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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por 3:) Miér Mayo 18, 2016 9:32 pm

hola mar,...

es bueno que te decidieras a seguir la historia,....
no te lo voy a negar tengo la historia, leí la adap a medias hasta donde quedo, pero me gusta que la sigas, en general tengo el 90% de las historias originales pero me gusta leer las adap que hacen,.. eso si toma todo el tiempo que quieras en actualizar pero termina lo.
y volviendo a la historia,...
se va a poner bueno,.. quiero ver como va la fiesta,...

nos vemos!!!
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:14 pm

Micky Morales Hoy A Las 7:25 Pm A ver como les va en esta fiesta!!!!! escribió:

San no esta acostumbrada a este estilo tan liberal de fiesta. Gracias por tu apoyo leyendo la historia. Gracias y bueno estamos en maraton permanente.

Caritovega Hoy A Las 7:56 Pm Hola continua con la historia please en wattpad se encuentra pero no esta terminada la dejaron a media!! escribió:

Gracias por comentar sip, mi meta es terminarla y si es posible seguir con el segundo libro. Gracias por unirte a esta lectura y dejar tu comentario.

Aclaracion: no estoy haciendo copy-page, yo he estado adaptando la historia tal cual no existiera en este foro, solo quiero avanzar lo mas que pueda y que apartir del cap. 28 sea lectura fresca.

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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:15 pm


Capítulo 15


Me pongo unos vaqueros nuevos que todavía no he estrenado. Son un poco más estrechos que mis pantalones habituales, pero todavía no he puesto ninguna lavadora, así que no tengo otra opción. En
la parte de arriba llevo una sencilla blusa negra sin mangas con un ribete de encaje en los hombros.
—¡Vaya! Me encanta lo que llevas puesto —dice Rachel.
Sonrío mientras ella intenta ofrecerme su lápiz de ojos de nuevo.
—Esta vez, no —le digo al recordar lo emborronado que quedó después de llorar la última vez.
¿Por qué he accedido a volver a esa casa?
—Vale. Hoy vendrá Kitty a recogernos en lugar de Blaine; acaba de
mandarme un mensaje para decirme que llegará en cualquier momento.
—Creo que no le caigo muy bien —digo mirándome al espejo.
Rachel ladea la cabeza.
—¿Qué? Claro que sí. Es sólo que tiene un poco de mala leche y es
demasiado sincera a veces. Y creo que se siente intimidada por ti.
—¿Por mí? ¿Por qué iba a sentirse intimidada? —Me echo a reír. Rachel debe de estar confundida.
—Creo que es porque eres muy diferente de nosotros —añade, y sonríe. Sé que soy distinta de ellos, aunque para mí los «raros» son ellos, no yo—. Pero no te preocupes por ella: esta noche estará
ocupada.
—¿Con Brittany? —pregunto antes de poder refrenarme.
Sigo mirándome al espejo, pero no puedo evitar percatarme de cómo me mira Rachel, con una ceja enarcada.
—No, con Brittany seguramente. Cambia de chica cada semana.
Decir eso de una amiga es bastante duro, pero ella simplemente sonríe y se ajusta la parte de arriba del vestido.
—¿No está saliendo con Brittany?
Me viene a la cabeza la imagen de las dos liándose en la cama.
—Qué va. Britt nunca sale con nadie. Se tira a muchas chicas, pero no sale con ninguna. Jamás.
—Vaya. —Es lo único que consigo decir.
La fiesta de esta noche es igual que la de la semana pasada. El jardín y la Unas horas después, Rachel está borracha de nuevo. Bueno, como todos los demás.
—¡Juguemos a Verdad o desafío! —balbucea ,Blaine y su pequeño grupo de amigos se reúne alrededor del sofá.
Kitty le pasa una botella de alcohol transparente a Quinn, y ella le da un trago. La mano de Brittany es tan grande que cubre todo su vaso rojo de plástico mientras da un sorbo.
Todos ellos se une al juego, de modo que ya son Brittany, Blaine, Blaine, su compañero de habitación, Artie, Kitty, Rachel y Dani.
Estoy pensando que jugar a Verdad o desafío estando borrachos no puede traer nada bueno,
cuando Kitty dice con una sonrisa malévola:
—Tú también deberías jugar, Santana.
—Preferiría no hacerlo —contesto, y centro la atención en una mancha marrón que hay sobre la moqueta.
—Para jugar tendría que dejar de ser una mojigata durante cinco minutos
—señala Brittany, y todos se echan a reír excepto Rachel.
Sus palabras me enfurecen. No soy ninguna mojigata. Sí, admito que no soy salvaje ni alocada, pero no soy ninguna monja de clausura. Fulmino a Brittany con la mirada y me siento con las piernas cruzadas en su pequeño círculo, entre Quinn y Blaine. Brittany se ríe y le susurra algo a Quinn antes de empezar.
Durante las primeras pruebas, Quinn ha sido retada a beberse una lata de cerveza de un tirón; Kitty a enseñarle el pecho al grupo, cosa que ha hecho, y Rachel a revelar que tiene piercings en los
pezones.
—¿Verdad o desafío, Santana? —pregunta Brittany, y yo trago saliva.
—¿Verdad? —grazno.
Ella se ríe y masculla:
—Cómo no.
Decido pasarlo por alto mientras Quinn se frota las manos.
—Vale. ¿Eres... virgen? —pregunta pillándome por sorpresa.
A nadie parece sorprenderle la indiscreta pregunta aparte de a mí. Siento que me pongo colorada y veo que todos me miran con socarronería.
—¿Y bien? —me presiona Brittany.
A pesar de lo mucho que quiero salir huyendo y esconderme, me limito a asentir. Por supuesto que soy virgen. A lo único que hemos llegado Sam y yo es a enrollarnos y a manosearnos un poco
por encima de la ropa. Sin embargo, nadie parece sorprenderse con mi respuesta; sólo parecen intrigados.
—Entonces ¿Sam y tú habéis estado saliendo dos años y nunca lo habéis hecho? —pregunta Rachel, y yo me revuelvo incómoda en el sitio.
Niego con la cabeza.
—Le toca a Brittany —me apresuro a decir con la esperanza de desviar la atención de mi persona
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:18 pm

Capítulo 16


—Desafío —responde Brittany antes de que llegue a preguntarle qué opción elige. Sus ojos azules me atraviesan con una intensidad que me dice que soy yo la que está en un compromiso, soy yo la que tiene el desafío de hacer algo.
Y titubeo, porque no tenía nada pensado ni esperaba esa reacción. ¿A qué debería retarla? Sé que hará lo que sea, sólo por quedar como una valiente gallina.
—Hum... ¿A que no te atreves a...?
—¿A qué? —inquiere con impaciencia.
Casi la reto a decir algo agradable de cada una de las personas que
conformamos el grupo, pero al final lo descarto, por muy divertido que hubiese sido.
—¡A quitarte la camiseta y no volver a ponértela durante el resto del
juego! —grita Kitty.
Yo me alegro, y no porque Brittany vaya a quitarse la camiseta, por
supuesto, sino porque no se me ocurría nada y así no tengo la presión de tener que pedirle que haga algo.
—Qué infantil —protesta ella, pero se quita la camiseta por la cabeza.
Sin pretenderlo, mis ojos van directos a su largo torso y se centran en el tatuaje negro que se extiende por su piel sorprendentemente bronceada. Debajo de las aves de su pecho lleva tatuado un
árbol grande dibujado en el estómago, con las ramas desnudas y un aire fantasmagórico. En los antebrazos tiene muchos más tatuajes de los que esperaba. Imágenes e iconos pequeños que
aparentemente no guardan relación unos con otros cubren sus hombros y sus caderas. Rachel me da un codazo y yo aparto la vista de ella al tiempo que rezo para que nadie me haya
visto mirarla.
El juego continúa. Kitty besa a Blaine y a Quinn. Rachel  nos habla sobre su primera vez. Blaine besa a otra chica.
¿Cómo he acabado en este grupo de macarras inadaptados con las
hormonas a flor de piel? oigo detrás de mí. Trato de no pensar en todas las bocas que han pasado por esta botella antes que la
mía. La levanto y le doy un trago. La bebida me abrasa todo, desde la lengua hasta el estómago, pero consigo tragármela. Sabe horriblemente mal. El grupo aplaude y se ríe un poco. Todos excepto Brittany. Si no la conociera, pensaría que está enfadada o decepcionada. Es una chica muy extraña.
Al cabo de un rato, siento el calor en mis mejillas, y algo más tarde, la pequeña cantidad de alcohol en mis venas que crece con cada ronda en la que me desafían a dar otro trago. Yo cedo, y he
de admitir que me siento bastante relajada para variar. Me siento bien. Todo aparenta ser más fácil.
La gente a mi alrededor me parece más divertida que antes.
—Lo mismo de antes —dice Blaine, riendo, y le da un trago a la botella antes de pasármela a mí por quinta vez.
Ni siquiera recuerdo los besos, las verdades y los desafíos que han tenido lugar durante las últimas rondas. Esta vez doy un par de buenos tragos al vodka, hasta que me quitan la botella de las
manos.
—Creo que ya has bebido suficiente —dice Brittany, y le pasa la botella a Blaine, que bebe un sorbo.
¿Quién diablos es Brittany S. Pierce para decirme si he bebido suficiente o no? Todos los demás están bebiendo, así que yo también puedo. Le quito la botella a Blaine y me la llevo a los labios de nuevo, no sin antes dirigirle a Brittany una sonrisa de suficiencia.
—No me puedo creer que no te hayas emborrachado nunca, San. Es divertido, ¿verdad? — pregunta Blaine, y yo suelto unas risitas.
Me vienen a la cabeza los discursos de mi madre acerca de ser responsable, pero los descarto.
Es sólo una noche.
—Brittany, ¿verdad o desafío? —pregunta Kitty.
Ella responde desafío, cómo no.
—¿A que no te atreves... a besar a San? —dice ella, y le regala una falsa sonrisa.
Brittany abre unos ojos como platos y, aunque el alcohol hace que todo me parezca más emocionante, tengo ganas de salir huyendo.
—No, tengo novio —replico, y todos se ríen a mi alrededor por enésima vez.
«¿Por qué sigo con esta gente que no para de reírse de mí?»
—¿Qué más da? Es sólo un juego. Tú hazlo —dice Kitty, presionándome.
—No. No voy a besar a nadie —espeto, y me levanto.
Brittany no me mira, sino que se limita a dar un sorbo a la bebida que tiene en el vaso. Espero que se sienta ofendida. En realidad, me da igual si lo está o no. Paso de seguir interactuando con ella de
esta manera. Me detesta, y es demasiado grosera conmigo.
Cuando me levanto, siento de golpe los efectos del alcohol. Me tambaleo, pero consigo mantener el equilibrio y alejarme del grupo. No sé muy bien cómo, logro encontrar la puerta de la casa a través
de la multitud. En cuanto llego al exterior siento la brisa otoñal. Cierro los ojos y respiro el aire fresco antes de ir a sentarme en el pequeño muro de piedra de la otra vez.
Sin pensar en lo que estoy haciendo, de repente tengo el teléfono en la mano y estoy llamando a Sam. —¿Diga? —contesta.
La familiaridad de su voz y el vodka en mi organismo hacen que lo añore más todavía.
—Hola..., cariño —digo, y me pego las rodillas al pecho.
Pasa un segundo de silencio.
—San, ¿estás borracha? —me pregunta con la voz cargada de reproche. No debería haberlo llamado.
—No..., claro que no —miento, y cuelgo.
Decido apagar el teléfono. No quiero que me llame. Me está fastidiando la agradable sensación que me produce el vodka, más todavía que Brittany.
Regreso tambaleándome al interior, pasando por alto los silbidos y los comentarios ordinarios de  los miembros borrachos de la fraternidad. Cojo una botella de licor tostado de la encimera de la
cocina y le doy un trago demasiado largo. Sabe aún peor que el vodka, y siento que me arde la garganta. Tanteo con las manos en busca de un vaso de algo que me quite el desagradable sabor de la
boca. Acabo abriendo un armario y usando un vaso de cristal para beber un sorbo de agua del grifo.
Esto me alivia un poco, pero no mucho. A través de un hueco entre la gente, veo que mi grupo de «amigos» sigue reunido en un círculo, jugando a ese estúpido juego. ¿Son mis amigos? No lo creo. Sólo me quieren aquí para poder burlarse de mi falta de
experiencia. ¿Cómo se atreve Kitty a decirle a Brittany que me bese? Sabe que tengo novio. A diferencia de ella, yo no voy por ahí montándomelo con todos. Sólo he besado a dos chicos en mi
vida: a Sam y a Johnny, un chico pecoso en tercero de primaria que me dio una patada en la espinilla justo después.
¿Habría llevado a cabo Brittany el desafío? Lo dudo. Sus labios son rosados y finos. Mi mente empieza a imaginarla inclinándose sobre mí para besarme y el pulso se me acelera.
«Joder. ¿Por qué estoy pensando en ella de esta manera?» No voy a volver a beber jamás.
Unos minutos después, la habitación comienza a darme vueltas y me siento mareada. Mis pies me llevan al baño del piso de arriba y me siento delante del retrete, esperando vomitar. No sucede.
Gruño y me levanto. Quiero volver ya a la residencia, pero sé que Rachel no querrá irse hasta dentro de varias horas. No debería haber vuelto aquí.
Sin poder evitarlo, me encuentro girando el pomo de la única habitación que me resulta algo familiar en esta enorme casa. El dormitorio de Brittany se abre sin problemas. Dice que siempre
cierra la puerta con llave, pero está claro que no es verdad. Está igual que la otra vez, aunque ahora todo parece girar bajo mis pies inestables. Cumbres borrascosas ha desaparecido de su lugar en la
estantería, pero lo encuentro sobre la mesilla de noche, al lado de Orgullo y prejuicio . Me vienen a la cabeza los comentarios de Brittany sobre la novela. Está claro que ya lo ha leído antes, y que lo ha entendido, cosa rara para alguien de nuestra edad, y especialmente para una chica rebelde, altanerna, punk y alguien que parece odia la vida. Quizá tuvo que leerlo por algún trabajo de clase antes, eso lo explicaría. Pero ¿para qué ha sacado el ejemplar de Cumbres borrascosas? Lo cojo, me siento en la cama y abro el libro por la mitad. Mis ojos se centran en las páginas y la habitación deja de dar vueltas.
Estoy tan perdida en el mundo de Catherine y Heathcliff que, cuando la puerta se abre, ni siquiera la oigo.
—¿Qué parte de que «Nadie entra en mi habitación» no has entendido? — ruge Brittany. Su expresión iracunda me estremece, pero me hace gracia al mismo tiempo.
—P... perdona, es que...
—Largo —dice con los dientes apretados, y yo la fulmino con la mirada.
Los efectos del vodka siguen en mi sistema, y son demasiado intensos como para dejar que Brittany me grite.
—¡No tienes por qué ser tan perra! —le digo en un tono de voz más alto de lo que pretendía.
—Estás en mi cuarto, otra vez, después de que te dijera que no entraras. ¡Lárgate! —me grita acercándose a mí.
Y al ver a Brittany delante de mí, cabreada, destilando desprecio y
haciéndome sentir que soy la peor persona del mundo para ella, algo se rompe en mi interior. Pierdo la compostura y le planteo la
pregunta que me ha estado rondando todo el tiempo por la cabeza, aunque no quiera admitirlo.
—¿Por qué no te gusto? —inquiero mirándola a sus ojos azules.
Es una pregunta justa pero, sinceramente, no creo que mi ego, ya herido, pueda soportar la respuesta.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:20 pm

Capítulo 17


Brittany me mira. Es una mirada agresiva pero vacilante.
—¿Por qué me preguntas esto?
—No lo sé... Porque yo sólo he intentado ser amable, y tú no paras de mostrarte grosera conmigo.
—Y entonces añado—: Y la verdad es que había llegado a pensar que podíamos convertirnos en buenas amigas. —Sé que suena tan estúpido que me pellizco el puente de la nariz con los dedos
mientras espero una respuesta.
—¿Nosotras? ¿Amigas? —Se echa a reír y levanta las manos—. ¿Acaso no es evidente por qué no podemos ser amigas?
—Para mí, no.
—Bien, pues, para empezar, tú eres demasiado estirada. Seguramente te habrás criado en la típica casita perfecta de revista, idéntica al resto de las viviendas del vecindario. Tus padres te
compraban todo lo que querías y nunca tuviste que anhelar nada. Con tus estúpidas faldas plisadas..., en serio, ¿quién se viste así con dieciocho años? Me quedo boquiabierta.
—¡No sabes nada de mí, perra condescendiente! ¡Mi vida no ha sido así en absoluto! El alcohólico de mi padre nos abandonó cuando yo tenía diez años, y mi madre tuvo que pencar de lo
lindo para que yo pudiera ir a la universidad. Empecé a trabajar en cuanto cumplí los dieciséis para poder ayudarla a pagar las facturas, y resulta que me gusta mi ropa. ¡Lo siento si no visto como una
puta, como todas las demás chicas que te rodean! ¡Para ser una persona que se esfuerza tanto en destacar y en ser diferente, juzgas con demasiada ligereza a los que son distintos de ti! —le grito, y
siento que las lágrimas inundan mis ojos.
Me vuelvo para no darle el gusto de verme de esta manera y veo que sus manos forman puños. Como si le cabrease lo que acabo de contarle. —¿Sabes qué? De todas maneras, no quiero ser amiga tuya, Brittany —le digo, y alargo el brazo hacia el pomo de la puerta.
El vodka que me ha envalentonado también me está haciendo sentir lo triste de esta situación, de nuestros gritos.
—¿Adónde vas? —pregunta ella entonces. Su carácter es tan impredecible, tan variable.
—A la parada del autobús para volver a la residencia, y no pienso regresar aquí jamás. Estoy harta de intentar hacerme amiga vuestra.
—Es demasiado tarde para coger el autobús sola.
Me vuelvo de nuevo para mirarla.
—No estarás intentando actuar como si te importase lo más mínimo que pueda pasarme algo, ¿verdad? —Suelto una carcajada. Su tono no para de cambiar.
—Yo no he dicho eso... Sólo te lo estoy advirtiendo. Es una mala idea. —Bueno, Brittany, pues es la única opción que tengo. Todo el mundo está borracho, incluida yo.
Y entonces empiezo a derramar las lágrimas. Me siento tremendamente humillada de que sea precisamente Brittany, de toda la gente que hay aquí, quien tenga que estar viéndome llorar. Otra vez. —¿Siempre lloras en las fiestas? —pregunta ladeando la cabeza, aunque sonríe ligeramente.
—Sólo en las que estás tú. Y puesto que estas dos son las únicas a las que he ido nunca... — Alargo la mano hacia el pomo de nuevo y abro la puerta.
—Santana... —dice en un tono tan suave que apenas si la oigo. Su
expresión es difícil de interpretar. La habitación me da vueltas de nuevo y me agarro al armario que tengo a mi lado— ¿Estás bien? —pregunta. Asiento, aunque tengo náuseas—. ¿Por qué no
descansas aquí unos minutos y luego vas a la parada del autobús?
—Creía que nadie podía pisar tu habitación —digo sentándome en el suelo. Me entra hipo y ella me lanza una advertencia de inmediato: —Como vomites en mi cuarto...
—Creo que sólo necesito un poco de agua —respondo, y me dispongo a levantarme.
—Toma —dice apoyándome una mano en el hombro para que no me levante y pasándome su vaso rojo. Pongo los ojos en blanco y lo aparto.
—He dicho agua, no cerveza.
—Es agua. Yo no bebo —replica.
Un sonido a medio camino entre un grito sofocado y una carcajada escapa de mis labios. Es imposible que Brittany no beba.
—Venga ya. No vas a quedarte aquí a hacerme de niñera, ¿verdad?
Quiero quedarme sola en mi patético estado, y ya se me está pasando el pedo, así que empiezo a sentirme culpable por haberle gritado.
—Sacas lo peor de mí —farfullo en voz alta, sin pretenderlo.
—Vaya, qué halago —dice en tono serio—. Y sí, voy a quedarme aquí a hacerte de niñera. Estás borracha por primera vez en tu vida, y tienes la costumbre de tocar mis cosas cuando no estoy
presente. —Se aleja y se sienta en la cama con las piernas en lo alto. Cojo el vaso de agua y le doy un trago. Al hacerlo, advierto un ligero sabor a menta, y no puedo evitar preguntarme cómo sabrá la boca de Brittany. Pero entonces el agua impacta contra el alcohol
que tengo en el estómago y ya no siento tanto calor.
«Joder, no pienso volver a beber jamás», me recuerdo mientras me apoyo contra la pared de nuevo.
Al cabo de unos minutos de silencio, por fin dice algo:
—¿Puedo hacerte una pregunta?
La mirada en su rostro me indica que debería responderle que no, pero la habitación todavía no está del todo estable, así que pienso que hablar a lo mejor ayuda.
—Claro —digo.
—¿Qué quieres hacer después de la universidad?
La miro, esta vez con nuevos ojos. Eso es, literalmente, lo último que esperaba que me preguntara. Pensaba que iba a preguntarme por qué era virgen, o por qué no bebo.
—Pues quiero ser escritora o editora, lo que surja primero.
Seguramente no deba ser sincera con ella; sólo se burlará de mí. Pero al ver que no me suelta ninguna impertinencia, me animo y le planteo la misma pregunta. Brittany pone los ojos en blanco pero
no responde. Al final, digo:
—¿Esos libros son tuyos? —Aunque seguramente tampoco me responda.
—Sí —farfulla.
—¿Cuál es tu favorito?
—No tengo favoritos.
Suspiro y tiro de un hilito de mis vaqueros.
—¿Sabe el señorito Perfecto que estás en una fiesta otra vez?
—¿El señorito Perfecto? —la miro de nuevo. No lo entiendo.
—Tu novio. Menudo pringado.
—No hables así de él. Él es... es... majo —tartamudeo. Brittany se ríe, y yo me levanto. No conoce a Sam en absoluto—. Ya quisieras tú ser tan majo como él —le espeto con aspereza.
—¿Majo? ¿Es ésa la primera palabra que te viene a la cabeza al hablar de tu novio? Majo es el eufemismo que utilizas para no llamarlo aburrido.
—No lo conoces.
—Ya, pero sé que es aburrido. Salta a la vista, con esa chaqueta de punto y esos mocasines... Brittany inclina la cabeza hacia atrás muerta de la risa, y no puedo evitar fijarme en sus pecas.
—No lleva mocasines —replico, pero tengo que taparme la boca para no reírme con ella a costa de mi novio. Cojo el agua y bebo otro sorbo.
—Bueno, pero ha estado saliendo dos años contigo y no te ha follado todavía, así que es un carca. Escupo el agua en el vaso de nuevo.
—¿Qué narices acabas de decir?
Justo cuando pensaba que empezábamos a llevarnos bien, tenía que decir algo así.
—Ya me has oído, Santana. —Su sonrisa es cruel.
—Eres una perra, Brittany —le espeto, y le tiro el vaso medio vacío a la cara. Su reacción es justo la que esperaba: de absoluta sorpresa. Mientras se seca el rostro, me levanto
como puedo agarrándome a la estantería con los libros para estabilizarme. Un par de ellos se caen al suelo, pero no los recojo y salgo corriendo de la habitación. Me tambaleo por la escalera y me abro paso a través de la multitud en dirección a la cocina. La rabia que siento es mayor que las náuseas, y lo único que quiero es borrar la sonrisa de superioridad de Brittany de mi cabeza. Veo el pelo negro de Blaine entre la gente en la habitación contigua y me acerco hasta donde está sentado con Dani.
—Hola, Santana. Dani me sonríe y me ofrece la botella que tiene en la mano.
—¿Quieres un poco? —me pregunta, y me la pasa.
La abrasadora sensación del líquido descendiendo por mi garganta me resulta agradable; activa mi cuerpo de nuevo y consigo olvidarme de Brittany por un instante.
—¿Has visto a Rachel? —pregunto, pero Blaine niega con la cabeza.
—Creo que se ha ido con Quinn.
«¿Que se ha ido? ¿Sin avisar?» Debería importarme más, pero el vodka me nubla el juicio y me sorprendo pensando que Quinn y ella hacen una bonita pareja. Un par de tragos después, me siento
de maravilla.
Ésta debe de ser la razón por la que la gente bebe sin parar. Recuerdo vagamente haber jurado no volver a beber alcohol en mi vida pero, después de todo, no está tan mal.
Quince minutos más tarde, me estoy riendo tan a gusto con Blaine y Dani que me duele la barriga. Son una compañía mucho más grata que Brittany.
—Brittany es una auténtica Bitch —les digo, y ambos sonríen
ampliamente.
—Sí, a veces puede serlo —responde Dani, y me pasa el brazo por la cintura. Me gustaría apartárselo, pero no quiero violentarla, porque no pretende nada con ello. Pronto, la gente empieza a disiparse, y yo me siento algo cansada. Entonces me doy
cuenta de que no tengo manera de volver a la residencia.
—¿Hay autobuses toda la noche? —balbuceo.
Dani se encoge de hombros, y justo entonces la melena dorada de Brittany aparece delante de mí.
—¿Dani y tú...? —dice en un tono que soy incapaz de descifrar.
Me levanto y la empujo para pasar, pero ella me agarra del brazo. No tiene límites.
—Suéltame, Brittany. —Busco otro vaso que tirarle a la cara y digo—: Sólo le estaba preguntando por el autobús.
—Relájate... Son las tres de la mañana. No hay autobuses. Tu recién estrenado estilo de vida ha hecho que te quedes aquí tirada otra vez. —El brillo en sus ojos al decir eso es tan perra que me
dan ganas de pegarle—. A no ser que quieras irte a casa con Dani...
Cuando me suelta el brazo, vuelvo al sofá con Dani y Blaine sólo porque sé que el hecho la irritará. Ella se queda donde está, asiente por un momento y da media vuelta indignada.
Con la esperanza de que la habitación donde pasé la noche la semana pasada siga vacía, le pido a Dani que me acompañe al piso de arriba para buscarla.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:21 pm

Capítulo 18


Encontramos la habitación, pero por desgracia una de las camas está ocupada por un tipo que ronca durmiendo la mona.
—¡Al menos la otra cama está libre! —exclama Dani, y se echa a reír—. Yo voy a volver andando a casa; si te apetece venir... Tengo un sofá en el que puedes dormir — añade.
A través de mi estado de confusión, intento pensar con claridad por un segundo y llego a la conclusión de que Dani, como Brittany, se enrolla con muchas chicas diferentes. Si accedo a esto,
puede que lo interprete como que me estoy ofreciendo a besarla. Y estoy segura de que, con lo atractiva que es Dani, no debe de resultarle difícil conseguir que las chicas hagan algo más que eso.
—Creo que voy a quedarme aquí por si vuelve Rachel —contesto.
Su rostro refleja una ligera decepción, pero me ofrece una sonrisa
comprensiva. Me dice que tenga cuidado y me da un abrazo de despedida. Cierra la puerta al marcharse y yo cierro el pestillo.
Nunca se sabe quién puede entrar. Observo al roncador comatoso y estoy convencida de que tardará un buen rato en despertarse. El cansancio que sentía abajo ha desaparecido por alguna extraña razón, y ahora no paro de pensar en Brittany y en su comentario acerca del hecho de que Sam todavía no se ha acostado conmigo. Puede que a ella le resulte extraño, porque se acuesta con una chica distinta cada fin de semana, pero Sam es un caballero. No necesitamos practicar sexo, nos divertimos juntos haciendo otras cosas como..., bueno..., vamos al cine y a pasear.
Con eso en mente, me tumbo, pero pronto me encuentro mirando al techo, contando los paneles en un intento de dormirme. De vez en cuando, el tipo ebrio da media vuelta en la otra cama, pero
finalmente mis ojos se cierran y empiezo a quedarme dormida.
—No te había visto nunca por aquí —balbucea una voz grave en mi oreja.
Doy un brinco y su cabeza me golpea en la barbilla, lo que provoca que me muerda la lengua. Tiene la mano apoyada sobre la cama, a tan sólo unos centímetros de mis muslos. Su respiración es
pesada, y huele a vómito y a alcohol.
—¿Cómo te llamas, encanto? —exhala, y a mí me dan arcadas.
Levanto un brazo para empujarlo y alejarlo de mí, pero no funciona.
Él se echa a reír. —No voy a hacerte daño... Sólo vamos a divertirnos un poco —dice, y se relame los labios,
dejando un hilo de saliva colgando sobre su barbilla.
Se me revuelve el estómago y lo único que se me ocurre es propinarle un fuerte rodillazo. Con fuerza y justo ahí. Se agarra la entrepierna y retrocede como puede. Yo aprovecho la oportunidad y
salgo disparada. Cuando mis dedos temblorosos abren el pestillo, corro por el pasillo, donde varias personas me miran como si fuera un bicho raro. —¡Vamos, vuelve aquí! —Oigo que grita con su voz desagradable no muy lejos de mí.
Por extraño que suene, a nadie parece sorprenderle que un tipo persiga a una chica por el pasillo.
Se encuentra a tan sólo unos metros de distancia, pero por suerte está tan borracho que no para de tambalearse contra la pared. Mis pies se mueven a su libre albedrío, y me llevan por el pasillo hasta
el único lugar que conozco en esta maldita casa. —¡Brittany! ¡Brittany, abre la puerta, por favor! —grito al tiempo que golpeo
la madera con la otra mano e intento girar el pomo bloqueado—. ¡Brittany! —grito de nuevo, y entonces la puerta se abre.
No sé qué me ha llevado a regresar a su dormitorio, pero espero que Brittany se muestre igual de categórica que antes con el tipo ebrio que intenta propasarse conmigo.
—¿San? —pregunta confundida mientras se frota los ojos con la mano. Sólo lleva puesto un bóxer negro y sus sosten de encaje también negro, y tiene el pelo todo revuelto.
Curiosamente, estoy más sorprendida por lo atractiva que está que por el hecho de que me haya llamado San en lugar de
Santana.
—Brittany, ¿puedo pasar, por favor? Ese tipo... —digo, y miro a mis
espaldas.
Ella me aparta y mira por el pasillo. Ve a mi perseguidor, y éste, al instante, pasa de dar miedo a parecer asustado. Me mira una vez más antes de dar media vuelta y volver por el pasillo.
—¿Lo conoces? —pregunto con un tembloroso hilo de voz.
—Sí, pasa —dice ella, y tira de mi brazo hacia el interior del cuarto.
No puedo evitar fijarme en el modo en que sus músculos se mueven por debajo de su piel tatuada mientras camina hacia su cama. En la espalda no lleva ningún tatuaje, lo cual es algo extraño, ya que
tiene el torso, los brazos y el abdomen repletos. Se frota los ojos de nuevo.
—¿Estás bien? —Su voz suena más ronca de lo habitual.
—Sí..., sí. Siento haber venido aquí y haberte despertado. Es que no sabía qué...
—No te preocupes. —Se pasa la mano por el pelo alborotado y suspira—. ¿Te ha tocado? — pregunta sin rastro de sarcasmo ni de socarronería. —No, pero lo ha intentado. No sé cómo se me ocurre encerrarme en un cuarto con un extraño bebido. Supongo que ha sido culpa mía. La idea de que ese baboso haya tratado de ponerme las manos encima hace que me entren ganas
de llorar, otra vez. —No ha sido culpa tuya que haya hecho eso. No estás acostumbrada a este tipo de... situación. — Su tono es amable y totalmente distinto del habitual. Recorro la habitación en dirección a su cama y, sin hablar, le pido permiso para sentarme. Ella golpetea el colchón y yo me siento con las manos sobre el regazo.
—No tengo intención de acostumbrarme. Ésta es definitivamente la última vez que pienso venir aquí, o a cualquier fiesta. No sé ni por qué lo he intentado. Y ese tipo... ha sido tan...
—No llores, San —susurra Brittany.
Y lo curioso del caso es que no me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. Ella levanta la mano y casi me aparto de un modo reflejo, pero entonces la yema de su pulgar atrapa la lágrima que
rueda por mi mejilla. Separo los labios, sorprendida ante la ternura de su gesto. «¿Quién es esta chica y dónde está el Brittany grosera y mordaz?» Levanto la vista para ver sus ojos azules como el cielo y observo cómo se le dilatan las pupilas.
—No me había dado cuenta del color marron de tus ojos —dice en un tono tan leve que tengo que acercarme para oírla.
Su mano continúa en mi rostro mientras los pensamientos se agolpan en mi mente. Entonces atrapa el aro que perfora su labio inferior con los dientes. Nuestras miradas se encuentran, y yo bajo
la vista, sin saber muy bien qué está pasando. Pero cuando ella aparta la mano, miro sus labios de nuevo y siento la lucha interna entre mi sentido común y mis hormonas.
Sin embargo, el sentido común pierde la batalla y mis labios impactan contra los suyos, cogiéndolo totalmente desprevenida.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Miér Mayo 18, 2016 11:30 pm

Capítulo 19


No tengo ni idea de qué estoy haciendo, pero no puedo evitarlo. Cuando mis labios tocan los de Brittany, siento cómo ella inspira súbitamente, atónita. Sus labios saben tal y como había imaginado.
Percibo el leve toque a menta en su lengua cuando abre la boca y me besa. Me besa con ganas. Su lengua cálida lame la mía y noto el frío metal de su labio en la comisura de los míos. Siento que me
arde todo el cuerpo; nunca había sentido algo así. Levanta las manos y recoge entre ellas mis ruborizadas mejillas antes de bajarlas hacia mis caderas. Entonces se aparta un poco y me da un leve beso en los labios.
—San —exhala, y vuelve a pegar rápidamente la boca contra la mía y a introducir su cálida y deliciosa lengua en ella.
El sentido común me ha abandonado; la agradable sensación se ha
apoderado de todo mi ser.
Brittany tira de mis caderas para acercarme a ella y se tumba sobre la cama sin interrumpir nuestro beso. Sin saber muy bien qué hacer con las manos, las pego contra su pecho y dejo que asciendan por
su torso. Le arde la piel y su pecho sube y baja violentamente a causa de su agitada respiración.
Aparta la boca de la mía y yo expreso un quejido ante la falta de contacto, pero antes de que me dé tiempo a protestar, empieza a besarme el cuello. Sus dientes se aferran a mi clavícula y gimo. La
intensa sensación recorre todo mi cuerpo cuando comienza a lamerme suavemente. Sentiría pudor de no estar tan embriagada, por Brittany y por el alcohol. Nunca había besado a nadie de esta manera, ni siquiera a Sam.
«¡Sam!»
—Brittany..., para —digo, pero no reconozco mi propia voz. Es grave y rasposa, y tengo la boca seca.
No se detiene. —¡Brittany! —repito, esta vez con voz clara y firme, y entonces me suelta el pelo. Cuando la miro a los ojos, veo que están más oscuros, aunque ahora parecen más cálidos, y
sus labios están más rosados e hinchados de besarme—. No podemos hacerlo —digo. Aunque en realidad quiero seguir besándola, sé que no puedo hacerlo.
La calidez de sus ojos desaparece. Entonces se incorpora y me aparta hacia el otro lado de la cama. «¿Qué acaba de suceder?»
—Lo siento. Lo siento —digo, pues es lo único que se me ocurre. Noto que el corazón me va a estallar en cualquier momento.
—¿Qué es lo que sientes? —dice, y se acerca a su armario.
Saca una camiseta negra y se la pasa por la cabeza.
Me pongo colorada y aparto la vista.
—Haberte besado... —contesto, aunque una parte de mí no quiere
disculparse por ello—. No sé por qué lo he hecho.
—Sólo ha sido un beso; la gente se besa sin parar —me suelta.
Por alguna razón, sus palabras hieren mis sentimientos. Aunque en realidad me da igual que no haya sentido lo que he sentido yo... «¿Qué he sentido?» Sé que no me gusta de verdad. Sólo estoy
borracha, y ella es bastante atractiva. Ha sido una noche muy larga y el alcohol ha hecho que la bese.
Algo en el fondo de mi mente se esfuerza por contener unos pensamientos que dicen lo mucho que deseaba que eso sucediera. Pero es que estaba siendo muy agradable, por eso ha sucedido.
—¿Te importaría que esto no saliera de aquí? —pregunto.
Me sentiría humillada si se lo contara a todo el mundo. Yo no soy así. Yo no bebo, ni engaño a mi novio en fiestas.
—Créeme, yo tampoco quiero que nadie se entere de esto —me espeta—. Deja de hablar de ello. Su arrogancia vuelve a hacer acto de presencia. —Vaya, veo que vuelves a ser la de siempre.
—Nunca he sido otra persona. No vayas a pensar que porque me has besado, básicamente en contra de mi voluntad, ahora tenemos alguna especie de vínculo. Vaya. «¿En contra de su voluntad?» Todavía siento la fuerza con la que su mano me agarraba del
pelo, la manera en que tiraba de mí para que me pusiera encima de ella, y cómo sus labios pronunciaban mi nombre antes de besarme de nuevo.
Me levanto de la cama de inmediato. —Podrías haberme parado.
—Habría sido difícil —replica, y siento ganas de llorar otra vez.
Me pone los sentimientos a flor de piel. Me resulta demasiado humillante, demasiado doloroso, oírla decir que la he obligado a besarme. Entierro el rostro entre las manos por un momento y me
dirijo hacia la puerta.
—Puedes pasar aquí la noche, ya que no tienes adónde ir —dice
tranquilamente, pero yo niego con la cabeza.
No quiero estar cerca de ella. Todo esto forma parte de su jueguecito. Me ofrece que me quede en su cuarto para que crea que es una persona decente, pero seguro que cuando me quede dormida me dibuja alguna vulgaridad en la frente.
—No, gracias —replico, y me marcho.
Cuando llego a la escalera, me parece oírla gritar mi nombre, pero sigo avanzando. Fuera, mi piel agradece notar la fresca brisa. Me siento en el pequeño muro de piedra y enciendo el móvil de
nuevo. Son casi las cuatro de la mañana. Debería despertarme dentro de una hora para darme una ducha y empezar a estudiar, y en lugar de eso estoy aquí sentada en este muro de mampostería, sola y a oscuras. Con algunos rezagados deambulando alrededor, y sin saber qué hacer, miro el teléfono y veo que tengo varios mensajes, de Sam y de mi madre. Por supuesto, ha tenido que
contárselo. Muy típico de él... Sin embargo, no puedo reprochárselo. Acabo de ponerle los cuernos. No tengo derecho a enfadarme.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Mayo 19, 2016 12:37 am

Capítulo 20


A una manzana de la casa de la fraternidad, las calles están oscuras y silenciosas. Las demás casas de fraternidades no son tan grandes como la de Brittany. Al cabo de una hora y media de caminar consultando el GPS de mi móvil como una posesa, por fin llego al campus. Totalmente sobria ya, pienso que, en vista de la hora que es, casi es mejor que ya no me acueste, de modo que entro en el 7- Eleven a por un café.
Cuando la cafeína hace su efecto me doy cuenta de que hay muchas cosas que no entiendo de Brittany. Como por qué está en una fraternidad con un montón de niños de papá cuando ella es una
macarra, y por qué pasa de un extremo a otro tan rápidamente. Sin
embargo, son sólo cavilaciones teóricas, ya que ni siquiera sé por qué pierdo el tiempo pensando en ella, y después de lo de esta noche definitivamente no voy a seguir intentando hacerme amiga suya. No me puedo creer que la haya besada. Ése ha sido, posiblemente, el peor error que podría haber cometido, y en el instante en que he bajado la guardia, me ha atacado con mayor crudeza que nunca. No soy tan ingenua como para
pensar que no se lo va a contar a nadie, pero espero que la vergüenza de confesar a la gente que ha besado a la «virgen» haga que mantenga la boca cerrada. Si alguien me pregunta, lo negaré hasta la muerte. Tengo que pensar en una buena explicación que darles a Sam y a mi madre por mi comportamiento de anoche. No por lo del beso, obviamente, de eso no se van a enterar jamás, sino por estar en una fiesta. Otra vez. Pero también debo mantener una charla y en serio con Sam acerca de lo de ir contándole a mi madre las cosas. Ahora soy una persona adulta, y no hace falta que
sepa lo que hago en todo momento.
Cuando llego a la puerta de mi habitación, me duelen las piernas y los pies, y suspiro de alivio cuando giro el pomo.
No obstante, casi me da un ataque al corazón cuando veo que Brittany está sentada en mi cama.
—¡Venga ya! —digo medio gritando cuando por fin recupero la
compostura.
—¿Dónde estabas? —pregunta tranquilamente—. He estado dando vueltas con el coche intentando encontrarte durante casi dos horas.
En el poco tiempo que conozco a esta mujer tan frustrante llamada Brittany S. Pierce, he aprendido que cuando hace eso es
porque algo la estresa o porque se siente incómoda. Ahora mismo espero que sean las dos cosas.
—Santana, yo... —empieza, pero unos terribles golpes en la puerta y unos gritos interrumpen sus palabras.
—¡Santana ¡Santana Marie Lopez, abre la puerta ahora mismo!
Mi madre. Es mi madre. A las seis de la mañana. Y hay una chica tatuada en mi habitación. Me pongo en acción de inmediato, como hago siempre que tengo que enfrentarme a su furia.
—Joder, Brittany, métete en el armario —susurro agarrándola del brazo para levantarla de la cama. Ella me mira con expresión divertida.
—No pienso esconderme en el armario. Tienes dieciocho años.
En cuanto lo dice, sé que tiene razón, pero ella no conoce a mi madre. Gruño con frustración cuando ella golpea la puerta otra vez. Brittany se ha cruzado de brazos y su postura desafiante me
indica que no voy a poder moverla, de modo que me miro al espejo, me paso los dedos por debajo de los ojos, cojo la pasta de dientes y me echo un poco en la lengua para camuflar el olor a vodka,
que se percibe a pesar de haberme tomado el café. Puede que las tres esencias combinadas confundan su olfato o algo.
Compongo una sonrisa agradable y abro la puerta, pero entonces veo que mi madre no ha venido sola. Sam está a su lado, cómo no. Ella parece furiosa, y él parece... ¿preocupado? ¿Dolido?
—¡Hola! ¿Qué hacéis aquí? —les digo, pero mi madre me aparta y va directa hacia Brittany. Sam se cuela en silencio en la habitación, dejando que ella vaya primero.
—¿Ésta es la razón por la que no contestabas al teléfono? ¡¿Porque tienes a esta... a esta... —grita mientras hace aspavientos con los brazos en su dirección— este guarra tatuada metida en tu
habitación a las seis de la mañana?! Me hierve la sangre. Suelo mostrarme tímida y temerosa en lo que respecta a ella. Nunca me ha pegado ni nada, pero jamás se corta a la hora de echarme en cara mis errores: «No irás a ponerte eso, ¿verdad, San?». «Deberías haberte peinado otra vez, San.»
«Podrías haber sacado mejor
nota en ese examen, San»...
Me ha presionado tanto para que sea la niña perfecta que resulta agotador. Por su parte, Sam se limita a quedarse ahí plantado, fulminando a Brittany con la mirada. Y yo quiero gritarles a los dos, bueno..., en realidad a los tres. A mi madre por tratarme como si fuera una niña. A Sam por chivarse de mí. Y a Brittany por ser... Brittany. —¿Es esto lo que haces en la universidad, jovencita? ¿Pasarte la noche en vela y traer a las chicas a tu habitación? El pobre Sam estaba preocupadísimo por ti, y hemos conducido hasta aquí para sorprenderte relacionándote con estas extrañas —dice, y Sam y yo sofocamos un grito. —En realidad, acabo de llegar. Y San no estaba haciendo nada malo — interviene San, lo que me deja boquiabierta. No tiene ni idea de a qué se está enfrentando. Aunque, bien pensado, ella es un objeto inamovible y mi madre una fuerza implacable. Puede que fuera una pelea bastante
igualada. Mi subconsciente me tienta a coger una bolsa de palomitas y a sentarme en primera fila para disfrutar del espectáculo. El rostro de mi madre se vuelve iracundo.
—¿Disculpa? No estaba hablando contigo. Ni siquiera sé qué hace alguien como tú cerca de mi hija. Brittany absorbe el golpe en silencio y simplemente permanece ahí de pie, mirándola.
—Madre —digo con los dientes apretados.
No estoy muy segura de por qué la estoy defendiendo, pero lo hago. Puede que en parte sea porque ella suena demasiado a como yo traté a Brittany el día que la conocí. Sam me mira, después
mira a Brittany, y a continuación me mira a mí de nuevo. ¿Intuirá que la he besado? El recuerdo está tan fresco en mi memoria que se me eriza el vello sólo de pensarlo. —San, estás descontrolada. Puedo oler el alcohol en tu aliento desde aquí, e imagino que eso
ha sido gracias a la influencia de tu encantadora compañera de habitación y de ésta —dice mi madre señalándola con un dedo acusador.
—Tengo dieciocho años, mamá. No he bebido nunca antes ni he hecho nada malo. Sólo estoy haciendo lo que hacen todos los demás estudiantes. Siento que se me agotara la batería del móvil y
que hayáis conducido todo el camino hasta aquí, pero estoy bien.
Exhausta de repente tras los acontecimientos de las últimas horas, me siento en la silla de mi escritorio tras mi discurso y ella suspira.
Al verme tan resignada, mi madre se relaja; no es un monstruo, después de todo. Se vuelve hacia Brittany y dice:
—Joven, ¿te importaría dejarnos a solas un minuto?
Ella me mira como preguntándome si estaré bien. Cuando asiento, Ella también asiente y sale de la habitación. Sam la sigue con la mirada y se apresura a cerrar la puerta a sus espaldas. Es una
sensación muy rara, que yo y Brittany estemos unidas contra mi madre y mi novio. De alguna manera, sé que estará esperando fuera en alguna parte hasta que se hayan marchado.
Durante los siguientes veinte minutos, mi madre se sienta en mi cama y me explica que sólo está preocupada porque no quiere que eche a perder esta increíble oportunidad de estudiar y no quiere
que vuelva a beber. También me dice que no aprueba mi amistad con Rachel, Brittany ni ninguna otra miembro del grupo. Me obliga a prometerle que dejaré de salir con ellos, y yo accedo. De todas
formas, después de esta noche no quiero estar de nuevo cerca de Brittany, y no pienso volver a ir a ninguna fiesta con Rachel, así que es imposible que mi madre sepa si sigo siendo amiga de ella o no.
Por fin se levanta y junta las manos.
—Y, ya que estamos aquí, vayamos a desayunar, y tal vez de compras después.
Asiento, y Sam sonríe desde su posición, apoyado en la puerta. Me parece una idea fantástica, y me muero de hambre. Mi mente sigue algo nublada por el alcohol y el cansancio, pero el paseo hasta
la residencia, el café y la charla de mi madre han hecho que vuelva a estar sobria. Me dirijo a la puerta, pero me detengo cuando ella carraspea.
—Supongo que antes tendrás que ordenar un poco esto y cambiarte de ropa —dice, y me sonríe de forma condescendiente.
Saco ropa limpia de la cómoda y me cambio junto al armario. Me retoco el maquillaje de anoche y ya estoy lista para salir. Sam abre la puerta y a continuación los tres miramos hacia el lugar donde
espera Brittany sentada en el suelo, apoyada contra la puerta que hay enfrente en el pasillo. Cuando levanta la mirada, Sam me agarra fuertemente de la mano con actitud protectora.
A pesar de ello, me sorprendo a mí misma queriendo soltarme. «Pero ¿qué me pasa?»
—Vamos al centro —le digo a Brittany.
En respuesta, ella asiente varias veces, como si estuviera contestándose alguna pregunta que se ha hecho a sí misma. Y, por primera vez, parece vulnerable, y tal vez también un poco dolida.
«Te ha humillado», me recuerda mi subconsciente. Y es verdad, pero no puedo evitar sentirme culpable cuando Sam pasa por delante de ella tirando de mí, mi madre le lanza una sonrisa triunfal y ella aparta la mirada.
—No me gusta nada ese tía —dice Sam, y yo asiento.
—A mí tampoco —susurro.
Pero sé que estoy mintiendo.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Mayo 19, 2016 12:38 am

Capítulo 21


El desayuno con Sam y mi madre se me hace eterno. Ella no para de sacar a relucir mi «noche salvaje», y aprovecha la menor oportunidad para preguntarme si estoy cansada o si tengo resaca. Es cierto que lo de anoche no es propio de mí, pero no necesito que me lo recuerde constantemente.
¿Siempre ha sido así? Sé que sólo quiere lo mejor para mí, pero la cosa parece haber empeorado ahora que estoy en la universidad; o a lo mejor el hecho de haber pasado una semana lejos de casa
me ha dado una nueva perspectiva respecto a ella. —¿Adónde vamos de compras? —pregunta Sam entre un bocado y otro de
tortitas, y yo me encojo de hombros.
Ojalá hubiese venido solo. Me gustaría pasar tiempo con él. Necesito hablar con él sobre lo de no contarle a mi madre cada detalle de mi vida, especialmente los malos, y si estuviéramos solos
sería más fácil. —Podríamos ir al centro comercial que está a una manzana de aquí. Todavía no conozco muy bien la zona —les digo cortando los últimos trozos de mi tostada francesa. —¿Has pensado ya en dónde quieres trabajar? —pregunta Sam.
—No estoy segura. Tal vez en una librería. Ojalá encontrara algún contrato de prácticas o algo relacionado con la industria editorial o la escritura —les digo, y mi madre sonríe con orgullo al oírme.
—Sí, sería fantástico que encontrases algún sitio donde pudieras trabajar hasta que terminaras la facultad y que después te contrataran a tiempo completo —responde sonriendo de nuevo.
Intento ocultar mi sarcasmo con un «Sí, eso sería ideal», pero Sam lo pilla y me agarra de la mano y me da un apretón conspirativo por debajo de la mesa. Al meterme el tenedor en la boca, el metal me recuerda el piercing del labio de Brittany y me quedo parada un instante. Sam se percata de ello, y me mira con ojos interrogantes.
Tengo que dejar de pensar en Brittany. De inmediato. Le sonrío a Sam y tiro de su mano para besársela.
Después de desayunar, vamos en el coche de mi madre al centro comercial Benton, que es enorme y está atestado.
—Yo voy a entrar en Nordstrom, os llamaré cuando haya terminado —nos dice para mi alivio.
Sam me coge entonces de la mano de nuevo y entramos en unas cuantas tiendas. Me habla del partido de fútbol americano que jugó el viernes, y de cómo marcó el gol de la victoria. Yo lo
escucho con interés y le digo lo estupendo que suena todo.
—Estás muy guapo hoy —lo piropeo, y él sonríe.
Su sonrisa blanca y perfecta es adorable. Lleva puesta una chaqueta de punto granate, unos pantalones caqui y unos zapatos de vestir. Sí, la verdad es que lleva mocasines, pero son bastante
monos y, en cierta forma, encajan con su personalidad.
—Tú también, San —dice, y me encojo. Sé que tengo un aspecto horrible, pero es demasiado educado como para decírmelo. A diferencia de Brittany. Ella me lo diría sin pensarlo dos veces. «Uf, otra vez Brittany...» Desesperada por quitarme de la cabeza a doña Grosera, tiro del cuello de la chaqueta de Sam en mi dirección. Cuando me dispongo a besarlo, él sonríe pero se aparta.
—¿Qué haces, Sam? Nos está mirando todo el mundo —dice, y señala a un grupo de adultos que se están probando gafas de sol en un puesto. Me encojo de hombros con aire juguetón.
—No es verdad. Además, ¿qué más da? —Lo cierto es que me da igual. Normalmente sí me importaría, pero hoy necesito que me bese—. Bésame, por favor — prácticamente le ruego.
Debe de haber visto la desesperación reflejada en mis ojos, porque me levanta la barbilla y me besa. Es un beso tierno y lento, sin apremio. Su lengua apenas toca la mía, pero es agradable. Es
familiar y cálido. Espero que el fuego se encienda en mi interior, pero no sucede. No puedo comparar a Sam con Brittany. Sam es mi novio, al que quiero, y Brittany es una perra que se acuesta con un montón de chicas. —¿Qué te pasa? —bromea él cuando intento pegar su cuerpo al mío.
Me pongo colorada y niego con la cabeza.
—Nada, es que te echaba de menos, eso es todo —respondo. «Ah, y anoche te puse los cuernos», añade mi subconsciente. Descarto esos pensamientos y digo—: Pero, Sam, ¿puedes dejar de
contarle a mi madre todo lo que hago? Me incomoda mucho. Me encanta que os llevéis tan bien, pero me siento como una niña cada vez que, básicamente, te chivas de mí. Me siento aliviada al haberme quitado esa espinita. —San, lo siento muchísimo. Sólo estaba preocupado por ti. Te prometo que no volveré a
hacerlo. De verdad. —Me pasa el brazo sobre los hombros y me besa la frente. Lo creo. El resto del día transcurre mejor que la mañana, principalmente porque mi madre me lleva a un salón
de belleza, donde me escalan un poco el pelo. Sigo teniéndolo largo, pero el nuevo corte le da más volumen y ahora está mucho más bonito. Sam me regala los oídos durante todo el trayecto de vuelta a la residencia, y me siento genial. Me despido de ellos en la puerta y prometo una vez más que me mantendré al menos a ciento cincuenta kilómetros de distancia de cualquiera que lleve tatuajes.
Cuando llego a mi cuarto, me siento algo decepcionada al encontrarlo vacío, aunque no estoy segura de si esperaba ver a Rachel o a otra persona. Ni siquiera me molesto en quitarme los zapatos cuando me tumbo en la cama. Estoy demasiado
agotada, y necesito descansar. Duermo durante toda la noche y no me despierto hasta el mediodía. Al hacerlo, veo que Rachel está durmiendo en su cama. Salgo a comer y, cuando vuelvo, ya se ha ido. El lunes por la mañana todavía no ha regresado, y empiezo a sentir una acuciante necesidad de saber qué ha estado haciendo durante todo el fin de semana.
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El mundo de Brittany

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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Mayo 19, 2016 1:56 am

Capítulo 22


Antes de dirigirme a mi primera clase, me paro a pedir mi café de siempre en la cafetería, y veo que Ryder me está esperando con una sonrisa. Tras nuestros respectivos saludos, una chica nos
interrumpe para pedirnos que le indiquemos una dirección algo
complicada, de modo que no tenemos ocasión de ponernos al día hasta que nos dirigimos a la última clase de la jornada. La clase que
llevaba todo el día temiendo, pero a la vez deseando que llegara.
—¿Qué tal el fin de semana? —me pregunta Ryder, y yo gruño.
—Fatal, la verdad. Fui a otra fiesta con Rachel —le cuento, y él pone cara de dolor y se echa a reír—. Seguro que el tuyo fue mucho mejor. ¿Qué tal con Marley? Su sonrisa se intensifica cuando menciono su nombre, y caigo en la cuentade que yo no le he
dicho que vi a Sam el sábado. Ryder me dice que su novia ha solicitado plaza en una escuela de ballet de Nueva York y lo feliz que está por ella. Durante toda la conversación, no paro de
preguntarme si los ojos de Sam se iluminan como los suyos cuando habla de mí. Al entrar en clase, Ryder me cuenta que su padre y su madrastra se alegraron mucho de verlo, pero yo estoy inspeccionando el aula y no le presto mucha atención; el asiento de Brittany está vacío. —¿No se te hará duro que Marley se marche tan lejos? —consigo preguntar mientras nos sentamos.
—Bueno, ya estamos separados ahora, y funciona. La verdad es que sólo deseo lo mejor para ella, y si eso es Nueva York, pues ahí es donde quiero que esté. El profesor entra en clase y nos callamos. «¿Dónde está Brittany? No irá a saltarse las clases sólo
para evitarme, ¿no?» Nos sumergimos en el mundo de Orgullo y prejuicio , un libro mágico que ojalá todo el mundo
leyera y, sin apenas darme cuenta, la clase llega a su fin.
—Te has cortado el pelo, Santana. —Me vuelvo y veo a Brittany sonriendo detrás de mí. Ryder y ella intercambian unas incómodas miradas y yo intento pensar en algo que decir. No sería
capaz de mencionar nuestro beso delante de Ryder, ¿verdad? Sus
forma de arrugar su nariz y dejar ver esas bellas pecas, tan marcadas como siempre, me dicen que sí, que sí sería capaz.
—Hola, Brittany —digo.
—¿Qué tal el fin de semana? —pregunta con aire engreído.
Tiro del brazo de Ryder.
—Bien. Bueno, ¡ya nos veremos! —grito nerviosa, y Brittany se echa a reír. Una vez fuera, al percatarse de mi extraño comportamiento, Ryder me pregunta:
—¿A qué ha venido eso?
—A nada, es que no me gusta Brittany.
—Al menos no tienes que verla mucho.
Hay algo raro en su tono de voz. Y ¿por qué habrá dicho eso? ¿Sabe lo del beso?
—Hum..., sí. Gracias a Dios —es lo único que consigo decir.
Se detiene.
—No iba a decirte nada porque no quería que me asociases con ella, pero — sonríe algo nervioso
—el padre de Brittany está saliendo con mi madre.
«¿Qué?»
—¿Qué?
—Que el padre de Brittany...
—Sí, sí, ya te he oído, pero ¿el padre de Brittany vive aquí? ¿Qué hace Brittany en Washington? Pensaba que era britanica. Y si su padre está aquí, ¿por qué no vive con él? Coso a Ryder a preguntas hasta que consigo refrenarme. Parece confundido, pero menos
nervioso que hace un momento.
—Es de Londres; su padre y mi madre viven cerca del campus, pero Brittany y su padre no tienen una buena relación. Así que, por favor, no le cuentes nada de esto. Ya nos llevamos bastante mal de
por sí. Asiento.
—Claro, por supuesto.
Me vienen a la cabeza un millón de preguntas más, pero permanezco en silencio mientras mi amigo empieza a hablarme de nuevo de Marley, y sus ojos se iluminan con cada palabra que
pronuncia sobre ella. De regreso en mi habitación, Rachel todavía no ha vuelto, ya que sus clases terminan dos horas más
tarde que las mías. Me organizo los libros y los apuntes para estudiar, pero decido que prefiero llamar a Sam. No me contesta, y de nuevo desearía que estuviera aquí conmigo en la facultad. Las
cosas serían mucho más fáciles y cómodas. Podríamos estar estudiando o viendo una película juntos ahora mismo.
No obstante, sé que pienso en estas cosas porque la culpabilidad que siento por haber besado a Brittany me está consumiendo. Sam es un encanto, y no se merece que le ponga los cuernos. Soy
afortunada de tenerlo en mi vida. Siempre está ahí para mí, y me conoce mejor que nadie. Nos conocemos básicamente de toda la vida. Cuando sus padres se mudaron a nuestra calle, yo me alegré
mucho de que hubiese alguien de mi edad con quien poder relacionarme, y esa alegría se fue intensificando conforme fui conociéndolo y vi que era un chico tradicional, como yo. Pasábamos
nuestro tiempo juntos leyendo, viendo películas y dando vida al
invernadero del jardín trasero de casa de mi madre. El invernadero siempre ha sido mi refugio; cuando mi padre bebía, yo me
escondía allí, y nadie excepto Sam sabía dónde encontrarme. La noche en que mi padre nos dejó fue horrible para mí, y mi madre todavía se niega a hablar de ello. Al hacerlo se le caería la máscara
perfecta que ha creado para sí, pero yo aún necesito sacar a relucir el tema de vez en cuando. Aunque lo odiaba por beber tanto y por maltratar a mi madre, en el fondo sigo sintiendo la necesidad de tener Aunque lo odiaba por beber tanto y por maltratar a mi madre, en el fondo sigo sintiendo la necesidad de tener un padre. Aquella noche, refugiada en el invernadero mientras mi padre gritaba y perdia los papeles, no paraba de oir cristales que se hacían añicos en la cocina y entonces cuando todo termino, unos pasos. Me aterraba la idea de que mi padre viniese a por mi, pero era Sam. Y nunca había sentido tanto alivio en toda mi vida de ver a alguien que me hacia sentir segura. Ese dia nos hicimos inseparables. Con los años, nuestras amistad, ser convirtió en algo mas, y ninguno de los dos ha salido con otra persona desde entonces. Le mando un mensaje para decirle que lo quiero y decido echarme una cabezadita antes de empezar a estudiar. Saco mi agenda y compruebo el trabajo que tengo una vez mas para asegurarme de que puedo permitirme una siesta de veinte minutos. No llevo ni diez minutos dormida cuando oigo que alguien llama a la puerta. Supongo que Rachel se ha olvidado la llave y abro la puerta medio grogui. Evidentemente no es ella es Brittany.
— Rachel aún no ha vuelto —digo, y vuelvo a la cama dejando la puerta abierta. Me sorprende que se haya molestado en llamar, porque sé que Rachel le dio una llave por si ella se la dejaba. Tendré que hablar con mi compañera de cuarto al respecto.
—La esperaré —dice, y se deja caer sobre la cama de Rachel.
—Como quieras —gruño, y paso por alto su risita mientras me cubro con la manta y cierro los ojos.
Bueno, más bien intento pasarla por alto. Sé que no voy a dormirme
sabiendo que Brittany está en mi habitación, pero prefiero fingir que duermo a tener que enfrentarme a la incómoda e irrespetuosa
conversación que tendríamos si no lo hiciera. Trato de hacer caso omiso del ruido de su golpeteo en la cabecera de la cama hasta que suena la alarma de mi móvil.
—¿Vas a alguna parte? —pregunta, y yo pongo los ojos en blanco aunque no me vea.
—No, quería descansar veinte minutos —le digo, y me incorporo.
—¿Te pones la alarma para asegurarte de que sólo te echas veinte minutos de siesta? —dice en tono divertido.
—Pues sí, pero ¿a ti qué más te da? —Cojo mis libros, los coloco en el orden de mis clases y apilo los apuntes correspondientes encima de cada uno de ellos.
—¿Tienes un trastorno obsesivo-compulsivo o algo así?
—No, Brittany. No todo el mundo está chiflado por querer hacer las cosas de una manera concreta. No tiene nada de malo ser organizado —le ladro. Y, por supuesto, ella se echa a reír. Me niego a mirarla, pero veo con el rabillo del ojo que se levanta de la cama.
«Por favor, no te acerques. Por favor, no te acerques...»
Se coloca delante de mí, mirando hacia el lugar donde yo estoy sentada sobre mi cama. Coge mis apuntes de literatura y les da la vuelta un par de veces, exagerando como si estuviera ante un extraño artefacto. Intento cogerlos pero, como la perra irritante que es, levanta más el brazo, de modo que me pongo en pie para quitárselos. Entonces, Brittany los suelta en el aire y éstos caen al suelo desordenados.
—¡Recógelos! —chillo.
Ella me mira con una sonrisa maliciosa y dice: —Vale, vale.
Pero a continuación coge mis apuntes de sociología y hace lo mismo con ellos. Me apresuro a recogerlos antes de que los pise, pero eso también parece hacerle gracia.
—¡Brittany, para! —le grito justo cuando hace lo mismo con el siguiente montón.
Enfurecida, me incorporo y la aparto de un empujón de mi cama.
—Vaya, parece que a alguien no le gusta que le toqueteen sus cosas —dice riéndose todavía.
«¿Por qué siempre se está burlando de mí?»
—¡Pues no! ¡No me gusta! —replico, y me dispongo a propinarle un nuevo empellón.
Ella avanza hacia mí, me agarra de la muñeca y me empuja contra la pared. Su rostro está a unos centímetros del mío, y de repente me doy cuenta de que mi respiración es demasiado agitada. Quiero
gritarle que me suelte y exigirle que recoja mis apuntes. Quiero abofetearla y echarla de mi cuarto.
Pero no puedo hacerlo. Estoy paralizada contra la pared, y sus maravillosos ojos azules me tienen hechizada.
—Brittany, por favor. —Son las únicas palabras que consigo pronunciar. Y, por el tono suave en que lo hago, no estoy segura de si le estoy rogando que me suelte o que me bese. Mi respiración no se ha ralentizado; siento que la suya se acelera también, y su pecho se hincha y se deshincha a gran velocidad. Los segundos parecen horas. Finalmente, aparta una de sus manos de mis muñecas, pero la otra es lo bastante grande como para sujetarme las dos.
Por un segundo creo que va a darme una bofetada, pero asciende la mano hasta mi pómulo y me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja. Juraría que puedo oír su pulso cuando acerca los
labios a los míos, y un fuego interior hace que me arda la piel.
Esto es lo que he estado anhelando desde el sábado por la noche. Si tuviera que elegir una sensación para el resto de mi vida, sería ésta. No me permito pensar por qué la estoy besando de nuevo; tampoco quiero plantearme qué cosas horribles me dirá después. En lo único que deseo concentrarme es en la manera en que presiona el cuerpo contra el mío cuando me suelta las muñecas y me acorrala contra la pared, y en el sabor a menta de su boca. En cómo mi lengua danza con la suya y en cómo mis manos se deslizan sobre sus anchos hombros. Me agarra de la parte trasera de los muslos y me levanta. Mis piernas, como por instinto, rodean su cintura, y me quedo fascinada al comprobar que mi
cuerpo, de alguna manera, sabe cómo responder a sus movimientos. Hundo los dedos en su pelo y tiro
suavemente de él mientras Brittany retrocede hacia mi cama sin separar los labios de los míos.
La vocecita responsable que oigo en mi cabeza me recuerda que esto no está bien, pero la hago callar. No pienso parar esta vez. Tiro de su pelo con más fuerza, hasta que gime. El sonido me hace
gemir a mí también, y ambas gemidos se mezclan de una manera deliciosa.
Es el sonido más sensual que he oído jamás, y estoy dispuesta a hacer lo que haga falta con tal de oírla de nuevo. Se sienta en
mi cama y me coloca sobre su regazo. Sus largos dedos se clavan en mi piel, y el dolor que siento es maravilloso. Mi cuerpo empieza a mecerse suavemente hacia adelante y hacia atrás sobre su regazo,
y ella me agarra entonces con más fuerza. —Joder —exhala en mi boca, y cuando lo hace experimento algo que jamás había sentido al
tenerla contra mí. «¿Hasta dónde voy a dejar que llegue esto?», me pregunto, pero lo cierto es que no tengo la respuesta.
Sus manos alcanzan el dobladillo de mi blusa y tira de ella,
levantándomela. No puedo creer que esté dejando que haga esto, pero no quiero detenerla. Interrumpe nuestro beso acalorado para
quitarme la blusa por encima de la cabeza. Me mira a los ojos, y después desciende la vista hacia mi pecho mientras se muerde el labio inferior.
—Eres muy sexi, San.
Nunca me ha atraído la idea de decir cochinadas pero, por alguna razón, esas palabras proviniendo de la boca de Brittany se convierten en la cosa más sensual que he oído en mi vida. Jamás
compro ropa interior especial porque nadie, literalmente nadie, me ha visto nunca con ella, pero en estos momentos desearía llevar algo que no fuera mi sencillo sujetador negro. «Aunque
probablemente ya haya visto todos los tipos de sujetadores que existen», me recuerda la vocecita de mi cabeza. Trato de apartar esos pensamientos de mi mente, me agito con fuerza sobre su regazo y ella me envuelve la espalda con los brazos y acerca mi cuerpo al suyo, hasta que nuestros torsos se tocan...
Entonces oigo el pomo de la puerta. Despierto al instante del trance en el que me encontraba, salto del regazo de Brittany y agarro mi blusa. Rachel entra por la puerta y se detiene de golpe al vernos a mí y a Brittany. Cuando asimila la escena que tiene delante, su boca forma una «O» enorme. Sé que tengo las mejillas coloradas, no por la vergüenza, sino por las cosas que me hace sentir.
—¿Qué coño me he perdido? —espeta mirándonos a las dos con una enorme sonrisa. Juraría que sus ojos prácticamente aplauden de alegría.
—No mucho —dice Brittany, y se pone de pie.
Se dirige a la puerta y no se vuelve cuando sale de la habitación,
dejándome a mí jadeando y a Rachel riéndose.
—En serio, ¿qué coño ha pasado aquí? —me pregunta, y entonces se cubre el rostro bromeando como si estuviera horrorizada. Sin embargo, está demasiado emocionada por el cotilleo, y vuelve a
asomar inmediatamente—. Brittany y tú... ¿Brittany y tú os estáis acostando? Me vuelvo y finjo ordenar las cosas de mi escritorio.
—¡No! ¡Qué va! No nos estamos acostando —le digo. «¿Nos estamos acostando?» No, sólo nos hemos besado... dos veces. Y ella me ha quitado la blusa, y yo estaba básicamente montándolo, pero no nos estamos acostando, en el sentido estricto de la palabra—. Tengo novio, ¿recuerdas? Se acerca y me mira a la cara.
—¿Y qué? Eso no significa que no puedas montártelo con Brittany... ¡Pero es que no me lo puedo creer! Creía que os odiabais. Bueno, Brittany odia a todo el mundo, pero suponía que a ti te odiaba
más que al resto —dice, y se echa a reír—. ¿Cuándo...? ¿Cómo ha
empezado esto? Me siento en su cama y me atuso el pelo.
—No lo sé. Bueno, el sábado, cuando te fuiste de la fiesta, acabé en su cuarto porque un pervertido intentó aprovecharse de mí, y entonces la besé. Decidimos no volver a hablar de ello,
pero hoy se ha presentado aquí y ha empezado a joderme, pero no de esa manera. —Señalo a la cama, y mi gesto hace que su sonrisita se intensifique—. Ha empezado a tirar mis cosas por ahí. Yo la he empujado y no sé cómo hemos acabado en la cama.
Suena fatal cuando lo cuento. Esto no es propio de mí, como diría mi madre. Me llevo las manos a la cara. ¿Cómo he podido hacerle esto a Sam... otra vez? —Vaya, qué morbo —dice Rachel, y yo pongo los ojos en blanco. —Qué va, es horrible, y está mal. Quiero a Sam, y Brittany es una perra.
No quiero ser una conquista más que añadir a su lista.
—Podrías aprender mucho de ella... en lo que a sexo se refiere.
Me quedo boquiabierta. «¿Lo dice en serio? ¿Sería capaz ella de hacer algo así? Un momento..., ¿lo ha hecho? ¿Brittany y ella...?»
—Ni hablar. No quiero aprender nada de Brittany. Ni de nadie que no sea Sam —contesto.
No me imagino a Sam y a mí enrollándonos de esa manera. En mi mente se repiten las palabras de Brittany: «Eres muy sexi, San». Sam jamás diría algo así. Y nadie me ha dicho nunca que fuese
sexi. Noto que me pongo colorada mientras lo pienso.
—¿Tú lo has hecho? —pregunto con un poco de vergüenza.
—¿Con Brittany? No. —Y, por algún motivo, es un alivio oírlo. Pero
entonces continúa—: Bueno..., no me he acostado con ella, pero tuvimos algo cuando nos conocimos, aunque me dé
vergüenza admitirlo. No obstante, no llegó a nada; fuimos amigas con derecho a roce durante una semana más o menos. —Lo dice como si no fuera nada del otro mundo, pero no puedo evitar sentir
celos. —Vaya, ¿derecho a roce? —pregunto.
Se me seca la boca, y de repente me sorprendo a mí misma cabreada con Rachel.
—Sí, nada importante. Nos enrollamos y nos toqueteamos un poco. Nada serio —explica, y siento como si me clavara un puñal en el pecho. La verdad es que no me sorprende, pero desearía no haberle preguntado.
—¿Tiene Brittany muchas amigas con derecho a roce? —No quiero oír la respuesta, pero no puedo evitar preguntar.
Rachel suelta una risotada y se sienta en su cama delante de mí.
—Sí, las tiene. A ver, no tiene cientos, pero es una chica atractiva... y activa. Es evidente que se ha dado cuenta de mi reacción y está intentando endulzarlo. Por enésima vez, tomo mentalmente la decisión de alejarme de ella. No quiero ser la amiga con derecho a roce de nadie. Nunca.
—No lo hace por ser cruel ni para utilizar a las chicas; prácticamente se lanzan a sus brazos, y ella les deja claro desde el principio que no busca una relación —añade, y recuerdo que ya me lo contó.
Sin embargo, a mí ella no me ha dicho eso cuando... —¿Por qué no quiere tener una relación? —«¿Por qué no puedo parar de
preguntar estas cosas?» —Pues la verdad es que no lo sé... Escucha —dice bastante preocupada—, creo que podrías
pasártelo muy bien con Brittany, pero también creo que ella podría hacerte daño. A menos que sepas que serás capaz de no sentir nada por ella, yo que tú me mantendría alejada. He visto a muchas chicas que se han colgado de ella, y no es agradable.
—No, créeme, no siento nada por ella. No sé en qué estaba pensando. —Me echo a reír y espero que al menos la risa parezca sincera. Rachel asiente.
—Bien. Bueno, y ¿qué tal con tu madre y con Sam?
Le cuento lo de la charla de mi madre, excepto la parte en que me hizo prometerle que dejaría de ser amiga suya. Nos pasamos el resto de la noche hablando de las clases, de Quinn, y de cualquier otra cosa que no sea Brittany.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Jue Mayo 19, 2016 1:56 am

Capítulo 23


Al día siguiente, Ryder y yo quedamos en la cafetería antes de la clase para comparar nuestros apuntes de sociología. Me lleva casi una hora ordenar todos los míos después de la irritante escenita
de ayer de Brittany. Quiero hablarle a Ryder de ello, pero no me gustaría que pensara mal de mí, y menos ahora que sé lo de su padre y la madre de Brittany. Ryder debe de saber mucho sobre ella, y debo obligarme constantemente a no preguntarle nada. Además, en realidad me da igual lo que Brittany haga o deje de hacer con su vida. El día pasa deprisa, y por fin llega la hora de la clase de literatura. Como de costumbre, Brittany se sienta a mi lado, pero hoy no parece dispuesta a mirar en mi dirección. —Hoy será el último día que hablaremos sobre Orgullo y prejuicio —nos
informa el profesor—. Espero que hayan disfrutado y, puesto que todos han leído el final, creo conveniente dedicar el
debate de hoy al uso de la anticipación de Austen. Díganme, como lectores, ¿esperaban que Darcy y ella acabasen siendo pareja al final? Varias personas murmuran, y se ponen a rebuscar en sus libros como si éstos fuesen a proporcionarles una respuesta inmediata, pero sólo Ryder y yo levantamos la mano, como siempre.
—Señorita Lopez —me da la palabra.
—Bueno, la primera vez que leí la novela, estaba en ascuas todo el tiempo, sin saber si acabarían juntos o no. Incluso ahora que la he leído al menos diez veces, sigo sintiendo cierta ansiedad al
principio de su relación. El señor Darcy es tan cruel y dice cosas tan
terribles sobre Elizabeth y su familia que al leerlas nunca sé si ella será capaz de perdonarlo, y mucho menos de amarlo.
Ryder asiente ante mi respuesta, y yo sonrío.
—Qué chorrada —dice entonces una voz interrumpiendo el silencio. Es Brittany.
—¿Señorita Pierce? ¿Le gustaría añadir algo? —pregunta el profesor, claramente sorprendido ante su participación.
—Claro, he dicho que eso es una chorrada. Las mujeres desean lo que no pueden tener. La actitud grosera del señor Darcy es lo que hace que Elizabeth se sienta atraída hacia él, de modo que era
evidente que acabarían juntos —dice Brittany, y empieza a limpiarse las uñas como si este debate no le interesara lo más mínimo.
—No es cierto que las mujeres deseen lo que no pueden tener. El señor Darcy sólo era mezquino con ella porque era demasiado orgulloso como para admitir que la amaba. Cuando dejó de
comportarse de esa forma tan detestable, Elizabeth se dio cuenta de que en realidad estaba enamorado de ella —digo, mucho más alto de lo que pretendía. Mucho más alto. Miro a los presentes en el aula y veo que todo el mundo nos está mirando a Brittany y a mí.
Brittany exhala. —No sé con qué clase de tíos te has relacionado, pero opino que, si él la amara, no habría sido mezquino con ella. La única razón por la que acabó pidiendo su mano en matrimonio fue porque ella no paraba de lanzarse a sus brazos —responde con énfasis, y se me cae el alma a los pies. Sin embargo, por fin llegamos a lo que piensa de verdad. —¡Ella no se lanzaba a sus brazos! ¡Él la manipulaba, le hacía creer que era amable y se
aprovechaba de su debilidad! —grito, y el aula se queda en absoluto
silencio. Brittany está roja de furia, y supongo que yo debo de estar igual. —¿Que él la manipulaba? Léetelo otra vez, ella es..., quiero decir, que ella estaba tan aburrida con su vida aburrida que tenía que buscar emociones en alguna parte, de modo que sí, ¡se lanzaba a sus brazos! —grita en respuesta, agarrándose al pupitre con fuerza. —¡Bueno, igual si él no hubiera sido tan mujeriego, lo habría dejado estar después de la primera vez en lugar de presentarse en su habitación! —En cuanto esas palabras abandonan mi boca sé que nos he delatado, y empiezan a oírse risitas y gritos sofocados de sorpresa. —Bien, es una discusión muy agitada. Creo que ya hemos hablado suficientemente del tema por hoy... —empieza a decir el profesor, pero yo cojo mi bolsa y salgo del aula.
Desde alguna parte por detrás de mí en los pasillos, oigo la voz furiosa de Brittany, chillando: —¡No vas a huir esta vez, Santana!
Salgo y me encuentro atravesando el verde césped, a punto de llegar a la esquina del edificio, cuando me agarra del brazo y yo me suelto de un tirón.
—¿Por qué siempre me coges así? ¡Como vuelvas a agarrarme del brazo, te doy un tortazo! — grito. Mis duras palabras me sorprenden, pero ya me he hartado de tanta tontería.
Me agarra del brazo de nuevo, pero no soy capaz de cumplir mi amenaza.
—¿Qué quieres, Brittany? ¿Decirme que estoy desesperada? ¿Reírte de mí por dejar que te me acerques otra vez? Estoy harta de este jueguecito, y no voy a seguir jugando. Tengo un novio que me quiere, y tú eres una persona horrible. ¡Deberías ir a un especialista para que te receten algo para tus cambios de humor! No te entiendo. Un segundo eres agradable, y al siguiente, detestable. ¡No quiero tener nada que ver contigo, así que hazte un favor y búscate a otra con quien jugar, porque yo paso!
—Es verdad que saco lo peor de ti, ¿eh? —dice.
Me vuelvo para intentar desviar mi atención hacia la bulliciosa acera que está a nuestro lado. Las miradas de unos cuantos estudiantes curiosos se centran en Brittany y en mí durante un instante
demasiado largo. Cuando la miro de nuevo, veo que se está pasando los dedos por un pequeño agujero que tiene en su camiseta negra desgastada. Espero encontrarla sonriendo o riendo, pero no lo hace. Si no lo conociera, pensaría que
parece... ¿herida? Pero la conozco, y sé que esto no podría importarle menos.
—No estoy jugando a nada contigo —dice, y se pasa las manos por la cabeza.
—Entonces ¿qué estás haciendo? Porque tus cambios de humor me dan dolor de cabeza —espeto.
Una pequeña multitud se ha reunido alrededor de nosotras, y quiero que se me trague la tierra.
Sin embargo, necesito saber qué es lo que tiene que decir. «¿Por qué no puedo mantenerme alejada de ella?» Sé que no me conviene, y que es perjudicial para mí. Nunca había
sido tan borde con nadie como lo soy con ella. Y sé que se lo merece, pero no me gusta ser borde con nadie.
Brittany me agarra del brazo una vez más y tira de mí hacia un pequeño callejón entre dos edificios apartado de la gente.
—San, yo... No sé lo que estoy haciendo. Tú me besaste primero, ¿no es así? —me recuerda de nuevo.
—Sí..., estaba borracha, ¿recuerdas? Y tú me besaste primero ayer.
—Sí..., y tú no me detuviste. —Hace una pausa—. Debe de ser agotador — dice. «¿Cómo?»
—¿El qué?
—Fingir que no me deseas, cuando ambas sabemos que sí lo haces —añade, y da un paso hacia mí.
—¿Qué? Yo no te deseo, Brittany. Tengo novio. —Las palabras brotan de mi boca demasiado rápido, suenan totalmente ridículas y la hacen sonreír.
—Un novio con el que te aburres. Admítelo, San. No me lo digas si no quieres, pero admítelo para ti misma. Te aburres con él. —Baja la voz y la ralentiza hasta alcanzar un ritmo sensual—. ¿Alguna vez te ha hecho sentir como te hago sentir yo?
—¿Qué?... Por supuesto que sí —miento.
—No..., no es verdad. Es obvio que nunca te han tocado... que nunca te han tocado de verdad.
Sus palabras reavivan un fuego ahora familiar que me recorre todo el cuerpo.
—Eso no es asunto tuyo —digo, y retrocedo.
Cuando lo hago, ella avanza tres pasos hacia mí.
—No tienes ni idea de lo bien que puedo hacerte sentir —añade, y sofoco un grito. ¿Cómo puede pasar de gritarme a esto? Y ¿por qué me gusta tanto que lo haga? Me quedo sin palabras. El tono y las sucias palabras de Brittany me vuelven débil y vulnerable, y me confunden. Estoy atrapada en la boca del lobo.
—No hace falta que lo admitas. Lo sé —dice con una voz cargada de arrogancia. Pero lo único que puedo hacer es negar con la cabeza. Su sonrisa se intensifica y yo me apoyo de
manera instintiva contra la pared. Avanza otro paso hacia mí, y respiro profundamente, esperanzada.
Otra vez, no. —Se te ha acelerado el pulso, ¿verdad? Y tienes la boca seca. Piensas en mí y notas eso... ahí abajo. ¿Verdad, Santana? Todo lo que dice es cierto, y cuanto más me habla así, más la deseo. Es extraño anhelar y detestar a alguien al mismo tiempo. La atracción que siento es absolutamente física, lo que me
sorprende teniendo en cuenta lo poco que se parece a Sam. No recuerdo haberme sentido atraída nunca antes por nadie que no fuera él. Sé que, si no digo nada ahora, ella ganará. No quiero que tenga esta influencia sobre mí, y que encima se salga con la suya.
—Te equivocas —farfullo.
Pero ella sonríe, e incluso eso hace que sienta chispas en mi interior. —Yo nunca me equivoco —dice—, no en esto.
Doy un paso a un lado antes de que me acorrale por completo contra la pared.
—¿Por qué no paras de decir que me lanzo a tus brazos si eres tú la que me arrincona ahora? — pregunto cuando la ira supera la lujuria que siento por esta exasperante chica tatuada.
—Porque fuiste tú quien hizo el primer movimiento. No me
malinterpretes, a mí me sorprendió tanto como a ti.
—Estaba borracha y había sido una noche muy larga, como bien sabes. Estaba confundida porque estabas siendo amable conmigo; bueno, tu versión de ser amable.
Paso por su lado y me siento en el bordillo para alejarme. Hablar con ella resulta agotador.
—Yo no soy mezquina contigo —dice acercándose a mí de nuevo, pero suena más a pregunta que a afirmación.
—Sí que lo eres. Te pasas mucho conmigo. Bueno, en realidad te pasas con todo el mundo. Pero parece que conmigo te ensañas.
No puedo creer que esté siendo tan sincera con ella. Sé que es cuestión de minutos que esto se vuelva en mi contra.
—Eso no es verdad. No soy peor contigo que con el resto de la población. Me levanto. Sabía que no podía tener una conversación normal con ella.
—¡No sé por qué sigo malgastando el tiempo contigo! —grito, y echo a andar hacia el camino principal y el césped.
—Venga, perdona. Vuelve aquí.
Gruño, pero mis pies reaccionan antes que mi cerebro y acabo a tan sólo unos pasos de ella.
Se sienta en el bordillo donde estaba yo hace un momento.
—Siéntate —me ordena.
Y lo hago.
—Estás demasiado lejos —dice, y pongo los ojos en blanco—. ¿No confías en mí?
—No, claro que no. ¿Por qué iba a hacerlo?
Su rostro se ensombrece ligeramente ante la crudeza de mis palabras, pero se recupera enseguida.
«¿Qué más le da si confío en ella o no?»
—¿Podemos decidir ya si vamos a mantenernos alejadas la una de la otra o a ser amigas? No quiero seguir peleándome contigo —suspiro. Brittany se acerca un poco a mí e inspira hondo antes de hablar. —Yo no quiero mantenerme alejada de ti —dice.
«¿Qué?» El corazón se me sale del pecho.
—Me refiero a que no creo que podamos mantenernos alejadas la una de la otra, porque una de mis mejores amigas es tu compañera de cuarto y todo eso. Así que supongo que tendremos que
intentar ser amigas. Me siento decepcionada a cuento de nada, pero eso es lo que quiero, ¿no? No puedo seguir besando a Brittany y engañando a Sam.
—Vale, entonces ¿amigas? —digo dejando a un lado ese sentimiento. —Amigas —conviene ella, y me ofrece la mano.
—Pero amigas sin derecho a roce —especifico mientras se la estrecho, y siento cómo me ruborizo.
Suelta una carcajada y se lleva la mano a la ceja para juguetear con su piercing.
—¿Por qué dices eso?
—Como si no lo supieras... Rachel me lo ha contado.
—¿Lo que pasó entre nosotras?
—Sí, y lo que pasa contigo y con todas las demás chicas. —Intento fingir una risa, pero me sale una especie de tos, de modo que toso un poco más para intentar que no se note.
Ella enarca las cejas como si no entendiera de qué le estoy hablando, pero decido pasarlo por alto.
—Bueno, lo mío con Rachel... fue divertido. —Sonríe como si estuviera recordando algo, y yo me trago la bilis que me sube por la garganta—. Y sí, me acuesto con algunas chicas. Pero ¿por qué iba a importarte eso a ti, amiga?
No parece darle la menor importancia al asunto, y yo, en cambio, estoy estupefacta. No debería afectarme que me cuente que se acuesta con otras chicas, pero me afecta. No es mía. Sam lo es.
Sam lo es. «Sam lo es», me recuerdo a mí misma.
—No me importa. Sólo quiero dejar claro que yo no voy a ser una de esas chicas.
—Vaya..., ¿estás celosa, Santana? —bromea, y yo le doy un empujón. Jamás lo admitiré.
—En absoluto —replico—. Siento lástima por esas chicas.
Levanta las cejas de manera insinuante.
—Pues no deberías. Lo disfrutan, créeme.
—Vale, vale. Ya lo pillo. ¿Podemos cambiar de tema? —Suspiro y echo la cabeza atrás para mirar al cielo. Necesito borrar la imagen de Brittany y su harén de mi mente —. Entonces ¿vas a ser
más simpática conmigo a partir de ahora?
—Claro. Y ¿tú vas a intentar no ser tan estirada y tener tanta mala leche todo el tiempo?
Mientras observo las nubes, digo ensoñadoramente:
—Yo no tengo mala leche; es que tú eres ofensiva.
La miro y me echo a reír. Afortunadamente, ella también lo hace. Esto es mucho mejor que estar gritándonos la una a la otra. Sé que en realidad no hemos solucionado el verdadero problema, que son
los sentimientos que pueda o no albergar hacia ella, pero si consigo que deje de besarme podré volver a centrarme en Sam y cerrar este horrible capítulo antes de que la cosa vaya a peor.
—Míranos, siendo amigas. —Su acento es tan mono cuando no está siendo grosera... Joder, e incluso cuando lo es, pero cuando su voz es relajada, su acento la hace mucho más suave, como el terciopelo. La manera en que sus palabras se deslizan por
su lengua y a través de sus labios rosados... No debo pensar en sus labios. Aparto los ojos de su rostro, me levanto y me sacudo
la falda.
—Esa falda es terriblemente espantosa, San —dice entonces—. Si vamos a ser amigas, vas a tener que dejar de ponértela.
Me siento dolida durante un instante, pero al mirarla veo que está
sonriendo. Ésta debe de ser su manera de bromear; sigue siendo algo grosera, pero prefiero esto a su malicia habitual.
La alarma de mi teléfono vibra.
—Tengo que irme a estudiar —le digo.
—¿Te pones la alarma para estudiar?
—Me pongo la alarma para muchas cosas; es una costumbre que tengo.
Espero que deje estar ese tema de una vez.
—Vale, pues póntela para que hagamos algo divertido mañana después de clase —dice.
«¿Quién es ésta y dónde está la auténtica Brittany?»
—No creo que mi idea de «algo divertido» coincida con la tuya —replico. Ni siquiera puedo imaginarme qué es la diversión para Brittany.
—Bueno, sólo despellejaremos a unos cuantos gatos, prenderemos fuego a algunos edificios... No puedo evitar que se me escapen unas risitas, y ella sonríe.
—En serio, te vendrá bien divertirte, y ahora que somos amigas
deberíamos hacer algo. Necesito unos momentos para considerar si debería pasar tiempo a solas con ella antes de contestar. Pero antes de que me dé tiempo a hacerlo, da media vuelta para
marcharse. —Bien, me alegro de que te apuntes. Nos vemos mañana.
Y desaparece.
No contesto nada, simplemente me siento de nuevo en el bordillo. Los últimos veinte minutos se repiten en mi cabeza. Primero, básicamente me ha ofrecido sexo, y me ha dicho que no tengo ni idea de lo bien que puede hacerme sentir. Luego, unos minutos después, ha accedido a intentar ser más simpática conmigo; después nos hemos reído y bromeado, y eso ha estado
bien. Sigo teniendo muchas preguntas sobre ella, pero creo que puedo ser amiga de Brittany, como lo es Rachel. Vale, igual
como ella no, pero como Blaine o como alguno de los otros amigos que salen con ella.
Sé que esto es lo mejor. Nada de besos ni insinuaciones sexuales por su parte. Sólo amigas. Sin embargo, en el camino de vuelta a mi habitación, mientras paso entre los despreocupados
estudiantes ajenos a Brittany y a sus ardides, no puedo librarme del temor de pensar que acabo de caer en una de sus trampas.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por micky morales Jue Mayo 19, 2016 9:18 am

espero que los enfrentamientos cesen un poco a ver como les va en plan amigas, ese labios de mero es mas aburrido que la misma palabra y la mama de santana cree que tiene 14 años, en fin... hasta pronto!!!!
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por 3:) Jue Mayo 19, 2016 9:50 pm

hola,..

enserio un poco de paz entre san y britt,..
a ver la salida,..
cansa la madre de san con su plan de cuidar a san,.. no jodas!!

nos vemos!!!
3:)
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 3:49 pm

Capítulo 24


Intento estudiar al volver a mi cuarto, pero no puedo concentrarme.
Después de mirar fijamente los apuntes durante un par de horas sin haber leído en realidad ni una palabra, decido que una ducha
podría ayudarme. Cuando están abarrotados, los baños mixtos aún me incomodan, pero nadie se mete conmigo, así que me estoy acostumbrando a ellos. El agua caliente me sienta genial, y noto cómo me relaja los músculos, que estaban tensos.
Debería sentirme aliviada y feliz de que Brittany y yo hayamos alcanzado algo así como una tregua, pero ahora la ira y el enfado han sido reemplazados por el nerviosismo y la confusión. He accedido a quedar con Brittany mañana para hacer algo divertido, y ahora estoy aterrada. Sólo quiero que salga bien. No espero convertirme en su mejor amiga ni nada por el estilo, pero necesito que lleguemos a un punto en el que no terminemos gritándonos cada vez que hablamos.
Estoy tan a gusto en la ducha que me quedo ahí durante un buen rato y, cuando regresa al cuarto, Rachel ya ha venido y ha vuelto a marcharse. Encuentro una nota suya en la que dice que Quinn la
lleva a cenar fuera del campus. Me gusta Quinn. Parece una buena chica, a pesar del uso excesivo que hace del lápiz de ojos. Si Rachel y ella siguen saliendo cuando Sam venga a visitarme, podríamos hacer algo todos juntos. ¿A quién pretendo engañar? Sam no querría relacionarse con gente como ellas, pero sé de sobra que hasta hace tres semanas yo tampoco lo habría hecho. Termino llamando a Sam antes de irme a la cama. No hemos hablado en todo el día. Es tan educado que nada más descolgar ya me está preguntando cómo me ha ido el día. Le respondo que
bien. Debería contarle que Brittany y yo vamos a salir mañana, pero no lo hago. Me cuenta que su equipo de fútbol ha ganado al Seattle High por goleada, a pesar de que éstos son tremendamente
buenos. Me alegro por él, porque parece muy contento de haber jugado tan bien. El día siguiente transcurre muy rápido. Cuando Ryder y yo entramos en clase de literatura, Brittany
ya está en su sitio.
—¿Estás preparada para nuestra cita de esta noche? —me pregunta, y me quedo con la boca abierta. Y Ryder también.
No sé qué me da más palo: que Brittany hable así del tema o cómo afectará esto a la opinión que Ryder tiene de mí. El primer día en nuestra misión de ser amigos ya no está yendo muy bien.
—No es una cita —le digo, y después me vuelvo hacia Ryder, pongo los ojos en blanco y, con aire despreocupado, le explico—: Vamos a salir como amigas.
—Viene a ser lo mismo —responde Brittany.
La evito durante el resto de la clase, lo cual me resulta fácil porque no vuelve a intentar hablar conmigo después de eso.
Al terminar, mientras Ryder empieza a guardar sus cosas en la mochila, mira a Brittany y me dice en voz baja:
—Ten cuidado esta noche.
—Sólo intentamos llevarnos bien porque mi compañera de cuarto es una buena amiga suya —le contesto con la esperanza de que Brittany no me oiga.
—Lo sé, y de verdad que eres una amiga fantástica. Pero no acabo de estar seguro de que Brittany merezca tu simpatía —me dice levantando la voz a propósito, y yo lo miro de inmediato.
—¿No tienes nada mejor que hacer que estar aquí poniéndome de vuelta y media? —ladra Brittany por detrás de mí—. Anda, lárgate, tío. Ryder frunce el ceño y vuelve a mirarme.
—Tú recuerda lo que te he dicho.
Entonces se va y me quedo preocupada, preguntándome hasta qué punto se habrá disgustado conmigo.
—Oye, no hace falta que seas cruel con él... Sois prácticamente hermanos —le digo a Brittany.
Ella abre unos ojos como platos.
—¿Qué acabas de decir? —ruge.
—Bueno, tu padre y su madre...
¿Ryder me mintió? ¿Se suponía que no tenía que hablar de esto? Me dijo que no le mencionara nada a Brittany sobre su relación con su padre, pero no creí que se refiriera a toda la historia en
cuestión.
—Eso no es asunto tuyo. —Brittany mira con furia hacia la puerta por la que acaba de salir mi amigo—. No sé por qué te ha contado nada ese gilipollas. Me parece que voy a tener que cerrarle el
pico.
—Déjalo tranquilo, Brittany. Ni siquiera quería contármelo, yo se lo
sonsaqué. —Pensar que Brittany pueda hacerle daño a Ryder me pone enferma. Necesito cambiar de tema—. Bueno, ¿adónde
vamos a ir? —le pregunto, y ella me fulmina con la mirada.
—No vamos a ir a ningún sitio, esto ha sido una mala idea —me suelta de repente, y gira sobre sus talones y se marcha.
Yo me quedo allí durante un minuto, esperando a ver si Brittany cambia de idea y vuelve.
«Pero ¿qué demonios le pasa?» Es bipolar, estoy segura.
Regreso a mi habitación y me encuentro allí a Dani, a Quinn y a Rachel, sentadas en su cama. Quinn no le quita los ojos de encima a Rachel, y Dani enciende una y otra vez con el pulgar un mechero de metal. Normalmente estaría molesta ante esa cantidad de visitantes inesperados, pero la verdad es que Dani y Quinn me caen bien, y necesito distraerme.
—¡Hola, San! ¿Qué tal las clases? —me pregunta Rachel, y me regala una amplia sonrisa.
No puedo evitar fijarme en el modo en que el rostro de Quinn se ilumina cada vez que la mira.
—Bien, ¿y las tuyas?
Dejo los libros sobre la cómoda mientras me cuenta que su profesor se ha derramado el café encima y los ha dejado salir antes.
—Estás muy guapa hoy, San —me dice Dani.
Le agradezco el cumplido y me uno a ellas en la cama de mi compañera. Es muy pequeña para que estemos todas, pero conseguimos acoplarnos. Después de hablar durante algunos minutos sobre varios profesores de lo más raros, la puerta se abre y todas nos volvemos para ver quién es.
Es Brittany. «¡Uf!»
—Joder, tía, a ver si llamas a la puerta aunque sea por una vez —lo regaña Rachel. Ella se encoge de hombros—. Podrías haberme pillado desnuda o algo. —Se ríe.
Obviamente, no está enfadada por su falta de educación.
—No es nada que no haya visto ya —bromea ella, y el rostro de Quinn se ensombrece mientras las otras tres se ríen.
Yo tampoco le veo la gracia. Detesto imaginarme a Rachel y a Brittany juntas.
—Cállate —dice ella, aún riéndose, y coge a Quinn de la mano. Ella recupera la sonrisa y se acerca un poco más a ella.
—¿Qué hacéis? —pregunta Brittany, y se sienta enfrente de nosotras, en mi cama. Quiero decirle que se levante, pero no lo hago. Por un momento he creído que había venido a disculparse, pero ahora veo que sólo pretendía pasar el rato con sus
amigas, y yo no soy una de ellas.
Dani sonríe.
—Pues íbamos a ir al cine. San, ¿te vienes?
Antes de que pueda responder, Brittany interviene:
—La verdad es que San y yo tenemos planes.
Detecto algo extraño en su tono.
Dios santo, ¿por qué cambia tanto de humor?
—¿Qué? —exclaman Dani y Rachel al unísono.
—Sí, sólo venía a recogerla. —Se levanta y se mete las manos en los bolsillos, señalando la puerta con el cuerpo—. ¿Estás lista o qué? En mi mente grito «¡No!», pero asiento y me levanto de la cama de Rachel.
—Bueno, luego nos vemos —anuncia Brittany, y prácticamente me empuja por la puerta. Una vez fuera, me lleva hasta su coche y, para mi sorpresa, me abre la puerta. Me quedo parada,
cruzada de brazos, mirándola.
—Vale, recordaré que nunca jamás tengo que volver a abrirte la puerta. Sacudo la cabeza.
—¿A qué demonios ha venido eso? Sé perfectamente que no has ido a mi cuarto a recogerme.
¡Me has dejado bastante claro que no querías salir conmigo! —chillo.
Y ya estamos gritándonos otra vez. Me vuelve loca, literalmente.
—Sí, es verdad, y ahora métete en el coche.
—¡No! Si no admites que no has venido aquí a por mí, volveré ahí dentro y me iré al cine con Dani —digo, y noto que su mandíbula se tensa.
«Lo sabía.» No sé qué pensar acerca de esa revelación, pero de alguna manera sabía que lo que Brittany no quería era que fuese al cine con Dani, y ésa es la única razón por la que está intentando
salir conmigo ahora.
—Admítelo, Brittany, o me largo.
—Vale, sí, lo admito. Y ahora sube al puto coche. No voy a volver a
pedírtelo —dice, y se dirige al lado del conductor.
Aunque sé que no debería, subo y me siento.
Brittany aún parece enfadada cuando sale del aparcamiento. Pone la estridente música a un volumen demasiado alto. Alargo la mano y la apago.
—No toques mi radio —me regaña.
—Si vas a comportarte como una perra todo el tiempo, no quiero salir contigo. —Lo digo en serio. Si esto va a ser así, me da igual adónde vayamos, haré auto stop o lo que haga falta para
volver a la residencia.
—No lo haré, pero no toques mi radio.
Me viene a la cabeza el recuerdo de Brittany tirando mis apuntes por el aire, y me dan ganas de devolvérsela cogiendo la radio y lanzándola por la ventana. Si supiera que puedo arrancarla del
salpicadero, lo haría.
—¿Qué más te da que vaya al cine con Dani? Rachel y Quinn también iban a ir.
—No me parece que Dani tenga muy buenas intenciones —responde tranquilamente, con la vista fija en la carretera.
Empiezo a reírme y ella frunce el ceño.
—Ah, ¿y tú sí? Al menos Dani es agradable conmigo.
No puedo parar de reírme. La idea de que Brittany esté intentando protegerme me resulta hilarante. Dani es una amiga, nada más. Igual que ella.
Ella pone los ojos en blanco, pero no me responde. Enciende la música de nuevo y las guitarras y el bajo me perforan los oídos.
—¿Te importaría bajar el volumen, por favor? —le ruego. Para mi sorpresa, lo hace, pero la deja como música de fondo.
—Esa música es espantosa.
Se echa a reír y tamborilea el volante.
—No, no lo es. Aunque me encantaría saber qué consideras tú que es buena música. Cuando sonríe así parece tan despreocupada..., y más de este modo, con la ventana bajada y la brisa meciendo su pelo. Levanta una mano y se aparta el pelo de la cara. Me encanta cómo le sienta cuando lo lleva así, hacia atrás. Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos de mi mente.
—Pues me gustan Bon Iver y The Fray —respondo finalmente.
—Cómo no —dice, y se ríe de manera burlona.
Defiendo a mis dos bandas favoritas.
—¿Qué tienen de malo? Tienen muchísimo talento, y su música es maravillosa.
—Sí..., tienen talento. Talento para hacer que la gente se duerma. Cuando alargo la mano y le doy una palmada en el hombro de broma, ella finge hacer una mueca de dolor y se ríe.
—Pues a mí me encantan —digo con una sonrisa.
Si pudiésemos mantener este estado de bromas y risas, podríamos pasarlo genial. Miro por la ventana por primera vez, pero no tengo ni idea de dónde estamos.
—¿Adónde vamos?
—A uno de mis lugares favoritos.
—¿Que está...?
—Tienes que saberlo todo de antemano, ¿verdad?
—Sí..., me gusta...
—¿Controlarlo todo?
No contesto. Sé que tiene razón, pero yo soy así.
—Pues no voy a decírtelo hasta que hayamos llegado..., lo que será dentro de unos cinco minutos.
Me relajo en el asiento de piel de su coche y vuelvo la cabeza para mirar a la parte de atrás. En un lado hay una pila desordenada de libros de texto y de papeles sueltos y, en el otro, una gruesa
sudadera negra.
—¿Ves algo que te guste ahí atrás? —pregunta Brittany, sorprendiéndome para mi vergüenza.
—¿Qué coche es éste? —pregunto. Necesito distraerme, tanto del hecho de no saber adónde vamos, como de que me haya llamado la atención por ser curiosa.
—Un Ford Capri. Es un clásico —alardea, claramente orgullosa.
Continúa contándome detalles sobre el coche, aunque no entiendo nada de lo que me está diciendo. Aun así, me gusta observar sus labios mientras habla; ver cómo se mueven lentamente
mientras las palabras brotan de su boca más lentamente todavía. Después de mirarme unas cuantas veces durante la conversación, al final dice sin reparos:
—No me gusta que me miren fijamente. —Sin embargo, a continuación sonríe ligeramente__

Capítulo 25


Nos desviamos por una carretera de gravilla y Brittany apaga la música, por lo que lo único que se oye es el crujido de los guijarros bajo las ruedas. De repente me doy cuenta de que estamos en medio de la nada, y empiezo a ponerme nerviosa. Estamos solas. Por completo. No hay coches, ni edificios..., nada.
—No te preocupes, no te he traído aquí para matarte —bromea, y yo trago saliva.
Dudo que sea consciente de que temo más a lo que pueda hacer yo estando a solas con ella que a que intente matarme.
Medio kilómetro después, detiene el coche. Miro por la ventanilla y no veo nada más que hierba y árboles. Unas flores silvestres salpican de amarillo el paisaje, y la brisa es cálida y agradable. La
verdad es que es un sitio precioso y tranquilo. Pero ¿por qué me ha traído aquí?
—¿Qué vamos a hacer aquí? —le pregunto mientras salgo del coche.
—Bueno, pues empezaremos caminando un poco.
Suspiro.
«¿Me ha traído aquí para hacer ejercicio?»
Al advertir mi amarga expresión, añade:
—Será un paseo corto.
Echa a andar por una zona de hierba que parece más plana por haber sido pisada varias veces. Caminamos en silencio la mayor parte del tiempo, excepto por algunos exabruptos groseros de
Brittany quejándose de que soy demasiado lenta. La ignoro y admiro el paisaje que me rodea. Estoy empezando a entender por qué le gusta este lugar aparentemente aleatorio.
Es muy tranquilo. Se respira paz. Podría quedarme aquí eternamente, siempre y cuando me trajera un libro conmigo. Se
desvía del sendero y se acerca a una zona arbolada. Mi desconfianza innata se activa, pero la sigo. Unos minutos después salimos del bosque y llegamos a un arroyo. No tengo ni idea de dónde estamos, pero el agua parece bastante profunda.
Brittany se quita la camiseta sin decir nada. Me fijo en su torso tatuado. El modo en que están dibujadas las ramas desnudas del árbol muerto resulta más atractiva que fantasmagórico bajo la luz
del sol. Después se agacha y se desata los cordones de sus botas negras y sucias. Me mira y me sorprende observando su cuerpo semidesnudo.
—¿Por qué te estás desnudando? —pregunto, y entonces miro en dirección al arroyo. «¡Ay, no!»—. ¿Vas a nadar? ¿Ahí? —Señalo el agua.
—Sí, y tú también. Yo lo hago todo el tiempo.
Se desabrocha los pantalones y tengo que obligarme a no mirar cómo se contraen y se relajan sus músculos cuando se inclina para quitárselos.
—No pienso nadar ahí. —No me importa nadar, pero no voy a hacerlo en un lugar perdido en medio de la nada.
—Y ¿por qué no? —Señala hacia el río—. El agua está tan limpia que puedes ver el fondo.
—Porque... seguro que hay peces y Dios sabe qué más ahí dentro. —Soy consciente de lo absurdo que suena mi argumento, pero me da igual—. Además, no me has dicho que íbamos a nadar,
y no he traído ropa de baño. —Eso no puede rebatírmelo.
—¿Me estás diciendo que eres de esa clase de chicas que no llevan ropa interior? —dice con una sonrisa maliciosa, y la miro con la boca abierta, a ella y a sus hoyuelos—. Venga, puedes quedarte en
bragas y sujetador.
«¿En serio pensaba que iba a venir aquí y que me quitaría la ropa para nadar con ella?»
Algo se remueve en mi interior, y siento una extraña calidez al pensar en estar desnuda en el agua
con Brittany. Pero ¿qué me pasa con ella? Nunca antes había tenido esta clase de pensamientos.
—No pienso nadar en ropa interior, pervertida. —Me siento en la suave hierba—. Me quedaré aquí a mirarte —le digo.
Frunce el ceño. Ahora lleva puesto sólo su ropa interior, y la tela negra de encaje de sus bragas y sosten se ciñe a su cuerpo. Es
la segunda vez que la veo sin camiseta, y es todavía más fascinante aquí, a plena luz.
—Eres una sosa. Y tú te lo pierdes —dice simplemente, y se lanza al agua. Me quedo mirando la hierba, arranco unas cuantas hojas y jugueteo con ellas entre los dedos.
Oigo a Brittany gritar desde el arroyo:
—¡El agua está caliente, San!
Desde donde estoy sentada, veo las gotas de agua deslizándose entre su cabello, que ahora parece mas oscuro. Sonríe mientras se aparta el pelo empapado y se pasa la mano por la cara.
Por un instante me sorprendo deseando ser otra persona, alguien más valiente. Alguien como Rachel. Si yo fuera ella, me quitaría la ropa y me lanzaría al agua con Brittany. Chapotearía por ahí y
volvería a la orilla para tirarme de nuevo y salpicarlo. Sería divertida y desenfadada.
Pero no soy Rachel. Soy Santana.
—¡Esta amistad está resultando ser tremendamente aburrida!... —exclama Brittany, y se acerca nadando a la orilla. Pongo los ojos en blanco, y ella se echa a reír—. Quítate al menos los zapatos y
mójate los pies. Está increíble, y pronto estará demasiado fría para nadar. Mojarme los pies no me parece tan mala idea. De modo que me quito los zapatos y me remango los vaqueros lo suficiente como para sumergir los pies en el agua. Brittany tenía razón, el agua está
caliente y limpia. Meneo los dedos y no puedo evitar sonreír.
—Está buena, ¿verdad? —pregunta, y asiento—. Venga, métete.
Niego con la cabeza y ella me salpica. Me echo hacia atrás y la miro con el ceño fruncido.
—Si te metes en el agua, contestaré a una de tus impertinentes preguntas. A la que quieras, pero sólo a una —me advierte.
La curiosidad me supera, e inclino la cabeza, pensando. Son tantos los misterios que la rodean... y ahora tengo la oportunidad de resolver uno de ellos.
—La oferta expira dentro de un minuto —dice, y desaparece debajo del agua. Observo su largo cuerpo nadando debajo del agua clara. Parece divertida, y la oferta de Brittany es difícil de rechazar. Sabe cómo usar mi curiosidad en mi contra.
—San —dice cuando asoma la cabeza de nuevo por la superficie—. Deja de cavilar tanto y salta.
—No tengo nada que ponerme. Si me meto con ropa, tendré que volver empapada —protesto.
Casi quiero meterme en el agua. Vale, sé que quiero hacerlo.
—Ponte mi camiseta —ofrece, para mi sorpresa, de modo que espero un segundo a que me diga que era una broma, pero no lo hace—. Venga, ponte mi camiseta. Será lo bastante larga como para que te cubra, y puedes dejarte las bragas y el sujetador puestos, si quieres —dice con una sonrisa.
Acepto su consejo y dejo de pensar.
—Está bien, pero date la vuelta y no me mires mientras me cambio. ¡En serio! —Me esfuerzo todo lo posible por intentar intimidarla, pero ella se echa a reír. Se da la vuelta y mira en la dirección opuesta, de modo que me quito la blusa por la cabeza y
cojo su camiseta lo más rápido que puedo. Me la pongo y veo que tenía razón. Me llega hasta la mitad del muslo. La verdad es que huele de maravilla, a una mezcla de colonia y un olor que sólo
podría describir como el de Brittany.
—Joder, date prisa o me doy la vuelta —dice, y me dan ganas de tirarle un palo a la cabeza.
Me desabrocho los pantalones y me los quito. Doblo cuidadosamente mi ropa y la coloco al lado de mis zapatos, sobre la hierba. Brittany se vuelve y yo tiro hacia abajo del dobladillo de su camiseta todo lo posible.
Sus ojos se abren más de lo normal y veo cómo recorre mi cuerpo con la mirada. Atrapa su labio inferior entre los dientes y observo que sus mejillas se sonrojan. Debe de tener frío, porque no me
puedo creer que reaccione así por mí.
—Esto..., métete ya en el agua, ¿vale? —dice en un tono más grave de lo habitual.
Yo asiento y me acerco lentamente a la orilla.
—¡Tírate!
—¡Ya voy! ¡Ya voy! —grito, nerviosa, y ella se echa a reír.
—Coge un poco de carrerilla.
—Vale.
Retrocedo ligeramente y empiezo a correr. Me siento estúpida pero no voy a permitir que mi tendencia a cavilar en exceso me arruine el momento. Cuando doy la última zancada, miro el agua y me detengo justo en el borde.
—¡Venga! ¡Ibas bien! —Inclina la cabeza hacia atrás, riendo, y está
adorable. «¿Brittany, adorable?»
—¡No puedo hacerlo! —exclamo.
No sé qué me lo impide; el agua es lo bastante profunda como para saltar, pero no demasiado.
Donde está Brittany, le cubre sólo hasta el pecho, es decir, que a mí me llegaría hasta la barbilla.
—¿Te da miedo? —pregunta en tono tranquilo pero serio.
—No..., no lo sé. Supongo —admito, y ella se acerca caminando hacia mí.
—Siéntate en el borde y yo te ayudaré a entrar.
Me siento y junto las piernas con fuerza para que no me vea las bragas. Al percatarse de ello, sonríe mientras alarga los brazos hacia mí. Me agarra de las caderas y, una vez más, estallo en
llamas. «¿Por qué mi cuerpo tiene que responder de este modo con ella?» Estoy intentando que seamos amigas, así que debo pasar por alto este ardor. Desplaza las manos hasta mi cintura y me pregunta:
—¿Estás preparada? En cuanto asiento, me levanta y me sumerge en un agua cálida y agradable que alivia el calor de mi piel. Brittany me suelta demasiado pronto, y me quedo de pie en el agua.
Estamos cerca de la orilla, así que sólo me cubre hasta el pecho.
—No te quedes ahí parada —dice burlándose de mí.
Paso por alto sus mofas, pero empiezo a caminar un poco. La camiseta flota y se me sube. Lanzo un grito y tiro de ella hacia abajo. Una vez colocada de nuevo, parece que se queda en el sitio.
—Podrías quitártela y ya está —dice con una sonrisa malévola, y la salpico —. ¿Me has salpicado? —Se ríe.
Yo asiento y la salpico de nuevo.
Sacude su cabeza mojada y se lanza a por mí por debajo del agua. Sus largos brazos se enroscan alrededor de mi cintura y tiran de mí. Me llevo la mano a la cara para taparme la nariz. Todavía no
he conseguido bucear sin hacerlo. Cuando emergemos, Brittany se parte de risa, y yo no puedo evitar reírme con ella. He de admitir que me estoy divirtiendo, y mucho, de verdad, no la típica diversión de estar sentada viendo una película.
—No sé qué me hace más gracia, si el hecho de que te lo estés pasando bien o que tengas que taparte la nariz —dice entre risas.
En un alarde de valentía, nado hasta ella, pasando por alto el hecho de que la camiseta esté flotando de nuevo, e intento hundirle la cabeza debajo del agua. Como era de esperar, es demasiado
fuerte para mí, de modo que no cede, y empieza a reírse con más ganas, mostrando su perfecta dentadura. ¿Por qué no puede ser así siempre?
—Creo que me debes la respuesta a una pregunta —le recuerdo.
Desvía la mirada hacia la orilla.
—Claro, pero sólo una.
Dudo sobre qué preguntar. Tengo tantas dudas... Pero, antes de decidirme, oigo mi voz decidiendo por mí:
—¿A quién quieres más en este mundo?
«¿Por qué le pregunto eso? Quiero saber cosas más específicas, como por qué es tan perra, o por qué vive en Estados Unidos.»
Me mira con recelo, como si la confundiera mi pregunta.
—A mí misma —responde, y vuelve a sumergirse durante unos segundos. Asoma de nuevo y sacude la cabeza.
—Eso no puede ser verdad —la desafío. Sé que es arrogante, pero debe de querer a alguien—. ¿Qué me dices de tus padres? —le pregunto, y me arrepiento al instante. Se le tuerce el gesto y sus ojos pierden la calidez que estaba empezando a adorar.
—No vuelvas a mencionar a mis padres, ¿entiendes? —me ladra, y quiero abofetearme por fastidiar el bonito momento que estábamos teniendo.
—Lo siento. Sólo tenía curiosidad. Has dicho que responderías a una pregunta —le recuerdo en voz baja. Su rostro se relaja un poco y se acerca hacia mí. El agua ondea a nuestro alrededor—. Lo
siento de verdad, Brittany, no volveré a mencionarlos —le prometo.
La verdad es que no quiero pelearme con ella aquí; si la cabreo demasiado, seguramente se largará y me dejará aquí tirada.
Me coge por sorpresa cuando me agarra de la cintura y me levanta en el aire. Comienzo a patalear y a sacudir los brazos gritándole que me suelte, pero ella sólo responde riéndose y lanzándome al agua. Aterrizo a unos metros de distancia y, cuando emerjo, sus ojos resplandecen de júbilo.
—¡Vas a pagar por esto! —chillo.
Ella finge bostezar en respuesta, de modo que nado en su dirección y ella me agarra de nuevo, pero esta vez envuelvo su cintura con los muslos sin darme apenas cuenta, y un grito ahogado escapa de
sus labios.
—Perdona —balbuceo, y aparto las piernas.
No obstante, ella las agarra de nuevo y vuelve a colocarlas donde estaban. La extraña energía que surge entre nosotras aparece de nuevo, esta vez con más intensidad que nunca. «¿Por qué siempre
pasa con ella?» Desconecto mis pensamientos y rodeo su cuello con los brazos para no perder el equilibrio.
—¿Por qué me haces esto, San? —dice tiernamente, y me acaricia el labio inferior con el pulgar.
—No lo sé... —respondo con sinceridad siguiendo su dedo, que continúa recorriendo mi boca.
—Estos labios... y las cosas que podrías hacer con ellos —dice en tono suave y seductor, y siento ese ardor en el vientre que me vuelve de plastilina en sus brazos—. ¿Quieres que pare?
Me mira a los ojos. Sus pupilas están tan dilatadas que sólo se ve un fino aro de sus ahora oscuros ojos azules.
Sin darme tiempo a reaccionar, sacudo la cabeza y pego el cuerpo al suyo bajo el agua.
—No podemos ser sólo amigas, lo sabes, ¿verdad? —añade.
Sus labios tocan mi barbilla y me hacen temblar. Continúa trazando una línea de besos por mi mandíbula, y asiento. Sé que tiene razón. No tengo ni idea de qué somos, pero sé que nunca podré ser
tan sólo su amiga. Sus labios rozan el punto justo debajo de mi oreja, y gimo, lo que propicia que repita el movimiento, aunque esta vez succiona mi piel.
—Brittany —gimo, y la estrecho entre mis piernas.
Desciendo las manos por su espalda y clavo las uñas en su piel. Creo que podría estallar sólo con que siguiera besándome el cuello.
—Quiero hacer que gimas mi nombre, San, una y otra vez. Por favor, permítemelo. —Su voz suena cargada de desesperación.
En el fondo de mi ser, sé que no puedo negarme.
—Dilo, San. —Atrapa el lóbulo de mi oreja entre los dientes. Yo asiento de nuevo, esta vez con más intensidad—. Necesito que lo digas, nena, bien alto, con palabras, para saber que de verdad
quieres que lo haga. —Su mano desciende y se cuela por debajo de la camiseta de su propiedad que cubre mi cuerpo.
—Quiero... —Me apresuro a decir, y ella sonríe pegado a mi cuello mientras su boca continúa con su dulce asalto.
Sin decir nada, me agarra de los muslos y me levanta un poco más sobre su torso mientras empieza a salir del agua. Cuando llega a la orilla, me deja en el suelo. Yo gimoteo, alimentando aún
más su ego, pero en estos momentos me trae sin cuidado. Lo único que sé es que la deseo, la necesito. Alarga los brazos para cogerme de las manos y me saca a la orilla junto a ella.
Sin saber muy bien qué hacer, me quedo de pie sobre la hierba, sintiendo la camiseta pesada y empapada de Brittany sobre mis hombros y pensando que está demasiado lejos de mí.
Desde su posición, se agacha un poco para mirarme a los ojos.
—¿Quieres hacerlo aquí o en mi habitación?
Me encojo de hombros, nerviosa. No quiero ir a su cuarto, porque está demasiado lejos y el trayecto me dará demasiado tiempo para pensar en lo que estoy haciendo.
—Aquí —digo, y miro a mi alrededor.
No hay nadie a la vista, y rezo para que siga siendo así.
—¿Estás ansiosa? —Sonríe y yo intento poner los ojos en blanco, pero probablemente parezca más bien un parpadeo desesperado.
El calor de mi cuerpo se va extinguiendo lentamente cuanto más tiempo pasa sin que Brittany me toque.
—Ven aquí —dice entonces con voz grave, y las llamas de mi interior se avivan de nuevo.
Mis pies avanzan lentamente por la suave hierba hasta que me encuentro tan sólo a unos centímetros de ella. Agarra inmediatamente el dobladillo de la camiseta y tira de ella hacia arriba para quitármela. Su modo de mirarme me vuelve loca, y tengo las hormonas revolucionadas. El pulso se me acelera al ver cómo recorre mi cuerpo con los ojos una vez más antes de cogerme de la mano.
Coloca la camiseta sobre la hierba a modo de manta.
—Échate —dice, y me guía hasta el suelo con ella.
Me tumba sobre la tela mojada y ella se tiende de lado, apoyándose en un codo, de cara a mi cuerpo tendido boca arriba.
Nadie me había visto nunca tan desnuda, y Brittany ha visto a muchas chicas; chicas mucho más atractivas que yo. Levanto las manos para cubrirme el cuerpo, pero ella se incorpora, me agarra de las muñecas y me las coloca a los costados.
—No te tapes delante de mí jamás —dice mirándome a los ojos.
—Es que... —empiezo a explicarme, pero ella me interrumpe.
—No, no quiero que te cubras, no tienes nada de lo que avergonzarte, San.
—«¿Lo dice en serio?»—. Lo digo en serio, mírate —continúa, como si me hubiese leído la mente.
—Es que has estado con muchas chicas —espeto, y ella frunce el ceño.
—Ninguna como tú.
Sé que podría interpretar eso de muchas maneras, pero decido dejarlo estar. La miro de lo mas nerviosa que puedo estar y pregunto incoherencias por mi inexperiencia intentando recordar las pocas cosas que sé respecto al sexo.
—Se ríe—. No voy a follarte —dice, y me entra el pánico.
«¿Es éste otro de sus jueguecitos para humillarme?»
—Ah —es lo único que consigo decir, y empiezo a incorporarme.
Brittany me agarra de los hombros y me empuja hacia el suelo de nuevo. Estoy segura de que me he puesto roja como un tomate, y no quiero exponerme ante sus sarcásticos ojos de esta manera.
—¿Adónde vas? —empieza, pero entonces se da cuenta de lo que ha dicho —. Ah. No, San, no quería decir eso, es sólo que tú nunca has hecho nada... nada en absoluto, así que no pienso follarte.
—Me observa durante un momento—. Hoy —añade, y siento que parte de la presión que noto en el pecho desaparece—. Hay muchas otras cosas que quiero hacer primero.
Se monta encima de mí y apoya todo su peso en las manos, como si estuviera haciendo flexiones.
Gotas de agua caen sobre mi rostro desde su pelo mojado y me retuerzo.
—No me puedo creer que nunca te haya follado nadie —susurra, y se aparta para tumbarse de lado de nuevo.
Sube la mano hasta mi cuello y luego la hace descender, acariciándome únicamente con la yema de sus dedos, por el valle de mis senos y por mi estómago, hasta que se detiene justo por encima de mi ropa interior.
«Esto va en serio. ¿Qué va a hacerme? ¿Me dolerá?» Cientos de pensamientos pasan por mi cabeza, pero desaparecen en cuanto desliza la mano por debajo de mis bragas. Oigo que toma aliento
entre los dientes y acerca la boca a la mía.
Mueve ligeramente los dedos, y la sensación me deja perpleja.
—¿Te gusta? —pregunta con su boca pegada a la mía.
«Sólo me está acariciando, ¿por qué es tan agradable?» Asiento, y ella hunde un poco más los dedos.
—¿Te gusta más que cuando lo haces tú?
«¿Qué?»
—Dime —insiste.
—¿Qué?... —consigo articular, aunque he perdido el control de mi cuerpo y de mi mente.
—Cuando te tocas, ¿te gusta tanto como esto?
No sé qué decir y, cuando la miro, algo se ilumina en sus ojos.
—Espera..., nunca has hecho eso tampoco, ¿verdad? —Su tono está cargado de sorpresa y de algo más..., ¿de lujuria?
Continúa besándome, y sigue moviendo los dedos de arriba abajo.
—Tu cuerpo reacciona a mí de una manera tan exquisita, y estás tan húmeda... —dice, y dejo escapar un gemido. ¿Por qué me resulta tan sensual que me diga esas guarrerías? Noto una ligera presión y una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo.
—¿Qué... ha sido... eso? —pregunto gimiendo.
Ella se ríe y no contesta, pero siento que lo hace de nuevo, y mi espalda se levanta del suelo, arqueándose. Su boca desciende por mi cuello, hasta mi pecho. Desliza la lengua por debajo de la
copa del sujetador y su mano masajea mi otro seno. Siento una presión que se acumula en mi vientre, y es una sensación fantástica. Cierro los ojos con fuerza y me muerdo el labio. Levanto la espalda de la hierba de nuevo y empiezan a temblarme las piernas.
—Eso es, San, córrete para mí —dice, y sus palabras me acercan a una espiral de sensaciones fuera de control—. Mírame, nena —ronronea. Abro los ojos, y la imagen de su boca mordisqueándome la piel de mis pechos me hace estallar y todo se vuelve de color blanco durante unos instantes.
—Brittany —musito, y vuelvo a repetir su nombre, y, por el rubor de sus mejillas, sé que le encanta que lo haga. Saca la mano lentamente y la apoya sobre mi vientre mientras intento que mi respiración vuelva a la normalidad. Mi cuerpo nunca había sentido semejante descarga de energía, y nunca había estado
tan relajada como ahora.
—Te daré un minuto para que te recuperes —dice riendo para sus adentros, y se aparta de mí. Arrugo la frente. Quiero que se quede cerca, pero soy incapaz de articular una palabra. Después
de los mejores minutos de mi vida, me incorporo y miro a Brittany. Ya se ha puesto los vaqueros y las botas.
—¿Ya nos vamos? —digo con timidez.
Había dado por hecho que ella también querría que yo la tocara. Aunque no sé qué tengo que hacer, ella podría explicármelo.
—Sí, ¿querías quedarte más rato?
—Es que pensaba... No sé. Creía que tal vez tú querías algo... —No sé muy bien cómo expresarlo, pero por suerte ella lo capta.
—Ah, no. Estoy bien, por ahora —dice, y me regala una leve sonrisa. ¿Va a ponerse borde otra vez? Espero que no, no después de esto. Acabo de compartir con ella la experiencia más íntima de mi vida. No seré capaz de superarlo si vuelve a tratarme mal. Ha dicho «por ahora». ¿Significa eso que quiere que le haga algo más tarde? Ya estoy arrepintiéndome de esto.
Me pongo la ropa sobre la ropa interior mojada y paso por alto la suave humedad entre mis piernas.
Brittany recoge su camiseta empapada y me la pasa.
Al ver mi expresión de confusión, me dice que me «limpie», y señala con la mirada la zona donde se unen mis muslos.
Ah. Me desabrocho los pantalones, y ella no se molesta en volverse mientras me paso la camiseta por mi parte más sensible. No se me escapa el modo en que se lame ligeramente el labio inferior
mientras me observa. Se saca el móvil del bolsillo de los vaqueros y desliza el pulgar por la pantalla varias veces. Termino de hacer lo que me ha aconsejado y le devuelvo la camiseta. Cuando me pongo los zapatos, el ambiente entre nosotras ha pasado de ser apasionado a ser frío y distante, y desearía estar lo más lejos posible de ella. Espero que me diga algo de camino al coche, pero no abre la boca. En mi mente empiezo a vislumbrar la peor de las situaciones que pueden darse después. Me abre la puerta y asiento a modo de agradecimiento.
—¿Te pasa algo? —me pregunta mientras conduce de vuelta por la carretera de gravilla.
—No lo sé. ¿Por qué estás tan rara ahora? —le pregunto, aunque temo su respuesta y no puedo mirarla directamente a los ojos.
—Yo no estoy rara, la que está rara eres tú.
—No, no me has dicho nada desde..., bueno, ya sabes.
—Desde que te he provocado tu primer orgasmo.
Me quedo boquiabierta y me pongo colorada al instante. «¿Por qué me sigue sorprendiendo su sucio lenguaje?»
—Eh..., sí. No has dicho nada desde eso. Te has vestido y nos hemos ido.
—La sinceridad parece ser la mejor opción en estos momentos, de modo que añado—: Me hace pensar que me estás utilizando o algo.
—¿Qué? Es obvio que no te estoy utilizando. Para utilizar a alguien habría sacado algo a cambio
—dice, tan a la ligera que de repente siento las lágrimas humedeciendo mis ojos. Hago todo lo posible para contenerlas, pero una se me escapa. »¿Estás llorando? ¿Qué he dicho? —Acerca la mano y la apoya en mi muslo. Para mi sorpresa, el gesto me tranquiliza—. No quería parecer insensible, lo siento. Es que no estoy acostumbrada a lo que se supone que tengo que hacer después de estar con alguien; además, no iba a dejarte en tu cuarto
y largarme. Había pensado que podíamos ir a cenar o algo, seguro que estás muerta de hambre. —Me da un ligero apretón en el muslo. Le sonrío, aliviada por sus palabras. Me seco la lágrima que se me ha escapado de manera prematura y mi preocupación desaparece con ella. No sé qué tiene Brittany que me pone tan sensible, en todos los sentidos. La idea de que me utilice
me angustia más de lo que debería. Lo que siento por ella me tiene muy confundida. Un instante la detesto y, al siguiente, quiero besarla. Me hace sentir cosas que jamás pensé que sentiría, y no sólo en lo referente al sexo. Me hace reír y llorar, gritar y chillar pero, sobre todo, hace que me sienta viva.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 3:50 pm

Capítulo 26


La mano de Brittany sigue en mi muslo, y espero que nunca la aparte. Aprovecho la oportunidad para analizar algunos de los tatuajes que cubren sus brazos. El símbolo del infinito que tiene encima de la muñeca capta mi atención de nuevo, y no puedo evitar preguntarme si tendrá algún significado especial para ella. Parece algo personal, al tenerlo ahí, justo encima de la piel sin tatuar de su mano.
Miro su otra muñeca para ver si tiene algún otro símbolo, pero no hay ninguno. El símbolo del infinito es bastante común, sobre todo entre las mujeres, pero el hecho de que la curva de los
extremos tenga forma de corazón despierta mi curiosidad todavía más.
—¿Qué clase de comida te gusta? —dice.
Me sorprende que me pregunte algo tan trivial. Me recojo el pelo casi seco en un moño y me planteo por un instante qué me apetece comer.
—La verdad es que me gusta todo, siempre que sepa lo que es y que no lleve kétchup.
Se ríe.
—¿No te gusta el kétchup? ¿No se supone que a todos los estadounidenses los vuelve locos esa salsa? —bromea.
—No tengo ni idea, pero es asquerosa.
Las dos nos echamos a reír.
—¿Te parece que sea una cena sencilla, entonces? —añade.
Asiento y ella se dispone a subir el volumen de la música, pero se detiene y vuelve a apoyar la mano sobre mí.
—¿Qué planes tienes para cuando termines la universidad? —pregunta. Es algo que ya me había preguntado antes, en su habitación.
—Tengo intención de mudarme a Seattle inmediatamente, y espero
trabajar en una editorial o ser escritora. Sé que es una tontería —digo, de repente avergonzada por mis grandes ambiciones—. Pero
ya me lo preguntaste, ¿recuerdas?
—No, no lo es. Conozco a alguien que trabaja en la editorial Vance; está un poco lejos, pero a lo mejor podrían hacerte un contrato de formación. Si quieres, hablo con él.
—¿En serio? ¿Harías eso por mí? —pregunto con una voz aguda a causa de la sorpresa; aunque ha estado muy simpática durante la última hora, no me esperaba esto para nada.
—Sí, no es para tanto. —Parece algo cohibida. Estoy segura de que no está acostumbrada a hacerle favores a nadie.
—Vaya, gracias. En serio. Necesito conseguir un trabajo o un contrato de prácticas pronto, y eso sería un sueño hecho realidad —exclamo uniendo las manos con entusiasmo.
Se ríe y sacude la cabeza.
—De nada.
Nos detenemos en un pequeño aparcamiento al lado de un viejo edificio de ladrillo.
—La comida aquí es fantástica —dice, y sale del coche.
Se dirige al maletero, lo abre... y saca otra camiseta negra lisa. Debe de tener millones de ellas.
Estaba disfrutando tanto viendo su torso desnudo que había olvidado que en algún momento iba a tener que cubrírselo.
Entramos y nos sentamos en el local vacío. Una anciana se acerca a la mesa y nos entrega los menús, pero ella los rechaza y pide una hamburguesa con patatas y hace un gesto para indicarme que
debería pedir lo mismo. Confío en su criterio y la pido, pero sin kétchup, claro. Mientras esperamos, le hablo a Brittany de mi infancia en Richland. Al ser inglés, no conoce el lugar. No se pierde gran cosa; es un sitio pequeño, donde todo el mundo
hace las mismas cosas y nadie se marcha nunca. Nadie excepto yo: jamás volveré allí. Ella no me cuenta demasiado sobre su
pasado, pero espero que algún día lo haga. Parece tener mucha curiosidad por saber cómo era mi vida cuando era pequeña, y frunce el ceño cuando le hablo sobre el problema de mi padre con la
bebida. Ya se lo había mencionado, cuando discutimos, pero esta vez entro en detalles.
Durante una pausa en la conversación, la camarera aparece con nuestra comida, que tiene un aspecto delicioso.
—Está buena, ¿eh? —pregunta Brittany cuando doy el primer bocado. Asiento y me limpio la boca. Está exquisita, y ambas dejamos los platos vacíos. Creo que no había tenido tanto apetito en mi vida.
El trayecto de regreso a la residencia transcurre de manera tranquila
mientras sus largos dedos me acarician la pierna trazando suaves círculos. Cuando veo el cartel con las siglas «WCU» de la
Universidad de Washington Central al llegar al aparcamiento del campus siento una ligera tristeza.
—¿Lo has pasado bien? —le pregunto.
Me siento mucho más cerca de ella ahora que hace un rato. Puede ser un auténtico encanto cuando se lo propone.
—La verdad es que sí. —Parece sorprendida—. Oye, te acompañaría a tu cuarto, pero no tengo energías para soportar el interrogatorio de Rachel... —Sonríe y se vuelve hacia mí.
—Tranquila. Nos vemos mañana —le digo.
No sé si debo besarla para despedirme o no, de modo que siento un gran alivio cuando me coge unos mechones de pelo rebeldes y me los coloca detrás de la oreja. Apoyo la cara en la palma de su
mano y ella se inclina y roza mis labios con los suyos. Empieza con algo tan simple y tierno como un beso, pero siento un torrente de calor que recorre mi cuerpo y necesito más. Brittany me agarra del
brazo y tira de mí para indicarme que me traslade a su asiento. Obediente, me coloco a horcajadas sobre su regazo, con la espalda contra el volante. Noto cómo el asiento se inclina ligeramente,
proporcionándonos más espacio, y le levanto la camiseta para deslizar los brazos por debajo de ella.
Su torso es firme y le arde la piel. Resigo con los dedos el tatuaje que tiene en el estómago. Su lengua masajea la mía y me estrecha entre sus brazos con fuerza. La sensación es casi dolorosa, pero es un dolor que estoy dispuesta a soportar para estar así de
cerca de ella. Gime en mi boca cuando subo más las manos por debajo de su camiseta. Me encanta hacer que ella gima también;
causar ese efecto en ella. Estoy a punto de perder la razón y dejarme llevar por los sentidos de nuevo cuando de repente suena mi teléfono.
—¿Otra alarma? —bromea.
Sonriendo, abro la boca para responderle alguna fresca, pero cuando miro la pantalla y veo que es Sam, me detengo. Miro a Brittany y sé que se imagina quién es. La expresión de su rostro cambia y, temiendo perderla, y temiendo que mude su estado de ánimo, rechazo la llamada y dejo caer el móvil en el asiento del acompañante. No estoy pensando en Sam en estos
momentos. Lo relego al último rincón de mi mente y lo encierro con llave.
Me inclino de nuevo para seguir besando a Brittany, pero ella me detiene y se aparta.
—Tengo que irme —dice en tono cortante, y me entra el pánico.
Cuando me echo hacia atrás para mirarla, su mirada es distante y su frialdad apaga mi fuego.
—Brittany, he rechazado la llamada. Voy a hablar con él de esto. Aunque no sé cómo ni cuando, pero será pronto, te lo prometo.
En el fondo sabía que tendría que romper con Sam desde el momento en que besé a Brittany por primera vez. No puedo seguir con él habiéndolo traicionado. Siempre estaría sobre mi conciencia
como una nube negra de culpa, y ninguno de los dos quiere eso. Lo que siento por Brittany es otro motivo por el que no puedo continuar estando con él. Quiero a Sam, pero si de verdad lo amara
como se merece, no tendría estos sentimientos hacia Brittany. No deseo hacerle daño, pero ya no hay vuelta atrás.
—¿Que vas a hablar con él de qué? —pregunta en tono áspero.
—De todo esto —digo agitando la mano entre nosotras—. De nosotras.
—¿Nosotras? No estarás diciéndome que vas a romper con él... por mí, ¿verdad?
Empiezo a agobiarme. Sé que debería levantarme de su regazo, pero estoy paralizada.
—¿Es que... no quieres que lo haga? —empiezo a balbucear.
—Ya te he dicho que yo no busco una relación, Santana —dice.
Me quedo paralizada como un cervatillo ante los faros de un coche; lo único que hace que sea posible que me quite de encima de ella es el hecho de que me niego a dejar que me vea llorar otra vez.
—Eres una perra insensible —le espeto amargamente, y recojo mis cosas del suelo. Brittany me mira como si quisiera decir algo, pero no lo hace—. ¡No quiero que vuelvas a acercarte a mí! ¡Lo digo en
serio! —grito, y ella cierra los ojos.
Camino todo lo rápido que puedo hasta la residencia, hasta mi habitación y, no sé cómo, consigo contener las lágrimas hasta que estoy en ella y cierro la puerta. Siento un alivio tremendo al ver que
Rachel no está. Me dejo caer contra la puerta hasta el suelo y comienzo a sollozar. ¿Cómo he podido
ser tan idiota? Sabía cómo era cuando accedí a quedar a solas con ella, y aun así me he lanzado a la menor oportunidad. Sólo porque hoy ha sido agradable conmigo he pensado... ¿qué?, ¿que sería mi
novia? Me río entre sollozos de lo estúpida e ingenua que soy. Ni siquiera puedo enfadarme con Brittany. Es verdad que me dijo que no quería nada serio con nadie, pero lo hemos pasado tan bien, y
ella estaba tan simpática y alegre, que por algún motivo he pensado que estábamos estableciendo una especie de relación.
Pero no era más que una pantomima para meterse en mis bragas. Y yo he dejado que lo hiciera.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 3:51 pm

Capítulo 27


Para cuando Rachel regresa del cine, he dejado de llorar, me he dado una ducha y estoy más serena.
—¿Qué tal tu... día con Brittany? —pregunta, y saca su pijama de la
cómoda.
—Bien, ha sido tan encantadora como siempre —le digo, y consigo echarme a reír. Quiero contarle lo que hemos hecho, pero me da demasiada vergüenza. Sé que no me va a juzgar y, a pesar de que quiero poder contárselo a alguien, al mismo tiempo no quiero que nadie lo sepa.
Rachel me mira con preocupación y aparto la mirada.
—Ten cuidado, ¿vale?; eres demasiado buena para alguien como Brittany.
Quiero abrazarme a ella y llorar sobre su hombro pero, en lugar de hacerlo, le pregunto:
—¿Qué tal el cine? —Quiero cambiar de tema.
Me cuenta que Quinn no ha parado de darle palomitas y que le está
empezando a gustar de verdad. Me entran ganas de vomitar, pero sé que sólo estoy celosa porque Quinn siente por ella algo
que Brittany no siente por mí. Sin embargo, me recuerdo a mí misma que yo tengo a alguien que me quiere, y que debo empezar a tratarlo mejor y mantenerme alejada de Brittany, esta vez de verdad. A la mañana siguiente me levanto hecha polvo. No tengo energía y siento ganas de llorar a todas horas. Tengo los ojos rojos e hinchados del berrinche de anoche, de modo que me acerco a la
cómoda de Rachel y cojo su estuche de maquillaje. Saco el lápiz de ojos marrón y me pinto una raya muy fina debajo de los ojos y en el párpado superior. Ahora están mucho mejor. Me doy unos toques
de polvos para darle a mi piel algo de color. Añado un poco de rímel y estoy como nueva. Satisfecha con mi aspecto, me pongo mis vaqueros ceñidos y una camiseta de tirantes.
Me siento algo desnuda, de modo que saco una chaqueta de punto blanca del armario. Es la primera vez que cuido tanto mi aspecto para ir a clase desde el día que nos hicieron la foto para la orla del
último año de instituto.
Ryder me envía un mensaje para decirme que tendremos que vernos en el aula, de modo que cuando me paso por la cafetería pido un café para él también. Todavía falta bastante para que
empiece la clase, así que camino más despacio que de costumbre.
—Hola, San, ¿qué tal? —oigo que me saluda una voz masculina.
Me vuelvo y veo a un chico bastante pijo que viene en mi dirección.
—Bien, Noah, ¿y tú? —digo, y él asiente para indicarme que está bien también.
—¿Te vas a pasar este fin de semana también? —pregunta.
Debe de ser miembro de la fraternidad; es evidente, es pijo y bastante guapo.
—No, este fin de semana, no. —Me río, y él lo hace también.
—Vaya, lo pasamos bien contigo. Bueno, si cambias de idea, ya sabes dónde estamos. Tengo que irme, ya nos veremos. —Se despide quitándose un sombrero invisible para hacer una reverencia y se marcha.
En clase, Ryder ya está sentado y me agradece efusivamente que le haya llevado el café.
—Hoy estás distinta —dice mientras me siento.
—Me he maquillado —bromeo, y él sonríe.
No me pregunta por mi noche con Brittany, cosa que le agradezco. No sé qué le diría. Justo cuando el día empezaba a mejorar, y yo había dejado de pensar en ella durante un rato, llega la hora de literatura. Brittany se sienta delante en su sitio de siempre. Para mi sorpresa, esta vez lleva una camiseta blanca, y es tan fina que se transparentan sus tatuajes. Me fascina lo atractivos que encuentro sus tatuajes y sus piercings cuando antes nunca me habían gustado. Aparto rápidamente la mirada, me siento en mi sitio habitual también, a su lado, y saco mis apuntes. No voy a renunciar a mi privilegiada posición por una chica desagradable. No obstante, espero que Ryder no tarde en llegar para no sentirme tan sola con Brittany.
—¿San? —susurra Brittany cuando el aula empieza a llenarse.
«No. No le contestes. Haz como que no la oyes», me repito a mí misma.
—¿San? —dice, esta vez más alto.
—No me hables, Brittany —replico con los dientes apretados mientras evito mirarla para no volver a caer en su trampa.
—Venga ya —dice, y noto por el tono de su voz que la situación le hace una gracia tremenda.
Mi tono es severo, pero me da igual.
—Lo digo en serio, Brittany. Déjame en paz.
—Vale, como quieras —dice con la misma aspereza, y suspiro.
Ryder llega y siento un alivio tremendo. Al notar la tensión entre Brittany y yo, me pregunta con su típico tono amable:
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —miento, y comienza la clase.
Brittany y yo seguimos sin hablarnos durante toda la semana, y cada día que pasa se me hace más fácil no pensar tanto en ella. Rachel y Quinn han estado saliendo a diario, de modo que he tenido la habitación prácticamente para mí sola, lo cual ha tenido sus cosas buenas y también sus cosas malas.
Buenas porque he podido estudiar un montón, pero malas porque me he quedado sola pensando en Brittany. Cada día me he ido maquillando un poco más, pero sigo vistiendo mi ropa holgada y
conservadora. El viernes por la mañana siento que ya he tenido suficiente con todo este lío con Brittany. Hasta que todo el mundo empieza a hablar de la fiesta en la casa de la fraternidad. En serio,
celebran una todos los viernes, y normalmente los sábados también, así que no consigo entender por qué se emocionan tanto cada vez que se acerca el fin de semana.
Después de que al menos diez personas me pregunten si voy a ir, decido hacer la única cosa que sé que logrará evitar que vaya y llamo a Sam.
—¡Hola, San! —me saluda animadamente por teléfono.
Han pasado varios días desde la última vez que hablamos en el sentido estricto de la palabra, y echaba de menos su voz.
—Oye, ¿por qué no te pasas a verme? —pregunto.
—Claro. ¿Te viene bien el fin de semana que viene?
Gruño decepcionada.
—No, me refería a hoy. Ahora mismo. ¿Puedes salir ahora mismo?
—San, tengo entrenamientos después de clase. Y aún estoy en el
instituto, es la hora de comer —explica.
—Sam, por favor, te echo mucho de menos. ¿No puedes salir ya y pasar aquí el fin de semana? ¿Por favor...? —Sé que estoy suplicando, pero me da igual.
—Eh..., está bien, vale. Ahora mismo salgo. ¿Va todo bien?
La felicidad me invade, y me sorprende mucho que el formal de mi novio haya accedido a venir, pero me alegro de que lo haya hecho.
—Sí, sólo te echo de menos. Hace casi dos semanas que no te veo —le recuerdo.
Se ríe.
—Yo también te echo de menos. Voy a pedir permiso y saldré dentro de unos minutos, así que te veo dentro de unas tres horas. Te quiero, San.
—Yo también te quiero —digo, y cuelgo.
Bueno, solucionado. Así desaparece cualquier posibilidad que haya de que acabe en esa fiesta.
Una extraña sensación de alivio me inunda de camino a literatura mientras recorro el magnífico edificio de ladrillo en el que se encuentra el aula. Un alivio que desaparece en cuanto entro en clase y veo a Brittany cerniéndose sobre el pupitre de Ryder.
«¿Qué diablos pasa?»
Me acerco corriendo y llego justo cuando Brittany golpea con la mano la mesa y ruge:
—¡No vuelvas a decir nada parecido, gilipollas!
Ryder se dispone a levantarse, pero sería una locura que intentara
enfrentarse a Brittany. Está fuerte y eso, pero es tan bueno que no me lo imagino golpeando a nadie. Agarro el brazo de Brittany y tiro de ella para alejarlo de Ryder. Ella levanta la otra mano en el aire
y me encojo, pero cuando se da cuenta de que soy yo, la baja y maldice entre dientes.
—¡Déjalo en paz! —le grito, y me vuelvo hacia Ryder.
Él parece igual de furioso que Brittany, pero permanece sentado.
—Métete en tus asuntos, Santana —me suelta Brittany, y se va a su sitio. Debería sentarse en la parte de atrás o algo.
Me siento entre ambos, me inclino hacia Ryder y le susurro:
—¿Estás bien? ¿A qué ha venido eso?
Mira en dirección a Brittany y suspira.
—Nada. Es que es una perra, básicamente —dice en voz alta, y sonríe. Me río un poco y a continuación me pongo seria. Oigo la respiración agitada de Brittany a mi lado y se me ocurre una idea. Es algo infantil, pero pienso ponerla en práctica de todos modos.
—¡Tengo buenas noticias! —le digo a Ryder con mi voz alegre más falsa.
—¿En serio? ¿El qué?
—¡Sam va a venir a visitarme hoy, y pasará aquí el fin de semana! —digo, y sonrío mientras aplaudo de alegría. Soy consciente de que me estoy pasando, pero sé que Brittany me está mirando y
me ha oído.
—¿En serio? ¡Eso es genial! —dice Ryder con sinceridad.
La clase empieza y termina sin que Brittany me diga ni una palabra. Así es como van a ser las cosas a partir de ahora, y me parece bien. Le deseo a Ryder un buen fin de semana y vuelvo
caminando a mi habitación para retocarme el maquillaje y comprar algo de comer antes de que llegue Sam. Me río un poco de mí misma mientras me arreglo. «¿Desde cuándo soy la clase de chica que tiene que “retocarse el maquillaje” antes de que llegue su novio?» Creo que la experiencia con Brittany aquel día en el arroyo me cambió, aunque el daño que me hizo después me cambió todavía más. El maquillaje no es más que una ligera variación, pero sé que está ahí.
Como y ordeno un poco el cuarto. Doblo la ropa de Rachel y la guardo en su armario esperando que no le moleste. Por fin, Sam me manda un mensaje para anunciarme que ya ha llegado, y salto de
la cama, donde estaba descansando, y salgo corriendo a recibirlo. Está más guapo que nunca, con unos pantalones azul marino y una chaqueta de punto de color crema y una camisa blanca debajo. La
verdad es que siempre lleva chaquetas de punto, pero me encantan. Su sonrisa me enternece el corazón y me estrecha entre sus brazos y me dice que se alegra mucho de verme.
De camino a mi cuarto, me mira un instante y me pregunta:
—¿Te has maquillado?
—Sí, un poco. He estado experimentando —le explico.
Él sonríe.
—Estás guapa —dice, y me da un beso en la frente.
En mi habitación, acabamos buscando en la sección de comedias
románticas de Netflix una película que ver. Rachel me manda un mensaje para decirme que está con Quinn y que no volverá esta
noche, de modo que apago las luces y nos acurrucamos contra la cabecera de mi cama. Sam me pasa el brazo alrededor del hombro y yo apoyo la cabeza en su pecho.
«Ésta soy yo —me digo—, no una chica asilvestrada nadando con la camiseta de un macarra.»
Empezamos a ver una película de la que no había oído hablar, y no pasan ni cinco minutos cuando, de repente, alguien abre la puerta. Imagino que tal vez sea Rachel, que ha olvidado algo que
necesita.
Pero, cómo no, es Brittany. Sus ojos van directos al lugar donde estamos Sam y yo acurrucados en la cama, iluminados por el resplandor de la televisión. Me pongo roja. Ha venido a contarle lo
nuestro a Sam, lo sé. El pánico se apodera de todo mi ser y me aparto de mi novio, haciendo que parezca un sobresalto de sorpresa.
—¿Qué haces tú aquí? —ladro—. ¡No puedes irrumpir en mi cuarto de esta manera! Brittany sonríe.
—He quedado con Rachel —contesta, y se sienta—. Hola, Sam, me alegro de volver a verte. — Sonríe de nuevo, y Sam parece incómodo. Probablemente se esté preguntando por qué tiene Brittany una llave de la habitación y no se molesta en llamar.
—Está con Quinn, probablemente en tu casa —le digo lentamente,
rogando en silencio para que se marche. Como se lo cuente a Sam ahora, no sé cómo voy a superarlo.
—¿Ah, sí? —dice. Sé por su sonrisa maliciosa que sólo ha venido a
atormentarme.
Probablemente se quedará aquí hasta que yo misma me sincere con él— ¿Vais a venir a la fiesta?
—No..., no vamos a ir. Estamos intentando ver una película —le digo, y Sam me coge de la mano.
Incluso en la oscuridad, veo cómo Brittany fija la mirada donde la mano de Sam toca la mía.
—Qué pena. Será mejor que me marche... —Se vuelve hacia la puerta y me siento algo aliviada, pero entonces da media vuelta—. Ah, Sam... —empieza, y se me cae el alma a los pies—. Llevas
una chaqueta preciosa.
Exhalo el aire que había contenido sin darme cuenta.
—Gracias, es de GAP —responde él. El pobre no tiene ni idea de que Brittany le está tomando el pelo.
—Me lo imaginaba. Que os divirtáis —dice, y sale de la habitación.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 3:51 pm

Capítulo 28


—Supongo que no es tan antipática —dice Sam cuando la puerta se cierra. Me entra la risa nerviosa.
—¿Qué?
Al ver que me mira con una ceja enarcada, continúo:
—No pasa nada, es que me sorprende que digas eso —miento pegada a su pecho. La tensión que inundaba el ambiente hace unos instantes ha desaparecido.
—No estoy diciendo que me gustaría ser amigo suyo, pero es bastante agradable.
—Brittany no sabe lo que es ser agradable —digo, y Sam se ríe y me rodea con los brazos. Si supiera las cosas que han pasado entre nosotras, que nos hemos besado, cómo gemí su nombre
cuando ella...
«Joder, San, vale ya.» Levanto la cabeza y beso a Sam en la mandíbula. Él sonríe. Quiero que me haga sentir como me
hace sentir Brittany. Me incorporo y me vuelvo para mirarlo. Le agarro el rostro entre las manos y pego los labios a los suyos. Su boca se abre y me devuelve el beso. Sus labios son suaves..., como su beso. No es suficiente. Necesito el fuego, necesito la pasión. Coloco las manos en su cuello y me monto sobre su regazo.
—Espera, San, ¿qué estás haciendo? —pregunta, e intenta apartarme suavemente.
—¿Qué? Nada, sólo... quiero que nos enrollemos, supongo —digo, y bajo la mirada. No suelo mostrarme cohibida delante de Sam, pero éste es un tema del que no solemos hablar.
—Vale —dice, y lo beso otra vez.
Siento su calidez, pero no las llamas. Empiezo a menear las caderas con la esperanza de avivarlas de alguna manera. Sus manos descienden hasta mi cintura, pero me la agarra para detener
mis movimientos. Sé que habíamos decidido esperar hasta el matrimonio, pero sólo nos estamos besando. Le cojo las manos, se las aparto y continúo meciéndome contra él. Por más que intento
besarlo con más intensidad, su boca permanece blanda y tímida. Noto que se excita, pero no hace nada al respecto.
Sé que estoy haciendo esto por las razones equivocadas, pero en estos momentos me da igual, sólo necesito saber que Sam puede hacerme lo mismo que Brittany. «En realidad no es a Brittany a
quien deseo, sino la sensación..., ¿verdad?»
Dejo de besarlo y me aparto de su regazo.
—Eso ha estado bien, San. —Sonríe y yo le devuelvo el gesto.
«Ha estado bien.» Es tan prudente, demasiado... Pero lo quiero. Pulso la tecla «Play» para seguir viendo la película y, al cabo de unos minutos, empiezo a quedarme dormida.
—Tengo que irme —dice Brittany mirándome con sus ojos azules.
—¿Adónde? —No quiero que se vaya.
—Me alojaré en un hotel cercano; volveré por la mañana —explica, y después de mirarla durante un momento, su rostro se transforma en el de Sam.
Doy un brinco y me froto los ojos. Sam. Es Sam. En ningún momento ha sido Brittany.
—Te estás durmiendo, y no puedo quedarme a pasar la noche aquí —dice Sam con ternura, y me acaricia la mejilla.
Quiero que se quede, pero ahora temo lo que pueda ver o decir en sueños. De todos modos, es evidente que Sam considera que no es de personas decentes quedarse en mi habitación. Brittany y
Sam son polos opuestos. En todos los sentidos.
—Vale, gracias otra vez por venir —farfullo, y él me besa suavemente en la mejilla antes de deslizarse por debajo de mí.
—Te quiero —dice.
Asiento, entierro la cabeza bajo la almohada y me pierdo en unos sueños que no recuerdo. A la mañana siguiente, me despierto cuando Sam me llama por teléfono.
Me dice que viene de camino, de modo que salto de la cama, corro a las duchas y pienso en algo que hacer hoy. No hay mucho que hacer por aquí, a menos que vayamos al centro; quizá debería
mandarle un mensaje a Ryder para preguntarle qué se puede hacer aquí aparte de ir a fiestas de fraternidades. Es el único
amigo que tengo en el campus que podría saberlo.
Tras decidir ponerme mi falda gris plisada y una blusa azul sencilla, hago caso omiso de la vocecita de Brittany que me dice que es horrible y me visto. Sam me espera en el pasillo junto a mi puerta cuando vuelvo con la toalla todavía enrollada en el pelo.
—Estás preciosa —afirma con una sonrisa en la cara, y me pasa el brazo por encima del hombro mientras abro la puerta.
—Sólo tengo que peinarme y maquillarme un poco —le digo, y cojo el estuche de maquillaje de Rachel, contenta de que no se lo llevara. Voy a tener que comprarme uno propio ahora que sé que me gusta cómo me queda.
Sam espera pacientemente sentado en mi cama mientras me seco el pelo y me rizo las puntas. Me vuelvo para darle un beso en la mejilla antes de aplicarme el maquillaje.
—¿Qué te apetece hacer hoy?
Termino de ponerme el rímel y me atuso el pelo.
—La facultad te sienta muy bien, San. Estás más guapa que nunca —dice Sam—. No lo sé,
podríamos ir a un parque o algo, y después a cenar.
Miro el reloj. ¿Ya es la una de la tarde? Le mando un mensaje a Rachel y le digo que estaré fuera casi todo el día. Ella contesta y me dice que no volverá hasta mañana. Básicamente vive en la casa
de la fraternidad de Brittany los fines de semana. Sam abre la puerta del acompañante de su Toyota. Sus padres se
aseguraron de que tuviera el coche más seguro, de último modelo. El interior está impecable, sin pilas de libros ni ropa sucia.
Damos una vuelta buscando un parque, y no tardamos en hallarlo. Es pequeño, un espacio tranquilo con césped verde y amarillo y unos pocos árboles. Cuando nos detenemos en un aparcamiento, Sam pregunta: —Oye, ¿cuándo vas a empezar a mirarte un coche?
—Pues creo que esta semana. Y también voy a empezar a buscar trabajo.
No menciono lo de las prácticas en la editorial Vance que me comentó Brittany. Ni siquiera sé si todavía puedo contar con esa opción, ni cómo se lo explicaría a Sam si así fuera.
—Eso es estupendo. Si necesitas ayuda con lo que sea, dímelo —dice. Damos una vuelta por el parque y nos sentamos a una mesa de picnic. Sam habla la mayor parte del tiempo y yo me limito a asentir. Me sorprendo a mí misma conectando y desconectando de la conversación sin parar, pero él no parece percatarse. Acabamos paseando un poco más y llegamos a un pequeño arroyo. Suelto una carcajada ante la ironía de la situación, y Sam me mira sin entender
nada.
—¿Te apetece nadar? —le pregunto sin saber muy bien por qué fuerzo aún más la situación.
—¿Aquí? Ni hablar —dice riéndose, y yo me desinflo un poco.
Me abofeteo mentalmente. Tengo que dejar de comparar a Sam con
Brittany.
—Sólo era una broma —miento, y tiro de él por el sendero.
Son casi las siete cuando nos marchamos del parque, de modo que
decidimos pedir una pizza al volver a mi cuarto y ver un clásico: Meg Ryan enamorándose de Tom Hanks a través de un programa
de radio. Me muero de hambre para cuando llega la pizza, y me como casi la mitad yo sola. En mi defensa, he de decir que no he comido nada en todo el día. A mitad de la película suena mi teléfono y Sam alarga el brazo para acercármelo.
—¿Quién es Ryder? —pregunta. No hay recelo en su tono, sólo
curiosidad.
Nunca ha sido celoso; nunca ha tenido motivos. «Hasta ahora», me
recuerda mi subconsciente.
—Es un amigo de la facultad —digo.
¿Por qué me llamará Ryder tan tarde? Nunca me ha llamado para nada que no sea para comparar apuntes.
—¡¿San?! —grita por el auricular.
—Sí, ¿va todo bien?
—Pues... No, la verdad es que no. Sé que Sam está ahí, pero... —vacila.
—¿Qué pasa, Ryder? —Se me empieza a acelerar el corazón—. ¿Estás bien?
—Sí, no es por mí. Es Brittany.
El pánico se apodera de mí.
—¿Brit... Brittany? —tartamudeo.
—Sí, si te doy una dirección, ¿puedes venir, por favor? —Oigo el ruido de algo rompiéndose de fondo.
Salto de la cama y me pongo los zapatos sin apenas darme cuenta. Sam también se levanta, casi por solidaridad.
—Ryder, ¿está intentando hacerte daño? —Mi mente es incapaz de
pensar qué otra cosa puede estar pasando.
—No, no —responde.
—Mándame un mensaje con la dirección —le digo, y entonces oigo otro estrépito. Me vuelvo hacia Sam.
—Sam, necesito tu coche.
Él ladea la cabeza.
—¿Qué pasa?
—No lo sé... Es Brittany. Dame tus llaves —le exijo.
Se lleva la mano al bolsillo y las saca.
—Voy contigo —afirma rotundamente.
Pero yo le quito las llaves de la mano y niego con la cabeza.
—No, tú... Tengo que ir sola.
Mis palabras le duelen. Parece herido. Y sé que no está bien dejarlo aquí, pero ahora mismo en lo único en lo que puedo pensar es en llegar hasta Brittany.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 4:04 pm

Capítulo 29


Ryder me envía un mensaje con la dirección: «2875 Cornell Road». La copio y la pego en el programa de navegación de mi móvil, que dice que está a quince minutos en coche. ¿Qué puede estar
pasando ahí para que Ryder me necesite? Cuando llego al lugar de destino, estoy tan confundida como al salir de mi habitación. Sam me ha llamado dos veces, pero no lo he cogido ninguna de ellas. Necesitaba que el GPS siguiera en la pantalla y, sinceramente, la expresión de desconcierto de su rostro me atormenta.
Todas las casas de la calle son enormes y parecen mansiones. Ésta, en particular, es al menos tres veces más grande que la de mi madre. Es una vivienda de ladrillo antigua, con un jardín en
pendiente que hace que parezca que está asentada sobre una colina. Es preciosa incluso bajo la luz de las farolas. Supongo que debe de ser la casa del padre de Brittany, ya que no puede pertenecer a un estudiante universitario, y es la única razón que se me ocurre para que Ryder pudiera estar aquí.
Inspiro hondo, espiro y subo los escalones. Golpeo con fuerza la puerta de caoba oscura y ésta se abre al cabo de unos segundos.
—San, gracias por venir. Lo siento, sé que tienes compañía. ¿Ha venido Sam contigo? — pregunta Ryder, y mira hacia el coche al tiempo que me indica que pase.
—No, está en la residencia. ¿Qué pasa? ¿Dónde está Brittany?
—En el patio trasero. Está fuera de control —suspira resignado.
—Y ¿para qué me has hecho venir? —pregunto lo más amablemente que puedo.
«¿Qué tengo que ver yo con que Brittany esté fuera de control?»
—No lo sé, sé que la detestas, pero tú hablas con ella. Está muy borracha, y se ha puesto muy agresiva. Se ha presentado aquí y ha abierto una botella de whisky de su padre. ¡Se ha bebido más de
media! Y después ha empezado a romper cosas: todos los platos de mi madre, un armario de cristal, y básicamente todo lo que ha encontrado.
—¿Qué? ¿Por qué?
Brittany me dijo que no bebía. ¿Eso también era mentira?
—Su padre le ha dicho que va a casarse con mi madre...
—Vale. —Sigo confundida—. Y ¿Brittany no quiere que se casen? — pregunto mientras Ryder me guía hacia la amplia cocina.
Me quedo boquiabierta al ver el auténtico desastre que ha organizado Brittany. Hay un montón de platos rotos tirados por el suelo y una vitrina grande de madera volcada, con los cristales de las puertas hechos añicos.
—No, pero es una larga historia. Justo después de que su padre la llamara para contárselo, se marcharon de la ciudad durante el fin de semana para celebrarlo. Creo que por eso ha venido aquí,
para enfrentarse a él. Nunca pisa esta casa —me explica, y abre la puerta trasera. Veo una sombra sentada a una pequeña mesa en el patio. Es Brittany. —No sé qué crees que puedo hacer yo, pero lo intentaré. Ryder asiente. Se inclina y me coloca la mano en el hombro.
—Estaba gritando tu nombre —me dice en voz baja, y mi corazón se detiene.
Camino hacia Brittany y ella levanta la vista. Tiene los ojos inyectados en sangre, y el pelo escondido bajo un gorro de lana gris. Abre unos ojos como platos, y entonces éstos se ensombrecen y quiero retroceder. Su aspecto casi resulta aterrador bajo la tenue luz del patio.
—¡¿Qué estás haciendo tú aquí?! —grita, y se pone de pie.
—Ryder me ha... —contesto, y entonces desearía no haberlo hecho.
—Joder, ¡¿la has llamado?! —chilla en dirección a Ryder, que vuelve a entrar en la casa.
—Déjalo en paz, Brittany. Está preocupado por ti —lo reprendo.
Se sienta de nuevo, y me hace un gesto para que haga lo mismo. Tomo asiento delante de ella y la observo mientras agarra la botella casi vacía de licor oscuro y se la lleva a la boca. Veo cómo su
garganta se mueve mientras la apura. Cuando ha terminado, deja la botella con fuerza contra la mesa de cristal y doy un respingo al pensar que podría haberse roto la botella, la mesa o las dos cosas.
—Menuda pareja. Qué predecibles sois. La pobrecita Brittany está enfadada, ¡así que os aliáis contra mí para intentar hacer que me sienta mal por haber destrozado una puta vajilla! —dice
arrastrando las palabras con una sonrisa enfermiza.
—¿No decías que no bebías? —inquiero, y me cruzo de brazos.
—Y no lo hacía. Hasta ahora, supongo. No seas condescendiente conmigo; tú no eres mejor que yo —replica apuntándome con un dedo, y coge la botella para darle otro trago.
Me da miedo, pero no puedo negar que estar cerca de ella, aunque esté así de borracha, hace que me sienta viva. He echado de menos cómo me hace sentir.
—No he dicho que sea mejor que tú. Sólo quiero saber por qué estás bebiendo.
—Y ¿a ti qué te importa? ¿Dónde está tu «novio»? —Me mira
directamente a los ojos, y el sentimiento que los suyos me transmiten es tan intenso que me veo obligada a apartar la mirada.
Ojalá supiera de qué sentimiento se trata; imagino que es odio.
—Está en mi habitación —digo—. Sólo quiero ayudarte, Brittany. —Me inclino un poco sobre la mesa para tocarle la mano, pero ella la aparta.
—¿Ayudarme? —Se echa a reír.
Deseo preguntarle por qué estaba gritando mi nombre si va a seguir
comportándose de este modo tan despreciable, pero no quiero volver a delatar a Ryder.
—Si de verdad quieres ayudarme, lárgate.
—¿Por qué no me cuentas qué te pasa? —Me miro las manos y empiezo a limpiarme las uñas.
Suspira, se quita el gorro de lana y se pasa la mano por el pelo antes de volver a colocárselo.
—Mi padre ha decidido contarme, precisamente ahora, que va a casarse con Karen, y que la boda es el mes que viene. Debería habérmelo dicho hace tiempo, y desde luego no por teléfono. Estoy
convencido de que Ryder el perfecto lo sabe desde hace tiempo.
«¡Vaya!» La verdad es que no esperaba que me lo contara, así que ahora no sé muy bien qué decir.
—Seguro que tenía sus motivos para no decírtelo.
—Tú no lo conoces. No le importo una mierda. ¿Sabes cuántas veces hemos hablado el último año? ¡Unas diez! Lo único que le importa es su enorme casa, su ahora futura esposa y su nuevo hijito
perfecto —balbucea, y da otro trago. Yo aguardo en silencio mientras prosigue—: Deberías ver el cuchitril en el que vive mi madre en Inglaterra. Ella dice que le gusta, pero sé que no es verdad. ¡Toda la casa es más pequeña que el dormitorio que tiene mi padre aquí! Mi madre prácticamente me obligó a venir a estudiar a Estados Unidos, para que estuviera más cerca de él, ¡y mira cómo ha salido todo!
Tras la información que me ha proporcionado, creo que empiezo a
entenderla mucho mejor. Brittany está dolida; por eso es como es.
—¿Cuántos años tenías cuando se marchó? —le pregunto.
Me mira con recelo, pero contesta:
—Diez. Pero incluso antes de que se marchara, nunca estaba en casa. Se pasaba cada noche en un bar diferente. Y ahora es don Perfecto y posee toda esta mierda —dice señalando con la mano hacia la casa. Su padre las abandonó cuando tenía diez años, como el mío, y ambos eran alcohólicos. Tenemos más en común de lo que pensaba. Este Brittany herida y borracha parece mucho más pequeña, mucho más frágil que la persona enérgica y socarrona que había conocido hasta ahora.
—Siento que os abandonara, pero...
—No, no necesito tu compasión —me interrumpe.
—No es compasión. Sólo intento...
—¿Qué intentas?
—Ayudarte. Estar aquí para ti —digo con ternura.
Ella sonríe. Es una sonrisa preciosa pero vacía, y, aunque me gustaría tener esperanzas de poder ayudarla con esto, sé perfectamente lo que viene a continuación.
—Eres patética. ¿No ves que no te quiero aquí? No quiero que estés aquí para mí. Sólo porque me haya enrollado contigo no significa que quiera nada de ti. Pero aquí estás, y dejas al «majo» de tu novio, que sorprendentemente soporta estar contigo, para venir a verme e intentar «ayudarme». Eso, Santana, es la pura definición de la palabra patética —dice marcando las
sílabas mientras dibuja unas comillas en el aire.
Su voz está cargada de ponzoña, tal y como imaginaba, pero decido pasar por alto el dolor que siento en el pecho y la miro.
—Sé que no has querido decir eso.
Me viene a la mente el recuerdo de hace una semana, cuando estaba riéndose y hundiéndome en el agua, y no tengo claro si es una gran actriz o una auténtica mentirosa.
—Claro que sí. Lárgate —dice, y levanta la botella para dar otro trago. Alargo el brazo por encima de la mesa, se la quito de las manos y la lanzo por el patio.
—¡¿Qué cojones haces?! —chilla, pero yo hago caso omiso y me dirijo hacia la puerta trasera. Oigo cómo se tambalea y se planta delante de mí.
—¿Adónde vas? —dice con el rostro a unos centímetros del mío.
—A ayudar a Ryder a limpiar el desastre que has montado, y después me voy a casa. Mi voz suena mucho más calmada de lo que estoy en realidad.
—Y ¿por qué vas a ayudarlo? —pregunta con absoluto desprecio.
—Porque, a diferencia de ti, él merece que alguien lo ayude —replico, y su rostro se ensombrece.
Debería decirle más cosas. Debería gritarle por todas las cosas hirientes que me ha dicho, pero sé que eso es lo que quiere. A eso es a lo que se dedica, a hacer daño a todos los que lo rodean, y
después se regocija en el caos que eso provoca. Finalmente, se aparta despacio de mi camino. Una vez dentro, encuentro a Ryder agachado, intentando levantar la vitrina.
—¿Dónde está la escoba? —pregunto cuando ha terminado.
Él me regala una sonrisa de agradecimiento.
—Ahí mismo —señala—. Gracias por todo.
Asiento y empiezo a barrer los platos rotos. Hay muchísimos. Me siento fatal al pensar que cuando regrese la madre de Ryder se encontrará con que todos sus platos han desaparecido. Espero
que no tuvieran un gran valor sentimental para ella.
—¡Ay! —exclamo al clavarme una esquirla de cristal en el dedo.
Unas gotitas de sangre caen sobre el suelo de madera y corro hacia la pila.
—¿Estás bien? —pregunta Ryder preocupado.
—Sí, es sólo un ligero corte, no sé por qué sale tanta sangre.
La verdad es que no me duele mucho. Cierro los ojos, dejo caer el agua sobre mi dedo y, al cabo de unos minutos, oigo que la puerta trasera se abre. Abro los ojos de nuevo, me vuelvo y veo a
Brittany en el umbral.
—San, ¿podemos hablar, por favor? —pregunta.
Sé que debería contestar que no, pero al ver el contorno de sus ojos
enrojecido, asiento. Desvía la mirada hacia mi mano y después hacia la sangre en el suelo. Se acerca a mí rápidamente.
—¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado?
—No es nada, me he clavado un cristalito —le contesto.
Me coge la mano y la saca de debajo del agua. Y, cuando me toca el brazo, siento esa electricidad. Me mira el dedo, frunce el ceño, me suelta y se dirige hacia Ryder. «¿Acaba de llamarme patética y ahora se muestra preocupada por mi salud?» Me va a
volver loca, literalmente, y acabarán teniendo que encerrarme en una habitación acolchada.
—¿Dónde están las tiritas? —le pregunta a Ryder con tono exigente. Él le contesta que están en el baño. Al cabo de un minuto, Brittany regresa y me coge la mano de nuevo. Primero vierte un poco de gel antibacterial en el corte y después me envuelve el dedo con cuidado. Permanezco callada, tan confundida ante las acciones de Brittany como Ryder parece estarlo.
—¿Podemos hablar, por favor? —pregunta de nuevo, y aunque sé que no debería..., ¿desde cuándo hago lo que debo cuando Brittany está implicada? Asiento, y ella me agarra de la muñeca y me lleva afuera de nuevo.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 4:16 pm

Capítulo 30


Cuando volvemos a la mesa del patio, Brittany me suelta de la muñeca y mueve la silla para que me siente. Noto que la piel me arde literalmente tras su tacto, y me paso los dedos por encima mientras ella coge la otra silla y la arrastra por el suelo de piedra para sentarse delante de mí. Cuando lo hace, está tan cerca que sus rodillas casi tocan las mías.
—¿Y bien?, ¿de qué quieres hablar, Brittany? —le pregunto con el tono más frío que soy capaz de adoptar.
Inspira hondo, se quita el gorro de lana de nuevo y lo deja sobre la mesa. Observo cómo se pasa los largos dedos por pelo y me mira a los ojos.
—Lo siento —dice con una intensidad que me obliga a apartar la mirada y a fijarla en el árbol grande del patio. Se aproxima—. ¿Me has oído? —pregunta.
—Sí, te he oído —le espeto, y vuelvo a mirarla.
Está más loca de lo que yo creía si piensa que sólo porque haya dicho que lo siente voy a olvidar todas las cosas horribles que no para de hacerme casi a diario.
—Eres una persona muy difícil —dice, y se apoya contra el respaldo de la silla. Tiene en la mano la botella que he tirado antes por el patio, y le da otro trago. ¿Cómo es posible que no haya perdido el conocimiento todavía?
—¿Que yo soy difícil? —inquiero—. ¡¿No hablarás en serio?!... ¿Qué esperas que haga, Brittany?
Eres cruel conmigo. Tremendamente cruel —digo, y me muerdo el labio inferior.
No pienso llorar delante de ella otra vez. Sam nunca me ha hecho llorar; hemos discutido algunas veces en todos estos años, pero nunca me he sentido tan mal como para llorar.
—No lo pretendo —dice con voz grave, y sus palabras parecen cortar el aire nocturno.
—Sí lo pretendes, y lo sabes. Lo haces a propósito. Nunca nadie me había tratado tan mal en todami vida. Me muerdo el labio con más fuerza. Siento el nudo en la garganta. Si lloro, ganará ella. Eso es lo
que quiere.
—Y ¿por qué sigues relacionándote conmigo? ¿Por qué no pasas?
—Porque... no lo sé. Pero te aseguro que, después de lo de esta noche, se terminó. Voy a dejar la clase de literatura. Ya la haré el semestre que viene. —No había planeado hacer eso hasta ahora,
pero es justo lo que debería hacer.
—Por favor, no hagas eso.
—¿A ti qué más te da? No querrás verte obligada a estar cerca de alguien tan patética como yo, ¿verdad? —Me hierve la sangre. Si supiera las palabras exactas que pudieran hacerle el mismo daño
que ella me hace a mí siempre, las diría sin pensar.
—No quería decir eso... Yo soy la patética aquí.
La miro directamente.
—No voy a discutírtelo —contesto.
Da otro trago y, cuando me dispongo a quitarle la botella, la aparta.
—¿Qué pasa? ¿Eres la única que puede emborracharse? —pregunto, y en su rostro se forma una sonrisa sarcástica.
La luz del patio se refleja en el aro de su ceja mientras me tiende la botella.
—Pensaba que ibas a tirarla otra vez —dice.
Debería hacerlo, pero me la llevo a los labios. El licor está caliente y sabe a regaliz quemado y empapado de alcohol desinfectante. Me dan arcadas, y Brittany se ríe.
—¿Con qué frecuencia bebes? Me dijiste que no bebías nunca —digo. Tengo que volver a enfadarme con ella después de que conteste.
—Antes de esta noche habían pasado seis meses. —Desvía la mirada al suelo como si estuviera avergonzada.
—Pues no deberías beber nada. Te hace ser peor persona que de costumbre.
—¿Crees que soy mala persona? —dice mirando todavía al suelo con expresión seria.
«¿Qué pasa? ¿Está tan borracha que se considera buena?»
—Sí —digo.
—No lo soy. Bueno, puede que lo sea. Quiero que tú... —empieza, pero se detiene, se incorpora y se apoya en el respaldo de la silla.
—¿Quieres que yo qué?
Necesito saber qué iba a decir. Le paso la botella, pero ella la deja sobre la mesa. No quiero beber; con un trago es suficiente, y no quiero acabar en el mismo estado en que se encuentra Brittany.
—Nada —dice, mintiendo.
«¿Qué estoy haciendo aquí?» Sam está en mi habitación, esperándome, y yo estoy aquí, perdiendo aún más el tiempo con Brittany.
—Tengo que irme. —Me levanto y me dispongo a dirigirme hacia la puerta trasera.
—No te vayas —dice ella con voz suave.
Mis pies se detienen de inmediato ante su ruego. Me vuelvo y me
encuentro a Brittany a pocos centímetros de mí.
—¿Por qué no? ¡¿Aún no has terminado de insultarme?! —grito, y doy media vuelta. Me agarra del brazo y me obliga a volverme de nuevo de un tirón.
—¡No me des la espalda! —grita todavía más alto que yo.
—¡Debería habértela dado hace mucho tiempo! —le espeto, y la golpeo en el pecho—. ¡Ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí! ¡He venido corriendo en cuanto Ryder me ha llamado! ¡He
dejado a mi novio, que, como tú mismo has dicho, es el único que soporta estar conmigo, porque estaba preocupada por ti! ¿Sabes qué? Tienes razón, Brittany: soy patética.
Soy patética por venir aquí, y soy patética por intentar siquiera...
Pero, entonces, pega los labios a los míos e interrumpe mi discurso. La golpeo en el pecho para detenerla, pero no cede. Cada milímetro de mi ser quiere devolverle el beso, pero me contengo.
Siento su lengua intentando abrirse paso entre mis labios, y me envuelve con sus fuertes brazos, estrechándome más contra sí a pesar de mis intentos por evitarla. No sirve de nada; es más fuerte que yo.
—Bésame, San —dice contra mis labios.
Sacudo la cabeza y ella gruñe con frustración.
—Por favor, bésame. Te necesito.
Sus palabras me detienen. Esta chica horrible, ebria y grosera acaba de decir que me necesita, y por alguna razón ha sonado como poesía para mis oídos. Brittany es como una droga. Cada vez que consumo la dosis más mínima de ella, ansío más y más. Absorbe mis pensamientos e invade mis sueños.
En el momento en que mis labios se separan, ella pega la boca a la mía de nuevo, pero esta vez no me resisto. No puedo. Sé que ésta no es la respuesta a mis problemas, y que lo único que hago así es
cavarme un agujero más hondo, pero ahora mismo todo me da igual. Lo único que importa son sus palabras, y cómo las ha pronunciado: «Te necesito». ¿Es posible que Brittany me necesite con la misma desesperación que yo a ella? Lo dudo, pero por
ahora quiero pensar que sí. Eleva una de sus manos hasta mi mejilla y me acaricia el labio inferior con la lengua. Me estremezco, y ella sonríe. El piercing de su labio me hace cosquillas en la comisura de la boca. Oigo un crujido y me aparto. Ella permite que interrumpa nuestro beso, pero sigue envolviéndome fuertemente con los brazos, con el cuerpo pegado al mío.
Miro hacia la puerta y rezo para que Ryder no haya presenciado mi terrible lapsus. Afortunadamente, no lo veo.
—Brittany, de verdad, tengo que irme —digo a continuación bajando la mirada—. No podemos seguir haciendo esto; no nos hace ningún bien.
—Sí que podemos —responde ella, y me levanta la barbilla para obligarme a mirarla a sus ojos azules.
—No, no podemos. Tú me detestas, y yo no quiero seguir siendo tu saco de boxeo. Me confundes. Me dices que no me soportas o me humillas después de que haya compartido contigo la experiencia
más íntima de mi vida. —Abre la boca para interrumpirme, pero yo pongo un dedo contra sus labios rosados y prosigo—: Y al momento siguiente me besas y me dices que me necesitas. No me gusta la
clase de persona en la que me convierto cuando estoy contigo, y odio sentirme como me siento cuando me dices cosas horribles.
—¿En qué clase de persona te conviertes cuando estás conmigo? —Sus ojos azules analizan mi rostro mientras espera una respuesta.
—En alguien que no quiero ser, alguien que engaña a su novio y que llora constantemente —le explico.
—¿Sabes quién creo que eres cuando estás conmigo? —Me acaricia la línea de la mandíbula con el pulgar y yo intento mantenerme centrada.
—¿Quién?
—Tú misma. Creo que eres la verdadera Santana, y que sólo estás demasiado ocupada preocupándote por lo que los demás puedan pensar de ti como para darte cuenta.
No sé qué pensar al respecto, pero parece tan sincera, tan segura de su respuesta, que me tomo un segundo para meditar sobre sus palabras.
—Y sé lo que te hice después de masturbarte. —Se da cuenta de mi gesto de incomodidad y continúa—: Siento... lo de nuestra experiencia, sé que no estuvo bien. Me sentí fatal cuando bajaste
del coche.
Lo dudo —le espeto al recordar lo mucho que lloré esa noche.
—Es verdad, te lo juro. Sé que crees que soy una mala persona..., pero tú haces que... —Se interrumpe—. Olvídalo.
«¿Por qué se detiene?»
—Termina la frase, Brittany, o me voy ahora mismo —le advierto, y lo digo en serio. La manera en que sus ojos parecen llamear cuando me mira, y el modo en que sus labios se separan lentamente, como si cada palabra ocultara algo, una verdad o una mentira, hacen que aguarde su respuesta.
—Tú... haces que quiera ser buena persona —dice al fin—. Quiero ser buena por ti, San.
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Mensaje por micky morales Sáb Mayo 21, 2016 8:04 pm

vaya, esta relacion de amor y odio es perfecta, santana se encuentra con algo totalmente desconocido que le atrae y le encanta y brittany solo le necesita en su vida, una vez mas gracias, me encanta esta historia!!!!!
micky morales
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Mensaje por 3:) Sáb Mayo 21, 2016 10:50 pm

hola mar,..

es demasiada mierda que carga britt con la frustración relacionada a su padre,... y todo su trato,..
la atracción entre las dos ya no se puede frenar,.. y es bueno que por lo menos se le aya cruzado por la cabeza cambiar por san,... es un avance por así decirlo,.. que lo ponga en practica es otra cosa.

nos vemos!!!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Sáb Mayo 21, 2016 11:18 pm

Micky Morales Hoy A Las 7:04 Pm vaya, esta relacion de amor y odio es perfecta, santana se encuentra con algo totalmente desconocido que le atrae y le encanta y brittany solo le necesita en su vida, una vez mas gracias, me encanta esta historia!!!!! escribió:

HOLA MICKY, bueno ya veremos por que esa relacion de padre e hija tan dañada. y sip Britt necesita a Santana a su lado son como dos mitades de una solo persona. Gracias a ti siempre por leer y comentar. Estoy adaptando mas cap. por si quieres lectura para este domingo. .... saludos

3:) Hoy A Las 9:50 Pm hola mar,.. es demasiada mierda que carga britt con la frustración relacionada a su padre,... y todo su trato,.. la atracción entre las dos ya no se puede frenar,.. y es bueno que por lo menos se le aya cruzado por la cabeza cambiar por san,... es un avance por así decirlo,.. que lo ponga en practica es otra cosa. nos vemos!!! escribió:

Hola, toda la razon ya la relacion no se puede frenar para bien o para mal, esperemos que el resultado no sea catastrofico porque el genio, la bipolaridad de Britt, esos cambios de humor y ese sentido de antisocial hacen daño a todo aquel que quiera acercarme mas a quien desea amarla en este caso Santana.


Dentro de poco subo unos cap. por si mañana quieren leer un poco. Gracias chicas por leer y comentar y me disculpo si en este o en el otro fic no puedo responder a los comentarios pero es por falta de tiempo. Gracias AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 2 918367557 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 2 918367557 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 2 918367557 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 2 918367557 AFTER (BRITTANA) cap  92 -93 y 94-95-96 (97FIN) - Página 2 918367557
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 22, 2016 12:12 am

Capítulo 31


Intento apartarme de ella, pero me retiene con demasiada fuerza. Debo de haberlo entendido mal. Mis emociones me están confundiendo, de modo que desvío la vista hacia la oscuridad del patio para tratar de entender el significado que se esconde tras esas palabras. ¿Brittany quiere ser mejor persona por mí? «¿En qué sentido? No puede estar diciéndolo en serio..., ¿verdad?»
Vuelvo a mirarla, con los ojos empañados de lágrimas.
—¿Qué?
Parece serena..., ¿sincera? ¿Esperanzada? «¿Qué?»
—Ya me has oído.
—No. Creo que no te he entendido bien.
—Me has entendido perfectamente. Haces que sienta... cosas que no había sentido antes. No sé cómo manejar esta clase de sentimientos, San, así que hago lo único que sé hacer. —Hace una
pausa y deja escapar el aliento contenido—. Comportarme como una gilipollas, una total perra. Una vez más, me encuentro en trance.
—Esto no funcionaría, Brittany, somos muy diferentes. Y, para empezar, tú no buscas una relación, ¿recuerdas?
—No somos tan diferentes, nos gustan las mismas cosas; a las dos nos apasiona leer, por ejemplo
—dice con el aliento cargado de alcohol.
Aunque lo estoy viviendo, no me puedo creer que Brittany esté intentando convencerme de que podríamos estar bien juntas.
—Tú no buscas una relación —le recuerdo de nuevo.
—Lo sé, pero podríamos... ¿ser amigas?
Ya estamos. Hemos vuelto a la casilla de salida.
—Tú misma dijiste que no podíamos ser amigas. Y no quiero ser amiga tuya, sé lo que quieres decir con eso. Quieres todas las ventajas de una novia sin tener que comprometerte.
Entonces, se tambalea. Se apoya contra la mesa y me suelta.
—¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué necesitas una etiqueta? —replica. Agradezco el espacio que hay ahora entre nosotras y el aire fresco sin olor a whisky.
—Porque, aunque últimamente no lo he demostrado, tengo amor propio.
No pienso ser tu juguete,
y menos si eso implica que me trates como un trapo. —Elevo los brazos en el aire—. Y, además, ya estoy con alguien, Brittany.
Sus malévolas pecas aparecen acompañando a su sonrisa.
—Sí, pero mira dónde estás ahora.
Reflexiono y le espeto:
—Yo lo quiero, y él me quiere a mí.
Y entonces veo cómo cambia la expresión en su rostro. Se tambalea hasta apoyarse en la silla.
—No me digas eso —dice arrastrando las palabras, que salen más rápidas que antes. Casi había olvidado lo borracha que estaba.
—Sólo dices esas cosas porque estás borracha; mañana volverás a odiarme.
—No te odio. —Se inclina ligeramente hacia adelante.
Ojalá no tuviera este efecto en mí. Ojalá pudiera largarme sin más. Pero, en lugar de hacerlo, me quedo y la oigo decir:
—Si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que quieres que te deje en paz y que no vuelva a hablarte nunca, lo haré. Te juro que desde hoy mismo no volveré a acercarme a ti. Sólo tienes que
decirlo. Abro la boca para decirle justo eso: que no se acerque a mí; para decirle que no quiero volver a verla.
Pero entonces se vuelve hacia mí y se aproxima.
—Dímelo, San. Dime que no quieres volver a verme nunca.
Me toca. Me acaricia los brazos y se me eriza todo el vello del cuerpo inmediatamente.
—Dime que no quieres volver a sentir mi tacto —susurra, y desliza la mano hasta mi cuello. Su dedo índice recorre mi clavícula y asciende de nuevo por mi garganta.
Oigo cómo mi respiración se acelera cuando acerca los labios a pocos centímetros de los míos—. Dime que no quieres que vuelva
a besarte —dice, y percibo el olor del whisky y siento el calor de su aliento
—. Dímelo, Santana —
repite, y yo gimo.
—Brittany —susurro.
—No puedes resistirte a mí, San, del mismo modo que yo no puedo
resistirme a ti. —Sus labios están tan cerca de los míos que casi se rozan—. Quédate conmigo esta noche —me dice, y hace que yo desee obedecerla ciegamente. Un movimiento junto a la puerta llama entonces mi atención y me aparto de Brittany de golpe.
Levanto la vista y veo el rostro confundido de Ryder. Entonces da media vuelta y desaparece del umbral.
Vuelvo a la realidad al instante.
—Tengo que irme —digo, y Brittany maldice entre dientes.
—Por favor, quédate. Quédate conmigo sólo esta noche, y si por la mañana decides que no quieres volver a verme... Por favor, quédate. Te lo estoy suplicando, y yo no suplico, Santana.
Me sorprendo a mí misma asintiendo antes de poder refrenarme.
—Y ¿qué voy a decirle a Sam? Me está esperando, y yo tengo su coche.
«No puedo creer que me esté planteando esto en serio.»
—Dile que tienes que quedarte porque... No sé. No le digas nada. ¿Qué es lo peor que puede hacer? Me estremezco. Se lo contará a mi madre, sin duda. De repente me siento furiosa con Sam; no
debería preocuparme de que mi novio se chive de mí a mi madre, aunque haga algo malo.
—Además, probablemente ya esté durmiendo —dice Brittany.
—No, no tiene manera de volver a su hotel.
—¿Su hotel? ¿Es que no se queda a dormir contigo?
—No, ha reservado una habitación en un hotel cercano.
—Y ¿tú te quedas allí con él?
—No, él duerme allí —digo algo avergonzada—, y yo en mi habitación.
—¿Seguro que es hetero? —pregunta Brittany, y sus ojos inyectados en sangre brillan de diversión.
Abro unos ojos como platos.
—¡Por supuesto que sí!
—Perdona, pero es que hay algo que no me encaja. Si fueras mía, no sería capaz de mantenerme alejada de ti. Te follaría a cada ocasión que tuviera. Me quedo boquiabierta. Las palabras groseras de Brittany surten un extraño efecto en mí. Me pongo colorada y aparto la vista.
—Vayamos adentro —la oigo decir—. Los árboles no paran de
balancearse, y creo que eso es un indicio de que he bebido demasiado.
—¿Vas a dormir aquí? —Había dado por hecho que volvería a la casa de la fraternidad.
—Sí, y tú también. Vamos.
Me agarra de la mano y nos dirigimos a la puerta trasera.
Tendré que buscar a Ryder e intentar explicarle lo que ha visto a través de la puerta. No sé qué me está pasando, así que no tengo muy claro cómo voy a explicárselo, pero debo conseguir que lo
entienda de alguna manera. Mientras cruzamos la cocina, veo que el desastre está casi recogido del todo.
—Tendrás que limpiar el resto mañana —le digo a Brittany, y ella asiente.
—Lo haré —promete. Otra promesa que espero que cumpla.
Con mi mano en la suya, me guía hacia la enorme escalera. Rezo para que no nos encontremos con Ryder por el pasillo, y me siento aliviada al ver que no lo hacemos.
Brittany abre la puerta que da a una habitación totalmente oscura y tira de mí despacito para que pase.
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 22, 2016 12:12 am

Capítulo 32


Mis ojos se adaptan a la oscuridad, aunque la única claridad que hay es la de la luz de la luna que se filtra por el amplio ventanal.
—¿Brittany? —susurro.
Oigo que maldice al tropezar con algo e intento no reírme.
—Estoy aquí —dice, y enciende una lámpara del escritorio.
Observo la enorme habitación, que me recuerda a la de un hotel. Una cama con dosel con sábanas oscuras está centrada contra la pared que hay al otro extremo del cuarto; parece de tamaño
extragrande, con al menos veinte almohadones encima. El escritorio de madera de cerezo también es enorme, y el monitor del ordenador que reposa sobre éste es más grande que el televisor de mi
habitación en la residencia. El gran ventanal tiene un banco adosado, mientras que las demás ventanas están cubiertas por unas gruesas cortinas azul marino que impiden que entre la luz de la luna.
—Éste es mi... cuarto —dice Brittany, y se frota el cuello con la mano. Parece casi avergonzada.
—¿Tienes un cuarto aquí? —pregunto, aunque es evidente que sí.
Es la casa de su padre, y Ryder vive aquí. Él me dijo que Brittany nunca venía, así que tal vez por eso parece más un museo, con todo nuevo y un aire muy impersonal.
—Sí... Nunca he dormido aquí... hasta esta noche.
Se sienta en un baúl que hay a los pies de la cama y se desata las botas. Se quita los calcetines y los mete dentro del calzado. No puedo creerme que vaya a formar parte de una primera vez de algo
para Brittany.
—Vaya, ¿y eso por qué? —pregunto, aprovechándome de su ebria
honestidad.
—Porque no quiero. Odio esta casa —responde en voz baja.
Se desabrocha los pantalones negros y los desliza por sus piernas.
—¿Qué estás haciendo?
—Desnudarme —responde, afirmando lo obvio.
—Pero ¿por qué?
Aunque una parte de mí está deseando sentir sus manos sobre mi cuerpo de nuevo, espero que no crea que voy a practicar sexo con ella.
—No querrás que duerma con vaqueros y botas —dice medio riéndose. Se aparta el pelo de la frente y éste se le queda de punta. Todos sus gestos avivan el fuego salvaje que recorre mi cuerpo.
—Ah —respondo.
Se quita la camiseta y yo aparto la mirada. Su estómago tatuado es
perfecto. Me lanza la prenda pero no la cojo y dejo que caiga al suelo. Enarco una ceja y ella sonríe.
—Póntela para dormir. Supongo que no querrás meterme en la cama con la ropa interior. Aunque, por supuesto, a mí no me importaría en absoluto que lo hicieras. —Me guiña un ojo y me río como una tonta. «¿Por qué me estoy riendo?»
No puedo dormir con su camiseta, me sentiré demasiado desnuda.
—Dormiré con lo que llevo puesto —decido.
Observa mi ropa. No ha hecho ningún comentario grosero respecto a mi falda larga ni mi blusa azul holgada, así que espero que no empiece ahora.
—Vale, como quieras; si prefieres estar incómoda, adelante.
Se dirige a la cama, vestido sólo con sus ropa interior y empieza a tirar los cojines de decoración de la cama al suelo.
Me acerco y abro el baúl, que, como había imaginado, está vacío.
—No los tires al suelo. Van aquí —le digo, pero ella se ríe y arroja otro más al suelo.
Gruñendo, recojo los cojines y los guardo en el baúl. Brittany se ríe de nuevo y retira el cubrecama antes de dejarse caer sobre el colchón. A continuación se lleva los brazos detrás de la
cabeza, cruza los pies y me sonríe. Las palabras tatuadas en sus costillas se estiran por la posición de sus brazos. Su cuerpo largo y definido es exquisito.
—No irás a lloriquear por tener que dormir en la cama conmigo, ¿verdad?
—pregunta, y pongo los ojos en blanco.
No pensaba hacerlo. Sé que está mal, pero deseo dormir en la cama con Brittany más de lo que he deseado nunca nada antes.
—No, la cama es lo bastante grande para las dos —respondo con una sonrisa.
No sé si es por su sonrisa o por el hecho de que sólo lleve puesta su ropa interior, pero estoy de mucho mejor humor que antes.
—Ésa es la San que a mí me gusta —bromea, y el corazón se me sale del pecho ante su elección de palabras. Sé que no le gusto, y que nunca le gustaré, no de esa manera, pero me ha encantado oírlo de sus labios.
Me meto en la cama y me acurruco en un extremo, lo más alejada del cuerpo de Brittany que puedo. Un centímetro más y me caeré al suelo. Oigo cómo se ríe y me vuelvo para mirarla.
—¿Qué te hace tanta gracia?
—Nada —miente, y se muerde el labio para intentar no reírse.
Me gusta esta Brittany juguetona; su humor es contagioso.
—¡Dímelo! —digo haciendo pucheros.
Sus ojos se centran en mi boca y se lame los labios antes de atrapar el piercing entre los dientes.
—Nunca has dormido con una chica, ¿verdad?
Se pone de lado y se acerca un poco a mí.
—No —respondo sencillamente, y su sonrisa se intensifica.
Estamos sólo a medio metro de distancia y, sin pensar, alargo la mano y le meto el dedo en la mejilla. Ella me mira a los ojos sorprendida. Me dispongo a apartar la mano, pero ella me
la coge y vuelve a pegarla a su cara, después empieza a subirla y a bajarla por su mejilla lentamente.
—No entiendo por qué nadie te ha follado todavía; con toda esa
planificación que haces, debes de oponer una buena resistencia —dice, y trago saliva.
—Nunca he tenido que resistirme con nadie —admito.
Los chicos del instituto me encontraban atractiva y me tiraban los trastos, pero nadie intentó nunca hacerlo conmigo. Todos sabían que estaba con Sam; éramos populares y a los dos nos
votaban como reyes del baile todos los años.
—O estás mintiendo o fuiste a un instituto de ciegos —replica—. Sólo con mirarte los labios se llena mi mente con cosas sucias para hacerte. Sofoco un grito ante sus palabras, y ella se ríe. Acerca mi mano a su boca y la pasa por sus labios húmedos. Siento su aliento cálido en mis dedos, y me sorprende cuando saca los dientes y me muerde la yema del dedo índice con suavidad, lo que me provoca ese extraño hormigueo en la parte inferior del estómago. Desliza mi mano por su piel y las puntas de mis dedos recorren el tatuaje de una enredadera que tiene en el cuello. Brittany me observa detenidamente, pero no me frena.
—Te gusta cómo te hablo, ¿verdad? —Su expresión es oscura, pero muy sexi... Contengo la respiración, y ella sonríe—. Veo cómo te sonrojas, y oigo cómo se altera tu respiración. Contéstame,
San, utiliza esos labios carnosos que tienes —dice, y me río
tímidamente. No sé qué otra cosa hacer. Jamás admitiré que sus palabras activan algo en lo más profundo de mi ser.
Me suelta la mano pero envuelve mi muñeca con sus dedos y hace
desaparecer el espacio que nos separa. Tengo calor, demasiado. Necesito refrescarme o no tardaré en empezar a sudar.
—¿Puedes encender el ventilador? —pregunto, y ella arruga la frente—. Por favor. Suspira, pero se levanta de la cama.
—Si tienes calor, ¿por qué no te quitas toda esa ropa tan pesada? Además, esa falda tiene pinta de picar. Ya me extrañaba que no se metiera con mi ropa, pero su comentario me hace sonreír porque sé
cuáles son sus verdaderas intenciones.
—Deberías vestirte acorde con tu figura, San. Esa ropa esconde todas tus curvas. Si no te hubiese visto en ropa interior, jamás habría imaginado lo sexi que eres y las magníficas curvas que
tienes. Esa falda parece un saco de patatas.
Me río ante esa especie de insulto y cumplido a la vez.
—¿Qué sugieres que me ponga? ¿Medias de rejilla y tops palabra de honor?
—No. Bueno, me encantaría verte con eso, pero no. Puedes taparte, pero llevar ropa de tu talla. Esa blusa también esconde tu pecho, y tienes unas tetas preciosas que no deberías ocultar.
—¡Deja de usar esas palabras! —la reprendo, y ella sonríe.
Vuelve a la cama y acurruca su cuerpo prácticamente desnudo cerca del mío. Sigo teniendo calor, pero los extraños cumplidos de Brittany me han infundido una nueva seguridad en mí misma. Me
levanto de la cama.
—¿Adónde vas? —pregunta asustada.
—A cambiarme —contesto, y recojo su camiseta del suelo—. Date la vuelta y no mires —digo con los brazos en jarras.
—No.
—¿Cómo que no?
«¿Por qué se niega?»
—No pienso volverme. Quiero verte.
—Ah, vale —digo.
Sin embargo, me limito a sonreír, sacudo la cabeza y apago la luz.
Brittany protesta, y yo sonrío para mis adentros mientras me bajo la
cremallera de la falda. La dejo caer a mis pies y, de repente, se enciende otra luz.
—¡Brittany!
Me apresuro a recoger la falda y a subírmela de nuevo. Ella está apoyada sobre un codo y recorre mi cuerpo con la mirada sin ninguna vergüenza. Me ha visto con menos ropa, y sé que no va a
hacerme caso, así que respiro hondo y me quito la blusa por la cabeza. He de admitir que estoy disfrutando de este juego. En el fondo sé que quiero que me mire, que me desee. Llevo unas bragas y un sujetador blancos y sencillos, nada del otro mundo, pero la expresión de Brittany hace que me sienta sexi. Cojo su camiseta y me la pongo. Huele de maravilla, como ella.
—Ven aquí —susurra desde su posición.
Entonces acallo la vocecita de mi subconsciente que me dice que huya lo más rápidamente que pueda y me dirijo a la cama
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Finalizado Re: AFTER (BRITTANA) cap 92 -93 y 94-95-96 (97FIN)

Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Mayo 22, 2016 12:13 am

Capítulo 33


Britt fija su mirada ardiente en mis ojos mientras me acerco a ella. Apoyo la rodilla sobre el colchón y me doy impulso para subirme. Al mismo tiempo, ella se incorpora de manera que su espalda queda
apoyada contra la cabecera y me ofrece la mano. En el mismo instante en el que poso mi mano pequeña en la suya, la envuelve con los dedos y tira de mí hacia ella. Coloco las rodillas a ambos
lados de su cuerpo de manera que quedo a horcajadas sobre su regazo. Ya he hecho esto antes con ella, pero nunca llevando tan poca ropa. Mantengo la espalda erguida apoyándome en las rodillas para que nuestros cuerpos no se toquen, pero Britt no piensa permitirlo. Coloca las manos en mis caderas y me empuja hacia abajo suavemente. Su camiseta se arruga a mis costados, dejando mis muslos completamente al descubierto, y entonces me alegro de haberme afeitado las piernas esta mañana. En cuanto nuestros cuerpos se tocan siento mariposas en el estómago. Sé que esta felicidad no durará, y me siento como Cenicienta, esperando a que el reloj dé la hora y mi noche de dicha llegue a su fin.
—Mucho mejor —dice, y me sonríe con malicia.
Sé que está ebria y que por eso está siendo tan agradable, bueno, agradable tratándose de ella, pero ahora mismo no me importa. «Si de verdad ésta es la última vez que voy a estar con ella, así es como quiero pasarla», me digo, y no paro de repetírmelo. Esta noche puedo comportarme como quiera con Britt, porque cuando llegue la luz del día, voy a decirle que no vuelva a acercarse a mí jamás, y ella lo aceptará. Es lo mejor, y sé que es lo que querrá ella también cuando se le pase la borrachera. En mi defensa, he de decir que Britt me embriaga tanto como a ella la botella de
whisky que ha ingerido. También me repito esto a mí misma constantemente. Ella sigue mirándome directamente a los ojos, y empiezo a ponerme nerviosa. ¿Qué he de hacer ahora? No tengo ni idea de hasta adónde quiere llevar esto, y no quiero quedar como una idiota intentando tomar la iniciativa.
Parece darse cuenta de mi expresión de apuro.
—¿Qué pasa? —pregunta, y acerca la mano a mi cara. Su dedo recorre mi pómulo y yo cierro los ojos de manera involuntaria ante su caricia sorprendentemente suave.
—Nada..., es que no sé qué hacer —admito, y bajo la mirada.
—Haz lo que quieras, San. No te comas la cabeza.
Me inclino un poco hacia atrás para dejar al menos treinta centímetros de distancia entre nuestros cuerpos y levanto la mano hacia su torso desnudo. La miro para pedirle permiso y ella asiente. Pego las dos manos contra su pecho con suavidad y veo cómo cierra los ojos. Mis dedos trazan el contorno de las aves que tiene tatuadas y descienden hasta el árbol muerto de su estómago. Parpadea mientras recorro la frase que tiene escrita en las costillas. Su expresión es relajada, pero su pecho asciende y desciende más agitada que hace unos instantes. Incapaz de controlarme,
bajo la mano y cuelo el dedo índice por debajo del elástico de su braga. Abre los ojos al instante y parece nerviosa. «¿Britt,
nerviosa?»
—¿Puedo... eh... tocarte? —pregunto con la esperanza de que capte a qué me refiero sin necesidad de tener que decirlo.
No me reconozco. «¿Quién es esta chica que está montando a esta macarra y pidiéndole permiso para tocarla... ahí abajo?» Vuelvo a pensar en lo que me ha dicho antes acerca de que soy yo misma
cuando estoy con ella. Puede que tenga razón. Me encanta cómo me siento ahora mismo. Me gusta la electricidad que recorre mi cuerpo cuando estamos así. Asiente.
—Por favor.
De modo que bajo la mano, por debajo de la prenda interior, y alcanzo lentamente los pliegues de su sexo que se esconde bajo la tela. Contiene el aliento mientras la rozo con la mano. No sé qué hacer, así que simplemente sigo tocándola, pasando los dedos arriba y abajo. Me da demasiada vergüenza mirarla, por lo que mantengo la vista fija en su entrepierna.
—¿Quieres que te enseñe lo que tienes que hacer? —pregunta en voz baja y temblorosa.
Su actitud presuntuosa se ha transformado en algo misterioso.
Asiento y Britt coloca la mano sobre la mía y me la baja para que la
toque de nuevo. Coloca dos de mis dedos únicos y los ubica sobre su clítoris. Cuando la oigo coger aire súbitamente, la miro con los ojos entornados. Aparta la mano de la mía y me proporciona control absoluto.
—Joder, San, no hagas eso —gruñe.
Confundida, detengo la mano y estoy a punto de retirarla cuando dice:
—No, no, eso no. Sigue haciendo eso. Me refería a que no me miraras de esa manera.
—¿De qué manera?
—De esa manera tan inocente, porque me dan ganas de hacerte un montón de perversiones.
Quiero tumbarme sobre la cama y dejar que me haga lo que quiera. Quiero ser suya, liberarme por un momento de lo que sea que hace que tenga tanto temor algunas veces. Le sonrío débilmente y
empiezo a mover la mano de nuevo. Quiero quitarle las bragas, pero
me da miedo. Un gemido escapa de sus labios y presiono su zona con más fuerza; quiero oír ese sonido de nuevo. No sé si debería
mover la mano más rápido o no, de modo que mantengo mis movimientos lentos pero firmes, y a ella parece gustarle. Me inclino y pego los labios contra la húmeda piel de su cuello, lo que provoca otro gemido por su parte.
—Joder, San, me encanta sentir tu mano alrededor de mí. — Sigo haciendo círculos y aplicando mas fuerza y hace una mueca de dolor—. No tan fuerte, nena —dice con una voz suave
que suena como si nunca pudiera volver a ser la misma que se burlaba de mí.
—Perdona —repongo, y le beso el cuello de nuevo.
Lamo la piel que tiene debajo de la oreja y su cuerpo salta como un resorte. Apoya las manos sobre mis pechos.
—¿Puedo... quitarte... el... sujetador? —dice con voz áspera y
descontrolada.
Me fascina el efecto que ejerzo sobre ella. Asiento, y sus ojos se iluminan de emoción. Cuela sus manos temblorosas por debajo de la camiseta, asciende por mi espalda y me desabrocha el sujetador
en cuanto sus dedos tocan los corchetes con tanta destreza que por un momento pienso en cuántas veces lo habrá hecho antes. Me obligo a no pensar en eso, y Britt desliza los tirantes por mis
brazos, obligándome a soltarla. Tira mi sujetador al suelo, vuelve a meter las manos por debajo de la camiseta y me coge los pechos de nuevo. Me pellizca ligeramente los pezones al tiempo que se
inclina para besarme. Gimo en su boca y alargo la mano para volver a mi tarea de darle placer.
—Joder, San, voy a correrme —dice, y siento cómo la humedad de mis bragas aumenta a pesar de que únicamente me está tocando el pecho. Creo que podría correrme también con sólo oír sus gemidos y sentir sus manos masajeándome los senos. Sus piernas se tensan por debajo de mí y su beso se vuelve descuidado. Deja caer las manos a los costados. Entonces siento cómo la humedad se extiende a través de su pliegues y muslo y aparto la mano.
Nunca había hecho que nadie se corriera. Me arde el pecho, henchido con la nueva y extraña sensación de que estoy un paso más cerca de ser una mujer. Observo la mancha de humedad en las
Bragas de Britt y me encanta el control que siento que tengo sobre
ella. Me encanta ser capaz de proporcionarle a su cuerpo tanto placer como ella se lo proporciona al mío.
Ella deja caer la cabeza hacia atrás y respira hondo unas cuantas veces mientras yo permanezco sentada sobre sus muslos sin saber qué hacer. Al cabo de un momento, abre los ojos, levanta la
cabeza y me mira. Una leve sonrisa se dibuja en su rostro, y se inclina hacia adelante para besarme en la frente.
—Nunca me había corrido así —dice, y vuelvo a sentir vergüenza.
—¿No lo he hecho bien? —pregunto, e intento levantarme de sus piernas. Me lo impide.
—¿Qué? No, lo has hecho de maravilla. Normalmente necesito algo más aparte de que alguien me toque por encima de las bragas.
Me muero de celos. No quiero pensar en todas las otras chicas que habrán hecho que Britt se sienta así. Al percatarse de mi silencio, me coge de las mejillas y me acaricia la sien con el pulgar.
Me consuela el hecho de que las demás hayan tenido que esforzarse más que yo, pero aun así desearía que no hubiese otras. No sé por qué me siento de este modo.
Britt y yo no estamos juntas. Nunca vamos a salir ni a hacer nada más que esto pero, ahora mismo, sólo quiero disfrutar del
momento, solos ella y yo. Me río al pensar eso. No soy de esa clase de personas que «viven el momento».
—¿En qué estás pensando? —me pregunta, pero yo niego con la cabeza. No quiero hablarle de mis celos. No es justo, y no quiero tener esa conversación.
—Vamos, San, dímelo —dice, y yo niego con la cabeza otra vez.
Entonces hace algo nada propio de ella: me agarra de las caderas y empieza a hacerme cosquillas. Grito muerta de la risa y me dejo caer sobre la blanca cama. Sigue haciéndome cosquillas hasta que
ya no puedo respirar. Su risa retumba por toda la habitación, y es el sonido más bonito que he oído jamás. Nunca la había oído reír de esta manera, y algo me dice que casi nadie lo habrá hecho. A
pesar de sus muchos defectos, me siento afortunada de poder verla así.
—¡Vale, vale! ¡Te lo diré! —chillo, y se detiene.
—Buena decisión —asiente. Pero entonces baja la mirada y añade—: Pero espera un momento. Tengo que cambiarme las bragas. Me ruborizo.
marthagr81@yahoo.es
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El mundo de Brittany

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