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Marry me .Klaine. ADAPTADA.
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Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
ooo dios estuvo genial ojala Blaine se alla puesto celoso jajaja este capitulo es mi favorito pobre Blaine yo queria que el fuera el primer beso de Kurt pero no importa actualiza lo mas rapido que puedas por favor :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Hola, nueva lectora... Para empezar me encanto todo desde el primer capitulo, es una idea genial, & pues ahora a comentar sobre este capitulo:
Lo ame... aunque hubiera preferido que su primer beso fuera con Blaine & no con Sam... Pero ya que... Esperare a que actualices pronto.. cuidate, besos :)
Lo ame... aunque hubiera preferido que su primer beso fuera con Blaine & no con Sam... Pero ya que... Esperare a que actualices pronto.. cuidate, besos :)
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
creo que este capítulo les va a gustar bastante...
Capítulo 4: El primer beso - II parte.
14 años
—¿Recuerdas cuando me besaste para que Blaine no lo hiciera primero? —me preguntó Sam mientras me lanzaba una trozo de chocolate que agarré en el aire con mi boca.
—Por supuesto, mi primer beso —y cómo no olvidarlo. Los rostros de Sam y Blaine eran épicos, Blaine no paró de quejarse en toda la tarde diciendo que yo no podía besar a alguien que comía pegamento.
Prefería eso antes que a sus labios.
—Y después, cuando las chicas se enteraron… ahora me da más risa que vergüenza —comentó. Me lanzó otro pedazo de chocolate, pero esta vez no lo alcancé. Él se rio de mí y yo le estrellé una almohada contra el rostro.
Nos habíamos convertido en grandes amigos después de todo. Mis padres botaron a la basura todas mis cosas más preciadas de Peter Pan en cuanto se enteraron que reprobé el año y junto con Sam fuimos los más listos de la clase. Pero sólo nos duró un año, al siguiente estuvimos tan perdidos como cuando nos fuimos de excursión y no encontrábamos el lugar donde se suponía que debíamos acampar.
—Pero yo sigo creyendo que Blaine estaba celoso —dijo de pronto.
—No lo creo. Es que él siempre quiere ser el primero y el mejor en todo, sólo estaba enfadado porque le ganaste —argumenté, odiaba cuando hacía esos comentarios.
—No estés tan seguro. Te apuesto a que si se enterara que tienes novio, reaccionaría igual que esa vez.
—Claro que reaccionaría así, yo habría tenido novio antes que él. ¿Acaso no me escuchas? —Sam rio más fuerte y se comió lo que quedaba de chocolate.
Estábamos en mi habitación viendo una película romántica, me seguían pareciendo igual de tontas que a los ocho años, pero al menos ya no me daban asco las escenas más íntimas. Por Sam no me preocupaba, resultó ser un galán innato en cuanto cumplió los doce, se dejó el flequillo hacia el costado —al estilo Justin Bieber—, las pecas de su rostro se volvieron adorables ante los ojos de las demás chicas y chicos, era más alto que el resto y aparentaba dieseis. Incluso Quinn le pidió una cita. Sam fue tan bueno que grabó ese momento para mostrármelo y reírnos de la cara de indignación que puso Quinn cuando él la rechazó.
Sin embargo, Blaine no se quedaba atrás. A pesar de odiarlo, debía reconocer que estaba a la altura de mi amigo. Se dejó los rizos —aunque seguía cubriéndolos con una capa aún más gruesa de gel—y como por arte de magia había crecido más de lo normal, claro que seguía siendo más bajo que yo y parecía enano —según yo—. Al final, Blaine había regresado a la Academia Westfield con una beca, cosa que alegró mucho a Anne quien se sintió muy orgullosa. Gemma ya había salido de la escuela y había viajado a Londres para estudiar en una Universidad de allí.
Rachel había crecido bastante también, pero seguía siendo más baja. En realidad, todos eran más bajos que yo. Nos parecíamos en algo, pero en pocas cosas. Mis ojos estaban más celeste que nunca y mi pelo era castaño, mientras Rachel era morena completamente. Era la única que me apoyaba para detener las locuras de Mercedes y Brittany.
Ellas seguían igual, cuando se enteraron que besé a Sam fueron inmediatamente a molestar a Rachel. No sé cómo lo logró mi prima, pero se las quitó de encima en dos días.
—¿Blaine con novio? —inquirió Sam. Lo golpeé en la cabeza con otra almohada.
—Sabes a lo que me refiero —le dije.
—Sí, lo sé. Me pregunto por qué no tendrá novio todavía, te debe estar esperando —en ese momento se cayó de la cama. Le di una patada en las costillas que le quitó la respiración e hizo que rodara hasta el suelo. No era la primera vez que hablábamos de este tema, por extraño que sonara, Sam tenía una obsesión con emparejarme con Blaine, al igual que Mercedes, Brittany, mamá y papá. Lily nos ignoraba y Holly seguía en su mundo, así que al menos por parte de ellas no recibía ninguna burla.
—Deberías concéntrate en conseguir una novia o algún novio tú, en vez de buscarle pareja a los demás —él se incorporó y se sentó frente a mí, me tomó de los hombros e hizo que lo mirara fijamente.
—¿En serio no me crees que le gustas a Blaine? Ok, hagamos una apuesta.
Mala idea, no debía. Apostar contra Sam nunca traía cosas buenas. La última vez terminé en el hospital por intoxicación. Pero…
—Qué quieres apostar —era imposible negarse a una apuesta. Temía que algún día gastara todo el dinero de mis padres en un casino, por eso le pedía a Anne que guardara mi dinero y que me lo entregara en situaciones importantes.
—Te apuesto a que si consigues novio, Blaine se pone celoso —lo pensé un poco. Sería bastante difícil.
—Yo no quiero tener novio —le respondí.
—Eso se arregla fácil. Me haré pasar por tu novio y veremos cómo reacciona Blaine —asentí y lo volví a pensar.
—Si no pasa nada, yo gano. Y quiero que te disfraces de payaso y vayas en bicicleta hasta el centro comercial.
—Ok, pero si yo gano, tendrás hacer de Julieta en la obra de la escuela.
—¿Estás loco? Blaine va a audicionar para el papel de Romeo, y por si no lo ves, soy un chico, no puedo y no quiero ser Julieta —le reclamé.
—Entonces estás aceptando con anticipación que yo tengo razón —Mike sabía como provocarme, yo era tan débil y quería demostrarle a ese idiota que Blaine sólo era mi enemigo.
—¿Cuándo comenzamos? —él sonrió de medio lado y miró el reloj que tenía en la pared.
—Ahora…ya. Vamos —me dijo. Sabía que quería empezar de inmediato.
Me puse de pie y salimos al pasillo. Sam fue despacio hasta la puerta de la habitación de Blaine y pegó el oído a la madera.
—Está ahí, está hablando por teléfono —me susurró. Yo asentí y me acerqué a su lado.
Esto parecía una locura, y en realidad lo era. Pero qué importaba, tenía que ganarle a Sam.
—Tú sígueme la corriente e intenta no poner cara de asco si te digo cursilerías, ¿de acuerdo?
—Vale —le dije.
Nos separamos un poco de la puerta y Sam me abrazo.
—¡Te amo tanto, Kurt! —gritó.
—Sé más natural, idiota —le susurré. Él gruñó y me hizo callar.
—¡No puedo creer que hayas aceptado ser mi novio! —volvió a gritar. Quería golpearme en la cabeza, Sam no sabía actuar.
De pronto, la puerta se abrió y Blaine salió con la cara pálida y el celular en la mano temblorosa.
—Después te llamo —le dijo a la persona detrás de la línea. Se quedó mirándonos unos segundos, hasta que se atrevió a hablar—¿Son novios?
—Sí, se lo he pedido esta tarde. Es increíble que Kurt sea mi novio, cuántos chicos estarán celosos —me removí entre los brazos de Sam y miré entre la maraña de pelo que me tapaba la vista a Blaine.
Tenía el ceño fruncido y apretaba el celular tan fuerte que pensé que se lo destrozaría. Sólo atinó a mirar con desconfianza a Sam y se encerró en su habitación.
—Listo, gané —dijo Sam, soltándome abruptamente.
—Tú no has ganado nada. Yo no lo vi celoso.
—Eso es porque estás ciego —recordé cuando Blaine intentó besarme y atacó a mi inocente ojo. Yo no podía gustarle, nos conocíamos desde los ocho años, éramos casi como hermanos. De esos que se llevaban como perros y gatos, pero hermanos al fin y al cabo.
—Necesitamos a un jurado que determine si Blaine está celoso si o no —le dije mientras bajábamos las escaleras para ir a buscar algo de comer.
—Ok, llamaré a Brittany…
—No, ella está de tu parte y te dará la razón. Mercedes también. Que sea Rachel —le dije.
—Ella es de tu equipo, tiene que ser alguien neutral —señaló.
—¿Lily?
—Ni siquiera nos habla —le di la razón y me detuve a pensar.
—Holly, ella nos dirá lo que ve —Sam estuvo de acuerdo y corrimos a buscar a mi hermana.
Cuando la encontramos en el living viendo televisión le pedimos que nos ayudara, le explicamos el asunto de la forma en que se viera como un juego inocente. Ella debía decirnos si notaba que Blaine se mostraba celoso. Ella aceptó ayudarnos sin comprender del todo.
Tuvimos que hacer de pareja feliz y enamorada durante una semana, ya que Holly decía que mientras más tiempo pasara, más se notaría si Blaine estaba celoso o no. Fue agonizante ir de la mano de Sam para todos lados, recibiendo miradas envenenadas por parte de las chicas de la escuela —y algunos chicos también; en nuestra escuela no estaba mal vista la homosexualidad—.
Cuando acabó el plazo que nos propuso Holly, nos sentamos en su cama mientras ella sacaba un cuaderno donde había anotado sus observaciones.
—Bien, Holly. Dile a este cabeza hueca que yo tengo razón —le dijo Sam. Le empujé para que se cayera de la cama, pero Holly nos detuvo antes de que iniciáramos una pelea.
—Bien, cuando Sam abrazaba a Kurt, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se tomaban de las manos, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se decían tonterías, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se miraban, Blaine…
—Gruñía y se alejaba, nos quedó claro, Holly —le dije, ya desesperado—. ¿Cuál es el veredicto?
—Blaine está celoso.
—¡Gané! —exclamó Sam. Yo sentí la derrota como un peso más en mi espalda. Odiaba perder, en especial contra Sam, quien me ponía estúpidas consecuencias.
—Ahora tendrás que hacer de Julieta junto a Blaine. Pobrecito, sufrió toda la semana, pero recibirá su recompensa —me esperaban unos días difíciles.
Las audiciones para la obra eran en dos semanas, nos harían actuar en parejas para los papeles principales y debíamos aprendernos la escena del balcón. La peor de todas.
Sam le contó personalmente a Blaine que yo audicionaría por amor al teatro, y que lamentablemente nuestra relación no había funcionado y que preferíamos quedar sólo como amigos. No quise escuchar cuando me explicó la cara de alegría que había puesto Blaine al escuchar eso.
Las dos semanas se me pasaron lentas, Mercedes se había ofrecido voluntaria para elegirme el vestuario y Brittany me ayudaba a memorizar las líneas. Casi me daba de golpes contra la mesa porque yo no ponía ningún esfuerzo por aprendérmelas.
Rachel no intentaba persuadirme para que cooperara, me dijo que si estuviera en mi lugar, haría lo mismo.
Y el gran día llegó, estaba horrorizado y con nauseas a causa de los nervios, esto me iba a matar. No quería audicionar para el papel de una mujer, era ridículo.
Habían pocos chicos para el papel de Romeo, y menos para los papeles secundarios. En cambio, para Julieta… los vestidores estaban llenos de chicas maquillándose, prestándose brillo labial y recitando las líneas al revés y al derecho. Ahora comenzaba a arrepentirme de no haber estudiado un poco más, no me gustaba esto, pero tampoco quería quedar como un tonto en el escenario.
Como me ahogaba con tantas personas en un espacio tan reducido, salí a caminar por los pasillos detrás del escenario. Teníamos un teatro subterráneo en la escuela, era asombrosa la forma que tenían de malgastar el dinero en este pueblo.
En una esquina, hecho un ovillo, me encontré con Puck. Ya no era amigo de Quinn porque se había dado cuenta que ella era una estúpida. Además, desde que Blaine regresó, él le pidió disculpas por haberlo molestado y ahora eran amigos.
—¿Para qué papel audicionas? —le pregunté. Él levantó la cabeza y lo vi bastante nervioso.
—Romeo —me senté a su lado y le ofrecí un caramelo de menta. Él lo aceptó y se lo comió—. ¿Y tú?
—Julieta —le dije. Nos quedamos así por un momento hasta que él carraspeó y se frotó los ojos con las manos.
—No lo lograré —me dijo.
—No pienses así, yo ni siquiera me aprendí las líneas y no estoy nervioso —le mentí—. Además, creo que lo harás bien.
—Blaine también está para el papel, el actúa.
—No te preocupes por ese idiota, lo harás bien.
Puck me sonrió y me abrazó, si cuando teníamos nueve años él no hubiese sido amigo de Quinn, seguro que ahora bromearíamos al igual que como lo hacía con Sam.
—Perdón por llamarte “Kurt descerebrado”. No lo haré nunca más, y si lo hiciera, Blaine se enfadaría mucho conmigo —hice una mueca al oír eso. Eso no había ayudado.
—Ok. Mejor vayamos a ver si es nuestro turno —le dije, para cambiar de tema. Llegamos juntos hasta detrás del telón y desde allí vi como algunas chicas se amontonaban en un fila para que les tocara junto a Blaine.
Sam nunca me dijo que pasaría si no pasaba la audición, todo dependía de que tan mal lo hiciera.
—La primera pareja…—escuché decir al maestro de teatro—. Noah Puckerman y Marley Rose.
Una chica castaña salió al escenario y yo le dediqué una sonrisa de ánimos a Puck para que se quitara los nervios de encima.
Todos vimos la escena, Puck actuaba muy bien, era verlo y emocionarse. Marley no era la gran cosa, pero lo hacía bien. Hasta que llegó la parte del beso. Y de verdad se besaron.
Por Dios, no había pensado en esa parte.
Estaba tan concentrado arruinándolo que había olvidado que en la escena del balcón los personajes se besaban.
Cuando terminaron, los aplaudimos y esperamos a que el maestro dijera los próximos nombres. Las chicas estaban alteradas, los nombres eran al azar y por lo que alcanzaba a escuchar, querían que les tocara Blaine.
—Spencer Wilson y Samantha Johnson —Samantha refunfuñó y salió de mala gana al escenario.
Pasaron tres parejas más hasta que nombraron a Blaine. Las chicas parecían estar en un gallinero.
—Blaine Anderson y…
—Que diga mi nombre…
—Que me toque a mí… —murmuraban algunas.
“A mí no, por favor, no- Te juro que haré mis deberes, que me portaré bien y que no golpeare a Sam”
—Kurt Hummel.
“Listo. Me portaré mal el resto del año”
Pelear con Dios y con la suerte no me ayudarían en nada.
Las chicas bufaron detrás de mí y salí con la ropa rara que usaría Romeo y no Julieta, que había elegido Mercedes para mí.
Sentía los pies pesados y el corazón me latía de una manera que pensé que me subiría por la garganta y lo vomitaría.
No dejaban entrar público para las audiciones, sólo estaba el maestro y algunos chicos del taller de teatro para evaluarnos. Sin mencionar a todos los chicos que vinieron por un papel que nos observaban detrás del telón.
Blaine comenzó a recitar sus líneas, pero no le escuchaba. Para lo único que tenía oídos era para mi pulso que parecía ir más rápido a cada segundo.
—…¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar su mejilla!
Reaccioné. Debía decir algo, aunque no sabía qué.
—Ay, de mí —susurró Blaine.
Era como una manía que tenía el destino de hacer que Blaine me dijera las respuestas sobre obras de Shakespeare.
—¡Ay, de mí! —exclamé desde lo alto del balcón. Y de verdad me compadecía de mí misma.
Mataría con mis propias manos a Sam en cuanto saliera de esta.
Como por magia, recordé algunas ideas vagas de lo que tenía que decir los siguientes cinco minutos, Blaine lo hacía más que bien, era tan creíble que de verdad pensé que sufría por amor. Yo era como una piedra en el agua, me hundía a mi misma con cada palabra, con cada gesto que hiciera. La actuación no era uno de mis talentos.
—¡Que el sueño descase en tus dulces ojos y la paz de tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza!
Era la última línea de la escena, Blaine ya había trepado por la escalera escondida con utilería del balcón y sólo nos faltaba besarnos para terminar con esta tortura.
Se acercó a mi rostro, mientras yo lo alejaba lo más posible. Pero no había escapatoria, el final siempre sería el mismo por más que me apartara.
Sólo quedaba una cosa por hacer, al igual que con Sam a los diez años, hacerlo lo más rápido posible.
Cerré los ojos y lo único que sentí por unos segundos fue una presión sobre mis labios, escuché a lo lejos algunos suspiros que supuse serían de las chicas y chicos que querían estar en mi lugar.
Debía ser un beso apasionado y que demostrara todo el amor que sentían los personajes, pero no podía porque no sentía nada más que cosquillas sobre mi boca.
Era una buena forma de arruinar mi audición, pero de repente me sentí estúpido. No había podido decir mis líneas, era mal actor y ni siquiera podía besar bien. Me había mostrado como un fracasado. Todo por culpa de Sam.
Así que me dije a mi mismo, mientras tenía el beso más aburrido de la historia con Blaine: “Demostrémosle que no eres tan tonto, y al menos haz algo bien para sacárselo en cara a Sam”.
Pensé en cómo se sentiría Julieta al besar a su amado por primera vez, en cómo me sentiría yo si amara demasiado a alguien, y agarré del cabello a Blaine y lo acerqué más a mí. Cerré con más fuerza los ojos y moví los labios para darle más realismo, Blaine me siguió el ritmo y me sostuvo de la nuca para acortar la poca distancia que nos quedaba.
Me empezó a faltar aire y quise separarme, pero Blaine me lo impidió. Me tenía sujeta y se negaba a soltarme. En un momento me mordió el labio y ahí supe que las cosas se estaban pasando. Traté de zafarme, sin embargo, sólo conseguía que Blaine me besara más rápido.
Este chico iba a ahogarme si no paraba.
¿Por qué el maestro no detenía la escena?
Abrí los ojos y miré hacía los asientos del público, el maestro miraba atentamente y tomaba notas. ¿Cuánto duraría esto?
Entonces, cometí el error de mirar a Blaine a los ojos.
Los tenía abiertos y me miraba fijamente. Desde ahí dejé de pensar.
Sentí aquellas mariposas que Brittany me había descrito a los diez años, y como había dicho Mercedes, las rodillas me temblaron. Creí que caería en cualquier momento del balcón.
Ahora el beso me sabía a algodón de azúcar, eran como caricias dentro de mi estómago.
Finalmente, Blaine se separó y chocó nuestras frentes, junté nuestras narices y lo volví a besar. Después podía regañarme y avergonzarme.
Mas algo tenía que salir mal.
Sentí como Blaine iba separando sus labios de los míos, cuando lo miré y comprendí lo que sucedía, él ya estaba cayendo.
La escalera cedió y se fue atrás con Blaine a cuestas, cayeron con un sonido estruendoso.
Las chicas gritaron y el maestro se apresuró en socorrer a Blaine.
Recién ahí reaccioné.
¿Qué había hecho?
Había besado a Blaine, lo hice. Y me dejé llevar, que fue lo peor de todo.
Desde abajo el maestro levantó el pulgar para decirnos que Blaine se encontraba bien, él se levantó y se lo llevaron a la enfermería. Yo seguía parado en el balcón, esperando a que Romeo volviera.
No me gustaba Blaine, pero después de eso me sentí muy confundido.
Era poco probable que me terminara gustando, pero tampoco imposible.
Capítulo 4: El primer beso - II parte.
14 años
—¿Recuerdas cuando me besaste para que Blaine no lo hiciera primero? —me preguntó Sam mientras me lanzaba una trozo de chocolate que agarré en el aire con mi boca.
—Por supuesto, mi primer beso —y cómo no olvidarlo. Los rostros de Sam y Blaine eran épicos, Blaine no paró de quejarse en toda la tarde diciendo que yo no podía besar a alguien que comía pegamento.
Prefería eso antes que a sus labios.
—Y después, cuando las chicas se enteraron… ahora me da más risa que vergüenza —comentó. Me lanzó otro pedazo de chocolate, pero esta vez no lo alcancé. Él se rio de mí y yo le estrellé una almohada contra el rostro.
Nos habíamos convertido en grandes amigos después de todo. Mis padres botaron a la basura todas mis cosas más preciadas de Peter Pan en cuanto se enteraron que reprobé el año y junto con Sam fuimos los más listos de la clase. Pero sólo nos duró un año, al siguiente estuvimos tan perdidos como cuando nos fuimos de excursión y no encontrábamos el lugar donde se suponía que debíamos acampar.
—Pero yo sigo creyendo que Blaine estaba celoso —dijo de pronto.
—No lo creo. Es que él siempre quiere ser el primero y el mejor en todo, sólo estaba enfadado porque le ganaste —argumenté, odiaba cuando hacía esos comentarios.
—No estés tan seguro. Te apuesto a que si se enterara que tienes novio, reaccionaría igual que esa vez.
—Claro que reaccionaría así, yo habría tenido novio antes que él. ¿Acaso no me escuchas? —Sam rio más fuerte y se comió lo que quedaba de chocolate.
Estábamos en mi habitación viendo una película romántica, me seguían pareciendo igual de tontas que a los ocho años, pero al menos ya no me daban asco las escenas más íntimas. Por Sam no me preocupaba, resultó ser un galán innato en cuanto cumplió los doce, se dejó el flequillo hacia el costado —al estilo Justin Bieber—, las pecas de su rostro se volvieron adorables ante los ojos de las demás chicas y chicos, era más alto que el resto y aparentaba dieseis. Incluso Quinn le pidió una cita. Sam fue tan bueno que grabó ese momento para mostrármelo y reírnos de la cara de indignación que puso Quinn cuando él la rechazó.
Sin embargo, Blaine no se quedaba atrás. A pesar de odiarlo, debía reconocer que estaba a la altura de mi amigo. Se dejó los rizos —aunque seguía cubriéndolos con una capa aún más gruesa de gel—y como por arte de magia había crecido más de lo normal, claro que seguía siendo más bajo que yo y parecía enano —según yo—. Al final, Blaine había regresado a la Academia Westfield con una beca, cosa que alegró mucho a Anne quien se sintió muy orgullosa. Gemma ya había salido de la escuela y había viajado a Londres para estudiar en una Universidad de allí.
Rachel había crecido bastante también, pero seguía siendo más baja. En realidad, todos eran más bajos que yo. Nos parecíamos en algo, pero en pocas cosas. Mis ojos estaban más celeste que nunca y mi pelo era castaño, mientras Rachel era morena completamente. Era la única que me apoyaba para detener las locuras de Mercedes y Brittany.
Ellas seguían igual, cuando se enteraron que besé a Sam fueron inmediatamente a molestar a Rachel. No sé cómo lo logró mi prima, pero se las quitó de encima en dos días.
—¿Blaine con novio? —inquirió Sam. Lo golpeé en la cabeza con otra almohada.
—Sabes a lo que me refiero —le dije.
—Sí, lo sé. Me pregunto por qué no tendrá novio todavía, te debe estar esperando —en ese momento se cayó de la cama. Le di una patada en las costillas que le quitó la respiración e hizo que rodara hasta el suelo. No era la primera vez que hablábamos de este tema, por extraño que sonara, Sam tenía una obsesión con emparejarme con Blaine, al igual que Mercedes, Brittany, mamá y papá. Lily nos ignoraba y Holly seguía en su mundo, así que al menos por parte de ellas no recibía ninguna burla.
—Deberías concéntrate en conseguir una novia o algún novio tú, en vez de buscarle pareja a los demás —él se incorporó y se sentó frente a mí, me tomó de los hombros e hizo que lo mirara fijamente.
—¿En serio no me crees que le gustas a Blaine? Ok, hagamos una apuesta.
Mala idea, no debía. Apostar contra Sam nunca traía cosas buenas. La última vez terminé en el hospital por intoxicación. Pero…
—Qué quieres apostar —era imposible negarse a una apuesta. Temía que algún día gastara todo el dinero de mis padres en un casino, por eso le pedía a Anne que guardara mi dinero y que me lo entregara en situaciones importantes.
—Te apuesto a que si consigues novio, Blaine se pone celoso —lo pensé un poco. Sería bastante difícil.
—Yo no quiero tener novio —le respondí.
—Eso se arregla fácil. Me haré pasar por tu novio y veremos cómo reacciona Blaine —asentí y lo volví a pensar.
—Si no pasa nada, yo gano. Y quiero que te disfraces de payaso y vayas en bicicleta hasta el centro comercial.
—Ok, pero si yo gano, tendrás hacer de Julieta en la obra de la escuela.
—¿Estás loco? Blaine va a audicionar para el papel de Romeo, y por si no lo ves, soy un chico, no puedo y no quiero ser Julieta —le reclamé.
—Entonces estás aceptando con anticipación que yo tengo razón —Mike sabía como provocarme, yo era tan débil y quería demostrarle a ese idiota que Blaine sólo era mi enemigo.
—¿Cuándo comenzamos? —él sonrió de medio lado y miró el reloj que tenía en la pared.
—Ahora…ya. Vamos —me dijo. Sabía que quería empezar de inmediato.
Me puse de pie y salimos al pasillo. Sam fue despacio hasta la puerta de la habitación de Blaine y pegó el oído a la madera.
—Está ahí, está hablando por teléfono —me susurró. Yo asentí y me acerqué a su lado.
Esto parecía una locura, y en realidad lo era. Pero qué importaba, tenía que ganarle a Sam.
—Tú sígueme la corriente e intenta no poner cara de asco si te digo cursilerías, ¿de acuerdo?
—Vale —le dije.
Nos separamos un poco de la puerta y Sam me abrazo.
—¡Te amo tanto, Kurt! —gritó.
—Sé más natural, idiota —le susurré. Él gruñó y me hizo callar.
—¡No puedo creer que hayas aceptado ser mi novio! —volvió a gritar. Quería golpearme en la cabeza, Sam no sabía actuar.
De pronto, la puerta se abrió y Blaine salió con la cara pálida y el celular en la mano temblorosa.
—Después te llamo —le dijo a la persona detrás de la línea. Se quedó mirándonos unos segundos, hasta que se atrevió a hablar—¿Son novios?
—Sí, se lo he pedido esta tarde. Es increíble que Kurt sea mi novio, cuántos chicos estarán celosos —me removí entre los brazos de Sam y miré entre la maraña de pelo que me tapaba la vista a Blaine.
Tenía el ceño fruncido y apretaba el celular tan fuerte que pensé que se lo destrozaría. Sólo atinó a mirar con desconfianza a Sam y se encerró en su habitación.
—Listo, gané —dijo Sam, soltándome abruptamente.
—Tú no has ganado nada. Yo no lo vi celoso.
—Eso es porque estás ciego —recordé cuando Blaine intentó besarme y atacó a mi inocente ojo. Yo no podía gustarle, nos conocíamos desde los ocho años, éramos casi como hermanos. De esos que se llevaban como perros y gatos, pero hermanos al fin y al cabo.
—Necesitamos a un jurado que determine si Blaine está celoso si o no —le dije mientras bajábamos las escaleras para ir a buscar algo de comer.
—Ok, llamaré a Brittany…
—No, ella está de tu parte y te dará la razón. Mercedes también. Que sea Rachel —le dije.
—Ella es de tu equipo, tiene que ser alguien neutral —señaló.
—¿Lily?
—Ni siquiera nos habla —le di la razón y me detuve a pensar.
—Holly, ella nos dirá lo que ve —Sam estuvo de acuerdo y corrimos a buscar a mi hermana.
Cuando la encontramos en el living viendo televisión le pedimos que nos ayudara, le explicamos el asunto de la forma en que se viera como un juego inocente. Ella debía decirnos si notaba que Blaine se mostraba celoso. Ella aceptó ayudarnos sin comprender del todo.
Tuvimos que hacer de pareja feliz y enamorada durante una semana, ya que Holly decía que mientras más tiempo pasara, más se notaría si Blaine estaba celoso o no. Fue agonizante ir de la mano de Sam para todos lados, recibiendo miradas envenenadas por parte de las chicas de la escuela —y algunos chicos también; en nuestra escuela no estaba mal vista la homosexualidad—.
Cuando acabó el plazo que nos propuso Holly, nos sentamos en su cama mientras ella sacaba un cuaderno donde había anotado sus observaciones.
—Bien, Holly. Dile a este cabeza hueca que yo tengo razón —le dijo Sam. Le empujé para que se cayera de la cama, pero Holly nos detuvo antes de que iniciáramos una pelea.
—Bien, cuando Sam abrazaba a Kurt, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se tomaban de las manos, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se decían tonterías, Blaine gruñía y se alejaba. Cuando se miraban, Blaine…
—Gruñía y se alejaba, nos quedó claro, Holly —le dije, ya desesperado—. ¿Cuál es el veredicto?
—Blaine está celoso.
—¡Gané! —exclamó Sam. Yo sentí la derrota como un peso más en mi espalda. Odiaba perder, en especial contra Sam, quien me ponía estúpidas consecuencias.
—Ahora tendrás que hacer de Julieta junto a Blaine. Pobrecito, sufrió toda la semana, pero recibirá su recompensa —me esperaban unos días difíciles.
Las audiciones para la obra eran en dos semanas, nos harían actuar en parejas para los papeles principales y debíamos aprendernos la escena del balcón. La peor de todas.
Sam le contó personalmente a Blaine que yo audicionaría por amor al teatro, y que lamentablemente nuestra relación no había funcionado y que preferíamos quedar sólo como amigos. No quise escuchar cuando me explicó la cara de alegría que había puesto Blaine al escuchar eso.
Las dos semanas se me pasaron lentas, Mercedes se había ofrecido voluntaria para elegirme el vestuario y Brittany me ayudaba a memorizar las líneas. Casi me daba de golpes contra la mesa porque yo no ponía ningún esfuerzo por aprendérmelas.
Rachel no intentaba persuadirme para que cooperara, me dijo que si estuviera en mi lugar, haría lo mismo.
Y el gran día llegó, estaba horrorizado y con nauseas a causa de los nervios, esto me iba a matar. No quería audicionar para el papel de una mujer, era ridículo.
Habían pocos chicos para el papel de Romeo, y menos para los papeles secundarios. En cambio, para Julieta… los vestidores estaban llenos de chicas maquillándose, prestándose brillo labial y recitando las líneas al revés y al derecho. Ahora comenzaba a arrepentirme de no haber estudiado un poco más, no me gustaba esto, pero tampoco quería quedar como un tonto en el escenario.
Como me ahogaba con tantas personas en un espacio tan reducido, salí a caminar por los pasillos detrás del escenario. Teníamos un teatro subterráneo en la escuela, era asombrosa la forma que tenían de malgastar el dinero en este pueblo.
En una esquina, hecho un ovillo, me encontré con Puck. Ya no era amigo de Quinn porque se había dado cuenta que ella era una estúpida. Además, desde que Blaine regresó, él le pidió disculpas por haberlo molestado y ahora eran amigos.
—¿Para qué papel audicionas? —le pregunté. Él levantó la cabeza y lo vi bastante nervioso.
—Romeo —me senté a su lado y le ofrecí un caramelo de menta. Él lo aceptó y se lo comió—. ¿Y tú?
—Julieta —le dije. Nos quedamos así por un momento hasta que él carraspeó y se frotó los ojos con las manos.
—No lo lograré —me dijo.
—No pienses así, yo ni siquiera me aprendí las líneas y no estoy nervioso —le mentí—. Además, creo que lo harás bien.
—Blaine también está para el papel, el actúa.
—No te preocupes por ese idiota, lo harás bien.
Puck me sonrió y me abrazó, si cuando teníamos nueve años él no hubiese sido amigo de Quinn, seguro que ahora bromearíamos al igual que como lo hacía con Sam.
—Perdón por llamarte “Kurt descerebrado”. No lo haré nunca más, y si lo hiciera, Blaine se enfadaría mucho conmigo —hice una mueca al oír eso. Eso no había ayudado.
—Ok. Mejor vayamos a ver si es nuestro turno —le dije, para cambiar de tema. Llegamos juntos hasta detrás del telón y desde allí vi como algunas chicas se amontonaban en un fila para que les tocara junto a Blaine.
Sam nunca me dijo que pasaría si no pasaba la audición, todo dependía de que tan mal lo hiciera.
—La primera pareja…—escuché decir al maestro de teatro—. Noah Puckerman y Marley Rose.
Una chica castaña salió al escenario y yo le dediqué una sonrisa de ánimos a Puck para que se quitara los nervios de encima.
Todos vimos la escena, Puck actuaba muy bien, era verlo y emocionarse. Marley no era la gran cosa, pero lo hacía bien. Hasta que llegó la parte del beso. Y de verdad se besaron.
Por Dios, no había pensado en esa parte.
Estaba tan concentrado arruinándolo que había olvidado que en la escena del balcón los personajes se besaban.
Cuando terminaron, los aplaudimos y esperamos a que el maestro dijera los próximos nombres. Las chicas estaban alteradas, los nombres eran al azar y por lo que alcanzaba a escuchar, querían que les tocara Blaine.
—Spencer Wilson y Samantha Johnson —Samantha refunfuñó y salió de mala gana al escenario.
Pasaron tres parejas más hasta que nombraron a Blaine. Las chicas parecían estar en un gallinero.
—Blaine Anderson y…
—Que diga mi nombre…
—Que me toque a mí… —murmuraban algunas.
“A mí no, por favor, no- Te juro que haré mis deberes, que me portaré bien y que no golpeare a Sam”
—Kurt Hummel.
“Listo. Me portaré mal el resto del año”
Pelear con Dios y con la suerte no me ayudarían en nada.
Las chicas bufaron detrás de mí y salí con la ropa rara que usaría Romeo y no Julieta, que había elegido Mercedes para mí.
Sentía los pies pesados y el corazón me latía de una manera que pensé que me subiría por la garganta y lo vomitaría.
No dejaban entrar público para las audiciones, sólo estaba el maestro y algunos chicos del taller de teatro para evaluarnos. Sin mencionar a todos los chicos que vinieron por un papel que nos observaban detrás del telón.
Blaine comenzó a recitar sus líneas, pero no le escuchaba. Para lo único que tenía oídos era para mi pulso que parecía ir más rápido a cada segundo.
—…¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar su mejilla!
Reaccioné. Debía decir algo, aunque no sabía qué.
—Ay, de mí —susurró Blaine.
Era como una manía que tenía el destino de hacer que Blaine me dijera las respuestas sobre obras de Shakespeare.
—¡Ay, de mí! —exclamé desde lo alto del balcón. Y de verdad me compadecía de mí misma.
Mataría con mis propias manos a Sam en cuanto saliera de esta.
Como por magia, recordé algunas ideas vagas de lo que tenía que decir los siguientes cinco minutos, Blaine lo hacía más que bien, era tan creíble que de verdad pensé que sufría por amor. Yo era como una piedra en el agua, me hundía a mi misma con cada palabra, con cada gesto que hiciera. La actuación no era uno de mis talentos.
—¡Que el sueño descase en tus dulces ojos y la paz de tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza!
Era la última línea de la escena, Blaine ya había trepado por la escalera escondida con utilería del balcón y sólo nos faltaba besarnos para terminar con esta tortura.
Se acercó a mi rostro, mientras yo lo alejaba lo más posible. Pero no había escapatoria, el final siempre sería el mismo por más que me apartara.
Sólo quedaba una cosa por hacer, al igual que con Sam a los diez años, hacerlo lo más rápido posible.
Cerré los ojos y lo único que sentí por unos segundos fue una presión sobre mis labios, escuché a lo lejos algunos suspiros que supuse serían de las chicas y chicos que querían estar en mi lugar.
Debía ser un beso apasionado y que demostrara todo el amor que sentían los personajes, pero no podía porque no sentía nada más que cosquillas sobre mi boca.
Era una buena forma de arruinar mi audición, pero de repente me sentí estúpido. No había podido decir mis líneas, era mal actor y ni siquiera podía besar bien. Me había mostrado como un fracasado. Todo por culpa de Sam.
Así que me dije a mi mismo, mientras tenía el beso más aburrido de la historia con Blaine: “Demostrémosle que no eres tan tonto, y al menos haz algo bien para sacárselo en cara a Sam”.
Pensé en cómo se sentiría Julieta al besar a su amado por primera vez, en cómo me sentiría yo si amara demasiado a alguien, y agarré del cabello a Blaine y lo acerqué más a mí. Cerré con más fuerza los ojos y moví los labios para darle más realismo, Blaine me siguió el ritmo y me sostuvo de la nuca para acortar la poca distancia que nos quedaba.
Me empezó a faltar aire y quise separarme, pero Blaine me lo impidió. Me tenía sujeta y se negaba a soltarme. En un momento me mordió el labio y ahí supe que las cosas se estaban pasando. Traté de zafarme, sin embargo, sólo conseguía que Blaine me besara más rápido.
Este chico iba a ahogarme si no paraba.
¿Por qué el maestro no detenía la escena?
Abrí los ojos y miré hacía los asientos del público, el maestro miraba atentamente y tomaba notas. ¿Cuánto duraría esto?
Entonces, cometí el error de mirar a Blaine a los ojos.
Los tenía abiertos y me miraba fijamente. Desde ahí dejé de pensar.
Sentí aquellas mariposas que Brittany me había descrito a los diez años, y como había dicho Mercedes, las rodillas me temblaron. Creí que caería en cualquier momento del balcón.
Ahora el beso me sabía a algodón de azúcar, eran como caricias dentro de mi estómago.
Finalmente, Blaine se separó y chocó nuestras frentes, junté nuestras narices y lo volví a besar. Después podía regañarme y avergonzarme.
Mas algo tenía que salir mal.
Sentí como Blaine iba separando sus labios de los míos, cuando lo miré y comprendí lo que sucedía, él ya estaba cayendo.
La escalera cedió y se fue atrás con Blaine a cuestas, cayeron con un sonido estruendoso.
Las chicas gritaron y el maestro se apresuró en socorrer a Blaine.
Recién ahí reaccioné.
¿Qué había hecho?
Había besado a Blaine, lo hice. Y me dejé llevar, que fue lo peor de todo.
Desde abajo el maestro levantó el pulgar para decirnos que Blaine se encontraba bien, él se levantó y se lo llevaron a la enfermería. Yo seguía parado en el balcón, esperando a que Romeo volviera.
No me gustaba Blaine, pero después de eso me sentí muy confundido.
Era poco probable que me terminara gustando, pero tampoco imposible.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
me gusto mucho el capitulo tambien el anterior perdon por no comentar el anterior es que no tenia mi computadora prendida me hizo reir mucho este capitulo me gusto mucho espero con mas ansias de lo normal el siguiente espero actualices pronto
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah lo ame jajaja hermoso todo lo ame demasiado Blaine celosito coshita hemosha
actualiza pronto
actualiza pronto
♫♥Anny Hummel♥♫- - Mensajes : 1241
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Edad : 25
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Declarado, MI CAPITULO FAVORITO...
Lo ame enserio, eso de poner celoso a Blaine fue divertido, de hecho me imagine la cara que puso cuando supo que Kurt "tenia novio" y la de que Kurt "ya no tenia novio" haha, esta hermoso tu fic, realmente me encanta & esperare a que actualices pronto... Cuidate Besos
Lo ame enserio, eso de poner celoso a Blaine fue divertido, de hecho me imagine la cara que puso cuando supo que Kurt "tenia novio" y la de que Kurt "ya no tenia novio" haha, esta hermoso tu fic, realmente me encanta & esperare a que actualices pronto... Cuidate Besos
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
ay porfas actualiza soy nueva y quiero que actualizes
lizzz***** - Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 27/01/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
ooo por dios amo a Blaine celoso y me dio risa sobre gruñia y se hiba jajaja y sii por fin se besaron genial!!!! amo este capitulo creo que es mi favorito espero y actualices lo mas rapido posible esta increible!!!!! :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
hermoso ambos capitulos primero el beso en el ojo despues el beso con Sam y finalmente el beso de Romeo y Jlieta con Blaine fue genial lo mejor que voy leyendo...por favor actuañiza pronto me encanta
gabiigleek********- - Mensajes : 783
Fecha de inscripción : 20/03/2013
Edad : 31
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Ambas partes de "El Primer beso" estuvieron excelentes sobre todo la segunda parte, a diferencia de Kurt creo que fue magnífico, lástima que hubo un horrible accidente con nuestro querido Romeo. jejejejeje
No tardes en actualizar.
No tardes en actualizar.
LynndeMcGinty- - Mensajes : 1362
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Edad : 30
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Capítulo 5: El accidente (asesinato).
15 años
Blaine estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado. En el otro sillón se encontraba Puck, recitando los deberes que tenían para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida saludable y natural.
Blaine sonrió y golpeó con su lápiz a Puck.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesado en otros chicos, pero Blaine me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo un novio.
Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciego, me gustaba Blaine y no podía evitarlo.
Aún lo odiaba, a final de cuentas era un intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me hablaba. Tampoco lo era para mi sistema nervioso y respiratorio, mi corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas “Buenos días”.
Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Blaine?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Blaine volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.
—¿Espiando a tu amor? —salté del susto al oír la voz de Sam en mi oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con un ruido seco contra el suelo.
—¿Qué fue eso? —escuché que preguntó Blaine.
No alcancé a levantarme antes de que Puck y Blaine llegaran hasta donde yo había caído. Tirado en el suelo, con el cabello desordenado en mi frente y con Sam diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para que Blaine me viera. Sin mencionar que él ya sabía como lucía cada mañana, esto era peor.
Puck me ayudó a pararme, Blaine se quedó mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me tocaba.
—Gracias, Puck —le dije cuando me quitó el cabello de la frente.
—De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
—Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies —dijo Blaine.
Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Puck del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
—Amargado —dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
—Reprobado —golpe bajo por parte de Anderson.
—Rizos tontos —contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años por una tontería.
—Castaño idiota —me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.
Le hice una seña a Sam para que bajara y me acompañara hasta los chicos. Sam estaba encantado, amaba molestar a Blaine a costa mía. Al igual que a mí a costa de Blaine
—Puck, nunca me canso de felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor —le dije, acercándome a ellos con Sam a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Blaine nos dedicó una mirada amenazadora.
—Fue todo un éxito, lástima que Blaine no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los Capuleto fue dolorosa —agregó Sam.
Yo dejaba que mis amigos me molestaran con Blaine en situaciones que requerían de sus comentarios. Como ni Brittany, Mercedes y Rachel estaban aquí, me quedaba Sam. No era la mejor opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o pelear sola contra el chico rizos.
—No funcionara, Sam. Además, no quería el papel —dijo Blaine. Miré a Puck, quien escondía la risa detrás de un cojín. Todo el mundo sabía que a Blaine no le gustaba perder.
—Que lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mal actor —dije. Pude notar como Blaine se tensaba, nunca antes habíamos abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Puck y Sam como público no era algo cómodo.
—No es tu culpa, Kurt. Lo que pasa es que Blaine exageró mucho el beso —terminó por decir Puck. Los tres reímos, mientras a Blaine se le teñían las mejillas de rojo.
—¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! —exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.
—Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres —atiné a decir para alivianar el ambiente. Puck y Sam asintieron, dándome la razón.
—No me hables. Vámonos, Puck —este último se encogió de hombros y se disculpó por el comportamiento de Blaine y ambos se fueron a su habitación para seguir haciendo sus deberes.
—Bueno, no fue tan divertido esta vez. Algo le pasa a Blaine y es tu misión averiguar qué —me dijo Sam. Yo lo miré incrédulo, ¿acaso no había escuchado a Blaine? Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a los demás con sus problemas.
—Paso, no quiero que me grite.
Él enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa. Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que nadie me podía regañar.
—Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
—Creo que mejor iré a ver que le pasa a Blaine —le dije inmediatamente. Sam sonrió y se levantó.
—Vamos, antes que le ponga llave a la puerta —subimos la escalera y nos quedamos frente a la puerta de Blaine a oír lo que hablaban.
Era una pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo curso que Blaine, mientras que yo con Sam. Era divertido y pasábamos la mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Sam le iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba seguro de que no copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?
—Aún no sé por qué seguimos escuchando a hurtadillas las conversaciones de Blaine —le susurré a Sam. Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
—No hagas ruido —dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Blaine. O al menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.
—…Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me tiene muy alterado… —dijo Blaine, con la voz apagada a causa de la distancia y la obstrucción de las paredes.
—Ya comprendo, por eso estás tan pesado —concluyó Puck.
—Sí, espero que Kurt no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar…
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojado, emocionado, alterado y ¿confundido?
Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundido porque por un momento creí que se preocupaba por mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino por el trabajo de Anne. Porque si yo decía que Blaine me trataba mal, ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.
Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir que Anne se había escapado con sus hijos porque su marido era un completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos. Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso. Además, estaba el pequeño hecho de que Blaine también se iría y eso significaría el fin de mi carrera en espionaje.
Y no podía permitir eso.
—Es un idiota —murmuré. Sam no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Blaine en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Puck y Rachel nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Blaine se ponía más paranoico a medida que pasaba el tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con su auto, arrolló la bicicleta de Holly y chocó con uno de los álamos que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Un fin de semana vinieron Brittany, Mercedes y Rachel a almorzar. Comimos ensaladas con condimentos orientales, que según mi madre, eran buenos para la circulación de la sangre. A papá le aceleró la circulación de los intestinos.
Había venido el tío Marcus, el padre de Rachel, y como siempre, no perdió la oportunidad para molestarme.
—Kurt, ¿dónde está tu novio, Blaine? —me preguntó mientras tomaba un poco de jugo. Yo maldije por lo bajo y conté hasta diez para no responderle de manera sarcástica, no podía perder los estribos con mi propio tío.
—Él no es mi novio, y está en su habitación estudiando.
—Pero si no es tu novio, ¿por qué sabes dónde está y qué está haciendo? —me regañé mentalmente por haberle dado tanta información.
—Papá, viven juntos desde hace años, son como hermanos —dijo Rachel. La miré agradecida y ella sonrió para que supiera que estaba de mi lado.
Blaine no había querido bajar a comer, excusándose con que tenía trabajos atrasados. Lily cursaba último año y estaba en las mismas condiciones, aunque yo sabía que Blaine podía terminar sus trabajos en unas cuantas horas y que en realidad no se quería encontrar con el tío Marcus. Lo comprendía a la perfección.
Sin embargo, a eso de las seis de la tarde bajó. Era verano y el sol todavía no se ponía, corría una cálida brisa y era el ambiente perfecto para tomarse unos refrescos. Nos encontrábamos en la terraza, sentados alrededor de la mesa conversando de cosas sin sentido, como nuestra niñez y lo rápido que pasaban los años.
Ver a Blaine saliendo por la puerta de cristal, tan desarreglado e informal me hizo sonreír en acto reflejo, cosa que tío Marcus notó.
—Hey, chico. Es cosa de que apareces y a este tortolito se le alegra el día —todos rieron, incluido Blaine.
Sentí como la sangre me subía a las mejillas y unas ganas psicópatas de matar a mi tío se esparcieron por mi mente. Mas me controlé y bebí de mi refresco para pasar inadvertido el color de mis mejillas.
—Es que vine para mis clases de manejo que me da el señor Hummel —dijo Blaine.
Se veía más calmado que las veces anteriores –estaba aparentando, cualquier signo de debilidad ante el tío Marcus era tu sentencia de muerte-, donde se mordía las uñas antes de subirse al auto y echarlo a andar.
—¿En serio? Eso es estupendo, yo te puedo dar las clases esta tarde, seguro aprenderás en cinco minutos —señaló mi tío.
Blaine negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, el tío Marcus se levantó y le pasó un brazo por los hombros para llevárselo al garaje, donde estaba el auto viejo de papá con el que practicaban.
Tuve un mal presentimiento, pero no dije nada. De todas formas no serviría mi opinión.
Papá fue con ellos y nos quedamos sólo las mujeres conversando. Anne había salido esa tarde con unas amigas, era su día libre y Holly jugaba unos metros más allá con Snow, su gato anaranjado y rechoncho.
Con Mercedes, Brittany y Rachel conversabamos de la escuela, me decían que ese año les había tocado como profesora jefe a la más estricta de la escuela y yo me quejé diciendo que otra vez tenía a la profesora de Literatura.
Todo iba normal.
Hasta que escuché el aullido más lastimero y doloroso de mi vida.
Fue como una tortura en cámara rápida. Me levanté de un salto y corrí al lugar de donde venía el aullido, detrás de mí corría mamá y la tía Rose. Rachel estaba a mi lado y ni siquiera me había percatado cuando llegó.
Frente a mis ojos estaba el auto de practica, de allí salía el tío Marcus, papá y del puesto del conductor, Blaine.
Sin embargo, lo peor estaba debajo del auto. Allí, en medio de una de las ruedas delanteras, yacía Sparks, grande, peludo, tieso y muerto.
Blaine había atropellado a Sparks. Blaine lo había matado.
Después de ver a mi mascota arrollada, no supe que pasó. Sólo recuerdo haber gritado e intentar quitarlo debajo del auto. Lo demás fue borroso, y no porque me haya desmayado, sino porque lo borré de mi memoria. No quería recordarlo.
Estuve una semana sin hablar con nadie, fui a la escuela pero seguía igual. Las bromas de Sam ya no me hacían gracia, prestaba menos atención a clases y en lo único que lograba concentrarme era en preguntarme el por qué Blaine atropelló a Sparks.
Razones sobraban. Blaine siempre lo odió, decía que era un perro muy indisciplinado y que siempre ensuciaba y que le daba el doble de trabajo a su madre, también prefería a los gatos antes que a los perros. Así que definitivamente fue a propósito.
Me encontraba tan enfadado y conmocionado que me prohibí sentir otra cosa que no fuera odio por Blaine Anderson. ¿Enamorado? En el pasado, jamás le perdonaría el haber asesinado a mi perro.
Lo ignoré por meses, parecía que los roles se habían invertido. A veces lo descubría espiándome y lo alejaba con una mirada asesina para que me dejara en paz.
Tuve muchas discusiones con mis padres, les grité y reclamé que querían más a Blaine que a su propio hijo, descargué todos esos celos paternales que guardé por años sin motivo alguno y me encerré en mi propio mundo.
Es que Sparks era todo para mí, después de que arrojaron mis cosas más sagradas de Peter Pan cuando era niño, sólo me quedó mi amado perro para recordar esos años de juegos. Pero ya no estaba y no volvería jamás.
(…)
Veía televisión en mi habitación, hacía calor pero yo estaba tapado hasta las orejas con una manta. Trataba de ocultarme del mundo.
Daban una de esas serias cómicas, aunque a mí no me causaban gracia. La veía sólo para matar el tiempo.
En eso estaba, hasta que tocaron la puerta. No quise levantarme porque la comodidad de mi cama era mejor, pero volvieron a tocar incansables veces hasta que aparté la manta de un manotazo y me levanté a abrir la condenada puerta.
No había nadie, debían ser las diez de la noche y molestaban. Seguro era Holly.
Iba a dar un portazo hasta que me fijé que en el suelo había una caja y una canasta. Me agaché a recogerla y me di cuenta que detrás del mismo florero que estuvo todos estos años en el pasillo, se escondía Blaine. Definitivamente ya no le servía como escondite, porque, aunque seguía siendo bajo, su altura se lo impedía.
Me miraba suplicante, señalando con la mano la caja y la canasta.
Se los iba a arrojar por la cabeza, no quería nada de su parte. Y eso habría hecho si la caja no se hubiera movido.
Tenía agujeros por todos lados y en cuanto la abrí supe por qué. Adentro había un pequeño cachorro San Bernardo con unas manchas marrones en los dos ojos. Llevaba un collar rojo con una placa dorada en la cual rezaba “Nana”.
Miré extrañado a Blaine, quien había salido de su “escondite” y se acercaba a paso lento hasta mi lado.
Nana. Como la mascota de Wendy.
Coloqué al cachorro entre mis brazos y destapé la canasta, adentro había muchas galletas con chispas de chocolate y una nota.
“Kurt:
No fue mi intención atropellar a Sparks, de verdad tú lo querías y yo jamás haría algo que te dañase. Te juro que fue un accidente. Tú sabes que no soy bueno conduciendo un auto, aunque me cueste reconocerlo.
Por favor, perdóname, es horrible despertarme cada mañana y saber que tú me ignoraras.
Blaine.
PD: Las galletas siempre te han gustado, así que robé algunas de la cocina, como cuando éramos niños”.
Leía una y otra vez la nota hasta convencerme de que Blaine siempre fue mi hada de las galletas. Nana se removió entre mis brazos y se escapó para sacar una galleta de la canasta y comérsela.
—Entonces…¿me perdonas? —me preguntó Blaine, que estaba sentado en el suelo para quedar a mi altura. Me apoyé en el marco de la puerta mientras acariciaba el lomo de Nana, movía la cola alegremente mientras devoraba más galletas.
—Te disculpo. Pero no te perdono. Para eso tendrás que conseguir más que una canasta de galletas —él sonrió e hizo algo que nunca había hecho en todos estos años juntos.
Me abrazó.
15 años
Blaine estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado. En el otro sillón se encontraba Puck, recitando los deberes que tenían para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida saludable y natural.
Blaine sonrió y golpeó con su lápiz a Puck.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesado en otros chicos, pero Blaine me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo un novio.
Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciego, me gustaba Blaine y no podía evitarlo.
Aún lo odiaba, a final de cuentas era un intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me hablaba. Tampoco lo era para mi sistema nervioso y respiratorio, mi corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas “Buenos días”.
Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Blaine?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Blaine volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.
—¿Espiando a tu amor? —salté del susto al oír la voz de Sam en mi oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con un ruido seco contra el suelo.
—¿Qué fue eso? —escuché que preguntó Blaine.
No alcancé a levantarme antes de que Puck y Blaine llegaran hasta donde yo había caído. Tirado en el suelo, con el cabello desordenado en mi frente y con Sam diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para que Blaine me viera. Sin mencionar que él ya sabía como lucía cada mañana, esto era peor.
Puck me ayudó a pararme, Blaine se quedó mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me tocaba.
—Gracias, Puck —le dije cuando me quitó el cabello de la frente.
—De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
—Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies —dijo Blaine.
Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Puck del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
—Amargado —dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
—Reprobado —golpe bajo por parte de Anderson.
—Rizos tontos —contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años por una tontería.
—Castaño idiota —me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.
Le hice una seña a Sam para que bajara y me acompañara hasta los chicos. Sam estaba encantado, amaba molestar a Blaine a costa mía. Al igual que a mí a costa de Blaine
—Puck, nunca me canso de felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor —le dije, acercándome a ellos con Sam a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Blaine nos dedicó una mirada amenazadora.
—Fue todo un éxito, lástima que Blaine no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los Capuleto fue dolorosa —agregó Sam.
Yo dejaba que mis amigos me molestaran con Blaine en situaciones que requerían de sus comentarios. Como ni Brittany, Mercedes y Rachel estaban aquí, me quedaba Sam. No era la mejor opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o pelear sola contra el chico rizos.
—No funcionara, Sam. Además, no quería el papel —dijo Blaine. Miré a Puck, quien escondía la risa detrás de un cojín. Todo el mundo sabía que a Blaine no le gustaba perder.
—Que lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mal actor —dije. Pude notar como Blaine se tensaba, nunca antes habíamos abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Puck y Sam como público no era algo cómodo.
—No es tu culpa, Kurt. Lo que pasa es que Blaine exageró mucho el beso —terminó por decir Puck. Los tres reímos, mientras a Blaine se le teñían las mejillas de rojo.
—¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! —exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.
—Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres —atiné a decir para alivianar el ambiente. Puck y Sam asintieron, dándome la razón.
—No me hables. Vámonos, Puck —este último se encogió de hombros y se disculpó por el comportamiento de Blaine y ambos se fueron a su habitación para seguir haciendo sus deberes.
—Bueno, no fue tan divertido esta vez. Algo le pasa a Blaine y es tu misión averiguar qué —me dijo Sam. Yo lo miré incrédulo, ¿acaso no había escuchado a Blaine? Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a los demás con sus problemas.
—Paso, no quiero que me grite.
Él enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa. Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que nadie me podía regañar.
—Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
—Creo que mejor iré a ver que le pasa a Blaine —le dije inmediatamente. Sam sonrió y se levantó.
—Vamos, antes que le ponga llave a la puerta —subimos la escalera y nos quedamos frente a la puerta de Blaine a oír lo que hablaban.
Era una pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo curso que Blaine, mientras que yo con Sam. Era divertido y pasábamos la mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Sam le iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba seguro de que no copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?
—Aún no sé por qué seguimos escuchando a hurtadillas las conversaciones de Blaine —le susurré a Sam. Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
—No hagas ruido —dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Blaine. O al menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.
—…Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me tiene muy alterado… —dijo Blaine, con la voz apagada a causa de la distancia y la obstrucción de las paredes.
—Ya comprendo, por eso estás tan pesado —concluyó Puck.
—Sí, espero que Kurt no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar…
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojado, emocionado, alterado y ¿confundido?
Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundido porque por un momento creí que se preocupaba por mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino por el trabajo de Anne. Porque si yo decía que Blaine me trataba mal, ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.
Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir que Anne se había escapado con sus hijos porque su marido era un completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos. Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso. Además, estaba el pequeño hecho de que Blaine también se iría y eso significaría el fin de mi carrera en espionaje.
Y no podía permitir eso.
—Es un idiota —murmuré. Sam no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Blaine en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Puck y Rachel nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Blaine se ponía más paranoico a medida que pasaba el tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con su auto, arrolló la bicicleta de Holly y chocó con uno de los álamos que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Un fin de semana vinieron Brittany, Mercedes y Rachel a almorzar. Comimos ensaladas con condimentos orientales, que según mi madre, eran buenos para la circulación de la sangre. A papá le aceleró la circulación de los intestinos.
Había venido el tío Marcus, el padre de Rachel, y como siempre, no perdió la oportunidad para molestarme.
—Kurt, ¿dónde está tu novio, Blaine? —me preguntó mientras tomaba un poco de jugo. Yo maldije por lo bajo y conté hasta diez para no responderle de manera sarcástica, no podía perder los estribos con mi propio tío.
—Él no es mi novio, y está en su habitación estudiando.
—Pero si no es tu novio, ¿por qué sabes dónde está y qué está haciendo? —me regañé mentalmente por haberle dado tanta información.
—Papá, viven juntos desde hace años, son como hermanos —dijo Rachel. La miré agradecida y ella sonrió para que supiera que estaba de mi lado.
Blaine no había querido bajar a comer, excusándose con que tenía trabajos atrasados. Lily cursaba último año y estaba en las mismas condiciones, aunque yo sabía que Blaine podía terminar sus trabajos en unas cuantas horas y que en realidad no se quería encontrar con el tío Marcus. Lo comprendía a la perfección.
Sin embargo, a eso de las seis de la tarde bajó. Era verano y el sol todavía no se ponía, corría una cálida brisa y era el ambiente perfecto para tomarse unos refrescos. Nos encontrábamos en la terraza, sentados alrededor de la mesa conversando de cosas sin sentido, como nuestra niñez y lo rápido que pasaban los años.
Ver a Blaine saliendo por la puerta de cristal, tan desarreglado e informal me hizo sonreír en acto reflejo, cosa que tío Marcus notó.
—Hey, chico. Es cosa de que apareces y a este tortolito se le alegra el día —todos rieron, incluido Blaine.
Sentí como la sangre me subía a las mejillas y unas ganas psicópatas de matar a mi tío se esparcieron por mi mente. Mas me controlé y bebí de mi refresco para pasar inadvertido el color de mis mejillas.
—Es que vine para mis clases de manejo que me da el señor Hummel —dijo Blaine.
Se veía más calmado que las veces anteriores –estaba aparentando, cualquier signo de debilidad ante el tío Marcus era tu sentencia de muerte-, donde se mordía las uñas antes de subirse al auto y echarlo a andar.
—¿En serio? Eso es estupendo, yo te puedo dar las clases esta tarde, seguro aprenderás en cinco minutos —señaló mi tío.
Blaine negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, el tío Marcus se levantó y le pasó un brazo por los hombros para llevárselo al garaje, donde estaba el auto viejo de papá con el que practicaban.
Tuve un mal presentimiento, pero no dije nada. De todas formas no serviría mi opinión.
Papá fue con ellos y nos quedamos sólo las mujeres conversando. Anne había salido esa tarde con unas amigas, era su día libre y Holly jugaba unos metros más allá con Snow, su gato anaranjado y rechoncho.
Con Mercedes, Brittany y Rachel conversabamos de la escuela, me decían que ese año les había tocado como profesora jefe a la más estricta de la escuela y yo me quejé diciendo que otra vez tenía a la profesora de Literatura.
Todo iba normal.
Hasta que escuché el aullido más lastimero y doloroso de mi vida.
Fue como una tortura en cámara rápida. Me levanté de un salto y corrí al lugar de donde venía el aullido, detrás de mí corría mamá y la tía Rose. Rachel estaba a mi lado y ni siquiera me había percatado cuando llegó.
Frente a mis ojos estaba el auto de practica, de allí salía el tío Marcus, papá y del puesto del conductor, Blaine.
Sin embargo, lo peor estaba debajo del auto. Allí, en medio de una de las ruedas delanteras, yacía Sparks, grande, peludo, tieso y muerto.
Blaine había atropellado a Sparks. Blaine lo había matado.
Después de ver a mi mascota arrollada, no supe que pasó. Sólo recuerdo haber gritado e intentar quitarlo debajo del auto. Lo demás fue borroso, y no porque me haya desmayado, sino porque lo borré de mi memoria. No quería recordarlo.
Estuve una semana sin hablar con nadie, fui a la escuela pero seguía igual. Las bromas de Sam ya no me hacían gracia, prestaba menos atención a clases y en lo único que lograba concentrarme era en preguntarme el por qué Blaine atropelló a Sparks.
Razones sobraban. Blaine siempre lo odió, decía que era un perro muy indisciplinado y que siempre ensuciaba y que le daba el doble de trabajo a su madre, también prefería a los gatos antes que a los perros. Así que definitivamente fue a propósito.
Me encontraba tan enfadado y conmocionado que me prohibí sentir otra cosa que no fuera odio por Blaine Anderson. ¿Enamorado? En el pasado, jamás le perdonaría el haber asesinado a mi perro.
Lo ignoré por meses, parecía que los roles se habían invertido. A veces lo descubría espiándome y lo alejaba con una mirada asesina para que me dejara en paz.
Tuve muchas discusiones con mis padres, les grité y reclamé que querían más a Blaine que a su propio hijo, descargué todos esos celos paternales que guardé por años sin motivo alguno y me encerré en mi propio mundo.
Es que Sparks era todo para mí, después de que arrojaron mis cosas más sagradas de Peter Pan cuando era niño, sólo me quedó mi amado perro para recordar esos años de juegos. Pero ya no estaba y no volvería jamás.
(…)
Veía televisión en mi habitación, hacía calor pero yo estaba tapado hasta las orejas con una manta. Trataba de ocultarme del mundo.
Daban una de esas serias cómicas, aunque a mí no me causaban gracia. La veía sólo para matar el tiempo.
En eso estaba, hasta que tocaron la puerta. No quise levantarme porque la comodidad de mi cama era mejor, pero volvieron a tocar incansables veces hasta que aparté la manta de un manotazo y me levanté a abrir la condenada puerta.
No había nadie, debían ser las diez de la noche y molestaban. Seguro era Holly.
Iba a dar un portazo hasta que me fijé que en el suelo había una caja y una canasta. Me agaché a recogerla y me di cuenta que detrás del mismo florero que estuvo todos estos años en el pasillo, se escondía Blaine. Definitivamente ya no le servía como escondite, porque, aunque seguía siendo bajo, su altura se lo impedía.
Me miraba suplicante, señalando con la mano la caja y la canasta.
Se los iba a arrojar por la cabeza, no quería nada de su parte. Y eso habría hecho si la caja no se hubiera movido.
Tenía agujeros por todos lados y en cuanto la abrí supe por qué. Adentro había un pequeño cachorro San Bernardo con unas manchas marrones en los dos ojos. Llevaba un collar rojo con una placa dorada en la cual rezaba “Nana”.
Miré extrañado a Blaine, quien había salido de su “escondite” y se acercaba a paso lento hasta mi lado.
Nana. Como la mascota de Wendy.
Coloqué al cachorro entre mis brazos y destapé la canasta, adentro había muchas galletas con chispas de chocolate y una nota.
“Kurt:
No fue mi intención atropellar a Sparks, de verdad tú lo querías y yo jamás haría algo que te dañase. Te juro que fue un accidente. Tú sabes que no soy bueno conduciendo un auto, aunque me cueste reconocerlo.
Por favor, perdóname, es horrible despertarme cada mañana y saber que tú me ignoraras.
Blaine.
PD: Las galletas siempre te han gustado, así que robé algunas de la cocina, como cuando éramos niños”.
Leía una y otra vez la nota hasta convencerme de que Blaine siempre fue mi hada de las galletas. Nana se removió entre mis brazos y se escapó para sacar una galleta de la canasta y comérsela.
—Entonces…¿me perdonas? —me preguntó Blaine, que estaba sentado en el suelo para quedar a mi altura. Me apoyé en el marco de la puerta mientras acariciaba el lomo de Nana, movía la cola alegremente mientras devoraba más galletas.
—Te disculpo. Pero no te perdono. Para eso tendrás que conseguir más que una canasta de galletas —él sonrió e hizo algo que nunca había hecho en todos estos años juntos.
Me abrazó.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Actualiza por favor no me hagas esperar !Lectora Fiel¡ pero por favor actualiza amo este fic
lizzz***** - Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 27/01/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
me gusto mucho el capitulo espero actualices pronto la historia se pone muy interesante en cada capitulo espero el siguiente capitulo con muchas ansias espero actualices pronto
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
ooo fue tan hermoso y que tierno lo que hizo Blaine. :3 y oo por dios LO ABRAZO!!!! que bonito y me dio mucha risa que Blaine es su hada de las galletas jajaja espero y actualices lo mas rapido y pronto posible que puedas por favor esto cada vez se pone mejor continua!!!! :DDD
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
ohhhhhh q lindos blainee y kurt me derrito cada vez q ahi una situacion romanticaa :)
marciiaguiisse* - Mensajes : 3
Fecha de inscripción : 26/07/2013
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Pobre Sparks, fue un accidente sin embargo yo también estaría enojada si hubieran atropellado a mi perro, por suerte Blaine es un amor y le regaló una nueva amiga y muchas galletas.
Actualiza pronto, me encanta.
Actualiza pronto, me encanta.
LynndeMcGinty- - Mensajes : 1362
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Edad : 30
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Tu fic enserio se esta convirtiendo en mi favorito... Es tan tierno & tiene esos toques que hacen que te den risa
Espero actualices pronto, cuidate, besos
Espero actualices pronto, cuidate, besos
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Capítulo 6: "¿Te quieres casar conmigo?".
16 años
—Vamos, Kurt. No hagas esto —me decía mi madre, intentando controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité.
Estaba abrazado a un árbol, mi padre y Blaine habían intentado soltarme de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Kurt! —me gritó Blaine. No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nervioso y los brazos me flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre, repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando si pasaba una semana allí. Estaba seguro.
—¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo que ver yo? —me preguntó Blaine, tirando de mis pies. Anne se había unido a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonto! —le dije. Lo decía de broma, me importaba en absoluto parecer un tonto o un chico listo, sólo quería que me soltaran. Pero Blaine pareció pensarlo y me soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Kurt, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta puede que te diviertas —me dijo Anne. No era tan malo si lo ponía así, lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra —escuché que decía Lily.
—¡Puedes encontrar novio allá, Kurt! —me gritó Holly. La pequeña Holly ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado iba un chico bastante alto, aparentaba mi edad.
Blaine se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Holly.
—Es mi hijo, no quiere entrar —le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
—¿Reprobado, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy en día necesitan disciplina —y dicho eso le preguntó a mi madre si necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Anne forcejeaban, ellos me soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera músculos habría seguido abrazado al árbol, caí al suelo sobre el húmedo césped y me ensucié la ropa.
Blaine corrió a ayudarme. Debía admitir que desde el incidente de Sparks –que en paz descanse-, se había vuelto más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado —exclamó Blaine, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y desagradable.
—Calma, chico. Tu novio está bien —le dijo él.
El chico alto alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Blaine.
—Él no es mi novio —dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero Blaine me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por la muerte de Sparks.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti —Blaine dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
—Bueno, gracias por su ayuda. Ya puede irse —se apresuró en decir Anne. El instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se estaba metiendo con Blaine.
—No se alarme, sólo bromeo —el hombre se dio media vuelta y se acercó a su hijo—. Tú, aprende o ya verás tu castigo —el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada. Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron mis maletas y con la ayuda de Anne las entraron al campamento antes de que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor —prometió Blaine. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan acostumbrado a su presencia que sentía como la nostalgia se me incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo lo odiaba.
—Gracias —le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nervioso.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grité cuando no lo soporté más. Blaine, Lily y Holly se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? —inquirió. Las rodillas me temblaron con su pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos —sentencié. Me exasperaba este tema.
Pero cometí un error. Miré a Blaine para decirle que me apoyara, sin embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y ahora qué le pasaba?
—Kurt, eres muy cruel con Blaine —me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Blaine no quería quedar como un perdedor sin novio ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Finn, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo un chico alto, de cabello negro, con una enorme sonrisa, sin zapatos y con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían novios.
—Mike, no, suéltame —se quejaba el que suponía era Finn.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver —le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el mundo se fuera a acabar, si Blaine no me hubiese sostenido estaría rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? —le preguntó el chico amoroso a Finn.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! —exclamé, dejando de reír. Finn sonreía, quería verme enojado y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante —Mike se acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Blaine mientras le acariciaba el pelo lleno de gel.
Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Blaine se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él había insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era alérgico a todo tipo de cosas. Mike lo molestó diciendo que me encontraba en buenas manos junto a él y Finn.
A la semana, Blaine volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin la compañía de Blaine, resultó ser siete semanas con un par de locos y un chico sobreprotector.
Para horror de Blaine habían sólo diez chicas en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que mi cuarto era compartido con Finn y Mike. Exigió dormir en la misma cabaña que yo.
Una vez le hicimos una broma y a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Finn. Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Mike desordenó las sábanas de la cama mientras Finn y yo nos despeinábamos y así nos metimos en la misma cama y esperamos a que Blaine despertara.
Nunca olvidaré ese grito.
Despertó a todo el campamento.
Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Finn y finalmente se fue con Mike. Ahí entendí que el plan no era para hacerlo enojar, sino para que Mike pudiera hacerlo su amante de una vez por todas. Y le resultó, casi.
No recuerdo haber estudiado nada, me la pasaba haciendo bromas con Mike y nadando en el lago con Finn. Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(…)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su mochila.
—¡Cerveza! —exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender que me impulsó a tomar el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas las botellas, Mike le cantaba a Blaine en el oído mientras Finn y otros chicos bailaban a la luz del fuego.
Yo no sentía los pies, era como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía mas brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Blaine y pegué mi nariz a su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Kurt? —preguntó cuando sintió mi respiración.
No sabía la respuesta, sólo sentía la necesidad de colocar mi nariz en su cuello, ¿tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando —le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola… después vuelvo, Blainy —replicó Mike, con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fue hacia Finn, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, Mickey —estallé en carcajadas al oír el apodo de Mike.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por su pelo controlado con gel y me convertí en el chico más cariñoso del mundo.
—Blaine, te quiero mucho ¿sí? También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Mike, a Finn…
—No, a Finn no —su aliento apestaba a alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo —hizo una mueca con la boca y junto las cejas para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma… soy virgen, lo juro —hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos.
Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? —le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aun cantando.
Blaine cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Kurt Hummel, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu voz, por eso ¿te quieres casar conmigo? —todos comenzaron a gritar, me decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebrio que preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había preguntado primero –aunque por una confusión-.
—Sí quiero —Mike fue el primero en aplaudir. Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes, que ya no éramos sus bebés que él crio con tanto esmero por los cuales se sacrificó por educarlos. Finn me tomó en brazos y giró hasta marearme más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! —escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Finn se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática que fue la relación entre Blaine y yo, que habíamos tenido que casarnos porque yo siempre lo había amado en secreto y un montón de estupideces más.
—Blaine Anderson, ¿aceptas a Kurt como tu esposo para comprarle galletas, regalarle chocolates y jugar con su perro cuando él esté durmiendo?
—Sí, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Kurt Hummel, ¿aceptas a Blaine como tu esposo para apoyar a su equipo de fútbol favorito junto a él, despertarlo con el desayuno hecho y darle la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto —y después de eso, simplemente vomité.
(…)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Blaine, me dio todas las respuestas de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Mike y yo fuimos los únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de ella, ya que después de que vomité perdí la consciencia.
Intercambiamos números con Mike y Finn y prometimos volver el año siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Blaine, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
¡¡gracias por todos sus comentarios!! los aprecio mucho, y si me preguntan, este capítulo es de lo más gracioso.
16 años
—Vamos, Kurt. No hagas esto —me decía mi madre, intentando controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! —le grité.
Estaba abrazado a un árbol, mi padre y Blaine habían intentado soltarme de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Kurt! —me gritó Blaine. No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nervioso y los brazos me flaquearían.
—¡Cállate, esto es tu culpa! —exclamé.
Algunas personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre, repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y acordaron que asistiría todo mi verano aquí para reforzar. Para mis padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con los números, para mí significaba una tortura. Podría terminar agonizando si pasaba una semana allí. Estaba seguro.
—¡¿Mi culpa?! ¿Qué tengo que ver yo? —me preguntó Blaine, tirando de mis pies. Anne se había unido a ayudarlos y ahora se me hacía más difícil mantener mis brazos junto al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer una tonto! —le dije. Lo decía de broma, me importaba en absoluto parecer un tonto o un chico listo, sólo quería que me soltaran. Pero Blaine pareció pensarlo y me soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con tristeza.
Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Kurt, vamos. No es tan malo como piensas, harás amigos nuevos y hasta puede que te diviertas —me dijo Anne. No era tan malo si lo ponía así, lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que amputarme los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra —escuché que decía Lily.
—¡Puedes encontrar novio allá, Kurt! —me gritó Holly. La pequeña Holly ya tenía doce años y en lo único que pensaba era en chicos, aun así me pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? —dijo alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado iba un chico bastante alto, aparentaba mi edad.
Blaine se le quedó mirando con mala cara, como Nana cuando se acercaba a Snow, el gato de Holly.
—Es mi hijo, no quiere entrar —le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dio miedo.
—¿Reprobado, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero los chicos de hoy en día necesitan disciplina —y dicho eso le preguntó a mi madre si necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Anne forcejeaban, ellos me soltaron, el hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera músculos habría seguido abrazado al árbol, caí al suelo sobre el húmedo césped y me ensucié la ropa.
Blaine corrió a ayudarme. Debía admitir que desde el incidente de Sparks –que en paz descanse-, se había vuelto más atento. Seguíamos peleándonos como perros y gatos, pero después se disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzanas que robaba de la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado —exclamó Blaine, dirigiéndose al hombre militar. Él rio, su risa era tosca y desagradable.
—Calma, chico. Tu novio está bien —le dijo él.
El chico alto alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Blaine.
—Él no es mi novio —dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero Blaine me detuvo para sacudirla él. Tenía que sentirse muy culpable por la muerte de Sparks.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti —Blaine dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojo e intentó alejarse de mí, pero dio un paso y se arrepintió.
—Bueno, gracias por su ayuda. Ya puede irse —se apresuró en decir Anne. El instinto de madre la obligaba a defender a su hijo, y ese hombre se estaba metiendo con Blaine.
—No se alarme, sólo bromeo —el hombre se dio media vuelta y se acercó a su hijo—. Tú, aprende o ya verás tu castigo —el chico asintió sin mirarlo a los ojos, bajando la mirada. Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás.
Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron mis maletas y con la ayuda de Anne las entraron al campamento antes de que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor —prometió Blaine. Recién me daba cuenta que estas semanas serían el lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan acostumbrado a su presencia que sentía como la nostalgia se me incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo lo odiaba.
—Gracias —le dije.
El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nervioso.
Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¡¿Cuál es tu problema?! —le grité cuando no lo soporté más. Blaine, Lily y Holly se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? —inquirió. Las rodillas me temblaron con su pregunta, ¿por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos —sentencié. Me exasperaba este tema.
Pero cometí un error. Miré a Blaine para decirle que me apoyara, sin embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y ahora qué le pasaba?
—Kurt, eres muy cruel con Blaine —me dijo Holly.
Entonces comprendí.
Blaine no quería quedar como un perdedor sin novio ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Finn, mi amor, volviste!
Todos nos giramos a ver quién gritaba. Del campamento salió corriendo un chico alto, de cabello negro, con una enorme sonrisa, sin zapatos y con los brazos abiertos. Cuando llegó hasta nosotros, abrazó efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos si parecían novios.
—Mike, no, suéltame —se quejaba el que suponía era Finn.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver —le decía el otro, besándolo en el rostro.
Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más. Reí como si el mundo se fuera a acabar, si Blaine no me hubiese sostenido estaría rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? —le preguntó el chico amoroso a Finn.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! —exclamé, dejando de reír. Finn sonreía, quería verme enojado y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante —Mike se acercó a nosotros y antes de darme cuenta ya estaba abrazando a Blaine mientras le acariciaba el pelo lleno de gel.
Y desde ese día comenzó nuestra amistad.
Blaine se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él había insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era alérgico a todo tipo de cosas. Mike lo molestó diciendo que me encontraba en buenas manos junto a él y Finn.
A la semana, Blaine volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin la compañía de Blaine, resultó ser siete semanas con un par de locos y un chico sobreprotector.
Para horror de Blaine habían sólo diez chicas en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que mi cuarto era compartido con Finn y Mike. Exigió dormir en la misma cabaña que yo.
Una vez le hicimos una broma y a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Finn. Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Mike desordenó las sábanas de la cama mientras Finn y yo nos despeinábamos y así nos metimos en la misma cama y esperamos a que Blaine despertara.
Nunca olvidaré ese grito.
Despertó a todo el campamento.
Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Finn y finalmente se fue con Mike. Ahí entendí que el plan no era para hacerlo enojar, sino para que Mike pudiera hacerlo su amante de una vez por todas. Y le resultó, casi.
No recuerdo haber estudiado nada, me la pasaba haciendo bromas con Mike y nadando en el lago con Finn. Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(…)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su mochila.
—¡Cerveza! —exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender que me impulsó a tomar el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas las botellas, Mike le cantaba a Blaine en el oído mientras Finn y otros chicos bailaban a la luz del fuego.
Yo no sentía los pies, era como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía mas brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Blaine y pegué mi nariz a su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Kurt? —preguntó cuando sintió mi respiración.
No sabía la respuesta, sólo sentía la necesidad de colocar mi nariz en su cuello, ¿tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando —le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola… después vuelvo, Blainy —replicó Mike, con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fue hacia Finn, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, Mickey —estallé en carcajadas al oír el apodo de Mike.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por su pelo controlado con gel y me convertí en el chico más cariñoso del mundo.
—Blaine, te quiero mucho ¿sí? También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Mike, a Finn…
—No, a Finn no —su aliento apestaba a alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo —hizo una mueca con la boca y junto las cejas para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma… soy virgen, lo juro —hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos.
Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? —le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aun cantando.
Blaine cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Kurt Hummel, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu voz, por eso ¿te quieres casar conmigo? —todos comenzaron a gritar, me decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebrio que preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había preguntado primero –aunque por una confusión-.
—Sí quiero —Mike fue el primero en aplaudir. Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes, que ya no éramos sus bebés que él crio con tanto esmero por los cuales se sacrificó por educarlos. Finn me tomó en brazos y giró hasta marearme más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! —escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Finn se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática que fue la relación entre Blaine y yo, que habíamos tenido que casarnos porque yo siempre lo había amado en secreto y un montón de estupideces más.
—Blaine Anderson, ¿aceptas a Kurt como tu esposo para comprarle galletas, regalarle chocolates y jugar con su perro cuando él esté durmiendo?
—Sí, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Kurt Hummel, ¿aceptas a Blaine como tu esposo para apoyar a su equipo de fútbol favorito junto a él, despertarlo con el desayuno hecho y darle la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto —y después de eso, simplemente vomité.
(…)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Blaine, me dio todas las respuestas de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Mike y yo fuimos los únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de ella, ya que después de que vomité perdí la consciencia.
Intercambiamos números con Mike y Finn y prometimos volver el año siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Blaine, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
¡¡gracias por todos sus comentarios!! los aprecio mucho, y si me preguntan, este capítulo es de lo más gracioso.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
jaajajaja me gusto mucho el capitulo me dio mucha risa y mas cuando se casaron espero el siguiente capitulo con mas ansias de lo normal espero actualices pronto me gusta mucho la historia
gleeclast-* - Mensajes : 1799
Fecha de inscripción : 26/03/2013
Edad : 27
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
Hahaha, demaciado diria yo
Lo ame, simplemente no pare de reir Y ame cuando Finn hizo de sacerdote... Enserio fue un gran capitulo... Esperare a que actualices, cuidate...
Por cierto tenia una pregunta... En este fic aparecera Niff??
Lo ame, simplemente no pare de reir Y ame cuando Finn hizo de sacerdote... Enserio fue un gran capitulo... Esperare a que actualices, cuidate...
Por cierto tenia una pregunta... En este fic aparecera Niff??
Veronica Everett Criss****** - Mensajes : 368
Fecha de inscripción : 19/06/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
jajaja si que estuvo muy gracioso jajaja actualiza jahaja hay ese Kurt vomitando jajaja lo malo es que Blaine no se acuerda de su boda pero el capitulo te quedo super genial!!!!!
gleeismylife****** - Mensajes : 381
Fecha de inscripción : 06/07/2013
Edad : 25
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
qué chistoso, no sé porqué pero recordó a la película de Locura de Amor en Las Vegas jajajajajajajaj me encantó este capítulo.
Actualiza pronto.
Actualiza pronto.
LynndeMcGinty- - Mensajes : 1362
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Edad : 30
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
¡me alegra que te gustara! y no, no va a aparecer niff :(. la próxima vez que adapte prometo que van a aparecer :).Veronica Everett Criss escribió:Hahaha, demaciado diria yo
Lo ame, simplemente no pare de reir Y ame cuando Finn hizo de sacerdote... Enserio fue un gran capitulo... Esperare a que actualices, cuidate...
Por cierto tenia una pregunta... En este fic aparecera Niff??
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
se casaron que ternura :333 actualiza lo mas pronto posible
lizzz***** - Mensajes : 248
Fecha de inscripción : 27/01/2013
Edad : 26
Re: Marry me .Klaine. ADAPTADA.
17 años
El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada.
Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.
Hasta que Holly entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.
—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
—¿De qué estás hablando, enana? —le pregunté irritado. Los ojos verdes de Holly brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.
—¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.
—¡Es el cumpleaños de Blaine! —exclamó.
Claro, era el cumpleaños de Cabello de Gel. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
—¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Holly ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Anne cuidaba de ella como si fuera su hija, como Gemma se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Holly. De cierta manera eso me gustaba, ni Anne ni Holly sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
—Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 18.
—¿Y qué se supone que era antes? —ambas miramos hacia la puerta, donde Blaine se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Holly, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.
—Eras un hada —le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.
—Lo importante es que ahora soy un hombre…
—Y mi chofer —agregué rápidamente. Holly estalló en carcajadas.
Cuando Blaine fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
—Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Power Rangers.
—Pero yo tengo licencia —duro golpe para Blaine. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro—. Ahora, Holly largo de mi cuarto…tú, Cabello de Gel, quédate.
Holly se quejó mientras salía, todos los años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Blaine, él llegaba y yo la echaba.
—¿Cuál es mi regalo este año? —me preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Blaine no parecía molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
—Como ahora eres un “hombre” —puse énfasis en la última palabra para que notara el sarcasmo—, mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
—Y el hecho de que trabaje en una pastelería todas las tardes, que esté por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores universidades de Canterbury no tiene nada de importante —me replicó. Lo hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo tenía que recibir el regalo y ya.
—Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Holly.
—Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía, cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era agradable.
—Si me sueltas podré entregártelo —le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Blaine lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos verdes y con enorme lazo dorado en la tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera asfixiado el regalo.
—¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Blaine sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
—Es hermoso…—susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto—. ¿Cómo se llama?
—Es tu gato, tú decides —Blaine miró al pequeño gato y le acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris peculiar con líneas atigradas.
—Podría llamarlo “Kurt”…
—Pelusa —casi grité. Blaine me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
—Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
—Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos.
Blaine aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Blaine se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, a penas se movía el gato, pero a Blaine no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Blaine me siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de verano, Blaine empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su cuarto.
Salí de la tina con el cabello mojado y despeinado, me puse la bata y abrí un poco la puerta para ver si Blaine seguía allí.
—Psst, pone la calefacción, se me congela el trasero acá adentro —le dije.
—No tenías que ser tan explicito.
—Menos bla bla y más acción, muévete —dejó al gato recostado sobre mi almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
A los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme.
Este año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Blaine, una pequeña cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los días: unos jeans, botas para la nieve, chalecos y un abrigo. Lo importante era no conseguir un resfriado.
—Al fin sales, Asesino se estaba aburriendo —me dijo Blaine cuando salí del baño.
—¿Asesino? —inquirí.
—Sí, creí que Asesino era más apropiado que Pelusa —le lancé la bata mojada sobre la cabeza y me tiré arriba de él con un salto.
—Será mejor que lo cambies o sufrirás las consecuencias —le amenacé.
—¡TREGUA! —gritó y me calmé. Odiaba que sacara la tregua entre medio.
Me senté a su lado y jugamos toda la mañana con Pelusa hasta que nos llamaron para desayunar.
Blaine no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó.
Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Blaine, vi a Cedes, Britt y Rach junto a Sam. Corrí a abrazarlos antes de que Blaine se llevara su atención.
—Esto de que el cumpleaños de Blaine haya caído día sábado resultó divertido —me dijo Brittany. Su cabello, ahora ondulado, le caía por la espalda y con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del sol.
—No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas y chicos en la escuela —le dije.
El año pasado, un total de 47 chicos le regalaron algo a Blaine. Eran de distintas edades, desde niños de diez años hasta chicos de dieciocho, y la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente encantadores, como un retrato de Blaine hecho con lapicera negra o una colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme, Blaine me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos, desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el miedo a que sucediera de nuevo.
—¿Qué le regalaste? Tal vez un beso… —y ahí estaba Sam con sus insinuaciones. Mercedes, Rachel y Brittany al menos ya sabían que entre Blaine y yo no pasaría nada –nada más de lo que ya haya pasado-, y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a emparejarlas con Finn, Sam y Mike una vez que me vinieron a visitar. Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse de mí. A Blaine no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado por Finn y Mike no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
—¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Blaine.
Entre la multitud pude ver a Quinn Fabray, la muy víbora convenció a Blaine y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa. Mientras antes se fuera, mejor.
—¡Es un…gorro! —gritaron a coro cuando Blaine rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
—¡Ahora el mío! —dijo Quinn de repente. Me molestaba tan sólo escucharla, incluso el saber que teníamos un color de cabello apenas similar. Me lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco más.
Quinn le entregó una pequeña caja plateada, Blaine la destapó y como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
—Gra…gracias, Quinn —le dijo con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
—¿Qué es, Blaine? —preguntó Puck, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
—Algo, pero no puedo mostrárselos —nos dijo, aún con las cara encendida.
—No seas así, Cabello de Gel —le dije, y haciendo uso de nuestra confianza y de la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
—¿Cómo se te ocurre, Quinn? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Blaine en esos momentos.
—Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya no sucedió. Y estar seguros nunca está de más —dijo con un deje divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Puck me sujetó del brazo y me detuvo.
—No vale la pena, Kurt —me susurró al oído. Me tranquilicé mientras abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Quinn.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana para ir al parque de diversiones, llegarían Finn y Mike para celebrar el cumpleaños de Blaine y así tendríamos un día de diversión.
—Si yo fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Quinn —regañé a Blaine mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Blaine habló.
—En realidad, yo le pedí eso… —escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
—¿ah?
—Bueno, los necesitaré ¿no? —me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
—Así que el pequeño Blainy es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del mundo –en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón-.
—No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo —me respondió. Controlé las ganas que tenía de zarandearlo, no me incomodaba que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Quinn.
—De todas formas, no has estado con un chico desde los quince, y eso que fue tu primer novio, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
—Los guardo para un chico especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Blaine. Era estúpido porque el único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era casualidad, el sólo imaginar que Blaine pensaba en acostarse con otra persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
—Eres repugnante —le bramé y me levanté furioso. Dejé la comida a medio comer, pero no me importaba, Blaine había hecho que todo me supiera asqueroso.
—¿Qué dije ahora? —escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Anne tocó mi puerta para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Blaine y me senté al lado de la abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A la hora de almuerzo llegó Gemma, venía con una maleta ya que se quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de Blaine se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Blaine y con eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía de gritarle a Blaine eran incontrolables.
Fui lo más educado posible con todos, evitando dirigirle la palabra a Blaine. La abuela se dio cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
—Porque es un idiota —le contesté.
—No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Blaine siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
—Está bien, ahí veré si lo perdono —sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y Cabello de Gel no me había hablado, ni siquiera me miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado. Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me humillaría.
Mamá había comprado unos vestidos para la cena para mis hermanas y un traje de verano para mí, considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció apropiado. Mas tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un traje violeta, con una gran pajarita adelante. Era la replica exacta del traje que usé la primera vez que vi a Blaine, nada raro si me pongo a pensar que mamá quiere tanto o incluso más a Blaine que a mí. Lo más probable es que quiera recordar esa noche en que llegaron a nuestras vidas.
La mesa del comedor estaba esplendida, un pastel de chocolate con crema de tres pisos decoraba el centro de ésta, había platos con pollo asado, papas doradas, langosta hervida, pato a la naranja y caldo de crema de verduras.
Cuando entré al comedor mis sospechas se hicieron ciertas, Lily y Holly estaban vestidas igual que aquella vez, aunque sus vestidos eran menos llamativos que antes.
—Kurt, cariño, te ves precioso —exclamó la abuela cuando me vio. Los abuelos de Blaine me dijeron algo similar, no hice ningún comentario al respecto, odiaba este traje tanto como la conversación que tuvimos Blaine y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Blaine bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonto mirándolo.
—Parece que el traje te quedó bien, Blaine. Kurt no deja de mirarte —dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir la intensa mirada de Blaine sobre mí, el traje hacía su parte también con lo horroroso que debía parecer.
—Ahora que Blaine es un hombre, al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos por el postre.
—Es una sorpresa —comentó él. También bebía vino y los efectos parecían pronto a hacerse notar. Blaine ebrio era un peligro para la raza humana.
—Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Blaine.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso. Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la mano para hacer un brindis.
—Blaine, eres el único hombre de esta casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos —eso había dolido—, nosotros —dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas y a Kurt, pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en secar con una servilleta, mamá y Lily sonríeron como nunca y Anne estaba a punto de echarse a llorar.
—… Y por todo el cariño que te tenemos, Blaine —continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión—, queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestro querido hijo Kurt.
Anne no se resistió y dejó escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que dejó sordo al grito de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometido? ¿Con Blaine? ¿Con Cabello de Gel, con Blainy? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me quedaba un año de escuela todavía –debido a que repetí un año-, no iría a clases con un anillo de casado a clases. Ni siquiera sabía si eso era legal.
—¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar. Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y la sorpresa—. Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora mismo.
—¡Kurt, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue cuando Blaine atropelló a Sparks.
—¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpido como todos creen! —le grité de vuelta.
—¡Basta, yo hablaré con Kurt! —todos miramos a Blaine, que se había levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos digiramos a la cocina.
Blaine echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía.
—Kurt, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
—Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenido, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeto de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Blaine se relamió los labios y volvió a hablar.
—Kurt, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las palabras de Blaine entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Blaine me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos, las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Blaine de ocho años con los ojos llorosos, a un Blaine disfrazado de Romeo, a otro ebrio en medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Sam ahora me parecía una tortura, cuánto habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición, tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
—Blaine, suéltame —le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
—¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
—Blaine, por favor…
—¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que decirte —asentí con la cabeza, seguro de que si volvía a sacar la voz, rompería a llorar—. Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida —dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo, casi rozando nuestros labios—. Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi vida —me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando, yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado conmocionado como para reaccionar de otra manera—. Odio hacer esto, pero tú serás mi esposo quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
—¿Ya acabaste? —le pregunté con frialdad. Puede que el me amara, pero esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme, eso no era amor.
—Casi…
—Que pena, porque yo sí —con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
—¡Kurt, ven aquí, tenemos que hablar! —me gritó mi madre.
—¡Por favor, Kurt! —dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Blaine retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad, me gustaba Blaine, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Blaine estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposo y el que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él siempre conseguía todo lo que se planteaba.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entero con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
—Kurt, ¿quieres hablar? —era Holly. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me quedé dormido, era increíble que una niña cuatro años menor me consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía siendo de noche. Holly dormía a mi lado como una princesa, no quise molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el traje y me puse mi pijama de vaquitas para volver a acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir así, pero Holly no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Blaine salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
—¿Qué dices? —me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposo así que no habían muchas alternativas.
—Sí… —le dije—. Ahora, enciende la calefacción o Holly morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
—Listo, ¿alguna otra cosa? —inquirió cuando regresó a mi lado.
—No —le respondí cortante—. Buenas noches.
Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Ahora estaba comprometido y la idea no era muy satisfactoria.
perdón por no subir ayer :(, tuve un problema, pero ¡acá está el capítulo! dfgbuifdg me encanta este.
El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada.
Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.
Hasta que Holly entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.
—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
—¿De qué estás hablando, enana? —le pregunté irritado. Los ojos verdes de Holly brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.
—¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.
—¡Es el cumpleaños de Blaine! —exclamó.
Claro, era el cumpleaños de Cabello de Gel. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
—¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Holly ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Anne cuidaba de ella como si fuera su hija, como Gemma se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Holly. De cierta manera eso me gustaba, ni Anne ni Holly sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
—Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 18.
—¿Y qué se supone que era antes? —ambas miramos hacia la puerta, donde Blaine se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Holly, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.
—Eras un hada —le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.
—Lo importante es que ahora soy un hombre…
—Y mi chofer —agregué rápidamente. Holly estalló en carcajadas.
Cuando Blaine fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.
El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
—Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.
Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de Power Rangers.
—Pero yo tengo licencia —duro golpe para Blaine. Pude ver como se le distorsionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro—. Ahora, Holly largo de mi cuarto…tú, Cabello de Gel, quédate.
Holly se quejó mientras salía, todos los años le hacía lo mismo: ella me despertaba para el cumpleaños de Blaine, él llegaba y yo la echaba.
—¿Cuál es mi regalo este año? —me preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Blaine no parecía molestarle ni aburrirle, yo continuaba haciéndolo.
—Como ahora eres un “hombre” —puse énfasis en la última palabra para que notara el sarcasmo—, mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
—Y el hecho de que trabaje en una pastelería todas las tardes, que esté por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores universidades de Canterbury no tiene nada de importante —me replicó. Lo hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo tenía que recibir el regalo y ya.
—Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Holly.
—Es broma, quiero ver que me darás —me dijo con tono de disculpa. Me había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía, cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba la mano y me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era agradable.
—Si me sueltas podré entregártelo —le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario.
Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba, Blaine lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos verdes y con enorme lazo dorado en la tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muriera asfixiado el regalo.
—¡Tarán! —exclamé, entregándole la caja.
Blaine sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
—Es hermoso…—susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto—. ¿Cómo se llama?
—Es tu gato, tú decides —Blaine miró al pequeño gato y le acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un gris peculiar con líneas atigradas.
—Podría llamarlo “Kurt”…
—Pelusa —casi grité. Blaine me miró divertido y acarició detrás de las orejas del gato.
—Gracias, es hermoso —me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
—Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones así de sentimental conmigo —él rio más fuerte y asustó un poco al gatito.
Era una tradición entre los dos que cada año, en nuestros cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarnos.
Blaine aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y empalagoso. Casi romántico. No era que estuviera mal lo que hacía, pero prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Blaine se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Pelusa, a penas se movía el gato, pero a Blaine no le importaba. Lo trataba como a un bebé.
Busqué algo de ropa para cambiarme este horrible pijama. Blaine me siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño para darme una ducha y vestirme.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de verano, Blaine empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el hecho de que entrase a mi habitación como si fuera la suya y se quedara todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su cuarto.
Salí de la tina con el cabello mojado y despeinado, me puse la bata y abrí un poco la puerta para ver si Blaine seguía allí.
—Psst, pone la calefacción, se me congela el trasero acá adentro —le dije.
—No tenías que ser tan explicito.
—Menos bla bla y más acción, muévete —dejó al gato recostado sobre mi almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una semana que se había averiado y había que encenderlo manualmente.
A los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme.
Este año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Blaine, una pequeña cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los días: unos jeans, botas para la nieve, chalecos y un abrigo. Lo importante era no conseguir un resfriado.
—Al fin sales, Asesino se estaba aburriendo —me dijo Blaine cuando salí del baño.
—¿Asesino? —inquirí.
—Sí, creí que Asesino era más apropiado que Pelusa —le lancé la bata mojada sobre la cabeza y me tiré arriba de él con un salto.
—Será mejor que lo cambies o sufrirás las consecuencias —le amenacé.
—¡TREGUA! —gritó y me calmé. Odiaba que sacara la tregua entre medio.
Me senté a su lado y jugamos toda la mañana con Pelusa hasta que nos llamaron para desayunar.
Blaine no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó.
Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos en un rincón.
Atrás de los amigos de Blaine, vi a Cedes, Britt y Rach junto a Sam. Corrí a abrazarlos antes de que Blaine se llevara su atención.
—Esto de que el cumpleaños de Blaine haya caído día sábado resultó divertido —me dijo Brittany. Su cabello, ahora ondulado, le caía por la espalda y con cada movimiento que hacía éstos se desplegaban como los rayos del sol.
—No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan las chicas y chicos en la escuela —le dije.
El año pasado, un total de 47 chicos le regalaron algo a Blaine. Eran de distintas edades, desde niños de diez años hasta chicos de dieciocho, y la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui yo. Algunos eran ridículos, como un peine para rizos, otros más prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros eran simplemente encantadores, como un retrato de Blaine hecho con lapicera negra o una colección de pulseras. Sin embargo, hubo uno que a pesar de negarme, Blaine me lo dio. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos, desgastados pero aun así perfectos. Uno era Alicia en el País de las maravillas y el otro Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción cuando me lo dio, después de que mis padres botaran a la basura todas mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el miedo a que sucediera de nuevo.
—¿Qué le regalaste? Tal vez un beso… —y ahí estaba Sam con sus insinuaciones. Mercedes, Rachel y Brittany al menos ya sabían que entre Blaine y yo no pasaría nada –nada más de lo que ya haya pasado-, y comprendieron que no era divertido molestarme cuando comencé a emparejarlas con Finn, Sam y Mike una vez que me vinieron a visitar. Quedaron enganchadas con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse de mí. A Blaine no le agradó mucho esa visita, aún se sentía amenazado por Finn y Mike no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
—¡Los regalos! —exclamó alguien.
Nos volteamos a mirar a los demás, quienes le entregaban cajas de todos los colores a Blaine.
Entre la multitud pude ver a Quinn Fabray, la muy víbora convenció a Blaine y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa. Mientras antes se fuera, mejor.
—¡Es un…gorro! —gritaron a coro cuando Blaine rasgó una envoltura. Se lo colocó en seguida y continuó abriendo regalos.
—¡Ahora el mío! —dijo Quinn de repente. Me molestaba tan sólo escucharla, incluso el saber que teníamos un color de cabello apenas similar. Me lo teñiría si era necesario para que así tal vez me agradase un poco más.
Quinn le entregó una pequeña caja plateada, Blaine la destapó y como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
—Gra…gracias, Quinn —le dijo con dificultad.
A todos no entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le habían dado.
—¿Qué es, Blaine? —preguntó Puck, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
—Algo, pero no puedo mostrárselos —nos dijo, aún con las cara encendida.
—No seas así, Cabello de Gel —le dije, y haciendo uso de nuestra confianza y de la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro.
Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
—¿Cómo se te ocurre, Quinn? —le grité cuando salí de la impresión.
Ella rio y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Blaine en esos momentos.
—Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya no sucedió. Y estar seguros nunca está de más —dijo con un deje divertido en la voz.
Eran condones, una caja llena de condones.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Puck me sujetó del brazo y me detuvo.
—No vale la pena, Kurt —me susurró al oído. Me tranquilicé mientras abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Quinn.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana para ir al parque de diversiones, llegarían Finn y Mike para celebrar el cumpleaños de Blaine y así tendríamos un día de diversión.
—Si yo fuera tú, no hablaría nunca más en mi vida con Quinn —regañé a Blaine mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Blaine habló.
—En realidad, yo le pedí eso… —escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa.
¿Que él había hecho qué?
—¿ah?
—Bueno, los necesitaré ¿no? —me dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
—Así que el pequeño Blainy es un pervertido —le dije más como un reproche que como una broma.
Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera su efecto. Me miró sorprendido, estaba quebrando la tregua y no me importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del mundo –en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón-.
—No sé por qué te pones así, sólo son condones, nada del otro mundo —me respondió. Controlé las ganas que tenía de zarandearlo, no me incomodaba que me hablara de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Quinn.
—De todas formas, no has estado con un chico desde los quince, y eso que fue tu primer novio, ¿para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
—Los guardo para un chico especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Blaine. Era estúpido porque el único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era casualidad, el sólo imaginar que Blaine pensaba en acostarse con otra persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
—Eres repugnante —le bramé y me levanté furioso. Dejé la comida a medio comer, pero no me importaba, Blaine había hecho que todo me supiera asqueroso.
—¿Qué dije ahora? —escuché que decía.
Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Anne tocó mi puerta para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque cepillé mi cabello, la abuela siempre me decía que parecía un nido de pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Blaine y me senté al lado de la abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A la hora de almuerzo llegó Gemma, venía con una maleta ya que se quedaría todo el fin de semana, Anne no paraba de sonreír y de abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de Blaine se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Blaine y con eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía de gritarle a Blaine eran incontrolables.
Fui lo más educado posible con todos, evitando dirigirle la palabra a Blaine. La abuela se dio cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
—Porque es un idiota —le contesté.
—No deberían estar enojados, en especial hoy —quise decirle el verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro le daba un infarto—. Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Blaine siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
—Está bien, ahí veré si lo perdono —sin embargo, no lo hizo.
Nos llamaron para cenar y Cabello de Gel no me había hablado, ni siquiera me miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorábamos el uno al otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado. Conocía su plan, hacerme sentir tan culpable que yo correría hasta sus brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me humillaría.
Mamá había comprado unos vestidos para la cena para mis hermanas y un traje de verano para mí, considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció apropiado. Mas tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un traje violeta, con una gran pajarita adelante. Era la replica exacta del traje que usé la primera vez que vi a Blaine, nada raro si me pongo a pensar que mamá quiere tanto o incluso más a Blaine que a mí. Lo más probable es que quiera recordar esa noche en que llegaron a nuestras vidas.
La mesa del comedor estaba esplendida, un pastel de chocolate con crema de tres pisos decoraba el centro de ésta, había platos con pollo asado, papas doradas, langosta hervida, pato a la naranja y caldo de crema de verduras.
Cuando entré al comedor mis sospechas se hicieron ciertas, Lily y Holly estaban vestidas igual que aquella vez, aunque sus vestidos eran menos llamativos que antes.
—Kurt, cariño, te ves precioso —exclamó la abuela cuando me vio. Los abuelos de Blaine me dijeron algo similar, no hice ningún comentario al respecto, odiaba este traje tanto como la conversación que tuvimos Blaine y yo en el desayuno.
Cuando estábamos por sentarnos, Blaine bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa. Parecía tonto mirándolo.
—Parece que el traje te quedó bien, Blaine. Kurt no deja de mirarte —dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir la intensa mirada de Blaine sobre mí, el traje hacía su parte también con lo horroroso que debía parecer.
—Ahora que Blaine es un hombre, al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postuló para la universidad, pero no nos ha dado otra pista —dijo mi padre mientras bebía de su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos por el postre.
—Es una sorpresa —comentó él. También bebía vino y los efectos parecían pronto a hacerse notar. Blaine ebrio era un peligro para la raza humana.
—Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes —dijo el abuelo de Blaine.
Cantamos el cumpleaños feliz y servimos el pastel que estaba delicioso. Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la mano para hacer un brindis.
—Blaine, eres el único hombre de esta casa, después de mí. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que nunca tuvimos —eso había dolido—, nosotros —dijo, dándole la mano a mi madre—, amamos a nuestras hijas y a Kurt, pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor verte ahora y saber que serás un hombre de bien…
De repente, la abuela comenzó a soltar unas lágrimas rebeldes que ella se empeñó en secar con una servilleta, mamá y Lily sonríeron como nunca y Anne estaba a punto de echarse a llorar.
—… Y por todo el cariño que te tenemos, Blaine —continuó mi padre, radiante en su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión—, queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestro querido hijo Kurt.
Anne no se resistió y dejó escapar las lágrimas, mamá dio un grito de alegría de tal magnitud que dejó sordo al grito de sorpresa que di yo.
¿Yo qué? ¿Comprometido? ¿Con Blaine? ¿Con Cabello de Gel, con Blainy? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio?
Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me quedaba un año de escuela todavía –debido a que repetí un año-, no iría a clases con un anillo de casado a clases. Ni siquiera sabía si eso era legal.
—¿Están locos o qué? —le grité cuando dejaron de celebrar. Todos se voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y la sorpresa—. Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al mejor postor.
Descargué toda mi rabia en cada palabra, como si fuera veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora mismo.
—¡Kurt, no tienes ningún derecho de hablarnos así! —mamá también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue cuando Blaine atropelló a Sparks.
—¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidan que yo también pienso! ¡No soy una estúpido como todos creen! —le grité de vuelta.
—¡Basta, yo hablaré con Kurt! —todos miramos a Blaine, que se había levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado que nos digiramos a la cocina.
Blaine echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía.
—Kurt, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches lo que tengo que decirte —me afirmó de los hombros, de modo que no pudiera escapar. Levanté con lentitud mi cabeza, controlándome para no matarlo.
—Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó.
Me pilló desprevenido, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeto de los hombros.
Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Blaine se relamió los labios y volvió a hablar.
—Kurt, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía ocho años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca todos estos años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro todos los días. Intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las palabras de Blaine entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases vagas se quedaban en mi cabeza, resonando y creciendo hasta confundirme.
Blaine me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarme. No podía seguir estando a su lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos, las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Blaine de ocho años con los ojos llorosos, a un Blaine disfrazado de Romeo, a otro ebrio en medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer todo lo que yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba.
Ni cuenta me había dado.
El juego de los celos con Sam ahora me parecía una tortura, cuánto habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición, tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
—Blaine, suéltame —le dije en un intento por controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
—¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observarlo de nuevo, a no apartar la mirada de sus ojos cristalinos.
—Blaine, por favor…
—¡Escúchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritarme o amenazarme de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que decirte —asentí con la cabeza, seguro de que si volvía a sacar la voz, rompería a llorar—. Cuando cumplí 16, tu padre me regaló ese auto. Le dije que no lo quería, que lo que de verdad deseaba estaba fuera de mi alcance, entonces… le dije que te amaba más que a mi propia mi vida —dejó libre a mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo, casi rozando nuestros labios—. Le pedí tu mano cuando tenía 16, ¿puedes creer eso? Tan joven y ya saber con quien quería pasar el resto de mi vida —me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando, yo no hice nada salvo aceptar el beso. De todas formas estaba demasiado conmocionado como para reaccionar de otra manera—. Odio hacer esto, pero tú serás mi esposo quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero que imagines una vida juntos.
Cerré los ojos, pero no imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
—¿Ya acabaste? —le pregunté con frialdad. Puede que el me amara, pero esa no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme, eso no era amor.
—Casi…
—Que pena, porque yo sí —con todas mis fuerzas me solté de su agarre, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación.
Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el rostro. Cuando me vieron salir, escuché alguna de sus exclamaciones.
—¡Kurt, ven aquí, tenemos que hablar! —me gritó mi madre.
—¡Por favor, Kurt! —dijo mi padre. Pero no les hice caso.
Corrí hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Blaine retumbaba en mis oídos.
“Yo te amo”
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso?
Todos los sentimientos reprimidos amenazaban con salir. Sí, era verdad, me gustaba Blaine, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Blaine estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposo y el que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él siempre conseguía todo lo que se planteaba.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entero con la manta de mi cama y me oculté debajo de ésta.
—Kurt, ¿quieres hablar? —era Holly. Se sentó al mi lado y descubrió mi cabeza—. ¿Necesitas un abrazo?
Asentí y se coló dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me quedé dormido, era increíble que una niña cuatro años menor me consolara.
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía siendo de noche. Holly dormía a mi lado como una princesa, no quise molestarla así que me levanté lo más precavida posible.
No había llorado, era un verdadero logro para mí.
Me quité el traje y me puse mi pijama de vaquitas para volver a acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción se había apagado otra vez.
No tenía intención de salir, podía dormir así, pero Holly no o se enfermaría. Abrí la puerta para encender el sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a la ésta. No resultaría esta vez, era peor que cuando murió Sparks.
La pateé estrellándola contra la pared de al frente, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí:
“¿Te quieres casar conmigo?
Sí o Sí”
Abrí la cajita y adentro descansaba un anillo de compromiso.
Luché contra las lágrimas… Sí o Sí.
Blaine salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
—¿Qué dices? —me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposo así que no habían muchas alternativas.
—Sí… —le dije—. Ahora, enciende la calefacción o Holly morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activó y en seguida el calor volvió al lugar.
—Listo, ¿alguna otra cosa? —inquirió cuando regresó a mi lado.
—No —le respondí cortante—. Buenas noches.
Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras mi espalda y me puse a llorar.
Ahora estaba comprometido y la idea no era muy satisfactoria.
perdón por no subir ayer :(, tuve un problema, pero ¡acá está el capítulo! dfgbuifdg me encanta este.
RiveraMyLove- - Mensajes : 1314
Fecha de inscripción : 29/07/2013
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