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Mensaje por micky morales Jue Mayo 11, 2017 7:14 am

Esperemos a ver si por fin Santana explica su extraño deseo de ser siempre la dominante en la relacion!!!!
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Mensaje por Tati.94 Jue Mayo 11, 2017 1:08 pm

Hayy que curiosidad!!! Quizás Santana tuvo una muy mala experiencia cediendo el control y de ahí sus cicatrices?? Pero lo bueno es que poco a poco Britt logra que ella se abra.
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Mensaje por 23l1 Jue Mayo 11, 2017 7:18 pm

3:) escribió:hola morra,..

ya no es pasito a pasito!!! ya es EL salto de confianza final seria???
me gusta cuando estan juntas y cuando san la cuida!!!
a ver como van las cosas???

nos vemos!!!



Hola lu, jajajajajajaja esk es paso a pasito, pero no despasito po xD jajajaajajajajaj. Pero q mejor q llegar a la confianza¿? jajajajaja. Aii a mi tmbn! si son tan lindas! ajajajajajaj, y más aun esa morena toda ternurita jajajaja. Aquí otro cap para saberlo..., espero xD Saludos =D





micky morales escribió:Esperemos a ver si por fin Santana explica su extraño deseo de ser siempre la dominante en la relacion!!!!





Hola, esperemos y si, así las cosas serían mejor o más fáciles, no¿? jajaja. Saludos =D






Tati.94 escribió:Hayy que curiosidad!!! Quizás Santana tuvo una muy mala experiencia cediendo el control y de ahí sus cicatrices?? Pero lo bueno es que poco a poco Britt logra que ella se abra.





Hola, si q si! jajaajjajaa. Creo lo mismo a venos q sea peor y no kiero ni decir la palabra la vrdd =/ Si! la rubia es la mejor! ajajajja, esk son perfectas jajaja. saludos =D




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Finalizado FanFic Brittana: Mía III (Adaptada) Cap 3

Mensaje por 23l1 Jue Mayo 11, 2017 7:21 pm

Capitulo 3


Tres días después Santana garabateó su firma en el último de los documentos que su secretaria había apilado sobre la mesa esa misma mañana.

Tiró el bolígrafo dorado con más fuerza de la necesaria sobre el montón de papeles que prácticamente llegaba al techo y se reclinó en la butaca de cuero suspirando frustrado mientras pensaba cuántos días más podría aguantar la tensión que había entre Brittany y ella.

«No nos acostamos juntas. No nos tocamos. No me despierto con su irresistible cuerpo abrazado al mío como si fuera una sábana de seda».

¡Manda narices!

Hacía tres días se había levantado con la impresión de que aquella sería la mejor mañana de su vida, pero, por desgracia, lo que había ocurrido en el desayuno había convertido aquel día en uno de los peores de su vida.

La rubia había querido hablar de lo sucedido la noche anterior.

Ella, no.

Vamos, se había mostrado más que dispuesta a hablar sobre lo que había pasado después de que le diera el ataque —a comentarlo y a repetirlo, claro—, pero del ataque en sí… no, de eso no había tenido tantas ganas de hablar.

Se peinó el pelo con los dedos y se reclinó en la butaca tratando de relajar el cuerpo.

En realidad la distancia que había entre las dos no era culpa de la rubia.

No del todo.

Brittany no se había tomado mal que no tuviera ninguna gana de hablar del tema, de hecho, le había dedicado una de sus dulces sonrisas y le había dicho que esperaría hasta que estuviera lista para hacerlo, pero entonces…, justo cuando ella estaba pensando que ya podía esperar sentada porque posiblemente le saldrían canas y sería vieja antes de que a ella le entraran ganas de sacar el tema, había soltado la bomba:

—«No puedo hacer el amor contigo, San. No hasta que confíes en mí lo suficiente como para contarme lo que ocurrió. Es que no puedo».

Entonces, después de haberle puesto el mundo del revés con aquel comentario, la había besado en la frente como si fuera una niña pequeña, le había deseado un buen día y se había marchado contoneando su lindo trasero.

Y todo eso lo había hecho sin borrar la sonrisa.

Alucinante.

En su favor había que decir que no le había puesto las cosas difíciles, ni había levantado la voz, ni había montado un escenita.

¡Ojalá lo hubiera hecho!

De esa forma igual le habría cogido un poco de manía y le habría resultado más fácil superar este tormento.

Lo único que le molestaba de veras era que sí que confiaba en la ojiazul. Lo que pasaba es que no quería hablar de ese tema.

—¡Vaya cara! ¡Ni que estuvieran a punto de llevarte a la horca! ¿Qué te pasa, hermanita? ¿Te empiezas a aburrir de Brittany? Porque en ese caso a mí no me importaría…

—Si la tocas, te mato—se echó hacia delante, posó los puños apretados sobre la mesa y, mientras contemplaba cómo su hermana se paseaba por el despacho, la amenazó con una mirada fratricida—¿Es que no sabes llamar a la puerta?

Sabía que Quinn solo estaba intentando hacerla rabiar.

En realidad su hermana jamás volvería a acercarse a Brittany. Se lo había jurado y perjurado cuando había ido a pedirle perdón por lo que había hecho en la fiesta.

Sin embargo, eso no le impedía utilizar el tema para sacar a Santana de sus casillas.

Quinn le dedicó una sonrisa vanidosa y se sentó en una silla delante de la mesa de Santana.

—¿Por qué iba a hacerlo? Soy la dueña de la empresa.

Santana pensó que lo único que era peor que compartir la propiedad de la empresa López con Quinn era que sus despachos estuvieron en el mismo piso.

—La última vez que lo comprobé yo también era la dueña—repuso de malos modos, ya que no estaba de humor para las tonterías de su hermana mayor.

—Soy mayor que tú. Por tanto, tengo más antigüedad—puso los pies encima de la mesa de Santana, que esperó con paciencia a que su hermana se acomodara en la silla.

Menuda caradura.

Santana se inclinó hacia delante y pegó un brusco manotazo a los zapatos de cuero italiano, que acabaron por los aires.

—¡No pongas tus apestosos pies en mi mesa!

«¿Hay algo más gracioso en el mundo que ver a una persona con un impoluto traje de diseño agitando los brazos como un pajarito para no caerse de una silla que está a punto de volcarse?».

Santana creía que no.

No cuando el que aleteaba como una mariposa era Quinn.

Lo único que le hubiera hecho más gracia aún habría sido que la silla hubiera volcado y que su hermana se hubiera pegado un buen culazo.

Pero los pies de Quinn se posaron a tiempo en el suelo y lograron evitar la caída.

Se la quedó mirando y se inclinó hacia delante.

—¿Era necesario?

Ahora a la que le tocaba reírse era a Santana, que esbozó una sonrisa malvada.

—Creo que sí.

—No tengo la culpa de que hayas cometido el error de enamorarte y de que ahora estés hecha una asco. ¡Joder! ¡Pensé que estarías feliz porque ha vuelto a casa!—Quinn se puso seria, se reclinó en la silla y puso las manos entrelazadas sobre el estómago.

Santana levantó la cabeza con brusquedad.

—¿Acaso te he dicho yo que esté enamorada?—dejó los ojos en blanco y respondió—No hace falta que me digas nada. Me lo dejaste bastante claro cuando cometí el error de tocarla y me metiste tal paliza que casi me dejas ciego.

—Eso no quiere decir que esté enamorada—farfulló Santana—Y no fue porque la tocaras. Fue por la intención.

—¿Cuándo fue la última vez que me diste una paliza por haber tocado a una
mujer?

—Jamás.

—A eso voy.

Santana suspiró.

—Brittany y yo tenemos una desavenencia sin importancia.

Vale, para ella sí que tenía importancia, pero tampoco era necesario contar toda la verdad a su hermana.

—¿Sobre qué?

—Quiere que confíe en ella y que le cuente el incidente que me dejó todas estas cicatrices—explicó con brusquedad—Piensa que todavía tengo…—se
mostró dubitativo antes de proseguir—Traumas.

Quinn entornó los ojos y preguntó:

—¿Y es así? ¿Los tienes?

La respuesta de Santana no se hizo esperar; de hecho, respondió demasiado rápido y demasiado a la defensiva:

—¡No! ¡Claro que no! Fue hace más de dieciséis años, ¡por el amor de Dios!

—El tiempo no lo cura todo, Tana—respondió Quinn pensativa—Quizá deberías contárselo. Puede que lo necesites. ¿Te arriesgarías a perderla por guardarlo en secreto? Es evidente que te ama y, quieras admitirlo o no, tú también estás enamorada. Supongo que lo que tienes que decidir es si esa chica merece la pena—se inclinó hacia delante y fulminó a Santana con la mirada—No la cagues o te arrepentirás durante el resto de tu vida.

¿Dolor?

¿Remordimiento?

¿Tristeza?

Santana vio pasar cada una de esas emociones por los ojos de su hermana durante un fugaz instante.

Tomó aire y, cuando abrió la boca para preguntarle qué le pasaba, el semblante de Quinn se había tornado indiferente y apático. Volvió a cerrar la boca tras analizar la expresión de su hermana: no había duda, no quería hablar del tema.

—No atiende a razones—refunfuñó Santana, volviendo a centrar la atención
en su problema.

No presionaría a Quinn para que compartiera su dolor si no quería.

—Admítelo. Estás enamorada de ella—Quinn se cruzó de brazos y dedicó a su hermana una mirada cómplice.

—Es muy cabezona.

—Estás enamorada de ella.

—Confío en ella. Se lo cuento todo, menos eso.

—Estás enamorada de ella.

—¡Joder!—pegó tal puñetazo que la mesa entera tembló a pesar de estar hecha de roble macizo—Me vuelve loca. Me hace feliz. Es tan guapa que me pasaría horas contemplándola. Es capaz de hacerme perder los estribos en cuestión de segundos. No le importa un pimiento que sea rica y está más cegata que un topo porque te juro por Dios que parece que no me ve las cicatrices. Me mira de un modo que me hace sentir como si midiera más de tres metros. Y me mira a mí. No mira a la multimillonaria, ni a la empresaria triunfadora; mira a la mujer que hay detrás de esa fachada. A veces se pone más terca que una mula, pero eso me gusta porque sabe lo que quiere. Es lista. Buena. Y me aguanta aunque sea una gruñona. Me acepta tal y como soy—se detuvo a tomar aire porque se estaba quedando sin aliento. Habiendo malgastado su ira en aquella retahíla, prosiguió sin fuerzas—Total, que sí, que si estos sentimientos desenfrenados y absurdos que siento por ella cada minuto del día son amor… estoy jodida. No soy capaz de imaginar mi vida sin ella—estaba tan emocionada que la voz le temblaba y miró a su hermana mayor como si aquello fuera una tortura.

—Entonces no lo hagas—respondió Quinn sin más, alzando una ceja y mirándola a los ojos—Esta empresa la montamos juntas, hermanita. Empezamos en un piso cutre de una sola habitación y ahora tenemos una de las empresas más importantes del mundo y somos más ricas de lo que jamás hubiéramos soñado. Si has sido capaz de lograr todo eso, te aseguro que eres capaz de superar esto—el tono serio cambió para añadir—Deja de mirarte el ombligo y busca soluciones.

Los labios de Santana dibujaron una tímida sonrisa.

Hacía años que no oía a Quinn decir esa frase. La repetían a menudo cuando empezaron a montar López Corporation. Siempre que una de las dos se quedaba encallada la otra le pegaba un empujón diciendo esas palabras.

Se había convertido en una especie de mantra para ellas, pero hacía mucho tiempo que no lo necesitaban.

Tenían un sinfín de trabajadores a su cargo que cobraban un buen sueldo precisamente para evitar que los problemas llegaran hasta cualquiera de las dos.

—A veces pienso que preferiría montar una empresa partiendo de cero que tener que enfrentarme a esto.

Quinn se encogió de hombros.

—Los negocios son los negocios. A veces no es fácil, pero el resultado es bastante predecible. Las relaciones son una paranoia. No tienes datos, estadísticas ni nada que justifique la decisión de lanzarte. Solo emociones—se estremeció como si pensar en comprometerse con alguien fuera un tipo de tortura.

—Entonces, ¿por qué narices me animas a que lo haga?—Santana fulminó a su hermana con una mirada de irritación.

—Porque la necesitas—se levantó con brusquedad y se acomodó el cabello—Pero si alguna vez te cansas de ella…

—¡No empieces!—bramó Santana, pero su voz carecía de veneno.

Ese día se había dado cuenta de algo: su hermana también tenía secretos.

No había superado a una mujer del pasado y, a juzgar por la extraña reacción que había tenido ante la pequeña morena de curvas peligrosas, posiblemente fuera Rachel.

Sospechaba que, fuera quien fuera, esa persona era la razón por la que Quinn se cansaba tan rápido de las mujeres e iba de flor en flor sin que le afectara lo más mínimo.

Lo que estaba intentando era llenar un vacío y olvidar.

Santana sacudió la cabeza; su hermana mayor era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que esa estrategia no funcionaría.

Cuando una mujer se te metía bajo la piel, se quedaba ahí para siempre.

La vida de Santana giraba ahora en torno a Brittany y ninguna mujer podría sustituirla jamás, nadie podría llenar el terrible vacío que dejaría si algún día la abandonara.

Quinn recuperó su cautivadora sonrisa.

—Me quieres y lo sabes.

—Ahora mismo no—respondió Santana como por reflejo.

Quinn se dirigió pavoneándose hacia la puerta con todos los cabellos perfectamente despeinados y vestido impecables.

Nadie se daría cuenta de que su hermana menor acababa de estar al borde de una crisis nerviosa y que la ojiverde lo había presenciado.

Quinn cogió el pomo de la puerta para salir, pero entonces Santana la llamó con suavidad. Se giró sorprendido.

—¿Sí?

—Gracias por escucharme.

La mirada que se dedicaron valía más que mil palabras.

Santana quería decir a su hermana lo mucho que le importaba, pero se le hizo un nudo en la garganta.

Discutían a menudo, como suele pasar entre hermanos, pero Quinn llevaba todos estos años dejándose la piel en el trabajo y, sobre todo, haciendo muchos sacrificios por ella y por su mamá.

—No hay nadie que merezca tanto la felicidad como tú, hermanita. La tienes al alcance de la mano. Cógela—respondió Quinn mostrándole una vez más su apoyo incondicional antes de salir por la puerta sin volver a mediar palabra.

Tras una exhalación temblorosa Santana se puso de pie y cogió su maletín mientras contemplaba el elegante despacho.

Toda la estancia —a excepción de la mesa y la silla— era art déco, un estilo que en realidad no le gustaba.

¿Cómo había sucedido eso?

Hace años que tenía ese despacho, pero nunca se había parado a pensarlo,
nunca le había importado.

«Será porque le dijiste a la decoradora que hiciera lo que le viniera en gana».

Sí, esas fueron sus palabras exactas.

Le daba totalmente igual la decoración que eligiera la diseñadora de interiores.

Cada mañana venía al trabajo a ocuparse del negocio y después volvía a su piso para enfrascarse en sus proyectos en la sala de informática. A veces, al entrar y al salir del edificio de oficinas, saludaba con apatía a la secretaria y a su ayudante personal.

A veces no.

Siempre estaba tan concentrada en el trabajo, tan inmersa en esa burbuja, que de vez en cuando se olvidaba hasta de decir hola.

Se acomodó el vestido.

Odia estar formal.

«Cuidado con el vestido, ¡es una de los favoritas de Brittany!».

En realidad no sabía si eso era cierto.

No estaba segura de que tuviera uno favorito.

Todas las mañanas, cuando entraba a la cocina ya lista, Brittany le decía que estaba muy guapa.

Pero la primera vez que se lo había dicho llevaba ese vestido y, desde ese día, le había dado por ponérselo bastante.

Se dirigió hacia la puerta del despacho sin hacer apenas ruido, ya que la alfombra amortiguaba el sonido de las pisadas.

¡Estaba enamorada!

¿Desde cuándo se preocupaba por lo que se ponía, por la decoración de su despacho o por si era amable o no con sus empleadas?

Era obvio que había llegado la hora de irse a casa.

«A casa. Brittany ha convertido mi piso en un hogar. Ya no es el lugar al que voy cuando acabo de currar. Su risa, su voz y su mera presencia lo convierten en un hogar».

Salió del despacho y cerró con delicadeza la puerta a sus espaldas. Entonces, desvió la mirada hacia Mercedes y frenó en seco ante su mesa.

—¿Necesita algo, señorita?—preguntó con un tono profesional que contrastaba con su amplia y sincera sonrisa.

Miró con el ceño fruncido a su ayudante, que prácticamente quedaba oculta tras un gran ramo de rosas colocado en un sitio privilegiado de la mesa.

¿Se le había pasado su cumpleaños?

No.

Imposible.

El cumpleaños de Mercedes era en septiembre y además Tina, su secretaria, siempre se lo recordaba.

—Bonitas flores. ¿A qué se debe?—preguntó con curiosidad.

Mercedes la miró sorprendida.

—Es 14 de febrero, jefa. El día de los enamorados. Ya sabe: corazones, flores, romanticismo...—esbozó una sonrisa de oreja a oreja—Mi Sammy lleva años enviándome dos docenas de rosas por San Valentín—suspiró—¡Siempre ha sido un romántico!—su voz transmitía el cariño y la adoración que sentía por su pareja.

¿El día de los enamorados?

Sí, conocía la tradición, pero nunca le había prestado atención: San Valentín pasaba cada año sin que le afectara lo más mínimo.

Era otro día cualquiera, un periodo de veinticuatro horas durante el cual veía un montón de cupidos y corazones rojos…, eso si decidía prestarles atención, algo que no era habitual.

Echó un vistazo al despacho de su secretaria, que estaba al lado del de Mercedes, y le preguntó:

—¿Y tus flores?

Tina dejó de teclear con diligencia para desviar la atención de la pantalla del ordenador y responder a la pregunta:

—Aún no me las ha dado. Mi marido, Mike me las regala todos los años antes de que salgamos a cenar. Es una tradición.

—Eh..., ¿es lo que se suele hacer? ¿Cena? ¿Flores?—volvió a mirar a Mercedes con el ceño fruncido.

¡Maldita sea!

No había preparado nada para Brittany.

Merecía romanticismo, corazones, flores y todas esas cosas que las personas hacían el día de los enamorados.

—Depende. Cada pareja suele tener una tradición diferente—respondió su ayudante con una mirada inquisitiva—¿Se encuentra bien?

¡Mierda!

No sabía qué hacer y odiaba esa sensación.

¿Qué podría convertirse en una bonita tradición?

¿Qué haría feliz a la rubia?

¿Qué la haría sentirse valorada?

¿Le habría mandado flores su ex?

¿La habría llevado a cenar?

Dejó el maletín en el suelo y trató de superar los celos que empezaban a crecerle por dentro.

Daba exactamente igual lo que aquel capullo hubiera hecho por la rubia en el pasado… Santana lo haría mejor.

Ahora era su chica y su deber era protegerla e idolatrarla.

Quería que ese San Valentín fuera tan memorable que a partir de ese día no pudiera pensar en nada más que en ella.

El problema era que no tenía ni pajolera idea de cómo lograr su objetivo.

Se acercó a Mercedes inclinándose por encima de las flores y le susurró con
vacilación:

—Brittany.

Mercedes sonrió.

—Esa chica vale un potosí. Es una jovencita encantadora, jefa.

Solo una mujer en el mundo era capaz de hacerle pronunciar una palabra que jamás había salido de su boca:

—Ayúdame—curiosamente, como la petición estaba relacionada con Brittany, no le resultó tan difícil decirla—No sé qué hacer. ¿Podrías ayudarme, Mercedes?

Su ayudante se levantó de un salto con un entusiasmo y una velocidad que no eran normales para su edad. Hizo aspavientos a Tina para que se acercara y las dos la acorralaron para freírle a preguntas.

Normalmente se hubiera sentido avergonzada en una situación así: Santana
López, la multimillonaria y socia de una de las empresas más potentes del mundo, en un corrillo con dos empleadas. Además siendo mujer debería saber que hacer.

Pero no se sentía abochornada, sino que escuchaba con suma atención cada palabra que pronunciaban las mujeres y cada consejo que le ofrecían.


Quinn pasó por ahí para dirigirse al ascensor y, a pesar de que cuchicheaban como si estuvieran organizando una conspiración, esbozó una sonrisa al lograr captar parte de la conversación.

Al ver la expresión de burla en el rostro de Quinn Santana le hizo una peineta sin apenas despegar los ojos de las dos mujeres.

En ese momento para ella eran diosas.

Hizo caso omiso de la risilla que soltó Quinn mientras se alejaba.

Menuda pieza.

Estaba deseando que llegara el día en que su hermana acudiera a ella en busca de consejo.

Volvió a centrar toda su atención en Mercedes y Tina y, dispuesta a aprender, las escuchó con los cinco sentidos.





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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!



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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por micky morales Jue Mayo 11, 2017 8:35 pm

vaya, que divertido, veremos como Santana sorprende a Brittany por el dia de los enamorados!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN - Página 5 1215408055 [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN - Página 5 1215408055
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por Tati.94 Jue Mayo 11, 2017 10:11 pm

Que tierna!!! Que regalo le hará a Britt??? Y Britt habrá pensado en San también?
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 3:) Jue Mayo 11, 2017 10:55 pm

hola morra,..

san no cuadra en fechas jajajja
a ver que tanto arma san para declararse a birtt!!!

nos vemos!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 23l1 Vie Mayo 12, 2017 7:12 pm

micky morales escribió:vaya, que divertido, veremos como Santana sorprende a Brittany por el dia de los enamorados!!!! [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN - Página 5 1215408055 [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN - Página 5 1215408055




Hola, jajajajajajajaaja aii si es un amor! ajajjaajajajaj, esperemos y sea bueno y lindo! ajjajaa. Saludos =D





Tati.94 escribió:Que tierna!!! Que regalo le hará a Britt??? Y Britt habrá pensado en San también?





Hola, sii!!! yo la kiero! jaajajajaja. Mmm interesante pregunta! Espero y si la vrdd... tmbn dudo q no xD jajaja. Saludos =D






3:) escribió:hola morra,..

san no cuadra en fechas jajajja
a ver que tanto arma san para declararse a birtt!!!

nos vemos!!




Hola lu, jajajajaja no xD ajajaja pobre! ajjaja. Espero y todo lo lindo y tierno del mundo ajajajaj. Saludos =D




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Finalizado FanFic Brittana: Mía III (Adaptada) Cap 4

Mensaje por 23l1 Vie Mayo 12, 2017 7:14 pm

Capitulo 4


A Brittany le salió un suspiro del alma cuando se metió en la bañera ovalada de Santana.

El agua caliente y las burbujas la cubrían casi por completo; tan solo la cabeza quedaba fuera del agua.

Hacía tiempo que Santana le había dicho que podía usar el cuarto de baño principal siempre que quisiera, pero nunca había aceptado la oferta.

Junto a su dormitorio había una ducha y una bañera estupenda aunque no era tan increíble como esta.

«Admítelo. No has venido por el tamaño de la bañera, sino porque la morena se lava aquí».

Con el ceño fruncido cogió una esponja de lufa de la repisa que había junto a la bañera y empezó a frotarse los brazos con tal fuerza que se arañó la piel.

¡Maldita sea!

Se resistía a admitir que echaba tanto de menos a Santana que había venido a su baño para usar su bañera e inhalar su aroma.

«¡Fuiste tú la que dijiste que no os volveríais a acostar! ¡Menuda idea!».

Sí, lo había propuesto ella, pero no paraba de dar vueltas al asunto.

En un momento dado le había parecido la opción más acertada porque no quería estar con la morena hasta que estuviera completamente segura de que Santana confiaba en ella.

Si no sabía lo que le había ocurrido, podría volver a cometer fallos y a herirla sin querer, y no soportaba esa idea.

En aquel momento había pensado que se abriría, compartiría su trauma con ella y le permitiría ayudarla a superarlo.

Pero se había equivocado de principio a fin.

En lugar de compartir con ella lo que le atormentaba por dentro Santana se había distanciado.

Desde que Brittany le había dicho que no volverían a hacer el amor hasta que le contara el «incidente» Santana no la había vuelto a tocar ni a besar.

¿Qué le había pasado?

¿La había presionado demasiado?

¿No había esperado suficiente?

¿Habría sido mejor haberse conformado con lo que estaba dispuesta a dar?

«Puedo decirle que me ate a la cama y que me haga lo que quiera. Así, no
podré volver a hacerle daño»
.

Emitió un gruñido, dejó de frotarse los brazos y sacó una pierna del agua para dejarla en el borde de la bañera.

La idea era muy tentadora.

Aunque Brittany era una mujer muy independiente, le había encantado cómo la había sometido Santana en la cama y cómo se había apoderado hasta de sus sentidos.

Por algún motivo la dominante que aparecía cada vez que la tocaba la ponía tan cachonda que se volvía loca.

Ese dominio, unida a la ternura y a la vulnerabilidad que en ocasiones dejaba entrever, ejercía una fuerza irresistible que la atraía como la luz a una polilla.

Santana la hacía sentir preciosa.

La hacía sentir a salvo.

Madre mía... Lo cierto es que adoraba a esa protectora y posesiva que tenía un corazón de oro y que, además, era suya.

Levantó la pierna en el aire y la esponja se deslizó por la pantorrilla, avanzando despacio hacia la rodilla y el muslo. Le vinieron a la mente retazos de recuerdos que hicieron que su entrepierna comenzara a palpitar y que su corazón se detuviera por un instante.

Atada a la cama de Santana, a merced de su boca hambrienta.

En el sofá, agarrada por las muñecas, sintiendo que el mundo entero le daba
vueltas.

En el ascensor, abierta de piernas y la hiciera gritar.

Hace tres días, abrazada a la morena.

¡Madre mía!

Esa mujer había convertido todas sus fantasías eróticas en una realidad de vivos colores y no había una sola cosa de la morena que no le gustara.

Una lágrima solitaria le recorrió la mejilla mientras cambiaba de pierna y empezaba a frotar la otra con la esponja.

Tres días.

Tan solo habían pasado tres días y ya se sentía devastada.

La anhelaba en soledad y aquella sensación la reconcomía por dentro y la dejaba hecha polvo.

Santana no solo cumplía sus fantasías eróticas, también era todas sus fantasías.

Lo tenía todo.

Jamás había conocido a una persona como la morena y, seguramente, no
volvería a conocer a una persona así.

Era un encanto aunque dijera que no.

Era atenta aunque dijera que no.

Dulce.

Buena.

Una auténtica genio, de la que aprendía algo nuevo cada día aunque, sin duda, eso también lo negaría.

Porque además era humilde.

Santana López no se consideraba una persona especial, pero ella la veía tal y como era: como una de esas personas que si consigues atraparla no debes soltarla jamás.

Una segunda lágrima rodó por la otra mejilla mientras sentía que el corazón
se le hacía añicos.

No quería recuperar la vida que tenía antes de Santana.

Y ese deseo nada tenía que ver con la pobreza: siempre había sido pobre y lo único a lo que aspiraba en la vida era a lograr una estabilidad que le permitiera no agobiarse con llegar a fin de mes.

El dinero no compra la felicidad y las cosas materiales jamás podrán competir con el verdadero amor, con la satisfacción y la felicidad que produce el hecho de tener cerca a esa persona especial que te complementa.

¿De qué sirven las cosas y el dinero cuando una no se siente satisfecha en su vida emocional ni está orgullosa de sus logros sin que importe lo grande o lo pequeños que sean?

«Si no fuera rica, sentiría exactamente lo mismo por Santana. Lo único que me importa es que sea feliz».

Es verdad que Santana era demasiado inteligente y demasiado ambiciosa como para no tener éxito en la vida, pero a veces a Brittany le gustaría que no fuera tan rica y que no trabajara tanto.

Sin embargo, esa astucia y esa necesidad de lograr que sus productos fueran los mejores eran cualidades de Santana que a Brittany le encantaban.

La aceptaba tal y como era.

Estaba loca por ese peculiar amasijo de femineidad y feromonas que la hacían única…, que la hacían Santana.

Se sentó en un escalón de la bañera, cerró los ojos y, mientras se frotaba despacio el vientre con la esponja, dejó que el efímero aroma a Santana impregnada en la esponja se apoderara de sus sentidos y las imágenes de la morena invadieran sus pensamientos.

Brittany se mordió el labio al sentir el roce áspero de la lufa en los pechos y jugueteó con sus pezones duros.

Se imaginó a Santana lamiéndolos y mordisqueándolos con delicadeza. Se dejó llevar por esos pensamientos eróticos y por la excitación que sentía y acabó cediendo a los ruegos de su cuerpo: abrió las piernas y deslizó una mano por el resbaladizo muslo para sumergirse en una fantasía.

Si no podía estar con Santana en la realidad, al menos podría estar con la morena en su imaginación.


***


«Ya no hay motivos para que Brittany siga en casa».

Llamó a la puerta de la habitación de la rubia y se le encogieron las entrañas
esperando a que respondiera.

Finn la había llamado hacía apenas una hora para informarle de que la policía había detenido al agresor que andaba suelto, al otro miserable que había tratado de secuestrar a Brittany.

Despotricando entre jadeos, abrió la puerta del cuarto, pero estaba vacío.

Suspiró aliviada al ver su móvil y su mochila sobre la cama. Estaba en casa, en algún lugar del piso.

Jamás salía sin su mochila.

«¿Lo sabe? ¿La ha llamado ya el agente Puckerman?».

Aunque sabía de sobra que no debería hacerlo, cogió el móvil para consultar
el registro de llamadas.

Solo había una reciente: Puckerman la había llamado hacía treinta minutos.

Había un mensaje en el buzón de voz, pero escucharlo le parecía pasarse de la raya y no lo hizo. Además, ya sabía lo que decía el mensaje: estaba a
salvo, los dos hombres que la habían agredido se hallaban en la cárcel.

«Y la razón que la obligaba a quedarse en su casa se había esfumado».

Tenía que contárselo.

Aunque a veces se comportara como una egoísta, no podía permitir que Brittany sufriera un solo minuto más pensando que un tipo que quería matarla andaba suelto.

No había vuelto a tener pesadillas.

Al menos que supiera.

Todas las noches permanecía atenta a los ruidos y dejaba la puerta de su cuarto abierta por si la necesitaba.

Y no lo había hecho.

Volvió a dejar el teléfono en la cama. Unos minutos antes, al llegar a casa, había dejado la chaqueta en la cocina. Mientras la incertidumbre caía sobre ella como una nube negra, salió del dormitorio.

¿Se quedaría en casa aunque sus agresores estuvieran en la cárcel?

Y si quisiera marcharse, ¿cómo iba Santana a permitirle hacer algo así?

«Eso no pasará. Es mía, ¡maldita sea!».

Apretó los dientes y siguió buscándola por la casa mientras sentía determinación y miedo casi en igual medida.

Lo más probable era que estuviera en la sala de informática. Esbozó una tímida sonrisa, preguntándose si le daría algo para que le soltara pistas sobre MythWorld II.

Ese era el único juego al que jugaba, decía que los demás no eran tan interesantes y añadía otros comentarios para alabarla por ser una genio y, de paso, para sonsacarle trucos.

Santana sabía que en el fondo no quería que se los dijera, ya que entonces el juego perdería la gracia y dejaría de ser un reto. Si de veras quisiera saberlo, le bastaría con desviar esos ojos azul cielo hacia ella.

Una mirada inquisitiva de Brittany sería suficiente para que Santana confesara todos los secretos del juego, los que la rubia le preguntara y los que no.

Miró en la sala de informática, pero no estaba ahí.

Seguro que se encontraba en el gimnasio.

Cuando se dirigía hacia ahí, cambió de idea y se fue a su dormitorio mientras se desabrochaba el vestido. Quería quitarse esa incómoda prenda, ponerse un chándal y una polera, para empezar a correr hasta liberar toda la tensión acumulada.

Aunque iba a ser muy difícil relajarse si Brittany estaba en el gimnasio con su ínfima ropa de deporte.

Daba igual, quería estar con la rubia, se moría por verla.

No le echaría en cara si en cuanto entrara por la puerta la ojiazul se diera media vuelta para largarse. En cualquier caso, esperaba que no lo hiciera aunque se lo mereciera.

Los últimos tres días habían sido muy tensos y se había mostrado muy borde con la más alta: había respondido a sus alegres preguntas con monosílabos y exabruptos y, siempre que habían coincidido en el mismo cuarto, prácticamente la había ignorado.

Poco a poco Brittany había empezado a imitar su comportamiento, de modo que solo se dirigía a Santana cuando tenía que decirle algo.

Seguía siendo amable, pero distante.

Mientras cruzaba el vestíbulo para llegar a su dormitorio se prometió a sí misma que arreglaría ese asunto.

No soportaba seguir así.

Por una vez Quinn tenía razón.

Santana necesitaba a Brittany y ver que se alejaba poco a poco la hacía sentir como si le estuvieran amputando una pierna.

¡Peor!

Era como si alguien estuviera tratando de arrancarle el corazón con un cuchillo poco afilado.

Al terminar de desabrocharse el vestido y quitárselo para cuando se disponía a meter la prenda en el cesto de la ropa sucia, la oyó.

El corazón empezó a latirle a gran velocidad y ladeó la cabeza para oír mejor.

Escuchó un breve sollozo, un gemido y después… su nombre.

—Santana.

Varios escalofríos le recorrieron la espina dorsal al oír aquella voz aterciopelada y seductora expresando un anhelo tan apremiante. Ni siquiera se dio cuenta de que se le había caído la ropa al suelo.

Avanzó hacia los gemidos que la reclamaban, pero se detuvo delante de la puerta del baño. Dejar de respirar y alejarse de aquella puerta le resultaba en aquel instante igual de imposible.

La puerta se encontraba cerrada, pero el pestillo no estaba echado.

Algo aturdida, empezó a abrir la puerta y una nube de vapor le dio la bienvenida. Avanzó otro paso en silencio y abrió la puerta de par en par.

«¡Madre mía!».

Cuando sus ávidos ojos se posaron en el cuerpo de Brittany, el corazón le dio un vuelco y se le cortó la respiración.

Estaba sentada en un escalón de la bañera y la espuma solo le cubría parte de las piernas, de modo que el agua le lamía los tobillos y le acariciaba los muslos.

Santana empezó a salivar al fijarse en que tenía las piernas abiertas de par en par y que se le veía la irresistible carne húmeda de la entrepierna.

Seguía con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, tan absorta en el éxtasis sexual que ni siquiera se había dado cuenta de que la estaba observando.

La mano que jugueteaba entre sus piernas tenía hipnotizada a Santana.

Cada vez que bamboleaba las caderas para aumentar el roce con los dedos que lo frotaban apasionadamente sus turgentes pechos rebotaban.

A Santana le costaba respirar y estaba tan excitada.

Contuvo un gemido.

Sabía que debería respetar su intimidad, pero era incapaz.

Era imposible.

Lo único que hubiera podido separarla de la escena más erótica y bella que había visto en la vida habría sido un cataclismo terrible que hiciera explotar el mundo, el apocalipsis.

—San.

Estaba fantaseando con ella.

Imaginándola a ella.

Se moría por saber qué le estaba haciendo en su fantasía. Lo más probable era que estuviera haciendo exactamente lo que estaba deseando hacerle: meter la cabeza entre sus muslos sedosos y penetrarle el estrecho agujero con los dedos mientras la boca y la lengua se deleitaban con su clítoris.

Se bajó las bragas y se quitó el sujetador y, sin apartar la vista de su cuerpo tembloroso ni hacer ruido alguno, los dejó caer al suelo. Dio un paso al frente para apartarse de la ropa.

Una parte de ella quería acercarse a la rubia para prestar atención a esos pezones duros como piedras, casi tan iguales a los de ella, y para venerar ese trocito de carne rosa e hinchada que le imploraba entre sus muslos.

Pero no podía moverse.

La excitación de la ojiazul la tenía embelesada; era una escena tan sensual que empezó a tocarse mientras se acercaba a la bañera.

No pudo reprimir un gemido gutural que sobresaltó a Brittany, quien, al levantar la cabeza y abrir los párpados, tenía los ojos anegados de lujuria y
sensualidad.

—No pares, por favor. Quiero ver cómo te corres—dijo con una voz ronca que transmitía un intenso anhelo.

Brittany detuvo la mano, pero no la apartó de su sexo.

—Lo siento, San. Yo…

—Córrete para mí, Britt. Continúa. Y piensa en mí. Lo que más quiero en el mundo en este momento es ver cómo gozas con tus propias manos. Estás muy guapa.

La más alta no se hacía una idea de la cautivadora que estaba con las mejillas sonrojadas y esa expresión de haberse abandonado al deseo.

Brittany recorrió con ojos vacilantes el cuerpo que estaba frente a ella y se detuvo en sus duros pezones y luego es su húmedo sexo, que Santana tenía bien agarrados. Una mano en su pecho izquierdo y la otra entre sus muslos.

—No. Tú eres muy guapa, San. La persona más guapa que he visto en la vida.

Pensaba que no podía estar más excitada de lo que estaba, pero casi alcanza el éxtasis al oír el susurro de Brittany en plan «fóllame».

Saber lo mucho que la deseaba le hizo perder la cabeza.

Cuando sus miradas se cruzaron, quedaron unidas por un lazo invisible.

Brittany comenzó a mover la mano y, a medida que lo hacía, sus ojos transmitían aún más erotismo.

Santana le respondió gimiendo y tocándose.

Se observaban con una pasión sin límites ni restricciones. Brittany se lamía los labios con desenfreno y sin mostrar un ápice de inhibición mientras la morena se estremecía a punto de explotar.

Sin desviar ni por un instante la mirada Brittany empezó a susurrar su nombre entre jadeos y gemidos que la hacían palpitar y crear una red de deseo tan potente que a Santana le empezó a correr el sudor por la frente y las piernas le flaquearon.

—Eso es, preciosa. Llega hasta el final—le pidió aumentando la fuerza con la que se masturbaba.

Verla gozar sin ningún tipo de inhibición le producía tal placer visual, lo que aumentó la presión que sentía en su interior.

Varios mechones de sedoso pelo negro se habían soltado del pasador con el que se sujetaba la melena y le enmarcaban el rostro rozándole los hombros.

El banquete que veía ante sus ojos la tenía embrujada, intoxicada y cautivada.

Brittany deslizó dos dedos por el clítoris y los introdujo en la estrecha cavidad, empezó a meterlos y sacarlos con fuertes y profundas embestidas. Acompañaba cada movimiento con un gemido y cada vez se metía los dedos más dentro y más rápido.

Santana también aumentó el ritmo para que fueran acompasados.

—Córrete para mí—le exigió consciente de que, por mucho que deseara quedarse contemplándola durante el resto de sus días, no aguantaría mucho más tiempo.

La rubia volvió a dirigir los dedos al clítoris, que se deslizaban con facilidad por el húmedo e hinchado trocito de piel. Dejó caer la cabeza hacia atrás y emitió un largo gemido gutural. Alcanzó un clímax intenso, gritando su nombre con la espalda arqueada y con estremecimientos que le recorrían todo el cuerpo.

Incapaz de contenerse ni un segundo más, Santana explotó.

Brittany se reclinó con la respiración entrecortada y los ojos vidriosos.

Santana se lavó las manos a toda prisa y cruzó el espacio que los separaba para meterse en la bañera. Atrajo hacia ella el cuerpo pálido, que no opuso resistencia, y le cubrió la boca con un beso lánguido y tierno.

La rubia se apartó y desvió la mirada abochornada:

—No puedo creerme que haya hecho eso.

—No, Britt—le cogió la barbilla para levantarle la cabeza y mirarla a los ojos—Jamás te sientas avergonzada conmigo. Eres preciosa. La mujer más atractiva que he visto en la vida. Ver cómo te masturbabas me ha puesto tan
cachonda que me extraña que no me haya dado un ataque cardiaco. Ha sido increíble. No hay de qué avergonzarse.

Deseaba ser capaz de expresar lo mucho que le gustaría compartir con la ojiazul todas sus intimidades y la obsesión que sentía por estar cerca de ella.

Se sentó en un asiento encastrado en la bañera y se apoyó en el respaldo, mientras el agua le lamía el torso. La colocó entre sus piernas y la rubia acomodó su cuerpo, apoyando la espalda contra su pecho.

Santana la abrazó por la cintura para que no resbalara. Cuando sintió su cuerpo relajado apoyado sobre ella casi suspiró extasiada.

Enterró el rostro en su pelo y al oler su cautivador aroma por primera vez en tres días sintió que por fin había vuelto a casa.

—Es que nadie me había visto hacerlo antes. Ya te he dicho que no tengo mucha experiencia—susurró—Te he echado de menos. Sé que fui yo la que te apartó de mí. No debería haberlo hecho. Lo único que quería era que compartieras conmigo tu pasado y que me ayudaras a comprender lo que ocurrió la otra noche. Lo siento de veras, San. Yo…

—Chsss... calla—acercó la boca a su oído y susurró—No ha sido por tu culpa, Britt.

Sus disculpas le hacían daño en el pecho, ya que era ella quien debería estar de rodillas pidiéndole perdón por no haberla tratado bien, por haberla apartado.

Pero es que jamás había estado con una mujer que de verdad quisiera estar a su lado, con una mujer a quien le importara tanto como para intentarlo.

—Es culpa de mi trauma. Es algo que no le he contado a nadie. ¡Ni siquiera se lo conté al loquero al que mi mamá me envió cuando pasó lo que pasó! Al menos no todo.

—¿Maribel te mandó a un psicólogo?—preguntó pensativa en voz baja.

Brittany tenía las manos sobre los brazos que le rodeaban la cintura y las apretó con delicadeza a modo de consuelo.

Aunque el agua que lamía su piel aún estaba caliente, Santana sintió un escalofrío. Tomó aire y lo exhaló poco a poco, consciente de que en ese momento ya no había vuelta atrás.

Era hora de arriesgarlo todo, de poner todas las cartas sobre la mesa y rezar por salir vencedor, porque la rubia la quisiera lo suficiente como para quedarse a su lado.

En realidad sí que confiaba en Brittany, pero ¿de verdad quería sacar a la luz sus miedos irracionales y sus complejos?

Bueno no, por supuesto que no tenía ni puñetera gana de hablar de eso. Sin embargo, le obsesionaba estar con esa mujer que descansaba entre sus brazos con una fe y una confianza plenas en ella, y con una paciencia y una dulzura que la tenían cautivada.

«Nada se interpondrá entre nosotras. Jamás».

—Sí. Estuve yendo a la consulta del doctor Schuester más de un año—comentó con un tono vacilante y seco, como si sus instintos libraran una batalla contra sus sentimientos—Mi mamá quería asegurarse de que estaba bien emocionalmente.

Brittany volvió a colocarse en la bañera presionando su cuerpo contra el de la morena para acercarse todo lo posible.

Deslizó las manos por los brazos hasta encontrar las suyas, que estaban bajo el agua, y entrelazó los dedos con los de la morena.

Santana inhaló su aroma, que la embargó por completo, cuando la rubia inclinó la cabeza para apoyarse en su mandíbula.

—¿San?—susurró con suavidad.

—¿Sí?—preguntó apretándole los dedos con delicadeza.

—Te quiero—lo dijo tan bajito que apenas la oyó—Me encanta todo tu ser, adoro cada parte de ti. Nada de lo que te haya ocurrido en el pasado cambiará eso. Te quiero hasta cuando te vuelves mandona.

—Yo no soy mandona—repuso como por reflejo mientras las paredes del corazón se le desmoronaban para que pudiera salir volando.

¡Madre mía!

Llevaba tiempo queriendo oír esas palabras de su boca, pero jamás se había imaginado que ese momento sería tan maravilloso.

No tenía muy claro qué había hecho para merecer a una mujer como la rubia, pero no era idiota; se la pensaba quedar.

—Sabes que no dejaré que me abandones en la vida, ¿verdad?

En realidad no le estaba haciendo una pregunta, sino dejando claras sus intenciones.

—No te lo he dicho para ponerte en un compromiso. Tan solo quería que lo supieras—con una entonación más relajada añadió—Y sí que eres una mandona. Venga, cuéntame lo del doctor Schuester.

¿En un compromiso?

La rubia no era ningún compromiso.

Era su vida entera.


Emocionada, la estrechó entre los brazos con fuerza.

«¡Me quiere!».

Empezó a sentirse relajada a medida que la tensión abandonaba su cuerpo.

De pronto hablar del pasado no le parecía tan difícil. Obviamente, preferiría
llevarse a esta mujer a la cama y mostrarle lo mucho que la idolatraba, pero quería hacerlo habiéndose sincerado.

Necesitaba explicarle lo que había ocurrido la otra noche y la única manera de hacerlo era hablando del pasado.

«¡Me quiere!».

Se dispuso a contarle toda la verdad.





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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!


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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 3:) Vie Mayo 12, 2017 8:26 pm

hola morra,..

momento justos si los ahi jajaja
mas que claro que no pueden estar separadas mucho tiempo,..
a ver si ahora san si le dice lo que le paso???,.. ya mas que claro que britt no la va a abandonar!!

nos vemos!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por micky morales Vie Mayo 12, 2017 8:51 pm

queeeee como lo dejas hasta ahi justo lo que mas he esperado saberlo todo sobre San!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por monica.santander Sáb Mayo 13, 2017 3:27 am

Eres Mala!! !! Por que lo cortas Ahi????? Jajaja!!!
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 13, 2017 7:12 pm

3:) escribió:hola morra,..

momento justos si los ahi jajaja
mas que claro que no pueden estar separadas mucho tiempo,..
a ver si ahora san si le dice lo que le paso???,.. ya mas que claro que britt no la va a abandonar!!

nos vemos!!!




Hola lu, jajajajajajajaaj si q si xD jajajajaa. Nones! jajajaaj esk como podrían xD jajajaja. Esperemos y si la vrdd xD jajajaajaj o espero yo xD Nones, osea estaba más q claro, pero ahora esta confirmado! jajaja. Saludos =D






micky morales escribió:queeeee como lo dejas hasta ahi justo lo que mas he esperado saberlo todo sobre San!!!!!





Hola, nooo yo no fui! jajaajaj es el cap xD pero aquí dejo el tan esperado cap! Saludos =D






monica.santander escribió:Eres Mala!! !! Por que lo cortas Ahi????? Jajaja!!!
Saludos




Hola, nooo yo noo!!! el cap termino aiii! yo no fui! ajjaajajajajajaj. Por eso dejo el siguiente cap ahora! Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Mía III (Adaptada) Cap 5

Mensaje por 23l1 Sáb Mayo 13, 2017 7:15 pm

Capitulo 5



—Antes de llegar a la parte del doctor Schuester supongo que debería comenzar por el principio.

Brittany asintió con la cabeza para no interrumpir su discurso con preguntas o comentarios.

Confesarle que la amaba no había sido una decisión premeditada, pero no se había podido contener, no había sido capaz de reprimir las palabras.

Y no se arrepentía.

Estaba harta de tratar de ocultarlo y la persona que más merecía ser amada en el mundo era Santana.

—Mi papá murió un mes antes del incidente. De sobredosis. Una mezcla de drogas y alcohol. El muy idiota robó a uno de los narcotraficantes más importantes de la costa oeste, un tío para el que hacía recados y vendía mercancía a cambio de drogas y alcohol para consumo propio. Casi nunca le pagaba con dinero y, aunque lo hubiera hecho, mi papá no lo habría gastado en comida para su familia—susurró llena de desprecio hacia el hombre que le había dado la vida—Mi mamá hizo todo lo que estuvo en su mano, pero de joven había dejado el instituto y en los únicos trabajos que conseguía pagaban el salario mínimo. Se deslomaba para conseguir comida e intentaba por todos los medios que los trapicheos del viejo no llegaran a nuestro departamento de mierda ni a Quinn ni a mí. Su estrategia para que no nos fuéramos por el mal camino era demostrarnos que podíamos salir de ahí y ser lo que nos propusiéramos. Sentía que le estaba fallando a los Fabray también—se le quebró la voz, haciendo aún más palpable la adoración que sentía por su mamá.

Todo lo que le había contado Maribel ahora cobraba sentido.

Su amiga se culpaba por no haber sido capaz de ofrecer a sus hijas una infancia mejor. Sin contar pensar que le estaba fallando a sus amigos.

Brittany frunció el ceño recordando la aflicción que vio en los ojos de Maribel cuando le contó la difícil infancia que habían tenido sus hijas.

¿No se daba cuenta de que les había dado algo a lo que aferrarse, algo que era crucial para que las niñas crecieran sanas?

Les había dado amor y esperanza.

La voz de Santana cobró fuerza para proseguir:

—Rose era una amiga de la infancia. Bueno, en realidad, mi única amiga aparte de Quinn. Vivía en el departamento de al lado y tenía un año más que yo—incómoda, cambió de postura y empezó a mover los pies en el agua como si estuviera nerviosa—Éramos amigas íntimas, uña y carne, hasta que se me dispararon las hormonas y empecé a verla como una chica hay me di cuenta que me gustaban las mujeres. Me importaba mucho y creía que yo también le importaba a ella.

—¿Entonces sí que tuviste novia cuando eras adolescente?

No entendía qué tenía que ver todo aquello con sus traumas, pero dedujo que era importante para la historia.

—Sí y no. Supongo. Ella también sentía curiosidad y nos besábamos y paseábamos cogidas de la mano. Como buena adolescente, tenía sueños con ella todas las noches. Quería perder la virginidad y no era una chica muy atractiva, que digamos: era callada y escuálida; vamos, que no llamaba nada la atención. Encima, era superpatosa y leía sin parar. Mi mamá siempre nos traía libros de la biblioteca y de las iniciativas que había en el barrio para animar a la lectura. Sin embargo, a pesar de ser una niña tirando a fea y nerd a Rose parecía gustarle.

Brittany sintió un vuelco en el corazón, tratando de imaginarse a esa Santana
adolescente y rarita.

Apostaría a que había sido adorable.

—Cuando cumplió diecisiete años, empezó a cambiar. Abandonó el instituto, comenzó a salir con los colegas de mi papá y dejó de dirigirme la palabra, o bien se mostraba tan distante que me hacía sentir como si fuera una don nadie.

Brittany le apretó las manos.

—Debió de ser muy duro.

—Sí—admitió con sinceridad—Además, sabía que se estaba drogando. Solía ir tan fumada que la mayor parte del tiempo no se enteraba ni de dónde estaba. Le rogué que me dejara ayudarla, pero no me hizo caso. Se reía de mí y me decía que no podía hacer nada porque era igual de pobre que ella. Y tenía razón, ¡joder! Pero quería ayudarla a salir de la droga y a dejar de currar en las esquinas.

—¿Se hizo prostituta?

«¡Dios mío, pobre Santana!».

Aunque no la veía Brittany notó que se encogía de hombros.

—Tenía que pagar su adicción de algún modo y también le pasaba algo de
dinero a la mamá para ayudarla a mantener a su hermano pequeño.

—No te rendiste, ¿verdad?

No hacía falta que le diera una respuesta, Brittany ya la sabía. Santana era tenaz y testaruda, y su inclinación al rescate seguía vivita y coleando.

La resignación no encajaba con su personalidad.

—No. Quería creer que la Rose que yo conocía no había desaparecido y que acabaría volviendo—bufó enfadada—Me daba igual las veces que me evitara o me mandara a freír espárragos, yo seguía intentándolo. Supongo que era bastante ingenua.

«No, no lo eras. Aunque la vida te hubiera maltratado, eras buena persona. Eras una soñadora que creía que todo el mundo merecía una segunda oportunidad. Seguro que eras igual de inocente, sincera y directa de lo que eres ahora. Solo que entonces no eras capaz de ocultarlo igual de bien».

—Tener esperanza no te convierte en una ingenua, San.

Se rio burlándose de sí misma.

—Era muy ingenua. Cuando mi papá murió, estuve un mes sin verla y de pronto una noche apareció en la puerta de casa con una minifalda muy sexy y con una amplia sonrisa. Para una adolescente que aún no había perdido la virginidad aquello era el no va más. Mamá estaba en el trabajo y Quinn ya se había marchado a Florida a trabajar en la construcción. De hecho, había ahorrado suficiente dinero como para llevarnos a mi mamá y a mí en cuanto yo acabara el instituto.

—¿Ibas a acabar el instituto con dieciséis años?

—Me salté un curso. Bueno, dos. El colegio nunca me resultó difícil—respondió con timidez, como si le diera vergüenza ser tan inteligente.

¿Por qué a Brittany no le sorprendía que de niña ya fuera una genio?

—Bueno, entonces, ¿qué pasó cuando entró?

—Se abalanzó sobre mí con pasión y frenesí. Yo reaccioné como cualquier persona de dieciséis años que aún no se ha acostado con nadie. En pocos minutos me había llevado a mi cuarto. Tenía experiencia y le dejé las riendas. Me bajó los pantalones y las bragas antes de que supiera siquiera lo que estaba ocurriendo—se rio con una carcajada hueca carente de gracia—Tampoco es que yo opusiera resistencia. Se me había puesto encima una preciosidad dispuesta a follarme hasta perder el sentido y, como buen adolescente, estaba en pleno éxtasis.

«Santo Dios…».

Horrorizada, reprimió un grito ahogado.

Tenía que estar equivocada.

No podía haber pasado lo que sospechaba que había pasado.

—Llevaba un cuchillo escondido en el sujetador—explicó Santana con voz
temblorosa.

Estar en lo cierto le provocó una arcada.

—Y ahí estaba yo, echando mi primer polvo, tan absorta en aquel erotismo embriagador que ni se me pasó por la cabeza que la situación era un tanto sospechosa. Cogió el cuchillo y comenzó a apuñalarme justo cuando empecé a correrme. Me cogió por sorpresa. Para cuando me percaté de lo que estaba pasando ya me había metido tantas puñaladas que no pude ni defenderme—explicó con voz entrecortada mientras se le hinchaba y deshinchaba el pecho.

La emoción hizo estremecer a Brittany, que se giró entre sus brazos para colocar una pierna a cada lado de sus muslos y rodearle el cuello con los brazos.

—¿Por qué?—preguntó en una especie de sollozo—¿Por qué hizo algo así?—enterró la cara en su cuello y dejó que las lágrimas corrieran a sus anchas por las mejillas.

No podía quitarse de la cabeza la imagen de una Santana adolescente y vulnerable ahogándose en un charco de sangre por haber cometido el delito de comportarse como una chica normal.

Santana la estrechó entre los brazos y respondió con voz ronca:

—Por venganza. Mi papá murió antes de que el jefe del cartel pudiera castigarlo por haberle robado. Quería enviar un mensaje a todo el mundo: «Esto es lo que le pasa a tu familia o a ti si tratas de robarnos». No podían permitir que la insolencia de mi papá quedara impune. Murió antes de que le mandaran el mensaje y yo fui su sustituto.

—¿Por qué Rose?

—El jefazo sabía que éramos amigas desde la infancia y quiso poner a prueba su lealtad. Estaba bastante metida en la organización y amenazaron con liquidar a su mamá y a su hermano si no me mataba.

Por extraño que parezca, no había rencor en su voz.

Brittany, que se sentía tremendamente abatida, preguntó:

—¿Está en la cárcel?

—Está muerta—respondió Santana sin mostrar emoción alguna—Cuando me desmayé por la pérdida de sangre, huyó como alma que lleva el diablo. Obviamente, dio por hecho que yo no sobreviviría. Se fue corriendo a una callejuela, se metió una cantidad de droga letal y se rajó las muñecas con el mismo cuchillo que había utilizado para apuñalarme. Llevaba en el bolsillo una nota de despedida y la confesión del crimen. Nos imploraba perdón a su mamá y a mí, diciendo que había tenido que hacerlo para proteger a su familia. Nunca supo que sobreviví. Pocos minutos después de la agresión mi mamá entró en casa. Si no hubiera llegado en ese momento, ahora estaría muerta.

Incapaz de soportarlo más, Brittany se echó a llorar en brazos de Santana, gimoteando por todo el dolor emocional y físico que había sufrido.

¿Cómo podía alguien superar semejante traición?

Sobre todo viniendo de una amiga, de una mujer a la que adoraba.

—Cuánto lo siento.

—¿Por qué?—preguntó con perplejidad—No me apuñalaste tú—le frotó la espalda con la mano—No llores. No me gusta—lo dijo con un tono severo, pero apoyó la cabeza en la suya y siguió acariciándole la espalda con una delicadeza reconfortante.

Brittany esbozó una sonrisa triste esforzándose por controlar las emociones.

Ese comentario era tan… de Santana: no entendía por qué lloraba por ella, por qué el dolor de ella era también el suyo.

Que la amara una persona que no fuera de la familia era una situación totalmente desconocida para ella.

—¿Qué pasó tras la agresión?

—Tenía heridas por arma blanca. Muchas—en su voz había una pizca de burla. Se detuvo y preguntó con voz vacilante y ronca—¿Vas a volver a llorar si te lo cuento?

«Santo Dios. Me está contando el momento más traumático de su vida ¿y lo que le preocupa es si me echo a llorar o no?».

—Intentaré contenerme. Sigue.

—Pasé una temporada en el hospital. Tuve la suerte de que a Rose no se le daba nada bien matar. Apenas tocó mis órganos vitales y algunas heridas eran poco profundas. Tuvieron que operarme de varios órganos, pero sobreviví al quirófano. En cuanto me dieron el alta Quinn nos trajo a mi mamá y a mí a Tampa.

—¿Pasaste miedo?—susurró junto a su cuello sin dejar de imaginarse a la joven Santana asustada y herida.

La abrazó con fuerza, deseando haber estado ahí para consolarla.

—Si te digo la verdad, no me acuerdo de casi nada—sacudió levemente la cabeza—Quinn me ha contado que mi mamá estaba devastada. Lo único que recuerdo es que cuando recuperé la conciencia me sentí muy avergonzada. Y también triste porque Rose había muerto.

Atónita, echó la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos y preguntó confundida:

—¿Por qué? Tú no hiciste nada malo.

—Me puse caliente y caí en una trampa. Estaba pensando con la parte incorrecta de mi cuerpo en lugar de con la cabeza. No tenía sentido que Rose viniera a casa a seducirme. No tenía ni pies ni cabeza. Debería haber sospechado. ¡Hay que ser imbécil! ¡Pero si durante meses solo me había dirigido la palabra para mandarme al carajo! Debería haberme dado cuenta de que tramaba algo, pero en lo único en lo que pensaba era en acostarme con ella—tenía una expresión taciturna y atormentada—Estaba cabreada conmigo misma por haber sido tan idiota y por hacerles pasar un infierno a mi mamá y a Quinn. Me dejé engañar. Me había criado en un barrio peligroso y sabía de sobra cómo cubrirme las espaldas.

Brittany posó la mano en su cara para acariciarle la barbilla mientras pensaba que en el momento de la agresión Santana era una mujer con cuerpo de niña que esperaba tomar decisiones racionales aunque todas sus hormonas estuvieran alteradas.

¿No se daba cuenta de que, aunque ya tuviera la inteligencia de un adulto,
su cuerpo era aún joven y tenía la madurez de una chica de dieciséis años?

—San, tenías dieciséis años. ¡Eras una niña! Aunque ya fueras una genio, no eras más que una adolescente.

—Ya, y no me convertí precisamente en una mujer…, eh…, normal—cogió la mano de Brittany, que estaba recorriendo sus mejillas, y se las beso con delicadeza. Entrelazaron los dedos y dejaron las manos unidas sobre su corazón.

—No, normal no. Eres una mujer extraordinaria. Es lógico que te cueste confiar en la gente. ¿Qué ocurrió con el doctor Schuester?

Sí, ahora necesitaba tener el control de las cosas, pero después de sufrir esa terrible experiencia era normal que le quedaran traumas.

Ella sin duda los tendría.

—Me hacía hablar. Lo odiaba a muerte, pero iba todas las semanas por mi mamá. Con el tiempo me dejó de resultar tan difícil. Me ayudó a gestionar mis sentimientos tras la muerte de Rose y la de mi papá. Pero jamás le conté toda la historia. Era incapaz. No podía contársela a nadie. Todo el mundo creía que Rose se había colado en casa porque la puerta no estaba cerrada con llave y que me había apuñalado mientras dormía… y yo dejé que lo siguieran pensando. Parecía más fácil—se le puso todo el cuerpo en tensión—Fue una solución muy cobarde.

—¿No quedaron indicios en la habitación? Su ADN y…

—Al parecer, Rose sí que sentía algo por mí y tuvo remordimientos. Se antes de irse me limpio y me volvió a colocar la ropa. Nadie puso en duda jamás que me hubiera atacado mientras dormía como venganza por lo que había hecho mi papá. Eres la única persona que sabe la verdad. Ni siquiera he podido contárselo a Quinn—su voz fue bajando de volumen hasta convertirse en un suspiro grave.

Le dolía el corazón y necesitaba consolar a Santana de algún modo.

Apartó la mano de la suya para ponerse cara a cara y la obligó a mirarla a los ojos.

—Escúchame bien. Te agredieron cuando eras una jovencita vulnerable. No hay razón alguna para que te sientas culpable o avergonzada. Nada de lo que ocurrió fue por tu culpa. Entiendo que te cueste confiar en la gente. Entiendo por qué te entró un ataque de pánico la otra noche—al ver que sus ojos mostraban duda se enfadó—Pero tienes que meterte esto en la cabeza. Sobreviviste a esa agresión y, a pesar de haber tenido tan mala suerte de joven, ahora eres una mujer atractiva, encantadora y brillante. Eres la persona más increíble que he conocido en la vida. ¿Lo entiendes?—estaba furibunda y le salían chispas de los ojos.

Tenía que comprender y asumir que era especial.

La miró con calidez y esbozó una sonrisa.

—Sí. Lo entiendo. ¿Puedes repetir lo de que soy atractiva?

Puso los ojos en blanco.

Solo Santana se quedaría exclusivamente con la insinuación sexual del mensaje.

—¿Esa es la única parte a la que le has prestado atención? —repuso perdiendo la paciencia.

—No. Pero es la más interesante—le dedicó una sonrisilla sin pudor alguno.

Frustrada, cogió toda el agua que le cabía en la mano y se la tiró por la cabeza.

—Estoy tratando de explicarte algo. No sé si me entiendes.

La agarró de la muñeca y volvió a atraerla hacia ella con fuerza, de modo que una ola cruzó la bañera entera y les lamió la piel como una suave caricia.

Le dedicó una mirada intensa y apasionada que transmitía lo mucho que le gustaría poseerla para siempre; un anhelo mucho más profundo que el deseo sexual.

—¿Quieres saber lo que entiendo?

Brittany se estremeció al sentir que los brazos de Santana la rodeaban con más fuerza y la apretaban contra su cuerpo. Incapaz de pronunciar palabra, asintió con la cabeza, a lo que la morena respondió con un susurro grave:

—Entiendo que soy la persona con más suerte del planeta porque me amas y me aceptas tal y como soy. Es más, creo que hasta me entiendes y eso es un milagro porque a veces no me entiendo ni yo. No sé cómo recompensarte como debería, pero eso no significa que no quiera hacerlo; es solo que no sé cómo hacerlo. Ahora entiendo que antes de conocerte vivía en un mundo muy pequeño y que, no sé cómo, has logrado sacarme hacia fuera y hacerme mirar alrededor, y he visto cosas que no había visto jamás. Sé que me haces ser mejor persona—le rodeó el cuello con una mano y la besó apasionadamente, como si quisiera poseerla. Después se retiró con brusquedad y la cogió de la barbilla para mirarla fijamente—¿Te parece que entiendo lo suficiente?

A Brittany se le había cortado la respiración y se quedó mirándola totalmente
cautivada.

Puede que no hubiera repetido exactamente lo que la rubia había querido transmitirle, pero era un comienzo.

Estaba aprendiendo a ser amada.

Enterró el rostro en su hombro y murmuró junto a su piel:

—Es suficiente. Por ahora.

—Te necesito, Britt. No vuelvas a dejarme—pidió mientras restregaba la cara por su pelo.

No le había dicho que la amaba, pero le había confiado sus secretos, había desnudado su alma y estaba aprendiendo a expresar sus emociones.

Y lo había hecho por ella.

Así que, sí, por ahora era más que suficiente.

—No voy a ir a ninguna parte.

—Ni de coña—gruñó.

Brittany sonrió porque, aunque se dirigiera a ella con brusquedad, la mecía contra su cuerpo y la abrazaba como una amante cariñosa.

Se equivocaba al decir que no sabía cómo recompensarla.

Le mostraba lo mucho que le importaba en multitud de detalles, que a Brittany le parecían magníficos, le resultaban adictivos y la seducían. Era como si hubiera encontrado una pieza que encajaba perfectamente en el puzle hasta entonces incompleto de su alma.

—¿La amabas?

Era consciente de que debería dejar el tema, pero quería saberlo.

—¿A quién?

—¿A Rose? ¿La amabas?

—No—no dudó un segundo la respuesta—Me preocupaba por Rose porque era mi amiga y porque estaba coladita por ella, pero no la amaba. No quería que falleciera. Lo más triste de todo es que su muerte fue en vano. Pocos días después de que se suicidara las autoridades desmantelaron la organización. El jefazo y todos los canallas que estaban metidos en el cartel se están pudriendo en la cárcel—su voz transmitía franqueza y aceptación de lo ocurrido.

No estaba furiosa ni amargada.

—¿El terapeuta era bueno?

—Sin duda. El doctor Schuester era el mejor. De vez en cuando quedamos para cenar. Creo que todavía está tratando de averiguar lo que escondo—soltó una carcajada sincera.

Brittany sonrió apoyada en su hombro.

—Eres una persona fascinante.

—¿Me estás llamando rarita?—gruñó sobre su cuello.

—Eh... No lo tengo claro—se zafó de su abrazo y se puso de pie. No tenía ninguna gana de alejarse de su cuerpo, pero se moría por beber algo.

Llevaba un buen rato en una habitación llena de vapor y tenía muchísima sed.

No pudo resistirse a echar la vista atrás mientras subía los escalones de la bañera y recorrió con ojos hambrientos su cuerpo y su atractivo rostro.

—Creo que necesito estudiarte un poco más antes de extraer conclusiones.

Santana se puso de pie con agilidad y esbozó una sonrisa traviesa.

—Como sigas contoneando ese irresistible cuerpo delante de mí, voy a tener que hacer mi propia investigación, encanto—su cuerpo avanzó por el agua con facilidad cuando comenzó a seguirla con una sonrisa amplia y los ojos
entornados—Y examinaré los datos a conciencia.

Brittany cogió una toalla de una pila que había junto a la bañera y salió corriendo del baño con Santana pisándole los talones. Se echó a reír porque logró cogerla de la cintura antes de que lograra salir del dormitorio.

—¡No, tengo sed!

Cuando Santana la atrajo hacia ella, Brittany notó en la espalda sus pechos mojado y se preguntó si de verdad beber agua en ese momento era tan necesario.

¡Dios, qué cuerpazo!


—¿Tienes sed?—el tono de voz había cambiado y transmitía preocupación—¿Has comido?—le quitó la toalla de las manos y empezó a secarla con cuidado, frotándole primero la espalda y luego los pechos y el vientre.

Brittany se mordió el labio mirándola a los ojos.

Santana parecía ansiosa y levemente agitada.

—No tengo tanta hambre.

Empezaba a sentir apetito, pero no de comida.

Para cuando Santana dio por válido el secado Brittany estaba convencida de que se iba a morir de deseo.

Sin duda, la morena era muy concienzuda.

—Necesitas hidratarte y nutrirte—gruñó dándole la bata de seda negra.

Se secó el cuerpo deprisa y se dirigió al armario para coger algo de ropa. A Brittany le entraron ganas de gimotear cuando la ropa ocultó aquel cuerpo imponente.

Se puso la bata negra a regañadientes, sintiendo que el calor que notaba entre los muslos era ya más intenso que la sed.

Lo único que le apetecía en ese momento era meterse en la cama con Santana.

—No tengo tanta hambre, de verdad.

Santana la cogió de la mano y tiró de ella para guiarla hacia la cocina.

—Ahora vas a comer—se detuvo para fulminarla con una oscura mirada de advertencia—Mi intención es follarte luego hasta que me supliques clemencia.

Se le pusieron los pezones duros como piedras y el intenso calor que sentía entre los muslos se encendió como una llama.

El semblante apasionado de Santana la hizo estremecer de deseo y un cosquilleo le recorrió cada centímetro de la piel.

«Sí, suplicaré. Pero no clemencia».

Suspiró frustrada y cedió a que la llevara a la cocina.

Conocía bien esa mirada de determinación.

No cejaría en su empeño hasta que no hubiera satisfecho las necesidades de Brittany, hasta que no le hubiera dado todo lo que necesitaba.

Si se le ocurría mencionar que tenía sed, Santana iba a por agua.

Siempre dejaba de lado sus necesidades y sus deseos para ocuparse primero de los de ella.

«¿Y aún no entendía por qué lo quería?».

Santana le apretó la mano mientras la guiaba con determinación hacia la cocina, y le dio un vuelco el corazón.

Esa morena era una mezcla irresistible de hormonas, intensidad, ternura, vulnerabilidad y compasión.

La persona perfecta encarnada por una mandona atractiva e irresistible.

¿Que por qué la amaba?

Más bien la pregunta sería… ¿cómo no iba a amarla?

Sonrió al darse cuenta de que jamás había tenido la más remota posibilidad de no enamorarse locamente de esta morena.

Desde que se conocieron había algo que le atraía de la pelinegra, algo visceral, incluso animal.

Quizá le había dado miedo admitir esa intensa atracción, pero siempre la había sentido.

Santana era como una fuerza de la naturaleza: por peligrosa que fuera, era imposible resistirse a su ferocidad y a su magnetismo salvaje.

Recordó lo que le había dicho su mamá una vez: «El amor de verdad no es para los débiles de corazón, pero las recompensas que ofrece merecen la pena».

En aquel momento Brittany era una niña y no había entendido lo que su mamá trataba de decirle.

Ahora, gracias a Santana, el significado de esas palabras cobraba sentido y entendía perfectamente lo que había querido expresar su mamá.

Por fin había encontrado a la persona que merecía la pena.

Envió un agradecimiento silencioso a su mamá por las palabras que había tardado tanto tiempo en comprender y, con una sonrisa bobalicona, dejó que Santana la llevara por el pasillo hacia la cocina.






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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!


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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 3:) Sáb Mayo 13, 2017 10:17 pm

hola morra,...

joder lo que le paso a san con rose!!
si es super feo lo que paso san,... ahora entiendo lo de las cicatrices!!
ahora si que van a avanzar en su relación!!

nos vemos!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por JVM Dom Mayo 14, 2017 1:31 am

Que bueno que San por fin confió en Britt y que compartió su pasado...... Y de ahora en adelante las cosas se irán acomodando poco a poco...
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por monica.santander Dom Mayo 14, 2017 6:48 pm

Que local historia la de San!!!!!
Espero que ahora puedan estar Junta son tantas dudas!! !
Saludos
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 14, 2017 8:09 pm

3:) escribió:hola morra,...

joder lo que le paso a san con rose!!
si es super feo lo que paso san,... ahora entiendo lo de las cicatrices!!
ahora si que van a avanzar en su relación!!

nos vemos!!!



Hola lu, si =/ pobrecita... Si que si, osea es de esperar que tenga un trauma y él xq de esas cicatrices =/ Pienso igual, espero y sea así xD jajaja. Saludos =D





JVM escribió:Que bueno que San por fin confió en Britt y que compartió su pasado...... Y de ahora en adelante las cosas se irán acomodando poco a poco...



Hola, si! este si q es un paso! Espero lo mismo la vrdd xD ajjaajajaj. Saludos =D





monica.santander escribió:Que local historia la de San!!!!!
Espero que ahora puedan estar Junta son tantas dudas!! !
Saludos



Hola, si q lo fue =/ Espero lo mismo la vrdd, x lo q se ve ya no ai "obstáculos" q se interpongan, no¿? Saludos =D



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Finalizado FanFic Brittana: Mía III (Adaptada) Cap 6

Mensaje por 23l1 Dom Mayo 14, 2017 8:12 pm

Capitulo 6


Santana abrió la puerta de la nevera con un movimiento rápido de muñeca.

—¿Refresco o agua?

Cogió la lata directamente, ya sabía la respuesta.

—Refresco —respondió distraída.

Abrió la lata y se la dio antes de coger otro para la morena y beberse la mitad de un trago.

No era de extrañar que Brittany tuviera tanta sed.

La pelinegra no había estado ni la mitad de tiempo que la rubia a en el baño lleno de vapor y ya estaba deshidratado.

Se llevó la lata a los labios y bebió con la mirada fija en el pasillo abovedado
que llevaba al comedor.

Santana se había olvidado por completo de los recados que había estado haciendo.

—¡Feliz día de San Valentín!—se acabó el refresco de un trago y tiró la lata vacía a la basura.

La siguió al comedor con el ceño fruncido. Brittany no había pronunciado palabra. Quizá Mercedes y Tina no habían acertado con los consejos.

¿Le gustaría algo de lo que le había traído?

Había tratado de ordenar bien las cosas: las flores sobre la mesa, los caramelos en las sillas, las joyas y el perfume en el suelo.

Vale, había una mezcla de regalos y ositos de peluche desperdigados por el comedor, pero la morena lo había colocado todo lo mejor que había podido.

—¿No hay nada que te guste?

¡Maldita sea!

Pensaba despedir a su ayudante y a su secretaria en cuanto las viera. Le habían dicho que esas eran las cosas que hacían sentir especiales y valoradas.

—Ay, San, pero ¿qué has hecho?—acarició la superficie aterciopelada de una rosa roja, empujó con suavidad un globo con forma de corazón y se quedó mirando cómo se balanceaba en el aire.

—¡Voy a poner a esas dos de patitas en la calle!

¡Mierda!

Lo único que quería era hacerla feliz pero, en lugar de eso, parecía traumatizada.

Sabía que tenía que haberle comprado más cosas, pero no cabía nada más ni en el Veyron ni en el Mercedes.

—¿A quién vas a despedir?—se giró y la miró atónita.

—A Mercedes y a Tina. Me dijeron que este tipo de regalos era el que hacía felices.

Maldita sea.

No podía despedir a ninguna de las dos.

Hacían su trabajo demasiado bien.

En realidad era culpa de ella, que no tenía ni puñetera idea de cómo mostrar su cariño a esta mujer.

Daba igual; pensaba seguir intentándolo hasta lograrlo.

—Podemos ir de compras y así eliges algo que te guste—propuso con la esperanza de que la acompañara y la mostrara el tipo de cosas que a la rubia le parecían románticas.

—¿Pediste consejo a Mercedes y a Tina?

—Sí.

—San, esto es una pasada. No sé qué decir—comentó con voz temblorosa mientras se agachaba para coger un osito de peluche marrón que sujetó con fuerza contra el pecho—Creo que Tina y Mercedes te estaban dando ideas. No sugerían que lo compraras todo.

¡Ay, no!

Parecía que se iba a echar a llorar.

Esperaba que no lo hiciera.

—No sé cuál es tu flor favorita ni la clase de caramelos que te gusta. Tampoco sé tú color preferido. ¿Debería saberlo? ¿No debería saber las cosas que te gustan?—preguntó malhumorada.

Tiró el osito con delicadeza al suelo y se acercó a Santana.

—No hacía falta que hicieras todo esto. Es la primera vez que me regalan flores.

¿Qué es lo que había hecho?

Tan solo había ido de compras.

No era para tanto.

Es verdad que la morena prefería que le hicieran una endodoncia antes que ir de tiendas, pero, por primera vez, había disfrutado comprando cosas.

—He ido de tiendas. Tampoco cuesta tanto.

«Y he ido en el último momento porque ni siquiera me había dado cuenta de que era San Valentín. ¡Qué desastre! ¡Menos mal que el marido de Mercedes es muy detallista!».

—Has hecho todo esto por mí—estiró el brazo para señalar todo el comedor—Las flores son preciosas. Me encantan. Se me hace la boca agua viendo esos caramelos y el resto de cosas me abruman de tal modo que me he quedado sin habla. Con un par de rosas y una tarjeta ya me habría emocionado. No hacía falta que hicieras todo esto. Hay mujeres que no reciben tantos regalos en toda su vida. Pero lo que más me conmueve no son las cosas, sino tú. Tus ganas de hacerme feliz. Eres la mujer más increíble del planeta. Por eso te amo—pegó un buen trago a la lata de refresco, la dejó en un hueco que quedaba libre en la mesa y se abalanzó a sus brazos de un salto.

Santana saboreó la suavidad del cuerpo que se apretaba contra el suyo mientras los labios cálidos de Brittany le rozaban la mejilla y el cuello. La abrazó con fuerza de la cintura, dejando que su cuerpo fuera deslizándose contra el de ella hasta que los pies tocaron el suelo.

En ese momento decidió que en lugar de echar la bronca a Tina y a Mercedes lo que haría sería darles un aumento.

—Estás loca. Lo sabes, ¿verdad?—se apartó y le plantó un sonoro beso en los labios—Pero me encanta.

Bueno, si le encantaba que estuviera loca, estaba dispuesta a comportarse
como una auténtica loca.

La rubia la miró con adoración y añadió:

—Pero la próxima vez cómprame solo un regalo o una tarjeta, ¿vale?

De eso nada.

No le iba a cortar las alas haciéndole prometer algo así, de modo que su respuesta fue evasiva:

—Ya veremos.

—Espera. Tengo una cosa para ti—se apartó y salió corriendo hacia su cuarto. Regresó con una bolsita de regalo decorada con corazones y diablillos—La bolsa tenía tu nombre—la miró con picardía y le entregó el regalo—No tengo dinero propio, así que tuve que improvisar algo.

—¿Necesitas más dinero? ¿Por qué no me lo has dicho?—la miró con el ceño fruncido, cabreada porque no se lo hubiera dicho.

—No necesito que me des nada más. De hecho, quiero devolverte una parte. ¡Tengo casi cien mil en la cuenta! No me hacen ninguna falta, San.

La miró a los ojos y levantó la barbilla con tozudez.

—Apenas has gastado nada. ¿Cómo vives? ¿Cómo cubres tus necesidades?

Brittany resopló.

—De eso ya te encargas tú. ¿Para qué necesito el dinero? No tengo ninguna necesidad ni deseo. Vivo como una mocosa mimada. Basta con que mencione algo para que aparezca como por arte de magia. No hace falta que compre nada.

—A nosotras nos encanta ir de tiendas y comprar cosas que ni siquiera necesitan.

Eso lo había comprobado con su mamá y Quinn, cuyo pasatiempo favorito era ir de compras.

—A mí no. Prefiero pasar mi tiempo libre leyendo o jugando al MythWorld II.
Tengo todo lo que necesito, vivo a cuerpo de rey—le acercó la mano a la cara y le acarició los labios—La única necesidad que tengo eres tú.

Estaba tratando de distraerla y lo estaba consiguiendo.

—El dinero fue un regalo y te lo vas a quedar—gruñó negándose a que se saliera con la suya.

—No me lo voy a quedar—le dio un beso ligero en la comisura de la boca—Abre la bolsa.

Aguantó como pudo la tentación de arrancarle esa sugestiva bata y de devorarla entera. Empezó a abrir la bolsa de regalo con el cuerpo en tensión.

Al recordar que tenía que decirle a Brittany que el miserable que había tratado de secuestrarla estaba en la cárcel levantó la cabeza sin acabar la tarea:

—Hoy han cogido al otro tipo. Probablemente tengas un mensaje de Puckerman.

—¡Gracias a Dios! Bueno entonces quítame la escolta. Creo que intimida a mis compañeros. No pasa inadvertida precisamente—dijo como si la noticia no tuviera gran importancia, pero Santana se percató de que su cuerpo se relajaba y vio alivio en su rostro.

Daba igual lo mucho que la rubia hubiera insistido en que ese tipo había dejado de ser una amenaza, sabía que la situación la alteraba y que estaba asustada.

Tendría que ser tonta para no estarlo.

El día que la agredieron le faltó el canto de un duro para perder la vida.

—De eso nada. La escolta se queda.

—Ya no es necesario.

—¡No! No correré el riesgo de que te ocurra algo. Hay demasiado loco suelto y a lo largo de los años he hecho enemigos.

Vale que no había cabreado a tanta gente como su hermana Quinn, pero es imposible ser multimillonaria sin que haya gente que te odie a muerte:

—La escolta se queda—al tirar del papel rojo de la bolsa salieron disparados trozos de cartón en forma de corazón. Agarró uno al vuelo antes de que tocara el suelo.

Brittany metió la mano en la bolsa y sacó lo que quedaba en el fondo: unas tangas y un sujetador de seda negra que sujetó por el elástico. Santana se quedó mirando la prenda porque siempre llevaba blanca, pero entonces esbozó una sonrisa: la seda negra tenía un estampado de corazones y diablillos.

—Esto también tenía tu nombre, San—elevó las cejas al mismo tiempo que meneaba la ropa interior—Vas a estar como un tren. Bueno, ya lo estás, pero cuando los vi no podía parar de pensar en lo sexy que estarías con esto puesto—se acercó la ropa interior al rostro y se acarició con la suave seda.

Santana la contempló fascinada y se empalmó imaginándose lo que sentiría cuando los labios de la rubia se posaran sobre la prenda cuando las llevara puestas.

¡Madre mía!

Aunque tuviera demasiada ropa interior, ese conjunto se acababan de convertir en sus favoritos.

—Ya he cortado las etiquetas. Póntelos para que te los pueda quitar—propuso entregándoselos con una sonrisa seductora.

En un abrir y cerrar de ojos Santana se abrió la bata y se las puso. Se estremeció al sentir el suave roce de las manos de Brittany, que se posaron en sus hombros para quitarle la bata, y se quedó de pie frente a ella con sus nueva ropa interior favoritas.

—Como un tren. Como un auténtico tren murmuró.

Aquel susurro era tan sensual y expresaba tal anhelo que Santana casi pierde los papeles.

Le gustaba sentir la seda sobre la piel, acariciando sus cuerpo y, por supuesto, le encantaba la cara de avidez que tenía su chica mientras la devoraba con la mirada.

Le volvía loca que la ojiazul le mostrara las ganas que le tenía sin ruborizarse y que no se preocupara por disimular que se le iban los ojos a su cuerpo.

—¿Qué es esto?—abrió la mano para mostrarle el diminuto corazón de cartón. Le dio la vuelta y vio un mensaje escrito a mano.

Vale por un deseo.


Se quedó mirándola perpleja.

Brittany se mordió el labio inferior con cara de preocupación:

—Es un corazón-deseo. No tengo dinero propio…—levantó la mano pidiéndole que se callara en cuanto abrió la boca para rechistar—No empieces otra vez. Total, que hice esto. Los puedes canjear cuando quieras. Valen por un deseo o un favor de mi parte. Cualquier cosa que esté en mi mano.

—¿Lo que sea?

El corazón empezó a latirle con fuerza mientras se le pasaban diversas imágenes por la cabeza.

Brittany elevó una ceja.

—Lo que sea que esté en mi mano.

—Deseo que te quedes el dinero que te metí en la cuenta y que dejemos de
discutir por el tema de la escolta—frunció el ceño ya que se sentía un poco culpable por usar el regalo en contra de ella.

Brittany le dedicó una mirada como la que le solía dirigir su mamá de pequeño: la muy temida «¡Me has decepcionado!».

¡Ay, eso duele!

Cruzó los brazos por delante del pecho:

—Ese deseo interfiere con mi ética y mis principios. Además, son dos deseos. No es justo.

—¿Llegamos a un acuerdo?—preguntó con dulzura, pues no le gustaba verla de mal humor.

El rostro de la rubia se relajó.

—Me parece bien.

—Deja el dinero en tu cuenta. Gástalo si lo necesitas. No digo que te lo tengas que quedar para siempre, pero al menos por ahora, hasta que acabes la carrera y encuentres trabajo. Más adelante podemos volver a negociar.

Obviamente no le dejaría que se lo devolviera nunca, pero en ese momento lo importante era que se lo quedara por si le ocurría algo.

—Deseo concedido—dejó caer los brazos por los costados y los apoyó en las caderas—¿Y los guardaespaldas?

—Déjame mantenerte la escolta. Me encargaré de que sean más discretos. Ni te darás cuenta de que están ahí. Pero déjame que sigan ahí—aguantó la respiración mientras observaba su rostro—Será la única forma de que esté
tranquila, Britt. Hazlo por mí.

—Lo haré por ti siempre y cuando se mantengan a distancia y dejen de asustar a mis compañeros. Deseo concedido—le quitó el corazón de cartón de la mano y lo rompió en pedazos.

Santana se tiró al suelo para buscar como una loca el resto de los corazones.

—¿Cuántos me has regalado?

Había encontrado dos.

Vio otro debajo de la mesa y gateó para cogerlo sin prestar atención a las rozaduras que se estaba haciendo con la alfombra en las rodillas.

Lo único que le importaba en ese momento era encontrar a esos bribones.

Valían su peso en oro.

—Cinco—respondió con una carcajada.

Suspiró aliviada al encontrar el quinto sobre la alfombra. Al ponerse de pie vio que Brittany tenía la mano extendida y una mirada de expectación en el rostro.

—¿Qué?

No pensaba darle ninguno.

—Has pedido dos deseos. Me debes uno de esos.

—Hemos llegado a un acuerdo. He cedido—repuso acalorada.

Dar el brazo a torcer debería tener alguna recompensa.

No era algo que hiciera todos los días ni con cualquiera.

—Dámelo—insistió moviendo los dedos.

¡Maldita sea!

Le había faltado poco para salirse con la suya.

A regañadientes, cogió un corazoncito de la palma de la mano y se lo entregó acompañado de un gruñido.

—¿Me regalarás esto en todas las celebraciones?

—Ya veremos—masculló ocultando una sonrisa mientras hacía añicos el papel.

—¿Por qué has dicho que nunca te han regalado flores? Tuviste una relación
larga.

Brittany suspiró.

—No era de hacer regalos. Decía que no le gustaba malgastar el dinero. Sobre todo con flores, porque se mueren.

—No te ofendas, cariño, pero ¿cómo pudiste estar tanto tiempo con ese?—apretó la mandíbula; lo que daría por pegarle un guantazo al ex de Brittany.

—La verdad es que no lo sé. Probablemente tuvo algo que ver con la muerte de mis padres. Los echaba de menos y me sentía muy sola. Supongo que era demasiado joven, vulnerable y estúpida—comentó melancólica.

Santana le cogió aún más manía al impresentable ese, que se había aprovechado de una chica sola y desolada que acababa de sufrir la muerte de sus padres.

«Ojalá hubiera estado a su lado en esa época. Pero lo estoy ahora».

Atrajo hacia él el cuerpo de Brittany, que no opuso resistencia, y se juró protegerla desde ese momento.

—Jamás volverás a sentirte así, Britt. Siempre me tendrás a mí. Nunca dejaré que vuelvas a sentirte sola.

«Ninguna de las dos volverá a estar sola jamás».

Le quitó el pasador del pelo y lo tiró al suelo. Mientras acariciaba relajadamente los suaves mechones de cabello, se dio cuenta de que llevaba toda la vida sola.

Lo que pasaba es que nunca lo había reconocido.

—Llevo toda la vida esperándote—susurró Santana con sensualidad.

En cierto modo la conocía desde el primer día que la vio. No de vista, sino de corazón.

Y solo Dios sabía cuánto la necesitaba.

Brittany se apartó un poco para poder mirarla a la cara. No dijo nada, pero tampoco era necesario.

Santana podía ver en sus ojos lo mucho que la amaba.

Recorrió con los dedos sus labios, las mejillas y el cuello, deleitándose en la suavidad que sentía en las yemas. Dibujó unas iniciales en el nacimiento de sus pechos, que la bata dejaba al descubierto.

Las iniciales eran las suyas y las repasó una y otra vez para marcar a la mujer que la llevaba al éxtasis y la arrastraba al borde de la locura.

—San—gimió empujándola de la nuca para acercarlo a sus labios.

Con la impresión de que el corazón se le iba a salir del pecho la morena gimió entre sus brazos, disfrutando de las delicadas caricias en los hombros y del roce de sus dedos sobre su acalorada piel.

Necesitaba poseerla, reivindicarla de algún modo, y le metió la lengua en la boca con desesperación.

Tan intensa era la necesidad de hacerla suya que prácticamente le dolía.

La bestia posesiva que llevaba dentro suspiró aliviada cuando Brittany se mostró más que receptiva abriendo la boca para dejarlo pasar.

Entró a saco hasta que los dos empezaron a jadear y se quedaron sin aliento.

Santana se retiró para coger aire y le mordió el labio inferior, debatiéndose entre lo que le costaba separarse de la rubia y la necesidad de desnudarla cuanto antes.

Le cogió un pecho sin apartar la tela de seda y frotó con un dedo el prominente pezón.

—¿Recuerdas lo que te dije de esta bata?—masculló lamiéndole con la punta de la lengua los labios.

—Palabra por palabra—susurró con voz sugerente—Tengo recuerdos muy placenteros de esta bata.

—Y yo—respondió con pasión, antes de soltarla a regañadientes para enseñarle un corazoncito—Pero en este momento deseo que te la quites.

Con un movimiento grácil le cogió el corazón de cartón de la mano y lo rompió en pedazos.

Desató despacio la lazada de la bata y la seda se deslizó por sus hombros. Santana tragó saliva al ver sus perfectos pechos mientras la prenda se detenía un instante en los codos antes de caer al suelo formando un charco negro y brillante.

La morena hizo un esfuerzo para respirar metiendo y sacando el aire de los
pulmones.

Era preciosa.

Y suya.

«Mía».

—Me encantaron estos corazoncitos—afirmó sujetando con fuerza los dos que le quedaban.

Sus imponentes ojos azules bailaron de alegría sin dejar de transmitir un deseo apasionado.

—Ese lo has malgastado. Te lo hubiera concedido igualmente. Te necesito.

«Te necesito».

Santana sentía el mismo deseo y, tras dejar los corazoncitos a buen recaudo bajo un mantel individual, su cuerpo empuñó las armas para reclamar lo que era suyo.

La rubia dio un paso al frente y, cuando rozó su piel suave como la seda contra la de la morena, la hizo estremecer.

Pasó la mano con delicadeza por el sujetador para quitárselo para luego besar sus pezones y luego masajearlos un tiempo, descendió la mano hasta las bragas y le acarició el sexo como si se tratara de su mascota favorita.

Santana le apartó la mano para cogerla en brazos, incapaz de esperar ni un segundo más.

—Hora de ir a la cama.

—Ya era hora—murmuró Brittany expresando su impaciencia.

Entonces, la atención de Santana se desvió de sus necesidades carnales a la mujer que llevaba en brazos.

A su chica.

Brittany la deseaba, quería que le diera placer y que saciara sus necesidades.

Santana también satisfaría las suyas, pero antes se ocuparía de las de la rubia, su rubia.

En la cama y fuera de ella Brittany siempre sería lo primero.




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Hola, como se dieron cuenta si cambio el nombre del foro xD pero no pasa nada, solo es el nombre SIGAN! publicando, leyendo y comentando. Solo cambien "gleeklatino.com" por "gleelatino.forosactivos.net"

Pero, como les digo SIGAN! comentando, publicando y leyendo! Saludos =D

Pd: Se sacan las historias del foro y las publican en otras partes. Por MI parte y MIS adaptaciones, cópienlas si quieren, pero al menos NOMBREN AL FORO! Minino en agradecimiento a las personas del foro. SI NO NOMBRAN AL FORO, AL MENOS, VOY A ELIMINAR MIS ADAPTACIONES!


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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 3:) Dom Mayo 14, 2017 9:07 pm

hola morra,..

bueno que suerte que a britt si le gusto el regalo jajaja
muy bueno regalo el de britt jajajajaja
a ver como van las cosas ahora que establecieron su relacion!

nos vemos!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por micky morales Dom Mayo 14, 2017 11:02 pm

Bueno, ya estan juntas como quien dice, a ver como marcha su naciente relacion!!!!!
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por JVM Lun Mayo 15, 2017 4:10 pm

Jajajaja que regalos .... Haber que hace con los dos corazones que le que quedan San..... Y bueno me encanta la forma en que llegan a sus arreglos jajaja
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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 23l1 Lun Mayo 15, 2017 11:36 pm

3:) escribió:hola morra,..

bueno que suerte que a britt si le gusto el regalo jajaja
muy bueno regalo el de britt jajajajaja
a ver como van las cosas ahora que establecieron su relacion!

nos vemos!!




Hola lu, si ufff menos mal xD jajaajajajjaaja y como no¿? jaajjajaj. Tmbn! esk son muy buenas para eso jaajajajaj. Espero y ya más q bien! Saludos =D





micky morales escribió:Bueno, ya estan juntas como quien dice, a ver como marcha su naciente relacion!!!!!




Hola, si! ya estan avanzando mas q bn! y espero siga así la vrdd xD jaajajaj. Saludos =D






JVM escribió:Jajajaja que regalos .... Haber que hace con los dos corazones que le que quedan San..... Y bueno me encanta la forma en que llegan a sus arreglos jajaja




Hola, si! aajajajajajajajaj, son buenas en eso jajajaja. Mmm esperemos y los sepa usar muy, pero muy bn! ajajajajaj. Aii si son unas ternuritas la vrdd ajajaaj. Saludos =D




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Finalizado FanFic Brittana: Mía III (Adaptada) Cap 7

Mensaje por 23l1 Lun Mayo 15, 2017 11:39 pm

Capitulo 7


Santana la dejó en la cama con delicadeza y Brittany rodó hacia un lado para abrir el cajón de la mesilla y sacar las vendas y las esposas.

—Átame. No me importa—le dijo dándoselas.

«Por favor. Átame y fóllame antes de que me muera de deseo».

Había perdido el control de la mente y del cuerpo, y jadeaba extasiada.

Como ese cuerpo ardiente no la poseyera en cuestión de segundos, se iba a poner a chillar.

Sanana la miró confundida.

—¿Quieres que te ate?

—Te quiero a ti. Átame. Desátame. Haz lo que quieras. Me excita mucho. Tú me excitas. Lo único que deseo es que me folles, tú eliges el modo de hacerlo.

«Madre mía, ya no sé ni lo que digo. Me está volviendo loca».

—Cariño, a la cavernícola posesiva que llevo dentro le encantaría tenerte a su merced y hacer que te corrieras como nunca, pero no necesito atarte—le quitó los accesorios de las manos y los tiró junto a la cama—Pero ahora que sé que te pone, lo volveré a hacer otro día. Ahora mismo lo único que necesito es ver cómo te corres y hacerte el amor hasta que ninguna de las dos sea capaz ni de moverse.

Todas las luces estaban encendidas porque no las habían apagado.

Santana tenía una expresión agresiva a la par que tierna y, curiosamente, plácida.

Brittany respiró hondo con el cuerpo tembloroso y el sexo empapado, lista para recibirla.

Se sintió embriagada cuando Santana se tumbó sobre ella abrió las piernas para darle la bienvenida y gimió al sentir su sexo húmedo contra su monte de Venus, estimulándola, que antes de eso ya estaba más que excitada.

Se aferró a la morena como si tuviera miedo de que se escapara.

Necesitaba confirmar de algún modo que era real y que era suya.

Nunca había sido posesiva ni obsesiva, pero Santana era una mujer tan increíble, tan maravillosa, que casi parecía imposible que existiera y que además fuera de ella.

A veces parecía un sueño, un sueño maravilloso que convertía su ordinaria existencia en algo extraordinario.

—Relájate, princesa—le susurró al oído, y su cálido aliento le hizo estremecer.

Relajó los brazos y le rodeó el cuello con ellos, tratando de controlar ese instinto visceral de aferrarse a la morena, de mantenerla siempre cerca.

—Lo siento. Creo que estoy un poco desesperada.

No tenía pensado decirle eso porque resultaba lamentable, pero era la verdad.

Aunque sentía una sobrecarga de emociones, su cuerpo insaciable le pedía más.

La boca entreabierta de Santana recorrió su cuello con besos cálidos:

—No más de lo que estoy yo. Cada vez que oigo tu voz, que te veo o que hablo contigo, siento la necesidad de acercarme más a ti. Es más, me basta con pensar en ti para sentirme así—le rozó los labios con la lengua, perfilando el contorno de su boca—Quiero unirme a ti y que nuestros cuerpos se fundan de tal manera que no podamos volver a separarnos jamás.

«Ha dado en el clavo. Yo me siento igual».

Esta vez acercó su boca a la de la rubia sin más juegos ni seducción.

La acosó, la asaltó y la saqueó con los labios y la lengua, y la ojiazul se abrió para la morena como una flor ante los rayos del sol. Gimió porque aquellos besos saciaban una ínfima parte de su deseo, y levantó las caderas como por reflejo esperando que otras partes del cuerpo la rozaran, ya que necesitaba aliviar de algún modo la tremenda excitación que sentía.

Arrancó la boca de la de la rubia y con la voz entrecortada exclamó:

—Eres una preciosidad. ¡Me pones a cien!—le apartó los brazos del cuello y, agarrándola por las muñecas, se las colocó a ambos lados de la cintura.

Brittany trató de retorcerse, pero la estaba sujetando tan fuerte que no podía moverse.

Fue lamiéndola y besándole el escote hasta llegar a los pechos. Al no lograr satisfacer su intenso deseo a Brittany le entraron ganas de ponerse a gritar.

No era delicada, y la rubia no quería que lo fuera.

Sus pechos tenían la sensibilidad a flor de piel y sintió placer a la par que dolor cuando tiró de un pezón con su ardiente boca, utilizando los dientes y la lengua.

«Placer y dolor».

—¡San! ¡Sí, sigue!

La cabeza empezó a darle vueltas cuando se dirigió al otro pezón para seguir torturándola, aumentando su deseo hasta límites insospechados.

El ataque erótico a sus pechos no había finalizado y, sin soltarle las muñecas, Santana continuó lamiendo y mordisqueando una teta y después la otra.

Sentir que estaba completamente a su merced la volvía loca, la embriagaba y le cortaba la respiración.

Su boca continuó bajando por su cuerpo dejando un sendero de calidez hasta que se detuvo sobre el vientre para trazar círculos apasionados.

Finalmente, le soltó las muñecas y le separó las piernas con las manos, mientras se colocaba entre sus muslos.

—Hueles tan bien… Hueles a excitación. Eres mi chica y mi deber es satisfacerte y lamer tu miel.

Respiraba con intensidad y el aire caliente que le salía de la boca acariciaba los pliegues mullidos de su sexo. Sintió que le iba a explotar el cuerpo solo de oír sus gruñidos y de sentir su excitación y su afán de poseerla.

—Sí, San. Por favor. Te necesito. Tengo que correrme.

—Tengo que hacer que te corras. Tengo que satisfacer a mi chica—le levantó las piernas en el aire y le hizo doblar las rodillas para abrirle el camino a su ávida boca.

El ataque sumamente carnal no se hizo esperar: la boca la devoraba y la lengua la penetraba, poseyendo su sexo con tal avidez que Brittany empezó a gritar su nombre mientras su cuerpo entero se estremecía.

Le introdujo la lengua entre los suaves pliegues, explorando hasta el fondo de su sexo y lamiéndola con tal desenfreno que a la rubia se le cortó la respiración y dejó de gemir.

La lengua encontró el clítoris y lo atacó sin mostrar atisbo alguno de compasión.

Brittany la agarró del pelo, absorta en el intenso éxtasis que su cuerpo estaba experimentando gracias a la misión primitiva y animal que Santana se había propuesto: hacerle alcanzar el orgasmo.

Un orgasmo de verdad.

Lamía el trocito de carne sin descanso.

Cada vez más rápido.

Una y otra vez.


Con el cuerpo tembloroso Brittany la empujó de la cabeza para sentir aún más aquella sensual boca en su palpitante sexo.

Le ardían todos los poros de la piel y se estremeció de tal modo que se le arqueó la espalda. El placer era tan extremo, tan intenso que no lo soportaba y trató de apartar su persistente boca, pero la pelinegra la sujetó de las caderas para que no pudiera moverse y la forzó a cabalgar sobre las olas de placer que su boca le generaba.

Empezó a gritar su nombre y Santana no se detuvo hasta que cesó el último espasmo, que la dejó totalmente desfallecida.

Entonces, ascendió por su cuerpo para tumbarse a su lado y Brittany, que aún no había recuperado la respiración, se acurrucó junto a ella dejando el brazo sobre su pecho mientras pasaba el dedo entre ellos y enterrando la cabeza en su hombro.

—¿Ya te encuentras mejor?—preguntó con brusquedad aunque obviamente
le parecía divertido.

—¿Estabas intentando matarme?—repuso Brittany dándole una palmadita en el hombro.

—De placer, cariño—susurró con pasión.

—Bueno entonces lo has conseguido—le acarició un pezón con el dedo mano, siguiendo los caminos que marcaban las cicatrices y preguntándose por qué una mujer tan maravillosa había tenido que sufrir tanto.

A veces la vida era injusta.

Su mano siguió bajando por el vientre trazando figuras.

—Eres tan atractiva—susurró embelesada mientras acariciaba el camino desde el ombligo hacia abajo.

—Empiezo a pensar que deberías ir al oculista—gimió encantada.

—Tengo una vista de lince y un perfecto sentido de la percepción. Eres muy
fuerte y muy guapa—agarró con los dedos su sexo empapado—Y bien dotada.

Santana jadeó cuando Brittany metió la mano por debajo de las bragas y pasó la yema de los dedos por la punta del clítoris, extendiendo su humedad por la sedosa piel y frotándola despacio con suavidad.

—Me encanta cuando me tocas. Es la mejor sensación del mundo.

Comenzó a mover la mano con sensualidad para provocarla y Santana nunca había experimentado algo así porque hasta entonces las mujeres con las que se había acostado habían tenido que estar atadas.

Eso había cambiado.

Santana jamás sería una amante dócil, pero el hecho de que se sintiera cómoda mientras la rubia la tocaba —no solo eso, sino que deseara que la tocara— la hizo sonreír.

A pesar de la terrible experiencia que había sufrido en el pasado confiaba en su rubia, en su Brittany.

Santana gimió y el sonido que salió de sus labios transmitió una sensación entre el placer y el tormento.

Puso la mano sobre la de la rubia.

—Penétrame, cariño. Fóllame hasta dejarme inconsciente—se quitó las bragas que acababa de estrenar pero que ya eran sus favoritas, al igual que el sujetador, y las tiró al suelo.

Brittany levantó la cabeza para mirarla a los ojos mientras la morena la rodeaba con los brazos y la tumbaba sobre su cuerpo.

—¿Estás segura?

Lo que más quería en el mundo en ese momento era poder penetrarla y hacerla suya, contemplarle gozar bajo su peso, pero le angustiaba mucho hacerle revivir otro mal recuerdo.

—Sí. Quiero ver cómo cabalgas sobre mí. Quiero contemplar tu rostro cuando te corras sobre mi—respondió con determinación y necesidad.

La montó a horcajadas, pero se detuvo vacilante con el corazón a cien por hora.

¿Podría Santana hacerlo así?

No era necesario.

—No tienes que demostrarme nada. No tenemos que hacerlo.

—Penétrame, cariño. Necesito que me folles. Te necesito—bufó con una voz ronca plagada de deseo.

«Te necesito».

Bastaron esas dos palabras para que Brittany levantara las caderas, con la mano empezó a acariciarla para humedecer sus dedos, para luego ir penetrándola de a poco.

Entonces le invadió una tremenda necesidad de penetrarla, un deseo visceral de sentirla, lo más dentro que pudiera.

Con la otra mano libre empezó a masajearle los pechos al mismo tiempo que empezaba a mover sus dedos dentro de la morena poco a poco.

Las manos morenas la agarraron de las caderas justo en el momento en que elevaba sus caderas al ritmo de los movimientos de la mano de la rubia, llenándola por completo.

—¡Dios mío! ¡Me muero de placer! ¡Eres tan buena! ¡Qué ganas tenía de que hicieras esto!—exclamó con desenfreno y pasión.

Brittany la observó con atención, buscando cualquier señal de que la postura la estaba incomodando, pero lo único que vio en su rostro fue placer.

Sus ojos color chocolate se clavaron en los de ella atrapando su mirada.

Santana guiaba sus caricias con las manos mientras elevaba las caderas con fuerza.

Mientras se miraban a los ojos Brittany derramó una lágrima al darse cuenta de que no había temor alguno en su rostro y de que reconocía perfectamente a su amante.

—Solo tú, Britt. Tú siempre has sido la única—le dijo mientras su pecho se hinchaba y deshinchaba—Estás preciosa. No te cortes. Cabalga sobre mí. Córrete para mí. Hazme tuya.

Brittany cerró los ojos mientras movia sus demos más raído dentro de la morena. Echó la cabeza hacia atrás para dejarse llevar por la sensación de que la hacía suya una y otra vez.

Los pechos morenos rebotaban con cada una de sus arremetidas y los piñizco con delicadeza.

—Sí, haz todo lo que quieras, cariño. Todo lo que necesites—jadeó dándole con más ímpetu y metiéndosela aún más.

Cuando Santana empezó a pellizcarle sus pechos volvió a echar la cabeza hacia atrás e implosionó: los músculos de las paredes de la cavidad de la morena se tensaron y destensaron varias veces. Mientras que su cuerpo hacia lo mismo de solo ver su morena bajo su peso.

En el momento en que se corrió sus miradas se cruzaron y Brittany se quedó
observando a ese ser salvaje y perfecta.

Estaba tremenda.

Jamás había oído un sonido más bello que el gemido que salió de la garganta de Santana.

Una explosión de fluidos cálidos se mezclaron y las dos se desplomaron.

Brittany notaba cómo temblaba Santana bajo su cuerpo, que le cubría como una manta.

—Te quiero—masculló Brittany suspirando sobre su pecho.

Santana la rodeó con los brazos y la apretó contra su cuerpo.

Estaban sudadas y exhaustas, pero se sentía completa y dichosa.

Después de un rato logró normalizar la respiración y apaciguar su acelerado corazón y se separó del cuerpo de Santana para tumbarse a su lado, pero no la dejó: le dedicó un gruñido y volvió a colocarla encima de ella.

—Quieta.

Debería cabrearse porque le hubiera dado una orden como quien se la da a
un perro, pero lo había dicho con tal anhelo que, en lugar de enfadarse, sonrió.

Además, estaba tan satisfecha que apenas se podía mover.

Acurrucó la cabeza en su hombro y se dijo que, en cuanto recobrara la energía, se apartaría, porque, de lo contrario, acabaría aplastando a la pobre morena.

Santana comenzó a respirar de forma más pausada y regular y, a pesar de que siguió abrazándola, se le relajaron los músculos.

«Se ha dormido. Acabamos de acostarnos en la postura que la tenía traumatizada y se ha quedado dormida conmigo tumbada encima».

Le dio un vuelco el corazón y sintió un dolor profundo que le cruzaba el cuerpo entero.

Santana se fiaba tanto de ella que podía estar totalmente relajada en la postura en la que más vulnerable se consideraba.

Giró la cabeza para darle un beso ligero mientras era consciente de que el amor que sentía por esa mujer desbordaba su pecho.

Una mujer para la morena que las necesidades de la ella eran lo primero.

Una mujer que confiaba en ella.

Una mujer que haría cualquier cosa para complacerla.

Una mujer de la que estaba enamorada.

Siempre valoraría su confianza por encima de todas las cosas y trataría de
cultivarla como algo precioso.

Bueno lo era.

El agotamiento le cerró los ojos y le relajó el cuerpo.

«Quítate de encima, de verdad. Así no podrán dormir».

Su respiración se fue haciendo más profunda hasta que imitó el ritmo de la de la mujer que tenía tumbada debajo.




A la mañana siguiente se levantaron en la misma postura.

Descansadas y a gusto.





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Finalizado Re: [Resuelto]FanFic Brittana: Mía IV (Adaptada) Cap 5 - FIN

Mensaje por 3:) Mar Mayo 16, 2017 12:26 am

hola morra,..

especie de prueba de fuego para las dos!!!
ya no ahi restricciones en la relación que tienen,..
a ver como siguen las cosas???

nos vemos!!
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