Fanfic Brittana-(Adaptacion) -Una noche de verano-CAP 29 Y 30 FINAL

Britt me desespera, hasta cuando va a pensar en lo que le hizo la idiota de zoe?

HOLA PASO A DEJARLES UN NUEVO CAP..EL FINAL YA ESTA CERCAA!!BSS

Capítulo veintisiete
Volvieron a casa el domingo, antes de mediodía. Había sido un fin de semana lleno de actividades. El
jueves se unieron a otros turistas en una cervecería local para ver los partidos de fútbol americano, y
después fueron al mejor restaurante que pudieron encontrar para cenar pavo. El viernes y el sábado Britt
arrastró a Santana de tiendas y completó sus compras de Navidad. El sábado acabaron lo bastante pronto
como para hacer una breve excursión a Enchanted Rock. Caminaron por la enorme mole de granito y
reptaron por las cuevas que había en la parte alta. Santana había acampado allí el verano anterior, pero Britt
no había ido a aquel lugar desde su época del instituto.
De vuelta en casa, Santana la ayudó a descargar sus cosas y puso todos sus paquetes sobre el sofá.
—¿Me has comprado algo? —preguntó.
—Eh, se supone que no debes preguntarlo. Además, ¿cómo hubiese podido hacerlo? Has estado conmigo todo el tiempo.
—Sí, bueno, pero yo sí te he comprado algo —bromeó Santana.
—¿Sí? ¿Qué?
—Es un regalo de Navidad. Tendrás que esperar —dijo, haciendo una mueca.
Britt la miró fijamente y después fue a abrazarla.
—Gracias por llevarme. Lo he pasado maravillosamente.
Santana la besó suavemente en la frente.
—Yo también he disfrutado contigo.
—Siento lo de...
—No lo sientas. Hemos quedado en que no hablaríamos de ello. Así que no digamos nada —sugirió Santana—. Te veo mañana en el trabajo.
Britt la vio marchar y se quedó mirando la carretera hasta bastante después de que su todoterreno desapareciera. Habían acordado no hablar de ello, pero estaba ahí, entre ellas. Su forma de hacer el amor se había vuelto más cautelosa. El amor que Britt había visto en los ojos de Santana estaba ahora escondido.
¿Era eso lo que Britt quería? ¿Una relación exclusivamente física? En eso se había convertido durante los
últimos días. No había más contacto que en la cama. De día eran amigas, simplemente, sin miradas cómplices entre ellas.
Santana había sugerido que pasasen algún tiempo separadas y, a juzgar por la manera en que acababa de
irse, eso era lo que iba a suceder. Britt se sintió fatal. Le dolía el alma, y no sabía por qué.
Tan sólo quedaban tres semanas de clases y los últimos cuatro días serían de exámenes finales. Había
sido un largo semestre, y Britt se sentiría agradecida cuando llegase a su fin.
Iba con retraso en todas sus clases, y la mayor parte de las tardes se quedaba en el trabajo hasta las siete. Era para ponerse al día y organizar sus exámenes finales, o al menos eso se decía a sí misma, pero sabía que en realidad era para mantener la mente ocupada y no pensar en Santana. Apenas la había visto en
toda la semana. Santana alegaba estar también muy ocupada, y Britt la creía.
¿Qué otra cosa podía hacer?
El jueves, Britt la llamó a su despacho.
—¿Quieres salir a cenar?
Hubo una larga pausa.
—No puedo —dijo Santana.
—¿Por qué no? —preguntó Britt.
—Ya tengo planes para esta noche.
—Oh, ya entiendo.
—¿Qué tal el sábado? —preguntó Santana—. Puede que consigamos que Rachel y Quinn vengan con nosotras.
Britt se preguntó si también tenía ya planes para el viernes por la noche, pero no dijo nada.
—Muy bien. Las llamaré.
—Ya me dirás algo —dijo Santana, y colgó.
Britt dejó lentamente el auricular en su sitio y se quedó mirando el teléfono. Eso era lo que ella quería, se dijo con insistencia.
Pasó la noche del viernes sola junto al fuego, con una botella de vino al lado. Estaba casi vacía, y el
libro que había comenzado estaba abierto en el primer capítulo. Se quedó mirando el fuego,
preguntándose qué estaría haciendo Santana y con quién. Era el «con quién» lo que más le preocupaba.
¿Emily? Tal vez. O quizás alguien de San Antonio. Britt echó la cabeza hacia atrás; los celos la consumían.
Imaginar a Santana con otra era como si le clavaran un cuchillo en el corazón y destrozaran lo que quedaba
de él. Acabó el vino, consciente de que a la mañana siguiente tendría un terrible dolor de cabeza y sin
importarle lo más mínimo. Rachel y Quinn habían aceptado ir a la cena, y Britt había intentado llamar a Santana,
pero no estaba en casa. No dejó mensaje.
El sábado por la mañana durmió hasta las nueve y, al levantarse, su cabeza le recordó que se había
tomado una botella entera de vino ella sola. Se sentó a la mesa para tomar café, mientras contemplaba los
pájaros en su comedero, que por una vez estaba lleno.
Miró el teléfono, deseando que sonase, pero seguía en silencio. Por fin llamó a Santana y volvió a oír su contestador.
—Soy Britt. Rachel y Quinn han dicho que sí a la cena. Si sigues queriendo ir, claro —añadió—. Supongo que sobre las siete.
Colgó y volvió a su café; el día amenazaba ser muy solitario.
Santana llamó a las cuatro.
—¿A las siete? —preguntó.
—Sí.
—Muy bien, estupendo —convino Santana.
—¿Quieres pasar antes por aquí? —preguntó Britt.
—No, mejor quedamos allí. Tengo cosas que hacer por la tarde.
Britt se mordió el labio y asintió.
—Muy bien —dijo, y colgó—. ¡Dios, odio esta situación! —exclamó en voz alta.
Llegó a casa de sus amigas sobre las seis. No podía soportar estar sola ni un segundo más. Ellas se sorprendieron al verla.
—Entra, Britt —dijo Rachel.
—Sé que es temprano —se disculpó.
—¿Dónde está Santana?
—Quedamos aquí.
—¿Qué ocurre? —preguntó Rachel de inmediato.
—¿Por qué crees que pasa algo malo?
Rachel alzó las cejas.
—Porque las conozco, por eso. —La hizo pasar a la sala—.
Hablemos.
—Todavía no están vestidas.
—Ya me he duchado. Quinn se está arreglando —dijo Rachel—.
A ver, ¿qué pasa?
—No lo sé.
—¿No lo sabes?
—Bueno, sé lo que sucede, pero no sé por qué —se lamentó Britt.
—¿Fue todo bien en Fredricksburg?
—Sí y no —dijo ella.
Rachel se limitó a mirarla, esperando que continuase.
—Lo pasamos bien, supongo. —Britt desvió la mirada—. Oh, Rachel, no lo sé. Me gusta estar con ella,
pero quiere más. Le he dicho que no podía. Que quiero que todo siga como está.
—¿Y cómo es eso? ¿Algo estrictamente físico? ¿Sólo sexo?
Britt asintió.
-¿Y?
—Y ella dijo que quizá necesitábamos dejar de pasar tanto tiempo juntas. Que quizá necesitábamos estar con más gente, ya que yo no estaba preparada para nada más con ella.
Rachel no dijo nada.
—Apenas la he visto esta semana. El jueves la invité a cenar y tenía planes, y supongo que también anoche. Ni siquiera ha querido venir hoy a casa. Dijo que nos veríamos aquí —acabó de un tirón.
—¿Y no es eso lo que quieres?
—No sé qué demonios quiero —dijo Britt.
—Creo que sí lo sabes, pero no quieres admitirlo —repuso calmadamente Rachel.
—No. —Britt negó con la cabeza.
—Está claro que disfrutas cuando estás con ella —dijo Rachel con una ligera sonrisa.
Britt enrojeció.
—Sí. El sexo con ella no tiene comparación. Pero no quiero nada más.
—¿No la quieres a ella, pero tampoco quieres que nadie la quiera?
—Rachel, me dijo que estaba enamorada de mí —susurró Britt.
—¿Y te pusiste histérica?
Britt asintió.
—Cariño, ojalá pudiese decirte qué hacer. Yo sé que sientes algo por ella.
—Me gusta mucho, sí. Pero no estoy enamorada de ella. No quiero estarlo —insistió Britt.
—Puede que hayas olvidado decirle eso a tu corazón —dijo Rachel en voz baja.
—No —dijo Britt, obstinadamente—. Estamos muy bien juntas, sí. Pero no estoy enamorada de ella.
—Muy bien, si tú lo dices. Tú sabrás. —Rachel la miró durante un largo instante—. Entonces, ¿qué problema hay? No debería molestarte que salga con otra.
—No debería, ¿verdad?
—No.
Britt asintió.
—Sírvete una cerveza. Yo tengo que vestirme.
Santana no apareció hasta las siete menos cinco, y estuvieron esperándola. Britt buscó sus ojos pero Santana apenas la miró durante un segundo.
—Hola a todo el mundo —dijo—. Siento llegar tarde.
—Nos estábamos tomando una cerveza. ¿Quieres una? —preguntó Quinn.
—Sí, por favor.
Evitó el sofá donde estaba Britt y se sentó en el sillón que había enfrente.
—¿Qué tal has pasado la semana? —preguntó.
—Muy ocupada —dijo Britt.
—Yo también. Se pasó volando.
Britt deseó poder decir lo mismo. Santana llevaba puestos unos pantalones de algodón y un suéter, y Britt se
sorprendió mirándole los pechos, ceñidos por el jersey. Tuvo que obligarse a apartar la vista de allí.
—¿Tienen planes para Navidad, ustedes dos? —preguntó Quinn.
—Yo iré a California —dijo Santana, y Britt sintió que se le encogía el corazón. ¿Estaría fuera durante todas las vacaciones?
—Ah, claro. Tu familia está allí.
—Sí. ¿Qué haran ustedes? —preguntó.
—Oh, nosotras tan sólo tenemos unos pocos días libres.
Aunque la madre de Rachel siempre viene a pasar unos días.
—Por cierto, hemos comprado tu libro —dijo Rachel—. Me ha encantado. Quinn acaba de empezarlo.
—Y no me cuenten nada. Yo creo que fue el conserje —dijo Quinn.
Britt y Santana se miraron y sonrieron.
Fueron a un restaurante mexicano y Britt se tomó dos margaritas. Pidió el segundo después de que Santana mencionase que la noche anterior había ido al bar.
—Lauren estaba allí —le dijo a Britt—. Me pidió que te saludase si te veía.
—Qué amable —dijo Britt, con una sonrisa forzada.
Eso quería decir que Emily también estaba allí. ¿Había bailado con ella? Por supuesto. ¿La había llevado a casa? Britt no quiso pensar en ello.
—Podríamos salir esta noche, si quieren —propuso Quinn.
—No. La verdad es que estoy muy cansada. vayan ustedes si quieren. No se preocupén por mí —dijo Santana.
¿Por qué estaba cansada? ¿Había hecho el amor durante toda la noche, hasta el amanecer? Britt sintió que se le encogía el corazón y se mordió con fuerza el labio inferior.
Una vez de nuevo en casa de Rachel y Quinn, Santana entró sólo un momento.
—Tengo que marcharme ya. Mañana por la mañana tengo cosas que hacer. Gracias por la cena. Lo he pasado muy bien.
Se volvió hacia Britt.
—Supongo que nos veremos en el trabajo.
—Supongo —dijo Britt, encogiéndose de hombros.
Santana la miró a los ojos y empezó a decir algo, pero después apartó la vista y se fue.
—Pero, bueno, ¿qué pasa entre ustedes dos? —preguntó Quinn.
—No he tenido ocasión de decírselo —le dijo Rachel a Britt.
—¿Decirme qué?
—las dejaré para que puedan hablar a solas de mi vida privada.—Britt se puso en pie.
—¿Estás bien? —preguntó Rachel.
—No, creo que no.
De camino a casa se echó a llorar. Supuso que era por los margaritas. El tequila siempre la deprimía.
—¿A quién quieres engañar? —se preguntó en voz alta, mientras se enjugaba las lágrimas. Dios, cómo echaba de menos a Santana.
El contestador parpadeaba cuando llegó a casa y, al pasar junto a él, presionó el botón.
—Britt, llámame cuando llegues, por favor.
Britt se quedó mirando el aparato, preguntándose qué querría Santana. Por un momento pensó en no llamarla, pero sabía que lo haría.
Se preparó para meterse en la cama y, cuando ya estaba echada, a oscuras, cogió el teléfono. Santana contestó enseguida. —Soy yo —dijo Britt.
—Hola.
—¿Qué sucede?
Santana guardó silencio durante unos segundos.
—Quería decirte que te he echado de menos —susurró.
—¿De veras? —preguntó Britt fríamente.
—Sí.
—¿Por eso saliste anoche?
—Sí, por eso.
Britt cerró los ojos y notó que se le llenaban de lágrimas. —¿Estaba Emily allí?
—Sí —admitió Santana.
—¿Bailaste con ella?
—Sí.
—¿Lentas? —musitó.
—Sí.
Britt notó que se le escapaba una lágrima.
—¿La besaste?
Santana se quedó callada un instante.
—Ella me besó, sí.
Britt se mordió el labio, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Notaba el corazón en la garganta, y tragó saliva.
-¿Britt?
—¿Por qué? —preguntó, sollozando—. ¿Por qué estás haciendo esto?
—Tú no me quieres.
—Sí te quiero —insistió Britt.
—No me quieres de la forma en que yo necesito que me quieras.
—¿Y Emily sí?
Santana no respondió.
—Por favor, dime que no pasaste la noche con ella. No podría soportar que lo hicieras —dijo en un susurro, mientras le caían las lágrimas.
—No, no pasé la noche con ella.
—¿Pasaste parte de la noche con ella?
—Britt, no hagas esto —le advirtió Santana.
—Oh, Dios. Te acostaste con ella, ¿verdad?
Britt cerró los ojos y se las imaginó juntas, y pensó que iba a vomitar.
—Estaba lo bastante bebida como para hacerlo, supongo, pero no. No me acosté con ella. Me fui sola.
—Me has hecho daño —susurró Britt.
—No era mi intención —contestó Santana, también en susurros.
—¿Por qué ya no quieres hablar conmigo?
—¿Crees que no me hace daño estar contigo, sentir lo que siento y saber que no servirá de nada?
—Lo siento muchísimo. —Britt se echó a llorar—. Te echo de menos.
—Britt, ¿qué es lo que quieres de mí? —preguntó Santana—. No deseas que te quiera. ¿Tan sólo quieres sexo?
—Por favor, no digas eso.
—Maldita sea, Britt.
Colgó.
Britt dejó el auricular en su sitio con mucho cuidado, se dio la vuelta en la cama y se echó a llorar.
El domingo, no salió de casa ni atendió el teléfono. El tiempo estuvo igual que su humor, frío y lluvioso durante todo el día. Se obligó a leer y también a cocinar, aunque acabó tirándolo casi todo a la
basura.
Rachel y Quinn llamaron para invitarla a ir al cine, pero no les devolvió la llamada. Santana también llamó. Dos veces. Pero Britt tampoco la llamó a ella.
El lunes por la mañana, Santana la esperaba junto a la puerta de su despacho. Britt no quiso mirarla a los ojos y Santana entró con ella y cerró la puerta tras de sí.
—No me has devuelto las llamadas —le espetó.
—Tú me colgaste el teléfono —replicó Britt.
—Estoy enamorada de ti —dijo Santana.
Britt cerró los ojos y se dio la vuelta. No le gustaban aquellas escenas tan de mañana.
—Pero creo que puedo superarlo —añadió Santana.
Britt se volvió hacia ella.
-—¿Qué?
—Yo también te necesito. Y creo que tú me necesitas a mí —continuó—. Sé que no estás enamorada, y que quizá no lo estés nunca.
Britt vio dolor en sus ojos.
—Pero no importa. Ayer estuve pensando mucho. Prefiero estar contigo tal como están las cosas que no estar contigo.
—Santana... —susurró Britt.
Sintió que las lágrimas asomaban de nuevo y empezó a darse la vuelta. Santana la agarró del brazo e hizo que la mirase.
—¿Ya no quieres ni eso? —le preguntó.
—Sí lo quiero. Tienes razón, te necesito —musitó—. Es sólo que estoy muy confusa, y he estado terriblemente deprimida.
Santana la tomó entre sus brazos y Britt se abrazó a ella estrechamente. Sí, necesitaba a Santana. Había
tenido muchísimo miedo de no poder volver a abrazarla nunca más. Cerró los ojos, apoyó la cabeza sobre el hombro de Santana y se echó a llorar.
—Chissst. Lo siento —susurró Santana—. No volveré a decirlo, lo prometo. Ouién sabe, quizá se me pase.
Britt asintió, la abrazó y deseó haberla llamado el día anterior.
—¿Puedo ir a tu casa esta noche? —preguntó Santana.
Britt asintió y se soltó de sus brazos.
—Llevaré una pizza.

Waaaa! Por que tienen que sufrir asi?

Espero que Britt no mande todo al carajo o en todo caso sea San quien ya no quiera..

Saludos :)

ufff dios britt y sus miedos,.....
san definitivamente la quiere sacrifica su amor solamente para tenerlo como "amiga con derecho",... aunque va a durar poco!!!

me va a dar algo, quiero agarrar a Brittany por los pelos y colgarla de un poste de luz a pleno verano por 3 dias a ver si eso que tiene por cerebro empieza a andar o se le calcina de una vez!!!!!!

Mamita que le pasa a Britt???
San tiene una paciencia de oro.
Saludos

Woow!! Ya quiero saber que va a pasar!!
Que incertidumbre!! jajajaj
Actualiza pronto!! *-*

Primero: debes permitir que te felicite y agradezca por los fics que subes. Sinceramente me gusta como escribes. Por lo menos a mí (que estoy de vaga, sin dinero y no salgo, tus fics me ayudan a llevar el día a día)

Segundo: pido disculpas por no haberte escrito antes, recién ahora me logueo como hace ¿3 meses? (creo?)

Tercero: porfa sigue pronto, escribiré y te posteare post capítulo cuando tenga tiempo y este logueada xD (lo haré desde el cel)

Muchas gracias, espero estés muy bien...

Saludos :)

HOLIS PERDON X TARDAR EN ACTUALIZAR..PASA Q TENIA Q TERMIAR DE ADAPTAR BIEN EL CAP DE MI OTRO FIC ACTUALIZABA LOS 2 FICS..BUENO SIN MAS QUE DECIR LES DEJO EL CAP..
NOSE CUANDO SUBA EL OTRO CAPITULO..
PERO LES CUENTO QUE EL PROXIMO VENDRIA A SER EL ULTIMO CAPITULO Y EL 30 ES UN EPILOGO DE LO QUE PASA CON LAS CHICAS..
SI EL FINAL NO LES GUSTA..AMM BUENO ES UNA ADAPTACION ASI Q NO ME MATEN..IGUSL TENGAN FE...Y XFAVOR NO ASESINEN A BRITTANY MENTALMENTE..
SALUDOS


Capítulo veintiocho
Esa noche hicieron el amor con tanta intensidad como siempre.
Después Britt se echó a llorar y Santana la abrazó, enjugándole las lágrimas a medida que caían.
—¿Qué ocurre? —preguntó Santana.
—Te he echado muchísimo de menos —dijo Britt—. No podía soportar el pensar que estabas haciendo el amor con Emily.
—¿Emily?
—El jueves por la noche. El viernes por la noche. Estuve muy sola el viernes por la noche. Sabía que estabas con ella. Y lo estabas.
—No estuve con ella, Britt. Lauren y ella estaban en el bar. Bailé con ella. También bailé con Lauren.
—¿También te besó Lauren? —preguntó Britt, sonriendo.
-—No.
—¿Bailaste con Emily igual que bailabas conmigo? —preguntó, ahora en serio.
Santana hizo que se echara a su lado y la enlazó con la pierna.
—¿Y cómo bailaba contigo?
—Como si no pudieses esperar a llevarme a casa y hacerme el amor.
—Ah. —Santana la besó suavemente—. Entonces no, no bailé así con Emily. —Sonrió mientras la besaba—. De hecho, entre nosotras había como mínimo medio metro de distancia todo el rato.
—Apuesto a que sí. Entonces, ¿cómo se acercó lo bastante para besarte?
—Bueno, me atrapó contra la pared de atrás. Está muy oscuro allí, y antes de que yo pudiese darme cuenta de lo que estaba sucediendo...
—No —dijo Britt, cubriendo la boca de Santana con la suya—. No quiero oírlo.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
—Tú le devolviste el beso, ¿verdad?
—¿Y si te digo que me imaginaba que eras tú?
—¿Sí?
—Sí. Lo que ocurre es que ella no besa ni la mitad de bien que tú.
—No me gusta imaginarte besándola —dijo Britt.
—Pues no lo hagas. En realidad no la besé, ¿sabes? Estábamos bailando. Un poco más pegadas que el medio metro que he dicho —admitió, apoyando la cabeza sobre el hombro de Britt—. La verdad es que me tendió una emboscada. Yo estaba bebiendo mucho y tenía la mente en otro sitio. Estaba pensando en ti y en que debería estar contigo.
—¿De verdad?
—De verdad. Total, que antes de que pudiera darme cuenta, estaba intentando meterme la lengua en la garganta.
—Oh, Santana —se quejó Britt.
Santana se echó a reír.
—No debería haber estado allí. Ni siquiera sé por qué salí.
—¿Por qué lo hiciste? —quiso saber Britt.
Santana la miró a los ojos.
—Estaba intentando apartarte de mi mente. El bar parecía un buen sitio para empezar a hacerlo.
Britt le acarició suavemente el rostro.
—Y Emily estaba allí.
—No debería haber bailado con ella. No es justo hacerle eso, lo sabes. No quiero que piense que la estaba animando a seguir.
—¿Y lo hacías?
—No. Yo tan sólo quiero estar contigo, Britt.
Britt la besó en la boca.
—Yo también quiero estar contigo. —Hizo que Santana se subiese sobre ella—. Hazme el amor otra vez —susurró.
Desde entonces, Santana estuvo casi cada noche con Britt. A veces se llevaba ropa para el día siguiente, y otras veces se marchaba temprano para ir a ducharse y cambiarse a su apartamento. Nunca más volvió a decirle a Britt que estaba enamorada de ella, y tampoco sus ojos lo decían. Cuando hacían el amor, era Britt la que debía llevar la iniciativa. E incluso entonces Santana parecía distante, con la mente en otro sitio.
Nunca hablaban del placer que se daban la una a la otra, y Britt era muy consciente de que algo había cambiado entre las dos. Muchas noches Santana se dormía casi al momento, tras darle un beso de buenas noches. Sin embargo, Britt se despertaba entre sus brazos, pues se había vuelto hacia ella en la oscuridad.
Durante el día eran tan sólo amigas. Comían juntas a menudo: unas veces fuera y otras Santana traía unos sándwiches para comérselos en el despacho de Britt. Ambas trabajaban hasta tarde casi todas las noches. Debían corregir los trabajos y redactar los exámenes finales.
Y así era como quería Britt que fuese, se repetía a sí misma.
Entre ellas no se pronunciaban palabras de amor y no había ningún compromiso. Era tan sólo una relación física, exactamente tal y como lo había pedido Britt. Eso era todo lo que necesitaba, se repetía.
Pero ¿era eso cierto?
Una noche de mediados de diciembre estaban sentadas junto al fuego, con las manos enlazadas; los platos de la cena estaban a un lado. Britt acariciaba la palma de la mano de Santana con el pulgar,
moviéndolo lenta y suavemente. Santana no hizo el menor intento de tocarla; su mano estaba quieta, con los dedos yertos.
Britt se detuvo y la miró. Santana contemplaba el fuego, con la mente muy lejos de allí.
—¿Qué ocurre? —preguntó Britt por fin.
Santana se volvió hacia ella con los ojos velados.
—Nada.
—Hace tiempo que no me deseas —dijo Britt—. ¿Por qué?
—¿Es eso lo que piensas?
Britt asintió y apartó la mirada.
—Sé que es por mi culpa.
—No pienses eso, por favor. Te deseo más que nunca —afirmó Santana.
—Ultimamente no es lo mismo.
—¿Lo mismo que cuándo?
—que antes —dijo simplemente Britt.
—Te hice una promesa —dijo Santana en voz baja—. Cuando estoy así contigo se me hace muy duro mantenerla.
Britt se acercó a ella y la besó en la boca.
—Has estado muy lejos de mí.
—He estado aquí. —Santana le tocó el pecho a la altura del corazón.
—Hazme el amor como antes —suplicó Britt, mirándola a los ojos en busca del amor que había habido en ellos una vez.
—Dijiste que no...
—Chisst —susurró Britt, cubriendo con sus dedos la boca de Santana—. Sólo hazme el amor.
Santana la besó delicadamente, con lentitud, con sus labios tan suaves. Miró a Britt y ésta se derritió bajo su mirada. Sus ojos ya no escondían nada.
Santana la hizo ponerse en pie y la condujo hasta el dormitorio.
La desvistió muy lentamente, y Britt notaba sus cálidas manos cuando la tocaba. Inclinó la cabeza y besó a Britt en el pecho; después se encontró con que su boca la estaba aguardando. Britt le sacó la ropa con urgencia y pronto estuvieron desnudas, recorriéndose la una a la otra con la mirada.
Santana intentó apagar la luz, pero Britt la detuvo.
—No, déjala encendida. Quiero verte.
Santana se recostó en la cama y tiró de Britt hacia sí; sus bocas se encontraron, no suavemente, sino con un ansia que no habían experimentado durante mucho tiempo. Britt sentía que se le erizaba la piel al notar que Santana volvía a abrazarla posesivamente. La lengua de Britt se introdujo en la boca de Santana. Saboreó
cada rincón y salió lentamente para volver de nuevo a por más.
Las manos de Santana acariciaron todo su cuerpo, colocándola cómodamente contra ella, con las piernas abiertas, mientras las caderas de Britt empujaban hacía ella. Yacían de lado; sus pechos se tocaban y Britt se frotó contra ella.
—Te deseo muchísimo —susurró Britt mientras la besaba, con la voz ronca por el ansia.
—Soy toda tuya —musitó Santana.
Britt agarró las manos de Santana y se las colocó por encima de la cabeza, manteniéndoselas allí, sobre la almohada. Jugueteó con la lengua en la oreja de Santana, humedeciéndola, y después bajó por su cuello, besando la garganta, donde notaba el rápido latido de su pulso. Se detuvo un momento y miró a Santana, tan
deseable con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, mientras su respiración aumentaba de ritmo.
Britt se colocó de lado, con una pierna estrechamente enlazada entre los muslos de Santana y la boca sobre uno de sus pechos. Rozó el pezón con la lengua y notó cómo se endurecía bajo sus labios.
Santana gimió suavemente e intentó liberar las manos, pero Britt las sujetó con firmeza, mientras succionaba con ansia el pecho de Santana.
—Quiero tocarte —suplicó Santana.
—No —murmuró Britt—. Deja que lo haga a mi manera.
Santana gimió cuando Britt se acercó al otro pecho y volvió después hacia sus labios. Britt sabía que nunca se cansaría de hacer el amor con aquella mujer que tan sensible era a su tacto. Se echó hacia atrás y se miraron a los ojos. Santana cerró los suyos mientras Britt alzaba la mano para acariciarle el rostro, rozando
suavemente con el pulgar los labios de Santana.
—Nunca había sido así antes de ahora. Nadie me ha hecho sentir lo que tú —susurró Santana, abriendo los ojos, y Britt agradeció el amor que vio en ellos.
—A mí me ocurre lo mismo —admitió Britt, y la besó de nuevo en la boca.
Después se sentó a horcajadas sobre Santana y dejó que sintiese la humedad de su sexo, mientras le mantenía las manos sujetas sobre su cabeza. Hundió la cabeza para juguetear con la lengua sobre sus pezones, haciendo que Santana se retorciese bajo ella.
Empezó a descender por su cuerpo. Ya no podía esperar más.
Britt abrió suavemente las piernas de Santana, aparrándola con las manos, y pudo ver lo dispuesta que estaba para recibirla. Deseaba posar allí su boca. Su lengua acarició a Santana, resbalando por
su calidez, saboreándola, y Santana dejó escapar un suave gemido.
—Oh, Britt —susurró, y Britt vio que sus manos se asían al cabezal de la cama.
La respiración de Britt se aceleró; subió los muslos de Santana, empujando con los hombros, y su boca la
cubrió. Introdujo en ella la lengua, cálida, suave y húmeda. Podría amarla así toda la noche, pensó, y sus ojos se cerraron mientras se movía sobre ella, dentro de ella, haciéndole rápidas caricias con la lengua.
Muy pronto, las caderas de Santana se alzaron y Britt se movió aún más rápido, hasta que Santana gritó y sus piernas se estremecieron debido al orgasmo.
Después, las piernas cayeron sin fuerzas sobre el lecho, y Britt le besó los muslos delicadamente, y también besó la suave mata de pelo de su pubis, para después escalar por su cuerpo. La envolvió entre sus brazos y la atrajo hacia sí, cerrando los ojos mientras su corazón recuperaba el ritmo normal.
—Britt, te quiero muchísimo —susurró Santana—. Tanto que me hace daño.
—No quiero hacerte daño —dijo Britt. Abrió los ojos y contempló a Santana, que seguía con ellos cerrados.
—Ojalá pudieras confiar en mí.
Britt sintió que también a ella le dolía el alma. Santana cerraba los ojos con fuerza, y Britt la vio frotárselos, y vio que las lágrimas se le escapaban igualmente. Lágrimas que ella había causado. Se acercó para enjugárselas con la lengua a medida que caían.
—Por favor, no llores —susurró Britt.
—Estoy enamorada de ti.
—Lo sé —dijo en voz baja.
Britt deseaba decir lo mismo, pero no se atrevía. Sintió como si su propio corazón fuese a calcinarse si no lo hacía, porque supo que ella también estaba enamorada de Santana. Lo estaba desde hacía mucho tiempo, aunque tan sólo ahora lo admitía. Pero decir las palabras en voz alta era más de lo que ella podía permitirse.
Admitirlo ante sí misma era ya bastante alarmante. El decírselo a Santana lo cambiaría todo. Haría que su relación fuese real. Significaría comprometerse.
Santana abrió los ojos y miró a Britt durante un largo rato. Britt no desvió la mirada. Por fin, Santana la atrajo hacia sí para besarla.
—Lo siento.
—Por favor, no digas que lo sientes —susurró Britt—. Yo...
Se detuvo antes de que las palabras se escapasen de sus labios y cerró los ojos, temerosa de que Santana pudiese ver el amor que había en ellos.
—Deja que te haga el amor —dijo Santana, mientras se giraba hacia ella y se colocaba encima. Britt sonrió y guió la boca de Santana hacia la suya. Sí, de este modo sí podía demostrarle su amor. Podía
decirle a Santana que la amaba mediante sus actos, ya que no con palabras.
La boca de Santana la asedió lentamente y Britt se dejó hacer, echada de espaldas, con los ojos cerrados a la luz, mientras se disolvía al notar la boca y la lengua de Santana sobre ella. Su propia lengua empujó la de Santana dentro de su boca y la mantuvo junto a sí, sujetándola con las manos sobre su rostro. Nunca
había deseado a nadie como deseaba a Santana. Estaba ardiendo de deseo por ella. La rodeó con sus brazos y la abrazó estrechamente.
Santana se apartó un momento y la miró. Britt volvió a cerrar los ojos, temerosa de lo que podían revelar.
Sus manos se movieron lentamente por la espalda de Santana, atrayéndola de nuevo contra su pecho.
La boca de Santana la encontró y empezó a succionar sus pezones, haciendo que Britt se incorporase para ir a su encuentro. La boca de Santana se abrió, y su mano apretó el pecho de Britt, y Britt exhaló el aire lentamente mientras la lengua de Santana le lamía un pezón.
—Oh, sí —susurró, sujetando a Santana allí durante largo rato.
Santana bajó la mano entre sus dos cuerpos, buscando con los dedos la vagina de Britt, y se deslizó dentro de ella, moviendo los dedos sobre su sexo.
—Dime lo que deseas —susurró Santana.
—Deseo sentir tu boca en mí —gimió Britt.
Santana cubrió la boca de Britt con la suya y deslizó lentamente la lengua en su interior.
—¿Así? —preguntó.
—Sí, así exactamente.
Santana le abrió las piernas con sus muslos y presionó entre ellas con sus caderas, y Britt se incorporó para ir a su encuentro, deseando tocarla. Santana se deslizó lentamente por su cuerpo, acariciándola con la lengua a medida que bajaba, humedeciéndola. Britt aguardó pacientemente; sus pechos subían cuando
jadeaba, a medida que la boca de Santana descendía más y más.
—Por favor —rogó, cuando Santana se detuvo a besar sus caderas.
Britt abrió las piernas, anhelando que Santana se arrellanase entre ellas, y sus manos empujaron los hombros de Santana, urgiéndola.
No podía soportar ni un segundo más aquel dulce tormento.
Sin embargo, Santana siguió haciéndola esperar, recorriendo con sus labios los muslos de Britt y bajando por sus piernas.
—¡Santana, me muero! —gimió.
—Eso no puede ser. —Santana abrió todavía más las piernas de Britt.
Los ojos de Britt se cerraron con fuerza cuando por fin, por fin, sintió que Santana la tocaba con la lengua, suavemente, como en broma.
—¡Dios, me estás volviendo loca! —jadeó Britt.
Las manos de Santana rodearon los muslos de Britt, y ésta aguantó la respiración mientras Santana la tomaba por fin. La boca de Santana se abrió sobre ella y su lengua se movió sobre otros labios, y Britt se apretó contra la cama para, seguidamente, incorporarse para ir a su encuentro, notando cómo se movía la lengua
de Santana, adentro y afuera. Dios, sí, aquello era lo que deseaba. Aquello era lo que necesitaba.
Los labios de Santana se movieron sobre ella, acariciándola con la boca y con la lengua, mientras Britt se
retorcía, moviendo frenéticamente las caderas al acercarse el orgasmo; pero era demasiado pronto.
Todavía no estaba preparada ni de lejos para que aquello acabase, y contuvo la respiración, deseando
que durase horas y horas, pero sintió que la primera oleada del orgasmo la invadía, y sus caderas se detuvieron, sus pies se clavaron con fuerza en la cama, mientras ella gritaba, aferrando los hombros de Santana, empujándola con fuerza contra ella.
Oh, sí que te amo, pensó. Quedó echada de espaldas, agotada, y sus brazos cayeron a ambos lados del cuerpo. Sintió que Santana se movía a su lado; volvió la cabeza y la miró a los ojos.
—Oh, cariño, ha sido maravilloso —susurró Britt.
Los ojos de Santana se oscurecieron al oír cómo la llamaba, y Britt cerró los suyos y sonrió.
Habían hecho el amor como antes. Siguieron tocándose hasta el amanecer. El sueño las reclamaba durante algunos momentos, pero después despertaban y volvían a hacer el amor una y otra vez, hasta que salió el sol, creando sombras a su alrededor mientras ellas se abrazaban.

Por que Britt no se lo dice ya?????
La ama esta enamorada y solo hace sufrir a San :( buu!

Aaw, espero el proximo cap..
Saludos ;)

ya definitivamente britt no puede guardar lo que siente por san,....
ya quiero que se lo diga,...

esta historia hace que me muerda las uñas de los nervios jajaja
tengo una cosa de amor odio con britt la entiendo y aveces me desespera jajajj

joder britt di q la amas !!!!

saludos!!! hasta la prox actualización

Hola Flor.
Como nos escribis que no sabes cuando vasa volver a actualizar?, por favor no nos hagas esto!!!
Saludos

HOLA GENTE LINDA...DESPUES DE VARIOS DIAS VENGO A TRAERLES EL FINAL DE ESTE FIC..NO ME QUEDA MAS QUE AGRADECERLE A TODAS LAS QUE LEYERON Y COMENTARON ESTE FIC..
SI QUERIAN UN FINAL FELIZ..AMM BUENO LEAN A VER Q PASA...SALUDOS

Capítulo veintinueve
Santana se marchó a San Francisco el día veintidós. Britt lloró al dejarla en el aeropuerto, tanto porque se había ido como por las palabras que pronunció. Y por las que ella misma no había pronunciado.
—Ojalá pudiésemos estar juntas —dijo Santana cuando estaban sentadas en silencio en el coche de Britt.
—Te echaré de menos.
Santana le rodeó el rostro con sus manos y acarició suavemente sus labios con el pulgar, sonriendo de un modo tan dulce que Britt estaba segura de que iba a estallar en llanto allí mismo.
—Estoy muy enamorada de ti, Britt.
—Lo sé —repuso Britt.
Santana simplemente asintió y se fue, y Britt se quedó mirándola, deseando habérselo dicho, pero todavía con miedo.
¿Miedo de qué? No era que no fuese cierto. No era que fuese a dolerle menos, si rompían la relación, tan sólo porque no había pronunciado aquellas palabras. Lo que había sentido por Zoe no podía compararse a lo que sentía por Santana. Después de todos aquellos años, por fin sabía lo que habían compartido Harry y Beth. Un amor tan poderoso que te consumía, que te hacía caer de rodillas ante su fuerza, que te atemorizaba.
Condujo de vuelta hacia su casa vacía, enjugándose de vez en cuando una lágrima que se deslizaba por sus mejillas. Santana le había pedido que fuese a California con ella, pero no estaba preparada para conocer a su familia, de modo que había aceptado la invitación de Rachel para que pasase las Navidades con ellas.
Ahora deseaba haber sido más fuerte, deseaba haber aceptado irse con Santana.
Al llegar a casa encontró un pequeño paquete, envuelto en papel de regalo, sobre la mesa. No había visto a Santana ponerlo allí. Había dado por sentado que se intercambiarían regalos cuando ella regresase.
Se acercó al paquete y sonrió ante la nota que Santana había escrito.
¡No abrir hasta Navidad!
Britt lo acercó hasta su pecho con los ojos cerrados, sintiendo una oleada de amor que la atravesaba de pies a cabeza.
—Eres idiota —se riñó a sí misma—. Eres idiota.
Cogió el regalo y lo puso bajo el árbol, junto a los que había preparado para Rachel y Quinn. Esperaría, tal como le había pedido Santana, pero no pudo resistir la tentación de sacudir levemente la caja. El ruido que oyó no le dio ninguna pista de su contenido y se sintió como una cría husmeando entre los regalos una
semana antes de Navidad.
En Nochebuena se fue temprano a casa de Rachel y Quinn.
Rachel había salido de compras con su madre, por lo que Britt se ofreció para ayudar a Quinn a cocinar su tradicional menú navideño: pavo a la vieja usanza, con todos sus ingredientes. La verdad era que Britt estaba deseando probarlo.
Lo que habían comido en Fredricksburg apenas podía llamarse «tradicional», y siempre sabía mucho mejor cuando te pasabas casi todo el día cocinándolo.
—¿Qué tal lo llevas? —preguntó Quinn.
—Bien —dijo Britt, y era sincera. Estar sin Harry era mucho más llevadero cuando se contaba con buenas amigas.
—¿Has hablado con Santana? —preguntó Quinn poco después.
—No, no ha llamado.
Había intentado apartar de su mente el hecho de que Santana no la había llamado. Estaba segura de que estaría muy ocupada con su familia y sus amigos, de nuevo en casa, y que tendría muy poco tiempo para pensar en ella.
Santana le había dado a Britt el número de teléfono de sus padres, pero ésta se había negado a llamar, por más que lo estuviese deseando.
—¿Cómo le va contigo?
—Muy bien.
Britt dejó de pelar la patata que tenía en la mano y se volvió hacia Quinn.
—O eso supongo. Soy muy difícil de soportar. Santana debe de tener la paciencia de un santo.
—El amor puede proporcionarte mucha paciencia, desde luego —dijo Quinn, riéndose—. Fíjate cuánto tiempo llevo soportando que la madre de Rachel venga a pasar las Navidades. Viene cada año, y
siempre tiene algo que criticar: el pavo está demasiado seco, la salsa demasiado líquida, los pasteles demasiado hechos, el árbol es demasiado grande o demasiado pequeño. Podría seguir y seguir contándote—suspiró.
Britt sonrió, pues sabía muy bien lo difícil que podía llegar a ser la madre de Rachel. Tal vez era por eso que Rachel sólo la veía una vez al año. Su madre todavía no había aceptado a Quinn como parte de la familia, después de tantos años.
—Te quedas a pasar la noche, ¿verdad? —quiso saber Quinn.
—Creo que sí, si la invitación sigue en pie.
—Por supuesto. Nos encantará que te quedes. Además, me servirás de amortiguador con Madge.
Aquella noche, mucho después de que hubiesen recogido los platos de la cena y las demás estuviesen dormidas, Britt dejó que sus pensamientos derivasen hacia Santana. Los había mantenido a raya durante la velada, pero ahora cerró los ojos, se acurrucó entre las mantas y dejó que las imágenes de Santana invadiesen su mente. Oh, la echaba terriblemente de menos. Pero no sólo durante la noche. Echaba de menos hablar con ella, echaba de menos mirarla. Añoraba su sonrisa, su voz, su olor. Añoraba todo lo
que se refería a ella, y Britt se prometió que, cuando volviese, le contaría lo mucho que la había echado de menos.
A las seis de la mañana oyó cómo se ponía en marcha la cafetera, pero las demás no se habían movido todavía. Apartó las mantas y corrió al baño que compartía con Madge para tomar una ducha
rápida. Estaba sirviéndose su primera taza de café cuando apareció Rachel.
—Te has levantado muy pronto —dijo.
—Quería evitar las aglomeraciones.
—¿Ya lo has abierto? —preguntó Rachel con una sonrisa.
Britt hizo una mueca.
—No. Y tampoco he estado husmeándolo por la noche, si es eso lo que quieres decir.
Después de que todas hubieron llenado sus tazas de café, se reunieron alrededor del árbol y Quinn repartió los pocos regalos que había allí. Britt dejó el de Santana para el final, aunque se moría por abrirlo cuanto antes.
Madge le regaló un suéter y Britt le dio las gracias. Después se rió cuando Madge abrió un paquete con un suéter muy similar, que le había comprado Britt. Rachel y Quinn le regalaron un par de CD y un cheque regalo de su tienda de ropa favorita. Ella les regaló un cuadro de un artista local y una muñeca de cerámica para la colección de Quinn. La pintura, que representaba el lago Travis, les gustó especialmente y ya empezaron a decidir dónde colgarla. Mientras abrían el resto de los regalos que les había dado
Madge, Britt cogió por fin el de Santana y lo sostuvo entre las manos, casi temerosa de abrirlo.
¿Qué podía ser? Ella se había vuelto loca pensando qué podía regalarle a Santana. Quería elegir algo personal, y se había pasado varios días buscando el regalo perfecto. Por fin se había decidido por un brazalete de oro con el nombre de Santana grabado en él.
Planeaba dárselo cuando regresase.
Empezó a girar el regalo que tenía en la mano, acariciando los lazos con dedos nerviosos. Alzó la vista una vez, pero Rachel y Quinn la habían dejado a propósito para que pudiese disfrutar de aquel
momento a solas. Se sintió muy agradecida. Por fin rompió el envoltorio y dejó al descubierto una caja de terciopelo negro.
Le temblaban las manos. La abrió lentamente, conteniendo el aliento. Dentro había una delicada cadena de oro y, colgados en ella, había dos corazones de oro entrelazados, con dos diamantes idénticos destellando, uno en cada corazón. Alzó con cuidado el colgante y lo sostuvo en las manos, mientras las
lágrimas corrían por sus mejillas. Dentro había una nota, que recogió con delicadeza.
«Nuestros corazones son como éstos: separados, pero unidos», había escrito Santana. «Se necesitan el
uno al otro para ser fuertes y felices. Por favor, acéptalo y llévalo con todo mi amor. Tienes mi corazón
en tus manos.»
Britt se llevó la nota a los labios y dejó que las lágrimas rodasen por sus mejillas. Sentía como si fuese a estallarle el corazón.
Respiró hondo, intentando detener las lágrimas.
-¿Britt?
—Estoy bien —susurró.
Y era cierto. El regalo era más de lo que ella esperaba, pero habían sido las palabras de Santana las que la habían emocionado.
Había sido una tonta por pensar que Santana acabaría haciéndole daño. Santana la amaba. Y Britt correspondía a su amor.
Aguantó allí una hora más y después decidió escabullirse.
—Vuelves para la cena, ¿verdad? —preguntó Rachel.
—Por supuesto.
Hizo un aparte con Rachel y le susurró: —Tengo que llamarla, y no puedo hacerlo desde aquí.
—¿Estás bien?
—Estoy más que bien —dijo Britt, sonriendo abiertamente.
Corrió hacia su casa, sin hacer caso a las leyes de tráfico, y se apresuró a entrar. Encontró el número de teléfono donde Santana lo había dejado y lo marcó rápidamente, sin preocuparse de qué hora podría ser en California.
—Feliz Navidad —saludó una agradable voz.
—Feliz Navidad —contestó Britt—. Espero no llamar demasiado temprano. Soy una amiga de Santana, aquí en Austin. ¿Podría hablar con ella, por favor?
—Por supuesto. Espera un momento.
Las palmas de las manos de Britt estaban húmedas y se las secó contra los vaqueros, intentando calmar sus nervios mientras esperaba a que Santana se pusiese al teléfono. No quería pensar en el motivo por el que la llamaba: tan sólo sabía que tenía que hacerlo.
-¿Britt?
—Feliz Navidad —dijo ella.
—Igualmente.
—¿Llamo en mal momento?
—Tú nunca llamas en mal momento, cariño.
La respiración de Britt se detuvo y el corazón se le subió a la garganta al oír aquel cariñoso apelativo.
—Santana, lo siento muchísimo —dijo, con voz entrecortada.
—¿Qué ocurre?
—He abierto tu regalo.
—¿No te gustó? ¿Te pareció demasiado?
—No, no es eso, en absoluto —respiró hondo y continuó—.Te amo. Estoy muy enamorada de ti. Y lo siento muchísimo —sollozó.
—Britt, por favor, no llores. Dios, ojalá estuviese ahí contigo —susurró Santana.
—Lo siento —repitió Britt—. Pero te quiero.
—¿Por qué me dices que me quieres y al momento siguiente me dices que lo sientes? —preguntó ella con ternura.
—Porque no fui capaz de decírtelo antes. Porque me he portado terriblemente mal contigo —dijo, enjugándose las lágrimas de las mejillas sin ser consciente de ello.
—¿Y ya no podías esperar ni un segundo para decírmelo? —preguntó Santana, y Britt hubiese jurado que sonreía.
—No —susurró Britt.
—Mi vida, está claro que sabes escoger el momento.
—Te echo de menos, y no podía esperar ni un día más para decirte que te quiero.
—Estaré en casa mañana. No me vengas a recoger al aeropuerto. No quiero saludarte en medio de cientos de personas.
Tomaré un taxi.
—Muy bien, no lo haré.
—Y, Britt...
-¿Sí?
—Gracias por llamarme. Me has alegrado las Navidades.

Capítulo treinta
Britt aguardaba pacientemente junto al fuego, mirando de vez en cuando al reloj. Ahora que Santana estaba a punto de llegar se sentía repentinamente nerviosa. No había vuelta atrás después de su llamada
del día anterior. Acarició con el dedo la cadena de oro que colgaba de su cuello y sonrió. No quería vuelta atrás. Nunca había estado tan feliz ni tan enamorada.
Pegó un salto al oír que llamaban con urgencia a la puerta, y se obligó a ir a abrirla caminando, sin correr.
Santana estaba allí, escrutándola con la mirada, y poco a poco sonrió. También ella parecía nerviosa.
—Oh, Dios, cómo te he echado de menos —susurró Santana.
Britt tomó su mano y la llevó hacia el interior de la casa, sin dejar de mirar a Santana a los ojos.
—Yo también te he echado de menos.
Santana la envolvió entre sus brazos y Britt aspiró su dulce fragancia, que conocía tan bien. Sus labios se encontraron, suavemente, dulcemente, sin prisas.
—Cuéntame —pidió Santana.
—Te quiero —dijo Britt, mirándola a los ojos—. Hace mucho tiempo que te quiero.
Santana sonrió, y a Britt le pareció ver alivio en aquella sonrisa, mientras le acariciaba el rostro con los dedos, suavemente.
—Te quiero, Britt. No puedo imaginarme la vida sin ti —susurró Santana.
—Entonces no será así —dijo Britt, sonriendo—, porque yo pretendo pasarme el resto de mi vida contigo.
—Nunca te haré daño —prometió Santana.
—Lo sé. Lo único que siento es que haya tardado tanto en convencerme de ello.
—Puedes pasarte el resto de nuestras vidas compensándomelo —dijo.
—Será un placer.



FIN..


GRACIAS X LEER

hola!!!
me gusto el final
a pesar q britt salio algo terca
pero lo admitió
y el regalo de santana oooh my god adorable


gracias por la adaptación
saludos!!

Por fin lo aceptó! Ya era hora porque San estaba tan enamorada que aguantó mucho <3

Bonito cap :) & el ff genial
En fin, saludos ;)

me gusto el regalo de san para britt!!!!!
al fin se lo dijo,.... tardo un poco (mucho) pero al final están juntas,...
te quedo genial la adaptación!!!!!

Excelente el regalo de San para Britt :D muy lindas palabras :'3
Me gustó mucho la historia, grax por compartirla :D

Oh mi Dios...cuándo decías que había que leer por el final feliz, se me pasaron mil cosas por la cabeza.
Pero me ha gustado mucho.

Queda algo mas???
Pq estaba re bueno que Britt se confesará.

Saludos

awww! Genial! Imaginé algo super dramático pero fue leve... queda el epílogo?
Ha sido una gran historia, gracias por adaptarla! Te estaré siguiendo en el otro Fic...
Besos!

magnifico, unico, espectacular, en fin...... gracias por este final y claro por la historia, hasta pronto!

Gracias por actualizar y por adaptar la historia ha sido espectacular y aparece con otro fic por favor Saludos :*

HOLAAA.............no suelo tener tiempo ni muxo menos coneccion a internet para poder comentar tanto como kisiera sin embargo dejame agradecerte (tarde pero segura) por la adaptacion ESTUVO INCREIBLE definitivamente para agregar a mis fics favoritos d ahora en adelante......admito ke lo he leido mas d una vez y Santana m sigue enamorando en ffinnnnnn solo keria ke supieras ke aunke he estado ausente revisaba en mi celular MUXAS VECES al dia para ver si habias actualizado xD LO SÉ algo enfermo pero asi soy....un gustaso haber leido tu trabajo graxs x por compartirlo y ke estes muy bien BYEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEe