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Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 5 Primer15
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por micky morales Mar Jul 08, 2014 9:32 pm

una pregunta santana quiere a britt, siente celos, o es solo sexo?
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por Dolomiti Vie Jul 11, 2014 1:53 am

Hola! Nueva lectora, tu fic es super wanky! E intrigante a la vez... También me pregunto si Santana siente algo por britt o es sólo sexo y ya está. :/
Bueno, nos leemos la próxima vez :)
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Mar Jul 15, 2014 9:31 pm

Capítulo 18:

-No quería ir pero me ha provocado. “En toda relación homo siempre hay alguien que domina y la otra que lleva la correa” ¡Buag! – había empezado a fumar otra vez, aunque con menos ansia que antes. Dos o tres cigarros al día a lo sumo, como mucho cinco y casi siempre, después del buen sexo con la fregona con patas de Santana, como en ese momento. Estaba quejándome boca abajo sobre el sofá, desnuda y con el cigarrillo en la boca. Santana disfrutaba de la comodidad del nuevo sillón de mi madre, de los que se abren y te dejan tumbada como si fuera una cama más. Santana fumaba algo más que yo, más o menos diez al día, pero de ahí no pasaba. Estaba media amorronada, con los ojos medio cerrados sobre el sofá y casi desnuda, sólo con su ropa interior de un color blanco verdoso puesto, como siempre que no andaba mamá cerca.

-En eso tiene razón la putita de Sam.

-¿Qué? – soltó el humo del cigarro por la nariz, de lo más tranquila.

-Quien domina es quien da, quien tiene la correa, quien recibe. Así que aquí domino yo. – me quedé con la boca abierta por la indignación. – Y tú eres el perro que lleva la correa. – se rió.

-Santana… ¿Sabes una cosa? Me das asco.

-Eso me ha dolido.

-¡Guau, guau! – giré la cara ante los ladridos. Scotty me miraba fijamente en el umbral de la puerta, con la lengua fuera, moviendo la cola de aquí para allí.

-¡Scotty! – le grité con tono meloso y corrió hasta mí, pegando un salto enorme y subiéndose a mis piernas, lamiéndome toda la cara, revolviéndose como un loco con su cuerpo peludo acariciándome el pecho. – ¡Scotty, no me lamas, que asco, no, guarro! ¡Jajaja! – aún era un cachorrito de no más de 35 centímetro. Dentro de cinco meses mediría más de un metro.

Jugueteé con él, tapándole el hocico con la mano. Él sacudía la cabeza, gruñendo y me mordía o lo intentaba, sin hacerme el menor daño con sus pequeños dientecillos. Santana me miraba juguetear con su regalo con una media sonrisa de las que ahora acostumbraba a soltar. De las tiernas, de las que dejaban ver algo más que malicia o rabia.

-Ya está Scotty, ya. Mira la pelotita, ¿Quieres la pelotita? ¡Ve a por ella! – arrojé fuera del salón la pelota enana de Scotty, la que utilizaba de mordedor por las noches y él salió escopeteado de mi regazo, corriendo a por ella con tanta velocidad, que derrapó en la esquina y chocó contra la puerta, haciéndola temblar. - ¡Scotty! – el perro se sacudió y salió de nuevo como un loco a buscar la pelotita.

-Eso de que los perros se parecen a los dueños es verdad. Mira que torpe el condenado chucho.

-Ja-ja-ja… - solté con ironía. Apagué el cigarrillo sobre el cenicero que escondía en uno de los cajones de mi habitación junto con el tabaco y el mechero. Si mamá se enteraba de que fumaba, pondría el grito en el cielo. Me apoyé sobre el posabrazos del sofá y medio salté al sillón sobre el que estaba Santana, sentándome a horcajadas sobre su duro abdomen. Santana tosió y se encogió un poco por lo burro de mi aterrizaje. Le puse un dedo en el pecho, presionando, impidiendo que se levantara. – Esta noche vas a ser buena. – hablé, con un tono de voz que pretendía ser amenazante, pero sin embargo, ella se rió.

-¿Buena yo? ¿En una fiesta de pijos creídos? ¿Con un tipo que no soporto rondando a mi Muñeca? Vas a tener que poner en práctica tus mejores técnicas de persuasión para convencerme de ello. – me incliné sobre ella, rozando mi nariz con la suya.

-Lo harás. Vas a llegar y vas a estar conmigo, beberemos algo, intentaremos pasarlo bien y luego, nos iremos, como sino hubiéramos estado allí.

-¿Y para eso me vas a sacar de aquí? Que coñazo. – sus labios viajaron por mi cuello, acariciándolo con la lengua, abarcándolo con su boca. Me estiré sobre ella, cerrando los ojos y dejándome hacer con gusto. - ¿Prefieres ir a esa estúpida fiesta con ese estúpido anfitrion y con esos estúpidos invitados a quedarte conmigo, disfrutando?

-Hum… - suspiré.

-Tu madre no viene hoy a casa, podríamos aprovecharlo bien.

-El problema es que quiero ir, de verdad. – me cogió la mano, estrechándola con fuerza entre nuestros torsos. Se revolvió bruscamente sobre mi cuello, mordiéndome el hombro y me miró a la cara con seriedad.

-Aún estás loca por esa pequeña putita, ¿Verdad? – me entraron ganas de reírme por ese tono tan posesivo que usaba a veces conmigo.

-Sam… - sonreí. – No.

-Mentirosa. – hacía lo imposible por aparentar que no le importaba, pero se le notaban los ojos chispear al oírme hablar de él y eso me volvía loca, me hacía sentir cosas que me dejaban sin habla. Oh, mierda, como la quería, mucho más de lo que nunca había querido a nadie.

-No lo estoy. Ya no estoy pillada por él. – llevé uno de mis dedos a sus labios, haciéndole callar. – Ya no… - era mi forma de decirle claramente que ahora estaba totalmente pillada por ella. No, pillada no. Enamorada quizás… hasta lo inimaginable.
Quería, deseaba que lo descubriera por sí misma, atravesándome con la mirada como lo hacía en ese momento, examinando mi alma, mis pensamientos. Quería que lo descubriera pero en lugar de eso, sus labios se cerraron sobre los mío entreabiertos y empezamos a moverlos sobre los contrarios como dos desesperadas. Como lo que éramos.

Me pregunté, mientras me devoraba los labios y su lengua se entretenía con la mía, cuando empecé a sentir esto, no, más bien cuando empecé a ser consciente plenamente de que me había enamorado de mi hermana.


-En Navidad… - murmuré, apretando su mano con la mía aún más mientras ella repartía besos por mi mejilla y la comisura de mis labios.

-¿En Navidad? – sentía su única mano libre hacer dibujitos distraídamente sobre mi espalda con la yema de los dedos.

-En Navidad… sólo me estaba acordando de lo que hicimos la noche de Navidad. – alzó una ceja.

-Lo mismo que todos los días ¿No? – su insensibilidad hacía algo que para mí había significado tanto me hubiera dolido de no ser por lo acostumbrada que estaba a semejantes respuestas sin sentimiento.

-A mí me pareció especial. – Santana volvió a recostar la cabeza sobre el sillón, con aire despreocupado, jugando con mi mano, entrelazando y desenlazando nuestros dedos.

-¿Qué hice de especial que no hubiera hecho antes? – me quedé pensativa, con la sonrisa en la boca.

-A ver… estaba temblando y me llevaste a rastras hasta la habitación, abrazándome.

-No es la primera vez que te abrazo ni será la última. – solté un suspiró. El corazón se me había acelerado con esa afirmación tan espontánea.

-Me arrancaste la sudadera que me habías dejado, me empotraste contra la pared, desnuda y me miraste durante casi un minuto con una sonrisa enorme. – volvió a sonreír.

-Te miro todos los días de esa manera, todos. Eso no tuvo nada de especial.

-Me agarraste del culo y yo me enganché a tu cuello y a tu cintura. Me tiraste encima de la cama como una bestia…

-Soy una bestia.

-¿Me vas ha dejar terminar? – nos reímos en boca de la otra, sin dejar de jugar con nuestras manos. – Hiciste algo que no habías hecho antes, algo te llevaste a la boca. – asentí con seguridad, con pose digna y Santana abrió los ojos como platos.

-Mentira.

-Sí, lo hiciste. – estaba segura de que si no fuera porque estaba encima suya, hubiera saltado y hubiera salido corriendo, escandalizada.

-No puede ser verdad. – asentí con la cabeza frenéticamente. - ¡No, eso es imposible, no lo hice! ¡Me estás mintiendo! – me quedé pensativa unos segundos, paseando la mirada por el salón hasta que lo recordé con más detalle y me reí por su reacción exagerada. Ella también intentaba contener la sonrisa a pesar de que lo que le estaba diciendo no le hacía mucha gracia.

-Un poco.

-No…

-Sí. - cerré los ojos unos momentos, suspirando. Me estaba excitando mucho hablarle de lo guarra que había sido esa noche, recordándolo todo. Empezaba a ponerme humeda otra vez y por la expresión de repente embobada de Santana, medio extasiada, juraría que ella también. Me incliné más sobre ella, haciendo que las puntas de mi pelo rozaran sus hombros. – Me abriste las piernas y dijiste, tienes un humedo problema entre manos, Muñeca. Habrá que arreglarlo… y comenzaste a hacer tu trabajo. – Santana parpadeó unos segundos, con una sonrisa incrédula. Mi mano libre empezó a acariciarle el pecho con la punta de los dedos, hacía abajo.

-Men-ti-ra… - susurró contra mis labios. Ya estaba más que excitada, ella y yo. Notaba como la humedad en su ropa interior se hacia notar. Santana jadeó, estirándose bajo mi cuerpo, echando la cabeza hacía atrás con la boca entreabierta. Me mordí el labio inferior, con su mano aplastando la mía con una fuerza tremenda, pero sin llegar ha hacerme daño.

-Me encantaba ver tu cara de excitada total mientras chupabas - posé la palma abierta de mi mano sobre su pecho, restregando el sudor por su pezón, sintiendo el latido de su corazón tronar bajo mi tacto. – Fue… fantástico… - Santana cogió una bocanada de aire, con los labios entreabiertos y la mirada perdida en algún punto del techo. Sonrió.

-¿Eso es lo que hizo esa noche especial? – negué con la cabeza lentamente. Llevé la mano que apretaba fuertemente la mía hasta mi pecho, haciendo que me tocara, que me acariciara y su sudor se mezclara con el mío, que me sintiera plenamente entre sus dedos.

-No… - alcé los brazos hasta posar las manos detrás de mi cabeza mientras Santana me moldeaba el cuerpo con los dedos. Me veía estremecerme con sus manos acariciándome desde la cintura hasta mis pechos. -¿De pectorales, espaldas anchas y chicos guapos… a mí? – murmuré. Santana ladeó la cabeza y se detuvo, mirándome fijamente a los ojos con intensidad. Soltó un resoplido divertido y me dio un pequeño y suave azote en el trasero que me hizo revolverme bruscamente.

-No te hagas la graciosa o te azotaré.

-Esa fue una de las cosas que no hiciste en Navidad…

-¿No? – sus manos se cerraron en mi cintura, tirando de mí hacía arriba. – Quítamelo… - miré su ropa interior debajo de mi trasero y aparté sus manos suavemente de mí, echándome hacía delante hasta que nuestras frentes se juntaron y pude colar la lengua entre sus labios y rozarla con la suya. Me agarró de los brazos para que no me moviera, a cuatro patas sobre ella, estirando el cuello para mantener nuestros labios unidos cada vez que intentaba separarme de su cuerpo. Me reí entre suspiros y besos. El murmullo de nuestros labios al unirse y separarse de forma humedad era lo único que se escuchaba alrededor de nuestra burbuja.

-Si no me sueltas… no voy a quitarte nada… y sino te quito nada, no acabaremos… si no acabamos… no podremos ir a la fiesta. – le solté, evitando a su peligrosa boca encontrar la mía, peleándome con sus manos para que no acabara aprisionándome entre ellas. Santana parecía divertirse de lo lindo con ese constante jugueteo que ya habíamos hecho nuestro.

-Lo sé. ¿No es genial? – maldita idiota orgullosa.

Empecé a recorrer el contorno de sus labios con los míos, llenándolos de besos húmedos que ella intentaba seguir, restregando mi mano por todo su suave cuerpo hasta llegar a su ropa interior, toqueteando por encima.

-Casi… casi me dejaste correrme en tu boca… - le susurré en el oído, mordisqueándoselo y restregando mi mejilla sudorosa contra la suya de forma mimosa.

-No… ni hablar… no te corriste en mi boca… - dejé de comerle la oreja, de acariciarla con mi lengua y le mordí la barbilla con suavidad. Empecé a masturbarla con más fuerza. Sabia que no tardaría un llegar al orgasmo.

-Iba ha hacerlo… lo hubiera hecho… me hubiera corrido en tu boca si no me hubieras apartado para… para… - Santana entreabrió los labios frente a los míos, en el momento cúspide. Verle la cara empapada en sudor cuando llegaba me encantaba. Con tan sólo verla muriéndose de placer, yo misma empezaba a alcanzar la cima. - … hacérmelo… - me agarró la mano con la que la tocaba de repente, exaltada, apretándome la muñeca con fuerza.

-Mierda… - me apartó la mano, me empujó hacía un lado casi haciéndome caer del sillón y se arrancó su ropa interior, tirándola justo encima del montón de ropa que nos habíamos quitado una hora antes como dos desesperadas. Tuve que desviar la mirada en cuanto volvió a empujarme tirándome del brazo, atrayéndome hacía ella. Se relamió los labios. – Te gusta… te gusta que tengamos sexo?… - apoyé una mano sobre su hombro, entrecerrando los ojos con su mano tocando mi sexo, más que excitada, más que húmeda. – Mírate… apenas te he tocado y ya estás a punto de correrte. Estás empapada… - paseó la lengua por mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja. Me encogí, con los labios apretados para no chillar cuando frotó el pulgar sobre mi clitoris. Me empezaba a temblar el cuerpo.

-Santana… que me corro… para…

-Ya lo sé… - me soltó y me agarró de los brazos, empujándome hacía abajo, hasta caer las dos sobre el sillón, de lado, frente a frente, con el cuerpo totalmente pegado al suyo, con el torso sudoroso aplastando el mío. Me agarró del muslo y me hizo levantar la pierna, rodeándole la cintura con ella, colocándose entre ellas. Suspiré con expresión de fingida sorpresa y pura excitación. Le rodeé el cuello con los brazos, afirmándola con firmeza contra mi cuerpo. No iba a durar ni dos minutos así…

-Aguanta… quiero que sientas bien…

-Sí… - Dejó ver una media sonrisa, apretando mi pierna con una mano y la otra manteniéndose sobre mi espalda, pegándome aún más a ella si era posible. Su mano descendió rápidamente por mi pierna hasta separarlas con rudeza, estrujándome el trasero con los dedos. Acarició mi entrada, haciendo que me revolviera con un ligero temblor recorriéndome el cuerpo. – Ya vale… hazlo…

-Siempre tan ansiosa… - suspiró frente a mi boca entre abierta.

-Por tu culpa, Santana… es tu culpa… - encogí el cuello, aferrando fuertemente mis dedos a su nuca sintiendo como la punta de sus dedos empezaba a penetrarme lentamente. – Me vuelves loca, Santana… me estás volviendo tan loca como tú, joder…

-Ya no lo aguanto más… - me empujó hacía atrás hasta que mi cuerpo quedó completamente tumbado sobre el sillón y me echó hacía el lado, hasta dejarme tumbada de costado con su cuerpo a mi espalda y sus manos estrujando mis nalgas. Me agarró el muslo, pasando toda su mano por mi entrepierna desde atrás, presionando sobre mi entrada con el dedo, descendiendo el cuerpo, restregando sus pechos por mi espalda y alzándome la pierna.

-¡aaahh! ¡Joder, Santana…! – no me había dolido apenas. Ya no. Eché la cabeza hacía atrás, sintiendo las profundas embestidas que no tardó en propinarme. Con su mano libre rodeándome el cuerpo, acariciándome con la palma abierta el torso de arriba abajo, pellizcándome un pezón con fuerza hasta hacerme arquear la espalda de pura excitación. Mi nuca dio con su hombro y su boca mordió el mío con lascivia. - ¡Santana… ahh!

Santana se detuvo de pronto, paseando sus labios húmedos por todo mi cuello, haciéndome tiritar. Notaba su pelvis temblando contra mi trasero, mientras yo me revolvía bajo su cuerpo, sudando como si estuviera a cincuenta grados en un desierto, jadeando. Giré la cabeza, buscándola con la mirada nublosa y Santana se me quedó mirando con la misma expresión extasiada que la mía. Agarré el brazo que me rodeaba el cuerpo y me acariciaba el pecho, notando sus músculos tensos y como me devoraba con la mirada, con el pecho subiendo y bajando, con el corazón latiendo desbocado retumbando contra mi espalda.

-Ohh… - jadeó, soltando todo el aire que almacenaban sus pulmones sobre mi boca. - Olvídate de esa puta fiesta y deja que te folle toda la noche, Muñeca. – no pude hacer más que soltar una risita cansada y medio ahogada en mis propios jadeos.

-Cuanto antes termines… - suspiré, agarrándome a su nuca para que no girara la cabeza y dejara de mirarme, de respirar sobre mis labios entreabiertos. - … antes volveremos y antes podremos follar.

-¿Ah, sí? – movió su pelvis contra mí, restregándose.

-Sigue, sigue… no aguantaré mucho más… - me metió la lengua en la boca, frotándola con la mía sin juntar nuestros labios. Empezó a moverse. Sentí como sus dedos empezaba a deslizarse dentro de mí con velocidad, entrando. Acabé aferrándome con fuerza al brazo que mantenía en mi cintura, arañándoselo salvajemente. Separó su lengua de la mía unos segundos, mirándome con la sonrisa en la boca mi cara de éxtasis total.

-¿Sabes que pareces… con esa cara? – sonreí, sabiendo perfectamente la respuesta. Sentí como se me escurría la saliva por los labios hasta la mejilla con tantos gemidos y su mano se movió ferozmente. No podía… no podía más…

-San… no puedo más… - me miró fijamente con los ojos resplandecientes. Se movió con más fuerza, apretándome con fuerza la pierna. Abrí la boca de par en par, sin ser capaz de decir nada, con la vista nublada. Joder, joder… veía las putas estrellas… ¡Joder!

-¡Ah!… ¡Ooohh, Santana!… – me corrí en cuanto me embistio una última vez, hasta el fondo.

Sentía todo mi cuerpo húmedo… deliciosamente húmedo.
Me quedé flácida sobre el sillón, recuperando la respiración mientras Santana terminaba, embistiéndome dos veces más como una animal, tan fuerte que mi cuerpo casi quedó colgado del cabezal del sillón por los fuertes movimientos.

-Uhm… - gimoteó, con un jadeo de gusto mientras apartaba su pelvis de mi trasero, mientras sacaba sus dedos con tranquilidad, me soltaba la pierna y se desplomaba a mi lado, detrás de mí, rodeándome la cintura con un brazo. Su aliento me acariciaba la nuca dulcemente. Estaba adormilada, como yo. Cerré los ojos…

-¡Guau, guau! – probablemente me hubiera quedado dormida de no haber sido por los estruendosos ladridos de Scotty a los pies del sillón. Alcé la cabeza, mirándolo desde mi posición con una ceja alzada. Santana se revolvió un poco. - ¡Grrr…! – gruñó y, frente a mi mirada atónita, clavó los dientes en la pierna de Santana.

-¡Ah! ¿¡Que coño…!?

-¡Scotty! – pegué un bote y le di un manotazo en el hocico. El perro se encogió, con el rabo entre las piernas. - ¿Pero que haces? – y salió disparado fuera del salón, entre gemidos lastimeros. Santana encogió las piernas, rascándose la mordida con el ceño fruncido.

-Menos mal que el condenado no tiene dientes aún. ¿Qué mierda le pasa a ese chucho?

-No es la primera vez que lo hace. – Scotty siempre se enrabietaba en esos momentos tan oportunos, mientras Santana y yo lo hacíamos salvajemente en alguna parte. Solía gruñir mientras la miraba fijamente. Cuanto más gritaba yo, más se le erizaba el pelo del lomo, pero nunca había llegado al extremo de morderla.

Me desperecé sobre el sillón, sin ganas de levantarme para nada mientras Santana le dirigía una mirada asesina a la puerta del salón, esperando que el perro apareciera para gruñirle y que saliera con el rabo entre las piernas de nuevo. Me reí. Me sentía halagada por la actitud defensiva de las dos por el mismo motivo, yo.

-Cree que me estás haciendo daño.

-¿Qué? – le acaricié el cabello desde mi posición, pasando mis dedos por su espalda suavemente, trazando una camino hasta el principio de esta. Santana giró la cabeza, mirándome con una ceja alzada.

-Me oye gritar, me oye revolverme, me oye gemir y cree que me estás matando o pegando o algo así. Intenta defenderme. Es tan mono…

-¿Mono? Yo diría estúpido. – se tumbó a mi lado de nuevo, frente a mí, con los ojos entrecerrados. – Me ha hecho daño.

-A ti nada te hace daño. – me burlé. Ella hizo una mueca con la cara, pretendiendo resultar lastimero sin dar resultado, sacándome una sonrisita bobalicona mientras la miraba fijamente.

-Puta Muñeca con complejo de puta.

-¿Qué?

-Era eso lo que parecías cuando estabas a punto de correrte. Mi puta Muñeca con complejo de puta. – Abrí la boca, intentando aguantar la risa y le di un manotazo flojo en el brazo.

-¡Oh, Santana, siempre te cargas el momento feliz!

-¿Yo? – se arrimó más a mí, acariciándome la cintura con una mano. – A ti te gusta que te lo diga.

-¿Quién ha dicho eso? – le acaricié la cabeza con la mano. Santana cerró los ojos, tranquila, en paz. – Cuando viniste aquí parecías una delincuente en busca y captura, siempre tensa, siempre que salías a la calle mirando hacía todos lados, siempre alerta por si alguien se te tiraba encima de repente con un cuchillo en la mano. Ahora… - pasé el pulgar por su mejilla, con una ternura que nunca en la vida había expresado hacía nadie… quizás a Sam… y de repente me arrepentía de haber compartido eso con el. – Ahora eres diferente. – Santana sonrió.

-Nunca me había parado a pensar detenidamente en eso. Supongo que si lo hubiera llegado a pensar, hubiera llegado a la conclusión de que era como un cadáver. Empeorando con los años, cada vez más putrefacto, jodiendo cada vez más a los que me rodeaban con mi olor de muerto en proceso de descomposición e intoxicando con mi cuerpo lleno de gusanos mugrientos repletos de enfermedades a todo el que estaba en mi funeral… - Santana abrió los ojos de nuevo. Nos quedamos mirándonos fijamente, sin dejar de acariciarnos aunque sólo fuera con pequeños roces tiernos, e intenté comprender que era lo que había más allá de su mirada, algún sentimiento oculto que se me hubiera pasado desapercibido antes. Encontré algo parecido a melancolía y nostalgia, incluso algo de vergüenza en su mirada, recordando algo, algo que a juzgar por su ceño fruncido, no le gustaba nada. Un recuerdo molesto, me atrevería a decir que incluso doloroso para ella y sus palabras no hicieron nada más que confirmar mis suposiciones y hacer que se me pusiera la piel de gallina por su macabro tono de voz.

-Supongo que los gusanos de mi cuerpo no llegarían a intoxicar a nadie, porque no habría nadie en mi funeral.

Sentí la necesidad de abrazarla fuertemente y decirle al oído que yo si estaría en el funeral. De hecho, estaría a su lado, enterrada en su misma caja de madera de roble a tres metros bajo el suelo.

-Santana, yo… - se lo hubiera dicho de no ser por el inoportuno sonido del maldito teléfono que tenía que interrumpir justo en ese momento. Santana se revolvió sobre el sillón y descolgó, llevándoselo al oído con expresión de nuevo indiferente, totalmente indiferente.

-¿Sí?… Ah, hola, esto… mamá… – le costaba trabajo decirle mamá a mi madre. Por lo poco que hablaba de nuestro padre, podía decir con seguridad que no le llamaba papá, sino viejo, parado o cualquier otro nombre que resultaría insultante para cualquier otro padre y por el que la sola mención le costaría una buena bofetada. – Sí, estamos las dos aquí, ¿Te paso con Brittany?… ¿No?… Ajá… sí… bueno, lo más seguro es que esta noche nosotras tampoco estemos aquí. Brittany quiere ir a una fiesta y… sí, es muy cabezona… - inconscientemente, se me formó una sonrisa en la boca mientras la miraba como una boba y apoyé con total confianza la cabeza en su hombro. Santana me acarició el cuello, pasándome el brazo por debajo de la cabeza y dejándolo flácido sobre mi pecho. - ¿Will? Oh, bueno, eso no es de mi incumbencia… - se quedó callada unos segundos. Me pregunté enseguida que le habría dicho para que se dibujara en su cara una media sonrisa de las más tiernas que le había visto nunca. - … Me cae bien, aunque se ponga pesado a veces cuando me ve con la Gibson y me pida que se la deje como un niño chico… sí, lo sé… - Santana frunció el ceño de repente. - ¿Unas zapatillas nuevas? ¿En la tienda más cara de la ciudad? – de repente me miró, con una ceja alzada. Yo me quedé muda y con los ojos muy abiertos como platos. ¿No sería…? ¿Mamá se lo había dicho en serio? - … No, claro que no me lo había dicho… sí, Brittany es muy modesta… - noté como me pellizcaba el cuello de esa manera que tanto odiaba, que tanto dolía, pillándome el músculo que había entre mi cuello y mi hombro, haciéndome abrir la boca con gesto de dolor. – Sí, se lo diré… - Santana sonrió con malicia de nuevo. – Gracias, mamá. – y colgó.

-Santana me estás matando… - murmuré, adolorida. Ella no me soltó.

-Muñeca, ¿Por qué no te pones hoy esas zapatillas de mil dolares que pensabas comprarte para Navidad en esa tienda tan cara del centro? Creo que nunca te las he visto puestas.

-Eh… - si, se lo había dicho. Mierda… - Es que sólo me las pongo en ocasiones especiales y no son para ir a una fiesta. – murmuré, buscando la manera de soltarme de su agarre.

-¿Te gastaste el dinero de tu regalo de Navidad en mi guitarra? ¿El dinero que habías estado ahorrando durante todo ese año en mí? – puse los ojos en blanco unos segundos.

-¿Te vas a cabrear?

-No. Te voy a follar.

-Ah… entonces sí. ¡Y no sólo el dinero de las zapatillas, eh! ¡También me gasté el dinero de la ropa que pensaba comprarme, dos mil dolares en total! –  abrió la boca de par en par, no sabiendo si reír o escandalizarse. En ese momento, aproveché para meterle un mordisco en la mano con fuerza, haciendo que me soltara al momento y salí corriendo del salón, escopeteada.

-¡Serás! ¡En cuanto te pille te voy a dar de azotes que tu culo va a parecer el del mono fumado del Rey León!

-¡Scotty, Scotty! – el perro salió andando tan pancho de la puerta de la cocina, mirándome con los ojos muy abiertos. - ¡Protégeme! – el perro miró a Santana, levantándose amenazante del sillón. Por unos momentos, los dos se miraron y el perro le ladró con fuerza y le gruñó, en posición de ataque. Santana le lanzó una mirada asesina.

-Fuera de mi vista, chucho. – y me quedé alucinada cuando Scotty salió corriendo y se escondió detrás de mí, empezando a ladrar por lo bajo tras mis piernas, acongojado. Ni me paré a mirar a Santana antes de salir corriendo de allí con intenciones claras de encerrarme en el baño. - ¡Huye! ¡Ya volverás, no tengo prisa!

-¡Vístete o no llegaremos a la fiesta! – le grité desde el baño, preparándome ya para darme una buena ducha caliente.

-¡Como si me importara la puta fiesta! ¡Estoy pegajosa y sudorosa por tu culpa! ¡Hazme un hueco en la ducha si quieres llegar a tiempo!

-¡Ja! ¡Tú lo que quieres es matarme a polvos!

-¡Cómo si tú no lo quisieras! – No contesté. No había una respuesta para eso que no fuera reconocerlo o mentir, y no tenía ganas ni paciencia en esos instantes como para intentar hacer ninguna de las dos.

Abrí el grifo del agua, esperando que pasara de fría a caliente rápidamente. Miré la hora en el reloj colgado de la pared frente al inodoro. Las once menos veinte. Por mucha prisa que nos diéramos, ya no íbamos a llegar a tiempo, así que me decidí. Puse el tapón en la ducha para que el agua no se escapara y salí del baño, caminando con tranquilidad al salón. Me asomé por la puerta y la vi allí, tumbada de nuevo en el sillón con los ojos entrecerrados y una gran sonrisa en la boca. Scotty estaba encima suyo, de su estómago desnudo y Santana jugueteaba con él haciéndole rabiar como una niña chica. Por un momento, me pareció una niña chica con esa sonrisa traviesa pero feliz iluminando su cara.

-¿Qué te ha dicho mamá? – apoyé la cabeza en el marco de la puerta con suavidad. Santana me miró de reojo y volvió a clavar la mirada en Scotty, ensanchando la sonrisa todavía más.

-Ha dicho que seguramente no vendría esta noche y me ha preguntado que me parece Will como padrastro. Le he dicho que eso no era de mi incumbencia y ella… ha dicho que era parte de la familia, de nuestra familia, que claro que me incumbe por que era tu hermana… y ha dicho que está orgullosa de mí. – Scotty se acurrucó en su pecho, dándole suaves pataditas en la cara con las patas delanteras, haciéndola reír con suavidad.

Definitivamente, Santana estaba cambiando. Había empezado a respetar a mí madre, a respetar el ambiente familiar, a respetar a las personas que la rodeaban y a acostumbrarse a la vida pacífica, tranquila y afectuosa con la que debería haber crecido. Era un gran paso, ahora era capaz de sentir. Con sólo verla sonreír, sentía un cúmulo de sensaciones cálidas envolverme cada poro de piel.

Santana estaba feliz porque mamá le había dicho que se sentía orgullosa de ella. Era curioso como la sonrisa más malvada y lujuriosa del mundo podía cambiar y transformarse en esa preciosa sonrisa repleta de felicidad y dicha que le envolvía.
¿Por qué? ¿Acaso sólo yo era capaz de ver que era un ser humano a pesar de todas esas capas de odio y maldad que cubrían su piel?

-Santana. – la llamé, dibujando circulitos en la pared con la yema de los dedos.

-¿Hum?

-¿Me vas ha hacer el amor en la ducha? – desvió toda su atención de Scotty hacía mí, con asombro.

-¿Hacerte el amor? – me encogí de hombros.

-También se dice así, ¿no? – Santana sonrió otra vez. Esta vez su rostro me pareció incluso más puro que el de una niña de cinco años y, sin añadir nada más, empecé a andar hacía el baño, dejando la puerta semiabierta mientras me introducía en la ducha y las gotitas de agua empezaban a recorrer mi cuerpo desnudo. No tardé ni cinco segundos en sentir otro cuerpo empapado cerrando sus brazos alrededor del mío y unos labios que conocía como si fueran otra parte más de mí me besaban el hombro suavemente.

Algún día, todo el mundo vería a la Santana que yo veía. Algún día…







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Hoooola hoy regreso con un nuevo capitulo de esta novela super sadica (? okno no es tan sadica pero no se, eso me parece, sera porque ya se como sigue ._. no digo mas porque voy a terminar contando el final jajajjajaja
Para las chicas que me preguntaron sobre si San siente algo por Britt no puedo decir nada porque voy a arruinar la novela y asi no u.u solo voy a decir que no es solo sexo, espero que les guste! Saludos!!
PD: tarde en actualizar por eso del mundial y los partidos (creo que saben que soy argentina XD) y aparteeee cuando hacen "cositas" enrte ellas dos es bastante dificil adaptarla, ya que no viene precisamente de una novela de dos chicas y aparte que no tengo mente pervertida, algunas de las cosas no las escribo yo, no piensen mal u.u
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Club Brittana Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 5 X


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Mensaje por 3:) Mar Jul 15, 2014 11:01 pm

holap,.....

definitivamente ya la relación cambio....
me encanta el cambio de san,.... ame a scotty defiende a britt jajajaja
a ver que hace san ahora que sabe de donde salio la plata de la guitarra!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por Elita Mar Jul 15, 2014 11:30 pm

Oh si! Amé a Scotty :3 "defendiendo" a Britt mientras San se la folla xD

La latina ha tenido cierto cambio & claro, creo que San de una u otra manera quiere/siente algo por Britt :) aunque no lo acepte...!
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Mensaje por CataNayaholic♥ Miér Jul 16, 2014 8:24 pm

Capítulo 19:

-Oh… ¿Pero que es esto? – no podía pronunciar palabra para satisfacer la duda de mi novia al ver todo aquello, el ambiente de esa fiesta organizada a las afueras de la ciudad en la enorme mansión de Sam dónde yo había pasado tardes y mañanas con mi ex rubio y dulce, magreándonos, hablando simplemente o viendo películas en su pantalla de plasma de cincuenta pulgadas tan grande como la pantalla de un cine, escuchando música a través de los altavoces de su cuarto que ahora parecían formar parte del decorado y hacían retumbar las paredes con la alocada música dance.

Apenas podía dar dos pasos sin chocar con ningún niñato pijo con camisa de algodón o con alguna tía con botas de tacón de aguja, minifalda con una buena vista de un culo fino y escotes que dejaban ver casi toda la totalidad de las enormes tetas de silicona que se habían puesto de moda en el mundo de las putillas.

No entendía que hacía Sam dando semejante fiesta. Observaba desde gente medianamente normal bebiéndose a chorros jarras enteras de un licor rojo del que prefería no saber el nombre, a tíos y tías medio despelotonándose encima de la mesa del salón, imitando vulgares putas de barra. Lo que más me sorprendió fue ver a dos chicas de poco más de veinte metiéndose la lengua hasta la garganta en plena galería y acariciándose los pechos e incluso la entrepierna con las manos, la una a la otra.

Había estado en fiestas antes, pero eso era el caos total. Me alegraba de no ser yo quien tuviera que recoger semejante estropicio luego.

-Joder, si me hubieras dicho que esto era una orgía, me hubiera traído condones. – se burló Santana. Le di un codazo suave en el estómago y empezó a descojonarse en mi cara.

-¿Dónde mierda estará Sam? – murmuré, intentando caminar por entre los desconocidos que me rodeaban. ¡Si casi nadie era de la universidad!
Sentí un azote en el trasero y me volví rápidamente, escandalizada.

-¡Eh, guapa! ¿Quieres bailar? – me quedé a cuadros observando a aquel tío con cara de borracho total que me guiñaba descaradamente un ojo.

-¿Eh? – de un tirón, Santana me apartó de la trayectoria de ese hombre, porque perfectamente podía considerarse ya un hombre en toda regla. Me rodeó con sus brazos y le lanzó una mirada divertida y prepotente.

-Lo siento, la Muñeca es mía. – y volvió a tirar de mí, adentrándonos más en aquel lugar alocado carente de orden. – Estupendo, no falta de nada. Putas, puteros, lesbianas, maricones, alcohol… - capté en ese momento totalmente flipada, como un coro de chicos se esnifaban de una vez todo el polvo blanco que había esparcido a un lado de la mesa de la cocina y vociferaban llenos de gozo. - … Drogas y música mala. ¡Buoh, me siento como en casa! – no me lo podía creer. ¡Eso era el infierno!

-Santana, vámonos.

-¿Qué? – preguntó, alzando la voz. No se oía nada por culpa de la maldita música.

-¡Que volvamos a casa! ¡Quiero irme a casa!

-¿Tan pronto? ¡No, ni hablar! ¡Me has arrastrado a la fiesta y fiesta vas a tener! – vale, eso sí que no me lo esperaba. Santana dio una vuelta sobre sí misma, quitándoles descaradamente de las manos a una pareja de chico y chica los vasos repletos del líquido rojo que había visto siendo engullido por un coro de energúmenos más atrás.

Me lo ofreció. Negué con la cabeza frenéticamente.

-¡No quiero, no sé lo que es! – le grité, llevándome las manos a los oídos, intentando detener el torrente de gritos y molestos ruidos que fluían por todas partes.

-¡No seas cría! ¡Es ponche, lo que se sirve en todas las fiestas! ¡No te vas a morir por beber un poco! – giré la cabeza de un lado a otro. Todo el mundo parecía divertirse pero… de una forma tan sumamente absurda. Daba vergüenza ajena. - ¡¿Vas a ser la pringada que se quede de brazos cruzados sola en una esquina?! – me mordí el labio inferior y le arranqué el vaso de las manos de un tirón.

-¡Trae! – de un sorbo, me lo bebí todo tan rápido que no me di cuenta del sabor tan bestial y fuerte que tenía, abrasándome la garganta. Empecé a toser, llevándome las manos a la boca. Apenas podía escuchar la risa de Santana con tanto jolgorio. - ¡Está muy cargado!

-¡Creo que eso explicaría porque todo el mundo está como una moto! ¡Es todo alcohol, con tres vasos irás ciega!

-¡Pues voy a necesitarlo si se supone que voy ha pasar toda la noche aquí!
-¡¿Qué?!

-¡Que voy a necesitarlo si…!

-¡¿Qué?! ¡No te entiendo! – Santana se señaló el oído, negando con la cabeza. Me sentí frustrada y repentinamente cabreada cuando de repente, me agarró del brazo y empezó a arrastrarme hacía el salón.

-¡Santana!

-¡Ven, vamos a pasarlo bien! – buag, no podía creerlo. Había pasado por la etapa de los juegos de mesa, por la etapa de quedarme en casa y no salir apenas ni a la vuelta de la esquina durante un par de meses, la etapa de las discotecas, de las fiestas, la del novio, la de los pubs, la del karaoke e incluso la de los clubs de stripties que me duró no mucho más de tres meses y, para quien quiera creerlo o no, aún no había pasado mi etapa de baile, de hecho, siempre había esperado no tener que pasar por ella. El baile no estaba dentro de mis cualidades ni de lejos y cuando Santana se detuvo y se puso a bailar frente a mí, incitándome a seguirla, negué con la cabeza, pálida y sintiéndome el ser más estúpido de la tierra.

Le di la espalda, blanca como la cera, dispuesta a salir de allí como alma que lleva el diablo cuando Santana volvió a agarrarme del brazo, tirando de mí de vuelta a su lado, frente a ella agarrándome de la cintura y haciendo chocar mi pelvis con la suya bruscamente.

-¿¡A dónde te crees que vas!? – noté como se movía, restregándose contra mí todo lo que podía, sin perder oportunidad para tocarme el culo, soltando el vaso de ponche sobre uno de los altavoces que había a nuestro lado y dedicándose por completo a la tarea de sobarme el cuerpo con descaro mientras se movía sensualmente.

-Santana no… - intenté murmurar. No sabía si no se detenía porque no me oía o porque pasaba de mi opinión. - ¡Santana, no sé bailar, no quiero bailar, odio bailar! – Ella se rió, paseando las manos por mi espalda, bajando, bajando…

-¡No se trata de bailar, yo tampoco sé bailar, odio bailar! – gritó. Sus manos se amoldaron perfectamente a la forma de mi trasero y me pegó más a ella mientras mis dedos se cernían fuertemente a sus brazos, insegura y avergonzada. Santana posó los labios sobre mi cuello, acariciándomelo con ellos, entreabriéndolos y subiendo, rozándomelo sólo con la puntita de la lengua hasta mi oído. Tragué saliva, con los ojos en blanco y el corazón prácticamente bailando al ritmo de la música. – Piensa que te estoy follando… - suspiró en mi oído, acariciándolo con la lengua, estremeciéndome. - … Y muévete…

¿Cómo mierda me negaba yo a algo así? Las chicas que había visto bailar en la discoteca o en sitios así siempre me habían causado vergüenza ajena, pero Santana no bailaba, se restregaba contra mí con movimientos que parecían seguir el ritmo de la música. Era completamente erótico, sensual a más no poder. Era casi pornográfico pero yo… no sabía que hacer.

-Venga, Muñeca. Quiero jugar contigo. – y me mordió la oreja, poniéndome el vello de punta. Me agarré a los breteles de su vestido, entrecerrando los ojos con una mueca de placer.

Había llegado mi etapa de baile y el maestro no podía ser mejor. El problema era, ¿Cómo hacerlo sin parecer una idiota salida? Santana me dio la respuesta enseguida, obligándome a moverme a su manera sin despegarse de mí en ningún momento, tirando de mi cuerpo, intentando contagiarme su ritmo a base de refriegos y besos húmedos con la lengua en el cuello. Me dejé llevar por el morbo de la situación. Allí nadie nos miraba mal, es más, los pocos que miraban sonreían como si aquello fuera lo más normal del mundo, algunos casi con envidia. A los chicos se les caía la baba literalmente y eso me puso cachonda perdida.

Separé la cabeza de su hombro. Nos miramos con unas sonrisas resplandecientes y totalmente pícaras, moviéndonos prácticamente encima de la otra. Santana no me soltó la cintura para nada, más para mantenerme pegada a ella fuertemente que para indicarme el ritmo que ya tenía metido en el cuerpo. Le brillaban los ojos mirándome con esa expresión de lobo hambriento pintada en la cara, esa expresión tan guarra que parecía decir a gritos, ¡Voy a follarte!

Pasé el brazo alrededor de sus hombros, por su espalda, pegando nuestros cuerpos aún más, con su oído a tiro para ser capturado por mis dientes, moviendo la pelvis contra la suya, sacudiendo las piernas siguiendo la música. Todo su cuerpo rozaba incansablemente el mío, haciéndome sentir sus músculos tensos y duros aplastando con firmeza mi torso, haciéndome imaginar su desnudez, haciéndome desear tocar, lamer, morder, succionar cada centímetro de su piel.

La rodeé firmemente el cuello con los brazos y vi claramente por encima de su hombro las miradas ansiosas y extasiadas de dos chicas y varios chicos que nos observaban con la cara más guarra que alguna vez le había visto a alguien. Les sonreí, provocando casi inconscientemente. Las chicas casi se relamieron los labios al unísono. Los chicos me hicieron un gesto obsceno con la boca que me dejó casi petrificada de la sorpresa.

-¿Qué pasa? – me murmuró Santana al oído, pasando las manos por toda la longitud de mi espalda.

-Me están mirando. Probablemente estén pensando en como quitarte de encima para poder ligarme y darme por el culo en algún rincón oscuro. – Santana se giró casi de inmediato, llevándome con ella en el movimiento brusco y clavando su fiera mirada en los chicos que, ahora que me fijaba bien, nadie diría que eran de la acera de enfrente. Santana les sonrió, agarrándome el trasero a dos manos de forma completamente posesiva. Me entró la risa tonta cuando vi como uno de ellos le hacía el mismo gesto obsceno a ella, pidiendo sexo con descaro. Santana puso los ojos en blanco un momento.

-Ooh… te ponen de lesbiana. – la solté intentando tragarme las carcajadas.

-Cállate. – me dio la vuelta bruscamente sin soltarme la cintura y clavó su pelvis contra mi culo de la forma más descarada posible. Se lo noté todo ¡Todo! Frotándose con fuerza contra mí. Sonreí, divertida por la forma tan estúpida que tenía de picarse y alcé la cabeza hasta casi reposarla en su hombro.

-¡Ah! – desde luego, era estúpida queriéndose hacer la dominante… aunque lo fuera.

Hundió la boca en mi cuello como en bestia, succionando, acaparando toda la piel posible con sus labios, mordiendo, clavándome los dientes. Me recorrió el cuerpo un escalofrío y agarré su cabello con fuerza, estrujándolo y apretando su cabeza contra mi cuello, entrecerrando los ojos con su mano acariciándome el bajo vientre por debajo del vestido. Le agarré la mano cuando noté sus dedos intentando introducirse por debajo de mi ropa interior, evitando lo inevitable. Oí su risita pasearse por los recovecos de mi mente.

-Mierda, Santana… - me reí yo también. Con tanto movimiento y metedura de mano se olvidó por completo de los chicos que nos miraban con la baba colgando, concentrándose en mí plenamente, comiéndome la oreja y el cuello, paseando sus manos por todo mi cuerpo de manera extasiante.

-Menos mal que no sabías bailar. – me susurró, rodeándome con sus brazos y pegándome por completo a ella, casi deteniendo nuestro movimiento alocado.

-Menos mal que nos hemos descargado antes de decidirnos a venir. – me rió la gracia, con su aliento penetrando ya en mi boca, a punto de besarme de esa manera tan bruta que conocía de sobra.

-¡Ya era hora! – giré la cabeza enseguida, encontrándome con Sam corriendo hacía nosotras con una sonrisa inmensa. Tragué saliva, flipada al ver las pintas de pijo que traía

-¡Sam!

-¡Pensaba que ya no vendríais! ¿¡Qué!? ¿¡Os lo estáis pasando bien!? – gritó intentando hacerse oír por encima de los gritos y la música.

-¡Sí, es una fiesta increíble!

-¡Ohio la recordará toda la vida, te lo puedo asegurar! – noté como Santana me soltaba con algo de brusquedad, situándose a mí lado con una mueca sarcástica en la boca.

-¡Te queda muy bien el traje, Sam! ¡Te pega mucho! – soltó con un tono claramente sarcástico.

-¡Gracias! ¡Aunque parece que las reinas de la fiesta aquí sois vosotras! ¡No os podéis ni imaginar la cantidad de personas que me han preguntado ya quienes sois! – señaló con la mirada a los chicos que aún no habían apartado los ojos de nosotras, totalmente descarados.

-¡Buag! ¡No se lo habrás dicho!

-¡No, claro que no! – sonrió. - ¡Brittany, cielo, estás guapísima! – me apartó un poco el cabello de la cara con una caricia. - ¡Pareces una princesa! ¡Me empiezo a arrepentir de haberte dejado escapar! ¡Si no lo hubiera hecho, en estos momentos serías mía! – dios mío. ¿Había dicho lo que creía que había dicho? Se me acercó con paso insinuante y, tengo que reconocer que me quedé totalmente embelesada mirándolo hasta que llegó hasta mí y me rodeó la cintura con los brazos con descaro, moviéndose contra mí. Me quedé petrificada, sin saber que hacer con sus ojos fijos en los míos, brillantes. – Sígueme el ritmo, como en los viejos tiempos, bonita.

Tragué saliva. Observando sus ojos azules, sus inmensas lagunas de aguas cristalinas tragándome poco a poco, hundiéndome en la sensualidad de sus movimientos, obligándome a recordar tiempos pasado y haciéndome revivir los sentimiento olvidados hacía su persona, hacía mi dulce Sammy. Recordé de golpe momentos como ese fin de semana inolvidable en la playa, la graduación del bachillerato, la perfecta noche del día de San Valentín, algún que otro concierto al que habíamos ido, las cenas románticas en algún restaurante de lujo, los regalos, sus besos, sus caricias… mi todo…
Sin darme cuenta apenas, empecé a seguirle el ritmo, rodeándole el cuello con mis brazos, hipnotizada. Sam desvió la mirada unos segundos hacía la izquierda. Sentí una mirada profunda clavada en mi nuca, una mirada que me observaba, un escalofrío que me recorría el cuerpo, un mal presentimiento, como una especie de latigazo repleto de decepción, rabia y… finalmente indiferencia, resignación y repugnancia. La sensación fue desapareciendo poco a poco, hasta que desapareció por completo y una sonrisa se formó en mis labios momentáneamente, concentrándome en la maravillosa criatura que tenía entre mis brazos. Sam sonrió, dirigiéndole una mirada triunfal a alguien que había a mis espaldas, la dirección exacta de dónde había procedido esa molesta sensación ya extinguida.

Oh, dios… no sé como pude perder la noción de la realidad con esos ojos que recordaba inmaculados observándome fijamente a mí. Esos ojos con los que había soñado durante meses y meses atrás, detrás de los que había ido durante mucho, mucho tiempo. Los ojos que me hipnotizaron por completo durante más de un año y cuyo hechizo, Santana había destruido…

Santana…

Giré la cabeza inmediatamente, buscándola con la mirada, esperando encontrarla a mi lado con cara de mala hostia y con razón, pero no estaba. No estaba. ¡Oh, mierda!

-¡Santana! – grité, separándome bruscamente de Sam, buscándola con ansiedad. Sam posó las manos en mis mejillas de repente.

-¡Olvídate de Santana! – y se inclinó para besarme. Retrocedí con los ojos como platos.

-¡Sam, tengo novia! – grité, esta vez no para hacerme oír por encima de la música. El grito me salió de dentro.

-¡¿Y desde cuando me das de lado por otra persona, Brittany?! ¡Te estoy correspondiendo, quiero volver contigo, es lo que has estado deseando desde que cortamos, tú sólo estás con ella para ponerme celoso!

-¿¡Quien te ha dicho eso!? ¡Bueno, da igual, ahora soy yo quien no quiere volver contigo! – oh… no podía creer que le hubiera dicho eso a Sam después de tanto tiempo deseando que me suplicara así. El se quedó boquiabierto literalmente hablando.

-¿Qué? – preguntó, frunciendo el entrecejo peligrosamente. Parecía ser la primera vez que alguien le daba calabazas y sí, era muy probable que así fuera. Me dejó paralizada.

-¡Definitivamente, eres una completa lesbiana! – y salió hecho una furia del salón con la cabeza bien alta. No me paré ni cinco segundos a intentar captar que demonios había ocurrido para acabar así y eché a andar, buscando a Santana, angustiada y deseando largarme de allí cuanto antes.

Ahora que Santana no estaba a mi lado, aquello se había vuelto un infierno auténtico.
Sentía como a cada paso que daba, alguien me empujaba. Cada vez estaba más agobiada y fatigada con la música tan alta y tanta gente a mí alrededor, gritando como locos, metiendo botes incansablemente. Cada vez me desesperaba más al ver que Santana no estaba en ninguna parte. ¿Dónde coño se había metido? Estaría muy, muy cabreada y con toda la razón del mundo. Me merecía aquel mal rato que estaba pasando, buscándola. ¿Pero que había pasado? ¿Tan adentro me había llegado Sam durante ese año que estuvimos juntos que era incapaz de luchar contra el poder de su mirada? ¿Qué era incapaz de ver que había a mí alrededor por el? ¿Qué era de olvidarme de Santana? Por un momento lo odié por conseguir que apartara a Santana de mí mente. La quería allí, incansable, molestándome a cada segundo, perturbando mi escaso ya de por sí, cerebro.

Quería que sólo ella se apoderara de mi mente, sólo ella.

En aquel momento, me odiaría y cuando la encontrara… quizás me lo haría delante de todos esos energúmenos como castigo a semejante burla. Quizás me exhibiría como había hecho ya tiempo atrás, pero esta vez, por completo. Santana era capaz de eso y más, pero no importaba. Necesitaba verla, necesitaba rogarle perdón. Necesitaba que volviera a formar parte de mi mente por completo y de mi cuerpo…
Santana, por favor…

-¡Por fin te alcanzo! – me di la vuelta, pero la sonrisa se me borró de la cara en cuanto vi a uno de los chicos que me había estado haciendo gestos mientras me restregaba contra Santana. Era corpulento, escasamente más bajo que yo y su sonrisa resplandecía macabramente. - ¡Vaya meneo te has dado con la morena! ¿¡Bailas ahora conmigo!? – le lancé una mirada de profundo horror.

-¡No, ni hablar! – y di un paso hacía delante, dándole la espalda. Sentí un brusco tirón del brazo que me hizo girarme con rabia.

-¡Venga, te juro que lo pasaremos bien juntos! ¡Si quieres puedo llevarte a un sitio divertido y pasar de esta patética fiesta!

-¡Suéltame, imbécil! – la empujé, intentando deshacerme del agarre. Tiró con más fuerza de mí.

-¡Te daré algo que ella no puede! – no le di tiempo ni a acabar la frase. Le di un tremendo manotazo en la boca que le hizo soltarme y llevarse las manos a los labios.
Sangraba. – ¡Tú, chupacoños! – retrocedí empezando a asustarme al ver la expresión furiosa con la que me acosaba y volvía a avanzar hasta mí. Ahora que veía claramente su corpulencia a la luz, me quedó claro que como le diera por intentar forzarme me reventaría y yo no sería capaz de hacerle mucho más que un par de arañazos y moratones con mis manos.

Cosas así nunca pasaban con Santana. Ella no era capaz de levantarme la mano cuando se cabreaba conmigo. Cualquier otro no sería ni la mitad de indulgente que ella.
¡Idiota, idiota, idiota, Brittany, eres una maldita idiota!
Contuve las ganas de llamar a Santana, pidiendo ayuda y retrocedí de espaldas. Me empujaron de nuevo, haciéndome caer de culo fácilmente al suelo. Sentí auténtico miedo cuando vi a aquel orangután frente a mí y cerré los ojos, esperando cualquier cosa.

-¡Santana! – grité con toda la fuerza de mis pulmones. Me llevé las manos a la cara, esperando salvarla de algún que otro puñetazo… pero nada sucedió. La luz iba y venía siendo ocultada por las sombras de las personas que se movían sin parar a mí alrededor. Un pisotón y miradas de extrañeza me hicieron volver a la realidad y abrir los ojos. Me levanté del suelo, confusa cuando vi la figura de ese chico enorme arrastrándose hacía el salón de nuevo, soltándole una maldición a alguien que le levantó el puño, amenazante. El chico desapareció. - ¿Santana? – murmuré, dudosa, acercándome a la persona que me lo había quitado de encima. Por un momento, estuve a punto de tirarme a su cuello muerta de alegría, deseando besarla y pedirle que nos largáramos de allí, pero entonces me di cuenta de que no era Santana cuando se volvió y vi su cabello castaño, lacio y brillante. Los ojos azules observándome de manera penetrante, provocándole un vuelco al corazón que me dejó sin respiración.

-Tú…


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Hola chicas! Aca les dejo el otro capitulo, bastante rapido para ser yo, ya se jajajjaa buen finde!
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Club Brittana Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 5 X


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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por 3:) Miér Jul 16, 2014 9:09 pm

que como o puedes dejar ahí????
ya se quien es,... que suerte que apareció (marley)!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!,......
espero que san no mate a nadies,.. o se jale todo lo que se cruce por el camino,..!!!

nos vemos!!!
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por Elita Jue Jul 17, 2014 11:44 am

Es Marley?????

Y donde carajos está Santana? Aunque la entiendo, Britt pasó de ella como si nada >:c es entendible que se haya marchado o en todo caso haciendo sus destrozos xD

En fin, espero que actualices pronto :)
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Vie Jul 18, 2014 10:06 pm

Holaaaa chicas, antes de empezar quiero que sepan que hasta yo me soprendi con este capitulo porque no me acordaba de esta parte de la novela, asi que reaccione como ustedes toda sorprendida, no lo podia creer jajajja espero lo disfruten, saludos!



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Capitulo 20

-¿¡Que coño haces!? ¡Podría haberte matado, anormal!

-¡Sparky! – creo que nunca en la vida me había alegrado tanto de ver a alguien y mucho menos a ella, a esa matona que me las había hecho pasar canutas desde que tenía cinco años y me arrancó la piruleta que me había comprado mamá el primer día de guardería de la boca, tragándosela de un mordisco después de que yo le hubiera dado ya los primeros chupetones. Me puse a llorar como una cría y mi madre tuvo que recogerme a los cinco minutos de haberme dejado allí con los demás niños para que jugara a las muñecas. Desde entonces, Sparky la había tomado conmigo, gastándome bromas en el parvulario, manchándome mi baby con las acuarelas, comiéndose mi almuerzo, rompiendo mis ceras de colores y dibujando garabatos en mis dibujos en los que siempre me pintaba a mí, a mamá, a papá y a mi hermana perdida, dándome la mano con carita sonriente.

En aquel entonces, Sparky era considerada una niña traviesa. Hoy en día, era mucho más que eso.

-¡Eres idiota! – fruncí el ceño con semejante respuesta, pero no le repliqué. Sólo me faltaba meterme en una pelea con ella encima de que me acababa de salvar.
Un momento… me acababa de salvar… hostias…
Eso era algo más bien difícil de creer…

-¿Qué haces aquí?

-¿Tú que crees? – ¡Buag, estaba borde!

-¡Pensaba que todavía estabas en cama! ¡No has vuelto ha aparecer por la uni!

-¡Después de que tu novia se halla proclamado la dueña de la uni, cualquiera se acerca!

-¡Pues no sé que haces en la fiesta de Sam con ella paseándose por aquí! – Sparky abrió los ojos como platos.

-¿Tu novia está aquí? ¿¡Y que coño haces hablándome!? ¡Me romperá otras dos costillas!

-¡La estoy buscando! – Sparky me dio la espalda, dirigiéndose a la cocina. Fui detrás de ella enseguida, chocándome con varias personas por el camino, intentando abrirme paso entre la muchedumbre. Ni loca me volvía a quedar sola en ese manicomio. - ¡Espera, espera! ¿La has visto? – Sparky puso los ojos en blanco mientras cogía un vaso lleno de ponche sobre la mesa de la cocina y le daba un sorbo.

-¡Estoy viva, obviamente, no nos hemos cruzado, así que pasa de mí!

-¡Pero…! – intentó rehuirme, pero la agarré del brazo casi en un acto reflejo, colgándome prácticamente de ella. Ella se giró, rabiosa. Su cara de mala hostia me recordó a mi Santana inmediatamente. Creo que hasta me ruboricé imaginándola frente a mí, con esa expresión que, aunque no deparara nada bueno, en cierta forma me gustaba. Esa cara de niña mala.

-¡Brittany, joder! ¡Suéltame! – reaccioné con ese grito. No era el momento para ponerme a soñar despierta.

-¡Te soltaré en cuanto encuentre a Santana!

-¡No es mi culpa si te ha dejado tirada, para empezar, no sé que coño hacéis aquí! ¡Si yo fuera tú le tendría la guerra declarada al pijo de tu ex!

-¿Qué? ¿Por qué? – Me levanté del suelo al que prácticamente me había tirado agarrando la mano de mi archirival para retenerla a mi lado y empecé a buscar a Santana con la mirada entre el montón de personas que se movían histéricas de aquí para allá. Sparky no parecía tener intención de huir por el momento, así que le solté el brazo. Me miraba con el ceño fruncido.

-¿Cómo que por qué? ¡Por que no sé como puedes entrar por la puerta con tantos cuernos encima! – mis ojos se desviaron de la muchedumbre hacía Sparky instantáneamente. No sabría explicar que cara tendría en ese momento, si de gilipollas o de gilipollas rematada, el caso es que la miré sin entender nada.

-¿Qué? – Sparky me observó con una ceja alzada. Después, se empezó a reír, negando con la cabeza.

-No puede ser… tú no lo sabes… joder…

-¿El qué? – le dio otro trago largo al ponche y me miró fijamente.

-No puede ser que tus dos amigas del alma no te hallan dicho que eres la chica más cornuda de toda la universidad, ¿O sí? – parpadeé varias veces, aún sin entender. – No me jodas que tengo que explicártelo yo… - alcé una ceja, sin saber que decir. ¿Estaba de coña?

-Mira Sparky, si esto es por lo que dijiste hace unos meses, lo de… lo de que te gustaba… esa broma y esta, no tienen gracia, ¿entiendes? Tus bromas no hacen gracia. – Sparky me miró fijamente, repentinamente callada.

-¿Quién dice que lo de que me gustas es una broma?

-Eh… - Ya no sabía como tomarme aquello. Estaba realmente seria como para estar contando un chiste. Si hablaba en serio, ¿Debería sentirme halagada? Desde luego, nunca lo abría imaginado. Ella, Sparky, mi jodido calvario iba detrás de mí. Hum… prefería ignorar lo oído. – Bueno, es igual. No tengo ni puta idea de lo que me estás contando así que…

-Te estoy contando que Sam, durante todo el año que estuvo contigo, se folló a todo lo que se meneaba delante de el, ¿Entiendes ahora? – me quedé boquiabierta unos segundos antes de poder volver a reaccionar. ¿Pero que me estaba contando?

-¿Qué…?

-¡Brittany, todo el mundo creía que eras lesbiana en el instituto! ¿No te parece muy raro que justamente el más popular y guapo del instituto se fijara precisamente en ti? – una pregunta se quedó atascada en mi garganta, que se me secó de pronto. ¿Qué insinuaba? ¿Acaso con eso quería decirme que…? Tragué saliva con fuerza, sintiendo un extraño nudo atascándome la garganta y negué con la cabeza lentamente. Absurdo, completamente absurdo. Sacudí la cabeza de nuevo y le di la espalda.

-Si no quieres ayudarme a buscarla, la encontraré yo sola. Nos iremos de aquí y tranquila. Le diré que no te meta una pali…

-Hizo una apuesta, Brittany. – me cortó de repente, con un tono de voz serio y tenso. No sé porque demonios mis piernas no obedecieron la orden de mi cerebro y se detuvieron, incapaces de avanzar. Mi cabeza se giró automáticamente hacía ella, observándola con ojos afilados. Ella se encogió de hombros, con gesto resuelto. - Todo el mundo lo sabe. Incluso los chicos más guarros y guapos, por muy buenorros que estén no pueden hacer cambiar a una lesbiana de acera y Sam dijo, yo sí y os lo demostraré. Me tiraré a la chica más gay del instituto aunque sea lo último que haga en este mundo y vosotros me adoraréis. Da igual cuanto tarde, lo haré… y lo hizo. – nos miramos fijamente, devorándonos con los ojos. Puede que ella lo hiciera con otro sentido pero en ese momento no me percaté de ello. Yo sólo la observaba refugiándome en la indiferencia. Una indiferencia que no existía, una indiferencia que intentaba ocultar el descontrolado temblor de mis piernas y el molesto tembleque de mi barbilla.

-No, no es verdad, Sam no haría nunca algo así. – solté, frunciendo el ceño y le di la espalda de nuevo, irritada.

-¿Te refieres a tu dulce, amable, guapo y sexy rubio? ¿A el que le dijiste, he estado con muchos chicos pero es la primera y única vez que toco la piel de uno y siento como el estómago me da un latigazo porque estoy loca por ti? – Su voz se hizo oír por encima de la de los demás, paralizándome de nuevo en el suelo.
El recuerdo de esa noche, de esas palabras, justamente esas palabras saliendo de mis labios, dedicándoselas a el por completo junto con mi corazón, junto con todos mis sentimientos repletos de necesidad por el, de amor puro, de deseo. Sam… era lo que más había querido en mi vida antes de conocer a Santana, mi primer amor… no podía ser que…

-Yo misma me lo tiré, Brittany. – alcé la cabeza agachada y miré a Sparky, completamente adolorida y algo sorprendida ante esa sinceridad tan asfixiante, tan odiosa. Ella no sonreía, parecía seria, parecía respetarme, parecía molesta por la misma actitud de Sam. Parecía comprenderme. – Dijo que eras buena en la cama, pero demasiado melosa y pegajosa. Que eras tan tonta e ingenua que dabas pena, demasiado fácil de manipular. – me llevé la mano al pecho inconscientemente, con el labio inferior temblándome. Apreté el puño y sentí torrentes de lágrimas agolparse en mis ojos sin llegar a escapar.
Sparky suspiró.

-Lo siento Britt, pero esta noche te ha invitado para lo mismo. – se encogió de hombros, negando con la cabeza, resignada. – Como ahora estás con Santana, la apuesta se ha roto porque tal y como se decía en el instituto, aunque te tiraras a Sam, al final se acabó demostrando que eras gay con esa relación. Sam se cabreó muchísimo, no sabes cuanto y… ha vuelto a apostar. Tú estás esta noche invitada aquí sólo para que el pueda demostrar una vez más que puede manejar a las personas a su antojo.
No me lo podía creer, no… no…
Sabes que Sam es un chico que no se queda solo con una, ¿verdad?
Sam no es de fiar, Britt. Olvídate de el.
¿Qué puñetas quieres ahora?
Ese chico pasa de ti, deja de arrastrarte.
Las palabras que Tina y Rachel me habían repetido tanto a lo largo del final de mi ruptura con el me azotaron la cabeza de golpe. Mi respiración se hizo irregular, acelerada y algo potente y caliente empezó a recorrerme las venas hasta provocarme intensos escalofríos en el cuerpo.
Saqué el móvil de mi bolsillo trasero, marqué el número fuera de mí misma y me lo llevé al oído.

-¿Sí? – la voz de Rachel al otro lado del aparato me hizo abrir los ojos que había mantenido cerrados hasta el momento, esperando su respuesta con aparente indiferencia, pura impaciencia por dentro.

-Lo sabías, tú y Tina, siempre. – hablé, sin percatarme de mi macabro tono de voz. Seguramente, ese sería el tipo de voz que tendría un muerto procedente de ultratumba. – Sam me ponía los cuernos con todo aquella que se le ponía delante, ¿No? – no oí de nuevo una respuesta hasta pasados unos segundos.

-Britt, yo…

-Gracias por contármelo para evitarme hacer el ridículo – y colgué. Puede que Tina y Rachel hubieran intentado ahorrarme sufrimientos, pero en aquel momento, yo no las veía así. Me sentía traicionada por mis dos mejores amigas y Sam… Mi Sam… Todo había sido un engaño, un horrible engaño que me había ridiculizado frente a miles de personas.
Yo no había sido popular por tirarme a Sam. Había sido popular porque era el conejillo de indias de el chico más popular del instituto. Me había utilizado y se había desecho de mí como un vulgar y asqueroso condón usado y se habían reído de mí a mis espaldas. Ese puñado de pijos que no ven más allá de sus trajes de marca y sus caras repletas de colágeno para disimular arrugas. Los mataría, los destriparía, los descuartizaría y bailaría sobre sus tumbas. Y Sam… Sam…
La sangre me ardía de la furia. Nunca estuve tan furiosa en la vida y difícilmente volvería a estarlo en los próximos diez años.

-Brittany, lo siento pero… ¿Estás bien? – Sparky retrocedió con los ojos muy abiertos cuando la miré. Me hubiera gustado ver la mirada asesina que tenía como para haber conseguido acojonar a la mismísima macarrilla gilipollas a la que siempre había temido.

-Estoy perfectamente. – eché a andar hacía la muchedumbre y, esta vez, quien se dedicó a dar empujones fui yo, apartando a la gente de mi camino como un toro rabioso.

-Eh, eh, no te aconsejo que vayas buscando pelea. Se te echaran encima en un momento y te harán puré si intentas tocar al guarro de Sam, aunque te entiendo y te apoyo, pero… - Sparky me seguía pisándome los talones entre la multitud, intentando convencerme de algo que no pensaba hacer… de momento…
Si llegaba a encontrar a Sam antes que a Santana, lo haría. No estaba muy segura de qué, pero me echaría encima de el y… Prefería no pensar en ello para no tener que notar la corriente caliente que fluía por mis venas, cada vez más alocada.

-¡Aparta! – le grité al chico que, hacía unos minutos, se me había echado prácticamente encima. La diferencia era que ahora yo estaba colérica, no asustada.

-¡Joder! – gritó Sparky, esquivando a la muchedumbre con el vaso de ponche en alto. - ¡Quien iba a decir que las lesbianas teníais tanto carácter! – estuve a punto de darme la vuelta y pegarle un puñetazo en la boca cuando el movimiento de una inconfundible cabellera rubia se movió a poco más de un par de metros. Di un paso al frente, embalándome hacía Sam, alargando la mano para agarrarlo del pelo, dispuesta a arrancárselo de cuajo, pero Sparky me cogió del brazo con fuerza y me hizo retroceder. - ¿¡Estás loca!? ¡No, al menos no aquí! ¡Se te echaran encima! ¡No podré protegerte de todos, anormal!
Me quedé paralizada. Me hubiera intentando resistir con todo lo que tenía, atacándolo incluso de no ser por lo que vi en ese momento, dejándome totalmente shockeada.
Sam no estaba solo. Estaba inclinado… sobre Santana. Ella bebía, distraída, apoyándose en la mesa del salón. Tenía cara de mala hostia, de comerse a quien se le pusiera delante y observaba bailar a Sam delante suyo. Cuando se le acercó, provocándola, acercándosele tanto como para rodearle la cintura con los brazos y empezar a susurrarle a saber que guarradas al oído, Santana giró la cabeza. Nuestras miradas se cruzaron. Todo pasó muy rápido.
En cuanto ella me vio, sonrió de oreja a oreja con esa sonrisa maliciosa, tan prepotente, superior y malvada como las que hacía meses no mostraba. Agarró a Sam del cuello, le dio un sorbo rápido al vaso de ponche, acabándoselo y vi claramente como su lengua se introducía en la boca de mi ex, penetrándola con ella como me penetraba a mí todos los días desde que nos hicimos oficialmente novias.
Se me aflojaron las piernas y prácticamente, Sparky tuvo que agarrarme de la cintura para que no cayera al suelo de rodillas mientras Santana me dirigía una mirada provocadora e indiferente, apartando sus labios húmedos de los de Sam y agarrándolo de la mano, empezando a arrastrarlo hacía las escaleras que daban al segundo piso, a las habitaciones.
El tiempo se detuvo para mí en ese instante.

-Joder… eso sí que es una putada. – la oí decir a mi archienemiga, tirando de mí un poco hacía arriba para conseguir mantenerme en pie frente a todo aquel caos demoledor.
¿Cómo describirlo? Resumiéndolo en pocas palabras, el mundo se me vino encima y deseé con todas mis fuerzas tener algo afilado con lo que atravesarme el pecho para que el agujero negro que empezaba a tragarse mis emociones, el agujero que se instalaba allí empezando a machacarme la autoestima, destruyendo mi mundo, provocándome tanto dolor que me hacía dificultosa la respiración, desapareciera para siempre.
Santana acababa de traicionarme, Sam, desde un principio, fue un traidora y mis mejores amigas me habían ocultado algo tan horrible como aquello. De un plumazo, me habían quitado todo y me había quedado sola… y Santana no estaba para consolarme. Santana se había ido. Santana estaba disfrutando de los besos y las caricias de otra persona que no era yo… Santana… Santana… Santana…
Fueron 13 segundos eternos. Los conté cuando mi mundo se desmoronó de golpe y, como si se hubiera detenido el tiempo, todo se detuvo a mí alrededor. Las voces, la música, los gritos fueron tragados por mi intenso silencio. El agujero que tenía en el pecho se tragó también la furia que corría salvajemente por mis venas. La tristeza que sentía frente al acto que Santana me había mostrado con total descaro fue inmensamente superior al dolor que sentí cuando Sam me dejó sin darme explicaciones. Depresión, necesidad, deseos frenéticos de ir a buscarla y rogarle que volviera conmigo a casa. Frente a lo que sentía en ese momento, cortar con Sam un año después había sido cómico. Ahora, me sentía caer y caer en un pozo sin fondo, sin salida, sin posibilidad de huida, consciente de que tarde o temprano me daría el hostión contra la realidad que sería tan negra como ese pozo oscuro con las paredes agrietadas.
Me dejé caer al suelo, desmoronada por completo, incapaz de hacer nada más. Quedé agachada de cuclillas, con las piernas cerradas y los puños cerrados frente a mi cara, ocultando los ojos totalmente empapados y apretando los dientes con fuerza. No pude evitarlo, por más que lo intentaba, no había forma de evitarlo. El agujero era demasiado grande, demasiado profundo. Empecé a llorar.

-Brittany no… mierda… no hagas eso, no llores, nunca sé que hacer cuando alguien llora. No… - había empezado a llorar como una nena delante de todo aquel montón de pijos que se burlaban de mí a mis espaldas. Soy patética, patética.

-Santana, te odio… te odio… idiota, idiota… - si me hubiera dejado un tiempo más a solas, seguramente me habría puesto a patalear como una niña rabiosa y consentida, sin embargo, a pesar del espectáculo que estaba dando, Sparky no me dejó sóla. Ella empezó a tirar de mí, agarrándome por debajo de las axilas, medio arrastrándome, intentando apartarme del montón de personas que me acabarían pisoteando como una vieja y lujosa alfombra de piel. Hasta que consiguió levantarme. Yo no tenía fuerzas para resistirme y dejé que me rodeara la cintura con el brazo, manteniéndome firme con las piernas flojas.

-Vaya fiestecita me estás dando. Anda, te llevaré a casa, saco de huesos… - anduve unos segundos hacía la entrada, dejándome guiar por ella sin preguntas. Entonces, reaccioné.

-¡No! – la empujé bruscamente, casi tirándome al suelo de forma dramática intentando soltarme de su agarre.

-¡Eh! ¿Qué haces? ¿A dónde vas? ¡Brittany! – corrí de nuevo hacía el interior de la fiesta, rabiosa y con las lágrimas todavía descendiendo por mis mejillas. Necesitaba un consuelo que en casa no iba a conseguir y, de tan desesperada que estaba, tan angustiada y dolorida como me sentía, lo primero que hice fue agarrar uno de los vasos que había por todas partes y lo llené del mismo ponche tan cargado que había bebido media hora antes.
Mientras me lo tragaba de un sorbo, sólo pude pensar en Santana a voz en grito.
Te odio, te odio, ¡Te odio, Santana!
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Mensaje por Heya Morrivera Vie Jul 18, 2014 10:23 pm

Que pero que paso ahi como es eso de santana con sam espero y ella se alla enterado lo que le hizo a britt primero que britt y se este vengando de el
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Mensaje por Patri_glee Vie Jul 18, 2014 10:37 pm

como lo dejas ahi!!!! actualiza otro por favor!!!!!
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Mensaje por minerva ortiz Vie Jul 18, 2014 10:44 pm

No que san no se acueste con sam,yq le pida disculpas a britt,al igual que ella a san..danis otro capitulo porfisss.........nos leemos luego...;)
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Mensaje por CataNayaholic♥ Vie Jul 18, 2014 10:47 pm

chicas, estoy adptando el otro capitulo, lo divido en dos? o lo subo entero dentro de unos dias?
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Mensaje por Patri_glee Vie Jul 18, 2014 10:50 pm

en dos!!! ya quiero saber como sigue jejejejeje
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Mensaje por CataNayaholic♥ Vie Jul 18, 2014 10:57 pm

Aca esta chicas! disfruten!!!!

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Capitulo 21 (Primera Parte):

-¡Traga, traga, traga, traga, traga! – los gritos me perforaban cada zona del cerebro y aún así, como una idiota, era incapaz de dejar de sonreír. Veía desenfocado al chico que había delante de mí, un chico grande, con una prominente barriga y joven, de unos veinticinco, con la cara mal afeitada y los ojos ya llorosos de tanta bebida y tan fuerte, tan cargada.


No pudo más y, finalmente, cayó hacía atrás, llevándose la jarra del ponche consigo, tirándosela encima y haciendo volcar la silla, aplastándola con tanta grasa y destrozándola. Más gritos. Mi risa de gilipollas se ensanchó y, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, envolviendo mi estómago revuelto en una burbuja de puro alcohol, sintiendo como la sangre en mis venas había desaparecido por completo para dejar paso a ese fuerte líquido que me subía directamente al cerebro, me llevé la gran jarra de ponche a los labios y en seis sorbos, me la tragué entera.
Cinco jarras completas. Había ganado.

-¡Uehhh! – gritos de histeria por todas partes sólo consiguieron aturdirme aún más, haciéndome difícil el conseguir levantarme del taburete por mi propio pie con tanta gente dando vueltas alrededor de mí, tantos colores revoloteando alegremente. Todo el mundo se me empezó a pegar y a tocarme felizmente por todos lados, de manera amistosa.

-¡Puede que seas una lesbiana, pero eres la lesbiana mas enrollada que he conocido!

-¡Que te den… hip… por el culo! – solté, entre risitas estúpidas y pasos totalmente descompasados.

-¡Ese Britt, ese Britt, ueh, ueh! ¡Ese Britt, ese Britt, ueh, ueh! – y ahora se ponían a corear a mi alrededor. Me sentía como una hippie fumada de los sesenta, incapaz de dejar de reír como una idiota, con cara de drogada divirtiéndose bajo los efectos de la marihuana y era gracioso, alucinante, incluso divertido… hasta que empecé a notar los efectos secundarios.

-¡Vale ya, vale ya! ¡He ganado! – me subí a la mesa, alzando las manos, vociferando - ¡Invitadme a otra ronda!

-¡Uehh! - En ningún momento se me ocurrió que estaba haciendo el imbécil totalmente. De todas formas, no era la única que lo hacía.

-¡Ese Britt, ese Britt, ueh, ueh! – ¡Si me puse a hacer palmas y todo incitando a todo el mundo a que me siguiera aclamando! Por supuesto, mi vena de famosa rockera tuvo que aflorar justo en ese momento. Ahora tenía más claro que nunca que ser la vocalista de un grupo famoso era mi destino por mucho que luchara contra el.
Alguien abrió una botella de champán, agitándola y dirigiendo el chorro a presión hacía mí, bañándome entera de arriba abajo.

-¡Eh, eh, eh que está frío!

-¡Uehh!

-¡No creáis que voy a dejar que me la metáis por el culo por mucho que gritéis, eh! ¡Más quisierais pijos de mier…! – de un tirón, sentí el suelo acelerarse hacía mi cabeza. Me escurrí sobre la mesa y caí al suelo de espaldas, dándome el mayor hostión de mi vida. Bueno… lo hubiera sido si no llega a ser porque había alguien debajo que impidió el tremendo golpe contra el duro mármol.
Por unos momentos estuve a punto de dormirme allí, sin ganas de levantarme, sólo con ganas de dormir y olvidarme de todo. Cerré los ojos, sin apenas percatarme del movimiento que había debajo de mí. Alguien me agarró los hombros, sacudiéndome con brusquedad.

-¡Brittany, Brittany, imbécil! ¡Levanta! – abrí los ojos de golpe. A esa chica yo lo conocía de algo…

-¡Coño, pero si es mí mejor amiga, Sparky! – y me empecé a reír por mi propia broma.

-¡Pero que gilipolleces dices! ¡Levántate idiota! – me puso de pie, tirándome del brazo.

-¡No quiero! – empecé a patalear.

-¡Brittany!

-¡Quiero dormir! ¡Déjame dormir! ¡Quiero dormir en el suelo, quiero!

-¡Joder!

-¡Uuh! – gemí en el esfuerzo por soltarme de sus fuertes dedos. De repente, Sparky me agarró de las mejillas y me miró fijamente a los ojos.

-¡Brittany, estás haciendo el tonto! ¡Estás totalmente borracha y si es lo que quieres, yo te llevaré a un sitio para que puedas dormir tranquila! – se me iluminaron los ojos o quizás es que se me dilataron las pupilas porque me estaba dando un chute al corazón de alcohol. En cualquier caso, sonreí.

-¿Sí? ¡Viva! ¡Llévame a la cama! – Sparky puso los ojos en blanco unos segundos.

-Díos mío… - y me cogió de la mano, entre bufidos y suspiros de fastidio, arrastrándome hacía las escaleras que subían a las habitaciones, quitándose a la gente de en medio a empujones.

-¡Sparky, eres una bruta!

-¡No me digas!

-¡Si te digo, eres una bruta pero yo conozco a alguien más guay que tú! – Sparky me dirigió una mirada asesina. Me llevé la mano a la boca, riéndome con toda la malicia y mezcla de estupidez de la que era capaz.

-¿Te refieres a esa guay que en estos momentos se está tirando a tu ex, la que te puso los cuernos con otras cientos de chicas? – ahí me dio en la yaga, recordándome de golpe a Santana, todo lo que había ocurrido esa noche con ella, su maldita frialdad y provocación a la hora de restregarme los cuernos. Entrecerré los ojos y en cuanto terminamos las escaleras, ya en el piso de arriba, me tiré al suelo de rodillas aún con Sparky agarrándome fuertemente la mano. - ¿Qué haces?

-¡Que te jodan, a ti y a los pijos! ¡Os odio! ¡Pijos!

-¿Me estás llamando pijo a mí? – le miré de arriba abajo. Sparky podía tener pinta de cualquier cosa salvo de pijo. Era una macarra total que no se vestía con vestido ni para ir a una boda. El pelo castaño revuelto que le daba un aspecto de tipa dura, los ojos fríos y penetrantes, los labios fruncidos y un tanto quemados, descuidados, las pequeñas cicatrices que Santana le había dejado marcando su cara, exactamente en la ceja, en el pómulo derecho y bajo el labio inferior. Su cuerpo estaba bien, quizás mejor que el de Santana. Sparky no me superaba en estatura, quizás un par de centímetros más baja que yo, no mucho más.
Era una chula de mierda, prepotente, bastarda… me recordaba a Santana.

-Santana… Santana… - me encogí en el suelo, sollozando.

-¡Oh, joder, otra vez!

-¡Santana, eres una cabróna, imbecil! – y me puse a llorar otra vez. Sparky se cruzó de brazos frente a mí, con cara de mala hostia. Varias personas que salían de los dormitorios o del cuarto de baño se me quedaron mirando, riendo como subnormales que eran.

-¡Ya vale, se acabó! ¡Deja de hacer el idiota, das vergüenza ajena! – Sparky me agarró del brazo, cansada de mis lágrimas y empezó a arrastrarme por el pasillo. Me deslicé de rodillas por el mármol y hasta que conseguí levantarme entre tambaleos, anduve casi a gatas. La muy gilipollas no se detenía ni para ayudarme a levantarme y yo… simplemente lloraba.

-¡Santana, te odio, muérete! ¡Ojala tengas un gatillazo y te la pilles con la puerta, mamóna! ¡Cabróna, gilipollas! ¡Snif!

-¡Joder!

-¡Santana! ¡Idiota, idiota, idiota! – Sparky se detuvo frente a una puerta. Aún sin soltarme la mano, la abrió. Otra puerta se abrió a la vez. La primera a la derecha, haciéndome callar las maldiciones dirigidas hacía mí hermana/novia/psicópata. La miré salir del dormitorio desnuda de cintura para arriba solo con su brasier, con el ceño fruncido y el cabello revuelto, con pequeños mechones en su frente.
Me miró. Yo la miré a ella con las lágrimas en los ojos y el puchero intacto en mi expresión. Debió de considerarme patética. Daba pena.

-¡Santana! – le grité. Ella frunció el ceño aún más, mirando a Sparky que no se había percatado de su presencia y que tiró de mí, introduciéndome en la habitación. - ¡Santana, eres una idiota! – le grité antes de que Sparky cerrara la puerta con nosotras dentro.
Nos quedamos solas. Quise salir fuera y correr hacía Santana, abrazarla y pedirle perdón pero no. No lo hice porque Sparky me agarró de la cintura y de un empujón, me tumbó sobre la cama. Me quedé allí, con los ojos abiertos mirando el techo, sin moverme. Sentí como la cama se hundía a mí lado y la vi sentarse, suspirando.

-Eres un coñazo, ¿Lo sabías?

-Hum… - murmuré, sin inmutarme. Ahora que estaba sobre una cama difícilmente me sacarían de allí. El estómago me empezó a dar molestas sacudidas, demasiado molestas, demasiado vomitivas. Tenía muchas ganas de vomitar, muchísimas y si me movía de la cama lo más mínimo, vomitaría, seguro.
Miré la habitación desde mi posición, sin moverme. Esa no era la habitación de Sam, estaba casi segura.

-Voy a tener que arrastrarte hasta tu casa, ¿Verdad? ¿O volverás con Santana?

-Hum…

-Oye, te estoy hablando, no te duermas.

-No me duermo.

-Pues al menos deja de llorar, ¿No? – es verdad, seguía llorando. Las lágrimas seguían cayendo sin mi permiso y Sparky me miraba con mala cara.

-No mires. – le gruñí con la voz ronca, echando la cabeza hacía un lado.

-Eres como una niña chica. ¡Que exasperante!

-Nadie te ha pedido que me ayudaras. – ahora, tumbada en la cama, se me hacía más fácil relacionar conceptos. Todo me daba vueltas y tenía el estómago revuelto, hecho polvo, pero me sentía más capaz y más espabilada.

-Te he ayudado porque yo he querido. – cerré los ojos. Aquello sí que era exasperante.
Sparky se levantó de la cama y fue hacía el baño. Oí como abría el agua del grifo y la dejaba correr.

-¿Quieres ducharte conmigo, Britt? – se rió.

-¿Qué? ¿Tú estás tonta? ¿Vas a ducharte?

-Puede… apesto a alcohol y tú aún más.

-Si me duchara no sería contigo precisamente.

-No. Sería con Santana ¿Verdad? – apreté las sábanas de la cama entre mis manos.

-Ya lo hicimos antes de venir. No parece que sirviera de mucho.

-Sí, mira como te ha dejado la pirada. Totalmente fuera de juego. ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Vas a romper con ella? – esa pregunta me pilló totalmente desprevenida. ¿Cortar con ella? ¡Pues claro, era lo mejor que podía hacer! Pero no me veía capaz de ello.
Me sentía estúpida. ¿Qué derecho tenía yo sobre ella cuando me había puesto a bailar con Sam delante suyo? Ese maldito lapsus me había costado a Santana, me había costado su nueva sonrisa tierna y sincera, su felicidad, sus caricias, sus besos, su aroma…
Por suerte, todo esto sólo parece haberme afectado a mí de manera negativa. A ella parece haberle abierto los ojos para encontrar otro Muñeco.
Otro Muñeco…

-Brittany… no me jodas. – me acurruqué en la cama, echándome a un lado y me encogí, rodeándome el cuerpo con los brazos. Temblaba, temblaba de los enormes sollozos imposibles de detener que salían de mi boca. La idea de que Santana ya no estaba y no estaría nunca más para mí. La forma tan ruin en la que me había dejado tirada en medio de aquella fiesta por Sam. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Ahora que parecía estar cambiando todo. Ahora que… ¿Ahora que qué? Santana y yo sólo éramos novias de cara a los demás, hermanas en el ambiente familiar y entre nosotras, a nuestros ojos sólo éramos dos pedazos de carne fresca esperando a ser devorada por el contrario. ¡No éramos nada, no tenía nada que reclamarle! Pero…
Noté como la cama volvía a hundirse, esta vez a ambos lados de mi cuerpo. Sparky se situó a cuatro patas sobre mí, con las manos apoyadas en el colchón, mirándome sin pestañear. Me tapé la cara con las manos, incapaz de contener nada más.

-¿Por qué? ¿Por qué? Todo estaba tan bien… incluso habíamos hecho algo parecido al amor… pero no… Snif, soy yo la ingenua por esperar que un monstruo pueda convertirse en persona y… y… - empezaba a moquear. Ni yo misma podía creer lo patética que era.

-Brittany… - la oí suspirar y me agarró el brazo suavemente. No recordaba que Sparky me hubiera tocado nunca de otra manera que no fuera para meternos empujones y puñetazos. Ahora, parecía que estaba hablando con otra persona. - ¿Por qué no la dejas? Creo que eres muy consciente de que es una cabróna posesiva y peligrosa. – si, era muy consciente de ello. Pero no quería. No respondí y Sparky me acarició la cabeza, apartándome el pelo de la cara. - ¿Le tienes miedo o es que estás tan loca por ella que no eres capaz de cortar por lo sano? – por un momento dejé los sollozos a parte para mirarla. Su rostro daba vueltas a mí alrededor, mareándome con su intensa mirada y la mía intentando patéticamente hacerle la competencia cargada de alcohol. – Creo que tu novia me matará en cuanto se entere de que estoy hablando contigo a solas en una habitación sobre una cama de matrimonio, pero precisamente esas son las cosas que deberías tener en cuenta, Brittany. Alguien que te trata de manera tan posesiva y que a la hora de la verdad no tiene en cuenta tus sentimientos no creo que te merezca. – el labio inferior empezó a temblarme violentamente mientras me revolvía bajo su cuerpo, situándome boca arriba con el ceño fruncido y los ojos aún húmedos. ¿Quién se creía que era para hacer una observación así? ¿Qué coño creía que sabía? ¡No tenía ni puta idea de nada! - ¿Por qué no la dejas y te buscas otra? – alcé una ceja. Una diminuta sonrisa torcida apareció en mi boca.

-¿Otra? ¿Es que acaso tienes alguna propuesta? ¿Una pretendiente mejor que Santana? – se rió.

-Exacto. Yo. – puse los ojos en blanco. Me hubiera reído de no ser porque me veía incapaz de hacer más esfuerzos a parte de revolverme incómodamente en la cama para no vomitar.

-No me hagas reír.

-No quiero hacerlo. Te lo digo muy en serio.

-Ya, el problema es precisamente ese. Te lo resumiré bien para que lo entiendas fácilmente. – nos observamos en silencio por un escaso periodo de tiempo, el suficiente como para saber que la persona que tenía encima de mí no captaba lo más mínimo mi atención. No teniendo a Santana al otro lado de la puerta. – Tú no le llegas ni a la suela de los zapatos a Santana. – Sparky soltó una molesta risita socarrona.

-No soy yo quien ha puesto un buen par de cuernos hoy. – apreté los puños con fuerza, reprimiendo lágrimas incontenibles sin apartar la mirada amenazante de la suya.
De repente, Sparky se inclinó sobre mí. Abrí los ojos de par en par, observándola en silencio, sin saber que decir. Entreabrió los labios, ¿Pero que demonios hacía? Se me aceleró el corazón pero no de nerviosismo, sino de miedo, de rechazo puro hacía su persona. Era guapísima, no podía negarlo. Sparky era de esa clase de chulas macarras que tanto gustaban a los adolescentes que se morían por sus huesos y este pasaba de ellos, quizás utilizándolos vagamente para desahogar sus necesidades de vez en cuando. Ese extraño y paradójico hechizo no funcionaba conmigo, al menos no su hechizo. Conmigo sólo era efectiva la maldición de Santana y cualquier intento de despacharla por parte de una chica me repugnaba. Esa era la prueba de ello.
Levanté el brazo para apartarla de mí en un brusco movimiento, pero o mis reflejos eran muy lentos y estaba demasiado floja o ella muy rápida y bruta, agarrándome la mano y aplastándola sobre el colchón de inmediato, haciendo exactamente lo mismo con la otra.

-No. – le solté, claro, empezando a sentirme inquieta y nerviosa por su acoso y contra todo pronóstico, pegó sus labios a los míos durante unos escasos segundos que me dejaron totalmente paralizada. Me revolví bruscamente en la cama y zarandeé la cabeza, eliminando ese molesto contacto. - ¡No, quita! – noté la muñeca crujir, quejándose por la fuerza bruta con la que me tenía agarrada, por las escasas uñas que me atravesaban la piel. Apoyé la rodilla en su abdomen, separando nuestros cuerpos, evitando más contacto. Nos miramos de nuevo. Yo le gruñí, apretando los dientes. Ella parecía inmutable, fría. Retiraba lo dicho. Sparky no se parecía en nada a Santana.
Sparky volvió a inclinarse sobre mí. Estuve a punto de escupirle a la cara pero en lugar de eso, una palabra salió de mis labios de manera instantánea. Un pensamiento fugaz que tuvo que escapar.

-¡Santana! – grité con las pocas fuerzas que tenía en los pulmones repletos de los efectos del cargado ponche, como el resto de mi cuerpo. Al ver que era incapaz de defenderme con toda mi fuerza, totalmente vulnerable, me asusté de verdad. - ¡Santana! – me salió un grito totalmente agudo y desagradable.

-Empezaba a pensar que nunca ibas a decir mi nombre. – Sparky se puso rígida sobre mí. Abrí los ojos que había cerrado con fuerza y mi cabeza se giró rápidamente a la derecha, junto con la mirada de mi acosadora.
Santana estaba allí. Los brazos cruzados sobre el pecho desnudo, los ojos entrecerrados, los labios entreabiertos, la cabeza ladeada, imponente, observándonos con la mirada resplandeciente. La puerta abierta de par en par y un alivio enorme recorriendo mi cuerpo a la vez que me preguntaba cuanto tiempo llevaba allí observando la pésima escena.
Sparky se detuvo de inmediato, con la congoja plasmada en la cara.

-Sigue. – le dijo Santana con voz profunda pero obviamente, Sparky no se movió un centímetro. – Vamos, sigue, no te cortes. Fóllatela delante de mí, pero si lo haces ten en cuenta que la Muñeca es muy selectiva y lloróna. Tienes que darle bien fuerte o se quejará. – vi claramente como mi archienemiga empezaba a sudar en frío y se levantaba de encima de mí muy lentamente, dejándome tumbada sobre la cama de matrimonio respirando entre jadeos. Santana clavó la vista en mí, evaluándome con los ojos, pero no hizo amago alguno de acercarse a mi cuerpo flácido y tembloroso. - ¿Te ha asustado, Muñeca? ¿Te ha hecho pupa? – sólo pude responder con un borbotón de jadeos ahogados antes de que se volviera de nuevo hacía Sparky con porte totalmente tranquilo, sosegado, pero mirada de animal salvaje, de carnívoro hambriento frente a una manada de inocentes criaturas fáciles de cazar. - ¿Lo ves? La has asustado y ¿Qué es eso que tiene en los brazos? ¿Arañazos? No sólo tienes la mala educación de coger mi juguete para jugar, sino que además lo rompes. – dio un paso hacía delante. Sparky retrocedió.
De repente se empezaron a oír voces curiosas. Oí la voz de varias personas gritar, entre algunas de ellas estaban las voces agudas de las chicas dando grititos consternados.

-¡Oh, dios mío, Sam! – oí claramente fuera y pude captar algún que otro sollozo. La gente empezó a asomarse por la puerta de la habitación. Algunos me miraron a mí, intentando incorporarme en la cama. Luego se fijaron en Santana y Sparky, abriendo los ojos como platos.

-¿Quién te ha dado permiso para tocar mí juguete? No, no, tengo una mejor. ¿Cómo coño tienes los huevos de venir y acercarte a menos de cinco metros después de todo aquel rollo de hace unos meses? Deberías temblar con sólo imaginártelo. No sé si eres valiente o rematadamente gilipollas. – le metió un empujón brusco que la hizo retroceder más de dos metros. Sparky frunció el ceño. Conocía esa mirada. Conocía la mirada de las dos. Irritación, furia, pelea y después, alguna desgracia. - ¿No dices nada? – le metió otro empujón. - ¿Te ha comido la lengua el gato, sucia perra? – Sparky apretó los dientes.

-Santana… cuidado… - murmuré. Conocía demasiado bien lo que venía a continuación tras esa expresión de perro rabioso. Santana ni me miró. Negó con la cabeza al ver como Sparky ni se inmutaba.

-¡Venga, muévete, haz algo, no puedes ser tan patética si tienes fama de gallita rompe huesos! – le gritó, vacilándola. Sparky gruñó. Santana soltó una risita maliciosa. – Así que perro ladrador, poco mordedor. Que penoso… - e inesperadamente, Sparky reaccionó. Alzó el puño. Observé boquiabierta como Santana sonreía antes de que los nudillos de Sparky chocaran contra su cara con un golpe estridente y seco. Cerré los ojos con fuerza como si quien hubiera recibido el golpe fuera yo y oí los gritos escandalizados de las personas asomadas a la puerta, a una distancia prudente.
De repente, se hizo un gran silencio. Abrí los ojos con lentitud, temiendo lo que fuera a encontrarme. Me quedé boquiabierta de nuevo.
Santana sólo había doblado las rodillas, no había hecho mayor movimiento que ese. Ni le había vuelto la cara, ni había retrocedido un mísero milímetro. Sólo había doblado las rodillas un poco, lo suficiente como para aguantar la presión del golpe.
Sparky si que dio un paso atrás, consternada. Santana abrió la boca, hizo un gesto con la parte inferior, moviéndola. La mandíbula le crujió débilmente y volvió a su posición como si no hubiera recibido golpe alguno, dejándome ver su perfecto perfil intacto. Un pequeño hilito de sangre descendió por su labio inferior abierto hasta la barbilla.

-Ahora empiezas a hablar mi idioma. – un simple, rápido y fuerte golpe, monstruoso y certero en el pómulo derecho fue suficiente. Le dio con los nudillos, como si le hubiera dado una pequeña bofetada con la mano, no fue más que eso, un golpe y Sparky acabó chocando brutalmente contra la ventana de cristal que estaba a tres metros de su posición inicial. La ventana se hizo añicos y ella cayó al suelo boca abajo. Millones de cristales diminutos le cayeron encima como una lluvia de pequeñas gotas afiladas.
Visto y no visto.
Santana sonrió y tras unos segundos esperando para ver si Sparky se levantaba o no, se volvió, dándole la espalda. Sparky no se movía. Todo el mundo se echó hacía atrás, observando a Santana en silencio cuando esta se movió y caminó hasta mí.
Miré de reojo a Sparky. Miré a las personas con rostro blanco repleto de sorpresa y terror. Miré a Santana.
Me sentí rara, quizás por la comida amenazando con salir disparada de mi boca o por como la habitación se movía violentamente a mí alrededor, como en un tiovivo. Pero la verdad, lo que me tenía turbada era ver como todo el mundo temblaba ante la mirada de Santana y yo no. Simplemente, no tenía miedo, no me sentía intimidada, ni un poco. La costumbre quizás…



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Club Brittana Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte) - Página 5 X


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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por 3:) Vie Jul 18, 2014 11:13 pm

worale literalmente todos se cagaron en britt,... no jodan mas basuras no pueden ser por protegerla o por cagarle la vida,... britt ahora borrachera como termino, pobre Sparky,...  prefiero un tren de carga antes de cruzarme con san jajajaj !!!! a ver que pasa, entre san y britt ahora,...

nos vemos!!!
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Mensaje por minerva ortiz Vie Jul 18, 2014 11:21 pm

Por lo menmos aparecio santana jajajajaja,espero q actualises pronto....nos leemos luego...;)
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Mensaje por Elita Sáb Jul 19, 2014 1:47 am

No entiendo que tiene que hacer Santana ahi... digo, no creoque se haya tirado a Sam, seria asqueroso, pero le jugó sucio a Britt & esta chica lo único que hace es ayudar a Britt & termina medio muerta...... me gustaria que Britt no fuera tan tonta & pusiera a Santana en su lufar también >:c
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Activo Re: Fic Brittana - Muñeca (Adaptada) - Capitulo 21 (Primera Parte)

Mensaje por CataNayaholic♥ Sáb Jul 19, 2014 8:11 pm

Chicas... me disculpo si hay algun error al adpatarla, estoy con la cabeza en otro lado la verdad, saludos
Cata


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Capitulo 21 (Segunda Parte)

-Joder, Santana… - murmuré, saliendo del shock. Alcé los brazos temblorosos hacía ella, intentando levantarme y mareándome al instante, sintiendo el estómago trepar por mi garganta, a punto de devolver la cena. Me tapé la boca con las manos, reprimiendo el vomito. Santana se inclinó hacía delante, haciendo amago de ayudarme cuando de repente se escuchó el molesto ruido de los cristales hacerse aún más pequeños contra el suelo.
Sparky se empezaba a levantar lentamente. Santana enseguida cambió de dirección y dio un paso al frente, con el ceño de nuevo fruncido.
Todos empezaron a soltar gemidos de preocupación pero ninguno tuvo la iniciativa de intentar detener la pelea. Sólo yo me dejé caer torpemente al suelo, de rodillas prácticamente me arrastré hasta rodear con los brazos la pierna de Santana, deteniendo su avance.

-Suelta. – dijo. Negué con la cabeza. – Muñeca…

-Déjala. Llévame a casa, por favor… quiero salir de aquí. – me dio una arcada. Me reprimí como pude. ¡Pero si ni siquiera era capaz de levantarme! – Voy a vomitar… no puedo más… - tosí. Dejé la cabeza apoyada en el suelo unos segundos, sin soltar su pierna. Santana se movió, se agachó. Me zarandeé un poco intentando alzar la cabeza y antes de que pudiera decir nada, ya tenía sus brazos aprisionándome fuertemente el cuerpo y alzándome del suelo, cargando por completo conmigo. Me colgó al hombro como un saco de patatas.

-Esto no se va a quedar así. Ya no. La próxima vez que te vea no voy a esperar a tener una razón para matarte. Sólo verte un pelo de la cabeza rondando cerca de mí Muñeca por casualidad y te enviaré a hacerle compañía a los gusanos bajo tierra. – su tono era el más amenazador y cargado de rabia contenida que le había oído nunca. Incluso superaba al de aquella vez de cuando la dejé como un perro fuera de casa y yo me encerré en ella.
Tragué saliva repetidas veces, con los ojos cerrados, luchando por contener el vomito cuando Santana empezó a andar hacía fuera y mi cabeza quedó boca abajo, colgando de cintura para arriba de su hombro. Pude ver las expresiones asustadas de la gente, cediéndonos el paso en silencio. La música y los gritos venían de abajo y lo sollozos de mi izquierda. Sollozos que me sonaban de algo. Sollozos que me hicieron abrir los ojos entrecerrados y observar con atención a esa persona rodeado de chicas intentando calmarlo en vano. Una persona acurrucada en el suelo, con las manos en la cabeza casi totalmente calva, rapado al cero con violencia, como si se le hubiera podado el cabello con un cortacésped con toda la maldad del mundo.
La gran mata de pelo rubio caía a sus pies.
Sam. Cruelmente rapado al cero. Casi totalmente desnudo con sólo los boxers negros que, irónicamente, le había regalado yo para Navidad el año pasado. Llorando a lágrima viva sobre el suelo, estrujando los mechones de cabello entre sus finos dedos. Me miró y por una vez en la vida, fue el quien bajó la cabeza, horrorizado y avergonzado por su decrépito aspecto.
Miró con odio puro a Santana y con un pavor indescriptible.
Entonces, nuestras miradas se desviaron. Todo estaba dicho sin necesidad de articular palabra. Ni una palabra. Nunca más.



-A fuera. Venga. Eso es… ¡Agáchate más! – y ahora no podía. No podía vomitar. Santana suspiró detrás de mí y se agachó a mi lado, frente al inodoro abierto. - ¡Quieres vomitar, coño! – balanceé la cabeza de un lado a otro. No, no quería, no tenía fuerza ni para eso. – Cinco jarras, imbécil. Cinco jarras enteras. Eres tan jodidamente canija que si no lo echas fuera, te va a dar un coma etílico. – encogí el cuello. Santana me agarró el pelo de repente, apartándomelo de la cara y empujó mi cabeza contra el vater. Me rodeó la cintura y como la bruta que era, me apretó la barriga a mala leche, como si me hubiera dado un puñetazo. Sentí con profundo asco el líquido espeso y caliente subiéndome por el esófago. Vomité. – Ya era hora. – por su tono ahora más sosegado, parecía que situaciones como aquella las vivía día a día. Supuse que sí, que sería así antes de venir aquí. En cambio, para mí, era mi primera borrachera, al menos, tan bestial como esa.
Nunca había vomitado antes por un empache de alcohol. - ¿Ya? ¿Ya has terminado? ¿No quieres echar más? – no contesté. Sí que quería echar más. El estómago parecía bailarme dentro del cuerpo, pero ahora estaba vacío y seguramente el depósito de la bilis estaría también vacío después de semejante viaje.

-No puedo más… - murmuré. Santana me soltó el pelo y me dio un par de golpes suaves en las mejillas para espabilarme.

-¿Estás ya más lucida? ¿Puedes levantarte tú sola? – asentí con la cabeza, despacio. – De acuerdo, pues entonces mea.

-¿Qué?

-Cinco jarras. Tienes que estar meándote como una perra, así que mea. – la miré fijamente, sin tener muy claro lo que me acababa de decir. Tanto ponche no sólo le había metido una paliza a mi hígado, sino que me había dejado un poco corta. - ¿Quieres que te ayude?.

-No, para… - quise gritarle, pero apenas salió un murmullo de mi garganta. Aún así, a Santana pareció bastarle y se apartó de mí, levantándose del suelo. Me miró unos segundos, vulnerable, de rodillas en el baño, con el pelo revuelto, los ojos brillantes y seguramente pálida. No entendía que veía en mí en esa situación como para sonreír de esa manera provocativa.

-Date prisa y termina. – cerró la puerta del baño. No le repliqué, sería estúpido hacerlo en mi estado. En realidad, no dije nada porque no tenía ganas.
Todo se había sucedido envuelto en un tenso e incómodo silencio de vuelta a casa en el a coche. Me dormí. O eso o me hundí en un profundo coma del que no era capaz de salir. Quizás hubiera muerto porque allá dónde estaba sólo veía la misma escena una y mil veces. Santana subiendo por las escaleras con Sam agarrado a su mano, Sparky besándome en los labios mientras yo me revolvía, asqueada. Pero sobretodo el morreo entre Sam y Santana, la sonrisa provocadora, vacilándome, rompiéndome por dentro. Si estaba muerta, eso era el infierno.
Acababa de descubrir que para una Muñeca era más doloroso ser abandonada por su ama que ser roto por sus manos.

-¿Ya lo has echado todo? – Santana me miró desde el sofá cuando salí del baño. Estaba tumbada como si nada, con las piernas apoyadas sobre el reposabrazos y las manos sobre la nuca. Parecía tranquila, despreocupada, como siempre. Como siempre…

-Lo has hecho. – no estaba como para pelearme con nadie, y menos con Santana, pero antes de irme a la cama por una semana, debía decírselo.

-¿El qué? – y encima se atrevía a preguntarme qué. Negué con la cabeza y no le dije absolutamente nada. No tenía fuerzas ni ganas de cabrearme. Empecé a andar hacía las escaleras, tambaleándome. El mareo era casi más fuerte ahora, después de echarlo todo. – Muñeca. – me llamó Santana, pero no me detuve porque ella me hablara, sino por el molesto pitido del teléfono. Subí un escalón más. - ¿No vas a cogerlo? – me quedé quieta, pero no le contesté.
Oí sus pasos dirigirse hacía el inalámbrico. La casa estaba de repente tan oscura. Quizás porque eran las cuatro de la mañana. O quizás porque de repente lo veía todo así de oscuro.

-¿Sí?… ¿Tina? ¿Qué pasa? Son las cuatro de la mañana ¿Sabes? – Tina… una de mis mejores amigas. ¿O debería decir de mis mejores ex amigas? - ¿Qué estáis en la casa de Sam? ¿Qué hacéis allí? – Santana se rió. - ¡No me digas, pero si nosotras hace una hora que volvimos! ¡Claro que Brittany está conmigo, no me la iba a dejar atrás! – apreté un puño. Su tono vacilón, como siempre, riéndose como si nada de repente me empezó a sacar de quicio. Me empezó a provocar algo que no era para nada placer. - ¿Estaba la policía? Tienes que estar de coña. – Santana volvió a reírse, burlóna. – Que va. Supongo que alguna pelea. Brittany y yo nos volvimos antes. La muy cabezóna se puso como una cuba y si no llego a encontrarla a tiempo, ahora tendría el culo bien abierto.

-Santana… cállate… - musité. Santana me miró de reojo, pero pasó de mí con el teléfono en la mano.

-Brittany está aquí a mí lado ¿Rachel está a tu lado? ¿Puedes decirle una cosa de mi parte? – Santana se toqueteó la comisura del labio con la lengua, mirándome con una pequeña sonrisa.
Me ardió la sangre de las venas. Seguía riendo, me vacilaba después de haberse tirado a mí ex y habérmelo restregado por las narices. A Sam le podían dar por culo, pero ella, ¿Sonriendo, con la poca vergüenza de mirarme a la cara y reírse? No podía estar más furiosa. Mis amigos traicionándome, Santana poniéndome los cuernos con toda la mala hostia del mundo y mi ex… bueno… eso ya era agua pasada.
Lo peor, lo que me hizo explotar vino con la siguiente frase saliendo de la boca de mi novia.

-Tina, dile a Rachel que no se preocupe por Brittany. Es muy difícil que por medio del sexo oral se contagie alguna enfermedad… pero mientras lo haga sólo conmigo, no hay que preocuparse por nada. La tengo bien atada… con correa… como a las perras en celo… - Abrí la boca de par en par. Los ojos se me iban a salir de las órbitas. Ella me miraba, con la sonrisa del lobo en la boca, esperando mi reacción. ¿Qué coño hacía? ¿A que coño había venido eso? ¿Qué… qué…? Me llevé las manos a la cabeza, temblando.
No podía más, no podía más… iba a explotar, iba a explotar.
¡Bum!

-Voy… voy… ¡Voy a matarte! – bajé de las escaleras de un salto. Estuve a punto de matarme, a punto de caer sobre el suelo, pero misteriosamente, me mantuve en pie y corrí hacía Santana. Ni ella misma se esperaba que me tirara sobre ella como una pantera, embistiéndola brutalmente. El teléfono cayó al suelo. Santana se golpeó la espalda y la cabeza contra la pared con un ruido sordo. De repente me veía ahí, descargando toda mi rabia sobre ella, fuera de mí misma. La golpeé con el dorso de la mano la cara. La arañé. Le di un puñetazo y entonces, cuando iba a repetir la acción, me agarró las manos. Sentí su rodilla sobre mi estómago, rozándome y me quedé paralizada.
Me hubiera roto un par de costillas fácilmente con la rodilla si hubiera querido.

-¿Qué? ¿Quieres más? Vaya energía, Muñeca. Universidad, tres polvos, fiesta, borrachera, infidelidad, forcejeo, vomito ¿Y ahora pelea? ¿No preferirías emplear esa energía en un cuarto polvo? – preguntó, vacilándome claramente, con un hilo de sangre descendiendo por su labio y un arañazo que ya empezaba a sangrar en su mejilla izquierda. Seguía sonriendo.

-¡Que te jodan! – Rompió a reír - ¡Intento librarme de ti! ¡De tu asquerosa personalidad, de tu puto ego, de tu prepotencia, de tu egocentrismo! ¡Hipócrita manipuladora! ¡Me das asco, eres repugnante, eres una enferma, una psicópata, loca! ¡No tienes remedio, me das asco, te odio! ¡Te odio! ¡Eres repulsiva! – Santana aguantaba mi fuerza con insultante facilidad.

-Pero bueno, ¿A que viene tanta rabia? ¡Tina tenía que saberlo algún día! Además… - sus ojos brillaban macabramente en la penumbra del pasillo. Tiró de mis brazos hacía adelante, empujándome hasta ella. Me aparté casi al instante, echa una furia, intentando morderle cualquier parte de la cara, incluso intenté meterle un cabezazo. Santana se reía de mí en mi cara. - ¿Acaso no han sido unas cabronas contigo? – por un momento me quedé quieta. Dejé de forcejear y la miré fijamente. No. No, no, no, no…
Sabía lo de Amanda.
La empujé, me removí intentando quitármela de encima. Santana me soltó de repente y me embalé hacía atrás. Choqué contra la pared del pasillo, de espaldas y mi cuerpo se escurrió hacía abajo. No podía más… no más, ya no más por favor…

-Te acostaste con el. ¡Me dejaste tirada y te lo follaste! – Santana abrió la boca de par en par, fingiendo indignación.

-¡Pero que cara, Muñeca! Sino recuerdo mal, tú fuiste la primera en tirarte encima suyo como una perrita faldera, delante mía. ¡Me pareció un detalle muy bonito por tu parte olvidarte de tu novia y correr detrás del culo de tu ex!

-¡Sólo bailé un rato con el, no hicimos nada más y lo sabes!

-¡¿Y eso lo justifica?! ¡Eh! ¿¡Acaso esa es tu puta excusa!? ¡Si intentas justificarte olvídalo, no pienso perdonarte! – se puso de cuclillas frente a mí. Yo encogí el cuerpo frente a su mirada envenenada. – Yo siempre devuelvo las jugadas que me hacen multiplicadas por diez. Lo siento Muñeca, pero jódete. – me entraron ganas de llorar de nuevo, pero no lo hice. Deja de arrastrarte, Brittany, ¡Ya vale!
Le di una bofetada en plena cara.

-¡¿Y que yo bailara con Sam lo justifica?! ¡Eh! ¿Acaso que yo bailara con el durante dos minutos justifica que me dejaras sola en una fiesta rodeada de tipos que querían darme por el culo? ¿¡Justifica eso que casi me da un coma etílico por tu culpa!? ¿¡Justifica eso que te lo hallas tirado delante de mis narices!? ¡Eh! ¡Si intentas justificarte, olvídalo, yo tampoco voy a perdonarte! – la barbilla empezó a temblarme en cuanto terminé de gritarle. Santana se quedó callada unos segundos, mirándome con el entrecejo fruncido.
No se lo esperaba. Lo que acababa de decirle no se lo esperaba para nada, pero aún así, sonrió con pura malicia y me agarró de la barbilla con los dedos de una mano, apretando, obligándome a cruzar nuestras miradas.

-Pues si tú no piensas perdonarme y yo a ti tampoco, creo que tenemos un problema. Yo diría que… ¿Cómo se dice? ¿Hemos roto? – apreté los puños. Deseaba escupirle a la cara. – Te tomas las cosas demasiado en serio. Te la han jugado, sí, unos cuantos. Tu novia, tu novio, tus mejores amigas. ¿En quién vas a confiar ahora? ¿Qué vas a hacer ahora que estás sola? – fruncí los labios. Me temblaba la barbilla y me dolía la garganta, a punto de llorar otra vez. Tragué saliva. Que patética.

-Te odio. – Santana sonrió, estrechando los ojos.

-Era de suponer que tarde o temprano ocurriría. No ibas a estar detrás de mi culo eternamente. De todas formas, tengo que reconocer que ha sido divertido mientras duró. Ha sido mi mejor experiencia en la cama y siendo una chica. ¡Eso tiene mérito! Ahora que tú tienes claras tus preferencias por los coños, yo volveré a las andadas con los cuerpos prominentes. Es una pena. De verdad, me vuelves loca, Muñeca… – me dio un descarado lametón en los labios y me abalancé sobre ella para morderle la lengua, pero me sujetó bien la cara, apretándome la barbilla. Me empujó hacía atrás y se levantó del suelo.
Así de fácil. Así de fácil… así de fácil… ¡Así de fácil!
Las lágrimas empezaron a descender por mis mejillas sin control, alocadas. Me llevé las manos a la cara, intentando contenerlas sin éxito alguno. El agujero en el pecho, la humillación, la desesperación…
Y a ella le daba igual. Completamente igual.
Ni siquiera había tenido la oportunidad de decírselo.

-Te acostaste… con el… de verdad… - Santana alzó una ceja, fría como el hielo. Alcé la cabeza desde el suelo. El cuerpo me temblaba como una hoja. – Eres una idiota. – me levanté, apoyándome en la pared que había a mi espalda y la miré hecha una furia, con las lágrimas resplandecientes bañando mi rostro. - ¡Eres una idiota! ¡La que lo da todo por ti soy yo, la que renuncia a miles de cosas por ti soy yo, la que se arriesga soy yo, la que aguanta que la señalen con el dedo por la calle soy yo, la que soporta tus caprichos de chula de mierda soy yo! ¡La que te quiere soy yo! – la empujé tan fuerte que la hice retroceder unos centímetros cuando ni la mismísima Sparky lo había conseguido con un puñetazo. - ¡Soy yo la que está enamorada de ti, no Sam! – celos, oh dios, celos. Esa sensación tan enfermiza sólo podían ser celos.
Nuestras caras quedaron separadas por escasos dos centímetros.

-¡Quería que me follaras a mí, allí, en ese momento delante de todos esos mierdas! ¡A mí! ¡No a el! ¡Sobre la mesa! ¡Tómame a mí, aquí y ahora, y no a el porque soy yo la que te ama! ¡Házmelo ahora!
A la cara, todo a la cara.
Oh… oh, dios mío…
¿Qué he dicho? ¿Qué demonios acabo de soltarle? ¿Por qué, cómo? ¿Cómo puedo ser tan estúpida? ¿Cómo puedo humillarme yo sola aún más? Hundirme. Por completo. ¡Y a Santana no le importa! ¿Por qué no? ¿¡Por qué no!?
Me tapé la boca con las manos, jadeando. Llorando. No me atrevía a mirarla a la cara. Quería desaparecer. Quería morir. Si hubiera tenido algo afilado a mano lo hubiera utilizado sin pensar, pero como no era así, opté por huir como el perro cobarde que era.
Le di la espalda, pero antes de dar un solo paso, Santana me agarró del brazo con una fuerza titánica.

-¿Enamorada? – gruñó. - ¿Amor? No me hables de amor. No me hagas reír. Llevamos follando juntas desde hace seis meses y es ahora, precisamente ahora cuando me hablas de amor. ¿¡Que coño sabes tú del amor!? – me giré enseguida y la miré, sorprendida a más no poder.
Santana acababa de perder los estribos, así, de repente al hablarle de amor. Nunca, en esos seis meses la había visto perder los estribos así. Siempre estaba tan calmada, tan segura de sí misma, tan manipuladora y fría.
Y precisamente al hablarle de amor.

-¿Y tú? ¿Qué mierda sabrás tú sobre amor? – le respondí con otra pregunta envenenada. A Santana le brillaban los ojos en la penumbra.

-Que no existe. Que es un invento absurdo, una excusa inexistente para darle a las personas un motivo para poder follar a gusto y sin remordimientos. Una excusa para no tener que compararnos con los animales que somos, para creernos superiores a ellos. El amor no existe. Es algo ridículo. – una respuesta clara que dejaba ver una ranura de su mente por la que podía colarme con facilidad. Santana no creía en el amor, en ninguna clase de amor.
Di un paso hacía ella. Nuestras frentes se rozaron. Un choque chispeante entre nuestras miradas.

-Que tú nunca hallas recibido la menor muestra de afecto no significa que no exista. El único animal que hay entre nosotras eres tú, Santana. La única que no ha recibido y que a cambio no siente. La única monstruo. – Santana se quedó callada, observándome fijamente, analizándome. Quizás no supiera que decir, quizás le acabara de hacer daño. Quizás…

-Creo que prefiero ser un animal a ser tan patética como tú. – No. No le había hecho daño. Era de esperar.
Me limpié un par de lágrimas con la mano. Volvieron a salir enseguida y me rendí a ellas al fin.

-Pues yo no. – negué con la cabeza. – ¿No te has parado a pensar ni por un momento que nosotras no servimos al futuro? Dos chicas follando. ¿Qué sentido biológico tiene eso, eh? ¡Ninguno! ¡No hay descendencia, no hay genes de por medio! ¡No pretendemos perpetuar la especie, sólo queremos amarnos como personas, no como perros en celo! ¡Precisamente por eso esa clase de amor es mucho más pura que cualquier otra! ¡Pero tú no entiendes nada y por eso no sientes nada!

-Pues enséñamelo. – rápido y fuerte como ella sola, me agarró los brazos y los alzó frente a su cara, apoyándolos en sus hombros, mirándome severa, con los ojos de tigre enjaulado deseando salir. – Muéstrame ese supuesto amor. Dámelo, todo, lo quiero entero. – apoyó su frente sobre la mía, presionando ligeramente en ella. La rodilla entre mis piernas, apretando, excitándome con su sensual voz. Jadeaba sobre mis labios, imitando mi desesperada respiración. - Demuéstrame su profundidad, su fuerza, sus movimientos, su límite, su deseo. Muéstrame tu amor, totalmente desnudo. - tragué saliva. Ella pareció observar el movimiento de mi garganta con sumo interés. - ¿O tienes miedo de mí?

-¿Acaso debería temerte? – pese a mis palabras, los latidos exaltados de mi corazón me delataban. Y más aún, más expuesto cuando apoyó la mano en mi pecho, cronometrando los latidos con saña.

-Sí, si de verdad estás enamorada. Puedo aplastar tu amor con un solo dedo. Puedo demostrarte fácilmente que amor es una palabra sin significado y puedo enseñarte que la pureza no entra en el término de calentar pollas, da igual si eres hombre o mujer. ¿Quieres comprobarlo? Destrozaré todos tus sueños, uno a uno. Sólo tienes que decir, sí.

-¿Y si digo que no? – Santana ladeó la cabeza, con la sonrisa intacta.

-¿Vas a concedernos el beneficio de la duda por miedo a perder contra mí? – suspiré sobre su boca entreabierta, con toda la rabia y el deseo que experimentaban mis sentidos. La miré fijamente con los ojos entornados, seria. La expresión de Santana era de puro gozo, repleto de ansia, de ganas de que le siguiera el juego.

-No te tengo miedo.

-Lo sé. – rozó su nariz con la mía, acosándome con los labios. Buscaba mi boca, pedía que se la entregara para penetrarla con su lengua, con los labios entreabiertos. Le giré la cara, con la respiración más que acelerada, frenética. – Eres la único que puede decir eso de verdad. – empezó a pasear la punta de la lengua por mi cuello. Me estremecí entera con sus manos acariciándome el pelo, reteniéndolo entre sus dedos, jugando conmigo. Jugando.
La empujé con fuerza, separándola de mí, contra la pared de enfrente. Mi mano en su pecho, subiendo arriba y abajo al ritmo ansioso de su respiración.

-¿Lo quieres? ¿Quieres mi amor para ti sola? ¿Para utilizarlo, para divertirte jugando? ¿Para correrte encima de él? ¿Lo quieres? - ¿Acaso hacía falta preguntarlo? Su expresión lo decía todo. Los ojos brillantes, entrecerrados y maliciosos, las mejillas levemente ruborizadas, los labios húmedos, siendo recorridos por la lengua mojada, empapada. La mirada pendiente, analizando cada movimiento de mi cuerpo.
Me llevé las manos al principio del vestido y me la saqué de un tirón, sacudiéndome el pelo en un movimiento que pareció excitarla, pillándola desprevenida. Le tiré el vestido a la cara.
Me recorrí con una mano el torso, delineando un camino con el dedo índice, desde el principio de la ingle hasta mi hombro. Entreabrí la boca para darle el gusto de poder contemplar la lengua que quería atrapar entre sus labios y los míos.

-Si lo quieres, ven a por él. – y le di la espalda, adentrándome en el salón siendo perseguido por mi acosadora particular desde la sombra mientras me deshacía de los tacos con facilidad. Santana pareció pensárselo unos segundos. – Soy toda tuya, Santana. ¿Me quieres o no?
Su sonrisa diabólica no varió ni un instante mientras se sacaba el vestido. Su lengua no se cansaba de jugar entretenida con la comisura del labio.

Si Santana quería guerra, no sería yo quien se la negara.
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Mensaje por minerva ortiz Sáb Jul 19, 2014 8:42 pm

Ammmm entonses britt ya perdono a san.....nos leemos luego.....;)
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Mensaje por 3:) Sáb Jul 19, 2014 10:00 pm

ame a san vengándose de sam y Sparky por todo,...
intenso el curse de las dos,.. de a ver como termina la noche y si ahí muestra de amor o no???,...
y y a ver si britt la perdona a san y al tina y rachel!!!

nos vemos!!
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Mensaje por nataalia Sáb Sep 27, 2014 4:42 pm

Vueelve porfa!
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Mensaje por andrenina89 Mar Nov 11, 2014 3:04 pm

Por que tiran al abandono historias tan buenas ojala algún día la terminen
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