[FANFIC - BRITTANA] - WEST POINT: We're not gonna fall - Capítulo 8

Hola!!

Siento haber tardado en actualizar!! Fue una semana de loooocos! Me tienen explotada en el trabajo, voy a tener que clonarme si quiero algo de vida social jajaja

Bueno antes que nada...hoy es el cumpleaños de mi futura mujer, y como la chica no tiene ni twitter, ni facebook, ni ná de ná...pues la felicito telepáticamente

MMMMMMMMMMMMMMMMMM FELIZ CUMPLEAÑOS HEATHEEEEER!!!


Bueno ahora ya sí que sí, aquí tenéis a Santana, pero como me gusta haceros sufrir un poco, aun no veréis el encuentro de las chicas, eso ya lo dejo para el siguiente, sino se me quedaba un capítulo enoooorme de largo, así que tendréis que esperar unos dias más! jajaja

Aquí lo tenéis, acepto todo tipo de críticas, todo vale! Así que no os cortéis! Espero que os guste! Y muchas gracias a todas por vuestros comentarios!! Me hacen mucha ilusión recibirlos!!

Un besazo a todas y buen fin de semana!! Yo me voy con mi futura mujer a una playa imaginaria a celebrar su cumpleaños...jajajaja

MUUAAA

Aviso: siempre me gusta repasar los capítulos antes de subirlos por si se me ha pasado algo, o corregir alguna falta o lo que sea, pero hoy no he tenido tiempo, así que si veis algo raro me lo deciis!!





WEST POINT: We're Not Gonna Fall

Capítulo 4



Un nuevo día comenzaba, tan solo se escuchaban las hojas de los árboles moverse a causa de la ligera brisa que refrescaba la calurosa mañana. A Santana le encantaba perderse por la academia los pocos días al año que estaba vacía, sin alumnos corriendo por los alrededores o haciendo instrucción acompañados de gritos de instructores, los cuales aseguraban que lo hacían para motivarlos, aunque ella siguiera pensando que tan solo lo hacían por diversión, y porque ellos mismos lo sufrieron cuando fueron cadetes.

Santana entró como cadete en West Point con 17 años, a los 18 se graduó obteniendo el empleo de Alférez y con el gran mérito de ser la primera de su promoción. Eligió como destino la misma academia, ya que no quería mudarse de Nueva York. A los pocos meses ascendió a Teniente.

Santana era la responsable de llevar los expedientes de los alumnos que entraban cada año en West Point, pero le aburría sobremanera. Quería que cada día fuese diferente, y no estar sumergida entre papeles leyendo aburridos expedientes. No es que no le gustara el ejército, su padre era Coronel de las Fuerzas Aéreas y había sido educada bajo su doctrina recta y disciplinada, y sin duda ella quería seguir los pasos de él.

Recordaba cuando era niña y acompañaba a su padre a la Base Aérea de Fort Worth en Texas, donde su padre estuvo destinado durante 20 años. Le encanta cuando los compañeros de su padre la montaban en los aviones que aguardaban en los hangares o cuando le pintaban la cara de camuflaje. Le encantaba el compañerismo y la camaradería que se respiraba en ese lugar. Desde entonces, siempre supo que se quería dedicarse a eso.

Y ahora se encontraba ahí, en una de las academias más prestigiosas del país, siendo la Teniente más joven de su promoción y primera de clase, condecorada en tan solo un año desde que se graduó por su impecable rendimiento. Todo podría ser perfecto… Solo que la labor que realizaba no le llenaba realmente…

Un Nissan Patrol verde fue acercándose a ella, hasta llegar a su lado, yendo a paso lento.

-Ashley: ¿De nuevo perdiéndose por la academia Teniente López?

-Santana: ¿Sabes que odio cuando me tratas como un superior? Deja de hacerlo –dijo mirando de lado a la chica que iba en el Patrol.

-Ashley: Supongo que es un privilegio que me he ganado por visitar a veces tu cama, ¿no? –le guiñó un ojo a Santana.

Ashley era Sargento, llevaba unos cinco meses destinada en West Point, en un principio le adjudicaron un puesto como ayudante de Santana. Desde el principio las chicas experimentaron una tensión sexual que resolvieron en varias ocasiones, pero ninguna quería ningún tipo de relación, especialmente Santana. Ella estaba sumergida en su trabajo y no quería que nada ni nadie le nublara el juicio con estúpidas promesas de amor. Solo quería divertirse y eso era lo que conseguía con Ashley. Ella tampoco quería nada, siempre fue una chica que odiaba los compromisos, las ataduras… Y Santana le ofrecía esa libertad. Ninguna reprocharía nada a la otra, no había discusiones, no había celos, ni explicaciones que dar. Nada.

-Santana: Ash, nadie puede saber esto, ¿lo entiendes? Nadie… No quiero tener que sentir como todos a mí alrededor me miran y cuchichean sobre mi vida privada…

-Ashley: Santana, lo entendí a la primera vez que me lo pediste… Y esta es la vigésima vez que me lo repites… No temas, no diré nada… Aunque ya te he lo dicho muchas veces, debería darte igual lo que la gente diga o piense sobre ti… Además, todos parecen adorarte aquí… Eres como una especie de ídolo… Y el jefe te tiene en un altar… Estoy segura que si alguien dijera algo malo sobre ti, él se encargaría de que esa persona no volviese a abrir la boca.

-Santana: Yo no quiero ser ninguna especie de ídolo, y no hace falta que el jefe me defienda de nadie, en el hipotético caso de que alguien se enterara y dijera algo ya me encargaría yo de cerrarle la boca… Y luego iría a por ti… Así que ya sabes, mantén la boca cerrada… –le advirtió señalándola con el dedo.

-Ashley: Uhhh ¡qué miedo! Estoy siendo amenazada por la mismísima Teniente López…
–contestó irónica. Santana le dirigió una mirada de fastidio– Anda sube, que el jefe quiere verte.

-Santana: ¿El jefe? ¿Te ha dicho por qué quiere verme? –preguntó curiosa.

-Ashley: No, absolutamente nada. Solo que te buscara y que te llevara a su despacho
–contestó encogiéndose de hombros.

Santana se subió al Patrol y ambas se dirigieron al edificio que había a un par de kilómetros. Aquel era un lugar inmenso. Por lo general, los militares que llegaban destinados a West Point acababan perdiéndose los primeros días hasta que se aprendían donde estaba cada edificio.

Aquello era como una pequeña ciudad, tenía una superficie de unos 65 kilómetros… Había pequeños chalets donde vivían muchos militares, había cientos de edificios, cuatro grandes pistas de aterrizaje, cientos de aviones… También había lugar para el entretenimiento… Pista de esquí, bolera, campo de golf… Y por supuesto un campus universitario, donde se hospedarían todos los cadetes mientras durara el año de formación y donde se impartirían todas las clases teóricas.



Las chicas llegaron al edificio donde el Coronel John S. Richardson tenía su despacho. Él era el jefe de toda la academia, el responsable de todo aquel lugar. Antes de llegar a West Point estuvo destinado con el padre de Santana, el Coronel William López, en Fort Worth. Ambos fueron compañeros de promoción y grandes militares, conocidos por sus innumerables condecoraciones y sus intachables conductas.

Conocía a Santana de toda su vida, así que cuando William le dijo que haría las pruebas para entrar en la academia se alegró mucho. Sabía que lo conseguiría, la fortaleza de esa chica era indudable. Ni siquiera se molestó en mover ningún hilo. Estaba seguro que iba más que preparada para aprobar cada prueba, además, de haber favorecido en algo a Santana, sabía que ésta se hubiese enfadado mucho con él y hubiese sufrido los daños de su fuerte carácter.

Se encontraba en su despacho, a espaldas a su gran mesa, mirando por la ventana el gran patio vacio, que se llenaría en poco tiempo con más de 4.000 alumnos llegados de todo el país.

Escuchó como llamaban a la puerta.

-Col. Richardson: Adelante.

-Santana: Coronel, ¿quería verme? –preguntó desde la puerta del despacho.

-Col. Richardson: Sí. Pasa y toma asiento –le contestó señalando con su mano una de las sillas de su despacho.

-Santana: Dígame, ¿ocurre algo Coronel?

-Col. Richardson: Santana, te he cambiado los pañales en muchas ocasiones, así que deja de llamarme así, y llámame John.

-Santana: Señor, sabe que no lo haré, le aconsejo que desista en sus intentos.

-Col. Richardson: Santana… He estado pensando mucho desde que me comentaste hace dos semanas que tu actual destino no te llena, que te gustaría estar desempeñando una tarea más… Entretenida y más aventurera… Llevo tiempo observando tus grandes y numerosas cualidades, y tienes razón, vales mucho más que para estar buceando entre miles de expedientes… Sin duda esa labor no es para ti…

-Santana: Señor, no quiero que piense que no estoy agradecida por la oportunidad que me brindó al ofrecerme ese puesto –interrumpió la morena.

-Col. Richardson: –Alzó la mano en señal de silencio– Vas a salir de ahí.

-Santana: ¿Cómo? Señor… No quiero salir destinada fuera de Nueva York, solo quería un puesto algo más… Activo… Pero West Point me encanta y realmente me gustaría quedarme aquí…

-Col. Richardson: Como bien te dije antes, tienes grandes cualidades Santana… Como por ejemplo el liderazgo… Desde que entraste aquí aun siendo cadete, todos te miraban y te señalaban como el líder el grupo, guiabas a todos y tus compañeros confiaban en ti. Esa cualidad no ha hecho más que acrecentarse desde que te graduaste… Y tienes carácter y gran forma física, además de que no te dejas pisotear por nadie… Sin duda reúnes todas las cualidades necesarias…

-Santana: ¿Necesarias para qué…?

-Col. Richardson: Te voy a nombrar como nueva instructora jefa del pelotón de cadetes que entrarán este año a West Point –dijo con firmeza y seguridad.

-Santana: ¡¿Qué?! –inmediatamente se levantó de un salto de su asiento– No, no, no… No puede ser… Me niego a ser la responsable de 4.000 alumnos, los cuales 3.900 se pasarán los días intentando desobedecerme y desafiándome y no tendré piedad, sabe que eso lo llevo muy mal Señor, por favor, recapacite, ¿realmente quiere que tenga al 90% arrestado cada día? Yo no valgo para eso, ¡no tengo paciencia! Lo sabe, ¡me conoce! Creo que prefiero seguir con mis queridos expedientes.

-Col. Richardson: Santana… Te he visto crecer, te he visto madurar, te he visto convertirte en lo que eres ahora… Y créeme, superas con creces cada una de las cualidades que se necesitan para esta labor. Me da igual que los tengas la mayor parte del tiempo arrestados. Eso es lo que necesito, que los eduques, que vean que no te andas con tonterías, que si están aquí es para formarse como Oficiales y adquirir disciplina. Ambos sabemos que muchísimas personas vienen aquí mandados por sus padres por su mala conducta en la vida civil, pero por eso mismo necesito ese carácter que tienes, para mantenerlos a raya y enseñarles que la vida aquí puede ser muy dura, pero igualmente lo puede ser fuera. Estoy convencido que saldrá un gran grupo si son instruidos por ti Santana… Sé que eres la indicada para ello. Lo sé…

-Santana: No sé si podré hacerlo Señor… Es una gran responsabilidad y yo jamás llevé un grupo tan grande… Mi sección apenas alcanzaba 60 personas…

-Col. Richardson: Mira, haremos una cosa. Acepta, y si en una semana no te sientes cómoda y quieres abandonar, vienes aquí y me lo dices, te mandaré de nuevo a tu antiguo puesto, sin rencores –él sabía muy bien cómo manejar y convencer a Santana, sabía que si se lo ponía así, como un desafió, y nombrando la palabra “abandonar” Santana aceptaría… Jamás le gustó abandonar en nada.

-Santana: –Levantó la mirada y la clavó en su jefe– Hecho. Pero le advierto, no tendré piedad… Si hay demasiados lesionados, arrestados, o no se gradúan ni el 20% de los cadetes no será mi culpa, será la suya por nombrarme como instructora –le advirtió señalándole con un dedo.

-Col. Richardson: –Dibujó una sonrisa de victoria en su cara, su plan había funcionado– Así me gusta… Y dudo mucho que haya muchos arrestados… En cuanto vean tu carácter y mala leche todos se pondrán a obedecerte… –dijo divertido.

-Santana: Ya lo veremos… ¿Necesita algo más Señor?

-Col. Richardson: Eso es todo. Puedes marcharte –sonrió a la morena.

-Santana: De acuerdo. Hasta luego Señor.

-Col. Richardson: Hasta luego Santana.



Santana salió del despacho de su jefe con una extraña sensación… Sin duda sería algo muy diferente a lo que desempeñaba en su puesto de trabajo, y tampoco le ayudaba compararlo a cuando ella estaba de cadete, por supuesto no es lo mismo ser instructora que ser la alumna… Y por eso mismo, porque ella también fue alumna, es por lo que unos nervios se adueñaban de su cuerpo… No había cadete que no quisiera hacer alguna jugarreta a los instructores, y ella tenía planeado ser peor de lo que fueron con ella, no quería que nadie le tomara por blanda y convertirse en el objetivo de las rebeldías de los nuevos alumnos.

Santana poseía un gran corazón, los que la conocían bien lo sabían, pero sabía que para que esta nueva labor le fuese bien, tenía que mostrarse fría y sin sentimientos… Como hacían los mejores instructores.

Por otro lado se sentía con ganas de iniciar algo tan nuevo como eso. Así que debía ponerse más en forma que nunca, no es que no lo estuviese, poseía un físico impresionante, pero quería estar al 200%. Para Santana, nunca era suficiente. Sin más se cambió y se fue a correr por la base…



-Nathan: ¡Buenos días dormilona! ¡En pie! –gritó adentrándose en la habitación de Brittany.

-Brittany: ¿Estás loco o qué te pasa? ¡Pero si son las 5 de la mañana papá! ¡Vete y déjame dormir! –se tapó la cabeza con uno de los almohadones.

-Nathan: –Le quitó el almohadón a Brittany y le lanzo unos pantalones de chándal grises, una camiseta y una sudadera– Vamos, vístete, vamos a salir a correr, lo haremos cada mañana a esta misma hora. He cambiado todos mis turnos hasta que te examines, que no sé si lo sabes pero las pruebas son en dos semanas, así que levanta, te espero abajo con el desayuno.

-Brittany: ¡¿Qué habré hecho yo para merecerme esto?! –gritó aun acostada boca arriba en su cama y levantando los brazos.

-Nathan: ¿En serio te lo preguntas? –contestó a su hija con una sonrisa pícara. Brittany cogió el otro almohadón que seguía en su cama y se lo lanzó a su padre– No tardes en bajar anda…


Brittany llevaba un mes entero entrenándose a fondo, pero jamás madrugaba. Para ella, levantarse temprano era levantarse a partir de las 11 de la mañana… Se ponía ropa de deporte y se iba a correr con Lexie… Pero ahora los planes parecían haber cambiado.

Lexie le comentó a su padre las reiteradas paradas que hacía Brittany mientras corría con excusas tan baratas como “qué calor hace”, “se me han aflojado los cordones de la zapatilla” o “me ha mordido una hormiga y no puedo seguir corriendo”…

Así que Nathan cambió todos sus turnos, y se propuso levantar cada día a Britt a las 5am para que ya no le sirviera la excusa del calor, le compró unas zapatillas con cierre de velcro para que no tuviese que estar atándose los cordones durante la marcha, y compró un protector contra picaduras de insectos… Ahora Brittany no tendría ninguna excusa para sus continuos descansos.

Brittany bajó a la cocina, abrió los ojos de la sorpresa al ver todo lo que su padre le había preparado para desayunar. Tostadas, tortitas, un bol con yogur y trozos de fruta, cereales, café, zumo…

-Brittany: ¿Acaso pretendes que no apruebe las pruebas físicas? Si engullo todo eso me crecerá tanto el culo que no podré ni levantar mi propio peso… –decía mientras miraba toda la mesa con todos los alimentos.

-Nathan: A partir de ahora te toca un gran programa de duro entrenamiento, necesitas proteínas e hidratos de carbono… Y no te preocupes, con lo que te tengo preparado perderás todo lo que comas en el desayuno.

-Brittany: Eres un completo fastidio… ¿Y se puede saber a qué viene el regalo de las zapatillas nuevas y levantarme tan temprano? –preguntaba mientras intentaba comerse todo lo que su padre le preparó.

-Nathan: Conmigo ya no valen las excusas… No soy Lexie… No tendrás cordones que se te desaten… Y a las 5 de la mañana no habrá salido ni el sol, por lo tanto tampoco me vale que me digas que te estás deshidratando por el sol… Ah, también he comprado espray contra los ataques de las hormigas, para que no intenten comerte… –se rió de su hija.

-Brittany: Lexie es una chivata… Verás cuando la pille…

-Nathan: Y tú una listilla… Vamos, ve terminando de desayunar. Salimos en cinco minutos.

-Brittany: ¡Ya vooooy!


Ambos estuvieron corriendo por dos horas, cada media hora hacían un descanso de diez minutos, los cuales lo dedicaban a hacer abdominales y flexiones. Esto último se le daba realmente mal a Brittany, no era capaz de hacer más de tres sin caer desplomada en el suelo.

-Brittany: Papá… –dijo en un susurro por la falta de aire– paremos un poco… Por favor… Creo que me estoy muriendo…

-Nathan: Tú siempre tan dramática… Vamos a esa fuente y bebe un poco de agua…

-Brittany: –Bebió de la fuente y se sentó en el suelo del sendero que cruzaba el gran parque por el que iban.

-Nathan: Vamos, a hacer flexiones.

-Brittany: ¿Qué? ¿Otra vez? Vamos, sabes que no puedo, no sé hacerlas…

-Nathan: Vamos Britt, inténtalo una vez más… Allí te las van a exigir… Además que necesitas hacer como mínimo veinte para superar las pruebas físicas…

-Brittany: Está bien… –aceptó con fastidio.

-Nathan: Venga, estira bien el cuerpo –Brittany se puso en posición– Ahora las manos, sepáralas a la altura de los hombros –hizo caso y las colocó como le indicó– ahora el culo, apriétalo y bájalo.

-Brittany: ¡Eso hago papá! –subió la mirada para alcanzar a ver a su padre.

-Nathan: ¡No Brittany, tienes el culo hacia arriba! –empujó con suavidad el culo de Brittany hacia abajo– Así… Vamos, empieza.

-Brittany: Hizo la primera flexión y la segunda, a la tercera se dejó caer en el suelo desplomada– Es imposible…

-Nathan: Anda… Levanta y vamos a casa… Vas a enterarte de lo que es sudar…



Su padre ideó un plan de entrenamiento también con pesas, para que Brittany cogiese más resistencia en los brazos y pudiera hacer más flexiones, sabía que en la academia no conseguir hacer las que te mandaban podría ser motivo de castigo para ella, y quería ayudarla en todo lo que pudiese, además de que en las pruebas físicas iniciales de ingreso se las exigirían.

Convirtió el sótano de su casa en un improvisado gimnasio donde pasarían tres horas cada día, más las dos horas que dedicaban a carrera continua. Así estuvieron por dos semanas…

Al principio Brittany acababa exhausta, llevaba tanto tiempo sin cuidarse que su cuerpo apenas resistía, pero poco a poco su resistencia fue aumentando, al igual que sus ánimos… Cada día estaba más ansiosa por conseguir su cometido… Realmente estaba dispuesta a todo para entrar, quería darle esa satisfacción a su familia… Y a ella misma.

Los días pasaban rápido, se pasaba las horas corriendo o el gimnasio que su padre preparó para ella, ya todo lo hacía sola, aumentó las horas de entrenamiento de cinco a siete horas diarias… No quería fallos en su prueba, no quería nervios ni inseguridades.

Finalmente el día llegó, y con ellos los nervios que se instalaron rápidamente en el cuerpo de Brittany…

Esa mañana se encontraban todos desayunando en la cocina, Nathan salió hacía una hora, le deseó lo mejor a su hija para ese día y se marchó. Ahora se encontraban sentadas Kelly, Lexie y Brittany, quien no hacía más que chocar su cuchara rápidamente a modo de baqueta contra la mesa a causa de los nervios. En tres horas debería presentarse en la academia para hacer las pruebas.

-Kelly: Vamos cariño, tranquilízate. Has estado machacándote y entrenando muy duro, seguro que no tendrás el mínimo problema en superar las pruebas… Confía en ti… –le aconsejó su madre mientras le acariciaba la espalda –y deja de hacer eso con la cuchara o harás un agujero en la mesa.

-Lexie: Mírala mamá, está como ida… –dijo la menor pasando una mano por delante de la cara de Brittany, quien inmediatamente le dirigió una mirada de fastidio.

-Brittany: Cállate enana, y te aconsejo que no me enfades en este estado, puedes salir mal parada… –le apuntó con la cuchara.

-Lexie: Sea la situación que sea, siempre salgo mal parada contigo… –se encogió de hombros– empiezo a acostumbrarme a ello…

-Kelly: ¿Estás segura de que quieres ir sola? Podemos acompañarte, así no tienes que conducir y puedes dormir mientras llegamos allí.

-Brittany: Gracias pero prefiero ir sola de verdad. Necesito estar en silencio y concentrarme –se levantó de la silla y llevó su bol al fregadero, donde le echó un poco de agua y lo dejó allí– he de irme, quiero llegar con tiempo y no tener que esperar largas colas para rellenar los formularios que nos den allí.

-Kelly: Está bien… Todo va a ir sobre ruedas cariño. Lo sabemos y tú también lo sabes. Ve y demuestra de lo que eres capaz…

-Lexie: Mejor que no lo demuestre o será la única que quede viva…

Todas rieron levemente, Brittany agradeció interiormente que su hermana hiciera bromas en ese preciso momento, así sus nervios se calmaban aunque fuese algo mínimo.


Brittany cogió su bolsa donde metió todo lo que allí necesitaría, la soltó en la entrada de la casa y se giró, detrás de ella estaban su madre y su hermana, mirándola fijamente.

-Brittany: Os llamaré en cuanto sepa los resultados… Ahora venid aquí y darme un abrazo –pidió con una preciosa sonrisa.

Las tres se fundieron en un cálido abrazo, en el cual Kelly y Lexie intentaban transmitirle a Brittany todo el apoyo humanamente posible. Así permanecieron por unos largos segundos, hasta que finalmente Lexie rompió el abrazo en cuestión de un segundo.

-Lexie: ¡Joder Brittany! ¡¿Has sido tú verdad?! ¡Porque ese olor lleva tu nombre! –gritaba mientras se llevaba una mano a la nariz.

-Brittany: Lo siento enana, son los nervios. Cosas naturales que pasan… ¿O es que a ti no se te escapan? Solo que los tuyos avisan de que salen y tenemos tiempo para huir… ¡Los míos te sorprenden cuando menos te lo esperas!

Las tres volvieron a reírse animadamente. Brittany se despidió de ellas y se subió al coche poniendo rumbo a su propósito. Sin duda Brittany sabía que momentos como ese último sería los que más extrañaría si todo iba bien y aprobaba las pruebas físicas y finalmente ingresaba en West Point… Pero debía hacerlo, debía ser fuerte y conseguirlo, se lo debía a ellos… Y se lo debía a ella…