Fic brittana " Encuentro Explosivo"- capitulo 12

Capitulo 10

Llevaban 20 minutos en el coche con uno de los cd’s a todo volumen. Brittany cantaba gritando con sus pies apoyados en el piso del auto algo de Maroon 5. Santana la miraba divertida. Al acabar la canción, bajó un poco el volumen. Brittany la miró como si acabara de fastidiar un gran concierto. Y en parte, así era. Hacía tan solo días que no cantaba, que no gritaba, que no reía, que no se sentía libre. Unos días que a ella le habían parecido años. Santana la miraba sonriendo. Le gustaba tanto… que dolía. ¿Era eso querer? No quería ponerse a pensar en eso ahora. No ahora que la veía… ¿feliz? O al menos lo aparentaba. Ella se giró a mirarla mientras el pelo le revoloteaba alrededor de la cara por culpa de una ventanilla bajada más de lo necesario.
-       ¿Por qué lo bajas?- preguntó haciendo muecas. Santana levantó las comisuras de sus labios sin quererlo.
-       Prefiero conservar mis tímpanos intactos.- ella le hizo una careta burlona.
-       ¿Has visto lo que he puesto en la bolsa? Lo más feo que tenía por si van a registrar a casa no se den cuenta de que falta algo. Bueno, la foto de Diana sí que se darán cuenta pero no creo que por eso digan nada ¿no? ¿Has visto que lista que soy? Esta no te la esperabas. Ah, sí. También he cogido dinero. No hay mucho pero tendremos para vivir un tiempo. ¿A dónde vamos a ir? – preguntó al ver que cada vez iban más al norte.
-       No lo sé. Lo más lejos que podamos.- contestó ella despreocupada.
-       Podríamos ir a buscar a tu familia. ¿Recuerdas dónde vivías?
-       En Seattle.
-       Podríamos ir allí. Buscarlos.
-       No creo que sigan viviendo en el mismo sitio. Mi padre viajaba a menudo y sus raíces eran inglesas así que quizá… Quizá ahora vivan en Holmes Chapel.
-       Ah claro, por eso tu nombre es de allí.- santana asintió con una pequeña sonrisa.- Pues primero podríamos ir a Seattle , a donde vivías antes. Visitamos la casa de tu infancia y si no están allí podemos ir a UK.
-       ¿Has escuchado lo que acabas de decir?
Brittany la miró con una mueca rara a la vez que sonreía.
-       Que yo sepa sí.- contestó divertida.
-       ¿Y no te ha sonado un poco a locura?
-       ¿No te suena a ti a locura que un secuestrador y su rehén escapen hacía no se sabe dónde?
Santana suspiró, había dado en el clavo. La culpa empezaba a aflorar. En la boca de estómago a parte de ese agradable cosquilleo que le producía el verla sentía otra cosa. Una quemazón que le subía por el cuello y le quemaba la lengua. La miró a los ojos. ¿Iba a hacer lo correcto? ¿Ella por ellos? Brittany la miraba inquisitiva.
-       Bueno, muy normal no es.- dijo simulando una sonrisa. Ella frunció el ceño por unos segundos aunque santana  ni cuenta se dio.
-       ¿Y? ¿Qué opinas?- dijo ella apretándole la mano, como si así fuera a obtener antes una respuesta.
-       Que me gusta mucho esta canción.- dijo santana subiendo el volumen de la radio.
Brittany suspiró resignándose. Sabía que no iba a decir nada más por el momento. Así que cogió aire se puso a cantar junto a Adam Levine.
Minutos más tarde bajó el volumen. Santana  desvió unos segundos la vista de la carretera para mirarla.
-       ¿Por qué la bajas? Esa me gustaba.- dijo santana refiriéndose a una canción de The Fray.
-       ¿A dónde vamos?- inquirió ella seriamente. Santana suspiró. No iba a ser fácil persuadirla.
-       Vamos a ir a Holmes Chapel directamente.
-       ¿Cómo? – preguntó ella alzando una ceja.
-      pues , así como vamos, en auto...
-       Pero nos vamos a tardar demasiado. Sería mejor tomar  un avión ¿no?
-       Un avión a última hora sí que sale caro.
-       En realidad si hay alguien que cancela el viaje sale más barato.
-       Prefiero ir en coche, Brittany.- dijo santana un poco más duramente de lo que hubiera querido.- Perdona, no quería hablarte así, es solo que…
-       Tranquila, es normal. Lo entiendo.- dijo ella interrumpiéndola. Le dedicó una sonrisa. Una sonrisa hermosa que le hizo sentir más culpable a santana  de lo que ya se sentía.

Tenía dudas pero ya no había marcha atrás. Estaba decidido. Ella por ellos.
Brittany la miraba con el ceño fruncido. La notaba rara pero no quería preguntar. Quizá era por su cambio de actitud. ¿Qué esperaba? Irse junto a ella no solo era escapar de “los malos”, de una semana encerrada en una casa mugrienta. Era mucho más. Era escapar de una vida que no le gustaba. Una vida llena de engaños y mentiras. Una vida que ella no había elegido pero que tenía que aguantar. Y todo por su padre. Porque era lo único que le quedaba en el mundo y a la vez el causante de que eso fuera así. Pero de todas formas le dolía dejarlo.
Giró la cabeza y la apoyó en su mano derecha, mirando por la ventana mientras una suave brisa le removía los cabellos. Resopló. Pensamientos negativos empujaban la puerta hacia su mente pero ella la tenía bloqueada. No quería pensar nada malo, ya no más. No después de años haciéndolo. Preguntándose porque su madre y no otro. Porque ella sufría durante tanto tiempo y el destino no le repartía el dolor en pequeñas porciones. Pero ahora había tomado una decisión y no se arrepentiría. Al menos no por el momento. No quería hacerlo. Porque esa chica le daba un buen presentimiento. Aunque sus presentimientos nunca fueron muy acertados. Quizá debió hacerle caso esta vez y no irse con santana. Pero tenía una especia de imán que cada vez lo enganchaba más. Quizá fuera su carita inocente, aunque no lo fuera para nada. O sus ojos oscuros que no transmitían nada. O quizá sí lo hacían pero ella no lo sabía ver. O santana no quería que se viera. Quizá su largo cabello que se colocaba cada cierto tiempo. Sí, quizá. Aunque no le importaba lo que fuera. La cuestión es que estaba con ella, camino a Holmes Chapel para conocer a sus padres. ¿Podrían parar un par de días en Londres? Siempre había querido ir allí. Siempre había querido escapar de todo y de todos. Subió el volumen de la radio. Enrique Iglesias empezó a cantar Ese alguien soy yo.

Santana vio de reojo como Brittany se apoyaba en su mano derecha para mirar por la ventanilla. Le gustaría poder introducirse en su mente y saber que piensa. Le gustaría saber que le hizo tomar la decisión de irse con ella. Había que estar muy mal de la cabeza para aceptar algo así. Tampoco es que su vida de antes fuera ideal pero no era tan mala como para escapar con la persona que la había secuestrado.

La miró de reojo una vez más. No podía evitar hacerlo. La veía perfecta. Con la mirada perdida en el horizonte, el pelo revoloteando a su alrededor, las mejillas coloradas a pesar del viento fresco. ¿Era correcto lo que iba a hacer? ¿Y si ella tenía razón? ¿Y si todavía estaban en Seattle ? ¿Y si estaban en Holmes Chapel? ¿Y si estaba cometiendo el mayor error de su vida? ¿Y si había una mínima esperanza de escapar y que todo saliera bien? No podía permitirse pensar eso. Ellos los encontrarían, estuvieran donde estuvieran, fueran donde fueran. Siempre lo harían. Por mucho que se esforzaran en huir, no había escapatoria. Al menos no si tenían algo que ellos querían. Se había pasado horas pensado que sería eso. Que querían de su padre tan peligroso. Donde estaría el corazón de Brittany . Le daba la sensación de que tenía la respuesta en sus narices pero no lograba verla, que era algo realmente sencillo pero por alguna razón no se le ocurría el que. Debería preguntarle si sabía algo. Pero no ahora. Ahora era un momento que guardaría en su mente como un buen recuerdo. Uno de esos que te vienen a la mente un domingo por la tarde en los que no tienes nada que hacer. Y ese recuerdo te lleva a otro y luego a otro. Y pasas una buena tarde enfrascado en el pasado.

Las preguntas volvieron a su mente. Esta vez “los buenos” eran ellos. ¿Y si de verdad la llevarían con su familia? ¿Y si esta vez era cierto? ¿Y si el peligroso era el padre de Brittany? ¿Y si ellos querían hacer el bien con lo que fuera que quieren? ¿Y si…? Demasiadas posibilidades. Ya no quería pensar más en eso, no por ahora. Brittany subió el volumen de la radio. Ese alguien soy yo de Enrique Iglesias empezó a sonar. Sonrió al recordar la letra de la canción. La volvió a mirar y vio como ella le giró la cara completamente. Pero atisbó el rubor en sus mejillas y una tímida sonrisa. Santana sonrió aún más. Momentos como esos le aceleraban el corazón. Y le encantaba.
-       ¿Quieres parar?- preguntó Brittany preocupada. Llevaban conduciendo casi cuatro horas. Habían pasado la frontera hacia Francia hacia mucho y empezaba a anochecer.- Podemos parar a comer algo y dormimos en el coche. Y mañana temprano ponemos rumbo al euro túnel. Seguro que en un día podemos llegar.
-       No te preocupes Brittany, puedo seguir.- dijo santana sonriendo. Aunque llevara cuatro horas conduciendo y empezara a notar calambres en las piernas, no quería parar. Porque parar significaba pasar más tiempo con ella. Y eso quería decir que la conocería más, que hablarían y que… Se sentiría aún más culpable. Y no quería.
-       De verdad santana te va a dar algo. En la próxima gasolinera paramos aunque sean diez minutos y compramos algo para comer.
-       Pero…- empezó a quejarse santana.
-       He dicho que paramos y lo haremos.- dijo ella firme.
Harry soltó una risa mientras negaba con la cabeza. Como le gustaba.
-       ¿Sabes? Es la primera vez que salgo del país.- dijo ella mientras se ponía de lado para mirarla.
-       ¿En serio?- dijo la morena mientras intercalaba su mirada entre ella y la carretera.
-       Te lo juro. Por eso estoy tan emocionada por ir a Holmes Chapel.- se le escapó una risa nerviosa. Los colores le subían a las mejillas. santanasonreía al ver eso, le gustaba tanto…- ¿Cómo es?
-       La verdad es que solo he estado allí una vez y no recuerdo mucho pero lo poco que recuerdo es genial. Fui a pasar las Navidades con mis abuelos y estaba todo nevado y… Recuerdo que me estampé contra un árbol haciendo una pelea de bolas de nieve con los vecinos. Oh y allí se me cayó el primer diente. Un par de años antes de lo debido. No sabía ir en bici y… bueno ya te imaginas.- acabó soltando una carcajada a la que Brittany correspondió.
-        Debe ser genial.- dijo la rubia a la vez que soltaba un suspiro.
-       Sí…- susurró ella con pesadumbre. Le gustaría que Brittany conociera aquello. Recordar las pocas aventuras que tuvo en su niñez con ella.
-       ¿Podríamos pasar por Londres unos días? O ir de visita… Me gustaría ir al Picadilly Circus y al Big Ben. – lo preguntó dudosa, como si no estuviera segura de si su reacción sería o no la adecuada.
-       Claro, yo también quiero ir.- contestó santana como si le estuviera concediendo el último deseo de su vida. Quizá era así. Santana decidió preguntarle ahora eso que hacía horas no podía quitarse de la cabeza.- Eh Brittany.- Ella giró su cabeza y clavó su profunda mirada en su cara. Le ponía nerviosa.- Esto… Tu… - Respiró hondo.- ¿Sabes que es lo que quieren? ¿Dónde está?
Brittany inclinó la cabeza hacia la derecha. Una minúscula sonrisa apareció pero cuando se percató se puso seria. No podía. Frunció los labios. Daba gracias a Dios a que santana conducía.
-       No sé, ni siquiera se me ocurre una mínima posibilidad de lo que quiso decir mi padre.- Mentira, mentira cochina.
-       ¿Segura?- preguntó santana perspicaz.
-       ¿A caso no confías en mí?- fingió estar ofendida.
-       No, no es eso, lo sabes pero… Nada, déjalo. Si tú dices que no es que no.
Brittany se sintió culpable. Le había mentido sí, pero ella estaba totalmente segura de que no iban a Holmes Chapel. No iba a dejar que la engañara. Por mucho que le doliera es lo que estaba haciendo. La engañaba, lo sentía. No sabía todavía cómo ni cuándo pero sea donde sea que la lleva no iba a llegar a ese destino junto a santana. Iba a escapar, irse lejos, muy muy lejos. Empezar una nueva vida donde pudiera. Y desde luego, destruir el corazón. Ese corazón que todos querían pero que ella poseía. Ese corazón que no sabía para que sirviera. Pero le daba igual, habían matado a su madre por él y no iba a dejar que le quitarán la vida a nadie más. Debía descubrir que guardaba ese corazón y no iba a tardar en saberlo.


Santana giró hacia la derecha y aparcó cerca de un camión de mudanzas. Ambas suspiraron. El cansancio empezaba a apoderarse de ellas. Brittany fue al baño mientras la morena echaba gasolina.
Britt se miró al espejo. No tenía una pinta tan terrible como creía. Se recogió el pelo en una coleta. Hizo sus necesidades. Debía escapar de santana ya. No sabía a donde la llevaba por lo que podía ser que en media hora llegaran a su destino. O quizá en un día. Pero no podía arriesgarse.

Se quitó el collar que su madre le regaló. Lo miró por todos lados. Tantos años con eso colgado a su cuello y nunca se había dado cuenta de que podía abrirse.
No le había costado ni dos segundos darse cuenta de que el corazón al que su padre se refería era el collar. ¿Qué iba a ser sino? Estaba clarísimo. No se explicaba como santana no se había percatado.

No estaba segura si debía abrirlo o no. Los dedos le temblaban, empezaba a sudar. Debía darse prisa. Metió las uñas entre una fina rendija e hizo fuerza. Nada. Se detuvo a mirarlo. Era obvio que se abría con algún mecanismo especial. Quizá apretando alguna parte concreta mientras hacía fuerza o algo parecido. Probó con hacer fuerza en la parte central. Apretaba tanto que las yemas de los dedos se le quedaron blancas. “Piensa Brittany, rápido”. Se le ocurrió una idea. Giró ocho veces hacia la derecha un pequeño agujero por el que se introducía el hilo del collar. Parecería una tontería pero conociendo a su familia era muy probable que fuera eso. Y no se equivocaba. Desde pequeña le habían repetido que si alguna vez se perdía en la vida  solo tenía que dar ocho vueltas sobre ella misma hacía la derecha y todo estaría mucho más claro. Una estupidez obviamente, carecía de sentido, pero ahora se daba cuenta que era una especie de mensaje subliminal por si alguna vez se encontraba en la situación en la que estaba ahora. Abrió lentamente el colgante por miedo a lo que pudiera encontrar. Una foto. Una fotografía de ella y sus padres. ¿Ya está? ¿Ya no hay más? ¿Tanto escándalo por eso?
Se sobresaltó al escuchar tres golpes en la puerta. Casi se le cae el collar.
-      Brittany ¿estás bien? Ya recargué la gasolina, si quieres podemos comprar algo ahora.-santana sonaba nerviosa.
-       Un momento, ya salgo.
Brittany se mordió el labio. Estaba segura que había algo más. Tenía que haber algo más. ¿Una foto? No, seguro que si quitaba el cristal…
-       Date prisa.
-       Te he dicho que ya voy.
Santana no hacía más que impacientarse por momentos. Hacía dos minutos que había estado hablando con su jefe. Quiero a la chica ya. Eso le ha dicho. Tardaré un par de días más. Eso le ha respondido. Nunca le había gritado tanto. Ella era importante y ni siquiera sabía porque.
Brittany cerró el colgante y se lo puso de nuevo. Ya tendría tiempo de inspeccionarlo cuando estuviera sola.
Salió del baño con el ceño fruncido, más por la decepción de la simple fotografía que por la impaciencia de santana. Pero claro,estal no lo sabía.
-       Anda no te enfurruñes, te saldrán arrugas. – Y dicho esto, santana le dio un beso en los labios. Solo fueron dos segundos, un pico. Debía admitir que besaba bien. Una sonrisa le surcó el rostro. Nunca creyó que se le diera tan bien actuar.- Compraremos algo de chocolate, ¿sí?- santana recordaba de alguna de sus charlas que le gustaba el chocolate. Ella asintió sonriente.

La tomó de la mano y la llevó dentro de la gasolinera. Se pasearon por algunos pasillos y cogieron pan y embutido para hacer bocadillos. No pensaba parar más, solo para ir al baño. Tomó también galletas, chocolate y algunas golosinas. Agua, compraron unas cuantas botellas. Fueron a la caja. Un chico pelirrojo atendía.
-       Serán cuarenta y nueve con noventa.
-      joder! he dejado la cartera en el coche. Ahora vuelvo.- dijo santana apresurada. Salió con el paso ligero dejando allí a Brittany con el chico pelirrojo.
El pelirrojo miraba a la rubia  con curiosidad. Veía en su mirada una mezcla de miedo, inseguridad, valor, inteligencia y astucia muy extraña. Como si quisiera decirle algo que no debía. Ella abrió la boca un par de veces. Y entonces se decidió.
-       Necesito que me ayudes. ¿A qué hora acabas tu turno?
El chico miró el reloj e hizo un cálculo rápido.
-       En unas dos horas más o menos… ¿Por? – Quería ayudarla, de verdad, pero había algo que le inspiraba un halo de desconfianza.
-       ella y yo nos quedaremos a pasar la noche aquí, en el coche. Vendré en cuanto se quede dormida y te lo cuento con más detalle si quieres. Solo tendrías que llevarme a… a donde tu quieras. A donde vivas. Luego ya me las arreglaré yo.
El chico la miraba como si estuviera loca. Quizá fue por su mirada suplicante que decidió ayudarla. Asintió un poco con la cabeza cuando vio que la morena estaba llegando.
-       No la encontraba.- dijo santana sonriendo. Desde luego a simple vista no parecía que fuera peligrosa. Aunque nunca se sabía. Ellas tomaron las bolsas y se fueron, dejándolo a él pensando si estaba haciendo lo correcto o si se estaba metiendo en un problema que no era suyo. La última mirada que Brittany le echó le dio la respuesta. Fuera lo que fuera lo que pasara, estaba seguro que iba a hacer bien.

Britt suspiró aliviada al entrar en el coche. Iba a salir de ahí. Santana le ofreció medio bocadillo de jamón. Sintió compasión por la morena. ¿Qué le harían cuándo se enteraran de su huída? Quizá la maten. Sacudió su cabeza de un lado a otro. No, no la matarían.

Santana subió el volumen de la música. Algo de Xuso Jones empezó a sonar en la radio. Se quedó embobada mirando como santana la cantaba. Se la sabía completa. Su voz era diez veces más sensual que cuando hablaba. Y cuando hablaba ya era muy sensual.
-       Venga, vamos a dormir ya, quiero empezar el viaje pronto mañana.
-      ok.- ella no rechistó mucho, cuanto antes se acostaran antes se escaparía.
Echaron los asientos atrás y apagaron la radio. Santana no tardó más de diez minutos en quedarse dormida. Debía estar muy cansada.
Tomó sus cosas sin hacer ruido y salió del coche. Le dio la última mirada a santana. Quizá la eche de menos.

Capitulo 11

Se dirigió hacia dentro de la gasolinera. El pelirrojo la miraba lleno de dudas. No podía echarse atrás, no ahora. Brittany  se acercó a él con una bolsa y una gran sonrisa en el rostro. Tampoco podía negarle ayudarla.
-       Primero, gracias por ayudarme. De verdad, no sé que hubiera hecho si… Bueno y segundo, ¿Dónde vives? En realidad me da igual, me va bien vayas donde vayas pero estaría bien saberlo.- Dijo todo esto muy rápido. Estaba nerviosa.- Por cierto, ¿Cómo te llamas? Yo soy Brittany
El chico soltó una risa.
-       Soy Ed. Acabo mi turno en 20 minutos. Vivo en un pueblo cerca de aqui.
-       Perfecto. Gracias de nuevo.
Ed hizo un gesto con su mano restándole importancia. Pero él no sabía lo importante que era.
Fueron los veinte minutos más largos de su vida. La adrenalina por si santana la atrapaba sumada a los nervios hacia lo desconocido y la felicidad de la libertad añorada le hacía ponerse nerviosa.
Cuando Ed cogió la chaqueta y las llaves se sintió aliviada. Ya está, ya faltaba menos para estar sola, para ser libre.
Llegaron a la parte trasera de la gasolinera y se sorprendió al no ver allí ningún coche. Pero si que había una moto. Una gran moto, como la de las películas de acción con las que tanto disfrutaba ella. Disfrutaba porque la alejaban de la realidad, porque el ruido constante le impedía pensar en algo coherente. Menos las explosiones, las películas de acción con explosiones las odiaba.
Se subió detrás de Ed y se puso con cuidado el casco negro que él le ofrecía. Se agarró con fuerza a su cintura y apoyó la cabeza en su espalda. Arrancó dejando atrás una etapa de la vida de Brittany que deseaba olvidar con todas sus fuerzas. Pero él no lo sabía, él solo conducía con cuidado camino a casa como cualquier otra noche.

Al pasar por delante del coche de santana, no pudo evitar mirar. Le pareció que estaba despierta. Pero ahora le daba igual. Ahora solo le importaba ella misma, su felicidad. Ya era hora de preocuparse por su vida.



Santana



Despertó con el ruido de una moto. Maldijo en voz baja, ahora le costaría volver a dormirse. Se dio la vuelta y volvió a acomodarse. Pasaron dos minutos. Y entonces se dio cuenta. Brittany no estaba. Se levantó de repente, dándose un pequeño golpe en la cabeza con el techo. Giró la cabeza hacia todas partes y al no poder localizarla con la mirada salió desesperada del coche. Fue hacia el baño de señoras y buscó en todos los cubículos, uno a uno. Entró en la gasolinera e inspeccionó pasillo por pasillo. Miró al dependiente. Ya no era pelirrojo. Un chico con rastas lo sustituía.
-       Perdona, ¿Has visto a una chica rubia, con una cola?
-       No ha entrado nadie desde que he llegado.
-       ¿Dónde está el chico pelirrojo?
-       Se ha ido hace cosa de veinte minutos.
-       Gracias.

Santana pateó el suelo. Se había ido con él, seguro. Había notado algo al volver de buscar la cartera pero nunca imaginó que… ¿Por qué? ¿Por qué se ha ido con él? Quizá sabía que la llevaría con ellos… No, eso es imposible. Pero no se le ocurría otra alternativa.
Fue corriendo hasta el coche y puso las llaves en el contacto. Cerró los ojos un momento. ¿Debería huir? Quizá sea lo mejor porque sino la encuentra… Debería despedirse de su vida. O al menos de su vida con cuatro extremidades y todos los órganos en su lugar.
Suspiró y arrancó el coche. En 20 minutos no les da tiempo a llegar muy lejos. Además que si el chico trabaja aquí y debe desplazarse todos los días no puede ser un lugar muy alejado.

Siguió la carretera hacia el norte, con la remota esperanza de que una brillante idea le cruzara la mente y todo se solucionara. Quizá fue pura suerte o quizá inteligencia, la cuestión es que tuvo una idea.
Dio media vuelta y se dirigió de nuevo a la gasolinera. Iba a encontrar a Brittany aunque le fuera la vida en ello.

Brittany



No sabía bien que hora era cuando Ed aparcó a las afueras de un pequeño pueblo de montaña. Calculó que sería de madrugada. Miró a su alrededor y comprobó que podría pasar la noche en el motel del pueblo.
-       Bueno, gracias por todo. No sabes de lo que me has librado, de verdad.- No esperó a que Ed le contestará cuando se dio media vuelta y empezó a caminar hacia el interior del pueblecito.
Una mano la detuvo.
-       ¿Dónde vas?
-       Al motel.
-       Ah no, no. Tu te quedas conmigo, en casa. Pasas la noche aquí y luego me cuentas de que va todo esto. O si lo prefieres me dices a donde vas a ir.
-       Pero yo…
-       Sin discusión.- Y dicho esto la arrastró hacia su casa.


Santana



Tardó un buen rato en llegar a la gasolinera. O eso le pareció a ella.
Volvió a aparcar en el mismo lugar que minutos antes y bajó a toda prisa del coche, sin siquiera quitar la llaves del contacto. El frío aire le heló la cara y tuvo que detenerse unos segundos a asimilar el cambio de temperatura. De paso, estiró un poco las piernas.

Continuó andando a paso ligero hasta entrar en el pequeño recinto. Se fijó de nuevo en el chico con rastas. Él también la miró. Parecía nervioso. Quizá el pelirrojo le había dicho algo.
Se acercó lentamente a él. Había aprendido que eso aumentaba el miedo y el nerviosismo y que esto, a su vez, hacia más fácil hacer confesar a sus víctimas.
Carraspeó antes de empezar a hablar.
-       ¿Dónde vive el chico pelirrojo?
-       ¿Ed? Ni idea, no le trato tanto como para saberlo.
Santana entrecerró los ojos mirándolo a la vez que sopesaba la posibilidad de que dijera la verdad. Le pareció sincero. Intentó averiguar algo más.
-       ¿Mañana también trabaja aquí… Ed?
-       Sí, el turno de tarde. Tiene una suerte… Esta semana le tocaba de noche pero hizo un cambio con Mcginty y no sé como me enredaron para tragármelo yo.
-       Sí, sí, muy injusto todo.- dijo santana dándole la razón como a los tontos.
Salió de la tienda casi corriendo y se metió en el coche. Apoyó la cabeza en el respaldo y decidió llamar a puck. Necesitaba hablar con él un rato. Al tercer tono, una voz somnolienta lo cogió.
-       ¡puck! Necesitaba hablar contigo. No sabes lo que me ha pasado.
-       Ni lo sé ni me importa. Son casi las tres de la madrugada y me muero de sueño, López .- puck bajó el tono de voz y continuó hablando.- Podrías haber llamado a una hora decente. ¿Qué dices que te ha pasado?
-       ¿A nosotros también nos tienen un chip en el teléfono?
-       Probablemente, ¿por?
-       No, por nada.
-       santana…
-       Nada, nada. Oye, ¿dónde estás? Quiero verte antes de entregar a… la víctima.- santana se paró a pensar un nombre apropiado para Brittany, no podía decir su nombre si los espiaban porque se darían cuenta de que algo raro pasaba.
-       Pues cerca de Lyon.
-       ¿Y eso?
-       Bah, movidas de la empresa. ¿Tú dónde estás?
-       Cerca de Touluse.
-       ¿Y qué haces ahí? ¿No tenías que llevar a la chica a la central?
-       He hecho una parada, no me aguanto de pie. Mañana volveremos a ponernos en marcha.
-       ¿Duerme?
-       Sí.- mintió, y puck lo sabía.
-       Sí, seguro. Bueno, tengo que colgar. Nos veremos en unos días.
-       ¿No puedes venir?
-       Lo siento san, esto es gordo.
Santana suspiró. No podía hacer más que resignarse.
-       Bien, nos vemos.
Al colgar, santana tuvo la sensación de que algo iba mal. Pero ya se lo contaría cuando se vieran. Ahora solo quería dormir un poco antes de que saliera el sol.

Brittany



-       Gracias por dejar que me quede.- dijo Brittany  mientras se acomodaba en el colchón que Ed le había preparado. Se había negado en rotundo en dormir en su cama, con todo lo que está haciendo por ella…
-       Bah, no es nada.
-       Sí Ed, sí que es. Es que en serio no sabes el favor que me estás haciendo. Pero tienes que prometerme una cosa. Es por tu bien y por el mío.
-       Claro, lo que sea.- Hacia media hora que la conocía pero sabía que tras aquella carita aniñada se escondía algo grande. Algo que si hubiera sabido que era no se hubiera metido de por medio. O quizá sí, pero habría tardado más en tomar la decisión, nunca se sabe.
-       Prométeme que no le dirás a nadie que me conoces, que me has traído hasta aquí. Nunca Ed.
-       Te lo prometo.
-       Genial. Oye, mañana por la mañana, antes de irme, ¿Puedo llamar por teléfono?
-       Claro. ¿Dónde irás?
-       ¿Hay estación de tren aquí?- Ed asintió.- Pues iré en tren hasta Touluse y luego iré tomando trenes hasta llegar a Coquelle.
-       ¿Vas a tomar el Eurotunnel?
-       Sí. Y luego me las apañaré para ir a Londres.
-       Quizá podamos vernos cuando vuelva.
-       ¿Eres de Londres?
-       Sí, estoy aquí para practicar el idioma. Vuelvo en dos meses. Si quieres  puedes quedarte en mi casa de Londres mientras no estoy. Tendrías que ir a casa de mis padres a recoger la llave, en Bradford.
-       Gracias Ed pero…
-       Pero nada.- interrumpió él.- Nos beneficia a los dos. Tu tienes un lugar donde alojarte, así no gastas tanto dinero porque me temo que con tanto tren se te va a ir la mayor parte de los ahorros.
-       ¿Y a ti? ¿Qué sacas tu de eso?
-       Que cuando vuelva la casa estará limpia y llena de comida. Quizá incluso más que cuando me fui.
Brittany soltó una pequeña risa.
-       Que tonto eres. Anda, apaga ya la luz. Mañana quiero levantarme pronto.
-       Oh, Dios. Madrugar no.

Y así acabaron el día, separados por unos pocos quilómetros que pronto se convertirían en muchos. Mucho de todo. Mucha libertad para la rubia. Muchos problemas para la morena. Muchos cambios para Brittany. Muchos dolores para santana. Mucha alegría para una. Muchas frustraciones para la otra.
O quizá no es así. Quizá hay problemas, dolores y frustraciones para ambas.
Brittany puso su mano al frente, tapando los rayos de sol que entraban por la ventana. Ed se levantó protestando y bajo la persiana. Entonces ella se alejó del mundo de los sueños para darse cuenta de donde estaba.

-       ¡Ed! ¡Ed! – obtuvo un gruñido como respuesta. Le tiró un cojín.
-       ¡Auch! ¿Por qué hiciste eso?
-       ¿Qué hora es?
-       ¿Sabías que es de mala educación responder con una pregunta a otra pregunta?
-       Ya… ¿Qué hora es?

Ed suspiró. Levantó su brazo derecho y buscó a tientas por la mesita de noche. Cogió el despertador y miró la hora.

-       Las once.
-       ¿¡Las once!? Corre, levántate. ¡Vamos! – Mientras decía todo esto, Brittany se levantó y fue al baño. – Vamos, en marcha. Es tarde.
-       ¡Pero si solo son las once!
-       Es tarde. El tiempo es oro.
-       Ya voy. – Refunfuñando, fue al baño.

Entretanto Brittany  tomó el teléfono de Ed y marcó el número de rachel. Quizá aun dormía, depende del día de la semana que fuera. Debería informarse de eso antes de irse.

-       ¿Diga?- la voz adormilada de Rachel sonó al otro lado, quizá fuera sábado.
-      Rachel , escucha atentamente y no me interrumpas hasta que acabe. Tengo poco tiempo. Quizá hayas averiguado o sospechas que no estoy con mi padre. Siento haberles mentido, a ti a Quinn  y a Artie . De verdad. Estoy metida en un lío enorme. Y no me pueden ayudar. Es algo relacionado con mi padre. Ahora estoy escapando y quizá en un tiempo pueda llamarte otra vez o enviarte un e-mail… Sí, eso será lo mejor. Bueno, solo era eso, dile a los chicos que los amo, ¿sí? A ti también.
-       ¿Brittany ? ¿Qué dices? Anda, no digas tonterías. ¿Dónde estás? Quinn tuvo que substituirte en McDonalds y Artie  no aguanta más sin saber nada de ti.
-      Rachel , va en serio. Ni siquiera estoy en la ciudad ahora. ¿Recuerdas que a veces hablábamos sobre la libertad, que queríamos largarnos de ahí? Pues eso estoy haciendo ahora, pero no por gusto. Hey! , no me puedo quedar hablando mucho rato más. Dile al cabeza hueca de Artie que lo echo de menos y que cuando vuelva me debe una cita. Y cuida de Quinn ,. Y tu… te quiero amiga.
-       Nena, hablas como si fueras a morir. Quiero que me cuentes con todo detalle lo que te ha pasado cuando vengas ¿sí? ¡Y no te tardes con ese e-mail! Yo también te quiero y seguro que los chicos te dirían lo mismo. Bueno, te sermonearían también…ok, ya está. Vete o empezaré a llorar.

Brittany esbozó una sonrisa. Había intentado no pensar en ella, parar los recuerdos de esa vida que hace poco más de una semana aún conservaba.
-       Solo dime una cosa. Tiene algo que ver con tus paranoias de los últimos meses, ¿verdad?
-       Verdad. Tengo que colgar ya. Los quiero.

Ed salió del baño listo para irse a la vez que ella dejaba el teléfono en su sitio.

-       Dos minutos.
-       Te espero fuera.

Quince minutos más tarde se encontraban en la estación de trenes. Brittany había comprado un billete que iba directo a Londres. Le había costado un poco caro, pero le saldría más barato que ir comprando billetes de poco trayecto.

-       He estado hablando con mis padres y me han dicho que enviarán la llave por correo así que cuando llegues a Londres solo tienes que ir a esta oficina y decir tu nombre.- Ed le entregó un papel que ella guardó en el bolsillo de su pantalón.- Promete que me enviarás un correo siempre que puedas, ¿sí? Te he dejado mi dirección en el papel también.

Ella asintió. El tren llegaba.

-       Si alguna vez te falta dinero hay un bote con dinero encima de la nevera. Busca trabajo en algún hotel,. Y si prefieres algo más suave en algún sitio donde vayan turistas…
-       Ed, tengo que irme. Me las arreglare bien, en serio. He vivido prácticamente sola toda mi vida.
-       Está bien, es solo que… Te veo, tan sola, tan indefensa.
-       Eh, yo soy fuerte. Ya verás, en nada me verás estudiando y trabajando a la vez en mi propio piso.
-       Bueno, eso es hablar mucho.

El tren paró haciendo un gran estruendo. Las puertas se abrieron justo frente a ellos. Decenas de personas bajaban sin prestar atención a la pareja. El pelirrojo y la rubia abrazados. Dos personas que hacía unas horas no se conocían.

-       Cuídate.
-       Tu igual. Quiero verte igual de pelirrojo en Londres.

Ed sonrió. Ella se agarró bien fuerte la bolsa y se dio media vuelta. No iba a llorar. Se subió al tren y, justo antes de que cerrarán las puertas una pregunta le vino a la mente.

-       ¿Qué día es hoy?
-       ¡Domingo!

El tren avanzó unos metros. Aún se podía divisar un punto rojo en la lejanía. Ed seguía allí, mirando como ella partía hacia un futuro incierto.
Cuando perdió de vista el tren, se dirigió a la gasolinera. Si no se daba prisa llegaría tarde.

Veinte minutos más tarde aparcó la moto en la parte trasera del establecimiento y fue a sustituir a Mcginty.

Estuvo dándole vueltas a lo que Mcginty le había dicho antes de irse. Una chica rara ha preguntado por él. ¿Sería la chica que iba con Brittany ayer? Un escalofrío le recorrió la espalda. Seguro que era ella.

Tras una hora sin que nadie entrara a la gasolinera había cobrado la esperanza de que la chica se hubiera largado de allí. Pero justo entonces apareció por la puerta. Tenía un aire más duro que la primera vez que lo vio. Quizá es que ayer no se fijó bien. Llevaba puesta una chaqueta de cuero que se le ajustaba al cuerpo igual que la camiseta blanca que llevaba debajo. Unos vaqueros oscuros cubrían sus piernas y le hacían un poco más delgada. Se obligó a sí mismo a mirarla a la cara. Una sonrisa de autosuficiencia le surcaba el rostro. Sus ojos, tapados por unas gafas de aviador Ray-ban, podían verse brillar de excitación dependiendo del reflejo de los rayos de sol. Su pelo, más brillante y liso que ayer se movía ligeramente por una suave brisa de principios de primavera. Ed tragó saliva. Desde luego, se veía mucho más dura que el día anterior.

-       Perdona, tú eres Ed, ¿verdad?
-       Sí, ¿Cómo lo sabe?
-       ¿Me tratas de usted? Vamos niño, ni que me tuvieras miedo.- Un escalofrío traicionó a Ed. Miedo no pero respeto le tenía y mucho.- No voy a hacerte nada… Si me contestas a una pregunta.

Ed intentó tragar saliva, al parecer se le había secado la boca de golpe y algo pastoso empezaba a formarse ahí. Él sabía que pregunta era y no estaba dispuesto a contestársela. Lo que no sabía era hasta que limites la morena estaba dispuesta a llegar para conseguir lo que quería.

-       ¿Dónde está Brittany?
-       ¿Quién?- Ed trató de sonar confundido pero  los nervios le traicionaron.
-       Mira cniño, no te intentes hacer el tonto porque ambos sabemos perfectamente lo que ha pasado aquí. Dime donde está.
-       No sé de que me hablas.
-       Si no me lo dices tú lo averiguaré de todas maneras.
-       De verdad que no sé de que me estás hablando.
-       Mira niño, tienes dos opciones. Primero me dices donde está Brittany  y no pasará nada, seguirás con tu vida tranquilamente. Pero si no me dices donde está lo averiguaré de todas formas y después de arreglar el asunto con ella volveré a por ti. Y acabaremos este asunto también.

A Ed se le escapó media sonrisa. O quizá lo hizo queriendo. El valor que minutos atrás había salido corriendo como alma que lleva el diablo había vuelto. Esperaba que se quedara hasta que la chica se fuera.

-       Podría decirte donde está Brittany , sí. Pero no podría vivir en paz sabiendo que le he destrozado la vida. Mira, no sé de que va todo esto, no sé si la mala es ella en todo este asunto, no sé si te ha puesto los cuernos y buscas venganza, no sé si te debe dinero, no sé nada. Pero ella especial, es única. Y en unas pocas horas de estar con ella se ha convertido en alguien importante. Yo no soy de esos que traicionan a los demás por su propio bien. Así que prefiero estar huyendo toda mi vida de ti sabiendo que la he ayudado, a traicionarla y tener remordimientos en una vida tranquila. Puedes irte por donde has venido y emplear tu tiempo en buscarla o quedarte aquí presionándome. Aunque te advierto que no te voy a decir nada.

Santana lo miró de arriba abajo. Cada pelo, cada peca, cada célula de su ser. Le tenía envidia. Ojalá fuera tan valiente como Ed. Ojalá hubiera tenido las agallas necesarias para irse con Brittany  y dejarlo todo atrás. Para empezar una nueva vida lejos de todo lo conocido con la persona que quería. Y si no la quería, lo hubiera hecho. Porque ella es demasiado adorable como para no hacerlo. Pero santana es una cobarde y lo seguiria siendo siempre. O no. Quizá se harte de todo esto, de tener que tragarse su opinión por personas que quizá ya no estén, de tener que obedecer a alguien a quien odia, de tener que hacer el mal, de robar, matar, de hacer cosas que nadie nunca tendría que hacer. Pero ya no había marcha atrás, lo hecho, hecho estaba. Ahora tenía que encontrar a Brittany. No estaba segura si era porque se lo ordenaban o porque de verdad quería hacerlo. Porque no podría vivir el resto de su vida sin tenerla al lado o, como mínimo, sin pedirle una disculpa.

Capitulo 12

Brittany sonreía con su cabeza apoyado en la ventana, admirando como el paisaje pasaba rápido ante sus ojos. Solo un par de personas la acompañaban en el vagón leyendo el periódico. Todo estaba silencioso y eso le gustaba. El ajetreo que había tenido últimamente le había hecho tener dolores de cabeza casi constantes y un poco de tranquilidad le venía bien.


Se permitió que los recuerdos le invadieran. Recuerdos de Rachel ,Quinn y Artie . De cuando eran pequeños y jugaban juntos en cajas de arena. Cuando iba a casa de Rachel y su madre le daba pasteles de arándanos. Cuando con siete años tuvo que cortarse el pelo como si fuera un chico porque los piojos le invadieron su larga cabellera. Cuando a los diez completó su álbum de cromos de pokemón y todos la envidiaban. Cuando a los 12 empezó el instituto y temblaba de miedo, miedo a lo desconocido. Cuando a los 14 empezaron a ir a la piscina juntos y se tiraban horas jugando a las cartas. Eran tantas cosas las que había pasado… Y ahora lo dejaba todo sin quererlo.


Iba a echar tanto de menos a sus amigos . Echaría de menos pelearse con ellos. Echaría de menos las flores mustias de su vecina, la calle mal asfaltada, la taquilla 108 del instituto, las mesas con decenas de inscripciones, los reproches de los profesores por llegar tarde, sus excusas penosas, el olor a frito de su trabajo, el quedarse hasta tarde charlando con Artie , el quejarse de eso, dormir poco y recuperar el sueño los fines de semana, sentir el viento en la cara cuando iba en monopatín, las películas con Quinn, las salidas de compras obligados por Rachel … Y a su padre.


Sí, echaría de menos su antigua vida pero ahora estaba dispuesta a empezar una nueva. El primer paso había sido Ed. Ni aunque estuvieran juntos toda la vida tendría tiempo de agradecerle todo lo que estaba haciendo por ella. Le había demostrado tanto en tan poco tiempo que para ella tenía el cielo ganado. Deseaba que ese par de meses pasaran rápido para poder reunirse con él de nuevo. Quería explicarle todo y recompensarlo de alguna manera. Quizá le podría pagar un alquiler cuando encontrara un trabajo fijo. No, él no aceptaría el dinero. Quizá si le limpiaba bien la casa…


¿Cómo serían los padres de Ed? Le hubiera  conocerlos. Cuando junte un poco más de dinero podría ir con Ed. ¿Serían también pelirrojos?
Definitivamente esta nueva vida empezaba a sentarle más que bien.



Santana


Llevaba metida en el coche todo el día, escuchando los cd’s que Brittany  había traído. Pero no les hacía demasiado caso. Pensaba en todo lo que Ed le había dicho. Sentía remordimientos. Algo le ardía en el estómago. Se sentía mal, muy mal por todo.

Si el jefe no la había llamado ya era porque no se había enterado de la pérdida de Brittany. Aún. No tardaría mucho en hacerlo. Entonces estaría metida en problemas de verdad. Tenía dos días para llevarla a la central, quizá cuatro, depende del humor del jefe.

¿Qué se supone que debe hacer? ¿Buscarla como una desesperada por todo el país? ¿Acosar a Ed? ¿Ir hasta puck y pedirle ayuda? ¿Desaparecer? Quizá la última opción fuera la mejor. Porque, al fin y al cabo, ¿cuántas posibilidades hay de que la encuentre? Ed no va a decirle nada. ¿Y qué más puede hacer para encontrarla?

Estaba clarísimo que no iba a regresar a su casa.

A ver, puede haberse ido a donde sea en avión, coche o tren. Con un coche no puede ir demasiado lejos o se le dispararía el presupuesto y está segurísima que se va a alejar lo más que pueda. Con avión… Podría ser pero contando el avión, más el transporte de los aeropuertos el precio era bastante elevado. Esto nos deja con el tren, una opción barata que… Click!. Una bombilla se le encendió a santana. ¿A dónde se dirigían supuestamente? Inglaterra. Ahí está el destino de Brittany.

Llamó a puck. Le dejó un mensaje de voz.

-       Hey puck necesito que me hagas un favor enorme. ¿Podrías hacer una investigación de las tuyas? Es sobre Ed, un chico pelirrojo que trabaja en la gasolinera de la nacional francesa, cerca de Touluse. Toda información será bien recibida. Puntos débiles, raíces y todas esas cosas que se te dan tan bien. Sé que estás ocupado pero es muy importante. Gracias.


Sam  


Llevaba dos semanas de vacaciones en Bradford, en casa de sus padres. Hacía tiempo que no se pasaba por allí a descansar unos días. Últimamente no había mucho trabajo en la empresa y la verdad es que, en parte, se agradece.
Casi mata a López cuando se enteró de su metedura de pata con la niña del científico. Al principio le hizo bastante gracia que le cogiera cariño a la chiquilla pero cuando le dijeron que debería substituirla ya no le hizo tanta. Por suerte su don de convicción le hizo ver al jefe que López estaba más que cualificada para esa misión. Mentira. Ni siquiera sabía como había aguantado tanto tiempo en un secuestro cuando a ella prácticamente le hicieron lo mismo. Pero ese no era su asunto.

Un día soleado empezaba en Bradford y Sam estaba dispuesto a aprovecharlo al máximo. Dentro de poco tocaría volver al trabajo y quien sabe cuando podría volver a la paz y tranquilidad de su querido pueblo. Echaba tanto de menos despertarse a media mañana por el canto de los pájaros y empezar el día con unas brazadas en la piscina comunitaria… Por no hablar de los largos paseos con su perro y las noches de play con sus amigos.

Salió de su casa con la bolsa de basura en la mano y fue andando hasta el final de la calle en busca del contenedor. Al volver, vio salir a sus vecinos pelirrojos. Hacía tiempo que no hablaba con ellos. Recuerda que cuando era pequeño ellos se hacían cargo de él y, unos años después, cuando nació su hijo Ed, él lo cuidaba. Se acerco a ellos.

-       Buenos días, señores.- dijo mientras una afable sonrisa se formaba en su rostro.
-       Nunca nos llamarás por nuestro nombre, ¿verdad? – contestó divertido el señor pelirrojo.
-       Nunca. ¿Cómo están? Parece que no pasan los años para ustedes. – La señora soltó una risita.
-       Sigues igual de galán que siempre. Seguro que tienes a todas la niñas detrás.
-       Unas cuantas, sí.- contestó él riendo.- ¿han sabido algo de Ed?
-       Así es. Justo nos ha llamado hace unos minutos para decirnos que le enviamos la llave del piso en Londres por correo.- el señor recibió un golpe en las costillas por parte de su mujer.- ¿Qué? – contestó molesto.
-       Ed dijo que no podíamos decírselo a nadie.- le reprendió ella.
-       Bah, Sam es de confianza, ¿o no?- ni siquiera esperó respuesta.- Lo que te decía hijo, que Ed nos ha llamado para enviarle esto – dijo mientras mostraba la llave.- porque una chica va a vivir en su piso de Londres hasta que él vuelva. ¿Cómo ha dicho que se llamaba? ¿Britty? ¿Britt algo? No, espera… ¡Brittany! Sí, eso era.

Una bombilla se le encendió a Sam, Ya decía él que santana estaba durando demasiado con la historia del secuestro.
-       ¿Brittany? No es un nombre muy común…
-       Lo sé.

La pelirroja cada vez tenía peor cara.

-       No se te puede contar nada… Trae acá la llave.
-       Pero cariño, Sam no va a decir nada.
-       Me da igual que Sam diga o no…


Las voces del matrimonio se apagaban cada vez más para Sam. Se despidió agitando su mano, dio media vuelta y fue corriendo a su casa. Tenía que ver como usaba esa información.


A santana le dolía el cuello. Había pasado una noche horrorosa. Se quedó dormida con un cd de Aerosmith a tope así que se le olvido bajar el asiento y había dormido apoyada en su propio hombro. Los primeros rayos de sol la despertaron y no pudo volver a conciliar el sueño a pesar de que había tapado la luna del coche. Quizá la preocupación tampoco le dejaba.


Salió del coche a estirar las piernas. Se sacudió el cabello. Rebuscó entre los víveres comprados el día anterior y encontró un paquete de galletas rellenas de chocolate. Fue comiendo galletas lentamente, las abría y lamía el chocolate. Luego se comía el resto. Una manía que había adquirido desde pequeña. Era como si de esa manera le llenaran más.

Pasó mucho, mucho rato. Quizá no tanto pero a ella se le hizo eterno. Cuando el turno del chico con rastas acabó (ni siquiera recordaba haber visto como Ed se iba) una llamada interrumpió el hilo de sus pensamientos. Mejor, porque se estaba torturando psicológicamente.

-       ¡saaaaaaan! – Una voz de pito apareció al otro lado del teléfono.- Ya tengo lo que querías. ¿Te lo digo por aquí?
-       Por favor.
-       Venga, alegrate! Creo que te va a gustar lo que tengo.
-       Dispara.- dijo santana cada vez más ansiosa.
-       Los padres de Ed son vecinos de Sam .- un silencio resonó durante largos segundos entre los dos.- ¿Estás bien?
-       Sí, sí. Es solo que… ¿Estás seguro?
-       Totalmente. Viven en Bradford, justo en frente de Sam. ¿Recuerdas dónde es, verdad?
-       Sí, claro. ¿Crees que él se haya enterado de algo ya?
-       Puede ser, ya sabes como es. ¿Quieres que te diga el resto de información o con esto te va bien?
-       Dame algo más.
-       Te enviaré un mensaje con la dirección del piso de Ed en Londres.
-       ¿Tiene un piso en Londres?
-       En realidad, vive en Londres. Solo está aquí estudiando unos meses. Se aloja en casa de un compañero que antes ha estado con él en Londres. Un intercambio vamos. Dentro de dos meses vuelve a Londres.
-      puck , eres un **** genio.
-       Lo sé. ¿Por?
-       Tu envíame la dirección en un sms.
-       En cuanto te cuelgue.
-       Por cierto, gracias. Te debo una enorme.
-       Y con esta van 40.000.
-       Te las devolveré todas.
-       No tienes porque y lo sabes.
-       Gracias.
-       Seguro que todo sale bien.
Santana suspiró.
-       Eso espero.
-       Venga, que te cuelgo y lo envío.

Y sin decir una palabra más colgaron. Un pitido sonó unos minutos más tarde. Santana abrió el mensaje. Puso rumbo a Toulouse, un vuelo destino a Londres la esperaba.


Brittany


Pasado un tiempo, la rubia llegó a lo que seria su nuevo hogar, un apartamento de dos habitaciones, una sala amplia, una cocina y un baño, al fondo se veía un gran ventanal lleno de flores, entró, acomodo sus cosas, y decidió tomar una siesta.
Se despertó al escuchar un ruido proveniente del fondo del lugar,  el corazón se le aceleró, mostrándose alerta, al salir de la habitación, echó un rápido vistazo y no logró ver nada raro, caminó hacia la cocina por un vaso de agua, dio media vuelta, con la intención de sentarse en la sala.
De repente, solo se escuchó el sonido del vaso chocando contra el piso, al  momento de ver, a la persona de la que tanto quería huir, allí frete a ella, sentada cómodamente en el sillón, debajo del ventanal.

La rubia, se puso pálida incapaz de articular palabra alguna.


- Creíste que seria tan fácil? – dijo santana levantándose y caminando a paso lento hacia la rubia- deshacerte de mi?