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Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL Primer15
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Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Sáb Ago 20, 2011 10:05 pm

Esta es una adaptación de una de mis novelas favoritas, espero que les guste......

CONFÍA EN MÍ

Conociéndonos
Capítulo 1


Jesse St.James respondió con una inclinación de cabeza al rutinario saludo de despedida de la atractiva azafata.

La atención que le había dispensado durante el largo vuelo internacional fue bastante más cálida, comparada con la cortesía profesional dedicada a sus compañeros de viaje.

Habría sido una diversión interesante si los encuentros sexuales fortuitos formaran parte de su agenda personal, pensaba Jesse mien¬tras entraba en el edificio principal del aeropuerto.

Como hijo mayor, y heredero de una parte de la fortuna de millones de dólares, a temprana edad había adquirido una personalidad mezcla de precaución y cinismo.

Sus genes europeos lo habían bendecido con una envidiable estatura, un cuerpo bien estructurado y atractivos rasgos faciales, que siempre provocaban una segunda mirada en los demás. Su vestuario, de excelente calidad, completaba una combinación de atractivos muy deseables para las mujeres de todas las edades.


Cualidades que eran una ventaja y una maldición, reconoció pensativo mientras se acercaba a la cinta transportadora.

Una vez rescatado el equipaje, tras consul¬tar su reloj, advirtió que disponía de dos horas para pasar por la aduana, tomar un taxi hasta su hotel, ducharse y cambiarse de ropa, antes de comparecer a la reunión de negocios programada para ese día.

El objeto principal de su visita a Ohio consistía en estudiar la posibilidad de estable¬cer en Lima una filial de Compañía de Teatro St. James. Iba con el ánimo dispuesto a cerrar el trato si las propuestas finales satisfacían sus demandas.

Y eso no sería tan sencillo, puesto que era un experto negociador, cuya estrategia era reconocida y elogiada por sus asociados.

Al cabo de un rato, Jesse salía a la soleada calle en busca de un taxi.
Tras indicarle al conductor el nombre del hotel, se reclinó en el asiento y se entregó a un silencio contemplativo.

La reunión de esa tarde era importante. Su estrategia consistiría en presentarse como una persona que no se comprometía a nada y luego ausentarse de la escena durante varios días.

Estaría localizable solo a través del teléfono móvil en Queensland, Golden Coast.
Más tarde, su pensamiento derivó a la familia con una cierta preocupación.

Se sentía muy unido a sus dos hermanos. El menor, Sebastian, casado recientemente, se encontraba en Europa con su esposa.

Michel era el motivo de su preocupación. Tras solo seis meses de matrimonio, la pareja estaba en crisis. Seis semanas atrás, la esposa de Michel se había marchado de Nueva York para participar en una obra de teatro que se presentaría en uno de los teatros de Brodway.

Tras unas reuniones importantes en Europa, Michel había seguido a Sandrine a New York con el fin de negociar una reconciliación. Jesse sospechaba que su hermano intentaría utilizar los problemas económicos de la obra como una ventaja para conseguir sus propósitos.

Los hermanos St. James poseían una considerable fortuna personal, así que invertir unos pocos millones de dólares en una obra, no iría en desmedro del presupuesto de Michel.

Jesse miraba los altos edificios que se perfilaban a la distancia. Conocía New York y le gustaba la belleza de su asombrosa y moder¬na arquitectura. La conocía bien, era su cuidad favorita en el mundo.

Vivía en New York en un lujoso piso de dos plantas, con suelos de mármol, alfombras persas, mobiliario antiguo y objetos de arte.

Jesse esbozó una leve sonrisa al recordar sus primeros tiempos, solo tratando de hacer lo mejor posible, aunque la ausencia de su padre siempre fue un conflicto en su vida..

En la actualidad, presidía la la compañía de teatro, asesorado por Michel y por él, con iguales responsabilidades. Por su parte, Sebastian había estudiado Derecho. Compartía el ejercicio de la profesión con la escritura y hacía poco había publicado su primera novela.

El taxi se detuvo a la entrada del hotel Sheraton.

Mientras Jesse le pagaba al taxista, un botones se hizo cargo del equipaje.

Una vez en su habitación, bebió agua mineral, y después de ordenar el almuerzo en su habitación, se entregó a la tarea de deshacer el equipaje, ducharse y hacer llamadas telefónicas.

Después del almuerzo, se vistió, ordenó los documentos en una cartera y, tres minutos pasadas la dos de la tarde, bajaba al vestíbulo.

La reunión estaba fijada para la dos, pero Jesse sabía muy bien que la estricta puntuali¬dad era sinónimo de ansiedad, nada aconsejable cuando una gran inversión estaba en juego.

La reunión duró la mitad del tiempo previsto, porque St. James planteó exigencias e instrucciones claras que no dejaron la menor duda sobre quién controlaba la situación.

Más tarde, se retiró a su habitación para trabajar en el ordenador portátil y hacer unas llamadas telefónicas, una de ellas a Michel, para anunciarle que llegaría al día siguiente.

Sus planes para el resto del día comprendían un paseo al aire libre para estirar las piernas, una cena ligera, un par de horas en el ordenador y finalmente un buen sueño reparador.



Mientras tanto en la Oficina de Rachel.

El interfono sonó en el despacho de Rachel.

-Michel St James ha llegado -anunció una voz.

-Hazlo pasar dentro de un minuto, Isabel -pidió a su secretaria.

Le gustaba su trabajo porque era bien pagado y ofrecía muchas ventajas. Además se sentía satisfecha de que su gestión, basada en su experiencia en el medio del teatro y olfato para captar el interés del público, aumentara la venta de localidades en los teatros y por tanto las ganancias de los de sus asociados, que a la postre eran los inversores.

En esos días, su actividad se concentraba más que nada en una obra que se había excedido del presupuesto, y agotados todos los medios de financiación, el teatro había decidido suspender la obra.

Sin embargo, el marido de la actriz y modelo Sandrine St.James, con un pequeño papel en el film, estaba dispuesto a aportar una considerable suma de dinero para salvar el proyecto.

Rachel guardaba unos documentos en una carpeta cuando oyó que golpeaban a la puerta.

-Los señores Michel y Jesse St. James -anunció la secretaria antes de retirarse.

Rachel, de pie ante su escritorio, le dedicó una amable sonrisa a Michel.

-Tomen asiento, por favor -dijo al tiempo que indicaba sendos sillones de piel.

-Mi hermano ha querido estar presente en la reunión. ¿Hay alguna objeción? -preguntó Michel.

-Por supuesto que no. Michel hizo las presentaciones.

-Rachel Berry. Jesse St. James.

Michel St. James era muy atractivo, alto y de cabello oscuro. Sin embargo, aunque bastante parecido a su hermano, Jesse St. James era más alto, también de cabello oscuro, ojos grises y una boca sensual, capaz de desafiar el equilibrio mental de cualquier mujer. Rachel no pudo evitar pensar que esa boca también podía convertirse en una dura línea, casi cruel.

La presencia del hermano le hizo dudar de que Michel St.James fuera el único participante en la inversión destinada a salvar la obra en la que aparecía su mujer.

-Rachel -Jesse le estrechó la mano formalmente, aunque ella prefirió ignorar un leve matiz burlón en la sonrisa del hombre.

La joven ejecutiva se dijo que la corriente sensual que sintió en su piel al contacto de esa mano era solo producto de su imaginación.

-Señor St. James -respondió fríamente. Con una ceja alzada y una leve sonrisa, el hombre señaló a su hermano.

-Evitemos las formalidades. Prefiero que me llame Jesse, en vez de señor St. James, para que no haya confusiones con mi hermano.

Su acento era suave, pero la profundidad y entonación de su voz despertaron de inmediato los mecanismos de protección en Rachel.

Tenía encanto sin lugar a dudas. La sensualidad que emanaba de su persona, junto a su aspecto físico y su dinero, no podía ser menos que letal para una mujer.

Con movimientos deliberados, Rachel se sentó en el sillón detrás del escritorio. Era una posición de poder, y ella lo sabía.

-Hemos elaborado el presupuesto que nos pidió y creo que lo encontrará satisfactorio -dijo dirigiéndose a Michel. Deliberadamente ignoró al hermano-. Intentaremos invertirlo en la promoción de la película. Desde luego que no podemos comenzar dicha promoción hasta que no acabe el rodaje. Los promotores de ventas asistirán a una presentación privada y luego discutirán los aspectos que habría que realzar para atraer la atención del público. Pensamos que sería una buena idea incluirlo a usted en la campaña publicitaria, como in¬versor y como marido de Sandrine. Confío en que la idea será de su agrado -terminó con una sonrisa meramente profesional. Al ver que Michel no respondía, explicó-: Todo esto forma parte de nuestra oferta a fin de prote¬ger su inversión. ¿Tiene alguna pregunta que hacer al respecto?
-¿Tiene otra cita después de esta? -preguntó Jesse suavemente.

Rachel consulto su reloj y se puso de pie.

-Sí. Siento no disponer de más tiempo -dijo mientras le tendía un sobre a Michel-. Cuando haya examinado estos documentos, no dude en llamarme por si tiene alguna pre¬gunta o sugerencia que hacer.

-Me gustaría continuar discutiendo el tema para aclarar ciertos puntos -intervino Jesse-. ¿Digamos a la hora de cenar, esta no¬che? Michel y Sandrine estarán presentes. Me hospedo en el Sheraton. ¿Quedamos a las seis y media en el vestíbulo?

-Lo siento mucho, pero no me será posible-contestó Rachel al tiempo que intentaba ocultar la molestia que le producía el tono au¬toritario del hombre.

-¿Es una cita tan importante como para no poder cancelarla por un asunto de trabajo?

-Debo recoger a mi hija en la guardería dentro de media hora, llevarla a casa y cuidar de ella, señor St. James.

Jesse entornó los ojos.

-¿No le es posible contratar una niñera?

Rachel sintió el impulso de propinarle un puñetazo por entrometerse en su vida privada.

-A esta hora es bastante difícil -contestó secamente.

-Inténtelo, Rachel

Molesta por la autoridad que emanaba de ese hombre, le costó sobremanera morderse la lengua y no mandarlo al diablo ahí mismo. Michel St. James era un hombre rico, aunque Rachel presentía que parte de su inversión procedía de la multinacional St. James. Y en ese caso Jesse St. James tenía legítimo derecho a participar en las negociaciones de su hermano.

Rachel abrió la puerta del despacho.

-¿Me excusan un momento?

Los dos hombres salieron, aunque segundos antes, un par de ojos grises la miraron con una chispa escandalosa. A su vez, ella le devolvió una punzante mirada, cargada de ira.

Cerró la puerta detrás de ellos e inmediatamente llamó a Sarah, la joven estudiante que solía cuidar a la niña en su ausencia.

Unos cuantos minutos más tarde, salía a la recepción, muy consciente de la mirada aprobatoria de Jesse mientras se acercaba a ellos.

-A las seis y media, en el vestíbulo del Sheraton -confirmó sin el menor entusiasmo.
Jesse le dedicó una fugaz mirada burlona.

-Aquí está el número de mi teléfono móvil-dijo al tiempo que le tendía una tarjeta.

Alzando una ceja deliberadamente, ella tomó la tarjeta sin tocar los dedos del hombre. Y de inmediato, volvió a su despacho.






Espero que les guste, espero sus comentarios.....

Gracias


Última edición por Emy_Rodriguez Groff el Mar Sep 13, 2011 3:28 pm, editado 5 veces
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por ♥Judith Dom Ago 21, 2011 2:06 pm

Me gusto mucho

Jesse todo un hombre de negocios

y Rachel empresaria y con una niña

Espero tu actualizacion
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Andrea Michele de Groff♥ Dom Ago 21, 2011 2:48 pm

Emy.. te quedó muyy lindo ! ^^

Jesse.. ufff.. q hombre de negocios ! ;) imagino q para Rachel fue muy difícil resistirse a la autoritaria personalidad de Jesse.. aunq se muriera por golpearlo tmb xD

muy bueno tu fic ! :)
espero q lo continues ! ^^

Saludos ! :cheers:
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cerrado Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 2, Nuestra Primera Cena

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Dom Ago 21, 2011 3:44 pm

Amig@s:
Este capitulo es mas cortito, por que ara lo que me faltaba por explicar del anterior, pero el tercero será muy interesante, se los prometo

Nuestra Primera Cena
Capitulo 2

En Casa de Rachel.

Eran casi las cinco. Por tanto tenía poco más de una hora para recoger a Sophie, conducir hasta su casa, bañar y darle de cenar a su hija y luego ducharse, vestirse, dejar instrucciones a la niñera y marcharse.

Rachel se puso un vestido negro ajustado. A continuación, unos cuantos toques de cepillo en los castaños cabellos acomodaron el juvenil peinado que solía llevar. Tras examinar su maquillaje, agregó un toque de color en las mejillas; unas gotas de Amor Amor su perfume favorito, detrás de las orejas y en las muñecas finalizaron su arreglo personal.

Por fin, se calzó unos zapatos negros de fino ta¬cón y entró en la sala de estar.

-Adiós, cariño -dijo mientras abrazaba a su hija-. Sé una buena chica y obedece a Sarah- agregó al tiempo que se volvía a la niñera-. Si hay algún problema, llámame al teléfono móvil. En todo caso, no llegaré tarde.

Y muchas gracias, Sarah. Te ruego que me perdones por haberte llamado a última hora-dijo sinceramente.

-No es ninguna molestia, Rachel. Que te diviertas.

De eso no estaba segura. Mientras conducía por las calles céntricas, no cesaba de repetirse que la cena de esa noche sería estrictamente profesional.

¿Por qué no podía dejar de pensar que había sido claramente manipulada?

Con buena suerte, tardaría en llegar hasta el hotel donde se alojaban los St. James.

Era un hermoso atardecer de verano. New York había sido su hogar durante casi cuatro años. En ese tiempo había luchado tenaz por dejar atrás el recuerdo de una relación rota, con la amargura añadida de que la razón del fracaso se debió a que el hombre de su vida le rogó que abortara porque, según él, un bebé sería una enorme responsabilidad que estropearía sus planes profesionales. Con una calma glacial, ella le había devuelto el anillo de compromiso y se había enfrentado a una nueva vida.

No había sido fácil labrarse un futuro. Pero la presencia de Sophie en su vida le probaba diariamente que el esfuerzo había valido la pena. Era una niña adorable, la viva imagen de ella de pequeña, con su suave cabello castaño y su sonrisa adorable.

Una débil sacudida la sacó de sus pensamientos. Tuvo que salir del coche a mirar. Justo lo que necesitaba. ¡Un pinchazo en una rueda!

Tras proferir una maldición, se dispuso a cambiarla. Esa era una de las ocasiones en que gustosamente habría olvidado su autosuficiencia femenina para delegar el problema a la pericia técnica de un hombre.

Claro que ningún coche se detuvo a auxiliarla y tuvo que hacer el trabajo sola.

Cuando hubo acabado, con los dedos sucios de grasa, echó un vistazo al reloj. Levaba un retraso de diez minutos. Una vez dentro del coche, después de limpiarse las manos con unos pañuelos de papel, marcó el número del móvil de Jesse.

Al segundo timbrazo oyó la voz del hombre. Tardó menos de un minuto en identificarse, explicar lo sucedido, excusarse y cortar la comunicación, antes de que él pudiera hablar.

Cinco minutos más tarde, Rachel estacionaba el coche en el aparcamiento subterráneo del hotel y luego tomaba el ascensor que la conduciría al vestíbulo.

De inmediato, vio a Jesse, impecablemente vestido y peinado.


Mientras se acercaba, él se volvió y la examinó apreciativamente de pies a cabeza.

Ella echó los hombros hacia atrás y sonrió con simpatía. Estaba acostumbrada a manejar cualquier situación. Era difícil que alguien o algo le hiciera perder la compostura.

-Sandrine. Michel -saludó con naturalidad cuando se unió al grupo-. Jesse siento mucho haberme retrasado -agregó cortésmente.

«Tú debes llevar el control», le ordenó una voz interior.

-¿Entramos?

Mientras se hacían paso entre las mesas del comedor, intentó ignorar el escalofrío que le recorría la espalda, bajo la mirada de esos ojos grises entornados.

Jesse St. James era un hombre cuya riqueza y poder eran envidiados en la esferas de las finanzas. Sin embargo no le interesaba el hombre como persona, intentó convencerse a sí misma.

Entonces, ¿por qué en ese momento sentía la inseguridad de una niña de siete años en vez de confianza en sí misma, como correspondía a una mujer de veintisiete como ella?


Espero que les guste, por que se vienen mil novedades mas en los proximos capítulos
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por diana de mitchel Dom Ago 21, 2011 3:57 pm

me encanto actualisa ´pronto :D
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cerrado Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 3, La Cena y Algo mas

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Dom Ago 21, 2011 4:18 pm

aQUI VA EL CAPITULO 3, ES QUE ESTA MUY BUENO..ESPERO QUE LES GUSTE

La Cena y Algo Más
Capitulo 3

EL CAMARERO jefe los condujo a una mesa con una espléndida vista a la ciudad. Tras acomodarlos, llamó al encargado de las bebidas.

Bastante conocedora de las marcas, Rachel estudió la carta de vinos.

-¿Qué sugieres? -preguntó Jesse un tanto divertido al verla asumir el papel de anfitriona.
-Recomiendo un Chardonnay o un Pinot Noir.

Jesse ordenó una botellas de ambas marcas. Cuando el camarero presentó los vinos, Rachel pidió agua mineral.

-¿Hay que mantener la mente clara?

-Por supuesto -respondió ella fríamente-. El propósito de esta velada se centra en estrategias de mercado para promover la obra. Michel, confío en que haya podido examinar los documentos que le entregué.
-¿No podríamos postergar la conversación hasta que hayamos pedido los platos? -sugirió Jesse, imperturbable.
-Como usted diga, señor St. James

-Jesse -insistió el hombre con suavidad.

-Jesse -concedió ella, imitando su tono.

La conducta decidida de la joven ejecutiva divertía e intrigaba a Jesse. Todas las mujeres que conocía tendían a asumir un aire de coquetería en su presencia. A muy temprana edad, el cinismo le había enseñado que su atractivo se debía principalmente a su condición social y a su opulencia económica. Y la experiencia no había cambiado su opinión.

Mientras el camarero disertaba sobre los méritos de los platos de la carta, Rachel bebió un sorbo de agua mineral.

A pesar de las implicaciones sociales, el único objetivo de esa velada eran los negocios, por tanto su intención era dar cuenta de las estrategias de mercado, de lo que la empresa se proponía hacer con esa obra en particular y luego marcharse.

-He adjuntado a la hoja de presupuestos un apéndice con el proyecto detallado de las estrategias principales que vamos a seguir -comenzó en tono profesional-. Para resumir, cuando la obra esté lista, habrá una presentación privada para unas treinta personas más o menos. Haremos varias reuniones para decidir, entre otras cosas, qué escenografías aparecerán en los medios de comunicación nacionales e internacionales, especialmente en la televisión. Todo esto como parte de la campaña de promoción.

Jesse observaba atentamente la precisión de sus gestos cuando enfatizaba algún punto. Luego, concluyó que el entusiasmo de la mujer se debía a un auténtico interés por su trabajo, y no a un intento de lograr el éxito profesional a cualquier precio.

-Interesante.

-Para atraer el interés del público, pensamos organizar sesiones fotográficas para revistas famosas y para los periódicos de mayor tirada, tanto locales como interestatales.

El camarero llevó los platos y volvió a llenar los vasos.

-Gracias -dijo Michel.

-Sería ventajoso utilizar a fondo los contactos de Sandrine en el mundo de la moda -continuó Rachel con los cubiertos en las manos-. También queremos que Michel asista a unos cuantos eventos sociales, en presencia de los medios de" comunicación. A su vez, los principales actores y algunos miembros importantes del equipo de montaje concederán ruedas de prensa. Todo esto con el propósito de mantener vivo el interés del público.

-Es encomiable tu dedicación a este proyecto en especial -observó Jesse.

-Mi dedicación es total. Con una sola excepción. En materia de asuntos familiares, mi hija Sophie tiene la preferencia.

-Eso se aparta de lo óptimo -opinó Jesse, implacable.

-¿Debo pensar que usted no tiene obligaciones, señor St.James? ¿Una esposa o amiga a la que dedicar parte de su tiempo? ¿O los negocios acaparan su vida con exclusión de todo lo demás? -preguntó ella con estudiada suavidad.

Se produjo un tenso silencio. Rachel pensó que nadie se había atrevido a desafiarlo de esa manera.

-Una manera muy sutil de preguntar si estoy casado -comentó Jesse burlón.

-Su estado civil no tiene el menos interés para mí. Y no ha respondido mi pregunta.
-También me permito disfrutar del ocio.

-Muy razonable por su parte -respondió ella con una dulce sonrisa.

Rachel no tenía respuesta que dar a la comente de sensualidad y tensión que se estaba creando entre ellos. Pero sentía el deseo cada vez más urgente de desafiarlo en su propio terreno.

-Espero que no te haya sido demasiado difícil contratar a una niñera a última hora -intervino Sandrine con la intención de cambiar de tema.

-Afortunadamente no.

-Los hermanos St. James acostumbran a chasquear los dedos y esperar que sus deseos se cumplan de inmediato -comentó Sandrine con una sonrisa irónica.

-Me doy cuenta -replicó Rachel secamente.

-Rachel, ¿puedo intentar persuadirla de que pruebe el vino? Media copa no le impedirá conducir hasta casa -sugirió Michel.

-No, gracias.

Jesse se reclinó en su asiento con el propósito de estudiar a esa mujer detalladamente.
La tenue luz de la estancia confería un suave tono a la delicadeza de su cutis y acentuaba el azul profundo de sus ojos.

Poseía una boca llena, suavemente curvada y tentadora.

Durante medio segundo, sus miradas se encontraron. Los ojos femeninos despedían fuego. Jesse percibió el movimiento imperceptible de ella para minimizar su tensión mientras comía.
«Es incapaz de un control absoluto sobre sus emociones», pensaba satisfecho al tiempo que lo invadía el deseo de romper la compostura femenina y besarla en la boca.

A duras penas, Rachel contuvo su deseo de abofetearlo. Ese hombre la provocaba deliberadamente. Era como una pantera al acecho, dudando si matar o jugar con su presa.
Le sostuvo la mirada y notó que Jesse alzaba una ceja, como si le hubiera leído el pensamiento. ¿Telepatía o profundo conocimiento de las mujeres?

Rachel miró el plato que acababa de llevar el camarero sin el menor apetito.
-¿No es de tu agrado? -preguntó Jesse en un tono que indicaba claramente el doble sentido de la pregunta.

Ella no respondió. En cambio se esforzó en sonreír, al tiempo que pensaba que no era la primera vez que tenía que lidiar con la arrogancia masculina y que el propósito de la cena era meramente profesional.

-¿Tiene alguna pregunta sobre lo que nos ocupa? -preguntó a Michel al verlo pensativo.

-Al parecer todos los aspectos de la estrategia están cubiertos -respondió.

-Tal vez Rachel quiera darnos su opinión personal sobre la obra -intervino Jesse mientras jugaba con su vaso.

-Mi campo es la estrategia de mercado, señor St. James -replicó con grave cortesía.

-Pero seguro que te has formado tu propia opinión.

-Nunca se puede asegurar el éxito. Sin embargo, entiendo que tanto el director como el productor son muy competentes, hay actores famosos y el tema atraerá la atención del público. Solo puedo asegurar que haremos un buen trabajo de promoción.

-Una respuesta estereotipada, que en el fondo no significa nada -comentó Jesse, suave como la seda.

Esa fue la gota que colmó el vaso. Rachel colocó la servilleta junto al plato y, tras recoger su bolso, se levantó de la mesa.

-Señor St. James, se ha equivocado de persona. Vine a una cena de negocios y no a una reunión social, sugerida por usted para su propia diversión. ¡Que disfruten de la velada! -concluyó al tiempo que miraba a Michel y Sandrine.

Sin decir más, se dirigió a la caja. Allí pidió la cuenta total de la cena y pagó con una tarjeta de crédito.

Luego, se dirigió al vestíbulo mientras guardaba el recibo de la cuenta en el bolso. Mientras, esperaba el ascensor, maldijo a Jesse St. James. Él había logrado impactarla y lo odiaba por eso. Y se odiaba a sí misma por permitir que la afectara hasta el punto de haber desafiado la esencia de sus buenas maneras profesionales.

Al fin llegó el ascensor, pero antes de que se cerraran las puertas Jesse, entró apresuradamente.

-¿Qué pretende hacer?

-Acompañarte hasta el coche -dijo al tiempo que apretaba el botón que conducía al estacionamiento.

-Absolutamente innecesario. Por favor, salga de aquí.

-Cuando lleguemos al estacionamiento -contestó imperturbable.

-Usted es el hombre, más arrogante, insolente e insufrible de cuantos he tenido la desgracia de conocer.

-¿De veras? Eso me halaga. Rachel se encaminó rápidamente hacia su coche sin prestarle atención.

-¿Dónde lo dejaste?

-No hay necesidad de tanta galantería. Aquí todo está bien iluminado.

Al abrir la puerta del coche sintió que una mano le impedía entrar en el vehículo.

-¿Qué pretende hacer ahora? -lo interpeló furiosa.

-Solo disculparme.

-Sus disculpas son meras palabras, señor St. James. Sus modales me parecen inaceptables.

Tiene tres segundos para alejarse de mí. De lo contrario, llamaré a seguridad.

-Y además pedirte que vuelvas al comedor -continuó imperturbable, como si ella no hubiera hablado.

-He perdido el apetito. Usted no me gusta y lo último que haría es pasar un minuto más en su ingrata compañía. ¿Me ha entendido?

-Perfectamente -respondió el hombre al tiempo que le abría la puerta del vehículo-. Adiós.

-¿Tan pronto de vuelta? -preguntó Sarah, sorprendida al verla entrar en la casa minutos antes de las nueve.

-¿Todo bien? -se limitó a preguntar Rachel al tiempo que colocaba el bolso en una mesa y se quitaba los pendientes.

-Muy bien. Sophie no da ningún problema. Tomó un vaso de leche a las siete y media y se fue a la cama sin rezongar. Y ahora me voy porque tengo mucho que estudiar.

-No sabes cuánto te agradezco el favor que me has hecho, Sarah. Buena suerte en tus exámenes -dijo Rachel al tiempo que le ponía unos billetes en la mano.

-Es un verdadero placer para mí, Rachel. Tienes una casa tranquila donde se puede estudiar a gusto y una hija adorable. Hasta pronto.

Rachel la despidió en la puerta. Luego, se dirigió a la habitación de su hija.

La niña dormía tranquilamente, abrazada a su muñeca favorita. La madre se inclinó a arreglar el cobertor sobre el cuerpecito.y luego, delicadamente, le despejó un mechón de pelo de la sonrosada mejilla.

Nada, nada era tan maravilloso como el regalo de la presencia de un niño. La felicidad y el bienestar de su pequeña bien valía cualquier sacrificio, incluso el de un trabajo estresante.
Estaba acostumbrada a tratar con todo tipo de personalidades.

Sin embargo, ningún hombre la había impactado como Jesse St. James lo había hecho. Profesionalmente había conocido a hombres maestros en el arte de flirtear. A todos y cada uno de ellos los había tratado con tacto y diplomacia.

Pero ese tipo la inquietaba. Mucho más de lo que hubiera deseado. Y ella no quería sentirse insegura y vulnerable. Ya había recorrido ese amargo camino una vez y no tenía la menor intención de volver a hacerlo.

Entró en su habitación. Cuidadosamente, se quitó el vestido y los zapatos. Luego, se desmaquilló con una cremar limpiadora, se puso una larga camiseta de algodón y se instaló frente a la televisión con una taza de café.

A las diez de la noche, apagó las luces y se fue a dormir. Sin embargo, permaneció largo rato con los ojos abiertos en la oscuridad mientras intentaba borrar de su mente la perturbadora imagen de Jesse St.James.

Sonó el teléfono interno.

-¿Qué sucede, Isabel?

El día no había empezado bien. El grifo del agua caliente goteaba, así que habría que llamar a un gasfíter. Sophie rechazó casi todo el desayuno, después de pedir huevos con tostadas. Le costó un triunfo dejarla en la guardería a causa del tráfico y, por último, se rompió una uña al sacar del maletero la rueda desinflada para que la repararan en el taller.

-Hay una entrega que debes firmar.

-Sea lo que sea, hazlo tú.

-¿Incluso si son flores con una tarjeta a tu nombre?

-¿Flores? Bien, voy a recepción.

Rosas. Tersos capullos de tonos crema, naranjos y rojas componían un espléndido ramo de dos docenas de rosas, de largos tallos y delicadamente perfumadas.

-¿Rachel Berry? Firme este registro para entregarle una carta que viene con el ramo -dijo el portador.

¿Quién podría haberle enviado un regalo tan caro? ¿No sería... él?

-Son preciosas -comentó Isabel con envidia mientras Rachel leía la tarjeta.

Un pequeño detalle para expiar mi conducta de anoche. JSJ.

¿Expiar su falta? Ni con veinte docenas de rosas podría hacerlo.
-¿Traigo un florero?

-Sí, y luego colócalas aquí, en la mesa de recepción.

-¿No quieres que las lleve a tu despacho?

-No, me harían estornudar. Y no me pases llamadas, a menos que sean muy urgentes o de la guardería de Sophie.

Luego, se encerró en su despacho. Con un fino abrecartas abrió el sobre y extrajo un cheque firmado por Jesse St. James, por una cantidad equivalente a la cuenta de la cena de la noche anterior. También adjuntaba una tarjeta del hotel, con su nombre escrito en el reverso.
¿Cómo se atrevía? Por ser un asunto profesional, la cena corría a cargo de la empresa, pero Jesse St. James la convertía en algo personal.

No obstante, ella sabía lo que tenía que hacer. Segundos más tarde, el talón volaba a la papelera. Luego, se hundió en su sillón, dispuesta a trabajar.

Sin embargo, fue muy difícil acabar la jornada sin contratiempos.

Antes de marcharse, apagó el ordenador, metió algunos documentos en su cartera, y de pronto se fijó en el sobre del cheque. Movida por un impulso, se inclinó a recogerlo de la papelera. Luego, sacó un sobre del cajón del escritorio, metió el cheque roto y a continuación escribió «Jesse St. James» con tinta negra y letra de imprenta, seguido del nombre del hotel.

El Sheraton no quedaba lejos de su ruta, así que muy pronto dejaba el sobre en manos del conserje del hotel.

A causa del tráfico, tardó bastante en llegar a la guardería.

Sophie estaba acalorada y los ojos le brillaban febriles.

-Veré cómo pasa la noche, pero posiblemente la deje en casa mañana -le dijo a la cuidadora.
Una hora más tarde, bañada y vestida para dormir, le dio a su hija una cena muy ligera. Pero Sophie la devolvió de inmediato y así estuvo casi toda la noche.

A la mañana siguiente, ambas estaban extenuadas por falta de sueño. Rachel hizo varias llamadas, entre ellas, una al médico para pedir hora y otra a la oficina para avisar que le pasaran los recados a casa, pues no iría al despacho.

-Estoy enfermita -dijo Sophie con voz débil.

-Sí, cariño. Iremos al médico y pronto te sentirás muy bien.

El médico dijo que se trataba de un virus gástrico y prescribió un tratamiento. Más tarde, Rachel compró los medicamentos en la farmacia y compró algunos comestibles en el supermercado. Ya en casa, instaló a Sophie cómodamente en el sofá con uno de sus vídeos favoritos.

Junto a su hija, Rachel se puso a trabajar en el ordenador portátil que la conectaba con la oficina.

Al atardecer, Sophie se encontraba mucho mejor y en la noche durmió de un tirón.

Al día siguiente, Rachel decidió dejarla en casa como medida de precaución.

El trabajo en casa se tornaba más difícil con una pequeña que ya podía corretear de un lado a otro. Después de almuerzo, Rachel la hizo dormir siesta y aprovechó para hacer unas cuantas llamadas a la oficina.

Una de ellas le proporcionó la información que buscaba. Michel St. James invertía dinero de sus propios fondos en la película, sin intervención de la multinacional St. James. Por tanto, ella estaba comprometida profesionalmente solo con Michel.

Eran casi las tres de la tarde cuando sonó el timbre. Rachel fue a la puerta al tiempo que se preguntaba quién podría ser. Posiblemente un vecino o un vendedor.

Después de quitar el cerrojo de la puerta blindada, porque la seguridad era esencial para una mujer sola con una niña, durante unos segundos fue incapaz de contener un gesto de sorpresa.
La figura de Jesse St. James ocupaba el estrecho espacio de la puerta entreabierta, protegida por una cadena de seguridad



espero que les guste tanto como a mi...... :P
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por ♥Judith Dom Ago 21, 2011 6:23 pm

ahh me encanto esta muy bueno el fic

Jesse le envio flores a Rachel disculpandose

y la fue a buscar a su casa ahh

Espero actualizacion
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Dom Ago 21, 2011 6:43 pm

♥️Judith escribió:ahh me encanto esta muy bueno el fic

Jesse le envio flores a Rachel disculpandose

y la fue a buscar a su casa ahh

Espero actualizacion

Judith Querida...vienen muchas sorpresas :affraid:
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Tatislutz* Dom Ago 21, 2011 8:53 pm

me encanto esta fantastico tu fic por dios la decidida rachel y el desafiante JSJ

porfavor continuala me tienes a al expectativa que va a hacer en su casa
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por liz_angel Dom Ago 21, 2011 8:58 pm

hay por Dios es hermoso no me gusta mucho leer..pero en fin tu Fic es muy bonito me encanta St.Berry no podrian ser mas perfectos!!!
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cerrado Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 4, llegó a mi Casa!!!!!

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Dom Ago 21, 2011 10:26 pm

Llegó a mi Casa!!!!!
Capitulo 4

PUEDE decirme qué hace usted aquí? Jesse arqueó una ceja.
-¿Sueles recibir a las personas de esta manera?

-No -replicó ella fríamente.

-¿Y dejarlas en la puerta?

-Mis asuntos profesionales los llevo en mi oficina, señor St. James. Le sugiero que pida una cita a mi secretaria.

-Te recuerdo que te negaste a contestar mi llamada.

Rachel intentó que su voz no sonara defensiva.

-Tenía que hacer un trabajo urgente. Mi secretaria se encarga de los mensajes.

-Dejé uno, pero tú no llamaste. Rachel lo miró atentamente.

-No había necesidad, puesto que es Michel quien ha invertido en este proyecto, no la empresa St. James. Por tanto debo tratar solo con él.

-A propósito, el conserje del hotel me entregó un sobre con el cheque que te envié.

-Era una cena de negocios, solo por eso acepté su invitación -le recordó ella con firmeza.

-Invítame a entrar, Rachel.

-No. Sophie no tardará en despertar de su siesta.

-Entonces cena conmigo esta noche.

-No acepto citas, señor St. James -replicó cortante.

-Jesse -corrigió con suavidad-. Compartir una cena no es sinónimo de una cita.

-¿Es que usted no sabe aceptar un «no» por respuesta?

-¿Tanto miedo me tienes?

El miedo tenía muchos matices. Su seguridad personal no estaba en juego, pero su equilibrio emocional era otra cosa. Ella había cerrado con llave ese tipo de emociones en su corazón y la había arrojado lejos. Y ese hombre sabía demasiado, tenía demasiada percepción, por lo tanto era peligroso.

-Pierde inútilmente su tiempo -dijo con calma.

-¿Así lo crees?

-No hay nada de que hablar.

-Yo creo que sí -replicó suavemente. Rachel tuvo que hacer un enorme esfuerzo para sostenerle la mirada con firmeza.

-Eso será en sus sueños.

-Sí -respondió en francés. Rachel exhaló un largo suspiro.

-Si no se marcha de inmediato, lo demandaré por allanamiento de morada -amenazó al tiempo que cerraba la puerta.

Se quedó apoyada allí durante largos minutos. Luego, se dirigió a la cocina con el pulso latiendo violentamente en sus venas. Maldición, ¿quién se creía que era? Jesse St. James sabía exactamente quién era. Y lo peor es que no pararía hasta conseguir sus objetivos.

¿Y qué quería de ella?

Sexo. ¿Por qué otra razón los hombres perseguían a las mujeres si no era para avasallar su intimidad?

¿No había pagado con creces esa experiencia? Con dulces palabras, Finn había hecho justo lo que se precisaba para conquistarla. Hasta que se quedó embarazada. Entonces se convirtió en un total desconocido y ella tuvo que dejarlo, no sin antes jurarse a sí misma que nunca más volvería a cometer el mismo error.

Había conocido a muchos hombres debido a su profesión, pero ninguno la había impactado tanto como Jesse St. James. Desde el momento en que sus miradas se encontraron por primera vez, ella sintió en su piel que entre ellos había química. Una gran atracción sexual, tuvo que reconocer.

Parecía que en segundos su vida se paralizaba para darle cabida solo a él. Al hombre que invadía sus sentidos, calentaba su sangre, la reclamaba.

Tenía que hacer algo. Sí, iría a planchar hasta que Sophie despertara. Y más tarde prepararía la cena.

Dos horas después, Rachel instalaba a la niña frente al televisor con un vídeo educativo.

-Voy a preparar la cena, cariño -anunció poco más tarde mientras se dirigía a la cocina.

Decidió hacer un guiso de verduras al va¬por con pollo que había quedado del día anterior. Así que peló unas patatas y unas zanahorias y junto con brocolí lo puso a cocer en una cacerola.

En ese momento, oyó que llamaban a la puerta.

-Timbre, mamá -anunció Sophie mientras la madre se dirigía al vestíbulo.

La única persona que iba a verla sin avisar era su vecina. Así que abrió la puerta con una sonrisa. Sonrisa que se borró de su rostro al reconocer al hombre que estaba en el pasillo.

-¿Qué hace aquí?

Jesse sonrió con picardía.

-Esa pregunta ya la has hecho. He traído la cena.

-¿Y por qué?

-¿Y por qué no?

-¿Mami?

Rachel cerró los ojos, luego volvió a abrirlos antes de volverse hacia su hija.

-Todo está bien, cariño -dijo con suavidad-. Vuelve a la sala. Estaré contigo en un minuto.

-Hola, Sophie.

La voz del hombre era tranquila, suave y amistosa. Sophie lo miraba con curiosidad, sin la menor intimidación.

-Hola. ¿Quién eres tú? Jesse se puso en cuclillas con toda naturalidad.

-Un amigo de tu madre.

-¿Y cómo te llamas?

-Jesse.

-¿Y vas a cenar con nosotras? -le preguntó muy solemne.

-¿Te gustaría?

¡Oh, Dios, era el colmo! Rachel lo fulminó con la mirada.

-Sí -respondió la pequeña-. ¿Puede quedarse, mami?

-Estoy segura de que... Jesse tiene sus propios planes, cariño.

Los ojos de Sophie se agrandaron de curiosidad.

-¿Sí?

-No, no tengo planes para esta noche-aseguró Jesse.

-Entonces puedes mirar el vídeo conmigo-invitó Sophie con una sonrisa.

-Me gustaría mucho.

Rachel captó la silenciosa interrogación en los ojos del hombre y no deseó otra cosa más que cerrarle la puerta en las narices.

-No creo que sea una buena idea.

-Prometo portarme bien -declaró Jesse solemnemente.

-Por favor, mami.

Confianza ciega. Para un niño todo era sencillo. ¡Si lo fuera para los adultos! Rachel abrió la puerta.

-Entra -invitó con cortesía, pero sin el menor entusiasmo.

-Tú eres grande -declaró Sophie cuando Jesse entró en el vestíbulo.

-Quizá porque tú eres pequeña.

-Tengo tres años -declaró muy orgullosa. Jesse señaló las bolsas que llevaba.


-Si me llevas, dejaré esto en la cocina.

Era una cómoda casa de una sola planta, relativamente moderna, con habitaciones bastante espaciosas. La presencia de Jesse las empequeñecía y Rachel estaba muy consciente de ello mientras el hombre la seguía por el vestíbulo.

En la cocina, Rachel se atrincheró detrás de la estufa, en un intento inconscien¬te de poner distancia entre ellos.

-Generalmente le doy de comer a Sophie a esta hora.

-Entonces quizá podríamos cenar juntos.

Rachel sacó de las bolsas un pollo a las brasa, arroz blanco, verduras, una barra de pan, diversos quesos y una botella de vino.

Había que reconocer que era un festín bastante mejor que el guiso de verduras cocidas que pensaba compartir con Sophie.

-Pondré otro plato y cubiertos.

-Dime dónde están y los traeré mientras tú te ocupas de la comida- ofreció Jesse.

-Tú te sientas a mi lado, ¿verdad? -invitó la pequeña.

-Será un placer para mí.

-Ahora soy una niña y puedo comer sola, ¿sabes?

Durante la cena, Rachel no sabía si sonreír o suspirar al ver que su hija informaba, al invitado forzoso, sobre los nombres de sus amiguitos de la guardería, sus lecciones de natación, sobre su reciente fiesta de cumplea¬ños, los vídeos que le gustaba ver y, especialmente, sobre el viaje al parque temático que haría con su mamá el domingo siguiente.

-Mamá compró entradas. Si quieres, puedes venir -dijo la pequeña al tiempo que acababa sus verduras.

-No, cariño, no puede. El señor St. James es un hombre muy ocupado. Además, tendremos que esperar a ver cómo te sientes.

Ella no quería gastar su tiempo con él, ni siquiera en compañía de su hija. Y él lo sabía. Podía percibir claramente su diversión mien¬tras ella se levantaba a recoger la mesa.

-¿Quieres ver el vídeo conmigo mientras mami friega los platos? ¿Puedo levantarme de la mesa, mamá? -Sophie recordó de pronto los buenos modales que su madre le había enseñado.

-Sí, cariño -dijo con dulzura mientras ob¬servaba que su hija tomaba la mano de Jesse con toda naturalidad

¿Cómo podía ser tan amistosa con alguien a quien acababa de conocer? ¿Especialmente con un hombre que a ella le disgustaba tanto?

¿Disgustar? No, no era la palabra adecuada, pensaba al tiempo que fregaba los platos.

Su sola presencia amenazaba con derribar la muralla protectora que había alzado en torno a sí misma.

No necesitaba un hombre que avasallara su espacio, su tiempo, sus emociones.

A menos que tuviera la suficiente buena suerte para encontrar al hombre adecuado. Un hombre que supiera reconocer y respetar las necesidades de una mujer, que fuera capaz de dar y tomar a la vez.

Pero ella se sentía contenta en su soledad, ¿verdad que sí? Tenía un hogar, un buen tra¬bajo y una hija que era la luz de su vida. ¿Qué más podía desear? «Nada más», se respondió a sí misma. Pero sabía que mentía.

Cuando volvió a la sala de estar, encontró a Sophie sentada junto al hombre que menos deseaba ver en su casa.

Pero ambos parecían sentirse muy a gusto el uno con el otro, mientras Sophie le explicaba secuencias del vídeo que estaba a punto determinar. Cuando aparecieron los títulos de crédito, se acercó a su hija.

-Es hora del baño, cariño.

-Volveré para darte las buenas noches -prometió al hombre que se ponía en pie ágilmente.

-El señor St. James tiene que marcharse, hijita. Así que es mejor que te despidas ahora -dijo con suave firmeza.

-Entonces buenas noches -dijo la pequeña con una sonrisa mientras su madre la condu¬cía hacia el pasillo. Pero, de pronto, la niña se volvió a Jesse-. ¿Volverás a visitarnos otra vez?

La mirada de Jesse se posó en la niña, luego en la madre y nuevamente volvió a la niña.

-Me gustaría mucho -dijo con una suave sonrisa.

Rachel maldijo entre dientes mientras dejaba correr el agua de la bañera. ¿Cómo se le podía ordenar a un niño de tres años que no sintiera simpatía por alguien? ¿Cómo podía explicarle que el juicio de un adulto se basaba en algo más que las apariencias? ¿Y que la razón de la antipatía de ella se debía a la desconfianza y al temor?

Mientras tanto, Jesse examinaba las fotografías expuestas en una mesita.

En casi todas aparecía la pequeña Sophie en diversas actitudes y circunstancias. También había una fotografía de dos hombres mayores, posiblemente de los padres de Rachel. Pero no había ninguna del padre de Sophie.

Jesse se pasó los dedos por el pelo. Si le quedara un poco de sentido común, se marcharía de inmediato al hotel donde lo esperaban al menos tres horas de trabajo en el ordenador, aparte de varias llamadas internacionales. Tendría suerte si podía acostarse antes de la medianoche.

Aunque no le importaba mucho. Las noches pasadas no había dormido bien. Su mente se centraba demasiado a menudo en una joven directora de ventas, de cabello castaño y de hermosos ojos cafés, que no tenía reparo en desafiarlo a la menor provocación.

Una voz infantil lo arrancó de sus cavilaciones.

-Ahora me voy a la cama.

Sophie apareció en el vano de la .puerta. Era igual a su madre, pero en miniatura; tenía el pelo más claro, pero los ojos eran de un café igualmente brillante, y los rasgos auguraban la misma delicada y esbelta estructura ósea que los de su madre.

-Buenas noches, Sophie.

-Te acompaño a la puerta antes de llevar a la niña a la cama -sugirió Rachel fríamente.

-Si me lo permites, prepararé café mientras acuestas a la niña. Hay algo que quiero conversar contigo.

-Volveré en diez minutos -dijo resignada. No quería ninguna violencia delante de su hija-. El café y el azúcar están en la despensa. Hay leche en el refrigerador. El mío con leche y una cucharada de azúcar.

En unos pocos minutos, volvía a la sala de estar. En una mesita, había una bandeja con dos tazas humeantes que desprendían un grato aroma.

-Has hecho una conquista -dijo al tiempo que bebía un sorbo de café. Jesse inclinó la cabeza.

-Con Sophie, pero no con la madre.

-No existe la menor posibilidad -aseguró con frialdad. No lo quería en la casa, en esa sala, y especialmente no quería que amenazara su tranquilidad emocional-. ¿Qué te impi¬de poner fin a la cacería? -preguntó.

Tal como suponía, obtuvo una sonrisa cínica como primera respuesta.

-Quiero tu opinión imparcial sobre el éxito de la película que, por lo demás, se llevará una buena cantidad de los fondos de Michel.

-No puedo aventurarme a adivinar. Hay muchos factores en juego. Ahora si no te importa, debo pedirte que te marches. Necesito trabajar un rato.

-Una forma muy cortés de invitarme a que me largue.

Ella advirtió el tono burlón pero prefirió




Chicas mañana no se si alcanse a actualizar, pero en cuanto tenga un minutito lo haré, espero sus comentarios.

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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por ♥Judith Lun Ago 22, 2011 1:00 am

Ohh me encanto

Jesse se ha ganado a la pequeña sophi

Y a Rachel le gusta jesse pero no lo admite jaja

Espero actualizacion
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cerrado Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 5, Que provocas en mi Jesse?

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Lun Ago 22, 2011 4:46 pm

Aquí esta el Capitulo 5.....

¿Qué provocas en mi Jesse?
Capitulo 5

LOS fines de semanas estaban enteramen¬te dedicados a Sophie. El sábado por la mañana Rachel llevó a su hija al par¬que, a una zona de juegos infantiles, rodeada de césped y con un pequeño lago artificial, donde los niños daban de comer a los patos.

Durante más de una hora, Sophie corrió y jugó con los otros niños en total libertad.

Más tarde, hicieron compras para la sema¬na en un centro comercial y volvieron a casa a la hora de almuerzo.

Mientras Sophie dormía la siesta, Rachel limpió la casa y más tarde llevó a la pequeña al centro deportivo local, a las clases de natación.

Rachel siempre preparaba algo especial para la cena de los sábados. Más tarde, después de bañar y meter a su hija en la cama, se tendía en un sofá a disfrutar de una buena película alquilada en un club de vídeo.

Raramente cambiaba ese ritual, pero en general estaba contenta.
O al menos así había sido hasta hacía cinco días, cuando un hombre muy atractivo, con un fascinante acento francés había irrumpido en su vida.

La noche pasada ese mismo hombre había despertado sentimientos y emociones que no quería volver a sentir.

Al cabo de una semana, todo terminaría. Pero primero habría que organizar entrevistas, sesiones fotográficas, y por último, una cena de gala con baile incluido.

Y entonces Michel, Sandrine y Jesse volarían a Ohio, a París y su vida volvería a la acostumbrada normalidad.

El domingo llevó a Sophie al parque temático y vivió la emocionante aventura de vistas, colores y sonidos a través de los ojos de su hija. Después de la jornada tan excitante, Sophie se caía de sueño, así que no fue difícil meterla en la cama, después de la cena y el baño.

El lunes, Rachel volvió a la rutina sema¬nal. El jueves tenía un cóctel y el sábado una cena de gala así que decidió llamar a Sarah esa misma mañana para dejar todo arreglado.

La jornada de trabajo pasó rápidamente y al llegar a casa se encontró con que un perro del vecindario se había metido en el jardín, había destrozado las plantas, asustado al gato que encontró encaramado en la rama de un árbol y, por último, se había puesto a jugar con la ropa que se secaba en la cuerda.

Después de bajar al gato y recoger la ropa para volver a lavarla, al fin pudo cenar. Más tarde, se metió en la cama y durmió profundamente.

Al día siguiente, la mañana amaneció muy soleada. Eligió un traje de falda y chaqueta de color azul zafiro oscuro y se dirigió a la oficina. El día transcurrió sin novedades. Por la tarde, llegó a casa con el tiempo justo para bañar a Sophie, darle de cenar, y arreglarse para asistir al cóctel que se celebraba en el ático de un lujoso edificio cerca a la bahía.

Por alguna razón, se sentía especialmente desganada. Mientras se maquillaba intentó animarse con la idea de que no sería necesario permanecer allí mucho tiempo. A continuación, se puso un vestido negro de diseño clásico, manga corta, escote redondo, y encaje negro sobre la falda, que terminaba unos cuantos centímetros sobre la rodilla. Un colgante y unos pendientes a juego completaban el atuendo. Por último, se puso unos zapatos negros de tacón alto, y después de examinarse en el espejo con mirada aprobatoria, recogió su bolso y fue a despedirse de Sophie y Sarán.

-Sé buena con Sarah. Hasta pronto, cariño, te quiero mucho.
El lujoso departamento estaba situado frente al hotel Sheraton. El motivo de la fiesta era la celebración del éxito de ventas obtenido por una importante marca extranjera de lencería femenina. Las estrategias de marketing, promoción y publicidad habían atraído el interés del mundillo de celebridades de New York, lo que culminó en un éxito sona¬do para la empresa. El director europeo había decidido acudir desde Milán para visitar la primera boutique newyorkina de la firma.

A las seis y media, Rachel dejaba su coche en el estacionamiento subterráneo.

Minutos más tarde, una azafata la conducía a un recinto lleno de invitados. De inmediato, un camarero le tendió una bandeja de canapés variados. Ella eligió uno, rechazó una copa de champán y pidió agua mineral.

-Sí que es extraordinario, ¿no te parece? Ella se volvió. Era el director de publicidad.

-Desde luego que sí -dijo con una sonrisa al tiempo que contemplaban las magníficas baldosas del suelo, los lujosos muebles y las caras pinturas, al parecer originales, que decoraban las paredes de la espaciosa estancia en el ático del edificio, con una espléndida vista sobre el Boulevard.

-Al parecer la lencería se vende muy bien -comentó el hombre.

-Porque es de alta calidad y de una prestigiosa firma, como bien sabes. ¿Me perdonas? Voy a saludar a un colega -dijo al cabo de un minuto.

Durante la hora siguiente, alternó con colegas y conocidos, siempre en amable e intrascendente charla.

En cualquier momento, el anfitrión dirigiría a la concurrencia unas palabras de agradecimiento, luego vendría el obligatorio brindis con champán, ofrecerían café y entonces podría marcharse a casa.

De pronto, sus ojos se detuvieron en una alta y atlética figura de anchos hombros y cabello oscuro y rizos que conversaba con un grupo al fondo de la sala.

No, sus ojos la engañaban. No podía ser...

Pero justo en ese momento el hombre se volvió hacia ella y sus miedos se confirmaron.

Era Jesse St. James.

Sus rasgos era inconfundibles. La firmeza del mentón, los grandes ojos grises, y esa boca inolvidable.

Como en trance, se quedó inmóvil en su sitio mientras él se despedía del grupo y avanzaba hacia ella.

-Rachel.

-No me digas que el anfitrión es amigo tuyo -dijo en un tono casi cínico.

Los ojos del hombre brillaron divertidos.

-Fuimos a la misma universidad.

-Desde luego que es una coincidencia que ambos os encontréis en New York al mismo tiempo. Y no solo en el mismo estado, sino también en la misma ciudad.

Él inclinó la cabeza y se acercó a ella para cederle el paso a un camarero. Instintivamen¬te, Rachel dio un paso atrás.

-Así es.

¿Sabía que ella se encontraría allí también?

-Nunca habría pensado que te interesara la lencería femenina.

-Depende de la mujer que se la ponga y si me fascina lo suficiente como para desear quitársela.

-Si me perdonas... -dijo ella con la clara intención de alejarse de ese hombre que la perturbaba tanto.

Los dedos de Jesse se cerraron sobre el codo de la joven.

-No.

Ella le lanzó una mirada fulminante.

-¿Qué intentas decir con eso? Retira la mano de mi brazo.

-\Merdel -maldijo en voz baja-. Atentas contra mi paciencia. Solo quiero presentarte a Bruno.

Rachel oyó una voz a sus espaldas y se volvió.

-¿Puedo ofrecerme como intermediario? -dijo el hombre en tono jocoso-. ¿No vas a presentarme a esta dama tan encantadora?

-Bruno Farelli -indicó Jesse amablemente-. Rachel Berry.

Bruno llevó la mano femenina hasta sus labios.

-Es un placer, Rachel. ¿No te gusta este hombre? -preguntó con los ojos oscuros brillantes de buen humor.

-La verdad es que me irrita de sobremanera. Bruno apenas podía contener la hilaridad.
-Interesante. Las mujeres suelen caer desmayadas a sus pies.

-Una verdadera estupidez -comentó la joven con fingida dulzura.

-Jesse, tienes que traerla a cenar con no¬sotros. A mi mujer le encantará conocerte.

-No creo...

-Adriana no pudo acompañarme esta noche, y a mi hija no le sientan bien los vuelos largos.

-Lo siento -dijo ella con auténtica simpatía. Bruno la miró durante largos segundos.

-Sí, hablas con sinceridad -dijo al fin. En ese momento, uno de sus ayudantes le murmuró algo al oído. Bruno asintió-. Perdonadme. Ahora debo dirigirles unas palabras a mis invitados.

Hablaremos más tarde.

El discurso fue breve pero en sus palabras se advertía una auténtica sinceridad.

-¿Quieres otra bebida? -preguntó Jesse tras los aplausos que siguieron, al discurso del anfitrión.

Rachel dudó unos segundos mientras miraba su copa vacía. No quería estimularlo a seguir junto a ella.

-Prefiero esperar al café.

-Que no se servirá hasta dentro de una media hora.

-No hace falta que te quedes conmigo a esperar.

-Una manera muy amable de echarme de tu lado.

-¿Cómo lo has adivinado?

Él guardó silencio unos cuantos segundos.

-¿El padre de Sophie te hizo mucho daño? -se aventuró a preguntar con toda calma.

Ella lo miró directamente a los ojos, consciente de que penetraba en su interior mucho más de lo que cualquiera haría.

-No es asunto tuyo -respondió con la misma calma mientras luchaba para controlar un flujo de emociones encontradas.

-¿No crees que es posible que también sea asunto mío?

-¿Y si yo no te lo consintiera?

-¿Piensas que puedes detenerme?

-Sería tonto por tu parte intentarlo siquiera. Perdóname, quiero ir a saludar a unos colegas.
Jesse la dejó marcharse sin dejar de contemplarla mientras cruzaba la habitación. Poseía una gracia natural en sus gráciles movimientos que le hacía recordar a una bailarina en el escenario.

Después de hablar con unos invitados, Rachel bebió el último sorbo de su copa al tiempo que evitaba la tentación de mirar su reloj.

-¿Estás sola?

-Noha -se limitó a decir ella.

Como director publicitario, Noha Puckermann no tenía igual. Como hombre tenía un grave defecto: se creía un regalo de Dios para el placer de las mujeres.

-No he dejado de observar que esta noche te mueves en las altas esferas. Primero, el mayor de los St. James y, luego, ni más ni menos que Bruno Farelli en persona. Me pregunto por cuál de los dos te vas a decidir.

-Por ninguno.

-Por tanto la elección recae sobre mí, ¿no es cierto?

Rachel le dedicó una fría mirada.

-¿No te cansas de este juego tan aburrido?

Noha esbozó una sonrisa, con una leve mueca de crueldad.

-Eres la única mujer que todavía se me resiste, Rachel.

-Y así seguiré. Nunca caeré en tus redes -replicó cortante.

-Nunca es un tiempo demasiado largo, y yo soy muy obstinado.

-Ya han pasado dos años y todavía no captas el mensaje. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no?-dijo exasperada.

-Creo que juegas muy bien el papel de la indiferencia.

-No es un juego, Noha, es la pura verdad -dijo en tono cansado.

-¿Por qué será que no te creo?

-Porque tienes un ego muy desarrollado.

-Vente conmigo esta noche. Iremos a una sala de fiestas, bailaremos, nos pondremos cómodos... -dijo al tiempo que le aferraba la mano.

Ella intentó zafarse.

-No. No hagas eso, Noha. Suéltame.

-Me parece que la dama ha dicho que no-se escuchó una voz con un tono peligrosamente suave.

¡Oh, Señor, justo lo que necesitaba! Dos hombres disputándose su atención. Tendría que haberse sentido halagada, pero no fue así.

-Intentaba hacerle cambiar de parecer-explicó Noha al tiempo que le soltaba la mano.

-Me atrevería a decir que no has tenido suerte -dijo Jesse con mirada amenazante.

Noha inclinó la cabeza a modo de reverencia.

-Ya nos veremos, Rachel

-No si puedo evitarlo -murmuró ella entre dientes.

-¿Trabajas con él? -preguntó Jesse cuando Noha se había alejado.

-Es un asociado. Publicidad y marketing siempre van de la mano. Si me perdonas, voy a pedir un café.

-Voy contigo.

Ella le dirigió una mirada punzante, pero prefirió guardar silencio.

-¿Sophie se ha recuperado?

-Sí, afortunadamente.

-Dos cafés. Uno solo y el otro con leche y un terrón de azúcar -pidió Jesse al camarero-. Vamos a contemplar las vistas -sugirió al tiempo que le tendía su taza.

Se acercaron a los ventanales. Había oscurecido y los rascacielos se habían convertido en iluminadas torres contra un cielo azul añil.

Había embarcaciones ancladas en el puerto deportivo y el agua presentaba un oscuro matiz satinado con estelas luminosas, reflejos de una luna ascendente.

De pie y en silencio, consciente de la presencia de Jesse junto a ella, Rachel bebía lentamente su café. Era una noche tranquila, se oía el sonido de la música como fondo de las conversaciones y risas.

-Este paisaje me recuerda el sur de Francia -comentó Jesse indicando el puerto-. ¿Has viajado?

-Solo dentro de país -respondió ella. Le parecía que eso había sucedido hacía un siglo.

-¿Por vacaciones?

-Sí.

Fue un viaje programado en compañía de Finn, el hombre con el que se iba a casar.

-¿Visitaste Miami?

-Sí, y me encantó el pulso vital de la ciudad. Claro que con una visión de turista -opinó.- Se me ocurre que la rutina diaria termina por borrar parte de su encanto. Realmente debo marcharme. Sarah tiene exámenes mañana y prometí no llegar tarde.

-Te acompaño al coche.

-No es necesario. Lo estacioné en el mismo hotel y la zona está bien iluminada.

-Vamos a buscar a Bruno y te despides de él.

-Puedo hacerlo sola.

Él dejó ambas tazas en una mesa cercana.

-No te das por vencido, ¿eh? -comentó resignada mientras cruzaban juntos la habitación.

-¿Ya os vais? ¿Tan pronto? -preguntó el anfitrión.

-Ha sido una velada encantadora. Muchas gracias -dijo Rachel con una amplia sonrisa.

-Me pondré en contacto con Jesse para cenar juntos. ¿Os viene bien este fin de semana?

-No creo...

-Te lo confirmaremos -intervino Jesse suavemente.

Rachel esperó hasta que llegaron al vestíbulo.

-¿Por qué has aceptado una invitación en mi nombre?

-Solo dije que lo confirmaríamos.

-¿Nosotros? Tú eres libre de hacer lo que quieras, pero no me incluyas en tus planes -ordenó airada.

-Eso es lo que hago, porque mis planes te incluyen a ti también.

Cuando llegaron a la calle, ella se volvió hacia él, con la rabia a flor de piel.

-No necesito guardaespaldas y además no .quiero que asumas ningún rol en mi vida. ¡Buenas noches!

-Bien -dijo el hombre al tiempo que se acercaban al coche.

-Sin lugar a dudas eres el hombre más insufrible que he tenido la desgracia de conocer.

-En ese caso no tengo nada que perder.

Con un rápido movimiento, la atrajo hacia su cuerpo y la besó apasionadamente. Durante largos segundos, ella luchó por no sucumbir ante la devastadora sensación que amenazaba con destruir sus pensamientos racionales. Sus manos subieron hasta los hombros de Jesse en un gesto de rechazo, pero se quedaron posadas en los brazos del hombre al tiempo que entreabría los labios.

Mientras sentía la lengua del hombre explorando su boca, pedía a Dios que la librara del deseo que invadía su cuerpo.

Jesse sintió en su propio cuerpo la entrega de la mujer y aumentó la intensidad del beso mientras la estrechaba más aún. Quería más y más, y la tentación de invitarla a su hotel se le hizo insoportable. Pero sabía que eso destruiría todos los avances que había conseguido.

En su lugar, aflojó la presión del abrazo y de la boca y terminó rozando suavemente los labios femeninos mientras acunaba el rostro de Rachel con las manos.

Los ojos de ella estaban abiertos por la sorpresa, dilatados y empañados. La visión de esas lágrimas aún no derramadas lo enternecieron hasta el límite de lo imaginable.

Pasó delicadamente el pulgar por la boca temblorosa. Solo quería estrecharla entre sus brazos, abrazarla con ternura. Rara vez había visto la vulnerabilidad desnuda en la mirada de una mujer, y una parte de su ser se odió por haberla hecho llegar a ese estado.

Vio el enorme esfuerzo que a ella le costaba recuperar el control de sí misma, reunir sus escasas defensas y apartarse de él.

Sus manos se deslizaron por los brazos de ella y sujetaron sus muñecas.

-Rachel...

-Tengo que marcharme. Por favor -murmuró, al borde de la desesperación.

Jesse le soltó las manos, sacó las llaves de los dedos temblorosos, abrió la puerta del coche y ella se sentó tras el volante.

Rachel arrancó el motor luchando con sus deseos de quedarse. Con una breve mirada a Jesse, salió del estacionamiento y se unió al tráfico de la calle.

¿Por qué se había abandonado a ese beso que removía todas sus emociones hasta entonces tan ocultas?

Después de su relación con Finn, había jurado que nunca permitiría que otro hombre se le acercara demasiado. Ya no confiaba en ellos. Solo servían para complicar la vida. Por lo demás, le bastaba el amor de Sophie, su adorable hija.

No necesitaba a Jesse St. James, que en una semana o dos partiría en un avión al otro extremo del mundo para proseguir su acostumbrada vida. Probablemente en compañía de su amante.

¿Entonces por qué esa sensación de angustia en la boca del estómago?

Llegó a casa, estacionó el vehículo en el garaje.

Sarah la esperaba. Tras despedirla en la puerta, fue a ver a su hija.

La pequeña dormía tranquilamente, abrazada a su osito de peluche. Después de besarla suavemente en la frente, Rachel se retiró a su habitación.




Espero que esta parte les guste....espero sus comentarios
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por ♥Judith Lun Ago 22, 2011 5:06 pm

Ahhh me gusto mucho Emy

Rachel y jesse se besaron ahhhh

Por culpa de Finn Rachel tiene miedo a enamorarse
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por diana de mitchel Lun Ago 22, 2011 11:35 pm

emi me encanto el capitulo como siempre me encanta como escribes

espero tu actualisacion
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Mar Ago 23, 2011 7:55 pm

♥Judith escribió:Ahhh me gusto mucho Emy

Rachel y jesse se besaron ahhhh

Por culpa de Finn Rachel tiene miedo a enamorarse

Judith, el Fic quiero que sepan cuenta con solo 12 capitulos, en los cuales pasaran muchas cosas, son capitulos ufff, super intensos.

Gracias y ya subiré el capitulo 7
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cerrado Gracias

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Mar Ago 23, 2011 7:58 pm

liz_angel escribió:hay por Dios es hermoso no me gusta mucho leer..pero en fin tu Fic es muy bonito me encanta St.Berry no podrian ser mas perfectos!!!

Liz, aun faltan, pero gracias nuevamente por leer y este fic es cortito, solo cuenta con 12 capitulos, pero muy intensos...


Espero tus comentarios

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cerrado Confía en Mí, Capitulo 6, Una desición que Cambiará todo

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Mar Ago 23, 2011 8:59 pm

Una Desición que Cambiará Todo
Capitulo 6

ESA mañana, mientras revisaba el correo electrónico en el ordenador, Rachel pensaba que ese no era su mejor día. No había dormido bien y sentía un incipiente dolor de cabeza.
Murmuró una maldición entre dientes al ver un mensaje urgente en la pantalla. Le pedían que volviera a programar la fecha de las sesiones fotográficas. ¿Sería posible que se comunicara con la dirección del hotel Sheraton a fin de proponer día y hora para verificar los lugares donde se harían las fotos, y luego llamar al fotógrafo y confirmar todo esa misma tarde?

Decidió ponerse manos a la obra inmediatamente, pero en ese momento sonó el interfono.

-¿Sí?

-Jesse St. James -informó Isabel.

-Dile que llame más tarde, por favor -dijo con el corazón martilleándole en el pecho.

-¿Algún mensaje?

-No -se esforzó por hablar con calma-. Y ahora comunícame con Alex Stanford. Llama a su teléfono móvil, por favor.

Era el mejor fotógrafo de la empresa y tal vez, con buena suerte, podría concederle me¬dia hora de su tiempo.

Treinta minutos después, Rachel había solucionado el problema. Decidió pasar por alto la hora de almuerzo y fue en su coche directamente al hotel Sheraton.
Alex la esperaba en el vestíbulo. Juntos recorrieron la zona de la piscina, el interior y zonas exteriores del hotel, hasta seleccionar unos cuantos escenarios adecuados para la sesión fotográfica de la semana siguiente. Todo ello sujeto a confirmación, naturalmente.

Rachel anotó en su agenda fechas y horas, nombres de personas del estudio, publicidad y vestuario.

-Bueno, ya está. Te llamaré cuando esté todo dispuesto. Gracias por tu ayuda, Alex -dijo con una sonrisa de auténtico agradecimiento cuando se despidieron en el vestíbulo del hotel.
A esa hora, su estómago protestaba de hambre, así que tras varias opciones, se decidió por un café y un sandwich en la cafetería del hotel, con vistas a la ciudad.

-Rachel.

Al instante reconoció la voz masculina. Era Jesse St. James, impecablemente vestido de ejecutivo con un traje oscuro, camisa blanca y corbata oscura de seda.

La elegante indumentaria realzaba su estatura y prestaba un aire sofisticado a su figura impresionante.

Al mirarla detenidamente, Jesse la sintió frágil. Sus ojos parecían más profundamente cafes debido a unas leves sombras oscuras que indicaban falta de sueño reparador... tal como le ocurría a él.

Iba acompañado de Bruno Farelli, una rubia muy atractiva y una niña pequeña.

-Jesse. Bruno -saludó Rachel con una débil sonrisa.

-Es un placer verte otra vez. Permíteme presentarte a mi esposa Adriana, y a mi hija Lucía -dijo el ejecutivo con cálida simpatía.

La pequeña le robó el corazón, parecía un ángel en miniatura.

-Adriana. Hola, Lucía -saludó con una sonrisa.

-Bruno me habló de ti -dijo Adriana amablemente-. Acabamos de levantarnos de la mesa tras un largo almuerzo.

-Espero que disfrutes de tu estancia en esta ciudad -le deseó Rachel en el mismo tono.

-Tienes que venir a cenar con nosotros. Sé que tienes una hija de la edad de Lucía.

Seguro que le encantará conocerla. ¿Estás libre mañana por la noche? -propuso Adriana.

¡Maldición! ¿Cómo podría manejar eso? Con gracia, decidió de mala gana. Bruno Farelli era un hombre muy influyente y su agencia estaba interesada en él como cliente. Rehusar no solo sería un acto descortés sino, además, una torpeza profesional. Lo único que cabía esperar era que Jesse St. James no estuviera incluido en la invitación.

-Gracias, Adriana, me encantaría.

-¿Te viene bien a las seis en nuestro apartamento?

Justo entonces sonó su teléfono móvil.

-¿Me disculpáis, por favor? Tengo que atender esta llamada. Entonces nos veremos mañana, a las seis. Gracias, nuevamente -se despidió Rachel.

Mientras hablaba por teléfono se dirigió a la cafetería.

Allí dio buena cuenta de un sandwich y una bebida.

Eran casi las tres cuando regresó a su oficina. Pasó el resto de la jornada sumida en un informe y en llamadas telefónicas

Pasadas las cinco, recogió a Sophie en la guardería. Necesitaba urgentemente un cal¬mante para el dolor de cabeza.

A las ocho, después de acostar a Sophie, se dio una larga ducha relajante y decidió irse a la cama.

Sin embargo, igual que las noches anteriores, no pudo conciliar el sueño. (sonaba en su cabeza esta canción)




¿Por qué permanecía despierta, con la imagen de un hombre impresa en su mente? ¿Por qué comenzaba a pensar cómo sería el contacto de su piel?

Esos peligrosos pensamientos de inmediato la llevaron al recuerdo de su relación amorosa con Finn... un hombre que buscaba su propio placer, sin considerarla a ella.

Si hubiese sido mayor y más experta en asuntos amorosos, de inmediato habría percibido su egoísmo. Sin embargo, siempre justificaba a Finn y se culpaba a sí misma de los defectos de él.

¡Tonta! ¿Cuánto tiempo habría pasado hasta que ella hubiera visto cómo era? Su embarazo había sido voluntad de Dios y de un medicamento para un problema gástrico que anulo la eficacia de la pildora, en el momento más crucial de su ciclo.

Sophie, su dulce tesoro. La reacción de Finn había sido tan detestable, que a partir de ese momento Sophie fue hija suya, solo suya.

Con una determinación casi increíble en ella, dado su temperamento, abandonó Lima, familia y amigos y se instaló en New York. Allí empezó a labrarse duramente un futuro en el campo de las ventas, que era lo mejor que sabía hacer.

Había trabajado hasta dos semanas antes del nacimiento de Sophie y, tras un permiso de maternidad de un mes, reanudó sus actividades profesionales.

Sus padres la visitaba dos veces al año y se llevaba a Sophie unas cuantas semanas. Durante las vacaciones, Rachel iba a Lima a visitar a sus padres.

Durante casi cuatro años se había sentido razonablemente feliz. Hasta la aparición de Jesse en escena. Ese hombre desafiaba su estilo de vida cuidadosamente organizado, atacaba su libido, y la hacía anhelar algo que solo le causaría dolor.

En ese momento, sonó el teléfono en la mesilla de noche.


Al instante reconoció la voz profunda de Jesse St. James.

-¿Te he despertado?

-No. ¿Qué quieres? -preguntó conteniendo la respiración.

-No respondiste mi llamada.

-No sabía que fuera tan urgente. Por lo demás, mi secretaria te dijo que llamaras más tarde.

-Hasta ahora no he tenido la oportunidad.

-¿No puedes esperar hasta mañana?

-Michel quiere que le envíes un fax con el cálculo actualizado de gastos de marketing y publicidad. Voy a darte su correo electrónico.

Rachel buscó papel y lápiz en el cajón de la mesilla de noche.

-Espera un minuto. Muy bien -dijo tras haber tomado nota-. Mañana lo llamaré a primera hora.

-Y otra cosa más.

-Dime.

-Mañana por la tarde os pasaré a recoger a ti y a Sophie a las cinco cuarenta y cinco.

-Puedo ir sola hasta el hotel.

-Sacre bleu ¿por qué te empeñas en afirmar tu independencia? ¿Así que prefieres volver a casa sola en la noche, con una niña pequeña?

¡Ya era demasiado!

-Lo que yo preferiría es que no estuvieras presente en la cena.

-¿Es que mi presencia te perturba?

-No seas vanidoso. Si no hay algo más, me gustaría intentar dormir. Y por favor, las llamadas de negocios hazlas en horario de oficina -dijo antes de cortar la comunicación.

Rachel apagó la luz, dispuesta a dormirse. Pero no pudo hacerlo durante toda la noche.

La insistente alarma del despertador la encontró con los ojos abiertos de par en par. Con un gran esfuerzo, se levantó de la cama.

Ejecutó todas las actividades rutinarias mecánicamente. Tras dejar a Sophie en la guardería, se dirigió a la oficina.

Esa mañana todo salió mal. Cuando abandonó su despacho a las cinco, lo único que quería hacer era recoger a Sophie, irse a casa, y relajarse.

Pero en cambio tenía que bañar y vestir a su hija, ducharse, vestirse, maquillarse... y todo en veinte minutos.

Se puso un elegante conjunto de pantalón y camisola de un tono violeta profundo que realzaba su fino cutis cremoso y el color de los ojos. Sophie llevaba un vestido celeste es¬tampado, zapatos blancos y calcetines.

-Vamos, cariño -dijo mientras recogía las llaves y el bolso.

Cuando Rachel iba a abrir la puerta, sonó el timbre. El corazón le dio un vuelco al ver a Jesse St. James en el porche.

-No debiste venir -dijo con fingida cortesía a causa de Sophie.

Él le dedicó una dura mirada.

-Dije que vendría a buscarte. Jesse se volvió a saludar a Sophie quien, inocente traidora, estaba encantada no solo de verlo, sino también de viajar en un coche diferente al suyo.

Un sedán último modelo, como Rachel pudo apreciar de inmediato.

Jesse condujo con cuidado por la autopista, atento al parloteo de Sophie, hasta llegar al estacionamiento subterráneo del Palazzo Ver¬sace.

Rachel se prometió tranquilidad durante unas pocas horas, dos o tres como máximo. Luego, podría marcharse en taxi, tras haber cumplido con su obligación social. Más tarde todo contacto profesional con Bruno Farelli se haría en horas de oficina.

Sophie y Lucía simpatizaron de inmediato. Tanto Adriana como Bruno, con su buen humor y simpatía, se desvivieron para hacerla sentir en casa. Y habrían tenido éxito si no hubiera sido por la presencia enervante de Jesse.

¿Alguien percibió su tensión, oculta tras un rostro relajado? ¿Pudo alguien darse cuenta de la violencia con que le latía el pulso en la garganta? ¿O de la rigidez de su cuerpo, dolorosamente consciente de la presencia del hombre sentado junto a ella?

¿Cuándo podría escaparse? Todavía faltaba el postre y el café. ¿Otra hora más?

-¿Qué parque temático nos recomendarías para Lucía? -preguntó Adriana-.

Estaremos muy pocos días en New York, así que solo podremos visitar uno.

-El que más le gustó a mi hija fue Dreamworld -respondió Rachel mecánicamente.

-Bruno tiene el sábado libre. Nos encanta¬ría que nos acompañarais. Las niñas han con¬geniado de maravilla y Lucía lo pasaría muy bien con Sophie.

-¡Dreamworld! -parloteó excitadamente la niña-. Mamá, por favor.

-Quizá Rachel ya tenga planes para el fin de semana -indicó Jesse, como un desafío silencioso.

-El sábado me vine bien -respondió Rachel sin alterarse- Gracias. Estaremos encantadas de ir con vosotros.

-Traeré el postre -dijo Adriana-. Espero que os guste el tiramisú.

-Claro que sí -repuso la invitada-. ¿Puedo ayudarte en algo?

-No hace falta. Está todo organizado.

El café siguió al soberbio postre. Casi eran las nueve cuando Rachel anunció que debía marcharse.

-Ha sido una velada encantadora -manifestó con cálida sinceridad,

-El sábado volveremos a vernos. Ahora pediré un taxi.

Adriana la miró pensativa, pero optó por callar.

Después de confirmarle que tardarían unos pocos minutos en llegar, Rachel preparó a Sophie y luego se despidió de los anfitriones.

-Cancela el taxi -dijo Jesse cuando se di¬rigían al ascensor.

-No.

Los ojos grises se oscurecieron.

-O lo haces tú o lo haré yo -ordenó implacable.

Ella le lanzó una fría mirada, que se transformó en escandalizada sorpresa al ver que él, tranquilamente, le quitaba el teléfono y cancelaba el servicio.

Para no sobresaltar a su hija, Rachel guardó un furioso silencio. Esperaría hasta que estuvieran solos.

¿Con qué derecho invadía su vida y daba órdenes?

Afortunadamente, Sophie no paró de parlotear hasta que llegaron a casa; una buena excusa para ignorar al hombre que conducía junto a ella.

Cuando llegaron a la entrada de la casa, no tardó ni un minuto en sacar a su hija del vehí¬culo.

-No hace falta que bajes. Puedo arreglármelas sola.

-Estoy seguro de que puedes -dijo Jesse en un tono suave como la seda-.

Déjame llevar a Sophie.

-No. Despídete, cariño.

Sus esfuerzos fueron inútiles, porque Jesse le sacó las llaves de la mano y abrió la puerta principal. Ella lo siguió dentro de la casa con los dientes apretados.

-Y ahora me gustaría que te marcharas.

-Ve a acostar a Sophie primero -dijo tranquilamente al tiempo que le sonreía a la niña-. Buenas noches, tesoro. Que duermas bien.

Sophie le echó los brazos al cuello.

-Un beso de buenas noches.

Jesse la besó suavemente en la mejilla. De inmediato, Rachel desapareció por el pasillo con su hija en brazos.

¿Tenía idea ese hombre del daño que podría hacerle a la niña? Ante sus propios ojos, estaba naciendo un afecto entre ambos que no conduciría a ninguna parte.

Mientras la desvestía, pensaba que no era justo para Sophie.

Tras dejarla dormida, fue a la sala de estar, donde encontró a Jesse con las manos en los bolsillos. Él miró con intensidad la esbelta figura femenina que se parapetaba detrás del respaldo de una silla.

-No me juzgues a mí a causa del padre de Sophie.

La joven le lanzó una mirada venenosa.

-No sabes nada del padre de Sophie -respondió trémula, con los ojos fulgurantes de ira.

-Sé que no tiene importancia en tu vida porque aquí no hay ningún indicio de su existencia -dijo al tiempo que indicaba las fotografías.

La ira la envolvió como una ola gigantesca.

-Finn está muerto -manifestó sin poderse contener. La única reacción del hombre fue una mirada indescifrable. Eso la enfureció más aún-. ¿Quieres saber detalles? -continuó imparable-. Pues bien, nos criamos juntos y desde la niñez fuimos inseparables; más tarde nos enamoramos y nos comprometimos. Entonces, me quedé embarazada. Desgraciadamente un medicamento anuló la eficacia de la pildora. El hombre, que creía conocer como a mí misma, sugirió que tomara medidas para impedir el embarazo porque, según él, un hijo nos complicaría la vida. Y yo me negué -la expresión de la joven se endureció al recordar esas escenas dolorosas-. Él decidió desentenderse del asunto y se marchó a Canadá. Murió unos meses más tarde en un accidente de esquí -concluyó con un hondo suspiro, invadida de odio hacia Jesse y hacia sus propios recuerdos.

-Y entonces decidiste excluir a todos los hombres de tu vida a causa de la irresponsabilidad de un hombre, ¿verdad?

Cuatro años atrás, ella tuvo que enfrentarse al dolor del abandono, a la culpa por la muerte de Finn. No quería revivir el pasado.

-Quiero que te marches.

-Todavía no.

-¡Pero quién te crees que eres! -explotó exasperada. Presa de un impulso ciego, le arrojó una figura de porcelana a la cabeza, con tan mala suerte que él la atrapó en el aire. Su acción descontrolada la horrorizó. Durante largos segundos, se quedó inmóvil con una mirada de profunda incredulidad-. ¡Maldita sea! ¿Qué quieres de mí? -susurró mordiente cuando volvió a la realidad.

-La oportunidad de probarte que no soy Finn -replicó Jesse en un tono peligrosamente calmado.

y comenzó a cantar....



-¿Con qué fin? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte en New York? ¿Una semana, dos cómo mucho? ¿Y luego, qué? Te irás... a París, Bali, a cualquier lugar después de haber pasado unas agradables vacaciones. ¿Pero, y Sophie? ¿Cómo piensas que le afectará el hecho de que alguien la trate con cariño y luego la abandone sin más?

-Quiero estar contigo.

La intención de sus palabras era inequívoca.

-¿Quieres aliviar tu deseo sexual conmigo?

La expresión escandalizada de la joven casi lo hizo reír.

-Cuando te lleve a la cama, no será únicamente para satisfacer mis apetitos sexuales.

-Claro que no, porque nunca entrarás ni en mi dormitorio ni en mi cama.

Durante largos segundos, Jesse la miró en silencio.

-¿Estás segura de eso?

-Busca a otra mujer para tus necesidades. No soy carne de experimentos.

-Yo tampoco. Si solo buscara una mujer para satisfacer mis necesidades, ¿por qué estaría continuamente batallando contigo?

-Porque, para variar, no he caído a tus pies. Y eso es un desafío para tu ego.

-¿Eso es lo que piensas?

-Claro que sí, maldita sea -rugió ella-. ¿Qué otra cosas quieres que piense?

-Podrías intentar confiar en mí, por ejemplo.

-Una vez confié en un hombre. Uno al que conocía de toda la vida. ¿Cómo podría confiar en ti, si hace solo una semana que te conozco?

-Simplemente porque te doy mi palabra de que puedes hacerlo.

-Muy fácil de decir -repuso amargamente.

Rachel no se dio cuenta de que él se había acercado a ella hasta que no estuvo en sus brazos y, aturdida por la sorpresa, no pudo escapar de la boca que buscaba la suya con ansia.

En vez de violencia, hubo un gran dulzura en el prolongado beso que despertó violentamente su ansia del hombre. A pesar de sí misma, su cuerpo se ciñó al de Jesse mientras sus brazos le rodeaban el cuello.

Jesse la besó con infinito cuidado al tiempo que controlaba su deseo, que le pedía más y más.

No era el lugar ni el momento apropiados, así que lentamente se separó de ella, con un suave beso en los labios. Se mantuvieron abrazados largo rato, los labios de Jesse apoyados en la sien de Rachel. Luego, con ambas manos le rodeó el rostro, obligándola a mirarlo a los ojos.
-¿Quieres negar esto? -preguntó suavemente sin dejar de percibir el temblor de ella-. ¿Quieres rechazar lo que podríamos experimentar juntos? Yo te deseo; pero mis intenciones son buenas. Y quiero que seas tú quien tome la iniciativa -murmuró al tiempo que inclinaba la cabeza y suavemente recorría con la lengua la boca de ella, para luego separarse-. Me voy a marchar. Tienes el número de mi teléfono móvil. Si no me llamas antes de llegar al hotel, no intentaré verte nunca más. ¿De acuerdo? -dijo con una suave caricia del pulgar en el labio inferior de Rachel.

-No quiero esto -susurró desesperada.

-Te equivocas -negó con suavidad-. Lo que tú no quieres es que te hagan daño.

-También eso -admitió todavía con las manos en los hombros de él.

Jesse se las retiró suavemente. Sus ojos, abiertos de par en par, no podían apartarse del rostro de Jesse, que dio un paso atrás. Ella observó sus labios curvados en una tenue sonrisa y una leve interrogación en su mirada cálida. Sin más, dio media vuelta y abandonó la habitación.

Al poco rato, sintió el ruido del vehículo que se alejaba.

Rachel continuó inmóvil en la sala, luchando por aclarar sus pensamientos.

Si lo llamaba, su vida nunca volvería a ser la misma. Y si no lo hacía... ¿no se arrepentiría algún día de haber dejado escapar la oportunidad?

La vida estaba llena de opciones. Siempre había que escoger. O se la aceptaba como venía, o se elegía el camino de la prudencia extrema. Claro que así nunca podría realizar sus sueños.

¿Qué tenía que perder?

Una risa se le ahogó en la garganta. ¡Maldita si lo hacía, maldita si no lo hacía!

Presa de un súbito impulso, buscó la tarjeta con el teléfono de Jesse.

http://27.media.tumblr.com/tumblr_lh2tewdlan1qcvr0do1_r1_500.gif

-¿Por qué tardaste tanto?

-Una lucha con mi subconsciente -respondió ella con toda sinceridad.

-Gracias -murmuró en francés, con la voz enronquecida.

-Buenas noches.

Tras cortar la comunicación, Rachel quedó sumida en un profundo y reflexivo silencio.





Espero que les guste tanto como a mi, lo que sí ahora incluí unas canciones y una imagenes, espero sus comentarios........



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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por ♥Judith Mar Ago 23, 2011 9:20 pm

ay Emy siempre divinos tus capitulos

ste me encanto

uuhh finn murio

Rachel y Jesse nuevamente se besaron

ahhh le hablo a Jesse ahh el gif de la llamada sumamente tierno

ahh ya vas a la mitad del fic

Espero actualizacion
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por la.dori Miér Ago 24, 2011 9:19 am

q bueno q rachel lo llamo, si no lo hubiera hecho seria muy tonta a vgeces hay q arriesgarse!!! xD
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por katty st berry Jue Ago 25, 2011 1:54 am

Perdon por no comentarte antes hermanita pero tu nuevo fic es uno de los mejores q e leido por lo menos finn murio asi q no sera un problema fisico
Rachel llamo a jesse pense q no lo aria pero q tenia q perder y ademas no te puedes resistir a Jesse St James nisiqiera su hija
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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Elizabeth Gonzales Jue Ago 25, 2011 2:30 pm

Ay Emy que buen fic, ayer leí de volada el primer capítulo en mi trabajo, pero ya en casa lo leí con detenimiento y te lo juro no pare hasta llegar a tu última actualización, me encanto.
Me gusta esa personalidad de Jesse calculador y hasta manipulador, pero también sumamente seductor.
Y Rachel no se queda atrás. Una mujer que sabe lo que quiere y no se deja impresionar fácilmente también es muy atractiva
La hija de Rachel, Sophie me pareció una ternura, la verdad mientras iba leyendo, imaginaba todo lo narrado y en especial la parte en que ella habla con Jesse y él tan lindo le presta toda la atención del mundo.
Me dejaste fría con la muerte de Rachel, ahora se entiende porque la marco de esa manera.
Bueno en otras palabras adore tu fic y espero tu próxima actualización, aquí tienes otra fan.
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cerrado Fic Confía en mi (St. Berry) Capitulo 7, Dos dias Maravillosos a tu lado

Mensaje por Emy_Rodriguez Groff Vie Ago 26, 2011 3:12 pm

CONFÍA EN MÍ

Dos dias maravillosos a tu lado
Capítulo 7



TEMPRANO en la tarde llegó a la oficina una docena de hermosos capullos de rosas de un pálido tono rosado. Rachel ignoró la curiosidad de su secretaria mientras leía la tarjeta:

Cena esta noche. A las siete. Jesse.

-Isabel, ponías en un florero y llévalas a mi despacho, por favor.

-Muy bien. Te espera tu cliente de las tres y media.

-Dame unos cuantos minutos. Necesito hacer una llamada.

Un minuto más tarde, marcaba una serie de dígitos en el teléfono.

-St. James -respondió una voz grave.

-Soy Rachel. Gracias por las rosas -dijo con la inseguridad de una adolescente.

-El placer es mío.

La voz grave, con un leve acento seguridad, penetró en su cuerpo como una corriente eléctrica.

-No puedo acompañarte a cenar. Mi ma¬dre viene de Lima en el vuelo vespertino.

-Y tienes que ir a buscarla al aeropuerto -dijo en tono jocoso como si supiera la lucha que ella libraba para guardar la calma.

-Sí, lo siento.

-Tendré mucho gusto en conocerla cuando pase a recogerte mañana. Adriana me dijo que podríamos quedar en el hotel a las nueve y media, así que pasaré a recogeros a las nue¬ve y cuarto.


-No me gustan los hombres dominantes. Perdona, pero me espera un cliente -replicó fríamente al oír su suave risa ronca.

-Hasta mañana, Rachel -reiteró Jesse antes de que ella cortara la comunicación.
-¡Abuela! -gritó Sophie.

Rachel tuvo que sujetarla para que no corriera hacia la puerta por donde salían los pasajeros al ver la figura sonriente de su abuela.

-Shelby -la joven abrazó cariñosamente a su madre al tiempo que se hacía cargo del bolso de viaje.

Shelby abrazó a la pequeña.

-¿Cómo estás, cariño? -preguntó a su hija, ya instaladas en el coche, cuando la nieta se calló un minuto.

-Muy bien -aseguró Rachel-. El trabajo marcha bien y como puedes ver, Sophie está maravillosa.

-Dreamworld. Mañana. ¿Puede venir la abuela también?

-Ya hablaremos de eso, cariño -concedió la abuela.

Eran casi las nueve cuando Rachel se reunió con su madre después de acostar a Sophie.

-Ven a sentarte conmigo, hija.

-¿Cómo están mis papás? Shelby sonrió con ternura.

-Hiram Y Leroy están muy bien, aunque trabajan demasiado. Tú sabes como se toman ellos el trabajo

Estuvieron charlando animadamente sobre las últimas novedades de la pequeña familia. Eran casi las once cuando Shelby echó un vistazo al reloj.

-Creo que deberíamos ir a descansar. Tendremos mucho tiempo para continuar la charla.

-¿Te gustaría ir al parque temático mañana con unos cuantos amigos?

-Preferiría quedarme en casa, relajarme y más tarde preparar un buen asado. Su madre, siempre cariñosa y atenta.

-Ya he lavado las cortinas y cubrecamas -le advirtió-. Y ni se te ocurra pensar en una limpieza general, ¿de acuerdo?

-Me gusta ayudarte un poco cuando vengo. Sabes que la ocasión no se presenta muy a menudo.

Rachel encendió la luz de la habitación de invitados.

-Que duermas bien, Shelby. Te veré por la mañana.
El día amaneció con mucho sol y despejado. Seguramente, haría calor a lo largo de la mañana.

A las ocho media, después de desayunar, Rachel vistió a Sophie y puso en un bolso crema para el sol, unos bollitos, zumo de frutas, agua mineral y todo lo necesario para una larga jomada fuera de casa con un niño pequeño.

Luego, rápidamente se vistió con unos téjanos lavados a la piedra, un top azul y una blusa abierta, y terminó su arreglo personal con un ligero maquillaje.

-Jesse está aquí, mami -chilló Sophie que miraba por la ventana.

-Vaya -murmuró Shelby con admiración cuando Jesse entró en el vestíbulo.

Vestido informalmente con vaqueros, un polo azul marino y zapatillas deportivas, con las gafas de sol sobre la cabeza, parecía un modelo sacado de una revista de moda masculina.

Rachel hizo las presentaciones.

-Mi madre, Shelby Corcoran. Jesse St. James.

-Es un placer -se inclinó Jesse.

-¡Jesse, Jesse! -Sophie se arrojó a sus brazos y el hombre la alzó hasta su pecho-. Mira, tengo una gorra.

-Buenos días, Sophie -la saludó en francés.

-¿Nos podemos ir ahora? Adiós, abuela -se despidió la pequeña alegremente.

Entraron al parque temático unos minutos pasadas las diez. Al instante, Sophie y Lucía se pusieron a charlar encantadas, imparables, mientras los mayores las llevaban a las diver¬sas atracciones especialmente concebidas para el disfrute de los más pequeños.

Rachel era absolutamente consciente de la presencia de Jesse a su lado. Todo su cuerpo semejaba un instrumento bien afinado, en espera del toque de la mano masculina.

Después de almorzar al aire libre, las niñas se sentían cansadas.

-Yo la llevaré -indicó Jesse cuando Rachel iba a tomar a su hija en brazos.

Ella iba a protestar, pero calló al ver que Sophie se inclinaba hacia él con lo brazos abiertos.

¿Qué podía decir? Sophie se limitaba a copiar a Lucía, que iba en brazos de su padre. No pasó mucho tiempo antes que las dos cabecitas cayeran dormidas en sendos hombros masculinos. Rachel intentó ignorar la naturalidad con que su hija se acomodaba en los brazos de Jesse.

Deseaba gritarle que no permitiera que la niña se aficionara tanto a él, que era injusto. Pero no era mucho lo que podía hacer, excep¬to aparentar calma y relajarse ante la situación inevitable, mientras paseaban o entraban y salían de las tiendas para turistas.

Después de un rato, ambas niñas despertaron con renovadas energías. Tras hacerles fotos, disfrazadas de personajes famosos, y de tomar unos refrescos, lentamente se fueron acercando a las puertas de salida.

-Ha sido un día encantador -exclamó Adriana efusivamente, con la mano de Rachel entre las suyas-. Gracias por traer a Sophie. Lucía lo ha pasado estupendamente bien.

-Hemos alquilado un yate con tripulación para dar una vuelta por los canales mañana-dijo Bruno al llegar a los respectivos vehículos-. Nos gustaría que os unierais a nosotros.

Jesse inclinó la cabeza.

-¿Rachel?

A ella se le encogió el estómago ante el pensamiento de pasar otro día con él.

-Muy amable por vuestra parte, pero tengo a mi madre en casa. Ha venido a visitarnos desde Lima.

-Que venga también -la animó Adriana calurosamente-. Por favor, será divertido pasar otro día juntos; el último en New York, ya que nos marchamos el lunes.

Rachel no tuvo corazón para negarse. Después de todo, no estaría a solas con Jesse.

-Se lo preguntaré y os llamaré.

Eran pasadas las cinco de la tarde cuando llegaron a casa.

Shelby los recibió en la puerta y de inmediato ofreció a Jesse algo de beber, tras preguntar cómo lo habían pasado.

Para mala suerte de Rachel, Jesse aceptó de inmediato. Y lo peor de todo fue que, al cabo de un rato, se sentía muy a gusto y relajado conversando con Shelby. Durante la charla, empleó a fondo su soberbia estrategia verbal para conseguir que aceptara acompañarlos al crucero del día siguiente.

-Iré encantada -dijo la madre con una sonrisa resplandeciente-. ¿Quieres quedarte a cenar, Jesse?


-Es posible que tenga algún plan -intervino la hija rápidamente.

-Ningún plan -respondió el aludido al tiempo que la miraba con una sonrisa distraída.

Rachel extendió una mano hacia la niña.

-¿Me disculpáis? Es la hora del baño, cariño.

-Jesse insistió en ir a comprar vino para la cena -dijo Shelby cuando su hija entró nuevamente en la cocina.

-Bien.

-Parece muy simpático, querida -comentó, ocupada en saltear las verduras-. Sin comentarios -bromeó más tarde ante el silencio y la mirada irónica que captó en los ojos de su hija.

En ese momento, regresó Jesse. De inmediato, Rachel puso la mesa y luego fue a ayudar a su madre en la cocina.

-¿Tienes familia, Jesse? -preguntó Shelby durante la cena.

«¡Allá vamos!», gruñó la hija mentalmente y evitó mirarlo mientras ayudaba a Sophie con la verduras.

-Dos hermanos, Michel y Sebastian. Ac¬tualmente, Michel se encuentra en Australia con su esposa. Sebastian y Anneke se acaban de casar y están pasando su luna de miel en algunos países de Europa.

-¿Tus padres viven en Francia?

-Mi madre falleció hace unos pocos años; pero mi padre reside en la casa familiar, y todavía se ocupa de los negocios.

-¿Vives en una casa grande? -preguntó Sophie.

-Temporalmente.

-¿Y tienes un perro?

Jesse le dedicó una tierna sonrisa.

-Sí, dos. Y dos gatos, algunas gallinas, patos, gansos y un loro que da los buenos días a todos los que se le acercan.

Sophie abrió los ojos de par en par.

-¿Un loro que habla?

Los ojos de Jesse brillaban de humor.

-Sí, de veras que sí.

-¿Y tu casa queda muy lejos?

-Jesse vive en París, cariño. A miles de kilómetros, al otro lado del mundo -explicó Rachel.

-¿Y podemos ir a verte? -aventuró Sophie, inconsciente de las distancias.

-Me gustaría mucho. Rachel se levantó de la mesa.

-Traeré el postre.

La deliciosa tarta de limón fue un excelente complemento de la cena. Más tarde, Rachel se negó a que su madre fregara los platos.

-Tú cocinaste, así que ahora me toca a mí.

Jesse también se levantó.

-Estoy de acuerdo. Descansa un rato, Shelby. Yo ayudaré a tu hija.

En la cocina, bajo la mirada al principio burlona de Rachel, que pensaba que no había fregado un plato en su vida, Jesse manejó ollas y cacerolas con considerable pericia. Cuando hubo acabado, secó el fregadero y apoyó una cadera en el borde, mientras esperaba que ella terminara lo suyo.

-¿Por qué no acuestas a Sophie mientras yo preparo café? -sugirió.

Valía la pena ver aquellos hermosos ojos cafés agrandados de rabia y las mejillas ru¬borizadas, pensó Jesse al tiempo que la tomaba de la barbilla y le daba un beso, breve e intenso.

-¿Cómo te atreves? -cuchicheó, furiosa.

La joven salió de la cocina precipitadamente. Más tarde, al volver a la sala lo encontró cómodamente instalado frente a Shelby, ambos entregados a la conversación, como si se conocieran de toda la vida.

Al cabo de un rato, Jesse se puso en pie.

-Debo marcharme. Shelby, gracias por la cena y la amable charla.

-Te acompaño a la puerta -dijo Rachel. Pero antes de poder abrirla, él le rodeó la cara con las manos y la besó apasionadamente.

-Buenas noches, mi ángel -dijo tiernamente en francés-. Hasta mañana.

Estaré aquí a las nueve. Que duermas bien -agregó al tiempo que le acariciaba los labios con un dedo.

Rachel echó el cerrojo a la puerta y volvió a la sala de estar.

Discretamente Shelby no hizo el menor comentario sobre el rubor que teñía las mejillas de su hija. En cambio, se refirió al nuevo club social al que asistía en Lima y a las películas que había visto recientemente. En todo momento evitó nombrar a Jesse.

A la diez, después de un leve bostezo, sugirió que era hora de irse a dormir.

Rachel durmió profundamente. Cuando abrió los ojos, el sol se filtraba por el resquicio de las persianas.

De un brinco, se sentó en la cama al oír un toque en la puerta. Era su madre, con una taza de café en la mano.

-Buenos días, cariño. Decidí despertarte porque son más de las ocho.

-¡Cielos! Jesse llegará a las nueve. ¿Dónde está Sophie?

-Mirando un vídeo. Ya ha desayunado. Y he puesto en la bolsa todas las cosas que pue¬de necesitar.

-Gracias, Shelby -dijo tras beber un sorbo de café.

Se vistió con unos pantalones cortos de color beige, un top celeste y zapatillas deportivas. Luego se aplicó crema protectora para el sol y un leve toque de color en los labios.

Jesse llegó a las nueve. Estaba muy apues¬to vestido informalmente con pantalones cortos azul marino y un polo blanco que realzaba la piel bronceada. Su figura bien cuidada indicaba claramente una gran afición a los deportes.

Hacía un hermoso día, más bien caluroso, aunque una refrescante y continua brisa mecía las hojas de los árboles.

-Iremos en barco -cantaba Sophie durante el trayecto a la nueva expedición.

Un lujoso yate, opinó Rachel al cabo de un rato, mientras Bruno los invitaba a entrar en la embarcación.

Para los turistas adinerados, un yate privado era lo ideal. El capitán, la tripulación y el servicio de restaurante garantizaban de antemano una agradable excursión.

Shelby estaba encantada con Lucía, que de inmediato simpatizó con ella.

-Le recuerdas a su querida abuela -comentó Adriana cuando tomaban asiento en la espaciosa sección central dispuesta como sala de estar, lujosamente amueblada.

Era evidente que Jesse y Bruno compartían la camaradería de una larga amistad. A Rachel se le aceleraba el pulso cada vez que Jesse la miraba, y él lo sabía, por el fulgor que ella percibía en el fondo de sus ojos.

Durante todo el viaje casi no la tocó, ape¬nas una leve caricia en el brazo durante el almuerzo.

Sin embargo, correspondía el afecto que Sophie le demostraba abiertamente.


Jesse era como Santa Claus para la pequeña.

«¿Y para ti?», escuchó una voz interior.

Para ella era un hombre al que había que tratar con mucha cautela.

El capitán recorrió los canales costeros, y los grandes canales del interior.

Había hermosas casas a lo largo de la ribera, con jardines maravillosos, altas palmeras y piscinas. En muchas de ellas, ha¬bía yates atracados en embarcaderos individuales.

Después de almuerzo, la embarcación continuó su trayecto.

. Sobre las seis, enfilaba rumbo a Marina Mirage.

Había sido un día increíble, y así lo comentó Rachel a los anfitriones en el momento de desembarcar.

-Acompañadnos a cenar a casa -invitó Adriana entusiasmada-. Haré una ensalada y los hombres pueden hacer una barbacoa.

-Pero si te vas mañana tendrás que preparar el equipaje -se opuso Rachel.

-Solo unas cuantas cosas -aseguró la anfitriona-. Tenemos un armario con todo lo necesario en cada uno de nuestros apartamentos. Estaríamos encantados de contar con vosotros.

-Las niñas están cansadas. Ha sido un largo día para ellas.

-No creo que una hora más suponga demasiada diferencia -intercedió Shelby.

Dos contra una, reflexionaba Rachel con ironía. Más bien tres, por la expresión de Sophie, encantada en los brazos de Jesse.

Fue una sencilla cena, pero deliciosa. En realidad, lo más apropiado para finalizar un día inolvidable.

Eran casi las ocho cuando Jesse estacionaba el coche ante la casa de Rachel.

Luego, sacó a Sophie de la silla y entró con la niña en brazos.

-Su habitación es la tercera puerta a la izquierda. Me cambio y vengo a acostarla -dijo Rachel en el pasillo.

Al poco rato, entraba en la sala de estar.

-¿Queréis té, café? ¿Una bebida fría?

-No, querida, gracias -declinó la madre.

-Para mí tampoco -dijo Jesse-. Debo volver al hotel. Tengo que acabar un trabajo antes de tomar el primer vuelo a Sidney, muy temprano en la mañana. Volveré el miércoles por la noche o el jueves, si surge algún problema.

Jesse se marchaba. ¿Por qué repentinamente ella sentía ese gran vacío?

Jesse se despidió de Shelby y Rachel lo acompañó a la puerta.

-Gracias por este maravilloso día -murmuró ella.

-Te llamaré desde Sidney.

Rachel se entregó al estrecho abrazo y unió sus labios a los de él, sin otro pensamiento más que disfrutar intensamente del placer de ese momento, que le pareció muy breve.



Espero sus comentarios


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cerrado Re: Fic Confia En Mi (St. Berry) Capitulo 12,y fueron felices los 3??? FINAL

Mensaje por Turn Around Bright Eyes Vie Ago 26, 2011 6:35 pm

Nueva lectora!

Debo decirte que me encanto el fic.

me gusta este Jesse, hombre de negocios.

La rachel de este Fic es perfecta, orgullosa y no se deja manejar por nadie.

Jesse es muy dulce con la niña *-*

Yo también quisiera que me llevara en brazos ejejejej

Bueno, algo bueno le dejo Finn a Rachel.

Jesse se va a Sidney.

Rachel lo echará de menos, seguro..

Espero tu próxima actualización :)
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Mensaje por la.dori Vie Ago 26, 2011 7:00 pm

pobre rach como q qiere a jesse pero igual le cuesta abrirse, ojala q jesse la siga tratando bien xD
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