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FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
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FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Bueno... Debo decir que he estado meses (sí, desde antes de que me hiciera miembro en este foro he estado teniendo muchas discusiones con mi mente) debatiéndome entre si publicar esto o no... Pero, ahora que recién me han levantado mi castigo de una semana me decidí en hacerlo. No sé que les vaya a parecer... Ni siquiera yo sé que me parece. No sé con exactitud cómo terminará esto... así como tampoco sé cuándo terminará, pero tengo este escrito esperando a que alguien además de mí lo lea desde hace muchísimo, pero aún no sé cómo salga... Así que, sin más, aquí está. :)
—“Those fingers in my hair… That sly come hither stare that strips my conscience bare ¡It's witchcraft…!”
Eran casi las seis de la tarde de un domingo en el pequeño pueblo de Lima Heights, Ohio. Una bella latina de diecisiete años se encontraba en su casa, desempacando maletas que había hecho dos semanas atrás, pues había ido a visitar a su abuela en Kaufman Texas. Llego del viaje en sábado, pero en cuanto llegó no se sentía de humor como para desempacar en aquel instante, lo único que pudo lograr a duras penas fue tomar una ducha, para luego dormir en su añorada cama. Ya arreglaría todo después, pero ella hacía las cosas con el único pretexto de escuchar aquella canción mientras tanto. En realidad, ella no estaba prestando mucha atención a lo que desempacaba. El mismo gato con botas podría haber saltado de aquellas valijas y Santana ni por enterado se habría dado. Ella había optado por tomar su cepillo para cabello y posicionarlo cerca de sus labios, simulando un micrófono. Ella solía hacer eso cuando en su casa solo se encontraba ella y sabía que nadie la escucharía. Podría cantar a sus anchas la canción que en aquel momento le pasara por la mente. Era libre de soltar todos los gallos y desafinaciones que quisiera. Total, nadie estaba ahí para presenciar todo eso. A veces se mortificaba pensando si en algún lugar de su casa habría cámaras ocultas, o quizá alguien la estaría espiando por la ventana. Pero sabía que nadie estaba ahí. Nunca nadie estaba ahí. Su madre se había quedado en Kaufman junto con Valentina y Diego, y se quedarían allá por más tiempo. Santana había regresado porque en el instituto sólo la habían justificado por una semana. Se convirtieron en dos cuándo la chica estalló en cólera gritando cosas en español, su idioma natal (que de seguro no eran piropos), haciendo que el director Figgins entrara en pánico y le diera una semana más.
—“And I've got no defense for it. The heat is too intense for it. What good would commonsense for it do?”
Ahora la chica se alejó tres pasos y le dio la espalda a la cama que estaba cubierta de prendas, zapatos, lociones, cremas, perfumes y cosas de su uso diario, para dejarse llevar aún más por una de sus canciones favoritas. No se había dado cuenta de que sus ojos se habían cerrado y sus manos se iban de arriba abajo conforme a las notas de la música, eso era algo sumamente involuntario. Cómo el movimiento de los brazos al caminar, o el profundo “Ahh” que dejas salir cuándo bebes algo verdaderamente refrescante en un caluroso día de verano, era algo tan involuntario para ella como la respiración misma. Solo lo hacía.
—“Cause it's witchcraft! Wicked witchcraft. And although I know it's strictly taboo”
Ya había llegado a la segunda fase. Esta consistía en dar pasos en sincronía con el ritmo de aquella melodía sin rumbo fijo por toda su casa, alcanzando notas un poco más elevadas. Daba volteretas sin fijarse por donde pasaba. Lo curioso era que nunca chocaba con nada. A pesar de tener los ojos cerrados, jamás perdía el equilibrio ni vacilaba. Era como si los muebles de su casa se abrieran paso para ella. No se había dado cuenta, pero ya había llegado a la cocina, aún con el “micrófono” en mano.
—“When you arouse the need in me, my heart says yes indeed in me, proceed with what you're lead in 'me to! It's such an ancient pitch but one I wouldn't switch 'Cause there's no nicer witch than…”
Había llegado a la tercera y última fase, donde por fin, se posicionaba en un lugar y dejaba salir completamente su potente voz, pero algo la cortó… Santana pudo escuchar el timbre de llamada de su celular. A paso veloz se dirigió a la cama de su habitación y sin importarle donde cayeran, comenzó a arrojar todas las cosas que le impedían encontrar su celular. Se sentía cómo una extraña ante su móvil, pues habían pasado dos semanas y ella ni se acordó de él. El aparato se encontraba debajo de la cama, por lo que se sintió algo tonta, y al ver la pantalla pudo identificar de quién era la llamada. Imaginó que su amiga no tardaría en pedirle explicaciones del por qué su repentina ausencia de dos semanas. No se equivocaba.
—Fabray.
— ¡¿Dónde diablos estabas?! Será mejor que tengas una buena excusa, López...
Del otro lado de la línea, Quinn Fabray se encontraba completamente indignada y dolida. Su mejor amiga la había dejado por dos semanas sin siquiera avisarle a donde iba, ni el por qué. Vamos, ni siquiera le avisó que se iba. Quería una explicación en ese mismo instante. Apretó el volante en su mano libre con mucha fuerza y frenó su auto bruscamente al percatarse de la luz roja que tenía en frente. Varios conductores indignados se expresaron hacia ella dejando escuchar el claxon de sus autos y gritando grosería y media.
— ¡Como si tu claxon me fuera a helicopterizar, idiota! —Gritó en defensa propia la rubia.
— ¿Estás hablando por teléfono mientras conduces? —Preguntó Santana con el ceño fruncido mientras recogía todo lo que había arrojado al suelo cuando buscaba su móvil. Aquel hecho no le paso desapercibido. Ella odiaba que su amiga tuviera ese mal hábito, y ya le había hecho llamadas de atención antes. —¡Quinn! ¿Qué te he dicho sobre…?
— ¡Hey, aquí la indignada y la de las preguntas soy yo! —La interrumpió su ojiverde amiga. — ¿Dónde estabas? ¿Con quién? ¿Por qué?
—Oye tranquila, Sherlock. —Dijo, tratando sin mucho éxito de esconder la gracia que la situación le causaba. —Ni mi madre me hace tales interrogatorios.
— ¡Esto no es divertido, Santana López! —Estalló Quinn. —Sylvester me ha estado pisando los talones ahora que tú no estuviste en estas dos semanas. Me ha estado torturando, porque según ella “Debía hacer trabajo por dos”. — Al decir lo último, añadió una pobre imitación de la voz de la entrenadora Sue Sylvester.
—Tuve una situación familiar ¿De acuerdo? —Se justificó la latina—Mi abuela quería vernos.
—Pues espero que te la hayas pasado muy bien con tu abuelita, porque te aseguro que en cuanto Sylvester te encuentre, no volverás a ver la luz del día.
La risa que Santana tenía en el rostro desapareció casi por arte de magia. Sabía que Quinn no estaba exagerando. La entrenadora era la mujer más despiadada que había podido conocer. En momentos, Santana se podía identificar un poco con ella. Le preocupaba demasiado que algún día pudiera acabar como ella. Treinta y siete años, malhumorada, sin hijos, sin amigos y soltera. Por eso su carácter.
—Ya me las arreglaré.
—Lo dudo mucho.
Santana hizo una mueca de dolor que nadie vio.
—Y… ¿A dónde te diriges? —Preguntó para desviar un poco el tema. No tenía muchas ganas de hablar de la escuela.
— ¿Yo? A tu casa. —Soltó su amiga sin más. —Tenemos que ponernos al corriente, porque te has olvidado de que tienes una mejor amiga a la cual atender.
—Nunca me olvidaría de ti. Lo sabes, Fabray.
—Sí, lo haces. Bueno, voy a colgar. Aparentemente, estoy rodeada de idiotas que no saben conducir. No tardo en llegar.
—Ten cuidado, por favor. ¡Conduce y ya!
—Sí, sí, sí. —Dijo con fastidio para finalizar la llamada.
Santana movía la cabeza de un lado a otro con una sonrisa. Sí. Ella era Quinn Fabray. Su mejor amiga desde jardín de niños. Ni siquiera recordaba cómo la había conocido. Cuándo se dio cuenta, ella ya estaba ahí. “El dúo del mal”. Tomó su celular con el objetivo de saber que hora era, pero se encontró con dos notificaciones en su pantalla. Cuatro mensajes de texto y once llamadas perdidas. Supo que las llamadas eran por parte de Quinn, se dispuso a ver los mensajes de texto y se dio cuenta de que todos eran de la misma persona:
Puck:
Hey, diablilla ¿irás a la fiesta en casa de Mike? Avísame, lindura. Tengo muuuuchas ganas… de verte. ;)
7:45 p.m. Sábado 1 de Septiembre.
Por supuesto que se acordaba de aquella fiesta. El mismo Mike las había invitado a ella y a Quinn una semana antes. Por el hecho de ser las capitanas del equipo de porristas, el dúo tenía muchos privilegios sociales. Pero el jueves de aquella semana, su madre había tomado la decisión de que irían a casa de su abuela, a lo que Santana no renegó. Tenía muchas ganas de verla, y fiestas había todos los fines de semana. Ni siquiera le pudo avisar a su mejor amiga Quinn, menos le avisaría a Puck.
Puck:
Oye ¿Qué te ha pasado? ¿Te abdujeron los aliens? ¿En dónde te metes, pequeña diablilla?
10:56 p.m. Miércoles 5 de Septiembre.
Puck:
Te has portado muy mal. Mira que desaparecerte tanto tiempo sin siquiera una pequeña despedida. Las niñas malas cómo tú merecen su castigo, Santanita.
11:39 p.m. Sábado 8 de Septiembre.
Puck:
¿No piensas volver nunca o qué? Nos juntaremos en casa de Sam. Necesito verte, Satán.
9:17 p.m. Viernes 14 de Septiembre.
Ese era el último mensaje. No pudo evitar burlarse del pobre chico. Lo había dejado dos semanas sin sexo, o bueno, quién sabe. Pudo haber salido con cualquier otra, pero el chico no dejaba de buscarla, a lo que ella tampoco se negaba. ¿Qué? Santana no era una santa. Era totalmente lo contrario, aparentemente. A Santana no le interesaba una relación seria ahora, y menos con Puckerman. El era pésimo en las relaciones con sentimientos involucrados. Sabía que la chica que se le ocurriera salir con Noah en una relación formal terminaría con el corazón hecho añicos. Ella prefería ahorrarse ese tipo de sufrimientos y situaciones. Santana sabía que era mejor no esperar nada de nadie. Esperar siempre duele. No era que ella hubiera tenido malas experiencias o algo así, pero era de las pocas lecciones que le había dejado su padre antes de que se marchara para ya nunca volver, dejando a su madre a cargo de ella y de sus dos hermanos. Más de una vez Santana tuvo que trabajar para ayudarle a su madre con los pagos básicos.
Pero ahora, eso no venía al caso. Su mejor amiga venía en camino y sabía que no tardaría nada en llegar. No vivían a más de siete minutos de distancia en auto, y sabía la manera tan atrabancada de conducir de Quinn. Se dio cuenta de que aún se encontraba solamente con dos prendas puestas: Su short y una vieja camiseta de su hermano, que le quedaba de camisón. A pesar de ser solo dos años menor que ella, Diego ya no era un niño. Con dieciséis años ya superaba en altura a Santana, y por mucho. Decidió tomar una ducha, que al parecer, se prolongó más de lo debido. Santana salió del baño únicamente envuelta en su toalla. No le gustaba envolverse el cabello en otra, así que había gotas de agua escurriéndole por los hombros y el pecho. No para su sorpresa, una rubia de cabello hasta un poco más debajo de los hombros se encontraba sentada encima de las prendas que aún no estaban ordenadas, encima de su cama. Se limaba las uñas con empeño. Ni siquiera se había dado cuenta de que Santana había entrado a la habitación con una toalla envuelta. Lo único que sorprendió a la latina, fue la versatilidad de su amiga. Pensó que tardaría un poco más.
— ¿Podrías quitar tu trasero de encima de mi ropa? La acabo de lavar.
— ¡Por fin tengo el honor de contar con la presencia de la señorita desaparecida! —Dijo la rubia con sarcasmo, para luego ponerse de pie y hacer una ligera reverencia.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Le preguntó.
—Lo suficiente como para seguir confirmando que eres un desastre total. —Le contestó, tomando una prenda de la cama únicamente con el pulgar y el índice, para luego dejarlo caer al mismo lugar de dónde lo había tomado. —En serio, deberías tomarte tu tiempo para limpiar tu desastre.
Santana comenzó a rebuscar en las maletas que estaban en la cama en busca de ropa para cambiarse.
—Quinn, yo no limpio. —Le dijo viéndola fijamente a los ojos, dándole a entender que aquello era la cosa más obvia del mundo. Santana no era una persona muy ordenada.
—Por desgracia. —Dijo por lo bajo.
Ya no le tomaba importancia a los consejos de su amiga sobre ser más ordenada. Para Santana, su habitación estaba en completo orden. Además, sabía que Quinn no esperaba que tomara en cuenta sus consejos. Sabía que sólo lo decía por decir. Aunque tuviera razón.
Tomó una camiseta lisa blanca, unos jeans que ella sabía que le quedaban perfectos, y su ropa interior. Se dirigió al baño de nuevo, dispuesta a cambiarse. En cuanto salió, Quinn seguía de pie, aún limándose las uñas de la misma mano de antes, sólo que ahora llevaba en ella las llaves de su Beattle verde, “el confidente” como le llamaba Santana, y con mucha razón. Si aquel auto pudiera hablar, tendría muchas interesantes historias que contar…
— ¿Vamos a alguna parte? —Le preguntó al cerrar la puerta del baño del que había salido.
— ¿Qué te parece si vamos a… limpiar éste desastre?
— ¡Ya déjame, Quinn! —Le suplicó. Con las demás personas, Santana era de alguna manera la abusiva, pero la realidad era que a Quinn le encantaba poner de nervios a su mejor amiga, para luego arreglarlo con un abrazo y un beso en la mejilla de la morena. Cosa que acababa de suceder ahora mismo.
—Sabes que bromeo. —Le dijo, apartándose de ella para salir de la habitación —Nunca acabaríamos de limpiar aquí—Le gritó. Aparentemente, se dirigía a la cocina.
Santana no dijo nada, solo rodó los ojos y siguió metiendo la ropa en los cajones de su ropero. No se molestaba en doblarla, si no cabían las presionaba hacia abajo hasta que se hiciera más espacio. Ya podía divisar el color blanco de las sabanas de su cama. En realidad, ya había olvidado cómo se veía su cama sin montones de ropa encima.
—Oye y… ¿Dónde eshtán todosh? —Su amiga había llegado y formuló esa pregunta con pedazos de manzana en la boca. Era una costumbre de ella comer las manzanas de la familia López—Cuándo llegué eshperaba ver al menos a otra pershona ademásh de ti…
— ¡Oh! ¿Y a quién más se supone que esperabas ver en casa de tu mejor amiga? Además de ella, claro está. —Preguntó en un tono que rebasaba los límites de lo irónico.
—Ya, ya…—Dijo no antes de darle otra mordida a la jugosa y roja manzana—Sholo eshperaba no encontrarte shola… ¿Dónde eshtán todosh? —Volvió a preguntar, con pedazos del rojo fruto en la boca.
—Se quedaron en casa de Nay.
—Ah… ¿Entonces todas estas dos semanas estuviste en casa de la abuela Nayla? ¿No bromeabas? —Preguntó una vez que tragó y no pudo evitar aquella pizca de confusión en su voz.
—Claro que no, hemos estado ahí todo este tiempo.
El rostro receloso de Quinn ahora había cambiado a uno en donde se podía leer completamente el arrepentimiento. Ella había hecho una historia en su cabeza de su amiga yéndose a alguna otra parte en busca de placer o algo por el estilo. Se imaginaba a la morena no necesariamente en un hotel de lujo, pero si con algún desconocido con el que se había topado o algo así, por eso se encontraba tan enojada, pero ahora se sentía la peor amiga del mundo. Su latina amiga se había ido dos semanas a casa de la abuela Nayla y sabía lo mucho que adoraba a aquella mujer, la misma Quinn lo hacía, hasta la extrañaba. Ella misma tampoco hubiera rechazado la oferta de pasar dos semanas con ella. Procuró que la culpa se notara en su voz y cambió su rostro a uno más relajado. Lo bueno era que ella se encontraba recargada en el marco de la puerta y Santana estaba muy ocupada yendo y viniendo de su cama hasta el ropero, metiendo su ropa en los cajones sin ningún tipo de orden como para que su amiga se diera cuenta de la culpa que la invadía por dentro.
— ¿Y por qué ellos se han quedado y tú has vuelto?
—Pues resulta que tengo a un idiota por director de mi escuela y me dio solamente una semana libre…
— ¿Una semana? —La interrumpió la rubia amiga— ¿Y por qué te has ido dos?
—Mi abuela necesitaba catorce días de mí, así que lo convencí.
—Eso explica los gritos…—Susurró para sí misma Quinn, recordando aquel día en clase de historia donde estaba a nada de quedarse dormida, cuando toda la clase (que iba por el mismo camino que ella) se pudo percatar de aquellos gritos llenos de molestia. No se escuchaban claramente como para saber con exactitud de que se trataban, pero sabían que alguien estaba a punto de arrancarle la cabeza a algo… O a alguien.
Santana metió la última prenda en los atiburrados cajones del peinador, pero no era capaz de cerrarlos con la fuerza de sus manos, así que decidió usar su trasero para obtener mejores resultados. Se giró, dándole la espalda al gran espejo redondo, apoyo sus manos en la parte superior de los cajones y comenzó a empujar con fuerza con su trasero el cajón que se oponía a cerrarse. Quinn negaba con la cabeza con una risa en la boca.
—Se apreciaría mucho un poco de ayuda por aquí, gracias. —Le suplicó con sarcasmo cuándo se percató de la risita de su amiga—Por cierto ¿De… qué… querías… ha… blarme? —Separó las palabras de su pregunta al compás de los empujes que le daba a aquel cajón que se negaba a cerrarse.
—Será mejor que te cuente de una vez…
— ¿Contarme? —La interrumpió la latina, interrumpiendo también los empujes que daba al cajón para ponerle más atención y observarla fijamente a los ojos, algo que a Quinn la puso algo nerviosa, mucho muy nerviosa. — ¿Contarme qué cosa?
Quinn tragó saliva. Alguien tenía que decirle a la latina lo que había pasado en esas dos semanas que estuvo ausente, y sabía muy bien que la única persona que podía darle a conocer noticias como esas y salir intacta era ella, pero igual, sabía que el horrible huracán “Snixx” se avecinaba… No sabía de que manera empezar. Abría y cerraba la boca pero de ella no salía ni pío, hasta que por fin se decidió.
—Es… Es mejor que te sientes. —Le aconsejó.
Tomándola del brazo la guió hacia su ahora despejada cama. Santana la veía con el ceño fruncido, señal de que estaba completamente confundida, se sentó en aquella cama aún buscando alguna pista en los ojos de su amiga sobre lo que tenía que contarle, pero era en vano. Lo único de lo que podía darse cuenta era que lo que su amiga estaba a punto de contarle no podían ser buenas noticias.
—Bueno, bueno, ya me senté. ¿Qué pasa Fabray? Escúpelo.
Quinn necesitaba en serio que su amiga dejara de verla así. Santana tenía una mirada muy pesada, de esas que podías sentir a kilómetros de distancia, y no era cómo si lo hiciera a propósito, ella simplemente así veía. Santana hizo un ademán con sus manos, algo así como si hubiera una mesa imaginaria en frente de ella y acabara de despejarla para que Quinn pudiera acomodar sus palabras ahí. Tomó aire disimuladamente y por fin se atrevió a hablar, no muy segura, pero ya que…
—Bueno… Estas dos semanas, en verdad… Han sido muy confusas… Yo, aún no sé cómo pasó… Humm… ¿Recuerdas que te dije que la entrenadora me ha estado pisando los talones desde que te fuiste?
—Sí, lo recuerdo. —Afirmó la morena— Pero descuida… —Añadió con tranquilidad— hablaré con ella mañana. Ya sabes, en el entrenamiento.
—Sí, humm… Bueno… —Quinn dirigía su mirada a cualquier otro sitio de la habitación que no fueran esos ojos marrones que la observaban curiosa y detenidamente. La mirada de su amiga sí que tenía un efecto muy fuerte en ella, trataba de evitarla lo más que podía—Ya no tienes que preocuparte por eso…
— ¡Claro que tengo! —Afirmó de nuevo.
—No, no tienes. —Negó Quinn rotundamente.
Ahora Santana se había quedado muda. Veía a su amiga ahora con el ceño más fruncido aún y con los ojos casi cerrados. Estaba tratando de comprender, pero de nuevo fue en vano.
—Quinn ¿Qué rayos está pasando?
—La entrenadora te ha echado del equipo.
Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría. Santana no cambiaba su semblante y Quinn solo quería algún tipo de respuesta por parte de su amiga. Podía esperar de todo, desde llantos incontrolables hasta gritos llenos de furia en un idioma que no entendía, pero su amiga parecía estar congelada, hasta que emitió una pequeña risa incrédula.
—Quinn, la entrenadora no puede echarme. —Aseguró— Soy la porrista más importante además de ti. Ha de ser una de sus estúpidas bromas…
—No, Santana… Es en serio.
La sonrisa que se posaba en los carnosos labios de la latina desapareció y en su rostro ahora podía dejarse ver la preocupación y el cólera. Se puso de pie y comenzó a caminar desesperadamente en círculos por su habitación, ahora sin pizca de preocupación.
— ¡¿Qué rayos pasa por la mente de esa mujer?! ¡No puede echarme! —Gritaba lanzando sus manos por todas direcciones— ¡Sacarme del equipo es renunciar a las locales! ¡¿No ha pensado en eso?! ¡¿Por qué me echa?! ¡Esa bolsa de huesos solo quiere hacerme la vida imposible…!
Quinn solo observaba a Santana desde donde estaba, inmóvil. Tenía la esperanza de que si no se movía, quizá podría confundirse con el entorno y pasar desapercibida para Santana, pero no fue así. Santana paró de hablar para quedársele viendo fijamente a los ojos, luego desvió su mirada a su mano derecha. La latina se lanzó como felina por las llaves del “confidente”, pero Quinn fue más rápida y logró alzar su mano para que aquellas llaves quedaran fuera de su alcance, posicionó su otra mano en el pecho de su amiga para que ésta tuviera menos oportunidad de alcanzarlas. La manzana de Quinn rodó por el suelo de la habitación, algo que la rubia lamentó bastante.
— ¡Dame las malditas llaves, Quinn! —Le ordenó, apoyándose en el torso de su amiga y poniéndose de puntitas para poder alcanzar el objetivo que su amiga alzaba.
— ¡No! —Se negó, ahora posicionando la mano que tenía en el pecho de su amiga en su cara, sintiendo sus labios y sus cachetes— ¡Ni siquiera sabes conducir!
— ¡No te pregunté!
— ¡No dejaré que vayas a lanzarle no sé que tipo de bomba a la entrenadora!
— ¡Fabray, te juro que si no me das esas llaves…!
La frase de Santana no pudo completarse, porque en un movimiento que ésta hizo por alcanzar la mano de la rubia, su pie se trabó con un zapato que estaba fuera de lugar. Se arrepintió un poco de no limpiar. Las dos amigas cayeron encima de la cama, la morena sobre la rubia. Se quedaron varios segundos analizando aquella situación, hasta que las dos partieron en risa. Santana, quien había caído encima de la rubia se había rodado para quedar ahora a un lado de ella y posicionar sus morenas manos en su estómago, mirando al techo, tal y como había hecho la rubia también. Santana ya no estaba enojada, ahora solo quería explicaciones.
— ¿Entonces estoy fuera? —Preguntó más calmada con la vista en el techo.
—Sí. —Contestó la rubia de la misma manera, también mirando el techo.
—Ahora la capitana eres tú ¿no?
Santana sonaba resignada, pero no lo estaba. Santana López recuperaría lo que es suyo. Ese puesto era lo único que le gustaba y que tenía más que asegurado (o al menos, eso creía) en aquella escuela y no lo dejaría por nada, pero al menos saber que su mejor amiga y no cualquier niña estúpida la estaba reemplazando era un buen consuelo.
—No.
Esa no era precisamente la respuesta que esperaba escuchar, de hecho era lo contrario. La morena se acomodó de lado en su cama, levantando el torso apoyándose en su mano derecha para poder mirar a Quinn sin dificultad, pero ella aún parecía estar muy interesada en el techo de la habitación. Ni siquiera volteo a verla.
—Es una broma ¿Verdad? —Le preguntó arrugando las cejas.
—No. —Le contestó ella.
— ¿A quién ha puesto entonces?
—Una chica nueva a la que acaban de transferir de Kansas o algo así.
— ¿Acaso no te importa, Quinn? —Le preguntó incrédula, se estaba hartando de la situación en la que a Quinn parecía importarle un pepino lo que ella le estuviera alegando—Digo, por derecho ese puesto te pertenecía a ti y en lugar de eso, se lo ha dado a una completa desconocida que ni siquiera sabemos si es capaz de hacerlo o no…
—Sí, claro que me importa. —La interrumpió, haciendo pequeños ademanes con las manos—Pero, aunque me duela admitirlo, la chica es buena en lo que hace. No supe que cara poner cuándo se presentó y comenzó a hacer lo suyo… Es bueno que no la hayas visto, en verdad…
— ¿Qué? ¿Sólo me voy dos semanas y la calaca menopáusica ya me da por muerta y me sustituye con una tipa que acaba de llegar? Y ahora te pones de su lado, que es aún peor.
—No es que esté de su lado. —Quinn estaba realmente calmada si la comparábamos con su amiga, quién ya estaba perdiendo la poca calma que había ganado—Solo sé que tiene un punto. Te fuiste sin avisarle nada a nadie y las locales son en unos meses, además la chica tiene buenos pasos y…
— ¡¿Estás insinuando que esa chica es mejor que yo?! —Definitivamente, Santana ya había perdido la calma. Ahora se había puesto en cuclillas encima de la cama con las manos en la cintura, dirigiéndole una mirada fulminante a su amiga, que ahora no tenía más remedio que contestársela—Eres la peor amiga que he tenido.
—No dije eso. No empieces de nuevo, Santana. Sabes que yo nunca hubiera podido hacer nada para hacer cambiar la opinión de Sue. —Santana bajó la mirada. Era cierto, la entrenadora tenía un carácter de los mil demonios y una vez que se proponía algo, no había fuerza en el mundo que la hiciera cambiar de opinión—Detesto a esa chica igual o más que tu, pero también me importa el equipo y tú no la has visto. Por eso no me molesto en hacer nada, igual la entrenadora hará lo que le plazca. Y, soy tu única amiga.
— ¿Eso era lo que tenías que contarme? —Le preguntó, volviendo a acostarse a un lado de su amiga.
—Es algo fuerte ¿Verdad?
—Siento como si en lugar de dos semanas hubieran sido dos años.
Santana y Quinn guardaron silencio por un momento. El sol ya se estaba ocultando y sus últimos rayos se asomaban por las cortinas de aquella habitación. Quinn pensaba y Santana también, pero pensaban cosas muy diferentes entre sí.
—Si vuelves a dejarme sola de esa manera, te juro que te encuentro, voy y te arranco los cabellos de uno a uno, López.
—Es hora de que aceptes que no puedes vivir sin mí.
—No, no puedo, eres taaaan importante en mi vida.
Santana frunció el seño.
— ¿Acaso detecto sarcasmo, Fabray?
— ¡Naaaah!
Las dos chicas se encontraban charlando como solo dos mejores amigas de toda la vida podrían hacerlo. Quinn le contaba a Santana otros hechos no tan importantes que habían pasado en Lima en aquellas dos semanas en las que la latina se había ausentado, a lo que la morena hacía comentarios graciosos al respecto. El tono de mensaje del celular de Quinn sonó de repente, sacándolas de la plática de amigas. Santana al percatarse, alzó su cabeza para poder ver quién osaba perturbar aquel momento de amigas que no habían tenido en dos semanas, mientras Quinn tomaba el teléfono y tocaba la pantalla táctil con sus pulgares en diferentes lugares. Hizo una mueca y rodó los ojos con un dejo de fastidio, hecho del que Santana también pudo percatarse.
—Finn. —Dejo salir la rubia en un suspiro con desgana, con los ojos fijos en la pantalla del móvil.
— ¿Qué es lo que quiere? —Preguntó la morena, casi casi enojada.
A Santana nunca le agradó la idea de que su mejor amiga saliera con el chico, y no dudaba en hacérselo saber, ni al mismo Finn, pero también sabía que su amiga tenía todo el derecho de salir con quién le diera la gana.
—Quiere que nos veamos hoy.
—Oh, por favor. ¡Es domingo! Todo el mundo sabe que los domingos se inventaron para recuperarse de la noche del sábado. O sea, todo el mundo debería estar tirado en cama.
Quinn se quedó con la mirada clavada en su móvil por unos segundos sin decir ni hacer nada. Reaccionó usando su dedo índice, presionando un botón y acto seguido, la pantalla del dispositivo se apagó, cosa que sorprendió un poco a Santana.
— ¿No le piensas contestar?
—No. Que fastidio. —Dijo la rubia, acomodando su móvil boca abajo sobre su estómago y acomodándose de nuevo en la cama.
Entonces la morena confirmó los pensamientos que la habían rondado desde que su amiga le había anunciado que salía con él: El chico la estaba aburriendo. No era que Santana no lo supiera, sino que sólo necesitaba cualquier otro hecho para solo confirmar sus sospechas. Se le escapó una risita al pensar en el hecho de que su amiga llegó a creer que podría engañarla sobre eso. Santana no dudaba en hacerle saber a su amiga lo mucho que detestaba que saliera con aquel chico tan pesado, a lo que su amiga todo lo tomaba como una simple broma de su amiga, aunque ella sabía muy, muy en el fondo que la latina tenía razón. Siempre tenía razón, otra cosa muy diferente era que Quinn trataba de no aceptarlo.
— ¿Qué te parece tan gracioso?
Al parecer, aquella risita prófuga de los labios de la morena no había pasado desapercibida por la rubia, quien le formuló aquella pregunta con los ojos cerrados y sin ningún cambio aparente en su postura, casi como si no le importara.
—Recordé un chiste. —Dijo y se acurrucó en las muchas almohadas que tenía en aquella cama. Usó una para abrazarla y otra para abrazarla también, pero en medio de sus morenas y torneadas piernas. Estar tumbada en aquella posición la hacía sentir tan cómoda y en ese momento juró por lo más sagrado que jamás se movería de ahí.
Quinn supo de inmediato que su amiga le estaba mintiendo. “Recordé un chiste” era una de las excusas más pobres y baratas de Santana para ocultar lo que en realidad estaba pensando, excusas que Santana solo utilizaba para con ella. Aquello solo le confirmaba a la rubia que la morena había pensado algo que no quería que nadie supiera y por lo tanto, conociendo a su amiga como la conocía, serían cosas muy siniestras. Pero también sabía que si le confesaba a su amiga que sabía que estaba mintiendo, el tema de Finn saldría a colación y lo que menos quería la rubia era hablar sobre aquel chico que la estaba aburriendo más que de costumbre, así que dejó aquel tema por la paz, fingió que le creyó y cerró sus ojos.
Los rayos de sol mañaneros que se colaban por la ventana y caían directamente en los ojos de Santana hicieron que ésta se revolcara en su lugar perezosamente, estirando las partes de su cuerpo. Se sentía muy cansada, como se sienten la mayoría de las personas al despertar en las mañanas, pero ella sabía que se sentía de aquella manera porque estaba despertando con los Jeans que sabía que hacían lucir su esculpido trasero y sus torneadas piernas, pero que eran los peores para dormir. Se desabotonó el pantalón y bajó el zíper en busca de más libertad y se giró de espaldas a la ventana para que la luz tan persistente no volviera a perturbarla, pero enseguida cayó en la cuenta de que aquellos rayos de sol no existían a la hora que tenía que levantarse para ir a su escuela, de hecho, esa luz de sol pertenecía a la segunda hora de clases. Como acto reflejo sus ojos se abrieron como platos y se rebuscó en la cama en busca de su celular, pero con lo único que su mano se encontró fue con la suave piel de una rubia que aún dormía como un bebé. Santana apartó rápidamente su mano al sentir el roce por causa de la impresión que le dio. Entonces cayó en cuenta completamente: Se habían quedado dormidas. Al voltear a ver a su amiga, también se encontró con el celular de ella, así que decidió tomarlo para averiguar la hora. Sabía que ya era muy tarde y confirmarlo no era algo que le apeteciera mucho hacer, pero necesitaba saber que tan tarde iban. Presionó aquel diminuto botón que la rubia había presionado anteriormente y la pantalla se encendió al instante.
El pánico le recorrió todo su cuerpo al ver aquellos cuatro dígitos. Ni siquiera tendrían tiempo de bañarse y cambiarse para llegar a las nueve, y menos si seguían ahí tumbadas. Tomó con su mano una de las almohadas con las que se había dormido y con ella le propinó un fuerte almohadazo a Quinn en la cara.
— ¡Nos hemos quedado dormidas! —Le gritó— ¡Despierta, bella durmiente!
Acto seguido, Quinn se rebuscó en su lugar de la misma manera que la morena había hecho. Se estiraba y tomaba su tiempo para levantarse. Ahora se encontraba sentada en la cama mirando sin mirar a la pared. Al parecer, no se daba cuenta de la gravedad de la situación aún.
La latina, por su parte, se levantó de la cama a una velocidad increíble y se dirigió hacia su ropero en busca de cualquier cosa para ponerse. Ni siquiera prestó mucha atención a lo que había sacado, solo le dio importancia al hecho de que fueran sus bragas, un brassier, una camisa y unos leggins negros.
—Quinn, son las ocho treinta. —Le informó al ver que su amiga parecía zombie.
Las palabras de la latina parecieron sacarla del trance en el que estaba. Rápidamente se puso de pie y busco desesperadamente su celular en la cama.
— ¡Dios mío, Santana! ¡Tengo que ir a casa a ducharme! ¿Y mi celular? ¡¿Dónde está mi puto celular?!
Santana sonrío al ver que el móvil se encontraba debajo de la almohada que había cambiado de lugar para encontrarlo, pero desde donde estaba, Santana aún podía verlo. Ahora sabía que su amiga había entrado en pánico y eso de alguna manera la tranquilizaba. No era normal que Santana estuviera más preocupada que Quinn por algo. Volvió a su ropero, sacó casi las mismas cosas y se las arrojó a Quinn a la cama.
—Las bragas y el brassier tendrás que reusarlos. No te los pienso prestar.
Las dos chicas se miraron fijamente por varios segundos e intercalaron miradas entre ellas y la entrada del baño. Ambas pensaron lo mismo, al mismo tiempo. Entonces, Santana en un movimiento rápido, intentó llegar antes que Quinn a aquella habitación, pero su amiga atravesó la cama con una velocidad impresionante, alcanzando a llegar a aquel baño antes que ella, cerrándole la puerta en la cara. Cosa que a la latina la sacó de quicio. Con sus puños comenzó a golpear la puerta sin ningún tipo de control.
— ¡¿Qué te crees que haces?! —Logró gritarle entre fuertes puñetazos.
— ¡¿Tú que crees que hago?! —Le contestó la rubia desde el otro lado de la puerta— ¡Me voy a duchar!
— ¡Quinn, no inventes! ¡Tú tardas siglos en bañarte!
Aquel reclamo latino no obtuvo contestación. Desde el otro lado de la puerta, Santana pudo escuchar el sonido que hace el chorro de agua de la regadera, en señal de que la rubia ya estaba dentro de ahí, luego escuchó la cosa que se lo confirmó y al mismo tiempo la sacó de la poca calma que tenía.
—“I’ll tell you what I want, what I really really want. So tell me what you want, what you really really want…”
Santana cerró los ojos y se pasó la mano por su cabello, agobiada e irritada. Todavía que iban tarde al instituto, le prestaba de su ropa y le ganaba el baño, la rubia aún tenía el descaro de tomarse su tiempo y comenzar a cantar aquella canción de las Spice Girls que a Santana la sacaba tanto de quicio por el simple hecho de que una vez que la escuchaba, sabía que no podría sacársela de la cabeza en todo el día. Aunque la latina de antemano sabía que para su rubia amiga cantar esa canción durante la ducha era casi como un ritual para ella, aquel no era precisamente el momento oportuno para hacerlo, ya que la latina consideraba más importante tratar de llegar lo más pronto posible a la escuela, lo cual significaba: no cantar mientras te duchas. Se quedó ahí plantada frente a la puerta, llena de resignación. Se calmó un poco y usó su cerebro en busca de una buena respuesta ante aquella situación, cosa que encontró. Giró la perilla de la puerta y sonrió de la manera más pícara y malvada al darse cuenta de que a la tonta de su amiga se le había olvidado asegurarla.
—“I’ll tell you what I want, what I really really want. So tell me what you want, what you really really want…”
Cerró la puerta procurando no hacer el más mínimo ruido y comenzó a quitarse la ropa. Aquella sonrisa malévola no se había ido, al contrario, se ensanchaba más conforme se acercaba a aquella regadera y se imaginaba la sorpresa que se llevaría su amiga. Cabe destacar que la cortina de la regadera era transparente, así que la latina podía divisar la esbelta silueta de su amiga. La rubia ni por enterado se había dado de que su atrevida amiga la acechaba con una gran sonrisa torcida.
—“I WANNA HUH, I WANNA HUH, I WANNA HUH, I WANNA HUH…”
— ¡Yo realmente quiero ducharme!
Santana había irrumpido en medio de la regadera y de la canción. Había asomado su cabeza contemplando a su amiga, que le estaba dando la espalda hasta que con sus palabras, la sacó de la tranquilidad. En acto reflejo, la chica se cubrió los pechos con sus antebrazos y levantó una pierna para cubrir lo demás. Santana se metió a la regadera partiéndose en risa ante la reacción de su pasmada y avergonzada amiga, que no podía dejar de mirarla. Cabe destacar también que había un intenso rubor en todo su rostro.
— ¡Dios! ¡Deberías ver tu cara! —Dijo entre unas risas un poco ya más controladas— ¡Pareces un reverendo tomate!
— ¡Mierda, Santana! ¡¿No pudiste esperar a que terminara de bañarme?! —Aún en aquella graciosa posición.
—Quinn, si esperara a que terminaras de bañarte llegaríamos a la escuela a las doce de la tarde…
— ¡Neeh! —Quinn ya se encontraba más relajada. Cambió de posición a una más normal y cambió de expresión a una más juguetona—Tú lo que querías era verme desnuda.
—Como si nunca te hubiera visto desnuda. Ahora ábrete, que quiero ducharme.
Dicho esto, Santana se abrió paso hacia el chorro de agua para así poder tomar su tan anhelada ducha. Quinn lo único que pudo hacer fue dejarla pasar. Intercalaban turnos en el chorro para quitarse restos de shampoo, acondicionador y jabón. No sentía ningún pudor al recorrer el cuerpo de su amiga con la mirada. No mentía al decir que ya la había visto desnuda varias veces, pero aún así no podía evitarlo y tenía que admitir que la rubia poseía un cuerpo envidiable, no por ella, pero sí envidiable. Tampoco le importaba el hecho de que su amiga la descubriera haciendo eso, ya que la rubia también hacía lo mismo, lo cual era perfectamente normal para ellas, por eso la falta de pudor. A las dos amigas les pasó por la cabeza el pensamiento de que muchos de los chicos (por no decir que todos) matarían por estar en aquella regadera con las dos amigas, o siquiera por verlas tomando una ducha juntas, pero ninguna expresó aquel pensamiento. Solo quedó como una idea loca, pero muy buena.
Ya limpias y cambiadas, partieron de una vez hacia el instituto “William McKinley” en el Beattle verde de Quinn. No tardaron ni más de cinco minutos en llegar. Cinco minutos que a Santana le parecieron horas. Quinn tenía una manera muy atrabancada de conducir de por sí, ahora más con el tiempo encima. Una vez estacionadas en el mismo lugar de siempre, Quinn justificó su forma de conducir ante su aterrada amiga diciendo: “Tenía que apurarme, cariño.” A lo que Santana solo la fulminó con la mirada y bajó del auto, desesperada.
Llegaron justo a tiempo para la segunda hora, que por desgracia no les tocaba juntas, así que se dirigieron hacia sus casilleros, los cuales solo estaban separados por uno, así que si bien no tenían muchas clases juntas, se verían entre descansos y en la hora del almuerzo. Se despidieron con su típico beso en el índice y chocando ambos dedos para así emprender camino hacía sus respectivas aulas.
Santana bufó y rodó los ojos al recordar que clase le tocaba: Anatomía. No era tanto por la clase, al contrario, le resultaba particularmente interesante, era por aquella profesora que, según Santana, buscaba cualquier pretexto para hacerle la vida más que imposible. Cada vez que Santana hablaba blasfemias de la profesora Emma Pillsbury con su rubia amiga, la morena esperaba un poco de comprensión y apoyo, cosa que nunca recibía, pues Quinn consideraba que aquella profesora era de las mejores que aquel instituto podía poseer. Santana siempre le hacía saber a Quinn lo zafada de la mente que estaba al pensar eso de la profesora que casi casi era la dueña de sus pesadillas. Y ahí estaba… En cuanto llegó, se apoyó en el marco de la puerta-entrada para poder divisar aquella aula, que estaba casi llena. Buscó con la mirada su ya “proclamado” asiento que se encontraba al fondo del salón, haciendo caso omiso a la mirada de la pelirroja profesora que sabía que estaba en ella. En aquella clase, los alumnos se sentaban en parejas para realizar las tareas de aquella asignatura, pero no Santana, aunque eso no le importaba para nada. Prefería mil veces estar sola que sentarse a lado de algún idiota que no supiera nada acerca del tema, lo cual la retrasaría mucho. En fin…
—Llega tarde, Señorita López.
—Ahórreselo.
Dicho esto, se dirigió hacia el asiento que siempre ocupaba en aquella clase, pero ahora pudo percatarse de que aquel lugar a su lado que siempre había estado vacío ahora ya no lo estaba. Prefirió no darle más importancia, y sin más preámbulos se sentó, colocando su bolso encima de la mesa, apoyando sus codos sobre él y apoyando su cabeza en sus puños.
Pasó las dos siguientes horas de clase casi sin cambiar de posición. Dos horas que se le hicieron eternas, hasta que resonó el timbre que indicaba que aquella hora había terminado. En acto reflejo, tomó su bolso y se dispuso a salir del aula a toda velocidad. Estaba por cruzar la puerta, cuando escuchó que alguien la llamaba.
—Señorita López, ¿Por qué tanta prisa?
La pelirroja usaba un tono casi burlón al dirigirse a la morena que estaba desesperada por irse de ahí. Santana rodó los ojos.
—Nada, solo un poco desesperada por salir lo antes posible de su clase. Nada fuera de lo común. ¿A qué viene su pregunta?
Las palabras de la morena salieron de su boca con completa tranquilidad, como si lo que acabara de decir no fuera algún tipo de insulto. Los demás alumnos no dejaban de pasar por su lado para poder salir de ahí y dirigirse a almorzar. Santana los veía de reojo y los envidió un poco.
—Pues si yo fuera usted, me preocuparía más por la tarea que he asignado, ya que no va tan bien en mi clase que digamos, señorita López.
Ahora el semblante de Santana cambió un poco. Ahora lo que le decía aquella pelirroja si le importaba. Descuidar sus notas en aquel instituto no era siquiera una opción. Tenía uno de los mejores promedios de ahí y ponía todo de su parte para que eso no cambiase, por esa razón detestaba tanto a aquella profesora. Santana iba bien en todas sus clases, excepto en esa. Al principio se había esforzado demasiado para mantenerla estable, pero fue perdiendo un poco el interés cuando vio que era en vano, al parecer aquella obstinada profesora no le haría tan fácil la tarea de pasar la materia, por no decir imposible, y sabía que tarde o temprano tendría que sucumbir y dejar su orgullo ante Pillsbury, cosa que quería hacer más tarde que temprano y que no terminaba de sacarla de quicio.
La profesora sonrió internamente al darse cuenta de que al fin había captado un poco la atención de su alumna con aquellas palabras. Ahora dirigió su mirada a una desconcertada Santana, que al verse observada trató de ocultar su preocupación cambiando su semblante al mismo que había tenido antes, aunque fue en vano. La sonrisa interna de la pelirroja dejó de ser interna para asomarse en sus labios. No una sonrisa de oreja a oreja, pero tampoco era invisible, y Santana ni se percató de ello.
—Es para final de momento. —Se adelantó Pillsbury al notar que Santana no se animaba a articular la pregunta, con un tono ligeramente burlón—Vale el cincuenta por ciento de la calificación. Yo que usted, me apuraba.
Santana se percató de aquel tonecillo en la voz de su profesora, lo cual la sacó de quicio y el hecho de que tenía que aguantárselo la sacaba de quicio aún más. Le sorprendió de sobre manera lo mucho que ese proyecto importaba, aunque luego desechó aquel sentimiento al recordar el carácter de la profesora y lo brutal que podía ser a la hora de poner tareas. Harta de la situación, se sacudió aquellos sentimientos y volviendo a su modo de “me importa un pepino lo que me digas” se animó a hablar por fin.
— ¿Eso es todo? ¿Puedo irme ya? —Preguntó, sonando completamente indiferente, pero aún así, no convenció a su profesora, la cual hiso como que sí.
—No. —Contestó en seco para luego dar unos cuantos pasos con sus brazos cruzados y quedar frente a la morena, que estaba desesperada por irse, pero aún quería saber sobre aquella tarea tan importante, así que la dejó hablar—Debo informarle que éste trabajo es en parejas y que toda la clase ya está organizada, a excepción de usted, claro.
¡Rayos! Sabía que no se lo dejaría para nada fácil. Si Santana ya presentía que la profesora tenía algo en contra de ella, eso lo confirmaba aún más. La morena sabía que la pelirroja estaba al tanto de que a ella no le gustaban los trabajos por parejas. Vamos, ni siquiera le gustaba sentarse con acompañante.
— ¿Y con quién se supone que haré tal proyecto entonces? —Preguntó Santana fingiendo indignación, pero la verdad era que se sentía aliviada de que ella fuera la única que sobrase en el grupo. Así no tendría que preocuparse por trabajar con nadie más.
La mujer no era tonta, y se dio cuenta de la alegría interna de Santana. Ahí, justo a esa pregunta era a donde Pillsbury quería llegar.
—Por suerte para usted se acaba de inscribir una nueva alumna. —Le dijo, casi con malicia—Me he tomado la libertad de emparejarla con usted. No tiene que agradecerme.
Esto último lo dijo con ironía. La verdad, la profesora se estaba divirtiendo un poco con la situación. Se imaginaba la reacción de la latina.
Ya quedaban solo unos cuantos alumnos en el aula. Algunos aún estaban muy ocupados acomodando sus cosas en sus maletas, otros estaban en pláticas muy efusivas pero sin importancia y otros simplemente caminaban lento porque no tenían muchas ganas de llegar al comedor, aparentemente. Ahora las voces de aquellas dos mujeres resonaban más en el aula.
—Como si lo fuera a hacer. —La indignación ahora no la estaba fingiendo. Era real y casi palpable. — ¿Y si yo no quiero? ¿Esta nueva alumna está de acuerdo con esto?
—He hablado con la señorita Pierce y ella ha accedido sin más miramientos, puesto que es lo más lógico. Y si usted no está de acuerdo, pues entonces me veré obligada a reprobarla en éste proyecto, y por consiguiente, reprobarla en el momento. Sin mencionar que la señorita Pierce también sufrirá daños en sus notas.
La pronunciación del apellido la hizo girar instintivamente hacia donde aquellas dos mujeres tenían la acalorada discusión, pero prefirió mantenerse al margen hasta nuevo aviso. En verdad no deseaba mucho interrumpirlas, pero no podía evitar parar oído ante aquella conversación, de la que obviamente formaba parte. Comenzó a fingir que buscaba algo en su maleta para quedarse ahí un poco más.
Por su parte, Santana rodó los ojos y bufó en señal de fastidio. La verdad era que le importaba un pepino que la señorita Pierce reprobase, pero ella no podía darse aquel “lujo” si podía llamársele así. En realidad para ella no era un lujo, además de que cuidaba su promedio para poder entrar a una buena universidad, a Santana nunca le había gustado sacar bajas notas. Era algo que simplemente no estaba en su ADN.
— ¿No puedo hacerlo de forma individual?
Sabía de antemano la respuesta a ésta pregunta, pero no perdía nada con hacerla. La respuesta a ella fue la que se temió.
—De hecho, le vendría bien conocer a su nueva pareja, señorita López.
Sin más miramientos, Pillsbury llamó a aquella rubia de ojos hipnotizantemente azules.
Quedó exageradamente largooooooo, y quizá esté algo aburrido, pero supongo que con la llegada de Brittany a la historia eso cambiará :) o al menos, eso espero. Para el próximo capítulo prometo tratar de poner menos narraciones y más diálogos, porque sé que los diálogos son divertidos n.n
Si leyeron, pues hasta la próxima :D
—“Those fingers in my hair… That sly come hither stare that strips my conscience bare ¡It's witchcraft…!”
Eran casi las seis de la tarde de un domingo en el pequeño pueblo de Lima Heights, Ohio. Una bella latina de diecisiete años se encontraba en su casa, desempacando maletas que había hecho dos semanas atrás, pues había ido a visitar a su abuela en Kaufman Texas. Llego del viaje en sábado, pero en cuanto llegó no se sentía de humor como para desempacar en aquel instante, lo único que pudo lograr a duras penas fue tomar una ducha, para luego dormir en su añorada cama. Ya arreglaría todo después, pero ella hacía las cosas con el único pretexto de escuchar aquella canción mientras tanto. En realidad, ella no estaba prestando mucha atención a lo que desempacaba. El mismo gato con botas podría haber saltado de aquellas valijas y Santana ni por enterado se habría dado. Ella había optado por tomar su cepillo para cabello y posicionarlo cerca de sus labios, simulando un micrófono. Ella solía hacer eso cuando en su casa solo se encontraba ella y sabía que nadie la escucharía. Podría cantar a sus anchas la canción que en aquel momento le pasara por la mente. Era libre de soltar todos los gallos y desafinaciones que quisiera. Total, nadie estaba ahí para presenciar todo eso. A veces se mortificaba pensando si en algún lugar de su casa habría cámaras ocultas, o quizá alguien la estaría espiando por la ventana. Pero sabía que nadie estaba ahí. Nunca nadie estaba ahí. Su madre se había quedado en Kaufman junto con Valentina y Diego, y se quedarían allá por más tiempo. Santana había regresado porque en el instituto sólo la habían justificado por una semana. Se convirtieron en dos cuándo la chica estalló en cólera gritando cosas en español, su idioma natal (que de seguro no eran piropos), haciendo que el director Figgins entrara en pánico y le diera una semana más.
—“And I've got no defense for it. The heat is too intense for it. What good would commonsense for it do?”
Ahora la chica se alejó tres pasos y le dio la espalda a la cama que estaba cubierta de prendas, zapatos, lociones, cremas, perfumes y cosas de su uso diario, para dejarse llevar aún más por una de sus canciones favoritas. No se había dado cuenta de que sus ojos se habían cerrado y sus manos se iban de arriba abajo conforme a las notas de la música, eso era algo sumamente involuntario. Cómo el movimiento de los brazos al caminar, o el profundo “Ahh” que dejas salir cuándo bebes algo verdaderamente refrescante en un caluroso día de verano, era algo tan involuntario para ella como la respiración misma. Solo lo hacía.
—“Cause it's witchcraft! Wicked witchcraft. And although I know it's strictly taboo”
Ya había llegado a la segunda fase. Esta consistía en dar pasos en sincronía con el ritmo de aquella melodía sin rumbo fijo por toda su casa, alcanzando notas un poco más elevadas. Daba volteretas sin fijarse por donde pasaba. Lo curioso era que nunca chocaba con nada. A pesar de tener los ojos cerrados, jamás perdía el equilibrio ni vacilaba. Era como si los muebles de su casa se abrieran paso para ella. No se había dado cuenta, pero ya había llegado a la cocina, aún con el “micrófono” en mano.
—“When you arouse the need in me, my heart says yes indeed in me, proceed with what you're lead in 'me to! It's such an ancient pitch but one I wouldn't switch 'Cause there's no nicer witch than…”
Había llegado a la tercera y última fase, donde por fin, se posicionaba en un lugar y dejaba salir completamente su potente voz, pero algo la cortó… Santana pudo escuchar el timbre de llamada de su celular. A paso veloz se dirigió a la cama de su habitación y sin importarle donde cayeran, comenzó a arrojar todas las cosas que le impedían encontrar su celular. Se sentía cómo una extraña ante su móvil, pues habían pasado dos semanas y ella ni se acordó de él. El aparato se encontraba debajo de la cama, por lo que se sintió algo tonta, y al ver la pantalla pudo identificar de quién era la llamada. Imaginó que su amiga no tardaría en pedirle explicaciones del por qué su repentina ausencia de dos semanas. No se equivocaba.
—Fabray.
— ¡¿Dónde diablos estabas?! Será mejor que tengas una buena excusa, López...
Del otro lado de la línea, Quinn Fabray se encontraba completamente indignada y dolida. Su mejor amiga la había dejado por dos semanas sin siquiera avisarle a donde iba, ni el por qué. Vamos, ni siquiera le avisó que se iba. Quería una explicación en ese mismo instante. Apretó el volante en su mano libre con mucha fuerza y frenó su auto bruscamente al percatarse de la luz roja que tenía en frente. Varios conductores indignados se expresaron hacia ella dejando escuchar el claxon de sus autos y gritando grosería y media.
— ¡Como si tu claxon me fuera a helicopterizar, idiota! —Gritó en defensa propia la rubia.
— ¿Estás hablando por teléfono mientras conduces? —Preguntó Santana con el ceño fruncido mientras recogía todo lo que había arrojado al suelo cuando buscaba su móvil. Aquel hecho no le paso desapercibido. Ella odiaba que su amiga tuviera ese mal hábito, y ya le había hecho llamadas de atención antes. —¡Quinn! ¿Qué te he dicho sobre…?
— ¡Hey, aquí la indignada y la de las preguntas soy yo! —La interrumpió su ojiverde amiga. — ¿Dónde estabas? ¿Con quién? ¿Por qué?
—Oye tranquila, Sherlock. —Dijo, tratando sin mucho éxito de esconder la gracia que la situación le causaba. —Ni mi madre me hace tales interrogatorios.
— ¡Esto no es divertido, Santana López! —Estalló Quinn. —Sylvester me ha estado pisando los talones ahora que tú no estuviste en estas dos semanas. Me ha estado torturando, porque según ella “Debía hacer trabajo por dos”. — Al decir lo último, añadió una pobre imitación de la voz de la entrenadora Sue Sylvester.
—Tuve una situación familiar ¿De acuerdo? —Se justificó la latina—Mi abuela quería vernos.
—Pues espero que te la hayas pasado muy bien con tu abuelita, porque te aseguro que en cuanto Sylvester te encuentre, no volverás a ver la luz del día.
La risa que Santana tenía en el rostro desapareció casi por arte de magia. Sabía que Quinn no estaba exagerando. La entrenadora era la mujer más despiadada que había podido conocer. En momentos, Santana se podía identificar un poco con ella. Le preocupaba demasiado que algún día pudiera acabar como ella. Treinta y siete años, malhumorada, sin hijos, sin amigos y soltera. Por eso su carácter.
—Ya me las arreglaré.
—Lo dudo mucho.
Santana hizo una mueca de dolor que nadie vio.
—Y… ¿A dónde te diriges? —Preguntó para desviar un poco el tema. No tenía muchas ganas de hablar de la escuela.
— ¿Yo? A tu casa. —Soltó su amiga sin más. —Tenemos que ponernos al corriente, porque te has olvidado de que tienes una mejor amiga a la cual atender.
—Nunca me olvidaría de ti. Lo sabes, Fabray.
—Sí, lo haces. Bueno, voy a colgar. Aparentemente, estoy rodeada de idiotas que no saben conducir. No tardo en llegar.
—Ten cuidado, por favor. ¡Conduce y ya!
—Sí, sí, sí. —Dijo con fastidio para finalizar la llamada.
Santana movía la cabeza de un lado a otro con una sonrisa. Sí. Ella era Quinn Fabray. Su mejor amiga desde jardín de niños. Ni siquiera recordaba cómo la había conocido. Cuándo se dio cuenta, ella ya estaba ahí. “El dúo del mal”. Tomó su celular con el objetivo de saber que hora era, pero se encontró con dos notificaciones en su pantalla. Cuatro mensajes de texto y once llamadas perdidas. Supo que las llamadas eran por parte de Quinn, se dispuso a ver los mensajes de texto y se dio cuenta de que todos eran de la misma persona:
Puck:
Hey, diablilla ¿irás a la fiesta en casa de Mike? Avísame, lindura. Tengo muuuuchas ganas… de verte. ;)
7:45 p.m. Sábado 1 de Septiembre.
Por supuesto que se acordaba de aquella fiesta. El mismo Mike las había invitado a ella y a Quinn una semana antes. Por el hecho de ser las capitanas del equipo de porristas, el dúo tenía muchos privilegios sociales. Pero el jueves de aquella semana, su madre había tomado la decisión de que irían a casa de su abuela, a lo que Santana no renegó. Tenía muchas ganas de verla, y fiestas había todos los fines de semana. Ni siquiera le pudo avisar a su mejor amiga Quinn, menos le avisaría a Puck.
Puck:
Oye ¿Qué te ha pasado? ¿Te abdujeron los aliens? ¿En dónde te metes, pequeña diablilla?
10:56 p.m. Miércoles 5 de Septiembre.
Puck:
Te has portado muy mal. Mira que desaparecerte tanto tiempo sin siquiera una pequeña despedida. Las niñas malas cómo tú merecen su castigo, Santanita.
11:39 p.m. Sábado 8 de Septiembre.
Puck:
¿No piensas volver nunca o qué? Nos juntaremos en casa de Sam. Necesito verte, Satán.
9:17 p.m. Viernes 14 de Septiembre.
Ese era el último mensaje. No pudo evitar burlarse del pobre chico. Lo había dejado dos semanas sin sexo, o bueno, quién sabe. Pudo haber salido con cualquier otra, pero el chico no dejaba de buscarla, a lo que ella tampoco se negaba. ¿Qué? Santana no era una santa. Era totalmente lo contrario, aparentemente. A Santana no le interesaba una relación seria ahora, y menos con Puckerman. El era pésimo en las relaciones con sentimientos involucrados. Sabía que la chica que se le ocurriera salir con Noah en una relación formal terminaría con el corazón hecho añicos. Ella prefería ahorrarse ese tipo de sufrimientos y situaciones. Santana sabía que era mejor no esperar nada de nadie. Esperar siempre duele. No era que ella hubiera tenido malas experiencias o algo así, pero era de las pocas lecciones que le había dejado su padre antes de que se marchara para ya nunca volver, dejando a su madre a cargo de ella y de sus dos hermanos. Más de una vez Santana tuvo que trabajar para ayudarle a su madre con los pagos básicos.
Pero ahora, eso no venía al caso. Su mejor amiga venía en camino y sabía que no tardaría nada en llegar. No vivían a más de siete minutos de distancia en auto, y sabía la manera tan atrabancada de conducir de Quinn. Se dio cuenta de que aún se encontraba solamente con dos prendas puestas: Su short y una vieja camiseta de su hermano, que le quedaba de camisón. A pesar de ser solo dos años menor que ella, Diego ya no era un niño. Con dieciséis años ya superaba en altura a Santana, y por mucho. Decidió tomar una ducha, que al parecer, se prolongó más de lo debido. Santana salió del baño únicamente envuelta en su toalla. No le gustaba envolverse el cabello en otra, así que había gotas de agua escurriéndole por los hombros y el pecho. No para su sorpresa, una rubia de cabello hasta un poco más debajo de los hombros se encontraba sentada encima de las prendas que aún no estaban ordenadas, encima de su cama. Se limaba las uñas con empeño. Ni siquiera se había dado cuenta de que Santana había entrado a la habitación con una toalla envuelta. Lo único que sorprendió a la latina, fue la versatilidad de su amiga. Pensó que tardaría un poco más.
— ¿Podrías quitar tu trasero de encima de mi ropa? La acabo de lavar.
— ¡Por fin tengo el honor de contar con la presencia de la señorita desaparecida! —Dijo la rubia con sarcasmo, para luego ponerse de pie y hacer una ligera reverencia.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Le preguntó.
—Lo suficiente como para seguir confirmando que eres un desastre total. —Le contestó, tomando una prenda de la cama únicamente con el pulgar y el índice, para luego dejarlo caer al mismo lugar de dónde lo había tomado. —En serio, deberías tomarte tu tiempo para limpiar tu desastre.
Santana comenzó a rebuscar en las maletas que estaban en la cama en busca de ropa para cambiarse.
—Quinn, yo no limpio. —Le dijo viéndola fijamente a los ojos, dándole a entender que aquello era la cosa más obvia del mundo. Santana no era una persona muy ordenada.
—Por desgracia. —Dijo por lo bajo.
Ya no le tomaba importancia a los consejos de su amiga sobre ser más ordenada. Para Santana, su habitación estaba en completo orden. Además, sabía que Quinn no esperaba que tomara en cuenta sus consejos. Sabía que sólo lo decía por decir. Aunque tuviera razón.
Tomó una camiseta lisa blanca, unos jeans que ella sabía que le quedaban perfectos, y su ropa interior. Se dirigió al baño de nuevo, dispuesta a cambiarse. En cuanto salió, Quinn seguía de pie, aún limándose las uñas de la misma mano de antes, sólo que ahora llevaba en ella las llaves de su Beattle verde, “el confidente” como le llamaba Santana, y con mucha razón. Si aquel auto pudiera hablar, tendría muchas interesantes historias que contar…
— ¿Vamos a alguna parte? —Le preguntó al cerrar la puerta del baño del que había salido.
— ¿Qué te parece si vamos a… limpiar éste desastre?
— ¡Ya déjame, Quinn! —Le suplicó. Con las demás personas, Santana era de alguna manera la abusiva, pero la realidad era que a Quinn le encantaba poner de nervios a su mejor amiga, para luego arreglarlo con un abrazo y un beso en la mejilla de la morena. Cosa que acababa de suceder ahora mismo.
—Sabes que bromeo. —Le dijo, apartándose de ella para salir de la habitación —Nunca acabaríamos de limpiar aquí—Le gritó. Aparentemente, se dirigía a la cocina.
Santana no dijo nada, solo rodó los ojos y siguió metiendo la ropa en los cajones de su ropero. No se molestaba en doblarla, si no cabían las presionaba hacia abajo hasta que se hiciera más espacio. Ya podía divisar el color blanco de las sabanas de su cama. En realidad, ya había olvidado cómo se veía su cama sin montones de ropa encima.
—Oye y… ¿Dónde eshtán todosh? —Su amiga había llegado y formuló esa pregunta con pedazos de manzana en la boca. Era una costumbre de ella comer las manzanas de la familia López—Cuándo llegué eshperaba ver al menos a otra pershona ademásh de ti…
— ¡Oh! ¿Y a quién más se supone que esperabas ver en casa de tu mejor amiga? Además de ella, claro está. —Preguntó en un tono que rebasaba los límites de lo irónico.
—Ya, ya…—Dijo no antes de darle otra mordida a la jugosa y roja manzana—Sholo eshperaba no encontrarte shola… ¿Dónde eshtán todosh? —Volvió a preguntar, con pedazos del rojo fruto en la boca.
—Se quedaron en casa de Nay.
—Ah… ¿Entonces todas estas dos semanas estuviste en casa de la abuela Nayla? ¿No bromeabas? —Preguntó una vez que tragó y no pudo evitar aquella pizca de confusión en su voz.
—Claro que no, hemos estado ahí todo este tiempo.
El rostro receloso de Quinn ahora había cambiado a uno en donde se podía leer completamente el arrepentimiento. Ella había hecho una historia en su cabeza de su amiga yéndose a alguna otra parte en busca de placer o algo por el estilo. Se imaginaba a la morena no necesariamente en un hotel de lujo, pero si con algún desconocido con el que se había topado o algo así, por eso se encontraba tan enojada, pero ahora se sentía la peor amiga del mundo. Su latina amiga se había ido dos semanas a casa de la abuela Nayla y sabía lo mucho que adoraba a aquella mujer, la misma Quinn lo hacía, hasta la extrañaba. Ella misma tampoco hubiera rechazado la oferta de pasar dos semanas con ella. Procuró que la culpa se notara en su voz y cambió su rostro a uno más relajado. Lo bueno era que ella se encontraba recargada en el marco de la puerta y Santana estaba muy ocupada yendo y viniendo de su cama hasta el ropero, metiendo su ropa en los cajones sin ningún tipo de orden como para que su amiga se diera cuenta de la culpa que la invadía por dentro.
— ¿Y por qué ellos se han quedado y tú has vuelto?
—Pues resulta que tengo a un idiota por director de mi escuela y me dio solamente una semana libre…
— ¿Una semana? —La interrumpió la rubia amiga— ¿Y por qué te has ido dos?
—Mi abuela necesitaba catorce días de mí, así que lo convencí.
—Eso explica los gritos…—Susurró para sí misma Quinn, recordando aquel día en clase de historia donde estaba a nada de quedarse dormida, cuando toda la clase (que iba por el mismo camino que ella) se pudo percatar de aquellos gritos llenos de molestia. No se escuchaban claramente como para saber con exactitud de que se trataban, pero sabían que alguien estaba a punto de arrancarle la cabeza a algo… O a alguien.
Santana metió la última prenda en los atiburrados cajones del peinador, pero no era capaz de cerrarlos con la fuerza de sus manos, así que decidió usar su trasero para obtener mejores resultados. Se giró, dándole la espalda al gran espejo redondo, apoyo sus manos en la parte superior de los cajones y comenzó a empujar con fuerza con su trasero el cajón que se oponía a cerrarse. Quinn negaba con la cabeza con una risa en la boca.
—Se apreciaría mucho un poco de ayuda por aquí, gracias. —Le suplicó con sarcasmo cuándo se percató de la risita de su amiga—Por cierto ¿De… qué… querías… ha… blarme? —Separó las palabras de su pregunta al compás de los empujes que le daba a aquel cajón que se negaba a cerrarse.
—Será mejor que te cuente de una vez…
— ¿Contarme? —La interrumpió la latina, interrumpiendo también los empujes que daba al cajón para ponerle más atención y observarla fijamente a los ojos, algo que a Quinn la puso algo nerviosa, mucho muy nerviosa. — ¿Contarme qué cosa?
Quinn tragó saliva. Alguien tenía que decirle a la latina lo que había pasado en esas dos semanas que estuvo ausente, y sabía muy bien que la única persona que podía darle a conocer noticias como esas y salir intacta era ella, pero igual, sabía que el horrible huracán “Snixx” se avecinaba… No sabía de que manera empezar. Abría y cerraba la boca pero de ella no salía ni pío, hasta que por fin se decidió.
—Es… Es mejor que te sientes. —Le aconsejó.
Tomándola del brazo la guió hacia su ahora despejada cama. Santana la veía con el ceño fruncido, señal de que estaba completamente confundida, se sentó en aquella cama aún buscando alguna pista en los ojos de su amiga sobre lo que tenía que contarle, pero era en vano. Lo único de lo que podía darse cuenta era que lo que su amiga estaba a punto de contarle no podían ser buenas noticias.
—Bueno, bueno, ya me senté. ¿Qué pasa Fabray? Escúpelo.
Quinn necesitaba en serio que su amiga dejara de verla así. Santana tenía una mirada muy pesada, de esas que podías sentir a kilómetros de distancia, y no era cómo si lo hiciera a propósito, ella simplemente así veía. Santana hizo un ademán con sus manos, algo así como si hubiera una mesa imaginaria en frente de ella y acabara de despejarla para que Quinn pudiera acomodar sus palabras ahí. Tomó aire disimuladamente y por fin se atrevió a hablar, no muy segura, pero ya que…
—Bueno… Estas dos semanas, en verdad… Han sido muy confusas… Yo, aún no sé cómo pasó… Humm… ¿Recuerdas que te dije que la entrenadora me ha estado pisando los talones desde que te fuiste?
—Sí, lo recuerdo. —Afirmó la morena— Pero descuida… —Añadió con tranquilidad— hablaré con ella mañana. Ya sabes, en el entrenamiento.
—Sí, humm… Bueno… —Quinn dirigía su mirada a cualquier otro sitio de la habitación que no fueran esos ojos marrones que la observaban curiosa y detenidamente. La mirada de su amiga sí que tenía un efecto muy fuerte en ella, trataba de evitarla lo más que podía—Ya no tienes que preocuparte por eso…
— ¡Claro que tengo! —Afirmó de nuevo.
—No, no tienes. —Negó Quinn rotundamente.
Ahora Santana se había quedado muda. Veía a su amiga ahora con el ceño más fruncido aún y con los ojos casi cerrados. Estaba tratando de comprender, pero de nuevo fue en vano.
—Quinn ¿Qué rayos está pasando?
—La entrenadora te ha echado del equipo.
Aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría. Santana no cambiaba su semblante y Quinn solo quería algún tipo de respuesta por parte de su amiga. Podía esperar de todo, desde llantos incontrolables hasta gritos llenos de furia en un idioma que no entendía, pero su amiga parecía estar congelada, hasta que emitió una pequeña risa incrédula.
—Quinn, la entrenadora no puede echarme. —Aseguró— Soy la porrista más importante además de ti. Ha de ser una de sus estúpidas bromas…
—No, Santana… Es en serio.
La sonrisa que se posaba en los carnosos labios de la latina desapareció y en su rostro ahora podía dejarse ver la preocupación y el cólera. Se puso de pie y comenzó a caminar desesperadamente en círculos por su habitación, ahora sin pizca de preocupación.
— ¡¿Qué rayos pasa por la mente de esa mujer?! ¡No puede echarme! —Gritaba lanzando sus manos por todas direcciones— ¡Sacarme del equipo es renunciar a las locales! ¡¿No ha pensado en eso?! ¡¿Por qué me echa?! ¡Esa bolsa de huesos solo quiere hacerme la vida imposible…!
Quinn solo observaba a Santana desde donde estaba, inmóvil. Tenía la esperanza de que si no se movía, quizá podría confundirse con el entorno y pasar desapercibida para Santana, pero no fue así. Santana paró de hablar para quedársele viendo fijamente a los ojos, luego desvió su mirada a su mano derecha. La latina se lanzó como felina por las llaves del “confidente”, pero Quinn fue más rápida y logró alzar su mano para que aquellas llaves quedaran fuera de su alcance, posicionó su otra mano en el pecho de su amiga para que ésta tuviera menos oportunidad de alcanzarlas. La manzana de Quinn rodó por el suelo de la habitación, algo que la rubia lamentó bastante.
— ¡Dame las malditas llaves, Quinn! —Le ordenó, apoyándose en el torso de su amiga y poniéndose de puntitas para poder alcanzar el objetivo que su amiga alzaba.
— ¡No! —Se negó, ahora posicionando la mano que tenía en el pecho de su amiga en su cara, sintiendo sus labios y sus cachetes— ¡Ni siquiera sabes conducir!
— ¡No te pregunté!
— ¡No dejaré que vayas a lanzarle no sé que tipo de bomba a la entrenadora!
— ¡Fabray, te juro que si no me das esas llaves…!
La frase de Santana no pudo completarse, porque en un movimiento que ésta hizo por alcanzar la mano de la rubia, su pie se trabó con un zapato que estaba fuera de lugar. Se arrepintió un poco de no limpiar. Las dos amigas cayeron encima de la cama, la morena sobre la rubia. Se quedaron varios segundos analizando aquella situación, hasta que las dos partieron en risa. Santana, quien había caído encima de la rubia se había rodado para quedar ahora a un lado de ella y posicionar sus morenas manos en su estómago, mirando al techo, tal y como había hecho la rubia también. Santana ya no estaba enojada, ahora solo quería explicaciones.
— ¿Entonces estoy fuera? —Preguntó más calmada con la vista en el techo.
—Sí. —Contestó la rubia de la misma manera, también mirando el techo.
—Ahora la capitana eres tú ¿no?
Santana sonaba resignada, pero no lo estaba. Santana López recuperaría lo que es suyo. Ese puesto era lo único que le gustaba y que tenía más que asegurado (o al menos, eso creía) en aquella escuela y no lo dejaría por nada, pero al menos saber que su mejor amiga y no cualquier niña estúpida la estaba reemplazando era un buen consuelo.
—No.
Esa no era precisamente la respuesta que esperaba escuchar, de hecho era lo contrario. La morena se acomodó de lado en su cama, levantando el torso apoyándose en su mano derecha para poder mirar a Quinn sin dificultad, pero ella aún parecía estar muy interesada en el techo de la habitación. Ni siquiera volteo a verla.
—Es una broma ¿Verdad? —Le preguntó arrugando las cejas.
—No. —Le contestó ella.
— ¿A quién ha puesto entonces?
—Una chica nueva a la que acaban de transferir de Kansas o algo así.
— ¿Acaso no te importa, Quinn? —Le preguntó incrédula, se estaba hartando de la situación en la que a Quinn parecía importarle un pepino lo que ella le estuviera alegando—Digo, por derecho ese puesto te pertenecía a ti y en lugar de eso, se lo ha dado a una completa desconocida que ni siquiera sabemos si es capaz de hacerlo o no…
—Sí, claro que me importa. —La interrumpió, haciendo pequeños ademanes con las manos—Pero, aunque me duela admitirlo, la chica es buena en lo que hace. No supe que cara poner cuándo se presentó y comenzó a hacer lo suyo… Es bueno que no la hayas visto, en verdad…
— ¿Qué? ¿Sólo me voy dos semanas y la calaca menopáusica ya me da por muerta y me sustituye con una tipa que acaba de llegar? Y ahora te pones de su lado, que es aún peor.
—No es que esté de su lado. —Quinn estaba realmente calmada si la comparábamos con su amiga, quién ya estaba perdiendo la poca calma que había ganado—Solo sé que tiene un punto. Te fuiste sin avisarle nada a nadie y las locales son en unos meses, además la chica tiene buenos pasos y…
— ¡¿Estás insinuando que esa chica es mejor que yo?! —Definitivamente, Santana ya había perdido la calma. Ahora se había puesto en cuclillas encima de la cama con las manos en la cintura, dirigiéndole una mirada fulminante a su amiga, que ahora no tenía más remedio que contestársela—Eres la peor amiga que he tenido.
—No dije eso. No empieces de nuevo, Santana. Sabes que yo nunca hubiera podido hacer nada para hacer cambiar la opinión de Sue. —Santana bajó la mirada. Era cierto, la entrenadora tenía un carácter de los mil demonios y una vez que se proponía algo, no había fuerza en el mundo que la hiciera cambiar de opinión—Detesto a esa chica igual o más que tu, pero también me importa el equipo y tú no la has visto. Por eso no me molesto en hacer nada, igual la entrenadora hará lo que le plazca. Y, soy tu única amiga.
— ¿Eso era lo que tenías que contarme? —Le preguntó, volviendo a acostarse a un lado de su amiga.
—Es algo fuerte ¿Verdad?
—Siento como si en lugar de dos semanas hubieran sido dos años.
Santana y Quinn guardaron silencio por un momento. El sol ya se estaba ocultando y sus últimos rayos se asomaban por las cortinas de aquella habitación. Quinn pensaba y Santana también, pero pensaban cosas muy diferentes entre sí.
—Si vuelves a dejarme sola de esa manera, te juro que te encuentro, voy y te arranco los cabellos de uno a uno, López.
—Es hora de que aceptes que no puedes vivir sin mí.
—No, no puedo, eres taaaan importante en mi vida.
Santana frunció el seño.
— ¿Acaso detecto sarcasmo, Fabray?
— ¡Naaaah!
Las dos chicas se encontraban charlando como solo dos mejores amigas de toda la vida podrían hacerlo. Quinn le contaba a Santana otros hechos no tan importantes que habían pasado en Lima en aquellas dos semanas en las que la latina se había ausentado, a lo que la morena hacía comentarios graciosos al respecto. El tono de mensaje del celular de Quinn sonó de repente, sacándolas de la plática de amigas. Santana al percatarse, alzó su cabeza para poder ver quién osaba perturbar aquel momento de amigas que no habían tenido en dos semanas, mientras Quinn tomaba el teléfono y tocaba la pantalla táctil con sus pulgares en diferentes lugares. Hizo una mueca y rodó los ojos con un dejo de fastidio, hecho del que Santana también pudo percatarse.
—Finn. —Dejo salir la rubia en un suspiro con desgana, con los ojos fijos en la pantalla del móvil.
— ¿Qué es lo que quiere? —Preguntó la morena, casi casi enojada.
A Santana nunca le agradó la idea de que su mejor amiga saliera con el chico, y no dudaba en hacérselo saber, ni al mismo Finn, pero también sabía que su amiga tenía todo el derecho de salir con quién le diera la gana.
—Quiere que nos veamos hoy.
—Oh, por favor. ¡Es domingo! Todo el mundo sabe que los domingos se inventaron para recuperarse de la noche del sábado. O sea, todo el mundo debería estar tirado en cama.
Quinn se quedó con la mirada clavada en su móvil por unos segundos sin decir ni hacer nada. Reaccionó usando su dedo índice, presionando un botón y acto seguido, la pantalla del dispositivo se apagó, cosa que sorprendió un poco a Santana.
— ¿No le piensas contestar?
—No. Que fastidio. —Dijo la rubia, acomodando su móvil boca abajo sobre su estómago y acomodándose de nuevo en la cama.
Entonces la morena confirmó los pensamientos que la habían rondado desde que su amiga le había anunciado que salía con él: El chico la estaba aburriendo. No era que Santana no lo supiera, sino que sólo necesitaba cualquier otro hecho para solo confirmar sus sospechas. Se le escapó una risita al pensar en el hecho de que su amiga llegó a creer que podría engañarla sobre eso. Santana no dudaba en hacerle saber a su amiga lo mucho que detestaba que saliera con aquel chico tan pesado, a lo que su amiga todo lo tomaba como una simple broma de su amiga, aunque ella sabía muy, muy en el fondo que la latina tenía razón. Siempre tenía razón, otra cosa muy diferente era que Quinn trataba de no aceptarlo.
— ¿Qué te parece tan gracioso?
Al parecer, aquella risita prófuga de los labios de la morena no había pasado desapercibida por la rubia, quien le formuló aquella pregunta con los ojos cerrados y sin ningún cambio aparente en su postura, casi como si no le importara.
—Recordé un chiste. —Dijo y se acurrucó en las muchas almohadas que tenía en aquella cama. Usó una para abrazarla y otra para abrazarla también, pero en medio de sus morenas y torneadas piernas. Estar tumbada en aquella posición la hacía sentir tan cómoda y en ese momento juró por lo más sagrado que jamás se movería de ahí.
Quinn supo de inmediato que su amiga le estaba mintiendo. “Recordé un chiste” era una de las excusas más pobres y baratas de Santana para ocultar lo que en realidad estaba pensando, excusas que Santana solo utilizaba para con ella. Aquello solo le confirmaba a la rubia que la morena había pensado algo que no quería que nadie supiera y por lo tanto, conociendo a su amiga como la conocía, serían cosas muy siniestras. Pero también sabía que si le confesaba a su amiga que sabía que estaba mintiendo, el tema de Finn saldría a colación y lo que menos quería la rubia era hablar sobre aquel chico que la estaba aburriendo más que de costumbre, así que dejó aquel tema por la paz, fingió que le creyó y cerró sus ojos.
Los rayos de sol mañaneros que se colaban por la ventana y caían directamente en los ojos de Santana hicieron que ésta se revolcara en su lugar perezosamente, estirando las partes de su cuerpo. Se sentía muy cansada, como se sienten la mayoría de las personas al despertar en las mañanas, pero ella sabía que se sentía de aquella manera porque estaba despertando con los Jeans que sabía que hacían lucir su esculpido trasero y sus torneadas piernas, pero que eran los peores para dormir. Se desabotonó el pantalón y bajó el zíper en busca de más libertad y se giró de espaldas a la ventana para que la luz tan persistente no volviera a perturbarla, pero enseguida cayó en la cuenta de que aquellos rayos de sol no existían a la hora que tenía que levantarse para ir a su escuela, de hecho, esa luz de sol pertenecía a la segunda hora de clases. Como acto reflejo sus ojos se abrieron como platos y se rebuscó en la cama en busca de su celular, pero con lo único que su mano se encontró fue con la suave piel de una rubia que aún dormía como un bebé. Santana apartó rápidamente su mano al sentir el roce por causa de la impresión que le dio. Entonces cayó en cuenta completamente: Se habían quedado dormidas. Al voltear a ver a su amiga, también se encontró con el celular de ella, así que decidió tomarlo para averiguar la hora. Sabía que ya era muy tarde y confirmarlo no era algo que le apeteciera mucho hacer, pero necesitaba saber que tan tarde iban. Presionó aquel diminuto botón que la rubia había presionado anteriormente y la pantalla se encendió al instante.
Lunes 17 de septiembre 08:27 a.m.
El pánico le recorrió todo su cuerpo al ver aquellos cuatro dígitos. Ni siquiera tendrían tiempo de bañarse y cambiarse para llegar a las nueve, y menos si seguían ahí tumbadas. Tomó con su mano una de las almohadas con las que se había dormido y con ella le propinó un fuerte almohadazo a Quinn en la cara.
— ¡Nos hemos quedado dormidas! —Le gritó— ¡Despierta, bella durmiente!
Acto seguido, Quinn se rebuscó en su lugar de la misma manera que la morena había hecho. Se estiraba y tomaba su tiempo para levantarse. Ahora se encontraba sentada en la cama mirando sin mirar a la pared. Al parecer, no se daba cuenta de la gravedad de la situación aún.
La latina, por su parte, se levantó de la cama a una velocidad increíble y se dirigió hacia su ropero en busca de cualquier cosa para ponerse. Ni siquiera prestó mucha atención a lo que había sacado, solo le dio importancia al hecho de que fueran sus bragas, un brassier, una camisa y unos leggins negros.
—Quinn, son las ocho treinta. —Le informó al ver que su amiga parecía zombie.
Las palabras de la latina parecieron sacarla del trance en el que estaba. Rápidamente se puso de pie y busco desesperadamente su celular en la cama.
— ¡Dios mío, Santana! ¡Tengo que ir a casa a ducharme! ¿Y mi celular? ¡¿Dónde está mi puto celular?!
Santana sonrío al ver que el móvil se encontraba debajo de la almohada que había cambiado de lugar para encontrarlo, pero desde donde estaba, Santana aún podía verlo. Ahora sabía que su amiga había entrado en pánico y eso de alguna manera la tranquilizaba. No era normal que Santana estuviera más preocupada que Quinn por algo. Volvió a su ropero, sacó casi las mismas cosas y se las arrojó a Quinn a la cama.
—Las bragas y el brassier tendrás que reusarlos. No te los pienso prestar.
Las dos chicas se miraron fijamente por varios segundos e intercalaron miradas entre ellas y la entrada del baño. Ambas pensaron lo mismo, al mismo tiempo. Entonces, Santana en un movimiento rápido, intentó llegar antes que Quinn a aquella habitación, pero su amiga atravesó la cama con una velocidad impresionante, alcanzando a llegar a aquel baño antes que ella, cerrándole la puerta en la cara. Cosa que a la latina la sacó de quicio. Con sus puños comenzó a golpear la puerta sin ningún tipo de control.
— ¡¿Qué te crees que haces?! —Logró gritarle entre fuertes puñetazos.
— ¡¿Tú que crees que hago?! —Le contestó la rubia desde el otro lado de la puerta— ¡Me voy a duchar!
— ¡Quinn, no inventes! ¡Tú tardas siglos en bañarte!
Aquel reclamo latino no obtuvo contestación. Desde el otro lado de la puerta, Santana pudo escuchar el sonido que hace el chorro de agua de la regadera, en señal de que la rubia ya estaba dentro de ahí, luego escuchó la cosa que se lo confirmó y al mismo tiempo la sacó de la poca calma que tenía.
—“I’ll tell you what I want, what I really really want. So tell me what you want, what you really really want…”
Santana cerró los ojos y se pasó la mano por su cabello, agobiada e irritada. Todavía que iban tarde al instituto, le prestaba de su ropa y le ganaba el baño, la rubia aún tenía el descaro de tomarse su tiempo y comenzar a cantar aquella canción de las Spice Girls que a Santana la sacaba tanto de quicio por el simple hecho de que una vez que la escuchaba, sabía que no podría sacársela de la cabeza en todo el día. Aunque la latina de antemano sabía que para su rubia amiga cantar esa canción durante la ducha era casi como un ritual para ella, aquel no era precisamente el momento oportuno para hacerlo, ya que la latina consideraba más importante tratar de llegar lo más pronto posible a la escuela, lo cual significaba: no cantar mientras te duchas. Se quedó ahí plantada frente a la puerta, llena de resignación. Se calmó un poco y usó su cerebro en busca de una buena respuesta ante aquella situación, cosa que encontró. Giró la perilla de la puerta y sonrió de la manera más pícara y malvada al darse cuenta de que a la tonta de su amiga se le había olvidado asegurarla.
—“I’ll tell you what I want, what I really really want. So tell me what you want, what you really really want…”
Cerró la puerta procurando no hacer el más mínimo ruido y comenzó a quitarse la ropa. Aquella sonrisa malévola no se había ido, al contrario, se ensanchaba más conforme se acercaba a aquella regadera y se imaginaba la sorpresa que se llevaría su amiga. Cabe destacar que la cortina de la regadera era transparente, así que la latina podía divisar la esbelta silueta de su amiga. La rubia ni por enterado se había dado de que su atrevida amiga la acechaba con una gran sonrisa torcida.
—“I WANNA HUH, I WANNA HUH, I WANNA HUH, I WANNA HUH…”
— ¡Yo realmente quiero ducharme!
Santana había irrumpido en medio de la regadera y de la canción. Había asomado su cabeza contemplando a su amiga, que le estaba dando la espalda hasta que con sus palabras, la sacó de la tranquilidad. En acto reflejo, la chica se cubrió los pechos con sus antebrazos y levantó una pierna para cubrir lo demás. Santana se metió a la regadera partiéndose en risa ante la reacción de su pasmada y avergonzada amiga, que no podía dejar de mirarla. Cabe destacar también que había un intenso rubor en todo su rostro.
— ¡Dios! ¡Deberías ver tu cara! —Dijo entre unas risas un poco ya más controladas— ¡Pareces un reverendo tomate!
— ¡Mierda, Santana! ¡¿No pudiste esperar a que terminara de bañarme?! —Aún en aquella graciosa posición.
—Quinn, si esperara a que terminaras de bañarte llegaríamos a la escuela a las doce de la tarde…
— ¡Neeh! —Quinn ya se encontraba más relajada. Cambió de posición a una más normal y cambió de expresión a una más juguetona—Tú lo que querías era verme desnuda.
—Como si nunca te hubiera visto desnuda. Ahora ábrete, que quiero ducharme.
Dicho esto, Santana se abrió paso hacia el chorro de agua para así poder tomar su tan anhelada ducha. Quinn lo único que pudo hacer fue dejarla pasar. Intercalaban turnos en el chorro para quitarse restos de shampoo, acondicionador y jabón. No sentía ningún pudor al recorrer el cuerpo de su amiga con la mirada. No mentía al decir que ya la había visto desnuda varias veces, pero aún así no podía evitarlo y tenía que admitir que la rubia poseía un cuerpo envidiable, no por ella, pero sí envidiable. Tampoco le importaba el hecho de que su amiga la descubriera haciendo eso, ya que la rubia también hacía lo mismo, lo cual era perfectamente normal para ellas, por eso la falta de pudor. A las dos amigas les pasó por la cabeza el pensamiento de que muchos de los chicos (por no decir que todos) matarían por estar en aquella regadera con las dos amigas, o siquiera por verlas tomando una ducha juntas, pero ninguna expresó aquel pensamiento. Solo quedó como una idea loca, pero muy buena.
Ya limpias y cambiadas, partieron de una vez hacia el instituto “William McKinley” en el Beattle verde de Quinn. No tardaron ni más de cinco minutos en llegar. Cinco minutos que a Santana le parecieron horas. Quinn tenía una manera muy atrabancada de conducir de por sí, ahora más con el tiempo encima. Una vez estacionadas en el mismo lugar de siempre, Quinn justificó su forma de conducir ante su aterrada amiga diciendo: “Tenía que apurarme, cariño.” A lo que Santana solo la fulminó con la mirada y bajó del auto, desesperada.
Llegaron justo a tiempo para la segunda hora, que por desgracia no les tocaba juntas, así que se dirigieron hacia sus casilleros, los cuales solo estaban separados por uno, así que si bien no tenían muchas clases juntas, se verían entre descansos y en la hora del almuerzo. Se despidieron con su típico beso en el índice y chocando ambos dedos para así emprender camino hacía sus respectivas aulas.
Santana bufó y rodó los ojos al recordar que clase le tocaba: Anatomía. No era tanto por la clase, al contrario, le resultaba particularmente interesante, era por aquella profesora que, según Santana, buscaba cualquier pretexto para hacerle la vida más que imposible. Cada vez que Santana hablaba blasfemias de la profesora Emma Pillsbury con su rubia amiga, la morena esperaba un poco de comprensión y apoyo, cosa que nunca recibía, pues Quinn consideraba que aquella profesora era de las mejores que aquel instituto podía poseer. Santana siempre le hacía saber a Quinn lo zafada de la mente que estaba al pensar eso de la profesora que casi casi era la dueña de sus pesadillas. Y ahí estaba… En cuanto llegó, se apoyó en el marco de la puerta-entrada para poder divisar aquella aula, que estaba casi llena. Buscó con la mirada su ya “proclamado” asiento que se encontraba al fondo del salón, haciendo caso omiso a la mirada de la pelirroja profesora que sabía que estaba en ella. En aquella clase, los alumnos se sentaban en parejas para realizar las tareas de aquella asignatura, pero no Santana, aunque eso no le importaba para nada. Prefería mil veces estar sola que sentarse a lado de algún idiota que no supiera nada acerca del tema, lo cual la retrasaría mucho. En fin…
—Llega tarde, Señorita López.
—Ahórreselo.
Dicho esto, se dirigió hacia el asiento que siempre ocupaba en aquella clase, pero ahora pudo percatarse de que aquel lugar a su lado que siempre había estado vacío ahora ya no lo estaba. Prefirió no darle más importancia, y sin más preámbulos se sentó, colocando su bolso encima de la mesa, apoyando sus codos sobre él y apoyando su cabeza en sus puños.
Pasó las dos siguientes horas de clase casi sin cambiar de posición. Dos horas que se le hicieron eternas, hasta que resonó el timbre que indicaba que aquella hora había terminado. En acto reflejo, tomó su bolso y se dispuso a salir del aula a toda velocidad. Estaba por cruzar la puerta, cuando escuchó que alguien la llamaba.
—Señorita López, ¿Por qué tanta prisa?
La pelirroja usaba un tono casi burlón al dirigirse a la morena que estaba desesperada por irse de ahí. Santana rodó los ojos.
—Nada, solo un poco desesperada por salir lo antes posible de su clase. Nada fuera de lo común. ¿A qué viene su pregunta?
Las palabras de la morena salieron de su boca con completa tranquilidad, como si lo que acabara de decir no fuera algún tipo de insulto. Los demás alumnos no dejaban de pasar por su lado para poder salir de ahí y dirigirse a almorzar. Santana los veía de reojo y los envidió un poco.
—Pues si yo fuera usted, me preocuparía más por la tarea que he asignado, ya que no va tan bien en mi clase que digamos, señorita López.
Ahora el semblante de Santana cambió un poco. Ahora lo que le decía aquella pelirroja si le importaba. Descuidar sus notas en aquel instituto no era siquiera una opción. Tenía uno de los mejores promedios de ahí y ponía todo de su parte para que eso no cambiase, por esa razón detestaba tanto a aquella profesora. Santana iba bien en todas sus clases, excepto en esa. Al principio se había esforzado demasiado para mantenerla estable, pero fue perdiendo un poco el interés cuando vio que era en vano, al parecer aquella obstinada profesora no le haría tan fácil la tarea de pasar la materia, por no decir imposible, y sabía que tarde o temprano tendría que sucumbir y dejar su orgullo ante Pillsbury, cosa que quería hacer más tarde que temprano y que no terminaba de sacarla de quicio.
La profesora sonrió internamente al darse cuenta de que al fin había captado un poco la atención de su alumna con aquellas palabras. Ahora dirigió su mirada a una desconcertada Santana, que al verse observada trató de ocultar su preocupación cambiando su semblante al mismo que había tenido antes, aunque fue en vano. La sonrisa interna de la pelirroja dejó de ser interna para asomarse en sus labios. No una sonrisa de oreja a oreja, pero tampoco era invisible, y Santana ni se percató de ello.
—Es para final de momento. —Se adelantó Pillsbury al notar que Santana no se animaba a articular la pregunta, con un tono ligeramente burlón—Vale el cincuenta por ciento de la calificación. Yo que usted, me apuraba.
Santana se percató de aquel tonecillo en la voz de su profesora, lo cual la sacó de quicio y el hecho de que tenía que aguantárselo la sacaba de quicio aún más. Le sorprendió de sobre manera lo mucho que ese proyecto importaba, aunque luego desechó aquel sentimiento al recordar el carácter de la profesora y lo brutal que podía ser a la hora de poner tareas. Harta de la situación, se sacudió aquellos sentimientos y volviendo a su modo de “me importa un pepino lo que me digas” se animó a hablar por fin.
— ¿Eso es todo? ¿Puedo irme ya? —Preguntó, sonando completamente indiferente, pero aún así, no convenció a su profesora, la cual hiso como que sí.
—No. —Contestó en seco para luego dar unos cuantos pasos con sus brazos cruzados y quedar frente a la morena, que estaba desesperada por irse, pero aún quería saber sobre aquella tarea tan importante, así que la dejó hablar—Debo informarle que éste trabajo es en parejas y que toda la clase ya está organizada, a excepción de usted, claro.
¡Rayos! Sabía que no se lo dejaría para nada fácil. Si Santana ya presentía que la profesora tenía algo en contra de ella, eso lo confirmaba aún más. La morena sabía que la pelirroja estaba al tanto de que a ella no le gustaban los trabajos por parejas. Vamos, ni siquiera le gustaba sentarse con acompañante.
— ¿Y con quién se supone que haré tal proyecto entonces? —Preguntó Santana fingiendo indignación, pero la verdad era que se sentía aliviada de que ella fuera la única que sobrase en el grupo. Así no tendría que preocuparse por trabajar con nadie más.
La mujer no era tonta, y se dio cuenta de la alegría interna de Santana. Ahí, justo a esa pregunta era a donde Pillsbury quería llegar.
—Por suerte para usted se acaba de inscribir una nueva alumna. —Le dijo, casi con malicia—Me he tomado la libertad de emparejarla con usted. No tiene que agradecerme.
Esto último lo dijo con ironía. La verdad, la profesora se estaba divirtiendo un poco con la situación. Se imaginaba la reacción de la latina.
Ya quedaban solo unos cuantos alumnos en el aula. Algunos aún estaban muy ocupados acomodando sus cosas en sus maletas, otros estaban en pláticas muy efusivas pero sin importancia y otros simplemente caminaban lento porque no tenían muchas ganas de llegar al comedor, aparentemente. Ahora las voces de aquellas dos mujeres resonaban más en el aula.
—Como si lo fuera a hacer. —La indignación ahora no la estaba fingiendo. Era real y casi palpable. — ¿Y si yo no quiero? ¿Esta nueva alumna está de acuerdo con esto?
—He hablado con la señorita Pierce y ella ha accedido sin más miramientos, puesto que es lo más lógico. Y si usted no está de acuerdo, pues entonces me veré obligada a reprobarla en éste proyecto, y por consiguiente, reprobarla en el momento. Sin mencionar que la señorita Pierce también sufrirá daños en sus notas.
La pronunciación del apellido la hizo girar instintivamente hacia donde aquellas dos mujeres tenían la acalorada discusión, pero prefirió mantenerse al margen hasta nuevo aviso. En verdad no deseaba mucho interrumpirlas, pero no podía evitar parar oído ante aquella conversación, de la que obviamente formaba parte. Comenzó a fingir que buscaba algo en su maleta para quedarse ahí un poco más.
Por su parte, Santana rodó los ojos y bufó en señal de fastidio. La verdad era que le importaba un pepino que la señorita Pierce reprobase, pero ella no podía darse aquel “lujo” si podía llamársele así. En realidad para ella no era un lujo, además de que cuidaba su promedio para poder entrar a una buena universidad, a Santana nunca le había gustado sacar bajas notas. Era algo que simplemente no estaba en su ADN.
— ¿No puedo hacerlo de forma individual?
Sabía de antemano la respuesta a ésta pregunta, pero no perdía nada con hacerla. La respuesta a ella fue la que se temió.
—De hecho, le vendría bien conocer a su nueva pareja, señorita López.
Sin más miramientos, Pillsbury llamó a aquella rubia de ojos hipnotizantemente azules.
Quedó exageradamente largooooooo, y quizá esté algo aburrido, pero supongo que con la llegada de Brittany a la historia eso cambiará :) o al menos, eso espero. Para el próximo capítulo prometo tratar de poner menos narraciones y más diálogos, porque sé que los diálogos son divertidos n.n
Si leyeron, pues hasta la próxima :D
Última edición por YoyoMay el Sáb Jun 15, 2013 9:32 pm, editado 2 veces
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
hey hola aquí nueva lectora espero continúes con tu historia ya quiero ver la reacción de santana al conocer a brittany y creo ya imaginarme quien es la nueva capitana espero sigas la historia y actualices pronto.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
En definitiva muy interesante la forma que utilizaste para desarrollar todo el contexto que rodea a San, es evidente que ya tienes en mi a una fiel seguidora que esperara ansiosamente nuevos capitulos..........ya quiero que llegue el momento en que se conozcan San y Britt
Saludos, hasta la proxima actualizacion
Saludos, hasta la proxima actualizacion
_Claudia_100%fanGLEE_Bol-* - Mensajes : 1976
Fecha de inscripción : 26/06/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Muy buen capitulo me gusto muco espero con ansias a que santana y brittany se conoscan. Me gusto mucho el capitulo en genera espero poder leerte luego saludos :)
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
hey hola aquí nueva lectora espero continúes con tu historia ya quiero ver la reacción de santana al conocer a brittany y creo ya imaginarme quien es la nueva capitana espero sigas la historia y actualices pronto.Saludos
Hola, nueva lectora :D! Claro que continuaré con la historia y ahorita mismo tus deseos serán cumplidos :) Y si te imaginaste que la nueva capitana era una adorable rubia de ojazos azules, ¡pues imaginas bien! aunque creo que era muy obvio n.ñ Saludos a ti y gracias por leerme :)
En definitiva muy interesante la forma que utilizaste para desarrollar todo el contexto que rodea a San, es evidente que ya tienes en mi a una fiel seguidora que esperara ansiosamente nuevos capitulos..........ya quiero que llegue el momento en que se conozcan San y Britt
Saludos, hasta la proxima actualizacion
Gracias, lectorcita fiel que espera nuevos capituloooos, me halagan los pocos comentarios, pero son lindos n.n espero que te guste el nuevo cap :) y pues el momento ya llegó jiji, nos leemos.
Muy buen capitulo me gusto muco espero con ansias a que santana y brittany se conoscan. Me gusto mucho el capitulo en genera espero poder leerte luego saludos :)
Yo creo que todas esperamos ese momento con ansias, hasta yo! Y a mí me gusta que te guste :3 y pues nada, me gustaría más si te gusta éste nuevo cap! Jijeja.
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holitas de maaaar, mis chavooos:D Miren quién llegué con un nuevo capítuloooo n.n Espero que les parezca menos aburrido que el primero! Y pues con la novedad de que estaré un poquito ocupada... (es mi última semana de preparatoria y estaré maaas que ocupada :/ y por no decir MELANCÓLICA) Así que trataré de no tardarme tanto, pero si lo hago, pues ya estarán avisadas las tres personitas que me leen :$ jiji, sin más... ¡Aquí está! :D
Aquella rubia dio un pequeño saltito al escuchar que la profesora la llamaba. Ella ya sabía para que cosa estaba siendo llamada y sabía que en algún momento sería requerida en aquella discusión, pero aún así estaba algo nerviosa.
Disfrazó aquel nerviosismo de la mejor manera que pudo y se dirigió con ellas. La profesora la miraba con la misma sonrisa casi maliciosa y la morena le pasaba la mirada de arriba abajo con el ceño ligeramente fruncido, a lo que la rubia involuntariamente arqueó una ceja. El hecho de que la ignorara por completo las pasadas dos horas en clase no le importaba mucho, pero ahora con aquella acción por parte de la morena, la ojiazul claramente se estaba molestando.
—Santana López, te presento a Brittany Pierce. —La profesora señaló a Brittany con su mano derecha mientras que la izquierda la tenía apoyada en el brazo que estaba levantando, lo más casual del mundo—Brittany Pierce, te presento a Santana López. —Dijo haciendo lo mismo, pero en viceversa.
Brittany solo esperaba a que la morena dejara de examinarla para esbozar una educada sonrisa, pero al parecer a la latina no le interesaba dejar de hacerlo, así que siguió con su ceja arqueada y a la defensiva.
Santana claro que se percató de ello, pero no le importó. La odiaba un poco por arruinar sus planes de hacer aquel proyecto sola, y ahora que la examinaba, una acidez le recorría todo el cuerpo. La chica en verdad era preciosa y sus ropas debían ser caras y de marca, y lo eran. Una completa hija de papá. Ella odiaba a aquel tipo de niñitas. Muy pocas y vagas excusas para odiarla ¿verdad? Pero así era Santana.
—Te regalo una foto. En mi casa hay de sobra. —Le dijo Brittany de forma áspera a la latina. Harta de aquella situación.
—Sí, apuesto a que las hay. —Le contestó ella con una sonrisa que no mostraba más que irritación.
Con una mirada fulminante se despidió de Brittany, y con otra más bien con ira contenida hizo lo mismo con la profesora y sin más, salió de ahí. Cabe destacar que meneando un poco más las caderas. Un movimiento involuntario de Santana del que ni siquiera se dio cuenta que ejerció, pero Brittany y la pelirroja sí.
Brittany por su parte al ver que aquella morena ya se alejaba, le dirigió una mirada suplicante a su profesora, la cual captó de inmediato el propósito de Brittany.
—Lo siento señorita, pero no puedo. —Se apuró a decir—El proyecto es en parejas y no puedo hacer una excepción con usted. Además, estoy segura de que la señorita López cambiará de actitud pronto.
Brittany ahora le dirigió una mirada incrédula y entrecerró un poco los ojos.
—Bueno, tal vez pronto no. —Admitió con una risita—Ahora vaya a almorzar, que estoy segura de que se muere de hambre.
Brittany salió de aquel salón, resignada. Pero bueno, no podía ser tan malo. Al fin y al cabo, solo sería por unos meses.
Cuando hubo llenado su charola, buscó con la mirada a una chica de baja estatura con el cabello castaño y de piel morena. Alzaba su quijada y se paraba en las puntas de sus pies para ver mejor, pero no distinguía a su amiga por ninguna parte.
Santana ahora charlaba animadamente con Quinn. Estaban sentadas en la misma mesa de siempre, acompañadas de las demás animadoras. Eran el equipo de animadoras, el grupo más importante de la escuela además del equipo de americano, por lo tanto se sentaban juntas en la mejor mesa de la cafetería.
Quinn no terminaba de hablar con su mejor amiga cuando sintió unas grandes y no tan suaves manos bloqueándole por completo la vista.
— ¡Adivina quién soy!
Reconoció aquel tono de voz al instante y un bufido de amargura completamente audible por parte de su morena amiga solo se le confirmo aún más. No tenía ganas de aquel jueguito. Nunca las tuvo. Apartó aquellas manos de sus ojos para poder ver y se giró para darle la cara a su novio. Fingió la mejor de sus sonrisas.
—Hola, mi amor. —Le dijo.
—Hola, Santana. —Saludo el chico con entusiasmo. Más que nada porque no quería molestar a la mejor amiga de su novia… y porque la chica tenía un carácter de los mil demonios. De por sí, ya se veía molesta.
—Franketeen.
Finn hizo oídos sordos al apodo de Santana y se hizo un hueco entre ellas al mismo tiempo que le daba un beso en la mejilla a su incómoda novia. La latina se hizo a un lado de mala gana y rodó los ojos.
—Hasta que decides aparecerte, preciosura. ¿Dónde estabas?
Puckerman hizo lo mismo que su amigo Finn. Típico. Se hizo un lugar a su lado y se sentó. Santana sabía completamente los motivos por los que el chico estaba ahí y no era precisamente para entablar una plática de amigos.
—Explicaciones no tengo que darte, Puckerman.
El chico tomó su mano y se acercó peligrosamente a su oído.
—Preferiría que me dieras otras cosas.
Santana rió y bajó la mirada ante aquel casi suspiro.
—Oye, tranquilo. Hoy tengo muchas cosas que hacer.
Lo cortó feo, pero no le importaba. Su mano se zafó del agarre de puck y con su dedo índice lo apartó de ella.
—No creo que ninguna de esas cosas sea más importante que yo.
—Crees muy mal.
Puck se apartó de ella, pero no estaba molesto. El sabía, o más bien creía que Santana solo estaba jugando a hacerse la difícil, como acostumbraba.
—Mike dará una fiesta éste sábado.
—Mike siempre da fiestas. ¿Qué pasa con sus padres?
—Dice que están de viaje o algo así… Deberías pasarte un rato… Ya sabes.
A Puck le interesaba más invitar a la morena a aquella fiesta que explicarle el paradero de los padres del asiático. También le interesaba sonar completamente desinteresado al hacerlo.
—Ya veré. Como he dicho, tengo cosas que hacer.
La morena le ganó en eso.
Finn se levantó de donde estaba, no tan entusiasmado como había llegado. El joven del mohak también lo hizo y los dos partieron de ahí, el moreno no sin antes dedicarle una media sonrisa a la latina, la cual no le fue correspondida, ni siquiera vista.
— ¡Britt! ¡Brittany!
Entre todo el bullicio de aquel lugar, Brittany reaccionó hasta el segundo llamado por parte de su amiga, que se encontraba agitando su mano enérgicamente en una de las mesas del fondo. Estaba sentada con más personas de las que no sabía nada. Sin pensárselo mucho, se dirigió hacia allá y se sentó en el lugar que su amiga le había hecho.
— ¿Dónde te habías metido? —Le preguntó una vez que se sentó a su lado—Por un momento pensé que te habías regresado a Kentucky y me dejarías plantada…
— ¿Sabes algo sobre anatomía?
Brittany sabía de antemano que sí, pero sabía que le esperaría una palabrería de la que no entendería la mitad si no hablaba en aquel momento.
—Rachel ¿quién es ella?
Preguntó de manera muy casual una asiática que se encontraba sentada en frente de ella.
—Ella, mis queridos amigos…—Y ahí iba la gran Rachel con sus presentaciones muy al estilo Broadway—Es la señorita Brittany S. Pierce.
—Rachel, haz el bendito favor de presentarme de una manera normal. —Le susurró, amenazante.
— ¿De dónde eres, Brittany? —Preguntó un chico castaño de lentes—Porque es obvio que no eres de aquí. Soy Artie.
El chico le dedicó una sonrisa que Brittany no dudó en devolverle.
—No, no soy de aquí. Acabo de mudarme de Kentucky.
Artie y los demás muchachos se quedaron callados un momento para escuchar un poco más, pero Brittany permaneció callada. Eso era lo más esencial y no necesitaban saber más.
—Pues bienvenida, señorita Brittany S. Pierce. Yo me llamo Tina. —Le dijo una asiática verdaderamente amigable.
El timbre que indicaba que la hora del almuerzo había terminado sonó justo después de que ella, Tina y Kurt quedaran en la promesa de ensayar juntos la coreografía de “Single Ladies”, la cual Brittany se sabía de memoria, a Tina le encantaba y a Kurt le fascinaba. Brittany esperaba que solo quedara en eso: una promesa.
Las siguientes clases le tocaban con Rachel. La verdad, casi todas. Gracias a que su padre había movido unos cuantos hilos para que quedaran así, más no podía tenerlas todas con ella, pues unas clases estaban más llenas que otras. A Brittany eso no le importaba, pero a Rachel sí. En cuanto se enteró de que no podía a tener a Brittany con ella en absolutamente todas sus clases, comenzó con uno de sus monólogos sobre las fallas del sistema educativo del país. Brittany solo rodaba los ojos. Ahora tenía práctica de las animadoras. En cuanto llegó a aquel instituto, lo primero que hizo fue ir a hablar con la entrenadora Sue Sylvester para ver si tenía alguna oportunidad de entrar al equipo de porristas. A ella lo que le encantaba era bailar, se lo había dejado claro al mundo desde que aprendió a usar sus pies y en aquella secundaria no había un club para eso, entonces pensó que sería una gran idea entrar al equipo de porristas y para su sorpresa, la entrenadora había quedado algo fascinada. La propia Brittany no quería admitirlo, pero así era.
— ¿Por qué no traes puesto tu uniforme, Kentucky?
Una morena fue la que se separó de aquel grupo para ir a con ella y plantársele en frente con una radiante sonrisa y unos cuantos saltitos. Brittany no dudó en devolverle la sonrisa.
—No puedo ponerme algo que no tengo, Sugar.
La morena que tenía en frente fue dejando la sonrisa para ahora fruncir el ceño y ladear la cabeza en gesto de confusión.
—Oh, pero no te preocupes…—Añadió rápidamente, moviendo ligeramente sus manos de un lado a otro, como restándole importancia—La entrenadora me ha dicho que me lo dará hoy y…
—Y le soy fiel a mi palabra, Pierce.
Sue Sylvester acababa de irrumpir en el gimnasio con una caja blanca que podía tomar perfectamente con una mano, pero la había cogido con las dos para dar un poco más de drama al asunto. Una vez que se acercó lo suficiente a Brittany, le acercó la caja para que la rubia la tomara. Brittany de inmediato supuso que era el “preciado” uniforme.
—Póntelo antes de que me arrepienta.
Brittany sin pensárselo mucho, tomó aquella caja y se fue hacia los vestidores. Ese uniforme sí que le quedaba… Y muy bien. Se reprendió a sí misma por ese fugaz pensamiento.
—Santana, por favor, más despacio ¿sí?
—No.
Quinn iba detrás de su amiga tratando de alcanzar su paso, pero le era imposible. Santana caminaba a una velocidad impresionante, y más cuándo estaba indignada. Moviendo las caderas, por supuesto. Que nunca falte el movimiento de caderas indignado de López. Quinn sabía que Santana ahora no razonaba mucho y ahora se comportaba como Pepe grillo a un lado de pinocho, susurrándole consejos. Solo que ésta “pinocha” no era tan fácil de aconsejar; sobre todo porque no seguía consejos. Se encontró a las personas que se imaginaba encontrar: el grupo de porristas y la entrenadora Sylvester. Se quedó unos cuantos segundos ahí plantada a la vista de las personas ahí presentes y por fin se dirigió a donde la entrenadora con un paso muy resuelto. Cabe destacar que levantando un poco la quijada, en muestra de que no tenía miedo, aunque quizá sí lo tenía.
—Vaya, vaya ¡Pero si es la señorita López! ¿A qué se debe su inexplicable e inútil visita?
Santana había previsto éste tipo de recibimiento por parte de la entrenadora. No le sorprendió para nada y tampoco cambió para nada la actitud.
— ¿Fabray? ¿Dónde está tu uniforme?
—Estaba sucio. —Mintió la rubia. Prefería ahorrarse la historia de la mañana.
—Me alegra darme cuenta de lo mucho que se preocupan las capitanas por el equipo.
— ¿Capitanas?
Por supuesto que Santana había captado el sarcasmo evidente en los comentarios de Sylvester, pero había dicho “capitanas”. “Capitanas”, O sea, plural. Tal vez la entrenadora se había dado cuenta de que había cometido un error al sacarla de las porristas y se había retractado. Algo dentro de ella estaba a punto de brincar de alegría.
—Oh, lo siento. Ex capitanas. —Recalcando el “ex” para hacerlo más doloroso.
Demasiado bueno para ser verdad. Si en su rostro se había manifestado algún indicio de esperanza, trató de ocultarlo de inmediato.
—Venía a hablar con usted sobre eso… Verá, yo…
—Pues el rojo te sienta bien, Britt… Muuuuy bien.
Una rubia se había cambiado y había entrado de nuevo a aquel gimnasio, haciendo que todas las porristas que ahí estaban se giraran y empezaran a tirarle piropos sobre lo bien que se veía. Sugar no se había hecho esperar y soltó lo que pensaba.
—Casi te queda tan bien como a mí. —Le dijo otra rubia de ojos azules, pasándole la mirada de arriba abajo y con una obvia sonrisa en la cara.
— ¡Oh por favor, Kitty! —Intervino una morena de ojos color avellana—Le queda perfecto. Una digna capitana Cheerio.
Santana instintivamente giró la mirada hacia donde sucedía aquella conversación. Por obvias razones, cada vez que alguien decía “capitana” sentía que la llamaban.
Ahí estaba esa rubia, presumiendo el uniforme que seguramente era el que la entrenadora le había quitado. Un sentimiento casi corrosivo se le propagó por todo el cuerpo. Corrosivo porque Santana casi podía sentir como le quemaba las entrañas. Apretó los puños y frunció el ceño de tal manera que por un momento pensó que así se quedarían por el resto de su vida.
—Gracias por sus alentadores comentarios, chicas… —Brittany tenía que cortar con eso. Si seguían así, su cara terminaría convertida en un gigantesco tomate. Un gigantesco tomate con cabello rubio—Pero tenemos cosas que hacer.
La entrenadora se había ido hacía dos minutos y Santana ni se percató. Quinn seguía a su lado mirándola entre expectante y preocupada y la morena tampoco se percataba de ello. Tenía su pesada mirada clavada en aquella rubia con uniforme y Brittany no tardó casi nada en sentir que algo le presionaba la espalda. Se giró y se encontró con Quinn Fabray y con la fuerte mirada de la chica que ya había conocido en la mañana. La sonrisa se le desapareció y tomó lugar la mejor cara de desprecio que pudo poner.
Santana avanzó con paso decidido y se plantó a pocos centímetros de ella. Claro, tenía que alzar un poco su quijada para poder quedar más o menos a la altura de la rubia, pero unos cuantos centímetros más de altura no la intimidaban para nada.
El ambiente claramente se tensó de pronto. Las seis porristas que se encontraban ahí ahora miraban a su antigua capitana y a su actual capitana de la misma manera en la que Quinn miraba a Santana hace apenas unos segundos. Les caía muy bien Brittany, y eran conscientes del carácter de la latina. Eso no podía acabar bien. Cinco porristas miraban a Quinn en busca de algo de apoyo, siendo ella la mejor amiga de Santana, a lo que Quinn se limitó a mirarlas con una mueca de dolor y encogiéndose de hombros, dándoles a entender que no era capaz de hacer gran cosa. Las cinco porristas entendieron. Casi podían ver las chispas que se echaban con la mirada.
—Vaya reemplazo que me han dado. —Santana había procurado que sus palabras sonaran lo más hirientes posible, después de mirar de arriba abajo y con desprecio a la rubia.
—Ah, ya veo. Con que tú eres la copia barata de J.Lo de la que tanto he oído hablar.
—La misma a la que has tenido que quitarle el puesto. ¿Qué se siente ser una completa usurpadora? De las feas, por cierto.
—Pues ni tanto eh, porque ni pensé que fuera de alguien importante. Sólo llegué, audicioné y me lo dieron. Es más, yo pensé que no había nadie ocupándolo, con lo fácil que me lo han dado…
—Sí, claro. Una niña mimada como tú puede llegar a haciendo lo que se le dé la gana. Así, hasta yo.
Eso sí le molestó.
— ¿Niña mimada has dicho?
— ¿Estás sorda? Bueno, te lo repito: Niña mimada. —Recalcó el “niña mimada” con un acercamiento de rostro. De pronto le encantaba decírselo.
Brittany soltó la mejor risita despectiva que pudo.
—Es más que obvio que no sabes nada.
—Aquí la que no sabe nada eres tú, rubia. —La empujó un poco con el dedo índice al decir el “tú”—La entrenadora sólo hace esto por despecho.
Brittany soltó otra risa y apartó aquel dedo casi sin tocarlo, que la había hecho retroceder el torso un poco, como si le diera asco tocarla.
—Por favor ¿Qué le puedes importar tú a la entrenadora?
—Me fui dos semanas sin decírselo y se ha enojado conmigo por hacerlo. Te aseguro que si no hubieras llegado, habría puesto a cualquiera de ellas en mi lugar. No te emociones, estúpida.
“…Estúpida.” La sonrisita que tenía en el rostro desapareció y en su lugar se colocó una profunda mirada de desprecio e ira. En cambio, Santana sonrió perversamente. Unas ganas de tirársele encima aparecieron desde lo más profundo de su estómago, pero no lo iba a hacer. Ella no era así. Ella no peleaba, y menos con intentos de Jennifer Lopez.
Quinn se acercó a su amiga y le colocó una mano en el hombro en señal de que se estaba propasando, pero su amiga al parecer ni siquiera se percató de ello, y si se había percatado, se veía en su rostro que no tenía intenciones de parar, y tampoco Brittany. Las otras cinco porristas se acercaron sigilosamente también.
—Oye, Britt…
—A todo esto, no sé que sigues haciendo aquí. —Ni se percató de que Sugar trataba de calmarla. Tampoco le importaba mucho— Tenemos práctica y que yo sepa, tú no estás en el equipo.
— ¿Quieres echarme de mi gimnasio? Si que eres atrevida.
—Pues no veo tu nombre en él, así que, si me disculpas…—Brittany se dio media vuelta moviendo de más su cabeza, asegurándose de restregarle su coleta en la cara a la latina—Tengo un equipo que dirigir.
Santana había abierto la boca como pescado. ¿Quién se creía que era esa rubia como para sentirse con el derecho de echarla de su propio gimnasio?
La rubia ya había empezado a caminar en dirección con las demás porristas, remarcando un poco sus pasos y levantando la quijada.
Reaccionó. Bueno, más bien, sus piernas, que se disponían a seguir a aquella rubia, pues Santana nunca se quedaba con los brazos cruzados. Avanzó tres rápidos y furiosos pasos cuándo sintió que alguien había tomado su mano.
— ¡Suéltame, Quinn!
Su amiga la veía con un rostro casi suplicante. Santana hacía movimientos para zafarse del agarre de su amiga, que cada vez se hacían más y más enérgicos. Quinn se vio forzada a enredar sus brazos con los de ella por detrás, de manera que la latina se vio enredada en lo que parecía ser una llave de lucha.
— ¡López! ¡Pierce!
La entrenadora las había llamado desde la entrada de los vestidores y les hizo un ademán con la cabeza para que la siguieran, seguramente, a su despacho. Las dos muchachas no pudieron evitar mirarse una a la otra, para luego voltearse la cara simultáneamente.
Las demás porristas, incluida entre ellas Quinn, intercambiaron miradas expectantes e intrigadas. La entrenadora planeaba algo, y conociéndola, nada bueno.
Brittany fue la primera en seguirla, seguida de Santana. Estaban más que nerviosas, pero no lo demostrarían nunca.
La entrenadora ya no se veía por los vestidores. Supusieron que ya se encontraba en su despacho, sentada en un sillón de piel, con una pierna cruzada, acariciando a un gato y con una sonrisa malévola en el rostro. Brittany iba ligeramente más adelante que Santana, y ésta apresuró el paso para no quedar atrás. Brittany, al percatarse de ello, apresuró el paso aún más y por consiguiente, Santana lo hacía también, hasta llegar al punto en que se encontraban corriendo y obstaculizándose el camino mutuamente para ver quién llegaba primero.
— ¡Quítate, estorbo!
Le gritó Santana al atorarse con la rubia en la entrada del despacho. La entrada era muy estrecha y ninguna de las dos se proponía dejar pasar primero a la otra.
— ¡Quítate tú!
La morena y la rubia se restregaban el cuerpo. Brittany podía sentir los cálidos brazos de la morena haciendo fuerza para poder zafarse de aquella situación. Cruzaron furiosas sus miradas y en un movimiento se vieron dentro del despacho.
No estaba sentada en un sillón de piel y tampoco acariciaba un gato, de hecho, estaba de pie admirando un gigantesco trofeo, pero sí tenía una sonrisa malévola en su cara.
Les señaló las dos sillas que tenía en frente de su escritorio y las dos muchachas se sentaron casi al mismo tiempo. Se miraron, soltaron un bufido y rodaron los ojos, simultáneamente.
—Me alegra que se lleven tan bien.
Santana y Brittany la miraron algo exasperadas. El sarcasmo natural de Sylvester nunca les pasaba desapercibido.
—Verán… Justamente estaba observando una de las cosas de las que debería sentirme orgullosa… —Santana sonrió un poco, aunque no dejaba de estar confundida —Como sabrán, queridas esclavas sin cerebro, las locales se acercan rápidamente y por consiguiente, las estatales, y yo necesito a mis cheerios en la mejor forma posible para poder llegar a las nacionales, no como el fiasco del año pasado.
Santana ahora la veía algo incrédula. Lo estaba, un poco.
—Pero, ganamos en primer lugar. —Protestó.
—Eso no significa que hayan estado de maravilla, bolsitas —Tomó el trofeo en sus manos y se acercó al escritorio para sentarse en él, quedando frente a las dos porristas —Esto que ven aquí en mi mano, no fue por más que pura suerte, porque a decir verdad, estuvieron pésimas. Y éste año la suerte no las va a acompañar, de eso estén seguras.
¿Bolsitas? Bueno, era cierto que la entrenadora casi nunca llamaba a sus porristas por sus nombres de pila. Lo de J.Lo lo entendía, pero ¿bolsitas? Raro. Brittany miró de reojo a Santana, que parecía ni haberse percatado del sobrenombre. Rápidamente desvió su mirada hacia Sylvester.
—Bueno, ya —Habló Santana, se notó en su tono de voz que ya estaba algo harta de la palabrería —Vaya al grano, entrenadora.
—Las necesito. A las dos.
Las muchachas callaron por un momento, como tratando de entender.
—Entrenadora, sea específica. —Pidió Santana por fin. Al parecer, era la única que hablaba.
—Oh, sí. Había olvidado que trato con barbies sin cerebro. Las necesito a las dos en el equipo. Juntas.
Sí que había ido al grano. Esa oración se sintió como un fuerte flash de una cámara que destella cuando uno está muy borracho. Las atontó por un segundo. Las dos sintieron el impulso de mirarse, pero lo reprimieron. ¿En serio? De todas las porristas que pudo haber elegido… ¿a ellas? ¿Juntas? Si ni siquiera podían mirarse sin lanzarse todo tipo de insultos, verbales o corporales.
—Pe… pero ¿por qué nosotras? —Preguntó Santana. Algo atontada, todavía.
— ¿No venías hoy a rogarme para que te aceptara en las cheerios de nuevo? Porque apostaría a que Blondie te ha ido con la primicia.
Santana bajó la mirada. No, para su desgracia, no se equivocaba. ¡Rayos! Esa mujer nunca se equivocaba. Casi de inmediato, cambió de rostro a uno “neutral”, aunque ya no sabía para qué, solo lo hizo.
Brittany por su parte se levantó de su silla, casi como en acto reflejo.
— ¡¿Yo?! ¡¿Con ella?! ¡¿Se ha vuelto loca?!
Se señaló y luego señaló a Santana con sus manos. Casi reclamándole.
— ¡Vaya! Y yo que pensé que se llevaban bien…
— ¡Me rehúso! —Estalló Santana, poniéndose de pie, arrumbando la silla hacia atrás sin darse cuenta—No sé por qué dice que nos necesita a las dos juntas, si yo sola podría fácilmente llevar…
—Tú no podrías llevar sola fácilmente a nadie a ningún lugar. Tengo que admitir que eres algo buena en esto, pero no puedo dejarte a cargo de mis cheerios cuando te vas sin avisar a no sé dónde, que por cierto ni me interesa, y no regresas hasta que se te da tu gana…
Brittany se cruzó de brazos, sonrió y soltó una risita apenas audible. Parecía… ¿satisfecha? Además de que le agradaba que alguien le dijera a Santana sus verdades de manera que a la Latina si le afectaran.
Se giró hacia una Santana que ahora sí parecía ofendida. No pudo evitar sonreír de la manera más burlona posible; casi le gritaba “lero lero, candilero” y le sacaba la lengua. Santana se giró hacia ella y pudo notar que se estaba mofando en grande. Frunció el ceño.
—No podría estar más de acuerdo con usted, entrenadora—Dijo Brittany, aún mirando a Santana. Esta era su oportunidad de brillar—Pero no se preocupe, que yo no la defraudaré…
—Oh, ya veo que tú tampoco eres muy inteligente, Pierce—La cortó Sue—Te he puesto de capitana porque tienes una facilidad extraordinaria para las coreografías, y te mueves algo bien… y admito que impulsada un poco quizá por la irresponsabilidad de una de mis plásticas porristas—Se giró por un momento hacia la porrista morena y luego se giró de nuevo— pero eres tan blanda y transparente que estoy segura que te harían papilla apenas pongas un pie en el lugar. Eres como un cristal y no precisamente a prueba de balas.
A Brittany se le borró aquel rostro sonriente. Sus labios se transformaron en una línea recta y sus cejas se fruncieron un poco. Todo, sin darse cuenta.
—Ahora mismo, me siento algo culpable por no ir a traerte un balde para que deposites tus lágrimas y no mojes mi escritorio. —Agregó con una falsa mueca de dolor al ver el semblante de Brittany— ¿Entonces? ¿Aceptan o no? No tengo todo el día.
Las dos se giraron para verse y darse cuenta de que tenían la misma expresión de asco en sus caras. Santana se giró hacia la entrenadora rápidamente.
— ¿Ella será mi capitana? —Preguntó en una risa incrédula y señalando a Brittany con el pulgar.
Brittany veía aquel pulgar como quien ve a un bicho asqueroso y raro.
—Sabía que tarde o temprano harías esa pregunta, López. —La entrenadora tomó el trofeo y se dirigió al estante de dónde lo había sacado. Santana y Brittany sólo se limitaron a seguirla con la mirada. A la morena le sacaba de quicio que la entrenadora se las diera de misteriosa— Pero no es eso lo que tenía en mente. Al meditar la situación, me he dado cuenta de que aún no sé a qué irle; si al agua, o al fuego. Así que contestaré tu pregunta cuándo me decida.
No era precisamente la respuesta que esperaba. Eso sólo la había dejado peor aún. A las dos. La entrenadora resopló y rodó los ojos.
—Por el momento declaro el puesto de Capitana y Co-capitana vacantes.
Se puso de pie y ni siquiera les respondió la mirada a las dos muchachas que tenían la boca abierta cómo pescado cuándo se dispuso a salir del despacho. Las porristas, con los ojos como platos la siguieron con la mirada.
—Que comiencen los juegos. —Dijo antes de marcharse. En ese instante, casi pudieron escuchar la sonrisa perversa en sus labios.
Quinn no paraba de reír mientras Santana, obstaculizada por el cinturón de seguridad, le imploraba que parase y se dedicara solamente a escucharla y a conducir.
—No sé que demonios te causa tanta gracia. —Casi le gritó, mientras se incorporaba en el asiento de nuevo, aún mirándola, deseando que su mirada pudiera cortarla en pequeños trocitos.
— ¡Básicamente, la entrenadora las ha puesto a competir!
— ¡Ya deja de reírte! —Le suplicó.
—Lo siento. —Quinn se limpió las lágrimas con una mano, mientras la otra sostenía el volante firmemente, aún con rastros de hilaridad en ella—Es que, esto simplemente va a ser muy interesante.
Santana frunció el ceño.
— ¿Interesante?
— ¡En ésta esquina, con un peso de cincuenta y tres kilogramos de puro odio latino, Santana López!
Quinn comenzó a hacer ruidos raros con su boca, simulando ovaciones de personas inexistentes.
— Y justo cuando pensé que no podías ser más subnormal… —Negó con la cabeza, se llevo una mano a su frente y con la otra señaló a su amiga con insuficiencia— ¡Ahí vienes a sorprenderme!
—Bueno, ya. Hablando en serio…—El semblante de Quinn cambió a uno normal, por fin. Santana lo agradeció— ¿Entonces eso significa que estamos sin capitana?
Santana se puso a repasar lo que había sucedido en aquel despacho. Recordó las últimas palabras de Sylvester al salir de ahí: Que comiencen los juegos. Se le revolvió el estómago. Efectivamente, aquello era una competencia. No había duda alguna. Pero ¿por qué ellas dos? Sylvester dio a entender, por supuesto, que cada porrista tenía derecho a competir por los puestos, pero siendo honesta, sabía de antemano que ninguna de sus compañeras porristas querría competir por aquel puesto, y sabía que la entrenadora estaba al tanto de esto, así que obviamente se trataba de una competencia entre ella y Pierce, y Sylvester se iba a entretener mucho con ella. Ya la veía en un sillón con un refresco, un tazón de palomitas y una mano roja gigante de esponja. De pronto, recordó que tenía a Quinn esperando una respuesta a una pregunta de la que le tomó unos segundos acordarse.
—Pues eso fue lo que entendí. —Le dijo, por fin.
— ¿O sea que cualquiera puede postularse para ello? ¿Hasta yo?
Quinn definitivamente no se lo estaba tomando en serio, aunque lo aparentase.
—Pues puedes, pero sabes que ese puesto me pertenece desde que puse un pie en esa escuela del demonio.
Quinn rompió a reír y Santana la miró consternada. ¿De qué rayos se reía?
—Ya, ya, ya, la verdad es que no me interesa tu amado puestecito…—Dijo entre leves risitas—Y te aseguro que a las demás tampoco. Creo que esto es sólo entre tú y Brittany.
Quinn también lo pensaba, entonces tenía que ser verdad. Un sentimiento nada agradable hasta ahora desconocido para ella le embargó todo su cuerpo, emergiendo desde su pecho. No se había detenido a pensar. ¡La entrenadora había admitido que la chica era buena! Por algo la había puesto de capitana después que a ella… ¿Con que así se siente la insegu…? Ni siquiera se permitió completar aquella pregunta. Se rió para sí misma y volvió de sus pensamientos al Beetle de Quinn.
—Pues tal parece que me voy a divertir. —Le dijo mirando a su amiga con una sonrisa lo más despreocupada que pudo.
El auto se aparcó a lado de la acera de la casa de la morena. Las luces estaban apagadas, como se lo esperaba. No había nadie en casa, así que no había razón para que se encontraran de otra manera.
—Pues yo tan segura, no estaría.
—Tú nunca estás segura de nada. —Contraatacó, quitándole importancia a la anterior indirecta mientras bajaba del coche. —Te veo mañana.
Sin más, cerró la puerta del coche de un portazo y Quinn la despidió lanzándole un beso. Santana presintió que aquel beso volador era más para mofarse que para despedirse de ella. No hizo caso y se dirigió hacia la puerta de su casa.
Todavía ni ponía medio pie dentro de la casa cuando encendió la luz del recibidor. Ahora, que podía ver el interior de su casa, se dirigió a la cocina y se llenó un tazón de “Corn Pops” Ese cereal que venía en una caja amarilla y se hacía pasar por palomitas de maíz. Se aseguró de guardar de nuevo la leche en el refrigerador, pues ya le había pasado más de dos veces dejarla fuera y encontrarla a la mañana siguiente convertida yogurt, lo cual sería una pena, pues era el ingrediente principal de sus cenas cuando su madre no estaba: cereal.
Con el tazón de cereal en la mano, se dirigió ahora a su desordenada habitación. La primera cucharada de cereal no se hizo esperar hasta llegar a la cama, pues se moría de hambre. Se quitó los zapatos, se cambió por ropas más cómodas y se tumbó en su cama. Todo sin soltar su preciado cereal. Su madre y sus hermanos no llegarían hasta dentro de una semana, si no es que más, así que sus próximos días serían más o menos iguales, aunque no le importaba tener la casa para ella sola. Una vibración proveniente de su bolso la hizo girarse para empezar a rebuscar en él. En su celular brillaban unas cuatro grandes letras blancas. Sin pensárselo mucho, apretó la parte de la pantalla donde brillaba un recuadro verde.
—Hola, mamá.
—M’ija ¿Cómo estás? ¿Cómo llegaste? ¿Has llegado con bien? ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Cómo encontraste la casa? ¿Está limpia?...
— ¡Mamá!
— ¿Qué pasa, m’ija? ¿Está todo bien? —La señora López ahora sonaba algo consternada.
—Sí, pero sabes que me confundes cuando empiezas a hacer preguntas sin ningún tipo de control.
Santana escuchó una risa del otro lado del teléfono. Sonrió.
—Perdón, m’ija. ¿Cómo va todo por allá? ¿Ya cenaste?
—Justo estoy en eso, má. —Santana vio de reojo su tazón de cereal y sonrió de nuevo. Sabía que a su madre no le agradaba tanto la idea de que su hija se mantuviera sólo con tazones de cereal—Estoy bien. Llegué bien. El viaje estuvo bien. La casa está bien. ¿Qué más quieres saber?
Hubo una pequeña pausa.
—Valentina quiere ha… esper… Valen… ¡Valentina Enriqueta…! —Se escuchó bastante ajetreo. Santana supuso que alguien anhelaba hablar con ella—Hermana, ¡¿por qué no me has llevado contigo?!
Santana sonrió por tercera vez ante el tono suplicante.
—Pensé que te la pasabas bien en casa de la abuela, enana.
Al fondo, pudo escuchar la voz de su madre diciendo: “Eres la niña más desesperante que conozco.”
—Siempre es más divertido los primeros días, ya sabes. Ya me aburrí. Además, la abuela ya no quiere jugar conmigo y ahora que no estás, mamá se la pasa regañándome.
—Entiéndelas, eres muy aburrida y regañable. Val, admite que me extrañas.
— ¡Quisieras! Ay… ¡Mamá…!
Escuchó ajetreo de nuevo y supo que ahora la que estaba al móvil era su madre.
— ¿Mamá?
— ¿Qué pasó, m’ija?
Tragó saliva y dudó un poco, pero bueno.
— ¿Co…?—Titubeó— ¿Cómo está la abuela?
Frunció el ceño, algo sorprendida. Su voz había salido sorprendentemente casual, o bueno, según ella. Pudo escuchar una tímida sonrisa en los labios de su madre.
—Ella está bien, Sanny; ahora está dormida y me pidió que te dijera que te ama mucho. —Sus labios esbozaron la mayor de las sonrisas— Mi vida, tenemos que colgar. Cuídate y por favor… ¡mantén la casa limpia! Llegaremos lo más pronto posible. ¡Valentina! ¡¿Qué te he dicho de arrebatarme el maldi…?!
La voz de su madre por teléfono paró en seco.
Se acurrucó en su cama y se dedicó a terminarse su cena. Una vez que se bebió la leche, dejó aquel tazón en el buró que tenía a un lado de la cama y se tumbó de lado para ahora dormir, aunque no tranquilamente, como ella quisiera. No esa noche. Tomó una de las almohadas y la abrazó, más fuerte de lo normal, y cerró sus ojos.
Y pues bueno, éste ha sido el segundo capítulo. No sé qué les ha parecido, así que... ¿Qué les pareció? ¿Aburrido? ¿Largo? ¿Corto? ¿Feo? ¿Chusco? ¿QUÉ? No lo sé... De verdad espero que les guste y también espero (aunque no tiene nada que ver) que les esté llendo muuuuy bien en éstos últimos días de cursos... algunos ya no están haciendo nada... otros (como yo) están haciendo todo lo que no hicieron el todo el semestre... a ellos, mucha MUCHA suerte!
En fin... me despido con ésto y hasta la próxima actualización :) Gracias por leer! Un abracito n.n ♥
Que comiencen los juegos.
Aquella rubia dio un pequeño saltito al escuchar que la profesora la llamaba. Ella ya sabía para que cosa estaba siendo llamada y sabía que en algún momento sería requerida en aquella discusión, pero aún así estaba algo nerviosa.
Disfrazó aquel nerviosismo de la mejor manera que pudo y se dirigió con ellas. La profesora la miraba con la misma sonrisa casi maliciosa y la morena le pasaba la mirada de arriba abajo con el ceño ligeramente fruncido, a lo que la rubia involuntariamente arqueó una ceja. El hecho de que la ignorara por completo las pasadas dos horas en clase no le importaba mucho, pero ahora con aquella acción por parte de la morena, la ojiazul claramente se estaba molestando.
—Santana López, te presento a Brittany Pierce. —La profesora señaló a Brittany con su mano derecha mientras que la izquierda la tenía apoyada en el brazo que estaba levantando, lo más casual del mundo—Brittany Pierce, te presento a Santana López. —Dijo haciendo lo mismo, pero en viceversa.
Brittany solo esperaba a que la morena dejara de examinarla para esbozar una educada sonrisa, pero al parecer a la latina no le interesaba dejar de hacerlo, así que siguió con su ceja arqueada y a la defensiva.
Santana claro que se percató de ello, pero no le importó. La odiaba un poco por arruinar sus planes de hacer aquel proyecto sola, y ahora que la examinaba, una acidez le recorría todo el cuerpo. La chica en verdad era preciosa y sus ropas debían ser caras y de marca, y lo eran. Una completa hija de papá. Ella odiaba a aquel tipo de niñitas. Muy pocas y vagas excusas para odiarla ¿verdad? Pero así era Santana.
—Te regalo una foto. En mi casa hay de sobra. —Le dijo Brittany de forma áspera a la latina. Harta de aquella situación.
—Sí, apuesto a que las hay. —Le contestó ella con una sonrisa que no mostraba más que irritación.
Con una mirada fulminante se despidió de Brittany, y con otra más bien con ira contenida hizo lo mismo con la profesora y sin más, salió de ahí. Cabe destacar que meneando un poco más las caderas. Un movimiento involuntario de Santana del que ni siquiera se dio cuenta que ejerció, pero Brittany y la pelirroja sí.
Brittany por su parte al ver que aquella morena ya se alejaba, le dirigió una mirada suplicante a su profesora, la cual captó de inmediato el propósito de Brittany.
—Lo siento señorita, pero no puedo. —Se apuró a decir—El proyecto es en parejas y no puedo hacer una excepción con usted. Además, estoy segura de que la señorita López cambiará de actitud pronto.
Brittany ahora le dirigió una mirada incrédula y entrecerró un poco los ojos.
—Bueno, tal vez pronto no. —Admitió con una risita—Ahora vaya a almorzar, que estoy segura de que se muere de hambre.
Brittany salió de aquel salón, resignada. Pero bueno, no podía ser tan malo. Al fin y al cabo, solo sería por unos meses.
Cuando hubo llenado su charola, buscó con la mirada a una chica de baja estatura con el cabello castaño y de piel morena. Alzaba su quijada y se paraba en las puntas de sus pies para ver mejor, pero no distinguía a su amiga por ninguna parte.
Santana ahora charlaba animadamente con Quinn. Estaban sentadas en la misma mesa de siempre, acompañadas de las demás animadoras. Eran el equipo de animadoras, el grupo más importante de la escuela además del equipo de americano, por lo tanto se sentaban juntas en la mejor mesa de la cafetería.
Quinn no terminaba de hablar con su mejor amiga cuando sintió unas grandes y no tan suaves manos bloqueándole por completo la vista.
— ¡Adivina quién soy!
Reconoció aquel tono de voz al instante y un bufido de amargura completamente audible por parte de su morena amiga solo se le confirmo aún más. No tenía ganas de aquel jueguito. Nunca las tuvo. Apartó aquellas manos de sus ojos para poder ver y se giró para darle la cara a su novio. Fingió la mejor de sus sonrisas.
—Hola, mi amor. —Le dijo.
—Hola, Santana. —Saludo el chico con entusiasmo. Más que nada porque no quería molestar a la mejor amiga de su novia… y porque la chica tenía un carácter de los mil demonios. De por sí, ya se veía molesta.
—Franketeen.
Finn hizo oídos sordos al apodo de Santana y se hizo un hueco entre ellas al mismo tiempo que le daba un beso en la mejilla a su incómoda novia. La latina se hizo a un lado de mala gana y rodó los ojos.
—Hasta que decides aparecerte, preciosura. ¿Dónde estabas?
Puckerman hizo lo mismo que su amigo Finn. Típico. Se hizo un lugar a su lado y se sentó. Santana sabía completamente los motivos por los que el chico estaba ahí y no era precisamente para entablar una plática de amigos.
—Explicaciones no tengo que darte, Puckerman.
El chico tomó su mano y se acercó peligrosamente a su oído.
—Preferiría que me dieras otras cosas.
Santana rió y bajó la mirada ante aquel casi suspiro.
—Oye, tranquilo. Hoy tengo muchas cosas que hacer.
Lo cortó feo, pero no le importaba. Su mano se zafó del agarre de puck y con su dedo índice lo apartó de ella.
—No creo que ninguna de esas cosas sea más importante que yo.
—Crees muy mal.
Puck se apartó de ella, pero no estaba molesto. El sabía, o más bien creía que Santana solo estaba jugando a hacerse la difícil, como acostumbraba.
—Mike dará una fiesta éste sábado.
—Mike siempre da fiestas. ¿Qué pasa con sus padres?
—Dice que están de viaje o algo así… Deberías pasarte un rato… Ya sabes.
A Puck le interesaba más invitar a la morena a aquella fiesta que explicarle el paradero de los padres del asiático. También le interesaba sonar completamente desinteresado al hacerlo.
—Ya veré. Como he dicho, tengo cosas que hacer.
La morena le ganó en eso.
Finn se levantó de donde estaba, no tan entusiasmado como había llegado. El joven del mohak también lo hizo y los dos partieron de ahí, el moreno no sin antes dedicarle una media sonrisa a la latina, la cual no le fue correspondida, ni siquiera vista.
— ¡Britt! ¡Brittany!
Entre todo el bullicio de aquel lugar, Brittany reaccionó hasta el segundo llamado por parte de su amiga, que se encontraba agitando su mano enérgicamente en una de las mesas del fondo. Estaba sentada con más personas de las que no sabía nada. Sin pensárselo mucho, se dirigió hacia allá y se sentó en el lugar que su amiga le había hecho.
— ¿Dónde te habías metido? —Le preguntó una vez que se sentó a su lado—Por un momento pensé que te habías regresado a Kentucky y me dejarías plantada…
— ¿Sabes algo sobre anatomía?
Brittany sabía de antemano que sí, pero sabía que le esperaría una palabrería de la que no entendería la mitad si no hablaba en aquel momento.
—Rachel ¿quién es ella?
Preguntó de manera muy casual una asiática que se encontraba sentada en frente de ella.
—Ella, mis queridos amigos…—Y ahí iba la gran Rachel con sus presentaciones muy al estilo Broadway—Es la señorita Brittany S. Pierce.
—Rachel, haz el bendito favor de presentarme de una manera normal. —Le susurró, amenazante.
— ¿De dónde eres, Brittany? —Preguntó un chico castaño de lentes—Porque es obvio que no eres de aquí. Soy Artie.
El chico le dedicó una sonrisa que Brittany no dudó en devolverle.
—No, no soy de aquí. Acabo de mudarme de Kentucky.
Artie y los demás muchachos se quedaron callados un momento para escuchar un poco más, pero Brittany permaneció callada. Eso era lo más esencial y no necesitaban saber más.
—Pues bienvenida, señorita Brittany S. Pierce. Yo me llamo Tina. —Le dijo una asiática verdaderamente amigable.
El timbre que indicaba que la hora del almuerzo había terminado sonó justo después de que ella, Tina y Kurt quedaran en la promesa de ensayar juntos la coreografía de “Single Ladies”, la cual Brittany se sabía de memoria, a Tina le encantaba y a Kurt le fascinaba. Brittany esperaba que solo quedara en eso: una promesa.
Las siguientes clases le tocaban con Rachel. La verdad, casi todas. Gracias a que su padre había movido unos cuantos hilos para que quedaran así, más no podía tenerlas todas con ella, pues unas clases estaban más llenas que otras. A Brittany eso no le importaba, pero a Rachel sí. En cuanto se enteró de que no podía a tener a Brittany con ella en absolutamente todas sus clases, comenzó con uno de sus monólogos sobre las fallas del sistema educativo del país. Brittany solo rodaba los ojos. Ahora tenía práctica de las animadoras. En cuanto llegó a aquel instituto, lo primero que hizo fue ir a hablar con la entrenadora Sue Sylvester para ver si tenía alguna oportunidad de entrar al equipo de porristas. A ella lo que le encantaba era bailar, se lo había dejado claro al mundo desde que aprendió a usar sus pies y en aquella secundaria no había un club para eso, entonces pensó que sería una gran idea entrar al equipo de porristas y para su sorpresa, la entrenadora había quedado algo fascinada. La propia Brittany no quería admitirlo, pero así era.
— ¿Por qué no traes puesto tu uniforme, Kentucky?
Una morena fue la que se separó de aquel grupo para ir a con ella y plantársele en frente con una radiante sonrisa y unos cuantos saltitos. Brittany no dudó en devolverle la sonrisa.
—No puedo ponerme algo que no tengo, Sugar.
La morena que tenía en frente fue dejando la sonrisa para ahora fruncir el ceño y ladear la cabeza en gesto de confusión.
—Oh, pero no te preocupes…—Añadió rápidamente, moviendo ligeramente sus manos de un lado a otro, como restándole importancia—La entrenadora me ha dicho que me lo dará hoy y…
—Y le soy fiel a mi palabra, Pierce.
Sue Sylvester acababa de irrumpir en el gimnasio con una caja blanca que podía tomar perfectamente con una mano, pero la había cogido con las dos para dar un poco más de drama al asunto. Una vez que se acercó lo suficiente a Brittany, le acercó la caja para que la rubia la tomara. Brittany de inmediato supuso que era el “preciado” uniforme.
—Póntelo antes de que me arrepienta.
Brittany sin pensárselo mucho, tomó aquella caja y se fue hacia los vestidores. Ese uniforme sí que le quedaba… Y muy bien. Se reprendió a sí misma por ese fugaz pensamiento.
—Santana, por favor, más despacio ¿sí?
—No.
Quinn iba detrás de su amiga tratando de alcanzar su paso, pero le era imposible. Santana caminaba a una velocidad impresionante, y más cuándo estaba indignada. Moviendo las caderas, por supuesto. Que nunca falte el movimiento de caderas indignado de López. Quinn sabía que Santana ahora no razonaba mucho y ahora se comportaba como Pepe grillo a un lado de pinocho, susurrándole consejos. Solo que ésta “pinocha” no era tan fácil de aconsejar; sobre todo porque no seguía consejos. Se encontró a las personas que se imaginaba encontrar: el grupo de porristas y la entrenadora Sylvester. Se quedó unos cuantos segundos ahí plantada a la vista de las personas ahí presentes y por fin se dirigió a donde la entrenadora con un paso muy resuelto. Cabe destacar que levantando un poco la quijada, en muestra de que no tenía miedo, aunque quizá sí lo tenía.
—Vaya, vaya ¡Pero si es la señorita López! ¿A qué se debe su inexplicable e inútil visita?
Santana había previsto éste tipo de recibimiento por parte de la entrenadora. No le sorprendió para nada y tampoco cambió para nada la actitud.
— ¿Fabray? ¿Dónde está tu uniforme?
—Estaba sucio. —Mintió la rubia. Prefería ahorrarse la historia de la mañana.
—Me alegra darme cuenta de lo mucho que se preocupan las capitanas por el equipo.
— ¿Capitanas?
Por supuesto que Santana había captado el sarcasmo evidente en los comentarios de Sylvester, pero había dicho “capitanas”. “Capitanas”, O sea, plural. Tal vez la entrenadora se había dado cuenta de que había cometido un error al sacarla de las porristas y se había retractado. Algo dentro de ella estaba a punto de brincar de alegría.
—Oh, lo siento. Ex capitanas. —Recalcando el “ex” para hacerlo más doloroso.
Demasiado bueno para ser verdad. Si en su rostro se había manifestado algún indicio de esperanza, trató de ocultarlo de inmediato.
—Venía a hablar con usted sobre eso… Verá, yo…
—Pues el rojo te sienta bien, Britt… Muuuuy bien.
Una rubia se había cambiado y había entrado de nuevo a aquel gimnasio, haciendo que todas las porristas que ahí estaban se giraran y empezaran a tirarle piropos sobre lo bien que se veía. Sugar no se había hecho esperar y soltó lo que pensaba.
—Casi te queda tan bien como a mí. —Le dijo otra rubia de ojos azules, pasándole la mirada de arriba abajo y con una obvia sonrisa en la cara.
— ¡Oh por favor, Kitty! —Intervino una morena de ojos color avellana—Le queda perfecto. Una digna capitana Cheerio.
Santana instintivamente giró la mirada hacia donde sucedía aquella conversación. Por obvias razones, cada vez que alguien decía “capitana” sentía que la llamaban.
Ahí estaba esa rubia, presumiendo el uniforme que seguramente era el que la entrenadora le había quitado. Un sentimiento casi corrosivo se le propagó por todo el cuerpo. Corrosivo porque Santana casi podía sentir como le quemaba las entrañas. Apretó los puños y frunció el ceño de tal manera que por un momento pensó que así se quedarían por el resto de su vida.
—Gracias por sus alentadores comentarios, chicas… —Brittany tenía que cortar con eso. Si seguían así, su cara terminaría convertida en un gigantesco tomate. Un gigantesco tomate con cabello rubio—Pero tenemos cosas que hacer.
La entrenadora se había ido hacía dos minutos y Santana ni se percató. Quinn seguía a su lado mirándola entre expectante y preocupada y la morena tampoco se percataba de ello. Tenía su pesada mirada clavada en aquella rubia con uniforme y Brittany no tardó casi nada en sentir que algo le presionaba la espalda. Se giró y se encontró con Quinn Fabray y con la fuerte mirada de la chica que ya había conocido en la mañana. La sonrisa se le desapareció y tomó lugar la mejor cara de desprecio que pudo poner.
Santana avanzó con paso decidido y se plantó a pocos centímetros de ella. Claro, tenía que alzar un poco su quijada para poder quedar más o menos a la altura de la rubia, pero unos cuantos centímetros más de altura no la intimidaban para nada.
El ambiente claramente se tensó de pronto. Las seis porristas que se encontraban ahí ahora miraban a su antigua capitana y a su actual capitana de la misma manera en la que Quinn miraba a Santana hace apenas unos segundos. Les caía muy bien Brittany, y eran conscientes del carácter de la latina. Eso no podía acabar bien. Cinco porristas miraban a Quinn en busca de algo de apoyo, siendo ella la mejor amiga de Santana, a lo que Quinn se limitó a mirarlas con una mueca de dolor y encogiéndose de hombros, dándoles a entender que no era capaz de hacer gran cosa. Las cinco porristas entendieron. Casi podían ver las chispas que se echaban con la mirada.
—Vaya reemplazo que me han dado. —Santana había procurado que sus palabras sonaran lo más hirientes posible, después de mirar de arriba abajo y con desprecio a la rubia.
—Ah, ya veo. Con que tú eres la copia barata de J.Lo de la que tanto he oído hablar.
—La misma a la que has tenido que quitarle el puesto. ¿Qué se siente ser una completa usurpadora? De las feas, por cierto.
—Pues ni tanto eh, porque ni pensé que fuera de alguien importante. Sólo llegué, audicioné y me lo dieron. Es más, yo pensé que no había nadie ocupándolo, con lo fácil que me lo han dado…
—Sí, claro. Una niña mimada como tú puede llegar a haciendo lo que se le dé la gana. Así, hasta yo.
Eso sí le molestó.
— ¿Niña mimada has dicho?
— ¿Estás sorda? Bueno, te lo repito: Niña mimada. —Recalcó el “niña mimada” con un acercamiento de rostro. De pronto le encantaba decírselo.
Brittany soltó la mejor risita despectiva que pudo.
—Es más que obvio que no sabes nada.
—Aquí la que no sabe nada eres tú, rubia. —La empujó un poco con el dedo índice al decir el “tú”—La entrenadora sólo hace esto por despecho.
Brittany soltó otra risa y apartó aquel dedo casi sin tocarlo, que la había hecho retroceder el torso un poco, como si le diera asco tocarla.
—Por favor ¿Qué le puedes importar tú a la entrenadora?
—Me fui dos semanas sin decírselo y se ha enojado conmigo por hacerlo. Te aseguro que si no hubieras llegado, habría puesto a cualquiera de ellas en mi lugar. No te emociones, estúpida.
“…Estúpida.” La sonrisita que tenía en el rostro desapareció y en su lugar se colocó una profunda mirada de desprecio e ira. En cambio, Santana sonrió perversamente. Unas ganas de tirársele encima aparecieron desde lo más profundo de su estómago, pero no lo iba a hacer. Ella no era así. Ella no peleaba, y menos con intentos de Jennifer Lopez.
Quinn se acercó a su amiga y le colocó una mano en el hombro en señal de que se estaba propasando, pero su amiga al parecer ni siquiera se percató de ello, y si se había percatado, se veía en su rostro que no tenía intenciones de parar, y tampoco Brittany. Las otras cinco porristas se acercaron sigilosamente también.
—Oye, Britt…
—A todo esto, no sé que sigues haciendo aquí. —Ni se percató de que Sugar trataba de calmarla. Tampoco le importaba mucho— Tenemos práctica y que yo sepa, tú no estás en el equipo.
— ¿Quieres echarme de mi gimnasio? Si que eres atrevida.
—Pues no veo tu nombre en él, así que, si me disculpas…—Brittany se dio media vuelta moviendo de más su cabeza, asegurándose de restregarle su coleta en la cara a la latina—Tengo un equipo que dirigir.
Santana había abierto la boca como pescado. ¿Quién se creía que era esa rubia como para sentirse con el derecho de echarla de su propio gimnasio?
La rubia ya había empezado a caminar en dirección con las demás porristas, remarcando un poco sus pasos y levantando la quijada.
Reaccionó. Bueno, más bien, sus piernas, que se disponían a seguir a aquella rubia, pues Santana nunca se quedaba con los brazos cruzados. Avanzó tres rápidos y furiosos pasos cuándo sintió que alguien había tomado su mano.
— ¡Suéltame, Quinn!
Su amiga la veía con un rostro casi suplicante. Santana hacía movimientos para zafarse del agarre de su amiga, que cada vez se hacían más y más enérgicos. Quinn se vio forzada a enredar sus brazos con los de ella por detrás, de manera que la latina se vio enredada en lo que parecía ser una llave de lucha.
— ¡López! ¡Pierce!
La entrenadora las había llamado desde la entrada de los vestidores y les hizo un ademán con la cabeza para que la siguieran, seguramente, a su despacho. Las dos muchachas no pudieron evitar mirarse una a la otra, para luego voltearse la cara simultáneamente.
Las demás porristas, incluida entre ellas Quinn, intercambiaron miradas expectantes e intrigadas. La entrenadora planeaba algo, y conociéndola, nada bueno.
Brittany fue la primera en seguirla, seguida de Santana. Estaban más que nerviosas, pero no lo demostrarían nunca.
La entrenadora ya no se veía por los vestidores. Supusieron que ya se encontraba en su despacho, sentada en un sillón de piel, con una pierna cruzada, acariciando a un gato y con una sonrisa malévola en el rostro. Brittany iba ligeramente más adelante que Santana, y ésta apresuró el paso para no quedar atrás. Brittany, al percatarse de ello, apresuró el paso aún más y por consiguiente, Santana lo hacía también, hasta llegar al punto en que se encontraban corriendo y obstaculizándose el camino mutuamente para ver quién llegaba primero.
— ¡Quítate, estorbo!
Le gritó Santana al atorarse con la rubia en la entrada del despacho. La entrada era muy estrecha y ninguna de las dos se proponía dejar pasar primero a la otra.
— ¡Quítate tú!
La morena y la rubia se restregaban el cuerpo. Brittany podía sentir los cálidos brazos de la morena haciendo fuerza para poder zafarse de aquella situación. Cruzaron furiosas sus miradas y en un movimiento se vieron dentro del despacho.
No estaba sentada en un sillón de piel y tampoco acariciaba un gato, de hecho, estaba de pie admirando un gigantesco trofeo, pero sí tenía una sonrisa malévola en su cara.
Les señaló las dos sillas que tenía en frente de su escritorio y las dos muchachas se sentaron casi al mismo tiempo. Se miraron, soltaron un bufido y rodaron los ojos, simultáneamente.
—Me alegra que se lleven tan bien.
Santana y Brittany la miraron algo exasperadas. El sarcasmo natural de Sylvester nunca les pasaba desapercibido.
—Verán… Justamente estaba observando una de las cosas de las que debería sentirme orgullosa… —Santana sonrió un poco, aunque no dejaba de estar confundida —Como sabrán, queridas esclavas sin cerebro, las locales se acercan rápidamente y por consiguiente, las estatales, y yo necesito a mis cheerios en la mejor forma posible para poder llegar a las nacionales, no como el fiasco del año pasado.
Santana ahora la veía algo incrédula. Lo estaba, un poco.
—Pero, ganamos en primer lugar. —Protestó.
—Eso no significa que hayan estado de maravilla, bolsitas —Tomó el trofeo en sus manos y se acercó al escritorio para sentarse en él, quedando frente a las dos porristas —Esto que ven aquí en mi mano, no fue por más que pura suerte, porque a decir verdad, estuvieron pésimas. Y éste año la suerte no las va a acompañar, de eso estén seguras.
¿Bolsitas? Bueno, era cierto que la entrenadora casi nunca llamaba a sus porristas por sus nombres de pila. Lo de J.Lo lo entendía, pero ¿bolsitas? Raro. Brittany miró de reojo a Santana, que parecía ni haberse percatado del sobrenombre. Rápidamente desvió su mirada hacia Sylvester.
—Bueno, ya —Habló Santana, se notó en su tono de voz que ya estaba algo harta de la palabrería —Vaya al grano, entrenadora.
—Las necesito. A las dos.
Las muchachas callaron por un momento, como tratando de entender.
—Entrenadora, sea específica. —Pidió Santana por fin. Al parecer, era la única que hablaba.
—Oh, sí. Había olvidado que trato con barbies sin cerebro. Las necesito a las dos en el equipo. Juntas.
Sí que había ido al grano. Esa oración se sintió como un fuerte flash de una cámara que destella cuando uno está muy borracho. Las atontó por un segundo. Las dos sintieron el impulso de mirarse, pero lo reprimieron. ¿En serio? De todas las porristas que pudo haber elegido… ¿a ellas? ¿Juntas? Si ni siquiera podían mirarse sin lanzarse todo tipo de insultos, verbales o corporales.
—Pe… pero ¿por qué nosotras? —Preguntó Santana. Algo atontada, todavía.
— ¿No venías hoy a rogarme para que te aceptara en las cheerios de nuevo? Porque apostaría a que Blondie te ha ido con la primicia.
Santana bajó la mirada. No, para su desgracia, no se equivocaba. ¡Rayos! Esa mujer nunca se equivocaba. Casi de inmediato, cambió de rostro a uno “neutral”, aunque ya no sabía para qué, solo lo hizo.
Brittany por su parte se levantó de su silla, casi como en acto reflejo.
— ¡¿Yo?! ¡¿Con ella?! ¡¿Se ha vuelto loca?!
Se señaló y luego señaló a Santana con sus manos. Casi reclamándole.
— ¡Vaya! Y yo que pensé que se llevaban bien…
— ¡Me rehúso! —Estalló Santana, poniéndose de pie, arrumbando la silla hacia atrás sin darse cuenta—No sé por qué dice que nos necesita a las dos juntas, si yo sola podría fácilmente llevar…
—Tú no podrías llevar sola fácilmente a nadie a ningún lugar. Tengo que admitir que eres algo buena en esto, pero no puedo dejarte a cargo de mis cheerios cuando te vas sin avisar a no sé dónde, que por cierto ni me interesa, y no regresas hasta que se te da tu gana…
Brittany se cruzó de brazos, sonrió y soltó una risita apenas audible. Parecía… ¿satisfecha? Además de que le agradaba que alguien le dijera a Santana sus verdades de manera que a la Latina si le afectaran.
Se giró hacia una Santana que ahora sí parecía ofendida. No pudo evitar sonreír de la manera más burlona posible; casi le gritaba “lero lero, candilero” y le sacaba la lengua. Santana se giró hacia ella y pudo notar que se estaba mofando en grande. Frunció el ceño.
—No podría estar más de acuerdo con usted, entrenadora—Dijo Brittany, aún mirando a Santana. Esta era su oportunidad de brillar—Pero no se preocupe, que yo no la defraudaré…
—Oh, ya veo que tú tampoco eres muy inteligente, Pierce—La cortó Sue—Te he puesto de capitana porque tienes una facilidad extraordinaria para las coreografías, y te mueves algo bien… y admito que impulsada un poco quizá por la irresponsabilidad de una de mis plásticas porristas—Se giró por un momento hacia la porrista morena y luego se giró de nuevo— pero eres tan blanda y transparente que estoy segura que te harían papilla apenas pongas un pie en el lugar. Eres como un cristal y no precisamente a prueba de balas.
A Brittany se le borró aquel rostro sonriente. Sus labios se transformaron en una línea recta y sus cejas se fruncieron un poco. Todo, sin darse cuenta.
—Ahora mismo, me siento algo culpable por no ir a traerte un balde para que deposites tus lágrimas y no mojes mi escritorio. —Agregó con una falsa mueca de dolor al ver el semblante de Brittany— ¿Entonces? ¿Aceptan o no? No tengo todo el día.
Las dos se giraron para verse y darse cuenta de que tenían la misma expresión de asco en sus caras. Santana se giró hacia la entrenadora rápidamente.
— ¿Ella será mi capitana? —Preguntó en una risa incrédula y señalando a Brittany con el pulgar.
Brittany veía aquel pulgar como quien ve a un bicho asqueroso y raro.
—Sabía que tarde o temprano harías esa pregunta, López. —La entrenadora tomó el trofeo y se dirigió al estante de dónde lo había sacado. Santana y Brittany sólo se limitaron a seguirla con la mirada. A la morena le sacaba de quicio que la entrenadora se las diera de misteriosa— Pero no es eso lo que tenía en mente. Al meditar la situación, me he dado cuenta de que aún no sé a qué irle; si al agua, o al fuego. Así que contestaré tu pregunta cuándo me decida.
No era precisamente la respuesta que esperaba. Eso sólo la había dejado peor aún. A las dos. La entrenadora resopló y rodó los ojos.
—Por el momento declaro el puesto de Capitana y Co-capitana vacantes.
Se puso de pie y ni siquiera les respondió la mirada a las dos muchachas que tenían la boca abierta cómo pescado cuándo se dispuso a salir del despacho. Las porristas, con los ojos como platos la siguieron con la mirada.
—Que comiencen los juegos. —Dijo antes de marcharse. En ese instante, casi pudieron escuchar la sonrisa perversa en sus labios.
Quinn no paraba de reír mientras Santana, obstaculizada por el cinturón de seguridad, le imploraba que parase y se dedicara solamente a escucharla y a conducir.
—No sé que demonios te causa tanta gracia. —Casi le gritó, mientras se incorporaba en el asiento de nuevo, aún mirándola, deseando que su mirada pudiera cortarla en pequeños trocitos.
— ¡Básicamente, la entrenadora las ha puesto a competir!
— ¡Ya deja de reírte! —Le suplicó.
—Lo siento. —Quinn se limpió las lágrimas con una mano, mientras la otra sostenía el volante firmemente, aún con rastros de hilaridad en ella—Es que, esto simplemente va a ser muy interesante.
Santana frunció el ceño.
— ¿Interesante?
— ¡En ésta esquina, con un peso de cincuenta y tres kilogramos de puro odio latino, Santana López!
Quinn comenzó a hacer ruidos raros con su boca, simulando ovaciones de personas inexistentes.
— Y justo cuando pensé que no podías ser más subnormal… —Negó con la cabeza, se llevo una mano a su frente y con la otra señaló a su amiga con insuficiencia— ¡Ahí vienes a sorprenderme!
—Bueno, ya. Hablando en serio…—El semblante de Quinn cambió a uno normal, por fin. Santana lo agradeció— ¿Entonces eso significa que estamos sin capitana?
Santana se puso a repasar lo que había sucedido en aquel despacho. Recordó las últimas palabras de Sylvester al salir de ahí: Que comiencen los juegos. Se le revolvió el estómago. Efectivamente, aquello era una competencia. No había duda alguna. Pero ¿por qué ellas dos? Sylvester dio a entender, por supuesto, que cada porrista tenía derecho a competir por los puestos, pero siendo honesta, sabía de antemano que ninguna de sus compañeras porristas querría competir por aquel puesto, y sabía que la entrenadora estaba al tanto de esto, así que obviamente se trataba de una competencia entre ella y Pierce, y Sylvester se iba a entretener mucho con ella. Ya la veía en un sillón con un refresco, un tazón de palomitas y una mano roja gigante de esponja. De pronto, recordó que tenía a Quinn esperando una respuesta a una pregunta de la que le tomó unos segundos acordarse.
—Pues eso fue lo que entendí. —Le dijo, por fin.
— ¿O sea que cualquiera puede postularse para ello? ¿Hasta yo?
Quinn definitivamente no se lo estaba tomando en serio, aunque lo aparentase.
—Pues puedes, pero sabes que ese puesto me pertenece desde que puse un pie en esa escuela del demonio.
Quinn rompió a reír y Santana la miró consternada. ¿De qué rayos se reía?
—Ya, ya, ya, la verdad es que no me interesa tu amado puestecito…—Dijo entre leves risitas—Y te aseguro que a las demás tampoco. Creo que esto es sólo entre tú y Brittany.
Quinn también lo pensaba, entonces tenía que ser verdad. Un sentimiento nada agradable hasta ahora desconocido para ella le embargó todo su cuerpo, emergiendo desde su pecho. No se había detenido a pensar. ¡La entrenadora había admitido que la chica era buena! Por algo la había puesto de capitana después que a ella… ¿Con que así se siente la insegu…? Ni siquiera se permitió completar aquella pregunta. Se rió para sí misma y volvió de sus pensamientos al Beetle de Quinn.
—Pues tal parece que me voy a divertir. —Le dijo mirando a su amiga con una sonrisa lo más despreocupada que pudo.
El auto se aparcó a lado de la acera de la casa de la morena. Las luces estaban apagadas, como se lo esperaba. No había nadie en casa, así que no había razón para que se encontraran de otra manera.
—Pues yo tan segura, no estaría.
—Tú nunca estás segura de nada. —Contraatacó, quitándole importancia a la anterior indirecta mientras bajaba del coche. —Te veo mañana.
Sin más, cerró la puerta del coche de un portazo y Quinn la despidió lanzándole un beso. Santana presintió que aquel beso volador era más para mofarse que para despedirse de ella. No hizo caso y se dirigió hacia la puerta de su casa.
Todavía ni ponía medio pie dentro de la casa cuando encendió la luz del recibidor. Ahora, que podía ver el interior de su casa, se dirigió a la cocina y se llenó un tazón de “Corn Pops” Ese cereal que venía en una caja amarilla y se hacía pasar por palomitas de maíz. Se aseguró de guardar de nuevo la leche en el refrigerador, pues ya le había pasado más de dos veces dejarla fuera y encontrarla a la mañana siguiente convertida yogurt, lo cual sería una pena, pues era el ingrediente principal de sus cenas cuando su madre no estaba: cereal.
Con el tazón de cereal en la mano, se dirigió ahora a su desordenada habitación. La primera cucharada de cereal no se hizo esperar hasta llegar a la cama, pues se moría de hambre. Se quitó los zapatos, se cambió por ropas más cómodas y se tumbó en su cama. Todo sin soltar su preciado cereal. Su madre y sus hermanos no llegarían hasta dentro de una semana, si no es que más, así que sus próximos días serían más o menos iguales, aunque no le importaba tener la casa para ella sola. Una vibración proveniente de su bolso la hizo girarse para empezar a rebuscar en él. En su celular brillaban unas cuatro grandes letras blancas. Sin pensárselo mucho, apretó la parte de la pantalla donde brillaba un recuadro verde.
—Hola, mamá.
—M’ija ¿Cómo estás? ¿Cómo llegaste? ¿Has llegado con bien? ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Cómo encontraste la casa? ¿Está limpia?...
— ¡Mamá!
— ¿Qué pasa, m’ija? ¿Está todo bien? —La señora López ahora sonaba algo consternada.
—Sí, pero sabes que me confundes cuando empiezas a hacer preguntas sin ningún tipo de control.
Santana escuchó una risa del otro lado del teléfono. Sonrió.
—Perdón, m’ija. ¿Cómo va todo por allá? ¿Ya cenaste?
—Justo estoy en eso, má. —Santana vio de reojo su tazón de cereal y sonrió de nuevo. Sabía que a su madre no le agradaba tanto la idea de que su hija se mantuviera sólo con tazones de cereal—Estoy bien. Llegué bien. El viaje estuvo bien. La casa está bien. ¿Qué más quieres saber?
Hubo una pequeña pausa.
—Valentina quiere ha… esper… Valen… ¡Valentina Enriqueta…! —Se escuchó bastante ajetreo. Santana supuso que alguien anhelaba hablar con ella—Hermana, ¡¿por qué no me has llevado contigo?!
Santana sonrió por tercera vez ante el tono suplicante.
—Pensé que te la pasabas bien en casa de la abuela, enana.
Al fondo, pudo escuchar la voz de su madre diciendo: “Eres la niña más desesperante que conozco.”
—Siempre es más divertido los primeros días, ya sabes. Ya me aburrí. Además, la abuela ya no quiere jugar conmigo y ahora que no estás, mamá se la pasa regañándome.
—Entiéndelas, eres muy aburrida y regañable. Val, admite que me extrañas.
— ¡Quisieras! Ay… ¡Mamá…!
Escuchó ajetreo de nuevo y supo que ahora la que estaba al móvil era su madre.
— ¿Mamá?
— ¿Qué pasó, m’ija?
Tragó saliva y dudó un poco, pero bueno.
— ¿Co…?—Titubeó— ¿Cómo está la abuela?
Frunció el ceño, algo sorprendida. Su voz había salido sorprendentemente casual, o bueno, según ella. Pudo escuchar una tímida sonrisa en los labios de su madre.
—Ella está bien, Sanny; ahora está dormida y me pidió que te dijera que te ama mucho. —Sus labios esbozaron la mayor de las sonrisas— Mi vida, tenemos que colgar. Cuídate y por favor… ¡mantén la casa limpia! Llegaremos lo más pronto posible. ¡Valentina! ¡¿Qué te he dicho de arrebatarme el maldi…?!
La voz de su madre por teléfono paró en seco.
Se acurrucó en su cama y se dedicó a terminarse su cena. Una vez que se bebió la leche, dejó aquel tazón en el buró que tenía a un lado de la cama y se tumbó de lado para ahora dormir, aunque no tranquilamente, como ella quisiera. No esa noche. Tomó una de las almohadas y la abrazó, más fuerte de lo normal, y cerró sus ojos.
Y pues bueno, éste ha sido el segundo capítulo. No sé qué les ha parecido, así que... ¿Qué les pareció? ¿Aburrido? ¿Largo? ¿Corto? ¿Feo? ¿Chusco? ¿QUÉ? No lo sé... De verdad espero que les guste y también espero (aunque no tiene nada que ver) que les esté llendo muuuuy bien en éstos últimos días de cursos... algunos ya no están haciendo nada... otros (como yo) están haciendo todo lo que no hicieron el todo el semestre... a ellos, mucha MUCHA suerte!
En fin... me despido con ésto y hasta la próxima actualización :) Gracias por leer! Un abracito n.n ♥
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:17 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
hola muy buen cap el de hoy las brittana se odian pero dicen que del odio al amor hay un paso no hahaha ya quiero ver como se desarrolla su relación y el cap estuvo bien de extensión bueno no se me hace largo espero que todos los sagas haciendo asi. Saludos hasta la actu y suerte.
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holii! :3
Ok, lo primero que escribiré es que !ME ENCANTA EL FIC! No way, en serio :3 la relación Brittana de choque me encanta *w* me parece sumamente wankyneska *w*
Y algo que no se me puede olvidar... Amo a Quinn! siempre me enamoro de ella en los fics ¿Que pasa conmigo?Nadie responda
Espero la proxima actuu! :3
Ok, lo primero que escribiré es que !ME ENCANTA EL FIC! No way, en serio :3 la relación Brittana de choque me encanta *w* me parece sumamente wankyneska *w*
Y algo que no se me puede olvidar... Amo a Quinn! siempre me enamoro de ella en los fics ¿Que pasa conmigo?
Espero la proxima actuu! :3
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
LoveBrittana95 escribió:hola muy buen cap el de hoy las brittana se odian pero dicen que del odio al amor hay un paso no hahaha ya quiero ver como se desarrolla su relación y el cap estuvo bien de extensión bueno no se me hace largo espero que todos los sagas haciendo asi. Saludos hasta la actu y suerte.
Sí, se odian y se han decidido hacerse la vida imposible mutuamente. Son unas loquillas. Del odio al amor hay un paso. Sí eso dicen, y que del amor al odio hay un abismo, creo que también lo dicen. Supongo que lo averiguaremos tanto tú como yo en menos tiempo de lo que esperamos. Gracias por la suerte, que creo que la necesito. Y bues bueno... espero que te guste el próximo capítulo. Gracias por leer :)
MarLovesGlee<3 escribió:Holii! :3
Ok, lo primero que escribiré es que !ME ENCANTA EL FIC! No way, en serio :3 la relación Brittana de choque me encanta *w* me parece sumamente wankyneska *w*
Y algo que no se me puede olvidar... Amo a Quinn! siempre me enamoro de ella en los fics ¿Que pasa conmigo?Nadie responda
Espero la proxima actuu! :3
Hola:)
Pues lo primero que escribiré yo (bueno lo segundo, porque ya he escrito "Hola:)" ) es que a mí me encanta que te encante :3 LO SÉ, son taaaan wanky's siendo rudas una con la otra! YEM a mí también me encantan. Y así durarán un tiempesito... Porque las dos son unas cabezotas.
Y sí, Quinn es completamente adorable. En lo personal, a mí me encanta la relación que tienen San y ella. Yo sí me las como, porque son unos bombones.
Y pues nada, aquí está el nuevo capitulo :) gracias por leer.
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo III: Sí, pero no.
No iba a subir capítulo hoy, pero mis planes se han arruinado un poquito a causa de un fuerte dolor de estómago que me dio en la mañana y ha seguido conmigo todo el día. Estoy tirada en cama con la computadora en un Sábado, así que me puse a escribir y se me ha ido el tiempo volando. Posiblemente no saldré hoy, así que tendré más tiempo de escribir :)
El sonido del tono de llamada de su móvil la hizo soltar un perezoso gruñido. Se removió en la cama y aún con sus ojos cerrados, deslizó su pulgar por la pantalla y se posicionó el móvil en alguna de sus dos orejas.
— ¿Bueno?
—Brittany Susan Pierce ¿Te acabo de despertar?
Al parecer, el tono adormilado de la rubia no había pasado desapercibido por su amiga. Nada pasaba desapercibido para ella. Abrió un poco sus ojos y se pasó una mano por sus cabellos.
—No, no, no. —Mintió, tratando de sonar lo más despierta posible.
—Pues eso espero, porque ya paso por ti.
Se le subió el corazón al cuello. Abrió los ojos de golpe y despertó completamente. Pudo notar un tono de reclamo en su amiga.
—Tu… No… ¡Espe…!
Los tonos interrumpidos del teléfono la cortaron. Se sentó en la cama por unos minutos, perdida en un zapato. Su celular sonó otra vez, pero ahora era un mensaje:
— ¡SIETE CON VEINTE! —Exclamó.
Se levantó rápidamente de la cama, tomó su toalla y al entrar al cuarto de baño se arrepintió de haber gastado valioso tiempo observando su zapato.
— ¿Sabes cuántas veces he llegado tarde a la escuela?
Brittany todavía ni abría la puerta del Jetta Clásico blanco de Rachel cuando su amiga ya la estaba a empezando a atacar. Rodó los ojos y subió al auto.
—No lo sé. —Dijo con insuficiencia mientras se acomodaba en el asiento del copiloto— ¿Cuántas?
—NI UNA. Cero. NADA. —Le reprochó, casi gritando.
—Siempre hay una primera vez. —Le respondió con una sonrisa.
—Siempre hay una primera vez. —Repitió ella con una vocecilla aguda y tonta—Eres una mala influencia para mí.
Brittany rompió a reír. Ella misma no se veía como el tipo de chica que pudiera ser mala influencia para otra. Le contagió la risa a Rachel, a quien ya se le había pasado la indignación, aparentemente. Arrancó el auto y lo puso en marcha.
—A todo esto… ¿Cómo te trata Sylvester? He oído que es algo... mmmh…
— ¿Ruda?
—Malvada.
Brittany rió de nuevo, pero no era el tipo de risa hilarante que había soltado anteriormente; era el tipo de risa que alguien suelta cuando algo le pesa y quiere reírse de ello.
— ¿Crees que el puesto de capitana de las cheerios valga la pena?
Trató de que su voz sonará lo más normal e indiferente posible. Tenía que preguntárselo a Rachel. Rachel lo sabía todo. Era como su Google personal, pero era aún mejor, porque no necesitaba internet para funcionar. Su Google personal frunció el ceño.
—No. —Auch—Siempre he pensado que las porristas de McKinley son un asco. No me interesa tratar con ninguna. Pero tengo la certeza de que si tú entras, al fin tendrán algo bueno por lo que alardear. Además, tú anhelas esto. No permitiré que nadie te quite lo que veo que te hace feliz.
Brittany sonrió. Rachel a veces si podía ser un bombón.
—Pero las porristas no son tan malas…—Le dijo un poco conmovida al pensar en las porristas; más en Sugar—Han sido muy amables conmigo, para ser honesta.
—Tú lo has dicho: Contigo.
En la voz de Rachel se filtró un tono terriblemente amargo, aunque no le iba a preguntar la razón. Rachel tendría sus motivos para ahorrarse explicaciones. Además, Brittany se imaginaba el tipo de situaciones que su amiga habría tenido que pasar. Fuera lo que fuera, no sería agradable. Decidió cambiar de tema.
—Yo no puedo ser una mala influencia para nadie.
No se le ocurrió nada más para decir. Rachel río. Pero no una risa normal; era el mismo tipo de risa que Brittany había soltado anteriormente. Esa risa con pesadez en ella.
—Tienes razón. Mi prima de seis años resultaría una mayor amenaza que tú.
No supo si ese era un insulto o un cumplido, pero esa no era una frase alentadora; ahora tenía que ser lo más amenazante posible… Y hablando de amenazas…
— ¿Qué sabes sobre Santana López?
Al parecer, se había olvidado de mantener lejos el tema de las porristas, pero tenía que preguntárselo. Le podría decir algo de utilidad. Después de todo, Rachel lo sabía todo. Pudo ver la sorpresa en el rostro de su amiga. Supo que no se esperaba esa pregunta.
—Hummm… Bueno…—Titubeó—No lo sé… ¿Qué quieres saber?
—Todo. —Contestó sin titubeos.
Rachel calló unos segundos; como pensando su respuesta.
—Bueno…—Volvió a titubear—Es muy rara. No es el tipo de persona con la que uno quisiera meterse.
¿Meterse?
— ¿Meterse?
— ¿La conoces ya?
Ahora la que calló por un instante fue Brittany. Recordó la mirada de Santana recorriéndola de pies a cabeza en la clase de anatomía.
—Oh, sí. Ya la conoces. —Aseguró de manera burlona.
— ¿Ah, sí?
—Y si comenzamos a juzgar por tu cara...
Brittany se dio cuenta de que había arrugado su nariz y sus cejas casi se unían; seguro tendría una cara de asco horrible. Relajó su rostro de inmediato. Rachel rió.
—Ya te has de dar una idea de cómo es.
— ¿Acaso así es con todo el mundo? —Preguntó ahora entre confundida e incrédula.
—Bueno, casi no habla con nadie; pero supongo que cuando lo hace, no deben ser piropos.
—No, seguro que no. —Dijo con desgana y rodó los ojos—Pero… —Agregó— ¿Tiene muchas amigas, no?
—Creo que su única amiga siempre ha sido Quinn Fabray. ¿La conoces? —Brittany asintió—La verdad es que siempre están juntas; llegan a la escuela juntas, comen juntas, salen juntas, se van juntas… ¡Casi creo que hasta duermen juntas! Una no es una sin la otra. No quiero imaginarme que otras cosas más harán juntas…
—Bueno sí, ya. —La cortó. Se estaba poniendo algo intensa—Te he preguntado por Santana, no por Quinn.
—Ya. —Le contestó, volviendo al tono indiferente—Pero no puedes preguntar por una sin que la otra salga a colación… A todo esto… ¿Por qué me preguntas por ella? ¿Qué te ha hecho? Porque seguro te ha hecho algo, y estoy segura de que ese algo no es bueno…
—Rachel…—La cortó de nuevo. Sabía la tendencia de su amiga a divagar—Conmigo sólo ha sido como es, aparentemente.
—Bueno.
Lo que sobraba de camino para llegar al instituto lo transcurrieron de manera normal. Brittany cambió de tema bruscamente, a lo que Rachel sólo la siguió. Se sintió algo impotente. Rachel no le había dicho nada que no supiera o se imaginara ya, pero no iba a volver a preguntarle; decidió dejar el tema, por la paz.
Según Brittany, no habían llegado tan tarde, y no necesitaba fijarse en su reloj para darse cuenta de eso. Mientras bajaban del Jetta, había chicos, chicas e incluso maestros que también lo hacían y parecían muy calmados.
— ¡Oh, Brittany, nos van a asesinar!
Rachel la tomó de su mano y prácticamente la arrastraba hacia la entrada del instituto, completamente histérica.
— ¡Rachel, relájate! —Le tomó la mano con la que la estrujaba y le hizo un ademán de que parase. Rachel obedeció y la miró extrañada. Brittany tomó su celular, y se lo enseñó— ¿Ves? Ocho con cinco. No es tan tarde.
Rachel la miró dudosa, pero al menos, ya no estaba tan histérica.
—Ahora, hazme el favor de no estrujarme y caminemos de forma normal.
En ese instante cayó en la cuenta de que no tenía idea de que clase le tocaba en ese momento. Mientras caminaba junto a Rachel, rebuscó en su bolso por la carpeta donde había puesto la hoja de su horario, pero no estaba ahí, la hoja se encontraba al fondo del bolso, doblada y seguro algo sucia ya. Introdujo su mano y mitad del brazo al bolso para poder alcanzarlo y Rachel solo la observaba haciendo circo, maroma y teatro por el mentado papel; la verdad era que Brittany llevaba muchas cosas en su bolso que no le hacían tanta falta, pero ella juraba que sí. Y en efecto, aquella hoja ya tenía varias muestras de suciedad. La desdobló y comprobó, con fastidio y un bufido que ahora tenía clase de anatomía. Lo volvió a doblar y lo echó de nuevo al bolso, dejándolo caer a su suerte.
—Me voy a mi casillero. —Le avisó a su amiga, con desgana—Te veo luego.
Rachel la tomó del brazo antes de que pudiera irse, con una expresión confusa en el rostro.
— ¿Estás bien? —Le preguntó.
—Sí. —Mintió, estirando sus labios para mostrar una sonrisa—Y si no voy a mi casillero pronto, llegaré tarde.
— ¡Rachel, relájate! —Le restregó ella, usando el mismo tono que Brittany había usado anteriormente.
Brittany rió. Rachel se aproximó para dejarle un beso en la mejilla en señal de despedida y se marchó de ahí. Soltó un suspiro y caminó de manera rápida y automática hacia su casillero, el cual, no recordaba bien donde quedaba, pero para su sorpresa, no tuvo más problema para encontrarlo. Pero ahora, no recordaba la combinación. Recordó que la tenía en la hoja del horario. Rodó los ojos y soltó otro bufido de irritación. Comenzó a rebuscar de nuevo entre su bolso por aquella hoja de papel. Se hizo una nota mental: Debo dejar de meter medio mundo de mierda inútil a mi bolso.
Sintió una presencia a su lado. Alzó la mirada para encontrarse con una rubia que movía la perilla de su casillero sin más preámbulos ni contratiempos y la envidió por un instante. Al abrir la puertecilla, la rubia sacó varios libros y giró su rostro, con la mirada hacia alguien que, Brittany supo, estaba detrás de ella y luego su mirada, instantáneamente, se dirigió a la propia Brittany. La de ojos verdes parecía de pronto muy incómoda e inquieta. Ahora, Brittany se dio cuenta de que llevaba puesto el uniforme de porristas, al igual que ella. Intentó ignorar el semblante de la ojiverde y esbozó una sonrisa. Y en ese instante, se dio cuenta de que, a la vista de la chica, debería estar en una posición muy graciosa: con la mano metida hasta el fondo de su bolso y su rodilla doblada para apoyar dicho artefacto. Ahora, soltó una risa, algo nerviosa.
—No encuentro la combinación de mi casillero. —Se justificó. Riéndose un poco de ella misma.
La ojiverde se notaba intranquila. No contestó de inmediato, pero lo hizo.
— ¿Te ayudo? —Le preguntó tímidamente, colocando los libros que había tomado, debajo de su brazo y tomando las riendas del bolso para facilitarle el trabajo a Brittany de manera importante.
La ojiazul supo de inmediato que la rubia que tenía enfrente intentaba ser amable.
—Gracias. —Le dijo con una sonrisa, mientras ahora, buscaba con más libertad aquella hoja en su bolso.
—Se nota como no puedes hacer nada por tu cuenta, Pierce.
Reconoció al instante aquella dulcemente áspera y burlona voz que provenía de detrás de ella. Debió suponerlo. “Creo que su única amiga siempre ha sido Quinn Fabray…”. La voz de Rachel resonó en su cabeza. “…La verdad es que siempre están juntas.” El semblante de Quinn claramente se incomodó más y Brittany se giró para darle la cara a Santana. La vio, abrazando un libro, que era igual al que la rubia se proponía a sacar de su casilla, y la observaba fijamente. Tenía una ligera sonrisa torcida en su rostro; como burlándose de una broma que solo ella entendía.
—Ugh. —Pronunció antes de que Santana pudiera hacer o decir algo, con cara de asco.
Santana ahora la veía con furia, como queriéndole dejar en claro cuánto la detestaba. Su mirada casi le quemaba, y por ende, casi dolía. No lo admitiría nunca, pero sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
— ¿Nos vamos, Quinn? —Le preguntó a su amiga, de manera despectiva y tremendamente fría, ignorando a Brittany.
Era obvio que aquel tono no iba dirigido a la rubia ojiverde. Quinn hizo una mueca torcida con su boca y con la mirada le pidió disculpas mientras le devolvía amablemente la correa de su bolso. Brittany lo comprendió y le sonrió. Quinn no tenía la culpa de que Santana fuera una pesada de lo peor. Con una última mirada culpable, Quinn cerró la puertilla de su casillero y fue hacia Santana, quién la seguía con la mirada y no de una manera muy amable. Le recordó a la mirada que echaba una furiosa madre a su hijo cuando éste cometía una travesura en vía pública; como diciendo “Ya verás cuándo lleguemos a casa” y a Quinn siendo el chiquillo regañado que rogaba por no llegar a casa. Las chicas pronto desaparecieron de ahí, pero Brittany sabía que no tardaría en volverlas a ver. O por lo menos, a una. Por fin encontró la combinación. Giró la perilla y la puertecilla cedió. Tenía varios libros ahí, y lo más lento que pudo, tomó el que necesitaba. Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y caminó hacia el aula de anatomía. Casi cómo zombie.
—Bueno…—Dijo para sí misma, en un suspiro—Tortura casi diaria, ahí voy.
—Señorita Pierce, pase. —La saludó de ésta manera la profesora Emma Pillsbury con una sonrisa en cuanto se plantó en la puerta de la entrada.
Brittany trató de regalarle la mejor de sus sonrisas, a sabiendas de que “feliz” no era precisamente su estado de ánimo en aquel momento, pero la profesora Pillsbury no tenía la culpa de que ahora tuviera que ir a hacer cosas que no le apetecían, ¿O sí?
Brittany detestaba sentarse hasta atrás; se le dificultaba todo; si de por sí ya se le hacía difícil, su lugar en aquella aula solo se lo hacía aún más.
Se apoyó sobre sus codos y trató de prestar atención a la profesora y a su clase. Dos minutos. Cinco minutos. Siete minutos, y la morena aún no se dignaba a aparecerse. ¿Pues que tanto estará haciendo? La chica se había marchado de los casilleros antes que ella, además de que tardó bastante para ubicarse en los pasillos y encontrar camino para llegar al aula. La morena tuvo tiempo de sobra para llegar antes que ella.
Quince minutos después de que Brittany comenzara a contarlos, Santana hizo por fin acto de presencia. Santana por un momento se vio algo sorprendida ante la mirada de Brittany, y ésta a su vez, se inmutó al percatarse de que la chica se sabía observada por ella. La sola presencia de una, bastaba para hacer sentir incómoda a la otra.
Un embriagante olor a vainilla hipnotizó a Brittany en cuanto la morena se sentó a su lado. Gustosa aspiró silenciosamente. ¿Cómo podía ser posible que una persona tan fría y amarga oliera de una manera tan cálida y adictivamente dulce? Si la persona que despedía aquel aroma tan delicioso no fuese Santana, Brittany habría admitido abiertamente que se había enamorado del olor.
— ¿Cómo se te ocurre llegar tan tarde? —Le preguntó en voz baja, acordándose de lo indignada que había estado— ¿Dónde estabas?
Santana la miró con sus puños en los labios y el ceño fruncido, indiferente.
—No te interesa. —Mustió con desdén—Y seguiré llegando tarde todas las veces que yo quiera.
Brittany estaba sorprendida consigo misma. ¿En serio le había preguntado a esa chica dónde estaba? Luego, asimiló la seca respuesta de la morena.
—Claro que no me interesa. —Le dijo, enfadada y subiendo ligeramente la voz—Pero se te olvida que tenemos un proyecto juntas, y hacerlo bien sí me interesa, y si sigues llegando tarde te reprobarán, y de paso a mí también.
Santana sabía que Brittany tenía razón, pero jamás se la daría. Quinn se le vino a la mente por un instante. A veces, las rubias podían tener razón. A veces, la mayoría de ellas.
— ¿Has acabado ya de parlotear? Me estresas.
Si antes estaba enfadada, ahora estaba furiosa. Involuntariamente, entrecerró los ojos y frunció de manera exagerada sus labios. Brittany trataba de asesinarla con la mirada. ¿En serio le importaba tan poco la escuela?
Santana, al verla, sonrió y trató de no reír, pero le fue imposible. Los dos chicos que estaban en la mesa de adelante intercambiaron miradas incrédulas y confundidas al escuchar aquellas risas. Sabían que las oportunidades de escuchar reír a Santana eran de una en un millón, aún aunque aquella risa fuera pausada y moderada.
— ¡Uy sí, soy Brittany y yo asesino con la mirada! —Se mofaba Santana entre leves risitas— ¡Témanme! ¡Témanme mucho!
Brittany casi echaba humo por las orejas. Le sostenía la mirada enfurecida y Santana poco a poco iba cayendo en la cuenta de lo mucho que le incomodaba. Le quemaba. Hasta que finalmente cesó de reír y no pudo sostenerle más la mirada. Se aclaró la garganta y se giró para dar la cara al frente.
—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido. —Le dijo la rubia.
Santana se giró hacia ella.
— ¿Acaso me ves cara de que me importa?
—Ugh.
Ahora, Brittany fue la que le volteó el rostro violentamente. Para su desgracia, Santana tenía cara de que le importaba un reverendo pepino su opinión.
Lo que restó de la clase, Santana y Brittany procuraron no hablar. Una estaba pendiente de lo que hacía la otra para buscar una forma de restregárselo en la cara apenas hubiera oportunidad. Santana de inmediato descruzó sus piernas y se bajó del banquillo en donde estaba sentada en cuanto escuchó el timbre de salida. Siempre parecía desesperada por salir de ahí. Brittany en cambio, la observaba atentamente y con recelo, mientras guardaba sin apuro alguno sus cosas en su bolso.
—No tan rápido, López.
La maestra la había llamado mientras limpiaba el pizarrón. Santana maldijo por lo bajo.
El grupo de alumnos fluía rápidamente por la puerta, hasta quedar sólo unos cuantos, incluida Brittany, que ya estaba por irse.
— ¿Está usted al tanto de que los retardos también influyen en su calificación final?
Brittany pudo escuchar desde donde estaba la voz de la profesora y, de alguna manera, le gustaba oírla, era muy propia y formal al dirigirse a sus alumnos, y más si les hablaba cara a cara.
—Sí, lo sé. No soy estúpida.
Ahora escuchaba la voz ronca, dura, impropia e inmadura de Santana.
Rodó los ojos y se encaminó hacia la ahora puerta de salida. Con la mirada le pidió permiso a la profesora de salir y Pillsbury le asintió con la cabeza. Santana se giró para verla y mirarla con odio, pero Brittany ya había salido de ahí. Sólo quedaban ellas dos.
—Bueno…—Comenzó a hablar Pillsbury—Pues, le informo que ya lleva dos retardos, y al acumular…
—Al acumular tres, se convierten en faltas. Ya lo sé.
La profesora arrojó aire con desgana.
—Bueno, yo le aconsejo que no se descuide, señorita López.
—Ya. Gracias. ¿Ahora puedo irme?
Los labios de Pillsbury formaron una línea recta en su rostro. Santana no lo vio como un consejo, y lo sabía.
—Váyase, si tanto lo desea. —Le dijo, harta.
Santana lo hizo de inmediato. En cuanto dobló la esquina del pasillo, caminó más calmada. Cómo si alguien la estuviera persiguiendo y de repente desapareciera. Cuando se dio cuenta, Quinn ya caminaba a su lado. ¿De dónde había salido?
— ¿Cómo te ha ido? —Le preguntó su amiga, con una sonrisa.
—Pillsbury, siendo una pesada como siempre. Me ha ido normal.
—Pillsbury no es tan mala. Tú eres muy dramática.
— ¿Yo? —Preguntó, incrédula y algo exaltada— ¿Dramática? ¿Esa es tu etiqueta para mí?
Quinn ahora se reía. Aparentemente, su clara indignación siempre le causaba mucha gracia.
—Tengo muchas otras etiquetas para ti.
—Me estresa mucho que te rías de mí. Creo que lo sabes…
En ese momento, se vio frente a su casillero, dispuesta a abrirlo y continuar con su reprimenda para Quinn, pero las blancas manos de su amiga de pronto le apretaban fuertemente las mejillas, pellizcándola haciéndola mover su cabeza de un lado a otro. Quinn ahora le hablaba como quién le habla a un cachorro o a un bebé.
— ¿A quién le estresa que se rían de ella? A ver, ¿A quieeeen?
Ahí estaba Santana, siendo víctima de los ataques de ternura repentinos de Quinn.
— ¡Quinn, suéltame! —Le suplicaba la morena, mientras intentaba apartar aquellas manos de su cara, sin mucho éxito.
Quinn parecía no escuchar las suplicas de su morena amiga, pero no había mucho que Santana pudiera hacer en contra de ello, aunque lo intentara. En ese momento, se sintió muy agradecida por la aparición de un asiático a su lado. Las dos chicas se giraron para observar lo entusiasmado que se veía. Tenía una sonrisa tan simpática que casi era imposible no devolvérsela. Quinn ya la había soltado y Santana ahora se sobaba las mejillas en busca de alivio.
—Hola, chicas. —Las saludó, con una mano en su bolsillo del pantalón y la otra en la correa de la mochila y su habitual y deslumbrante sonrisa.
—Hola, Mike. —Saludaron las dos al mismo tiempo.
El chico, a pesar de la sonrisa, parecía algo nervioso. Paseaba la mirada hacia muchas partes mientras les hablaba.
—Bueno…—Titubeó un poco— No sé si ya estén enteradas, pero el caso es que éste Sábado daré una fiesta, y…
—Sí, Mike, ya estamos enteradas. —Interrumpió Quinn, con un tono suave, tratando de no sonar grosera— Finn y Puck nos han avisado.
—Bueno…—Siguió el asiático— Una segunda invitación no está de más. Oh, Brittany, que bueno que llegas…—El moreno se dirigió a la rubia que se acercaba, abrazando sus libros.
—Hummm… ¿Hola? —Saludó confusa al llegar a su casillero, abriéndose paso entre la morena y la rubia.
Santana observaba callada aquella escena que ahora le parecía algo peculiar. Frunció el
ceño un poco y entrecerró sus ojos, recelosa.
—Soy Mike. —Se presentó con la misma sonrisa deslumbrante y un poco nerviosa— Y justo ahora les avisaba a Quinn y Santana sobre una pequeña reunión que tenía planeado hacer en mi casa, y…
—Te aseguro que las “reuniones” —Interrumpió Quinn, divertida, haciendo comillas con los dedos al pronunciar la palabra “reuniones”— Si se les puede llamar así, no son para nada pequeñas, Mike.
El asiático soltó una risa tímida, aunque las chicas lo tomaron como un “Oh, ya basta, que me sonrojas”.
—Bueno…—Siguió de nuevo el chico, siguiendo la broma de Quinn— Lo que sea que vaya a hacer en mi casa, quería ver si podía ser posible que te dieras una vuelta por ahí… Ya sabes…
El chico se pasaba su mano por la nuca con una cara suplicante. Brittany mostró una sonrisa igual o más deslumbrante que la de Mike.
— ¿Me estás invitando a tu fiesta, Mike? —Preguntó, divertida.
Mike entrecerró sus ojos y se le ensanchó la sonrisa. Parecía que la reacción de Brittany le alegraba la existencia.
— ¿Qué? ¿Nunca has ido a una, Pierce?
Brittany se giró hacia la dueña de aquella áspera, ronca y dura voz. La sonrisa se le fue así como llegó, pero la de Mike aún seguía ahí, el chico parecía haberse perdido en sus pensamientos. Quinn puso los ojos en blanco y soltó aire por la boca. A Santana parecía reconfortable el hecho de que Brittany la mirara con odio. Parecía que se mofaba de ella.
—Vamos a la biblioteca. —Ordenó Quinn, decididamente y claramente fastidiada— Ahora recuerdo que tengo algo que hacer.
—Quinn, —Pronunció Santana, incrédula— Tú nunca has pisado la biblioteca… ¡Ah!
La rubia había tomado vertiginosamente a la morena del brazo, con el propósito de llevársela de ahí, y ahora la arrastraba por los pasillos. Cuando sintió que se habían alejado lo suficiente, por fin la soltó.
— ¿Pero que rayos te pasa ahora? —Preguntó Santana, con mucha indignación y sobándose el lugar de donde la había tomado— ¿Qué tanto tienes que hacer?
— ¿En serio crees que necesito ir a la biblioteca?
—Pues es lo que has dicho.
—Pues mentí.
—Ugh, Quinn, esto sí duele…—Le dijo Santana con una mueca de dolor, aún sobándose el antebrazo.
— ¡Pues es lo menos que te mereces!
Santana, ahora la veía confundida.
— Creo que eres muy grosera con Brittany, ¿Sabes? —Siguió Quinn, confesándose— No veo razón por la cual debas ser tan pesada con ella. Es obvio que a Mike le gusta, y la verdad, no me apetece quedarme ahí parada mientras le arruinas la vida.
La sorpresa era ahora la que inundaba la expresión de la morena.
— ¿Que Mike gusta de ella, dices?
—Oh, por favor Santana, sé que lo has notado, no te hagas la tonta, y si no te hubiera arrastrado hacia acá, ahora estarías arruinándole el ligue. Sabes que Mike es un buen chico.
La morena se echó a reír. Quinn veía a su amiga con incredulidad, quien se doblaba por la mitad inundada en risas.
—Ok, ok, ya…—Decía Santana, incorporándose y limpiándose las lágrimas, aún tenía rastros de risa en ella.
— ¿Qué te parece tan gracioso? —Preguntó Quinn, aún incrédula y con el ceño fruncido.
—Sé que Mike tiene mucho mejores gustos. Y porque también sé que es un muy buen chico, sé que él puede conseguirse algo mucho mejor. Además ¿A mí qué me importan los ligues de Brittany? Por mí, que salga con el chico de las boobies copa B. Creo que él es el chico que está a su nivel.
El plan de seguir reprendiendo a Santana de Quinn falló. Negó con la cabeza mientras una risita se le escapaba de los labios. Al levantar el rostro, se encontró con su amiga dedicándole un puchero. ¿Cómo podía seguir enojada con ella cuándo la miraba así? La morena alzó los brazos hacia ella y, en seguida, Quinn la estrechó en un abrazo, apoyando su cara en su pecho. Simplemente, adoraba cuándo Santana dejaba su faceta de fría, distante y apática, y se mostraba hecha toda un corazón, un corazón que tenía un delicioso y enviciante aroma a Vainilla.
Los demás alumnos del plantel pasaban por ahí, unos completamente ajenos a la escena y otros se percataban de ella, pero no era algo fuera de lo normal, no les extrañaba encontrarlas así, después de todo, eran amigas desde tiempos inimaginables.
—Solo quisiera que dejaras de pelear. ¿Podrías?
Quinn parecía suplicarle, y Santana no podía con las suplicas; no con las de Quinn, pero
también sabía que no podía prometer nada. Apoyo una de sus mejillas (aún coloradas por los pellizcos) en la cabellera rubia de Quinn.
—No seas tan dura con Brittany. —Siguió la rubia, con la mirada absorta en algún lugar sin importancia— Ella no tiene la culpa de nada, San…
La morena se apartó de Quinn como si ésta de pronto ardiera y le quemara la piel, dejando a su amiga desconcertada, aunque no tardó mucho en captar que debió haberse quedado callada.
— ¿Ahora la defiendes? —Preguntó con el ceño fruncido y con cierta austeridad— ¿Que? ¿La quieres de mejor amiga también? Si quieres puedo hablarle y pedirle que venga con nosotras a una pijamada, luego puedo dejarlas solas para que puedan charlar como las mejores amigas del mundo…
— ¿Podrías?
Quinn pudo notar que Santana pretendía matarla con la mirada. Rió escandalosamente, mientras la morena irradiaba cólera.
—Sabes que juego. —Le dijo, abrazándola con un brazo, en contra de su voluntad— Mi mejor amiga en el mundo eres tú, deberías saberlo. Y para mí, nadie se compara contigo.
Dicho esto, Quinn se apuró a darle un cálido beso en la mejilla. Santana sonrió ante aquel contacto y le paso los brazos por la cintura. El timbre que les indicaba que debían entrar a la siguiente clase sonó,
Quinn ahora arrastraba a Santana, aparentemente, hacia la biblioteca. La escena le causó un poco de gracia, pero tratándose de Santana, era muy raro que así fuera, así que se giró hacia el asiático, que también contemplaba la escena con una sonrisa y las veía así como mira un padre orgulloso a su hijo que se va.
—Ellas también irán. —Le dijo el moreno, sonriente.
Brittany supo que el moreno no estaba al tanto de lo mal que se llevaba con Santana. Mike más bien daba por hecho que las tres se llevaban de maravilla. Aparentemente, el hecho de que las tres sean miembros del club de porristas tenía mucho que ver en eso.
—Lo supuse. —Le dijo ella, evitando dar detalles de nada— ¿A qué hora será?
—Creo que para las nueve treinta el ambiente estará muy bien. Si no es que antes.
—Me pasaré por ahí por esa hora. —Le aseguró, con una sonrisa.
—Si quieres llevar a alguien, bueno… Tú… Si te gustaría…—Empezó a balbucear el asiático, tomando a Brittany por sorpresa. Estaba tan calmado hace apenas unos instantes…
—Estás diciéndome que puedo llegar con alguien. —Aseguró Brittany, apiadándose de él, pues ya veía como al moreno le empezaba a sudar la frente.
— ¡Claro! —Exclamó el muchacho, con más volumen del necesario—Lleva a quien tú quieras… ¡Lleva a Rachel! —Sugirió de pronto, tratando de sonar casual, sin éxito—Y si Rachel quisiera llevar a alguien, tampoco estaría mal… Quiero decir… No sería un problema… A mí, me gustaría… Yo…
—Está bien, Mike. —Lo interrumpió en su revoltura de palabras—Le diré a Rachel, a ver si quiere ir…
—Y Rachel podría llevar a alguien también, no sería un problema…
—Sí, Mike, te he escuchado. —Le informó, divertida.
Mike se pasaba la mano por la nunca muchas repetidas y nerviosas veces. A Brittany le parecía muy tierno, tenía la sonrisa nerviosa de un niño de siete años.
—Nos tendrás ahí, entonces. —Siguió Brittany.
La conversación estaba llegando a su culminación, o eso creía…
—Espero que la estés invitando a la fiesta, Mike.
Una tercera voz había llegado por sorpresa, junto con un rubio alto y fornido que ahora llegaba dándole un golpecito en el brazo al asiático, pero con la vista en Brittany. Le dedicó una ancha sonrisa, y la rubia sonrió en acto reflejo.
—Brittany ya me ha dicho que irá. —Le contestó Mike, mirando a Brittany, quién aún sonreía por cortesía.
—Oh, entonces lo más correcto sería no faltar a su palabra, señorita. —Le dijo el rubio, con
un tono falsamente estricto.
Brittany rió al escuchar el “señorita”. El rubio ensanchó aún más sus enormes y carnosos labios.
—Señorita. —Repitió entre risas.
— ¿Oh, entonces cómo quiere que la llame? —Le preguntó el rubio, de lo más juguetón.
—Brittany estaría muy bien. —Le contestó ella.
—Bueno, Brittany, espero verte el sábado. Porque irás ¿verdad?
—Claro ¿Por qué no?
El rubio se despidió con una sonrisa y se marchó, seguido de Mike. Brittany los siguió con su mirada hasta que se perdieron de ahí.
— ¿Qué cosa iba yo a hacer?
Se preguntó a sí misma, girándose hacia su casillero, completamente confundida, con la mirada y su mente en otras cosas, cosas que no sabía que eran.
— ¡Anda, vamos! —Le suplicaba a su amiga desde el asiento del copiloto. Se reprimía las ganas que tenía de zangolotearle los brazos porque tenía miedo de que Rachel perdiera el control del volante.
—No llevas más de una semana aquí y ya te invitan a fiestas. Wow. Me impresionas, Britt.
Brittany sonrió. ¿Eso era bueno, no? Vida social.
—Pero no me dejarás ir sola ¿verdad? Tú irás conmigo.
— ¿Debería ir? —Preguntó Rachel, dudosa—Nunca he ido a una de las fiestas de Mike, aunque dicen que se ponen muy buenas.
—Por supuesto que deberías ir. El mismo Mike me ha sugerido que invitara. Hasta me ha dicho que podías invitar a alguien también, si tú querías.
Rachel sonrió y luego se quedó algo pensativa.
—Mmmmh… No se me ocurre a nadie a quién invitar. —Dijo, por fin—Adoro a mis amigos, pero sé que si los invito me mandarán por un tubo. Creo que solo seremos tú y yo.
Brittany sonrió aún más. No se molestaba en ocultar lo emocionada que estaba. Mike le había parecido un buen chico, sin mencionar a su rubio amigo. Le gustaban las fiestas y quería ver como se ponían en Lima, aunque se imaginaba como eran por el comentario que había hecho Quinn anteriormente sobre las “reuniones” en casa del asiático. También, estaba segurísima de que se encontraría con Sugar, Kitty o con alguna de las porristas ahí, si no era que con todas.
Rachel se quedó a cenar en casa de Brittany, puesto que la abuela de la holandesa había insistido en ello, y la morena tampoco se opuso demasiado, pues sabía que la comida que preparaba aquella mujer era una completa exquisitez, además de que se sentía muy agusto ahí. Charlaron las tres mujeres animadamente de muchas cosas, hasta que Rachel consideró que era demasiado tarde para llegar a su casa en un miércoles, y se retiró, agradeciendo la deliciosa cena y rechazando amablemente las muchas ofertas de la señora Pierce para que se quedase a dormir.
Y bueeeeno, eso ha sido todo. Y pues no sé... hasta la próxima :)
3.
Sí, pero no.
Sí, pero no.
El sonido del tono de llamada de su móvil la hizo soltar un perezoso gruñido. Se removió en la cama y aún con sus ojos cerrados, deslizó su pulgar por la pantalla y se posicionó el móvil en alguna de sus dos orejas.
— ¿Bueno?
—Brittany Susan Pierce ¿Te acabo de despertar?
Al parecer, el tono adormilado de la rubia no había pasado desapercibido por su amiga. Nada pasaba desapercibido para ella. Abrió un poco sus ojos y se pasó una mano por sus cabellos.
—No, no, no. —Mintió, tratando de sonar lo más despierta posible.
—Pues eso espero, porque ya paso por ti.
Se le subió el corazón al cuello. Abrió los ojos de golpe y despertó completamente. Pudo notar un tono de reclamo en su amiga.
—Tu… No… ¡Espe…!
Los tonos interrumpidos del teléfono la cortaron. Se sentó en la cama por unos minutos, perdida en un zapato. Su celular sonó otra vez, pero ahora era un mensaje:
Odio que me mientas. ¡Son las siete con veinte, así que apúrate!
Rachel.
— ¡SIETE CON VEINTE! —Exclamó.
Se levantó rápidamente de la cama, tomó su toalla y al entrar al cuarto de baño se arrepintió de haber gastado valioso tiempo observando su zapato.
— ¿Sabes cuántas veces he llegado tarde a la escuela?
Brittany todavía ni abría la puerta del Jetta Clásico blanco de Rachel cuando su amiga ya la estaba a empezando a atacar. Rodó los ojos y subió al auto.
—No lo sé. —Dijo con insuficiencia mientras se acomodaba en el asiento del copiloto— ¿Cuántas?
—NI UNA. Cero. NADA. —Le reprochó, casi gritando.
—Siempre hay una primera vez. —Le respondió con una sonrisa.
—Siempre hay una primera vez. —Repitió ella con una vocecilla aguda y tonta—Eres una mala influencia para mí.
Brittany rompió a reír. Ella misma no se veía como el tipo de chica que pudiera ser mala influencia para otra. Le contagió la risa a Rachel, a quien ya se le había pasado la indignación, aparentemente. Arrancó el auto y lo puso en marcha.
—A todo esto… ¿Cómo te trata Sylvester? He oído que es algo... mmmh…
— ¿Ruda?
—Malvada.
Brittany rió de nuevo, pero no era el tipo de risa hilarante que había soltado anteriormente; era el tipo de risa que alguien suelta cuando algo le pesa y quiere reírse de ello.
— ¿Crees que el puesto de capitana de las cheerios valga la pena?
Trató de que su voz sonará lo más normal e indiferente posible. Tenía que preguntárselo a Rachel. Rachel lo sabía todo. Era como su Google personal, pero era aún mejor, porque no necesitaba internet para funcionar. Su Google personal frunció el ceño.
—No. —Auch—Siempre he pensado que las porristas de McKinley son un asco. No me interesa tratar con ninguna. Pero tengo la certeza de que si tú entras, al fin tendrán algo bueno por lo que alardear. Además, tú anhelas esto. No permitiré que nadie te quite lo que veo que te hace feliz.
Brittany sonrió. Rachel a veces si podía ser un bombón.
—Pero las porristas no son tan malas…—Le dijo un poco conmovida al pensar en las porristas; más en Sugar—Han sido muy amables conmigo, para ser honesta.
—Tú lo has dicho: Contigo.
En la voz de Rachel se filtró un tono terriblemente amargo, aunque no le iba a preguntar la razón. Rachel tendría sus motivos para ahorrarse explicaciones. Además, Brittany se imaginaba el tipo de situaciones que su amiga habría tenido que pasar. Fuera lo que fuera, no sería agradable. Decidió cambiar de tema.
—Yo no puedo ser una mala influencia para nadie.
No se le ocurrió nada más para decir. Rachel río. Pero no una risa normal; era el mismo tipo de risa que Brittany había soltado anteriormente. Esa risa con pesadez en ella.
—Tienes razón. Mi prima de seis años resultaría una mayor amenaza que tú.
No supo si ese era un insulto o un cumplido, pero esa no era una frase alentadora; ahora tenía que ser lo más amenazante posible… Y hablando de amenazas…
— ¿Qué sabes sobre Santana López?
Al parecer, se había olvidado de mantener lejos el tema de las porristas, pero tenía que preguntárselo. Le podría decir algo de utilidad. Después de todo, Rachel lo sabía todo. Pudo ver la sorpresa en el rostro de su amiga. Supo que no se esperaba esa pregunta.
—Hummm… Bueno…—Titubeó—No lo sé… ¿Qué quieres saber?
—Todo. —Contestó sin titubeos.
Rachel calló unos segundos; como pensando su respuesta.
—Bueno…—Volvió a titubear—Es muy rara. No es el tipo de persona con la que uno quisiera meterse.
¿Meterse?
— ¿Meterse?
— ¿La conoces ya?
Ahora la que calló por un instante fue Brittany. Recordó la mirada de Santana recorriéndola de pies a cabeza en la clase de anatomía.
—Oh, sí. Ya la conoces. —Aseguró de manera burlona.
— ¿Ah, sí?
—Y si comenzamos a juzgar por tu cara...
Brittany se dio cuenta de que había arrugado su nariz y sus cejas casi se unían; seguro tendría una cara de asco horrible. Relajó su rostro de inmediato. Rachel rió.
—Ya te has de dar una idea de cómo es.
— ¿Acaso así es con todo el mundo? —Preguntó ahora entre confundida e incrédula.
—Bueno, casi no habla con nadie; pero supongo que cuando lo hace, no deben ser piropos.
—No, seguro que no. —Dijo con desgana y rodó los ojos—Pero… —Agregó— ¿Tiene muchas amigas, no?
—Creo que su única amiga siempre ha sido Quinn Fabray. ¿La conoces? —Brittany asintió—La verdad es que siempre están juntas; llegan a la escuela juntas, comen juntas, salen juntas, se van juntas… ¡Casi creo que hasta duermen juntas! Una no es una sin la otra. No quiero imaginarme que otras cosas más harán juntas…
—Bueno sí, ya. —La cortó. Se estaba poniendo algo intensa—Te he preguntado por Santana, no por Quinn.
—Ya. —Le contestó, volviendo al tono indiferente—Pero no puedes preguntar por una sin que la otra salga a colación… A todo esto… ¿Por qué me preguntas por ella? ¿Qué te ha hecho? Porque seguro te ha hecho algo, y estoy segura de que ese algo no es bueno…
—Rachel…—La cortó de nuevo. Sabía la tendencia de su amiga a divagar—Conmigo sólo ha sido como es, aparentemente.
—Bueno.
Lo que sobraba de camino para llegar al instituto lo transcurrieron de manera normal. Brittany cambió de tema bruscamente, a lo que Rachel sólo la siguió. Se sintió algo impotente. Rachel no le había dicho nada que no supiera o se imaginara ya, pero no iba a volver a preguntarle; decidió dejar el tema, por la paz.
Según Brittany, no habían llegado tan tarde, y no necesitaba fijarse en su reloj para darse cuenta de eso. Mientras bajaban del Jetta, había chicos, chicas e incluso maestros que también lo hacían y parecían muy calmados.
— ¡Oh, Brittany, nos van a asesinar!
Rachel la tomó de su mano y prácticamente la arrastraba hacia la entrada del instituto, completamente histérica.
— ¡Rachel, relájate! —Le tomó la mano con la que la estrujaba y le hizo un ademán de que parase. Rachel obedeció y la miró extrañada. Brittany tomó su celular, y se lo enseñó— ¿Ves? Ocho con cinco. No es tan tarde.
Rachel la miró dudosa, pero al menos, ya no estaba tan histérica.
—Ahora, hazme el favor de no estrujarme y caminemos de forma normal.
En ese instante cayó en la cuenta de que no tenía idea de que clase le tocaba en ese momento. Mientras caminaba junto a Rachel, rebuscó en su bolso por la carpeta donde había puesto la hoja de su horario, pero no estaba ahí, la hoja se encontraba al fondo del bolso, doblada y seguro algo sucia ya. Introdujo su mano y mitad del brazo al bolso para poder alcanzarlo y Rachel solo la observaba haciendo circo, maroma y teatro por el mentado papel; la verdad era que Brittany llevaba muchas cosas en su bolso que no le hacían tanta falta, pero ella juraba que sí. Y en efecto, aquella hoja ya tenía varias muestras de suciedad. La desdobló y comprobó, con fastidio y un bufido que ahora tenía clase de anatomía. Lo volvió a doblar y lo echó de nuevo al bolso, dejándolo caer a su suerte.
—Me voy a mi casillero. —Le avisó a su amiga, con desgana—Te veo luego.
Rachel la tomó del brazo antes de que pudiera irse, con una expresión confusa en el rostro.
— ¿Estás bien? —Le preguntó.
—Sí. —Mintió, estirando sus labios para mostrar una sonrisa—Y si no voy a mi casillero pronto, llegaré tarde.
— ¡Rachel, relájate! —Le restregó ella, usando el mismo tono que Brittany había usado anteriormente.
Brittany rió. Rachel se aproximó para dejarle un beso en la mejilla en señal de despedida y se marchó de ahí. Soltó un suspiro y caminó de manera rápida y automática hacia su casillero, el cual, no recordaba bien donde quedaba, pero para su sorpresa, no tuvo más problema para encontrarlo. Pero ahora, no recordaba la combinación. Recordó que la tenía en la hoja del horario. Rodó los ojos y soltó otro bufido de irritación. Comenzó a rebuscar de nuevo entre su bolso por aquella hoja de papel. Se hizo una nota mental: Debo dejar de meter medio mundo de mierda inútil a mi bolso.
Sintió una presencia a su lado. Alzó la mirada para encontrarse con una rubia que movía la perilla de su casillero sin más preámbulos ni contratiempos y la envidió por un instante. Al abrir la puertecilla, la rubia sacó varios libros y giró su rostro, con la mirada hacia alguien que, Brittany supo, estaba detrás de ella y luego su mirada, instantáneamente, se dirigió a la propia Brittany. La de ojos verdes parecía de pronto muy incómoda e inquieta. Ahora, Brittany se dio cuenta de que llevaba puesto el uniforme de porristas, al igual que ella. Intentó ignorar el semblante de la ojiverde y esbozó una sonrisa. Y en ese instante, se dio cuenta de que, a la vista de la chica, debería estar en una posición muy graciosa: con la mano metida hasta el fondo de su bolso y su rodilla doblada para apoyar dicho artefacto. Ahora, soltó una risa, algo nerviosa.
—No encuentro la combinación de mi casillero. —Se justificó. Riéndose un poco de ella misma.
La ojiverde se notaba intranquila. No contestó de inmediato, pero lo hizo.
— ¿Te ayudo? —Le preguntó tímidamente, colocando los libros que había tomado, debajo de su brazo y tomando las riendas del bolso para facilitarle el trabajo a Brittany de manera importante.
La ojiazul supo de inmediato que la rubia que tenía enfrente intentaba ser amable.
—Gracias. —Le dijo con una sonrisa, mientras ahora, buscaba con más libertad aquella hoja en su bolso.
—Se nota como no puedes hacer nada por tu cuenta, Pierce.
Reconoció al instante aquella dulcemente áspera y burlona voz que provenía de detrás de ella. Debió suponerlo. “Creo que su única amiga siempre ha sido Quinn Fabray…”. La voz de Rachel resonó en su cabeza. “…La verdad es que siempre están juntas.” El semblante de Quinn claramente se incomodó más y Brittany se giró para darle la cara a Santana. La vio, abrazando un libro, que era igual al que la rubia se proponía a sacar de su casilla, y la observaba fijamente. Tenía una ligera sonrisa torcida en su rostro; como burlándose de una broma que solo ella entendía.
—Ugh. —Pronunció antes de que Santana pudiera hacer o decir algo, con cara de asco.
Santana ahora la veía con furia, como queriéndole dejar en claro cuánto la detestaba. Su mirada casi le quemaba, y por ende, casi dolía. No lo admitiría nunca, pero sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo.
— ¿Nos vamos, Quinn? —Le preguntó a su amiga, de manera despectiva y tremendamente fría, ignorando a Brittany.
Era obvio que aquel tono no iba dirigido a la rubia ojiverde. Quinn hizo una mueca torcida con su boca y con la mirada le pidió disculpas mientras le devolvía amablemente la correa de su bolso. Brittany lo comprendió y le sonrió. Quinn no tenía la culpa de que Santana fuera una pesada de lo peor. Con una última mirada culpable, Quinn cerró la puertilla de su casillero y fue hacia Santana, quién la seguía con la mirada y no de una manera muy amable. Le recordó a la mirada que echaba una furiosa madre a su hijo cuando éste cometía una travesura en vía pública; como diciendo “Ya verás cuándo lleguemos a casa” y a Quinn siendo el chiquillo regañado que rogaba por no llegar a casa. Las chicas pronto desaparecieron de ahí, pero Brittany sabía que no tardaría en volverlas a ver. O por lo menos, a una. Por fin encontró la combinación. Giró la perilla y la puertecilla cedió. Tenía varios libros ahí, y lo más lento que pudo, tomó el que necesitaba. Cerró la puerta con más fuerza de la necesaria y caminó hacia el aula de anatomía. Casi cómo zombie.
—Bueno…—Dijo para sí misma, en un suspiro—Tortura casi diaria, ahí voy.
—Señorita Pierce, pase. —La saludó de ésta manera la profesora Emma Pillsbury con una sonrisa en cuanto se plantó en la puerta de la entrada.
Brittany trató de regalarle la mejor de sus sonrisas, a sabiendas de que “feliz” no era precisamente su estado de ánimo en aquel momento, pero la profesora Pillsbury no tenía la culpa de que ahora tuviera que ir a hacer cosas que no le apetecían, ¿O sí?
Brittany detestaba sentarse hasta atrás; se le dificultaba todo; si de por sí ya se le hacía difícil, su lugar en aquella aula solo se lo hacía aún más.
Se apoyó sobre sus codos y trató de prestar atención a la profesora y a su clase. Dos minutos. Cinco minutos. Siete minutos, y la morena aún no se dignaba a aparecerse. ¿Pues que tanto estará haciendo? La chica se había marchado de los casilleros antes que ella, además de que tardó bastante para ubicarse en los pasillos y encontrar camino para llegar al aula. La morena tuvo tiempo de sobra para llegar antes que ella.
Quince minutos después de que Brittany comenzara a contarlos, Santana hizo por fin acto de presencia. Santana por un momento se vio algo sorprendida ante la mirada de Brittany, y ésta a su vez, se inmutó al percatarse de que la chica se sabía observada por ella. La sola presencia de una, bastaba para hacer sentir incómoda a la otra.
Un embriagante olor a vainilla hipnotizó a Brittany en cuanto la morena se sentó a su lado. Gustosa aspiró silenciosamente. ¿Cómo podía ser posible que una persona tan fría y amarga oliera de una manera tan cálida y adictivamente dulce? Si la persona que despedía aquel aroma tan delicioso no fuese Santana, Brittany habría admitido abiertamente que se había enamorado del olor.
— ¿Cómo se te ocurre llegar tan tarde? —Le preguntó en voz baja, acordándose de lo indignada que había estado— ¿Dónde estabas?
Santana la miró con sus puños en los labios y el ceño fruncido, indiferente.
—No te interesa. —Mustió con desdén—Y seguiré llegando tarde todas las veces que yo quiera.
Brittany estaba sorprendida consigo misma. ¿En serio le había preguntado a esa chica dónde estaba? Luego, asimiló la seca respuesta de la morena.
—Claro que no me interesa. —Le dijo, enfadada y subiendo ligeramente la voz—Pero se te olvida que tenemos un proyecto juntas, y hacerlo bien sí me interesa, y si sigues llegando tarde te reprobarán, y de paso a mí también.
Santana sabía que Brittany tenía razón, pero jamás se la daría. Quinn se le vino a la mente por un instante. A veces, las rubias podían tener razón. A veces, la mayoría de ellas.
— ¿Has acabado ya de parlotear? Me estresas.
Si antes estaba enfadada, ahora estaba furiosa. Involuntariamente, entrecerró los ojos y frunció de manera exagerada sus labios. Brittany trataba de asesinarla con la mirada. ¿En serio le importaba tan poco la escuela?
Santana, al verla, sonrió y trató de no reír, pero le fue imposible. Los dos chicos que estaban en la mesa de adelante intercambiaron miradas incrédulas y confundidas al escuchar aquellas risas. Sabían que las oportunidades de escuchar reír a Santana eran de una en un millón, aún aunque aquella risa fuera pausada y moderada.
— ¡Uy sí, soy Brittany y yo asesino con la mirada! —Se mofaba Santana entre leves risitas— ¡Témanme! ¡Témanme mucho!
Brittany casi echaba humo por las orejas. Le sostenía la mirada enfurecida y Santana poco a poco iba cayendo en la cuenta de lo mucho que le incomodaba. Le quemaba. Hasta que finalmente cesó de reír y no pudo sostenerle más la mirada. Se aclaró la garganta y se giró para dar la cara al frente.
—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido. —Le dijo la rubia.
Santana se giró hacia ella.
— ¿Acaso me ves cara de que me importa?
—Ugh.
Ahora, Brittany fue la que le volteó el rostro violentamente. Para su desgracia, Santana tenía cara de que le importaba un reverendo pepino su opinión.
Lo que restó de la clase, Santana y Brittany procuraron no hablar. Una estaba pendiente de lo que hacía la otra para buscar una forma de restregárselo en la cara apenas hubiera oportunidad. Santana de inmediato descruzó sus piernas y se bajó del banquillo en donde estaba sentada en cuanto escuchó el timbre de salida. Siempre parecía desesperada por salir de ahí. Brittany en cambio, la observaba atentamente y con recelo, mientras guardaba sin apuro alguno sus cosas en su bolso.
—No tan rápido, López.
La maestra la había llamado mientras limpiaba el pizarrón. Santana maldijo por lo bajo.
El grupo de alumnos fluía rápidamente por la puerta, hasta quedar sólo unos cuantos, incluida Brittany, que ya estaba por irse.
— ¿Está usted al tanto de que los retardos también influyen en su calificación final?
Brittany pudo escuchar desde donde estaba la voz de la profesora y, de alguna manera, le gustaba oírla, era muy propia y formal al dirigirse a sus alumnos, y más si les hablaba cara a cara.
—Sí, lo sé. No soy estúpida.
Ahora escuchaba la voz ronca, dura, impropia e inmadura de Santana.
Rodó los ojos y se encaminó hacia la ahora puerta de salida. Con la mirada le pidió permiso a la profesora de salir y Pillsbury le asintió con la cabeza. Santana se giró para verla y mirarla con odio, pero Brittany ya había salido de ahí. Sólo quedaban ellas dos.
—Bueno…—Comenzó a hablar Pillsbury—Pues, le informo que ya lleva dos retardos, y al acumular…
—Al acumular tres, se convierten en faltas. Ya lo sé.
La profesora arrojó aire con desgana.
—Bueno, yo le aconsejo que no se descuide, señorita López.
—Ya. Gracias. ¿Ahora puedo irme?
Los labios de Pillsbury formaron una línea recta en su rostro. Santana no lo vio como un consejo, y lo sabía.
—Váyase, si tanto lo desea. —Le dijo, harta.
Santana lo hizo de inmediato. En cuanto dobló la esquina del pasillo, caminó más calmada. Cómo si alguien la estuviera persiguiendo y de repente desapareciera. Cuando se dio cuenta, Quinn ya caminaba a su lado. ¿De dónde había salido?
— ¿Cómo te ha ido? —Le preguntó su amiga, con una sonrisa.
—Pillsbury, siendo una pesada como siempre. Me ha ido normal.
—Pillsbury no es tan mala. Tú eres muy dramática.
— ¿Yo? —Preguntó, incrédula y algo exaltada— ¿Dramática? ¿Esa es tu etiqueta para mí?
Quinn ahora se reía. Aparentemente, su clara indignación siempre le causaba mucha gracia.
—Tengo muchas otras etiquetas para ti.
—Me estresa mucho que te rías de mí. Creo que lo sabes…
En ese momento, se vio frente a su casillero, dispuesta a abrirlo y continuar con su reprimenda para Quinn, pero las blancas manos de su amiga de pronto le apretaban fuertemente las mejillas, pellizcándola haciéndola mover su cabeza de un lado a otro. Quinn ahora le hablaba como quién le habla a un cachorro o a un bebé.
— ¿A quién le estresa que se rían de ella? A ver, ¿A quieeeen?
Ahí estaba Santana, siendo víctima de los ataques de ternura repentinos de Quinn.
— ¡Quinn, suéltame! —Le suplicaba la morena, mientras intentaba apartar aquellas manos de su cara, sin mucho éxito.
Quinn parecía no escuchar las suplicas de su morena amiga, pero no había mucho que Santana pudiera hacer en contra de ello, aunque lo intentara. En ese momento, se sintió muy agradecida por la aparición de un asiático a su lado. Las dos chicas se giraron para observar lo entusiasmado que se veía. Tenía una sonrisa tan simpática que casi era imposible no devolvérsela. Quinn ya la había soltado y Santana ahora se sobaba las mejillas en busca de alivio.
—Hola, chicas. —Las saludó, con una mano en su bolsillo del pantalón y la otra en la correa de la mochila y su habitual y deslumbrante sonrisa.
—Hola, Mike. —Saludaron las dos al mismo tiempo.
El chico, a pesar de la sonrisa, parecía algo nervioso. Paseaba la mirada hacia muchas partes mientras les hablaba.
—Bueno…—Titubeó un poco— No sé si ya estén enteradas, pero el caso es que éste Sábado daré una fiesta, y…
—Sí, Mike, ya estamos enteradas. —Interrumpió Quinn, con un tono suave, tratando de no sonar grosera— Finn y Puck nos han avisado.
—Bueno…—Siguió el asiático— Una segunda invitación no está de más. Oh, Brittany, que bueno que llegas…—El moreno se dirigió a la rubia que se acercaba, abrazando sus libros.
—Hummm… ¿Hola? —Saludó confusa al llegar a su casillero, abriéndose paso entre la morena y la rubia.
Santana observaba callada aquella escena que ahora le parecía algo peculiar. Frunció el
ceño un poco y entrecerró sus ojos, recelosa.
—Soy Mike. —Se presentó con la misma sonrisa deslumbrante y un poco nerviosa— Y justo ahora les avisaba a Quinn y Santana sobre una pequeña reunión que tenía planeado hacer en mi casa, y…
—Te aseguro que las “reuniones” —Interrumpió Quinn, divertida, haciendo comillas con los dedos al pronunciar la palabra “reuniones”— Si se les puede llamar así, no son para nada pequeñas, Mike.
El asiático soltó una risa tímida, aunque las chicas lo tomaron como un “Oh, ya basta, que me sonrojas”.
—Bueno…—Siguió de nuevo el chico, siguiendo la broma de Quinn— Lo que sea que vaya a hacer en mi casa, quería ver si podía ser posible que te dieras una vuelta por ahí… Ya sabes…
El chico se pasaba su mano por la nuca con una cara suplicante. Brittany mostró una sonrisa igual o más deslumbrante que la de Mike.
— ¿Me estás invitando a tu fiesta, Mike? —Preguntó, divertida.
Mike entrecerró sus ojos y se le ensanchó la sonrisa. Parecía que la reacción de Brittany le alegraba la existencia.
— ¿Qué? ¿Nunca has ido a una, Pierce?
Brittany se giró hacia la dueña de aquella áspera, ronca y dura voz. La sonrisa se le fue así como llegó, pero la de Mike aún seguía ahí, el chico parecía haberse perdido en sus pensamientos. Quinn puso los ojos en blanco y soltó aire por la boca. A Santana parecía reconfortable el hecho de que Brittany la mirara con odio. Parecía que se mofaba de ella.
—Vamos a la biblioteca. —Ordenó Quinn, decididamente y claramente fastidiada— Ahora recuerdo que tengo algo que hacer.
—Quinn, —Pronunció Santana, incrédula— Tú nunca has pisado la biblioteca… ¡Ah!
La rubia había tomado vertiginosamente a la morena del brazo, con el propósito de llevársela de ahí, y ahora la arrastraba por los pasillos. Cuando sintió que se habían alejado lo suficiente, por fin la soltó.
— ¿Pero que rayos te pasa ahora? —Preguntó Santana, con mucha indignación y sobándose el lugar de donde la había tomado— ¿Qué tanto tienes que hacer?
— ¿En serio crees que necesito ir a la biblioteca?
—Pues es lo que has dicho.
—Pues mentí.
—Ugh, Quinn, esto sí duele…—Le dijo Santana con una mueca de dolor, aún sobándose el antebrazo.
— ¡Pues es lo menos que te mereces!
Santana, ahora la veía confundida.
— Creo que eres muy grosera con Brittany, ¿Sabes? —Siguió Quinn, confesándose— No veo razón por la cual debas ser tan pesada con ella. Es obvio que a Mike le gusta, y la verdad, no me apetece quedarme ahí parada mientras le arruinas la vida.
La sorpresa era ahora la que inundaba la expresión de la morena.
— ¿Que Mike gusta de ella, dices?
—Oh, por favor Santana, sé que lo has notado, no te hagas la tonta, y si no te hubiera arrastrado hacia acá, ahora estarías arruinándole el ligue. Sabes que Mike es un buen chico.
La morena se echó a reír. Quinn veía a su amiga con incredulidad, quien se doblaba por la mitad inundada en risas.
—Ok, ok, ya…—Decía Santana, incorporándose y limpiándose las lágrimas, aún tenía rastros de risa en ella.
— ¿Qué te parece tan gracioso? —Preguntó Quinn, aún incrédula y con el ceño fruncido.
—Sé que Mike tiene mucho mejores gustos. Y porque también sé que es un muy buen chico, sé que él puede conseguirse algo mucho mejor. Además ¿A mí qué me importan los ligues de Brittany? Por mí, que salga con el chico de las boobies copa B. Creo que él es el chico que está a su nivel.
El plan de seguir reprendiendo a Santana de Quinn falló. Negó con la cabeza mientras una risita se le escapaba de los labios. Al levantar el rostro, se encontró con su amiga dedicándole un puchero. ¿Cómo podía seguir enojada con ella cuándo la miraba así? La morena alzó los brazos hacia ella y, en seguida, Quinn la estrechó en un abrazo, apoyando su cara en su pecho. Simplemente, adoraba cuándo Santana dejaba su faceta de fría, distante y apática, y se mostraba hecha toda un corazón, un corazón que tenía un delicioso y enviciante aroma a Vainilla.
Los demás alumnos del plantel pasaban por ahí, unos completamente ajenos a la escena y otros se percataban de ella, pero no era algo fuera de lo normal, no les extrañaba encontrarlas así, después de todo, eran amigas desde tiempos inimaginables.
—Solo quisiera que dejaras de pelear. ¿Podrías?
Quinn parecía suplicarle, y Santana no podía con las suplicas; no con las de Quinn, pero
también sabía que no podía prometer nada. Apoyo una de sus mejillas (aún coloradas por los pellizcos) en la cabellera rubia de Quinn.
—No seas tan dura con Brittany. —Siguió la rubia, con la mirada absorta en algún lugar sin importancia— Ella no tiene la culpa de nada, San…
La morena se apartó de Quinn como si ésta de pronto ardiera y le quemara la piel, dejando a su amiga desconcertada, aunque no tardó mucho en captar que debió haberse quedado callada.
— ¿Ahora la defiendes? —Preguntó con el ceño fruncido y con cierta austeridad— ¿Que? ¿La quieres de mejor amiga también? Si quieres puedo hablarle y pedirle que venga con nosotras a una pijamada, luego puedo dejarlas solas para que puedan charlar como las mejores amigas del mundo…
— ¿Podrías?
Quinn pudo notar que Santana pretendía matarla con la mirada. Rió escandalosamente, mientras la morena irradiaba cólera.
—Sabes que juego. —Le dijo, abrazándola con un brazo, en contra de su voluntad— Mi mejor amiga en el mundo eres tú, deberías saberlo. Y para mí, nadie se compara contigo.
Dicho esto, Quinn se apuró a darle un cálido beso en la mejilla. Santana sonrió ante aquel contacto y le paso los brazos por la cintura. El timbre que les indicaba que debían entrar a la siguiente clase sonó,
Quinn ahora arrastraba a Santana, aparentemente, hacia la biblioteca. La escena le causó un poco de gracia, pero tratándose de Santana, era muy raro que así fuera, así que se giró hacia el asiático, que también contemplaba la escena con una sonrisa y las veía así como mira un padre orgulloso a su hijo que se va.
—Ellas también irán. —Le dijo el moreno, sonriente.
Brittany supo que el moreno no estaba al tanto de lo mal que se llevaba con Santana. Mike más bien daba por hecho que las tres se llevaban de maravilla. Aparentemente, el hecho de que las tres sean miembros del club de porristas tenía mucho que ver en eso.
—Lo supuse. —Le dijo ella, evitando dar detalles de nada— ¿A qué hora será?
—Creo que para las nueve treinta el ambiente estará muy bien. Si no es que antes.
—Me pasaré por ahí por esa hora. —Le aseguró, con una sonrisa.
—Si quieres llevar a alguien, bueno… Tú… Si te gustaría…—Empezó a balbucear el asiático, tomando a Brittany por sorpresa. Estaba tan calmado hace apenas unos instantes…
—Estás diciéndome que puedo llegar con alguien. —Aseguró Brittany, apiadándose de él, pues ya veía como al moreno le empezaba a sudar la frente.
— ¡Claro! —Exclamó el muchacho, con más volumen del necesario—Lleva a quien tú quieras… ¡Lleva a Rachel! —Sugirió de pronto, tratando de sonar casual, sin éxito—Y si Rachel quisiera llevar a alguien, tampoco estaría mal… Quiero decir… No sería un problema… A mí, me gustaría… Yo…
—Está bien, Mike. —Lo interrumpió en su revoltura de palabras—Le diré a Rachel, a ver si quiere ir…
—Y Rachel podría llevar a alguien también, no sería un problema…
—Sí, Mike, te he escuchado. —Le informó, divertida.
Mike se pasaba la mano por la nunca muchas repetidas y nerviosas veces. A Brittany le parecía muy tierno, tenía la sonrisa nerviosa de un niño de siete años.
—Nos tendrás ahí, entonces. —Siguió Brittany.
La conversación estaba llegando a su culminación, o eso creía…
—Espero que la estés invitando a la fiesta, Mike.
Una tercera voz había llegado por sorpresa, junto con un rubio alto y fornido que ahora llegaba dándole un golpecito en el brazo al asiático, pero con la vista en Brittany. Le dedicó una ancha sonrisa, y la rubia sonrió en acto reflejo.
—Brittany ya me ha dicho que irá. —Le contestó Mike, mirando a Brittany, quién aún sonreía por cortesía.
—Oh, entonces lo más correcto sería no faltar a su palabra, señorita. —Le dijo el rubio, con
un tono falsamente estricto.
Brittany rió al escuchar el “señorita”. El rubio ensanchó aún más sus enormes y carnosos labios.
—Señorita. —Repitió entre risas.
— ¿Oh, entonces cómo quiere que la llame? —Le preguntó el rubio, de lo más juguetón.
—Brittany estaría muy bien. —Le contestó ella.
—Bueno, Brittany, espero verte el sábado. Porque irás ¿verdad?
—Claro ¿Por qué no?
El rubio se despidió con una sonrisa y se marchó, seguido de Mike. Brittany los siguió con su mirada hasta que se perdieron de ahí.
— ¿Qué cosa iba yo a hacer?
Se preguntó a sí misma, girándose hacia su casillero, completamente confundida, con la mirada y su mente en otras cosas, cosas que no sabía que eran.
— ¡Anda, vamos! —Le suplicaba a su amiga desde el asiento del copiloto. Se reprimía las ganas que tenía de zangolotearle los brazos porque tenía miedo de que Rachel perdiera el control del volante.
—No llevas más de una semana aquí y ya te invitan a fiestas. Wow. Me impresionas, Britt.
Brittany sonrió. ¿Eso era bueno, no? Vida social.
—Pero no me dejarás ir sola ¿verdad? Tú irás conmigo.
— ¿Debería ir? —Preguntó Rachel, dudosa—Nunca he ido a una de las fiestas de Mike, aunque dicen que se ponen muy buenas.
—Por supuesto que deberías ir. El mismo Mike me ha sugerido que invitara. Hasta me ha dicho que podías invitar a alguien también, si tú querías.
Rachel sonrió y luego se quedó algo pensativa.
—Mmmmh… No se me ocurre a nadie a quién invitar. —Dijo, por fin—Adoro a mis amigos, pero sé que si los invito me mandarán por un tubo. Creo que solo seremos tú y yo.
Brittany sonrió aún más. No se molestaba en ocultar lo emocionada que estaba. Mike le había parecido un buen chico, sin mencionar a su rubio amigo. Le gustaban las fiestas y quería ver como se ponían en Lima, aunque se imaginaba como eran por el comentario que había hecho Quinn anteriormente sobre las “reuniones” en casa del asiático. También, estaba segurísima de que se encontraría con Sugar, Kitty o con alguna de las porristas ahí, si no era que con todas.
Rachel se quedó a cenar en casa de Brittany, puesto que la abuela de la holandesa había insistido en ello, y la morena tampoco se opuso demasiado, pues sabía que la comida que preparaba aquella mujer era una completa exquisitez, además de que se sentía muy agusto ahí. Charlaron las tres mujeres animadamente de muchas cosas, hasta que Rachel consideró que era demasiado tarde para llegar a su casa en un miércoles, y se retiró, agradeciendo la deliciosa cena y rechazando amablemente las muchas ofertas de la señora Pierce para que se quedase a dormir.
Y bueeeeno, eso ha sido todo. Y pues no sé... hasta la próxima :)
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:19 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
el titulo me matooo , entre al fic y lo lei de una , me eencatooo , dios como amo la relacion tan distante de la brittany y santana , solo porque se que nada peor puede pasar y se que se viene brittana( luego??) espero que sea luegoo.
Santana se pueso celosa???? me muero si es así,
ya ansio el proximo capitulo , no te demores pliss
sañudosssssssssss
PD:¿de quien es la cancion?
Santana se pueso celosa???? me muero si es así,
ya ansio el proximo capitulo , no te demores pliss
sañudosssssssssss
PD:¿de quien es la cancion?
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hey que bueno que actualizaste me gusto mucho el cap de hoy como que las brittana ya empiezan a sentir por mínimas que sean cosas la una por la otra eso me gusta mucho espero que no tarden en estar juntan espero actualices pronto tu siguiente capitulo.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Brittana-bitches!!! escribió:el titulo me matooo , entre al fic y lo lei de una , me eencatooo , dios como amo la relacion tan distante de la brittany y santana , solo porque se que nada peor puede pasar y se que se viene brittana( luego??) espero que sea luegoo.
Santana se pueso celosa???? me muero si es así,
ya ansio el proximo capitulo , no te demores pliss
sañudosssssssssss
PD:¿de quien es la cancion?
Que bueno que te encantó :) y yo también la amo! pero ahora creo que eso de distante pues ya no va a ser. Y es obvio que se viene Brittana, o sea, esas dos nunca podrían estar separadas!
¿Santana se puso celosa? ¿Tú crees? Yo no sé. Yo creo que de la última persona que Santana debería ponerse celosa es de Mike. Pero ya tendrá tiempo Santana para celar personas y así.
El capítulo estará en cuanto termine de limpiar mi cuarto... no esperes que lo suba hoy. Bueno, bromeo, sí lo subiré hoy, pero no podía esperar a contestar comentarios y así.
Si hablas de la canción del principio (que creo que así es, porque es la única canción escrita en el fic, o al menos, eso creo) se llama Witchcraft, de Frank Sinatra.
Lovebrittana95 escribió:Hey que bueno que actualizaste me gusto mucho el cap de hoy como que las brittana ya empiezan a sentir por mínimas que sean cosas la una por la otra eso me gusta mucho espero que no tarden en estar juntan espero actualices pronto tu siguiente capitulo.Saludos
Awww que bueno que te gustó :) Sí, ¿verdad? Yo también creo eso, pero también creo que como son bien tercas, pues eso de que no se tarden en estar juntas como que se tomarán su tiempo o así... aunque van muy rápido, tomando en cuenta de que sólo han pasado dos días desde que se vieron por primera vez... aunque ya veremos qué pasa :) Gracias por comentar !
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Y pues bueno... aquí está. Lo prometido es deuda. No sé qué.
Lo que restó de la semana, transcurrió con una ya establecida normalidad. La presión que ejercían Sylvester, Pillsbury y algunos otros profesores hacían que Brittany y Santana se mostraran cada vez más agresivas entre ellas. Para el viernes, las dos chicas fueron declaradas oficialmente “archi-enemigas” por los mismos estudiantes del instituto. Hasta algunos maestros estaban de acuerdo con ellos. A veces, también eran el tema de discusión entre los alumnos, que no se podían decidir en qué bando se quedaban, en el de la nueva, amable y dulce rubia o en el de la dura, sexy y segura de sí misma latina. A sabiendas de eso, las dos trataban de evitarse lo más que se podía, aunque las chicas también sabían que no podrían hacerlo por mucho tiempo. Algún día tendrían que juntarse por algún proyecto o algo por el estilo, aunque preferían hacerlo más tarde que temprano, y ninguna quería ser la primera en dar el primer paso.
Se llegó la tarde del sábado y Santana con Quinn, tanto como Brittany con Rachel comenzaban a repasar su ya establecida “movida”. Rachel pasaría por Brittany a las nueve con quince, mientras Quinn aún no sabía a qué hora pasaría por la morena, aunque ese no calificaba como problema, las dos sabían que por más que lo planearan, nunca saldrían a la hora acordada, así que solo se alistaban y ya, sin pensar a qué hora terminarían.
A las nueve con treinta y cuatro, Rachel y Brittany estaban bajando del Jetta para llegar a la que, suponían, era la casa del asiático. Habían logrado llegar gracias a que Sugar le había pasado la dirección a Brittany por mensaje, pidiéndole que la buscaran en cuanto llegaran ahí. Brittany hasta ahora se llevaba una buena impresión, pues había muchos autos estacionados en la acera de la casa donde resonaba mucha música movida, bueno, muchos autos tomando en cuenta de que era una fiesta de casual de preparatoria. Había unos cuantos pares de vasos rojos de plástico regados por el jardín.
Decidieron no tocar el timbre, pues sabían que nadie atendería porque seguro nadie las escucharía, así que entraron sin más. En efecto, había muchas personas ya muy animadas, algunas solo charlando, otras bailando moderadamente y otras haciendo cualquier otra cosa que se hace en las fiestas, y ya se hacía ligeramente presente el efecto del alcohol en algunos chicos.
— ¿Crees que sea buena idea? —Preguntó Rachel, tomada de su brazo.
—Claro que lo es. —Afirmó Brittany, con una sonrisa—Pero ahora, busquemos a Sugar.
No tuvieron que moverse de donde estaban, pues la chica había aparecido con un vaso rojo en la mano, ya algo animada por los efectos del alcohol, saludando efusivamente a las dos, sin importarle el hecho de que no conocía a Rachel no más que de vista.
— ¡Lucen geniales, chicas! —Les dijo, alegremente, pasándoles la mirada de arriba abajo— ¿Pero que hacen ahí paradas? Vengan conmigo.
Brittany y Rachel así lo hicieron, contuvieron una risita al ver el ya animado estado de Sugar, pero no se burlarían.
Sugar, dando saltitos en sincronía con el ritmo de la animada música que envolvía todo el lugar, las condujo hacia los sillones de la sala del asiático, quien se encontraba bailando animadamente mientras las demás personas que se encontraban ahí sentadas lo vitoreaban con sus palmas al son de la música. Brittany reconoció algunos rostros, aunque no les prestó más atención. Otros no le eran familiares, pero los ignoró por el momento.
—Brittany, ¡Llegaste! —Así la saludó el muchacho, corrió su vista, encontrándose con Rachel— ¡Con Rachel! —Agregó, con una sonrisa.
Entonces el muchacho paseaba la vista alrededor de ellas, ¿ilusionado? De pronto, Brittany sintió una pesada y grande mano en su hombro. Se giró para encontrarse con un apuesto rubio de labios descomunales, labios que esbozaban una gran sonrisa.
—Has venido. —Le dijo, con su simpática sonrisa. Si el chico había bebido, no se le notaba para nada—Y acompañada.—Dijo ahora, dedicándole la sonrisa a Rachel, que se la devolvió.
—No podríamos faltar.
En verdad estaban pasando un buen rato. Los vasos rojos se vaciaban rápidamente y el alcohol empezaba a hacer efecto. Brittany decidió no beber mucho, pues no conocía a nadie ahí y no se fiaba, además de ahora veía a Rachel charlando con un ánimo muy peculiar con Finn. Supuso que aquello era a causa de unos cuantos vasos que su amiga ya había vaciado, así que prefería mantener un poco el control, porque seguro le tocaría conducir, pero no quería pensar en eso ahora; ya llevaba mucho rato (por no decir todo) charlando con el chico rubio de cualquier cosa. A Brittany le parecía muy gracioso y simpático.
—A todo esto… aún no sé cómo te llamas. —Le confesó, quizá animada de más por el poco alcohol que había bebido, pero que empezaba a hacer efecto.
—Adivínalo. —La retó él, observándola con una sonrisa y a una muy corta distancia, porque era la única manera en la que podrían escucharse en medio de todo aquel alboroto… o al menos, esa era la justificación de Brittany.
—Mmmm…—Se llevó un dedo al labio inconscientemente y levantó la mirada al techo— ¿Brad?
— ¿Por qué toda la gente piensa que me llamo Brad? —Le cuestionó, de una manera que a Brittany le causó gracia.
— ¿Pones a toda la gente a adivinar tu nombre? —Le preguntó Brittany, divertida.
—No, pero todo el mundo me dice que tengo cara de Brad. Ese nombre está muy gastado.
—Sí, lo está. —Coincidió Brittany. Dijo aquello más por no quedarse callada que por otra cosa.
—Me llamo Sam. —Le dijo el chico, por fin.
—Jamás habría adivinado que te llamabas así.
— ¿Enserio? —Preguntó el chico, desconcertado— ¿Por qué?
—Es nombre de perro. —Le soltó la rubia sin ningún tipo de consideración. Al instante se arrepintió. Ahora el alcohol
le soltaba la lengua—Un nombre de perro lindo.
Sam le sonrió y Brittany sintió el rubor crecer en sus mejillas. Había agregado eso último para suavizar un poco las cosas.
—Pues me gusta que te guste mi nombre de perro.
Brittany estaría mintiendo si dijera que aquel chico no le parecía realmente simpático y que no tenía ganas de estar con él, porque en verdad la estaba pasando muy bien a su lado.
Por su parte, Santana y Quinn venían bajando muy animadas del coche de la rubia. Después de revisar el ambiente que había con una sonrisa, se dirigieron al salón principal. Ahí estaban casi todas las porristas con casi todo el equipo de fútbol, las demás personas que estaban en la fiesta pasaban a segundo plano para ellas. Mike se encontraba algo desanimado si lo comparabas a como había estado en las demás “reuniones” como les llamaba él. Quinn y Santana supieron al instante que Sugar, Kitty y las demás porristas ya no estaban bien…
—Necesito una cerveza, ahora. —Dijo la latina, observando el ambiente en el salón.
Esperaba algún comentario por parte de Quinn, pero no lo obtuvo. Al ver a su rubia amiga se dio cuenta de que estaba absorta viendo como su novio charlaba muy alegremente para su gusto con una morena. Santana abrió mucho los ojos, como si no se lo creyera.
—Ese hobbit. —Gruñó Quinn, olvidando todo lo que le rodeaba, incluso a Santana, que la observaba impasible, expectante y hasta preocupada.
—Ya llegaste, preciosa. —La sorprendió Puck cerca de su oído, a lo que la latina dio un pequeño respingo.
—Puck…—Consiguió decir, omitiendo el saludo—Como amigo que eres de aquel idiota sentado allá… —Señaló a Finn con la quijada—Tienes que aconsejarle que si no quiere morir hoy, se aleje de Rachel ahora.
Puck intercaló miradas entre Quinn y Finn varias veces, hasta que descifró la escena.
—Quédate aquí. —Le dijo antes de ir con el chico.
— ¿Sabes qué? —Le dijo de pronto Quinn, asustándola un poco—No me importa. Que haga lo que quiera.
— ¿Enserio? —Santana la miraba incrédula.
—Nunca había hablado más enserio. Terminaré con él. Sí, eso haré. Ahora mismo. Ya. —Hablaba sin parar la rubia, completamente enfurecida—Bueno no…—Recapacitó—Lo haré después de mi debida cerveza. Sí, eso puede esperar a mi cerveza…
Ni siquiera terminó de completar lo que estaba diciendo cuando comenzó a caminar lejos de ahí.
— ¡Tráeme una!
Aparentemente Quinn no la escuchó. Santana bufó y cuando se dio cuenta, Puck ya estaba plantado frente a ella con dos vasos rojos en sus manos. Le ofreció uno, ella lo tomó y sin más, dio un sorbo.
—Te ves muy bien. —Le dijo.
—Lo sé.
Puck rió.
—Tú siempre tan modesta…
— ¿Podemos pasar de esto hoy? —Lo cortó la chica—La verdad, no tengo muchas ganas…
— ¿De qué hablas? —Preguntó el chico, confundido.
La chica lo miró con obviedad.
—Tú sabes de qué hablo.
Puck tardó un segundo, pero sonrió. Santana lo miró confundida, rodó sus ojos y le volteo la cara. El chico la tomó del brazo para que lo mirara de nuevo.
—Ahora no quiero eso. —Le dijo.
Ella frunció el ceño, más confundida aún.
— ¿Qué es lo que quieres entonces? —Le preguntó.
Puck hizo como que se lo pensaba. Su sonrisa no se había ido.
—Ahora, quisiera tomarme una cerveza contigo. ¿No puedo?
El chico aún le seguía sonriendo y Santana estaba anonadada. ¿De qué otra manera podría estar? Miró a su alrededor, como buscando alguna cámara escondida.
—Humm…—Balbuceó—Claro ¿Por qué no?
No supo si Puck se había dado cuenta de lo extraña que se sentía al estar con él con ropa puesta, pero prefirió no pensar en eso. Le preocupaban otras cosas… ¿De qué rayos iban a hablar? Puck la tomó de la mano y la llevó a un ya abarrotado sillón, en el cuál había varios chicos conversando a los que ella no prestó ni la más mínima atención. Puck se sentó frente a ella, dejando su cerveza en la pequeña mesita del centro en donde había muchos más vasos rojos vacíos, botellas de Vodka y tequila y alguna que otra colilla de cigarro. Pasaron un buen rato hablando de cosas irrelevantes y Santana tenía miedo de que la escasa conversación se les acabara. Ya llevaba un considerable número de vasos vaciados y Puck no dejaba de verla. Dio otro sorbo a su quinceavo vaso de cerveza, procurando acabársela antes de que se calentara.
—Dices que quieres tomarte una cerveza conmigo y la única que está bebiendo soy yo.
Le dijo en su oído para que él pudiera escucharla, más para ver si así dejaba de verla de esa manera tan… rara. Él mismo estaba actuando muy raro. La música hacía que fuera más difícil escucharse. El chico sonrió y le dio un sorbo a su cerveza, dejándola donde mismo, sin dejar de mirarla. No, aparentemente en sus planes no estaba dejar de penetrarla con la mirada. No supo porque, pero rió, a lo que Puck también lo hizo.
— ¿Has notado lo triste que ha estado Mike ésta noche?
Puck la miró divertido y confundido. Sí, las dos cosas al mismo tiempo.
— ¿Mike?
Puck volteó a ver al asiático, que se encontraba sentado en el sillón más apartado del salón, con la mirada perdida en alguna parte de la mesita de centro, y con un vaso de cerveza en una de sus manos. El chico negó con la cabeza, girándose hacia Santana.
—Yo creo que está enamorado. —Le dijo en una mueca sonriente.
— ¿Enamorado? —Preguntó una incrédula, confundida y algo alcoholizada Santana— ¿Mike?
—Y al parecer, le dio fuerte.
— ¿Cómo es que estás tan seguro?
—Te preguntaré algo, Santana. ¿Alguna vez lo habías visto así? —La chica le echó un vistazo al asiático borracho y negó con la cabeza—Bueno, yo, como uno de sus mejores amigos, te he de decir que tampoco lo había visto así nunca.
— ¿Y por eso afirmas que está enamorado? ¿Porque nunca lo habías visto así? Podría ser cualquier otra cosa…
Puck negó con la cabeza, interrumpiéndola.
—Él está enamorado. Lo sé, porque soy un chico. Sé cómo se ve y cómo se siente un chico enamorado.
— ¿Ah, sí?
—Sí.
Santana no supo que decir. ¿Qué podría preguntarle a Puck? ¿Acaso él estaba enamorado? Ella siempre había estado segura de que no. Igual, podría estar mintiendo, pero ¿Por qué le mentiría?
— ¿Acaso tú nunca notas cuando Quinn se enamora?
Aquella pregunta la sacó de su investigación mental.
— ¿Cuando Quinn se enamora? —Repitió ella— ¿A qué viene Quinn en todo esto?
—Bueno… Quinn es tu mejor amiga, y tú eres la suya. Si yo he podido notarlo en Mike, Finn e incluso en Sam, estoy casi seguro de que tú lo notas en Quinn, y Quinn en ti.
Santana tragó saliva. No sabía que Puck pudiera pensar en ese tipo de cosas, más bien, no se lo imaginaba. Buscó con la mirada a Quinn, y la encontró en la cocina junto a Finn. El chico parecía muy metido en una discusión con ella, pero su amiga no le hacía caso. Parecía estar verdaderamente enfadada y fulminaba con la mirada a alguien que no tuvo la oportunidad de saber quién era. Dio un largo sorbo de cerveza.
—Yo prefiero que ella me lo diga. —Se sinceró, y siendo sincera con ella misma, admitió que le dio un poco de vergüenza.
— ¿En serio? —Preguntó el chico, algo asombrado— ¿Por qué?
—No soy muy buena en eso de averiguar y notar cosas.
Puck se tomó un tiempo para analizarla con la mirada y Santana aparentaba que eso no le importaba. El chico sonrió, y la morena no supo cómo interpretar aquel gesto.
—Pues yo estoy seguro de que mientes…
— ¿Me puedes traer otra cerveza?
Puck tomó en sus manos el vaso de Santana.
—Aún tiene un poco, San.
Sintió una molestia en su estómago. No supo si fue por los quince vasos, o por el diminutivo.
—No me digas San. Y sabes que no me gusta beberme lo último de las cervezas. Además, está caliente y sabe horrible.
En cuanto Puck se puso de pie y desapareció entre la ya alcoholizada multitud de personas, Quinn se sentó en el lugar que había estado ocupado por el chico.
—No terminaré con él. —Le dijo a su amiga, arrastrando sus palabras a causa del alcohol.
Santana entornó los ojos y se encontró con el rostro de su amiga muy cerca del de ella. Podía sentir el aliento etílico de Quinn en su rostro.
—Oh por dios, Quinn, te dije que no bebieras mucho. ¿Te olvidas de que yo no sé conducir?
—No, no me olvido… Algún día te enseñaré a conducir…
Su amiga se abalanzó hacia ella, envolviéndola en sus brazos y diciendo un sinfín de cosas sin sentido. Santana ya estaba algo mareada, pero consciente.
— ¿Dónde estabas?
Quinn dejó de abrazarla para quedarse viéndola fijamente con una expresión en el rostro que Santana nunca había visto. Parecía… ¿Culpable? ¿Confundida? Se quedó así por unos segundos. Quizá quería que su amiga se diera cuenta de algunas cosas, pero no sería así. Nunca sería así. Volvió a acurrucarse en ella, porque de repente le entraron ganas de llenarse de olor a Vainilla. Quinn actuaba demasiado rara cuándo bebía, pero ¿Quién no?
— ¿Has…? ¿Has visto a Rachel? —Preguntó, algo desorientada.
—La vi hace rato, cuando fui al baño. —Contestó el rubio, de la misma manera.
— ¿Te acompañó al baño?
Sam rió torpemente.
—No, aunque hubiera estado bueno.
Brittany lo reprendió con la mirada. Sam rió de nuevo.
—Estaba por la habitación de Mike.
Sin más, Brittany se puso de pie para ir a buscar a su amiga. Avanzaba por la casa muy torpe y aturdida, pasando por encima de vasos rojos regados por doquier y chocando con muchachos igual o más borrachos que ella, y la poca iluminación no ayudaba mucho. La encontró dentro de la habitación de Mike, sentada en la cama y con sus manos en el rostro.
— ¿Rachel?
La castaña ni le hizo caso. Se tumbó en la cama pesadamente y cerró los ojos. Rachel estaba borracha y con los ojos algo hinchados y rojizos. Brittany se acercó y se acostó a su lado.
—Estoy muy mareada, Rachel.—Le dijo cuando todo le empezó a dar vueltas.
Su amiga no contestó. Así como se había tumbado, Rachel se puso de pie. Sus ojos estaban definitivamente
cansados, pero trataron de sonreír, porque a veces también se sonríe con los ojos.
—Pero qué estamos haciendo aquí tumbadas? —No le estaba preguntando, pero sonaba como que sí— ¡Vamos, que la noche es joven!
Tomó el vaso rojo que estaba en el buró de un lado de la cama y levantó a Brittany de un tirón. De pronto Rachel se había animado, aparentemente. La rubia trataba de seguirle el paso lo mejor que podía, pero se sentía algo mareada.
Había una cantidad más pequeña de personas en la casa, pero aún había mucho bullicio. Sugar y Kitty, el dúo inseparable, estaban muy metidas en el karaoke, mientras los demás muchachos que se encontraban en el salón las animaban torpemente, con palmas, gritos y ovaciones llenas de alcohol, excepto por una rubia y una latina, que se encontraban casi pegadas la una a la otra.
—Mierda.
Rachel ni la escuchó. Fue directamente al karaoke con Kitty y Sugar y éstas la recibieron con abrazos y grititos borrachos como si se conocieran de toda la vida. Brittany trató de hacer lo mismo, pero sus piernas no le respondían, seguía con la vista clavada en las dos chicas. Sabía que su mirada no era para nada pesada. Además de que todas las personas ahí estaban ebrias. Nadie la notaría. ¿A dónde había ido Sam?
—Hora de karaoke.
Quinn se puso de pie de manera muy torpe y de la misma manera llegó con las chicas, acercando el micrófono de Kitty a sus labios.
Sintió unas inexplicables ganas de girar el rostro. Se encontró con la última rubia que esperaba ver ahí. Ahora, todo el alcohol ingerido le estaba jugando una mala pasada, pues sintió unas horribles nauseas.
— ¡¿Tú qué haces aquí?! —Le gritó, indignada y claramente molesta, haciendo caso omiso a sus repentinas nauseas.
— ¡¿Que?! —Replicó torpemente Brittany, pues el borracho cuarteto en el karaoke y la música alta no la dejaban oír.
Santana se inclinó un poco y subió la voz.
— ¡¿Estás sorda o qué?!
Brittany hizo lo mismo, pero de pie.
— ¡¿QUE?! —Repitió.
¿Lo estaba haciendo a propósito o en serio no escuchaba? Enfadada y de mala gana, se plantó frente a ella. Una vez que se acercó a la chica, pudo notar que en su rostro había una expresión cansada, confundida y adormilada, sin mencionar su adictivo aroma a frutillas y a cerveza. No hizo caso a eso.
— ¿Qué rayos haces aquí? ¿Nadie te dijo que era una fiesta para gente interesante?
Brittany frunció el ceño, cerró notablemente sus ojos y arrugó la nariz, como hacía cuando le ponía su cara de asco, pero ésta vez, era una cara de jaqueca y molestia.
—Uoh, uoh, uoh. Para. Hablas mucho.
Santana frunció el ceño también. ¿Cuánto tiempo llevaba en la fiesta? O mejor dicho… ¿Cuánto había bebido?
—Brittany, ¿Estás borracha? —Preguntó, incrédula.
—Cállate. Me mareas.
Brittany se llevó su mano a la frente, sin mirarla y aún con su cara medio asqueada.
En ese momento, sintió un pesado y corpulento brazo rodeándole el cuello, lo que le hizo sentir aún peor. Un olor muy varonil y etílico le llegó a la nariz. Sintió otras nauseas.
—Hola, señorita Brittany. —Reconoció la voz achispada de Sam en su oído remarcando notablemente el “señorita” — ¿Nos vamos ahora?
No supo a qué hora Sam se había puesto tan ebrio, pero tampoco le importaba. Santana estaba frente a ellos, cruzada de brazos y notablemente molesta.
— ¿Y éste qué? —Preguntó, señalando y refiriéndose a Sam.
El chico no le hizo caso. Comenzó a andar lenta y torpemente, tratando de llevarse a Brittany aún con su brazo rodeándola. La chica no se veía muy feliz… ni cómoda.
—Ahora, si nos disculpas, Santana…—Pronunció, arrastrando las palabras—La señorita y yo vamos a escribir nuestro final feliz… Así que…
—Bueno, pues irás a escribirlo solo, cómo acostumbras, porque Brittany no va a ninguna parte. —Tomó a Brittany del brazo y la apartó de Sam— ¿No estás viendo el estado en el que está?
—Creo que no entendiste, Santana. Tendremos sexo…
—Santana…—Pronunció Brittany.
Santana abrió mucho los ojos, sorprendida.
—Nadie va a tener sexo ésta noche. ¿Me has oído?
—Ya, Santana. Relájate. —Le dijo el chico, poniendo la mano en su hombro, de lo más calmado.
—San… Santana…
—Estoy relajada. —Dijo, quitándose con dos dedos la mano de Sam de su hombro—Ahora, aleja tu horrible y corpulenta existencia de mi vista.
—Ya te dije. Me iré con Brittany. —Insistió el chico, ahora un poco irritado.
—Y yo ya te dije que Brittany no va a ninguna parte.
—Santanaaa…
— ¡¿QUÉ QUIERES, BRITTANY?!
Brittany se encontraba doblada en dos por la cintura y pronunciando unas profundas arcadas. Vomitó encima de los converse negros de Sam. Al chico de pronto se le pasó un poco lo borracho y se marchó de ahí, maldiciendo al viento. Santana lo agradeció. Por un momento pensó que Sam jamás se iría. Tomó un trapo cualquiera y se agachó a la altura de Brittany. La tomó por la quijada para que poder verle el rostro. Era un desastre.
— Oh, por dios. Brittany, ¿Estás bien?
Brittany abrió como pudo sus ojos. Santana comenzó a quitarle los pocos restos de vomito de la cara con el trapo.
—No. —Contestó ella.
— ¿No? Dime qué te duele.
—Mi orgullo.
Santana rió tímidamente.
—Eso puede arreglarse. —Le dijo.
—Lo dudo mucho.
Santana se puso de pie y ayudó a Brittany a que también lo hiciera. Miró a su alrededor y se sintió frustrada al ver lo que le rodeaba. Quinn, Rachel, Sugar y Kitty aún seguían cantando de manera estrepitosa y unas cuantas rezagadas personas aún seguían ahí. No podía dejar a Brittany ahí. ¿A dónde iría a dejarla? Bueno, primero la pregunta del millón: ¿Cómo?
Fue hacia Quinn y la tomó del brazo.
— ¡Hey! ¿Qué sucede?
—Nos vamos. Ya.
Desafortunadamente, Pronunció aquello último justo cuando la canción había terminado y en el silencio intermediario. Kitty y Sugar giraron la cabeza exageradamente.
Definitivo. Sugar y Kitty se irían con ellas. Tampoco las podía dejar. Genial. La única sobria y la única que no sabe conducir. De repente, Puck apareció frente a ella. ¿Era él su salvación?
— ¡Puck! —Exclamó Santana.
— ¿Te vas ya? —Preguntó él.
Santana hizo una mueca.
— ¿Quieres que te lleve?
Esa pregunta sonó como el sonido del agua en pleno desierto. Puck sabía que ella no sabía conducir, así que debió suponer por obvias razones que necesitaría un aventón.
— ¿Traes camioneta?
Puck volteó a ver al cuarteto de chicas borrachas, sentadas en la sala. Sonrió tímidamente.
—Sí, Santana.
Santana llevaba a Quinn y a Brittany colgadas en sus hombros, mientras Puck cargaba a Sugar y a Kitty en los suyos, sin ningún tipo de problema. Tenía a Quinn a una distancia muy corta y sentía sus palabras en sus mejillas. Venía murmurando todo tipo de cosas.
—Santana… Rachel.
¡Rachel! Se había olvidado de Rachel. Una vez que subió a las chicas a la Cheyenne 87 de Puck, se regresó por la morena. Estaba quedándose dormida en los hombros de otro muchacho que también iba por el mismo camino. La tomó de los brazos y se pasó uno por el cuello.
— ¿Quinn? —A duras penas pudo murmurar Rachel.
—No, tonta. Soy Santana. Ya nos vamos.
Rachel volvió a murmurar cosas que no entendía ni se preocupaba por hacerlo. Puck había subido a Sugar y a Kitty iban en medio de Santana y Puck en el compartimento delantero, puesto que ocupaban menos espacio. Rachel y Quinn tenían sus cabezas juntas e iban quedándose dormidas. Brittany tenía su cabeza apoyada en la ventanilla central de la ventana trasera del compartimento.
— ¿Qué pasará con el auto de Quinn? —Preguntó Puck.
—Llegaremos por él en la mañana.
— ¿Todas van a tu casa?
—Sin excepción.
El chico la miró, anonadado.
— ¿Ahora todas se llevan bien?
— ¿Tú las hubieras dejado ahí en el estado en el que estaban?
Puck la miró, ahora con una sonrisa conmovida en el rostro. No estaba jugando, en serio estaba conmovido.
—Ni una palabra de esto a nadie, ¿Entendido? Si te preguntan, dices que nos pagaron y ya.
El chico asintió con la cabeza. Santana también lo hizo, pero lo de ella era un “¡así me gusta, que me hagan caso!”.
Puck ya había bajado a Kitty, Sugar y se había llevado a Rachel dentro de la casa de Santana. Santana tenía a las dos rubias restantes colgadas en sus hombros, de nuevo. Puck ya estaba por irse.
—Oye, Puck… Hummm…—Comenzó a balbucear.
— ¿Santana?
Aspiró y exhaló en busca de calma. Volvió a hablar:
—Gracias por traernos. No sé qué hubiera hecho si no te hubieras aparecido.
Puck sonrió y se acercó a ella.
—Tal vez debería quedarme…—Sugirió en broma.
Santana sonrió.
—Te golpearía, si no tuviera las manos ocupadas.
—Eso es bueno…
Puck la tomó de la mandíbula y la besó, tomándola completamente por sorpresa. Santana abrió mucho los ojos y no supo qué hacer. ¿Debería corresponderle? ¿Qué pasó con eso de “Puck no se enamora”? ¿Estaba enamorado? ¿De ella? Procurando ser lo más cautelosa posible, se alejó de él poco a poco. Al verlo, inmediatamente pudo palpar la desilusión en su rostro.
—Puck… Debo irme.
Dicho esto, Santana se encaminó con Quinn y Brittany en hombros, que parecían muñecas de trapo más que otra cosa.
— ¡Santana!
Ella no se giró. Sólo se detuvo en seco frente a la entrada.
—Sólo… sólo quiero cambiar.
Santana suspiró y cerró sus parpados con fuerza.
—Gracias, Puck.
¿Gracias, Puck? ¿Enserio? No tuvo valor para girarse y verle a la cara. Sin más, entró a su casa. Ahora tenía que lidiar con cuatro nauseabundas borrachas en su casa, y sabía que no sería para nada fácil. No tenía tiempo para Puck.
No sé, ¿Qué les pareció? ¿Debería seguir con el Fic? Lo estoy dudando un poquitín :S Quizá no es tan bueno ... :S Pero estoy con que de que: Si empiezas algo, terminalo. Pero no sé. Yo no sé muchas cosas. Bueno, hasta la próxima entonces... Lo sé, me hago bolas yo solita.
4.
Vómito verbal.
Vómito verbal.
Lo que restó de la semana, transcurrió con una ya establecida normalidad. La presión que ejercían Sylvester, Pillsbury y algunos otros profesores hacían que Brittany y Santana se mostraran cada vez más agresivas entre ellas. Para el viernes, las dos chicas fueron declaradas oficialmente “archi-enemigas” por los mismos estudiantes del instituto. Hasta algunos maestros estaban de acuerdo con ellos. A veces, también eran el tema de discusión entre los alumnos, que no se podían decidir en qué bando se quedaban, en el de la nueva, amable y dulce rubia o en el de la dura, sexy y segura de sí misma latina. A sabiendas de eso, las dos trataban de evitarse lo más que se podía, aunque las chicas también sabían que no podrían hacerlo por mucho tiempo. Algún día tendrían que juntarse por algún proyecto o algo por el estilo, aunque preferían hacerlo más tarde que temprano, y ninguna quería ser la primera en dar el primer paso.
Se llegó la tarde del sábado y Santana con Quinn, tanto como Brittany con Rachel comenzaban a repasar su ya establecida “movida”. Rachel pasaría por Brittany a las nueve con quince, mientras Quinn aún no sabía a qué hora pasaría por la morena, aunque ese no calificaba como problema, las dos sabían que por más que lo planearan, nunca saldrían a la hora acordada, así que solo se alistaban y ya, sin pensar a qué hora terminarían.
A las nueve con treinta y cuatro, Rachel y Brittany estaban bajando del Jetta para llegar a la que, suponían, era la casa del asiático. Habían logrado llegar gracias a que Sugar le había pasado la dirección a Brittany por mensaje, pidiéndole que la buscaran en cuanto llegaran ahí. Brittany hasta ahora se llevaba una buena impresión, pues había muchos autos estacionados en la acera de la casa donde resonaba mucha música movida, bueno, muchos autos tomando en cuenta de que era una fiesta de casual de preparatoria. Había unos cuantos pares de vasos rojos de plástico regados por el jardín.
Decidieron no tocar el timbre, pues sabían que nadie atendería porque seguro nadie las escucharía, así que entraron sin más. En efecto, había muchas personas ya muy animadas, algunas solo charlando, otras bailando moderadamente y otras haciendo cualquier otra cosa que se hace en las fiestas, y ya se hacía ligeramente presente el efecto del alcohol en algunos chicos.
— ¿Crees que sea buena idea? —Preguntó Rachel, tomada de su brazo.
—Claro que lo es. —Afirmó Brittany, con una sonrisa—Pero ahora, busquemos a Sugar.
No tuvieron que moverse de donde estaban, pues la chica había aparecido con un vaso rojo en la mano, ya algo animada por los efectos del alcohol, saludando efusivamente a las dos, sin importarle el hecho de que no conocía a Rachel no más que de vista.
— ¡Lucen geniales, chicas! —Les dijo, alegremente, pasándoles la mirada de arriba abajo— ¿Pero que hacen ahí paradas? Vengan conmigo.
Brittany y Rachel así lo hicieron, contuvieron una risita al ver el ya animado estado de Sugar, pero no se burlarían.
Sugar, dando saltitos en sincronía con el ritmo de la animada música que envolvía todo el lugar, las condujo hacia los sillones de la sala del asiático, quien se encontraba bailando animadamente mientras las demás personas que se encontraban ahí sentadas lo vitoreaban con sus palmas al son de la música. Brittany reconoció algunos rostros, aunque no les prestó más atención. Otros no le eran familiares, pero los ignoró por el momento.
—Brittany, ¡Llegaste! —Así la saludó el muchacho, corrió su vista, encontrándose con Rachel— ¡Con Rachel! —Agregó, con una sonrisa.
Entonces el muchacho paseaba la vista alrededor de ellas, ¿ilusionado? De pronto, Brittany sintió una pesada y grande mano en su hombro. Se giró para encontrarse con un apuesto rubio de labios descomunales, labios que esbozaban una gran sonrisa.
—Has venido. —Le dijo, con su simpática sonrisa. Si el chico había bebido, no se le notaba para nada—Y acompañada.—Dijo ahora, dedicándole la sonrisa a Rachel, que se la devolvió.
—No podríamos faltar.
En verdad estaban pasando un buen rato. Los vasos rojos se vaciaban rápidamente y el alcohol empezaba a hacer efecto. Brittany decidió no beber mucho, pues no conocía a nadie ahí y no se fiaba, además de ahora veía a Rachel charlando con un ánimo muy peculiar con Finn. Supuso que aquello era a causa de unos cuantos vasos que su amiga ya había vaciado, así que prefería mantener un poco el control, porque seguro le tocaría conducir, pero no quería pensar en eso ahora; ya llevaba mucho rato (por no decir todo) charlando con el chico rubio de cualquier cosa. A Brittany le parecía muy gracioso y simpático.
—A todo esto… aún no sé cómo te llamas. —Le confesó, quizá animada de más por el poco alcohol que había bebido, pero que empezaba a hacer efecto.
—Adivínalo. —La retó él, observándola con una sonrisa y a una muy corta distancia, porque era la única manera en la que podrían escucharse en medio de todo aquel alboroto… o al menos, esa era la justificación de Brittany.
—Mmmm…—Se llevó un dedo al labio inconscientemente y levantó la mirada al techo— ¿Brad?
— ¿Por qué toda la gente piensa que me llamo Brad? —Le cuestionó, de una manera que a Brittany le causó gracia.
— ¿Pones a toda la gente a adivinar tu nombre? —Le preguntó Brittany, divertida.
—No, pero todo el mundo me dice que tengo cara de Brad. Ese nombre está muy gastado.
—Sí, lo está. —Coincidió Brittany. Dijo aquello más por no quedarse callada que por otra cosa.
—Me llamo Sam. —Le dijo el chico, por fin.
—Jamás habría adivinado que te llamabas así.
— ¿Enserio? —Preguntó el chico, desconcertado— ¿Por qué?
—Es nombre de perro. —Le soltó la rubia sin ningún tipo de consideración. Al instante se arrepintió. Ahora el alcohol
le soltaba la lengua—Un nombre de perro lindo.
Sam le sonrió y Brittany sintió el rubor crecer en sus mejillas. Había agregado eso último para suavizar un poco las cosas.
—Pues me gusta que te guste mi nombre de perro.
Brittany estaría mintiendo si dijera que aquel chico no le parecía realmente simpático y que no tenía ganas de estar con él, porque en verdad la estaba pasando muy bien a su lado.
Por su parte, Santana y Quinn venían bajando muy animadas del coche de la rubia. Después de revisar el ambiente que había con una sonrisa, se dirigieron al salón principal. Ahí estaban casi todas las porristas con casi todo el equipo de fútbol, las demás personas que estaban en la fiesta pasaban a segundo plano para ellas. Mike se encontraba algo desanimado si lo comparabas a como había estado en las demás “reuniones” como les llamaba él. Quinn y Santana supieron al instante que Sugar, Kitty y las demás porristas ya no estaban bien…
—Necesito una cerveza, ahora. —Dijo la latina, observando el ambiente en el salón.
Esperaba algún comentario por parte de Quinn, pero no lo obtuvo. Al ver a su rubia amiga se dio cuenta de que estaba absorta viendo como su novio charlaba muy alegremente para su gusto con una morena. Santana abrió mucho los ojos, como si no se lo creyera.
—Ese hobbit. —Gruñó Quinn, olvidando todo lo que le rodeaba, incluso a Santana, que la observaba impasible, expectante y hasta preocupada.
—Ya llegaste, preciosa. —La sorprendió Puck cerca de su oído, a lo que la latina dio un pequeño respingo.
—Puck…—Consiguió decir, omitiendo el saludo—Como amigo que eres de aquel idiota sentado allá… —Señaló a Finn con la quijada—Tienes que aconsejarle que si no quiere morir hoy, se aleje de Rachel ahora.
Puck intercaló miradas entre Quinn y Finn varias veces, hasta que descifró la escena.
—Quédate aquí. —Le dijo antes de ir con el chico.
— ¿Sabes qué? —Le dijo de pronto Quinn, asustándola un poco—No me importa. Que haga lo que quiera.
— ¿Enserio? —Santana la miraba incrédula.
—Nunca había hablado más enserio. Terminaré con él. Sí, eso haré. Ahora mismo. Ya. —Hablaba sin parar la rubia, completamente enfurecida—Bueno no…—Recapacitó—Lo haré después de mi debida cerveza. Sí, eso puede esperar a mi cerveza…
Ni siquiera terminó de completar lo que estaba diciendo cuando comenzó a caminar lejos de ahí.
— ¡Tráeme una!
Aparentemente Quinn no la escuchó. Santana bufó y cuando se dio cuenta, Puck ya estaba plantado frente a ella con dos vasos rojos en sus manos. Le ofreció uno, ella lo tomó y sin más, dio un sorbo.
—Te ves muy bien. —Le dijo.
—Lo sé.
Puck rió.
—Tú siempre tan modesta…
— ¿Podemos pasar de esto hoy? —Lo cortó la chica—La verdad, no tengo muchas ganas…
— ¿De qué hablas? —Preguntó el chico, confundido.
La chica lo miró con obviedad.
—Tú sabes de qué hablo.
Puck tardó un segundo, pero sonrió. Santana lo miró confundida, rodó sus ojos y le volteo la cara. El chico la tomó del brazo para que lo mirara de nuevo.
—Ahora no quiero eso. —Le dijo.
Ella frunció el ceño, más confundida aún.
— ¿Qué es lo que quieres entonces? —Le preguntó.
Puck hizo como que se lo pensaba. Su sonrisa no se había ido.
—Ahora, quisiera tomarme una cerveza contigo. ¿No puedo?
El chico aún le seguía sonriendo y Santana estaba anonadada. ¿De qué otra manera podría estar? Miró a su alrededor, como buscando alguna cámara escondida.
—Humm…—Balbuceó—Claro ¿Por qué no?
No supo si Puck se había dado cuenta de lo extraña que se sentía al estar con él con ropa puesta, pero prefirió no pensar en eso. Le preocupaban otras cosas… ¿De qué rayos iban a hablar? Puck la tomó de la mano y la llevó a un ya abarrotado sillón, en el cuál había varios chicos conversando a los que ella no prestó ni la más mínima atención. Puck se sentó frente a ella, dejando su cerveza en la pequeña mesita del centro en donde había muchos más vasos rojos vacíos, botellas de Vodka y tequila y alguna que otra colilla de cigarro. Pasaron un buen rato hablando de cosas irrelevantes y Santana tenía miedo de que la escasa conversación se les acabara. Ya llevaba un considerable número de vasos vaciados y Puck no dejaba de verla. Dio otro sorbo a su quinceavo vaso de cerveza, procurando acabársela antes de que se calentara.
—Dices que quieres tomarte una cerveza conmigo y la única que está bebiendo soy yo.
Le dijo en su oído para que él pudiera escucharla, más para ver si así dejaba de verla de esa manera tan… rara. Él mismo estaba actuando muy raro. La música hacía que fuera más difícil escucharse. El chico sonrió y le dio un sorbo a su cerveza, dejándola donde mismo, sin dejar de mirarla. No, aparentemente en sus planes no estaba dejar de penetrarla con la mirada. No supo porque, pero rió, a lo que Puck también lo hizo.
— ¿Has notado lo triste que ha estado Mike ésta noche?
Puck la miró divertido y confundido. Sí, las dos cosas al mismo tiempo.
— ¿Mike?
Puck volteó a ver al asiático, que se encontraba sentado en el sillón más apartado del salón, con la mirada perdida en alguna parte de la mesita de centro, y con un vaso de cerveza en una de sus manos. El chico negó con la cabeza, girándose hacia Santana.
—Yo creo que está enamorado. —Le dijo en una mueca sonriente.
— ¿Enamorado? —Preguntó una incrédula, confundida y algo alcoholizada Santana— ¿Mike?
—Y al parecer, le dio fuerte.
— ¿Cómo es que estás tan seguro?
—Te preguntaré algo, Santana. ¿Alguna vez lo habías visto así? —La chica le echó un vistazo al asiático borracho y negó con la cabeza—Bueno, yo, como uno de sus mejores amigos, te he de decir que tampoco lo había visto así nunca.
— ¿Y por eso afirmas que está enamorado? ¿Porque nunca lo habías visto así? Podría ser cualquier otra cosa…
Puck negó con la cabeza, interrumpiéndola.
—Él está enamorado. Lo sé, porque soy un chico. Sé cómo se ve y cómo se siente un chico enamorado.
— ¿Ah, sí?
—Sí.
Santana no supo que decir. ¿Qué podría preguntarle a Puck? ¿Acaso él estaba enamorado? Ella siempre había estado segura de que no. Igual, podría estar mintiendo, pero ¿Por qué le mentiría?
— ¿Acaso tú nunca notas cuando Quinn se enamora?
Aquella pregunta la sacó de su investigación mental.
— ¿Cuando Quinn se enamora? —Repitió ella— ¿A qué viene Quinn en todo esto?
—Bueno… Quinn es tu mejor amiga, y tú eres la suya. Si yo he podido notarlo en Mike, Finn e incluso en Sam, estoy casi seguro de que tú lo notas en Quinn, y Quinn en ti.
Santana tragó saliva. No sabía que Puck pudiera pensar en ese tipo de cosas, más bien, no se lo imaginaba. Buscó con la mirada a Quinn, y la encontró en la cocina junto a Finn. El chico parecía muy metido en una discusión con ella, pero su amiga no le hacía caso. Parecía estar verdaderamente enfadada y fulminaba con la mirada a alguien que no tuvo la oportunidad de saber quién era. Dio un largo sorbo de cerveza.
—Yo prefiero que ella me lo diga. —Se sinceró, y siendo sincera con ella misma, admitió que le dio un poco de vergüenza.
— ¿En serio? —Preguntó el chico, algo asombrado— ¿Por qué?
—No soy muy buena en eso de averiguar y notar cosas.
Puck se tomó un tiempo para analizarla con la mirada y Santana aparentaba que eso no le importaba. El chico sonrió, y la morena no supo cómo interpretar aquel gesto.
—Pues yo estoy seguro de que mientes…
— ¿Me puedes traer otra cerveza?
Puck tomó en sus manos el vaso de Santana.
—Aún tiene un poco, San.
Sintió una molestia en su estómago. No supo si fue por los quince vasos, o por el diminutivo.
—No me digas San. Y sabes que no me gusta beberme lo último de las cervezas. Además, está caliente y sabe horrible.
En cuanto Puck se puso de pie y desapareció entre la ya alcoholizada multitud de personas, Quinn se sentó en el lugar que había estado ocupado por el chico.
—No terminaré con él. —Le dijo a su amiga, arrastrando sus palabras a causa del alcohol.
Santana entornó los ojos y se encontró con el rostro de su amiga muy cerca del de ella. Podía sentir el aliento etílico de Quinn en su rostro.
—Oh por dios, Quinn, te dije que no bebieras mucho. ¿Te olvidas de que yo no sé conducir?
—No, no me olvido… Algún día te enseñaré a conducir…
Su amiga se abalanzó hacia ella, envolviéndola en sus brazos y diciendo un sinfín de cosas sin sentido. Santana ya estaba algo mareada, pero consciente.
— ¿Dónde estabas?
Quinn dejó de abrazarla para quedarse viéndola fijamente con una expresión en el rostro que Santana nunca había visto. Parecía… ¿Culpable? ¿Confundida? Se quedó así por unos segundos. Quizá quería que su amiga se diera cuenta de algunas cosas, pero no sería así. Nunca sería así. Volvió a acurrucarse en ella, porque de repente le entraron ganas de llenarse de olor a Vainilla. Quinn actuaba demasiado rara cuándo bebía, pero ¿Quién no?
— ¿Has…? ¿Has visto a Rachel? —Preguntó, algo desorientada.
—La vi hace rato, cuando fui al baño. —Contestó el rubio, de la misma manera.
— ¿Te acompañó al baño?
Sam rió torpemente.
—No, aunque hubiera estado bueno.
Brittany lo reprendió con la mirada. Sam rió de nuevo.
—Estaba por la habitación de Mike.
Sin más, Brittany se puso de pie para ir a buscar a su amiga. Avanzaba por la casa muy torpe y aturdida, pasando por encima de vasos rojos regados por doquier y chocando con muchachos igual o más borrachos que ella, y la poca iluminación no ayudaba mucho. La encontró dentro de la habitación de Mike, sentada en la cama y con sus manos en el rostro.
— ¿Rachel?
La castaña ni le hizo caso. Se tumbó en la cama pesadamente y cerró los ojos. Rachel estaba borracha y con los ojos algo hinchados y rojizos. Brittany se acercó y se acostó a su lado.
—Estoy muy mareada, Rachel.—Le dijo cuando todo le empezó a dar vueltas.
Su amiga no contestó. Así como se había tumbado, Rachel se puso de pie. Sus ojos estaban definitivamente
cansados, pero trataron de sonreír, porque a veces también se sonríe con los ojos.
—Pero qué estamos haciendo aquí tumbadas? —No le estaba preguntando, pero sonaba como que sí— ¡Vamos, que la noche es joven!
Tomó el vaso rojo que estaba en el buró de un lado de la cama y levantó a Brittany de un tirón. De pronto Rachel se había animado, aparentemente. La rubia trataba de seguirle el paso lo mejor que podía, pero se sentía algo mareada.
Había una cantidad más pequeña de personas en la casa, pero aún había mucho bullicio. Sugar y Kitty, el dúo inseparable, estaban muy metidas en el karaoke, mientras los demás muchachos que se encontraban en el salón las animaban torpemente, con palmas, gritos y ovaciones llenas de alcohol, excepto por una rubia y una latina, que se encontraban casi pegadas la una a la otra.
—Mierda.
Rachel ni la escuchó. Fue directamente al karaoke con Kitty y Sugar y éstas la recibieron con abrazos y grititos borrachos como si se conocieran de toda la vida. Brittany trató de hacer lo mismo, pero sus piernas no le respondían, seguía con la vista clavada en las dos chicas. Sabía que su mirada no era para nada pesada. Además de que todas las personas ahí estaban ebrias. Nadie la notaría. ¿A dónde había ido Sam?
—Hora de karaoke.
Quinn se puso de pie de manera muy torpe y de la misma manera llegó con las chicas, acercando el micrófono de Kitty a sus labios.
Sintió unas inexplicables ganas de girar el rostro. Se encontró con la última rubia que esperaba ver ahí. Ahora, todo el alcohol ingerido le estaba jugando una mala pasada, pues sintió unas horribles nauseas.
— ¡¿Tú qué haces aquí?! —Le gritó, indignada y claramente molesta, haciendo caso omiso a sus repentinas nauseas.
— ¡¿Que?! —Replicó torpemente Brittany, pues el borracho cuarteto en el karaoke y la música alta no la dejaban oír.
Santana se inclinó un poco y subió la voz.
— ¡¿Estás sorda o qué?!
Brittany hizo lo mismo, pero de pie.
— ¡¿QUE?! —Repitió.
¿Lo estaba haciendo a propósito o en serio no escuchaba? Enfadada y de mala gana, se plantó frente a ella. Una vez que se acercó a la chica, pudo notar que en su rostro había una expresión cansada, confundida y adormilada, sin mencionar su adictivo aroma a frutillas y a cerveza. No hizo caso a eso.
— ¿Qué rayos haces aquí? ¿Nadie te dijo que era una fiesta para gente interesante?
Brittany frunció el ceño, cerró notablemente sus ojos y arrugó la nariz, como hacía cuando le ponía su cara de asco, pero ésta vez, era una cara de jaqueca y molestia.
—Uoh, uoh, uoh. Para. Hablas mucho.
Santana frunció el ceño también. ¿Cuánto tiempo llevaba en la fiesta? O mejor dicho… ¿Cuánto había bebido?
—Brittany, ¿Estás borracha? —Preguntó, incrédula.
—Cállate. Me mareas.
Brittany se llevó su mano a la frente, sin mirarla y aún con su cara medio asqueada.
En ese momento, sintió un pesado y corpulento brazo rodeándole el cuello, lo que le hizo sentir aún peor. Un olor muy varonil y etílico le llegó a la nariz. Sintió otras nauseas.
—Hola, señorita Brittany. —Reconoció la voz achispada de Sam en su oído remarcando notablemente el “señorita” — ¿Nos vamos ahora?
No supo a qué hora Sam se había puesto tan ebrio, pero tampoco le importaba. Santana estaba frente a ellos, cruzada de brazos y notablemente molesta.
— ¿Y éste qué? —Preguntó, señalando y refiriéndose a Sam.
El chico no le hizo caso. Comenzó a andar lenta y torpemente, tratando de llevarse a Brittany aún con su brazo rodeándola. La chica no se veía muy feliz… ni cómoda.
—Ahora, si nos disculpas, Santana…—Pronunció, arrastrando las palabras—La señorita y yo vamos a escribir nuestro final feliz… Así que…
—Bueno, pues irás a escribirlo solo, cómo acostumbras, porque Brittany no va a ninguna parte. —Tomó a Brittany del brazo y la apartó de Sam— ¿No estás viendo el estado en el que está?
—Creo que no entendiste, Santana. Tendremos sexo…
—Santana…—Pronunció Brittany.
Santana abrió mucho los ojos, sorprendida.
—Nadie va a tener sexo ésta noche. ¿Me has oído?
—Ya, Santana. Relájate. —Le dijo el chico, poniendo la mano en su hombro, de lo más calmado.
—San… Santana…
—Estoy relajada. —Dijo, quitándose con dos dedos la mano de Sam de su hombro—Ahora, aleja tu horrible y corpulenta existencia de mi vista.
—Ya te dije. Me iré con Brittany. —Insistió el chico, ahora un poco irritado.
—Y yo ya te dije que Brittany no va a ninguna parte.
—Santanaaa…
— ¡¿QUÉ QUIERES, BRITTANY?!
Brittany se encontraba doblada en dos por la cintura y pronunciando unas profundas arcadas. Vomitó encima de los converse negros de Sam. Al chico de pronto se le pasó un poco lo borracho y se marchó de ahí, maldiciendo al viento. Santana lo agradeció. Por un momento pensó que Sam jamás se iría. Tomó un trapo cualquiera y se agachó a la altura de Brittany. La tomó por la quijada para que poder verle el rostro. Era un desastre.
— Oh, por dios. Brittany, ¿Estás bien?
Brittany abrió como pudo sus ojos. Santana comenzó a quitarle los pocos restos de vomito de la cara con el trapo.
—No. —Contestó ella.
— ¿No? Dime qué te duele.
—Mi orgullo.
Santana rió tímidamente.
—Eso puede arreglarse. —Le dijo.
—Lo dudo mucho.
Santana se puso de pie y ayudó a Brittany a que también lo hiciera. Miró a su alrededor y se sintió frustrada al ver lo que le rodeaba. Quinn, Rachel, Sugar y Kitty aún seguían cantando de manera estrepitosa y unas cuantas rezagadas personas aún seguían ahí. No podía dejar a Brittany ahí. ¿A dónde iría a dejarla? Bueno, primero la pregunta del millón: ¿Cómo?
Fue hacia Quinn y la tomó del brazo.
— ¡Hey! ¿Qué sucede?
—Nos vamos. Ya.
Desafortunadamente, Pronunció aquello último justo cuando la canción había terminado y en el silencio intermediario. Kitty y Sugar giraron la cabeza exageradamente.
Definitivo. Sugar y Kitty se irían con ellas. Tampoco las podía dejar. Genial. La única sobria y la única que no sabe conducir. De repente, Puck apareció frente a ella. ¿Era él su salvación?
— ¡Puck! —Exclamó Santana.
— ¿Te vas ya? —Preguntó él.
Santana hizo una mueca.
— ¿Quieres que te lleve?
Esa pregunta sonó como el sonido del agua en pleno desierto. Puck sabía que ella no sabía conducir, así que debió suponer por obvias razones que necesitaría un aventón.
— ¿Traes camioneta?
Puck volteó a ver al cuarteto de chicas borrachas, sentadas en la sala. Sonrió tímidamente.
—Sí, Santana.
Santana llevaba a Quinn y a Brittany colgadas en sus hombros, mientras Puck cargaba a Sugar y a Kitty en los suyos, sin ningún tipo de problema. Tenía a Quinn a una distancia muy corta y sentía sus palabras en sus mejillas. Venía murmurando todo tipo de cosas.
—Santana… Rachel.
¡Rachel! Se había olvidado de Rachel. Una vez que subió a las chicas a la Cheyenne 87 de Puck, se regresó por la morena. Estaba quedándose dormida en los hombros de otro muchacho que también iba por el mismo camino. La tomó de los brazos y se pasó uno por el cuello.
— ¿Quinn? —A duras penas pudo murmurar Rachel.
—No, tonta. Soy Santana. Ya nos vamos.
Rachel volvió a murmurar cosas que no entendía ni se preocupaba por hacerlo. Puck había subido a Sugar y a Kitty iban en medio de Santana y Puck en el compartimento delantero, puesto que ocupaban menos espacio. Rachel y Quinn tenían sus cabezas juntas e iban quedándose dormidas. Brittany tenía su cabeza apoyada en la ventanilla central de la ventana trasera del compartimento.
— ¿Qué pasará con el auto de Quinn? —Preguntó Puck.
—Llegaremos por él en la mañana.
— ¿Todas van a tu casa?
—Sin excepción.
El chico la miró, anonadado.
— ¿Ahora todas se llevan bien?
— ¿Tú las hubieras dejado ahí en el estado en el que estaban?
Puck la miró, ahora con una sonrisa conmovida en el rostro. No estaba jugando, en serio estaba conmovido.
—Ni una palabra de esto a nadie, ¿Entendido? Si te preguntan, dices que nos pagaron y ya.
El chico asintió con la cabeza. Santana también lo hizo, pero lo de ella era un “¡así me gusta, que me hagan caso!”.
Puck ya había bajado a Kitty, Sugar y se había llevado a Rachel dentro de la casa de Santana. Santana tenía a las dos rubias restantes colgadas en sus hombros, de nuevo. Puck ya estaba por irse.
—Oye, Puck… Hummm…—Comenzó a balbucear.
— ¿Santana?
Aspiró y exhaló en busca de calma. Volvió a hablar:
—Gracias por traernos. No sé qué hubiera hecho si no te hubieras aparecido.
Puck sonrió y se acercó a ella.
—Tal vez debería quedarme…—Sugirió en broma.
Santana sonrió.
—Te golpearía, si no tuviera las manos ocupadas.
—Eso es bueno…
Puck la tomó de la mandíbula y la besó, tomándola completamente por sorpresa. Santana abrió mucho los ojos y no supo qué hacer. ¿Debería corresponderle? ¿Qué pasó con eso de “Puck no se enamora”? ¿Estaba enamorado? ¿De ella? Procurando ser lo más cautelosa posible, se alejó de él poco a poco. Al verlo, inmediatamente pudo palpar la desilusión en su rostro.
—Puck… Debo irme.
Dicho esto, Santana se encaminó con Quinn y Brittany en hombros, que parecían muñecas de trapo más que otra cosa.
— ¡Santana!
Ella no se giró. Sólo se detuvo en seco frente a la entrada.
—Sólo… sólo quiero cambiar.
Santana suspiró y cerró sus parpados con fuerza.
—Gracias, Puck.
¿Gracias, Puck? ¿Enserio? No tuvo valor para girarse y verle a la cara. Sin más, entró a su casa. Ahora tenía que lidiar con cuatro nauseabundas borrachas en su casa, y sabía que no sería para nada fácil. No tenía tiempo para Puck.
No sé, ¿Qué les pareció? ¿Debería seguir con el Fic? Lo estoy dudando un poquitín :S Quizá no es tan bueno ... :S Pero estoy con que de que: Si empiezas algo, terminalo. Pero no sé. Yo no sé muchas cosas. Bueno, hasta la próxima entonces... Lo sé, me hago bolas yo solita.
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:21 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Uuuuuh muy buen capitulooo mfe encanto san y sus borrachas fue lo mejorr
No dejes el fic :( es muy buenoooo espero tu actuuuu saludoooss
No dejes el fic :( es muy buenoooo espero tu actuuuu saludoooss
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hola! me gusto tu fic, lo habia leido pero no he podido comentar, esta muy bueno, no lo dejes :c
Bueno espero que sigas actualizando, ya tienes una nueva lectora.
Chau, cuidate c:
Bueno espero que sigas actualizando, ya tienes una nueva lectora.
Chau, cuidate c:
LoveyouHemo******* - Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 23/09/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hey el cap de hoy me gusto mucho uuu san defendio a britt eso ya dice mucho solo espero que no le de por intentar algo con puck hahahahaha ya veremos como sigue la historia no dejes el fic en verdad esta muy bueno y y ya me enganche con la historia por favor siguelo me gusta muchoo espero sigas actualizando.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holis! :3
Ok, primero que nada: !Ni se te ocurra dejar el fic! ¡¿Ok?!
Bien C: ahora que todas estamos felices, sin inseguridades y sin amenazas de por medio... Comentemos :3
Me perdí un capítulo lo bueno es que ya me puse al día :3
No puedo creerlo... Las archi-enemigas en tregua por una borrachera... Bien.. Eso es un avance... De una manera poco tradicional pero avance al fin así que estoy conforme xD
Creo que percibi... ¿Faberry? No way! Ya me iban a dejar a mi Rachel botada cuando Quinn "Ebria fastidiosa" Fabray le recordó a la morena -de coraza dura pero corazón suavecito- que la pequeña diva estaba todavía en la casa xD No, que detalle. Nunca me imaginé eso después de que le dijo "Hobbit"
Awww Mike amor de mis amores ¿Estás triste porque labios de ancla te quitó a la rubia que tanto te costó invitar? Ven, yo estoy de consuelo :3 xDD Pobrecito we' de por sí que lo amo, lo describes con una sonrisa soñada de esas que matan ¿Y al final triste? !Mike, enamorate de mí! !Yo no me molesto!
Y después para completar lanzas la de Puck enamorado... ¿Y dices que quieres dejar el fic? Ok, quiero que sepas que tengo contactos y que puedo mandar a descontinuar tooodos los "Tacos al pastor"
¿Amenazando? ¿Quien?
Ok, basta de divagaciones xD
Espero la actuu!
Ok, primero que nada: !Ni se te ocurra dejar el fic! ¡¿Ok?!
Bien C: ahora que todas estamos felices, sin inseguridades y sin amenazas de por medio... Comentemos :3
Me perdí un capítulo lo bueno es que ya me puse al día :3
No puedo creerlo... Las archi-enemigas en tregua por una borrachera... Bien.. Eso es un avance... De una manera poco tradicional pero avance al fin así que estoy conforme xD
Creo que percibi... ¿Faberry? No way! Ya me iban a dejar a mi Rachel botada cuando Quinn "Ebria fastidiosa" Fabray le recordó a la morena -de coraza dura pero corazón suavecito- que la pequeña diva estaba todavía en la casa xD No, que detalle. Nunca me imaginé eso después de que le dijo "Hobbit"
Awww Mike amor de mis amores ¿Estás triste porque labios de ancla te quitó a la rubia que tanto te costó invitar? Ven, yo estoy de consuelo :3 xDD Pobrecito we' de por sí que lo amo, lo describes con una sonrisa soñada de esas que matan ¿Y al final triste? !Mike, enamorate de mí! !Yo no me molesto!
Y después para completar lanzas la de Puck enamorado... ¿Y dices que quieres dejar el fic? Ok, quiero que sepas que tengo contactos y que puedo mandar a descontinuar tooodos los "Tacos al pastor"
¿Amenazando? ¿Quien?
Ok, basta de divagaciones xD
Espero la actuu!
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Esta muy bien esta historia, me encantan las Brittana rivales, le da un gran toque picante a la historia. Además de que escribes súper bien. Esperare impaciente el próximo capítulo. Ahora pensaré como juntaras a las Brittana: un momentazo de deseo borracho? Se darán cuenta de que realmente se gustan y todo se romperá en una frustación sexual contenida? Ya sabes, como dicen, del amor al odio hay un paso.
Nos leemos pronto
Nos leemos pronto
Elisika-sama**** - Mensajes : 194
Fecha de inscripción : 01/12/2012
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Brittana-bitches!!! escribió:Uuuuuh muy buen capitulooo mfe encanto san y sus borrachas fue lo mejorr
No dejes el fic :( es muy buenoooo espero tu actuuuu saludoooss
Jiji, ¡bueni! Que bueno que te encantó :) Sipi, San y sus borrachitas... Algún día se la devolverán a ella...
Y bueni también, no lo dejaré entonces. Gracias por comentar :)
Hola! me gusto tu fic, lo habia leido pero no he podido comentar, esta muy bueno, no lo dejes :c
Bueno espero que sigas actualizando, ya tienes una nueva lectora.
Chau, cuidate c:
Awwws, gracias :) no te preocupes.
Sipi, seguiré actualizando :D.
Adiós y gracias por leer. Cuídate también.
LoveBrittana95 escribió:Hey el cap de hoy me gusto mucho uuu san defendio a britt eso ya dice mucho solo espero que no le de por intentar algo con puck hahahahaha ya veremos como sigue la historia no dejes el fic en verdad esta muy bueno y y ya me enganche con la historia por favor siguelo me gusta muchoo espero sigas actualizando.Saludos
¡Me encanta que te gusten! Y sí, en efecto, la defendió del borrachín de Sam. Resulta que Santana tiene un corazón de pollito. Y quién sabe... Tendrá un corazón de pollo y todo, pero es algo tonta con estas situaciones... Y Puck la quiere... o eso dice él. Santana ahora está muy MUY confundida. UFF.
Y pues no, no lo dejaré entonces. Además de que es grosero empezar algo y no terminarlo. Gracias por leer :D
MarLovesGlee<3 escribió:Holis! :3
Ok, primero que nada: !Ni se te ocurra dejar el fic! ¡¿Ok?!
Bien C: ahora que todas estamos felices, sin inseguridades y sin amenazas de por medio... Comentemos :3
Me perdí un capítulo lo bueno es que ya me puse al día :3
No puedo creerlo... Las archi-enemigas en tregua por una borrachera... Bien.. Eso es un avance... De una manera poco tradicional pero avance al fin así que estoy conforme xD
Creo que percibi... ¿Faberry? No way! Ya me iban a dejar a mi Rachel botada cuando Quinn "Ebria fastidiosa" Fabray le recordó a la morena -de coraza dura pero corazón suavecito- que la pequeña diva estaba todavía en la casa xD No, que detalle. Nunca me imaginé eso después de que le dijo "Hobbit"
Awww Mike amor de mis amores ¿Estás triste porque labios de ancla te quitó a la rubia que tanto te costó invitar? Ven, yo estoy de consuelo :3 xDD Pobrecito we' de por sí que lo amo, lo describes con una sonrisa soñada de esas que matan ¿Y al final triste? !Mike, enamorate de mí! !Yo no me molesto!
Y después para completar lanzas la de Puck enamorado... ¿Y dices que quieres dejar el fic? Ok, quiero que sepas que tengo contactos y que puedo mandar a descontinuar tooodos los "Tacos al pastor"
¿Amenazando? ¿Quien?
Ok, basta de divagaciones xD
Espero la actuu!
Holiiiiii.
Bueni, ya. No lo dejaré, aunque tampoco quería hacerlo... pensaba que debía, pero no quería... En fin. Equis. Lo seguiré
Pues una tregua, tregua, tregua, lo que se dice TREGUA... Mmmmh... ni tanto. O bueno sí, pero ellas no lo saben. Son bien tontillas jiji. Y sí, es un muy grande avance, la verdad. A veces, el alcohol hace unos cuantos milagrillos.
OMG!! ¿LO PERCIBISTEEEEEEEE? Según yo lo había hecho "indetectable" Ahora no puedo evitar preguntarte (aunque creo las razones son obvias, pero aún así debo hacerlo) ¿CÓMO LO SUPISTE? OMG. Aunque quizá todo el mundo pudo percibirlo también... pero bueno. Mira, yo en el lugar de Quinn, viendo a la niña que me gusta platicando muy alegremente con mi novio... yo le hubiera dicho hasta de lo que se iba a morir... Yo creo que Quinn se quedó corta con eso de "Hobbit". O sea, ¡Celos a la cuarta potencia! Además, tenía que aparentar :/ Tú sabes jiji.
¿Acaso me escribiste "We"? No manches ¡pensé (erróneamente, al parecer) que era un modismo exclusivo de la zona norte de México! Bueno, equis.
Pues así era que quería describir su preciosa sonrisa. A mí también me parece total y completamente adorable, pero ahí creo que sí te equivocas. Yo no creo que Mike estuviera triste por eso... Más bien, estaba desilusionado, y se refugió en el alcohol. Jajaja, me pareció una escena imaginaria adorable y graciosa, pero bueno... ¡A mí me gustaría que Mike se enamorara de ti! Pero lo siento... :( Hay otra en tu lugar ♪... Pero no te apures. Cayó en buenas manos, eso sí :)
Okey, bueno... Creo si me quitaran mis amados tacos al pastor, yo moriría de tristeza, desolación... ¡HAMBRE! Y pues muerta ya no puedo escribir... Así que eso de descontinuar los tacos al pastor sería algo contraproducente. :/ Piensa en otro castigo donde... no sé... NO ME MATES :(
¿Amenazas? ¿De ti? ¿Dónde? :S je.
Sí, basta de ellas. No sé si actualice hoy, pero no podía esperar a contestar comentarios. Actualizaré pronto, eso sí :)
Elisika-sama escribió:Esta muy bien esta historia, me encantan las Brittana rivales, le da un gran toque picante a la historia. Además de que escribes súper bien. Esperare impaciente el próximo capítulo. Ahora pensaré como juntaras a las Brittana: un momentazo de deseo borracho? Se darán cuenta de que realmente se gustan y todo se romperá en una frustación sexual contenida? Ya sabes, como dicen, del amor al odio hay un paso.
Nos leemos pronto
Hola, ¡a mí también me encantan! A mí, la verdad me dan ternura y me parecen muy cómicas. Y gracias, a mí me encanta la manera en que escribes tú :)
No me gusta dar adelantos... a mí me gustaría que fuera así... pero con éstas nunca se sabe. Y sí, así dicen. Me provoca gracia ese dicho.
Que bueno que te guste, y sí, nos seguimos leyendo. Gracias por leer :D
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo V: Resaca emocional.
Heeey, soy yo con un nuevo capítulo :) He querido subir antes, pero no he podido hasta hoy. Ha sido una semana de locos para mí. YA ME GRADUÉ :D He estado toda la pasada semana de aquí para allá, con cosas de la escuela... Y aún no acabo. Es irónico porque ya me gradué, pero aún sigo llendo :/ larga historia...
No dejaré el Fic. Pensaba hacerlo, aunque no quería, pero sus comentarios lindos me dijeron que no lo hiciera... ENTONCES NO SE HACEEEE MIJOOOOS :) en fin. Aquí se los dejo :)
Abrió sus ojos y al instante se arrepintió. ¿Dónde estaba? Tenía una sed horrible, sin mencionar su fuerte dolor de cabeza que la hacía entrecerrar aún más sus ojos. Sentía una pierna oprimiendo su estómago. Era la de Rachel, quién se encontraba aún dormida a sus anchas. Se incorporó sobre sus hombros para tener una mejor vista y se encontró también con Kitty y Sugar, que aún seguían dormidas igual que Rachel, con una pierna allá, un brazo acá… por un momento pensó que quizá estuvieran desmayadas… o muertas. Se encontraban en una sala completamente desconocida para ella. ¿Sería la de Sugar, o la de Kitty? Se llevó una mano a su frente, en busca de alivio para el terrible dolor de cabeza que tenía.
—No vuelvo a beber. —Se prometió a sí misma.
Sentía un horrible sabor de boca. Comenzó a tratar de recordar lo que había sucedido anoche… pero no. Nada le venía a la mente con claridad. Sólo escenas a medias… escenas sin sentido. Decidió no intentarlo más, pues sabía que jamás podría recordar. ¿Cómo había llegado hasta ahí?
Se puso de pie como pudo y le dio otro vistazo a su alrededor. La sala en donde estaba era muy humilde. No podía ser de Sugar. No era un lugar pequeño, ni pobre, solo era humilde. Sus tres amigas aún seguían tiradas.
—Rachel… Rachel…
Le dio pequeñas pataditas a su amiga en su estómago con su pie, pero nada. Comenzó a dar vueltas a su alrededor buscando su celular, pero eso no fue lo que encontró.
Había una mesita esquinera, en donde había una lámpara que se encontraba apagada, una vela (supuso que era aromática) y una foto de tamaño mediano enmarcada. Pudo distinguir a una familia, pero no la veía bien. La tomó en sus manos y la acercó a su rostro.
Eran tres muchachos y la que supuso que era la madre, aunque no se veía muy mayor. Era una familia. El chico y la madre eran idénticos, mientras que las dos muchachas también parecían gemelas, si no fuera porque una parecía de trece años y la otra de dieciséis. Eran Santana y su familia. La latina se veía diferente. Se veía… ¿Feliz? Claro que estaba feliz. Tenía una deslumbrante sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura y hacía que sus rosadas mejillas se hicieran aún más grandes de lo que ya son, sin mencionar los pequeños hoyuelos que se le hacían en ambas. Sus ojos marrones destellaban de una manera que a Brittany le parecían estrellas. ¿Por qué no podía sonreír así siempre? Se veía sumamente adorable. Las otras tres personas también sonreían, pero no como ella. Brittany también sonrió. ¿Por qué? No lo supo sino hasta muchísimo después.
Entonces cayó en la cuenta… Había dormido en la casa de Santana. Esa debía ser la casa de Santana.
— ¿Qué haces, Pierce?
Ahí estaba la morena, con su ceño fruncido, un short rosa de pijamas diminuto y una blusita de tirantes. No llevaba brassier, de eso se quedó muy segura. La latina la veía desde el otro lado de la barra que separaba la sala de la cocina. De lo rápido que se había girado para verla, su cabeza le palpitó y le dolió un poco más. Frunció el ceño involuntariamente.
— ¿Tú qué haces?
No pudo detener esas palabras de su boca. Se trabó. No supo si por el dolor de cabeza o por Santana y sus prendas. De inmediato se dio cuenta de lo tonta que debió escucharse.
—Bueno, es mi casa, y tengo hambre. —Contestó sin más— ¿Qué…? ¿Qué estás viendo? —Agregó ahora, con voz un poco temblorosa.
¡No estoy viendo tus pechos! Casi le gritaba, pero se dio cuenta de que a lo que Santana se refería, era a la fotografía. Dudó sobre dejarla en donde había estado y negarlo todo. Hizo lo contrario.
—Santana sonriendo. ¡Pronto! ¡Pidamos un deseo! —Se mofó Brittany con una sonrisa mostrándole su foto a la morena.
Santana dejó salir una sonrisita irónica, sarcástica e indignada.
—Ugh. Definitivamente me caes mucho mejor cuando estás ebria.
Oh, dios. Le caía mucho mejor cuando estaba ebria. ¿Estuvo con ella en sus momentos? Sintió el corazón írsele a la garganta. Las estupideces que habrá hecho o dicho y Santana en un lado… viéndolas y escuchándolas todas. Seguramente burlándose de ella.
Santana vio que Brittany no respondía. Parecía ausente. Trató de no romper a reír.
— ¿Qué? ¿Acaso no lo recuerdas? —Preguntó para burlarse, aunque no sabía que en efecto, Brittany no recordaba nada.
Al darse cuenta de ello, ahora sí rompió a reír escandalosamente.
— ¡Oh, por dios! ¡No lo recuerdas! —Dijo entre risas— ¿Qué pasa contigo, Pierce? ¿Cuánto bebiste?
La risa de Santana se apagó un poco, aunque no completamente. No quería que se notara que la noche anterior se había preguntado lo mismo, solo que en ese entonces estaba preocupada.
—Cállate. Tú debes estar igual. Tú también bebiste. —Le dijo Brittany, más para no quedarse callada que por otra cosa.
—Claro que bebí. Te apuesto a que bebí más que tú. Pero para que lo sepas, yo requiero más de quince cervezas para ponerme borracha.
Eso no era del todo cierto, pero ¿Qué más daba? Brittany no lo recordaría. La verdad, era un alivio que Brittany no recordara la noche anterior. Seguramente no recordaría que le limpió el vómito de la cara, la llevó a su casa a dormir y le quitó a Sam de encima, salvando su dignidad. Así se le haría más fácil hacer como si nada hubiera pasado.
— ¿Quieren callarse de una puta vez? No dejan dormir.
Quinn apareció desde la otra puerta de la cocina. Llevaba casi las mismas ropas que Santana. Sí, seguro durmieron juntas. Corrección: Durmieron juntas sin brassier. Estaba en las mismas condiciones que ella, seguramente. Sus ojos estaban casi cerrados y su ceño notablemente fruncido. Su cabeza debía dolerle hasta el alma, como a ella.
—Que bonita cruda te cargas. —Se burló Santana.
— ¿Qué hora es? —Preguntó la rubia soñolienta, tallándose los ojos.
—Ya van a dar las doce del mediodía. —Contestó la morena, sacando un plato hondo de los estantes superiores a la estufa, de donde seguramente había visto la hora, pues era de esas que tenían un reloj digital integrado.
— ¡LAS DOCE! —Gritó Brittany.
Fue corriendo a dejar la fotografía de donde la había tomado y comenzó a mover a Rachel exageradamente de un lado a otro para que despertara.
— ¡Rachel, despierta! —Le gritaba Brittany— ¡Nos van a matar! ¡RACHEL!
Después de un pequeño instante, las que despertaron fueron Sugar y Kitty, que se revolvieron entre las Sabanas tiradas en la alfombra de la sala. Se veían igual que Quinn y Brittany al despertar, víctimas de una pesada resaca. Las dos chicas más pequeñas contemplaban la escena confundidas y hasta un poco preocupadas.
— ¿Estará muerta? —Preguntó Sugar, con su voz notablemente ronca.
—No. —Contestó Brittany—Sólo tiene el sueño muy pesado…
— ¡YO LO ARREGLO!
Antes de que Brittany pudiera reaccionar, Quinn ya le había vaciado una pequeña cubeta con agua a Rachel, de lo más divertida, y Santana se encontraba en un lado de ella comiendo cereal.
Rachel se incorporó al instante. Su semblante no tenía precio. Estaba con los ojos muy abiertos y con su boca formando una perfecta completa “o”. Aspiró aire escandalosamente. Había risas con resaca por todos lados.
— ¿Pe…? ¿PERO QUÉ T-TE CREES Q-QUE HA-ACES?
Rachel no apartaba la vista de Quinn, y ella estaba estática. Al parecer, hasta ahora se daba cuenta de la gravedad de la situación y que aquello no había sido una buena idea.
—Rachel, tranquilízate. La verdad es que creo que era la única manera de poder despertarte. Si no lo hacía Quinn, hubiera terminado haciéndolo yo.
La castaña ahora dirigió su furiosa mirada a Brittany, pero la rubia le sonreía. Se giró hacia Quinn de nuevo.
—Ugh. Pues lo hubieras hecho tú. —Le dijo a Brittany, aunque asesinando con la mirada a Quinn.
La castaña se levantó y se fue en busca del baño. Sugar y Kitty se miraron confundidas y luego miraron a Santana y a Brittany, como pidiendo explicaciones, pero ninguna se percató de ello.
— ¿Alguien tiene alguna idea de qué rayos pasó ayer? —Preguntó Kitty, encerrando sus palabras en un tono amargo. Le dolía cada movimiento que tenía que hacer con la cara.
Brittany agradeció internamente a Kitty por aquella pregunta que ella misma no se animaba a hacer.
— ¿Santana?
Santana titubeó.
—Hummm… Bueno… No lo sé… Yo sólo recuerdo… Mmmmh…
¿Por qué titubeaba tanto? Ella nunca titubeaba.
— ¿Estabas borracha tú también? —Preguntó Kitty.
— ¡No! —Se defendió rápidamente Santana.
—Entonces no les veo justificación a tus repentinos titubeos, Lopez.
—Bueno, es que no sé decirles todas las cosas que hicieron porque no estuve con ustedes todo el rato. —Se explicó algo insegura—Sólo cuando pretendían romper vidrios con sus voces en el karaoke. Para mi desgracia, fue ahí donde estuve con ustedes.
— ¿Dónde estuviste si no fue con nosotras? —Preguntó curiosa Sugar.
—Con Puck. —Contestó Santana.
Sugar y Kitty intercambiaron miradas cómplices y rieron bajito. Santana pudo percatarse de ello, al igual que Brittany.
— ¿Qué les causa tanta gracia? —Preguntó Santana con el ceño fruncido.
—Que estés aquí. —Dijeron las dos chicas al unísono, aún con sus risitas.
Santana se estaba sintiendo poco a poco más y más desnuda. Sintió sus mejillas ponerse coloradas. Se hubiera abrazado a sí misma si no hubiera tenido el cereal en las manos.
— ¿No son un poco chicas para pensar en esas cosas? —Preguntó, tratando de que todo lo que sentía en ese momento no se notara.
—Tú sólo eres un año mayor que nosotras. —Alegó Sugar con una sonrisa.
—Y yo creo que para ese entonces, tu gran V ya no…
— ¡Kitty! —La reprendió Santana.
Era muy extraño. Estaba segura de que en otra situación hubiera hablado abiertamente sobre todo aquello… Pero ahora era como si le diera vergüenza. Lo único que quería, era que Sugar y Kitty dejaran de hablar de eso. ¿Era mucho pedir?
—Dicen que perder la gran V duele. ¿Es cierto?
Sí. Aparentemente, sí era mucho pedir.
—Sugar, éstas preguntas deberías hacérselas a tu mamá o yo qué sé…
—Santana, por favor. Tú y Puck son como mis padres, así que prácticamente le estoy pidiendo información sexual a mi experimentada madre…
— ¡Sugar!
—Entonces… ¿No pasó nada?
Oh, Kitty y sus valiosas preguntas.
—Aunque hubiera pasado algo, ni sueñen que se los contaría.
—Ya. ¿Ni siquiera un pequeño besito?
Ay Kitty, estabas dando justo en el blanco. Santana sintió el rubor subir a sus mejillas, si aún se podía más. De repente, el cereal pasó a segundo plano.
—Kitty, tú sabes que siempre nos besamos… ¿Por qué preguntas…?
—Lo sé. Pero, ¿No ha sido especial? Ya sabes…
Sí. Ahora que lo pensaba, sí había sido especial, pero no de la forma que Kitty esperaba.
—Jake me dijo que ha estado muy raro. —Siguió Kitty—Yo estoy segura de que es por ti.
—Voy… Voy a dejar esto… a la cocina. —Dijo, refiriéndose al cereal.
—Claro, Puckerwoman.
Sugar y Kitty echaron a reír. Santana sonrió vagamente, tratando de demostras qe la pasada situación no le incomodaba para nada, y Brittany retenía y guardaba información. Entonces, obviamente Santana no era virgen. En el fondo, se asombró un poco, aunque ya se lo temía.
— ¡Rachel! ¡Rachel!
Por lógica, uno asume que no se puede gritar en voz baja, pero ahora Quinn se encontraba haciendo eso mientras iba detrás de una castaña que se dirigía furiosa y empapada al cuarto de baño.
Una vez dentro trató de cerrar la puerta, pero un diminuto pie descalzo se lo impidió. Quinn soltó un grito de dolor que rogó que nadie haya escuchado.
—Esa fue una muy mala idea…—Dijo la rubia con una mueca de dolor una vez dentro de aquella habitación y cerró la puerta.
Rachel contuvo como pudo sus risas. Estaba indignada no dejaría que aquella pesada e inmadura rubia la hiciera olvidarse de eso.
—Aléjate de mí. —Le ordenó dándole la espalda—No quiero verte.
—Rachel…—Decía Quinn en un tono suplicante—Sólo ha sido un pequeño balde con agua… Además, oíste a Brittany, de otra forma no hubieras despertado, y…
— ¿No lo entiendes, Quinn? No es sólo eso. Es… Todo. Desde que te conocí, no has hecho otra cosa más que bombardearme… Tú… Tú no entiendes el daño que me causas. Pero soy una estúpida. Sólo una estúpida podría anhelar algo que le hace tanto daño de la manera en que yo te anhelo a ti.
»Ayer, cuando estuve con Finn, supe que yo no quería eso para mí. Supe que yo quería a alguien como él. Alguien que jamás me hiciera daño. Alguien a quien le importara…
—Rachel, a mí me importas…
—Pues demuéstralo… Es gratis…
— ¿Sabes lo que yo sentí cuando te vi con Finn?
—Finn tu novio.
—Sí. Finn mi novio. Me quise morir. Lo hice. Me volví loca. Sentí unas ganas inmensas de golpearlo. También vi como lo veías. Como le sonreías. ¿Crees que soy tonta? ¿Que no me iba a dar cuenta? ¡Soy una chica, por dios santo! Me sé los truquitos al derecho y al revés…
—Si pretendes arreglar las cosas con ese tipo de confesiones, déjame decirte que no lo estás logrando…
—Rachel, necesito que me mires…
Quinn la tomó del brazo y la giró bruscamente para que la castaña le diera la cara.
— ¿Q…? ¿Quinn? ¿N…? ¿No traes bra-brassier? —Titubeó Rachel con la vista baja.
—No.
Rachel se mordió con fuerza su labio inferior, de manera completamente inconsciente. Quinn sonrió.
—Ve… Ve a ponerte uno.
— ¿Por qué? —No pudo contenerse las ganas de acortar la distancia— ¿Te incomoda que no traiga uno puesto?
Rachel retrocedía a medida que Quinn avanzaba, hasta topar con la barrita del lavabo, haciéndola parar de golpe y sentir de pronto el cuerpo de Quinn ceñido al suyo. Por si fuera poco, Quinn la tomó de la espalda baja y la apretó aún más a ella de manera brusca. Rachel soltó aire escandalosamente.
—Ve… Vete. —Jadeó Rachel, tomándola de sus rubios cabellos y acercándola a su cuello, porque de repente necesitaba la lengua de Quinn ahí.
—Me iré cuando enserio lo desees.
Quinn comenzó a restregarle sus pechos con vehemencia y a dejarle mordidas por todo su cuello. Rachel tomaba ruidosas bocanadas de aire. Necesitaba parar. Si seguía así, no podría…
—Quinn… Basta. —Exclamó, apartándola de ella—Vete. Vete y déjame.
Quinn la veía… ¿Triste? ¿Esa era su expresión? Sus fosas nasales se abrieron levemente, su ceño se elevaba y frunció los labios. Dios, que linda se veía así, aunque estuviera triste, Rachel no podía dejar que pensar que era la cosa más linda. Se quedó ahí unos segundos, observándola y analizándola. De pronto su semblante cambió.
— ¿Así serán las cosas? Bien. Pero que conste que yo no fui la que lo decidió. —Puso un pie fuera del baño, pero se detuvo— Y para que lo sepas, así, sin brassier, iré a ver a Finn ésta noche.
Cerró la puerta fuertemente detrás de ella, dejando a una Rachel dolida, confundida y empapada.
—Bueno, ya. —Dijo Sugar a Santana, apoyándose en la barrita de la cocina—Si no nos vas a contar de tu noche con Puck, al menos dinos cómo llegamos aquí.
Santana ahora estaba lavando los pocos trastos que había sucios. Nunca lo hacía, pero ahora era una excusa perfecta para darles la espalda a las tres chicas que estaban ahí.
—Pues tú, Rachel y Kitty llegaron en brazos de Puck. —Contestó Santana, con la mirada fija en el lavabo—Se quedaron dormidas en su camioneta…
— ¡Awwwwwwhh! —Gritaron Sugar y Kitty.
Santana ahora sí tenía que verlas. ¿Qué les causaba tanta ternura?
— ¡¿Qué rayos les sucede a ustedes dos?!
— ¡Puck te ama! —Gritaron de nuevo al mismo tiempo.
Santana las veía incrédula y con los ojos más abiertos de lo normal.
—Mira que cargar con tus amigas borrachas. ¿Acaso no es lindo? —Dijo Kitty, con una cara conmovida.
—Yo en tu lugar, ya me hubiera casado. —Intervino Sugar.
— ¡Seríamos cuñadas! —Saltó Kitty—Bueno… Medias cuñadas… Pero cuñadas al fin…
— ¡Ay, ya cállense las dos!
El grito de Santana era comprensible, ¿Pero el de Brittany? Ella misma ni siquiera podía creer que les hubiese gritado. Santana la veía anonadada.
— ¿Disculpa, Pierce?
— ¿Qué quieres? —Contestó ella, aunque sabía perfectamente el por qué la reacción de Santana.
—Ah, sí. A ti también tengo que refrescarte la memoria. ¿O recuerdas dónde te encontré?
Brittany calló. No, no recordaba nada.
Santana cayó en la cuenta de que debió haberse quedado callada. ¿Qué le iba a decir ahora? ¿Qué la salvó de Sam?
—Te… Te encontré con Sam. En la cama. —Mintió— ¿Ven? No soy la única a la que podrían pedirle consejos sexuales, chicas. Brittany también tiene su repertorio.
Brittany se quedó helada. Sintió todo su cuerpo palidecerse y frunció las piernas. No podía articular palabra.
—Te trajimos porque Sam se lo pidió a Puck. —Siguió Santana—Puck me pidió de favor a mí que si podías quedarte. Yo acepté sólo porque Puck me lo pidió.
Bueno… Quería saber cómo había llegado a casa de Santana. Ya lo sabía. Definitivamente, hay cosas que era mejor no saber.
Se puso de pie, sin expresión en su rostro y comenzó a andar.
— ¿A-Adónde vas? —Le preguntó Santana.
—Por Rachel. —Contestó Brittany—Ya es tarde y tenemos que irnos de aquí.
Antes de salir de la cocina, se topó con Quinn, quien venía entrando.
—Ponte un brassier. —Le dijo Brittany sin detenerse.
Quinn no le entendió. La miró desconcertada y se giró hacia las chicas que estaban ahí. Sugar y Kitty tenían la boca abierta de impresión. Santana parecía preocupada.
— ¿Qué le suce…?
—Tu auto está en casa de Mike. —La interrumpió Santana—No queda tan lejos, así que no habrá problema para ustedes cuando vayan por él…
—Ah, no. Tú irás conmigo.
— ¿Estás loca?
— ¿Estás loca tú? Tengo una resaca de los mil demonios ¿y tú quieres que vaya por mi auto, sola? Na-ah. Tú vienes conmigo.
—No es mi culpa que te hayas bebido hasta el agua de la pecera, Quinn.
—No, pero eres mi amiga y tienes que lidiar conmigo… Hoy por mí, mañana por ti. Andaaaaa.
Quinn hizo un puchero. Santana puso cara de asco. Sugar y Kitty rieron.
—Yo nunca me pongo borracha. No necesitaré de tus favores nunca. —Dijo Santana.
— ¿Y si te digo que te compraré comida y rentaré unas películas para verlas juntas?
Rayos, Quinn sabía cómo convencerla.
—Ahora que lo recuerdo…—Intervino Sugar—Creo que Rachel también llegó en auto. Si no está aquí, entonces debe estar ahí también…
— ¿Que yo qué?
Rachel y Brittany aparecieron en la cocina, con la cara lavada y notablemente más presentables.
—Tú también llegaste en auto a la casa de Mike ayer ¿No? —Le preguntó Sugar.
—Humm… Sí. ¿Por qué?
—Pues ya está. —Intervino ahora Kitty—Que Rachel y Quinn vayan por sus respectivos autos y luego vamos por unas películas…
Antes de que Quinn y Rachel pudieran protestar, Sugar intervino de nuevo:
— ¡Oigan! ¡Nos hemos estado olvidando de algo…!
Las chicas le dirigieron toda su atención.
— Quinn, ¿Recuerdas que me contaste que a principios de año fueron a la escuela rival con el equipo de porristas?
Quinn hizo memoria.
—Ah, sí. Me acuerdo.
—Bueno… ¿Por qué no lo hacemos? Me encantaría ver la cara de esas bobas cuando nos vean. —Propuso Sugar divertida.
—Ah, sí. Sería genial. ¿Santana? —La llamó Quinn, en busca de apoyo.
Santana titubeó. De nuevo. ¿Qué le pasaba?
—Hummm… No sé… Vayan, si quieren.
Quinn, Sugar, Kitty la miraron anonadadas. Rachel y Brittany no sabían de qué estaban hablando, pero estaban sorprendida de la reacción de las chicas.
—Es obligatorio que tú vayas, Santana. —Alegó Kitty.
— ¡Sí! —Intervino Sugar— Quiero decir… Vamos, eres Santana Lopez. ¿Quién mejor para intimidar?
—Debes admitir que tienen razón, San. —Le dijo Quinn—Esas tipas te tienen más miedo a ti que al mismo diablo.
Pero Santana no quería. Claro que no quería. ¿Miedo? No. Sabía la razón, y no la diría. Ni siquiera a Quinn. Pero si seguía negándose, sospecharían.
—Está bien. —Accedió por fin—Iremos a Rosewood ésta semana. Que esas tontas se preparen, porque no saben lo que les espera.
Quinn, Sugar y Kitty celebraron con saltitos. No tenían rastros de resaca ahora. Rachel y Brittany se miraron confundidas. ¿De qué rayos hablaban?
Decidieron ir todas por los autos, ya que Quinn le rogó a Santana que la acompañara así como Rachel lo hizo con Brittany. Las dos aceptaron de mala gana. Sugar y Kitty no querían quedarse solas en la casa, así que fueron con ellas.
La casa del asiático sólo se encontraba a cinco manzanas. Al llegar ahí, ni se molestaron en avisar a Mike. Supusieron que el chico estaría tirado en cama a causa de la cruda. Santana y Quinn subieron al Beetle junto con Sugar y Brittany y Rachel al Jetta clásico junto con Kitty, que casi se subió a la fuerza solo para asegurarse que las chicas regresarían a la casa de la latina . Fueron por comida, películas y regresaron a la casa de la latina. Brittany y Rachel se quedaron después de que Kitty y Sugar se pasaron rogándoles para que lo hicieran. Santana y Quinn no estaban tan contentas con ello, y ni a Brittany ni a Rachel tampoco les agradaba la idea. Brittany y Rachel alegaron que no tenían permiso, pero eso cambió cuando Sugar y Kitty llamaron a sus padres y estos accedieron, quedándose sin mas excusas para irse.
Sugar y Kitty se la pasaron de maravilla, mientras que las otras cuatro solo esperaban que la tarde se terminara para poder irse a no verse. Se incomodaban mutuamente.
Perdón si está feito, pero no lo podré editar hoy. Ya sé. Me van a matar. No les dí Brittana, pero espero compensarlas con un poquitín de Faberry, el cual, lo tenía según yo muy oculto. Ya veo que no :P. Espero no me odien. Prometo que el próximo estará más larguito. Porfas, díganme qué les pareció. Besoooooos :)
No dejaré el Fic. Pensaba hacerlo, aunque no quería, pero sus comentarios lindos me dijeron que no lo hiciera... ENTONCES NO SE HACEEEE MIJOOOOS :) en fin. Aquí se los dejo :)
5.
Resaca emocional.
Resaca emocional.
Abrió sus ojos y al instante se arrepintió. ¿Dónde estaba? Tenía una sed horrible, sin mencionar su fuerte dolor de cabeza que la hacía entrecerrar aún más sus ojos. Sentía una pierna oprimiendo su estómago. Era la de Rachel, quién se encontraba aún dormida a sus anchas. Se incorporó sobre sus hombros para tener una mejor vista y se encontró también con Kitty y Sugar, que aún seguían dormidas igual que Rachel, con una pierna allá, un brazo acá… por un momento pensó que quizá estuvieran desmayadas… o muertas. Se encontraban en una sala completamente desconocida para ella. ¿Sería la de Sugar, o la de Kitty? Se llevó una mano a su frente, en busca de alivio para el terrible dolor de cabeza que tenía.
—No vuelvo a beber. —Se prometió a sí misma.
Sentía un horrible sabor de boca. Comenzó a tratar de recordar lo que había sucedido anoche… pero no. Nada le venía a la mente con claridad. Sólo escenas a medias… escenas sin sentido. Decidió no intentarlo más, pues sabía que jamás podría recordar. ¿Cómo había llegado hasta ahí?
Se puso de pie como pudo y le dio otro vistazo a su alrededor. La sala en donde estaba era muy humilde. No podía ser de Sugar. No era un lugar pequeño, ni pobre, solo era humilde. Sus tres amigas aún seguían tiradas.
—Rachel… Rachel…
Le dio pequeñas pataditas a su amiga en su estómago con su pie, pero nada. Comenzó a dar vueltas a su alrededor buscando su celular, pero eso no fue lo que encontró.
Había una mesita esquinera, en donde había una lámpara que se encontraba apagada, una vela (supuso que era aromática) y una foto de tamaño mediano enmarcada. Pudo distinguir a una familia, pero no la veía bien. La tomó en sus manos y la acercó a su rostro.
Eran tres muchachos y la que supuso que era la madre, aunque no se veía muy mayor. Era una familia. El chico y la madre eran idénticos, mientras que las dos muchachas también parecían gemelas, si no fuera porque una parecía de trece años y la otra de dieciséis. Eran Santana y su familia. La latina se veía diferente. Se veía… ¿Feliz? Claro que estaba feliz. Tenía una deslumbrante sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura y hacía que sus rosadas mejillas se hicieran aún más grandes de lo que ya son, sin mencionar los pequeños hoyuelos que se le hacían en ambas. Sus ojos marrones destellaban de una manera que a Brittany le parecían estrellas. ¿Por qué no podía sonreír así siempre? Se veía sumamente adorable. Las otras tres personas también sonreían, pero no como ella. Brittany también sonrió. ¿Por qué? No lo supo sino hasta muchísimo después.
Entonces cayó en la cuenta… Había dormido en la casa de Santana. Esa debía ser la casa de Santana.
— ¿Qué haces, Pierce?
Ahí estaba la morena, con su ceño fruncido, un short rosa de pijamas diminuto y una blusita de tirantes. No llevaba brassier, de eso se quedó muy segura. La latina la veía desde el otro lado de la barra que separaba la sala de la cocina. De lo rápido que se había girado para verla, su cabeza le palpitó y le dolió un poco más. Frunció el ceño involuntariamente.
— ¿Tú qué haces?
No pudo detener esas palabras de su boca. Se trabó. No supo si por el dolor de cabeza o por Santana y sus prendas. De inmediato se dio cuenta de lo tonta que debió escucharse.
—Bueno, es mi casa, y tengo hambre. —Contestó sin más— ¿Qué…? ¿Qué estás viendo? —Agregó ahora, con voz un poco temblorosa.
¡No estoy viendo tus pechos! Casi le gritaba, pero se dio cuenta de que a lo que Santana se refería, era a la fotografía. Dudó sobre dejarla en donde había estado y negarlo todo. Hizo lo contrario.
—Santana sonriendo. ¡Pronto! ¡Pidamos un deseo! —Se mofó Brittany con una sonrisa mostrándole su foto a la morena.
Santana dejó salir una sonrisita irónica, sarcástica e indignada.
—Ugh. Definitivamente me caes mucho mejor cuando estás ebria.
Oh, dios. Le caía mucho mejor cuando estaba ebria. ¿Estuvo con ella en sus momentos? Sintió el corazón írsele a la garganta. Las estupideces que habrá hecho o dicho y Santana en un lado… viéndolas y escuchándolas todas. Seguramente burlándose de ella.
Santana vio que Brittany no respondía. Parecía ausente. Trató de no romper a reír.
— ¿Qué? ¿Acaso no lo recuerdas? —Preguntó para burlarse, aunque no sabía que en efecto, Brittany no recordaba nada.
Al darse cuenta de ello, ahora sí rompió a reír escandalosamente.
— ¡Oh, por dios! ¡No lo recuerdas! —Dijo entre risas— ¿Qué pasa contigo, Pierce? ¿Cuánto bebiste?
La risa de Santana se apagó un poco, aunque no completamente. No quería que se notara que la noche anterior se había preguntado lo mismo, solo que en ese entonces estaba preocupada.
—Cállate. Tú debes estar igual. Tú también bebiste. —Le dijo Brittany, más para no quedarse callada que por otra cosa.
—Claro que bebí. Te apuesto a que bebí más que tú. Pero para que lo sepas, yo requiero más de quince cervezas para ponerme borracha.
Eso no era del todo cierto, pero ¿Qué más daba? Brittany no lo recordaría. La verdad, era un alivio que Brittany no recordara la noche anterior. Seguramente no recordaría que le limpió el vómito de la cara, la llevó a su casa a dormir y le quitó a Sam de encima, salvando su dignidad. Así se le haría más fácil hacer como si nada hubiera pasado.
— ¿Quieren callarse de una puta vez? No dejan dormir.
Quinn apareció desde la otra puerta de la cocina. Llevaba casi las mismas ropas que Santana. Sí, seguro durmieron juntas. Corrección: Durmieron juntas sin brassier. Estaba en las mismas condiciones que ella, seguramente. Sus ojos estaban casi cerrados y su ceño notablemente fruncido. Su cabeza debía dolerle hasta el alma, como a ella.
—Que bonita cruda te cargas. —Se burló Santana.
— ¿Qué hora es? —Preguntó la rubia soñolienta, tallándose los ojos.
—Ya van a dar las doce del mediodía. —Contestó la morena, sacando un plato hondo de los estantes superiores a la estufa, de donde seguramente había visto la hora, pues era de esas que tenían un reloj digital integrado.
— ¡LAS DOCE! —Gritó Brittany.
Fue corriendo a dejar la fotografía de donde la había tomado y comenzó a mover a Rachel exageradamente de un lado a otro para que despertara.
— ¡Rachel, despierta! —Le gritaba Brittany— ¡Nos van a matar! ¡RACHEL!
Después de un pequeño instante, las que despertaron fueron Sugar y Kitty, que se revolvieron entre las Sabanas tiradas en la alfombra de la sala. Se veían igual que Quinn y Brittany al despertar, víctimas de una pesada resaca. Las dos chicas más pequeñas contemplaban la escena confundidas y hasta un poco preocupadas.
— ¿Estará muerta? —Preguntó Sugar, con su voz notablemente ronca.
—No. —Contestó Brittany—Sólo tiene el sueño muy pesado…
— ¡YO LO ARREGLO!
Antes de que Brittany pudiera reaccionar, Quinn ya le había vaciado una pequeña cubeta con agua a Rachel, de lo más divertida, y Santana se encontraba en un lado de ella comiendo cereal.
Rachel se incorporó al instante. Su semblante no tenía precio. Estaba con los ojos muy abiertos y con su boca formando una perfecta completa “o”. Aspiró aire escandalosamente. Había risas con resaca por todos lados.
— ¿Pe…? ¿PERO QUÉ T-TE CREES Q-QUE HA-ACES?
Rachel no apartaba la vista de Quinn, y ella estaba estática. Al parecer, hasta ahora se daba cuenta de la gravedad de la situación y que aquello no había sido una buena idea.
—Rachel, tranquilízate. La verdad es que creo que era la única manera de poder despertarte. Si no lo hacía Quinn, hubiera terminado haciéndolo yo.
La castaña ahora dirigió su furiosa mirada a Brittany, pero la rubia le sonreía. Se giró hacia Quinn de nuevo.
—Ugh. Pues lo hubieras hecho tú. —Le dijo a Brittany, aunque asesinando con la mirada a Quinn.
La castaña se levantó y se fue en busca del baño. Sugar y Kitty se miraron confundidas y luego miraron a Santana y a Brittany, como pidiendo explicaciones, pero ninguna se percató de ello.
— ¿Alguien tiene alguna idea de qué rayos pasó ayer? —Preguntó Kitty, encerrando sus palabras en un tono amargo. Le dolía cada movimiento que tenía que hacer con la cara.
Brittany agradeció internamente a Kitty por aquella pregunta que ella misma no se animaba a hacer.
— ¿Santana?
Santana titubeó.
—Hummm… Bueno… No lo sé… Yo sólo recuerdo… Mmmmh…
¿Por qué titubeaba tanto? Ella nunca titubeaba.
— ¿Estabas borracha tú también? —Preguntó Kitty.
— ¡No! —Se defendió rápidamente Santana.
—Entonces no les veo justificación a tus repentinos titubeos, Lopez.
—Bueno, es que no sé decirles todas las cosas que hicieron porque no estuve con ustedes todo el rato. —Se explicó algo insegura—Sólo cuando pretendían romper vidrios con sus voces en el karaoke. Para mi desgracia, fue ahí donde estuve con ustedes.
— ¿Dónde estuviste si no fue con nosotras? —Preguntó curiosa Sugar.
—Con Puck. —Contestó Santana.
Sugar y Kitty intercambiaron miradas cómplices y rieron bajito. Santana pudo percatarse de ello, al igual que Brittany.
— ¿Qué les causa tanta gracia? —Preguntó Santana con el ceño fruncido.
—Que estés aquí. —Dijeron las dos chicas al unísono, aún con sus risitas.
Santana se estaba sintiendo poco a poco más y más desnuda. Sintió sus mejillas ponerse coloradas. Se hubiera abrazado a sí misma si no hubiera tenido el cereal en las manos.
— ¿No son un poco chicas para pensar en esas cosas? —Preguntó, tratando de que todo lo que sentía en ese momento no se notara.
—Tú sólo eres un año mayor que nosotras. —Alegó Sugar con una sonrisa.
—Y yo creo que para ese entonces, tu gran V ya no…
— ¡Kitty! —La reprendió Santana.
Era muy extraño. Estaba segura de que en otra situación hubiera hablado abiertamente sobre todo aquello… Pero ahora era como si le diera vergüenza. Lo único que quería, era que Sugar y Kitty dejaran de hablar de eso. ¿Era mucho pedir?
—Dicen que perder la gran V duele. ¿Es cierto?
Sí. Aparentemente, sí era mucho pedir.
—Sugar, éstas preguntas deberías hacérselas a tu mamá o yo qué sé…
—Santana, por favor. Tú y Puck son como mis padres, así que prácticamente le estoy pidiendo información sexual a mi experimentada madre…
— ¡Sugar!
—Entonces… ¿No pasó nada?
Oh, Kitty y sus valiosas preguntas.
—Aunque hubiera pasado algo, ni sueñen que se los contaría.
—Ya. ¿Ni siquiera un pequeño besito?
Ay Kitty, estabas dando justo en el blanco. Santana sintió el rubor subir a sus mejillas, si aún se podía más. De repente, el cereal pasó a segundo plano.
—Kitty, tú sabes que siempre nos besamos… ¿Por qué preguntas…?
—Lo sé. Pero, ¿No ha sido especial? Ya sabes…
Sí. Ahora que lo pensaba, sí había sido especial, pero no de la forma que Kitty esperaba.
—Jake me dijo que ha estado muy raro. —Siguió Kitty—Yo estoy segura de que es por ti.
—Voy… Voy a dejar esto… a la cocina. —Dijo, refiriéndose al cereal.
—Claro, Puckerwoman.
Sugar y Kitty echaron a reír. Santana sonrió vagamente, tratando de demostras qe la pasada situación no le incomodaba para nada, y Brittany retenía y guardaba información. Entonces, obviamente Santana no era virgen. En el fondo, se asombró un poco, aunque ya se lo temía.
— ¡Rachel! ¡Rachel!
Por lógica, uno asume que no se puede gritar en voz baja, pero ahora Quinn se encontraba haciendo eso mientras iba detrás de una castaña que se dirigía furiosa y empapada al cuarto de baño.
Una vez dentro trató de cerrar la puerta, pero un diminuto pie descalzo se lo impidió. Quinn soltó un grito de dolor que rogó que nadie haya escuchado.
—Esa fue una muy mala idea…—Dijo la rubia con una mueca de dolor una vez dentro de aquella habitación y cerró la puerta.
Rachel contuvo como pudo sus risas. Estaba indignada no dejaría que aquella pesada e inmadura rubia la hiciera olvidarse de eso.
—Aléjate de mí. —Le ordenó dándole la espalda—No quiero verte.
—Rachel…—Decía Quinn en un tono suplicante—Sólo ha sido un pequeño balde con agua… Además, oíste a Brittany, de otra forma no hubieras despertado, y…
— ¿No lo entiendes, Quinn? No es sólo eso. Es… Todo. Desde que te conocí, no has hecho otra cosa más que bombardearme… Tú… Tú no entiendes el daño que me causas. Pero soy una estúpida. Sólo una estúpida podría anhelar algo que le hace tanto daño de la manera en que yo te anhelo a ti.
»Ayer, cuando estuve con Finn, supe que yo no quería eso para mí. Supe que yo quería a alguien como él. Alguien que jamás me hiciera daño. Alguien a quien le importara…
—Rachel, a mí me importas…
—Pues demuéstralo… Es gratis…
— ¿Sabes lo que yo sentí cuando te vi con Finn?
—Finn tu novio.
—Sí. Finn mi novio. Me quise morir. Lo hice. Me volví loca. Sentí unas ganas inmensas de golpearlo. También vi como lo veías. Como le sonreías. ¿Crees que soy tonta? ¿Que no me iba a dar cuenta? ¡Soy una chica, por dios santo! Me sé los truquitos al derecho y al revés…
—Si pretendes arreglar las cosas con ese tipo de confesiones, déjame decirte que no lo estás logrando…
—Rachel, necesito que me mires…
Quinn la tomó del brazo y la giró bruscamente para que la castaña le diera la cara.
— ¿Q…? ¿Quinn? ¿N…? ¿No traes bra-brassier? —Titubeó Rachel con la vista baja.
—No.
Rachel se mordió con fuerza su labio inferior, de manera completamente inconsciente. Quinn sonrió.
—Ve… Ve a ponerte uno.
— ¿Por qué? —No pudo contenerse las ganas de acortar la distancia— ¿Te incomoda que no traiga uno puesto?
Rachel retrocedía a medida que Quinn avanzaba, hasta topar con la barrita del lavabo, haciéndola parar de golpe y sentir de pronto el cuerpo de Quinn ceñido al suyo. Por si fuera poco, Quinn la tomó de la espalda baja y la apretó aún más a ella de manera brusca. Rachel soltó aire escandalosamente.
—Ve… Vete. —Jadeó Rachel, tomándola de sus rubios cabellos y acercándola a su cuello, porque de repente necesitaba la lengua de Quinn ahí.
—Me iré cuando enserio lo desees.
Quinn comenzó a restregarle sus pechos con vehemencia y a dejarle mordidas por todo su cuello. Rachel tomaba ruidosas bocanadas de aire. Necesitaba parar. Si seguía así, no podría…
—Quinn… Basta. —Exclamó, apartándola de ella—Vete. Vete y déjame.
Quinn la veía… ¿Triste? ¿Esa era su expresión? Sus fosas nasales se abrieron levemente, su ceño se elevaba y frunció los labios. Dios, que linda se veía así, aunque estuviera triste, Rachel no podía dejar que pensar que era la cosa más linda. Se quedó ahí unos segundos, observándola y analizándola. De pronto su semblante cambió.
— ¿Así serán las cosas? Bien. Pero que conste que yo no fui la que lo decidió. —Puso un pie fuera del baño, pero se detuvo— Y para que lo sepas, así, sin brassier, iré a ver a Finn ésta noche.
Cerró la puerta fuertemente detrás de ella, dejando a una Rachel dolida, confundida y empapada.
—Bueno, ya. —Dijo Sugar a Santana, apoyándose en la barrita de la cocina—Si no nos vas a contar de tu noche con Puck, al menos dinos cómo llegamos aquí.
Santana ahora estaba lavando los pocos trastos que había sucios. Nunca lo hacía, pero ahora era una excusa perfecta para darles la espalda a las tres chicas que estaban ahí.
—Pues tú, Rachel y Kitty llegaron en brazos de Puck. —Contestó Santana, con la mirada fija en el lavabo—Se quedaron dormidas en su camioneta…
— ¡Awwwwwwhh! —Gritaron Sugar y Kitty.
Santana ahora sí tenía que verlas. ¿Qué les causaba tanta ternura?
— ¡¿Qué rayos les sucede a ustedes dos?!
— ¡Puck te ama! —Gritaron de nuevo al mismo tiempo.
Santana las veía incrédula y con los ojos más abiertos de lo normal.
—Mira que cargar con tus amigas borrachas. ¿Acaso no es lindo? —Dijo Kitty, con una cara conmovida.
—Yo en tu lugar, ya me hubiera casado. —Intervino Sugar.
— ¡Seríamos cuñadas! —Saltó Kitty—Bueno… Medias cuñadas… Pero cuñadas al fin…
— ¡Ay, ya cállense las dos!
El grito de Santana era comprensible, ¿Pero el de Brittany? Ella misma ni siquiera podía creer que les hubiese gritado. Santana la veía anonadada.
— ¿Disculpa, Pierce?
— ¿Qué quieres? —Contestó ella, aunque sabía perfectamente el por qué la reacción de Santana.
—Ah, sí. A ti también tengo que refrescarte la memoria. ¿O recuerdas dónde te encontré?
Brittany calló. No, no recordaba nada.
Santana cayó en la cuenta de que debió haberse quedado callada. ¿Qué le iba a decir ahora? ¿Qué la salvó de Sam?
—Te… Te encontré con Sam. En la cama. —Mintió— ¿Ven? No soy la única a la que podrían pedirle consejos sexuales, chicas. Brittany también tiene su repertorio.
Brittany se quedó helada. Sintió todo su cuerpo palidecerse y frunció las piernas. No podía articular palabra.
—Te trajimos porque Sam se lo pidió a Puck. —Siguió Santana—Puck me pidió de favor a mí que si podías quedarte. Yo acepté sólo porque Puck me lo pidió.
Bueno… Quería saber cómo había llegado a casa de Santana. Ya lo sabía. Definitivamente, hay cosas que era mejor no saber.
Se puso de pie, sin expresión en su rostro y comenzó a andar.
— ¿A-Adónde vas? —Le preguntó Santana.
—Por Rachel. —Contestó Brittany—Ya es tarde y tenemos que irnos de aquí.
Antes de salir de la cocina, se topó con Quinn, quien venía entrando.
—Ponte un brassier. —Le dijo Brittany sin detenerse.
Quinn no le entendió. La miró desconcertada y se giró hacia las chicas que estaban ahí. Sugar y Kitty tenían la boca abierta de impresión. Santana parecía preocupada.
— ¿Qué le suce…?
—Tu auto está en casa de Mike. —La interrumpió Santana—No queda tan lejos, así que no habrá problema para ustedes cuando vayan por él…
—Ah, no. Tú irás conmigo.
— ¿Estás loca?
— ¿Estás loca tú? Tengo una resaca de los mil demonios ¿y tú quieres que vaya por mi auto, sola? Na-ah. Tú vienes conmigo.
—No es mi culpa que te hayas bebido hasta el agua de la pecera, Quinn.
—No, pero eres mi amiga y tienes que lidiar conmigo… Hoy por mí, mañana por ti. Andaaaaa.
Quinn hizo un puchero. Santana puso cara de asco. Sugar y Kitty rieron.
—Yo nunca me pongo borracha. No necesitaré de tus favores nunca. —Dijo Santana.
— ¿Y si te digo que te compraré comida y rentaré unas películas para verlas juntas?
Rayos, Quinn sabía cómo convencerla.
—Ahora que lo recuerdo…—Intervino Sugar—Creo que Rachel también llegó en auto. Si no está aquí, entonces debe estar ahí también…
— ¿Que yo qué?
Rachel y Brittany aparecieron en la cocina, con la cara lavada y notablemente más presentables.
—Tú también llegaste en auto a la casa de Mike ayer ¿No? —Le preguntó Sugar.
—Humm… Sí. ¿Por qué?
—Pues ya está. —Intervino ahora Kitty—Que Rachel y Quinn vayan por sus respectivos autos y luego vamos por unas películas…
Antes de que Quinn y Rachel pudieran protestar, Sugar intervino de nuevo:
— ¡Oigan! ¡Nos hemos estado olvidando de algo…!
Las chicas le dirigieron toda su atención.
— Quinn, ¿Recuerdas que me contaste que a principios de año fueron a la escuela rival con el equipo de porristas?
Quinn hizo memoria.
—Ah, sí. Me acuerdo.
—Bueno… ¿Por qué no lo hacemos? Me encantaría ver la cara de esas bobas cuando nos vean. —Propuso Sugar divertida.
—Ah, sí. Sería genial. ¿Santana? —La llamó Quinn, en busca de apoyo.
Santana titubeó. De nuevo. ¿Qué le pasaba?
—Hummm… No sé… Vayan, si quieren.
Quinn, Sugar, Kitty la miraron anonadadas. Rachel y Brittany no sabían de qué estaban hablando, pero estaban sorprendida de la reacción de las chicas.
—Es obligatorio que tú vayas, Santana. —Alegó Kitty.
— ¡Sí! —Intervino Sugar— Quiero decir… Vamos, eres Santana Lopez. ¿Quién mejor para intimidar?
—Debes admitir que tienen razón, San. —Le dijo Quinn—Esas tipas te tienen más miedo a ti que al mismo diablo.
Pero Santana no quería. Claro que no quería. ¿Miedo? No. Sabía la razón, y no la diría. Ni siquiera a Quinn. Pero si seguía negándose, sospecharían.
—Está bien. —Accedió por fin—Iremos a Rosewood ésta semana. Que esas tontas se preparen, porque no saben lo que les espera.
Quinn, Sugar y Kitty celebraron con saltitos. No tenían rastros de resaca ahora. Rachel y Brittany se miraron confundidas. ¿De qué rayos hablaban?
Decidieron ir todas por los autos, ya que Quinn le rogó a Santana que la acompañara así como Rachel lo hizo con Brittany. Las dos aceptaron de mala gana. Sugar y Kitty no querían quedarse solas en la casa, así que fueron con ellas.
La casa del asiático sólo se encontraba a cinco manzanas. Al llegar ahí, ni se molestaron en avisar a Mike. Supusieron que el chico estaría tirado en cama a causa de la cruda. Santana y Quinn subieron al Beetle junto con Sugar y Brittany y Rachel al Jetta clásico junto con Kitty, que casi se subió a la fuerza solo para asegurarse que las chicas regresarían a la casa de la latina . Fueron por comida, películas y regresaron a la casa de la latina. Brittany y Rachel se quedaron después de que Kitty y Sugar se pasaron rogándoles para que lo hicieran. Santana y Quinn no estaban tan contentas con ello, y ni a Brittany ni a Rachel tampoco les agradaba la idea. Brittany y Rachel alegaron que no tenían permiso, pero eso cambió cuando Sugar y Kitty llamaron a sus padres y estos accedieron, quedándose sin mas excusas para irse.
Sugar y Kitty se la pasaron de maravilla, mientras que las otras cuatro solo esperaban que la tarde se terminara para poder irse a no verse. Se incomodaban mutuamente.
Perdón si está feito, pero no lo podré editar hoy. Ya sé. Me van a matar. No les dí Brittana, pero espero compensarlas con un poquitín de Faberry, el cual, lo tenía según yo muy oculto. Ya veo que no :P. Espero no me odien. Prometo que el próximo estará más larguito. Porfas, díganme qué les pareció. Besoooooos :)
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:28 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hey hola estuvo bueno el cap solo que tienes razón falto brittana pero me gusto me gusta la amistad que tienen con sugar y kitty son muy graciosas las dos juntas y las faberry me gusta también esa pareja bueno espero actulices pronto.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
WOWW ME ENCANTA EL FIC PORFA NO LO ABANDONES!!!! YA QUE PUSISTE QUE LO HABIAS PENSADO.
QUIERO BRITTANA!!!!!! MAS BRITTANA. AUNQUE TODO PASO A PASO, ME ENCANTAN LOS CELOS QUE SE TIRAN UNA CON LA OTRA :)
QUIERO MAS CELOS BRITTANA SI SON MUTUOS MUCHO MEJOR!!!!
SALUDOS, ESPERO LA ACTU...
QUIERO BRITTANA!!!!!! MAS BRITTANA. AUNQUE TODO PASO A PASO, ME ENCANTAN LOS CELOS QUE SE TIRAN UNA CON LA OTRA :)
QUIERO MAS CELOS BRITTANA SI SON MUTUOS MUCHO MEJOR!!!!
SALUDOS, ESPERO LA ACTU...
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
dejar el fic NUNCA!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
ok ya esta bueno de caerse tan mal, vayan a la accion y que pase algo que tumbe la coraza de san y la haga mas vulnerable a los ojos de britt!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
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