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Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
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27 participantes
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Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Esto ha estado de la puta madre x__x
Esa escenota Brittana *---* demasiado para mi! Son tan wankys xD
San es humano! Tiene sentimientos & además un hobbie xD
Aunque al final terminó tirando su guitarra endemoniada jeje
Sabía que Rachel se daría cuenta de la verdad en algún momento, pero nunca creí que las encontraría.. así todas cachondas :/ cualquiera se sentiría como Britt.
Sólo espero de verdad que hablen sobre eso & que San regrese para para Navidad :)
Saludos :)
Esa escenota Brittana *---* demasiado para mi! Son tan wankys xD
San es humano! Tiene sentimientos & además un hobbie xD
Aunque al final terminó tirando su guitarra endemoniada jeje
Sabía que Rachel se daría cuenta de la verdad en algún momento, pero nunca creí que las encontraría.. así todas cachondas :/ cualquiera se sentiría como Britt.
Sólo espero de verdad que hablen sobre eso & que San regrese para para Navidad :)
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Eso estuvo EXC !! Espero tu actu (:
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
HEY!!!
1- ODIO A REACHEL!!!!! No porque tengas las llaves de la casa de alguien significa que puedas entrar sin tocar!!!! ¬¬°
2- YA desaparecieron mis ojeras pero quiero aclarar que el que las tuviera por tu culpa era algo muy Muy bueno, hace mucho que no me interesaba tanto una historia como para dejar de dormir, asi que fue como un tipo de alago retorcido xD
3-Gracias por actualizar!!! (recién me di cuenta porque aun no entiendo del todo la pagina y no logro seguir las actualizaciones a tiempo xD)
4- Ame la escena de la guitarra, esos lapsos de tranquilad de Santana los amo, como también amo como los rompe, es tan bestia xD
5- Espero ya no estén tan liada con la escuela y pueda leerte pronto :)
Saludos...
2- YA desaparecieron mis ojeras pero quiero aclarar que el que las tuviera por tu culpa era algo muy Muy bueno, hace mucho que no me interesaba tanto una historia como para dejar de dormir, asi que fue como un tipo de alago retorcido xD
3-Gracias por actualizar!!! (recién me di cuenta porque aun no entiendo del todo la pagina y no logro seguir las actualizaciones a tiempo xD)
4- Ame la escena de la guitarra, esos lapsos de tranquilad de Santana los amo, como también amo como los rompe, es tan bestia xD
5- Espero ya no estén tan liada con la escuela y pueda leerte pronto :)
Saludos...
JaelD* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 10/04/2014
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Hola!!
Wanky!!! wanky!!! wanky!!!!!!
Wow Rachel a llegado me imagino ese momento!!! En serio me sorprende como las ha encontrado!!
Ahora quiero saber como le explicará Britt y como lo tomara Rachel
Espero la actu!!!
Xoxo
Wanky!!! wanky!!! wanky!!!!!!
Wow Rachel a llegado me imagino ese momento!!! En serio me sorprende como las ha encontrado!!
Ahora quiero saber como le explicará Britt y como lo tomara Rachel
Espero la actu!!!
Xoxo
adi-santybritt- ---
- Mensajes : 553
Fecha de inscripción : 27/07/2013
Edad : 30
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 14
Aparté el vaso de vodka de mi boca y lo dejé sobre la barra, tragando saliva. Ahí estaba, entrando por la puerta del bar, sin percatarse de mi presencia. Fue hacía la barra y le dijo algo a su madre. Sus padres eran los dueños del bar y ella a veces se dedicaba a echarles una mano, sobretodo durante las vacaciones de Navidad. Entró en el interior del bar y salió a los dos minutos, vestida como su padre, para atender a los clientes.
Esa era mi oportunidad. Alcé el vaso y vino hacía mí con tranquilidad. Una tranquilidad que se esfumó cuando me reconoció.
-Ho-hola Rach. – la saludé, intentando no tartamudear aunque la cosa no parecía funcionar muy bien. Me aparté las gafas de sol de los ojos y las coloqué en mi cabeza, a modo de felpa. Rachel me miró con una seriedad enorme, impropia en ella y me dio la espalda. ¿Qué? ¿Me iba a ignorar?
-Rach, Rach, ¡Rachel, espera! – me levanté de un salto y la seguí en su paseo hacía otra mesa. – Tengo que explicarte…
-Estoy ocupada. ¿No ves que estoy trabajando? – soltó, áspera, sin ni siquiera mirarme.
-¡Si, ya, pero tengo que explicarte…!
-No me tienes que explicar nada, Brittany. Es más, prefiero no saberlo. – se detuvo delante de una mesa, preguntando por las bebidas. No pensaba dejarla ir tan fácilmente, de hecho, no pensaba dejarla ir.
-¡Sólo cinco minutos, Rachel! – interrumpí a los clientes, sin importarme nada parecer grosera o la mierda que pensaran de mí.
-Ignórenla, por favor. – dijo, totalmente indiferente, escribiendo el encargo en la libreta. Muy bien, a mí no me ignoraba nadie, ¡Nadie! Que alguien me ignorara me sentaba como un latigazo en el culo… bueno, no, eso me gustaba. ¡Como una plancha hirviendo en la cara!
-¡Rach, cariño, puedo explicártelo, yo en realidad no quería pero es que me siento tan sola por las noches sin ti! – Rachel se puso tensa, tensa y roja cuando empecé a gritar. Todo el mundo se nos quedó mirando con cara de ¿Qué pasa aquí? ¿Y esos gritos? Y yo seguí, sin vergüenza, porque sencillamente, tenía bastante poca. - ¡Rach, sabes que yo te quiero, no lo volveré a hacer, te lo juro! ¡Vuelve conmigo, por favor!
-¡Brittany, cállate!
-¡¿Por qué no me escuchas?! ¿¡Ya no me quieres!? ¿¡Y todas las noches que hemos pasado juntas ya no significan nada para ti!? – murmullos, murmullos, escándalo. Venga, esfuérzate Brittany y ponte a llorar. - ¡Rach, cariño, es que tengo que arrodillarme y…! – antes de que terminara y las lágrimas salieran, Rachel me puso una mano en la boca y, roja como un tomate, me agarró del brazo y empezó a tirar de mí fuera del bar, a rastras. Me sacó fuera y me soltó bruscamente, hecha una furia.
-¿Eres gilipollas o te haces?
-¡Necesito que me escuches, tienes que escucharme! ¡Lo que viste ayer…!
-¡Sé lo que vi ayer, es más que obvio, no necesito que me expliques que es lo que estabas haciendo con Santana! ¡Sé reconocer lo que es echar un polvo, Brittany! – tragué saliva. Estaba muy, muy, muy enfadada. Suspiré, observando como el color rojo furia desaparecía de su cara poco a poco mientras yo empezaba a preparar las palabras adecuadas con las que explicarle todo. Todo. Sin excepciones. Era hora de dejar de fingir y soltar las cosas claras.
-Rachel… - alcé una ceja, más que sorprendida al ver como se llevaba un cigarrillo a la boca y lo encendía con un mechero, guardándoselo luego en el bolsillo derecho del pantalón. - ¿Desde cuando fumas?
-Desde que vi a mi mejor amiga siendo follada por su hermana contra la pared de su propia casa. – me mordí el labio inferior, sintiéndome mal, culpable, y esa era una de las pocas cosas que me hacían sentir avergonzada de verdad. – Me mentiste, Brittany. A mí, ¿Sabes?
-Sí. Si… lo sé. – le dio una calada, suspirando y expulsando el humo por la boca.
-¿Por qué? – me quedé pillada, mirándola con el cuello encogido.
-¿Qué?
-¿Por qué me mentiste? Entiendo que a Tina no se lo dijeras, es más bufóna y no lo espera para nada. Si se llegara a enterar, iría por tu hermana con una granada en las manos, pero ¿A mí? ¿Por qué a mí? Siempre me lo has contado todo, sabes que puedes confiar en mí. – Rachel… la buena de Rachel siempre tan servicial. Era mi confidente, a quien acudía cuando tenía problemas. El día en que Sam y yo rompimos, no volví a casa. Fui a la suya y dormí allí. Lloré mucho, como una niña y eso que ya tenía mis dieciocho avanzados. Rachel no criticó a Sam, ni dijo nada de nuestra relación ni de que no merecía la pena llorar por el. Simplemente, me acogió mientras lloraba, en silencio.
Pero esto era diferente. Muy diferente.
Nos sentamos en un banco de la plaza, cerca del bar, dejándonos nuestro espacio y dándonos nuestros tiempo para pensar que decir o como pensar. Rachel seguía dándole caladas al cigarro, inclinada hacía delante, aparentemente tranquila.
-¿Cómo empezó? – preguntó, con voz pausada y profunda. – Lo que sea que ahora tengáis. ¿Cómo empezó? – ladeé la cabeza, pensando, recordando.
-Pues… ese día. El del pub. El día de antes de que llegara.
-Ella te llevó a casa. Yo estuve tres horas llamándote, preocupada, pero nadie lo cogía. – Rachel me miró, sin decir nada. Sabía lo que quería que le contara, lo que quería que le soltara. Algo que prefería no oír, pero que debía oír.
-Si, Rach. Nos acostamos… en su coche. – sentí las mejillas arder y vergüenza, mucha vergüenza al soltar aquello. Rachel bufó, llevándose un brazo a la frente y apartando el sudor.
-¿Hasta… el final? Quiero decir… te… te… te… - ahora era todo el cuerpo lo que me ardía. Bajé la cabeza y la eché hacía atrás bruscamente, apartándome el pelo de la cara.
-¿Qué si me metió los dedos? – Rachel se tapó la boca con una mano, con gesto escandalizado cuando asentí con la cabeza lentamente.
-Joder, Brittany, joder…
-¡Joder, que no es para tanto! No es tan diferente.
-No, ¡Salvo que eres su esclava!
-¡No lo soy, cállate! ¿¡Quieres que siga contándote o no!? – Rachel calló. Se notaba que le costaba horrores tragar aquella conversación. – No sabía que era mi hermana. Simplemente nos pusimos a hablar en el pub y fue… como una conexión sobrenatural, fue algo especial. Enseguida lo vi así, enseguida salimos del pub, dejándonos llevar y acabamos haciéndolo.
-Vale. – Rachel asintió con fuerza. – Eso puedo entenderlo, pero ahora sabéis que sois hermanas ¿no? ¿Por qué coño seguís? ¿Y lo de las taquillas? ¿Y lo de ser novias? ¿Qué coño es eso, Brittany? – me mordí el labio. Vale, sabía que a Rachel no le alteraba lo de que me hubiera acostado con una mujer, lo que le alteraba era que esa mujer fuera mi hermana. Normal, ¿A quien no?
-Pues seguimos porque… - esa era la parte difícil porque yo tampoco lo tenía muy claro. Podía decirle que Santana abusaba de mí, sí. Así me quitaría yo el marrón de encima, pero no. Lo que vendría después sería absurdo, pero… - Santana abusa de mí. – solté. Rachel se me quedó mirando.
-Mentira. – dijo enseguida. Bueno, había que intentarlo. – Dios, no… ¡Te gusta! – gritó, levantándose del banco de un salto, alterada. - ¡Te gusta, Brittany, te gusta!
-¿Eh? ¿Que me gusta qué?
-¡Te gusta que ella te meta los dedos! ¡Te gusta tener sexo con ella! – pegué un salto, con los ojos como platos.
-Y… y… ¿Cómo sabes tú eso? – Rachel abrió la boca de par en par, mirándome fijamente.
-De verdad… ¿De verdad te gusta? – mis pupilas giraron de un lado para otro, buscando cualquier cosa con la que distraerse, cualquier cosa, me valdría hasta una viejecilla cruzando la plaza con bolsas de la compra o un perrito abandonado y solo, pero no, ¡Mucho mejor! Llegó mi salvadora.
-¡Mira, es Tina! – su mirada se desvió de golpe a nuestra amiga, que iba caminando con el bajo a cuestas, metido en su funda y cargado a su espalda.
-No. No vas a darme esquinazo otra vez. Brittany, al grano, ¿Qué clase de relación mantienes con Santana? – me quedé callada, bajando la cabeza y clavando la mirada en su mano firmemente aferrada a mi brazo. No parecía tener muchas opciones, además, había sido yo quien había ido a verla para aclarar las cosas después de todo, ¿No? Echarse ahora para atrás no servía para nada. Sólo había que decirlo, sólo tenía que…
-Somos novias… estamos saliendo. – y… se hizo el silencio. Amén.
-¿Có-cómo que novias?
-Buenos días, chicas. – Tina interrumpió justo en el momento más oportuno, bostezando otra vez. – Estoy bien jodida. Me hubiera quedado durmiendo hasta las seis de la tarde cuando, ¡Crack! Se sentó encima de su guitarra y ahora tengo que ir yo a repararla.
-No seas imbécil Brittany. – tragué saliva, Rachel no parecía tener intención de callarse ni siquiera con Tina delante y eso me hizo alterarme, con el corazón encogido. La miré fijamente a los ojos, rogándole con la mirada que se callara, que no dijera nada. Miró de reojo a Tina y negó con la cabeza. – No te arruines la vida por esto, Brittany. Te va ha destrozar.
-¿Quién te va ha destrozar? – preguntó Tina, sonriendo, pero con cara de perdida total.
-Nadie. – Rachel bufó de nuevo y sin decir nada, nos dio la espalda a las dos, andando a paso rápido hacía la carretera. Se detuvo en la acera, esperando a que el semáforo cambiara de color para cruzar.
-¿Qué me he perdido?
-Nada, Tina. Una tontería nuestra.
-Y un huevo. Rachel parece cabreadísima. – me la quedé mirando. Si, parecía cabreadísima. – Destrozar ¿Quién? ¿Estás metida en un lío? – me dio un puñetazo amistoso en el brazo que me hizo tambalearme unos segundos, casi caerme al suelo. Tina no tenía una fuerza bestial, pero me sentía muy débil. – Si necesitas ayuda, ya sabes que aquí tienes una oponente a tener en cuenta. – me reí, observando sus torpes movimientos de “boxeo” si así podían llamarse.
-¡Siempre te tengo en cuenta para una pelea, Tina! Una pena. No hay ninguna. Paranoias de Rachel, ya sabes como es. – me encogí de hombros, haciéndome la desentendida.
-Esa castaña tiene un serio complejo filosófico eh. Anda, acompáñame a la tienda de música. Me entra sueño yendo sola. – empecé a andar. Total, no tenía nada mejor que hacer salvo pensar, pensar y pensar y darle más vueltas, pensar en lo que sucedía a mí alrededor, darle vueltas al comportamiento de Santana y al mío propio, reflexionar sobre lo de estar saliendo “en secreto” con mi hermana y darle vueltas a la reacción de Rachel. No me había gustado su reacción, no me había gustado ese, no te arruines la vida por esto, Brittany. No quería darle la última palabra y quería dejarlo totalmente en claro.
Saqué mi móvil y disimuladamente, a espaldas de Tina, empecé a escribir un mensaje.
“Lo siento, Rach. Pero voy a seguir con esto por ahora. Sabes que te quiero, pero tengo que admitirlo. Ella me gusta ¿vale? Mucho. Muchísimo. Guárdame el secreto por favor, confío en ti.”
Y lo envíe.
Suspiré largo y tendido y miré hacía atrás mientras caminaba. Rachel iba a entrar al bar cuando frenó en seco y se sacó el móvil del bolsillo. Se lo quedó mirando, leyendo el mensaje.
-¡Brittany! – el grito de Tina me sacó de mi ensimismamiento. Miré hacía delante y Tina me agarró del brazo, empujándome hacía atrás bruscamente justo en el momento idóneo para apartarme de la trayectoria de una moto que iba a toda velocidad por la carretera. - ¡Quieres mirar por donde vas! ¡Casi te la comes!
-¿Qué hacemos en la carretera?
-¡No, eres tú la que está en mitad de la carretera! Anda, tira y ¡Sígueme, no apartes tus ojos de mí o seguro que acabas cayéndote a un río! – asentí con la cabeza, siguiendo a Tina lentamente, mirando al frente sin pestañear. Agarré el móvil.
Un mensaje nuevo.
“Te estás metiendo en un lío, Brittany. Ella te está volviendo loca.”
-Está hecho polvo. Tardaré un poco en reconstruir el mástil y el cuerpo y será caro. Quizás te salga más rentable comprar otro bajo.
-¿¡Qué!? ¡No, a mi padre le costó años conseguir ese y quiere ese! – la tienda de música era enorme. Era la tienda más especializada de Londres, eso seguro o al menos la más famosa. Había ido un montón de veces con Tina y Rachel. En esta tienda compraron la guitarra de Rachel. También había ido alguna que otra vez con Will, él también tenía por costumbre tocar la guitarra, era su hobbie y también había tenido un teclado que había comprado tiempo atrás, aquí también. Se podía decir que me había criado entre la música y la verdad era que me encantaba, adoraba la música… pero era demasiado impaciente y tenía unas manos bastante torpes a la hora de intentar aprender a tocar cualquier instrumento. Una vez intenté tocar la guitarra de Will y lo dejé a los dos días, con los dedos llenos de ampollas.
Sí. Sí formar parte del mundo de la música era mi vocación, creo que no me quedaba más remedio que ser la vocalista y era la opción que más me molaba, claro, ya que la vocalista siempre es la que más llama la atención y ¿Quién mejor para acaparar la atención que yo? Siempre había sabido que estaba hecha para la fama, para que negarlo, y la música era mi ambiente ideal.
-¿200 dolares en la restauración del mástil? ¿Y 120 en el cuerpo? ¡No puede ser tan caro! – aunque no alcanzaba a comprender porque demonios las personas que tocaban un instrumento estaban tan ligadas a ellos como para ponerse a gritar cuando se rompían.
-Es lo que cuesta, está hecho polvo y habrá que reconstruirlo desde cero. – me distraje, observando los instrumentos por encima. Había cosas que no tenía ni idea de para que servían ni que eran. Acaricié las teclas de un impresionante piano de cola, caminando lentamente. Era precioso, era…
Eso sí que era increíble.
-Está bien. Es la guitarra, cualquier cosa para que funcione. Pero ya podría tener un poquito de caridad navideña y bajarme el precio, hombre.
¿Qué era eso? Era una guitarra eléctrica increíble. Era negra, con los bordes del cuerpo y el golpeador blancos, las patillas doradas y el clavijero dorado y era… era preciosa. El cuerpo le brillaba, reflejando la luz de las bombillas de la tienda en ella y me pareció tan atrayente, como si me llamara. Alcé una mano para tocar el mástil…
-¿Qué haces? – Tina me miraba con una ceja alzada. Centró su vista en la guitarra y sonrió. - ¿Te gusta la guitarrita?
-¡Es guapísima! – se rió, con tonito de superioridad.
-Es nada más y nada menos que una Gibson Les Paul de la serie Custom, Britt. Eso no es una guitarra, es la reina de las guitarras, de las que utilizan los profesionales o los famosos. Es de lo mejor que te puedes encontrar hoy en día. Una guitarra así no se encuentra en cualquier lugar. – creo que me había enamorado.
-La quiero. – y Tina pasó de la risa a las carcajadas estridentes.
-¿Tú? ¿Y una guitarra? ¿Gibson Les Paul? ¡Eso sería un delito! Si te la llegaras a cargar, te juro que yo misma te arrancaría la cabeza.
-En serio. La quiero, a ella. La deseo. – no había hablado más en serio en mi vida. Mi amiga bajista negó con la cabeza, cruzándose de brazos.
-¿Para qué? ¡Si no sabes tocar!
-No es para mí… es para Santana. – me imaginaba su cara cuando la viera. Bueno, en realidad intentaba imaginarla, pero no veía nada. Me costaba mucho hacerme una idea de la cara de Santana al verla. Quizás sonreiría, quizás se pondría seria, quizás lloraría… bueno, vale, eso último no. ¿Santana llorando? Eso si que era imposible de imaginar. Pero le gustaría. Estaba segura de ello. Le encantaría.
-¿Santana sabe tocar la guitarra? – preguntó Tina, más sosegada.
-Si. Creo que lo hace bastante bien, a mí me gusta. Su guitarra está rota y le gustaría tener una eléctrica así que, ya que es Navidad, ¿Por qué no? – ella asintió con la cabeza lentamente, acariciándose la barbilla con suavidad, pensativa.
-No lo sé, ¿Tienes 3400 dolares?
Vale, me he quedado muerta.
Me separé de la guitarra y le di la espalda, sin mirarla. Cuanto más la mirara, más rabia me daría no tenerla a mi alcance, ahí, quieta, tan majestuosa.
-No tengo 3400 dolares. ¿¡Cómo puede valer ese maldito chisme tanto dinero!?
-Es de la serie Custom, Brittany. Una Gibson Les Paul.
-¿Y qué? ¿La tocó John Lennon?
-3400 dolares sin los amplificadores. – tragué saliva. – Sin la correa y sin los cables. – vale, no quería oír más.
-Imposible. Si me toca la lotería, quizás. Le regalaré una… Muñeca antiestrés, para que se desahogue. – Si, iba con doble sentido. ¿Qué mejor regalo que yo envuelta en papel de regalo? Me pondría un lacito en el cuello. Las dos disfrutaríamos y todos felices.
Hum… no me gusta la idea. Le falta algo.
-Por cierto, ¿Dónde está Santana? – sacudí la cabeza, mirando a Tina.
Inconscientemente, había sacado el móvil del bolsillo pensando en ella, jugueteando con el móvil entre mis manos.
-Se fue a Los Angeles esta mañana temprano. Ni siquiera se despidió la muy imbécil.
-Ah, claro, es comprensible. Querrá pasar la Navidad con vuestro padre, sus amigos, su novio… - ja, lo dudo. Por lo que me contó, Santana no lo pasaba precisamente muy bien en Navidades como para querer volver y… ¿Qué? ¿Cómo?
-¿¡Novio!? – grité. Todo el mundo que caminaba por la calle se nos quedó mirando de reojo por el grito. ¡Que les dieran por culo! ¿¡Cómo que novio!?
-Joder Brittany. Definitivamente serías una buena vocalista, vaya pulmones.
-¡Santana no tiene novio, no puede tener novio! ¿¡Verdad que no puede tener novio, Tina!? – ella se me quedó mirando con una ceja alzada.
-¡Y yo que sé! ¡Lo he dicho por decir! Normalmente uno vuelve a casa por Navidad para ver a sus seres queridos, ¿No? Igual no tiene novio y sólo ha ido a ver a su padre o a sus amigos o a saber tú qué… - ¿Amigos? ¡Santana no puede tener muchos amigos con semejante carácter y esa jodida chulería suya! ¿Familia? ¡Santana se la pasaba por otro lado, por algo se tiraba a su propia hermana! Oh no, oh no, ¿Entonces porque había vuelto a L.A?
¡No, soy la otra! ¡Tiene novio, tiene novio y yo soy la otra! ¡Soy la Muñeca cornuda de mi hermana!
-Brittany, ¿Te estás cagando? Porque estás poniendo una cara de estreñida para hacerte una foto… - me temblaba la mandíbula, apretando los dientes y los puños y los ojos me ardían, me escocían por lágrimas que no derramaba. Tina frunció el ceño, mirándome con expresión de preocupación. - ¡Eh, mira! ¿Esas no son las Vans que querías? – me arrastró hasta el escaparate de la tienda más cara de todo Ohio, donde una chaqueta normalita podía costarte perfectamente 200 dolares y de dónde yo era clienta más o menos habitual. Siempre que lograba sacar un dinerillo ahorrado me lo gastaba allí. Siempre había de mi estilo rondando por la tienda y eso me había hecho crearme mi propio lema. Nunca entres a Clennan´s sin tener mínimo trescientos dolares que gastar. Y así lo hacía.
Para esas navidades tenía un total de 2000 dolares para gastarme en Clennan´s, 2000 dolares ahorrados durante todo el año que pensaba gastarme en esas Vans que adornaban el escaparate desde hacía una semana.
Pero en esos momentos ni mirar las zapatillas que serían mías para Navidad me alegraba.
Estaba furiosa.
-¿Ya lo has arreglado con la castaña?
-¡No te importa! ¡La próxima vez, si tienes pensado llamarme, no lo hagas a las cinco de la mañana! ¡Puede ser que esté durmiendo! ¿Sabes? – encendí la lámpara de la habitación, levantándome de la cama, pegándole un puñetazo a la almohada. En realidad no había dormido nada desde que me acosté. No había podido cerrar los ojos pensando en que Santana me estaba utilizando para algo y a cada minuto me crispaba más lo nervios. Podría haberla llamado, si, pero no quería. Tenía orgullo y no, aunque hubiera estado despierta toda la noche, no había pensado llamarla.
Una suave risita se escuchó al otro lado del móvil.
-Pero si eres tú quien me ha llamado, Muñeca.
Vale, sí. Había mandado a la mierda el orgullo y la había llamado a las cinco de la mañana. Últimamente tenía la fea costumbre de ponerme a patear mi orgullo y aplastarlo por un polvo con Santana, y ahora me sentía imbécil, si, muy estúpida. Yo sólo me humillaba delante de ella.
-Bueno… – murmuré, pasándome la mano por el cuello.
-Iba a llamarte antes pero surgió algo urgente y se me olvidó. Pensaba que estarías dormida, así que tenía pensado llamarte mañana por la mañana, pero ya que has cogido el móvil tú… ¿Qué haces despierta a estas horas? – fruncí el ceño, pensativa.
-No podía dormir.
-¿Pensando en mí? – se río. Suspiré.
-¿Y tú? ¿Qué haces despierta a estas horas?
-Eh… estoy…
-Si estás follando con un castaño de abdominales marcados, dilo. No me importa. – solté, sin pensármelo dos veces porque si lo hubiera pensado dos veces, obviamente no abría dicho semejante estupidez.
-Bueno, últimamente prefiero a las rubias con más curvas así que, no.
-Hum… - ¿rubias con mas curvas? No me hagas la pelota.
-¿No te has reconciliado con la castaña? No pareces muy animada.
-Bueno, supongo que el hecho de que sean las cinco de la mañana no ayuda mucho.
-¿Y? – puse los ojos en blanco y de nuevo, más tranquila, me dejé caer boca arriba en la cama. Su voz dulce me hacía sentir más sosegada, más relajada, más segura.
-Se lo he contado todo a Rachel.
-¿Todo?
-Todo.
-¿Tengo que pegarle una paliza para que guarde silencio?
-¡No! – Santana se río.
-Que aburrido entonces. No me digas que se lo ha tomado bien.
-No exactamente.
-¿Y que te dijo exactamente?
-En palabras textuales: Déjalo Brittany, te vas ha arruinar la vida por esto. Te va ha destrozar. – ahora sí. Santana estalló en carcajadas. - ¿De qué te ríes?
-¡Es la única persona que lo ha visto claro desde que llegué!. Creo que sólo ella y esa Sparky tienen alguna idea de lo peligrosa que soy. – yo también lo sé, mierda. Sé que eres peligrosa, quizás mortal y aun así, aquí estoy, llamándote a las cinco de la mañana renunciando a mi ya escaso orgullo por ti.
-Entonces, si eres tan peligrosa como dices, debería alejarme de ti ¿no? – Santana se quedó callada unos segundos desde la otra línea.
-Ya te he dicho muchas veces que no tengo intención de hacerte nada a ti.
-¿¡Por qué no a mí!? ¡¿Qué tengo de especial para ti, Santana?! – le grité, poniéndome nerviosa al ver que no contestaba, se quedaba muda. - ¿Debería hacerlo? ¿Debería mandarte a la mierda y pasar de ti, Santana? ¡Dilo! – la oí suspirar.
-Sí. Deberías.
-¿Vas ha arruinarme la vida, Santana?
-Si. Probablemente.
-¿Y por qué estoy jugando a esto contigo? – pregunté. Era una pregunta para mi misma, no para ella. Sabía que Santana no tendría respuesta para eso, pero una vez más, me equivoqué.
-Porque quieres que vuelva. – el móvil tembló entre mis manos. La voz de Santana sonó extrañamente aguda y baja, como si lo murmurara. – Dijiste que querías que volviera para Navidad. Dilo, arrepiéntete. Di, Santana, no quiero que vuelvas, no quiero volver a verte. Dilo ahora y no volveré nunca. Jamás. No volveremos a vernos nunca…
-¡No! – la simple idea hizo que se me cortara la respiración. – ¡No voy ha decir eso! ¡Quiero que vuelvas! ¡Vuelve conmigo! – las palabras me salieron solas, desde lo más hondo. Sentí como un fuerte golpe de desesperación me inundaba el cuerpo hasta hacerme perder el aire. Me agarré el pecho fuertemente, con el corazón a cien.
-Muñeca… tú sólo has preguntado. Yo sólo he contestado. En realidad, aunque me dijeras que no quieres volver a verme, volvería a por ti. – poco a poco, las manos dejaron de temblarme al escuchar como la voz de Santana volvía a ser dulce. Tomé aire un par de veces.
-Santana… - suspiré, cerrando los ojos levemente. Para entonces ya me había olvidado del castaño de abdominales marcados que tenía metido en mi cabeza, de los supuestos cuernos, de la supuesta psicosis de mi hermana… sólo había una loca allí y esa era yo por dejarme seducir por sus palabras, por las palabras de la maléfica dueña de la Muñeca. – Santana tú… ¿Sabes lo que es una Gibson Pul o…? No, así no era. Gibsom Paul Cutom… no, así tampoco. ¿Cómo era?
-¿Gibson? ¿Te refieres a una guitarra Gibson?
-¡Si, eso! Gibson Paul…
-¿Gibson Paul Cutom? ¿Quieres decir una Gibson Les Paul de la serie Custom?
-¡Exacto, eso! ¿Sabes lo que es? – Santana soltó otra breve carcajada. Todo rastro de mal royo había desaparecido ya, tan fácil y rápidamente como había venido.
-Es la reina de las guitarras. Es un modelo que está de moda entre profesionales y famosos y no me extraña. Si fuera una guitarrista y estuviera en un grupo famoso, tendría una colección de esas maravillas.
-Entonces… ¿Molan mucho?
-¡Joder, daría un brazo y los dos pulmones por una!
-Hum…
-¿Por qué lo preguntas? – busqué una excusa rápida, intentando no tartamudear.
-Tina me habló de ellas y me acordé de ti, como tú tocas la guitarra.
-Bueno, con esa porquería de guitarra creo que ya no voy a poder tocar mucho. Quizás dentro de un año consiga ahorrar lo suficiente como para comprarme otra de imitación. – O quizás alguien te regalara una. Quizás…
-Entonces, vuelves mañana ¿No?
-Por la noche estaré allí.
-Igual si llegas lo suficientemente tarde consigues saltarte la cena de Navidad y te ahorres el conocer a la familia por completo.
-¿Una fiesta familiar? ¿Habrá mucha gente?
-Bueno… -me acomodé en la cama, encogiendo las piernas y sentándome, apoyando la espalda en la pared. - Primos y tíos de mamá. Si no te gustan los niños no vengas, ¡Te acosaran! Te lo digo por experiencia. Mamá es la mayor de sus hermanos por casi nueve años y los hijos de los tíos son muy jóvenes. Creo que la mayor tiene doce. Los niños se tiran encima de ti como si fueran perros hambrientos y lo destrozan todo.
-¿Puedo saltarme esa fiesta?
-¡No! ¡No me dejes sola con ellos, Santana!
-¡No soporto a los niños, te lo juro! ¡Me ponen nerviosa!
-No hay problema, los llevaremos a tu cuarto, cerraremos la puerta y las ventanas y les cortaras la lengua. ¡Lo tengo todo planeado! – casi pude ver su sonrisita en mi mente cuando le oí resoplar.
-Tengo práctica en eso. Puedo intentarlo.
-¿Alguna vez has cortado una lengua?
-¿Te asustarías si te dijera que sí?
-Creo que tu cuerpo ya me ha vacunado contra el espanto. – me mordí el labio, escuchando su risa.
-Iré… pero sólo si te deshaces de los niños antes. No quiero que ocurra un accidente.
-¿Deshacerme de los niños? ¿Y dónde arrojo los cuerpos?
-Llévatelos a dar una vuelta diciendo que vas a comprarles chucherías. Llévatelos lejos, compra una litrona de gasolina en una gasolinera, tírasela por encima y deja caer una cerilla encendida disimuladamente. No es muy difícil. – joder, con que sangre fría lo decía.
-No lo habrás hecho antes ¿no?
-Con seres vivos, no. Con un coche de veintisiete mil dolares, si. – nuestra risa se mezcló a través del teléfono. Era increíble la manera en la que me reía de las cosas odiosas que hacía, porque, si a mí me prendiera fuego al coche, no me haría mucha gracia. Santana conseguía que sí, me hiciera gracia, me hiciera reír y, eso, era algo peligroso pero agradable. Creo que era una de las pocas personas que se sentía totalmente cómoda a su lado, tranquila y protegida.
-¡Santana! – un grito femenino se escuchó de fondo desde el otro lado. Parecía un grito un tanto desesperado, pidiendo ayuda.
-Muñeca, tengo que dejarte.
-¿Quién es?
-Quinn, una amiga… - Santana parecía intranquila de repente, preocupada. – Muñeca, mañana nos vemos.
-Pero… - me dejó con la palabra en la boca, colgándome. Miré el móvil en mis manos en silencio. ¿Qué demonios estaría haciendo como para cortar tan repentinamente? Espero que no esté traficando con drogas o esté metida en una pelea o algo parecido.
Mierda. Volvía ha estar preocupada.
Me tumbé en la cama, encogiéndome en posición fetal con el móvil en las manos y me puse a pensar.
Esa guitarra sería de Santana, se la regalaría yo, sí, estaba decidido. Lo que no tenía ni idea era de dónde iba a sacar el dinero en un solo día, en víspera de Navidad. Bueno, algo se me ocurriría, confiaba plenamente en mi astucia. También tenía que pensar en algo para Navidad, preparar algo para Santana, algo que pudiéramos disfrutar las dos. Estaría difícil teniendo en cuenta el montón de gente que se presentaría mañana en casa, pero estaba segura de que algún rincón de casa nos permitiría tener una cierta intimidad para nosotras. Quizás la azotea…
Sonido.
Un mensaje nuevo. ¡Un mensaje nuevo de hermana/novia/psicópata! ¡Mierda, tendría que cambiarle el nombre otra vez!
¡Mostrar!
¡Oh, joder! ¡Una foto! Santana se había hecho una foto y me la había enviado y… tragué saliva. Santana estaba sentada en una silla con esa pose chula que tenía, con las piernas abiertas, los labios entreabiertos con una sonrisita y una mirada provocadora, muy provocadora. Se había puesto una remera con un gran escote, dejando ver sus pechos, y con una mano, se bajaba los pantalones lo suficiente como para verle la ingle. Doblaba la cabeza, dejando ver claramente su cuello brillante y el chupetón que resplandecía en ella. ¡Mi chupetón, uno de los que le hice! Oh, Santana…
Estaba realmente hermosa y sexy.
Hubiera estado bien llevarte conmigo y enseñarte la cueva del psicópata. La próxima vez no te librarás, Muñeca.
El corazón se me salía por la boca imaginando que me susurraba esas palabras al oído. Tenía que contestarle, tenía que… ¡Un bolígrafo, un bolígrafo! Rebusqué en los cajones de mi cuarto, alterada hasta que encontré un rotulador negro. ¡Perfecto! Me saqué la camiseta, quedando desnuda de cintura para arriba excepto por mi brasier y sacudí el pelo, revolviéndomelo con una mano. Me planté frente al espejo del armario y le quité el tapón al rotulador.
Adiós otra vez, orgullo mío. Algún día te recuperaré y disfrutaremos juntos del mundo. Hoy no.
Muñeca Propiedad de Santana López
Escribí en mi abdomen. Miré a la cámara con los labios entreabiertos y la lengua entre ellos, acariciándolos, humedeciéndolos. Pulsé el botón.
Por ahora, confórmate con esto.
Y lo envíe. Nunca había hecho una cosa así, pero como no… Santana era diferente. Era divertido jugar con ella. Muy divertido y excitante.
Me senté en la cama y el tiempo se me hizo eterno esperando una respuesta que no llegaba. Hasta que llegó.
Nuevo mensaje. Mostrar.
“Lo retiro. No hubiera estado bien llevarte conmigo. En realidad, es una jodida mierda no haberlo hecho.”
Suspiré, con una sonrisita estúpida en la boca.
“Buenas noches, mi ama.”
“Buenas noches, mi Muñeca”
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chicas creo que saben que estoy asi por el colegio y no actualizo mucho, para que se den una idea de como me estan haciendo mierda en el colegio... de las 12 materias que hay, tengo abajo 8... y bueeeee... eso me pasa a mi por meterme en la especialización mas difícil. Un besoooo y un saludo...
Aparté el vaso de vodka de mi boca y lo dejé sobre la barra, tragando saliva. Ahí estaba, entrando por la puerta del bar, sin percatarse de mi presencia. Fue hacía la barra y le dijo algo a su madre. Sus padres eran los dueños del bar y ella a veces se dedicaba a echarles una mano, sobretodo durante las vacaciones de Navidad. Entró en el interior del bar y salió a los dos minutos, vestida como su padre, para atender a los clientes.
Esa era mi oportunidad. Alcé el vaso y vino hacía mí con tranquilidad. Una tranquilidad que se esfumó cuando me reconoció.
-Ho-hola Rach. – la saludé, intentando no tartamudear aunque la cosa no parecía funcionar muy bien. Me aparté las gafas de sol de los ojos y las coloqué en mi cabeza, a modo de felpa. Rachel me miró con una seriedad enorme, impropia en ella y me dio la espalda. ¿Qué? ¿Me iba a ignorar?
-Rach, Rach, ¡Rachel, espera! – me levanté de un salto y la seguí en su paseo hacía otra mesa. – Tengo que explicarte…
-Estoy ocupada. ¿No ves que estoy trabajando? – soltó, áspera, sin ni siquiera mirarme.
-¡Si, ya, pero tengo que explicarte…!
-No me tienes que explicar nada, Brittany. Es más, prefiero no saberlo. – se detuvo delante de una mesa, preguntando por las bebidas. No pensaba dejarla ir tan fácilmente, de hecho, no pensaba dejarla ir.
-¡Sólo cinco minutos, Rachel! – interrumpí a los clientes, sin importarme nada parecer grosera o la mierda que pensaran de mí.
-Ignórenla, por favor. – dijo, totalmente indiferente, escribiendo el encargo en la libreta. Muy bien, a mí no me ignoraba nadie, ¡Nadie! Que alguien me ignorara me sentaba como un latigazo en el culo… bueno, no, eso me gustaba. ¡Como una plancha hirviendo en la cara!
-¡Rach, cariño, puedo explicártelo, yo en realidad no quería pero es que me siento tan sola por las noches sin ti! – Rachel se puso tensa, tensa y roja cuando empecé a gritar. Todo el mundo se nos quedó mirando con cara de ¿Qué pasa aquí? ¿Y esos gritos? Y yo seguí, sin vergüenza, porque sencillamente, tenía bastante poca. - ¡Rach, sabes que yo te quiero, no lo volveré a hacer, te lo juro! ¡Vuelve conmigo, por favor!
-¡Brittany, cállate!
-¡¿Por qué no me escuchas?! ¿¡Ya no me quieres!? ¿¡Y todas las noches que hemos pasado juntas ya no significan nada para ti!? – murmullos, murmullos, escándalo. Venga, esfuérzate Brittany y ponte a llorar. - ¡Rach, cariño, es que tengo que arrodillarme y…! – antes de que terminara y las lágrimas salieran, Rachel me puso una mano en la boca y, roja como un tomate, me agarró del brazo y empezó a tirar de mí fuera del bar, a rastras. Me sacó fuera y me soltó bruscamente, hecha una furia.
-¿Eres gilipollas o te haces?
-¡Necesito que me escuches, tienes que escucharme! ¡Lo que viste ayer…!
-¡Sé lo que vi ayer, es más que obvio, no necesito que me expliques que es lo que estabas haciendo con Santana! ¡Sé reconocer lo que es echar un polvo, Brittany! – tragué saliva. Estaba muy, muy, muy enfadada. Suspiré, observando como el color rojo furia desaparecía de su cara poco a poco mientras yo empezaba a preparar las palabras adecuadas con las que explicarle todo. Todo. Sin excepciones. Era hora de dejar de fingir y soltar las cosas claras.
-Rachel… - alcé una ceja, más que sorprendida al ver como se llevaba un cigarrillo a la boca y lo encendía con un mechero, guardándoselo luego en el bolsillo derecho del pantalón. - ¿Desde cuando fumas?
-Desde que vi a mi mejor amiga siendo follada por su hermana contra la pared de su propia casa. – me mordí el labio inferior, sintiéndome mal, culpable, y esa era una de las pocas cosas que me hacían sentir avergonzada de verdad. – Me mentiste, Brittany. A mí, ¿Sabes?
-Sí. Si… lo sé. – le dio una calada, suspirando y expulsando el humo por la boca.
-¿Por qué? – me quedé pillada, mirándola con el cuello encogido.
-¿Qué?
-¿Por qué me mentiste? Entiendo que a Tina no se lo dijeras, es más bufóna y no lo espera para nada. Si se llegara a enterar, iría por tu hermana con una granada en las manos, pero ¿A mí? ¿Por qué a mí? Siempre me lo has contado todo, sabes que puedes confiar en mí. – Rachel… la buena de Rachel siempre tan servicial. Era mi confidente, a quien acudía cuando tenía problemas. El día en que Sam y yo rompimos, no volví a casa. Fui a la suya y dormí allí. Lloré mucho, como una niña y eso que ya tenía mis dieciocho avanzados. Rachel no criticó a Sam, ni dijo nada de nuestra relación ni de que no merecía la pena llorar por el. Simplemente, me acogió mientras lloraba, en silencio.
Pero esto era diferente. Muy diferente.
Nos sentamos en un banco de la plaza, cerca del bar, dejándonos nuestro espacio y dándonos nuestros tiempo para pensar que decir o como pensar. Rachel seguía dándole caladas al cigarro, inclinada hacía delante, aparentemente tranquila.
-¿Cómo empezó? – preguntó, con voz pausada y profunda. – Lo que sea que ahora tengáis. ¿Cómo empezó? – ladeé la cabeza, pensando, recordando.
-Pues… ese día. El del pub. El día de antes de que llegara.
-Ella te llevó a casa. Yo estuve tres horas llamándote, preocupada, pero nadie lo cogía. – Rachel me miró, sin decir nada. Sabía lo que quería que le contara, lo que quería que le soltara. Algo que prefería no oír, pero que debía oír.
-Si, Rach. Nos acostamos… en su coche. – sentí las mejillas arder y vergüenza, mucha vergüenza al soltar aquello. Rachel bufó, llevándose un brazo a la frente y apartando el sudor.
-¿Hasta… el final? Quiero decir… te… te… te… - ahora era todo el cuerpo lo que me ardía. Bajé la cabeza y la eché hacía atrás bruscamente, apartándome el pelo de la cara.
-¿Qué si me metió los dedos? – Rachel se tapó la boca con una mano, con gesto escandalizado cuando asentí con la cabeza lentamente.
-Joder, Brittany, joder…
-¡Joder, que no es para tanto! No es tan diferente.
-No, ¡Salvo que eres su esclava!
-¡No lo soy, cállate! ¿¡Quieres que siga contándote o no!? – Rachel calló. Se notaba que le costaba horrores tragar aquella conversación. – No sabía que era mi hermana. Simplemente nos pusimos a hablar en el pub y fue… como una conexión sobrenatural, fue algo especial. Enseguida lo vi así, enseguida salimos del pub, dejándonos llevar y acabamos haciéndolo.
-Vale. – Rachel asintió con fuerza. – Eso puedo entenderlo, pero ahora sabéis que sois hermanas ¿no? ¿Por qué coño seguís? ¿Y lo de las taquillas? ¿Y lo de ser novias? ¿Qué coño es eso, Brittany? – me mordí el labio. Vale, sabía que a Rachel no le alteraba lo de que me hubiera acostado con una mujer, lo que le alteraba era que esa mujer fuera mi hermana. Normal, ¿A quien no?
-Pues seguimos porque… - esa era la parte difícil porque yo tampoco lo tenía muy claro. Podía decirle que Santana abusaba de mí, sí. Así me quitaría yo el marrón de encima, pero no. Lo que vendría después sería absurdo, pero… - Santana abusa de mí. – solté. Rachel se me quedó mirando.
-Mentira. – dijo enseguida. Bueno, había que intentarlo. – Dios, no… ¡Te gusta! – gritó, levantándose del banco de un salto, alterada. - ¡Te gusta, Brittany, te gusta!
-¿Eh? ¿Que me gusta qué?
-¡Te gusta que ella te meta los dedos! ¡Te gusta tener sexo con ella! – pegué un salto, con los ojos como platos.
-Y… y… ¿Cómo sabes tú eso? – Rachel abrió la boca de par en par, mirándome fijamente.
-De verdad… ¿De verdad te gusta? – mis pupilas giraron de un lado para otro, buscando cualquier cosa con la que distraerse, cualquier cosa, me valdría hasta una viejecilla cruzando la plaza con bolsas de la compra o un perrito abandonado y solo, pero no, ¡Mucho mejor! Llegó mi salvadora.
-¡Mira, es Tina! – su mirada se desvió de golpe a nuestra amiga, que iba caminando con el bajo a cuestas, metido en su funda y cargado a su espalda.
-No. No vas a darme esquinazo otra vez. Brittany, al grano, ¿Qué clase de relación mantienes con Santana? – me quedé callada, bajando la cabeza y clavando la mirada en su mano firmemente aferrada a mi brazo. No parecía tener muchas opciones, además, había sido yo quien había ido a verla para aclarar las cosas después de todo, ¿No? Echarse ahora para atrás no servía para nada. Sólo había que decirlo, sólo tenía que…
-Somos novias… estamos saliendo. – y… se hizo el silencio. Amén.
-¿Có-cómo que novias?
-Buenos días, chicas. – Tina interrumpió justo en el momento más oportuno, bostezando otra vez. – Estoy bien jodida. Me hubiera quedado durmiendo hasta las seis de la tarde cuando, ¡Crack! Se sentó encima de su guitarra y ahora tengo que ir yo a repararla.
-No seas imbécil Brittany. – tragué saliva, Rachel no parecía tener intención de callarse ni siquiera con Tina delante y eso me hizo alterarme, con el corazón encogido. La miré fijamente a los ojos, rogándole con la mirada que se callara, que no dijera nada. Miró de reojo a Tina y negó con la cabeza. – No te arruines la vida por esto, Brittany. Te va ha destrozar.
-¿Quién te va ha destrozar? – preguntó Tina, sonriendo, pero con cara de perdida total.
-Nadie. – Rachel bufó de nuevo y sin decir nada, nos dio la espalda a las dos, andando a paso rápido hacía la carretera. Se detuvo en la acera, esperando a que el semáforo cambiara de color para cruzar.
-¿Qué me he perdido?
-Nada, Tina. Una tontería nuestra.
-Y un huevo. Rachel parece cabreadísima. – me la quedé mirando. Si, parecía cabreadísima. – Destrozar ¿Quién? ¿Estás metida en un lío? – me dio un puñetazo amistoso en el brazo que me hizo tambalearme unos segundos, casi caerme al suelo. Tina no tenía una fuerza bestial, pero me sentía muy débil. – Si necesitas ayuda, ya sabes que aquí tienes una oponente a tener en cuenta. – me reí, observando sus torpes movimientos de “boxeo” si así podían llamarse.
-¡Siempre te tengo en cuenta para una pelea, Tina! Una pena. No hay ninguna. Paranoias de Rachel, ya sabes como es. – me encogí de hombros, haciéndome la desentendida.
-Esa castaña tiene un serio complejo filosófico eh. Anda, acompáñame a la tienda de música. Me entra sueño yendo sola. – empecé a andar. Total, no tenía nada mejor que hacer salvo pensar, pensar y pensar y darle más vueltas, pensar en lo que sucedía a mí alrededor, darle vueltas al comportamiento de Santana y al mío propio, reflexionar sobre lo de estar saliendo “en secreto” con mi hermana y darle vueltas a la reacción de Rachel. No me había gustado su reacción, no me había gustado ese, no te arruines la vida por esto, Brittany. No quería darle la última palabra y quería dejarlo totalmente en claro.
Saqué mi móvil y disimuladamente, a espaldas de Tina, empecé a escribir un mensaje.
“Lo siento, Rach. Pero voy a seguir con esto por ahora. Sabes que te quiero, pero tengo que admitirlo. Ella me gusta ¿vale? Mucho. Muchísimo. Guárdame el secreto por favor, confío en ti.”
Y lo envíe.
Suspiré largo y tendido y miré hacía atrás mientras caminaba. Rachel iba a entrar al bar cuando frenó en seco y se sacó el móvil del bolsillo. Se lo quedó mirando, leyendo el mensaje.
-¡Brittany! – el grito de Tina me sacó de mi ensimismamiento. Miré hacía delante y Tina me agarró del brazo, empujándome hacía atrás bruscamente justo en el momento idóneo para apartarme de la trayectoria de una moto que iba a toda velocidad por la carretera. - ¡Quieres mirar por donde vas! ¡Casi te la comes!
-¿Qué hacemos en la carretera?
-¡No, eres tú la que está en mitad de la carretera! Anda, tira y ¡Sígueme, no apartes tus ojos de mí o seguro que acabas cayéndote a un río! – asentí con la cabeza, siguiendo a Tina lentamente, mirando al frente sin pestañear. Agarré el móvil.
Un mensaje nuevo.
“Te estás metiendo en un lío, Brittany. Ella te está volviendo loca.”
-Está hecho polvo. Tardaré un poco en reconstruir el mástil y el cuerpo y será caro. Quizás te salga más rentable comprar otro bajo.
-¿¡Qué!? ¡No, a mi padre le costó años conseguir ese y quiere ese! – la tienda de música era enorme. Era la tienda más especializada de Londres, eso seguro o al menos la más famosa. Había ido un montón de veces con Tina y Rachel. En esta tienda compraron la guitarra de Rachel. También había ido alguna que otra vez con Will, él también tenía por costumbre tocar la guitarra, era su hobbie y también había tenido un teclado que había comprado tiempo atrás, aquí también. Se podía decir que me había criado entre la música y la verdad era que me encantaba, adoraba la música… pero era demasiado impaciente y tenía unas manos bastante torpes a la hora de intentar aprender a tocar cualquier instrumento. Una vez intenté tocar la guitarra de Will y lo dejé a los dos días, con los dedos llenos de ampollas.
Sí. Sí formar parte del mundo de la música era mi vocación, creo que no me quedaba más remedio que ser la vocalista y era la opción que más me molaba, claro, ya que la vocalista siempre es la que más llama la atención y ¿Quién mejor para acaparar la atención que yo? Siempre había sabido que estaba hecha para la fama, para que negarlo, y la música era mi ambiente ideal.
-¿200 dolares en la restauración del mástil? ¿Y 120 en el cuerpo? ¡No puede ser tan caro! – aunque no alcanzaba a comprender porque demonios las personas que tocaban un instrumento estaban tan ligadas a ellos como para ponerse a gritar cuando se rompían.
-Es lo que cuesta, está hecho polvo y habrá que reconstruirlo desde cero. – me distraje, observando los instrumentos por encima. Había cosas que no tenía ni idea de para que servían ni que eran. Acaricié las teclas de un impresionante piano de cola, caminando lentamente. Era precioso, era…
Eso sí que era increíble.
-Está bien. Es la guitarra, cualquier cosa para que funcione. Pero ya podría tener un poquito de caridad navideña y bajarme el precio, hombre.
¿Qué era eso? Era una guitarra eléctrica increíble. Era negra, con los bordes del cuerpo y el golpeador blancos, las patillas doradas y el clavijero dorado y era… era preciosa. El cuerpo le brillaba, reflejando la luz de las bombillas de la tienda en ella y me pareció tan atrayente, como si me llamara. Alcé una mano para tocar el mástil…
-¿Qué haces? – Tina me miraba con una ceja alzada. Centró su vista en la guitarra y sonrió. - ¿Te gusta la guitarrita?
-¡Es guapísima! – se rió, con tonito de superioridad.
-Es nada más y nada menos que una Gibson Les Paul de la serie Custom, Britt. Eso no es una guitarra, es la reina de las guitarras, de las que utilizan los profesionales o los famosos. Es de lo mejor que te puedes encontrar hoy en día. Una guitarra así no se encuentra en cualquier lugar. – creo que me había enamorado.
-La quiero. – y Tina pasó de la risa a las carcajadas estridentes.
-¿Tú? ¿Y una guitarra? ¿Gibson Les Paul? ¡Eso sería un delito! Si te la llegaras a cargar, te juro que yo misma te arrancaría la cabeza.
-En serio. La quiero, a ella. La deseo. – no había hablado más en serio en mi vida. Mi amiga bajista negó con la cabeza, cruzándose de brazos.
-¿Para qué? ¡Si no sabes tocar!
-No es para mí… es para Santana. – me imaginaba su cara cuando la viera. Bueno, en realidad intentaba imaginarla, pero no veía nada. Me costaba mucho hacerme una idea de la cara de Santana al verla. Quizás sonreiría, quizás se pondría seria, quizás lloraría… bueno, vale, eso último no. ¿Santana llorando? Eso si que era imposible de imaginar. Pero le gustaría. Estaba segura de ello. Le encantaría.
-¿Santana sabe tocar la guitarra? – preguntó Tina, más sosegada.
-Si. Creo que lo hace bastante bien, a mí me gusta. Su guitarra está rota y le gustaría tener una eléctrica así que, ya que es Navidad, ¿Por qué no? – ella asintió con la cabeza lentamente, acariciándose la barbilla con suavidad, pensativa.
-No lo sé, ¿Tienes 3400 dolares?
Vale, me he quedado muerta.
Me separé de la guitarra y le di la espalda, sin mirarla. Cuanto más la mirara, más rabia me daría no tenerla a mi alcance, ahí, quieta, tan majestuosa.
-No tengo 3400 dolares. ¿¡Cómo puede valer ese maldito chisme tanto dinero!?
-Es de la serie Custom, Brittany. Una Gibson Les Paul.
-¿Y qué? ¿La tocó John Lennon?
-3400 dolares sin los amplificadores. – tragué saliva. – Sin la correa y sin los cables. – vale, no quería oír más.
-Imposible. Si me toca la lotería, quizás. Le regalaré una… Muñeca antiestrés, para que se desahogue. – Si, iba con doble sentido. ¿Qué mejor regalo que yo envuelta en papel de regalo? Me pondría un lacito en el cuello. Las dos disfrutaríamos y todos felices.
Hum… no me gusta la idea. Le falta algo.
-Por cierto, ¿Dónde está Santana? – sacudí la cabeza, mirando a Tina.
Inconscientemente, había sacado el móvil del bolsillo pensando en ella, jugueteando con el móvil entre mis manos.
-Se fue a Los Angeles esta mañana temprano. Ni siquiera se despidió la muy imbécil.
-Ah, claro, es comprensible. Querrá pasar la Navidad con vuestro padre, sus amigos, su novio… - ja, lo dudo. Por lo que me contó, Santana no lo pasaba precisamente muy bien en Navidades como para querer volver y… ¿Qué? ¿Cómo?
-¿¡Novio!? – grité. Todo el mundo que caminaba por la calle se nos quedó mirando de reojo por el grito. ¡Que les dieran por culo! ¿¡Cómo que novio!?
-Joder Brittany. Definitivamente serías una buena vocalista, vaya pulmones.
-¡Santana no tiene novio, no puede tener novio! ¿¡Verdad que no puede tener novio, Tina!? – ella se me quedó mirando con una ceja alzada.
-¡Y yo que sé! ¡Lo he dicho por decir! Normalmente uno vuelve a casa por Navidad para ver a sus seres queridos, ¿No? Igual no tiene novio y sólo ha ido a ver a su padre o a sus amigos o a saber tú qué… - ¿Amigos? ¡Santana no puede tener muchos amigos con semejante carácter y esa jodida chulería suya! ¿Familia? ¡Santana se la pasaba por otro lado, por algo se tiraba a su propia hermana! Oh no, oh no, ¿Entonces porque había vuelto a L.A?
¡No, soy la otra! ¡Tiene novio, tiene novio y yo soy la otra! ¡Soy la Muñeca cornuda de mi hermana!
-Brittany, ¿Te estás cagando? Porque estás poniendo una cara de estreñida para hacerte una foto… - me temblaba la mandíbula, apretando los dientes y los puños y los ojos me ardían, me escocían por lágrimas que no derramaba. Tina frunció el ceño, mirándome con expresión de preocupación. - ¡Eh, mira! ¿Esas no son las Vans que querías? – me arrastró hasta el escaparate de la tienda más cara de todo Ohio, donde una chaqueta normalita podía costarte perfectamente 200 dolares y de dónde yo era clienta más o menos habitual. Siempre que lograba sacar un dinerillo ahorrado me lo gastaba allí. Siempre había de mi estilo rondando por la tienda y eso me había hecho crearme mi propio lema. Nunca entres a Clennan´s sin tener mínimo trescientos dolares que gastar. Y así lo hacía.
Para esas navidades tenía un total de 2000 dolares para gastarme en Clennan´s, 2000 dolares ahorrados durante todo el año que pensaba gastarme en esas Vans que adornaban el escaparate desde hacía una semana.
Pero en esos momentos ni mirar las zapatillas que serían mías para Navidad me alegraba.
Estaba furiosa.
-¿Ya lo has arreglado con la castaña?
-¡No te importa! ¡La próxima vez, si tienes pensado llamarme, no lo hagas a las cinco de la mañana! ¡Puede ser que esté durmiendo! ¿Sabes? – encendí la lámpara de la habitación, levantándome de la cama, pegándole un puñetazo a la almohada. En realidad no había dormido nada desde que me acosté. No había podido cerrar los ojos pensando en que Santana me estaba utilizando para algo y a cada minuto me crispaba más lo nervios. Podría haberla llamado, si, pero no quería. Tenía orgullo y no, aunque hubiera estado despierta toda la noche, no había pensado llamarla.
Una suave risita se escuchó al otro lado del móvil.
-Pero si eres tú quien me ha llamado, Muñeca.
Vale, sí. Había mandado a la mierda el orgullo y la había llamado a las cinco de la mañana. Últimamente tenía la fea costumbre de ponerme a patear mi orgullo y aplastarlo por un polvo con Santana, y ahora me sentía imbécil, si, muy estúpida. Yo sólo me humillaba delante de ella.
-Bueno… – murmuré, pasándome la mano por el cuello.
-Iba a llamarte antes pero surgió algo urgente y se me olvidó. Pensaba que estarías dormida, así que tenía pensado llamarte mañana por la mañana, pero ya que has cogido el móvil tú… ¿Qué haces despierta a estas horas? – fruncí el ceño, pensativa.
-No podía dormir.
-¿Pensando en mí? – se río. Suspiré.
-¿Y tú? ¿Qué haces despierta a estas horas?
-Eh… estoy…
-Si estás follando con un castaño de abdominales marcados, dilo. No me importa. – solté, sin pensármelo dos veces porque si lo hubiera pensado dos veces, obviamente no abría dicho semejante estupidez.
-Bueno, últimamente prefiero a las rubias con más curvas así que, no.
-Hum… - ¿rubias con mas curvas? No me hagas la pelota.
-¿No te has reconciliado con la castaña? No pareces muy animada.
-Bueno, supongo que el hecho de que sean las cinco de la mañana no ayuda mucho.
-¿Y? – puse los ojos en blanco y de nuevo, más tranquila, me dejé caer boca arriba en la cama. Su voz dulce me hacía sentir más sosegada, más relajada, más segura.
-Se lo he contado todo a Rachel.
-¿Todo?
-Todo.
-¿Tengo que pegarle una paliza para que guarde silencio?
-¡No! – Santana se río.
-Que aburrido entonces. No me digas que se lo ha tomado bien.
-No exactamente.
-¿Y que te dijo exactamente?
-En palabras textuales: Déjalo Brittany, te vas ha arruinar la vida por esto. Te va ha destrozar. – ahora sí. Santana estalló en carcajadas. - ¿De qué te ríes?
-¡Es la única persona que lo ha visto claro desde que llegué!. Creo que sólo ella y esa Sparky tienen alguna idea de lo peligrosa que soy. – yo también lo sé, mierda. Sé que eres peligrosa, quizás mortal y aun así, aquí estoy, llamándote a las cinco de la mañana renunciando a mi ya escaso orgullo por ti.
-Entonces, si eres tan peligrosa como dices, debería alejarme de ti ¿no? – Santana se quedó callada unos segundos desde la otra línea.
-Ya te he dicho muchas veces que no tengo intención de hacerte nada a ti.
-¿¡Por qué no a mí!? ¡¿Qué tengo de especial para ti, Santana?! – le grité, poniéndome nerviosa al ver que no contestaba, se quedaba muda. - ¿Debería hacerlo? ¿Debería mandarte a la mierda y pasar de ti, Santana? ¡Dilo! – la oí suspirar.
-Sí. Deberías.
-¿Vas ha arruinarme la vida, Santana?
-Si. Probablemente.
-¿Y por qué estoy jugando a esto contigo? – pregunté. Era una pregunta para mi misma, no para ella. Sabía que Santana no tendría respuesta para eso, pero una vez más, me equivoqué.
-Porque quieres que vuelva. – el móvil tembló entre mis manos. La voz de Santana sonó extrañamente aguda y baja, como si lo murmurara. – Dijiste que querías que volviera para Navidad. Dilo, arrepiéntete. Di, Santana, no quiero que vuelvas, no quiero volver a verte. Dilo ahora y no volveré nunca. Jamás. No volveremos a vernos nunca…
-¡No! – la simple idea hizo que se me cortara la respiración. – ¡No voy ha decir eso! ¡Quiero que vuelvas! ¡Vuelve conmigo! – las palabras me salieron solas, desde lo más hondo. Sentí como un fuerte golpe de desesperación me inundaba el cuerpo hasta hacerme perder el aire. Me agarré el pecho fuertemente, con el corazón a cien.
-Muñeca… tú sólo has preguntado. Yo sólo he contestado. En realidad, aunque me dijeras que no quieres volver a verme, volvería a por ti. – poco a poco, las manos dejaron de temblarme al escuchar como la voz de Santana volvía a ser dulce. Tomé aire un par de veces.
-Santana… - suspiré, cerrando los ojos levemente. Para entonces ya me había olvidado del castaño de abdominales marcados que tenía metido en mi cabeza, de los supuestos cuernos, de la supuesta psicosis de mi hermana… sólo había una loca allí y esa era yo por dejarme seducir por sus palabras, por las palabras de la maléfica dueña de la Muñeca. – Santana tú… ¿Sabes lo que es una Gibson Pul o…? No, así no era. Gibsom Paul Cutom… no, así tampoco. ¿Cómo era?
-¿Gibson? ¿Te refieres a una guitarra Gibson?
-¡Si, eso! Gibson Paul…
-¿Gibson Paul Cutom? ¿Quieres decir una Gibson Les Paul de la serie Custom?
-¡Exacto, eso! ¿Sabes lo que es? – Santana soltó otra breve carcajada. Todo rastro de mal royo había desaparecido ya, tan fácil y rápidamente como había venido.
-Es la reina de las guitarras. Es un modelo que está de moda entre profesionales y famosos y no me extraña. Si fuera una guitarrista y estuviera en un grupo famoso, tendría una colección de esas maravillas.
-Entonces… ¿Molan mucho?
-¡Joder, daría un brazo y los dos pulmones por una!
-Hum…
-¿Por qué lo preguntas? – busqué una excusa rápida, intentando no tartamudear.
-Tina me habló de ellas y me acordé de ti, como tú tocas la guitarra.
-Bueno, con esa porquería de guitarra creo que ya no voy a poder tocar mucho. Quizás dentro de un año consiga ahorrar lo suficiente como para comprarme otra de imitación. – O quizás alguien te regalara una. Quizás…
-Entonces, vuelves mañana ¿No?
-Por la noche estaré allí.
-Igual si llegas lo suficientemente tarde consigues saltarte la cena de Navidad y te ahorres el conocer a la familia por completo.
-¿Una fiesta familiar? ¿Habrá mucha gente?
-Bueno… -me acomodé en la cama, encogiendo las piernas y sentándome, apoyando la espalda en la pared. - Primos y tíos de mamá. Si no te gustan los niños no vengas, ¡Te acosaran! Te lo digo por experiencia. Mamá es la mayor de sus hermanos por casi nueve años y los hijos de los tíos son muy jóvenes. Creo que la mayor tiene doce. Los niños se tiran encima de ti como si fueran perros hambrientos y lo destrozan todo.
-¿Puedo saltarme esa fiesta?
-¡No! ¡No me dejes sola con ellos, Santana!
-¡No soporto a los niños, te lo juro! ¡Me ponen nerviosa!
-No hay problema, los llevaremos a tu cuarto, cerraremos la puerta y las ventanas y les cortaras la lengua. ¡Lo tengo todo planeado! – casi pude ver su sonrisita en mi mente cuando le oí resoplar.
-Tengo práctica en eso. Puedo intentarlo.
-¿Alguna vez has cortado una lengua?
-¿Te asustarías si te dijera que sí?
-Creo que tu cuerpo ya me ha vacunado contra el espanto. – me mordí el labio, escuchando su risa.
-Iré… pero sólo si te deshaces de los niños antes. No quiero que ocurra un accidente.
-¿Deshacerme de los niños? ¿Y dónde arrojo los cuerpos?
-Llévatelos a dar una vuelta diciendo que vas a comprarles chucherías. Llévatelos lejos, compra una litrona de gasolina en una gasolinera, tírasela por encima y deja caer una cerilla encendida disimuladamente. No es muy difícil. – joder, con que sangre fría lo decía.
-No lo habrás hecho antes ¿no?
-Con seres vivos, no. Con un coche de veintisiete mil dolares, si. – nuestra risa se mezcló a través del teléfono. Era increíble la manera en la que me reía de las cosas odiosas que hacía, porque, si a mí me prendiera fuego al coche, no me haría mucha gracia. Santana conseguía que sí, me hiciera gracia, me hiciera reír y, eso, era algo peligroso pero agradable. Creo que era una de las pocas personas que se sentía totalmente cómoda a su lado, tranquila y protegida.
-¡Santana! – un grito femenino se escuchó de fondo desde el otro lado. Parecía un grito un tanto desesperado, pidiendo ayuda.
-Muñeca, tengo que dejarte.
-¿Quién es?
-Quinn, una amiga… - Santana parecía intranquila de repente, preocupada. – Muñeca, mañana nos vemos.
-Pero… - me dejó con la palabra en la boca, colgándome. Miré el móvil en mis manos en silencio. ¿Qué demonios estaría haciendo como para cortar tan repentinamente? Espero que no esté traficando con drogas o esté metida en una pelea o algo parecido.
Mierda. Volvía ha estar preocupada.
Me tumbé en la cama, encogiéndome en posición fetal con el móvil en las manos y me puse a pensar.
Esa guitarra sería de Santana, se la regalaría yo, sí, estaba decidido. Lo que no tenía ni idea era de dónde iba a sacar el dinero en un solo día, en víspera de Navidad. Bueno, algo se me ocurriría, confiaba plenamente en mi astucia. También tenía que pensar en algo para Navidad, preparar algo para Santana, algo que pudiéramos disfrutar las dos. Estaría difícil teniendo en cuenta el montón de gente que se presentaría mañana en casa, pero estaba segura de que algún rincón de casa nos permitiría tener una cierta intimidad para nosotras. Quizás la azotea…
Sonido.
Un mensaje nuevo. ¡Un mensaje nuevo de hermana/novia/psicópata! ¡Mierda, tendría que cambiarle el nombre otra vez!
¡Mostrar!
¡Oh, joder! ¡Una foto! Santana se había hecho una foto y me la había enviado y… tragué saliva. Santana estaba sentada en una silla con esa pose chula que tenía, con las piernas abiertas, los labios entreabiertos con una sonrisita y una mirada provocadora, muy provocadora. Se había puesto una remera con un gran escote, dejando ver sus pechos, y con una mano, se bajaba los pantalones lo suficiente como para verle la ingle. Doblaba la cabeza, dejando ver claramente su cuello brillante y el chupetón que resplandecía en ella. ¡Mi chupetón, uno de los que le hice! Oh, Santana…
Estaba realmente hermosa y sexy.
Hubiera estado bien llevarte conmigo y enseñarte la cueva del psicópata. La próxima vez no te librarás, Muñeca.
El corazón se me salía por la boca imaginando que me susurraba esas palabras al oído. Tenía que contestarle, tenía que… ¡Un bolígrafo, un bolígrafo! Rebusqué en los cajones de mi cuarto, alterada hasta que encontré un rotulador negro. ¡Perfecto! Me saqué la camiseta, quedando desnuda de cintura para arriba excepto por mi brasier y sacudí el pelo, revolviéndomelo con una mano. Me planté frente al espejo del armario y le quité el tapón al rotulador.
Adiós otra vez, orgullo mío. Algún día te recuperaré y disfrutaremos juntos del mundo. Hoy no.
Muñeca Propiedad de Santana López
Escribí en mi abdomen. Miré a la cámara con los labios entreabiertos y la lengua entre ellos, acariciándolos, humedeciéndolos. Pulsé el botón.
Por ahora, confórmate con esto.
Y lo envíe. Nunca había hecho una cosa así, pero como no… Santana era diferente. Era divertido jugar con ella. Muy divertido y excitante.
Me senté en la cama y el tiempo se me hizo eterno esperando una respuesta que no llegaba. Hasta que llegó.
Nuevo mensaje. Mostrar.
“Lo retiro. No hubiera estado bien llevarte conmigo. En realidad, es una jodida mierda no haberlo hecho.”
Suspiré, con una sonrisita estúpida en la boca.
“Buenas noches, mi ama.”
“Buenas noches, mi Muñeca”
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chicas creo que saben que estoy asi por el colegio y no actualizo mucho, para que se den una idea de como me estan haciendo mierda en el colegio... de las 12 materias que hay, tengo abajo 8... y bueeeee... eso me pasa a mi por meterme en la especialización mas difícil. Un besoooo y un saludo...
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Esto es wanky en todos los sentidos *---*
Britt haciéndole esa escena a Rachel xD no imagino a Rachel avergonzada & Brittany rogandole xD
Pero buenoo.. estas chicas se ponen cada vez más intensas. No puedo esperar para el próximo y saber que hará Britt para conseguir la guitarra.
Saludos :)
Britt haciéndole esa escena a Rachel xD no imagino a Rachel avergonzada & Brittany rogandole xD
Pero buenoo.. estas chicas se ponen cada vez más intensas. No puedo esperar para el próximo y saber que hará Britt para conseguir la guitarra.
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
morí de risa con la escena de britt a rachel jajaja
a ver como va la cena de navidad para san!
yo estoy con san en matar a los niños,.... a veces son insoportables,.. ok no todos!!
nos vemos!!!
a ver como va la cena de navidad para san!
yo estoy con san en matar a los niños,.... a veces son insoportables,.. ok no todos!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
WOW!!!!
LO AME!!!!! Fue perfecto!!! Gracias por darte el tiempo de actualizar, espero no tardes mucho en actualizar de nuevo pero mas importante que eso, espero que te vaya increíble en la escuela y saques tus materias :) Mis mejores vibras para ti!!!!
JaelD* - Mensajes : 5
Fecha de inscripción : 10/04/2014
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
DEMASIADO CON MUCHO me encanto
Dani(:********-*- - Mensajes : 1092
Fecha de inscripción : 16/04/2014
Edad : 28
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Esta cardiaco este fic en encanta!! Y woow las gibson son lo máximo o que se la compre!!
kimberly_wanky*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 28/02/2013
Edad : 34
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
acabo de terminar de leer todo lo que llevas escrito y dejame decirte que sere tu nueva lectora de forma incondicional, asi que hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 15
-Perdone… - el dependiente de la tienda se me quedó mirando con expresión piadosa cuando se percató de mí presencia. Parecía buen chico y bastante inocente. Genial. Me acerqué a él con carita de cordero degollado, jugueteando con mis manos intentando aparentar inocencia y timidez. – Usted es ¿El dueño de la tienda? – murmuré, con voz bajita y tristona. Tosí un poco para darle más realismo al personaje que interpretaba.
-No, chica. Yo soy el hijo del dueño. – chica dice. Igual tengo más años que tú, mequetrefe. - ¿Por qué? ¿Quieres algo? – asentí sumisamente con la cabeza.
-¿Me puede decir cuanto cuesta esa guitarra de ahí? - señalé la Gibson Les Paul serie Custom con el dedo. El dependiente sonrió al verla y se giró hacía mí, con una sonrisa que ni para un anuncio de Colgatte.
-Esa es el ojito derecho de mi padre, chica. Es una Gibson Les Paul serie Custom… - si, ya sé como se llama. Al grano, imbecil. – Vale alrededor de 3400 dolares. No estoy muy seguro. ¿Te interesa? – asentí con la cabeza.
-Mi hermana tenía una como esa, era igual. Era de mi papá. Pero hubo un incendio en casa y se quemó y ahora mi papá no puede tocar la guitarra, se le quemaron las manos. – el dependiente palideció.
-Vaya, que… pena… - forzó una sonrisita. Yo forcé otra, más tristona.
-3400 dolares es mucho dinero. Mi hermana no me ha dado tanto. – hice un puchero.
-Oh, ¿Quieres la guitarra para tu hermana? – se inclinó sobre mí, como si fuera una mocosa con una piruleta en la boca con la que debía ser amable. Joder, que chico más tonto, ¡Pero si era más alta que él!
-Es mi hermana mayor. – asentí. – Me dijo que le comprara la guitarra más bonita que hubiera en la tienda con nuestros últimos ahorros, para tocarla en Navidad. – suspiré dramáticamente – Nuestra última Navidad juntas.
-¿Vuestra última Navidad juntas? – le miré a los ojos con la cara más patéticamente penosa que tenía, con las cuencas de los ojos llenas de lágrimas. Tenía pensado en una medida desesperada romper a llorar en cualquier momento.
-Mi hermana tiene SIDA. – el dependiente tragó saliva. – La pilló cuando estuvo en África, ayudando a los más necesitados.
-Pe-pero… ¿El SIDA no se contagia por contacto sexual?
-¡Por contacto con la sangre cero positivo! Allí, poniendo vacunas a todas aquellas pobres personas… Era inevitable que la buena de mi hermana acabara pinchándose con una aguja no esterilizada infectada con el virus. – el dependiente flipaba en colores. Yo la verdad es que también, estaba haciendo tan bien el papel que me lo empezaba a creer. – Los médicos dicen que le queda poco más de un mes de vida, así que ha decidido volver a casa para morir dignamente, con los suyos. Su último deseo es tocar una última vez una guitarra… parecida a la que nos tocaba papá antes de que… de que… snif… - se me saltaron las lágrimas solas, imaginando a Santana en una camilla de hospital muriéndose. Uf, me angustiaba el sólo pensarlo.
-Chica, no llores… - el dependiente no sabía que decir para consolarme. Tenía una cara de, joder, que pena ¿Qué hago? ¿Qué le digo?, que no podía con ella.
-Ais… no pasa nada, no pasa nada. La vida sigue ¿no? – el dependiente asintió frenéticamente con la cabeza, sonriéndome amablemente. – Bueno… hasta que el cáncer de pulmón se me extienda lo suficiente y deje de respirar.
-Coño…
-¡Pero claro, eso no es un problema suyo! La guitarra es demasiado cara, ¿Qué se le va a hacer? - El hombre asintió con la cabeza, con pena. – Bueno… - empecé a caminar, cabizbaja, arrastrando las piernas hacía la salida de la tienda de música. – Igual aún nos sirve el viejo ukelele con el que mamá se cortó las venas al ver que sus dos hijas se morían entre horribles sufrimientos… snif… pobre mamá. – miré hacía atrás. El chico bajó la cabeza hecho polvo ante mis palabras. Me puse a toser ruidosamente, mirándole de reojo. Tosí más ruidosamente, haciéndome polvo la garganta y hasta me dejé caer de rodillas en el suelo, encorvándome violentamente hacía delante.
-¡Chica! – el hombre corrió hasta mí, blanco como la cera. - ¿Estás bien?
-No… mi hermanita está mucho peor… ¿Cómo le diré… cómo le diré a mi pobre hermanita que no he conseguido su preciosa guitarra? – volví a toser ruidosamente. El dependiente empezó a desesperarse.
-Quizás… quizás podríamos rebajártela un poco. – dejé de toser y le miré, con los ojos brillantes.
-¿En serio? Que buena gente es usted.
-Quizás unos doscientos dolares… - hice cuentas enseguida. Eso se quedaría en 3200 dolares… ¡Una mierda! Empecé a toser con más fuerza. - ¡Oh, oh, quizás quinientos, sí, quinientos como mucho! – eso serían unos 2900 euros.
-¡No tengo tanto dinero! – lloriqueé. Él ya había comenzado a desesperarse del todo.
-Bueno… quizás… quizás… ¡Ya lo sé! Necesitamos ayuda con la tienda, quizás si nos echaras una mano con el trabajo, podríamos rebajártela un poco más. – me le quedé mirando, seria. ¿Trabajar, yo? No he trabajado en mi puta vida.
-¿Qué clase de trabajo?
Esto era ridículo, patético, absurdo. Un complot para humillarme entre todos, ¡Si, eso era!
-¡Jou, jou, jou, Feliz Navidad! ¡Tome, tome, no se le olvide visitar la tienda de música especializada Krachbuol, dónde venden los mejores instrumentos de música del país! ¡Oh, oh, tome, tome y piénseselo bien antes de comprarle a su hijo un móvil, hombre, que ya está muy visto, ahora lo que mola son las guitarras, para que los niños monten su propio grupillo! ¡Jou, jou, jou, Feliz Navidad! ¡Rebajas de hasta un 30 por ciento en la tienda de música especializada Krachbuol!
Sí. Lo sé. Ir paseándose, dando tumbos de aquí para allá vestida con un traje de Papá Noel con dibujitos de trompetas, pianos y violines, con un gorro y barba blanca postiza incluida, repartiendo propaganda de una tienda de música en pleno centro de la ciudad haciendo tocar una campanita con la mano y gritando cada dos por tres, jou jou jou, NO era una forma muy eficaz de recuperar el orgullo perdido. Pero por lo visto era el camino más rápido y agradable a la hora de conseguir el dinero para la guitarra de mi hermana/novia/psicópata. El otro camino era prostituirme, cosa que obviamente, no pensaba hacer. Pero empezaba a creer que las dos opciones eran igual de humillantes y vergonzosas.
-¡Aahhh, Papá Noel! ¡Es Papá Noel! – un grupo de niños se me acercaron con los brazos en alto, con los ojitos brillantes gritando el nombre del gordito de traje rojo que según el mito, traía regalos el día de Navidad. Que monos, míralos tú que monos corriendo y enganchándoseme en las piernas, tirando de mis pantalones.
-¡Santa, Santa! ¡El año pasado te pedí un scalextric, no esa bicicleta fea y verde que me trajiste!
-¡Y yo te pedí una Barbie, no ese vestido rosa con volantinas! ¡No lo quiero, quiero mi Barbie! – me quedé mirando como los niños empezaban a gritarme y a quejarse por regalos que no había hecho. Retrocedí, impactada con tanto mocoso junto criticándome y tirando de los pantalones, tan fuerte que tuve que agarrármelos para que no me los bajaran y vieran todo.
-Esto… Eh, niños, si yo no… - a ver como les explicaba yo ahora que era una chica que sólo quería pagarse una guitarra para regalársela a su hermana y no Papá Noel.
-¡Vamos a quitarle el saco de los regalos, vamos a quitárselo y nos quedamos los regalos! - Pegué un bote cuando los niños se me engancharon del saco con los papeles de propaganda de la tienda y empezaron a tirar.
-¡Eh, no, no, no! ¡Soltad el saco, soltadlo! – y los niños empezaron a tirar con más fuerza. Joder, eran tantos que no podía con ellos, eran como doce y poco a poco, veía como se le empezaban a unir más y empezaban a tirar y a tirar con más fuerza hasta que casi me arrastraban con el saco. De repente, uno de ellos se me enganchó de la barba postiza, tirando. - ¡Eh, la barba no, suelta, suelta!
-¡Ahh! – el gorro se me cayó al suelo y me descolocaron la barba por completo. - ¡No es Papá Noel! – ala, y todos soltaron el saco de golpe, haciendo que cayera al suelo de culo.
-¡No, no soy Papá Noel y que sepáis que Papá Noel no existe! ¡Ni los Reyes Magos! ¡Los regalos os lo hacen vuestros padres, eh! – los niños me miraron con cara de ¿Qué me estás contando? ¿¡El pato Lucas ha matado Bugs Bunny!? Y salieron corriendo, gritando mamá. Algunos hasta llorando. Me quedé quieta, sentándome de rodillas en el suelo, shockeada por lo que acababa de pasar.
-Que vergüenza, destruir las ilusiones de los pobres niños así. – mujeres de la edad de mi madre para arriba se me quedaron mirando, murmurando. Intenté levantarme con pesadez. Tenía el traje forrado de cojines y cosas así para que aparentara más anchura y estaba sudando como un pollo asado. La primera vez, me caí de lado al suelo. La segunda di un traspiés y me fui hacía atrás.
-Aahh… - murmuré, intentando mantener el equilibrio para no darme la hostia del siglo. No lo conseguí exactamente.
-¡Eh! ¡Cuidado por dónde vas, imbécil! – me di la vuelta enseguida, enfurecida. ¡Ya estaba harta!
-¡Si tienes algún problema, apártate tú joder y ten más respeto! ¿No ves que soy Papá…? – me quedé muda, mirando esa mata de pelo castaño que tenía por pelo y esos ojos azules tan penetrantes. Tenía un par de cicatrices alrededor de la cara que le hacían parecer aún más fiera, más imponente. Coño, sabía demasiado bien quien le había hecho esas cicatrices. - ¡Sparky!
-¿Qué has dicho, gordo de los huevos? – me agarró por un momento del cuello del traje rojo y acercó su cara a la mía, gruñendo, hasta que entrecerró los ojos y nos quedamos mirando fijamente. – Tú… - mierda. Fruncí el ceño mientras le observaba curvar los labios en esa macabra sonrisa. – Eres la puta de Brittany.
-¿¡A quien llamas puta!? – le pegué con el saco en la cabeza. Sparky se inclinó hacía delante, adolorida. Alcé el saco otra vez… ¡Ya me habían molestado suficiente por hoy!
-¡Eh, eh, que todavía estoy herida, coño! – nos miramos con cara de mala hostia. Sí, estaba herida. Su brazo aún estaba vendado, aunque ya no tenía los dedos entablillados.
-¡Piérdete y déjame en paz! ¡Estoy trabajando!
-¿Trabajando? ¿Tú? Estás haciendo de payaso ¿no? – suspiré, empezando a perder la poca paciencia que tenía. ¡Me estaba poniendo histérica!
-Te lo advierto…
-Ya me he enterado de que la chica que me metió la paliza no es otra que tu novia. – arrugué la cara y me di la vuelta, soltando el saco en el suelo y cruzándome de brazos frente a ella, con la misma pose que Santana cuando se ponía chula. Si pensaba soltar una broma, burlarse o algo parecido, le rompería la boca. De lo que más orgullosa me sentía en esos momentos era de que algo se me hubiera pegado de Santana en lo referente a su chulería. Aunque yo ya de por sí, siempre había sido bastante chula.
-Si piensas burlarte de mí te rompo los dientes.
-Jum, no pensaba hacerlo. Me resultaba más que obvio que eras lesbiana.
-¡Genial, viva! ¿Quieres que te haga palmas? ¡Las demás chicas son como tú, por eso me dan tanto asco! – le saqué la lengua y le hice un gesto con el dedo que no pareció gustarle nada por la clara vena que se le marcó en la sien. Me dieron ganas de romper a reír en su cara. Tenía una cara de perro a punto de tirársete a la boca…
-Puta…
-¿¡Qué!? ¿¡Que me vas a hacer, eh!?
-¡No merece la pena! ¡Con un pelo que te toque irás llorando detrás de tu novia!
-¡No necesito que mi novia me proteja!
-¡Desde luego, por eso me metió una paliza!
-¡Ja! ¡Culpa tuya por ser tan débil! ¡Te la merecías, no digas que no! – bah, hablar con esa imbécil no tenía sentido. Iría con mi saco a repartir propaganda a otra parte. Lo agarré y volví a cargarlo sobre mi hombro. - ¡Siempre, desde niñas molestándome! ¡Que si tirándome del pelo, manchando mi baby de pintura, rompiendo mis ceras de colores, comiéndote mi pegamento! ¡Te merecías una paliza un día! ¡Jódete!
-Si. ¡Es lo que todas las niñas hacen para llamar la atención de la persona que les gusta!
-¡Si!… ¿¡Qué!? – me volví rápidamente, con la boca abierta. Sparky ya me había dado la espalda y se había puesto a andar, alejándose entre la multitud. ¿Qué había dicho? Es decir… ¿Qué? ¿Perdón? ¿Acababa de insinuar que yo le gustaba o lo había imaginado? Tragué saliva. Mejor no pensaba en ello, no, mejor no. Mejor seguía trabajando y le compraba la guitarra a Santana, si.
Joder, ¿Qué diría Santana cuando viera ese pedazo de guitarra en sus manos? O qué haría… estaba impaciente por que la viera.
-¡Estupendo, las has repartido todas! ¡Buen trabajo! - ¡Por fin, por fin! Eran las ocho de la noche y me había pasado de aquí allí todo el día, entregando propaganda a todo el que se me cruzaba por delante. ¡Estaba muerta, no me sentía las piernas y tenía hambre, mucha! Sólo me había dado tiempo de comprarme una hamburguesa y no había podido echarle ni Ketchup por no manchar el traje. Y ahora, cuando llegara a casa, debía arreglarme bien, prepararlo todo para cuando llegara Santana y colocar la guitarra de forma casual y… que mis primos no me lo jodieran todo.
-¿La guitarra? – el dependiente asintió con la cabeza, sonriente. Fue hacía el pequeño escaparate de cristal y lo abrió con mucho cuidado. Me quedé embobada observando como sacaba la guitarra de allí con mucha suavidad, muy lentamente y me contuve de ponerme a dar botes de alegría allí mismo, ansiosa. La llevó hasta el mostrador y la dejó con suma delicadeza sobre la madera. Sacó una enorme funda negra dónde la metió. Me estaba poniendo nerviosa la lentitud con la que lo hacía.
-¿Quieres papel de regalo?
-¡Sí, por favor! – tenía que haberle dicho que no. Metió la funda con la guitarra en una caja de cartón azul oscuro y empezó a envolver la caja en papel de regalo con muñecos de nieve y corazoncitos. Realmente cursi. Cuando llegara a casa lo desenvolvería y le pondría un lazo bonito o algo por el estilo y perfecto.
-Ya está. – guay… - Son 1890 dolares.
Vale… esto… ¿qué?
-Pero… con el trabajo y eso no… - me lo quedé mirando, esperando una explicación. ¿No era gratis con el trabajo que me había costado repartir toda esa propaganda de mierda vestida de gordo barbudo?
-Bueno, te dije que si trabajabas y nos ayudabas a repartir la propaganda te la rebajaría. Te he rebajado 1510 dolares, no está mal, ¿no? – creo que el labio inferior empezó a temblarme.
-Son casi 2000 dolares. – el chico asintió con una sonrisa que me estaba sacando de quicio.
-¿No tienes ese dinero? – murmuró, aún más sonriente. Claro, ya que había hecho el trabajo si le decía que no, saldría ganando el muy idiota. Se quedaría la guitarra para venderla a su precio original a otra que no diera tantos problemas y, como Brittany es tonta, ha hecho el trabajo sucio sin obtener nada a cambio. Mierda, ¿Por qué no preguntaría antes de mover un solo dedo?
-Bueno… tenerlo, lo tengo pero… - tragué saliva. 2000 dolares ahorrados a lo largo del año ¡Ese dinero es mío y no pensaba gastármelo en una guitarra sólo para Santana!
-¿Entonces? Si tienes el dinero, ¿Cuál es el problema? – puto dependiente de los huevos. ¡Imbecil! No, no voy a llevármela, decidido y para quitarme el mal sabor de boca por habérmelo currado para nada me compraré las zapatillas hoy mismo y las estrenaré, sí, eso haré.
-Creo… que no voy a llevármela.
-¿No? – entrecerré los ojos.
-No… - la guitarra estropeada de Santana…
-¿Segura?
-Segura… - La sonrisa de Santana, su cara concentrada en la guitarra mientras tocaba, nuestra burbuja…
-¿Segurísima? – La persona en cuestión se siente tan abandonada, que deriva un comportamiento delictivo sociopático…
-Segurísima…
-¿No se arrepentirá? – Muñeca…
Se acabó. Le planté en la cara los 2000 dolares de golpe, aplastándolos contra la mesa.
-¡Dame la puta guitarra, dámela, dámela, dámela! – se la arranqué de las manos y salí corriendo del lugar, sin mirar hacía atrás, con los ojos cerrados intentando reprimir las lágrimas.
Aquellas preciosas zapatillas a las que les había jurado amor eterno…
-¡No! ¡Mis zapatillas! – y me fui lloriqueando corriendo a casa. Sólo me faltaba caerme por el camino y cargarme la guitarra, sólo eso y sería la peor víspera de Navidad de mi vida.
-¡Britt, Britt, prima Britt! – las mellizas de mi tía entraron en mi cuarto armando un gran escándalo, cogidas de la mano.
-¡Ah! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Que le he hecho al mundo!?
-¿Prima? – las miré con un ojo entreabierto. Estaban más monas, con sus trajecitos idénticos de un color amarillo con florecitas y el pelito rubio en dos coletitas mirándome fijamente con esas caritas tan dulces. Lena se chupaba el dedo inocentemente, mirándome con atención. Ais… las únicas criaturas buenas que ocupaban la casa.
-¡Hola, preciosas! – me agaché de cuclillas y les di un abrazo a las dos a la vez, luego un beso en la frente.
-¿Qué haces? ¿Qué haces?
-Intento prepararme para esta noche, pero unas renacuajas me obstaculizan el intento. – las dos se miraron y se rieron.
-Que rara eres prima.
-¿Cómo estoy? – les pregunté a las mellizas. Las niñas abrieron la boca, mirándome.
-¡Que guapa! ¡Que guapa!
-¡Prima! ¿Quieres ser mi novia? – me entró la risa floja.
-Mocosas, algún día tendréis novio. No tan guapa como yo, pero os querrá mucho. Seguro que…
-¡Un novio, un novio! – giré la cabeza. El enano de nueve años de mi primo Damien acababa de entrar por la puerta con una pistolita de agua en la mano. Me apuntó con ella.
-¡Eh, eh, eh, ni se te ocurra que te meto!
-¡Prima Brittany! ¡Tú eres gay y tienes novia!
-¡Serás… imbecil! – las mellizas se llevaron una mano a la boca.
-¡Ha dicho una palabrota, la prima ha dicho una palabrota!
-¡Dile a tu padre que los futbolistas en paro no tienen opinión en ese asunto!
-¡Vale! – Damien se fue corriendo, no sin antes lanzarles un chorro de agua a las mellizas con la pistolita y una sonrisa traviesa en la boca.
-¡Damien! – las dos niñas salieron escopeteadas, detrás de su primo. Suspiré y avancé hacía la puerta con resignación para cerrarla cuando una bola de pelo negra me hizo dar un paso atrás con el corazón a cien del susto. Mi prima Melisa, la mayor después de mí, alzó la cabeza lentamente y me miró con sus ojos delineados con sombra gris, con cara de estar en un entierro.
-Hola Agus, ¿Que me cuentas? – intenté ser amable con la ceja temblándome con un ligero tic. Mi prima entró en mi cuarto sin decir palabra, con la cabeza baja, miró de un lado a otro y señaló la funda que había sobre la cama. La Gibson dentro de ella. - ¿Eso? Es un regalo, ¿Por qué? – mi prima me miró. La verdad es que era la prima que más miedo me daba y eso, que no hablaba. No porque fuera muda, sino porque no le daba la gana. Iba siempre vestida de negro, tenía la piel blanquísima y el pelo negro le tapaba media cara. Era muy guapa, guapísima, sino fuera por que no hablaba y siempre tenía esa cara de muerto. No me gustaría encontrármela por la noche en un callejón oscuro, la verdad. - ¿Quieres… algo? – se me quedó mirando en silencio, poniéndome nerviosa y volvió a señalar la guitarra. – Es un regalo para mi hermana. – frunció el ceño o eso me pareció. – Santana… no te acuerdas de ella, ¿verdad? – negó con la cabeza, se acercó a la funda, la miró simplemente por encima, se dio la vuelta y se fue.
Pues vale, Agustina, adiós. Diviértete.
Suspiré, agarrando la funda con la guitarra dentro y posándola suavemente sobre el suelo, de pie, apoyando el mástil sobre la cama.
Estaba emocionada, el corazón me latía a cien pensando en Santana. No veía la hora de verla entrar por la puerta y dársela, no veía la hora de arrastrarla hasta la azotea donde había… el sonido del móvil me sacó de mi ensimismamiento.
“Llegaré un poco tarde, Muñeca. La espera valdrá la pena, te lo prometo.”
Mierda… la Navidad se me estaba torciendo.
-¡Que guapa, prima, que guapa te estamos dejando! – daba igual cuanto alcohol bebiera. Era imposible evadirse de aquella realidad. Ya tenía mis putos 19 años, pero a decir verdad, prefería estar con mis primas de seis años dejando que me hicieran trencitas en el pelo a meterme en una conversación sobre la apasionante economía del país y como la homosexualidad se había incrementado en un siete por ciento este último año.
Mis tíos eran unos homofóbicos de mierda y sus opiniones sobre la homosexualidad me mosqueaban bastante. Tolerancia cero. No me creía que fueran parientes míos si decían semejantes barbaridades como, habría que reunir a todos los maricones del mundo y quemarlos. ¿Qué problema tenían? ¿Eran descendientes de los nazis y la habían tomado con los gays en vez de con los judíos o qué? ¿No se suponía que estábamos en víspera de Navidad? ¿No se suponía que había que tocar temas más… alegres?
Agustina me miraba fijamente, en silencio, mientras las mellizas seguían trenzándome el pelo. Por un momento, supe lo que estaba pasándole por la cabeza.
¿No piensas decir nada e imponer tu opinión a la de esos bárbaros?
Siempre había sabido imponerme frente a los demás. De hecho, mi madre, mis compañeros de clase y hasta mis profesores habían dicho alguna vez que tenía el carácter de una líder nato, el carácter idóneo para una presidente del gobierno o algo parecido, un ministro, alguien importante. Un pez gordo. ¡Bah, nunca me había importado la política, y si gané las elecciones del consejo estudiantil durante cuatro años seguidos fue porque simplemente supe manejar a la directora del instituto para que no nos obligara a tragarnos veinte minutos más de clase diarios! ¡Absurdo!
-¡Pues la prima Brittany es lesbiana! ¿No, papá? ¿¡Verdad, papá, verdad!?
Me tembló la mandíbula y desvié la mirada hacía los adultos, que se habían quedado repentinamente callados, mirándome a la vez. Vale, Damien, muchas gracias.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra, Damien, cielo. – le dijo mi madre, con un ligero tembleque en la mano. - ¿Verdad que no, Bruno? – mi tío forzó una sonrisa.
-Claro que no, Damien. Hay excepciones… tu prima es una clara excepción. – soltó, con cierto tonito que me crispó los nervios mientras se llevaba una copa de vino a los labios. Me rendí. Me levanté del sofá, dejando a las mellizas con las manos alzadas cuando aparté mi pelo de entre sus dedos.
-Gracias por el peinado, preciosas. Pero un hombre no puede ir con trencitas en el pelo, ¿Verdad que no? – las dos se miraron otra vez y volvieron a reírse inocentemente. Me destrencé el pelo con las manos y me lo revolví un poco.
-¿Qué problema tenéis con la homosexualidad? – interrumpí de repente en la conversación de mis cuatro tíos. Mis tías y mi madre habían pasado de meterse en el tema porque no les resultaba muy agradable, al igual que mi padrastro, a quien incluso había oído llamar calzonazos por ir detrás de mi madre, pasando de meterse en esa supuesta conversación de hombres. - ¿Os roban a las mujeres, os roban el trabajo o… quizás os molesta su forma de actuar? ¿Alguna vez habéis mantenido una conversación con un homosexual? ¿Alguna vez habéis jugado al tennis con uno? ¿No tenéis un compañero de trabajo gay? Quien sabe, es posible que incluso uno de vuestros hijos lo sea. ¿No tienen acaso dos ojos, dos orejas, una nariz, una boca, dos manos, dos piernas como todo el mundo? ¿No tienen sentimientos, os lo hacen pasar mal? No, el único problema para vosotros es que existen y existen como vosotros existís en el mundo, con los mismos derechos, con las mismas oportunidades. ¡Igual vuestro médico de cabecera es homosexual y no lo sabéis! ¡Como cualquier otra persona, no son monstruos, no hay diferencia alguna entre un hombre hetero y uno homosexual, la única diferencia son sus gustos, joder! ¿¡Dónde coño veis el problema, pedazo de hipócritas de mierda!?
Vale, ahí me pasé. Se me fue la cabeza, se me fue la noción de la realidad. Me exalté, acordándome de todas las veces, todas y cada una de las veces que me habían estado molestando a mi mismo con el temita de gay y demás. Me ponían negra y esos malditos homofóbicos, por muy de mi familia que fueran, también.
En el salón se hizo el silencio. Todo el mundo me miraba en silencio con gesto serio en la cara. Mi tío Bruno se mordisqueó el labio un poco antes de abrir la boca.
-Tú no eres la más indicada para hablar precisamente, la oveja negra de la familia. – murmuró. Pero como de repente todo había quedado en silencio, todos lo oyeron y las miradas atónitas se clavaron en él. Expresiones de, te has pasado, se formaron en la cara de toda mi familia.
Apreté los puños. Me empezaban a escocer los ojos y los cerré, con fuerza. Una sombra se situó a mi lado y me hizo retroceder hacía atrás, encarándose a mi tío Bruno.
-Escucha, por muy hermano de mi prometida que seas, no pienso consentirte que le dirijas semejante sucia palabrería a mi hijastra, ¿Entendido? Sé que yo no soy dueño de esta casa, pero si vuelves a decir algo semejante, te echaré de una patada. – me quedé mirando a Will con la boca semiabierta. Se había puesto rojo como un tomate de rabia y mi tío lo miró fijamente, en silencio. Mamá se metió en medio en ese instante, interponiéndose entre Will y su hermano.
-Bruno… sal fuera. – me tensé al oír esa voz tan firme en ella. ¿Cómo? ¿Le iba a pegar? – Sal a la azotea para que te dé un poco el aire, anda. Estás bastante… bebido. – suspiré, aliviada al ver que no pensaba atizarle, cuando me percaté de algo…
¿Azotea?
-¡No! – grité. Mi madre me miró, con una ceja alzada. – Mamá… hace frío en la azotea y está bastante resbaladiza por la lluvia y eso. Si quiere salir, mejor que lo haga al porche, ¿No? – nos miramos. Por un momento pensé que me había delatado yo sola cuando mi madre asintió lentamente, pensativa.
-Tienes razón, cielo, sí. – asentí con la cabeza. Miré de reojo a mi tío Bruno, que a su vez me miraba a mí y… de repente se rió, poniéndome los pelos de punta. El aliento le apestaba a alcohol.
-¡Bueno, sigamos con la fiesta, dejemos a parte los malos rollos! – todos volvieron a sonreír alegremente. Mi madre y Will forzaron una sonrisa. Yo no.
Puto subnormal. Era la peor víspera de Navidad de mi vida. Fui hacía la puerta de casa y salí fuera, haciéndole antes un gesto a mi madre para que no se preocupara por mí. Me entraron ganas de dedicarle al imbécil de mi tío el saludo fascista típico de los nazis, pero me contuve y salí fuera a tomar el aire fresco de la noche. Hacía un frío de morirse, claro, por algo estábamos a menos siete grados.
Desde fuera se oían los gritos y la música que Will acababa de poner a todo volumen, para ambientar la fiesta. Villancicos. Genial. Odiaba los villancicos con esas vocecitas ridículas. Hubiera estado genial irme por ahí con Tina de fiesta después de las doce, pero no, a esperar como una idiota. Me alejé de casa y di un par de vueltas por el barrio. Estaba desierto y todo lo que se oían eran esos molestos villancicos retumbar en las casas de los vecinos. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta, muerta de frío y buscando inconscientemente un paquete de tabaco y un mechero, pero no. Estúpida de mí tirar todo a la basura con la intención de dejarlo. Quería fumarme uno para relajarme, quería… Joder, que frío.
Empecé a caminar hacía atrás, de vuelta a casa, helada, expulsando el vaho por la boca, con la cara helada y la nariz probablemente roja como la de un payaso. Clavé la vista en el suelo, sacando las manos de mis bolsillos y abrazándome a mi misma cuando alcé la cabeza, por fin, frente a mi casa y lo vi.
Un enorme mercedez negro se adentró suavemente en el pequeño jardín de casa, sobre la acera, frente al garaje. El corazón retumbó con fuerza dentro de mi pecho, avisándome, como respondiendo a una llamada muda que me gritaba que fuera hacía allí, hacía ella y me tirara a sus brazos.
“Aquí estoy, para ti, toda tuya. Ahora juega conmigo”
Corrí, corrí con todas mis fuerzas, como si estuviera en plena carrera de atletismo y me persiguiera una avalancha de caníbales, como si me persiguiera la mismísima muerte, pero no. En la meta, lo que me esperaba era el premio, el premio por el que me dejaría devorar por esa manada de asesinos, esa manada de perros hambrientos que estaban hechos esos miembros de mi familia que me habían atacado sin escrúpulos.
El frío había desaparecido por completo en mi cuerpo. El calor me abrasaba las venas y corrí, deseándola, ansiándola, necesitando de su contacto, de su aire, de su vida.
Di la vuelta casi derrapando en la esquina que daba al jardín de casa y respiré, por fin, al verle, a ella, a su cuerpo, a su rostro perfectamente tranquilo, relajada, apoyada en el coche como si esperara a alguien, como si me esperara a mí.
Estaba fumando. Vaya, nunca la había visto fumar, aunque lo hubiera supuesto por el sabor que a veces se formaba en su boca, un sabor que no me desagradaba para nada. Nunca me desagradaba y, entonces, dándole una calada al cigarrillo, alzando la cabeza hacía al cielo y soltando el humo por su boca que se confundió con el vaho de su respiración, giró la cabeza y me miró.
Sonrió.
-Te estaba esperando, mi Muñeca…
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Hola cachorras (? espero no haber tardado tanto en subir el capitulo, me alegra ver que hay nuevas lectoras y que las viejas siguen apoyando el fic. El proximo capitulo va a ser muy lindo *-* super chuchi y no se llalalal me encanta. Gracias por apoyarme a pesar de todo. Saludooooos!!!
-Perdone… - el dependiente de la tienda se me quedó mirando con expresión piadosa cuando se percató de mí presencia. Parecía buen chico y bastante inocente. Genial. Me acerqué a él con carita de cordero degollado, jugueteando con mis manos intentando aparentar inocencia y timidez. – Usted es ¿El dueño de la tienda? – murmuré, con voz bajita y tristona. Tosí un poco para darle más realismo al personaje que interpretaba.
-No, chica. Yo soy el hijo del dueño. – chica dice. Igual tengo más años que tú, mequetrefe. - ¿Por qué? ¿Quieres algo? – asentí sumisamente con la cabeza.
-¿Me puede decir cuanto cuesta esa guitarra de ahí? - señalé la Gibson Les Paul serie Custom con el dedo. El dependiente sonrió al verla y se giró hacía mí, con una sonrisa que ni para un anuncio de Colgatte.
-Esa es el ojito derecho de mi padre, chica. Es una Gibson Les Paul serie Custom… - si, ya sé como se llama. Al grano, imbecil. – Vale alrededor de 3400 dolares. No estoy muy seguro. ¿Te interesa? – asentí con la cabeza.
-Mi hermana tenía una como esa, era igual. Era de mi papá. Pero hubo un incendio en casa y se quemó y ahora mi papá no puede tocar la guitarra, se le quemaron las manos. – el dependiente palideció.
-Vaya, que… pena… - forzó una sonrisita. Yo forcé otra, más tristona.
-3400 dolares es mucho dinero. Mi hermana no me ha dado tanto. – hice un puchero.
-Oh, ¿Quieres la guitarra para tu hermana? – se inclinó sobre mí, como si fuera una mocosa con una piruleta en la boca con la que debía ser amable. Joder, que chico más tonto, ¡Pero si era más alta que él!
-Es mi hermana mayor. – asentí. – Me dijo que le comprara la guitarra más bonita que hubiera en la tienda con nuestros últimos ahorros, para tocarla en Navidad. – suspiré dramáticamente – Nuestra última Navidad juntas.
-¿Vuestra última Navidad juntas? – le miré a los ojos con la cara más patéticamente penosa que tenía, con las cuencas de los ojos llenas de lágrimas. Tenía pensado en una medida desesperada romper a llorar en cualquier momento.
-Mi hermana tiene SIDA. – el dependiente tragó saliva. – La pilló cuando estuvo en África, ayudando a los más necesitados.
-Pe-pero… ¿El SIDA no se contagia por contacto sexual?
-¡Por contacto con la sangre cero positivo! Allí, poniendo vacunas a todas aquellas pobres personas… Era inevitable que la buena de mi hermana acabara pinchándose con una aguja no esterilizada infectada con el virus. – el dependiente flipaba en colores. Yo la verdad es que también, estaba haciendo tan bien el papel que me lo empezaba a creer. – Los médicos dicen que le queda poco más de un mes de vida, así que ha decidido volver a casa para morir dignamente, con los suyos. Su último deseo es tocar una última vez una guitarra… parecida a la que nos tocaba papá antes de que… de que… snif… - se me saltaron las lágrimas solas, imaginando a Santana en una camilla de hospital muriéndose. Uf, me angustiaba el sólo pensarlo.
-Chica, no llores… - el dependiente no sabía que decir para consolarme. Tenía una cara de, joder, que pena ¿Qué hago? ¿Qué le digo?, que no podía con ella.
-Ais… no pasa nada, no pasa nada. La vida sigue ¿no? – el dependiente asintió frenéticamente con la cabeza, sonriéndome amablemente. – Bueno… hasta que el cáncer de pulmón se me extienda lo suficiente y deje de respirar.
-Coño…
-¡Pero claro, eso no es un problema suyo! La guitarra es demasiado cara, ¿Qué se le va a hacer? - El hombre asintió con la cabeza, con pena. – Bueno… - empecé a caminar, cabizbaja, arrastrando las piernas hacía la salida de la tienda de música. – Igual aún nos sirve el viejo ukelele con el que mamá se cortó las venas al ver que sus dos hijas se morían entre horribles sufrimientos… snif… pobre mamá. – miré hacía atrás. El chico bajó la cabeza hecho polvo ante mis palabras. Me puse a toser ruidosamente, mirándole de reojo. Tosí más ruidosamente, haciéndome polvo la garganta y hasta me dejé caer de rodillas en el suelo, encorvándome violentamente hacía delante.
-¡Chica! – el hombre corrió hasta mí, blanco como la cera. - ¿Estás bien?
-No… mi hermanita está mucho peor… ¿Cómo le diré… cómo le diré a mi pobre hermanita que no he conseguido su preciosa guitarra? – volví a toser ruidosamente. El dependiente empezó a desesperarse.
-Quizás… quizás podríamos rebajártela un poco. – dejé de toser y le miré, con los ojos brillantes.
-¿En serio? Que buena gente es usted.
-Quizás unos doscientos dolares… - hice cuentas enseguida. Eso se quedaría en 3200 dolares… ¡Una mierda! Empecé a toser con más fuerza. - ¡Oh, oh, quizás quinientos, sí, quinientos como mucho! – eso serían unos 2900 euros.
-¡No tengo tanto dinero! – lloriqueé. Él ya había comenzado a desesperarse del todo.
-Bueno… quizás… quizás… ¡Ya lo sé! Necesitamos ayuda con la tienda, quizás si nos echaras una mano con el trabajo, podríamos rebajártela un poco más. – me le quedé mirando, seria. ¿Trabajar, yo? No he trabajado en mi puta vida.
-¿Qué clase de trabajo?
Esto era ridículo, patético, absurdo. Un complot para humillarme entre todos, ¡Si, eso era!
-¡Jou, jou, jou, Feliz Navidad! ¡Tome, tome, no se le olvide visitar la tienda de música especializada Krachbuol, dónde venden los mejores instrumentos de música del país! ¡Oh, oh, tome, tome y piénseselo bien antes de comprarle a su hijo un móvil, hombre, que ya está muy visto, ahora lo que mola son las guitarras, para que los niños monten su propio grupillo! ¡Jou, jou, jou, Feliz Navidad! ¡Rebajas de hasta un 30 por ciento en la tienda de música especializada Krachbuol!
Sí. Lo sé. Ir paseándose, dando tumbos de aquí para allá vestida con un traje de Papá Noel con dibujitos de trompetas, pianos y violines, con un gorro y barba blanca postiza incluida, repartiendo propaganda de una tienda de música en pleno centro de la ciudad haciendo tocar una campanita con la mano y gritando cada dos por tres, jou jou jou, NO era una forma muy eficaz de recuperar el orgullo perdido. Pero por lo visto era el camino más rápido y agradable a la hora de conseguir el dinero para la guitarra de mi hermana/novia/psicópata. El otro camino era prostituirme, cosa que obviamente, no pensaba hacer. Pero empezaba a creer que las dos opciones eran igual de humillantes y vergonzosas.
-¡Aahhh, Papá Noel! ¡Es Papá Noel! – un grupo de niños se me acercaron con los brazos en alto, con los ojitos brillantes gritando el nombre del gordito de traje rojo que según el mito, traía regalos el día de Navidad. Que monos, míralos tú que monos corriendo y enganchándoseme en las piernas, tirando de mis pantalones.
-¡Santa, Santa! ¡El año pasado te pedí un scalextric, no esa bicicleta fea y verde que me trajiste!
-¡Y yo te pedí una Barbie, no ese vestido rosa con volantinas! ¡No lo quiero, quiero mi Barbie! – me quedé mirando como los niños empezaban a gritarme y a quejarse por regalos que no había hecho. Retrocedí, impactada con tanto mocoso junto criticándome y tirando de los pantalones, tan fuerte que tuve que agarrármelos para que no me los bajaran y vieran todo.
-Esto… Eh, niños, si yo no… - a ver como les explicaba yo ahora que era una chica que sólo quería pagarse una guitarra para regalársela a su hermana y no Papá Noel.
-¡Vamos a quitarle el saco de los regalos, vamos a quitárselo y nos quedamos los regalos! - Pegué un bote cuando los niños se me engancharon del saco con los papeles de propaganda de la tienda y empezaron a tirar.
-¡Eh, no, no, no! ¡Soltad el saco, soltadlo! – y los niños empezaron a tirar con más fuerza. Joder, eran tantos que no podía con ellos, eran como doce y poco a poco, veía como se le empezaban a unir más y empezaban a tirar y a tirar con más fuerza hasta que casi me arrastraban con el saco. De repente, uno de ellos se me enganchó de la barba postiza, tirando. - ¡Eh, la barba no, suelta, suelta!
-¡Ahh! – el gorro se me cayó al suelo y me descolocaron la barba por completo. - ¡No es Papá Noel! – ala, y todos soltaron el saco de golpe, haciendo que cayera al suelo de culo.
-¡No, no soy Papá Noel y que sepáis que Papá Noel no existe! ¡Ni los Reyes Magos! ¡Los regalos os lo hacen vuestros padres, eh! – los niños me miraron con cara de ¿Qué me estás contando? ¿¡El pato Lucas ha matado Bugs Bunny!? Y salieron corriendo, gritando mamá. Algunos hasta llorando. Me quedé quieta, sentándome de rodillas en el suelo, shockeada por lo que acababa de pasar.
-Que vergüenza, destruir las ilusiones de los pobres niños así. – mujeres de la edad de mi madre para arriba se me quedaron mirando, murmurando. Intenté levantarme con pesadez. Tenía el traje forrado de cojines y cosas así para que aparentara más anchura y estaba sudando como un pollo asado. La primera vez, me caí de lado al suelo. La segunda di un traspiés y me fui hacía atrás.
-Aahh… - murmuré, intentando mantener el equilibrio para no darme la hostia del siglo. No lo conseguí exactamente.
-¡Eh! ¡Cuidado por dónde vas, imbécil! – me di la vuelta enseguida, enfurecida. ¡Ya estaba harta!
-¡Si tienes algún problema, apártate tú joder y ten más respeto! ¿No ves que soy Papá…? – me quedé muda, mirando esa mata de pelo castaño que tenía por pelo y esos ojos azules tan penetrantes. Tenía un par de cicatrices alrededor de la cara que le hacían parecer aún más fiera, más imponente. Coño, sabía demasiado bien quien le había hecho esas cicatrices. - ¡Sparky!
-¿Qué has dicho, gordo de los huevos? – me agarró por un momento del cuello del traje rojo y acercó su cara a la mía, gruñendo, hasta que entrecerró los ojos y nos quedamos mirando fijamente. – Tú… - mierda. Fruncí el ceño mientras le observaba curvar los labios en esa macabra sonrisa. – Eres la puta de Brittany.
-¿¡A quien llamas puta!? – le pegué con el saco en la cabeza. Sparky se inclinó hacía delante, adolorida. Alcé el saco otra vez… ¡Ya me habían molestado suficiente por hoy!
-¡Eh, eh, que todavía estoy herida, coño! – nos miramos con cara de mala hostia. Sí, estaba herida. Su brazo aún estaba vendado, aunque ya no tenía los dedos entablillados.
-¡Piérdete y déjame en paz! ¡Estoy trabajando!
-¿Trabajando? ¿Tú? Estás haciendo de payaso ¿no? – suspiré, empezando a perder la poca paciencia que tenía. ¡Me estaba poniendo histérica!
-Te lo advierto…
-Ya me he enterado de que la chica que me metió la paliza no es otra que tu novia. – arrugué la cara y me di la vuelta, soltando el saco en el suelo y cruzándome de brazos frente a ella, con la misma pose que Santana cuando se ponía chula. Si pensaba soltar una broma, burlarse o algo parecido, le rompería la boca. De lo que más orgullosa me sentía en esos momentos era de que algo se me hubiera pegado de Santana en lo referente a su chulería. Aunque yo ya de por sí, siempre había sido bastante chula.
-Si piensas burlarte de mí te rompo los dientes.
-Jum, no pensaba hacerlo. Me resultaba más que obvio que eras lesbiana.
-¡Genial, viva! ¿Quieres que te haga palmas? ¡Las demás chicas son como tú, por eso me dan tanto asco! – le saqué la lengua y le hice un gesto con el dedo que no pareció gustarle nada por la clara vena que se le marcó en la sien. Me dieron ganas de romper a reír en su cara. Tenía una cara de perro a punto de tirársete a la boca…
-Puta…
-¿¡Qué!? ¿¡Que me vas a hacer, eh!?
-¡No merece la pena! ¡Con un pelo que te toque irás llorando detrás de tu novia!
-¡No necesito que mi novia me proteja!
-¡Desde luego, por eso me metió una paliza!
-¡Ja! ¡Culpa tuya por ser tan débil! ¡Te la merecías, no digas que no! – bah, hablar con esa imbécil no tenía sentido. Iría con mi saco a repartir propaganda a otra parte. Lo agarré y volví a cargarlo sobre mi hombro. - ¡Siempre, desde niñas molestándome! ¡Que si tirándome del pelo, manchando mi baby de pintura, rompiendo mis ceras de colores, comiéndote mi pegamento! ¡Te merecías una paliza un día! ¡Jódete!
-Si. ¡Es lo que todas las niñas hacen para llamar la atención de la persona que les gusta!
-¡Si!… ¿¡Qué!? – me volví rápidamente, con la boca abierta. Sparky ya me había dado la espalda y se había puesto a andar, alejándose entre la multitud. ¿Qué había dicho? Es decir… ¿Qué? ¿Perdón? ¿Acababa de insinuar que yo le gustaba o lo había imaginado? Tragué saliva. Mejor no pensaba en ello, no, mejor no. Mejor seguía trabajando y le compraba la guitarra a Santana, si.
Joder, ¿Qué diría Santana cuando viera ese pedazo de guitarra en sus manos? O qué haría… estaba impaciente por que la viera.
-¡Estupendo, las has repartido todas! ¡Buen trabajo! - ¡Por fin, por fin! Eran las ocho de la noche y me había pasado de aquí allí todo el día, entregando propaganda a todo el que se me cruzaba por delante. ¡Estaba muerta, no me sentía las piernas y tenía hambre, mucha! Sólo me había dado tiempo de comprarme una hamburguesa y no había podido echarle ni Ketchup por no manchar el traje. Y ahora, cuando llegara a casa, debía arreglarme bien, prepararlo todo para cuando llegara Santana y colocar la guitarra de forma casual y… que mis primos no me lo jodieran todo.
-¿La guitarra? – el dependiente asintió con la cabeza, sonriente. Fue hacía el pequeño escaparate de cristal y lo abrió con mucho cuidado. Me quedé embobada observando como sacaba la guitarra de allí con mucha suavidad, muy lentamente y me contuve de ponerme a dar botes de alegría allí mismo, ansiosa. La llevó hasta el mostrador y la dejó con suma delicadeza sobre la madera. Sacó una enorme funda negra dónde la metió. Me estaba poniendo nerviosa la lentitud con la que lo hacía.
-¿Quieres papel de regalo?
-¡Sí, por favor! – tenía que haberle dicho que no. Metió la funda con la guitarra en una caja de cartón azul oscuro y empezó a envolver la caja en papel de regalo con muñecos de nieve y corazoncitos. Realmente cursi. Cuando llegara a casa lo desenvolvería y le pondría un lazo bonito o algo por el estilo y perfecto.
-Ya está. – guay… - Son 1890 dolares.
Vale… esto… ¿qué?
-Pero… con el trabajo y eso no… - me lo quedé mirando, esperando una explicación. ¿No era gratis con el trabajo que me había costado repartir toda esa propaganda de mierda vestida de gordo barbudo?
-Bueno, te dije que si trabajabas y nos ayudabas a repartir la propaganda te la rebajaría. Te he rebajado 1510 dolares, no está mal, ¿no? – creo que el labio inferior empezó a temblarme.
-Son casi 2000 dolares. – el chico asintió con una sonrisa que me estaba sacando de quicio.
-¿No tienes ese dinero? – murmuró, aún más sonriente. Claro, ya que había hecho el trabajo si le decía que no, saldría ganando el muy idiota. Se quedaría la guitarra para venderla a su precio original a otra que no diera tantos problemas y, como Brittany es tonta, ha hecho el trabajo sucio sin obtener nada a cambio. Mierda, ¿Por qué no preguntaría antes de mover un solo dedo?
-Bueno… tenerlo, lo tengo pero… - tragué saliva. 2000 dolares ahorrados a lo largo del año ¡Ese dinero es mío y no pensaba gastármelo en una guitarra sólo para Santana!
-¿Entonces? Si tienes el dinero, ¿Cuál es el problema? – puto dependiente de los huevos. ¡Imbecil! No, no voy a llevármela, decidido y para quitarme el mal sabor de boca por habérmelo currado para nada me compraré las zapatillas hoy mismo y las estrenaré, sí, eso haré.
-Creo… que no voy a llevármela.
-¿No? – entrecerré los ojos.
-No… - la guitarra estropeada de Santana…
-¿Segura?
-Segura… - La sonrisa de Santana, su cara concentrada en la guitarra mientras tocaba, nuestra burbuja…
-¿Segurísima? – La persona en cuestión se siente tan abandonada, que deriva un comportamiento delictivo sociopático…
-Segurísima…
-¿No se arrepentirá? – Muñeca…
Se acabó. Le planté en la cara los 2000 dolares de golpe, aplastándolos contra la mesa.
-¡Dame la puta guitarra, dámela, dámela, dámela! – se la arranqué de las manos y salí corriendo del lugar, sin mirar hacía atrás, con los ojos cerrados intentando reprimir las lágrimas.
Aquellas preciosas zapatillas a las que les había jurado amor eterno…
-¡No! ¡Mis zapatillas! – y me fui lloriqueando corriendo a casa. Sólo me faltaba caerme por el camino y cargarme la guitarra, sólo eso y sería la peor víspera de Navidad de mi vida.
-¡Britt, Britt, prima Britt! – las mellizas de mi tía entraron en mi cuarto armando un gran escándalo, cogidas de la mano.
-¡Ah! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Que le he hecho al mundo!?
-¿Prima? – las miré con un ojo entreabierto. Estaban más monas, con sus trajecitos idénticos de un color amarillo con florecitas y el pelito rubio en dos coletitas mirándome fijamente con esas caritas tan dulces. Lena se chupaba el dedo inocentemente, mirándome con atención. Ais… las únicas criaturas buenas que ocupaban la casa.
-¡Hola, preciosas! – me agaché de cuclillas y les di un abrazo a las dos a la vez, luego un beso en la frente.
-¿Qué haces? ¿Qué haces?
-Intento prepararme para esta noche, pero unas renacuajas me obstaculizan el intento. – las dos se miraron y se rieron.
-Que rara eres prima.
-¿Cómo estoy? – les pregunté a las mellizas. Las niñas abrieron la boca, mirándome.
-¡Que guapa! ¡Que guapa!
-¡Prima! ¿Quieres ser mi novia? – me entró la risa floja.
-Mocosas, algún día tendréis novio. No tan guapa como yo, pero os querrá mucho. Seguro que…
-¡Un novio, un novio! – giré la cabeza. El enano de nueve años de mi primo Damien acababa de entrar por la puerta con una pistolita de agua en la mano. Me apuntó con ella.
-¡Eh, eh, eh, ni se te ocurra que te meto!
-¡Prima Brittany! ¡Tú eres gay y tienes novia!
-¡Serás… imbecil! – las mellizas se llevaron una mano a la boca.
-¡Ha dicho una palabrota, la prima ha dicho una palabrota!
-¡Dile a tu padre que los futbolistas en paro no tienen opinión en ese asunto!
-¡Vale! – Damien se fue corriendo, no sin antes lanzarles un chorro de agua a las mellizas con la pistolita y una sonrisa traviesa en la boca.
-¡Damien! – las dos niñas salieron escopeteadas, detrás de su primo. Suspiré y avancé hacía la puerta con resignación para cerrarla cuando una bola de pelo negra me hizo dar un paso atrás con el corazón a cien del susto. Mi prima Melisa, la mayor después de mí, alzó la cabeza lentamente y me miró con sus ojos delineados con sombra gris, con cara de estar en un entierro.
-Hola Agus, ¿Que me cuentas? – intenté ser amable con la ceja temblándome con un ligero tic. Mi prima entró en mi cuarto sin decir palabra, con la cabeza baja, miró de un lado a otro y señaló la funda que había sobre la cama. La Gibson dentro de ella. - ¿Eso? Es un regalo, ¿Por qué? – mi prima me miró. La verdad es que era la prima que más miedo me daba y eso, que no hablaba. No porque fuera muda, sino porque no le daba la gana. Iba siempre vestida de negro, tenía la piel blanquísima y el pelo negro le tapaba media cara. Era muy guapa, guapísima, sino fuera por que no hablaba y siempre tenía esa cara de muerto. No me gustaría encontrármela por la noche en un callejón oscuro, la verdad. - ¿Quieres… algo? – se me quedó mirando en silencio, poniéndome nerviosa y volvió a señalar la guitarra. – Es un regalo para mi hermana. – frunció el ceño o eso me pareció. – Santana… no te acuerdas de ella, ¿verdad? – negó con la cabeza, se acercó a la funda, la miró simplemente por encima, se dio la vuelta y se fue.
Pues vale, Agustina, adiós. Diviértete.
Suspiré, agarrando la funda con la guitarra dentro y posándola suavemente sobre el suelo, de pie, apoyando el mástil sobre la cama.
Estaba emocionada, el corazón me latía a cien pensando en Santana. No veía la hora de verla entrar por la puerta y dársela, no veía la hora de arrastrarla hasta la azotea donde había… el sonido del móvil me sacó de mi ensimismamiento.
“Llegaré un poco tarde, Muñeca. La espera valdrá la pena, te lo prometo.”
Mierda… la Navidad se me estaba torciendo.
-¡Que guapa, prima, que guapa te estamos dejando! – daba igual cuanto alcohol bebiera. Era imposible evadirse de aquella realidad. Ya tenía mis putos 19 años, pero a decir verdad, prefería estar con mis primas de seis años dejando que me hicieran trencitas en el pelo a meterme en una conversación sobre la apasionante economía del país y como la homosexualidad se había incrementado en un siete por ciento este último año.
Mis tíos eran unos homofóbicos de mierda y sus opiniones sobre la homosexualidad me mosqueaban bastante. Tolerancia cero. No me creía que fueran parientes míos si decían semejantes barbaridades como, habría que reunir a todos los maricones del mundo y quemarlos. ¿Qué problema tenían? ¿Eran descendientes de los nazis y la habían tomado con los gays en vez de con los judíos o qué? ¿No se suponía que estábamos en víspera de Navidad? ¿No se suponía que había que tocar temas más… alegres?
Agustina me miraba fijamente, en silencio, mientras las mellizas seguían trenzándome el pelo. Por un momento, supe lo que estaba pasándole por la cabeza.
¿No piensas decir nada e imponer tu opinión a la de esos bárbaros?
Siempre había sabido imponerme frente a los demás. De hecho, mi madre, mis compañeros de clase y hasta mis profesores habían dicho alguna vez que tenía el carácter de una líder nato, el carácter idóneo para una presidente del gobierno o algo parecido, un ministro, alguien importante. Un pez gordo. ¡Bah, nunca me había importado la política, y si gané las elecciones del consejo estudiantil durante cuatro años seguidos fue porque simplemente supe manejar a la directora del instituto para que no nos obligara a tragarnos veinte minutos más de clase diarios! ¡Absurdo!
-¡Pues la prima Brittany es lesbiana! ¿No, papá? ¿¡Verdad, papá, verdad!?
Me tembló la mandíbula y desvié la mirada hacía los adultos, que se habían quedado repentinamente callados, mirándome a la vez. Vale, Damien, muchas gracias.
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra, Damien, cielo. – le dijo mi madre, con un ligero tembleque en la mano. - ¿Verdad que no, Bruno? – mi tío forzó una sonrisa.
-Claro que no, Damien. Hay excepciones… tu prima es una clara excepción. – soltó, con cierto tonito que me crispó los nervios mientras se llevaba una copa de vino a los labios. Me rendí. Me levanté del sofá, dejando a las mellizas con las manos alzadas cuando aparté mi pelo de entre sus dedos.
-Gracias por el peinado, preciosas. Pero un hombre no puede ir con trencitas en el pelo, ¿Verdad que no? – las dos se miraron otra vez y volvieron a reírse inocentemente. Me destrencé el pelo con las manos y me lo revolví un poco.
-¿Qué problema tenéis con la homosexualidad? – interrumpí de repente en la conversación de mis cuatro tíos. Mis tías y mi madre habían pasado de meterse en el tema porque no les resultaba muy agradable, al igual que mi padrastro, a quien incluso había oído llamar calzonazos por ir detrás de mi madre, pasando de meterse en esa supuesta conversación de hombres. - ¿Os roban a las mujeres, os roban el trabajo o… quizás os molesta su forma de actuar? ¿Alguna vez habéis mantenido una conversación con un homosexual? ¿Alguna vez habéis jugado al tennis con uno? ¿No tenéis un compañero de trabajo gay? Quien sabe, es posible que incluso uno de vuestros hijos lo sea. ¿No tienen acaso dos ojos, dos orejas, una nariz, una boca, dos manos, dos piernas como todo el mundo? ¿No tienen sentimientos, os lo hacen pasar mal? No, el único problema para vosotros es que existen y existen como vosotros existís en el mundo, con los mismos derechos, con las mismas oportunidades. ¡Igual vuestro médico de cabecera es homosexual y no lo sabéis! ¡Como cualquier otra persona, no son monstruos, no hay diferencia alguna entre un hombre hetero y uno homosexual, la única diferencia son sus gustos, joder! ¿¡Dónde coño veis el problema, pedazo de hipócritas de mierda!?
Vale, ahí me pasé. Se me fue la cabeza, se me fue la noción de la realidad. Me exalté, acordándome de todas las veces, todas y cada una de las veces que me habían estado molestando a mi mismo con el temita de gay y demás. Me ponían negra y esos malditos homofóbicos, por muy de mi familia que fueran, también.
En el salón se hizo el silencio. Todo el mundo me miraba en silencio con gesto serio en la cara. Mi tío Bruno se mordisqueó el labio un poco antes de abrir la boca.
-Tú no eres la más indicada para hablar precisamente, la oveja negra de la familia. – murmuró. Pero como de repente todo había quedado en silencio, todos lo oyeron y las miradas atónitas se clavaron en él. Expresiones de, te has pasado, se formaron en la cara de toda mi familia.
Apreté los puños. Me empezaban a escocer los ojos y los cerré, con fuerza. Una sombra se situó a mi lado y me hizo retroceder hacía atrás, encarándose a mi tío Bruno.
-Escucha, por muy hermano de mi prometida que seas, no pienso consentirte que le dirijas semejante sucia palabrería a mi hijastra, ¿Entendido? Sé que yo no soy dueño de esta casa, pero si vuelves a decir algo semejante, te echaré de una patada. – me quedé mirando a Will con la boca semiabierta. Se había puesto rojo como un tomate de rabia y mi tío lo miró fijamente, en silencio. Mamá se metió en medio en ese instante, interponiéndose entre Will y su hermano.
-Bruno… sal fuera. – me tensé al oír esa voz tan firme en ella. ¿Cómo? ¿Le iba a pegar? – Sal a la azotea para que te dé un poco el aire, anda. Estás bastante… bebido. – suspiré, aliviada al ver que no pensaba atizarle, cuando me percaté de algo…
¿Azotea?
-¡No! – grité. Mi madre me miró, con una ceja alzada. – Mamá… hace frío en la azotea y está bastante resbaladiza por la lluvia y eso. Si quiere salir, mejor que lo haga al porche, ¿No? – nos miramos. Por un momento pensé que me había delatado yo sola cuando mi madre asintió lentamente, pensativa.
-Tienes razón, cielo, sí. – asentí con la cabeza. Miré de reojo a mi tío Bruno, que a su vez me miraba a mí y… de repente se rió, poniéndome los pelos de punta. El aliento le apestaba a alcohol.
-¡Bueno, sigamos con la fiesta, dejemos a parte los malos rollos! – todos volvieron a sonreír alegremente. Mi madre y Will forzaron una sonrisa. Yo no.
Puto subnormal. Era la peor víspera de Navidad de mi vida. Fui hacía la puerta de casa y salí fuera, haciéndole antes un gesto a mi madre para que no se preocupara por mí. Me entraron ganas de dedicarle al imbécil de mi tío el saludo fascista típico de los nazis, pero me contuve y salí fuera a tomar el aire fresco de la noche. Hacía un frío de morirse, claro, por algo estábamos a menos siete grados.
Desde fuera se oían los gritos y la música que Will acababa de poner a todo volumen, para ambientar la fiesta. Villancicos. Genial. Odiaba los villancicos con esas vocecitas ridículas. Hubiera estado genial irme por ahí con Tina de fiesta después de las doce, pero no, a esperar como una idiota. Me alejé de casa y di un par de vueltas por el barrio. Estaba desierto y todo lo que se oían eran esos molestos villancicos retumbar en las casas de los vecinos. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta, muerta de frío y buscando inconscientemente un paquete de tabaco y un mechero, pero no. Estúpida de mí tirar todo a la basura con la intención de dejarlo. Quería fumarme uno para relajarme, quería… Joder, que frío.
Empecé a caminar hacía atrás, de vuelta a casa, helada, expulsando el vaho por la boca, con la cara helada y la nariz probablemente roja como la de un payaso. Clavé la vista en el suelo, sacando las manos de mis bolsillos y abrazándome a mi misma cuando alcé la cabeza, por fin, frente a mi casa y lo vi.
Un enorme mercedez negro se adentró suavemente en el pequeño jardín de casa, sobre la acera, frente al garaje. El corazón retumbó con fuerza dentro de mi pecho, avisándome, como respondiendo a una llamada muda que me gritaba que fuera hacía allí, hacía ella y me tirara a sus brazos.
“Aquí estoy, para ti, toda tuya. Ahora juega conmigo”
Corrí, corrí con todas mis fuerzas, como si estuviera en plena carrera de atletismo y me persiguiera una avalancha de caníbales, como si me persiguiera la mismísima muerte, pero no. En la meta, lo que me esperaba era el premio, el premio por el que me dejaría devorar por esa manada de asesinos, esa manada de perros hambrientos que estaban hechos esos miembros de mi familia que me habían atacado sin escrúpulos.
El frío había desaparecido por completo en mi cuerpo. El calor me abrasaba las venas y corrí, deseándola, ansiándola, necesitando de su contacto, de su aire, de su vida.
Di la vuelta casi derrapando en la esquina que daba al jardín de casa y respiré, por fin, al verle, a ella, a su cuerpo, a su rostro perfectamente tranquilo, relajada, apoyada en el coche como si esperara a alguien, como si me esperara a mí.
Estaba fumando. Vaya, nunca la había visto fumar, aunque lo hubiera supuesto por el sabor que a veces se formaba en su boca, un sabor que no me desagradaba para nada. Nunca me desagradaba y, entonces, dándole una calada al cigarrillo, alzando la cabeza hacía al cielo y soltando el humo por su boca que se confundió con el vaho de su respiración, giró la cabeza y me miró.
Sonrió.
-Te estaba esperando, mi Muñeca…
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Hola cachorras (? espero no haber tardado tanto en subir el capitulo, me alegra ver que hay nuevas lectoras y que las viejas siguen apoyando el fic. El proximo capitulo va a ser muy lindo *-* super chuchi y no se llalalal me encanta. Gracias por apoyarme a pesar de todo. Saludooooos!!!
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Jajaja Britt y sus malos ratos. Siempre anda llevándose golpes xD además no me la dejado de imaginar con ese trajecito ridículo.
Bah! Entonces, Sparky gusta de Britt????
Naah! No lo creo..
Me parece genial que Britt pusiera en su lugar a su "familia"
Aawww ya quiero ver el próximo capítulo & lo que pasará en la azotea.
Saludos :)
Bah! Entonces, Sparky gusta de Britt????
Naah! No lo creo..
Me parece genial que Britt pusiera en su lugar a su "familia"
Aawww ya quiero ver el próximo capítulo & lo que pasará en la azotea.
Saludos :)
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
morí de risa todo lo que paso britt para conseguir la guitarra pero valió la pena no???
no me gusto la prima,. se me párese que san va a terminar matando a Sparky si se entera que gusta de britt.
mmm a ver como termina la noche buena con la llegada de san!!!
nos vemos!!!
no me gusto la prima,. se me párese que san va a terminar matando a Sparky si se entera que gusta de britt.
mmm a ver como termina la noche buena con la llegada de san!!!
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
al fin llego a ver que pasa cuando vea su guitarra!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Jajaajaja haría lo mismo que britt por una guitarra y mas si es una gibson jejeje quiero ver que reacción tiene san al ver su guitarra nueva!
kimberly_wanky*** - Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 28/02/2013
Edad : 34
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 16
El frío volvió a mi cuerpo de golpe en el momento en el que sus ojos se clavaron en los míos. Un tremendo escalofrío me recorrió de arriba abajo, haciendo que se me erizara la piel.
-Te estaba esperando, mi Muñeca… - la respiración se me aceleró de manera incontrolable, igual que la cantidad de sangre que corría por mis venas se disparó por el bombeo alocado de mi corazón.
Sólo habían pasado dos días, sólo dos y cuanto había pensado en ella, a cada segundo, a cada minuto, a cada hora, buscando la manera de encontrar la excusa perfecta para Rachel, buscando la manera de conseguir el dinero para su guitarra, arreglándome para ella, sólo para ella, porque me importaba una mierda haber aparecido en bata delante de mis tíos y mis primos. No lo había hecho por ellos, no, sólo para ella. ¿La había echado de menos? Hasta lo inimaginable, hasta llegar a dormir sólo escasas horas pensando en ella, en Santana, pensando en llamarla, en nuestras conversaciones, en nuestros besos, en nuestra manera de tocarnos, en la manera en la que me había poseído el último día, con tanta fuerza. Había gastado su nombre entre gemidos incontables veces, como no lo había hecho pensando en ninguna otra persona.
En sólo dos días.
Ahora que la tenía delante, me daba cuenta de cuanto había deseado que volviera.
Me acerqué, a paso lento. Me recordó al paso de una novia camino del altar y sonreí estúpidamente, avergonzada por semejante ocurrencia. Santana soltó esa risita divertida tan característica, acercándose el cigarrillo a la boca y dándole una calada rápida.
-Un poco más despacio y me convierto en un cubito de hielo. – bromeó y sorprendentemente, lo primero que hice en vez de tirarme a por su boca fue apartar el cigarrillo de sus labios con brusquedad, llevándomelo a los míos, saboreando el sabor de la boca de Santana impregnado en ese filtro. Le di una calada profunda y la miré a los ojos, expulsando el humo en su rostro consumida por la sorpresa. – Vaya, así que la buena de la Muñeca también sabe hacer cosas malas y estúpidas.
-Me acuesto contigo, ¿No es eso lo suficientemente malo y estúpido? – le di otra calada. A la mierda eso de dejarlo. Necesitaba ahogarme entre cigarrillos en ese momento.
-Dos días sin vernos, Muñeca, dos días y lo primero que haces cuando aparezco es robarme mi tabaco y ponerte a fumar. Ahora sí que soy un cubito de hielo. Que frío, Muñeca. Me esperaba algo más…
-¿Más…? – me incliné sobre ella, poniéndole morritos, haciendo que se le escapara una sonrisita divertida. Me agarró bruscamente del brazo, obligándome a alzar la mano frente a su cara con el cigarrillo entre mis dedos y le dio una última calada, sin apartar los ojos de mí, acariciando mi mano con sus labios. Me tembló el brazo entero cuando me quitó el cigarrillo de las manos y lo tiró, lejos, dejándose de rodeos, agarrándome de la cintura con sus manos y tirando de mí contra su cuerpo. Pegó su frente a la mía y yo me agarré firmemente a su espalda, pasando mis brazos por debajo de los suyos, pegándonos aún más.
-¿Me has echado de menos, Muñeca? – suspiré contra su boca. Mi vaho se mezclaba con el suyo mientras acariciaba su nariz con la mía melosamente.
-No, para nada. – un beso casto y suave, sin profundizar, totalmente limpio en los labios, para sentirla, para asegurarme de que estaba frente a mí, abrazándome, haciendo desaparecer el intenso frío que se había apoderado de mi cuerpo hacía unos minutos. Me apoyó contra la puerta del piloto, situándose entre mis piernas, sin despegar su frente de la mía, bajándome la cremallera de la chaqueta hasta poder colar las manos dentro de ella, pasándolas por mi pecho.
-Y ahora es cuando el hielo se derrite… - me besó, rozándome el cuello con los labios. Reposé la cabeza contra el coche, dejándole total acceso a su lengua sobre mi piel. - … Y se evapora… - la sentí sobre mi mejilla, buscando mi boca segundos antes de penetrar en ella ávidamente, con ganas de mí, de mi lengua, de mis labios, atrapándolos entre los suyos, presionando, lamiéndolos, moviéndolos sobre los míos lentamente, disfrutando del roce de su lengua con la mía dentro, haciendo un sonido húmedo cada vez que nos separábamos sin romper todo el contacto, volviendo a comernos, a devorarnos con muchas más ganas, abriendo la boca todo lo posible, dejándosela, toda suya. Que la hiciera toda suya, como quisiera, de la forma más guarra y sucia que le pareciera, de la manera más bestia que le permitiera su lengua. Quería más…
-Abre el coche… - le pedí, soltando un suspiro contra su boca en cuanto dejó la mía libre. Santana se empezó a reír de repente, con suavidad.
-Vale… pero tengo que confesarte algo. – me dio la vuelta suavemente, situándome frente a la puerta del piloto, besándome la oreja, restregando su cara contra mi cuello mientras abría la puerta lentamente. – He traficado ilegalmente y he colado una bola de cocaína en mi coche. – soltó, como si tal cosa. Me quedé mirando la cestita que había en el asiento, cubierta de sábanas y mantitas azules y blancas, sin saber como tomarme aquello. Giré la cabeza, mirándola con el entrecejo fruncido, esperando una explicación de que era eso y que hacía allí. Santana se rió. – Un regalo.
-¿Un regalo? ¿Para quién? ¿De que?
-¿No se supone que en Navidad se hacen regalos? ¡Cógelo, no sabes lo que me ha costado traer esa asquerosa bola hasta aquí! – ladeé la cabeza, volviendo a mirar la cestita llena de sabanas revueltas. Forcé una sonrisa. Quizás para ella tuviera algún significado especial que me quería hacer saber, sí, seguro…
-Guau, Santana… gracias. – se me quedó mirando, poniendo los ojos en blanco, negando con la cabeza y aguantando la risa, me dio un pequeño empujón hacía el interior del coche.
-¡Míralo bien, Muñeca! – no entendía a que venía tanto entusiasmo por unas sábanas viejas. ¡El regalo de verdad estaba en mi cuarto, la grandiosa Gibson y lo que tenía preparado en la azotea, la…! Me golpeé la cabeza contra el techo del coche del sobresalto al ver las mantitas moverse débilmente. Miré de reojo a Santana, más que sorprendida. ¿Qué demonios me había traído? ¿Estaba vivo? Se inclinó sobre mí, metiendo medio cuerpo en el coche, sobre el mío, pasando un brazo alrededor de mi espalda, pegándome a ella, mirándome fijamente sin perderse detalle de mi expresión.
-Es la primera vez que le regalo algo a alguien. Quiero ver tu cara… - pegó la frente a mi sien, cerrando los ojos y yo acaricié su mejilla con una mano, inclinándome un poco más sobre la cesta. Empecé a apartar la mantitas con cuidado, más concentrada en las caricias superficiales de Santana sobre mí bajo vientre, metiendo la mano bajo mi camiseta, hasta que por fin, decidida, aparté las mantitas de un tirón.
Lo primero que vi fue una bola blanca acurrucada en un rincón, empezando a temblequear. Una bola enana, del tamaño de mi mano. Me quedé con la boca abierta, quieta, con la mantita en alto, observando la bola peluda.
Imposible… me entraron ganas de gritar.
-¡Un perro! – Santana estalló en carcajadas mientras me inclinaba y agarraba con cuidado esa cosita diminuta. Era blanquita completamente, con la cara de un color rosita por el escaso pelo que aún le cubría. Tenía los ojos entrecerrados, moviendo nerviosamente las patitas en el aire, con el rabito entre las patas, temblando débilmente y con el corazón chocando furiosamente contra mis dedos bajo la piel de su pequeño cuerpecito peludo.
Totalmente histérica y con cara de quien acaba de encontrar un tesoro pirata, cogí las mantitas y lo acurruqué en ellas para que no pasara frío, tapándolo bien, sosteniéndolo entre mis brazos con los ojos fijos en esa cosita tan mona que se movía a ciegas entre las mantas. Estaba tan emocionada que no me salían las palabras.
-¿De dónde lo has sacado? – murmuré, con la respiración agitada sin apartar los ojos del cachorro.
-De Guetti. – miré a Santana con la boca abierta de la impresión. – Estaba preñada cuando vine. Se la dejé a una amiga para que la cuidara y el martes me llamó, bastante alterada. El veterinario dijo que iba a parir para el fin de semana una camada de cachorros, así que… - se encogió de hombros con una sonrisa en la boca. ¿Eso quería decir que…?
-¿Fuiste a Los Ángeles a por el cachorro? – se enderezó, apoyando la espalda en el asiento, desperezándose, sacudiendo la cabeza y bostezando.
-No pensaba ir, en realidad no me importaban mucho los cachorros. Pensaba dejar que Quinn los vendiera en el centro, a gente bien, ya me entiendes, gente pija y con pasta o regalarle alguno a la hija de mi vecina, pero luego me acordé de ti. Pensé que te gustaría, así que fui directamente a por los cachorros, para elegir uno, dormir un poco y volverme a la mañana siguiente. – volvió a bostezar - Ni siquiera he ido a casa este fin de semana y para colmo, Guetti aún no había parido nada, estaba entre contracción y contracción cuando llegué a casa de Quinn. Nos tiramos toda la noche esperando a ver que pasaba y entonces, media dormida, me llamaste a las cinco. – salí del coche, arrastrándome hacía atrás contra su cuerpo y el perro encima, sujetándolo bien. Casi me caí de boca hacía delante, pero Santana me dio un tirón de la cintura del short. En vez de salir fuera con el frío, me senté sobre sus rodillas, frente a frente, mirándola, esperando que siguiera hablando totalmente emocionada, acariciando la cabeza del perrito con una mano. – Luego… después de diez minutos hablando contigo, Quinn dio un grito y tuve que colgar corriendo para ayudarle con los cachorros que empezaban a nacer. Tardaba diez minutos en salir cada cachorro y mientras, me entretuve limpiándolos, envolviéndolos en mantas y… pendiente de una interesante foto que cierta persona me envió. – me mordí el labio, ruborizándome por momentos ante su intensa mirada maliciosa. – Esa bola de pelo fue la última en salir y me la llevé sin que probara siquiera la leche de su madre. Fui a la tienda de animales, compré leche especializada para cachorros, la cesta, las mantas y todo lo necesario para que no muriera por el camino. He tenido que parar cada dos horas para darle la leche del biberón, calentarla y sacarlo para que hiciera lo que tuviera que hacer y no se me meara encima, pero creo que está bien.
Miré al cachorro con ojo crítico.
-Si se hubiera muerto por el camino, te hubiera matado yo a ti. – le solté, con tono acusador, aproximando mis labios a los suyos, dándole un leve roce con la lengua sobre sus labios.
-No soy tan bestia. – atrapó mi lengua entre su boca, empezando a devorármela, agarrándome de la barbilla, profundizando con fuerza y dominio, penetrándome con su lengua, haciendo que la mía y la suya chocaran, pidiendo sexo desenfrenado y sin control. Santana me apretó los muslos con las manos, tirando de mi cuerpo más hacía ella. – Cierra la puerta. – suspiró, manoseándome el trasero sin ningún tipo de reparo.
-No… yo también tengo un regalo para ti. – bufó, volviendo a la carga, introduciendo sus manos dentro de mi pantalón, estrujando mis nalgas con fiereza.
-Puede esperar.
-No, no puede esperar.
-¿Otra Muñeca? No quiero otra Muñeca de regalo, me encanta la mía. – hizo una mueca con la boca que me hizo reír y darle un beso suave en los labios, mordiéndoselo unos segundos antes de separarme de ella y salir del coche con el cachorro en brazos.
-¿Nunca te han dicho que cuando quieres, eres realmente encantadora, Santana?
-No. Ya sabes que sólo lo soy contigo, Muñeca.
-¡Un perrito, un perrito, un perrito! – las mellizas daban brincos a mi alrededor mientras le daba el pequeño biberón con la tetina de goma. El cachorro empezó a succionar y soltó un ruidito parecido a tos, revolviéndose un poco.
-No, boca arriba no, Britt. Boca abajo si no quieres ahogarlo. – era increíble ver a Santana tan inmersa en el tema, con tanta seriedad y a la vez ternura en los ojos observando al perrito. Por lo visto, no sólo a mí me gustaban los animales. Enseguida creé una teoría mientras situaba al cachorro boca abajo en mi regazo y empezaba a darle del biberón. La perra de Santana seguramente era la única que no le temía, que no comprendía lo peligrosa que era, que no huía de ella y que le hacía compañía cuando su padre no estaba. Su única amiga de verdad, la que nunca la había dejado tirada para largarse y la había dejado sola. Santana debía sentir un gran afecto hacía los animales por esa razón. Sólo había que mirar sus ojos brillantes observando al cachorro para darse cuenta de que el perrito la volvía loca.
Me entraron ganas de abrazarla y fingir ser un cachorro labrador para que me mimara y me diera el biberón… hum, de nuevo el doble sentido…
-Santana… - mamá le dio un beso en la mejilla a mi hermana, pasándole los brazos por sobre los hombros y abrazándola levemente. – Eres un encanto, cielo. – Santana sonrió como varias veces me había sonreído a mí, totalmente relajada y tranquila, sin forzar nada, simplemente feliz.
-Vaya, vaya, es una sorpresa conocerte al fin, muchacha. – suspiré. Mi tío Bruno ahora sí que estaba como una cuba, incluso tambaleándose delante de mis narices. Pasé de él como de la mierda, concentrándome en el cachorro que ya llevaba más de la mitad del biberón. – Creo que no te hubiera reconocido si te hubiera visto por la calle. Comparado con tu hermano tú eres mucho más… - me mordí el labio, cabreada. Mamá le lanzó una mirada asesina a su hermano, advirtiéndole. - … Diferente.
-Si, supongo. – Santana ni le miró, contestando con desgana.
-Creo que no tienes ni idea de la suerte que tienes de que apenas se note el parentesco. – se empezó a reír a carcajadas y yo fruncí el ceño levemente. Puto fascista de mierda…
-Claro, soy yo la que tiene suerte de que no se note mi parentesco contigo. No soportaría que me señalaran por la calle y gritaran, mira, la sobrina del patético aspirante a Hitler – Santana, recorrería tu cuerpo a besos si no estuviéramos delante de toda la familia, sino, créeme, lo haría.
-Niña… niñata… - murmuró. Parecía apunto de caerse de boca sobre la mesa. Mi tía llegó justo en el momento adecuado, agarrándolo del brazo con severidad para mantenerlo en pie.
-Ya me has hecho pasar suficiente vergüenza, Bruno. Damen, cariño, nos vamos. – mi madre fue detrás de ellos con expresión de claro disgusto justo cuando el perrito se terminó el biberón.
-Por fin… - me levanté del sofá con el cachorro en brazos junto con Santana. Las mellizas me agarraron de los shorts, tirando para que volviera a sentarme.
-No, prima Britt. Deja al perrito ¡Deja que juguemos con él!
-No, ni hablar. No es una muñeca Barbie, está vivo y tengo que cuidarlo. Ahora tiene que irse a dormir o sino, se morirá. – las mellizas parecieron escandalizarse ante lo dicho, llevándose las manos a la boca con espanto.
-¡Llévatelo para que duerma, llévatelo! – sonreí, acariciándoles con una mano el pelito rubio, haciéndoles una mueca con la cara que las hizo reír. - ¡Buenas noches, perrito!
-Que monas son. – Santana me miró con una ceja alzada, con cara de ¿En serio? Al parecer, ese comentario de las niñas de, “No quiero acercarme a esa mujer, me da miedo y parece mala”, no le había sentado muy bien. De alegrarle lo que quedaba de noche ya me ocuparía yo.
-¡Vamos, vamos, tengo una cosa que enseñarte! – tiré de su brazo corriendo escaleras arriba, arrastrándola hasta la puerta de mi habitación con el perro en brazos.
-¡Presiento que te vas a caer de boca y vas a aplastar al pobre perro! – le saqué la lengua, deteniéndome frente a la habitación y dándome la vuelta con seriedad.
-Cierra los ojos.
-¿Qué?
-Si no cierras los ojos, vas ha estropearte la sorpresa. – Santana me miró con desconfianza. - ¿Qué?
-Más te vale que no sea nada raro.
-¿Raro como qué? – Cerró los ojos.
-Creo que me asustaría si te viera con un traje ajustado y un látigo en la mano. – se rió. Abrí la boca, fingiendo indignación mientras abría la puerta y empezaba a empujarla hacía dentro.
-¡No debería haberte comprado nada, pedazo de animal!
-De hecho no. No tienes ni puta idea de mis gustos. – cerré la puerta de un portazo. Solté al perrito sobre la canasta, encima de las mantas, viendo como se revolvía entre ellas con los ojos entrecerrados y soltaba una especie de gruñido. Empujé a Santana sobre la cama, dejándola tumbada. - ¡Oh, vale! Un regalo carnal es otra cosa. – me reí, apartándome de ella y yendo hacía la guitarra. Santana posó la cabeza sobre sus brazos, bostezando de nuevo. - ¿Puedo abrir los ojos ya o espero a que me quites la ropa?
-Estás tonta.
-¿A que abro los ojos? – cogí la guitarra y me senté en el suelo frente a la cama, con la guitarra en alto, ofreciéndosela. Estaba nerviosa, con el corazón a cien.
-Ya puedes abrirlos. – y los abrió con esa sonrisita prepotente en la cara. Me miró a mí primero, con incertidumbre y luego bajó la cabeza hacía la guitarra. Por unos momentos pareció no reconocer qué era aunque lo tuviera en las narices. Frunció el ceño levemente, observándola en silencio, sin decir palabra y entonces, se puso totalmente seria. –Santana… - murmuré. Ella no se inmutó. - ¿Santana? – noté el movimiento de su garganta al tragar saliva. Me mordí el labio. - ¿No te gusta? – Santana alzó la mano y agarró la guitarra del mástil, arrebatándomela de entre mis brazos. La miró fijamente posándola en su regazo, con mucha seriedad.
-Una Gibson Les Paul. – murmuró con voz lúgubre. – Serie Custom…
-¿No… te gusta? ¿O es otra cosa? Porque es una guitarra, ¿Verdad? No es un bajo comprimido a mala hostia ni nada, ni un ukelele o algo así, ¿no? – Santana suspiró, cerrando los ojos unos segundos.
-Es una guitarra… una puta guitarra – la apoyó con cuidado sobre el suelo, con una gran seriedad en la cara, como si imitara la cara de una viuda el día del entierro de su esposo.
-Una guitarra. – me levanté del suelo, cogiendo aire y tragándome las lágrimas de rabia e impotencia. Me sentía una completa subnormal. – Una guitarra que no quieres.
-No. No la quiero, no ahora. – tragué saliva. Me dolía la garganta de puras ganas de llorar. ¡Maldita idiota, al menos podías haberme dicho que te gustaba, podrías mentir! Lo que me había costado conseguirla y las ganas que tenía de dársela con toda la ilusión del mundo para hacerla feliz. Las ganas que tenía de ver su sonrisa. ¡Te odio, maldita gilipollas, te odio!
Le di la espalda, sulfurada y conteniendo las patéticas lágrimas impotentes. Sólo me faltaba ponerme a llorar y ya sería una imbecil.
De repente, otra vez me vi estampada contra algo duro, otra vez vi sus brazos cerrándose alrededor de mí cuerpo, aplastándome, acorralándome. Mi trasero chocó contra el filo del escritorio y yo casi subida a él, sobresaltándome por la repentina cercanía de Santana, su repentino salto hacía mí.
-Me has comprado una puta guitarra de 4000 dolares, a mí. Uno de mis más ansiados deseos desde que era una mocosa de once años y me preguntas si me gusta, que me la regalas, que es mía ¿Y dices que no la quiero? ¿Una Gibson? ¡Claro que no la quiero ahora, mañana probaré la puta guitarrita y no la soltaré hasta desgastar las cuerdas! ¡Lo que quiero es follarte a ti, aquí y ahora! ¡Ya! – me quedé muda, con los ojos como platos y las lágrimas casi saltadas, con la cara de empanada y morbosa alterada cuando de un manotazo, tiró bruscamente todo lo que tenía sobre el escritorio. Los libros, los apuntes, los bolígrafos, todo… incluso la pantalla de ordenador. Apenas me dio tiempo a mirarla a los ojos antes de que me agarrara de los muslos, presionara su entrepierna contra la mía y me devorara la boca… otra vez.
Tan sucio, tan guarro, tan morboso… le había gustado. La guitarra le había gustado, le había encantado, la adoraba pero yo seguía siendo su Muñeca, su favorito. Y el regalo había sido el colmo, explotando ansiosa de sexo después de tan sólo un fin de semana separadas, viajando por el interior de mi boca, dominándola con su lengua tan ansiosa como el resto de su cuerpo que se restregaba buscando sexo desenfrenado contra el mío.
No me importaban nada las personas que estuvieran en el primer piso en ese momento, creo que tampoco hubiera parado aunque Will hubiera llamado a la puerta otra vez o incluso hubiera entrado mi propia madre, encontrándonos con semejante situación. Ojala no apareciera nadie, porque no íbamos a parar.
Me arrancó literalmente la ropa, rompiendo la cremallera de la chaqueta con su fuerza bruta y haciéndola descender por mis brazos hasta las muñecas. La ató fuertemente en ellas, sin acabar de quitármela, dejándome con las manos y los brazos inmovilizados a la espalda. Empecé a sofocarme y a respirar entrecortadamente, mirándola a la cara a la vez que hacía fuerza para intentar soltarme, sin éxito. Santana se rió con suma malicia ante mi expresión azorada, agarrándome de la barbilla con su rostro muy cerca del mío, haciéndome sentir su aliento.
-Esa carita… esa carita de Muñeca… - entreabrí los labios, enseñándole mi lengua pidiéndole algo que saborear. Me ofreció la suya, metiéndomela en la boca con salvajismo, con sus labios aplastando los míos. La forma en la que fingía la penetración con la lengua dentro de mi boca me excitaba muchísimo. Noté un hilo de saliva escurrirse por mis labios hasta la barbilla cuando Santana se separó de mí, mordisqueándomelos y chupándolos. Levantó mi camiseta de un tirón, dejándomela justo por debajo de las axilas, incapaz de quitármela sin desatarme las manos.
-¡Ah!… Hum… - alcé la cabeza hacía el techo, clavando la mirada en él. El estómago se me llenaba de hormigas con un cosquilleo que no sabía si llamarlo molesto o placentero, tremendamente estremecedor, cortándome la respiración que empecé a soltar a bocanas con los hombros encogidos y temblorosos sintiendo como me mordisqueaba los pezones y los lamía, los succionaba como si fueran de caramelo y me los pellizcaba, sintiéndolos duros entre sus dedos. Cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio. – San… te he echado de menos… - abrí la boca de par en par, sintiendo su mano quemar debajo de mis pantalones, de mi ropa interior, toqueteándome.
-Ya lo veo… - se burló. Me lamió la oreja, clavando los dientes en ella con suavidad. Me derretía entera. - ¿Cuántas veces te has masturbado pensando en mí? – me besaba el cuello, revolviéndome el pelo con una mano, sintiendo como me acariciaba la cabeza con los dedos y como su otra mano empezaba a moverse suavemente sobre mi sexo, muy suave.
-Muchas…
-¿Cuántas son muchas? – me beso el hombro, erizándome la piel.
-Siete… - murmuré, muerta de placer, abriendo más las piernas para que siguiera. – Ocho… contando la de hace hora y media… en el baño…
-¿Ocho? La última hace una hora, con tu familia aquí y tú en el baño… tocándote, gritando mi nombre… – apartó la boca de mi cuello, mirándome a la cara por fin poniéndome a cien, deseando seguir. Su mano se despegó de entrepierna, desabrochándome los pantalones en el proceso, medio bajándomelos lo suficiente para que se pudiera ver claramente mi ropa interior húmeda. Me acarició el abdomen con los dedos sobre la ingle y se separó, sonriente. – Yo doce. Te he ganado. – sonreí como una idiota, ruborizada, sintiendo vergüenza como pocas veces sentía en mi vida, observándola como una boba mientras se sacaba el móvil del bolsillo del pantalón y me mostraba la pantalla con clara diversión.
-¿Qu-que ha…? Ah… ¡Santana! – grité, observando la pantalla del móvil. No tenía de fondo de pantalla la foto de ninguna tía buena, no, tenía que tenerme a mí posando provocativamente para ella con las palabras Propiedad de Santana López escritas claramente en mi pecho y encima me lo enseñaba y se reía. - ¡Borra eso!
-Por supuesto… - murmuró, dándole la vuelta al móvil, apuntándome con la cámara. - Después de hacerte una foto en condiciones.
-¿¡Qué!? ¡No, ni hablar! ¡No me apuntes con eso! ¡Quítame esa puta cámara de la cara! – empecé a mover la cabeza frenéticamente, intentando esquivar el ojo de la cámara y desatarme las manos. ¡¿A quien se le ocurriría!? Si alguien veía esa foto en su jodido móvil, ¡Pensarían que estamos salidas o que yo era una especie de prostituta!
-Esa cara de Muñeca cabreada no tiene precio – le arrancaría un brazo a mordiscos. - ¡Venga, quiero inmortalizar el momento! Así, la próxima vez que me vaya y vea la foto, me acordaré del momento exacto en el que te lo hice y podré disfrutar pensando en ti.
-¡Vete a la mierda, Santana!
-Sonríe a la cámara y luego te haré el amor. – abrí los ojos con sorpresa y la miré justo en el momento en el que disparó la cámara, capturando mi imagen. Miró la foto en su móvil y sonrió. – Estás preciosa. Una Muñeca de verdad.
-Has dicho hacer el amor – Santana se me quedó mirando para enseguida encogerse de hombros.
-También se dice así ¿no?
-Sí, pero… - me revolví, intentando soltarme las manos a la vez que movía las piernas, intentando que no se me cayeran los pantalones más de lo que ya estaban caídos con tanta torpeza, que tropecé y me embalé contra el suelo. Santana me agarró de nuevo, justo antes de que me rompiera la nariz contra el duro mármol.
-Te vas a matar, lo sé. Un día que me despiste te caeras de boca y te tragaras el pico de una fregona que te atravesará la garganta hasta salirte por la nuca. – la miré con el ceño fruncido, intentando desatarme otra vez. Santana se burlaba de mis esfuerzos entre risas, agarrándome las muñecas para que dejara de revolverme, nerviosa. – Déjalo, así será mucho más divertido.
-No. No puedes atarme, no podemos hacerlo aquí.
-¿Tú te masturbas en el baño y aquí no? Claro, podemos ir al baño y fingir que nos damos una ducha mientras lo hacemos o podemos…
-Tengo otro regalo para ti. – la corté enseguida. Santana se quedó callada. Miró de reojo la guitarra sobre la cama y luego a mí, fijamente.
-¿Otro?
-Oh, vaya. Pensaba que nada de cenitas románticas.
-No es una cena romántica idiota. Se llama intimidad. – Santana restregó sus labios contra mi mejilla, separándose de mí, apartando sus brazos de sobre mis hombros y anduvo en la penumbra hacía el montón de mantas y sábanas que había colocado en la azotea, sobre el suelo, bajo la noche estrellada. Estaba nerviosa, moviendo las manos con algo de histeria, toqueteándome el pelo y acariciándome los brazos.
Santana se sentó sobre las gruesas mantas, estirando los brazos.
-¿Y el champán? ¿Dónde está el champán? ¿Cómo voy a pedirte que te cases conmigo sin champán, Muñeca? – me mordí el labio, avergonzada y sintiéndome estúpida. No deberías haber puesto esas ridículas velas alrededor de las mantas, demasiado cursi para ella. Demasiado estúpido, ¡Yo era estúpida! – Hay cervezas, tabaco y… ¿Qué es esto? – alzó una botella y la zarandeó para que pudiera verla.
-Ah, es vodka. Sólo te he visto beber cerveza y vodka con limón así que es lo único que he traído.
-No lo suficiente para ponerte como una cuba pero lo suficiente para ponerse contenta… aunque esta noche no lo necesito para estar contenta. – me sonrió y yo me quedé mirándola absorta. Sin saber que decir, sin saber que hacer.- ¿Piensas quedarte toda la noche ahí, mirándome? Quiero compartir mi regalo contigo, sino no es divertido. – cogí aire un par de veces, anormalmente nerviosa, exaltada, alterada, con el corazón acelerado, retumbando en mi pecho. Anduve hacía ella a paso lento hasta tenerla en frente, mirándola desde arriba. - ¿No quieres estar conmigo?
-¿Qué?
-Lo parece por como te mueves y por como te quedas quieta como un palo sin atreverte ha acercarte.
-Cla-claro que quiero… quiero… quiero… - los ojos de Santana resplandecían con pura malicia, echando el cuerpo hacía atrás, apoyándose en los brazos.
-Estar conmigo. ¿Eso quieres? – movió la cabeza, señalando su derecha, palmeando el sitio a su lado. – Yo también.
Mi corazón dio un vuelco. Tuve que mover la cabeza frenéticamente antes de tirarme literalmente contra las mantas, de cabeza, a su lado.
-Que ansiosa, Muñeca.
-Calla. Es mi regalo. Yo hago lo que quiera con él.
-¿Tú regalo? Me lo has regalado a mí.
-Pero lo hice yo.
-Pero es para mí. – me quedé callada, sentándome y encogiendo las piernas, rodeándolas con mis brazos. Lo primero que hice fue coger el paquete de tabaco, cortesía mangada de mi tío Bruno y encendí un cigarrillo, llevándomelo a los labios. Santana me arrancó literalmente el paquete en cuanto le di la primera calada, imitándome.
Alcé la cabeza al cielo medio nublado, pero con la luz de la luna dando de lleno contra las nubes, dándoles un aspecto fantasmagórico y precioso a la vez
– ¿Este era tu plan, tu regalo? ¿Subir aquí para ver las estrellas mientras nos emporramos? – asentí débilmente con la cabeza. Ahora era el momento en el que se pondría a reír y se burlaría. – Estaría mucho mejor con una estufa al lado, pero no está mal. – la miré, visiblemente sorprendida por lo oído.
-Pensaba que no te gustaría y lo verías cursi.
-No te confundas. Es cursi, pero no me importa. Está bien supongo que porque la compañía es la adecuada.
-¿Estás intentando ligar conmigo? – bromeé. Santana me miró con una ceja alzada.
-Ya te tengo ganada, ¿Por qué iba a hacerlo? – se rió y yo hice una mueca. Tenía razón, me tenía completamente ganada. Otra calada y expulsé el humo por mi boca. – Nunca me he parado a ver las estrellas.
-¿Nunca?
-Nunca. Son bonitas, resplandecientes. Tanto que me tocan la moral.
-¿Por qué? Sólo son estrellas.
-Sí y brillan con luz propia… y eso me pone enferma. – Las pocas estrellas que podíamos ver parpadeaban como luciérnagas en los ojos de Santana. Eran más bonitas reflejadas en su mirada que en el firmamento del cielo.
-¿Qué tal la vuelta a casa? ¿Qué tal nuestro… padre? – siempre procuraba no hablar mucho del tema, no hacer énfasis en esas palabras clave que me recordaban que éramos hermanas, pero por un momento, no supe que decir.
-¿El viejo? – Santana chupó del filtro, conteniendo el humo - No lo sé. No lo he visto. – y lo expulsó.
-¿Por qué no? Ya que ibas por ahí podrías haberle hecho una visita. Es tu padre ¿no? – Se rió con la diversión plasmada en su voz. Mierda, era guapísima cuando sonreía.
-No es por eso. He ido a casa unos segundos a por algo de ropa pero como siempre, no había nadie. – sentí un escalofrío recorrerme la espalda de arriba abajo. ¿Nadie? ¿No había nadie esperando a Santana en casa? ¿Ni siquiera para ver como estaba? ¿Para preguntarle como le iba en su nueva casa? ¿Para decirle cuanto había crecido? Esas cosas que suelen decir las tías o las abuelas cuando vas a visitarlas después de tanto tiempo mientras te daban un apretón en las mejillas. Esas cosas que repetían una y otra vez siempre que las veías y de las cuales, sin ellas, sentirías que algo no andaba bien.
-¿Nadie, Santana? ¿No había nadie? – murmuré por lo bajo, con un nudo en la garganta. Ella negó con la cabeza, sin darle mucha importancia.
-Nadie me espera allí, quizás porque nadie me quiere cerca. Sólo la perra que se puso a aullar cuando me vio. – se rió. – Nadie me espera allí. – y le dio otra profunda calada. Observé su perfil mientras el humo emanaba de su boca e impregnaba el aire. Su expresión de absoluta indiferencia, sus ojos inhumanos, sin dejar ver ningún sentimiento vivo tras ellos.
Le di otra calada al cigarro y alcé la mirada al cielo.
-Pues entonces no vuelvas. Quédate para siempre aquí. – me miró con expresión interrogante. Yo me encogí de hombros. – Me gusta tenerte cerca y te he esperado ¿no? Allí nadie te espera, aquí te espero yo, por no mencionar a mamá y a Will. Te han cogido mucho cariño ¿sabes?
-¿Quieres que me quede? ¿Yo, aquí, en tu casa, contigo?
-¿No quieres? Yo sí. – me acerqué a su boca con porte insinuante, sin ni siquiera darme cuenta. Mi cuerpo y mi cabeza simplemente reaccionaban de esa manera teniéndola cerca. Le di una calada al cigarrillo y expulsé el humo en su cara. Ella ni se inmutó. – Me encantaría que te quedarás conmigo.
-Si he vuelto ha esta ciudad de mierda es por ti. – sonreí, negando con la cabeza.
-Pues quédate entonces. ¿O prefieres volver allí? – Santana hizo girar las pupilas lentamente, pensando. De repente se dejó caer hacía atrás, sobre las mantas, boca arriba mirando al cielo.
-Mi casa está llena de mierda, esta está limpia y huele a flores silvestres. En Los Ángeles, mi pasatiempo favorito era salir y meterme con el primer desconocido que pillara a mí alrededor. Allí, cada vez que me cabreo, con salir a la calle ya tengo siete gilipollas pisándome los talones buscando pelea, lo único que me tranquiliza cuando me cabreo. Pero aquí nadie me sigue cuando salgo a la calle, nadie me ataca. Me gusta la comida de tu madre aunque no sepa como se llaman la mitad de las cosas que me llevo a la boca. Me gusta el olor a ropa limpia, me gusta el espacio, me gusta mi habitación. Me encanta mi nueva guitarra. Me encanta follarme a mi Muñeca a todas horas, sin parar, sentirla o comerme su boca, me encanta pero… - sonreí, lamiéndome los labios sin quitarle ojo de encima. Me medio tumbé boca abajo, apoyando un brazo en su pecho para mantenerme erguida, mirándola a los ojos.
-¿Pero?
-¿Qué haré cuando me cabreé de verdad y no tenga nada que golpear? Lo que más me irrita de este sitio es no poder pelearme con nadie, no poder matar a hostias a nadie, linchar a algún capullo que se me cruce por delante porque no tengo razones para pegar a nadie, entonces ¿Qué hago? No tener nada que romper me saca de quicio. ¿En que mierda utilizo las manos entonces?
-Joder Santana, ¿Ese es tu dilema? ¿No tener nadie a quien linchar?
-¡Si! – me entraron ganas de reír. Era una puta psicópata que acabaría violando y devorando el cuerpo de personas inocentes… a no ser que me tuviera a mí para controlarla.
El cigarrillo casi me quema los dedos cuando se consumió. Lo aplasté contra el suelo de la azotea, suspirando y me tumbé a su lado sobre las mantas, mirando el cielo.
-Podrías utilizar tus manos para tocarme.
-¿Para tocarte?
-Cuando te enfades, en vez de hacer un puño, extiende las manos y tócame. – Santana se revolvió sobre las mantas para mirarme, girando la cabeza hacía mí. – Yo te tranquilizaré. – por muchos novios que hubiera tenido en la vida, por muy enamorada que hubiera estado de Sam, era la primera vez que sentía que yo, yo y solo yo era el mundo entero para una sola persona. Sus ojos brillaban resplandecían observando fijamente los míos con la mirada más sosegada que le había visto nunca, tranquila, en paz.
Extendió su brazo hacía mí, pasándolo por debajo de mi nuca para que apoyara la cabeza en él y me acurrucó contra su cuerpo. Me acariciaba el cuello con las puntitas de los dedos, de arriba abajo sin apartar la mirada de mí.
-¿Así?
-Sí… - suspiré contra su boca.
-No funciona. No me siento más tranquila.
-Sólo funciona cuando estás enfadada.
-¿Y quien dice que no estoy enfadada ahora?
-No estas enfadada.
-¿Y entonces como estoy? – no respondí. ¿Qué iba ha decir? ¿Ojala estés tan colada por mí como yo lo estoy de ti? Me lamí los labios, negando con la cabeza débilmente y pegué mi boca a la suya con suavidad, sin buscar profundizar, pero Santana era mi perdición y enseguida sentí sus labios moverse posesivamente contra los míos, acaparando más y más de mí, abarcando todo mi cuerpo con sus manos, paseándolas a gusto por el interior de mi ropa, de mi camiseta, por mi espalda poniéndome el vello de punta, subiéndomela, quitándomela y tendiéndome sobre las mantas suavemente. Tumbada encima de mí…
-Santana…
-Cállate, no digas nada. – me ordenó con un tono de voz que parecería cualquier cosa menos una orden. – He cambiado de opinión. – murmuró. Me besó dos veces en los labios y empezó a descender con su boca entreabierta por mi cuerpo. Me dejé, con el cuerpo flácido sobre las mantas. Su lengua se paseaba con total dominio por mi pecho. Sus manos me agarraron los brazos y los mantuvieron quietos a ambos lados de mi cuerpo, sin intención de dejarme escapar. Me revolví inquieta cuando sentí su boca recorrer mi abdomen, delineándolo con la lengua y bajando, bajando… empezó a desbrocharme los shorts, empezó a tirar hacía abajo de mi ropa interior…
-Santana… - se me iba a salir el corazón por la boca. Estrujé las mantas entre mis dedos, temblando al sentir sus manos sobre mis piernas, separándolas una vez me tuvo desnuda y excitada para ella, totalmente a su merced. Sentí su aliento sobre mi sexo y me estremecí por completo. – Santana, ya, ya vale… hazlo, lo que sea que quieras hacerme, como quieras hacerlo, ¡Pero házmelo ya! – cerré los ojos con fuerza, esperando, con el cuerpo tembloroso. Sentí como Santana se movía entre mis piernas y algo helado cayó sobre mi pecho, erizándome la piel.
-Nieve… - murmuró.
-¿Ni-nieve? – me castañeaban los dientes de frío. Abrí los ojos y me encontré el cielo oscuro y nuboso impregnado de pequeñas estrellitas que caían al suelo, blancas y resplandecientes, heladas, muy lentamente. – Es-está ne-ne-nevando… - no sabía de que me sorprendía cuando en invierno era lo más normal del mundo que nevara allí, en todo Estados Unidos dónde se alcanzaban los veinte bajo cero con facilidad. No me gustaba el frío, pero siempre me había gustado ver los copos de nieve caer del cielo, sin más. No me gustaba jugar con la nieve, sólo verla caer sobre la superficie de la tierra, como en aquel momento.
El frío empezó a calmarse, a desaparecer cuando Santana me echó encima una de las mantas y me abrazó, simplemente me abrazó por la espalda, haciendo que apoyara el cuerpo contra su pecho y ella posara su barbilla sobre mi hombro.
-Vámonos a la habitación. No sería divertido verte metamorfoseado en un cubito de hielo y ya empiezas a ser azul… - susurró. Encogí el cuello, sintiendo escalofríos por su aliento gélido rozándome la piel.
-No quiero ir ahora… - Santana tiró de mí hacía arriba.
-Muñeca…
-No. No puedo estar contigo en la habitación tan tranquila como ahora. – me revolví un poco, deseando volver al ambiente de hacía unos minutos, tumbadas tan tranquilas mirando el cielo.
-Iré a tu habitación.
-¿Iras? – empezó a arrastrarme hacía la puerta de casa, medio en brazos. - ¿Cuándo?
-Ahora. Me da igual la gente a la que llamas familia, me importa una mierda. – me quedé colgada de su cuello, andando descalza hasta la puerta. Me recordó nuestro primer encuentro, el frío, la desnudez, la excitación, las ganas de más… - Voy a follarte como a ti te gusta que haga.
Mariposas en el estómago, rubor, calor, felicidad y deseos de que la cosa fuera así siempre, con Santana al lado manejándome a su gusto. Sam era agua pasada. Para mí ya estaba muy claro lo que había acabado por suceder. Estupendo, de puta madre. Me había metido en el mayor lío de mi vida.
Y no me importaba una mierda mientras la tuviera al lado.
Ese sentimiento que era estúpido incluso pronunciar.
-Santana…
-¿Qué?
-Date prisa y házmelo con fuerza. Ya, ahora. Te quiero ahora.
Te quiero… ahora…
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Hola chicas, aca les traje un nuevo capitulo, me gustaria responder su mensajes pero tengo algunos problemas con mi mama y bueno, llega a ver que estoy adaptando un novela de dos lesbianas me mata ja ja ja. Respecto a un mensaje privado que me mandaron.. si, me hablo con algunas escritoras de aca. Con la que hablo con mas frecuencia es con Fer-Sofi, esa piba es genial. Fernanda si estas viendo estos te mando cariñitos ahre la flasheaba...
Espero que les guste el capitulo, saludoooos!
El frío volvió a mi cuerpo de golpe en el momento en el que sus ojos se clavaron en los míos. Un tremendo escalofrío me recorrió de arriba abajo, haciendo que se me erizara la piel.
-Te estaba esperando, mi Muñeca… - la respiración se me aceleró de manera incontrolable, igual que la cantidad de sangre que corría por mis venas se disparó por el bombeo alocado de mi corazón.
Sólo habían pasado dos días, sólo dos y cuanto había pensado en ella, a cada segundo, a cada minuto, a cada hora, buscando la manera de encontrar la excusa perfecta para Rachel, buscando la manera de conseguir el dinero para su guitarra, arreglándome para ella, sólo para ella, porque me importaba una mierda haber aparecido en bata delante de mis tíos y mis primos. No lo había hecho por ellos, no, sólo para ella. ¿La había echado de menos? Hasta lo inimaginable, hasta llegar a dormir sólo escasas horas pensando en ella, en Santana, pensando en llamarla, en nuestras conversaciones, en nuestros besos, en nuestra manera de tocarnos, en la manera en la que me había poseído el último día, con tanta fuerza. Había gastado su nombre entre gemidos incontables veces, como no lo había hecho pensando en ninguna otra persona.
En sólo dos días.
Ahora que la tenía delante, me daba cuenta de cuanto había deseado que volviera.
Me acerqué, a paso lento. Me recordó al paso de una novia camino del altar y sonreí estúpidamente, avergonzada por semejante ocurrencia. Santana soltó esa risita divertida tan característica, acercándose el cigarrillo a la boca y dándole una calada rápida.
-Un poco más despacio y me convierto en un cubito de hielo. – bromeó y sorprendentemente, lo primero que hice en vez de tirarme a por su boca fue apartar el cigarrillo de sus labios con brusquedad, llevándomelo a los míos, saboreando el sabor de la boca de Santana impregnado en ese filtro. Le di una calada profunda y la miré a los ojos, expulsando el humo en su rostro consumida por la sorpresa. – Vaya, así que la buena de la Muñeca también sabe hacer cosas malas y estúpidas.
-Me acuesto contigo, ¿No es eso lo suficientemente malo y estúpido? – le di otra calada. A la mierda eso de dejarlo. Necesitaba ahogarme entre cigarrillos en ese momento.
-Dos días sin vernos, Muñeca, dos días y lo primero que haces cuando aparezco es robarme mi tabaco y ponerte a fumar. Ahora sí que soy un cubito de hielo. Que frío, Muñeca. Me esperaba algo más…
-¿Más…? – me incliné sobre ella, poniéndole morritos, haciendo que se le escapara una sonrisita divertida. Me agarró bruscamente del brazo, obligándome a alzar la mano frente a su cara con el cigarrillo entre mis dedos y le dio una última calada, sin apartar los ojos de mí, acariciando mi mano con sus labios. Me tembló el brazo entero cuando me quitó el cigarrillo de las manos y lo tiró, lejos, dejándose de rodeos, agarrándome de la cintura con sus manos y tirando de mí contra su cuerpo. Pegó su frente a la mía y yo me agarré firmemente a su espalda, pasando mis brazos por debajo de los suyos, pegándonos aún más.
-¿Me has echado de menos, Muñeca? – suspiré contra su boca. Mi vaho se mezclaba con el suyo mientras acariciaba su nariz con la mía melosamente.
-No, para nada. – un beso casto y suave, sin profundizar, totalmente limpio en los labios, para sentirla, para asegurarme de que estaba frente a mí, abrazándome, haciendo desaparecer el intenso frío que se había apoderado de mi cuerpo hacía unos minutos. Me apoyó contra la puerta del piloto, situándose entre mis piernas, sin despegar su frente de la mía, bajándome la cremallera de la chaqueta hasta poder colar las manos dentro de ella, pasándolas por mi pecho.
-Y ahora es cuando el hielo se derrite… - me besó, rozándome el cuello con los labios. Reposé la cabeza contra el coche, dejándole total acceso a su lengua sobre mi piel. - … Y se evapora… - la sentí sobre mi mejilla, buscando mi boca segundos antes de penetrar en ella ávidamente, con ganas de mí, de mi lengua, de mis labios, atrapándolos entre los suyos, presionando, lamiéndolos, moviéndolos sobre los míos lentamente, disfrutando del roce de su lengua con la mía dentro, haciendo un sonido húmedo cada vez que nos separábamos sin romper todo el contacto, volviendo a comernos, a devorarnos con muchas más ganas, abriendo la boca todo lo posible, dejándosela, toda suya. Que la hiciera toda suya, como quisiera, de la forma más guarra y sucia que le pareciera, de la manera más bestia que le permitiera su lengua. Quería más…
-Abre el coche… - le pedí, soltando un suspiro contra su boca en cuanto dejó la mía libre. Santana se empezó a reír de repente, con suavidad.
-Vale… pero tengo que confesarte algo. – me dio la vuelta suavemente, situándome frente a la puerta del piloto, besándome la oreja, restregando su cara contra mi cuello mientras abría la puerta lentamente. – He traficado ilegalmente y he colado una bola de cocaína en mi coche. – soltó, como si tal cosa. Me quedé mirando la cestita que había en el asiento, cubierta de sábanas y mantitas azules y blancas, sin saber como tomarme aquello. Giré la cabeza, mirándola con el entrecejo fruncido, esperando una explicación de que era eso y que hacía allí. Santana se rió. – Un regalo.
-¿Un regalo? ¿Para quién? ¿De que?
-¿No se supone que en Navidad se hacen regalos? ¡Cógelo, no sabes lo que me ha costado traer esa asquerosa bola hasta aquí! – ladeé la cabeza, volviendo a mirar la cestita llena de sabanas revueltas. Forcé una sonrisa. Quizás para ella tuviera algún significado especial que me quería hacer saber, sí, seguro…
-Guau, Santana… gracias. – se me quedó mirando, poniendo los ojos en blanco, negando con la cabeza y aguantando la risa, me dio un pequeño empujón hacía el interior del coche.
-¡Míralo bien, Muñeca! – no entendía a que venía tanto entusiasmo por unas sábanas viejas. ¡El regalo de verdad estaba en mi cuarto, la grandiosa Gibson y lo que tenía preparado en la azotea, la…! Me golpeé la cabeza contra el techo del coche del sobresalto al ver las mantitas moverse débilmente. Miré de reojo a Santana, más que sorprendida. ¿Qué demonios me había traído? ¿Estaba vivo? Se inclinó sobre mí, metiendo medio cuerpo en el coche, sobre el mío, pasando un brazo alrededor de mi espalda, pegándome a ella, mirándome fijamente sin perderse detalle de mi expresión.
-Es la primera vez que le regalo algo a alguien. Quiero ver tu cara… - pegó la frente a mi sien, cerrando los ojos y yo acaricié su mejilla con una mano, inclinándome un poco más sobre la cesta. Empecé a apartar la mantitas con cuidado, más concentrada en las caricias superficiales de Santana sobre mí bajo vientre, metiendo la mano bajo mi camiseta, hasta que por fin, decidida, aparté las mantitas de un tirón.
Lo primero que vi fue una bola blanca acurrucada en un rincón, empezando a temblequear. Una bola enana, del tamaño de mi mano. Me quedé con la boca abierta, quieta, con la mantita en alto, observando la bola peluda.
Imposible… me entraron ganas de gritar.
-¡Un perro! – Santana estalló en carcajadas mientras me inclinaba y agarraba con cuidado esa cosita diminuta. Era blanquita completamente, con la cara de un color rosita por el escaso pelo que aún le cubría. Tenía los ojos entrecerrados, moviendo nerviosamente las patitas en el aire, con el rabito entre las patas, temblando débilmente y con el corazón chocando furiosamente contra mis dedos bajo la piel de su pequeño cuerpecito peludo.
Totalmente histérica y con cara de quien acaba de encontrar un tesoro pirata, cogí las mantitas y lo acurruqué en ellas para que no pasara frío, tapándolo bien, sosteniéndolo entre mis brazos con los ojos fijos en esa cosita tan mona que se movía a ciegas entre las mantas. Estaba tan emocionada que no me salían las palabras.
-¿De dónde lo has sacado? – murmuré, con la respiración agitada sin apartar los ojos del cachorro.
-De Guetti. – miré a Santana con la boca abierta de la impresión. – Estaba preñada cuando vine. Se la dejé a una amiga para que la cuidara y el martes me llamó, bastante alterada. El veterinario dijo que iba a parir para el fin de semana una camada de cachorros, así que… - se encogió de hombros con una sonrisa en la boca. ¿Eso quería decir que…?
-¿Fuiste a Los Ángeles a por el cachorro? – se enderezó, apoyando la espalda en el asiento, desperezándose, sacudiendo la cabeza y bostezando.
-No pensaba ir, en realidad no me importaban mucho los cachorros. Pensaba dejar que Quinn los vendiera en el centro, a gente bien, ya me entiendes, gente pija y con pasta o regalarle alguno a la hija de mi vecina, pero luego me acordé de ti. Pensé que te gustaría, así que fui directamente a por los cachorros, para elegir uno, dormir un poco y volverme a la mañana siguiente. – volvió a bostezar - Ni siquiera he ido a casa este fin de semana y para colmo, Guetti aún no había parido nada, estaba entre contracción y contracción cuando llegué a casa de Quinn. Nos tiramos toda la noche esperando a ver que pasaba y entonces, media dormida, me llamaste a las cinco. – salí del coche, arrastrándome hacía atrás contra su cuerpo y el perro encima, sujetándolo bien. Casi me caí de boca hacía delante, pero Santana me dio un tirón de la cintura del short. En vez de salir fuera con el frío, me senté sobre sus rodillas, frente a frente, mirándola, esperando que siguiera hablando totalmente emocionada, acariciando la cabeza del perrito con una mano. – Luego… después de diez minutos hablando contigo, Quinn dio un grito y tuve que colgar corriendo para ayudarle con los cachorros que empezaban a nacer. Tardaba diez minutos en salir cada cachorro y mientras, me entretuve limpiándolos, envolviéndolos en mantas y… pendiente de una interesante foto que cierta persona me envió. – me mordí el labio, ruborizándome por momentos ante su intensa mirada maliciosa. – Esa bola de pelo fue la última en salir y me la llevé sin que probara siquiera la leche de su madre. Fui a la tienda de animales, compré leche especializada para cachorros, la cesta, las mantas y todo lo necesario para que no muriera por el camino. He tenido que parar cada dos horas para darle la leche del biberón, calentarla y sacarlo para que hiciera lo que tuviera que hacer y no se me meara encima, pero creo que está bien.
Miré al cachorro con ojo crítico.
-Si se hubiera muerto por el camino, te hubiera matado yo a ti. – le solté, con tono acusador, aproximando mis labios a los suyos, dándole un leve roce con la lengua sobre sus labios.
-No soy tan bestia. – atrapó mi lengua entre su boca, empezando a devorármela, agarrándome de la barbilla, profundizando con fuerza y dominio, penetrándome con su lengua, haciendo que la mía y la suya chocaran, pidiendo sexo desenfrenado y sin control. Santana me apretó los muslos con las manos, tirando de mi cuerpo más hacía ella. – Cierra la puerta. – suspiró, manoseándome el trasero sin ningún tipo de reparo.
-No… yo también tengo un regalo para ti. – bufó, volviendo a la carga, introduciendo sus manos dentro de mi pantalón, estrujando mis nalgas con fiereza.
-Puede esperar.
-No, no puede esperar.
-¿Otra Muñeca? No quiero otra Muñeca de regalo, me encanta la mía. – hizo una mueca con la boca que me hizo reír y darle un beso suave en los labios, mordiéndoselo unos segundos antes de separarme de ella y salir del coche con el cachorro en brazos.
-¿Nunca te han dicho que cuando quieres, eres realmente encantadora, Santana?
-No. Ya sabes que sólo lo soy contigo, Muñeca.
-¡Un perrito, un perrito, un perrito! – las mellizas daban brincos a mi alrededor mientras le daba el pequeño biberón con la tetina de goma. El cachorro empezó a succionar y soltó un ruidito parecido a tos, revolviéndose un poco.
-No, boca arriba no, Britt. Boca abajo si no quieres ahogarlo. – era increíble ver a Santana tan inmersa en el tema, con tanta seriedad y a la vez ternura en los ojos observando al perrito. Por lo visto, no sólo a mí me gustaban los animales. Enseguida creé una teoría mientras situaba al cachorro boca abajo en mi regazo y empezaba a darle del biberón. La perra de Santana seguramente era la única que no le temía, que no comprendía lo peligrosa que era, que no huía de ella y que le hacía compañía cuando su padre no estaba. Su única amiga de verdad, la que nunca la había dejado tirada para largarse y la había dejado sola. Santana debía sentir un gran afecto hacía los animales por esa razón. Sólo había que mirar sus ojos brillantes observando al cachorro para darse cuenta de que el perrito la volvía loca.
Me entraron ganas de abrazarla y fingir ser un cachorro labrador para que me mimara y me diera el biberón… hum, de nuevo el doble sentido…
-Santana… - mamá le dio un beso en la mejilla a mi hermana, pasándole los brazos por sobre los hombros y abrazándola levemente. – Eres un encanto, cielo. – Santana sonrió como varias veces me había sonreído a mí, totalmente relajada y tranquila, sin forzar nada, simplemente feliz.
-Vaya, vaya, es una sorpresa conocerte al fin, muchacha. – suspiré. Mi tío Bruno ahora sí que estaba como una cuba, incluso tambaleándose delante de mis narices. Pasé de él como de la mierda, concentrándome en el cachorro que ya llevaba más de la mitad del biberón. – Creo que no te hubiera reconocido si te hubiera visto por la calle. Comparado con tu hermano tú eres mucho más… - me mordí el labio, cabreada. Mamá le lanzó una mirada asesina a su hermano, advirtiéndole. - … Diferente.
-Si, supongo. – Santana ni le miró, contestando con desgana.
-Creo que no tienes ni idea de la suerte que tienes de que apenas se note el parentesco. – se empezó a reír a carcajadas y yo fruncí el ceño levemente. Puto fascista de mierda…
-Claro, soy yo la que tiene suerte de que no se note mi parentesco contigo. No soportaría que me señalaran por la calle y gritaran, mira, la sobrina del patético aspirante a Hitler – Santana, recorrería tu cuerpo a besos si no estuviéramos delante de toda la familia, sino, créeme, lo haría.
-Niña… niñata… - murmuró. Parecía apunto de caerse de boca sobre la mesa. Mi tía llegó justo en el momento adecuado, agarrándolo del brazo con severidad para mantenerlo en pie.
-Ya me has hecho pasar suficiente vergüenza, Bruno. Damen, cariño, nos vamos. – mi madre fue detrás de ellos con expresión de claro disgusto justo cuando el perrito se terminó el biberón.
-Por fin… - me levanté del sofá con el cachorro en brazos junto con Santana. Las mellizas me agarraron de los shorts, tirando para que volviera a sentarme.
-No, prima Britt. Deja al perrito ¡Deja que juguemos con él!
-No, ni hablar. No es una muñeca Barbie, está vivo y tengo que cuidarlo. Ahora tiene que irse a dormir o sino, se morirá. – las mellizas parecieron escandalizarse ante lo dicho, llevándose las manos a la boca con espanto.
-¡Llévatelo para que duerma, llévatelo! – sonreí, acariciándoles con una mano el pelito rubio, haciéndoles una mueca con la cara que las hizo reír. - ¡Buenas noches, perrito!
-Que monas son. – Santana me miró con una ceja alzada, con cara de ¿En serio? Al parecer, ese comentario de las niñas de, “No quiero acercarme a esa mujer, me da miedo y parece mala”, no le había sentado muy bien. De alegrarle lo que quedaba de noche ya me ocuparía yo.
-¡Vamos, vamos, tengo una cosa que enseñarte! – tiré de su brazo corriendo escaleras arriba, arrastrándola hasta la puerta de mi habitación con el perro en brazos.
-¡Presiento que te vas a caer de boca y vas a aplastar al pobre perro! – le saqué la lengua, deteniéndome frente a la habitación y dándome la vuelta con seriedad.
-Cierra los ojos.
-¿Qué?
-Si no cierras los ojos, vas ha estropearte la sorpresa. – Santana me miró con desconfianza. - ¿Qué?
-Más te vale que no sea nada raro.
-¿Raro como qué? – Cerró los ojos.
-Creo que me asustaría si te viera con un traje ajustado y un látigo en la mano. – se rió. Abrí la boca, fingiendo indignación mientras abría la puerta y empezaba a empujarla hacía dentro.
-¡No debería haberte comprado nada, pedazo de animal!
-De hecho no. No tienes ni puta idea de mis gustos. – cerré la puerta de un portazo. Solté al perrito sobre la canasta, encima de las mantas, viendo como se revolvía entre ellas con los ojos entrecerrados y soltaba una especie de gruñido. Empujé a Santana sobre la cama, dejándola tumbada. - ¡Oh, vale! Un regalo carnal es otra cosa. – me reí, apartándome de ella y yendo hacía la guitarra. Santana posó la cabeza sobre sus brazos, bostezando de nuevo. - ¿Puedo abrir los ojos ya o espero a que me quites la ropa?
-Estás tonta.
-¿A que abro los ojos? – cogí la guitarra y me senté en el suelo frente a la cama, con la guitarra en alto, ofreciéndosela. Estaba nerviosa, con el corazón a cien.
-Ya puedes abrirlos. – y los abrió con esa sonrisita prepotente en la cara. Me miró a mí primero, con incertidumbre y luego bajó la cabeza hacía la guitarra. Por unos momentos pareció no reconocer qué era aunque lo tuviera en las narices. Frunció el ceño levemente, observándola en silencio, sin decir palabra y entonces, se puso totalmente seria. –Santana… - murmuré. Ella no se inmutó. - ¿Santana? – noté el movimiento de su garganta al tragar saliva. Me mordí el labio. - ¿No te gusta? – Santana alzó la mano y agarró la guitarra del mástil, arrebatándomela de entre mis brazos. La miró fijamente posándola en su regazo, con mucha seriedad.
-Una Gibson Les Paul. – murmuró con voz lúgubre. – Serie Custom…
-¿No… te gusta? ¿O es otra cosa? Porque es una guitarra, ¿Verdad? No es un bajo comprimido a mala hostia ni nada, ni un ukelele o algo así, ¿no? – Santana suspiró, cerrando los ojos unos segundos.
-Es una guitarra… una puta guitarra – la apoyó con cuidado sobre el suelo, con una gran seriedad en la cara, como si imitara la cara de una viuda el día del entierro de su esposo.
-Una guitarra. – me levanté del suelo, cogiendo aire y tragándome las lágrimas de rabia e impotencia. Me sentía una completa subnormal. – Una guitarra que no quieres.
-No. No la quiero, no ahora. – tragué saliva. Me dolía la garganta de puras ganas de llorar. ¡Maldita idiota, al menos podías haberme dicho que te gustaba, podrías mentir! Lo que me había costado conseguirla y las ganas que tenía de dársela con toda la ilusión del mundo para hacerla feliz. Las ganas que tenía de ver su sonrisa. ¡Te odio, maldita gilipollas, te odio!
Le di la espalda, sulfurada y conteniendo las patéticas lágrimas impotentes. Sólo me faltaba ponerme a llorar y ya sería una imbecil.
De repente, otra vez me vi estampada contra algo duro, otra vez vi sus brazos cerrándose alrededor de mí cuerpo, aplastándome, acorralándome. Mi trasero chocó contra el filo del escritorio y yo casi subida a él, sobresaltándome por la repentina cercanía de Santana, su repentino salto hacía mí.
-Me has comprado una puta guitarra de 4000 dolares, a mí. Uno de mis más ansiados deseos desde que era una mocosa de once años y me preguntas si me gusta, que me la regalas, que es mía ¿Y dices que no la quiero? ¿Una Gibson? ¡Claro que no la quiero ahora, mañana probaré la puta guitarrita y no la soltaré hasta desgastar las cuerdas! ¡Lo que quiero es follarte a ti, aquí y ahora! ¡Ya! – me quedé muda, con los ojos como platos y las lágrimas casi saltadas, con la cara de empanada y morbosa alterada cuando de un manotazo, tiró bruscamente todo lo que tenía sobre el escritorio. Los libros, los apuntes, los bolígrafos, todo… incluso la pantalla de ordenador. Apenas me dio tiempo a mirarla a los ojos antes de que me agarrara de los muslos, presionara su entrepierna contra la mía y me devorara la boca… otra vez.
Tan sucio, tan guarro, tan morboso… le había gustado. La guitarra le había gustado, le había encantado, la adoraba pero yo seguía siendo su Muñeca, su favorito. Y el regalo había sido el colmo, explotando ansiosa de sexo después de tan sólo un fin de semana separadas, viajando por el interior de mi boca, dominándola con su lengua tan ansiosa como el resto de su cuerpo que se restregaba buscando sexo desenfrenado contra el mío.
No me importaban nada las personas que estuvieran en el primer piso en ese momento, creo que tampoco hubiera parado aunque Will hubiera llamado a la puerta otra vez o incluso hubiera entrado mi propia madre, encontrándonos con semejante situación. Ojala no apareciera nadie, porque no íbamos a parar.
Me arrancó literalmente la ropa, rompiendo la cremallera de la chaqueta con su fuerza bruta y haciéndola descender por mis brazos hasta las muñecas. La ató fuertemente en ellas, sin acabar de quitármela, dejándome con las manos y los brazos inmovilizados a la espalda. Empecé a sofocarme y a respirar entrecortadamente, mirándola a la cara a la vez que hacía fuerza para intentar soltarme, sin éxito. Santana se rió con suma malicia ante mi expresión azorada, agarrándome de la barbilla con su rostro muy cerca del mío, haciéndome sentir su aliento.
-Esa carita… esa carita de Muñeca… - entreabrí los labios, enseñándole mi lengua pidiéndole algo que saborear. Me ofreció la suya, metiéndomela en la boca con salvajismo, con sus labios aplastando los míos. La forma en la que fingía la penetración con la lengua dentro de mi boca me excitaba muchísimo. Noté un hilo de saliva escurrirse por mis labios hasta la barbilla cuando Santana se separó de mí, mordisqueándomelos y chupándolos. Levantó mi camiseta de un tirón, dejándomela justo por debajo de las axilas, incapaz de quitármela sin desatarme las manos.
-¡Ah!… Hum… - alcé la cabeza hacía el techo, clavando la mirada en él. El estómago se me llenaba de hormigas con un cosquilleo que no sabía si llamarlo molesto o placentero, tremendamente estremecedor, cortándome la respiración que empecé a soltar a bocanas con los hombros encogidos y temblorosos sintiendo como me mordisqueaba los pezones y los lamía, los succionaba como si fueran de caramelo y me los pellizcaba, sintiéndolos duros entre sus dedos. Cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio. – San… te he echado de menos… - abrí la boca de par en par, sintiendo su mano quemar debajo de mis pantalones, de mi ropa interior, toqueteándome.
-Ya lo veo… - se burló. Me lamió la oreja, clavando los dientes en ella con suavidad. Me derretía entera. - ¿Cuántas veces te has masturbado pensando en mí? – me besaba el cuello, revolviéndome el pelo con una mano, sintiendo como me acariciaba la cabeza con los dedos y como su otra mano empezaba a moverse suavemente sobre mi sexo, muy suave.
-Muchas…
-¿Cuántas son muchas? – me beso el hombro, erizándome la piel.
-Siete… - murmuré, muerta de placer, abriendo más las piernas para que siguiera. – Ocho… contando la de hace hora y media… en el baño…
-¿Ocho? La última hace una hora, con tu familia aquí y tú en el baño… tocándote, gritando mi nombre… – apartó la boca de mi cuello, mirándome a la cara por fin poniéndome a cien, deseando seguir. Su mano se despegó de entrepierna, desabrochándome los pantalones en el proceso, medio bajándomelos lo suficiente para que se pudiera ver claramente mi ropa interior húmeda. Me acarició el abdomen con los dedos sobre la ingle y se separó, sonriente. – Yo doce. Te he ganado. – sonreí como una idiota, ruborizada, sintiendo vergüenza como pocas veces sentía en mi vida, observándola como una boba mientras se sacaba el móvil del bolsillo del pantalón y me mostraba la pantalla con clara diversión.
-¿Qu-que ha…? Ah… ¡Santana! – grité, observando la pantalla del móvil. No tenía de fondo de pantalla la foto de ninguna tía buena, no, tenía que tenerme a mí posando provocativamente para ella con las palabras Propiedad de Santana López escritas claramente en mi pecho y encima me lo enseñaba y se reía. - ¡Borra eso!
-Por supuesto… - murmuró, dándole la vuelta al móvil, apuntándome con la cámara. - Después de hacerte una foto en condiciones.
-¿¡Qué!? ¡No, ni hablar! ¡No me apuntes con eso! ¡Quítame esa puta cámara de la cara! – empecé a mover la cabeza frenéticamente, intentando esquivar el ojo de la cámara y desatarme las manos. ¡¿A quien se le ocurriría!? Si alguien veía esa foto en su jodido móvil, ¡Pensarían que estamos salidas o que yo era una especie de prostituta!
-Esa cara de Muñeca cabreada no tiene precio – le arrancaría un brazo a mordiscos. - ¡Venga, quiero inmortalizar el momento! Así, la próxima vez que me vaya y vea la foto, me acordaré del momento exacto en el que te lo hice y podré disfrutar pensando en ti.
-¡Vete a la mierda, Santana!
-Sonríe a la cámara y luego te haré el amor. – abrí los ojos con sorpresa y la miré justo en el momento en el que disparó la cámara, capturando mi imagen. Miró la foto en su móvil y sonrió. – Estás preciosa. Una Muñeca de verdad.
-Has dicho hacer el amor – Santana se me quedó mirando para enseguida encogerse de hombros.
-También se dice así ¿no?
-Sí, pero… - me revolví, intentando soltarme las manos a la vez que movía las piernas, intentando que no se me cayeran los pantalones más de lo que ya estaban caídos con tanta torpeza, que tropecé y me embalé contra el suelo. Santana me agarró de nuevo, justo antes de que me rompiera la nariz contra el duro mármol.
-Te vas a matar, lo sé. Un día que me despiste te caeras de boca y te tragaras el pico de una fregona que te atravesará la garganta hasta salirte por la nuca. – la miré con el ceño fruncido, intentando desatarme otra vez. Santana se burlaba de mis esfuerzos entre risas, agarrándome las muñecas para que dejara de revolverme, nerviosa. – Déjalo, así será mucho más divertido.
-No. No puedes atarme, no podemos hacerlo aquí.
-¿Tú te masturbas en el baño y aquí no? Claro, podemos ir al baño y fingir que nos damos una ducha mientras lo hacemos o podemos…
-Tengo otro regalo para ti. – la corté enseguida. Santana se quedó callada. Miró de reojo la guitarra sobre la cama y luego a mí, fijamente.
-¿Otro?
-Oh, vaya. Pensaba que nada de cenitas románticas.
-No es una cena romántica idiota. Se llama intimidad. – Santana restregó sus labios contra mi mejilla, separándose de mí, apartando sus brazos de sobre mis hombros y anduvo en la penumbra hacía el montón de mantas y sábanas que había colocado en la azotea, sobre el suelo, bajo la noche estrellada. Estaba nerviosa, moviendo las manos con algo de histeria, toqueteándome el pelo y acariciándome los brazos.
Santana se sentó sobre las gruesas mantas, estirando los brazos.
-¿Y el champán? ¿Dónde está el champán? ¿Cómo voy a pedirte que te cases conmigo sin champán, Muñeca? – me mordí el labio, avergonzada y sintiéndome estúpida. No deberías haber puesto esas ridículas velas alrededor de las mantas, demasiado cursi para ella. Demasiado estúpido, ¡Yo era estúpida! – Hay cervezas, tabaco y… ¿Qué es esto? – alzó una botella y la zarandeó para que pudiera verla.
-Ah, es vodka. Sólo te he visto beber cerveza y vodka con limón así que es lo único que he traído.
-No lo suficiente para ponerte como una cuba pero lo suficiente para ponerse contenta… aunque esta noche no lo necesito para estar contenta. – me sonrió y yo me quedé mirándola absorta. Sin saber que decir, sin saber que hacer.- ¿Piensas quedarte toda la noche ahí, mirándome? Quiero compartir mi regalo contigo, sino no es divertido. – cogí aire un par de veces, anormalmente nerviosa, exaltada, alterada, con el corazón acelerado, retumbando en mi pecho. Anduve hacía ella a paso lento hasta tenerla en frente, mirándola desde arriba. - ¿No quieres estar conmigo?
-¿Qué?
-Lo parece por como te mueves y por como te quedas quieta como un palo sin atreverte ha acercarte.
-Cla-claro que quiero… quiero… quiero… - los ojos de Santana resplandecían con pura malicia, echando el cuerpo hacía atrás, apoyándose en los brazos.
-Estar conmigo. ¿Eso quieres? – movió la cabeza, señalando su derecha, palmeando el sitio a su lado. – Yo también.
Mi corazón dio un vuelco. Tuve que mover la cabeza frenéticamente antes de tirarme literalmente contra las mantas, de cabeza, a su lado.
-Que ansiosa, Muñeca.
-Calla. Es mi regalo. Yo hago lo que quiera con él.
-¿Tú regalo? Me lo has regalado a mí.
-Pero lo hice yo.
-Pero es para mí. – me quedé callada, sentándome y encogiendo las piernas, rodeándolas con mis brazos. Lo primero que hice fue coger el paquete de tabaco, cortesía mangada de mi tío Bruno y encendí un cigarrillo, llevándomelo a los labios. Santana me arrancó literalmente el paquete en cuanto le di la primera calada, imitándome.
Alcé la cabeza al cielo medio nublado, pero con la luz de la luna dando de lleno contra las nubes, dándoles un aspecto fantasmagórico y precioso a la vez
– ¿Este era tu plan, tu regalo? ¿Subir aquí para ver las estrellas mientras nos emporramos? – asentí débilmente con la cabeza. Ahora era el momento en el que se pondría a reír y se burlaría. – Estaría mucho mejor con una estufa al lado, pero no está mal. – la miré, visiblemente sorprendida por lo oído.
-Pensaba que no te gustaría y lo verías cursi.
-No te confundas. Es cursi, pero no me importa. Está bien supongo que porque la compañía es la adecuada.
-¿Estás intentando ligar conmigo? – bromeé. Santana me miró con una ceja alzada.
-Ya te tengo ganada, ¿Por qué iba a hacerlo? – se rió y yo hice una mueca. Tenía razón, me tenía completamente ganada. Otra calada y expulsé el humo por mi boca. – Nunca me he parado a ver las estrellas.
-¿Nunca?
-Nunca. Son bonitas, resplandecientes. Tanto que me tocan la moral.
-¿Por qué? Sólo son estrellas.
-Sí y brillan con luz propia… y eso me pone enferma. – Las pocas estrellas que podíamos ver parpadeaban como luciérnagas en los ojos de Santana. Eran más bonitas reflejadas en su mirada que en el firmamento del cielo.
-¿Qué tal la vuelta a casa? ¿Qué tal nuestro… padre? – siempre procuraba no hablar mucho del tema, no hacer énfasis en esas palabras clave que me recordaban que éramos hermanas, pero por un momento, no supe que decir.
-¿El viejo? – Santana chupó del filtro, conteniendo el humo - No lo sé. No lo he visto. – y lo expulsó.
-¿Por qué no? Ya que ibas por ahí podrías haberle hecho una visita. Es tu padre ¿no? – Se rió con la diversión plasmada en su voz. Mierda, era guapísima cuando sonreía.
-No es por eso. He ido a casa unos segundos a por algo de ropa pero como siempre, no había nadie. – sentí un escalofrío recorrerme la espalda de arriba abajo. ¿Nadie? ¿No había nadie esperando a Santana en casa? ¿Ni siquiera para ver como estaba? ¿Para preguntarle como le iba en su nueva casa? ¿Para decirle cuanto había crecido? Esas cosas que suelen decir las tías o las abuelas cuando vas a visitarlas después de tanto tiempo mientras te daban un apretón en las mejillas. Esas cosas que repetían una y otra vez siempre que las veías y de las cuales, sin ellas, sentirías que algo no andaba bien.
-¿Nadie, Santana? ¿No había nadie? – murmuré por lo bajo, con un nudo en la garganta. Ella negó con la cabeza, sin darle mucha importancia.
-Nadie me espera allí, quizás porque nadie me quiere cerca. Sólo la perra que se puso a aullar cuando me vio. – se rió. – Nadie me espera allí. – y le dio otra profunda calada. Observé su perfil mientras el humo emanaba de su boca e impregnaba el aire. Su expresión de absoluta indiferencia, sus ojos inhumanos, sin dejar ver ningún sentimiento vivo tras ellos.
Le di otra calada al cigarro y alcé la mirada al cielo.
-Pues entonces no vuelvas. Quédate para siempre aquí. – me miró con expresión interrogante. Yo me encogí de hombros. – Me gusta tenerte cerca y te he esperado ¿no? Allí nadie te espera, aquí te espero yo, por no mencionar a mamá y a Will. Te han cogido mucho cariño ¿sabes?
-¿Quieres que me quede? ¿Yo, aquí, en tu casa, contigo?
-¿No quieres? Yo sí. – me acerqué a su boca con porte insinuante, sin ni siquiera darme cuenta. Mi cuerpo y mi cabeza simplemente reaccionaban de esa manera teniéndola cerca. Le di una calada al cigarrillo y expulsé el humo en su cara. Ella ni se inmutó. – Me encantaría que te quedarás conmigo.
-Si he vuelto ha esta ciudad de mierda es por ti. – sonreí, negando con la cabeza.
-Pues quédate entonces. ¿O prefieres volver allí? – Santana hizo girar las pupilas lentamente, pensando. De repente se dejó caer hacía atrás, sobre las mantas, boca arriba mirando al cielo.
-Mi casa está llena de mierda, esta está limpia y huele a flores silvestres. En Los Ángeles, mi pasatiempo favorito era salir y meterme con el primer desconocido que pillara a mí alrededor. Allí, cada vez que me cabreo, con salir a la calle ya tengo siete gilipollas pisándome los talones buscando pelea, lo único que me tranquiliza cuando me cabreo. Pero aquí nadie me sigue cuando salgo a la calle, nadie me ataca. Me gusta la comida de tu madre aunque no sepa como se llaman la mitad de las cosas que me llevo a la boca. Me gusta el olor a ropa limpia, me gusta el espacio, me gusta mi habitación. Me encanta mi nueva guitarra. Me encanta follarme a mi Muñeca a todas horas, sin parar, sentirla o comerme su boca, me encanta pero… - sonreí, lamiéndome los labios sin quitarle ojo de encima. Me medio tumbé boca abajo, apoyando un brazo en su pecho para mantenerme erguida, mirándola a los ojos.
-¿Pero?
-¿Qué haré cuando me cabreé de verdad y no tenga nada que golpear? Lo que más me irrita de este sitio es no poder pelearme con nadie, no poder matar a hostias a nadie, linchar a algún capullo que se me cruce por delante porque no tengo razones para pegar a nadie, entonces ¿Qué hago? No tener nada que romper me saca de quicio. ¿En que mierda utilizo las manos entonces?
-Joder Santana, ¿Ese es tu dilema? ¿No tener nadie a quien linchar?
-¡Si! – me entraron ganas de reír. Era una puta psicópata que acabaría violando y devorando el cuerpo de personas inocentes… a no ser que me tuviera a mí para controlarla.
El cigarrillo casi me quema los dedos cuando se consumió. Lo aplasté contra el suelo de la azotea, suspirando y me tumbé a su lado sobre las mantas, mirando el cielo.
-Podrías utilizar tus manos para tocarme.
-¿Para tocarte?
-Cuando te enfades, en vez de hacer un puño, extiende las manos y tócame. – Santana se revolvió sobre las mantas para mirarme, girando la cabeza hacía mí. – Yo te tranquilizaré. – por muchos novios que hubiera tenido en la vida, por muy enamorada que hubiera estado de Sam, era la primera vez que sentía que yo, yo y solo yo era el mundo entero para una sola persona. Sus ojos brillaban resplandecían observando fijamente los míos con la mirada más sosegada que le había visto nunca, tranquila, en paz.
Extendió su brazo hacía mí, pasándolo por debajo de mi nuca para que apoyara la cabeza en él y me acurrucó contra su cuerpo. Me acariciaba el cuello con las puntitas de los dedos, de arriba abajo sin apartar la mirada de mí.
-¿Así?
-Sí… - suspiré contra su boca.
-No funciona. No me siento más tranquila.
-Sólo funciona cuando estás enfadada.
-¿Y quien dice que no estoy enfadada ahora?
-No estas enfadada.
-¿Y entonces como estoy? – no respondí. ¿Qué iba ha decir? ¿Ojala estés tan colada por mí como yo lo estoy de ti? Me lamí los labios, negando con la cabeza débilmente y pegué mi boca a la suya con suavidad, sin buscar profundizar, pero Santana era mi perdición y enseguida sentí sus labios moverse posesivamente contra los míos, acaparando más y más de mí, abarcando todo mi cuerpo con sus manos, paseándolas a gusto por el interior de mi ropa, de mi camiseta, por mi espalda poniéndome el vello de punta, subiéndomela, quitándomela y tendiéndome sobre las mantas suavemente. Tumbada encima de mí…
-Santana…
-Cállate, no digas nada. – me ordenó con un tono de voz que parecería cualquier cosa menos una orden. – He cambiado de opinión. – murmuró. Me besó dos veces en los labios y empezó a descender con su boca entreabierta por mi cuerpo. Me dejé, con el cuerpo flácido sobre las mantas. Su lengua se paseaba con total dominio por mi pecho. Sus manos me agarraron los brazos y los mantuvieron quietos a ambos lados de mi cuerpo, sin intención de dejarme escapar. Me revolví inquieta cuando sentí su boca recorrer mi abdomen, delineándolo con la lengua y bajando, bajando… empezó a desbrocharme los shorts, empezó a tirar hacía abajo de mi ropa interior…
-Santana… - se me iba a salir el corazón por la boca. Estrujé las mantas entre mis dedos, temblando al sentir sus manos sobre mis piernas, separándolas una vez me tuvo desnuda y excitada para ella, totalmente a su merced. Sentí su aliento sobre mi sexo y me estremecí por completo. – Santana, ya, ya vale… hazlo, lo que sea que quieras hacerme, como quieras hacerlo, ¡Pero házmelo ya! – cerré los ojos con fuerza, esperando, con el cuerpo tembloroso. Sentí como Santana se movía entre mis piernas y algo helado cayó sobre mi pecho, erizándome la piel.
-Nieve… - murmuró.
-¿Ni-nieve? – me castañeaban los dientes de frío. Abrí los ojos y me encontré el cielo oscuro y nuboso impregnado de pequeñas estrellitas que caían al suelo, blancas y resplandecientes, heladas, muy lentamente. – Es-está ne-ne-nevando… - no sabía de que me sorprendía cuando en invierno era lo más normal del mundo que nevara allí, en todo Estados Unidos dónde se alcanzaban los veinte bajo cero con facilidad. No me gustaba el frío, pero siempre me había gustado ver los copos de nieve caer del cielo, sin más. No me gustaba jugar con la nieve, sólo verla caer sobre la superficie de la tierra, como en aquel momento.
El frío empezó a calmarse, a desaparecer cuando Santana me echó encima una de las mantas y me abrazó, simplemente me abrazó por la espalda, haciendo que apoyara el cuerpo contra su pecho y ella posara su barbilla sobre mi hombro.
-Vámonos a la habitación. No sería divertido verte metamorfoseado en un cubito de hielo y ya empiezas a ser azul… - susurró. Encogí el cuello, sintiendo escalofríos por su aliento gélido rozándome la piel.
-No quiero ir ahora… - Santana tiró de mí hacía arriba.
-Muñeca…
-No. No puedo estar contigo en la habitación tan tranquila como ahora. – me revolví un poco, deseando volver al ambiente de hacía unos minutos, tumbadas tan tranquilas mirando el cielo.
-Iré a tu habitación.
-¿Iras? – empezó a arrastrarme hacía la puerta de casa, medio en brazos. - ¿Cuándo?
-Ahora. Me da igual la gente a la que llamas familia, me importa una mierda. – me quedé colgada de su cuello, andando descalza hasta la puerta. Me recordó nuestro primer encuentro, el frío, la desnudez, la excitación, las ganas de más… - Voy a follarte como a ti te gusta que haga.
Mariposas en el estómago, rubor, calor, felicidad y deseos de que la cosa fuera así siempre, con Santana al lado manejándome a su gusto. Sam era agua pasada. Para mí ya estaba muy claro lo que había acabado por suceder. Estupendo, de puta madre. Me había metido en el mayor lío de mi vida.
Y no me importaba una mierda mientras la tuviera al lado.
Ese sentimiento que era estúpido incluso pronunciar.
-Santana…
-¿Qué?
-Date prisa y házmelo con fuerza. Ya, ahora. Te quiero ahora.
Te quiero… ahora…
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Hola chicas, aca les traje un nuevo capitulo, me gustaria responder su mensajes pero tengo algunos problemas con mi mama y bueno, llega a ver que estoy adaptando un novela de dos lesbianas me mata ja ja ja. Respecto a un mensaje privado que me mandaron.. si, me hablo con algunas escritoras de aca. Con la que hablo con mas frecuencia es con Fer-Sofi, esa piba es genial. Fernanda si estas viendo estos te mando cariñitos ahre la flasheaba...
Espero que les guste el capitulo, saludoooos!
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 04/04/2012
Edad : 26
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
no te preocupes, tranquila, estuvo genial el capitulo, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
holap,...
me encanto,...
san no puede san mas tierna cuando le regalo el perrito a britt!!!!
definitivamente la relación paso a un nivel diferente britt ya tiene claro,... ahora fata san que lo admita!!!
nos vemos!!!
me encanto,...
san no puede san mas tierna cuando le regalo el perrito a britt!!!!
definitivamente la relación paso a un nivel diferente britt ya tiene claro,... ahora fata san que lo admita!!!
nos vemos!!!
Última edición por 3:) el Miér Jun 18, 2014 4:28 pm, editado 1 vez
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Holaa tú! :)
Ya era hora de que San volviera!
Aah ♡ fue hasta allá sólo por el cachorro?? La amo *---*
Mmm, no aguanté la curiosidad & bueno... busqué este ff &.. me di cuenta de que es MUUY largo & que es sobre esos gemelos.. que en realidad no me gustan... pero me estoy llendo del tema.
Queria saber. Lo vas a adaptar todo o lo dejarás hasta cierto punto??
Amo esta adaptación :3 & espero tener pronto otro capítulo.
Saludos. ..
Ya era hora de que San volviera!
Aah ♡ fue hasta allá sólo por el cachorro?? La amo *---*
Mmm, no aguanté la curiosidad & bueno... busqué este ff &.. me di cuenta de que es MUUY largo & que es sobre esos gemelos.. que en realidad no me gustan... pero me estoy llendo del tema.
Queria saber. Lo vas a adaptar todo o lo dejarás hasta cierto punto??
Amo esta adaptación :3 & espero tener pronto otro capítulo.
Saludos. ..
Elita- - Mensajes : 1247
Fecha de inscripción : 17/06/2012
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Cuando empece a leer esta historia pensé que no me iba a gustar la personalidad de Santana, pero ese pensamiento duro en mi cabeza realmente poco tiempo, ya que mientras la historia avanzaba termino siendo una de las mejores cosas de ella, bueno comentaba para decir que no entiendo porque pero esta historia me tiene totalmente enganchada es complicado expresarlo pero no se supongo que es por toda ella y ser tan única mmm solo divago, realmente no lo se pero no voy a rayarme por eso me da igual no saberlo, solo se que es uno de mis favoritos y me encanta y tienes que seguir y actualizar siempre que puedas ,ya que yo siempre estaré esperando por esa bendita actualización que simplemente me alegra los días
(Posdata: Solo me falta decir que gracias por compartir tu tiempo para traernos esta historia eres genial )
(Posdata: Solo me falta decir que gracias por compartir tu tiempo para traernos esta historia eres genial )
Sonia:)* - Mensajes : 4
Fecha de inscripción : 17/06/2014
Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Capítulo 17:
Supongo que las personas no se contentan con nada. Son totalmente imprevisibles y ambiciosas, siempre pidiendo más, siempre exigiendo más de sí y sobretodo, de las personas que les rodean. Quiero esto, quiero lo otro, no descansaré hasta que lo tenga… lo sé. La naturaleza del ser humano. Ambicioso, competitivo y a veces, ruin incluso.
Lo sé porque yo soy así.
Solían llamarme diva, sí, lo recuerdo. Uno de mis putos motes de adolescencia. La diva del instituto, Brittany, y era un mote merecido, ciertamente. Iba por ahí vestida con ropa de marca, de mi marca extravagante. Me creía una modelo de pasarela, sí, lo creía.
Me peleaba a menudo. Con profesores, con compañeros de clase, con cada persona que me tomaba por idiota, estupida, anormal, una chica que seguramente iría poniendo culo a todo el mundo… eso decían. Eso me hacía destacable. Nunca me ha importado lo que la gente piense de mí o eso hacía creer. La verdad es que por dentro, dolía. Dolía mucho… claro, que luego recordaba que tenía dinero que gastarme en una chaqueta nueva y el dolor desaparecía fácilmente.
Yo tenía mucha suerte. Aunque la gente me mirara como si fuera un bicho raro, tenía suerte. Tenía dos incondicionales mejores amigas que una persona puede llegar a tener. Una madre comprensiva y atenta, un posible padrastro que era simplemente guay, una casa enorme y limpia, mucho dinero y con eso, todo lo que pudiera desear.
Entonces, un día lo conocí a el. El otro divo del instituto, Sam. Guapo, popular, simpático, dulce y amable. Fue durante el último curso de secundaria cuando me dijo, Britt, me gustas mucho, así de rápido y simple y… empezamos a salir. Oh, Sam era todo lo que yo buscaba en un chico, me encantaba y enseguida me enamoré de el.
Sam era muy popular y al ser su novia, yo también me hice popular enseguida, cosa que no me hacía mucha gracia. Las personas a las que llamaban populares eran idiotas y sumamente creídas. Más de una vez me peleé con alguien del entorno de mi novio por ser insufrible y eso, tarde o temprano, me pasaría factura.
Sam y yo estuvimos un año y doce días juntos. El último mes pasamos un fin de semana en su casa de verano, en la playa, solos y… acabó pasando lo que tarde o temprano tenía que pasar. Allí me quité la virginidad, con el. Inolvidable y perfecto para mí. Lo hicimos después tres veces más antes de romper. ¿Por qué? No estoy segura Sam lo quiso así, me lo pidió llorando y yo no pude hacer nada para impedirlo.
Amigos, solo amigos. Ahí descubrí lo que es llorar por un chico, lo que es sentir el corazón roto de verdad y me costó, me costó superarlo.
De hecho, aún no lo tenía del todo superado cuando apareció ella.
Recuerdo que una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo la primera vez que me tocó, un calambrazo que me dejó extasiada y entonces, empezamos a hablar guiadas por ese extraño suceso. Conexión enseguida, verbal y física… Luego supe porqué, demasiado tarde como para rectificar.
Mi hermana, Santana. Sin saberlo, sin saber quien era esa chica de mi edad, me acosté con ella y, al día siguiente, la conocí de verdad. Mi hermana, Santana.
Había cometido un acto incestuoso e inmoral, depravado y enfermo sin saberlo en absoluto. Lo peor es que la imbecil de mi hermana sí lo sabía, desde el principio y me utilizó para jugar a joder a la hermana pequeña, simplemente eso, muy consciente de nuestros actos depravados.
Desde entonces… no hemos parado de jugar.
-El maltrato genera maltrato. Es así, estás psicológicamente demostrado, no le des más vueltas Brittany.
-¡Pero es que no es así! Imagínate, si a un niño le pegan sus padres, el cerebro del crío aprende a ser sumiso, a conformarse con lo que tiene, a callar. ¡No va por ahí pegando a gente!
-¡Pero luego, cuando sea padre, lo hará con sus hijos porque es el ejemplo que ha recibido por parte de su familia, cabezóna! – me quedé pensativa. Viéndolo así, tenía sentido. - ¿Lo ves ya? – Tina hinchó el cuello, como un pavo presumiendo de sus plumas, así que decidí hacerme el tonto.
-No. No lo veo. Que no, que no y que no.
-¡Brittany! – se me escapó la risa al ver su cara de desesperación.
-¡Que sí, que sí, que tienes razón, lo entiendo!
-Buah, creía que te habías vuelto corta de mente.
-¡Cierra la boca! ¡Necesito estudiar!
-Los exámenes finales son lo peor eh – miré a Rachel a la cara, por primera vez en mucho tiempo. Me había dirigido la palabra, cosa nueva y eso me hizo tener ganas de subirme por las paredes.
Después de dos meses tras encontrarnos a Santana y a mí montándonoslo en casa, parecía más relajada, más resignada, sí, esa era la palabra. Resignada. Claro que ahora no tenía tiempo para preocuparme de esas cosas, demasiado liada con los exámenes finales de psicología y el montón de trabajos apilados en mi escritorio. Los exámenes finales para la universidad eran horribles y eso, para mí, una novato en mi primer año de facultad, era algo bastante jodido.
Era llegar a casa y ponerme a estudiar hasta la noche, encerrada en mi cuarto, sin salir ni siquiera para comer. Estudiando, estudiando, estudiando, estudiando, follando, follando, follando, follando, Santana, Santana, Santana, Santana, Santana al cubo y a la raíz cuadrada de ciento diez.
Estudiaba más bien poco con Santana a mi lado, metiéndome la lengua hasta la garganta. Todo mi mundo se había reducido de repente al sexo, a Santana y a mi Scotty, mi perrito adorable que movía la pata como un loco cuando le rascaba la barriga blanca. El mundo de Santana era igual que el mío o eso parecía. Sexo, yo y… guitarra. Joder, le había gustado la puta guitarrita de verdad, no la soltaba ni para dormir.
Al sentar la cabeza en los estudios después del sexo, Santana empezó a acostumbrarse a meterse en mi cuarto con la guitarra y ponerse a tocar o a componer mientras intentaba estudiar. Ya no había forma de que pudiera estudiar tranquilamente sin su guitarra sonando con el movimiento de sus dedos sobre las cuerdas. Ya no había forma de que pudiera caminar sin su porte chulo siguiéndome, ya no había forma de que pudiera respirar sin su aliento.
De querer a necesitar para vivir, había un buen vacío que yo había acabado superando con creces y… no estaba segura de que eso, fuera bueno.
El cambio, la necesidad, la unión, la complicidad se había hecho demasiado obvia incluso para mamá. Pronto gritaría a los cuatro vientos, ¡La quiero, la quiero, quiero que me haga suya siempre, sin un segundo de descanso!
…Cuando gritara algo parecido, esperaba que no hubiera nadie cerca para oírlo y menos, mi madre y mucho menos, ella, Santana. Prefería no saber que pensaba sobre el tema del enamoramiento. Tenía casi seguro que si se lo decía, que la quería, se reiría y seguiría follándome como hasta ahora, sin ningún tipo de reparo, importándole una mierda mis sentimientos, actuando igual que hasta el momento, como si no hubiera dicho nada porque, simplemente, los sentimientos de las personas se los pasaba por otros lados. Probablemente se burlaría de ellos…
Pero como Santana era tan imprevisible, tenía ciertas esperanzas…
-Esa guarra me va a suspender seguro.
-¿Quién? ¿La pitón? Pero si es de lo más buena.
-Pues será contigo, Tina, a mí me odia a muerte. – y ahí estábamos las tres. Rach, Tina y yo, sentadas alrededor de la mesa del comedor con los libros en las manos, rodeadas del jolgorio típico de la hora libre, sin platos. No había tiempo para comer, ni siquiera para hablar, había que estudiar y estudiar. Tenía el examen final de filosofía a última hora y lo tenía bien jodido.
Y encima Santana no estaba rondándome como de costumbre.
Quería verla, mucho más que aprobar ese jodido examen, quería verla a ella. Quería…
-¡Britt, cariño! – pegué un salto en la silla, sobresaltada y me giré con un chupachups en la boca con cara de, joder, ¡No dispares! – Cuanto tiempo sin hablar contigo. El fin de semana te estuve llamando, ¿Por qué no me lo cogías?
-¿Eh? – casi se me cae el chupachups de la boca cuando Sam se sentó tan tranquilo a mí lado, pegándose tanto como cuando estuvimos saliendo por más de un año. Vi claramente como Rachel fruncía el ceño y como Tina hacía una mueca con la boca y dejaba escapar un ruidito desagradable al mirarlo. - ¿Me has llamado? No me había dado cuenta…
-Se suponía que Santana iba ha decirte que me llamaras. – me saqué el chupachups de la boca y automáticamente, puse los ojos en blanco.
-¿Has hablado con Santana por el móvil?
-Si. Dijo que te lo diría cuando… terminarais… - soltó una risita inocente.
-¿Cuándo termináramos de qué?
-De… ya sabes. – ladeé la cabeza. Vi como Rachel se removía en su silla, incómoda, al contrario que Sam, que se pegó más a mí. – En palabras textuales suyas… Brittany tiene la boca ocupada en este momento, te llamará cuando termine de… follármela – y empezó a reírse, sin malicia. Yo me quedé de piedra, blanca como la cera. Oí a Tina reírse disimuladamente, pensando con seguridad que Santana le soltó semejante bestialidad para que me dejara en paz. Pobre Tina. No se olía que clase de bestialidades habíamos llevado acabo Santana y yo.
-¿E-eso dijo? – murmuré, escurriéndome por la silla hacía abajo, esperando desaparecer. Por menos vergüenza que tuviera y la poca con la que Santana me dejaba cuando me comía la boca sin pudor en mitad de los pasillos de la universidad, aquello seguía superándome.
-Eso dijo. No parece que le caiga muy bien. Normal teniendo en cuento que soy tu ex y ella tu ahora novia. Nunca lo hubiera imaginado, la verdad. – de repente, las expresiones de Tina y Rachel se crisparon, como si fueran la misma personificación de la ira.
-¿Qué puñetas quieres ahora? – me quedé totalmente muda de asombro cuando oí ese nuevo gruñido rabioso por parte de Rach, la más pacífica de las… bueno, ahora cuatro. Sam sonrió y se levantó de mi lado, situándose frente a mí con esa sonrisa tan mona en la cara.
-Mis padres pasan el fin de semana fuera de casa y voy a dar una fiesta el viernes por la noche, que durará hasta el domingo por la mañana para quien aguante.
-Oh… fantástico.
-Quiero que vengas, Britt. – lo miré con los ojos muy abiertos. ¿Yo? A esa clase de fiestas sólo iban esos populares que tanto odiaba… y ahora yo era uno de ellos. Por supuesto, la reputación de quien se tiró a Sam, el chico mas guapo del instituto no había desaparecido y más ahora. Santana acaparaba miradas allá por dónde iba, miradas de respeto, rencorosas e incluso de miedo y miradas de admiración y deseo en los chicos. Parecía que había nacido para ser conocida por el mundo entero, como yo, sí, como yo y eso, nuestra reciente relación nos había hecho las más populares de la universidad, sobrepasando incluso el gremio de Sam, quienes hasta el momento habían sido los dueños del mismo lugar.
Por el miedo plasmado en la mirada de esos creídos de mierda cuando veían a Santana andar cerca de ellos, era obvio que ella ya había tenido algún que otro problema con esos subnormales insoportables y se las había hecho tragar con el puño. Bien por ella y por la uni.
-¿Ir? ¿Quieres que yo vaya? ¿Por qué? – hace tiempo no me habría negado. Hubiera dicho que sí enseguida sin preguntar el porque sólo para estar con el, pero ese sentimiento de amor tan profundo que estaba segura que me mataría el día que rompimos se había esfumado por completo con el calor de mi Santana.
-Oh, por que somos amigos ¿No? – se inclinó sobre mí con actitud seductora. - Y te hecho mucho de menos, Brittany. – su tono meloso me dejó totalmente desconcertada. ¿Se me estaba insinuando? Sino fuera porque lo conocía a fondo, hubiera jurado que sí.
-Hum… no sé si ir. Ya sabes que tus amigos no han sido siempre de mi… agrado.
-Oh, venga, por favor, Brittany. – me pidió, casi en una súplica. Hum… si iba se podía liar. Tina y Rachel no estaban conformes, eso seguro y Santana… Algo me decía que no le iba a gustar la idea. – ¿Por qué no quieres venir? Lo pasaremos bien juntos, seguro.
-No es por eso. Ya sabes, me convendría estudiar para los finales y Santana no…
-¡Oh, así que el problema es tu novia! – cruzo los brazos, en pose chula y coqueta a la vez. – Así que es verdad eso… ella domina.
-¿Qué?
-Bueno, en toda relación homo siempre hay uno que… ya sabes… - me estaba empezando a cabrear.
-No, no lo sé. ¿Qué? – se encogió de hombros.
-Una que domina sobre la otra. – puse los ojos en blanco, desencajando la mandíbula. Oh, era la primera vez que deseaba que Sam desapareciera de mi vista.
-Esos son gilipolleces. En esa clase de relaciones nadie…
-¡Oh, Britt, sino hace falta que conmigo disimules! Nosotros tenemos confianza, cariño. No pasa nada si… tú llevas la correa. – abrí la boca de par en par. ¿Correa? ¿Se creía que era un perro? – Supongo que debería haberlo supuesto con lo que dijo Santana por teléfono. Bueno, no pasa nada si no te deja venir, lo entenderé. – esa actitud de repente compasiva me crispó los nervios. ¡¿Pero que mierda se creía la gente?! ¿¡Que dejaba que Santana me dominara y dominara mi vida como la de una puta que depende del dinero de su putero!?
Me levanté de un salto de la silla. Sam retrocedió un paso casi de inmediato al verme con la expresión rabiosa palpitando en mi cara, imponente.
-¡Iré a tu fiesta! ¡Allí estaré, la primera porque Santana no me domina! ¡Me importa una mierda lo que piense, iré a tu fiesta! ¡A Santana le pueden dar por culo! – Sam se me quedó mirando con los ojos muy abiertos. De repente, bajó la cabeza y el jolgorio que me rodeaba pareció habérselo tragado la tierra. – Mierda… - murmuré, dándome la vuelta para encontrarme con la figura pasota y chula de Santana apoyada en la puerta del comedor, observándome con una ceja alzada y una lata de coca-cola en la mano que… ¡Plas! Con un ruido desagradable, fue aplastada entre sus dedos hasta reducirse a un cuerpo amorfo.
Oh, oh… ¿Y ahora qué? ¿Era un buen momento para gritar todo lo que tenía que gritarle? ¿Eso de que la quería? Empecé a planteármelo seriamente, quizás, remotamente quizás, Santana se apiadaría de mí.
-¿Una fiesta? – preguntó, como quien no quiere la cosa.
-Sí, una fiesta, en casa de Sam. – le aclaré. Con la mirada de mi ex clavada en mí no pensaba dejarme ver como una perra sumisa. – Y voy a ir. – dije con seguridad. Santana y yo cruzamos miradas unos segundos, de manera profunda, como siempre, desnudándonos el cuerpo y el alma con los ojos y entonces, con cara de indiferencia total, vino hasta mí. Fue una lucha rápida sin contacto. Nos miramos y supo enseguida que hablaba en serio, que no pensaba ceder por mucho que dijera ahora o me hiciera delante de todo el mundo.
-Una fiesta… Me encantan las fiestas. Lo pasaremos bien. – noté como Sam se mordía el labio, lanzándoles una mirada precoz a sus amigos populares que se habían quedado pálidos al oír la respuesta de Santana.
-Tú no estás invitada, Santana. – le solté, cruzándome de brazos tan imponente como ella.
-¿Qué no estoy invitada? ¿Es verdad eso? ¡No estoy invitada, Sam se ha olvidado de mí! ¡Oh no! – sus ojos se centraron en el en un segundo. - ¿Te has olvidado de mí, rubio? – preguntó, con clara amenaza en la voz.
-N-no, claro que no Santana. Tú… estás invitada por supuesto. – Oh, genial. Suspiré resignada. Luego me di cuenta de la situación.
No tendría que aguantar a esos creídos amigos de Sam molestándome en esa fiesta y, además, iría con Santana. Eso me ahorraría el acordarme de ella a cada segundo, echándola de menos como una condenada. No estaría tan mal entonces. Sí, no estaría mal.
El optimismo y la felicidad volvió a mí enseguida.
-La fiesta empezará a las once. No os retraséis mucho… - murmuró Sam a mi espalda. Ni siquiera me giré para mirarlo y eché a andar hacía dónde estaban Tina y Rachel. Me observaban con cara de profunda rabia y preocupación. Me dieron la cara, enfadadas, clavando los ojos en los libros con un profundo silencio que lo decía todo.
-¿¡Qué!? ¡No ha sido cosa mía, lo habéis visto! – sentí un cosquilleo sobre la nuca y dejé de quejarme. No era buena idea.
Santana pasó un brazo por mis hombros, cruzándome el cuello con ella desde atrás y pegó su mejilla a la mía, su torso contra mi espalda.
-Sam, eh… - murmuró con desdén. – De esta te vas a acordar cuando lleguemos a casa, Muñeca. – un escalofrío me recorrió la espalda de arriba abajo. Apretó la mano sobre mi hombro y me apretó más contra su cuerpo unos segundos antes de soltarme bruscamente y dejarse caer con total indiferencia al lado de Tina, que ni levantó la mirada de su libro de psicología avanzada.
Al parecer antes de ir a la fiesta de Sam, íbamos a montar nosotros nuestra propia fiesta y estaba más ansiosa por la mía con Santana que por la de Sam.
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Chicas! perdon por la tardanza y porque sea tan corto, es que tuve algunos viajes y averiguando muchos otros y ya saben, cero tiempo :( lo bueno es que voy a poder contestar sus menajes y sus dudas :D
Y no se preocupen, ya estoy trbajando en el proximo capitulo para subirlo en cuanto pueda
SALUDOS!
Cata
Supongo que las personas no se contentan con nada. Son totalmente imprevisibles y ambiciosas, siempre pidiendo más, siempre exigiendo más de sí y sobretodo, de las personas que les rodean. Quiero esto, quiero lo otro, no descansaré hasta que lo tenga… lo sé. La naturaleza del ser humano. Ambicioso, competitivo y a veces, ruin incluso.
Lo sé porque yo soy así.
Solían llamarme diva, sí, lo recuerdo. Uno de mis putos motes de adolescencia. La diva del instituto, Brittany, y era un mote merecido, ciertamente. Iba por ahí vestida con ropa de marca, de mi marca extravagante. Me creía una modelo de pasarela, sí, lo creía.
Me peleaba a menudo. Con profesores, con compañeros de clase, con cada persona que me tomaba por idiota, estupida, anormal, una chica que seguramente iría poniendo culo a todo el mundo… eso decían. Eso me hacía destacable. Nunca me ha importado lo que la gente piense de mí o eso hacía creer. La verdad es que por dentro, dolía. Dolía mucho… claro, que luego recordaba que tenía dinero que gastarme en una chaqueta nueva y el dolor desaparecía fácilmente.
Yo tenía mucha suerte. Aunque la gente me mirara como si fuera un bicho raro, tenía suerte. Tenía dos incondicionales mejores amigas que una persona puede llegar a tener. Una madre comprensiva y atenta, un posible padrastro que era simplemente guay, una casa enorme y limpia, mucho dinero y con eso, todo lo que pudiera desear.
Entonces, un día lo conocí a el. El otro divo del instituto, Sam. Guapo, popular, simpático, dulce y amable. Fue durante el último curso de secundaria cuando me dijo, Britt, me gustas mucho, así de rápido y simple y… empezamos a salir. Oh, Sam era todo lo que yo buscaba en un chico, me encantaba y enseguida me enamoré de el.
Sam era muy popular y al ser su novia, yo también me hice popular enseguida, cosa que no me hacía mucha gracia. Las personas a las que llamaban populares eran idiotas y sumamente creídas. Más de una vez me peleé con alguien del entorno de mi novio por ser insufrible y eso, tarde o temprano, me pasaría factura.
Sam y yo estuvimos un año y doce días juntos. El último mes pasamos un fin de semana en su casa de verano, en la playa, solos y… acabó pasando lo que tarde o temprano tenía que pasar. Allí me quité la virginidad, con el. Inolvidable y perfecto para mí. Lo hicimos después tres veces más antes de romper. ¿Por qué? No estoy segura Sam lo quiso así, me lo pidió llorando y yo no pude hacer nada para impedirlo.
Amigos, solo amigos. Ahí descubrí lo que es llorar por un chico, lo que es sentir el corazón roto de verdad y me costó, me costó superarlo.
De hecho, aún no lo tenía del todo superado cuando apareció ella.
Recuerdo que una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo la primera vez que me tocó, un calambrazo que me dejó extasiada y entonces, empezamos a hablar guiadas por ese extraño suceso. Conexión enseguida, verbal y física… Luego supe porqué, demasiado tarde como para rectificar.
Mi hermana, Santana. Sin saberlo, sin saber quien era esa chica de mi edad, me acosté con ella y, al día siguiente, la conocí de verdad. Mi hermana, Santana.
Había cometido un acto incestuoso e inmoral, depravado y enfermo sin saberlo en absoluto. Lo peor es que la imbecil de mi hermana sí lo sabía, desde el principio y me utilizó para jugar a joder a la hermana pequeña, simplemente eso, muy consciente de nuestros actos depravados.
Desde entonces… no hemos parado de jugar.
-El maltrato genera maltrato. Es así, estás psicológicamente demostrado, no le des más vueltas Brittany.
-¡Pero es que no es así! Imagínate, si a un niño le pegan sus padres, el cerebro del crío aprende a ser sumiso, a conformarse con lo que tiene, a callar. ¡No va por ahí pegando a gente!
-¡Pero luego, cuando sea padre, lo hará con sus hijos porque es el ejemplo que ha recibido por parte de su familia, cabezóna! – me quedé pensativa. Viéndolo así, tenía sentido. - ¿Lo ves ya? – Tina hinchó el cuello, como un pavo presumiendo de sus plumas, así que decidí hacerme el tonto.
-No. No lo veo. Que no, que no y que no.
-¡Brittany! – se me escapó la risa al ver su cara de desesperación.
-¡Que sí, que sí, que tienes razón, lo entiendo!
-Buah, creía que te habías vuelto corta de mente.
-¡Cierra la boca! ¡Necesito estudiar!
-Los exámenes finales son lo peor eh – miré a Rachel a la cara, por primera vez en mucho tiempo. Me había dirigido la palabra, cosa nueva y eso me hizo tener ganas de subirme por las paredes.
Después de dos meses tras encontrarnos a Santana y a mí montándonoslo en casa, parecía más relajada, más resignada, sí, esa era la palabra. Resignada. Claro que ahora no tenía tiempo para preocuparme de esas cosas, demasiado liada con los exámenes finales de psicología y el montón de trabajos apilados en mi escritorio. Los exámenes finales para la universidad eran horribles y eso, para mí, una novato en mi primer año de facultad, era algo bastante jodido.
Era llegar a casa y ponerme a estudiar hasta la noche, encerrada en mi cuarto, sin salir ni siquiera para comer. Estudiando, estudiando, estudiando, estudiando, follando, follando, follando, follando, Santana, Santana, Santana, Santana, Santana al cubo y a la raíz cuadrada de ciento diez.
Estudiaba más bien poco con Santana a mi lado, metiéndome la lengua hasta la garganta. Todo mi mundo se había reducido de repente al sexo, a Santana y a mi Scotty, mi perrito adorable que movía la pata como un loco cuando le rascaba la barriga blanca. El mundo de Santana era igual que el mío o eso parecía. Sexo, yo y… guitarra. Joder, le había gustado la puta guitarrita de verdad, no la soltaba ni para dormir.
Al sentar la cabeza en los estudios después del sexo, Santana empezó a acostumbrarse a meterse en mi cuarto con la guitarra y ponerse a tocar o a componer mientras intentaba estudiar. Ya no había forma de que pudiera estudiar tranquilamente sin su guitarra sonando con el movimiento de sus dedos sobre las cuerdas. Ya no había forma de que pudiera caminar sin su porte chulo siguiéndome, ya no había forma de que pudiera respirar sin su aliento.
De querer a necesitar para vivir, había un buen vacío que yo había acabado superando con creces y… no estaba segura de que eso, fuera bueno.
El cambio, la necesidad, la unión, la complicidad se había hecho demasiado obvia incluso para mamá. Pronto gritaría a los cuatro vientos, ¡La quiero, la quiero, quiero que me haga suya siempre, sin un segundo de descanso!
…Cuando gritara algo parecido, esperaba que no hubiera nadie cerca para oírlo y menos, mi madre y mucho menos, ella, Santana. Prefería no saber que pensaba sobre el tema del enamoramiento. Tenía casi seguro que si se lo decía, que la quería, se reiría y seguiría follándome como hasta ahora, sin ningún tipo de reparo, importándole una mierda mis sentimientos, actuando igual que hasta el momento, como si no hubiera dicho nada porque, simplemente, los sentimientos de las personas se los pasaba por otros lados. Probablemente se burlaría de ellos…
Pero como Santana era tan imprevisible, tenía ciertas esperanzas…
-Esa guarra me va a suspender seguro.
-¿Quién? ¿La pitón? Pero si es de lo más buena.
-Pues será contigo, Tina, a mí me odia a muerte. – y ahí estábamos las tres. Rach, Tina y yo, sentadas alrededor de la mesa del comedor con los libros en las manos, rodeadas del jolgorio típico de la hora libre, sin platos. No había tiempo para comer, ni siquiera para hablar, había que estudiar y estudiar. Tenía el examen final de filosofía a última hora y lo tenía bien jodido.
Y encima Santana no estaba rondándome como de costumbre.
Quería verla, mucho más que aprobar ese jodido examen, quería verla a ella. Quería…
-¡Britt, cariño! – pegué un salto en la silla, sobresaltada y me giré con un chupachups en la boca con cara de, joder, ¡No dispares! – Cuanto tiempo sin hablar contigo. El fin de semana te estuve llamando, ¿Por qué no me lo cogías?
-¿Eh? – casi se me cae el chupachups de la boca cuando Sam se sentó tan tranquilo a mí lado, pegándose tanto como cuando estuvimos saliendo por más de un año. Vi claramente como Rachel fruncía el ceño y como Tina hacía una mueca con la boca y dejaba escapar un ruidito desagradable al mirarlo. - ¿Me has llamado? No me había dado cuenta…
-Se suponía que Santana iba ha decirte que me llamaras. – me saqué el chupachups de la boca y automáticamente, puse los ojos en blanco.
-¿Has hablado con Santana por el móvil?
-Si. Dijo que te lo diría cuando… terminarais… - soltó una risita inocente.
-¿Cuándo termináramos de qué?
-De… ya sabes. – ladeé la cabeza. Vi como Rachel se removía en su silla, incómoda, al contrario que Sam, que se pegó más a mí. – En palabras textuales suyas… Brittany tiene la boca ocupada en este momento, te llamará cuando termine de… follármela – y empezó a reírse, sin malicia. Yo me quedé de piedra, blanca como la cera. Oí a Tina reírse disimuladamente, pensando con seguridad que Santana le soltó semejante bestialidad para que me dejara en paz. Pobre Tina. No se olía que clase de bestialidades habíamos llevado acabo Santana y yo.
-¿E-eso dijo? – murmuré, escurriéndome por la silla hacía abajo, esperando desaparecer. Por menos vergüenza que tuviera y la poca con la que Santana me dejaba cuando me comía la boca sin pudor en mitad de los pasillos de la universidad, aquello seguía superándome.
-Eso dijo. No parece que le caiga muy bien. Normal teniendo en cuento que soy tu ex y ella tu ahora novia. Nunca lo hubiera imaginado, la verdad. – de repente, las expresiones de Tina y Rachel se crisparon, como si fueran la misma personificación de la ira.
-¿Qué puñetas quieres ahora? – me quedé totalmente muda de asombro cuando oí ese nuevo gruñido rabioso por parte de Rach, la más pacífica de las… bueno, ahora cuatro. Sam sonrió y se levantó de mi lado, situándose frente a mí con esa sonrisa tan mona en la cara.
-Mis padres pasan el fin de semana fuera de casa y voy a dar una fiesta el viernes por la noche, que durará hasta el domingo por la mañana para quien aguante.
-Oh… fantástico.
-Quiero que vengas, Britt. – lo miré con los ojos muy abiertos. ¿Yo? A esa clase de fiestas sólo iban esos populares que tanto odiaba… y ahora yo era uno de ellos. Por supuesto, la reputación de quien se tiró a Sam, el chico mas guapo del instituto no había desaparecido y más ahora. Santana acaparaba miradas allá por dónde iba, miradas de respeto, rencorosas e incluso de miedo y miradas de admiración y deseo en los chicos. Parecía que había nacido para ser conocida por el mundo entero, como yo, sí, como yo y eso, nuestra reciente relación nos había hecho las más populares de la universidad, sobrepasando incluso el gremio de Sam, quienes hasta el momento habían sido los dueños del mismo lugar.
Por el miedo plasmado en la mirada de esos creídos de mierda cuando veían a Santana andar cerca de ellos, era obvio que ella ya había tenido algún que otro problema con esos subnormales insoportables y se las había hecho tragar con el puño. Bien por ella y por la uni.
-¿Ir? ¿Quieres que yo vaya? ¿Por qué? – hace tiempo no me habría negado. Hubiera dicho que sí enseguida sin preguntar el porque sólo para estar con el, pero ese sentimiento de amor tan profundo que estaba segura que me mataría el día que rompimos se había esfumado por completo con el calor de mi Santana.
-Oh, por que somos amigos ¿No? – se inclinó sobre mí con actitud seductora. - Y te hecho mucho de menos, Brittany. – su tono meloso me dejó totalmente desconcertada. ¿Se me estaba insinuando? Sino fuera porque lo conocía a fondo, hubiera jurado que sí.
-Hum… no sé si ir. Ya sabes que tus amigos no han sido siempre de mi… agrado.
-Oh, venga, por favor, Brittany. – me pidió, casi en una súplica. Hum… si iba se podía liar. Tina y Rachel no estaban conformes, eso seguro y Santana… Algo me decía que no le iba a gustar la idea. – ¿Por qué no quieres venir? Lo pasaremos bien juntos, seguro.
-No es por eso. Ya sabes, me convendría estudiar para los finales y Santana no…
-¡Oh, así que el problema es tu novia! – cruzo los brazos, en pose chula y coqueta a la vez. – Así que es verdad eso… ella domina.
-¿Qué?
-Bueno, en toda relación homo siempre hay uno que… ya sabes… - me estaba empezando a cabrear.
-No, no lo sé. ¿Qué? – se encogió de hombros.
-Una que domina sobre la otra. – puse los ojos en blanco, desencajando la mandíbula. Oh, era la primera vez que deseaba que Sam desapareciera de mi vista.
-Esos son gilipolleces. En esa clase de relaciones nadie…
-¡Oh, Britt, sino hace falta que conmigo disimules! Nosotros tenemos confianza, cariño. No pasa nada si… tú llevas la correa. – abrí la boca de par en par. ¿Correa? ¿Se creía que era un perro? – Supongo que debería haberlo supuesto con lo que dijo Santana por teléfono. Bueno, no pasa nada si no te deja venir, lo entenderé. – esa actitud de repente compasiva me crispó los nervios. ¡¿Pero que mierda se creía la gente?! ¿¡Que dejaba que Santana me dominara y dominara mi vida como la de una puta que depende del dinero de su putero!?
Me levanté de un salto de la silla. Sam retrocedió un paso casi de inmediato al verme con la expresión rabiosa palpitando en mi cara, imponente.
-¡Iré a tu fiesta! ¡Allí estaré, la primera porque Santana no me domina! ¡Me importa una mierda lo que piense, iré a tu fiesta! ¡A Santana le pueden dar por culo! – Sam se me quedó mirando con los ojos muy abiertos. De repente, bajó la cabeza y el jolgorio que me rodeaba pareció habérselo tragado la tierra. – Mierda… - murmuré, dándome la vuelta para encontrarme con la figura pasota y chula de Santana apoyada en la puerta del comedor, observándome con una ceja alzada y una lata de coca-cola en la mano que… ¡Plas! Con un ruido desagradable, fue aplastada entre sus dedos hasta reducirse a un cuerpo amorfo.
Oh, oh… ¿Y ahora qué? ¿Era un buen momento para gritar todo lo que tenía que gritarle? ¿Eso de que la quería? Empecé a planteármelo seriamente, quizás, remotamente quizás, Santana se apiadaría de mí.
-¿Una fiesta? – preguntó, como quien no quiere la cosa.
-Sí, una fiesta, en casa de Sam. – le aclaré. Con la mirada de mi ex clavada en mí no pensaba dejarme ver como una perra sumisa. – Y voy a ir. – dije con seguridad. Santana y yo cruzamos miradas unos segundos, de manera profunda, como siempre, desnudándonos el cuerpo y el alma con los ojos y entonces, con cara de indiferencia total, vino hasta mí. Fue una lucha rápida sin contacto. Nos miramos y supo enseguida que hablaba en serio, que no pensaba ceder por mucho que dijera ahora o me hiciera delante de todo el mundo.
-Una fiesta… Me encantan las fiestas. Lo pasaremos bien. – noté como Sam se mordía el labio, lanzándoles una mirada precoz a sus amigos populares que se habían quedado pálidos al oír la respuesta de Santana.
-Tú no estás invitada, Santana. – le solté, cruzándome de brazos tan imponente como ella.
-¿Qué no estoy invitada? ¿Es verdad eso? ¡No estoy invitada, Sam se ha olvidado de mí! ¡Oh no! – sus ojos se centraron en el en un segundo. - ¿Te has olvidado de mí, rubio? – preguntó, con clara amenaza en la voz.
-N-no, claro que no Santana. Tú… estás invitada por supuesto. – Oh, genial. Suspiré resignada. Luego me di cuenta de la situación.
No tendría que aguantar a esos creídos amigos de Sam molestándome en esa fiesta y, además, iría con Santana. Eso me ahorraría el acordarme de ella a cada segundo, echándola de menos como una condenada. No estaría tan mal entonces. Sí, no estaría mal.
El optimismo y la felicidad volvió a mí enseguida.
-La fiesta empezará a las once. No os retraséis mucho… - murmuró Sam a mi espalda. Ni siquiera me giré para mirarlo y eché a andar hacía dónde estaban Tina y Rachel. Me observaban con cara de profunda rabia y preocupación. Me dieron la cara, enfadadas, clavando los ojos en los libros con un profundo silencio que lo decía todo.
-¿¡Qué!? ¡No ha sido cosa mía, lo habéis visto! – sentí un cosquilleo sobre la nuca y dejé de quejarme. No era buena idea.
Santana pasó un brazo por mis hombros, cruzándome el cuello con ella desde atrás y pegó su mejilla a la mía, su torso contra mi espalda.
-Sam, eh… - murmuró con desdén. – De esta te vas a acordar cuando lleguemos a casa, Muñeca. – un escalofrío me recorrió la espalda de arriba abajo. Apretó la mano sobre mi hombro y me apretó más contra su cuerpo unos segundos antes de soltarme bruscamente y dejarse caer con total indiferencia al lado de Tina, que ni levantó la mirada de su libro de psicología avanzada.
Al parecer antes de ir a la fiesta de Sam, íbamos a montar nosotros nuestra propia fiesta y estaba más ansiosa por la mía con Santana que por la de Sam.
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Chicas! perdon por la tardanza y porque sea tan corto, es que tuve algunos viajes y averiguando muchos otros y ya saben, cero tiempo :( lo bueno es que voy a poder contestar sus menajes y sus dudas :D
Y no se preocupen, ya estoy trbajando en el proximo capitulo para subirlo en cuanto pueda
SALUDOS!
Cata
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
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Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
Elita escribió:Holaa tú! :)
Ya era hora de que San volviera!
Aah ♡ fue hasta allá sólo por el cachorro?? La amo *---*
Mmm, no aguanté la curiosidad & bueno... busqué este ff &.. me di cuenta de que es MUUY largo & que es sobre esos gemelos.. que en realidad no me gustan... pero me estoy llendo del tema.
Queria saber. Lo vas a adaptar todo o lo dejarás hasta cierto punto??
Amo esta adaptación :3 & espero tener pronto otro capítulo.
Saludos. ..
holaaa! sii, en realidad no se si voy a dejarla en cierto lugar porque si no me equivoco tiene 4 o 5 temporadas y mas de 8 finales alternativos. Eso lo deberia ver con mas tiempo pero por ahora creo que la adaptaria hasta el final, elegiria uno de los finales y subiria los otros para que se queden con el que quieran, obvio voy a quedarme con el que me parezca mas lindo jajjajaja
mandame otra pregunta si tenes, saludos!
Sonia:) escribió:Cuando empece a leer esta historia pensé que no me iba a gustar la personalidad de Santana, pero ese pensamiento duro en mi cabeza realmente poco tiempo, ya que mientras la historia avanzaba termino siendo una de las mejores cosas de ella, bueno comentaba para decir que no entiendo porque pero esta historia me tiene totalmente enganchada es complicado expresarlo pero no se supongo que es por toda ella y ser tan única mmm solo divago, realmente no lo se pero no voy a rayarme por eso me da igual no saberlo, solo se que es uno de mis favoritos y me encanta y tienes que seguir y actualizar siempre que puedas ,ya que yo siempre estaré esperando por esa bendita actualización que simplemente me alegra los días
(Posdata: Solo me falta decir que gracias por compartir tu tiempo para traernos esta historia eres genial )
Gracias por comentar eso! Se que no parece pero nos hace super felices que nos dejen comentarios para ver que camino podria seguir tomando la novela y eso. Respecto a Santana, espera y ya vas a ver como sigue todo... (uhhhhh misterio) :D
Gracias por esperar las actualizaciones, aca tenes una y muy pronto otra, saludos!
CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
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CataNayaholic♥**** - Mensajes : 186
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Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)
holap,....
se va a poner muy divertida la fiesta!!!!
a ver como termina el "castigo" de britt jajajja
nos vemos!!!
se va a poner muy divertida la fiesta!!!!
a ver como termina el "castigo" de britt jajajja
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
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