|
Estreno Glee 5x17
"Opening Night" en:
"Opening Night" en:
Últimos temas
Los posteadores más activos de la semana
No hay usuarios |
Publicidad
[Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
+4
monica.santander
Susii
Sophia27
evean
8 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
[Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Sinopsis
¿Cual es manera más probable de encontrar el amor? De niñera. O, al menos que seas Brittany Pierce. Brittany está a punto de graduarse del bachillerato cuando encuentra el anuncio para cuidar niños por el verano. No tenía idea de en que se estaba metiendo. Su nuevo trabajo era para "cuidar" a Santana Lopez una sexy, y rica chica de su edad... y que recientemente quedo ciega. Santana no está interesada en aceptar su ayuda. O eso es lo que ella piensa.
Desde que perdió a su padre y quedo ciega en un concurso de salto de caballos, Santana pasa el día en la oscuridad, negándose a aceptar su discapacidad. Para su disgusto, Brittany la arrastrara a la vida y de nuevo a la luz. Pero cuando las dos empiezan a ver algo en la otra, la hermosa ex-novia de Santana aparece ¿Sera demasiada la tentación, o Santana será capaz de escoger a la única chica que realmente la ve?
¿Que opinan? ¿Continuo con la adaptación?
Última edición por Sophia27 el Dom Dic 27, 2015 4:03 pm, editado 1 vez
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
que si continuas con la adaptacion?????? nooooo es que la comiences de inmediato por piedad!!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Aquí les dejo el Prologo y el capitulo 1. Espero les guste. xx
Sus ojo se centraron a continuación. Sus músculos se tensaron al sentir el poderoso movimiento del caballo negro debajo de ella. Se sentó recta en la silla, con su suave chaqueta oscura, respirando superficialmente con anticipación. Esta competencia era más difícil de lo que esperaba y necesitaba ganar, el deseo bombeando salvajemente por sus venas. Ella sabía que su tiempo era bueno y había traspuesto ocho vallas sin errores. Sólo había dos a la izquierda.
—Alto sobre el centro, alto sobre el centro. —Susurró y comenzó a inclinarse hacia adelante.
Vio cómo la oxidada valla cuadrada rápidamente se acercaba.
Sucedió en un instante.
Muy ligeramente, sintió el sonido de contracción. A continuación, las orejas del caballo, habían sido ladeadas hacia adelante, se quebró la espalda. Captó un movimiento con el rabillo de sus ojos, la arena cambiaba. No, era sólo una rama. No, era sólo una bronceada ¡serpiente! En el momento que la realidad le golpeó, el caballo había plantado ya sus cascos y la había evitado. Habló rápidamente: —Tranquilo, tranquilo. —Pero el caballo se lleno de pánico cuando la serpiente se lanzó más allá de sus piernas. El caballo se enojo y se volcó hacia atrás antes de que la amazona pudiera reaccionar.
El tiempo se hizo más lento. Vio el cielo brillante arqueándose por encima de ella y sintió la ráfaga de viento caliente en su piel. Oyó los lejanos gritos de la multitud y el sonido de un cuerpo estrellándose en el suelo... entonces su mundo se desvaneció a negro.
Me di por vencida y comencé a buscar un trabajo. Ahora mismo estoy de camino a una entrevista. No me voltees los ojos, soy una chica, así que puedo realizar varias cosas — paré de escribir y miré el camino, asegurándome de que estuviera tan desierto como antes. Suficientemente segura, no había nada más que una larga línea de pavimento por delante. Miré abajo hacia el pedazo de papel que había presionado contra el medio de mi volante—. Como sea, el aviso dice que ellos necesitan una niñera para una niña, que inicie lo antes posible. Cuando llame, la mamá sonaba bastante desesperada. Ella dijo que podía trabajar los fines de semana ahora y hacer tiempo completo una vez que sea verano.
En cuanto pasé por encima de un bache en la carretera, la radio de mi viejo coche dio un silbido de protesta y cayó en estática. Fruncí el ceño, sosteniendo el bolígrafo entre mis dientes, zangoloteando el mando. La estática se hizo más fuerte y se rompió por fin, dando paso a la impresionante potencia de The Who. Clásico. Mi pequeño Toyota Camry del 89 siguió su camino. Arrojé mi carta sobre el asiento del pasajero y canté.
El cielo sobre mi cabeza era de un azul brillante y sin nubes. Manualmente bajé mis vidrios para dejar que entrara la brisa. El viento era sorprendentemente gentil para un Mayo en Grayfield, Illinois; estaba acostumbrada a conducir en un viento huracanado, lo que me hacia luchar con el volante.
Comprobé la nota escrita en la palma de mi mano, confirmando que se supone que tenía que encontrar ―100 Lopez Road.‖ Pero, ¿eso era todo? No había visto casas en esa calle, solo árboles. En realidad, no había visto ni una sola señal de… wow. Apagué el motor del carro, boca abierta. La calle llevaba derecho a una impresionante puerta de hierro. Se trataba de una calle privada, lo que explica la falta de buzones de correo.
Me detuve a la apertura de la puerta y le baje a la música en caso de que los perros guardianes odiaran a Roger Daltrey, no es que yo hubiera visto ningún perro guardián, pero si alguna vez espere ver alguno, era ahora.
Vacilante me asomé por la ventana y apreté un botón de llamada en la caja. Después de un momento, el altavoz en el portón crujió y emitió una voz femenina.
—Hola. ¿Quién es?
Equilibrándome precariamente fuera de mi carro para poner mi boca cerca de la caja, grité: —¡Hola! ¡Soy Brittany Pierce! ¡Estoy aquí para una entrevista!
El portón dio un gran zumbido y luego se abrió. Apresuré mi coche hacia adelante en el largo camino de entrada. El adoquín causó que mi pequeño automóvil se meciera de lado a lado, pero apenas lo noté porque la vista ante mí era asombrosa. La casa era enorme, extremadamente enorme, era fácilmente diez veces más grande que la cabaña que mis padres y yo llamamos casa. Hecha de ladrillo color café claro y cristal, era el resumen de la elegancia moderna con ángulos agudos y techos abovedados.
Me detuve a la entrada, que consistía en una corta escalera que conduce a una puerta de cristal gigante, e hice una mueca cuando mi carro paró en seco. Estúpido viejos frenos. Lamiendo mis labios secos, dejé mi carro detrás, subiendo los escalones de dos en dos. Antes de que tuviera la oportunidad de tocar el timbre, la puerta se abrió. Me decepcioné cuando la persona parada en la puerta principal no fue un mayordomo de traje y corbatín sino una mujer de mediana edad en pantalones. Sonreí, como fuera, y extendí mi mano. —¡Hola! Soy Brittany Pierce.
La mujer estrechó mi mano. —Hola, Brittany. Soy la Sra. López. ¿Creo que hablamos por teléfono?
—Sí, esa era yo.
La Sra. López retrocedió para que pudiera entrar. La seguí a través de un amplio pasillo de entrada y una sala del tamaño de una de las aulas de mi escuela secundaria. Me sentía culpable con cada paso en que mis sucios Chucks rojos tocaban la alfombra de color blanco puro. Me ofreció un lugar en un sillón rígido, con patrones de flores. Mientras me sentaba, ella tomó asiento enfrente de mí y encogió sus manos en una bola de nervios en su regazo. —Entonces, ¿Estás en la escuela secundaria? —Comenzó.
—Sí, soy estudiante de último año.
—¿Y te gusta?
—Bueno, es la escuela —me reí, pero notando el aspecto de preocupación en su cara, rápidamente añadí—. Pero me voy a graduar pronto. Voy a la universidad.
La Sra. López ofreció una sonrisa tentativa. —¿Oh, dónde?
—Uh…
A menos de dos semanas de la graduación, debería saber la respuesta a esa pregunta. La verdad es que, fui aceptada en dos universidades: la Universidad de
Illinois —grande, pública, barata— y la Universidad Evanston —pequeña, privada,
Incrédulamente cara. La primera, mis padres lo sabían y estaban encantados. La segunda, bueno... ese era mi secreto. Sabía que mis padres no podían permitírselo, pero yo había sacado mis ahorros para reservar mi lugar por si acaso, de algún modo, podía ir. Su programa de periodismo era para morirse.
Yo le respondí de mala gana. —Universidad de Illinois
—¿Entonces, eres una persona seria? —Preguntó ella, viendo sospechosamente mi camisa. Tal vez Led Zeppelin no era la mejor opción para una entrevista, pero no es como si yo hubiera sabido que sería niñera en un lugar como este.
Me senté con la espalda recta y sonreí desarma. —Sí.
—Bien —la Sra. López lucia como que había llegado a la conclusión de que no era una drogadicta psicópata y asintió aprobatoriamente. Me miró fijamente a la cara—. ¿Cómo te sientes ayudando a alguien que es ciego?
Mis ojos se abrieron en alarma y me atoré. —¿Qué?
—Oh cariño —ella dirigió sus ojos hacia la alfombra—, debes haber leído la versión del viernes del aviso. Hubo un error... el periódico olvidó la palabra "ciega".
Bien. No es gran cosa.
—Brittany, ¿está bien eso? —Solicitó la Sra. López.
Pestañee, dándome cuenta que había olvidado decir algo. Traté de sonar convincente mientras respondía. —Oh seguro. Está bien. ¿Por cuánto tiempo ha estado ciega su hija?
La mujer nuevamente vio la alfombra. Ella explicó: —Solo dos meses. Fue un accidente en salto de caballo… Santana no hablará con ningún especialista. En realidad, se niega a hacer nada. Pensé que si había alguien de su edad, sólo para convencerle un poco, sería lo mejor.
Chillé. —¿Tiene dieciocho?
Escuché el sonido de dos chicos riéndose tontamente a lo largo del pasillo. Se me hizo un nudo en la garganta al pensar: ¿exactamente que han excluido de este anuncio?
Notando mi expresión, la Sra. López dijo rápidamente. —No te preocupes; yo cuido de Marly y Chris —su voz se elevó ligeramente—. ¡Deben permanecer en la cocina, queridos! —después de que la risa se alejó, ella suspiró—. Brittany, te puedo pagar $10 por hora.
¿Ver a una niña recién ciega y de mi edad?! Empecé a mover la cabeza. —No sé…
—¡$20 por hora! —chilló la Sra. López—. Por favor, eres la única que ha venido.
Probablemente era la única que no se había interesado por los detalles antes de tiempo… ¡pero $20! Rápidamente hice cuentas: $20 por 40 horas= ¡$800 en una semana! ¡$3.200 en un mes! Una locura. ¡Esta era mi oportunidad perfecta! Con todo ese dinero, ¡podría pagar mi dormitorio en Evanston!
Con mis ojos brillando, dije: —Si, lo haré.
De repente, escuché pequeños pies golpeando por el pasillo. La Sra. López saltó y gritó: —¡Por favor, no molesten a su hermana! —Pero ya era demasiado tarde.
En el momento en que llegamos al pasillo, los dos niños se habían precipitado volando por las escaleras y desapareciendo por una esquina.
—¡Mamá consiguió una niñera! ¡Ella tuvo que pagarle una tonelada para que se quede!
Cuando alcanzamos el segundo piso, el niñito ya había apretado su boca contra la hendidura de una puerta cerrada y estaba haciendo justo lo que su madre le había dicho que no hiciera, por supuesto. Tienes que amar a los niños pequeños. Lucia de nueve años y tenía una nube de pelo marrón oscuro. La niña, que lucía alrededor de cinco años, se arrodilló junto a él. Ella me miró por debajo de su explosivo flequillo de color marrón claro y rápidamente empezó a chuparse el dedo. A veces tengo ese efecto en los niños.
—Chris, vamos —dijo su madre con severidad—. Te dije que dejaras en paz a tu hermana.
—¡Aww, mamá! —El chico levantó la vista de la puerta, arrugando la cara en una mueca.
—Y Marly, cariño —dijo la Sra. López en tono suave—, por favor sácate el dedo de la boca. ¿Recuerdas que hablamos sobre como las niñas grandes no se chupan el dedo?
Marly asintió y lentamente sacó el dedo infractor de su boca.
—Christopher John, ve a tu cuarto. —La Sra. López se dirigió a su hijo, quien estaba ocupado examinándome con sus penetrantes ojos marrones.
Chris arrastró dramáticamente sus pies y, lanzando un casual —Bien. —Por encima del hombro, se retiró al final del pasillo. Su hermana corrió tras él.
La Sra. López sonrió y luego se volteo. —Los dejaré solos.
¿A quiénes? ¿A mí y a la puerta? Sí, nos vinculamos bastante bien. Fruncí el ceño y, antes de que pudiera fugarse, le pregunté: —Eh, ¿dónde está Santana?
Ella se rió suavemente, como si mi pregunta fuera tonta. —Oh, ella está ahí. Es un guardarropa. Tiene… —se detuvo, como si las palabras se le hubiesen quedado atascadas en la garganta. Después de un momento, se las arregló—. Bueno, estoy segura de que Santana te lo dirá. Vuelvo para cerciorarme que estas bien en un minuto.
¿Por qué no era tan reconfortante?
Yo observaba mientras ella huyó y luego me volví hacia la puerta. Metí un mechón de pelo detrás de la oreja, un hábito nervioso de los míos, y puse mi mano en la manija de la puerta. Apreté los dedos, traté de darle la vuelta. No pasó nada. Mi mente lentamente obtuvo la causa obvia: había cerrado la puerta. ¡Había cerrado la puerta! Se suponía que debía ser una niñera de una chica de dieciocho años de edad ciega, una niña rica y ¡él se había encerrado en un armario! Honestamente.
Me acordé de una vez en que tuve que convencer a una niña, que estaba sentada debajo de su cama, para darle un baño. Había tomado una hora y una galleta Oreo. Eso no era una memoria tan reconfortante, pero hice exactamente lo que había hecho con ella, bueno, menos la galleta. Me senté en el suelo y empecé a hablar. —Supongo que has oído hablar de mí. Soy Brittany Pierce. Escucha, ¿por qué no sales para que podamos conocernos correctamente?
Hice una pausa, pero no hubo sonido, ni siquiera un susurro, del interior. Aparentemente mi poder de persuasión no había mejorado milagrosamente.
Me volví, así mi espalda estaba contra la puerta y, con un ruido sordo embotado, descansé mi cabeza. Seguí. —Si quieres, solo puedo sentarme aquí.
De repente, algo golpeó la puerta lo suficientemente fuerte para hacer un sonoro ¡bang! y me dio un susto de muerte. Después de que mi corazón volviera a mi pecho, grité: —¡Hey, es tu decisión! ¡Tu mamá va a pagarme de cualquier forma!
—¡Atrás!
El grito sonó tan cerca que salté otra vez.
Avancé lejos de la puerta justo a tiempo, mientras se abrió de golpe. La figura de una muchacha adolescente se puso frente a mí. Pelo marrón cepillado sobre lentes negros de sol de diseñador. Con una mano agarró el marco de la puerta y, con la otra, ella extendió la mano inciertamente en el aire. Antes de que tuviera la oportunidad de hacer nada, dio un paso y tropezó con mis amadas zapatillas.
A mis oídos, su caída a la alfombra era ensordecedora. Pero, sorprendentemente, nadie vino corriendo. Se quedó quieta. Se cruzó por mi mente que la había matado. Matar a una persona ciega, es un pasaje rápido al infierno. Me deslicé hacia delante y sin aliento dije: —¡Santana, lo siento!
Mi cerebro despacio registró que debí haber perjudicado su orgullo porque ella respiraba regularmente. Ella no habló, pero su mano estaba extendida y palpó el piso. Viendo que sus lentes habían caído cerca, los agarré y se los puse en sus manos. Los arrebató de mí y, levantándose, volvió la cabeza mientras se los ponía de nuevo. Ella gruñó. —¡Aléjate de mí!
Hice un intento torpe para tomar su mano y le ofrecí: —Deja que te ayude a ir a tu habitación.
Sintiendo mi movimiento, se alejó de mí y se burló. —¿Al menos sabes dónde está mi habitación?
Me quedé, anonadada, mientras ella caminaba lentamente por el pasillo. Apoyó su mano con fuerza contra la pared y se detuvo en la esquina, en el punto de agarre. Luego se había ido. Un momento después, escuché una puerta cerrarse de golpe. Continué allí parada quieta, sintiéndome completamente humillada. De nuevo, ¿Por qué había tomado este trabajo?
Detectando mis pensamientos, o tal vez por el golpe la puerta, la Señora López apareció. Ella trató de sonreír. —Oh, Santana saldrá. Hablaré con ella esta noche. ¿Por qué no regresas en la mañana?
Con mi expresión en blanco, asentí en respuesta. Claro, todo sería mejor por la mañana. Este había sido un mal trabajo. El primer día siempre es el peor. Por supuesto, este no era un día… esto apenas fueron diez minutos. Puse mis dedos entre mi cabello y suspiré al pensar en ello.
Mientras salía de la casa, un fuerte viento me golpeaba en la cara. Pero, ¿quién cree en presagios, de todos modos?
* * *
Después de apagar el coche, me senté por un minuto y observé la casa de mi familia. Se alzaba en toda su gloria de estilo rancho con revestimiento de astillas. Comparada con la de los López, nuestra casa parecía una cajita. Es gracioso, no lo había notado antes. Me encogí de hombros, agarrando mi bolso y mi carta arrugada en el asiento del pasajero. Mientras caminaba hasta la puerta de entrada, yo ya podía oler la quema de incienso de pachulí.
—¡Brittany! ¿Eres tú?
¿Quién mas sabría que nuestra casa estaría sin llave en la mitad de la tarde? Me reí
mientras mi mamá saltaba de la cocina, con un pincel en una mano y gotas de amarillo por sus brazos. Su vestido dashiki estaba forrado de una gran variedad de colores ya secos y se desprendían del algodón como nieve de arco iris. Llevaba el cabello recogido en una trenza floja que había arrojado sobre un hombro. Rápidamente puse mi carta en mi bolso, y pregunté: —¿Estás redecorando?
—Por supuesto —ella me besó y pude sentir pintura húmeda manchándome la mejilla—. El próximo viernes es el aniversario, así que estoy añadiendo un sol a la pared de la sala. La casa tiene que lucir bien para tu hermano.
Sam. Mi hermano mayor quien dejo la casa antes de su graduación de la preparatoria y nunca se había asentado. Supuestamente ese era su gran acto de rebelión. Sabía por las cartas que me enviaba secretamente que él estaba bien, pero ni siquiera iba a volver a Grayfield. De ninguna manera. No importa cuántas veces mamá le pusiera un lugar en la cena. Ella no quería creerlo.
—Seguro. —Le dije y le ofrecí una sonrisa.
—¿Cómo te fue en tu entrevista?
Hice una mueca y trate de escurrirme de ella, hacia mi dormitorio. —Oh, bueno ... Uh, me dieron el trabajo y .... —de cualquier manera en que pensaba como describir lo que había acordado sonaba extraña, pero seguí adelante de todos modos—. Es una chica ciega y de mi edad.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —¿La chica que vas a cuidar?
— Santana. Si —asentí—. La guiaré, compartiré con ella, ese tipo de cosas.
Sin un momento de vacilación, mi madre sonrió. —Oh, una nueva novia. ¡Qué maravilloso, Brittany!
Apreté los dientes. —Eso no es lo que yo…
—¿Crees que este amarillo es demasiado claro para el sol? —Mamá estaba distraída ya, con el ceño fruncido hacia la punta de su pincel.
Con una mano en mi bolso, dije gentilmente,:—Déjame poner esto en mi cuarto y luego te ayudaré a pintar. —Antes de pasarle por delante. Amaba a mi mamá hasta morir, de verdad, pero ella siempre tenía esta habilidad de vivir a un paso de la realidad. Un paso en donde ella creía en el romántico sueño de que Sam vendría a casa e iba a hablar maravillas de su nuevo mural.
Si yo pudiera embotellar aquella clase de optimismo, tendría la vida solucionada.
Prologo
Sus ojo se centraron a continuación. Sus músculos se tensaron al sentir el poderoso movimiento del caballo negro debajo de ella. Se sentó recta en la silla, con su suave chaqueta oscura, respirando superficialmente con anticipación. Esta competencia era más difícil de lo que esperaba y necesitaba ganar, el deseo bombeando salvajemente por sus venas. Ella sabía que su tiempo era bueno y había traspuesto ocho vallas sin errores. Sólo había dos a la izquierda.
—Alto sobre el centro, alto sobre el centro. —Susurró y comenzó a inclinarse hacia adelante.
Vio cómo la oxidada valla cuadrada rápidamente se acercaba.
Sucedió en un instante.
Muy ligeramente, sintió el sonido de contracción. A continuación, las orejas del caballo, habían sido ladeadas hacia adelante, se quebró la espalda. Captó un movimiento con el rabillo de sus ojos, la arena cambiaba. No, era sólo una rama. No, era sólo una bronceada ¡serpiente! En el momento que la realidad le golpeó, el caballo había plantado ya sus cascos y la había evitado. Habló rápidamente: —Tranquilo, tranquilo. —Pero el caballo se lleno de pánico cuando la serpiente se lanzó más allá de sus piernas. El caballo se enojo y se volcó hacia atrás antes de que la amazona pudiera reaccionar.
El tiempo se hizo más lento. Vio el cielo brillante arqueándose por encima de ella y sintió la ráfaga de viento caliente en su piel. Oyó los lejanos gritos de la multitud y el sonido de un cuerpo estrellándose en el suelo... entonces su mundo se desvaneció a negro.
Capitulo 1
Me di por vencida y comencé a buscar un trabajo. Ahora mismo estoy de camino a una entrevista. No me voltees los ojos, soy una chica, así que puedo realizar varias cosas — paré de escribir y miré el camino, asegurándome de que estuviera tan desierto como antes. Suficientemente segura, no había nada más que una larga línea de pavimento por delante. Miré abajo hacia el pedazo de papel que había presionado contra el medio de mi volante—. Como sea, el aviso dice que ellos necesitan una niñera para una niña, que inicie lo antes posible. Cuando llame, la mamá sonaba bastante desesperada. Ella dijo que podía trabajar los fines de semana ahora y hacer tiempo completo una vez que sea verano.
En cuanto pasé por encima de un bache en la carretera, la radio de mi viejo coche dio un silbido de protesta y cayó en estática. Fruncí el ceño, sosteniendo el bolígrafo entre mis dientes, zangoloteando el mando. La estática se hizo más fuerte y se rompió por fin, dando paso a la impresionante potencia de The Who. Clásico. Mi pequeño Toyota Camry del 89 siguió su camino. Arrojé mi carta sobre el asiento del pasajero y canté.
El cielo sobre mi cabeza era de un azul brillante y sin nubes. Manualmente bajé mis vidrios para dejar que entrara la brisa. El viento era sorprendentemente gentil para un Mayo en Grayfield, Illinois; estaba acostumbrada a conducir en un viento huracanado, lo que me hacia luchar con el volante.
Comprobé la nota escrita en la palma de mi mano, confirmando que se supone que tenía que encontrar ―100 Lopez Road.‖ Pero, ¿eso era todo? No había visto casas en esa calle, solo árboles. En realidad, no había visto ni una sola señal de… wow. Apagué el motor del carro, boca abierta. La calle llevaba derecho a una impresionante puerta de hierro. Se trataba de una calle privada, lo que explica la falta de buzones de correo.
Me detuve a la apertura de la puerta y le baje a la música en caso de que los perros guardianes odiaran a Roger Daltrey, no es que yo hubiera visto ningún perro guardián, pero si alguna vez espere ver alguno, era ahora.
Vacilante me asomé por la ventana y apreté un botón de llamada en la caja. Después de un momento, el altavoz en el portón crujió y emitió una voz femenina.
—Hola. ¿Quién es?
Equilibrándome precariamente fuera de mi carro para poner mi boca cerca de la caja, grité: —¡Hola! ¡Soy Brittany Pierce! ¡Estoy aquí para una entrevista!
El portón dio un gran zumbido y luego se abrió. Apresuré mi coche hacia adelante en el largo camino de entrada. El adoquín causó que mi pequeño automóvil se meciera de lado a lado, pero apenas lo noté porque la vista ante mí era asombrosa. La casa era enorme, extremadamente enorme, era fácilmente diez veces más grande que la cabaña que mis padres y yo llamamos casa. Hecha de ladrillo color café claro y cristal, era el resumen de la elegancia moderna con ángulos agudos y techos abovedados.
Me detuve a la entrada, que consistía en una corta escalera que conduce a una puerta de cristal gigante, e hice una mueca cuando mi carro paró en seco. Estúpido viejos frenos. Lamiendo mis labios secos, dejé mi carro detrás, subiendo los escalones de dos en dos. Antes de que tuviera la oportunidad de tocar el timbre, la puerta se abrió. Me decepcioné cuando la persona parada en la puerta principal no fue un mayordomo de traje y corbatín sino una mujer de mediana edad en pantalones. Sonreí, como fuera, y extendí mi mano. —¡Hola! Soy Brittany Pierce.
La mujer estrechó mi mano. —Hola, Brittany. Soy la Sra. López. ¿Creo que hablamos por teléfono?
—Sí, esa era yo.
La Sra. López retrocedió para que pudiera entrar. La seguí a través de un amplio pasillo de entrada y una sala del tamaño de una de las aulas de mi escuela secundaria. Me sentía culpable con cada paso en que mis sucios Chucks rojos tocaban la alfombra de color blanco puro. Me ofreció un lugar en un sillón rígido, con patrones de flores. Mientras me sentaba, ella tomó asiento enfrente de mí y encogió sus manos en una bola de nervios en su regazo. —Entonces, ¿Estás en la escuela secundaria? —Comenzó.
—Sí, soy estudiante de último año.
—¿Y te gusta?
—Bueno, es la escuela —me reí, pero notando el aspecto de preocupación en su cara, rápidamente añadí—. Pero me voy a graduar pronto. Voy a la universidad.
La Sra. López ofreció una sonrisa tentativa. —¿Oh, dónde?
—Uh…
A menos de dos semanas de la graduación, debería saber la respuesta a esa pregunta. La verdad es que, fui aceptada en dos universidades: la Universidad de
Illinois —grande, pública, barata— y la Universidad Evanston —pequeña, privada,
Incrédulamente cara. La primera, mis padres lo sabían y estaban encantados. La segunda, bueno... ese era mi secreto. Sabía que mis padres no podían permitírselo, pero yo había sacado mis ahorros para reservar mi lugar por si acaso, de algún modo, podía ir. Su programa de periodismo era para morirse.
Yo le respondí de mala gana. —Universidad de Illinois
—¿Entonces, eres una persona seria? —Preguntó ella, viendo sospechosamente mi camisa. Tal vez Led Zeppelin no era la mejor opción para una entrevista, pero no es como si yo hubiera sabido que sería niñera en un lugar como este.
Me senté con la espalda recta y sonreí desarma. —Sí.
—Bien —la Sra. López lucia como que había llegado a la conclusión de que no era una drogadicta psicópata y asintió aprobatoriamente. Me miró fijamente a la cara—. ¿Cómo te sientes ayudando a alguien que es ciego?
Mis ojos se abrieron en alarma y me atoré. —¿Qué?
—Oh cariño —ella dirigió sus ojos hacia la alfombra—, debes haber leído la versión del viernes del aviso. Hubo un error... el periódico olvidó la palabra "ciega".
Bien. No es gran cosa.
—Brittany, ¿está bien eso? —Solicitó la Sra. López.
Pestañee, dándome cuenta que había olvidado decir algo. Traté de sonar convincente mientras respondía. —Oh seguro. Está bien. ¿Por cuánto tiempo ha estado ciega su hija?
La mujer nuevamente vio la alfombra. Ella explicó: —Solo dos meses. Fue un accidente en salto de caballo… Santana no hablará con ningún especialista. En realidad, se niega a hacer nada. Pensé que si había alguien de su edad, sólo para convencerle un poco, sería lo mejor.
Chillé. —¿Tiene dieciocho?
Escuché el sonido de dos chicos riéndose tontamente a lo largo del pasillo. Se me hizo un nudo en la garganta al pensar: ¿exactamente que han excluido de este anuncio?
Notando mi expresión, la Sra. López dijo rápidamente. —No te preocupes; yo cuido de Marly y Chris —su voz se elevó ligeramente—. ¡Deben permanecer en la cocina, queridos! —después de que la risa se alejó, ella suspiró—. Brittany, te puedo pagar $10 por hora.
¿Ver a una niña recién ciega y de mi edad?! Empecé a mover la cabeza. —No sé…
—¡$20 por hora! —chilló la Sra. López—. Por favor, eres la única que ha venido.
Probablemente era la única que no se había interesado por los detalles antes de tiempo… ¡pero $20! Rápidamente hice cuentas: $20 por 40 horas= ¡$800 en una semana! ¡$3.200 en un mes! Una locura. ¡Esta era mi oportunidad perfecta! Con todo ese dinero, ¡podría pagar mi dormitorio en Evanston!
Con mis ojos brillando, dije: —Si, lo haré.
De repente, escuché pequeños pies golpeando por el pasillo. La Sra. López saltó y gritó: —¡Por favor, no molesten a su hermana! —Pero ya era demasiado tarde.
En el momento en que llegamos al pasillo, los dos niños se habían precipitado volando por las escaleras y desapareciendo por una esquina.
—¡Mamá consiguió una niñera! ¡Ella tuvo que pagarle una tonelada para que se quede!
Cuando alcanzamos el segundo piso, el niñito ya había apretado su boca contra la hendidura de una puerta cerrada y estaba haciendo justo lo que su madre le había dicho que no hiciera, por supuesto. Tienes que amar a los niños pequeños. Lucia de nueve años y tenía una nube de pelo marrón oscuro. La niña, que lucía alrededor de cinco años, se arrodilló junto a él. Ella me miró por debajo de su explosivo flequillo de color marrón claro y rápidamente empezó a chuparse el dedo. A veces tengo ese efecto en los niños.
—Chris, vamos —dijo su madre con severidad—. Te dije que dejaras en paz a tu hermana.
—¡Aww, mamá! —El chico levantó la vista de la puerta, arrugando la cara en una mueca.
—Y Marly, cariño —dijo la Sra. López en tono suave—, por favor sácate el dedo de la boca. ¿Recuerdas que hablamos sobre como las niñas grandes no se chupan el dedo?
Marly asintió y lentamente sacó el dedo infractor de su boca.
—Christopher John, ve a tu cuarto. —La Sra. López se dirigió a su hijo, quien estaba ocupado examinándome con sus penetrantes ojos marrones.
Chris arrastró dramáticamente sus pies y, lanzando un casual —Bien. —Por encima del hombro, se retiró al final del pasillo. Su hermana corrió tras él.
La Sra. López sonrió y luego se volteo. —Los dejaré solos.
¿A quiénes? ¿A mí y a la puerta? Sí, nos vinculamos bastante bien. Fruncí el ceño y, antes de que pudiera fugarse, le pregunté: —Eh, ¿dónde está Santana?
Ella se rió suavemente, como si mi pregunta fuera tonta. —Oh, ella está ahí. Es un guardarropa. Tiene… —se detuvo, como si las palabras se le hubiesen quedado atascadas en la garganta. Después de un momento, se las arregló—. Bueno, estoy segura de que Santana te lo dirá. Vuelvo para cerciorarme que estas bien en un minuto.
¿Por qué no era tan reconfortante?
Yo observaba mientras ella huyó y luego me volví hacia la puerta. Metí un mechón de pelo detrás de la oreja, un hábito nervioso de los míos, y puse mi mano en la manija de la puerta. Apreté los dedos, traté de darle la vuelta. No pasó nada. Mi mente lentamente obtuvo la causa obvia: había cerrado la puerta. ¡Había cerrado la puerta! Se suponía que debía ser una niñera de una chica de dieciocho años de edad ciega, una niña rica y ¡él se había encerrado en un armario! Honestamente.
Me acordé de una vez en que tuve que convencer a una niña, que estaba sentada debajo de su cama, para darle un baño. Había tomado una hora y una galleta Oreo. Eso no era una memoria tan reconfortante, pero hice exactamente lo que había hecho con ella, bueno, menos la galleta. Me senté en el suelo y empecé a hablar. —Supongo que has oído hablar de mí. Soy Brittany Pierce. Escucha, ¿por qué no sales para que podamos conocernos correctamente?
Hice una pausa, pero no hubo sonido, ni siquiera un susurro, del interior. Aparentemente mi poder de persuasión no había mejorado milagrosamente.
Me volví, así mi espalda estaba contra la puerta y, con un ruido sordo embotado, descansé mi cabeza. Seguí. —Si quieres, solo puedo sentarme aquí.
De repente, algo golpeó la puerta lo suficientemente fuerte para hacer un sonoro ¡bang! y me dio un susto de muerte. Después de que mi corazón volviera a mi pecho, grité: —¡Hey, es tu decisión! ¡Tu mamá va a pagarme de cualquier forma!
—¡Atrás!
El grito sonó tan cerca que salté otra vez.
Avancé lejos de la puerta justo a tiempo, mientras se abrió de golpe. La figura de una muchacha adolescente se puso frente a mí. Pelo marrón cepillado sobre lentes negros de sol de diseñador. Con una mano agarró el marco de la puerta y, con la otra, ella extendió la mano inciertamente en el aire. Antes de que tuviera la oportunidad de hacer nada, dio un paso y tropezó con mis amadas zapatillas.
A mis oídos, su caída a la alfombra era ensordecedora. Pero, sorprendentemente, nadie vino corriendo. Se quedó quieta. Se cruzó por mi mente que la había matado. Matar a una persona ciega, es un pasaje rápido al infierno. Me deslicé hacia delante y sin aliento dije: —¡Santana, lo siento!
Mi cerebro despacio registró que debí haber perjudicado su orgullo porque ella respiraba regularmente. Ella no habló, pero su mano estaba extendida y palpó el piso. Viendo que sus lentes habían caído cerca, los agarré y se los puse en sus manos. Los arrebató de mí y, levantándose, volvió la cabeza mientras se los ponía de nuevo. Ella gruñó. —¡Aléjate de mí!
Hice un intento torpe para tomar su mano y le ofrecí: —Deja que te ayude a ir a tu habitación.
Sintiendo mi movimiento, se alejó de mí y se burló. —¿Al menos sabes dónde está mi habitación?
Me quedé, anonadada, mientras ella caminaba lentamente por el pasillo. Apoyó su mano con fuerza contra la pared y se detuvo en la esquina, en el punto de agarre. Luego se había ido. Un momento después, escuché una puerta cerrarse de golpe. Continué allí parada quieta, sintiéndome completamente humillada. De nuevo, ¿Por qué había tomado este trabajo?
Detectando mis pensamientos, o tal vez por el golpe la puerta, la Señora López apareció. Ella trató de sonreír. —Oh, Santana saldrá. Hablaré con ella esta noche. ¿Por qué no regresas en la mañana?
Con mi expresión en blanco, asentí en respuesta. Claro, todo sería mejor por la mañana. Este había sido un mal trabajo. El primer día siempre es el peor. Por supuesto, este no era un día… esto apenas fueron diez minutos. Puse mis dedos entre mi cabello y suspiré al pensar en ello.
Mientras salía de la casa, un fuerte viento me golpeaba en la cara. Pero, ¿quién cree en presagios, de todos modos?
* * *
Después de apagar el coche, me senté por un minuto y observé la casa de mi familia. Se alzaba en toda su gloria de estilo rancho con revestimiento de astillas. Comparada con la de los López, nuestra casa parecía una cajita. Es gracioso, no lo había notado antes. Me encogí de hombros, agarrando mi bolso y mi carta arrugada en el asiento del pasajero. Mientras caminaba hasta la puerta de entrada, yo ya podía oler la quema de incienso de pachulí.
—¡Brittany! ¿Eres tú?
¿Quién mas sabría que nuestra casa estaría sin llave en la mitad de la tarde? Me reí
mientras mi mamá saltaba de la cocina, con un pincel en una mano y gotas de amarillo por sus brazos. Su vestido dashiki estaba forrado de una gran variedad de colores ya secos y se desprendían del algodón como nieve de arco iris. Llevaba el cabello recogido en una trenza floja que había arrojado sobre un hombro. Rápidamente puse mi carta en mi bolso, y pregunté: —¿Estás redecorando?
—Por supuesto —ella me besó y pude sentir pintura húmeda manchándome la mejilla—. El próximo viernes es el aniversario, así que estoy añadiendo un sol a la pared de la sala. La casa tiene que lucir bien para tu hermano.
Sam. Mi hermano mayor quien dejo la casa antes de su graduación de la preparatoria y nunca se había asentado. Supuestamente ese era su gran acto de rebelión. Sabía por las cartas que me enviaba secretamente que él estaba bien, pero ni siquiera iba a volver a Grayfield. De ninguna manera. No importa cuántas veces mamá le pusiera un lugar en la cena. Ella no quería creerlo.
—Seguro. —Le dije y le ofrecí una sonrisa.
—¿Cómo te fue en tu entrevista?
Hice una mueca y trate de escurrirme de ella, hacia mi dormitorio. —Oh, bueno ... Uh, me dieron el trabajo y .... —de cualquier manera en que pensaba como describir lo que había acordado sonaba extraña, pero seguí adelante de todos modos—. Es una chica ciega y de mi edad.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —¿La chica que vas a cuidar?
— Santana. Si —asentí—. La guiaré, compartiré con ella, ese tipo de cosas.
Sin un momento de vacilación, mi madre sonrió. —Oh, una nueva novia. ¡Qué maravilloso, Brittany!
Apreté los dientes. —Eso no es lo que yo…
—¿Crees que este amarillo es demasiado claro para el sol? —Mamá estaba distraída ya, con el ceño fruncido hacia la punta de su pincel.
Con una mano en mi bolso, dije gentilmente,:—Déjame poner esto en mi cuarto y luego te ayudaré a pintar. —Antes de pasarle por delante. Amaba a mi mamá hasta morir, de verdad, pero ella siempre tenía esta habilidad de vivir a un paso de la realidad. Un paso en donde ella creía en el romántico sueño de que Sam vendría a casa e iba a hablar maravillas de su nuevo mural.
Si yo pudiera embotellar aquella clase de optimismo, tendría la vida solucionada.
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
hola, he leido ya y me tiene cautivada desde el principio que tristeza lo que paso a san pero esta historia pinta fascinante, britt tendra la gran mision de sacar a santana de la oscuridad literal y emocionalmente hablando. tienes ya en mi una lectora asegurada
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Espero el próximo cap :D
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Hoooo genial pinta esta historia!!!!!
Saludos
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
super interesante y diferente lo que la hace mas atrayente asi que hasta pronto!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Gracias a los que me leen y me dejan saber que tal va la historia a través de comentarios. xx
Zumbando a lo largo del camino en mi Camry a la mañana siguiente, pude ver al sol meter perezosamente la cabeza por detrás de una hinchada nube gris. Miré al cielo y quise que el día fuera brillante.
Mis mocasines, habían desterrado indefinidamente mis Chucks a mi habitación, presionaron el acelerador. Eran cerca de las 11:00 a.m., así que todavía lo consideraba la mañana, pero esperaba que mis nuevos empleadores estuvieran de acuerdo. Justo cuando me detuve a la puerta de los López, esta se abrió.
Encontré esto muy alarmante y rápidamente salí de mi coche hacia la puerta principal.
Chris estaba en la puerta y dijo con indiferencia. —Mamá está esperando en la sala.
—Gracias, chico —pasé una mano sobre su cabeza atractivamente esponjosa cuando pasé. Le oí dar una patada y quejarse—. Oye —pero yo ya estaba pegando una gran sonrisa en mi cara mientras me encontré con una ansiosa Señora López. Empecé —Lo siento. Debería haber venido antes…
—Oh, está bien —su sonrisa vaciló y ella hizo un gesto hacia el sofá—. ¿Por qué no te sientas? —lo hice y ella continuó—. Hablé con Santana. Ella puede ser muy terca. Está predispuesta en contra tuya, me temo. Fue lo mismo con todo lo demás, los especialistas, los libros y todo...
Fruncí el ceño. ¡No había manera de que yo estuviera perdiendo mi oportunidad en
Evanston por alguna mocosa! —Espere. ¿Quiere decir, que ha estado ciega dos meses y no ha aprendido a adaptarse a todo? ¿Sólo ha estado deprimida por aquí?
La Sra. López se movió incómoda. —Bueno, ella es una adulta...
—¡Entonces no se le debería permitir escabullirse de las cosas como una niña! —le dije un poco demasiado entusiasmada. Reafirmándome, le hablé con firmeza—. Sólo por esta vez, no escuche a Santana. Usted me contrató para un trabajo, déjeme hacerlo.
—¿Quieres cuidar a mi hermana? ¿Qué te pasa? —Preguntó Chris, apoyándose en el umbral de la sala.
Lancé miradas asesinas en su dirección.
—¡Christopher John, esto no te involucra! —le espetó la Señora López. Una vez que el diablillo se había perdido de vista, dijo lentamente—: Creo que tienes un punto. Incluso si sólo te sientas con ella, no estará sola...
—¡Bien! —salté poniéndome de pie antes de que tuviera la oportunidad de cambiar de idea—. ¿Dónde está? ¿En el armario de nuevo?
—No —murmuró Chris, que estaba en el pasillo con los brazos cruzados—, está en su habitación porque pensó que no volverías.
Lo seguí, mientras se dirigía hacia las escaleras y reflexioné. —¿Entonces, el truco del armario fue por mi culpa?
Podía sentir al niño poniendo los ojos. —No. Ella hace eso cada vez que está molesta o deprimida, lo cual es a menudo.
Este chico sabía un poco. Mientras subía las escaleras, me pregunté de qué otra manera me podía ayudar con ella. Pasamos la puerta del infame armario, la cual estaba cerrada una vez más, pero mi estómago aún tenía la sensación de náuseas. Dimos la vuelta en la esquina donde había visto desaparecer a Santana. Chris se detuvo ante una puerta en el pasillo y agitó las manos frenéticamente, como si no me diera cuenta de quién era la habitación.
De pronto me sentí como si estuviera escabulléndome, de puntillas hasta la puerta.
Mirando a Chris, señalé al interior y gesticule. —¿Vas a entrar?
La cara del niño se abrió en una sonrisa maliciosa y barrió la cabeza de lado a lado en un rotundo: —¡De ninguna manera!
Lo fulminé con la mirada y, todavía tratando de guardar silencio, me asomé a la habitación. La habitación de Santana era fácilmente tres veces el tamaño de la mía.
Inclinado solemnemente contra la pared a mi derecha había un bastón blanco, del tipo largo y flaco que nunca antes habría pensado que pertenecería a alguien de mi edad. Había algo desierto acerca de esta habitación. Las paredes brillantemente blancas no tenían una sola imagen, ¿quién no tiene algún tipo de decoración en sus paredes?
Su cama era un negro monstruo de gran tamaño, cuyo cabezal se apoyaba contra la pared izquierda y cuyos pies sobresalían en la habitación. Yo estaba tan abrumada por su tamaño que, inicialmente, no me di cuenta de que había un cuerpo tendido en ella: el cuerpo de Santana. En un momento, se me cortó la respiración, ¡debe haberme visto mirando! y, en el siguiente, casi me echó a reír ante la imposibilidad. Entonces me sentí culpable por pensar una cosa tan grosera.
Estaba acostada en la parte superior de la colcha con la espalda apoyada en las almohadas. Su respiración era estable, así que me engañé al pensar que estaba dormida. Con esta creencia, me deslicé tranquilamente en la habitación y la observé con más claridad que en mi vista anterior desde el piso. Estaba vestida lo suficientemente agradable, con una camiseta negra y unos vaqueros que parecían costosos. Era como una estatua de una modelo de Abercrombie & Fitch… no es que yo estuviera alguna vez mirando el aspecto de una chica.
Por ninguna razón en absoluto, me pregunté si olía bien. Entonces la estatua estaba furiosa —Eres tú, ¿no? —Y el inocente pensamiento fue firmemente aplastado y molido en el suelo hasta que no fue más que una mancha. Salté, literalmente salté, cerca de tres pies en el aire. Su cabeza se volvió con lentitud de película de terror en mi dirección y yo hice lo primero que me vino a la cabeza: saludé. Lo saludé con la mano, a una persona ciega, ¡saludé a una persona ciega! ¿Y qué pasó? Nada. Por supuesto, nada.
Me moví al plan B, hablar. —En realidad, mi nombre es Brittany.
La cabeza regresó a su dirección hacia adelante y no respondió.
Tragué saliva y miré alrededor por algo para provocar una conversación. Frente a mí había un escritorio grande, que sólo tenía una pequeña pila de libros y CDs. Parecían sin tocar y en el libro de encima se leía BRAILLE en letras grandes, en negrita. Le pregunté. —Entonces, ¿estás aprendiendo Braille?
Silencio.
—Bueno, sí... —Me metí un mechón de pelo detrás de la oreja.
—¿Tienes sed? Tengo sed. Voy a buscar algo de beber, ¿de acuerdo?
Como era de esperar, no respondió mientras yo hacía mi rápida y torpe salida de la habitación. Chris estaba en el pasillo, inclinado en un silencioso ataque de risa ante mi apuro. Afiancé mis dedos en su hombro y lo empujé hacia las escaleras, siseando. —Tenemos que hablar. ¿Estoy asumiendo que sabes dónde está la cocina?
Me condujo por el vestíbulo que daba a la cocina. La cual era hermosa e inmensa... por supuesto. Había una pared de gabinetes de cedro, un gran mostrador con tope de mármol a la izquierda, y electrodomésticos de última generación en plata satinada a la derecha. Sin darse cuenta de nada de esto, se soltó de mi agarre y, mientras hacía un vano intento de mantener la sonrisa fuera de su rostro, preguntó: —¿Qué quieres?
—Quiero… ¿Tienes alguna gaseosa? —gesticulé hacia el refrigerador y él asintió con la cabeza—. Quiero que me hables sobre Santana. Quiero decir, tan atractivo como puede ser sentarse en silencio durante todo el día, debe haber algo de lo que quiera hablar... ¿Puedo considerar que ya no está más en la escuela?
—No —Chris me entregó una Coca-Cola—. Mamá le permitió mantenerse al margen. Creo que el doctor le dio una nota o algo.
Tomé un sorbo de la lata y ladee la cabeza hacia un lado. —Oye, ¿qué hay dentro del armario?
—Oh, cosas viejas de Santana: carteles, libros, música, computadora... Mamá lo puso todo ahí después del accidente.
Eso explicaba el vacío de su habitación. Tragué saliva y me estremecí. ¡Qué terrible!
Estaba sentado en ese armario sola, con sus cosas alrededor, recogiendo polvo. Me recuperé torpemente —Bueno, eh, ¿puedes pensar en algo para que hable con ella?
—Caballos —llegó de repente la vocecita de detrás de mí. Me volví para ver la figura de Marly con los ojos abiertos. Ella estaba mirando fijamente hacia mí y repitió—: Caballos. —Antes de meterse el pulgar en la boca.
—Caballos, está bien —me volví de nuevo a Chris—. ¿Tu mamá dijo que Santana se quedó ciega por un accidente de caballo?
El chico asintió con la cabeza. —Sí, ella solía cabalgar todo el tiempo. Hay un lugar cerca de aquí. Se llama, eh… Establos Legacy, Aeris aún está allí.
—¿Aeris? ¿Es dueño de un caballo? —Jadeé.
—Sí, pero San no ha montado desde… ya sabes —Chris negó con la cabeza y dijo—: Y yo no trataría de conseguir que monte.
—Está bien, pero tal vez yo podría llevarla allí, ¿no sé, pasar el rato? —levanté las cejas hacía él, quien se encogió de hombros con escepticismo ante la idea—. ¿Supongo que no sabes cómo llegar allí?
—¿Llegar a dónde? —La Señora López salía de la sala de estar, con una revista bajo el brazo.
—Establos Legacy. Pienso que Santana y yo podríamos ir allí, un lugar familiar.
Ella frunció el ceño, pero asintió con la cabeza lentamente. —Si piensas así, querida. El accidente ocurrió fuera del estado, por lo que no debería haber ningún mal recuerdo... pero sólo sacarla de esta casa sería un milagro.
—¿Un milagro? —me reí—. Bueno, voy a tratar lo mejor posible.
—Muy bien. Ahora, sólo quiero encontrar una pluma...
Chris, viendo a su madre muy ocupada abriendo y cerrando cajones, me lanzó una mirada furtiva y corrió hacia la escalera.
—¡Oye! ¿A dónde vas? —Le grité, pero él no miró hacia atrás.
La Sra. López sacó una pluma de un cajón y empezó a escribir a toda prisa las indicaciones en una libreta pequeña. Ella suspiró. —Después de todo lo que ha pasado, Chris ha estado trabajando muy duro para conseguir la atención de Santana.
Estoy segura que chismearle acerca de ti está sirviendo.
Raro, nunca fui la chica de la que todos hablaban. No solía atraer mucha atención, positiva o negativa, y no podía dejar de preguntarme lo que Chris estaba diciendo acerca de mí. Agarrando las indicaciones de la Señora López, corrí escaleras arriba y seguí por el pasillo del segundo piso. Cuando di vuelta a la esquina, escuché débilmente una voz femenina. Al darme cuenta de que Santana estaba hablando en su habitación, me pegué contra la pared y me deslicé hasta la puerta.
La voz se detuvo y fue reemplazada por el tono más alto de Chris. —No lo sé. Ella se ve bien para una chica, supongo —puse los ojos ante el comentario y me acerqué más—. Su cabello es un poco largo, más largo que los hombros, y es rizado en la parte inferior. Es del color del, eh, sol.
¿Sol? Eso era nuevo. Nunca me había gustado mucho mi pelo. No era ni rojo ni marrón y tampoco podía decidir si ser rizado o liso. Una cosa era segura: mi pelo nunca quiso cooperar. Durante años he luchado contra este usando los aerosoles más fuertes y las planchas más calientes.
¿El resultado? Me rendí y, básicamente lo dejo que haga lo que quiera.
—¿Qué pasa con sus ojos? —Preguntó con una voz calmada que no había usado conmigo.
—¡No lo sé, Santana! —Se quejó Chris.
—¿Ella está bien? ¡Tienes que darme algo mejor para seguir que eso! —Gruñó.
Sonreí. Eso me gustaba más.
—Muy bien. Voy a ver —se quejó el niño—. Es probable que ella esté aquí arriba, de todos modos.
—¡No! ¡Espera! —Gritó Santana.
Como dudaba mucho de la capacidad de Chris para escuchar a nadie, me precipité hacia abajo al pasillo, dando la vuelta en la esquina, y rápidamente colocándome en la escalera como si acabara de hacerlo. Al momento siguiente, mi sospecha se confirmó cuando me encontró jadeando, con un apretón de muerte sobre la barandilla. Me lanzó una mirada como si pensara que estaba loca y me preguntó: —¿Qué te pasa?
Tragué saliva y solté :—¡Nada!
Chris enarcó las cejas. —Está bien. —Y entrecerró los ojos para conseguir una buena vista de mis ojos. Después desapareció por el pasillo para informarle a su hermana del color azul oscuro que había visto.
Poco a poco fui regresando a la habitación de Santana, por lo que Chris estaba saliendo antes de que la alcanzara. El chico tenía el aplomo de silbar casualmente mientras caminaba pasándome, pero resistí la tentación de tirarle mi zapato. Encontré a Santana yaciendo tranquilamente en su cama como si no hubiera hecho nada desde que me fui. Dando dos saltos entré en su cuarto, aterrizando, con un rebote, en una posición sentada en el borde de su cama.
Las entradas son importantes.
Sorprendida, abrió la boca y su cabeza se volteó para encararme. —¿Qué?
Dije con falso entusiasmo. —Tu mamá está en la planta baja, así que supongo que podríamos perder el tiempo... —fue el turno de Santana de mirarme como si estuviera loca, pero al menos sabía que estaba escuchando— ... O podemos ir a alguna parte.
Soltó una risa corta, sin sentido del humor y dijo con sarcasmo. —Suena muy bien.
¿Por qué no solo podía seguir la corriente? Crucé mis brazos y dije: —Sabes, Santana,
esto es simplemente patético. ¿Cuándo fue la última vez que dejaste tu casa?
Su rostro se endureció ante mis palabras y escupió —Soy patética. Sí, gracias por la inyección de moral. Lo puedo decir por qué mi madre te está pagando tanto como a su psiquiatra.
Sentí una familiar ducha fría de vergüenza, pero me la sacudí y respondí: —Bueno, si ella va a conseguir el valor de su dinero, mejor salimos al camino. —Me puse de pie y la observé. Deseaba poder verla sin sus gafas, así podría decir lo que estaba pensando.
Hubo un largo, largo momento de incómodo silencio. Casi me desmayé de aguantar la respiración. Entonces Santana se bajó bruscamente de la cama y se levantó. Dudé, preguntándome si me dejaría llevarla, pero ella comenzó a caminar por su cuenta, con una mano extendida. Me moví a un lado y la seguí mientras avanzaba por el pasillo. Cuando llegó cerca del rellano, pregunté: —Entonces, ¿estás bien con las escaleras? —¡¿Montones y montones de escalones girando en un círculo?!
—He bajado estas escaleras un millón de veces. —Dijo Santana de mal humor y comenzó su descenso. Agarró con fuerza la barandilla y probó la distancia de cada escalón con el pie, pero hizo su propio camino hacia abajo. Me asustó casi hasta la muerte, pero lo hizo. ¿Si esta fuera yo? Si yo fuera ciega... hombre, no habría sido una bonita vista en esas escaleras.
Una vez que ella y yo estuvimos en frente de mi Camry, sonreí con orgullo a mi carrito y proclamé, tanto a este como a ella: —¡Estamos aquí! —Antes de abrir la puerta del pasajero.
Sintiendo a lo largo el marco de la puerta, Santana fue capaz de deslizarse en el interior. Cerré la puerta y me apresuré alrededor hasta mi lado. Di la llave en el encendido e inmediatamente la voz de Sting fluyó de los altavoces.
—¿Qué estás escuchando? —Gritó sobre la música.
Sonreí con malicia. ¡Una dosis de educación musical viene en camino!
Capítulo 2
Zumbando a lo largo del camino en mi Camry a la mañana siguiente, pude ver al sol meter perezosamente la cabeza por detrás de una hinchada nube gris. Miré al cielo y quise que el día fuera brillante.
Mis mocasines, habían desterrado indefinidamente mis Chucks a mi habitación, presionaron el acelerador. Eran cerca de las 11:00 a.m., así que todavía lo consideraba la mañana, pero esperaba que mis nuevos empleadores estuvieran de acuerdo. Justo cuando me detuve a la puerta de los López, esta se abrió.
Encontré esto muy alarmante y rápidamente salí de mi coche hacia la puerta principal.
Chris estaba en la puerta y dijo con indiferencia. —Mamá está esperando en la sala.
—Gracias, chico —pasé una mano sobre su cabeza atractivamente esponjosa cuando pasé. Le oí dar una patada y quejarse—. Oye —pero yo ya estaba pegando una gran sonrisa en mi cara mientras me encontré con una ansiosa Señora López. Empecé —Lo siento. Debería haber venido antes…
—Oh, está bien —su sonrisa vaciló y ella hizo un gesto hacia el sofá—. ¿Por qué no te sientas? —lo hice y ella continuó—. Hablé con Santana. Ella puede ser muy terca. Está predispuesta en contra tuya, me temo. Fue lo mismo con todo lo demás, los especialistas, los libros y todo...
Fruncí el ceño. ¡No había manera de que yo estuviera perdiendo mi oportunidad en
Evanston por alguna mocosa! —Espere. ¿Quiere decir, que ha estado ciega dos meses y no ha aprendido a adaptarse a todo? ¿Sólo ha estado deprimida por aquí?
La Sra. López se movió incómoda. —Bueno, ella es una adulta...
—¡Entonces no se le debería permitir escabullirse de las cosas como una niña! —le dije un poco demasiado entusiasmada. Reafirmándome, le hablé con firmeza—. Sólo por esta vez, no escuche a Santana. Usted me contrató para un trabajo, déjeme hacerlo.
—¿Quieres cuidar a mi hermana? ¿Qué te pasa? —Preguntó Chris, apoyándose en el umbral de la sala.
Lancé miradas asesinas en su dirección.
—¡Christopher John, esto no te involucra! —le espetó la Señora López. Una vez que el diablillo se había perdido de vista, dijo lentamente—: Creo que tienes un punto. Incluso si sólo te sientas con ella, no estará sola...
—¡Bien! —salté poniéndome de pie antes de que tuviera la oportunidad de cambiar de idea—. ¿Dónde está? ¿En el armario de nuevo?
—No —murmuró Chris, que estaba en el pasillo con los brazos cruzados—, está en su habitación porque pensó que no volverías.
Lo seguí, mientras se dirigía hacia las escaleras y reflexioné. —¿Entonces, el truco del armario fue por mi culpa?
Podía sentir al niño poniendo los ojos. —No. Ella hace eso cada vez que está molesta o deprimida, lo cual es a menudo.
Este chico sabía un poco. Mientras subía las escaleras, me pregunté de qué otra manera me podía ayudar con ella. Pasamos la puerta del infame armario, la cual estaba cerrada una vez más, pero mi estómago aún tenía la sensación de náuseas. Dimos la vuelta en la esquina donde había visto desaparecer a Santana. Chris se detuvo ante una puerta en el pasillo y agitó las manos frenéticamente, como si no me diera cuenta de quién era la habitación.
De pronto me sentí como si estuviera escabulléndome, de puntillas hasta la puerta.
Mirando a Chris, señalé al interior y gesticule. —¿Vas a entrar?
La cara del niño se abrió en una sonrisa maliciosa y barrió la cabeza de lado a lado en un rotundo: —¡De ninguna manera!
Lo fulminé con la mirada y, todavía tratando de guardar silencio, me asomé a la habitación. La habitación de Santana era fácilmente tres veces el tamaño de la mía.
Inclinado solemnemente contra la pared a mi derecha había un bastón blanco, del tipo largo y flaco que nunca antes habría pensado que pertenecería a alguien de mi edad. Había algo desierto acerca de esta habitación. Las paredes brillantemente blancas no tenían una sola imagen, ¿quién no tiene algún tipo de decoración en sus paredes?
Su cama era un negro monstruo de gran tamaño, cuyo cabezal se apoyaba contra la pared izquierda y cuyos pies sobresalían en la habitación. Yo estaba tan abrumada por su tamaño que, inicialmente, no me di cuenta de que había un cuerpo tendido en ella: el cuerpo de Santana. En un momento, se me cortó la respiración, ¡debe haberme visto mirando! y, en el siguiente, casi me echó a reír ante la imposibilidad. Entonces me sentí culpable por pensar una cosa tan grosera.
Estaba acostada en la parte superior de la colcha con la espalda apoyada en las almohadas. Su respiración era estable, así que me engañé al pensar que estaba dormida. Con esta creencia, me deslicé tranquilamente en la habitación y la observé con más claridad que en mi vista anterior desde el piso. Estaba vestida lo suficientemente agradable, con una camiseta negra y unos vaqueros que parecían costosos. Era como una estatua de una modelo de Abercrombie & Fitch… no es que yo estuviera alguna vez mirando el aspecto de una chica.
Por ninguna razón en absoluto, me pregunté si olía bien. Entonces la estatua estaba furiosa —Eres tú, ¿no? —Y el inocente pensamiento fue firmemente aplastado y molido en el suelo hasta que no fue más que una mancha. Salté, literalmente salté, cerca de tres pies en el aire. Su cabeza se volvió con lentitud de película de terror en mi dirección y yo hice lo primero que me vino a la cabeza: saludé. Lo saludé con la mano, a una persona ciega, ¡saludé a una persona ciega! ¿Y qué pasó? Nada. Por supuesto, nada.
Me moví al plan B, hablar. —En realidad, mi nombre es Brittany.
La cabeza regresó a su dirección hacia adelante y no respondió.
Tragué saliva y miré alrededor por algo para provocar una conversación. Frente a mí había un escritorio grande, que sólo tenía una pequeña pila de libros y CDs. Parecían sin tocar y en el libro de encima se leía BRAILLE en letras grandes, en negrita. Le pregunté. —Entonces, ¿estás aprendiendo Braille?
Silencio.
—Bueno, sí... —Me metí un mechón de pelo detrás de la oreja.
—¿Tienes sed? Tengo sed. Voy a buscar algo de beber, ¿de acuerdo?
Como era de esperar, no respondió mientras yo hacía mi rápida y torpe salida de la habitación. Chris estaba en el pasillo, inclinado en un silencioso ataque de risa ante mi apuro. Afiancé mis dedos en su hombro y lo empujé hacia las escaleras, siseando. —Tenemos que hablar. ¿Estoy asumiendo que sabes dónde está la cocina?
Me condujo por el vestíbulo que daba a la cocina. La cual era hermosa e inmensa... por supuesto. Había una pared de gabinetes de cedro, un gran mostrador con tope de mármol a la izquierda, y electrodomésticos de última generación en plata satinada a la derecha. Sin darse cuenta de nada de esto, se soltó de mi agarre y, mientras hacía un vano intento de mantener la sonrisa fuera de su rostro, preguntó: —¿Qué quieres?
—Quiero… ¿Tienes alguna gaseosa? —gesticulé hacia el refrigerador y él asintió con la cabeza—. Quiero que me hables sobre Santana. Quiero decir, tan atractivo como puede ser sentarse en silencio durante todo el día, debe haber algo de lo que quiera hablar... ¿Puedo considerar que ya no está más en la escuela?
—No —Chris me entregó una Coca-Cola—. Mamá le permitió mantenerse al margen. Creo que el doctor le dio una nota o algo.
Tomé un sorbo de la lata y ladee la cabeza hacia un lado. —Oye, ¿qué hay dentro del armario?
—Oh, cosas viejas de Santana: carteles, libros, música, computadora... Mamá lo puso todo ahí después del accidente.
Eso explicaba el vacío de su habitación. Tragué saliva y me estremecí. ¡Qué terrible!
Estaba sentado en ese armario sola, con sus cosas alrededor, recogiendo polvo. Me recuperé torpemente —Bueno, eh, ¿puedes pensar en algo para que hable con ella?
—Caballos —llegó de repente la vocecita de detrás de mí. Me volví para ver la figura de Marly con los ojos abiertos. Ella estaba mirando fijamente hacia mí y repitió—: Caballos. —Antes de meterse el pulgar en la boca.
—Caballos, está bien —me volví de nuevo a Chris—. ¿Tu mamá dijo que Santana se quedó ciega por un accidente de caballo?
El chico asintió con la cabeza. —Sí, ella solía cabalgar todo el tiempo. Hay un lugar cerca de aquí. Se llama, eh… Establos Legacy, Aeris aún está allí.
—¿Aeris? ¿Es dueño de un caballo? —Jadeé.
—Sí, pero San no ha montado desde… ya sabes —Chris negó con la cabeza y dijo—: Y yo no trataría de conseguir que monte.
—Está bien, pero tal vez yo podría llevarla allí, ¿no sé, pasar el rato? —levanté las cejas hacía él, quien se encogió de hombros con escepticismo ante la idea—. ¿Supongo que no sabes cómo llegar allí?
—¿Llegar a dónde? —La Señora López salía de la sala de estar, con una revista bajo el brazo.
—Establos Legacy. Pienso que Santana y yo podríamos ir allí, un lugar familiar.
Ella frunció el ceño, pero asintió con la cabeza lentamente. —Si piensas así, querida. El accidente ocurrió fuera del estado, por lo que no debería haber ningún mal recuerdo... pero sólo sacarla de esta casa sería un milagro.
—¿Un milagro? —me reí—. Bueno, voy a tratar lo mejor posible.
—Muy bien. Ahora, sólo quiero encontrar una pluma...
Chris, viendo a su madre muy ocupada abriendo y cerrando cajones, me lanzó una mirada furtiva y corrió hacia la escalera.
—¡Oye! ¿A dónde vas? —Le grité, pero él no miró hacia atrás.
La Sra. López sacó una pluma de un cajón y empezó a escribir a toda prisa las indicaciones en una libreta pequeña. Ella suspiró. —Después de todo lo que ha pasado, Chris ha estado trabajando muy duro para conseguir la atención de Santana.
Estoy segura que chismearle acerca de ti está sirviendo.
Raro, nunca fui la chica de la que todos hablaban. No solía atraer mucha atención, positiva o negativa, y no podía dejar de preguntarme lo que Chris estaba diciendo acerca de mí. Agarrando las indicaciones de la Señora López, corrí escaleras arriba y seguí por el pasillo del segundo piso. Cuando di vuelta a la esquina, escuché débilmente una voz femenina. Al darme cuenta de que Santana estaba hablando en su habitación, me pegué contra la pared y me deslicé hasta la puerta.
La voz se detuvo y fue reemplazada por el tono más alto de Chris. —No lo sé. Ella se ve bien para una chica, supongo —puse los ojos ante el comentario y me acerqué más—. Su cabello es un poco largo, más largo que los hombros, y es rizado en la parte inferior. Es del color del, eh, sol.
¿Sol? Eso era nuevo. Nunca me había gustado mucho mi pelo. No era ni rojo ni marrón y tampoco podía decidir si ser rizado o liso. Una cosa era segura: mi pelo nunca quiso cooperar. Durante años he luchado contra este usando los aerosoles más fuertes y las planchas más calientes.
¿El resultado? Me rendí y, básicamente lo dejo que haga lo que quiera.
—¿Qué pasa con sus ojos? —Preguntó con una voz calmada que no había usado conmigo.
—¡No lo sé, Santana! —Se quejó Chris.
—¿Ella está bien? ¡Tienes que darme algo mejor para seguir que eso! —Gruñó.
Sonreí. Eso me gustaba más.
—Muy bien. Voy a ver —se quejó el niño—. Es probable que ella esté aquí arriba, de todos modos.
—¡No! ¡Espera! —Gritó Santana.
Como dudaba mucho de la capacidad de Chris para escuchar a nadie, me precipité hacia abajo al pasillo, dando la vuelta en la esquina, y rápidamente colocándome en la escalera como si acabara de hacerlo. Al momento siguiente, mi sospecha se confirmó cuando me encontró jadeando, con un apretón de muerte sobre la barandilla. Me lanzó una mirada como si pensara que estaba loca y me preguntó: —¿Qué te pasa?
Tragué saliva y solté :—¡Nada!
Chris enarcó las cejas. —Está bien. —Y entrecerró los ojos para conseguir una buena vista de mis ojos. Después desapareció por el pasillo para informarle a su hermana del color azul oscuro que había visto.
Poco a poco fui regresando a la habitación de Santana, por lo que Chris estaba saliendo antes de que la alcanzara. El chico tenía el aplomo de silbar casualmente mientras caminaba pasándome, pero resistí la tentación de tirarle mi zapato. Encontré a Santana yaciendo tranquilamente en su cama como si no hubiera hecho nada desde que me fui. Dando dos saltos entré en su cuarto, aterrizando, con un rebote, en una posición sentada en el borde de su cama.
Las entradas son importantes.
Sorprendida, abrió la boca y su cabeza se volteó para encararme. —¿Qué?
Dije con falso entusiasmo. —Tu mamá está en la planta baja, así que supongo que podríamos perder el tiempo... —fue el turno de Santana de mirarme como si estuviera loca, pero al menos sabía que estaba escuchando— ... O podemos ir a alguna parte.
Soltó una risa corta, sin sentido del humor y dijo con sarcasmo. —Suena muy bien.
¿Por qué no solo podía seguir la corriente? Crucé mis brazos y dije: —Sabes, Santana,
esto es simplemente patético. ¿Cuándo fue la última vez que dejaste tu casa?
Su rostro se endureció ante mis palabras y escupió —Soy patética. Sí, gracias por la inyección de moral. Lo puedo decir por qué mi madre te está pagando tanto como a su psiquiatra.
Sentí una familiar ducha fría de vergüenza, pero me la sacudí y respondí: —Bueno, si ella va a conseguir el valor de su dinero, mejor salimos al camino. —Me puse de pie y la observé. Deseaba poder verla sin sus gafas, así podría decir lo que estaba pensando.
Hubo un largo, largo momento de incómodo silencio. Casi me desmayé de aguantar la respiración. Entonces Santana se bajó bruscamente de la cama y se levantó. Dudé, preguntándome si me dejaría llevarla, pero ella comenzó a caminar por su cuenta, con una mano extendida. Me moví a un lado y la seguí mientras avanzaba por el pasillo. Cuando llegó cerca del rellano, pregunté: —Entonces, ¿estás bien con las escaleras? —¡¿Montones y montones de escalones girando en un círculo?!
—He bajado estas escaleras un millón de veces. —Dijo Santana de mal humor y comenzó su descenso. Agarró con fuerza la barandilla y probó la distancia de cada escalón con el pie, pero hizo su propio camino hacia abajo. Me asustó casi hasta la muerte, pero lo hizo. ¿Si esta fuera yo? Si yo fuera ciega... hombre, no habría sido una bonita vista en esas escaleras.
Una vez que ella y yo estuvimos en frente de mi Camry, sonreí con orgullo a mi carrito y proclamé, tanto a este como a ella: —¡Estamos aquí! —Antes de abrir la puerta del pasajero.
Sintiendo a lo largo el marco de la puerta, Santana fue capaz de deslizarse en el interior. Cerré la puerta y me apresuré alrededor hasta mi lado. Di la llave en el encendido e inmediatamente la voz de Sting fluyó de los altavoces.
—¿Qué estás escuchando? —Gritó sobre la música.
Sonreí con malicia. ¡Una dosis de educación musical viene en camino!
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Esto me gusta :D
Cada cuánto vas a actualizar? No creo poder esperar tanto para el próximo cap!
Cada cuánto vas a actualizar? No creo poder esperar tanto para el próximo cap!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
muy bueno , me gusta mucho, espero tu actualizacion. no sabes como me gusta el nombre del fic.
marthagr81@yahoo.es-*-* - Mensajes : 3589
Fecha de inscripción : 26/09/2013
Edad : 42
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Ola interesante historia... Cada cuanto actualizaras???
Saludos
Saludos
evean********- - Mensajes : 791
Fecha de inscripción : 24/06/2013
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
super interesante, me gustaria saber con que regularidad actualizaras por favor!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
jajaj me encanta el informante de San!!!
Veremos como sigue!!
saludos
Veremos como sigue!!
saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Ohhh que buena es esta historia!! Ya quiero otro cap!*-*
Susii********-*- - Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Hola! Para los que preguntan, tal vez actualice dos o tres veces por semana. La historia solo tiene 15 capítulos mas el epilogo, así que no creo tardar mucho. Que tengan lindas fiestas!!! xx
— Este es Sting, cuando estaba en la banda The Police, en los años 70. Ya sabes, ¿Roxanne, Every Breath You Take? Y luego se lanzó como solista en los 80… —Miré a ver si Santana estaba escuchando, pero sus manos estaban ocupadas inspeccionando mi coche. Se detuvo, probablemente dándose cuenta del estado realmente lamentable, de la profunda espuma desgarrada de su asiento. Era una herida de guerra que un poste de un espantapájaros que mi mamá impulsivamente quiso liberar le había hecho. En serio.
Cuando mi Camry voló sobre un bache, Santana se apoyó contra la puerta.
Yo me reí. —Vamos, te has montado en un coche antes.
—Este no es un coche —refunfuñó—. Así es como uno se siente cuando Chris rueda escaleras abajo sus Hot Wheels.
—Ah, ¿sí? Bueno, ¿qué tipo de coche tienes?
Eh, probablemente no era una buena pregunta, me di cuenta después de que las palabras habían salido de mi boca.
—Que genial terapeuta eres. —Dijo con sarcasmo. Vi cómo su rostro se oprimió y me preguntaba si la había empujado demasiado.
Sin esperar otra respuesta, volví a mirar a la carretera y me sorprendí cuando dijo en voz baja. —Un Mercedes-Benz Cabriolet.
No tenía ni idea de lo que era, pero igual sonaba caro. Solté: —Debe ser agradable.
Sacudió la cabeza y replicó: —Ni siquiera lo conoces.
—Hey, no tenía la intención de… —Empecé, pero Santana se volvió hacia la ventana.
Sintiéndome incómoda con la música, apagué a Sting y viajamos en un silencio incómodo. No demasiado pronto, vi un gran cartel que se cernía sobre una colina. En grandes y cursivas letras, proclamaba: Establos Legacy. La carretera estaba llena de árboles y daban paso a acres de exuberante vegetación. La hierba estaba bloqueada por vallas de madera blanca y rodeada de caminos de viruta de madera. Más allá de todo esto, los establos de color azul pálido se dibujaban contra el cielo.
Entré en el aparcamiento y apagué el motor. Mientras me quitaba mi cinturón de seguridad, sentí la atención de Santana en mí. Empujé un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras preguntaba: —¿Dónde estamos?
Dudé y luego lo solté: —En Establos Legacy.
Se volvió hacia mí y juro que me estaba viendo. Dijo fríamente: —No.
Miré alrededor del estacionamiento. Sólo había otros dos coches. Crucé mis dedos y mentí. —Oye, no hay nadie aquí. Sólo vamos a pretender que es un parque y nos sentamos en la hierba o algo así.
Santana frunció el ceño, incrédula. —¿Nadie? ¿En un domingo?
Hice una mueca, pero ¿cómo iba a saber la diferencia?
—Nop.
Mientras ella salía de mi coche, me apresuré a su alrededor y me paré frente a ella. —Espera —al escuchar mi voz, Santana ajustó sus pasos para no caminar hacia mí. Una vez más, me coloqué delante de ella y esta vez presioné mi mano contra su pecho. Saltó al contacto y se detuvo, como esperaba que hiciera. Le dije—: Oye, tenemos que resolver esto. Quiero decir, es práctico para ti que me utilices; puedo verlo y tú no puedes.
Entendiéndome, Santana se cruzó de brazos. —No pienso sostener tu mano.
Rodé mis ojos. Quería gritar ¡Sí, bueno, no estoy atraída por ti tampoco! En cambio, espeté: —¿Puedes soportar agarrar mi brazo?
Me pareció ver una breve sonrisa en sus labios. —Muy bien.
Hice mi brazo en forma de L y le agarre la mano extendida. Su mano se sintió caliente cuando sus dedos se envolvieron alrededor de mi bícep izquierdo, ligeramente por encima de mi codo. Agradecida de que no podía ver mi cara roja, di un paso hacia adelante. Hubo un momento incómodo cuando su brazo se sacudió en mi movimiento; luego nos emparejamos a un mismo ritmo. Pero, oh me sentía extraña. ¿Qué tipo de chica tenía a una tipa sosteniendo su brazo? Honestamente.
Caminamos por el estacionamiento y por la hierba. Me desvié de la acera que conducía a los establos y me fui paralelo a una cerca blanca, subiendo por una suave pendiente. Me detuve en la parte superior de la pequeña colina, que dominaba una amplia pradera. Santana quitó su mano de mi brazo y me dejé caer sobre la hierba. Vaciló antes de dejarse caer junto a mí.
Yací en mi espalda y suspiré mientras miraba hacia el cielo azul. El sol había decidido salir, después de todo. —Esto es agradable.
Santana se incorporó sobre sus codos. —Es mejor que mi habitación, lo reconozco.
Me di la vuelta a un costado, para estar frente a ella. Alentada por su tono relajado, dije: —Sabes, he oído a tu hermano describiéndome. No hizo un buen trabajo.
Dio una breve carcajada. —Así que, descríbete a ti misma.
No había nada que odiara más que hablar de mí misma. —Uff, no.
—Bueno, algunas personas no pueden. —Santana asintió con la cabeza con aire de suficiencia.
La fulminé con la mirada. —Bueno, me voy a describir: Soy una chica. Allí tienes. Tu turno.
—Vamos a ver... Era la campeona de salto de obstáculos. Tenía la vida que todos querían. Pero lo perdí todo, pieza por pieza, y ahora incluso mis viejos amigos no me llaman porque soy una perdedora.
Tal vez esa era una mala pregunta.
—Oh. Uhm, tu familia parece agradable —le dije—. Bueno, no he conocido a tu papá.
Santana empujó sus gafas de sol hacia arriba en su nariz y simplemente dijo: —Tal vez porque murió el año pasado.
Yo: 0 Santana: 2.
Mi mente estaba en blanco por lo que ricé mis dedos en la hierba.
—Yo… yo, lo siento.
El silencio, mi archi enemiga, regresó. Bailaba alrededor, haciendo muecas hacia mí, hasta que me sentí completamente incómoda. De repente, oí los sonidos de cascos acercándose y mi corazón empezó a latir con ellos. Vi la cara de Santana ponerse pálida con el entendimiento. Se volvió hacia mí, su voz estaba tensa. —¡Tienes que ocultarme!
Di un grito ahogado. —¿Qué?
—¡Cúbreme!
Cuando me congelé en confusión, su mano agarró mi brazo y me empujó toscamente encima de ella. Me cortó la respiración y tensé mis manos contra el suelo justo a tiempo para evitar que mi cabeza chocara con la suya. Porque estaba a escasos centímetros por encima de ella, mi cabello caía en cascada hacia abajo alrededor de su rostro. Pude ver el pánico de mis ojos reflejados en sus lentes oscuros.
Oí al caballo parar cerca de la cerca de abajo. El jinete, obviamente mirándonos, murmuró algo como: —Búsquense una habitación —y luego gritó—: ¡Oye, esto es propiedad privada! ¡Pueden hacerlo en otro lugar!
Sentí que Santana despachó a la persona y, después de un momento de tensión, el golpeteo del casco retrocedió. El aliento caliente de Santana rozaba mi piel. Olía como una mezcla embriagadora de canela y sándalo. Un extraño temblor recorrió mi espina dorsal y caí en cuenta de lo cerca que mi rostro estaba del suyo. Luego me quedé sin aliento cuando me empujó fuera de ella y mi espalda golpeó el suelo.
Ella gruñó. —¡Eso seguramente no parecía como nadie! Esa era Dani Whitton. A ella le encantará, nada mejor que antes del ensayo, decirle a todos sus pequeños amigos en Clarence cómo me encontró: ―¡Realmente es ciega! ¡Incluso estaba siendo conducido por los alrededores por una chica!
Espera... ¿ensayo? La curiosidad me sacó de mi vergüenza. —¿Estás por graduarte?
—Sí, el próximo viernes —Santana dio una risa sin sentido del humor—. En otras palabras, estaba corta de algunos créditos, pero bien sea mamá les compró a todos los miembros del concejo escolar nuevos Beemers y, voilá, obtengo un diploma. Ese es mi mundo —se puso de pie—, y me voy a casa.
Mientras que Santana se elevaba por encima de mí, esperé que se fuera adelante, pero no lo hizo. Me tomó un segundo entender por qué: no podía encontrar el coche. Ella estaba allí de pie, totalmente indignada, pero no podía irse. A mis ojos, de repente pareció menos imponente. Me levanté y me di cuenta que era más baja que yo.
Sintiéndome en poder, di un paso atrás cuando ella extendió su mano y dije: —En mi mundo, te agradecería que lo pidieras.
—Oh, ¿esto no es suficiente? —Santana hizo gestos hacia los pastos vacíos y luego en el espacio entre nosotras—. ¿Todo esto no es suficiente? ¿Crees que voy a rogarte que me lleves a casa?
Dije con severidad: —Creo que podrías manejar tratarme como una persona.
—¡Eres una empleada! —espetó—. Mi madre te paga, ¿recuerdas?
Suspiré y rodé mis ojos; parecía que no íbamos a poder escapar de esa cosa del dinero. —Sí, lo recuerdo —atrapé su mano agitándose y me volví hacia el estacionamiento—. Vamos.
* * *
Me detuve en la casa de los López y sin decir palabra me dirigí a la puerta del pasajero. El viaje de vuelta transcurrió sin incidentes, frío y silencioso, pero sin incidentes. El viento se había levantado, por lo que fui capaz de enfocar mi atención en mantener mi pequeño coche en la carretera. Mientras caminábamos a la casa, pensé que era extraño que pareciera que estábamos caminando juntas, cuando sentía que estábamos a kilómetros de distancia. Me preguntaba cuánto tiempo iban a durar los próximos meses; a este ritmo, tardarían un milenio.
Chris estaba inclinado sobre la baranda en el pasillo de entrada. Él sonrió con picardía a mi cara agria y preguntó: —¿Qué clase de perro lazarillo eres?
—Cállate. —Espetó Santana y soltó mi brazo para subir las escaleras.
Sintiendo el peligroso estado de ánimo de su hermana, Chris huyó a su habitación. Sonreí ante esto y me volví para irme, cuando me encontré con la Sra. López de pie delante de mí. Presioné mis labios en una gran sonrisa y dije alegremente: —¡Oh, hola! ¡Está de vuelta, todo en una sola pieza!
—Sí, sí lo está —su cara se deslizó a una mirada de preocupación mientras miraba hacia arriba—. Bueno, supongo que te necesitaremos el jueves. Supongo que Santana no te mencionó…
—¿El ensayo? —Completé.
El rostro de la Sra. López se iluminó. —¿Te lo dijo?
En pocas palabras. —Sí, lo hizo.
—¡Eso es maravilloso! Por lo tanto, ¿si podrías estar aquí en torno a las seis y media? Vestida semi-formal —miró brevemente a mis vaqueros rotos—. Es Clarence.
Mi sonrisa flaqueó. —Ah, cierto.
Grayfield, Illinois contenía sólo dos escuelas secundarias. La principal, Clarence, era una escuela privada para ricos que se jactaban de tener a los adolescentes más ricos en el área. Carecían de números, teniendo sólo unos pocos de cientos de estudiantes en total, pero orgullosamente proclamaban cómo esto resultaba en una ―clase de tamaño íntimo‖. La secundaria tomaba la propaganda al corazón y se sentían orgullosos de sus pulidos confines y altas puntuaciones en las pruebas y el estado de la tecnología de punta... pero eso no viene al caso.
La segunda escuela, la escuela pública, mi escuela, era la Secundaria Grayfield. Contábamos con una decoración de los años 70, algunos tantos libros de texto actualizados, y, si nada más y nada menos que, ¡cientos de estudiantes! No estaba afectada por alguna ilusión de que mi escuela fuera perfecta, pero a veces disfrutaba de las cosas un poco de época. Quiero decir, ¿qué puedo decir? Mi madre es una hippie. Si no fuera por mi padre, habría sido llamada Rainbow Sunchild.
##
Amaba las cosas de época, sin embargo, no podía evitar odiar la cafetería de mi escuela de un desagradable color naranja-y-color mostaza cuando caminaba a través de ella al día siguiente. Puse mi ensalada y mi soda en una mesa de madera de imitación, y me dejé caer en una silla de plástico frente a Quinn Frabray. Había conocido a Quinn desde que teníamos doce años y usábamos tirantes. Sabía que yo nunca había tenido una novia por más de dos semanas y yo sabía que ella nunca había puesto un pie fuera del estado de Illinois.
Eso es un nexo.
Piqué mi lechuga marrón. —Entonces, ¿cómo fue tu fin de semana?
Quinn sacudió su cabeza y rebotó sus rizos rojos. —Oh, está bien. Finn y yo fuimos a ver la nueva película de miedo, ¿sabes esa de la muñeca? —Finn era el novio de Quinn. Era un tipo decente, aunque un poco en el lado lento. Se había graduado el año pasado y estaba trabajando su camino a través de la escuela técnica—. Oye, te llamé el sábado; tu mamá probablemente olvidó decirte. Ella dijo que estabas en una entrevista. ¿Cómo te fue?
Me encogí de hombros. —Bien. Bueno, me dieron el trabajo, pero hay una trampa.
—¿Sí? —su hamburguesa terminó a mitad de camino entre su boca y el aire—. ¿Qué?
Traté de contener mi sonrisa porque sabía que iba a enloquecer. —Es una chica de nuestra edad.
—¿En serio? ¡De ninguna manera! ¿Por qué sus padres te contratarían? —Quinn pausó, pensándolo—. Espera, ¿está caliente? — Pregunto a modo de broma, sabiendo que a mi me gustan las chicas. La miré y ella me miró de vuelta—. Britt...
—¿Qué? —Pregunté.
—Brittany Susan Pierce —se inclinó hacia adelante, viéndose realmente preocupada—, estás ruborizaba.
Golpeé mi soda abajo un poco demasiado fuerte y salpicó sobre la mesa. Solté: —¡Es ciega!
—¿Lo es… realmente? ¿Así que tú eres, como, su enfermera? —Movió sus cejas sugestivamente. A veces me pregunto por qué es mi amiga.
—¡Cállate, Quinn! ¡No es así!
—Así que ella es...tu sabes, de tu equipo. —Pregunto con una sonrisa boba.
—No lo se, tal vez le pregunte cuando la vea. — Le conteste sarcásticamente, aunque me picaba la duda de que lo fuera. Probablemente no.
Ella se rió de mí. —¿Cómo es?
Suspiré y limpié el desastre con una servilleta. —Es rica y su mamá me está pagando para que la ayude… la lleve a lugares. El jueves la voy a llevar a su ensayo.
La boca de Quinn cayó abierta. —¡Apestas! ¿Te está pagando para que salgas con una actriz?
—¡No! —rodé mis ojos—. Es un ensayo para su graduación en Clarence.
—Supongo que los pequeños Clarencientes saldrán temprano —se quejó—. No querrán llegar tarde a la casa de la playa en Florida.
—No son tan malos. —Le dije a la defensiva.
—Dime eso después de reunirte con ellos —sus ojos verdes se trabaron en mí—. Espera. ¿Cuánto dijiste que te están pagando?
Rápidamente forcé un tenedor lleno de comida dentro de mi boca y murmuré la ofensiva cifra: —Veinte dólares por hora.
—¡A-já! No es de extrañar que no sean tan malos. —Rió victoriosa antes de realmente comprender lo que había dicho.
Dándose cuenta, su rostro casi se cae. —¿Veinte dólares la hora? Hombre, es mejor que encuentres alguna manera de matar el tiempo con… ¿cómo se llama?
—Santana.
—¡Santana! Quédate con ella, si quieres —Quinn drásticamente estrechó una mano sobre su corazón—. Te digo esto como tu mejor amiga quien quiere desesperadamente que tengas una habitación junto a ella el próximo año para que no termine durmiendo junto a una psicópata. Y, Britt, estás sonrojándote de nuevo.
La fulminé con la mirada
—No todo el mundo puede ser la próxima famosa tocadora de oboe del mundo —dijo, refiriéndose a su propia erudición y razón por la que iba a Evanston—. Puede que tengas que hacer sacrificios... como besar a una chica caliente.
Ignore su último comentario. —Quinn, no hay ningún famoso tocador de oboe.
—Muérdete la lengua. Sintoniza la Orquesta para nosotros —Quinn retomó su hamburguesa y masticó cuidadosamente—. Pero, sobre el jueves, ¿no es la Semana de Sam?
Me cubrí la cara con mis manos. ¡Tenía razón! ¡Era la Semana de Sam! ¿Cómo podía olvidarlo? Sam se fue de casa cuando yo tenía la edad de Chris, así que básicamente había sido criada como hija única; para gran disgusto de Quinn, quien era la número tres de cuatro niñas. Cada año, en la semana aniversario de su partida, la cual Quinn y yo llamábamos ―Semana de Sam‖ mi mamá establece un lugar especial en la cena para ella cada noche.
Me llevé el cabello detrás de mis orejas y empecé: —No me he perdido una cena de Sam en diez años. Qué sería de una sola…
Quinn me interrumpió: —En serio, Brittany, ¡tu mamá va a enloquecer! Tienes la misma edad que Sam tenía cuando se fue. Piensa en ello.
—¡Lo sé! —Gemí y contemplé los cuadros de asbesto del techo.
—¿Hay alguna forma de que puedas comer y seguir haciendo lo del ensayo? —Ofreció.
Suspiré. —Se supone que debo estar en casa de los López a las seis y media y solemos comer a las seis.
Quinn se echó a reír y miró a mi plato casi lleno de ensalada. Gritó por encima del timbre de salida: —¡Mejor que trabajes en tus habilidades para atiborrarte!
Capítulo 3
— Este es Sting, cuando estaba en la banda The Police, en los años 70. Ya sabes, ¿Roxanne, Every Breath You Take? Y luego se lanzó como solista en los 80… —Miré a ver si Santana estaba escuchando, pero sus manos estaban ocupadas inspeccionando mi coche. Se detuvo, probablemente dándose cuenta del estado realmente lamentable, de la profunda espuma desgarrada de su asiento. Era una herida de guerra que un poste de un espantapájaros que mi mamá impulsivamente quiso liberar le había hecho. En serio.
Cuando mi Camry voló sobre un bache, Santana se apoyó contra la puerta.
Yo me reí. —Vamos, te has montado en un coche antes.
—Este no es un coche —refunfuñó—. Así es como uno se siente cuando Chris rueda escaleras abajo sus Hot Wheels.
—Ah, ¿sí? Bueno, ¿qué tipo de coche tienes?
Eh, probablemente no era una buena pregunta, me di cuenta después de que las palabras habían salido de mi boca.
—Que genial terapeuta eres. —Dijo con sarcasmo. Vi cómo su rostro se oprimió y me preguntaba si la había empujado demasiado.
Sin esperar otra respuesta, volví a mirar a la carretera y me sorprendí cuando dijo en voz baja. —Un Mercedes-Benz Cabriolet.
No tenía ni idea de lo que era, pero igual sonaba caro. Solté: —Debe ser agradable.
Sacudió la cabeza y replicó: —Ni siquiera lo conoces.
—Hey, no tenía la intención de… —Empecé, pero Santana se volvió hacia la ventana.
Sintiéndome incómoda con la música, apagué a Sting y viajamos en un silencio incómodo. No demasiado pronto, vi un gran cartel que se cernía sobre una colina. En grandes y cursivas letras, proclamaba: Establos Legacy. La carretera estaba llena de árboles y daban paso a acres de exuberante vegetación. La hierba estaba bloqueada por vallas de madera blanca y rodeada de caminos de viruta de madera. Más allá de todo esto, los establos de color azul pálido se dibujaban contra el cielo.
Entré en el aparcamiento y apagué el motor. Mientras me quitaba mi cinturón de seguridad, sentí la atención de Santana en mí. Empujé un mechón de pelo detrás de mi oreja mientras preguntaba: —¿Dónde estamos?
Dudé y luego lo solté: —En Establos Legacy.
Se volvió hacia mí y juro que me estaba viendo. Dijo fríamente: —No.
Miré alrededor del estacionamiento. Sólo había otros dos coches. Crucé mis dedos y mentí. —Oye, no hay nadie aquí. Sólo vamos a pretender que es un parque y nos sentamos en la hierba o algo así.
Santana frunció el ceño, incrédula. —¿Nadie? ¿En un domingo?
Hice una mueca, pero ¿cómo iba a saber la diferencia?
—Nop.
Mientras ella salía de mi coche, me apresuré a su alrededor y me paré frente a ella. —Espera —al escuchar mi voz, Santana ajustó sus pasos para no caminar hacia mí. Una vez más, me coloqué delante de ella y esta vez presioné mi mano contra su pecho. Saltó al contacto y se detuvo, como esperaba que hiciera. Le dije—: Oye, tenemos que resolver esto. Quiero decir, es práctico para ti que me utilices; puedo verlo y tú no puedes.
Entendiéndome, Santana se cruzó de brazos. —No pienso sostener tu mano.
Rodé mis ojos. Quería gritar ¡Sí, bueno, no estoy atraída por ti tampoco! En cambio, espeté: —¿Puedes soportar agarrar mi brazo?
Me pareció ver una breve sonrisa en sus labios. —Muy bien.
Hice mi brazo en forma de L y le agarre la mano extendida. Su mano se sintió caliente cuando sus dedos se envolvieron alrededor de mi bícep izquierdo, ligeramente por encima de mi codo. Agradecida de que no podía ver mi cara roja, di un paso hacia adelante. Hubo un momento incómodo cuando su brazo se sacudió en mi movimiento; luego nos emparejamos a un mismo ritmo. Pero, oh me sentía extraña. ¿Qué tipo de chica tenía a una tipa sosteniendo su brazo? Honestamente.
Caminamos por el estacionamiento y por la hierba. Me desvié de la acera que conducía a los establos y me fui paralelo a una cerca blanca, subiendo por una suave pendiente. Me detuve en la parte superior de la pequeña colina, que dominaba una amplia pradera. Santana quitó su mano de mi brazo y me dejé caer sobre la hierba. Vaciló antes de dejarse caer junto a mí.
Yací en mi espalda y suspiré mientras miraba hacia el cielo azul. El sol había decidido salir, después de todo. —Esto es agradable.
Santana se incorporó sobre sus codos. —Es mejor que mi habitación, lo reconozco.
Me di la vuelta a un costado, para estar frente a ella. Alentada por su tono relajado, dije: —Sabes, he oído a tu hermano describiéndome. No hizo un buen trabajo.
Dio una breve carcajada. —Así que, descríbete a ti misma.
No había nada que odiara más que hablar de mí misma. —Uff, no.
—Bueno, algunas personas no pueden. —Santana asintió con la cabeza con aire de suficiencia.
La fulminé con la mirada. —Bueno, me voy a describir: Soy una chica. Allí tienes. Tu turno.
—Vamos a ver... Era la campeona de salto de obstáculos. Tenía la vida que todos querían. Pero lo perdí todo, pieza por pieza, y ahora incluso mis viejos amigos no me llaman porque soy una perdedora.
Tal vez esa era una mala pregunta.
—Oh. Uhm, tu familia parece agradable —le dije—. Bueno, no he conocido a tu papá.
Santana empujó sus gafas de sol hacia arriba en su nariz y simplemente dijo: —Tal vez porque murió el año pasado.
Yo: 0 Santana: 2.
Mi mente estaba en blanco por lo que ricé mis dedos en la hierba.
—Yo… yo, lo siento.
El silencio, mi archi enemiga, regresó. Bailaba alrededor, haciendo muecas hacia mí, hasta que me sentí completamente incómoda. De repente, oí los sonidos de cascos acercándose y mi corazón empezó a latir con ellos. Vi la cara de Santana ponerse pálida con el entendimiento. Se volvió hacia mí, su voz estaba tensa. —¡Tienes que ocultarme!
Di un grito ahogado. —¿Qué?
—¡Cúbreme!
Cuando me congelé en confusión, su mano agarró mi brazo y me empujó toscamente encima de ella. Me cortó la respiración y tensé mis manos contra el suelo justo a tiempo para evitar que mi cabeza chocara con la suya. Porque estaba a escasos centímetros por encima de ella, mi cabello caía en cascada hacia abajo alrededor de su rostro. Pude ver el pánico de mis ojos reflejados en sus lentes oscuros.
Oí al caballo parar cerca de la cerca de abajo. El jinete, obviamente mirándonos, murmuró algo como: —Búsquense una habitación —y luego gritó—: ¡Oye, esto es propiedad privada! ¡Pueden hacerlo en otro lugar!
Sentí que Santana despachó a la persona y, después de un momento de tensión, el golpeteo del casco retrocedió. El aliento caliente de Santana rozaba mi piel. Olía como una mezcla embriagadora de canela y sándalo. Un extraño temblor recorrió mi espina dorsal y caí en cuenta de lo cerca que mi rostro estaba del suyo. Luego me quedé sin aliento cuando me empujó fuera de ella y mi espalda golpeó el suelo.
Ella gruñó. —¡Eso seguramente no parecía como nadie! Esa era Dani Whitton. A ella le encantará, nada mejor que antes del ensayo, decirle a todos sus pequeños amigos en Clarence cómo me encontró: ―¡Realmente es ciega! ¡Incluso estaba siendo conducido por los alrededores por una chica!
Espera... ¿ensayo? La curiosidad me sacó de mi vergüenza. —¿Estás por graduarte?
—Sí, el próximo viernes —Santana dio una risa sin sentido del humor—. En otras palabras, estaba corta de algunos créditos, pero bien sea mamá les compró a todos los miembros del concejo escolar nuevos Beemers y, voilá, obtengo un diploma. Ese es mi mundo —se puso de pie—, y me voy a casa.
Mientras que Santana se elevaba por encima de mí, esperé que se fuera adelante, pero no lo hizo. Me tomó un segundo entender por qué: no podía encontrar el coche. Ella estaba allí de pie, totalmente indignada, pero no podía irse. A mis ojos, de repente pareció menos imponente. Me levanté y me di cuenta que era más baja que yo.
Sintiéndome en poder, di un paso atrás cuando ella extendió su mano y dije: —En mi mundo, te agradecería que lo pidieras.
—Oh, ¿esto no es suficiente? —Santana hizo gestos hacia los pastos vacíos y luego en el espacio entre nosotras—. ¿Todo esto no es suficiente? ¿Crees que voy a rogarte que me lleves a casa?
Dije con severidad: —Creo que podrías manejar tratarme como una persona.
—¡Eres una empleada! —espetó—. Mi madre te paga, ¿recuerdas?
Suspiré y rodé mis ojos; parecía que no íbamos a poder escapar de esa cosa del dinero. —Sí, lo recuerdo —atrapé su mano agitándose y me volví hacia el estacionamiento—. Vamos.
* * *
Me detuve en la casa de los López y sin decir palabra me dirigí a la puerta del pasajero. El viaje de vuelta transcurrió sin incidentes, frío y silencioso, pero sin incidentes. El viento se había levantado, por lo que fui capaz de enfocar mi atención en mantener mi pequeño coche en la carretera. Mientras caminábamos a la casa, pensé que era extraño que pareciera que estábamos caminando juntas, cuando sentía que estábamos a kilómetros de distancia. Me preguntaba cuánto tiempo iban a durar los próximos meses; a este ritmo, tardarían un milenio.
Chris estaba inclinado sobre la baranda en el pasillo de entrada. Él sonrió con picardía a mi cara agria y preguntó: —¿Qué clase de perro lazarillo eres?
—Cállate. —Espetó Santana y soltó mi brazo para subir las escaleras.
Sintiendo el peligroso estado de ánimo de su hermana, Chris huyó a su habitación. Sonreí ante esto y me volví para irme, cuando me encontré con la Sra. López de pie delante de mí. Presioné mis labios en una gran sonrisa y dije alegremente: —¡Oh, hola! ¡Está de vuelta, todo en una sola pieza!
—Sí, sí lo está —su cara se deslizó a una mirada de preocupación mientras miraba hacia arriba—. Bueno, supongo que te necesitaremos el jueves. Supongo que Santana no te mencionó…
—¿El ensayo? —Completé.
El rostro de la Sra. López se iluminó. —¿Te lo dijo?
En pocas palabras. —Sí, lo hizo.
—¡Eso es maravilloso! Por lo tanto, ¿si podrías estar aquí en torno a las seis y media? Vestida semi-formal —miró brevemente a mis vaqueros rotos—. Es Clarence.
Mi sonrisa flaqueó. —Ah, cierto.
Grayfield, Illinois contenía sólo dos escuelas secundarias. La principal, Clarence, era una escuela privada para ricos que se jactaban de tener a los adolescentes más ricos en el área. Carecían de números, teniendo sólo unos pocos de cientos de estudiantes en total, pero orgullosamente proclamaban cómo esto resultaba en una ―clase de tamaño íntimo‖. La secundaria tomaba la propaganda al corazón y se sentían orgullosos de sus pulidos confines y altas puntuaciones en las pruebas y el estado de la tecnología de punta... pero eso no viene al caso.
La segunda escuela, la escuela pública, mi escuela, era la Secundaria Grayfield. Contábamos con una decoración de los años 70, algunos tantos libros de texto actualizados, y, si nada más y nada menos que, ¡cientos de estudiantes! No estaba afectada por alguna ilusión de que mi escuela fuera perfecta, pero a veces disfrutaba de las cosas un poco de época. Quiero decir, ¿qué puedo decir? Mi madre es una hippie. Si no fuera por mi padre, habría sido llamada Rainbow Sunchild.
##
Amaba las cosas de época, sin embargo, no podía evitar odiar la cafetería de mi escuela de un desagradable color naranja-y-color mostaza cuando caminaba a través de ella al día siguiente. Puse mi ensalada y mi soda en una mesa de madera de imitación, y me dejé caer en una silla de plástico frente a Quinn Frabray. Había conocido a Quinn desde que teníamos doce años y usábamos tirantes. Sabía que yo nunca había tenido una novia por más de dos semanas y yo sabía que ella nunca había puesto un pie fuera del estado de Illinois.
Eso es un nexo.
Piqué mi lechuga marrón. —Entonces, ¿cómo fue tu fin de semana?
Quinn sacudió su cabeza y rebotó sus rizos rojos. —Oh, está bien. Finn y yo fuimos a ver la nueva película de miedo, ¿sabes esa de la muñeca? —Finn era el novio de Quinn. Era un tipo decente, aunque un poco en el lado lento. Se había graduado el año pasado y estaba trabajando su camino a través de la escuela técnica—. Oye, te llamé el sábado; tu mamá probablemente olvidó decirte. Ella dijo que estabas en una entrevista. ¿Cómo te fue?
Me encogí de hombros. —Bien. Bueno, me dieron el trabajo, pero hay una trampa.
—¿Sí? —su hamburguesa terminó a mitad de camino entre su boca y el aire—. ¿Qué?
Traté de contener mi sonrisa porque sabía que iba a enloquecer. —Es una chica de nuestra edad.
—¿En serio? ¡De ninguna manera! ¿Por qué sus padres te contratarían? —Quinn pausó, pensándolo—. Espera, ¿está caliente? — Pregunto a modo de broma, sabiendo que a mi me gustan las chicas. La miré y ella me miró de vuelta—. Britt...
—¿Qué? —Pregunté.
—Brittany Susan Pierce —se inclinó hacia adelante, viéndose realmente preocupada—, estás ruborizaba.
Golpeé mi soda abajo un poco demasiado fuerte y salpicó sobre la mesa. Solté: —¡Es ciega!
—¿Lo es… realmente? ¿Así que tú eres, como, su enfermera? —Movió sus cejas sugestivamente. A veces me pregunto por qué es mi amiga.
—¡Cállate, Quinn! ¡No es así!
—Así que ella es...tu sabes, de tu equipo. —Pregunto con una sonrisa boba.
—No lo se, tal vez le pregunte cuando la vea. — Le conteste sarcásticamente, aunque me picaba la duda de que lo fuera. Probablemente no.
Ella se rió de mí. —¿Cómo es?
Suspiré y limpié el desastre con una servilleta. —Es rica y su mamá me está pagando para que la ayude… la lleve a lugares. El jueves la voy a llevar a su ensayo.
La boca de Quinn cayó abierta. —¡Apestas! ¿Te está pagando para que salgas con una actriz?
—¡No! —rodé mis ojos—. Es un ensayo para su graduación en Clarence.
—Supongo que los pequeños Clarencientes saldrán temprano —se quejó—. No querrán llegar tarde a la casa de la playa en Florida.
—No son tan malos. —Le dije a la defensiva.
—Dime eso después de reunirte con ellos —sus ojos verdes se trabaron en mí—. Espera. ¿Cuánto dijiste que te están pagando?
Rápidamente forcé un tenedor lleno de comida dentro de mi boca y murmuré la ofensiva cifra: —Veinte dólares por hora.
—¡A-já! No es de extrañar que no sean tan malos. —Rió victoriosa antes de realmente comprender lo que había dicho.
Dándose cuenta, su rostro casi se cae. —¿Veinte dólares la hora? Hombre, es mejor que encuentres alguna manera de matar el tiempo con… ¿cómo se llama?
—Santana.
—¡Santana! Quédate con ella, si quieres —Quinn drásticamente estrechó una mano sobre su corazón—. Te digo esto como tu mejor amiga quien quiere desesperadamente que tengas una habitación junto a ella el próximo año para que no termine durmiendo junto a una psicópata. Y, Britt, estás sonrojándote de nuevo.
La fulminé con la mirada
—No todo el mundo puede ser la próxima famosa tocadora de oboe del mundo —dijo, refiriéndose a su propia erudición y razón por la que iba a Evanston—. Puede que tengas que hacer sacrificios... como besar a una chica caliente.
Ignore su último comentario. —Quinn, no hay ningún famoso tocador de oboe.
—Muérdete la lengua. Sintoniza la Orquesta para nosotros —Quinn retomó su hamburguesa y masticó cuidadosamente—. Pero, sobre el jueves, ¿no es la Semana de Sam?
Me cubrí la cara con mis manos. ¡Tenía razón! ¡Era la Semana de Sam! ¿Cómo podía olvidarlo? Sam se fue de casa cuando yo tenía la edad de Chris, así que básicamente había sido criada como hija única; para gran disgusto de Quinn, quien era la número tres de cuatro niñas. Cada año, en la semana aniversario de su partida, la cual Quinn y yo llamábamos ―Semana de Sam‖ mi mamá establece un lugar especial en la cena para ella cada noche.
Me llevé el cabello detrás de mis orejas y empecé: —No me he perdido una cena de Sam en diez años. Qué sería de una sola…
Quinn me interrumpió: —En serio, Brittany, ¡tu mamá va a enloquecer! Tienes la misma edad que Sam tenía cuando se fue. Piensa en ello.
—¡Lo sé! —Gemí y contemplé los cuadros de asbesto del techo.
—¿Hay alguna forma de que puedas comer y seguir haciendo lo del ensayo? —Ofreció.
Suspiré. —Se supone que debo estar en casa de los López a las seis y media y solemos comer a las seis.
Quinn se echó a reír y miró a mi plato casi lleno de ensalada. Gritó por encima del timbre de salida: —¡Mejor que trabajes en tus habilidades para atiborrarte!
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Ya quiero leer como va eso del ensayo:s
Quiero otro cap!!:cc
Feliz año!!
Quiero otro cap!!:cc
Feliz año!!
Susii********-*- - Mensajes : 902
Fecha de inscripción : 06/01/2015
Edad : 25
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
hay que entender a santana y brittany no es muy considerada que se diga, a ver que pasa en ese dichoso ensayo!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Lindo ,lindo veremos como sigue!!!
Saludos y feliz año nuevo! !!!
Saludos y feliz año nuevo! !!!
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Tenía que ser demasiado perfecto como para que siguieras actualizando esos días que dijiste -.-"
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
cierto, estas a tiempo de tener la delicadeza de avisar que no lo seguiras para no perder el tiempo buscando una actualizacion que nunca llegara. Gracias.
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
JAJAJAJAJA' Take it easy amigas. Bueno si les interesa el libro se llama "His eyes" de Reneé Cárter o algo así pero evidentemente es un libro heterosexual.
Por cierto, muy mal que no sigan las adaptaciones, neta decepcionan. 3
Por cierto, muy mal que no sigan las adaptaciones, neta decepcionan. 3
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 26
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
iFannyGleek escribió:JAJAJAJAJA' Take it easy amigas. Bueno si les interesa el libro se llama "His eyes" de Reneé Cárter o algo así pero evidentemente es un libro heterosexual.
Por cierto, muy mal que no sigan las adaptaciones, neta decepcionan. 3
Quién habló de dejar de seguir las adaptaciones?
Pero has de saber que es un poco cansado escribirle y animarle para que al final no haga nada -.-
Decepciona ella "amiga" no yo!
Mi humilde opinión :3
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Elita no me habéis entendido. Yo me refería a que por qué la gente que publica las adaptaciones no las continúa subiendo. Eso es lo que me decepciona. Yo no me meto a en cuanto a lo que tú te refieres, pienso lo mismo tu.
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 26
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Si no recuerdo mal, no he dicho que voy a dejar de actualizar la historia. No he tenido el tiempo ya que estoy ayudando a mi hermana a organizar su baby-shower que sera esta semana. Se que es desesperante esperar las actualizaciones y lo siento :( Aquí les dejo dos capítulos que pude adaptar ayer.
Capítulo 4
Querido Sam, estoy segura de que ni siquiera has recibido mi última carta todavía,
pero sólo quiero hacerte saber que estás arruinando mi vida. Otra vez. No, de verdad.
¿Sabes que obtuve ese trabajo genial? Bueno, necesito ir pero no puedo por culpa de tu
cena. Ya sabes, de las que te he hablado… las que mamá hace para ti. La mejor
solución que he encontrado con esto es tratar de apresurar la comida. Quiero decir, ¿qué
familia es tan disfuncional que no puede comer, por ejemplo, media hora antes de tiempo? No
contestes eso. Así que, si has decidido que es hora de ser agradable con tu pequeña hermana,
aparece. Esta noche. Con amor, Brittany.
Mi auto chilló mientras lo puse en la pequeña entrada de nuestra casa. Casi me engañé a mí misma en creer que mamá sería firme en el trabajo en la cocina. Abrí la puerta del frente, tiré mi bolso en la dirección general de mi habitación, empecé a buscarla. Bueno, definitivamente no estaba en la cocina. Grité su nombre, a lo que no debería esperar respuesta. Ella tendía a perder la noción del tiempo, especialmente cuando la necesitaba para hacer algo.
Me dirigí a nuestro patio trasero, que no era un patio trasero típico. Mi mamá, en su estado no-al-trabajo, tuvo tiempo para construir su propio Edén personal. Literalmente. El patio no era grande, pero tenía toda clase de plantas. Hice mi camino a través del laberinto verde, siendo cuidadosa de caminar sobre tan pocos pétalos como fuera posible. Finalmente, encontré a mi mamá agachada detrás de un rosal. Estaba tarareando, alisando la tierra con sus manos, y sin tener ninguna idea de que yo estaba detrás de ella.
No había manera de que no la asustara cuando estaba en su pequeño mundo propio, así que simplemente grité: —¡Mamá!
Ella saltó. Usando su mano cubierta de tierra como un escudo contra el sol, miró hacia arriba con sus ojos verde jade y una sonrisa. —Hola, cariño. Bienvenida a casa. Estaba plantando algunos bulbos de tulipanes nuevos cerca de los arbustos. No creo que tengamos suficientes de estos floreciendo este año, ¿verdad?
Me encogí de hombros. —No sé. Hey, estaba pensando en hacer espagueti y salsa de tomate para cenar. ¿Qué piensa?
—Seguro. Eso es dulce, querer hacer la cena para tu hermano —mi estómago se apretó, odiaba cuando hablaba así. Hizo un ademan con su mano—. ¿Por qué no revisas por allí? Quizás haya algunos tomates que puedas usar para la salsa.
¿Salsa de tomate a partir de cero? De ninguna manera. —Sabes, mamá, creo que papá compró un tarro de Prego…
Mamá me miró como si hubiera pisado una mariposa. —¡Brittany Susan! Todos esos conservadores…
—Estará bien, mamá —declaré—. ¡Sólo por una comida! Usaré el espagueti orgánico…
Ella frunció el ceño y alejó su cabello grisáceo de su rostro. —Supongo, pero si Sam viene y no le gusta…
—Entonces haré algo más. ¡Lo juro! —rápidamente besé su frente caliente por el sol y me moví de vuelta a la casa—. ¡Gracias!
Apresuradamente puse una olla de agua sobre la estufa para que empezara a hervir y vacié la salsa en un sartén. La comida era tan fácil de preparar, que imaginé que podría estar lista para las 5:30 p.m., cuando papá usualmente llegaba a casa. Incluso piqué algunos pedazos de ajo y los puse en la salsa, esperando aplacar a mamá. Justo cuando pensé que estaría bien, mamá entró a la cocina. —¡Mira! ¡Encontré algunas fresas maduras! ¡Podemos hacer una tarta!
Honestamente.
***
Para el momento en que papá caminó a través de la puerta, la cocina era un desastre de harina y rojo jugo de fresa. Lo admito, la casa estaba empezando a oler delicioso, ¡pero necesitaba irme pronto! Escuché a papá dejar caer su maletín sobre el linóleo. Entró a la cocina, sus ojos azules sonriendo ante mi facha, y se inclinó sobre una de las sillas de la cocina. Se quitó su corbata y respiró profundamente. —¿Qué están haciendo mis chicas?
Envolvió sus manos alrededor de la cintura de mi mamá y quitó con un beso el azúcar morena de su mejilla. Ella rió. —Estamos haciendo espagueti y tarta de fresa. Ya sabes, es la favorita de Sam.
Una mirada de dolor barrió los rasgos de mi papá, pero su sonrisa retornó. —¡Genial!
Ver a mis padres parados allí, habría parecido como una pareja extraña; él en un traje negro de negocios y ella en un kurta blanco con pantalones palazzo. El misterio, sin embargo, terminaba allí. Él se había graduado en una licenciatura en inglés, con la intención de convertirse en el siguiente Robert Frost, pero las cosas no habían salido como lo planeado. Las cuentas y Sam llegaron, así que papá fue a la escuela de leyes. Una vez me dijo que hizo lo que tenía que hacer, pero todavía trabaja pro bono cada vez que puede. Mi papá es el mejor, no es que yo sea parcial o algo así.
—Mamá, ¿Cuándo crees que estará lista la tarta?
—Oh, no lo sé —se inclinó contra papá—. Tal vez a las seis y quince.
Justo cuando debería estar yéndome. Perfecto.
Me dirigí a mi habitación para buscar algo de ropa ―semi formal acordé con los larencienses. Mi habitación era, sin nada más, mi refugio. Las paredes estaban pintadas de un tranquilizador lavanda, con los más recientes garabatos de nubes de mi mamá. Del techo colgaban esferas de vidrio. El resto del espacio en la pequeña habitación era ocupado por mi confortable cama de tamaño completo.
Después de diez minutos de rebuscar en mi armario, regresé a la cocina. Me puse una falda campesina y una blusa, semi casual, ¿correcto? Estaba emocionada de ver que mi mamá estaba sirviendo el espagueti. Le arrebaté un plato de la mano, me senté, e inmediatamente empecé a meter la comida en mi boca.
Papá rió. —¿Tienes una cita caliente o algo así?
Sentí que mi cara se ponía caliente mientras hablaba alrededor del espagueti. —Uhm, ten-go que —tragué—, hacer de niñera.
—¿Cómo es Santana? —Mamá sacó una, hasta ahora, no vista ensalada gigante del refrigerador.
Literalmente, me atraganté ante la idea de tratar de tomar tres platos. Después de una corta tos, respondí: —Ella es genial; todo es genial.
Papá frunció el ceño escépticamente mientras tomaban sus asientos en la mesa. —¿Por qué te pusiste una falda?
—Oh, uh —tragué saliva—. ¿Quiero lucir bonita?
Él levantó una ceja. —Espera… ¿la chica que estás viendo realmente es de tu edad?
—Uhm —rápidamente alcancé las pinzas de la ensalada y puse una pila de verduras en mi plato—, sí. ¿No te lo dijo mamá?
Papá le dio a mamá una mirada exasperada y refunfuñó. —Pensé que estaba bromeando.
—Creo que es más como una novia. —Dijo ella con un guiño. A mis padres nunca les ha incomodado el tema de mi sexualidad. Eso es bueno. Aveces…
Rodé mis ojos y rápidamente puse mi ensalada a un lado, así podría poner un pedazo de la humeante tarta de fresa en mi plato. —Realmente, ni siquiera somos amigas. Yo simplemente… —hice gestos con mi tenedor en el aire, esforzándome por una definición de mi extraño trabajo—. Trato de que ella haga cosas… que deje su casa. Y su mamá me paga.
Papá frunció el ceño, tratando de entender lo que quería decir. —Así que, ¿es una solitaria?
—No. Bueno… —me detuve y empujé un pedazo de tarta en mi boca; inmediatamente lamenté la decisión cuando la jalea caliente se adhirió a mis encías. Haciendo una mueca, tomé agua e intenté de nuevo—. Es una clase de solitaria ahora, pero no solía serlo. No creo.
—¿Y no te están pagando para salir con ella? —Preguntó papá firmemente.
—¡No! —reí y salté cuando mi móvil empezó a vibrar en mi bolsillo. No tenía que revisar la pantalla LCD para saber que la Sra. López estaba llamándome para ver por qué iba tarde. Bajando mi tenedor, dije—: Escuchen, realmente tengo que irme; ya voy tarde.
—¡Brittany Susan! —jadeó mamá—. ¡Todavía no hemos tomado el postre! ¿Qué si Sam viene?
—¿Puedes decirle que puede tomar el resto del mío? —ofrecí tímidamente. Mi teléfono vibró otra vez mientras retrocedía de la mesa. Miré a mi papá por apoyo—. ¿De acuerdo?
Papá suspiró y se frotó la frente, dividido entre una mirada de dolor en la cara de su esposa y la lógica de que la probabilidad de que Sam apareciera para los últimos diez minutos de la cena era virtualmente cero. Me dio un asentimiento sutil, que mamá no notó entre sus lágrimas. Asentí de vuelta, transmitiendo mi agradecimiento no verbalmente, y salí de la casa.
***
Momentos después, estaba en mi auto, zumbando hacia la casa de los López. Estaba feliz de que papá hubiera estado de mi lado en todo este asunto de Sam y la cena, pero la visión de mi mamá llorando todavía me hacía sentir enferma. Puse mis débiles altavoces al máximo. Había encontrado una cinta de casete de Queen en el suelo de mi habitación, honestamente, algunas cosas simplemente aparecían allí.
Sin sorpresa, la puerta estaba abierta y esperando por mí cuando llegué. Tragué saliva, saltando fuera de mi auto sin revisar el reloj. Ascendí los escalones y miré, cuando la puerta se abrió, Marly estaba parada en la entrada. Ya tenía su pijama Care Bear manteniendo una raída manta amarilla colgada sobre su hombro. Me miró con ojos brillantes; obviamente podía sentir que había algo de entusiasmo digno al irse a la cama más tarde.
Caminé dentro del vestíbulo, me incliné y pregunté. —¿Dónde está tu hermana?
Parpadeó y señaló hacia la escalera de caracol.
Me giré para ver a Santana bajando las escaleras con su mano sobre el hombro de Chris. Ella lucía, bueno, realmente bien. Esto era lo mejor en semi formal. Llevaba puesto un traje color negro que llegaba hasta sus rodillas, con un sencillo escote en la parte de al frente. Las gafas de sol negras y su cabello estaba ligeramente peinado. Su cabeza estaba en mi dirección y me sonrojé conscientemente, sintiendo como si me estuviera mirando directamente, aunque eso era imposible.
Chris se inclinó hacia el oído de su hermana y susurró ruidosamente. —¡Parece que piensa que eres linda!
En ese momento me di cuenta de las señales que Chris ha estado mostrando de que hay una mínima posibilidad de que a Santana le gusten las chicas. Solo una mínima posibilidad.
—¡Cállate! —Chasqueé.
Escuchándome, Santana puso una sonrisa brillante y mi estómago se retorció extrañamente en respuesta. Bajó el escalón inferior y extendió su mano, que atrapé y presioné contra mi brazo. Mientras ajustaba su agarre, la Sra. López apareció. Nos sonrió y dijo: —Bueno, espero que las dos tengan un buen momento.
—Mamá, sólo es un ensayo. —Dijo Santana.
—Sí, mamá, no es como si fuera una cita. —Chilló Chris.
Por un momento, su madre y yo nos movimos incómodamente, no sé si era por las mismas razones; después de un recuerdo no-tan-sutil del por qué estaba allí. Di un paso hacia la puerta, tirando de Santana, y dije: —Bueno, de esta manera no tiene que velar por ella.
—Y tú obtienes un cheque de pago. —Agregó la Sra. López.
Ella y yo compartimos una risa terriblemente incómoda, y salí por la puerta con Santana. Respiré una vez estuvimos sentadas en mi auto. —Es bueno estar fuera de ese lugar, ¿uh?
—Sí —Santana se frotó la barbilla con la mano mientras traía a la vida a mi Camry—. Así que, ¿sabes cómo llegar a Clarence?
—Uh uh. —Puse mi auto en la entrada. Nunca había estado dentro, pero por ser una nativa de Grayfield, sabía la forma de llegar.
—Vamos tarde. —Dijo de manera casual. Luego estuvo en silencio y supe, simplemente supe, que estaba esperando a que le dijera por qué.
Traté de estar tranquila mientras el silencio se cerraba. Me concentré en los haces de luz rebotando sobre el camino oscuro… Escuché el suave tamborileo de la lluvia mientras empezaba a caer sobre el capó de mi auto… y, en un torrente de palabras, cedí. —¡Fue mi familia! Hace diez años, mi hermano se fue de casa. Tenía mi edad. Nunca ha regresado y, sé que suena raro, pero mamá tiene esas cenas memoriales para él que no puedo evitar. Y simplemente me fui, a pesar de que no habíamos llegado al postre.
—¿De qué estás hablando? —Interrumpió Santana.
Estúpida. Estúpida. Estúpida. ¿Por qué había abierto mi boca? Había dicho demasiado.
Traté de cubrir mi vómito de palabras. —De nada.
Santana se giró hacia mí. —No, eso fue algo. ¿Algo sobre tu hermano y el postre?
Ella realmente sentía curiosidad o era una mentirosa muy convincente. Sacudí mi cabeza, preguntándome cómo podría explicarlo. —Mi familia está loca.
—Mi familia… no sabes la mitad de eso. —Dio una pequeña risa.
¿Qué? ¿Alguien no fue aceptado en Harvard? Respondí poco convincente: —¿Oh, de
verdad?
Cambiando descaradamente de tema, Santana dijo: —Probablemente deberías saberlo, nunca hubo una declaración oficial.
Fruncí el ceño. —¿Uh?
—Una declaración oficial al cuerpo estudiantil de Clarence —suspiró—, de lo que me sucedió.
—¡¿Nunca les dijiste nada?!
Ella dijo con desdén: —Bueno, Clarence no es una escuela muy grande y mi madre conoce a personas en el consejo estudiantil…
—Dejarlo en manos del molino de rumores… esa es siempre la manera de proceder. —Me burlé.
—Oh, ellos son profesionales.
Encontré la entrada a Clarence, que estaba marcada por una letra dorada enorme. Mi auto rechinó cuando me giré hacia el aparcamiento. Inmediatamente estuve enfrentada a la comprensión de que parecía poseer, entre los casi cuarenta autos más, el único vehículo que valía menos de $50.000. Cuidadosamente deslicé mi Camry entre un Hummer y un Ferrari.
Santana y yo caminamos alrededor de Clarence sobre una acera bordeada con arbustos bien cuidados y sin una sola maleza. Por las luces del aparcamiento, podía ver que el cemento sorpresivamente estaba vacío de colillas de cigarrillo o incluso viejas bolas de goma de mascar, a diferencia de mi escuela. Giramos por la esquina, hacia el frente de la escuela, y jadeé ante la vista. La secundaria Clarence era hermosa en un estilo gótico, un edificio impresionante de cantería gris. En el medio del avance circular, había un pequeño parque de dos viejos robles y una estatua de mármol de una pantera, la mascota de la escuela.
Mientras nos acercábamos a las pesadas puertas de la entrada, una limosina negra chirrió al detenerse en la entrada. La puerta del auto se abrió y pude escuchar a una chica gritando: —¿Podrías regresar en una hora? No puedo imaginarlos alargando esto por más tiempo —la rubia subió y nos miró brevemente, antes de centrarse en ajustar su falda ceñida—. ¿No están felices de que casi termine? —miró hacia arriba de nuevo, por más tiempo, y su boca se abrió—. ¡¿Santana?!
Ella asintió en su dirección y yo moví mis pies incómodamente.
—¡Oh Dios Mío! ¡Estás aquí! —jadeó y luego me miró, levantando una ceja ante mi falda campesina—. ¿Quién eres tú?
—Soy Brittany Pierce. —Extendí mi mano y traté de sonreír.
—Dani Whitton —sacudió mi mano herméticamente y sonrió con una sonrisa perfectamente falsa—. Es un placer.
Podía decir por el brillo en sus ojos que tenía un millón de preguntas que quería hacerme, pero Santana dijo: —Ya llegamos tarde. Deberíamos entrar.
—Tienes razón. —La arrastré hacia adelante.
Dani abrió la puerta y dijo: —Bueno, estoy segura de que hablaremos más tarde, Brittany. —Antes de precipitarse al interior.
Entramos en un pasillo largo con una alfombra azul marino. Alfombra, ¿qué secundaria tiene alfombras? Seguro, no eran mullidas, pero aún así era antinatural. Las paredes estaban abolladas con cientos de placas a la excelencia en varios deportes y excelencia académica. Más abajo el pasillo se oscurecía, y pude ver casilleros pintados de granate con puertas de madera cerradas. De verdad, el lugar me recordaba más a una oficina que a una escuela.
La mano de Santana inesperadamente se deslizó de mi brazo a envolver mi cintura. Temblé cuando respiró en mi oreja. —Sólo finge.
Oh, podía hacer eso. Espera… ¿qué estaba fingiendo?
No tuve oportunidad de responder. Había estado siguiendo a Dani a la distancia, así que cuando giró una esquina y entró en una sala a la derecha, yo también lo hice. Tan pronto como entramos, todo el mundo en el interior se giró a mirarnos.
Me sentí atravesar todos los tonos de rojo mientras Santana me acercaba más. Y luego supe qué estábamos fingiendo tan claramente como si me lo hubiera dicho: estábamos dejando que sus compañeros de clase reconocieran que ella no estaba ciega, que había estado en alguna misteriosa aventura con una chica misteriosa. Yo, el apoyo.
Capítulo 4
Querido Sam, estoy segura de que ni siquiera has recibido mi última carta todavía,
pero sólo quiero hacerte saber que estás arruinando mi vida. Otra vez. No, de verdad.
¿Sabes que obtuve ese trabajo genial? Bueno, necesito ir pero no puedo por culpa de tu
cena. Ya sabes, de las que te he hablado… las que mamá hace para ti. La mejor
solución que he encontrado con esto es tratar de apresurar la comida. Quiero decir, ¿qué
familia es tan disfuncional que no puede comer, por ejemplo, media hora antes de tiempo? No
contestes eso. Así que, si has decidido que es hora de ser agradable con tu pequeña hermana,
aparece. Esta noche. Con amor, Brittany.
Mi auto chilló mientras lo puse en la pequeña entrada de nuestra casa. Casi me engañé a mí misma en creer que mamá sería firme en el trabajo en la cocina. Abrí la puerta del frente, tiré mi bolso en la dirección general de mi habitación, empecé a buscarla. Bueno, definitivamente no estaba en la cocina. Grité su nombre, a lo que no debería esperar respuesta. Ella tendía a perder la noción del tiempo, especialmente cuando la necesitaba para hacer algo.
Me dirigí a nuestro patio trasero, que no era un patio trasero típico. Mi mamá, en su estado no-al-trabajo, tuvo tiempo para construir su propio Edén personal. Literalmente. El patio no era grande, pero tenía toda clase de plantas. Hice mi camino a través del laberinto verde, siendo cuidadosa de caminar sobre tan pocos pétalos como fuera posible. Finalmente, encontré a mi mamá agachada detrás de un rosal. Estaba tarareando, alisando la tierra con sus manos, y sin tener ninguna idea de que yo estaba detrás de ella.
No había manera de que no la asustara cuando estaba en su pequeño mundo propio, así que simplemente grité: —¡Mamá!
Ella saltó. Usando su mano cubierta de tierra como un escudo contra el sol, miró hacia arriba con sus ojos verde jade y una sonrisa. —Hola, cariño. Bienvenida a casa. Estaba plantando algunos bulbos de tulipanes nuevos cerca de los arbustos. No creo que tengamos suficientes de estos floreciendo este año, ¿verdad?
Me encogí de hombros. —No sé. Hey, estaba pensando en hacer espagueti y salsa de tomate para cenar. ¿Qué piensa?
—Seguro. Eso es dulce, querer hacer la cena para tu hermano —mi estómago se apretó, odiaba cuando hablaba así. Hizo un ademan con su mano—. ¿Por qué no revisas por allí? Quizás haya algunos tomates que puedas usar para la salsa.
¿Salsa de tomate a partir de cero? De ninguna manera. —Sabes, mamá, creo que papá compró un tarro de Prego…
Mamá me miró como si hubiera pisado una mariposa. —¡Brittany Susan! Todos esos conservadores…
—Estará bien, mamá —declaré—. ¡Sólo por una comida! Usaré el espagueti orgánico…
Ella frunció el ceño y alejó su cabello grisáceo de su rostro. —Supongo, pero si Sam viene y no le gusta…
—Entonces haré algo más. ¡Lo juro! —rápidamente besé su frente caliente por el sol y me moví de vuelta a la casa—. ¡Gracias!
Apresuradamente puse una olla de agua sobre la estufa para que empezara a hervir y vacié la salsa en un sartén. La comida era tan fácil de preparar, que imaginé que podría estar lista para las 5:30 p.m., cuando papá usualmente llegaba a casa. Incluso piqué algunos pedazos de ajo y los puse en la salsa, esperando aplacar a mamá. Justo cuando pensé que estaría bien, mamá entró a la cocina. —¡Mira! ¡Encontré algunas fresas maduras! ¡Podemos hacer una tarta!
Honestamente.
***
Para el momento en que papá caminó a través de la puerta, la cocina era un desastre de harina y rojo jugo de fresa. Lo admito, la casa estaba empezando a oler delicioso, ¡pero necesitaba irme pronto! Escuché a papá dejar caer su maletín sobre el linóleo. Entró a la cocina, sus ojos azules sonriendo ante mi facha, y se inclinó sobre una de las sillas de la cocina. Se quitó su corbata y respiró profundamente. —¿Qué están haciendo mis chicas?
Envolvió sus manos alrededor de la cintura de mi mamá y quitó con un beso el azúcar morena de su mejilla. Ella rió. —Estamos haciendo espagueti y tarta de fresa. Ya sabes, es la favorita de Sam.
Una mirada de dolor barrió los rasgos de mi papá, pero su sonrisa retornó. —¡Genial!
Ver a mis padres parados allí, habría parecido como una pareja extraña; él en un traje negro de negocios y ella en un kurta blanco con pantalones palazzo. El misterio, sin embargo, terminaba allí. Él se había graduado en una licenciatura en inglés, con la intención de convertirse en el siguiente Robert Frost, pero las cosas no habían salido como lo planeado. Las cuentas y Sam llegaron, así que papá fue a la escuela de leyes. Una vez me dijo que hizo lo que tenía que hacer, pero todavía trabaja pro bono cada vez que puede. Mi papá es el mejor, no es que yo sea parcial o algo así.
—Mamá, ¿Cuándo crees que estará lista la tarta?
—Oh, no lo sé —se inclinó contra papá—. Tal vez a las seis y quince.
Justo cuando debería estar yéndome. Perfecto.
Me dirigí a mi habitación para buscar algo de ropa ―semi formal acordé con los larencienses. Mi habitación era, sin nada más, mi refugio. Las paredes estaban pintadas de un tranquilizador lavanda, con los más recientes garabatos de nubes de mi mamá. Del techo colgaban esferas de vidrio. El resto del espacio en la pequeña habitación era ocupado por mi confortable cama de tamaño completo.
Después de diez minutos de rebuscar en mi armario, regresé a la cocina. Me puse una falda campesina y una blusa, semi casual, ¿correcto? Estaba emocionada de ver que mi mamá estaba sirviendo el espagueti. Le arrebaté un plato de la mano, me senté, e inmediatamente empecé a meter la comida en mi boca.
Papá rió. —¿Tienes una cita caliente o algo así?
Sentí que mi cara se ponía caliente mientras hablaba alrededor del espagueti. —Uhm, ten-go que —tragué—, hacer de niñera.
—¿Cómo es Santana? —Mamá sacó una, hasta ahora, no vista ensalada gigante del refrigerador.
Literalmente, me atraganté ante la idea de tratar de tomar tres platos. Después de una corta tos, respondí: —Ella es genial; todo es genial.
Papá frunció el ceño escépticamente mientras tomaban sus asientos en la mesa. —¿Por qué te pusiste una falda?
—Oh, uh —tragué saliva—. ¿Quiero lucir bonita?
Él levantó una ceja. —Espera… ¿la chica que estás viendo realmente es de tu edad?
—Uhm —rápidamente alcancé las pinzas de la ensalada y puse una pila de verduras en mi plato—, sí. ¿No te lo dijo mamá?
Papá le dio a mamá una mirada exasperada y refunfuñó. —Pensé que estaba bromeando.
—Creo que es más como una novia. —Dijo ella con un guiño. A mis padres nunca les ha incomodado el tema de mi sexualidad. Eso es bueno. Aveces…
Rodé mis ojos y rápidamente puse mi ensalada a un lado, así podría poner un pedazo de la humeante tarta de fresa en mi plato. —Realmente, ni siquiera somos amigas. Yo simplemente… —hice gestos con mi tenedor en el aire, esforzándome por una definición de mi extraño trabajo—. Trato de que ella haga cosas… que deje su casa. Y su mamá me paga.
Papá frunció el ceño, tratando de entender lo que quería decir. —Así que, ¿es una solitaria?
—No. Bueno… —me detuve y empujé un pedazo de tarta en mi boca; inmediatamente lamenté la decisión cuando la jalea caliente se adhirió a mis encías. Haciendo una mueca, tomé agua e intenté de nuevo—. Es una clase de solitaria ahora, pero no solía serlo. No creo.
—¿Y no te están pagando para salir con ella? —Preguntó papá firmemente.
—¡No! —reí y salté cuando mi móvil empezó a vibrar en mi bolsillo. No tenía que revisar la pantalla LCD para saber que la Sra. López estaba llamándome para ver por qué iba tarde. Bajando mi tenedor, dije—: Escuchen, realmente tengo que irme; ya voy tarde.
—¡Brittany Susan! —jadeó mamá—. ¡Todavía no hemos tomado el postre! ¿Qué si Sam viene?
—¿Puedes decirle que puede tomar el resto del mío? —ofrecí tímidamente. Mi teléfono vibró otra vez mientras retrocedía de la mesa. Miré a mi papá por apoyo—. ¿De acuerdo?
Papá suspiró y se frotó la frente, dividido entre una mirada de dolor en la cara de su esposa y la lógica de que la probabilidad de que Sam apareciera para los últimos diez minutos de la cena era virtualmente cero. Me dio un asentimiento sutil, que mamá no notó entre sus lágrimas. Asentí de vuelta, transmitiendo mi agradecimiento no verbalmente, y salí de la casa.
***
Momentos después, estaba en mi auto, zumbando hacia la casa de los López. Estaba feliz de que papá hubiera estado de mi lado en todo este asunto de Sam y la cena, pero la visión de mi mamá llorando todavía me hacía sentir enferma. Puse mis débiles altavoces al máximo. Había encontrado una cinta de casete de Queen en el suelo de mi habitación, honestamente, algunas cosas simplemente aparecían allí.
Sin sorpresa, la puerta estaba abierta y esperando por mí cuando llegué. Tragué saliva, saltando fuera de mi auto sin revisar el reloj. Ascendí los escalones y miré, cuando la puerta se abrió, Marly estaba parada en la entrada. Ya tenía su pijama Care Bear manteniendo una raída manta amarilla colgada sobre su hombro. Me miró con ojos brillantes; obviamente podía sentir que había algo de entusiasmo digno al irse a la cama más tarde.
Caminé dentro del vestíbulo, me incliné y pregunté. —¿Dónde está tu hermana?
Parpadeó y señaló hacia la escalera de caracol.
Me giré para ver a Santana bajando las escaleras con su mano sobre el hombro de Chris. Ella lucía, bueno, realmente bien. Esto era lo mejor en semi formal. Llevaba puesto un traje color negro que llegaba hasta sus rodillas, con un sencillo escote en la parte de al frente. Las gafas de sol negras y su cabello estaba ligeramente peinado. Su cabeza estaba en mi dirección y me sonrojé conscientemente, sintiendo como si me estuviera mirando directamente, aunque eso era imposible.
Chris se inclinó hacia el oído de su hermana y susurró ruidosamente. —¡Parece que piensa que eres linda!
En ese momento me di cuenta de las señales que Chris ha estado mostrando de que hay una mínima posibilidad de que a Santana le gusten las chicas. Solo una mínima posibilidad.
—¡Cállate! —Chasqueé.
Escuchándome, Santana puso una sonrisa brillante y mi estómago se retorció extrañamente en respuesta. Bajó el escalón inferior y extendió su mano, que atrapé y presioné contra mi brazo. Mientras ajustaba su agarre, la Sra. López apareció. Nos sonrió y dijo: —Bueno, espero que las dos tengan un buen momento.
—Mamá, sólo es un ensayo. —Dijo Santana.
—Sí, mamá, no es como si fuera una cita. —Chilló Chris.
Por un momento, su madre y yo nos movimos incómodamente, no sé si era por las mismas razones; después de un recuerdo no-tan-sutil del por qué estaba allí. Di un paso hacia la puerta, tirando de Santana, y dije: —Bueno, de esta manera no tiene que velar por ella.
—Y tú obtienes un cheque de pago. —Agregó la Sra. López.
Ella y yo compartimos una risa terriblemente incómoda, y salí por la puerta con Santana. Respiré una vez estuvimos sentadas en mi auto. —Es bueno estar fuera de ese lugar, ¿uh?
—Sí —Santana se frotó la barbilla con la mano mientras traía a la vida a mi Camry—. Así que, ¿sabes cómo llegar a Clarence?
—Uh uh. —Puse mi auto en la entrada. Nunca había estado dentro, pero por ser una nativa de Grayfield, sabía la forma de llegar.
—Vamos tarde. —Dijo de manera casual. Luego estuvo en silencio y supe, simplemente supe, que estaba esperando a que le dijera por qué.
Traté de estar tranquila mientras el silencio se cerraba. Me concentré en los haces de luz rebotando sobre el camino oscuro… Escuché el suave tamborileo de la lluvia mientras empezaba a caer sobre el capó de mi auto… y, en un torrente de palabras, cedí. —¡Fue mi familia! Hace diez años, mi hermano se fue de casa. Tenía mi edad. Nunca ha regresado y, sé que suena raro, pero mamá tiene esas cenas memoriales para él que no puedo evitar. Y simplemente me fui, a pesar de que no habíamos llegado al postre.
—¿De qué estás hablando? —Interrumpió Santana.
Estúpida. Estúpida. Estúpida. ¿Por qué había abierto mi boca? Había dicho demasiado.
Traté de cubrir mi vómito de palabras. —De nada.
Santana se giró hacia mí. —No, eso fue algo. ¿Algo sobre tu hermano y el postre?
Ella realmente sentía curiosidad o era una mentirosa muy convincente. Sacudí mi cabeza, preguntándome cómo podría explicarlo. —Mi familia está loca.
—Mi familia… no sabes la mitad de eso. —Dio una pequeña risa.
¿Qué? ¿Alguien no fue aceptado en Harvard? Respondí poco convincente: —¿Oh, de
verdad?
Cambiando descaradamente de tema, Santana dijo: —Probablemente deberías saberlo, nunca hubo una declaración oficial.
Fruncí el ceño. —¿Uh?
—Una declaración oficial al cuerpo estudiantil de Clarence —suspiró—, de lo que me sucedió.
—¡¿Nunca les dijiste nada?!
Ella dijo con desdén: —Bueno, Clarence no es una escuela muy grande y mi madre conoce a personas en el consejo estudiantil…
—Dejarlo en manos del molino de rumores… esa es siempre la manera de proceder. —Me burlé.
—Oh, ellos son profesionales.
Encontré la entrada a Clarence, que estaba marcada por una letra dorada enorme. Mi auto rechinó cuando me giré hacia el aparcamiento. Inmediatamente estuve enfrentada a la comprensión de que parecía poseer, entre los casi cuarenta autos más, el único vehículo que valía menos de $50.000. Cuidadosamente deslicé mi Camry entre un Hummer y un Ferrari.
Santana y yo caminamos alrededor de Clarence sobre una acera bordeada con arbustos bien cuidados y sin una sola maleza. Por las luces del aparcamiento, podía ver que el cemento sorpresivamente estaba vacío de colillas de cigarrillo o incluso viejas bolas de goma de mascar, a diferencia de mi escuela. Giramos por la esquina, hacia el frente de la escuela, y jadeé ante la vista. La secundaria Clarence era hermosa en un estilo gótico, un edificio impresionante de cantería gris. En el medio del avance circular, había un pequeño parque de dos viejos robles y una estatua de mármol de una pantera, la mascota de la escuela.
Mientras nos acercábamos a las pesadas puertas de la entrada, una limosina negra chirrió al detenerse en la entrada. La puerta del auto se abrió y pude escuchar a una chica gritando: —¿Podrías regresar en una hora? No puedo imaginarlos alargando esto por más tiempo —la rubia subió y nos miró brevemente, antes de centrarse en ajustar su falda ceñida—. ¿No están felices de que casi termine? —miró hacia arriba de nuevo, por más tiempo, y su boca se abrió—. ¡¿Santana?!
Ella asintió en su dirección y yo moví mis pies incómodamente.
—¡Oh Dios Mío! ¡Estás aquí! —jadeó y luego me miró, levantando una ceja ante mi falda campesina—. ¿Quién eres tú?
—Soy Brittany Pierce. —Extendí mi mano y traté de sonreír.
—Dani Whitton —sacudió mi mano herméticamente y sonrió con una sonrisa perfectamente falsa—. Es un placer.
Podía decir por el brillo en sus ojos que tenía un millón de preguntas que quería hacerme, pero Santana dijo: —Ya llegamos tarde. Deberíamos entrar.
—Tienes razón. —La arrastré hacia adelante.
Dani abrió la puerta y dijo: —Bueno, estoy segura de que hablaremos más tarde, Brittany. —Antes de precipitarse al interior.
Entramos en un pasillo largo con una alfombra azul marino. Alfombra, ¿qué secundaria tiene alfombras? Seguro, no eran mullidas, pero aún así era antinatural. Las paredes estaban abolladas con cientos de placas a la excelencia en varios deportes y excelencia académica. Más abajo el pasillo se oscurecía, y pude ver casilleros pintados de granate con puertas de madera cerradas. De verdad, el lugar me recordaba más a una oficina que a una escuela.
La mano de Santana inesperadamente se deslizó de mi brazo a envolver mi cintura. Temblé cuando respiró en mi oreja. —Sólo finge.
Oh, podía hacer eso. Espera… ¿qué estaba fingiendo?
No tuve oportunidad de responder. Había estado siguiendo a Dani a la distancia, así que cuando giró una esquina y entró en una sala a la derecha, yo también lo hice. Tan pronto como entramos, todo el mundo en el interior se giró a mirarnos.
Me sentí atravesar todos los tonos de rojo mientras Santana me acercaba más. Y luego supe qué estábamos fingiendo tan claramente como si me lo hubiera dicho: estábamos dejando que sus compañeros de clase reconocieran que ella no estaba ciega, que había estado en alguna misteriosa aventura con una chica misteriosa. Yo, el apoyo.
Última edición por Sophia27 el Mar Ene 12, 2016 3:46 am, editado 1 vez
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Re: [Brittana Fanfic] Sus ojos (Adaptación) [Capitulo 7] 2.2.16
Capítulo 5.
Si estuviera en mi sano juicio, me hubiera marchado en ese justo momento. Pero estaba congelada. Estábamos en una gran habitación, probablemente del tamaño de dos salones de clase juntos, y ahí estaban cerca de cincuenta estudiantes de último año de Clarence mirándome fijamente. Todos ellos estaban a nivel de Rodeo Drive, trajes elegantes y mesas redondas cubiertas —honestamente— con manteles blancos. En la parte delantera de la habitación, una
pantalla gigante estaba suspendida del techo y proyectaba lo que parecía ser su graduación. Un hombre mayor estaba de pie detrás de un podio, su puntero laser señalaba algo en la pantalla mientras él, también, me miraba fijamente.
Hice una mueca, agaché mi cabeza, y tiré de Santana hacia la mesa más cercana. Mientras me movía hacia una silla para sentarme, ella golpeó su pierna contra el asiento junto a mi lado. Quitó su mano de mi cadera y, discretamente tocando el largo de la silla, logró sentarse. En el frente de la habitación, el hombre aclaró su garganta, reclamando la atención de todos, y explicó: —Ahora, como estaba diciendo antes que la Sra. López, decidiera honrarnos a todos con su presencia, siéntense por orden alfabético. Vamos a comenzar…
Estaba distraída por el susurro de los otros estudiantes. Al principio, podía únicamente escuchar trozos y piezas. Entonces, claramente oí la voz de una chica. Me giré para ver a Dani, sentada en una mesa cercana con otras cuatro chicas. Una estaba susurrando: —Así que, estuve hablándole a esa chica que salió con Santana cuando ella era estudiante de segundo año…
¿Chica?
—De verdad, ¿Quien ―no salió con ella? —Preguntó otra.
—Tú lo hiciste, Dani. —Dijo la tercera.
Dani disparó: —Sí, pero eso fue primer año, cuando estaba caliente. Ahora mira hacia ella —todas las chicas se giraron y apresuradamente volví la cabeza hacia la pantalla—. Ella está usando lentes de sol aquí adentro. No solía tener que esforzarse tanto para ser genial.
Hey, no creo que ella se miré tan mal! No es que me este preguntando cómo se miraría sin lentes.
—¿Crees que está ciega? —Preguntó la cuarta chica.
La primera chica dijo impacientemente: —Como te dije, estaba hablando de esta chica que salió con Santana y ―ella‖ dijo que Santana quería dedicar todo su tiempo a montar en su caballo. ¿Puedes creerlo?
—Vamos —casi puede ver a Dani rodar sus ojos—. Santana y yo estuvimos siempre tonteando.
—Pero no creo que ella tuviera una cita este año —susurró otra—. Tú sabes, antes de desaparecer.
Mordí mi mejilla y mantuve mi cabeza mirando hacia el frente. Ellas estaban sólo rumoreando. Sólo rumores. ¿A quién le importa su historial de citas, de todas maneras? Si era cierto, claro. Traté de concentrarme en el Señor que estaba diciendo monótonamente: —Ahora, denle la bienvenida a nuestro Valedictorian, Mike Chang. Él dirá su discurso y sin dudas serán bienvenidas todas las críticas constructivas que puedan ofrecer. Después de todo, los discursos de Clarence tienen una historia de… —Blah. Blah.
Incapaz de resistir por más tiempo, me acerqué a Santana y susurré: —Entonces, exactamente ¿cuántas de los… —eché una mirada alrededor de la habitación sonando casual—, treinta chicos en tu clase han salido contigo?
Santana soltó un bufido. — ¿Chicos? Bueno, como sabrás no voy con ese tipo de cosas. Sólo he salido con una chica— Dijo dándole énfasis a la palabra chica, luego continuo—, era de último año, pero tuve citas con trece chicas de Clarence —respondió con facilidad—. Pero he tenido más citas, si me lo preguntas.
Fue un alivio para mí saber ese detalle sobre ella. Bueno, no sobre las citas, si no que va con las chicas. Sí, eso.
Murmuré: —Qué humilde, Romeo.
Respirando superficialmente, traté de no pensar en porqué me molestaba que ella hubiera salido con tantas chicas. Porque eso no era de mi incumbencia, ¡No lo es! Yo he tenido citas antes, aunque ni de cerca son muchas chicas… como sea.
Vagamente escuché aplausos mientras el Valedictorian, o cualquiera que sea su nombre, terminó de hablar. El hombre mayor, quien supongo era el director, reclamó su podio. —Gracias, Mike. Espero con interés tu discurso de mañana. Ahora, tendremos un breve descanso. Si tienen sed, la APM los proveerá de refrescos. En diez minutos escucharemos a las notas del Salutatorian por Sarah Tyson y luego el Cuerpo Estudiantil nos dirán sus planes para el baile después de la graduación.
Las conversaciones que había escuchado en susurros crecieron a decibeles más fuertes. Empujé mi silla de la mesa y le pregunté con forzada amabilidad: —¿Quieres algo?
Pareciendo incómoda, Santana cruzó sus brazos y dijo: —No lo sé, ¿Una coca-cola?
—De acuerdo —caminé hacia el lado de la habitación donde una mesa tenía latas de refrescos y platos con galletas. Estaba mirando los numerosos tipos de bocadillos, preguntándome cual escogería para mí, cuando sentí a alguien acercándoseme. Me giré y salté, mirando a Dani viéndome fijamente a apenas unos centímetros. Plasme una sonrisa en mi rostro—. ¡Oh, hola!
—Hola. Brittany, ¿verdad? —ella tranquilamente extendió una mano y tomó una galleta de azúcar—. Así que, ¿eres la cita de Santana?
—¿Qué? —estaba sorprendida por el atrevimiento de su pregunta—. Uh, no. Soy su… asistente.
—Oh, ¿Asistente? —Dani se inclinó más hacia mi espacio personal—. ¿Así que Santana de verdad ―es ciega? ¿O está fingiendo porque no quiere volver a la escuela?
—No lo creo —miré hacia Santana, quien parecía estar mirando hacia el espacio mientras que la habitación zumbaba a su alrededor. ¿Este era un elaborado plan para no ir a la escuela? No lo había pensado antes. Dije tentativamente—: Una vez, la miré tropezar…
Dani asintió, pero continuó hablando sobre mí. —Si yo fuera tú, me gustaría estar segura de eso. Ella podría sólo querer saltarse la escuela porque quiera evitar… a alguien —ella apartó la mirada por un segundo y sabía que se refería a sí misma—. Y ella odia la cerveza de raíz. No hay manera de que ella la beba, si pudiera ver la bebida.
Dudé, mi mano se alejó de la lata de coca-cola hacia la invitante lata de cerveza de raíz en la mesa. Ella no podría estar engañándome, entonces ¿Por qué quería descubrir su mentira? Incluso su hermano había dicho que pensaba que ella no volvería a… Mis dedos se cerraron alrededor de la cerveza de raíz y caminé de regreso hacia la mesa. Abriendo la lata, la empujé hacia su mano. Mi estomago se contrajo de anticipación mientras dije—: Aquí tienes.
La habitación se quedó en silencio, —quizás porque el Salutatorian estaba parado en el podio— cuando Santana llevó la lata a sus labios. El mundo parecía ir en cámara lenta. Miré como ella tomaba un gran trago y hacia una mueca inmediatamente. Golpeó la lata con la mesa y siseó: —¡Esto apesta! ¿Crees que fue divertido? —empujó la silla hacia atrás y se levantó—. ¡La conseguiré por mi misma!
La habitación estaba ahora con toda seguridad, completa y totalmente en silencio. Podía sentir cien ojos mirando fijamente en nuestra dirección y luego las risas comenzaron. Era horrible, fuertes carcajadas. Lo peor de todo, fue que pude ver como el ruido se reflejaba en el horrorizado rostro de Santana cuando notó que la escena la causamos nosotros. Ella dio un paso hacia adelante, con la intención de huir, pero mi silla estaba en su camino y, en un desastroso movimiento, ella cayó sobre sus rodillas.
Las suaves risas se replicaban y viajaban como ondas a través de los malvados susurros mientras me ponía a su lado. Hablé en voz baja: —Oh, no, oh no.
Sobre los susurros, escuché a Dani jadear: —Realmente es ciega.
Sintiendo mi toque, Santana alejó mi mano y gruñó: — ¡Aléjate de mí!
Vaya, me obligué a dar unos pasos hacia atrás para volver comenzar. Espera un minuto… ¡Yo no voy a comenzar otra vez desde cero! Sé que cometí un gran, grave error, pero no podía correr lejos y dejarla abatida. Con un ánimo renovado, envolví mi brazo alrededor de su cintura y la ayudé a levantarse sobre sus pies. —Vamos. Tenemos que salir de aquí.
Esta vez, ella no se resistió.
Salimos hacia el exterior, donde una ligera lluvia seguía cayendo del cielo. No sabía que decir, sin palabras la guié hacia la puerta de pasajeros. Mientras me dirigía hacia el lado del conductor, la escuché declarar en voz baja: —Me voy a casa.
Esta vez, no tenía otra elección que seguir sus palabras.
* * *
El viaje de regreso hacia la casa López fue un borrón de tenebrosa oscuridad y lluvia. Sentía como si estuviera hundiéndome en mí misma, dentro de un solitario oscuro lugar y me pregunté si era así como se sentía Santana sin su visión. Aturdida, estacioné mi auto cerca de las escaleras y ella quería salir por cuenta propia, pero se detuvo con su mano en la manija de la puerta. Dijo en una voz baja: —Mañana, tengo que estar ahí a las siete. No llegues tarde esta vez.
Con eso, salió y cerró la puerta de golpe. Me estremecí con la ráfaga de frío que entro en mi auto. La miré hasta que hizo su camino dentro de la casa; sabía, que esta noche, no querría nada más de mi ayuda. Tan pronto como vi la puerta cerrarse, me alejé de la calzada. En un movimiento en contra de la seguridad del conductor, extendí mi mano y busqué entre mi bolso mi teléfono celular. Hice la marcación rápida, y lo presione contra mi oído.
El teléfono sonó por un segundo y luego una voz familiar preguntó: —¿Hola?
—Hola, Quinn
—¿Brittany? —ella sonaba como si pensara que estuviera muriendo—. Oh mi Dios, ¿Qué va mal?
Reí temblorosamente por su tono. —Nada. Sólo arruine mi vida, eso es todo.
—¿Estás llorando?
—¿Qué? —toqué mi mejilla y me sorprendí al encontrar que estuviera mojada—.
Uh, sí.
Podía sentir como Quinn entraba en modo serio porque estaba llorando. Bueno, quizás veía muchas películas Disney, pero eso pasaba. —Dime que ocurrió.
Encendí el limpiaparabrisas de mi auto, pero no hizo nada para evitar mi visión borrosa. Con un suspiro, estacioné al lado del camino. —Bueno, trate de apresurar la cena como lo planeamos, pero no funcionó y tuve que irme…
—¿Irte de una cena de Sam? —sólo Quinn podía entender la importancia de una cosa tan aparentemente pequeña—. ¡Tu mamá debió ponerse loca!
—¡Pero eso no es lo peor! —gemí—. Llevé a Santana a esa cosa del ensayo y la mayoría de los Clarencienses no sabían incluso que era ciega. Ella puso su brazo alrededor de mí…
—Oooh. —Ella canturreó.
—Creo que ella quería que ellos pensaran, no sé, que yo era la razón por la cual se fue o algo, quiero decir, ¿Por qué aparecería de la nada con una chica, verdad?
Quinn se apresuró a salir en mi defensa. —¿Así qué va con chicas? Quiero decir, ¿Te estaba usando como un accesorio? ¡Qué imbecil!
Decidi ignorar su primera pregunta. —Bueno, los Clarencienses de verdad lo creyeron y… —Mi voz se desvaneció.
—Y, ¿Qué? —Demandó.
Ruborizada, admití: —Le di una bebida diferente para ver si estaba fingiendo ser ciega.
—Brittany, de verdad, ¿Quién fingiría algo como eso?
Cubrí mis ojos con mi mano y traté de explicarlo: —No lo sé, pero ahí estaba una chica y estaban hablando sobre que ella salió con todas esas personas y… luego ella se cayó.
Hubo un momento de silencio y entonces gritó tan fuerte que tuve que alejar el teléfono de mi cabeza. —¿Le tendiste una trampa otra vez?
—Uh, mi silla estaba… —me sequé las lagrimas que quedaban en mis mejillas—. Lo sé: Soy estúpida.
—¡Mi Dios, Britt! ¿No quieres seguir teniendo el trabajo mejor pagado en Grayfield? Por no mencionar el hecho de que ella te gusta…
—¡No!
Podía sentir a Quinn rodando sus ojos. —Sí, como sea. Pero, tú no deberías dejar que los Clarencienses te afecten. Eres mejor que eso, Britt. Te conozco. ¿Recuerdas cuando estábamos en séptimo grado y tú vestías camisas hechas de saco porque tu mamá dijo que lo hacían niños en fábricas ilegales? Tú tomas el camino largo, aunque sea difícil.
—Ja, ja. Muy divertido.
—¡Lo digo en serio! —Se quejó.
—Tienes razón. ¡No sé que estaba mal conmigo! —metí un mechón de cabello detrás de mi oreja y susurré—: ¿Crees que ella todavía esté demente?
Bufó: —¿Cómo diablos voy a saberlo? Pero ponlo de esta manera: Si yo no estuviera ciega, no estaría pidiendo que me consigan una bebida.
—Gracias, Quinn —mi corazón dolió—. Eres una gran ayuda.
—Está bien, tú necesitas un cambio de look sexy.
—Quinn, ¡Ella es ciega!
—Oye, esto va a hacer que te sientas más confiada. Confía en mí —sus hermanas comenzaron a gritar desde lejos—. Escucha, tengo que colgar. ¿Por qué no voy a verte mañana y te daré una mano?
—¡Sí! ¡Por favor! —Rogué. Quinn no era mucho mejor con la moda de lo que era yo, pero viviendo con tantas hermanas había aprendido algunas cosas. Sin su ayuda, creo que podría ir al baile sola.
Los gritos hacia Quinn porque acaparaba el teléfono se hicieron más fuertes. —Sólo un minuto —siseó y luego me dijo—:Ella estará babeando tus pies my pronto.
—No es exactamente lo que tengo en mente.
—Correcto. —Rió.
—Buenas noches, Britt.
—Buenas noches.
Apagué mi teléfono y lo arrojé de regreso dentro de mi bolsa. Quinn estaba equivocada. No quería que Santana ―gustara, gustara de mí, sólo como ella me gusta. Hasta cierto nivel. Platónico. Cualquier cosa más seria podría ser… Bueno, eso no ocurriría. Hice una pausa, cerrando mis ojos y escuchando el silencio.
Entonces encendí nuevamente el auto y lo regresé hacia el camino oscurecido y puse música de Queen.
Estaba cantando para mí misma en el momento que llegué a mi vecindario. Salí de mi auto, cruzando mis brazos contra el frío y noté que las luces del pórtico estaban encendidas. A través de las ventanas, la casa parecía oscura, a pesar de que no era tarde. Abrí la puerta principal y me deslicé dentro, tocando mi mano contra la pared para guiarme. Mientras entraba en la cocina, las luces se encendieron y parpadeé sorprendida.
Papá se sentó en una de las sillas de la cocina. Él parecía más cansado de lo que sus cincuenta años le exigían. Me preocupé por lo que iba a decirme, pero me sonrió. Tomé asiento y él hizo un además mientras me preguntó: —¿Cómo te fue esta noche?
Suspiré. —Oh, todo bien.
Asintió y frotó la línea de su frente. —Tú mamá y yo tuvimos una larga conversación esta noche. Notamos que estamos poniendo mucha presión sobre ti, todos estos años, sobre las cenas. No vamos a traer de regreso a Sam y no esperaremos a que vivas tu vida alrededor de ellas. Después de todo, el siguiente año iras a la universidad de Illinois…
Hice una mueca cuando recordé que no le había hablado sobre Evanston. Me incliné hacia adelante y dije: —No te preocupes, papá.
Sus ojos azules brillaron con certeza. —No, Brittany, ¡Hablo en serio! Aquí no vas a ser nadie especial… ¿Cómo lo llaman tú y Quinn? ―Cenas de Sam‖ —me sonrojé; nosotras siempre pensamos que mis padres no sabían acerca de nuestro apodo—. Así que, si tú quieres hacer cualquier plan para mañana en la noche, puedes ir a hacerlo.
—Hablando de eso… en realidad, se supone que debo hacer algo mañana por la noche a las siete.
—Está bien.
Me levanté y lo besé en la frente. —Te quiero papá.
Él me dio unas palmaditas en la mejilla. —Yo también te quiero.
Caminé hacia mi habitación y, con un suspiro, me lancé sobre mi cama. Saqué la carta hacia Sam que había comenzado y suavicé las arrugas con mi mano. Me detuve, mordiendo la pluma en mi boca mientras consideraba, antes de añadir en el borde la página:
P.D. No te preocupes por venir esta noche. No es como si pudieras llegar a tiempo, de todos
modos. Acabo de hablar con papá y supongo que ellos van a relajarse en las cenas. Finalmente. Es difícil de creerlo. No es que no te quiera, por supuesto que sí, pero creo que todos nosotros sabemos qué prefieres caer muerto que regresar aquí. ¡Espero que disfrutes Cali! ¡En nuestra siguiente carta, asegúrate de realmente decirme lo que estás haciendo!
Si estuviera en mi sano juicio, me hubiera marchado en ese justo momento. Pero estaba congelada. Estábamos en una gran habitación, probablemente del tamaño de dos salones de clase juntos, y ahí estaban cerca de cincuenta estudiantes de último año de Clarence mirándome fijamente. Todos ellos estaban a nivel de Rodeo Drive, trajes elegantes y mesas redondas cubiertas —honestamente— con manteles blancos. En la parte delantera de la habitación, una
pantalla gigante estaba suspendida del techo y proyectaba lo que parecía ser su graduación. Un hombre mayor estaba de pie detrás de un podio, su puntero laser señalaba algo en la pantalla mientras él, también, me miraba fijamente.
Hice una mueca, agaché mi cabeza, y tiré de Santana hacia la mesa más cercana. Mientras me movía hacia una silla para sentarme, ella golpeó su pierna contra el asiento junto a mi lado. Quitó su mano de mi cadera y, discretamente tocando el largo de la silla, logró sentarse. En el frente de la habitación, el hombre aclaró su garganta, reclamando la atención de todos, y explicó: —Ahora, como estaba diciendo antes que la Sra. López, decidiera honrarnos a todos con su presencia, siéntense por orden alfabético. Vamos a comenzar…
Estaba distraída por el susurro de los otros estudiantes. Al principio, podía únicamente escuchar trozos y piezas. Entonces, claramente oí la voz de una chica. Me giré para ver a Dani, sentada en una mesa cercana con otras cuatro chicas. Una estaba susurrando: —Así que, estuve hablándole a esa chica que salió con Santana cuando ella era estudiante de segundo año…
¿Chica?
—De verdad, ¿Quien ―no salió con ella? —Preguntó otra.
—Tú lo hiciste, Dani. —Dijo la tercera.
Dani disparó: —Sí, pero eso fue primer año, cuando estaba caliente. Ahora mira hacia ella —todas las chicas se giraron y apresuradamente volví la cabeza hacia la pantalla—. Ella está usando lentes de sol aquí adentro. No solía tener que esforzarse tanto para ser genial.
Hey, no creo que ella se miré tan mal! No es que me este preguntando cómo se miraría sin lentes.
—¿Crees que está ciega? —Preguntó la cuarta chica.
La primera chica dijo impacientemente: —Como te dije, estaba hablando de esta chica que salió con Santana y ―ella‖ dijo que Santana quería dedicar todo su tiempo a montar en su caballo. ¿Puedes creerlo?
—Vamos —casi puede ver a Dani rodar sus ojos—. Santana y yo estuvimos siempre tonteando.
—Pero no creo que ella tuviera una cita este año —susurró otra—. Tú sabes, antes de desaparecer.
Mordí mi mejilla y mantuve mi cabeza mirando hacia el frente. Ellas estaban sólo rumoreando. Sólo rumores. ¿A quién le importa su historial de citas, de todas maneras? Si era cierto, claro. Traté de concentrarme en el Señor que estaba diciendo monótonamente: —Ahora, denle la bienvenida a nuestro Valedictorian, Mike Chang. Él dirá su discurso y sin dudas serán bienvenidas todas las críticas constructivas que puedan ofrecer. Después de todo, los discursos de Clarence tienen una historia de… —Blah. Blah.
Incapaz de resistir por más tiempo, me acerqué a Santana y susurré: —Entonces, exactamente ¿cuántas de los… —eché una mirada alrededor de la habitación sonando casual—, treinta chicos en tu clase han salido contigo?
Santana soltó un bufido. — ¿Chicos? Bueno, como sabrás no voy con ese tipo de cosas. Sólo he salido con una chica— Dijo dándole énfasis a la palabra chica, luego continuo—, era de último año, pero tuve citas con trece chicas de Clarence —respondió con facilidad—. Pero he tenido más citas, si me lo preguntas.
Fue un alivio para mí saber ese detalle sobre ella. Bueno, no sobre las citas, si no que va con las chicas. Sí, eso.
Murmuré: —Qué humilde, Romeo.
Respirando superficialmente, traté de no pensar en porqué me molestaba que ella hubiera salido con tantas chicas. Porque eso no era de mi incumbencia, ¡No lo es! Yo he tenido citas antes, aunque ni de cerca son muchas chicas… como sea.
Vagamente escuché aplausos mientras el Valedictorian, o cualquiera que sea su nombre, terminó de hablar. El hombre mayor, quien supongo era el director, reclamó su podio. —Gracias, Mike. Espero con interés tu discurso de mañana. Ahora, tendremos un breve descanso. Si tienen sed, la APM los proveerá de refrescos. En diez minutos escucharemos a las notas del Salutatorian por Sarah Tyson y luego el Cuerpo Estudiantil nos dirán sus planes para el baile después de la graduación.
Las conversaciones que había escuchado en susurros crecieron a decibeles más fuertes. Empujé mi silla de la mesa y le pregunté con forzada amabilidad: —¿Quieres algo?
Pareciendo incómoda, Santana cruzó sus brazos y dijo: —No lo sé, ¿Una coca-cola?
—De acuerdo —caminé hacia el lado de la habitación donde una mesa tenía latas de refrescos y platos con galletas. Estaba mirando los numerosos tipos de bocadillos, preguntándome cual escogería para mí, cuando sentí a alguien acercándoseme. Me giré y salté, mirando a Dani viéndome fijamente a apenas unos centímetros. Plasme una sonrisa en mi rostro—. ¡Oh, hola!
—Hola. Brittany, ¿verdad? —ella tranquilamente extendió una mano y tomó una galleta de azúcar—. Así que, ¿eres la cita de Santana?
—¿Qué? —estaba sorprendida por el atrevimiento de su pregunta—. Uh, no. Soy su… asistente.
—Oh, ¿Asistente? —Dani se inclinó más hacia mi espacio personal—. ¿Así que Santana de verdad ―es ciega? ¿O está fingiendo porque no quiere volver a la escuela?
—No lo creo —miré hacia Santana, quien parecía estar mirando hacia el espacio mientras que la habitación zumbaba a su alrededor. ¿Este era un elaborado plan para no ir a la escuela? No lo había pensado antes. Dije tentativamente—: Una vez, la miré tropezar…
Dani asintió, pero continuó hablando sobre mí. —Si yo fuera tú, me gustaría estar segura de eso. Ella podría sólo querer saltarse la escuela porque quiera evitar… a alguien —ella apartó la mirada por un segundo y sabía que se refería a sí misma—. Y ella odia la cerveza de raíz. No hay manera de que ella la beba, si pudiera ver la bebida.
Dudé, mi mano se alejó de la lata de coca-cola hacia la invitante lata de cerveza de raíz en la mesa. Ella no podría estar engañándome, entonces ¿Por qué quería descubrir su mentira? Incluso su hermano había dicho que pensaba que ella no volvería a… Mis dedos se cerraron alrededor de la cerveza de raíz y caminé de regreso hacia la mesa. Abriendo la lata, la empujé hacia su mano. Mi estomago se contrajo de anticipación mientras dije—: Aquí tienes.
La habitación se quedó en silencio, —quizás porque el Salutatorian estaba parado en el podio— cuando Santana llevó la lata a sus labios. El mundo parecía ir en cámara lenta. Miré como ella tomaba un gran trago y hacia una mueca inmediatamente. Golpeó la lata con la mesa y siseó: —¡Esto apesta! ¿Crees que fue divertido? —empujó la silla hacia atrás y se levantó—. ¡La conseguiré por mi misma!
La habitación estaba ahora con toda seguridad, completa y totalmente en silencio. Podía sentir cien ojos mirando fijamente en nuestra dirección y luego las risas comenzaron. Era horrible, fuertes carcajadas. Lo peor de todo, fue que pude ver como el ruido se reflejaba en el horrorizado rostro de Santana cuando notó que la escena la causamos nosotros. Ella dio un paso hacia adelante, con la intención de huir, pero mi silla estaba en su camino y, en un desastroso movimiento, ella cayó sobre sus rodillas.
Las suaves risas se replicaban y viajaban como ondas a través de los malvados susurros mientras me ponía a su lado. Hablé en voz baja: —Oh, no, oh no.
Sobre los susurros, escuché a Dani jadear: —Realmente es ciega.
Sintiendo mi toque, Santana alejó mi mano y gruñó: — ¡Aléjate de mí!
Vaya, me obligué a dar unos pasos hacia atrás para volver comenzar. Espera un minuto… ¡Yo no voy a comenzar otra vez desde cero! Sé que cometí un gran, grave error, pero no podía correr lejos y dejarla abatida. Con un ánimo renovado, envolví mi brazo alrededor de su cintura y la ayudé a levantarse sobre sus pies. —Vamos. Tenemos que salir de aquí.
Esta vez, ella no se resistió.
Salimos hacia el exterior, donde una ligera lluvia seguía cayendo del cielo. No sabía que decir, sin palabras la guié hacia la puerta de pasajeros. Mientras me dirigía hacia el lado del conductor, la escuché declarar en voz baja: —Me voy a casa.
Esta vez, no tenía otra elección que seguir sus palabras.
* * *
El viaje de regreso hacia la casa López fue un borrón de tenebrosa oscuridad y lluvia. Sentía como si estuviera hundiéndome en mí misma, dentro de un solitario oscuro lugar y me pregunté si era así como se sentía Santana sin su visión. Aturdida, estacioné mi auto cerca de las escaleras y ella quería salir por cuenta propia, pero se detuvo con su mano en la manija de la puerta. Dijo en una voz baja: —Mañana, tengo que estar ahí a las siete. No llegues tarde esta vez.
Con eso, salió y cerró la puerta de golpe. Me estremecí con la ráfaga de frío que entro en mi auto. La miré hasta que hizo su camino dentro de la casa; sabía, que esta noche, no querría nada más de mi ayuda. Tan pronto como vi la puerta cerrarse, me alejé de la calzada. En un movimiento en contra de la seguridad del conductor, extendí mi mano y busqué entre mi bolso mi teléfono celular. Hice la marcación rápida, y lo presione contra mi oído.
El teléfono sonó por un segundo y luego una voz familiar preguntó: —¿Hola?
—Hola, Quinn
—¿Brittany? —ella sonaba como si pensara que estuviera muriendo—. Oh mi Dios, ¿Qué va mal?
Reí temblorosamente por su tono. —Nada. Sólo arruine mi vida, eso es todo.
—¿Estás llorando?
—¿Qué? —toqué mi mejilla y me sorprendí al encontrar que estuviera mojada—.
Uh, sí.
Podía sentir como Quinn entraba en modo serio porque estaba llorando. Bueno, quizás veía muchas películas Disney, pero eso pasaba. —Dime que ocurrió.
Encendí el limpiaparabrisas de mi auto, pero no hizo nada para evitar mi visión borrosa. Con un suspiro, estacioné al lado del camino. —Bueno, trate de apresurar la cena como lo planeamos, pero no funcionó y tuve que irme…
—¿Irte de una cena de Sam? —sólo Quinn podía entender la importancia de una cosa tan aparentemente pequeña—. ¡Tu mamá debió ponerse loca!
—¡Pero eso no es lo peor! —gemí—. Llevé a Santana a esa cosa del ensayo y la mayoría de los Clarencienses no sabían incluso que era ciega. Ella puso su brazo alrededor de mí…
—Oooh. —Ella canturreó.
—Creo que ella quería que ellos pensaran, no sé, que yo era la razón por la cual se fue o algo, quiero decir, ¿Por qué aparecería de la nada con una chica, verdad?
Quinn se apresuró a salir en mi defensa. —¿Así qué va con chicas? Quiero decir, ¿Te estaba usando como un accesorio? ¡Qué imbecil!
Decidi ignorar su primera pregunta. —Bueno, los Clarencienses de verdad lo creyeron y… —Mi voz se desvaneció.
—Y, ¿Qué? —Demandó.
Ruborizada, admití: —Le di una bebida diferente para ver si estaba fingiendo ser ciega.
—Brittany, de verdad, ¿Quién fingiría algo como eso?
Cubrí mis ojos con mi mano y traté de explicarlo: —No lo sé, pero ahí estaba una chica y estaban hablando sobre que ella salió con todas esas personas y… luego ella se cayó.
Hubo un momento de silencio y entonces gritó tan fuerte que tuve que alejar el teléfono de mi cabeza. —¿Le tendiste una trampa otra vez?
—Uh, mi silla estaba… —me sequé las lagrimas que quedaban en mis mejillas—. Lo sé: Soy estúpida.
—¡Mi Dios, Britt! ¿No quieres seguir teniendo el trabajo mejor pagado en Grayfield? Por no mencionar el hecho de que ella te gusta…
—¡No!
Podía sentir a Quinn rodando sus ojos. —Sí, como sea. Pero, tú no deberías dejar que los Clarencienses te afecten. Eres mejor que eso, Britt. Te conozco. ¿Recuerdas cuando estábamos en séptimo grado y tú vestías camisas hechas de saco porque tu mamá dijo que lo hacían niños en fábricas ilegales? Tú tomas el camino largo, aunque sea difícil.
—Ja, ja. Muy divertido.
—¡Lo digo en serio! —Se quejó.
—Tienes razón. ¡No sé que estaba mal conmigo! —metí un mechón de cabello detrás de mi oreja y susurré—: ¿Crees que ella todavía esté demente?
Bufó: —¿Cómo diablos voy a saberlo? Pero ponlo de esta manera: Si yo no estuviera ciega, no estaría pidiendo que me consigan una bebida.
—Gracias, Quinn —mi corazón dolió—. Eres una gran ayuda.
—Está bien, tú necesitas un cambio de look sexy.
—Quinn, ¡Ella es ciega!
—Oye, esto va a hacer que te sientas más confiada. Confía en mí —sus hermanas comenzaron a gritar desde lejos—. Escucha, tengo que colgar. ¿Por qué no voy a verte mañana y te daré una mano?
—¡Sí! ¡Por favor! —Rogué. Quinn no era mucho mejor con la moda de lo que era yo, pero viviendo con tantas hermanas había aprendido algunas cosas. Sin su ayuda, creo que podría ir al baile sola.
Los gritos hacia Quinn porque acaparaba el teléfono se hicieron más fuertes. —Sólo un minuto —siseó y luego me dijo—:Ella estará babeando tus pies my pronto.
—No es exactamente lo que tengo en mente.
—Correcto. —Rió.
—Buenas noches, Britt.
—Buenas noches.
Apagué mi teléfono y lo arrojé de regreso dentro de mi bolsa. Quinn estaba equivocada. No quería que Santana ―gustara, gustara de mí, sólo como ella me gusta. Hasta cierto nivel. Platónico. Cualquier cosa más seria podría ser… Bueno, eso no ocurriría. Hice una pausa, cerrando mis ojos y escuchando el silencio.
Entonces encendí nuevamente el auto y lo regresé hacia el camino oscurecido y puse música de Queen.
Estaba cantando para mí misma en el momento que llegué a mi vecindario. Salí de mi auto, cruzando mis brazos contra el frío y noté que las luces del pórtico estaban encendidas. A través de las ventanas, la casa parecía oscura, a pesar de que no era tarde. Abrí la puerta principal y me deslicé dentro, tocando mi mano contra la pared para guiarme. Mientras entraba en la cocina, las luces se encendieron y parpadeé sorprendida.
Papá se sentó en una de las sillas de la cocina. Él parecía más cansado de lo que sus cincuenta años le exigían. Me preocupé por lo que iba a decirme, pero me sonrió. Tomé asiento y él hizo un además mientras me preguntó: —¿Cómo te fue esta noche?
Suspiré. —Oh, todo bien.
Asintió y frotó la línea de su frente. —Tú mamá y yo tuvimos una larga conversación esta noche. Notamos que estamos poniendo mucha presión sobre ti, todos estos años, sobre las cenas. No vamos a traer de regreso a Sam y no esperaremos a que vivas tu vida alrededor de ellas. Después de todo, el siguiente año iras a la universidad de Illinois…
Hice una mueca cuando recordé que no le había hablado sobre Evanston. Me incliné hacia adelante y dije: —No te preocupes, papá.
Sus ojos azules brillaron con certeza. —No, Brittany, ¡Hablo en serio! Aquí no vas a ser nadie especial… ¿Cómo lo llaman tú y Quinn? ―Cenas de Sam‖ —me sonrojé; nosotras siempre pensamos que mis padres no sabían acerca de nuestro apodo—. Así que, si tú quieres hacer cualquier plan para mañana en la noche, puedes ir a hacerlo.
—Hablando de eso… en realidad, se supone que debo hacer algo mañana por la noche a las siete.
—Está bien.
Me levanté y lo besé en la frente. —Te quiero papá.
Él me dio unas palmaditas en la mejilla. —Yo también te quiero.
Caminé hacia mi habitación y, con un suspiro, me lancé sobre mi cama. Saqué la carta hacia Sam que había comenzado y suavicé las arrugas con mi mano. Me detuve, mordiendo la pluma en mi boca mientras consideraba, antes de añadir en el borde la página:
P.D. No te preocupes por venir esta noche. No es como si pudieras llegar a tiempo, de todos
modos. Acabo de hablar con papá y supongo que ellos van a relajarse en las cenas. Finalmente. Es difícil de creerlo. No es que no te quiera, por supuesto que sí, pero creo que todos nosotros sabemos qué prefieres caer muerto que regresar aquí. ¡Espero que disfrutes Cali! ¡En nuestra siguiente carta, asegúrate de realmente decirme lo que estás haciendo!
Sophia27** - Mensajes : 80
Fecha de inscripción : 08/01/2014
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» FanFic (Brittana) La luz dentro de tus ojos. Capitulo -2
» FanFic Brittana-Breathe adaptación - capitulo 3
» [Adaptación] Fanfic Brittana: Sin Esperanza Capítulo 29 y 30
» FanFic. Brittana (adaptación) Pintando la Luna. Capítulo 10
» Fanfic Brittana : "Santana" (Adaptación) Capitulo 20, 21, 22, 23 Final
» FanFic Brittana-Breathe adaptación - capitulo 3
» [Adaptación] Fanfic Brittana: Sin Esperanza Capítulo 29 y 30
» FanFic. Brittana (adaptación) Pintando la Luna. Capítulo 10
» Fanfic Brittana : "Santana" (Adaptación) Capitulo 20, 21, 22, 23 Final
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
|
|
Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1