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Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
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Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Holaaa queridas lectoras antes de empezar con esta historia quería preguntarles que les parecería, la historia no es la típica historia de amor y pajaritos y todo color de rosa. Va mas por el lado sádico, Santana / Naya una rebelde sin causa y Brittany / Hemo con problemas psicológicos que después van a ver... y les quería pedir su opinión si la subo o no y si querian que fuera Brittana o Heya, si les gustaria que fuera Heya ya deberia cambiar el lugar donde la publico y todo pero bueno, ustedes eligen. Comenten y Saludos!
Última edición por CataNayaholic♥ el Lun Nov 04, 2013 4:31 pm, editado 5 veces
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Holaa...!!!!
Me Llamo Andrea...!!
Y Yo . .. Kiero.... .... K .... ..... Siguas la historiaaa...-!!
K Sean Brittana..!!!!!!!!
Espero k actualices..!!!
XOXO:|-#:
Me Llamo Andrea...!!
Y Yo . .. Kiero.... .... K .... ..... Siguas la historiaaa...-!!
K Sean Brittana..!!!!!!!!
Espero k actualices..!!!
XOXO:|-#:
Monster* - Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 01/05/2013
Edad : 25
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Hola!
Me gustaria que fuera Brittana :)
Asi cm lo pintas seria algo intersante y diferente de leer!
Me gusta!
Espero que actualices pronto!
Saludos ;)
Me gustaria que fuera Brittana :)
Asi cm lo pintas seria algo intersante y diferente de leer!
Me gusta!
Espero que actualices pronto!
Saludos ;)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
holiii ojala publiques tu historia , y a mi me gustaria que fuese brittana .
:) saludos
:) saludos
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
me parece bien pero como Brittana, creo que seria mas real!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Que sea BRITTANA, y sigue la historia. :)
iFannyGleek****** - Mensajes : 335
Fecha de inscripción : 03/10/2013
Edad : 27
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Hola!!
Amo las historias originales!!! y esta parece serlo!!!
En cuanto a si Brittana o Heya, me parece que Brittana estaría perfecto!!!!!
Espero el comienzo?!
Saludos!! Nat!
Amo las historias originales!!! y esta parece serlo!!!
En cuanto a si Brittana o Heya, me parece que Brittana estaría perfecto!!!!!
Espero el comienzo?!
Saludos!! Nat!
naty_LOVE_GLEE- ---
- Mensajes : 594
Fecha de inscripción : 06/05/2013
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Monster escribió:Holaa...!!!!
Me Llamo Andrea...!!
Y Yo . .. Kiero.... .... K .... ..... Siguas la historiaaa...-!!
K Sean Brittana..!!!!!!!!
Espero k actualices..!!!
XOXO:|-#:
Elita escribió:Hola!
Me gustaria que fuera Brittana :)
Asi cm lo pintas seria algo intersante y diferente de leer!
Me gusta!
Espero que actualices pronto!
Saludos ;)
neniirivera escribió:holiii ojala publiques tu historia , y a mi me gustaria que fuese brittana .
:) saludos
micky morales escribió:me parece bien pero como Brittana, creo que seria mas real!
iFannyGleek escribió:Que sea BRITTANA, y sigue la historia. :)
naty_LOVE_GLEE escribió:Hola!!
Amo las historias originales!!! y esta parece serlo!!!
En cuanto a si Brittana o Heya, me parece que Brittana estaría perfecto!!!!!
Espero el comienzo?!
Saludos!! Nat!
CHICAAAS GRACIAS POR EL APOYO DE TODAS ahora estaba por subir el capitulo.... y si, se van a reir, pero no me acuerdo como carajo subia el nuevo tema, porque cuando pongo "nuevo tema" se me hace otro y sale de lo que seria el fic, rianse, no hay problema, alguien que me diga porfis asi les subo el cap, a y tambien para cambiar el nombre del tema asi pongo capitulo 1 y todas esas cosas gracias!
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Adaptación: Si. Otro fanfic. (ES UNA ADAPTACION DE OTRO FIC TOTALMENTE DISTINTO, TODOS LOS CREDITOS SON DE "Sarae")
Género: Drama, Romance y HOT.
Advertencias: Erotismo, drogas, violencia, relaciones homosexuales y escenas de sexo.
Capitulo 1...
-Eh… - aparté la pajita a través de la que bebía el vodka, de mi boca, sobresaltada, encogiéndome por la repentina corriente que recorrió mi columna vertebral cuando ella posó la mano sobre mi hombro. - ¿Estás sola? – nos miramos y se sentó a mi lado sin pedir siquiera permiso. Me puse nerviosa de inmediato.
-Eh… pues… - tragué saliva. La persona que acababa de aparecer tenía voz dulce, seductora. No sé porque ese hecho me sorprendió lo suficiente como para hacer que un sudor frío me recorriera el cuerpo mientras me volvía para mirarle. Ropa extraña, entre holgada y ceñida, casi de negro, piel morena, ojos marrones y penetrantes, sonrisa socarrona y cabello oscuro… nunca me había cruzado con alguien así, no supe clasificarla. Sentí un ligero escalofrío cuando me observó detenidamente, evaluándome con la mirada, de arriba abajo y finalmente, me miró a los ojos. Contuve el aliento y acabó sonriendo. Era una sonrisa pícara y seductora que me dejó helada.
El lugar donde estaba era el típico sitio en el que te manoseaban el culo cada dos pasos y había tanta gente a tu alrededor, que eras incapaz de saber quien había sido, por eso, en cuanto se sentó a mi lado, me puse tensa.
Busqué con la mirada a alguien conocido. Rachel, Tina… no las veía por ninguna parte y el estómago se me encogió de horror.
-¿Qué haces aquí sola? – me preguntó de nuevo la chica que se me había acercado. Tendría mi edad, eso me relajó.
-No… no estoy sola. Estoy con… unas amigas que… - volví a buscarlas con la mirada. Seguía sin encontrarlas. - … No están. Debería ir a buscarlas. – ella se rió.
-¿Tienes prisa? Te invito a algo…
-No, gracias.
-¿Por favor? Si te mueves mucho de aquí, van a quedar gravadas las huellas dactilares de todo el pub en tu culo. – me quedé pensativa. No tenía ganas de volver a ser manoseada por todo el mundo mientras los demás se divertían a mi costa. Volví a sentarme.
-Vale. – me terminé el vodka, incómoda. Ella me miraba de reojo y en cuanto terminé mi vaso, ya tenía otro delante. Mi nerviosismo aumentaba. - ¿Por qué me miras tanto?
-¿Sabes que mirado de espaldas te he confundido con otra persona?
-¿Ah, si?
-No te ofendas.
-No – mentí. – Si me has confundido con alguien más… no tienes que estar aquí…
-Quiero estar aquí. Conocida o no me has llamado la atención. Si me fuera creo que aunque lo intentara ya no podría apartar la mirada de ti. – bajé la cabeza. Sentía mis mejillas enrojecer.
-Esto… yo no…
-¿Tienes novio?
-Hasta el invierno pasado… sí. – no debería haber contestado a eso o, quizás, debería haber dicho que si.
-Interesante… - se formó un profundo silencio. - ¿Y novia? – tosí cuando el líquido se me fue por el lado equivocado a causa de la sorpresa, cortándome la respiración. Ella me dio varios golpecitos en la espalda intentando contener una gran carcajada y me encogí al sentir su mano caliente sobre mi brazo desnudo. Saltaron chispas por ese simple roce y apartó la mano enseguida, como si el contacto con mi piel le hubiera dado calambre. Alzó una ceja, observándome con curiosidad y sorpresa.
Simplemente, acabábamos de conectar. No había más historia.
-¿Cómo te llamas?
-Brittany – le había contestado. Ya no había marcha atrás.
-Brittany… tengo una hermana que se llama Brittany.
-¿Si? Yo también tengo una hermana. No la veo desde los cuatro años y viene mañana desde Los Angeles. – abrió la boca con sorpresa. Parecía estar a punto de decir algo, pero finalmente, se mantuvo callada y se rió.
-¿Desde L.A?
-Si. ¿Por qué?
-Hum… - ladeó la cabeza. Por un momento se tornó pensativa. – Por nada. – le di un nuevo sorbo al vodka, más animada, pero igual de nerviosa. - ¿Y no la ves desde los cuatro años?
-No. Mis padres se separaron y mi padre biológico se llevó a mi hermanastra junto con su amante y yo me quedé con mi madre y mi padrastro. Es… como esa historia en la que separan a los hermanos (aunque somos hermanastros) y no vuelves a saber más del otro…
-¿Sois hermanastras?
-Si… o eso me han dicho. No lo recuerdo bien. Solo recuerdo que a los cuatro años jugábamos con la arena del parque a hacer castillos como si fuéramos hermanas normales, sin saber nada sobre las relaciones amorosas de nuestros padres.
-Hum… Y no has sabido nada de ella desde entonces.
-¡Nop!
-Hum… ¿Y por qué de repente después de…?
-Quince años.
-¿Tienes diecinueve?
-Si. – sonreí. – Recién cumplidos.
-Hum… que casualidad, yo también. – murmuró, con cierta diversión - ¿Y por qué ahora viene desde Los Angles? Para… ¿verte? – puse los ojos en blanco y aparté el vaso vacío de vodka de mí, girándome en el asiento para situarme de frente a ella.
-Es una historia muy larga.
-Tengo toda la noche por delante. – sonreí. No solo habíamos conectado. Me gustaba.
-Se metió en un lío. Por lo que me contó mi madre, insultó a una profesora, ella le pegó y mi hermana se defendió, pero se pasó. Le metió una paliza y después, cuando la expulsaron de la universidad, prendió fuego al coche de la profesora, cabreada por eso de que la expulsaran. Pasó la noche en comisaría y la acusaron de delincuente, porque no era la primera vez que se metía en esas movidas. Iban a meterla en la cárcel pero mi madre es abogada y tiene buenos contactos. Pagó la fianza y pactó con mi padre que se viniera aquí un tiempo, esperando que se le pegue algo de las dos.
-Hum… - se tragó su bebida de un sorbo, sin apartar su mirada de mí. – Tú hermana es mala, ¿no?
-Si. Y eso me da miedo.
-¿Por qué? – no borraba esa pícara sonrisa de la cara en ningún momento.
-Pues… imagínatelo. Mi madre está casi veinticuatro horas fuera de casa. Le daría tiempo a amordazarme, atarme, maltratarme y violarme, Uuuhhh, aparecerá mi cadáver en las noticias.
-¡Jajajaja! – me reí con ella. La tensión había desaparecido. No había hablado con nadie sobre mi hermana y en los cinco minutos que había estado charlando con ella, me había quitado un peso de encima. – Estás jodida ¿no?
-Sii, mucho. Por eso mis amigas me han arrastrado hoy hasta aquí. Querían que ligara y me tirara a alguien y… - me ruboricé. Ella entrecerró los ojos con malicia y se pasó la lengua por los labios. Encogí las piernas bajo la mesa y por un momento tuve la tentación de llevarme la mano a la entrepierna, intentando evitar lo inevitable. Si, humedad.
Nunca me había pasado algo así y no sabía que hacer. Nunca me habían interesado las chicas y, por supuesto, no me iban para nada los rollos de una noche. Esa clase de cosas me repugnaban pero… ella me estaba mirando de una forma que hacía que todos mis principios quedaran a un lado. ¿Debería dejarme llevar?
-Mis amigos también me han arrastrado hasta aquí como… despedida. – tragué saliva al oír esa palabra.
-¿A dónde vas?
-Me mudo a Ohio y no los veré en un tiempo.
-¿Aquí? ¿Te mudas aquí?
-Si, aquí. Cerquita… - se rio irónicamente y yo no le vi la gracia. – Puede que esta no sea la única vez que nos veamos.
-Ah… no…
-¿Te gustaría volver a verme? – suspiré. Sentí sus ojos clavados en mí, esperando una respuesta cuando bajé cabeza, abochornada. Hubiese dado cualquier cosa para ocultarme el rostro, hasta que ella me tocó el hombro. Las chispas volvieron a saltar, pero esta vez no me sobresalté, sentí hormigueos que me hicieron estremecer de placer por todo el cuerpo. – Debería irme… - noté su aliento chocar contra mi oído. Cada célula de mi cuerpo se estremeció. - ¿Te vienes conmigo? – tragué saliva. Posó su mano sobre mi muslo, cerca de la ingle y lo apretó con suavidad. Me levanté casi de un salto del asiento, con el corazón bombeando la sangre que poco a poco se iba acumulando en un único lugar. Ya ni siquiera me llegaba la suficiente al cerebro como para pensar que aquello no era buena idea.
Me gustaba y en cierto modo, sentía el deseo de probarlo, pero solo con ella. Ni esa noche ni ninguna otra habría aceptado la proposición de otra persona. Ella era especial, nuestra efímera conexión era especial, aunque eso no quisiera decir que fuera del todo buena.
Me dejé llevar por el instinto.
Ella me agarró de la mano y me fue guiando a través de la muchedumbre de personas apelotonadas en el pub. Yo mantuve la cabeza agachada en todo momento, incapaz de alzar la mirada del suelo. Estaba totalmente ruborizada y la cabeza me iba a estallar, al igual que el corazón. Medio idiotizada, flotando en una nube oscura. Mi cerebro no paraba de gritar que no era buena idea, pero yo quería, simplemente la deseaba.
Ya que iba a pasar los próximos meses y quizás años viviendo, probablemente, un martirio con mi delincuente hermanastra pegada a mí, al menos, permanecería el recuerdo de esa noche en mi cabeza, porque estaba segura, quizás por el mismo instinto que me hacía dejarme llevar, que esa noche la iba a recordar siempre.
Justamente cuando íbamos a salir por la puerta, miré a mi derecha y vi a Rachel. Iba acompañada de una chico, con un vaso en la mano y me miraba con los ojos como platos y la boca semiabierta por la sorpresa. Desvíe la mirada y salí de allí de un salto.
Me soltó la mano una vez fuera.
-¿Nerviosa? Pareces haberte congelado. - sonrió con una malicia que me puso el vello de punta, que me hizo rozar con los dedos el colmo de la excitación. Ahora, fuera, bajo la luz de las farolas, su rostro me pareció pura atracción. De hecho, casi me daba la sensación de que me sonaba de algo, pero no alcanzaba a recordar qué exactamente. Tenía la sensación de que conocía ese rostro de toda la vida. -¿Pasa… algo? – preguntó, con tono preocupado, como si de verdad esperara que me sucediera algo al verle a la luz.
-No, nada… es solo que… - empezamos a caminar a través del callejón apenas iluminado. Los nervios empezaban a provocarme ansiedad cuando me di cuenta de que no la conocía absolutamente de nada. Cero. Y me había dejado llevar como si nada… Y ni siquiera estaba preocupada. – Una… amiga mía me ha visto…
-¿Y eso es muy malo?
-No, no creo.
-Espero que no se piense que voy a hacerte cosas guarras. – soltó con ironía. Me reí, un poco nerviosa. – Ese es mi coche. – mi mirada se clavó en un enorme todo terreno, un enorme Mercedez oscuro, medio camuflado en la oscuridad del callejón, aparcado, solitario en plena noche. Tragué saliva.
-¿El Mercedez?
-Sip. – parecía muy orgullosa de su coche. Anduve hacía él incluso con cierta ilusión. No me gustaban los coches, no me llamaban la atención como a otros, pero eso era el rey de los coches.
Miré el interior a través de la ventanilla, pero estaba tintada.
-Es muy grande.
-Aja. – cuando me di cuenta, sus brazos ya me habían encerrado entre su cuerpo y el salpicadero del coche. Apoyé las manos sobre el capó, sorprendida. Me temblaban los labios y una corriente de aire fría me congeló las piernas. Sus labios rozaban los míos…
-Es… ¿La primera vez que haces esto? – pregunté, tartamudeando. Ella suspiró y se rio.
-Depende… en mi coche, sí y con una chica, también. – ahora, de repente, empecé a sentirme cohibida, mucho. El temblor se extendió por todo mi cuerpo y el simple contacto que sus labios pretendían tomar con los míos me intimidó hasta hacerme retroceder. Mis rodillas chocaron contra el salpicadero y caí hacía atrás. Mi espalda dio contra el capó del coche y quedé media tumbada sobre él. Oí su disimulada carcajada contra mi oído y descendió su rostro hasta apoyar la frente sobre la mía. - No te pongas nerviosa, no rompería a una muñeca tan bonita.
Muñeca…
A esas horas de la noche, en pleno invierno, en un callejón oscuro, las temperaturas podrían llegar al menos cero perfectamente y, como me hallaba en esos instantes, podría haber sufrido una hipotermia y, seguramente, ni siquiera me abría dado cuenta.
El calor que me recorría la entrepierna y se extendía por todo mi cuerpo, me envolvía y casi me hacía inmune al frío de la noche.
Sus labios cada vez que los movía intentando acaparar los míos más y más y más, buscando más profundidad con su lengua dentro de mi boca. Se escurría por ellos y jugueteaba con mi lengua, cuando se separó, sonriendo. Noté un hilillo de saliva escurrirse por la comisura de mis labios.
-Perfecto – se lamió los labios. Ella era condenadamente sexy cuando hacía eso. Sentí la humedad.
Una de sus manos empezó a colarse bajo mi camiseta. Estaba helada, la sentí brusca y ansiosa acariciando mi piel, fría como un cubito de nieve, provocándome escalofríos placenteros. Eché la cabeza hacía atrás, entreabrí los labios, deshaciéndome en suspiros y vi el vaho provocado por mi aliento emanar de mi boca. Tocaba mi brasier. Uno de sus dedos congelados me rozó un pezón.
-¡Ah! – temblé. Sus labios lo rodearon con la lengua casi al instante, haciéndome estremecer y apoyé las manos sobre sus suaves hombros, clavando las uñas al sentir sus dientes cerrándose sobre él. - ¡Aaahh, no!
-¿No qué? – me pellizcó el pezón contrario con fuerza. Una sensación que variaba entre el dolor y el placer quedó atascada en mi garganta, deseando estallar en gemidos, pero antes de que pudiera abrir la boca, ella me la tapó con una mano, dejando caer por completo su cuerpo sobre mí. Estallé en temblores con el contacto del frío capó contra mi espalda desnuda. – No chilles muy alto. Estamos en la calle. – estaba a punto de tener sexo en un lugar público con una desconocida y solo se me ocurrió ruborizarme y cerrar la boca. Le hubiera golpeado y hubiera salido corriendo… de no ser porque me estaba volviendo loca. No había otra explicación a la locura que estaba a punto de cometer. No comprendía como podía dejarme llevar de ese modo por una persona que acababa de conocer. Sus ojos, su sonrisa y sus gestos me tenían completamente hipnotizada.
-Puedes tocarme si quieres, no te voy a morder. – se burló de mi pasividad y entonces, me atreví a alzar las manos hasta su cabeza. Enredé mis dedos en sus largos cabellos. Juntó sus labios con los míos levemente. Cerré los ojos y entreabrimos los labios, dejando viajar nuestras lenguas a la boca de la otra, compartiendo el aliento y los suspiros ansiosos. Sus frías manos se posaron en mi espalda, acariciándola con la yema de los dedos, provocándome escalofríos, descendiendo hasta dar con mis shorts cortos. Atrapó mi labio inferior entre sus dientes y empezó a lamerlo y a darle besos húmedos. Notaba mi entrepierna cada vez más humeda y sus manos se atrevieron a introducirse bajo mis pantalones, agarrando mi trasero con fuerza.
Se separó unos segundos de mí y se quitó la sudadera, acalorada. Debajo llevaba otra camiseta, pero cuando se inclinó de nuevo, me mordió la barbilla y su lengua empezó a recorrer mi cuello hasta llegar a mi oído, lamiéndome el lóbulo suavemente, noté los duros músculos de su abdomen restregarse contra mí en un excitante movimiento, contra mis pechos.
-¡Oh, joder! – grité, sin poder evitarlo. Se separó de mí, de repente y me observó fijamente, con una seriedad que no le había visto hasta ese momento, como si se hubiera dado cuenta de algo. Temí que se echará para atrás justo en ese momento. - ¿Qué… que pasa? – murmuré.
-Nada… - volvió a sonreír, maliciosa.
Sus manos empezaron a bajar mi pantalón con un ansia que hizo latir mi corazón con fuerza. Entrecerré los ojos. La vergüenza me invadió de repente y me deshice en temblores cuando quedé casi totalmente expuesta al frío de la noche, totalmente expuesta a ella. Estaba demasiado excitada y mi entrepierna quedó frente a su mirada. Cerré los ojos y ella se rio.
-Estás muy mojada. – murmuró. Se separó un poco de mí y conseguí acurrucarme un poco, muerta de frío, colocándome entre temblores la camisa de nuevo. Mis ojos observaban como empezaba a bajarse los pantalones, lo justo para poder ver sus piernas largas. Tragué saliva, aún más nerviosa. - ¿Nunca has hecho esto antes?
-¿E-eh? – tartamudeé. Me castañeaban los dientes. – N-no.
-Estás temblando. – susurró. Su frente se pegó a la mía. Sentía su aliento cálido contra mis labios helados y empezó a darme pequeños besos sobre ellos. – Estás congelada. Joder… - Rodeé su cabeza con mis brazos en ese instante, fuertemente. Todo su cuerpo acabó sobre mí, haciéndome sentir su calor. Sus manos se entretuvieron acariciándome por todos lados con tanta rudeza que hacía desaparecer el frío por su simple contacto. – Lo siento. Que tonta soy… - le oí murmurar contra mi oído y tiró de mí suavemente. Las piernas se me doblaron cuando mis pies dieron contra el suelo, casi haciéndome caer si ella no me hubiera sujetado.
-N-no-noo… - me moví débilmente, lo que me permitió el frío que me congelaba las piernas cuando me cogió en brazos y me llevó a la puerta trasera de su coche. – Su-suéltame – abrió la puerta y me soltó dentro, sobre los asientos de cuero.
-Espérame aquí. – y cerró la puerta. ¿A dónde quería que fuera con solo las zapatillas puestas, desnuda? Me acurruqué allí, encogiendo las piernas y acariciándolas, intentando entrar en calor. ¿Cómo había acabado en esa situación tan vergonzosa? Por lo menos en ese pedazo de coche hacía mucho más calor.
Ella entró por la puerta del conductor y metió la llave en el contacto, encendiendo la calefacción. Salió de nuevo y tras varios segundos, la puerta que había a mi lado se abrió. Entró y me aparté, haciéndole un sitio. Llevaba en las manos la ropa que me había quitado hacía varios minutos y su camiseta, la cual me puso por encima, tapando mi desnudez.
-¿Mejor? – preguntó. Asentí con la cabeza. – Te habías puesto azul por el frío. – sonreí. Por lo menos los dientes habían dejado de castañearme. - ¿Quieres que te lleve a casa?
-¿Ya?
-Son las cinco de la mañana, ¿Tienes otros planes o… quieres seguir? – me miró esbozando una nueva sonrisa pícara que me hizo ruborizar de nuevo. – Puedes vestirte aquí si quieres, no miraré. – Me cubrí más con su sudadera, intentando disimular que a pesar del frío, seguía completamente excitada. Olía a ella. Un olor que embriaga a cualquiera - ¿No quieres volver a casa?
-No es eso.
-¿Entonces?
-Nada… - quería estar más tiempo con ella - ¿Y tú qué?
-¿Yo?
-¿No quieres volver a casa? – alzó una ceja, pensativo.
-No es eso. Te dije que me iba a mudar por aquí, pero no tengo casa hasta mañana, así que hoy pensaba dormir en el coche.
-Ah… - me acurruqué más en la sudadera hasta que caí en que si yo estaba allí, ella no podría dormir hasta que me fuera – Esto… si quieres que me vaya para dormir solo…
-¡No, no! – su sonrisa era encantadora – Si quieres quedarte a dormir esta noche… no tengo ganas de dormir sola hoy, ahí fuera está muy oscuro. –hizo una mueca que me hizo reír. – Además, fuera aún hace frío… aquí se está calentito.
-Si. – la sonrisa desapareció de su cara y su expresión se volvió seria de nuevo.
-Si quieres… - se inclinó un poco sobre mí, vacilando. – Aún tienes los labios azules…
-Aún están congelados, necesitan calor. Aún tengo frío… - su mano se posó sobre mi mejilla, acariciándola tiernamente, acercando sus labios a los míos de nuevo.
-Aún quiero jugar con mi muñeca. – no entendía que quería decir con la palabra “muñeca”, pero no me disgustaba del todo. De todas formas, no la volvería a ver después de aquello.
Nuestros labios se fusionaron de nuevo, nuestras lenguas volvieron a entrar en contacto con más ansia que antes. La sudadera acabó siendo aplastada por mi cuerpo desnudo cuando se tumbó encima de mí sobre los asientos.
Se separó de mí, agarrando suavemente los brazos que le rodeaban el cuello, apartándolos de ella. Dejé mis manos caer a ambos lados de mi cabeza sumisamente, observando como se quitaba la camiseta y la dejaba junto a mi ropa. Sentí una necesidad de acariciar su abdomen duro.
-Engañas a las personas con esa ropa – se rió, empezando a bajarse los pantalones de nuevo, ansiosa. Se desnudó sobre mí.
Nunca había pensado que desearía tanto tocar a alguien y desear que ese alguien me tocara a mí.
-Quiero… quiero… - se inclinó sobre mí, manteniendo una distancia prudencial entre su cuerpo y el mío, entre su piel morena y la mía. Estaba suspirando ansiosamente y su cuerpo empezaba a brillar a causa del sudor, del calor entre la calefacción y la excitación.
-¿Qué? – tragué saliva – Haré todo lo que me pidas. – cerré los ojos.
-Tócame. – sus manos ahora estaban calientes y sudorosas. Eran callosas y bruscas pero su contacto me gustaba y me excitaba. Me acariciaba el cuello y los brazos, la espalda y el torso con una ternura inimaginable sin apartar los ojos de los míos. Dejó caer su cuerpo por completo sobre mí, apoyando las manos en mi cintura, acariciándola con los pulgares. Ambas nos deshacíamos en gemidos. – Bésame.
____________________________________________________
Hacía mucho calor de repente. Nuestros cuerpos estaban cubiertos por una capa de sudor. Mis manos se entretenían en recorrer su espalda ansiosamente, casi arañándola. Las suyas no soltaban mi trasero, agarrándolo entre sus sedosas manos. Nuestros labios se devoraban mutuamente, nuestras lenguas no paraban de juguetear. Mis manos dejaron olvidada su espalda y acabaron acariciando sus hombros, descendiendo hasta sus pechos.
-Les tenías ganas a mis niñas eh. – se burló, separándose de mis labios, besándome el cuello y la mejilla. Me reí, recorriendo su duro abdomen con mis dedos. Me mordió el cuello y con un movimiento brusco, se restregó por completo contra mí. Gemí. Ella soltó un gemido ronco cuando meti mi mano por su ropa interior. – Si me tocas ahí… me vas a hacer reventar.
-No es mala idea.
-Si reviento se acaba el juego, muñeca. – mis manos volvieron a su cuello, nuestras frentes juntas, nuestros labios rojizos debido a tantos besos.
-Revienta por mí. – su boca entreabierta, tomando aire a bocanadas torció el gesto en una mueca maliciosa.
-Ven aquí. – sus manos acabaron en mi cintura, ayudándome a acostarme. Apoyé los antebrazos sobre los asientos, levantando un poco la espalda y quede con mis piernas abiertas frente a ella. – Muñeca…
El calor era intenso, los latidos de mi corazón también.
-Hazme tuya. – estaba completamente segura. Le estaba dando todo. A una completa desconocida. Eso sonaba demasiado fuerte para mí, algo imposible, algo que nunca haría, pero ella… no era una completo desconocida, era algo más…
Disfrutaría a su lado.
-¡Aaaahhh! – cuando me penetró de golpe con sus dedos, grité. No resultaba agradable sentir que algo se introducía en tu cuerpo con tanta brutalidad. Dolía. Se me saltaron las lágrimas de puro dolor. Ella me apretaba contra su cuerpo, yo arqueé la espalda hasta que mi cabeza dio contra el asiento. Se movía, el dolor aumentaba. Apreté los dientes, tragándome los gritos, esperando que terminara cuanto antes y de repente, paró.
Abrí los ojos de nuevo, húmedos y noté como me soltaba poco a poco sobre los asientos, de nuevo, despacio, sin salir de mí.
-¿Por qué… paras? – su mano se cernió sobre mis pechos, acariciándolos levemente. Me estremecí.
-Acaríciate. – mi mano automáticamente se deslizó por mi cuerpo sudoroso con suavidad. Mi simple contacto me ponía el vello de punta y sus ojos sin perderse detalle de cada movimiento mío me excitaban hasta lo inimaginable. Nuestras manos se tocaron cuando las dos se cerraron sobre mi pecho, una sobre la otra. Cada vez sentía mis pezones más duros.
Su respiración entrecortada se mezcló con la mía, nuestros labios se rozaban con cada movimiento, compartíamos el mismo aliento, el mismo cuerpo.
El dolor desapareció en el mismo momento en el que nuestras manos se juntaron. Sentía calambrazos de placer recorriéndome la columna de arriba abajo con cada estocada, por pequeña que fuera, con cada beso, con cada caricia.
-No… puedo más… - me salían gemiditos agudos de la garganta. Su voz se había vuelto más suave y ronca contra mi oído.
-Dios… - la oí susurrar. Cerré los ojos. Tenía la mente en blanco y solo conseguí tirar mas de ella. Quería mas. Mucho mas. Con mi mano libre me agarré a su espalda.
Estábamos tan excitadas y el ritmo había empezado a ser tan brutal, que no lo soportamos mucho más.
Mi espalda se curvó y abrí la boca, incapaz de pronunciar sonido alguno, ahogándome en mi propio placer, con la mente en blanco y el corazón alocado. Sentí mi entrada humedecida. Apreté los dientes con su última embestida que impulsó mi cuerpo hacía atrás. Grité tan fuerte como me permitió la garganta. Su cuerpo cayó flácido sobre el mío.
Nuestros suspiros ahogados eran el único sonido que rompía el absoluto silencio que se hizo entre nosotras, intentando recuperar el aliento. Sentía mi cuerpo empapado en sudor, el suyo en pleno contacto con el mío. No podía creer lo suave que se sentía su piel.
Estaba húmeda. No me importaba.
Se me cerraban los ojos, embriagada por el ambiente que me rodeaba y los brazos que me protegían. Pensé que ella se habría quedado dormido con la cabeza sobre mi pecho al sentirle totalmente quieta y cerré los ojos. Su mano me apartó unos mechones de pelo pegados en mi frente por el sudor. Sus labios buscaron mi cuello dejándome pequeñas mordidas.
-Muñeca…
-Hum…
-¿Quieres dormir conmigo lo que queda de noche?
-Hum… - se rió.
-Te llevaré a casa. – se apartó de mí. Entreabrí los ojos. Protesté con un gruñido y alcé los brazos, esperando que se tirara sobre mí de nuevo. – La delincuente de tu hermana aparecerá hoy.
-Me quieres echar.
-Quiero dormir. – me senté enseguida.
-Lo siento. - cogí mi ropa con la mano y sentí una ligera presión en el pecho con el movimiento. – Perdona… - murmuré. Me acababa de dar cuenta de mi estúpido comportamiento y me sentí humillada. – Me he tomado… demasiadas confianzas… - demasiadas para un rollo con sexo. Un simple rollo con sexo.
Empecé a ponerme mi ropa interior y mis shorts rápidamente. Sentí la urgencia de salir corriendo en ese instante. Tenía ganas de llorar.
-¿Sabes una cosa? – ella también se vestía, más lentamente, con más aplomo, observándome con esa sonrisa de chica mala que me ponía el vello de punta – Me gustaría estar más tiempo contigo, aunque no lo parezca. He disfrutado mucho. – bajé la cabeza, poniéndome la camiseta. Estaba avergonzada–. Han sido muchas noches y esta, ha sido la más especial. – tragué saliva.
Salió del coche y se sentó en el asiento del conductor, me miró a través del espejo retrovisor.
-¿No vienes? Te llevaré a casa, necesito que me guíes.
…
-¡Brittany! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la noche! – tuve que apartarme el móvil del oído para que los gritos de Tina no me reventaran el tímpano. Hice una mueca de disgusto oyendo el eco de su voz a través del aparato sin acercármelo de nuevo y suspiré con los ojos en blanco, esperando pacientemente a que terminara el sermón para poder articular palabra.
-Tina, calla…
-¡Estábamos preocupadas! Rachel decía que te habías ido. Se ha puesto histérica. ¿Dónde mierda estás?
-Eeh… estoy de camino a casa. – miré a través de la ventanilla, abierta. El aire me refrescaba un poco las ideas y la mente. Lo necesitaba.
-¿A tu casa? ¡Pero si estamos a las afueras! ¿Por qué no nos has esperado, por qué no nos dijiste nada?
-Porque estabais ocupadas buscando un rollo con el que pasar la noche y a mí, me dejasteis sola. Por eso.
-Brittany… - hizo una pausa. Suspiró. – Lo siento ¿Dónde estás? Iremos a buscarte.
-No hace falta. Ya… voy en coche. Me llevan a casa. – la miré de reojo, concentrada en la carretera, pero sabía que estaba escuchando. No se porque, lo sabía.
-¿Te llevan a casa? ¿Quién?
-Pues…
-Rachel quiere hablar contigo. – tragué saliva.
-No tengo ganas de hablar, estoy cansada.
-Pero está…
-Me da igual. Estoy bien, no os preocupéis. Mañana os llamaré si así os quedáis más tranquilas.
-Hum… vale. ¿Segura que estás bien?
-Estupendamente.
-¿Y quien te lleva a casa? Será alguien de confianza ¿no? – puse los ojos en blanco.
-Claro. Es de confianza.
-Vale. Buenas noches entonces y… , ¡Cuando llegues dame un toque o no puedo dormir tranquila! ¡Hazlo!
-Vaaaale mami. Yo también te quiero. – colgué.
-¿Eran tus amigas?
-Si. – desde que había arrancado, se había formado un tenso silencio y yo no podía estarme quieta y callada al mismo tiempo, era superior a mis fuerzas. – Son buenas, un poco burras y salidas, pero buenos.
-Y te han dejado sola en una fiesta.
-Si… no… bueno, técnicamente… pero no son malas…
-Si fueran buenas amigas, hubieran impedido esto.
-¿Esto?
-Que yo te cazara. – tragué saliva.
-No es algo… malo. No es algo por lo que tenga que preocuparme. – sus labios se curvaron en una sonrisa. - ¿Verdad? – pregunté, insegura. Su sonrisa se ensanchó.
-Claaaaaaro que no. Soy un chica decente que va a misa todos los domingos y que no se mete en líos… nunca.
Capté la ironía al momento.
-Es a la izquierda. – giró el volante y condujo varios metros más allá. – Es aquí. – frenó lentamente. No podía creerme que hubiéramos tardado tan poco en llegar. Me mordí la lengua. Quizás no hubiera estado mal que hubiera cerrado la boca. Nooooo, Rachel me mataría al día siguiente, Tina me golpearía con un bate de beisbol y mi hermana… mi hermanastra…
-Mi hermana… - observé la puerta de casa. Me pareció una casa embrujada, tétrica y oscura.
-¿De verdad tienes miedo de tu hermana? – se reía de mí y le di un pellizco en el brazo, haciéndome la enfadada.
-Claro que no. Estoy nerviosa, se acabó. – suspiré. Ya era la hora.
Abrí la puerta del coche y salí por ella a paso lento, muuuuuy lento. No quería irme. Quería… quería… otra noche más… Pero ella no me detuvo.
-Gracias por… traerme.
-Has sido un placer, muñeca. – sonreí. ¿Qué otra cosa podría hacer?
-Bueno pues… ya nos veremos por ahí.
-Muñeca… - me hizo un gesto con el dedo. Me incliné hacía delante antes de cerrar la puerta y ella me agarró de la barbilla bruscamente y me dio un beso en los labios. Metió algo en los bolsillos de mi chaqueta, me soltó dándome un empujón hacía atrás con tanta fuerza que casi me hace caer sobre la acera. – Si tu hermana te causa muchos problemas, puedes llamarme. La mataré. – se río con una maldad estremecedora y cerró la puerta.
Antes de que pudiera reaccionar, ya se había ido.
Me metí en casa, intentando hacer el más mínimo ruido para no despertar a mi madre. Eran las ocho de la mañana, ya había amanecido. Entré en la cocina para beber agua cuando vi que todo estaba exactamente como lo había dejado. Los platos sucios aún estaban en el fregadero, sin lavar. Todo estaba por medio. Mamá no había vuelto, seguramente abría pasado la noche con mi padrastro. Genial, más trabajo para mí.
Pero antes dormiría, si. Lo necesitaba.
Aún llevaba su sudadera puesta cuando entré en el baño, dispuesta a darme una ducha rápida antes de irme a la cama. Pero no lo hice. Cada fibra de mi cuerpo olía a ella, la sentía tan cerca.
Pensando en eso me eché sobre la cama, abrazando su sudadera. Podría dársela. Podría llamarle con la excusa de que se me había olvidado devolvérsela y podríamos volver a vernos otra vez.
Me dormí.
Ni siquiera le había preguntado su nombre…
-¡Brittany! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la mañana! – tuve que apartarme el móvil del oído para que los gritos de Tina no me reventaran el tímpano… otra vez.
-Buenos días, Tina. Se empieza por ahí.
-¡Te dije que me dieras un toque cuando llegaras! ¿¡Tan difícil es!?
-Me quedé dormida. Lo siento.
-¡Una mierda! ¡Quiero verte en el Dona dentro de cinco minutos!
-Hum… pues va a ser que no. ¿Para que quieres quedar tan de repente?
-¿Qué para que? ¡Detalles Brittany, quiero detalles! Ayer mojaste ¿verdad?
-Hum…
-¿Verdad?
-Hum…
-Rachel me ha dicho que… ¡No! ¡Estúpida! – oí un par de golpes y gritos. En ese momento, apoyé el móvil en el hombro y lo solté, sujetándolo con la barbilla mientras me dedicaba a lavar un plato a fondo.
-¡Aaahh! – restos de comida se me pegaron en la uña y sacudí la mano, asqueada, salpicándome el agua en la cara. Algo de lavaplatos se me metió en el ojo, haciéndome sentir un gran escozor. Acababa de recordar porque nunca lavaba los platos en casa y prefería fregar o intentar hacer algo comestible para la cena.
-Brittany, soy yo. – el móvil se me cayó al suelo mientras me restregaba el ojo con el brazo, intentando hacer desaparecer el escozor, pero lo único que conseguí fue que escociera más-¡Joder! – me agaché de rodillas a recoger el móvil, que había ido a parar bajo la mesa de la cocina.
-¿Brittany? ¿Brittany estás ahí? – oí la voz de Rachel al otro lado de la línea. Agarré el móvil bajo la mesa y me lo llevé al oído de nuevo. Me golpeé la cabeza con la madera al intentar levantarme.
-¡Ah, mierda!
-¿Brittany, estás bien?
-¡Si, si!
-¿Qué pasa?
-Nada. – me acaricié la cabeza, adolorida por el golpe. Las manos me olían al asqueroso lavaplatos que había estado utilizando hacía segundos. Tomé aire y pedí paciencia. – No puedo ir, Tina parece que no lo entiende, ¡Díselo!
-¿Por qué no puedes venir?
-Mi hermana… Mi madre ha ido a recogerla y…
-Bueno, era de esperar, pero tenemos que hablar de lo de… ayer… - suspiré. – Brittany, te vi.
-Ah.
-Tú también me viste a mí, no te hagas la tonta…
-¿Se lo has dicho a Tina?
-¿El que exactamente? Porque no tengo ni idea de lo que pasó. Tú estabas ahí, ese chica te había cogido de la mano y de repente… Brittany, ¿Qué pasó anoche? ¿La conocías? ¿A dónde… fuisteis, para qué?
-Rachel… te lo cuento en otro momento ¿vale? Ahora viene mi hermastra y mi madre y estoy estresada y… ya hablaremos…
-¿Estás bien? – por el tono grave de mi voz no lo parecía. Me dolía la garganta y tenía frío. Quizás tuviera un poco de fiebre. No sería de extrañar después de lo que hice en pleno invierno, en plena calle.
-Si. Ya nos veremos.
-Espera Brittany… - colgué. No tenía ganas de hablar. No tenía ganas de nada. ¿Qué me pasaba? Me había levantado pensando en ella y llevaba toda la mañana pensando en ella y era imposible sacármela de la cabeza, ni siquiera sabiendo lo que se me venía encima con mi hermana.
Miré el móvil y me mordí el labio. Ya había añadido el número que me dejó escrito en la hoja de papel que me metió en el bolsillo a nombre de “Ella”. Un nombre no muy acertado, pero puesto que no sabía su nombre… tampoco iba muy desencaminado.
Tosí varias veces. Me subí la cremallera de la chaqueta hasta arriba. Tenía mucho frío y me dolía el cuerpo. Estornudé. Definitivamente, estaba enferma.
Apoyé la mano sobre el suelo para salir de debajo de la mesa, me lo encontré totalmente encharcado. Me había dejado el grifo abierto y corrí a cerrarlo apresuradamente, volviendo a golpearme la cabeza con el pico de la mesa durante el proceso y empapándome la ropa de paso. Ahora tenía que volver a fregar el suelo y volver a ducharme. Sentí la tentación de subir a mi cuarto y volver a meterme bajo las sábanas de la cama, agarrar su sudadera, bajo la almohada, y acurrucarme en ella. Miré de nuevo mi móvil.
Quería llamarla. Me sentiría mejor después de oír su voz y saber su nombre, estaba segura… no me atrevía. Quizás un poco más tarde…
Oí entonces como las llaves de casa empezaban a abrir la cerradura desde fuera.
-¡Genial!
-¡Brittany, cariño, ya hemos llegado! – los gritos entusiasmados de mi madre me provocaron un ligero rubor. Seguía llamándome cariño, cielo y tesoro incluso delante de mis amigos y ahora, también delante de mi hermastra. Ojala la avergonzara de la misma manera a ella, así no me sentiría la única niña de mamá de los alrededores.
Suspiré y, nerviosa y un poco mareada, empecé a caminar hacía la puerta cuando pisé torpemente el charco de agua que había a los pies del fregadero y me escurrí, cayendo de espaldas hacía atrás, golpeándome de nuevo la cabeza.
-¡Joder, mierda!
-¡Cielo! – cuando me quise dar cuenta, mi madre ya estaba frente a mí, agachándose mientras yo me incorporaba con dolor de espalda. – Cielo ¿Estás bien?
-Si…
-Menos mal. – me pegó un guantazo en el brazo en cuanto me encorve para levantarme, haciéndome perder el equilibrio otra vez. Tuve que agarrarme a la mesa para no volver al suelo. - ¡Sabes que no me gusta que digas palabrotas!
-¡Mamá, me he caído, a sido un acto reflejo!
-¡Brittany, no me contestes! Santana… - suavizó el tono de voz enseguida y su mirada se desvió hacía el umbral de la puerta. – Siento esto pero no soporto que nadie diga palabrotas en mi casa, por eso, si tienes por costumbre decirlas, no lo hagas aquí ¿De acuerdo?
-Sin problemas.
Me quedé paralizada. Completamente paralizada. Muerta. Los latidos de mi corazón eran lejanos, una sensación angustiosa se lo tragó todo de un bocado. Un ligero pitido en mis oídos me aisló de la realidad unos segundos.
-Cariño… - me sonrió mamá, con la cara iluminada. Me pasó los brazos por los hombros, cariñosamente. – Hace tantos años que no os veis… esta es tu hermana, Santana. – dejé de respirar en cuanto cruzamos miradas. Esos ojos que la noche anterior me habían mirado con tanto deseo. Esos labios que habían recorrido cada centímetro de mi piel, esa sonrisa, ensanchándose, ocultando tanta malicia.
Santana… mi hermana de otra madre, pero de mismo padre…
-Cuanto tiempo sin vernos… Brittany. – se dirigió a mí, con un tono ansioso y malvado. Sus labios susurraron una palabra inaudible que solo yo pude escuchar.
Muñeca…
-Brittany, cielo, tienes muy mala cara, estás blanca… ¿Brittany? ¿Brittany? – todo se puso negro de repente. - ¡Brittany, cariño!
Negro, negro, todo negro. ¿Mi hermanastra? ¿Ella? ¿Y yo? ¿Una muñeca? ¿Su muñeca?
Dios, ¿Qué locura había echo esa noche?
Caí con esa pregunta en mente, sin respuesta. Negro, todo negro.
Su sonrisa…
¿En serio… me he convertido en la muñeca de mi propia hermana?
Supongo que viviré a partir de ahora con esa pregunta en la cabeza.
Género: Drama, Romance y HOT.
Advertencias: Erotismo, drogas, violencia, relaciones homosexuales y escenas de sexo.
Capitulo 1...
-Eh… - aparté la pajita a través de la que bebía el vodka, de mi boca, sobresaltada, encogiéndome por la repentina corriente que recorrió mi columna vertebral cuando ella posó la mano sobre mi hombro. - ¿Estás sola? – nos miramos y se sentó a mi lado sin pedir siquiera permiso. Me puse nerviosa de inmediato.
-Eh… pues… - tragué saliva. La persona que acababa de aparecer tenía voz dulce, seductora. No sé porque ese hecho me sorprendió lo suficiente como para hacer que un sudor frío me recorriera el cuerpo mientras me volvía para mirarle. Ropa extraña, entre holgada y ceñida, casi de negro, piel morena, ojos marrones y penetrantes, sonrisa socarrona y cabello oscuro… nunca me había cruzado con alguien así, no supe clasificarla. Sentí un ligero escalofrío cuando me observó detenidamente, evaluándome con la mirada, de arriba abajo y finalmente, me miró a los ojos. Contuve el aliento y acabó sonriendo. Era una sonrisa pícara y seductora que me dejó helada.
El lugar donde estaba era el típico sitio en el que te manoseaban el culo cada dos pasos y había tanta gente a tu alrededor, que eras incapaz de saber quien había sido, por eso, en cuanto se sentó a mi lado, me puse tensa.
Busqué con la mirada a alguien conocido. Rachel, Tina… no las veía por ninguna parte y el estómago se me encogió de horror.
-¿Qué haces aquí sola? – me preguntó de nuevo la chica que se me había acercado. Tendría mi edad, eso me relajó.
-No… no estoy sola. Estoy con… unas amigas que… - volví a buscarlas con la mirada. Seguía sin encontrarlas. - … No están. Debería ir a buscarlas. – ella se rió.
-¿Tienes prisa? Te invito a algo…
-No, gracias.
-¿Por favor? Si te mueves mucho de aquí, van a quedar gravadas las huellas dactilares de todo el pub en tu culo. – me quedé pensativa. No tenía ganas de volver a ser manoseada por todo el mundo mientras los demás se divertían a mi costa. Volví a sentarme.
-Vale. – me terminé el vodka, incómoda. Ella me miraba de reojo y en cuanto terminé mi vaso, ya tenía otro delante. Mi nerviosismo aumentaba. - ¿Por qué me miras tanto?
-¿Sabes que mirado de espaldas te he confundido con otra persona?
-¿Ah, si?
-No te ofendas.
-No – mentí. – Si me has confundido con alguien más… no tienes que estar aquí…
-Quiero estar aquí. Conocida o no me has llamado la atención. Si me fuera creo que aunque lo intentara ya no podría apartar la mirada de ti. – bajé la cabeza. Sentía mis mejillas enrojecer.
-Esto… yo no…
-¿Tienes novio?
-Hasta el invierno pasado… sí. – no debería haber contestado a eso o, quizás, debería haber dicho que si.
-Interesante… - se formó un profundo silencio. - ¿Y novia? – tosí cuando el líquido se me fue por el lado equivocado a causa de la sorpresa, cortándome la respiración. Ella me dio varios golpecitos en la espalda intentando contener una gran carcajada y me encogí al sentir su mano caliente sobre mi brazo desnudo. Saltaron chispas por ese simple roce y apartó la mano enseguida, como si el contacto con mi piel le hubiera dado calambre. Alzó una ceja, observándome con curiosidad y sorpresa.
Simplemente, acabábamos de conectar. No había más historia.
-¿Cómo te llamas?
-Brittany – le había contestado. Ya no había marcha atrás.
-Brittany… tengo una hermana que se llama Brittany.
-¿Si? Yo también tengo una hermana. No la veo desde los cuatro años y viene mañana desde Los Angeles. – abrió la boca con sorpresa. Parecía estar a punto de decir algo, pero finalmente, se mantuvo callada y se rió.
-¿Desde L.A?
-Si. ¿Por qué?
-Hum… - ladeó la cabeza. Por un momento se tornó pensativa. – Por nada. – le di un nuevo sorbo al vodka, más animada, pero igual de nerviosa. - ¿Y no la ves desde los cuatro años?
-No. Mis padres se separaron y mi padre biológico se llevó a mi hermanastra junto con su amante y yo me quedé con mi madre y mi padrastro. Es… como esa historia en la que separan a los hermanos (aunque somos hermanastros) y no vuelves a saber más del otro…
-¿Sois hermanastras?
-Si… o eso me han dicho. No lo recuerdo bien. Solo recuerdo que a los cuatro años jugábamos con la arena del parque a hacer castillos como si fuéramos hermanas normales, sin saber nada sobre las relaciones amorosas de nuestros padres.
-Hum… Y no has sabido nada de ella desde entonces.
-¡Nop!
-Hum… ¿Y por qué de repente después de…?
-Quince años.
-¿Tienes diecinueve?
-Si. – sonreí. – Recién cumplidos.
-Hum… que casualidad, yo también. – murmuró, con cierta diversión - ¿Y por qué ahora viene desde Los Angles? Para… ¿verte? – puse los ojos en blanco y aparté el vaso vacío de vodka de mí, girándome en el asiento para situarme de frente a ella.
-Es una historia muy larga.
-Tengo toda la noche por delante. – sonreí. No solo habíamos conectado. Me gustaba.
-Se metió en un lío. Por lo que me contó mi madre, insultó a una profesora, ella le pegó y mi hermana se defendió, pero se pasó. Le metió una paliza y después, cuando la expulsaron de la universidad, prendió fuego al coche de la profesora, cabreada por eso de que la expulsaran. Pasó la noche en comisaría y la acusaron de delincuente, porque no era la primera vez que se metía en esas movidas. Iban a meterla en la cárcel pero mi madre es abogada y tiene buenos contactos. Pagó la fianza y pactó con mi padre que se viniera aquí un tiempo, esperando que se le pegue algo de las dos.
-Hum… - se tragó su bebida de un sorbo, sin apartar su mirada de mí. – Tú hermana es mala, ¿no?
-Si. Y eso me da miedo.
-¿Por qué? – no borraba esa pícara sonrisa de la cara en ningún momento.
-Pues… imagínatelo. Mi madre está casi veinticuatro horas fuera de casa. Le daría tiempo a amordazarme, atarme, maltratarme y violarme, Uuuhhh, aparecerá mi cadáver en las noticias.
-¡Jajajaja! – me reí con ella. La tensión había desaparecido. No había hablado con nadie sobre mi hermana y en los cinco minutos que había estado charlando con ella, me había quitado un peso de encima. – Estás jodida ¿no?
-Sii, mucho. Por eso mis amigas me han arrastrado hoy hasta aquí. Querían que ligara y me tirara a alguien y… - me ruboricé. Ella entrecerró los ojos con malicia y se pasó la lengua por los labios. Encogí las piernas bajo la mesa y por un momento tuve la tentación de llevarme la mano a la entrepierna, intentando evitar lo inevitable. Si, humedad.
Nunca me había pasado algo así y no sabía que hacer. Nunca me habían interesado las chicas y, por supuesto, no me iban para nada los rollos de una noche. Esa clase de cosas me repugnaban pero… ella me estaba mirando de una forma que hacía que todos mis principios quedaran a un lado. ¿Debería dejarme llevar?
-Mis amigos también me han arrastrado hasta aquí como… despedida. – tragué saliva al oír esa palabra.
-¿A dónde vas?
-Me mudo a Ohio y no los veré en un tiempo.
-¿Aquí? ¿Te mudas aquí?
-Si, aquí. Cerquita… - se rio irónicamente y yo no le vi la gracia. – Puede que esta no sea la única vez que nos veamos.
-Ah… no…
-¿Te gustaría volver a verme? – suspiré. Sentí sus ojos clavados en mí, esperando una respuesta cuando bajé cabeza, abochornada. Hubiese dado cualquier cosa para ocultarme el rostro, hasta que ella me tocó el hombro. Las chispas volvieron a saltar, pero esta vez no me sobresalté, sentí hormigueos que me hicieron estremecer de placer por todo el cuerpo. – Debería irme… - noté su aliento chocar contra mi oído. Cada célula de mi cuerpo se estremeció. - ¿Te vienes conmigo? – tragué saliva. Posó su mano sobre mi muslo, cerca de la ingle y lo apretó con suavidad. Me levanté casi de un salto del asiento, con el corazón bombeando la sangre que poco a poco se iba acumulando en un único lugar. Ya ni siquiera me llegaba la suficiente al cerebro como para pensar que aquello no era buena idea.
Me gustaba y en cierto modo, sentía el deseo de probarlo, pero solo con ella. Ni esa noche ni ninguna otra habría aceptado la proposición de otra persona. Ella era especial, nuestra efímera conexión era especial, aunque eso no quisiera decir que fuera del todo buena.
Me dejé llevar por el instinto.
Ella me agarró de la mano y me fue guiando a través de la muchedumbre de personas apelotonadas en el pub. Yo mantuve la cabeza agachada en todo momento, incapaz de alzar la mirada del suelo. Estaba totalmente ruborizada y la cabeza me iba a estallar, al igual que el corazón. Medio idiotizada, flotando en una nube oscura. Mi cerebro no paraba de gritar que no era buena idea, pero yo quería, simplemente la deseaba.
Ya que iba a pasar los próximos meses y quizás años viviendo, probablemente, un martirio con mi delincuente hermanastra pegada a mí, al menos, permanecería el recuerdo de esa noche en mi cabeza, porque estaba segura, quizás por el mismo instinto que me hacía dejarme llevar, que esa noche la iba a recordar siempre.
Justamente cuando íbamos a salir por la puerta, miré a mi derecha y vi a Rachel. Iba acompañada de una chico, con un vaso en la mano y me miraba con los ojos como platos y la boca semiabierta por la sorpresa. Desvíe la mirada y salí de allí de un salto.
Me soltó la mano una vez fuera.
-¿Nerviosa? Pareces haberte congelado. - sonrió con una malicia que me puso el vello de punta, que me hizo rozar con los dedos el colmo de la excitación. Ahora, fuera, bajo la luz de las farolas, su rostro me pareció pura atracción. De hecho, casi me daba la sensación de que me sonaba de algo, pero no alcanzaba a recordar qué exactamente. Tenía la sensación de que conocía ese rostro de toda la vida. -¿Pasa… algo? – preguntó, con tono preocupado, como si de verdad esperara que me sucediera algo al verle a la luz.
-No, nada… es solo que… - empezamos a caminar a través del callejón apenas iluminado. Los nervios empezaban a provocarme ansiedad cuando me di cuenta de que no la conocía absolutamente de nada. Cero. Y me había dejado llevar como si nada… Y ni siquiera estaba preocupada. – Una… amiga mía me ha visto…
-¿Y eso es muy malo?
-No, no creo.
-Espero que no se piense que voy a hacerte cosas guarras. – soltó con ironía. Me reí, un poco nerviosa. – Ese es mi coche. – mi mirada se clavó en un enorme todo terreno, un enorme Mercedez oscuro, medio camuflado en la oscuridad del callejón, aparcado, solitario en plena noche. Tragué saliva.
-¿El Mercedez?
-Sip. – parecía muy orgullosa de su coche. Anduve hacía él incluso con cierta ilusión. No me gustaban los coches, no me llamaban la atención como a otros, pero eso era el rey de los coches.
Miré el interior a través de la ventanilla, pero estaba tintada.
-Es muy grande.
-Aja. – cuando me di cuenta, sus brazos ya me habían encerrado entre su cuerpo y el salpicadero del coche. Apoyé las manos sobre el capó, sorprendida. Me temblaban los labios y una corriente de aire fría me congeló las piernas. Sus labios rozaban los míos…
-Es… ¿La primera vez que haces esto? – pregunté, tartamudeando. Ella suspiró y se rio.
-Depende… en mi coche, sí y con una chica, también. – ahora, de repente, empecé a sentirme cohibida, mucho. El temblor se extendió por todo mi cuerpo y el simple contacto que sus labios pretendían tomar con los míos me intimidó hasta hacerme retroceder. Mis rodillas chocaron contra el salpicadero y caí hacía atrás. Mi espalda dio contra el capó del coche y quedé media tumbada sobre él. Oí su disimulada carcajada contra mi oído y descendió su rostro hasta apoyar la frente sobre la mía. - No te pongas nerviosa, no rompería a una muñeca tan bonita.
Muñeca…
A esas horas de la noche, en pleno invierno, en un callejón oscuro, las temperaturas podrían llegar al menos cero perfectamente y, como me hallaba en esos instantes, podría haber sufrido una hipotermia y, seguramente, ni siquiera me abría dado cuenta.
El calor que me recorría la entrepierna y se extendía por todo mi cuerpo, me envolvía y casi me hacía inmune al frío de la noche.
Sus labios cada vez que los movía intentando acaparar los míos más y más y más, buscando más profundidad con su lengua dentro de mi boca. Se escurría por ellos y jugueteaba con mi lengua, cuando se separó, sonriendo. Noté un hilillo de saliva escurrirse por la comisura de mis labios.
-Perfecto – se lamió los labios. Ella era condenadamente sexy cuando hacía eso. Sentí la humedad.
Una de sus manos empezó a colarse bajo mi camiseta. Estaba helada, la sentí brusca y ansiosa acariciando mi piel, fría como un cubito de nieve, provocándome escalofríos placenteros. Eché la cabeza hacía atrás, entreabrí los labios, deshaciéndome en suspiros y vi el vaho provocado por mi aliento emanar de mi boca. Tocaba mi brasier. Uno de sus dedos congelados me rozó un pezón.
-¡Ah! – temblé. Sus labios lo rodearon con la lengua casi al instante, haciéndome estremecer y apoyé las manos sobre sus suaves hombros, clavando las uñas al sentir sus dientes cerrándose sobre él. - ¡Aaahh, no!
-¿No qué? – me pellizcó el pezón contrario con fuerza. Una sensación que variaba entre el dolor y el placer quedó atascada en mi garganta, deseando estallar en gemidos, pero antes de que pudiera abrir la boca, ella me la tapó con una mano, dejando caer por completo su cuerpo sobre mí. Estallé en temblores con el contacto del frío capó contra mi espalda desnuda. – No chilles muy alto. Estamos en la calle. – estaba a punto de tener sexo en un lugar público con una desconocida y solo se me ocurrió ruborizarme y cerrar la boca. Le hubiera golpeado y hubiera salido corriendo… de no ser porque me estaba volviendo loca. No había otra explicación a la locura que estaba a punto de cometer. No comprendía como podía dejarme llevar de ese modo por una persona que acababa de conocer. Sus ojos, su sonrisa y sus gestos me tenían completamente hipnotizada.
-Puedes tocarme si quieres, no te voy a morder. – se burló de mi pasividad y entonces, me atreví a alzar las manos hasta su cabeza. Enredé mis dedos en sus largos cabellos. Juntó sus labios con los míos levemente. Cerré los ojos y entreabrimos los labios, dejando viajar nuestras lenguas a la boca de la otra, compartiendo el aliento y los suspiros ansiosos. Sus frías manos se posaron en mi espalda, acariciándola con la yema de los dedos, provocándome escalofríos, descendiendo hasta dar con mis shorts cortos. Atrapó mi labio inferior entre sus dientes y empezó a lamerlo y a darle besos húmedos. Notaba mi entrepierna cada vez más humeda y sus manos se atrevieron a introducirse bajo mis pantalones, agarrando mi trasero con fuerza.
Se separó unos segundos de mí y se quitó la sudadera, acalorada. Debajo llevaba otra camiseta, pero cuando se inclinó de nuevo, me mordió la barbilla y su lengua empezó a recorrer mi cuello hasta llegar a mi oído, lamiéndome el lóbulo suavemente, noté los duros músculos de su abdomen restregarse contra mí en un excitante movimiento, contra mis pechos.
-¡Oh, joder! – grité, sin poder evitarlo. Se separó de mí, de repente y me observó fijamente, con una seriedad que no le había visto hasta ese momento, como si se hubiera dado cuenta de algo. Temí que se echará para atrás justo en ese momento. - ¿Qué… que pasa? – murmuré.
-Nada… - volvió a sonreír, maliciosa.
Sus manos empezaron a bajar mi pantalón con un ansia que hizo latir mi corazón con fuerza. Entrecerré los ojos. La vergüenza me invadió de repente y me deshice en temblores cuando quedé casi totalmente expuesta al frío de la noche, totalmente expuesta a ella. Estaba demasiado excitada y mi entrepierna quedó frente a su mirada. Cerré los ojos y ella se rio.
-Estás muy mojada. – murmuró. Se separó un poco de mí y conseguí acurrucarme un poco, muerta de frío, colocándome entre temblores la camisa de nuevo. Mis ojos observaban como empezaba a bajarse los pantalones, lo justo para poder ver sus piernas largas. Tragué saliva, aún más nerviosa. - ¿Nunca has hecho esto antes?
-¿E-eh? – tartamudeé. Me castañeaban los dientes. – N-no.
-Estás temblando. – susurró. Su frente se pegó a la mía. Sentía su aliento cálido contra mis labios helados y empezó a darme pequeños besos sobre ellos. – Estás congelada. Joder… - Rodeé su cabeza con mis brazos en ese instante, fuertemente. Todo su cuerpo acabó sobre mí, haciéndome sentir su calor. Sus manos se entretuvieron acariciándome por todos lados con tanta rudeza que hacía desaparecer el frío por su simple contacto. – Lo siento. Que tonta soy… - le oí murmurar contra mi oído y tiró de mí suavemente. Las piernas se me doblaron cuando mis pies dieron contra el suelo, casi haciéndome caer si ella no me hubiera sujetado.
-N-no-noo… - me moví débilmente, lo que me permitió el frío que me congelaba las piernas cuando me cogió en brazos y me llevó a la puerta trasera de su coche. – Su-suéltame – abrió la puerta y me soltó dentro, sobre los asientos de cuero.
-Espérame aquí. – y cerró la puerta. ¿A dónde quería que fuera con solo las zapatillas puestas, desnuda? Me acurruqué allí, encogiendo las piernas y acariciándolas, intentando entrar en calor. ¿Cómo había acabado en esa situación tan vergonzosa? Por lo menos en ese pedazo de coche hacía mucho más calor.
Ella entró por la puerta del conductor y metió la llave en el contacto, encendiendo la calefacción. Salió de nuevo y tras varios segundos, la puerta que había a mi lado se abrió. Entró y me aparté, haciéndole un sitio. Llevaba en las manos la ropa que me había quitado hacía varios minutos y su camiseta, la cual me puso por encima, tapando mi desnudez.
-¿Mejor? – preguntó. Asentí con la cabeza. – Te habías puesto azul por el frío. – sonreí. Por lo menos los dientes habían dejado de castañearme. - ¿Quieres que te lleve a casa?
-¿Ya?
-Son las cinco de la mañana, ¿Tienes otros planes o… quieres seguir? – me miró esbozando una nueva sonrisa pícara que me hizo ruborizar de nuevo. – Puedes vestirte aquí si quieres, no miraré. – Me cubrí más con su sudadera, intentando disimular que a pesar del frío, seguía completamente excitada. Olía a ella. Un olor que embriaga a cualquiera - ¿No quieres volver a casa?
-No es eso.
-¿Entonces?
-Nada… - quería estar más tiempo con ella - ¿Y tú qué?
-¿Yo?
-¿No quieres volver a casa? – alzó una ceja, pensativo.
-No es eso. Te dije que me iba a mudar por aquí, pero no tengo casa hasta mañana, así que hoy pensaba dormir en el coche.
-Ah… - me acurruqué más en la sudadera hasta que caí en que si yo estaba allí, ella no podría dormir hasta que me fuera – Esto… si quieres que me vaya para dormir solo…
-¡No, no! – su sonrisa era encantadora – Si quieres quedarte a dormir esta noche… no tengo ganas de dormir sola hoy, ahí fuera está muy oscuro. –hizo una mueca que me hizo reír. – Además, fuera aún hace frío… aquí se está calentito.
-Si. – la sonrisa desapareció de su cara y su expresión se volvió seria de nuevo.
-Si quieres… - se inclinó un poco sobre mí, vacilando. – Aún tienes los labios azules…
-Aún están congelados, necesitan calor. Aún tengo frío… - su mano se posó sobre mi mejilla, acariciándola tiernamente, acercando sus labios a los míos de nuevo.
-Aún quiero jugar con mi muñeca. – no entendía que quería decir con la palabra “muñeca”, pero no me disgustaba del todo. De todas formas, no la volvería a ver después de aquello.
Nuestros labios se fusionaron de nuevo, nuestras lenguas volvieron a entrar en contacto con más ansia que antes. La sudadera acabó siendo aplastada por mi cuerpo desnudo cuando se tumbó encima de mí sobre los asientos.
Se separó de mí, agarrando suavemente los brazos que le rodeaban el cuello, apartándolos de ella. Dejé mis manos caer a ambos lados de mi cabeza sumisamente, observando como se quitaba la camiseta y la dejaba junto a mi ropa. Sentí una necesidad de acariciar su abdomen duro.
-Engañas a las personas con esa ropa – se rió, empezando a bajarse los pantalones de nuevo, ansiosa. Se desnudó sobre mí.
Nunca había pensado que desearía tanto tocar a alguien y desear que ese alguien me tocara a mí.
-Quiero… quiero… - se inclinó sobre mí, manteniendo una distancia prudencial entre su cuerpo y el mío, entre su piel morena y la mía. Estaba suspirando ansiosamente y su cuerpo empezaba a brillar a causa del sudor, del calor entre la calefacción y la excitación.
-¿Qué? – tragué saliva – Haré todo lo que me pidas. – cerré los ojos.
-Tócame. – sus manos ahora estaban calientes y sudorosas. Eran callosas y bruscas pero su contacto me gustaba y me excitaba. Me acariciaba el cuello y los brazos, la espalda y el torso con una ternura inimaginable sin apartar los ojos de los míos. Dejó caer su cuerpo por completo sobre mí, apoyando las manos en mi cintura, acariciándola con los pulgares. Ambas nos deshacíamos en gemidos. – Bésame.
____________________________________________________
Hacía mucho calor de repente. Nuestros cuerpos estaban cubiertos por una capa de sudor. Mis manos se entretenían en recorrer su espalda ansiosamente, casi arañándola. Las suyas no soltaban mi trasero, agarrándolo entre sus sedosas manos. Nuestros labios se devoraban mutuamente, nuestras lenguas no paraban de juguetear. Mis manos dejaron olvidada su espalda y acabaron acariciando sus hombros, descendiendo hasta sus pechos.
-Les tenías ganas a mis niñas eh. – se burló, separándose de mis labios, besándome el cuello y la mejilla. Me reí, recorriendo su duro abdomen con mis dedos. Me mordió el cuello y con un movimiento brusco, se restregó por completo contra mí. Gemí. Ella soltó un gemido ronco cuando meti mi mano por su ropa interior. – Si me tocas ahí… me vas a hacer reventar.
-No es mala idea.
-Si reviento se acaba el juego, muñeca. – mis manos volvieron a su cuello, nuestras frentes juntas, nuestros labios rojizos debido a tantos besos.
-Revienta por mí. – su boca entreabierta, tomando aire a bocanadas torció el gesto en una mueca maliciosa.
-Ven aquí. – sus manos acabaron en mi cintura, ayudándome a acostarme. Apoyé los antebrazos sobre los asientos, levantando un poco la espalda y quede con mis piernas abiertas frente a ella. – Muñeca…
El calor era intenso, los latidos de mi corazón también.
-Hazme tuya. – estaba completamente segura. Le estaba dando todo. A una completa desconocida. Eso sonaba demasiado fuerte para mí, algo imposible, algo que nunca haría, pero ella… no era una completo desconocida, era algo más…
Disfrutaría a su lado.
-¡Aaaahhh! – cuando me penetró de golpe con sus dedos, grité. No resultaba agradable sentir que algo se introducía en tu cuerpo con tanta brutalidad. Dolía. Se me saltaron las lágrimas de puro dolor. Ella me apretaba contra su cuerpo, yo arqueé la espalda hasta que mi cabeza dio contra el asiento. Se movía, el dolor aumentaba. Apreté los dientes, tragándome los gritos, esperando que terminara cuanto antes y de repente, paró.
Abrí los ojos de nuevo, húmedos y noté como me soltaba poco a poco sobre los asientos, de nuevo, despacio, sin salir de mí.
-¿Por qué… paras? – su mano se cernió sobre mis pechos, acariciándolos levemente. Me estremecí.
-Acaríciate. – mi mano automáticamente se deslizó por mi cuerpo sudoroso con suavidad. Mi simple contacto me ponía el vello de punta y sus ojos sin perderse detalle de cada movimiento mío me excitaban hasta lo inimaginable. Nuestras manos se tocaron cuando las dos se cerraron sobre mi pecho, una sobre la otra. Cada vez sentía mis pezones más duros.
Su respiración entrecortada se mezcló con la mía, nuestros labios se rozaban con cada movimiento, compartíamos el mismo aliento, el mismo cuerpo.
El dolor desapareció en el mismo momento en el que nuestras manos se juntaron. Sentía calambrazos de placer recorriéndome la columna de arriba abajo con cada estocada, por pequeña que fuera, con cada beso, con cada caricia.
-No… puedo más… - me salían gemiditos agudos de la garganta. Su voz se había vuelto más suave y ronca contra mi oído.
-Dios… - la oí susurrar. Cerré los ojos. Tenía la mente en blanco y solo conseguí tirar mas de ella. Quería mas. Mucho mas. Con mi mano libre me agarré a su espalda.
Estábamos tan excitadas y el ritmo había empezado a ser tan brutal, que no lo soportamos mucho más.
Mi espalda se curvó y abrí la boca, incapaz de pronunciar sonido alguno, ahogándome en mi propio placer, con la mente en blanco y el corazón alocado. Sentí mi entrada humedecida. Apreté los dientes con su última embestida que impulsó mi cuerpo hacía atrás. Grité tan fuerte como me permitió la garganta. Su cuerpo cayó flácido sobre el mío.
Nuestros suspiros ahogados eran el único sonido que rompía el absoluto silencio que se hizo entre nosotras, intentando recuperar el aliento. Sentía mi cuerpo empapado en sudor, el suyo en pleno contacto con el mío. No podía creer lo suave que se sentía su piel.
Estaba húmeda. No me importaba.
Se me cerraban los ojos, embriagada por el ambiente que me rodeaba y los brazos que me protegían. Pensé que ella se habría quedado dormido con la cabeza sobre mi pecho al sentirle totalmente quieta y cerré los ojos. Su mano me apartó unos mechones de pelo pegados en mi frente por el sudor. Sus labios buscaron mi cuello dejándome pequeñas mordidas.
-Muñeca…
-Hum…
-¿Quieres dormir conmigo lo que queda de noche?
-Hum… - se rió.
-Te llevaré a casa. – se apartó de mí. Entreabrí los ojos. Protesté con un gruñido y alcé los brazos, esperando que se tirara sobre mí de nuevo. – La delincuente de tu hermana aparecerá hoy.
-Me quieres echar.
-Quiero dormir. – me senté enseguida.
-Lo siento. - cogí mi ropa con la mano y sentí una ligera presión en el pecho con el movimiento. – Perdona… - murmuré. Me acababa de dar cuenta de mi estúpido comportamiento y me sentí humillada. – Me he tomado… demasiadas confianzas… - demasiadas para un rollo con sexo. Un simple rollo con sexo.
Empecé a ponerme mi ropa interior y mis shorts rápidamente. Sentí la urgencia de salir corriendo en ese instante. Tenía ganas de llorar.
-¿Sabes una cosa? – ella también se vestía, más lentamente, con más aplomo, observándome con esa sonrisa de chica mala que me ponía el vello de punta – Me gustaría estar más tiempo contigo, aunque no lo parezca. He disfrutado mucho. – bajé la cabeza, poniéndome la camiseta. Estaba avergonzada–. Han sido muchas noches y esta, ha sido la más especial. – tragué saliva.
Salió del coche y se sentó en el asiento del conductor, me miró a través del espejo retrovisor.
-¿No vienes? Te llevaré a casa, necesito que me guíes.
…
-¡Brittany! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la noche! – tuve que apartarme el móvil del oído para que los gritos de Tina no me reventaran el tímpano. Hice una mueca de disgusto oyendo el eco de su voz a través del aparato sin acercármelo de nuevo y suspiré con los ojos en blanco, esperando pacientemente a que terminara el sermón para poder articular palabra.
-Tina, calla…
-¡Estábamos preocupadas! Rachel decía que te habías ido. Se ha puesto histérica. ¿Dónde mierda estás?
-Eeh… estoy de camino a casa. – miré a través de la ventanilla, abierta. El aire me refrescaba un poco las ideas y la mente. Lo necesitaba.
-¿A tu casa? ¡Pero si estamos a las afueras! ¿Por qué no nos has esperado, por qué no nos dijiste nada?
-Porque estabais ocupadas buscando un rollo con el que pasar la noche y a mí, me dejasteis sola. Por eso.
-Brittany… - hizo una pausa. Suspiró. – Lo siento ¿Dónde estás? Iremos a buscarte.
-No hace falta. Ya… voy en coche. Me llevan a casa. – la miré de reojo, concentrada en la carretera, pero sabía que estaba escuchando. No se porque, lo sabía.
-¿Te llevan a casa? ¿Quién?
-Pues…
-Rachel quiere hablar contigo. – tragué saliva.
-No tengo ganas de hablar, estoy cansada.
-Pero está…
-Me da igual. Estoy bien, no os preocupéis. Mañana os llamaré si así os quedáis más tranquilas.
-Hum… vale. ¿Segura que estás bien?
-Estupendamente.
-¿Y quien te lleva a casa? Será alguien de confianza ¿no? – puse los ojos en blanco.
-Claro. Es de confianza.
-Vale. Buenas noches entonces y… , ¡Cuando llegues dame un toque o no puedo dormir tranquila! ¡Hazlo!
-Vaaaale mami. Yo también te quiero. – colgué.
-¿Eran tus amigas?
-Si. – desde que había arrancado, se había formado un tenso silencio y yo no podía estarme quieta y callada al mismo tiempo, era superior a mis fuerzas. – Son buenas, un poco burras y salidas, pero buenos.
-Y te han dejado sola en una fiesta.
-Si… no… bueno, técnicamente… pero no son malas…
-Si fueran buenas amigas, hubieran impedido esto.
-¿Esto?
-Que yo te cazara. – tragué saliva.
-No es algo… malo. No es algo por lo que tenga que preocuparme. – sus labios se curvaron en una sonrisa. - ¿Verdad? – pregunté, insegura. Su sonrisa se ensanchó.
-Claaaaaaro que no. Soy un chica decente que va a misa todos los domingos y que no se mete en líos… nunca.
Capté la ironía al momento.
-Es a la izquierda. – giró el volante y condujo varios metros más allá. – Es aquí. – frenó lentamente. No podía creerme que hubiéramos tardado tan poco en llegar. Me mordí la lengua. Quizás no hubiera estado mal que hubiera cerrado la boca. Nooooo, Rachel me mataría al día siguiente, Tina me golpearía con un bate de beisbol y mi hermana… mi hermanastra…
-Mi hermana… - observé la puerta de casa. Me pareció una casa embrujada, tétrica y oscura.
-¿De verdad tienes miedo de tu hermana? – se reía de mí y le di un pellizco en el brazo, haciéndome la enfadada.
-Claro que no. Estoy nerviosa, se acabó. – suspiré. Ya era la hora.
Abrí la puerta del coche y salí por ella a paso lento, muuuuuy lento. No quería irme. Quería… quería… otra noche más… Pero ella no me detuvo.
-Gracias por… traerme.
-Has sido un placer, muñeca. – sonreí. ¿Qué otra cosa podría hacer?
-Bueno pues… ya nos veremos por ahí.
-Muñeca… - me hizo un gesto con el dedo. Me incliné hacía delante antes de cerrar la puerta y ella me agarró de la barbilla bruscamente y me dio un beso en los labios. Metió algo en los bolsillos de mi chaqueta, me soltó dándome un empujón hacía atrás con tanta fuerza que casi me hace caer sobre la acera. – Si tu hermana te causa muchos problemas, puedes llamarme. La mataré. – se río con una maldad estremecedora y cerró la puerta.
Antes de que pudiera reaccionar, ya se había ido.
Me metí en casa, intentando hacer el más mínimo ruido para no despertar a mi madre. Eran las ocho de la mañana, ya había amanecido. Entré en la cocina para beber agua cuando vi que todo estaba exactamente como lo había dejado. Los platos sucios aún estaban en el fregadero, sin lavar. Todo estaba por medio. Mamá no había vuelto, seguramente abría pasado la noche con mi padrastro. Genial, más trabajo para mí.
Pero antes dormiría, si. Lo necesitaba.
Aún llevaba su sudadera puesta cuando entré en el baño, dispuesta a darme una ducha rápida antes de irme a la cama. Pero no lo hice. Cada fibra de mi cuerpo olía a ella, la sentía tan cerca.
Pensando en eso me eché sobre la cama, abrazando su sudadera. Podría dársela. Podría llamarle con la excusa de que se me había olvidado devolvérsela y podríamos volver a vernos otra vez.
Me dormí.
Ni siquiera le había preguntado su nombre…
-¡Brittany! ¿Se puede saber dónde estás? ¡Hemos estado llamándote toda la mañana! – tuve que apartarme el móvil del oído para que los gritos de Tina no me reventaran el tímpano… otra vez.
-Buenos días, Tina. Se empieza por ahí.
-¡Te dije que me dieras un toque cuando llegaras! ¿¡Tan difícil es!?
-Me quedé dormida. Lo siento.
-¡Una mierda! ¡Quiero verte en el Dona dentro de cinco minutos!
-Hum… pues va a ser que no. ¿Para que quieres quedar tan de repente?
-¿Qué para que? ¡Detalles Brittany, quiero detalles! Ayer mojaste ¿verdad?
-Hum…
-¿Verdad?
-Hum…
-Rachel me ha dicho que… ¡No! ¡Estúpida! – oí un par de golpes y gritos. En ese momento, apoyé el móvil en el hombro y lo solté, sujetándolo con la barbilla mientras me dedicaba a lavar un plato a fondo.
-¡Aaahh! – restos de comida se me pegaron en la uña y sacudí la mano, asqueada, salpicándome el agua en la cara. Algo de lavaplatos se me metió en el ojo, haciéndome sentir un gran escozor. Acababa de recordar porque nunca lavaba los platos en casa y prefería fregar o intentar hacer algo comestible para la cena.
-Brittany, soy yo. – el móvil se me cayó al suelo mientras me restregaba el ojo con el brazo, intentando hacer desaparecer el escozor, pero lo único que conseguí fue que escociera más-¡Joder! – me agaché de rodillas a recoger el móvil, que había ido a parar bajo la mesa de la cocina.
-¿Brittany? ¿Brittany estás ahí? – oí la voz de Rachel al otro lado de la línea. Agarré el móvil bajo la mesa y me lo llevé al oído de nuevo. Me golpeé la cabeza con la madera al intentar levantarme.
-¡Ah, mierda!
-¿Brittany, estás bien?
-¡Si, si!
-¿Qué pasa?
-Nada. – me acaricié la cabeza, adolorida por el golpe. Las manos me olían al asqueroso lavaplatos que había estado utilizando hacía segundos. Tomé aire y pedí paciencia. – No puedo ir, Tina parece que no lo entiende, ¡Díselo!
-¿Por qué no puedes venir?
-Mi hermana… Mi madre ha ido a recogerla y…
-Bueno, era de esperar, pero tenemos que hablar de lo de… ayer… - suspiré. – Brittany, te vi.
-Ah.
-Tú también me viste a mí, no te hagas la tonta…
-¿Se lo has dicho a Tina?
-¿El que exactamente? Porque no tengo ni idea de lo que pasó. Tú estabas ahí, ese chica te había cogido de la mano y de repente… Brittany, ¿Qué pasó anoche? ¿La conocías? ¿A dónde… fuisteis, para qué?
-Rachel… te lo cuento en otro momento ¿vale? Ahora viene mi hermastra y mi madre y estoy estresada y… ya hablaremos…
-¿Estás bien? – por el tono grave de mi voz no lo parecía. Me dolía la garganta y tenía frío. Quizás tuviera un poco de fiebre. No sería de extrañar después de lo que hice en pleno invierno, en plena calle.
-Si. Ya nos veremos.
-Espera Brittany… - colgué. No tenía ganas de hablar. No tenía ganas de nada. ¿Qué me pasaba? Me había levantado pensando en ella y llevaba toda la mañana pensando en ella y era imposible sacármela de la cabeza, ni siquiera sabiendo lo que se me venía encima con mi hermana.
Miré el móvil y me mordí el labio. Ya había añadido el número que me dejó escrito en la hoja de papel que me metió en el bolsillo a nombre de “Ella”. Un nombre no muy acertado, pero puesto que no sabía su nombre… tampoco iba muy desencaminado.
Tosí varias veces. Me subí la cremallera de la chaqueta hasta arriba. Tenía mucho frío y me dolía el cuerpo. Estornudé. Definitivamente, estaba enferma.
Apoyé la mano sobre el suelo para salir de debajo de la mesa, me lo encontré totalmente encharcado. Me había dejado el grifo abierto y corrí a cerrarlo apresuradamente, volviendo a golpearme la cabeza con el pico de la mesa durante el proceso y empapándome la ropa de paso. Ahora tenía que volver a fregar el suelo y volver a ducharme. Sentí la tentación de subir a mi cuarto y volver a meterme bajo las sábanas de la cama, agarrar su sudadera, bajo la almohada, y acurrucarme en ella. Miré de nuevo mi móvil.
Quería llamarla. Me sentiría mejor después de oír su voz y saber su nombre, estaba segura… no me atrevía. Quizás un poco más tarde…
Oí entonces como las llaves de casa empezaban a abrir la cerradura desde fuera.
-¡Genial!
-¡Brittany, cariño, ya hemos llegado! – los gritos entusiasmados de mi madre me provocaron un ligero rubor. Seguía llamándome cariño, cielo y tesoro incluso delante de mis amigos y ahora, también delante de mi hermastra. Ojala la avergonzara de la misma manera a ella, así no me sentiría la única niña de mamá de los alrededores.
Suspiré y, nerviosa y un poco mareada, empecé a caminar hacía la puerta cuando pisé torpemente el charco de agua que había a los pies del fregadero y me escurrí, cayendo de espaldas hacía atrás, golpeándome de nuevo la cabeza.
-¡Joder, mierda!
-¡Cielo! – cuando me quise dar cuenta, mi madre ya estaba frente a mí, agachándose mientras yo me incorporaba con dolor de espalda. – Cielo ¿Estás bien?
-Si…
-Menos mal. – me pegó un guantazo en el brazo en cuanto me encorve para levantarme, haciéndome perder el equilibrio otra vez. Tuve que agarrarme a la mesa para no volver al suelo. - ¡Sabes que no me gusta que digas palabrotas!
-¡Mamá, me he caído, a sido un acto reflejo!
-¡Brittany, no me contestes! Santana… - suavizó el tono de voz enseguida y su mirada se desvió hacía el umbral de la puerta. – Siento esto pero no soporto que nadie diga palabrotas en mi casa, por eso, si tienes por costumbre decirlas, no lo hagas aquí ¿De acuerdo?
-Sin problemas.
Me quedé paralizada. Completamente paralizada. Muerta. Los latidos de mi corazón eran lejanos, una sensación angustiosa se lo tragó todo de un bocado. Un ligero pitido en mis oídos me aisló de la realidad unos segundos.
-Cariño… - me sonrió mamá, con la cara iluminada. Me pasó los brazos por los hombros, cariñosamente. – Hace tantos años que no os veis… esta es tu hermana, Santana. – dejé de respirar en cuanto cruzamos miradas. Esos ojos que la noche anterior me habían mirado con tanto deseo. Esos labios que habían recorrido cada centímetro de mi piel, esa sonrisa, ensanchándose, ocultando tanta malicia.
Santana… mi hermana de otra madre, pero de mismo padre…
-Cuanto tiempo sin vernos… Brittany. – se dirigió a mí, con un tono ansioso y malvado. Sus labios susurraron una palabra inaudible que solo yo pude escuchar.
Muñeca…
-Brittany, cielo, tienes muy mala cara, estás blanca… ¿Brittany? ¿Brittany? – todo se puso negro de repente. - ¡Brittany, cariño!
Negro, negro, todo negro. ¿Mi hermanastra? ¿Ella? ¿Y yo? ¿Una muñeca? ¿Su muñeca?
Dios, ¿Qué locura había echo esa noche?
Caí con esa pregunta en mente, sin respuesta. Negro, todo negro.
Su sonrisa…
¿En serio… me he convertido en la muñeca de mi propia hermana?
Supongo que viviré a partir de ahora con esa pregunta en la cabeza.
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
impactada
ya tienes una fiel lectora aquii
espero que actualices muy pronto
se desmayo mi britt britt pobrecita
nos leemos besos-w-
espero que actualices muy pronto
se desmayo mi britt britt pobrecita
nos leemos besos-w-
malenaquesta pink* - Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 15/10/2013
Edad : 31
NO LO PUEDO CREER .. XD
Me encanta tu fic, aka tenes una fiel lectora .. aunque no pueda comentar siempre que sepas que siempre lo voy a leer, esta muy buena.
Wooow .. No lo puedo creer, pobre britt ..
creo que santana se paso con brittany ni se lo esperaba comprendo que se desmaye (quien no?)
Sabia que esa sonrisa maliciosa no traía nada bueno!! .. jejeeh ..
Creo que a partir de aca britt va a sufrir mucho ..
Bueno no tengo nada mas que decir, simplemente agradecerte x adaptar esta historia que se ve muy, muy interesante.
Espero que actualices seguido ..
Besos .. !! ..
Wooow .. No lo puedo creer, pobre britt ..
creo que santana se paso con brittany ni se lo esperaba comprendo que se desmaye (quien no?)
Sabia que esa sonrisa maliciosa no traía nada bueno!! .. jejeeh ..
Creo que a partir de aca britt va a sufrir mucho ..
Bueno no tengo nada mas que decir, simplemente agradecerte x adaptar esta historia que se ve muy, muy interesante.
Espero que actualices seguido ..
Besos .. !! ..
Kareemciitaah Ediith* - Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 15/06/2013
Edad : 25
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
OOOOH POR DIOS!!!!! ME A ENCANTADO LO AME!!! POR FAVOR ACTUALIZA PRONTO!!! :3 que grosoo
FIEL LECTORA
FIEL LECTORA
caariitooj*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 08/04/2013
Edad : 27
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Hola!!
Uff me has impactado con el primer capítulo.. :)
Wow son hermanas.. bueno medio hermanas :)
Pobre mi Britt se desmayó ..
Espero tu actualización! :)
Besos
Alii C:
Uff me has impactado con el primer capítulo.. :)
Wow son hermanas.. bueno medio hermanas :)
Pobre mi Britt se desmayó ..
Espero tu actualización! :)
Besos
Alii C:
Alisseth***** - Mensajes : 254
Fecha de inscripción : 18/05/2013
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
oooooooooh my goshhhh , lo sabia desde el principioo , csmm santanaaaa sabiaaa todoooo de seguro ella recordaba a brit y como la otra es tan inocenteeee !! , aahahahahahahaha se ve tan buenooo por favor actualiza pronto , yo sere tu fel fel lecttoraa y con mi humilde corazon te suplico que no abandones el fic como otros :(
saludos
atte. nenii
saludos
atte. nenii
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 2 (Primera parte)
Estaba mareada, incluso dormida. En plena inconsciencia el dolor de cabeza me azotaba y el frío me hacía tiritar. Me dolía todo el cuerpo, especialmente la garganta, irritada, como la sentía cuando lloraba. ¿Había estado llorando? No lo recordaba.
-Tiene mucha fiebre, quizás debería llevarla al hospital. – oí la voz suave y preocupada de mamá, un poco lejana, como en otra realidad.
-No le pasará nada por un poco de fiebre. Será gripe o algo por el estilo, no te preocupes. Yo cuidaré de ella. – esa voz ya era más difícil de situar. ¿Sería mi padrastro?
-No se si debería, ¿Y si empeora?
-Puedo llevarla yo al hospital si llegara a pasar, pero… no lo creo.
-Hum…
-¿No confías en mí? – su tonó imponente varió a uno lastimero.
-¡Oh, claro que si, cielo! Sólo estoy preocupada… ¿Seguro que podrás cuidar de ella tú sóla?
-Claro.
-De acuerdo, entonces te la dejo a tu cargo. Si llegara a empeorar, llámame al móvil. Está apuntado al lado del teléfono, junto a los números de emergencia. Brittany es tan olvidadiza que de pequeña tenía que apuntárselos con rotulador en el brazo.
-¿Enferma a menudo?
-No, quizás es que yo soy demasiado sobreprotectora. Bueno, me voy a trabajar, Santana. Si pasa algo, llámame.
-Adiós… “mamá”. - ¿mamá? En el momento en el que oí el portazo de la puerta de la calle al cerrarse, abrí los ojos que había mantenido entrecerrados hasta ese momento.
No era papá, había confundido las voces, ¿Quién…?
-¡Ah! – metí un bote sobre la cama, deshaciéndome del exceso de sábanas que tenía encima. La toalla mojada que había sobre mi frente cayó al suelo y todo empezó a darme vueltas y vueltas hasta que volví a desplomarme sobre la cama, mareada y con un dolor de cabeza horrible. Tenía la nariz entaponada por los mocos, que asco.
Tenía que salir de allí, buscar a mi madre y… no, no, mejor a Tina. La mataría con un bate de béisbol, si. Tenía que llamar a Tina y…
La puerta se abrió cuando agarré el móvil, dispuesta a marcar. Ella se detuvo en el umbral, mirándome con una ceja alzada.
-¿Ya te has despertado?
-No… soy sonámbula, ¿no te jode? ¡Ni te me acerques! – grité, con voz aguda y congestionada, blandiendo un móvil como arma homicida.
Se empezó a reír en mi cara.
-¿Qué mierda haces? Anda, suelta el móvil a ver si te lo vas a comer. – cerró la puerta lentamente tras ella, sonriente. Mi primera reacción fue coger la almohada y tirársela a la cabeza. – Cuidado, no vayas a dejarme tonta. – cogí el cuaderno de biología que había sobre la mesa y lo lancé. Lo cogió al vuelo y lo tiró al suelo, pisoteándolo. Mis apuntes a la mierda. Lo próximo fue arrancar el teclado del ordenador y tirárselo a la cara. - ¿Pero qué haces? – lo esquivó, cogiéndolo con cuidado, junto a la pantalla, eso le impidió moverse lo suficientemente rápido como para esquivar el escritorio. Aproveché que tal vez le había roto una costilla para abrir la ventana y precipitarme por ella para saltar al jardín. Demasiada altura, me rompería una pierna… o las dos.
Marqué a velocidad supersónica el número de Tina, pensándome mejor si saltar o no al verla correr hacía a mí con expresión asesina. ¿Matarme o quedarme a merced de mi malvada hermanastra que, por lo pronto, ya se había llevado consigo mi santísima virginidad? Matarme, si, matarme.
-¡Tonta! – Me cogió al vuelo cuando ya me veía volando libre como un pájaro próximo a estamparme contra el suelo.
-¡No! ¡Nooooo! – pataleé, intentando que me dejara caer, pero sus brazos me agarraban como un koala por la espalda y tiraban de mí hacía atrás.
-¡Serás hija de puta! – le pegué una patada en algún lugar y le tiré del cabello.
-¡Tina, socorroo!
-¡Cállate!
-¡Me violan, no! ¡No, no, no, no quiero!
-¡No me cabrees o te juro que …!
-¡Ayuda!
-¡Estás muerta!
-¡Aaaahhh! – Su cuerpo calló pesadamente sobre el mío. Mi pobre espalda dio contra el duro suelo y frente al aturdimiento, me vi totalmente inmovilizada y aplastada por ella. Me tapó la boca con la mano. Su mirada furiosa me dejó paralizada y muerta del miedo.
-Tú… estás muerta. – ese tono amenazador era nuevo para mí, de hecho, todo lo que ella representaba era nuevo. Sólo sabía que era mi hermana de media sangre, aquella que no veía desde los cuatro años y, ayer… Se acostó conmigo. Si lo hubiera sabido antes, si hubiera tenido al menos una foto, nunca hubiera dejado que esto pasara pero…
Su mano iba camino de mi cuello, por su rostro, parecía estar deseando agarrarlo y aplastarlo, cortarme la respiración, estrangularme hasta matarme. Por primera vez en mi vida sentí auténtico miedo.
Ella entrecerró los ojos y se detuvo. Su rostro se relajó. Me acababa de dar cuenta de que estaba llorando, temblando de pánico y de frío. Con su mano sobre mi boca y la nariz entaponada, no podía respirar.
Algo tuvo que hacerla apiadarse de mí y me soltó. Empecé a toser violentamente, tomando aire a bocanadas. Aún seguía sobre mí, con expresión indiferente, muy cerca. La noche anterior su contacto me había hecho estremecer y morirme de placer, ahora tenía miedo porque seguía igual de atrayente que la noche anterior, aun sabiendo quien era. Dios mío, ¿Tan salida estaba? Que se quitara, que se apartara por favor, que se apartara y, como si hubiera oído mi súplica, se apartó. Se levantó de encima de mí, sin ni siquiera mirarme y agarró el escritorio volcado sobre el suelo, volviendo a colocarlo en su sitio. Me situé de rodillas sobre el suelo, observándola sin mencionar palabra, tosiendo, mientras ella recogía el desastre que había montado y lo colocaba todo medianamente bien.
-Ten un poco de más cuidado con lo que dices o haces. – le oí murmurar. – Soy fácil de irritar y pierdo a menudo los nervios. – yo si que estaba perdiendo por completo los nervios. ¿Es que no decía nada? ¿No le importaba lo de la noche anterior? Se había acostado con su hermana y ¿Así se quedaba?
-Ayer… - me picaba la garganta. Sentí un calorcillo sofocante recorrérmela de arriba abajo, extendiéndose por todo mi cuerpo al recordar cada detalle de lo sucedido hacía ni siquiera veinticuatro horas.
-¿Ayer? – alzó una ceja. - ¿De que hablas? – me quedé con la boca abierta, observándole.
-Ayer… ayer… Esta noche… tú y yo en el pub…
-¿Qué dices? Es la primera vez que te veo desde los cuatro años.
-Pe-pero… - estaba estática. ¿Cómo que no me había visto desde que nos separaron? Pero si habíamos pasado la noche juntas, nos habíamos tocado, besado y… lo habíamos hecho. Me miraba seria, cruzada de brazos con chulería. La persona de la noche anterior era idéntica a ella en aspecto pero… su comportamiento… ¿Era posible que me hubiera equivocado? Incluso vestían igual y tenían la misma voz. No era posible, ¿O si? Una pequeña lucecita de esperanza me iluminó el rostro cuando apreté el móvil fuertemente entre mis manos y busqué su número en mi agenda y rápidamente, sin importarme que mi hermana estuviera frente a mí, llamé sin pensarlo y me lo llevé al oído, con una sonrisita bobalicona en el rostro, desquiciada. Me sudaban las manos.
La melodía de un móvil empezó a sonar cerca de mí. No era el mío. Mis ojos empezaron a trepar lentamente por el cuerpo de Santana, de mi hermana, recorriendo cada centímetro cubierto por ese montón de ropa de invierno, buscando el sonido que me estaba llamando la atención, el molesto sonido de esa molesta melodía. Mantenía su móvil en alto para que lo viera bien. En la pantalla iluminada…
Muñeca…
El móvil se me cayó de las manos al suelo. Sonrió. Se rió cruelmente de mí.
-Era broma. – si, era ella. La misma que la noche anterior. Mi hermana. – Era tan obvio. No pensé que fueras a dudar teniéndome cara a cara. Que ingenua, muñeca. – acarició el filo del móvil con los labios antes de rechazar mi llamada con expresión divertida.
Se me empezó a remover el estómago y sentí como la cordura desaparecía poco a poco.
-Tampoco hace falta que te pongas a llorar…
-Pe-pe… - ni siquiera me salía la voz, solo un débil tartamudeo. - ¿Sa-sabías… que éramos… hermanas? – ladeó la cabeza ante mi pregunta, poniendo los ojos en blanco. Si todo resultaba tan sorprendente para ella como para mí, quizás…
-Si. Lo supe cuando empezaste a hablarme del miedo que le tenías a tu hermana desconocida, que temías que te maltratara, te utilizara, te violara y demás… - se rió. - ¿No es irónico? En realidad, no fue una violación después de todo. – me levanté del suelo de golpe.
-¿¡Estás loca!? – levanté la mano para golpearla, pero me mareé y las piernas empezaron a fallarme de nuevo. Me agarró, prácticamente me abrazo y situó su mano fría sobre mi frente, apartando los mechones de pelo. - ¡No me toques! – estaba furiosa y me soltó arrojándome sobre la cama con brusquedad.
-Si puedes gritar así, no puedes estar tan mal. – La vi, a gatas sobre mí, con las manos sobre mis hombros. Apretó con dos dedos un lugar concreto entre mi cuello y hombro y un dolor punzante me paralizó los músculos pertenecientes a ese lugar.
-¡Aaahh! - grité, sin poder contenerme. Sonreía de una manera tan sádica…
Me encogí sobre la cama, luchando por contener las lágrimas.
-¡Para, para ya!
-¡Exagerada! – pataleé y grité, resistiéndome, intentando apartar su mano de mi cuello.
-¡Quítate joder!
El timbre sonó. Nos miramos mutuamente en silencio durante unos segundos, repentinamente paralizadas. ¿Se movería? ¿No lo haría? Me… me… ¿Qué me haría? Era capaz de imaginarlo y casi empezaba a resignarme a ello, siendo consciente de su fuerza. No quería. Otra vez estaba a punto de llorar hasta que se levantó con un nuevo sonido del timbre, bufando.
-Ahora que empezaba lo interesante. – caminó hacía la puerta y me levanté, alterada, adolorida por el daño que me había causado en el cuello, dispuesta a seguirla. Al ver mis intenciones, de nuevo me empujó bruscamente haciéndome caer al suelo, a los pies de la cama y salió de mi cuarto. Me levanté enseguida y corrí tras ella, escaleras abajo. Ella ya había abierto la puerta.
-Esto… ¿Está Brittany o… me he equivocado de casa?
-¡Tina! – Tina, mi salvadora, mi mejor amiga había venido a salvarme. Las lágrimas contenidas casi se me saltaron de puro alivio y salté el último tramo de escaleras de un brinco, dispuesta a tirarme encima de ella como en una serie de dibujos animados, con tal mala suerte que calculé mal mis escasas fuerzas a causa de la fiebre y me caí de boca sobre el suelo.
-¡Ah, tan torpe y burra como siempre! – Tina me levantó cogiéndome de la cintura como si fuera un saco de patatas.
-Me duele la cabeza. – lloriqueé.
-Eres tonta. Te va a salir un buen cuerno.
-¡Estoy enferma! ¿Sabes? Tengo fiebre… ¡Y muchos mocos!
-Eso es asqueroso.
-Así que trátame con delicadeza y se buena conmigo.
-Perdone, princesa. Es usted quien se ha comido el suelo, ¿desea que le aparte de la nariz su real moco?
-¡Idiota!
-¡Jajaja! – me reí con ella, o lo intenté. Me salió algo parecido al gruñido de un cerdo con tanta mucosidad. Era tan fácil olvidarme de los problemas cuando estaba con ella. – Rachel, ¿Qué haces ahí parada? – entonces me fijé en que Rachel aún seguía en la puerta. Mi otra mejor amiga, parada, paralizada y pálida. Sus ojos y los de Santana estaban fijos en el contrario.
-Tina, quizás… ¿Hemos interrumpido algo? – murmuró, recuperándose del shock. Me miró y me puse blanca. Ella sabía con quien había pasado la noche anterior, nos vio. Un escalofrío que me puso el vello de punta me recorrió la piel.
-¿Eh? ¿Interrumpir qué? – y por primera vez, Tina pareció reparar en Santana. Quedó consternada. - ¿Quién eres tú?
-¿Yo? ¿Sois amigos de mi hermana?
-¿Hermana? No me digas que tú eres su hermastra. – Santana sonrió. Los ojos de Rachel casi se le salieron de las órbitas.
-Soy Santana.
-¡Santana! ¡Joder! Pe-pero… ¡sino os parecéis en nada! Y yo pensando que iba a tener que cargar con otra Brittany el resto de mi vida, vaya alivio.
Rachel no sabía que pensar y yo, no sabía que decir. Ayer me acosté con una mujer y hoy me he enterado de que es mi hermana, que… está completamente loca. Las consecuencias serían nefastas.
-Bueno, ¿Pasas, Rachel? – intenté hablar con normalidad, más tranquila teniéndolas a mi lado. Santana no se me acercaría estando en compañía ¿no?
Rachel asintió y entró.
-Si, paso. Creo que… tenemos que hablar de algo.
¿De que iba mi hermana? No nos había quitado ojo de encima desde que entramos en el salón, atenta a cualquier movimiento, a cualquier mirada. Me ponía muy nerviosa.
-¿Vienes de L.A? – le preguntó Tina, distrayéndola por un momento.
-Si.
-Me han dicho que es un paraíso de frikis.
-¡Jajaja! ¿Eso dicen? ¡Venga ya!
-¡Si, y que está muy animado siempre!
-Bueno, eso si es verdad. Aunque no hay frikis, al menos yo nunca he visto a uno por mi barrio. Supongo que, porque por donde yo vivo, solo está la escoria de la ciudad.
-¿Escoria?
-Las bandas de delincuentes, ladrones, alcohólicos, yonkis, drogadictos… gente así.
-¿Tú vives en un sitio así? – Santana se encogió de hombros.
-Entre la mugre. Tampoco es gran cosa, pero por lo menos, nunca tienes tiempo para aburrirte si sales a la calle. – escuché la conversación desde la cocina, sorprendida. No sabía nada de mi hermana, sólo que vivía con mi verdadero padre en Los Ángeles y que entró en la universidad por beca y, de la misma manera, la habían echado a la calle. También sabía que era problemática y, por lo visto en las últimas horas, que estaba loca. No sabía nada más y Tina desvió la conversación hacía otros temas, incómoda a causa de la última respuesta.
-¡Brittany! ¿Te has desmayado por el camino?
-¡Encima de que las cervezas son para vosotras, os quejaréis! – les grité desde la cocina, sacando tres cervezas del frigorífico. Si Santana quería una yo no pensaba llevársela pero, en cuanto llegué al salón y le di una a cada uno, Santana me arrancó la mía de las manos. - ¡Eh, esa es mía!
-¿Tú, beber alcohol, estando enferma? Creo que no. – le dio un trago largo en mi cara y Tina rompió a reír observando mi expresión rabiosa.
-Oh, pobre Brittany. Pero estate agradecida. Tu hermana se preocupa por ti. Ahora sé que si te dejo sola en casa podré irme tranquilamente a la mía sin preocuparme de que te caigas dentro del horno.
-Ja, ja, ja.
-Anda hermanita, hazte un zumo de naranja con muchas vitaminas para ponerte buena. –Tina bramó, carcajeándose. Rachel nos miraba alternativamente, de mi hermana a mí, buscando el momento idóneo para estar a solas conmigo y preguntarme que demonios estaba ocurriendo, así que decidí sentarme. Ni Santana se me acercaría de esa manera delante de Tina, ni Rachel preguntaría nada frente al ella. Tina era mi bendita salvación. Si pudiera contarle lo sucedido sin necesidad de temer que cometiera un asesinato hacía Santana… Por eso Rachel era mucho mejor para confiarle secretos. Mucho más discreta y te era de mucha más ayuda, al menos, sino querías que alguien saliera herido.
Me senté al lado de Tina, pegándome todo lo posible a ella, agarrándola del brazo. Volvía a sentirme mal.
-¿Y esas confianzas, Brittany, cielito? – imitó la voz de mi madre, bromeando. No tenía ganas ni de reír y apoyé la cabeza en su hombro, desganada.
-Tienes mala cara ¿Estás bien? – Rachel me tocó la frente con la mano, situándose de rodillas a mi lado. – Tienes fiebre.
-Ya lo sabía.
-Deberías ir a la cama. – me aconsejó.
-¿Te llevo? – El ambiente dio un enorme giro, pasando del cachondeo entre amigos al casi familiar. Estaba acostumbrada a eso, a que me mimaran de esa manera, tanto mi madre, como ellas.
-No quiero. Estoy bien. – tenía miedo de acostarme y de que cuando me despertara, ya no estuvieran a mi lado y Santana se aprovechara de mi debilidad para… la miré de reojo. Ella nos observaba con el ceño fruncido, pensativa y mosqueada.
-¿Qué clase de relación tenéis vosotras tres? – preguntó, con recelo y casi asco.
-¿Eh? – las atenciones de las dos se centraron en ella y eso, me molestó.
-En mi mundo, si una chica apoya la cabeza en el hombro de la otra, puede considerarse muerta.
-Tu mundo es muy raro, aunque supongo que es lo normal. – Tina me revolvió el pelo con cariño, aplastando mi cabeza contra su suave brazo. – Brittany es nuestra mocosa mimada, la mimosín, el gatito perdido, nuestra mascota. Llevamos juntas tanto tiempo cuidando de ella que hasta hace poco, su madre nos llamaba por teléfono para hacer de niñeras cuando salía a comprar pan.
-¿Estáis bromeando? – me puse roja recordando aquello. Siempre había estado demasiado sobreprotegida tanto por mi madre como por mis amigas, como si fuera una muñeca de porcelana.
-Brittany es nuestra amiga. – saltó Rachel de repente, con un tono tan protector que Tina se le quedó mirando con sorpresa. – Nadie, aparte de su madre y nosotras ha estado y estará tan cerca de ella. – eso, sonó como una advertencia hacía mi hermana, tan clara, que me hizo tragar saliva. Santana rozó el cristal de la botella con los labios, clavando su mirada penetrante en mí. Se estaba riendo en silencio.
–Supongo que no. – las dos sabíamos que sí. Que en una sola noche ella había estado más cerca que todas mis personas queridas. Dentro de mí y eso, me hizo sentir hasta remordimientos.
-Ayer estuviste en el pub que hay a las afueras ¿verdad? – los ojos casi se me salieron de las órbitas cuando Rachel habló de ese tema con total normalidad delante de los tres. El corazón se me aceleró y vi a Santana apartarse la botella de cerveza de esos labios rojos, tras darle varios sorbos, totalmente tranquila y casi ausente.
-Si, ¿Por qué?
-Hasta hace nada me preguntaba quien habría llevado a Brittany a casa después de la fiesta. La última vez que la vi, estaba a tu lado.
-Si, supongo. Salió conmigo, ¿Qué pasa con eso? – abrí la boca de par en par, observando como Santana apoyaba el tobillo sobre su rodilla, sonriente, entretenida, aparentemente divertida por el interrogatorio y al dirigirme una de esas miradas maliciosas, no supe con certeza hasta donde estaba dispuesta a hablar para chincharme. Pero… eso era demasiado…
-Nada. – Rachel se encogió de hombros y estiró los brazos. – Me pareció curioso…
-¿El qué? – se picó Santana, o, quizás, lo hacía para joderme y aumentar mi tensión.
-Estuve llamándola, nerviosa, unos minutos después de veros salir juntas, pero nadie lo cogió hasta, más o menos tres horas después, de camino a casa. En esas horas, me preocupé mucho… - lo dejó en el aire. Su pregunta no formulada era obvia. ¿Qué ocurrió durante esas tres horas que estuve incomunicada? Algo se me cruzó por la cabeza entonces. No oí ningún móvil mientras Santana y yo nos dedicábamos a calentarnos en el coche la una a la otra y, de camino a casa, cuando lo cogí, lo encontré apagado, cuando yo siempre lo tenía encendido, por si acaso. Lo había guardado en la chaqueta, lo primero que ella me quitó y tiró al suelo. Una de las cosas que desaparecieron de mi vista cuando me metió en el coche, desnuda.
Sería hija de puta. Lo había tenido todo planeado desde un principio.
Estaba mareada, incluso dormida. En plena inconsciencia el dolor de cabeza me azotaba y el frío me hacía tiritar. Me dolía todo el cuerpo, especialmente la garganta, irritada, como la sentía cuando lloraba. ¿Había estado llorando? No lo recordaba.
-Tiene mucha fiebre, quizás debería llevarla al hospital. – oí la voz suave y preocupada de mamá, un poco lejana, como en otra realidad.
-No le pasará nada por un poco de fiebre. Será gripe o algo por el estilo, no te preocupes. Yo cuidaré de ella. – esa voz ya era más difícil de situar. ¿Sería mi padrastro?
-No se si debería, ¿Y si empeora?
-Puedo llevarla yo al hospital si llegara a pasar, pero… no lo creo.
-Hum…
-¿No confías en mí? – su tonó imponente varió a uno lastimero.
-¡Oh, claro que si, cielo! Sólo estoy preocupada… ¿Seguro que podrás cuidar de ella tú sóla?
-Claro.
-De acuerdo, entonces te la dejo a tu cargo. Si llegara a empeorar, llámame al móvil. Está apuntado al lado del teléfono, junto a los números de emergencia. Brittany es tan olvidadiza que de pequeña tenía que apuntárselos con rotulador en el brazo.
-¿Enferma a menudo?
-No, quizás es que yo soy demasiado sobreprotectora. Bueno, me voy a trabajar, Santana. Si pasa algo, llámame.
-Adiós… “mamá”. - ¿mamá? En el momento en el que oí el portazo de la puerta de la calle al cerrarse, abrí los ojos que había mantenido entrecerrados hasta ese momento.
No era papá, había confundido las voces, ¿Quién…?
-¡Ah! – metí un bote sobre la cama, deshaciéndome del exceso de sábanas que tenía encima. La toalla mojada que había sobre mi frente cayó al suelo y todo empezó a darme vueltas y vueltas hasta que volví a desplomarme sobre la cama, mareada y con un dolor de cabeza horrible. Tenía la nariz entaponada por los mocos, que asco.
Tenía que salir de allí, buscar a mi madre y… no, no, mejor a Tina. La mataría con un bate de béisbol, si. Tenía que llamar a Tina y…
La puerta se abrió cuando agarré el móvil, dispuesta a marcar. Ella se detuvo en el umbral, mirándome con una ceja alzada.
-¿Ya te has despertado?
-No… soy sonámbula, ¿no te jode? ¡Ni te me acerques! – grité, con voz aguda y congestionada, blandiendo un móvil como arma homicida.
Se empezó a reír en mi cara.
-¿Qué mierda haces? Anda, suelta el móvil a ver si te lo vas a comer. – cerró la puerta lentamente tras ella, sonriente. Mi primera reacción fue coger la almohada y tirársela a la cabeza. – Cuidado, no vayas a dejarme tonta. – cogí el cuaderno de biología que había sobre la mesa y lo lancé. Lo cogió al vuelo y lo tiró al suelo, pisoteándolo. Mis apuntes a la mierda. Lo próximo fue arrancar el teclado del ordenador y tirárselo a la cara. - ¿Pero qué haces? – lo esquivó, cogiéndolo con cuidado, junto a la pantalla, eso le impidió moverse lo suficientemente rápido como para esquivar el escritorio. Aproveché que tal vez le había roto una costilla para abrir la ventana y precipitarme por ella para saltar al jardín. Demasiada altura, me rompería una pierna… o las dos.
Marqué a velocidad supersónica el número de Tina, pensándome mejor si saltar o no al verla correr hacía a mí con expresión asesina. ¿Matarme o quedarme a merced de mi malvada hermanastra que, por lo pronto, ya se había llevado consigo mi santísima virginidad? Matarme, si, matarme.
-¡Tonta! – Me cogió al vuelo cuando ya me veía volando libre como un pájaro próximo a estamparme contra el suelo.
-¡No! ¡Nooooo! – pataleé, intentando que me dejara caer, pero sus brazos me agarraban como un koala por la espalda y tiraban de mí hacía atrás.
-¡Serás hija de puta! – le pegué una patada en algún lugar y le tiré del cabello.
-¡Tina, socorroo!
-¡Cállate!
-¡Me violan, no! ¡No, no, no, no quiero!
-¡No me cabrees o te juro que …!
-¡Ayuda!
-¡Estás muerta!
-¡Aaaahhh! – Su cuerpo calló pesadamente sobre el mío. Mi pobre espalda dio contra el duro suelo y frente al aturdimiento, me vi totalmente inmovilizada y aplastada por ella. Me tapó la boca con la mano. Su mirada furiosa me dejó paralizada y muerta del miedo.
-Tú… estás muerta. – ese tono amenazador era nuevo para mí, de hecho, todo lo que ella representaba era nuevo. Sólo sabía que era mi hermana de media sangre, aquella que no veía desde los cuatro años y, ayer… Se acostó conmigo. Si lo hubiera sabido antes, si hubiera tenido al menos una foto, nunca hubiera dejado que esto pasara pero…
Su mano iba camino de mi cuello, por su rostro, parecía estar deseando agarrarlo y aplastarlo, cortarme la respiración, estrangularme hasta matarme. Por primera vez en mi vida sentí auténtico miedo.
Ella entrecerró los ojos y se detuvo. Su rostro se relajó. Me acababa de dar cuenta de que estaba llorando, temblando de pánico y de frío. Con su mano sobre mi boca y la nariz entaponada, no podía respirar.
Algo tuvo que hacerla apiadarse de mí y me soltó. Empecé a toser violentamente, tomando aire a bocanadas. Aún seguía sobre mí, con expresión indiferente, muy cerca. La noche anterior su contacto me había hecho estremecer y morirme de placer, ahora tenía miedo porque seguía igual de atrayente que la noche anterior, aun sabiendo quien era. Dios mío, ¿Tan salida estaba? Que se quitara, que se apartara por favor, que se apartara y, como si hubiera oído mi súplica, se apartó. Se levantó de encima de mí, sin ni siquiera mirarme y agarró el escritorio volcado sobre el suelo, volviendo a colocarlo en su sitio. Me situé de rodillas sobre el suelo, observándola sin mencionar palabra, tosiendo, mientras ella recogía el desastre que había montado y lo colocaba todo medianamente bien.
-Ten un poco de más cuidado con lo que dices o haces. – le oí murmurar. – Soy fácil de irritar y pierdo a menudo los nervios. – yo si que estaba perdiendo por completo los nervios. ¿Es que no decía nada? ¿No le importaba lo de la noche anterior? Se había acostado con su hermana y ¿Así se quedaba?
-Ayer… - me picaba la garganta. Sentí un calorcillo sofocante recorrérmela de arriba abajo, extendiéndose por todo mi cuerpo al recordar cada detalle de lo sucedido hacía ni siquiera veinticuatro horas.
-¿Ayer? – alzó una ceja. - ¿De que hablas? – me quedé con la boca abierta, observándole.
-Ayer… ayer… Esta noche… tú y yo en el pub…
-¿Qué dices? Es la primera vez que te veo desde los cuatro años.
-Pe-pero… - estaba estática. ¿Cómo que no me había visto desde que nos separaron? Pero si habíamos pasado la noche juntas, nos habíamos tocado, besado y… lo habíamos hecho. Me miraba seria, cruzada de brazos con chulería. La persona de la noche anterior era idéntica a ella en aspecto pero… su comportamiento… ¿Era posible que me hubiera equivocado? Incluso vestían igual y tenían la misma voz. No era posible, ¿O si? Una pequeña lucecita de esperanza me iluminó el rostro cuando apreté el móvil fuertemente entre mis manos y busqué su número en mi agenda y rápidamente, sin importarme que mi hermana estuviera frente a mí, llamé sin pensarlo y me lo llevé al oído, con una sonrisita bobalicona en el rostro, desquiciada. Me sudaban las manos.
La melodía de un móvil empezó a sonar cerca de mí. No era el mío. Mis ojos empezaron a trepar lentamente por el cuerpo de Santana, de mi hermana, recorriendo cada centímetro cubierto por ese montón de ropa de invierno, buscando el sonido que me estaba llamando la atención, el molesto sonido de esa molesta melodía. Mantenía su móvil en alto para que lo viera bien. En la pantalla iluminada…
Muñeca…
El móvil se me cayó de las manos al suelo. Sonrió. Se rió cruelmente de mí.
-Era broma. – si, era ella. La misma que la noche anterior. Mi hermana. – Era tan obvio. No pensé que fueras a dudar teniéndome cara a cara. Que ingenua, muñeca. – acarició el filo del móvil con los labios antes de rechazar mi llamada con expresión divertida.
Se me empezó a remover el estómago y sentí como la cordura desaparecía poco a poco.
-Tampoco hace falta que te pongas a llorar…
-Pe-pe… - ni siquiera me salía la voz, solo un débil tartamudeo. - ¿Sa-sabías… que éramos… hermanas? – ladeó la cabeza ante mi pregunta, poniendo los ojos en blanco. Si todo resultaba tan sorprendente para ella como para mí, quizás…
-Si. Lo supe cuando empezaste a hablarme del miedo que le tenías a tu hermana desconocida, que temías que te maltratara, te utilizara, te violara y demás… - se rió. - ¿No es irónico? En realidad, no fue una violación después de todo. – me levanté del suelo de golpe.
-¿¡Estás loca!? – levanté la mano para golpearla, pero me mareé y las piernas empezaron a fallarme de nuevo. Me agarró, prácticamente me abrazo y situó su mano fría sobre mi frente, apartando los mechones de pelo. - ¡No me toques! – estaba furiosa y me soltó arrojándome sobre la cama con brusquedad.
-Si puedes gritar así, no puedes estar tan mal. – La vi, a gatas sobre mí, con las manos sobre mis hombros. Apretó con dos dedos un lugar concreto entre mi cuello y hombro y un dolor punzante me paralizó los músculos pertenecientes a ese lugar.
-¡Aaahh! - grité, sin poder contenerme. Sonreía de una manera tan sádica…
Me encogí sobre la cama, luchando por contener las lágrimas.
-¡Para, para ya!
-¡Exagerada! – pataleé y grité, resistiéndome, intentando apartar su mano de mi cuello.
-¡Quítate joder!
El timbre sonó. Nos miramos mutuamente en silencio durante unos segundos, repentinamente paralizadas. ¿Se movería? ¿No lo haría? Me… me… ¿Qué me haría? Era capaz de imaginarlo y casi empezaba a resignarme a ello, siendo consciente de su fuerza. No quería. Otra vez estaba a punto de llorar hasta que se levantó con un nuevo sonido del timbre, bufando.
-Ahora que empezaba lo interesante. – caminó hacía la puerta y me levanté, alterada, adolorida por el daño que me había causado en el cuello, dispuesta a seguirla. Al ver mis intenciones, de nuevo me empujó bruscamente haciéndome caer al suelo, a los pies de la cama y salió de mi cuarto. Me levanté enseguida y corrí tras ella, escaleras abajo. Ella ya había abierto la puerta.
-Esto… ¿Está Brittany o… me he equivocado de casa?
-¡Tina! – Tina, mi salvadora, mi mejor amiga había venido a salvarme. Las lágrimas contenidas casi se me saltaron de puro alivio y salté el último tramo de escaleras de un brinco, dispuesta a tirarme encima de ella como en una serie de dibujos animados, con tal mala suerte que calculé mal mis escasas fuerzas a causa de la fiebre y me caí de boca sobre el suelo.
-¡Ah, tan torpe y burra como siempre! – Tina me levantó cogiéndome de la cintura como si fuera un saco de patatas.
-Me duele la cabeza. – lloriqueé.
-Eres tonta. Te va a salir un buen cuerno.
-¡Estoy enferma! ¿Sabes? Tengo fiebre… ¡Y muchos mocos!
-Eso es asqueroso.
-Así que trátame con delicadeza y se buena conmigo.
-Perdone, princesa. Es usted quien se ha comido el suelo, ¿desea que le aparte de la nariz su real moco?
-¡Idiota!
-¡Jajaja! – me reí con ella, o lo intenté. Me salió algo parecido al gruñido de un cerdo con tanta mucosidad. Era tan fácil olvidarme de los problemas cuando estaba con ella. – Rachel, ¿Qué haces ahí parada? – entonces me fijé en que Rachel aún seguía en la puerta. Mi otra mejor amiga, parada, paralizada y pálida. Sus ojos y los de Santana estaban fijos en el contrario.
-Tina, quizás… ¿Hemos interrumpido algo? – murmuró, recuperándose del shock. Me miró y me puse blanca. Ella sabía con quien había pasado la noche anterior, nos vio. Un escalofrío que me puso el vello de punta me recorrió la piel.
-¿Eh? ¿Interrumpir qué? – y por primera vez, Tina pareció reparar en Santana. Quedó consternada. - ¿Quién eres tú?
-¿Yo? ¿Sois amigos de mi hermana?
-¿Hermana? No me digas que tú eres su hermastra. – Santana sonrió. Los ojos de Rachel casi se le salieron de las órbitas.
-Soy Santana.
-¡Santana! ¡Joder! Pe-pero… ¡sino os parecéis en nada! Y yo pensando que iba a tener que cargar con otra Brittany el resto de mi vida, vaya alivio.
Rachel no sabía que pensar y yo, no sabía que decir. Ayer me acosté con una mujer y hoy me he enterado de que es mi hermana, que… está completamente loca. Las consecuencias serían nefastas.
-Bueno, ¿Pasas, Rachel? – intenté hablar con normalidad, más tranquila teniéndolas a mi lado. Santana no se me acercaría estando en compañía ¿no?
Rachel asintió y entró.
-Si, paso. Creo que… tenemos que hablar de algo.
¿De que iba mi hermana? No nos había quitado ojo de encima desde que entramos en el salón, atenta a cualquier movimiento, a cualquier mirada. Me ponía muy nerviosa.
-¿Vienes de L.A? – le preguntó Tina, distrayéndola por un momento.
-Si.
-Me han dicho que es un paraíso de frikis.
-¡Jajaja! ¿Eso dicen? ¡Venga ya!
-¡Si, y que está muy animado siempre!
-Bueno, eso si es verdad. Aunque no hay frikis, al menos yo nunca he visto a uno por mi barrio. Supongo que, porque por donde yo vivo, solo está la escoria de la ciudad.
-¿Escoria?
-Las bandas de delincuentes, ladrones, alcohólicos, yonkis, drogadictos… gente así.
-¿Tú vives en un sitio así? – Santana se encogió de hombros.
-Entre la mugre. Tampoco es gran cosa, pero por lo menos, nunca tienes tiempo para aburrirte si sales a la calle. – escuché la conversación desde la cocina, sorprendida. No sabía nada de mi hermana, sólo que vivía con mi verdadero padre en Los Ángeles y que entró en la universidad por beca y, de la misma manera, la habían echado a la calle. También sabía que era problemática y, por lo visto en las últimas horas, que estaba loca. No sabía nada más y Tina desvió la conversación hacía otros temas, incómoda a causa de la última respuesta.
-¡Brittany! ¿Te has desmayado por el camino?
-¡Encima de que las cervezas son para vosotras, os quejaréis! – les grité desde la cocina, sacando tres cervezas del frigorífico. Si Santana quería una yo no pensaba llevársela pero, en cuanto llegué al salón y le di una a cada uno, Santana me arrancó la mía de las manos. - ¡Eh, esa es mía!
-¿Tú, beber alcohol, estando enferma? Creo que no. – le dio un trago largo en mi cara y Tina rompió a reír observando mi expresión rabiosa.
-Oh, pobre Brittany. Pero estate agradecida. Tu hermana se preocupa por ti. Ahora sé que si te dejo sola en casa podré irme tranquilamente a la mía sin preocuparme de que te caigas dentro del horno.
-Ja, ja, ja.
-Anda hermanita, hazte un zumo de naranja con muchas vitaminas para ponerte buena. –Tina bramó, carcajeándose. Rachel nos miraba alternativamente, de mi hermana a mí, buscando el momento idóneo para estar a solas conmigo y preguntarme que demonios estaba ocurriendo, así que decidí sentarme. Ni Santana se me acercaría de esa manera delante de Tina, ni Rachel preguntaría nada frente al ella. Tina era mi bendita salvación. Si pudiera contarle lo sucedido sin necesidad de temer que cometiera un asesinato hacía Santana… Por eso Rachel era mucho mejor para confiarle secretos. Mucho más discreta y te era de mucha más ayuda, al menos, sino querías que alguien saliera herido.
Me senté al lado de Tina, pegándome todo lo posible a ella, agarrándola del brazo. Volvía a sentirme mal.
-¿Y esas confianzas, Brittany, cielito? – imitó la voz de mi madre, bromeando. No tenía ganas ni de reír y apoyé la cabeza en su hombro, desganada.
-Tienes mala cara ¿Estás bien? – Rachel me tocó la frente con la mano, situándose de rodillas a mi lado. – Tienes fiebre.
-Ya lo sabía.
-Deberías ir a la cama. – me aconsejó.
-¿Te llevo? – El ambiente dio un enorme giro, pasando del cachondeo entre amigos al casi familiar. Estaba acostumbrada a eso, a que me mimaran de esa manera, tanto mi madre, como ellas.
-No quiero. Estoy bien. – tenía miedo de acostarme y de que cuando me despertara, ya no estuvieran a mi lado y Santana se aprovechara de mi debilidad para… la miré de reojo. Ella nos observaba con el ceño fruncido, pensativa y mosqueada.
-¿Qué clase de relación tenéis vosotras tres? – preguntó, con recelo y casi asco.
-¿Eh? – las atenciones de las dos se centraron en ella y eso, me molestó.
-En mi mundo, si una chica apoya la cabeza en el hombro de la otra, puede considerarse muerta.
-Tu mundo es muy raro, aunque supongo que es lo normal. – Tina me revolvió el pelo con cariño, aplastando mi cabeza contra su suave brazo. – Brittany es nuestra mocosa mimada, la mimosín, el gatito perdido, nuestra mascota. Llevamos juntas tanto tiempo cuidando de ella que hasta hace poco, su madre nos llamaba por teléfono para hacer de niñeras cuando salía a comprar pan.
-¿Estáis bromeando? – me puse roja recordando aquello. Siempre había estado demasiado sobreprotegida tanto por mi madre como por mis amigas, como si fuera una muñeca de porcelana.
-Brittany es nuestra amiga. – saltó Rachel de repente, con un tono tan protector que Tina se le quedó mirando con sorpresa. – Nadie, aparte de su madre y nosotras ha estado y estará tan cerca de ella. – eso, sonó como una advertencia hacía mi hermana, tan clara, que me hizo tragar saliva. Santana rozó el cristal de la botella con los labios, clavando su mirada penetrante en mí. Se estaba riendo en silencio.
–Supongo que no. – las dos sabíamos que sí. Que en una sola noche ella había estado más cerca que todas mis personas queridas. Dentro de mí y eso, me hizo sentir hasta remordimientos.
-Ayer estuviste en el pub que hay a las afueras ¿verdad? – los ojos casi se me salieron de las órbitas cuando Rachel habló de ese tema con total normalidad delante de los tres. El corazón se me aceleró y vi a Santana apartarse la botella de cerveza de esos labios rojos, tras darle varios sorbos, totalmente tranquila y casi ausente.
-Si, ¿Por qué?
-Hasta hace nada me preguntaba quien habría llevado a Brittany a casa después de la fiesta. La última vez que la vi, estaba a tu lado.
-Si, supongo. Salió conmigo, ¿Qué pasa con eso? – abrí la boca de par en par, observando como Santana apoyaba el tobillo sobre su rodilla, sonriente, entretenida, aparentemente divertida por el interrogatorio y al dirigirme una de esas miradas maliciosas, no supe con certeza hasta donde estaba dispuesta a hablar para chincharme. Pero… eso era demasiado…
-Nada. – Rachel se encogió de hombros y estiró los brazos. – Me pareció curioso…
-¿El qué? – se picó Santana, o, quizás, lo hacía para joderme y aumentar mi tensión.
-Estuve llamándola, nerviosa, unos minutos después de veros salir juntas, pero nadie lo cogió hasta, más o menos tres horas después, de camino a casa. En esas horas, me preocupé mucho… - lo dejó en el aire. Su pregunta no formulada era obvia. ¿Qué ocurrió durante esas tres horas que estuve incomunicada? Algo se me cruzó por la cabeza entonces. No oí ningún móvil mientras Santana y yo nos dedicábamos a calentarnos en el coche la una a la otra y, de camino a casa, cuando lo cogí, lo encontré apagado, cuando yo siempre lo tenía encendido, por si acaso. Lo había guardado en la chaqueta, lo primero que ella me quitó y tiró al suelo. Una de las cosas que desaparecieron de mi vista cuando me metió en el coche, desnuda.
Sería hija de puta. Lo había tenido todo planeado desde un principio.
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
muy muy muy interesante tu fic, apenas con 2 capítulos y y tiene toda mi atención.
Me dio risa eso de que Britt saltó de las escaleras como dibujo animado, en verdad, me lo imaginé y me dio mucha risa, no se bien ánime.
San la hermana malvada de Britt, espero que no le haga nada malo a Britt, ya con enfermarla, engañarla, desnudarla para quitarle el móvil y asustarla, tiene por el momento,
Por favor continualo pronto, si se puede hoy mismo y como 3 capitulos mejor jaja
Te cuidas y saludos, estaré pendiente de actualizaciones:|-#:
Me dio risa eso de que Britt saltó de las escaleras como dibujo animado, en verdad, me lo imaginé y me dio mucha risa, no se bien ánime.
San la hermana malvada de Britt, espero que no le haga nada malo a Britt, ya con enfermarla, engañarla, desnudarla para quitarle el móvil y asustarla, tiene por el momento,
Por favor continualo pronto, si se puede hoy mismo y como 3 capitulos mejor jaja
Te cuidas y saludos, estaré pendiente de actualizaciones:|-#:
facot*** - Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 06/10/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
diooooooos mioo porfa actualiza prontoooo estoy tan metidaaa con este fic , santana es una malditaaaaa sicopata y brit una bebe concentida ya quierooooooooooooooo leer que le araaa satan a su muñequita de porcelana .
hahahahahaha porfaa sube luego el capppppppp por q lo ncontre tan corto U_U
xoxo
hahahahahaha porfaa sube luego el capppppppp por q lo ncontre tan corto U_U
xoxo
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
En serio perdón de que ayer no pude subir la otra parte, lo intente pero mis padres vinieron rápido, y me tuve que poner a estudiar matemática y bla bla bla. Jajajaja me alegra que disfrutes del Fic, saludos!facot escribió:muy muy muy interesante tu fic, apenas con 2 capítulos y y tiene toda mi atención.
Me dio risa eso de que Britt saltó de las escaleras como dibujo animado, en verdad, me lo imaginé y me dio mucha risa, no se bien ánime.
San la hermana malvada de Britt, espero que no le haga nada malo a Britt, ya con enfermarla, engañarla, desnudarla para quitarle el móvil y asustarla, tiene por el momento,
Por favor continualo pronto, si se puede hoy mismo y como 3 capitulos mejor jaja
Te cuidas y saludos, estaré pendiente de actualizaciones:|-#:
Hola! Tengo que aclarar que Santana si, es psicópata, esta loca y ha hecho cosas que no te puedes imaginar, es algo sádico este Fic. Y ya van a volver los caps largos, solo que este tuve que dividirlo en dos jaja. Saludos!!!neniirivera escribió:diooooooos mioo porfa actualiza prontoooo estoy tan metidaaa con este fic , santana es una malditaaaaa sicopata y brit una bebe concentida ya quierooooooooooooooo leer que le araaa satan a su muñequita de porcelana .
hahahahahaha porfaa sube luego el capppppppp por q lo ncontre tan corto U_U
xoxo
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capitulo 2 (segunda parte)
-¿Qué mierda estás diciendo, Rachel? – gruñó Tina.
-Durante esas tres horas… - mi cara debió ser la misma encarnación del horror cuando Santana curvó una sonrisa de las suyas. Lo iba a decir, ¿Lo iba a hacer de verdad? – Que yo recuerde, durante ese tiempo, Brittany y yo… - cállate, cállate, cállate, cállate por favor. Le supliqué con la mirada, horrorizada. – Hacía mucho que no nos veíamos, desde los cuatro años. Había mucho de que hablar y, por suerte, nos reconocimos enseguida. Bueno, en realidad, ella tardó un poco más, pero a mí me bastó un par de frases para saber que era mi hermanita y… la emoción fue tanta que decidimos ir a un sitio más silencioso para poder conocernos más… a fondo. – su sonrisa no varió en nada. Mi rostro pasó de pálido como una muerta que había caído de un ataque al corazón tras ver un fantasma a uno de profundo alivio. Suspiré. Rachel se relajó un poco, pero seguía sospechando que algo no iba bien.
Había empezado a sudar a chorros por culpa de ese momento tan estresante. Estaba agobiada, necesitaba agua.
-Voy a… por agua… - me levanté desganada, sintiendo las miradas de todos clavadas en mi nuca. Encogí el cuello, sintiendo una pequeña chispa de electricidad recorrerme la columna. Miré a Santana por encima del hombro, disimuladamente. Me observaba con atención y al ver que yo también lo hacía, me vaciló pasándose la lengua por sus labios carnosos, sonriente. Me quedé tiesa unos segundos y cerré la puerta de la cocina de un portazo, apoyándome en ella una vez hube escapado de su mirada.
El frío desapareció, empezaba a tener calor, empezaba a sudar. Las piernas me temblaban y no por la fiebre. Estaba loca, ¡Estaba loca! ¿Qué me haría en cuanto ellas se fueran y nos quedáramos otra vez solas? No, no, no por favor. Estaba acorralada de la noche a la mañana. No podía contárselo a nadie porque yo misma lo había empezado todo y ahora, me había convertido en la muñeca de mi hermana. Su muñeca…
Me arrastré por la puerta y me derrumbé sobre el suelo, cubriéndome el cuerpo con las manos. Empecé a llorar. No me convenía. Si Tina o Rachel me veían se preocuparían y hasta que no les contara el motivo de mis lágrimas, no me dejarían tranquila. Y no podía contarlo. No veía la salida. Sería la muñeca de Santana de por vida, su… juguete sexual. Las lágrimas se incrementaron. Tenía miedo, mucho miedo.
-La verdad es que es un alivio que por fin estés aquí. – oí a Tina claramente tras la puerta, sustituyendo sus risotadas por un tono de voz más claro y tranquilo, incluso dulce. Los sollozos ahogados me hacían difícil poder oírla más claro. – Brittany te ha estado esperando mucho tiempo ¿sabes?
-¿A mí? – me tapé la boca, conteniendo los sollozos y las ganas de gritar. Esa voz, la que no había dejado de sonar en mi mente toda la maldita noche, la de la persona que se aprovechaba de mí, la que me tenía acorralada, con ese timbre casi maligno…
-Desde que conozco a Brittany a podido pronunciar tu nombre unas ocho millones de veces. Era realmente irritante que ha cada tema de conversación, de alguna manera, acabara hablando de su hermana. Mi hermana se llama Santana, vive en… ahora estará haciendo esto… quizás le guste esto… quizás esto otro… seguro que tiene muchos amigos, seguro que es muy guay, seguro que es muy tierna y divertida… seguro que cuando vuelva, seremos inseparables…
-Estaba todo el santo día así, no se como lo hacía. Tenía unas ganas de conocerte impresionantes. – mis sollozos se detuvieron. Me los tragué con cada una de esas palabras, deseando escuchar más.
-Recuerdo que… bueno, Brittany siempre ha sido muy torpe y bocazas y se metía a menudo en problemas con matones. Más de una vez la han atizado bien fuerte o le han hecho rabiar y, cuando nosotros la ayudábamos y la defendíamos, cuando se reían de ella, gritaba “¡Cuando mi hermana mayor vuelva, os meterá una paliza!” – oí las risotadas de Tina contra la puerta, de nuevo, al hablar de ese detalle.
Era cierto, lo recordaba bien.
-Supongo que para Brittany, el conocerte siempre ha sido su principal sueño. – si, lo era. Desde siempre. El pensar en mi hermana, en como estaría, como sería, que haría, siempre pensaba en ella en los momentos de aburrimiento, me venía a la cabeza mecánicamente. En los momentos tristes, pensaba que ella estaba cerca y compartía mi tristeza y eso me hacía sentir mejor. En los momentos alegres, quería pensar que ella también estaba contenta.
Cuando soplaba las velas de mis tartas de cumpleaños siempre pedía el mismo deseo. Quiero conocer a Santana, quiero ver a mi hermanita. El deseo se había cumplido.
-Brittany siempre te ha estado esperando. Cuando no sabía que hacer, intentaba pensar en ti, en que harías tú, en que le aconsejarías estando a su lado. Te hacía más caso a ti, una sombra de lo que ella recordaba, que a nosotras. Por eso… - me limpié las lágrimas. – No decepciones a tu hermana. Esperaba una especie de cuento de hadas cuando tú aparecieras. Te quería hasta el extremo sin ni siquiera conocerte. Sería un palo tremendo que le hicieras daño y viera que… no eres lo que ella cree que eres. – las palabras de Rachel me llegaron hondo, me hicieron recapacitar y levantarme del suelo.
Lo había deseado desde pequeña, conocerla y ahora que la tenía delante, ¿Me daba miedo? Vale que no fuera una hermana normal, vale que me hubiera utilizado, vale que me acosara y nos hubiéramos acostado juntas, que se hubiera aprovechado de la situación pero… seguía siendo mi hermana, mía. ¿Habría en ella algo de lo que había esperado? ¿Algo de amabilidad, cariño fraternal? Eso, me tocaba averiguarlo a mí. De hecho, aún quería conocerle. El que nos hubiéramos acostado juntas no había hecho más que aumentar esa necesidad de saber más de ella.
Pero no estaba dispuesta a ser una muñeca.
-¡Brittany, nos vamos ya!
-¡Si te has ahogado en el lavaplatos, no hace falta que vengas! - ¿Ya se iban? Estaba decidida a enfrentarme a Santana, ¡Pero no tan pronto! Corrí hasta la puerta de la calle, donde luché para no lanzarme en brazos de Rachel y rogarle que se quedara. Santana las despedía entre carcajadas, ya incluso planeando el día para quedar todas juntos. Ella y Tina parecían llevarse bien, eso me preocupó.
-Esto… ¿Seguro que no queréis quedaros un poco más?
-No quiero que me contagies Brittany, mañana tenemos facultad.
-Cierto, la facultad de psicología… - murmuré. Estaba en mi primer año de carrera. Tina ya iba por el tercero y, en ocasiones, me hacía de guía y me prestaba apuntes. Rachel iba por el segundo año de informática, como programadora o algo parecido. Hacía unas cosas más raras con un ordenador delante…
-¿Y tú, Santana? ¿Qué estudias? – le preguntó Rachel. Ella se lo estuvo pensando unos segundos.
-Telecomunicaciones. No soy tan aplicada como vosotras, sólo estudio mientras busco algún trabajo. – me pregunté si hablaba en serio. Supuse que sí al ver su sonrisa ante nuestras caras atónitas, sin dar más explicaciones.
-Entonces nos veremos mañana por allí. Cuídate Brittany. – tragué saliva.
-Claro.
-Cuídamela ehh. – Santana sonrió, mirándome de reojo. El corazón retumbó con fuerza sobre mi pecho.
-Descuida. – las vi salir por la puerta. Rachel me miró por encima del hombro. No podía sacarse la sospecha de la cabeza y con razón. Aún estaba a tiempo de arrastrarme hasta ellas y rogarles que se quedaran o me llevaran, pero la puerta se cerró de golpe a manos de Santana antes de que pudiera decidirme. Retrocedí instintivamente, sin quitarle la mirada de encima. Nos observamos en silencio, intentando averiguar que se le pasaba por la cabeza a la otra y, por su siniestra sonrisa, pude averiguar que nada bueno. – Ya la has oído. Me han pedido directamente que cuide de ti… - la veía venir, dispuesta a abalanzarse sobre mí como un animal, acorralando a su presa. Empecé a ponerme nerviosa conforme avanzaba y yo me quedé paralizada, sin saber qué hacer, que decir. El deseo de conocerle desaparecía con el miedo y mi reacción fue darle la espalda y echar a correr hacía mi cuarto, pero ni si quiera pisé el primer escalón cuando sentí como me agarraba del pelo y tiraba de mí hacía atrás, hasta dar con su cuerpo, de un tirón.
-¡Ah! – grité. Otra vez me hacía daño y empezaba a temer cuanto dolor me causaría si me resistía de nuevo. Me agarró de la cintura, pegándome más a su cuerpo duro. Le agarré la mano, clavándole las uñas, intentado evitar que descendiera más de lo que deseaba. - ¡Estate quieta!
-No voy a dejarte escapar otra vez.
-¡No puede ser que estés tan loca como para no darte cuenta de lo que haces! ¡Hermanas! ¿¡Entiendes esa jodida palabra!? – me hacía daño con tantos tirones de pelo, casi perder el equilibrio. Intentaba introducir algo de sentido común a esa mente demente. Aún no era demasiado tarde para perder a… mi hermana.
-Querías conocerme ¿no? Me han hablado de las ganas que tenías de saber cómo era. Para tu información, yo no siento remordimientos, nunca, ¡Jamás, me arrepiento de lo que hago! – me gritó al oído – Cuando me mandaron aquí, cuando me hablaban de mi hermana, solo pensaba, otro estorbo, por mi como si está muerta. Pero por lo visto… al menos me sirves para algo. – una corriente de fuego me recorrió las venas. Me enfurecí, empujé hacía atrás con todas mis fuerzas, haciendo caso omiso a los tirones de pelo y las dos perdimos el equilibro, cayendo al suelo. Me soltó, me di la vuelta en vez de intentar huir y le agarré del cuello de la camiseta, aguantándome las ganas de pegarle un puñetazo.
-¡Te he estado esperando quince putos años, mi sueño era conocerte! ¡Conocer a mi hermana sin importar que papá haya engañado a mamá y no separarme nunca de ella! ¡Quiero a mi hermana, la necesito! ¿¡Que has hecho tú con ella!? – estaba fuera de mí. Santana sonrió, divertida por mis gritos. No podía creerme que existiera alguien tan insensible como ella y, cuando me di cuenta, ya le había levantado la mano y le había dado una tremenda bofetada.
Reaccionó enseguida, me cogió del cuello, sentí una fuerte presión en el vientre y empotró mi cara contra el suelo, apoyando la mano sobre mi cabeza para evitar que pudiera levantarme. Ella estaba sobre mí, sobre mi espalda.
-Te odio… ¡Te odio, te odio, te odio! – pataleé, intentado soltarme del agarré.
-¿Y qué? Todo el mundo me odia, deja de soltármelo a la cara como si fuera un insulto. – eso la molestó y a mí, me chocó.
-¿Todo el mundo te odia?… No me extraña. – me dio la vuelta con brusquedad, colocándome boca arriba y sentí el escozor de su mano impactando contra mi mejilla. Ahí me di cuenta de lo estúpido de mis actos, de creer que yo solo podría con ella. Era mucho más fuerte, mucho más irritable, mucho más violenta y no atendía a razones. Lo peor de todo era que me quería a mí y cuando lo entendí, ya era tarde. No quería llorar, no quería darle el placer, pero no pude contenerme, temblando, sollozando, muerta de miedo bajo su cuerpo. Se inclinó sobre mí lentamente, con las manos sobre mi cintura y apoyé las manos sobre sus hombros, negando con la cabeza entre lágrimas de espanto. – No… no, por favor… no… - mi voz sonó patéticamente suplicante y, ante mi sorpresa, la expresión indiferente de su rostro varió a una llena de incertidumbre.
-Mierda. – murmuró. – ¿Por quién me tomas? No soy una violadora. Seré mala persona, una delincuente, alguien de quien no te puedes fiar, pero violadora, nunca. Eso es asqueroso. – sus palabras me tranquilizaron. No sé por qué, pero sentí que podía confiar en ellas aunque no se apartara aún de encima mío. Aparté los brazos de sus hombros y cubrí con ellos mis ojos, aún con el susto latente en mi cuerpo, aún sollozando. Me dolía la mejilla.
-M-me… me has pegado.
-Hablas como si en tu vida nadie te hubiera tocado un pelo. No esperaba que por eso te pusieras a llorar así, si lo llego a saber, no te hubiera atizado.
-Me has estado acosando… todo el día…
-Te pusiste pesada y yo soy muy fácil de irritar, no digas que no te lo advertí.
-Aún no lo entiendo.
-Oh, por favor, deja de llorar. – pidió, en tono cansado. – No voy a hacerte daño. – aun así, seguía sobre mí y yo, seguía asustada y medio histérica. – Venga, ¿Qué tengo que hacer para que dejes de llorar? Haré todo lo que me pidas. – aparté las manos de mis ojos de inmediato, mirándola, sorprendida. Recordé esas palabras que había utilizado la noche pasada para tranquilizarme, mientras se situaba desnuda sobre mí y me acariciaba, muy despacio, con incluso algo de ternura… y lo mucho que me había gustado esa faceta suya. ¿Era posible que no hubiera sido todo mentira?
-¿Por qué…? – alzó una ceja, poniendo atención en mis palabras. – Sabías que era tu hermana… ¿Por qué lo hiciste? Si yo lo hubiera sabido…
-No me paré a pensarlo. – me interrumpió. – Estabas ahí. Desde que entré hasta que salí no pude apartar los ojos de ti. No sabía quién eras – tragué saliva. Era humillantemente doloroso y las lágrimas me asaltaron de nuevo. Ella suspiró. – Según mis principios, el saber que eras una chica debería haberme hecho reaccionar, pero no lo hizo y entonces supe que hasta que no me acercara a ti y averiguara que mierda tenías para llamar tanto mi atención, no me quedaría tranquila y, por eso, me acerqué. – se encogió de hombros. – No tiene más historia.
-¡Claro que la tiene! Hasta ahí no sabías quien era…
-Ya, ¿Y? El hecho de que luego me diera cuenta de que eras mi hermana no cambia ese otro hecho. – volví a limpiarme las lágrimas, moqueando.
-¿Qué otro hecho? – mi voz sonaba horriblemente aguda. Era patética.
-El hecho de que ya me habías… ¿Cómo decirlo para que alguien como tú lo entienda sin ser basto? – se tornó pensativo. Mi cabeza volvía a dar vueltas y tirada sobre el suelo, volvía a sentir frío. Mis manos ocultaron mis ojos de los suyos, me sentía bastante débil y presentía que si la miraba a la cara, me ruborizaría hasta la raíz del pelo. Me ahogaba con mis propios jadeos y tenía la necesidad de desaparecer.
De repente, sentí algo cálido rozarme los labios. Su aliento penetraba por entre mis dientes, descendiendo por mi garganta como una cura para el frío que sentía mi cuerpo. Me estremecí y jadeé quedamente y entonces, sus labios se pegaron a los míos con cuidado, como si temieran romperme. Las lágrimas pararon al instante y entreabrió los labios sobre los míos. Sentí la humedad de su lengua dándome lametones sobre las comisuras y abrí la boca, que encajó a la perfección con la suya. Mis manos se apartaron de mis ojos llorosos enseguida y cayeron inertes sobre el suelo mientras su cuerpo se inclinaba más sobre el mío, empezando a sentir su peso, sus proporciones, su escasa musculatura la cual empecé a desear volver a tocar en toda su desnudez.
El calor volvía a mí. Sus labios, hasta ese momento quietos, empezaron a moverse y a rozarse contra los míos con su característica brusquedad, deseando tragarse los míos, compartiendo el mismo aliento, mezclando su saliva con la mía, jugueteando con mi lengua y deseando ir más allá… y yo también empezaba a desearlo.
Mis manos se movieron solas, introduciéndose bajo mi camiseta, deseando quitármela, acalorada. El roce de mis dedos sobre mi piel me hizo estremecer mientras me la subía hasta que sus manos, frías, heladas, se posaron sobre mi abdomen, provocándome escalofríos. Jadeé y separó sus labios de los míos aún cuando nuestras lenguas seguían unidas. Noté como un hilo de saliva se escurría por mi barbilla y cerré la boca, mordiéndome el labio, avergonzada con su mirada fija en cada detalle de mis movimientos. Su mano helada descendió por mi vientre hasta colarse bajo mis pantalones. El estómago se me encogió, notando el frío de sus dedos sobre mi entrepierna. Temblé bajo su cuerpo y mi mano se posó sobre su nuca, buscando un punto de apoyo al placer que me provocaba sentir como sus dedos bruscos se movían , de arriba abajo, con fuerza, sintiendo la presión.
Dejé la boca entreabierta. Los bajos gemidos emanaban a su gusto de mi garganta.
-Tanto quejarte… - la oí decir con voz ronca. Su otra mano la sentía fría sobre mi espalda, bajo mi camiseta, separándome del suelo, alzándome lo suficiente como para que sintiéramos el aliento de la otra chocar contra nuestros labios. Sentí el calor de su cuerpo en cuanto la distancia entre nosotras se desvaneció. – Hermanas… hermanas… tampoco parece importarte a ti si empiezo a tocarte así. – masajeo mi clítoris, haciéndome sentir excitación y dolor unidos. Dejé escapar un alarido frente a su rostro y sonrió.
-No… te rías… - apreté entre mis manos su nueva sudadera. Había ocultado entre las sábanas la que me había dejado la noche anterior. Las dos olían a ella.
-Es divertido ver tu cara mientras te hago esto. – hundí mi cabeza entre su cuello, abochornada, imaginando la expresión de salida que tendría en esos momentos. – Esa carita me pone muy caliente. – tragué saliva.
-No es justo… - tiré de su sudadera hacía abajo. Quería quitársela, arrancarle la ropa y volver a restregarme bajo su desnudez, pero, de nuevo, con un golpe seco y rápido, la mano con la que me manoseaba, me apartó las manos, agarrándomelas y aplastando mi cuerpo medio desnudo bajo el suyo, inmovilizándome contra el suelo.
-Querías saber más de mí, ¿no? Era lo que has estado esperando mucho tiempo, muñeca. Te diré algo entonces… - se restregó contra mí, ansiosa, con fuerza, haciéndome estremecer, ver las estrellas, encogerme de placer y gemir, casi gritar al sentirla tan cerca de nuevo. – Odio… que intenten dominarme. Sino domino yo, no tiene gracia el juego. – su lengua recorrió mi barbilla hasta llegar a los labios, dándoles un lametón, seguido de un pequeño mordisco que hizo que mi corazón volviera a acelerarse. – Recuérdalo para la próxima vez, muñeca. – y se apartó de mí. Se levantó de encima mío y me observó con expresión de superioridad desde arriba. Mi cuerpo tiritaba sobre el suelo una vez desaparecido su calor. Me encogí sobre mi misma, sin poder evitarlo, en posición fetal, llevando mis manos a mi entrepierna.
– … muñeca.
-Deja… ¡De llamarme así! – y me levanté apresuradamente del suelo, ruborizada, sintiéndome completamente idiota. Me bajé la camiseta hasta que no se pudiera ver ni dos centímetros más de mi piel y salí corriendo hacía el baño, pasando por su lado. No me detuvo, me sonreía con malicia.
Me encerré en el baño y me desnudé rápidamente, vigilando que la puerta estuviera bien cerrada. Me metí en la ducha mientras abría el grifo y me miraba la entrepierna con cierto pudor. Era difícil creer que con solo unos roces me hubiera puesto tan húmeda.
Estuve pendiente de la puerta cerrada las dos horas que duró el baño y, a cada segundo, me veía tentada de abrir el pestillo y dejar libre acceso a aquel que quisiera pasar, consciente de que sólo lo haría una persona. La persona que durante dos horas, deseé que me tocara.
-¿Qué mierda estás diciendo, Rachel? – gruñó Tina.
-Durante esas tres horas… - mi cara debió ser la misma encarnación del horror cuando Santana curvó una sonrisa de las suyas. Lo iba a decir, ¿Lo iba a hacer de verdad? – Que yo recuerde, durante ese tiempo, Brittany y yo… - cállate, cállate, cállate, cállate por favor. Le supliqué con la mirada, horrorizada. – Hacía mucho que no nos veíamos, desde los cuatro años. Había mucho de que hablar y, por suerte, nos reconocimos enseguida. Bueno, en realidad, ella tardó un poco más, pero a mí me bastó un par de frases para saber que era mi hermanita y… la emoción fue tanta que decidimos ir a un sitio más silencioso para poder conocernos más… a fondo. – su sonrisa no varió en nada. Mi rostro pasó de pálido como una muerta que había caído de un ataque al corazón tras ver un fantasma a uno de profundo alivio. Suspiré. Rachel se relajó un poco, pero seguía sospechando que algo no iba bien.
Había empezado a sudar a chorros por culpa de ese momento tan estresante. Estaba agobiada, necesitaba agua.
-Voy a… por agua… - me levanté desganada, sintiendo las miradas de todos clavadas en mi nuca. Encogí el cuello, sintiendo una pequeña chispa de electricidad recorrerme la columna. Miré a Santana por encima del hombro, disimuladamente. Me observaba con atención y al ver que yo también lo hacía, me vaciló pasándose la lengua por sus labios carnosos, sonriente. Me quedé tiesa unos segundos y cerré la puerta de la cocina de un portazo, apoyándome en ella una vez hube escapado de su mirada.
El frío desapareció, empezaba a tener calor, empezaba a sudar. Las piernas me temblaban y no por la fiebre. Estaba loca, ¡Estaba loca! ¿Qué me haría en cuanto ellas se fueran y nos quedáramos otra vez solas? No, no, no por favor. Estaba acorralada de la noche a la mañana. No podía contárselo a nadie porque yo misma lo había empezado todo y ahora, me había convertido en la muñeca de mi hermana. Su muñeca…
Me arrastré por la puerta y me derrumbé sobre el suelo, cubriéndome el cuerpo con las manos. Empecé a llorar. No me convenía. Si Tina o Rachel me veían se preocuparían y hasta que no les contara el motivo de mis lágrimas, no me dejarían tranquila. Y no podía contarlo. No veía la salida. Sería la muñeca de Santana de por vida, su… juguete sexual. Las lágrimas se incrementaron. Tenía miedo, mucho miedo.
-La verdad es que es un alivio que por fin estés aquí. – oí a Tina claramente tras la puerta, sustituyendo sus risotadas por un tono de voz más claro y tranquilo, incluso dulce. Los sollozos ahogados me hacían difícil poder oírla más claro. – Brittany te ha estado esperando mucho tiempo ¿sabes?
-¿A mí? – me tapé la boca, conteniendo los sollozos y las ganas de gritar. Esa voz, la que no había dejado de sonar en mi mente toda la maldita noche, la de la persona que se aprovechaba de mí, la que me tenía acorralada, con ese timbre casi maligno…
-Desde que conozco a Brittany a podido pronunciar tu nombre unas ocho millones de veces. Era realmente irritante que ha cada tema de conversación, de alguna manera, acabara hablando de su hermana. Mi hermana se llama Santana, vive en… ahora estará haciendo esto… quizás le guste esto… quizás esto otro… seguro que tiene muchos amigos, seguro que es muy guay, seguro que es muy tierna y divertida… seguro que cuando vuelva, seremos inseparables…
-Estaba todo el santo día así, no se como lo hacía. Tenía unas ganas de conocerte impresionantes. – mis sollozos se detuvieron. Me los tragué con cada una de esas palabras, deseando escuchar más.
-Recuerdo que… bueno, Brittany siempre ha sido muy torpe y bocazas y se metía a menudo en problemas con matones. Más de una vez la han atizado bien fuerte o le han hecho rabiar y, cuando nosotros la ayudábamos y la defendíamos, cuando se reían de ella, gritaba “¡Cuando mi hermana mayor vuelva, os meterá una paliza!” – oí las risotadas de Tina contra la puerta, de nuevo, al hablar de ese detalle.
Era cierto, lo recordaba bien.
-Supongo que para Brittany, el conocerte siempre ha sido su principal sueño. – si, lo era. Desde siempre. El pensar en mi hermana, en como estaría, como sería, que haría, siempre pensaba en ella en los momentos de aburrimiento, me venía a la cabeza mecánicamente. En los momentos tristes, pensaba que ella estaba cerca y compartía mi tristeza y eso me hacía sentir mejor. En los momentos alegres, quería pensar que ella también estaba contenta.
Cuando soplaba las velas de mis tartas de cumpleaños siempre pedía el mismo deseo. Quiero conocer a Santana, quiero ver a mi hermanita. El deseo se había cumplido.
-Brittany siempre te ha estado esperando. Cuando no sabía que hacer, intentaba pensar en ti, en que harías tú, en que le aconsejarías estando a su lado. Te hacía más caso a ti, una sombra de lo que ella recordaba, que a nosotras. Por eso… - me limpié las lágrimas. – No decepciones a tu hermana. Esperaba una especie de cuento de hadas cuando tú aparecieras. Te quería hasta el extremo sin ni siquiera conocerte. Sería un palo tremendo que le hicieras daño y viera que… no eres lo que ella cree que eres. – las palabras de Rachel me llegaron hondo, me hicieron recapacitar y levantarme del suelo.
Lo había deseado desde pequeña, conocerla y ahora que la tenía delante, ¿Me daba miedo? Vale que no fuera una hermana normal, vale que me hubiera utilizado, vale que me acosara y nos hubiéramos acostado juntas, que se hubiera aprovechado de la situación pero… seguía siendo mi hermana, mía. ¿Habría en ella algo de lo que había esperado? ¿Algo de amabilidad, cariño fraternal? Eso, me tocaba averiguarlo a mí. De hecho, aún quería conocerle. El que nos hubiéramos acostado juntas no había hecho más que aumentar esa necesidad de saber más de ella.
Pero no estaba dispuesta a ser una muñeca.
-¡Brittany, nos vamos ya!
-¡Si te has ahogado en el lavaplatos, no hace falta que vengas! - ¿Ya se iban? Estaba decidida a enfrentarme a Santana, ¡Pero no tan pronto! Corrí hasta la puerta de la calle, donde luché para no lanzarme en brazos de Rachel y rogarle que se quedara. Santana las despedía entre carcajadas, ya incluso planeando el día para quedar todas juntos. Ella y Tina parecían llevarse bien, eso me preocupó.
-Esto… ¿Seguro que no queréis quedaros un poco más?
-No quiero que me contagies Brittany, mañana tenemos facultad.
-Cierto, la facultad de psicología… - murmuré. Estaba en mi primer año de carrera. Tina ya iba por el tercero y, en ocasiones, me hacía de guía y me prestaba apuntes. Rachel iba por el segundo año de informática, como programadora o algo parecido. Hacía unas cosas más raras con un ordenador delante…
-¿Y tú, Santana? ¿Qué estudias? – le preguntó Rachel. Ella se lo estuvo pensando unos segundos.
-Telecomunicaciones. No soy tan aplicada como vosotras, sólo estudio mientras busco algún trabajo. – me pregunté si hablaba en serio. Supuse que sí al ver su sonrisa ante nuestras caras atónitas, sin dar más explicaciones.
-Entonces nos veremos mañana por allí. Cuídate Brittany. – tragué saliva.
-Claro.
-Cuídamela ehh. – Santana sonrió, mirándome de reojo. El corazón retumbó con fuerza sobre mi pecho.
-Descuida. – las vi salir por la puerta. Rachel me miró por encima del hombro. No podía sacarse la sospecha de la cabeza y con razón. Aún estaba a tiempo de arrastrarme hasta ellas y rogarles que se quedaran o me llevaran, pero la puerta se cerró de golpe a manos de Santana antes de que pudiera decidirme. Retrocedí instintivamente, sin quitarle la mirada de encima. Nos observamos en silencio, intentando averiguar que se le pasaba por la cabeza a la otra y, por su siniestra sonrisa, pude averiguar que nada bueno. – Ya la has oído. Me han pedido directamente que cuide de ti… - la veía venir, dispuesta a abalanzarse sobre mí como un animal, acorralando a su presa. Empecé a ponerme nerviosa conforme avanzaba y yo me quedé paralizada, sin saber qué hacer, que decir. El deseo de conocerle desaparecía con el miedo y mi reacción fue darle la espalda y echar a correr hacía mi cuarto, pero ni si quiera pisé el primer escalón cuando sentí como me agarraba del pelo y tiraba de mí hacía atrás, hasta dar con su cuerpo, de un tirón.
-¡Ah! – grité. Otra vez me hacía daño y empezaba a temer cuanto dolor me causaría si me resistía de nuevo. Me agarró de la cintura, pegándome más a su cuerpo duro. Le agarré la mano, clavándole las uñas, intentado evitar que descendiera más de lo que deseaba. - ¡Estate quieta!
-No voy a dejarte escapar otra vez.
-¡No puede ser que estés tan loca como para no darte cuenta de lo que haces! ¡Hermanas! ¿¡Entiendes esa jodida palabra!? – me hacía daño con tantos tirones de pelo, casi perder el equilibrio. Intentaba introducir algo de sentido común a esa mente demente. Aún no era demasiado tarde para perder a… mi hermana.
-Querías conocerme ¿no? Me han hablado de las ganas que tenías de saber cómo era. Para tu información, yo no siento remordimientos, nunca, ¡Jamás, me arrepiento de lo que hago! – me gritó al oído – Cuando me mandaron aquí, cuando me hablaban de mi hermana, solo pensaba, otro estorbo, por mi como si está muerta. Pero por lo visto… al menos me sirves para algo. – una corriente de fuego me recorrió las venas. Me enfurecí, empujé hacía atrás con todas mis fuerzas, haciendo caso omiso a los tirones de pelo y las dos perdimos el equilibro, cayendo al suelo. Me soltó, me di la vuelta en vez de intentar huir y le agarré del cuello de la camiseta, aguantándome las ganas de pegarle un puñetazo.
-¡Te he estado esperando quince putos años, mi sueño era conocerte! ¡Conocer a mi hermana sin importar que papá haya engañado a mamá y no separarme nunca de ella! ¡Quiero a mi hermana, la necesito! ¿¡Que has hecho tú con ella!? – estaba fuera de mí. Santana sonrió, divertida por mis gritos. No podía creerme que existiera alguien tan insensible como ella y, cuando me di cuenta, ya le había levantado la mano y le había dado una tremenda bofetada.
Reaccionó enseguida, me cogió del cuello, sentí una fuerte presión en el vientre y empotró mi cara contra el suelo, apoyando la mano sobre mi cabeza para evitar que pudiera levantarme. Ella estaba sobre mí, sobre mi espalda.
-Te odio… ¡Te odio, te odio, te odio! – pataleé, intentado soltarme del agarré.
-¿Y qué? Todo el mundo me odia, deja de soltármelo a la cara como si fuera un insulto. – eso la molestó y a mí, me chocó.
-¿Todo el mundo te odia?… No me extraña. – me dio la vuelta con brusquedad, colocándome boca arriba y sentí el escozor de su mano impactando contra mi mejilla. Ahí me di cuenta de lo estúpido de mis actos, de creer que yo solo podría con ella. Era mucho más fuerte, mucho más irritable, mucho más violenta y no atendía a razones. Lo peor de todo era que me quería a mí y cuando lo entendí, ya era tarde. No quería llorar, no quería darle el placer, pero no pude contenerme, temblando, sollozando, muerta de miedo bajo su cuerpo. Se inclinó sobre mí lentamente, con las manos sobre mi cintura y apoyé las manos sobre sus hombros, negando con la cabeza entre lágrimas de espanto. – No… no, por favor… no… - mi voz sonó patéticamente suplicante y, ante mi sorpresa, la expresión indiferente de su rostro varió a una llena de incertidumbre.
-Mierda. – murmuró. – ¿Por quién me tomas? No soy una violadora. Seré mala persona, una delincuente, alguien de quien no te puedes fiar, pero violadora, nunca. Eso es asqueroso. – sus palabras me tranquilizaron. No sé por qué, pero sentí que podía confiar en ellas aunque no se apartara aún de encima mío. Aparté los brazos de sus hombros y cubrí con ellos mis ojos, aún con el susto latente en mi cuerpo, aún sollozando. Me dolía la mejilla.
-M-me… me has pegado.
-Hablas como si en tu vida nadie te hubiera tocado un pelo. No esperaba que por eso te pusieras a llorar así, si lo llego a saber, no te hubiera atizado.
-Me has estado acosando… todo el día…
-Te pusiste pesada y yo soy muy fácil de irritar, no digas que no te lo advertí.
-Aún no lo entiendo.
-Oh, por favor, deja de llorar. – pidió, en tono cansado. – No voy a hacerte daño. – aun así, seguía sobre mí y yo, seguía asustada y medio histérica. – Venga, ¿Qué tengo que hacer para que dejes de llorar? Haré todo lo que me pidas. – aparté las manos de mis ojos de inmediato, mirándola, sorprendida. Recordé esas palabras que había utilizado la noche pasada para tranquilizarme, mientras se situaba desnuda sobre mí y me acariciaba, muy despacio, con incluso algo de ternura… y lo mucho que me había gustado esa faceta suya. ¿Era posible que no hubiera sido todo mentira?
-¿Por qué…? – alzó una ceja, poniendo atención en mis palabras. – Sabías que era tu hermana… ¿Por qué lo hiciste? Si yo lo hubiera sabido…
-No me paré a pensarlo. – me interrumpió. – Estabas ahí. Desde que entré hasta que salí no pude apartar los ojos de ti. No sabía quién eras – tragué saliva. Era humillantemente doloroso y las lágrimas me asaltaron de nuevo. Ella suspiró. – Según mis principios, el saber que eras una chica debería haberme hecho reaccionar, pero no lo hizo y entonces supe que hasta que no me acercara a ti y averiguara que mierda tenías para llamar tanto mi atención, no me quedaría tranquila y, por eso, me acerqué. – se encogió de hombros. – No tiene más historia.
-¡Claro que la tiene! Hasta ahí no sabías quien era…
-Ya, ¿Y? El hecho de que luego me diera cuenta de que eras mi hermana no cambia ese otro hecho. – volví a limpiarme las lágrimas, moqueando.
-¿Qué otro hecho? – mi voz sonaba horriblemente aguda. Era patética.
-El hecho de que ya me habías… ¿Cómo decirlo para que alguien como tú lo entienda sin ser basto? – se tornó pensativo. Mi cabeza volvía a dar vueltas y tirada sobre el suelo, volvía a sentir frío. Mis manos ocultaron mis ojos de los suyos, me sentía bastante débil y presentía que si la miraba a la cara, me ruborizaría hasta la raíz del pelo. Me ahogaba con mis propios jadeos y tenía la necesidad de desaparecer.
De repente, sentí algo cálido rozarme los labios. Su aliento penetraba por entre mis dientes, descendiendo por mi garganta como una cura para el frío que sentía mi cuerpo. Me estremecí y jadeé quedamente y entonces, sus labios se pegaron a los míos con cuidado, como si temieran romperme. Las lágrimas pararon al instante y entreabrió los labios sobre los míos. Sentí la humedad de su lengua dándome lametones sobre las comisuras y abrí la boca, que encajó a la perfección con la suya. Mis manos se apartaron de mis ojos llorosos enseguida y cayeron inertes sobre el suelo mientras su cuerpo se inclinaba más sobre el mío, empezando a sentir su peso, sus proporciones, su escasa musculatura la cual empecé a desear volver a tocar en toda su desnudez.
El calor volvía a mí. Sus labios, hasta ese momento quietos, empezaron a moverse y a rozarse contra los míos con su característica brusquedad, deseando tragarse los míos, compartiendo el mismo aliento, mezclando su saliva con la mía, jugueteando con mi lengua y deseando ir más allá… y yo también empezaba a desearlo.
Mis manos se movieron solas, introduciéndose bajo mi camiseta, deseando quitármela, acalorada. El roce de mis dedos sobre mi piel me hizo estremecer mientras me la subía hasta que sus manos, frías, heladas, se posaron sobre mi abdomen, provocándome escalofríos. Jadeé y separó sus labios de los míos aún cuando nuestras lenguas seguían unidas. Noté como un hilo de saliva se escurría por mi barbilla y cerré la boca, mordiéndome el labio, avergonzada con su mirada fija en cada detalle de mis movimientos. Su mano helada descendió por mi vientre hasta colarse bajo mis pantalones. El estómago se me encogió, notando el frío de sus dedos sobre mi entrepierna. Temblé bajo su cuerpo y mi mano se posó sobre su nuca, buscando un punto de apoyo al placer que me provocaba sentir como sus dedos bruscos se movían , de arriba abajo, con fuerza, sintiendo la presión.
Dejé la boca entreabierta. Los bajos gemidos emanaban a su gusto de mi garganta.
-Tanto quejarte… - la oí decir con voz ronca. Su otra mano la sentía fría sobre mi espalda, bajo mi camiseta, separándome del suelo, alzándome lo suficiente como para que sintiéramos el aliento de la otra chocar contra nuestros labios. Sentí el calor de su cuerpo en cuanto la distancia entre nosotras se desvaneció. – Hermanas… hermanas… tampoco parece importarte a ti si empiezo a tocarte así. – masajeo mi clítoris, haciéndome sentir excitación y dolor unidos. Dejé escapar un alarido frente a su rostro y sonrió.
-No… te rías… - apreté entre mis manos su nueva sudadera. Había ocultado entre las sábanas la que me había dejado la noche anterior. Las dos olían a ella.
-Es divertido ver tu cara mientras te hago esto. – hundí mi cabeza entre su cuello, abochornada, imaginando la expresión de salida que tendría en esos momentos. – Esa carita me pone muy caliente. – tragué saliva.
-No es justo… - tiré de su sudadera hacía abajo. Quería quitársela, arrancarle la ropa y volver a restregarme bajo su desnudez, pero, de nuevo, con un golpe seco y rápido, la mano con la que me manoseaba, me apartó las manos, agarrándomelas y aplastando mi cuerpo medio desnudo bajo el suyo, inmovilizándome contra el suelo.
-Querías saber más de mí, ¿no? Era lo que has estado esperando mucho tiempo, muñeca. Te diré algo entonces… - se restregó contra mí, ansiosa, con fuerza, haciéndome estremecer, ver las estrellas, encogerme de placer y gemir, casi gritar al sentirla tan cerca de nuevo. – Odio… que intenten dominarme. Sino domino yo, no tiene gracia el juego. – su lengua recorrió mi barbilla hasta llegar a los labios, dándoles un lametón, seguido de un pequeño mordisco que hizo que mi corazón volviera a acelerarse. – Recuérdalo para la próxima vez, muñeca. – y se apartó de mí. Se levantó de encima mío y me observó con expresión de superioridad desde arriba. Mi cuerpo tiritaba sobre el suelo una vez desaparecido su calor. Me encogí sobre mi misma, sin poder evitarlo, en posición fetal, llevando mis manos a mi entrepierna.
– … muñeca.
-Deja… ¡De llamarme así! – y me levanté apresuradamente del suelo, ruborizada, sintiéndome completamente idiota. Me bajé la camiseta hasta que no se pudiera ver ni dos centímetros más de mi piel y salí corriendo hacía el baño, pasando por su lado. No me detuvo, me sonreía con malicia.
Me encerré en el baño y me desnudé rápidamente, vigilando que la puerta estuviera bien cerrada. Me metí en la ducha mientras abría el grifo y me miraba la entrepierna con cierto pudor. Era difícil creer que con solo unos roces me hubiera puesto tan húmeda.
Estuve pendiente de la puerta cerrada las dos horas que duró el baño y, a cada segundo, me veía tentada de abrir el pestillo y dejar libre acceso a aquel que quisiera pasar, consciente de que sólo lo haría una persona. La persona que durante dos horas, deseé que me tocara.
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
creo que ni Britt se entiende, ojala y pronto San vea el daño que le hace a Britt y en vez de ser así sea la hermana que siempre esperó Britt, que en lugar de lastimarla la proteja
que bien que actualizaste, espero con ansias el próximo capítulo, suerte!!
que bien que actualizaste, espero con ansias el próximo capítulo, suerte!!
facot*** - Mensajes : 135
Fecha de inscripción : 06/10/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
ooooooooooooooooooh es el fic mas raro que e leido y eso me gusta muchísimo , tengo tanta curiosidad en saber mas de santana y en saber si ella la amara algun dia como una pareja normal ? y en por que brit tampoco ase nada para que el juego pare . y que tan psicópata es santana ? a que extremo ? . ahahahahah son tantas preguntas que tengo , ojala como me dijistes el prox cap sea mas largo .
besos
besos
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Excelente historia!
Aunque Santana...me intriga!
Ella somote a Britt a esos jueguitos tan "rudos" espero que no se pase de grosera con la rubia!
Actualiza pronto :)
Saludos!
Aunque Santana...me intriga!
Ella somote a Britt a esos jueguitos tan "rudos" espero que no se pase de grosera con la rubia!
Actualiza pronto :)
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 3:
-¡Mamá, el busca está aquí! – Mi madre era tan despistada y torpe como yo. Se dejaba todo por medio y luego no encontraba nada. Había perdido las llaves de casa cuatro veces y una de ellas, tuvimos que empercharnos en la casa de Rachel porque el cerrajero no podía venir hasta el día siguiente. No podía quejarme, yo era exactamente igual. Ya había perdido dos veces el móvil, digo dos porque a la segunda lo encontré en la lavadora después de un profundo lavado del que no salió con vida.
-Oh, gracias cielo, no sé qué haría sin ti. – mi madre me dio un beso en la mejilla y corrió al baño de nuevo a terminar de maquillarse, mientras yo llevaba el desayuno a la mesa, me sentaba y empezaba a comer tranquilamente.
-Vas a salir hoy con Will, ¿no? – medio grité para que me oyera.
-¿Cómo lo…
-Mamá, vas emperifollada perdida. Tú no vas así a un tribunal.
-Cómo me conoces, cariño.
-Hum…
-¿Te cae bien Will, cielo? – me encogí de hombros. No había que darle muchas vueltas a esa pregunta, tampoco es que lo viera a menudo, pero era un buen tío.
-¡Si, es genial!
-Me alegro mucho. Sabes que tu opinión es imprescindible para mí, tesoro. – me llevé el vaso de zumo de naranja a los labios. - ¿Y cómo te llevas con Santana? – lo poco que me había bebido acabó siendo devuelto al vaso, provocándome un repentino ataque de tos. Mi madre se asomó por la puerta, poniéndose unos pendientes de oro blanco que brillaban como diamantes a la luz de sol, cegadores. - ¿Cielo?
-Estoy bien… - respiré, intentando controlarme. – Santana y yo nos… llevamos bien por ahora. – era la mentira más grande que había soltado en toda mi vida. ¿Cómo iba a llevarme bien con esa macarra que me tenía entre la espada y la pared? Acorralada como el gato al ratón, había cambiado mi vida de la noche a la mañana y, de la manera más humillante posible, me había utilizado como se utilizaba a una puta.
Sólo faltaba que me pagara y oficialmente, sería una. ¡Qué humillante! Y aún más patético e inexplicable era que me había dejado hacer de nuevo, una vez supe quien era y cómo era y, por encima de todo, la forma tan cruel con la que me utilizaba y, aún siendo plenamente consciente de eso, dejé que volviera a tocarme, a besarme, ¡Otra vez! Tenía unas ojeras de infarto, no había pegado ojo. Después de la ducha me encerré en mi habitación y no salí en toda la noche ni siquiera para cenar o preparar la cena.
Santana tocó a mi puerta. Yo me acurruqué en la cama, abrazando la almohada y escondiéndome entre las sábanas, enrolladas alrededor de mi cuerpo como enredaderas.
-Eh, muñeca. – no contesté y cerré los ojos con fuerza. ¡Mierda, quería un jodido pestillo para mi cuarto! - ¿Estás ahí? – me mordí el labio. No pensaba contestar, no, no. - ¿Cómo te ha ido el baño? ¿Te has enfriado lo suficiente? Si tienes demasiado frío, ya sabes que yo puedo ayudarte a entrar en calor.
-¡Vete a la mierda! – Santana se rió. Hice rechinar los dientes. Joder, no quería contestarle.
-Vale, vale. Sólo quería decirte que tu madre me dio permiso para pedir una pizza y ya está aquí. ¿Te gusta la carbonara?
-¡Déjame en paz!
-¿No te gusta? Menos mal, porque la he pedido con extra de queso. – gruñí entre dientes. – Si no quieres, dilo. Mejor para mí. Me da igual que te mueras de inanición. – me mordí la lengua. Ahora si que no hablaría. – Eh, muñeca… eh… - se hizo el silencio unos segundos, cada vez era más tenso. – Esta bien, esto… Brittany… - hinché las mejillas. Aunque me llamara por mi nombre, no pensaba contestarle. – Brittany, odio que me ignoren. – ¿Y a mí que me importa? La oí suspirar y, de repente, haciéndome saltar de la cama de un bote y situarme en la otra punta de la habitación, la puerta se abrió y ella entró, con las manos ocupadas con la caja cuadricular y aplanada que contenía una pizza. Olía incluso a tres metros. Se me hizo la boca agua. - ¿Quieres? – abrió la caja frente a mis narices, ofreciéndome. Yo giré la cara, evitando la tentación. No quería verla. Ni a ella. Ni a la deliciosa pizza. – Oh, si mamá se entera de que te deje sin cenar se va a cabrear mucho conmigo.
-¿Mamá? – entrecerré los ojos, molesta. Llamar mamá a mi madre, ¡Ja! ¿Con que derecho? Ella no era hija suya… no la aceptaba ni como hermana ni como hija de mi madre. No era nada mío, salvo un incordio.
-También es mi madre.
-¡Bah! – estuve a punto de escupirle a la cara. Ella frunció el ceño y agarró un trozo de pizza que, de nuevo, puso delante de mí. Olía tan bien…
-¿Quieres o no? – tragué saliva.
-No.
-¿Segura? No la he envenenado si eso te preocupa.
-No quiero.
-Mira, ¿Cómo decírtelo? Hum… o te la comes o te la meto por el culo, ¿entiendes? – retrocedí. – La pizza, en tu culo, y si te pones burra, también otra cosa. – me estaba amenazando, de nuevo. No quería dar mi brazo a torcer, bastante orgullo me había destrozado ya como para volver a dejarlo pasar.
Observé el trozo de pizza detenidamente y, tras coger aire, le escupí encima. Sonreí, triunfante, ante la expresión de sorpresa de Santana, pero enseguida la preocupación volvió a mi rostro al ver como ella ponía los ojos en blanco y me dedicaba una mirada furibunda.
-¿Alguna vez te han reventado las napias? Porque estás muy cerca de que eso suceda. – me agarró de improvisto del pelo y tiró de mí hacía ella. Apreté los dientes, intentando quitármela de encima. Me dolía. – Intento ser una buena hermana mayor para ti, intento cuidarte y ser buena, incluso te he traído la comida. – tiró la caja con la pizza al suelo y le dio una patada, apartándola de nosotras, deslizándose hasta acabar bajo la cama. Volvió a tirar de mi pelo. - ¡No me hinches los huevos! – gritó en mi oído. Por un momento, me temblaron las piernas y las lágrimas me inundaron los ojos. Me soltó y, en silencio me dio la espalda, saliendo por la puerta.
Estaba furioso con ella, pero sobretodo conmigo misma. ¿Cómo iba a poder con ella sino podía con un par de gritos suyos y un simple tirón de pelo? No me había considerado tan debilucha hasta haberla conocido. No tenía derecho a hacerme esto. Era mi casa, mi madre era mi familia, mis amigas eran mías, ella sólo estaba aquí de paso y no tenía ningún derecho a considerarse superior a mí.
Me limpié las lágrimas, fui hacía la cama, cogí la caja con la pizza y crucé el pasillo hasta su habitación, (la mía de hacía cuatro años). Ella estaba tumbada sobre la cama, con los audífonos puestos y los ojos cerrados. Ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Tomé aire de nuevo, reuniendo el valor suficiente e intentando no pensar en lo que me haría después, caminé hacía ella. La miré fijamente, abriendo la caja de la pizza. Casi parecía haberse quedado dormida y… ahora, tranquila, con los ojos cerrados, parecía hasta buena. Parecía la misma persona que esa noche me había hecho sentir tan especial.
Las dos veces que nos habíamos tocado, había mostrado su cara más dulce, la más tierna. ¿Por qué no podía ser siempre así? ¿Por qué solo cuando me besaba veía más allá de ese carácter tan violento? Apreté la caja entre mis manos. No tenía sentido pensar en eso y, sin darle más vueltas, arrojé el contenido de la caja en su cara. La pizza cayó sobre ella e, instintivamente, retrocedí en cuanto la vi pegar un bote de la cama, quitándose los audífonos y la pizza de la cara y de la ropa, tirándola al suelo, limpiándose con las manos los restos que le quedaron en el rostro.
-Hija… ¡De puta!
-¡Cállate! – le grité, haciendo acopio de valor para que la voz no me temblara - ¡Ahora vas a escucharme! ¡Esta es mi casa, no la tuya, mi madre es mi familia, no es la tuya y mis amigas, son mías, no tuyas! ¡Tú no tienes nada en esta ciudad, absolutamente nada, estás sóla, así que deja de hacerte la chula y de intentar dominar algo que no te pertenece ni te mereces! – en ese momento, me quedé paralizada en su puerta. Ella me miraba fijamente, no con odio o rabia, simplemente me miraba. Hizo un extraño ruidito con la boca que tomé como aviso de que fuera a saltar, por lo que salí corriendo de su habitación y me metí en la mía, cerrándola de un portazo. Suspiré y apoyé la espalda en ella, esperando que viniera a degollarme viva, pero no vino. Me dejé caer al suelo de rodillas, alerta durante casi una hora, pero seguía sin venir y no oí nada a través de la puerta.
Así pasé la noche, acurrucada en la puerta, esperando y pensando. ¿Quizás me habría pasado? Le estuve dando vueltas horas y horas, cambiando de postura varias veces y dando vueltas alrededor de mi cuarto. Finalmente, me dejé caer a los pies del escritorio y ahí, me dormí un par de horas.
Me desperté de madrugada, encogida sobre el suelo, acurrucada al oír el ruido de un coche salir de nuestra cochera, muy sigilosamente. Normalmente, no me hubiera despertado por eso. Mi madre entraba y salía constantemente de la cochera de madrugada y yo ni me enteraba, pero… ese no era su coche. Estaba segura por el suave sonido al arrancar.
Me levanté. Tenía sobre el cuerpo la sudadera que ella me había prestado aquella noche después de… hacerlo. Yo no me la había puesto, estaba segura. Hacía frío.
Miré mi cama. La almohada estaba a los pies de esta y tragué saliva. ¿Habría sido ella? Si había sido ella, se habría dado cuenta de que dormía con su sudadera. Que vergüenza. Corrí hasta su habitación y abrí la puerta de su cuarto lentamente. No estaba. La del coche había sido ella, estaba segura y lo primero que se me pasó por la cabeza era que había vuelto a casa, que lo que le dije la había hecho sentir culpable y se había ido.
Genial, mejor para mí.
Eso habría pensado, pero no se me cruzó por la cabeza ni un momento. Estaba preocupada, me sentía culpable y cruel. Si, me había pasado.
Momentos después, llegó mi madre dispuesta a irse tras haberse retocado un poco y yo, me vestí y arreglé cabizbaja para ir a la facultad.
-¿Santana no se ha ido muy temprano a la universidad, cielo? Pensaba que iría contigo. – suspiré.
-No lo sé, no me ha dicho nada antes de irse. – abría y cerraba el móvil con los dedos, pendiente por si recibía una llamada en cualquier momento, pero nada. No llamaba. Ella no llamaba. Al menos podría hacerlo para avisar de que estaba bien y se piraba a Los Angeles otra vez.
Llamaron al timbre. Me levanté de un salto de la silla, haciéndola caer en el proceso y corrí hasta la puerta.
-¿Listo para ir al infierno, enana? – Tina. Suspiré. – Joder, ya te vale. Ya veo que no te alegras mucho de verme.
-No es eso, TinTin. – ella entrecerró los ojos. Odiaba que la llamara TinTin.
-Estás poniendo en peligro ese frágil y delicado cuello tuyo, Brittany. – sólo consiguió salirme un puchero. – Vale, ¿Qué pasa? Me estás preocupando, ¿Aún tienes fiebre?
-No.
-¿Te duele algo?
-No.
-Vale, vámonos antes de que me arrepienta entonces. – la universidad estaba a unos cuantos kilómetros de mi casa y aún más lejos estaba para Tina y Rachel. Por suerte para mí, ellas tenían carné de conducir y coches, unos bastante impresionantes, aunque no tanto como ese enorme Mercedez de Santana… mierda, otra vez pensando en Santana.
Ellas me recogían ya que mi casa las pillaba de paso, bueno, a Tina, a Rachel la pillaba al otro lado de la ciudad, pero siempre venía cuando Tina no acudía. Se tomaban tantas molestias por mí… mis queridas dos hermanas mayores. Así las veía yo.
-Brittany, no es por joderte, pero tienes una cara de muerta que no puedes con ella.
-Déjame en paz. – mi mirada se clavó en las afueras de la ventana del asiento del copiloto, pensativa.
-¿Tu hermana ya se ha ido a la facultad?
-¡Otra vez Santana, deja de hablar de Santana!
-¡Pero si no he hablado de ella en la vida, eres tú la que siempre habla de ella!
-¡Eso es mentira! ¡Yo nunca he hablado de Santana, la odio!
-Entiendo. No os lleváis muy bien.
-¡Ju! ¡Pues no!
-Pero si es muy maja ¿no? Y tenías unas ganas increíbles de conocerla.
-¡Mentira! ¡Yo nunca he querido conocerla, por mí como si se muere!
-Vale, vale, es imposible hablar contigo así. Me callaré y esperaré a que se te pase la mala hostia de buena mañana antes de que me muerdas. – me crucé de brazos sobre el asiento, mosqueada. Es que… es que… ¡Santana se había ido, como si nada! No era que me importara pero al menos podría haber dicho adiós o avisar a mamá, no irse así después de joderme la existencia, después de acostarse conmigo y tratarme como una vulgar muñeca.
Mierda, aún seguía siendo su maldita muñeca.
De repente, sentí el móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón. El humor de perros desapareció de golpe y agarré el móvil con tanta ansia que casi se me cae de las manos, abriéndolo entre pequeños temblores.
Un mensaje nuevo de… ella.
Mostrar, mostrar.
Tragué saliva.
“Lo siento…”
¿Lo siento? ¿¡Lo siento!? ¿¡Cómo que lo siento!? ¿¡Que quería decir con eso!?
“¿Por qué?”
Lo envié.
-¿Quién es? – preguntó Tina a mi lado.
-Nadie importante. – mi mirada estaba fija en el móvil. Era incapaz de apartarla de él en ese momento aunque el tiempo se me hiciera eterno esperando su respuesta.
Un mensaje nuevo.
Mostrar.
“Me pasé y tenías razón. Es tu vida, no la mía. Tampoco quería hacerte daño.”
Claro que tenía razón pero…
“Yo tampoco quería hacerte daño a ti. También me pasé con lo último que dije.”
-Pues para no ser nadie, te veo muy entretenida.
-¡Tina, esto es muy importante!
-¡Joder Brittany, que somos amigas! ¿No puedes decírmelo?
-¡No!
-¡Venga ya!
Un mensaje nuevo.
¡Mostrar!
“Pero tenías razón. No soy nadie para meterme en tu vida y echarte en cara con quien pasaste la noche el sábado.”
Ya, bueno, si. Yo tenía razón y ella no.
“Lo sé. Me molesta que lo hagas, lo odio.”
-Tina, deja de mirar. – intentaba ver que escribía de reojo y a ese paso acabaríamos estrellándonos.
-No estarás hablando con el imbécil de Sam ¿no?
-No, ni hablar… y no es un imbécil porque cortáramos. Las cosas no salieron bien.
-¡Siempre la misma excusa!
Un mensaje nuevo.
¡Mostrar!
“¿Me odias a mí?”
Esa pregunta me dejó descolocada unos segundos. ¿Qué si la odiaba? ¡Pues claro que si! ¿Por qué le enviaba mensajes entonces? ¿Por qué me preocupaba por si se había ido o no? Era una buena pregunta. En realidad… no quería que se fuera.
“No te odio. Das miedo cuando te enfadas.”
-Sam no era trigo limpio Brittany, deja de engañarte.
-No estoy hablando con él, Tina. Déjalo ya.
Un mensaje nuevo.
Mostrar.
“No quiero que me tengas miedo. No quiero que me odies.”
Suspiré. No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios mientras escribía las palabras.
“Y yo no quiero que te vayas. Quédate.”
A los veinte segundos exactos llegó un mensaje nuevo.
“¿Por qué quieres que me quede después de todo?”
“No creo que seas tan mala y yo aún quiero conocerte.”
“¿Quieres psicoanalizarme, aspirante a loquera?”
“Si me dejas…”
“Solo si me dejas analizarte a ti”
“Tú no eres una aspirante a loquera.”
“No. Pero te quiero para mí.”
Esas palabras me pusieron nerviosa y las manos empezaron a temblarme compulsivamente.
“¿En que sentido?”
“¿En que sentido quieres verlo tú?”
-Brittany ¿Estás bien? Tienes pulso de abuela.
-Tina, estoy concentrada y, por favor…
-Si, si, lo sé. Ya me callo.
Otro mensaje nuevo. Ni siquiera me había dado tiempo a contestar.
“Seré una buena hermana mayor a partir de ahora, lo prometo.”
Confiaba en su palabra aunque fuera escrita, aunque no estuviera cara a cara frente a mí. Quizás era que deseaba creerlo más que nada en el mundo.
“Gracias por lo de esta mañana.”
Fueron mis últimas palabras y relajé el cuerpo.
“De nada”.
Sonreí. Santana no era tan mala después de todo.
-¡Tina! – una de las manos de Tina se cerraron sobre mi móvil, tirando hacía ella, intentando quitármelo.
-¡Dámelo!
-¡Imbécil, que nos la pegamos! – la bocina de un camión hizo a Tina soltar mi móvil y, en un volantazo, esquivó al enorme camión que casi se nos hecha encima. Mi cuerpo salió disparado hacía la izquierda y, de no ser por mis manos hubiera roto el cristal de la ventana con la cabeza. Tina frenó el coche en mitad de la autopista. Cuando separé la cabeza de la ventana, mi cuerpo temblaba. Tina seguía mirando al frente con los ojos muy abiertos, apretando el volante con fuerza.
Nos miramos.
-Ti-Tina…
-¿Qué?
-Creo que mañana… cogeré el autobús. – ella asintió lentamente con la cabeza y arrancó despacio. Mi móvil había caído a mis pies y me agaché, cogiéndolo como si fuera una enferma de parkinson.
Un mensaje nuevo.
Pulsé el botón muy lentamente.
“Tienes el cuerpo tan helado como un muerto por la mañana ¿lo sabías? Tenías los labios como cubitos de nieve y, como buena hermana mayor, debía calentártelos. Creo que lo hice bien, ni siquiera te diste cuenta cuando te calenté el pecho. Pensé en llegar a más, pero como ahora soy una buena hermana mayor… No hace falta que me des las gracias, de nada, no hay de qué, muñeca. Un beso.”
Fue entonces cuando el cuerpo se me deshizo como si fuera de barro. Miré de reojo a Tina, con cuidado, por si miraba en el momento menos apropiado y al percatarme que ahora, después de estar a punto de desparramar nuestros sesos por la carretera, sólo tenía ojos para ella, me levanté la camiseta.
Me ruboricé, acariciándome los pequeños puntos rojos que tenía repartidos por todo el pecho. ¿Cómo no me había despertado mientras me lo hacía? Mientras me acariciaba con sus labios, succionaba mi piel con su boca y me besaba mientras yo dormía profundamente, me besaba y recorría mis labios con su lengua, me mordía el pecho.
¡Oh, Dios, no podía imaginarlo! ¡Me estaba calentando de sólo pensarlo!
Los puntos rojos acababan en una parte medio oculta de mi ingle y, de repente, vi unas palabras justo allí.
Intenté leer el mensaje a través de retrovisor.
Propiedad de Santana Lopez.
El nombre de la dueña de la muñeca.
Me bajé la camiseta, totalmente abochornada, deseando llegar a un lugar privado, encerrarme en un baño, meter la mano bajo mis pantalones y acabar con el calor que dominaba mi cuerpo en esos instantes.
También era ella quien deseaba que me tocara por atreverse a plasmar algo así en mi piel.
Ahora si que era su maldita muñeca oficialmente y… no estaba segura de que me disgustara del todo.
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HOLA CHICAS! Me gusta que les guste la novela, y si Santana es muuuy mala con Britt, no quiero que la imaginen como la inocente Britt, si no algo mas como Hemo, puede defenderse muy facilmente. Sigan comentando que me hacen muy feliz con sus comentarios jajajjaja Saludos!
-¡Mamá, el busca está aquí! – Mi madre era tan despistada y torpe como yo. Se dejaba todo por medio y luego no encontraba nada. Había perdido las llaves de casa cuatro veces y una de ellas, tuvimos que empercharnos en la casa de Rachel porque el cerrajero no podía venir hasta el día siguiente. No podía quejarme, yo era exactamente igual. Ya había perdido dos veces el móvil, digo dos porque a la segunda lo encontré en la lavadora después de un profundo lavado del que no salió con vida.
-Oh, gracias cielo, no sé qué haría sin ti. – mi madre me dio un beso en la mejilla y corrió al baño de nuevo a terminar de maquillarse, mientras yo llevaba el desayuno a la mesa, me sentaba y empezaba a comer tranquilamente.
-Vas a salir hoy con Will, ¿no? – medio grité para que me oyera.
-¿Cómo lo…
-Mamá, vas emperifollada perdida. Tú no vas así a un tribunal.
-Cómo me conoces, cariño.
-Hum…
-¿Te cae bien Will, cielo? – me encogí de hombros. No había que darle muchas vueltas a esa pregunta, tampoco es que lo viera a menudo, pero era un buen tío.
-¡Si, es genial!
-Me alegro mucho. Sabes que tu opinión es imprescindible para mí, tesoro. – me llevé el vaso de zumo de naranja a los labios. - ¿Y cómo te llevas con Santana? – lo poco que me había bebido acabó siendo devuelto al vaso, provocándome un repentino ataque de tos. Mi madre se asomó por la puerta, poniéndose unos pendientes de oro blanco que brillaban como diamantes a la luz de sol, cegadores. - ¿Cielo?
-Estoy bien… - respiré, intentando controlarme. – Santana y yo nos… llevamos bien por ahora. – era la mentira más grande que había soltado en toda mi vida. ¿Cómo iba a llevarme bien con esa macarra que me tenía entre la espada y la pared? Acorralada como el gato al ratón, había cambiado mi vida de la noche a la mañana y, de la manera más humillante posible, me había utilizado como se utilizaba a una puta.
Sólo faltaba que me pagara y oficialmente, sería una. ¡Qué humillante! Y aún más patético e inexplicable era que me había dejado hacer de nuevo, una vez supe quien era y cómo era y, por encima de todo, la forma tan cruel con la que me utilizaba y, aún siendo plenamente consciente de eso, dejé que volviera a tocarme, a besarme, ¡Otra vez! Tenía unas ojeras de infarto, no había pegado ojo. Después de la ducha me encerré en mi habitación y no salí en toda la noche ni siquiera para cenar o preparar la cena.
Santana tocó a mi puerta. Yo me acurruqué en la cama, abrazando la almohada y escondiéndome entre las sábanas, enrolladas alrededor de mi cuerpo como enredaderas.
-Eh, muñeca. – no contesté y cerré los ojos con fuerza. ¡Mierda, quería un jodido pestillo para mi cuarto! - ¿Estás ahí? – me mordí el labio. No pensaba contestar, no, no. - ¿Cómo te ha ido el baño? ¿Te has enfriado lo suficiente? Si tienes demasiado frío, ya sabes que yo puedo ayudarte a entrar en calor.
-¡Vete a la mierda! – Santana se rió. Hice rechinar los dientes. Joder, no quería contestarle.
-Vale, vale. Sólo quería decirte que tu madre me dio permiso para pedir una pizza y ya está aquí. ¿Te gusta la carbonara?
-¡Déjame en paz!
-¿No te gusta? Menos mal, porque la he pedido con extra de queso. – gruñí entre dientes. – Si no quieres, dilo. Mejor para mí. Me da igual que te mueras de inanición. – me mordí la lengua. Ahora si que no hablaría. – Eh, muñeca… eh… - se hizo el silencio unos segundos, cada vez era más tenso. – Esta bien, esto… Brittany… - hinché las mejillas. Aunque me llamara por mi nombre, no pensaba contestarle. – Brittany, odio que me ignoren. – ¿Y a mí que me importa? La oí suspirar y, de repente, haciéndome saltar de la cama de un bote y situarme en la otra punta de la habitación, la puerta se abrió y ella entró, con las manos ocupadas con la caja cuadricular y aplanada que contenía una pizza. Olía incluso a tres metros. Se me hizo la boca agua. - ¿Quieres? – abrió la caja frente a mis narices, ofreciéndome. Yo giré la cara, evitando la tentación. No quería verla. Ni a ella. Ni a la deliciosa pizza. – Oh, si mamá se entera de que te deje sin cenar se va a cabrear mucho conmigo.
-¿Mamá? – entrecerré los ojos, molesta. Llamar mamá a mi madre, ¡Ja! ¿Con que derecho? Ella no era hija suya… no la aceptaba ni como hermana ni como hija de mi madre. No era nada mío, salvo un incordio.
-También es mi madre.
-¡Bah! – estuve a punto de escupirle a la cara. Ella frunció el ceño y agarró un trozo de pizza que, de nuevo, puso delante de mí. Olía tan bien…
-¿Quieres o no? – tragué saliva.
-No.
-¿Segura? No la he envenenado si eso te preocupa.
-No quiero.
-Mira, ¿Cómo decírtelo? Hum… o te la comes o te la meto por el culo, ¿entiendes? – retrocedí. – La pizza, en tu culo, y si te pones burra, también otra cosa. – me estaba amenazando, de nuevo. No quería dar mi brazo a torcer, bastante orgullo me había destrozado ya como para volver a dejarlo pasar.
Observé el trozo de pizza detenidamente y, tras coger aire, le escupí encima. Sonreí, triunfante, ante la expresión de sorpresa de Santana, pero enseguida la preocupación volvió a mi rostro al ver como ella ponía los ojos en blanco y me dedicaba una mirada furibunda.
-¿Alguna vez te han reventado las napias? Porque estás muy cerca de que eso suceda. – me agarró de improvisto del pelo y tiró de mí hacía ella. Apreté los dientes, intentando quitármela de encima. Me dolía. – Intento ser una buena hermana mayor para ti, intento cuidarte y ser buena, incluso te he traído la comida. – tiró la caja con la pizza al suelo y le dio una patada, apartándola de nosotras, deslizándose hasta acabar bajo la cama. Volvió a tirar de mi pelo. - ¡No me hinches los huevos! – gritó en mi oído. Por un momento, me temblaron las piernas y las lágrimas me inundaron los ojos. Me soltó y, en silencio me dio la espalda, saliendo por la puerta.
Estaba furioso con ella, pero sobretodo conmigo misma. ¿Cómo iba a poder con ella sino podía con un par de gritos suyos y un simple tirón de pelo? No me había considerado tan debilucha hasta haberla conocido. No tenía derecho a hacerme esto. Era mi casa, mi madre era mi familia, mis amigas eran mías, ella sólo estaba aquí de paso y no tenía ningún derecho a considerarse superior a mí.
Me limpié las lágrimas, fui hacía la cama, cogí la caja con la pizza y crucé el pasillo hasta su habitación, (la mía de hacía cuatro años). Ella estaba tumbada sobre la cama, con los audífonos puestos y los ojos cerrados. Ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. Tomé aire de nuevo, reuniendo el valor suficiente e intentando no pensar en lo que me haría después, caminé hacía ella. La miré fijamente, abriendo la caja de la pizza. Casi parecía haberse quedado dormida y… ahora, tranquila, con los ojos cerrados, parecía hasta buena. Parecía la misma persona que esa noche me había hecho sentir tan especial.
Las dos veces que nos habíamos tocado, había mostrado su cara más dulce, la más tierna. ¿Por qué no podía ser siempre así? ¿Por qué solo cuando me besaba veía más allá de ese carácter tan violento? Apreté la caja entre mis manos. No tenía sentido pensar en eso y, sin darle más vueltas, arrojé el contenido de la caja en su cara. La pizza cayó sobre ella e, instintivamente, retrocedí en cuanto la vi pegar un bote de la cama, quitándose los audífonos y la pizza de la cara y de la ropa, tirándola al suelo, limpiándose con las manos los restos que le quedaron en el rostro.
-Hija… ¡De puta!
-¡Cállate! – le grité, haciendo acopio de valor para que la voz no me temblara - ¡Ahora vas a escucharme! ¡Esta es mi casa, no la tuya, mi madre es mi familia, no es la tuya y mis amigas, son mías, no tuyas! ¡Tú no tienes nada en esta ciudad, absolutamente nada, estás sóla, así que deja de hacerte la chula y de intentar dominar algo que no te pertenece ni te mereces! – en ese momento, me quedé paralizada en su puerta. Ella me miraba fijamente, no con odio o rabia, simplemente me miraba. Hizo un extraño ruidito con la boca que tomé como aviso de que fuera a saltar, por lo que salí corriendo de su habitación y me metí en la mía, cerrándola de un portazo. Suspiré y apoyé la espalda en ella, esperando que viniera a degollarme viva, pero no vino. Me dejé caer al suelo de rodillas, alerta durante casi una hora, pero seguía sin venir y no oí nada a través de la puerta.
Así pasé la noche, acurrucada en la puerta, esperando y pensando. ¿Quizás me habría pasado? Le estuve dando vueltas horas y horas, cambiando de postura varias veces y dando vueltas alrededor de mi cuarto. Finalmente, me dejé caer a los pies del escritorio y ahí, me dormí un par de horas.
Me desperté de madrugada, encogida sobre el suelo, acurrucada al oír el ruido de un coche salir de nuestra cochera, muy sigilosamente. Normalmente, no me hubiera despertado por eso. Mi madre entraba y salía constantemente de la cochera de madrugada y yo ni me enteraba, pero… ese no era su coche. Estaba segura por el suave sonido al arrancar.
Me levanté. Tenía sobre el cuerpo la sudadera que ella me había prestado aquella noche después de… hacerlo. Yo no me la había puesto, estaba segura. Hacía frío.
Miré mi cama. La almohada estaba a los pies de esta y tragué saliva. ¿Habría sido ella? Si había sido ella, se habría dado cuenta de que dormía con su sudadera. Que vergüenza. Corrí hasta su habitación y abrí la puerta de su cuarto lentamente. No estaba. La del coche había sido ella, estaba segura y lo primero que se me pasó por la cabeza era que había vuelto a casa, que lo que le dije la había hecho sentir culpable y se había ido.
Genial, mejor para mí.
Eso habría pensado, pero no se me cruzó por la cabeza ni un momento. Estaba preocupada, me sentía culpable y cruel. Si, me había pasado.
Momentos después, llegó mi madre dispuesta a irse tras haberse retocado un poco y yo, me vestí y arreglé cabizbaja para ir a la facultad.
-¿Santana no se ha ido muy temprano a la universidad, cielo? Pensaba que iría contigo. – suspiré.
-No lo sé, no me ha dicho nada antes de irse. – abría y cerraba el móvil con los dedos, pendiente por si recibía una llamada en cualquier momento, pero nada. No llamaba. Ella no llamaba. Al menos podría hacerlo para avisar de que estaba bien y se piraba a Los Angeles otra vez.
Llamaron al timbre. Me levanté de un salto de la silla, haciéndola caer en el proceso y corrí hasta la puerta.
-¿Listo para ir al infierno, enana? – Tina. Suspiré. – Joder, ya te vale. Ya veo que no te alegras mucho de verme.
-No es eso, TinTin. – ella entrecerró los ojos. Odiaba que la llamara TinTin.
-Estás poniendo en peligro ese frágil y delicado cuello tuyo, Brittany. – sólo consiguió salirme un puchero. – Vale, ¿Qué pasa? Me estás preocupando, ¿Aún tienes fiebre?
-No.
-¿Te duele algo?
-No.
-Vale, vámonos antes de que me arrepienta entonces. – la universidad estaba a unos cuantos kilómetros de mi casa y aún más lejos estaba para Tina y Rachel. Por suerte para mí, ellas tenían carné de conducir y coches, unos bastante impresionantes, aunque no tanto como ese enorme Mercedez de Santana… mierda, otra vez pensando en Santana.
Ellas me recogían ya que mi casa las pillaba de paso, bueno, a Tina, a Rachel la pillaba al otro lado de la ciudad, pero siempre venía cuando Tina no acudía. Se tomaban tantas molestias por mí… mis queridas dos hermanas mayores. Así las veía yo.
-Brittany, no es por joderte, pero tienes una cara de muerta que no puedes con ella.
-Déjame en paz. – mi mirada se clavó en las afueras de la ventana del asiento del copiloto, pensativa.
-¿Tu hermana ya se ha ido a la facultad?
-¡Otra vez Santana, deja de hablar de Santana!
-¡Pero si no he hablado de ella en la vida, eres tú la que siempre habla de ella!
-¡Eso es mentira! ¡Yo nunca he hablado de Santana, la odio!
-Entiendo. No os lleváis muy bien.
-¡Ju! ¡Pues no!
-Pero si es muy maja ¿no? Y tenías unas ganas increíbles de conocerla.
-¡Mentira! ¡Yo nunca he querido conocerla, por mí como si se muere!
-Vale, vale, es imposible hablar contigo así. Me callaré y esperaré a que se te pase la mala hostia de buena mañana antes de que me muerdas. – me crucé de brazos sobre el asiento, mosqueada. Es que… es que… ¡Santana se había ido, como si nada! No era que me importara pero al menos podría haber dicho adiós o avisar a mamá, no irse así después de joderme la existencia, después de acostarse conmigo y tratarme como una vulgar muñeca.
Mierda, aún seguía siendo su maldita muñeca.
De repente, sentí el móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón. El humor de perros desapareció de golpe y agarré el móvil con tanta ansia que casi se me cae de las manos, abriéndolo entre pequeños temblores.
Un mensaje nuevo de… ella.
Mostrar, mostrar.
Tragué saliva.
“Lo siento…”
¿Lo siento? ¿¡Lo siento!? ¿¡Cómo que lo siento!? ¿¡Que quería decir con eso!?
“¿Por qué?”
Lo envié.
-¿Quién es? – preguntó Tina a mi lado.
-Nadie importante. – mi mirada estaba fija en el móvil. Era incapaz de apartarla de él en ese momento aunque el tiempo se me hiciera eterno esperando su respuesta.
Un mensaje nuevo.
Mostrar.
“Me pasé y tenías razón. Es tu vida, no la mía. Tampoco quería hacerte daño.”
Claro que tenía razón pero…
“Yo tampoco quería hacerte daño a ti. También me pasé con lo último que dije.”
-Pues para no ser nadie, te veo muy entretenida.
-¡Tina, esto es muy importante!
-¡Joder Brittany, que somos amigas! ¿No puedes decírmelo?
-¡No!
-¡Venga ya!
Un mensaje nuevo.
¡Mostrar!
“Pero tenías razón. No soy nadie para meterme en tu vida y echarte en cara con quien pasaste la noche el sábado.”
Ya, bueno, si. Yo tenía razón y ella no.
“Lo sé. Me molesta que lo hagas, lo odio.”
-Tina, deja de mirar. – intentaba ver que escribía de reojo y a ese paso acabaríamos estrellándonos.
-No estarás hablando con el imbécil de Sam ¿no?
-No, ni hablar… y no es un imbécil porque cortáramos. Las cosas no salieron bien.
-¡Siempre la misma excusa!
Un mensaje nuevo.
¡Mostrar!
“¿Me odias a mí?”
Esa pregunta me dejó descolocada unos segundos. ¿Qué si la odiaba? ¡Pues claro que si! ¿Por qué le enviaba mensajes entonces? ¿Por qué me preocupaba por si se había ido o no? Era una buena pregunta. En realidad… no quería que se fuera.
“No te odio. Das miedo cuando te enfadas.”
-Sam no era trigo limpio Brittany, deja de engañarte.
-No estoy hablando con él, Tina. Déjalo ya.
Un mensaje nuevo.
Mostrar.
“No quiero que me tengas miedo. No quiero que me odies.”
Suspiré. No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios mientras escribía las palabras.
“Y yo no quiero que te vayas. Quédate.”
A los veinte segundos exactos llegó un mensaje nuevo.
“¿Por qué quieres que me quede después de todo?”
“No creo que seas tan mala y yo aún quiero conocerte.”
“¿Quieres psicoanalizarme, aspirante a loquera?”
“Si me dejas…”
“Solo si me dejas analizarte a ti”
“Tú no eres una aspirante a loquera.”
“No. Pero te quiero para mí.”
Esas palabras me pusieron nerviosa y las manos empezaron a temblarme compulsivamente.
“¿En que sentido?”
“¿En que sentido quieres verlo tú?”
-Brittany ¿Estás bien? Tienes pulso de abuela.
-Tina, estoy concentrada y, por favor…
-Si, si, lo sé. Ya me callo.
Otro mensaje nuevo. Ni siquiera me había dado tiempo a contestar.
“Seré una buena hermana mayor a partir de ahora, lo prometo.”
Confiaba en su palabra aunque fuera escrita, aunque no estuviera cara a cara frente a mí. Quizás era que deseaba creerlo más que nada en el mundo.
“Gracias por lo de esta mañana.”
Fueron mis últimas palabras y relajé el cuerpo.
“De nada”.
Sonreí. Santana no era tan mala después de todo.
-¡Tina! – una de las manos de Tina se cerraron sobre mi móvil, tirando hacía ella, intentando quitármelo.
-¡Dámelo!
-¡Imbécil, que nos la pegamos! – la bocina de un camión hizo a Tina soltar mi móvil y, en un volantazo, esquivó al enorme camión que casi se nos hecha encima. Mi cuerpo salió disparado hacía la izquierda y, de no ser por mis manos hubiera roto el cristal de la ventana con la cabeza. Tina frenó el coche en mitad de la autopista. Cuando separé la cabeza de la ventana, mi cuerpo temblaba. Tina seguía mirando al frente con los ojos muy abiertos, apretando el volante con fuerza.
Nos miramos.
-Ti-Tina…
-¿Qué?
-Creo que mañana… cogeré el autobús. – ella asintió lentamente con la cabeza y arrancó despacio. Mi móvil había caído a mis pies y me agaché, cogiéndolo como si fuera una enferma de parkinson.
Un mensaje nuevo.
Pulsé el botón muy lentamente.
“Tienes el cuerpo tan helado como un muerto por la mañana ¿lo sabías? Tenías los labios como cubitos de nieve y, como buena hermana mayor, debía calentártelos. Creo que lo hice bien, ni siquiera te diste cuenta cuando te calenté el pecho. Pensé en llegar a más, pero como ahora soy una buena hermana mayor… No hace falta que me des las gracias, de nada, no hay de qué, muñeca. Un beso.”
Fue entonces cuando el cuerpo se me deshizo como si fuera de barro. Miré de reojo a Tina, con cuidado, por si miraba en el momento menos apropiado y al percatarme que ahora, después de estar a punto de desparramar nuestros sesos por la carretera, sólo tenía ojos para ella, me levanté la camiseta.
Me ruboricé, acariciándome los pequeños puntos rojos que tenía repartidos por todo el pecho. ¿Cómo no me había despertado mientras me lo hacía? Mientras me acariciaba con sus labios, succionaba mi piel con su boca y me besaba mientras yo dormía profundamente, me besaba y recorría mis labios con su lengua, me mordía el pecho.
¡Oh, Dios, no podía imaginarlo! ¡Me estaba calentando de sólo pensarlo!
Los puntos rojos acababan en una parte medio oculta de mi ingle y, de repente, vi unas palabras justo allí.
Intenté leer el mensaje a través de retrovisor.
Propiedad de Santana Lopez.
El nombre de la dueña de la muñeca.
Me bajé la camiseta, totalmente abochornada, deseando llegar a un lugar privado, encerrarme en un baño, meter la mano bajo mis pantalones y acabar con el calor que dominaba mi cuerpo en esos instantes.
También era ella quien deseaba que me tocara por atreverse a plasmar algo así en mi piel.
Ahora si que era su maldita muñeca oficialmente y… no estaba segura de que me disgustara del todo.
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HOLA CHICAS! Me gusta que les guste la novela, y si Santana es muuuy mala con Britt, no quiero que la imaginen como la inocente Britt, si no algo mas como Hemo, puede defenderse muy facilmente. Sigan comentando que me hacen muy feliz con sus comentarios jajajjaja Saludos!
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Esto se pone cada ves mas interesante :D
Me encanta *-* & Britt está callendo en el jueguito..!
Espero actualices pronto!
Saludos!
Me encanta *-* & Britt está callendo en el jueguito..!
Espero actualices pronto!
Saludos!
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
oooooooesto estan enfermiso , insano , y me gusta , brit es super masoquista ya me di cuenta y muero de ganas por leer mas y mas wanky , pero despues de todo esto , abra un amor real sin sicoanalisis ,psicopateos y esas cosaS? tu fic me tiene mas que metida .
saludos cariño <3
saludos cariño <3
neniirivera** - Mensajes : 61
Fecha de inscripción : 15/05/2013
Edad : 33
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Lun Mar 14, 2022 3:20 pm por Laidy T
» Busco fanfic brittana
Lun Feb 28, 2022 10:01 pm por lana66
» Busco fanfic
Sáb Nov 21, 2020 2:14 pm por LaChicken
» [Resuelto]Brittana: (Adaptación) El Oscuro Juego de SATANÁS... (Gp Santana) Cap. 7 Cont. Cap. 8
Jue Sep 17, 2020 12:07 am por gaby1604
» [Resuelto]FanFic Brittana: La Esposa del Vecino (Adaptada) Epílogo
Mar Sep 08, 2020 9:19 am por Isabella28
» Brittana: Destino o Accidente (GP Santana) Actualizado 17-07-2017
Dom Sep 06, 2020 10:27 am por Isabella28
» [Resuelto]Mándame al Infierno pero Besame (adaptación) Gp Santana Cap. 18 y Epilogo
Vie Sep 04, 2020 12:54 am por gaby1604
» Fic Brittana----Más aya de lo normal----(segunda parte)
Mar Ago 25, 2020 7:50 pm por atrizz1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Lun Ago 03, 2020 5:10 pm por marthagr81@yahoo.es
» Que pasó con Naya?
Miér Jul 22, 2020 6:54 pm por marthagr81@yahoo.es
» [Resuelto]FanFic Brittana: Medianoche V (Adaptada) Cap 31
Jue Jul 16, 2020 7:16 am por marthagr81@yahoo.es
» No abandonen
Miér Jun 17, 2020 3:17 pm por Faith2303
» FanFic Brittana: " Glimpse " Epilogo
Vie Abr 17, 2020 12:26 am por Faith2303
» FanFic Brittana: Pídeme lo que Quieras 4: Y Yo te lo Daré (Adaptada) Epílogo
Lun Ene 20, 2020 1:47 pm por thalia danyeli
» Brittana, cafe para dos- Capitulo 16
Dom Oct 06, 2019 8:40 am por mystic
» brittana. amor y hierro capitulo 10
Miér Sep 25, 2019 9:29 am por mystic
» holaaa,he vuelto
Jue Ago 08, 2019 4:33 am por monica.santander
» [Resuelto]FanFic Brittana: Wallbanger 3 Last Call (Adaptada) Epílogo
Miér Mayo 08, 2019 9:25 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Comportamiento (Adaptada) Epílogo
Miér Abr 10, 2019 9:29 pm por 23l1
» [Resuelto]FanFic Brittana: Justicia V (Adaptada) Epílogo
Lun Abr 08, 2019 8:29 pm por 23l1