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[Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13

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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Feb 17, 2018 10:20 pm

LA CLAUSULA
PIENSALA ANTES DE FIRMAR


SINOPSIS

Cuando se te aparezca una oportunidad... ¡tómala! Y eso fue lo que Santana López hizo cuando Brittany Pierce le propuso un descabellado contrato. La idea de ocupar el puesto de secretaria en una de las empresas más prestigiosas a nivel internacional, ¡era realmente tentadora! Pero ser la «acompañante de negocios» de la mujer más sexy del planeta Tierra, aún lo hacía más emocionante. Desde la mala experiencia sentimental con su ex mujer, Brittany no ha querido volver a amar. Pero cuando sus ojos color azul cielo se clavan en Santana López, una corriente eléctrica hará que su corazón vuelva a latir. Algunos dirían que una mujer como ella lo tiene todo pero, la verdad, es que a Brittany le faltaba lo más esencial en esta vida: encontrar a su alma gemela.

Ambas saben que se necesitan mutuamente para beneficiarse. ¿Pero qué pasará cuándo los sentimientos participen en este peligroso y excitante juego? ¿Serán capaces de actuar como si nada y cumplir con las cláusulas del contrato?
Piénsalo bien antes de firmar...


Última edición por marthagr81@yahoo.es el Dom Mar 18, 2018 7:08 am, editado 8 veces
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Mensaje por Isabella28 Sáb Feb 17, 2018 10:28 pm

Que bueno se ve esto, me encantan tus adaptaciones.
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Mensaje por 3:) Dom Feb 18, 2018 1:27 pm

Hola mar....

Se ve interesante la adap!!!!
Quiero leer el primer capi!!!
3:)
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Mensaje por Invitado Dom Feb 18, 2018 8:47 pm

Me llamo la atención ya quiero leer el primer capítulo :0
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Mensaje por micky morales Dom Feb 18, 2018 9:16 pm

Bien, estoy lista para el primer capitulo, aqui vamos!!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:40 am

Isabella28 escribió:Que bueno se ve esto, me encantan tus adaptaciones.

Gracias, espero te agrade la historia....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:41 am

3:) escribió:Hola mar....

Se ve interesante la adap!!!!
Quiero leer el primer capi!!!

Hola Lu, si espero les guste,, no solo vas a leer el primer cap. como estamos comenzando semana les dejare mas de uno.....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:43 am

TheJadeDiaz escribió:Me llamo la atención ya quiero leer el primer capítulo :0

hola, espero te guste,, y pues leerás mas de uno... saludos
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:44 am

micky morales escribió:Bien, estoy lista para el primer capitulo, aqui vamos!!!!

perfecto,, solo para el primero?? voy a dejar como 3....
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:47 am

UNO

.

Tic, tac, tic, tac… Aquel maldito reloj haría enloquecer por completo a Santana. No hacía falta preguntarle cómo se encontraba. ¡Por supuesto que no! Su pierna izquierda respondía por sí sola con aquel continuo golpeteo. Ella volvió a observar su reloj de mano para confirmar el retraso. Debería haber entrado por aquella enorme puerta desde hace, exactamente, dos horas. ¡Maldita sea! Dejó que las palmas de sus manos atizaran sus piernas, produciendo un «armonioso» ruido en la salita de espera. Un carraspeo hizo paralizarla para observar hacia una de las empleadas de la empresa. Gesticuló una disculpa hacia aquella atractiva mujer que la estaba fulminando con la mirada. Santana suspiró con cansancio mientras se incorporaba del asiento, tratando de relajar sus nervios. No pudo reprimir plancharse, nuevamente con sus manos, la falda negra de tubo que había decidido vestir para aquella ocasión. Caminó encima de sus incómodos tacones rojos, practicando una buena apariencia ante su posible futura jefa. Arrugó los ojos para analizar, con cierto disimulo, las fisonomías de las empleadas allí presentes. «¡Estoy jodida!», pensó. Todas eran rubias y de ojos tan claros como el mismísimo cielo. Por un momento se había sentido como una famosa conejita de Playboy, pero ella no podía competir con aquellas explosivas mujeres sacadas de las mejores revistas de moda. ¡Santana era todo lo contrario! Pelo negro como el carbón, ojos tan oscuros coma la noche y un cuerpo realmente sencillo. Como ella misma se definía: «una más del montón, ¡y muy orgullosa de serlo!». Se acercó a su bolso de mano para retirar el teléfono móvil. Dibujó una tierna sonrisa al ver el nombre de su madre en la pantalla. Sus padres estaban preocupados por ella. Decidió desconectar el celular para evitar alguna interrupción en su entrevista, si algún día llegaba a tenerla…

—Hasta luego

Santana giró sobre sus talones para observar a una chica de pelo castaño salir del despacho, mientras lloraba en un mar de lágrimas. La muchacha se detuvo para observarla de arriba abajo

—. Suerte, la necesitarás —dijo, limpiándose el rimel que hizo un completo estropicio en su cara.
Santana tragó saliva con fuerza mientras el sudor le resbalaba por la piel de la nuca. Ese día se habían presentado cinco candidatas, incluida ella. Las tres primeras habían salido felices y, aparentemente, victoriosas. Entonces, ¿qué le había sucedido a la cuarta aspirante?

—Mierda —susurró por lo bajito cuando notó cómo las piernas le comenzaron a temblar. La penúltima mujer era morena. ¡Esa había sido la razón! Caminó con inseguridad hacia el asiento para coger el bolso y la chaqueta. Necesitaba largarse de allí cuanto antes... ¡antes de ser humillada! Ella no cumpliría con los requisitos de la exigente directora, y teñirse de rubia no era una opción que le agradaba demasiado.

—Señorita López —dijo una de las barbies, sorprendiéndola por completo. Santana esbozó una sonrisa forzada mientras peinaba el cabello con sus manos—. Usted es la siguiente. La señorita Pierce la está esperando y odia las tardanzas —le explicó, analizándola con la mirada, mientras sujetaba una carpetita negra entre sus brazos.

«¿Tardanzas? Soy yo la que llevo aquí toda la maldita mañana», pensó. Tomó una enorme bocanada de aire, antes de adentrarse en la boca del lobo. Simplemente tenía que recordar que estaba allí para ayudar económicamente a su familia... ¡a su hermana pequeña! «Vamos, San», se animó a sí misma. La empleada le abrió la puerta con educación, sin antes regalarle una sonrisa hipócrita. Santana caminó a cortos pasos hacia el enorme escritorio negro, a conjunto con los muebles empotrados y el sofá de cuero. Realmente, se maravilló por la decoración y la iluminación que entraba en el cuarto. Podría pasarse todo el día observando por aquellas enormes ventanas y maravillarse con las vistas que la magnate Pierce tenía. «¿Y la jefa?».

—Una secretaria no puede despistarse con tanta facilidad —habló una voz profunda y gutural desde la esquina de la habitación.

Santana gimió cuando escuchó la voz de la señorita Brittany S. Pierce y sus ojos se abrieron con cierta perplejidad. «¿Cirugía estética?», pensó. Para nada había pensado que la dueña de las empresas más influyentes fuera una mujer tan joven, impresionante… ¡y guapa! ¡Por el amor de Cristo! ¡Tenía a la representación más cercana a la de una diosa griega!

—Buenos días, señorita Pierce. Mi nombre es…

—Santana —la interrumpió, haciendo que la muchacha se sonrojara—. ¡Demonios! Lo sé, chica. Estás apuntada en la lista.

Ella pestañeó repetidas veces

—. Toma asiento. No tengo todo el día —exigió con aire adusto mientras dejaba caer su fornido cuerpo en la silla de cuero—. Aunque no creo que nos tome mucho tiempo en deliberar un acuerdo —le explicó, sin dejar de escrutarla con la mirada. Vale. Una mujer íntegra y normal la recibiría con educación, pero ella era todo lo antagónico a ello. «¡Capulla engreída!», pensó para sus adentros. Sabía que las empresas Pierce mantenían una imagen muy estricta. De hecho, en la última planta donde ahora mismo se encontraba ella, la decoración estaba formada por matices negros y blancos sin ningún color que interrumpiera aquella perfecta armonía. Y sí, lo mismo sucedía con las tres asistentas que Brittany tenía a su disposición. ¡Todas eran rubias! San caminó hacia la silla para sentarse con cierta brusquedad. Cruzó los brazos sobre su pecho cuando una firme arruga apareció en su entrecejo. Estaba enojada. ¡Muy enojada! Trató de relajarse cuando Brittany comenzó a intimidarla con mirada. ¿Acaso existía mejor conjunto que unos ojos color cielo y un cabello rubio? ¡Era condenadamente hermosa! «Una mujer condenadamente ególatra», pensó ella.

—Muy bien, señorita López —comentó mientras leía los papeles que tenía sobre la mesa. Sonrió con incredulidad mientras sus ojos bailaban hacia el papel y hacia la cara de la morena—. ¿Esto es una cámara oculta, no? — preguntó, respaldándose en la silla con pesadez. Santana notó cómo el vello comenzaba a erizarse cuando Pierce torció los labios en una sonrisa traviesa. «A la mierda el trabajo, papá. Prefiero hacer horas extras en el bar de Figgins», pensó para sí misma.

—¿Sucede algo, señorita Pierce? —la interrogó con mordacidad.

—Oh, por supuesto que sucede algo, señorita López. No tiene ninguna experiencia en el ámbito que exigimos en mis empresas, ni siquiera estudios relacionados con el trabajo —le explicó con aire adusto, pasando las hojas de un lado a otro.

—Bueno, Walt Disney no tenía estudios y fue uno de los mayores productores estadounidenses —aclaró ella, adoptando una postura más cómoda en el asiento.

San se sobresaltó cuando un estallido de risas amanecieron de aquel bello ser que empezaba a incordiarla muy seriamente. Ella agrandó sus fosas nasales como un iracundo toro, sintiéndose totalmente humillada.


—¡Esto es increíble! Nunca me había pasado algo similar en una entrevista de trabajo —confesó ella, retirando una lágrima de su ojo. ¡Oh, esos ojos que ahora mismo San deseaba arrancárselos con las uñas! —. Vaya, ahora lo entiendo —dijo, releyendo el folio una vez más—. Solo tienes veintiséis años. Pero, ¿no estás en la edad de dejar los dibujitos, Sanny?

«¿Sanny?». Sus ojos salieron de órbita. ¿Había escuchado bien? La estaba tratando como una niña pequeña, ¡joder!

—¡Eres una ridícula! —chilló con fuerza, haciendo que ella ladeara la cabeza con cierta confusión—. Tus padres debieron haberte dado unos buenos azotes en el culo o, mejor dicho, en la boca, Brittany Pierce. ¡Oh, Dios Santo!

El cuerpo de Santana liberó la tensión que había acumulado durante toda la mañana. Había creído encontrarse con una mujer decente y humilde, mostrando cierta empatía hacia ella. ¡Sí, empatía! Los Pierce eran una familia de las más prestigiosas internacionalmente, pero el fundador de las empresas también fue criado en un barrio pobre como el de la familia López. ¡Esa era la realidad!

—¿Qué coño has dicho? —preguntó aquel ser, apoyando sus antebrazos en el escritorio para intimidarla más de lo que ya estaba—. Vienes a una entrevista para conseguir un buen puesto de trabajo, ¿y ni siquiera sabes quién va a ser tu jefa? Soy Brittany Pierce, heredera de las empresas Pierce. Richard es mi padre, estúpida niña —declaró, haciendo que la mente de Santana tratara de recordar lo que había leído en la Wikipedia. ¡Joder, qué más daba! Estaba claro que el puesto de trabajo ya no era suyo. Había puesto la pata hasta el fondo

—. ¡Qué insolente!

Ella se enajenó por la ira. Golpeó el escritorio con la palma de su mano, provocando que Santana despertara de su trance

—. Eres una maleducada. A una jefa no se le tutea.

—Tú me has tuteado primero —respondió ella con su dedo índice en alto.

—¡Uff! —suspiró mientras volvía a apoyar su prominente espalda contra el asiento—. No sé quién te ha informado de mí, pero deberías saber que soy una mujer con muy poca paciencia.

—Lo sé. Y tan engreída como un sapo hinchado —dijo, cruzando sus brazos sobre el pecho en señal defensiva y autoritaria.

Santana había experimentado todo tipo de silencios a lo largo de su vida, pero como aquel tenso momento nunca. Ella era una mujer orgullosa y luchadora, pero eran esos ojos color cielo los que le producían inquietud y nervios.

—Muy bien —rompió el silencio la hermosa «diosa griega» mientras se incorporaba del asiento—. No tienes estudios —dijo, rodeando el escritorio mientras sus dedos golpeteaban en la mesa—. No tienes experiencia —habló con voz más profunda cuando su cuerpo se paralizó detrás de ella—. Entonces, pequeña Sanny, ¿qué es lo que me puedes ofrecer? —preguntó muy cerca de su oído, sorprendiéndola por completo.

Ella reaccionó con rapidez para encararla, a pesar de sentirse pequeña en comparación a su altura. ¡Demonios! Brittany Pierce desprendía una irresistible sensualidad por los poros de su escultural cuerpo. Santana se sentía totalmente abrumada y molesta consigo misma al ver que su cuerpo reaccionaba con deseo.

Brittany la observó con aire malicioso cuando una comisura de su labio se alzó hacia arriba.

—¿Tienes novio? —inquirió, acercándose más a su cuerpo.

—Tengo un perro —respondió ella con tono plano, alzando los hombros para dejarlos caer nuevamente.

Brittany suspiró con fuerza mientras sus manos sujetaban sus caderas. Santana tragó saliva, sabiendo que esa postura implicaba que aquella genuina mujer iba a explotar en tres, dos, uno…

—Escúchame bien, pequeña —dijo, sujetándola del brazo izquierdo cuando sus cuerpos chocaron contra la mesa—. Ni en broma te contrataría para ocupar el puesto de secretaria. Si necesitas el dinero, podemos llegar a otro tipo de acuerdo. Créeme, no eres la clase de mujer en la que me fijaría — aclaró, sin dejar de escrutarla de arriba abajo, cuando el corazón de Santana se le paralizó. Aquello le había dolido, ¡mucho más que el rechazo para el puesto de trabajo!—. Una cita por diez mil dólares —manifestó sin dejar de omitir esa maliciosa sonrisa, haciendo que la perplejidad de ella aumentase.

¿Había escuchado bien?

—. No te hagas la tonta. Muchas mujeres desearían tener sexo conmigo, ¡incluso gratis! Plas. El silencio volvió a inundar la habitación. Brittany sostuvo su mirada hacia el lado derecho cuando Santana, sin pensárselo demasiado, alzó su mano para propiciarle un buen cachete en la mejilla.

—Muchas mujeres desearían tener un trabajo digno y vapulear a hombres y mujeres como tú —confesó ella mientras caminaba hacia la salida—. ¡Ah, por cierto! —exclamó, girando su cuerpo para encararla por última vez

—. Tampoco usted es la clase de mujer en la que me fijaría, señorita Pierce.

Brittany permaneció quieta, como si las suelas de sus zapatos estuvieran adheridas al suelo, mientras contemplaba a aquella ruda mujer alejarse de su despacho irradiando indignación.

― Santana López…
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 1:52 am

DOS
BRITTANY S. PIERCE





—La odio, la odio, la odio, la odio… Esas eran las continúas palabras que Santana había escupido durante los dos días siguientes de su pésima entrevista. ¡Por supuesto que sus padres se sorprendieron! María, su madre, era bastante sensible y muy intranquila pero también era una de las mujeres más valientes que Santana había conocido en su vida. Ella, actualmente, era la única que traía el dinero a casa y la que más se partía el alma para mantenerlos alimentados y resguardados bajo un seguro techo. Por otra parte estaba Ricardo López, su padre.

Santana sufría al ver cómo su progenitor se quejaba por las monótonas molestias que tenía en el pecho. Después de que él sufriera un ataque al corazón, lo primordial para ella era no darle más disgustos. Ricardo tenía la esperanza de ver a su querida niña trabajando en las empresas más prestigiosas a nivel mundial, pero eso no iba a ser posible. No mientras Brittany Pierce no perdonase a Santana... ¡de rodillas!

—¡Maldita sea! —gritó ella en su cuarto mientras mordisqueaba con rabia la almohada. Sabía que el sueldo de secretaria era muy elevado. Podría pagar la hipoteca de la casa y las deudas de su padre. «Una cita por diez mil dólares». Santana no pudo reprimir pensar en la oferta de aquella despiadada mujer. ¡Era mucho dinero! Ella negó con la cabeza mientras cubría su rostro con las manos. Tenía que sacarse esa descabellada idea y volver al garito de Figgins para rogar, otra vez, por el puesto de camarera. ¡Sí! Aquel torturante trabajo que le aspiraba toda su energía positiva.

—¿San? —preguntó una niña pequeña mientras abría la puerta.

—Ahora no, Ana —imploró ella mientras se estiraba sobre la cama.

—Es que papá está enojado —comentó, adentrándose en el interior del habitáculo mientras arrastraba a su osito de peluche por el suelo.

Santana se incorporó para analizar la asustadiza cara de su hermana pequeña.

—Ven aquí —exigió ella mientras su mano palmoteaba contra el colchón. Ana sonrió con dulzura para saltar sobre la cama—. ¿Qué sucede ahora? —la interrogó, mientras le acariciaba el cabello con los dedos.

—No lo sé. —Negó con la cabeza, provocando que sus gafas se sacudieran—. Algo de un «deshucio» y números rojos.

—Desahucio —la corrigió Santana con los ojos llorosos. Esto era más grave de lo que pensaba.

—¡Sí! ¿Qué es eso, San? ¿Es algo malo?

Ella observó a Ana mientras ésta se acurrucaba contra su osito. En su vida se perdonaría ver a su hermana pequeña en la calle y a su padre con otro infarto al corazón. ¡No se lo merecían! ¿Qué habían hecho mal para que la vida les pagara de esa manera? ¡Nada!

—¿San? —preguntó la pequeña, captando la atención de su hermana mayor.

Santana sonrió con ternura para acunarla entre sus brazos.

—Todo estará bien, Any. Te prometo que no pasará nada, ¿vale?

—¿De verdad de la buena?

Santana suspiró cuando observó el dedo meñique de su hermana en alto.

—Promesa de hermanas —respondió, entrelazando los dedos.

Santana había pasado la tarde entera discutiendo con sus progenitores, buscando una solución al enorme problema en el que ya estaban envueltos. Su padre propuso hacer unas horas en la mina, cosa que hizo enojarla por completo. ¿Acaso quería excavar su propia tumba? ¡Por el amor de Cristo! Su madre no pudo reprimir la presión y rompió a llorar. La situación era un completo drama y, peor aún, sin solución. Pero fue en ese mismo instante donde la bombilla de Santana se encendió. Odiaba arrastrarse y dañar a su orgullo, pero debía hacerlo. ¡Tenía que hablar con Brittany Pierce!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 2:05 am

TRES
CONTRATO




Santana suspiró sin dejar de caminar de un lado a otro, antes de adentrarse en el enorme edificio. Había pensado en volver al taxi y aceptar la idea de vivir en la calle, antes que suplicar ayuda a aquella idiota. Pero no podía comportarse como una egoísta. ¡Era su hermana pequeña la que se merecía una nueva oportunidad en la vida!

—Hola, buenas tardes. ¿Le puedo ayudar en algo? —preguntó la recepcionista sin dejar de teclear en el ordenador.

—Hola —respondió Santana con inseguridad—. Esto… necesito hablar con la señorita Brittany Pierce.

La mujer, sorprendida por escuchar aquel nombre, la analizó con cierta repulsión.

—la señorita Pierce no la atenderá —aclaró con sequedad, dejando a un lado a Santana como si fuera un cero a la izquierda.

—Ni siquiera has intentado ponerte en contacto con ella —comentó, quejándose como una niña pequeña—. Necesito hablar con la señorita Pierce. ¡Ahora! —exigió, perdiendo la paciencia.

Estaba al borde de la desesperación. ¡Vale! Tal vez presentarse en las instalaciones multimillonarias Pierce en chándal y deportivas viejas, ¡no había sido una buena opción!

—La señorita Pierce no la va a atender. ¡Punto! O se tranquiliza, o llamo a seguridad —explicó la mujer—. Este no es un buen lugar para pedir dinero.

Santana se mordió la lengua para no despotricar tonterías de las que luego se arrepentiría. No pensaba gritar, no pensaba acceder a lo que aquella «bruja» quería. Ella desvió su mirada hacia al final de un largo pasillo donde varios gerentes se dirigían a los ascensores. Observó a ambos lados, conociendo el riesgo que iba a correr si alguien la encontraba allí dentro sin ningún tipo de permiso. Pasar desapercibida entre aquella variedad de distintas firmas de ropa, ¡era de locos! Caminó con «seguridad» hacia la zona de los ascensores. Apretó todos los botones, esperanzada de que alguno le abriera las puertas para subir al cielo, como ella lo definió el primer día, hasta que una mera conversación con Brittany hizo rectificar sus palabras. ¡Ella se dirigía al mismísimo infierno!

—Mierda… —murmuró por lo bajo cuando la anterior recepcionista la observó a lo lejos. Su respiración se agitó al ver cómo la mujer gesticulaba con sus brazos hacia ella cuando un par de «gorilas» caminaron en su dirección con cara de muy pocos amigos—. ¡Joder! Santana corrió hacia la puerta de las escaleras, sabiendo la larga y sofocante subida que le esperaba. ¡Dios Santo! El despacho de la directora estaba en la última planta. ¡Genial!

—¡Deténgase, señorita! —gritó uno de los seguritas cuando la puerta golpeó fuertemente contra la pared.

Santana no detuvo su ritmo. Subió las escaleras de dos en dos, sintiendo que le pesaban las piernas por el miedo. Nunca había sido una fanática del deporte pero ese día había hecho todo el ejercicio de su vida.

—¡No! ¡Usted no tiene permiso para estar aquí! —chilló una histérica mujer cuando la morena apareció como una loca en la última planta. Santana buscó un apoyo contra la pared, tratando de regalarle un poco de aire a sus afligidos pulmones

. —No me hagas nada —sollozó una de las secretarias de Pierce con sus manos en alto y sin dejar de gritar.

San arrugó la frente, preguntándose si en serio tenía las pintas de ser una atracadora. ¡Ni siquiera tenía dinero para comprar una triste pistola de juguete! Ella corrió hacia el despacho de Brittany, sintiendo que le pisaban los talones.

—¡Detente! —exigió el hombre, a punto de atraparla.

—¡No! —gritó ella cuando abrió las puertas de par en par. Santana dejó que el rubor ascendiera en sus mejillas sin retirar la vista del limpio parqué del despacho de la señorita Pierce, mientras el segurita vociferaba insultos y otras groserías.

—¿Qué coño pasa aquí? —preguntó la voz autoritaria de Brittany que Santana, sin levantar aún la mirada, reconoció al mismo instante.

—Esta mujer ha entrado en la empresa sin autorización. Seguro que es una delincuente. ¡Vamos! —alzó la voz el hombre mientras la sujetaba con rudeza por su brazo derecho.


Santana no tuvo el valor de levantar la mirada del suelo, pero un ligero cosquilleo le recorrió por todo su cuerpo. ¡Sabía que Brittany la estaba observando!

—Ahora mismo voy a llamar a la policía. ¿Estás loca? ¡Contesta! — reclamó aquel «troglodita» sin dejar de sacudirla como si fuera un trapo sucio.

Ella dejó escapar varias lágrimas, ocultadas por su mata negra de pelo, mientras pensaba en el enorme disgusto que le daría a su padre si supiera que una de sus hijas sería encarcelada.

—¡Detente! —ordenó Pierce con voz autoritaria y firme.

—¿Disculpe, señorita? —demandó el segurita con cierta confusión.

—Suéltala —dijo con tono amenazante, provocando un escalofrío en las entrañas de Santana—. He dicho que la sueltes y no volveré a repetírtelo.

San notó un aflojamiento en su brazo derecho mientras acariciaba la zona con delicadeza.

—Señorita, llamo a la policía y les explico que…

—Largo —lo interrumpió sin más rodeos—. Que nadie entre a mi oficina. ¿A qué esperas? —preguntó en un grito.

El sonido de la puerta cerrarse hizo que la tensión de Santana aumentara. Estaba a solas, nuevamente, con ella. Aquella hermosa mujer que le robaba la respiración con su mirada pero, al mismo tiempo, la hacía enfurecer con demasiada facilidad.

—Vaya —dijo Brittany, rompiendo el silencio en la sala, mientras ella permanecía con la mirada clavada en el suelo—. Mira quién ha vuelto. Tenía la sensación que eras tú cuando me avisaron que una lunática había invadido el edificio.

Santana apretó las manos en dos puños, tragándose las palabras. Había venido a hacer un trato que no le agradaba para nada y que, probablemente, lo lamentaría para toda su vida como mujer. Ya no era fácil para ella aceptar aquella asquerosa idea, y menos aún tener que aguantar los pitorreos de aquella mujer.

—Necesito tu ayuda —murmuró tan bajo que apenas fue audible. Ella tragó saliva con dificultad cuando Brittany comenzó a caminar en círculos sin dejar de rodearla.

—Una deuda de cien mil, una hipóteca de veinticinco años por el valor de ciento setenta mil dólares, un padre con problemas cardiovasculares, una hermana de seis años… ¡Joder! Normal que necesites ayuda, Sanny.

—¡No me llames así! —exclamó, alzando su vista para sorprenderse. Brittany era bellísima, más aún con vestido un poco ajado. ¡Dios Santo! Ella aprovechó ese momento para analizar esos oscuros ojos que la habían cautivado el primer día que la vio. Brittany no podía negar que se había interesado por Santana y que había realizado una intensa búsqueda de su vida personal. Era una mujer que si se proponía algo, lo conseguía. Y, sinceramente, le complacía ver que la pequeña guerrera había recurrido en su ayuda. Un día más, y ella mismo habría ido a la puerta de su casa para chantajearla con su suculento propósito.

—¡Oh, querida Sanny! —exclamó, recalcando la última palabra—. Respuesta incorrecta —dijo, acercándose hacia la silla mientras ella la observaba con fastidio.


—Deja de jugar conmigo —exigió con su dedo índice en alto—. ¿Cómo sabes todo eso de mi familia?

—Mmm… ¡sigue intentándolo, Sanny! —alentó la rubia mientras cruzaba sus piernas sobre la mesa. Santana llevó sus manos a la cabellera, perdiendo la cordura por completo. La muy egocéntrica quería que le suplicara, pero su orgullo se lo estaba poniendo muy difícil.

—¡Maldita sea! —sollozó, dejando sus lágrimas a vista de Brittany. Ella había cambiado la expresión de su cara cuando ella comenzó a abrir la chaqueta de su chándal para mostrarle una camiseta de tiras que enseñaba su perfecto escote

—. Dijiste diez mil, ¿cierto? —inquirió con un susurró cuando la chaqueta cayó al suelo y sus manos retiraron las tiras de la camiseta. Ella se sorprendió cuando Brittany, al incorporarse bruscamente, golpeó la silla contra la pared.

Santana tragó saliva mientras caminaba marcha atrás. Había tenido un novio en la adolescencia y, obviamente, no quedaban para jugar al parchís. Pero no era una experta en el tema sexual. De hecho, ella nunca había disfrutado en la cama. Más de una vez se había planteado seriamente si el problema fue de ella o del precoz muchacho. San gimió cuando Brittany la alzó de sus caderas para apegarla contra la pared. Brittany le analizó con total descaro el escote mientras se humedecía los labios. Santana comenzó a temblar con exageración. Nunca antes había experimentado un deseo tan imparable por una mujer, como ahora.

—Mírate —dijo, observándola a los ojos—. Estás muerta de miedo, nena. ¿Crees que te voy a dar diez mil así por las buenas? —preguntó, dejando que los pies de Santana volvieran a pisar el firme suelo—. ¡Tápate! —exigió, lanzándole la chaqueta.

Santana se sintió ridícula. ¿Acaso ella no era lo suficiente atractiva para Brittany? ¡Oh, claro que sí! Brittany había reprimido muy a regañadientes las ganas de tirársela encima de su escritorio hasta el amanecer. Santana había despertado en ella un sentimiento que había estado en letargo durante años. Brittany deseaba saber a qué sabían sus carnosos labios y descubrir en profundidad los matices castaños de sus ojos.

—¿Entonces no hay trato? ¡Necesito el dinero!

Brittany volvió a observarla mientras ocultaba su incomoda excitación. Estaba demasiado excitada y caliente con la inesperada actitud de la pequeña guerrera. Acostarse con mujeres no era uno de sus hobbies, a pesar de tener la fama de mujeriega. Ella había amado a una mujer con todo su corazón, pero la muy víbora la traicionó. Únicamente había tenido ojos para su ex mujer pero, al parecer, ella prefirió liarse con su mejor amigo. ¡Sí! Brittany Pierce, la gran cornuda de la historia. ¿Peor aún? Ella seguía sintiendo algo por ella. Su ex mujer insistía en arreglar las cosas porque aún la amaba, pero Brittany no sentía la suficiente confianza para volver y retomar la relación con normalidad. Le habían dañado el corazón, ¡para siempre!

—Di las dos palabras mágicas, Sanny —le ordenó, entrelazando las manos mientras palpaba su agitación.

Ella se veía jodidamente hermosa con su cabello alborotado y las mejillas sonrojadas. Santana era ternura, algo que hizo llamarle la atención. A sus treinta y tres años, ninguna mujer hizo sacarle tantas sonrisas en tan pocos minutos.

Hubo un incómodo silencio mientras ella pensaba qué decir. Ya se sentía muy avergonzada como para suplicarle nuevamente. «Joder, San. Hazlo por Ana. Se lo has prometido», se animó a sí misma.

—Por… —dijo, tragando saliva, mientras Brittany esperaba por su respuesta con una sonrisa triunfadora—. Por favor —susurró con voz apenas audible.

—No te he escuchado.

—Ególatra… —murmuró por lo bajo mientras Brittany carcajeaba.

—Toma asiento, Sanny. Tengo una oferta que te va a interesar —le aclaró, mientras retiraba una carpeta del cajón de su escritorio. Brittany trató de reprimir una sonrisa maliciosa. Había preparado esto con sus abogados hacía menos de un día, a pesar de las advertencias de estos por su demente propósito. ¡Pero le daba igual! Ella tenía que ser astuta para engatusar a la pequeña Sanny, ofreciéndole la suficiente ayuda para su familia.

Ella caminó hacia la silla para tomar asiento con cierta desconfianza. ¡Estaba realmente nerviosa! Brittany giró los papeles hacia ella para que pudiera leer la portada de la carpeta:

Contrato.
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Mensaje por Isabella28 Lun Feb 19, 2018 4:55 am

Que humillante!! Britt que mala actitud, aprovechandose de la mala situación de san, pero creo que le va a gustar a san.
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Mensaje por micky morales Lun Feb 19, 2018 7:58 am

Estoy muy interesada por saber que contiene ese contrato!!!! [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 1206646864 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 918367557 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 3637566961
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Mensaje por 3:) Lun Feb 19, 2018 11:57 am

Britt va a aprovechar muy bien. La "inversión" por así decirlo...
A estas alturas no se quien es peor si el padre se san o britt!!!!
A ver que tanto dice el contrato???
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 6:47 pm

Isabella28 escribió:Que humillante!! Britt que mala actitud, aprovechandose de la mala situación de san, pero creo que le va a gustar a san.

Hola, Bueno creo que si y no en cuanto a la actitud de Brittany, se esta aprovechando pero esta permitiendo que Santana se aproveche ya que conoce bastante bien esa situación economica tan mala que esta pasando ella y su familia... ya veremos quien sale ganando mas... saludos.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 6:48 pm

micky morales escribió:Estoy muy interesada por saber que contiene ese contrato!!!! [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 1206646864 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 2145353087 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 918367557 [Resuelto]BRITTANA: La Clausula. Cap. 13 3637566961

Creo que te va a decepcionar el contenido del contrato, aunque tiene un poco de gracia..... ya veras..
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 6:49 pm

3:) escribió:Britt va a aprovechar muy bien. La "inversión" por así decirlo...
A estas alturas no se quien es peor si el padre se san o britt!!!!
A ver que tanto dice el contrato???

O tienes razón pero creo que es peor el Padre de Santana, por que en vez de hacer algo deja los problemas en manos de ella....
te sorprendera el contenido del contrato. jajajaja. saludos.---
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 6:51 pm

CUATRO..
SERÁS MI PAREJA, SANNY


Santana pasó la noche en vela. ¿Pero cómo podía conciliar el sueño después de lo sucedido? Aún no era consciente de lo que hizo. Únicamente se había cegado con la enorme cantidad de dinero que Brittany le daría mensualmente.

—Dios mío —murmuró cuando las imágenes en el despacho de Brittany volvían a su cabeza... Fruncí el ceño cuando analicé los dos folios, escritos de arriba abajo. Alcé la vista para encararme con ella. —¿Qué es esto? —inquirí con dudas.

—Un contrato —respondió con normalidad. Vale. Hasta ahí comprendía —. Digamos que… un contrato especial. —Sonrió con picardía, provocando que una revolución de aleteos aparecieran en mi estómago.

—Entonces, ¿al final seré tu secretaria?

—No. —Negó con la cabeza—. El contrato se basa en otro aspecto, Sanny —explicó, haciendo que mi vello se erizara por aquel diminutivo. Le había dicho a Brittany que odiaba ese nombre pero, joder, me había encantado. Era la primera vez que una persona me llamaba así—. Serás mi compañera de negocios.

—¿Cómo? —pregunté con confusión. —Sí. Tendrás que asistir conmigo a las reuniones, cenas de socios, fiestas privadas… serás mi pareja, Sanny —aclaró con normalidad, cuando mi cuerpo comenzó a tambalearse.

¿Su pareja?

—¿Y por qué yo? ¡Maldita sea! Esto ya lo tenías planeado, ¿cierto? —interrogué, alzando el par de folios en alto—. ¿Qué pretendes conmigo? Yo no soy ninguna prostituta, Brittany.

—En ningún momento me he referido a eso —dijo, analizándome muy intensamente a los ojos—. Si quisiera tratarte como tal, ¿no crees que te hubiera follado hace escasos minutos? —preguntó, provocando que el rubor aumentase en mis mejillas. ¿Cómo podía ser tan brusca hablando de esos temas?—. Lee las condiciones. Piénsalo bien antes de firmar.

Mis ojos se abrieron como platos. El contrato se basaba en firmar y aceptar el acuerdo de todas las condiciones y de las seis cláusulas redactadas, por un período mínimo de un año y con una retribución demasiado alta por cada mes que siguiera cumpliendo con el trato.

—Esto no tiene sentido —le expliqué, negando con la cabeza mientras volvía a apoyar la pluma en el escritorio. El contrato era demasiado sencillo, sin ningún tipo de aspecto negativo, aparentemente—. ¿Qué ganas tú con todo esto? —pregunté, observándola a los ojos.

—Necesito compañía y mostrar estabilidad ante los demás clientes. Además... ¿qué te importa? ¿No quieres terminar con tus problemas económicos? ¡Ahí tienes tu gran oportunidad! O la tomas, o la dejas.

Yo tragué saliva. ¡Era cierto! No volvería a tener otra oportunidad como esa. Aquellos dos folios no hacían mención ninguna con tener relaciones sexuales o algo similar. La ley es la ley y una mujer de negocio, como ella, no creo que estuvieran dispuestas a mancharse la imagen. Alcé mi mano temblorosa con la pluma entre mis dedos para firmar el contrato. Volví la vista a aquellas hermosas facciones que me escrutaban con meticulosidad. Brittany estiró su brazo para que estrecháramos las manos. Yo pestañeé varias veces, atónita por todo lo que me estaba sucediendo. Asentí con la cabeza para corresponder con ella.

—Santana López, encantada de hacer negocios contigo —comentó sin dejar de sacudir con suavidad la mano.

Santana no había sido capaz de eliminar de su mente la conversación de Brittany y las atractivas miradas que ésta le regaló. Aún tenía una pequeña desconfianza con todo aquello. Ella tenía el contrato hecho de antemano, como si lo hubiera estado planeando. ¡Pero ya no había vuelta atrás! Además, sus padres ya se habían enterado cuando el personal de Pierce vino a su casa para entregarle el uniforme. La empresa se había encargado de avisar a su familia de que su hija empezaría a trabajar como secretaria personal de la señorita Pierce. ¡Dios, cómo odiaba mentir a sus padres! Pero bueno, «teóricamente» Santana tendría que trabajar como «mano derecha de la señorita Pierce». Además, no sería tan espantoso asistir a cenas y fiestas privadas. ¿Cierto? Ella se echó sobre su cama sin dejar de observar el techo mientras sonreía como una completa idiota. Parecía una adolescente con las hormonas revolucionadas. Solo le faltaba dibujar corazones en una libreta mientras soñaba despierta. Realmente, Brittany le recordaba a la figura del rey de la selva. El macho alfa que lideraba a la «manada», porque eso era: una mujer de éxito. Pero también, como una buena predadora, Brittany tenía miradas que la hacían temblar de miedo y, al mismo tiempo, excitación. Sonrisas que le producían un cosquilleo en las entrañas. ¡Y una mirada que le llegaba hasta el mismísimo fondo de su corazón!

¡Dios! Lo que provocaba en ella era como si todo su cuerpo protagonizara una rebelión contra su propia conducta.

«¡Ay Santana! Tú misma te estás ofreciendo como merienda para la leona».
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 6:51 pm

CINCO
QUÍTATE LA ROPA, SANNY


A la mañana siguiente, Santana se analizó una y otra vez en el espejo de su habitación. Planchó la falda de tubo con las manos sin dejar de observar los primeros botones de su camisa abiertos. Agitó su cabellera rebelde, la cual odiaba con toda su alma porque nunca se le alisaba por completo. Estaba indecisa de qué hacer con su pelo. ¿Atarlo o dejarlo suelto? Gruñó en sus adentros cuando el claxon de un coche hizo confirmarle que ya era la hora de irse a trabajar.

«Bueno, trabajar lo que se dice trabajar...».

—¡Santana, cariño! El chofer de la señorita Pierce te está esperando —gritó su madre desde la planta baja.

Ella negó con la cabeza para observarse por última vez. Esto era de locos. Ni en las mejores películas de Hollywood existiría un argumento como el que ella iba a empezar a vivir ese mismo día. Bajó las escaleras con cierta dificultad. No era una fan de los tacones y caminar como un pato mareado le resultaba del todo menos sexy.

—Estás guapísima, mi niña —expresó su padre emocionado—. Estoy realmente orgulloso de ti. Mi niña ya está hecha una mujercita.

Un ligero crac sonó en el interior de su cuerpo cuando su corazón se rompió en mil pedazos. Era su padre. ¿Cómo podía mentirle? No sería la secretaría de Brittany Pierce, sino una mera acompañante para que ésta mantuviera su buena imagen ante los demás socios y futuros clientes. Se despidió de sus progenitores y de la pequeña Ana. Cuanto antes se largara de allí, antes evitaría sentir más remordimientos y confesarles la oscura verdad de su nuevo trabajo.

«Cláusula número uno. Nadie debe saber sobre el contrato».

Santana masajeó las sienes cuando se acordó de las normas que ella misma aceptó cuando su firma se grabó en el último folio. Observó el interior del lujoso auto, cerciorándose de que el mundo que rodeaba a Pierce no pegaba con su estilo de vida. Cuando el coche aparcó frente a la enorme puerta del edificio, Santana se tomó su tiempo para relajarse y reflexionar sobre lo que estaba haciendo. ¡Joder! No tenía el suficiente coraje para afrontar los nuevos problemas que empezarían en su vida, ni encararse con Brittany. Ella era la intimidación en carne y hueso. Con solo una mirada, Brittany hacía callar y temblar a más de un empleado. Pero a Santana le causaba una reacción totalmente opuesta. Brittany Pierce le transmitía sensualidad, belleza y protección. A pesar del descabellado juego, del que ella misma había entrado por voluntad propia, se había enternecido al saber que ella no trataría abusar de ella. No tenía tan mal corazón.

—Mierda —murmuró por lo bajo cuando realizó su esplendida salida del taxi. Varios empleados carcajearon en alto al verla a cuatro patas en el suelo. ¿Qué culpa tenía ella de que la acera estuviera llena de baches?

«¡Tierra trágame, por favor!».

Santana caminó por la entrada un poco más segura al cerciorarse de que el pavimento era mucho más firme. Frunció el entrecejo al divisar a la recepcionista de ayer, quien había clavado la vista en ella. Las chispas saltaron entre las dos.

«Y aquí estoy yo, haciendo nuevos amigos», pensó.

Santana se acercó al ascensor cuando varios gerentes aparecieron a sus espaldas. Ella bajó la vista al suelo cuando uno de aquellos hombres comenzó a hablar.

—¿En serio? Esto es como la maldita jungla. Vivimos entre una multitud de animales hasta que te encuentras con un espécimen en peligro de extinción —susurró por lo bajo uno de ellos.

Ella rodeó los ojos con absurdez pero, al mismo tiempo, asintiendo mentalmente a aquella metáfora. Santana no pegaba, ni con la mejor cola del mercado, en el mundo de la familia Pierce.

—Pobrecita —comentó otro hombre de apariencia mucho más veterana cuando el ascensor se detuvo en la sexta planta—. No sé cuánto durará...

—Qué pena. Está buena —terminó la frase el anterior sujeto cuando ambos salieron del ascensor.

Las puertas se cerraron, dejando a Santana totalmente desolada. Ella ya era consciente de dónde se estaba metiendo pero nadie tenía ni la menor idea de los planes de su jefa, la suntuosa empresaria Brittany Pierce. Retiró los mechones de su cara cuando el timbre del ascensor le confirmó su última parada: la planta alta del edificio. El lugar donde Brittany la estaría esperando. Santana caminó sin saludar a nadie, pensando en las cortas palabras que iba a usar. No quería entrar en una conversación civilizada con ella. ¡No lo haría! Tenía miedo de caer en la tentación o, peor aún, romper alguna norma del contrato.

«Cláusula número dos. La acompañante se compromete a guardar respeto verbal a la señorita Brittany Pierce. Bajo en ningún concepto podrá realizar vejaciones hacia ella, falta de respeto, insultos o repudiar las normas que ella firma voluntariamente».

Santana alzó el puño en el aire, antes de golpear la puerta donde una enorme placa dorada llevaba el nombre grabado de la Srita. Pierce.

—Pase. La voz de Brittany, al otro lado de la puerta, hizo que el vello se le erizara a una velocidad vertiginosa. Abrió la puerta, descubriendo la silla totalmente girada hacia a la pared. Tragó saliva con nervios porque aquello le impedía observar la cara de Brittany. Únicamente pudo visualizar un trozo de su cabello rubio y una camisa blanca. —Llegas tarde —dijo, cuando ella cerró la puerta.

Santana abrió la boca con total perplejidad.

«No puedo romper el contracto. Inspira y expira, tranquilízate y no le tires algo a la cabeza».

Como si Brittany le hubiera leído el pensamiento, se volteó sobre la silla giratoria para encararse con ella. ¡Error! San notó el corazón palpitar con demasiada rapidez. Ahí estaba, nuevamente, aquella mirada que la volvía loca. Aquellas facciones como si el mejor esculpidor hubiera trabajado detalladamente en ellas. ¡Brittany era perfecta! Y eso la molestaba enormemente. Brittany arrugó el entrecejo con confusión mientras se respaldaba contra el asiento y cruzaba sus dedos bajo el mentón.

—¿Qué haces aquí, Santana? —inquirió, provocando que ella estallara en cólera. Había vestido el maldito uniforme que ella mismo se encargó de enviárselo, había mentido a sus padres, había mordido la lengua por no saltar con una cortante contestación a los gerentes y ahora... ¿ahora tenía que aguantar las burlas de su nueva jefa?

—Safari fotográfico, señorita Pierce. Eso es lo que hago aquí — respondió de la forma más irónica que pudo haber hecho en su vida cuando recordó la conversación de los tres gerentes en el ascensor.

Brittany se tensó en el asiento

—. El problema es que me han dirigido a la zona de la reina de la jungla, pero... —San interrumpió la frase para producir una risilla—, veo que me han dirigido al lugar equivocado. Lo siento.

El silencio se proclamó en el ambiente. Santana sintió cómo el miedo la invadió inmediatamente cuando Brittany ejerció presión en sus mandíbulas.

«Oh, oh...».

—Quítate la ropa, Sanny —ordenó diáfana mientras se incorporaba del asiento.

Ella tragó saliva cuando trató de caminar marcha atrás, rehusándose a tal absurdez, pero sus piernas parecían dos flanes. Brittany caminó hacia ella, la sujetó con delicadeza del cuello y la acercó a unos cortos centímetros de su boca.

—Voy a pasar ese detalle por alto y no le daré importancia. Trataré de creer que aún no te has aprendido las normas del contrato, Sanny.

Brittany analizó sus oscuros ojos, que la traía revolucionada como una completa jovenzuela de quince años. Humedeció el labio inferior cuando notó una sequedad en su boca. Quería probar los labios de Santana. Deseaba saber, de una vez por todas, cómo demonios sabía aquella mujer. «A gloria y poderío», pensó Brittany. La soltó con delicadeza para dirigirse hacia un pequeño armario que había en la esquina del enorme habitáculo.

Santana permaneció estática sin saber qué decir o qué hacer. Solo se limitó a observar cómo aquella genuina mujer hombre retiraba del armario un vestido color rojo. Ella alzó las cejas sin comprender nada.

—No te hagas la sueca, Sanny. ¿Tengo que recordarte por qué estás aquí? —le preguntó, acercándose a su cara.

Santana negó con la cabeza, retirando el contacto visual

—. Tengo una comida con unos clientes. Es una reunión importante. De ello depende un ingreso en una de las sucursales que tengo en España.

Santana asintió con la cabeza sin retirar la vista del suelo, hasta que la mano de Brittany le alzó el mentón.

—Públicamente eres mi pareja, Sanny. Pórtate bien y no hagas que me arrepienta de haberte elegido. Créeme. Podía haber escogido a cualquier tía para hacer esto.

Santana apretó los puños a ambos lados de su cuerpo. ¿Por qué le afectaba tanto escuchar aquella realidad? Había sido elegida y, como bien le había explicado Brittany, solo se tenía que limitar en fingir y actuar correctamente. ¡Nada más! Agarró con brusquedad la prenda de vestir, reconociendo la firma de la etiqueta que aún colgaba de la percha.

—Por supuesto, cariñito. No dejaré en vergüenza a mi mujeron con sus malas dotes en la cama. Guardaré nuestras pequeñas anécdotas para la intimidad —le dijo, caminando hacia un pequeño aseo que había visto cuando la puerta había quedado entre abierta.

Brittany negó con la cabeza sin dejar de escrutarla. Sonrió con gracia cuando la morena cerró la puerta con rudeza.

—Ay, pequeña Sanny...
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 7:12 pm

SEIS
ELLA ES SANTANA LÓPEZ, MI NOVIA



Santana se abrazó repetidas veces a sí misma. Se sentía incómoda entre aquella gente desconocida que andaba con aires de superioridad. Había creído que varias mujeres se dislocarían el cuello si seguían caminando como auténticas jirafas. Observó a lo lejos cómo Brittany se alejaba para atender una llamada telefónica. ¡Sí! En ningún momento Brittany la había dejado sola. De hecho, ella se había quedado atónita cuando la observó enfundada en aquel vestido carmesí.

¡Estaba hermosa, pero Santana era hermosa con cualquier cosa y eso lo había confirmado Brittany! No era la clase de mujer con el prototipo de noventa, sesenta, noventa. ¡No! Ella era natural, sencilla y humilde. De hecho, Brittany se había sorprendido por su timidez cuando ella permaneció callada todo el trayecto. Ni siquiera pronunció una queja cuando ella sintió la necesidad de acariciarla por la cadera para adentrarla en el restaurante. Santana estaba actuando realmente bien, o eso había pensado Brittany. Ella decidió avanzar hacia la barra y pedir un vaso de agua. Parecía una idiota allí, estática como una piedra. Por un momento se comparó con una pieza de un puzzle que jamás encajaría.

—¿Qué va a tomar la señorita? —preguntó el amable camarero cuando Santana apoyó sus antebrazos en la barra.

—Una agua fría, por favor.

—Trae dos copas de vino mejor.

Santana volteó la cabeza para encararse con un apuesto hombre. Él le sonrió con dulzura para guiñarle un ojo, sintiéndose totalmente confiado para tomar asiento junto a ella. Ella frunció el ceño por aquel gesto tan descarado.

—No bebo —respondió tajante.

—Invito yo. Dos copas del mejor vino que tengas. No se discute más.

Santana arrugó los ojos, molesta de que aquel desconocido le diera órdenes como si la conociera de toda la vida. Tenía unos ojos verdes, como el pasto donde solía jugar cuando era más pequeña, y una boca realmente grande.

—¡Cuéntame! ¿Qué hace una mujer tan bella aquí sola? —inquirió él mientras el camarero servía el vino en las copas.

—No estoy sola —respondió con inapetencia.

El sujeto alzó una ceja con gracia mientras arrastraba la copa de vino hacia Santana para que ésta la sujetara.

—¿Vienes acompañada? Porque yo no veo a nadie aquí, linda.


Antes de que ella le respondiera de malas maneras, una mano apareció por sus espaldas para tomar la copa de vino. San se sorprendió cuando reconoció a Brittany.

—Sí que viene acompañada —le respondió, bebiéndose de un golpe el líquido color carmesí—. ¿En serio pensabas invitar a mi novia con este vino tan horroroso?

Santana abrió los ojos con asombro. ¡Vale! Sabía que Brittany estaba fingiendo, pero se sentía tan jodidamente bien escuchar eso de su boca...

—Creí que no volverías a empezar una nueva relación, después de lo sucedido, Brittany—expresó el hombre, alzando sus cejas con asombro, y sin dejar de agitar el líquido rojo en su vaso mientras una sonrisa maliciosa amanecía en su boca.

Santana palpó la tensión en los músculos de Brittany mientras su yugular se hinchaba, visible ante cualquiera. ¡No se había engañado con ella! Brittany era como una feroz leona preparada para atacar.

—Nos esperan para comer, nena —digo ella, muy cerca del oído de San—. Quiero presentarte a unos amigos.

Los ojos de Santana parecían salirse de las órbitas cuando, inesperadamente, Brittany le besó la mejilla de la manera más dulce que existía. Ella suspiró pausadamente mientras un escalofrío correteó por toda su espina dorsal. Brittany la sujetó de la mano para entrelazar sus dedos.
—Ya me presentarás a tu novia, Chord. ¡Ah, vaya, qué descuidada soy! Vienes solo —aclaró con una sonrisa de oreja a oreja.

Santana volvió la mirada atrás para observar la cara descompuesta de Chord, mientras Brittany caminaba sin soltarle la mano. Ella se sorprendió al ver cómo varias personas las observaron con una mirada acusadora mientras abrían pasillo a la magnate Pierce. Cuando llegaron a la mesa, donde una pareja los esperó sentados, Brittany retiró la silla de Santana hacia atrás para que tomara asiento. Ella la observó de soslayo, perpleja por la buena actuación que estaba realizando. Sonrió forzadamente para tomar asiento y Brittany la imitó.

—Brittany Pierce —dijo un hombre de mediana edad sin dejar de sonreír hacia a ellos—. ¿No nos vas a presentar a tu buena compañía? Es una mujer realmente hermosa.

—Por supuesto, Henry. Ella es Santana López, mi novia —dijo, rodeando la silla de San con su brazo—. Cariño, este es el señor Henry Simon y su mujer Abigail. Serán nuestros futuros clientes de las empresas Pierce.

—Si hoy me convences, muchacha, así será —respondió el anciano entre risas.

—Creo que vamos a pasar una soporífera comida, dulzura —aseguró la anciana, animándose a hablar con Santana.

Ella carcajeó con gracia cuando Brittany la observó con curiosidad. Sabía que tenía que trabajar, y que caer bien a los socios o clientes de Brittany era lo primordial para cumplir con una parte del contrato.

«Cláusula número tres. La acompañante mantendrá un trato cordial con los socios y los clientes de la jefa».


La mañana, y parte de la tarde, pasó volando. Sinceramente, Santana se lo había pasado bien con la buena compañía de la señora Simon. Habían hablado de diferentes temas que a ella le resultaron curiosos, además de compartir anécdotas graciosas, mientras los hombres seguían con sus temas de negocios. Pero Brittany alzó la mano para pedir la cuenta al camarero, momento en el que Henry aprovechó para hablar con ella.

—Y dime, señorita López, ¿dónde os habéis conocido tú y la hija de Pierce?

Santana y Brittany se observaron con cierta confusión mientras Brittany tragaba grueso, tragando saliva con dificultad.

—En el trabajo.

—En vacaciones.

Santana tuvo que reprimir una risilla cuando ambas respondieron al mismo tiempo. Brittany, por debajo de la mesa, apoyó su mano en el desnudo muslo de la morena. Ella se sobresaltó, causando más confusión a los dos ancianos.

—Lo que mi chica quiere decir es que nos conocimos en el trabajo. Ella es mi secretaria, mi mano derecha —mintió—. Yo estaba de vacaciones y necesitaba a alguien que llevase mi agenda personal. Así fue nuestra historia.

—¿Y quién fue la primera en dar el paso? Dime, Santana, ¿cómo fue el primer beso? —preguntó con emoción la señora Simon.

Santana tartamudeó, antes de pronunciar una palabra completa sin saber muy bien qué decir. Brittany le apretó el muslo con más fuerza, instándola a hablar cualquier chorrada cuando, de repente, el camarero llegó con la cuenta. Ella suspiró, aliviada de haber salido de aquel grave problema. Mentir no se le daba nada bien y probablemente terminaría rompiendo en risas por la tétrica actuación que estaban haciendo. Cuando los ancianos se despidieron de la pareja, Brittany y Santana caminaron hacia los aparcamientos. Ella se abrazó a sí misma, sintiendo el gélido aire del atardecer entrar por sus desnudos brazos cuando Brittany, inesperadamente, retiró su chaqueta para posársela en los hombros. San la observó confusa, maravillándose por sus actitudes de antiguo damisela andante. Juraría que la señorita Pierce que había conocido no era la misma mujer que ahora mismo caminaba junto a ella.

—Casi pierdo una inversión de cinco millones y medio por culpa de una estúpida pregunta —dijo, una vez que ambas entraron en el auto.

—Me lo dices como si yo fuera la culpable. ¿Vacaciones, en serio? Nunca he salido de la ciudad —confesó mientras descalzaba los pies—. No sé nada de tu vida, Brittany. No podré actuar como tu novia, si ni siquiera conozco nada de ti. Brittany, antes de entrar en el auto, la escrutó con la mirada sin apenas pestañear.

—Tienes razón... —murmuró, asintiendo con la cabeza.

Santana frunció el ceño cuando Brittany, sin volver a pronunciar palabra, se deslizó detrás del volante y encendió el coche. Ella se maravilló de sus facciones y de lo condenadamente sexy que estaba con la camisa remangada hasta los codos, mientras sus manos se aferraban al volante con rudeza. ¡Joder! Brittany Pierce era la mujer más hermoso que existía y eso no le agradaba para nada a Santana López porque ella era una capulla engreída y, probablemente, una mujeriega nata.

—¿Por qué vamos a la empresa? ¿Te has olvidado de algo? —preguntó ella, observando su reloj de mano. Ya era casi de noche y nadie estaría trabajando en esos momentos, a excepción de los empleados de seguridad.

—¿No te has leído las cláusulas, pequeña Sanny?

Santana frunció el ceño con fuerza.


«Cláusula número cuatro. La acompañante estará a disposición de la jefa las veinticuatro horas del día, sin oponerse bajo ningún concepto ».


Santana se mordió la lengua, reprimiendo un grito de histeria. Había firmado el contrato para cumplir las seis cláusulas y así haría. Cuando llegaron a la empresa, Brittany saludó a los empleados de seguridad y se dirigió hacia los ascensores junto a ella. Ambas subieron, esperando a llegar a su destino: la última planta. Un incómodo silencio inundó el ambiente, provocando que los nervios de San ascendieran al mismo ritmo que el ascensor. Sentía con claridad los latidos de su corazón y, sinceramente, parecía que pronto entraría en una taquicardia. Se sentía intimidada mientras Brittany, sin quitarle ojo, permanecía apoyada contra la pared y de brazos cruzados. ¡Uff! No hacía falta tener un alto grado de imaginación para saber que debajo de aquella camisa blanca se escondía un escultural cuerpo y unos brazos bien formados. Brittany sonrió con gracia cuando observó los pies descalzos de Santana. Ella, sabiendo lo que sucedía, trató de ocultar los dedos de sus pies con timidez hasta que llegaron a su destino.

Ambas caminaron hacia el despacho cuando detrás de Brittany se cerró la puerta. Santana, aún en un profundo silencio y perpleja por la situación, observó cómo se despojaba de algunas cosas personales, se desabrochaba los primeros botones de la camisa y se despeinaba el cabello. Brittany se apoyó contra el escritorio para observarla, una vez más.

¡Dios! Humedeció los labios, volviendo a sentir una sequedad en la boca. No comprendía por qué Santana le provocaba aquellas reacciones en el cuerpo.

—¿No vas a decir nada? —inquirió, esperando a que ella hablara.

Cláusula número cinco. La acompañante no se inmiscuirá en los problemas personales, laborales o de cualquier arquetipo de la señorita Pierce.

Brittany sonrió de oreja a oreja.

—Me sorprendes, Sanny —confesó, volviendo a cruzarse de brazos—. Tenemos que inventarnos una historia que sea creíble. Hoy hemos tenido suerte, pero habrá más reuniones y no quiero que mi reputación decaiga. Ya he tenido suficiente estos años atrás —murmuró por lo bajo mientras sus dos manos se cerraban en dos perfectos puños.

Brittany no quería volver a padecer la humillación de ser abandonada por una mujer. Ella no era así, a pesar de las continuas críticas que la describían como una auténtica mujeriega. De hecho, desde se divorció, nunca había vuelto a mantener una relación con alguien. Había tenido miles de oportunidades, sin exagerar, para empezar una nueva relación. Mujeres de negocios, modelos de las mejores pasarelas, empleadas de las empresas... Pero Brittany no era así. Ella no era una picaflor dispuesta a utilizar a una mujer o mantener relaciones sexuales sin apenas sentir algo. Sabía que los socios empezaban a criticarla por su soltería y la imagen que debía aparentar hacia ellos era muy significativa para sus negocios. ¡La sociedad con la que se relacionaba era realmente superficial! Y ahí se encontraba ella, con la compañía de Santana López. La mujer que nada más pisar un pie en su despacho cautivó sus cinco sentidos e hizo que sus nervios estuvieran a flor de piel, mientras la sequedad de sus labios le incitaban a recurrir por la humedad de la boca de aquella guerrera.

¡Deseaba besarla como nunca antes lo había hecho! Sin lugar a dudas, ella tenía algo especial. Algo que nunca jamás había visto en otras mujeres.

—Por supuesto, amor —manifestó ella, acercándose hacia Brittany—. Sé que no te gusta rememorar cómo nos conocimos. Pero aún recuerdo ese día como si fuera hoy, cuando apareciste aquí en tu despacho con un enorme ramo de rosas rojas y una caja de bombones, rogándome para que saliera contigo — declaró, golpeando la mesa con sus dedos con movimientos de pianista.

Brittany enarcó sus cejas cuando San se arrellanó en su asiento de cuero. Ella entrelazó los dedos de sus manos mientras cruzaba con delicadeza las piernas.

—Cariño, ¿cómo tengo que recordártelo? —le preguntó, rodeando el escritorio para acercarse hacia ella.

Aquel juego empezaba a gustarle demasiado

—. El whisky y tú no sois buenas amigas. Ese día, amor, digamos que de tu garganta salió suficiente como para inundar el baño. Y sí, claro que te llevé un ramo de rosas y una caja de bombones... pero al hospital. Así fue como nos conocimos.

—Eres una idio...

—¡Cláusula dos, pequeña Sanny! —exclamó Brittany en alto sin borrar su mágica sonrisa. ¡Sí! La sonrisa de Brittany era como un hechizo que encandilaba completamente a Santana. Ella pestañeó varias veces, absorta por sus brujerías, cuando ella se acercó a milímetros de su boca. —Pero te dejo elegir quién fue la que dio el primer beso —susurró, casi encima de sus labios.

Santana había escuchado desde bien pequeña cómo eran las sensaciones que uno experimenta cuando se enamora. Por supuesto, Brittany también las conocía. Pero ambas estaban sintiendo algo totalmente inexplicable para la ciencia y no visible ante el ojo humano. Ella cerró los ojos, deseando que Brittany diera el primer paso o se arriesgaría y la besaría sin desenfreno, sin importarle cómo terminaría aquel beso. El sonido de un teléfono rompió un mágico momento que pudo haber sucedido, provocando que las mandíbulas de Brittany se tensaran.
Santana la observó descolgar el móvil mientras caminaba de un lado a otro por el habitáculo.

—Me da igual lo que ella tenga en mente o la cuantía de dinero que ofrezca. No quiero tener ningún tipo de relación con la familia Smith, ni mucho menos una conexión laboral con ellos —Brittany volvió a tirar del mechón de su cabello sin dejar de observar a Santana—. ¿Ahora? Estoy muy ocupada. Llévaselo a mi padre para que lo firme. —Brittany suspiró con cansancio cuando el silencio volvió a invadir el ambiente mientras el móvil seguía pegado a su oreja—. Está bien. Dame diez minutos y pásate por aquí.

Brittany caminó de nuevo hacia el escritorio para marcar un botón. En menos de un minuto, un hombre vestido de negro apareció en la habitación.

—Quiero que lleves a la señorita López a su casa —le ordenó, resguardando las manos en los bolsillos de su pantalón.

Santana se incorporó lentamente del asiento, aún atónita por lo que pudo haber sucedido, mientras sus piernas temblaban. En silencio, se dirigió hacia a la puerta y sin querer le rozó el brazo. El contacto le provocó un cosquilleo en el estómago. Antes de abandonar la sala, San se sorprendió cuando Brittany la sujetó por la muñeca para apegarla a ella y susurrarle con voz ronca al oído:

—Última cláusula, Sanny. Mañana.
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Mensaje por 3:) Lun Feb 19, 2018 10:10 pm

hola mar!!!

me encanta me encanta!!!
es el karma de san, detesto al padre!!!
britt saco el mejor provecho del asunto!!!,... que tanto tiene la ultima clausula??? me puedo dar una idea!!!, que tanto paso britt en el pasado para que le afecte tanto ahora???

nos vemos!!!
3:)
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Lun Feb 19, 2018 11:39 pm

3:) escribió:hola mar!!!

me encanta me encanta!!!
es el karma de san, detesto al padre!!!
britt saco el mejor provecho del asunto!!!,... que tanto tiene la ultima clausula??? me puedo dar una idea!!!, que tanto paso britt en el pasado para que le afecte tanto ahora???

nos vemos!!!

Ha verdad, Britt no fue tan despidada con las clausulas y queramos o no ya siente algo mas o mas fuerte por asi decirlo por Santana, pero el pasado de Britt desea volver a poner su mundo patas arriba...

Gracias Lu, quiero consultarte tanto a ti como a las otras chicas, he estado subiendo mas de tres cap en cada historia estan pronto a terminar por que la Trilogia que acabo de subir les gustara estoy segura nada mas que el ritmo sera mas lento... pero si es demasiado el contenido que estoy actualizando dejenmelo saber por favor... gracias por leer y comentar, su apoyo es muy invaluable para mi.... saludos....
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Mensaje por Isabella28 Mar Feb 20, 2018 4:46 am

Cual sera la ultima cláusula?
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Mensaje por micky morales Mar Feb 20, 2018 7:39 pm

Vas bien no te preocupes. creo que Britt debio aleccionar a Santana para presentarla como novia, a ver como sigue todo, en especial esa ultima clausula!!!!
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