios de ella.

—Ya te dije que no —la regañó la joven—. Así que no insistas y suéltame.

—Dame el beso que no quisiste darme esta mañana —pidió ella.

Santana sonrió y acercó el rostro al de ella para tomar los labios rosados en un largo y sensual beso. Como siempre la pasión las invadió. Las manos de Santana acariciaron el cabello del hombre mientras ella bajaba sus manos hacia las nalgas femeninas. La boca sensual de Brittany dejó los labios de ella y se posaron sobre el cuello de cisne.

—Espera —dijo ella liberándose de su apasionado amante—. Todavía no o arruinarás mi sorpresa.

—Dime ya qué es.

—Mmm —dijo ella—. Espera aquí unos minutos.

La morena desapareció por el pasillo que daba hacia su alcoba y Brittany observó intrigada. No se oía nada. Quiso curiosear, pero sabía que si Santana la descubría se enfadaría y no quería arruinar la noche. Así que se sentó y observó el práctico y sencillo mobiliario del departamento. Era tan sencillo como su dueña: sin pretensiones ni extravagancias. Algo muy sencillo, muy digno de Santana. Los muebles de allí contrastaban con los de su propio departamento, tan caros y tan finos. Y a pesar de eso, le parecía que en ese pequeño lugar había más calor de hogar que en su casa con todas las comodidades que había.

—Ya puedes pasar a la habitación —se oyó la voz de Santana desde dentro.

Brittany caminó con intriga hacia el lugar y vio que estaba a media luz. Sólo las lámparas de las mesitas de noche estaban encendidas arrojando una luz tenue que iluminaba el lugar. Sobre la cama había pétalos de rosas rojas por todos lados y junto a la cama había un servicio de champagne para dos.

La mujer rubia sonrió. ¿Qué se le habría ocurrido ahora a su pequeña loquita?

—Santana, ¿dónde estás? —preguntó.

—Aquí —dijo ella desde detrás de Brittany.

Cuando Brittany se giró quedó absolutamente sorprendida. Santana estaba vestida. o más bien muy desvestida. Sólo tenía puesto un sujetador de encaje negro con una tanga a juego y unas medias de seda negras que llegaban a la mitad de los muslos.

—¿Te gusto? —preguntó seductora.

—No —dijo ella—. No me gustas para nada.

Ella rió al ver que sus ojos desmentían lo que sus labios afirmaban.

—Si no te gusto, entonces puedes marcharte —la desafió.

Brittany dio dos pasos hacia ella y la tomó en sus brazos para besarla con pasión. Fue tan rápido que Santana tan sólo reaccionó cuando su boca estuvo pegada a la de Brittany siendo invadida por la exquisitez del sabor de su mujer.

—No vuelvas a pedirme que me marche cuando te vistes así —pidió ella separando su boca de la de ella por un instante.

—Y tú no vuelvas a decirme que no te gusto —reclamó ella.

—Pues no vuelvas a preguntarme tonterías. Santana me vuelves loca con solo pensar en ti ¿Cómo puedes preguntarme si te gusto?

Santana rió.

—Dime, ¿te gusto o no? —insistió ella.

—No, no me gustas. Me encantas, me vuelves loca. ¿Qué pretendes ahora? ¿Era esta la sorpresa que me tenías preparada?

—Mmmm... es parte de la sorpresa.

—¿Ahora sí me dirás qué es esa sorpresa?

La joven asintió.

—Voy a seducirte —dijo ella sonriendo.

—¿Vas a.? —Brittany no pudo evitar reírse.

—¿No te gusta la idea? —preguntó ella intentando soltarse del abrazo.

—No te enfades, princesa, no me río porque no me guste la idea. Me río porque el que me seduzcas no es ninguna sorpresa. Tu presencia me seduce, tus ojos, la forma en como me miras, tu boca, tu cuerpo. El sólo hecho de que existas me seduce.

Ella sonrió y la premió con un beso.

—Si, pero. me refiero a otro tipo de seducción, así que sólo relájate y déjame hacer a mí.

Brittany asintió. Entonces Santana tomó el control de la situación. Primero, besó a Brittany con todos los tipos de besos que conocía: la mayoría los que ella misma le había enseñado. Las manos de ella comenzaron a recorrer el pecho mientras que con su propio cuerpo femenino la incitaba. Como respuesta, ella colocó sus manos sobre los senos de ella para acariciarlos por encima del sujetador.

—No —dijo ella alejando las manos de Brittany—. Esto será para ti, así que deja esas manos quietas.

Brittany obedeció mientras que Santana volvía al ataque. Esa vez sus manos se dirigieron a la chaqueta de Brittany para quitársela. Posteriormente fueron los
botones de la camisa los que fueron desabrochados y la prenda tuvo el mismo destino que la anterior: el suelo.

Los labios de Santana ahora se dirigieron hacia el cuello de la rubia. Allí besó, lamió y chupó como ella hacía con ella y fue recompensada con los roncos gemidos de placer de su pareja. Mientras tanto, sus manos acariciaban el pecho de su mujer y pellizcaban de tanto en tanto las tetillas rosadas.


—Santana.

—Shh, todavía falta —dijo ella.

La joven empujó con suavidad Brittany y la obligó a tenderse sobre la cama. Ella la siguió y se recostó sobre ella para continuar con las caricias a sus pechos, pero esta vez con su boca. La lengua de la mujer lamió los pechos y bajó en su exploración por el abdomen. Después volvió a ascender esta vez sobre los pezones para chuparlos. El cabello rozaba la piel y en conjunto las caricias
eran devastadoras.

El fuerte gemido le indicó que iba por buen camino, así que la joven continuó chupando, mordiendo, lamiendo y acariciando.

—Santana. Santana.

Luego y con un rápido movimiento se levantó para tomar el pantalón y las bragas de Brittany y quitárselos de una sola vez. También las medias y los zapatos sufrieron el mismo destino que el resto de la ropa.

Un segundo después, Santana volvió a las caricias de los pechos de su mujer, pero esta vez una de sus manos agarró la vagina ya excitada para comenzar a masajearla.

La boca de Santana se concentró por unos instantes en los pezones y después comenzó a descender por sus pechos y su abdomen hasta llegar a la cintura. Allí la muchacha se detuvo un poco para acariciar la parte baja de la abertura, llegando casi a darle un beso negro. Durante unos instantes, la joven masajeó los labios vaginales de su amante mientras el cuerpo de ella se perlaba de sudor y su respiración se hacia más difícil.

—Santana. me estás matando.

La chica sólo sonrió.

—Y esto es sólo el comienzo.

Santana bajó su rostro hacia la vagina y con la mano que sostenía los pliegues húmedos la acercó a su boca. Sacó su lengua y con la punta lamió el pequeño botón.

Brittany sintió que iba a estallar. El contacto había sido mínimo pero extremadamente erótico y delicioso: sentir la humedad de la lengua de Santana en su coño era delicioso. Nunca antes había sentido esa caricia de esa manera tan exquisita.

Ver la reacción de su pareja le dio a Santana más ánimo para continuar con lo que estaba haciendo. Esta vez fueron sus labios los que envolvieron el centro de placer y succionaron un poco. El cuerpo de Brittany tembló con un espasmo de delicia mientras la vagina era comida un poco más en la boca de Santana.
Por unos instantes, la muchacha se dedicó a lamer y chupar a su amante. Primero pasaba la lengua por su longitud para después chuparla y aplicar una suave succión mientras que con una mano masajeaba el otro orificio .

A Santana le gustó. Le gustó sentir el sabor almizclado de los fluidos de Brittany, le gustó el olor que desprendía y le gustaba sentirla vibrar dentro de su boca y le gustaba la sensación de poder y de protección que le daba estar mamando a amante. Una parte del cuerpo tan imponente, grande y a la vez tan indefensa.

—Santana. Santana. ya no aguanto más, para, para ya —dijo Brittany quien sentía llegar el inevitable clímax.

—No quiero parar —dijo ella antes de pasar de nuevo su lengua desde abajo hacia arriba.

—Es que si no paras. si no paras.

—Si no paro, ¿qué?

—Me voy a correr.

—Es eso lo que quiero —dijo ella antes de volver a tomarla en su boca y succionar.

Entonces sucedió.

Brittany se corrió despidiendo un chorro de fluidos que manchó la boca, parte del rostro y el pecho de Santana. La joven sonrió satisfecha por haber logrado hacerla llegar usando sólo su boca y sus manos. Se levantó y tomó un pañuelo de papel para limpiarse y limpiarla a ella.

Brittany estaba exhausta y completamente desmadejada sobre la cama. Santana vio cómo trataba de volver a respirar con normalidad después del orgasmo que había tenido. La vagina que hasta hacía unos momentos se mostraba tan hinchada, comenzaba a contraerse. Entonces Santana la tomó con una de sus manos y comenzó a masajearla nuevamente. Brittany sintió el suave toque de la mano femenina sobre su abertura y supo que no la estaba limpiando, pues ya lo había hecho. Abrió los ojos y se incorporó un tanto para verla allí, mirando fijamente su coño que poco a poco quería comenzar a reaccionar de nuevo.

—¿Qué haces?

—Reanimarte. creo que haz perdido la fuerza y necesita recobrarla —dijo ella.
Brittany no podía creerlo. Así que Santana no iba a parar.

Lo comprobó cuando la boca de ella volvió a posarse sobre su vaina para volver a engullirla en su boca: la sensación fue deliciosa.

La mujer rubia se acostó nuevamente para sentir más placer del que creyó posible. Nunca una mujer le había chupado de esa manera. Y mucho menos después de correrse. La sensación era única: su cuerpo iba despertando poco a poco ante el toque labial de la mujer que además le estaba acariciando mas alla de la vagina.

Entonces Brittany no quiso quedarse impasible en ese magnifico juego. Se levantó para asombro de Santana y la tomó de un brazo para halarla hacia ella. Cuando ella estuvo sobre la cama, con un movimiento ágil, Brittany la giró haciendo que las caderas de la muchacha quedaran junto a su rostro. Enseguida rompió la tanga de encaje que más bien parecía una telaraña e hizo que la entrepierna de Santana quedara sobre su cara. En un instante, su lengua salió al encuentro del clítoris de la joven.

Aunque Brittany no se lo dijo, ella entendió perfectamente qué quería Brittany: un 69. Su boca volvió a descender sobre la abertura de su pareja que ya había tomado control de su parte más femenina. La sensación era deliciosa. Por un lado dar placer y por el otro recibirlo de la misma manera. Santana jamás creyó que fuera posible tanta delicia. Su boca tenía acceso al botón de placer de su amante a la vez que la boca maravillosa de ésta la mimaba a ella y la surcaba en su parte más íntima. Sus labios y lengua recorrían el coño con agilidad, sintiéndola palpitar ahora e igual de imponente que antes de que se corriera.

Lamió todo las partes que pudo mientras sentía los dedos de su mujer entrar y salir de su coño y su lengua chuparle el clítoris. Poco a poco el clímax amenazaba con apoderarse de ella.

—Ah, Brittany.

En un solo paso, Brittany la giró y la sentó a horcajadas sobre ella.

Santana recuperó un poco de compostura.

—No Santana, hoy no. Hoy quiero sentirte —pidió Brittany.

Y si era su noche y era su sorpresa, ¿para qué negárselo? Santana se acomodo entre las piernas de Brittany y se unió a ella de la manera mas personal e intima que podían hacerlo dos mujeres y en pocos segundos, Santana estaba cabalgando sobre Brittany. La sentía en cada roce, en cada movimiento de la manera más erótica y sensual, como si sus cuerpos hubieran sido creados sólo para ello, sólo para ese momento.

Mientras las caderas de Santana se movían de manera casi frenética, las manos de Brittany se apoderaron de las hermosas redondeces de los pechos. Los sopesó y acarició los pezones con pasión. Después una de sus manos viajó hasta el clítoris para dar el mismo tratamiento. Eso fue demasiado para Santana. En un par de acometidas más se corrió mientras gemía. Sin poder evitarlo, cayó sobre el pecho de su amante maravillada por el acto de amor.

Brittany tomó las caderas de Santana y embistió un par de veces más para llegar al orgasmo: uno de los más intensos que había vivido gracias a esa maravillosa mujer.

Santana sintió cómo el pecho de su amada se iba aquietando después del acto. Ella no se había movido y Brittany tampoco por lo que aun están unidas: le gustaba sentirla allí. Se movió un poco y miró el rostro de su mujer. Su expresión era de ternura. No pudo evitar besarla en los labios.

—Te amo —le dijo después del beso—. Te amo y no puedo evitarlo.

—Santana —dijo Brittany volviendo de la nube de pasión, plenamente sorprendida por la confesión que estaba haciendo la joven.

—Shh, por favor, no digas nada. Hace algunos días que lo descubrí. Cuando esa noche, la primera en la que hicimos el amor, te dije que éramos muy diferentes. en realidad tenía miedo. Miedo porque nunca antes había estado con una mujer por la que no sintiera algo. No soy del tipo de chica que puede tener sexo con una persona por la que no siente nada. y yo. me he enamorado de ti.


—Santana.

—Por favor, no me digas nada —dijo ella con voz atormentada—. Creí que eras soberbia, arrogante y prepotente. pero esa no es la mujer a la que he conocido en estas semanas: eres dulce, tierna, gentil. No sé por qué te mostrabas así antes. Eres la amante más magnífica que existe y todo eso hizo que me enamorara como una tonta. Pero no te preocupes, no quiero cargarte con un sentimiento que es sólo mío. No tienes por qué sentirte obligada conmigo: soy plenamente consciente de que no me amas, pero no importa.

Santana la besó por un rato y después volvió a acomodarse sobre el pecho de su amante para dormirse. Brittany estaba estupefacta. Santana la amaba. Santana se había enamorado de ella.

¿Y ella? No. Ella no la amaba. No podía. No sabía amar. Nunca había amado a nadie más que a sí misma. Por eso siempre se consideraba la mejor. Y nadie la había amado. Ciertamente su padre no, pues sólo le exigía sin darle cariño a cambio. Así que no sabía qué era que la amaran y qué era amar. No, ella no
podía amar. Y tampoco era dulce ni tierna. Esa sólo que con Santana parecía que afloraban rasgos que no tenía: la verdadera Brittany era la soberbia, la prepotente: ese era ella, aunque Santana la viera con los ojos de una mujer enamorada. Con su princesa sólo podía ser soberbiamente apasionada.

Brittany la observó dormida sobre su pecho. Esta mujer era única y maravillosa.
Acarició su espalda con cuidado para no despertarla mientras recordaba palabra por palabra de su confesión. Sonrió mientras el pecho se le llenaba con una felicidad y una satisfacción que no podía describir, pues nunca la había sentido antes. Santana la amaba, era quizás la primera persona y la única que
la amara jamás.

Mientras dejaba que la felicidad la invadiera, Brittany suspiró y se quedó dormida con su preciosa mujer entre los brazos.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 20, 2017 1:08 am

CAP. 9


ESTABA nerviosa, muy nerviosa. Al otro día sería la presentación ante todos, pero esa tarde tendría que entregar el proyecto en escrito. La mañana era un poco fría; las nubes bloqueaban la luz del sol y el cielo parecía más gris de lo normal. En la oficina de Santana había poca luz porque le gustaba trabajar con la del sol, pero parecía que ese día tendría que encender las lámparas. En ese momento se disponía dar esa última corrección antes de presentarlo. Aunque lo había terminado hacía dos días, había decidido esperar un poco más pues quería alejar un poco su mente del tema para que su corrección fuera todo lo objetiva que se pudiera. Santana abrió el cajón del escritorio en el que había guardado su proyecto. Pero no estaba. Frunció el entrecejo. Muy seguramente lo había dejado en otro lado. Así que fue abriendo cajón por cajón, pero no estaba en ninguno.

Que extraño. Ella podría haber jurado que estaba en el primer cajón. Volvió a mirar allí teniendo cuidado de sacar objeto por objeto. No obstante no había nada.
Quizás sin querer lo había dejado dentro de alguno de los cajones del archivador. Así que caminó hacia él y los abrió todos para tratar de encontrarlo, pero su búsqueda fue infructuosa. ¿Dónde lo había dejado? Tal vez en casa. No, no podía ser. Ella nunca se llevaba las cosas del trabajo para la casa, y no podría haberse llevado por error algo tan grande. Tenía que estar en algún lugar de la oficina.
¿Dónde? Comenzó a buscar de nuevo en cada rincón, en cada espacio. Con cada segundo que pasaba se iban impacientando más y se iba preocupando. ¿Qué había pasado? ¿Por qué no estaba donde ella lo había dejado? El toque de la puerta interrumpió su actividad.

—Adelante —dijo la joven.

Enseguida entró una mujer a la que no conocía mucho, una chica del área de publicidad que se llamaba Marley.

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro. ¿En qué puedo ayudarte?

—Me temo que soy yo la que puede ayudarte —dijo la joven entrando en la oficina y sentándose en una de las sillas frente a Santana.

—No comprendo —dijo la joven morena.

—Que puedo ayudarte a quitarte la venda para que puedas ver el engaño del que fuiste víctima —dijo la joven.

—No sé a qué te refieres.

—A Brittany Pierce. A la manera tan sucia en que ella te ha engañado para sacarte del camino y ganar en el proyecto de Miraland.

Santana frunció el entrecejo. ¿De qué hablaba esa mujer?

—Yo la verdad no entiendo nada.

La joven se levantó y comenzó a pasearse.

—Pues yo lo sé todo. Brittany te convirtió en su amante para sabotear tu participación en el proyecto.

—¿Qué? —preguntó Santana sorprendida—. Eso no puede ser verdad.

—Mira, te lo voy a explicar —dijo la mujer sentándose de nuevo—. Brittany es una mujer prepotente, orgullosa y muy soberbia. No le gusta la competencia, no le gusta que nadie la supere. En la primera reunión que hizo el señor Johnstone demostraste que tenías muy buenas ideas, así que sintió miedo y planeó algo para sacarte del camino: seducirte. Si todo salía bien estarías tan obnubilada como para olvidar tu proyecto y decaer en la calidad, pero a la pobre le salió el tiro por la culata porque no fue así, tú trabajaste muy duro en ello a pesar de que caíste en el juego de seducción.

Santana no podía creer lo que esa mujer le estaba diciendo. Seguramente estaba mintiendo. Su corazón comenzó a acelerarse mientras a sus ojos acudían unas inmensas ganas de llorar.

Las cosa entre Brittany y ella habían surgido de manera natural. La atracción había sido inmediata y aunque habían evitado al máximo, la pasión fue más fuerte.

—No, eso no puede ser así —dijo Santana nerviosa.

—Así es, créeme. Brittany notó que te sentías atraída por ella y decidió jugársela. Al fin y al cabo no le costaba mucho, ella es una mujer de sangre caliente y tú eres una chica muy bella: no creo que haya sido un gran sacrificio llevarte a la cama.


No. No podía ser verdad.

—Ella. nunca habló del proyecto. no hablábamos de eso —no mucho.

—Claro que no podía hacerlo, pues podrías sospechar. Era muy simple. Ella te entretenía a tal punto de que no pudieras trabajar y así tu participación no tuviera la calidad necesaria. ¿Por qué crees que aprovechaba para hacer el amor contigo en su oficina o aquí?

No. Santana seguía creyendo que eso no podía ser.

—¿Cómo. cómo sabes tanto de. de.?

—¿De tu relación con Brittany? Muy fácil: porque yo soy su amante desde hace tres años y ella me cuenta todo.

Santana sintió que una punzada de dolor le azotaba el pecho: era como si un montón de agujas de clavaran en él.

—No, eso no es verdad —dijo Santana sintiendo que se le oprimía la garganta.

—Pregúntaselo a cualquiera en la empresa. Todos los saben.

No. No. No.

—¿Por qué crees que se negó a divulgar que tú y ella tenían una relación? —continuó la mujer.

—Quien se negó fui yo —dijo Santana.

—Sí. quizás tú lo insinuaste y ella estuvo muy de acuerdo. Aquí todos saben que somos pareja desde hace mucho. Pregúntaselo a cualquiera.

Esa mujer hablaba con tanta seguridad, con tanto conocimiento que. No, no, no podía ser.

—Es que no puede ser —dijo Santana.

—Así es, querida.

—¿Y tú, cómo puedes permitir que tu amante se enrede con otra?

—¿Acaso crees que Brittany se detiene a pedir permiso para hacer lo que quiere? Claro que no. Tengo suerte de que confíe tanto en mí que me diga todos sus planes. Ella te sedujo con un propósito: que fallaras en tu presentación del proyecto.

—Pero no lo logró: mañana presentaré mi proyecto ante todos.

—¿Cuál proyecto? ¿Acaso lo tienes? ¿Está aquí en esta oficina? — preguntó Marley con sorna.

Santana recordó entonces que ella había estado tratando de encontrar el proyecto sin éxito.

—¿Por qué me preguntas eso? ¿Qué sabes?

—Sé que terminaste el proyecto hace un par de días. y que ya no está aquí.

Santana montó en cólera y se levantó de un salto.

—Devuélvemelo.

—No lo tengo yo. Pídeselo a Brittany. Es ella quien lo tiene, fue ella quien lo robó.

Eso no podía ser verdad. Sencillamente no podía ser verdad.

—Pues no sacaría nada robándomelo porque de todas maneras mañana lo presentaré en la reunión.

—Y antes de que puedas hablar, Brittany le dirá a todos que no hiciste nada, que sólo tratas de envolverlos con palabras y que la propuesta mejor y más seria es la suya. Acéptalo, si no tienes el proyecto no te dejarán presentarlo.

Eso era cierto. No podía llegar con las manos vacías a la reunión pues sería el hazmerreír de todos y nadie creería en su seriedad.

—Es que me niego a creer.

—Sí, eso le pasa a las mujeres enamoradas.

Santana estaba verdaderamente sorprendida por todo lo que aquella mujer sabía de la relación, era como si Brittany. como si. ella. le dijera todo lo que pasaba entre ellas. Eso sería lo más natural siendo amantes. Que le contara, por ejemplo, que la noche anterior en un arranque de pasión ella no había podido evitar contarle que la amaba.

Fuiste una imbécil, Santana, se regañó.

Pero no. No podía ser así. Esa mujer mentía.

—No puedo creer lo que me dices —dijo ella.

—¿Quieres convencerte por ti misma? —Preguntó la joven mientras sacaba algo de uno de sus bolsillos—. Toma.

Santana recibió lo que la mujer le tendió. Era una llave.

—¿De dónde es?

—De la oficina de Brittany. Basta con que entres y busques tu proyecto y allí estará.

—No. Eso no puede ser.

—Te estoy dando el arma para que te convenzas. Y de paso, para que recuperes lo que es tuyo. No considero justo que ganes si es que tu propuesta es la mejor.

Santana observó la llave. Tenía que ser mentira. Todo tenía que ser mentira.

—Para robar mi proyecto Brittany no tenía que convertirme en su amante.

—¿Cómo quieres que te lo explique? Ese no fue el plan original. Surgió la idea del robo cuando se dio cuenta de que finalmente habías avanzado en tu proyecto de manera exitosa. Además, siendo amantes sospecharías de todos menos de ella y si decides denunciar el caso no permitirías que Johnstone la creyera culpable.

Santana volvió a mirar la llave.

—No. no lo creo —dijo con la voz temblorosa.

—Te ayudaré a que te convenzas. En este momento, Brittany está en la oficina de Schuester. Si quieres, mientras tú entras y buscas yo vigilo que Brittany no venga.
Marley se levantó de la silla.

—Vamos, no hay tiempo que perder.

Santana se levantó con renuencia y avanzó un poco hacia la otra.

—¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué siendo la amante de Brittany quieres ayudarme?

—Porque ante todo soy mujer y me duele que nos hagan víctimas de sus planes.

—Podrías haberme advertido antes —reclamó Santana.

—Sí es verdad. Pero no lo hice por cobarde: tuve miedo de Brittany. No la conoces en realidad, no sabes lo violenta que puede ser.


¿Brittany violenta? No. Eso jamás. Con ella había sido la mujer más tierna y considerado del mundo, la más atenta y la más amorosa.

—Brittany no es como la describes.

—Claro que sí. Lo que pasa es que para seducirte utilizó su máscara, una farsa, alguien que no es ella. Ya convéncete y vamos a su oficina. Te garantizo que encontrarás tu proyecto.

Marley salió de la oficina y Santana la siguió. Llegaron al último piso y justo en la puerta Marley le habló.

—Entra. Yo vigilo y si veo algo entro y te aviso.

Santana había estado muchas veces allí, pero con Brittany, nunca sola. Sintió que estaba vulnerando la intimidad de Brittany y se sintió como una criminal. Pero necesitaba salir de la duda, saber la verdad. Así que entró. Primero se dirigió al escritorio y buscó en los cajones principales. No halló nada. Sintió que la fuerza
volvía a ella: de seguro no iba a encontrar nada y esa mentirosa había inventado todo.

Entonces sus esperanzas se fueron a la basura. En el cajón inferior estaba su proyecto. Con un solo vistazo lo reconoció y cuando lo sacó y lo abrió. era el suyo, no había duda. No podía ser. Sus ojos se anegaron y de pronto todo lo que le había dicho Marley cobró certeza ante ella.

Eres una estúpida, se dijo, ¿cómo puedes creer que una mujer así de guapa y de maravillosa se podría fijar en ti? ¿Cómo le creíste después de la manera en la que te trató la mañana en la que la conociste? ¿Cómo pudiste creer en su ternura cuando al comienzo se mostró soberbia y prepotente? ¿Cómo pudiste enamorarte de ella? ¿Cómo pudiste confesárselo?

Las lágrimas eran un torrente que no podía detener. Salían de sus ojos a borbotones y no las podía detener. Y justo la noche anterior, una de las más hermosas de su vida, le había confesado que la amaba. ¡Cómo debió burlarse! ¡Cómo se reiría de ella que le confesaba su amor mientras ella tramaba la manera de robarle su proyecto para que fracasara!

—¿Lo encontraste? —preguntó la mujer llegando hasta ella.

Santana no pudo responder, las lágrimas y el dolor no la dejaban.

—Vaya, veo que sí —dijo Marley—. Ven, salgamos de aquí.

La mujer tomó a Santana de una mano y la sacó de la oficina de Brittany para llevarla por un largo pasillo hacia su oficina.


—Siéntate —le aconsejó Marley—. Bebe un poco de agua.

Enseguida le entregó un vaso.

Pero Santana no podía beberlo, no quería. El dolor era demasiado intenso.

—Imagino por lo que estás pasando, pobre Santana —dijo Marley—. Y pensar que tú si te enamoraste.

Eso era lo que más le dolía: se había arriesgado, había entregado su corazón, se había jugado su alma y había perdido. Brittany no podía amarla nunca porque su corazón sólo albergaba una soberbia y una adoración hacia sí misma que no le cabía en el cuerpo.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó la mujer.

—No lo sé —dijo Santana todavía ahogada en llanto.

—Lo mejor que puedes hacer es irte —aconsejó Marley.

—¿Irme?

—Sí, claro. Debes irte. Mira, podrías tener el aplomo para presentar tu proyecto, pero entonces Brittany buscaría la manera de sabotearte de nuevo y esta vez no saldrías bien librada: ella buscaría la manera de humillarte y salirse con la suya. Mientras si te vas ahora que tu orgullo está intacto, saldrás con la cabeza en alto.

Irse. Irse lejos, muy lejos, donde la maldad de Brittany Pierce no pudiera alcanzarla, donde el tiempo y la distancia borrara el recuerdo y el dolor de lo que estaba viviendo. Sí, eso era lo único que podía hacer: irse.

—Sí. me iré. Me iré lejos, muy lejos.

Santana no vio que la boca roja de la mujer formaba una sonrisa triunfal.

—Claro que sí, Santana. Sólo la distancia curará tu corazón herido. Vete ahora mismo, entrega tu renuncia y desaparece ya para que nadie vea tu dolor, y para que Brittany no sepa que triunfó sobre ti.

Santana no estaba preparada para irse, no quería. Pero no podía hacer nada más.
Asintió y se levantó. Salió de esa oficina sin decir nada y caminó hacia la de ella para recoger sus pertenencias, sus objetos más preciados. Observó las pocas pertenencias que había desempaquetado hacía tan poco con tanta ilusión y volvió a guardarlas. Las cosas que le habían regalado los niños del orfanato. Sí, allí debía ir. Ese lugar le daría la paz que necesitaba por un tiempo: ayudando a lo niños se distraería y sanaría su alma.

En cuanto guardó todas sus cosas, y escribió su carta de renuncia, miró el proyecto, el que había sacado de la oficina de Brittany. Pero no quería tomarlo. Llevárselo sería cargar con el dolor que quería dejar atrás, sería tener cerca un recordatorio de la traición. Sin tocarlo, lo dejó sobre el escritorio y salió del lugar.
Fue hasta la oficina de personal y dejó la carta sin mayores explicaciones. Después salió del lugar sin mirar atrás, dispuesta a olvidar todo lo que había vivido con Brittany; a enterrar su amor por ella y a borrar todo el pasado.

Absolutamente todo.__
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 20, 2017 1:22 am

CAPÍTULO 10


—SANTANA —dijo Brittany entrando a la oficina de su amante después de tocar en varias ocasiones la puerta sin recibir respuesta—. Santana ¿estás aquí?

Era extraño. Nadie la había visto en toda la mañana y no la había ido a buscar a la hora del almuerzo como siempre hacía. Así que había sido ella quien había ido a buscarla, pero no la halló. Entró en la oficina.

Todo se veía extraño. Los adornos que habían reposado sobre el escritorio ya no estaban, sólo había sobre éste un libro. Lo tomó.
Era el proyecto de Miraland, el que debía entregar esa tarde. ¿Por qué lo dejaba allí a la vista de cualquiera que entrara? Aunque nunca se había dado un caso de robo de proyectos en HomeLight, era
mejor no tentar al diablo. Decidió guardarlo en uno de los cajones y después decirle donde lo había puesto.

Su sorpresa fie mayúscula cuando el cajón que abrió estaba completamente vacío. No podía ser.

¿Acaso Santana había sido cambiada a otra oficina? Si así era ¿por qué el proyecto más importante había sido dejado sobre el escritorio con el mayor descuido?

Todo eso estaba muy extraño.

—Hola, queridita —dijo Marley entrando en la oficina.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Brittany.

—Vine a darte la noticia del año: Santana renunció a su trabajo en HomeLight y se marchó.

¿Qué? ¿Santana?

—Eso no es posible.

—Claro que sí lo es. Si no me crees, ve y pregúntaselo a cualquiera de la oficina de personal.

No podía ser. Tenía que ser un error, había alguna confusión.

—La pobrecita salió de aquí destrozada —dijo Marley—. Enterarse de la verdad fue muy difícil para ella.

—¿Verdad? ¿De qué verdad hablas?

—De la verdad, querida: que tú la sedujiste para entramparla y sacarla del proyecto de Miraland. Que tu plan inicial fue distraerla para que su trabajo no tuviera calidad y que al no poder obtenerlo le habías
robado su proyecto.

Brittany no podía creer lo que escuchaba.

—Eso no es cierto.

—Claro que no es cierto, pero la muy estúpida se lo creyó todo.

Ahora Brittany entendió. Todo había sido una treta de Marley para arruinar su relación con Santana. Pero no, no podía ser, Santana la amaba, eso le había dicho y ante todo el amor era confianza. Ella no podía haberle creído nada a ella sin hablar con ella primero.

—Trataste de engañarla, pero seguramente ella no te creería.

—¿En serio crees que no? La muy estúpida se tragó todo el cuento y hasta me recibió el consejo de renunciar a su trabajo ahora, antes de que la humillaras más.

—Eso no puede ser verdad —dijo Brittany comenzando a arder en furia.

—¿Sabes que la hizo creerme definitivamente? Ver su adorado proyecto en tu escritorio: la prueba irrefutable de que la habías engañado.

Brittany estaba confundida. Ella no había visto nunca antes el proyecto de Santana ¿Cómo podía éste estar en su escritorio?

—Estás loca Marley, yo jamás he tenido ese proyecto en mi escritorio.

—Tú no pero yo sí. Esta mañana antes de que llegaran lo llevé y lo puse allí; ese sería el broche de oro de mi plan. Cuando la mustia lo vio comenzó a llorar desconsolada. Se nota que estaba realmente
enamorada.

Llorar. Su Santana había llorado por culpa de los engaños de esta maldita bruja.

—No te vas a salir con la tuya. La voy a buscar y le voy a contar la verdad.

—No sé adónde porque le dije que se fuera lejos para que la distancia borrara el dolor que le habías causado.

Brittany tomó por los brazos a Marley y la sacudió.

—¡Dime que estás mintiendo!

—No miento, es la verdad. Santana se largó y ya no la tendrás más. ¿Creías que podías burlarte de mí? Pues no. Busqué mi venganza y la encontré: te enamoraste de esa bruja y ahora tienes que pagar el
haberla perdido.

Brittany soltó a Marley.

No. Ella no podía perder a Santana. No. ¿Qué sería de su vida sin ella? ¿Quién le diría que la amaba? ¿Quién la llenaría de alegría y sonrisas? ¿Quién la mimaría? ¿A quién iba a abrazar todas las noches, pegada a su pecho mientras se dormía después de hacer el amor con infinita pasión? ¿A quién iba a amar?

La amaba.
Con todas las fuerzas de su alma.
Se había enamorado de Santana y hasta ahora que la perdía se daba cuenta.

Por eso había cambiado, por eso ya las cosas que eran prioridad habían dejado de serlo, por eso ya no era la misma arrogante y soberbia de siempre: el amor de Santana, el amor por Santana la había cambiado, le había enseñado que en la vida hay mucho más que ser la mejor de todos o la más exitosa.

¿De qué servía tenerlo todo y ser la mejor si perdía lo realmente importante: el amor?

Eres una idiota, se dijo. ¿Cómo no te diste cuenta de que la amabas? ¿Cómo no te enteraste de que ese afán de estar con ella, de que esas ganas de tenerla contigo todo el tiempo es amor? ¿Cómo no te
enteraste que tu cambio se debía al milagro que el amor de Santana había obrado en ti? La amas y eso te hace ser mejor ser humano, te hace ser dulce y tierna, te hace ser generosa y sentirte tan humilde
como ella. No puedes perderla. Tienes que buscarla y hacer que vuelva contigo. Si ella te ama podrás aclarar las cosas. Tienes que buscarla.

Brittany salió de la oficina con pasos rápidos.

—¿Dónde vas? —preguntó Marley.

—A buscarla.

—¿Adónde?

—Hasta el fin del mundo si es necesario y ten la certeza de que no regresaré hasta que la encuentre. Y en cuanto a ti, más te vale que no estés aquí cuando regrese porque te juro que no te alcanzará la vida
para pagar lo que has hecho con Santana.

Brittany subió rápidamente a su oficina y escribió un correo para Schuester y para Johnstone. Luego salió de allí decidida a hallar a su amor.

No sabía dónde buscar a Santana, y encontrarla no sería tarea fácil pero debía hacerlo, tenía que hacerlo, su vida misma pendía de ello: si perdía el amor de su vida de nada le valía ser la mejor arquitecta, la más talentosa y la más exitosa. Si perdía a Santana no valía la pena nada, ni la arquitectura, ni los reconocimientos ni nada, porque una vida sin amor no valía nada.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Vie Ene 20, 2017 1:36 am

CAPÍTULO 11


—SANTANA, ¿nos cuentas un cuento? —preguntó Liza, la pequeña niña de cabello negro.

—Sí, ¿cuál quieren oír?

—Esa de la princesa mala que se vuelve bueno cuando se enamora de la otra princesa —respondió la niña.

Santana sintió que sus ojos se anegaban de nuevo aunque trataba de ignorar el dolor. Conocía muy bien ese cuento: pero las cosas no eran como Liza creía. La princesa mala no se había enamorado y la princesa había salido con el corazón destrozado.

Aunque había llegado hacía más de dos semanas al orfanato, su dolor todavía era muy tangible. Las monjas la habían recibido con alegría y le habían dicho que se quedara todo el tiempo que lo considerara necesario, pero si seguía así, lo más seguro era que jamás pudiera volver a salir en su vida. Todavía pensaba en ella, todavía la extrañaba y todavía le dolía lo que le había hecho. Le gustaban mucho los niños. La única tarea que no la dejaba sentir tan fuerte su dolor era cuando estaba con ellos y les cantaba o jugaba sus juegos infantiles.
Como ahora, que antes de la merienda estaba allí con Liza y Jules en el pequeño parquecito donde todos acostumbraban ir a jugar. La tarde era calurosa y los niños querían descansar, así que se habían
sentado sobre el prado y Liza pedía un cuento.

—Había una vez una princesa que era muy soberbia —comenzó Santana.

—¿Qué es soberbia? —interrumpió el pequeño Jules.

—Soberbia es que se cree mejor que todo el mundo —dijo Santana—. Así era la príncesa, muy soberbia.

—Sí, pero entonces se enamoró de la otra princesa —dijo Liza—. Y al príncesa se le quitó lo sobre. lo sobre.

—Lo soberbia —dijo Santana.

—Sí, eso —dijo Liza—. Y se casaron y fueron muy felices para siempre. ¿Verdad que sí, Santana?

—Sí, pequeña, así fue —dijo la joven con melancolía.

—Yo quiero jugar a buscar piedras de colores —dijo Jules—. ¿Podemos ir, Santana?

—Sí, pero no se alejen mucho.

Los niños entonces comenzaron a correr por el lugar concentrándose en las piedras que querían hallar, mientras Santana se entregaba de nuevo a sus pensamientos tristes. Brittany.

¿Por qué había jugado así con ella? ¿Acaso el ánimo de demostrar que era la mejor la hacía actuar de manera tan ruin y desconsiderada?
Todavía no lo podía creer.

Sus besos parecían tan reales, al igual que sus caricias y la forman en cómo la trataba. La forma en la que le hacía el amor y después, cuando se quedaban las dos dormidos abrazadas. La manera en que la miraba, con deseo y pasión no podía ser fingida. y sin embargo, así era.

Brittany sólo había jugado con ella, sólo había urdido un funesto plan para sacarla del medio y demostrar una vez más que era el mejor: lo único que le importaba.

Y lo peor era que la seguía extrañando. Extrañaba su forma de mirarla, la manera en la que la abrazaba y la besaba hasta robarle el aliento, la forma en que la incitaba para prepararla antes de hacer el amor. Extrañaba lo que le decía y la manera en cómo se detenía a oírla. Extrañaba su sola presencia. La amaba tanto.

El conocer lo que había hecho no era suficiente para odiarla: por más que trataba no podía, era imposible. La amaba, la amaba demasiado.

—¿Cómo voy a sacarte de mi corazón Brittany Pierce? ¿Cómo? — preguntó en voz alta.

—No me saques de allí, princesa.

Santana se sobresaltó al escuchar la voz de Brittany que llegaba desde atrás de ella. Levantó la vista y no lo podía creer: allí estaba.

Con un movimiento rápido Santana se levantó y la miró como si creyera que veía un fantasma.

Brittany había llegado hacía un rato y después de hablar con la monja que antes de su relato la había mirado con desconfianza y luego con admiración, se encaminó hacia el lugar donde le dijeron que estaba.

Allí la había encontrado con dos niños. Por un segundo se imaginó que esos niños eran los niños que tendría con ella y sintió una enorme plenitud: quería a esa mujer con ella para siempre.

Se había acercado en silencio y ninguno de los tres había advertido su presencia. En cuanto había llegado a dos pasos de ellos, los pequeños habían echado a correr dejando a Santana sola. Era su
oportunidad para hablar con ella. Sin embargo, se había quedado allí contemplando su belleza, su serenidad, deseando abrazarla y decirle con su cuerpo todo lo que nunca le había dicho con palabras.

Entonces ella la había mencionado, había hablado y ella no había podido evitar contestarle.

—¿Tú? —preguntó Santana estupefacta—. ¿Tú, aquí?
—Sí, princesa. Vine a buscarte.

No, no podía ser verdad. Seguramente era que se estaba volviendo loca. Seguramente era que sus ganas de verla y de sentirla cerca le estaban jugando una mala pasada. Santana se giró y le dio la espalda.

—No puede ser. Tiene que ser mi imaginación. Debo estar volviéndome loca.

—No, mi amor, no estás loca. Soy yo —dijo Brittany acercándose a ella y girándola para abrazarla—. Soy yo.

Para comprobárselo la besó. Sus labios se posaron sobre los de ella y la asaltaron con dulzura haciéndole sentir su sabor.

Santana sabía que no podía estar soñando: ese beso no era como los que llevaba añorando días enteros; este sí que era real.

La lengua juguetona le recorría la boca y la incitaba al placer y al amor.

—Brittany —dijo ella entre susurros cuando la boca de Brittany liberó la de ella.

—Santana, mi princesa, soy yo.

No, pero no podía ser.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella intentando soltarse del abrazo.

—Amor, tenemos que hablar —dijo Brittany.

—¿Qué vas a decirme? ¿Qué ganaste? ¿No era eso lo que querías? ¿No es eso lo que exigía tu soberbia? Bien, ya lo sé. Ahora te puedes ir.

Brittany la aprisionó más en sus brazos.

—Santana, escúchame. Nada de lo que te contó Marley es verdad.

—¿Ah no? ¿Vas a negar que es tu amante?

—No es mi amante. Fue mi amante hasta que te conocí. Cuando la dejé se enfureció y juró vengarse y todo lo que te dijo fue parte de esa venganza, te lo juro.

Santana añoraba que eso fuera cierto. Su voz sonaba tan sincera, tan real.

—Pero, ella dijo...

—Todo lo que dijo es mentira, mi amor —dijo Brittany con pasión—. La única verdad es que te amo y que jamás sería capaz de jugar con la mujer que me hizo mejor persona.

Santana no podía creer lo que oía.

—Brittany. Brittany. tú. dijiste que.

—Que te amo —dijo ella—. Soy una estúpida, una necia por no darme cuenta a tiempo: cuando me dijiste que me amabas me sentí en la gloria, pero todavía no aceptaba para mí que ese noble sentimiento pudiera anidar en mi corazón. ¿Sabes? Nunca nadie me había amado, nunca me habían dicho lo importante que era para alguien y por eso era hosca, prepotente y soberbia; era la única manera de encerrarme en mí misma y no aceptar que necesitaba el amor tanto como los demás. Pero fue tu amor, tu cariño el que me llevó a cambiar, a saber que puedo amar y dejar de ser la tonta soberbia que fui. No me importa ser la mejor, ni la más astuta, ni la más adinerada. Lo único que realmente me importa es estar contigo.

Los ojos de Santana se anegaron. ¿Podía ser verdad lo que oía? ¿Brittany la amaba? ¿No era un sueño?

—No llores, mi amor. No quiero que sufras. Si no quieres mi amor, si ya dejaste de amarme me, iré.

—No, Brittany. no entiendes. estoy llorando de felicidad. No puedo creer que me ames.

La mujer rubia la estrechó más contra sí y la besó en la boca con pasión.

—Créelo, mi princesa. Te amo, y estuve buscándote como una loca por dos semanas. En tu currículo mencionabas un orfanato y lo busqué por todas partes hasta que di con él y contigo. No hubiera parado hasta encontrarte de nuevo.

Santana pensó que si no fuera cierto, no estaría allí con ella.

—Brittany.

—Dime algo, princesa, quiero saber si todavía hay esperanza para mí, si todavía me quieres un poco.

—¿Un poco dices? ¡Mucho más que un poco! Te amo con toda mi alma, con todas mis fuerzas.

Volvieron a fundirse en un beso largo y dulce que los transportó a las cimas de la pasión. Las manos traviesas de la rubia bajaron por las nalgas de la joven.

—Te he extrañado tanto.

—Yo también.

El beso se hizo más profundo, pero se detuvieron al escuchar la risa de los niños que llegaba desde lejos.

—Parece que debemos detenernos, parece que hay público infantil aquí cerca.

Santana sonrió y Brittany la besó en la frente. Se sentaron sobre el césped y en pocos instantes Brittany le relató paso por paso lo que había hecho Marley, y junto con ella reconstruyó lo que ella le había dicho: quedó más que confirmado que todo habían sido mentiras de esa mujer.

—No comprendo cómo alguien puede ser tan malvada —dijo Brittany.
—No quería perderte —dijo Santana—. Yo también haría lo que fuera por no perderte.

Brittany la besó.

—Ella nunca me tuvo: nunca de la manera en la que me tienes tú. A ella nunca la amé.

—Pobrecita, me da lástima.

—Pero ya no hablemos más de ella —dijo Brittany.

—Es verdad, háblame de Miraland. Dime ¿te quedaste con el proyecto?

—No, se lo quedó Thomas. La verdad no lo presenté. Mi mente estaba tan ocupada en pensar una estrategia para encontrarte que finalmente no presente el proyecto.

—¡Brittany! Cuanto lo siento: por mi culpa perdiste el proyecto más importante del año.

Brittany la estrechó más.

—Pequeña tontita, ¿crees que eso me importa? ¿Crees que un proyecto es más importante que tenerte junto a mí?

—¿Ah no?

—Claro que no, y si no fuera por cuatro ojos infantiles que andan rondando por aquí, te lo demostraría ahora mismo.

Santana se estremeció. Todavía le parecía un sueño que su amor estuviera allí con ella, besándola, mimándola, prometiéndole amor.

—Te amo —dijo ella.

—Y yo a ti. Y por favor, Santana, dime que harás de mí una mujer honrada y que te casarás conmigo.

Santana abrió sus preciosos ojos oscuros con sorpresa y deleite.

—Brittany. mi amor, ¿quieres casarte conmigo? —preguntó ella para confirmar que había entendido bien.

—No seas tramposa, yo lo dije primero.

Santana no pudo evitar soltar un chillido de felicidad.

Brittany le estaba pidiendo que se casara con ella.

La mujer lanzó sus brazos al cuello de Brittany y la besó con toda la pasión que le quedaba en el mundo.

—Sí, sí, amor. Claro que me caso contigo —dijo ella feliz.

Brittany volvió a besarla y a ser consciente de que esa mujer era lo mejor que le había pasado: era su amor y su razón de ser y de vivir; ya nada más le importaba si no estaba ella a su lado: ni el nombre, ni el prestigio ni el poder. La soberbia de años y años había quedado en el pasado ahora que comprendía lo que valía el amor.
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por JVM Vie Ene 20, 2017 1:55 am

Pues aunque fue poco tiempo, fue muy intenso lo que vivieron y lograron enamorarse. Para Britt la morena fue una bocanada de aire nuevo, le trajo felicidad y amor. Y aunque Marley logró por un rato su venganza Britt logro dar con San y explicarle las cosas.
Ahora el proyecto mas importante de ambas viene en camino... Una vida juntas!
Gracias por actualizar, me haces los días jaja
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por micky morales Vie Ene 20, 2017 8:30 am

Demasiado bueno el final para ellas, Brittany se enamoro hasta el punto de olvidarse hasta del dichoso proyecto!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por 3:) Vie Ene 20, 2017 9:13 pm

muy buena historia!!!
se nota que el amor a primera vista fue demasiado fuerte!!!
que bueno que britt recapacito y tuvieron su final feliz!!!
3:)
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

Mensaje por monica.santander Sáb Ene 21, 2017 3:13 pm

Que lindo final!!!!!!
El amor lo puse todo!!!
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]Brittana: APASIONADA SOBERBIA . cap. 7, 8, 9, 10 y 11 FIN

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