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FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
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lovebrittana95
YoyoMay
26 participantes
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Página 2 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
....Holaaaaaaaa.... actualizaaaa x fis!... lo encontre x casualidad hoy, y me encanto.. lei x ahi q querias dejarlo, yo estaba pensando lo mismo con el mio, pero x nada en el mundo se te ocurra, recien lo comenzas aajajja...
Besotes..(^_^)..
Besotes..(^_^)..
gatituu *_****** - Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 12/08/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holis :3
Ok, haré una pregunta general tanto para Santana como para Quinn :3
Ok, haré una pregunta general tanto para Santana como para Quinn :3
!¿Qué car**** les pasa a las dos?! ¿Ya se volvieron locas? !Apenas vamos por el capítulo cinco!
No vengan U_u una con ganas de visitar a Finn sin brassier... Y la otra dándosela de malota ¿Que onda?
Bien, es mi deber informarte que tenía un comentario super y hermosamente largo pero se me borró por cosas de la vida así que este es más corto xDD
Ah por cierto... ¿Preparatoria Rosewood? ¿Rivalidad? I like that
Espero la proxima actuu! :3
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Lovebrittana95 escribió:Hey hola estuvo bueno el cap solo que tienes razón falto brittana pero me gusto me gusta la amistad que tienen con sugar y kitty son muy graciosas las dos juntas y las faberry me gusta también esa pareja bueno espero actulices pronto.Saludos
Hola, que bueno que te gustó :) Sí, Sugar y Kitty son unas bebés :P y pues las Faberry... Hay la llevan. Ji. Gracias por comentaaar:D y también por leer, eso se aprecia n.n
Naty_LOVE_GLEE escribió:WOWW ME ENCANTA EL FIC PORFA NO LO ABANDONES!!!! YA QUE PUSISTE QUE LO HABIAS PENSADO.
QUIERO BRITTANA!!!!!! MAS BRITTANA. AUNQUE TODO PASO A PASO, ME ENCANTAN LOS CELOS QUE SE TIRAN UNA CON LA OTRA :)
QUIERO MAS CELOS BRITTANA SI SON MUTUOS MUCHO MEJOR!!!!
SALUDOS, ESPERO LA ACTU...
Nonononononn No lo voy a dejar :) Sí, lo pensé, pero eso ya es cosa del pasado :P Lo seguiré. Por eso no te preocupes, de verdad. ¡Yo también los quierooooooooooo! Y ya aparecerán! I PROMISE. Solo que... No lo sé... No sé si se aprecien... pero ahí están jajajajaja. Gracias por leer :D
micky morales escribió:dejar el fic NUNCA! ok ya esta bueno de caerse tan mal, vayan a la accion y que pase algo que tumbe la coraza de san y la haga mas vulnerable a los ojos de britt!
Nononononon, nunca Micky :) Y ya sé ¿Verdad? ¡Que dejen de hacerla de pedo y acepten que e amaan! Pero son unas cabezotas-.- Descuida, pronto se darán cuenta de lo tontas que son al quererse odiar... Jajajaja. Y, bueno... Creo que eso que dices está a punto de suceder... No sé... Yo digo... A mí no me creas jiji.
Gracias por leer :D
Gatituu *__* escribió:....Holaaaaaaaa.... actualizaaaa x fis!... lo encontre x casualidad hoy, y me encanto.. lei x ahi q querias dejarlo, yo estaba pensando lo mismo con el mio, pero x nada en el mundo se te ocurra, recien lo comenzas aajajja...
Besotes..(^_^)..
Pues hola tambieeeen:D Yayayayaya actualizo ahora :P A mí me encanta que te encante n.n Y nonoooo lo dejaré nunca jamás en la vida de los nuncas jamases :P Gracias por leer :D Muaaa:*
MarLovesGlee<3 escribió:Holis :3
Ok, haré una pregunta general tanto para Santana como para Quinn :3
!¿Qué car**** les pasa a las dos?! ¿Ya se volvieron locas? !Apenas vamos por el capítulo cinco!
No vengan U_u una con ganas de visitar a Finn sin brassier... Y la otra dándosela de malota ¿Que onda?
Bien, es mi deber informarte que tenía un comentario super y hermosamente largo pero se me borró por cosas de la vida así que este es más corto xDD
Ah por cierto... ¿Preparatoria Rosewood? ¿Rivalidad? I like that
Espero la proxima actuu! :3
Holitas de mar n.n
ES QUE SON UNAS LOCAS DESQUICIADAAAAAAAAAAAS. No, ya. Hablando en serio... Es que son unas tontas que no saben qué hacer ante situaciones de ese tipo... ¿Me explico? Cuándo uno está enamorado hace cosas muy estúpidas... No las culpes :/ Y pues, estamos hablando de ellas... Nomás para que te tantees :S
Y pues entonces fíjate que yo también... pero accidentalmente se me borró :/ Coincidencias de la vida...
SIPIS. Rivalidad en su máxima expresión... o quién sabe... ;) Averígualo, a continuación en el siguiente episodio!! eisino :P
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo VI: Miedos, y entre otras cosas...
Y pues bueeeeeeeeni, aquí está el nuevisísimo capítulo, y viene con la siguiente advertencia: ESTÁ EXTREMADAMENTE LARGO, CARNALITOS Y CARNALITAS. LEASE BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD. NO ME HAGO RESPONSABLE POR TECLADOS CUBIERTOS DE SUSTANCIA LÍQUIDA BUCAL, ASÍ COMO TAMPOCO ME HAGO RESPONSABLE DE QUE SE QUEDEN DORMIDITOS.
Ahora, que siguen leyendo bajo su propia voluntad... ahora sí, aquí se los dejo :)
Se pronosticaban tormentas eléctricas acompañadas de lluvias torrenciales, y no tardaron en hacerse notar en Lima, pues conforme avanzaba la semana, el cielo amanecía más y más nublado. Casi no llovía, pero cuando llovía, llovía con ganas, y daba la pinta de que ésta ya tan esperada lluvia no sería la excepción.
Puck buscaba cualquier excusa para hablar, estar o ver a Santana. A ella no parecía importarle mucho, pero había un notable nerviosismo en ella. La razón de él era un completo e irresistible misterio para Brittany, quién a su vez, trataba de evitar a toda costa al insistente de Sam. El pobre chico no tenía idea de que a Brittany se le caía la cara de vergüenza cada vez que lo veía, además de que el sólo ver la cara del rubio le traía imágenes imaginarias horribles a la cabeza. Estaba segura de que Sam quería otra aventurilla, y también estaba más segura aún de que no quería dársela.
Quinn se mostraba un poco más atenta con Finn. Al principio, al chico le extrañó el cambio tan repentino en la actitud de su novia, sin mencionar que esperaba un poco más de enfado por parte de ella después de lo del sábado, pero al parecer, a la chica ya se le había pasado el enojo, así que no le prestó más atención y se dedicó a dejarse querer.
Era mitad de semana y tanto Sugar como las demás, se habían olvidado por completo de la ida a Rosewood que tenían planeada. Todas se habían olvidado, a excepción de Santana, pero prefería mantener la boca cerrada para averiguar hasta cuando alguna de sus amigas lo recordaría… O eso se decía a sí misma. Pero, a mitad del entrenamiento para la coreografía que tenían planeada para el próximo juego de Futbol de la escuela en cancha abierta, Quinn llegó junto a ella para llamar su atención y señalarle con la quijada a lo lejos un áltima plateado que se aparcaba junto a la acera. Un áltima que Santana y las demás sabían muy bien a quién pertenecía.
—Pues nos han ahorrado gasolina. —Le dijo Quinn, para burlarse de la situación.
Santana rió levemente.
De aquel áltima bajaron cuatro chicas con un aire muy resuelto.
Al percatarse de la situación, las demás porristas de McKinley comenzaron a agruparse junto a la rubia y a la latina. Sugar y Kitty fueron las primeras en llegar junto a ellas.
— ¿Son ellas? —Preguntó Kitty con recelo y señalando a las cuatro chicas que se acercaban muy decididas.
—Sí, lo son. —Contestó Quinn—Esto será divertido.
Brittany se acercaba a sus compañeras curiosa. Cuando se hubo plantado junto a ellas seguía sin saber qué diantres pasaba. Dirigió la vista hacia donde veían las demás y pudo divisar las cuatro chicas acercándose con sonrisas no muy amigables en el rostro. Más bien, parecían amenazantes.
En las orillas venían dos castañas, y al centro venían una morena y una rubia. No fue hasta que las cuatro chicas por fin se plantaron frente a ellas cuando Brittany las pudo ver bien:
La castaña más bajita tenía un cabello muy tupido y ondulado, unos ojos color avellana muy grandes y unos labios muy pronunciados.
La castaña más alta también tenía su cabello algo ondulado, pero no era tan tupido como el de la primera. Era muy bonita a su manera, y era la más alta de las cuatro.
La morena por su parte, tenía un semblante muy dulce. Tenía casi el mismo tono de piel que Santana, si no era que un poco más morena. Su cabello era de un color negro azabache, igual, también como el de Santana, solo que era un poco más largo y ondulado. De hecho, Brittany llegó a pensar por un momento que quizá era alguna prima de Santana o algo así. A pesar de que mostraba una sonrisa, Brittany pudo notar que estaba igual o más confundida que ella.
Y también estaba la rubia. Si tuviera que adivinar quién sería la líder de las cuatro, apostaría por ella. Ella era la que se notaba más segura. Sus ojos eran de un azul celeste muy bello, y con ellos no dejaba de ver a Santana con una sonrisa torcida, casi burlona. Santana se la correspondía con una llena de furia. Wow. Y Brittany pensando que esas miradas eran exclusivas para ella.
— ¡Pero si son las perdedoras de Rosewood! —Exclamó Quinn con una fingida alegría— ¿Qué las trae por aquí?
—No me digas que no estás feliz de vernos, Quinn. —Dijo la castaña más bajita, con una sonrisa que Brittany supo, estaba llena de sarcasmo.
—Yo la verdad, extrañaba ver sus caritas sonrientes. —Habló la castaña más alta— ¿Tú no, Hanna?
—Como no tienes una idea, Spence. —Dijo la rubia, aún con la mirada clavada en… ella—Aunque…—Agregó y se volteó a ver a Brittany—Ahora veo algunas caritas nuevas.
Brittany sintió un horrible cosquilleo en cuanto la rubia posó su mirada en ella. Ni se había percatado de que se había situado a un lado de Santana.
— ¿Nuestra nueva amiguita es muda? —Preguntó la rubia, con la mirada en Brittany—Bueno…—Extendió una mano hacia ella, en modo de saludo—Yo soy Hanna. Mucho gusto.
Brittany seguía ahí, sin saber qué hacer. Era obvio que aquellas no podían ser buenas personas, pero llegaron comportándose muy “cortésmente”. Como había dicho Rachel: Una niña de seis años podía ser más amenazante que ella.
Antes de que pudiera hacer o decir algo, Santana apartó la mano de Hanna de un manotazo.
—Aléjate de ella, Marin. —Le dijo, interponiéndose entre Brittany y Hanna.
¡Dios! ¿Qué…? ¿Qué demonios acababa de suceder? Brittany echó un vistazo a las demás porristas de McKinley. Todas parecían querer ocultar el obvio asombro. Tal vez, para las cuatro intrusas eso pasó desapercibido, pero para Brittany y las demás no.
La sonrisa de Hanna se ensanchó un poco más hacia un lado, pero a pesar de ello, Brittany pudo notar un pequeño dejo de asombro en su expresión.
—Ya me había olvidado de la posesiva de Santana…
—Ya déjate de palabrería estúpida y mejor empieza a decir por qué diantres estás aquí y ya puedas largarte.
Hanna había perdido el semblante relajado que emanaba y ahora se notaba igual de enfadada que Santana.
— ¿Y si no quiero? —La retó— ¿Qué? ¿Me sacarás tú?
—Hanna…—Intervino por primera vez la morena a un lado de Hanna.
El olor a tierra mojada les llegó junto con una fuerte brisa, aunque ninguna se percató de ello.
— ¡Oh, créelo que te sacaré yo! —Le dijo Santana, acortando peligrosamente la distancia entre ellas.
— ¿Qué? ¿Me vas a golpear? —Preguntó Hanna, como burlándose—Claro que quieres hacerlo. Es lo único que sabes. ¿Cierto?
Santana no dejaba de fulminarla con la mirada.
—Déjalas, Santana. —Intervino Quinn, y con una mano alejaba a Santana de Hanna—Saben que son unas perdedoras y lo único que ellas saben hacer es molestar a la gente con cosas estúpidas. Eso hace la gente frustrada…
Hanna ahora se dirigió a Quinn.
—Oye, tranquila. —Intervino Spencer—Nosotras solo veníamos a saludar. Ya saben… No por ser competencia también hay que ser rivales.
Brittany supo al instante por el tono de voz de Spencer que nada de lo que podían argumentar aquellas chicas era cierto. Ellas no venían a eso.
— ¡Ay, que lindas! —Exclamó Sugar, dejando el sarcasmo fluir libremente por su tono de voz—Ahora muevan sus traseros fuera de aquí.
—Ya la oyeron. —La segundó Kitty con una mirada fulminante.
Las porristas comenzaron a gritarse. McKinley vs Rosewood. Sugar y Kitty vs la de ojos avellana. Quinn vs Spencer. Sólo quedaban: Santana vs Hanna, pero ellas no discutían, ni se gritaban… Ellas sólo se dedicaban a mirarse, y a Brittany todo se le hacía más confuso…
Supuso que si ella tenía que discutir, entonces sería con la morena de cabello largo y ondulado que casi estaba escondida detrás de Hanna, pero también supuso que odiaría hacerlo. Le parecía alguien completamente adorable e inodiable.
—Chicas, chicas, chicas…—Las calmó Hanna, por fin—Yo creo que por más que intentemos, no podremos tener una muy buena relación… ¿O sí, Santana?
Santana se mantuvo callada, como todo el pasado rato. Brittany sólo deseaba saber la razón de tanto silencio.
—Lo que pensé… Ya vámonos, chicas. —Esto último, la rubia que se disponía a irse lo dijo con mucha desgana… cómo si estuviera harta de algo.
Cuándo se dio media vuelta para irse, Santana la tomó del brazo. Hanna se giró para darle la cara.
—Esto aún no acaba, Hanna. —Le dijo.
Hanna sonrió de lado.
—Eso espero, San.
¿Qué cosa era lo que aún no acababa? ¿Qué? ¿No habían acabado de verse entonces?
Hanna se libró del agarre con más energía de la necesaria y se fue de ahí, junto con las demás chicas de Rosewood.
—Agradables chicas ¿no? —Preguntó Quinn con sarcasmo para mofarse.
— ¿Podrías recordarme por qué no las golpeamos? —Pidió Kitty.
Quinn rió.
—Porque aún estamos en la escuela y llevamos el uniforme de porristas—Explicó Quinn— ¿Te imaginas que las hubiéramos golpeado? Seguro se dan cuenta y a las que expulsan seremos nosotras.
Sugar y Kitty arrojaron aire por la boca con desgana.
Las brisas se convertían en pequeñas ráfagas. El olor a tierra mojada se hacía cada vez más y más presente, y por los cielos se dejaban oír uno que otro trueno. Habría una tormenta, eso era seguro.
El móvil de Quinn sonó. La chica le dijo algo a Santana y rápido y dando largas zancadas se marchó de ahí.
La práctica había terminado. Las últimas en irse fueron Sugar y Kitty. Todo había transcurrido con normalidad… O bueno, no todo. Santana aún se notaba súper nerviosa. ¿Qué le pasaba? En toda la práctica no dejó de moverse. Ni un solo segundo. Ni para descansar.
Brittany estaba por irse, pues una esperada tormenta amenazaba con llegar esa tarde y hacía que el día oscureciera más rápido, cuando vio a la nerviosa latina sentada sola en las gradas. ¿No se había ido ya? ¿Debía ir con ella? Después de todo, la había defendido ¿No? Okey… Estaba hablando de Santana. Santana Lopez. Seguramente la mandaría por un tubo.
Se dispuso a irse, pero sus piernas no iban hacia donde ella esperaba. Se dirigían a Santana. Además, Rachel no la había llamado. Siempre le llamaba cuando estaba lista, pero ahora nada.
Mientras más se acercaba a ella, más insegura se sentía. ¡Dios! Eso no podía ser normal… ni posible.
Llegó con una santana que se encontraba cruzada de piernas y comiéndose las uñas. Movía repetitiva y nerviosamente el pie que tenía debajo del otro. Ni siquiera parecía haberse percatado de la presencia de la rubia.
— ¿Pu-Puedo sentarme? —Titubeó.
Santana dio un saltito y se giró hacia ella. La miraba anonadada y dudosa.
—Tranquila. No muerdo. —Trató de bromear.
Santana tardó un poco, pero movió su cabeza en gesto de aprobación. Brittany se sentó a su lado. Miró sin mirar al suelo. Rayos. ¿En qué estaba pensando? ¿Ahora de qué iba a hablar con ella? Tenía que hacerlo. Tenía que hablar. Ahora ni siquiera se le podía ocurrir algún insulto… Ahora no decía nada. Tragó saliva.
— ¿Por qué sigues aquí? —Consiguió preguntar por fin, tímidamente.
Santana tardó un poco, pero contestó.
—Bueno…—Soltó, nervosa—Quinn… Quinn me dijo que volvería por mí, y la estoy esperando.
No insultos. No ironías. No gestos groseros. Eso había salido bien. Pero, estaba nerviosa. Santana había estado muy nerviosa, y ella se moría por saber el por qué.
— ¿No te parece que ya tardó mucho? No vives tan lejos de aquí ¿Verdad?
Santana se mordió el labio y bajó la mirada. ¡Dios! ¿Qué? Okey… ¡¿Quién era el gracioso que había movido el piso?!
— ¿Ha-Has visto el cielo? —Preguntó Santana, titubeante— Está enojado. El cielo está enfurecido ¿Y-Y Quieres que me vaya caminando? No, gracias. Quiero vivir.
Brittany trataba de que Santana se diera cuenta de que le estaba sonriendo, pero la morena parecía muy interesada en el césped debajo de sus pies. Se notaba verdaderamente inquieta.
El aire soplaba ahora con tal fuerza, que hacía a Brittany mecerse hacia un lado. Sí, era el aire. Su brazo rozó con el de Santana. Estaba helada y temblaba, lo que era raro, porque las pocas veces que tenía la oportunidad de sentirla, se había podido dar cuenta de que su piel era muy cálida, aunque si bien podía ser por el fresco aire que las azotaba. Brittany la miró extrañada.
—San… Santana ¿Estás bien?
Santana se giró rápidamente hacia ella. Tenía los ojos como platos. Hizo una mueca rara. Brittany supuso que lo que Santana quería hacer era sonreír, pero obviamente no lo logró.
— ¿Y-Yo? —Santana rió nerviosamente— ¡C-Claro que estoy bien! Digo… Sólo… Sólo es una pequeña lluvia…
— ¿Segura? Creo que deberíamos ir a un lugar más seguro…
Brittany podía sentir las primeras gotas de lluvia caer al azar en cualquier parte de su cuerpo, y cada vez se hacían más y más continuas.
Volteó a ver a su alrededor… No había un lugar seguro. El gimnasio ya estaba cerrado, al igual que la escuela… El lugar más seguro que podían encontrar era debajo de las gradas, aunque eso no sería de gran ayuda… Ah, y la bodega. La lluvia se hacía más intensa rápidamente, y unos débiles truenos se dejaban escuchar. Santana se puso de pie al oírlos, parpadeando mucho a causa de las ya muchas gotas de agua que le caían y resbalaban por el rostro.
—S-Si te digo que estoy bien, es porque lo estoy. —Le contestó Santana duramente—No trates de confundirme.
Brittany frunció el ceño.
— ¡Oye! —Le gritó, poniéndose también de pie— ¡Tampoco es para que me trates así! Yo vine con el firme propósito de entablar aunque sea una simple charla amigable, ¡pero ya veo que contigo es imposible! ¡Tú eres imposible!
Un estruendoso trueno resonó por los cielos. Brittany dio un saltito y parpadeó de la impresión. En ese abrir y cerrar de ojos, Santana ya no estaba. ¿Qué?
Se giró hacia un lado y la encontró. Corría a una velocidad increíble. Brittany la siguió, casi por inercia.
— ¡¿Adónde vas?! —Le gritó— ¡Aún no he terminado contigo!
La siguió hasta la pequeña bodega donde se guardaban pelotas, redes, conos, pompones y demás artículos varios de deportes. Brittany entró detrás de Santana.
— ¡Santana! ¡¿Podrías explica…?!
— ¡QUE NO SE CIERRE LA…! Puerta.
Brittany se giró justo a tiempo para ver como la dicha puerta se cerraba tras ella. Se dio cuenta de que si querían salir, tendrían que contar con la llave. No, no contaban con ninguna llave. El lugar era muy pequeño y abarrotado de cosas, aunque ordenadamente. Había una ventanita de tamaño mediano por donde se colaba la luz tenue de la tarde nublada, aunque estaba situada en la parte superior de una de las paredes.
—Bueno… ¡Felicidades! Has conseguido encerrarnos en una maldita bodega. ¡Gracias, Brittany! —Le dijo una Santana completamente empapada y rebosando ironía.
Santana no paraba de caminar por todo aquel pequeño lugar sin parar. Brittany solo estaba ahí, viéndola sin saber qué hacer.
—Bueno… ¡Llama a alguien! —Dijo una alterada Santana.
¡LOS BOLSOS! Se descolgó el suyo para darse cuenta de que escurría. Rápidamente sacó su celular. Estaba empapado. No. Eso de llamar a alguien era misión imposible. Al menos, con su teléfono. Tomó el otro bolso que también estaba empapado y que Santana solo había tirado por ahí. Comenzó a rebuscar para darse cuenta de que el móvil de Santana estaba en las mismas condiciones que el suyo. ¡Rayos! Comenzó a desarmarlo.
— ¡¿Q-Qué haces?! —Preguntó Santana, extrañada.
—Me aseguro de que nuestros celulares sigan funcionando. —Contestó Brittany, sin mirarla.
— ¡¿Desarmándolos?! —Preguntó Santana, alarmada e indignada.
Brittany le dedicó una mirada fulminante. Santana se apaciguó.
—Sí. Ahora los pondré a secar. —Le dijo.
Despejó una pequeña mesita que se encontraba cerca y posó los celulares ya desarmados ahí.
Se sentó cruzada de piernas en el suelo y comenzó a sacar todas las cosas de su bolso. Estaban completamente empapadas. Las colocó dispersas por ahí. Santana no paraba de caminar en círculos y a Brittany eso sólo la ponía de nervios. Santana ahora parecía uno de esos tigres enjaulados que veía cuando era niña en las carpas de circo. Uno de esos histéricos y asustados tigres. La lluvia se intensificó aún más y ellas podían oírlo. Los rayos y truenos intensos eran más continuos.
Una vez que Brittany dejó colgado su bolso un algún gancho que había encontrado por ahí, tomó un banquito y se subió de pie en él para poder ver para afuera. La cancha de futbol ya se encontraba completamente empapada y casi no se veía nada por la intensa lluvia, aunque no pudo ver mucho más porque de repente alguien la jaló con vehemencia de su brazo, haciéndola bajar.
— ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Acaso quieres morir?! —Le preguntó Santana, aún tomándola con fuerza de su brazo.
— ¿Que? —Preguntó Brittany, no entendiendo nada.
— ¡¿Nadie te ha dicho que no debes mirar por la ventana cuando hay una tormenta así?!
Brittany frunció el ceño, aunque no estaba enojada. No podía estar enojada cuando Santana estaba tan… Histérica. Alguien debía mantener la compostura en ese lugar.
—Santana, ¿En serio crees en esos tontos dispara…?
— ¡No te atrevas a decir que son disparates, Brittany!
—Sólo… Sólo es una tormenta, Santana. No pasa nada. —Le dijo, como si fuera lo más obvio del mundo. Aunque de hecho, lo era...—Siempre veo por la ventana en las tormentas porque me gusta ver la lluvia caer, y nunca me ha pasado…
— ¡¿QUE?!
Fue lo único que Santana alcanzó a pronunciar antes de que una luz instantánea seguida por un trueno ensordecedor llenaran la habitación. Santana emitió un grito ahogado y rápidamente se sentó en un rincón, abrazando sus piernas con fuerza. Brittany no se estaba cansando para nada de aquella situación, ella sólo quería saber qué debía hacer. No quería verla así. No se sentía bien. Le gustaba que la latina tomara cualquier otra actitud, menos esa, en donde se notaba insegura y asustada. No le gustaba.
Se hizo lugar a un lado de ella. A Santana, eso no parecía importarle. Parecía que ni siquiera se había dado cuenta de la existencia de alguien ahí en ese momento. Brittany pudo notar que Santana aún seguía helada y temblaba. Aunque, claro, estaban empapadas. Eso debía ser normal, pero sabía que no lo era.
—Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Voy a morir. Mierda. Mierda…—Murmuraba Santana una y otra vez.
—Santana… Tranquila… ¿Q-Qué te pasa?
—M-Me… Me pasa que… Q-Que tengo miedo. Oh, Brittany, tengo mucho miedo.
A Brittany esto la tomó completamente por sorpresa. ¿Santana? ¿Miedo? ¡¿Santana con miedo y confesándoselo a ella?! Pudo notar como Santana se abrazaba a sus piernas con más fuerza.
—San… ¿Santana? —Fue lo único que pudo pronunciar.
—Ya. Puedes burlarte. —Le dijo, nerviosa y resignada—Ya lo dije. A Santana Lopez le dan miedo las tormentas. Sí, me ponen mal. No lo sé. Yo no sé nada, Brittany.
Brittany sonrió. ¿Por qué sonreía?
—Los miedos de las personas no me parecen divertidos, Santana. Todo el mundo tiene algo que los hace sentirse como tú te sientes ahora.
Santana no decía nada. Aún temblaba. Brittany siguió.
—Mira, a Superman: Kriptonita. Spiderman: Mary Jane, sus tíos. Charlie Sheen: Las drogas. Brad Pitt: Angelina Jolie… O viceversa…
Otro horrible trueno resonó en aquella habitación de nuevo. Santana se estremeció y cerró sus parpados con fuerza. Brittany comenzaba a odiarlos.
—P-pero… Yo…—Titubeó Santana—Yo tengo muchos.
— ¿Me los dirías?
Santana la miró como nunca. No estaba enojada. No estaba molesta. Sólo la miró. Pero era diferente… Brittany supuso que quería decirle algo, pero se perdió en sus ojos. No había notado nunca lo marrones que eran. Y como la veían… Era diferente, aunque aquella situación misma lo era.
—Hagamos algo. —Propuso Brittany, acomodándose en su lugar y acercándose un poco más a Santana—Quiero que te pongas cómoda. —Le dijo.
Santana la veía confundida. No entendía a qué se refería.
—Así, cómoda. —Siguió Brittany—Cómo que yo no soy yo, y tú no eres tú. Cómo que no nos odiamos. Cómo que no tenemos nada en común. No te preocupes por lo que yo pueda decir o sentir, tú solo ponte cómoda. No importa lo que tengas que hacer, sólo hazlo.
Santana no se movía. La miraba cautelosa. Dudaba. Cómo un gato callejero al que le ofreces comida y no sabe si acercarse o no. Sólo se quedaba ahí, dudosa.
—Nada de lo que pase saldrá de esta bodega, si es lo que te preocupa. —Le dijo—Este será nuestro secreto, si así lo tú lo quieres.
El sonido de un relámpago resonó fuertemente entre las cuatro paredes de la bodega. Al parecer, Santana hacía exactamente lo que le pedía, porque para sorpresa de Brittany, Santana puso la cabeza en su regazo lentamente, claramente dudosa de si debía hacer eso o no… Ay… ¡Al diablo todo! Se moría de miedo.
—Aho-Ahora duerme. —No pudo evitar titubear.
— ¿Que?
—Duerme. Ya verás que cuando despiertes, la tormenta ya habrá pasado.
Santana la veía dudosa con la cabeza en sus piernas. Brittany la veía desde arriba. Ya ni le pasaba por la mente el ver a la lluvia caer desde la ventana. Cambiaría eso mil veces por la nueva vista que tenía ahora.
—Y… ¿Qué pasará con Quinn?
Ugh. Quinn. Ahora ella no estaba ahí. No debía preocuparse por ella. ¿Por qué preguntaba por ella a pesar de todo el miedo que tenía?
—Bueno… Ahora no podemos llamarla, y no puede llamarnos. Nuestros teléfonos están mojados. Además de que la tormenta está recia. Sería mejor para ella que se quedara en donde está mientras la tormenta pasa.
—Yo… Yo no podría dormir… Así.
—Claramente, aún no estás completamente cómoda. Eso no fue lo que te pedí. —Dijo Brittany, reprendiéndola falsamente— ¿Te hace falta algo? Se sincera.
Santana dudó. Brittany pudo verlo. Le faltaba algo, sí. Las dos lo sabían, la diferencia era que Santana sí sabía lo que le hacía falta y Brittany no. ¿Debía decirle? ¿Debía pedírselo? Otro trueno ensordecedor la orilló a hacerlo.
— ¡La canción del pastor y las ovejas! —Gritó tan rápido, que fue difícil hasta para ella reconocer lo que había dicho.
— ¿Que?
— ¡Nada! —Se retractó rápidamente Santana, apretando los labios.
—Anda, dime. —Insistía Brittany, con una sonrisa—No te escuché bien.
—Gracias al cielo.
— ¿La canción del pastor y las ovejas, dijiste? ¿La de la iglesia?
Santana no contestó. Se acurrucó en el estómago de Brittany de tal manera que no pudiera verle la cara y notar lo roja que se había puesto. ¿En serio se lo había pedido? Vergüenza debería de darte, Santana.
—Y-Yo podría cantártela. —Titubeó Brittany, desviando la mirada hacia otro lado—Claro… Si tú quieres…
— ¿La conoces? —Le preguntó, aún con su cara escondida en su estómago y apretando uno de los tablones de la falda de Brittany entre sus manos.
—Me hacían cantarla cuándo iba al coro de la iglesia. —Explicó Brittany, viendo la húmeda coleta de Santana, que era lo único que podía ver de su cabeza.
Santana no contestó. Brittany supuso que quizá estaba avergonzada. Suponía bien, pero eso ella no lo sabía. La lluvia no daba señales de cesar y sabía que otro relámpago sonaría en cualquier momento. Cerró los ojos. Inhaló y exhaló en busca de seguridad y comenzó:
—Eran cien ovejas que había en el rebaño. Eran cien ovejas que el pastor cuidó. Pero en una tarde al contarlas todas, le faltaba una, le faltaba una, y triste lloró.
Santana no dio señales de nada. De que si le gustaba que estuviera cantando, o de que le molestara. No hacía nada. Brittany siguió.
—Las noventa y nueve dejó en el aprisco, y por la montaña a buscarla fue. La encontró gimiendo, temblando de frío. Curó sus heridas, la tomó en sus brazos y al redil volvió.
Pudo notar que Santana dejaba de apretar sus puños. El tablón rojo con blanco de la falda de Brittany se liberó del puño de Santana, pero ella no movía su cabeza.
—Esta misma historia vuelve a repetirse. Hay muchas ovejas que sin rumbo van. Con el alma rota van por los collados. Temblando de frío, vagando en el mundo, sin Dios y sin fe.
Santana soltó un largo y profundo suspiro. Brittany solo quería verle la cara, pero estaba oculta en su estómago y no se atrevía a moverla porque… o sea… no quería… ¿No quería qué? ¿No quería hacerle notar que se moría de ganas de saber qué sentía? Ella quería saber si Santana, en ese momento, estaba sintiendo lo que ella.
Se tomó una pausa. Lentamente pasó una de sus manos por el cabello de Santana para llegar a la coleta y deshacerla. Su cabello estaba completamente húmedo. Comenzó a desacomodarlo con cuidado, suavemente. Santana no se inmutó. Quizá se había quedado dormida… Pero… ¡Que rayos! Nadie se quedaba dormido tan rápido.
—Las noventa y nueve dejó en el aprisco, y por la montaña a buscarla fue. La encontró gimiendo, temblando de frío. Curó sus heridas, la tomó en sus brazos, y al redil volvió…
Movió una de sus piernas porque sentía que se le iba a dormir, pero a la que encontró completamente dormida fue a Santana. El movimiento de su pierna hizo que la cabeza de la morena se ladeara y quedara al descubierto. Sí, estaba dormida.
Brittany sonrió. Su boca estaba entre abierta y sus parpados estaban completamente cerrados. Santana volvió a suspirar. Ahora le estaba dando la cara a Brittany, quién la veía como si fuera lo último que vería en su vida. Tenía que aprovecharlo. Sería la única vez que la vería así. Pero algo pasó: Santana sonrío. Sonrió con los ojos aún cerrados. Santana sonrió en sueños. Brittany dejó salir una apenas audible risita.
— ¿Es demasiado pedir que al menos una vez me sonrías así sin previo aviso?
Sabía que nadie le iba a contestar, pero no pudo evitar preguntar.
Le pasaba la mano por el húmedo cabello una y otra vez, y en sus planes cercanos no estaba dejar de hacerlo. No sabía cuánto tiempo había pasado, no tenía donde ver la hora. La tormenta ya había cesado considerablemente, aunque no del todo. Tampoco había oscurecido. Una tenue luz de sol se comenzaba a asomar tímidamente por la ventanilla de la bodega. Escuchó unos pasos acercarse por el césped mojado.
— ¿Santanaaaaa?
Reconoció la voz de Quinn, y estaba llamando a Santana. ¿No podía ser más inoportuna? ¿Qué hacía ahí? ¿No se había ido ya a su casa?
— ¡Santanaaaaaaaa! —Volvió a llamar Quinn.
Santana comenzó a rebuscarse en su lugar. Frunció el ceño y entreabría sus ojos. Lentamente se incorporó. Se detuvo en cuanto vio a Brittany.
— ¿Britt? Brittany.
— ¿Ves? La tormenta ya pasó. —Le dijo, no pudiendo evitar una sonrisa.
Santana pareció haberse dado cuenta por fin de en donde estaban. Abrió mucho los ojos, aún mirando a Brittany.
— ¡Dios! —Exclamó— ¡Me quedé dormida!
—Eso parece.
— ¿Cuánto tiempo?
—Trece relámpagos con cinco truenos, aproximadamente. Santana, no tengo reloj.
Escuchó unos golpes secos a la puerta de la bodega.
— ¿Santana? ¿Estás ahí?
— ¡Quinn!
Antes de que pudiera hacer o decir algo, Santana ya estaba en la puerta, gritándole a Quinn.
La puerta se abrió por fuera y en el umbral estaba la rubia ojiverde, aunque Brittany ni la pudo ver bien en ese instante, porque Santana rápidamente se lanzó a sus brazos. Casi con desesperación. Quinn no se sorprendió. Quinn de hecho parecía esperar aquella reacción… Hasta desearla.
— ¿Estás bien, Sanny? —Preguntó Quinn, pasándole la mano por los cabellos morenos repetitivamente y apoyando su quijada en la cabeza de la latina.
—Oh, Quinn. ¿Dónde estabas?
Quinn no contestó. Ahí fue donde se percató de que Brittany las veía desde el rincón.
—Te estuve buscando en todos los lugares y no te encontraba. Te llamé y la llamada no entraba. Fui a buscarte a tu casa y nadie me abría. Me tenías tan preocupada. ¿Qué pasó?
Brittany se puso de pie tratando de ignorar aquella escena. Comenzó a guardar sus aún húmedas cosas en su aún húmedo bolso.
—Nuestros celulares se mojaron y Brittany los desarmó para que se secaran.
—Aunque claro, no estarían mojados si no te hubieras tardado tanto en volver. —No pudo evitar reprocharle a la rubia ojiverde.
Ahora, tendría que hacer una ardua búsqueda para encontrar su dignidad. Un simple “gracias” era suficiente. De nada, Santana. DE NADA.
— ¿Brittanyyyyyy?
¿Era la voz de Rachel? ¡Claro que era la voz de Rachel! Sintió un alivio recorrerle el cuerpo. Ahora no tendría que irse a pie hasta su casa, porque jamás le pediría un aventón a Quinn. Además, ya no se sentía un mal tercio, y podría irse en ese instante. Oh, Rachel, tú siempre tan oportuna.
— ¡Rachel! —Gritó— ¡Estoy aquí!
En el umbral donde se encontraban Santana y Quinn, a un lado de ellas apareció Rachel, abriéndose paso entre las dos muchachas y yendo hacia Brittany.
— ¡Por dios, Brittany! ¿Qué estás haciendo aquí? —Le preguntó, envolviéndola en sus brazos— ¿Podrías decirme por qué no contestas mis llamadas? ¿De qué te sirve tu celular si nunca lo vas a contestar? Sabes que siempre te llamo cuando…
—Mi celular se mojó, Rachel. —La interrumpió— ¿Dónde estabas tú? Estaba comenzando a pensar que no me llamarías.
Rachel dejó de abrazarla. ¿Que? Parecía inquieta o algo así… Bueno, tranquila no estaba.
—Tuve que ir con un amigo… Lo siento. Te explico luego ¿Sí? Hay que irnos.
No tuvo que decírselo dos veces. Tomó sus cosas y se colgó su aún húmedo bolso en el hombro. Una vez en el umbral, le dio un último vistazo a aquella escena. Quinn estaba de espaldas diciéndole no sabía que tantas cosas a Santana y ella no parecía prestarle mucha atención. Ella tenía la mirada en Brittany. Se miraron. Por un momento no supo de ella misma, solo sabía que no podía apartar la mirada de ahí, de sus ojos. Santana rompió aquel contacto visual mordiéndose el labio y bajando la vista. El piso se le movió de nuevo. Tenía que salir de ahí en ese mismo instante. Para su sorpresa, Rachel la tomó del brazo y se la llevó casi a rastras de ahí.
— ¿Me perdonas? —Le preguntó Rachel mirándola a la cara una vez que encendió el coche y las dos se acomodaron en sus respectivos asientos.
— ¿Que?
Por un momento, Brittany no tuvo idea de a lo que Rachel se refería.
—Por dejarte ahí con ellas. —Le dijo Rachel, consternada y con un tono culpable en la voz—Seguro debió haber sido un infierno.
—Ah, sí. Lo fue —Mintió. Prefería ahorrarse muchísimos detalles, si no era que todos—Pero ¿Dónde estabas?
— ¿Quieres que te diga la verdad?
Brittany la miró dudosa. Frunció el ceño. ¿Sabía que le había mentido con eso del “infierno”?
—Hummm Sí. Por favor.
—Bueno, un amigo me envió un mensaje de que quería verme. Era muy temprano cuando fui y pues… la cita se… alargó… Perdóname. Sabes que jamás te dejaría por un muchacho…
Brittany le hizo un ademán de que parara con su mano y una sonrisa en la cara.
—Rachel, deja de disculparte. —Le dijo—No estoy molesta.
Brittany calló para que Rachel siguiera explicándole sobre su “cita”, pero la castaña no decía nada, lo que era algo sumamente raro en ella. No podía dejar de mirarla, emocionada.
—Bueno Rachel, no te quedes callada. ¡Cuéntame!
Rachel estaba completamente absorta en el camino que tenía delante. Se asustó un poco ante las palabras de Brittany. No la miraba, miraba hacia el frente.
— ¿Contarte? ¿Contarte qué?
— ¡Pues, sobre tu cita! —Le dijo, como si fuera obvio. Le dieron muchas ganas de reír.
—Eso ni siquiera fue una cita. Él me invitó al cine, pero no vimos la película…
— ¡Rachel! —Exclamó Brittany, llevándose sus manos al pecho.
— ¿Q-que? ¡No! No seas tonta… Me refiero a que solo estuvimos sentados charlando en las mesitas. La verdad, tenía mucho sin verlo.
— ¿Te gusta? ¡Tengo que conocerlo!
—Lo conocerás. Pronto lo verás en McKinley. Se cambiará de instituto. Me dijo que quizá éste el próximo lunes ya esté tomando clases en McKinley.
— ¿Se cambiará de instituto por ti? —Preguntó Brittany, conmovida—Rachel, eso es tan tierno… ¿Y qué más pasó? ¿Por qué tardaste tanto?
Rachel se quedó callada. Sonrió.
—Pues éste sábado me ha invitado a su casa. Tendrá una fiesta, y pues…Habla mucho. —Contestó.
—Es perfecto para ti, entonces. —Bromeó Brittany, codeándola— ¿Irás? ¡Iremos!
—Brittany… No lo sé…
—Rachel ¿Bromeas? ¡Quiero conocer al chico! Y estaría bien salir… Ya sabes.
Rachel rió pesadamente.
Su abuela y su obeso gato la recibieron en cuanto Rachel la dejó en su casa. Después de un amplio interrogatorio sobre cómo se encontraba y cómo había pasado la tormenta, y después de que su abuela la obligara a terminarse toda su cena, subió para darse una ducha y ponerse ropa seca. No fue hasta que se vio en el espejo cuando se dio cuenta de que tenía una sonrisa. No era que nunca sonriera, si no que ahora, no había un motivo aparente… ¿O sí?
Se metió en su cama. Se sentía muy cansada, así que se durmió casi al instante, con una sonrisa en el rostro y pasando sus manos una y otra vez por su estómago hasta que cayó dormida.
Ahora, que siguen leyendo bajo su propia voluntad... ahora sí, aquí se los dejo :)
6.
Miedos, y entre otras cosas...
Miedos, y entre otras cosas...
Se pronosticaban tormentas eléctricas acompañadas de lluvias torrenciales, y no tardaron en hacerse notar en Lima, pues conforme avanzaba la semana, el cielo amanecía más y más nublado. Casi no llovía, pero cuando llovía, llovía con ganas, y daba la pinta de que ésta ya tan esperada lluvia no sería la excepción.
Puck buscaba cualquier excusa para hablar, estar o ver a Santana. A ella no parecía importarle mucho, pero había un notable nerviosismo en ella. La razón de él era un completo e irresistible misterio para Brittany, quién a su vez, trataba de evitar a toda costa al insistente de Sam. El pobre chico no tenía idea de que a Brittany se le caía la cara de vergüenza cada vez que lo veía, además de que el sólo ver la cara del rubio le traía imágenes imaginarias horribles a la cabeza. Estaba segura de que Sam quería otra aventurilla, y también estaba más segura aún de que no quería dársela.
Quinn se mostraba un poco más atenta con Finn. Al principio, al chico le extrañó el cambio tan repentino en la actitud de su novia, sin mencionar que esperaba un poco más de enfado por parte de ella después de lo del sábado, pero al parecer, a la chica ya se le había pasado el enojo, así que no le prestó más atención y se dedicó a dejarse querer.
Era mitad de semana y tanto Sugar como las demás, se habían olvidado por completo de la ida a Rosewood que tenían planeada. Todas se habían olvidado, a excepción de Santana, pero prefería mantener la boca cerrada para averiguar hasta cuando alguna de sus amigas lo recordaría… O eso se decía a sí misma. Pero, a mitad del entrenamiento para la coreografía que tenían planeada para el próximo juego de Futbol de la escuela en cancha abierta, Quinn llegó junto a ella para llamar su atención y señalarle con la quijada a lo lejos un áltima plateado que se aparcaba junto a la acera. Un áltima que Santana y las demás sabían muy bien a quién pertenecía.
—Pues nos han ahorrado gasolina. —Le dijo Quinn, para burlarse de la situación.
Santana rió levemente.
De aquel áltima bajaron cuatro chicas con un aire muy resuelto.
Al percatarse de la situación, las demás porristas de McKinley comenzaron a agruparse junto a la rubia y a la latina. Sugar y Kitty fueron las primeras en llegar junto a ellas.
— ¿Son ellas? —Preguntó Kitty con recelo y señalando a las cuatro chicas que se acercaban muy decididas.
—Sí, lo son. —Contestó Quinn—Esto será divertido.
Brittany se acercaba a sus compañeras curiosa. Cuando se hubo plantado junto a ellas seguía sin saber qué diantres pasaba. Dirigió la vista hacia donde veían las demás y pudo divisar las cuatro chicas acercándose con sonrisas no muy amigables en el rostro. Más bien, parecían amenazantes.
En las orillas venían dos castañas, y al centro venían una morena y una rubia. No fue hasta que las cuatro chicas por fin se plantaron frente a ellas cuando Brittany las pudo ver bien:
La castaña más bajita tenía un cabello muy tupido y ondulado, unos ojos color avellana muy grandes y unos labios muy pronunciados.
La castaña más alta también tenía su cabello algo ondulado, pero no era tan tupido como el de la primera. Era muy bonita a su manera, y era la más alta de las cuatro.
La morena por su parte, tenía un semblante muy dulce. Tenía casi el mismo tono de piel que Santana, si no era que un poco más morena. Su cabello era de un color negro azabache, igual, también como el de Santana, solo que era un poco más largo y ondulado. De hecho, Brittany llegó a pensar por un momento que quizá era alguna prima de Santana o algo así. A pesar de que mostraba una sonrisa, Brittany pudo notar que estaba igual o más confundida que ella.
Y también estaba la rubia. Si tuviera que adivinar quién sería la líder de las cuatro, apostaría por ella. Ella era la que se notaba más segura. Sus ojos eran de un azul celeste muy bello, y con ellos no dejaba de ver a Santana con una sonrisa torcida, casi burlona. Santana se la correspondía con una llena de furia. Wow. Y Brittany pensando que esas miradas eran exclusivas para ella.
— ¡Pero si son las perdedoras de Rosewood! —Exclamó Quinn con una fingida alegría— ¿Qué las trae por aquí?
—No me digas que no estás feliz de vernos, Quinn. —Dijo la castaña más bajita, con una sonrisa que Brittany supo, estaba llena de sarcasmo.
—Yo la verdad, extrañaba ver sus caritas sonrientes. —Habló la castaña más alta— ¿Tú no, Hanna?
—Como no tienes una idea, Spence. —Dijo la rubia, aún con la mirada clavada en… ella—Aunque…—Agregó y se volteó a ver a Brittany—Ahora veo algunas caritas nuevas.
Brittany sintió un horrible cosquilleo en cuanto la rubia posó su mirada en ella. Ni se había percatado de que se había situado a un lado de Santana.
— ¿Nuestra nueva amiguita es muda? —Preguntó la rubia, con la mirada en Brittany—Bueno…—Extendió una mano hacia ella, en modo de saludo—Yo soy Hanna. Mucho gusto.
Brittany seguía ahí, sin saber qué hacer. Era obvio que aquellas no podían ser buenas personas, pero llegaron comportándose muy “cortésmente”. Como había dicho Rachel: Una niña de seis años podía ser más amenazante que ella.
Antes de que pudiera hacer o decir algo, Santana apartó la mano de Hanna de un manotazo.
—Aléjate de ella, Marin. —Le dijo, interponiéndose entre Brittany y Hanna.
¡Dios! ¿Qué…? ¿Qué demonios acababa de suceder? Brittany echó un vistazo a las demás porristas de McKinley. Todas parecían querer ocultar el obvio asombro. Tal vez, para las cuatro intrusas eso pasó desapercibido, pero para Brittany y las demás no.
La sonrisa de Hanna se ensanchó un poco más hacia un lado, pero a pesar de ello, Brittany pudo notar un pequeño dejo de asombro en su expresión.
—Ya me había olvidado de la posesiva de Santana…
—Ya déjate de palabrería estúpida y mejor empieza a decir por qué diantres estás aquí y ya puedas largarte.
Hanna había perdido el semblante relajado que emanaba y ahora se notaba igual de enfadada que Santana.
— ¿Y si no quiero? —La retó— ¿Qué? ¿Me sacarás tú?
—Hanna…—Intervino por primera vez la morena a un lado de Hanna.
El olor a tierra mojada les llegó junto con una fuerte brisa, aunque ninguna se percató de ello.
— ¡Oh, créelo que te sacaré yo! —Le dijo Santana, acortando peligrosamente la distancia entre ellas.
— ¿Qué? ¿Me vas a golpear? —Preguntó Hanna, como burlándose—Claro que quieres hacerlo. Es lo único que sabes. ¿Cierto?
Santana no dejaba de fulminarla con la mirada.
—Déjalas, Santana. —Intervino Quinn, y con una mano alejaba a Santana de Hanna—Saben que son unas perdedoras y lo único que ellas saben hacer es molestar a la gente con cosas estúpidas. Eso hace la gente frustrada…
Hanna ahora se dirigió a Quinn.
—Oye, tranquila. —Intervino Spencer—Nosotras solo veníamos a saludar. Ya saben… No por ser competencia también hay que ser rivales.
Brittany supo al instante por el tono de voz de Spencer que nada de lo que podían argumentar aquellas chicas era cierto. Ellas no venían a eso.
— ¡Ay, que lindas! —Exclamó Sugar, dejando el sarcasmo fluir libremente por su tono de voz—Ahora muevan sus traseros fuera de aquí.
—Ya la oyeron. —La segundó Kitty con una mirada fulminante.
Las porristas comenzaron a gritarse. McKinley vs Rosewood. Sugar y Kitty vs la de ojos avellana. Quinn vs Spencer. Sólo quedaban: Santana vs Hanna, pero ellas no discutían, ni se gritaban… Ellas sólo se dedicaban a mirarse, y a Brittany todo se le hacía más confuso…
Supuso que si ella tenía que discutir, entonces sería con la morena de cabello largo y ondulado que casi estaba escondida detrás de Hanna, pero también supuso que odiaría hacerlo. Le parecía alguien completamente adorable e inodiable.
—Chicas, chicas, chicas…—Las calmó Hanna, por fin—Yo creo que por más que intentemos, no podremos tener una muy buena relación… ¿O sí, Santana?
Santana se mantuvo callada, como todo el pasado rato. Brittany sólo deseaba saber la razón de tanto silencio.
—Lo que pensé… Ya vámonos, chicas. —Esto último, la rubia que se disponía a irse lo dijo con mucha desgana… cómo si estuviera harta de algo.
Cuándo se dio media vuelta para irse, Santana la tomó del brazo. Hanna se giró para darle la cara.
—Esto aún no acaba, Hanna. —Le dijo.
Hanna sonrió de lado.
—Eso espero, San.
¿Qué cosa era lo que aún no acababa? ¿Qué? ¿No habían acabado de verse entonces?
Hanna se libró del agarre con más energía de la necesaria y se fue de ahí, junto con las demás chicas de Rosewood.
—Agradables chicas ¿no? —Preguntó Quinn con sarcasmo para mofarse.
— ¿Podrías recordarme por qué no las golpeamos? —Pidió Kitty.
Quinn rió.
—Porque aún estamos en la escuela y llevamos el uniforme de porristas—Explicó Quinn— ¿Te imaginas que las hubiéramos golpeado? Seguro se dan cuenta y a las que expulsan seremos nosotras.
Sugar y Kitty arrojaron aire por la boca con desgana.
Las brisas se convertían en pequeñas ráfagas. El olor a tierra mojada se hacía cada vez más y más presente, y por los cielos se dejaban oír uno que otro trueno. Habría una tormenta, eso era seguro.
El móvil de Quinn sonó. La chica le dijo algo a Santana y rápido y dando largas zancadas se marchó de ahí.
La práctica había terminado. Las últimas en irse fueron Sugar y Kitty. Todo había transcurrido con normalidad… O bueno, no todo. Santana aún se notaba súper nerviosa. ¿Qué le pasaba? En toda la práctica no dejó de moverse. Ni un solo segundo. Ni para descansar.
Brittany estaba por irse, pues una esperada tormenta amenazaba con llegar esa tarde y hacía que el día oscureciera más rápido, cuando vio a la nerviosa latina sentada sola en las gradas. ¿No se había ido ya? ¿Debía ir con ella? Después de todo, la había defendido ¿No? Okey… Estaba hablando de Santana. Santana Lopez. Seguramente la mandaría por un tubo.
Se dispuso a irse, pero sus piernas no iban hacia donde ella esperaba. Se dirigían a Santana. Además, Rachel no la había llamado. Siempre le llamaba cuando estaba lista, pero ahora nada.
Mientras más se acercaba a ella, más insegura se sentía. ¡Dios! Eso no podía ser normal… ni posible.
Llegó con una santana que se encontraba cruzada de piernas y comiéndose las uñas. Movía repetitiva y nerviosamente el pie que tenía debajo del otro. Ni siquiera parecía haberse percatado de la presencia de la rubia.
— ¿Pu-Puedo sentarme? —Titubeó.
Santana dio un saltito y se giró hacia ella. La miraba anonadada y dudosa.
—Tranquila. No muerdo. —Trató de bromear.
Santana tardó un poco, pero movió su cabeza en gesto de aprobación. Brittany se sentó a su lado. Miró sin mirar al suelo. Rayos. ¿En qué estaba pensando? ¿Ahora de qué iba a hablar con ella? Tenía que hacerlo. Tenía que hablar. Ahora ni siquiera se le podía ocurrir algún insulto… Ahora no decía nada. Tragó saliva.
— ¿Por qué sigues aquí? —Consiguió preguntar por fin, tímidamente.
Santana tardó un poco, pero contestó.
—Bueno…—Soltó, nervosa—Quinn… Quinn me dijo que volvería por mí, y la estoy esperando.
No insultos. No ironías. No gestos groseros. Eso había salido bien. Pero, estaba nerviosa. Santana había estado muy nerviosa, y ella se moría por saber el por qué.
— ¿No te parece que ya tardó mucho? No vives tan lejos de aquí ¿Verdad?
Santana se mordió el labio y bajó la mirada. ¡Dios! ¿Qué? Okey… ¡¿Quién era el gracioso que había movido el piso?!
— ¿Ha-Has visto el cielo? —Preguntó Santana, titubeante— Está enojado. El cielo está enfurecido ¿Y-Y Quieres que me vaya caminando? No, gracias. Quiero vivir.
Brittany trataba de que Santana se diera cuenta de que le estaba sonriendo, pero la morena parecía muy interesada en el césped debajo de sus pies. Se notaba verdaderamente inquieta.
El aire soplaba ahora con tal fuerza, que hacía a Brittany mecerse hacia un lado. Sí, era el aire. Su brazo rozó con el de Santana. Estaba helada y temblaba, lo que era raro, porque las pocas veces que tenía la oportunidad de sentirla, se había podido dar cuenta de que su piel era muy cálida, aunque si bien podía ser por el fresco aire que las azotaba. Brittany la miró extrañada.
—San… Santana ¿Estás bien?
Santana se giró rápidamente hacia ella. Tenía los ojos como platos. Hizo una mueca rara. Brittany supuso que lo que Santana quería hacer era sonreír, pero obviamente no lo logró.
— ¿Y-Yo? —Santana rió nerviosamente— ¡C-Claro que estoy bien! Digo… Sólo… Sólo es una pequeña lluvia…
— ¿Segura? Creo que deberíamos ir a un lugar más seguro…
Brittany podía sentir las primeras gotas de lluvia caer al azar en cualquier parte de su cuerpo, y cada vez se hacían más y más continuas.
Volteó a ver a su alrededor… No había un lugar seguro. El gimnasio ya estaba cerrado, al igual que la escuela… El lugar más seguro que podían encontrar era debajo de las gradas, aunque eso no sería de gran ayuda… Ah, y la bodega. La lluvia se hacía más intensa rápidamente, y unos débiles truenos se dejaban escuchar. Santana se puso de pie al oírlos, parpadeando mucho a causa de las ya muchas gotas de agua que le caían y resbalaban por el rostro.
—S-Si te digo que estoy bien, es porque lo estoy. —Le contestó Santana duramente—No trates de confundirme.
Brittany frunció el ceño.
— ¡Oye! —Le gritó, poniéndose también de pie— ¡Tampoco es para que me trates así! Yo vine con el firme propósito de entablar aunque sea una simple charla amigable, ¡pero ya veo que contigo es imposible! ¡Tú eres imposible!
Un estruendoso trueno resonó por los cielos. Brittany dio un saltito y parpadeó de la impresión. En ese abrir y cerrar de ojos, Santana ya no estaba. ¿Qué?
Se giró hacia un lado y la encontró. Corría a una velocidad increíble. Brittany la siguió, casi por inercia.
— ¡¿Adónde vas?! —Le gritó— ¡Aún no he terminado contigo!
La siguió hasta la pequeña bodega donde se guardaban pelotas, redes, conos, pompones y demás artículos varios de deportes. Brittany entró detrás de Santana.
— ¡Santana! ¡¿Podrías explica…?!
— ¡QUE NO SE CIERRE LA…! Puerta.
Brittany se giró justo a tiempo para ver como la dicha puerta se cerraba tras ella. Se dio cuenta de que si querían salir, tendrían que contar con la llave. No, no contaban con ninguna llave. El lugar era muy pequeño y abarrotado de cosas, aunque ordenadamente. Había una ventanita de tamaño mediano por donde se colaba la luz tenue de la tarde nublada, aunque estaba situada en la parte superior de una de las paredes.
—Bueno… ¡Felicidades! Has conseguido encerrarnos en una maldita bodega. ¡Gracias, Brittany! —Le dijo una Santana completamente empapada y rebosando ironía.
Santana no paraba de caminar por todo aquel pequeño lugar sin parar. Brittany solo estaba ahí, viéndola sin saber qué hacer.
—Bueno… ¡Llama a alguien! —Dijo una alterada Santana.
¡LOS BOLSOS! Se descolgó el suyo para darse cuenta de que escurría. Rápidamente sacó su celular. Estaba empapado. No. Eso de llamar a alguien era misión imposible. Al menos, con su teléfono. Tomó el otro bolso que también estaba empapado y que Santana solo había tirado por ahí. Comenzó a rebuscar para darse cuenta de que el móvil de Santana estaba en las mismas condiciones que el suyo. ¡Rayos! Comenzó a desarmarlo.
— ¡¿Q-Qué haces?! —Preguntó Santana, extrañada.
—Me aseguro de que nuestros celulares sigan funcionando. —Contestó Brittany, sin mirarla.
— ¡¿Desarmándolos?! —Preguntó Santana, alarmada e indignada.
Brittany le dedicó una mirada fulminante. Santana se apaciguó.
—Sí. Ahora los pondré a secar. —Le dijo.
Despejó una pequeña mesita que se encontraba cerca y posó los celulares ya desarmados ahí.
Se sentó cruzada de piernas en el suelo y comenzó a sacar todas las cosas de su bolso. Estaban completamente empapadas. Las colocó dispersas por ahí. Santana no paraba de caminar en círculos y a Brittany eso sólo la ponía de nervios. Santana ahora parecía uno de esos tigres enjaulados que veía cuando era niña en las carpas de circo. Uno de esos histéricos y asustados tigres. La lluvia se intensificó aún más y ellas podían oírlo. Los rayos y truenos intensos eran más continuos.
Una vez que Brittany dejó colgado su bolso un algún gancho que había encontrado por ahí, tomó un banquito y se subió de pie en él para poder ver para afuera. La cancha de futbol ya se encontraba completamente empapada y casi no se veía nada por la intensa lluvia, aunque no pudo ver mucho más porque de repente alguien la jaló con vehemencia de su brazo, haciéndola bajar.
— ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Acaso quieres morir?! —Le preguntó Santana, aún tomándola con fuerza de su brazo.
— ¿Que? —Preguntó Brittany, no entendiendo nada.
— ¡¿Nadie te ha dicho que no debes mirar por la ventana cuando hay una tormenta así?!
Brittany frunció el ceño, aunque no estaba enojada. No podía estar enojada cuando Santana estaba tan… Histérica. Alguien debía mantener la compostura en ese lugar.
—Santana, ¿En serio crees en esos tontos dispara…?
— ¡No te atrevas a decir que son disparates, Brittany!
—Sólo… Sólo es una tormenta, Santana. No pasa nada. —Le dijo, como si fuera lo más obvio del mundo. Aunque de hecho, lo era...—Siempre veo por la ventana en las tormentas porque me gusta ver la lluvia caer, y nunca me ha pasado…
— ¡¿QUE?!
Fue lo único que Santana alcanzó a pronunciar antes de que una luz instantánea seguida por un trueno ensordecedor llenaran la habitación. Santana emitió un grito ahogado y rápidamente se sentó en un rincón, abrazando sus piernas con fuerza. Brittany no se estaba cansando para nada de aquella situación, ella sólo quería saber qué debía hacer. No quería verla así. No se sentía bien. Le gustaba que la latina tomara cualquier otra actitud, menos esa, en donde se notaba insegura y asustada. No le gustaba.
Se hizo lugar a un lado de ella. A Santana, eso no parecía importarle. Parecía que ni siquiera se había dado cuenta de la existencia de alguien ahí en ese momento. Brittany pudo notar que Santana aún seguía helada y temblaba. Aunque, claro, estaban empapadas. Eso debía ser normal, pero sabía que no lo era.
—Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Voy a morir. Mierda. Mierda…—Murmuraba Santana una y otra vez.
—Santana… Tranquila… ¿Q-Qué te pasa?
—M-Me… Me pasa que… Q-Que tengo miedo. Oh, Brittany, tengo mucho miedo.
A Brittany esto la tomó completamente por sorpresa. ¿Santana? ¿Miedo? ¡¿Santana con miedo y confesándoselo a ella?! Pudo notar como Santana se abrazaba a sus piernas con más fuerza.
—San… ¿Santana? —Fue lo único que pudo pronunciar.
—Ya. Puedes burlarte. —Le dijo, nerviosa y resignada—Ya lo dije. A Santana Lopez le dan miedo las tormentas. Sí, me ponen mal. No lo sé. Yo no sé nada, Brittany.
Brittany sonrió. ¿Por qué sonreía?
—Los miedos de las personas no me parecen divertidos, Santana. Todo el mundo tiene algo que los hace sentirse como tú te sientes ahora.
Santana no decía nada. Aún temblaba. Brittany siguió.
—Mira, a Superman: Kriptonita. Spiderman: Mary Jane, sus tíos. Charlie Sheen: Las drogas. Brad Pitt: Angelina Jolie… O viceversa…
Otro horrible trueno resonó en aquella habitación de nuevo. Santana se estremeció y cerró sus parpados con fuerza. Brittany comenzaba a odiarlos.
—P-pero… Yo…—Titubeó Santana—Yo tengo muchos.
— ¿Me los dirías?
Santana la miró como nunca. No estaba enojada. No estaba molesta. Sólo la miró. Pero era diferente… Brittany supuso que quería decirle algo, pero se perdió en sus ojos. No había notado nunca lo marrones que eran. Y como la veían… Era diferente, aunque aquella situación misma lo era.
—Hagamos algo. —Propuso Brittany, acomodándose en su lugar y acercándose un poco más a Santana—Quiero que te pongas cómoda. —Le dijo.
Santana la veía confundida. No entendía a qué se refería.
—Así, cómoda. —Siguió Brittany—Cómo que yo no soy yo, y tú no eres tú. Cómo que no nos odiamos. Cómo que no tenemos nada en común. No te preocupes por lo que yo pueda decir o sentir, tú solo ponte cómoda. No importa lo que tengas que hacer, sólo hazlo.
Santana no se movía. La miraba cautelosa. Dudaba. Cómo un gato callejero al que le ofreces comida y no sabe si acercarse o no. Sólo se quedaba ahí, dudosa.
—Nada de lo que pase saldrá de esta bodega, si es lo que te preocupa. —Le dijo—Este será nuestro secreto, si así lo tú lo quieres.
El sonido de un relámpago resonó fuertemente entre las cuatro paredes de la bodega. Al parecer, Santana hacía exactamente lo que le pedía, porque para sorpresa de Brittany, Santana puso la cabeza en su regazo lentamente, claramente dudosa de si debía hacer eso o no… Ay… ¡Al diablo todo! Se moría de miedo.
—Aho-Ahora duerme. —No pudo evitar titubear.
— ¿Que?
—Duerme. Ya verás que cuando despiertes, la tormenta ya habrá pasado.
Santana la veía dudosa con la cabeza en sus piernas. Brittany la veía desde arriba. Ya ni le pasaba por la mente el ver a la lluvia caer desde la ventana. Cambiaría eso mil veces por la nueva vista que tenía ahora.
—Y… ¿Qué pasará con Quinn?
Ugh. Quinn. Ahora ella no estaba ahí. No debía preocuparse por ella. ¿Por qué preguntaba por ella a pesar de todo el miedo que tenía?
—Bueno… Ahora no podemos llamarla, y no puede llamarnos. Nuestros teléfonos están mojados. Además de que la tormenta está recia. Sería mejor para ella que se quedara en donde está mientras la tormenta pasa.
—Yo… Yo no podría dormir… Así.
—Claramente, aún no estás completamente cómoda. Eso no fue lo que te pedí. —Dijo Brittany, reprendiéndola falsamente— ¿Te hace falta algo? Se sincera.
Santana dudó. Brittany pudo verlo. Le faltaba algo, sí. Las dos lo sabían, la diferencia era que Santana sí sabía lo que le hacía falta y Brittany no. ¿Debía decirle? ¿Debía pedírselo? Otro trueno ensordecedor la orilló a hacerlo.
— ¡La canción del pastor y las ovejas! —Gritó tan rápido, que fue difícil hasta para ella reconocer lo que había dicho.
— ¿Que?
— ¡Nada! —Se retractó rápidamente Santana, apretando los labios.
—Anda, dime. —Insistía Brittany, con una sonrisa—No te escuché bien.
—Gracias al cielo.
— ¿La canción del pastor y las ovejas, dijiste? ¿La de la iglesia?
Santana no contestó. Se acurrucó en el estómago de Brittany de tal manera que no pudiera verle la cara y notar lo roja que se había puesto. ¿En serio se lo había pedido? Vergüenza debería de darte, Santana.
—Y-Yo podría cantártela. —Titubeó Brittany, desviando la mirada hacia otro lado—Claro… Si tú quieres…
— ¿La conoces? —Le preguntó, aún con su cara escondida en su estómago y apretando uno de los tablones de la falda de Brittany entre sus manos.
—Me hacían cantarla cuándo iba al coro de la iglesia. —Explicó Brittany, viendo la húmeda coleta de Santana, que era lo único que podía ver de su cabeza.
Santana no contestó. Brittany supuso que quizá estaba avergonzada. Suponía bien, pero eso ella no lo sabía. La lluvia no daba señales de cesar y sabía que otro relámpago sonaría en cualquier momento. Cerró los ojos. Inhaló y exhaló en busca de seguridad y comenzó:
—Eran cien ovejas que había en el rebaño. Eran cien ovejas que el pastor cuidó. Pero en una tarde al contarlas todas, le faltaba una, le faltaba una, y triste lloró.
Santana no dio señales de nada. De que si le gustaba que estuviera cantando, o de que le molestara. No hacía nada. Brittany siguió.
—Las noventa y nueve dejó en el aprisco, y por la montaña a buscarla fue. La encontró gimiendo, temblando de frío. Curó sus heridas, la tomó en sus brazos y al redil volvió.
Pudo notar que Santana dejaba de apretar sus puños. El tablón rojo con blanco de la falda de Brittany se liberó del puño de Santana, pero ella no movía su cabeza.
—Esta misma historia vuelve a repetirse. Hay muchas ovejas que sin rumbo van. Con el alma rota van por los collados. Temblando de frío, vagando en el mundo, sin Dios y sin fe.
Santana soltó un largo y profundo suspiro. Brittany solo quería verle la cara, pero estaba oculta en su estómago y no se atrevía a moverla porque… o sea… no quería… ¿No quería qué? ¿No quería hacerle notar que se moría de ganas de saber qué sentía? Ella quería saber si Santana, en ese momento, estaba sintiendo lo que ella.
Se tomó una pausa. Lentamente pasó una de sus manos por el cabello de Santana para llegar a la coleta y deshacerla. Su cabello estaba completamente húmedo. Comenzó a desacomodarlo con cuidado, suavemente. Santana no se inmutó. Quizá se había quedado dormida… Pero… ¡Que rayos! Nadie se quedaba dormido tan rápido.
—Las noventa y nueve dejó en el aprisco, y por la montaña a buscarla fue. La encontró gimiendo, temblando de frío. Curó sus heridas, la tomó en sus brazos, y al redil volvió…
Movió una de sus piernas porque sentía que se le iba a dormir, pero a la que encontró completamente dormida fue a Santana. El movimiento de su pierna hizo que la cabeza de la morena se ladeara y quedara al descubierto. Sí, estaba dormida.
Brittany sonrió. Su boca estaba entre abierta y sus parpados estaban completamente cerrados. Santana volvió a suspirar. Ahora le estaba dando la cara a Brittany, quién la veía como si fuera lo último que vería en su vida. Tenía que aprovecharlo. Sería la única vez que la vería así. Pero algo pasó: Santana sonrío. Sonrió con los ojos aún cerrados. Santana sonrió en sueños. Brittany dejó salir una apenas audible risita.
— ¿Es demasiado pedir que al menos una vez me sonrías así sin previo aviso?
Sabía que nadie le iba a contestar, pero no pudo evitar preguntar.
Le pasaba la mano por el húmedo cabello una y otra vez, y en sus planes cercanos no estaba dejar de hacerlo. No sabía cuánto tiempo había pasado, no tenía donde ver la hora. La tormenta ya había cesado considerablemente, aunque no del todo. Tampoco había oscurecido. Una tenue luz de sol se comenzaba a asomar tímidamente por la ventanilla de la bodega. Escuchó unos pasos acercarse por el césped mojado.
— ¿Santanaaaaa?
Reconoció la voz de Quinn, y estaba llamando a Santana. ¿No podía ser más inoportuna? ¿Qué hacía ahí? ¿No se había ido ya a su casa?
— ¡Santanaaaaaaaa! —Volvió a llamar Quinn.
Santana comenzó a rebuscarse en su lugar. Frunció el ceño y entreabría sus ojos. Lentamente se incorporó. Se detuvo en cuanto vio a Brittany.
— ¿Britt? Brittany.
— ¿Ves? La tormenta ya pasó. —Le dijo, no pudiendo evitar una sonrisa.
Santana pareció haberse dado cuenta por fin de en donde estaban. Abrió mucho los ojos, aún mirando a Brittany.
— ¡Dios! —Exclamó— ¡Me quedé dormida!
—Eso parece.
— ¿Cuánto tiempo?
—Trece relámpagos con cinco truenos, aproximadamente. Santana, no tengo reloj.
Escuchó unos golpes secos a la puerta de la bodega.
— ¿Santana? ¿Estás ahí?
— ¡Quinn!
Antes de que pudiera hacer o decir algo, Santana ya estaba en la puerta, gritándole a Quinn.
La puerta se abrió por fuera y en el umbral estaba la rubia ojiverde, aunque Brittany ni la pudo ver bien en ese instante, porque Santana rápidamente se lanzó a sus brazos. Casi con desesperación. Quinn no se sorprendió. Quinn de hecho parecía esperar aquella reacción… Hasta desearla.
— ¿Estás bien, Sanny? —Preguntó Quinn, pasándole la mano por los cabellos morenos repetitivamente y apoyando su quijada en la cabeza de la latina.
—Oh, Quinn. ¿Dónde estabas?
Quinn no contestó. Ahí fue donde se percató de que Brittany las veía desde el rincón.
—Te estuve buscando en todos los lugares y no te encontraba. Te llamé y la llamada no entraba. Fui a buscarte a tu casa y nadie me abría. Me tenías tan preocupada. ¿Qué pasó?
Brittany se puso de pie tratando de ignorar aquella escena. Comenzó a guardar sus aún húmedas cosas en su aún húmedo bolso.
—Nuestros celulares se mojaron y Brittany los desarmó para que se secaran.
—Aunque claro, no estarían mojados si no te hubieras tardado tanto en volver. —No pudo evitar reprocharle a la rubia ojiverde.
Ahora, tendría que hacer una ardua búsqueda para encontrar su dignidad. Un simple “gracias” era suficiente. De nada, Santana. DE NADA.
— ¿Brittanyyyyyy?
¿Era la voz de Rachel? ¡Claro que era la voz de Rachel! Sintió un alivio recorrerle el cuerpo. Ahora no tendría que irse a pie hasta su casa, porque jamás le pediría un aventón a Quinn. Además, ya no se sentía un mal tercio, y podría irse en ese instante. Oh, Rachel, tú siempre tan oportuna.
— ¡Rachel! —Gritó— ¡Estoy aquí!
En el umbral donde se encontraban Santana y Quinn, a un lado de ellas apareció Rachel, abriéndose paso entre las dos muchachas y yendo hacia Brittany.
— ¡Por dios, Brittany! ¿Qué estás haciendo aquí? —Le preguntó, envolviéndola en sus brazos— ¿Podrías decirme por qué no contestas mis llamadas? ¿De qué te sirve tu celular si nunca lo vas a contestar? Sabes que siempre te llamo cuando…
—Mi celular se mojó, Rachel. —La interrumpió— ¿Dónde estabas tú? Estaba comenzando a pensar que no me llamarías.
Rachel dejó de abrazarla. ¿Que? Parecía inquieta o algo así… Bueno, tranquila no estaba.
—Tuve que ir con un amigo… Lo siento. Te explico luego ¿Sí? Hay que irnos.
No tuvo que decírselo dos veces. Tomó sus cosas y se colgó su aún húmedo bolso en el hombro. Una vez en el umbral, le dio un último vistazo a aquella escena. Quinn estaba de espaldas diciéndole no sabía que tantas cosas a Santana y ella no parecía prestarle mucha atención. Ella tenía la mirada en Brittany. Se miraron. Por un momento no supo de ella misma, solo sabía que no podía apartar la mirada de ahí, de sus ojos. Santana rompió aquel contacto visual mordiéndose el labio y bajando la vista. El piso se le movió de nuevo. Tenía que salir de ahí en ese mismo instante. Para su sorpresa, Rachel la tomó del brazo y se la llevó casi a rastras de ahí.
— ¿Me perdonas? —Le preguntó Rachel mirándola a la cara una vez que encendió el coche y las dos se acomodaron en sus respectivos asientos.
— ¿Que?
Por un momento, Brittany no tuvo idea de a lo que Rachel se refería.
—Por dejarte ahí con ellas. —Le dijo Rachel, consternada y con un tono culpable en la voz—Seguro debió haber sido un infierno.
—Ah, sí. Lo fue —Mintió. Prefería ahorrarse muchísimos detalles, si no era que todos—Pero ¿Dónde estabas?
— ¿Quieres que te diga la verdad?
Brittany la miró dudosa. Frunció el ceño. ¿Sabía que le había mentido con eso del “infierno”?
—Hummm Sí. Por favor.
—Bueno, un amigo me envió un mensaje de que quería verme. Era muy temprano cuando fui y pues… la cita se… alargó… Perdóname. Sabes que jamás te dejaría por un muchacho…
Brittany le hizo un ademán de que parara con su mano y una sonrisa en la cara.
—Rachel, deja de disculparte. —Le dijo—No estoy molesta.
Brittany calló para que Rachel siguiera explicándole sobre su “cita”, pero la castaña no decía nada, lo que era algo sumamente raro en ella. No podía dejar de mirarla, emocionada.
—Bueno Rachel, no te quedes callada. ¡Cuéntame!
Rachel estaba completamente absorta en el camino que tenía delante. Se asustó un poco ante las palabras de Brittany. No la miraba, miraba hacia el frente.
— ¿Contarte? ¿Contarte qué?
— ¡Pues, sobre tu cita! —Le dijo, como si fuera obvio. Le dieron muchas ganas de reír.
—Eso ni siquiera fue una cita. Él me invitó al cine, pero no vimos la película…
— ¡Rachel! —Exclamó Brittany, llevándose sus manos al pecho.
— ¿Q-que? ¡No! No seas tonta… Me refiero a que solo estuvimos sentados charlando en las mesitas. La verdad, tenía mucho sin verlo.
— ¿Te gusta? ¡Tengo que conocerlo!
—Lo conocerás. Pronto lo verás en McKinley. Se cambiará de instituto. Me dijo que quizá éste el próximo lunes ya esté tomando clases en McKinley.
— ¿Se cambiará de instituto por ti? —Preguntó Brittany, conmovida—Rachel, eso es tan tierno… ¿Y qué más pasó? ¿Por qué tardaste tanto?
Rachel se quedó callada. Sonrió.
—Pues éste sábado me ha invitado a su casa. Tendrá una fiesta, y pues…Habla mucho. —Contestó.
—Es perfecto para ti, entonces. —Bromeó Brittany, codeándola— ¿Irás? ¡Iremos!
—Brittany… No lo sé…
—Rachel ¿Bromeas? ¡Quiero conocer al chico! Y estaría bien salir… Ya sabes.
Rachel rió pesadamente.
Su abuela y su obeso gato la recibieron en cuanto Rachel la dejó en su casa. Después de un amplio interrogatorio sobre cómo se encontraba y cómo había pasado la tormenta, y después de que su abuela la obligara a terminarse toda su cena, subió para darse una ducha y ponerse ropa seca. No fue hasta que se vio en el espejo cuando se dio cuenta de que tenía una sonrisa. No era que nunca sonriera, si no que ahora, no había un motivo aparente… ¿O sí?
Se metió en su cama. Se sentía muy cansada, así que se durmió casi al instante, con una sonrisa en el rostro y pasando sus manos una y otra vez por su estómago hasta que cayó dormida.
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:30 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
WOWWW..... ME ENCANTO EL CAP....
APARECIO HANNA!!!!! Y EMILY??!!!! QUE BIEN ME ENCANTAN TE AGRAREZCO POR METERLAS EN LA HISTORIA
HABLANDO DEL ENCUENTRO HANNA SIENTE ALGO O TIENE ALGO CON SAN???? ESO ME PARECIO...
SAN DEFENDIO A BRITT QUE TIERNO COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA SMP SAN SERA LA PROTECTORA DE BRITT!!!!
A BRITT LE PARECIO AGRADABLE EMILY?? ASI NADA MAS DESDE EL PRINCIPIO?? ESPERO QUE SOLO SEA PARA LOE CELOS QUE LOS CELOS DE SAN SE HAGAN PRESENTES!!!!
LO QUE NO M ESPERABA ES EL CARIÑO QUE SE TIENEN QUINN Y SAN.....ASI COMO BRITT YO TMB IMAGINO LO MISMO O POR LO MENOS SOSPECH DE LO MISMO, OJALA Y NO!!! YO SOLO QUIERO BRITTANA Y FAVERRY!!!!! **aunque no estaria mal un pequeño beso para que se dieran cuenta de que no pasa nada de nada-tipo rachel.blaine en la serie.jajaaja es un deseo que te tiro nada mas****
QUE LINDO ESTUVO SU ENCUENTRO EN LA BODEGA...POBRE MI SAN CON MIEDO A LAS TORMENTAS LO DE LA CA NCION JAJAJ QUE TIERNA.....
BRITT YA CAYO!!!!! O ESTA CAYENDO JAJAJAJAJA QUE LINDO!!!!!
SAN SENTIRA LO MISMO??? Y SI NO ES ASI ME ENCANTARIA QUE SE LE DIERA CON LOSBCELOS HACIA BRITT PORQUE CUANDO SIENTAS CELOS ES POR QUE QUIERES A ESA PERSONA QUE TE OOS PROVOCA (AHI FUE OTRA REFLEX CURSI JAJAJA)
BIEN CREO QUE FUE MUCHO POR HOY.......
ESPERO LA ACTU, SALUDOS!!!NATY.
APARECIO HANNA!!!!! Y EMILY??!!!! QUE BIEN ME ENCANTAN TE AGRAREZCO POR METERLAS EN LA HISTORIA
HABLANDO DEL ENCUENTRO HANNA SIENTE ALGO O TIENE ALGO CON SAN???? ESO ME PARECIO...
SAN DEFENDIO A BRITT QUE TIERNO COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA SMP SAN SERA LA PROTECTORA DE BRITT!!!!
A BRITT LE PARECIO AGRADABLE EMILY?? ASI NADA MAS DESDE EL PRINCIPIO?? ESPERO QUE SOLO SEA PARA LOE CELOS QUE LOS CELOS DE SAN SE HAGAN PRESENTES!!!!
LO QUE NO M ESPERABA ES EL CARIÑO QUE SE TIENEN QUINN Y SAN.....ASI COMO BRITT YO TMB IMAGINO LO MISMO O POR LO MENOS SOSPECH DE LO MISMO, OJALA Y NO!!! YO SOLO QUIERO BRITTANA Y FAVERRY!!!!! **aunque no estaria mal un pequeño beso para que se dieran cuenta de que no pasa nada de nada-tipo rachel.blaine en la serie.jajaaja es un deseo que te tiro nada mas****
QUE LINDO ESTUVO SU ENCUENTRO EN LA BODEGA...POBRE MI SAN CON MIEDO A LAS TORMENTAS LO DE LA CA NCION JAJAJ QUE TIERNA.....
BRITT YA CAYO!!!!! O ESTA CAYENDO JAJAJAJAJA QUE LINDO!!!!!
SAN SENTIRA LO MISMO??? Y SI NO ES ASI ME ENCANTARIA QUE SE LE DIERA CON LOSBCELOS HACIA BRITT PORQUE CUANDO SIENTAS CELOS ES POR QUE QUIERES A ESA PERSONA QUE TE OOS PROVOCA (AHI FUE OTRA REFLEX CURSI JAJAJA)
BIEN CREO QUE FUE MUCHO POR HOY.......
ESPERO LA ACTU, SALUDOS!!!NATY.
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
bueno, bueno, bueno esto me sorprendio pero me encanto, a algo le tiene miedo santana!!!! ahora a esperar como sera cuando se vuelvan a ver!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holis :3
Es mi deber informar que estoy completamente en SHOCK!
Primero que nada: San es un AMORSOTE *---* Tan bella, me encantó ver su parte vulnerable con eso de la tormenta y la cancióncita del pastor y las ovejas :3 Supercuchis esas Brittana ¿Esto se puede nombrar como un primer acercamiento? Oh sii Y a pesar de que no le agradeció... Una mirada vale más que mil palabras *Todo lo anterior en tono dramático*
Ahora me quedé en intriga con el fulano amigo de Rachel .__. !M'ija! !Danos nombres! xDD Aunque ya tengo mis sospechas, obvio que no las diré pero sí las tengo
Me choca que Quinn se acerque a Finn y que Puck se esté acercando demás a San y esta no haga nada .__.
Ok, ahora voy con algo que robó mi corazón: Las chicas de Rosewood *w* presentí que me iban a hustar ¿Y que crees? Lo hicieron! Me encantaron! Su llegada al mejor estilo de "Chicas Pesadas" fue buena :3
¿Largo? Que vaa!
Espero la actuu! :D
Es mi deber informar que estoy completamente en SHOCK!
Primero que nada: San es un AMORSOTE *---* Tan bella, me encantó ver su parte vulnerable con eso de la tormenta y la cancióncita del pastor y las ovejas :3 Supercuchis esas Brittana ¿Esto se puede nombrar como un primer acercamiento? Oh sii Y a pesar de que no le agradeció... Una mirada vale más que mil palabras *Todo lo anterior en tono dramático*
Ahora me quedé en intriga con el fulano amigo de Rachel .__. !M'ija! !Danos nombres! xDD Aunque ya tengo mis sospechas, obvio que no las diré pero sí las tengo
Me choca que Quinn se acerque a Finn y que Puck se esté acercando demás a San y esta no haga nada .__.
Ok, ahora voy con algo que robó mi corazón: Las chicas de Rosewood *w* presentí que me iban a hustar ¿Y que crees? Lo hicieron! Me encantaron! Su llegada al mejor estilo de "Chicas Pesadas" fue buena :3
¿Largo? Que vaa!
Espero la actuu! :D
MarLovesGlee<3********- - Mensajes : 603
Fecha de inscripción : 03/10/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
holaaa.. :)
nueva lectoraa :) .. he terminado d leer tu fic y me gustó muucho :D
espero actualices pronto..
besos :)
nueva lectoraa :) .. he terminado d leer tu fic y me gustó muucho :D
espero actualices pronto..
besos :)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Naty_LOVE_Glee escribió:WOWWW..... ME ENCANTO EL CAP....
APARECIO HANNA!!!!! Y EMILY??!!!! QUE BIEN ME ENCANTAN TE AGRAREZCO POR METERLAS EN LA HISTORIA
HABLANDO DEL ENCUENTRO HANNA SIENTE ALGO O TIENE ALGO CON SAN???? ESO ME PARECIO...
SAN DEFENDIO A BRITT QUE TIERNO COMO NO PODIA SER DE OTRA MANERA SMP SAN SERA LA PROTECTORA DE BRITT!!!!
A BRITT LE PARECIO AGRADABLE EMILY?? ASI NADA MAS DESDE EL PRINCIPIO?? ESPERO QUE SOLO SEA PARA LOE CELOS QUE LOS CELOS DE SAN SE HAGAN PRESENTES!!!!
LO QUE NO M ESPERABA ES EL CARIÑO QUE SE TIENEN QUINN Y SAN.....ASI COMO BRITT YO TMB IMAGINO LO MISMO O POR LO MENOS SOSPECH DE LO MISMO, OJALA Y NO!!! YO SOLO QUIERO BRITTANA Y FAVERRY!!!!! **aunque no estaria mal un pequeño beso para que se dieran cuenta de que no pasa nada de nada-tipo rachel.blaine en la serie.jajaaja es un deseo que te tiro nada mas****
QUE LINDO ESTUVO SU ENCUENTRO EN LA BODEGA...POBRE MI SAN CON MIEDO A LAS TORMENTAS LO DE LA CA NCION JAJAJ QUE TIERNA.....
BRITT YA CAYO!!!!! O ESTA CAYENDO JAJAJAJAJA QUE LINDO!!!!!
SAN SENTIRA LO MISMO??? Y SI NO ES ASI ME ENCANTARIA QUE SE LE DIERA CON LOSBCELOS HACIA BRITT PORQUE CUANDO SIENTAS CELOS ES POR QUE QUIERES A ESA PERSONA QUE TE OOS PROVOCA (AHI FUE OTRA REFLEX CURSI JAJAJA)
BIEN CREO QUE FUE MUCHO POR HOY.......
ESPERO LA ACTU, SALUDOS!!!NATY.
Uyyyy a mí me encantó tu comentarioooo! ¿Sabías que adoro los comentarios así de largoooos? Jiji.
Hummmm... Pues no lo sé con exactitud. Creo que debemos averiguarlo y así... La verdad, a mí también me lo pareció... Hasta a Brittany también, pero a ver con qué nos sorprenden. (cejooooon) Y yo creo que Santana sieeeempre va a tener la necesidad de defender a las personas que quiereee (Aún cuando no se da cuenta de que lo hace). Es una bebé. Una bebé bella y sobre-protectora.
Creo que a Brittany le pareció agradable la idea de que pudo conocer a una morena que no la trata con agresividad. Y además de que... Mmmm... Emily no es fea (:3
Bueno, yo creo que sí era de esperarse. Quinn conoce a Santana al derecho y al revés (O bueno...), al igual que Santana la conoce a ella. Yo creo que por eso sería casi imposible que se formara una relación más allá de la amistad entre ellas... Pero una nunca sabe ¿verdad? (cejooooon)
¿Te pareció lindooooo? ¿En serioooooo? Yo me puse en el lugar de Santana y me quedé así de que: NO MANCHES, QUÉ CRUEL. Y más cruel aún para ella tener que confesarle a Brittany lo de la canción... ¡No manches, qué pena! Hasta a mí me dio :S
Y pues sí, nuestra querida rubia al parecer en contra de su voluntad va cayendo en las no intencionadas redes de la arrogante, sarcástica, grosera, aunque tierna Santana Lopez.
Y pues tu "REFLEX CURSI" da en el blanco, mi querida Naty, porque así es. Yo creo que los celos son bieeeen lindoooooos *AHH* Siempre y cuando se queden en eso. Y pues... Quizá... No sé C:
Gracias por comentar y leer :D Un beso!
micky morales escribió:bueno, bueno, bueno esto me sorprendio pero me encanto, a algo le tiene miedo santana!!!! ahora a esperar como sera cuando se vuelvan a ver!
Ohhhh pues quién te entiende Mickyyyyy? Pero que bueno que te encantó :D Y bueno, sí. Debo admitir que a mí también me sorprendió un poquitín. De que terminé de escribirlo y quedé así de que: ":O OMG ¿qué acabo de escribir?" Pero pues, es bueno que te guste :) Y pues, eso parece. Pobre de mi bebé, ha de estar bien confundida la pobre :( Con ganas de meterme y estar así de que: YO TE DESCONFUNDO, MI VIDA.
Gracias por leer y comentar, Micky :D
MarLovesGlee<3 escribió:Holis :3
Es mi deber informar que estoy completamente en SHOCK!
Primero que nada: San es un AMORSOTE *---* Tan bella, me encantó ver su parte vulnerable con eso de la tormenta y la cancióncita del pastor y las ovejas :3 Supercuchis esas Brittana ¿Esto se puede nombrar como un primer acercamiento? Oh sii Y a pesar de que no le agradeció... Una mirada vale más que mil palabras *Todo lo anterior en tono dramático*
Ahora me quedé en intriga con el fulano amigo de Rachel .__. !M'ija! !Danos nombres! xDD Aunque ya tengo mis sospechas, obvio que no las diré pero sí las tengo
Me choca que Quinn se acerque a Finn y que Puck se esté acercando demás a San y esta no haga nada .__.
Ok, ahora voy con algo que robó mi corazón: Las chicas de Rosewood *w* presentí que me iban a hustar ¿Y que crees? Lo hicieron! Me encantaron! Su llegada al mejor estilo de "Chicas Pesadas" fue buena :3
¿Largo? Que vaa!
Espero la actuu! :D
Holiiiiiiiiiis!
Sorry por eso del Shock :C
¿Lo amasteeee? ¿Por qué todos aman ver a mi Sanny sufriiiiiiiiiiiir? :C Bueno, ya sé que se lo merecía por ser algo chiflada y mal portada... Y grosera. Pero, pobrecilla :C Estaba completamente acorralada... Pero bueno... Ya pasó C: JAJAJAAJ "superchuchis" Y no, temo informarte que no se le podría llamar primer acercamiento... Más bien, deberíamos llamarle el SEGUNDO. Porque acuérdate el pasado fin de semana... O bueno, creo que "Acercamiento y medio" sería mas acertado, porque... Ya sabes... Brittany estaba ebria, y vomitó.
Nombre mija, y todavía no acaban :C ¡Te digo que son bien cabezotaaaaaaas!
Nombre, si las chicas de Rosewood son unas completas BADASSES. Uff. Me alegro que así te las hayas imaginado, porque así quería hacerlas, aunque no estaba segura de haberlo logrado :P
Gracias por leer :D
Alysseth escribió:holaaa.. :)
nueva lectoraa :) .. he terminado d leer tu fic y me gustó muucho :D
espero actualices pronto..
besos :)
Holi, Alysseth, nueva lectora :D
¿En serio? Awwhh gracias! Me gusta que te guste C:
Espero poder actualizar hoy, pero me moría por contestar comentarios y así. Aunque, es lo más seguro :D
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo VII: Oportunidades.
Holas crayolaaaaaaaaaas:D ¡Que boniiiiiiiiiiita tarde para subir un laaaaargo laaaaargo nuevo capítulo. Nombre, ahora sí ME PASÉ. Se los juro que no lo digo de dientes para fuera. ENSERIO, ME PASÉ. ME SALIÓ SUUUUUUUUPEEEEEER LAAAAAAAAAAAAARGOOOOOOOOOOOOOOO. Si se duermen antes de acabar de leerlo, SE LOS JURO QUE LO ENTENDERÉ.
Y PUES NADAAAAAAAA, SE LOS DEJO C:
El sonido de su celular fue lo que la despertó. Lo primero que se le vino a la mente fue la mirada fulminante de un color celeste muy intenso junto con las palabras “Me aseguro que nuestros celulares sigan funcionando”. Se rebuscó entre sus sábanas no con la libertad que hubiera deseado gracias a un bulto a su lado. Tomó sin abrir sus ojos el móvil blanco del buró donde tenía una lamparita y donde aún estaba un tazón que anteriormente había tenido cereal. Ni siquiera se molestó en abrirlos para revisar quien era.
— ¿Hola?
— ¡M’ija! ¿Cómo estás? ¿Cómo la pasaste? Estuve muy preocupada. Iba a llamarte ayer, pero ya sabes quién me lo prohibió…
—La abuela. —La interrumpió con una voz baja y ronca, y con una sonrisa soñolienta, sabiendo quién era al instante.
—Sí, ya sabes cómo es… Igual que tú. Por acá también está lloviendo muy feo. Estaba muy histérica. Me dijo que te extrañaba, pero que tampoco iba a dejar que su hija fuese alcanzada por un rayo mientras habla por teléfono… Vimos por el noticiario el estado del clima por allá… Supongo que ahí está Lucy…
—Sí. Aquí está. —Dijo Santana, ya más repuesta e incorporándose en la cama para contemplar que aquel bulto que se encontraba a su lado no se movía—Aún duerme como oso. ¿Cómo supi…?
—Santana, soy tu madre y nadie mejor que yo sabe que no hubieras podido dormir sola. Ya va siendo hora de que se empiecen a alistar para ir a la escuela. ¿O qué? ¿No pensaban ir?
— ¿Sabes la hora que es, Maribel Lopez? —Le preguntó. En parte para reprenderla un poco por haberla despertado y en parte también porque ella misma no sabía qué hora era y quería saber.
—Sí. Son las seis treinta de la mañana. Justo el tiempo que necesitan para hacer todo lo que tienen que hacer y tener un desayuno decente, no como los que tú acostumbras.
—Mamá ¿Sabías que un cereal es una buena fuente de nutrientes y una de las mejores maneras de iniciar tu día? —Le dijo. No iba a dejar que la reprendiera sin dar su lucha— Contienen fibra de trigo, la cual…
—Sí. —La cortó secamente su madre… por teléfono—Pero resulta que el cereal que a ti te encanta comer no contiene ninguna pizca de fibra de “nosequé”. Así que cierras la boca y nada más la abres para cuando Lucy haga de almorzar y comas de lo que haga, porque sé que lo hará.
—Bueno, ya, ya, ya, entendí. Comer lo que Lucy haga. Ya.
No pudo evitar soltar una risita al pronunciar el nombre Lucy. Siempre le causaba mucha gracia.
El bulto que tenía a lado comenzó a rebuscarse perezosamente y a emitir gruñidos de fastidio, que prácticamente le decían: “No sé con quién estés hablando, pero ya cuelga, cállate y vuelve a dormir”.
—Y dile que no se acabe todas mis manzanas, ¡por favoooooooor! —Le imploró su madre por teléfono.
—Haré el intento, má.
—Sanny, ya colgaré. Te llamaré después. Ahora alístate y ni se te ocurra volver a dormir ¿me oíste?
—Está bien, mami. Te amo. —Le dijo, con una sonrisita.
—Sabes que si te vuelves a dormir, lo sabré. —La amenazó.
— ¡Sí, lo sé, mami preciosa, linda, hermosa!
Lo más seguro era que no pudiera volver a dormir. Sus ojos ya no estaban entrecerrados y su voz ya sonaba normal… Bueno, normal no. Ahora sonaba muy feliz y eso no era muy normal, y menos a esa hora de la mañana. Su madre guardó silencio por un momento en el teléfono. Santana había dado por hecho que su madre había colgado, pero no estaba completamente segura. Pensó que se había cortado la llamada o algo así. Cuando estuvo a punto de colgar, su madre la llamó:
—Estás de un humor muy especial hoy… ¿Qué sucede? ¿Ha pasado algo con Noah?
¿Noah? ¿Qué Noah? Ah, sí. Puck. Se le borró la sonrisa que ni se había dado cuenta que tenía, no necesariamente porque de repente se sintiera mal, o triste… más bien, se sintió descubierta.
— ¿Humor especial? ¿Que? ¡No! Mamá… Yo…
—Me lo contarás cuando llegue a casa... Nos…—Se corrigió—Lo contarás. Valentina también mataría por saber, ya la conoces.
—Mamá… Ya. Me voy a duchar.
Su madre soltó una risita por teléfono.
—Sí. Aja. Bueno, tengo que colgar ya. Yo te amo más, m’ija. Adiós, luego te llamo.
Genial, ahora tendría que darle explicaciones a su terca madre y hermana sobre algo que no sabía qué era. Una vez que colgó, se incorporó de nuevo para observar por segunda vez el bulto que se formaba a un lado de ella en la cama. Solo se movía ligeramente de arriba abajo cuando inhalaba y exhalaba.
Tomó una de sus muchas almohadas, la abrazó y lentamente se colocó a horcadas sobre aquel bulto, que emitió un ronco y perezoso gruñido. Santana rió y comenzó a dar ligeros saltos encima, que cada vez se iban haciendo más enérgicos.
— ¡Oh, Quinny! QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY…
Quinn, quien se encontraba con las cobijas hasta la cabeza, se rebuscó debajo de ella y se destapó de golpe hasta debajo de su pecho, pues Santana no la dejaba destaparse más. Estaba claramente molesta. Tenía el ceño fruncido y sus ojos casi cerrados. Arrugó la nariz.
—Te irás al infierno por despertarme a esta hora.
—No seas bebé. —Le dijo burlona y sin dejar de saltarle encima—Me prepararás el desayuno. Órdenes de la superiora.
— ¿Y si no quiero?
A Santana esta respuesta pareció haberla tomado por sorpresa. Dejó de saltar y se aguantó un puchero. Sus cejas poco a poco se acercaban en su ceño, de manera triste.
Quinn sonrió, triunfante.
—No seas tontilla. —Se burló, luego adoptó una actitud falsamente severa—No dejaré que andes por ahí con el estómago vacío, pero como toda buena cheff, necesito MIS agradecimientos.
Quinn ahora tenía una sonrisa torcida y burlona. Oh, sí. Santana se tendría que humillar para desayunar.
La rubia se incorporó en la cama sobre sus hombros y acercándole una mejilla a Santana. Con el índice se la tocó varias veces, dándole una clara señal a la morena, la cual entendió al instante y frunció el ceño.
—Ni lo sueñes, Fabray.
Su amiga ni pareció haberla escuchado, pues seguía señalándole su mejilla con el índice. Santana bufó resignada. De mala gana le dejó un fugaz beso en la mejilla que se estaba señalando.
—Pobre de Puck si es que siempre le das ese tipo de besos.
— ¿Me prepararás comida?
—En cuanto te quites de encima de mí y me dejes ir al baño, te hago lo que quieras.
Santana le dio un almohadazo y se quito de encima de Quinn, quién se levantó de la cama, pero antes de que salir de la habitación se tomó su tiempo para dejarle bien marcado imaginariamente un ruidoso beso en la mejilla y le dijo:
—Así es como se dan los besos.
Ya estaban más que listas para irse de una vez al instituto, solo hacía falta el mentado desayuno, el cual Santana esperaba con ansias. Quinn ya estaba en eso. No era el desayuno más saludable que pudo haber hecho, pero sabía que a Santana le encantaría desayunar unos deliciosos Hot Cakes hechos por ella después de la tormentosa noche que había pasado. Prefirió no pensar en eso y esmerarse en que los panqueques salieran con forma de corazón. Santana preparó dos vasos grandes de chocolate helado para ella y para Quinn y ya la esperaba con tenedor y cuchillo en mano.
— ¡Mmmmmm! —Pronunció con los ojos cerrados y aspirando el rico aroma— ¡Oh, Quinn! ¡Cómo te adoro!
Quinn con una sonrisa de satisfacción colocó los panqueques al centro de la mesa. Santana los examinaba impasible y pasándose la lengua por los labios.
— ¡Los hiciste en forma de nube! —Exclamó alegre e impaciente por comer.
Bueno… Eso la desilusionó un poco, pero podía haber sido peor, porque siendo sincera, ni ella misma les había hallado esa forma, pero bueno… A Santana le gustaban, así que ¿Qué más daba? Sin más, comenzaron a comer.
Las nubes no se habían ido, lo cual aún seguía poniendo de nervios a la morena de sobre manera, aunque era poca la posibilidad de que lloviera de nuevo y ella lo sabía, pero igual, no dejaba de ponerla nerviosa. A demás, ahora las tormentas le traían otra cosa más a la cabeza: Que quizá tendría que darle las gracias a alguien. No, no se le había pasado desapercibido ese pequeñísimo detalle, solo que no sabía cómo hacerlo. Es más… ¿En serio debía hacerlo? Una pequeña vocecilla en su cabeza le decía que aquello no había sido gran cosa… Es decir, ¿Qué tanto le importaba a la rubia aquella pasada situación? Vamos, quizá ya ni lo recordaba. Definitivamente, ninguna suposición la satisfacía del todo.
La profesora Pillsbury se quedó casi boquiabierta al ver a Santana llegar al aula con cinco minutos de anticipación. Alguien debía estar gastándole una broma, pero no. Santana hizo caso omiso al notable asombro de su maestra, pero no le pasó desapercibido.
La impresión de Brittany fue la misma que la de Pillsbury. Por un momento pensó que sus parpados se quedarían anormalmente abiertos para siempre, además de que no se sentía preparada para verla de nuevo. O sea, ¿Qué le iba a decir? ¿Tenía que decirle algo? No era que no hubiera pensado en eso antes… Ni toda la noche… Ni toda la mañana… Solo que, hasta ahora se daba cuenta de que ya no tenía tiempo para meditar sobre la situación… No se había dado cuenta de que había empleado la mayoría del tiempo recordando, no analizando… Apretó sus libros entre sus manos y tratando de ocultar lo obvio, fue a tomar asiento a su lado.
—Has llegado temprano. —Le dijo, más para no quedarse callada y evitarse un silencio muy incómodo.
— ¿No eras tú la que se quejaba todo el tiempo de que siempre llego tarde? Ahora puedes estar feliz. —Le contestó ella, sin verla a los ojos.
—Solo fue una vez. —Replicó la rubia.
—Suficiente para que me colmaras la paciencia y decidiera hacerte caso.
—Ugh.
Bueno, volvía a ser la misma de siempre. ¿Cómo pudo ser tan tonta al creer que sería diferente? Bueno, al menos estaba de grosera y no de histérica. Prefería mil veces que estuviera así a como la había visto el día anterior.
Por su parte, la latina de a un lado estaría golpeándose la cabeza contra la mesa si no hubiera nadie en el aula. Tonta, tonta Santana. Lo acabas de arruinar.
La clase había comenzado hacia quince minutos. Quince minutos que parecían ser eternos. Ya no era por la clase, o por Pillsbury… Ahora era por el horrible y torturante silencio que había entre las dos. Si bien el aula no estaba en completo silencio, ella así lo sentía.
Movía el bolígrafo de tinta púrpura de arriba abajo entre sus dedos sin parar. ¿Qué debía hacer? Procurando que nadie se diera cuenta, le echó un tímido vistazo a Brittany. La chica se encontraba con la cabeza apoyada en sus puños y ni siquiera se percató de la fugaz mirada.
Bueno… Era ahora o nunca. Tomó su cuaderno y lo abrió en una hoja cualquiera, de la cual cortó un trocito, procurando ser lo más cautelosa posible y que nadie se diera cuenta. Escribió en él, y dudando sobre hacerlo o no, lentamente y sin despegar dicho papelito de la mesa, se lo acercó a Brittany. Ella no se percató de aquello hasta que Santana le dio un empujoncito al papel para que la chica lo viera, cosa que pasó.
Volteó con una expresión de incredulidad hacia Santana, pero ella no la veía. En aquel trocito de papel, con letra casi cursiva y de color púrpura se podía leer un:
“¿Estás enfadada?”
¿Estaba enfadada? En realidad no… En verdad no estaba enfadada. ¿Qué debía decirle? En realidad, ni siquiera sabía cuál era su estado de ánimo actual, pero lo que sí sabía es que no estaba muy contenta con ella que digamos… Estaba sentida. Escribió en el papel y se lo regresó a Santana, ella no tardó mucho en leerlo:
“No, pero eso no te importa ¿Verdad?”
Oh, sí. Estaba enfadada, y Santana lo sabía, y hasta lo entendía, ¿pero que no le importaba? ¡Le había escrito una notita, por todos los cielos! Si eso no era demostrar que se preocupaba, entonces no sabía qué.
“Oh, no. Para nada me importa. A mí me encanta arrancar hojas de mi libreta y escribir incoherencias sin sentido porque adoro la idea de malgastar mi papel. Te estoy preguntando en serio ¿podrías contestarme como se debe?”
Genial. Hasta por notitas estaba de sarcástica. Arrancó un trozo un poco más pequeño de su libreta, ya que no quedaba espacio para escribir más en el anterior.
“Estoy bien. Gracias por el interés.” Se leía. ¿Qué le iba a decir? ¿Que odiaba el hecho de que lo del día anterior parecía no tener relevancia alguna para ella?
Santana por su parte, supuso que lo de Brittany significaba un: Estoy bien. Por favor, deja de joder. Entonces, un poco a regañadientes, así hizo.
—Espero que no se hayan olvidado de la tarea que les he encargado para fin de momento…—Llamó la atención Pillsbury en cuanto todos los alumnos comenzaban a salir del aula al final de la clase—Bueno, eso si no quieren reprobar estrepitosamente en mi materia. —Finalizó.
Por su parte, a Santana y a Brittany ya ni les había pasado por la cabeza que se debían juntar para hacer aquel trabajo. Al parecer, las dos posponían aquel deber por obvias razones, pero también era obvio que no podían hacerlo más.
— ¿Te parece si lo comenzamos éste sábado? —Le preguntó Santana, tratando de no mostrar expresión alguna.
Brittany casi se caía del banquillo. ¿Que?
— ¿El sábado? —Repitió, levantándose para irse del aula.
—Sí. —Reafirmó Santana, haciendo lo mismo—En mi casa.
— ¿Y por qué el sábado? —Preguntó extrañada y comenzando a andar, sin dejar de corresponderle la mirada a la latina desde el otro lado de la mesa.
—Bueno… No hay planes, supongo. Sugar tendrá una fiesta familiar, a la que seguro llevará a Kitty. Quinn me dijo que quizá saldrá con Finn. Así que pensé que… No sé… Podríamos.
Ah. Con que ese era todo el meollo del asunto, que Quinn ya tenía planes y ella no quería pasar su fin de semana sola… Su dignidad le dolía.
— ¿O tienes planes? —Le preguntó Santana mirando al techo y sin dejar de caminar, como quien no quiere la cosa.
—Pues sí. —Contestó ella firmemente—Sí los tengo.
Sin darse cuenta, ya estaban en el umbral del aula, aunque tampoco era que les importara mucho donde estuvieran.
—Ah. —Pronunció Santana, ahora con la mirada en el suelo y deteniéndose en el umbral—Bueno… Entonces… ¿El domingo estaría bien?
— ¿Por qué no mañana? —Preguntó Brittany, deteniéndose también, pero dándole la cara.
—Mañana no puedo. —Dijo, muy tajante— ¿Entonces el domingo?
Ah, sí. Seguro ese día lo tendría muy ocupado con Quinn. Sintió un poquito de calor subir a sus mejillas al recordar el pasado domingo.
—Sí. —Accedió por fin— ¿Qué tengo que llevar?
—Tus apuntes. —Le dijo, marchándose de ahí y sin darle oportunidad a Brittany de nada.
Brittany se quedó ahí plantada, viendo como a Santana se le movía su largo cabello al caminar. Esa de verdad no se la vio venir. Cuando se dispuso a ir detrás de ella, escuchó su nombre:
— ¡Brittany!
Por inercia giró la cabeza, mucho antes de poder reconocer la voz y saber que era Sam. Tal vez, con un poco de suerte, podría emprender camino hacia su casillero y hacer como que no escuchó… Suerte que no tuvo.
—Hasta que por fin se me hace verte. —Bromeó el chico.
Brittany rió bajito; en parte por compromiso, y en parte también porque Sam no sabía que ella estaba haciendo lo posible por no verlo. Ya se estaba cansando de la situación, así que ¿Qué mejor que ir aclarando poco a poco las cosas de una vez? No podría estar evitando a Sam toda la vida.
—Hola, Sam. —Dijo, con nada de entusiasmo.
— ¿Cómo has estado? —Le preguntó con una sonrisa. Obviamente, estaba muy entusiasmado—No hemos podido hablar desde lo del sábado…
—Sam…—Lo paró Brittany—No sigas… Yo quiero terminar con esto.
El chico ahora la miraba claramente extrañado.
—Hummm…—Pronunció el chico, confundido y tratando de sonreír— ¿Exactamente qué cosa quieres terminar?
—Sam, por favor. Me caes muy bien, así que trata de no hacerte el tonto. Tú sabes mejor que yo lo que pasó el sábado.
Sam calló un momento. Estaba como pensativo y confuso. El chico entrecerró los ojos y alzó una ceja.
— ¿Te refieres al vómito? Sí, quizá me enojé un poco…—Decía el chico, ahora—Pero trata de entenderme… Esos converse son mis favoritos y…
—Espera… ¿De qué estás hablando? —Interrumpió Brittany, no entendiendo nada de lo que el rubio estaba hablando. Se perdió— ¿Vómito? ¿Qué vómito?
—Hummm…—Pronunció de nuevo el rubio, dudoso sobre contar la verdad obviamente olvidada para Brittany, pero ya que…—Bueno… Tú vomitaste sobre mis converse mientras hablaba con Santana, y…
— ¿C-Con Santana? —Preguntó, deseosa de que hubiera escuchado mal, y con los ojos como platos— ¿D-De qué?
—No recuerdo. —Mintió el chico, rascándose la cabeza—Escucha… Yo…
— ¿Entonces no tuvimos sexo?
Sam abrió mucho los ojos de la impresión y parpadeó varias veces.
—N-No. —Contestó. — ¿Por qué pre…?
¡Esa maldita de Santana!
— ¿Y ahora mismo tampoco quieres?
Obviamente, Brittany no se tomó el tiempo para pensar como sonaría aquella pregunta en voz alta. ¿Entonces Sam no la buscaba por eso? ¡Ella llevaba toda la semana pensando que así era! El rubio se quedó estático, y Brittany también. Estaba claro que debía aprender a pensar bien las cosas antes de decirlas.
—Hummm… Ahora, creo que deberíamos conocernos primero…—Contesto el chico, claramente atónito y dudoso.
La verdad era que casi ni escucho la respuesta dudosa del chico. Estaba que escupía veneno por la boca, y no de dientes para afuera, en serio sentía que cualquier palabra que pudiera decir en aquel momento sería mortalmente venenosa. ¡Santana era una idiota! ¡Una cretina de las feas! ¡¿Qué puta necesidad tenía de inventarle algo así?! Ahora mismo podía imaginársela partiéndose en dos de la risa… Tenía que hallarla ahora mismo… La iba a ver… Ya.
Dando largas y muy marcadas zancadas, se dirigió hacia su casillero, en donde sabía que iba a encontrar a la responsable de toda su ira, pero no estaba, a la única que encontró fue a Quinn, que la saludó con una sonrisa, pero se le borró al analizarla.
— ¿Brittany, qué sucede? —Le preguntó, extrañada y con el ceño ligeramente fruncido.
—Bien, Quinn… —Casi le gritó, pero aún controlando su tono de voz— ¿Dónde está? ¿Dónde la escondes?
Quinn frunció aún más el ceño.
— ¿De qué hablas?
— ¡Estoy hablando del demonio recién salido del infierno que tienes por amiga! —Ahora ya no se controló, obviamente— ¡¿Dónde putas está?!
Quinn hizo una mueca y se pasó las manos por su cabello, en muestra de impotencia y cansancio. Obviamente estaba hablando de Santana.
— ¿Ahora qué hizo? —Preguntó con desgana, después de soltar un suspiro y colocarse las manos en la cintura.
— ¡Solo dime dónde está, Quinn!
Era obvio que Quinn jamás había visto tan alterada a la ojiazul, pero no le sorprendía. Sabía que era cuestión de tiempo para que Santana le hiciera alguna jugarreta pesada. Más bien, se le hacía raro que hubiera tardado tanto.
—Ahora se fue. —Contestó Quinn, aún con desgana—Y no la volverás a ver en todo el día.
—Me estás jodiendo ¿verdad?
—Na-ah. —Negó la ojiverde.
Brittany soltó aire como toro y se pasó una mano por el cabello. Con más fuerza de la necesaria, giró la perilla de su casillero, guardó sus libros, los cambió por otros y aventó la puerta de su casillero para cerrarlo, causando un estruendoso sonido de hojalata chocando, y que Quinn diera un ligero saltito.
— ¿Cómo pude? Yo… ¡Esa maldita diabla latina…!
Quinn negó con la cabeza y bajó la mirada después de que una muy enfadada Brittany doblara por el pasillo y así se perdiera de vista. Soltó un suspiro.
—Ay, Santana. La has cagado.
El día de escuela terminó, y en efecto, Brittany no volvió a ver ni el rastro de Santana durante el resto del día. Esto solo hacía que la furia acrecentara aún más. Ni siquiera la volvió a ver para la práctica de Cheerios, pero esto en cambio, no hizo que la furia acrecentara. Supuso que eso debía darle puntos de más con Sylvester, ya que la entrenadora había puntualizado que odiaba la irresponsabilidad de Santana y el hecho de que parecía no importarle faltar a los ensayos. Pero al día siguiente… Oh, al día siguiente Santana Lopez no se iba a librar. ¿Mentirle sobre tener relaciones sexuales completamente borracha con un chico que bien apenas conocía? Eso sí era muy pasado.
Pero al día siguiente, tal fue su sorpresa que Santana no se apareció en clase de Pillsbury, donde Brittany ya tenía en claro que sería el escenario donde podría decirle a la latina hasta de lo que se iba a morir. Tampoco se apareció por los casilleros, y Quinn no le decía nada sobre su paradero, aunque claro, tampoco le iba a preguntar. Okey, bueno. Ya. Ya basta, Santana. Eso ya no era divertido. ¿Por qué no podía aparecerse de una vez para que Brittany pudiera enfrentarla y luego preguntarle donde había estado y por qué la ausencia? Pero no. Santana no apareció en todo el día. No podía estarse ocultando de ella ¿No? Estaba segura de que Santana jamás le daría tal importancia, además de que ni siquiera estaría percatada de que ya sabía que le había mentido. ¿Ahora dónde diantres se había metido esa mujer?
El sol se estaba ocultando ya, eso podía verlo entre las persianas de su sala, mientras ella buscaba algo para ver en la televisión. No encontró nada interesante a su criterio. Presionó el botón rojo que se encontraba en la parte superior del control que tenía en sus manos, y la pantalla de plasma que se encontraba colgada encima de la chimenea se tornó negra. Santana pudo ver su borrosa y opaca silueta en aquella pantalla. No estaba muy orgullosa de lo que veía… pero estaba cómoda. Ahora se acomodó en el sillón de frente al techo y observándolo como nunca lo había hecho, con las manos detrás de su cabeza. Bueno, en realidad no lo estaba observando… Pero no sabía exactamente porque prefería ver eso que a la pantalla de plasma que tanto trabajo le había costado comprar. Una sonrisa se le escapó al recordar la expresión en el rostro de su hermano Diego en cuanto la vio. Sí, definitivamente, todo valía la pena.
—El sábado más aburrido de la historia. —Para mí. Se recordó a regañadientes.
Pensó en llamar a Quinn para ir a comprar algo de su cerveza favorita y beber juntas, pero recordó que la rubia había salido con Finn. No le molestó tanto, de hecho, sentía lástima por el chico. Sabía lo olvidado que lo había tenido Quinn, así que hasta casi se alegró por él, pero no por Quinn, porque sabía que le esperaba una muy aburrida noche.
—Es tu culpa por preferirlo a él antes que a mí, Quinny. —Se burlaba en voz alta, aunque sabía que nadie la escuchaba—Te lo mereces.
En eso, el timbre de llamada de su celular la alertó de que alguien quería hablar con ella. Lo tomó del estante que tenía cercano a su cabeza y observó las cuatro letras blancas que resplandecían en la pantalla, dudosa sobre contestar o no.
— ¿Puck? —Dijo al teléfono, cuando decidió contestar.
— ¿Cómo va tu día? —Escuchó preguntar a Puck por el móvil.
—Aburrido. —Contestó ella, rodando los ojos aunque sabía que nadie la veía— ¿El tuyo?
—Igual. —Le contestó él, y Santana pudo escuchar la sonrisa en sus labios.
Santana la verdad no tenía muchas ganas y tampoco temas sobre qué hablar. Esperaba que Puck hubiera olvidado el beso de la otra vez… Que de hecho, ese mismo día se cumplía exactamente una semana de aquello y ni se había percatado. Le agradaba bastante Puck, y le encantaba cuando el chico se comportaba como un amigo sin segundas intenciones… Así que no. Imposible.
— ¿Te molesta si voy a tu casa y bebemos un poco?
Sin mentir, eso no sonaba nada mal.
Brittany y Rachel subieron al Jeep Wrangler azul marino en donde, supuso Brittany, “el chico de Rachel” venía por ellas. Durante todo el camino se arrepintió un poco sobre haberse invitado sola a ir a esa fiesta, pues a pesar de que el chico fue extremadamente cortés y educado con las dos, Brittany no tardó en sentirse el temido “mal tercio”. Habían llegado a un vecindario completamente desconocido para ella, y las casas de aquel vecindario no eran para nada humildes. Casi todas eran de dos pisos, con grandes jardines y en todos los grandes porches veía más de un lujoso automóvil. El chico de cabello castaño y rizado, y que Brittany pensó, era muy bien parecido y que se había presentado como “Jesse”, estacionó la camioneta a tres autos de donde se originaba la fiesta. Claro, esperaba un poco más de entusiasmo en su castaña amiga, pero se veía contenta y eso era lo que contaba.
No tocaron el timbre, como no lo habían hecho tampoco una semana anterior en casa de un simpático asiático. Giraron la lujosa perilla dorada con pequeñas incrustaciones cristalinas para dar con un amplio y lujoso recibidor, que daba directo con las escaleras que llevaban al segundo piso de la casa.
Okey, ¿Qué diablos hacía ahí?
— ¿Esta es tu casa, Jesse? —Preguntó Brittany, tratando de no sonar asombrada. Rachel casi le daba un puñetazo.
—Oh, no. —Negó él, con una sonrisa y una voz realmente encantadoras—Es la casa de una muy buena amiga. Luego la conocerás.
No se sentía muy cómoda en aquella lujosa casi mansión. Decidió apartarse de Rachel y Jesse, porque prefería estar sola y beber que “de mal tercio”, no sin antes justificarse con su castaña amiga diciéndole cualquier pretexto y que no tardaría en volver, cosa que no pensaba cumplir.
Sin más, se abrió paso entre la abarrotada casa en busca de la cocina, la cual, no tardó mucho en encontrar. La gente de ahí ya se veía algo alcoholizada, pero no hizo caso. Al centro de la cocina, había una de esas mesas blancas desplegables, y encima de ella había muchos tipos de alcohol: Whisky, whisky americano, ron, vodka, tequila, mezcal, licores y muchos otros tipos de bebidas que ni siquiera sabía que existían. A un lado, veía también vasos rojos apilados y unas botellas de refresco. Veía de todo, menos cerveza… Pero, debajo de aquella mesa pudo ver una hielera de tapa blanca y azul, como si alguien pretendiera esconderla. Se agachó para abrirla y encontrar lo que deseaba: botellas verdes de etiqueta verde oscuro, donde al centro de un círculo dorado se leían unas dos equis de color rojo oscuro. Rebuscó hasta debajo de aquella hielera, en busca de las más frías, cuando vio que una mano morena también hacía lo mismo. Por un momento, pensó que por fin vería a Santana, cuando al alzar la mirada hacia la dueña de aquel moreno brazo, se dio cuenta de que no era la morena que había deseado ver, pero que sí le sorprendía, y al parecer, a ella también le sorprendía de la misma manera verla ahí.
— ¿T-tú aquí? —Titubeó una confundida y asombrada morena. Una morena que ya conocía, y no de la manera que hubiera deseado.
Brittany se puso de pie y alzó sus manos, como diciendo que venía en paz.
—Oye, tranquila. —Dijo, antes de cualquier otra cosa—Yo estoy igual de pasmada que tú. No sabía que esta era tu casa.
—No es mi casa. —Aclaró la morena, abrazándose a sí misma y sintiendo por accidente su cerveza en su antebrazo— ¿Qué haces aquí?
—Bueno, yo vengo acompañando de más a una amiga… —Explicó Brittany, viendo como la morena no quitaba la vista de la cerveza que había tomado— ¿Te molesta? —Le preguntó—Si quieres, puedo dejarla…
—Oh, no no no…—Se apuró a decir—Quédatela. Supongo que la necesitas más que yo. Aunque, creo que también te la mereces. —Agregó—Diste con el tesoro.
—Bueno, no creo que eso sea un gran mérito, teniendo en cuenta que puedo verla desde aquí. —Señaló con la mano que sostenía la cerveza hacia la supuesta escondida hielera, haciendo que la pelinegra que tenía en frente se girara para comprobar lo cierto.
— ¿Quieres la cerveza o no? —Preguntó una derrotada chica.
Brittany estaba tratando de sacar el corcho de la cerveza, pero no podía. Iba a empezar a buscar algún destapador, cuando la morena que tenía en frente le quitó la cerveza de las manos y la abrió con las suyas, regresándosela.
—Siempre he querido hacer eso sin terminar adolorida. —Confesó Brittany, divertida y llevándose la recién abierta cerveza a la boca y dándole un sorbo.
—Años de práctica. —Bromeó la chica, abriendo la suya y haciendo lo mismo.
Si bien lo había pensado, Emily no parecía ser tan mala persona, como las demás chicas de Rosewood. Supuso que ellas también estaban ahí, eso era lo más obvio, pero no veía a ninguna por ninguna parte. Esperaba, más bien, deseaba no encontrárselas, y menos a Hanna. Ella tenía sus razones para desear lo que deseaba. Por fin, una morena común y corriente con la que podía charlar libremente sin comentarios groseros ni sarcásticos, y que además no le inventaba que se había acostado con un casi desconocido en estado casi de inconsciencia. ¡Muy bien!
—Supongo que tengo que llevarme mi tesoro de la cocina si es que quiero beberme al menos cuatro botellas. —Dijo la morena, con la mirada en la hielera “escondida”.
— ¿En qué momento pensaste que lo habías escondido bien?
—Uff. No lo sé. —Confesó divertida la chica.
Emily arrastró la hielera de debajo de la mesa para así alzar una larga manecilla y llevársela arrastrando. Hasta ese entonces Brittany se dio cuenta de que dicha hielera contaba con dos rueditas. La morena siguió caminando hasta detenerse en el umbral, al darse cuenta de que Brittany no la seguía. Giró un poco su cabeza para darle la cara.
— ¿Piensas quedarte ahí parada toda la noche o piensas ayudarme a terminarme todo esto?
Brittany se encogió de hombros y le dio otro sorbo a su cerveza.
Siguió a Emily hasta una pequeña salita que se encontraba algo escondida. Era como una tipo oficina, solo que aún sin serlo. La verdad, era muy cómodo. La habitación no era ni muy grande ni muy pequeña. Había un escritorio que albergaba unos cuantos gruesos libros, mientras que en la pared había estanterías donde había más libros aún. También había una salita de piel color café claro, que daba frente a una plasma gigantesca. Emily estacionó la hielera a un lado del sofá donde ella se sentó, tomó el mando que se encontraba encima de una mesita y a un lado de una lamparita que era la única fuente de una tenue luz amarillenta, y encendió la televisión. Dio unas palmaditas a un lado y no tan cerca de ella para indicarle a Brittany que debía sentarse. Ella entendió y sin más, se sentó al otro extremo del corto sillón. La verdad, el sillón también era muy cómodo. Todo en aquella habitación gritaba que ahí podías pasar un buen rato, además de que la movida música no tenía tanto volumen ahí.
Emily cambiaba y cambiaba canales mientras le daba otro sorbo a su cerveza, al más puro estilo de TED, completamente ajena a la mirada de Brittany.
—Pareces estar muy a gusto aquí, tomando en cuenta de que esta no es tu casa. —Le dijo sin quitarle la vista.
— ¿Quién no podría sentirse a gusto aquí? —Se justificó Emily, con una sonrisa—Quiero decir, una televisión. Sillones pequeños, pero amplios. Libros, y ahora, cerveza. Además, —Agregó—No quiero sonar engreída, ni confianzuda, ni nada por el estilo, pero me puedo jactar de que a pesar de no ser mi casa, conozco casi cada rincón de ella.
De hecho, no sonaba engreída, pero sí con confianza. Ya no se parecía mucho a aquella morena que había visto en el campo de futbol y que casi se escondía detrás de Hanna y que apenas había articulado palabra. Ahora, parecía contenta y completamente a gusto al entorno, y de hecho, lo estaba.
— ¿Qué te hace poder jactarte de eso? —Preguntó antes de darle otro sorbo a su cerveza, casi acabándosela.
—No sabes de quién es ésta casa ¿Verdad?
Brittany negó con la cabeza. No, no lo sabía.
—Bueno, pues me doy el gusto de informarte de que estás sentada nada más y nada menos que en los sillones de la casa en donde reside Hanna Marin.
Brittany sintió la repentina necesidad de alejar su trasero de aquel sillón donde ya se había acomodado muy bien. Abrió mucho los ojos y se contuvo de ponerse de pie, pero su cuerpo ya había reaccionado antes de pensar bien que sería muy raro que de repente se alejara de aquellos sillones, así que todo eso quedó como un pequeño e instantáneo movimiento raro. La morena rió tímidamente, aunque perfectamente audible.
— ¿Te das el gusto?
—Sabía que reaccionarías así. —Le confesó divertida.
Brittany ahora se sentía algo tonta por haber pensado que quizá esa morena podía ser algo de Santana. Ahora para ella era obvio que no era así. No se parecían en nada. Bueno, tal vez en el físico si se daban un aire, pero no. Emily aún tenía sus facciones más delicadas y hasta un poco más pulidas que la latina. Emily no parecía latina. Emily no tenía unas grandes y algo infladas mejillas a las que de vez en cuando les aparecían unos pequeños hoyuelos cuando sonreía. Aunque claro, Emily era agradable. Se le hacía demasiado fácil estar con ella.
De pronto, un pensamiento le invadió la cabeza, completamente en contra de su voluntad: Santana le había pedido que se juntaran ese sábado para el trabajo asignado por Pills. Probablemente, en ese mismo momento, Santana estaría sola en su casa, sin saber qué hacer y con el cielo nocturno notablemente nublado, y ella… Bueno, ella estaba pasando un buen rato. ¿Pero por qué se preocupaba? O sea, estaba enfadada. Enfadada quedaba demasiado corto. Estaba furiosa con ella. Pero no había sabido nada de la morena en un día y medio. Eso era demasiado. Y… Debía admitir que le aterraba un poco la idea de no poder verla el domingo, aunque solo fuese una idea.
No tenía idea de cuantas cervezas se había tomado. No le gustaba eso de ir contando las cervezas bebidas, pero el hecho de que Emily ya se hubiera bebido un six-pack completo le hacía suponer que ella también lo había hecho.
—Piensas mucho ¿verdad? —La cuestionó la morena, con el entrecejo algo fruncido.
—Por desgracia.
Ugh. Se iba a odiar el resto de su vida por eso, pero ahí iba Brittany.
— ¿Tienes auto?
A Emily esa pregunta pareció tomarla ligeramente por sorpresa. Asintió, un poco dudosa.
—Algo así. ¿Por?
Brittany aspiró aire; con la esperanza de que hubiera algún mosquito, aspirarlo y se le atorara en la garganta para así no pedir lo que iba a pedir, pero no. No había.
— ¿Sería mucho pedirte que me llevaras a una parte?
No supo cómo, pero antes de que se diera cuenta -y eso que se había esmerado mucho por hacerlo-, ya se encontraba en el vecindario donde vivía Santana. Emily se aparcó quedando exactamente frente a la puerta de entrada de aquella casa. Sí, Emily la había llevado en el áltima plateado que había visto la otra vez. La verdad era que olía muy bien. Tenía uno de esos aromatizantes para auto que hacía que oliera a “fresas frescas” y, que combinado con la limpieza de aquellos interiores, solo hacían el viaje más placentero.
Se despidió de Emily, no sin antes darle las gracias por llevarla. Emily la despidió efusivamente desde el auto. Se plantó frente a aquella blanca puerta. El umbral estaba iluminado por una tenue luz, así que podía ver sus manos temblorosas, inseguras y sudadas. Ahí fue cuando realmente se paró a pensar: ¿Qué diablos hacía ahí? ¿Cómo se dejó a sí misma llegar hasta aquella puerta? No sabía cómo sus manos podían actuar solas y tocar el botón del timbre a un lado de la puerta. Insistía e insistía, pero nadie abría. Quizá Santana después de todo sí había salido, pero a través de las ventanas veía luz. Ahí tenía que estar.
Giró dudosa la perilla de la puerta, para encontrar que estaba abierta. Lentamente empujaba la puerta con su cuerpo, más por temor a ser vista que por otra cosa, aunque, obviamente, en algún momento Santana aparecería por alguna parte y la vería, pero a pesar de estar haciendo lo que estaba haciendo, anhelaba que aquello no sucediera pronto.
Con sigilo, fue introduciéndose por el recibidor, y procurando hacer el mínimo ruido cerró la puerta. Escuchó risas. Unas risas no muy sobrias. Pudo notarlo. Eran claras risas de ella, y de un hombre. Era inconfundible.
Al diablo con el maldito sigilo. Se quedó estática al llegar a la sala y ver a Santana tirada en el suelo de su sala y recargada al pie del sillón, en completo estado de ebriedad, con una botella casi vacía de whisky, y Puck siguiéndole el rollo. Definitivamente, lo último que esperaba y deseaba ver.
— ¡¿Santana?!
La morena alzó torpemente la vista y frunció el ceño. Sus ojos casi estaban cerrados.
— ¿B-Brittany? —Preguntó confundida desde el suelo y a un lado de un borracho Puck.
— ¡¿Es esta tu idea de un sábado sin planes?!
—Es que no tenía planes. —Dijo ella, con un tono de voz que no sabía si lo estaba haciendo intencionalmente o no, pero sonó algo adorable.
Tomó a Santana de los brazos y con sumo cuidado, la apartó de Puck y la sentó –casi acostó- en el sillón más apartado de él. El chico se estaba quedando completamente dormido y ni se percató de aquello.
—Dame eso. —Le ordenó, tratando de quitarle la botella de whisky de las manos.
— ¡No! —Gritó la morena, esquivando los intentos de Brittany, para al final abrazar la botella contra su pecho.
Brittany se dio cuenta de que sería imposible despegar aquella botella de ahí. Necesitaba ayuda. Mucha.
Comenzó a buscar entre aquella mesita de centro repleta de latas de cerveza vacías, una que otra colilla de cigarro y unas cuantas bolsas de papas fritas en busca del móvil blanco de Santana. Sabía que tenía que llamarla, aunque por mucho no quería.
Una vez que lo encontró, se inmediato fue hacia los contactos y tecleó una rápida “Q”. Solo hubo un resultado, y se leía exactamente lo mismo: Q. Se alivió un poco de que no la tuviera guardada con algún apodo comprometedor y tonto. Sin pensarlo, tecleó la parte verde de la pantalla y se colocó el móvil en la oreja.
— ¿Sanny? —Oyó por la otra línea— ¿Qué sucede?
— ¿Quinn? Soy Brittany.
— ¿Quinn? ¡Quinny! —Gritaba torpemente Santana, en busca de quitarle su teléfono, pero Brittany la esquivaba y la apartaba con su brazo libre.
— ¿Brittany? ¿Qué haces ahí? ¿Qué sucede? ¿Esa que se escucha es Santana?
—Sí. —Confirmó Brittany—Quinn, ella está ebria. ¿Podrías venir?
— ¿No estabas con Rachel? Digo… O sea… ¿No saliste…?
—Santana me envió un mensaje. —¡Vaya! No se le pudo haber ocurrido una mejor mentira-excusa bajo presión—Me pidió que viniera a su casa, y pues lo hice…
—Yo no te envié na…—Le tapó la boca a Santana, anhelando que Quinn, por azares de lo que sea, no hubiera escuchado.
—Ah… Entonces ¿Quién está ahí?
—Pues solo Santana y yo… Ah, y Puck.
— ¿Y ya? ¿Solo ustedes?
—Sí, Quinn. No veo a nadie más.
—Ah... —Escuchó por el móvil—Bueno… Entonces, voy para allá.
—Por favor, no tardes. —Dijo una desesperada Brittany, para así terminar con aquella llamada.
No le había prestado mucha atención al hecho de que ahora Santana estaba literalmente encima de ella. Sentía gran parte de su peso sobre ella y la morena solo parecía torpemente interesada por arrebatar el móvil de la estirada mano de Brittany, quién la estiraba aún más al ver las intenciones de la latina.
De repente, Santana pareció rendirse. Poco a poco fue dejando de estirarse y ahora dejándose caer encima de Brittany.
—Ya viene Quinn. —Le dijo.
—No me trates como a una bebé, y a Quinn no la trates como a mi mamá. —Replicó Santana con la lengua enredada. Aunque en su voz no se notaba ningún tipo de reproche. Eso había sido como un simple comentario.
—Santana… Pareces una bebé.
No estaba bromeando, en aquella posición, Santana sí parecía una bebé. Se encontraba recostada estómago abajo sobre el regazo de Brittany, y si a eso le sumaba que de vez en cuando se empinaba en su boca la botella casi vacía de whisky…
— ¿Por qué has venido? —Le preguntó, con un rostro muy confundido.
¿Debía decirle la verdad? Después de todo, estaba ebria. Sería como escribir tu diario en la arena de alguna playa. La marea se lo llevaría todo, en éste caso, una oscura marea embotellada en vidrio…
—Estaba muy molesta contigo. —Se sinceró.
—Perdón. —Le pidió.
Brittany parpadeó varias veces después de abrir los ojos como platos. Esa posición solo hacía sumamente difícil para Brittany verle la cara, así como también encontrar otro lugar donde posar sus manos y que no fuera su tentador trasero. Vaya… Esperaba al menos un poco de lucha por parte de la linda ebria, pero no.
— ¿Perdón? —Repitió dudosa— ¿Por qué?
Brittany suponía la respuesta, pero no podía evitar preguntar.
Santana lentamente se sentó en el sillón con toda la normalidad que el alcohol le permitía y quedar frente a Brittany, no dándose cuenta de la cercanía entre ellas. Le dirigía a Brittany una cara adormilada y no muy receptiva.
—Sé que debí agradecerte por lo que hiciste por mí el…—Se quedó pensativa—El… Ese día. —Dijo, no consiguiendo acordarse del nombre de aquel día lluvioso.
Brittany podía sentir el olor etílico de Santana combinado con un dulce olor a Vainilla. La tenía a escasos centímetros y la proximidad era muy agradable… Bueno, no agradable, pero sabía que no quería que Santana se apartara de ella ni un milímetro, aún aunque estuviera en completo estado de ebriedad.
—Miércoles. —Completó ella.
—Sí. —Reafirmó Santana, dando un torpe y pequeño cabezazo—Eso. Miércoles.
—Aún no sé por qué pides perdón.
— ¿Me vas a hacer recitarlo todo? —Preguntó, casi suplicante de que no fuera así.
—Sí. —Admitió Brittany. ¿Qué? No todos los días tenía a una Santana borracha y accesible.
—Pues no puedo. Tendrás que conformarte porque ahora ni recuerdo qué te estaba diciendo.
Bueno, tampoco era que le ilusionaba mucho la idea. No, ya, en serio, si Santana iba a disculparse con ella por las cosas que haya hecho o las que no, la rubia prefería que lo hiciera sobria. Aunque tenía razón en algo: No todos los días tenía a una Santana borracha y accesible.
— ¿Por qué estabas tan asustada ese día? —Le preguntó.
—No sé de qué hablas.
Brittany no supo si lo decía en serio o se estaba mintiendo para evitar contestarle.
—De ese día. Del miércoles. ¿Te dan miedo las tormentas solo porque sí?
Santana dirigió su ausente y achispada mirada hacia algún punto en el suelo. Su expresión era completamente diferente. Brittany no supo cómo interpretar aquello.
—Sí.
—Por favor. Nunca vi a nadie actuar de la manera en que actuabas tú. Quiero saber por qué. —Insistía Brittany—En serio, me asustaste. —Confesó.
—Yo también quiero saber, Brittany. —Fue lo único que dijo.
Sintió un cosquilleo ante aquella última oración. Nunca la había oído pronunciar su nombre de aquella manera. Por un momento la tomó por sorpresa. Decidió que quizá lo mejor era no insistir, aunque eso no quería decir que le diera igual.
—Entonces quiero saber otra cosa…
— ¿Mmhmmm? —Pronunció Santana, en señal de que prosiguiera.
— ¿Por qué me inventaste que me acosté con Sam?
Esa pregunta sonaba más bien como reproche. Santana, a pesar de que parecía que podría quedarse dormida en aquel momento, claramente se incomodó.
—Yo… No sé.
—Santana… Me dijiste que me habías encontrado en la cama con él.
—Ya te dije que no sé por qué lo hice, Brittany. —Confesó la latina—Yo no entiendo la razón del por qué hago la mayoría de las cosas que hago, y menos ahora contigo aquí.
Escuchó una no tan cercana vibración y unos nudillos golpeando la puerta de entrada. No lograba acordarse en qué momento había dejado su celular encima de la mesita central. Se puso de pie para cogerlo y fue a abrir la puerta, dándose cuenta en un vistazo de que Rachel la estaba llamando al teléfono. Diablos. Había querido evitar pensar en ella durante toda la noche. Sí, se había olvidado por completo de avisarle que se iba. Se preparó para la batalla campal.
—Hey. —Consiguió decir tímidamente, dirigiéndose en parte a Rachel y en parte a Quinn, quién la veía desde el umbral con unas cuantas cosas en sus manos y que le fue imposible averiguar qué eran.
—Brittany Susan Pierce ¿Dónde carajos estás?
— ¿Cómo va tu cita con Jessie?
—No te atrevas a siquiera tratar de evadirme, Susan. Te lo preguntaré de nuevo: ¡¿Dónde diantres te encuentras?!
—Un homicidio no se vería bien en el repertorio de una aspirante al estrellato en Broadway…
— ¡Brittany!
—Estoy en casa de Santana. —Soltó por fin.
—Ya voy para allá.
— ¡Rachel! ¡Espera…!
Rachel había colgado.
— ¿Qué haces, querida Quinny?
Esto lo preguntó Santana, colgándose al cuello de una evidente molesta rubia que se encontraba meneando una mezcla viscosa verde en una sartén calentada por la estufa, una vez que se acabó otra lata de cerveza.
—Ya deja de beber. —Le ordenó Quinn con el entrecejo fruncido—Nadie aquí está bebiendo más que tú. Estás haciendo el ridículo.
—Voy a dejar de beber porque ya se me acabaron las cervezas, no porque me lo has dicho tú. —Dijo una torpe y aún borracha Santana mientras volvía a la sala de estar y volvía a acostarse sobre las piernas de Brittany, quién solo estaba sentada en el sillón, aparentemente haciendo nada.
Llamaron a la puerta.
—Es Rachel. —Anunció Brittany, con plan de ponerse de pie.
Santana rápidamente se aferró al tronco de Brittany con sus brazos y escondió su rostro en el plano estómago, impidiéndole a ésta efectuar lo que tenía planeado.
—No te vayas.
— ¿Quinn? ¿Podrías ir a abrir la puerta?
— ¿Y-yo? —Titubeó la rubia nerviosa desde la cocina— ¿Por-por qué no vas tú?
Brittany señaló a Santana abrazada a su cuerpo y luego le lanzó una mueca de no poder hacer nada. Quinn lo supo. Lanzó aire por los orificios de su nariz ruidosamente y de mala gana soltó la cuchara con que meneaba la sartén.
—Yo tengo que hacer todo en esta casa. —Murmuraba enfurruñada entre dientes mientras se dirigía hacia la puerta.
Oyó otros tres golpecitos seguidos a la puerta mientras su mano titubeaba sobre la perilla.
Ya. Vamos, Quinn. No seas bebé.
Abrió la puerta y ahí estaba la castaña, que parecía sorprendida de verla ahí. No entró, solo se quedó ahí en la entrada, estupefacta.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó la castaña con voz baja en el umbral.
— ¿St. James? ¿Enserio? —Le preguntó ahora la rubia furiosa y casi en un suspiro.
Esto a la castaña la tomó un poco por sorpresa… o quizá no.
—No te importa. —La cortó.
—Pero claro que no me importa. —Dijo ahora con falsa obviedad, casi burlándose—Quiero decir, no pudiste haberte conseguido otro chico más patético y arrogante.
—Él no es patético, y mucho menos arrogante.
Quinn abrió los ojos más de lo normal, apretó sus puños y frunció los labios. Todo en menos de una fracción de segundo.
—Ahora lo defiendes.
—Claro que lo hago. Estoy saliendo con él.
No era que no lo supiera ya, o no se lo imaginara, pero escucharlo dolía. Oh, vaya que lo hacía.
— ¿Rachel? ¿Eres tú? —Gritó Brittany desde el sillón, estirándose un poco para comprobar si su amiga estaba ahí, pero sin lograr ver nada gracias a los muros que le impedían la vista.
Si planeaban seguir discutiendo o incluso hablando sobre cualquier otra cosa, debían bajar la voz.
—Claro que estás saliendo con él. Ya veremos cuanto te dura.
— ¿Nos vamos, Britt? Jesse nos está esperando.
— ¿Has venido con él? —Preguntó Brittany desde el sillón de donde no se había movido.
— ¿Con quién si no? Anda.
Eso le sorprendió. Brittany ya había preparado su carta de despedida y las canciones que quería para su velorio para cuando Rachel la matara cuando llegara, pero no. Ahora podía considerarse afortunada, y si se consideraba un poco inteligente también, no diría nada, así que no lo hizo.
—Espera, Rach. ¿Quinn, que pasará con Puck?
—Oh, cierto. Puck.
Brittany se había olvidado por completo del chico dormido en el suelo de la sala, y estaba de más decir que Santana también. Quinn muy apenas se había dado cuenta de que estaba ahí. No era que se preocupara por él, y menos que le agradara, es que le incomodaba un poco la idea de que el chico se quedase a dormir en esa casa.
— ¿Crees que podamos llevarlo a su casa? —Le preguntó Brittany a su amiga.
— ¡Brittany! —Exclamó Rachel, sonando como una de esas madres reprendiendo a sus hijos al decir algo indebido—Yo no podría pedirle eso… Que pena con Jessie. Además, ni siquiera me llevo bien con Puck.
— ¿Tu novio no te podría hacer ese pequeñísimo favor, Rachel? —Preguntó Quinn desde la cocina, con veneno en las palabras— Que desconsiderado…
—Estoy segura de que aceptará solo porque se lo pides tú. —Aseguró Brittany.
Quinn soltó un bufido casi inaudible. Casi.
—Ehh, Quinn. —Llamó Brittany—No te va a gustar nada lo que te voy a decir…
— ¿Qué co…? ¡Ah! ¡Noo!
Santana se encontraba inconsciente en el regazo de Brittany. Sí, se había quedado dormida encima de ella, otra vez. Fue imposible volver a despertarla. Incluso cuando Brittany la movió al otro extremo del sillón para poder ponerse de pie Santana seguía sin percatarse de nada. Brittany, casi de mala gana, se apartó de ella, sin antes (y asegurándose de que nadie se diera cuenta) pasarle la mano por sus rosadas y cálidas mejillas. No, no pudo resistirse a hacerlo.
—Pequeña diablilla. —Murmuró.
Jesse aceptó gustoso llevar a Puck a su casa, y del mismo modo cargó el cuerpo de inconsciente e inerte de Puck. Quinn de mala gana les hizo un croquis para que dieran con la dirección del moreno, y Brittany casi agradecía que alguien más estuviera con ella en el auto con Jesse y Rachel. Jesse no había perdido ni pizca de cortesía, y Rachel parecía un poco aturdida. “Seguro bebió un poco” Se tranquilizó sola Brittany. La rubia no estaba satisfecha con su noche… Pero estaba feliz. Raramente feliz. Podía sentir la fragancia dulce y etílica que le había impregnado una morena borracha al quedarse dormida en su regazo, por segunda vez. O al menos, se fue de aquella casa creyendo eso…
No podía dejar de pasarse las manos lentamente por sus mejillas. Sus parpados pesaban, pero una sensación rara le recorría el cuerpo. Debía ser el alcohol. Con sus ojos casi cerrados observaba a una rubia notablemente molesta haciendo y deshaciendo en la cocina y maldiciendo por lo bajo. Ni se había percatado de la mirada de la morena, que solo la seguía y no sabía muy bien por qué.
—Esta no es la rubia que yo quería que se quedara.
Y PUES NADAAAAAAAA, SE LOS DEJO C:
7.
Oportunidades.
Oportunidades.
El sonido de su celular fue lo que la despertó. Lo primero que se le vino a la mente fue la mirada fulminante de un color celeste muy intenso junto con las palabras “Me aseguro que nuestros celulares sigan funcionando”. Se rebuscó entre sus sábanas no con la libertad que hubiera deseado gracias a un bulto a su lado. Tomó sin abrir sus ojos el móvil blanco del buró donde tenía una lamparita y donde aún estaba un tazón que anteriormente había tenido cereal. Ni siquiera se molestó en abrirlos para revisar quien era.
— ¿Hola?
— ¡M’ija! ¿Cómo estás? ¿Cómo la pasaste? Estuve muy preocupada. Iba a llamarte ayer, pero ya sabes quién me lo prohibió…
—La abuela. —La interrumpió con una voz baja y ronca, y con una sonrisa soñolienta, sabiendo quién era al instante.
—Sí, ya sabes cómo es… Igual que tú. Por acá también está lloviendo muy feo. Estaba muy histérica. Me dijo que te extrañaba, pero que tampoco iba a dejar que su hija fuese alcanzada por un rayo mientras habla por teléfono… Vimos por el noticiario el estado del clima por allá… Supongo que ahí está Lucy…
—Sí. Aquí está. —Dijo Santana, ya más repuesta e incorporándose en la cama para contemplar que aquel bulto que se encontraba a su lado no se movía—Aún duerme como oso. ¿Cómo supi…?
—Santana, soy tu madre y nadie mejor que yo sabe que no hubieras podido dormir sola. Ya va siendo hora de que se empiecen a alistar para ir a la escuela. ¿O qué? ¿No pensaban ir?
— ¿Sabes la hora que es, Maribel Lopez? —Le preguntó. En parte para reprenderla un poco por haberla despertado y en parte también porque ella misma no sabía qué hora era y quería saber.
—Sí. Son las seis treinta de la mañana. Justo el tiempo que necesitan para hacer todo lo que tienen que hacer y tener un desayuno decente, no como los que tú acostumbras.
—Mamá ¿Sabías que un cereal es una buena fuente de nutrientes y una de las mejores maneras de iniciar tu día? —Le dijo. No iba a dejar que la reprendiera sin dar su lucha— Contienen fibra de trigo, la cual…
—Sí. —La cortó secamente su madre… por teléfono—Pero resulta que el cereal que a ti te encanta comer no contiene ninguna pizca de fibra de “nosequé”. Así que cierras la boca y nada más la abres para cuando Lucy haga de almorzar y comas de lo que haga, porque sé que lo hará.
—Bueno, ya, ya, ya, entendí. Comer lo que Lucy haga. Ya.
No pudo evitar soltar una risita al pronunciar el nombre Lucy. Siempre le causaba mucha gracia.
El bulto que tenía a lado comenzó a rebuscarse perezosamente y a emitir gruñidos de fastidio, que prácticamente le decían: “No sé con quién estés hablando, pero ya cuelga, cállate y vuelve a dormir”.
—Y dile que no se acabe todas mis manzanas, ¡por favoooooooor! —Le imploró su madre por teléfono.
—Haré el intento, má.
—Sanny, ya colgaré. Te llamaré después. Ahora alístate y ni se te ocurra volver a dormir ¿me oíste?
—Está bien, mami. Te amo. —Le dijo, con una sonrisita.
—Sabes que si te vuelves a dormir, lo sabré. —La amenazó.
— ¡Sí, lo sé, mami preciosa, linda, hermosa!
Lo más seguro era que no pudiera volver a dormir. Sus ojos ya no estaban entrecerrados y su voz ya sonaba normal… Bueno, normal no. Ahora sonaba muy feliz y eso no era muy normal, y menos a esa hora de la mañana. Su madre guardó silencio por un momento en el teléfono. Santana había dado por hecho que su madre había colgado, pero no estaba completamente segura. Pensó que se había cortado la llamada o algo así. Cuando estuvo a punto de colgar, su madre la llamó:
—Estás de un humor muy especial hoy… ¿Qué sucede? ¿Ha pasado algo con Noah?
¿Noah? ¿Qué Noah? Ah, sí. Puck. Se le borró la sonrisa que ni se había dado cuenta que tenía, no necesariamente porque de repente se sintiera mal, o triste… más bien, se sintió descubierta.
— ¿Humor especial? ¿Que? ¡No! Mamá… Yo…
—Me lo contarás cuando llegue a casa... Nos…—Se corrigió—Lo contarás. Valentina también mataría por saber, ya la conoces.
—Mamá… Ya. Me voy a duchar.
Su madre soltó una risita por teléfono.
—Sí. Aja. Bueno, tengo que colgar ya. Yo te amo más, m’ija. Adiós, luego te llamo.
Genial, ahora tendría que darle explicaciones a su terca madre y hermana sobre algo que no sabía qué era. Una vez que colgó, se incorporó de nuevo para observar por segunda vez el bulto que se formaba a un lado de ella en la cama. Solo se movía ligeramente de arriba abajo cuando inhalaba y exhalaba.
Tomó una de sus muchas almohadas, la abrazó y lentamente se colocó a horcadas sobre aquel bulto, que emitió un ronco y perezoso gruñido. Santana rió y comenzó a dar ligeros saltos encima, que cada vez se iban haciendo más enérgicos.
— ¡Oh, Quinny! QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY QUINNY…
Quinn, quien se encontraba con las cobijas hasta la cabeza, se rebuscó debajo de ella y se destapó de golpe hasta debajo de su pecho, pues Santana no la dejaba destaparse más. Estaba claramente molesta. Tenía el ceño fruncido y sus ojos casi cerrados. Arrugó la nariz.
—Te irás al infierno por despertarme a esta hora.
—No seas bebé. —Le dijo burlona y sin dejar de saltarle encima—Me prepararás el desayuno. Órdenes de la superiora.
— ¿Y si no quiero?
A Santana esta respuesta pareció haberla tomado por sorpresa. Dejó de saltar y se aguantó un puchero. Sus cejas poco a poco se acercaban en su ceño, de manera triste.
Quinn sonrió, triunfante.
—No seas tontilla. —Se burló, luego adoptó una actitud falsamente severa—No dejaré que andes por ahí con el estómago vacío, pero como toda buena cheff, necesito MIS agradecimientos.
Quinn ahora tenía una sonrisa torcida y burlona. Oh, sí. Santana se tendría que humillar para desayunar.
La rubia se incorporó en la cama sobre sus hombros y acercándole una mejilla a Santana. Con el índice se la tocó varias veces, dándole una clara señal a la morena, la cual entendió al instante y frunció el ceño.
—Ni lo sueñes, Fabray.
Su amiga ni pareció haberla escuchado, pues seguía señalándole su mejilla con el índice. Santana bufó resignada. De mala gana le dejó un fugaz beso en la mejilla que se estaba señalando.
—Pobre de Puck si es que siempre le das ese tipo de besos.
— ¿Me prepararás comida?
—En cuanto te quites de encima de mí y me dejes ir al baño, te hago lo que quieras.
Santana le dio un almohadazo y se quito de encima de Quinn, quién se levantó de la cama, pero antes de que salir de la habitación se tomó su tiempo para dejarle bien marcado imaginariamente un ruidoso beso en la mejilla y le dijo:
—Así es como se dan los besos.
Ya estaban más que listas para irse de una vez al instituto, solo hacía falta el mentado desayuno, el cual Santana esperaba con ansias. Quinn ya estaba en eso. No era el desayuno más saludable que pudo haber hecho, pero sabía que a Santana le encantaría desayunar unos deliciosos Hot Cakes hechos por ella después de la tormentosa noche que había pasado. Prefirió no pensar en eso y esmerarse en que los panqueques salieran con forma de corazón. Santana preparó dos vasos grandes de chocolate helado para ella y para Quinn y ya la esperaba con tenedor y cuchillo en mano.
— ¡Mmmmmm! —Pronunció con los ojos cerrados y aspirando el rico aroma— ¡Oh, Quinn! ¡Cómo te adoro!
Quinn con una sonrisa de satisfacción colocó los panqueques al centro de la mesa. Santana los examinaba impasible y pasándose la lengua por los labios.
— ¡Los hiciste en forma de nube! —Exclamó alegre e impaciente por comer.
Bueno… Eso la desilusionó un poco, pero podía haber sido peor, porque siendo sincera, ni ella misma les había hallado esa forma, pero bueno… A Santana le gustaban, así que ¿Qué más daba? Sin más, comenzaron a comer.
Las nubes no se habían ido, lo cual aún seguía poniendo de nervios a la morena de sobre manera, aunque era poca la posibilidad de que lloviera de nuevo y ella lo sabía, pero igual, no dejaba de ponerla nerviosa. A demás, ahora las tormentas le traían otra cosa más a la cabeza: Que quizá tendría que darle las gracias a alguien. No, no se le había pasado desapercibido ese pequeñísimo detalle, solo que no sabía cómo hacerlo. Es más… ¿En serio debía hacerlo? Una pequeña vocecilla en su cabeza le decía que aquello no había sido gran cosa… Es decir, ¿Qué tanto le importaba a la rubia aquella pasada situación? Vamos, quizá ya ni lo recordaba. Definitivamente, ninguna suposición la satisfacía del todo.
La profesora Pillsbury se quedó casi boquiabierta al ver a Santana llegar al aula con cinco minutos de anticipación. Alguien debía estar gastándole una broma, pero no. Santana hizo caso omiso al notable asombro de su maestra, pero no le pasó desapercibido.
La impresión de Brittany fue la misma que la de Pillsbury. Por un momento pensó que sus parpados se quedarían anormalmente abiertos para siempre, además de que no se sentía preparada para verla de nuevo. O sea, ¿Qué le iba a decir? ¿Tenía que decirle algo? No era que no hubiera pensado en eso antes… Ni toda la noche… Ni toda la mañana… Solo que, hasta ahora se daba cuenta de que ya no tenía tiempo para meditar sobre la situación… No se había dado cuenta de que había empleado la mayoría del tiempo recordando, no analizando… Apretó sus libros entre sus manos y tratando de ocultar lo obvio, fue a tomar asiento a su lado.
—Has llegado temprano. —Le dijo, más para no quedarse callada y evitarse un silencio muy incómodo.
— ¿No eras tú la que se quejaba todo el tiempo de que siempre llego tarde? Ahora puedes estar feliz. —Le contestó ella, sin verla a los ojos.
—Solo fue una vez. —Replicó la rubia.
—Suficiente para que me colmaras la paciencia y decidiera hacerte caso.
—Ugh.
Bueno, volvía a ser la misma de siempre. ¿Cómo pudo ser tan tonta al creer que sería diferente? Bueno, al menos estaba de grosera y no de histérica. Prefería mil veces que estuviera así a como la había visto el día anterior.
Por su parte, la latina de a un lado estaría golpeándose la cabeza contra la mesa si no hubiera nadie en el aula. Tonta, tonta Santana. Lo acabas de arruinar.
La clase había comenzado hacia quince minutos. Quince minutos que parecían ser eternos. Ya no era por la clase, o por Pillsbury… Ahora era por el horrible y torturante silencio que había entre las dos. Si bien el aula no estaba en completo silencio, ella así lo sentía.
Movía el bolígrafo de tinta púrpura de arriba abajo entre sus dedos sin parar. ¿Qué debía hacer? Procurando que nadie se diera cuenta, le echó un tímido vistazo a Brittany. La chica se encontraba con la cabeza apoyada en sus puños y ni siquiera se percató de la fugaz mirada.
Bueno… Era ahora o nunca. Tomó su cuaderno y lo abrió en una hoja cualquiera, de la cual cortó un trocito, procurando ser lo más cautelosa posible y que nadie se diera cuenta. Escribió en él, y dudando sobre hacerlo o no, lentamente y sin despegar dicho papelito de la mesa, se lo acercó a Brittany. Ella no se percató de aquello hasta que Santana le dio un empujoncito al papel para que la chica lo viera, cosa que pasó.
Volteó con una expresión de incredulidad hacia Santana, pero ella no la veía. En aquel trocito de papel, con letra casi cursiva y de color púrpura se podía leer un:
“¿Estás enfadada?”
¿Estaba enfadada? En realidad no… En verdad no estaba enfadada. ¿Qué debía decirle? En realidad, ni siquiera sabía cuál era su estado de ánimo actual, pero lo que sí sabía es que no estaba muy contenta con ella que digamos… Estaba sentida. Escribió en el papel y se lo regresó a Santana, ella no tardó mucho en leerlo:
“No, pero eso no te importa ¿Verdad?”
Oh, sí. Estaba enfadada, y Santana lo sabía, y hasta lo entendía, ¿pero que no le importaba? ¡Le había escrito una notita, por todos los cielos! Si eso no era demostrar que se preocupaba, entonces no sabía qué.
“Oh, no. Para nada me importa. A mí me encanta arrancar hojas de mi libreta y escribir incoherencias sin sentido porque adoro la idea de malgastar mi papel. Te estoy preguntando en serio ¿podrías contestarme como se debe?”
Genial. Hasta por notitas estaba de sarcástica. Arrancó un trozo un poco más pequeño de su libreta, ya que no quedaba espacio para escribir más en el anterior.
“Estoy bien. Gracias por el interés.” Se leía. ¿Qué le iba a decir? ¿Que odiaba el hecho de que lo del día anterior parecía no tener relevancia alguna para ella?
Santana por su parte, supuso que lo de Brittany significaba un: Estoy bien. Por favor, deja de joder. Entonces, un poco a regañadientes, así hizo.
—Espero que no se hayan olvidado de la tarea que les he encargado para fin de momento…—Llamó la atención Pillsbury en cuanto todos los alumnos comenzaban a salir del aula al final de la clase—Bueno, eso si no quieren reprobar estrepitosamente en mi materia. —Finalizó.
Por su parte, a Santana y a Brittany ya ni les había pasado por la cabeza que se debían juntar para hacer aquel trabajo. Al parecer, las dos posponían aquel deber por obvias razones, pero también era obvio que no podían hacerlo más.
— ¿Te parece si lo comenzamos éste sábado? —Le preguntó Santana, tratando de no mostrar expresión alguna.
Brittany casi se caía del banquillo. ¿Que?
— ¿El sábado? —Repitió, levantándose para irse del aula.
—Sí. —Reafirmó Santana, haciendo lo mismo—En mi casa.
— ¿Y por qué el sábado? —Preguntó extrañada y comenzando a andar, sin dejar de corresponderle la mirada a la latina desde el otro lado de la mesa.
—Bueno… No hay planes, supongo. Sugar tendrá una fiesta familiar, a la que seguro llevará a Kitty. Quinn me dijo que quizá saldrá con Finn. Así que pensé que… No sé… Podríamos.
Ah. Con que ese era todo el meollo del asunto, que Quinn ya tenía planes y ella no quería pasar su fin de semana sola… Su dignidad le dolía.
— ¿O tienes planes? —Le preguntó Santana mirando al techo y sin dejar de caminar, como quien no quiere la cosa.
—Pues sí. —Contestó ella firmemente—Sí los tengo.
Sin darse cuenta, ya estaban en el umbral del aula, aunque tampoco era que les importara mucho donde estuvieran.
—Ah. —Pronunció Santana, ahora con la mirada en el suelo y deteniéndose en el umbral—Bueno… Entonces… ¿El domingo estaría bien?
— ¿Por qué no mañana? —Preguntó Brittany, deteniéndose también, pero dándole la cara.
—Mañana no puedo. —Dijo, muy tajante— ¿Entonces el domingo?
Ah, sí. Seguro ese día lo tendría muy ocupado con Quinn. Sintió un poquito de calor subir a sus mejillas al recordar el pasado domingo.
—Sí. —Accedió por fin— ¿Qué tengo que llevar?
—Tus apuntes. —Le dijo, marchándose de ahí y sin darle oportunidad a Brittany de nada.
Brittany se quedó ahí plantada, viendo como a Santana se le movía su largo cabello al caminar. Esa de verdad no se la vio venir. Cuando se dispuso a ir detrás de ella, escuchó su nombre:
— ¡Brittany!
Por inercia giró la cabeza, mucho antes de poder reconocer la voz y saber que era Sam. Tal vez, con un poco de suerte, podría emprender camino hacia su casillero y hacer como que no escuchó… Suerte que no tuvo.
—Hasta que por fin se me hace verte. —Bromeó el chico.
Brittany rió bajito; en parte por compromiso, y en parte también porque Sam no sabía que ella estaba haciendo lo posible por no verlo. Ya se estaba cansando de la situación, así que ¿Qué mejor que ir aclarando poco a poco las cosas de una vez? No podría estar evitando a Sam toda la vida.
—Hola, Sam. —Dijo, con nada de entusiasmo.
— ¿Cómo has estado? —Le preguntó con una sonrisa. Obviamente, estaba muy entusiasmado—No hemos podido hablar desde lo del sábado…
—Sam…—Lo paró Brittany—No sigas… Yo quiero terminar con esto.
El chico ahora la miraba claramente extrañado.
—Hummm…—Pronunció el chico, confundido y tratando de sonreír— ¿Exactamente qué cosa quieres terminar?
—Sam, por favor. Me caes muy bien, así que trata de no hacerte el tonto. Tú sabes mejor que yo lo que pasó el sábado.
Sam calló un momento. Estaba como pensativo y confuso. El chico entrecerró los ojos y alzó una ceja.
— ¿Te refieres al vómito? Sí, quizá me enojé un poco…—Decía el chico, ahora—Pero trata de entenderme… Esos converse son mis favoritos y…
—Espera… ¿De qué estás hablando? —Interrumpió Brittany, no entendiendo nada de lo que el rubio estaba hablando. Se perdió— ¿Vómito? ¿Qué vómito?
—Hummm…—Pronunció de nuevo el rubio, dudoso sobre contar la verdad obviamente olvidada para Brittany, pero ya que…—Bueno… Tú vomitaste sobre mis converse mientras hablaba con Santana, y…
— ¿C-Con Santana? —Preguntó, deseosa de que hubiera escuchado mal, y con los ojos como platos— ¿D-De qué?
—No recuerdo. —Mintió el chico, rascándose la cabeza—Escucha… Yo…
— ¿Entonces no tuvimos sexo?
Sam abrió mucho los ojos de la impresión y parpadeó varias veces.
—N-No. —Contestó. — ¿Por qué pre…?
¡Esa maldita de Santana!
— ¿Y ahora mismo tampoco quieres?
Obviamente, Brittany no se tomó el tiempo para pensar como sonaría aquella pregunta en voz alta. ¿Entonces Sam no la buscaba por eso? ¡Ella llevaba toda la semana pensando que así era! El rubio se quedó estático, y Brittany también. Estaba claro que debía aprender a pensar bien las cosas antes de decirlas.
—Hummm… Ahora, creo que deberíamos conocernos primero…—Contesto el chico, claramente atónito y dudoso.
La verdad era que casi ni escucho la respuesta dudosa del chico. Estaba que escupía veneno por la boca, y no de dientes para afuera, en serio sentía que cualquier palabra que pudiera decir en aquel momento sería mortalmente venenosa. ¡Santana era una idiota! ¡Una cretina de las feas! ¡¿Qué puta necesidad tenía de inventarle algo así?! Ahora mismo podía imaginársela partiéndose en dos de la risa… Tenía que hallarla ahora mismo… La iba a ver… Ya.
Dando largas y muy marcadas zancadas, se dirigió hacia su casillero, en donde sabía que iba a encontrar a la responsable de toda su ira, pero no estaba, a la única que encontró fue a Quinn, que la saludó con una sonrisa, pero se le borró al analizarla.
— ¿Brittany, qué sucede? —Le preguntó, extrañada y con el ceño ligeramente fruncido.
—Bien, Quinn… —Casi le gritó, pero aún controlando su tono de voz— ¿Dónde está? ¿Dónde la escondes?
Quinn frunció aún más el ceño.
— ¿De qué hablas?
— ¡Estoy hablando del demonio recién salido del infierno que tienes por amiga! —Ahora ya no se controló, obviamente— ¡¿Dónde putas está?!
Quinn hizo una mueca y se pasó las manos por su cabello, en muestra de impotencia y cansancio. Obviamente estaba hablando de Santana.
— ¿Ahora qué hizo? —Preguntó con desgana, después de soltar un suspiro y colocarse las manos en la cintura.
— ¡Solo dime dónde está, Quinn!
Era obvio que Quinn jamás había visto tan alterada a la ojiazul, pero no le sorprendía. Sabía que era cuestión de tiempo para que Santana le hiciera alguna jugarreta pesada. Más bien, se le hacía raro que hubiera tardado tanto.
—Ahora se fue. —Contestó Quinn, aún con desgana—Y no la volverás a ver en todo el día.
—Me estás jodiendo ¿verdad?
—Na-ah. —Negó la ojiverde.
Brittany soltó aire como toro y se pasó una mano por el cabello. Con más fuerza de la necesaria, giró la perilla de su casillero, guardó sus libros, los cambió por otros y aventó la puerta de su casillero para cerrarlo, causando un estruendoso sonido de hojalata chocando, y que Quinn diera un ligero saltito.
— ¿Cómo pude? Yo… ¡Esa maldita diabla latina…!
Quinn negó con la cabeza y bajó la mirada después de que una muy enfadada Brittany doblara por el pasillo y así se perdiera de vista. Soltó un suspiro.
—Ay, Santana. La has cagado.
El día de escuela terminó, y en efecto, Brittany no volvió a ver ni el rastro de Santana durante el resto del día. Esto solo hacía que la furia acrecentara aún más. Ni siquiera la volvió a ver para la práctica de Cheerios, pero esto en cambio, no hizo que la furia acrecentara. Supuso que eso debía darle puntos de más con Sylvester, ya que la entrenadora había puntualizado que odiaba la irresponsabilidad de Santana y el hecho de que parecía no importarle faltar a los ensayos. Pero al día siguiente… Oh, al día siguiente Santana Lopez no se iba a librar. ¿Mentirle sobre tener relaciones sexuales completamente borracha con un chico que bien apenas conocía? Eso sí era muy pasado.
Pero al día siguiente, tal fue su sorpresa que Santana no se apareció en clase de Pillsbury, donde Brittany ya tenía en claro que sería el escenario donde podría decirle a la latina hasta de lo que se iba a morir. Tampoco se apareció por los casilleros, y Quinn no le decía nada sobre su paradero, aunque claro, tampoco le iba a preguntar. Okey, bueno. Ya. Ya basta, Santana. Eso ya no era divertido. ¿Por qué no podía aparecerse de una vez para que Brittany pudiera enfrentarla y luego preguntarle donde había estado y por qué la ausencia? Pero no. Santana no apareció en todo el día. No podía estarse ocultando de ella ¿No? Estaba segura de que Santana jamás le daría tal importancia, además de que ni siquiera estaría percatada de que ya sabía que le había mentido. ¿Ahora dónde diantres se había metido esa mujer?
El sol se estaba ocultando ya, eso podía verlo entre las persianas de su sala, mientras ella buscaba algo para ver en la televisión. No encontró nada interesante a su criterio. Presionó el botón rojo que se encontraba en la parte superior del control que tenía en sus manos, y la pantalla de plasma que se encontraba colgada encima de la chimenea se tornó negra. Santana pudo ver su borrosa y opaca silueta en aquella pantalla. No estaba muy orgullosa de lo que veía… pero estaba cómoda. Ahora se acomodó en el sillón de frente al techo y observándolo como nunca lo había hecho, con las manos detrás de su cabeza. Bueno, en realidad no lo estaba observando… Pero no sabía exactamente porque prefería ver eso que a la pantalla de plasma que tanto trabajo le había costado comprar. Una sonrisa se le escapó al recordar la expresión en el rostro de su hermano Diego en cuanto la vio. Sí, definitivamente, todo valía la pena.
—El sábado más aburrido de la historia. —Para mí. Se recordó a regañadientes.
Pensó en llamar a Quinn para ir a comprar algo de su cerveza favorita y beber juntas, pero recordó que la rubia había salido con Finn. No le molestó tanto, de hecho, sentía lástima por el chico. Sabía lo olvidado que lo había tenido Quinn, así que hasta casi se alegró por él, pero no por Quinn, porque sabía que le esperaba una muy aburrida noche.
—Es tu culpa por preferirlo a él antes que a mí, Quinny. —Se burlaba en voz alta, aunque sabía que nadie la escuchaba—Te lo mereces.
En eso, el timbre de llamada de su celular la alertó de que alguien quería hablar con ella. Lo tomó del estante que tenía cercano a su cabeza y observó las cuatro letras blancas que resplandecían en la pantalla, dudosa sobre contestar o no.
— ¿Puck? —Dijo al teléfono, cuando decidió contestar.
— ¿Cómo va tu día? —Escuchó preguntar a Puck por el móvil.
—Aburrido. —Contestó ella, rodando los ojos aunque sabía que nadie la veía— ¿El tuyo?
—Igual. —Le contestó él, y Santana pudo escuchar la sonrisa en sus labios.
Santana la verdad no tenía muchas ganas y tampoco temas sobre qué hablar. Esperaba que Puck hubiera olvidado el beso de la otra vez… Que de hecho, ese mismo día se cumplía exactamente una semana de aquello y ni se había percatado. Le agradaba bastante Puck, y le encantaba cuando el chico se comportaba como un amigo sin segundas intenciones… Así que no. Imposible.
— ¿Te molesta si voy a tu casa y bebemos un poco?
Sin mentir, eso no sonaba nada mal.
Brittany y Rachel subieron al Jeep Wrangler azul marino en donde, supuso Brittany, “el chico de Rachel” venía por ellas. Durante todo el camino se arrepintió un poco sobre haberse invitado sola a ir a esa fiesta, pues a pesar de que el chico fue extremadamente cortés y educado con las dos, Brittany no tardó en sentirse el temido “mal tercio”. Habían llegado a un vecindario completamente desconocido para ella, y las casas de aquel vecindario no eran para nada humildes. Casi todas eran de dos pisos, con grandes jardines y en todos los grandes porches veía más de un lujoso automóvil. El chico de cabello castaño y rizado, y que Brittany pensó, era muy bien parecido y que se había presentado como “Jesse”, estacionó la camioneta a tres autos de donde se originaba la fiesta. Claro, esperaba un poco más de entusiasmo en su castaña amiga, pero se veía contenta y eso era lo que contaba.
No tocaron el timbre, como no lo habían hecho tampoco una semana anterior en casa de un simpático asiático. Giraron la lujosa perilla dorada con pequeñas incrustaciones cristalinas para dar con un amplio y lujoso recibidor, que daba directo con las escaleras que llevaban al segundo piso de la casa.
Okey, ¿Qué diablos hacía ahí?
— ¿Esta es tu casa, Jesse? —Preguntó Brittany, tratando de no sonar asombrada. Rachel casi le daba un puñetazo.
—Oh, no. —Negó él, con una sonrisa y una voz realmente encantadoras—Es la casa de una muy buena amiga. Luego la conocerás.
No se sentía muy cómoda en aquella lujosa casi mansión. Decidió apartarse de Rachel y Jesse, porque prefería estar sola y beber que “de mal tercio”, no sin antes justificarse con su castaña amiga diciéndole cualquier pretexto y que no tardaría en volver, cosa que no pensaba cumplir.
Sin más, se abrió paso entre la abarrotada casa en busca de la cocina, la cual, no tardó mucho en encontrar. La gente de ahí ya se veía algo alcoholizada, pero no hizo caso. Al centro de la cocina, había una de esas mesas blancas desplegables, y encima de ella había muchos tipos de alcohol: Whisky, whisky americano, ron, vodka, tequila, mezcal, licores y muchos otros tipos de bebidas que ni siquiera sabía que existían. A un lado, veía también vasos rojos apilados y unas botellas de refresco. Veía de todo, menos cerveza… Pero, debajo de aquella mesa pudo ver una hielera de tapa blanca y azul, como si alguien pretendiera esconderla. Se agachó para abrirla y encontrar lo que deseaba: botellas verdes de etiqueta verde oscuro, donde al centro de un círculo dorado se leían unas dos equis de color rojo oscuro. Rebuscó hasta debajo de aquella hielera, en busca de las más frías, cuando vio que una mano morena también hacía lo mismo. Por un momento, pensó que por fin vería a Santana, cuando al alzar la mirada hacia la dueña de aquel moreno brazo, se dio cuenta de que no era la morena que había deseado ver, pero que sí le sorprendía, y al parecer, a ella también le sorprendía de la misma manera verla ahí.
— ¿T-tú aquí? —Titubeó una confundida y asombrada morena. Una morena que ya conocía, y no de la manera que hubiera deseado.
Brittany se puso de pie y alzó sus manos, como diciendo que venía en paz.
—Oye, tranquila. —Dijo, antes de cualquier otra cosa—Yo estoy igual de pasmada que tú. No sabía que esta era tu casa.
—No es mi casa. —Aclaró la morena, abrazándose a sí misma y sintiendo por accidente su cerveza en su antebrazo— ¿Qué haces aquí?
—Bueno, yo vengo acompañando de más a una amiga… —Explicó Brittany, viendo como la morena no quitaba la vista de la cerveza que había tomado— ¿Te molesta? —Le preguntó—Si quieres, puedo dejarla…
—Oh, no no no…—Se apuró a decir—Quédatela. Supongo que la necesitas más que yo. Aunque, creo que también te la mereces. —Agregó—Diste con el tesoro.
—Bueno, no creo que eso sea un gran mérito, teniendo en cuenta que puedo verla desde aquí. —Señaló con la mano que sostenía la cerveza hacia la supuesta escondida hielera, haciendo que la pelinegra que tenía en frente se girara para comprobar lo cierto.
— ¿Quieres la cerveza o no? —Preguntó una derrotada chica.
Brittany estaba tratando de sacar el corcho de la cerveza, pero no podía. Iba a empezar a buscar algún destapador, cuando la morena que tenía en frente le quitó la cerveza de las manos y la abrió con las suyas, regresándosela.
—Siempre he querido hacer eso sin terminar adolorida. —Confesó Brittany, divertida y llevándose la recién abierta cerveza a la boca y dándole un sorbo.
—Años de práctica. —Bromeó la chica, abriendo la suya y haciendo lo mismo.
Si bien lo había pensado, Emily no parecía ser tan mala persona, como las demás chicas de Rosewood. Supuso que ellas también estaban ahí, eso era lo más obvio, pero no veía a ninguna por ninguna parte. Esperaba, más bien, deseaba no encontrárselas, y menos a Hanna. Ella tenía sus razones para desear lo que deseaba. Por fin, una morena común y corriente con la que podía charlar libremente sin comentarios groseros ni sarcásticos, y que además no le inventaba que se había acostado con un casi desconocido en estado casi de inconsciencia. ¡Muy bien!
—Supongo que tengo que llevarme mi tesoro de la cocina si es que quiero beberme al menos cuatro botellas. —Dijo la morena, con la mirada en la hielera “escondida”.
— ¿En qué momento pensaste que lo habías escondido bien?
—Uff. No lo sé. —Confesó divertida la chica.
Emily arrastró la hielera de debajo de la mesa para así alzar una larga manecilla y llevársela arrastrando. Hasta ese entonces Brittany se dio cuenta de que dicha hielera contaba con dos rueditas. La morena siguió caminando hasta detenerse en el umbral, al darse cuenta de que Brittany no la seguía. Giró un poco su cabeza para darle la cara.
— ¿Piensas quedarte ahí parada toda la noche o piensas ayudarme a terminarme todo esto?
Brittany se encogió de hombros y le dio otro sorbo a su cerveza.
Siguió a Emily hasta una pequeña salita que se encontraba algo escondida. Era como una tipo oficina, solo que aún sin serlo. La verdad, era muy cómodo. La habitación no era ni muy grande ni muy pequeña. Había un escritorio que albergaba unos cuantos gruesos libros, mientras que en la pared había estanterías donde había más libros aún. También había una salita de piel color café claro, que daba frente a una plasma gigantesca. Emily estacionó la hielera a un lado del sofá donde ella se sentó, tomó el mando que se encontraba encima de una mesita y a un lado de una lamparita que era la única fuente de una tenue luz amarillenta, y encendió la televisión. Dio unas palmaditas a un lado y no tan cerca de ella para indicarle a Brittany que debía sentarse. Ella entendió y sin más, se sentó al otro extremo del corto sillón. La verdad, el sillón también era muy cómodo. Todo en aquella habitación gritaba que ahí podías pasar un buen rato, además de que la movida música no tenía tanto volumen ahí.
Emily cambiaba y cambiaba canales mientras le daba otro sorbo a su cerveza, al más puro estilo de TED, completamente ajena a la mirada de Brittany.
—Pareces estar muy a gusto aquí, tomando en cuenta de que esta no es tu casa. —Le dijo sin quitarle la vista.
— ¿Quién no podría sentirse a gusto aquí? —Se justificó Emily, con una sonrisa—Quiero decir, una televisión. Sillones pequeños, pero amplios. Libros, y ahora, cerveza. Además, —Agregó—No quiero sonar engreída, ni confianzuda, ni nada por el estilo, pero me puedo jactar de que a pesar de no ser mi casa, conozco casi cada rincón de ella.
De hecho, no sonaba engreída, pero sí con confianza. Ya no se parecía mucho a aquella morena que había visto en el campo de futbol y que casi se escondía detrás de Hanna y que apenas había articulado palabra. Ahora, parecía contenta y completamente a gusto al entorno, y de hecho, lo estaba.
— ¿Qué te hace poder jactarte de eso? —Preguntó antes de darle otro sorbo a su cerveza, casi acabándosela.
—No sabes de quién es ésta casa ¿Verdad?
Brittany negó con la cabeza. No, no lo sabía.
—Bueno, pues me doy el gusto de informarte de que estás sentada nada más y nada menos que en los sillones de la casa en donde reside Hanna Marin.
Brittany sintió la repentina necesidad de alejar su trasero de aquel sillón donde ya se había acomodado muy bien. Abrió mucho los ojos y se contuvo de ponerse de pie, pero su cuerpo ya había reaccionado antes de pensar bien que sería muy raro que de repente se alejara de aquellos sillones, así que todo eso quedó como un pequeño e instantáneo movimiento raro. La morena rió tímidamente, aunque perfectamente audible.
— ¿Te das el gusto?
—Sabía que reaccionarías así. —Le confesó divertida.
Brittany ahora se sentía algo tonta por haber pensado que quizá esa morena podía ser algo de Santana. Ahora para ella era obvio que no era así. No se parecían en nada. Bueno, tal vez en el físico si se daban un aire, pero no. Emily aún tenía sus facciones más delicadas y hasta un poco más pulidas que la latina. Emily no parecía latina. Emily no tenía unas grandes y algo infladas mejillas a las que de vez en cuando les aparecían unos pequeños hoyuelos cuando sonreía. Aunque claro, Emily era agradable. Se le hacía demasiado fácil estar con ella.
De pronto, un pensamiento le invadió la cabeza, completamente en contra de su voluntad: Santana le había pedido que se juntaran ese sábado para el trabajo asignado por Pills. Probablemente, en ese mismo momento, Santana estaría sola en su casa, sin saber qué hacer y con el cielo nocturno notablemente nublado, y ella… Bueno, ella estaba pasando un buen rato. ¿Pero por qué se preocupaba? O sea, estaba enfadada. Enfadada quedaba demasiado corto. Estaba furiosa con ella. Pero no había sabido nada de la morena en un día y medio. Eso era demasiado. Y… Debía admitir que le aterraba un poco la idea de no poder verla el domingo, aunque solo fuese una idea.
No tenía idea de cuantas cervezas se había tomado. No le gustaba eso de ir contando las cervezas bebidas, pero el hecho de que Emily ya se hubiera bebido un six-pack completo le hacía suponer que ella también lo había hecho.
—Piensas mucho ¿verdad? —La cuestionó la morena, con el entrecejo algo fruncido.
—Por desgracia.
Ugh. Se iba a odiar el resto de su vida por eso, pero ahí iba Brittany.
— ¿Tienes auto?
A Emily esa pregunta pareció tomarla ligeramente por sorpresa. Asintió, un poco dudosa.
—Algo así. ¿Por?
Brittany aspiró aire; con la esperanza de que hubiera algún mosquito, aspirarlo y se le atorara en la garganta para así no pedir lo que iba a pedir, pero no. No había.
— ¿Sería mucho pedirte que me llevaras a una parte?
No supo cómo, pero antes de que se diera cuenta -y eso que se había esmerado mucho por hacerlo-, ya se encontraba en el vecindario donde vivía Santana. Emily se aparcó quedando exactamente frente a la puerta de entrada de aquella casa. Sí, Emily la había llevado en el áltima plateado que había visto la otra vez. La verdad era que olía muy bien. Tenía uno de esos aromatizantes para auto que hacía que oliera a “fresas frescas” y, que combinado con la limpieza de aquellos interiores, solo hacían el viaje más placentero.
Se despidió de Emily, no sin antes darle las gracias por llevarla. Emily la despidió efusivamente desde el auto. Se plantó frente a aquella blanca puerta. El umbral estaba iluminado por una tenue luz, así que podía ver sus manos temblorosas, inseguras y sudadas. Ahí fue cuando realmente se paró a pensar: ¿Qué diablos hacía ahí? ¿Cómo se dejó a sí misma llegar hasta aquella puerta? No sabía cómo sus manos podían actuar solas y tocar el botón del timbre a un lado de la puerta. Insistía e insistía, pero nadie abría. Quizá Santana después de todo sí había salido, pero a través de las ventanas veía luz. Ahí tenía que estar.
Giró dudosa la perilla de la puerta, para encontrar que estaba abierta. Lentamente empujaba la puerta con su cuerpo, más por temor a ser vista que por otra cosa, aunque, obviamente, en algún momento Santana aparecería por alguna parte y la vería, pero a pesar de estar haciendo lo que estaba haciendo, anhelaba que aquello no sucediera pronto.
Con sigilo, fue introduciéndose por el recibidor, y procurando hacer el mínimo ruido cerró la puerta. Escuchó risas. Unas risas no muy sobrias. Pudo notarlo. Eran claras risas de ella, y de un hombre. Era inconfundible.
Al diablo con el maldito sigilo. Se quedó estática al llegar a la sala y ver a Santana tirada en el suelo de su sala y recargada al pie del sillón, en completo estado de ebriedad, con una botella casi vacía de whisky, y Puck siguiéndole el rollo. Definitivamente, lo último que esperaba y deseaba ver.
— ¡¿Santana?!
La morena alzó torpemente la vista y frunció el ceño. Sus ojos casi estaban cerrados.
— ¿B-Brittany? —Preguntó confundida desde el suelo y a un lado de un borracho Puck.
— ¡¿Es esta tu idea de un sábado sin planes?!
—Es que no tenía planes. —Dijo ella, con un tono de voz que no sabía si lo estaba haciendo intencionalmente o no, pero sonó algo adorable.
Tomó a Santana de los brazos y con sumo cuidado, la apartó de Puck y la sentó –casi acostó- en el sillón más apartado de él. El chico se estaba quedando completamente dormido y ni se percató de aquello.
—Dame eso. —Le ordenó, tratando de quitarle la botella de whisky de las manos.
— ¡No! —Gritó la morena, esquivando los intentos de Brittany, para al final abrazar la botella contra su pecho.
Brittany se dio cuenta de que sería imposible despegar aquella botella de ahí. Necesitaba ayuda. Mucha.
Comenzó a buscar entre aquella mesita de centro repleta de latas de cerveza vacías, una que otra colilla de cigarro y unas cuantas bolsas de papas fritas en busca del móvil blanco de Santana. Sabía que tenía que llamarla, aunque por mucho no quería.
Una vez que lo encontró, se inmediato fue hacia los contactos y tecleó una rápida “Q”. Solo hubo un resultado, y se leía exactamente lo mismo: Q. Se alivió un poco de que no la tuviera guardada con algún apodo comprometedor y tonto. Sin pensarlo, tecleó la parte verde de la pantalla y se colocó el móvil en la oreja.
— ¿Sanny? —Oyó por la otra línea— ¿Qué sucede?
— ¿Quinn? Soy Brittany.
— ¿Quinn? ¡Quinny! —Gritaba torpemente Santana, en busca de quitarle su teléfono, pero Brittany la esquivaba y la apartaba con su brazo libre.
— ¿Brittany? ¿Qué haces ahí? ¿Qué sucede? ¿Esa que se escucha es Santana?
—Sí. —Confirmó Brittany—Quinn, ella está ebria. ¿Podrías venir?
— ¿No estabas con Rachel? Digo… O sea… ¿No saliste…?
—Santana me envió un mensaje. —¡Vaya! No se le pudo haber ocurrido una mejor mentira-excusa bajo presión—Me pidió que viniera a su casa, y pues lo hice…
—Yo no te envié na…—Le tapó la boca a Santana, anhelando que Quinn, por azares de lo que sea, no hubiera escuchado.
—Ah… Entonces ¿Quién está ahí?
—Pues solo Santana y yo… Ah, y Puck.
— ¿Y ya? ¿Solo ustedes?
—Sí, Quinn. No veo a nadie más.
—Ah... —Escuchó por el móvil—Bueno… Entonces, voy para allá.
—Por favor, no tardes. —Dijo una desesperada Brittany, para así terminar con aquella llamada.
No le había prestado mucha atención al hecho de que ahora Santana estaba literalmente encima de ella. Sentía gran parte de su peso sobre ella y la morena solo parecía torpemente interesada por arrebatar el móvil de la estirada mano de Brittany, quién la estiraba aún más al ver las intenciones de la latina.
De repente, Santana pareció rendirse. Poco a poco fue dejando de estirarse y ahora dejándose caer encima de Brittany.
—Ya viene Quinn. —Le dijo.
—No me trates como a una bebé, y a Quinn no la trates como a mi mamá. —Replicó Santana con la lengua enredada. Aunque en su voz no se notaba ningún tipo de reproche. Eso había sido como un simple comentario.
—Santana… Pareces una bebé.
No estaba bromeando, en aquella posición, Santana sí parecía una bebé. Se encontraba recostada estómago abajo sobre el regazo de Brittany, y si a eso le sumaba que de vez en cuando se empinaba en su boca la botella casi vacía de whisky…
— ¿Por qué has venido? —Le preguntó, con un rostro muy confundido.
¿Debía decirle la verdad? Después de todo, estaba ebria. Sería como escribir tu diario en la arena de alguna playa. La marea se lo llevaría todo, en éste caso, una oscura marea embotellada en vidrio…
—Estaba muy molesta contigo. —Se sinceró.
—Perdón. —Le pidió.
Brittany parpadeó varias veces después de abrir los ojos como platos. Esa posición solo hacía sumamente difícil para Brittany verle la cara, así como también encontrar otro lugar donde posar sus manos y que no fuera su tentador trasero. Vaya… Esperaba al menos un poco de lucha por parte de la linda ebria, pero no.
— ¿Perdón? —Repitió dudosa— ¿Por qué?
Brittany suponía la respuesta, pero no podía evitar preguntar.
Santana lentamente se sentó en el sillón con toda la normalidad que el alcohol le permitía y quedar frente a Brittany, no dándose cuenta de la cercanía entre ellas. Le dirigía a Brittany una cara adormilada y no muy receptiva.
—Sé que debí agradecerte por lo que hiciste por mí el…—Se quedó pensativa—El… Ese día. —Dijo, no consiguiendo acordarse del nombre de aquel día lluvioso.
Brittany podía sentir el olor etílico de Santana combinado con un dulce olor a Vainilla. La tenía a escasos centímetros y la proximidad era muy agradable… Bueno, no agradable, pero sabía que no quería que Santana se apartara de ella ni un milímetro, aún aunque estuviera en completo estado de ebriedad.
—Miércoles. —Completó ella.
—Sí. —Reafirmó Santana, dando un torpe y pequeño cabezazo—Eso. Miércoles.
—Aún no sé por qué pides perdón.
— ¿Me vas a hacer recitarlo todo? —Preguntó, casi suplicante de que no fuera así.
—Sí. —Admitió Brittany. ¿Qué? No todos los días tenía a una Santana borracha y accesible.
—Pues no puedo. Tendrás que conformarte porque ahora ni recuerdo qué te estaba diciendo.
Bueno, tampoco era que le ilusionaba mucho la idea. No, ya, en serio, si Santana iba a disculparse con ella por las cosas que haya hecho o las que no, la rubia prefería que lo hiciera sobria. Aunque tenía razón en algo: No todos los días tenía a una Santana borracha y accesible.
— ¿Por qué estabas tan asustada ese día? —Le preguntó.
—No sé de qué hablas.
Brittany no supo si lo decía en serio o se estaba mintiendo para evitar contestarle.
—De ese día. Del miércoles. ¿Te dan miedo las tormentas solo porque sí?
Santana dirigió su ausente y achispada mirada hacia algún punto en el suelo. Su expresión era completamente diferente. Brittany no supo cómo interpretar aquello.
—Sí.
—Por favor. Nunca vi a nadie actuar de la manera en que actuabas tú. Quiero saber por qué. —Insistía Brittany—En serio, me asustaste. —Confesó.
—Yo también quiero saber, Brittany. —Fue lo único que dijo.
Sintió un cosquilleo ante aquella última oración. Nunca la había oído pronunciar su nombre de aquella manera. Por un momento la tomó por sorpresa. Decidió que quizá lo mejor era no insistir, aunque eso no quería decir que le diera igual.
—Entonces quiero saber otra cosa…
— ¿Mmhmmm? —Pronunció Santana, en señal de que prosiguiera.
— ¿Por qué me inventaste que me acosté con Sam?
Esa pregunta sonaba más bien como reproche. Santana, a pesar de que parecía que podría quedarse dormida en aquel momento, claramente se incomodó.
—Yo… No sé.
—Santana… Me dijiste que me habías encontrado en la cama con él.
—Ya te dije que no sé por qué lo hice, Brittany. —Confesó la latina—Yo no entiendo la razón del por qué hago la mayoría de las cosas que hago, y menos ahora contigo aquí.
Escuchó una no tan cercana vibración y unos nudillos golpeando la puerta de entrada. No lograba acordarse en qué momento había dejado su celular encima de la mesita central. Se puso de pie para cogerlo y fue a abrir la puerta, dándose cuenta en un vistazo de que Rachel la estaba llamando al teléfono. Diablos. Había querido evitar pensar en ella durante toda la noche. Sí, se había olvidado por completo de avisarle que se iba. Se preparó para la batalla campal.
—Hey. —Consiguió decir tímidamente, dirigiéndose en parte a Rachel y en parte a Quinn, quién la veía desde el umbral con unas cuantas cosas en sus manos y que le fue imposible averiguar qué eran.
—Brittany Susan Pierce ¿Dónde carajos estás?
— ¿Cómo va tu cita con Jessie?
—No te atrevas a siquiera tratar de evadirme, Susan. Te lo preguntaré de nuevo: ¡¿Dónde diantres te encuentras?!
—Un homicidio no se vería bien en el repertorio de una aspirante al estrellato en Broadway…
— ¡Brittany!
—Estoy en casa de Santana. —Soltó por fin.
—Ya voy para allá.
— ¡Rachel! ¡Espera…!
Rachel había colgado.
— ¿Qué haces, querida Quinny?
Esto lo preguntó Santana, colgándose al cuello de una evidente molesta rubia que se encontraba meneando una mezcla viscosa verde en una sartén calentada por la estufa, una vez que se acabó otra lata de cerveza.
—Ya deja de beber. —Le ordenó Quinn con el entrecejo fruncido—Nadie aquí está bebiendo más que tú. Estás haciendo el ridículo.
—Voy a dejar de beber porque ya se me acabaron las cervezas, no porque me lo has dicho tú. —Dijo una torpe y aún borracha Santana mientras volvía a la sala de estar y volvía a acostarse sobre las piernas de Brittany, quién solo estaba sentada en el sillón, aparentemente haciendo nada.
Llamaron a la puerta.
—Es Rachel. —Anunció Brittany, con plan de ponerse de pie.
Santana rápidamente se aferró al tronco de Brittany con sus brazos y escondió su rostro en el plano estómago, impidiéndole a ésta efectuar lo que tenía planeado.
—No te vayas.
— ¿Quinn? ¿Podrías ir a abrir la puerta?
— ¿Y-yo? —Titubeó la rubia nerviosa desde la cocina— ¿Por-por qué no vas tú?
Brittany señaló a Santana abrazada a su cuerpo y luego le lanzó una mueca de no poder hacer nada. Quinn lo supo. Lanzó aire por los orificios de su nariz ruidosamente y de mala gana soltó la cuchara con que meneaba la sartén.
—Yo tengo que hacer todo en esta casa. —Murmuraba enfurruñada entre dientes mientras se dirigía hacia la puerta.
Oyó otros tres golpecitos seguidos a la puerta mientras su mano titubeaba sobre la perilla.
Ya. Vamos, Quinn. No seas bebé.
Abrió la puerta y ahí estaba la castaña, que parecía sorprendida de verla ahí. No entró, solo se quedó ahí en la entrada, estupefacta.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó la castaña con voz baja en el umbral.
— ¿St. James? ¿Enserio? —Le preguntó ahora la rubia furiosa y casi en un suspiro.
Esto a la castaña la tomó un poco por sorpresa… o quizá no.
—No te importa. —La cortó.
—Pero claro que no me importa. —Dijo ahora con falsa obviedad, casi burlándose—Quiero decir, no pudiste haberte conseguido otro chico más patético y arrogante.
—Él no es patético, y mucho menos arrogante.
Quinn abrió los ojos más de lo normal, apretó sus puños y frunció los labios. Todo en menos de una fracción de segundo.
—Ahora lo defiendes.
—Claro que lo hago. Estoy saliendo con él.
No era que no lo supiera ya, o no se lo imaginara, pero escucharlo dolía. Oh, vaya que lo hacía.
— ¿Rachel? ¿Eres tú? —Gritó Brittany desde el sillón, estirándose un poco para comprobar si su amiga estaba ahí, pero sin lograr ver nada gracias a los muros que le impedían la vista.
Si planeaban seguir discutiendo o incluso hablando sobre cualquier otra cosa, debían bajar la voz.
—Claro que estás saliendo con él. Ya veremos cuanto te dura.
— ¿Nos vamos, Britt? Jesse nos está esperando.
— ¿Has venido con él? —Preguntó Brittany desde el sillón de donde no se había movido.
— ¿Con quién si no? Anda.
Eso le sorprendió. Brittany ya había preparado su carta de despedida y las canciones que quería para su velorio para cuando Rachel la matara cuando llegara, pero no. Ahora podía considerarse afortunada, y si se consideraba un poco inteligente también, no diría nada, así que no lo hizo.
—Espera, Rach. ¿Quinn, que pasará con Puck?
—Oh, cierto. Puck.
Brittany se había olvidado por completo del chico dormido en el suelo de la sala, y estaba de más decir que Santana también. Quinn muy apenas se había dado cuenta de que estaba ahí. No era que se preocupara por él, y menos que le agradara, es que le incomodaba un poco la idea de que el chico se quedase a dormir en esa casa.
— ¿Crees que podamos llevarlo a su casa? —Le preguntó Brittany a su amiga.
— ¡Brittany! —Exclamó Rachel, sonando como una de esas madres reprendiendo a sus hijos al decir algo indebido—Yo no podría pedirle eso… Que pena con Jessie. Además, ni siquiera me llevo bien con Puck.
— ¿Tu novio no te podría hacer ese pequeñísimo favor, Rachel? —Preguntó Quinn desde la cocina, con veneno en las palabras— Que desconsiderado…
—Estoy segura de que aceptará solo porque se lo pides tú. —Aseguró Brittany.
Quinn soltó un bufido casi inaudible. Casi.
—Ehh, Quinn. —Llamó Brittany—No te va a gustar nada lo que te voy a decir…
— ¿Qué co…? ¡Ah! ¡Noo!
Santana se encontraba inconsciente en el regazo de Brittany. Sí, se había quedado dormida encima de ella, otra vez. Fue imposible volver a despertarla. Incluso cuando Brittany la movió al otro extremo del sillón para poder ponerse de pie Santana seguía sin percatarse de nada. Brittany, casi de mala gana, se apartó de ella, sin antes (y asegurándose de que nadie se diera cuenta) pasarle la mano por sus rosadas y cálidas mejillas. No, no pudo resistirse a hacerlo.
—Pequeña diablilla. —Murmuró.
Jesse aceptó gustoso llevar a Puck a su casa, y del mismo modo cargó el cuerpo de inconsciente e inerte de Puck. Quinn de mala gana les hizo un croquis para que dieran con la dirección del moreno, y Brittany casi agradecía que alguien más estuviera con ella en el auto con Jesse y Rachel. Jesse no había perdido ni pizca de cortesía, y Rachel parecía un poco aturdida. “Seguro bebió un poco” Se tranquilizó sola Brittany. La rubia no estaba satisfecha con su noche… Pero estaba feliz. Raramente feliz. Podía sentir la fragancia dulce y etílica que le había impregnado una morena borracha al quedarse dormida en su regazo, por segunda vez. O al menos, se fue de aquella casa creyendo eso…
No podía dejar de pasarse las manos lentamente por sus mejillas. Sus parpados pesaban, pero una sensación rara le recorría el cuerpo. Debía ser el alcohol. Con sus ojos casi cerrados observaba a una rubia notablemente molesta haciendo y deshaciendo en la cocina y maldiciendo por lo bajo. Ni se había percatado de la mirada de la morena, que solo la seguía y no sabía muy bien por qué.
—Esta no es la rubia que yo quería que se quedara.
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:35 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
hey hola me gusto mucho este cap aww las brittana ya se están acercando mas y britt ya se esta dando cuanta de sus sentimientos por san y también san que bien y eso de la escena de brittany y emily espero que sean amigas y que eso no interfiera en la relación de las brittana tambien las faberry hahaha quinn toda celosa espero actualices pronto.Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
el comentario anterior es lo que pienso yo tambien, espero emily no sea una piedra en el zapato, me encantaron las brittanas con ese jueguito de si pero no, y que ocultara santana con las benditas tormentas, ahora a esperar!!!!!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Excelente! Me encanta todo, en tu historia. Aunque hayas optado por tener a una Brittany bastante distinta de la "original" (lo digo, más que nada, por su rendimiento escolar y por su ascetismo sexual) me encanta como los personajes tienen un desarrollo parejo y real, a la medida de los caracteres que se les has dado a cada uno.
La complejidad de los sentimientos involucrados da para mucho: intuyo que hay algo entre Hannah y Santana y que la latina se niega a exponer; los aparentes sentimientos de Puck; la tirante interrelación entre Rachel, Quinn y sus respectivos novios; las fugaces pero cómicas intervenciones de Sugar y Kitty; la tranquilizadora presencia de Emily; el asedio de Mike, Artie y Sam en relación a Brittany; la entrañable relación de Santana con su madre y su abuela, aunque intuyo que ese mismo nudo afectivo es también una cortapisa para que Santana se sincere consigo misma en materia de preferencia sexual. La amistad de Santana y Quinn, maravillosamente posible, aunque tu Quinn es mucho más agradable y querible que la de la serie. Y, por supuesto, el "me acerco y me retiro"de nuestras dos protagonistas. Impecables. Tanto los diálogos como los pensamientos que los alimentan, las contradicciones interiores de las chicas, las sensaciones todavía incomprendidas: todo está descripto con una técnica que agradezco, porque es poco frecuente ver relatos coherentes y bien escritos.
Ojalá puedas continuar pronto y muchas gracias!
La complejidad de los sentimientos involucrados da para mucho: intuyo que hay algo entre Hannah y Santana y que la latina se niega a exponer; los aparentes sentimientos de Puck; la tirante interrelación entre Rachel, Quinn y sus respectivos novios; las fugaces pero cómicas intervenciones de Sugar y Kitty; la tranquilizadora presencia de Emily; el asedio de Mike, Artie y Sam en relación a Brittany; la entrañable relación de Santana con su madre y su abuela, aunque intuyo que ese mismo nudo afectivo es también una cortapisa para que Santana se sincere consigo misma en materia de preferencia sexual. La amistad de Santana y Quinn, maravillosamente posible, aunque tu Quinn es mucho más agradable y querible que la de la serie. Y, por supuesto, el "me acerco y me retiro"de nuestras dos protagonistas. Impecables. Tanto los diálogos como los pensamientos que los alimentan, las contradicciones interiores de las chicas, las sensaciones todavía incomprendidas: todo está descripto con una técnica que agradezco, porque es poco frecuente ver relatos coherentes y bien escritos.
Ojalá puedas continuar pronto y muchas gracias!
MarisaParedes****** - Mensajes : 316
Fecha de inscripción : 25/02/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holii...
me encanta tu fic :)
espero tu actualizacion...
besos
me encanta tu fic :)
espero tu actualizacion...
besos
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Lovebrittana95 escribió:hey hola me gusto mucho este cap aww las brittana ya se están acercando mas y britt ya se esta dando cuanta de sus sentimientos por san y también san que bien y eso de la escena de brittany y emily espero que sean amigas y que eso no interfiera en la relación de las brittana tambien las faberry hahaha quinn toda celosa espero actualices pronto.Saludos
Holaaa:) Ya sé que siempre digo esto, pero es que es verdad: A MÍ ME ENCANTA QUE TE ENCANTE :D
Hummm... ¿Tú crees que ya se están acercando? Bueno... Ojalá sea así, porque mis bebés tienen que estar juntas forever<3 Veremos cuando pasa eso...
Pues Emily... Mmmmm... No debería ser considerada una amenaza... O no lo sé, creo que eso dependerá de Britt :P No lo sé, la verdad. (cejooooon)
Ufff, y si crees que esos son celos, entonces te morirás con lo celosa que pueden llegar a ser estas mujeres :P Jajajaja
Actualizo ya:D ¡Gracias por leer!
micky morales escribió:el comentario anterior es lo que pienso yo tambien, espero emily no sea una piedra en el zapato, me encantaron las brittanas con ese jueguito de si pero no, y que ocultara santana con las benditas tormentas, ahora a esperar!!!!!
Bueno, pues entonces, el comentario anterior es lo que te digo a ti también C: ¡NO TE CREAS! Para cada uno tengo mi comentario previamente pensado ;)
¿Por qué todos esperan eso? ¡Emily es bien linda! Nadie debería verla como una amenaza jiji (risa malévola) No ya, enserio, Emily bien podría ser un factor bueno :D Hay que verlo como algo positivo :D Emily no es mala, o eso creo :S
¡Ya sé! Hasta parece que algo oculta, ¿No? Supongo que eso se va a ver más adelante... Quizá...
¡Ya no esperes más! Aquí te lo traigo, Micky :) Gracias por leer n.n
MarisaParedes escribió:Excelente! Me encanta todo, en tu historia. Aunque hayas optado por tener a una Brittany bastante distinta de la "original" (lo digo, más que nada, por su rendimiento escolar y por su ascetismo sexual) me encanta como los personajes tienen un desarrollo parejo y real, a la medida de los caracteres que se les has dado a cada uno.
La complejidad de los sentimientos involucrados da para mucho: intuyo que hay algo entre Hannah y Santana y que la latina se niega a exponer; los aparentes sentimientos de Puck; la tirante interrelación entre Rachel, Quinn y sus respectivos novios; las fugaces pero cómicas intervenciones de Sugar y Kitty; la tranquilizadora presencia de Emily; el asedio de Mike, Artie y Sam en relación a Brittany; la entrañable relación de Santana con su madre y su abuela, aunque intuyo que ese mismo nudo afectivo es también una cortapisa para que Santana se sincere consigo misma en materia de preferencia sexual. La amistad de Santana y Quinn, maravillosamente posible, aunque tu Quinn es mucho más agradable y querible que la de la serie. Y, por supuesto, el "me acerco y me retiro"de nuestras dos protagonistas. Impecables. Tanto los diálogos como los pensamientos que los alimentan, las contradicciones interiores de las chicas, las sensaciones todavía incomprendidas: todo está descripto con una técnica que agradezco, porque es poco frecuente ver relatos coherentes y bien escritos.
Ojalá puedas continuar pronto y muchas gracias!
¡Oye! ¡Qué bonito está tu comentario! ¡En serio! En verdad, me da algo así como un sentimiento de satisfacción que te tomes el tiempo para escribirme éste tipo de cosas tan... ¿bonitas? No sé cómo calificarlas, pero sí se siente chulo, créeme :)
Respecto a Brittany, creo que si me basaba en la Brittany original de la serie, sería muy difícil que alguien pudiera llevarse mal con ella; si Santana se llevara así como se llevan en éste fic (Y Brittany siendo un completo bombón adorable) Santana sería una verdadera cretina; por eso necesitaba una Brittany que fuese un poco más intensa y con un carácter un poco más diferente.
Tengo que confesar que me gustaría tener una intuición tan acertada como la tuya :P ¡Dime donde compro una, plis! Jajajajaja. Aunque quizá no es necesario tener una buena intuición para darse cuenta de lo que te has dado cuenta tú C: I like that :D
No sé qué decirte, en verdad me ha encantado tu comentario, y no sabes lo que me halaga que me leas :) Espero no te aburras :P Jajajajaja
¡Gracias por leer! ¡En serio! :D Ya te traigo tu continuación. Ojalá te guste :)
Alisseth escribió:Holii...
me encanta tu fic :)
espero tu actualizacion...
besos
Holaaaaaaa:D Ya sé que siempre lo digo, pero a mí me encanta que te encante :D! Ya van dos veces que me comentas, y eso me halaga también C: (NiCreasQueLasCuentoCoffcooofff)
¡Aquí la traigoooo:D! Espero que te guste :)
Bechitoch C:
¡Gracias por leer! :D
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo VIII: Básquetbol.
Bueeeeeno, creo que me tardé un poqutín al escribir éste capítulo, pero éste capítulo, creo que... es... especial. No saben como me partí la cabeza al escribir ésto, pero creo... creo que quedó ahí... más o menos.
Este capítulo es importante. Es, como diría mi papá: "el mero mero"
Y pues bueno... Aquí se los dejo. La verdad, espero que les guste... Y que disfruten leyéndolo, porque de ahora en adelante, las cosas ya no tendrán tanta calma.
Brittany estaba comenzando a pensar que los sábados eran para dejarse llevar por cualquier cosa que se le antojara, por más extraña e inesperada que ésta fuese, y que los domingos eran para reprenderse a sí misma por todo lo hecho el día anterior.
Tal como cuando las personas beben hasta la inconsciencia solo por el hecho de dejarse llevar, y luego para la mañana siguiente arrepentirse de haberlo hecho y jurarse a sí mismos que no lo volverían a hacer, para volverlo a hacer el siguiente fin de semana.
El domingo había transcurrido con una morena con una cruda de los mil demonios, -lo cual no mejoraba para nada su carácter- y una rubia con aparentemente demasiada paciencia. No era que Brittany se hubiera acostumbrado a la pesada forma de ser de la latina, simplemente había entendido que oponérsele era algo completamente inútil, inservible y una total pérdida de tiempo, aún aunque al oponérsele uno tuviera la razón.
No obstante, aún con su cabeza hecha un desastre y con sus ya esperadas pero insoportables molestias estomacales, Santana no parecía querer dejar sus deberes escolares de lado. La latina literalmente le arrebató la laptop que Brittany traía en brazos en cuanto cruzó la puerta de entrada, así como también su libreta en donde Brittany había anotado todos los requerimientos de la profesora para aceptar aquella importante tarea, dejando a una rubia sin quehacer alguno por toda la tarde.
Lo de la noche anterior no contaba, definitivamente. Aún estaba molesta. Dejando todo de lado -llegadas imprevistas, confesiones bañadas de alcohol, comentarios, confesiones y acciones totalmente inapropiadas pero sinceras e inevitables- ella aún no estaba satisfecha, porque sabía que Santana no recordaría nada de lo que había sucedido, y la verdad, una gran parte de su ser prefería que todo se quedara de esa forma, y si acaso recordaba algo, sabía que jamás lo sacaría a la luz. Así que no, no contaba.
Santana no le había dirigido una palabra… O al menos no una que valiera la pena. Ni siquiera su mirada. Estaba completamente absorta en aquella laptop blanca, tecleando y revolviendo las hojas de la libreta de Brittany, aparentemente en busca de algún dato útil, lo que a Brittany le dio algo de pena, pues no consideraba tener en su cuaderno alguna cosa que pudiera ser relevante, además de los requisitos puestos por Pillsbury, los cuales estaban anotados y hasta casi memorizados. Quizá también estaba molesta… ¿Pero de qué estaría molesta? No tenía derecho a estar molesta. De hecho, debería estar besándole los pies a Brittany después de la noche anterior… O bueno, quizá no tanto así, pero sería el colmo de los colmos que Santana estuviera molesta con ella.
Aunque también le pasó por la cabeza que quizá solo estaba igual de incómoda que ella, aunque desechó aquella fugaz idea sin antes reírse internamente de ella misma por la tontería.
—Tengo que ir al baño. —Dijo cuando terminó de darle la vuelta a los canales en la televisión sin encontrar nada que la hiciera quedarse en el mismo canal por más de cinco minutos, dejando el mando a un lado de golpe, evidentemente harta.
—Cruzando el comedor a la izquierda, Brittany. No creo que no sepas donde está. —Fue lo único que dijo en un tono burlón y sin quitar la vista de la brillante pantalla.
Qué tonta. Claro que sabía. Aún así, eso solo le colmó la paciencia y ni siquiera tenía una razón muy concreta del porqué. Se puso de pie y antes de que pudiera calmarse a sí misma, soltó un despectivo y completamente audible:
—Ash.
Esto fue como encender un minúsculo fósforo en una cámara repleta de gas extremadamente inflamable.
— ¡¿Y ahora qué dije?!
Esto fue como encender otro.
—Nada, Santana. ¡Tú nunca dices nada!
Santana hizo una mueca de dolor y se puso de pie para quedar casi a su altura. Se le plantó a la cara y haciendo ademanes al más puro estilo de la enorme Rasputia, le dijo:
—Okey. En lugar de enfadarte por la nada, deberías callarte y comenzar a ayudarme con éste maldito trabajo, que se supone que es en parejas y tú no has hecho nada.
Brittany la fulminó con la mirada.
— ¡¿Cómo quieres que te ayude si ni siquiera me dejas hacer algo?! ¡Solo te privas y me ignoras! ¡Al menos dame algo que hacer!
—Entonces comienza a ser útil y tráeme un enorme vaso con agua ¿Podrías? —Le dijo la morena con un falso tono de suplica y una sonrisa irónica.
Brittany le dedicó otra de sus fulminantes miradas con la esperanza de que con ello pudiera cortarla en trocitos antes de ir a la cocina, tomar un enorme vaso cristalino, llenarlo con agua para después plantarse donde mismo. Sonrió malévolamente. Santana solo se quedó ahí, adivinando los propósitos de Brittany, pero no creyéndola capaz de llevarlos a cabo.
Brittany, a sabiendas de eso, se tomó su tiempo para verterle hasta la última gota del vital líquido a Santana desde cinco centímetros arriba de su negro cabello. Santana solo cerró los ojos y formó una “o” con su boca al sentir el agua recorrerle la cabellera, el rostro, los hombros y parte de los brazos y el pecho. Todavía no lo creía.
— ¿Acabas de hacer lo que creo que acabas de hacer? —Preguntó una empapada, incrédula y furiosa Santana, con sus ojos aún cerrados y suspirando muy ruidosamente.
—Oye ¿No querías agua? —Ironizó Brittany, con una sonrisa y una voz completamente burlonas—No me culpes, yo solo quiero ayudar.
— ¡Tú acabas de mojarme! —Le gritó, aún como si no se lo creyera.
— ¡Bueno, pues puedo asegurarte que la lluvia no fue…! —Volvió Brittany al sarcasmo, y hasta con un poco de veneno en la voz— ¡Y también te aseguro de que nunca lo será, porque en el caso de que lloviera lo primero que harías sería irte a un rincón a llorar como una completa niñita asustada!
Santana se tensó. Cerró la boca de golpe y sus orificios nasales se abrieron de manera importante y visible, excepto para Brittany.
—Okey, Brittany. Basta.
— ¿Por qué? ¿No fue lo que esperabas? ¿No cumplí con tus expectativas? ¿Qué debo hacer para dejar de ser una inútil, Santana?
Santana apretó los labios. Brittany siguió.
—Ah ya sé. ¡Tal vez debería cantarte una estúpida canción!
Santana trató de no fruncir el entrecejo y de ignorar el nudo en la garganta. Intentos fallidos. No podía ser que ella le estuviera restregando aquello en la cara. Brittany siguió.
— ¿Qué canción debería ser? —Brittany fingió que pensaba, de alguna manera completamente hiriente— ¿La de las cien ovejas?
Eso estaba de más.
Brittany calló de repente, como si por fin se diera cuenta de lo que acababa de decir. Santana le dirigía la mirada, solo para no sucumbir.
No le iba a decir nada;
Una: porque aún no podía creer que aquello estuviera pasando.
Dos: porque cada palabra que le decía no tenía como ser replicada o de alguna manera desmentida.
Tres: porque el enorme nudo que se le había formado en la garganta solo hacía aquello imposible.
No pudo quedarse más tiempo plantada en frente de ella. No pudo detener sus propias piernas al comenzar a correr a refugiarse a su habitación, dejando a una Brittany completamente aturdida e incrédula. Incrédula de sí misma. Al irse Santana, la dejó con la vista en algún punto sin importancia en la pared que tenía en frente ahora que Santana se había ido. Ni siquiera tenía el valor para girar la vista hacia algún otro punto más coherente. Supuso que su boca y sus cuerdas vocales ya lo habían acaparado todo.
En ese momento, Brittany entendió que había caído bajo. Supo que nunca en su vida se había sentido tan miserable, y eso solo la hacía desear desaparecer.
No supo cuanto tiempo pasó, y sus ojos simplemente no se podían girar hacia el estúpido reloj digital de la estufa. Supuso que habían pasado cuatro horas, cuando la verdad era que habían pasado solo tres minutos de un silencio insoportable. Santana no daba señales de nada. Un grito. Un insulto. Un maldito ruidito. Nada.
La puerta de la entrada de esa casa casi le gritaba que debía atravesarla y salir de ahí; ella también sentía que debía hacer eso, pero en lugar de ir a aquella puerta, se fue a donde, ella sabía, se había encerrado una latina. Una dolida latina. Lo sabía porque las demás puertas que lograba ver estaban entreabiertas y solo había una completamente cerrada. Esa era la puerta de la habitación de Santana. Ahí estaba Santana.
Su mano temblaba encima de la perilla. La retiraba, la volvía a colocar para después volver a retirarla. Reptitó aquel proceso varias veces. ¿Debía entrar? Y sí debía hacerlo… ¿Debía pedir permiso? No… Lo mejor era regresar por donde había venido. Sí, eso debía hacer. Eso tenía que hacer. No tenía nada que hacer ahí.
Antes de que pudiera dar media vuelta y regresar, la puerta se abrió y de ella salió Santana con la vista baja, estando a punto de chocar con ella de no ser porque se percató de su presencia justo a tiempo.
Abrió de golpe los ojos, sorprendida; pero al instante, su semblante se tornó frio e indiferente.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó. Sus palabras eran casi de hielo, pero aún así, Brittany podía sentir que trataba de ocultar cosas— ¿Me estabas espiando?
— ¡No! —Se apuró a contestar, algo nerviosa, pero aún así tratando de hacer contacto con aquellos ojos marrones que no hacían más que esquivarla—Sólo quería… Quería saber si… Estabas bien. —Titubeó.
—Claro que estoy bien. ¿No me ves?
Antes de que Brittany pudiera hacer algo, Santana se apuró a regresar al mismo sillón donde había pasado la mayoría del día.
Brittany la siguió con timidez.
Al llegar a la sala se dio cuenta de que Santana se había cambiado de blusa por una de resaque de color gris.
Claro, fue a cambiarse porque tú la mojaste. ¿Satisfecha?
Santana no le dirigía la palabra. Ni siquiera la mirada, como había hecho todo el día, pero esto se sentía distinto. Esto era distinto. Santana se notaba triste y abatida, y tratando de ocultarlo. Brittany lo sabía, o lo intuía. De verdad había cruzado la delgada línea entre insultar y herir.
Corrió la mirada al suelo empapado.
Debería darte vergüenza, Brittany.
Se decidió a buscar por toda la casa algo para limpiar aquella agua del suelo. Una vez que lo encontró, comenzó a remover el agua de ahí.
— ¿Ahora qué se supone que haces?
Oh, por dios, Santana habló por fin. Brittany pudo jurar en aquel momento que aquel timbre de voz sonaba casi celestial, y más porque había acabado con aquel torturante silencio. Sonrió a sabiendas de que Santana no podía verla.
—Bueno, mi abuela siempre me ha dicho que si haces un desastre, entonces debes remediarlo.
—Muy sabia tu abuela.
—Sí, lo es.
En realidad, no era que hubiera mucha agua en el suelo, de hecho ya la había secado, pero en ese momento ni siquiera sabía de ella misma. Solo le sonreía como estúpida al suelo que ya estaba más que seco. Tenía que hablar con ella. De lo que sea, pero tenía que hacerlo.
Se dio media vuelta para darle la cara a una Santana que parecía algo sorprendida del cambio de posición tan repentino de Brittany.
— ¿Estás enfadada conmigo? —Preguntó, tratando con todas sus fuerzas de no titubear y no cerrar los ojos. Se aferró más al palo del trapeador.
¿Que si santana estaba enfadada con ella? ¡No! ¡Eso no era lo que pasaba! ¡Ella era la que debía estar enojada, no Santana! Aunque, bueno… Ella tampoco se había portado muy bien con ella que digamos…
Santana abrió mucho los ojos y su cabeza hizo un fugaz movimiento hacia atrás. Luego, frunció el ceño, confundida.
— ¿Yo? Pero… Si yo pensé que… la enojada… Bueno, eras tú. —Contestó titubeante y ahora con su mirada fija en el suelo, como si se sintiera culpable.
¿Era eso? ¿Se sentía culpable?
— ¿Enojada? ¿Yo?
—Hummm… Sí. Te lo pregunté en clase con Pillsbury. ¿No lo recuerdas? Las… Las notas…
¡Las notas! ¡Claro! … O sea, ¿Santana trataba de disculparse por medio de las notas? Y ella… Ella no había actuado de una manera muy sensata al respecto. Oh, ahora se sentía aún peor. ¿Quién era ahora? ¿Brittany la cretina?
— ¿Y yo por qué debería estar enojada? ¿Por el agua? —Le preguntó. No estaba de sarcástica ni irónica. Le estaba preguntando en serio.
Oh, que linda. ¡Enserio piensa que es por el agua!
—Por… Por lo que te dije. —Contestó con la vista en el suelo. No podía dirigirle la mirada siquiera—Yo… Yo no lo decía en serio.
—No es nada, Brittany. —Contestó Santana, con un tono apagado en su voz, aunque Brittany aún no se sentía con el valor de levantar la mirada y posarla en los marrones ojos que sabía que la veían.
—Sí, Santana. Sí lo es. No debí haber dicho eso. Sé que te dolió.
—No me dolió…
Brittany ahora levantó la mirada y la posó en sus ojos.
—Sí, lo hizo. Deja de decir que no.
Santana apretó la mandíbula. No pudo decir nada. No podía decir nada cuando unos ojos azules la veían de esa manera. ¿Acaso lo hacía apropósito? Incomodaba, y mucho.
— ¿Si te digo que sí, entonces me dejarás continuar con nuestra tarea?
—Si me dices que sí, entonces no me estarás mintiendo como lo has hecho siempre desde que te conocí.
¿Quién se creía ella para cuestionarla de esa manera? Solo era una rubia a la que conoció en la escuela hace un poco más de dos semanas. No tenían nada en común. No eran amigas. No tenía derecho a desnudarla por dentro de esa manera.
Volvió a la computadora.
—Lo que sea, Brittany. Tenemos que terminar esto. Mira…—Le señaló la pantalla de la computadora con su índice—He terminado la introducción y he puesto algunos muchos datos importantes sobre cada asunto. Solo nos falta…
Genial. Santana evadiéndola de nuevo. Ugh. Era increíble la destreza que tenía esa mujer para ignorarla. La verdad era que todo demás que salió de la boca de la latina era solo un largo “blablabla”. Iba a hacer otra vez como que nada había pasado. Sí, ella era una experta en eso.
—Sí, ya ya. Entendí. —Dijo, una vez que se percató de que Santana había cesado con las palabras.
—Bien. Entonces, dime cuando nos vemos para hacer las entrevistas y salir a encuestar gente.
Brittany frunció el ceño. ¿De qué rayos hablaba ahora?
— ¿Qué?
—Brittany, estamos frente a una investigación. —Decía Santana, con aire un tanto severo—Es necesario no solo investigar en libros, revistas, internet, blogs y cosas así, también hay que saber la opinión de expertos en el tema y gente ajena a él. También creo que tendríamos que hacer sondeos…
— ¿Sondeos?
—Brittany, ¿Al menos sabes qué tema estamos tratando?
Brittany calló. No, no sabía. Sí, era ella quién había anotado todos los datos de aquella tarea, pero no, ahora no recordaba saber nada. Rayos, otra vez…
— ¿No podríamos solo investigar en todos los lugares que has dicho y solo colocar la información en hojas, o presentaciones y ya? Como lo hace todo el mundo.
Santana frunció el ceño.
—Brittany, pero claro que no. —Le dijo, más severa aún—Tú sabes lo que pesa éste trabajo en la calificación final ¿Verdad? Eso no es suficiente. Además, Pillsbury me odia. Esto tiene que quedar muy completo y perfecto.
Santana en serio parecía saber de que estaba hablando, todo lo contrario a Brittany. La morena ya tenía su vista clavada de nuevo en la laptop y tomó otro sorbo de agua. Tal vez no quería hacerlo notar, pero la cruda si le pegó, y al parecer duro, porque con ese ya llevaba dos botellas de agua que vaciaba.
—Está dura la cruda, ehh.
Oh, ahora era su turno de mofarse. Santana abrió mucho los ojos.
—Esto no es cruda. —Le dijo.
—Claro que lo es. Te has terminado no sé cuantas botellas de agua. —La contradijo, con una sonrisa burlona.
— ¿Y eso qué? —Preguntó, desviando la mirada de aquellos burlones ojos azules.
—Que estás cruda.
—No sé qué pretendes al decirme esto con un trapeador en la mano.
Era cierto. Brittany aún no soltaba el trapeador. Ya ni siquiera se acordaba de él. Santana rió un poco ante la cara de confusión de Brittany.
— ¿Puedes ir a dejarlo al patio? —Preguntó Santana, señalando la puerta que seguramente conducía al patio trasero—Ya sabes… Para que se seque.
Brittany asintió tontamente e hizo lo pedido. El sol ya no estaba tan fuerte, pero igual, un alto techo de lámina daba sombra a la persona que se quedara en el piso de concreto. Debían ser como las seis de la tarde.
¡Vaya! Llevaba ahí casi todo el día.
Salió a un no tan amplio pero tampoco pequeño patio y colgó el trapeador en una cuerda que iba de un extremo a otro del jardín, que seguramente era para colgar ropa.
No se resistió a echar un vistazo.
Lo que no estaba cubierto por concreto, estaba cubierto de un pasto muy verde, y en un pequeño rincón había un pequeño jardincito repleto de flores y arboles de frutos. A un lado, había una pequeña habitación, algo así como una bodega.
Ah, bodegas.
No se atrevió a entrar, supuso que ahí se guardaba herramienta de jardinería.
Corrió la vista a su lado y se percató de una alta canasta de básquetbol. ¡Vaya! ella misma tenía mucho tiempo que no jugaba básquetbol. Ahora también se percataba de varios balones del mismo deporte regados por el verde pasto del jardín. ¿A Santana le gustaba el básquetbol? No, si a Santana le gustara el básquetbol no estaría tan enana; o al menos su estatura sería un poco más alta… ¿Santana tendría hermanos? Sí, seguramente los tenía y serían esos dos chicos que la acompañaban en la foto que ya había visto, junto con la señora que seguramente era su madre.
En ese instante, unas ganas muy grandes de jugar deportes aparecieron.
— ¿Una partida, López?
Santana abrió mucho los ojos y parpadeó varias veces. No supo por qué, pero la boca se le secó en cuanto vio a aquella rubia botando el balón de esa manera.
— ¿Podrías decirme que pasa por tu cabeza? ¿Estás loca? Esto—Levantó la laptop de su regazo, como para que Brittany se diera cuenta de que ahí estaba—Aún no está acabado, y…
—Tú dijiste que ya habías acabado.
—Britt-Brittany, aún… Aún hacen falta las encuestas y… Salir con gente a… También hace falta recopilar más información y…
— ¿Quieres salir a encuestar gente ahora que está casi oscureciendo? —Preguntó con una ceja arqueada—Además, creo que hemos… quiero decir, haz avanzado mucho. Tenemos mucho tiempo para lo demás.
Santana bufó.
—Brittany, mi estado actual no es precisamente para salir a jugar…
—Dijiste que no estabas cruda.
Brittany ahora tenía una sonrisa burlona. Santana la veía con el entrecejo fruncido e indecisa. Si aquella era una discusión, Brittany seguramente iría ganando.
Santana sintió un repentino calor en todo su rostro. Ella no quería jugar con esa rubia. Sería humillante. Se le iban acabando las malditas excusas.
—Brittany, creo que… Sería muy injusto para mí jugar contra ti en un partido de básquetbol…
Brittany la miró, ahora con una evidente confusión en el rostro. Santana bufó resignada y con la cabeza gacha -por la pena- le dijo:
—Brittany, yo… Apenas mido uno sesenta y cinco.
La rubia trató de contener una sonrisa. No podía creer la facilidad de aquella morena para cambiar de una prepotente y fría actitud a una tan frágil y tímida; casi hasta adorable…
—Te reto.
Estas fueron casi como palabras mágicas. Santana tardó un poco, pero se puso de pie en señal de que aceptaba dicho reto. A Brittany, por su parte, se le secó la boca y tensó la mandíbula al ver a la morena de pie. Dejó de botar el balón por un momento.
Santana no tenía brassier.
—No debiste retarme, Pierce.
Ahora, Brittany ya no estaba tan segura de querer jugar básquetbol. Tragó saliva mientras Santana se posicionaba dándole la espalda a la alta canasta con las rodillas flexionadas y su torso inclinado un poco hacia adelante, comenzando a dar ligeros saltitos hacia los lados.
¡Oh por favor, Brittany! ¡Como si nunca en tu vida hubieras visto unas! Ves un par de esas todos los días en tu espejo.
Primera canasta: Brittany dio tres rápidos pasos. Fingió un movimiento a la izquierda; Santana lo anticipó y de un manotazo le arrebató el balón.
Canasta para Santana.
Sí, llevaba mucho sin jugar, pero no podía ser tan mala, y eso había sido patético.
Segunda canasta: Le tocaba sacar a Brittany. Tiró el balón directo hacia la canasta, o al menos eso se propuso.
Grave error.
Santana dio un salto alzando sus brazos para bloquear el paso del balón.
Oh, esos… ¿Tiene frío?
Santana dio otro manotazo. Fue muy fácil para ella anotar otra canasta.
—Oh vamos, Pierce. —Santana le devolvió el balón en las manos y se posicionó como había hecho antes—Eres mejor que eso.
Claro que era mejor que eso. ¿Qué rayos le pasaba?
—Te estoy dejando ganar. —Se justificó, empezando a botar el balón en el mismo lugar.
—No lo necesito.
Lo que en realidad pasaba, es que Brittany se preocupaba también en otras cosas perfectamente circulares frente a ella.
Tercera canasta: Fingió un tiro directo a la canasta -procurando no ver nada más- Santana saltó de nuevo de la misma forma. Brittany pasó el balón por en medio y debajo de sus piernas.
Canasta para Brittany.
Ahora todo era algo incómodo. Nadie decía nada. Brittany llegó a pensar que quizá Santana se había molestado por la canasta… Pero era un juego; un estúpido juego. No podía enojarse.
Empujes, manotazos, puñetazos por parte de las dos. Ninguna decía nada sobre esto, solo se causaban un dolor físico cada vez más fuerte. De hecho, no era que no quisieran hacer notar que los golpes dolían; era que en realidad no los sentían, y lo que en realidad se podía sentir, era un alivio. Un raro, pero anhelado alivio. Una pesadez que se iba. Era muy raro y desconocido, y por ende, daba miedo.
El sol se debilitaba más y más. El juego se hacía más intenso. Habían perdido la cuenta de cuantas canastas llevaba cada una. El sudor se hacía presente en sus frentes y en sus cuerpos.
—Última canasta. —Anunció Brittany, con la voz cansada y cortada—La que anote, gana. Tú sacas.
Dicho esto, le lanzó el balón. Santana lo atrapó sin problemas. En verdad estaba cansada y su respiración estaba muy agitada. Con Diego no jugaba así, pero bueno, con Diego siempre ganaba. Sus piernas temblaban un poco. Quizá debió haberse puesto brassier.
Optó por poco a poco darle la espalda a Brittany hasta llegar a una distancia que le hiciera más fácil encestar.
Por un momento, acercarse a la cesta pasó a segundo plano. Mientras más se acercaba a ella, más ceñida al cuerpo sentía a Brittany, y no podía pedirle que se apartara, o sea… tenía que hacerlo… así era el juego, era lo lógico por hacer. Aún así… Era… Diferente. Se sentía diferente, y no de manera muy… casta.
Su pie dio un paso en falso fuera del piso de concreto.
Mierda.
Su equilibrio se desvaneció por completo. Su cuerpo se abalanzó hacia atrás, sintiendo otro suave cuerpo debajo de ella. Cayeron en el pasto verde. Oh, dios. Era una vergüenza. No pudo evitar dejar caer todo su cuerpo encima del de ella. Rápidamente se giró hacia Brittany una vez que sintió tierra firme y se incorporó sobre sus brazos, acorralándola entre ellos completamente sin conciencia de lo que hacía.
— ¿Es-Estás bien? —Le preguntó, nerviosa, cansada y con la voz entrecortada.
Pero eso no podía estar bien.
Brittany era la que estaba en el suelo y ella ni siquiera era la que había tropezado. No contestaba y eso era un martirio; pero la veía, esto podía contar como martirio también. Un peligroso y enviciante martirio. En realidad, era imposible no regresarle la mirada y perderse en ella. Daba miedo. Era inquietante.
Sus cansadas respiraciones chocaban y sus pechos casi se rozaban, pero eso para ellas era solo otro factor que hacía más difícil salir de aquella posición.
¿Qué mierdas está sucediendo contigo, Santana?
—Yo… Creo… Deberías irte. —Titubeó.
Se puso de pie porque se dio cuenta de que si Brittany iba a irse, ella primero debía dejarla hacerlo.
Brittany parpadeó muchas veces, como si acabara de despertarse de un largo y perturbante sueño.
—Sí. Yo… Llamaré a mi padre. —Anunció, notablemente nerviosa.
A largas zancadas y sin poder decir más nada, regresó dentro de la casa.
Santana supuso que debía ir también, pero no tenía el valor para hacerlo. Quiso distraerse al ir a regar el pequeño jardín, pero en realidad ni siquiera sabía en sí lo que estaba haciendo, solo lo hacía como si su cuerpo fuera un robot siguiendo órdenes de alguien dentro de ella. En su vida había regado el maldito jardín.
Brittany no salía de la casa, y eso a Santana la ponía, de alguna manera, de nervios. No se atrevía siquiera a posar la mirada a la gran ventana que daba a la sala, y menos se atrevería a entrar a su propia casa a preguntarle cómo se sentía.
¡Oh! El pasto se ve muy amarillo. Sería una muy mala persona si no le diera agua a él.
Aunque… El pasto se veía demasiado verde y saludable.
Oyó una bocina de auto a lo lejos. Debía ser el padre de Brittany. Sí, Santana no se atrevió a poner un pie en la sala, aún aunque el sol ya se había ocultado y ella estuviera casi a oscuras, si no fuera por los tenues y demasiado débiles y pequeños rayos de sol.
Cerró el grifo de la manguera y ahora sabía que debía entrar a su casa y despedir a Brittany.
La chica ya tenía todo en sus manos; su laptop y su libreta.
Ahora, era como si hubiera algún tipo de fuerza invisible e imposible de vencer les impidiera verse a los ojos.
Así, sin verse a los ojos, llegaron al recibidor. Santana abrió la puerta. Sin querer, agachó un poco la cabeza, como si se sintiera culpable; aunque últimamente, ese sentimiento estaba más cerca que de costumbre.
—Adiós, Brittany. —Le dijo.
Tal vez, deberías pedirme que me quede, así como ayer.
—Adiós, Santana.
Y así, Brittany se fue.
Ahora no tenía ánimos para su acostumbrado cereal nocturno. Santana se fue a dormir a su cuarto sin cenar y a las nueve de la noche, después de mil intentos fallidos por encontrar algo para ver en la televisión.
Esa noche no fue como las otras. Esa noche, una horrible y extraña sensación le recorría el pecho, y no parecía querer irse. Esa noche, ahora todo parecía confuso y estar mal. Esa noche solo durmió con la esperanza de que al despertar, aquella horrible sensación que rondaba su pecho se fuera.
Lo que ella no sabía, era que esa sensación en su pecho era solo un pequeño síntoma de lo que en realidad se avecinaba; como una pequeña nube gris que anunciaba la venida de una fuerte y aterradora tormenta.
Y pues bueno… A ella, esas tormentas le aterraban.
Las cosas estaban por cambiar, de eso ya podía estar segura, y eso ahora no se sentía bien.
¡Cuídense! ¡Bechoch y abachos para todoch! ¡Mua! :*
Este capítulo es importante. Es, como diría mi papá: "el mero mero"
Y pues bueno... Aquí se los dejo. La verdad, espero que les guste... Y que disfruten leyéndolo, porque de ahora en adelante, las cosas ya no tendrán tanta calma.
8.
Básquetbol.
Básquetbol.
Brittany estaba comenzando a pensar que los sábados eran para dejarse llevar por cualquier cosa que se le antojara, por más extraña e inesperada que ésta fuese, y que los domingos eran para reprenderse a sí misma por todo lo hecho el día anterior.
Tal como cuando las personas beben hasta la inconsciencia solo por el hecho de dejarse llevar, y luego para la mañana siguiente arrepentirse de haberlo hecho y jurarse a sí mismos que no lo volverían a hacer, para volverlo a hacer el siguiente fin de semana.
El domingo había transcurrido con una morena con una cruda de los mil demonios, -lo cual no mejoraba para nada su carácter- y una rubia con aparentemente demasiada paciencia. No era que Brittany se hubiera acostumbrado a la pesada forma de ser de la latina, simplemente había entendido que oponérsele era algo completamente inútil, inservible y una total pérdida de tiempo, aún aunque al oponérsele uno tuviera la razón.
No obstante, aún con su cabeza hecha un desastre y con sus ya esperadas pero insoportables molestias estomacales, Santana no parecía querer dejar sus deberes escolares de lado. La latina literalmente le arrebató la laptop que Brittany traía en brazos en cuanto cruzó la puerta de entrada, así como también su libreta en donde Brittany había anotado todos los requerimientos de la profesora para aceptar aquella importante tarea, dejando a una rubia sin quehacer alguno por toda la tarde.
Lo de la noche anterior no contaba, definitivamente. Aún estaba molesta. Dejando todo de lado -llegadas imprevistas, confesiones bañadas de alcohol, comentarios, confesiones y acciones totalmente inapropiadas pero sinceras e inevitables- ella aún no estaba satisfecha, porque sabía que Santana no recordaría nada de lo que había sucedido, y la verdad, una gran parte de su ser prefería que todo se quedara de esa forma, y si acaso recordaba algo, sabía que jamás lo sacaría a la luz. Así que no, no contaba.
Santana no le había dirigido una palabra… O al menos no una que valiera la pena. Ni siquiera su mirada. Estaba completamente absorta en aquella laptop blanca, tecleando y revolviendo las hojas de la libreta de Brittany, aparentemente en busca de algún dato útil, lo que a Brittany le dio algo de pena, pues no consideraba tener en su cuaderno alguna cosa que pudiera ser relevante, además de los requisitos puestos por Pillsbury, los cuales estaban anotados y hasta casi memorizados. Quizá también estaba molesta… ¿Pero de qué estaría molesta? No tenía derecho a estar molesta. De hecho, debería estar besándole los pies a Brittany después de la noche anterior… O bueno, quizá no tanto así, pero sería el colmo de los colmos que Santana estuviera molesta con ella.
Aunque también le pasó por la cabeza que quizá solo estaba igual de incómoda que ella, aunque desechó aquella fugaz idea sin antes reírse internamente de ella misma por la tontería.
—Tengo que ir al baño. —Dijo cuando terminó de darle la vuelta a los canales en la televisión sin encontrar nada que la hiciera quedarse en el mismo canal por más de cinco minutos, dejando el mando a un lado de golpe, evidentemente harta.
—Cruzando el comedor a la izquierda, Brittany. No creo que no sepas donde está. —Fue lo único que dijo en un tono burlón y sin quitar la vista de la brillante pantalla.
Qué tonta. Claro que sabía. Aún así, eso solo le colmó la paciencia y ni siquiera tenía una razón muy concreta del porqué. Se puso de pie y antes de que pudiera calmarse a sí misma, soltó un despectivo y completamente audible:
—Ash.
Esto fue como encender un minúsculo fósforo en una cámara repleta de gas extremadamente inflamable.
— ¡¿Y ahora qué dije?!
Esto fue como encender otro.
—Nada, Santana. ¡Tú nunca dices nada!
Santana hizo una mueca de dolor y se puso de pie para quedar casi a su altura. Se le plantó a la cara y haciendo ademanes al más puro estilo de la enorme Rasputia, le dijo:
—Okey. En lugar de enfadarte por la nada, deberías callarte y comenzar a ayudarme con éste maldito trabajo, que se supone que es en parejas y tú no has hecho nada.
Brittany la fulminó con la mirada.
— ¡¿Cómo quieres que te ayude si ni siquiera me dejas hacer algo?! ¡Solo te privas y me ignoras! ¡Al menos dame algo que hacer!
—Entonces comienza a ser útil y tráeme un enorme vaso con agua ¿Podrías? —Le dijo la morena con un falso tono de suplica y una sonrisa irónica.
Brittany le dedicó otra de sus fulminantes miradas con la esperanza de que con ello pudiera cortarla en trocitos antes de ir a la cocina, tomar un enorme vaso cristalino, llenarlo con agua para después plantarse donde mismo. Sonrió malévolamente. Santana solo se quedó ahí, adivinando los propósitos de Brittany, pero no creyéndola capaz de llevarlos a cabo.
Brittany, a sabiendas de eso, se tomó su tiempo para verterle hasta la última gota del vital líquido a Santana desde cinco centímetros arriba de su negro cabello. Santana solo cerró los ojos y formó una “o” con su boca al sentir el agua recorrerle la cabellera, el rostro, los hombros y parte de los brazos y el pecho. Todavía no lo creía.
— ¿Acabas de hacer lo que creo que acabas de hacer? —Preguntó una empapada, incrédula y furiosa Santana, con sus ojos aún cerrados y suspirando muy ruidosamente.
—Oye ¿No querías agua? —Ironizó Brittany, con una sonrisa y una voz completamente burlonas—No me culpes, yo solo quiero ayudar.
— ¡Tú acabas de mojarme! —Le gritó, aún como si no se lo creyera.
— ¡Bueno, pues puedo asegurarte que la lluvia no fue…! —Volvió Brittany al sarcasmo, y hasta con un poco de veneno en la voz— ¡Y también te aseguro de que nunca lo será, porque en el caso de que lloviera lo primero que harías sería irte a un rincón a llorar como una completa niñita asustada!
Santana se tensó. Cerró la boca de golpe y sus orificios nasales se abrieron de manera importante y visible, excepto para Brittany.
—Okey, Brittany. Basta.
— ¿Por qué? ¿No fue lo que esperabas? ¿No cumplí con tus expectativas? ¿Qué debo hacer para dejar de ser una inútil, Santana?
Santana apretó los labios. Brittany siguió.
—Ah ya sé. ¡Tal vez debería cantarte una estúpida canción!
Santana trató de no fruncir el entrecejo y de ignorar el nudo en la garganta. Intentos fallidos. No podía ser que ella le estuviera restregando aquello en la cara. Brittany siguió.
— ¿Qué canción debería ser? —Brittany fingió que pensaba, de alguna manera completamente hiriente— ¿La de las cien ovejas?
Eso estaba de más.
Brittany calló de repente, como si por fin se diera cuenta de lo que acababa de decir. Santana le dirigía la mirada, solo para no sucumbir.
No le iba a decir nada;
Una: porque aún no podía creer que aquello estuviera pasando.
Dos: porque cada palabra que le decía no tenía como ser replicada o de alguna manera desmentida.
Tres: porque el enorme nudo que se le había formado en la garganta solo hacía aquello imposible.
No pudo quedarse más tiempo plantada en frente de ella. No pudo detener sus propias piernas al comenzar a correr a refugiarse a su habitación, dejando a una Brittany completamente aturdida e incrédula. Incrédula de sí misma. Al irse Santana, la dejó con la vista en algún punto sin importancia en la pared que tenía en frente ahora que Santana se había ido. Ni siquiera tenía el valor para girar la vista hacia algún otro punto más coherente. Supuso que su boca y sus cuerdas vocales ya lo habían acaparado todo.
En ese momento, Brittany entendió que había caído bajo. Supo que nunca en su vida se había sentido tan miserable, y eso solo la hacía desear desaparecer.
No supo cuanto tiempo pasó, y sus ojos simplemente no se podían girar hacia el estúpido reloj digital de la estufa. Supuso que habían pasado cuatro horas, cuando la verdad era que habían pasado solo tres minutos de un silencio insoportable. Santana no daba señales de nada. Un grito. Un insulto. Un maldito ruidito. Nada.
La puerta de la entrada de esa casa casi le gritaba que debía atravesarla y salir de ahí; ella también sentía que debía hacer eso, pero en lugar de ir a aquella puerta, se fue a donde, ella sabía, se había encerrado una latina. Una dolida latina. Lo sabía porque las demás puertas que lograba ver estaban entreabiertas y solo había una completamente cerrada. Esa era la puerta de la habitación de Santana. Ahí estaba Santana.
Su mano temblaba encima de la perilla. La retiraba, la volvía a colocar para después volver a retirarla. Reptitó aquel proceso varias veces. ¿Debía entrar? Y sí debía hacerlo… ¿Debía pedir permiso? No… Lo mejor era regresar por donde había venido. Sí, eso debía hacer. Eso tenía que hacer. No tenía nada que hacer ahí.
Antes de que pudiera dar media vuelta y regresar, la puerta se abrió y de ella salió Santana con la vista baja, estando a punto de chocar con ella de no ser porque se percató de su presencia justo a tiempo.
Abrió de golpe los ojos, sorprendida; pero al instante, su semblante se tornó frio e indiferente.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó. Sus palabras eran casi de hielo, pero aún así, Brittany podía sentir que trataba de ocultar cosas— ¿Me estabas espiando?
— ¡No! —Se apuró a contestar, algo nerviosa, pero aún así tratando de hacer contacto con aquellos ojos marrones que no hacían más que esquivarla—Sólo quería… Quería saber si… Estabas bien. —Titubeó.
—Claro que estoy bien. ¿No me ves?
Antes de que Brittany pudiera hacer algo, Santana se apuró a regresar al mismo sillón donde había pasado la mayoría del día.
Brittany la siguió con timidez.
Al llegar a la sala se dio cuenta de que Santana se había cambiado de blusa por una de resaque de color gris.
Claro, fue a cambiarse porque tú la mojaste. ¿Satisfecha?
Santana no le dirigía la palabra. Ni siquiera la mirada, como había hecho todo el día, pero esto se sentía distinto. Esto era distinto. Santana se notaba triste y abatida, y tratando de ocultarlo. Brittany lo sabía, o lo intuía. De verdad había cruzado la delgada línea entre insultar y herir.
Corrió la mirada al suelo empapado.
Debería darte vergüenza, Brittany.
Se decidió a buscar por toda la casa algo para limpiar aquella agua del suelo. Una vez que lo encontró, comenzó a remover el agua de ahí.
— ¿Ahora qué se supone que haces?
Oh, por dios, Santana habló por fin. Brittany pudo jurar en aquel momento que aquel timbre de voz sonaba casi celestial, y más porque había acabado con aquel torturante silencio. Sonrió a sabiendas de que Santana no podía verla.
—Bueno, mi abuela siempre me ha dicho que si haces un desastre, entonces debes remediarlo.
—Muy sabia tu abuela.
—Sí, lo es.
En realidad, no era que hubiera mucha agua en el suelo, de hecho ya la había secado, pero en ese momento ni siquiera sabía de ella misma. Solo le sonreía como estúpida al suelo que ya estaba más que seco. Tenía que hablar con ella. De lo que sea, pero tenía que hacerlo.
Se dio media vuelta para darle la cara a una Santana que parecía algo sorprendida del cambio de posición tan repentino de Brittany.
— ¿Estás enfadada conmigo? —Preguntó, tratando con todas sus fuerzas de no titubear y no cerrar los ojos. Se aferró más al palo del trapeador.
¿Que si santana estaba enfadada con ella? ¡No! ¡Eso no era lo que pasaba! ¡Ella era la que debía estar enojada, no Santana! Aunque, bueno… Ella tampoco se había portado muy bien con ella que digamos…
Santana abrió mucho los ojos y su cabeza hizo un fugaz movimiento hacia atrás. Luego, frunció el ceño, confundida.
— ¿Yo? Pero… Si yo pensé que… la enojada… Bueno, eras tú. —Contestó titubeante y ahora con su mirada fija en el suelo, como si se sintiera culpable.
¿Era eso? ¿Se sentía culpable?
— ¿Enojada? ¿Yo?
—Hummm… Sí. Te lo pregunté en clase con Pillsbury. ¿No lo recuerdas? Las… Las notas…
¡Las notas! ¡Claro! … O sea, ¿Santana trataba de disculparse por medio de las notas? Y ella… Ella no había actuado de una manera muy sensata al respecto. Oh, ahora se sentía aún peor. ¿Quién era ahora? ¿Brittany la cretina?
— ¿Y yo por qué debería estar enojada? ¿Por el agua? —Le preguntó. No estaba de sarcástica ni irónica. Le estaba preguntando en serio.
Oh, que linda. ¡Enserio piensa que es por el agua!
—Por… Por lo que te dije. —Contestó con la vista en el suelo. No podía dirigirle la mirada siquiera—Yo… Yo no lo decía en serio.
—No es nada, Brittany. —Contestó Santana, con un tono apagado en su voz, aunque Brittany aún no se sentía con el valor de levantar la mirada y posarla en los marrones ojos que sabía que la veían.
—Sí, Santana. Sí lo es. No debí haber dicho eso. Sé que te dolió.
—No me dolió…
Brittany ahora levantó la mirada y la posó en sus ojos.
—Sí, lo hizo. Deja de decir que no.
Santana apretó la mandíbula. No pudo decir nada. No podía decir nada cuando unos ojos azules la veían de esa manera. ¿Acaso lo hacía apropósito? Incomodaba, y mucho.
— ¿Si te digo que sí, entonces me dejarás continuar con nuestra tarea?
—Si me dices que sí, entonces no me estarás mintiendo como lo has hecho siempre desde que te conocí.
¿Quién se creía ella para cuestionarla de esa manera? Solo era una rubia a la que conoció en la escuela hace un poco más de dos semanas. No tenían nada en común. No eran amigas. No tenía derecho a desnudarla por dentro de esa manera.
Volvió a la computadora.
—Lo que sea, Brittany. Tenemos que terminar esto. Mira…—Le señaló la pantalla de la computadora con su índice—He terminado la introducción y he puesto algunos muchos datos importantes sobre cada asunto. Solo nos falta…
Genial. Santana evadiéndola de nuevo. Ugh. Era increíble la destreza que tenía esa mujer para ignorarla. La verdad era que todo demás que salió de la boca de la latina era solo un largo “blablabla”. Iba a hacer otra vez como que nada había pasado. Sí, ella era una experta en eso.
—Sí, ya ya. Entendí. —Dijo, una vez que se percató de que Santana había cesado con las palabras.
—Bien. Entonces, dime cuando nos vemos para hacer las entrevistas y salir a encuestar gente.
Brittany frunció el ceño. ¿De qué rayos hablaba ahora?
— ¿Qué?
—Brittany, estamos frente a una investigación. —Decía Santana, con aire un tanto severo—Es necesario no solo investigar en libros, revistas, internet, blogs y cosas así, también hay que saber la opinión de expertos en el tema y gente ajena a él. También creo que tendríamos que hacer sondeos…
— ¿Sondeos?
—Brittany, ¿Al menos sabes qué tema estamos tratando?
Brittany calló. No, no sabía. Sí, era ella quién había anotado todos los datos de aquella tarea, pero no, ahora no recordaba saber nada. Rayos, otra vez…
— ¿No podríamos solo investigar en todos los lugares que has dicho y solo colocar la información en hojas, o presentaciones y ya? Como lo hace todo el mundo.
Santana frunció el ceño.
—Brittany, pero claro que no. —Le dijo, más severa aún—Tú sabes lo que pesa éste trabajo en la calificación final ¿Verdad? Eso no es suficiente. Además, Pillsbury me odia. Esto tiene que quedar muy completo y perfecto.
Santana en serio parecía saber de que estaba hablando, todo lo contrario a Brittany. La morena ya tenía su vista clavada de nuevo en la laptop y tomó otro sorbo de agua. Tal vez no quería hacerlo notar, pero la cruda si le pegó, y al parecer duro, porque con ese ya llevaba dos botellas de agua que vaciaba.
—Está dura la cruda, ehh.
Oh, ahora era su turno de mofarse. Santana abrió mucho los ojos.
—Esto no es cruda. —Le dijo.
—Claro que lo es. Te has terminado no sé cuantas botellas de agua. —La contradijo, con una sonrisa burlona.
— ¿Y eso qué? —Preguntó, desviando la mirada de aquellos burlones ojos azules.
—Que estás cruda.
—No sé qué pretendes al decirme esto con un trapeador en la mano.
Era cierto. Brittany aún no soltaba el trapeador. Ya ni siquiera se acordaba de él. Santana rió un poco ante la cara de confusión de Brittany.
— ¿Puedes ir a dejarlo al patio? —Preguntó Santana, señalando la puerta que seguramente conducía al patio trasero—Ya sabes… Para que se seque.
Brittany asintió tontamente e hizo lo pedido. El sol ya no estaba tan fuerte, pero igual, un alto techo de lámina daba sombra a la persona que se quedara en el piso de concreto. Debían ser como las seis de la tarde.
¡Vaya! Llevaba ahí casi todo el día.
Salió a un no tan amplio pero tampoco pequeño patio y colgó el trapeador en una cuerda que iba de un extremo a otro del jardín, que seguramente era para colgar ropa.
No se resistió a echar un vistazo.
Lo que no estaba cubierto por concreto, estaba cubierto de un pasto muy verde, y en un pequeño rincón había un pequeño jardincito repleto de flores y arboles de frutos. A un lado, había una pequeña habitación, algo así como una bodega.
Ah, bodegas.
No se atrevió a entrar, supuso que ahí se guardaba herramienta de jardinería.
Corrió la vista a su lado y se percató de una alta canasta de básquetbol. ¡Vaya! ella misma tenía mucho tiempo que no jugaba básquetbol. Ahora también se percataba de varios balones del mismo deporte regados por el verde pasto del jardín. ¿A Santana le gustaba el básquetbol? No, si a Santana le gustara el básquetbol no estaría tan enana; o al menos su estatura sería un poco más alta… ¿Santana tendría hermanos? Sí, seguramente los tenía y serían esos dos chicos que la acompañaban en la foto que ya había visto, junto con la señora que seguramente era su madre.
En ese instante, unas ganas muy grandes de jugar deportes aparecieron.
— ¿Una partida, López?
Santana abrió mucho los ojos y parpadeó varias veces. No supo por qué, pero la boca se le secó en cuanto vio a aquella rubia botando el balón de esa manera.
— ¿Podrías decirme que pasa por tu cabeza? ¿Estás loca? Esto—Levantó la laptop de su regazo, como para que Brittany se diera cuenta de que ahí estaba—Aún no está acabado, y…
—Tú dijiste que ya habías acabado.
—Britt-Brittany, aún… Aún hacen falta las encuestas y… Salir con gente a… También hace falta recopilar más información y…
— ¿Quieres salir a encuestar gente ahora que está casi oscureciendo? —Preguntó con una ceja arqueada—Además, creo que hemos… quiero decir, haz avanzado mucho. Tenemos mucho tiempo para lo demás.
Santana bufó.
—Brittany, mi estado actual no es precisamente para salir a jugar…
—Dijiste que no estabas cruda.
Brittany ahora tenía una sonrisa burlona. Santana la veía con el entrecejo fruncido e indecisa. Si aquella era una discusión, Brittany seguramente iría ganando.
Santana sintió un repentino calor en todo su rostro. Ella no quería jugar con esa rubia. Sería humillante. Se le iban acabando las malditas excusas.
—Brittany, creo que… Sería muy injusto para mí jugar contra ti en un partido de básquetbol…
Brittany la miró, ahora con una evidente confusión en el rostro. Santana bufó resignada y con la cabeza gacha -por la pena- le dijo:
—Brittany, yo… Apenas mido uno sesenta y cinco.
La rubia trató de contener una sonrisa. No podía creer la facilidad de aquella morena para cambiar de una prepotente y fría actitud a una tan frágil y tímida; casi hasta adorable…
—Te reto.
Estas fueron casi como palabras mágicas. Santana tardó un poco, pero se puso de pie en señal de que aceptaba dicho reto. A Brittany, por su parte, se le secó la boca y tensó la mandíbula al ver a la morena de pie. Dejó de botar el balón por un momento.
Santana no tenía brassier.
—No debiste retarme, Pierce.
Ahora, Brittany ya no estaba tan segura de querer jugar básquetbol. Tragó saliva mientras Santana se posicionaba dándole la espalda a la alta canasta con las rodillas flexionadas y su torso inclinado un poco hacia adelante, comenzando a dar ligeros saltitos hacia los lados.
¡Oh por favor, Brittany! ¡Como si nunca en tu vida hubieras visto unas! Ves un par de esas todos los días en tu espejo.
Primera canasta: Brittany dio tres rápidos pasos. Fingió un movimiento a la izquierda; Santana lo anticipó y de un manotazo le arrebató el balón.
Canasta para Santana.
Sí, llevaba mucho sin jugar, pero no podía ser tan mala, y eso había sido patético.
Segunda canasta: Le tocaba sacar a Brittany. Tiró el balón directo hacia la canasta, o al menos eso se propuso.
Grave error.
Santana dio un salto alzando sus brazos para bloquear el paso del balón.
Oh, esos… ¿Tiene frío?
Santana dio otro manotazo. Fue muy fácil para ella anotar otra canasta.
—Oh vamos, Pierce. —Santana le devolvió el balón en las manos y se posicionó como había hecho antes—Eres mejor que eso.
Claro que era mejor que eso. ¿Qué rayos le pasaba?
—Te estoy dejando ganar. —Se justificó, empezando a botar el balón en el mismo lugar.
—No lo necesito.
Lo que en realidad pasaba, es que Brittany se preocupaba también en otras cosas perfectamente circulares frente a ella.
Tercera canasta: Fingió un tiro directo a la canasta -procurando no ver nada más- Santana saltó de nuevo de la misma forma. Brittany pasó el balón por en medio y debajo de sus piernas.
Canasta para Brittany.
Ahora todo era algo incómodo. Nadie decía nada. Brittany llegó a pensar que quizá Santana se había molestado por la canasta… Pero era un juego; un estúpido juego. No podía enojarse.
Empujes, manotazos, puñetazos por parte de las dos. Ninguna decía nada sobre esto, solo se causaban un dolor físico cada vez más fuerte. De hecho, no era que no quisieran hacer notar que los golpes dolían; era que en realidad no los sentían, y lo que en realidad se podía sentir, era un alivio. Un raro, pero anhelado alivio. Una pesadez que se iba. Era muy raro y desconocido, y por ende, daba miedo.
El sol se debilitaba más y más. El juego se hacía más intenso. Habían perdido la cuenta de cuantas canastas llevaba cada una. El sudor se hacía presente en sus frentes y en sus cuerpos.
—Última canasta. —Anunció Brittany, con la voz cansada y cortada—La que anote, gana. Tú sacas.
Dicho esto, le lanzó el balón. Santana lo atrapó sin problemas. En verdad estaba cansada y su respiración estaba muy agitada. Con Diego no jugaba así, pero bueno, con Diego siempre ganaba. Sus piernas temblaban un poco. Quizá debió haberse puesto brassier.
Optó por poco a poco darle la espalda a Brittany hasta llegar a una distancia que le hiciera más fácil encestar.
Por un momento, acercarse a la cesta pasó a segundo plano. Mientras más se acercaba a ella, más ceñida al cuerpo sentía a Brittany, y no podía pedirle que se apartara, o sea… tenía que hacerlo… así era el juego, era lo lógico por hacer. Aún así… Era… Diferente. Se sentía diferente, y no de manera muy… casta.
Su pie dio un paso en falso fuera del piso de concreto.
Mierda.
Su equilibrio se desvaneció por completo. Su cuerpo se abalanzó hacia atrás, sintiendo otro suave cuerpo debajo de ella. Cayeron en el pasto verde. Oh, dios. Era una vergüenza. No pudo evitar dejar caer todo su cuerpo encima del de ella. Rápidamente se giró hacia Brittany una vez que sintió tierra firme y se incorporó sobre sus brazos, acorralándola entre ellos completamente sin conciencia de lo que hacía.
— ¿Es-Estás bien? —Le preguntó, nerviosa, cansada y con la voz entrecortada.
Pero eso no podía estar bien.
Brittany era la que estaba en el suelo y ella ni siquiera era la que había tropezado. No contestaba y eso era un martirio; pero la veía, esto podía contar como martirio también. Un peligroso y enviciante martirio. En realidad, era imposible no regresarle la mirada y perderse en ella. Daba miedo. Era inquietante.
Sus cansadas respiraciones chocaban y sus pechos casi se rozaban, pero eso para ellas era solo otro factor que hacía más difícil salir de aquella posición.
¿Qué mierdas está sucediendo contigo, Santana?
—Yo… Creo… Deberías irte. —Titubeó.
Se puso de pie porque se dio cuenta de que si Brittany iba a irse, ella primero debía dejarla hacerlo.
Brittany parpadeó muchas veces, como si acabara de despertarse de un largo y perturbante sueño.
—Sí. Yo… Llamaré a mi padre. —Anunció, notablemente nerviosa.
A largas zancadas y sin poder decir más nada, regresó dentro de la casa.
Santana supuso que debía ir también, pero no tenía el valor para hacerlo. Quiso distraerse al ir a regar el pequeño jardín, pero en realidad ni siquiera sabía en sí lo que estaba haciendo, solo lo hacía como si su cuerpo fuera un robot siguiendo órdenes de alguien dentro de ella. En su vida había regado el maldito jardín.
Brittany no salía de la casa, y eso a Santana la ponía, de alguna manera, de nervios. No se atrevía siquiera a posar la mirada a la gran ventana que daba a la sala, y menos se atrevería a entrar a su propia casa a preguntarle cómo se sentía.
¡Oh! El pasto se ve muy amarillo. Sería una muy mala persona si no le diera agua a él.
Aunque… El pasto se veía demasiado verde y saludable.
Oyó una bocina de auto a lo lejos. Debía ser el padre de Brittany. Sí, Santana no se atrevió a poner un pie en la sala, aún aunque el sol ya se había ocultado y ella estuviera casi a oscuras, si no fuera por los tenues y demasiado débiles y pequeños rayos de sol.
Cerró el grifo de la manguera y ahora sabía que debía entrar a su casa y despedir a Brittany.
La chica ya tenía todo en sus manos; su laptop y su libreta.
Ahora, era como si hubiera algún tipo de fuerza invisible e imposible de vencer les impidiera verse a los ojos.
Así, sin verse a los ojos, llegaron al recibidor. Santana abrió la puerta. Sin querer, agachó un poco la cabeza, como si se sintiera culpable; aunque últimamente, ese sentimiento estaba más cerca que de costumbre.
—Adiós, Brittany. —Le dijo.
Tal vez, deberías pedirme que me quede, así como ayer.
—Adiós, Santana.
Y así, Brittany se fue.
Ahora no tenía ánimos para su acostumbrado cereal nocturno. Santana se fue a dormir a su cuarto sin cenar y a las nueve de la noche, después de mil intentos fallidos por encontrar algo para ver en la televisión.
Esa noche no fue como las otras. Esa noche, una horrible y extraña sensación le recorría el pecho, y no parecía querer irse. Esa noche, ahora todo parecía confuso y estar mal. Esa noche solo durmió con la esperanza de que al despertar, aquella horrible sensación que rondaba su pecho se fuera.
Lo que ella no sabía, era que esa sensación en su pecho era solo un pequeño síntoma de lo que en realidad se avecinaba; como una pequeña nube gris que anunciaba la venida de una fuerte y aterradora tormenta.
Y pues bueno… A ella, esas tormentas le aterraban.
Las cosas estaban por cambiar, de eso ya podía estar segura, y eso ahora no se sentía bien.
¡Cuídense! ¡Bechoch y abachos para todoch! ¡Mua! :*
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:37 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
excelente, que mas te puedo decir, ahora a esperar la actualizacion a ver como sera cuando se vuelvan a ver!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
HOLA!!!
ES CAP ESTUVO INCREIBLE!!!!
BRITT HA SIDO TODA UNA GUERRERA, MIRA QUE ATREVERSE A HECHARLE AGUA A SAN y DESPUÉS NO INMUTARSE PARA NADA POR EL AGUA FUE “WTF!!” INCREIBLE DE VERDAD!!
Y SU ENCUENTRO EN EL PATIO FUE TODAVÍA MEJOR!!!! YA ME LAS IMAGINABA JUGANDO, HASTA AHORA NO HABÍA VISTO NADA PARECIDO A ESO EN OTROS FICS. ME ENCANTA COMO LA RELACIÓN AVANZA AUNQUE SEA DE APOCO. ESPERO QUE SIGA AVANZANDO Y NO RETROSEDA ASI SEA A PASO LENTO!
EN EL EL ULTIMO MOMENTO JURÉ QUE SE BESARÍAN ACCIDENTALMENTE O POR IMPULSO PERO AL PARECER NO………TENDRÉ QUE ESPERAR……….. ESTO ES MUY ADICTIVO!!!!!
PORFA NO TARDES TANTO CON LA ACTU!
ESPERO, SALUDOS!! NATY.
ES CAP ESTUVO INCREIBLE!!!!
BRITT HA SIDO TODA UNA GUERRERA, MIRA QUE ATREVERSE A HECHARLE AGUA A SAN y DESPUÉS NO INMUTARSE PARA NADA POR EL AGUA FUE “WTF!!” INCREIBLE DE VERDAD!!
Y SU ENCUENTRO EN EL PATIO FUE TODAVÍA MEJOR!!!! YA ME LAS IMAGINABA JUGANDO, HASTA AHORA NO HABÍA VISTO NADA PARECIDO A ESO EN OTROS FICS. ME ENCANTA COMO LA RELACIÓN AVANZA AUNQUE SEA DE APOCO. ESPERO QUE SIGA AVANZANDO Y NO RETROSEDA ASI SEA A PASO LENTO!
EN EL EL ULTIMO MOMENTO JURÉ QUE SE BESARÍAN ACCIDENTALMENTE O POR IMPULSO PERO AL PARECER NO………TENDRÉ QUE ESPERAR……….. ESTO ES MUY ADICTIVO!!!!!
PORFA NO TARDES TANTO CON LA ACTU!
ESPERO, SALUDOS!! NATY.
naty_LOVE_GLEE- ---
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Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
El cap estuvo de lo mejor me gusto mucho la interacción de las brittana pero ahora a esperar el siguiente cap a ver cual sera su reacción cuando se vean y leer lo que se viene en los siguientes capítulos espero actualices pronto. Saludos
lovebrittana95*** - Mensajes : 105
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holii de nuevo.. :)
Bueno primero dejame decirte que me encanta que te encante que me encante?... bueno tú me entiendes ...creo :D
y pues quería comentarte antes pero estoy en exámenes para graduarme y no he tenido mucho tiempo... pero igual aquí me tienes... C:
ahora con respecto al fic.. pues que te digo.. ME ENCANTA!!! si ya sé que siempre lo digo... pero es la verdad.. :D
ya se flecharon las dos... que emoción C:
y pues ... nada aquí me tienes esperando tu actualización ... no tardes mucho si? no me tengas sufriendo :'(
bueno cuidate .. Besoss!!! C:
Bueno primero dejame decirte que me encanta que te encante que me encante?... bueno tú me entiendes ...creo :D
y pues quería comentarte antes pero estoy en exámenes para graduarme y no he tenido mucho tiempo... pero igual aquí me tienes... C:
ahora con respecto al fic.. pues que te digo.. ME ENCANTA!!! si ya sé que siempre lo digo... pero es la verdad.. :D
ya se flecharon las dos... que emoción C:
y pues ... nada aquí me tienes esperando tu actualización ... no tardes mucho si? no me tengas sufriendo :'(
bueno cuidate .. Besoss!!! C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
micky morales escribió:excelente, que mas te puedo decir, ahora a esperar la actualizacion a ver como sera cuando se vuelvan a ver!
Hola, Micky :) Mmmmhh... No lo sé... ¿Sí te llamas Micky? Eso podría ser un comienzo :D Jajajaja.
Quizá este cap te guste... Quizá no. Yo espero con toooodo mi codachón que sí C: Está en proceso de ser editado, así que lo recibirán recién salido del horno :)
¡Gracias por leer y comentar tan seguido! :D Sí me animas a seguir escribiéndolo :') Jajajaja.
naty_LOVE_GLEE escribió:HOLA!!!
ES CAP ESTUVO INCREIBLE!!!!
BRITT HA SIDO TODA UNA GUERRERA, MIRA QUE ATREVERSE A HECHARLE AGUA A SAN y DESPUÉS NO INMUTARSE PARA NADA POR EL AGUA FUE “WTF!!” INCREIBLE DE VERDAD!!
Y SU ENCUENTRO EN EL PATIO FUE TODAVÍA MEJOR!!!! YA ME LAS IMAGINABA JUGANDO, HASTA AHORA NO HABÍA VISTO NADA PARECIDO A ESO EN OTROS FICS. ME ENCANTA COMO LA RELACIÓN AVANZA AUNQUE SEA DE APOCO. ESPERO QUE SIGA AVANZANDO Y NO RETROSEDA ASI SEA A PASO LENTO!
EN EL EL ULTIMO MOMENTO JURÉ QUE SE BESARÍAN ACCIDENTALMENTE O POR IMPULSO PERO AL PARECER NO………TENDRÉ QUE ESPERAR……….. ESTO ES MUY ADICTIVO!!!!!
PORFA NO TARDES TANTO CON LA ACTU!
ESPERO, SALUDOS!! NATY.
Hoooola, Naty:)
Es bueno que te haya gustado :D JIIII.
Síps. Esa Brittany es toda una confrontadora. Cuándo se enoja, no hay quién la pare... Excepto, quizá, una preciosa latina de un metro sesenta y cinco :P Aunque, la razón de dicho enojo sea la también la cura para éste... Es muy irónico.
Qué bueeeno que te haya gustado ese intenso encuentro... Los deportes siempre son una buena manera de descargarse ;)
¿VERDAD QUE UN BESO HUBIERA ESTADO CON GANAAAAAAAAAAAS? ¡PERO NO! ¿Sabes cuánto llevo esperando un beso de éstas dos? UN CHORRO.
Así que, creo que las cosas que se hacen esperar, se hacen esperar porque valen la pena :) No creo, ESTOY SEGURA. ;)
No tardo, Naty:D
¡Gracias por leer, y por tomarte la molestia de comentar! :D Lo aprecio, en verdad.
Lovebrittana95 escribió:El cap estuvo de lo mejor me gusto mucho la interacción de las brittana pero ahora a esperar el siguiente cap a ver cual sera su reacción cuando se vean y leer lo que se viene en los siguientes capítulos espero actualices pronto. Saludos
Holaa:)
Es muy lindo que te guste C: Esas tienen mucha chispa entre ellas. Casi creo que la tensión se podría cortar con un cuchillo, tijeras, navajas suizas...
Su reacción será... Pues... Será. Ellas son muy tercas, la verdad.
Ya actualizo:D
¡Gracias por leer, y por comentar también! :D Me alegran el fic :)
Alisseth escribió:Holii de nuevo.. :)
Bueno primero dejame decirte que me encanta que te encante que me encante?... bueno tú me entiendes ...creo :D
y pues quería comentarte antes pero estoy en exámenes para graduarme y no he tenido mucho tiempo... pero igual aquí me tienes... C:
ahora con respecto al fic.. pues que te digo.. ME ENCANTA!!! si ya sé que siempre lo digo... pero es la verdad.. :D
ya se flecharon las dos... que emoción C:
y pues ... nada aquí me tienes esperando tu actualización ... no tardes mucho si? no me tengas sufriendo :'(
bueno cuidate .. Besoss!!! C:
Hola, Alisseth :D
Sí, entiendo que te encanta que me encante que te encantee :D Jajajaja (Por favor, hay que dejar ésto antes de que mi cerebro explote)
¡Oh, por favor! No te apures por eso. Tus exámenes son mucho más importantes :) Igual, me encanta que te tomes la molestia de comentarme a pesar de tus exámenes :') Es un gesto muy lindo.
¡Eso es buenoooooooo:D! Adoro cuando mis fics gustan :D (O bueno... no es que tenga muchos fics por ahí... Pero, tú entiendes :P)
Yo creo que esas dos se flecharon desde que se vieron... Pero no lo sabían. Así sucede a veces. Ahora, las dos están como en un tipo: "OH, DIOS. ¿AHORA QUÉ HAGO? TENGO MIEDO." Así sucede también... :/
Siempre procuro no tardar tanto con las actus (Bueno, tampoco es que pueda, porque adoro escribir ésto, en verdad:D) y aquí te la traigo :D Yo espero que te guste y no te aburras :P
¡Gracias por leer, y por comentar:D! ¡Enserio!
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo IX: Breadstix.
Sí, sí, sí, ya sé lo que dije: "Ay, ya les traigo la actuuuuuu, nomás esperen tantito". Lo siento, pero no les mentiré: ME QUEDÉ DORMIDA. Casi estoy segura de que me desmayé. Lo siento, ¡pero estaba suuuuuuuuuper cansada! No se imaginan. Mis pies me están matando. Desde que conseguí trabajo, todo se me dificulta. Ahora, creo que tardaré un poco con las actus, porque trabajo toda la semana y, enserio: NECESITO DORMIR. Nunca he pasado tanto tiempo sin hacerlo. Mis ojeras ahora son abominables.
Y luego está Cory... :( Quise dedicarle éste capítulo a él... pero si lo hago, el capítulo no tendría mucho sentido. Además de que, Cory era muy especial. Si le dedicara un capítulo, eso no sería suficiente.
Bueno, no les prometo que actualizare SÚPER seguido, como lo he estado haciendo (o creo yo que lo hago), porque no quiero prometer cosas que no estoy segura de que podré cumplir, pero les prometo que no dejaré el fic, a menos que ustedes quieran (Ojalá y no, porque, no es por ser ególatra ni nada, pero es mi bebé, y lo amo<3)
Espero sus comentarios sobre qué les pareció :D porque amo contestarlos :)
Ahí se los dejo :D
Un ruido proveniente de la ventana de la sala que daba al patio trasero hizo que abriera sus ojos de golpe. Se quedó otro momento en la cama, en modo de alerta; quizá lo había imaginado.
Fue el sonido sordo de una patada contra un cristal lo que la hizo levantarse de su cama y estirar el brazo para tomar el bate de béisbol que guardaba siempre debajo de su cama.
Alguien estaba tratando de entrar.
Con sigilo y de puntitas, caminaba lentamente por la casa con el bate alzado, lista para desfigurarle la cara a quién tuviera que hacerlo.
Llegó por fin al umbral de la cocina. Desde ahí podía ver perfectamente a quién tratara de entrar por el ventanal de la sala sin ser vista, y de hecho, en ese instante vio a la persona que trataba de entrar por la fuerza a su casa…
Frunció el ceño.
— ¡¿Valentina?!
Su diminuta hermana menor se veía forcejeando para entrar por el ventanal. El grito de Santana hizo que su hermana perdiera la concentración en lo que hacía y cayó estrepitosamente al sillón, luego rodó al suelo, cayendo de espaldas y con un “¡Ouch!”
Santana dio unos cuantos pasos, ahora sin nada de cautela, hasta quedar en medio de la cocina. Bajó el bate, algo desilusionada.
Valentina la miró enfadada desde el suelo, culpándola de su caída con la mirada. La señaló con el dedo y le dijo:
—Usas ese bate conmigo y le diré a mamá.
Santana frunció más el ceño.
— ¿Qué haces aquí?
— ¿Yo? Bien, gracias. ¿Y tú? —Le dijo, levantándose del suelo y acomodándose la ropa y el largo y negro cabello.
Santana rodó los ojos ante el comentario sarcástico.
—Me refiero a qué rayos haces entrando a la casa por la ventana y a estas horas, Valentina. ¡Me asustaste! ¿Qué acaso no tienes llaves?
—Las olvidé ¿Okey? ¿O crees que entro por la ventana de mi casa porque es muy divertido?
Oh, sí. Las hermanas López hablaban el idioma “sarcasmo” muy bien.
— ¿Y Diego?
— ¡Oh! ¡Diego!
Valentina se había olvidado de que había dejado a Diego esperando en el umbral de la puerta de entrada con todas las maletas. Seguramente él le ordenó a su hermana que entrara por la ventana, ya que ella era la única que cabía.
En cuanto le abrieron la puerta, al chico alto, moreno y un poco fornido no le importó dejar caer todas las maletas que llevaba en manos -y a los costados, abrazadas- sin siquiera fijarse donde caían, y se desplomó en el sillón más grande de la sala, cayendo de panza y profundamente dormido al instante.
Santana rodó los ojos y bufó.
—Me refería a porqué no usaste las llaves de Diego.
—Las perdió en el retrete de la abuela.
Ahora, la latina mayor frunció el ceño, de nuevo.
— ¿Qué?
—Larga historia…
No, no iba a preguntar sobre eso.
— ¿Por qué no me llamaron para abrirles la puerta? —Preguntó, porque era lo más obvio del mundo, para ella.
—No queríamos despertarte.
Santana bufó. Ugh. Niños tontos.
— ¿Y mamá?
Valentina caminó perezosamente, cabizbaja y con los ojos casi cerrados; la pobre se moría de sueño. Bostezó y se talló los ojos mientras le decía:
—Se ha quedado cuidando a la abuela. Escucha, me estoy durmiendo aquí parada. Necesito ir a dormir, aunque sean solo dos horas…
— ¿Dos horas?
—Tengo escuela hoy, no voy a falt…
Santana le hizo una seña con la mano para que dejara de hablar.
—Tú y Diego no van a ninguna parte. —Dijo, casi ordenando—Se quedan a dormir hoy, y mañana van a la escuela. ¿Por qué no me llamaste para que fuera por ustedes? Yo hubiera…
Valentina negó perezosamente con la cabeza, en señal de que se callara.
—Larry nos trajo. Y mamá nos ordenó específicamente que no faltáramos…
— ¡¿Larry?! —Exclamó Santana, haciendo caso omiso de las demás palabras de su hermana.
Larry era un taxista que pretendía a su mamá y que Santana detestaba. Según ella, era un oportunista que buscaba cualquier simple pretexto para acercarse a su madre. Le parecía patético. Encima, buscaba “sumar puntos” tratando de llevarse bien con ella y sus hermanos. Típico.
Valentina le lanzó una mirada fuerte y fulminante, en señal de que cerrara la boca.
—No voy a discutir esto contigo ahora.
Santana resopló resignada. Ya qué.
—Yo me encargo de mamá después. —Le dijo, tomándola por los brazos—No puedo dejarlos ir a la escuela así. Anda, cámbiate y duerme. —Le ordenó, ahora procurando ser un poco más suave.
Dicho esto, le dio un pequeño empujoncito en la espalda que hizo que Valentina perdiera el equilibrio y casi callera. Ella no se dio cuenta de eso, estaba casi dormida.
Pensó en levantar a Diego y decirle que se fuera a su habitación, pero Santana supo que nada ni nadie lo podría mover de ahí… Además, no se veía tan incómodo.
Se fijó en el reloj digital de la estufa; eran las cuatro con quince de la madrugada.
Miró su bate.
—Otro día será, pequeño.
— ¿Entonces, ya llegaron los enanos? —Le preguntó Quinn, más emocionada y contenta de lo que Santana esperaba.
—Debiste verlos. Parecían zombies.
— ¡Eso es perfecto! —Dijo, más emocionada aún.
Santana frunció el ceño.
— ¿Es que te alegras más de la llegada de mis hermanos que de la mía?
Quinn hizo caso omiso al tono sentido.
—Es que, justo mi papá me ha dicho que debería invitarlos a salir. —Le dijo—De hecho, él nos ha invitado a todos a salir. —Concluyó con una sonrisa.
A Santana se le dibujó una tímida sonrisa
— ¿Ah, enserio? ¿Cuándo veremos al señor Fabray?
—Hoy. O bueno…
Volvió a fruncir el ceño.
— ¿Tú papá no trabaja hoy?
—Sí.
Santana le entrecerró los ojos. Quinn se encogió de hombros, restándole importancia.
—Es obvio que no vendrá. —Le dijo—Sólo lo va a pagar.
— ¡Quinn! —La reprendió Santana—Eso sería muy grosero de mi parte…
— ¿Quién eres? ¿Santana Cortesías? Él no podrá venir. Tiene mucho trabajo. Le haces un favor al aceptar salir conmigo. Además, él te ve como si fueras su hija; lo sabes.
Santana hizo una mueca, bufó y no dijo nada más. No importaba cuanto se opusiera; saldrían con Quinn sí o sí. Prefirió ahorrarse saliva.
Iba hacia su casillero. Llevaba a Quinn parloteando sobre algo que la verdad no sabía qué era, aunque sí sabía que se suponía que la estaba escuchando, pero no; la estaba ignorando. El lugar estaba vacío… O bueno… la verdad, no estaba vacío, pero para ella sí lo estaba. Una rubia de ojos azules no estaba ahí; eso era tranquilizante. Sabía que tarde o temprano la vería; eso era inquietante.
Esa maldita extraña sensación apareció de nuevo en su pecho. Era un martirio. Se había alegrado un poco ante la idea de que aquella sensación solo hubiera sido producto de un mal sueño, pero no. Para su desgracia, esa sensación había vuelto. Se sentía enferma.
¡Dios! No quería verla. ¿Y si se saltaba la clase con Pillsbury? Eso parecía una muy buena opción. Esas dos horas serían las únicas en donde tendría que estar con Brittany, si no contabas el ensayo de porristas… Neh. eso lo resolvería después.
Le dio vergüenza aceptarlo, pero si fuera perro, ahora estaría chillando, encorvada y con la cola entre las patas.
—Entonces ¿Aceptas? —Preguntó Quinn, mientras abría su casillero con una sonrisa. Parecía satisfecha con su día, aunque apenas estuviera empezando.
—Sí, Quinn. Lo que digas. —Le dijo, mientras hacía lo mismo, pero no sacaba nada. Solo rebuscaba entre los libros sin motivo aparente.
No sé a qué mierdas acabo de acceder.
—No te saltarás las clases con Pillsbury.
Esas palabras hicieron que se girara de manera exagerada hacia su amiga. Pudo jurar que casi se torció el cuello. ¿Qué era? ¿Una maldita bruja?
— ¿D-De qué hablas, Quinn?
—Ya sé que Pillsbury puede ser severa, pero no es mala. Ya te lo he dicho.
Santana aún seguía anonadada.
— ¿C-Como sab…? —Se corrigió— ¿Por qué piensas que no entraré con Pillsbury?
Quinn le dirigió una cara de obviedad.
— ¿Enserio, Santana? Te conozco desde que tengo memoria. —Le dijo—Eres demasiado predecible y obvia para mí. Sé que estás a punto de reprobar por faltas, y no te puedo permitir eso… ¡Ni tú tampoco!
Esto último lo dijo como un reproche. Sabía lo oculto detrás de ese “ni tú tampoco”.
Tragó saliva. Bufó. Se sentía como una bebé ante Quinn. ¿Era eso? ¿Una bebé? Sabía que Quinn tenía razón, y eso la hacía querer vomitar sangre.
Cierta conversación con Puck se le vino a la mente; la conversación donde el chico le había preguntado sobre si ella podía notar cuando Quinn se enamoraba o cosas así… Se sintió una mala amiga. Ella, aparentemente, era un libro abierto para Quinn… Pero para ella, tratar de leer a Quinn era como tratar de leer en Braille. La adoraba, sí, pero no la entendía.
Aún así, era tranquilizante tener a Quinn, y más ahora… en ese pasillo.
—Toma tus libros. —Le ordenó la rubia, muy severa.
— ¿Vas a obligarme? —La retó, con el ceño fruncido.
—Abstente de fruncirme el ceño y toma tus libros. —La reprendió—Se te va a hacer una horrible arruga si sigues haciéndolo.
Santana no dijo nada, porque Quinn se le acercaba lentamente al rostro con una mirada que indicaba que la estaba examinando minuciosamente, pero no la veía a los ojos; más bien, veía en medio de estos.
Una vez que estuvo a una distancia verdaderamente corta, con el dedo índice obligó al ceño de la morena a desfruncirse. Santana solo se quedaba ahí, expectante y algo escéptica. A veces, le costaba entender los actos tan imprevistos de Quinn.
Pudo jurar que vio una luz blanca parpadear.
—Bueno, ya. —Le dijo, mientras apartaba de su rostro a Quinn con la palma de su mano, como quién espanta a un molesto mosquito—Tomo mis libros y me voy.
—Te voy a acompañar. —Anunció, decidida.
— ¿Qué? ¿Ahora tengo cinco años? No necesito que me vigiles. —Le dijo en voz alta, mientras tomaba los mentados libros.
—No te vigilo. —Le negó—Mi próxima clase queda por ahí.
—Ah. —Pronunció, con la voz claramente más baja y menos a la defensiva.
Quinn negó con la cabeza mientras sonreía. Santana sonrió también. Ah. A pesar de todo… ¡Como adoraba a aquella rubia!
La sonrisa se le iba desfigurando poco a poco mientras caminaban por los pasillos y se acercaba a aquel maldito salón.
Ugh. Rubias.
Hizo un esfuerzo descomunal para no rogarle a Quinn que se quedara; que no se fuera; que no la dejara. Se sintió, por primera vez, como se sentía un niño en su primer día de escuela, cuando era la hora de que su mamá lo dejara ahí; en un lugar donde no se sentía seguro; y donde todo era desconocido. Ni siquiera recordaba haberse sentido así en su primer día de clases. Era horrible.
Pillsbury ya la esperaba, y ya casi no había asientos vacíos, lo que significaba que la clase apenas estaba iniciando. No había llegado tan tarde.
¡Diablos! Le temblaban las piernas como potro recién nacido. Levantó la quijada, en muestra de una falsa seguridad. Apretó sus libros contra su pecho con fuerza. No notó que las yemas de sus dedos se tornaban blancas contra los libros; así como tampoco notó que las cuerdas de sus zapatos deportivos estaban desanudadas...
Todo fue tan rápido.
Cayó estrepitosamente al suelo, de frente.
Sintió el peso de numerosas miradas en ella. ¡Se había caído en medio del maldito salón! ¡Era obvio que todos la veían!
Sintió una sensación extraña en su trasero.
La maldita faldita de porristas se le levantó. Ahora, supo que las miradas no estaban en ella, sino en su trasero.
Se preparó para escuchar risas, pero nadie se rió. El salón estaba en completo silencio. Hubiera jurado que habría podido escuchar el sonido de un alfiler cayendo al suelo. Era un silencio muy incómodo. ¡Claro que era incómodo!
Nadie se reía porque… o sea… Era Santana. Te ríes de ella, y te parte la cara.
Se armó de valor para ponerse de pie de una manera verdaderamente fugaz. Se acomodó la faldita y sus respectivos tablones de ella. Sintió que todo el calor de su cuerpo se le iba a la cara, así que antes de que se notara, echó una mirada despectiva y fría y lo único que dijo fue:
— ¡¿Qué ven?!
Nadie emitió ni un solo ruidito.
A Pillsbury se le escapó una tímida sonrisa que Santana, ni nadie en aquel salón pudieron ver. La clase siguió como si no hubiera pasado nada.
Sí, eso. Sólo me faltaba caerme.
Tomó asiento tratando de ignorar a la rubia que sabía que la veía, pero no se animaba a confirmarlo.
Sintió una molestia en su estómago. Era como si de repente le dieran muchas ganas de ir al baño, pero sabía que no tenía ganas de ir; solo era la maldita molestia; molestia que casi se desvaneció cuando escuchó una risa a su lado, casi…
Abrió mucho los ojos.
La rubia de un lado se estaba riendo... ¿De ella? ¿Que?
— ¿Te parece muy gracioso? —Pregunto, indignada y algo incrédula.
Brittany ensanchó una sonrisa. Parecía que se divertía mucho.
— ¿No es obvio? —Preguntó ella, sin dejar de reír.
Eso a Santana solo la hizo indignarse aún más; ella no era payaso de nadie. Apretó los labios y frunció el ceño.
Brittany rió más ante esto.
¿Qué? ¿Ahora era su maldito chiste personal?
No se contuvo. Alzó la mano que tenía más cerca a ella y le dio un zape en la parte posterior de su cabeza.
Fue como si hubiera presionado -con fuerza de más- un botón de “mute”. Brittany calló al instante y abrió mucho los ojos.
— ¿Acabas de darme un zape, Santana? ¿Enserio? —Preguntó, indignada e incrédula—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido.
—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido. —Se mofó ella, con una vocecilla tonta y rodando los ojos.
—Señorita López y señorita Pierce, si hay algo más importante de lo que ustedes tengan que hablar, les pido que lo hagan fuera de mi salón de clases.
Las dos muchachas se giraron hacia la profesora que les acababa de llamar la atención. Decidieron que lo más prudente era guardar silencio, o al menos, eso decidió Brittany.
Pillsbury les dio la espalda para seguir con la clase, no sin antes dirigirles una última mirada de advertencia.
Santana miró de reojo a Brittany.
No pasaron ni quince segundos, cuando…
—Tonta. —La insultó en voz baja, pero perfectamente audible.
Brittany frunció el ceño.
—Boba. —Le contestó.
Santana se giró completamente hacia ella.
—Mentecata.
—Tarada.
— ¡Cabellos de elote!
— ¡Labios de pez!
¿¡Labios de pez?!
— ¡López y Pierce! ¡Las quiero fuera de mi aula, ahora!
Las muchachas ni por enterado se habían dado de lo obvio: Se estaban gritando, y por lo tanto, llamando de más la atención.
La profesora las fulminaba con la mirada desde el pizarrón y las muchachas se sentían descubiertas.
—Pero, profesora…
— ¡Ahora, Brittany!
Eso era humillante, y el silencio que llenaba el aula no ayudaba para nada.
Con la dignidad que les quedaba, tomaron sus cosas y con la frente en alto salieron del salón ante la mirada de sus demás compañeros.
Todo cambió en cuanto salieron del aula y cerraron la puerta tras ellas.
— ¡No puede ser que me esté pasando esto! —Estalló Brittany, caminando sin parar de un lado a otro y haciendo todo tipo de ademanes con las manos— ¡Es lo que menos necesito! Yo… ¡Yo no soy una mala alumna! ¡Soy responsable! Si entrando a la clase aún se me dificulta… ¡Imagínate no entrando! ¡Seré pésima! ¿Qué tienes que decir en tu defensa, Santana?
Santana, por su parte, se encontraba apoyada en la pared a un lado de la puerta, con la mirada en un punto fijo sin importancia, el ceño fruncido y con sus dedos palpándose los labios. No parecía haber escuchado ni una sola palabra salida de la boca de Brittany.
Parecía, más bien, ausente.
— ¿Enserio crees que tengo labios de pescado?
Esto a Brittany la atontó. Su caminar neurótico se detuvo por completo, junto con su monólogo. Su temperamento bajó notablemente.
Ella realmente estaba preocupada por la apariencia de sus labios.
Ahora, se arrepentía un poco por lo dicho en el aula.
—No… Tú… Bueno…—Titubeó—Yo creo… Que tienes unos labios muy lindos.
No sabía cómo había dejado salir esas palabras de su boca. Simplemente salieron. Tampoco supo cómo su mano actuaba por sí sola y se alargaba para apartar la mano que Santana tenía en sus labios y sus pies daban pasitos para acortar la distancia y así poder verlos y comprobar lo que acababa de decir.
—Son… Grandes, y… —Tentadores—Rosados.
Enserio necesitaba dejar de hablar. El cable que conectaba su boca con su cerebro había sido removido de ella, y en verdad no pensaba lo que estaba diciendo. Aunque sus pensamientos tampoco eran de mucha ayuda…
¿Y si la beso?
—Como los de un pescado. —Completó Santana, un poco ofendida, aparentemente sentida y con un tono en la voz totalmente desconocido para ella; un tono de voz muy ronco.
—Y-yo no dije eso. Yo dije que tenías labios de pez.
¿Eso tendría alguna relevancia en todo esto?
—Es… Es lo mismo, Brittany.
Enserio necesitaba apartarse de ahí y correr, y como sabía que no lo haría, prefirió hablar de cualquier otra tontería.
—No. Un pez es un animal acuático. Un pescado, es un pez que ha sido sacado del agua y que está muerto.
Oh, dios. Estaban hablando de la maldita diferencia entre un pez y un pescado.
—Oh. Ahí estás, San.
Brittany se giró fugazmente para ver a la persona que la había salvado de aquella situación e ir a besarle los pies porque nunca se había sentido tan agradecida.
Aquel sentimiento de gratitud desapareció al comprobar quién era.
—Hey. —Contestó la chica, sin ningún tipo de emoción.
— ¡Oh! Y Brittany. Eso es bueno. —Dijo el chico, con una sonrisa y con los ojos en la rubia. Obviamente, tratando de ser agradable.
Ella no emitió palabra, a pesar de que el chico claramente esperaba algún tipo de saludo por parte de ella.
—La entrenadora Sylvester me ha pedido que las llamara. Dice que tiene que verlas en su despacho. —Dijo, encogiéndose de hombros.
— ¿Y por qué te lo ha dicho a ti? —Preguntó Santana, claramente extrañada e ignorando por un momento a Brittany.
Puck se volvió a encoger de hombros.
—Supongo que sólo tengo mala suerte.
Santana rió un poco.
—Bueno, pues me voy. —Anunció Brittany, comenzando a andar.
A Puck, esto pareció no importarle, pero Santana dejó de reír para tomar del brazo a la rubia.
— ¿Adónde vas? —Le preguntó extrañada, ignorando glacialmente a Puck, quien la veía con una típica sonrisa que a Brittany le parecía ya insoportable.
Brittany miró la mano morena que la sujetaba y luego la miró a ella a los ojos. En realidad, no sabía por qué la miraba con mucha intensidad; más de la necesaria.
—Con Sylvester. ¿No has oído? Nos quiere en su despacho. —Le dijo de manera cortante.
A Santana, esto no le hacía sentir tan cómoda, pero decidió no darle más importancia.
— ¿Y qué? ¿No me piensas esperar? —Le preguntó, sonando demasiado enojada, pero así tendía a sonar ella, aún cuando a veces ni se lo proponía.
Brittany alternó miradas entre Santana y Puck. Santana la veía intensamente, aparentemente indignada, y Puck miraba a Santana. No le apetecía para nada esperarla, y menos si tenía que esperar a que terminara de hablar con ese chico, pero antes de expresarse, decidió meditar la situación.
¿Por qué rayos se estaba sintiendo de esa manera? Era Santana. Ella no le importaba, así como tampoco le importaba lo que hiciera. Santana era la chica más prepotente, orgullosa, grosera e inmadura de todo McKinley; de todo Lima; quizá de todo Ohio. En pocas palabras: Una pesadilla.
Santana era una verdadera pesadilla.
Además, lo sucedido en el patio de su casa parecía no haber tenido relevancia alguna en ella.
Recuerda eso, Pierce. Ella es una verdadera pesadilla, y ella no te importa.
O bueno… Lo era cuando estaba sobria.
Y a ella tampoco le importas ni un comino.
Así que lo mejor que podía hacer, era mostrar una reverenda y gran indiferencia.
—Pues no tengo todo el día. —Contestó secamente y comenzó a andar.
Wow. Fingir indiferencia no era tan fácil.
Santana bufó enfadada, pero le dirigió una última mirada a Puck en señal de despedida. El chico le sonrió, dio media vuelta y se fue.
La chica morena comenzó a andar rápidamente para alcanzar a Brittany y caminar a su lado, con un poco de problemas para caminar a su ritmo.
—Oye… ¡Espera! ¡Más despacio! —Imploró Santana, dando unos pequeños tropezones.
— ¡Voy despacio! —La contradijo Brittany, creyendo fielmente en sus palabras.
— ¡Claro que no!
— ¡No es mi culpa que tus piernas sean cortas y tus pasos sean diminutos!
— ¡No es mi asunto que las tuyas sean tan largas que de una zancada ya hayas cruzado el maldito amazonas!
Brittany se detuvo en seco, haciendo que Santana también lo hiciera y la mirara completamente confundida.
—Ya. Pues si tanto te molestan mis enormes piernas ¿Por qué no te vas sola?
A Santana le cambió la cara a una repleta de consternación y asombro. Aparentemente, no esperaba que Brittany parara de caminar.
—Yo… Bueno…—Comenzó a titubear, nerviosa. La había tomado por sorpresa—Pensé que como íbamos al mismo lugar, pues… Podríamos ir juntas.
Santana, a pesar de decir aquello, no dejaba de estar a la defensiva ni de bajar la guardia. ¿De qué tanto se cuidaba?
Brittany bufó. No estaba enojada, más bien, estaba resignada.
Decidió comenzar a andar de una manera más calmada. Supo que ella lo agradecía, pero no decía nada, porque de un pequeño vistazo por el rabillo del ojo, comprobó que Santana tenía una tímida y pequeña sonrisa.
No dijo nada.
— ¿Podrías decirme por qué siempre es Breadstix? Todo el mundo viene aquí.
— ¿Conoces otro lugar en donde poder comer bien y pasarla a gusto? No ¿Verdad? Bueno, entonces cállate y disfruta, porque es gratis.
Santana inmediatamente le propinó un zape a la cabeza de su hermana, por el inapropiado comentario, mientras caminaban por el estacionamiento del restauran favorito de todos: “Breadstix” al que, en efecto, todo el mundo iba.
—Tú me dijiste que estaba bien. —Contradijo Quinn.
Santana se giró hacia ella, anonadada por tal mentira, que perdió el equilibrio un poco mientras caminaba a su lado.
—Tú nunca me preguntaste sobre venir aquí.
— ¡Te lo dije esta mañana en los casilleros, Santana! —Protestó de nuevo la rubia—Además no sé de qué te quejas, si todos sabemos que te encanta éste lugar y sus palitos de pan.
Santana rodó los ojos y bufó. ¿Esa chica siempre tiene que tener la razón?
— ¿Ves? Te lo dije. Está bonito venir aquí los lunes porque es el día donde menos gente hay.
Una vez más, Rachel dejaba relucir su talento para saber cosas sobre las que Brittany no tenía idea.
Era cierto, no había mucha gente en Breadstix aquella noche, lo cual era algo satisfactorio, porque así se sentía todo más a gusto.
La rubia y la castaña se acomodaron en una de las mesas del centro, que en realidad eran muy cómodas. Rachel se acomodó en el sillón frente a ella. El muro que dividía su mesa de la de enseguida ahora estaba forrado por encima con hojas verdes de plástico, y con pequeñas luces blancas, lo que daba un poco de alusión a la navidad, a pesar de estar a Septiembre. Era un toque muy bonito.
Como sea, el lugar era muy agradable, y a Brittany le daba una muy buena primera impresión.
También, daba pinta de que cenaría muy bien, y eso era bueno, porque se moría de hambre.
—Hola. Gracias por preferir Breadstix. ¿Qué puedo traerles?
Brittany se giró instintivamente para darle cara a la que seguro era la camarera. Se llevó una sorpresa.
— ¿Emily?
La morena vestía una camisa a botones con las mangas arremangadas hasta los codos, fajada en un pantalón un poco holgado. Toda su ropa era de color negro. Brittany por un momento pensó que quizá el lugar tenía seguridad y estaban por sacarlas del establecimiento por alguna razón, pero descartó esa idea al comprobar que todos los que atendían las mesas vestían del mismo color, y además porque… Era Emily; ella no lastimaría ni a una mosca. No podría ser de seguridad.
Ese era el uniforme de los camareros.
La morena le dedicó una sonrisa y se acomodo un mechón de su cabello suelto, largo y ondulado, detrás de su oreja.
— ¡Brittany! Sorpresa, sorpresa. —Dijo, divertida.
— ¿Trabajas aquí?
Emily dejó salir un suspiro en forma de risa y le echó a un vistazo alrededor, acompañado con una mano que daba la señal de algo obvio.
—Sí, Brittany. Trabajo aquí.
Bueno, nunca estaba de más preguntar.
—Ugh. Es imposible que esto esté pasando.
Quinn había murmurado por lo bajo aquello mientras observaba la escena. Se detuvo en seco, haciendo que Santana, Valentina y Diego también lo hicieran.
—Enserio, Fabray, Ahora qué te… ¡Ugh! ¿Ella aquí? ¿Es que jamás podré librarme de ella?
Valentina y Diego se lanzaban miradas llenas de confusión mientras Santana y Quinn contemplaban la rubia y a la castaña sentadas en una mesa del centro. Quinn frunció el ceño con confusión.
—Esa es… ¿Fields?
Santana ahora prestó su atención a la morena de cabellera suelta que hablaba con Brittany. Sí, aquella era Emily Fields. ¿Qué hacía trabajando ahí? Ella era de Rosewood; los estudiantes de Rosewood no tenían necesidad alguna de trabajar porque seguramente tendrían padres ricos que pagarían todos sus gustos.
— ¿Qué hace esa aquí?
— ¿Piensan cenar aquí paradas o qué?
La pregunta sarcástica de Valentina hizo que Santana y Quinn de algún modo reaccionaran y asintieran con la cabeza, algo atontadas.
Diego fue el primero en dirigirse a la mesa en seguida de las muchachas previamente vistas, no sin antes decir en voz baja:
—Yo quiero a un lado de la rubia.
Pero claro, no lo dijo lo suficientemente bajo para que su hermana mayor no lo pudiera escuchar.
—Fraternizando con el enemigo ¿Eh, Pierce?
La boca se le secó al escuchar aquel timbre de voz tan conocido. Supo que era Santana desde antes de girarse para comprobarlo, aunque al momento se arrepintió de haberlo hecho.
Santana la veía feo. La veía como la vez cuando Quinn la estaba ayudando con su bolso mientras ella buscaba la combinación de su casillero. Ya casi había olvidado aquella sensación, porque Santana ya no la había vuelto a mirar así… De esa manera tan fría; y como aquella vez, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Era increíble como Santana podía causar el maldito holocausto nuclear en sus adentros solo con una mirada. Daba miedo.
Genial. La señorita López ahora había vuelto al frío y despectivo Pierce.
—A mí también me da gusto verte, Santana. —Saludó Emily sarcástica y con fastidio—Quinn.
La rubia ojiverde sonrió sin darle más importancia y se puso a checar el menú, aunque ya sabía de antemano lo que iba a pedir. La verdad, Emily le daba completamente igual. Emily no era igual de odiosa como Hanna, ni como Spencer, ni Aria. No lograba recordar alguna vez que Emily le haya faltado el respeto o algo así; pero era de Rosewood, así que no la trataría con ni bien, ni mal; solo la trataría.
—Bueno. —Prosiguió Santana, ignorando el saludo sarcástico de Emily—He aquí una prueba de lo poco que te importan las Cheerios, Pierce. ¿Qué clase de capitana serías si le hablas al bando contrario? Sylvester estará muuuy decepcionada de ti.
Antes de que Brittany hablara, Emily lo hizo primero.
—Cálmate, Santana. Yo trabajo aquí y las estoy atendiendo. Baja la voz, porque estás llamando de más la atención.
Wow. Emily de verdad hablaba con demasiada calma, y si la comparabas con Santana…
—No me digas qué hacer, Fields. Y qué bueno que lo haces, porque ahora mismo necesitamos que alguien nos atienda a nosotras también. ¿Qué pasa con el servicio en éste lugar?
Emily rodó los ojos con fastidio. Tomó las órdenes de Rachel y Brittany y por último, le dirigió una última mirada de disculpa a Brittany y se dirigió a la mesa de enseguida, con Santana y Quinn. Brittany le respondió con una educada y muy bonita sonrisa, hecho que, por supuesto, no le pasó por alto a la ahora perspicaz latina, que ahora a su punto de vista, todo parecía poseer un doble sentido.
— ¿Qué pedirán? —Preguntó Emily, con una notable resignación y fastidio, mientras golpeaba la pequeña libreta con el bolígrafo de la otra mano. Ella solo se estaba comportando así de paciente por trabajo.
—Ensalada. —Dijo Quinn, con voz apagada.
— ¿Bebida? —Preguntó Emily, anotando en la libreta y sin ver nada más que su libreta.
—Sólo agua fresca.
Emily levantó la vista solo para dirigirse ahora hacia Valentina, que inmediatamente reaccionó y pidió lo mismo que Quinn. Cuándo se dirigió hacia el entusiasmado Diego, éste dijo:
—Yo quiero la Gudbuster Extreme, y un refresco de naranja.
Emily tuvo que dirigirle la mirada al moreno muchacho para así comprobar que el chico no se había confundido.
—Creo que necesitaré el permiso de tu doctor para traerte eso. —Bromeó Emily.
—Él come maní del suelo del auto. —Comentó Valentina, en forma de justificación y burla—No te preocupes mucho.
—Estaba garapiñado, Val. —Se justificó el chico, claramente ofendido.
Emily bufó antes de dirigirse a Santana.
— ¿Y tú? —Consiguió preguntar, quizá un poco a regañadientes.
—Yo pediré pasta de espaguetti con albóndigas. —Le dijo, en voz alta y con suficiencia. Casi le gritó—Quiero la salsa de tomate encima, no entre ellas. Y de beber…—Fingió que pensó—quiero una limonada rosa. Ten cuidado con los cubos de hielo. —Ordenó—Quiero mi limonada con cinco cubitos. Ni uno más, ni uno menos. —Emily terminó de escribir, cuando Santana volvió a hablar— ¡Ah! Y palitos de pan. Los quiero calientes. Te lo advierto: llego a notar algo raro en mi comida, o en la de Quinn, o en la de mis hermanos, y hago que te despidan de aquí, Fields.
Oh. Entonces los chicos de la foto eran sus hermanos. Brittany confirmó que la señora de dicha foto entonces era su madre. Oh, por dios. Eran idénticos; pero lo eran más las dos hermanas. Verlas juntas era casi como ver doble, solo que una era ligeramente más baja que la otra. El chico… El chico era muy bien parecido. Por lo poco que lo había logrado ver, tenía un cuerpo atlético. La chica, a la que le estaba dando la cara, tenía los mismos ojos marrones y casi las mismas facciones que Santana; debía tener a muchos chicos detrás de ella. A simple vista, era muy fácil deducir que aquellos eran hermanos.
Emily rodó los ojos ante el último comentario de Santana y se marchó.
—Con todo lo que ha pedido Santana, cenaremos a las nueve de la mañana del siguiente día. —Comentó Valentina.
—Valentina, siempre tengo ganas, pero hoy me estás orillando a amordazarte con uno de los calcetines de tu hermano.
Valentina calló. Sabía que su hermana era capaz.
Estaba incómoda. Claro que lo estaba. Brittany no había emitido ni un maldito pío desde lo último que le había dicho. ¿Se habría enojado? Pero… ¡Ella tenía la culpa! Ella era la que las estaba traicionando. Se llevaba bien con la estúpida de Fields… Con ella también podría llevarse bien… Bueno, si no fuera tan… Brittany, seguro se llevarían más que bien… No necesitaba a Fields. ¿Por qué le daba sonrisas tan bonitas a Emily y a ella no? ¿Qué cosa hacía Emily que ella no? ¡Nada! ¡Ella era Santana López, maldita sea! ¡Ella era fabulosa!
Ugh. Tenía que dejar de pensar.
— ¿Te he dicho que Sylvester me llamó? —Le preguntó a Quinn.
Su amiga pareció haber despertado de una pesadilla en cuanto la llamó. Dio un ligero saltito y parpadeó muchas veces. Parecía ausente.
—No. —Contestó sin más.
—Bueno, pues con la nueva de que tendremos ensayos dobles desde mañana.
Quinn frunció el ceño, confundida.
— ¿Ensayos dobles?
Era bueno que Quinn preguntara cosas. Así, tendría algo de qué hablar.
—Sylvester está convencida de que somos unas holgazanas sin cerebro, así que nos ha condenado a ensayos de porristas matutinos y vespertinos. ¿No amas al saco de huesos? —Dijo, agregando un poco de sarcasmo a lo último.
—No generalices.
Esto último lo había dicho Brittany, con voz algo baja, pero perfectamente audible para todos. Al parecer, había estado prestando atención a la conversación.
Santana sintió un poco de alivio, aunque no supo a ciencia cierta la razón.
Quinn intercaló miradas confundidas entre Brittany y Santana, como pidiendo explicaciones.
Santana ahora rodó los ojos.
—Bueno…—Cedió—Quizá en parte es culpa mía…
—Es culpa tuya. —Interfirió Brittany, con la vista fija en la mesa que tenía enfrente de su estómago.
Santana ahora le dirigió una mirada, pero no supo como mirarla. Solo la miró. Comenzó a sentirse muy incómoda.
Ahora, bajó la mirada y comenzó a jugar con una servilleta, sin mirar a nadie, solo a la maldita servilleta que comenzaba a humedecerse junto con sus nerviosas manos.
—Que Sylvester me odie no es exactamente mi culpa…
—Ahora resulta que todo el mundo está en tu contra ¿No? Santana, tú sabes que Sylvester está haciendo esto como una forma de castigarte por faltar tanto a los entrenamientos. —Comentó Brittany, con un tono de voz notablemente alto—Si te preocuparas más por no faltar tanto y ser más responsable, Sylvester no hubiera hecho esto.
Tenía que terminar con eso en ese momento.
— ¡Bueno! —Exclamó, en su defensa—Ya. Ahora los motivos ya no importan mucho. Sylvester ya lo ha hecho.
Brittany resopló con fastidio desde el otro lado del corto muro. Quinn parecía no darle importancia a nada, en realidad; no hablaba para nada. Santana no sabía por qué diantres estaba tan nerviosa, y sus hermanos claro que se daban cuenta de eso, pero las cosas estarían mejor para ellos si mantuvieran la boca cerrada y lo sabían, así que eso hicieron.
—Oye… Chica, eres nueva por aquí ¿No? —Preguntó un tímido Diego a Brittany por encima del muro que los dividía. Como había dicho, se sentó a un lado de la rubia solo siendo separado de ella por dicho muro.
Brittany le sonrió al chico de la misma manera en que le había sonreído a Emily, por encima del muro.
—Yo casi creo que el nuevo aquí eres tú. —Dijo Brittany, en un tono amable y divertido—Llevo aquí casi un mes y nunca te había visto.
Diego se pasó una mano por la nuca y sonrió. Santana no podía creer la escena que tenía exactamente frente a ella, y solo podía abrir los ojos de tal manera que casi creía que se saldrían de sus cuencas.
—Bueno, pues yo me llamo Diego. Mucho gusto. —Le dijo con una sonrisa, mientras le alzaba su mano derecha por encima del muro en gesto de saludo.
Brittany se la estrechó gustosa.
—Y yo, me llamo Brittany. Es un placer, Diego.
—Brittany es un nombre muy bonito. —Afirmó Diego—Creo que te queda muy bien…
—Brittany es el nombre más popular y usado en este país. —Interfirió Santana, de forma agria y brusca—No tiene nada de especial, ni bonito.
Brittany le dirigió la mirada a la ahora verdaderamente irritante -más que de costumbre- morena.
—Ah, sí. Supongo que Santana está mejor. —Le dijo, rebosante de ironía.
—Pues, para que lo sepas…—Comenzó Santana, acomodándose en su asiento e inclinándose hacia adelante. Brittany sabía que Santana hacía eso para cuando quería ser amenazante y ofensiva. ¿Santana quería intimidarla? —Mi nombre, hace alusión a un importante político, militar y presidente de México. Mi nombre, al menos tiene un significado.
Bueno… Quizá sus padres no la habían llamado así con el propósito de hacer alusión a dicho personaje… Pero ella prefería pensar que así era.
Diego le hizo un ademán a Brittany para que ésta se acercara y así poderle decir algo así como un secreto. Brittany no se inmutó al acercarle su oreja al chico.
—Disculpa a mi hermana…—Le dijo Diego en voz baja y cubriendo su boca con su mano—Sé que ahora parece… Inapropiada, pero es realmente dulce una vez que la conoces.
Sonrió. Sorprendentemente, dejando de lado todo sobre la latina… Brittany eso ya lo intuía.
Ahora, Santana solo los veía con la boca fruncida hasta quedar reducida en una realmente pequeña mueca, recargada en su asiento y con los brazos cruzados debajo de su pecho.
Brittany rió. Santana a veces podía ser graciosa sin proponérselo.
—Una ensalada para Rachel. Una pasta de espaguetti con albóndigas para Britt.
Emily había llegado con los platillos de las dos chicas y ahora se los colocaba enfrente respectivamente, con una sonrisa.
— ¿Y dónde están nuestros pedidos, Fields? ¿Qué pasó con eso de que “después de treinta minutos, es gratis”? —Se escuchó una voz despectiva.
Emily resopló fastidiada.
—Esto no es una pizzería, Santana. —Le contestó a la alterada latina—Además, ustedes lo pidieron después que ellas; es lógico que su pedido esté después.
Santana se cruzó de brazos, se recargó en el respaldo de su asiento y bufó, sin dejar de fulminar con la mirada a Emily, quien le sonrió de forma burlona e irónica.
Santana apretó los labios. Estaba realmente enfurecida.
—Pues me muero de hambre. Más te vale que te apures, pedazo de…
— ¡Santana, ya basta!
Brittany había gritado de tal manera que todos alrededor tuvieron que girarse hacia ella; Rachel, Quinn, Valentina, Diego y hasta Emily, a quién en su rostro además de una completa consternación, se veía una clara confusión. Brittany tenía sus manos aferradas a los cubiertos a cada lado del plato y casi podía encajarlos en la mesa. Los apretaba con tal fuerza que las yemas de sus dedos estaban blancas.
Sí, todos estaban algo sorprendidos, pero Santana se encontraba anonadada y ofendida.
— ¿Perdón? —Preguntó incrédula. Tuvo la necesidad de que Brittany le repitiera lo que acababa de gritar porque simplemente no podía creer lo que pasaba.
— ¿No me escuchaste? Te dije que pararas. Todos sabemos que eres insoportable, pero hoy justamente te estás pasando de la raya, Santana. Ella solo trata de hacer su trabajo.
¿Enserio le estaba reclamando por eso? ¿Es que esa rubia no entendía nada? Emily era… Emily era la enemiga. ¿Enserio la estaba defendiendo?
—Brittany Pierce, defendiendo a una de las discípulas de la mismísima Roz Washington. ¿Qué crees que piense Sylvester de esto, Pierce?
Pero ella, muy en el fondo sabía, que quizá a Sylvester eso no le importara tanto como a ella.
—Enserio, Pierce ¿Así quieres ganar en las locales…?
—Santana, —Intervino Emily, de repente— ¿No te parece que te estás contradiciendo? Tal vez Brittany comete una “traición” como tú le llamas, al hablarme; lo cual, por cierto, considero una estupidez. No le veo el inconveniente, en verdad, pero ¿Qué tal con las demás? ¿Acaso es Brittany la única que está fallando, Santana? Si pierden en las locales, no será solo por su culpa…
— ¿Qué quieres decir, Fields?
—Santana, ustedes son un equipo. No puedes fijarte solamente en los errores de los demás. Tú también los cometes. ¿No has pensado en cómo tratas a la gente? Y por lo que he visto… Ustedes ni siquiera pueden estar en el mismo lugar sin insultarse por vivir. ¿Cómo pretenden ganar las locales si ni siquiera se comprenden entre ustedes?
Brittany bajó la mirada hacia su plato. Santana, por su parte, le dirigía una mirada retadora a Emily, quién se mostraba verdaderamente serena y calmada, para haber dicho todo lo que dijo.
—Limítate a traerme mi comida, Fields.
— ¿Podrías explicarme quiénes son ellas?
Preguntó Valentina a Quinn, después de hacerle un ademán a la rubia para que se acercara y así poder preguntárselo al oído, una vez que Emily se alejó después de traer la comida. Diego también se acercó para escuchar, dejando para después su grasosa y pegajosa hamburguesa.
Quinn ahora se acercó al oído de Valentina, colocó una mano cerca de su boca y su oído por inercia.
—La morena es porrista en Rosewood, amiga de Hanna. La rubia es la archi-enemiga de tu hermana.
Valentina no pudo evitar una cara de consternación. Quinn lo notó.
—No es para preocuparse. —Le dijo, aún en voz baja—Solo son boberías.
—Te escucho hasta acá, Quinn.
Santana ni la miró cuando dijo esto. Solo jugaba distraídamente con las albóndigas bañadas de salsa de tomate.
En realidad, esa fue una de las cenas más incómodas en la historia de sus vidas.
Brittany no apartaba la mirada de su pasta, porque Rachel ni siquiera había dicho un solo pío en toda la cena; algo verdaderamente inusual en ella. No dejaba el celular ni por un instante, lo cual, a la rubia la ponía un poco de nervios.
Diego se limitaba a masticar su gigantesca hamburguesa, mientras Valentina lo veía incrédula y algo asqueada, mientras comía de su ensalada.
Quinn… Quinn parecía estar en el velorio de una tía abuela muy, muy lejana y desagradable. A toda pregunta, ella contestaba con monosílabos y de manera mortalmente seca, lo cual, eso a Santana verdaderamente no la ayudaba. Ahora, Quinn parecía no estar igual que siempre.
Santana no sabía qué diablos hacer para mantenerse ocupada. Claro, debía comenzar a cenar, pero simplemente no podía comer. Obviamente, ya había revisado minuciosamente todos los platos de sus acompañantes junto con el suyo, para verificar que estuvieran en buenas condiciones, pero solo era que el apetito se le había ido. Ahora, ni los palitos de pan se le antojaban, a pesar de que olían delicioso.
Y para rematar, la campanilla de la puerta de la entrada sonó para avisar que alguien había entrado al establecimiento. Aquella llegada era la maldita cereza en el pastel. La única rubia que podía empeorar aún más aquella situación.
Hanna Marin llegó.
Eso era el colmo. ¿Es que el maldito cosmos conspiraba para arruinarle la vida? Eso no podía estar pasando. Se le encogió el estómago. Si antes no tenía apetito, ahora los palitos de pan casi le daban asco.
La rubia se percató al instante de su presencia, y luego la de los demás. Por un momento, una chispa de asombro se asomó en su expresión. Sí, ella también estaba sorprendida de verlos ahí. Su andar también se detuvo al sentir una penetrante mirada marrón.
Emily no se hizo esperar y fue a recibir a su rubia mejor amiga.
— ¿Qué haces aquí, Hann? —Preguntó Emily, después de abrazarla y sobando suavemente su brazo—Aún falta un poco para que mi turno termine.
Hanna pareció calmarse un poco con su amiga en un lado. Volvió sus ojos azules a su atenta amiga y le sonrió.
—Ya. Sólo venía a dejarte a Lola. —Le dijo, encogiéndose de hombros—Y, para ver si conseguía algo de cenar. —Añadió, con simpleza—Y también para ver si consigo convencerte de que renuncies a este trabajo innecesario, Em. Y para esperarte. —Finalizó, con una sonrisa.
A Emily se le escapó una sonrisa, contagiándosela a Hanna.
— ¿Vas a esperarme hasta que termine mi turno?
—Claro que lo haré. —Le dijo, como si fuera lo más obvio del mundo—Hoy sales súper tarde. ¿Crees que dejaré que te vayas sola? Na-ah.
—Te traeré los mejores palitos de pan de la tienda.
Dicho esto, Emily emprendió camino hacia la oficina, luego hacia la cocina, casi dando saltitos.
Santana, por su parte, no había dejado de contemplar aquella escena, así como tampoco Quinn, ni Valentina, ni Diego; a Rachel le importaba muy poco, pues se veía demasiado ocupada con su celular. Y Brittany… Brittany ya no tenía tanto apetito.
Hanna, después de que Emily había desaparecido del recibidor, dio unos cuantos pasos para llegar de frente a la mesa donde todos la veían. Se plantó con los pies juntos, las manos por delante, sosteniendo su bolso y las llaves de su auto. Dejó salir una sonrisa de lado.
—Quinn. —Saludó—Diego. Valentina… Santana.
Valentina y Diego sonrieron tímidamente, dejando salir un débil “hey” y un “hola” hacia la rubia. Quinn, por su parte, la fulminaba con la mirada; Santana, tenía una expresión demasiado turbia y fría.
Brittany podía ver desde donde estaba que Santana tenía apretada la mandíbula con fuerza.
—Piérdete de vista, Marin.
—Ugh. Quinn, eres tan grosera…
— ¡¿No me has oído?! —Ahora, Quinn se había puesto de pie. Hanna no se inmutó—Ya aléjate de nosotras de una vez.
Ahora, todos en las dos mesas -sin ninguna excepción, además de Santana- se giraron hacia la enfurecida rubia.
—Quinn, cálmate…—Hanna ahora fingía consternación—Estás llamando la atención de los clientes. Pueden vetarte de éste lugar.
—Para lo que me importa que puedan echarme de éste estúpido lugar. Ya te dije, Marin. Aléjate lo más que se pueda de nosotras.
Hanna no dijo nada, solo se limitó a mirarla con una sonrisa, lo cual, hacía que se viera demasiado cínica. Después, se giró hacia Santana y se quedó así por un momento. Más tiempo del que a Brittany le hubiera gustado.
Y así, Hanna se fue a sentar a una de las mesas de la esquina, a espaldas de Brittany, cosa que la rubia lamentó, porque así no podría ver los movimientos de la otra rubia.
Pero sí los de Santana.
—Yo no entiendo cómo es que Hanna y tú ya no se hablan, Tana. —Dijo Valentina, meneando restos de su ensalada con su tenedor, como quién no quiere la cosa—Ella me… caía bien.
Quinn la fulminó con la mirada.
—Valentina, de todas las imprudencias que te he escuchado decir en toda tu vida, y vaya que son muchas, ésta se lleva el premio. —Dijo la rubia.
Valentina no dijo nada más. Se apenó. Diego parecía muy incómodo ahora. Quinn estaba que echaba humo por las orejas. Santana estaba ausente. Brittany, verdaderamente curiosa, y hasta Rachel también podría decirse que lo estaba; ya no le prestaba tanta atención a su móvil.
Era demasiado. No sabía por qué, pero ahora no tenía tantas ganas de estar ahí. Quería estar sola.
Se levantó, se disculpó con Rachel, quien no pareció prestarle mucha atención, y se dirigió al baño, con la esperanza de que Santana dejara de estar tan ausente y quizá, con un poco de suerte, le prestara atención a ella, y no a la rubia que estaba en el rincón.
Pero no. Santana ni se inmutó. Ni nadie de la otra mesa pareció haberlo hecho.
Se encerró en un cubículo y se sentó en un inodoro. Solo se sentó. El estómago se le había hecho más chico y una horrible sensación se le subió a la garganta. Se sentía verdaderamente impotente y tonta, pero no podía controlar eso. Estaba fuera de su alcance. Simplemente no podía detener el nudo en la garganta y los horribles sentimientos y que ahora tenía. Era frustrante. Frustrante y triste. Y lo peor, era que ni siquiera sabía por qué sentía todo eso.
—Ella ni siquiera se dio cuenta de que me fui.
No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba ahí, pero supuso que llevaba un rato. Eso no importaba, no pensaba salir de ahí aún. Aún no se sentía bien como para hacerlo.
Escuchó la puerta exterior del baño abrirse y a una persona entrando. Se le subió el corazón a la garganta. ¡Dios! Si alguien la descubría de esa manera, no sabría cómo explicarse.
Pero la persona que había entrado no parecía estar buscándola. Parecía estar haciendo lo mismo que había estado haciendo ella: Escapar. Aunque solo sea por un momento.
Ella solo quería saber quién era la persona que compartía su situación. Tal vez, podrían escucharse y ayudarse entre sí. Eso estaría bueno.
Se escuchó el sonido de la puerta abriéndose de nuevo y los pasos de una nueva persona. Wow. ¿Aquella persona también estaría igual de confundida que ella?
— ¿Qué haces aquí?
Ese timbre de voz ronco lo conocía muy bien. Tan bien para saber que ahora ella no estaba feliz. Era un tono de voz que jamás había oído en ella. Era completamente diferente, y no en buena manera. Era un tono triste y apagado. Daba escalofríos.
— ¿Cuándo podré hablar contigo? De una vez por todas.
Ese timbre de voz también lo conocía, para su desgracia.
Ellas eran Santana y Hanna.
—Nunca. Tú y yo no tenemos nada que decirnos.
—Santana, sé que necesitas hablar. Necesitamos…
— ¿Qué te hace pensar que yo necesito o quiero hablar contigo? Lo que fuimos, ya no lo somos y punto. Dejémoslo así.
— ¿Así es como arreglas todo, verdad? Sólo pones un maldito parche a la llanta y listo. Asunto arreglado. Pero ¿Sabes? Los parches no duran. Esos sólo te funcionan por un rato y ya. Tú más que nadie deberías saberlo.
—No necesito ponerle un parche a una llanta que no existe. Hanna, sólo vete y déjame sola. No sé qué haces aquí. Y sí, lo sé. ¿Y sabes por qué lo sé? Por tu maldita culpa.
Hubo un silencio. Un silencio casi mortal. Era horrible. Brittany sólo escuchaba y rogaba por no hacer ni el más mínimo ruido, aunque sospechaba que no importaba si gritaba ahí mismo, ellas ni se darían cuenta.
—Aún piensas que lo hice para joderte, ¿Verdad?
Hubo otro silencio en el que Brittany supuso, Santana tendría que contestar algo, pero no lo hizo. Hanna siguió.
—Santana, una vez me puse a pensar cómo serían las cosas si no hubiera hecho nada de lo que hice. No me gustó. Nada de lo que imaginé me hizo arrepentirme de lo que hice. De hecho, sigo sin hacerlo. De hecho, llegué a sentirme agradecida conmigo misma. Y si eso volviera a suceder, volvería a hacer lo mismo. Una y otra vez. Sé que tú no lo entiendes, y dudo mucho que puedas hacerlo, pero aún así, no dejo de esperar que lo hagas. Y aún así, no deja de doler.
Tercer silencio consecutivo. Eran frustrantes. ¿Cómo Santana podía quedarse tan muda? ¿Ese era el efecto que Hanna producía en ella? ¿Ella tenía el poder de dejarla sin habla? ¿Tanto influía sobre ella?
Aquel silencio se interrumpió solo por el sonido de unas zapatillas contra el suelo, indicando que alguien estaba por salir.
—Ella te importa ¿no es así? Ella no puede pasar desapercibida para ti. ¿Piensas reemplazarme?
Después de otro torturante y casi mortal silencio, el sonido de la puerta abriéndose volvió a resonar en los baños, pero no sonaba el segundo que indicaba que la puerta se había vuelto a cerrar.
—Yo sigo amando los palitos de pan, San. —Escuchó la voz de la que sabía que era la rubia, un poco más lejana—Sé que tú también.
La puerta se cerró.
Glosario:
Zape: Se le llama así a un fugaz, pero intenso golpe que se le propina a una persona en la parte posterior inferior de la cabeza, o sea, la nuca.
Creo que era necesario aclarar eso. Así se le llaman a esos en donde vivo, no sé en tu país :P Ji.
Y luego está Cory... :( Quise dedicarle éste capítulo a él... pero si lo hago, el capítulo no tendría mucho sentido. Además de que, Cory era muy especial. Si le dedicara un capítulo, eso no sería suficiente.
Bueno, no les prometo que actualizare SÚPER seguido, como lo he estado haciendo (o creo yo que lo hago), porque no quiero prometer cosas que no estoy segura de que podré cumplir, pero les prometo que no dejaré el fic, a menos que ustedes quieran (Ojalá y no, porque, no es por ser ególatra ni nada, pero es mi bebé, y lo amo<3)
Espero sus comentarios sobre qué les pareció :D porque amo contestarlos :)
Ahí se los dejo :D
9.
Breadstix.
Breadstix.
Un ruido proveniente de la ventana de la sala que daba al patio trasero hizo que abriera sus ojos de golpe. Se quedó otro momento en la cama, en modo de alerta; quizá lo había imaginado.
Fue el sonido sordo de una patada contra un cristal lo que la hizo levantarse de su cama y estirar el brazo para tomar el bate de béisbol que guardaba siempre debajo de su cama.
Alguien estaba tratando de entrar.
Con sigilo y de puntitas, caminaba lentamente por la casa con el bate alzado, lista para desfigurarle la cara a quién tuviera que hacerlo.
Llegó por fin al umbral de la cocina. Desde ahí podía ver perfectamente a quién tratara de entrar por el ventanal de la sala sin ser vista, y de hecho, en ese instante vio a la persona que trataba de entrar por la fuerza a su casa…
Frunció el ceño.
— ¡¿Valentina?!
Su diminuta hermana menor se veía forcejeando para entrar por el ventanal. El grito de Santana hizo que su hermana perdiera la concentración en lo que hacía y cayó estrepitosamente al sillón, luego rodó al suelo, cayendo de espaldas y con un “¡Ouch!”
Santana dio unos cuantos pasos, ahora sin nada de cautela, hasta quedar en medio de la cocina. Bajó el bate, algo desilusionada.
Valentina la miró enfadada desde el suelo, culpándola de su caída con la mirada. La señaló con el dedo y le dijo:
—Usas ese bate conmigo y le diré a mamá.
Santana frunció más el ceño.
— ¿Qué haces aquí?
— ¿Yo? Bien, gracias. ¿Y tú? —Le dijo, levantándose del suelo y acomodándose la ropa y el largo y negro cabello.
Santana rodó los ojos ante el comentario sarcástico.
—Me refiero a qué rayos haces entrando a la casa por la ventana y a estas horas, Valentina. ¡Me asustaste! ¿Qué acaso no tienes llaves?
—Las olvidé ¿Okey? ¿O crees que entro por la ventana de mi casa porque es muy divertido?
Oh, sí. Las hermanas López hablaban el idioma “sarcasmo” muy bien.
— ¿Y Diego?
— ¡Oh! ¡Diego!
Valentina se había olvidado de que había dejado a Diego esperando en el umbral de la puerta de entrada con todas las maletas. Seguramente él le ordenó a su hermana que entrara por la ventana, ya que ella era la única que cabía.
En cuanto le abrieron la puerta, al chico alto, moreno y un poco fornido no le importó dejar caer todas las maletas que llevaba en manos -y a los costados, abrazadas- sin siquiera fijarse donde caían, y se desplomó en el sillón más grande de la sala, cayendo de panza y profundamente dormido al instante.
Santana rodó los ojos y bufó.
—Me refería a porqué no usaste las llaves de Diego.
—Las perdió en el retrete de la abuela.
Ahora, la latina mayor frunció el ceño, de nuevo.
— ¿Qué?
—Larga historia…
No, no iba a preguntar sobre eso.
— ¿Por qué no me llamaron para abrirles la puerta? —Preguntó, porque era lo más obvio del mundo, para ella.
—No queríamos despertarte.
Santana bufó. Ugh. Niños tontos.
— ¿Y mamá?
Valentina caminó perezosamente, cabizbaja y con los ojos casi cerrados; la pobre se moría de sueño. Bostezó y se talló los ojos mientras le decía:
—Se ha quedado cuidando a la abuela. Escucha, me estoy durmiendo aquí parada. Necesito ir a dormir, aunque sean solo dos horas…
— ¿Dos horas?
—Tengo escuela hoy, no voy a falt…
Santana le hizo una seña con la mano para que dejara de hablar.
—Tú y Diego no van a ninguna parte. —Dijo, casi ordenando—Se quedan a dormir hoy, y mañana van a la escuela. ¿Por qué no me llamaste para que fuera por ustedes? Yo hubiera…
Valentina negó perezosamente con la cabeza, en señal de que se callara.
—Larry nos trajo. Y mamá nos ordenó específicamente que no faltáramos…
— ¡¿Larry?! —Exclamó Santana, haciendo caso omiso de las demás palabras de su hermana.
Larry era un taxista que pretendía a su mamá y que Santana detestaba. Según ella, era un oportunista que buscaba cualquier simple pretexto para acercarse a su madre. Le parecía patético. Encima, buscaba “sumar puntos” tratando de llevarse bien con ella y sus hermanos. Típico.
Valentina le lanzó una mirada fuerte y fulminante, en señal de que cerrara la boca.
—No voy a discutir esto contigo ahora.
Santana resopló resignada. Ya qué.
—Yo me encargo de mamá después. —Le dijo, tomándola por los brazos—No puedo dejarlos ir a la escuela así. Anda, cámbiate y duerme. —Le ordenó, ahora procurando ser un poco más suave.
Dicho esto, le dio un pequeño empujoncito en la espalda que hizo que Valentina perdiera el equilibrio y casi callera. Ella no se dio cuenta de eso, estaba casi dormida.
Pensó en levantar a Diego y decirle que se fuera a su habitación, pero Santana supo que nada ni nadie lo podría mover de ahí… Además, no se veía tan incómodo.
Se fijó en el reloj digital de la estufa; eran las cuatro con quince de la madrugada.
Miró su bate.
—Otro día será, pequeño.
— ¿Entonces, ya llegaron los enanos? —Le preguntó Quinn, más emocionada y contenta de lo que Santana esperaba.
—Debiste verlos. Parecían zombies.
— ¡Eso es perfecto! —Dijo, más emocionada aún.
Santana frunció el ceño.
— ¿Es que te alegras más de la llegada de mis hermanos que de la mía?
Quinn hizo caso omiso al tono sentido.
—Es que, justo mi papá me ha dicho que debería invitarlos a salir. —Le dijo—De hecho, él nos ha invitado a todos a salir. —Concluyó con una sonrisa.
A Santana se le dibujó una tímida sonrisa
— ¿Ah, enserio? ¿Cuándo veremos al señor Fabray?
—Hoy. O bueno…
Volvió a fruncir el ceño.
— ¿Tú papá no trabaja hoy?
—Sí.
Santana le entrecerró los ojos. Quinn se encogió de hombros, restándole importancia.
—Es obvio que no vendrá. —Le dijo—Sólo lo va a pagar.
— ¡Quinn! —La reprendió Santana—Eso sería muy grosero de mi parte…
— ¿Quién eres? ¿Santana Cortesías? Él no podrá venir. Tiene mucho trabajo. Le haces un favor al aceptar salir conmigo. Además, él te ve como si fueras su hija; lo sabes.
Santana hizo una mueca, bufó y no dijo nada más. No importaba cuanto se opusiera; saldrían con Quinn sí o sí. Prefirió ahorrarse saliva.
Iba hacia su casillero. Llevaba a Quinn parloteando sobre algo que la verdad no sabía qué era, aunque sí sabía que se suponía que la estaba escuchando, pero no; la estaba ignorando. El lugar estaba vacío… O bueno… la verdad, no estaba vacío, pero para ella sí lo estaba. Una rubia de ojos azules no estaba ahí; eso era tranquilizante. Sabía que tarde o temprano la vería; eso era inquietante.
Esa maldita extraña sensación apareció de nuevo en su pecho. Era un martirio. Se había alegrado un poco ante la idea de que aquella sensación solo hubiera sido producto de un mal sueño, pero no. Para su desgracia, esa sensación había vuelto. Se sentía enferma.
¡Dios! No quería verla. ¿Y si se saltaba la clase con Pillsbury? Eso parecía una muy buena opción. Esas dos horas serían las únicas en donde tendría que estar con Brittany, si no contabas el ensayo de porristas… Neh. eso lo resolvería después.
Le dio vergüenza aceptarlo, pero si fuera perro, ahora estaría chillando, encorvada y con la cola entre las patas.
—Entonces ¿Aceptas? —Preguntó Quinn, mientras abría su casillero con una sonrisa. Parecía satisfecha con su día, aunque apenas estuviera empezando.
—Sí, Quinn. Lo que digas. —Le dijo, mientras hacía lo mismo, pero no sacaba nada. Solo rebuscaba entre los libros sin motivo aparente.
No sé a qué mierdas acabo de acceder.
—No te saltarás las clases con Pillsbury.
Esas palabras hicieron que se girara de manera exagerada hacia su amiga. Pudo jurar que casi se torció el cuello. ¿Qué era? ¿Una maldita bruja?
— ¿D-De qué hablas, Quinn?
—Ya sé que Pillsbury puede ser severa, pero no es mala. Ya te lo he dicho.
Santana aún seguía anonadada.
— ¿C-Como sab…? —Se corrigió— ¿Por qué piensas que no entraré con Pillsbury?
Quinn le dirigió una cara de obviedad.
— ¿Enserio, Santana? Te conozco desde que tengo memoria. —Le dijo—Eres demasiado predecible y obvia para mí. Sé que estás a punto de reprobar por faltas, y no te puedo permitir eso… ¡Ni tú tampoco!
Esto último lo dijo como un reproche. Sabía lo oculto detrás de ese “ni tú tampoco”.
Tragó saliva. Bufó. Se sentía como una bebé ante Quinn. ¿Era eso? ¿Una bebé? Sabía que Quinn tenía razón, y eso la hacía querer vomitar sangre.
Cierta conversación con Puck se le vino a la mente; la conversación donde el chico le había preguntado sobre si ella podía notar cuando Quinn se enamoraba o cosas así… Se sintió una mala amiga. Ella, aparentemente, era un libro abierto para Quinn… Pero para ella, tratar de leer a Quinn era como tratar de leer en Braille. La adoraba, sí, pero no la entendía.
Aún así, era tranquilizante tener a Quinn, y más ahora… en ese pasillo.
—Toma tus libros. —Le ordenó la rubia, muy severa.
— ¿Vas a obligarme? —La retó, con el ceño fruncido.
—Abstente de fruncirme el ceño y toma tus libros. —La reprendió—Se te va a hacer una horrible arruga si sigues haciéndolo.
Santana no dijo nada, porque Quinn se le acercaba lentamente al rostro con una mirada que indicaba que la estaba examinando minuciosamente, pero no la veía a los ojos; más bien, veía en medio de estos.
Una vez que estuvo a una distancia verdaderamente corta, con el dedo índice obligó al ceño de la morena a desfruncirse. Santana solo se quedaba ahí, expectante y algo escéptica. A veces, le costaba entender los actos tan imprevistos de Quinn.
Pudo jurar que vio una luz blanca parpadear.
—Bueno, ya. —Le dijo, mientras apartaba de su rostro a Quinn con la palma de su mano, como quién espanta a un molesto mosquito—Tomo mis libros y me voy.
—Te voy a acompañar. —Anunció, decidida.
— ¿Qué? ¿Ahora tengo cinco años? No necesito que me vigiles. —Le dijo en voz alta, mientras tomaba los mentados libros.
—No te vigilo. —Le negó—Mi próxima clase queda por ahí.
—Ah. —Pronunció, con la voz claramente más baja y menos a la defensiva.
Quinn negó con la cabeza mientras sonreía. Santana sonrió también. Ah. A pesar de todo… ¡Como adoraba a aquella rubia!
La sonrisa se le iba desfigurando poco a poco mientras caminaban por los pasillos y se acercaba a aquel maldito salón.
Ugh. Rubias.
Hizo un esfuerzo descomunal para no rogarle a Quinn que se quedara; que no se fuera; que no la dejara. Se sintió, por primera vez, como se sentía un niño en su primer día de escuela, cuando era la hora de que su mamá lo dejara ahí; en un lugar donde no se sentía seguro; y donde todo era desconocido. Ni siquiera recordaba haberse sentido así en su primer día de clases. Era horrible.
Pillsbury ya la esperaba, y ya casi no había asientos vacíos, lo que significaba que la clase apenas estaba iniciando. No había llegado tan tarde.
¡Diablos! Le temblaban las piernas como potro recién nacido. Levantó la quijada, en muestra de una falsa seguridad. Apretó sus libros contra su pecho con fuerza. No notó que las yemas de sus dedos se tornaban blancas contra los libros; así como tampoco notó que las cuerdas de sus zapatos deportivos estaban desanudadas...
Todo fue tan rápido.
Cayó estrepitosamente al suelo, de frente.
Sintió el peso de numerosas miradas en ella. ¡Se había caído en medio del maldito salón! ¡Era obvio que todos la veían!
Sintió una sensación extraña en su trasero.
La maldita faldita de porristas se le levantó. Ahora, supo que las miradas no estaban en ella, sino en su trasero.
Se preparó para escuchar risas, pero nadie se rió. El salón estaba en completo silencio. Hubiera jurado que habría podido escuchar el sonido de un alfiler cayendo al suelo. Era un silencio muy incómodo. ¡Claro que era incómodo!
Nadie se reía porque… o sea… Era Santana. Te ríes de ella, y te parte la cara.
Se armó de valor para ponerse de pie de una manera verdaderamente fugaz. Se acomodó la faldita y sus respectivos tablones de ella. Sintió que todo el calor de su cuerpo se le iba a la cara, así que antes de que se notara, echó una mirada despectiva y fría y lo único que dijo fue:
— ¡¿Qué ven?!
Nadie emitió ni un solo ruidito.
A Pillsbury se le escapó una tímida sonrisa que Santana, ni nadie en aquel salón pudieron ver. La clase siguió como si no hubiera pasado nada.
Sí, eso. Sólo me faltaba caerme.
Tomó asiento tratando de ignorar a la rubia que sabía que la veía, pero no se animaba a confirmarlo.
Sintió una molestia en su estómago. Era como si de repente le dieran muchas ganas de ir al baño, pero sabía que no tenía ganas de ir; solo era la maldita molestia; molestia que casi se desvaneció cuando escuchó una risa a su lado, casi…
Abrió mucho los ojos.
La rubia de un lado se estaba riendo... ¿De ella? ¿Que?
— ¿Te parece muy gracioso? —Pregunto, indignada y algo incrédula.
Brittany ensanchó una sonrisa. Parecía que se divertía mucho.
— ¿No es obvio? —Preguntó ella, sin dejar de reír.
Eso a Santana solo la hizo indignarse aún más; ella no era payaso de nadie. Apretó los labios y frunció el ceño.
Brittany rió más ante esto.
¿Qué? ¿Ahora era su maldito chiste personal?
No se contuvo. Alzó la mano que tenía más cerca a ella y le dio un zape en la parte posterior de su cabeza.
Fue como si hubiera presionado -con fuerza de más- un botón de “mute”. Brittany calló al instante y abrió mucho los ojos.
— ¿Acabas de darme un zape, Santana? ¿Enserio? —Preguntó, indignada e incrédula—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido.
—Eres la persona más infantil e inmadura que he conocido. —Se mofó ella, con una vocecilla tonta y rodando los ojos.
—Señorita López y señorita Pierce, si hay algo más importante de lo que ustedes tengan que hablar, les pido que lo hagan fuera de mi salón de clases.
Las dos muchachas se giraron hacia la profesora que les acababa de llamar la atención. Decidieron que lo más prudente era guardar silencio, o al menos, eso decidió Brittany.
Pillsbury les dio la espalda para seguir con la clase, no sin antes dirigirles una última mirada de advertencia.
Santana miró de reojo a Brittany.
No pasaron ni quince segundos, cuando…
—Tonta. —La insultó en voz baja, pero perfectamente audible.
Brittany frunció el ceño.
—Boba. —Le contestó.
Santana se giró completamente hacia ella.
—Mentecata.
—Tarada.
— ¡Cabellos de elote!
— ¡Labios de pez!
¿¡Labios de pez?!
— ¡López y Pierce! ¡Las quiero fuera de mi aula, ahora!
Las muchachas ni por enterado se habían dado de lo obvio: Se estaban gritando, y por lo tanto, llamando de más la atención.
La profesora las fulminaba con la mirada desde el pizarrón y las muchachas se sentían descubiertas.
—Pero, profesora…
— ¡Ahora, Brittany!
Eso era humillante, y el silencio que llenaba el aula no ayudaba para nada.
Con la dignidad que les quedaba, tomaron sus cosas y con la frente en alto salieron del salón ante la mirada de sus demás compañeros.
Todo cambió en cuanto salieron del aula y cerraron la puerta tras ellas.
— ¡No puede ser que me esté pasando esto! —Estalló Brittany, caminando sin parar de un lado a otro y haciendo todo tipo de ademanes con las manos— ¡Es lo que menos necesito! Yo… ¡Yo no soy una mala alumna! ¡Soy responsable! Si entrando a la clase aún se me dificulta… ¡Imagínate no entrando! ¡Seré pésima! ¿Qué tienes que decir en tu defensa, Santana?
Santana, por su parte, se encontraba apoyada en la pared a un lado de la puerta, con la mirada en un punto fijo sin importancia, el ceño fruncido y con sus dedos palpándose los labios. No parecía haber escuchado ni una sola palabra salida de la boca de Brittany.
Parecía, más bien, ausente.
— ¿Enserio crees que tengo labios de pescado?
Esto a Brittany la atontó. Su caminar neurótico se detuvo por completo, junto con su monólogo. Su temperamento bajó notablemente.
Ella realmente estaba preocupada por la apariencia de sus labios.
Ahora, se arrepentía un poco por lo dicho en el aula.
—No… Tú… Bueno…—Titubeó—Yo creo… Que tienes unos labios muy lindos.
No sabía cómo había dejado salir esas palabras de su boca. Simplemente salieron. Tampoco supo cómo su mano actuaba por sí sola y se alargaba para apartar la mano que Santana tenía en sus labios y sus pies daban pasitos para acortar la distancia y así poder verlos y comprobar lo que acababa de decir.
—Son… Grandes, y… —Tentadores—Rosados.
Enserio necesitaba dejar de hablar. El cable que conectaba su boca con su cerebro había sido removido de ella, y en verdad no pensaba lo que estaba diciendo. Aunque sus pensamientos tampoco eran de mucha ayuda…
¿Y si la beso?
—Como los de un pescado. —Completó Santana, un poco ofendida, aparentemente sentida y con un tono en la voz totalmente desconocido para ella; un tono de voz muy ronco.
—Y-yo no dije eso. Yo dije que tenías labios de pez.
¿Eso tendría alguna relevancia en todo esto?
—Es… Es lo mismo, Brittany.
Enserio necesitaba apartarse de ahí y correr, y como sabía que no lo haría, prefirió hablar de cualquier otra tontería.
—No. Un pez es un animal acuático. Un pescado, es un pez que ha sido sacado del agua y que está muerto.
Oh, dios. Estaban hablando de la maldita diferencia entre un pez y un pescado.
—Oh. Ahí estás, San.
Brittany se giró fugazmente para ver a la persona que la había salvado de aquella situación e ir a besarle los pies porque nunca se había sentido tan agradecida.
Aquel sentimiento de gratitud desapareció al comprobar quién era.
—Hey. —Contestó la chica, sin ningún tipo de emoción.
— ¡Oh! Y Brittany. Eso es bueno. —Dijo el chico, con una sonrisa y con los ojos en la rubia. Obviamente, tratando de ser agradable.
Ella no emitió palabra, a pesar de que el chico claramente esperaba algún tipo de saludo por parte de ella.
—La entrenadora Sylvester me ha pedido que las llamara. Dice que tiene que verlas en su despacho. —Dijo, encogiéndose de hombros.
— ¿Y por qué te lo ha dicho a ti? —Preguntó Santana, claramente extrañada e ignorando por un momento a Brittany.
Puck se volvió a encoger de hombros.
—Supongo que sólo tengo mala suerte.
Santana rió un poco.
—Bueno, pues me voy. —Anunció Brittany, comenzando a andar.
A Puck, esto pareció no importarle, pero Santana dejó de reír para tomar del brazo a la rubia.
— ¿Adónde vas? —Le preguntó extrañada, ignorando glacialmente a Puck, quien la veía con una típica sonrisa que a Brittany le parecía ya insoportable.
Brittany miró la mano morena que la sujetaba y luego la miró a ella a los ojos. En realidad, no sabía por qué la miraba con mucha intensidad; más de la necesaria.
—Con Sylvester. ¿No has oído? Nos quiere en su despacho. —Le dijo de manera cortante.
A Santana, esto no le hacía sentir tan cómoda, pero decidió no darle más importancia.
— ¿Y qué? ¿No me piensas esperar? —Le preguntó, sonando demasiado enojada, pero así tendía a sonar ella, aún cuando a veces ni se lo proponía.
Brittany alternó miradas entre Santana y Puck. Santana la veía intensamente, aparentemente indignada, y Puck miraba a Santana. No le apetecía para nada esperarla, y menos si tenía que esperar a que terminara de hablar con ese chico, pero antes de expresarse, decidió meditar la situación.
¿Por qué rayos se estaba sintiendo de esa manera? Era Santana. Ella no le importaba, así como tampoco le importaba lo que hiciera. Santana era la chica más prepotente, orgullosa, grosera e inmadura de todo McKinley; de todo Lima; quizá de todo Ohio. En pocas palabras: Una pesadilla.
Santana era una verdadera pesadilla.
Además, lo sucedido en el patio de su casa parecía no haber tenido relevancia alguna en ella.
Recuerda eso, Pierce. Ella es una verdadera pesadilla, y ella no te importa.
O bueno… Lo era cuando estaba sobria.
Y a ella tampoco le importas ni un comino.
Así que lo mejor que podía hacer, era mostrar una reverenda y gran indiferencia.
—Pues no tengo todo el día. —Contestó secamente y comenzó a andar.
Wow. Fingir indiferencia no era tan fácil.
Santana bufó enfadada, pero le dirigió una última mirada a Puck en señal de despedida. El chico le sonrió, dio media vuelta y se fue.
La chica morena comenzó a andar rápidamente para alcanzar a Brittany y caminar a su lado, con un poco de problemas para caminar a su ritmo.
—Oye… ¡Espera! ¡Más despacio! —Imploró Santana, dando unos pequeños tropezones.
— ¡Voy despacio! —La contradijo Brittany, creyendo fielmente en sus palabras.
— ¡Claro que no!
— ¡No es mi culpa que tus piernas sean cortas y tus pasos sean diminutos!
— ¡No es mi asunto que las tuyas sean tan largas que de una zancada ya hayas cruzado el maldito amazonas!
Brittany se detuvo en seco, haciendo que Santana también lo hiciera y la mirara completamente confundida.
—Ya. Pues si tanto te molestan mis enormes piernas ¿Por qué no te vas sola?
A Santana le cambió la cara a una repleta de consternación y asombro. Aparentemente, no esperaba que Brittany parara de caminar.
—Yo… Bueno…—Comenzó a titubear, nerviosa. La había tomado por sorpresa—Pensé que como íbamos al mismo lugar, pues… Podríamos ir juntas.
Santana, a pesar de decir aquello, no dejaba de estar a la defensiva ni de bajar la guardia. ¿De qué tanto se cuidaba?
Brittany bufó. No estaba enojada, más bien, estaba resignada.
Decidió comenzar a andar de una manera más calmada. Supo que ella lo agradecía, pero no decía nada, porque de un pequeño vistazo por el rabillo del ojo, comprobó que Santana tenía una tímida y pequeña sonrisa.
No dijo nada.
— ¿Podrías decirme por qué siempre es Breadstix? Todo el mundo viene aquí.
— ¿Conoces otro lugar en donde poder comer bien y pasarla a gusto? No ¿Verdad? Bueno, entonces cállate y disfruta, porque es gratis.
Santana inmediatamente le propinó un zape a la cabeza de su hermana, por el inapropiado comentario, mientras caminaban por el estacionamiento del restauran favorito de todos: “Breadstix” al que, en efecto, todo el mundo iba.
—Tú me dijiste que estaba bien. —Contradijo Quinn.
Santana se giró hacia ella, anonadada por tal mentira, que perdió el equilibrio un poco mientras caminaba a su lado.
—Tú nunca me preguntaste sobre venir aquí.
— ¡Te lo dije esta mañana en los casilleros, Santana! —Protestó de nuevo la rubia—Además no sé de qué te quejas, si todos sabemos que te encanta éste lugar y sus palitos de pan.
Santana rodó los ojos y bufó. ¿Esa chica siempre tiene que tener la razón?
— ¿Ves? Te lo dije. Está bonito venir aquí los lunes porque es el día donde menos gente hay.
Una vez más, Rachel dejaba relucir su talento para saber cosas sobre las que Brittany no tenía idea.
Era cierto, no había mucha gente en Breadstix aquella noche, lo cual era algo satisfactorio, porque así se sentía todo más a gusto.
La rubia y la castaña se acomodaron en una de las mesas del centro, que en realidad eran muy cómodas. Rachel se acomodó en el sillón frente a ella. El muro que dividía su mesa de la de enseguida ahora estaba forrado por encima con hojas verdes de plástico, y con pequeñas luces blancas, lo que daba un poco de alusión a la navidad, a pesar de estar a Septiembre. Era un toque muy bonito.
Como sea, el lugar era muy agradable, y a Brittany le daba una muy buena primera impresión.
También, daba pinta de que cenaría muy bien, y eso era bueno, porque se moría de hambre.
—Hola. Gracias por preferir Breadstix. ¿Qué puedo traerles?
Brittany se giró instintivamente para darle cara a la que seguro era la camarera. Se llevó una sorpresa.
— ¿Emily?
La morena vestía una camisa a botones con las mangas arremangadas hasta los codos, fajada en un pantalón un poco holgado. Toda su ropa era de color negro. Brittany por un momento pensó que quizá el lugar tenía seguridad y estaban por sacarlas del establecimiento por alguna razón, pero descartó esa idea al comprobar que todos los que atendían las mesas vestían del mismo color, y además porque… Era Emily; ella no lastimaría ni a una mosca. No podría ser de seguridad.
Ese era el uniforme de los camareros.
La morena le dedicó una sonrisa y se acomodo un mechón de su cabello suelto, largo y ondulado, detrás de su oreja.
— ¡Brittany! Sorpresa, sorpresa. —Dijo, divertida.
— ¿Trabajas aquí?
Emily dejó salir un suspiro en forma de risa y le echó a un vistazo alrededor, acompañado con una mano que daba la señal de algo obvio.
—Sí, Brittany. Trabajo aquí.
Bueno, nunca estaba de más preguntar.
—Ugh. Es imposible que esto esté pasando.
Quinn había murmurado por lo bajo aquello mientras observaba la escena. Se detuvo en seco, haciendo que Santana, Valentina y Diego también lo hicieran.
—Enserio, Fabray, Ahora qué te… ¡Ugh! ¿Ella aquí? ¿Es que jamás podré librarme de ella?
Valentina y Diego se lanzaban miradas llenas de confusión mientras Santana y Quinn contemplaban la rubia y a la castaña sentadas en una mesa del centro. Quinn frunció el ceño con confusión.
—Esa es… ¿Fields?
Santana ahora prestó su atención a la morena de cabellera suelta que hablaba con Brittany. Sí, aquella era Emily Fields. ¿Qué hacía trabajando ahí? Ella era de Rosewood; los estudiantes de Rosewood no tenían necesidad alguna de trabajar porque seguramente tendrían padres ricos que pagarían todos sus gustos.
— ¿Qué hace esa aquí?
— ¿Piensan cenar aquí paradas o qué?
La pregunta sarcástica de Valentina hizo que Santana y Quinn de algún modo reaccionaran y asintieran con la cabeza, algo atontadas.
Diego fue el primero en dirigirse a la mesa en seguida de las muchachas previamente vistas, no sin antes decir en voz baja:
—Yo quiero a un lado de la rubia.
Pero claro, no lo dijo lo suficientemente bajo para que su hermana mayor no lo pudiera escuchar.
—Fraternizando con el enemigo ¿Eh, Pierce?
La boca se le secó al escuchar aquel timbre de voz tan conocido. Supo que era Santana desde antes de girarse para comprobarlo, aunque al momento se arrepintió de haberlo hecho.
Santana la veía feo. La veía como la vez cuando Quinn la estaba ayudando con su bolso mientras ella buscaba la combinación de su casillero. Ya casi había olvidado aquella sensación, porque Santana ya no la había vuelto a mirar así… De esa manera tan fría; y como aquella vez, sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Era increíble como Santana podía causar el maldito holocausto nuclear en sus adentros solo con una mirada. Daba miedo.
Genial. La señorita López ahora había vuelto al frío y despectivo Pierce.
—A mí también me da gusto verte, Santana. —Saludó Emily sarcástica y con fastidio—Quinn.
La rubia ojiverde sonrió sin darle más importancia y se puso a checar el menú, aunque ya sabía de antemano lo que iba a pedir. La verdad, Emily le daba completamente igual. Emily no era igual de odiosa como Hanna, ni como Spencer, ni Aria. No lograba recordar alguna vez que Emily le haya faltado el respeto o algo así; pero era de Rosewood, así que no la trataría con ni bien, ni mal; solo la trataría.
—Bueno. —Prosiguió Santana, ignorando el saludo sarcástico de Emily—He aquí una prueba de lo poco que te importan las Cheerios, Pierce. ¿Qué clase de capitana serías si le hablas al bando contrario? Sylvester estará muuuy decepcionada de ti.
Antes de que Brittany hablara, Emily lo hizo primero.
—Cálmate, Santana. Yo trabajo aquí y las estoy atendiendo. Baja la voz, porque estás llamando de más la atención.
Wow. Emily de verdad hablaba con demasiada calma, y si la comparabas con Santana…
—No me digas qué hacer, Fields. Y qué bueno que lo haces, porque ahora mismo necesitamos que alguien nos atienda a nosotras también. ¿Qué pasa con el servicio en éste lugar?
Emily rodó los ojos con fastidio. Tomó las órdenes de Rachel y Brittany y por último, le dirigió una última mirada de disculpa a Brittany y se dirigió a la mesa de enseguida, con Santana y Quinn. Brittany le respondió con una educada y muy bonita sonrisa, hecho que, por supuesto, no le pasó por alto a la ahora perspicaz latina, que ahora a su punto de vista, todo parecía poseer un doble sentido.
— ¿Qué pedirán? —Preguntó Emily, con una notable resignación y fastidio, mientras golpeaba la pequeña libreta con el bolígrafo de la otra mano. Ella solo se estaba comportando así de paciente por trabajo.
—Ensalada. —Dijo Quinn, con voz apagada.
— ¿Bebida? —Preguntó Emily, anotando en la libreta y sin ver nada más que su libreta.
—Sólo agua fresca.
Emily levantó la vista solo para dirigirse ahora hacia Valentina, que inmediatamente reaccionó y pidió lo mismo que Quinn. Cuándo se dirigió hacia el entusiasmado Diego, éste dijo:
—Yo quiero la Gudbuster Extreme, y un refresco de naranja.
Emily tuvo que dirigirle la mirada al moreno muchacho para así comprobar que el chico no se había confundido.
—Creo que necesitaré el permiso de tu doctor para traerte eso. —Bromeó Emily.
—Él come maní del suelo del auto. —Comentó Valentina, en forma de justificación y burla—No te preocupes mucho.
—Estaba garapiñado, Val. —Se justificó el chico, claramente ofendido.
Emily bufó antes de dirigirse a Santana.
— ¿Y tú? —Consiguió preguntar, quizá un poco a regañadientes.
—Yo pediré pasta de espaguetti con albóndigas. —Le dijo, en voz alta y con suficiencia. Casi le gritó—Quiero la salsa de tomate encima, no entre ellas. Y de beber…—Fingió que pensó—quiero una limonada rosa. Ten cuidado con los cubos de hielo. —Ordenó—Quiero mi limonada con cinco cubitos. Ni uno más, ni uno menos. —Emily terminó de escribir, cuando Santana volvió a hablar— ¡Ah! Y palitos de pan. Los quiero calientes. Te lo advierto: llego a notar algo raro en mi comida, o en la de Quinn, o en la de mis hermanos, y hago que te despidan de aquí, Fields.
Oh. Entonces los chicos de la foto eran sus hermanos. Brittany confirmó que la señora de dicha foto entonces era su madre. Oh, por dios. Eran idénticos; pero lo eran más las dos hermanas. Verlas juntas era casi como ver doble, solo que una era ligeramente más baja que la otra. El chico… El chico era muy bien parecido. Por lo poco que lo había logrado ver, tenía un cuerpo atlético. La chica, a la que le estaba dando la cara, tenía los mismos ojos marrones y casi las mismas facciones que Santana; debía tener a muchos chicos detrás de ella. A simple vista, era muy fácil deducir que aquellos eran hermanos.
Emily rodó los ojos ante el último comentario de Santana y se marchó.
—Con todo lo que ha pedido Santana, cenaremos a las nueve de la mañana del siguiente día. —Comentó Valentina.
—Valentina, siempre tengo ganas, pero hoy me estás orillando a amordazarte con uno de los calcetines de tu hermano.
Valentina calló. Sabía que su hermana era capaz.
Estaba incómoda. Claro que lo estaba. Brittany no había emitido ni un maldito pío desde lo último que le había dicho. ¿Se habría enojado? Pero… ¡Ella tenía la culpa! Ella era la que las estaba traicionando. Se llevaba bien con la estúpida de Fields… Con ella también podría llevarse bien… Bueno, si no fuera tan… Brittany, seguro se llevarían más que bien… No necesitaba a Fields. ¿Por qué le daba sonrisas tan bonitas a Emily y a ella no? ¿Qué cosa hacía Emily que ella no? ¡Nada! ¡Ella era Santana López, maldita sea! ¡Ella era fabulosa!
Ugh. Tenía que dejar de pensar.
— ¿Te he dicho que Sylvester me llamó? —Le preguntó a Quinn.
Su amiga pareció haber despertado de una pesadilla en cuanto la llamó. Dio un ligero saltito y parpadeó muchas veces. Parecía ausente.
—No. —Contestó sin más.
—Bueno, pues con la nueva de que tendremos ensayos dobles desde mañana.
Quinn frunció el ceño, confundida.
— ¿Ensayos dobles?
Era bueno que Quinn preguntara cosas. Así, tendría algo de qué hablar.
—Sylvester está convencida de que somos unas holgazanas sin cerebro, así que nos ha condenado a ensayos de porristas matutinos y vespertinos. ¿No amas al saco de huesos? —Dijo, agregando un poco de sarcasmo a lo último.
—No generalices.
Esto último lo había dicho Brittany, con voz algo baja, pero perfectamente audible para todos. Al parecer, había estado prestando atención a la conversación.
Santana sintió un poco de alivio, aunque no supo a ciencia cierta la razón.
Quinn intercaló miradas confundidas entre Brittany y Santana, como pidiendo explicaciones.
Santana ahora rodó los ojos.
—Bueno…—Cedió—Quizá en parte es culpa mía…
—Es culpa tuya. —Interfirió Brittany, con la vista fija en la mesa que tenía enfrente de su estómago.
Santana ahora le dirigió una mirada, pero no supo como mirarla. Solo la miró. Comenzó a sentirse muy incómoda.
Ahora, bajó la mirada y comenzó a jugar con una servilleta, sin mirar a nadie, solo a la maldita servilleta que comenzaba a humedecerse junto con sus nerviosas manos.
—Que Sylvester me odie no es exactamente mi culpa…
—Ahora resulta que todo el mundo está en tu contra ¿No? Santana, tú sabes que Sylvester está haciendo esto como una forma de castigarte por faltar tanto a los entrenamientos. —Comentó Brittany, con un tono de voz notablemente alto—Si te preocuparas más por no faltar tanto y ser más responsable, Sylvester no hubiera hecho esto.
Tenía que terminar con eso en ese momento.
— ¡Bueno! —Exclamó, en su defensa—Ya. Ahora los motivos ya no importan mucho. Sylvester ya lo ha hecho.
Brittany resopló con fastidio desde el otro lado del corto muro. Quinn parecía no darle importancia a nada, en realidad; no hablaba para nada. Santana no sabía por qué diantres estaba tan nerviosa, y sus hermanos claro que se daban cuenta de eso, pero las cosas estarían mejor para ellos si mantuvieran la boca cerrada y lo sabían, así que eso hicieron.
—Oye… Chica, eres nueva por aquí ¿No? —Preguntó un tímido Diego a Brittany por encima del muro que los dividía. Como había dicho, se sentó a un lado de la rubia solo siendo separado de ella por dicho muro.
Brittany le sonrió al chico de la misma manera en que le había sonreído a Emily, por encima del muro.
—Yo casi creo que el nuevo aquí eres tú. —Dijo Brittany, en un tono amable y divertido—Llevo aquí casi un mes y nunca te había visto.
Diego se pasó una mano por la nuca y sonrió. Santana no podía creer la escena que tenía exactamente frente a ella, y solo podía abrir los ojos de tal manera que casi creía que se saldrían de sus cuencas.
—Bueno, pues yo me llamo Diego. Mucho gusto. —Le dijo con una sonrisa, mientras le alzaba su mano derecha por encima del muro en gesto de saludo.
Brittany se la estrechó gustosa.
—Y yo, me llamo Brittany. Es un placer, Diego.
—Brittany es un nombre muy bonito. —Afirmó Diego—Creo que te queda muy bien…
—Brittany es el nombre más popular y usado en este país. —Interfirió Santana, de forma agria y brusca—No tiene nada de especial, ni bonito.
Brittany le dirigió la mirada a la ahora verdaderamente irritante -más que de costumbre- morena.
—Ah, sí. Supongo que Santana está mejor. —Le dijo, rebosante de ironía.
—Pues, para que lo sepas…—Comenzó Santana, acomodándose en su asiento e inclinándose hacia adelante. Brittany sabía que Santana hacía eso para cuando quería ser amenazante y ofensiva. ¿Santana quería intimidarla? —Mi nombre, hace alusión a un importante político, militar y presidente de México. Mi nombre, al menos tiene un significado.
Bueno… Quizá sus padres no la habían llamado así con el propósito de hacer alusión a dicho personaje… Pero ella prefería pensar que así era.
Diego le hizo un ademán a Brittany para que ésta se acercara y así poderle decir algo así como un secreto. Brittany no se inmutó al acercarle su oreja al chico.
—Disculpa a mi hermana…—Le dijo Diego en voz baja y cubriendo su boca con su mano—Sé que ahora parece… Inapropiada, pero es realmente dulce una vez que la conoces.
Sonrió. Sorprendentemente, dejando de lado todo sobre la latina… Brittany eso ya lo intuía.
Ahora, Santana solo los veía con la boca fruncida hasta quedar reducida en una realmente pequeña mueca, recargada en su asiento y con los brazos cruzados debajo de su pecho.
Brittany rió. Santana a veces podía ser graciosa sin proponérselo.
—Una ensalada para Rachel. Una pasta de espaguetti con albóndigas para Britt.
Emily había llegado con los platillos de las dos chicas y ahora se los colocaba enfrente respectivamente, con una sonrisa.
— ¿Y dónde están nuestros pedidos, Fields? ¿Qué pasó con eso de que “después de treinta minutos, es gratis”? —Se escuchó una voz despectiva.
Emily resopló fastidiada.
—Esto no es una pizzería, Santana. —Le contestó a la alterada latina—Además, ustedes lo pidieron después que ellas; es lógico que su pedido esté después.
Santana se cruzó de brazos, se recargó en el respaldo de su asiento y bufó, sin dejar de fulminar con la mirada a Emily, quien le sonrió de forma burlona e irónica.
Santana apretó los labios. Estaba realmente enfurecida.
—Pues me muero de hambre. Más te vale que te apures, pedazo de…
— ¡Santana, ya basta!
Brittany había gritado de tal manera que todos alrededor tuvieron que girarse hacia ella; Rachel, Quinn, Valentina, Diego y hasta Emily, a quién en su rostro además de una completa consternación, se veía una clara confusión. Brittany tenía sus manos aferradas a los cubiertos a cada lado del plato y casi podía encajarlos en la mesa. Los apretaba con tal fuerza que las yemas de sus dedos estaban blancas.
Sí, todos estaban algo sorprendidos, pero Santana se encontraba anonadada y ofendida.
— ¿Perdón? —Preguntó incrédula. Tuvo la necesidad de que Brittany le repitiera lo que acababa de gritar porque simplemente no podía creer lo que pasaba.
— ¿No me escuchaste? Te dije que pararas. Todos sabemos que eres insoportable, pero hoy justamente te estás pasando de la raya, Santana. Ella solo trata de hacer su trabajo.
¿Enserio le estaba reclamando por eso? ¿Es que esa rubia no entendía nada? Emily era… Emily era la enemiga. ¿Enserio la estaba defendiendo?
—Brittany Pierce, defendiendo a una de las discípulas de la mismísima Roz Washington. ¿Qué crees que piense Sylvester de esto, Pierce?
Pero ella, muy en el fondo sabía, que quizá a Sylvester eso no le importara tanto como a ella.
—Enserio, Pierce ¿Así quieres ganar en las locales…?
—Santana, —Intervino Emily, de repente— ¿No te parece que te estás contradiciendo? Tal vez Brittany comete una “traición” como tú le llamas, al hablarme; lo cual, por cierto, considero una estupidez. No le veo el inconveniente, en verdad, pero ¿Qué tal con las demás? ¿Acaso es Brittany la única que está fallando, Santana? Si pierden en las locales, no será solo por su culpa…
— ¿Qué quieres decir, Fields?
—Santana, ustedes son un equipo. No puedes fijarte solamente en los errores de los demás. Tú también los cometes. ¿No has pensado en cómo tratas a la gente? Y por lo que he visto… Ustedes ni siquiera pueden estar en el mismo lugar sin insultarse por vivir. ¿Cómo pretenden ganar las locales si ni siquiera se comprenden entre ustedes?
Brittany bajó la mirada hacia su plato. Santana, por su parte, le dirigía una mirada retadora a Emily, quién se mostraba verdaderamente serena y calmada, para haber dicho todo lo que dijo.
—Limítate a traerme mi comida, Fields.
— ¿Podrías explicarme quiénes son ellas?
Preguntó Valentina a Quinn, después de hacerle un ademán a la rubia para que se acercara y así poder preguntárselo al oído, una vez que Emily se alejó después de traer la comida. Diego también se acercó para escuchar, dejando para después su grasosa y pegajosa hamburguesa.
Quinn ahora se acercó al oído de Valentina, colocó una mano cerca de su boca y su oído por inercia.
—La morena es porrista en Rosewood, amiga de Hanna. La rubia es la archi-enemiga de tu hermana.
Valentina no pudo evitar una cara de consternación. Quinn lo notó.
—No es para preocuparse. —Le dijo, aún en voz baja—Solo son boberías.
—Te escucho hasta acá, Quinn.
Santana ni la miró cuando dijo esto. Solo jugaba distraídamente con las albóndigas bañadas de salsa de tomate.
En realidad, esa fue una de las cenas más incómodas en la historia de sus vidas.
Brittany no apartaba la mirada de su pasta, porque Rachel ni siquiera había dicho un solo pío en toda la cena; algo verdaderamente inusual en ella. No dejaba el celular ni por un instante, lo cual, a la rubia la ponía un poco de nervios.
Diego se limitaba a masticar su gigantesca hamburguesa, mientras Valentina lo veía incrédula y algo asqueada, mientras comía de su ensalada.
Quinn… Quinn parecía estar en el velorio de una tía abuela muy, muy lejana y desagradable. A toda pregunta, ella contestaba con monosílabos y de manera mortalmente seca, lo cual, eso a Santana verdaderamente no la ayudaba. Ahora, Quinn parecía no estar igual que siempre.
Santana no sabía qué diablos hacer para mantenerse ocupada. Claro, debía comenzar a cenar, pero simplemente no podía comer. Obviamente, ya había revisado minuciosamente todos los platos de sus acompañantes junto con el suyo, para verificar que estuvieran en buenas condiciones, pero solo era que el apetito se le había ido. Ahora, ni los palitos de pan se le antojaban, a pesar de que olían delicioso.
Y para rematar, la campanilla de la puerta de la entrada sonó para avisar que alguien había entrado al establecimiento. Aquella llegada era la maldita cereza en el pastel. La única rubia que podía empeorar aún más aquella situación.
Hanna Marin llegó.
Eso era el colmo. ¿Es que el maldito cosmos conspiraba para arruinarle la vida? Eso no podía estar pasando. Se le encogió el estómago. Si antes no tenía apetito, ahora los palitos de pan casi le daban asco.
La rubia se percató al instante de su presencia, y luego la de los demás. Por un momento, una chispa de asombro se asomó en su expresión. Sí, ella también estaba sorprendida de verlos ahí. Su andar también se detuvo al sentir una penetrante mirada marrón.
Emily no se hizo esperar y fue a recibir a su rubia mejor amiga.
— ¿Qué haces aquí, Hann? —Preguntó Emily, después de abrazarla y sobando suavemente su brazo—Aún falta un poco para que mi turno termine.
Hanna pareció calmarse un poco con su amiga en un lado. Volvió sus ojos azules a su atenta amiga y le sonrió.
—Ya. Sólo venía a dejarte a Lola. —Le dijo, encogiéndose de hombros—Y, para ver si conseguía algo de cenar. —Añadió, con simpleza—Y también para ver si consigo convencerte de que renuncies a este trabajo innecesario, Em. Y para esperarte. —Finalizó, con una sonrisa.
A Emily se le escapó una sonrisa, contagiándosela a Hanna.
— ¿Vas a esperarme hasta que termine mi turno?
—Claro que lo haré. —Le dijo, como si fuera lo más obvio del mundo—Hoy sales súper tarde. ¿Crees que dejaré que te vayas sola? Na-ah.
—Te traeré los mejores palitos de pan de la tienda.
Dicho esto, Emily emprendió camino hacia la oficina, luego hacia la cocina, casi dando saltitos.
Santana, por su parte, no había dejado de contemplar aquella escena, así como tampoco Quinn, ni Valentina, ni Diego; a Rachel le importaba muy poco, pues se veía demasiado ocupada con su celular. Y Brittany… Brittany ya no tenía tanto apetito.
Hanna, después de que Emily había desaparecido del recibidor, dio unos cuantos pasos para llegar de frente a la mesa donde todos la veían. Se plantó con los pies juntos, las manos por delante, sosteniendo su bolso y las llaves de su auto. Dejó salir una sonrisa de lado.
—Quinn. —Saludó—Diego. Valentina… Santana.
Valentina y Diego sonrieron tímidamente, dejando salir un débil “hey” y un “hola” hacia la rubia. Quinn, por su parte, la fulminaba con la mirada; Santana, tenía una expresión demasiado turbia y fría.
Brittany podía ver desde donde estaba que Santana tenía apretada la mandíbula con fuerza.
—Piérdete de vista, Marin.
—Ugh. Quinn, eres tan grosera…
— ¡¿No me has oído?! —Ahora, Quinn se había puesto de pie. Hanna no se inmutó—Ya aléjate de nosotras de una vez.
Ahora, todos en las dos mesas -sin ninguna excepción, además de Santana- se giraron hacia la enfurecida rubia.
—Quinn, cálmate…—Hanna ahora fingía consternación—Estás llamando la atención de los clientes. Pueden vetarte de éste lugar.
—Para lo que me importa que puedan echarme de éste estúpido lugar. Ya te dije, Marin. Aléjate lo más que se pueda de nosotras.
Hanna no dijo nada, solo se limitó a mirarla con una sonrisa, lo cual, hacía que se viera demasiado cínica. Después, se giró hacia Santana y se quedó así por un momento. Más tiempo del que a Brittany le hubiera gustado.
Y así, Hanna se fue a sentar a una de las mesas de la esquina, a espaldas de Brittany, cosa que la rubia lamentó, porque así no podría ver los movimientos de la otra rubia.
Pero sí los de Santana.
—Yo no entiendo cómo es que Hanna y tú ya no se hablan, Tana. —Dijo Valentina, meneando restos de su ensalada con su tenedor, como quién no quiere la cosa—Ella me… caía bien.
Quinn la fulminó con la mirada.
—Valentina, de todas las imprudencias que te he escuchado decir en toda tu vida, y vaya que son muchas, ésta se lleva el premio. —Dijo la rubia.
Valentina no dijo nada más. Se apenó. Diego parecía muy incómodo ahora. Quinn estaba que echaba humo por las orejas. Santana estaba ausente. Brittany, verdaderamente curiosa, y hasta Rachel también podría decirse que lo estaba; ya no le prestaba tanta atención a su móvil.
Era demasiado. No sabía por qué, pero ahora no tenía tantas ganas de estar ahí. Quería estar sola.
Se levantó, se disculpó con Rachel, quien no pareció prestarle mucha atención, y se dirigió al baño, con la esperanza de que Santana dejara de estar tan ausente y quizá, con un poco de suerte, le prestara atención a ella, y no a la rubia que estaba en el rincón.
Pero no. Santana ni se inmutó. Ni nadie de la otra mesa pareció haberlo hecho.
Se encerró en un cubículo y se sentó en un inodoro. Solo se sentó. El estómago se le había hecho más chico y una horrible sensación se le subió a la garganta. Se sentía verdaderamente impotente y tonta, pero no podía controlar eso. Estaba fuera de su alcance. Simplemente no podía detener el nudo en la garganta y los horribles sentimientos y que ahora tenía. Era frustrante. Frustrante y triste. Y lo peor, era que ni siquiera sabía por qué sentía todo eso.
—Ella ni siquiera se dio cuenta de que me fui.
No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba ahí, pero supuso que llevaba un rato. Eso no importaba, no pensaba salir de ahí aún. Aún no se sentía bien como para hacerlo.
Escuchó la puerta exterior del baño abrirse y a una persona entrando. Se le subió el corazón a la garganta. ¡Dios! Si alguien la descubría de esa manera, no sabría cómo explicarse.
Pero la persona que había entrado no parecía estar buscándola. Parecía estar haciendo lo mismo que había estado haciendo ella: Escapar. Aunque solo sea por un momento.
Ella solo quería saber quién era la persona que compartía su situación. Tal vez, podrían escucharse y ayudarse entre sí. Eso estaría bueno.
Se escuchó el sonido de la puerta abriéndose de nuevo y los pasos de una nueva persona. Wow. ¿Aquella persona también estaría igual de confundida que ella?
— ¿Qué haces aquí?
Ese timbre de voz ronco lo conocía muy bien. Tan bien para saber que ahora ella no estaba feliz. Era un tono de voz que jamás había oído en ella. Era completamente diferente, y no en buena manera. Era un tono triste y apagado. Daba escalofríos.
— ¿Cuándo podré hablar contigo? De una vez por todas.
Ese timbre de voz también lo conocía, para su desgracia.
Ellas eran Santana y Hanna.
—Nunca. Tú y yo no tenemos nada que decirnos.
—Santana, sé que necesitas hablar. Necesitamos…
— ¿Qué te hace pensar que yo necesito o quiero hablar contigo? Lo que fuimos, ya no lo somos y punto. Dejémoslo así.
— ¿Así es como arreglas todo, verdad? Sólo pones un maldito parche a la llanta y listo. Asunto arreglado. Pero ¿Sabes? Los parches no duran. Esos sólo te funcionan por un rato y ya. Tú más que nadie deberías saberlo.
—No necesito ponerle un parche a una llanta que no existe. Hanna, sólo vete y déjame sola. No sé qué haces aquí. Y sí, lo sé. ¿Y sabes por qué lo sé? Por tu maldita culpa.
Hubo un silencio. Un silencio casi mortal. Era horrible. Brittany sólo escuchaba y rogaba por no hacer ni el más mínimo ruido, aunque sospechaba que no importaba si gritaba ahí mismo, ellas ni se darían cuenta.
—Aún piensas que lo hice para joderte, ¿Verdad?
Hubo otro silencio en el que Brittany supuso, Santana tendría que contestar algo, pero no lo hizo. Hanna siguió.
—Santana, una vez me puse a pensar cómo serían las cosas si no hubiera hecho nada de lo que hice. No me gustó. Nada de lo que imaginé me hizo arrepentirme de lo que hice. De hecho, sigo sin hacerlo. De hecho, llegué a sentirme agradecida conmigo misma. Y si eso volviera a suceder, volvería a hacer lo mismo. Una y otra vez. Sé que tú no lo entiendes, y dudo mucho que puedas hacerlo, pero aún así, no dejo de esperar que lo hagas. Y aún así, no deja de doler.
Tercer silencio consecutivo. Eran frustrantes. ¿Cómo Santana podía quedarse tan muda? ¿Ese era el efecto que Hanna producía en ella? ¿Ella tenía el poder de dejarla sin habla? ¿Tanto influía sobre ella?
Aquel silencio se interrumpió solo por el sonido de unas zapatillas contra el suelo, indicando que alguien estaba por salir.
—Ella te importa ¿no es así? Ella no puede pasar desapercibida para ti. ¿Piensas reemplazarme?
Después de otro torturante y casi mortal silencio, el sonido de la puerta abriéndose volvió a resonar en los baños, pero no sonaba el segundo que indicaba que la puerta se había vuelto a cerrar.
—Yo sigo amando los palitos de pan, San. —Escuchó la voz de la que sabía que era la rubia, un poco más lejana—Sé que tú también.
La puerta se cerró.
Glosario:
Zape: Se le llama así a un fugaz, pero intenso golpe que se le propina a una persona en la parte posterior inferior de la cabeza, o sea, la nuca.
Creo que era necesario aclarar eso. Así se le llaman a esos en donde vivo, no sé en tu país :P Ji.
Última edición por YoyoMay el Lun Oct 28, 2013 5:40 pm, editado 1 vez
YoyoMay***** - Mensajes : 206
Fecha de inscripción : 11/04/2013
Edad : 30
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
porque no se dicen que se gustan y puntooooo!!!!!! me ah encantado el capitulo, esas palabras de hanna , creo que lo que tuvieron fue fuerte, osea hanna pasaba mucho tiempo con santana , rachelestaba sorprendentemente callada , sera por quinn???? quinn sabe lo que santana y hanna , por eso la odia????
Tengo que decir que fue un capitulo decicibo para mi , espero que britt se de cuenta que le gusta santana , yo se que santana ya se dio cuenta que le gusta britt *-* .
espero una actualizacion prontooooo , no soportaria una semana sin este fic lo amo , amo esta historia , lejos el mejor capitulo :D
Tengo que decir que fue un capitulo decicibo para mi , espero que britt se de cuenta que le gusta santana , yo se que santana ya se dio cuenta que le gusta britt *-* .
espero una actualizacion prontooooo , no soportaria una semana sin este fic lo amo , amo esta historia , lejos el mejor capitulo :D
brittana-bitches!!!***** - Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 02/09/2012
Edad : 27
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
Holiss.. :P
Son ideas mías?? o Brittany y Santana estaban celosas?? jaja.. Me encanta cuando estan celosas jeje..
Enserio?? Hanna con San???
Buu ojalá arregle las cosas coN Britt :3
Me gusta mucho el fic... pero Dormir también es Importante.. asi que descanse mucho :P
Esperaré el siguiente capítulo ;) Cada vez más interesante :)
pd: Amo a Cory y la noticia me devastó.. pero gracias a tu fic logré sentirme un.poco mejor.. asi que GRACIAS!! :D
No se te ocurra dejar el fic que está muuuuuuy bueno :D
Besoss :3
Alii ;)
Son ideas mías?? o Brittany y Santana estaban celosas?? jaja.. Me encanta cuando estan celosas jeje..
Enserio?? Hanna con San???
Buu ojalá arregle las cosas coN Britt :3
Me gusta mucho el fic... pero Dormir también es Importante.. asi que descanse mucho :P
Esperaré el siguiente capítulo ;) Cada vez más interesante :)
pd: Amo a Cory y la noticia me devastó.. pero gracias a tu fic logré sentirme un.poco mejor.. asi que GRACIAS!! :D
No se te ocurra dejar el fic que está muuuuuuy bueno :D
Besoss :3
Alii ;)
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: FanFic Brittana: Witchcraft. Capítulo XVIII: Fiesta de octubre.
dios menos mal que decidiste publicarlo me encantaa!!! tantas cosas en medio!! que hay entre san y hanna???? y britt qe pito toca??? y rach y quinn?? dios estoy encantadaaa besotesss!!
tatymm-*- - Mensajes : 2406
Fecha de inscripción : 20/08/2012
Edad : 34
Página 2 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
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