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[Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
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[Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
CARCEL DE AMOR GP- SANTANA
Lo ultimo que Brittany Pierce quería oír era que su esposa a la que había intentando olvidar había pasado el último año injustamente encarcelada en Brasil y necesitaba que la visitara. Estaba dispuesta a hacer su papel a cambio de la firma de Santana en la solicitud de Divorcio.
Pero no habia contado con que la impresionante atracción entre ellas, siguiera siendo tan poderosa como siempre. La última vez habia llevado a la habitualmente sensata Brittany a una boda en las Vegas. Esa vez la consecuencia de rendirse a la química que compartían la vincularía a Santana para siempre.
Última edición por marthagr81@yahoo.es el Mar Oct 25, 2016 11:33 pm, editado 15 veces
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
capitulo 1
Voy a tener que dejarte- le dijo Brittany a su madre – Han acabado de embarcar, así que será mejor que apague el teléfono.
–Todavía tienes un rato –persistió Susan Pierce–. ¿Has terminado el trabajo para la compra Evans?
–Sí
–Brittany intentó que su voz no sonara áspera.
Quería apagar el teléfono y relajarse. Brittany odiaba volar. En realidad, lo que odiaba era el despegue. Quería cerrar los ojos y escuchar música, e inspirar lenta y profundamente antes de que el avión iniciara el despegue del aeropuerto de Sídney. Pero su madre, como siempre, quería hablar de trabajo.
–. Como te dije, todo está al día.
–Bien –dijo Susan.
Brittany enrolló un largo mechón de pelo rubio en el dedo, como hacía siempre que estaba tensa o concentrándose.
–Tienes que asegurarte de dormir en el avión, Brittany, para ponerte en marcha en cuanto aterrices. No creerías cuánta gente hay. Hay tantas oportunidades...
Brittany cerró los ojos y contuvo un suspiro de frustración mientras su madre seguía hablando sobre la conferencia y luego pasaba a los detalles de viaje.
Brittany ya sabía que un coche la recogería en el aeropuerto de Los Ángeles para llevarla directa al hotel donde se celebraba la conferencia. Y sí, sabía que tendría media hora para lavarse y cambiarse de ropa. Los padres de Brittany tenían una presencia prominente en el mercado inmobiliario de Sídney, y buscaban ampliar su cartera invirtiendo en el extranjero para algunos de sus clientes. Habían ido a Los Ángeles el viernes para hacer contactos, mientras Brittany ponía al día el papeleo en la oficina antes de reunirse con ellos. Brittany sabía que tendría que estar mucho más emocionada con la perspectiva de un viaje a Los Ángeles. Normalmente le encantaba visitar lugares nuevos y, en el fondo, sabía que no tenía motivo de queja: volaba en clase ejecutiva y se alojaría en el suntuoso hotel donde se celebraba la conferencia.
Haría el papel de profesional de negocios de éxito, al igual que sus padres. A pesar de que, a decir verdad, el negocio familiar no iba demasiado bien en ese momento. Sus padres nunca dudaban en apuntarse al último plan para hacerse ricos en dos días.
Brittany, sensata ante todo, había sugerido que solo uno volara a la conferencia, en vez de ir todos; o incluso que no fueran y se concentraran en las propiedades que ya tenían en catálogo. Por supuesto, sus padres no habían ni querido oír hablar de eso. Habían insistido en que ese era el siguiente gran paso. Santana López, Brittany lo dudaba. Pero no era eso lo que la inquietaba. En realidad, cuando había sugerido que solo fuera uno de ellos, había tenido la esperanza de que se plantearan enviarla a ella, que se ocupaba de los aspectos legales.
Una semana fuera no era solo un lujo, empezaba a convertirse en una necesidad. Y no por ir a un hotel bueno, habría dormido en una tienda de campaña si hacía falta, sino por el descanso, por tener un respiro y poder pensar. Brittany se sentía como si se estuviera sofocando; fuera donde fuera, sus padres estaban allí, sin darle espacio para pensar. Había sido así desde donde le alcanzaba la memoria, y a veces se sentía como si toda su vida hubiera sido planeada con antelación por sus padres. Seguramente, así era.
Brittany tenía poco de qué quejarse. Tenía su propio piso en Bondi pero, dado que trabajaba doce horas diarias, nunca lo disfrutaba. Los fines de semana siempre había algo que requería su atención: una firma que faltaba, un contrato por leer. Parecía que no acababa nunca.
–Vamos a ver un par de propiedades esta tarde... –su madre siguió hablando mientras se iniciaba un frenesí de actividad en el pasillo, junto al asiento de Brittany.
–Pues no concretéis nada hasta que llegue yo –advirtió Brittany–. Lo digo en serio, mamá.
Vio que dos azafatas ayudaban a una morena. Desde donde estaba, Brittany no podía ver su rostro pero, a juzgar por su físico, la chica no parecía necesitar asistencia. Era baja y estaba en forma. Parecía más que capaz de poner su ordenador en el compartimiento de equipaje, pero las azafatas revoloteaban a su alrededor, se hacían cargo de su chaqueta y le pedían disculpas mientras ocupaba el asiento contiguo al de Brittany.
Cuando vio su rostro, Brittany perdió por completo el hilo de la conversación con su madre. Era una chica guapísima, con pelo negro, espeso y bien cortado, lo llevaba un poco largo y le caía sobre la frente.
Pero lo que más le llamó la atención fue su boca, perfectamente dibujada, como una mancha roja oscura; aunque su expresión era hosca era una boca bellísima. Hizo a Brittany un leve gesto con la cabeza y se sentó a su lado. No parecía nada contenta. Brittany captó su aroma, una mezcla de colonia cara y olor natural. Aunque seguía intentando centrarse en lo que decía su madre, Brittany estaba pendiente de la tensa conversación que tenía lugar a su lado: las azafatas intentaban calmar a una chica que, por lo visto, no era fácil de conformar.
–No –le dijo a la azafata–. Resolveremos esto en cuanto hayamos despegado. Santana López Tenía una voz profunda y grave, con un acento que Brittany no conseguía ubicar. Podría ser español, pero no estaba segura. De lo que sí estaba segura era de que la mujer le estaba robando demasiada atención.
No era obvio; seguía hablando con su madre y enredándose el pelo en el dedo, pero no podía dejar de escuchar una conversación que no era asunto suyo.
–Una vez más –le dijo la azafata–, le pedimos disculpas por cualquier inconveniencia, señorita López –la azafata miró a Brittany y se dirigió a ella con educación, pero con voz más seca.
–. Tiene que apagar el teléfono, señorita Pierce. Estamos preparándonos para despegar.
–Tengo que dejarte, mamá –dijo Brittany–. Te veré allí –suspiró con alivio y apagó el teléfono–. Es lo mejor de volar –dijo, mientras lo guardaba.
–Volar no tiene nada de bueno –comentó su vecina de asiento con brusquedad. El avión empezó a circular por la pista–. Al menos hoy – matizó, al ver las cejas enarcadas de ella.
–Vaya, lo siento –ella le ofreció una leve sonrisa y dirigió la vista al frente.
Pensó que ella podía estar viviendo una crisis familiar o una situación de emergencia. Podía haber muchas razones que justificaran su mal humor, y no eran asunto suyo.
–Suele gustarme volar, lo hago a menudo, pero hoy no había asientos en primera clase –dijo ella.
A ella la sorprendió que se molestase en contestar. Giró la cabeza y parpadeó. Santana López A.K.A Santana dos Santos contempló los ojos azules que la miraban fijamente. Esperaba oír un murmullo de empatía o una alusión a la ineficacia de la compañía aérea, reacciones a las que estaba acostumbrada.
Pero ella la sorprendió.
–¡Pobrecita! –sonrió–. Mira que tener que sufrir y conformarse con ir en clase business.
–Como he dicho, vuelo mucho, y además de trabajar en el avión, necesito dormir, cosa que ahora será difícil. Admito que mi cambio de planes es de esta mañana, pero aun así... –no siguió.
Santana pensó que con eso quedaba explicado su mal humor. Tenía la esperanza de que se impusiera el silencio, pero la mujer habló de nuevo.
–Sí, es terriblemente desconsiderado que la línea aérea no reserve un asiento en primera clase por si se da la circunstancia de que tenga un cambio de planes.
Sonrió al decirlo y ella entendió que bromeaba, en cierto modo. No era como las personas con las que solía tratar. Normalmente la gente la veneraba o, en el caso de una mujer guapa, y posiblemente ella lo fuera, coqueteaba con ella. Estaba acostumbrada a las mujeres de cabello oscuro y bien arregladas de su ciudad natal. De vez en cuando le gustaban las rubias. Ella tenía el cabello rubio. Pero, a diferencia de las mujeres con las Santana López que ella solía salir, no se esforzaba en absoluto por destacar. Iba bien vestida, con un pantalón azul marino y una delicada blusa color crema. Pero la blusa estaba abotonada hasta arriba y no llevaba una gota de maquillaje. Bajó la vista y vio que tenía las uñas limpias y cuidadas, pero sin pintar. También vio que no llevaba alianza. Si los motores no hubieran aumentado las revoluciones en ese momento, tal vez ella habría captado su mirada. Si no hubiera vuelto la cabeza, tal vez habría visto una de sus muy escasas sonrisas. Para Santana, era refrescante que no pareciera impresionada por ella.
Pero hablaba demasiado. Santana decidió que a partir de ese momento, ella marcaría la pauta. Si volvía a hablar, la ignoraría. Tenía mucho trabajo que hacer durante el vuelo y no quería que la interrumpiera cada cinco minutos con un comentario.
Santana no era habladora, no desperdiciaba palabras en naderías, y no le interesaban las opiniones de esa mujer. Solo quería llegar a Los Ángeles habiendo trabajado y dormido lo más posible. Mientras el avión aceleraba en la pista, cerró los ojos y bostezó. Decidió sestear hasta que estuviera permitido encender el ordenador. Y entonces la oyó respirar. Muy fuerte.
Y el volumen siguió subiendo. Rechinó los dientes al oír su gemido cuando el avión se levantó de la pista. Se volvió para lanzarle una mirada de irritación pero, como ella tenía los ojos cerrados, tuvo que conformarse con contemplarla. En realidad, era una imagen fascinante: tenía la nariz respingona, los labios delgados y las pestañas de color rubio, como el cabello. Pero estaba increíblemente tensa y sus ruidosas y profundas inspiraciones la convertían en la mujer más irritante del mundo. No podría soportar eso durante doce horas; tendría que insistir en que sacaran a alguien de primera clase. Esa situación era insostenible.
Brittany inhalaba por la nariz y soltaba el aire por la boca, mientras se concentraba en controlar la respiración con los músculos del estómago, como recomendaban los ejercicios para controlar el miedo a volar. Se retorció el pelo y cuando eso dejó de ayudar, aferró los reposabrazos, asustada por el terrible ruido del avión al elevarse. Fue un despegue bastante turbulento, y esa era la parte del vuelo que ella más odiaba; no podía relajarse hasta que las azafatas se ponían de pie y se apagaba la señal de uso obligatorio del cinturón. El avión se ladeó un poco hacia la izquierda y Brittany apretó los ojos con más fuerza. Volvió a gemir y Santana, que había estado observándola todo el tiempo, notó que estaba muy pálida y no tenía ni gota de color en los labios. En cuanto se apagaran las luces, hablaría con una azafata.
A Santana López daba igual que hubiera una familia real en primera clase; ¡iban a tener que hacer sitio para ella! Consciente de que siempre se salía con la suya y de que pronto cambiaría de sitio, Santana decidió que podía permitirse ser agradable un minuto o dos. Era obvio que la mujer estaba aterrorizada.
–Supongo que sabe que este es el método de transporte más seguro, ¿no?
–Lógicamente, sí –contestó ella con los ojos aún cerrados–. Pero ahora mismo no me parece nada seguro.
–Pues lo es.
–¿Ha dicho que vuela a menudo? –quería que ella le dijera que volaba a diario, que el ruido que se oía era totalmente normal y que no había nada de qué preocuparse; de hecho, si fuera piloto, podría empezar a creer que todo iba bien.
–Todo el tiempo –respondió ella, relajada.
–¿Y ese ruido?
–¿Qué ruido? –escuchó un momento y todo le sonó de lo más normal.
Santana pensó que tal vez la que no era normal era ella, así que siguió hablándole.
–. Hoy vuelo a Los Ángeles, como tú, y dentro de dos días iré a Nueva York...
–¿Y después? –preguntó Brittany, porque la voz de ella era preferible a sus propios pensamientos.
–Después volaré a Brasil, a casa, donde espero tomarme un par de semanas de vacaciones.
–¿Eres de Brasil? –abrió los ojos y giró la cabeza, viendo los de ella por primera vez. Tenía los ojos negros y, en ese momento, le parecían un paraíso.
–. ¿Entonces, hablas...? –tenía la mente revuelta; seguía oyendo el ruido de los motores.
–Portugués –dijo ella.
Como si estuviera allí para entretenerla, sonrió y le ofreció más opciones.
–. O puedo hablar francés. O español, si lo prefieres. –El inglés me va bien.
No había necesidad de seguir hablando. Ella vio como el color volvía a sus mejillas y que se pasaba la lengua por los labios rosados.
–Estamos en el aire –dijo Santana. Un instante después sonó la campanita y las azafatas se levantaron. Por fortuna, el pánico de Brittany había llegado a su fin y exhaló con fuerza.
–Lo siento –le sonrió avergonzada–. No suelo ponerme tan mal, pero había mucha turbulencia.
Santana no creía que hubiera habido turbulencia, pero no iba discutir ni dar pie a más conversación.
–Me llamo Brittany, por cierto –se presentó ella.
Santana no tenía interés en saber su nombre.
–Brittany Pierce.
–Santana –dijo ella con desgana. Santana López.
–Lo siento mucho, de veras. A partir de ahora estaré bien. No tengo problema con volar, es el despegue lo que no puedo soportar.
–¿Y el aterrizaje?
–Eso no me molesta.
–Entonces nunca has volado a São Paulo –dijo Santana.
–¿Es de allí de dónde eres?
Santana asintió, agarró la carta y empezó a leerla, hasta que recordó que iba a cambiar de asiento. Pulsó el botón para llamar a la azafata.
–¿Es un aeropuerto muy concurrido?
Santana miró a Brittany como si hubiera olvidado que estaba allí, o que hubieran estado hablando.
–Mucho –dijo.
Vio que una azafata se acercaba con una botellita de champán. Sin duda había supuesto que había llamado para pedir bebida, al fin y al cabo, conocían sus preferencias. Cuando abría la boca para hablar, Santana se dio cuenta de que sería una grosería pedir un cambio de asiento delante de Brittany. Decidió beber algo y luego ir a hablar con la azafata en privado. Mientras le servían la bebida, notó que ella la miraba y se volvió con irritación.
–¿También querías beber algo?
–Por favor –ella sonrió.
–Para eso sirve el timbre –replicó Santana.
Ella no pareció darse cuenta de que estaba siendo sarcástica así que, resignada, pidió otra copa. Poco después, Brittany saboreaba la bebida. Estaba deliciosa, burbujeante y helada, y tenía la esperanza de que pusiera fin a su parloteo, pero no fue así. Por lo visto, los nervios por el vuelo y por estar junto a una mujer tan guapa habían tenido el efecto de darle cuerda a su lengua.
–Parece inadecuado beber a las diez de la mañana –se oyó decir, y deseó darse de bofetadas.
Brittany no sabía qué le estaba ocurriendo. Santana no contestó. Su mente volvía a estar centrada en el trabajo o, más bien, en todo lo que tenía que acabar para poder tomarse tiempo libre. Iba a tomarse vacaciones. Hacía al menos seis meses que no paraba, y estaba deseando estar de vuelta en Brasil, el país que amaba, con la comida que adoraba y la mujer que la adoraba a ella y que sabía como eran las cosas...
Dejó escapar el aire mientras lo pensaba, una exhalación que sonó muy parecida a un suspiro. Un suspiro de aburrimiento, incluso. Santana se preguntó cómo podía serlo. Tenía todo cuanta persona podía desear y había trabajado muy duro para conseguirlo, para garantizar que nunca tendría que volver al lugar del que había salido.
Santana se dijo que ya tenía esa garantía; podía parar un poco. Un periodo de tiempo en Brasil la libraría de su sensación de inquietud. Pensó en el vuelo a casa, en el avión aterrizando en São Paulo y, Santana López de repente, se sorprendió a sí misma. Se había terminado el champán, así que podría haberse levantado para ir a hablar con la azafata. Pero en vez de hacerlo, volvió la cabeza y habló con ella. Con Brittany.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Me gusta tu nueva historia!!!
Mmmm casamiento furtivo???
Va a ser divertido!!!
Mmmm casamiento furtivo???
Va a ser divertido!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Pues la mamá de Britt muy pesada por lo visto, no la deja respirar....
San engreída y payasa jajajaja, pero muy guapa....
Todo lo contrario, haber como se da el inicio de todo !!!
San engreída y payasa jajajaja, pero muy guapa....
Todo lo contrario, haber como se da el inicio de todo !!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Muy interesante, a ver como se da lo del matrimonio entre ellas y con la esperanza de que quien espera a santana no sea la eterna elaine!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
3:) escribió:Me gusta tu nueva historia!!!
Mmmm casamiento furtivo???
Va a ser divertido!!!
GRACIAS, ME SIENTO SUPER BIEN CUANDO LES AGRADA Y LES GUSTA Y LEEN LAS ADAPTACIONES QUE SON HECHAS PARA USTEDES.
CASAMIENTO?????? TAN PRONTO????? TU CREEES???? CON SOLO UN ENCUENTRO??????? UN IMPULSO LOCO ENTRE LAS BRITTANA?????? YA VEREMOS.........
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
JVM escribió:Pues la mamá de Britt muy pesada por lo visto, no la deja respirar....
San engreída y payasa jajajaja, pero muy guapa....
Todo lo contrario, haber como se da el inicio de todo !!!
Dos polos opuestos,, pero lo opuesto por regla general se atraen...
Santana es una engreida pero esto tiene su motivo, no abandones la historia y sabras lo intensa que es esta adaptacion.....
Espero te este gustando la historia aunque no hemos llegado a la parte hot....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
micky morales escribió:Muy interesante, a ver como se da lo del matrimonio entre ellas y con la esperanza de que quien espera a santana no sea la eterna elaine!!!!!
Oye quien a mencionado matrimonio??????????????
y veo que no has notado algo, las adaptaciones que he hecho Elaine y Rachel van perdiendo protagonismo reduciendo la participacion a la minima potencia.....
y Elaine no tiene participacion en esta historia... Rachel aun no he decidido si conservarla en el papel que habia decido darle, pero lo estoy pensando todavia.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
CAPITULO 2
São Paulo está muy densamente poblada. Sobrevolaban el agua y ella miraba por la ventanilla. Se dio la vuelta al oír su voz y Santana le habló de la tierra que amaba, de los kilómetros y kilómetros de interminable ciudad.
–Es difícil explicarlo si no se ha visto, pero cuando el avión desciende sobrevuela la ciudad durante mucho tiempo. El aeropuerto de Congonhas está a solo tres kilómetros del centro. Le contó a Brittany que la pista de aterrizaje era muy corta y de difícil acceso, mientras ella la miraba con preocupación.
–Si hace mal tiempo, el capitán, la tripulación y la mayoría de los paulistanos ... –al ver que ella fruncía el ceño, empezó de nuevo–. La gente de São Paulo o que conoce el aeropuerto contiene la respiración cuando el avión desciende –sonrió–. Ha habido muchos sustos, y accidentes también.
A ella le pareció fatal que le dijera algo tan horrible. ¡Y le había parecido atractiva!
–¡No estás ayudando nada! –protestó.
–Claro que sí. He entrado y salido del aeropuerto de Congonhas más veces de las que recuerdo, y sigo aquí para contarlo. No tienes por qué preocuparte.
–Ahora también tengo miedo de aterrizar.
–No pierdas el tiempo en tener miedo –dijo Santana.
Se puso de pie para recuperar su ordenador. No le gustaba la cháchara, y menos cuando volaba, pero la había visto muy nerviosa durante el despegue y no le había molestado hablarle. En ese momento estaba callada y miraba por la ventanilla; se dijo que tal vez no fuera imprescindible cambiar de asiento. La azafata empezó a servir tentempiés y Brittany adivinó que la señorita López estaba siendo compensada con algunos bocaditos especiales que, sin duda, eran del menú de primera clase. Como estaba sentada a su lado también se los ofrecieron a ella.
–Caviar iraní en blinis de trigo, con crema agria y eneldo –ronroneó la azafata, pero Santana estaba demasiada ocupada para fijarse en lo que le ponían delante. Estaba montando su puesto de trabajo y Brittany oyó su gruñido de frustración cuando tuvo que mover el ordenador a un lado. ¡Estaba claro que echaba de menos la mesita de primera clase!
–No hay sitio... –calló al darse cuenta de que sonaba como un quejica habitual. No solía serlo porque no le hacía falta. Su asistente personal, Tina, se aseguraba de que todo fuera como la seda en su ajetreada vida. Pero Tina no había podido ejercer su magia ese día, y Santana tenía mucho que hacer antes de llegar a Los Ángeles.
–. Tengo mucho trabajo –dijo Santana, aunque no tenía necesidad de justificar su mal humor–. Tengo una reunión una hora después de aterrizar. Quería prepararla durante el viaje. Esto es muy inconveniente.
–¡Tendrás que comprarte un avión! –bromeó Brittany–. Tenerlo siempre en espera...
–¡Lo hice! –dijo ella.
Brittany parpadeó.
–. Y durante unos dos meses fue fantástico. Creí que era lo mejor que había hecho en mi vida –se encogió de hombros y volvió a concentrarse en su ordenador. Con una mano tecleaba números y con la otra quitaba todos los trocitos de eneldo de encima de los blinis antes de comérselos.
–¿Y entonces? –preguntó Brittany, intrigada. Era una chica distante y luego amistosa, ocupada pero tranquila a la vez, y muy picajosa respecto al eneldo, sin duda. Cuando los blinis estuvieron a su gusto, su forma de comer le pareció decadente: cerraba los ojos para saborear cada delicioso bocado que entraba en su boca. Todo lo que revelaba de sí misma hacía que Brittany deseara saber más. Quería que le contara por qué había sido un error tener su propio avión.
–Y entonces –dijo Santana, sin dejar de teclear en el ordenador–, me aburrí. El mismo piloto, la misma tripulación, el mismo chef, el mismo olor de jabón en el cuarto de baño. ¿Lo entiendes?.
–En realidad no.
–Aunque tu parloteo puede resultar molesto –se volvió hacia ella y esbozó una agradable sonrisa–, me alegro de haberte conocido.
–Yo también me alegro –Brittany le devolvió la sonrisa.
–Y si aún tuviera avión propio, no nos habríamos conocido.
–Tampoco si estuvieras en primera clase.
–Correcto –asintió Santana, tras pensar un momento–. Pero ahora, si me disculpas, tengo que seguir con mi trabajo –antes de hacerlo, decidió darle otra explicación por si no había entendido el sentido de sus palabras–. Por eso prefiero los vuelos comerciales, es muy fácil dejar que el mundo de uno se haga demasiado pequeño.
–Dímelo a mí –suspiró Brittany.
Eso sí que lo entendía de maravilla. Los hombros de Santana se tensaron. Situó los dedos sobre el teclado, esperando que ella volviera a hablar. Cuando lo hiciera, volvería a decirle que estaba intentando trabajar.
Santana apretó los dientes y se preparó para oír su voz, preguntándose si pensaba hablarle todo el camino hasta Los Ángeles. Pero ella no dijo nada más. Poco después, Santana se dio cuenta de que en realidad quería seguir conversando. Entonces fue cuando decidió dejar de trabajar durante un rato. Seguiría con el informe después.
–Dímelo a mí –dijo, cerrando el ordenador.
Ella no tenía ni idea de la concesión que le estaba haciendo. No sabía que su tiempo era un caro lujo que pocos podían permitirse, no Santana López tenía ni idea de cuánta gente daría cualquier cosa por tener diez minutos de su atención.
–Bah, no es nada –Brittany encogió los hombros–. Es solo que siento lástima de mí misma.
–Debe de ser difícil con la boca llena de caviar iraní.
Eso le hizo gracia, Santana le hacía reír. No era charlatán, pero cuando hablaba, cuando bromeaba y la miraba a los ojos, sentía un agradable cosquilleo en el estómago. Era una sensación nueva y emocionante. La chica era más que especial.
–Por la vida de pobreza –bromeó Santana, alzando su copa. Brindaron y, mientras la miraba a los ojos, Santana la dejó entrar en su vida. Era una mujer introvertida, extremadamente reservada. Había crecido teniendo que serlo, por cuestiones de supervivencia. Pero, por primera vez en mucho tiempo, optó por relajarse, olvidar el trabajo y estar con ella, sin más.
Mientras charlaban, permitió que la azafata volviera a poner el portátil en el compartimiento de equipaje. Estaban en la última fila de la clase business, disfrutando de su mundo privado. No tardaron en servirles la comida, y Brittany pensó que era muy agradable compartirla con Santana. La comida era una pasión para ella. Rara vez tenía tiempo de cocinar, y aunque comía fuera a menudo, casi siempre era en el mismo restaurante italiano al que llevaban a los clientes. Habían elegido distintos segundos y Santana sonrió al ver su cara cuando les sirvieron y descubrió que el steak tartare estaba crudo.
–Está delicioso –le aseguró-
–. ¿O prefieres comerte mi filete?
En el fondo, ella había sabido que era carne cruda, pero le había resultado muy difícil concentrarse en la carta con Santana sentada a su lado. Había pedido la comida al azar, sin pensar.
–No, está bien –dijo Brittany, mirando su plato.
En el centro había una montaña de carne picada cruda, con una yema de huevo en su cáscara encima, rodeada de montoncitos de cebollas, alcaparras y cosas así.
–. Siempre he querido probarlo. Pero suelo ir a lo seguro. Es bueno probar cosas distintas.
–Sí que lo es –dijo Santana–. A mí me gusta así.
Ella se atragantó porque había sonado como si hablara de sexo. Observó como Santana agarraba el cuchillo y tenedor, vertía el huevo sobre la carne, echaba encima cebollas y alcaparras, lo mezclaba todo y ponía salsa Worcestershire. Durante un instante, ella pensó que iba a cargar el tenedor y darle de comer, pero Santana volvió a concentrarse en su propia comida.
Brittany se sonrojó al darse cuenta del rumbo que había tomado su mente.
–¿Bueno? –preguntó Santana cuando ella tomó el primer bocado.
–Fantástico –dijo Brittany. Estaba bueno, no delicioso, pero hecho por Santana López sus manos podía decir que estaba fantástico.
–. ¿Qué tal tu filete? Santana cortó un trozo, lo pinchó con el tenedor y se lo ofreció. La morena que le había ofrecido una bebida a regañadientes y que le había dado la espalda más de una vez, le estaba dando comida de su plato.
Brittany se dijo que solo estaba siendo amigable. Estaba dando demasiada importancia a un sencillo gesto. Pero cuando fue a agarrar el tenedor, Santana lo levantó. Sus ojos negros buscaron los de ella mientras llevaba el tenedor a su boca y contemplaba cómo la abría. De repente, ella empezó a preguntare si había tenido razón antes. Tal vez Santana sí se hubiera referido al sexo. Pero si había estado flirteando, para cuando recogieron los platos de postre, ya no lo hacía. Santana leyó un rato y Brittany miró por la ventanilla hasta que la azafata cerró las cortinillas. Se atenuaron las luces de cabina y Brittany utilizó el mando para convertir el asiento en cama.
–¿Vas en busca de tu pijama de oro? –le preguntó a Santana, cuando ella se puso en pie.
–Y de un masaje –bromeó Santana.
Ella estaba adormilada cuando regresó. Contempló de reojo como se quitaba una prenda de ropa. Por supuesto, una azafata corrió a quitársela de las manos mientras otra le preparaba la cama. Después, Santana se quito los zapatos y se tumbó. Aunque no veía su guapo rostro, lo tenía grabado en la mente. Era muy consciente de su cercanía, y la oyó removerse un par de veces.
Admitió para sí que ella podía tener algo de razón. La cama era lo bastante grande para que Brittany se estirara, pero Santana estaba incomoda. La cama era demasiado pequeña para ella y no le resultaría cómoda para dormir. Para no pensar en ella, se obligó a concentrarse en el aburrido contrato Evans. Cuando estaba a punto de quedarse dormida, oyó a Santana moverse de nuevo. Abrió los ojos y parpadeó al ver su rostro sobre el suyo y encontrarse con sus intensos ojos negros. Sonrió.
–No me lo dijiste... –empezó Santana, invitándola a unirse a ella en una conversación de última hora.
–. ¿Por qué es tu mundo demasiado pequeño? Santana López.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Capítulo 3
Retiraron la partición que las separaba y se tumbaron de lado, cara a cara. Brittany sabía que seguramente sería la única vez en su vida que tendría a una mujer tan divina tumbada junto a ella, así que estaba más que dispuesta a renunciar al sueño por tan gloriosa causa.
–Trabajo en la empresa familiar –explicó Brittany.
–¿Y cuál es?
–Mis padres se dedican a la inversión inmobiliaria. Yo soy abogada.
Santana asintió, pero no tardó en fruncir el ceño, porque ella no le parecía una abogada.
–Pero apenas utilizo mis conocimientos. Me ocupo del papeleo y de los contratos. Santana vio que ponía los ojos en blanco. –Ni te imaginas lo aburrido que es.
–Entonces, ¿por qué lo haces?
–Buena pregunta. Creo que en el momento de mi concepción se decidió que sería abogada.
–¿Y no quieres serlo?
–Creo que no... –dijo ella, aunque le costaba bastante admitirlo.
Santana siguió contemplando su rostro en silencio, esperando a que le contara más.
–Dudo que esté destinada a eso; me costó sacar la nota mínima para matricularme, y en la universidad aprobaba por los pelos...
–Nunca digas eso en una entrevista –la interrumpió Santana.
–Claro que no –ella sonrió–. Solo estamos charlando.
–Bueno. Adivino que no fuiste una niña que soñaba con ser abogada. ¿No te ponías peluca blanca cuando jugabas? –torció la boca–. ¿No ponías a tus muñecas en fila para interrogarlas?
–No –ella sonrió.
–¿Y cómo acabaste siendo una?
–En realidad no sé por dónde empezar.
Santana miró su reloj y comprendió que cabía la posibilidad de que no escribiera el informe.
–Tengo nueve horas –Santana decidió en ese momento que se las dedicaría completas.
–De acuerdo
Brittany decidió que para explicarle cómo era su familia, convenía empezar por el principio–. En mi familia no hay mucho tiempo para pensar; incluso de niña tenía clases de piano, de violín, de ballet y varios tutores. Mis padres revisaban mis deberes continuamente, todo estaba enfocado hacia que entrara en la mejor escuela para que sacara las mejores notas y fuera a la mejor universidad. Y lo hice. Pero una vez allí siguió la presión. Agaché la cabeza y seguí trabajando, pero ahora Santana López tengo veinticuatro años y no estoy segura de estar donde quiero estar – era difícil explicarlo, porque viéndolo desde fuera, tenía una vida muy agradable.
–Te exigen demasiado.
–Eso no lo sabes.
–No te escuchan.
–Eso tampoco lo sabes.
–Sí lo sé –dijo Santana.
–. Cuando hablabas por teléfono dijiste cinco o seis veces «Mamá, tengo que dejarte». o «Tengo que irme ahora...» –vio que ella estaba sonriendo, pero no por la imitación de sus palabras, sino porque había estado escuchando su conversación. A pesar de estar rezongando e ignorándola, había estado pendiente–. Lo que hay que hacer es esto –levantó un teléfono imaginario y lo colgó.
–No puedo –admitió ella–. ¿Es lo que haces tú?.
–Por supuesto –afirmó Santana–. Dices «Tengo que colgar», y cuelgas.
–No es solo eso. Quieren saberlo todo sobre mi vida.
–Pues diles que no quieres discutirlo –dijo Santana– . Si una conversación toma un rumbo que no te interesa, lo dices.
–¿Cómo?
–Di: «No quiero hablar de eso» –sugirió Santana. Tal y como lo decía, parecía muy fácil.
–Pero tampoco quiero hacerles daño, ya sabes lo difíciles que son las familias a veces.
–No – Santana movió la cabeza–. Ser huérfana tiene algunas ventajas, y esa es una de ellas. Yo cometo mis propios errores –lo dijo con un tono de voz que no daba lugar a la compasión. De hecho, incluso sonrió, como si quisiera quitarle importancia al asunto.
–Lo siento.
–No tienes por qué.
–Pero...
–No quiero hablar de eso –afirmó Santana.
Tranquilamente, cambió de tema.
–. ¿Qué te gustaría hacer si pudieras hacer otra cosa?.
–Eres la primera persona que me ha preguntado eso –dijo ella, pensativa.
–La segunda –corrigió Santana–. Imagino que tú te has hecho esa pregunta a menudo.
–Últimamente sí –admitió Brittany.
–Dime, ¿qué serías?
–Chef.
Santana no se rio, ni dijo que ya tendría que conocer el steak tartare, ni puso los ojos en blanco.
–¿Por qué?.
–Porque adoro cocinar.
–¿Por qué? –no lo preguntó como si le costara entender que adorase la cocina, sino como si realmente quisiera que le dijera por qué. Santana López, Ella la miró fijamente y sus mentes se enzarzaron en una extraña batalla.
–Cuando alguien come algo que he guisado, preparado como corresponde. Cuando cierran los ojos un segundo... –no podía explicarlo–. Cuando te comiste esos blinis, cuando los probaste por primera vez, hubo un momento... –observó cómo la boca de Santana se curvaba con una sonrisa de comprensión.
–. ¿Sabían fantásticos?
–Sí. –Deseé haberlos cocinado
–Brittany pensó que quizás esa fuera la mejor manera de describirlo.
–. Me encanta comprar alimentos, planificar una comida, prepararla, presentarla, servirla...
–¿Solo por ver ese momento?
–Sí –Brittany asintió-
–. Y sé que lo hago bien porque, por muy insatisfechos que estuvieran mis padres con mis notas o mis decisiones, el domingo yo preparaba la comida y el resultado era siempre excelente. Sin embargo, era lo único en lo que mis padres procuraban desalentarme.
–¿Por qué? –esa vez preguntó porque sinceramente no lo entendía.
–¿Por qué ibas a querer trabajar en una cocina?
–Brittany imitó el soniquete de sus padres–. ¿Por qué, después de todas las oportunidades que te hemos dado? –su voz se apagó un momento–. Tal vez tendría que haberme enfrentado a ellos, pero es difícil con catorce años –le ofreció una sonrisa–. Sigue siendo difícil con veinticuatro.
–Si cocinar es tu pasión, entonces seguro que serías una gran chef. Deberías hacerlo.
–No sé –ella sabía que sonaba débil, que tendría que enviar a sus padres a hacer gárgaras, pero que había una cosa que quizás no había explicado bien.
–. Los quiero –dijo Brittany–. Son imposibles y dominantes, pero los quiero; y no me gustaría nada hacerles daño, aunque sé que probablemente tenga que hacerlo –esbozó una sonrisa desvaída–. Voy a intentar descubrir la manera de hacerles daño con mucha suavidad.
Pasados un par de segundos, Santana esbozó una sonrisa pensativa.
Brittany temió que sintiera pena de su debilidad, aunque ella no se consideraba débil.
–¿Cocinas mucho?
–Casi nunca –movió la cabeza–. Parece que nunca hay tiempo suficiente. Pero cuando lo hago... –le explicó que en su siguiente fin de semana libre prepararía lo que acababa de comer para sus amigos, y pasaría horas intentando darle el punto perfecto. Aunque en general iba a lo seguro, quería explorar todo tipo de comidas. Siguieron allí tumbadas y hablando de comida. A cierta gente le habría parecido una conversación aburrida, pero para Brittany fue una de las mejores de su vida.
Santana le habló de un restaurante que frecuentaba en São Paulo, famoso por sus pescados, aunque ella pensaba que no eran lo mejor de la carta segun Santana López.
Cuando Santana iba, siempre pedía la feijoada, que era un guiso de carne y judías negras, que a ella le sabía como si lo hubieran preparado los ángeles para alimentar su alma. En ese momento, Brittany se dio cuenta de que ya no tenía que enfrentarse solo a una pasión, sino a dos, porque su mirada era tan intensa y lo que decía tan interesante, que no quería que el viaje acabara. No quería que los susurros en la oscuridad llegaran a su fin.
–¿Cómo es que hablas tantos idiomas?
–Es bueno que lo haga. Así puedo llevar mis negocios a muchos países –Santana le dijo que era financiera internacional y después, aunque era inusual en ella, le contó un poco más–. Una de las monjas que cuidaba de mí cuando era una bebé hablaba solo español. Para cuando salí de ese orfanato...
–¿A qué edad?
–Con tres o cuatro años –dijo ella tras pensarlo un momento–. Para entonces hablaba dos idiomas. Luego aprendí inglés y, mucho después, francés.
–¿Cómo los aprendiste?
–Tenía un amigo inglés y le pedí que solo me hablara en su idioma. Y también... –rectificó antes de decir que los había buscado– leía periódicos ingleses.
–¿En qué idioma sueñas?
–Eso depende de dónde estoy –sonrió–, de dónde estén mis pensamientos.
Le dijo a Brittany que pasaba mucho tiempo en Francia, sobre todo en el sur. Brittany le preguntó cuál era su lugar favorito en el mundo. Santana iba a contestar que São Paulo, porque al fin y al cabo estaba deseando volver allí, al ritmo rápido y a las mujeres deslumbrantes, pero se lo pensó mejor y le dio una respuesta que la sorprendió incluso a ella. Habló de las montañas alejadas de la ciudad, de las selvas, los ríos y los manantiales, y de que tal vez tendría que pensar en comprar un sitio allí, algún lugar privado. Y después le dio las gracias.
–¿Por qué?
–Por hacerme pensar –contestó Santana–. He estado pensando en tomarme algo de tiempo libre para hacer más de eso mismo –no mencionó los clubes y las mujeres, ni la prensa que la perseguía en busca del último escándalo–. Tal vez debería tomarme un verdadero descanso.
Brittany le dijo que también prefería las montañas a la playa, aunque vivía en Bondi, y allí tumbadas reescribieron una visión de su futuro: ya no sería chef de un ajetreado hotel internacional, dirigiría un pequeño hostal situado en las colinas. Ella también preguntó sobre Santana. Muy rara vez le contaba sus cosas a alguien pero, sin saber por Santana López qué, esa noche contó un poco. No se reprimió. No lo contó todo, por supuesto, pero sí más de lo habitual. Al fin y al cabo, no iba a volver a verla nunca.
Le contó que había aprendido ella solo a leer y escribir, cómo se había educado a través de periódicos, cómo la sección de negocios la había fascinado siempre y lo bien que entendía cifras que amedrentaban a otros. Y le dijo cuánto amaba Brasil, porque allí se podía trabajar duro y jugar duro también.
–¿Necesita que le traiga algo, señorita Dos Santos? –preguntó la azafata, preocupada por si estaban molestando a su apreciada pasajera.
–Nada –no alzó la cabeza.
Habló mirando a Brittany–. ¿Puede dejarnos, por favor?
–¿Dos Santos? –repitió ella cuando la azafata se marchó.
Santana le explicó que era un apellido que se solía dar a los huérfanos. –Significa «de los santos» en portugués.
–¿Cómo te quedaste huérfana?
–No lo sé –admitió Santana–. Tal vez me abandonaron y me dejaron en el orfanato. No sé.
–¿Has intentado buscar a tu familia alguna vez? Ella abrió la boca para decir que prefería no hablar de eso, pero cambió de opinión.
–Sí lo he hecho –admitió–. Me habría gustado saberlo, pero fue imposible. Pedí a mi abogado, Miguel, que investigara, pero no encontró nada.
Brittany le preguntó cómo había sido crecer así, pero estaba profundizando demasiado y no era algo que quisiera compartir.
–No quiero hablar de eso –le dijo.
Así que siguieron hablando de ella. Brittany habría seguido eternamente, pero fue Santana quien se acercó demasiado al preguntarle si tenía alguna relación.
–No.
–¿Has tenido alguna relación seria?
–En realidad no –dijo ella, aunque no era del todo cierto–. Iba a comprometerme, pero lo cancelé.
–¿Por qué? –al ver que ella guardaba silencio, insistió–. ¿Por qué? –Se llevaba demasiado bien con mis padres –tragó saliva–. Era un colega –titubeó–. Es lo que decíamos antes sobre nuestros mundos haciéndose demasiado pequeños –dijo Brittany–. Comprendí que él empequeñecería el mío aún más.
–¿Lo afectó mucho?
–En realidad no –Brittany fue sincera–. No era una relación apasionada –volvió a tragar. No quería hablar de ese tema con Santana. Tendría que haberle dicho eso, pero optó por decirle que necesitaba dormir. Las luces tenues y el champán empezaban a tener efecto en ambas, así que pusieron punto final a la conversación y por fin durmieron.
Brittany no habría sabido decir cuánto durmieron, pero cuando se despertó se arrepintió de haber dejado de hablar y haber desperdiciado el poco tiempo que podían compartir. La despertó el olor a café y el zumbido de los motores. La miró y vio que Santana seguía dormida, igual de guapa con los ojos cerrados. Era casi un privilegio examinar en detalle a una mujer tan impresionante. Tenía el pelo negro peinado hacia atrás y la bonita boca relajada. Miró sus pestañas oscuras y pensó en el tesoro que había bajo sus párpados. Se preguntaba en qué idioma estaría soñando cuando Santana abrió los ojos.
Para Santana fue un placer verla al abrirlos. Había sentido la caricia de su mirada y se la devolvió.
–Inglés –contestó a la pregunta que ella no había formulado, ambas entendieron.
Había estado soñando en inglés, tal vez sobre ella. Entonces Santana hizo lo que siempre hacía cuando despertaba junto a una mujer bella. Fue algo más difícil de lo habitual, dado el hueco que las separaba y que no podía agarrar su cuerpo y acercarla al suyo, pero el resultado sin duda merecería el esfuerzo. Se apoyó en un codo y se movió hasta que su rostro estuvo sobre el de ella, mirándola.
–Nunca terminaste de decir lo que estabas diciendo –ella la miró intrigada–. Cuando dijiste que no era un relación apasionada....
Ella podría haberse movido y puesto fin a la conversación. La pregunta era inapropiada, pero nada le parecía inapropiado con Santana. No había nada que no pudiera decir cuando sentía su aliento en la mejilla y su bella boca tan cerca.
–Era yo la que no era apasionada.
–No puedo imaginar eso.
–Pues es cierto.
–¿Era porque no lo deseabas como me deseas a mí?
Brittany supo lo que estaba a punto de hacer. Y quería que lo hiciera. Así que Santana lo hizo. No tuvo la sensación de estar besando a una desconocida cuando sus labios se encontraron, lo que sintió fue sublime.
Sus labios eran sorprendentemente suaves y se movieron sobre los de ella un instante, causándole una falsa sensación de seguridad, porque cuando deslizó la lengua en su boca, lo hizo de forma directa y con intención. No era un beso de prueba y Brittany supo lo que le había ocurrido desde el principio, la razón de que hubiera parloteado la noche anterior. Una atracción tan instantánea que podría haberla besado así segundos después de sentarse a su lado. Así que ella le devolvió el beso.
Había más pasión en su beso de la que Brittany había sentido en toda su vida. Descubrió que un beso podía ser mucho más que un mero encuentro de labios cuando su lengua le dijo exactamente qué otras cosas le gustaría hacerle, entrando y saliendo de sus labios entreabiertos, con suavidad un momento y más brusco al siguiente. Después, metió la mano bajo su manta y le acarició el seno por encima de la blusa, de forma tan experta que ella anheló más.
Brittany enredó las manos en su pelo y Santana le acarició la piel con la mandíbula y su lengua exploró con más intención. Mientras ella se concentraba en eso y luchaba con su cuerpo para no arquearse hacia Santana, está introdujo la mano dentro de su blusa. Santana dejó todo atisbo de sutileza y trasladó la mano a su espalda y la atrajo para abrazarla. Ella se tragó el gruñido que vibró en la garganta de Santana cuando frotó su pezón con los dedos, con dureza y después con la palma, con más suavidad.
Para el mundo exterior parecerían dos amantes besándose, entregándose a una pasión indecente pero disimulada. Entonces Santana se situó casi sobre ella, envolviéndola con su aroma, mientras su boca y su mano trabajaban con más intensidad, consiguiendo con cada caricia que ella deseara aún más la siguiente.
De pronto, Brittany supo que tenía que parar lo que estaba pasando, tenía que apartarse, porque solo con la reacción a su beso tenía la sensación de que poder llegar al orgasmo.
–Déjate ir –susurró Santana contra su boca, dando voz a su pensamiento.
–Para –dijo ella casi sin aliento, aunque no quería que lo hiciera.
–¿Por qué?
–Porque está mal –contestó ella en su boca, de nuevo sobre la suya.
–Pero es muy agradable. Siguió besándola.
Ella cerró los labios, porque la sensación era demasiado intensa y la estaba llevando al borde del clímax. Santana entreabrió sus labios con la lengua y Brittany intentó cerrarlos y apretar los dientes, pero Santana insistió hasta que se rindió y volvió a aceptarlo.
Santana respiraba con más fuerza y seguía acariciando su seno; ella recordando dónde estaban, luchaba por no gritar, por no gemir, mientras la morena succionaba su lengua. Brittany se obligó a no agarrar su mano y llevarla mucho más abajo, como su cuerpo le suplicaba que hiciera, a no hacer que se pusiera encima de ella mientras Santana le hacía el amor con la boca. Ella no tenía ninguna posibilidad de ganar.
Santana apartó la mano de su pecho e hizo que soltara su pelo. Agarró su mano y la llevó debajo de su manta; ocultando lo que hacía con su cuerpo, la colocó sobre su larga y gruesa erección. Los dedos de ella anhelaban curvarse y acariciarlo, pero ella no lo permitió. Hizo que extendiera la palma de la mano y la sujetó contra ella. Entretanto, seguía besando su boca, mientras ella gruñía una protesta y su mano intentaba no acariciar, no sentir, no explorar su erección. Ganó Santana. Apagó su gemido con la boca y succionó, como si se tragara su grito de placer, y después, con toda crueldad, aflojó la presión sobre su mano y aceptó que la rodeara con sus dedos.
Alzó la cabeza y observó con una sonrisa satisfecha cómo ella, jadeando, se mordía el labio inferior, mientras Santana se esforzaba por no llegar al clímax. Deseó que las luces estuvieran encendidas para verla a todo color, deseó que estuvieran en su enorme cama para poder volver a empezar en cuanto ella hubiera acabado. Y decidió que lo harían.
–Eso –dijo Santana cuando volvió a sentirse, no en tierra, sino en el aire, a tres mil metros de altura–, ha sido el aperitivo. Ella pensó que había tenido razón al principio. Santana sí había estado hablando de sexo.
Brittany se puso una rebeca y se excusó cuando se encendió la luz. En el diminuto cubículo del aseo, examinó su rostro en el espejo y se abrochó el sujetador. Tenía la piel rosada tras sus profusas atenciones, los labios hinchados y los ojos chispeantes de excitación. La mujer que veía no era una mujer a la que conociera. Ya no era la misma que cuando Santana la había conocido. Nunca en su vida se había rebelado; nunca había saltado por la ventana de su dormitorio para ir a una fiesta. En la universidad había estudiado y trabajado a tiempo parcial, obteniendo las notas que sus padres esperaban, antes de incorporarse a la empresa familiar.
Siempre había hecho lo correcto, incluso en sus relaciones personales. Santana tenía razón. No había deseado a su novio como deseaba a Santana, y le había dado largas hasta que entendió que no podía comprometerse con alguien que no la atraía. Le había dicho a su novio que no quería tener sexo hasta estar segura de que la relación iba en serio, pero en cuando él empezó a hablar de anillos y de futuro, Brittany había sabido que era hora de poner punto final. Y eso era lo que la inquietaba. No era la mujer apasionada a la que Santana acababa de conocer y besar, era virgen y no sabía nada de hombres.
Unas cuantas horas libre de las riendas de sus padres y ya estaba tumbada de espaldas con un desconocido sobre ella y sintiendo un palpitar ilícito entre las piernas. Cerró los ojos avergonzada, pero cuando los abrió de nuevo y vio su brillo, el ardor de la vergüenza disminuyó. Ya no podía volver a ser la mujer que había sido e incluso si fuera posible, no renunciaría ni a un minuto del tiempo que había pasado con Santana. Oyó un golpecito en la puerta y se quedó helada durante un segundo. Luego se dijo que estaba siendo ridícula. Se cepilló los dientes, se peinó y se lavó en el diminuto lavabo, haciendo acopio de valor para volver a salir. Mientras recorría el pasillo vio que habían incorporado su asiento.
Intentó dar conversación a Santana mientras les servían el desayuno, pero Santana no parecía interesada. Era como si entre ellas no hubiera ocurrido nada. Se dedicó a leer el periódico y a mojar el cruasán en el café, como si no acabara de revolucionar su mundo. Retiraron el servicio de desayuno y Santana siguió leyendo. Cuando el avión inició su descenso, Brittany decidió que también odiaba el aterrizaje, porque no quería volver a su vieja vida. Pero era imposible volar para siempre. Brittany lo sabía. Y una mujer como Santana desaparecería en cuanto aterrizaran.
Sabía lo que ocurría con mujeres como ella, no era tan ingenua como para creer que había sido más que un entretenimiento. Aceptaba que no había sido más que sexo. Sin embargo, no era el sexo lo que la había enganchado a Santana.
Santana estiró las piernas. Sorprendentemente, el pantalón de su traje seguía sin estar arrugado. Ella se volvió hacia la ventanilla, intentando no pensar en lo que había bajo la tela, no pensar en lo que había sentido bajo los dedos, en el sabor de sus besos y en la pasión que había encontrado. Tal vez su vida habría sido más fácil si no se hubiera sentado junto a Santana; porque a partir de entonces estaba abocada a las comparaciones.
Y por poco que supiera, era consciente de que no había muchas mujeres como Santana.
Santana siguió leyendo el periódico, o aparentando que lo hacía. Su mente maquinaba, cancelando los planes del día. Sabía que seguramente habría un coche esperándola para llevarla al hotel, junto a sus padres. Pero ya se le ocurriría algo para salvar ese obstáculo. No tenía intención de esperar. O tal vez podría hacerlo. Organizar un encuentro con ella esa noche. Pensó en sus controladores padres y pasó una página. Le encantaba la idea de seducirla debajo de sus narices. Santana había decidido que ella era fantástica.
Recordó su rostro cuando llegaba al orgasmo bajo ella y se removió en el asiento.
–Señoras y señores... –se oyó la voz del capitán en los altavoces–. Debido a un incidente en el aeropuerto de Los Ángeles, todos los vuelos han sido desviados. Aterrizaremos en Las Vegas dentro de una hora. El capitán pidió disculpas por las inconveniencias y se oyeron los gruñidos y quejas de otros pasajeros.
Si hubiera estado sentada junto a cualquier otra persona Brittany también se habría quejado, o sentido miedo por la ampliación de vuelo, o se habría preocupado por el coche que la esperaba o por lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, cuando Santana la miró, sonreía.
–Viva Las Vegas –dijo Santana. Agarró el mando a distancia de ella, volvió a poner plano su asiento y retomó la situación donde la habían dejado.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Como dices el que sean todo lo contrario ha hecho que hagan click, hubo química, ambas hablando de temas que normalmente no tocan y menos porque son tan personales.
Además de que están aprovechando muy bien el tiempo en el avión. Aunque Britt esta confundida con el cambio de San, pero ahora que tienen más tiempo haber que tal les va!
Y sobretodo haber como reacciona San al descubrir que Britt es virgen.... Obviamente espero que su primera vez sea con ella !!
P.d. Obviamente no dejare de leer la historia, es perfecta!!
Además de que están aprovechando muy bien el tiempo en el avión. Aunque Britt esta confundida con el cambio de San, pero ahora que tienen más tiempo haber que tal les va!
Y sobretodo haber como reacciona San al descubrir que Britt es virgen.... Obviamente espero que su primera vez sea con ella !!
P.d. Obviamente no dejare de leer la historia, es perfecta!!
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Si que encasillaron a britt sus padres!!! Son una patada am higado!!!
Mmmm a veces puede ser super interrsante un viaje de 9 hs o mas en un avion!!!!
Las vegas!!! Lo que pasa en las vegas se queda en las vegas????
Mmmm a veces puede ser super interrsante un viaje de 9 hs o mas en un avion!!!!
Las vegas!!! Lo que pasa en las vegas se queda en las vegas????
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
JVM escribió:Como dices el que sean todo lo contrario ha hecho que hagan click, hubo química, ambas hablando de temas que normalmente no tocan y menos porque son tan personales.
Además de que están aprovechando muy bien el tiempo en el avión. Aunque Britt esta confundida con el cambio de San, pero ahora que tienen más tiempo haber que tal les va!
Y sobretodo haber como reacciona San al descubrir que Britt es virgen.... Obviamente espero que su primera vez sea con ella !!
P.d. Obviamente no dejare de leer la historia, es perfecta!!
ohh las primeras veces, creo que esta va a ser epica.....
Gracias....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
3:) escribió:Si que encasillaron a britt sus padres!!! Son una patada am higado!!!
Mmmm a veces puede ser super interrsante un viaje de 9 hs o mas en un avion!!!!
Las vegas!!! Lo que pasa en las vegas se queda en las vegas????
Creo que esos son los peores padres que pueden existir........
Oh lo que pasa en las vegas se queda en las vegas... Ademas las Vegas es la ciudad del Pecado...... que apetecible verdad....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Capítulo 4
Era una falsa alarma. Seguían sentadas en el avión, ya en la pista. En cuanto habían aterrizado en Las Vegas, Santana había encendido su teléfono y llamado a alguien. Hablaba en portugués. Interrumpió su conversación para informar a Brittany de que lo ocurrido en Los Ángeles había sido una falsa alarma y siguió hablando.
–Aguarda, por favor –dijo.
Se volvió hacia Brittany.
–. Estoy hablando con Tina, mi asistente personal. Puedo pedirle que reorganice también tu vuelo. Lo hará rápidamente, creo. «Y además», pensó Santana, «se asegurará de que nos sentemos juntas».
–¿Cuándo quieres llegar? –preguntó.
La respuesta normal habría sido que lo antes posible, pero sus reacciones con ella no tenían nada de normal. Santana la miraba con una invitación en los ojos, pero necesitaba decirle que lo que había ocurrido no era habitual para ella. En absoluto habitual. Santana hacía que se le encogiera el estómago, sus ojos esperaban, su boca era bellísima y no quería poner fin a su encuentro con un beso a la salida de un aeropuerto. No quería pasar el resto de su vida arrepintiéndose de no haber elegido la opción más excitante. Santana lo hizo por ella.
–Parece que hay sobrecarga. El aeropuerto será un infierno con tantos vuelos desviados. Podría decirle que nos reserve un vuelo para mañana
Santana ya había decidido. Hacía meses que no tenía veinticuatro horas para ella, hacía semanas que no dejaba de trabajar y no se le ocurría nadie mejor con quien escapar del mundo.
–Se supone que debo estar... –pensó en sus padres, esperándola en la conferencia, esperando que llegara, trabajara doce horas al día y aceptara estar a su disposición todos los fines de semana. Su familia tenía cada minuto, cada semana, cada año de su vida planificado, y a Brittany le apetecía poder respirar en libertad siquiera un día. O, más bien, esforzarse para respirar bajo Santana mientras la besaba y le robaba el aliento.
Santana miró su boca mientras esperaba su respuesta, observó el dedo en el que enredaba el pelo mientras decidía, hasta que se lamió los labios y contestó.
–Mañana –dijo Brittany–. Que sea para mañana.
Santana habló con Tina un momento más, le pidió que le deletreara su apellido, su fecha de nacimiento y el número de su pasaporte, después colgó.
Santana López –Hecho. Ella no sabía cómo era su vida, no entendía lo que significaba la palabra «hecho» en el mundo de Santana Dos Santos.
Mientras esperaban su equipaje, Brittany la besó por primera vez estando de pie, sintió toda la longitud de su cuerpo apretado contra el suyo. Santana cargó las maletas en un carro e hizo una cosa muy agradable e inesperada: se detuvo en una de las tiendas y le compró flores. Ella sonrió cuando se las dio.
–Cena, desayuno, champán, besos, caricias preliminares... –ni siquiera bajó la voz al darle las flores–. ¿He cubierto ya todo?
–No me has llevado al cine –dijo Brittany.
–No –ella movió la cabeza–. Echaban una película en el avión. Preferiste no verla. No puedes hacerme responsable de eso.
Pero lo había sido, sin duda. Ella sintió las espinas de las rosas cuando Santan se acercó más. –Considera el cortejo cumplido.
Para Santana no había largas colas de espera. Y como Brittany estaba con ella, sus trámites de aduanas también se aceleraron. No tardaron en salir del aeropuerto y entonces ella vio el primer atisbo de lo que significaba «hecho» en el mundo de Santana. Tina debía de haber estado muy ocupada, porque ya había un chófer esperando con un cartel que rezaba Santana dos Santos. Se ocupó de las maletas y lo siguieron a una limusina con las ventanas tintadas. Ella no pudo ver ni un atisbo de Las Vegas mientras conducían hacia el hotel, solo sintió un instante el ardiente sol del desierto. No, nunca vio Las Vegas. Estaba sentada en su regazo.
–Voy a ser una terrible decepción... –apartó el rostro del de Santana.
–No lo eres –gruñó Santana.
–Sí –el esfuerzo de ser racional le estaba partiendo la cabeza en dos-
–. Porque tengo que llamar a mi madre ahora mismo.
Con manos temblorosas marcó el número. La mente le daba vueltas, tenía que decirle que era virgen. ¡Sin duda iba a ser una decepción! Entretanto, Santana le estaba desabrochando los botones del pantalón y no tardó en palpar su trasero. Su boca succionaba uno de sus senos a través de la blusa y le costó mucho concentrarse en la conversación con su madre.
–Sí, sé que fue una falsa alarma –intentó sonar normal mientras hablaba con una Susan poco dispuesta a dejarse impresionar–. Pero los vuelos son un caos y no he conseguido nada antes de mañana –insistió por tercera vez en que era imposible llegar antes–. Te llamaré cuando haya encontrado hotel. Tengo que dejarte, mamá, la batería del móvil está a punto de agotarse.
Apagó el teléfono y Santana la giró de modo que estuviera sentada a horcajadas sobre ella. Sujetando sus caderas, la apretó contra sí para Santana López hacerle notar lo que pronto habría en su interior, y por primera vez ella sintió un poco de miedo.
–Santana...
–Vamos –ella le abrochó la blusa–. Casi hemos llegado.
Brittany se puso la rebeca para ocultar la mancha húmeda que la boca de ella había dejado en la blusa. No tardó en ver otro atisbo de su mundo. Tardaron pocos minutos en tener las llaves de la enorme suite y cuando llegaron su equipaje ya las esperaba. En cuanto la puerta se cerró a su espalda, Santana la besó y la tumbó sobre la cama. Se quitó la chaqueta, sacó un paquete de preservativos del bolsillo, los dejó en la mesilla y le bajó los pantalones y las bragas a la vez. Como una animal, gimió y enterró el rostro en la parte más privada de su cuerpo. Brittany sintió su ronroneo en la piel y esa nueva experiencia, unida a su excitación, le provocó terror.
–Santana –suplicó, cuando la lengua de ella inició su incursión–, cuando dije que mi relación no era apasionada...
–Ya hemos demostrado que eso no tenía nada que ver contigo – sus palabras sonaron apagadas, pero notó que ella se tensaba y cuando alzó la mirada vio la ansiedad de sus ojos.
–No he hecho esto antes –vio que Santana frunció el ceño.
–. No he hecho nada.
–Bien –dijo Santana tras una larga pausa–. Yo cuidaré de ti.
–Eso lo sé.
–Lo haré. Entonces su boca volvió a ponerse en funcionamiento y ella sintió su aliento en sitios en donde nunca había sentido el aliento de nadie, pero la tensión y el miedo no se disiparon. Santana lo percibió, porque se apoyó sobre los codos y miró su rostro sonrojado. Santana era una amante muy desinhibida; era la única parte de sí misma que entregaba de pleno. El sexo era tanto su descanso como su diversión, y con sus amantes habituales no había necesidad de conversaciones largas, de reticencias ni de tomarse su tiempo. Pero cuando miró sus mejillas arreboladas recordó sus largas conversaciones en el avión y lo agradable que era pasar tiempo real con otra persona. Pensó en todas las cosas que le había contado y que nunca compartía con nadie, y se dio cuenta de que no solo le gustaba la mujer que tenía debajo, sino también las palabras que habían salido de su boca. La besó, como si fuera la primera vez. Fue un beso suave, aunque apretó su erección contra ella mientras pensaba en qué hacer. Su intención inicial había sido tirarla sobre la cama y tomarla con rapidez para poder volver a empezar de nuevo, pero le gustaba de verdad y quería hacerlo bien. A fondo. Con propiedad.
–Ya sé... Sonó como si hubiera tenido una idea; dejó de besarla y, sonriente, se quitó de encima y fue al teléfono. Le dijo a Brittany que un baño la relajaría y mientras esperaban a que subieran a prepararlo, la envolvió en un enorme albornoz blanco. Ella, tumbada en la cama, observó cómo rebuscaba en su maleta y volvía a su lado con unos documentos. Señaló unas líneas.
–No entiendo esto –dijo ella tras leerlas.
–Tuve que hacerme una revisión en Sídney, para el seguro – explicó Santana.
–¿Y?
–No me preocupaban los resultados. Siempre utilizo protección –lo dijo con toda seriedad.
–No tomo la píldora –afirmó Brittany al comprender a qué se refería. Supo, por cómo se ensancharon sus ojos, que eso chafaba sus planes. –De todas formas... –calló y sacudió la cabeza para aclarársela.
Durante un segundo un bebé le había parecido una inconveniencia mínima en comparación con lo que podría perderse. Santana se dio cuenta de que empezaba a adorarla, y eso era señal de que tenía que alejarse.
–Santana, ¿estoy cometiendo un gran error?
–Si buscas amor, entonces sí –fue tan sincera con Brittany como lo era con todas las mujeres, porque sabía que su corazón seguiría cerrado–. Porque eso no va conmigo.
–¿Nunca?
–Nunca –afirmó Santana.
Ni siquiera soportaba la idea de que alguien dependiera de ella, no se veía manteniendo a otra persona, compartiendo y preocupándose por ella. Sin embargo, una parte de ella ya se preocupaba por Brittany.
–Entonces, quiero el tiempo que podamos tener –dijo Brittany.
Cuando la camarera se marchó, Santana la tomó de la mano y la llevó al cuarto de baño. La bañera estaba empotrada en el suelo. Ella se metió en el agua mientras Santana se desnudaba. Palideció al ver su impresionante erección. Santana la ranquilizó, asegurándole que no ocurriría nada entre ellas hasta que no estuviera lista. La sensación de confortarla y tranquilizarla era nueva para Santana; decidió que durante las veinticuatro horas siguientes, se permitiría sentir cariño por ella. Se metió en la bañera y la lavó lenta y sensualmente, deslizando el jabón sobre su piel sedosa. También le metió la cabeza en el agua, para ver cómo oscurecía el rojo de su cabello.
–Tu último novio, ¿intentó...? –preguntó Santana mientras le enjabonaba los brazos.
No entendía que un hombre soportara no estar con la bella mujer que tenía en sus brazos.
–Un poco... –dijo Brittany. Santana notó que hasta sus brazos enrojecían. –Yo solo...
–¿Qué? –le encantaba verla ruborizarse y se encontró sonriendo solo con ver el tono de su piel.
–Le dije que no quería hacer nada de eso hasta que fuéramos en serio. Ya sabes, hasta...
–¿Casarte? –los ojos de Santana se agrandaron.
–Comprometerme –corrigió ella.
–¿La gente de verdad dice eso? –su voz sonó incrédula mientras deslizaba las manos jabonosas hacia su cintura–. ¿Cómo ibas a saber si querías casarte con alguien si antes no...?
–Eso no tenía nada que ver. Yo no exigía un anillo. Comprendí que estaba poniendo excusas.
–¿Por qué? –deslizó las manos entre sus piernas–. ¿Por qué? – insistió.
–Porque no tenía ningún deseo de sentarme en una bañera con él y dejar que me lavara ahí –le costaba creer que Santana esperase que hablara mientras le hacía lo que estaba haciendo–. Y entonces él empezó a hablar de anillos.
–Ya lo imagino –Santana se preguntaba qué hombre no querría ponerle un anillo en el dedo. De repente, su mente visitó un lugar que no debía y Santana intentó ponerle freno. Lo que había entre ellas tenía que limitarse al sexo. Colocó las piernas de ella sobre las suyas y besó su hombro.
–Me encantó volar contigo –lo dijo como una caricia mientras levantaba su cabello, posaba la boca bajo su nuca y succionaba con fuerza. Ella cerró los ojos y sintió su mano moverse muslo arriba. Empezó a besar su cuello. Mientras se besaban y mordisqueaban, Santana movió la otra mano e introdujo un dedo en su interior. Brittany sintió un pinchazo de dolor y succionó su cuello con más fuerza. Santana introdujo otro dedo, ensanchándola, y ella le mordió el hombro. Sabía que Santana tenía que ensancharla, había visto que era enorme y para ella era la primera vez; la emocionó su gentileza y calma. Santana siguió metiendo y sacando los dedos, después besó su seno y chupó el pezón húmedo. Ella empezó a gemir y se alzó hacia sus dedos al sentir que el placer la envolviera. Santana comprendió que las cosas iban más deprisa de lo que había pretendido. La quería en la cama, o al menos tenía que ir por los preservativos.
–Vamos –iba a ponerse en pie, pero la mano de ella la encontró y decidió que también tenía derecho a jugar un poco. Le gustaba que la tocaran las mujeres. Pero nunca había esperado disfrutar tanto como estaba haciéndolo en ese momento. Nunca había esperado que ver el placer desnudo de sus ojos, mientras la exploraba tentativamente con las manos, pudiera hacerle sentirse como se sentía. Porque lo cierto era que Brittany disfrutaba. Era maravilloso sujetarla, enorme, resbaladiza y magnífica en sus manos. Seguía teniendo miedo, pero la excitaba la idea de sentirla dentro de ella.
–¿Así? –preguntó ella, al ver que Santana cerraba los ojos y apoyaba la cabeza en la pared de mármol.
–Así –afirmó ella, pero se corrigió–. Más fuerte –puso su mano sobre la de Brittany y le mostró cómo. La enseñó demasiado bien.
–Ven aquí –la situó sobre ella. Estaba a segundos del clímax, tenía que ir más despacio, pero necesitaba tenerla ya. Y era obvio que Brittany la deseaba en su interior.
–Necesitamos... –empezó Santana. Sabía que debía llevarla a la cama y ponerse un preservativo, pero la quería en ese momento y por una vez en su vida, tuvo dudas. Sabía que ella era la única con capacidad de pensar a esas alturas, y deseaba el placer. Pero sabía que si la penetraba no tendría ninguna posibilidad de retirarse a tiempo. Ella tenía las manos sobre sus hombros y Santana moldeaba sus nalgas. Quería rendirse, presionarla contra sí al tiempo que alzaba las caderas y la embestía. Y lo habría hecho si el teléfono de ella no hubiera sonado. Maldijo en portugués, después en francés y en español por la intrusión.
–Déjalo –le dijo. Pero volvió a sonar y, durante un instante, Santana recuperó el sentido común. Se puso en pie, tomó su mano, la ayudó a salir de la bañera y la llevó a la cama. Apagó el teléfono de ella y comprobó que el suyo también estaba apagado, porque estaba cansada de un mundo que no dejaba de invadir su tiempo. Miró los paquetes de aluminio y comprendió que lo último que deseaba era usar protección cuando penetrara a esa mujer.
–Quiero sentirte. Y quiero que tú me sientas. Su mente viajó a un lugar que no se permitía visitar. Mucha gente le había dicho que era mercancía dañada, que una mujer con su pasado no era capaz de una relación estable. Pero Santana quería un periodo de estabilidad. Estaba cansada del ruido y de la interminable sucesión de mujeres. No se había planteado el compromiso ni una vez, y no lo hacía en ese momento, pero sí se creía capaz de sentir cariño. Había amasado lo suficiente como para confiar en que podía cuidar de otra persona al menos un tiempo, y si su decisión tenía consecuencias, también podría ocuparse de ellas. En ese momento estaba segura de ello. Lo haría. Ese día no quería a otras personas a su alrededor, no quería que nada nublara sus pensamientos. En su experiencia, las ideas instintivas solían ser correctas y demostraban ser las mejores. La miró y, al ver a una virgen sonrosada y cálida en su cama, decidió que haría las cosas bien. A fondo. Con propiedad.
–Cásate conmigo. Ella se rio. –Lo digo en serio. Eso es lo que hace la gente cuando viene a Las Vegas. –Creo que suelen conocerse antes.
–Yo te conozco.
–No me conoces.
–Sé lo suficiente –dijo Santana-–. Tú no me conoces a mí. Quiero hacer esto. Y Santana dos Santos conseguía lo que quería.
–No hablo de para siempre, nunca podría asentarme con una persona o quedarme en un sitio durante mucho tiempo, pero puedo ayudarte a solucionar las cosas con tu familia. Yo puedo entrar para darte opción a salir.
–¿Por qué? –ella no lo entendía–. ¿Por qué ibas a hacer eso?
Santana la miró largamente antes de contestar. Era una buena pregunta. Santana había tenido muchas relaciones, muchas sin ningún impacto emocional, y un par de ellas caras y de larga duración. Pero nunca antes en su vida se había planteado el matrimonio. Nunca había querido a una persona a su lado. De hecho, había temido que otra persona llegara a depender de una persona que había salido de la nada. Sin embargo, mirándola a ella nada de eso la asustaba. Por primera vez, confiaba plenamente en sí misma.
–Me gustas.
–Pero, ¿qué sacarías tú de ello?
–A ti –contestó Santana. De repente, le pareció imperativo casarse con ella, hacerla suya aunque solo fuera durante un tiempo–. Me gusta solucionar cosas y me gustas tú –señaló los preservativos que había en la mesilla–. Y no me gusta usar eso. Así que –dijo, llevando la mano al teléfono del hotel–, ¿quieres casarte conmigo?.
Ella no la entendía, pero también había dejado de entenderse a sí misma; en ese momento su proposición le pareció bastante lógica. De hecho, era una solución.
–Sí.
Santana habló por teléfono un momento, luego se volvió hacia su futura esposa y sonrió.
–Hecho.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
vaya me preguntaste quien hablo de boda y ya ves.... bueno, las cosas bastante rapidas asi que a ver como va todo luego de consumar su matrimonio!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Ya me hacia la idea de que se ponian borrachas y la tipica noche de vegas... y terminaban al otro dia en boda... jajaja
Va a ser interesante las 24 hs en las vegas...
A ver la boda!!! Jajaj
Va a ser interesante las 24 hs en las vegas...
A ver la boda!!! Jajaj
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Vaya.... Están pasando muy rápido las cosas, San cuidando y protegiendo a Britt. Disfrutando de verdad del momento que tienen.
Y el que Britt sea diferente a todo lo que ha conocido ha sacado cosas que pensaba estaban fuera de su vida.
Así que matrimonio antes de hacer el amor, San esta haciendo las cosas muy bien jajajaja! Y el considerar un bb es algo muy grande, pero en fin haber como va la boda !!
P.d Como nos dejas ahí?? Jajajaja
Y el que Britt sea diferente a todo lo que ha conocido ha sacado cosas que pensaba estaban fuera de su vida.
Así que matrimonio antes de hacer el amor, San esta haciendo las cosas muy bien jajajaja! Y el considerar un bb es algo muy grande, pero en fin haber como va la boda !!
P.d Como nos dejas ahí?? Jajajaja
JVM- - Mensajes : 1170
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
micky morales escribió:vaya me preguntaste quien hablo de boda y ya ves.... bueno, las cosas bastante rapidas asi que a ver como va todo luego de consumar su matrimonio!!!!!
jajajjaj pense que ya habrias leido el libro y que tendria que cambiar o no continuar con la adaptación, por eso me hice la loca y pregunte: De que boda hablan????
Las cosas en esta adaptacion pasaran volando y antes de que se den cuenta ya estaremos en le final asi que disfrutenla.....
Ya verán lo que pasa después de casarse........
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
3:) escribió:Ya me hacia la idea de que se ponian borrachas y la tipica noche de vegas... y terminaban al otro dia en boda... jajaja
Va a ser interesante las 24 hs en las vegas...
A ver la boda!!! Jajaj
sip verdad, podrian haber ido por ese camino.... Pues no mas tardanza aca la boda Britanna y su muy peculiar luna de miel, despues me dejan sus comentarios porque quiero saber que les parecio....
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
JVM escribió:Vaya.... Están pasando muy rápido las cosas, San cuidando y protegiendo a Britt. Disfrutando de verdad del momento que tienen.
Y el que Britt sea diferente a todo lo que ha conocido ha sacado cosas que pensaba estaban fuera de su vida.
Así que matrimonio antes de hacer el amor, San esta haciendo las cosas muy bien jajajaja! Y el considerar un bb es algo muy grande, pero en fin haber como va la boda !!
P.d Como nos dejas ahí?? Jajajaja
Preparense esta adaptacion es tipo flash, disfrutenla por que tiene un ritmo bien rapido, es una historia corta pero intensa y muy muy bonita elegida con mucho cariño para todas ustedes que se toman el tiempo en leer mis adaptaciones...
Por lo menos en eso Santana fue decente, casarse antes de consumar cualquier relacion.... aunque fue un impulso muy muy romantico....
PD. eso me lo vas a preguntar en cada capitulo, no me gusta dejarlas en vilo o a medias pero en este caso lo siento, siempre querran mas.... y pues ni modo tendran que esperar...... hasta la proxima actualizacion......
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
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Fue la boda más rápida del mundo. O tal vez no. Al fin y al cabo, estaban en Las Vegas. Santana llamó al conserje y le informó de sus planes y cómo quería que los pusieran en práctica.
–¿Quieres que te suban una selección de vestidos? –le preguntó a Brittany–. Es tu día; puedes pedir lo que quieras.
–No quiero vestido –Brittany sonrió.
Pero sí hubo algunos elementos tradicionales. Encargó montones de flores, que llegaron a la suite junto con champán y una tarta de boda. Brittany sentada a la mesa, se probaba anillos mientras el celebrante preparaba el papeleo. Santana eligió una selección de música de su teléfono. Brittany se encontró escuchando música que desconocía junto a una mujer a quien deseaba conocer, ambas luciendo albornoces blancos..
Santana le puso en el dedo el anillo de platino y diamantes que había elegido. Aunque pareciera extraño, en la mente de ella no hubo ni un destello de duda cuando le dio el sí. Tampoco lo hubo en la mente de Santana cuando besó a su esposa virgen y le dijo que se alegraba de estar casada con una mujer a la que había conocido el día anterior.
–Hoy –la corrigió Brittany. Dada la diferencia horaria entre Las Vegas y Australia, aún era el mismo día en que se habían conocido.
–Siento haberte metido tanta prisa –sonrió Santana. Cuando todos se fueron, ambas sintieron una mezcla de nerviosismo y alivio. Santana le desató el albornoz y se quitó el suyo. Después la echó sobre la cama.
–Pronto –prometió Santana, mientras sus manos la acariciaban–, estarás preguntándote cómo has conseguido vivir sin esto.
–Ya me lo pregunto –admitió Brittany, y no se refería solo al sexo. Hablaba también de ella. Nunca se había abierto tanto a otra persona, nunca se había sentido más ella misma. El beso de Santana fue increíblemente tierno, un beso que ella nunca habría esperado de ella. La besó hasta que estuvo casi relajada y luego empezó a devorarla.
Necesitaba un afeitado, pero a ella le gustó cómo raspaba su entrepierna, le gustó sentir su cuerpo desnudo envolviéndola. Ella estaba de espaldas y Santana encima, tal y como había deseado en el avión. No podía esperar ni un momento más. Le abrió las piernas con las rodillas y deslizó los dedos en su interior para comprobar que estaba lista para ella. Y lo estaba. Ya no había nada entre ellas. Y Santana ya no tenía paciencia. Le advirtió que le dolería un poco. Observó su rostro cuando se contrajo de dolor y luego la besó en la boca con fuerza. Mientras la penetraba ella gritó en su boca, porque esa primera embestida parecía no acabarse nunca y tenía la sensación de estar rasgándose para acomodar su largo y grueso miembro.
Santana intentó ser gentil, pero era demasiado grande para eso. Pero una vez pasado el primer momento, siguió moviéndose dentro de ella, besando sus labios y su rostro, sin darle otra opción que acostumbrarse a las nuevas sensaciones que la invadían. Se movió en su interior hasta volverla loca de deseo. Dejó de besarla y ella la miró; vio su rostro tenso de concentración, los ojos cerrados y el cuerpo moviéndose rápidamente cuando el de ella se alzaba hacia el suyo. Entonces fueron las manos de Brittany las que la apremiaron, clavando los dedos en sus nalgas, gimiendo mientras buscaba el alivio de la tensión. De repente, Santana abrió los ojos y se vació dentro de ella, hasta la última gota. El orgasmo de ella no tardó en llegar, un auténtico frenesí tan poderoso que casi sintió miedo.
Santana se derrumbó sobre ella, jadeando, y aunque parecía un sueño, de algún modo era real. Brittany supo que Santana había tenido razón, no sabía cómo había sobrevivido sin eso.
Sin ella.
–¿No deberíamos estar arrepintiéndonos a estas alturas? –peguntó Brittany. Estaban tumbadas en una cama muy revuelta y era por la mañana. Tenía el cuerpo deliciosamente dolorido, pero Santana le había asegurado que para la lección de esa mañana solo necesitaría la boca.
–¿De qué hay que arrepentirse? –se dio la vuelta en la cama y la miró.
Nunca le daba por la felicidad, pero ese día sentía la caricia de sus rayos. Le había gustado despertarse con ella; lo demás eran detalles que no tardaría en solucionar.
–Tú vives en Brasil y yo en Australia...
–Como sabemos, hay aviones –la miró por encima de la almohada–. ¿Te preocupas por todo?
–No.
–Yo creo que sí.
–No.
–¿Cómo vamos a decírselo a tus padres?
Ella hizo una mueca.
–Es posible que se alegren por ti.
–Lo dudo. Será un golpe terrible –con la vuelta al mundo real, llegó la confusión–. Creo que cuando se acostumbren a la idea, se alegrarán – tragó saliva, nerviosa–. Creo.
–Antes de nada, tienes que hacerte a la idea tú –sonrió al ver su expresión preocupada.
–No sé mucho de ti.
–No hay mucho que saber –dijo Santana.
Ella lo dudaba bastante.
–No tengo familia, como he dicho, así que te has librado de tener suegra. Mis amigos dicen que a veces son un problema. ¡Has tenido suerte!
Brittany pensó que podía ser muy frívola respecto a cosas importantes, y había muchas cosas que quería descubrir sobre ella. Para empezar, se preguntaba cómo había sobrevivido sin una familia y cómo había alcanzado el éxito a partir de la nada. Intuía que, a diferencia de su boda, algunas cosas tendrían que ir despacio; no podía lanzarle mil preguntas sin más. Sabía que no era un tema del que le gustaría hablar, pero lo intentó.
–¿Cómo fue crecer en un orfanato?
–Hubo muchos orfanatos –dijo ella–. Me cambiaban de sitio a menudo –tal vez se dio cuenta de que eso no contestaba a su pregunta, porque añadió–. No lo sé, la verdad. Intento no pensar en ello.
–Pero...
–Estamos casadas, Brittany. Pero eso no significa que necesitemos contárnoslo todo. Disfrutemos de lo que tenemos, ¿vale?
–¿Vives en São Paulo? –preguntó ella, decidiendo que era mejor empezar por lo fácil.
–Tengo un apartamento allí –dijo Santana–. Cuando trabajo en Europa suelo quedarme en mi casa de Villefrance-sur-Mer. Y supongo que ahora tendré que buscar algo en Sídney –sonrió malévola–. Si tu padre se enfada mucho, tal vez podría preguntarle si conoce alguna buena casa, si podría ayudarme a encontrar una.
Brittany empezó a reírse, porque daba la impresión de que Santana entendía bien su entorno. Santana tenía razón; una buena comisión apaciguaría a su padre en gran medida. El disgusto se les pasaría con el tiempo, y sus superficiales padres estarían encantados de buscarle una casa a su nuevo y rica nuera. El sol entraba entre las cortinas y Brittany, tumbada en la cama, empezó a darse cuenta de que nunca había sido tan feliz. Pero incluso así, sabía que la noche anterior habían corrido un riesgo injustificado.
–Empezaré a tomar la píldora –dijo–. Si no es demasiado tarde.
Santana le había dicho que la relación no era para siempre, y la alianza que el día anterior le había parecido una solución, ya no se lo parecía tanto.
–Si lo de anoche tiene consecuencias a largo plazo, ambos tendréis todo lo necesario. –¿Durante un tiempo? Santana la miró y supo que, a diferencia de la mayoría de las mujeres, Brittany no hablaba de dinero. Pero su cuenta bancaria era lo único que no estaba manchado por su pasado.
–Durante un tiempo –dijo Santana–. Te prometo que en pocas semanas estaremos discutiendo, volviéndonos locas, y no de lujuria – sonrió cuando no correspondía, pero ella le devolvió la sonrisa–. Te alegrarás de verme marchar. Ella lo dudaba mucho. –Doy mucho trabajo –la advirtió Santana.
Pero merecía la pena. Aun así, empezaría a tomar la píldora. Entonces Santana volvió a mirarla y ella decidió que mientras las cosas siguieran así, podría adorarla.
–Mañana escribiré a la aerolínea para agradecerles que no tuvieran asientos en primera clase –dijo Santana.
–Puede que yo también escriba para lo mismo.
–Todo irá bien –dijo Santana –. Llamaré a Tina para que reorganice todo. Después veremos a tus padres y se lo explicaré –sonrió al ver la expresión horrorizada de ella.
–Yo hablaré con mis padres.
–No –dijo Santana–. Porque tu empezarías a pedir disculpas y a dudar, y yo soy mejor negociadora.
–¿Negociadora?.
–¿Cuánto tiempo quieres que pasemos de luna de miel? –preguntó Santana–. Por supuesto, tendrás que darles un preaviso, no puedes marcharte sin más, pero ahora tenemos que pasar tiempo juntas. Tal vez podría llevarte a las montañas –la atrajo hacia ella–. Y también les diré que celebraremos una gran boda dentro de unas semanas.
–Yo estoy contenta con la boda que tuvimos.
–¿No quieres una boda grande?
Ella deslizó la mano bajo la sábana y le gustó que Santana se riera. No sabía que la risa era poco habitual en ella. Después su boca siguió sus manos y Santana se quedó inquieta mientras ella, inexperta, despertaba otra parte de su cuerpo.
–¿No quieres una boda formal, con familia y baile?
–Odio bailar –besó su miembro de arriba hacia la base. Ella sintió que tiraba suavemente de su cabello, alzándola para llevarla a donde deseaba más atención.
–Yo también.
–Creía que todas las brasileñas sabían bailar.
–Deja de hablar –dijo Santana–. Y no he dicho que no supiera. Solo que no lo hago.
Ella alzó la vista hacia la mujer más deslumbrante y complicada que había visto nunca. Se estremeció al pensar en los días y noches que tenían por delante, en conocerla más y mejor. Sabía que estaba empezando a querer que existiera un para siempre, y no debía de hacerlo. Entonces la probó otra vez. Las manos de Santana movieron su cabeza mientras le aseguraba que no le haría daño y le explicaba exactamente qué hacer con la boca. Ella se perdió en su aroma, en la sensación de tenerla en la boca, su rápido orgasmo fue una grata sorpresa para ella. También lo fue para Santana, pero ese era el efecto que tenía en ella.
Santana no quería salir de la cama ni volver al mundo. Nunca había tenido el teléfono apagado durante tanto tiempo. Bajó de la cama y ella se quedó allí tumbada, mirando al techo, pensando en el tiempo que tardarían en conocerse. Santana estaba pensando lo mismo. Había estado deseando unas vacaciones, era consciente de que necesitaba un descanso y ya no podía esperar ni un minuto más para tomárselo. Se duchó rápidamente y encendió el teléfono, impaciente por hablar con Tina y volver a cambiar sus planes. Hizo una mueca al ver la cantidad de llamadas perdidas y mensajes de texto que tenía. Frunció el ceño al darse cuenta de que eran cientos. De Tina, de Kitty, de casi todo la gente que conocía. Esa fue la primera pista de que algo iba mal. Santana no tenía familia y la única persona que le había importado de verdad estaba en la cama en la habitación de al lado, así que no sintió pánico, aunque era obvio que había algún problema. Se le daba de maravilla resolver problemas. Posiblemente solo le quitara algo de tiempo cuando habría preferido volver a la cama.
Marcó el teléfono de Tina, preguntándose si decirle a Brittany que pidiera el desayuno. Ella la oyó en el salón, hablando en su lengua. Se quedó tumbada, haciendo girar el anillo en el dedo. Mientras Santana seguía hablando, se dio cuenta de que no la aterraba dar la noticia a sus padres.
Aunque no fuera un matrimonio convencional y estuviera advertida de que acabaría algún día, se sentía en paz con lo ocurrido. Lo único malo era que se moría de hambre.
–Voy a llamar para pedir el desayuno –dijo ella, cuando Santana volvió a entrar en el dormitorio. Arrugó la frente, sorprendida al verla vestido.
–Tengo que regresar a Brasil.
–Oh –ella se incorporó en la cama,
–. ¿Ahora?
–Ahora.
Brittany se dio cuenta de que no la miraba. Pero no era consciente de que dos segundos después iba a romperle el corazón.
–Hemos cometido un error –dijo Santana.
–¿Disculpa?
–La fiesta se acabó.
–Espera –ella estaba atónita–. ¿Qué ha ocurrido ahí fuera? –señaló el salón–. ¿Quién te ha hecho cambiar de idea?
–Yo.
–¿Qué? ¿Acaso te has acordado de que tienes prometida? –gritó Brittany–. ¿O novia? –empezó a llorar–. ¿O esposa y cinco hijos? –empezaba a darse cuenta de lo poco que sabía de Santana.
–No hay esposa –encogió los hombros–, solo tú. Hablaré con mi equipo legal en cuanto vuelva a Brasil, a ver si pueden anularlo. Pero lo dudo... Ni siquiera se sentó en la cama para decirle que habían acabado. Ella comprendió lo tonta que había sido y cómo se había dejado engañar.
–Si no se puede anular, se pondrán en contacto contigo para iniciar el divorcio. La compensación será en un pago único –dijo.
–¿Compensación? –Mi equipo lo arreglará. Puedes pelear para intentar sacar más, pero te sugiero que aceptes cuanto antes. Claro que si estuvieras embarazada... –se quedó de pie, a contraluz, y ella solo vio la silueta oscura de una mujer a la que no conocía.
–. Podría ser una buena idea que tomaras la píldora del día después. En ese momento llamaron a la puerta. Era un botones que iba a recoger su equipaje.
–He pedido que alargaran tu hora de salida del hotel, por si quieres cambiar el vuelto. Desayuna –ofreció, como si fuera lo más normal. Dio una propina al botones, que se marchó con la maleta.
–No entiendo –ella empezaba a convertirse en una fémina histérica, que gritaba en la cama mientras su revolcón de una noche se iba.
–Esta es la clase de cosas que hace la gente en Las Vegas. Nos hemos divertido.
–¡Divertido! –ella no daba crédito.
–No es nada importante.
–Para mí sí.
–Entonces, ya es hora de que madures.
Ella nunca había esperado que pudiera ser cruel. Pero Santana podía serlo cuando era necesario, y en ese momento lo era. Muy necesario. No era capaz de mirarla. Estaba sentada en la cama llorando, suplicándole y enfadándose por momentos. Le gritó que era ella quien tenía que madurar, ella quien tenía que solucionar su vida, agitando las manos. En cualquier momento, se levantaría para atacarla. Deseó agarrar sus muñecas y besarla para borrar su miedo, sentir su cuerpo revolviéndose de ira y tranquilizarla. Pero no tenía con qué tranquilizarla. Sabía lo mal que irían las cosas en poco tiempo y tenía que ser cruel para ser bondadosa.
–¿Para qué tuviste que casarte conmigo? –le gritó–. Era obvio que iba a acostarme contigo.
Santana sabía que estaba a punto de saltar sobre ella. Sus ojos azules destellaban y apretaba los dientes. Santana supo que sus siguientes palabras pondrían fin a la escena.
–Ya te dije ayer que no me gustan los preservativos –fue a la mesilla y tiró los paquetitos de aluminio al suelo. Ella le arañó la mejilla y Santana sujetó sus brazos un momento. Luego la empujó sobre la cama. Y sin más, salió de la habitación. Un minuto antes, lo único que había tenido en mente había sido desayunar y hacer el amor con su nueva esposa. De eso habían pasado a las anulaciones y las compensaciones. Sin hablar siquiera. Y Santana se había ido. Se había marchado con palabras crueles y arañazos en la mejilla mientras ella seguía allí tumbada, sintiendo la ira como un peso que la aplastaba contra la cama. Le costaba respirar.
Unos minutos después, Brittany se dio cuenta de que inspiraba por la nariz y soltaba el aire por la boca, como había hecho en el avión durante el despegue. Su cuerpo estaba intentando librarla del pánico que la asolaba. Siguió allí tumbada intentando entender algo que era incomprensible. Había jugado con ella. Desde el principio había sido un juego para Santana. Pero para ella, se trataba de su vida. Tal vez Santana tuviera razón. Quizás necesitaba madurar. Si una mujer como Santana podía manipularla con tanta facilidad, si podía hacerle creer en el amor a primera vista, quizá sí necesitara enderezar su vida.
Se acurrucó un rato, inspiró, lloró y después, porque tenía que hacerlo, Brittany se levantó. No desayunó. Pidió café y tragó el líquido caliente y dulce con la esperanza de que la calentara y sacara a su mente del estado de shock. Pero no ocurrió. Se duchó, aporreando su cuerpo dolorido con el agua de la ducha, porque no podía soportar la idea de meterse en la bañera en la que se habían besado y estado a punto de hacer el amor. «Sexo» se recordó Brittany. Porque el amor a primera vista no había tenido nada que ver.
Se vistió rápidamente, incapaz de soportar quedarse en una habitación que olía a las dos. Echó una última mirada a la sábana arrugada y marchada de sangre en la que Santana la había tomado y sintió ganas de vomitar.
En menos de una hora estaba en el aeropuerto. Poco después, sentada en el avión, intentaba dilucidar cómo hacer que su vida volviera al punto en el que había estado el día anterior. Pero su corazón se sentía tan dolorido como las partes más íntimas de su cuerpo, y sus ojos, hinchados de llorar, también.
Brittany pidió una antifaz frío para los ojos a la azafata. Antes de ponérselo, se quitó la alianza y se la colgó al cuello de la cadena, intentando analizar lo ocurrido. No pudo. Antes de aterrizar, se maquilló en el cubículo del aseo. Cuando se alzó el cabello y vio el cardenal que la boca de Santana había dejado en su cuello, estuvo a punto de gritar.
Ocultó los ojos tras unas gafas de sol y se preguntó cómo conseguiría sobrevivir las siguientes horas, días y semanas.
–Gracias a Dios –su madre la esperaba en el carrusel del equipaje.
–. El coche nos espera. Te pondré al día de camino –escrutó el rostro de su hija–. ¿Estás bien?
–Solo cansada –contestó Brittany.
Miró a su madre y supo que nunca podría decirle la verdad, así que forzó una sonrisa–. Pero estoy bien.
–Bien –dijo su madre agarrando la maleta y poniendo rumbo al coche–. ¿Qué tal Las Vegas?
Capítulo 5
Fue la boda más rápida del mundo. O tal vez no. Al fin y al cabo, estaban en Las Vegas. Santana llamó al conserje y le informó de sus planes y cómo quería que los pusieran en práctica.
–¿Quieres que te suban una selección de vestidos? –le preguntó a Brittany–. Es tu día; puedes pedir lo que quieras.
–No quiero vestido –Brittany sonrió.
Pero sí hubo algunos elementos tradicionales. Encargó montones de flores, que llegaron a la suite junto con champán y una tarta de boda. Brittany sentada a la mesa, se probaba anillos mientras el celebrante preparaba el papeleo. Santana eligió una selección de música de su teléfono. Brittany se encontró escuchando música que desconocía junto a una mujer a quien deseaba conocer, ambas luciendo albornoces blancos..
Santana le puso en el dedo el anillo de platino y diamantes que había elegido. Aunque pareciera extraño, en la mente de ella no hubo ni un destello de duda cuando le dio el sí. Tampoco lo hubo en la mente de Santana cuando besó a su esposa virgen y le dijo que se alegraba de estar casada con una mujer a la que había conocido el día anterior.
–Hoy –la corrigió Brittany. Dada la diferencia horaria entre Las Vegas y Australia, aún era el mismo día en que se habían conocido.
–Siento haberte metido tanta prisa –sonrió Santana. Cuando todos se fueron, ambas sintieron una mezcla de nerviosismo y alivio. Santana le desató el albornoz y se quitó el suyo. Después la echó sobre la cama.
–Pronto –prometió Santana, mientras sus manos la acariciaban–, estarás preguntándote cómo has conseguido vivir sin esto.
–Ya me lo pregunto –admitió Brittany, y no se refería solo al sexo. Hablaba también de ella. Nunca se había abierto tanto a otra persona, nunca se había sentido más ella misma. El beso de Santana fue increíblemente tierno, un beso que ella nunca habría esperado de ella. La besó hasta que estuvo casi relajada y luego empezó a devorarla.
Necesitaba un afeitado, pero a ella le gustó cómo raspaba su entrepierna, le gustó sentir su cuerpo desnudo envolviéndola. Ella estaba de espaldas y Santana encima, tal y como había deseado en el avión. No podía esperar ni un momento más. Le abrió las piernas con las rodillas y deslizó los dedos en su interior para comprobar que estaba lista para ella. Y lo estaba. Ya no había nada entre ellas. Y Santana ya no tenía paciencia. Le advirtió que le dolería un poco. Observó su rostro cuando se contrajo de dolor y luego la besó en la boca con fuerza. Mientras la penetraba ella gritó en su boca, porque esa primera embestida parecía no acabarse nunca y tenía la sensación de estar rasgándose para acomodar su largo y grueso miembro.
Santana intentó ser gentil, pero era demasiado grande para eso. Pero una vez pasado el primer momento, siguió moviéndose dentro de ella, besando sus labios y su rostro, sin darle otra opción que acostumbrarse a las nuevas sensaciones que la invadían. Se movió en su interior hasta volverla loca de deseo. Dejó de besarla y ella la miró; vio su rostro tenso de concentración, los ojos cerrados y el cuerpo moviéndose rápidamente cuando el de ella se alzaba hacia el suyo. Entonces fueron las manos de Brittany las que la apremiaron, clavando los dedos en sus nalgas, gimiendo mientras buscaba el alivio de la tensión. De repente, Santana abrió los ojos y se vació dentro de ella, hasta la última gota. El orgasmo de ella no tardó en llegar, un auténtico frenesí tan poderoso que casi sintió miedo.
Santana se derrumbó sobre ella, jadeando, y aunque parecía un sueño, de algún modo era real. Brittany supo que Santana había tenido razón, no sabía cómo había sobrevivido sin eso.
Sin ella.
–¿No deberíamos estar arrepintiéndonos a estas alturas? –peguntó Brittany. Estaban tumbadas en una cama muy revuelta y era por la mañana. Tenía el cuerpo deliciosamente dolorido, pero Santana le había asegurado que para la lección de esa mañana solo necesitaría la boca.
–¿De qué hay que arrepentirse? –se dio la vuelta en la cama y la miró.
Nunca le daba por la felicidad, pero ese día sentía la caricia de sus rayos. Le había gustado despertarse con ella; lo demás eran detalles que no tardaría en solucionar.
–Tú vives en Brasil y yo en Australia...
–Como sabemos, hay aviones –la miró por encima de la almohada–. ¿Te preocupas por todo?
–No.
–Yo creo que sí.
–No.
–¿Cómo vamos a decírselo a tus padres?
Ella hizo una mueca.
–Es posible que se alegren por ti.
–Lo dudo. Será un golpe terrible –con la vuelta al mundo real, llegó la confusión–. Creo que cuando se acostumbren a la idea, se alegrarán – tragó saliva, nerviosa–. Creo.
–Antes de nada, tienes que hacerte a la idea tú –sonrió al ver su expresión preocupada.
–No sé mucho de ti.
–No hay mucho que saber –dijo Santana.
Ella lo dudaba bastante.
–No tengo familia, como he dicho, así que te has librado de tener suegra. Mis amigos dicen que a veces son un problema. ¡Has tenido suerte!
Brittany pensó que podía ser muy frívola respecto a cosas importantes, y había muchas cosas que quería descubrir sobre ella. Para empezar, se preguntaba cómo había sobrevivido sin una familia y cómo había alcanzado el éxito a partir de la nada. Intuía que, a diferencia de su boda, algunas cosas tendrían que ir despacio; no podía lanzarle mil preguntas sin más. Sabía que no era un tema del que le gustaría hablar, pero lo intentó.
–¿Cómo fue crecer en un orfanato?
–Hubo muchos orfanatos –dijo ella–. Me cambiaban de sitio a menudo –tal vez se dio cuenta de que eso no contestaba a su pregunta, porque añadió–. No lo sé, la verdad. Intento no pensar en ello.
–Pero...
–Estamos casadas, Brittany. Pero eso no significa que necesitemos contárnoslo todo. Disfrutemos de lo que tenemos, ¿vale?
–¿Vives en São Paulo? –preguntó ella, decidiendo que era mejor empezar por lo fácil.
–Tengo un apartamento allí –dijo Santana–. Cuando trabajo en Europa suelo quedarme en mi casa de Villefrance-sur-Mer. Y supongo que ahora tendré que buscar algo en Sídney –sonrió malévola–. Si tu padre se enfada mucho, tal vez podría preguntarle si conoce alguna buena casa, si podría ayudarme a encontrar una.
Brittany empezó a reírse, porque daba la impresión de que Santana entendía bien su entorno. Santana tenía razón; una buena comisión apaciguaría a su padre en gran medida. El disgusto se les pasaría con el tiempo, y sus superficiales padres estarían encantados de buscarle una casa a su nuevo y rica nuera. El sol entraba entre las cortinas y Brittany, tumbada en la cama, empezó a darse cuenta de que nunca había sido tan feliz. Pero incluso así, sabía que la noche anterior habían corrido un riesgo injustificado.
–Empezaré a tomar la píldora –dijo–. Si no es demasiado tarde.
Santana le había dicho que la relación no era para siempre, y la alianza que el día anterior le había parecido una solución, ya no se lo parecía tanto.
–Si lo de anoche tiene consecuencias a largo plazo, ambos tendréis todo lo necesario. –¿Durante un tiempo? Santana la miró y supo que, a diferencia de la mayoría de las mujeres, Brittany no hablaba de dinero. Pero su cuenta bancaria era lo único que no estaba manchado por su pasado.
–Durante un tiempo –dijo Santana–. Te prometo que en pocas semanas estaremos discutiendo, volviéndonos locas, y no de lujuria – sonrió cuando no correspondía, pero ella le devolvió la sonrisa–. Te alegrarás de verme marchar. Ella lo dudaba mucho. –Doy mucho trabajo –la advirtió Santana.
Pero merecía la pena. Aun así, empezaría a tomar la píldora. Entonces Santana volvió a mirarla y ella decidió que mientras las cosas siguieran así, podría adorarla.
–Mañana escribiré a la aerolínea para agradecerles que no tuvieran asientos en primera clase –dijo Santana.
–Puede que yo también escriba para lo mismo.
–Todo irá bien –dijo Santana –. Llamaré a Tina para que reorganice todo. Después veremos a tus padres y se lo explicaré –sonrió al ver la expresión horrorizada de ella.
–Yo hablaré con mis padres.
–No –dijo Santana–. Porque tu empezarías a pedir disculpas y a dudar, y yo soy mejor negociadora.
–¿Negociadora?.
–¿Cuánto tiempo quieres que pasemos de luna de miel? –preguntó Santana–. Por supuesto, tendrás que darles un preaviso, no puedes marcharte sin más, pero ahora tenemos que pasar tiempo juntas. Tal vez podría llevarte a las montañas –la atrajo hacia ella–. Y también les diré que celebraremos una gran boda dentro de unas semanas.
–Yo estoy contenta con la boda que tuvimos.
–¿No quieres una boda grande?
Ella deslizó la mano bajo la sábana y le gustó que Santana se riera. No sabía que la risa era poco habitual en ella. Después su boca siguió sus manos y Santana se quedó inquieta mientras ella, inexperta, despertaba otra parte de su cuerpo.
–¿No quieres una boda formal, con familia y baile?
–Odio bailar –besó su miembro de arriba hacia la base. Ella sintió que tiraba suavemente de su cabello, alzándola para llevarla a donde deseaba más atención.
–Yo también.
–Creía que todas las brasileñas sabían bailar.
–Deja de hablar –dijo Santana–. Y no he dicho que no supiera. Solo que no lo hago.
Ella alzó la vista hacia la mujer más deslumbrante y complicada que había visto nunca. Se estremeció al pensar en los días y noches que tenían por delante, en conocerla más y mejor. Sabía que estaba empezando a querer que existiera un para siempre, y no debía de hacerlo. Entonces la probó otra vez. Las manos de Santana movieron su cabeza mientras le aseguraba que no le haría daño y le explicaba exactamente qué hacer con la boca. Ella se perdió en su aroma, en la sensación de tenerla en la boca, su rápido orgasmo fue una grata sorpresa para ella. También lo fue para Santana, pero ese era el efecto que tenía en ella.
Santana no quería salir de la cama ni volver al mundo. Nunca había tenido el teléfono apagado durante tanto tiempo. Bajó de la cama y ella se quedó allí tumbada, mirando al techo, pensando en el tiempo que tardarían en conocerse. Santana estaba pensando lo mismo. Había estado deseando unas vacaciones, era consciente de que necesitaba un descanso y ya no podía esperar ni un minuto más para tomárselo. Se duchó rápidamente y encendió el teléfono, impaciente por hablar con Tina y volver a cambiar sus planes. Hizo una mueca al ver la cantidad de llamadas perdidas y mensajes de texto que tenía. Frunció el ceño al darse cuenta de que eran cientos. De Tina, de Kitty, de casi todo la gente que conocía. Esa fue la primera pista de que algo iba mal. Santana no tenía familia y la única persona que le había importado de verdad estaba en la cama en la habitación de al lado, así que no sintió pánico, aunque era obvio que había algún problema. Se le daba de maravilla resolver problemas. Posiblemente solo le quitara algo de tiempo cuando habría preferido volver a la cama.
Marcó el teléfono de Tina, preguntándose si decirle a Brittany que pidiera el desayuno. Ella la oyó en el salón, hablando en su lengua. Se quedó tumbada, haciendo girar el anillo en el dedo. Mientras Santana seguía hablando, se dio cuenta de que no la aterraba dar la noticia a sus padres.
Aunque no fuera un matrimonio convencional y estuviera advertida de que acabaría algún día, se sentía en paz con lo ocurrido. Lo único malo era que se moría de hambre.
–Voy a llamar para pedir el desayuno –dijo ella, cuando Santana volvió a entrar en el dormitorio. Arrugó la frente, sorprendida al verla vestido.
–Tengo que regresar a Brasil.
–Oh –ella se incorporó en la cama,
–. ¿Ahora?
–Ahora.
Brittany se dio cuenta de que no la miraba. Pero no era consciente de que dos segundos después iba a romperle el corazón.
–Hemos cometido un error –dijo Santana.
–¿Disculpa?
–La fiesta se acabó.
–Espera –ella estaba atónita–. ¿Qué ha ocurrido ahí fuera? –señaló el salón–. ¿Quién te ha hecho cambiar de idea?
–Yo.
–¿Qué? ¿Acaso te has acordado de que tienes prometida? –gritó Brittany–. ¿O novia? –empezó a llorar–. ¿O esposa y cinco hijos? –empezaba a darse cuenta de lo poco que sabía de Santana.
–No hay esposa –encogió los hombros–, solo tú. Hablaré con mi equipo legal en cuanto vuelva a Brasil, a ver si pueden anularlo. Pero lo dudo... Ni siquiera se sentó en la cama para decirle que habían acabado. Ella comprendió lo tonta que había sido y cómo se había dejado engañar.
–Si no se puede anular, se pondrán en contacto contigo para iniciar el divorcio. La compensación será en un pago único –dijo.
–¿Compensación? –Mi equipo lo arreglará. Puedes pelear para intentar sacar más, pero te sugiero que aceptes cuanto antes. Claro que si estuvieras embarazada... –se quedó de pie, a contraluz, y ella solo vio la silueta oscura de una mujer a la que no conocía.
–. Podría ser una buena idea que tomaras la píldora del día después. En ese momento llamaron a la puerta. Era un botones que iba a recoger su equipaje.
–He pedido que alargaran tu hora de salida del hotel, por si quieres cambiar el vuelto. Desayuna –ofreció, como si fuera lo más normal. Dio una propina al botones, que se marchó con la maleta.
–No entiendo –ella empezaba a convertirse en una fémina histérica, que gritaba en la cama mientras su revolcón de una noche se iba.
–Esta es la clase de cosas que hace la gente en Las Vegas. Nos hemos divertido.
–¡Divertido! –ella no daba crédito.
–No es nada importante.
–Para mí sí.
–Entonces, ya es hora de que madures.
Ella nunca había esperado que pudiera ser cruel. Pero Santana podía serlo cuando era necesario, y en ese momento lo era. Muy necesario. No era capaz de mirarla. Estaba sentada en la cama llorando, suplicándole y enfadándose por momentos. Le gritó que era ella quien tenía que madurar, ella quien tenía que solucionar su vida, agitando las manos. En cualquier momento, se levantaría para atacarla. Deseó agarrar sus muñecas y besarla para borrar su miedo, sentir su cuerpo revolviéndose de ira y tranquilizarla. Pero no tenía con qué tranquilizarla. Sabía lo mal que irían las cosas en poco tiempo y tenía que ser cruel para ser bondadosa.
–¿Para qué tuviste que casarte conmigo? –le gritó–. Era obvio que iba a acostarme contigo.
Santana sabía que estaba a punto de saltar sobre ella. Sus ojos azules destellaban y apretaba los dientes. Santana supo que sus siguientes palabras pondrían fin a la escena.
–Ya te dije ayer que no me gustan los preservativos –fue a la mesilla y tiró los paquetitos de aluminio al suelo. Ella le arañó la mejilla y Santana sujetó sus brazos un momento. Luego la empujó sobre la cama. Y sin más, salió de la habitación. Un minuto antes, lo único que había tenido en mente había sido desayunar y hacer el amor con su nueva esposa. De eso habían pasado a las anulaciones y las compensaciones. Sin hablar siquiera. Y Santana se había ido. Se había marchado con palabras crueles y arañazos en la mejilla mientras ella seguía allí tumbada, sintiendo la ira como un peso que la aplastaba contra la cama. Le costaba respirar.
Unos minutos después, Brittany se dio cuenta de que inspiraba por la nariz y soltaba el aire por la boca, como había hecho en el avión durante el despegue. Su cuerpo estaba intentando librarla del pánico que la asolaba. Siguió allí tumbada intentando entender algo que era incomprensible. Había jugado con ella. Desde el principio había sido un juego para Santana. Pero para ella, se trataba de su vida. Tal vez Santana tuviera razón. Quizás necesitaba madurar. Si una mujer como Santana podía manipularla con tanta facilidad, si podía hacerle creer en el amor a primera vista, quizá sí necesitara enderezar su vida.
Se acurrucó un rato, inspiró, lloró y después, porque tenía que hacerlo, Brittany se levantó. No desayunó. Pidió café y tragó el líquido caliente y dulce con la esperanza de que la calentara y sacara a su mente del estado de shock. Pero no ocurrió. Se duchó, aporreando su cuerpo dolorido con el agua de la ducha, porque no podía soportar la idea de meterse en la bañera en la que se habían besado y estado a punto de hacer el amor. «Sexo» se recordó Brittany. Porque el amor a primera vista no había tenido nada que ver.
Se vistió rápidamente, incapaz de soportar quedarse en una habitación que olía a las dos. Echó una última mirada a la sábana arrugada y marchada de sangre en la que Santana la había tomado y sintió ganas de vomitar.
En menos de una hora estaba en el aeropuerto. Poco después, sentada en el avión, intentaba dilucidar cómo hacer que su vida volviera al punto en el que había estado el día anterior. Pero su corazón se sentía tan dolorido como las partes más íntimas de su cuerpo, y sus ojos, hinchados de llorar, también.
Brittany pidió una antifaz frío para los ojos a la azafata. Antes de ponérselo, se quitó la alianza y se la colgó al cuello de la cadena, intentando analizar lo ocurrido. No pudo. Antes de aterrizar, se maquilló en el cubículo del aseo. Cuando se alzó el cabello y vio el cardenal que la boca de Santana había dejado en su cuello, estuvo a punto de gritar.
Ocultó los ojos tras unas gafas de sol y se preguntó cómo conseguiría sobrevivir las siguientes horas, días y semanas.
–Gracias a Dios –su madre la esperaba en el carrusel del equipaje.
–. El coche nos espera. Te pondré al día de camino –escrutó el rostro de su hija–. ¿Estás bien?
–Solo cansada –contestó Brittany.
Miró a su madre y supo que nunca podría decirle la verdad, así que forzó una sonrisa–. Pero estoy bien.
–Bien –dijo su madre agarrando la maleta y poniendo rumbo al coche–. ¿Qué tal Las Vegas?
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Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Capítulo 6
Brittany estaba en su despacho, mirando por la ventana. Sus dedos, como hacían a menudo, hacían girar el anillo que, casi un año después, colgaba de su cuello en una cadena. No tenía ganas de que llegara esa noche, porque tenía que hablar con sus padres. Hacia once meses que no tenía ningún contacto con Santana. Once meses para que Brittany empezara a sanar. Pero seguía sin haber empezado. Le dolía recordar los buenos ratos.
Los ratos malos casi la habían matado. Sorprendentemente, ni siquiera sabía si lamentaba haberla conocido. Santana dos Santos para el mundo y su Santana López había cambiado su vida, a pesar de su brevísima incursión en ella. Conocerla la había cambiado. El infierno hacía más fuerte a la gente. Brittany había decidido que solo tenía una vida y por fin iba a cumplir su sueño y estudiar para ser chef. Solo le quedaba decírselo a sus padres. Y lo haría esa noche. Lo extraño era que le habría gustado contarle su decisión a Santana; estaba luchando consigo misma para no ponerse en contacto con ella.
Por doloroso que fuera recordar, por brutal que hubiera sido su marcha, una parte de ella agradecía el mayor error que había cometido en su vida. Las lágrimas le quemaron los ojos. Eso era lo único distinto ese día. No había llorado por Santana desde aquella mañana. De hecho, sí había llorado una vez, un par de semanas después cuando le bajó el periodo.
Brittany había caído de rodillas en el suelo del cuarto de baño y lloró, pero no de alivio, sino porque ya no quedaba nada entre ellas. Nada que contarle. Ninguna razón para llamarla. Aparte del papeleo, todo había acabado. Así que durante casi todo un año había intentado no pensar en Santana, aunque le resultaba imposible no hacerlo. Cada día esperaba la llegada de un grueso sobre legal con matasellos brasileño que no había llegado nunca.
Cada noche era una lucha para no pensar. A veces Brittany sentía la tentación de buscar en Internet y descubrir más sobre la mujer a quien no podía olvidar, pero le daba miedo hacerlo. Temía que solo ver su cara en la pantalla la llevaría a telefonearla y suplicar. Hasta ese punto la echaba de menos. A veces se enfadaba y quería ponerse en contacto con Santana para que iniciara los trámites de divorcio, pero sabía que no era más que una excusa para llamarla.
Brittany sabía que no necesitaba hablar con ella, pero no había iniciado el sencillo proceso de divorcio porque cuando lo hiciera todo dejaría de ser el sueño que parecía. Entonces, tocaba el frío metal del anillo y se convencía que había sido algo real. Miró el reloj y comprobó que era hora de almorzar. Agradeciendo la oportunidad de tomar un poco de aire fresco mientras dilucidaba cómo decirles a sus padres que iba a dejar la empresa familiar, estuvo a punto de no contestar al teléfono que sonaba. Deseó no haberlo hecho, porque Helen, su secretaria, le comunicó que unos nuevos clientes insistían en verla de inmediato.
–No sin cita –Brittany movió la cabeza.
Estaba harta de clientes exigentes que contaban con su disponibilidad.
–. Me voy a almorzar.
–Ya les he dicho que estás a punto de salir a almorzar –Helen parecía nerviosa–. Pero han dicho que esperarían a que volvieras. Insisten en verte hoy.
Brittany estaba harta de esa palabra, todo el mundo «insistía» últimamente. Y como no había demasiado trabajo, sus padres también insistían en plegarse a las irrazonables exigencias de clientes en potencia.
–Diles que tienen que pedir cita –dijo Brittany, pero se quedó helada al oír el apellido. Un apellido que le produjo oleadas de calor y frío simultáneas. De frío porque había temido la llegada de ese día, el día en que el único error de su vida reapareciera para atormentarla; de calor por los recuerdos que le traía el apellido López.
–¿Está aquí? –gimió–. ¿Santana está aquí?
–No –contestó Helen.
A Brittany la frustró sentir decepción por esa respuesta.
–. Pero estas personas vienen por algo relativo a una tal señora Dos Santos, e insisten mucho en...
–Diles que me esperen un momento.
Brittany necesitaba ese momento. Se hundió en su silla y se sirvió un vaso de agua, mientras se obligaba a calmarse. Comprobó su aspecto en un espejo de mano que guardaba en el cajón. Llevaba el pelo recogido en una coleta y, aunque algo pálida, se veía compuesta, excepto por un atisbo de miedo en sus ojos.
Brittany se dijo que no había nada que temer. No esperaba problemas. Ya había pasado casi un año. Sin duda, se trataba de un equipo legal que necesitaba su firma en la demanda de divorcio. Cerró los ojos e intentó calmarse. Por desgracia, solo se vio a sí misma con Santana, un revoltijo de piernas y brazos en una cama. Esa mujer se había llevado su corazón al marcharse, y había llegado el momento del fin.
Se levantó cuando Helen hizo entrar a los visitantes y les indicó en qué sillas sentarse. Después, Helen les ofreció agua o café, que todos rechazaron con educación. Cuando salió y cerró la puerta, Brittany se dirigió a los visitantes.
–¿Deseaban verme?
–Primero nos gustaría presentarnos –dijo un caballero bien hablado. Se presentó él, a su colega y por último a Quinn, una mujer que tomó la palabra.
Brittany pensó que tendría unos cuarenta años, pero era difícil calcular su edad. Era muy elegante, con maquillaje y peinado impecables, y un acento muy parecido al de Santana. Brittany intentó no pensar en cuánto le recordaba a la voz que oía cada noche en sus sueños. Hizo un esfuerzo por concentrarse en Quinn, que le decía que trabajaba para el bufete que utilizaba la señora Dos Santos. La puso al corriente de sus titulaciones y de la estructura de la empresa; sin duda eran abogados de nivel superior con intenciones muy claras.
Brittany no entendía por qué Santana había considerado necesario enviar a tres de sus mejores abogados a Australia para ocuparse del divorcio. Una carta habría bastado.
–En primer lugar –dijo Quinn–, antes de seguir adelante, le pedimos discreción.
Eran las palabras más dulces que Brittany podía oír en esa situación.
–Insistimos en su discreción absoluta –reiteró Quinn.
A Brittany se le erizó el vello.
–Necesitaría saber para qué están aquí antes de darle esa garantía.
–¿Está casada con Santana dos Santos, o si realmente llegaste a conocer su verdadera personalidad Santana López?
–Creo que todos sabemos eso –apuntó Brittany.
–¿Y sabe que su esposa se enfrenta a graves cargos de malversación y fraude?
–No tenía ni idea –contestó Brittany, sintiendo un intenso escalofrío.
–Si es declarada culpable, probablemente pase el resto de su vida en la cárcel.
Brittany se pasó la lengua por los labios y notó el sabor del pintalabios que se había aplicado poco antes. Notó que el sudor perlaba su frente y sintió náuseas al imaginar a una mujer como Santana privada de libertad. La enfermaba imaginar qué podría haber hecho para enfrentarse a una sentencia de cadena perpetua.
–Es inocente –dijo el hombre que había hecho las presentaciones.
Brittany enarcó una ceja, pero no hizo ningún comentario. Era lógico que su gente, sus abogados, dijeran que era inocente. Brittany se miró las uñas, haciendo un esfuerzo para no llevarse la mano al pelo. No quería darles ninguna pista de su nerviosismo.
–Creemos que han puesto una trampa a Santana.
–No veo qué tiene que ver esto conmigo –dijo Brittany, mirando las tres caras, una tras otra.
La sorprendió la firmeza de su voz. Sonaba como una abogada, una mujer con control, aunque en absoluto se sentía así por dentro.
–. Estuvimos casadas menos de veinticuatro horas, y entonces Santana decidió que había sido un error. Sin duda, tenía razón. Apenas nos conocíamos. Yo no sabía nada de sus negocios. Nunca hablamos de...
–Creemos que es la directora de nuestro bufete quien pretende inculpar a Santana. Entonces Brittany empezó a comprender la gravedad de la situación. Esa gente, además de defender a su clienta, estaba implicando a su jefa.
–Hemos tenido muy poco acceso al caso, que en algo tan importante es poco habitual, y sin acceso a la evidencia es imposible plantear una defensa rigurosa. Por razones ajenas a nuestra comprensión, creemos que Kitty quiere hundir a Santana. Obviamente, no podemos permitir que nuestra jefa sepa que sospechamos de ella. Es la única que puede acceder a Santana mientras espera la fecha del juicio.
–¿Está en prisión ahora?
–Hace meses que lo está.
Brittany llevó la mano a su vaso de agua, pero estaba vacío. Lo rellenó con manos temblorosa. No soportaba la idea de Santana encerrada, en prisión, no quería vivir con las pesadillas que esa gente le había llevado. Quería que se fueran.
–Es terrible, pero... –no sabía cómo podía ayudarlos, no conocía el sistema legal brasileño y no sabía por qué estaban allí–. No entiendo qué tiene esto que ver conmigo. Como he dicho, no sé nada de sus negocios –de repente, empezó a sentir pánico; tal vez como esposa suya estuviera más involucrada de lo que creía estar.
–Hemos presentado una solicitud que permita a Santana ejercer sus derechos conyugales. Brittany sintió el tronar de su propio pulso en los oídos y vació otro vaso de agua. Su garganta seguía seca como una lija. Se llevó las manos al pelo y lió un mechón en su dedo, una y otra vez.
–Santana tiene derecho a una llamada telefónica a la semana y a una visita conyugal de dos horas cada tres semanas. La llevarán ante el juez dentro de quince días para fijar la fecha del juicio y necesitamos que vuele allí. Cuando la vea el jueves, tiene que decirle que despida a su abogada cuando esté ante el juez, pero que no dé ninguna pista de sus intenciones antes. Cuando haya despedido a Kitty, la sustituiremos.
–No –Brittany negó con la cabeza y desenredó el dedo.
Estaba segura de su respuesta, no necesitaba pensarlo ni un momento. Quería que se fueran.
–La única forma que tenemos de ponernos en contacto con ella, es a través de su esposa.
–Le telefonearé –era lo máximo que podía hacer–. Han dicho que tiene derecho a una llamada semanal –volvió a mover la cabeza, consciente de que las llamadas serían supervisadas.
–. No puedo verla – no podía–. Solo estuvimos casadas veinticuatro horas.
–Corríjame si me equivoco –dijo Quinn con firmeza–. Según nuestros datos, llevan casadas casi un año.
–Sí, pero... –¿No ha habido divorcio?
–No.
–Si Santana hubiera muerto y estuviéramos aquí con un cheque, ¿me lo devolvería y diría «Solo estuvimos casadas veinticuatro horas»? ¿Diría «Déselo a otra persona. Ella no tuvo nada que ver conmigo»?
Brittany enrojeció mientras buscaba una respuesta, pero no la tenía. Además, eso no detuvo a Quinn.
–Como no ha pedido una anulación, entiendo que el matrimonio se consumó sexualmente.
Brittany enrojeció aún más, porque lo único que había habido entre ellas era sexo.
–Si se hubiera quedado embarazada, ¿no se habría puesto en contacto con ella? ¿Habría dicho que no importaba porque solo estuvieron casadas veinticuatro horas? ¿Le habría dicho eso a su hijo?
–No está siendo justa.
–El sistema no está siendo justa con mi cliente –dijo Quinn–. Su esposa será declarada culpable de un crimen que no cometió si no le da nuestro mensaje.
–¿Y se supone que tengo que volar a Brasil y sentarme en una celda y simular que somos...?
–No habrá simulación, tendrá que haber sexo –dijo Quinn–. Creo que no entiende lo que está en juego, ni entiende el riesgo que supondría para Santana y su caso si se descubriera que estamos intentando pasarle información. Habría sospechas si la cama y la papelera no demostraran que...
Afortunadamente no entró en detalles, pero lo dicho bastó para que Brittany volviera a negar.
–He oído suficiente, gracias. Empezaré a preparar la demanda de divorcio hoy mismo –se puso en pie.
Ellos siguieron sentados.
–Casarme con Santana fue el mayor error de mi vida –afirmó Brittany–. No tengo ninguna intención de revisitar ese error, y menos aún de... – sacudió la cabeza–. No. Cometimos un gran error.
–Santana nunca comete errores –replicó Quinn–. Por eso sabemos que es inocente. Por eso trabajamos a espaldas de nuestra jefa, para conseguir que se le haga justicia –miró a Brittany.
–. Es su única oportunidad y, sea o no agradable, aunque le parezca un insulto personal, tiene que ocurrir.
Le entregó un sobre. Brittany lo abrió y encontró un itinerario y billetes de avión.
–Tengo una vida –saltó Brittany–. Un trabajo, obligaciones.
–Se ha aprobado una visita para el jueves. Es la única oportunidad de entrar en contacto con ella antes de la vista oral, dentro de dos semanas. Cuando la haya visto, puede ir a Hawái, aunque es posible que la necesitemos otra vez dentro de tres semanas, si las cosas no van bien.
–No –no sabía cómo dejarlo claro–. No lo haré.
–Puede que quiera dar carpetazo a todo esto, pero no puede – aseveró Quinn, impertérrita–. Santana se merece esta oportunidad y la tendrá. Cuando consulte su cuenta bancaria comprobará que su tiempo ha sido recompensado con creces.
–¿Disculpe? –Brittany estaba furiosa–. ¿Cómo se atreven? ¿Cómo diablos han...? –pero no se trataba de cómo habían encontrado sus datos bancarios. Ese no era el problema–. No es un problema de dinero.
–Entonces, ¿es un problema moral? –la interpeló Quinn–. ¿Es usted demasiado importante para acostarse con su esposa, incluso si eso implica que pase el resto de su vida entre rejas? Quinn hacía que sonara muy simple. –Para ser el mayor error de su vida, no eligió nada mal, ¿verdad? – rezongó Quinn–. Va a recibir dinero por acostarse con Santana, no me parece que eso sea un castigo.
Brittany buscó su mirada y estuvo segura de que Quinn y Santana se habían acostado. Ambas se miraron fijamente, perdidas en sus propios pensamientos. Después, Quinn se puso en pie con el labio torcido y le dio su descarada opinión.
–No le iría mal dejar de creerse tan importante.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 43
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Pfff!
El tiempo voló, y San al irse de esa forma.... Yo creó que Tina le dijo del problema y prefirió sacar de todo eso a Britt...
Y ahora con sus abogados y peticiones... No bueno jajajaja. Dormir con ella no creo que sea un sacrificio mas bien lo sera lo que sentirá al hacerlo sobretodo porque no la supero nunca....
En fin veremos que decide Britt y si sus padres ya se enteran que lleva casada 11 meses jajaja
El tiempo voló, y San al irse de esa forma.... Yo creó que Tina le dijo del problema y prefirió sacar de todo eso a Britt...
Y ahora con sus abogados y peticiones... No bueno jajajaja. Dormir con ella no creo que sea un sacrificio mas bien lo sera lo que sentirá al hacerlo sobretodo porque no la supero nunca....
En fin veremos que decide Britt y si sus padres ya se enteran que lleva casada 11 meses jajaja
JVM- - Mensajes : 1170
Fecha de inscripción : 20/11/2015
Re: [Resuelto]BRITTANA: CARCEL DE AMOR. GP- SANTANA . CAP. 13 FINALIZADO
Bueno tampoco es que sea muy facil aceptar las exigencias de una mujer que ni conoces y te habla de dinero y un monton de suposiciones asi que hay que entender a britt, ahora solo queda que viaje a Brasil, es su oportunidad de hacer lo que quiere y huir de sus controladores padres, a ver ahora que decide britt!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
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