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Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
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lauravm98
marthagr81@yahoo.es
Dolomiti
ToLeedithaa.16
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 5
Brittany maniobró para pasar a través
del umbral de la habitación en la que
solía quedarse cada vez que tenía que
recalar en el pueblo costero, la música
del pub todavía se oía de fondo a pesar
de ser ya de madrugada. Santana no había
dejado de parlotear desde que
abandonaron el mirador para emprender
el camino de regreso, uno lleno de
varias paradas e interludios igual de
eróticos y morbosos. El más fresco en su
mente era el que acaban de tener en un
rincón del muelle, ocultos en la
oscuridad y contra la pared,
definitivamente aquella noche era para
olvidarla una vez terminara porque si
por la mañana recordase cada una de las
normas autoimpuestas que estaba
infringiendo, se abriría la cabeza Ella
solito a golpes.
—Y entonces ahí estaba yo,
mirándoles a ambas con ojos de besugo,
pensando en que se habían vuelto
completamente locos, sobre todo la
chalada de mi madre, porque con mi
padre aún puedes dialogar… —
parloteaba ella sin dejar de jugar con la
cinta que le colgaba de la muñeca—.
¿Qué fue lo último que les dije? Ah,
sí… Se congelaría el infierno antes que
terminar casándome con esa lechuga de
campo con banda de escuela escocesa.
Escocésa tenía que ser y seguro que no
lleva ni falda. Mira, en eso tú le ganas.
Encendió la luz de la habitación con
el codo, cerró la puerta con un pequeño
golpe de tacón y dejó entonces que se
deslizara al suelo, sujetándola en el
último momento cuando las piernas
parecían no ser capaces de sostenerla.
—¿Sigues conmigo, caileag?
A juzgar por la manera en que se
sujetó de sus brazos, la respuesta era
afirmativa.
—Demonios, parece que después de
todo el infierno se ha congelado porque
ya hasta patino —se rio por lo bajo—.
Sigo aquí, sigo aquí. De hecho no tengo
intención de irme a ningún lado… ¡Dios,
una cama! ¡Por fin!
Recuperándose al instante, cruzó la
habitación y se dejó caer de espaldas en
la pequeña cama, entonces se giró de
lado, dejando que la tela del vestido
mostrase una generosa porción de la
parte superior de sus senos y sujetador.
—¿Y ahora a qué jugamos?
Jugar, sí. Le gustaba jugar y más aún
con ella. La noche estaba resultando ser
realmente interesante y caliente,
jodidamente caliente.
—Primero jugaremos a la búsqueda
del tesoro —le dijo señalando una
mesilla situada al lado de su cama—. Tú
te ocupas de los cajones y yo de la
maleta… En alguno de los dos lados
tiene que haber una maleta chica negra.
Se estiró con languidez sobre la
cama, una pequeña gatita despertándole
el deseo una vez más. Ella la atraía
como una sirena, cada movimiento, cada
caída de ojos, cada gesto de esos labios
hacían que fuera hacia ella. Se inclinó
sobre el colchón y reclamó una vez más
la dulce boca en un húmedo y
prometedor beso. Sí, le gustaba su
sabor, el de su boca y el de ese caliente
y mojado rincón secreto entre sus
piernas. Dios, que bien sabía, probarla
había despertado la necesidad de
poseerla completamente, de hundirse
entre esos muslos una y otra vez. Había
querido probar los hinchados pechos
que empujaban contra el vestido,
acariciar los duros pezones que
despuntaban con la lengua, succionarlos
profundamente en el interior de la boca
y hacer lo mismo con cada centímetro de
su piel. Y lo había hecho en cada
pequeña parada en el camino, gozó de
ella de forma furtiva, pero todavía no
era suficiente. La quería completamente
desnuda y sin poder escapar, a su
merced y al alcance de todas las
sensuales posibilidades que le daban
vueltas en la cabeza.
—Ay, creo que me estoy haciendo
pis.
El repentino comentario hizo que la
mirase y se echase a reír.
El conseguir subir a la habitación fue
de lo más accidentado, tuvo que cogerla
en brazos para poder llevarla arriba y ya
no hablar de intentar meter la llave en la
cerradura, había estado a punto de
dejarla caer al suelo para coger Ella la
llave y abrir la maldita puerta.
—No te rías —le soltó al tiempo que
se escurría bajo Ella y caía al suelo desde
el otro lado de la cama—. ¡Auch!
Enderezándose la miró por encima de
las sábanas.
—¿Estás bien?
Ella se frotó el trasero.
—Eso dejará un moratón.
Esbozó una irónica sonrisa y le
indicó con un gesto la puerta a su
izquierda.
—Mientras no dejes un charco sobre
la alfombra —le dijo con repentina
diversión—. Tienes el baño justo ahí.
Se revolvió en el suelo y se alejó
gateando unos pasos para luego ponerse
en pie.
—Dios, si no fuera porque sé que es
imposible que estemos en un barco, me
parecería que estoy navegando —se rio
ella mientras utilizaba los brazos para
mantener el equilibrio—. Bien, ya está.
Puedo caminar derecha.
Sacudió la cabeza y contempló como
el vestido le acariciaba el trasero, el
saber que no llevaba ropa interior hizo
que su polla latiera de lo más feliz.
—Quieta —regañó a aquella
parte de su anatomía—. Aquí tenemos
provisiones para la noche-- Por fin había encentrado lo que buscaba .
Sí. Ahora por fin podría desnudarla
por completo y ver su cuerpo desnudo,
tocar su piel sin la restricción de la
ropa. Si hasta ahora las cosas entre ellas
habían sido calientes, solo podía
imaginar lo mejor que serían cuando no
hubiese nada que pudiese detenerles.
Curvó los labios en una nueva
sonrisa. Si no estuviese tan borracha,
posiblemente se llevaría las manos a la
cabeza por la de barbaridades que había
cometido a lo largo de aquella extraña
noche, pero ahora el cerebro realmente le funcionaba
para lo que tenía entre las piernas y ese solo
quería irse a la cama con ella.
Santana no deseaba pensar en el mañana,
solo en el aquí y el ahora. No quería que
nada le estropease la mejor noche de su
vida, porque sin duda esta lo estaba
siendo. Locura tras locura, estaba
disfrutando de la vida como nunca antes
lo había hecho, el riesgo, lo prohibido,
todo era un aliciente para seguir
adelante sin pensar en nada más que en
cómo la hacía sentir ese escocés.
Ella era divertida, ocurrente y también
un poco mandóna. Bueno, quizá un
mucho, pero le hacía gracia ver qué cara
ponía cuando ella regateaba cada una de
sus entradas. No la menospreciaba, no la
trataba como si fuera porcelana, la
buscaba y esperaba que respondiese a Ella
con la misma fuerza que corría por sus
venas. Para esa extraña escocésa ella era
una compañera de juegos que estaba a la
altura y el saberlo le producía un
agradable cosquilleo en el estómago;
uno que nada tenía que ver con los litros
de whisky que le corrían por las venas.
Y por si eso no fuera suficiente, la mujer
era un pecado tanto vestida
como ahora, completamente desnuda.
Se lamió los labios y se preguntó no
por primera vez dónde diablos estaban
las mujeres como Ella. Poseía una buena
estatura acompañada de un cuerpo
grande y atlético, el pecho y
las piernas eran perfectas , así como servía de nido a la
deliciosa erección que exhibía en
aquellos momentos. De hombros anchos
y cintura estrecha, poseía una
musculatura tonificada, una figura de
alguien que se cuidaba pero sin llegar a
querer emular al muñeco de Michelin.
Todo en este espécimen que permanecía
ante ella con las piernas separadas y los
pies bien plantados en el suelo, era cien
por cien, producto natural.
—¿Te gusta lo que ves, caileag?
Y aquello era otra de las cosas que
adoraba en Ella. La forma en que
pronunciaba las palabras, con suavidad
y ese acento isleño que le provocaba
placenteros temblores a lo largo del
cuerpo. Si dejaba el inglés y se pasaba
al gaélico, entonces se convertiría en un
charco de Santana derretida a sus pies.
—Más de lo que debería —se las
ingenió para responder.
Lo recorrió sin pudor, disfrutando de
lo que veía, de lo que pronto sería
completamente suyo para disfrutar. La
risa profunda y sincera que emergió de
la garganta hizo que alzara la
mirada hasta encontrarse con la suya. Lo
vio recorrerla del mismo modo y
durante una décima de segundo casi
pudo sentir como si fuesen sus manos las
que se deslizaban sobre la piel.
—Bien, porque ahora es mi turno
para disfrutar de un espectáculo similar
—le aseguró al tiempo que le indicaba
con un dedo que dejase la cama y se
pusiera en pie—. Desnúdate para mí.
En circunstancias normales, aquella
invitación la lanzaría directamente a un
nudo de inseguridades y dudas, pero
bajo esa mirada todo lo que quería hacer
era obedecerle a la velocidad de la luz.
Sin embargo, se tomó su tiempo. No
era como si tuviese mucha ropa que
sacarse, puesto que la tanga a juego con
el sujetador que todavía conservaba
permanecía dentro del bolsito de cuero
que había llevado Ella alrededor de la
cintura.
Empezó desprendiendo los botones
del vestido uno por uno y sonrió al ver
como sus ojos se oscurecían y la rosada
lengua surgía de entre los labios
entreabiertos para acariciarlos un
momento antes de tragar. La forma en
que la respiración en su
garganta le pareció sumamente erótica,
deseo lamerla, como deseaba lamer
cada centímetro del cuerpo.
Siguió con la tarea hasta que el
último de los botones quedó abierto y
enseñó el sujetador de color rosa chicle
que le contenía los pechos. Podía sentir
los pezones duros empujando contra la
tela, lo sensibles que se habían vuelto
por las breves caricias compartidas que
eran promesa de otras mucho más
intensas. Deslizó los tirantes por los
brazos y arrastró el vestido más allá de
las caderas hasta que cayó en un charco
de tela a sus pies.
El sujetador le siguió rápidamente, un
pedazo de tela que acabó cruzando la
habitación como un extraño flamenco y
por fin quedó completamente desnuda, a
excepción de las sandalias, delante de
Ella.
—¿Y bien? ¿Te gusta lo que ves? —
preguntó con la garganta seca. Todo el
cuerpo le vibraba en sintonía con el de
Ella, la dura erección irguiéndose entre el
nido de vello oscuro atrajo su atención
como ninguna otra cosa y se encontró
con que la saliva volvía a inundarle la
boca ante la perspectiva de probarlo una
vez más.
—Sí, caileag, me gusta lo que veo —
la sacó de la momentánea ensoñación
con el profundo tono de sus palabras—.
Y mucho.
Una reluctante sonrisa le curvó los
labios mientras seguía observando el
cada vez más hinchado pene.
—Creo que te había prometida un
bis, ¿no? —murmuró relamiéndose de
anticipación.
Un rápido vistazo al rostro le dijo
todo lo que necesitaba saber. Ella
encontraba la idea tan apetecible como
ella misma. Tras acortar la distancia
entre ellas, deslizó las manos por el
duro pecho, delineó una de las oscuras
tetillas con la yema del dedo y siguió
bajando sin pudor alguno, disfrutando
del poder que ejercía en aquella mujer.
Pronto encontró lo que buscaba, curvó
los dedos alrededor de la dura y caliente
parte media y se permitió un momento para
recrearse en la textura y suavidad que
encontró a su paso. Poco a poco una perla blanquecina
rezumaba ya.
Se lamió los labios al tiempo que
creaba círculos sobre la cabeza con el
pulgar, extendiendo la humedad y
disfrutando de los pequeños espasmos
que sus caricias provocaban en Ella. El
inevitable estremecimiento de las
caderas, el brusco cambio en la
respiración e incluso un bajo siseo
acompañaron sus progresos.
—¿Bien hasta aquí? —murmuró
alzando la cabeza para encontrarse con
la mirada de absoluta lujuria que
contenían los ojos claros.
Ella gruñó. Fue el único sonido que
abandonó la garganta antes de que una
las manos le
acariciase el rostro con tal ternura que
la hizo estremecer.
—Tomaré eso como un sí —le guiñó
el ojo. Entonces volvió a bajar la
mirada sobre la palpitante exitacion , se
retiró el pelo detrás de la oreja y posó
la boca sobre la punta para depositar un
pequeño beso que sería el preludio de lo
que estaba por llegar.
Los dedos resbalaron por su longitud,
cerrándose alrededor de la hinchada
carne como una férrea presa que empezó
a subir y bajar con suavidad. La otra
mano incursionó más allá, acariciándole
los muslos para hacerse cargo después
hasta que la oyó
exhalar con brusquedad y sisear después
un colorido e incomprensible exabrupto.
—Eso ha sonado muy… escocés —
se rio con suavidad.
Sin darle tiempo a formar una
respuesta, bajó de nuevo sobre la
caliente exitacion y le rodeó los labios inferiores
con la lengua probando el sabor salobre
de la piel una vez más. El darle placer
de esa manera la encendía, podía sentir
su propio sexo hinchado y goteante, cada
pasada de la lengua, cada pequeño
estremecimiento que provocaba en Ella la
envalentonaba y la acicateaba a seguir
más allá y tomarlo todo de Ella. El saberlo
a su merced la hacía sentirse poderosa y
también humilde, no muchas mujeres
comprendían que una felación no era
tanto una fantasía como la
confianza y entrega de la posesión más
preciada de un hombre en manos y boca
de su amante. Alguien realmente
perversa podría hacer mucho daño en
aquella zona, tanto o más del placer que
podía causar.
Sonrió al recordar su anterior
amenaza, quizá utilizase los dientes solo
para ver si Ella se retiraba o confiaba en
ella. En cambio, lo que hizo fue
complacerse a sí misma y la llevó al
interior de la húmeda boca, acarició la
suave carne con la lengua al tiempo que
se retiraba solo para volver a bajar
sobre Ella y degustarlo como el más
sabroso de los caramelos.
Rodó entre sus dedos, arrastró las uñas con
suavidad y lo sintió estremecerse al
mismo tiempo que lo soltaba tras una
pequeña succión. Alternó las caricias de los dedos
con las de la lengua, jugó con Ella hasta
que notó como el sudor empezaba a
perlar su piel y le costaba respirar, la
lamió y los chupó para
finalmente volver a acogerle en la boca
y succionarlo hasta una profundidad en
la que se sintió cómoda.
Llegados a este punto, las caderas
se movían prácticamente
solas, entrando y saliendo de la húmeda
cavidad, penetrando en su interior en
busca de la liberación. Clavó los dedos
en las prietas nalgas, acercándole más a
ella, tomándole por completo y
aceptando su fuerza hasta que un espeso
chorro brotó y le bajó por la garganta
obligándola a tragar al tiempo que se
retiraba a una posición más cómoda.
Santana solo escuchó algunas palabras
sueltas, el zumbido que notaba en los
oídos no le permitía escuchar nada más.
Se sentía caliente, podía notar los jugos
resbalando del húmedo coño y
mojándole los muslos y maldita fuera si
no podía pensar en otra cosa que no
fuese Ella enterrado profundamente en su
interior follándola sin parar.
—Espero que hayas encontrado los
malditos juguetes, muchacha —
declaró utilizando el mismo apelativo
que Ella y lamiéndose de los labios los
restos de su trabajo oral—, porque
necesito que me cabalgues ya.
Ella la miró a través de los ojos
entrecerrados. Los labios ligeramente
entreabiertos intentaban recuperar el
aire que le había arrebatado, pero el
ardor que brillaba en las pupilas no
podía ser confundido con ninguna otra
cosa que la abierta necesidad masculina.
—¿Siempre eres… tan mandona? —
comentó con voz ronca. Se enderezó y
avanzó al mismo tiempo que ella
retrocedía hasta chocar con la cama—.
¿O es solo conmigo?
Se lamió los labios y alzó la barbilla.
—Tú sacas una parte de mí que no
había visto antes, así que… —se
encogió de hombros—, supongo que es
honor tuyo.
Los apetitosos labios se estiraron en
una apreciativa mueca, deslizó los ojos
sobre ella y se los lamió al echar un
vistazo a los hinchados pechos.
—Mira tú que bien —declaró al
tiempo que volvía a levantar la mirada
hacia ella—. Veamos si puedo extraer
entonces algo más.
____________________________________________________________________________
Que opinan no dire nada por favor dejen sus comentarios y imaginemos el resto
Los veo el domingo y ya todas las adaptaciones tasn actualizadas por si gustan pasar a leer
Brittany maniobró para pasar a través
del umbral de la habitación en la que
solía quedarse cada vez que tenía que
recalar en el pueblo costero, la música
del pub todavía se oía de fondo a pesar
de ser ya de madrugada. Santana no había
dejado de parlotear desde que
abandonaron el mirador para emprender
el camino de regreso, uno lleno de
varias paradas e interludios igual de
eróticos y morbosos. El más fresco en su
mente era el que acaban de tener en un
rincón del muelle, ocultos en la
oscuridad y contra la pared,
definitivamente aquella noche era para
olvidarla una vez terminara porque si
por la mañana recordase cada una de las
normas autoimpuestas que estaba
infringiendo, se abriría la cabeza Ella
solito a golpes.
—Y entonces ahí estaba yo,
mirándoles a ambas con ojos de besugo,
pensando en que se habían vuelto
completamente locos, sobre todo la
chalada de mi madre, porque con mi
padre aún puedes dialogar… —
parloteaba ella sin dejar de jugar con la
cinta que le colgaba de la muñeca—.
¿Qué fue lo último que les dije? Ah,
sí… Se congelaría el infierno antes que
terminar casándome con esa lechuga de
campo con banda de escuela escocesa.
Escocésa tenía que ser y seguro que no
lleva ni falda. Mira, en eso tú le ganas.
Encendió la luz de la habitación con
el codo, cerró la puerta con un pequeño
golpe de tacón y dejó entonces que se
deslizara al suelo, sujetándola en el
último momento cuando las piernas
parecían no ser capaces de sostenerla.
—¿Sigues conmigo, caileag?
A juzgar por la manera en que se
sujetó de sus brazos, la respuesta era
afirmativa.
—Demonios, parece que después de
todo el infierno se ha congelado porque
ya hasta patino —se rio por lo bajo—.
Sigo aquí, sigo aquí. De hecho no tengo
intención de irme a ningún lado… ¡Dios,
una cama! ¡Por fin!
Recuperándose al instante, cruzó la
habitación y se dejó caer de espaldas en
la pequeña cama, entonces se giró de
lado, dejando que la tela del vestido
mostrase una generosa porción de la
parte superior de sus senos y sujetador.
—¿Y ahora a qué jugamos?
Jugar, sí. Le gustaba jugar y más aún
con ella. La noche estaba resultando ser
realmente interesante y caliente,
jodidamente caliente.
—Primero jugaremos a la búsqueda
del tesoro —le dijo señalando una
mesilla situada al lado de su cama—. Tú
te ocupas de los cajones y yo de la
maleta… En alguno de los dos lados
tiene que haber una maleta chica negra.
Se estiró con languidez sobre la
cama, una pequeña gatita despertándole
el deseo una vez más. Ella la atraía
como una sirena, cada movimiento, cada
caída de ojos, cada gesto de esos labios
hacían que fuera hacia ella. Se inclinó
sobre el colchón y reclamó una vez más
la dulce boca en un húmedo y
prometedor beso. Sí, le gustaba su
sabor, el de su boca y el de ese caliente
y mojado rincón secreto entre sus
piernas. Dios, que bien sabía, probarla
había despertado la necesidad de
poseerla completamente, de hundirse
entre esos muslos una y otra vez. Había
querido probar los hinchados pechos
que empujaban contra el vestido,
acariciar los duros pezones que
despuntaban con la lengua, succionarlos
profundamente en el interior de la boca
y hacer lo mismo con cada centímetro de
su piel. Y lo había hecho en cada
pequeña parada en el camino, gozó de
ella de forma furtiva, pero todavía no
era suficiente. La quería completamente
desnuda y sin poder escapar, a su
merced y al alcance de todas las
sensuales posibilidades que le daban
vueltas en la cabeza.
—Ay, creo que me estoy haciendo
pis.
El repentino comentario hizo que la
mirase y se echase a reír.
El conseguir subir a la habitación fue
de lo más accidentado, tuvo que cogerla
en brazos para poder llevarla arriba y ya
no hablar de intentar meter la llave en la
cerradura, había estado a punto de
dejarla caer al suelo para coger Ella la
llave y abrir la maldita puerta.
—No te rías —le soltó al tiempo que
se escurría bajo Ella y caía al suelo desde
el otro lado de la cama—. ¡Auch!
Enderezándose la miró por encima de
las sábanas.
—¿Estás bien?
Ella se frotó el trasero.
—Eso dejará un moratón.
Esbozó una irónica sonrisa y le
indicó con un gesto la puerta a su
izquierda.
—Mientras no dejes un charco sobre
la alfombra —le dijo con repentina
diversión—. Tienes el baño justo ahí.
Se revolvió en el suelo y se alejó
gateando unos pasos para luego ponerse
en pie.
—Dios, si no fuera porque sé que es
imposible que estemos en un barco, me
parecería que estoy navegando —se rio
ella mientras utilizaba los brazos para
mantener el equilibrio—. Bien, ya está.
Puedo caminar derecha.
Sacudió la cabeza y contempló como
el vestido le acariciaba el trasero, el
saber que no llevaba ropa interior hizo
que su polla latiera de lo más feliz.
—Quieta —regañó a aquella
parte de su anatomía—. Aquí tenemos
provisiones para la noche-- Por fin había encentrado lo que buscaba .
Sí. Ahora por fin podría desnudarla
por completo y ver su cuerpo desnudo,
tocar su piel sin la restricción de la
ropa. Si hasta ahora las cosas entre ellas
habían sido calientes, solo podía
imaginar lo mejor que serían cuando no
hubiese nada que pudiese detenerles.
Curvó los labios en una nueva
sonrisa. Si no estuviese tan borracha,
posiblemente se llevaría las manos a la
cabeza por la de barbaridades que había
cometido a lo largo de aquella extraña
noche, pero ahora el cerebro realmente le funcionaba
para lo que tenía entre las piernas y ese solo
quería irse a la cama con ella.
Santana no deseaba pensar en el mañana,
solo en el aquí y el ahora. No quería que
nada le estropease la mejor noche de su
vida, porque sin duda esta lo estaba
siendo. Locura tras locura, estaba
disfrutando de la vida como nunca antes
lo había hecho, el riesgo, lo prohibido,
todo era un aliciente para seguir
adelante sin pensar en nada más que en
cómo la hacía sentir ese escocés.
Ella era divertida, ocurrente y también
un poco mandóna. Bueno, quizá un
mucho, pero le hacía gracia ver qué cara
ponía cuando ella regateaba cada una de
sus entradas. No la menospreciaba, no la
trataba como si fuera porcelana, la
buscaba y esperaba que respondiese a Ella
con la misma fuerza que corría por sus
venas. Para esa extraña escocésa ella era
una compañera de juegos que estaba a la
altura y el saberlo le producía un
agradable cosquilleo en el estómago;
uno que nada tenía que ver con los litros
de whisky que le corrían por las venas.
Y por si eso no fuera suficiente, la mujer
era un pecado tanto vestida
como ahora, completamente desnuda.
Se lamió los labios y se preguntó no
por primera vez dónde diablos estaban
las mujeres como Ella. Poseía una buena
estatura acompañada de un cuerpo
grande y atlético, el pecho y
las piernas eran perfectas , así como servía de nido a la
deliciosa erección que exhibía en
aquellos momentos. De hombros anchos
y cintura estrecha, poseía una
musculatura tonificada, una figura de
alguien que se cuidaba pero sin llegar a
querer emular al muñeco de Michelin.
Todo en este espécimen que permanecía
ante ella con las piernas separadas y los
pies bien plantados en el suelo, era cien
por cien, producto natural.
—¿Te gusta lo que ves, caileag?
Y aquello era otra de las cosas que
adoraba en Ella. La forma en que
pronunciaba las palabras, con suavidad
y ese acento isleño que le provocaba
placenteros temblores a lo largo del
cuerpo. Si dejaba el inglés y se pasaba
al gaélico, entonces se convertiría en un
charco de Santana derretida a sus pies.
—Más de lo que debería —se las
ingenió para responder.
Lo recorrió sin pudor, disfrutando de
lo que veía, de lo que pronto sería
completamente suyo para disfrutar. La
risa profunda y sincera que emergió de
la garganta hizo que alzara la
mirada hasta encontrarse con la suya. Lo
vio recorrerla del mismo modo y
durante una décima de segundo casi
pudo sentir como si fuesen sus manos las
que se deslizaban sobre la piel.
—Bien, porque ahora es mi turno
para disfrutar de un espectáculo similar
—le aseguró al tiempo que le indicaba
con un dedo que dejase la cama y se
pusiera en pie—. Desnúdate para mí.
En circunstancias normales, aquella
invitación la lanzaría directamente a un
nudo de inseguridades y dudas, pero
bajo esa mirada todo lo que quería hacer
era obedecerle a la velocidad de la luz.
Sin embargo, se tomó su tiempo. No
era como si tuviese mucha ropa que
sacarse, puesto que la tanga a juego con
el sujetador que todavía conservaba
permanecía dentro del bolsito de cuero
que había llevado Ella alrededor de la
cintura.
Empezó desprendiendo los botones
del vestido uno por uno y sonrió al ver
como sus ojos se oscurecían y la rosada
lengua surgía de entre los labios
entreabiertos para acariciarlos un
momento antes de tragar. La forma en
que la respiración en su
garganta le pareció sumamente erótica,
deseo lamerla, como deseaba lamer
cada centímetro del cuerpo.
Siguió con la tarea hasta que el
último de los botones quedó abierto y
enseñó el sujetador de color rosa chicle
que le contenía los pechos. Podía sentir
los pezones duros empujando contra la
tela, lo sensibles que se habían vuelto
por las breves caricias compartidas que
eran promesa de otras mucho más
intensas. Deslizó los tirantes por los
brazos y arrastró el vestido más allá de
las caderas hasta que cayó en un charco
de tela a sus pies.
El sujetador le siguió rápidamente, un
pedazo de tela que acabó cruzando la
habitación como un extraño flamenco y
por fin quedó completamente desnuda, a
excepción de las sandalias, delante de
Ella.
—¿Y bien? ¿Te gusta lo que ves? —
preguntó con la garganta seca. Todo el
cuerpo le vibraba en sintonía con el de
Ella, la dura erección irguiéndose entre el
nido de vello oscuro atrajo su atención
como ninguna otra cosa y se encontró
con que la saliva volvía a inundarle la
boca ante la perspectiva de probarlo una
vez más.
—Sí, caileag, me gusta lo que veo —
la sacó de la momentánea ensoñación
con el profundo tono de sus palabras—.
Y mucho.
Una reluctante sonrisa le curvó los
labios mientras seguía observando el
cada vez más hinchado pene.
—Creo que te había prometida un
bis, ¿no? —murmuró relamiéndose de
anticipación.
Un rápido vistazo al rostro le dijo
todo lo que necesitaba saber. Ella
encontraba la idea tan apetecible como
ella misma. Tras acortar la distancia
entre ellas, deslizó las manos por el
duro pecho, delineó una de las oscuras
tetillas con la yema del dedo y siguió
bajando sin pudor alguno, disfrutando
del poder que ejercía en aquella mujer.
Pronto encontró lo que buscaba, curvó
los dedos alrededor de la dura y caliente
parte media y se permitió un momento para
recrearse en la textura y suavidad que
encontró a su paso. Poco a poco una perla blanquecina
rezumaba ya.
Se lamió los labios al tiempo que
creaba círculos sobre la cabeza con el
pulgar, extendiendo la humedad y
disfrutando de los pequeños espasmos
que sus caricias provocaban en Ella. El
inevitable estremecimiento de las
caderas, el brusco cambio en la
respiración e incluso un bajo siseo
acompañaron sus progresos.
—¿Bien hasta aquí? —murmuró
alzando la cabeza para encontrarse con
la mirada de absoluta lujuria que
contenían los ojos claros.
Ella gruñó. Fue el único sonido que
abandonó la garganta antes de que una
las manos le
acariciase el rostro con tal ternura que
la hizo estremecer.
—Tomaré eso como un sí —le guiñó
el ojo. Entonces volvió a bajar la
mirada sobre la palpitante exitacion , se
retiró el pelo detrás de la oreja y posó
la boca sobre la punta para depositar un
pequeño beso que sería el preludio de lo
que estaba por llegar.
Los dedos resbalaron por su longitud,
cerrándose alrededor de la hinchada
carne como una férrea presa que empezó
a subir y bajar con suavidad. La otra
mano incursionó más allá, acariciándole
los muslos para hacerse cargo después
hasta que la oyó
exhalar con brusquedad y sisear después
un colorido e incomprensible exabrupto.
—Eso ha sonado muy… escocés —
se rio con suavidad.
Sin darle tiempo a formar una
respuesta, bajó de nuevo sobre la
caliente exitacion y le rodeó los labios inferiores
con la lengua probando el sabor salobre
de la piel una vez más. El darle placer
de esa manera la encendía, podía sentir
su propio sexo hinchado y goteante, cada
pasada de la lengua, cada pequeño
estremecimiento que provocaba en Ella la
envalentonaba y la acicateaba a seguir
más allá y tomarlo todo de Ella. El saberlo
a su merced la hacía sentirse poderosa y
también humilde, no muchas mujeres
comprendían que una felación no era
tanto una fantasía como la
confianza y entrega de la posesión más
preciada de un hombre en manos y boca
de su amante. Alguien realmente
perversa podría hacer mucho daño en
aquella zona, tanto o más del placer que
podía causar.
Sonrió al recordar su anterior
amenaza, quizá utilizase los dientes solo
para ver si Ella se retiraba o confiaba en
ella. En cambio, lo que hizo fue
complacerse a sí misma y la llevó al
interior de la húmeda boca, acarició la
suave carne con la lengua al tiempo que
se retiraba solo para volver a bajar
sobre Ella y degustarlo como el más
sabroso de los caramelos.
Rodó entre sus dedos, arrastró las uñas con
suavidad y lo sintió estremecerse al
mismo tiempo que lo soltaba tras una
pequeña succión. Alternó las caricias de los dedos
con las de la lengua, jugó con Ella hasta
que notó como el sudor empezaba a
perlar su piel y le costaba respirar, la
lamió y los chupó para
finalmente volver a acogerle en la boca
y succionarlo hasta una profundidad en
la que se sintió cómoda.
Llegados a este punto, las caderas
se movían prácticamente
solas, entrando y saliendo de la húmeda
cavidad, penetrando en su interior en
busca de la liberación. Clavó los dedos
en las prietas nalgas, acercándole más a
ella, tomándole por completo y
aceptando su fuerza hasta que un espeso
chorro brotó y le bajó por la garganta
obligándola a tragar al tiempo que se
retiraba a una posición más cómoda.
Santana solo escuchó algunas palabras
sueltas, el zumbido que notaba en los
oídos no le permitía escuchar nada más.
Se sentía caliente, podía notar los jugos
resbalando del húmedo coño y
mojándole los muslos y maldita fuera si
no podía pensar en otra cosa que no
fuese Ella enterrado profundamente en su
interior follándola sin parar.
—Espero que hayas encontrado los
malditos juguetes, muchacha —
declaró utilizando el mismo apelativo
que Ella y lamiéndose de los labios los
restos de su trabajo oral—, porque
necesito que me cabalgues ya.
Ella la miró a través de los ojos
entrecerrados. Los labios ligeramente
entreabiertos intentaban recuperar el
aire que le había arrebatado, pero el
ardor que brillaba en las pupilas no
podía ser confundido con ninguna otra
cosa que la abierta necesidad masculina.
—¿Siempre eres… tan mandona? —
comentó con voz ronca. Se enderezó y
avanzó al mismo tiempo que ella
retrocedía hasta chocar con la cama—.
¿O es solo conmigo?
Se lamió los labios y alzó la barbilla.
—Tú sacas una parte de mí que no
había visto antes, así que… —se
encogió de hombros—, supongo que es
honor tuyo.
Los apetitosos labios se estiraron en
una apreciativa mueca, deslizó los ojos
sobre ella y se los lamió al echar un
vistazo a los hinchados pechos.
—Mira tú que bien —declaró al
tiempo que volvía a levantar la mirada
hacia ella—. Veamos si puedo extraer
entonces algo más.
____________________________________________________________________________
Que opinan no dire nada por favor dejen sus comentarios y imaginemos el resto
Los veo el domingo y ya todas las adaptaciones tasn actualizadas por si gustan pasar a leer
Última edición por awong_snix el Vie Jun 27, 2014 11:38 pm, editado 1 vez
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
holap,...
me gusto,....
wanky!!!!
la pasan super bien jajajaaj,...
quiero ver con quien se va a casar san!!!???
nos vemos
me gusto,....
wanky!!!!
la pasan super bien jajajaaj,...
quiero ver con quien se va a casar san!!!???
nos vemos
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
3:) escribió:holap,...
me gusto,....
wanky!!!!
la pasan super bien jajajaaj,...
quiero ver con quien se va a casar san!!!???
nos vemos
Oye disculpa, la vercion que subi no es la que debia ser esa no estaba bien ya la corregí disculpa voy a revisar el resto de los capítulos pero el 5 si gustas ya esta corregido
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 6
Brittany abrió el bolsillo exterior de la maleta bajo su atenta mirada y extrajo de su interior un juguete en forma de pene que no tardó en lanzar sobre la cama. La recorrió con la mirada y se sorprendió al sentir como la excitación volvía a endurecerla a pesar de la fantásticas obra que ella le acababa de practicar. Jesús, esa mujer era como una maldita bruja que la ponía caliente en pocos segundos y maldita fuera si le importaba.
Se tomó un momento para recrearse en las lujuriosas curvas que formaban el cuerpo femenino, el verla con las sandalias todavía puestas la encendió aún más. Nunca se consideró una mujer de fetiches, pero esas sandalias podían empezar una nueva lista. Tenía los pechos hinchados, los pezones rosados y prietos se erguían totalmente erectos pidiendo a gritos su lengua y esperaba complacerlos y complacerse muy pronto. Su piel era suave, blanca, rota solamente por algunas pequeñas marcas en las caderas y en el bajo vientre que no afeaban en absoluto la belleza de aquella mujer.
Ella era de caderas anchas, piernas largas y torneadas, perfectas para rodearle cuando se sepultara profundamente en su interior y la cabalgara sin descanso. Esperaba que la habitación tuviese paredes lo suficiente gruesas como para que el concierto que estaban a punto de inaugurar no molestara a los vecinos.
Se pasó la lengua por los labios y señaló con un gesto de la barbilla el objeto que había dejado sobre la cama.
—¿Quieres hacer los honores?
La pregunta iba enmascarada con una orden simple, directa, que no admitía ninguna otra respuesta que la obediencia. Quería sentir de nuevo sus manos sobre Ella, despertándole de nuevo hasta ponerla totalmente exitada; ella no le decepcionó.
—Ya que lo pides tan amablemente—le contestó con obvia ironía.
Contuvo la respiración al sentir los delgados dedos acariciándole una vez más. No necesitó mucho para endurecerse de nuevo, las suaves y tiernas caricias que ella le dedicaba la dejaban temblorosa y dura como una maldita roca. Sí, ella era una bendita bruja.
El delgado material se deslizó con facilidad e a su alrededor, estirándose bajo los dedos femeninos hasta quedar perfectamente colocado.
—Y eso, caileag, es una de las cosas más sexy que puedes hacerle a una mujer —le dijo sin dejar de mirarla—. Para mí lo es, al menos.
Le sonrió y fue una sonrisa auténtica, no había nada falso en aquella mujer. Su forma de hablar directa y sin tapujos, la risa contagiosa que a menudo emergía de su garganta, la manera tan sensual en la que caminaba… todo en ella le gustaba y eso era muy peligroso.
Demasiado peligroso. Descendió una vez más sobre su cuerpo, relamiéndose interiormente ante la posibilidad de probar cada uno de los centímetros de aquella sedosa piel y preguntándose por dónde comenzar.
—¿Y qué otras cosas encuentras… sexy? —le preguntó ella con sensual coquetería.
Sus ojos tomaron la decisión por sí solos al posarse sobre los llenos pechos. Las manos siguieron el mismo camino y se amoldaron a los suaves y blandos montículos sopesándolos y delineando con el dedo cada aureola que se frunció bajo su contacto. Los pezones se endurecieron todavía más y la boca se le hizo agua.
—Sin duda, esto es otra de las cosas que encuentro arrebatadoramente sexy en ti —aseguró al tiempo que la arrastraba con Ella hacia la cama y la hacía montarse en sus muslos quedando íntimamente ligada a su “erección” pero sin iniciar todavía la penetración que tanto deseaba—. Me muero por probar esas dos preciosidades, no he pensado en otra cosa en toda la noche.
Y fiel a su palabra, la inclinó hacia atrás, manteniéndola sujeta con un brazo alrededor de la cintura y bajó la boca sobre uno de los duros brotes.
Le lamió el pezón con la lengua, un par de ligeros toques aquí y allá antes de cerrar los labios alrededor y succionarla hacia la humedad de su boca; ella se retorció en su regazo frotando su erección en el proceso. Los curiosos y juguetones dedos se ocuparon entonces del otro pezón, haciéndolo rodar entre el índice y el pulgar mientras se amamantaba de su pecho. Ella gimió. Los suaves sonidos que escapaban de entre los hinchados labios aumentaban su propio placer, añadiendo combustible al ardor que ya le corría por las venas. La deseaba, lisa y llanamente, no trataba de engañarse pensando que su necesidad de ella tenía que ver por la desinhibición creada por el whisky, aunque muy bien podía ayudar. Pero había algo en Santana que simplemente le atraía como un imán y tenía que sacárselo como fuese de encima, pues encapricharse de una completa desconocida como ella podía causarle muchos problemas.
Abandonó su pecho solo para prestarle la misma atención al otro, sus manos se movieron ahora solas sobre la voluptuosa cadera y la instó a levantarse lo justo para poder conducirse a sí mismo a la húmeda entrada de su sexo.
—Enséñame qué tal se te da montar, caileag —le dijo penetrándola profundamente sin dejar por ello los sensibilizados pezones—. Sí… dios… eres perfecta.
Ella gimió, abriéndose para Ella, las manos que hasta ahora habían estado descansando en sus brazos se alzaron hasta resbalar sobre los hombros y cruzarse tras el cuello. Se deslizó un poco más hacia atrás en la cama, permitiéndole de esa manera apoyar las rodillas sobre el colchón y controlar la profundidad de su unión. Quería sentirla rebotando sobre Ella, el húmedo y caliente sexo apretándose a su alrededor mientras subía y bajaba sobre el duro pene. Deseaba que lo follase, que exprimiese hasta la última gota de placer de su cuerpo, porque una vez que lo hiciera, Ella iba a encargarse de hacer lo mismo durante el resto de la noche.
— C a b á l g a m e , Santana —pidió pronunciando el nombre que ella le había dado. No quería llamarla “muchacha” como había estado haciendo, necesitaba utilizar su nombre, darle cierta identidad para que aquella noche no terminase desvaneciéndose como tantas otras y confundiéndose con muchas otras—. Apriétame en tu interior y móntame, nena. Hazlo.
Un nuevo gemido escapó de los labios femeninos cuando bajó la boca de nuevo sobre el abandonado pezón y volvió a prestarle toda su atención. Las manos, cerradas ahora a ambos lados de la voluptuosa curva de la cadera la instaron a alzarse hasta casi salirse de ella para luego descender de nuevo acogiéndole en su interior. Las sensaciones eran indescriptibles, ese dulce coñito se cerraba a su alrededor como la mejor de las fundas, sus caderas se unieron al movimiento aumentando la presión cada vez que se encontraban, marcando el ritmo que ella siguió con la más dulce de las entregas.
La necesidad de clavarse en ella era tan desgarradora que terminó clavándole los dedos en la tierna carne arrancándole un pequeño quejido, el sonido de fricción y de la carne húmeda chocando con la carne húmeda se unieron al rechinar de la cama y sus propios jadeos.
—Jesús, la maldita cama hace más ruido que nosotras dos juntas —se rio por lo bajo.
Sin previo aviso se levantó con ella en brazos, la sujetó mientras ella cruzaba las piernas sobre su trasero y la apuntaló contra la pared para reclamarle la boca en un fiero beso y hacerse cargo de las penetraciones.
—Oh, dios —jadeó ella rompiendo el beso durante un breve instante—. No pares… por lo que más quieras, no pares...
No pudo evitar sonreír ante la súplica en la voz femenina.
—No pensaba hacerlo. No, ni loca. Por el contrario, aumentó la velocidad y continuó penetrándola con desenfreno, ahogando sus jadeos y los propios en interminables besos que les robaban el aire. Sus senos rebotaban contra los suyos, acariciándole y enloqueciéndole a Ella tanto como a Santana el acto se había convertido en una carrera de fondo a la que se esforzaba por llegar y de la que disfrutaba a cada paso del camino.
—Más, más fuerte —le susurró ella.
Sus miradas se encontraron, sosteniéndose mutuamente mientras se daban mutuo placer—. No pares, solo… no pares.
Volvió a besarla y le dio lo que pedía, podía sentir ya como el orgasmo iba creciendo en su interior, le dolían se sentía tan pesadas que iba a estallar de un momento a otro y pensaba llevársela con Ella sí o sí.
—Oh, sí, así… dios, sí… —el desenfreno con el que se entregaba, la generosidad con la que ofrecía su cuerpo la volvía loca—, oh dios mío… oh, señor… ¡Bri!
Oírla gritar su nombre mientras se corría, el diminutivo que solo les permitía utilizar a su familia y amigos más cercanos la catapultó a Ella mismo hacia un explosivo orgasmo.
—No me sueltes —creyó escucharla musitar entre jadeos mientras se apretaba aún más contra Ella y enterraba el rostro contra su cuello—. Hagas lo que hagas, no me sueltes.
No lo haría, no pensaba soltarla hasta el alba y ya vería entonces, si la borrachera no lo había dejado en coma profundo, si entonces se decidía a dejar ir al premio que había llamado a su puerta aquella misma noche.
___________________________________________________________________________
Podria resultar mas exitante, morboso, sexy, fantasioso etc. este acapitulo o soy yo que opinan ustedes
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 7
Santana cerró los ojos con fuerza y gimió, cada pequeño movimiento hacía que le estallase la cabeza y su estómago parecía dispuesta a rebelarse de un momento a otro. La despiadada luz que incidía sobre ella la estaba matando, no había otra manera de describir el malestar que la recorría y del que intentaba alejarse.
Se movió unos centímetros y obtuvo el primer redoble de tambor que le atravesó las sienes de lado a lado; los espasmos de su estómago se convirtieron en una amenaza más seria.
Se llevó la mano a la boca en un intento por contener las arcadas mientras luchaba por desenredarse de las sábanas y abandonar la cama solo para darse cuenta de que… ¡estaba desnuda!
No sabía cuanta palidez podía soportar su piel, pero intuía que en aquellos momentos debía estar interesada en hacerle competencia a la jodida nieve. Ni pijama, ni ropa interior, estaba en pelota picada y no tenía la jodida idea del porqué.
Arrancó con desesperación la sábana de la cama, cayendo sobre el colchón una vez más entre gemidos cuando la cabeza amenazó con enviarla sin billete de vuelta al olvido. Le llevó varias profundas respiraciones aquietar el estómago lo suficiente para no acabar vomitando allí mismo y ponerse una vez más en pie. Durante un interminable segundo acudió a su mente la absurda idea de que ahora sabía cómo se sentía un vampiro encarando la luz del día.
Emitió un pequeño gemido al tiempo que luchaba para abrir una vez más los ojos, la desorientación que la acompañaba por las mañanas creció hasta cuotas inimaginables cuando se encontró en medio de una improvisada cama en el suelo. El colchón —que debía pertenecer al somier ahora vacío contra una pared—, ocupaba un espacio privilegiado junto a la ventana, una solitaria mesilla de noche junto con un pequeño armario y otra puerta abierta a la izquierda era todo el mobiliario que permanecía a la vista en aquella habitación extraña.
El estómago volvió a rebelarse recordándole que necesitaba utilizar el baño inmediatamente, con piernas temblorosas atravesó el cuarto rogando no pisar la sábana y que la puerta entreabierta fuese la respuesta a sus oraciones pues de lo contrario acabaría por vaciar el contenido de su estupidez allí mismo.
La cabeza no dejó de latirle ni siquiera después de haber vaciado todo el contenido de su estómago. Le dolía el pecho por el esfuerzo de vomitar y sentía el cuerpo como si le hubiese pasado un tráiler repetidas veces por encima. Aunque el cómo el tráiler había causado la incomodidad que notaba entre las piernas, se le escapaba.
Se lavó los dientes con un cepillo nuevo que sacó del dispensador del baño y se aseó con rapidez deseando que una buena ducha despejara en algo los conocidos efectos de uno de los episodios de su vida que se había prometido no repetir jamás.
Tras haberse emborrachado por primera vez cuando tenía dieciocho en la boda de una amiga, juró no volver a beber. El bochornoso descubrimiento de que no podía tolerar el alcohol había llegado acompañado del vídeo de la boda en el que se la veía bailando encima de la mesa, con el vestido hasta la cintura mostrando el liguero color champán que había decidido estrenar entonces. Aquello no habría sido tan malo si no hubiese tres hombres a su alrededor metiéndole billetes en las medias y el tanga.
¿En qué mierda estaba pensando para volver a emborracharse?
Como un relámpago, la respuesta llegó a su mente en forma de retazos y conversaciones. La mañana anterior — porque esperaba que todo lo que hubiese pasado fuera un día—, había tenido un encontronazo con sus progenitores.
Había dejado a Dani para acudir a su Escocia natal y enfrentarse a la última ida de olla de su madre; un matrimonio concertado con una mujer cuya existencia le era desconocida.
Sí, aquello era suficiente como para incitarla a beber.
Se pasó la mano por el pelo húmedo y ciñó más la toalla al pecho antes de dar media vuelta y regresar al dormitorio. La cabeza le latía sin parar, pero era un precio muy pequeño a pagar por salir de allí antes de quien quiera que fuera el dueño de la habitación regresase. Tras un rápido examen ahora más exhaustivo encontró su ropa tirada en la habitación, se colocó rápidamente el sujetador, el vestido, las malditas sandalias y gruñó frustrada cuando cinco minutos después comprendió que iba a tener que largarse de allí sin bragas. El diminuto bolso que nunca utilizaba estaba sobre la mesilla de noche al lado de un par de pastillas, un vaso de agua y una nota manuscrita:
“Tómatelas, son para la resaca. Quédate en la cama hasta que regrese. Tenemos que hablar con urgencia. Volveré lo antes posible.
Brit”.
Santana parpadeó varias veces esperando a que las palabras se disolvieran de un momento a otro, pero no lo hacían, como tampoco se desvanecía la cinta de tartán que rodeaba la nota y que por algún extraño motivo hizo que su estómago volviese a rebelarse y tuviese que volver corriendo al baño.
—No, no, no, no —musitó como si se tratase de una letanía después de haberse limpiado una vez más la boca.
El rostro mortalmente pálido que veía a través del espejo lo reconoció como el suyo, lo sabía con tanta seguridad como que la noche anterior no solo se había emborrachado.
Oh, no, había hecho algo mucho peor. Aquello palidecía en comparación a lo del vídeo de la boda de su amiga, y el no poder recordar en totalidad lo ocurrido bajo los efectos del alcohol, no hacían más que aumentar su ansiedad.
Con un arranque de absoluto y aterrado miedo, salió como alma que llevaba el diablo del baño, atravesó el dormitorio y huyó por la puerta sin echar un solo vistazo atrás.
Se había despertado en la cama equivocada.
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La creuda verdad, la cruda realidad o que creen que sea diganme ustedes
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
EPÍLOGO
Brittany volvió cogió la nota que le había dejado aquella mañana y echó un nuevo vistazo a la habitación. El colchón seguía en el suelo, allí dónde lo habían arrastrado la noche anterior ante el ruido que hacía la cama. El vestido, el bolso y cada una de las cosas que pertenecían a su amante de una noche habían desaparecido, tan solo el tanga que todavía conservaba en el sporran y la cinta de tartán a la que ahora daba vueltas entre los dedos probaba que ella existía.
Bajó la mirada y leyó una vez más la nota:
“Tómatelas, son para la resaca. Quédate en la cama hasta que regrese. Tenemos que hablar con urgencia. Volveré lo antes posible.
Britt”.
Siseó en voz baja y arrugó el papel en el puño para mirar de nuevo la cinta de tartán enrollada entre los dedos, la prueba fehaciente de que anoche había cometido la mayor estupidez de todas.
—De acuerdo, esposa, si quieres jugar, jugaremos —declaró en voz baja y cada vez más cabreada.
Sí, estaba cabreada. Muy cabreada, pero consigo misma. La noche anterior había batido todos sus récords de estupidez. Se había emborrachado hasta perder la noción de la realidad, había follado toda la jodida noche con una extraña a la que conoció en el pub y se casó con ella, con dos jodidos pescadores por testigo ante la jodida iglesia libre de Escocia, por el rito de la unión de manos.
Y ahora era una mujer casada, con una prometida que no conocía y una esposa a la fuga.
____________________________________________________________________________
Hasta a qui terminamos el libro uno como dije es corto pero en la siguiente comenzaremos con el libro 2 y veremos las consecuencias d una noche loca
Que opinaron de este primer libro dejen sus comentarios
Brittany volvió cogió la nota que le había dejado aquella mañana y echó un nuevo vistazo a la habitación. El colchón seguía en el suelo, allí dónde lo habían arrastrado la noche anterior ante el ruido que hacía la cama. El vestido, el bolso y cada una de las cosas que pertenecían a su amante de una noche habían desaparecido, tan solo el tanga que todavía conservaba en el sporran y la cinta de tartán a la que ahora daba vueltas entre los dedos probaba que ella existía.
Bajó la mirada y leyó una vez más la nota:
“Tómatelas, son para la resaca. Quédate en la cama hasta que regrese. Tenemos que hablar con urgencia. Volveré lo antes posible.
Britt”.
Siseó en voz baja y arrugó el papel en el puño para mirar de nuevo la cinta de tartán enrollada entre los dedos, la prueba fehaciente de que anoche había cometido la mayor estupidez de todas.
—De acuerdo, esposa, si quieres jugar, jugaremos —declaró en voz baja y cada vez más cabreada.
Sí, estaba cabreada. Muy cabreada, pero consigo misma. La noche anterior había batido todos sus récords de estupidez. Se había emborrachado hasta perder la noción de la realidad, había follado toda la jodida noche con una extraña a la que conoció en el pub y se casó con ella, con dos jodidos pescadores por testigo ante la jodida iglesia libre de Escocia, por el rito de la unión de manos.
Y ahora era una mujer casada, con una prometida que no conocía y una esposa a la fuga.
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Hasta a qui terminamos el libro uno como dije es corto pero en la siguiente comenzaremos con el libro 2 y veremos las consecuencias d una noche loca
Que opinaron de este primer libro dejen sus comentarios
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
holap.....
esta genial!!!
el primer libro estuvo genial,... san y su noche loca,..!!! todo trae consecuencias tomar mucho alcohol!! jajajaja
a ver como le va entre a ver dejado a su novia,.. para ver su prometida y terminar casado,.. va a estar genial ajajja
nos vemos!!!
esta genial!!!
el primer libro estuvo genial,... san y su noche loca,..!!! todo trae consecuencias tomar mucho alcohol!! jajajaja
a ver como le va entre a ver dejado a su novia,.. para ver su prometida y terminar casado,.. va a estar genial ajajja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
3:) escribió:holap.....
esta genial!!!
el primer libro estuvo genial,... san y su noche loca,..!!! todo trae consecuencias tomar mucho alcohol!! jajajaja
a ver como le va entre a ver dejado a su novia,.. para ver su prometida y terminar casado,.. va a estar genial ajajja
nos vemos!!!
Ya veremos que es lo loco y desquisiado que salio la noche pero sera muy interesante creeme
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
preparate cuando te encuentren santana!!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Agh! Esos momentos en los que no recuerdas nada es terrible :$ & si te dejan una nota como esa posiblemente cualquiera saldria huyendo xD
Espero que continues pronto :)
Espero que continues pronto :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
micky morales escribió:preparate cuando te encuentren santana!!!!!!!
Si que se prepare al igual que tu que veras que se pone mejor jajaja por cierto ya estoy actualizando
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Elita escribió:Agh! Esos momentos en los que no recuerdas nada es terrible :$ & si te dejan una nota como esa posiblemente cualquiera saldria huyendo xD
Espero que continues pronto :)
Como prometí ya es miércoles y estoy actualizando asi que ya continuo y oye al menos una nota de pro que no estas ahi, no que sale corriendo después de una buena noche jaja
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
ENTRE SABANAS
Aquella locura solo podría terminar en …
Brazos del Deseo
Brazos del Deseo
ARGUMENTO
Brittany había cometido estupideces a lo largo de su vida, pero ninguna tan colosal como la de una semana atrás en Portree. Una noche de whisky y desenfreno con una voluptuosa mujer la había llevado a encontrarse casada… con su propia prometida. Lo que comenzó como una inesperada sorpresa estaba a punto de convertirse en el más delirante de los placeres.
Santana solo quería que la tierra se abriese a sus pies y se la tragase. Por si ella encontrarse comprometida con una mujer de la que nada sabía por obra y maquinación de su madre no fuera suficiente, la decisión de visitar Dunvegan Castle para romper su compromiso de una vez por todas la llevaría a descubrir lo enredado que puede llegar a ser el destino.
El más inesperado de los encuentros podría conducirlos a ambos en brazos del deseo.
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
PRÓLOGO
Brittany frunció el ceño mientras miraba la puerta cerrada de la pequeña iglesia próxima al puerto, había empujado la madera un par de veces pero seguía sin ceder.
—Está cerrada. Un breve aplauso llegó desde su espalda.
—Premio de la noche a la elocuencia femenina —declaró Santana con una mueca —. Incluso yo, borracha como una cuba… ay leches, que se me cruzan las piernas… ahora, ya. Bien… ¿Qué estaba diciendo? Ah, sí… que son más de las cuatro de la mañana, si estuviese abierta daría miedo.
La vio considerar sus últimas palabras.
—Una boda zombie… o vampírica… una boda vampírica escocesa —se echó a reír ante lo absurdo de las palabras—. Eso da para una nueva serie de televisión canadiense.
Entrecerró los ojos sobre ella. —¿Por qué canadiense?
Ella lo miró como si fuese idiota, y en aquel momento no es que se sintiese precisamente muy inteligente. —Son los únicos que tienen pasta para hacer algo decente —le dijo como si fuera algo que llevase grabado mil años en piedra—. Los británicos censurarían las mejores partes, los americanos solo saben de Sexo en Nueva York, Brooklyn o cualquier sitio donde puedan follar y los austríacos… no hay quien los entienda y las series dobladas tienen unas vocecillas tan... tan… tan cansinas.
Sacudió la cabeza.
—¿Por qué narices estamos hablando de series de televisión a las cuatro de la madrugada?
Ella se encogió de hombros.
—No lo sé —aseguró con rostro inocente—. Yo vine aquí contigo porque dijiste que tenía que casarnos un ministro de la iglesia… ains, que anticuado sonó eso. Rebobino, dijiste que tenía que casarnos un párroco. Sí, mejor… ya no parezco tonta, solo borracha.
Se echó a reír una vez más, desde que habían dejado el mirador no había dejado de parlotear, eso cuando no estaban restregándose, tocándose o follando en algún rincón.
—Y yo te dije que no iba a casarme—continuó con un brusco asentimiento de la cabeza—. ¿O lo dijiste tú? No, espera… Ah, ya. Sí, me caso durante un día… ¿se puede hacer eso? Dios, qué cogorza tengo, el whisky ya está haciendo efecto. Es una pena que se cayera la botella.
Si aquello no era un diálogo de borrachos, no sabía que podía serlo, pensó al mirarla. Pero no era algo que le importara especialmente, la maldita boda sí, algo irracional y absurdo, ¿no?
Ella no quería casarse, es lo último que quería hacer en la vida, pero si contraía matrimonio, aunque fuese solo por un día con esa mujer, no tendría que seguir escuchando el continuo discurso de su padre.
No era un mal plan, después de todo no volvería a verla después de esa noche.
—Vamos a casarnos, ahora —insistió al tiempo que la cogía de la mano y empezaba a tirar de ella en dirección al muelle—. Así tengamos que hacerlo nosotros solos.
Los delgados y cálidos dedos se entrelazaron con los suyos cuando ella se arrimó a ella en busca de contacto.
—Me encanta cuando te pones en plan escosasa tozudo y mandona — ronroneó ella, entonces pareció pensárselo mejor—. Pero no se lo digas a nadie, estropearía la reputación de zorra que tengo.
Ella sonrió y se inclinó hacia ella. —Será nuestro secreto —le dijo al tiempo que se inclinaba y la besaba en la frente, un gesto que lo sorprendió por su ternura.
La sorpresa pasó a un repentino sobresalto cuando ella se detuvo y emitió un chillido.
—Bien —asintió satisfecha—. Ahora sí que podemos casarnos. ¿Necesitamos testigos? ¿Sirve una vaca? Mi madre me dijo una vez que su padre —ese sería mi abuelo—, se había casada con su madre delante de una vaca. Pero aquí no tenemos vacas, ¡ah, pero tenemos peces!
Girando sobre los talones tiró de ella en dirección al puerto.
—No podemos unir las manos delante de unos peces —protestó ella, pero permitió que la llevase a dónde quisiese. Con tal de poder meterse de nuevo entre sus piernas, lo que hiciera falta.—. El pub. Ella lo miró.
—¿Quieres casarte delante de otra botella de whisky?
La idea era seductora, pensó por un momento, entonces sacudió la cabeza. Dios, ahora sí que le afectaba a ella también el alcohol.
Ella puso los ojos en blanco y la aleccionó como a un niño pequeño.
--Sexo mucho seño.
—Eso viene después de la boda, no antes, escosasa.
Ella bufó y se echó a reír.
—Hemos venido follando todo el camino —le recordó con una risita.
Ella abrió la boca, entonces la cerró y volvió a abrirla.
—Pues es verdad, ¡punto para el caballero o caballera! —declaró en voz alta y siguió por la acera que bordeaba el puerto en el que estaban ancladas las barcas de pesca de bajura—. ¿Entonces no nos casamos?
La pena que escuchó en la voz femenina aumentó su resolución.
—Por supuesto que nos casamos — declaró con firmeza, miró una última vez los alrededores y esbozó una amplia sonrisa al divisar a un par de pescadores que bajaban con sus aperos hacia una de las barcas—. Y tengo los testigos adecuados para ello.
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Bueno para quien se preguntaba con quien se casaria Santana ya tenemos ganadora y es muy sexy no crreen
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 1
Se había casado.
Una forma de matrimonio que había dejado de tener validez legal en el 1939, pero que para muchos escoceses, era tan vinculante como cualquier papel firmado ante el juez de paz o un ministro de la iglesia y aún hoy en día se practicaba más como una ceremonia privada que como un enlace nupcial.
Durante un año y un día, estaría casada con esa mujer, la misma que había huido de la habitación que tenía alquilada en la parte superior del pub sin dejar rastro alguno. ¡Una de la cual solo tenía el nombre y nadie en aquel maldito pueblo parecía conocer!
Estaba jodida. Muy jodida.
Una semana después el asunto no se veía mejor que el día después. El único alivio en todo aquel asunto es que ahora estaba sobria, y por dios que no pensaba acercarse a una botella de whisky en todo lo que le quedaba de vida.
Los ladridos de los perros la devolvieron al presente, cerró la puerta del coche y se preparó para recibir a los dos cocker spaniel que corrían a toda velocidad sin dejar de armar alboroto hacia ella. Los animales se echaron de inmediato a sus piernas, moviendo la cola con frenesí.
—Ey, chicos —se agachó para saludarlos y acariciarles el pelo. El más grande de los dos, un ejemplar de color café con leche se puso panza arriba con la lengua colgándole por un costado de las fauces—. Hola Ruadh, ¿cómo estás, chico?
El otro perro, este de pelaje negro con el hocico y las pezuñas marrones pidió también atención.
—Sí, sí, Dubhar —le rascó la cabeza—. Hola a ti también. Vamos, muchachos, adentro.
Los animales se pusieron inmediatamente en pie y la acompañaron entre saltos y ladridos al interior de la casa de dos plantas que su familia poseía a las afueras de Londres. No dejaba de ser toda una ironía que su padre, actual jefe del Clan Macleod de Dunvegan y Representante de la Asociación Clan Macleod fuese londinense de nacimiento y tuviese su vivienda principal en esa ciudad. Su madre había decidido romper esa tradición al empecinarse en ir a Escocia en la última etapa de su embarazo hasta el punto de que ella acabó naciendo en tierra de sus antepasados. Si bien había pasado buena parte de su infancia en Londres, eligió cursar la carrera de turismo en Edimburgo y allí era dónde vivía la mayor parte del año.
— Va mo s , balaich, buscad a mamá —instó a los perros. Su madre adoraba a esos dos diablillos y a juicio de su padre, los trataba mejor que a el.
Los canes salieron entonces disparados a través del pasillo, doblando a la derecha para atravesar la cocina y salir por la puerta abierta que daba al jardín dónde la encontró arrodillada entre tierra removida y plantas.
—Basta, basta —la escuchó reír. Los rizos claros empezaban a salpicarse ya de algunas canas, pero
al contrario que la mayoría de las mujeres de su edad se negaba a utilizar tinte para cubrirlas; decía que le daban cierta importancia y elegancia—. Quietas pequeñas bestias. Id a jugar, vamos, a jugar.
A una orden de su dueña, los perros salieron disparados, ladrándose entre ellos sin dejar de saltar de un lado a otro. Cuando por fin volvió a mirar a la menuda mujer entre las plantas, ella ya se había incorporado y se estaba quitando los guantes mientras lo miraba con una sonrisa.
—Tu padre dijo que no asomarías la cabeza en todo el mes después de vuestra última discusión —comentó al tiempo que caminaba hacia ella con los brazos abiertos—. Yo le dije que habías salido a el, y que aparecerías antes de que terminase la semana para volver a discutir.
No pudo evitar reír ante la rotunda afirmación de su progenitora.
La envolvió en sus brazos y le besó la frente como siempre hacía. Ella era una mujer pequeñita y adorable, como un hada.
—No pienso volver a entrar en discusiones absurdas con el y mucho menos en relación a ese tema — aseguró con un pequeño bufido. Dio un paso atrás y la contempló—. Estás tan guapa como siempre.
Ella le palmeó el brazo con la mano y le envolvió la cintura, instándole a entrar en casa.
—Y tú igual de aduladora — aseguró con buen humor—. Vamos a dentro y así me cuentas por que traes esa cara de pescado en salmuera. Por lo general siempre vuelves radiante después de pasar tiempo en la isla.
¿Problemas en el trabajo?
Negó con la cabeza. De sus dos padres ella era posiblemente la que no montaría en cólera cuando se enterara de la estupidez que había cometido. Sin pensárselo mucho, metió la mano en el bolsillo y extrajo la cinta de diseño escosasa que todavía conservaba de la unión de manos.
—Peor —masculló mostrándole la prueba de irrefutable de su locura —. Me he casado y perdido a mi esposa en el mismo día… o noche, todo depende de cómo se mire.
Su madre, bendita fuera, se limitó a palmearle la mano y conducirle a la cocina.
—Siéntate y me lo cuentas todo delante de una taza de té.
Santana empezó a masajearse las sienes después de la tercera vez que escuchó como Dani le decía a través del manos libres del teléfono que volviese a casa. Ni una sola vez en la hora y media que llevaba hablando con ella había hecho mención a nada que no fuese su necesidad de alguien que le hiciera la casa, le planchara el uniforme de trabajo y diese de beber a las plantas. Su trabajo y salidas de emergencia eran el centro alrededor del que giraba toda la conversación.
¿Podía haberse equivocado tanto con una persona? ¿Qué había visto en ella? Sí, era mona, tenía un buen cuerpo y un trabajo estable, era dulce con ella, la trataba como una reina la mayoría de las veces, lo pasaban bien en la cama y a pesar de ello la buena de Dani palidecía en comparación a la mujer con la que había compartido una única noche; la única que propició su caída y que cometiese la estupidez más grande del mundo.
Te has casado.
Los recuerdos de aquella noche estaban algo confusos, pero a lo largo de la semana había tenido tiempo para ponerlos en orden y comprender que muchas de las cosas que recordaba sucedieron en realidad; como la maldita ceremonia de unión de manos frente al puerto y con dos atónitos pescadores de testigo. La cinta que vio al despertar sobre la mesita de noche, sobre la nota, era la misma con la que les habían atado las manos, la misma que llevaron puesta hasta que llegaron al pub, dónde ella la soltó de modo que no acabase cayendo de bruces al suelo.
Se había casado con una completa desconocida y huido como alma que perseguía el diablo nada más penetrar en su alcoholizada conciencia las repercusiones que el whisky tuvieron en ella.
—Estoy muerta —murmuró en voz alta sin darse cuenta de ello hasta que escuchó la réplica al otro lado del teléfono.
—Vamos, vamos, Io —le dijo ella—. Solo echas de menos tu cama, tus cosas, la vida y cotidianidad de cada día. Todo irá bien cuando regreses y vuelvas a la rutina. La casa no es lo mismo sin ti.
Hubo una pausa en la que le oyó como le interrumpían y ella contestaba en aquella jerga médica que nunca llegó a entender muy bien.
—Sí, dos minutos y ya voy —escuchó su respuesta antes de que volviese a dirigirse de nuevo a ella
—. ¿Quieres que te consiga el billete desde aquí? Puedo hablar con Carla de la agencia, te encontrará un vuelo rápidamente…
Suspiró.
—He venido con billete abierto, Dani y no tengo prisa por volver.
Sorprendentemente aquello era verdad, no tenía deseos ningunos de volver a los Estados Unidos, o más concretamente a ella.
—No digas eso, nena —de nuevo ese tono meloso en la voz con la entonación que daría un niño pequeño cuando no se sale con la suya—. Además, recuerda que tenemos una cena el próximo fin de semana con nuestros amigos…
¿Nuestros amigos? No, pensó ella.
Los amigos de Dani.
¿Cómo había llegado a aquellos extremos? ¿Qué había sido de la gente con la que salía en la universidad? Apenas podía recordar la última vez que habló con su amiga después de la boda.
Se pasó la mano por el pelo con gesto desesperado, su vida era una auténtica mierda, había perdido las riendas, su propia estabilidad para acabar a la sombra de una mujer que estaba casada con el maldito hospital.
—¿Dani?
Una ligera pausa con sonido de voces de fondo.
—¿Sí, cariño?
Respiró profundamente y miró hacia la ventana de su dormitorio de adolescente. Sus padres lo habían amueblado de nuevo convirtiéndolo en una habitación de invitados bastante cálida.
—Vine a Escocia para romper el compromiso con una mujer que no conozco y cuya boda concertada, según he descubierto, ha sido algo entre mi madre y el padre de mi prometida —se lo soltó con toda la tranquilidad del mundo—. Me emborraché en el único pub del pueblo, conocía a una mujer con la que te puse los cuernos toda la noche y que por cierto, folla mucho mejor que tú y oh, sí. Terminé casándome con ella.
La línea estaba totalmente muerta, del otro lado solo se oía el ruido de fondo.
—Dani, ¿sigues ahí?
Le escuchó tragar.
—Sigo aquí, Io —graznó.Entonces soltó una pequeña risita—.De acuerdo, amor. Eso ha sido muy
divertido, casi me lo he creído… Sacudió la cabeza y sonrió para sí.
—No Dani, no es una broma — aseguró estirando el brazo hacia el teléfono móvil desde el que estaba llamando y se inclinó sobre ella para que pudiese escucharla bien—. Y no voy a volver, al menos no de momento y cuando lo haga, no será para volver contigo. Hazme un favor y embala mis cosas, ¿quieres?
Déjalas con el casero, las recogeré cuando regrese.
Sin una palabra más cortó la comunicación, se levantó de la cama y echó un vistazo a través del cristal de la ventana para contemplar una de las vistas más hermosas de su tierra natal.
Su madre estaba tendiendo la ropa en aquellos momentos.
—Este es tan buen momento como cualquier otro para empezar a deshacer los problemas.
Con aquella determinación en mente, se puso las zapatillas deportivas y salió dispuesta a tener una charla con su voluble madre.
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Ustedes que arian en el caso de Dani???
Creen que Santana hizo lo correcto????
Creen que Britt quiera seguir casada con ella??
Y pronto sabremos por que es matrimonio un año y un día y la explicación tiene una muy buena explicacion.
Bueno hasta a qui les dejo nos leemos el miercoles
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
holap,....
huuuuu yo que dani empiezo a romper todo lo de san!!!! (modo psicopatía jajajajja)
dentro de todo san dijo la verdad para no lastimar a nadies,.. y sea peor mas adelante!!!!
me intriga lo de britt,... a ver como va todo!!!
nos vemos!!
huuuuu yo que dani empiezo a romper todo lo de san!!!! (modo psicopatía jajajajja)
dentro de todo san dijo la verdad para no lastimar a nadies,.. y sea peor mas adelante!!!!
me intriga lo de britt,... a ver como va todo!!!
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Edad : 33
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Ugh! Concuerdo con el comentario de arriba, solo que yo le quemaria todas sus cosas... ha tenido poco tacto en decirle eso a Dani!
Bah! Quiero ver esa explicación & que harán las chicas :)
Bah! Quiero ver esa explicación & que harán las chicas :)
Elita- - Mensajes : 1247
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
3:) escribió:holap,....
huuuuu yo que dani empiezo a romper todo lo de san!!!! (modo psicopatía jajajajja)
dentro de todo san dijo la verdad para no lastimar a nadies,.. y sea peor mas adelante!!!!
me intriga lo de britt,... a ver como va todo!!!
nos vemos!!
Ya no es modo Zombie es modo psicopata, jaja pero le dijo la verdad a demas ya no le gustaba creo jaja ya estoy actualizando
awong_snix- ---
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Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Elita escribió:Ugh! Concuerdo con el comentario de arriba, solo que yo le quemaria todas sus cosas... ha tenido poco tacto en decirle eso a Dani!
Bah! Quiero ver esa explicación & que harán las chicas :)
Bueno pues yo no quemaria ni seria psicopata yo le rompo la cara las costillas y demas jaja
y ya veras que les depara a las Brittana
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 2
—De momento no le digas nada a tu padre. No, no pensaba hacerlo. Afortunadamente la borrachera hacía semanas que se le había pasado y no estaba de ánimo suicida.
—Lo que sí harás es ir a hablar con esa muchacha, al menos le debes eso —continuó su progenitora con la sensatez propia de su carácter—. Si tu padre tuviese algo de sesera dentro de la cabeza, lo haría el mismo, pero no podemos pedirle peras a los olmos, ¿no es verdad?
Sonrió, nadie se atrevería a decirle algo así al Macleod que no fuese su propia esposa. Ella era la única capaz de meter algo de sensatez y tranquilidad en esa dura cabeza.
—No, supongo que no —aceptó.
Entonces echó un vistazo hacia el umbral de la cocina y se preparó mentalmente para la reunión que ya había postergado durante más de una hora—. Si oyes algún disparo, ven a socorrerme.
Ella puso los ojos en blanco y emitió un femenino bufido.
—Si oigo algún disparo, daré media vuelta y me marcharé de casa —aseguró sin que le temblara la voz
—. De hecho, empiezo a pensar que pasar una temporada en Escocia es una buena idea, ya estoy cansada de la contaminación de aquí.
Ella esbozó una perezosa sonrisa.
—Y lo dice una nativa londinense —se burló.
Se encogió de hombros y le acarició el rostro como solía hacer.
—Bueno, me salí con la mía contigo, ¿no? —se defendió con sorisa.
Se echó a reír y agradeció a su madre el poder hacerlo. Necesitaba quitarse un poco de tensión antes de enfrentarse a la bestia encerrada en el despacho.
—Solo se fiel a tus convicciones, Brittany —le pidió cogiéndole de la mano cuando se levantó—, y todo irá bien.
Asintió, le besó los nudillos y salió de una de sus habitaciones preferidas de toda la casa.
Magnus Macleod permanecía en pie al lado de la ventana con las manos cruzadas a la espalda. Vestido en pantalones vaqueros y suéter verde, el mujer era sin duda un retrato de cómo sería ella en el futuro.
Brittany se parecía físicamente a su padre, si bien poseía los ojos claros de su madre, el tono de pelo, de piel y la constitución así como los rasgos faciales los heredó de el.
Los ojos marrones se giraron al escuchar cómo se abría la puerta y se giró hacia ella. Una sonrisa de bienvenida curvaba sus labios, siempre le había sorprendido que a pesar de su edad no tuviese todavía canas; esperaba que aquel fuese otro rasgo a heredar.
—¿Ya te has puesto al día con tu madre? —lo saludó de buen humor
—. ¿Por qué no avisaste del vuelo en el que venías? Habríamos ido a buscarte.
Se encogió de hombros e indicó la ventana por la que ella había estado mirando.
—Para algo está el alquiler de coches —respondió haciendo a un lado el tema—. Habría venido conduciendo, si ocho horas de viaje para aquí y otras ocho para allá no fuesen demasiado para un simple fin de semana.
El mujer captó la indirecta a la primera.
—¿No vas a quedarte más?
Negó con la cabeza.
—Libro esta semana, pero el lunes tengo que incorporarme de nuevo —le informó sin más—. Y tengo cosas que hacer en casa.
Vio la mueca que hizo su progenitor pero no dijo nada. A su padre nunca le había gustado demasiado que decidiese instalarse en Edimburgo. Lo aceptaba, ya que no le quedaba otro remedio, pero hubiese preferido tenerle más tiempo en Londres.
—Y una de esas cosas es acabar con toda esa tontería de la boda concertada que has arreglado con esa familia… err… —Se había olvidado hasta del nombre. Esa era toda la importancia que le daba.
—Mackinnon —le dijo poniendo los ojos en blanco—. Tu prometida es la hija de una buena amiga, así que por favor, ten un poco de respeto.
Duplicó el gesto hecho por ella y añadió.
—No es mi prometida, papá — insistió, llevando la conversación en la dirección que le interesaba—. Ni siquiera conozco a esa mujer o a su familia. Si tan buena amiga es, ¿cómo es que nunca ha venido a casa o he oído hablar de ella?
Lo vio suspirar, lo cual fue algo que no solía hacer. Entonces lo siguió con la mirada mientras cerraba la puerta del despacho que ella había dejado abierta y regresaba al escritorio para sentarse e inclinarse hacia uno de los cajones. Tras unos momentos en los que le escuchó revolver papeles, volvió a incorporarse llevando consigo una ajada foto y un sobre de correspondencia.
—Catriona y yo tuvimos una relación antes de que ella me dejara para casarse con el que es hoy su marido —comentó dejándole perpleja—. Era una de las mujeres más guapas de Skye, la conocí en uno de los viajes en los que tu abuelo me llevó a la Isla, a ver el castillo. A partir de entonces nos hicimos amigos y hemos seguido en contacto desde entonces. Ella se casó, yo me casé, tuvimos hijos y surgió la idea de unir ambas familias con un matrimonio.
Parpadeó totalmente alucinada, sabía que el había conocido a su madre en Londres, que se habían enamorado locamente y en menos de tres meses se habían casada con ella embarazada ya de ella. Pero ignoraba que hubiese existido alguien antes de ella.
—¿Mamá… lo sabe? —no pudo evitar preguntar.
El asintió y sonrió al hacerlo. —Ella fue quien insistió en que recuperara mi amistad con Catriona incluso antes de habernos casada — aseguró y miró hacia la puerta con gesto amable—. Ya conoces a tu madre, es imposible negársele nada.
Sí, la conocía muy bien, mientras que ahora a ella le parecía extraño.
—Catriona tuvo una hija cinco años después de que tú nacieras —le dijo al tiempo que le tendía una primera foto para rebuscar en el interior del sobre—. La idea del compromiso partió de ella, tengo que admitir.
Ah, ahí estaba el problema, pensó con ironía. Su padre era incapaz de decirle que no a una mujer. Cogió la foto y observó la pareja que estaba retratada con cierta curiosidad, había algo en aquella mujer que se le hacía conocido.
—¿Su marido? —sugirió indicando al mujer de la foto.
El asintió y extrajo una nueva foto del contenido del viejo sobre.
—Y esta es tu prometida —le dijo al tiempo que le tendía la nueva instantánea.
Resopló, justo lo que le hacía falta, ahora también fotos.
—¿No habrás tenido la estúpida idea de enviarles también una foto mía?
Ella hizo una mueca.
—Tu madre desconectó la corriente cuando iba a enviar el mail —aceptó con aspecto culpable.
Señor, eran como niños.
—Gracias a dios por los pequeños favores —murmuró y cogió de mala gana la nueva foto—. No.
¿Es una broma?
Su padre levantó la mirada de lo que estaba haciendo y la miró.
—Bueno, hija, no todas las mujeres pueden tener un metro ochenta, piernas largas y ser esculturales —se justificó como si aquel fuese el problema—. Y ella parece una buena chica.
Sí, una buena chica que perdía la cabeza con tan solo copa y media de whisky pensó con fatal ironía mientras contemplaba la foto de la última persona que esperaba ver en una instantánea. La mujer que le devolvía la sonrisa desde la foto era su maldita recién estrenada esposa.
La misma chica que conoció en el pub y con la que pasó una de las noches más sensuales de toda su vida.
—No, no, no —negó señalando la foto—. Tiene que tratarse de un absurdo error. ¿Me estás diciendo que esta mujer es la hija de tu mejor amiga? ¿Qué es mi prometida?
Ella dejó la silla y rodeó el escritorio para detenerse a su lado obviamente sorprendida por su desaforada reacción.
—Sí, Brittany —asintió sin dudar —. Ella es Santana Mackinnon, la hija de Catriona. La chica con la que estás comprometida.
Sacudió la cabeza una vez más, miró la foto y soltó un exabrupto en gaélico.
—Diablos, mal momento para dejar de beber —farfulló sin dejar de mirar la foto.
Aquello era sencillamente demasiada casualidad, una coincidencia tan absurda que…
“He venido aquí para liquidar a mi prometida”.
Las palabras que escuchó de los labios de la mujer aquella noche penetraron en su mente. ¡Señor! Ella se lo había dicho, Santana le había dicho que la habían comprometido, una estúpida boda apalabrada… exactamente igual a la de ella.
Se echó a reír, no pudo evitarlo, los acontecimientos pasados eran tan rocambolescos que no podía evitar encontrarlos hilarantes.
—¿Brittany? ¿Estás bien? —la preocupación en la voz de su padre lo devolvió al presente.
Asintió y miró una vez más la foto.
—Sí, perfectamente —aseguró tomando una profunda respiración—.
De acuerdo, tú ganas. Iré a conocerla, le presentaré mis respetos, pero en cuanto a la boda…
Sus palabras parecieron ser suficiente para borrar cualquier clase de preocupación del rostro de
Magnus y aumentar las esperanzas, fueran cuales fuesen, que parecía tener en aquel maldito acuerdo.
—Conócela, habla con ella — aceptó de inmediato—. Invítala a ver Dunvegan y los jardines, no pido más. Si después sigues decidido a romper el compromiso… bien, es tu vida.
Una involuntaria mueca irónica curvó sus labios. ¿Romper el compromiso? ¡Ja! Primero tendría que deshacer una maldita boda escocesa.
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Ya sabemos como la lleva Britt y como ha sido para ella pero como ven lo que sera cuando se encuentren quien o por que se hizo esto pronto lo sabremos dejen sus comentarios por favor
awong_snix- ---
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Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
CAPÍTULO 3
Santana aparcó el coche en la explanada del parquin del castillo de Dunvegan y miró a través de la luna delantera como los limpiaparabrisas se deshacían de las últimas gotas de aquella tormenta de agosto. El aire estaba húmedo, una pegajosa cortina de lluvia se aposentaba sobre la tienda de regalos y la entrada del castillo situada un poco más allá. Le sorprendió no ver turistas en los alrededores, de hecho además de su coche solo había un par de ellos más al lado del remolque de los jardineros.
—Espero no haber hecho el viaje en vano —masculló mientras detenía los limpiaparabrisas y apagaba el motor.
Después de la nueva discusión con la loca de su madre y la posterior charla de relajación junto a su padre, decidió meter una muda en la mochila que siempre llevaba en el coche, alquiló una habitación en un hotel de la zona y condujo hacia Dunvegan.
Necesitaba poner punto y final a aquella estupidez, especialmente ahora que sabía que su supuesta prometida era nada más y nada menos que Brittany Macleod, la hija del actual laird del clan Mcleod y señor de Dunvegan Castle. Para ser honesta consigo misma, no tenía la menor idea de que el castillo perteneciese todavía a alguien con el título de laird o que este tuviese una hija. Y mucho menos podía entender cómo diablos su madre había podido meterla en semejante jaleo. Catriona Mackinnon no parecía muy dispuesta a darle detalles de la sórdida conexión que la unía al laird Macleod, así que no le quedó otra que sonsacarle la información a su padre.
Ni en mil años se hubiese imaginado la historia que existía detrás de todo aquel asunto del matrimonio concertado y la idea de unir a dos familias. Por más que lo intentaba, no conseguía ver a su madre debatiéndose entre dos hombres, no cuando toda su vida fue consciente del gran amor que se profesaban sus padres.
—Y al final me meten a mí en todo esto —resopló al tiempo que se quitaba el cinto y abandonaba el coche.
El portal de hierro forjado que marcaba el camino de entrada al castillo estaba abierto de par en par, la lluvia le daba un aspecto húmedo a todo y avivaba el color verde natural de las plantas ofreciendo el más hermoso de los espectáculos.
Santana se hundió el sombrero hasta las orejas, cerró el coche y se dirigió a la tienda de regalos del aparcamiento.
Todavía podía escuchar la voz cantarina de su madre cuando le dijo que se encontraría con su
“prometida”, aunque fuese solamente para poner fin a aquella pantomima.
Dos horas después, ella le informaba que Brittany Macleod iba a pasar aquella semana en Dunvegan Castle.
A día de hoy, seguía sin saber cómo demonios lo hacía para estar enterada de todo.
Tras una agradable conversación con alguien de Dunvegan, le habían informado que el señorita Macleod podría recibirla el miércoles de aquella misma semana, así que dos días después, allí estaba.
Empujó la puerta y sonrió a una pareja que abandonaba en aquellos momentos la tienda, una dependienta la recibió así mismo con una encantadora sonrisa tras el mostrador que había a su derecha.
—Buenos días —la saludó la dependienta.
Ella asintió y se acercó al mostrador.
—Hola, buenos días —respondió echando un fugaz vistazo a la tabla con los precios de las entradas que había en la pared tras ella—. Yo, um… Llamé hace un par de días para concertar una cita con Macleod hija —se apresuró a concretar—. Me dijeron que hoy podría recibirme. Soy Santana Mackinnon.
La mujer asintió sin perder la sonrisa y levantó el teléfono que tenía al lado.
—Por supuesto, deme un momento, señorita Mackinnon — pidió al tiempo que marcaba una clave y esperaba respuesta—. Kenneth, informa al señorita Macleod que la señorita Mckinnon ha venido a verle.
La mujer le sonrió mientras escuchaba la respuesta de su interlocutor.
—Sí, de acuerdo, gracias —se despidió y colgó antes de volver a prestarle atención—. Siga hacia el castillo, la señorita Macleod la recibirá allí.
Estaba segura que se debía más a la inercia que a cualquier otra cosa, la vio emitir una entrada desde el ordenador y coger un par de folletos para entregárselos.
—Que disfrute de la visita.
Ella asintió.
—Gracias.
Bueno, al parecer no iba a ser tan difícil pensó saliendo de la tienda para luego atravesar el portal y seguir el arenoso camino hacia el castillo. A ambos lados del sendero se extendía toda clase de plantas y vegetación que daban paso a los extensos jardines, el colorido de las flores resaltaba sobre el vistoso verde de las hojas, ni siquiera el lluvioso clima parecía poder ensombrecer tal esplendor.
El castillo empezó a verse a lo lejos, un edificio de piedra arenisca manchado por la humedad y el musgo que se afanaba en abrazarse a sus paredes, su edificación era una mezcla entre castillo medieval y casa victoriana. La entrada, a la cual se accedía a través de un breve y ancho puente estaba presidida por dos bajos torreones unidos por una parte central sobre la que destacaba una losa de piedra oscura con el escudo del clan.
La grava del suelo crujía bajo sus pies con cada paso que daba, se subió un poco más la cremallera del chubasquero y miró el ticket que tenía en las manos y se detuvo ahora frente a la entrada del edificio.
—De acuerdo, Santana —intentó infundirse ánimos—. Vamos a conocer al señora del castillo y decirle que puede meterse el compromiso del matrimonio por el… por ahí.
Decidida, enderezó los hombros, respiró profundamente y subió los peldaños que invitaban a entrar en el interior del edificio.
Para ser un día de agosto en mitad de semana, no había mucha gente pululando por su interior, ¿sería demasiado temprano para su visita?
En ningún momento le especificaron un horario.
Nada más traspasar el umbral se encontró en un suntuoso hall con las paredes pintadas de un poco favorecedor color rosa, pero lo que sin duda llamaba la atención era la enorme escalinata de madera que lo presidía con una alfombra roja en el centro.
Una mujer de porte sobrio y sonrisa educada, extendió la mano para coger su entrada.
—Bienvenida a Dunvegan Castle, suba y gire hacia la izquierda para comenzar con la visita —le dijo con un acento tan suave que parecía cualquier cosa menos escocesa.
Cogió el ticket que le devolvía, ahora agujereada y sacudió la cabeza.
—No, yo… bueno, gracias — rectificó durante un momento—. Soy Santana McKinnon, me dijeron que el señorita Macleod me recibiría.
La mujer abrió ligeramente los ojos, sus labios se movieron pero no llegaron a emitir sonido alguno porque una profunda y conocida voz se le adelantó.
—Ya me encargo yo, Mary.
El corazón se saltó un latido en el intervalo de tiempo que le llevó dejar de mirar a la mujer y alzar la mirada hacia el piso superior para verle dirigiéndose ahora hacia la escalinata. Vestida de manera informal con unos vaqueros negros y una camisa de manga corta, la última persona que querría ver ahora mismo bajaba las escaleras.
—Bienvenida a Dunvegan Castle, Santana McKinnon.
Parpadeó, abrió la boca y volvió a cerrarla; era incapaz de hacer otra cosa mientras lo veía caminar hacia ella con una satisfecha sonrisa en el rostro.
No, lo que estaba pensando sencillamente no podía ser verdad, era una locura, una maldita locura.
—O quizá debería decir, céile — le susurró de modo que solo ella escuchase la última palabra; esposa. Se atragantó, el aire decidió hacer de las suyas y terminó tosiendo. Si el momento era malo, aquello solo lo hacía más bochornoso.
—Respira, Santana, respira. —Esa imbécil se dio el lujo de palmearle la espalda—. No quiero que te mueras de la impresión, caileagh.
Negó con la cabeza. El cerebro no era capaz de procesar lo que estaba ocurriendo.
—No —dijo por fin—. Dime que esto es una jodida broma. No es posible tanta casualidad, no puedes ser… ella.
La sonrisa que curvaba sus labios se amplió, la rodeó con un brazo y la invitó a acompañarle de nuevo escaleras arriba.
—Me temo que sí puedo, cariño —aseguró ayudándola a subir, por que empezaba a pensar que si la soltaba, caería rodando por las escaleras—. Mi nombre completo es Brittany Susan Spierce Magnus Macleod y hasta dónde he podido averiguar, era la prometida a la que querías… liquidar.
Se detuvo al llegar a lo alto de la escalinata y maldito fuera, deslizó un dedo a lo largo de su nariz.
—Y digo era… porque ahora somos… esposas, ¿huh?
Santana gimió interiormente. Aquel era sin duda un buen momento para que la tierra se abriera y se la tragase enterita.
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Bueno aquí tenemos las respuestas que buscamos ya se han conocido por fin... sobrias jaja, despues de una increible y maravilloosa noche creen que se podrán separa, no es el mejor sexo que han tenido. Que opinan de esta historia hasta donde vamos y lo mejor vendrá cuando "hablen" cuidense y no dejen de comentar
Santana aparcó el coche en la explanada del parquin del castillo de Dunvegan y miró a través de la luna delantera como los limpiaparabrisas se deshacían de las últimas gotas de aquella tormenta de agosto. El aire estaba húmedo, una pegajosa cortina de lluvia se aposentaba sobre la tienda de regalos y la entrada del castillo situada un poco más allá. Le sorprendió no ver turistas en los alrededores, de hecho además de su coche solo había un par de ellos más al lado del remolque de los jardineros.
—Espero no haber hecho el viaje en vano —masculló mientras detenía los limpiaparabrisas y apagaba el motor.
Después de la nueva discusión con la loca de su madre y la posterior charla de relajación junto a su padre, decidió meter una muda en la mochila que siempre llevaba en el coche, alquiló una habitación en un hotel de la zona y condujo hacia Dunvegan.
Necesitaba poner punto y final a aquella estupidez, especialmente ahora que sabía que su supuesta prometida era nada más y nada menos que Brittany Macleod, la hija del actual laird del clan Mcleod y señor de Dunvegan Castle. Para ser honesta consigo misma, no tenía la menor idea de que el castillo perteneciese todavía a alguien con el título de laird o que este tuviese una hija. Y mucho menos podía entender cómo diablos su madre había podido meterla en semejante jaleo. Catriona Mackinnon no parecía muy dispuesta a darle detalles de la sórdida conexión que la unía al laird Macleod, así que no le quedó otra que sonsacarle la información a su padre.
Ni en mil años se hubiese imaginado la historia que existía detrás de todo aquel asunto del matrimonio concertado y la idea de unir a dos familias. Por más que lo intentaba, no conseguía ver a su madre debatiéndose entre dos hombres, no cuando toda su vida fue consciente del gran amor que se profesaban sus padres.
—Y al final me meten a mí en todo esto —resopló al tiempo que se quitaba el cinto y abandonaba el coche.
El portal de hierro forjado que marcaba el camino de entrada al castillo estaba abierto de par en par, la lluvia le daba un aspecto húmedo a todo y avivaba el color verde natural de las plantas ofreciendo el más hermoso de los espectáculos.
Santana se hundió el sombrero hasta las orejas, cerró el coche y se dirigió a la tienda de regalos del aparcamiento.
Todavía podía escuchar la voz cantarina de su madre cuando le dijo que se encontraría con su
“prometida”, aunque fuese solamente para poner fin a aquella pantomima.
Dos horas después, ella le informaba que Brittany Macleod iba a pasar aquella semana en Dunvegan Castle.
A día de hoy, seguía sin saber cómo demonios lo hacía para estar enterada de todo.
Tras una agradable conversación con alguien de Dunvegan, le habían informado que el señorita Macleod podría recibirla el miércoles de aquella misma semana, así que dos días después, allí estaba.
Empujó la puerta y sonrió a una pareja que abandonaba en aquellos momentos la tienda, una dependienta la recibió así mismo con una encantadora sonrisa tras el mostrador que había a su derecha.
—Buenos días —la saludó la dependienta.
Ella asintió y se acercó al mostrador.
—Hola, buenos días —respondió echando un fugaz vistazo a la tabla con los precios de las entradas que había en la pared tras ella—. Yo, um… Llamé hace un par de días para concertar una cita con Macleod hija —se apresuró a concretar—. Me dijeron que hoy podría recibirme. Soy Santana Mackinnon.
La mujer asintió sin perder la sonrisa y levantó el teléfono que tenía al lado.
—Por supuesto, deme un momento, señorita Mackinnon — pidió al tiempo que marcaba una clave y esperaba respuesta—. Kenneth, informa al señorita Macleod que la señorita Mckinnon ha venido a verle.
La mujer le sonrió mientras escuchaba la respuesta de su interlocutor.
—Sí, de acuerdo, gracias —se despidió y colgó antes de volver a prestarle atención—. Siga hacia el castillo, la señorita Macleod la recibirá allí.
Estaba segura que se debía más a la inercia que a cualquier otra cosa, la vio emitir una entrada desde el ordenador y coger un par de folletos para entregárselos.
—Que disfrute de la visita.
Ella asintió.
—Gracias.
Bueno, al parecer no iba a ser tan difícil pensó saliendo de la tienda para luego atravesar el portal y seguir el arenoso camino hacia el castillo. A ambos lados del sendero se extendía toda clase de plantas y vegetación que daban paso a los extensos jardines, el colorido de las flores resaltaba sobre el vistoso verde de las hojas, ni siquiera el lluvioso clima parecía poder ensombrecer tal esplendor.
El castillo empezó a verse a lo lejos, un edificio de piedra arenisca manchado por la humedad y el musgo que se afanaba en abrazarse a sus paredes, su edificación era una mezcla entre castillo medieval y casa victoriana. La entrada, a la cual se accedía a través de un breve y ancho puente estaba presidida por dos bajos torreones unidos por una parte central sobre la que destacaba una losa de piedra oscura con el escudo del clan.
La grava del suelo crujía bajo sus pies con cada paso que daba, se subió un poco más la cremallera del chubasquero y miró el ticket que tenía en las manos y se detuvo ahora frente a la entrada del edificio.
—De acuerdo, Santana —intentó infundirse ánimos—. Vamos a conocer al señora del castillo y decirle que puede meterse el compromiso del matrimonio por el… por ahí.
Decidida, enderezó los hombros, respiró profundamente y subió los peldaños que invitaban a entrar en el interior del edificio.
Para ser un día de agosto en mitad de semana, no había mucha gente pululando por su interior, ¿sería demasiado temprano para su visita?
En ningún momento le especificaron un horario.
Nada más traspasar el umbral se encontró en un suntuoso hall con las paredes pintadas de un poco favorecedor color rosa, pero lo que sin duda llamaba la atención era la enorme escalinata de madera que lo presidía con una alfombra roja en el centro.
Una mujer de porte sobrio y sonrisa educada, extendió la mano para coger su entrada.
—Bienvenida a Dunvegan Castle, suba y gire hacia la izquierda para comenzar con la visita —le dijo con un acento tan suave que parecía cualquier cosa menos escocesa.
Cogió el ticket que le devolvía, ahora agujereada y sacudió la cabeza.
—No, yo… bueno, gracias — rectificó durante un momento—. Soy Santana McKinnon, me dijeron que el señorita Macleod me recibiría.
La mujer abrió ligeramente los ojos, sus labios se movieron pero no llegaron a emitir sonido alguno porque una profunda y conocida voz se le adelantó.
—Ya me encargo yo, Mary.
El corazón se saltó un latido en el intervalo de tiempo que le llevó dejar de mirar a la mujer y alzar la mirada hacia el piso superior para verle dirigiéndose ahora hacia la escalinata. Vestida de manera informal con unos vaqueros negros y una camisa de manga corta, la última persona que querría ver ahora mismo bajaba las escaleras.
—Bienvenida a Dunvegan Castle, Santana McKinnon.
Parpadeó, abrió la boca y volvió a cerrarla; era incapaz de hacer otra cosa mientras lo veía caminar hacia ella con una satisfecha sonrisa en el rostro.
No, lo que estaba pensando sencillamente no podía ser verdad, era una locura, una maldita locura.
—O quizá debería decir, céile — le susurró de modo que solo ella escuchase la última palabra; esposa. Se atragantó, el aire decidió hacer de las suyas y terminó tosiendo. Si el momento era malo, aquello solo lo hacía más bochornoso.
—Respira, Santana, respira. —Esa imbécil se dio el lujo de palmearle la espalda—. No quiero que te mueras de la impresión, caileagh.
Negó con la cabeza. El cerebro no era capaz de procesar lo que estaba ocurriendo.
—No —dijo por fin—. Dime que esto es una jodida broma. No es posible tanta casualidad, no puedes ser… ella.
La sonrisa que curvaba sus labios se amplió, la rodeó con un brazo y la invitó a acompañarle de nuevo escaleras arriba.
—Me temo que sí puedo, cariño —aseguró ayudándola a subir, por que empezaba a pensar que si la soltaba, caería rodando por las escaleras—. Mi nombre completo es Brittany Susan Spierce Magnus Macleod y hasta dónde he podido averiguar, era la prometida a la que querías… liquidar.
Se detuvo al llegar a lo alto de la escalinata y maldito fuera, deslizó un dedo a lo largo de su nariz.
—Y digo era… porque ahora somos… esposas, ¿huh?
Santana gimió interiormente. Aquel era sin duda un buen momento para que la tierra se abriera y se la tragase enterita.
____________________________________________________________________________
Bueno aquí tenemos las respuestas que buscamos ya se han conocido por fin... sobrias jaja, despues de una increible y maravilloosa noche creen que se podrán separa, no es el mejor sexo que han tenido. Que opinan de esta historia hasta donde vamos y lo mejor vendrá cuando "hablen" cuidense y no dejen de comentar
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Creo que yo hubiese salido huyendo... demasiada coincidencia .. pero interesante.
Quiero saber que harán ahora...
Saludos :)
Quiero saber que harán ahora...
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
holap,...
me encanto,....
jajja al fin se conocen!!!
después de sus "despedidas de soltera",.. un casamiento al estilo Las Vegas (extremadamente consumado el matrimonio),... a sufrir las consecuencias del alcohol!!!
a ver de que hablan y sobre todo que van a hacer!!!
nos vemos!!!
me encanto,....
jajja al fin se conocen!!!
después de sus "despedidas de soltera",.. un casamiento al estilo Las Vegas (extremadamente consumado el matrimonio),... a sufrir las consecuencias del alcohol!!!
a ver de que hablan y sobre todo que van a hacer!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
Elita escribió:Creo que yo hubiese salido huyendo... demasiada coincidencia .. pero interesante.
Quiero saber que harán ahora...
Saludos :)
Bueno esta historia no se caracteriza por hablar creo jajaja
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
Re: Adaptación Brittana Entre Sabanas Terminado
3:) escribió:holap,...
me encanto,....
jajja al fin se conocen!!!
después de sus "despedidas de soltera",.. un casamiento al estilo Las Vegas (extremadamente consumado el matrimonio),... a sufrir las consecuencias del alcohol!!!
a ver de que hablan y sobre todo que van a hacer!!!
nos vemos!!!
Bueno si es muy vegas pero ya veremos que aran mientras tanto esta historia no se caracteriza por hablar jaja
awong_snix- ---
- Mensajes : 552
Fecha de inscripción : 15/11/2013
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