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[Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16 Primer15
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Mensaje por Sophia27 Dom Dic 27, 2015 11:36 am

Sinopsis

¿Cual es manera más probable de encontrar el amor? De niñera. O, al menos que seas Brittany Pierce. Brittany está a punto de graduarse del bachillerato cuando encuentra el anuncio para cuidar niños por el verano. No tenía idea de en que se estaba metiendo. Su nuevo trabajo era para "cuidar" a Santana Lopez una sexy, y rica chica de su edad... y que recientemente quedo ciega. Santana no está interesada en aceptar su ayuda. O eso es lo que ella piensa.
Desde que perdió a su padre y quedo ciega en un concurso de salto de caballos, Santana pasa el día en la oscuridad, negándose a aceptar su discapacidad. Para su disgusto, Brittany la arrastrara a la vida y de nuevo a la luz. Pero cuando las dos empiezan a ver algo en la otra, la hermosa ex-novia de Santana aparece ¿Sera demasiada la tentación, o Santana será capaz de escoger a la única chica que realmente la ve?

¿Que opinan? ¿Continuo con la adaptación?


Última edición por Sophia27 el Dom Dic 27, 2015 4:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por micky morales Dom Dic 27, 2015 11:41 am

que si continuas con la adaptacion?????? nooooo es que la comiences de inmediato por piedad!!!!!!
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Activo Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16

Mensaje por Sophia27 Dom Dic 27, 2015 4:02 pm

Aquí les dejo el Prologo y el capitulo 1. Espero les guste. xx

Prologo

Sus ojo se centraron a continuación. Sus músculos se tensaron al sentir el poderoso movimiento del caballo negro debajo de ella. Se sentó recta en la silla, con su suave chaqueta oscura, respirando superficialmente con anticipación. Esta competencia era más difícil de lo que esperaba y necesitaba ganar, el deseo bombeando salvajemente por sus venas. Ella sabía que su tiempo era bueno y había traspuesto ocho vallas sin errores. Sólo había dos a la izquierda.

—Alto sobre el centro, alto sobre el centro. —Susurró y comenzó a inclinarse hacia adelante.
Vio cómo la oxidada valla cuadrada rápidamente se acercaba.

Sucedió en un instante.

Muy ligeramente, sintió el sonido de contracción. A continuación, las orejas del caballo, habían sido ladeadas hacia adelante, se quebró la espalda. Captó un movimiento con el rabillo de sus ojos, la arena cambiaba. No, era sólo una rama. No, era sólo una bronceada ¡serpiente! En el momento que la realidad le golpeó, el caballo había plantado ya sus cascos y la había evitado. Habló rápidamente: —Tranquilo, tranquilo. —Pero el caballo se lleno de pánico cuando la serpiente se lanzó más allá de sus piernas. El caballo se enojo y se volcó hacia atrás antes de que la amazona pudiera reaccionar.

El tiempo se hizo más lento. Vio el cielo brillante arqueándose por encima de ella y sintió la ráfaga de viento caliente en su piel. Oyó los lejanos gritos de la multitud y el sonido de un cuerpo estrellándose en el suelo... entonces su mundo se desvaneció a negro.




Capitulo 1

Me  di  por  vencida  y  comencé  a  buscar  un  trabajo.  Ahora mismo estoy de camino a una entrevista. No me voltees los ojos, soy  una  chica,  así  que  puedo  realizar  varias  cosas  — paré de escribir y miré el camino, asegurándome de que estuviera tan desierto como  antes. Suficientemente segura, no había nada más que una larga línea de pavimento  por  delante.  Miré  abajo  hacia  el  pedazo  de  papel  que  había  presionado  contra  el  medio de mi volante—. Como sea, el aviso dice que ellos necesitan una niñera para  una  niña,  que  inicie  lo  antes  posible.  Cuando  llame,  la  mamá  sonaba  bastante  desesperada. Ella dijo que podía trabajar los fines de semana ahora y hacer tiempo completo una vez que sea verano.

En cuanto pasé por encima de un bache en la carretera, la radio de mi viejo coche  dio  un  silbido  de  protesta  y  cayó  en  estática.  Fruncí  el  ceño,  sosteniendo el  bolígrafo entre mis dientes, zangoloteando el mando. La estática se hizo más fuerte y se rompió por fin, dando paso a la impresionante potencia de The Who. Clásico. Mi pequeño Toyota Camry del 89 siguió su camino. Arrojé mi carta sobre el asiento del pasajero y canté.

El cielo sobre mi cabeza era de un azul brillante y sin nubes. Manualmente bajé mis vidrios para dejar que entrara la brisa. El viento era sorprendentemente gentil para un  Mayo  en  Grayfield,  Illinois;  estaba  acostumbrada  a  conducir  en  un  viento huracanado, lo que me hacia luchar con el volante.

Comprobé la nota escrita en la palma de mi mano, confirmando que se supone que tenía que encontrar ―100 Lopez Road.‖ Pero, ¿eso era todo? No había visto casas en esa  calle,  solo  árboles.  En  realidad,  no  había  visto  ni  una  sola  señal  de…  wow.  Apagué  el  motor  del  carro,  boca  abierta.  La  calle  llevaba  derecho  a  una impresionante  puerta de hierro.  Se trataba  de una  calle  privada, lo  que  explica la falta de buzones de correo.

Me detuve a la apertura de la puerta y le baje a la música en caso de que los perros guardianes  odiaran  a  Roger  Daltrey,  no  es  que  yo  hubiera  visto  ningún  perro guardián, pero si alguna vez espere ver alguno, era ahora.  

Vacilante  me  asomé  por  la  ventana  y  apreté  un  botón  de  llamada  en  la  caja. Después de un momento, el altavoz en el portón crujió y emitió una voz femenina.
—Hola. ¿Quién es?

Equilibrándome  precariamente fuera  de mi  carro para  poner  mi boca cerca  de la caja, grité: —¡Hola! ¡Soy Brittany Pierce! ¡Estoy aquí para una entrevista!  

El portón dio un gran zumbido y luego se abrió. Apresuré mi coche hacia adelante en  el  largo  camino  de  entrada.  El  adoquín  causó  que  mi  pequeño  automóvil  se meciera de lado a lado, pero apenas lo noté porque la vista ante mí era asombrosa. La  casa  era  enorme,  extremadamente  enorme,  era  fácilmente  diez  veces  más grande que la cabaña que mis padres y yo llamamos casa. Hecha de ladrillo color café claro y cristal, era el resumen de la elegancia moderna  con ángulos agudos y techos abovedados.

Me  detuve  a  la  entrada,  que  consistía  en  una  corta  escalera  que  conduce  a  una puerta de cristal gigante, e hice una mueca cuando mi carro paró en seco. Estúpido viejos  frenos.  Lamiendo  mis  labios  secos,  dejé  mi  carro  detrás,  subiendo  los escalones de dos en dos. Antes de que tuviera la oportunidad de tocar el timbre, la puerta se abrió. Me decepcioné cuando la persona parada en la puerta principal no fue  un  mayordomo  de  traje  y  corbatín  sino  una  mujer  de  mediana  edad  en pantalones. Sonreí, como fuera, y extendí mi mano. —¡Hola! Soy Brittany Pierce.

La  mujer  estrechó  mi  mano.  —Hola,  Brittany.  Soy  la  Sra.  López.  ¿Creo  que hablamos por teléfono?

—Sí, esa era yo.

La Sra. López retrocedió para que pudiera entrar. La seguí a través de un amplio pasillo  de  entrada  y  una  sala  del  tamaño  de  una  de  las  aulas  de  mi  escuela secundaria.  Me  sentía  culpable  con  cada  paso  en  que  mis  sucios  Chucks rojos tocaban la alfombra de color blanco puro. Me ofreció un lugar en un sillón rígido, con  patrones  de  flores.  Mientras me  sentaba,  ella  tomó  asiento  enfrente  de  mí  y encogió sus manos en una bola de nervios en su regazo.  —Entonces, ¿Estás en la escuela secundaria? —Comenzó.  

—Sí, soy estudiante de último año.

—¿Y te gusta?

—Bueno,  es  la  escuela  —me reí, pero  notando  el  aspecto  de  preocupación  en  su cara, rápidamente añadí—. Pero me voy a graduar pronto. Voy a la universidad.

La Sra. López ofreció una sonrisa tentativa. —¿Oh, dónde?

—Uh…

A  menos  de  dos  semanas  de  la  graduación,  debería  saber  la  respuesta  a  esa pregunta.  La  verdad  es  que,  fui  aceptada  en  dos  universidades:  la  Universidad  de
Illinois  —grande,  pública,  barata—  y  la  Universidad  Evanston  —pequeña,  privada,
Incrédulamente  cara.  La  primera,  mis  padres  lo sabían  y estaban  encantados.  La segunda, bueno... ese era mi secreto. Sabía que mis padres no podían permitírselo, pero  yo  había  sacado  mis  ahorros  para  reservar  mi  lugar  por  si  acaso,  de  algún modo, podía ir. Su programa de periodismo era para morirse.

Yo le respondí de mala gana. —Universidad de Illinois  

—¿Entonces, eres una persona seria? —Preguntó ella, viendo sospechosamente mi camisa. Tal vez Led Zeppelin no era la mejor opción para una entrevista, pero no es como si yo hubiera sabido que sería niñera en un lugar como este.

Me senté con la espalda recta y sonreí desarma. —Sí.  

—Bien —la Sra. López lucia como que había llegado a la conclusión de que no era  una  drogadicta psicópata y asintió aprobatoriamente.  Me miró  fijamente  a la cara—. ¿Cómo te sientes ayudando a alguien que es ciego?  

Mis ojos se abrieron en alarma y me atoré. —¿Qué?

—Oh cariño —ella dirigió sus ojos hacia la alfombra—, debes haber leído la versión del viernes del aviso. Hubo un error... el periódico olvidó la palabra "ciega".

Bien. No es gran cosa.

—Brittany, ¿está bien eso? —Solicitó la Sra. López.

Pestañee,  dándome  cuenta  que  había  olvidado  decir  algo.  Traté  de  sonar convincente  mientras  respondía.  —Oh  seguro.  Está  bien.  ¿Por  cuánto  tiempo  ha estado ciega su hija?

La  mujer  nuevamente  vio  la  alfombra.  Ella  explicó:  —Solo  dos  meses.  Fue  un accidente  en  salto  de  caballo…  Santana  no  hablará  con  ningún  especialista.  En realidad, se  niega a hacer nada. Pensé que  si había alguien de su edad, sólo para convencerle un poco, sería lo mejor.  

Chillé. —¿Tiene dieciocho?

Escuché el sonido de dos chicos riéndose tontamente a lo largo del pasillo. Se me hizo un nudo en la garganta al pensar: ¿exactamente que han excluido de este anuncio?

Notando  mi  expresión,  la  Sra.  López dijo rápidamente.  —No  te preocupes; yo cuido de Marly y Chris —su voz se elevó ligeramente—. ¡Deben permanecer en la cocina, queridos! —después de que la risa se alejó, ella suspiró—. Brittany, te puedo pagar $10 por hora.

¿Ver a una niña recién ciega y de mi edad?! Empecé a mover la cabeza. —No sé…

—¡$20 por hora! —chilló la Sra. López—. Por favor, eres la única que ha venido.

Probablemente  era  la  única  que  no  se  había  interesado  por  los  detalles  antes  de tiempo…  ¡pero  $20!  Rápidamente  hice  cuentas:  $20  por  40  horas=  ¡$800  en  una semana! ¡$3.200 en un mes! Una locura. ¡Esta era mi oportunidad perfecta! Con todo ese dinero, ¡podría pagar mi dormitorio en Evanston!

Con mis ojos brillando, dije: —Si, lo haré.

De repente, escuché pequeños pies golpeando por el pasillo. La Sra. López saltó y gritó: —¡Por  favor, no molesten a  su hermana! —Pero ya  era demasiado tarde.  

En  el  momento  en  que  llegamos  al  pasillo,  los  dos  niños  se  habían  precipitado volando por las escaleras y desapareciendo por una esquina.

—¡Mamá  consiguió una  niñera!  ¡Ella  tuvo  que  pagarle  una  tonelada para  que  se quede!  

Cuando alcanzamos el segundo piso, el niñito ya había apretado su boca contra la hendidura de una puerta cerrada y estaba haciendo justo lo que su madre le había dicho que no hiciera, por supuesto. Tienes que amar a los niños pequeños. Lucia de nueve años y tenía una nube de pelo marrón oscuro. La niña, que lucía alrededor de cinco años, se arrodilló junto a él. Ella me miró por debajo  de su explosivo flequillo de  color  marrón  claro  y rápidamente empezó a chuparse el dedo. A  veces tengo  ese  efecto en los niños.

—Chris, vamos —dijo su madre con severidad—. Te dije que dejaras en paz a tu hermana.

—¡Aww, mamá! —El chico levantó la vista de la puerta, arrugando la cara en una mueca.

—Y Marly, cariño —dijo la Sra. López en tono suave—, por favor sácate el dedo de la boca. ¿Recuerdas que hablamos sobre como las niñas grandes no se chupan el dedo?

Marly asintió y lentamente sacó el dedo infractor de su boca.

—Christopher John, ve a tu cuarto. —La Sra. López se dirigió a su hijo, quien estaba ocupado examinándome con sus penetrantes ojos marrones.

Chris  arrastró  dramáticamente  sus  pies  y,  lanzando  un  casual  —Bien.  —Por encima del hombro, se retiró al final del pasillo. Su hermana corrió tras él.

La Sra. López sonrió y luego se volteo. —Los dejaré solos.

¿A quiénes? ¿A mí y a la puerta? Sí, nos vinculamos bastante bien. Fruncí el ceño y, antes de que pudiera fugarse, le pregunté: —Eh, ¿dónde está Santana?

Ella se rió suavemente, como si mi  pregunta fuera tonta. —Oh, ella está ahí. Es un guardarropa.  Tiene…  —se  detuvo,  como  si  las  palabras  se  le  hubiesen  quedado atascadas en la garganta. Después de un momento, se las arregló—. Bueno, estoy segura  de  que  Santana  te  lo  dirá.  Vuelvo  para  cerciorarme  que  estas  bien  en  un minuto.  

¿Por qué no era tan reconfortante?

Yo observaba mientras ella huyó y luego me volví hacia la puerta. Metí un mechón de pelo  detrás  de la oreja,  un hábito nervioso de los míos,  y  puse mi mano en  la manija  de la puerta. Apreté los dedos, traté  de darle la  vuelta. No pasó nada. Mi mente lentamente obtuvo la causa obvia: había cerrado la puerta.  ¡Había cerrado la puerta! Se suponía que debía ser una niñera de una chica de dieciocho años de edad ciega, una niña rica y ¡él se había encerrado en un armario! Honestamente.  

Me acordé de una vez en que tuve  que convencer  a  una niña, que estaba sentada debajo de su cama, para darle un baño. Había tomado una hora y una galleta Oreo. Eso  no  era  una  memoria  tan  reconfortante,  pero  hice  exactamente  lo  que  había hecho con ella, bueno, menos la galleta. Me senté en el suelo y empecé a hablar. —Supongo que has oído hablar de mí. Soy Brittany Pierce. Escucha, ¿por qué no sales para que podamos conocernos correctamente?  

Hice  una  pausa,  pero  no  hubo  sonido,  ni  siquiera  un  susurro,  del  interior. Aparentemente mi poder de persuasión no había mejorado milagrosamente.

Me volví, así mi espalda estaba contra la puerta y, con un ruido sordo embotado, descansé mi cabeza. Seguí. —Si quieres, solo puedo sentarme aquí.  

De  repente,  algo  golpeó  la  puerta lo  suficientemente  fuerte  para  hacer un  sonoro ¡bang!  y  me  dio  un  susto  de  muerte.  Después  de  que  mi  corazón  volviera  a  mi pecho, grité: —¡Hey, es tu decisión! ¡Tu mamá va a pagarme de cualquier forma!

—¡Atrás!

El grito sonó tan cerca que salté otra vez.  

Avancé lejos de la puerta justo a tiempo, mientras se abrió de golpe. La figura de una muchacha  adolescente  se  puso  frente  a  mí.  Pelo  marrón cepillado  sobre lentes  negros de  sol  de  diseñador. Con una mano agarró  el marco de la puerta y, con la  otra,  ella extendió la  mano inciertamente en el aire.  Antes de que tuviera la oportunidad de hacer nada, dio un paso y tropezó con mis amadas zapatillas.

A mis oídos, su  caída a la alfombra  era  ensordecedora. Pero, sorprendentemente, nadie vino corriendo. Se quedó quieta. Se cruzó por mi mente que la había matado. Matar a una persona ciega, es un pasaje rápido al infierno. Me deslicé hacia delante y sin aliento dije: —¡Santana, lo siento!

Mi  cerebro  despacio  registró  que  debí  haber  perjudicado  su  orgullo  porque  ella respiraba regularmente. Ella no habló, pero su mano estaba extendida y palpó el piso. Viendo que sus lentes habían caído cerca, los agarré y se los puse en sus manos. Los arrebató de mí y, levantándose, volvió la cabeza mientras se los ponía de nuevo. Ella gruñó. —¡Aléjate de mí!

Hice un intento torpe para tomar su mano y le ofrecí: —Deja que te ayude a ir a tu habitación.

Sintiendo mi movimiento, se alejó de mí y se burló. —¿Al menos sabes dónde está mi habitación?

Me quedé, anonadada,  mientras ella caminaba lentamente por  el  pasillo. Apoyó su mano con fuerza contra la pared y se detuvo en la esquina, en el punto de agarre. Luego se  había  ido. Un  momento  después, escuché  una puerta  cerrarse de golpe. Continué  allí  parada  quieta,  sintiéndome  completamente  humillada.  De  nuevo, ¿Por qué había tomado este trabajo?

Detectando mis pensamientos, o tal vez por el golpe la puerta, la Señora López apareció.  Ella  trató  de  sonreír.  —Oh,  Santana  saldrá.  Hablaré  con  ella  esta  noche. ¿Por qué no regresas en la mañana?  

Con  mi  expresión  en  blanco,  asentí  en  respuesta.  Claro,  todo  sería  mejor  por  la mañana.  Este  había  sido  un  mal  trabajo.  El  primer  día  siempre  es  el  peor.  Por supuesto,  este  no  era  un  día…  esto  apenas  fueron  diez  minutos.  Puse  mis  dedos entre mi cabello y suspiré al pensar en ello.  

Mientras salía de la casa, un fuerte viento me golpeaba en la cara. Pero,  ¿quién cree en presagios, de todos modos?

* * *

Después  de  apagar  el  coche,  me  senté  por  un  minuto  y  observé  la  casa  de  mi familia. Se alzaba en toda  su gloria  de estilo rancho con revestimiento  de astillas. Comparada con la de los López, nuestra casa parecía una cajita. Es gracioso, no lo  había  notado  antes.  Me  encogí  de  hombros,  agarrando  mi  bolso  y  mi  carta arrugada en el asiento del pasajero. Mientras caminaba hasta la puerta de entrada, yo ya podía oler la quema de incienso de pachulí.

—¡Brittany! ¿Eres tú?  

¿Quién  mas  sabría  que  nuestra  casa  estaría  sin  llave  en  la  mitad  de  la  tarde?  Me  reí
mientras  mi  mamá  saltaba  de  la  cocina,  con  un  pincel  en  una  mano  y  gotas  de amarillo por sus brazos. Su vestido dashiki estaba forrado de una gran variedad de colores ya secos y se desprendían del algodón como nieve de arco iris. Llevaba el cabello  recogido  en  una  trenza  floja  que  había  arrojado  sobre  un  hombro. Rápidamente puse mi carta en mi bolso, y pregunté: —¿Estás redecorando?  
—Por  supuesto  —ella  me  besó  y  pude  sentir  pintura  húmeda  manchándome  la mejilla—. El próximo viernes es el aniversario, así que estoy añadiendo un sol a la pared de la sala. La casa tiene que lucir bien para tu hermano.

Sam.  Mi  hermano  mayor  quien  dejo  la  casa  antes  de  su  graduación  de  la preparatoria  y  nunca  se  había  asentado.  Supuestamente  ese  era  su  gran  acto  de rebelión. Sabía por las cartas que me enviaba secretamente que él estaba bien, pero ni siquiera iba a volver a Grayfield. De ninguna manera. No importa cuántas veces mamá le pusiera un lugar en la cena. Ella no quería creerlo.

—Seguro. —Le dije y le ofrecí una sonrisa.

—¿Cómo te fue en tu entrevista?  

Hice una mueca y trate de escurrirme de ella, hacia mi dormitorio. —Oh, bueno ... Uh,  me  dieron  el  trabajo  y  ....  —de  cualquier  manera  en  que  pensaba  como describir  lo  que  había  acordado  sonaba  extraña,  pero  seguí  adelante  de  todos modos—. Es una chica ciega y de mi edad.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —¿La chica que vas a cuidar?  

— Santana. Si —asentí—. La guiaré, compartiré con ella, ese tipo de cosas.  

Sin  un  momento  de  vacilación,  mi  madre  sonrió.  —Oh,  una  nueva  novia.  ¡Qué maravilloso, Brittany!  

Apreté los dientes. —Eso no es lo que yo…

—¿Crees que este amarillo es demasiado claro para el sol? —Mamá estaba distraída ya, con el ceño fruncido hacia la punta de su pincel.

Con una mano en mi bolso, dije gentilmente,:—Déjame poner esto en mi cuarto y luego te ayudaré a pintar. —Antes de pasarle por delante. Amaba a mi mamá hasta morir,  de  verdad,  pero  ella  siempre  tenía  esta habilidad  de  vivir  a  un  paso  de  la realidad. Un paso en donde ella creía en el romántico sueño de que Sam vendría a casa e iba a hablar maravillas de su nuevo mural.  

Si yo pudiera embotellar aquella clase de optimismo, tendría la vida solucionada.
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Dom Dic 27, 2015 4:19 pm

hola, he leido ya y me tiene cautivada desde el principio que tristeza lo que paso a san pero esta historia pinta fascinante, britt tendra la gran mision de sacar a santana de la oscuridad literal y emocionalmente hablando. tienes ya en mi una lectora asegurada
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Mensaje por Elita Dom Dic 27, 2015 11:04 pm

Espero el próximo cap :D
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Mensaje por monica.santander Lun Dic 28, 2015 2:16 am

Hoooo genial pinta esta historia!!!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Lun Dic 28, 2015 8:36 am

super interesante y diferente lo que la hace mas atrayente asi que hasta pronto!!!!
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Mensaje por Sophia27 Mar Dic 29, 2015 12:57 pm

Gracias a los que me leen y me dejan saber que tal va la historia a través de comentarios. xx
 
Capítulo 2

Zumbando a lo largo del camino en mi  Camry a la mañana siguiente, pude ver al sol meter perezosamente la cabeza por detrás de una hinchada nube gris. Miré al cielo y quise que el día fuera brillante.

Mis  mocasines,  habían  desterrado  indefinidamente  mis  Chucks  a  mi  habitación,  presionaron  el  acelerador.  Eran  cerca  de  las  11:00  a.m.,  así  que  todavía  lo  consideraba la  mañana, pero  esperaba que  mis nuevos empleadores estuvieran de acuerdo.  Justo  cuando  me  detuve  a  la  puerta  de  los  López,  esta  se  abrió.
Encontré  esto  muy  alarmante  y  rápidamente  salí  de  mi  coche  hacia  la  puerta principal.

Chris estaba en la puerta y dijo con indiferencia. —Mamá está esperando en la sala.

—Gracias,  chico  —pasé  una  mano  sobre  su  cabeza  atractivamente  esponjosa cuando pasé. Le oí dar una patada y quejarse—. Oye —pero yo ya estaba pegando una  gran  sonrisa  en  mi  cara  mientras  me  encontré  con  una  ansiosa  Señora López. Empecé —Lo siento. Debería haber venido antes…

—Oh, está bien —su sonrisa vaciló y ella hizo un gesto hacia el sofá—. ¿Por qué no te sientas? —lo hice y ella continuó—. Hablé con Santana. Ella puede ser muy terca. Está predispuesta en contra tuya, me temo. Fue lo mismo con todo lo demás, los especialistas, los libros y todo...

Fruncí  el  ceño.  ¡No  había  manera  de  que  yo  estuviera  perdiendo  mi  oportunidad  en
Evanston por alguna mocosa! —Espere. ¿Quiere decir, que ha estado ciega dos meses y no ha aprendido a adaptarse a todo? ¿Sólo ha estado deprimida por aquí?

La Sra. López se movió incómoda. —Bueno, ella es una adulta...

—¡Entonces no se le debería permitir escabullirse de las cosas como una niña!  —le dije  un  poco  demasiado  entusiasmada.  Reafirmándome,  le  hablé  con  firmeza—. Sólo por esta vez, no escuche a Santana. Usted me contrató para un trabajo, déjeme hacerlo.

—¿Quieres cuidar a mi hermana? ¿Qué te pasa?  —Preguntó Chris, apoyándose en el umbral de la sala.

Lancé miradas asesinas en su dirección.

—¡Christopher John, esto no te involucra! —le espetó la Señora López. Una vez que  el  diablillo  se  había  perdido  de  vista,  dijo  lentamente—:  Creo  que  tienes  un punto. Incluso si sólo te sientas con ella, no estará sola...

—¡Bien! —salté poniéndome de pie antes de que tuviera la oportunidad de cambiar de idea—. ¿Dónde está? ¿En el armario de nuevo?

—No —murmuró Chris, que estaba en el pasillo con los brazos cruzados—, está en su habitación porque pensó que no volverías.

Lo seguí, mientras se dirigía hacia las escaleras y reflexioné.  —¿Entonces, el truco del armario fue por mi culpa?

Podía sentir al niño poniendo los ojos. —No. Ella hace eso cada vez que está molesta o deprimida, lo cual es a menudo.

Este  chico  sabía  un  poco.  Mientras  subía  las  escaleras,  me  pregunté  de  qué  otra manera  me  podía  ayudar  con  ella.  Pasamos  la  puerta  del  infame  armario,  la  cual  estaba cerrada una vez más, pero  mi estómago aún tenía la sensación de náuseas. Dimos  la  vuelta  en  la  esquina  donde  había  visto  desaparecer  a  Santana.  Chris  se detuvo ante una puerta en el pasillo y agitó las manos frenéticamente, como si no me diera cuenta de quién era la habitación.

De pronto me sentí como si estuviera escabulléndome, de puntillas hasta la puerta.

Mirando a Chris, señalé al interior y gesticule. —¿Vas a entrar?

La cara del niño se abrió en una sonrisa maliciosa y barrió la cabeza de lado a lado en un rotundo: —¡De ninguna manera!

Lo fulminé  con la  mirada y, todavía tratando de guardar silencio, me asomé  a la  habitación. La habitación de Santana era fácilmente tres veces el tamaño de la mía.
Inclinado solemnemente contra la pared a mi derecha había un bastón blanco, del tipo largo y flaco que nunca antes habría pensado que pertenecería a alguien de mi edad.  Había  algo  desierto  acerca  de  esta  habitación.  Las  paredes  brillantemente blancas  no  tenían  una  sola  imagen,  ¿quién  no  tiene  algún  tipo  de  decoración  en  sus paredes?

Su cama era un negro monstruo de gran tamaño, cuyo cabezal se apoyaba contra la pared izquierda y cuyos pies sobresalían en la habitación. Yo estaba tan abrumada por su tamaño que, inicialmente, no me di cuenta de que había un cuerpo tendido en ella: el cuerpo de Santana. En un momento, se me cortó la respiración, ¡debe haberme visto mirando! y, en el siguiente, casi me echó a reír ante la imposibilidad. Entonces me sentí culpable por pensar una cosa tan grosera.

Estaba  acostada  en  la  parte  superior  de  la  colcha  con  la  espalda  apoyada  en  las almohadas.  Su  respiración  era  estable,  así  que  me  engañé  al  pensar  que  estaba dormida.  Con  esta  creencia,  me  deslicé  tranquilamente  en  la  habitación  y  la observé con más claridad que en mi vista anterior desde el piso. Estaba vestida lo  suficientemente  agradable,  con una camiseta negra y unos  vaqueros  que parecían costosos. Era como una estatua de una modelo de Abercrombie & Fitch… no es que yo estuviera alguna vez mirando el aspecto de una chica.

Por ninguna razón en absoluto, me pregunté si olía bien. Entonces la estatua estaba furiosa  —Eres  tú,  ¿no?  —Y  el  inocente  pensamiento  fue  firmemente  aplastado  y molido en el suelo hasta que no fue más que una mancha. Salté, literalmente salté, cerca de tres pies en el aire. Su cabeza se volvió con lentitud de película de terror en mi dirección y yo hice lo primero que me vino a la cabeza: saludé. Lo saludé con la mano,  a  una  persona  ciega,  ¡saludé  a  una  persona  ciega!  ¿Y  qué  pasó?  Nada.  Por supuesto, nada.

Me moví al plan B, hablar. —En realidad, mi nombre es Brittany.

La cabeza regresó a su dirección hacia adelante y no respondió.

Tragué saliva y miré alrededor por algo para provocar una conversación. Frente a mí  había  un  escritorio  grande,  que  sólo  tenía  una  pequeña  pila  de  libros  y  CDs. Parecían  sin  tocar y en  el  libro  de  encima  se  leía  BRAILLE  en letras grandes, en negrita. Le pregunté. —Entonces, ¿estás aprendiendo Braille?

Silencio.

—Bueno, sí... —Me metí un mechón de pelo detrás de la oreja.

—¿Tienes sed? Tengo sed. Voy a buscar algo de beber, ¿de acuerdo?

Como era de esperar, no respondió mientras yo hacía mi rápida y torpe salida de la  habitación. Chris estaba en el pasillo, inclinado en un silencioso ataque de risa ante mi  apuro.  Afiancé  mis  dedos  en  su  hombro  y  lo  empujé  hacia  las  escaleras, siseando.  —Tenemos  que  hablar.  ¿Estoy  asumiendo  que  sabes  dónde  está  la cocina?  

Me condujo por el vestíbulo que daba a la cocina. La cual era hermosa e inmensa... por supuesto. Había una pared de gabinetes de cedro, un gran mostrador con tope de  mármol  a  la  izquierda,  y  electrodomésticos  de  última  generación  en  plata satinada a  la  derecha.  Sin  darse cuenta  de nada  de esto, se  soltó  de mi agarre  y, mientras hacía un vano intento de mantener la sonrisa fuera de su rostro, preguntó: —¿Qué quieres?

—Quiero…  ¿Tienes  alguna  gaseosa?  —gesticulé  hacia  el  refrigerador  y él  asintió con  la  cabeza—. Quiero  que  me hables sobre Santana.  Quiero  decir, tan atractivo como puede ser sentarse en silencio durante todo el día, debe haber algo de lo que quiera hablar... ¿Puedo considerar que ya no está más en la escuela?

—No  —Chris  me  entregó  una  Coca-Cola—.  Mamá  le  permitió  mantenerse  al margen. Creo que el doctor le dio una nota o algo.

Tomé un sorbo de la lata y ladee la cabeza hacia un lado. —Oye, ¿qué hay dentro del armario?

—Oh,  cosas  viejas  de  Santana:  carteles,  libros,  música,  computadora...  Mamá  lo puso todo ahí después del accidente.

Eso explicaba el vacío de su habitación. Tragué saliva y me estremecí. ¡Qué terrible!

Estaba sentado en ese armario sola, con sus cosas alrededor, recogiendo polvo. Me recuperé torpemente —Bueno, eh, ¿puedes pensar en algo para que hable con ella?

—Caballos  —llegó  de  repente  la  vocecita  de  detrás  de  mí.  Me  volví  para  ver  la figura  de  Marly  con  los  ojos  abiertos.  Ella  estaba  mirando  fijamente  hacia  mí  y repitió—: Caballos. —Antes de meterse el pulgar en la boca.

—Caballos, está bien —me volví de nuevo a Chris—. ¿Tu mamá dijo que Santana se quedó ciega por un accidente de caballo?

El chico asintió con la cabeza. —Sí, ella solía cabalgar todo el tiempo. Hay un lugar cerca de aquí. Se llama, eh… Establos Legacy, Aeris aún está allí.

—¿Aeris? ¿Es dueño de un caballo? —Jadeé.

—Sí,  pero  San  no  ha  montado  desde…  ya  sabes  —Chris  negó  con  la  cabeza  y dijo—: Y yo no trataría de conseguir que monte.

—Está bien, pero tal vez yo podría llevarla allí, ¿no sé, pasar el rato? —levanté las cejas  hacía él,  quien  se  encogió  de  hombros  con  escepticismo  ante  la  idea—. ¿Supongo que no sabes cómo llegar allí?

—¿Llegar a dónde? —La Señora López salía de la sala de estar, con una revista bajo el brazo.

—Establos Legacy. Pienso que Santana y yo podríamos ir allí, un lugar familiar.

Ella  frunció  el  ceño,  pero  asintió  con  la  cabeza  lentamente.  —Si  piensas  así, querida. El accidente ocurrió fuera del estado, por lo que no debería haber ningún mal recuerdo... pero sólo sacarla de esta casa sería un milagro.

—¿Un milagro? —me reí—. Bueno, voy a tratar lo mejor posible.

—Muy bien. Ahora, sólo quiero encontrar una pluma...

Chris, viendo a su madre muy ocupada abriendo y cerrando cajones, me lanzó una mirada furtiva y corrió hacia la escalera.

—¡Oye! ¿A dónde vas? —Le grité, pero él no miró hacia atrás.

La Sra. López sacó una pluma de un cajón y empezó a escribir a toda prisa las indicaciones  en  una  libreta  pequeña.  Ella  suspiró.  —Después  de  todo  lo  que  ha pasado, Chris ha estado trabajando muy duro para conseguir la atención de Santana.

Estoy segura que chismearle acerca de ti está sirviendo.

Raro, nunca fui la chica de la que todos hablaban. No solía atraer mucha atención, positiva o negativa, y no podía dejar de preguntarme lo que Chris estaba diciendo acerca  de  mí.  Agarrando  las  indicaciones  de  la  Señora  López,  corrí  escaleras arriba  y  seguí  por  el  pasillo  del  segundo  piso.  Cuando  di  vuelta  a  la  esquina, escuché  débilmente  una  voz  femenina.  Al  darme  cuenta  de  que  Santana  estaba hablando en su habitación, me pegué contra la pared y me deslicé hasta la puerta.

La voz se detuvo y fue reemplazada por el tono más alto de Chris. —No lo sé. Ella se ve bien para una chica, supongo —puse los ojos ante el comentario y me acerqué más—. Su cabello es un poco largo, más largo que los hombros, y es rizado en la parte inferior. Es del color del, eh, sol.

¿Sol? Eso era nuevo. Nunca me había gustado mucho mi pelo. No era ni rojo ni marrón y tampoco podía decidir si ser rizado o liso. Una cosa era segura: mi pelo nunca quiso  cooperar.  Durante  años  he  luchado  contra  este  usando  los aerosoles más fuertes y las planchas más calientes.

¿El resultado? Me rendí y, básicamente lo dejo que haga lo que quiera.

—¿Qué  pasa  con  sus ojos?  —Preguntó  con  una  voz calmada que  no  había usado conmigo.

—¡No lo sé, Santana! —Se quejó Chris.

—¿Ella está bien? ¡Tienes que darme algo mejor para seguir que eso! —Gruñó.

Sonreí. Eso me gustaba más.

—Muy bien. Voy a ver —se quejó el niño—. Es probable que ella esté aquí arriba, de todos modos.

—¡No! ¡Espera! —Gritó Santana.

Como dudaba mucho de la capacidad de Chris para escuchar a nadie, me precipité hacia abajo al  pasillo, dando la vuelta en la esquina,  y rápidamente colocándome en la  escalera como si acabara de hacerlo. Al  momento siguiente,  mi sospecha  se confirmó  cuando  me  encontró  jadeando,  con  un  apretón  de  muerte  sobre  la barandilla. Me lanzó una mirada como si pensara que estaba loca y me preguntó: —¿Qué te pasa?

Tragué saliva y solté :—¡Nada!

Chris  enarcó  las  cejas.  —Está  bien.  —Y  entrecerró  los  ojos  para  conseguir  una buena  vista  de  mis  ojos. Después  desapareció por  el  pasillo  para  informarle  a  su hermana del color azul oscuro que había visto.

Poco  a  poco  fui  regresando  a  la  habitación  de  Santana,  por  lo  que  Chris  estaba saliendo antes de que la alcanzara. El chico tenía el aplomo de silbar casualmente mientras  caminaba  pasándome,  pero  resistí  la  tentación  de  tirarle  mi  zapato. Encontré a Santana yaciendo tranquilamente en su cama como si no hubiera hecho nada desde que me fui. Dando dos saltos entré en su cuarto,  aterrizando,  con un rebote, en una posición sentada en el borde de su cama.

Las entradas son importantes.

Sorprendida, abrió la boca y su cabeza se volteó para encararme. —¿Qué?

Dije con falso entusiasmo.  —Tu mamá está en la planta baja, así que supongo que podríamos  perder  el  tiempo...  —fue  el  turno  de  Santana  de  mirarme  como  si estuviera  loca,  pero  al  menos  sabía  que  estaba  escuchando—  ...  O  podemos  ir  a alguna parte.

Soltó una risa corta, sin sentido del humor y dijo con sarcasmo. —Suena muy bien.

¿Por  qué  no solo  podía seguir  la  corriente?  Crucé  mis  brazos y dije:  —Sabes, Santana,
esto es simplemente patético. ¿Cuándo fue la última vez que dejaste tu casa?

Su rostro se endureció ante mis palabras y escupió —Soy patética. Sí, gracias por la inyección de moral. Lo puedo decir por qué mi madre te está pagando tanto como a su psiquiatra.

Sentí una familiar ducha fría de vergüenza, pero me la sacudí y respondí:  —Bueno, si ella va a conseguir el valor de su dinero, mejor salimos al camino.  —Me puse de pie y la observé. Deseaba poder verla sin sus gafas, así podría decir lo que estaba pensando.

Hubo  un  largo,  largo  momento  de  incómodo  silencio.  Casi  me  desmayé  de aguantar  la  respiración.  Entonces  Santana  se  bajó  bruscamente  de  la  cama  y  se levantó. Dudé, preguntándome si me dejaría llevarla,  pero ella  comenzó a  caminar por  su cuenta,  con una  mano extendida.  Me moví  a un  lado  y  la seguí  mientras avanzaba  por  el  pasillo.  Cuando  llegó  cerca  del  rellano,  pregunté:  —Entonces, ¿estás  bien  con  las  escaleras?  —¡¿Montones  y  montones  de  escalones  girando  en  un círculo?!

—He  bajado  estas  escaleras  un  millón  de  veces.  —Dijo  Santana  de  mal  humor  y comenzó su descenso. Agarró con fuerza la barandilla y probó la distancia de cada escalón con el pie, pero hizo su propio camino hacia abajo. Me asustó casi hasta la muerte, pero lo hizo. ¿Si esta fuera yo? Si yo fuera ciega... hombre, no habría sido una bonita vista en esas escaleras.

Una  vez  que  ella  y  yo  estuvimos  en  frente  de  mi  Camry,  sonreí  con  orgullo  a  mi carrito  y  proclamé,  tanto  a  este  como  a  ella:  —¡Estamos  aquí!  —Antes  de  abrir  la puerta del pasajero.

Sintiendo  a  lo  largo  el  marco  de  la  puerta,  Santana  fue  capaz  de  deslizarse  en  el interior.  Cerré  la  puerta y me apresuré  alrededor hasta  mi  lado.  Di  la  llave  en  el encendido e inmediatamente la voz de Sting fluyó de los altavoces.

—¿Qué estás escuchando? —Gritó sobre la música.
Sonreí con malicia. ¡Una dosis de educación musical viene en camino!
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Mensaje por Elita Mar Dic 29, 2015 3:48 pm

Esto me gusta :D

Cada cuánto vas a actualizar? No creo poder esperar tanto para el próximo cap!
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Mensaje por marthagr81@yahoo.es Mar Dic 29, 2015 4:05 pm

muy bueno , me gusta mucho, espero tu actualizacion. no sabes como me gusta el nombre del fic.
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Mensaje por evean Mar Dic 29, 2015 5:11 pm

Ola interesante historia... Cada cuanto actualizaras???
Saludos
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Mensaje por micky morales Mar Dic 29, 2015 10:23 pm

super interesante, me gustaria saber con que regularidad actualizaras por favor!
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Mensaje por monica.santander Miér Dic 30, 2015 12:16 am

jajaj me encanta el informante de San!!!
Veremos como sigue!!
saludos
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Mensaje por Susii Miér Dic 30, 2015 6:41 am

Ohhh que buena es esta historia!! Ya quiero otro cap!*-*
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Mensaje por Sophia27 Jue Dic 31, 2015 3:59 pm

Hola! Para los que preguntan, tal vez actualice dos o tres veces por semana. La historia solo tiene 15 capítulos mas el epilogo, así que no creo tardar mucho. Que tengan lindas fiestas!!! xx




Capítulo 3
 

— Este  es  Sting,  cuando  estaba  en  la  banda  The  Police,  en los años 70. Ya sabes, ¿Roxanne, Every Breath You Take? Y luego se lanzó como  solista  en  los  80…  —Miré  a  ver  si  Santana  estaba escuchando, pero sus manos estaban ocupadas inspeccionando mi  coche.  Se  detuvo,  probablemente  dándose  cuenta  del  estado  realmente lamentable,  de  la  profunda  espuma  desgarrada  de  su  asiento.  Era  una  herida  de guerra  que  un  poste  de  un espantapájaros  que  mi  mamá  impulsivamente  quiso liberar le había hecho. En serio.

Cuando mi Camry voló sobre un bache, Santana se apoyó contra la puerta.

Yo me reí. —Vamos, te has montado en un coche antes.

—Este  no  es  un  coche  —refunfuñó—.  Así  es  como  uno  se  siente  cuando  Chris rueda escaleras abajo sus Hot Wheels.

—Ah, ¿sí? Bueno, ¿qué tipo de coche tienes?

Eh,  probablemente  no  era  una  buena  pregunta,  me  di  cuenta  después  de  que  las palabras habían salido de mi boca.

—Que genial terapeuta eres. —Dijo con sarcasmo. Vi cómo su rostro se oprimió y me preguntaba si la había empujado demasiado.

Sin esperar otra respuesta, volví a mirar a la carretera y me sorprendí cuando dijo en voz baja. —Un Mercedes-Benz Cabriolet.

No tenía ni idea de lo que era, pero igual sonaba caro. Solté: —Debe ser agradable.

Sacudió la cabeza y replicó: —Ni siquiera lo conoces.

—Hey,  no  tenía  la  intención  de…  —Empecé,  pero  Santana  se  volvió  hacia  la ventana.

Sintiéndome  incómoda  con  la  música,  apagué  a  Sting  y  viajamos en  un  silencio incómodo. No demasiado pronto, vi un gran cartel que se cernía sobre una colina. En grandes y cursivas letras, proclamaba: Establos Legacy. La carretera estaba llena de  árboles  y  daban  paso  a  acres  de  exuberante  vegetación.  La  hierba  estaba bloqueada por vallas de madera blanca y rodeada de caminos de viruta de madera. Más allá de todo esto, los establos de color azul pálido se dibujaban contra el cielo.

Entré en el aparcamiento y apagué el motor. Mientras me quitaba mi cinturón de seguridad, sentí la atención de Santana en mí. Empujé un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras preguntaba: —¿Dónde estamos?

Dudé y luego lo solté: —En Establos Legacy.

Se volvió hacia mí y juro que me estaba viendo. Dijo fríamente: —No.

Miré alrededor del estacionamiento. Sólo había otros dos coches. Crucé mis dedos y mentí. —Oye, no hay nadie aquí. Sólo vamos a pretender que es un parque y nos sentamos en la hierba o algo así.

Santana frunció el ceño, incrédula. —¿Nadie? ¿En un domingo?  

Hice una mueca, pero ¿cómo iba a saber la diferencia?

—Nop.

Mientras ella salía de mi coche, me apresuré a su alrededor y me paré frente a ella.  —Espera  —al escuchar  mi  voz,  Santana  ajustó  sus  pasos para no  caminar hacia  mí. Una  vez  más,  me  coloqué  delante  de  ella  y  esta  vez  presioné  mi  mano  contra  su pecho.  Saltó  al  contacto y se  detuvo,  como esperaba que hiciera. Le  dije—: Oye, tenemos que resolver esto. Quiero decir, es práctico para ti que me utilices; puedo verlo y tú no puedes.  

Entendiéndome, Santana se cruzó de brazos. —No pienso sostener tu mano.

Rodé  mis  ojos.  Quería  gritar ¡Sí,  bueno, no estoy  atraída  por  ti  tampoco!  En cambio, espeté: —¿Puedes soportar agarrar mi brazo?

Me pareció ver una breve sonrisa en sus labios. —Muy bien.

Hice  mi  brazo  en  forma  de  L  y  le  agarre  la  mano  extendida.  Su  mano  se  sintió caliente  cuando  sus  dedos  se  envolvieron  alrededor  de  mi  bícep  izquierdo, ligeramente por encima de mi codo. Agradecida de que no podía ver mi cara roja, di  un  paso  hacia  adelante.  Hubo  un  momento  incómodo  cuando  su  brazo  se sacudió en mi movimiento; luego nos emparejamos a un mismo ritmo. Pero, oh me sentía extraña. ¿Qué tipo de chica tenía a una tipa sosteniendo su brazo? Honestamente.

Caminamos  por  el  estacionamiento  y  por  la  hierba.  Me  desvié  de  la  acera  que conducía  a  los  establos  y  me  fui  paralelo  a  una  cerca  blanca,  subiendo  por  una suave  pendiente.  Me  detuve  en  la  parte  superior  de  la  pequeña  colina,  que dominaba una amplia pradera. Santana quitó su mano de mi brazo y me dejé caer sobre la hierba. Vaciló antes de dejarse caer junto a mí.

Yací  en  mi  espalda  y  suspiré  mientras  miraba  hacia  el  cielo  azul.  El  sol  había decidido salir, después de todo. —Esto es agradable.

Santana se incorporó sobre sus codos. —Es mejor que mi habitación, lo reconozco.

Me di la vuelta a un costado, para estar frente a ella. Alentada por su tono relajado, dije: —Sabes, he oído a tu hermano describiéndome. No hizo un buen trabajo.

Dio una breve carcajada. —Así que, descríbete a ti misma.

No había nada que odiara más que hablar de mí misma. —Uff, no.

—Bueno, algunas personas no pueden. —Santana asintió con la cabeza con aire de suficiencia.

La fulminé con la mirada. —Bueno, me voy a describir: Soy una chica. Allí tienes. Tu turno.

—Vamos a  ver... Era la campeona de salto de obstáculos. Tenía  la vida que  todos querían. Pero lo perdí todo, pieza por pieza, y ahora incluso mis viejos amigos no me llaman porque soy una perdedora.

Tal vez esa era una mala pregunta.

—Oh.  Uhm, tu  familia parece agradable  —le dije—. Bueno,  no he conocido a tu papá.

Santana empujó sus gafas de sol hacia arriba en su nariz y simplemente dijo: —Tal vez porque murió el año pasado.

Yo: 0 Santana: 2.

Mi mente estaba en blanco por lo que ricé mis dedos en la hierba.  

—Yo… yo, lo siento.

El  silencio,  mi  archi enemiga,  regresó.  Bailaba  alrededor,  haciendo  muecas  hacia mí,  hasta  que  me  sentí  completamente  incómoda.  De  repente,  oí  los  sonidos  de cascos  acercándose  y  mi  corazón  empezó  a  latir  con  ellos.  Vi  la cara de Santana ponerse  pálida con  el  entendimiento.  Se  volvió  hacia  mí, su  voz  estaba  tensa.  —¡Tienes que ocultarme!

Di un grito ahogado. —¿Qué?

—¡Cúbreme!

Cuando  me  congelé  en  confusión,  su  mano  agarró  mi  brazo  y  me  empujó toscamente encima de ella. Me cortó la respiración y tensé mis manos contra el suelo justo  a  tiempo  para  evitar  que  mi  cabeza  chocara  con  la  suya.  Porque  estaba  a escasos  centímetros  por  encima  de  ella,  mi  cabello  caía  en  cascada  hacia  abajo alrededor  de  su  rostro.  Pude  ver  el  pánico  de  mis  ojos reflejados  en  sus  lentes oscuros.

Oí al  caballo  parar  cerca de la  cerca de abajo. El jinete, obviamente mirándonos, murmuró algo como: —Búsquense una habitación —y luego gritó—: ¡Oye, esto es propiedad privada! ¡Pueden hacerlo en otro lugar!

Sentí que Santana despachó a la persona y, después de un  momento de tensión, el golpeteo  del casco  retrocedió.  El  aliento  caliente  de  Santana  rozaba  mi  piel.  Olía como una mezcla embriagadora de canela y sándalo. Un extraño temblor recorrió mi espina dorsal y caí en cuenta de lo cerca que mi rostro estaba del suyo. Luego me quedé sin aliento cuando me empujó fuera de ella y mi espalda golpeó el suelo.

Ella gruñó. —¡Eso seguramente no parecía como nadie!  Esa era Dani Whitton. A ella  le  encantará,  nada  mejor  que antes  del  ensayo,  decirle  a  todos  sus  pequeños amigos  en  Clarence  cómo  me  encontró:  ―¡Realmente  es  ciega!  ¡Incluso  estaba siendo conducido por los alrededores por una chica!

Espera... ¿ensayo? La curiosidad me sacó de mi vergüenza. —¿Estás por graduarte?

—Sí, el próximo viernes —Santana dio una risa sin sentido del humor—. En otras palabras, estaba corta de algunos créditos, pero bien sea mamá les compró a todos los miembros del concejo escolar nuevos Beemers  y, voilá, obtengo un diploma. Ese es mi mundo —se puso de pie—, y me voy a casa.

Mientras  que  Santana  se elevaba  por  encima  de  mí,  esperé  que  se  fuera adelante, pero  no  lo  hizo.  Me  tomó  un  segundo  entender  por  qué:  no  podía  encontrar  el coche. Ella estaba allí de pie, totalmente indignada, pero no podía irse. A mis ojos, de  repente  pareció  menos imponente.  Me levanté  y me  di  cuenta  que era más baja que yo.

Sintiéndome en poder, di un paso atrás cuando ella extendió su mano y dije: —En mi mundo, te agradecería que lo pidieras.  

—Oh, ¿esto no es suficiente? —Santana hizo gestos hacia los pastos vacíos y luego en  el  espacio  entre  nosotras—.  ¿Todo  esto  no  es  suficiente?  ¿Crees  que  voy  a rogarte que me lleves a casa?

Dije con severidad: —Creo que podrías manejar tratarme como una persona.

—¡Eres una empleada! —espetó—. Mi madre te paga, ¿recuerdas?

Suspiré  y  rodé  mis  ojos;  parecía  que  no  íbamos  a  poder  escapar  de  esa  cosa  del dinero.  —Sí,  lo  recuerdo  —atrapé  su  mano  agitándose  y  me  volví  hacia  el estacionamiento—. Vamos.

* * *

Me detuve en la casa  de los López y sin decir palabra me dirigí a la puerta del pasajero.  El  viaje  de  vuelta  transcurrió  sin  incidentes,  frío  y  silencioso,  pero  sin incidentes.  El  viento  se  había  levantado,  por  lo  que  fui  capaz  de  enfocar  mi atención en mantener mi pequeño coche en la carretera. Mientras caminábamos a la  casa,  pensé  que  era  extraño  que  pareciera  que  estábamos  caminando  juntas, cuando  sentía  que  estábamos  a  kilómetros  de distancia.  Me  preguntaba  cuánto tiempo iban a durar los próximos meses; a este ritmo, tardarían un milenio.

Chris  estaba  inclinado  sobre  la  baranda  en  el  pasillo  de  entrada.  Él  sonrió  con picardía a mi cara agria y preguntó: —¿Qué clase de perro lazarillo eres?

—Cállate. —Espetó Santana y soltó mi brazo para subir las escaleras.

Sintiendo el peligroso estado de ánimo de su hermana, Chris huyó a su habitación. Sonreí ante esto y me volví para irme, cuando me encontré con la Sra. López de pie delante  de mí. Presioné mis labios en  una gran sonrisa  y dije alegremente:  —¡Oh, hola! ¡Está de vuelta, todo en una sola pieza!

—Sí, sí lo está —su cara se deslizó a una mirada de preocupación mientras miraba hacia  arriba—.  Bueno,  supongo  que  te  necesitaremos  el  jueves.  Supongo  que Santana no te mencionó…

—¿El ensayo? —Completé.

El rostro de la Sra. López se iluminó. —¿Te lo dijo?

En pocas palabras. —Sí, lo hizo.

—¡Eso  es  maravilloso!  Por  lo  tanto,  ¿si  podrías  estar  aquí  en  torno  a  las  seis  y media?  Vestida  semi-formal  —miró  brevemente  a  mis  vaqueros  rotos—.  Es Clarence.

Mi sonrisa flaqueó. —Ah, cierto.

Grayfield, Illinois contenía sólo dos escuelas secundarias. La principal, Clarence, era una escuela privada para ricos que se jactaban de tener a los adolescentes más ricos en  el  área.  Carecían  de  números,  teniendo  sólo  unos  pocos  de  cientos  de estudiantes en total, pero orgullosamente proclamaban cómo esto resultaba en una ―clase  de  tamaño  íntimo‖.  La  secundaria  tomaba  la  propaganda  al  corazón  y se sentían orgullosos de sus pulidos confines  y altas puntuaciones en las pruebas y el estado de la tecnología de punta... pero eso no viene al caso.

La  segunda  escuela,  la  escuela  pública,  mi  escuela,  era  la  Secundaria  Grayfield. Contábamos  con  una  decoración  de  los  años  70,  algunos  tantos  libros  de  texto actualizados, y, si nada más y nada menos que, ¡cientos de estudiantes! No estaba afectada por alguna ilusión de que mi escuela fuera perfecta, pero a veces disfrutaba de las  cosas un poco de época. Quiero  decir, ¿qué  puedo  decir? Mi madre es una hippie. Si no fuera por mi padre, habría sido llamada Rainbow Sunchild.
 
##

Amaba  las  cosas  de época,  sin embargo,  no podía  evitar  odiar la  cafetería  de  mi escuela  de  un  desagradable  color  naranja-y-color  mostaza  cuando  caminaba  a través de ella al día siguiente. Puse mi ensalada y mi soda en una mesa de madera de imitación, y me dejé caer en una silla de plástico frente a Quinn Frabray. Había conocido a Quinn desde que teníamos doce años y usábamos tirantes. Sabía que yo nunca había  tenido una novia por más  de dos semanas  y yo sabía que ella nunca había puesto un pie fuera del estado de Illinois.

Eso es un nexo.

Piqué mi lechuga marrón. —Entonces, ¿cómo fue tu fin de semana?

Quinn sacudió su cabeza y rebotó sus rizos rojos. —Oh, está bien. Finn y yo fuimos a ver la nueva película de miedo, ¿sabes esa de la muñeca? —Finn era el novio de Quinn. Era un tipo decente, aunque un poco en el lado lento. Se había graduado el año pasado y estaba trabajando su camino a través de la escuela técnica—. Oye, te llamé el  sábado; tu  mamá  probablemente  olvidó decirte.  Ella dijo que estabas en una entrevista. ¿Cómo te fue?

Me encogí de hombros. —Bien. Bueno, me dieron el trabajo, pero hay una trampa.

—¿Sí?  —su  hamburguesa  terminó  a  mitad  de  camino  entre  su  boca  y  el  aire—. ¿Qué?

Traté  de contener  mi sonrisa porque sabía que  iba  a  enloquecer. —Es una chica de nuestra edad.

—¿En  serio?  ¡De  ninguna  manera!  ¿Por  qué  sus  padres  te  contratarían?  —Quinn pausó, pensándolo—. Espera, ¿está caliente? — Pregunto a modo de broma, sabiendo que a mi me gustan las chicas. La miré y ella me miró de vuelta—. Britt...

—¿Qué? —Pregunté.

—Brittany Susan Pierce —se inclinó hacia adelante, viéndose realmente preocupada—, estás ruborizaba.

Golpeé mi soda abajo un poco demasiado fuerte y salpicó sobre la mesa. Solté:  —¡Es ciega!

—¿Lo  es…  realmente?  ¿Así  que  tú  eres,  como,  su  enfermera?  —Movió  sus  cejas sugestivamente. A veces me pregunto por qué es mi amiga.

—¡Cállate, Quinn! ¡No es así!

—Así que ella es...tu sabes, de tu equipo. —Pregunto con una sonrisa boba.

—No lo se, tal vez le pregunte cuando la vea. — Le conteste sarcásticamente, aunque me picaba la duda de que lo fuera. Probablemente no.

Ella se rió de mí. —¿Cómo es?

Suspiré  y  limpié  el  desastre  con  una  servilleta.  —Es  rica  y  su  mamá  me  está pagando  para  que  la  ayude…  la  lleve  a  lugares.  El  jueves  la  voy  a  llevar  a  su ensayo.

La boca de Quinn cayó abierta. —¡Apestas! ¿Te está pagando para que salgas con una actriz?

—¡No! —rodé mis ojos—. Es un ensayo para su graduación en Clarence.

—Supongo  que  los  pequeños  Clarencientes  saldrán  temprano  —se  quejó—.  No querrán llegar tarde a la casa de la playa en Florida.

—No son tan malos. —Le dije a la defensiva.

—Dime eso después de reunirte con ellos —sus ojos verdes se trabaron en mí—. Espera. ¿Cuánto dijiste que te están pagando?

Rápidamente  forcé  un  tenedor  lleno  de  comida  dentro  de  mi  boca  y  murmuré  la ofensiva cifra: —Veinte dólares por hora.

—¡A-já!  No  es  de  extrañar  que no  sean  tan  malos.  —Rió  victoriosa  antes  de realmente comprender lo que había dicho.

Dándose cuenta, su rostro casi se cae. —¿Veinte dólares la hora? Hombre, es mejor que encuentres alguna manera de matar el tiempo con… ¿cómo se llama?

—Santana.

—¡Santana!  Quédate  con  ella,  si  quieres  —Quinn  drásticamente  estrechó  una  mano sobre  su  corazón—.  Te  digo  esto  como  tu  mejor  amiga  quien  quiere desesperadamente que tengas una habitación junto a ella el próximo año para que no termine durmiendo junto a una psicópata. Y, Britt, estás sonrojándote de nuevo.

La fulminé con la mirada

—No todo el mundo puede ser la próxima famosa tocadora de oboe del mundo —dijo, refiriéndose a su propia erudición y razón por la que iba a Evanston—. Puede que tengas que hacer sacrificios... como besar a una chica caliente.

Ignore su último comentario. —Quinn, no hay ningún famoso tocador de oboe.

—Muérdete  la  lengua.  Sintoniza  la  Orquesta  para  nosotros  —Quinn  retomó  su hamburguesa y masticó cuidadosamente—. Pero, sobre el jueves, ¿no es la Semana de Sam?

Me cubrí la cara con mis manos. ¡Tenía razón! ¡Era la Semana de Sam! ¿Cómo podía olvidarlo?  Sam  se  fue  de  casa  cuando  yo  tenía  la  edad  de  Chris,  así  que básicamente había sido criada como hija única; para gran disgusto de Quinn, quien era  la  número  tres  de  cuatro  niñas.  Cada  año,  en  la  semana  aniversario  de  su partida, la cual Quinn y yo llamábamos ―Semana de Sam‖ mi mamá establece un lugar especial en la cena para ella cada noche.

Me llevé el cabello detrás de mis orejas y empecé: —No me he perdido una cena de Sam en diez años. Qué sería de una sola…

Quinn  me  interrumpió:  —En  serio,  Brittany,  ¡tu  mamá  va  a  enloquecer!  Tienes  la misma edad que Sam tenía cuando se fue. Piensa en ello.

—¡Lo sé! —Gemí y contemplé los cuadros de asbesto del techo.

—¿Hay  alguna  forma  de  que  puedas  comer  y  seguir  haciendo  lo  del  ensayo?  —Ofreció.

Suspiré. —Se  supone que debo  estar en  casa  de  los López a  las seis y  media y solemos comer a las seis.

Quinn se echó a reír y miró a mi plato casi lleno de ensalada. Gritó por encima del timbre de salida: —¡Mejor que trabajes en tus habilidades para atiborrarte!
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Mensaje por Susii Jue Dic 31, 2015 6:44 pm

Ya quiero leer como va eso del ensayo:s
Quiero otro cap!!:cc
Feliz año!!
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Mensaje por micky morales Sáb Ene 02, 2016 5:43 pm

hay que entender a santana y brittany no es muy considerada que se diga, a ver que pasa en ese dichoso ensayo!!!!
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Mensaje por monica.santander Sáb Ene 02, 2016 7:10 pm

Lindo ,lindo veremos como sigue!!!
Saludos y feliz año nuevo! !!!
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Mensaje por Elita Sáb Ene 09, 2016 1:35 am

Tenía que ser demasiado perfecto como para que siguieras actualizando esos días que dijiste -.-"
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Mensaje por micky morales Sáb Ene 09, 2016 9:58 am

cierto, estas a tiempo de tener la delicadeza de avisar que no lo seguiras para no perder el tiempo buscando una actualizacion que nunca llegara. Gracias.
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Mensaje por iFannyGleek Sáb Ene 09, 2016 3:53 pm

JAJAJAJAJA' Take it easy amigas. Bueno si les interesa el libro se llama "His eyes" de Reneé Cárter o algo así pero evidentemente es un libro heterosexual.
Por cierto, muy mal que no sigan las adaptaciones, neta decepcionan.
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Mensaje por Elita Sáb Ene 09, 2016 7:25 pm

iFannyGleek escribió:JAJAJAJAJA' Take it easy amigas. Bueno si les interesa el libro se llama "His eyes" de Reneé Cárter o algo así pero evidentemente es un libro heterosexual.
Por cierto, muy mal que no sigan las adaptaciones, neta decepcionan.

Quién habló de dejar de seguir las adaptaciones?
Pero has de saber que es un poco cansado escribirle y animarle para que al final no haga nada -.-
Decepciona ella "amiga" no yo!
Mi humilde opinión :3
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Mensaje por iFannyGleek Dom Ene 10, 2016 2:27 am

Elita no me habéis entendido. Yo me refería a que por qué la gente que publica las adaptaciones no las continúa subiendo. Eso es lo que me decepciona. Yo no me meto a en cuanto a lo que tú te refieres, pienso lo mismo tu.
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Mensaje por Sophia27 Mar Ene 12, 2016 3:41 am

Si no recuerdo mal, no he dicho que voy a dejar de actualizar la historia. No he tenido el tiempo ya que estoy ayudando a mi hermana a organizar su baby-shower que sera esta semana. Se que es desesperante esperar las actualizaciones y lo siento :( Aquí les dejo dos capítulos que pude adaptar ayer.




Capítulo 4

Querido Sam, estoy segura de que ni siquiera has recibido mi última carta todavía,
pero sólo quiero hacerte saber que estás arruinando mi vida. Otra vez. No, de verdad.
¿Sabes que obtuve ese trabajo genial? Bueno, necesito ir pero no puedo por culpa de tu
cena. Ya sabes, de las que te he hablado… las que mamá hace para ti. La mejor
solución que he encontrado con esto es tratar de apresurar la comida. Quiero decir, ¿qué
familia es tan disfuncional que no puede comer, por ejemplo, media hora antes de tiempo? No
contestes eso. Así que, si has decidido que es hora de ser agradable con tu pequeña hermana,
aparece. Esta noche. Con amor, Brittany.

Mi  auto  chilló  mientras  lo  puse  en  la  pequeña  entrada  de  nuestra  casa.  Casi  me engañé a mí misma en creer que mamá sería firme en el trabajo en la cocina. Abrí la puerta del frente, tiré mi bolso en la dirección general de mi habitación, empecé a buscarla. Bueno, definitivamente no estaba en la cocina. Grité su nombre, a lo que no  debería  esperar  respuesta.  Ella  tendía  a  perder  la  noción  del  tiempo, especialmente cuando la necesitaba para hacer algo.

Me dirigí a nuestro patio trasero, que no era un patio trasero típico. Mi mamá, en su  estado  no-al-trabajo,  tuvo  tiempo  para  construir  su  propio  Edén  personal. Literalmente.  El  patio  no  era  grande,  pero  tenía  toda  clase  de  plantas.  Hice  mi camino a través del laberinto verde, siendo cuidadosa de caminar sobre tan pocos pétalos  como fuera posible.  Finalmente, encontré  a mi  mamá agachada  detrás  de un rosal. Estaba tarareando, alisando la tierra con sus manos, y sin tener ninguna idea de que yo estaba detrás de ella.

No  había  manera  de  que  no  la  asustara  cuando  estaba  en  su  pequeño  mundo propio, así que simplemente grité: —¡Mamá!

Ella saltó. Usando su mano cubierta de tierra como un  escudo contra el sol, miró hacia  arriba  con  sus  ojos  verde  jade  y  una  sonrisa.  —Hola,  cariño.  Bienvenida a casa.  Estaba plantando algunos  bulbos de tulipanes  nuevos cerca de  los  arbustos. No creo que tengamos suficientes de estos floreciendo este año, ¿verdad?

Me encogí de hombros. —No sé. Hey, estaba pensando en hacer espagueti y salsa de tomate para cenar. ¿Qué piensa?

—Seguro.  Eso es dulce, querer  hacer la cena para  tu  hermano  —mi  estómago  se apretó, odiaba cuando hablaba así. Hizo un ademan con su mano—. ¿Por qué no revisas por allí? Quizás haya algunos tomates que puedas usar para la salsa.

¿Salsa de tomate a partir de cero? De ninguna manera.  —Sabes, mamá, creo que papá compró un tarro de Prego…

Mamá me miró como si hubiera  pisado una mariposa.  —¡Brittany Susan! Todos esos conservadores…

—Estará  bien,  mamá  —declaré—.  ¡Sólo  por  una  comida!  Usaré  el  espagueti orgánico…

Ella  frunció  el  ceño  y  alejó  su  cabello grisáceo  de  su  rostro.  —Supongo,  pero  si Sam viene y no le gusta…

—Entonces haré algo más. ¡Lo juro! —rápidamente besé su frente caliente por el sol y me moví de vuelta a la casa—. ¡Gracias!

Apresuradamente puse una olla de agua sobre la estufa para que empezara a hervir y vacié la salsa en un sartén. La comida era tan fácil de preparar, que imaginé que podría  estar  lista  para  las  5:30  p.m.,  cuando  papá  usualmente  llegaba  a  casa. Incluso  piqué  algunos  pedazos  de ajo y los  puse  en  la  salsa, esperando aplacar a mamá.  Justo  cuando  pensé  que  estaría  bien,  mamá  entró  a  la  cocina.  —¡Mira! ¡Encontré algunas fresas maduras! ¡Podemos hacer una tarta!

Honestamente.

***

Para  el  momento  en  que  papá  caminó  a  través  de  la  puerta,  la  cocina  era  un desastre de harina y rojo jugo de fresa. Lo admito, la casa estaba empezando a oler delicioso, ¡pero necesitaba irme pronto! Escuché a papá dejar caer su maletín sobre el linóleo.  Entró  a  la  cocina,  sus  ojos  azules  sonriendo  ante  mi  facha,  y  se  inclinó sobre una de las sillas de la cocina. Se quitó su corbata y respiró profundamente. —¿Qué están haciendo mis chicas?

Envolvió  sus  manos alrededor  de la  cintura  de  mi  mamá  y  quitó  con  un  beso  el azúcar  morena  de  su  mejilla.  Ella  rió.  —Estamos  haciendo  espagueti  y  tarta  de fresa. Ya sabes, es la favorita de Sam.

Una  mirada  de  dolor  barrió  los  rasgos  de  mi  papá,  pero  su  sonrisa  retornó.  —¡Genial!

Ver a mis padres parados allí, habría parecido como una pareja extraña; él en un traje  negro  de  negocios  y  ella  en  un  kurta  blanco  con  pantalones  palazzo.  El misterio, sin embargo, terminaba allí. Él  se había graduado en una licenciatura en inglés, con la intención de convertirse en el siguiente Robert Frost, pero las cosas no habían salido como lo planeado. Las cuentas y Sam llegaron, así que papá fue a la escuela de leyes. Una vez me dijo que hizo lo que tenía que hacer, pero todavía trabaja pro bono cada vez que puede. Mi papá es el mejor, no es que yo sea parcial o algo así.

—Mamá, ¿Cuándo crees que estará lista la tarta?

—Oh, no lo sé —se inclinó contra papá—. Tal vez a las seis y quince.

Justo cuando debería estar yéndome. Perfecto.

Me dirigí a mi habitación  para  buscar algo de ropa  ―semi  formal acordé con los larencienses.  Mi  habitación  era,  sin  nada  más, mi  refugio. Las  paredes  estaban pintadas de un tranquilizador lavanda, con los más recientes garabatos de nubes de mi mamá. Del techo colgaban esferas de vidrio. El resto del espacio en la pequeña habitación era ocupado por mi confortable cama de tamaño completo.

Después de diez minutos de rebuscar en mi armario, regresé a la cocina. Me puse una falda campesina y una blusa, semi casual, ¿correcto? Estaba emocionada de ver que mi mamá estaba sirviendo el espagueti. Le arrebaté un plato de la  mano,  me senté, e inmediatamente empecé a meter la comida en mi boca.

Papá rió. —¿Tienes una cita caliente o algo así?

Sentí  que  mi  cara  se  ponía  caliente  mientras hablaba  alrededor  del  espagueti.  —Uhm, ten-go que —tragué—, hacer de niñera.

—¿Cómo es Santana? —Mamá sacó una, hasta ahora, no vista ensalada gigante del refrigerador.

Literalmente, me atraganté ante la idea de tratar de tomar tres platos. Después de una corta tos, respondí: —Ella es genial; todo es genial.

Papá frunció el ceño escépticamente mientras tomaban sus asientos en la mesa. —¿Por qué te pusiste una falda?

—Oh, uh —tragué saliva—. ¿Quiero lucir bonita?

Él  levantó una ceja. —Espera… ¿la chica que estás viendo realmente es de tu edad?

—Uhm  —rápidamente  alcancé  las  pinzas  de  la  ensalada  y  puse  una  pila  de verduras en mi plato—, sí. ¿No te lo dijo mamá?

Papá  le  dio  a  mamá  una  mirada  exasperada  y  refunfuñó.  —Pensé que estaba bromeando.

—Creo que es más como una novia. —Dijo ella con un guiño. A mis padres nunca les ha incomodado el tema de mi sexualidad. Eso es bueno. Aveces…

Rodé  mis  ojos  y  rápidamente  puse  mi  ensalada  a  un  lado,  así  podría  poner  un pedazo de la humeante tarta de fresa en mi plato. —Realmente, ni siquiera somos amigas. Yo simplemente… —hice gestos con mi tenedor en el aire, esforzándome por una definición de mi extraño trabajo—. Trato de que ella haga cosas… que deje su casa. Y su mamá me paga.

Papá frunció el  ceño,  tratando de entender lo que quería decir.  —Así que, ¿es una solitaria?

—No.  Bueno…  —me  detuve  y  empujé  un  pedazo  de  tarta  en  mi  boca; inmediatamente lamenté la decisión cuando la jalea caliente se adhirió a mis encías. Haciendo  una mueca,  tomé  agua  e  intenté  de nuevo—.  Es una  clase de  solitaria ahora, pero no solía serlo. No creo.

—¿Y no te están pagando para salir con ella? —Preguntó papá firmemente.

—¡No! —reí y salté cuando mi móvil empezó a vibrar en mi bolsillo. No tenía que revisar la pantalla LCD para saber que la Sra. López estaba llamándome para ver por qué iba tarde. Bajando mi tenedor, dije—: Escuchen, realmente tengo que irme; ya voy tarde.

—¡Brittany  Susan!  —jadeó  mamá—.  ¡Todavía  no  hemos  tomado  el  postre!  ¿Qué  si Sam viene?

—¿Puedes  decirle  que  puede  tomar  el  resto  del  mío?  —ofrecí  tímidamente.  Mi teléfono vibró otra vez mientras retrocedía de la mesa. Miré a mi papá por apoyo—. ¿De acuerdo?

Papá suspiró y se frotó la frente, dividido entre una mirada de dolor en la cara de su esposa y la lógica de que la probabilidad de que Sam apareciera para los últimos diez  minutos  de la cena era virtualmente  cero.  Me  dio  un asentimiento  sutil,  que mamá  no  notó  entre  sus  lágrimas.  Asentí  de  vuelta,  transmitiendo  mi agradecimiento no verbalmente, y salí de la casa.  

***  

Momentos  después,  estaba  en  mi  auto,  zumbando hacia  la  casa  de  los  López. Estaba feliz de que papá hubiera estado de mi lado en todo este asunto de Sam y la cena, pero la visión de mi mamá llorando todavía me hacía sentir enferma. Puse mis débiles altavoces al máximo. Había encontrado una cinta de casete de Queen en el suelo de mi habitación, honestamente, algunas cosas simplemente aparecían allí.

Sin  sorpresa,  la  puerta  estaba abierta  y  esperando  por  mí  cuando  llegué.  Tragué saliva, saltando fuera de mi auto sin revisar el reloj. Ascendí los escalones y miré, cuando  la puerta  se abrió, Marly estaba parada en  la entrada. Ya tenía su pijama Care  Bear  manteniendo  una  raída  manta  amarilla  colgada  sobre  su  hombro.  Me miró  con  ojos  brillantes;  obviamente  podía  sentir  que  había  algo  de  entusiasmo digno al irse a la cama más tarde.

Caminé dentro del vestíbulo, me incliné y pregunté. —¿Dónde está tu hermana?

Parpadeó y señaló hacia la escalera de caracol.

Me giré para ver a Santana bajando las escaleras con su mano sobre el hombro de Chris. Ella lucía, bueno, realmente bien.  Esto era lo mejor en semi formal. Llevaba puesto un traje color negro que llegaba hasta sus rodillas, con un sencillo escote en la parte de al frente. Las gafas  de  sol  negras  y  su  cabello estaba  ligeramente  peinado.  Su  cabeza  estaba  en  mi  dirección  y  me  sonrojé conscientemente,  sintiendo  como  si  me  estuviera  mirando  directamente,  aunque eso era imposible.

Chris se inclinó hacia el oído de su hermana y susurró ruidosamente. —¡Parece que piensa que eres linda!

En ese momento me di cuenta de las señales que Chris ha estado mostrando de que hay una mínima posibilidad de que a Santana le gusten las chicas. Solo una mínima posibilidad.

—¡Cállate! —Chasqueé.

Escuchándome,  Santana  puso  una  sonrisa  brillante  y  mi  estómago  se  retorció extrañamente en respuesta. Bajó el escalón inferior y extendió su mano, que atrapé y presioné contra mi brazo. Mientras ajustaba su agarre, la Sra. López apareció. Nos sonrió y dijo: —Bueno, espero que las dos tengan un buen momento.

—Mamá, sólo es un ensayo. —Dijo Santana.

—Sí, mamá, no es como si fuera una cita. —Chilló Chris.

Por  un  momento,  su  madre  y  yo  nos  movimos  incómodamente, no sé si era por las mismas razones;  después  de  un recuerdo no-tan-sutil del por qué estaba allí. Di un paso hacia la puerta, tirando de Santana, y dije: —Bueno, de esta manera no tiene que velar por ella.

—Y tú obtienes un cheque de pago. —Agregó la Sra. López.

Ella  y  yo  compartimos  una  risa  terriblemente  incómoda,  y  salí  por  la  puerta  con Santana. Respiré una vez estuvimos sentadas en mi auto. —Es bueno estar fuera de ese lugar, ¿uh?

—Sí —Santana se frotó la barbilla con la mano mientras traía a la vida a mi Camry—. Así que, ¿sabes cómo llegar a Clarence?

—Uh uh.  —Puse mi auto  en la entrada. Nunca había estado  dentro, pero por ser una nativa de Grayfield, sabía la forma de llegar.

—Vamos  tarde.  —Dijo  de  manera  casual.  Luego  estuvo  en  silencio  y  supe, simplemente supe, que estaba esperando a que le dijera por qué.

Traté de estar tranquila mientras el silencio se cerraba. Me concentré en los haces de luz rebotando sobre el camino oscuro… Escuché el suave tamborileo de la lluvia mientras empezaba a caer sobre el capó de mi auto… y, en un torrente de palabras, cedí. —¡Fue mi familia! Hace diez años, mi hermano se fue de casa. Tenía mi edad. Nunca ha regresado y, sé que suena raro, pero mamá tiene esas cenas memoriales para él que  no  puedo  evitar.  Y  simplemente me  fui,  a pesar  de que  no habíamos llegado al postre.

—¿De qué estás hablando? —Interrumpió Santana.

Estúpida. Estúpida. Estúpida. ¿Por qué había  abierto  mi boca? Había dicho demasiado.
Traté de cubrir mi vómito de palabras. —De nada.

Santana se giró hacia mí. —No, eso fue algo. ¿Algo sobre tu hermano y el postre?

Ella  realmente  sentía  curiosidad  o  era  una  mentirosa  muy  convincente.  Sacudí  mi cabeza, preguntándome cómo podría explicarlo. —Mi familia está loca.

—Mi familia… no sabes la mitad de eso.  —Dio una pequeña risa.

¿Qué?  ¿Alguien  no  fue  aceptado  en  Harvard?  Respondí  poco  convincente:  —¿Oh,  de
verdad?

Cambiando  descaradamente  de  tema,  Santana  dijo:  —Probablemente  deberías saberlo, nunca hubo una declaración oficial.

Fruncí el ceño. —¿Uh?

—Una declaración oficial al cuerpo estudiantil de Clarence —suspiró—, de lo que me sucedió.

—¡¿Nunca les dijiste nada?!

Ella dijo con desdén: —Bueno, Clarence no es una escuela muy grande y mi madre conoce a personas en el consejo estudiantil…

—Dejarlo  en  manos  del  molino  de  rumores…  esa  es  siempre  la  manera  de proceder. —Me burlé.

—Oh, ellos son profesionales.

Encontré la entrada a Clarence, que estaba marcada por una letra dorada enorme. Mi  auto  rechinó  cuando  me  giré  hacia  el  aparcamiento.  Inmediatamente  estuve enfrentada  a  la  comprensión  de  que parecía  poseer,  entre  los  casi  cuarenta  autos más,  el  único  vehículo  que  valía  menos  de  $50.000.  Cuidadosamente  deslicé  mi Camry entre un Hummer y un Ferrari.

Santana  y  yo  caminamos  alrededor  de  Clarence  sobre  una  acera  bordeada  con arbustos bien cuidados y sin una sola maleza. Por las luces del aparcamiento, podía ver que el cemento sorpresivamente estaba vacío de colillas de cigarrillo o incluso viejas bolas de goma de mascar, a diferencia de mi escuela. Giramos por la esquina, hacia  el  frente  de  la  escuela,  y  jadeé  ante  la  vista.  La  secundaria  Clarence  era hermosa en un estilo gótico, un edificio impresionante de cantería gris. En el medio del avance circular, había un pequeño parque de dos viejos robles y una estatua de mármol de una pantera, la mascota de la escuela.

Mientras nos acercábamos a las pesadas puertas de la entrada, una limosina negra chirrió al detenerse en la entrada. La puerta del auto se abrió y pude escuchar a una chica gritando:  —¿Podrías regresar en una hora? No puedo imaginarlos alargando esto por más tiempo —la rubia subió y nos miró brevemente, antes de centrarse en ajustar su falda ceñida—. ¿No están felices de que casi termine? —miró hacia arriba de nuevo, por más tiempo, y su boca se abrió—. ¡¿Santana?!

Ella asintió en su dirección y yo moví mis pies incómodamente.

—¡Oh  Dios Mío! ¡Estás aquí!  —jadeó y luego me miró,  levantando una ceja ante mi falda campesina—. ¿Quién eres tú?

—Soy Brittany Pierce. —Extendí mi mano y traté de sonreír.

—Dani  Whitton  —sacudió  mi  mano  herméticamente  y  sonrió  con  una  sonrisa perfectamente falsa—. Es un placer.

Podía  decir  por  el  brillo en sus  ojos  que  tenía un millón de preguntas  que  quería hacerme, pero Santana dijo: —Ya llegamos tarde. Deberíamos entrar.

—Tienes razón. —La arrastré hacia adelante.

Dani abrió la puerta y dijo:  —Bueno, estoy segura de que hablaremos más tarde, Brittany. —Antes de precipitarse al interior.

Entramos  en  un  pasillo  largo  con  una  alfombra  azul  marino.  Alfombra,  ¿qué secundaria  tiene  alfombras?  Seguro,  no  eran  mullidas,  pero  aún  así  era  antinatural. Las  paredes  estaban  abolladas  con  cientos  de  placas  a  la  excelencia  en  varios deportes  y  excelencia  académica.  Más  abajo  el  pasillo  se  oscurecía,  y  pude  ver casilleros pintados de granate con puertas de madera cerradas. De verdad, el lugar me recordaba más a una oficina que a una escuela.

La mano de Santana inesperadamente se deslizó de mi brazo a envolver mi cintura. Temblé cuando respiró en mi oreja. —Sólo finge.

Oh, podía hacer eso. Espera… ¿qué estaba fingiendo?

No tuve oportunidad de responder. Había estado siguiendo a Dani a la distancia, así  que  cuando  giró  una  esquina y entró  en  una  sala  a  la  derecha,  yo  también lo hice. Tan pronto como entramos, todo el mundo en el interior se giró a mirarnos.

Me  sentí  atravesar  todos  los  tonos  de  rojo  mientras  Santana  me  acercaba  más.  Y luego  supe qué estábamos fingiendo  tan claramente como si me lo hubiera dicho: estábamos  dejando  que  sus  compañeros  de  clase  reconocieran  que  ella  no  estaba ciega, que había estado en alguna misteriosa aventura con una chica misteriosa. Yo, el apoyo.


Última edición por Sophia27 el Mar Ene 12, 2016 3:46 am, editado 1 vez
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Activo Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16

Mensaje por Sophia27 Mar Ene 12, 2016 3:45 am

Capítulo 5.


Si estuviera en mi sano juicio, me hubiera marchado en ese justo momento. Pero estaba congelada. Estábamos en una gran habitación, probablemente del tamaño de dos salones de clase juntos, y ahí estaban cerca de cincuenta estudiantes de último año de Clarence mirándome fijamente. Todos ellos estaban a nivel de Rodeo Drive, trajes elegantes y mesas redondas cubiertas —honestamente— con manteles blancos. En la parte delantera de la habitación, una
pantalla gigante estaba suspendida del techo y proyectaba lo que parecía ser su graduación. Un hombre mayor estaba de pie detrás de un podio, su puntero laser señalaba algo en la pantalla mientras él, también, me miraba fijamente.

Hice una mueca, agaché mi cabeza, y tiré de Santana hacia la mesa más cercana. Mientras me movía hacia una silla para sentarme, ella golpeó su pierna contra el asiento junto a mi lado. Quitó su mano de mi cadera y, discretamente tocando el largo de la silla, logró sentarse. En el frente de la habitación, el hombre aclaró su garganta, reclamando la atención de todos, y explicó: —Ahora, como estaba diciendo antes que la Sra. López, decidiera honrarnos a todos con su presencia, siéntense por orden alfabético. Vamos a comenzar…

Estaba distraída por el susurro de los otros estudiantes. Al principio, podía únicamente escuchar trozos y piezas. Entonces, claramente oí la voz de una chica. Me giré para ver a Dani, sentada en una mesa cercana con otras cuatro chicas. Una estaba susurrando: —Así que, estuve hablándole a esa chica que salió con Santana cuando ella era estudiante de segundo año…

¿Chica?

—De verdad, ¿Quien ―no salió con ella? —Preguntó otra.

—Tú lo hiciste, Dani. —Dijo la tercera.

Dani disparó: —Sí, pero eso fue primer año, cuando estaba caliente. Ahora mira hacia ella —todas las chicas se giraron y apresuradamente volví la cabeza hacia la pantalla—. Ella está usando lentes de sol aquí adentro. No solía tener que esforzarse tanto para ser genial.

Hey, no creo que ella se miré tan mal! No es que me este preguntando cómo se miraría sin lentes.

—¿Crees que está ciega? —Preguntó la cuarta chica.

La primera chica dijo impacientemente: —Como te dije, estaba hablando de esta chica que salió con Santana y ―ella‖ dijo que Santana quería dedicar todo su tiempo a montar en su caballo. ¿Puedes creerlo?

—Vamos —casi puede ver a Dani rodar sus ojos—. Santana y yo estuvimos siempre tonteando.

—Pero no creo que ella tuviera una cita este año —susurró otra—. Tú sabes, antes de desaparecer.

Mordí mi mejilla y mantuve mi cabeza mirando hacia el frente. Ellas estaban sólo rumoreando. Sólo rumores. ¿A quién le importa su historial de citas, de todas maneras? Si era cierto, claro. Traté de concentrarme en el Señor que estaba diciendo monótonamente: —Ahora, denle la bienvenida a nuestro Valedictorian, Mike Chang. Él dirá su discurso y sin dudas serán bienvenidas todas las críticas constructivas que puedan ofrecer. Después de todo, los discursos de Clarence tienen una historia de… —Blah. Blah.

Incapaz de resistir por más tiempo, me acerqué a Santana y susurré: —Entonces, exactamente ¿cuántas de los… —eché una mirada alrededor de la habitación sonando casual—, treinta chicos en tu clase han salido contigo?

Santana soltó un bufido. — ¿Chicos? Bueno, como sabrás no voy con ese tipo de cosas. Sólo he salido con una chica— Dijo dándole énfasis a la palabra chica, luego continuo—, era de último año, pero tuve citas con trece chicas de Clarence —respondió con facilidad—. Pero he tenido más citas, si me lo preguntas.

Fue un alivio para mí saber ese detalle sobre ella. Bueno, no sobre las citas, si no que va con las chicas. Sí, eso.

Murmuré: —Qué humilde, Romeo.

Respirando superficialmente, traté de no pensar en porqué me molestaba que ella hubiera salido con tantas chicas. Porque eso no era de mi incumbencia, ¡No lo es! Yo he tenido citas antes, aunque ni de cerca son muchas chicas… como sea.

Vagamente escuché aplausos mientras el Valedictorian, o cualquiera que sea su nombre, terminó de hablar. El hombre mayor, quien supongo era el director, reclamó su podio. —Gracias, Mike. Espero con interés tu discurso de mañana. Ahora, tendremos un breve descanso. Si tienen sed, la APM los proveerá de refrescos. En diez minutos escucharemos a las notas del Salutatorian por Sarah Tyson y luego el Cuerpo Estudiantil nos dirán sus planes para el baile después de la graduación.

Las conversaciones que había escuchado en susurros crecieron a decibeles más fuertes. Empujé mi silla de la mesa y le pregunté con forzada amabilidad: —¿Quieres algo?

Pareciendo incómoda, Santana cruzó sus brazos y dijo: —No lo sé, ¿Una coca-cola?

—De acuerdo —caminé hacia el lado de la habitación donde una mesa tenía latas de refrescos y platos con galletas. Estaba mirando los numerosos tipos de bocadillos, preguntándome cual escogería para mí, cuando sentí a alguien acercándoseme. Me giré y salté, mirando a Dani viéndome fijamente a apenas unos centímetros. Plasme una sonrisa en mi rostro—. ¡Oh, hola!

—Hola. Brittany, ¿verdad? —ella tranquilamente extendió una mano y tomó una galleta de azúcar—. Así que, ¿eres la cita de Santana?

—¿Qué? —estaba sorprendida por el atrevimiento de su pregunta—. Uh, no. Soy su… asistente.

—Oh, ¿Asistente? —Dani se inclinó más hacia mi espacio personal—. ¿Así que Santana de verdad ―es ciega? ¿O está fingiendo porque no quiere volver a la escuela?

—No lo creo —miré hacia Santana, quien parecía estar mirando hacia el espacio mientras que la habitación zumbaba a su alrededor. ¿Este era un elaborado plan para no ir a la escuela? No lo había pensado antes. Dije tentativamente—: Una vez, la miré tropezar…

Dani asintió, pero continuó hablando sobre mí. —Si yo fuera tú, me gustaría estar segura de eso. Ella podría sólo querer saltarse la escuela porque quiera evitar… a alguien —ella apartó la mirada por un segundo y sabía que se refería a sí misma—. Y ella odia la cerveza de raíz. No hay manera de que ella la beba, si pudiera ver la bebida.

Dudé, mi mano se alejó de la lata de coca-cola hacia la invitante lata de cerveza de raíz en la mesa. Ella no podría estar engañándome, entonces ¿Por qué quería descubrir su mentira? Incluso su hermano había dicho que pensaba que ella no volvería a… Mis dedos se cerraron alrededor de la cerveza de raíz y caminé de regreso hacia la mesa. Abriendo la lata, la empujé hacia su mano. Mi estomago se contrajo de anticipación mientras dije—: Aquí tienes.

La habitación se quedó en silencio, —quizás porque el Salutatorian estaba parado en el podio— cuando Santana llevó la lata a sus labios. El mundo parecía ir en cámara lenta. Miré como ella tomaba un gran trago y hacia una mueca inmediatamente. Golpeó la lata con la mesa y siseó: —¡Esto apesta! ¿Crees que fue divertido? —empujó la silla hacia atrás y se levantó—. ¡La conseguiré por mi misma!

La habitación estaba ahora con toda seguridad, completa y totalmente en silencio. Podía sentir cien ojos mirando fijamente en nuestra dirección y luego las risas comenzaron. Era horrible, fuertes carcajadas. Lo peor de todo, fue que pude ver como el ruido se reflejaba en el horrorizado rostro de Santana cuando notó que la escena la causamos nosotros. Ella dio un paso hacia adelante, con la intención de huir, pero mi silla estaba en su camino y, en un desastroso movimiento, ella cayó sobre sus rodillas.

Las suaves risas se replicaban y viajaban como ondas a través de los malvados susurros mientras me ponía a su lado. Hablé en voz baja: —Oh, no, oh no.

Sobre los susurros, escuché a Dani jadear: —Realmente es ciega.

Sintiendo mi toque, Santana alejó mi mano y gruñó: — ¡Aléjate de mí!

Vaya, me obligué a dar unos pasos hacia atrás para volver comenzar. Espera un minuto… ¡Yo no voy a comenzar otra vez desde cero! Sé que cometí un gran, grave error, pero no podía correr lejos y dejarla abatida. Con un ánimo renovado, envolví mi brazo alrededor de su cintura y la ayudé a levantarse sobre sus pies. —Vamos. Tenemos que salir de aquí.

Esta vez, ella no se resistió.

Salimos hacia el exterior, donde una ligera lluvia seguía cayendo del cielo. No sabía que decir, sin palabras la guié hacia la puerta de pasajeros. Mientras me dirigía hacia el lado del conductor, la escuché declarar en voz baja: —Me voy a casa.

Esta vez, no tenía otra elección que seguir sus palabras.

* * *

El viaje de regreso hacia la casa López fue un borrón de tenebrosa oscuridad y lluvia. Sentía como si estuviera hundiéndome en mí misma, dentro de un solitario oscuro lugar y me pregunté si era así como se sentía Santana sin su visión. Aturdida, estacioné mi auto cerca de las escaleras y ella quería salir por cuenta propia, pero se detuvo con su mano en la manija de la puerta. Dijo en una voz baja: —Mañana, tengo que estar ahí a las siete. No llegues tarde esta vez.

Con eso, salió y cerró la puerta de golpe. Me estremecí con la ráfaga de frío que entro en mi auto. La miré hasta que hizo su camino dentro de la casa; sabía, que esta noche, no querría nada más de mi ayuda. Tan pronto como vi la puerta cerrarse, me alejé de la calzada. En un movimiento en contra de la seguridad del conductor, extendí mi mano y busqué entre mi bolso mi teléfono celular. Hice la marcación rápida, y lo presione contra mi oído.

El teléfono sonó por un segundo y luego una voz familiar preguntó: —¿Hola?

—Hola, Quinn

—¿Brittany? —ella sonaba como si pensara que estuviera muriendo—. Oh mi Dios, ¿Qué va mal?

Reí temblorosamente por su tono. —Nada. Sólo arruine mi vida, eso es todo.

—¿Estás llorando?

—¿Qué? —toqué mi mejilla y me sorprendí al encontrar que estuviera mojada—.
Uh, sí.

Podía sentir como Quinn entraba en modo serio porque estaba llorando. Bueno, quizás veía muchas películas Disney, pero eso pasaba. —Dime que ocurrió.

Encendí el limpiaparabrisas de mi auto, pero no hizo nada para evitar mi visión borrosa. Con un suspiro, estacioné al lado del camino. —Bueno, trate de apresurar la cena como lo planeamos, pero no funcionó y tuve que irme…

—¿Irte de una cena de Sam? —sólo Quinn podía entender la importancia de una cosa tan aparentemente pequeña—. ¡Tu mamá debió ponerse loca!

—¡Pero eso no es lo peor! —gemí—. Llevé a Santana a esa cosa del ensayo y la mayoría de los Clarencienses no sabían incluso que era ciega. Ella puso su brazo alrededor de mí…

—Oooh. —Ella canturreó.

—Creo que ella quería que ellos pensaran, no sé, que yo era la razón por la cual se fue o algo, quiero decir, ¿Por qué aparecería de la nada con una chica, verdad?

Quinn se apresuró a salir en mi defensa. —¿Así qué va con chicas? Quiero decir, ¿Te estaba usando como un accesorio? ¡Qué imbecil!

Decidi ignorar su primera pregunta. —Bueno, los Clarencienses de verdad lo creyeron y… —Mi voz se desvaneció.

—Y, ¿Qué? —Demandó.

Ruborizada, admití: —Le di una bebida diferente para ver si estaba fingiendo ser ciega.

—Brittany, de verdad, ¿Quién fingiría algo como eso?

Cubrí mis ojos con mi mano y traté de explicarlo: —No lo sé, pero ahí estaba una chica y estaban hablando sobre que ella salió con todas esas personas y… luego ella se cayó.

Hubo un momento de silencio y entonces gritó tan fuerte que tuve que alejar el teléfono de mi cabeza. —¿Le tendiste una trampa otra vez?

—Uh, mi silla estaba… —me sequé las lagrimas que quedaban en mis mejillas—. Lo sé: Soy estúpida.

—¡Mi Dios, Britt! ¿No quieres seguir teniendo el trabajo mejor pagado en Grayfield? Por no mencionar el hecho de que ella te gusta…

—¡No!

Podía sentir a Quinn rodando sus ojos. —Sí, como sea. Pero, tú no deberías dejar que los Clarencienses te afecten. Eres mejor que eso, Britt. Te conozco. ¿Recuerdas cuando estábamos en séptimo grado y tú vestías camisas hechas de saco porque tu mamá dijo que lo hacían niños en fábricas ilegales? Tú tomas el camino largo, aunque sea difícil.

—Ja, ja. Muy divertido.

—¡Lo digo en serio! —Se quejó.

—Tienes razón. ¡No sé que estaba mal conmigo! —metí un mechón de cabello detrás de mi oreja y susurré—: ¿Crees que ella todavía esté demente?

Bufó: —¿Cómo diablos voy a saberlo? Pero ponlo de esta manera: Si yo no estuviera ciega, no estaría pidiendo que me consigan una bebida.

—Gracias, Quinn —mi corazón dolió—. Eres una gran ayuda.

—Está bien, tú necesitas un cambio de look sexy.

—Quinn, ¡Ella es ciega!

—Oye, esto va a hacer que te sientas más confiada. Confía en mí —sus hermanas comenzaron a gritar desde lejos—. Escucha, tengo que colgar. ¿Por qué no voy a verte mañana y te daré una mano?

—¡Sí! ¡Por favor! —Rogué. Quinn no era mucho mejor con la moda de lo que era yo, pero viviendo con tantas hermanas había aprendido algunas cosas. Sin su ayuda, creo que podría ir al baile sola.

Los gritos hacia Quinn porque acaparaba el teléfono se hicieron más fuertes. —Sólo un minuto —siseó y luego me dijo—:Ella estará babeando tus pies my pronto.

—No es exactamente lo que tengo en mente.

—Correcto. —Rió.

—Buenas noches, Britt.

—Buenas noches.

Apagué mi teléfono y lo arrojé de regreso dentro de mi bolsa. Quinn estaba equivocada. No quería que Santana ―gustara, gustara de mí, sólo como ella me gusta. Hasta cierto nivel. Platónico. Cualquier cosa más seria podría ser… Bueno, eso no ocurriría. Hice una pausa, cerrando mis ojos y escuchando el silencio.

Entonces encendí nuevamente el auto y lo regresé hacia el camino oscurecido y puse música de Queen.

Estaba cantando para mí misma en el momento que llegué a mi vecindario. Salí de mi auto, cruzando mis brazos contra el frío y noté que las luces del pórtico estaban encendidas. A través de las ventanas, la casa parecía oscura, a pesar de que no era tarde. Abrí la puerta principal y me deslicé dentro, tocando mi mano contra la pared para guiarme. Mientras entraba en la cocina, las luces se encendieron y parpadeé sorprendida.

Papá se sentó en una de las sillas de la cocina. Él parecía más cansado de lo que sus cincuenta años le exigían. Me preocupé por lo que iba a decirme, pero me sonrió. Tomé asiento y él hizo un además mientras me preguntó: —¿Cómo te fue esta noche?

Suspiré. —Oh, todo bien.

Asintió y frotó la línea de su frente. —Tú mamá y yo tuvimos una larga conversación esta noche. Notamos que estamos poniendo mucha presión sobre ti, todos estos años, sobre las cenas. No vamos a traer de regreso a Sam y no esperaremos a que vivas tu vida alrededor de ellas. Después de todo, el siguiente año iras a la universidad de Illinois…

Hice una mueca cuando recordé que no le había hablado sobre Evanston. Me incliné hacia adelante y dije: —No te preocupes, papá.

Sus ojos azules brillaron con certeza. —No, Brittany, ¡Hablo en serio! Aquí no vas a ser nadie especial… ¿Cómo lo llaman tú y Quinn? ―Cenas de Sam‖ —me sonrojé; nosotras siempre pensamos que mis padres no sabían acerca de nuestro apodo—. Así que, si tú quieres hacer cualquier plan para mañana en la noche, puedes ir a hacerlo.

—Hablando de eso… en realidad, se supone que debo hacer algo mañana por la noche a las siete.

—Está bien.

Me levanté y lo besé en la frente. —Te quiero papá.

Él me dio unas palmaditas en la mejilla. —Yo también te quiero.

Caminé hacia mi habitación y, con un suspiro, me lancé sobre mi cama. Saqué la carta hacia Sam que había comenzado y suavicé las arrugas con mi mano. Me detuve, mordiendo la pluma en mi boca mientras consideraba, antes de añadir en el borde la página:

P.D. No te preocupes por venir esta noche. No es como si pudieras llegar a tiempo, de todos
modos. Acabo de hablar con papá y supongo que ellos van a relajarse en las cenas. Finalmente. Es difícil de creerlo. No es que no te quiera, por supuesto que sí, pero creo que todos nosotros sabemos qué prefieres caer muerto que regresar aquí. ¡Espero que disfrutes Cali! ¡En nuestra siguiente carta, asegúrate de realmente decirme lo que estás haciendo!
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