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FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
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FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVII: Claro como el agua.
17.
Claro como el agua.
Claro como el agua.
Más tarde, después de que Brittany se había ido, dejándola con una horrible confusión en su cabeza -pero con una extraña y linda sensación en su… en ella-, recibió una llamada de Puck, invitándola a salir un rato a relajarse. Sabía exactamente la manera en la que Puck definía “relajarse” así que se encontró a ella misma negándose a salir con él, a pesar de las insistencias de su amigo. Sí, porque era su amigo. ¿La razón de su negación repentina? Una rubia de ojos azules que llegaría temprano a la mañana siguiente, junto con su enana y judía amiga. Claro, eso no se lo mencionó, sólo le dijo que no tenía ganas y que dejara de molestar. ¡Bien apenas podía aceptarlo ella misma! Ellas habían quedado en que las tres se juntarían en esa misma casa. La casa de Rachel no era una opción, porque la judía les había dicho que sus padres no eran tan flexibles con la idea de su hija en cortas faldas y meneando su trasero, así que podían descartar la casa de la castaña. Brittany se negó rotundamente, sin dar ningún tipo de explicación, cosa que a Santana le molestó un poco, pero pensando que no había ningún motivo válido por dicho enojo, ella no dijo nada y accedió a que los ensayos fueran en su casa. No era que Rachel, y mucho menos Brittany fueran unas completas ajenas al lugar. Además, de esa manera Santana no tendría que moverse de lugar, así que no protestó mucho.
Santana despertó temprano ese día. Algo, -o quizá, alguien- la mantenía más alerta de lo que ella quería aceptar. Ese día había transcurrido de una manera que Santana no se imaginó. Bueno, la verdad, no había pasado ningún acontecimiento que fuera “importante”. La verdad, a simple vista, el día había transcurrido con suma tranquilidad. No había ocurrido nada que ella no pensara que ocurriera. Sólo ensayaron. Rachel, ella y… Brittany. Pero ella no dejó de sentirse muy… rara… todo el día. Brittany en ocasiones le sonreía, o sólo la miraba, y eso se sentía… bien. Muy bien. En ese instante en el que sus miradas se cruzaban, se sentía realmente bien. Pero cuando ese instante se terminaba, todo volvía a ser muy confuso. Ella no soportaba eso. No soportaba sentirse sin control. Cuando Brittany la miraba, le sonreía, la tocaba, o sólo la rozaba sin querer… le quitaba el control que tanto se había esforzado por tener. Odiaba eso de Brittany. En ese momento, lo odiaba.
¿Qué rayos es esto? ¿Qué esta sucediéndome?
También odiaba el hecho de que Brittany no estaba haciendo absolutamente nada especial como para hacerla sentir… diferente. Ella sólo lo sentía, y no podía evitarlo. Brittany había prometido no volver a portarse de la manera en la que se había portado el día anterior. ¿Por qué? Claro…
Porque tú se lo pediste, idiota.
Y estaba cumpliendo su palabra, y Santana lo sabía. Aunque, de antemano sabía que Brittany lo cumpliría, sencillamente porque, desde que la conoció, ella había cumplido todas las pocas y vagas promesas que le había hecho. Bueno, tampoco era que tuviera la certeza absoluta de que así era, pero tampoco tenía razón para pensar que Brittany había hecho lo contrario y…
¿Por qué no podía sacarse a esa tonta chica de la cabeza?
Basta, Santana. No hagas eso.
Ya era lunes, y como habían prometido, el equipo casi completo de cheerios llegó a William McKinley antes que todos los demás, incluyendo profesores. Santana no tuvo mucho problema en ir a pie, aunque debía admitir que ya extrañaba a Quinn. El instituto será un infierno sin ella, de eso estuvo segura desde que puso un pie en el gimnasio y se dio cuenta de que ella no estaría por al menos una semana ahí, con ella.
Y ahí estaba Santana, sola en los casilleros de los baños de la escuela, agarrando valor para ir hacia las duchas que nunca NUNCA había pisado en su toda su vida de estudiante en McKinley. Nunca había tenido la necesidad, pues siempre ensayaban al final de las clases y podía ducharse llegando a su casa. Pero esta vez, tenía que hacerlo en la escuela. No podía ir por la escuela sucia. Y Quinn no estaba para llevarla hacia su casa y tomar esa ducha, así que tendría que hacerlo ahí.
De manera que pareciera algo completamente casual y para nada planeado, esperó a que todas las porristas terminaran de ducharse para hacerlo ella, porque de ninguna manera se ducharía con las demás ahí. Esa idea estaba completamente descartada. Entre ducharse en la misma regadera con Quinn y ducharse en las regaderas de la escuela, con todas las cheerios ahí, había un abismo de diferencia. Quinn era en verdad su mejor amiga, y ducharse con ella era completamente diferente.
No había nadie en los vestidores, y sabía que no había nadie en las regaderas. Era perfecto ¿no? ¿Qué pasaría si se paseara desnuda hasta llegar a las duchas? ¡Nada! No era nada complicado. Además, no había nadie. ¿Quién le diría algo?
Vamos, Santana. ¡No seas una bebé!
Debía dejar de tener miedo.
Lentamente se fue desnudando hasta quedar en ropa interior.
Son sólo tus bragas. ¡Nadie te verá!
Y se las quitó de golpe. Uh. Era una sensación muy rara. Primero se bajó rápidamente su bóxer femenino, y luego, se quitó su brassier. Bueno, tampoco esperaba sentirse como Juan por su casa, pero… aún así, era una sensación que la hacía estremecerse. Estaba completamente desnuda en los vestidores de la escuela, y se sentía, de una extraña manera… libre, aunque al mismo tiempo… completamente indefensa. Nunca se había dado cuenta de lo importante que era la ropa, ni de lo débil e indefenso que te podrías sentir sin ella.
Aunque la sensación de que alguien pudiera verla le aterraba, sabía que tenía que hacerlo. Quería que esa sensación se fuera. Quería sentirse… a gusto.
Sonrió tímidamente para ella misma, mientras se repasaba ella misma con la mirada, como si no se lo creyera.
—Este es el primer paso, Sanny. —Se dijo.
Dio un primer tímido y titubeante paso hacia las regaderas. Luego otro, y otro, y otro…
Bien. Esto no está siendo tan malo.
Además, tenía su toalla colgada a su brazo. En el remoto caso de que se encontrara con alguien, fácilmente podría cubrirse. Nada podía salir mal.
Ya estaba a pocos pasos de la ducha y Santana en ese momento comenzaba a pensar que ya nada podría salir mal. Era obvio que no había nadie más ahí y caminar desnuda por los vestidores le daba un tipo de confianza que hace mucho no sentía, por muy diminuta que fuera.
Dobló por la entrada de las duchas y se quedó total y completamente pasmada. Por un pequeño instante pensó que lo que tenía enfrente y a cinco regaderas de distancia era un espejo, pero esa idea se esfumó cuando se dio cuenta de que lo que debía ser su reflejo, en realidad era una persona más alta que ella, más blanca. Ella era rubia y estaba, al igual que ella… completamente desnuda.
Brittany también la miraba…
Ella jamás hubiera imaginado que vería lo que tenía enfrente. Santana estaba desnuda frente a ella. ¿Qué hacía ahí de… esa manera?
Va a ducharse, Brittany. No seas estúpida.
Pero… ¿Por qué en ese momento? Ella nunca la había visto en las duchas antes y estuvo segura de que no la vería. Y… a ella nunca le había pasado siquiera por la cabeza que la presencia de Santana en las duchas con ella la perturbaría de esa manera. ¿Era normal sentirse tan… excitada… al ver el cuerpo de una mujer? Porque Santana no era la única mujer en su vida a la que había visto desnuda, pero… nunca se había quedado tan pasmada. Brittany sólo rogaba que la morena no se diera cuenta del terrible e intenso color rojo que había teñido no solo sus mejillas, sino todo su rostro.
Un momento… Estaba desnuda… frente a Santana… ¡Oh dios!
— ¡Oh, dios!
— ¡Dios mío, Britt…! ¡Ahhh…!
Santana resbaló de lado estrepitosamente hacia uno de los cubículos de las regaderas con un grito ahogado, quedando escondida entre estas, a excepción por sus piernas.
Sus largas, morenas, torneadas y claramente suaves piernas…
Dios. ¿Qué demonios estaba pensando? ¡Debía ayudarla!
— ¡Santana! —Exclamó, yendo hacia ella por inercia— ¡¿Estás bien?!
— ¡¡NO TE ACERQUES!! —Le gritó Santana, escondida ahora completamente en el cubículo de la regadera.
Y Brittany se detuvo, asustada, porque Santana… bueno… nunca le había hablado de esa forma tan… desesperada.
—Santana… pero… ¿estás herida? ¿necesitas ayuda con…?
— ¡Estoy bien! —La interrumpió, con voz potente, pero al mismo tiempo, temblorosa—Sólo… ¡no te acerques!
—Santana, en serio creo que te has golpeado muy fuerte…
— ¡No te muevas de ahí! —Ordenó la morena, y Brittany aún aunque no podía verla, supo que no estaba bien, pero obedeció por lo terca que Santana era, y porque nunca había escuchado ese tono de urgencia— ¿Qué demonios haces aquí?
Aunque ese tono le recordaba a cuando Santana estaba de histérica en la bodega. Era el mismo timbre de voz el que usaba, pero este era muchísimo más grave. Más desesperado. Aunque, bueno, estaban desnudas… ¿De qué otra manera podría reaccionar?
Seguramente, no de la manera en la que tú reaccionaste, Brittany.
—Ducharme. ¿Qué no es obvio?
— ¡¿Por qué no te duchaste antes, cómo cualquier otra cheerio?!
—Buena pregunta. ¿Por qué no lo hiciste tú?
— ¡Yo pregunté primero!
Brittany bufó, derrotada.
—Me he duchado sola desde que Sylvester nos obligó a dar los ensayos matutinos. ¿Los recuerdas? Y sin embargo, yo no te había visto por aquí…
Bravo, Brittany. Ahora pensará que eres una acosadora… una acosadora sexual. Pensará que eres una acosadora sexual y ahora sí que te evitará. ¡¿Quieres calmarte de una buena vez?!
—Me refiero… a los vestidores. —Aclaró.
Pero Santana no dijo nada más.
Eres tan impulsiva, Brittany.
Pero otro grito de alarma de Santana la sacó de su incómodo pensamiento.
— ¡Dios!
— ¿Qué sucede? —Preguntó Brittany, de nuevo, alarmada— ¿Te pasó algo, San?
—Tengo… tengo… ¡Tengo sangre en mi cara!
— ¡Déjame ayudarte, San…!
— ¡Brittany, vístete!
Y eso fue lo que le recordó a Brittany que aún seguía desnuda, y que debía vestirse si planeaba ir con Santana.
En serio, Brittany ¿Qué sucede contigo hoy?
Se colgó la toalla al cuerpo y se hizo una especie de “nudo” a la altura de sus pechos para que la tela no callera. Caminó nerviosamente hacia el cubículo donde sabía que Santana estaba…
—Santana…
— ¡Espera!
E inmediatamente, Brittany se detuvo un paso antes de llegar con ella y verla.
— ¿Qué sucede? —Preguntó.
—Cierra los ojos. —Ordenó Santana, y aunque no pudo verla, Brittany supo que estaba muy muy nerviosa.
¿Estará igual de nerviosa que yo?
—Santana, sólo… sólo ponte tu toalla…
—Oh… ¡Sí!
— ¿Li-lista? ¿Ya no estás… desnuda?
—Brittany…—La llamó, y Brittany nunca la había oído tan… preocupada.
— ¿Sí?
—Sólo… Sólo no veas más que mi rostro. ¿Sí?
¿Era una broma? Ella estaba sangrando. No sabía qué tan grave era la herida, pero por el grito que había pegado, debía ser grave. Aunque, bueno… con Santana nunca se sabe.
¿Por qué se ponía tan nerviosa? No era que tuviera un cuerpo feo. Muchas chicas matarían por tener su cuerpo… hasta ella, tuvo que reconocer, pero quizá no de la manera casta y pura que debía.
—Claro que no, Santana. Yo quiero ver la herida.
Sí, claro. La herida…
Dicho esto, Brittany por fin pudo ver a Santana…
Ok. Bueno, al diablo.
Santana estaba sentada en el suelo de la regadera y tenía el rostro cubierto en sangre, y Brittany sólo pudo aguantarse las ganas de gritar del horror porque no quería preocuparla. Santana no parecía darse cuenta de la gravedad de sus heridas. Ella no podía verse la sangre que le brotaba. Ella sólo la veía con esa mirada cautelosa y recelosa, como si no la conociera y fuera una extraña de la que se tiene que cuidar. Hace mucho que no la veía así.
Tenía que quitarle la sangre que pronto llegaría a lugares que Santana SÍ se vería, y a lugares en donde ella no estaba segura de querer lavar.
—Ven. Levántate. —Le dijo, poniendo su propia mano a su alcance para ayudarla.
Santana la tomó, aún viéndola. Ella estaba muy caliente. Santana siempre estaba calientita…
—Estás helada.
¡Demonios! ¿Cómo podía ser posible que aún cubierta de sangre fuera la persona más linda del mundo?
—Y tú estás cubierta de sangre. Ven, vamos a quitarte todo eso de la cara…—Decía Brittany mientras abría el grifo del agua caliente.
— ¿Es mucha? —Preguntó Santana, refiriéndose a la sangre en su rostro.
Brittany la miró.
Pensó en mentirle, pero Santana vería su propia sangre irse por el caño junto con el agua de la regadera y ahí se daría cuenta de que le mintió, y eso no era buena idea.
—Sólo quitémosla. ¿Sí?
Lentamente guió a Santana hacia el agua que caía, porque la muchacha parecía no querer acercarse, pero la sangre que brotaba era mucha y sinceramente Brittany ya no quería ver más sangre brotando de ella.
Conforme lavaba la sangre, Brittany se daba cuenta de que el líquido rojo provenía de la parte superior izquierda de la frente, casi en el crecimiento del cabello. Santana sólo dejaba que Brittany le quitara la sangre del rostro, porque ella no quería quitársela ella misma. Además, no se veía.
Era lindo saber que había alguien dispuesto a ayudarte, aunque sea sólo por un pequeño momento.
—Brittany…—Habló Santana, una vez que ya no caía tanta agua en su rostro, pero aún seguía con sus ojos cerrados.
— ¿Sí?
— ¿Por qué me ayudas?
— ¿Por qué no te ayudaría?
—No me contestes con otra pregunta.
—Santana, yo te ayudaría siempre. No podría dejarte sabiendo que necesitas de alguien.
¡Rayos! Brittany y su facilidad para dar en el clavo.
Escuchó una risita una vez que Brittany cerró el grifo de la llave.
Santana, un poco adolorida, frunció el ceño.
— ¿De qué te ríes?
Esa risa de algún modo le dio alivio. Esa risa le indicaba que todo estaba bien. Esa risa aclaraba muchas cosas…
Pero confundía otras…
Brittany salió de la regadera aún riendo y Santana se alteró porque pensó que Brittany la dejaría, pero eso se esfumó cuando vio a Brittany volver con un espejo y con un pedazo de tela que aparentemente acababa de cortar con las manos.
Tenía una sonrisa que la calmaba.
—Quiero que veas lo que te quedó. —Le dijo, dándole el espejo.
Santana lo tomó y se dio cuenta de que le había quedado solamente un pequeño hoyuelo en la parte superior izquierda de su frente. Ese pequeño hoyuelo aún estaba rojo, pero ya no brotaba tanta sangre de él. Ese pequeño hoyuelo interrumpía parte del crecimiento de su cabello, por lo que hacía que en ese lugar ya no saliera cabello. Aunque sabía que casi no se notaba, la mortificaba de una manera muy grande.
Más marcas.
—Oye, no es tan malo…—Le decía Brittany, aparentemente, satisfecha—La verdad no se nota mucho. Tendrías que acercarte demasiado para notarlo.
— ¿Cómo pudo salirme tanta sangre de aquí? —Preguntó Santana. No podía imaginarse cómo podía ser posible que toda la sangre que vio haya salido de ese pequeño agujerito.
—Bueno…—Comenzó a explicarle Brittany—Una vez, cuando era niña, iba montando en bicicleta. Mi prima pequeña me pidió que la paseara, y yo accedí…
— ¿Y eso qué tiene que ver?
—Cállate, trato de explicarte. En fin… Íbamos las dos en la bicicleta, cuando yo perdí el control del volante y caímos al suelo. —Santana rió, y Brittany sonrió… Eso, Brittany. La estás haciendo reír—La verdad, yo me reí mucho en ese instante, porque me pareció muy estúpida la forma en que caímos, y mi prima reía de igual forma. Todo fue cosa de que yo volteara a verla para darme cuenta de que su rostro estaba totalmente cubierto de sangre. Completamente. No había parte de su rostro que no estuviera teñida de rojo. Yo comencé a llorar al instante, horrorizada, y mi prima no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo. La cargué y me la llevé corriendo a la casa, y creo que sólo pude tolerar su peso por el puro miedo y adrenalina que sentí. En cuanto llegamos, las cosas no se pusieron mejor. Debiste ver la expresión de mi tía, casi se muere de un infarto. Me la arrebató de los brazos y corrió al baño para lavarla. Que estuvieran mis demás tíos ahí no fue bueno para mí, tampoco…
— ¿Por qué no?
—Porque todos creyeron que fue mi culpa. Y bueno, sí, fue mi culpa, pero tampoco había sido que lo hubiese hecho a propósito. Yo también tenía heridas de las que no me di cuenta hasta la noche en que me duché. Nosotras sólo estábamos jugando y tuvimos un accidente, pero al parecer, mis tíos no pensaron así. Yo salí al patio, y aún lloraba.
— ¿Y qué pasó después?
—Después de casi media hora de estar llorando en el patio de la casa de mi tía, mi prima salió cambiada y bañada. Era obvio que no saldría con la misma ropa, puesto que se había arruinado con la sangre. Ella me sonreía y llevaba un pedazo de gasa en la frente. Ella parecía muy calmada y yo no lo entendía, porque yo pensaba que ella estaría enfada conmigo por lo que le había hecho. Me pareció muy gracioso que ella era la herida y yo me encontraba peor y menos calmada que ella. Todo fue que me enseñara la diminuta herida que se le había quedado para que yo volviera a reír. Era del mismo tamaño que la tuya.
— ¿Entonces por eso sabías qué hacer?
—Bueno, no en realidad. No sabía exactamente qué hacer contigo, pero sabía cómo luciría después de lavarte. Mi padre después me explicó que al ser la herida en la cabeza, había más sangre de por medio. Me dio a entender que la sangre corre más en el cuello y en la cabeza, y por eso tanta sangre en tan solo una pequeña herida. Le pregunté a mi prima que si le había dolido y ella me contestó que no. Eso me tranquilizó. Me dijo que no entendía por qué todos estaban actuando tan histéricos.
—Y… su cicatriz… ¿está fea?
Brittany se encogió de hombros, casi despreocupada.
—No lo sé. La vi pocas veces después de eso, y la verdad no le presté mucha atención a su diminuta herida. Ahora, ven…
Brittany le hizo señas con sus manos para que se acercara y Santana, dudosa, lo hizo. Una vez que quedaron muy cerca una de la otra, Brittany le colocó la tela en la parte de la frente en donde estaba la herida.
Santana empapada y con una gasa en la frente se veía tan linda. ¡Ugh!
—No tengo algo que impida que se caiga, así que tú tendrás que sostenerlo ahí hasta que deje completamente de sangrar.
Santana por poco olvida sostenerse la toalla al cuerpo, pero afortunadamente para ella no lo hizo. Con una mano se sostuvo la toalla y con la otra el pedazo de tela en su frente.
Brittany la miró y dejó escapar una tímida sonrisa.
— ¿Y ahora qué? —Preguntó Santana, movida por la curiosidad por esa sonrisa tan bonita.
—En esa posición, sería tan fácil darte una lluvia de cosquillas.
Ay, Brittany.
—Eres muy ocurrente ¿no?
Si supieras las cosas que se me ocurren contigo, así, ahora…
—Algo. —Brittany siguió su tímido jueguito.
—Pues tu lluvia de cosquillas no pasará, porque no me gustan.
—A todo el mundo le gustan las cosquillas.
—Pues a mí no.
Brittany oyó que Santana sonaba dura y severa, pero no podía evitar también sonar linda y un tanto despreocupada. Estaba comenzando a jugar un poquito, y lo sabía, pero prefirió no excederse.
—Pues yo creo que la necesitas, señorita amargada.
—Pues yo creo que necesitamos ducharnos, porque estoy segura de que se nos hará tarde.
Brittany no dijo nada, y sólo vio a Santana, que conforme más segundos pasaban, se ponía más pálida. Como si estuviera recapacitando lo que dijo…
—Me refiero a… tú en tu cubículo y yo en… hummm… O sea…
—Tranquila. —Rió Brittany—Te entiendo. Tampoco soy tan estúpida.
Santana frunció el ceño y Brittany, a regañadientes, salió de ahí.
Lo siguiente, fue de las cosas más incómodas por las que Santana tuvo que pasar. No podía parar de pensar en que Brittany sólo estaba a unos cuantos cubículos de distancia, húmeda, caliente, desnuda… ¿Era normal tener tanta curiosidad por Brittany?
¿En serio esperabas que se quedara cerca de ti, Santana?
¿Qué diablos pensaba? Brittany era una mujer. Una mujer muy linda, y a veces intolerable. Era obstinada. Siempre la contradecía. A veces, parecía retarla con la mirada. Era irritante que Brittany no parecía querer ceder ante ella de la manera en la que ella quería. Era como si le diera completamente igual su opinión, pero al mismo tiempo, había veces que sentía que sólo Brittany podía ayudarla. Y sin embargo, toda esa situación en las duchas había sido… rara, pero no porque hubiera sido rara le había dejado de… gustar. Gustar de una rara forma.
Quizá Brittany no era tan mala. Quizá Brittany…
—Santanaaaa. ¿Estás al menos escuchándome?
Oh, cierto. La hora del almuerzo acababa de comenzar y en ese momento se encontraba almorzando con los chicos en la cafetería. Sí, porque después de un amplio debate sobre dónde almorzar, ese lugar había ganado dicha discusión interna. ¿En dónde más lo haría? Y la verdad, no había prestado mucha atención a lo que los chicos hablaban. De vez en cuando, interactuaba con Mike, o con Sugar. Finn le había preguntado por Quinn, a lo que Santana le contestó de la manera más corrosiva que él era el novio y que se supondría que estaría de alguna manera igual de informado que ella, a lo que el chico sólo calló, incomodado por el agresivo comentario. En realidad, a Santana le sacaba de quicio la poca iniciativa que el chico tenía respecto a su novia, pero a final de cuentas, eran novios y no había nada que hacer al respecto. Pero Puck estaba tratando de hablar con ella, así que tenía que prestarle siquiera un poco de atención.
—Perdón. ¿Qué? —No estaba pidiendo perdón en realidad. Sólo lo había dicho como quién contesta “bien” después de que le preguntan “¿Cómo estás?”.
Puck dejó salir una mueca y le rodeó suavemente el cuello con su brazo. Santana trató de no poner cara de incomodidad.
—Te decía que si tenías planeado ir conmigo a la fiesta de Halloween. Ya sabes, la de Mike.
—Ah, eso. —Contestó casi molesta por la tontería por la que Puck acababa de interrumpir sus pensamientos—No lo sé. Pensaba ir con Quinn.
La verdad era que ni siquiera lo había pensado, pero eso era lo más probable. Además de que en realidad ni siquiera sentía muchas ganas de ir, pero sería muy raro decirlo, porque siempre era un gusto ir a las fiestas de Mike.
Mientras tanto, seguía con la necesidad de quitar el pesado brazo de su nuca.
—Quinn seguro irá con Finn. —Le dijo Puck.
—Para como van las cosas entre esos dos, no lo creo. ¿Por qué tu mejor amigo es tan idiota?
—A tu mejor amiga parece gustarle mi mejor amigo idiota, porque no lo ha terminado. ¿Podemos dejar de hablar de eso?
Bueno, pensándolo detenidamente, Puck tenía razón. Si a Quinn no le gustara Finn, ya lo hubiera terminado ¿no? Pero eso no parecía ser suficiente para la mente de Santana. No podía terminar de entenderlo.
— ¿De qué quieres hablar, entonces? —Divagó Santana. Sabía de lo que Puck quería hablar, pero sólo buscaba temas para evadirlo.
—De lo que te pregunté antes. ¿Irías conmigo?
Sí, bueno, tampoco esperaba poder evadirlo por mucho tiempo.
—La verdad, no sé siquiera si iré. Estamos practicando para las regionales ¿sabes? No puedo distraerme mucho en estos días…
—Bueno, Sugar y Kitty irán. ¿Por qué tú no?
Rayos, Sugar y Kitty.
—Es obvio el poco compromiso que estas dos tienen por el equipo. Yo, en cambio, planeo ganar. Además, soy la capitana, y debo ser más responsable…
—Sí, claro. —Lo que faltaba: Sugar—Si Brittany no estuviera aquí, lo serías. Pero como sí está, entonces no lo eres.
—Sugar. ¿Quieres callarte? ¡Yo soy capitana! Sólo que… a la mitad.
Ok, bueno, eso había sonado muchísimo mejor en su mente.
—Como digas…—Rió Sugar.
— ¿Dónde está tu gemela opuesta malvada? Te hace falta para que dejes de molestarme…
— ¿Hablas de la que solía ser mi amiga? —Preguntó Sugar, con un tono molesto y sentido—No lo sé. Se la ha pasado de caritativa con la chica nueva. Supongo que tendrá que ver con el hecho de que siempre ha querido un cachorrito…
—Sugar, —La interrumpió Santana—Espero que no te estés refiriendo a Marley, porque…
— ¿Porque qué? ¿Tú también te vas a poner de lado de la nueva? Ugh. Tú y Kitt tienen esa misma necesidad de dar amor a niños desamparados…
—Sugar, córtala. —La paró Santana, de nuevo—Marley es buena chica. Y además, deberías estar feliz por Kitty. —Sugar la miró sin comprender, y esa mirada la puso un poco nerviosa, así que decidió explicarse—O sea, sabes que es un engendro del demonio todo el tiempo, así que… no lo sé, creo que es bueno que por fin eso cambie, al menos por un rato…
—Oh, —Exclamó Kitty, irónica— ¡Miren la que ha hablado! El ángel inmaculado.
¿Ángel inmaculado?
—Sugar…
—Además, creo que ella también irá. —Comentó Puck, interrumpiéndolas. Santana supuso que él quería acabar con esa discusión.
— ¿Marley? —Preguntó Santana, confundida.
—No. Brittany.
Ella frunció el ceño y se giró para mirar a la cara al chico que la abrazaba. ¿Puck qué sabía de Brittany? Sugar definitivamente pasó a segundo plano.
— ¿Por qué dices eso?
—Bueno… Sam me comentó que iba a invitarla. Además, creo que Mike también está encantado con la idea.
En ese punto, a Santana le pareció graciosa la forma en que Puck ya daba por hecho que Brittany aceptaría salir con Sam. ¿Que Sam era guapo? Sí. ¿Que casi todas las chicas de McKinley morían por salir con él? También. Pero no podía salir con Brittany, porque Sam era… era un idiota.
—Ahá, claro. ¿Qué te hace pensar que Brittany aceptará ir con él? Hablas de eso como si ya fuera un hecho. —Preguntó, jugando con la lechuga de su sándwich.
—Bueno… sabes que Sam nunca ha tenido problemas para salir con quien quiera. —Contestó Puck, tranquilamente, mientras Santana se carcomía de curiosidad. Una pesada, incontrolable y furiosa curiosidad.
Desgraciadamente, Puck tenía razón. Sabía la manera en la que Sam trataba a las chicas. Salía con ellas por varios días para luego dejarlas, y ya. Lo que Sam hacía con las chicas con las que salía era un misterio que no le interesaba, hasta ese momento, pero teniendo en cuenta lo que Sam tenía en mente la última vez que lo vio con Brittany, no podía suponer cosas que la hicieran sentir más tranquila. Santana aún trataba de comprender como rayos las chicas podían salir con él, teniendo en cuenta lo idiota que podía ser a veces. Sabía que para Sam no existía el rechazo de las chicas. Eso sólo podía inquietarla, porque Sam… él no era precisamente el mejor chico. No para Brittany. Brittany podía ser mejor que eso. ¿No? Nunca se había llevado bien con él, pero tampoco mal.
¿Entonces, Sam saldría con Brittany?
—Además, estaría bueno ¿no? —Volvió a escuchar la voz de Puck hablándole—Kitty con mi hermano. Quinn con Finn. Brittany con Sam, y tú conmigo. ¿No suena genial? Hasta la amiga de Brittany podría venir con St. James. Si es que para entonces se recupera de la paliza que le dieron.
Claro, para él seguramente sonaba genial. Sí, pero él no tenía ni idea de lo que mal que se escuchaba para ella ese tonto plan. Sabía que Puck no lo decía en mal plan. De hecho, él sólo buscaba estar bien. Eso, para todo el mundo, sería un plan de noche estupendo. Para todo el mundo, menos para ella.
—Te olvidas de Sugar. —Comentó, sólo para arruinar la fiesta que Puck tenía en la cara.
—Sabes que Sugar no nos necesita para pasar una buena noche.
Ugh. ¿Desde cuándo Puck se había vuelto tan acertado?
Y en ese instante, como si el destino se estuviera burlando cruelmente de ella, en la cafetería apareció Brittany, charlando con Sam. Y la verdad, no le producía ningún placer ver tal escena.
Y ahí iban esos dos rubios, pavoneándose por toda la cafetería, sonriéndose y hablando como si fueran los mejores amigos de toda la vida. ¿Qué no sabía que Sam era un idiota? ¿Ni siquiera le pasaba por la cabeza? ¿Acaso no recordaba la vez que la salvó de tener sexo con él? ¡Porque eso era lo único que él deseaba de ella! Bueno… quizá ella tampoco fue muy razonable al inventarle y mentirle al decirle que sí lo hizo… pero ¡después de todo sólo había sido una broma! Quizá no precisamente inofensiva, pero broma al fin y al cabo. Además, ya le había pedido perdón ¿no? ¿No le había pedido perdón? ¡Ugh!
Un momento… se pavoneaban… hacia ella. ¡Rayos!
—Es bueno que ya no haya resentimientos entre nosotros, ¿no crees?
Sam hablaba tan casual mientras caminaban por el pasillo hacia la cafetería. Brittany dudó de que Sam entendiera con claridad lo que palabra “resentimientos” significaba.
—Nunca ha habido resentimientos, Sam. —Aclaró Brittany, tratando de no sonar dura, porque sentía que podía lastimar los sentimientos del chico que tenía a lado—Sólo malentendidos.
Malentendidos que tuvieron mucho que ver con Santana.
—Bueno, eso. Me alegro de que ya no los haya.
—Sí, también yo. —Le dijo, más para no quedarse callada que otra cosa.
La verdad, no podía decir que lo siguiente que tuvieron después de eso era una conversación. Eso no era una conversación. Más bien, sólo era Sam, riéndose de sus propios comentarios y ella tratando de reírse cada vez que él lo hacía para aparentar que lo escuchaba atentamente. Después de ir por el almuerzo, Brittany paró en seco.
—Bueno… supongo que nos veremos después…—Comenzó la rubia a despedirse para ir a la mesa con Rachel. Era obvio que Sam no la seguiría hasta ahí.
— ¿Por qué no te sientas con nosotros, Britt? —La detuvo el chico.
—Yo… yo tengo que ir con mis amigos también…
— ¡Tonterías! Estoy seguro de que ellos podrán sobrevivir este almuerzo sin ti. ¿Podrías almorzar conmigo?
Incapaz de volver a negarse, Brittany asintió aún indecisa. Sam le sonrió y la llevó hacia la mesa del centro de la cafetería. La mesa en donde no quería sentarse y en dónde había personas con las que se llevaba muy bien, y otras con las que no tanto.
Tal vez, si se quedaba callada, nadie la notaría…
— ¡Hola, chicos!
Rayos. Sam y su gran bocota.
La voz de Sam llamó la atención de la mayoría de las personas en esa mesa. Sugar, Jake Puckerman, Finn, Mike, Puck, y… Santana. Sentarse en esa mesa fue incómodo, aunque sabía que no había razones muy fuertes para que lo fuera. ¡Oh, qué rayos! ¿A quién trataba de engañar? ¡La mirada de Santana era la mirada más pesada de todo el mundo!
— ¡Oh, pero miren a quién tenemos aquí! —Exclamó Mike, divertido, como sólo él podía sonar— ¡Hola, Brittany!
Brittany le sonrió al asiático mientras Sam se sentaba a su lado. Casualmente, él frente a Puck y ella frente a la seria y severa Santana. ¡Fantástico!
Ok. ¿Alguien sería tan amable de explicar cómo rayos había llegado a ese punto en el que Santana la mataba con la mirada? Es decir, en las regaderas todo había marchado perfectamente. ¿Era en serio que semi-desnudas sí podían llevarse bien, pero vestidas y en una situación decente no?
Sam hablaba animadamente con Mike mientras Brittany trataba de descifrar con su mirada qué cosa probaría primero de su comida. Sugar le había hecho un poco de conversación a la que ella sólo pudo contestar con monosílabos. La verdad, todos en esa mesa la estaban tratando bien. No pudo evitar comparar la forma en que la trataban con la forma en que sus amigos trataron a Santana cuando la llevó a almorzar con ellos. ¿Por qué no podía ser así? ¿Por qué sus amigos no podían tratar a Santana? Hasta el idiota de Puck la trataba bien, ese moreno que abrazaba a la latina que tenía en frente, y ella no se veía contenta, para nada contenta. Tal vez había pasado demasiado tiempo con Santana, que ya podía darse una idea de cuándo sonreía realmente feliz, y cuándo sólo estaba fingiendo. En ese momento, supo que no estaba contenta. Aún aunque Santana tenía su dura y severa mirada clavada en ella, sabía que tampoco estaba cómoda.
No te gusta ese brazo encima de ti, ¿eh?
Santana no dijo nada en todo lo que restó del almuerzo. Es más, ni siquiera volvió a mirar después de eso. Ella sólo se dedicó a seguir murmurando cosas con Puck, a lo que el chico le contestaba cada vez más y más cerca a su oído, como si estuvieran secreteándose. Él sonreía, y ella… bueno, ella trataba de hacerlo.
—Son lindos ¿no crees? —Le habló Sam, en voz baja.
— ¿Qué?
—Ellos dos. —Aclaró el rubio, refiriéndose a los dos morenos de enfrente.
Oh, bueno… quizá no era muy discreta en cuanto a las miradas.
— ¿P-por qué lo dices? —Frunció el ceño y preguntó, realmente muy incómoda, pero movida por una gran curiosidad.
—Bueno… siempre están juntos. Yo creo que ellos van a terminar casándose o algo.
Oh, por favor. ¿Acaso Sam era idiota? ¿Estaban hablando de lo mismo? ¡Eso no era amor mutuo! ¡Dos personas no pueden casarse si no se aman mutuamente! Y era obvio para ella que había alguien ahí que no sentía lo mismo hacia el otro. A Brittany le quedaba claro que Sam no conocía a sus amigos.
Pero, por otro lado, la curiosidad le comenzaba a picar más y más. ¿Santana y Puck eran algo así como… novios no oficiales? El 99% de ella le gritaba que era más que obvio que eran eso, pero ese otro 1% que quedaba le decía que quizá no lo eran. Que Santana no lo quería, de eso estaba segura… pero, de que fueran algo… eso no lo sabía.
Y de verdad, ella quería creer en ese 1% hasta el final.
— ¿Por qué me estás hablando de ellos? —Preguntó en voz baja, como había sido toda la conversación, rezando para que los dos morenos estuvieran ocupados y no les prestaran atención, pero rezando más intensamente para que estuvieran ocupados peleando u odiándose, y no hablándose al oído.
Sam se encogió de hombros.
—Bueno… los mirabas como si desearas algo.
Tal vez Sam había dicho eso como una indirecta sobre ella y él. Tal vez, Sam quería darle a entender que ellos debían ser algo más, así como esos dos morenos. Si él quiso decir eso, Brittany no lo captó, porque quizá Sam tenía razón sobre lo que había dicho.
Quizá nunca había deseado algo con tantas ganas.
—No estés jugando. —Le dijo, con una risa fingida.
Sam también rió con ella, pero Brittany estuvo segura de que él no sabía de qué rayos se reía.
Habían escogido el gimnasio para entrenar después de clases porque el día estaba demasiado airoso como para entrenar al aire libre.
Pero la verdad, no era que la práctica hubiese marchado a la perfección. Es decir, sí, practicaban, y lo hacían con todas sus fuerzas, pero… no se sentía como antes. La tensión era palpable. Sugar y Kitty no se hablaban, y Santana ni siquiera miraba a Brittany, y Rachel sólo seguía la corriente. Las demás porristas también se daban cuenta de eso, pero ellas habían aprendido a no meterse en ese tipo de cosas. Lo habían aprendido con Quinn y Santana cada vez que se enojaban, aunque eran pocas. Ellas estaban acostumbradas a que después de esas tontas peleas, verlas juntas al día siguiente, así que eso les quedaba suponer con Sugar y Kitty, aunque… era raro verlas de esa manera. Ellas nunca se enojaban.
— ¡Auch, Kitty! ¡Coordínate! —Gritó Sugar molesta, después de que Kitty perdió un poco el control de sus pasos y la empujó.
—Lo haría si dejaras de lloriquear y te dedicaras a fijarte bien en tus movimientos.
Oh, eso no podría acabar bien. ¿Ahora dónde se había metido Sylvester?
Sugar paró completamente lo que estaba haciendo y se fue contra Kitty. Kitty también paró todo para ver a Sugar.
—Ok. ¡Me niego a seguir con esto con ella en el mismo equipo! ¡Ugh! —Exclamó Sugar, decidida.
¡¿Qué rayos?!
— ¡Pues vete! —Exclamó Kitty en respuesta—Nadie te necesita.
— ¡Pues yo no necesito que me lo digas!
Sugar comenzó a caminar enfurecida hacia la entrada, mientras que Kitty también lo hizo, pero a la salida de emergencia. Brittany y Santana, quienes habían mirado la escena completamente confundidas, se miraron entre ellas y no necesitaron decirse nada más.
—Es todo por ahora. —Anunció Santana.
Brittany fue tras Sugar y Santana fue con Kitty mientras las demás porristas se iban con una expresión de confusión, conformidad y hasta un poco de alegría en sus rostros. Seguro tenían más cosas que hacer.
— ¡Sugar! ¡Espera, por favor! —Pedía Brittany a la morena que caminaba enfurecida, y que parecía que no la escuchaba.
Pero de pronto, Sugar paró de golpe, y Brittany terminó chocando con ella.
— ¿Estás bien? —Preguntó la rubia, tomándola suavemente de los brazos.
— ¿La escuchaste? —Preguntó Sugar, ignorando la pregunta de la rubia— ¡Eso es todo! ¿Que no me necesita? ¡Bien! Yo tampoco la necesito a ella…
—Sugar, ¿quieres calmarte? Vamos, respira un poco y relájate…
Sugar la miró y Brittany, con sus manos, la guió hacia el muro del gimnasio y poco a poco y suavemente la guió hasta quedar sentada junto a ella, recargada en el muro.
—Es que… ¿Puedes creerlo? Primero me ignora y luego me insulta. ¿Podría ser peor que eso?
Brittany no dijo nada. Prefirió quedarse callada. En primera, porque pensaba que de esa manera, Sugar se desahogaría con cualquiera que fuese el problema que la tenía así. Y segunda, porque alguna vez se había hallado en una situación similar, y no sabía qué decirle.
— ¿Quieres hablar sobre lo que pasó ahí dentro, Sug? —Le preguntó, sobándole la espalda suavemente.
Sugar la miró y luego bufó, bajando la vista al suelo.
—Fue estúpido, ¿verdad?
—Eso depende. ¿Por qué lo hiciste?
Sugar se encogió de hombros, sin quitar la mirada del suelo. Parecía de verdad apenada.
—Yo… no lo sé.
Brittany la miró, y Sugar supo que debía dar una mejor explicación.
—Brittany, ¿alguna vez has tenido la sensación de que estás a punto de perder algo que tú quieres mucho?
Brittany frunció el ceño, confundida, pero trató de no pensar.
—Verás, yo nunca lo había sentido en mi vida. —Habló Sugar, con una notable sinceridad—Mis padres tienen mucho dinero ¿sabes?, y yo estaba completamente convencida de que ellos me conseguirían todo lo que yo quisiera. Y, de hecho, nunca han tenido problemas con eso. Yo siempre… siempre he tenido lo que quiero sin mucho esfuerzo. A veces, es genial ser yo. Pero luego llega una situación que el dinero no puede solucionar…
—El dinero no puede comprarte lo que en realidad vale la pena, ¿verdad?
Sugar hizo una mueca.
—Mi abuela me dijo una vez, que el valor que le das a las cosas siempre es proporcional a el trabajo que hiciste para conseguirlas. Yo en ese entonces no entendía lo que mi abuela quería decirme, pero ahora lo hago. Kitty es lo único real que he conseguido. Kitty ha sido mi mejor amiga desde que somos unas niñas. —Dijo, con una sonrisa que delataba nostalgia—Ella simplemente llegó a mí. Sin tener que pedírsela a mis padres. Sin verla detrás de un aparador de tienda. Ni siquiera la escogí. Sin tener que dar un centavo por ella.
— ¿Y qué pasa? —Preguntó Brittany, porque era más que obvio que había un problema.
—Pues… es que… desde que la chica nueva apareció, ella simplemente… no lo sé. Ya no es lo mismo. Ya no estamos juntas como antes. Ella me deja por irse con su tonta nueva amiga. Simplemente hoy, ¿la viste con nosotros en el almuerzo?
Brittany hizo memoria. La verdad era que casi ni le prestó atención al hecho de que Kitty no estaba en la mesa, pero sí lo notó.
—No. —Contestó.
—Ah. ¡Y a que no adivinas con quién estaba! —Sugar dejó salir una risa irónica. Luego, apoyó sus brazos sobre sus rodillas y escondió su cara ahí—Yo no lo entiendo. Yo he estado con ella desde que teníamos… no sé… cinco años. Yo fui la que estuvo con ella cuando le dio sarampión y tuvo que quedarse en casa. Fui yo la que estuvo junto a ella cuando su pececito murió y le hicimos su funeral en el retrete…
Brittany sonrió a sabiendas de que Sugar no podría verla en esa posición. Le parecía linda la forma en la que Sugar divagaba por todos los lindos detalles que había tenido con Kitty. Le parecía una relación entrañable la de esas dos. Y era cierto que desde que ella había entrado en esa secundaria, nunca había visto a Sugar y a Kitty separadas. Parecía que había un lazo invisible entre ellas que les impedía estar separadas una de la otra por mucho tiempo.
Brittany siguió callada, porque quería escuchar a Sugar, y sabía que la morena necesitaba hablar. Supuso que ella ahora estaba enfadada con la única persona con la que usualmente se desahogaba, así que dejó que lo hiciera ahora con ella.
—Y ahora llega esta chica de la nada, y sin ningún tipo de esfuerzo aparente. Simplemente llega y… no sé, deja de ser MI Kitty para ser la Kitty de todos…
Brittany rió ante tal exageración. Sugar se dio cuenta, y también rió.
—Bueno… no la de todos. —Recapacitó la morena, entre tímidas risitas—Pero, es que yo no sé cómo a esta niña se le hace tan fácil… no sé… hablarle. Kitty no es así de abierta con otra persona que no sea de su familia, o yo. —Sugar se quedó callada un momento. Pensando, quizá—Yo siempre le decía que debía ser un poco más gentil con las personas. Claro, después de reírme de las groserías que les decía a los chicos que se le acercaban, o a las chicas que trataban de atacarnos con comentarios repulsivos que ella siempre superaba. Siempre le decía que a veces era mejor no ser tan grosera con la gente que ni siquiera conocía…
—Pero ya ves que eso tampoco funciona para ti.
— ¡Pero es que yo no pensé que se lo tomaría tan en serio! —Saltó Sugar—O sea, no sé… ella nunca… nunca me hace caso. Y ella nunca… bueno, yo sé que ella no tiene muchas amigas además de mí. Si ella no está conmigo, está con sus primas, o con su familia, o con Jake, y…
— ¿Ella es tu única amiga también?
Sugar frunció el ceño.
— ¿A qué te refieres? —Preguntó.
—Bueno, tú dices que siempre han sido ella y tú. Y hasta ahora, sólo me has hablado de lo que Kitty hace, pero no de lo que haces tú. Ella es tu mejor amiga, lo sé, pero ¿es tu única amiga?
—Humm… yo…—Sugar calló por un momento—No. —Reconoció.
Brittany arqueó ambas cejas.
—Pero… eso es diferente. No es como que yo la deje por estar con otras personas. Yo sólo… tengo más conocidos. De las dos, yo siempre soy la que…
— ¿Tiene más gente con la cual hablar?
Sugar hizo una mueca y bajó la mirada. Brittany dio por hecho de que Sugar entendió un punto.
—Escucha, Sug, Kitty tiene una nueva amiga. Tal vez tú no estés acostumbrada a que ella hable con más gente, pero no puedes impedirlo. ¿No estás feliz de que Kitty deje de ser tan mala por un rato? ¿No estás feliz de saber que tu mejor amiga puede tener más amigos, y aún así, seguir siendo tu mejor amiga?
—No lo sé. ¿Aún lo es? Tú has visto como me trató hoy…
—Ella sólo está molesta contigo, así como tú lo estás con ella. Ese es el punto, ¿estás realmente enfadada con ella?
—Por supuesto que no. Creo que estoy enfadada conmigo misma porque no puedo estar enfadada con ella. Sólo… no sé. A veces, es tan… Kitty.
Brittany rió, pero dentro de todo eso, algo le sonaba realmente familiar. Sí, a veces ella se sentía de la misma manera.
—Pero de la forma que sea, ella siempre ha sido tu amiga. Tú la aprecias por la forma en que ella es. ¿Por qué tratar de cambiar algo que siempre ha sido así? Su forma de ser es lo que la hace ser ella, tu mejor amiga. ¿En verdad, te gustaría que cambiara su forma de ser?
Sugar frunció el ceño.
—Pues… en realidad no. A mí me gusta como es. Yo adoro su manera tan grosera de tratar a las personas, aunque siempre le diga que no... Además, ella no debería cambiar por nadie.
Brittany sonrió, porque por fin Sugar había entendido el punto a donde ella quería llegar.
—Ven…
Al otro lado del gimnasio…
—Kitty ¿quieres decirme qué demonios acaba de pasar allá adentro?
Santana había encontrado a Kitty sentada en una de las gradas viejas que estaban desechadas detrás del gimnasio. Casi nunca había gente ahí, y menos en ese momento, donde todos en la escuela se habían ido, menos ellas.
Kitty apoyaba su cabeza sobre sus codos, que estaban apoyados sobre sus rodillas. Tenía el ceño fruncido, y miraba a la nada. Estaba enfadada, y tenía una expresión de confusión. No dijo nada. Santana frunció el ceño y se sentó junto a ella, y… le dio un… leve codazo. Kitty la miró, confundida.
— ¿En serio me acabas de golpear?
— ¿Podrías dejar de lloriquear y decirme qué pasó?
Kitty bajó la mirada, aún con el ceño fruncido.
—Yo… no lo sé. Supongo que sólo estoy molesta por la forma en la que Sugar me gritó. Nunca me había gritado. —Admitió.
—Has notado que últimamente no estás con ella ¿verdad?
Kitty la miró ahora, como si se acabara de dar cuenta de lo obvio.
— ¿Yo?
—Oh, por favor. ¿Crees que no me he dado cuenta de que la has dejado por momentos para irte con Marley? Ella también es mi amiga ¿sabes? Ella me cuenta cosas.
— ¿De dónde conoces a Marley?
—Eso no importa. —Se apuró a decir—Sugar se siente mal porque es evidente que has encontrado una nueva amiga. Eso es bueno, Kit, pero debes de saber que a veces puedes hacer sentir mal a las personas, y más a las que están cerca de ti.
Ok. ¿Ella había dicho eso? ¡Caramba!
—Pero… ella es mi mejor amiga. Yo nunca podría alejarme de ella.
—Pues es lo que has estado haciendo estos días. Deberías arreglarlo.
—Santana, no me estás ayudando mucho ahora…
Nunca había visto a Kitty tan preocupada y confundida. Quizá Kitty se sentía igual que ella. Tenía la misma expresión que ella tenía en su rostro cada vez que se veía al espejo cuando pensaba en… en fin, no importaba, quizá ella no era la única que se sentía confundida a veces.
—Lo siento, Kit, es sólo que… ¿Cómo te sientes ahora? —Indagó.
—Me siento muy confundida. En verdad, no sé cómo a Sugar no puede caerle bien Marley. Es decir, Marley no podría caerle mal a nadie. Ni siquiera a mí. No puedo creer como Sugar puede pensar que yo…
—Porque tiene miedo de perder a su mejor amiga. Yo trataría de asesinar a quien se atreva a alejarme de Quinn.
—Santana, ¿te digo algo? Pero, ¡júrame por tu vida que no le dirás a nadie!
Santana se vio sorprendida. Kitty jamás le había pedido guardar un secreto.
—Dime, Kitty.
—Mira, es que… Sé que quiero muchísimo a Sugar, y Marley… me cae extremadamente bien, pero, de alguna manera, y no sé cómo, pero todo se siente muy… diferente. ¿Alguna vez has tenido la sensación de que quieres de la misma forma a dos personas al mismo tiempo, pero, de manera completamente diferente?
Santana frunció el ceño porque… ¿acaso Kitty la estaba probando o algo?
—Sí, ya sé que suena de lo más estúpido y sin sentido, pero…
Pero de hecho, no sonaba así para la morena. Ella lo entendía perfectamente.
—No te preocupes, te entiendo. —Le hizo saber.
—Pues qué bueno, porque yo no.
—Escucha, no llevas mucho tiempo conociendo a Marley, pero te entiendo. Ella es adorable, lo sé, pero creo que necesitas tiempo para entenderte, Kit. No lo lleves todo tan rápido. Relájate, ¿sí?
Kitty la miró y asintió, con un rostro más relajado y una mejor postura. Santana sonrió, porque se sentía realmente bien ayudar a alguien con problemas similares a los suyos, pero no dijo nada.
—Lo primero que harás, es arreglar las cosas con esa pulga ricachona que tienes por mejor amiga.
Y así, Santana arrastró a Kitty hacia la dirección por donde Sugar había ido. Al doblar la esquina del pasillo que conectaba el gimnasio con la cancha, chocó con Brittany fuertemente, lo que la hizo soltar a Kitty y Brittany soltó a Sugar.
— ¡Auch! —Gimió Brittany, sobándose la frente.
—Lo siento. —Dijo Santana, haciendo lo mismo—No me fijé.
—Yo tampoco. Perdón. —Dijo Brittany, nerviosa.
Sugar y Kitty, inconscientemente, se habían acercado la una a la otra para apreciar la escena mejor, y se burlaron de ellas al mismo tiempo. Rieron juntas hasta que se dieron cuenta, y se callaron, incómodas. Las dos chicas se miraron tímidamente, pero ninguna decía nada. Ninguna sabía cómo comenzar. Fue el momento incómodo más tierno y lindo que Santana y Brittany habían presenciado.
La rubia y morena más grandes miraron a las más pequeñas. Se cruzaron de brazos y pusieron pose de una madre que espera una explicación.
— ¿Y bieeen…? —Comenzó Santana, mirando a Kitty, con una ceja arqueada.
— ¡Oh, Kitty! —Exclamó Sugar, abrazando a su mejor amiga, sin contenerse.
— ¡Oh, Sug, lo siento tanto! —Y Kitty correspondió al abrazo de manera desesperada.
— ¡Lamento mucho haberme comportado como una cretina llorona!
— ¡Y yo lamento haberte dejado por días!
— ¡Eres mi mejor amiga!
— ¡Tú eres la mía!
Santana y Brittany se habían alejado un poco, para darles un poco más de “intimidad” o al menos, espacio para que pudieran abrazarse a gusto. Las dos miraban la escena, y las dos con la misma sonrisa de satisfacción en el rostro, mientras Sugar y Kitty se reconciliaban y se gritaban lo mucho que se habían extrañado, aún aunque sólo hubieran sido pocos días los que habían pasado distanciadas.
Brittany observó la escena, conmovida. Vio como Sugar abrazaba a Kitty como si quisiera unirse a ella, y le sorprendió ver a Kitty dejándole un tierno y efusivo beso a Sugar en su mejilla, y como ella lo aceptaba con tanto gusto. Eso le recordó a un beso que Santana había dejado en la mejilla de Quinn cuando fueron a verla al hospital, y que la había dejado muy descolocada. La forma en que Sugar abrazaba a su amiga le recordaba un poco a la forma en la que Quinn abrazaba a Santana, y todo le quedó realmente claro en su mente. Santana y Quinn sólo eran las mejores amigas, así como Kitty y Sugar lo eran también. Fue realmente estúpido de su parte tener la sensación de que quizá había algo más que eso. Ahora lo entendía. Ahora todo le era sumamente claro, como el agua.
Brittany miró a Santana de reojo. Los rayos del sol de la tarde le caían en la cara, y hacía que sus ojos marrones destellaran con un brillo tan lindo… o quizá ese brillo ya lo tenía. Santana sonreía, y no se daba cuenta de que Brittany la veía. Parecía realmente conmovida. Eso la hizo sonreír, sin querer. Ya no era tanto la escena lo que la hacía sonreír ahora, sino ella. Santana tenía una gran facilidad para influir en ella. Ver sonreír a Santana era como ver una estrella fugaz cruzar el cielo. Esa sonrisa se había vuelto para Brittany una de sus cosas favoritas, porque sabía que esa sonrisa era lo más honesto de ella. Esa sonrisa no podía ser falsa, eso lo sabía con certeza. Le gustaba que, al menos por un tiempecillo pequeño, dejara de fingir.
Pero así era ella, y no podía hacer nada al respecto, así como tampoco Sugar podía hacer algo al respecto con el carácter de Kitty, pero tampoco era que Sugar quisiera cambiar a Kitty, ella lo había dicho. Santana era así por una razón, y, para ser sincera, no deseaba que Santana cambiara. Santana era realmente especial así de esa manera. No tenía que cambiar nada de ella. En ese momento, Santana no podía ser más perfecta. ¿Por qué tratar de cambiar algo tan especial?
—Te ves satisfecha. —Le dijo, tentada a hablarle, aunque temía que Santana quitara su sonrisa.
Pero, para su sorpresa, no lo hizo, y eso le gustó.
—Lo estoy. —Le dijo, aún con la mirada en las dos amigas reconciliándose.
— ¿Puedo preguntar a qué se debe? —Pidió.
Santana se encogió de hombros, con simpleza.
— ¿No lo ves? Ellas por fin se arreglaron. Se ven tan… felices.
—Sí, pero hay algo más que también me hace feliz.
Santana la miró, confundida.
— ¿Y qué es?
—Lo hicimos juntas.
También había otra cosa… pero no podía decirlo. No en voz alta.
Santana volvió a sonreír, pero de una forma más reservada y tímida.
Brittany tomó de su mano, y soltó todo lo demás. Su mano cálida era lo único que podía sentir, y el hecho de que Santana se la apretó, sólo lo hizo todo más surreal.
Había cosas dentro de ella que también pedían ser aclaradas, como ¿Por qué Santana tenía tanta influencia en ella? ¿Cómo se le podía llamar a todas las sensaciones que esa chica producía en ella? ¿Era amistad? ¿Era enemistad? ¿Por qué le despertaba toda esa curiosidad? Porque, cuando estaba junto a ella, todo lo demás pasaba a segundo plano. Cuando estaba junto a ella, tenía ganas de arrancarle la cabezota, por terca. Pero, ¿Entonces cómo explicaba las ganas tan grandes que tenía de no alejarse de ella? ¿Por qué se sentía de esa forma al verla con Puck? Y también…
¿Por qué sentía todas esas cosas… por una mujer?
Bueno, ahí lo tienen. Ando un poco corta de tiempo, así que sólo me queda pedirles que lo disfruten. Ya saben, comenten si les gustó, y si no les gustó, pues díganme lo que no les gustó en un comentario. ¡Las quiero! Gracias por leer, comentar, y por la comprensión. :)
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
hey yo habia empezado a leer tu fic, es mas lo comente, pero nunca mas me llegaron las notificaciones y pense que lo habias dejado, pero aca estoy de vuelta me encanta tu historia saludos!
tatymm-*- - Mensajes : 2406
Fecha de inscripción : 20/08/2012
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hola esta bueno el fic espero con ansias lo que se viene mas adelante cuando llegue quinn que pensara santana? ufff se aclara mas o no? xD
Maira_Faberrytana- ---
- Mensajes : 584
Fecha de inscripción : 17/09/2013
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hola!!
Gracias por volver!! y por favor! me averguenzas con tantas disculpas por la tardanza, perdona por parecer tan insistente en las actu, a veces olvido lo que es ser la adaptadora/escritora y también olvido el esfuerzo que lleva actualizar.
Pero cuando lo recuerdo me averguenzo por pedir lo mismo como lectora. De verdad sé como es esto del tiempo para actualizar los Fics que uno tiene. Yo tengo dos, así que imaginate!
Por lo tanto no puedo pedirte tanto, te entiendo perfecto. Igual eso no quita mis ganas de leer tus actu lo más pronto posible :)
Sí, Dios!! Soy tan bipolar, pero no puedo hacer nada con eso.
Bien, bien! dejemos ese tema de lado ahora.
El cap!
Siempre tan perfecto!! Me encanto!! esta vez, si que mis Brittana tuvieron momentos calientes, no se como le haces para hacerlos así, ya que no hubo beso ni nada, sin embargo fue sexy!!
Eso no quita tampoco, que espero con ansias, el prometido Beso, y bien dado he! esas chicas siguen acumulando más tensión sexual, a medida que avanzan tus caps! y este fue el mejor ejemplo de ello.
Gracias, en serio!! estuvo genial!! "Claro como el agua" Lastima que, ironicamente, termina con preguntas, o sea, cuestiones que se plantea Britt, cosas que todavía no comprende, pero que para nosotras son muy obvias *.*
LAS AMO!!! y a vos también!! por las actu y tu tiempo para compartir los caps con nosotras. Genia!! Te adoro!
Y como ya ves, siempre me tendrás por acá. Soy tu lectora fiel, o eso espero :)
Para no volver a todo el dilema del principio, solo voy a decir que, espero la actu :) *me ato los dedos para no empezar a escribir más de eso :p*
Abrazos y besos virtuales!! :P- NaT!
PD: Mis fics, los tengo registrados en mi perfil, si los ves, van a estar al lado de este coment en la lista de mi perfil :). Si no, entonces acá te dejo los Links, o por lo menos los nombres, si es que no podes abrir los links :). Si los lees, espero que me puedas dar una oponión de ellos, sos una de mis escritoras favoritas, por lo tanto me gustaría tu opinión!, si no, igual lo comprendo, a veces el tiempo no nos deja mucho. Acá van:
Walking Disaster!
Mi Linda Santana
Gracias por volver!! y por favor! me averguenzas con tantas disculpas por la tardanza, perdona por parecer tan insistente en las actu, a veces olvido lo que es ser la adaptadora/escritora y también olvido el esfuerzo que lleva actualizar.
Pero cuando lo recuerdo me averguenzo por pedir lo mismo como lectora. De verdad sé como es esto del tiempo para actualizar los Fics que uno tiene. Yo tengo dos, así que imaginate!
Por lo tanto no puedo pedirte tanto, te entiendo perfecto. Igual eso no quita mis ganas de leer tus actu lo más pronto posible :)
Sí, Dios!! Soy tan bipolar, pero no puedo hacer nada con eso.
Bien, bien! dejemos ese tema de lado ahora.
El cap!
Siempre tan perfecto!! Me encanto!! esta vez, si que mis Brittana tuvieron momentos calientes, no se como le haces para hacerlos así, ya que no hubo beso ni nada, sin embargo fue sexy!!
Eso no quita tampoco, que espero con ansias, el prometido Beso, y bien dado he! esas chicas siguen acumulando más tensión sexual, a medida que avanzan tus caps! y este fue el mejor ejemplo de ello.
Gracias, en serio!! estuvo genial!! "Claro como el agua" Lastima que, ironicamente, termina con preguntas, o sea, cuestiones que se plantea Britt, cosas que todavía no comprende, pero que para nosotras son muy obvias *.*
LAS AMO!!! y a vos también!! por las actu y tu tiempo para compartir los caps con nosotras. Genia!! Te adoro!
Y como ya ves, siempre me tendrás por acá. Soy tu lectora fiel, o eso espero :)
Para no volver a todo el dilema del principio, solo voy a decir que, espero la actu :) *me ato los dedos para no empezar a escribir más de eso :p*
Abrazos y besos virtuales!! :P- NaT!
PD: Mis fics, los tengo registrados en mi perfil, si los ves, van a estar al lado de este coment en la lista de mi perfil :). Si no, entonces acá te dejo los Links, o por lo menos los nombres, si es que no podes abrir los links :). Si los lees, espero que me puedas dar una oponión de ellos, sos una de mis escritoras favoritas, por lo tanto me gustaría tu opinión!, si no, igual lo comprendo, a veces el tiempo no nos deja mucho. Acá van:
Walking Disaster!
Mi Linda Santana
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Hola! Nueva lectora jejeje.... Pues la verdad es que comencé a leer tu historia y no pude detenerme hasta terminar los caps que hay...
Jejeje que puedo decir mas que me gusta mucho Espero puedas actualizar pronto!!
Saludines
Jejeje que puedo decir mas que me gusta mucho Espero puedas actualizar pronto!!
Saludines
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
holaa tu fic me encanto, en vdd que lo e acabado de leer en un solo dia, por favor actualiza pronto que muero de ancias por leer el sig. cap... un saludo y estare al pendient :D
PD: TU FIC ES EN VDD GENIAL!!!! XD
PD: TU FIC ES EN VDD GENIAL!!!! XD
Daina** - Mensajes : 85
Fecha de inscripción : 01/08/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Oigan, soy yo otra vez. Perdón por no contestar comentarios, pero debo decirles que estoy super corta de tiempo. Ahora, en lugar de estar preparando mi maleta, estoy actualizandoles. Debo ser rápida.
Me mudaré de país, y la verdad, veo muy difícil que pueda actualizarles. O sea, si lo hago, lo vendría haciendo cada tres, cuatro... cinco meses, y la verdad no quiero tenerlas esperando una actualización tanto tiempo. Soy lectora, y sé lo frustrante que es. Por eso les digo que es mejor que no esperen nada.
Quiero terminarlo, de verdad que sí, pero también tengo que mudarme. Viviré sola, así que tendré muchísimas cosas que hacer por mí misma, así que... bueno, no lo sé.
Tómenlo como una pausa, por fas. No quiero que lo esperen. Pero, la verdad es que no quiero dejarlo aquí. Lo seguiré, pero no sé cuánto tiempo me tome eso.
Les tengo un capítulo más. De hecho, es el capítulo más largo que he escrito. Perdón si está muy largo, pero no podía dejarlas así, sin más. Además, ya lo tenía hecho, así que mejor se los dejo. Espero que les guste muchísimo. Gracias por siempre leerme, y no dejar esta revoltosa, y rara, pero creo bonita historia. Seguiré aquí en el foro, comentando, leyendo, y todo... pero lo haré desde mi móvil, y de ahí no puedo continuar. De nuevo, lo siento. Odio dejarlo, pero tengo que irme.
No sé. Cualquier cosa, les dejo mi ask: http://ask.fm/gloryavals
Y mi twitter: https://twitter.com/oyeglory
Por cualquier cosa.
En verdad, han sido estupendas. Pero también les digo una cosa, y siempre lo he dicho: Esto no se acaba, a menos que ustedes así lo quieran.
MUCHÍSIMAS GRACIAS, EN VERDAD.
La niña de cabello oscuro y de ojos marrones se encontraba sentada en el segundo piso de la casa, en las escaleras. Se suponía que debería estar dormida, como le había dicho su madre que lo hiciera, pero no lo hizo. Ella sabía que algo andaba mal. Lo sabía desde hacía meses, pero ahora sabía que el momento había llegado. Veía que su madre estaba preocupada desde hacía días, y ella intuía la razón, aunque rogaba estar equivocada. Rogaba que su madre no supiera nada.
— ¡Maribel! —Escuchó, después de oír la puerta de la casa abrirse y cerrarse. La voz de esa mujer se escuchaba cansada y atareada, como si llevara un pesado paquete cargando.
—Ashley. —Escuchó a su madre saludar, pero no de la manera entusiasta en la que siempre saludaba a esa mujer—Pobrecilla. ¿Quieres que te ayude a llevarla a la habitación de Santana?
—No. En el sillón estará bien. —Hubo una pequeña pausa—Yo sólo venía a ver cómo estabas. Cómo estaban.
No hubo respuesta de su madre. Al menos, no una inmediata. Su madre estaba rota, y ella lo sabía. Se preguntó si su madre estaba igual de rota que ella. Deseó con toda su alma estar equivocada al oír suspiros. Alguien había comenzado a llorar. Ojalá hubiera sido la señora Marín, pero sabía que no era ella quién lloraba. A la niña de las escaleras le estaba pasando lo peor que le puede pasar a un hijo en toda su vida: escuchar a su madre llorar.
—Maribel, ¿cómo está ella?
— ¿Cómo… cómo se supone que ella debería estar? Yo la noto, Ashley. Ella a duras penas come. Ya no juega. Ya no sonríe. Ya no baja entusiasmada en las mañanas para tomar el desayuno. Ya no me besa. El brillo en sus ojos no está cuando le preparo su comida favorita, o cuando le compro algo. Ella no juega con sus hermanos. Ella es mi hija, pero pareciera que se fue. Pareciera que él se la llevó.
—Tom y Elliot lo han estado buscando, pero él no está. Pareciera que se lo tragó la tierra. Él tiene que pagar, Maribel. Él tiene que sufrir las consecuencias.
—Eso no me importa. No me importa lo que a él le pase. Yo no quiero hacerlo pagar, porque de eso no me encargo yo, ni ustedes.
—Si no lo hacemos pagar nosotros, ¿entonces quién?
— ¡Yo sólo quiero a mi hija de vuelta! ¡Quiero que me la regrese!
Ella estaba escuchando. Escuchaba a las dos mujeres que discutían en el piso de abajo, sobre ella. La voz de su madre no se podía oír más triste; más decepcionada. Oír a su madre hablar de esa manera sólo le hacía querer arrancarse los oídos para no volver a escuchar ese tono en su voz nunca jamás, y lo peor de todo, era que ella lo había causado. Hubiera sido muchísimo mejor que su madre jamás se hubiera enterado. No quería llorar, porque no sería justo, sin embargo, la combinación de dolor, culpa y resentimiento no cabía en su pecho, y buscaba forma de salir de ese cuerpo que ahora se sentía sucio. Esa combinación quería escapársele por los ojos, pero ese era el castigo: aguantarse, porque ella había tenido la culpa de todo. Todo se le venía encima, y ella no tenía la fuerza para defenderse. Estaba indefensa.
Una niña jamás debería sentirse de esa manera.
— ¿Has… has hablado con ella de esto?
—Ashley… dime… ¿cómo lo hago? ¿Cómo le explicas a tu hija esto? Ella no me habla. Ni siquiera para discutir sobre algo que no le parece. No me dice nada. Desde hace meses que ella está así, y yo no me di cuenta. ¡¿Cómo no pude darme cuenta, si yo soy su madre?! ¡¿Cómo pude darle más importancia a mi trabajo que a ella, que es mi hija?! ¡Lo tenía frente a mis narices, y yo no fui capaz de darme cuenta! ¡La verdad me estaba golpeando en la cara, y yo sólo lo esquivaba! ¿Qué clase de madre le hace eso a su hija?
Y entonces su madre calló por un momento, y pudo escuchar unos leves gemidos soñolientos. Alguien había estado dormido, y acaba de despertar.
—Hanny, cariño, vuelve a dormir.
— ¿Dónde está Santana?
—Está arriba, cielo.
— ¿Puedo ir a verla?
—Claro que puedes, pero ella debe estar dormida ahora. ¿No te importa?
—No. Yo también tengo mucho sueño.
—Anda, hija. Ve arriba.
Escuchó unos perezosos pasos aproximarse, y en cuanto más se aproximaban, más activos se hacían. No hizo nada para ocultarse. No tenía ganas. La niña sólo se quedó ahí, recargada en el barandal de la escalera. La niña rubia la observó desde el otro extremo de la escalera, y antes de que pudiera hacer algo, la niña de ojos marrones le hizo una señal para que guardara silencio. La niña rubia entendió y lentamente subió las escaleras, hasta quedar cerca la otra niña.
—Mi papá se fue por mi culpa. —Susurró la niña de ojos marrones, con la mirada perdida y llena de vergüenza. No podía mirar a nadie a la cara. No tenía la dignidad. No tenía el valor.
—Tienes que hacerlo, Maribel. Eres su madre.
—No puedo. No tengo el valor.
—Tu padre hacía cosas que no te gustaban. —Susurró la niña rubia, mirando a su amiga—Es mejor que él no esté aquí. No me gusta.
—Así que fuiste y le dijiste todo a tu mamá sólo porque no te gustaba. —Volvió a susurrar la niña de ojos marrones, con los ojos vidriosos y los susurros quebrados.
—A mí no me gustaba porque a ti no te gustaba tampoco. —Dijo en voz baja la niña rubia, buscando la mirada de su amiga, pero la otra niña se negaba a verla.
—No sé cómo se debe estar sintiendo ella…
—Te dije que no le dijeras a nadie. ¿Ni siquiera pudiste hacer eso por mí?
—San…
—No me llames así.
Escuchó sollozos en el primer piso. Cerró con fuerza sus ojos y apretó sus puños. Le dolía el corazón.
No debes llorar. No llores. No debes llorar.
La niña rubia hizo un intento de tomar el puño de la niña morena.
Ella se apartó.
—No me toques.
—Por favor, no te enfades. —Pedía la niña rubia, con voz quebrada—Por favor, mírame.
—No quiero. No quiero verte. No quiero estar contigo.
—Pero… pero tú y yo somos amigas. Me dijiste que me querías.
Ella ya no quería escuchar nada.
Se puso de pie.
—Tú y yo ya no somos amigas.
—Perdóname.
—Adiós.
— ¡Ella es sólo una niña!
Despertó con la sensación de una resaca, pero no la tenía. Estaba jadeando, y su cuerpo tenía una capa de sudor. Pero la peor sensación no era el cansancio, o el sudor frío. La peor sensación era la que sentía en su pecho. Encerrada, y enjaulada con mil llaves.
—Qué sueño acabas de tener.
Pero ese no fue un sueño. Se sintió como una pesadilla, pero lo más inquietante de todo, es que eso era real. Eso fue real.
Las semanas de octubre transcurrieron después de eso. La situación de Sugar y Kitty se arregló, pero aún había pequeñas secuelas. Kitty prácticamente se convirtió en dos personas para poder pasar tiempo con Sugar y Marley, porque, por más que Kitty le rogara a su mejor amiga para que pasara tiempo a lado de ella y la castaña, la morena se negaba rotundamente. Kitty aprendió a lidiar con eso, pero se propuso ella misma que la situación no se quedaría así. Ella estaba empeñada en que Sugar y Marley deberían hablarse, y no para facilitarle las cosas, sino porque, ellas eran especiales para ella, y quería que se llevaran bien al menos. Kitty sabía que Marley no tendría problemas si Sugar no los tenía, pero ese era precisamente el problema: que Sugar no quería.
La señora López llamaba cada vez que podía, y los hermanos López no podían extrañarla más.
El viernes, 19 de octubre, fue cuando el doctor Marín les había dicho que Quinn podía regresar a las comodidades de su hogar. El señor Fabray estuvo tan complacido de ser él quien le diera la noticia a Santana, porque la morena no estaba al tanto de esto. Santana iba y venía del hospital -estas veces, sin Brittany- para mantener a la rubia al tanto de lo que sucedía con las cheerios y sus demás amigos y amigas, ocultando rotundamente situaciones comprometedoras con Brittany, por supuesto. Santana contaba los días para que el 19 de octubre llegara. Los señores Fabray estuvieron encantados con la idea de que Santana los acompañara cuando Quinn fuera dada de alta en el hospital, y eso hizo. La morena contaba los minutos para que la escuela acabara y por fin ir al hospital.
Y el timbre sonó.
Santana llevaba a Quinn en una silla de ruedas, porque si bien la rubia ya había salido del hospital, aún llevaba un yeso en el tobillo, lo que le impedía caminar de forma normal. La morena, en un instinto protector, cobijó a Quinn con una frazada que los señores Fabray habían traído, previendo que la mañana estaría un poco fresca para la rubia. Quinn inmediatamente se la empezó a quitar.
— ¿Qué haces? —Preguntó Santana.
— ¡Nadie va a impedir que el aire fresco golpee mis brazos! —Contestó Quinn, anhelante—Además, si me tapas con eso, pareceré más inválida de lo que en realidad estoy.
—Quinn, está algo fresco. —Santana trató de razonar.
La rubia, por su parte, se giró sobre su silla para poder ver a Santana, quien, Quinn podía ver, apoyaba sus codos en los mangos de la silla de ruedas, y sólo llevaba una sencilla blusa blanca de manga larga ceñida con cuello V, y unos jeans azules un poco rotos.
—Tú no estás tan abrigada que digamos. —Le dijo, viéndola.
Santana sólo se encogió de hombros, con simpleza.
—Yo no tengo frío. —Sólo dijo.
—Ah, sí. Olvidaba que eres latina y de sangre caliente.
Santana rió ante el comentario de Quinn. A la rubia le encantaba bromear sobre sus orígenes hispanos. Había sacado a Quinn del hospital porque la rubia no podía esperar a salir de ahí, y sólo estaban ellas dos, Santana empujando a Quinn en la silla por las afueras del hospital, cerca de la entrada, esperando a sus padres para irse.
—No quiero volver a pisar un hospital en la vida. —Dijo Quinn.
—Bueno, tomando en cuenta de que probablemente llegaste en una camilla, estuviste en una camilla, y has salido en silla de ruedas, literalmente nunca lo has pisado.
—Recuérdame patearte el trasero cuando…
— ¿Cuando puedas?
Sí, quizá Santana se estaba aprovechando un poco de la situación. Quinn alzó una de sus manos y le pellizcó un brazo a Santana. La morena, chilló.
— ¡La violencia no resuelve nada!
—A veces eres tan idiota.
— ¡Oye! Tú ibas texteando y conduciendo al mismo tiempo, la idiota aquí no soy yo.
— ¿Quieres dejarme en paz de una vez? Suficiente tengo con estar en esta tonta silla de ruedas.
Santana decidió que era tiempo de dejar de bromear. Ya habría tiempo para eso después.
Quinn agachó la cabeza y, con un tono lastimoso, dijo:
—Me parezco a Artie Abrams.
Artie Abrams, el chico que le había hecho mala cara junto con los demás chicos del club glee la vez que Brittany la invitó a sentarse en la misma mesa que ellos. Eso le dolió, pero no iba al caso.
—Esta silla de ruedas será en lo que conseguimos unas muletas para ti. No tendrás que estar sentada todo el tiempo. —Trató de animarla Santana.
—Ser una inválida apesta.
—Quinny, deberías estar un poco más agradecida. —Dijo Santana, en un tono totalmente impropio de ella—Al menos esto no será de por vida. Al menos sólo serán unas semanas. Al menos no estás en coma. ¡Al menos no moriste!
Eso último la hizo estremecerse.
Quinn hizo una mueca.
—Estoy actuando como una imbécil, ¿verdad?
—Un poco más que de costumbre.
Quinn alzó su mirada para encontrarse con la mirada marrón de su mejor amiga, que agachaba la mirada para verla.
—Gracias por estar conmigo. —Le dijo Quinn, con una sonrisa de agradecimiento, y… pena.
—De nada. —Dijo Santana, sin una pizca de modestia, a lo que Quinn le dio un leve y cariñoso golpe en la mejilla.
—Ese era un buen momento para que me dijeras lo mucho que me quieres y lo mucho que me extrañaste, tonta.
—No soy de decir mentiras.
Otro cariñoso golpe en la mejilla.
—Sé que me extrañaste.
—Claro que no. —Le dijo ahora, volteando la mirada hacia la izquierda. Bueno, quizá sí era de decir una que otra mentirilla.
Quinn no tenía por qué saber que casi no sobrevive otro día en el instituto sin ella. Aunque lo más probable era que lo supiera, sólo que quería oírlo de su boca.
En ese momento, a lo lejos vio a una diminuta castaña que también salía del hospital, pero ella empujaba por la rampilla para discapacitados a un chico en silla de ruedas, casi como ella y Quinn, pero el chico tenía toda la pierna enyesada.
—Oh. Mira, Quinn. —Llamó la atención de su amiga—St. James también ha salido del hospital, por fin.
En ese momento, Santana recordó las palabras de Puck en la cafetería: “La amiga de Brittany también podría venir con St. James”. Era gracioso. Era como si el destino comenzara a empeñarse a que el plan de Puck se diera a cabo.
Pero así como Santana tenía sus propias luchas internas, su rubia amiga también las tenía.
Quinn volteó a mirarlos justo cuando la castaña también giró la mirada de pura casualidad, y conectaron miradas. Sólo por un momento. Rachel la miró con un poco de consternación. ¿Ya la habían dado de alta? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Estará bien? Pero, sin poder evitarlo, a pesar de todas las dudas, dejó salir una tímida sonrisa por el sólo hecho de que Quinn estaba mucho mejor y ya podría ir a su casa, y al instituto, y al menos podría verla todos los días. Aún aunque le dirigiera esa fulminante mirada, estaba encantada de que Quinn estaba bien.
Sin embargo, Quinn sólo volteó a mirarlos e inmediatamente giró la cabeza para el lado contrario, bufando de molestia. El hecho de que Rachel empujaba la silla de él y no la suya le hacía querer vomitar sangre.
— ¿Y a mí qué? —Dejó salir la rubia, tratando de aparentar indiferencia, pero su comentario sólo logró salir muy despectivo y cortante.
—Oh, bueno. ¿Quién sabe? Podríamos jugar a unas carreras de sillas en lo que tus padres salen del hospital. —Dijo Santana, tratando de bromear.
Pero lo único que se ganó, fue una de las miradas más llenas de veneno que Quinn le pudo haber dado en la vida.
—Bueno, ya. Sólo fue una idea.
—Ese idiota no podría ganar ni eso.
—Bueno, tampoco es que Finn es el mejor del mundo… y hablando de Franketeen…
Quinn rodó los ojos.
— ¿Qué pasa con él?
—Apuesto que no vino a verte ni tres días.
—Vino dos días, pero la verdad es que eso fue más de lo que yo esperaba.
Quinn sabía el punto al que Santana quería llegar, y sabía que su amiga tenía razón en casi todo lo que decía, pero la verdad era que, para ella, había cosas mucho más importantes que Finn en ese momento. Quizá era algo fría al admitirlo, pero realmente, la reciente indiferencia de Finn le daba igual.
—Quinn, siempre te lo he dicho. ¿Por qué no terminas con él? —Comenzó Santana con uno de sus sermones sobre su noviazgo con Finn. Después del décimo, dejó de escucharlos, realmente—Ni siquiera sé en qué se basa su relación. Sí, él es el quarterback del equipo de fútbol en la escuela, y tú eres una sensual porrista, pero ¡Por favor! Él es el tipo más aburrido de la historia.
—Bueno, tampoco es como si tu relación con Puck fuera de lo más profunda, Santana.
Santana de repente se sintió indefensa.
—Yo… yo nunca he dicho que lo sea.
—Pues que alguien se lo diga, porque no parece que lo sabe.
—No estamos hablando de Puck, Quinn. Estamos hablando…
Pero todo se desvaneció para ella porque, Rachel le había dicho algo al oído a St. James, eso la hizo querer levantarse de esa silla e irse de ahí. Pero eso se le olvidó cuando la castaña comenzó a caminar en su dirección. Venía hacia ella. Oh dios. ¡No! ¡No estaba preparada! ¡Rachel se veía tan linda con esos leggins negros y ese suéter holgado! Y ella… ¡Ella ni siquiera había podido tomar un baño decente! Debía tener el aspecto de una vagabunda. ¡No, no, no! ¡Rachel no debía verla así!
— ¡Dame esa cobija!
Y Quinn le arrebató bruscamente la cobija que anteriormente se había quitado, y comenzó a cubrirse con ella.
— ¡¿Qué rayos haces?!
— ¡Me dio frío!
— ¡Hola, Santana! —Y ahí estaba esa castaña. Ella sólo se paraba ahí, frente a ella, y era… perfecta. Odiaba que fuera tan perfecta—Hola, Quinn.
—Berry. ¿Qué tal? —Saludó Santana, como nunca, amable.
Genial. Justo cuando necesito de tu parte fría y grosera. Gracias, Santana. Muchas gracias.
—Hola, Rachel. —Saludó, con la mirada en otra parte, porque estuvo segura de que si la miraba a los ojos, titubearía. Trataba de esconderse debajo de la cobija, con ganas de desaparecer de ahí.
¿Qué pretendía Rachel con ir ahí? Estaban frente a Santana. Eso la inquietaba en cierta forma.
— ¿Cansada de la práctica de ayer?
“¿Práctica de ayer?” O sea que… ¿no bromeaba? ¿en serio ella y Santana estaban practicando juntas? Quinn no podía creer la tranquilidad y naturalidad con la que esa castaña les hablaba, mientras ella era un verdadero revoltijo de emociones.
—La verdad es que ya me acostumbré. —Dijo Santana—Nunca había practicado tanto en mi vida. Ni siquiera el año pasado habíamos practicado tanto, ¿verdad, Quinn?
Pero al parecer, la conexión entre la boca de la rubia y su cerebro se había perdido, porque no era capaz de articular palabra ahora. O al menos, no rápidamente. Santana, al ver que su amiga no contestaba, se agachó para poder ver la cara de Quinn.
La morena frunció el ceño al verla.
—Quinn… estás… ¿estás bien? —Preguntó Santana, preocupada—Tu cara está… está roja. ¿Te sientes mal?
Oh, claro que se sentía mal, pero no por motivos que Santana pudiera imaginarse. Estaba roja de pena y vergüenza.
Rayos.
—Humm… yo… creo que sí me siento mal…
Oh, sí, esa era ella, fingiendo estar enferma.
— ¿Tienes temperatura? ¿Estás mareada? —Santana preguntaba, consternada, y sin darle oportunidad de contestar ninguna de sus preguntas—Ahora vengo, iré por tus padres. Ellos sabrán qué hacer. —Decía Santana, mientras se alejaba poco a poco de ellas.
Pero eso no era precisamente lo que Quinn quería que sucediera.
— ¡Oye! ¡No! ¡Santana, esp…!
— ¿Podrías quedarte aquí con ella en lo que regreso, Berry? —Le preguntó Santana a Rachel, quién sólo se había quedado callada durante toda la mentira de Quinn.
—Claro. No te preocupes. —Respondió, ocultando la ilusión que le hacía quedarse sola con Quinn.
— ¡No tardo!
Y con eso, Santana salió ahora trotando hacia el hospital.
Rachel sólo se quedó frente a Quinn, observándola con una tierna sonrisa, y Quinn no tuvo más remedio que mirarla en respuesta también.
La castaña, sin decir nada, posicionó una de sus manos en una mejilla de Quinn, y luego en la frente. Uhhh. Eso se sintió bien. Quinn, sin querer, ya había cerrado un poco los ojos ante el contacto de esa mano con su rostro, pero se resistió a cerrarlos por completo…
¿Qué rayos pretendía Rachel?
—Tu temperatura no ha subido. —Dijo Rachel, quitando a regañadientes su mano del rostro de la rubia, y se cruzó de brazos frente a ella. Usaba un tono similar al tono que usan los doctores cuando están diagnosticando a un niño pequeño—Pero estás muy roja.
—Pues sí me siento mal. —Dijo, estabilizándose.
Rachel dejó salir una cariñosa y tímida sonrisa, porque ver a Quinn así de roja le recordaba a cuando algo le daba mucha pena y se sonrojaba. Quinn era tan linda cuando se sonrojaba. Quinn no podía ser más linda. ¿O acaso era ella, que sólo estaba tan feliz de que ya no estuviera ahí dentro?
—Ahora sonríes. ¿Qué sucede? —Preguntó Quinn, mirándola, tratando de descifrar el porqué de su sonrisa, sin éxito. Por un momento, pensó que quizá se estaba burlando de ella.
—Nada. Es sólo que… en verdad estoy muy feliz de que estés aquí afuera.
Rachel hizo un esfuerzo descomunal para no abrazarla y sonar natural.
Quinn inevitablemente sonrió al escucharla, y sin querer corrió la mirada hacia un lado y su vista se topó en aquel chico que al igual que ella, estaba en silla de ruedas. Al igual que ella, había salido ese mismo día del hospital. Al igual que ella, estaba enamorado de la castaña que le sonreía. Pero la única diferencia, era que después de todo, la castaña regresaría con él, porque él era su novio. Quizá Rachel estaba igual o más feliz de que ese chico también estuviera fuera del hospital. Qué estúpida había sido.
Era mejor no seguir mirándolo, así que se volvió a girar, y no dijo nada.
—No deberías estar aquí. —Le dijo, deseando que eso que había dicho no fuera verdad.
— ¿Por qué no? —Preguntó Rachel, confundida.
— ¿No se vería muy raro que tú yo estemos charlando aquí, solas, así de la nada?
Rachel se sintió un poco decepcionada, porque, después de todo, a Quinn todavía le importaba demasiado lo que la gente pensara de ella.
“A nadie le importa lo que tú y yo hagamos o dejemos de hacer.” Quiso decir.
— ¿No puedo hablar con mi compañera cheerio? —Trató de juguetear.
Quinn rió débilmente y se miró.
—No creo que yo pueda estar en las cheerios así. —Dijo, obviando la situación.
—Una vez cheerio, siempre cheerio.
—Sí, bueno… cargaré con eso toda mi vida. Y tú también.
—Tendrás tiempo de sobra ahora.
Era cierto. Ahora que no estaba en las cheerios, no tendría que ir a las prácticas, y era seguro que no participaría en las regionales, y probablemente, tampoco en las nacionales. Sí, le dolía, pero Rachel tenía razón. Y tendría que ocupar su tiempo en otra cosa.
—Ya me encargaré de eso. —Dijo, sin dar muchos detalles.
Rachel frunció el ceño al verla. La verdad, esa leve expresión en su rostro y la forma en la que habló, le decía claramente que Quinn tramaba algo, o algo así.
Y entonces la castaña se dio tiempo para observar a la chica que tenía frente a ella. Su cabello corto estaba desacomodado, pero a Rachel le parecía que estaba perfectamente estilizado para darle a la chica un aspecto desaliñado, y al mismo tiempo, lindo. Un tono rojizo aún cubría sus mejillas y sus ojos la miraban de una forma que ella había anhelado. Fue ahí cuando se dio cuenta de la frazada que le cubría el cuerpo, y ella odió ese pedazo de tela. Ojalá se la quitara para poder verla completa.
—Te estás mordiendo el labio, Rach.
Oh, dios. Quinn había vuelto al “Rach”. Volvió a los ojos claros de la rubia.
—Nada de hablar por teléfono y conducir de ahora en adelante.
Quinn hizo una mueca ladeada con su boca.
—Esto no ha sido tu culpa. —Le dijo.
—Sí lo fue.
—No digas eso. —Pidió Quinn—Creo que, por como soy, esto terminaría sucediendo tarde o temprano…
—Tú no digas eso.
Quinn frunció el ceño.
—Yo sólo digo…
—Lo dices como si te resignaras a que cosas malas te van a pasar siempre.
—Porque lo harán.
— ¡Rach!
Las dos chicas se giraron para ver quién era la persona que interrumpía. Jesse llamaba a su novia desde unos metros más alejado, alzando la mano para hacerse notar, como si el hecho de estar en una silla de ruedas con un enorme yeso en la pierna no fuera suficientemente notorio ya.
Quinn sintió un ácido corrosivo gorgorearle en el pecho.
—Creo que te llaman. —Avisó Quinn, dolida y tratando de ocultarlo.
—Lo sé.
Pero Rachel no se movió.
— ¿Por qué no vas?
—Santana me pidió que me quedara contigo en lo que ella regresaba, y yo le dije que lo haría. ¿Ves a Santana por aquí?
Quinn entrecerró los ojos ante el tono juguetón e irritante de Rachel que usaba cuando tenía razón en algo, o cuando había ganado alguna pequeña discusión.
—No es como si no pudiera estar sola un momento.
—Lo sé, Quinn, pero no quiero que “accidentalmente” me haga caer en la próxima práctica. Ya sabes…
Quinn agachó un poco la mirada. Quizá se sintió un poco decepcionada al escuchar eso. No es como si Rachel se preocupara por ella o algo así. Ellas no eran nada.
Se mordió su labio inferior, sin querer.
—Tus padres nos esperan en el auto Quinn. —Decía Santana, mientras se acercaba a ellas, arruinando un poco el ambiente entre las dos chicas.
Rachel carraspeó, y por un momento, se notó incómoda. Como si estuviera pensando cosas que ella sabía que estaba mal pensar. Pero Quinn se encontraba en una encrucijada de sentimientos: Quería irse, porque sentía que si más tiempo se quedaba ahí, más se le estrujaba el corazón. Quería quedarse, porque así quizá Rachel también se quedaría con ella y no iría con él.
—Nos vemos. —Dijo Rachel, en un tono de voz tímido, mientras se quedaba ahí, viendo con Santana se llevaba una parte importante de su corazón, en silla de ruedas.
—Hasta la próxima práctica, Berry. —Se despidió Santana.
Quinn, quién ya se encontraba dándole la espalda a Rachel porque Santana ya se la llevaba por hacia el estacionamiento, no se aguantó las ganas de girarse, para verla por última vez. Sabía que el futuro de ella y Rachel era verdaderamente incierto, y también sabía que eso era por su culpa, pero simplemente no podía cambiarlo, porque las cosas se habían complicado mucho más de lo que ella había pensado. No sabía si la vería al día siguiente, o el día después del día siguiente… No sabía a ciencia cierta si volvería a tener una charla formal con ella. Sabía que quizá la vería en los pasillos de la escuela, pero eso estaba dejando de ser suficiente. Ella quería más.
Mucho más.
Miró a la persona más linda del mundo quedarse ahí, estática, y ella también la miraba. Odiaba esa expresión en su rostro. Odiaba ver como su sonrisa parecía nostálgica, como si estuviera perdiendo algo que ella anhelaba mucho y quisiera ocultarlo.
“Adiós.” Gesticuló con sus labios. Supo que Rachel le entendió, porque levantó una mano tímida y la meneó levemente de un lado a otro. Obviamente, trataba de ocultar que le estaba diciendo adiós.
Y sabía que eso era por su culpa.
—Sé que no te agrada mucho para cheerio, pero cuando la veas, te vas a quedar con la boca abierta de impresión. —Le dijo Santana.
Quinn no dijo nada, pero una sonrisa casi maliciosa se asomó en sus labios. Sí, probablemente se quedaría con la boca abierta, y no precisamente de impresión.
—Puck me dijo que sería lindo que fuéramos en parejas a la fiesta de Halloween de Mike. —Comentó Santana, una vez que cerró la puerta de la habitación de Quinn.
Quinn se giró en su silla de ruedas para poder mirar a Santana.
— ¿Es que tú estás mal de la cabeza o qué? ¿Qué no has visto que estoy en una silla de ruedas?
Santana esperaba esa reacción. Y estaba preparada.
—Eso no impide que te diviertas Quinn. Además, para ese entonces sólo estarás en muletas, no en una silla.
—Ah, sí. Con eso me has convencido. —Habló Quinn, con sarcasmo.
— ¡Por favooooor, Quinn! —Suplicó Santana—No podré ir sin ti.
—Pues no vayas y quédate conmigo aquí. ¿Qué tiene de malo?
Santana se mordió el labio. La verdad era que ni ella quería ir a esa estúpida fiesta, y menos ir de “parejita” con Puck, pero había un tema que le inquietaba aún. La verdad no sabía por qué diablos se estaba preocupando tanto por la situación de Brittany con Sam. Sólo era curiosidad. Es decir, Brittany no sería tan tonta como para aceptar salir con él… ¿cierto? Además, ¿quién sabe? Podrían pasar un buen rato. Quizá.
—Sabes que Mike, Finn, y Puck no aceptarán un “no” por respuesta, ¿verdad?
Ok. Qué horrible intento.
— ¿A quién le importa lo que ellos piensen?
—Tú eres la novia de Finn. A ti debería de importarte.
—Oh. Claro. —Dijo Quinn, ausente. Parecía como si se le hubiera olvidado y Santana se lo acabara de recordar.
Santana bufó un poco y fue a sentarse al borde de la cama de Quinn, que siempre estaba bien tendida y ordenada. Toda la habitación en sí era un ejemplo claro del orden. No era que la habitación de Quinn fuese “femenina” pero se notaba que era la habitación de una chica.
Bueno. Dejando la habitación de Quinn a un lado… Santana se sentía un poco derrotada. Había pensado que sería un poco difícil convencer a su mejor amiga de ir a esa fiesta, pero ahora le parecía imposible. Aunque aún había esperanza, y trató de aferrarse a ella. Nunca había insistido tanto para ir a una fiesta en su vida.
—Vamos. Tu tobillo no se ve tan mal. ¡Mira a St. James! Se fracturó toda la pierna y aún así irá con Rachel. —Trató de subirle el ánimo a su amiga.
Quinn le frunció el ceño.
— ¿Él? ¿Irá? —Preguntó en un tono un poco más severo y hasta un poco sorprendida— ¿Mike lo ha invitado?
—Puck me dio a entender algo así como que lo invitarían. Además, es lo más probable, puesto que Rachel es de las animadoras ya, y pues… él es del equipo de fútbol. Creo que irán juntos. —Explicó.
— ¿Qué pasó con eso de que lo odiaban? ¿Ahora son los mejores amigos de la vida?
—Supongo que a la primer golpiza es historia. —Santana se encogió de hombros.
— ¡Vaya! Pero qué rápido te amigaste con Ra… Berry.
Santana comenzó a reír, y Quinn le dedicó una de sus fulminantes miradas.
— ¡¿Qué es tan gracioso?!
— ¡Quinn, estás celosa!
Los ojos de Quinn se abrieron como nunca lo habían hecho en su vida y se quedó un poco helada.
— ¿Yo? ¿Celosa? ¡No! Yo sólo… Yo no estoy… ¿Tú cómo…?
Santana le comenzó a despeinar el cabello como un adulto lo hace con un niño pequeño, de manera muy cariñosa.
—No tienes que preocuparte por Berry. —Le dijo—Quizá ella me agrade un poco, lo que es raro, porque siempre me la pasé burlándome de toda su pandilla del club glee, pero de alguna manera, es un poco más agradable de lo que esperaba. Pero tú siempre serás mi mejor amiga.
Dicho esto, Santana le dio un ligero golpecito con su índice a la nariz de Quinn, y ella simplemente se sintió completamente aliviada. Menos mal que pensaba eso.
—Ahá. —Fue lo único que Quinn dijo.
Santana carraspeó y paseó su mirada por toda la habitación, repentinamente incómoda. No sabía que rogar por ir a una parte fuera tan incómodo.
—Está bien. —Le dijo Quinn—Iremos.
Santana levantó sus cejas de la impresión. Ella había pensado que convencerla sería más difícil.
— ¿En serio? —Preguntó, incrédula.
—Claro. Tú vas con Puck y yo con Finn.
Santana negó con la cabeza rápidamente. ¡Eso no era lo que ella tenía en mente!
— ¡No! Yo no quiero ir con Puck. —Exclamó.
— ¿Santana, qué sucede? —Preguntó Quinn, consternada y explotando—Antes, no te despegabas de Puck, sin importar cuántas veces te dijera que él era un idiota. Ahora pareciera que no quieres ni acercártele. En serio, ¿Qué pasa? —El rosto de Quinn se desfiguró en un instante, imaginando lo peor— ¿Él te ha hecho algo…?
— ¡No! —Negó Santana rápidamente, calmando a su amiga. —Es sólo que… —Santana hizo una mueca ladeada con su boca y luego soltó el aire de sus pulmones, con desgana— ¿Recuerdas la primer fiesta en casa de Mike después de que regresé de casa de la abuela?
Quinn hizo su típica cara de pensar. Después de unos segundos, reaccionó:
— ¿Cuándo nos llevaste a Sugar, Kitty, Rachel, Brittany y a mí a dormir a tu casa?
—Ahá.
—Claro. La recuerdo.
—Sí. Y ¿recuerdas cómo llegamos?
Quinn frunció un poco el ceño.
—No con mucha claridad, pero tú me dijiste que Puck nos había traído. ¿Qué sucedió?
—Esa noche, él me besó.
La habitación se quedó en silencio por un momento. Santana no quería ver a su amiga, pero ella no decía nada, así que no se resistió más y volteó a ver a su amiga para darse cuenta que su rostro no tenía emoción alguna. No estaba enojada, ni sorprendida… ni siquiera consternada. Ella más bien tenía el rostro de una persona que está viendo los comerciales de compras en la televisión. No parecía sorprendida en lo absoluto.
—Ya. Te besó. —Luego, Quinn se… ¿rió? —Pero… ¿eso qué? Santana, tú has tenido sexo con él, ¿y te preocupas por un beso?
—Este beso fue diferente. No había intenciones de sexo en él. Se sintió… diferente.
—Y… ¿te gustó?
Santana se sacudió del sólo pensarlo.
—No. —Dijo, honestamente—Yo ni siquiera lo correspondí.
—Santana, pero… ¿Qué tiene de diferente? Es decir, habías correspondido todos sus besos antes, ¿Por qué este no?
—Quinn, ¿no lo entiendes? Sé que a la única persona a la que le debes de dar besos, es a aquella a la que quieres mucho. Por eso tú me besas las mejillas. Por eso yo beso a mi madre cada vez que salgo de casa. Por eso les doy un beso en la mejilla a mis hermanos cuando se van a dormir. Pero siempre supe que los besos que le daba a Puck eran nada más por dárselos. Por corresponderlos. Jamás sentí algo más que eso, y pensé que él lo sabía. Los besos y todo lo que hacíamos sólo era por satisfacer una necesidad.
— ¿Satisfacer una necesidad, o satisfacer la de él?
Eso fue directo a su pecho como una de las más grandes incógnitas que había tenido en su vida. Jamás se lo había preguntado. Nunca jamás se lo había pensado siquiera. Los ojos de Santana se llenaron de emoción y sentimiento, y Quinn lo supo.
Las dos chicas estaban frente a frente. Rodillas con rodillas. Sólo que Quinn estaba en la silla de ruedas y Santana en el borde de la cama. Quinn tomó las manos de su mejor amiga con las suyas, y la miró a los ojos.
—Santana, sé cómo eres. Sé lo que has pasado, y sé cómo te sientes; y no hablo de que te entienda, porque no puedo; hablo de que sé cómo te sientes aún aunque no me lo digas. Sé que Puck es algo así como tu mejor amigo, y lo quieres, pero él no es para ti. Sólo estamos en preparatoria. Aún tienes mucho tiempo para encontrar a la persona indicada para ti. No tienes que estar con Puck si tú no quieres. No tienes que complacerlo, si tú no quieres. No tienes que volver a hacer cosas que no quieres. Sé que tratas de satisfacer a las personas que quieres, porque las quieres, pero debes de saber que una persona que en realidad te quiere, lo hará aún aunque tengas mil defectos y aún aunque no seas como ellos quieren que seas.
»Yo sólo quiero que llegue una persona especialmente diseñada para ti. Una persona a la que no tengas que esforzarte por satisfacer. Una persona con la cual no tengas que esforzarte por ser perfecta, porque ante sus ojos ya lo eres. Aunque, ante los míos, ya lo eres también. —Quinn rió—Quiero que te llegue la persona que note lo que no te gusta, y lo que sí. Que se sepa tus mañas y manías, así como yo. Y cuando la encuentres, quiero que beses a esa persona porque tú quieres. Porque no puedes aguantarte las ganas de juntar tu boca con la suya. Quiero que no te detengas de querer a alguien. Aunque, sé que odiaré a esa persona porque me está quitando a mi mejor amiga de todos los tiempos.
Santana sólo miró a su mejor amiga y no supo qué hacer. La verdad era que sabía que Quinn la quería, pero no sabía que pensara todo eso. Le parecía algo irreal que alguien quisiera todo eso para ella. Quinn siempre había estado con ella, sí, pero… aún así…
—Eres la mejor amiga de todos los tiempos. ¿Lo sabías?
—Claro que lo sé.
Santana le dio un beso en la frente a su amiga, y ella le pellizcó una mejilla.
—Bueno, ya basta. —Dijo Santana.
— ¿Por qué? —Jugueteó Quinn—Sólo es la verdad. ¿Por qué te avergüenzas?
—No me avergüenzo. Sólo… no sé… tanto cariño y afecto me abruman.
—Bueno, así hemos sido siempre. —Dijo Quinn, encogiéndose de hombros con simplieza—Ya deberías estar acostumbrada.
Santana odió el momento en el que dieron las cinco de la tarde y tuvo que regresar a su casa a alistarse para verse con Marley, en el mismo lugar, y a la misma hora. Le esperaba lo mismo de todos los viernes, así que ¿para qué se quejaba? Además, estaba Marley. Estar con Marley lo hacía todo más llevadero.
Pero tal fue su sorpresa que Marley ese día estaba más ausente que nunca. La chica sólo contestaba con monosílabos y rara vez iniciaba la conversación. Santana lo notó bien apenas cruzaron una palabra, pero no dijo nada. Quizá estaría cansada. Una de las cosas que tenía Santana, era que tenía algo así como un sexto sentido, y sabía cuando había cosas turbias ocultas, pero no sabía qué con exactitud. Sólo lo intuía, pero nunca sabía qué era lo que intuía. Decidió no preguntar nada. Si Marley quisiera contarle qué le sucedía, lo haría. Así que no la presionó.
Además de ese pequeño detalle de Marley, la noche estaba pasando con suma normalidad, y con normalidad se refería a los mismos tipos borrachos de siempre, gritando estupideces que ya no se molestaba por entender, ni escuchar. Todo iba normal. Todo iba bien. La noche pintaba para terminar bien. Santana estaba terminando su presentación sin ningún tipo de percance…
Pero luego, lo vio.
Nunca había visto a ese hombre en su vida. Lo recordaría. Pero algo en sus ojos se le hacía sumamente familiar. Sólo sus ojos. Esos ojos ya los había visto antes. Menos mal que ya había terminado de cantar, porque esos ojos la dejaron sin palabras. Ese hombre la veía de la misma forma en la que todos los demás que no estaban ebrios lo hacían. Supo que nunca olvidaría esa mirada azul profunda. Eran los ojos más azules, claros y profundos que ella había visto, y tenía la fuerte sensación de que ya los había visto antes. Su mirada era turbia y cargada de intenciones. Intenciones que no quiso saber. ¿Quién sabe? Quizá sí estaba ebrio.
Santana desvió la mirada de ese hombre y se dispuso a bajar del gastado escenario, para reunirse con Marley y salir de ahí. Debían ser como las dos de la mañana, y el bar cerraba a las tres. Pero aún dándole la espalda, podía sentir cómo la mirada de ese hombre le acuchillaba la espalda.
Ojalá no fuera el próximo viernes.
— ¿Lista? —Le preguntó Marley, justo cuando bajó del escenario.
—Me cambio y nos vamos.
Era, de cierta manera, muy incómodo ir con Marley en el camión de las dos treinta de la madrugada y que la castaña no emitiera sonido alguno. Es decir, no era que Marley estuviera completamente muda, pero normalmente la castaña es la de la conversación y Santana es la que la sigue. Ahora, no era así.
— ¿Sabes que el próximo fin de semana habrá una fiesta de Halloween? —Preguntó, para romper el silencio.
— ¿La de Mike Chang? —Santana asintió—Ahá. Kitty me ha dicho que fuera.
— ¿E irás?
—No lo sé… Bueno… Es una fiesta de disfraces, ¿no?
Santana hizo una mueca pensativa.
—Eh. Bueno, sí. Halloween es uno de los únicos días festivos en donde las mujeres podemos disfrazarnos de animales o personajes sexis sin que se nos juzgue tanto. Puedes disfrazarte si tú quieres. —Santana se encogió de hombros.
— ¿Y si no lo hago? —Preguntó la castaña.
—Pues no lo hagas y punto. Yo no lo haré.
Marley no contestó más y Santana pudo ver su semblante de consternación. Santana podía adivinar que Marley estaba preocupada por algo en ese instante porque Marley agachó la mirada y se mordió el labio, y eso siempre significaba que algo no muy alegre pasaba por esa cabecita castaña.
—Marley, ¿qué sucede? Has estado muy rara todo el día.
Marley soltó aire por su boca.
—Es una tontería.
—No es una tontería si te tiene tan preocupada.
—Bueno… es que… sí quiero ir a la fiesta… pero no quiero… disfrazarme.
Santana sólo fue capaz de mirarla y parpadear varias veces, con la mente tratando de descifrar porqué eso tenía algún tipo de importancia o relevancia.
Marley suspiró, de nuevo.
—Ya. Kitty me dijo que si quería ir con ella, y a mí eso me pareció una muy buena idea hasta que me dijo que fuéramos disfrazadas. Ella se veía tan entusiasmada que yo no fui capaz de decirle que yo no quería disfrazarme. Ahora ella ya me ha enseñado hasta el disfraz que llevará y yo no he podido hacer más que decirle un tonto “Oh, qué lindo”.
—Sólo díselo. —Le dijo Santana, encogiéndose de hombros— ¿Qué cosa podría salir mal?
—Oh, sí, Santana. Gran idea. ¿Por qué no lo pensé antes?
Santana parpadeó varias veces de nuevo, pero ahora estaba sorprendida. ¿Marley Rose hablando el idioma sarcasmo? ¡Oh, crecen tan rápido!
— ¡Vaya! —Exclamó—Supongo que el sarcasmo se te ha pegado de Kitty.
—Sí, y seguramente será lo único que se me pegue de ella después de que decida no hablarme. —Habló Marley, derrotada.
— ¿Y ahora por qué dices eso?
— ¡Es que yo no quiero que se enfade conmigo por no llevar un tonto disfraz a esa tonta fiesta! —Exclamó la castaña, ignorando a Santana. Parecía como si se hubiera estado callando eso toda la semana y por fin lo dejara salir. Santana sólo sonrió al hecho de que parecía muy histérica y ni de esa forma Marley podía dejar salir una grosería como la palabra “estúpido” o “idiota” o “imbécil”—O sea, es que… ¡ella es tan segura de sí misma! Y en serio debiste ver como los ojos le brillaron ante la idea de ir juntas, y disfrazadas, pero yo no puedo lucir así de linda y sexy en un disfraz. Yo me sentiría muchísimo más cómoda yendo casual. Kitty seguro se aburre. ¿Y si deja de hablarme? Ella es la única que me ha dirigido la palabra en McKinley…
Santana tenía que parar eso.
—Uoh, uoh, uoh. Detente ahí. En primera: creo que tú podrías ponerte sólo un costal de patatas encima y aún así te verías igual o más sexy que Kitty, o cualquier otra chica de la escuela. Y en segunda: nunca he visto a Kitty pasar tanto tiempo en la escuela con otra persona como lo ha hecho contigo… además de Sugar, y no creo que eso vaya a cambiar por este tonto asunto del disfraz. Despreocúpate, Marley. Creo que estás exagerando un poco.
Marley parecía estar procesando las palabras de Santana en su cabeza.
— ¿Tú crees?
—Totalmente. —Dijo Santana. Luego, frunció el ceño— ¿Y qué es eso de “ella es la única que me ha dirigido la palabra en McKinley”? ¿Y yo qué soy?
—Me refería a que… bueno… tú eres de segundo año. No puedes estar conmigo mucho tiempo. Sabes que debería hablar con personas de mi misma edad. Ya sabes…
—Eso tampoco es tan así. Te he visto charlar con varios chicos además de Kitty. Ryder Lynn, Jake Puckerman… hasta creo que con mi hermano…—Luego, Santana sonrió pícaramente— ¡Oh, eres toda una rompecorazones!
Sólo sonrió de esa forma porque ya sabía la reacción que tendría la cara de Marley con ese comentario, y no se equivocaba. Marley se tornó completamente roja.
— ¡Calla! —Ordenó Marley, roja como un tomate—Ryder Lynn es un buen chico. Tu hermano me agrada, pero… Jake… Jake y Kitty… salen. No deberías decir eso.
Eso era cierto. Ese comentario simplemente había saltado de su boca sin permiso, pero eso era lo que lo hacía un poco peligroso. Era notable la atracción de Jake por Marley, pero no se veía que el sentimiento fuera recíproco por parte de la castaña, y honestamente, era algo muy bizarro que Kitty no se hubiera dado cuenta aún. Santana llegó a dudar que Kitty se diera cuenta de eso, porque no había ningún tipo de reacción por parte de ella, pero ella era Kitty Wilde, y ella siempre se enteraba de todo mucho antes que los demás. Entonces ¿Por qué no hacía nada? ¿En serio le agradaba tanto Marley?
De algo estuvo segura: eso era una enorme bomba de tiempo, y tarde o temprano iba a estallar. Eso era más bien como una predicción, y sus predicciones casi siempre eran acertadas.
Demonios.
Me mudaré de país, y la verdad, veo muy difícil que pueda actualizarles. O sea, si lo hago, lo vendría haciendo cada tres, cuatro... cinco meses, y la verdad no quiero tenerlas esperando una actualización tanto tiempo. Soy lectora, y sé lo frustrante que es. Por eso les digo que es mejor que no esperen nada.
Quiero terminarlo, de verdad que sí, pero también tengo que mudarme. Viviré sola, así que tendré muchísimas cosas que hacer por mí misma, así que... bueno, no lo sé.
Tómenlo como una pausa, por fas. No quiero que lo esperen. Pero, la verdad es que no quiero dejarlo aquí. Lo seguiré, pero no sé cuánto tiempo me tome eso.
Les tengo un capítulo más. De hecho, es el capítulo más largo que he escrito. Perdón si está muy largo, pero no podía dejarlas así, sin más. Además, ya lo tenía hecho, así que mejor se los dejo. Espero que les guste muchísimo. Gracias por siempre leerme, y no dejar esta revoltosa, y rara, pero creo bonita historia. Seguiré aquí en el foro, comentando, leyendo, y todo... pero lo haré desde mi móvil, y de ahí no puedo continuar. De nuevo, lo siento. Odio dejarlo, pero tengo que irme.
No sé. Cualquier cosa, les dejo mi ask: http://ask.fm/gloryavals
Y mi twitter: https://twitter.com/oyeglory
Por cualquier cosa.
En verdad, han sido estupendas. Pero también les digo una cosa, y siempre lo he dicho: Esto no se acaba, a menos que ustedes así lo quieran.
MUCHÍSIMAS GRACIAS, EN VERDAD.
Capítulo 18.
Fiesta de Octubre.
Fiesta de Octubre.
La niña de cabello oscuro y de ojos marrones se encontraba sentada en el segundo piso de la casa, en las escaleras. Se suponía que debería estar dormida, como le había dicho su madre que lo hiciera, pero no lo hizo. Ella sabía que algo andaba mal. Lo sabía desde hacía meses, pero ahora sabía que el momento había llegado. Veía que su madre estaba preocupada desde hacía días, y ella intuía la razón, aunque rogaba estar equivocada. Rogaba que su madre no supiera nada.
— ¡Maribel! —Escuchó, después de oír la puerta de la casa abrirse y cerrarse. La voz de esa mujer se escuchaba cansada y atareada, como si llevara un pesado paquete cargando.
—Ashley. —Escuchó a su madre saludar, pero no de la manera entusiasta en la que siempre saludaba a esa mujer—Pobrecilla. ¿Quieres que te ayude a llevarla a la habitación de Santana?
—No. En el sillón estará bien. —Hubo una pequeña pausa—Yo sólo venía a ver cómo estabas. Cómo estaban.
No hubo respuesta de su madre. Al menos, no una inmediata. Su madre estaba rota, y ella lo sabía. Se preguntó si su madre estaba igual de rota que ella. Deseó con toda su alma estar equivocada al oír suspiros. Alguien había comenzado a llorar. Ojalá hubiera sido la señora Marín, pero sabía que no era ella quién lloraba. A la niña de las escaleras le estaba pasando lo peor que le puede pasar a un hijo en toda su vida: escuchar a su madre llorar.
—Maribel, ¿cómo está ella?
— ¿Cómo… cómo se supone que ella debería estar? Yo la noto, Ashley. Ella a duras penas come. Ya no juega. Ya no sonríe. Ya no baja entusiasmada en las mañanas para tomar el desayuno. Ya no me besa. El brillo en sus ojos no está cuando le preparo su comida favorita, o cuando le compro algo. Ella no juega con sus hermanos. Ella es mi hija, pero pareciera que se fue. Pareciera que él se la llevó.
—Tom y Elliot lo han estado buscando, pero él no está. Pareciera que se lo tragó la tierra. Él tiene que pagar, Maribel. Él tiene que sufrir las consecuencias.
—Eso no me importa. No me importa lo que a él le pase. Yo no quiero hacerlo pagar, porque de eso no me encargo yo, ni ustedes.
—Si no lo hacemos pagar nosotros, ¿entonces quién?
— ¡Yo sólo quiero a mi hija de vuelta! ¡Quiero que me la regrese!
Ella estaba escuchando. Escuchaba a las dos mujeres que discutían en el piso de abajo, sobre ella. La voz de su madre no se podía oír más triste; más decepcionada. Oír a su madre hablar de esa manera sólo le hacía querer arrancarse los oídos para no volver a escuchar ese tono en su voz nunca jamás, y lo peor de todo, era que ella lo había causado. Hubiera sido muchísimo mejor que su madre jamás se hubiera enterado. No quería llorar, porque no sería justo, sin embargo, la combinación de dolor, culpa y resentimiento no cabía en su pecho, y buscaba forma de salir de ese cuerpo que ahora se sentía sucio. Esa combinación quería escapársele por los ojos, pero ese era el castigo: aguantarse, porque ella había tenido la culpa de todo. Todo se le venía encima, y ella no tenía la fuerza para defenderse. Estaba indefensa.
Una niña jamás debería sentirse de esa manera.
— ¿Has… has hablado con ella de esto?
—Ashley… dime… ¿cómo lo hago? ¿Cómo le explicas a tu hija esto? Ella no me habla. Ni siquiera para discutir sobre algo que no le parece. No me dice nada. Desde hace meses que ella está así, y yo no me di cuenta. ¡¿Cómo no pude darme cuenta, si yo soy su madre?! ¡¿Cómo pude darle más importancia a mi trabajo que a ella, que es mi hija?! ¡Lo tenía frente a mis narices, y yo no fui capaz de darme cuenta! ¡La verdad me estaba golpeando en la cara, y yo sólo lo esquivaba! ¿Qué clase de madre le hace eso a su hija?
Y entonces su madre calló por un momento, y pudo escuchar unos leves gemidos soñolientos. Alguien había estado dormido, y acaba de despertar.
—Hanny, cariño, vuelve a dormir.
— ¿Dónde está Santana?
—Está arriba, cielo.
— ¿Puedo ir a verla?
—Claro que puedes, pero ella debe estar dormida ahora. ¿No te importa?
—No. Yo también tengo mucho sueño.
—Anda, hija. Ve arriba.
Escuchó unos perezosos pasos aproximarse, y en cuanto más se aproximaban, más activos se hacían. No hizo nada para ocultarse. No tenía ganas. La niña sólo se quedó ahí, recargada en el barandal de la escalera. La niña rubia la observó desde el otro extremo de la escalera, y antes de que pudiera hacer algo, la niña de ojos marrones le hizo una señal para que guardara silencio. La niña rubia entendió y lentamente subió las escaleras, hasta quedar cerca la otra niña.
—Mi papá se fue por mi culpa. —Susurró la niña de ojos marrones, con la mirada perdida y llena de vergüenza. No podía mirar a nadie a la cara. No tenía la dignidad. No tenía el valor.
—Tienes que hacerlo, Maribel. Eres su madre.
—No puedo. No tengo el valor.
—Tu padre hacía cosas que no te gustaban. —Susurró la niña rubia, mirando a su amiga—Es mejor que él no esté aquí. No me gusta.
—Así que fuiste y le dijiste todo a tu mamá sólo porque no te gustaba. —Volvió a susurrar la niña de ojos marrones, con los ojos vidriosos y los susurros quebrados.
—A mí no me gustaba porque a ti no te gustaba tampoco. —Dijo en voz baja la niña rubia, buscando la mirada de su amiga, pero la otra niña se negaba a verla.
—No sé cómo se debe estar sintiendo ella…
—Te dije que no le dijeras a nadie. ¿Ni siquiera pudiste hacer eso por mí?
—San…
—No me llames así.
Escuchó sollozos en el primer piso. Cerró con fuerza sus ojos y apretó sus puños. Le dolía el corazón.
No debes llorar. No llores. No debes llorar.
La niña rubia hizo un intento de tomar el puño de la niña morena.
Ella se apartó.
—No me toques.
—Por favor, no te enfades. —Pedía la niña rubia, con voz quebrada—Por favor, mírame.
—No quiero. No quiero verte. No quiero estar contigo.
—Pero… pero tú y yo somos amigas. Me dijiste que me querías.
Ella ya no quería escuchar nada.
Se puso de pie.
—Tú y yo ya no somos amigas.
—Perdóname.
—Adiós.
— ¡Ella es sólo una niña!
Despertó con la sensación de una resaca, pero no la tenía. Estaba jadeando, y su cuerpo tenía una capa de sudor. Pero la peor sensación no era el cansancio, o el sudor frío. La peor sensación era la que sentía en su pecho. Encerrada, y enjaulada con mil llaves.
—Qué sueño acabas de tener.
Pero ese no fue un sueño. Se sintió como una pesadilla, pero lo más inquietante de todo, es que eso era real. Eso fue real.
Las semanas de octubre transcurrieron después de eso. La situación de Sugar y Kitty se arregló, pero aún había pequeñas secuelas. Kitty prácticamente se convirtió en dos personas para poder pasar tiempo con Sugar y Marley, porque, por más que Kitty le rogara a su mejor amiga para que pasara tiempo a lado de ella y la castaña, la morena se negaba rotundamente. Kitty aprendió a lidiar con eso, pero se propuso ella misma que la situación no se quedaría así. Ella estaba empeñada en que Sugar y Marley deberían hablarse, y no para facilitarle las cosas, sino porque, ellas eran especiales para ella, y quería que se llevaran bien al menos. Kitty sabía que Marley no tendría problemas si Sugar no los tenía, pero ese era precisamente el problema: que Sugar no quería.
La señora López llamaba cada vez que podía, y los hermanos López no podían extrañarla más.
El viernes, 19 de octubre, fue cuando el doctor Marín les había dicho que Quinn podía regresar a las comodidades de su hogar. El señor Fabray estuvo tan complacido de ser él quien le diera la noticia a Santana, porque la morena no estaba al tanto de esto. Santana iba y venía del hospital -estas veces, sin Brittany- para mantener a la rubia al tanto de lo que sucedía con las cheerios y sus demás amigos y amigas, ocultando rotundamente situaciones comprometedoras con Brittany, por supuesto. Santana contaba los días para que el 19 de octubre llegara. Los señores Fabray estuvieron encantados con la idea de que Santana los acompañara cuando Quinn fuera dada de alta en el hospital, y eso hizo. La morena contaba los minutos para que la escuela acabara y por fin ir al hospital.
Y el timbre sonó.
Santana llevaba a Quinn en una silla de ruedas, porque si bien la rubia ya había salido del hospital, aún llevaba un yeso en el tobillo, lo que le impedía caminar de forma normal. La morena, en un instinto protector, cobijó a Quinn con una frazada que los señores Fabray habían traído, previendo que la mañana estaría un poco fresca para la rubia. Quinn inmediatamente se la empezó a quitar.
— ¿Qué haces? —Preguntó Santana.
— ¡Nadie va a impedir que el aire fresco golpee mis brazos! —Contestó Quinn, anhelante—Además, si me tapas con eso, pareceré más inválida de lo que en realidad estoy.
—Quinn, está algo fresco. —Santana trató de razonar.
La rubia, por su parte, se giró sobre su silla para poder ver a Santana, quien, Quinn podía ver, apoyaba sus codos en los mangos de la silla de ruedas, y sólo llevaba una sencilla blusa blanca de manga larga ceñida con cuello V, y unos jeans azules un poco rotos.
—Tú no estás tan abrigada que digamos. —Le dijo, viéndola.
Santana sólo se encogió de hombros, con simpleza.
—Yo no tengo frío. —Sólo dijo.
—Ah, sí. Olvidaba que eres latina y de sangre caliente.
Santana rió ante el comentario de Quinn. A la rubia le encantaba bromear sobre sus orígenes hispanos. Había sacado a Quinn del hospital porque la rubia no podía esperar a salir de ahí, y sólo estaban ellas dos, Santana empujando a Quinn en la silla por las afueras del hospital, cerca de la entrada, esperando a sus padres para irse.
—No quiero volver a pisar un hospital en la vida. —Dijo Quinn.
—Bueno, tomando en cuenta de que probablemente llegaste en una camilla, estuviste en una camilla, y has salido en silla de ruedas, literalmente nunca lo has pisado.
—Recuérdame patearte el trasero cuando…
— ¿Cuando puedas?
Sí, quizá Santana se estaba aprovechando un poco de la situación. Quinn alzó una de sus manos y le pellizcó un brazo a Santana. La morena, chilló.
— ¡La violencia no resuelve nada!
—A veces eres tan idiota.
— ¡Oye! Tú ibas texteando y conduciendo al mismo tiempo, la idiota aquí no soy yo.
— ¿Quieres dejarme en paz de una vez? Suficiente tengo con estar en esta tonta silla de ruedas.
Santana decidió que era tiempo de dejar de bromear. Ya habría tiempo para eso después.
Quinn agachó la cabeza y, con un tono lastimoso, dijo:
—Me parezco a Artie Abrams.
Artie Abrams, el chico que le había hecho mala cara junto con los demás chicos del club glee la vez que Brittany la invitó a sentarse en la misma mesa que ellos. Eso le dolió, pero no iba al caso.
—Esta silla de ruedas será en lo que conseguimos unas muletas para ti. No tendrás que estar sentada todo el tiempo. —Trató de animarla Santana.
—Ser una inválida apesta.
—Quinny, deberías estar un poco más agradecida. —Dijo Santana, en un tono totalmente impropio de ella—Al menos esto no será de por vida. Al menos sólo serán unas semanas. Al menos no estás en coma. ¡Al menos no moriste!
Eso último la hizo estremecerse.
Quinn hizo una mueca.
—Estoy actuando como una imbécil, ¿verdad?
—Un poco más que de costumbre.
Quinn alzó su mirada para encontrarse con la mirada marrón de su mejor amiga, que agachaba la mirada para verla.
—Gracias por estar conmigo. —Le dijo Quinn, con una sonrisa de agradecimiento, y… pena.
—De nada. —Dijo Santana, sin una pizca de modestia, a lo que Quinn le dio un leve y cariñoso golpe en la mejilla.
—Ese era un buen momento para que me dijeras lo mucho que me quieres y lo mucho que me extrañaste, tonta.
—No soy de decir mentiras.
Otro cariñoso golpe en la mejilla.
—Sé que me extrañaste.
—Claro que no. —Le dijo ahora, volteando la mirada hacia la izquierda. Bueno, quizá sí era de decir una que otra mentirilla.
Quinn no tenía por qué saber que casi no sobrevive otro día en el instituto sin ella. Aunque lo más probable era que lo supiera, sólo que quería oírlo de su boca.
En ese momento, a lo lejos vio a una diminuta castaña que también salía del hospital, pero ella empujaba por la rampilla para discapacitados a un chico en silla de ruedas, casi como ella y Quinn, pero el chico tenía toda la pierna enyesada.
—Oh. Mira, Quinn. —Llamó la atención de su amiga—St. James también ha salido del hospital, por fin.
En ese momento, Santana recordó las palabras de Puck en la cafetería: “La amiga de Brittany también podría venir con St. James”. Era gracioso. Era como si el destino comenzara a empeñarse a que el plan de Puck se diera a cabo.
Pero así como Santana tenía sus propias luchas internas, su rubia amiga también las tenía.
Quinn volteó a mirarlos justo cuando la castaña también giró la mirada de pura casualidad, y conectaron miradas. Sólo por un momento. Rachel la miró con un poco de consternación. ¿Ya la habían dado de alta? ¿Por qué no le había dicho nada? ¿Estará bien? Pero, sin poder evitarlo, a pesar de todas las dudas, dejó salir una tímida sonrisa por el sólo hecho de que Quinn estaba mucho mejor y ya podría ir a su casa, y al instituto, y al menos podría verla todos los días. Aún aunque le dirigiera esa fulminante mirada, estaba encantada de que Quinn estaba bien.
Sin embargo, Quinn sólo volteó a mirarlos e inmediatamente giró la cabeza para el lado contrario, bufando de molestia. El hecho de que Rachel empujaba la silla de él y no la suya le hacía querer vomitar sangre.
— ¿Y a mí qué? —Dejó salir la rubia, tratando de aparentar indiferencia, pero su comentario sólo logró salir muy despectivo y cortante.
—Oh, bueno. ¿Quién sabe? Podríamos jugar a unas carreras de sillas en lo que tus padres salen del hospital. —Dijo Santana, tratando de bromear.
Pero lo único que se ganó, fue una de las miradas más llenas de veneno que Quinn le pudo haber dado en la vida.
—Bueno, ya. Sólo fue una idea.
—Ese idiota no podría ganar ni eso.
—Bueno, tampoco es que Finn es el mejor del mundo… y hablando de Franketeen…
Quinn rodó los ojos.
— ¿Qué pasa con él?
—Apuesto que no vino a verte ni tres días.
—Vino dos días, pero la verdad es que eso fue más de lo que yo esperaba.
Quinn sabía el punto al que Santana quería llegar, y sabía que su amiga tenía razón en casi todo lo que decía, pero la verdad era que, para ella, había cosas mucho más importantes que Finn en ese momento. Quizá era algo fría al admitirlo, pero realmente, la reciente indiferencia de Finn le daba igual.
—Quinn, siempre te lo he dicho. ¿Por qué no terminas con él? —Comenzó Santana con uno de sus sermones sobre su noviazgo con Finn. Después del décimo, dejó de escucharlos, realmente—Ni siquiera sé en qué se basa su relación. Sí, él es el quarterback del equipo de fútbol en la escuela, y tú eres una sensual porrista, pero ¡Por favor! Él es el tipo más aburrido de la historia.
—Bueno, tampoco es como si tu relación con Puck fuera de lo más profunda, Santana.
Santana de repente se sintió indefensa.
—Yo… yo nunca he dicho que lo sea.
—Pues que alguien se lo diga, porque no parece que lo sabe.
—No estamos hablando de Puck, Quinn. Estamos hablando…
Pero todo se desvaneció para ella porque, Rachel le había dicho algo al oído a St. James, eso la hizo querer levantarse de esa silla e irse de ahí. Pero eso se le olvidó cuando la castaña comenzó a caminar en su dirección. Venía hacia ella. Oh dios. ¡No! ¡No estaba preparada! ¡Rachel se veía tan linda con esos leggins negros y ese suéter holgado! Y ella… ¡Ella ni siquiera había podido tomar un baño decente! Debía tener el aspecto de una vagabunda. ¡No, no, no! ¡Rachel no debía verla así!
— ¡Dame esa cobija!
Y Quinn le arrebató bruscamente la cobija que anteriormente se había quitado, y comenzó a cubrirse con ella.
— ¡¿Qué rayos haces?!
— ¡Me dio frío!
— ¡Hola, Santana! —Y ahí estaba esa castaña. Ella sólo se paraba ahí, frente a ella, y era… perfecta. Odiaba que fuera tan perfecta—Hola, Quinn.
—Berry. ¿Qué tal? —Saludó Santana, como nunca, amable.
Genial. Justo cuando necesito de tu parte fría y grosera. Gracias, Santana. Muchas gracias.
—Hola, Rachel. —Saludó, con la mirada en otra parte, porque estuvo segura de que si la miraba a los ojos, titubearía. Trataba de esconderse debajo de la cobija, con ganas de desaparecer de ahí.
¿Qué pretendía Rachel con ir ahí? Estaban frente a Santana. Eso la inquietaba en cierta forma.
— ¿Cansada de la práctica de ayer?
“¿Práctica de ayer?” O sea que… ¿no bromeaba? ¿en serio ella y Santana estaban practicando juntas? Quinn no podía creer la tranquilidad y naturalidad con la que esa castaña les hablaba, mientras ella era un verdadero revoltijo de emociones.
—La verdad es que ya me acostumbré. —Dijo Santana—Nunca había practicado tanto en mi vida. Ni siquiera el año pasado habíamos practicado tanto, ¿verdad, Quinn?
Pero al parecer, la conexión entre la boca de la rubia y su cerebro se había perdido, porque no era capaz de articular palabra ahora. O al menos, no rápidamente. Santana, al ver que su amiga no contestaba, se agachó para poder ver la cara de Quinn.
La morena frunció el ceño al verla.
—Quinn… estás… ¿estás bien? —Preguntó Santana, preocupada—Tu cara está… está roja. ¿Te sientes mal?
Oh, claro que se sentía mal, pero no por motivos que Santana pudiera imaginarse. Estaba roja de pena y vergüenza.
Rayos.
—Humm… yo… creo que sí me siento mal…
Oh, sí, esa era ella, fingiendo estar enferma.
— ¿Tienes temperatura? ¿Estás mareada? —Santana preguntaba, consternada, y sin darle oportunidad de contestar ninguna de sus preguntas—Ahora vengo, iré por tus padres. Ellos sabrán qué hacer. —Decía Santana, mientras se alejaba poco a poco de ellas.
Pero eso no era precisamente lo que Quinn quería que sucediera.
— ¡Oye! ¡No! ¡Santana, esp…!
— ¿Podrías quedarte aquí con ella en lo que regreso, Berry? —Le preguntó Santana a Rachel, quién sólo se había quedado callada durante toda la mentira de Quinn.
—Claro. No te preocupes. —Respondió, ocultando la ilusión que le hacía quedarse sola con Quinn.
— ¡No tardo!
Y con eso, Santana salió ahora trotando hacia el hospital.
Rachel sólo se quedó frente a Quinn, observándola con una tierna sonrisa, y Quinn no tuvo más remedio que mirarla en respuesta también.
La castaña, sin decir nada, posicionó una de sus manos en una mejilla de Quinn, y luego en la frente. Uhhh. Eso se sintió bien. Quinn, sin querer, ya había cerrado un poco los ojos ante el contacto de esa mano con su rostro, pero se resistió a cerrarlos por completo…
¿Qué rayos pretendía Rachel?
—Tu temperatura no ha subido. —Dijo Rachel, quitando a regañadientes su mano del rostro de la rubia, y se cruzó de brazos frente a ella. Usaba un tono similar al tono que usan los doctores cuando están diagnosticando a un niño pequeño—Pero estás muy roja.
—Pues sí me siento mal. —Dijo, estabilizándose.
Rachel dejó salir una cariñosa y tímida sonrisa, porque ver a Quinn así de roja le recordaba a cuando algo le daba mucha pena y se sonrojaba. Quinn era tan linda cuando se sonrojaba. Quinn no podía ser más linda. ¿O acaso era ella, que sólo estaba tan feliz de que ya no estuviera ahí dentro?
—Ahora sonríes. ¿Qué sucede? —Preguntó Quinn, mirándola, tratando de descifrar el porqué de su sonrisa, sin éxito. Por un momento, pensó que quizá se estaba burlando de ella.
—Nada. Es sólo que… en verdad estoy muy feliz de que estés aquí afuera.
Rachel hizo un esfuerzo descomunal para no abrazarla y sonar natural.
Quinn inevitablemente sonrió al escucharla, y sin querer corrió la mirada hacia un lado y su vista se topó en aquel chico que al igual que ella, estaba en silla de ruedas. Al igual que ella, había salido ese mismo día del hospital. Al igual que ella, estaba enamorado de la castaña que le sonreía. Pero la única diferencia, era que después de todo, la castaña regresaría con él, porque él era su novio. Quizá Rachel estaba igual o más feliz de que ese chico también estuviera fuera del hospital. Qué estúpida había sido.
Era mejor no seguir mirándolo, así que se volvió a girar, y no dijo nada.
—No deberías estar aquí. —Le dijo, deseando que eso que había dicho no fuera verdad.
— ¿Por qué no? —Preguntó Rachel, confundida.
— ¿No se vería muy raro que tú yo estemos charlando aquí, solas, así de la nada?
Rachel se sintió un poco decepcionada, porque, después de todo, a Quinn todavía le importaba demasiado lo que la gente pensara de ella.
“A nadie le importa lo que tú y yo hagamos o dejemos de hacer.” Quiso decir.
— ¿No puedo hablar con mi compañera cheerio? —Trató de juguetear.
Quinn rió débilmente y se miró.
—No creo que yo pueda estar en las cheerios así. —Dijo, obviando la situación.
—Una vez cheerio, siempre cheerio.
—Sí, bueno… cargaré con eso toda mi vida. Y tú también.
—Tendrás tiempo de sobra ahora.
Era cierto. Ahora que no estaba en las cheerios, no tendría que ir a las prácticas, y era seguro que no participaría en las regionales, y probablemente, tampoco en las nacionales. Sí, le dolía, pero Rachel tenía razón. Y tendría que ocupar su tiempo en otra cosa.
—Ya me encargaré de eso. —Dijo, sin dar muchos detalles.
Rachel frunció el ceño al verla. La verdad, esa leve expresión en su rostro y la forma en la que habló, le decía claramente que Quinn tramaba algo, o algo así.
Y entonces la castaña se dio tiempo para observar a la chica que tenía frente a ella. Su cabello corto estaba desacomodado, pero a Rachel le parecía que estaba perfectamente estilizado para darle a la chica un aspecto desaliñado, y al mismo tiempo, lindo. Un tono rojizo aún cubría sus mejillas y sus ojos la miraban de una forma que ella había anhelado. Fue ahí cuando se dio cuenta de la frazada que le cubría el cuerpo, y ella odió ese pedazo de tela. Ojalá se la quitara para poder verla completa.
—Te estás mordiendo el labio, Rach.
Oh, dios. Quinn había vuelto al “Rach”. Volvió a los ojos claros de la rubia.
—Nada de hablar por teléfono y conducir de ahora en adelante.
Quinn hizo una mueca ladeada con su boca.
—Esto no ha sido tu culpa. —Le dijo.
—Sí lo fue.
—No digas eso. —Pidió Quinn—Creo que, por como soy, esto terminaría sucediendo tarde o temprano…
—Tú no digas eso.
Quinn frunció el ceño.
—Yo sólo digo…
—Lo dices como si te resignaras a que cosas malas te van a pasar siempre.
—Porque lo harán.
— ¡Rach!
Las dos chicas se giraron para ver quién era la persona que interrumpía. Jesse llamaba a su novia desde unos metros más alejado, alzando la mano para hacerse notar, como si el hecho de estar en una silla de ruedas con un enorme yeso en la pierna no fuera suficientemente notorio ya.
Quinn sintió un ácido corrosivo gorgorearle en el pecho.
—Creo que te llaman. —Avisó Quinn, dolida y tratando de ocultarlo.
—Lo sé.
Pero Rachel no se movió.
— ¿Por qué no vas?
—Santana me pidió que me quedara contigo en lo que ella regresaba, y yo le dije que lo haría. ¿Ves a Santana por aquí?
Quinn entrecerró los ojos ante el tono juguetón e irritante de Rachel que usaba cuando tenía razón en algo, o cuando había ganado alguna pequeña discusión.
—No es como si no pudiera estar sola un momento.
—Lo sé, Quinn, pero no quiero que “accidentalmente” me haga caer en la próxima práctica. Ya sabes…
Quinn agachó un poco la mirada. Quizá se sintió un poco decepcionada al escuchar eso. No es como si Rachel se preocupara por ella o algo así. Ellas no eran nada.
Se mordió su labio inferior, sin querer.
—Tus padres nos esperan en el auto Quinn. —Decía Santana, mientras se acercaba a ellas, arruinando un poco el ambiente entre las dos chicas.
Rachel carraspeó, y por un momento, se notó incómoda. Como si estuviera pensando cosas que ella sabía que estaba mal pensar. Pero Quinn se encontraba en una encrucijada de sentimientos: Quería irse, porque sentía que si más tiempo se quedaba ahí, más se le estrujaba el corazón. Quería quedarse, porque así quizá Rachel también se quedaría con ella y no iría con él.
—Nos vemos. —Dijo Rachel, en un tono de voz tímido, mientras se quedaba ahí, viendo con Santana se llevaba una parte importante de su corazón, en silla de ruedas.
—Hasta la próxima práctica, Berry. —Se despidió Santana.
Quinn, quién ya se encontraba dándole la espalda a Rachel porque Santana ya se la llevaba por hacia el estacionamiento, no se aguantó las ganas de girarse, para verla por última vez. Sabía que el futuro de ella y Rachel era verdaderamente incierto, y también sabía que eso era por su culpa, pero simplemente no podía cambiarlo, porque las cosas se habían complicado mucho más de lo que ella había pensado. No sabía si la vería al día siguiente, o el día después del día siguiente… No sabía a ciencia cierta si volvería a tener una charla formal con ella. Sabía que quizá la vería en los pasillos de la escuela, pero eso estaba dejando de ser suficiente. Ella quería más.
Mucho más.
Miró a la persona más linda del mundo quedarse ahí, estática, y ella también la miraba. Odiaba esa expresión en su rostro. Odiaba ver como su sonrisa parecía nostálgica, como si estuviera perdiendo algo que ella anhelaba mucho y quisiera ocultarlo.
“Adiós.” Gesticuló con sus labios. Supo que Rachel le entendió, porque levantó una mano tímida y la meneó levemente de un lado a otro. Obviamente, trataba de ocultar que le estaba diciendo adiós.
Y sabía que eso era por su culpa.
—Sé que no te agrada mucho para cheerio, pero cuando la veas, te vas a quedar con la boca abierta de impresión. —Le dijo Santana.
Quinn no dijo nada, pero una sonrisa casi maliciosa se asomó en sus labios. Sí, probablemente se quedaría con la boca abierta, y no precisamente de impresión.
—Puck me dijo que sería lindo que fuéramos en parejas a la fiesta de Halloween de Mike. —Comentó Santana, una vez que cerró la puerta de la habitación de Quinn.
Quinn se giró en su silla de ruedas para poder mirar a Santana.
— ¿Es que tú estás mal de la cabeza o qué? ¿Qué no has visto que estoy en una silla de ruedas?
Santana esperaba esa reacción. Y estaba preparada.
—Eso no impide que te diviertas Quinn. Además, para ese entonces sólo estarás en muletas, no en una silla.
—Ah, sí. Con eso me has convencido. —Habló Quinn, con sarcasmo.
— ¡Por favooooor, Quinn! —Suplicó Santana—No podré ir sin ti.
—Pues no vayas y quédate conmigo aquí. ¿Qué tiene de malo?
Santana se mordió el labio. La verdad era que ni ella quería ir a esa estúpida fiesta, y menos ir de “parejita” con Puck, pero había un tema que le inquietaba aún. La verdad no sabía por qué diablos se estaba preocupando tanto por la situación de Brittany con Sam. Sólo era curiosidad. Es decir, Brittany no sería tan tonta como para aceptar salir con él… ¿cierto? Además, ¿quién sabe? Podrían pasar un buen rato. Quizá.
—Sabes que Mike, Finn, y Puck no aceptarán un “no” por respuesta, ¿verdad?
Ok. Qué horrible intento.
— ¿A quién le importa lo que ellos piensen?
—Tú eres la novia de Finn. A ti debería de importarte.
—Oh. Claro. —Dijo Quinn, ausente. Parecía como si se le hubiera olvidado y Santana se lo acabara de recordar.
Santana bufó un poco y fue a sentarse al borde de la cama de Quinn, que siempre estaba bien tendida y ordenada. Toda la habitación en sí era un ejemplo claro del orden. No era que la habitación de Quinn fuese “femenina” pero se notaba que era la habitación de una chica.
Bueno. Dejando la habitación de Quinn a un lado… Santana se sentía un poco derrotada. Había pensado que sería un poco difícil convencer a su mejor amiga de ir a esa fiesta, pero ahora le parecía imposible. Aunque aún había esperanza, y trató de aferrarse a ella. Nunca había insistido tanto para ir a una fiesta en su vida.
—Vamos. Tu tobillo no se ve tan mal. ¡Mira a St. James! Se fracturó toda la pierna y aún así irá con Rachel. —Trató de subirle el ánimo a su amiga.
Quinn le frunció el ceño.
— ¿Él? ¿Irá? —Preguntó en un tono un poco más severo y hasta un poco sorprendida— ¿Mike lo ha invitado?
—Puck me dio a entender algo así como que lo invitarían. Además, es lo más probable, puesto que Rachel es de las animadoras ya, y pues… él es del equipo de fútbol. Creo que irán juntos. —Explicó.
— ¿Qué pasó con eso de que lo odiaban? ¿Ahora son los mejores amigos de la vida?
—Supongo que a la primer golpiza es historia. —Santana se encogió de hombros.
— ¡Vaya! Pero qué rápido te amigaste con Ra… Berry.
Santana comenzó a reír, y Quinn le dedicó una de sus fulminantes miradas.
— ¡¿Qué es tan gracioso?!
— ¡Quinn, estás celosa!
Los ojos de Quinn se abrieron como nunca lo habían hecho en su vida y se quedó un poco helada.
— ¿Yo? ¿Celosa? ¡No! Yo sólo… Yo no estoy… ¿Tú cómo…?
Santana le comenzó a despeinar el cabello como un adulto lo hace con un niño pequeño, de manera muy cariñosa.
—No tienes que preocuparte por Berry. —Le dijo—Quizá ella me agrade un poco, lo que es raro, porque siempre me la pasé burlándome de toda su pandilla del club glee, pero de alguna manera, es un poco más agradable de lo que esperaba. Pero tú siempre serás mi mejor amiga.
Dicho esto, Santana le dio un ligero golpecito con su índice a la nariz de Quinn, y ella simplemente se sintió completamente aliviada. Menos mal que pensaba eso.
—Ahá. —Fue lo único que Quinn dijo.
Santana carraspeó y paseó su mirada por toda la habitación, repentinamente incómoda. No sabía que rogar por ir a una parte fuera tan incómodo.
—Está bien. —Le dijo Quinn—Iremos.
Santana levantó sus cejas de la impresión. Ella había pensado que convencerla sería más difícil.
— ¿En serio? —Preguntó, incrédula.
—Claro. Tú vas con Puck y yo con Finn.
Santana negó con la cabeza rápidamente. ¡Eso no era lo que ella tenía en mente!
— ¡No! Yo no quiero ir con Puck. —Exclamó.
— ¿Santana, qué sucede? —Preguntó Quinn, consternada y explotando—Antes, no te despegabas de Puck, sin importar cuántas veces te dijera que él era un idiota. Ahora pareciera que no quieres ni acercártele. En serio, ¿Qué pasa? —El rosto de Quinn se desfiguró en un instante, imaginando lo peor— ¿Él te ha hecho algo…?
— ¡No! —Negó Santana rápidamente, calmando a su amiga. —Es sólo que… —Santana hizo una mueca ladeada con su boca y luego soltó el aire de sus pulmones, con desgana— ¿Recuerdas la primer fiesta en casa de Mike después de que regresé de casa de la abuela?
Quinn hizo su típica cara de pensar. Después de unos segundos, reaccionó:
— ¿Cuándo nos llevaste a Sugar, Kitty, Rachel, Brittany y a mí a dormir a tu casa?
—Ahá.
—Claro. La recuerdo.
—Sí. Y ¿recuerdas cómo llegamos?
Quinn frunció un poco el ceño.
—No con mucha claridad, pero tú me dijiste que Puck nos había traído. ¿Qué sucedió?
—Esa noche, él me besó.
La habitación se quedó en silencio por un momento. Santana no quería ver a su amiga, pero ella no decía nada, así que no se resistió más y volteó a ver a su amiga para darse cuenta que su rostro no tenía emoción alguna. No estaba enojada, ni sorprendida… ni siquiera consternada. Ella más bien tenía el rostro de una persona que está viendo los comerciales de compras en la televisión. No parecía sorprendida en lo absoluto.
—Ya. Te besó. —Luego, Quinn se… ¿rió? —Pero… ¿eso qué? Santana, tú has tenido sexo con él, ¿y te preocupas por un beso?
—Este beso fue diferente. No había intenciones de sexo en él. Se sintió… diferente.
—Y… ¿te gustó?
Santana se sacudió del sólo pensarlo.
—No. —Dijo, honestamente—Yo ni siquiera lo correspondí.
—Santana, pero… ¿Qué tiene de diferente? Es decir, habías correspondido todos sus besos antes, ¿Por qué este no?
—Quinn, ¿no lo entiendes? Sé que a la única persona a la que le debes de dar besos, es a aquella a la que quieres mucho. Por eso tú me besas las mejillas. Por eso yo beso a mi madre cada vez que salgo de casa. Por eso les doy un beso en la mejilla a mis hermanos cuando se van a dormir. Pero siempre supe que los besos que le daba a Puck eran nada más por dárselos. Por corresponderlos. Jamás sentí algo más que eso, y pensé que él lo sabía. Los besos y todo lo que hacíamos sólo era por satisfacer una necesidad.
— ¿Satisfacer una necesidad, o satisfacer la de él?
Eso fue directo a su pecho como una de las más grandes incógnitas que había tenido en su vida. Jamás se lo había preguntado. Nunca jamás se lo había pensado siquiera. Los ojos de Santana se llenaron de emoción y sentimiento, y Quinn lo supo.
Las dos chicas estaban frente a frente. Rodillas con rodillas. Sólo que Quinn estaba en la silla de ruedas y Santana en el borde de la cama. Quinn tomó las manos de su mejor amiga con las suyas, y la miró a los ojos.
—Santana, sé cómo eres. Sé lo que has pasado, y sé cómo te sientes; y no hablo de que te entienda, porque no puedo; hablo de que sé cómo te sientes aún aunque no me lo digas. Sé que Puck es algo así como tu mejor amigo, y lo quieres, pero él no es para ti. Sólo estamos en preparatoria. Aún tienes mucho tiempo para encontrar a la persona indicada para ti. No tienes que estar con Puck si tú no quieres. No tienes que complacerlo, si tú no quieres. No tienes que volver a hacer cosas que no quieres. Sé que tratas de satisfacer a las personas que quieres, porque las quieres, pero debes de saber que una persona que en realidad te quiere, lo hará aún aunque tengas mil defectos y aún aunque no seas como ellos quieren que seas.
»Yo sólo quiero que llegue una persona especialmente diseñada para ti. Una persona a la que no tengas que esforzarte por satisfacer. Una persona con la cual no tengas que esforzarte por ser perfecta, porque ante sus ojos ya lo eres. Aunque, ante los míos, ya lo eres también. —Quinn rió—Quiero que te llegue la persona que note lo que no te gusta, y lo que sí. Que se sepa tus mañas y manías, así como yo. Y cuando la encuentres, quiero que beses a esa persona porque tú quieres. Porque no puedes aguantarte las ganas de juntar tu boca con la suya. Quiero que no te detengas de querer a alguien. Aunque, sé que odiaré a esa persona porque me está quitando a mi mejor amiga de todos los tiempos.
Santana sólo miró a su mejor amiga y no supo qué hacer. La verdad era que sabía que Quinn la quería, pero no sabía que pensara todo eso. Le parecía algo irreal que alguien quisiera todo eso para ella. Quinn siempre había estado con ella, sí, pero… aún así…
—Eres la mejor amiga de todos los tiempos. ¿Lo sabías?
—Claro que lo sé.
Santana le dio un beso en la frente a su amiga, y ella le pellizcó una mejilla.
—Bueno, ya basta. —Dijo Santana.
— ¿Por qué? —Jugueteó Quinn—Sólo es la verdad. ¿Por qué te avergüenzas?
—No me avergüenzo. Sólo… no sé… tanto cariño y afecto me abruman.
—Bueno, así hemos sido siempre. —Dijo Quinn, encogiéndose de hombros con simplieza—Ya deberías estar acostumbrada.
Santana odió el momento en el que dieron las cinco de la tarde y tuvo que regresar a su casa a alistarse para verse con Marley, en el mismo lugar, y a la misma hora. Le esperaba lo mismo de todos los viernes, así que ¿para qué se quejaba? Además, estaba Marley. Estar con Marley lo hacía todo más llevadero.
Pero tal fue su sorpresa que Marley ese día estaba más ausente que nunca. La chica sólo contestaba con monosílabos y rara vez iniciaba la conversación. Santana lo notó bien apenas cruzaron una palabra, pero no dijo nada. Quizá estaría cansada. Una de las cosas que tenía Santana, era que tenía algo así como un sexto sentido, y sabía cuando había cosas turbias ocultas, pero no sabía qué con exactitud. Sólo lo intuía, pero nunca sabía qué era lo que intuía. Decidió no preguntar nada. Si Marley quisiera contarle qué le sucedía, lo haría. Así que no la presionó.
Además de ese pequeño detalle de Marley, la noche estaba pasando con suma normalidad, y con normalidad se refería a los mismos tipos borrachos de siempre, gritando estupideces que ya no se molestaba por entender, ni escuchar. Todo iba normal. Todo iba bien. La noche pintaba para terminar bien. Santana estaba terminando su presentación sin ningún tipo de percance…
Pero luego, lo vio.
Nunca había visto a ese hombre en su vida. Lo recordaría. Pero algo en sus ojos se le hacía sumamente familiar. Sólo sus ojos. Esos ojos ya los había visto antes. Menos mal que ya había terminado de cantar, porque esos ojos la dejaron sin palabras. Ese hombre la veía de la misma forma en la que todos los demás que no estaban ebrios lo hacían. Supo que nunca olvidaría esa mirada azul profunda. Eran los ojos más azules, claros y profundos que ella había visto, y tenía la fuerte sensación de que ya los había visto antes. Su mirada era turbia y cargada de intenciones. Intenciones que no quiso saber. ¿Quién sabe? Quizá sí estaba ebrio.
Santana desvió la mirada de ese hombre y se dispuso a bajar del gastado escenario, para reunirse con Marley y salir de ahí. Debían ser como las dos de la mañana, y el bar cerraba a las tres. Pero aún dándole la espalda, podía sentir cómo la mirada de ese hombre le acuchillaba la espalda.
Ojalá no fuera el próximo viernes.
— ¿Lista? —Le preguntó Marley, justo cuando bajó del escenario.
—Me cambio y nos vamos.
Era, de cierta manera, muy incómodo ir con Marley en el camión de las dos treinta de la madrugada y que la castaña no emitiera sonido alguno. Es decir, no era que Marley estuviera completamente muda, pero normalmente la castaña es la de la conversación y Santana es la que la sigue. Ahora, no era así.
— ¿Sabes que el próximo fin de semana habrá una fiesta de Halloween? —Preguntó, para romper el silencio.
— ¿La de Mike Chang? —Santana asintió—Ahá. Kitty me ha dicho que fuera.
— ¿E irás?
—No lo sé… Bueno… Es una fiesta de disfraces, ¿no?
Santana hizo una mueca pensativa.
—Eh. Bueno, sí. Halloween es uno de los únicos días festivos en donde las mujeres podemos disfrazarnos de animales o personajes sexis sin que se nos juzgue tanto. Puedes disfrazarte si tú quieres. —Santana se encogió de hombros.
— ¿Y si no lo hago? —Preguntó la castaña.
—Pues no lo hagas y punto. Yo no lo haré.
Marley no contestó más y Santana pudo ver su semblante de consternación. Santana podía adivinar que Marley estaba preocupada por algo en ese instante porque Marley agachó la mirada y se mordió el labio, y eso siempre significaba que algo no muy alegre pasaba por esa cabecita castaña.
—Marley, ¿qué sucede? Has estado muy rara todo el día.
Marley soltó aire por su boca.
—Es una tontería.
—No es una tontería si te tiene tan preocupada.
—Bueno… es que… sí quiero ir a la fiesta… pero no quiero… disfrazarme.
Santana sólo fue capaz de mirarla y parpadear varias veces, con la mente tratando de descifrar porqué eso tenía algún tipo de importancia o relevancia.
Marley suspiró, de nuevo.
—Ya. Kitty me dijo que si quería ir con ella, y a mí eso me pareció una muy buena idea hasta que me dijo que fuéramos disfrazadas. Ella se veía tan entusiasmada que yo no fui capaz de decirle que yo no quería disfrazarme. Ahora ella ya me ha enseñado hasta el disfraz que llevará y yo no he podido hacer más que decirle un tonto “Oh, qué lindo”.
—Sólo díselo. —Le dijo Santana, encogiéndose de hombros— ¿Qué cosa podría salir mal?
—Oh, sí, Santana. Gran idea. ¿Por qué no lo pensé antes?
Santana parpadeó varias veces de nuevo, pero ahora estaba sorprendida. ¿Marley Rose hablando el idioma sarcasmo? ¡Oh, crecen tan rápido!
— ¡Vaya! —Exclamó—Supongo que el sarcasmo se te ha pegado de Kitty.
—Sí, y seguramente será lo único que se me pegue de ella después de que decida no hablarme. —Habló Marley, derrotada.
— ¿Y ahora por qué dices eso?
— ¡Es que yo no quiero que se enfade conmigo por no llevar un tonto disfraz a esa tonta fiesta! —Exclamó la castaña, ignorando a Santana. Parecía como si se hubiera estado callando eso toda la semana y por fin lo dejara salir. Santana sólo sonrió al hecho de que parecía muy histérica y ni de esa forma Marley podía dejar salir una grosería como la palabra “estúpido” o “idiota” o “imbécil”—O sea, es que… ¡ella es tan segura de sí misma! Y en serio debiste ver como los ojos le brillaron ante la idea de ir juntas, y disfrazadas, pero yo no puedo lucir así de linda y sexy en un disfraz. Yo me sentiría muchísimo más cómoda yendo casual. Kitty seguro se aburre. ¿Y si deja de hablarme? Ella es la única que me ha dirigido la palabra en McKinley…
Santana tenía que parar eso.
—Uoh, uoh, uoh. Detente ahí. En primera: creo que tú podrías ponerte sólo un costal de patatas encima y aún así te verías igual o más sexy que Kitty, o cualquier otra chica de la escuela. Y en segunda: nunca he visto a Kitty pasar tanto tiempo en la escuela con otra persona como lo ha hecho contigo… además de Sugar, y no creo que eso vaya a cambiar por este tonto asunto del disfraz. Despreocúpate, Marley. Creo que estás exagerando un poco.
Marley parecía estar procesando las palabras de Santana en su cabeza.
— ¿Tú crees?
—Totalmente. —Dijo Santana. Luego, frunció el ceño— ¿Y qué es eso de “ella es la única que me ha dirigido la palabra en McKinley”? ¿Y yo qué soy?
—Me refería a que… bueno… tú eres de segundo año. No puedes estar conmigo mucho tiempo. Sabes que debería hablar con personas de mi misma edad. Ya sabes…
—Eso tampoco es tan así. Te he visto charlar con varios chicos además de Kitty. Ryder Lynn, Jake Puckerman… hasta creo que con mi hermano…—Luego, Santana sonrió pícaramente— ¡Oh, eres toda una rompecorazones!
Sólo sonrió de esa forma porque ya sabía la reacción que tendría la cara de Marley con ese comentario, y no se equivocaba. Marley se tornó completamente roja.
— ¡Calla! —Ordenó Marley, roja como un tomate—Ryder Lynn es un buen chico. Tu hermano me agrada, pero… Jake… Jake y Kitty… salen. No deberías decir eso.
Eso era cierto. Ese comentario simplemente había saltado de su boca sin permiso, pero eso era lo que lo hacía un poco peligroso. Era notable la atracción de Jake por Marley, pero no se veía que el sentimiento fuera recíproco por parte de la castaña, y honestamente, era algo muy bizarro que Kitty no se hubiera dado cuenta aún. Santana llegó a dudar que Kitty se diera cuenta de eso, porque no había ningún tipo de reacción por parte de ella, pero ella era Kitty Wilde, y ella siempre se enteraba de todo mucho antes que los demás. Entonces ¿Por qué no hacía nada? ¿En serio le agradaba tanto Marley?
De algo estuvo segura: eso era una enorme bomba de tiempo, y tarde o temprano iba a estallar. Eso era más bien como una predicción, y sus predicciones casi siempre eran acertadas.
Demonios.
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Sí, bueno... esta es la continuación. Al parecer, me salió muy largo. De hecho, lo es. Esto es como un capítulo doble, pero bueno. Supongo que... no sé. Ji.
Otra semana que se iba. Octubre estaba pasando demasiado rápido, cosa que Santana no quería, porque era por mucho su mes favorito. Jamás se lo había dicho a nadie, pero le encantaba el hecho de que Octubre parecía tener las noches más bonitas y agradables. Le gustaba demasiado como la luna brillaba con tanta intensidad que parecía una farola que sólo estaba a unos metros de altura de la calle. El viento soplaba con un poquito más de fuerza, y las hojas amarillas y cafés comenzaban a tapizar las calles. El clima no era ni muy caluroso, ni muy frío, era perfecto. Podías ponerte un short de mezclilla con un suéter delgado y estabas a la perfección.
Simplemente, nada se comparaba con las noches de Octubre.
La fiesta de Mike Chang y las condiciones a las que iría a ella era algo que no podía sacarse de la cabeza. Ahora que lo pensaba con detenimiento, fue muy estúpido y egoísta obligar a Quinn a asistir sólo por un tonto capricho. Quizá era hora de desistir y no asistir, pero no podía hacerlo porque… oh, dios, quizá no quería hacerlo por el simple hecho de que NO QUERÍA HACERLO. Pero conforme la semana transcurría, más y más gente en McKinley comenzaba a hablar sobre la fiesta, y de cómo irían. Todo indicaba a que esa fiesta sería de las más recordadas por todos, y a Santana no se le pasó ni siquiera por la cabeza que, en efecto, esa fiesta sería recordada por todos, y por ella
Pero por unas muy distintas razones.
Todo indicaba que quizá el dichoso plan de Puck no se llevaría a cabo. Es decir, Kitty iría con Marley. Quinn iría con ella, y no sabía los planes de Rachel con St. James. Pero ella no estaba para nada contenta. No. Porque Sam no se había separado de Brittany en toda la maldita semana. Eso ocupaba su mente más de lo que a ella le gustaría aceptar. ¿Es que ese chico no se cansa nunca? Debía dejarla sola por un momento… ¡siquiera pequeño! Para que así ella pudiera inmiscuirse y disuadirla -de manera verdaderamente NO directa- de que ir con él era la peor idea que podría pensar, ¡Pero no! Él no se separaba de ella, y lo peor, era que no veía que Brittany hiciera algo para alejarlo. Cada que pensaba en eso, sentía un horrible nerviosismo.
¿Y si a Brittany en serio le gustaba Sam?
¿Eso podía ser posible? Es decir, ¿Brittany se daría cuenta de cómo era Sam? Y aún así… ¿sería posible que a Brittany le gustara? Ni siquiera pasaban tiempo juntos. Bueno, sí. Toda la maldita semana, y, curiosamente, esa misma semana había sido el tiempo en el que Santana y Brittany habían convivido menos. No fue lo mismo. Hacían exactamente lo mismo todos los días: práctica, ducha, escuela, práctica de nuevo. Y en las duchas… ugh. Todo era diferente. Hacían lo mismo, pero se sentía diferente. ¿Por qué? Brittany era… no lo sabía. Se alejaba de ella. Lo sentía. Pero ¿cómo puede ser eso, si ellas nunca han estado… juntas? Odiaba ese sentimiento de no entenderse a sí misma. Lo odiaba en verdad.
¡Por fin! Un momento en el que el odioso de Sam se separaba de ella, y ese había sido cuando la rubia llegaba a su casillero, en medio de Quinn y ella, con la diferencia de que Quinn no estaba. De repente, Santana sintió una extraña necesidad por hablarle, o tocarla, o algo para hacerse notar. Sentía la necesidad de aprovechar ese momento. Ahora era que se daba cuenta de que Sam más bien parecía ser algún tipo de impedimento para poder estar cerca de ella. Su implacable y repentina necesidad la obligó a hablarle. De lo que sea. Rápido.
—Todo el mundo se está volviendo loco con todo este asunto de la fiesta de Mike, ¿no crees?
Oh. Bien. Eso no había salido tan mal después de todo. Ahora, esperaba ansiosamente la respuesta de Brittany.
—Desde que estoy en esta escuela, todo el mundo lo hace. —Contestó la rubia, con tono neutral, pero sin dejar de mirar los libros en su casillero.
Esa no había sido exactamente la respuesta que esperaba. Es decir, las palabras estuvieron bien, pero lo que no estuvo bien fue el hecho de que no la miró.
Necesitaba más.
—Y tú… bueno, ¿ya planeaste con quién irás? —Rogó para que su pregunta no haya sonado con ningún tipo de urgencia o nerviosismo, pero en verdad tenía que hacerla, y ahora quería golpearse la cabeza con la puerta de su casillero por haber soltado esa pregunta tan rápido y sin ningún tipo de “preparación inicial”.
—No sabía que tenía que planear ir con alguien. —Contestó la rubia, un tanto seca.
—Sí, bueno, a veces es mejor llegar acompañada.
Santana en verdad estaba hablando de más y en realidad no pensaba lo que decía. Por una parte, se sentía como si estuviera “arriesgando” a ella misma empujar a Brittany a animarse a salir con Sam, pero también tenía que hacerlo, porque así trataría de averiguar si llegaría con Rachel, y de no ser así, animarla a ir con… no sabía con quién… Kitty, o Marley, o Sugar… con cualquier tonto del club glee…
Con ella…
¿Por qué se preocupaba tanto por esta rubia que no le podía contestar las preguntas con un poco más de… entusiasmo? No era tiempo para preguntarse cosas tontas. Ya contestaría eso después. Ahora tenía que disuadir a esta rubia.
—Ahá. No lo sé. Quizás.
¿Qué? Eso no la ayudaba en nada. Maldita Brittany y sus monosílabos. Esta chica nunca paraba de hablar -eso no era necesariamente verdad, pero nunca era mal momento para exagerar-. ¿Y ahora decide que es el momento indicado para dejar de hacerlo? Ugh.
— ¿Con Rachel? —Preguntó. Oh rayos, necesitaba que alguien llegara a callarla.
—Creo que ella llegará con Jesse, y yo no quisiera ser un mal tercio. —Dijo la rubia, revolviendo sus libros en su casillero. Parecía desesperada por encontrar algo que estaba realmente escondido.
—Oh, los mal tercios son buenos a veces.
Todo sea por que no vayas con él.
Brittany soltó un leve airesito por su nariz, y la arrugó, como si su hubiera reído tímidamente de algo. Oh dios, pero qué linda expresión.
—No en mi caso. —Dijo.
Rayos.
—Creo que Kitty, Marley y Sugar planean algo para esa noche. Tal vez podrías…
Pero, de repente, Brittany cerró la puerta de su casillero de un golpe. Santana se sobresaltó ante el instantáneo estrepito y se giró hacia la rubia, quien ya se había girado también para quedar rostro a rostro. Ahora Brittany la miraba directamente, y ahora Santana deseaba que volviera a rebuscar entre las profundidades de su casillero para que no la viera de esa forma. Sus ojos la ponían, repentinamente, muy nerviosa.
—Si ellas quisieran que yo llegara junto a ellas a esa fiesta, me lo propondrían. ¿No crees? Digo, es lo más lógico.
Santana tragó saliva, porque, en efecto, Brittany tenía razón.
—Quizá no les ha pasado por la cabeza. Creo que ellas estarían contentas de llegar junto contigo.
—Nah. Prefiero llegar con alguien que me pregunte si quiero ir con él.
Santana apretó los puños inconscientemente. Brittany prácticamente estaba aceptando que si alguien le preguntaba que si quería ser su acompañante, ella aceptaría. Eso la puso nerviosa, porque sabía que Sam le preguntaría en cualquier instante.
—Bueno, también depende si esa persona es buena para ti.
Oh, dios. Ojalá hubiera mantenido su maldita boca cerrada.
Vio a Brittany fruncir el ceño, contrariada, y al instante se arrepintió de haberle hablado en primer lugar.
— ¿Buena para mí? —Repitió Brittany en una pregunta— ¿A qué te refieres?
A este punto, dejar de hablar le fue imposible.
—Oh, pues… ya sabes… yo sólo…
—Santana, ¿qué tratas de decir?
¿Cómo quería Brittany que le explicara si no la dejaba? Oh dios. Brittany parecía confundida, decepcionada y… a punto de estallar en cólera.
Debía ser realmente muy, muy, MUY cuidadosa con lo que debía decir…
—Bueno, Sam es un idiota, y serías muy tonta si aceptas ir con él a esta tonta fiesta.
DEMONIOS. ¿En qué punto su hablar se había vuelto tan estúpido?
El rostro de Brittany era un verdadero poema. Parecía ofendida, y contrariada. Una cosa era segura: la había cagado.
—Ah. ¿Es todo lo que venías a decirme? ¿Sólo venías aquí para decirme con quién debería ir a una estúpida fiesta? Wow. Eres una idiota.
—No. Yo no vine a…
— ¿Sabes qué? Yo no planeaba ir acompañada por nadie que no me preguntara si quería acompañarlo. Yo sólo llegaría ¿sabes? A mí no me importa si llego acompañada de mil personas o si llego sola. Si a mí no me importa ¿por qué a ti sí?
Era algo muy malo que Brittany le preguntara eso, porque ni ella misma sabía la respuesta.
—Brittany, escucha, yo no iba a decir…
—Y además, tú no eres la más indicada para decir eso, porque que yo recuerde, Puck no es el verdadero “caballero” aquí. ¡Eres tan hipócrita!
Santana frunció el ceño.
— ¿Y Puck qué tiene que ver en…?
—Olvídalo. —Bufó Brittany, enérgica y enfadada—A veces, tú también eres tan tonta.
Ok. Eso ya se había salido de control. La paciencia se estaba acabando, y la verdad, siempre había odiado que no la dejaran terminar de hablar.
— ¡Oh, bueno! ¡Lo siento por preocuparme por ti! —Estalló la ya impaciente latina. ¿Ya qué más daba?
— ¡Pues yo no necesito que nadie se preocupe por mí!
La gente alrededor ya notaba la ya no tan serena conversación, pero a ellas no les importó. Los alumnos que caminaban y estaban cerca sólo las miraban un poco asombrados, puesto que ya no habían presenciado una pelea entre las dos chicas desde hacía semanas, pero ahora lo hacían, y no estaban siendo muy “tranquilas”.
— ¡Oh, Brittany! ¿Qué no sabes que él sólo te quiere para acostarse contigo una vez y ya?
Brittany se ponía roja de la rabia.
— ¿Aún vas a seguir con eso? Ok. Santana, ya sé que eso sólo fue una estúpida broma de mal gusto por parte tuya, así que es muy patético que sigas con eso todavía.
—Oh, Brittany, que yo haya hecho una broma con eso no significa que en verdad estuviera jugando. ¡Todo el mundo sabe que Sam sólo quiere sexo! No seas ingenua.
—Ok, Santana. ¿No has pensado que quizá yo estoy con él porque yo quiero? ¿No has pensado que quizá a mí me gusta hablar con él? ¡No sé! ¡No siempre es lo que tú piensas! ¡Yo puedo hacer lo que quiera! ¡Si quiero salir con la persona más cretina del mundo, pues lo haré porque no hay nadie a quién le importe lo suficiente como para impedírmelo!
Sam se acercó a ellas en cuanto notó el percance de las dos chicas aunque ni siquiera supiera de qué hablaban, quedando a un lado de Brittany, que ni siquiera se percató de que el rubio había llegado y la sujetaba levemente de los hombros.
Por otro lado, Quinn se acercaba lo más rápido que sus muletas le permitían para quedar a un lado de Santana, un poco alterada porque también había notado la intensa situación, e interferiría entre las dos chicas si tenía que hacerlo.
Y Santana, Santana no había notado siquiera que había más personas a su alrededor, porque todo lo que su cabeza estaba haciendo, era procesar la última información que había recibido de Brittany. Todo había salido mal. Horriblemente mal. Ella no quería que eso acabara de esa forma. Era más que obvio: Brittany iría con él. La idea le resultaba repulsiva. Todo le había resultado al revés.
—Santana… —Oyó a Quinn, cerca de su oído.
Sintió su corazón estrujarse en su pecho.
—Ugh. Vámonos, Quinn.
Repetía esa escena en los casilleros en su mente una y otra vez, aunque ella no quisiera. Una mueca de disgusto aparecía en su cara cada vez que recordaba el rostro de la chica rubia. ¿Cómo había sido tan tonta en primer lugar de siquiera hablarle sobre eso? Todo había salido mal. Estaba preparando sus cosas para verse con Marley, de nuevo, dónde siempre, cuando el sonido de su celular vibrando entre las sábanas de su cama la alertó. Era un mensaje.
Chicas, no es necesario que se presenten hoy. Les doy la noche libre. Disfrútenla.
Recibido a las 4:30 p.m.
De: Tony.
Eso había sido extremadamente extraño, puesto que era algo realmente difícil que Tony considerara darle la noche libre a alguien, pero la verdad no lo iba a cuestionar. Supuso que Marley había recibido el mismo mensaje. Era maravilloso no tener que ir a trabajar esa noche. Dormiría como bebé hoy.
O eso quería.
A las diez treinta de la noche, se puso un camisón largo y se acostó sobre sus colchas blancas. Se posicionó en el lugar de la cama que estaba junto al muro y se puso de lado frente a él, mientras la ventana abierta permitía al viento entrar por su ventana, y también a la luz de la luna. Miró la luna, sólo porque estaba realmente muy bonita, como casi todos los días de octubre.
Por favor, haz que mañana sea un buen día.
En definitiva, toda la escuela había hablado de la fiesta. Mike seguramente se arrepentiría a la mañana siguiente. La verdad era que la casa de Mike estaba atiburrada de personas, y Santana juraría que había rostros que nunca había visto en McKinley. Era seguro que había personas ahí que eran ajenas a la escuela, pero no importaba mientras hubieran traído cerveza o algún otro tipo de alcohol. Llegó con Quinn, como habían planeado. Tarde, por supuesto. Cuando llegaron, en donde debería ser “la sala” -pero no lo parecía, ya que toda la gente realmente animada con vasos rojos de cerveza en una mano y un cigarro en la otra, podían dificultar la tarea de identificar los salones de la casa- estaban Puck, Finn, Jake, Ryder Lynn -seguramente, por Jake- y Sugar. ¡Vamos! Hasta Diego estaba ahí, lo que no sorprendió para nada a Santana, puesto a que como toda la escuela hablaba de eso, no dudaba que Diego fuera con sus amigos. A Santana no le pasó por alto el hecho de que Sam no estaba ahí.
Santana y Quinn se miraron, preguntándose la una a la otra si debían ir ahí. La música en alto volumen obligó a Quinn a acercarse al oído de su amiga.
—No pienso ir ahí sobria. Vamos por algo de alcohol a la cocina primero.
No se lo pensó dos veces.
¡Rayos! ¡Pero qué cantidad de gente! Santana se hizo una nota mental mientras se abría paso con Quinn hacia la cocina:
Recuerda a la próxima evitarte este tipo de fiestas y mejor asistir a reuniones pequeñas.
Pero al llegar a la cocina, ver la barra era como ver algo divino. Santana casi pudo ver las luces celestiales bajando del cielo para iluminar la barra en medio de toda la cocina…
Bueno, no era una barra. Era más bien sólo una enorme mesa de las blancas y que eran plegables, pero lo que importaba realmente no era esa tonta mesa, era lo que había encima de ella. Alcohol. Mucho alcohol. Suficiente como para atontar a dos toros gigantes de 800 kg. Casi escuchó a los ángeles cantar. Tampoco era que fueran luces celestiales, sólo las luces de la cocina del asiático. Santana no era una persona muy alcohólica, pero todo ahí gritaba que esa noche era para perder el control.
Ya la había cagado el viernes en la escuela. ¿Qué más daba?
Se giró hacia Quinn, y su amiga le devolvió la misma sonrisa malévola.
No necesitó más.
Pero de repente, escuchó más alaridos y ovaciones de las que normalmente habría, y sabían que se dirigían hacia la puerta de la entrada. Curiosa, Santana se movió rápido para obtener una vista de la entrada y ahí vio como Kitty hacía una entrada más que triunfal, junto con Marley.
Marley iba arreglada normalmente para una fiesta, como había prometido. Unos shorts cortos y desgastados hasta arriba del abdomen, botas de tacón negras, cabello suelto y ligeramente ondulado y una blusa holgada con un estampado con colores del universo, con una ligera chaqueta negra.
Pero Kitty…
Kitty llevaba un sexy disfraz de Gatubela ceñido al cuerpo. Sí, con su respectiva diadema con las orejas y todo. El cabello rubio suelto y ligeramente enrulado y desordenado, y sus labios color rojo intenso y un poco oscuro. Oh, sí. Kitty se había vestido para impresionar. Esa chica sabía que era sexy, y lo quería relucir. Había más chicas disfrazadas, pero estuvo segura de que si hubiera sido un concurso, Kitty lo hubiera ganado.
— ¡LA FIESTA PUEDE COMENZAR!
Y así fue. La fiesta en verdad estaba demasiado buena. Cuando por fin consiguieron alcohol, Santana y Quinn aceptaron que no durarían lejos de esa sala por mucho tiempo, además estaba Sugar, así que con cervezas en la mano, decidieron ir. Más tarde se dieron cuenta de que en la mesita de la sala, había más alcohol, así que decidieron que quizá ese sería un buen lugar, a pesar de que Finn y Puck estaban ahí.
Rato después, una silla de ruedas muy notoria se abrió paso entre la gente. Rachel y Jesse St. James habían llegado, y lo primero que hicieron, fue ser recibidos por unos alegres jugadores de fútbol, a lo que Quinn rodó los ojos. “Hasta los hombres son hipócritas”. Santana miró dos veces para ver si Brittany venía con ellos, pero no la vio. Lo peor, era que tampoco veía a Sam. Excelente. Realmente excelente.
Le dio otro trago a la bebida. Le supo amargo.
Y otro. Y otro. Y otro. Oh, se acabó.
Antes de que pudiera levantarse a preparase otra bebida, Puck ya había aparecido con dos vasos rojos en sus manos. Uno para él, y otro para ella. Lo que la alivió de momento, era que Puck sabía cómo prepararle la bebida.
—Deberías calmarte un poco.
— ¿Y tu idea para calmarme un poco es traerme otra bebida? No estás siendo congruente, Puck.
Puck rió.
—Sabes a lo que me refiero.
— ¿Desde cuándo te volviste tan aguafiestas?
— ¿Desde cuándo bebes tanto?
—Yo siempre he…
—Santana, ya perdí la cuenta de todos los vasos que llevas. Espero que este sea el últ…
Santana se giró tan rápido hacia el chico que se sintió muy mareada. Rayos, quizá estaba un poco alcoholizada…
—Puck, en verdad odio cuando te comportas de esta manera, como si supieras lo que necesito. Yo quiero hacer esto, y tú no eres alguien que deba o pueda decirme qué hacer y qué no.
Brittany apareció en su cabeza antes de que pudiera detener sus pensamientos, o siquiera intentarlo. Ella le había hablado a Puck de la misma forma en la que Brittany le había hablado a ella el viernes. Tal vez eso era. Tal vez ella era el Puck en la vida de Brittany. Tal vez ella era Puck, y Brittany era ella. El pánico la inundó completamente en un segundo. Puck actuaba de esa manera con ella porque, lo más probable ahora era que él estuviera enamorado… de ella.
¿Y si ella estaba enamorada de Brittany también?
Y como si sus pensamientos la hubieran invocado, Brittany apareció en la sala. ¡Diablos, pero si lucía tremendamente…! La chica lucía unos shorts cortos, los cuales Santana casi odió, porque eso hacía que se detuviera más tiempo de lo normal en sus largas, torneadas y… bonitas piernas. Llevaba unos tacones altos, de color negro. Parecían aterciopelados. Subió hasta su abdomen para darse cuenta de que ella llevaba una camisa de tres cuartos, blanca, con detalles negros, abotonada lo suficiente para darle un buen escote. Oh dios. Su camisa no era nada vulgar, pero aún así se veía completamente… sexy. Sintió mucho calor. Subió a su rostro, para darse cuenta de que sus ojos azules la veían, y Santana pudo jurar que esos ojos brillaban más de lo normal. ¿Ella estaría bebida también? Casi se alegró de que Brittany estuviera ahí, al menos en un lugar donde ella pudiera verla…
Brittany era una chica que le atraía en casi todos sus sentidos.
Pero todo eso se desarmó cuando logró ver a Sam llegar tras ella. Claro, llegaron juntos. Perfecto.
¡Jodidamente perfecto!
—Dame esa bebida.
Se la arrebató a Puck de las manos, pero lo suficientemente suave para no derramarla.
Sam y Brittany se acercaron hacia ellos. Claro ¿qué otra cosa más harían? Era obvio que ya todos estaban ahí.
Santana volteó a ver a su alrededor. Sugar parecía muy animada con un vaso de bebida encima de las piernas del pálido chico Rory Flannagan, que también parecía muy fuera de sí. Se sorprendió un poco al no verla a un lado de Kitty, pero no le dio mucha importancia. Mike hablaba y jugueteaba con Tina Cohen Chang, en un rincón no tan escondido de la casa, y la chica también se veía un poco ebria, y a juzgar por lo que llevaba en su mano, no pensaba parar. ¡Claro! Ahora comprendía el interés del chico en Brittany y sus amigos del coro. Sólo quería llegar con la asiática. Bien por él. Por otro lado, no encontraba a Marley, y tampoco a Jake, ni a Kitty… eso la preocupó un poco. Después hablaría con ellas. Ella en realidad miraba todo a su alrededor para ver si así podía olvidarse de esos dos rubios a los que no quería ver juntos… pero ¿eso a ella qué? ¿qué importaba si Brittany se acostaba con él? O sea, ella era libre de hacer lo que le diera toda la maldita gana.
Pero el sólo pensarlo le revolvía el estómago. ¿O era el alcohol?
Muchos hits musicales sonaban en la fiesta, lo que hacía que el ambiente se tornara más intenso, y eso los animaba más a perder el control. “Whistle” de Flo-Rida. “Dance again” de Jennifer López. “Finally found you”, Enrique Iglesias. No podía faltar David Guetta con “Turn me on” y “Titanium”. Pero ¿Qué era una fiesta sin la presencia de LMFAO? Nicky Minaj también se hacía presente con “Starships” y “Pound the alarm”. “Call me maybe” de Carly Rae Jepsen. No podía faltar Ke$ha con “Die Young” y ¿Por qué no? También con “Tik Tok”. Pero la verdad, recordar todos los éxitos del año le sería una tarea imposible.
El aire dentro de la casa se hacía muy denso. Miraba a ratos a sus amigos, y todos parecían estar perdidos. Bueno, en el buen sentido, si es que ese era un buen sentido… ¡Ugh!
Llevó una mano a su costado, donde se supondría que debería estar la rodilla de Quinn, cuando se encontró con un lugar vacío.
— ¿Qué demon…?
Quinn no estaba. Tampoco sus muletas. ¿Adónde diablos podía escabullirse con esas enormes muletas? ¿Ni siquiera inválida podía quedarse quieta?
Se giró hacia la mesa donde Puck, Finn, Jake, Ryder y hasta Jesse St. James jugaban beer pong, completamente ebrios. O bueno, eso pretendían, pero la verdad era que ninguno le atinaba a nada. Más bien, eso era una excusa para beber, pero de una forma más divertida.
Llamó la atención de Finn lanzándole una lata vacía de cerveza en la cabeza.
— ¡Auuu! —Gimió el chico— ¡Santana! Ya sé que me odias, pero…
— ¿Sabes dónde está Quinn? —Le gritó.
Aunque Santana ya sabía la respuesta del chico desde antes de hacerle la pregunta, no estaba de más hacerla. Quizá por un milagro del cielo el chico sabría algo sobre su novia.
— ¡Yo qué sé! —Contestó el chico, riéndose como si acabara de contar un chiste— ¡Pero, ven, Santana! ¡Necesitamos una chica para unos buenos “body-shots”!
Este idiota está más ebrio que yo.
—Quinn va a matarte. ¿Lo sabes?
— ¿Quinn? —Finn estaba muy, muy ebrio— ¡Oh, Quinn! ¡Llámala a ella también! ¡Body-shoooots!
— ¡Ese es el punto, idiota! ¡Que no sé dónde está…!
— ¿Alguien dijo body-shots?
¡Perfecto! ¡El idiota de Sam quería body-shots!
Se giró de forma instintiva, aunque ya sabía quién era. Pero con lo que no contaba, era que venía tomando de la mano a Brittany, casi arrastrándola. Y ella tampoco se veía muy sobria.
Eso no se sentía bien.
Los chicos comenzaron a limpiar la mesa donde “jugaban” beer pong con el propósito de que alguien subiera. Entró en pánico cuando la que comenzaba a subir a la mesa era Brittany, sonriente y sin mucha conciencia.
Si Santana hubiera estado sobria, seguramente se iría de ahí. Pero como no lo estaba…
—Alguien páseme la botella de tequila. —Pidió Sam.
JÁ. Este está estúpido.
Santana la tomó antes de que cualquier otro pudiera hacerlo y los miró a todos con el rostro más sugerente.
Oh, bendito alcohol.
— ¿Esto no les parecería más interesante si participo yo, en lugar de Sam?
Ya sabía la respuesta antes de hacerla. No conocía a ningún hombre que no tuviera esa estúpida y machista fantasía.
Bueno, como mujer, tenía muchas ventajas, y más sobre los hombres. Algunos.
Y tal como Santana esperó, los ebrios muchachos asintieron y vitorearon. Incluso algunas personas más se habían unido al tonto juego.
Fue cuando miró a Brittany, recostada, con la blusa abierta, con su firme abdomen al aire, junto con sus pechos escondidos tras ese brassier rosado con lunares negros, que se dio cuenta de lo que ahora tenía que hacer.
Todo su cuerpo le imploraba hacerlo. Su lengua casi se lanzaba hacia ese abdomen aún aunque no hubiera aún nada más que succionar que piel. Todo su cuerpo estaba reaccionando como si fuera un maldito imán, y Brittany la atrajera a ella. Era exactamente igual a dos imanes atrayéndose. ¿Cómo podrías evitarlo? Sintió otra ola de calor en todo su cuerpo sólo de verla de esa forma, aunque había más calor en unas partes que en otras.
Nunca en su vida había implorado tanto autocontrol.
Exprimió limón en toda la extensión de la marca divisoria del abdomen de Brittany -muy marcada, por cierto- y espolvoreó sal en él. Puso un poquito más de limón en su ombligo. De ninguna manera iba a poner el maldito limón en su boca. De ninguna manera se iba a acercar a su boca.
Porque pasar toda su boca y lengua por ese abdomen era lo suficientemente… difícil.
Ya no se molestaba en tratar de entender por qué sentía todas esas sensaciones juntas. Sensaciones que eran completamente ajenas a ella. Tratar de no cometer una estupidez delante de todos era más importante.
Ok. ¿Por qué se había ofrecido en primer lugar?
Se agachó directamente hacia ese ombligo, y succionó el limón. Sintió a Brittany estremecerse y escuchó las ovaciones etílicas de los chicos. Estaba dando un maldito espectáculo, pero prefería mil veces hacerlo ella a que lo hiciera Sam. Sí, era inmaduro e infantil, pero ¡qué más daba! ¡era una fiesta!
Utilizó su lengua para pasarla lentamente por todo el rastro de sal que había dejado a lo largo del abdomen. ¡Dios! No sabía que Brittany podía ser así de… deliciosa. ¿Deliciosa? Brittany se balanceó un poco hacia los lados, y Santana la miró a los ojos. ¿Acaso se habían tornado más oscuros? El rostro de Brittany no podía ser más atrayente. Sus ojos repentinamente más oscuros la miraban, casi entrecerrados. Y si Santana no hubiera tenido tanto alcohol en el cuerpo, habría jurado que la rubia se había mordido los labios.
Muy cerca de sus pechos, Santana levantó su rostro y se llevó la botella de tequila a la boca.
— ¡Aquí está el caballito! —Le avisó Jake, tendiéndole el pequeño recipiente.
Antes de poder tomar tequila, Santana se dio un tiempo.
—Yo no necesito ese estúpido vaso.
Grave error. Se inclinó la botella hacia su boca, directamente del pico. El líquido pasaba por su boca, dejando la típica sensación de calor y ardor en ella, pero combinado con el limón y la sal, esa sensación se volvía un poco más interesante. Sabía que no estaba tomando la cantidad de un caballito. Estaba tomando más, pero ¡al diablo!
Pero estaba un poco más ebria de lo que podía aceptar, aparentemente, porque al alejarse la botella, su mano no respondió completamente y no hizo nada cuando el líquido comenzó a derramarse desde la botella hacia su cuello. ¡No levantó el maldito pico!
Malacopa.
— ¡Wuuu! ¡Camisetas mojadas!
Todos festejaron y gritaron ante el tonto grito de Ryder Lynn. Oh. Nunca había escuchado hablar a ese chico, en su vida. Lástima que estuviera demasiado ebria para recordarlo. Pero agradeció ese grito porque así todos dejaron pasar el hecho de que ya comenzaba a derramar el alcohol.
—No, idiotas. Iré al baño.
Empaparse de alcohol no era algo por lo que ella iba al baño, pero le pareció la excusa perfecta para alejarse de ahí. Sí, fue al baño, pero necesitaba tiempo para tratar de pensar con claridad. Una vez que llegó, cerró la puerta, se miró al enorme espejo y apoyó sus manos al lavabo.
— ¡Dios! ¿A qué hora me emborraché?
No pasaron ni dos segundos cuando se dio cuenta de que se había ido, dejó a Brittany ahí, tendida en la mesa, borracha…
¡Tonta!
Se giró para salir de ahí e ir por ella, pero, en ese momento fue obvio para ella que no había cerrado la puerta con seguro, porque alguien estaba entrando, muy torpe, claro.
Brittany entró, y cerró la puerta tras ella. Con seguro.
— ¿Qué fue eso?
Santana se sintió realmente aliviada de que Brittany estaba ahí, con ella, en lugar que con esos idiotas borrachos. Sí, eran sus amigos, pero eso no quitaba que fueran unos idiotas. Y más borrachos.
—Yo… no sé a qué te refieres.
—Yo diría que sabes perfectamente a qué me refiero.
La voz de Brittany sonaba un poco más ronca de lo normal, y fue entonces cuando se detuvo a observarla de arriba abajo.
Brittany no se había tomado la pequeña molestia de cerrarse la blusa.
Tragó saliva cuando miró el cuerpo de Brittany, peligrosamente cerca de ella, con su abdomen y sus pechos escondidos detrás de ese brassier con bonito estampado, asomándose. Quizá se detuvo más tiempo de lo normal mirándole el maldito abdomen, aún con rastros de su saliva, sal, y jugo de limón. Instintivamente, dio unos pequeños pasos hacia atrás.
Pero luego miró su rostro, y para quedar incluso más perdida que antes. Su labial era de color rosa fuerte, tipo “niña bien”, sus pestañas estaban rizadas y con una capa de rímel, y su cabello estaba desacomodado. Tenía el aspecto de una de esas chicas que no rompen ni un plato. De esas que son cordiales, educadas, y que no hacen nada sin permiso. Pero sus ojos eran algo completamente contrario. Sus ojos la miraban de una forma tan sensual. Pero aún con eso, ella sabía que quizá Brittany estaba molesta. También había una pequeña pizca de enfado en esos ojos.
Brittany eliminó la distancia entre ellas, pero Santana quería ponerla de nuevo. Mientras Santana se hacía más y más para atrás, Brittany se hacía más y más para adelante. Pero cuando Santana chocó con el maldito lavabo, supo que ya no podría más.
Ahora tenía a Brittany aprisionándola entre el lavabo y ella.
—Brittany, por favor, ¿quieres abotonarte tu blusa?
— ¿”Esto no les parecerá más interesante si participo yo en lugar de Sam”? —Citó, acercándose más y más a ella, y Santana supo que se estaba burlando de ella— ¿En serio? No sabía que Santana López podía ser tan homosexual.
Eso la hizo estremecerse. Sentir el aliento etílico de Brittany tan cerca de su rostro y cuello no le ayudaba a pensar, así que se sentó encima del lavabo, ganando más espacio entre ella y Brittany.
Brittany la estaba probando.
Santana estaba huyendo.
—No soy homosexual.
Brittany dejó salir una pequeña risa en forma de suspiro y se acercó más a ella, hasta el punto en el que Santana estaba con la espalda en el frío espejo, y Brittany con su rostro cerca al de ella. No podría escapar más. Y sabía que Brittany se había reído de ella, pero no dijo nada.
Hasta ella misma lo hacía.
Santana tragó saliva, porque el aliento caliente de Brittany le golpeaba el cuello con fuerza, seguido por su exquisito olor a frutas cítricas, que combinado con el alcohol, hacían una mezcla aún más adictiva. Eso era una de las cosas con las que no podía luchar. O quizá ella estaba demasiado sensible. Quería que Brittany dejara de hablar.
Brittany ahora acercó su cuerpo, y las rodillas desnudas de Santana rozaron con su suave abdomen. Santana agarró aire con su boca.
—Por favor, abróchate la blusa…
Santana comenzó a tratar de abotonársela con sus manos, pero Brittany se las tomó y las apartó con fuerza. Tan pronto como sintió sus manos sobre las suyas, sintió como le quemaban. Brittany le quemaba la piel, de una forma tan dulce y adictiva que no quería dejar de sentir. Estuvo segura de que por más que sintiera terror, y por más que se sintiera aterrada, no quería que parara. Lo sabía porque su respiración comenzaba a agitarse, el aire comenzaba a faltar, el calor le invadía… y su corazón parecía querer salirse de su pecho. Quizá quería salirse de su pecho para poder ser libre de una vez. Quizá su corazón estaba harto de ser reprimido.
Pensó muchas cosas, pero no pensó en la posibilidad de que, quizá su corazón solamente había encontrado su perfecto contrario. La parte que era tan diferente, pero que era esencial para estar completo.
Brittany la miró a los ojos ahora.
Santana se mojó los labios con la lengua, porque de repente los sentía más secos que el desierto del Sahara.
—No voy a seguir haciendo cosas o dejar de hacerlas sólo porque tú tienes miedo de aceptar cosas que son tan obvias para las dos.
—Brittany, no sé si deberíamos seguir con esto…
—Te soy sincera, yo tampoco. No sé qué diablos me sucede. Tal vez todo esto está mal. Tal vez esto no debería de estar sucediendo. Tal vez vamos a sufrir… pero si tu corazón está tan acelerado como el mío… creo… que deberíamos seguir.
Y Brittany la tomó de la quijada y estampó sus labios con fiereza contra los de ella. No se lo vio venir. Para nada. Y, antes de cualquier otra cosa, se vio a ella misma correspondiéndole. Su cuerpo actuaba sin su permiso. Era como si ya no tuviera control sobre sí misma. Eso era lo que pasaba, Brittany parecía absorber el control sobre ella misma. No era como que lo hiciera por condescendencia; Brittany no era nada de ella, no tenía compromisos con ella, así que no estaba obligada a corresponder. Santana supo perfectamente que si la besaba de vuelta, era porque en realidad lo deseaba. Ahí estaba todo.
Ella deseaba a Brittany con todo de ella.
Brittany la tomaba suavemente por la parte de atrás de su cuello, como si no quisiera que escapara. Tonta. Ella no quería escapar. No ahora. No en ese momento. Ese beso era como un tipo de anestesia. ¿Sí sabes? Cuando te aplican la anestesia, no sientes nada de lo que está a tu alrededor. Era como estar dormida, pero soñando. Soñando el mejor sueño. De esos que quieres seguir y seguir para saber dónde y cómo terminan. Y estaba segura de que si ese fuera un sueño y algo la despertara, cerraría los ojos otra vez con la esperanza de poder terminarlo.
Pero por primera vez, una dulce sensación le recorrió el estómago y su pecho al darse cuenta de que eso no era un sueño. Brittany la estaba besando, y eso nunca se había sentido tan necesario. Los labios de Brittany siempre le habían gustado, pero no había imaginado cuánto podrían gustarle.
Su lengua entró casi sin permiso, pero tampoco era como que se lo negaría. Ahí fue cuando las manos de Santana por fin cobraron vida y tomaron a Brittany desde la parte de atrás de su cuello, acercándola más y más hacia ella. Sintiéndola más y más. Todo era puro deseo y nada de coherencia, porque si fueran coherentes, no estarían besándose. Una persona inteligente siempre prefiere evitarse los problemas…
Pero ninguna estaba siendo inteligente en ese momento.
Pero estaban ebrias. Ninguna estaba pensando con claridad. Sólo era el maldito alcohol. La dulce sensación en su estómago fue reemplazada por una agria acidez. Un sentimiento tan agrio como el limón que había succionado del abdomen de Brittany. Ese sentimiento la hizo retroceder y separarse, para encontrarse con la mirada perdida y consternada de Brittany, reclamándole sin palabras el por qué le quitaba eso. Su ceño fruncido y su mirada azul confundida le decía que no quería parar, pero ella no pensaba que fuera Brittany la que había actuado.
Habían sido las cervezas y el tequila.
—Tú… Yo… ¿Por qué…?
Santana puso un dedo en esos labios, los cuales callaron.
—No voy a hacer esto así. —Susurró.
Al instante se arrepintió de separar sus labios, porque no había pasado ni un segundo cuando ya quería abalanzarse sobre ella de nuevo.
— ¿Vas a huir de nuevo?
Santana sintió el peso de mil toneladas caer sobre sus hombros. De estar en el cielo en un segundo había pasado al mismísimo infierno. Sintió una horrible sensación llenar su pecho.
¿Decepción? podría ser. ¿Culpa? quizá. Lo más probable era que las dos.
Pero luego, sintió las manos de Brittany posarse sobre sus mejillas y Santana pensó que la besaría otra vez, pero Brittany sólo la giró para que la viera a los ojos.
—Mírame.
Santana suspiró, con la horrible sensación llenándola.
—Da igual. De todas formas, no lo vas a recordar mañana.
No hizo mucho esfuerzo por apartar a Brittany de ella. De hecho, Brittany parecía entender que Santana quería irse de ahí. No la obligó a quedarse. Si Santana quería irse, ella no iba a ser alguien que le impidiera hacer lo que ella quisiera. Quizá estaba ebria, pero recordaba lo que se había prometido ella misma.
No imponer su voluntad en personas que quería.
Aún aunque se estuviera muriendo por tomarla de su mano y pedirle que no se fuera. Que se quedara. Que se acercara sin miedo.
Que ella estaba igual de asustada.
Ya. Ahí estaban. Habían sellado todo con un beso. Ya no podían hacer como si nada hubiera pasado.
Ya no podían hacer como si no sintieran absolutamente nada la una por la otra.
Santana estaba enamorada locamente de Brittany, y Brittany estaba enamorada completamente de Santana.
Perdón si está feito, pero no tengo tiempo de editarlo. Perdónenme, en serio. ¡Gracias por todo!
Otra semana que se iba. Octubre estaba pasando demasiado rápido, cosa que Santana no quería, porque era por mucho su mes favorito. Jamás se lo había dicho a nadie, pero le encantaba el hecho de que Octubre parecía tener las noches más bonitas y agradables. Le gustaba demasiado como la luna brillaba con tanta intensidad que parecía una farola que sólo estaba a unos metros de altura de la calle. El viento soplaba con un poquito más de fuerza, y las hojas amarillas y cafés comenzaban a tapizar las calles. El clima no era ni muy caluroso, ni muy frío, era perfecto. Podías ponerte un short de mezclilla con un suéter delgado y estabas a la perfección.
Simplemente, nada se comparaba con las noches de Octubre.
La fiesta de Mike Chang y las condiciones a las que iría a ella era algo que no podía sacarse de la cabeza. Ahora que lo pensaba con detenimiento, fue muy estúpido y egoísta obligar a Quinn a asistir sólo por un tonto capricho. Quizá era hora de desistir y no asistir, pero no podía hacerlo porque… oh, dios, quizá no quería hacerlo por el simple hecho de que NO QUERÍA HACERLO. Pero conforme la semana transcurría, más y más gente en McKinley comenzaba a hablar sobre la fiesta, y de cómo irían. Todo indicaba a que esa fiesta sería de las más recordadas por todos, y a Santana no se le pasó ni siquiera por la cabeza que, en efecto, esa fiesta sería recordada por todos, y por ella
Pero por unas muy distintas razones.
Todo indicaba que quizá el dichoso plan de Puck no se llevaría a cabo. Es decir, Kitty iría con Marley. Quinn iría con ella, y no sabía los planes de Rachel con St. James. Pero ella no estaba para nada contenta. No. Porque Sam no se había separado de Brittany en toda la maldita semana. Eso ocupaba su mente más de lo que a ella le gustaría aceptar. ¿Es que ese chico no se cansa nunca? Debía dejarla sola por un momento… ¡siquiera pequeño! Para que así ella pudiera inmiscuirse y disuadirla -de manera verdaderamente NO directa- de que ir con él era la peor idea que podría pensar, ¡Pero no! Él no se separaba de ella, y lo peor, era que no veía que Brittany hiciera algo para alejarlo. Cada que pensaba en eso, sentía un horrible nerviosismo.
¿Y si a Brittany en serio le gustaba Sam?
¿Eso podía ser posible? Es decir, ¿Brittany se daría cuenta de cómo era Sam? Y aún así… ¿sería posible que a Brittany le gustara? Ni siquiera pasaban tiempo juntos. Bueno, sí. Toda la maldita semana, y, curiosamente, esa misma semana había sido el tiempo en el que Santana y Brittany habían convivido menos. No fue lo mismo. Hacían exactamente lo mismo todos los días: práctica, ducha, escuela, práctica de nuevo. Y en las duchas… ugh. Todo era diferente. Hacían lo mismo, pero se sentía diferente. ¿Por qué? Brittany era… no lo sabía. Se alejaba de ella. Lo sentía. Pero ¿cómo puede ser eso, si ellas nunca han estado… juntas? Odiaba ese sentimiento de no entenderse a sí misma. Lo odiaba en verdad.
¡Por fin! Un momento en el que el odioso de Sam se separaba de ella, y ese había sido cuando la rubia llegaba a su casillero, en medio de Quinn y ella, con la diferencia de que Quinn no estaba. De repente, Santana sintió una extraña necesidad por hablarle, o tocarla, o algo para hacerse notar. Sentía la necesidad de aprovechar ese momento. Ahora era que se daba cuenta de que Sam más bien parecía ser algún tipo de impedimento para poder estar cerca de ella. Su implacable y repentina necesidad la obligó a hablarle. De lo que sea. Rápido.
—Todo el mundo se está volviendo loco con todo este asunto de la fiesta de Mike, ¿no crees?
Oh. Bien. Eso no había salido tan mal después de todo. Ahora, esperaba ansiosamente la respuesta de Brittany.
—Desde que estoy en esta escuela, todo el mundo lo hace. —Contestó la rubia, con tono neutral, pero sin dejar de mirar los libros en su casillero.
Esa no había sido exactamente la respuesta que esperaba. Es decir, las palabras estuvieron bien, pero lo que no estuvo bien fue el hecho de que no la miró.
Necesitaba más.
—Y tú… bueno, ¿ya planeaste con quién irás? —Rogó para que su pregunta no haya sonado con ningún tipo de urgencia o nerviosismo, pero en verdad tenía que hacerla, y ahora quería golpearse la cabeza con la puerta de su casillero por haber soltado esa pregunta tan rápido y sin ningún tipo de “preparación inicial”.
—No sabía que tenía que planear ir con alguien. —Contestó la rubia, un tanto seca.
—Sí, bueno, a veces es mejor llegar acompañada.
Santana en verdad estaba hablando de más y en realidad no pensaba lo que decía. Por una parte, se sentía como si estuviera “arriesgando” a ella misma empujar a Brittany a animarse a salir con Sam, pero también tenía que hacerlo, porque así trataría de averiguar si llegaría con Rachel, y de no ser así, animarla a ir con… no sabía con quién… Kitty, o Marley, o Sugar… con cualquier tonto del club glee…
Con ella…
¿Por qué se preocupaba tanto por esta rubia que no le podía contestar las preguntas con un poco más de… entusiasmo? No era tiempo para preguntarse cosas tontas. Ya contestaría eso después. Ahora tenía que disuadir a esta rubia.
—Ahá. No lo sé. Quizás.
¿Qué? Eso no la ayudaba en nada. Maldita Brittany y sus monosílabos. Esta chica nunca paraba de hablar -eso no era necesariamente verdad, pero nunca era mal momento para exagerar-. ¿Y ahora decide que es el momento indicado para dejar de hacerlo? Ugh.
— ¿Con Rachel? —Preguntó. Oh rayos, necesitaba que alguien llegara a callarla.
—Creo que ella llegará con Jesse, y yo no quisiera ser un mal tercio. —Dijo la rubia, revolviendo sus libros en su casillero. Parecía desesperada por encontrar algo que estaba realmente escondido.
—Oh, los mal tercios son buenos a veces.
Todo sea por que no vayas con él.
Brittany soltó un leve airesito por su nariz, y la arrugó, como si su hubiera reído tímidamente de algo. Oh dios, pero qué linda expresión.
—No en mi caso. —Dijo.
Rayos.
—Creo que Kitty, Marley y Sugar planean algo para esa noche. Tal vez podrías…
Pero, de repente, Brittany cerró la puerta de su casillero de un golpe. Santana se sobresaltó ante el instantáneo estrepito y se giró hacia la rubia, quien ya se había girado también para quedar rostro a rostro. Ahora Brittany la miraba directamente, y ahora Santana deseaba que volviera a rebuscar entre las profundidades de su casillero para que no la viera de esa forma. Sus ojos la ponían, repentinamente, muy nerviosa.
—Si ellas quisieran que yo llegara junto a ellas a esa fiesta, me lo propondrían. ¿No crees? Digo, es lo más lógico.
Santana tragó saliva, porque, en efecto, Brittany tenía razón.
—Quizá no les ha pasado por la cabeza. Creo que ellas estarían contentas de llegar junto contigo.
—Nah. Prefiero llegar con alguien que me pregunte si quiero ir con él.
Santana apretó los puños inconscientemente. Brittany prácticamente estaba aceptando que si alguien le preguntaba que si quería ser su acompañante, ella aceptaría. Eso la puso nerviosa, porque sabía que Sam le preguntaría en cualquier instante.
—Bueno, también depende si esa persona es buena para ti.
Oh, dios. Ojalá hubiera mantenido su maldita boca cerrada.
Vio a Brittany fruncir el ceño, contrariada, y al instante se arrepintió de haberle hablado en primer lugar.
— ¿Buena para mí? —Repitió Brittany en una pregunta— ¿A qué te refieres?
A este punto, dejar de hablar le fue imposible.
—Oh, pues… ya sabes… yo sólo…
—Santana, ¿qué tratas de decir?
¿Cómo quería Brittany que le explicara si no la dejaba? Oh dios. Brittany parecía confundida, decepcionada y… a punto de estallar en cólera.
Debía ser realmente muy, muy, MUY cuidadosa con lo que debía decir…
—Bueno, Sam es un idiota, y serías muy tonta si aceptas ir con él a esta tonta fiesta.
DEMONIOS. ¿En qué punto su hablar se había vuelto tan estúpido?
El rostro de Brittany era un verdadero poema. Parecía ofendida, y contrariada. Una cosa era segura: la había cagado.
—Ah. ¿Es todo lo que venías a decirme? ¿Sólo venías aquí para decirme con quién debería ir a una estúpida fiesta? Wow. Eres una idiota.
—No. Yo no vine a…
— ¿Sabes qué? Yo no planeaba ir acompañada por nadie que no me preguntara si quería acompañarlo. Yo sólo llegaría ¿sabes? A mí no me importa si llego acompañada de mil personas o si llego sola. Si a mí no me importa ¿por qué a ti sí?
Era algo muy malo que Brittany le preguntara eso, porque ni ella misma sabía la respuesta.
—Brittany, escucha, yo no iba a decir…
—Y además, tú no eres la más indicada para decir eso, porque que yo recuerde, Puck no es el verdadero “caballero” aquí. ¡Eres tan hipócrita!
Santana frunció el ceño.
— ¿Y Puck qué tiene que ver en…?
—Olvídalo. —Bufó Brittany, enérgica y enfadada—A veces, tú también eres tan tonta.
Ok. Eso ya se había salido de control. La paciencia se estaba acabando, y la verdad, siempre había odiado que no la dejaran terminar de hablar.
— ¡Oh, bueno! ¡Lo siento por preocuparme por ti! —Estalló la ya impaciente latina. ¿Ya qué más daba?
— ¡Pues yo no necesito que nadie se preocupe por mí!
La gente alrededor ya notaba la ya no tan serena conversación, pero a ellas no les importó. Los alumnos que caminaban y estaban cerca sólo las miraban un poco asombrados, puesto que ya no habían presenciado una pelea entre las dos chicas desde hacía semanas, pero ahora lo hacían, y no estaban siendo muy “tranquilas”.
— ¡Oh, Brittany! ¿Qué no sabes que él sólo te quiere para acostarse contigo una vez y ya?
Brittany se ponía roja de la rabia.
— ¿Aún vas a seguir con eso? Ok. Santana, ya sé que eso sólo fue una estúpida broma de mal gusto por parte tuya, así que es muy patético que sigas con eso todavía.
—Oh, Brittany, que yo haya hecho una broma con eso no significa que en verdad estuviera jugando. ¡Todo el mundo sabe que Sam sólo quiere sexo! No seas ingenua.
—Ok, Santana. ¿No has pensado que quizá yo estoy con él porque yo quiero? ¿No has pensado que quizá a mí me gusta hablar con él? ¡No sé! ¡No siempre es lo que tú piensas! ¡Yo puedo hacer lo que quiera! ¡Si quiero salir con la persona más cretina del mundo, pues lo haré porque no hay nadie a quién le importe lo suficiente como para impedírmelo!
Sam se acercó a ellas en cuanto notó el percance de las dos chicas aunque ni siquiera supiera de qué hablaban, quedando a un lado de Brittany, que ni siquiera se percató de que el rubio había llegado y la sujetaba levemente de los hombros.
Por otro lado, Quinn se acercaba lo más rápido que sus muletas le permitían para quedar a un lado de Santana, un poco alterada porque también había notado la intensa situación, e interferiría entre las dos chicas si tenía que hacerlo.
Y Santana, Santana no había notado siquiera que había más personas a su alrededor, porque todo lo que su cabeza estaba haciendo, era procesar la última información que había recibido de Brittany. Todo había salido mal. Horriblemente mal. Ella no quería que eso acabara de esa forma. Era más que obvio: Brittany iría con él. La idea le resultaba repulsiva. Todo le había resultado al revés.
—Santana… —Oyó a Quinn, cerca de su oído.
Sintió su corazón estrujarse en su pecho.
—Ugh. Vámonos, Quinn.
Repetía esa escena en los casilleros en su mente una y otra vez, aunque ella no quisiera. Una mueca de disgusto aparecía en su cara cada vez que recordaba el rostro de la chica rubia. ¿Cómo había sido tan tonta en primer lugar de siquiera hablarle sobre eso? Todo había salido mal. Estaba preparando sus cosas para verse con Marley, de nuevo, dónde siempre, cuando el sonido de su celular vibrando entre las sábanas de su cama la alertó. Era un mensaje.
Chicas, no es necesario que se presenten hoy. Les doy la noche libre. Disfrútenla.
Recibido a las 4:30 p.m.
De: Tony.
Eso había sido extremadamente extraño, puesto que era algo realmente difícil que Tony considerara darle la noche libre a alguien, pero la verdad no lo iba a cuestionar. Supuso que Marley había recibido el mismo mensaje. Era maravilloso no tener que ir a trabajar esa noche. Dormiría como bebé hoy.
O eso quería.
A las diez treinta de la noche, se puso un camisón largo y se acostó sobre sus colchas blancas. Se posicionó en el lugar de la cama que estaba junto al muro y se puso de lado frente a él, mientras la ventana abierta permitía al viento entrar por su ventana, y también a la luz de la luna. Miró la luna, sólo porque estaba realmente muy bonita, como casi todos los días de octubre.
Por favor, haz que mañana sea un buen día.
En definitiva, toda la escuela había hablado de la fiesta. Mike seguramente se arrepentiría a la mañana siguiente. La verdad era que la casa de Mike estaba atiburrada de personas, y Santana juraría que había rostros que nunca había visto en McKinley. Era seguro que había personas ahí que eran ajenas a la escuela, pero no importaba mientras hubieran traído cerveza o algún otro tipo de alcohol. Llegó con Quinn, como habían planeado. Tarde, por supuesto. Cuando llegaron, en donde debería ser “la sala” -pero no lo parecía, ya que toda la gente realmente animada con vasos rojos de cerveza en una mano y un cigarro en la otra, podían dificultar la tarea de identificar los salones de la casa- estaban Puck, Finn, Jake, Ryder Lynn -seguramente, por Jake- y Sugar. ¡Vamos! Hasta Diego estaba ahí, lo que no sorprendió para nada a Santana, puesto a que como toda la escuela hablaba de eso, no dudaba que Diego fuera con sus amigos. A Santana no le pasó por alto el hecho de que Sam no estaba ahí.
Santana y Quinn se miraron, preguntándose la una a la otra si debían ir ahí. La música en alto volumen obligó a Quinn a acercarse al oído de su amiga.
—No pienso ir ahí sobria. Vamos por algo de alcohol a la cocina primero.
No se lo pensó dos veces.
¡Rayos! ¡Pero qué cantidad de gente! Santana se hizo una nota mental mientras se abría paso con Quinn hacia la cocina:
Recuerda a la próxima evitarte este tipo de fiestas y mejor asistir a reuniones pequeñas.
Pero al llegar a la cocina, ver la barra era como ver algo divino. Santana casi pudo ver las luces celestiales bajando del cielo para iluminar la barra en medio de toda la cocina…
Bueno, no era una barra. Era más bien sólo una enorme mesa de las blancas y que eran plegables, pero lo que importaba realmente no era esa tonta mesa, era lo que había encima de ella. Alcohol. Mucho alcohol. Suficiente como para atontar a dos toros gigantes de 800 kg. Casi escuchó a los ángeles cantar. Tampoco era que fueran luces celestiales, sólo las luces de la cocina del asiático. Santana no era una persona muy alcohólica, pero todo ahí gritaba que esa noche era para perder el control.
Ya la había cagado el viernes en la escuela. ¿Qué más daba?
Se giró hacia Quinn, y su amiga le devolvió la misma sonrisa malévola.
No necesitó más.
Pero de repente, escuchó más alaridos y ovaciones de las que normalmente habría, y sabían que se dirigían hacia la puerta de la entrada. Curiosa, Santana se movió rápido para obtener una vista de la entrada y ahí vio como Kitty hacía una entrada más que triunfal, junto con Marley.
Marley iba arreglada normalmente para una fiesta, como había prometido. Unos shorts cortos y desgastados hasta arriba del abdomen, botas de tacón negras, cabello suelto y ligeramente ondulado y una blusa holgada con un estampado con colores del universo, con una ligera chaqueta negra.
Pero Kitty…
Kitty llevaba un sexy disfraz de Gatubela ceñido al cuerpo. Sí, con su respectiva diadema con las orejas y todo. El cabello rubio suelto y ligeramente enrulado y desordenado, y sus labios color rojo intenso y un poco oscuro. Oh, sí. Kitty se había vestido para impresionar. Esa chica sabía que era sexy, y lo quería relucir. Había más chicas disfrazadas, pero estuvo segura de que si hubiera sido un concurso, Kitty lo hubiera ganado.
— ¡LA FIESTA PUEDE COMENZAR!
Y así fue. La fiesta en verdad estaba demasiado buena. Cuando por fin consiguieron alcohol, Santana y Quinn aceptaron que no durarían lejos de esa sala por mucho tiempo, además estaba Sugar, así que con cervezas en la mano, decidieron ir. Más tarde se dieron cuenta de que en la mesita de la sala, había más alcohol, así que decidieron que quizá ese sería un buen lugar, a pesar de que Finn y Puck estaban ahí.
Rato después, una silla de ruedas muy notoria se abrió paso entre la gente. Rachel y Jesse St. James habían llegado, y lo primero que hicieron, fue ser recibidos por unos alegres jugadores de fútbol, a lo que Quinn rodó los ojos. “Hasta los hombres son hipócritas”. Santana miró dos veces para ver si Brittany venía con ellos, pero no la vio. Lo peor, era que tampoco veía a Sam. Excelente. Realmente excelente.
Le dio otro trago a la bebida. Le supo amargo.
Y otro. Y otro. Y otro. Oh, se acabó.
Antes de que pudiera levantarse a preparase otra bebida, Puck ya había aparecido con dos vasos rojos en sus manos. Uno para él, y otro para ella. Lo que la alivió de momento, era que Puck sabía cómo prepararle la bebida.
—Deberías calmarte un poco.
— ¿Y tu idea para calmarme un poco es traerme otra bebida? No estás siendo congruente, Puck.
Puck rió.
—Sabes a lo que me refiero.
— ¿Desde cuándo te volviste tan aguafiestas?
— ¿Desde cuándo bebes tanto?
—Yo siempre he…
—Santana, ya perdí la cuenta de todos los vasos que llevas. Espero que este sea el últ…
Santana se giró tan rápido hacia el chico que se sintió muy mareada. Rayos, quizá estaba un poco alcoholizada…
—Puck, en verdad odio cuando te comportas de esta manera, como si supieras lo que necesito. Yo quiero hacer esto, y tú no eres alguien que deba o pueda decirme qué hacer y qué no.
Brittany apareció en su cabeza antes de que pudiera detener sus pensamientos, o siquiera intentarlo. Ella le había hablado a Puck de la misma forma en la que Brittany le había hablado a ella el viernes. Tal vez eso era. Tal vez ella era el Puck en la vida de Brittany. Tal vez ella era Puck, y Brittany era ella. El pánico la inundó completamente en un segundo. Puck actuaba de esa manera con ella porque, lo más probable ahora era que él estuviera enamorado… de ella.
¿Y si ella estaba enamorada de Brittany también?
Y como si sus pensamientos la hubieran invocado, Brittany apareció en la sala. ¡Diablos, pero si lucía tremendamente…! La chica lucía unos shorts cortos, los cuales Santana casi odió, porque eso hacía que se detuviera más tiempo de lo normal en sus largas, torneadas y… bonitas piernas. Llevaba unos tacones altos, de color negro. Parecían aterciopelados. Subió hasta su abdomen para darse cuenta de que ella llevaba una camisa de tres cuartos, blanca, con detalles negros, abotonada lo suficiente para darle un buen escote. Oh dios. Su camisa no era nada vulgar, pero aún así se veía completamente… sexy. Sintió mucho calor. Subió a su rostro, para darse cuenta de que sus ojos azules la veían, y Santana pudo jurar que esos ojos brillaban más de lo normal. ¿Ella estaría bebida también? Casi se alegró de que Brittany estuviera ahí, al menos en un lugar donde ella pudiera verla…
Brittany era una chica que le atraía en casi todos sus sentidos.
Pero todo eso se desarmó cuando logró ver a Sam llegar tras ella. Claro, llegaron juntos. Perfecto.
¡Jodidamente perfecto!
—Dame esa bebida.
Se la arrebató a Puck de las manos, pero lo suficientemente suave para no derramarla.
Sam y Brittany se acercaron hacia ellos. Claro ¿qué otra cosa más harían? Era obvio que ya todos estaban ahí.
Santana volteó a ver a su alrededor. Sugar parecía muy animada con un vaso de bebida encima de las piernas del pálido chico Rory Flannagan, que también parecía muy fuera de sí. Se sorprendió un poco al no verla a un lado de Kitty, pero no le dio mucha importancia. Mike hablaba y jugueteaba con Tina Cohen Chang, en un rincón no tan escondido de la casa, y la chica también se veía un poco ebria, y a juzgar por lo que llevaba en su mano, no pensaba parar. ¡Claro! Ahora comprendía el interés del chico en Brittany y sus amigos del coro. Sólo quería llegar con la asiática. Bien por él. Por otro lado, no encontraba a Marley, y tampoco a Jake, ni a Kitty… eso la preocupó un poco. Después hablaría con ellas. Ella en realidad miraba todo a su alrededor para ver si así podía olvidarse de esos dos rubios a los que no quería ver juntos… pero ¿eso a ella qué? ¿qué importaba si Brittany se acostaba con él? O sea, ella era libre de hacer lo que le diera toda la maldita gana.
Pero el sólo pensarlo le revolvía el estómago. ¿O era el alcohol?
Muchos hits musicales sonaban en la fiesta, lo que hacía que el ambiente se tornara más intenso, y eso los animaba más a perder el control. “Whistle” de Flo-Rida. “Dance again” de Jennifer López. “Finally found you”, Enrique Iglesias. No podía faltar David Guetta con “Turn me on” y “Titanium”. Pero ¿Qué era una fiesta sin la presencia de LMFAO? Nicky Minaj también se hacía presente con “Starships” y “Pound the alarm”. “Call me maybe” de Carly Rae Jepsen. No podía faltar Ke$ha con “Die Young” y ¿Por qué no? También con “Tik Tok”. Pero la verdad, recordar todos los éxitos del año le sería una tarea imposible.
El aire dentro de la casa se hacía muy denso. Miraba a ratos a sus amigos, y todos parecían estar perdidos. Bueno, en el buen sentido, si es que ese era un buen sentido… ¡Ugh!
Llevó una mano a su costado, donde se supondría que debería estar la rodilla de Quinn, cuando se encontró con un lugar vacío.
— ¿Qué demon…?
Quinn no estaba. Tampoco sus muletas. ¿Adónde diablos podía escabullirse con esas enormes muletas? ¿Ni siquiera inválida podía quedarse quieta?
Se giró hacia la mesa donde Puck, Finn, Jake, Ryder y hasta Jesse St. James jugaban beer pong, completamente ebrios. O bueno, eso pretendían, pero la verdad era que ninguno le atinaba a nada. Más bien, eso era una excusa para beber, pero de una forma más divertida.
Llamó la atención de Finn lanzándole una lata vacía de cerveza en la cabeza.
— ¡Auuu! —Gimió el chico— ¡Santana! Ya sé que me odias, pero…
— ¿Sabes dónde está Quinn? —Le gritó.
Aunque Santana ya sabía la respuesta del chico desde antes de hacerle la pregunta, no estaba de más hacerla. Quizá por un milagro del cielo el chico sabría algo sobre su novia.
— ¡Yo qué sé! —Contestó el chico, riéndose como si acabara de contar un chiste— ¡Pero, ven, Santana! ¡Necesitamos una chica para unos buenos “body-shots”!
Este idiota está más ebrio que yo.
—Quinn va a matarte. ¿Lo sabes?
— ¿Quinn? —Finn estaba muy, muy ebrio— ¡Oh, Quinn! ¡Llámala a ella también! ¡Body-shoooots!
— ¡Ese es el punto, idiota! ¡Que no sé dónde está…!
— ¿Alguien dijo body-shots?
¡Perfecto! ¡El idiota de Sam quería body-shots!
Se giró de forma instintiva, aunque ya sabía quién era. Pero con lo que no contaba, era que venía tomando de la mano a Brittany, casi arrastrándola. Y ella tampoco se veía muy sobria.
Eso no se sentía bien.
Los chicos comenzaron a limpiar la mesa donde “jugaban” beer pong con el propósito de que alguien subiera. Entró en pánico cuando la que comenzaba a subir a la mesa era Brittany, sonriente y sin mucha conciencia.
Si Santana hubiera estado sobria, seguramente se iría de ahí. Pero como no lo estaba…
—Alguien páseme la botella de tequila. —Pidió Sam.
JÁ. Este está estúpido.
Santana la tomó antes de que cualquier otro pudiera hacerlo y los miró a todos con el rostro más sugerente.
Oh, bendito alcohol.
— ¿Esto no les parecería más interesante si participo yo, en lugar de Sam?
Ya sabía la respuesta antes de hacerla. No conocía a ningún hombre que no tuviera esa estúpida y machista fantasía.
Bueno, como mujer, tenía muchas ventajas, y más sobre los hombres. Algunos.
Y tal como Santana esperó, los ebrios muchachos asintieron y vitorearon. Incluso algunas personas más se habían unido al tonto juego.
Fue cuando miró a Brittany, recostada, con la blusa abierta, con su firme abdomen al aire, junto con sus pechos escondidos tras ese brassier rosado con lunares negros, que se dio cuenta de lo que ahora tenía que hacer.
Todo su cuerpo le imploraba hacerlo. Su lengua casi se lanzaba hacia ese abdomen aún aunque no hubiera aún nada más que succionar que piel. Todo su cuerpo estaba reaccionando como si fuera un maldito imán, y Brittany la atrajera a ella. Era exactamente igual a dos imanes atrayéndose. ¿Cómo podrías evitarlo? Sintió otra ola de calor en todo su cuerpo sólo de verla de esa forma, aunque había más calor en unas partes que en otras.
Nunca en su vida había implorado tanto autocontrol.
Exprimió limón en toda la extensión de la marca divisoria del abdomen de Brittany -muy marcada, por cierto- y espolvoreó sal en él. Puso un poquito más de limón en su ombligo. De ninguna manera iba a poner el maldito limón en su boca. De ninguna manera se iba a acercar a su boca.
Porque pasar toda su boca y lengua por ese abdomen era lo suficientemente… difícil.
Ya no se molestaba en tratar de entender por qué sentía todas esas sensaciones juntas. Sensaciones que eran completamente ajenas a ella. Tratar de no cometer una estupidez delante de todos era más importante.
Ok. ¿Por qué se había ofrecido en primer lugar?
Se agachó directamente hacia ese ombligo, y succionó el limón. Sintió a Brittany estremecerse y escuchó las ovaciones etílicas de los chicos. Estaba dando un maldito espectáculo, pero prefería mil veces hacerlo ella a que lo hiciera Sam. Sí, era inmaduro e infantil, pero ¡qué más daba! ¡era una fiesta!
Utilizó su lengua para pasarla lentamente por todo el rastro de sal que había dejado a lo largo del abdomen. ¡Dios! No sabía que Brittany podía ser así de… deliciosa. ¿Deliciosa? Brittany se balanceó un poco hacia los lados, y Santana la miró a los ojos. ¿Acaso se habían tornado más oscuros? El rostro de Brittany no podía ser más atrayente. Sus ojos repentinamente más oscuros la miraban, casi entrecerrados. Y si Santana no hubiera tenido tanto alcohol en el cuerpo, habría jurado que la rubia se había mordido los labios.
Muy cerca de sus pechos, Santana levantó su rostro y se llevó la botella de tequila a la boca.
— ¡Aquí está el caballito! —Le avisó Jake, tendiéndole el pequeño recipiente.
Antes de poder tomar tequila, Santana se dio un tiempo.
—Yo no necesito ese estúpido vaso.
Grave error. Se inclinó la botella hacia su boca, directamente del pico. El líquido pasaba por su boca, dejando la típica sensación de calor y ardor en ella, pero combinado con el limón y la sal, esa sensación se volvía un poco más interesante. Sabía que no estaba tomando la cantidad de un caballito. Estaba tomando más, pero ¡al diablo!
Pero estaba un poco más ebria de lo que podía aceptar, aparentemente, porque al alejarse la botella, su mano no respondió completamente y no hizo nada cuando el líquido comenzó a derramarse desde la botella hacia su cuello. ¡No levantó el maldito pico!
Malacopa.
— ¡Wuuu! ¡Camisetas mojadas!
Todos festejaron y gritaron ante el tonto grito de Ryder Lynn. Oh. Nunca había escuchado hablar a ese chico, en su vida. Lástima que estuviera demasiado ebria para recordarlo. Pero agradeció ese grito porque así todos dejaron pasar el hecho de que ya comenzaba a derramar el alcohol.
—No, idiotas. Iré al baño.
Empaparse de alcohol no era algo por lo que ella iba al baño, pero le pareció la excusa perfecta para alejarse de ahí. Sí, fue al baño, pero necesitaba tiempo para tratar de pensar con claridad. Una vez que llegó, cerró la puerta, se miró al enorme espejo y apoyó sus manos al lavabo.
— ¡Dios! ¿A qué hora me emborraché?
No pasaron ni dos segundos cuando se dio cuenta de que se había ido, dejó a Brittany ahí, tendida en la mesa, borracha…
¡Tonta!
Se giró para salir de ahí e ir por ella, pero, en ese momento fue obvio para ella que no había cerrado la puerta con seguro, porque alguien estaba entrando, muy torpe, claro.
Brittany entró, y cerró la puerta tras ella. Con seguro.
— ¿Qué fue eso?
Santana se sintió realmente aliviada de que Brittany estaba ahí, con ella, en lugar que con esos idiotas borrachos. Sí, eran sus amigos, pero eso no quitaba que fueran unos idiotas. Y más borrachos.
—Yo… no sé a qué te refieres.
—Yo diría que sabes perfectamente a qué me refiero.
La voz de Brittany sonaba un poco más ronca de lo normal, y fue entonces cuando se detuvo a observarla de arriba abajo.
Brittany no se había tomado la pequeña molestia de cerrarse la blusa.
Tragó saliva cuando miró el cuerpo de Brittany, peligrosamente cerca de ella, con su abdomen y sus pechos escondidos detrás de ese brassier con bonito estampado, asomándose. Quizá se detuvo más tiempo de lo normal mirándole el maldito abdomen, aún con rastros de su saliva, sal, y jugo de limón. Instintivamente, dio unos pequeños pasos hacia atrás.
Pero luego miró su rostro, y para quedar incluso más perdida que antes. Su labial era de color rosa fuerte, tipo “niña bien”, sus pestañas estaban rizadas y con una capa de rímel, y su cabello estaba desacomodado. Tenía el aspecto de una de esas chicas que no rompen ni un plato. De esas que son cordiales, educadas, y que no hacen nada sin permiso. Pero sus ojos eran algo completamente contrario. Sus ojos la miraban de una forma tan sensual. Pero aún con eso, ella sabía que quizá Brittany estaba molesta. También había una pequeña pizca de enfado en esos ojos.
Brittany eliminó la distancia entre ellas, pero Santana quería ponerla de nuevo. Mientras Santana se hacía más y más para atrás, Brittany se hacía más y más para adelante. Pero cuando Santana chocó con el maldito lavabo, supo que ya no podría más.
Ahora tenía a Brittany aprisionándola entre el lavabo y ella.
—Brittany, por favor, ¿quieres abotonarte tu blusa?
— ¿”Esto no les parecerá más interesante si participo yo en lugar de Sam”? —Citó, acercándose más y más a ella, y Santana supo que se estaba burlando de ella— ¿En serio? No sabía que Santana López podía ser tan homosexual.
Eso la hizo estremecerse. Sentir el aliento etílico de Brittany tan cerca de su rostro y cuello no le ayudaba a pensar, así que se sentó encima del lavabo, ganando más espacio entre ella y Brittany.
Brittany la estaba probando.
Santana estaba huyendo.
—No soy homosexual.
Brittany dejó salir una pequeña risa en forma de suspiro y se acercó más a ella, hasta el punto en el que Santana estaba con la espalda en el frío espejo, y Brittany con su rostro cerca al de ella. No podría escapar más. Y sabía que Brittany se había reído de ella, pero no dijo nada.
Hasta ella misma lo hacía.
Santana tragó saliva, porque el aliento caliente de Brittany le golpeaba el cuello con fuerza, seguido por su exquisito olor a frutas cítricas, que combinado con el alcohol, hacían una mezcla aún más adictiva. Eso era una de las cosas con las que no podía luchar. O quizá ella estaba demasiado sensible. Quería que Brittany dejara de hablar.
Brittany ahora acercó su cuerpo, y las rodillas desnudas de Santana rozaron con su suave abdomen. Santana agarró aire con su boca.
—Por favor, abróchate la blusa…
Santana comenzó a tratar de abotonársela con sus manos, pero Brittany se las tomó y las apartó con fuerza. Tan pronto como sintió sus manos sobre las suyas, sintió como le quemaban. Brittany le quemaba la piel, de una forma tan dulce y adictiva que no quería dejar de sentir. Estuvo segura de que por más que sintiera terror, y por más que se sintiera aterrada, no quería que parara. Lo sabía porque su respiración comenzaba a agitarse, el aire comenzaba a faltar, el calor le invadía… y su corazón parecía querer salirse de su pecho. Quizá quería salirse de su pecho para poder ser libre de una vez. Quizá su corazón estaba harto de ser reprimido.
Pensó muchas cosas, pero no pensó en la posibilidad de que, quizá su corazón solamente había encontrado su perfecto contrario. La parte que era tan diferente, pero que era esencial para estar completo.
Brittany la miró a los ojos ahora.
Santana se mojó los labios con la lengua, porque de repente los sentía más secos que el desierto del Sahara.
—No voy a seguir haciendo cosas o dejar de hacerlas sólo porque tú tienes miedo de aceptar cosas que son tan obvias para las dos.
—Brittany, no sé si deberíamos seguir con esto…
—Te soy sincera, yo tampoco. No sé qué diablos me sucede. Tal vez todo esto está mal. Tal vez esto no debería de estar sucediendo. Tal vez vamos a sufrir… pero si tu corazón está tan acelerado como el mío… creo… que deberíamos seguir.
Y Brittany la tomó de la quijada y estampó sus labios con fiereza contra los de ella. No se lo vio venir. Para nada. Y, antes de cualquier otra cosa, se vio a ella misma correspondiéndole. Su cuerpo actuaba sin su permiso. Era como si ya no tuviera control sobre sí misma. Eso era lo que pasaba, Brittany parecía absorber el control sobre ella misma. No era como que lo hiciera por condescendencia; Brittany no era nada de ella, no tenía compromisos con ella, así que no estaba obligada a corresponder. Santana supo perfectamente que si la besaba de vuelta, era porque en realidad lo deseaba. Ahí estaba todo.
Ella deseaba a Brittany con todo de ella.
Brittany la tomaba suavemente por la parte de atrás de su cuello, como si no quisiera que escapara. Tonta. Ella no quería escapar. No ahora. No en ese momento. Ese beso era como un tipo de anestesia. ¿Sí sabes? Cuando te aplican la anestesia, no sientes nada de lo que está a tu alrededor. Era como estar dormida, pero soñando. Soñando el mejor sueño. De esos que quieres seguir y seguir para saber dónde y cómo terminan. Y estaba segura de que si ese fuera un sueño y algo la despertara, cerraría los ojos otra vez con la esperanza de poder terminarlo.
Pero por primera vez, una dulce sensación le recorrió el estómago y su pecho al darse cuenta de que eso no era un sueño. Brittany la estaba besando, y eso nunca se había sentido tan necesario. Los labios de Brittany siempre le habían gustado, pero no había imaginado cuánto podrían gustarle.
Su lengua entró casi sin permiso, pero tampoco era como que se lo negaría. Ahí fue cuando las manos de Santana por fin cobraron vida y tomaron a Brittany desde la parte de atrás de su cuello, acercándola más y más hacia ella. Sintiéndola más y más. Todo era puro deseo y nada de coherencia, porque si fueran coherentes, no estarían besándose. Una persona inteligente siempre prefiere evitarse los problemas…
Pero ninguna estaba siendo inteligente en ese momento.
Pero estaban ebrias. Ninguna estaba pensando con claridad. Sólo era el maldito alcohol. La dulce sensación en su estómago fue reemplazada por una agria acidez. Un sentimiento tan agrio como el limón que había succionado del abdomen de Brittany. Ese sentimiento la hizo retroceder y separarse, para encontrarse con la mirada perdida y consternada de Brittany, reclamándole sin palabras el por qué le quitaba eso. Su ceño fruncido y su mirada azul confundida le decía que no quería parar, pero ella no pensaba que fuera Brittany la que había actuado.
Habían sido las cervezas y el tequila.
—Tú… Yo… ¿Por qué…?
Santana puso un dedo en esos labios, los cuales callaron.
—No voy a hacer esto así. —Susurró.
Al instante se arrepintió de separar sus labios, porque no había pasado ni un segundo cuando ya quería abalanzarse sobre ella de nuevo.
— ¿Vas a huir de nuevo?
Santana sintió el peso de mil toneladas caer sobre sus hombros. De estar en el cielo en un segundo había pasado al mismísimo infierno. Sintió una horrible sensación llenar su pecho.
¿Decepción? podría ser. ¿Culpa? quizá. Lo más probable era que las dos.
Pero luego, sintió las manos de Brittany posarse sobre sus mejillas y Santana pensó que la besaría otra vez, pero Brittany sólo la giró para que la viera a los ojos.
—Mírame.
Santana suspiró, con la horrible sensación llenándola.
—Da igual. De todas formas, no lo vas a recordar mañana.
No hizo mucho esfuerzo por apartar a Brittany de ella. De hecho, Brittany parecía entender que Santana quería irse de ahí. No la obligó a quedarse. Si Santana quería irse, ella no iba a ser alguien que le impidiera hacer lo que ella quisiera. Quizá estaba ebria, pero recordaba lo que se había prometido ella misma.
No imponer su voluntad en personas que quería.
Aún aunque se estuviera muriendo por tomarla de su mano y pedirle que no se fuera. Que se quedara. Que se acercara sin miedo.
Que ella estaba igual de asustada.
Ya. Ahí estaban. Habían sellado todo con un beso. Ya no podían hacer como si nada hubiera pasado.
Ya no podían hacer como si no sintieran absolutamente nada la una por la otra.
Santana estaba enamorada locamente de Brittany, y Brittany estaba enamorada completamente de Santana.
Perdón si está feito, pero no tengo tiempo de editarlo. Perdónenme, en serio. ¡Gracias por todo!
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
me mato el cap dios!! sabes como voy a extrañar el fic!1 cuando puedas terminalo por que me facinaa!! y fue espectacular!!! tontamente enamorada me dejas besos!!!
tatymm-*- - Mensajes : 2406
Fecha de inscripción : 20/08/2012
Edad : 34
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Justo ahora que por fin se dieron cuenta de sus sentimientos, nos abandonas :(
Pero entiendo tus motivos, espero pronto estes de vuelta!
Besitos!
Pero entiendo tus motivos, espero pronto estes de vuelta!
Besitos!
¡Fer Brittana4ever!***** - Mensajes : 212
Fecha de inscripción : 19/08/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
gracias por este capitulo y que tengas suerte en tu nueva vida, pq mudarse conlleva comenzar de nuevo y se pq te lo digo, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Realmente Gracias. espero que te vayas muy bien con todo lo de la mudanza y eso...
Nuevamente Gracias por el Fic ojala lo puedas seguir
Nuevamente Gracias por el Fic ojala lo puedas seguir
GabyLopez*** - Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 26/06/2013
Edad : 28
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Muchísima suerte con la mudanza!! espero que todo salga bien!!
Es una pena que justo cuando están cerca una de la otra, te tengas que ir...
Espero puedas continuar con la historia que a mi parecer es muy buena.
Saludos y éxito con la mudanza!! La mejor de las suertes en este nuevo comienzo
Es una pena que justo cuando están cerca una de la otra, te tengas que ir...
Espero puedas continuar con la historia que a mi parecer es muy buena.
Saludos y éxito con la mudanza!! La mejor de las suertes en este nuevo comienzo
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Esperamos tu respuesta
Moderadoras Zona Fan fics
Moderadoras Zona Fan fics
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
cvlbrittana-*- - Mensajes : 2510
Fecha de inscripción : 27/02/2012
Edad : 39
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