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AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
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marthagr81@yahoo.es
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Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
LOS 5 CAP. DE HOY LOS DEDICO A LAS VICTIMAS DE ORLANDO. PARA QUE LOS CRIMENES DE ODIO ACABEN, YA QUE SOMOS LIBRE DE AMAR A QUIEN ELIJAMOS. POR LA LIBERTAD DE AMAR
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
hola mar,...
es bueno que a regañadientes britt se este abriendo con san,... y le cuente lo que paso en su vida,... y por que es así!!
que pesada la madre de san,. dios es un patada al higado!
nos leemos!!!
Pd. te lo cambie jaja
es bueno que a regañadientes britt se este abriendo con san,... y le cuente lo que paso en su vida,... y por que es así!!
que pesada la madre de san,. dios es un patada al higado!
nos leemos!!!
Pd. te lo cambie jaja
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
gracias por los 5 capitulos, no imaginas la indignacion que siento ante tanta crueldad, cada quien es libre de amar a quien le de la p.... gana!!!!! el papa de britt era una basura, tiene mucho que pagar el muy ........
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Pues al menos todo esto hizo que Britt se abriera un poco mas con San y que así la comprendiera un poco más, y bueno la mama de San es todo un caso, me imaginó que con lo que le dijo sobre el departamento no va a reaccionar nada bien como lo esta haciendo :s
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
que paso con la historia??????
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Chicas mil disculpas por no haber actualizado antes, he estado bastante ocupada, solo he tenido tiempo de entrar al foro leer y comentar.
Micky , Lu, yo actualizare hasta terminar la historia, pero algunos cap. que ya habia actualizado se me borraron, pero bueno de excusas excusas, pero les prometo actualizar o por lo menos subir proximamente cinco cap. estamos ya casi llegando al final. aqui les dejo dos cap.
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La mujer con la que he vivido toda mi vida valora su capacidad para
mantener el control de sí misma hasta tal punto que pocas veces he logrado sorprenderla, y mucho menos dejarla estupefacta. No
obstante, en esta ocasión he conseguido dejar patidifusa a mi madre. Está erguida y con la cara larga.
—¿Qué acabas de decir? —pregunta muy despacio.
—Ya me has oído. Éste es nuestro apartamento, vivimos aquí las dos — repito poniendo los brazos en jarras para causar mayor efecto. —Es imposible que vivas aquí. ¡No puedes permitirte un sitio como éste! —se mofa. —¿Quieres ver nuestro contrato de alquiler? Porque tengo una copia. —La situación es mucho peor de lo que imaginaba... —dice, y mira fijamente detrás de mí, como
si yo no mereciera que me mirara siquiera, mientras calcula la fórmula adecuada para mi vida—. Sabía que estabas haciendo la tonta con esa... chica, ¡pero mudarte con ella ya es ser muy idiota! ¡Si ni siquiera la conoces! No has conocido a sus padres... ¿No te da vergüenza que te vean con ella en público?
Me hierve la sangre. Miro a la pared intentando no perder la compostura, pero esto es demasiado, y antes de que pueda contenerme le estoy gritando pegada a su cara.
—¿Cómo te atreves a venir a mi casa a insultarla? ¡La conozco mejor que nadie y ella me conoce mucho mejor que tú! Por cierto, conozco a su familia, al menos a su padre. ¿Quieres saber quién es? ¡Es el puñetero rector de la WCU! —le grito—. Eso debería satisfacer tu triste y amargada necesidad de juzgarlo todo.
Odio usar el título del padre de Britt como arma arrojadiza, pero es de las pocas cosas que podrían desestabilizarla.
Probablemente porque ha oído que se me quebraba la voz, Britt sale del dormitorio con expresión preocupada. Se acerca, se queda de pie detrás de mí e intenta apartarme de mi madre, igual
que la última vez.
—¡Genial! ¡Hablando del rey de Roma...! —se burla ella manoteando en el aire—. Su padre no es el rector... —dice medio riéndose. Tengo la cara roja como un tomate y bañada en lágrimas, pero me importa un rábano.
—Lo es. ¿Sorprendida? Si no estuvieras siempre tan ocupada calculándolo todo y acumulando prejuicios, podrías haber hablado con ella y enterarte por ti misma. ¿Sabes qué? No te mereces
conocerla. Me ha apoyado como tú nunca lo has hecho, y no hay nada, y quiero decir nada, que puedas hacer para separarme de ella. —¡No me hables así! —me grita dando un paso hacia mí—. ¿Te crees que por haber encontrado un bonito apartamento y llevar lápiz de ojos ya eres toda una mujer? Cariño, odio tener que ser yo
quien te lo diga, pero pareces una fulana. ¡Mira que vivir con una chica a los dieciocho años! Britt entrecierra los ojos en señal de advertencia, pero ella no le hace ni caso. —Más te vale ponerle fin a esto antes de que pierdas tu virtud, Santana. Mírate al espejo, ¡y luego mírala a ella! ¡Estáis ridículos juntas! Tenías a Sam, que era perfecto para ti, y lo has echado a perder por... ¡esto! —escupe señalando a Britt. —Sam no tiene nada que ver en esto —replico.
Britt aprieta la mandíbula y le suplico en silencio que no diga nada.
—Sam te quiere y sé que tú lo quieres a él —insiste mi madre—. Ahora déjate de rebeldías absurdas y ven conmigo. Te encontraré otra habitación en la residencia, y estoy segura de que Sam
te perdonará —dice al tiempo que extiende una mano autoritaria, como si yo fuera a aceptarla y a marcharme con ella.
Me tiro del dobladillo de la camiseta con ambas manos.
—Estás loca. De verdad, mamá. ¿Tú te has oído? No quiero irme contigo. Vivo aquí con Britt y la quiero a ella, no a Sam. Sam me importa, pero tu influencia fue lo que me hizo creer que lo
quería, porque creía que eso era lo correcto. Pues perdóname, pero quiero a Britt y ella me quiere a mí.
—¡Santana! ella no te quiere. Sólo quiere meterse en tus bragas y, tan pronto como lo consiga, te dejará tirada. ¡Abre los ojos, pequeña! Hay algo en su forma de llamarme pequeña que es la gota que colma el vaso.
—¡Ya se ha metido en mis bragas y sigue aquí! —le grito.
Britt y mi madre comparten por un momento la misma expresión atónita, aunque de inmediato la de ella se transforma en asco y Britt frunce el ceño. ella me entiende. —Te diré una cosa, Santana: cuando te rompa el corazón y no tengas adónde ir... Más te vale no
llamarme. —No te preocupes, que no lo haré. Por eso siempre vas a estar sola. Ya no puedes controlarme: soy adulta. ¡Que no pudieras controlar a mi padre no te da derecho a intentar controlarme a mí!
Me arrepiento de lo que he dicho en cuanto las palabras salen de mi boca. Sé que meter a mi padre en esto es un golpe muy bajo. Antes de que me dé tiempo a disculparme, siento el golpe en la
mejilla. Me duele más la sorpresa que el bofetón. Britt se interpone entre las dos y le pone una mano en el hombro. Me escuece la cara y me muerdo el labio para no romper a sollozar.
—Si no se larga de nuestro apartamento de una puta vez, llamaré a la policía —le advierte. El tono calmado de su voz me pone los pelos de punta. Noto que mi madre se estremece. Está claro que a ella también la asusta. —No te atreverás —replica.
—Acaba de ponerle las manos encima, delante de mis narices. ¿De verdad cree que no voy a llamar a la policía? Si no fuera su madre, haría algo mucho peor. Tiene cinco segundos para largarse
—dice, y yo miro a mi madre con unos ojos como platos y me llevo la mano a la mejilla dolorida. No me gusta que la haya amenazado, pero quiero que se marche. Después de un intenso duelo de
miradas, Britt ruge: —Dos segundos. Mi madre resopla y se dirige a la puerta. Sus tacones resuenan en el suelo de hormigón.
—Espero que estés contenta con tu decisión, Santana —dice antes de cerrar de un portazo. Britt me envuelve con los brazos y es el abrazo más agradable y reconfortante del mundo. Es
justo lo que necesitaba. —Lo siento, nena —dice con los labios en mi pelo. —Lamento que haya dicho todas esas cosas feas sobre ti.
La necesidad que siento de defenderla es más fuerte que mi preocupación por mi madre o por mí misma.
—Calla. No te preocupes por mí. La gente habla mal de mí a todas horas —me recuerda. —Eso no significa que esté bien.
—Santana, por favor, no te preocupes por mí. ¿Qué necesitas? ¿Puedo hacer algo por ti? — pregunta.
—¿Me traes hielo? —sollozo. —Claro, nena.
Me besa en la frente y se dirige a la nevera.
Sabía que si mi madre venía la cosa iba a acabar en llanto y chirriar de dientes, pero no me esperaba que fuera tan trágico. Por un lado, estoy muy orgullosa de haberle plantado cara, pero al mismo tiempo me siento muy culpable por lo que he dicho de mi padre. Sé
que mi madre no tuvo la culpa de que se marchara, y soy consciente de que ha estado muy sola estos últimos ocho años. No ha tenido una sola cita desde que él se fue. Me ha dedicado todo su tiempo para hacer de mí la mujer que quería que yo fuera. Desea que sea como ella, pero eso a mí no me vale. La respeto y sé lo duro que ha trabajado, pero necesito labrarme mi propio camino y ella tiene que comprender que no puede corregir sus errores a través de mí. Yo ya cometo demasiados por mí misma como para que ese plan le funcione. Ojalá pudiera alegrarse por mí y ver lo mucho que quiero a Britt. Sé que, de entrada, su aspecto deja a la gente un poco perpleja, pero si se tomara su tiempo para conocerla, estoy segura de que la querría tanto como yo. Siempre y cuando deje de ser tan maleducada... Cosa poco probable, aunque últimamente noto pequeños cambios. Como, por ejemplo, que ya me coge de la mano en público y que, cada vez que nos cruzamos en el apartamento, se para y me da un beso. A lo mejor soy
la única persona a la que se lo deja ver, la única a la que le revela sus secretos y la única a la que ama. Por mí, perfecto. Para ser
sinceros, a mi parte egoísta le encanta. Britt aparta la silla que hay junto a mí y me coloca la improvisada bolsa de hielo en la mejilla.
El suave paño de cocina es una maravilla para mi piel hipersensible.
—No me puedo creer que me haya pegado —digo muy despacio.
Se me cae el paño al suelo y se agacha para recogerlo.
—Yo tampoco. He estado a punto de perder los nervios —confiesa
mirándome a los ojos. —Me lo he imaginado —digo sonriéndole débilmente. El día se me ha hecho eterno. Ha sido el más largo y agotador de mi vida. Estoy rendida y sólo quiero que me lleven en brazos, a ser posible a la cama con Britt, para olvidarme del giro trágico que se ha producido en la relación con mi madre.
—Te quiero demasiado, de lo contrario... —Me sonríe y me besa los
párpados cerrados. Prefiero pensar que nunca le haría daño a mi madre, que habla metafóricamente. Sé que, pese a su ira imparable, nunca haría nada tan terrible, y eso hace que lo quiera aún
más. He aprendido que Britt ladra pero apenas muerde.
—Quiero irme a la cama —le digo, y asiente.
—Por supuesto. Retiro la manta antes de acostarme en mi lado de la cama. —¿Crees que mi madre será siempre así? —le pregunto.
Se encoge de hombros y tira uno de los cojines de decoración al suelo. —Yo diría que no, que la gente cambia y madura. Pero tampoco quiero darte falsas esperanzas. Me acuesto boca abajo y entierro la cara en la almohada. —Oye... —dice Britt con los labios en mi cuello mientras resigue con los dedos la curva de mi espalda. Me doy la vuelta y suspiro al ver la preocupación que brilla en sus ojos. —Estoy bien —miento. Necesito distraerme. Le acaricio la cara y le paso el pulgar por los labios delgados. Le doy vueltas al aro de metal y sonríe. —¿Te lo pasas bien observándome como si fuera un experimento en la clase de ciencias? —se burla. Asiento y sigo dándole vueltas al aro de metal con los dedos. Con la otra mano le toco el de la ceja. —Bueno es saberlo. —Pone los ojos en blanco y me muerde el pulgar. La aparto y me doy con la mano contra la cabecera de la cama. Me coloco encima de ella, como suelo hacer siempre, y me coge la mano dolorida entre las suyas y se la lleva a la boca. Me pongo de morros hasta que su lengua dibuja círculos en la punta de mi índice del modo más sexi y provocador. Sigue así con todos los dedos hasta que estoy jadeante y deseosa de más. ¿Cómo lo hace? Sus extrañas muestras de cariño me afectan sobremanera. —¿Mejor? —pregunta colocándome la mano en el regazo. Asiento otra vez con la cabeza; no consigo articular palabra—. ¿Quieres más? Se pasa la lengua por los labios para humedecérselos. —Háblame, nena —insiste.
—Sí. Más, por favor —digo finalmente. Está claro que mi cerebro no funciona. Necesito que me toque, que siga distrayéndome. Cambia
de postura, tira del cordón de mis pantalones de pijama con una mano y se aparta el pelo de la frente con la otra. Me baja las bragas hasta los tobillos y mis pantalones acaban en el suelo. Se coloca entre mis piernas abiertas. —¿Sabías que el clítoris de la mujer está creado sólo para el placer? No tiene otra función —me
informa presionándolo con el pulgar. Gimo y recuesto la cabeza en la almohada—. Es verdad, lo leí en alguna parte.
—¿En la revista Playboy? —la pincho, aunque me cuesta pensar, y hablar, no digamos. Parece que el comentario le hace gracia y sonríe mientras baja la cabeza. En cuanto su lengua
encuentra mi sexo, me agarro a las sábanas. Britt se esmera y
rápidamente combina sus dedos con su boca perfecta. Le hundo las manos en el pelo y, en silencio, le doy las gracias a quien descubriera esta maravilla mientras Britt me lleva al orgasmo. Dos veces. Luego me abraza con fuerza y me susurra lo mucho que me quiere. Me quedo dormida pensando que menudo día hemos tenido: la relación con mi madre se ha ido al traste y es posible que no tenga arreglo, y Britt ha compartido más detalles de su infancia conmigo. En sueños veo a una niña asustada de pelo rizado que llora por su madre. Me alegra comprobar que la agresión de mi madre no ha dejado marcas visibles. Aún me duele el
pecho porque se ha roto del todo nuestra ya maltrecha relación, pero hoy o quiero pensar en eso. Me ducho y me rizo el pelo. Me lo recojo en alto para que no me estorbe mientras me maquillo y
me pongo la camiseta que Britt llevaba ayer. Le cubro los hombros de besos para despertarla y, cuando me rugen las tripas, voy a la cocina a preparar el desayuno. Quiero empezar el día lo mejor
posible para que las dos estemos contentas y felices antes de la boda. Para cuando acaba mi sesión de terapia culinaria, estoy bastante orgullosa del resultado: beicon, huevos, tortitas dulces y tortitas de patata. Es demasiado sólo para nosotras dos, pero Britt come como una fiera, así que no creo que sobre mucho.
Unos brazos fuertes me rodean la cintura.
—Madre mía... ¿Qué es todo eso? —pregunta con la voz rasposa y
soñolienta—. Por esto era precisamente por lo que quería que viviéramos juntas —me susurra pegada a mi cuello.
—¿Para que pueda prepararte el desayuno? —me río.
—No... Bueno, sí. Y para encontrarte medio desnuda en la cocina al
despertarme. Me muerde en el cuello. Intenta levantarme el bajo de la camiseta y darme un apretón en los muslos. Me vuelvo y blando la espátula en su cara. —Las manos en los bolsillos hasta después del desayuno, Pierce. —Sí, señora. Se echa a reír, coge un plato y se lo llena hasta arriba. Después de desayunar, obligo a Britt a que se dé una ducha a pesar de que ella insiste en arrastrarme de vuelta a la cama. Parece haber olvidado lo que me contó
ayer y la pelea con mi madre. Me quedo sin aliento cuando sale del dormitorio vestida para la boda. Aunque el vestido que elegimos para ella son entallados le cuelga de las caderas como a nadie y puedo ver su pechos duros y deliciosos.
Tengo la boca seca y no puedo quitarle los ojos de encima.
—Estás guapísima —le digo en cuanto he terminado.
Se encoge de hombros. Se ruboriza y no puedo evitar echarme a reír. No esperaba que se sonrojara. Sé que vestida de
esa manera se siente como un pez fuera del agua... Y es adorable.
—¿Cómo es que aún no te has vestido?
—Estaba dejándolo para el final —le informo,
y se burla juguetona. Me retoco el maquillaje, cojo los zapatos y me pongo el vestido. Es aún más corto de lo que recordaba, pero a Britt parece que le gusta. No le quita ojo a mi pecho después de haberme visto ponerme un sujetador sin tirantes. Como de costumbre, me hace sentir bonita y deseada.
—Siempre y cuando todos los hombres presentes en la boda de mi padre sean de su edad, no creo que tengamos ningún problema —bromea mientras me sube la cremallera. Pongo los ojos en blanco y me besa los hombros desnudos. Me suelto el pelo y dejo que los rizos me caigan por los hombros. La tela pálida del vestido se pega a mi cuerpo, y sonrío al ver nuestra imagen en el espejo.
—Estás más buena que el pan —me dice, y me besa otra vez.
Nos aseguramos de que llevamos todo lo que necesitamos para la boda, incluyendo la invitación y una tarjeta de felicitación que he comprado. Meto el teléfono en mi pequeña cartera de mano y
Britt me coge de la cintura. —Sonríe —dice sacando su móvil.
—Creía que no te gustaba hacer fotos. —Te dije que haría una, y ésa vamos a hacer. Sonríe como una payasa, como una cría, y me encanta. Sonrío a mi vez, me pego a ella y hace la foto. —Otra más —dice, y saco la lengua en el último segundo. Ha hecho la foto en el momento justo: salgo con la lengua en su mejilla y a ella le ríen los ojitos. —Ésa es mi favorita —le digo. —Si sólo hay dos.
—Aun así. —La beso y saca otra foto. —Ha sido por accidente —miente, y oigo cómo saca otra mientras le lanzo una mirada asesina.
Britt para a poner gasolina cerca de la casa de su padre para que no
tengamos que hacerlo a la vuelta. Mientras está llenando el depósito, un vehículo que me resulta familiar aparca y veo a Blaine en el asiento del acompañante. Dany se detiene dos surtidores más allá y sale del coche para entrar en la gasolinera. Me quedo sin habla al verla: tiene el labio partido, los dos ojos a la funerala y un enorme cardenal en la mejilla. Cuando ve a Britt, su rostro hermoso y magullado adopta una terrible expresión asesina. «Pero ¿qué diablos...?» No nos saluda siquiera, como si no nos hubiera visto.
A los pocos segundos Britt sube al coche y me coge de la mano. Miro nuestros dedos entrelazados y trago saliva al ver sus nudillos llenos de costras. —¡Tú! —digo, y enarca las cejas—. ¡Tú le has dejado la cara como un mapa! ¡La otra noche te peleaste con ell
y por eso ni nos ha saludado! —¿Quieres calmarte? —me ruge subiendo mi ventanilla antes de arrancar el coche.
—Britt... —Miro hacia el lugar donde estaba Dani hace un instante y
luego a Britt. —¿Podemos hablar de ello después de la boda? Ya estoy bastante de los nervios. Por favor... — me ruega, y asiento.
—De acuerdo. Después de la boda —accedo apretando con cariño la mano que tanto daño le ha hecho a mi amiga.
Micky , Lu, yo actualizare hasta terminar la historia, pero algunos cap. que ya habia actualizado se me borraron, pero bueno de excusas excusas, pero les prometo actualizar o por lo menos subir proximamente cinco cap. estamos ya casi llegando al final. aqui les dejo dos cap.
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Capítulo 92
La mujer con la que he vivido toda mi vida valora su capacidad para
mantener el control de sí misma hasta tal punto que pocas veces he logrado sorprenderla, y mucho menos dejarla estupefacta. No
obstante, en esta ocasión he conseguido dejar patidifusa a mi madre. Está erguida y con la cara larga.
—¿Qué acabas de decir? —pregunta muy despacio.
—Ya me has oído. Éste es nuestro apartamento, vivimos aquí las dos — repito poniendo los brazos en jarras para causar mayor efecto. —Es imposible que vivas aquí. ¡No puedes permitirte un sitio como éste! —se mofa. —¿Quieres ver nuestro contrato de alquiler? Porque tengo una copia. —La situación es mucho peor de lo que imaginaba... —dice, y mira fijamente detrás de mí, como
si yo no mereciera que me mirara siquiera, mientras calcula la fórmula adecuada para mi vida—. Sabía que estabas haciendo la tonta con esa... chica, ¡pero mudarte con ella ya es ser muy idiota! ¡Si ni siquiera la conoces! No has conocido a sus padres... ¿No te da vergüenza que te vean con ella en público?
Me hierve la sangre. Miro a la pared intentando no perder la compostura, pero esto es demasiado, y antes de que pueda contenerme le estoy gritando pegada a su cara.
—¿Cómo te atreves a venir a mi casa a insultarla? ¡La conozco mejor que nadie y ella me conoce mucho mejor que tú! Por cierto, conozco a su familia, al menos a su padre. ¿Quieres saber quién es? ¡Es el puñetero rector de la WCU! —le grito—. Eso debería satisfacer tu triste y amargada necesidad de juzgarlo todo.
Odio usar el título del padre de Britt como arma arrojadiza, pero es de las pocas cosas que podrían desestabilizarla.
Probablemente porque ha oído que se me quebraba la voz, Britt sale del dormitorio con expresión preocupada. Se acerca, se queda de pie detrás de mí e intenta apartarme de mi madre, igual
que la última vez.
—¡Genial! ¡Hablando del rey de Roma...! —se burla ella manoteando en el aire—. Su padre no es el rector... —dice medio riéndose. Tengo la cara roja como un tomate y bañada en lágrimas, pero me importa un rábano.
—Lo es. ¿Sorprendida? Si no estuvieras siempre tan ocupada calculándolo todo y acumulando prejuicios, podrías haber hablado con ella y enterarte por ti misma. ¿Sabes qué? No te mereces
conocerla. Me ha apoyado como tú nunca lo has hecho, y no hay nada, y quiero decir nada, que puedas hacer para separarme de ella. —¡No me hables así! —me grita dando un paso hacia mí—. ¿Te crees que por haber encontrado un bonito apartamento y llevar lápiz de ojos ya eres toda una mujer? Cariño, odio tener que ser yo
quien te lo diga, pero pareces una fulana. ¡Mira que vivir con una chica a los dieciocho años! Britt entrecierra los ojos en señal de advertencia, pero ella no le hace ni caso. —Más te vale ponerle fin a esto antes de que pierdas tu virtud, Santana. Mírate al espejo, ¡y luego mírala a ella! ¡Estáis ridículos juntas! Tenías a Sam, que era perfecto para ti, y lo has echado a perder por... ¡esto! —escupe señalando a Britt. —Sam no tiene nada que ver en esto —replico.
Britt aprieta la mandíbula y le suplico en silencio que no diga nada.
—Sam te quiere y sé que tú lo quieres a él —insiste mi madre—. Ahora déjate de rebeldías absurdas y ven conmigo. Te encontraré otra habitación en la residencia, y estoy segura de que Sam
te perdonará —dice al tiempo que extiende una mano autoritaria, como si yo fuera a aceptarla y a marcharme con ella.
Me tiro del dobladillo de la camiseta con ambas manos.
—Estás loca. De verdad, mamá. ¿Tú te has oído? No quiero irme contigo. Vivo aquí con Britt y la quiero a ella, no a Sam. Sam me importa, pero tu influencia fue lo que me hizo creer que lo
quería, porque creía que eso era lo correcto. Pues perdóname, pero quiero a Britt y ella me quiere a mí.
—¡Santana! ella no te quiere. Sólo quiere meterse en tus bragas y, tan pronto como lo consiga, te dejará tirada. ¡Abre los ojos, pequeña! Hay algo en su forma de llamarme pequeña que es la gota que colma el vaso.
—¡Ya se ha metido en mis bragas y sigue aquí! —le grito.
Britt y mi madre comparten por un momento la misma expresión atónita, aunque de inmediato la de ella se transforma en asco y Britt frunce el ceño. ella me entiende. —Te diré una cosa, Santana: cuando te rompa el corazón y no tengas adónde ir... Más te vale no
llamarme. —No te preocupes, que no lo haré. Por eso siempre vas a estar sola. Ya no puedes controlarme: soy adulta. ¡Que no pudieras controlar a mi padre no te da derecho a intentar controlarme a mí!
Me arrepiento de lo que he dicho en cuanto las palabras salen de mi boca. Sé que meter a mi padre en esto es un golpe muy bajo. Antes de que me dé tiempo a disculparme, siento el golpe en la
mejilla. Me duele más la sorpresa que el bofetón. Britt se interpone entre las dos y le pone una mano en el hombro. Me escuece la cara y me muerdo el labio para no romper a sollozar.
—Si no se larga de nuestro apartamento de una puta vez, llamaré a la policía —le advierte. El tono calmado de su voz me pone los pelos de punta. Noto que mi madre se estremece. Está claro que a ella también la asusta. —No te atreverás —replica.
—Acaba de ponerle las manos encima, delante de mis narices. ¿De verdad cree que no voy a llamar a la policía? Si no fuera su madre, haría algo mucho peor. Tiene cinco segundos para largarse
—dice, y yo miro a mi madre con unos ojos como platos y me llevo la mano a la mejilla dolorida. No me gusta que la haya amenazado, pero quiero que se marche. Después de un intenso duelo de
miradas, Britt ruge: —Dos segundos. Mi madre resopla y se dirige a la puerta. Sus tacones resuenan en el suelo de hormigón.
—Espero que estés contenta con tu decisión, Santana —dice antes de cerrar de un portazo. Britt me envuelve con los brazos y es el abrazo más agradable y reconfortante del mundo. Es
justo lo que necesitaba. —Lo siento, nena —dice con los labios en mi pelo. —Lamento que haya dicho todas esas cosas feas sobre ti.
La necesidad que siento de defenderla es más fuerte que mi preocupación por mi madre o por mí misma.
—Calla. No te preocupes por mí. La gente habla mal de mí a todas horas —me recuerda. —Eso no significa que esté bien.
—Santana, por favor, no te preocupes por mí. ¿Qué necesitas? ¿Puedo hacer algo por ti? — pregunta.
—¿Me traes hielo? —sollozo. —Claro, nena.
Me besa en la frente y se dirige a la nevera.
Sabía que si mi madre venía la cosa iba a acabar en llanto y chirriar de dientes, pero no me esperaba que fuera tan trágico. Por un lado, estoy muy orgullosa de haberle plantado cara, pero al mismo tiempo me siento muy culpable por lo que he dicho de mi padre. Sé
que mi madre no tuvo la culpa de que se marchara, y soy consciente de que ha estado muy sola estos últimos ocho años. No ha tenido una sola cita desde que él se fue. Me ha dedicado todo su tiempo para hacer de mí la mujer que quería que yo fuera. Desea que sea como ella, pero eso a mí no me vale. La respeto y sé lo duro que ha trabajado, pero necesito labrarme mi propio camino y ella tiene que comprender que no puede corregir sus errores a través de mí. Yo ya cometo demasiados por mí misma como para que ese plan le funcione. Ojalá pudiera alegrarse por mí y ver lo mucho que quiero a Britt. Sé que, de entrada, su aspecto deja a la gente un poco perpleja, pero si se tomara su tiempo para conocerla, estoy segura de que la querría tanto como yo. Siempre y cuando deje de ser tan maleducada... Cosa poco probable, aunque últimamente noto pequeños cambios. Como, por ejemplo, que ya me coge de la mano en público y que, cada vez que nos cruzamos en el apartamento, se para y me da un beso. A lo mejor soy
la única persona a la que se lo deja ver, la única a la que le revela sus secretos y la única a la que ama. Por mí, perfecto. Para ser
sinceros, a mi parte egoísta le encanta. Britt aparta la silla que hay junto a mí y me coloca la improvisada bolsa de hielo en la mejilla.
El suave paño de cocina es una maravilla para mi piel hipersensible.
—No me puedo creer que me haya pegado —digo muy despacio.
Se me cae el paño al suelo y se agacha para recogerlo.
—Yo tampoco. He estado a punto de perder los nervios —confiesa
mirándome a los ojos. —Me lo he imaginado —digo sonriéndole débilmente. El día se me ha hecho eterno. Ha sido el más largo y agotador de mi vida. Estoy rendida y sólo quiero que me lleven en brazos, a ser posible a la cama con Britt, para olvidarme del giro trágico que se ha producido en la relación con mi madre.
—Te quiero demasiado, de lo contrario... —Me sonríe y me besa los
párpados cerrados. Prefiero pensar que nunca le haría daño a mi madre, que habla metafóricamente. Sé que, pese a su ira imparable, nunca haría nada tan terrible, y eso hace que lo quiera aún
más. He aprendido que Britt ladra pero apenas muerde.
—Quiero irme a la cama —le digo, y asiente.
—Por supuesto. Retiro la manta antes de acostarme en mi lado de la cama. —¿Crees que mi madre será siempre así? —le pregunto.
Se encoge de hombros y tira uno de los cojines de decoración al suelo. —Yo diría que no, que la gente cambia y madura. Pero tampoco quiero darte falsas esperanzas. Me acuesto boca abajo y entierro la cara en la almohada. —Oye... —dice Britt con los labios en mi cuello mientras resigue con los dedos la curva de mi espalda. Me doy la vuelta y suspiro al ver la preocupación que brilla en sus ojos. —Estoy bien —miento. Necesito distraerme. Le acaricio la cara y le paso el pulgar por los labios delgados. Le doy vueltas al aro de metal y sonríe. —¿Te lo pasas bien observándome como si fuera un experimento en la clase de ciencias? —se burla. Asiento y sigo dándole vueltas al aro de metal con los dedos. Con la otra mano le toco el de la ceja. —Bueno es saberlo. —Pone los ojos en blanco y me muerde el pulgar. La aparto y me doy con la mano contra la cabecera de la cama. Me coloco encima de ella, como suelo hacer siempre, y me coge la mano dolorida entre las suyas y se la lleva a la boca. Me pongo de morros hasta que su lengua dibuja círculos en la punta de mi índice del modo más sexi y provocador. Sigue así con todos los dedos hasta que estoy jadeante y deseosa de más. ¿Cómo lo hace? Sus extrañas muestras de cariño me afectan sobremanera. —¿Mejor? —pregunta colocándome la mano en el regazo. Asiento otra vez con la cabeza; no consigo articular palabra—. ¿Quieres más? Se pasa la lengua por los labios para humedecérselos. —Háblame, nena —insiste.
—Sí. Más, por favor —digo finalmente. Está claro que mi cerebro no funciona. Necesito que me toque, que siga distrayéndome. Cambia
de postura, tira del cordón de mis pantalones de pijama con una mano y se aparta el pelo de la frente con la otra. Me baja las bragas hasta los tobillos y mis pantalones acaban en el suelo. Se coloca entre mis piernas abiertas. —¿Sabías que el clítoris de la mujer está creado sólo para el placer? No tiene otra función —me
informa presionándolo con el pulgar. Gimo y recuesto la cabeza en la almohada—. Es verdad, lo leí en alguna parte.
—¿En la revista Playboy? —la pincho, aunque me cuesta pensar, y hablar, no digamos. Parece que el comentario le hace gracia y sonríe mientras baja la cabeza. En cuanto su lengua
encuentra mi sexo, me agarro a las sábanas. Britt se esmera y
rápidamente combina sus dedos con su boca perfecta. Le hundo las manos en el pelo y, en silencio, le doy las gracias a quien descubriera esta maravilla mientras Britt me lleva al orgasmo. Dos veces. Luego me abraza con fuerza y me susurra lo mucho que me quiere. Me quedo dormida pensando que menudo día hemos tenido: la relación con mi madre se ha ido al traste y es posible que no tenga arreglo, y Britt ha compartido más detalles de su infancia conmigo. En sueños veo a una niña asustada de pelo rizado que llora por su madre. Me alegra comprobar que la agresión de mi madre no ha dejado marcas visibles. Aún me duele el
pecho porque se ha roto del todo nuestra ya maltrecha relación, pero hoy o quiero pensar en eso. Me ducho y me rizo el pelo. Me lo recojo en alto para que no me estorbe mientras me maquillo y
me pongo la camiseta que Britt llevaba ayer. Le cubro los hombros de besos para despertarla y, cuando me rugen las tripas, voy a la cocina a preparar el desayuno. Quiero empezar el día lo mejor
posible para que las dos estemos contentas y felices antes de la boda. Para cuando acaba mi sesión de terapia culinaria, estoy bastante orgullosa del resultado: beicon, huevos, tortitas dulces y tortitas de patata. Es demasiado sólo para nosotras dos, pero Britt come como una fiera, así que no creo que sobre mucho.
Unos brazos fuertes me rodean la cintura.
—Madre mía... ¿Qué es todo eso? —pregunta con la voz rasposa y
soñolienta—. Por esto era precisamente por lo que quería que viviéramos juntas —me susurra pegada a mi cuello.
—¿Para que pueda prepararte el desayuno? —me río.
—No... Bueno, sí. Y para encontrarte medio desnuda en la cocina al
despertarme. Me muerde en el cuello. Intenta levantarme el bajo de la camiseta y darme un apretón en los muslos. Me vuelvo y blando la espátula en su cara. —Las manos en los bolsillos hasta después del desayuno, Pierce. —Sí, señora. Se echa a reír, coge un plato y se lo llena hasta arriba. Después de desayunar, obligo a Britt a que se dé una ducha a pesar de que ella insiste en arrastrarme de vuelta a la cama. Parece haber olvidado lo que me contó
ayer y la pelea con mi madre. Me quedo sin aliento cuando sale del dormitorio vestida para la boda. Aunque el vestido que elegimos para ella son entallados le cuelga de las caderas como a nadie y puedo ver su pechos duros y deliciosos.
Tengo la boca seca y no puedo quitarle los ojos de encima.
—Estás guapísima —le digo en cuanto he terminado.
Se encoge de hombros. Se ruboriza y no puedo evitar echarme a reír. No esperaba que se sonrojara. Sé que vestida de
esa manera se siente como un pez fuera del agua... Y es adorable.
—¿Cómo es que aún no te has vestido?
—Estaba dejándolo para el final —le informo,
y se burla juguetona. Me retoco el maquillaje, cojo los zapatos y me pongo el vestido. Es aún más corto de lo que recordaba, pero a Britt parece que le gusta. No le quita ojo a mi pecho después de haberme visto ponerme un sujetador sin tirantes. Como de costumbre, me hace sentir bonita y deseada.
—Siempre y cuando todos los hombres presentes en la boda de mi padre sean de su edad, no creo que tengamos ningún problema —bromea mientras me sube la cremallera. Pongo los ojos en blanco y me besa los hombros desnudos. Me suelto el pelo y dejo que los rizos me caigan por los hombros. La tela pálida del vestido se pega a mi cuerpo, y sonrío al ver nuestra imagen en el espejo.
—Estás más buena que el pan —me dice, y me besa otra vez.
Nos aseguramos de que llevamos todo lo que necesitamos para la boda, incluyendo la invitación y una tarjeta de felicitación que he comprado. Meto el teléfono en mi pequeña cartera de mano y
Britt me coge de la cintura. —Sonríe —dice sacando su móvil.
—Creía que no te gustaba hacer fotos. —Te dije que haría una, y ésa vamos a hacer. Sonríe como una payasa, como una cría, y me encanta. Sonrío a mi vez, me pego a ella y hace la foto. —Otra más —dice, y saco la lengua en el último segundo. Ha hecho la foto en el momento justo: salgo con la lengua en su mejilla y a ella le ríen los ojitos. —Ésa es mi favorita —le digo. —Si sólo hay dos.
—Aun así. —La beso y saca otra foto. —Ha sido por accidente —miente, y oigo cómo saca otra mientras le lanzo una mirada asesina.
Britt para a poner gasolina cerca de la casa de su padre para que no
tengamos que hacerlo a la vuelta. Mientras está llenando el depósito, un vehículo que me resulta familiar aparca y veo a Blaine en el asiento del acompañante. Dany se detiene dos surtidores más allá y sale del coche para entrar en la gasolinera. Me quedo sin habla al verla: tiene el labio partido, los dos ojos a la funerala y un enorme cardenal en la mejilla. Cuando ve a Britt, su rostro hermoso y magullado adopta una terrible expresión asesina. «Pero ¿qué diablos...?» No nos saluda siquiera, como si no nos hubiera visto.
A los pocos segundos Britt sube al coche y me coge de la mano. Miro nuestros dedos entrelazados y trago saliva al ver sus nudillos llenos de costras. —¡Tú! —digo, y enarca las cejas—. ¡Tú le has dejado la cara como un mapa! ¡La otra noche te peleaste con ell
y por eso ni nos ha saludado! —¿Quieres calmarte? —me ruge subiendo mi ventanilla antes de arrancar el coche.
—Britt... —Miro hacia el lugar donde estaba Dani hace un instante y
luego a Britt. —¿Podemos hablar de ello después de la boda? Ya estoy bastante de los nervios. Por favor... — me ruega, y asiento.
—De acuerdo. Después de la boda —accedo apretando con cariño la mano que tanto daño le ha hecho a mi amiga.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
mis lectoras fieles otro cap. es lo que puedo subir hasta el momento mil disculpas.
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Por cambiar de tema, Britt pregunta: —Ahora que tenemos el apartamento, supongo que ya no querrás pasar la noche en casa de mi padre, ¿no? Intento olvidar la cara nueva de Dani.
—Supones bien. —Sonrío—. A menos que Karen nos lo pida. Sabes que no puedo decirle que no. Estoy nerviosa por tener que ver a Ken después de lo que Britt me contó anoche. Estoy
intentando apartarlo de mi mente, pero es mucho más difícil de lo que creía. —Ah, casi se me olvida —dice encendiendo la radio.
La miro y, con el dedo, me hace un gesto para que espere.
—He decidido darle otra oportunidad a The Fray —me informa.
—¿De veras? Y ¿cuándo ha sido eso? —Después de nuestra cita en el arroyo, aunque no abrí el CD hasta la semana pasada —confiesa. —Aquello no fue una cita —me burlo, y se parte de la risa.
—Me dejaste que te follara. Para mí, eso es una cita.
Me coge la mano cuando intento pegarle un manotazo y me la besa. Sonrío y entrelazo los dedos con los suyos, largos y finos. Me inundan los recuerdos: yo tumbada sobre la camiseta mojada
mientras Britt me regalaba mi primer orgasmo. Ella sonríe.
—Estuvo bien, ¿verdad? —presume, y me echo a reír. —En fin, cuéntame qué opinas ahora de The Fray.
—Bueno, no están tan mal. Se me ha pegado una canción.
Me muero de curiosidad.
—¿De verdad? —Sí... —admite, y mira un instante la carretera antes de poner el CD. La música inunda el interior del vehículo y sonrío. —Se titula Never Say Never —dice Britt, como si me estuviera contando algo que no supiera, cuando es una de mis favoritas. Escuchamos la letra en silencio y no puedo evitar que se me dibuje una enorme sonrisa en la cara. Sé que le da un poco de vergüenza escuchar una canción como ésta conmigo, así que me callo y no digo nada. Me limito a disfrutar de este momento tan tierno. Britt se pasa el resto del trayecto poniéndome una canción tras otra del disco y diciéndome qué opina de cada una. Es un gesto pequeño, pero para mí es un mundo. Me encantan estos momentos en los que me muestra una nueva faceta de sí misma. Ésta va a ser una de mis preferidas. Cuando llegamos a la casa de su padre, toda la calle está llena de coches. Al salir, el viento frío me hiela los huesos y me estremezco. Me he puesto una chaqueta muy fina,
y el vestido tampoco es que cubra mucho. Britt se quita la chaqueta y me la echa por los hombros. Abriga más de lo que
parece, y huele a ella, mi perfume favorito. —Pero quién se iba a imaginar que podías ser todo una dama —la chincho.
—No hagas que te meta en el coche y te eche un polvo aquí mismo —me dice, y ahogo un grito de falsa indignación que le resulta de lo más divertido—. ¿Te cabe mi móvil en esa... esa especie de
bolso? —Es una cartera de mano, y la respuesta es sí. —Sonrío al tiempo que extiendo la mano en su dirección.
Me entrega su móvil y lo meto en la pequeña cartera. El fondo de pantalla ya no es gris, lo ha cambiado por la foto que me ha hecho mientras hablaba con ella en el apartamento. Tengo los labios
entreabiertos y los ojos llenos de vida; las mejillas sonrosadas y la piel resplandeciente. Es muy raro verme así, pero ése es el efecto que tiene Britt en mí: con ella me siento viva.
—Te quiero —le digo, y cierro el bolso sin hacer ningún comentario sobre su nuevo fondo de pantalla. La casa de Ken y Karen está llena de gente, y Britt me coge de la mano con fuerza después de
retirar su chaqueta de mis hombros y volver a ponérsela.
—Vamos a buscar a Ryder —sugiero.
Ella asiente y encabeza la expedición. Encontramos a su hermanastro en la sala de estar, junto a la vitrina que sustituye a la que Britt rompió la primera noche que vine aquí. Parece que fue hace siglos. Ryder está rodeado de un grupo de sesentones, y uno de ellos le pone la mano en el hombro. Sonríe al vernos, se disculpa con los señores y abandona la conversación. Está muy guapo y lleva un traje muy elegante.
—¡Pensé que no viviría para verte en vestido! —dice muerto de la risa. —Si vuelves a mencionarlo, no vas a vivir mucho —lo amenaza Britt, aunque es evidente que lo dice de broma.
Sé que empieza a gustarle Ryder, y eso me hace feliz. Él es uno de mis mejores amigos y una persona que me importa mucho.
—A mi madre le va a encantar. Santana, estás preciosa —me dice dándome un abrazo. Britt no me suelta ni siquiera cuando intento devolverle el abrazo, y tengo que apañármelas con una sola mano.
—¿Quién es toda esta gente? —pregunto.
Sé que Ken y Karen viven aquí hace menos de un año, por eso me
sorprende que haya, por lo menos, unas doscientas personas.
—La mayoría son amigos de Ken de la universidad y los demás son
familiares y amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Ryder riendo—. ¿Os apetece una copa? Tenemos que estar todos
fuera dentro de unos diez minutos. —¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín en diciembre? —protesta
Britt. —Mi madre —contesta Ryder—. Aunque las carpas están climatizadas. —Mira a todos los invitados y luego a Britt—. Deberías decirle a tu padre que has llegado. Está arriba, y mi madre
está escondida con mi tía pero no sé dónde.
—Paso... Prefiero quedarme aquí abajo —responde Britt.
Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento. Ryder asiente. —Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con una sonrisa.
—¿Te apetece salir? —le pregunto a Britt. Asiente—. Te quiero —le
repito. Sonríe, con pecas y todo.
—Te quiero, San —me dice y me da un beso en la mejilla.
Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que el patio parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casi todo el patio, y de los árboles y del
porche cuelgan cientos de pequeños farolillos. Son bonitos incluso de día.La verdad es que es digno de ver. —Creo que es aquí —dice Britt señalando la carpa más pequeña. Entramos por una abertura lateral. Britt estaba en lo cierto. Las hileras de sillas de madera
están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredes cuelgan unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro. La mitad de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima fila porque sé que Britt no quiere verlo de cerca.
—Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice.
—Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho para ellos y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti. Apoyo la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo. Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, toda en blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si me hubieran invitado a
compartir un momento íntimo en familia, a pesar de la cantidad de asistentes que hay. —Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Britt, y retuerce un mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar. —Eso creo. Seguro que es aún más bonita que...
—¿Britt? ¿Eres tú? —dice entonces una voz de mujer.
Ambas volvemos la cabeza hacia la izquierda. Una anciana ataviada con un vestido de flores blanco y negro y zapato plano nos mira con unos ojos como platos. —¡Dios santo, si eres tú! Lleva el pelo gris recogido en un sencillo moño y apenas un toque de maquillaje que le da un aspecto sano y radiante. Por su parte, Britt se ha quedado lívida. Se levanta y la saluda. —Abuela.
Ella le da un abrazo tremendo.
—¡No me puedo creer que hayas venido! Hace años que no te veo. Eres una chica muy guapa. Perdón, una mujer muy guapa. ¡Estás muy alta! Pero ¿qué es todo esto? — dice frunciendo el ceño
mientras señala los piercings que lleva en la cara.
Britt se ruboriza y se ríe incómoda. —¿Cómo estás? —le pregunta revolviéndose en el sitio. —Muy bien, cielo. Te he echado mucho de menos —dice ella y se seca los ojos. Tras una pausa,
me mira y pregunta con gran interés—: Y ¿quién es esta adorable
jovencita? —Ah... Perdona. Te presento a San... Santana. Mi... novia —contesta ella—. Santana, ella es... mi abuela.
Sonrío y me levanto. Nunca se me había ocurrido que iba a conocer a los abuelos de Britt. Pensaba que estaban muertos, como los míos. Nunca ha hablado de ellos, pero no me sorprende.
Creo que yo tampoco he hablado de los míos. —Es un placer conocerla —digo ofreciéndole la mano, pero sus planes van
más allá de un apretón. Tira de mí, me da un abrazo y un beso en la mejilla. —El placer es mío. ¡Eres una chica preciosa! —dice con un acento mucho más marcado que el de Britt—. Me llamo Adele, pero puedes llamarme abuela. —Gracias —digo ruborizándome.
Da un par de palmadas. Es evidente que está feliz. —Todavía no me creo que estés aquí; ¿has visto a tu padre recientemente?
¿Sabe que has venido? —pregunta volviendo a centrar la atención en Britt. Ella coloca sus manos detrás de su espalda.
—Sí, ya lo sabe. He estado viniendo por aquí últimamente.
—Me alegra mucho oír eso. No tenía ni idea —dice, y sé que está a punto de echarse a llorar otra vez. —Damas y caballeros, vayan tomando asiento. La ceremonia está a punto de comenzar —anuncia un hombre por el micrófono de la tarima.
La abuela coge a Britt del brazo sin darle tiempo a rechistar.
—Venid a sentaros con la familia. No deberíais estar aquí atrás.
Ella me mira pidiéndome socorro, pero me limito a sonreír y a seguirlos. Nos sentamos junto a alguien que se parece mucho a Karen, imagino que será su hermana. Britt me coge de la mano y a
su abuela no se le escapa el gesto afectuoso y le coge de la otra mano. Ken se pone en posición y la expresión de su rostro al ver a su hija sentada en primera fila es indescriptible: conmovedora y desgarradora al mismo tiempo. Britt hasta le sonríe un poco, y Ken
le devuelve la sonrisa. No cabe en sí de gozo. Ryder está de pie al lado de Ken, en la tarima, pero a Britt no parece importarle. Jamás habría accedido a subirse ahí arriba. Cuando Karen entra, todos los presentes suspiran. No hay palabras para describir lo bonita que
está mientras camina hacia el altar. La expresión de su rostro al ver al novio hace que me apoye en el hombro de Britt. Irradia felicidad y su sonrisa ilumina la carpa. Lleva un vestido largo y tiene las
mejillas resplandecientes. Es perfecto. La ceremonia es preciosa, y cuando a Ken se le quiebra la voz y deja escapar un pequeño sollozo mientras recita sus votos se me llenan los ojos de lágrimas. Britt me mira y sonríe, me suelta la mano y me seca las mejillas. Karen es una novia preciosa, y su primer beso como marido y mujer
hace que los asistentes aplaudan y los vitoreen —Cursilona —me dice Britt cuando apoyo de nuevo la cabeza en su hombro mientras la gente empieza a salir. Poco después acompañamos a su abuela a la otra carpa. Estaba en lo cierto: es aún más bonita
que la primera. Cerca de las paredes hay mesas vestidas con manteles blancos y servilletas negras. Los centros de mesa son flores blancas y negras. El techo está cubierto de farolillos como los del jardín, que proporcionan una iluminación cálida y muy agradable que se refleja en la cristalería nueva y en los relucientes platos blancos. El centro de la carpa está despejado. El suelo es de
azulejos blancos y negros, y creo que será la pista de baile. Los camareros están en posición, esperando que todo el mundo tome asiento. —No desaparezcas. Quiero volver a verte esta noche —dice la abuela de Britt antes de dejarnos.
—Es la boda más lujosa a la que he ido —comenta ella, y mira la tela blanca que adorna el techo.
—Yo no he estado en una boda desde que era pequeña —replico, y sonríe. —Eso me gusta —dice y me besa en la mejilla.
No estoy acostumbrada a que me demuestre afecto en público, pero podría acostumbrarme rápidamente.
—¿El qué? —pregunto cuando se sienta a una de las mesas.
—Que no hayas estado en ninguna boda con Sam —responde, y me echo a reír para no tener que mirarla mal.
—A mí también —le aseguro.
La comida está exquisita. Yo pido el pollo y Britt el filete. Lo sirven
todo en una especie de bufet para que parezca informal, pero esta comida de informal no tiene nada. Rebaño la salsa cremosa con
un trozo de pollo y me llevo el tenedor a la boca, pero Britt me lo roba y se lo come. Se atraganta un poco porque le cuesta reír y tragar a la vez. —Eso te pasa por quitarme la comida —la regaño, y me llevo otro trozo a la boca antes de que me lo robe de nuevo.
Se ríe y apoya la frente en mi hombro. Enfrente de nosotros hay una mujer mirándonos. No parece que le haga gracia ver a Britt besarme en el hombro. Le devuelvo una mirada igual de borde que la
suya y aparta la vista. —¿Te traigo otro plato? —le pregunto a Britt lo bastante alto como para que la mujer me oiga. Ella mira al hombre que tiene al lado y enarca una ceja. Él no parece prestarle la menor atención y eso la cabrea aún más. Sonrío y cojo la mano de Britt. Al igual que el hombre de enfrente, no se ha enterado de nada. Mejor.—Sí, por favor —dice—. Y gracias. Le doy un beso en la mejilla y me voy a la cola de la comida. —¿Santana? —dice una voz familiar. Levanto la vista y veo a Christian Vance y a Trevor a unos pocos metros de distancia. —Hola. —Sonrío.
—Estás espectacular —dice Trevor, y le agradezco el cumplido en voz baja. —¿Qué tal va el fin de semana? —me pregunta el señor Vance. —Fabuloso. Aunque los días laborales tampoco desmerecen —le aseguro. —Ya, ya... —Se echa a reír y coge un plato.
—¡Nada de carne roja! —le dice Kimberly por detrás.
Él hace un gesto de pegarse un tiro en la sien y le lanza un beso. ¿Estos dos salen juntos? Quién lo habría imaginado. El lunes le pediré detalles a Kimberly. —Mujeres —dice Vance, y llena un plato mientras yo preparo otro para Britt—. Nos vemos luego.
Sonríe y se va con su cita. Kimberly me saluda con la mano y consigue que el niño que tiene sentado en brazos haga lo mismo. Les devuelvo el saludo y me pregunto si será hijo suyo.
Trevor se acerca y me resuelve la duda. —Es el hijo del señor Vance. —Ah —digo apartando la vista de Kimberly.
Trevor sigue mirando a mi jefe. —Su mujer falleció hace cinco años, justo después de que naciera el niño. No había vuelto a
salir con nadie hasta que conoció a Kim. Sólo llevan unos meses juntos, pero está coladito por ella. —Se vuelve hacia mí y me sonríe.
—Ahora ya sé a quién recurrir para estar al tanto de los cotilleos de la oficina —bromeo, y los dos nos reímos. —Nena... —dice Britt rodeándome por la cintura con los brazos, marcando territorio.
—Me alegro de verte. Britt, ¿no es así? —pregunta Trevor.
—Sí —es todo lo que contesta ella—. Será mejor que volvamos a la mesa. Ryder te está buscando. —Me estrecha con fuerza y con su silencio le dice a Trevor que se largue. —¡Te veo luego, Trevor! —Sonrío educadamente y le doy a Britt su plato mientras regresamos
a nuestros asientos.
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Capítulo 93
Por cambiar de tema, Britt pregunta: —Ahora que tenemos el apartamento, supongo que ya no querrás pasar la noche en casa de mi padre, ¿no? Intento olvidar la cara nueva de Dani.
—Supones bien. —Sonrío—. A menos que Karen nos lo pida. Sabes que no puedo decirle que no. Estoy nerviosa por tener que ver a Ken después de lo que Britt me contó anoche. Estoy
intentando apartarlo de mi mente, pero es mucho más difícil de lo que creía. —Ah, casi se me olvida —dice encendiendo la radio.
La miro y, con el dedo, me hace un gesto para que espere.
—He decidido darle otra oportunidad a The Fray —me informa.
—¿De veras? Y ¿cuándo ha sido eso? —Después de nuestra cita en el arroyo, aunque no abrí el CD hasta la semana pasada —confiesa. —Aquello no fue una cita —me burlo, y se parte de la risa.
—Me dejaste que te follara. Para mí, eso es una cita.
Me coge la mano cuando intento pegarle un manotazo y me la besa. Sonrío y entrelazo los dedos con los suyos, largos y finos. Me inundan los recuerdos: yo tumbada sobre la camiseta mojada
mientras Britt me regalaba mi primer orgasmo. Ella sonríe.
—Estuvo bien, ¿verdad? —presume, y me echo a reír. —En fin, cuéntame qué opinas ahora de The Fray.
—Bueno, no están tan mal. Se me ha pegado una canción.
Me muero de curiosidad.
—¿De verdad? —Sí... —admite, y mira un instante la carretera antes de poner el CD. La música inunda el interior del vehículo y sonrío. —Se titula Never Say Never —dice Britt, como si me estuviera contando algo que no supiera, cuando es una de mis favoritas. Escuchamos la letra en silencio y no puedo evitar que se me dibuje una enorme sonrisa en la cara. Sé que le da un poco de vergüenza escuchar una canción como ésta conmigo, así que me callo y no digo nada. Me limito a disfrutar de este momento tan tierno. Britt se pasa el resto del trayecto poniéndome una canción tras otra del disco y diciéndome qué opina de cada una. Es un gesto pequeño, pero para mí es un mundo. Me encantan estos momentos en los que me muestra una nueva faceta de sí misma. Ésta va a ser una de mis preferidas. Cuando llegamos a la casa de su padre, toda la calle está llena de coches. Al salir, el viento frío me hiela los huesos y me estremezco. Me he puesto una chaqueta muy fina,
y el vestido tampoco es que cubra mucho. Britt se quita la chaqueta y me la echa por los hombros. Abriga más de lo que
parece, y huele a ella, mi perfume favorito. —Pero quién se iba a imaginar que podías ser todo una dama —la chincho.
—No hagas que te meta en el coche y te eche un polvo aquí mismo —me dice, y ahogo un grito de falsa indignación que le resulta de lo más divertido—. ¿Te cabe mi móvil en esa... esa especie de
bolso? —Es una cartera de mano, y la respuesta es sí. —Sonrío al tiempo que extiendo la mano en su dirección.
Me entrega su móvil y lo meto en la pequeña cartera. El fondo de pantalla ya no es gris, lo ha cambiado por la foto que me ha hecho mientras hablaba con ella en el apartamento. Tengo los labios
entreabiertos y los ojos llenos de vida; las mejillas sonrosadas y la piel resplandeciente. Es muy raro verme así, pero ése es el efecto que tiene Britt en mí: con ella me siento viva.
—Te quiero —le digo, y cierro el bolso sin hacer ningún comentario sobre su nuevo fondo de pantalla. La casa de Ken y Karen está llena de gente, y Britt me coge de la mano con fuerza después de
retirar su chaqueta de mis hombros y volver a ponérsela.
—Vamos a buscar a Ryder —sugiero.
Ella asiente y encabeza la expedición. Encontramos a su hermanastro en la sala de estar, junto a la vitrina que sustituye a la que Britt rompió la primera noche que vine aquí. Parece que fue hace siglos. Ryder está rodeado de un grupo de sesentones, y uno de ellos le pone la mano en el hombro. Sonríe al vernos, se disculpa con los señores y abandona la conversación. Está muy guapo y lleva un traje muy elegante.
—¡Pensé que no viviría para verte en vestido! —dice muerto de la risa. —Si vuelves a mencionarlo, no vas a vivir mucho —lo amenaza Britt, aunque es evidente que lo dice de broma.
Sé que empieza a gustarle Ryder, y eso me hace feliz. Él es uno de mis mejores amigos y una persona que me importa mucho.
—A mi madre le va a encantar. Santana, estás preciosa —me dice dándome un abrazo. Britt no me suelta ni siquiera cuando intento devolverle el abrazo, y tengo que apañármelas con una sola mano.
—¿Quién es toda esta gente? —pregunto.
Sé que Ken y Karen viven aquí hace menos de un año, por eso me
sorprende que haya, por lo menos, unas doscientas personas.
—La mayoría son amigos de Ken de la universidad y los demás son
familiares y amigos. Yo sólo conozco a la mitad —explica Ryder riendo—. ¿Os apetece una copa? Tenemos que estar todos
fuera dentro de unos diez minutos. —¿Quién tuvo la brillante idea de celebrar una boda en el jardín en diciembre? —protesta
Britt. —Mi madre —contesta Ryder—. Aunque las carpas están climatizadas. —Mira a todos los invitados y luego a Britt—. Deberías decirle a tu padre que has llegado. Está arriba, y mi madre
está escondida con mi tía pero no sé dónde.
—Paso... Prefiero quedarme aquí abajo —responde Britt.
Le acaricio la mano con el pulgar y me da un apretón de agradecimiento. Ryder asiente. —Bueno, yo tengo que irme, pero os veo luego —dice, y nos deja con una sonrisa.
—¿Te apetece salir? —le pregunto a Britt. Asiente—. Te quiero —le
repito. Sonríe, con pecas y todo.
—Te quiero, San —me dice y me da un beso en la mejilla.
Abre la puerta de atrás y me presta su chaqueta otra vez. Al salir veo que el patio parece un cuento de hadas. Hay dos carpas gigantescas que ocupan casi todo el patio, y de los árboles y del
porche cuelgan cientos de pequeños farolillos. Son bonitos incluso de día.La verdad es que es digno de ver. —Creo que es aquí —dice Britt señalando la carpa más pequeña. Entramos por una abertura lateral. Britt estaba en lo cierto. Las hileras de sillas de madera
están colocadas de cara a un altar muy sencillo, de las paredes cuelgan unas preciosas flores blancas y todos los invitados van de blanco y negro. La mitad de los asientos están ocupados, así que nos sentamos en la penúltima fila porque sé que Britt no quiere verlo de cerca.
—Nunca pensé que asistiría a la boda de mi padre —me dice.
—Lo sé, y estoy muy orgullosa de ti por haber venido. Significa mucho para ellos y, por tu forma de hablar, parece que crees que también será bueno para ti. Apoyo la cabeza en su hombro y me rodea con el brazo. Empezamos a hablar del buen gusto con el que han decorado la carpa, toda en blanco y negro. Es sencillo y elegante. Tan sencillo que siento como si me hubieran invitado a
compartir un momento íntimo en familia, a pesar de la cantidad de asistentes que hay. —Supongo que la recepción será en la otra carpa —dice Britt, y retuerce un mechón de mi pelo entre el índice y el pulgar. —Eso creo. Seguro que es aún más bonita que...
—¿Britt? ¿Eres tú? —dice entonces una voz de mujer.
Ambas volvemos la cabeza hacia la izquierda. Una anciana ataviada con un vestido de flores blanco y negro y zapato plano nos mira con unos ojos como platos. —¡Dios santo, si eres tú! Lleva el pelo gris recogido en un sencillo moño y apenas un toque de maquillaje que le da un aspecto sano y radiante. Por su parte, Britt se ha quedado lívida. Se levanta y la saluda. —Abuela.
Ella le da un abrazo tremendo.
—¡No me puedo creer que hayas venido! Hace años que no te veo. Eres una chica muy guapa. Perdón, una mujer muy guapa. ¡Estás muy alta! Pero ¿qué es todo esto? — dice frunciendo el ceño
mientras señala los piercings que lleva en la cara.
Britt se ruboriza y se ríe incómoda. —¿Cómo estás? —le pregunta revolviéndose en el sitio. —Muy bien, cielo. Te he echado mucho de menos —dice ella y se seca los ojos. Tras una pausa,
me mira y pregunta con gran interés—: Y ¿quién es esta adorable
jovencita? —Ah... Perdona. Te presento a San... Santana. Mi... novia —contesta ella—. Santana, ella es... mi abuela.
Sonrío y me levanto. Nunca se me había ocurrido que iba a conocer a los abuelos de Britt. Pensaba que estaban muertos, como los míos. Nunca ha hablado de ellos, pero no me sorprende.
Creo que yo tampoco he hablado de los míos. —Es un placer conocerla —digo ofreciéndole la mano, pero sus planes van
más allá de un apretón. Tira de mí, me da un abrazo y un beso en la mejilla. —El placer es mío. ¡Eres una chica preciosa! —dice con un acento mucho más marcado que el de Britt—. Me llamo Adele, pero puedes llamarme abuela. —Gracias —digo ruborizándome.
Da un par de palmadas. Es evidente que está feliz. —Todavía no me creo que estés aquí; ¿has visto a tu padre recientemente?
¿Sabe que has venido? —pregunta volviendo a centrar la atención en Britt. Ella coloca sus manos detrás de su espalda.
—Sí, ya lo sabe. He estado viniendo por aquí últimamente.
—Me alegra mucho oír eso. No tenía ni idea —dice, y sé que está a punto de echarse a llorar otra vez. —Damas y caballeros, vayan tomando asiento. La ceremonia está a punto de comenzar —anuncia un hombre por el micrófono de la tarima.
La abuela coge a Britt del brazo sin darle tiempo a rechistar.
—Venid a sentaros con la familia. No deberíais estar aquí atrás.
Ella me mira pidiéndome socorro, pero me limito a sonreír y a seguirlos. Nos sentamos junto a alguien que se parece mucho a Karen, imagino que será su hermana. Britt me coge de la mano y a
su abuela no se le escapa el gesto afectuoso y le coge de la otra mano. Ken se pone en posición y la expresión de su rostro al ver a su hija sentada en primera fila es indescriptible: conmovedora y desgarradora al mismo tiempo. Britt hasta le sonríe un poco, y Ken
le devuelve la sonrisa. No cabe en sí de gozo. Ryder está de pie al lado de Ken, en la tarima, pero a Britt no parece importarle. Jamás habría accedido a subirse ahí arriba. Cuando Karen entra, todos los presentes suspiran. No hay palabras para describir lo bonita que
está mientras camina hacia el altar. La expresión de su rostro al ver al novio hace que me apoye en el hombro de Britt. Irradia felicidad y su sonrisa ilumina la carpa. Lleva un vestido largo y tiene las
mejillas resplandecientes. Es perfecto. La ceremonia es preciosa, y cuando a Ken se le quiebra la voz y deja escapar un pequeño sollozo mientras recita sus votos se me llenan los ojos de lágrimas. Britt me mira y sonríe, me suelta la mano y me seca las mejillas. Karen es una novia preciosa, y su primer beso como marido y mujer
hace que los asistentes aplaudan y los vitoreen —Cursilona —me dice Britt cuando apoyo de nuevo la cabeza en su hombro mientras la gente empieza a salir. Poco después acompañamos a su abuela a la otra carpa. Estaba en lo cierto: es aún más bonita
que la primera. Cerca de las paredes hay mesas vestidas con manteles blancos y servilletas negras. Los centros de mesa son flores blancas y negras. El techo está cubierto de farolillos como los del jardín, que proporcionan una iluminación cálida y muy agradable que se refleja en la cristalería nueva y en los relucientes platos blancos. El centro de la carpa está despejado. El suelo es de
azulejos blancos y negros, y creo que será la pista de baile. Los camareros están en posición, esperando que todo el mundo tome asiento. —No desaparezcas. Quiero volver a verte esta noche —dice la abuela de Britt antes de dejarnos.
—Es la boda más lujosa a la que he ido —comenta ella, y mira la tela blanca que adorna el techo.
—Yo no he estado en una boda desde que era pequeña —replico, y sonríe. —Eso me gusta —dice y me besa en la mejilla.
No estoy acostumbrada a que me demuestre afecto en público, pero podría acostumbrarme rápidamente.
—¿El qué? —pregunto cuando se sienta a una de las mesas.
—Que no hayas estado en ninguna boda con Sam —responde, y me echo a reír para no tener que mirarla mal.
—A mí también —le aseguro.
La comida está exquisita. Yo pido el pollo y Britt el filete. Lo sirven
todo en una especie de bufet para que parezca informal, pero esta comida de informal no tiene nada. Rebaño la salsa cremosa con
un trozo de pollo y me llevo el tenedor a la boca, pero Britt me lo roba y se lo come. Se atraganta un poco porque le cuesta reír y tragar a la vez. —Eso te pasa por quitarme la comida —la regaño, y me llevo otro trozo a la boca antes de que me lo robe de nuevo.
Se ríe y apoya la frente en mi hombro. Enfrente de nosotros hay una mujer mirándonos. No parece que le haga gracia ver a Britt besarme en el hombro. Le devuelvo una mirada igual de borde que la
suya y aparta la vista. —¿Te traigo otro plato? —le pregunto a Britt lo bastante alto como para que la mujer me oiga. Ella mira al hombre que tiene al lado y enarca una ceja. Él no parece prestarle la menor atención y eso la cabrea aún más. Sonrío y cojo la mano de Britt. Al igual que el hombre de enfrente, no se ha enterado de nada. Mejor.—Sí, por favor —dice—. Y gracias. Le doy un beso en la mejilla y me voy a la cola de la comida. —¿Santana? —dice una voz familiar. Levanto la vista y veo a Christian Vance y a Trevor a unos pocos metros de distancia. —Hola. —Sonrío.
—Estás espectacular —dice Trevor, y le agradezco el cumplido en voz baja. —¿Qué tal va el fin de semana? —me pregunta el señor Vance. —Fabuloso. Aunque los días laborales tampoco desmerecen —le aseguro. —Ya, ya... —Se echa a reír y coge un plato.
—¡Nada de carne roja! —le dice Kimberly por detrás.
Él hace un gesto de pegarse un tiro en la sien y le lanza un beso. ¿Estos dos salen juntos? Quién lo habría imaginado. El lunes le pediré detalles a Kimberly. —Mujeres —dice Vance, y llena un plato mientras yo preparo otro para Britt—. Nos vemos luego.
Sonríe y se va con su cita. Kimberly me saluda con la mano y consigue que el niño que tiene sentado en brazos haga lo mismo. Les devuelvo el saludo y me pregunto si será hijo suyo.
Trevor se acerca y me resuelve la duda. —Es el hijo del señor Vance. —Ah —digo apartando la vista de Kimberly.
Trevor sigue mirando a mi jefe. —Su mujer falleció hace cinco años, justo después de que naciera el niño. No había vuelto a
salir con nadie hasta que conoció a Kim. Sólo llevan unos meses juntos, pero está coladito por ella. —Se vuelve hacia mí y me sonríe.
—Ahora ya sé a quién recurrir para estar al tanto de los cotilleos de la oficina —bromeo, y los dos nos reímos. —Nena... —dice Britt rodeándome por la cintura con los brazos, marcando territorio.
—Me alegro de verte. Britt, ¿no es así? —pregunta Trevor.
—Sí —es todo lo que contesta ella—. Será mejor que volvamos a la mesa. Ryder te está buscando. —Me estrecha con fuerza y con su silencio le dice a Trevor que se largue. —¡Te veo luego, Trevor! —Sonrío educadamente y le doy a Britt su plato mientras regresamos
a nuestros asientos.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Que tanto habrá pasado esa noche en que Britt golpeo a Danny y porque???.... Y la mamá de San un poco perris jajajaja, aunque espero que Britt no haga que tenga la razón con todas las cosas que dijo.
Y la chica que veía Britt quien es???
Me encanta como se pone de territorial Britt jajaja, y a que se refería Trevor a verla otra vez, sonó algo raro....
Gracias por actualizar :)
Y la chica que veía Britt quien es???
Me encanta como se pone de territorial Britt jajaja, y a que se refería Trevor a verla otra vez, sonó algo raro....
Gracias por actualizar :)
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Capítulo 94
—¿Dónde está Ryder? —le pregunto a Britt cuando volvemos a
sentarnos. Le da un mordisco a un cruasán. —No lo sé.
—¿No has dicho que me estaba buscando? —Te estaba buscando, pero ahora no sé dónde está. —Britt, no hables con la boca llena —dice su abuela apareciendo por detrás. Noto que Britt respira hondo antes de volverse. —Lo siento —masculla. —Quería hablar de nuevo contigo antes de marcharme. Sólo Dios sabe cuándo volveré a verte. ¿Le reservarás un baile a tu abuela? —Es una pregunta adorable, pero Britt niega con la cabeza—. ¿Por qué no? —pregunta ella con una sonrisa. Ahora me doy cuenta de que Britt parece incómoda en su presencia. Hay cierta tensión entre
ellas, pero no sé a qué se debe. —Voy a traerle algo de beber a Santana —miente, y se levanta de la mesa. Su abuela se ríe nerviosa. —Menuda pieza, ¿verdad? No sé muy bien qué contestar a eso. De entrada quiero defenderla, pero creo que lo dice de
broma. A continuación, se vuelve hacia mí y pregunta: —¿Sigue bebiendo? —¿Qué?... No —balbuceo. Me ha pillado con la guardia baja—. Bueno, de vez en cuando — aclaro cuando la veo acercarse con dos copas llenas de un líquido rosado. Me da una y me la llevo a los labios. Huele dulce y, con el primer sorbo, noto que tiene burbujas que me hacen cosquillas en la nariz. Sabe igual que huele: dulce. —Champán —me informa Britt, y le doy las gracias.
—¡Santana! —exclama Karen justo antes de abrazarme. Se ha quitado el traje de novia y lleva puesto un vestido blanco cruzado que le llega a las rodillas, pero está igual de guapa que antes—.
¡No sabéis cuánto me alegro de que hayáis venido! ¿Os ha gustado? — pregunta. Karen es la única persona que conozco que pregunta a los invitados si les ha gustado la boda. Es más buena que el pan. —Ha sido precioso, una maravilla. —Sonrío.
Britt me pone la mano en la cintura para que me apoye en ella. Siento que está incomodísima atrapada entre Karen y su abuela, y encima ahora Ken se une a la fiesta. —Gracias por haber venido —le dice a Britt, y le ofrece la mano para que se la estreche.
Ella la acepta y le da a su padre un buen apretón. Ken levanta el brazo para abrazar a su hija, pero se contiene. Aun así, se nota que está feliz y emocionado. —Santana, cielo, estás muy guapa. —Me abraza y pregunta—: ¿Lo estáis pasando bien? No puedo evitar sentirme un poco incómoda con él ahora que sé un poco
mejor cómo era en el pasado. —Sí. Es increíble lo bien que lo han organizado todo. Britt se esfuerza por decirle algo bonito a su padre. Le masajeo la espalda con movimientos circulares para que se relaje un poco. La abuela de Britt tose y mira a Ken. No sabía que habíais vuelto a hablaros. Él se pasa la mano por la nuca. Ahora ya sé de dónde lo ha sacado Britt. —Sí. Mejor lo hablamos en otro momento, mamá —dice Ken, y ella asiente. Bebo otro sorbo de mi copa e intento no pensar que estoy bebiendo delante de las personas mayores, delante del rector de mi universidad, sin tener edad legal para hacerlo. Un camarero con chaleco negro se acerca con una bandeja de champán y, cuando Ken coge una
copa, pongo cara de terror, pero se la da a su esposa y me relajo. Qué alegría que haya dejado de beber.
—¿Quieres otra? —me pregunta Britt, y yo miro a Karen.
—Adelante. Estás en una boda —me dice.
—Sí. —Sonrío, y Britt se aleja para traerme otra.
Hablamos un minuto de la boda y de las flores y, cuando Britt regresa sólo con una copa, Karen se preocupa y le pregunta:
—¿No te gusta el champán? —Sí, claro. Éste está muy bueno, pero ya me he tomado una copa y me toca conducir a mí —
responde, y Karen lo mira con sus ojos marrones cargados de adoración. A continuación se vuelve hacia mí. —¿Tienes tiempo esta semana? He comprado semillas nuevas para el invernadero.
—Por supuesto que sí. Estoy libre todos los días a partir de las cuatro. La abuela nos mira a Karen y a mí, asombrada y feliz.
—¿Cuánto hace que salís juntas? —nos pregunta entonces.
—Unos meses —le responde Britt con calma. En ocasiones se me olvida que fuera de nuestro grupo, bueno, del grupo de amigos de Britt, nadie sabe que nos odiábamos a muerte hasta hace sólo dos meses. —Entonces ¿no voy a ser bisabuela pronto? —se ríe, y Britt se pone roja como un tomate. —No, no. Acabamos de irnos a vivir juntas —replica, y Karen y yo escupimos el champán de vuelta a nuestras copas. —¿Estáis viviendo juntas? —exclama Ken.
No esperaba que Britt fuera a contárselo hoy. Diantre, ni siquiera estaba segura de que fuera a contárselo alguna vez, dado que ella es como es. Estoy un poco sorprendida y avergonzada por mi
reacción pero, sobre todo, estoy contenta de que no tenga ningún problema en decirlo. —Sí, nos hemos trasladado a Artisan hace unos días —explica. —Vaya, es un sitio muy bonito, y está más cerca de las prácticas de Santana —añade Ken. —Sí —dice Britt, intentando valorar cómo se han quedado todos después
de soltar la bomba. —Me alegro mucho por vosotras, hija. —Ken le pone la mano en el hombro a su hija y la observo con expresión neutra—. Nunca me imaginé que te vería tan feliz... y en paz.
—Gracias —dice Britt. ¡Y sonríe! —¿Podría ir a visitaros algún día? —pregunta Ken. Karen baja la vista y le advierte: —Ken...
Todavía se acuerda de la última vez que fue demasiado lejos con Britt. Y yo también. —Pues... sí..., podrías —contesta Britt, y nos deja a todos de piedra. —¿De verdad? —inquiere Ken, y ella asiente—. Vale, ya nos diréis cuándo os va bien. —Se le han
humedecido un poco los ojos. Empieza la música y Karen coge a su marido del brazo. —Nos reclaman. Muchas gracias por haber venido —dice, y me besa en la mejilla—. No sabes lo mucho que has hecho por nuestra familia, ni te lo imaginas —me
susurra al oído antes de alejarse con lágrimas en los ojos.
—¡Es la hora del primer baile! ¡Que vivan los novios! —Se oye por los altavoces. La abuela de Britt también se marcha a ver el primer baile de los recién casados. —Les has alegrado el día —le digo a Britt y le planto un beso en la mejilla. —Vayamos arriba —me dice.
—¿Qué? —Estoy un poco aturdida por las dos copas de champán que me acabo de beber. —Arriba —me repite, y una corriente eléctrica me recorre la espalda. —¿Ahora? —digo riéndome.
—Ahora. —Pero hay mucha gente... No me contesta. Me coge de la mano y me saca de la carpa. Cuando llegamos a la casa, me sirve
otra copa de champán e intento que no se me derrame mientras subo a toda velocidad la escalera para seguirle el ritmo.
—¿Qué pasa? —pregunto una vez ha cerrado con pestillo la puerta de su dormitorio. —Te necesito —me dice, y se quita el vestido.
—¿Te encuentras bien? —pregunto con el corazón desbocado.
—Sí, pero necesito distraerme —gruñe. Da un paso hacia mí, me quita la copa y la deja encima de la cómoda. Da otro paso, me coge por las muñecas y me levanta los brazos. Yo encantada de distraerla de la sobrecarga emocional que ha supuesto ver
a su abuela por primera vez en años, la boda de su padre y el haber accedido a que su padre y su nueva esposa vengan a vernos a nuestro apartamento. Es demasiado para Britt en tan poco tiempo.
En vez de preguntarle nada o insistir más, la cojo del cuello y
pego las caderas a las suyas. Ya esta mas que lista. Con un gruñido, me suelta las muñecas y la peino con los dedos. Su boca cubre la mía y su lengua está caliente y dulce, como el champán. Quiero poder sentirte de verdad —dice con voz ronca mientras me muerde el labio inferior y lo chupa con gesto seductor. No
puedo desearla más. La oigo respirar entre dientes. Me sube
la mano por el muslo, agarra el elástico de las bragas y me las baja. Me apoyo en sus brazos para poder quitármelas, con bastante torpeza. Se ríe y me besa en el cuello. Me aprieta las caderas con las manos, me levanta y enrosca mis piernas alrededor de su cintura. Me agarro el escote del vestido para intentar bajármelo, pero Britt me suplica al oído: —Déjatelo puesto. Es un vestido muy sexi... Sexi a la vez que virginal... Joder... Me muero por
follarte. Eres preciosa. Me levanta un poco más en el aire y luego me baja hasta que la tengo dentro. Mi espalda está apoyada contra la pared y Britt empieza a subirme y a bajarme. Lo hace con un fervor y una desesperación que nunca había visto en ella. Es como si yo fuera de hielo y ella de fuego. Somos completamente distintas e iguales a la vez. —¿Está... bien... así? —pregunta a trompicones mientras me abraza con fuerza para que no me caiga.
—Sí —gimo. La sensación de que me lo esté haciendo así, contra la pared, con mis piernas en su cintura, es muy intensa y celestial.
—Bésame —suplica. Deslizo la lengua por sus labios hasta que abre la boca y me deja adentrarme en ella. Le tiro del pelo y hago lo que puedo para besarla mientras ella entra y sale de mí más y
más rápido. Nuestros cuerpos se mueven a toda velocidad, pero nuestro beso es lento e íntimo. —No me canso de follarte, San. Joder... Te quiero —dice en mi boca mientras yo jadeo y gimo
y siento esa presión en mi vientre cada vez más intensa.
Gruñe un par de veces y yo grito. Estamos a punto de corrernos las dos. —Relájate, nena —me dice, y le hago caso.
Sus labios siguen pegados a los míos, ahogando los gemidos de mi clímax. Entonces se tensa y estalla. Jadea y deja caer la cabeza en mi pecho, abrazada a mí unos segundos más antes de levantarme, salir de mí y dejarme de pie en el suelo. Ladeo la cabeza contra la puerta y recupero el aliento mientras ella coloca su bestido.
—. Gracias —añade, y me besa en la mejilla—. No por lo que
acabamos de hacer, sino por todo. —No me des las gracias, Britt. Tú haces por mí tanto como yo por ti. — La miro a los ojos
azules y brillantes—. Incluso más. —Qué va —dice meneando la cabeza y cogiéndome de la mano—. Volvamos abajo antes de que
alguien venga a buscarnos. —¿Qué tal estoy? —pregunto peinándome con los dedos y secándome bajo los ojos.
—Recién follada —bromea, y pongo los ojos en blanco—. Estás
guapísima. —Tú también —le digo. En la carpa casi todo el mundo está bailando, y parece que nadie se ha percatado de nuestra ausencia. Nos sentamos y empieza otra canción. Es Never Let Me Go, de Florence and the Machine. —¿Te apetece bailar? —le pregunto a Britt, aunque sé lo que me va a decir.
—No, yo no bailo —dice mirando por encima de mi hombro—. A menos que tú quieras hacerlo —añade. Me sorprende su ofrecimiento y me emociona que se haya prestado a bailar
conmigo. Me tiende la mano pero en realidad soy yo la que nos conduce a la pista de baile, que parece un tablero de
ajedrez. La llevo a toda prisa, no sea que cambie de opinión. Nos
quedamos al fondo, a una distancia prudencial de la multitud.
—No sé lo que hay que hacer —dice echándose a reír.
—Yo te enseño. Le pongo las manos en mis caderas. Me pisa un par de veces pero lo pilla deprisa. Ni en un millón de años me habría imaginado que estaría bailando con Britt en la boda de su padre.
—Vaya canción más rara para una boda, ¿no? —me dice al oído entre risas. —No, la verdad es que es perfecta —repongo con la cabeza apoyada en su pecho. Sé que no estamos bailando. Más bien estamos abrazándonos al ritmo de la música, pero a mí me
vale. Nos quedamos así durante dos canciones enteras, que resultan ser de mis favoritas. You Found Me, de The Fray, hace que Britt empiece a reírse a carcajadas y me estreche entre sus brazos. La siguiente, una canción pop de un grupo de chicos, hace que yo sonría y ella ponga los ojos en blanco. Mientras suena, Britt me habla de su abuela. Sigue viviendo en Inglaterra pero ella lleva sin verla ni hablar con ella desde que ella la llamó para felicitarla el día en que cumplió veinte años. Se puso de parte de su padre durante el divorcio y hasta encontró la manera de disculpar su alcoholismo; según ella, todo era culpa de la madre de Britt, y eso a ella le bastó para no volver a tener ganas de hablar con ella. Parece muy cómoda contándome todo esto, así que yo me callo y asiento de vez en cuando para que sepa que estoy escuchándola. Britt hace un par de chistes sobre lo ñoñas y petardas que son todas las canciones y me río de ella. —¿Y si volvemos arriba? —bromea bajando la mano por mi espalda. —Tal vez. —Voy a tener que darte de beber champán más a menudo. —Vuelvo a colocarle las manos en mi
cintura y me pone morritos. No puedo contener la risa—. La verdad es que me lo estoy pasando bastante bien —confiesa.
—Yo también. Gracias por haberme acompañado.
—No lo cambiaría por nada del mundo.
Sé que no se refiere a la boda, sino a estar conmigo en general. Estoy flotando en una nube. —¿Me permite este baile? —pregunta Ken cuando empieza la siguiente canción.
Britt frunce el ceño y nos mira primero a mí y luego a su padre.
—Sí, pero sólo una canción —rezonga.
Ken se ríe y repite las palabras de su hija: —Sólo una canción.
Britt me suelta y Ken me coge. Me trago lo incómoda que me siento con él. Habla de cosas triviales mientras bailamos, y mi resentimiento casi desaparece mientras nos reímos de una pareja de borrachos que se tambalea junto a nosotros.
—¿Has visto eso? —dice luego Ken con una voz que es puro asombro. Me vuelvo y veo a qué se refiere. Yo también me quedo pasmada al ver a Britt bailando como puede con Karen. Ella se ríe cuando ella le pisa los zapatos blancos y ella sonríe avergonzada. Esta noche ha sido mucho mejor de lo que soñaba. Al acabar la canción, Britt vuelve a mí rápidamente, seguido de Karen.
Les decimos a los felices recién casados que nos vamos a casa y nos abrazamos una vez más. Britt está un poco menos tensa que antes. Alguien llama a Ken. Karen y él se despiden de nosotros y nos dan las gracias por enésima vez por haber venido a la boda y desaparecen entre los invitados. —¡Los pies me están matando! —digo. Es la primera vez que llevo zapato de tacón tanto tiempo
seguido, y creo que voy a necesitar una semana para recuperarme.
—¿Te llevo en brazos? —se ofrece imitando mi tono de voz infantil.
—No —me río. Cuando vamos a salir de la carpa nos encontramos con Trevor, el señor Vance y Kimberly. Ella me sonríe y me guiña el ojo después de darle un buen repaso a Britt. Intento contener la risa y termino atragantándome. —¿Me has reservado un baile? —bromea el señor Vance con Britt. —No, ninguno —dice ella siguiéndole el juego. —¿No es pronto para marcharse? —dice Trevor mirándome a mí. —Ya llevamos aquí un buen rato —contesta Britt alejándome de ellos—. Me alegro de haberte
visto, Vance —añade sin dejar de andar mientras salimos de la carpa. —Eso ha sido de muy mala educación —le riño cuando llegamos al coche. —Estaba flirteando contigo. Tengo derecho a ser todo lo maleducada que quiera. —Trevor no estaba flirteando, sólo estaba siendo amable. Britt pone los ojos en blanco. —Te desea, lo sé. No seas tan ingenua. —Sé amable con él, por favor. Trabajamos en la misma empresa y no quiero problemas —digo con mucha calma. La noche ha sido maravillosa y no me gustaría que sus
celos la estropeasen. Britt sonríe con malicia. —Siempre puedo pedirle a Vance que lo despida. Me parto de la risa con su salida.
—¡Estás loca! —Sólo por ti —contesta, y arranca el motor.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
ACTUALICE UN POCO MAS PARA QUE ME PERDONEN LA SEMANA QUE VIENE. YA ESTAMOS CASI CASI AL FINAL
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—¡Cómo me gusta llegar a casa! —proclamo al entrar en el apartamento. Y entonces me doy cuenta de que hace un frío que pela—. Excepto cuando no dejas la calefacción encendida. —Castañeteo con los dientes y Britt se ríe. —Todavía no sé cómo funciona. Es tecnología punta. —Iré a por unas mantas —digo mientras ella se pelea con el termostato. Cojo una de la cama y dos del armario y las dejo en el sofá. Luego vuelvo al dormitorio a
cambiarme. —¡Britt! —¡Voy! —¿Puedes bajarme la cremallera? —le pido cuando entra. Su momento manitas parece haberlo dejado frustrado. Tiene los dedos congelados, y tiemblo cuando me rozan la piel desnuda. Se disculpa, termina de bajarme la cremallera y el vestido cae al suelo. Me quito los zapatos. El suelo de hormigón impreso parece de hielo. Corro a buscar el pijama más calentito que tengo. —Ten, esto abriga más —dice sacando del armario una sudadera gris con capucha. —Gracias. —Sonrío. No sé por qué me gusta tanto ponerme la ropa de Britt, es como si eso nos uniera más aún. Nunca lo había hecho con Sam, sólo una vez, cuando fuimos de acampada con su familia y tuvo que prestarme una sudadera.
Y a Britt parece que le gusta que lo haga. Me observa mientras me pongo la sudadera con una mirada cargada de deseo. Le cuesta quitarse su vestido y me acerco de puntillas a echarle una mano.
Permanece en silencio y le quito la tira de tela y la dejo a un lado. Luego saco un par de calcetines largos, gordos y violeta que mi madre me regaló las Navidades pasadas. Me recuerdan que sólo faltan tres semanas para Navidad, y me pregunto si mi madre todavía querrá que la pase con ella. No he vuelto a casa desde que empecé la universidad. —¿Eso qué es? —Britt se troncha de la risa y tira de los pompones que adornan mis tobillos.
—Unos calcetines. Unos calcetines calentitos, para ser exactos. —Le saco la lengua. —Muy bonitos —se mofa. Se pone un pantalón de chándal y una sudadera. Para cuando volvemos a la sala de estar, el apartamento se ha calentado un poco. Britt enciende el televisor y se tumba en el sofá. Me acurruca contra su pecho y
nos tapa con las mantas. —¿Qué planes tienes para las fiestas? —le pregunto nerviosa. No sé por qué me da apuro preguntarle qué va a hacer en Navidad si estamos viviendo juntas.
—Pues pensaba esperar hasta la semana que viene para decírtelo porque estos días han sido una locura, pero ahora que lo mencionas... —Sonríe y parece estar tan nerviosa como yo—. Me voy a casa por Navidad, y me gustaría que vinieras conmigo.
—¿A casa? —pregunto con voz aguda. —A Inglaterra..., a casa de mi madre. —Me mira con ojos de cordero—. Si no quieres venir, lo
entenderé. Sé que es mucho pedir y que ya te has venido a vivir conmigo. —No, no es que no quiera, es que... No sé... La idea de viajar al extranjero con Britt es emocionante y aterradora. Nunca he salido de Washington. —No tienes que darme una respuesta esta noche, pero dímelo en cuanto puedas, ¿vale? Yo me
voy el día 20. —Es justo el día después de mi cumpleaños —le digo.
Rápidamente cambia de postura y me levanta la cabeza:
—¿Tu cumpleaños? ¿Por qué no me habías dicho que estaba a la vuelta de la esquina? Me encojo de hombros. —No lo sé. No lo había pensado. Los cumpleaños no significan gran cosa para mí. Mi madre solía celebrarlos por todo lo alto y procuraba que todos fueran especiales, pero dejó de hacerlo estos últimos años.
—¿Qué quieres hacer por tu cumpleaños? —Nada. ¿Tal vez podríamos salir a cenar? No quiero una fiesta por todo lo alto, no es para tanto. —Una cena... No sé yo —se burla—. ¿No te parece un pelín extravagante? Me río y me besa en la frente. La obligo a ver un nuevo episodio de «Pequeñas mentirosas» y acabamos quedándonos dormidas en el sofá. Me despierto bañada en sudor en mitad de la noche. Me separo de Britt, me quito la sudadera y
voy a apagar la calefacción cuando una lucecita azul que parpadea en el móvil de Britt despierta mi curiosidad. Cojo el teléfono y desbloqueo la pantalla con los dedos. Tiene tres nuevos mensajes.
«Deja el móvil, Santana...» No tengo por qué curiosearle el teléfono, es de locos. Lo dejo de nuevo en su sitio y echo a andar
hacia el sofá, pero el móvil vibra con la llegada de otro mensaje de texto. «Sólo uno. Sólo voy a leer uno. Eso no es tan terrible, ¿verdad?» Sé que no está nada bien, pero no puedo evitar leerlo:
Llámame, capulla. El nombre de Jace aparece en la parte superior de la pequeña pantalla. Sí, ha sido una pésima idea. No he llegado a nada y ahora me siento culpable por ser la loca que
le espía el móvil a su novia... Pero ¿qué hace Jace mandándole mensajes a Britt? —¿Santana? —dice Britt con voz soñolienta.
Me sobresalto y se me cae el teléfono al suelo con un estrépito tremendo. —¿Qué ha sido eso? ¿Qué estás haciendo? —pregunta en la habitación a oscuras, iluminada únicamente por la televisión.
—Tú móvil ha sonado... y lo he cogido. —Es una verdad a medias. Me agacho a recogerlo del suelo. Una grieta cruza el lateral de la pantalla—. Y te he agrietado la pantalla —añado. Gruñe hastiada.
—Vuelve aquí. Dejo el móvil y me tumbo de nuevo en el sofá con ella, pero tardo mucho en dormirme. A la mañana siguiente Britt me despierta al intentar salir de debajo de mí. Me aparto y me acuesto
boca arriba en el sofá para que pueda levantarse. Coge el móvil de la encimera y se va al cuarto de baño. Espero que no esté muy cabreada por haberle roto la pantalla. Nada de esto habría ocurrido si yo no hubiera sido tan metomentodo. Me levanto del sofá y preparo el café. Sigo dándole vueltas a la propuesta de Britt de que me vaya a Inglaterra con ella. Nuestra relación va muy deprisa, nos hemos ido a vivir juntas muy jóvenes. Aun sí, me encantaría conocer a su madre y ver Inglaterra con ella. —¿Sumida en tus pensamientos? —La voz de Britt interrumpe mis divagaciones cuando entra en la cocina. —No... Bueno, más o menos. —Me río.
—¿En qué estabas pensando? —En las Navidades. —¿Qué pasa?, ¿que no sabes qué regalarme? —Creo que voy a llamar a mi madre para ver si tenía pensado invitarme a pasar las Navidades
con ella. Me sentiría fatal si no la llamo antes de decidir nada. Va a
pasarlas sola en casa. No parece que lo emocione la idea, pero mantiene la calma. —Lo entiendo. —Perdona por lo de tu móvil.
—No pasa nada —dice, y se sienta a la mesa. Pero entonces lo suelto: —Leí el mensaje de Jace. —No quiero tener que ocultarle nada, por muy avergonzada que me sienta. —¿Qué?
—Vibraba y lo miré. ¿Por qué te estaba escribiendo a esas horas?
—¿Qué has leído? —me pregunta ignorando lo que he dicho.
—Un mensaje de Jace —repito.
Aprieta la mandíbula. —¿Qué decía? —Que lo llamaras...
¿Por qué se altera tanto? Sabía que no iba a gustarle que husmeara en sus mensajes, pero creo que está exagerando.
—¿Eso es todo? —salta, y empieza a molestarme.
—Sí, Britt. ¿Qué más podría haberme encontrado?
—Nada... —Bebe un trago lento de su taza de café, como si de repente no tuviera importancia—. Sólo es que no me gusta que curiosees mis cosas. —Vale, no volveré a hacerlo.
—Bien. Tengo cosas que hacer; ¿podrás estar un rato sin mí?
—¿Qué tienes que hacer? —Me arrepiento al instante de habérselo
preguntado. —¡Jesús, Santana! —dice subiendo la voz—. ¿Por qué siempre me buscas las cosquillas? —No te busco las cosquillas, sólo quería saber qué ibas a hacer. Esto es una relación, Britt, y
bastante seria, por cierto. ¿Así que qué te cuesta decirme lo que vas a hacer hoy? Aparta la taza de malos modos y se levanta.
—No sabes cuándo dejarlo estar, ése es tu problema. No tengo por qué contártelo todo, ¡aunque estemos viviendo juntas! De haber sabido que ibas a salirme con esta mierda, me habría ido antes de
que te despertaras. —Vaya —es todo cuanto consigo decir antes de irme al dormitorio echando pestes. Pero me pisa los talones.
—Vaya, ¿qué? —Debería haber sabido que ayer fue demasiado bonito para ser verdad. —¿Perdona? —Nos lo pasamos genial y por una vez, por una vez, no te portaste como una gilipollas, pero hoy
te levantas y, ¡zas!, ¡vuelves a ser una auténtica capullo! Doy vueltas por la habitación recogiendo la ropa sucia de Britt del suelo.
—Te olvidas de la parte en que me revisas los mensajes del móvil.
—Un mensaje, y lamento mucho haberlo hecho, pero la verdad es que tampoco es para tanto. ¡Si en el móvil tienes algo que no quieres que vea, entonces sí que tenemos un problema! —le grito, y
echo toda la ropa en el cesto de la colada. Me señala furiosa.
—No, Santana. Tú eres el problema. ¡Siempre lo sacas todo de quicio! —¿Por qué te peleaste con Dani? —contraataco.
—Ah, no, ahora no quiero hablar de eso —me dice fríamente.
—Entonces ¿cuándo, Britt? ¿Por qué no me lo cuentas? ¿Cómo quieres que confíe en ti si me ocultas cosas? ¿Tiene algo que ver con Jace? —inquiero, y sus aletas nasales se agitan con rapidez.
Se pasa las manos por la cara y luego por el pelo, que se le queda de punta. —No sé por qué no puedes ocuparte de tus asuntos y dejar mi vida en paz —gruñe, y luego sale de la habitación.
A los pocos segundos la entrada principal se cierra de un portazo y me seco las lágrimas de enfado. El modo de reaccionar de Britt cada vez que le pregunto por Jace me da muy mala espina,
y no me quito esa sensación funesta de encima ni limpiando todo el
apartamento. Se ha pasado mucho. Me oculta algo y no entiendo por qué. Estoy segura de que no tiene que ver conmigo, no tiene
sentido que Britt se haya puesto así. Desde la primera vez que conocí a Jace supe que nos iba a traer problemas. Si Britt no va a darme respuestas, tendré que buscarlas en otra parte. Miro por la
ventana y veo su coche salir del aparcamiento. Cojo el móvil. Mi nueva fuente de respuestas contesta a la primera.
—¿Dani? Soy Santana. —Ya... Lo sé.
—Vale... Oye..., ¿puedo hacerte una pregunta? —digo con una vocecita más insegura de lo que me gustaría.
—¿Dónde está Britt? —me pregunta y, por su tono, sospecho que me guarda rencor por haberla rechazado pese a lo amable que fue conmigo. —No está aquí. —No creo que sea buena idea que...
—¿Por qué te pegó Britt? —pregunto sin dejarlo acabar la frase.
—Lo siento, Santana, he de dejarte —dice, y me cuelga.
«Pero ¿qué demonios...?» No estaba segura al cien por cien de que fuera a contármelo, pero tampoco esperaba que reaccionara así. Ahora sí que me muero de curiosidad, y encima estoy cabreadísima.
Intento llamar a Britt pero, ¿cómo no?, no lo coge. ¿Por qué ha
reaccionado Dani así? Casi como si tuviera... ¿miedo de decírmelo? Puede que esté equivocada y sí que tenga que ver conmigo.
No sé qué está pasando, pero nada de esto tiene sentido. Me paro a pensarlo detenidamente. ¿Estoy exagerando? Repaso mentalmente la reacción de Britt cuando le pregunté sobre Jace. No, estoy
segura de que no estoy malinterpretando la situación. Me ducho e intento calmarme los nervios y dejar de darle vueltas al asunto,
pero no funciona. Tengo una sensación rara en el estómago que me obliga a buscar otra opción. Termino de ducharme y
me seco el pelo, me visto y decido qué hacer a continuación.
Me siento como la señorita Havisham en Grandes esperanzas, maquinando y confabulando. Nunca me gustó ese personaje, pero de repente la entiendo. Ahora veo que el amor te empuja a hacer
lo que nunca harías, te puede volver obsesiva e incluso un poco loca. Aunque, en realidad, mi plan no es una locura ni tampoco es tan teatral como parece. Lo único que voy a hacer es buscar a Rachel y preguntarle si ella sabe por qué se pelearon Britt y Dani y qué pasa con Jace. Lo único que hace que parezca una locura es que, si Britt se entera de que he llamado a Dani y he ido a ver a Rachel, me la va a liar parda. Ahora que lo pienso, Britt no me ha llevado con sus amigos desde que nos vinimos a vivir
juntos, y sospecho que es porque ninguno lo sabe todavía.
Para cuando salgo del apartamento no puedo pensar con claridad y olvido el móvil sobre la encimera. Empieza a nevar en cuanto entro en la autopista, por eso tardo más de media hora en llegar
a la residencia. Está tal y como la recordaba. Normal, si no hace siquiera una semana que la dejé, aunque parezca que hace mucho más tiempo. Avanzo por el pasillo a grandes zancadas e ignoro a la rubia de bote que le gritó a Britt por haberle derramado vodka en la puerta de su cuarto. Ésa fue la primera vez que Britt se quedó a
dormir aquí conmigo, y parece que fue hace mil años. El tiempo no tiene sentido desde que la conocí. Cuando llamo a la puerta de mi antigua habitación, no contesta nadie. Normal. Si Rachel no está nunca aquí, siempre está en casa de Quinn y Blaine y no tengo ni idea de dónde es. Y, aunque lo supiera, ¿me atrevería a ir allí?
Vuelvo al coche e intento trazar un nuevo plan de acción mientras doy vueltas por el campus. Habría sido mucho más fácil si no me hubiera dejado el móvil en casa. Justo cuando estoy a punto de
rendirme y volver a buscarlo, paso junto a Blind Bob’s, el bar de moteros al que fui con Rachel. Veo el coche de Blaine en el parking. Aparco y respiro hondo antes de salir y, cuando lo hago, el aire helado me quema los pulmones. La mujer de la entrada me sonríe y respiro aliviada al ver el pelo rojo de Rachel en la otra punta del bar.
Ojalá hubiera sabido lo que estaba por venir.
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Capítulo 95
—¡Cómo me gusta llegar a casa! —proclamo al entrar en el apartamento. Y entonces me doy cuenta de que hace un frío que pela—. Excepto cuando no dejas la calefacción encendida. —Castañeteo con los dientes y Britt se ríe. —Todavía no sé cómo funciona. Es tecnología punta. —Iré a por unas mantas —digo mientras ella se pelea con el termostato. Cojo una de la cama y dos del armario y las dejo en el sofá. Luego vuelvo al dormitorio a
cambiarme. —¡Britt! —¡Voy! —¿Puedes bajarme la cremallera? —le pido cuando entra. Su momento manitas parece haberlo dejado frustrado. Tiene los dedos congelados, y tiemblo cuando me rozan la piel desnuda. Se disculpa, termina de bajarme la cremallera y el vestido cae al suelo. Me quito los zapatos. El suelo de hormigón impreso parece de hielo. Corro a buscar el pijama más calentito que tengo. —Ten, esto abriga más —dice sacando del armario una sudadera gris con capucha. —Gracias. —Sonrío. No sé por qué me gusta tanto ponerme la ropa de Britt, es como si eso nos uniera más aún. Nunca lo había hecho con Sam, sólo una vez, cuando fuimos de acampada con su familia y tuvo que prestarme una sudadera.
Y a Britt parece que le gusta que lo haga. Me observa mientras me pongo la sudadera con una mirada cargada de deseo. Le cuesta quitarse su vestido y me acerco de puntillas a echarle una mano.
Permanece en silencio y le quito la tira de tela y la dejo a un lado. Luego saco un par de calcetines largos, gordos y violeta que mi madre me regaló las Navidades pasadas. Me recuerdan que sólo faltan tres semanas para Navidad, y me pregunto si mi madre todavía querrá que la pase con ella. No he vuelto a casa desde que empecé la universidad. —¿Eso qué es? —Britt se troncha de la risa y tira de los pompones que adornan mis tobillos.
—Unos calcetines. Unos calcetines calentitos, para ser exactos. —Le saco la lengua. —Muy bonitos —se mofa. Se pone un pantalón de chándal y una sudadera. Para cuando volvemos a la sala de estar, el apartamento se ha calentado un poco. Britt enciende el televisor y se tumba en el sofá. Me acurruca contra su pecho y
nos tapa con las mantas. —¿Qué planes tienes para las fiestas? —le pregunto nerviosa. No sé por qué me da apuro preguntarle qué va a hacer en Navidad si estamos viviendo juntas.
—Pues pensaba esperar hasta la semana que viene para decírtelo porque estos días han sido una locura, pero ahora que lo mencionas... —Sonríe y parece estar tan nerviosa como yo—. Me voy a casa por Navidad, y me gustaría que vinieras conmigo.
—¿A casa? —pregunto con voz aguda. —A Inglaterra..., a casa de mi madre. —Me mira con ojos de cordero—. Si no quieres venir, lo
entenderé. Sé que es mucho pedir y que ya te has venido a vivir conmigo. —No, no es que no quiera, es que... No sé... La idea de viajar al extranjero con Britt es emocionante y aterradora. Nunca he salido de Washington. —No tienes que darme una respuesta esta noche, pero dímelo en cuanto puedas, ¿vale? Yo me
voy el día 20. —Es justo el día después de mi cumpleaños —le digo.
Rápidamente cambia de postura y me levanta la cabeza:
—¿Tu cumpleaños? ¿Por qué no me habías dicho que estaba a la vuelta de la esquina? Me encojo de hombros. —No lo sé. No lo había pensado. Los cumpleaños no significan gran cosa para mí. Mi madre solía celebrarlos por todo lo alto y procuraba que todos fueran especiales, pero dejó de hacerlo estos últimos años.
—¿Qué quieres hacer por tu cumpleaños? —Nada. ¿Tal vez podríamos salir a cenar? No quiero una fiesta por todo lo alto, no es para tanto. —Una cena... No sé yo —se burla—. ¿No te parece un pelín extravagante? Me río y me besa en la frente. La obligo a ver un nuevo episodio de «Pequeñas mentirosas» y acabamos quedándonos dormidas en el sofá. Me despierto bañada en sudor en mitad de la noche. Me separo de Britt, me quito la sudadera y
voy a apagar la calefacción cuando una lucecita azul que parpadea en el móvil de Britt despierta mi curiosidad. Cojo el teléfono y desbloqueo la pantalla con los dedos. Tiene tres nuevos mensajes.
«Deja el móvil, Santana...» No tengo por qué curiosearle el teléfono, es de locos. Lo dejo de nuevo en su sitio y echo a andar
hacia el sofá, pero el móvil vibra con la llegada de otro mensaje de texto. «Sólo uno. Sólo voy a leer uno. Eso no es tan terrible, ¿verdad?» Sé que no está nada bien, pero no puedo evitar leerlo:
Llámame, capulla. El nombre de Jace aparece en la parte superior de la pequeña pantalla. Sí, ha sido una pésima idea. No he llegado a nada y ahora me siento culpable por ser la loca que
le espía el móvil a su novia... Pero ¿qué hace Jace mandándole mensajes a Britt? —¿Santana? —dice Britt con voz soñolienta.
Me sobresalto y se me cae el teléfono al suelo con un estrépito tremendo. —¿Qué ha sido eso? ¿Qué estás haciendo? —pregunta en la habitación a oscuras, iluminada únicamente por la televisión.
—Tú móvil ha sonado... y lo he cogido. —Es una verdad a medias. Me agacho a recogerlo del suelo. Una grieta cruza el lateral de la pantalla—. Y te he agrietado la pantalla —añado. Gruñe hastiada.
—Vuelve aquí. Dejo el móvil y me tumbo de nuevo en el sofá con ella, pero tardo mucho en dormirme. A la mañana siguiente Britt me despierta al intentar salir de debajo de mí. Me aparto y me acuesto
boca arriba en el sofá para que pueda levantarse. Coge el móvil de la encimera y se va al cuarto de baño. Espero que no esté muy cabreada por haberle roto la pantalla. Nada de esto habría ocurrido si yo no hubiera sido tan metomentodo. Me levanto del sofá y preparo el café. Sigo dándole vueltas a la propuesta de Britt de que me vaya a Inglaterra con ella. Nuestra relación va muy deprisa, nos hemos ido a vivir juntas muy jóvenes. Aun sí, me encantaría conocer a su madre y ver Inglaterra con ella. —¿Sumida en tus pensamientos? —La voz de Britt interrumpe mis divagaciones cuando entra en la cocina. —No... Bueno, más o menos. —Me río.
—¿En qué estabas pensando? —En las Navidades. —¿Qué pasa?, ¿que no sabes qué regalarme? —Creo que voy a llamar a mi madre para ver si tenía pensado invitarme a pasar las Navidades
con ella. Me sentiría fatal si no la llamo antes de decidir nada. Va a
pasarlas sola en casa. No parece que lo emocione la idea, pero mantiene la calma. —Lo entiendo. —Perdona por lo de tu móvil.
—No pasa nada —dice, y se sienta a la mesa. Pero entonces lo suelto: —Leí el mensaje de Jace. —No quiero tener que ocultarle nada, por muy avergonzada que me sienta. —¿Qué?
—Vibraba y lo miré. ¿Por qué te estaba escribiendo a esas horas?
—¿Qué has leído? —me pregunta ignorando lo que he dicho.
—Un mensaje de Jace —repito.
Aprieta la mandíbula. —¿Qué decía? —Que lo llamaras...
¿Por qué se altera tanto? Sabía que no iba a gustarle que husmeara en sus mensajes, pero creo que está exagerando.
—¿Eso es todo? —salta, y empieza a molestarme.
—Sí, Britt. ¿Qué más podría haberme encontrado?
—Nada... —Bebe un trago lento de su taza de café, como si de repente no tuviera importancia—. Sólo es que no me gusta que curiosees mis cosas. —Vale, no volveré a hacerlo.
—Bien. Tengo cosas que hacer; ¿podrás estar un rato sin mí?
—¿Qué tienes que hacer? —Me arrepiento al instante de habérselo
preguntado. —¡Jesús, Santana! —dice subiendo la voz—. ¿Por qué siempre me buscas las cosquillas? —No te busco las cosquillas, sólo quería saber qué ibas a hacer. Esto es una relación, Britt, y
bastante seria, por cierto. ¿Así que qué te cuesta decirme lo que vas a hacer hoy? Aparta la taza de malos modos y se levanta.
—No sabes cuándo dejarlo estar, ése es tu problema. No tengo por qué contártelo todo, ¡aunque estemos viviendo juntas! De haber sabido que ibas a salirme con esta mierda, me habría ido antes de
que te despertaras. —Vaya —es todo cuanto consigo decir antes de irme al dormitorio echando pestes. Pero me pisa los talones.
—Vaya, ¿qué? —Debería haber sabido que ayer fue demasiado bonito para ser verdad. —¿Perdona? —Nos lo pasamos genial y por una vez, por una vez, no te portaste como una gilipollas, pero hoy
te levantas y, ¡zas!, ¡vuelves a ser una auténtica capullo! Doy vueltas por la habitación recogiendo la ropa sucia de Britt del suelo.
—Te olvidas de la parte en que me revisas los mensajes del móvil.
—Un mensaje, y lamento mucho haberlo hecho, pero la verdad es que tampoco es para tanto. ¡Si en el móvil tienes algo que no quieres que vea, entonces sí que tenemos un problema! —le grito, y
echo toda la ropa en el cesto de la colada. Me señala furiosa.
—No, Santana. Tú eres el problema. ¡Siempre lo sacas todo de quicio! —¿Por qué te peleaste con Dani? —contraataco.
—Ah, no, ahora no quiero hablar de eso —me dice fríamente.
—Entonces ¿cuándo, Britt? ¿Por qué no me lo cuentas? ¿Cómo quieres que confíe en ti si me ocultas cosas? ¿Tiene algo que ver con Jace? —inquiero, y sus aletas nasales se agitan con rapidez.
Se pasa las manos por la cara y luego por el pelo, que se le queda de punta. —No sé por qué no puedes ocuparte de tus asuntos y dejar mi vida en paz —gruñe, y luego sale de la habitación.
A los pocos segundos la entrada principal se cierra de un portazo y me seco las lágrimas de enfado. El modo de reaccionar de Britt cada vez que le pregunto por Jace me da muy mala espina,
y no me quito esa sensación funesta de encima ni limpiando todo el
apartamento. Se ha pasado mucho. Me oculta algo y no entiendo por qué. Estoy segura de que no tiene que ver conmigo, no tiene
sentido que Britt se haya puesto así. Desde la primera vez que conocí a Jace supe que nos iba a traer problemas. Si Britt no va a darme respuestas, tendré que buscarlas en otra parte. Miro por la
ventana y veo su coche salir del aparcamiento. Cojo el móvil. Mi nueva fuente de respuestas contesta a la primera.
—¿Dani? Soy Santana. —Ya... Lo sé.
—Vale... Oye..., ¿puedo hacerte una pregunta? —digo con una vocecita más insegura de lo que me gustaría.
—¿Dónde está Britt? —me pregunta y, por su tono, sospecho que me guarda rencor por haberla rechazado pese a lo amable que fue conmigo. —No está aquí. —No creo que sea buena idea que...
—¿Por qué te pegó Britt? —pregunto sin dejarlo acabar la frase.
—Lo siento, Santana, he de dejarte —dice, y me cuelga.
«Pero ¿qué demonios...?» No estaba segura al cien por cien de que fuera a contármelo, pero tampoco esperaba que reaccionara así. Ahora sí que me muero de curiosidad, y encima estoy cabreadísima.
Intento llamar a Britt pero, ¿cómo no?, no lo coge. ¿Por qué ha
reaccionado Dani así? Casi como si tuviera... ¿miedo de decírmelo? Puede que esté equivocada y sí que tenga que ver conmigo.
No sé qué está pasando, pero nada de esto tiene sentido. Me paro a pensarlo detenidamente. ¿Estoy exagerando? Repaso mentalmente la reacción de Britt cuando le pregunté sobre Jace. No, estoy
segura de que no estoy malinterpretando la situación. Me ducho e intento calmarme los nervios y dejar de darle vueltas al asunto,
pero no funciona. Tengo una sensación rara en el estómago que me obliga a buscar otra opción. Termino de ducharme y
me seco el pelo, me visto y decido qué hacer a continuación.
Me siento como la señorita Havisham en Grandes esperanzas, maquinando y confabulando. Nunca me gustó ese personaje, pero de repente la entiendo. Ahora veo que el amor te empuja a hacer
lo que nunca harías, te puede volver obsesiva e incluso un poco loca. Aunque, en realidad, mi plan no es una locura ni tampoco es tan teatral como parece. Lo único que voy a hacer es buscar a Rachel y preguntarle si ella sabe por qué se pelearon Britt y Dani y qué pasa con Jace. Lo único que hace que parezca una locura es que, si Britt se entera de que he llamado a Dani y he ido a ver a Rachel, me la va a liar parda. Ahora que lo pienso, Britt no me ha llevado con sus amigos desde que nos vinimos a vivir
juntos, y sospecho que es porque ninguno lo sabe todavía.
Para cuando salgo del apartamento no puedo pensar con claridad y olvido el móvil sobre la encimera. Empieza a nevar en cuanto entro en la autopista, por eso tardo más de media hora en llegar
a la residencia. Está tal y como la recordaba. Normal, si no hace siquiera una semana que la dejé, aunque parezca que hace mucho más tiempo. Avanzo por el pasillo a grandes zancadas e ignoro a la rubia de bote que le gritó a Britt por haberle derramado vodka en la puerta de su cuarto. Ésa fue la primera vez que Britt se quedó a
dormir aquí conmigo, y parece que fue hace mil años. El tiempo no tiene sentido desde que la conocí. Cuando llamo a la puerta de mi antigua habitación, no contesta nadie. Normal. Si Rachel no está nunca aquí, siempre está en casa de Quinn y Blaine y no tengo ni idea de dónde es. Y, aunque lo supiera, ¿me atrevería a ir allí?
Vuelvo al coche e intento trazar un nuevo plan de acción mientras doy vueltas por el campus. Habría sido mucho más fácil si no me hubiera dejado el móvil en casa. Justo cuando estoy a punto de
rendirme y volver a buscarlo, paso junto a Blind Bob’s, el bar de moteros al que fui con Rachel. Veo el coche de Blaine en el parking. Aparco y respiro hondo antes de salir y, cuando lo hago, el aire helado me quema los pulmones. La mujer de la entrada me sonríe y respiro aliviada al ver el pelo rojo de Rachel en la otra punta del bar.
Ojalá hubiera sabido lo que estaba por venir.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Capítulo 96
Los nervios me pueden mientras avanzo por el bar. ¿Cómo es que esto me ha parecido una buena idea? Britt me va a matar, y Rachel va a pensar que me he vuelto loca. Cuando me ve, sonríe de oreja a oreja y exclama: —Pero ¿qué haces tú aquí? Y me da un fuerte abrazo. —Pues... Te estaba buscando —le digo. —¿Va todo bien? ¿O es que me echabas de menos? —Se echa a reír.
—Te echaba de menos. —Con eso basta, por ahora.
—Cuánto tiempo sin verte, Santana —dice Blaine dándome un abrazo—. ¿Dónde te tenía escondida Britt?
Quinn aparece detrás de Rachel y le rodea la cintura con los brazos. Por cómo la mira ella, sé que han solucionado la pelea que tuvieron por culpa de Kitty. Rachel me sonríe. —Ven, siéntate con nosotros. Los demás aún no han llegado. «¿Aún?» Me pregunto si querrá decir que Britt llegará enseguida. Los sigo a un reservado
temiendo la respuesta a esa pregunta. Una pregunta que decido no hacer. En vez de eso pido una hamburguesa con patatas fritas. No he comido nada en todo el día y ya son las tres pasadas.
—Me aseguraré de que no lleven kétchup —me dice la camarera con una sonrisa antes de volver a la cocina. Se acuerda de la escena que Britt le montó la última vez que estuve aquí.
Me muerdo las uñas pintadas y espero a que la camarera me traiga mi Coca-Cola. —Anoche te perdiste la mejor fiesta del mundo —dice Blaine. Alza la jarra y se termina la cerveza.
—¿Sí? —Sonrío. Lo más frustrante de mi relación con Britt es que nunca sé qué puedo y qué no puedo contarle a la gente. Si nuestra relación fuera normal, podría decirle que ayer nos lo pasamos pipa en la boda del padre de Britt. Pero como mi relación de normal no tiene nada, me quedo callada. —Sí, fue una pasada. Fuimos a los muelles, no a la fraternidad. —Se echa a reír—. En los
muelles podemos hacer más el tonto y después no tenemos que limpiar. —Ah, ¿es que Jace vive en los muelles? —pregunto fingiendo que no me interesa. —¿Qué? No, los muelles son muelles de verdad, para barcos. Vive cerca porque de día trabaja allí.
—Ah... —Mordisqueo mi pajita. —Hacía un frío de narices y Quinn, que iba muy peda, se tiró al agua — dice Rachel sin poder
contener la risa. Quinn le saca el dedo. —No fue para tanto —se ríe—. Estaba tan fría que no sentí nada. La comida llega junto con las alitas de Quinn y otra ronda de cerveza para los tres.
—¿No te apetece una cerveza, Santana? No te van a pedir el carnet —me informa Blaine. —No, no. Tengo que conducir. Pero gracias.
—¿Qué tal la nueva residencia? —me pregunta Rachel robándome una patata frita. —¿Qué? —La nueva residencia —me repite más despacio. —No estoy en una residencia. ¿Eso le ha dicho Britt, que me he trasladado a otra residencia de estudiantes?
—Sí, porque desde luego en la mía ya no vives. Tus cosas desaparecieron de repente y Britt dijo que te habías cambiado de residencia, que tu madre se había cabreado contigo o algo así —
explica, y le da un buen trago a su cerveza. En ese instante decido que me importa un pimiento si Britt se cabrea: no pienso mentir. Estoy furiosa y avergonzada porque sigue ocultándole al mundo nuestra relación. —Britt y yo nos hemos ido a vivir juntas —les digo.
—¡¿Qué?! —exclaman los tres al mismo tiempo.
—Sí, la semana pasada. Alquilamos un apartamento a veinte minutos del campus —les explico. Los tres me miran como si tuviera dos cabezas. —¿Qué? —inquiero perdiendo la paciencia.
—Nada. Es sólo que... Vaya..., no sé. Es que nos ha pillado por sorpresa — dice Rachel. —¿Por? —salto. Sé que no es justo que la pague con ella cuando con quien estoy realmente enfadada es con
Britt, pero no puedo evitarlo. Frunce el ceño y me mira como si estuviera pensando si debe hablar o no. —No lo sé. Sólo es que no me puedo imaginar a Britt viviendo con alguien, eso es todo. No
sabía que lo vuestro iba tan en serio. Ojalá me lo hubieras dicho.
Estoy a punto de preguntarle qué quiere decir con eso cuando Quinn y Blaine miran en dirección a la puerta y luego a mí. Cuando me vuelvo, veo a Kitty, a Britt y a Jace. Britt se está sacudiendo
la nieve del pelo y limpiándose las botas en la alfombrilla de paja. Aparto la mirada con el corazón desbocado. Son demasiadas cosas a la vez: Kitty está con Britt, lo cual me cabrea sobremanera.
Jace está con Britt, cosa que no entiendo. Y acabo de contarle a todo el mundo que estamos viviendo juntas, cosa que parece haber causado una gran conmoción. —Santana —me saluda Britt, enfadada, detrás de mí. La miro y veo que tiene el rostro contorsionado de pura rabia. Está haciendo un esfuerzo por
contenerse, lo sé, pero no creo que lo consiga. —Tengo que hablar contigo —masculla. —¿Ahora? —digo tratando de no darle importancia, aunque estoy de los nervios. —Sí, ahora —contesta, e intenta cogerme del brazo. Me levanto y la sigo a una esquina del
pequeño bar—. ¿Qué coño estás haciendo aquí? —dice en voz baja con la cara a unos centímetros de la mía. —He venido a pasar un rato con Rachel. —No es del todo mentira, pero tampoco es del todo
verdad. Me pilla. —Y una mierda. —Le cuesta no gritar, pero la gente ya nos está mirando —. Tienes que irte —me dice.
—¿Cómo dices? —Tienes que volver a casa. —¿A casa? ¿Quieres decir a mi nueva residencia de estudiantes? —la desafío. Se queda lívida —. Sí, se lo he dicho —prosigo—. Les he contado que estamos viviendo juntas; ¿cómo es que no lo sabían? Me has hecho quedar como una imbécil. Pensé que lo de esconder lo nuestro era cosa del pasado, que ya no era tu secreto. —No eras mi secreto —miente. —Estoy harta de engaños y secretitos, Britt. Cada vez que pienso que vamos progresando... —Perdona. No era mi intención mantenerlo en secreto. Sólo quería esperar un poco —dice
atropelladamente. Casi puedo ver la lucha interna que se está librando tras esos ojos azules. No deja de mirar a un
lado y a otro, y me preocupa verla tan asustada.
—No puedo seguir así, eres consciente de eso, ¿verdad? —le digo.
—Sí, ya lo sé —suspira, coge entre los dientes el aro del labio inferior y se pasa la mano por el pelo húmedo—. ¿Podemos irnos a casa y hablarlo? Asiento. La sigo de vuelta al reservado, donde ya se han sentado todos. —Nosotras nos vamos —anuncia Britt.
Jace me dirige una sonrisa siniestra. —¿Tan pronto?
Los hombros de Britt se tensan. —Sí —contesta.
—¿Volvéis a vuestro apartamento? —pregunta Rachel.
Le lanzo una mirada asesina. «¡No es el momento!», le grito en silencio. —¿Adónde has dicho? —dice Kitty desternillándose de risa. La verdad, si por mí fuera, no volvería a verla en la vida.
—A su apartamento. Están viviendo juntas —contesta Rachel la mar de contenta. Sé que sólo está intentando fastidiar a Kitty y, en circunstancias normales, le aplaudiría, pero estoy demasiado cabreada con Britt para pensar en esta tipa. —Bueno, bueno, bueno... —exclama Kitty golpeando la mesa con sus uñas rojo chillón—. Pero qué noticia tan interesante —dice mirando fijamente a Britt. —Kitty... —le advierte. Juraría que a Britt le está entrando el pánico. Ella enarca una ceja. —¿No te parece que lo estás llevando demasiado lejos? —añade ella. —Kitty, te juro por Dios que si no cierras el pico... —¿Qué es lo que está llevando demasiado lejos? —inquiero. Tenía que preguntarlo.
—Santana, sal afuera —me ordena, pero no le hago caso.
—No quiero. ¿Qué es lo que está llevando demasiado lejos? ¡Dímelo! — grito. —Espera..., estás en el ajo, ¿no? —Kitty se echa a reír y continúa—: ¡Lo sabía! Le dije a Jace que tú lo sabías pero no me creyó. Britt, le debes a Dani una pasta gansa. —Echa la cabeza atrás y se levanta. Britt parece un fantasma. Es como si no le quedara una gota de sangre en el cuerpo. A mí la
cabeza me da vueltas y estoy hecha un lío. Miro a Blaine, a Quinn y a Rachel, que no le quitan los ojos de encima a Britt.
—¿En qué ajo estoy metida? —Me tiembla la voz.
Britt me coge del brazo e intenta tirar de mí, pero me suelto y me planto delante de Kitty. —No te hagas la tonta conmigo. Sé que lo sabes. ¿Qué ha hecho? ¿Te ha dado la mitad del dinero? —pregunta. Britt me coge de la mano. Tiene los dedos fríos como el hielo. —Santana... Aparto la mano y la miro fijamente con unos ojos como platos. —¡Explícate! ¡¿De qué está hablando?! —le grito.
Las lágrimas amenazan con desbordarse por mis mejillas mientras intento mantener bajo control la avalancha de emociones.
Britt me deja atónita cuando abre la boca y vuelve a cerrarla en el acto. —Hostia —se burla Kitty—. ¿De verdad que no lo sabes? Es asombroso. ¡Vamos a cobrar entrada! —Cállate, Kitty —le escupe Rachel. —¿Seguro que quieres que te lo cuente, princesa? —prosigue ella con una sonrisa triunfante. Oigo los latidos de mi propio corazón y por un instante me pregunto si los demás también los estarán oyendo. —Cuéntamelo —le ordeno. Kitty ladea la cabeza... Luego hace una pausa. —No, creo que le corresponde a Britt hacerlo. Y empieza a reírse y a pasarse el aro que lleva en la lengua entre los dientes. Es un sonido horrible, peor que cuando uno araña la pizarra con las uñas.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Capítulo 97
Todo está pasando demasiado deprisa. Estoy hecha un lío y, cuando miro en derredor, veo que estoy rodeada de gente que se ha burlado de mí sin importarle lo mucho que yo he intentado encajar, y sé que no puedo confiar en ninguno de ellos.
«¿Qué está ocurriendo? ¿Qué hace Britt ahí parada? ¿Qué me están ocultando?» —Secundo la moción —dice Jace, y levanta la jarra de cerveza—. Adelante, Britt, cuéntaselo. —Se... Se lo diré fuera —replica él en voz baja. Miro sus ojos brillantes, que están locos de desesperación, confusos. No sé qué está pasando,
pero sé que no quiero ir a ninguna parte con ella. —No, me lo vas a contar aquí, delante de todos. Así no podrás mentirme.
Me duele el corazón y sé que no estoy preparada para oír lo que va a decirme. Se retuerce los dedos nerviosa antes de empezar a hablar. —Perdóname —dice sujetándose las manos—. Santana, tienes que recordar que esto fue mucho antes de que te conociera. —Sus ojos me suplican clemencia. No sé si me va a fallar la voz, y apenas abro la boca para decirle: —Cuéntamelo.
—Aquella noche... La segunda noche..., la segunda fiesta a la que viniste, cuando jugamos a Verdad o desafío... y Blaine te preguntó si eras virgen... —Cierra los ojos como si estuviera ordenando
sus pensamientos. «No, no, no...» Si fuera posible que el corazón se me cayera más abajo de los pies, el mío estaría ya en el núcleo
terrestre. Esto no está pasando. «Esto no puede estar pasando. Ahora no. A mí, no.» —Continúa... —dice Jace, y se apoya sobre los codos como si fuera lo mejor que ha visto nunca. Britt le lanza puñales con los ojos y sé que, si no estuviera a punto de destruir ella solita nuestra relación, aplastaría a ese gusano en el acto.
—Dijiste que sí, que eras virgen... Y alguien tuvo la idea de...
—¿Quién tuvo la idea? —la interrumpe Molly.
—Yo... A mí se me ocurrió la idea —confiesa Britt. No deja de mirarme a los ojos, cosa que no hace que esto me resulte más fácil—. Se me ocurrió que... podría ser divertido... hacer una
apuesta. Agacha la cabeza y los ojos se me llenan de lágrimas.
—No. —Ahogo un sollozo y doy un paso atrás.
La confusión se hace un hueco entre el caos de mis pensamientos y me impide ordenarlos y encontrarles sentido, comprender lo que oyen mis oídos. Pero la confusión pronto le cede el paso a
una mezcla en ebullición de dolor y rabia. Todos los recuerdos encajan como las piezas de un rompecabezas... «Aléjate de ella», «Ten cuidado», «A veces uno cree que conoce a las personas, pero no es así», «Santana, tengo que decirte algo»... Todos los comentarios de Molly, Jace, e incluso los de la propio Britt, se
repiten en mi cabeza como un disco rayado. Había algo, la sensación de que se me escapaba algo. No puedo respirar en el
pequeño bar, es como si me faltara el aire mientras intento asimilar la realidad. Había pistas por todas partes pero estaba demasiado obnubilada con Britt para verlas. «¿Por qué lo ha llevado tan lejos? ¿Para qué quería que me fuera a vivir con ella?»
—¿Tú lo sabías? —le pregunto a Rachel. No puedo seguir mirando a Britt. —Yo... Estuve a punto de contártelo mil veces, San —dice llorando lágrimas de culpabilidad. —Cuando nos dijo que se había llevado el gato al agua no me lo podía creer, —explica Jace con una risita. Está disfrutando con el espectáculo. —¿Verdad? ¡Yo tampoco! Pero las sábanas... ¡Las sábanas manchadas de
sangre eran impepinables! —secunda Molly muerta de la risa.
Las sábanas. Por eso seguían en su coche... Sé que debería decir algo, cualquier cosa, pero no me sale la voz. Todo me
da vueltas, la gente del bar bebe y come sin darse cuenta de que a diez metros de ellos hay una ingenua a la que le están
partiendo el corazón en mil pedazos. ¿Cómo es posible que la Tierra siga girando y la vida continúe mientras yo estoy aquí viendo a Quinn agachar la cabeza, a Rachel llorar y, lo más importante, a
Britt mirándome fijamente? —Santana, perdóname.
Da un paso hacia mí pero ni siquiera puedo moverme y poner pies en polvorosa, que es lo que querría hacer. La voz de arpía de Molly rompe el silencio: —Desde luego hay cierto componente teatral que se merece un aplauso. ¿Os acordáis de la última vez que estuvimos aquí y Rachel hizo como que ponía guapa a Santana y luego Britt y Dani se pelearon por ver quién la llevaba de vuelta a la residencia? —Se ríe y prosigue—: Más tarde, Britt apareció en tu habitación, ¿verdad? ¡Con la botella de vodka! ¡Y tú pensaste que estaba borracha! ¿Te acuerdas de que la llamé mientras estaba allí? —Por un momento me mira como si de verdad esperara mi respuesta—. En realidad se suponía que iba a ganar la apuesta esa noche. Estaba muy segura, pero Dani no paraba de decirle que no te ibas a abrir de piernas tan rápido. Se ve que Dani estaba en lo cierto pero, aun así, lo hiciste mucho antes de lo que yo imaginaba. Así que me alegro de no haberme jugado la pasta... En el bar sólo existen los sonidos horripilantes que emite Molly y los ojos de Britt.
Nunca me había sentido así. Este grado de humillación y de pérdida es mucho peor de lo que imaginaba. Britt ha estado jugando conmigo todo este tiempo, todo esto no ha sido más que un
juego para ella. Los abrazos, los besos, las sonrisas, las risas, los «te quiero», el sexo, los planes... Joder, duele como nada en el mundo. Lo tenía todo planeado, cada noche, cada detalle, y todo el
mundo lo sabía menos yo. Incluso Rachel, que creía que se estaba
convirtiendo en una buena amiga. La miro. En medio de la sorpresa me permito tener un momento de debilidad y desearía no haberlo
hecho. Está ahí plantada. Ahí plantada como si mi mundo no se estuviera desmoronando, como si no me hubiera humillado hasta la saciedad ante todos. —Te alegrará saber que has costado una pasta gansa —ríe Molly—, y eso que Dani intentó rajarse
un par de veces. ¡Espero que Britt al menos te invitara a cenar con el dinero de Jace, Blaine y Dani! Jace se termina la cerveza y aúlla:
—¡A mí lo que me joroba es haberme perdido el famoso «Te quiero» delante de todo el mundo! He oído que fue de traca.
—¡Callaos de una puta vez! —El grito de Quinn los sorprende a todos. Si yo no estuviera tan aturdida, también me habría sorprendido—. Que os jodan. Ya os ha aguantado bastante.
Britt da un paso más. —Por favor, nena, di algo. Y con ese nena lastimero mi cerebro por fin conecta con mi boca. —¡No te atrevas a llamarme nena! ¿Cómo has podido hacerme esto? Eres... eres... No puedo... —Tengo tanto que decir que no consigo hacerlo—. No voy a decir nada porque eso es lo que quieres —replico con mucha más confianza en mí misma de la que siento. Por dentro estoy que ardo y tengo el corazón en el suelo, bajo las botas de Britt.
—Sé que la he fastidiado... —empieza a decir.
—¿La has fastidiado? ¡¿Que la has fastidiado?! —chillo—. ¿Por qué? Dime por qué. ¿Por qué yo? —Porque estabas ahí —contesta. Y su sinceridad me destroza un poco más —. Era un reto. No te
conocía, Santana. No sabía que iba a enamorarme de ti. La oigo hablar de amor y siento justo lo contrario que estas últimas
semanas. La bilis me sube por la garganta. —Tú estás mal de la cabeza. ¡Eres una puta enferma! —le grito, y corro hacia la puerta.
Esto es más de lo que puedo soportar. Britt me coge del brazo y la aparto de un empellón, me vuelvo y le cruzo la cara. Con todas mis fuerzas. Su expresión de dolor me produce una punzante satisfacción. —¡Lo has estropeado todo! —chillo—. Te has llevado algo que no te pertenecía, Britt. Era para alguien que me quisiera, alguien que me quisiera de verdad. Era suyo, fuera quien fuese, y tú se lo has robado... ¿por dinero? Me he peleado con mi madre por ti. ¡Lo he dejado todo! Tenía a una persona que me quería, alguien que jamás me haría el daño que tú me has hecho. Eres un ser
repugnante. —Pero yo te quiero, Santana. Te quiero más que a nada. Iba a contártelo. Intenté que no te lo explicaran. No quería que lo descubrieras. Por eso me pasé la noche fuera, convenciéndolos de que no te dijeran nada. Iba a contártelo yo, pronto, ahora que vivimos juntas, porque ahora ya no importa.
Pierdo el control de las palabras que se me agolpan en la boca:
—Estás... Eres... ¡Britt, por Dios! ¿Qué demonios te pasa, eh? ¿Crees que está bien que vayas por ahí convenciendo a la gente de que no me lo cuente? ¿Que todo iba a ir bien si yo no me enteraba? ¿Creías que iba a perdonarte esto por estar viviendo juntas? ¿Por
eso insististe en que mi nombre figurara en el contrato? ¡Por Dios santo! ¡Tú estás mal de la cabeza! Todos los pequeños detalles que me hacían darle tantas vueltas a todo desde que conocí a
Britt, todos apuntaban a algo así. Estaba claro.
—Por eso fuiste a recoger mis cosas a la residencia, ¡porque tenías miedo de que Rachel me lo contara! Todo el bar me está mirando y me siento insignificante. Destrozada e insignificante.
—¿Qué has hecho con el dinero, Britt?
—Yo... —empieza a decir, pero se calla.
—Dímelo —exijo. —Tu coche..., la pintura... y la fianza del apartamento. Pensé que si... He estado a punto de contártelo tantas veces, en cuanto me di cuenta de que ya no era sólo una
apuesta... Te quiero. Te he querido siempre, te lo juro.
—¡Guardaste las sabanas para poder enseñárselo, Britt! ¡Les enseñaste las sábanas, las putas sábanas manchadas de sangre! —Me llevo las manos a la cabeza y me tiro de los pelos—. ¡Oh,
mierda! ¡Qué idiota he sido! Mientras yo repasaba mentalmente la mejor noche de mi vida tú les estabas enseñando las sábanas a tus amigos. —Lo sé... No tengo excusa... Pero tienes que perdonarme. Podemos solucionarlo —dice. Y me echo a reír. Una carcajada de verdad. A pesar de las lágrimas, me río. Me estoy volviendo
loca. En las películas las cosas no son así. No soy capaz de guardar las formas. No estoy aceptando la noticia con elegancia, con una exclamación o una sola lágrima que desciende lentamente por la
mejilla. Estoy llorando, tirándome de los pelos y apenas puedo controlar mis emociones o articular una frase. —¿Que te perdone? —Me río como una histérica—. Me has destrozado la
vida. Lo sabes, ¿verdad? Pues claro que lo sabes. Ése ha sido siempre tu plan, ¿recuerdas? Prometiste que ibas a destrozarme. Pues enhorabuena, Britt, lo has hecho. ¿Cuál quieres que
sea tu premio? ¿Dinero, o prefieres que te busque otra virgen?
Se revuelve, como si intentara bloquear mi campo de visión para que no vea a los demás, que siguen sentados en su sitio.
—Santana, por favor. Tú sabes que te quiero. Lo sabes. Vayámonos a casa, por favor. Vayamos y te lo contaré todo. —¿A casa? Ésa no es mi casa. No lo ha sido nunca, lo sabes tan bien como yo.
Vuelvo a intentar llegar a la puerta. La tengo muy cerca.
—¿Qué puedo hacer? Haré lo que sea —me suplica.
Sigue mirándome fijamente a los ojos y se agacha. Durante un segundo no entiendo lo que hace. Luego veo que se está arrodillando ante mí. —¿Tú? Nada. Ya no hay nada que puedas hacer por mí, Britt. Si supiera qué decir para hacerle tanto daño como ella me ha hecho a mí, lo diría. Y se lo repetiría
mil veces para que supiera lo que se siente cuando te toman el pelo de esa manera y luego te hacen pedacitos.
Aprovecho que está de rodillas para correr hacia la puerta. En cuanto la abro choco contra alguien. Alzo la vista y me encuentro el rostro magullado de Dani, que todavía se está recuperando de
las heridas que le causó Britt. —¿Qué pasa? —me pregunta cogiéndome del codo. Sus ojos viajan detrás de mí, ve a Britt y ata cabos. —Perdóname... —dice, pero la ignoro. Britt viene detrás de mí y tengo que salir del bar, tengo que alejarme de ella.
El aire gélido azota mi pelo, que me tapa la cara en cuanto estoy fuera. Es una sensación agradable, y espero que también me alivie las emociones que me queman por dentro. La nieve ha
cubierto las calles y mi coche. Oigo que Dani me llama:
—No estás en condiciones de conducir, Santana.
Sigo intentando avanzar entre la nieve por el aparcamiento.
—¡Déjame en paz! ¡Sé que tú también estabas metida en la apuesta! ¡Todos lo estabais! —grito y busco las llaves del coche.
—Deja que te lleve a casa. De verdad que así no puedes conducir, y menos con esta tormenta — insiste. Abro la boca para gritarle pero entonces veo que Britt está saliendo del bar. Miro al que creía que era el amor de mi vida, a la mujer que creía que iba a hacer que todos los días fueran especiales, salvajes, libres. Y luego miro a Dani. —Está bien —le digo. El clic del cierre centralizado del coche de Dani me dice que ya puedo subir, y rápido. En cuanto Britt se da cuenta de que me voy con ella, echa a correr hacia el coche. Su
rostro se contorsiona de la rabia y, por el bien de Dani, espero que se meta en el coche antes de que Britt nos alcance.
Dani se sienta tras el volante y arranca. Britt hinca las rodillas en el suelo por segunda vez esta noche. —Perdóname, Santana. No tenía ni idea de que se nos iba a ir tanto de las manos... —empieza a decir Dani, pero lo corto.
—No me hables. No puedo soportarlo más. No quiero oír nada más. Se me revuelve el estómago y el dolor de la traición de Britt me desgarra por dentro y me debilita por segundos. Estoy segura de que si Dani dice una sola palabra no quedará nada de mí. Necesito saber por qué Britt ha hecho lo que ha hecho, pero me aterra pensar lo que puede pasar si escucho hasta el último detalle. No he sentido
nunca un dolor como éste y no sé muy bien qué hacer con él, si es que puedo hacer algo. Dani asiente y conduce en silencio.
Pienso en Britt, en Molly, en Jace y en toda la pandilla, y entonces algo cambia. Algo me hace más valiente.
—¿Sabes qué? —digo volviéndome hacia ella—. Habla. Cuéntamelo todo. Hasta el último detalle. Dani estudia mis ojos un momento con expresión preocupada. Luego se da cuenta de que no tiene elección y dice en voz baja mientras nos metemos en la autopista: —De acuerdo.
FIN
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
como comprenderan esta historia la continuare por que no es posible que las deje asi, asi que esperen proximamente la continuacion por que se que estan odiando a Britt igual o mas que yo.
Se les quiere. Bye
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Oojo, La continuacion se llama EN MIL PEDAZOS, comenzare a subirla el lunes a menos que mis lectoras preferidas me comenten ya el dia de mañana ok.
Hasta luego chicas .
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Omg!!! La cago a lo grande, y creó que lo llevo demasiado lejos también, no se porque pensaba que al decirle ella las cosas y vivir juntas haría que San la perdonara.
Ojala San salga adelante sola, porque su mamá solo hará que sufra mas si vuelve con ella. Y con Britt no se que pensar se que empezó todo un juego y obvio no se le va a olvidar jamas a San aparte de que ya no le creerá nada, pero también es verdad que se enamoro.
Espero que San se vuelva mas fuerte e independiente con todo esto, y bueno haber que tanto le cuenta Dani
Espero que actualices pronto, plisssssss jjajajajjaa
Muero por leer como sigue!!!
Ojala San salga adelante sola, porque su mamá solo hará que sufra mas si vuelve con ella. Y con Britt no se que pensar se que empezó todo un juego y obvio no se le va a olvidar jamas a San aparte de que ya no le creerá nada, pero también es verdad que se enamoro.
Espero que San se vuelva mas fuerte e independiente con todo esto, y bueno haber que tanto le cuenta Dani
Espero que actualices pronto, plisssssss jjajajajjaa
Muero por leer como sigue!!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
no me imagine que esto era lo que ocultaba brittany, es imperdonable lo que ha hecho, aunque en su defensa solo pdo decir que si se enamoro, no veo como santana podra perdonarla y si no van a estar juntas pues...... en fin hasta pronto!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)
Hola mar....
No me gusto como terninaron las cosas...
Mas como se entero san de todo lo que hicieron. Y por que se acerco a ella britt...
A ver que pasa... Y ensima se va con dani
Nos.leemos!
No me gusto como terninaron las cosas...
Mas como se entero san de todo lo que hicieron. Y por que se acerco a ella britt...
A ver que pasa... Y ensima se va con dani
Nos.leemos!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
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