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Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
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Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
¡Hola chicas! Seguramente no me reconocerán, seguramente pensarán que salté de la nada y, definitivamente, es así, soy nueva por acá pero eh leído Fanfics Brittana desde enero de este año y, debo admitir, me han encantado muchísimas historias de esta hermosa pareja. Me creé esta cuenta hace poco para poder comentar y aprender mas de este Foro dedicado a mi serie favorita. Eh querido escribir pero por ahora creo que dejaré esta adaptación de esta bella historia.
Sin mas, acá está la sinopsis.
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Brittany Pierce, periodista australiana muy reconocida en su país, está escribiendo un artículo sobre Santana López, una cantante de rock norteamericana que confiesa públicamente su lesbianismo.
Cuando Brittany ve a San en concierto por primera vez comienza a sentir un vivo interés por esa morena de cuerpo espectacular y voz aterciopelada, interés que se convierte paulatinamente en una irrefrenable atracción.
San inicia una gira por Australia y Brittany se encarga de su cobertura informativa, con lo que la relación entre ambas se va haciendo cada vez más estrecha. Brittany vive con sorpresa y escepticismo esta nueva experiencia, si bien acaba aceptando su auténtica orientación aunque de momento no se vea con fuerzas para comprometerse. San teme caer en la vieja trampa: acabar en los brazos de una mujer que en realidad no es lesbiana.
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Y, ¿qué les parece? ¡Ojalá les agrade esta historia!
Sin mas, acá está la sinopsis.
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Brittany Pierce, periodista australiana muy reconocida en su país, está escribiendo un artículo sobre Santana López, una cantante de rock norteamericana que confiesa públicamente su lesbianismo.
Cuando Brittany ve a San en concierto por primera vez comienza a sentir un vivo interés por esa morena de cuerpo espectacular y voz aterciopelada, interés que se convierte paulatinamente en una irrefrenable atracción.
San inicia una gira por Australia y Brittany se encarga de su cobertura informativa, con lo que la relación entre ambas se va haciendo cada vez más estrecha. Brittany vive con sorpresa y escepticismo esta nueva experiencia, si bien acaba aceptando su auténtica orientación aunque de momento no se vea con fuerzas para comprometerse. San teme caer en la vieja trampa: acabar en los brazos de una mujer que en realidad no es lesbiana.
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Y, ¿qué les parece? ¡Ojalá les agrade esta historia!
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Suena muy bien, una pregunta me puedes dar el autor de libro por favor espero el 1er cap
Heya Morrivera********- - Mensajes : 633
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Edad : 35
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
se ve interesante!!! síguelo!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptada) Capítulo 2.
Antes de irme, quería dejar el primer capítulo. Ojalá sea de su agrado.
Heya Morrivera El nombre de la autora es Ann O'Leary :)
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Capítulo 1.
Bittany Pierce avanzó hacia su asiento en la tribuna de prensa. El Melbourne Concert Hall estaba lleno hasta los topes y los aplausos eran ensordecedores. La banda telonera, un grupo de blues compuesto de mujeres, acababa de terminar su actuación y estaba saliendo. Parecía que había dejado al público preparado para el acontecimiento principal. La tribuna recorría todo un lado del escenario. Brittany vio que el fotógrafo que le habían asignado estaba en el otro extremo y lo saludó con la mano. Cuando se sentó en su butaca, el aplauso se apagó para dar paso al clamor entusiasta de miles de voces.
Se encendieron las luces de la sala y Brittany miró a su alrededor. Los espectadores se agitaban en los asientos, llamaban a sus amigos, reían y hablaban en voz alta. La expectación electrizaba el ambiente. No se sorprendió al ver que casi la totalidad del público era femenino; todo el mundo sabía que la mujer a la que habían ido a ver aquella noche era lesbiana. Era sábado por la noche y se celebraba el primer concierto de la gira por la costa este de Australia de la famosísima cantante de rock estadounidense Santana López. Las luces se empezaron a atenuar y en el auditorio se hizo el silencio. Cuando la iluminación desapareció por completo, el escenario se fue tiñendo de rosa lentamente. Unos haces de luz de un azul intenso bañaron el telón de fondo, trazando rayas en el rosa, y el humo artificial le dio un aire brumoso al ambiente. A los lados de la luz tenue, Brittany podía ver a los músicos, la batería, los teclados y las guitarras relucientes. De repente, un potente foco iluminó el centro del escenario y apareció Santana López.
La multitud se volvió loca; las mujeres saltaron de sus asientos, gritando y vitoreando. Santana abrió los brazos y se quedó quieta, sonriendo, durante un par de minutos, como si estuviera esperando a que se calmaran.
Brittany había visto fotos que retrataban a Santana López como una mujer atractiva, pero estaba claro que ninguna le había hecho justicia. Tenía el pelo negro luminoso, bastante largo por más debajo de los hombros, un poco más largo en las puntas, con un provocativo estilo, natural y revuelto. Lucía un bonito bronceado y su piel parecía radiante. Llevaba unos pantalones negros ceñidos, de viscosa brillante, y una chaqueta suelta a juego, arremangada de manera informal. La chaqueta estaba abierta y dejaba ver la parte superior de un bikini de color fucsia. Tenía un cuerpo espectacular, y Brittany llegó a la conclusión de que era una mujer muy sexy.
—Hola a todos. Me alegro mucho de estar aquí—
Dijo Santana, y el público grito más aún. Tenía una voz grave y seductoramente ronca, con un leve y aterciopelado acento sureño. Unos segundos después, el grupo hizo sonar la introducción de Take a Chance, su último éxito, y empezó el espectáculo.
A medida que se desarrollaba el concierto, Brittany se iba quedando cada vez más embelesada. Santana tenía una voz potente y cargada de pasión. La actuación, enérgica, emocional y con un desenfado sexual subyacente, estaba perfectamente equilibrada por su calidez y su sentido del humor. Había momentos en los que Santana tocaba la guitarra mientras cantaba, y otros, cuando cantaba una balada, en los que se paseaba por el escenario y parecía cantar exclusivamente para alguna de las mujeres que la adoraban. Tenía un carisma enorme, y a Julia no le pareció sorprendente que hubiera mujeres que se levantaban para acercarse al escenario. Algunas bailaban en los pasillos y el personal de seguridad se afanaba en bajar del escenario y contener a un grupo de admiradoras demasiado entusiastas. Parecía que Santana se estaba divirtiendo, y el concierto duró media hora más de lo previsto.
Las oficinas de la revista The Entertainer, donde trabajaba Brittany, se hallaban en el céntrico barrio de negocios donde se agrupaban todos los periódicos importantes y otras publicaciones. El lunes, a primera hora de la mañana, Brittany se reunió con Adele Winters, la directora de la revista, para presentarle su crítica de Santana López. El número de aquel mes estaba listo para entrar en imprenta y habían reservado un hueco para el artículo de Brittany.
Adele tenía cerca de cincuenta años, y llevaba el pelo, de color negro, estilo paje. Tenía canas, pero eran mechas de peluquería, sutiles y colocadas con mucho cuidado. Sus oscuros ojos brillaban como el azabache, lo que hacía imposible mirarla fijamente. Cuando termino de leer la crítica de Brittany, se echó hacia atrás en la silla, llamó a su secretaria por el interfono para pedirle que les llevara café y le dio una calada al cigarrillo. Estaba prohibido fumar en el edificio. Brittany recordó cierta ocasión en la que, en su presencia, un representante del departamento de administración con pinta de solicito, aunque algo tembloroso, había intentado recordarle las normas a Adele. «Oh, vete a la mierda — había soltado ella, haciendo un gesto desdeñoso con la mano— , ¡y deja de hacerme perder el puto tiempo! Y, por el amor de Dios, diles a esos gilipollas grises y aburridos de arriba que se busquen la vida.»
Adele miró Brittany a través del humo.
—Bueno, parece que te ha dejado una impresión de la hostia— dijo-. ¿Es que esa mujer no hace nada mal? Brittany sonrió ante el tono lacónico de su jefa.
— No. Tengo que decir que el concierto fue espectacular y que Santana López es una de las mejores intérpretes que he visto en mi vida.—
En aquel momento llegó el café, y vio como Adele se ponía tres cucharadas cargadas de azúcar en la taza. Suponía que aquello era lo que mantenía con vida a su jefa, porque nunca la había visto comer nada, y estaba tan delgada que daba pena. Brittany bebió un trago antes de seguir.
— Su agente se ha puesto en contacto contigo para conseguir algo de publicidad local, ¿verdad? Me gustaría entrevistar a Santana para el número del mes que viene.
— ¡Qué bien!—. Exclamó Adele, con los ojos brillantes por un interés repentino— . Quería ver tu crítica antes de comprometernos. He visto a muchos artistas extranjeros famosos que vienen aquí e, inesperadamente, quedan como el culo ante el público australiano, pero, a juzgar por tu opinión, parece que la popularidad de esta chica va en aumento.—
Y no soy la única que se ha quedado pasmada. ¿Has visto las críticas que han publicado The Weekend Australian y The Age esta mañana?
Adele soltó un resoplido despectivo.
—Ya, pero muchas de esas reseñas no me las tomo en serio. A la mitad de esos gacetilleros les encanta lamerles el culo a los famosos.—
Brittany puso los ojos en blanco y río entre dientes. Adele tomó un poco de café y se quedó pensativa —. Puedo convertirla en la chica de la portada del mes que viene. Llamaré a su agente para concertar una entrevista. Sé que se quedan en Melbourne hasta el jueves. —
Con una floritura y un clic de su costoso encendedor de oro, se encendió otro cigarrillo-. Quizá puedas sacar algo interesante desde la perspectiva lesbiana; algo sobre lo que todavía no se haya hablado, claro. Brittany cogió la cucharilla y removió el café con aire distraído, mientras pensaba en la actuación del sábado por noche. Recordó algunas de las canciones de Santana, apasionadas letras, lo arrebatadora que estaba y la sutil pero inconfundible sexualidad que proyectaba al público. Había revolucionado a miles de mujeres.
— Si —murmuró—, eso podría ser interesante.
Heya Morrivera El nombre de la autora es Ann O'Leary :)
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Capítulo 1.
Bittany Pierce avanzó hacia su asiento en la tribuna de prensa. El Melbourne Concert Hall estaba lleno hasta los topes y los aplausos eran ensordecedores. La banda telonera, un grupo de blues compuesto de mujeres, acababa de terminar su actuación y estaba saliendo. Parecía que había dejado al público preparado para el acontecimiento principal. La tribuna recorría todo un lado del escenario. Brittany vio que el fotógrafo que le habían asignado estaba en el otro extremo y lo saludó con la mano. Cuando se sentó en su butaca, el aplauso se apagó para dar paso al clamor entusiasta de miles de voces.
Se encendieron las luces de la sala y Brittany miró a su alrededor. Los espectadores se agitaban en los asientos, llamaban a sus amigos, reían y hablaban en voz alta. La expectación electrizaba el ambiente. No se sorprendió al ver que casi la totalidad del público era femenino; todo el mundo sabía que la mujer a la que habían ido a ver aquella noche era lesbiana. Era sábado por la noche y se celebraba el primer concierto de la gira por la costa este de Australia de la famosísima cantante de rock estadounidense Santana López. Las luces se empezaron a atenuar y en el auditorio se hizo el silencio. Cuando la iluminación desapareció por completo, el escenario se fue tiñendo de rosa lentamente. Unos haces de luz de un azul intenso bañaron el telón de fondo, trazando rayas en el rosa, y el humo artificial le dio un aire brumoso al ambiente. A los lados de la luz tenue, Brittany podía ver a los músicos, la batería, los teclados y las guitarras relucientes. De repente, un potente foco iluminó el centro del escenario y apareció Santana López.
La multitud se volvió loca; las mujeres saltaron de sus asientos, gritando y vitoreando. Santana abrió los brazos y se quedó quieta, sonriendo, durante un par de minutos, como si estuviera esperando a que se calmaran.
Brittany había visto fotos que retrataban a Santana López como una mujer atractiva, pero estaba claro que ninguna le había hecho justicia. Tenía el pelo negro luminoso, bastante largo por más debajo de los hombros, un poco más largo en las puntas, con un provocativo estilo, natural y revuelto. Lucía un bonito bronceado y su piel parecía radiante. Llevaba unos pantalones negros ceñidos, de viscosa brillante, y una chaqueta suelta a juego, arremangada de manera informal. La chaqueta estaba abierta y dejaba ver la parte superior de un bikini de color fucsia. Tenía un cuerpo espectacular, y Brittany llegó a la conclusión de que era una mujer muy sexy.
—Hola a todos. Me alegro mucho de estar aquí—
Dijo Santana, y el público grito más aún. Tenía una voz grave y seductoramente ronca, con un leve y aterciopelado acento sureño. Unos segundos después, el grupo hizo sonar la introducción de Take a Chance, su último éxito, y empezó el espectáculo.
A medida que se desarrollaba el concierto, Brittany se iba quedando cada vez más embelesada. Santana tenía una voz potente y cargada de pasión. La actuación, enérgica, emocional y con un desenfado sexual subyacente, estaba perfectamente equilibrada por su calidez y su sentido del humor. Había momentos en los que Santana tocaba la guitarra mientras cantaba, y otros, cuando cantaba una balada, en los que se paseaba por el escenario y parecía cantar exclusivamente para alguna de las mujeres que la adoraban. Tenía un carisma enorme, y a Julia no le pareció sorprendente que hubiera mujeres que se levantaban para acercarse al escenario. Algunas bailaban en los pasillos y el personal de seguridad se afanaba en bajar del escenario y contener a un grupo de admiradoras demasiado entusiastas. Parecía que Santana se estaba divirtiendo, y el concierto duró media hora más de lo previsto.
Las oficinas de la revista The Entertainer, donde trabajaba Brittany, se hallaban en el céntrico barrio de negocios donde se agrupaban todos los periódicos importantes y otras publicaciones. El lunes, a primera hora de la mañana, Brittany se reunió con Adele Winters, la directora de la revista, para presentarle su crítica de Santana López. El número de aquel mes estaba listo para entrar en imprenta y habían reservado un hueco para el artículo de Brittany.
Adele tenía cerca de cincuenta años, y llevaba el pelo, de color negro, estilo paje. Tenía canas, pero eran mechas de peluquería, sutiles y colocadas con mucho cuidado. Sus oscuros ojos brillaban como el azabache, lo que hacía imposible mirarla fijamente. Cuando termino de leer la crítica de Brittany, se echó hacia atrás en la silla, llamó a su secretaria por el interfono para pedirle que les llevara café y le dio una calada al cigarrillo. Estaba prohibido fumar en el edificio. Brittany recordó cierta ocasión en la que, en su presencia, un representante del departamento de administración con pinta de solicito, aunque algo tembloroso, había intentado recordarle las normas a Adele. «Oh, vete a la mierda — había soltado ella, haciendo un gesto desdeñoso con la mano— , ¡y deja de hacerme perder el puto tiempo! Y, por el amor de Dios, diles a esos gilipollas grises y aburridos de arriba que se busquen la vida.»
Adele miró Brittany a través del humo.
—Bueno, parece que te ha dejado una impresión de la hostia— dijo-. ¿Es que esa mujer no hace nada mal? Brittany sonrió ante el tono lacónico de su jefa.
— No. Tengo que decir que el concierto fue espectacular y que Santana López es una de las mejores intérpretes que he visto en mi vida.—
En aquel momento llegó el café, y vio como Adele se ponía tres cucharadas cargadas de azúcar en la taza. Suponía que aquello era lo que mantenía con vida a su jefa, porque nunca la había visto comer nada, y estaba tan delgada que daba pena. Brittany bebió un trago antes de seguir.
— Su agente se ha puesto en contacto contigo para conseguir algo de publicidad local, ¿verdad? Me gustaría entrevistar a Santana para el número del mes que viene.
— ¡Qué bien!—. Exclamó Adele, con los ojos brillantes por un interés repentino— . Quería ver tu crítica antes de comprometernos. He visto a muchos artistas extranjeros famosos que vienen aquí e, inesperadamente, quedan como el culo ante el público australiano, pero, a juzgar por tu opinión, parece que la popularidad de esta chica va en aumento.—
Y no soy la única que se ha quedado pasmada. ¿Has visto las críticas que han publicado The Weekend Australian y The Age esta mañana?
Adele soltó un resoplido despectivo.
—Ya, pero muchas de esas reseñas no me las tomo en serio. A la mitad de esos gacetilleros les encanta lamerles el culo a los famosos.—
Brittany puso los ojos en blanco y río entre dientes. Adele tomó un poco de café y se quedó pensativa —. Puedo convertirla en la chica de la portada del mes que viene. Llamaré a su agente para concertar una entrevista. Sé que se quedan en Melbourne hasta el jueves. —
Con una floritura y un clic de su costoso encendedor de oro, se encendió otro cigarrillo-. Quizá puedas sacar algo interesante desde la perspectiva lesbiana; algo sobre lo que todavía no se haya hablado, claro. Brittany cogió la cucharilla y removió el café con aire distraído, mientras pensaba en la actuación del sábado por noche. Recordó algunas de las canciones de Santana, apasionadas letras, lo arrebatadora que estaba y la sutil pero inconfundible sexualidad que proyectaba al público. Había revolucionado a miles de mujeres.
— Si —murmuró—, eso podría ser interesante.
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
me gusto el primer capitulo,...
se ve que britt se llevo una buena primer impresión con san,...
a ver como va la futura entrevista!!!
nos vemos!!
se ve que britt se llevo una buena primer impresión con san,...
a ver como va la futura entrevista!!!
nos vemos!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
FANFIC BRITTANA: CANCIONES PARA BRITTANY (ADAPTADA) CAPÍTULO 2
En el capítulo anterior puse que era el número dos y perdón por eso, equivocación mía, este sería el 2 :)
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Capítulo 2.
El martes a la diez de la mañana, Santana estaba tumbada en la cama de la habitación del hotel, apoyada en un codo y con The Entertainer abierto al lado. Estaba comiéndose una tostada y tenía una bandeja con los restos del desayuno a los pies de la cama. Su grupo había actuado el domingo y el lunes por la noche, con lo que había concluido la etapa de Melbourne en su gira, y se estaban tomando un descanso de un par de días para hacer un poco de turismo antes de partir el jueves hacia Sydney. Danny Goldman, su agente, caminaba de un lado a otro de la habitación.
—Es un comienzo genial—dijo-. Sencillamente esa es la revista de tirada nacional que marca el paso de todas las demás publicaciones: todo el mundo se toma en serio lo que tenga que decir sobre cualquier espectáculo importante. —Llevaba un traje liviano, de color oscuro y bien confeccionado, y una camisa carmesí con el cuello abierto. Mientras caminaba, mantenía una mano en el bolsillo y, con frecuencia, se pasaba la otra por el pelo negro y perfectamente alisado—.Esta crítica tan buena nos allana el camino para el resto de la gira, y hemos tenido la suerte de que el número de este mes haya coincidido con los primeros conciertos.
—Le lanzó una mirada—. ¡Gracias a eso, el disco se venderá por aquí como churros, San! Lo digo en serio
Santana terminó la tostada y se desperezó lánguidamente.
— Sí, Danny, es fantástico, pero cálmate, cielo, que me estas mareando de tanto ir de un lado para otro. Su agente resopló, exasperado, y Santana rió entre dientes. Siempre estaba inquieto como un siluro colgando de una caña, y ella siempre le decía: «Cálmate, cielo». — Bien, no olvides que esta tarde a las cuatro y media tienes una entrevista con Brittany Pierce. Es la que escribió esa crítica tan elogiosa, y tengo entendido que es un peso pesado: una de las redactoras estrella de la revista. Se dice que una reseña suya puede suponer el éxito o la ruina para un espectáculo, así que más te vale ser rematadamente encantadora con ella. Santana sonrió y le hizo ojitos.
— Oh, no te preocupes por eso, cielo. Seré muy amable con ella. Danny volvió a suspirar y se pasó la mano por el pelo, en un gesto nervioso. Santana se echó a reír. Le gustaba burlarse de él, porque nunca sabía cuando estaba bromeando. Danny sacudió la cabeza con desconcierto y se marchó.
A las cuatro y media en punto, Brittany llamó a la puerta de la habitación del hotel. Cuando Santana abrió, pareció levemente impresionada, como si se sorprendiera de verla. Brittany sonrió. — Me esperabas, ¿verdad? Soy Brittany Pierce. Entonces Santana le dedico una amplísima sonrisa. — Por supuesto que te esperaba. Adelante, Brittany. Es un placer conocerte. Se estrecharon las manos y, mientras la periodista se sentaba en el sofá, sacaba la libreta y dejaba la grabadora sobre la mesita, Santana llenó un vaso de agua y se sirvió un bourbon con hielo. Santana se había puesto unos vaqueros negros y una camiseta blanca de tirantes. No llevaba nada de maquillaje, salvo un poco de rímel para oscurecerse las pestañas, y estaba aún más atractiva que en el escenario. Tenía esa tez radiante que poseen las morenas, y que adquiere con mucha facilidad un bronceado color miel. Brittany observó que, mientras llevaba bebidas, se movía con suavidad y pausadamente, con leve balanceo de caderas, algo que contrastaba mucho la agilidad y la energía que había mostrado sobre el escenario.
Santana le dio el agua y se sentó en el sofá de enfrente. Le dirigió una sonrisa cálida, la miro directamente a los ojos y le sostuvo la mirada, mientras decía, con su voz aterciopelada y melódica: — Cuando quieras podemos empezar, reina. Los ojos de Santana eran de un café oscuro e intenso. Aunque estaban llenos de afecto y simpatía, Brittany se sentía incomoda ante aquella mirada cautivadora. Con torpeza, intentó tomar notas y se le cayó el bolígrafo al suelo.
— Parece que esta tarde estoy un poco patosa— dijo. — No pasa nada, cielo—replicó Santana con dulzura —No hay prisa. Brittany empezó con las preguntas. Se había escrito mucho sobre la cantante y sabía que repasaría mucho terreno trillado, pero la dejó hablar, a la espera de ese momento especial, el momento en que surgiera algo de donde pudiera sacar un artículo.
Santana tenía 24 años, y había nacido y crecido en Atlanta, Georgia. Sus padres habían muerto en un accidente de tráfico hada casi diez años y tenía una hermana que vivía en Chicago, con su marido y sus tres hijos, a la que veía de vez en cuando. Después de terminar secundaria, había estudiado música a tiempo parcial en la universidad del estado de Georgia, al tiempo que empezaba a profesionalizarse. Durante siete años había trabajado en bares y discotecas con diversos grupos, por lo general haciendo coros, hasta que le surgió una oportunidad con una banda de blues que en aquella época era muy famosa en Atlanta.
— Me contrataron como solista y, a partir de entonces, empezaron a ir bien las cosas. También fue allí donde conocí a Ruby, hace ocho años. Tiene mucho talento, ¿sabes? En los créditos de mis discos verás que trabajamos juntas en los arreglos de muchas de mis canciones. En esa banda de blues tocaba los teclados y la guitarra, y hacia coros, igual que ahora conmigo.
—Los cubitos de hielo tintinearon cuando bebió un trago de bourbon— .Nos caímos bien de entrada y desde entonces ha sido mi mejor amiga. — Y, a partir de ahí, ¿cómo seguiste?
—Bueno, ya sabes, empecé a conocer a la gente correcta en las discográficas, grabé coros para varios discos y, al cabo de cierto tiempo, monte mi propio grupo. Fue proceso de ensayo y error, hasta que conseguí dar con un sonido característico, y tuve un par de grupos antes de sentirme satisfecha con lo que estaba haciendo.
—¿Fue entonces cuando empezaste a interpretar tus propias canciones?
—Sí. Hace unos cinco años me hice notar con el rock “bluseado» que hago ahora. Cuando conseguí el primer contrato de grabación tenía a Ruby a bordo y, a partir de ahí, todo salió rodado. Brittany estaba impresionada por la actitud relajada y modesta con la que hablaba de su trayectoria profesional, y por la poca importancia que daba a su enorme fama y éxito. El primer disco de Santana había salido a la venta tres años antes y había alcanzado inmediatamente los primeros puestos de la lista de éxitos en Estados Unidos. Hacía seis meses que había sacado su tercer disco y había pasado tres meses de gira por su país antes de llegar a Australia para su primera gira internacional.
— ¿Y sigues viviendo en Atlanta?
— pregunto Brittany. La expresión de los ojos de Santana se tornó ausente, y sonrió.
— Oh, no, reina, vivo en Savannah. A Brittany se le aceleró el pulso. «Savannah.» Era un lugar sobre el que había leído y del que le habían hablado unos cuantos amigos que habían estado allí, y en su mente era un lugar mágico, hermoso y excéntrico, que deseaba visitar algún día. Había estado un par de veces en la costa oeste, en breves viajes de trabajo, pero no había llegado tan al sur.
En el acto imaginó a Santana escribiendo sus canciones en una de aquellas maravillosas casas antiguas que había visto en las películas, inspirándose en el paisaje y en los coloridos personajes que, imaginaba, vivían allí. Le habría gustado hacerle la pregunta antes; era una de esas cosas en las que podía basar un artículo: la vida de Santana en aquel lugar fascinante y húmedo, rodeado por los pantanos y el mar. Echó un vistazo al reloj y se sorprendió al ver que eran cerca de las seis y media. Habían estado hablando durante casi dos horas y se imaginaba que Santana no quería seguir con la entrevista durante mucho tiempo más. Santana se puso en pie, se acercó al minibar, volvió la cabeza y dijo con naturalidad:
—No me has preguntado por mi vida sexual. Es lo que suelen hacer los periodistas.
— Estaba sonriendo, de buen humor.— ¿Te apetece tomar algo más?
—Oh, no, gracias. Brittany se asomó a la ventana. Estaban en mayo, faltaba poco para el invierno y ya empezaba a anochecer. Las luces de los edificios de la ciudad brillaban en el ocaso y, a lo lejos, podía ver la bahía Port Philip, un destello plateado bajo aquella luz.
—De día debes de tener unas vistas geniales—comentó.
—Sí, son espectaculares. Brittany oyó el tintineo de los cubitos de hielo y se giró hacia Santana, que estaba tomando su bebida y mirándola. Vio que, de manera casi imperceptible, desviaba la vista de sus piernas y su cuerpo y la fijaba en sus ojos.
—Si quieres que te sea sincera— dijo-, tenía intención de preguntarte sobre esa parte de tu vida, pero después de conocerte me parece irrelevante. Quiero decir, ¿qué te podría preguntar? ¿Si ser lesbiana te supone un problema en el trabajo? Es evidente que no. Tampoco creo que tenga importancia cuando te dieras cuenta, ¿verdad? — Sonrió-. Desde luego, si tienes algún amor en tu vida del que quieras hablarme, me serviría para el artículo. Santana sonrió y sacudió la cabeza.
— Me temo que no, cielo. Con eso no te puedo ayudar. Brittany empezó a recoger sus cosas.
— Si tuviéramos más tiempo, me gustaría mucho hablar contigo de tu vida en Savannah. Es un lugar que siempre me ha intrigado.
— ¿Por qué no cenamos juntas?— se apresuró a decir Santana. Julia se sorprendió y vaciló un instante—.Te diré todo lo que quieras saber sobre Savannah — añadió, con una sonrisa cautivadora. Brittany se echó a reír.
— Bueno, ¿cómo podría rechazar semejante oferta? ¿Adónde te gustaría ir —A algún lugar muy tranquilo y relajado. Llevo tanto tiempo lejos de casa que estoy harta de los restaurantes ruidosos. En realidad, podríamos quedarnos aquí y pedir algo al servicio de habitaciones. La comida es bastante buena.
Brittany lo pensó un momento.
—Si de verdad quieres un lugar tranquilo y relajado, podrías venir a mi casa. Está a solo diez minutos de aquí, en East Melbourne, y es mucho más acogedora que esta habitación. Pensaba prepararme algo sencillo. Si te apetece, estas invitada.—
Sonrió — . Aunque me temo que no será alta cocina. Santana parecía encantada con la idea.
— Si no tienes inconveniente, me parece fantástico. No he estado en una casa desde hace meses. Me encantaría. Brittany le apuntó su dirección.
— Ven sobre las ocho. Te estaré esperando.
Cuando cerró la puerta detrás de Brittany, Santana se preguntó por qué estaba haciendo aquello. La había visto guardar las notas y la grabadora y, de pronto, había tenido la abrumadora sensación de que no quería que se fuera. Sin pensarlo, le había propuesto cenar juntas, y se alegraba muchísimo de que hubiera aceptado. Sin duda, Brittany sería una compañía encantadora e inteligente, y no le molestaba en absoluto hablarle de Savannah. Sin embargo, tenía que reconocer que el verdadero motivo por el que le había propuesto la cena era porque le parecía muy mona y sexy. Al abrirle la puerta, se había encontrado frente a los ojos más bonitos que había visto nunca. Durante la entrevista había estado buscando la palabra exacta para describir su color. Según el ángulo, los tonos azules parecían cambiar a verde, y al final había decidido que eran turquesa. Esperaba que Brittany no hubiera notado como la miraba. Mientras hurgaba en el ropero en busca de un jersey para aquella noche, se dijo que en realidad tampoco sería tan terrible que se hubiera dado cuenta. Le había parecido que Brittany estaba incomoda al principio, pero enseguida se había relajado. La recordó sentada, con aquellas espectaculares piernas cruzadas, bebiendo y mirándola atentamente mientras respondía las preguntas. En más de una ocasión había tenido que apartar la vista para no perder la concentración.
Estaba casi segura de que era hetero. De todos modos, fuera lo que fuera, después de aquella noche no la volvería a ver. Por todos los santos, ni siquiera tenía importancia. Solo iba a cenar con una mujer agradable que compartía su pasión por Savannah.
Abrió un paquete de nueces de Macadamia que encontró en el minibar y encendió el televisor para ver el telediario, pero, durante todo ese tiempo, en el fondo de su mente solo veía a Julia con su elegante traje de chaqueta hecho a medida y sus tacones, caminando hacia la ventana. Tenía un andar muy seguro y elegante. La falda era corta; las piernas, largas. Y, cuando se había vuelto hacia ella con un movimiento de su pelo rubio, a Santana se le había parado el corazón.
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Capítulo 2.
El martes a la diez de la mañana, Santana estaba tumbada en la cama de la habitación del hotel, apoyada en un codo y con The Entertainer abierto al lado. Estaba comiéndose una tostada y tenía una bandeja con los restos del desayuno a los pies de la cama. Su grupo había actuado el domingo y el lunes por la noche, con lo que había concluido la etapa de Melbourne en su gira, y se estaban tomando un descanso de un par de días para hacer un poco de turismo antes de partir el jueves hacia Sydney. Danny Goldman, su agente, caminaba de un lado a otro de la habitación.
—Es un comienzo genial—dijo-. Sencillamente esa es la revista de tirada nacional que marca el paso de todas las demás publicaciones: todo el mundo se toma en serio lo que tenga que decir sobre cualquier espectáculo importante. —Llevaba un traje liviano, de color oscuro y bien confeccionado, y una camisa carmesí con el cuello abierto. Mientras caminaba, mantenía una mano en el bolsillo y, con frecuencia, se pasaba la otra por el pelo negro y perfectamente alisado—.Esta crítica tan buena nos allana el camino para el resto de la gira, y hemos tenido la suerte de que el número de este mes haya coincidido con los primeros conciertos.
—Le lanzó una mirada—. ¡Gracias a eso, el disco se venderá por aquí como churros, San! Lo digo en serio
Santana terminó la tostada y se desperezó lánguidamente.
— Sí, Danny, es fantástico, pero cálmate, cielo, que me estas mareando de tanto ir de un lado para otro. Su agente resopló, exasperado, y Santana rió entre dientes. Siempre estaba inquieto como un siluro colgando de una caña, y ella siempre le decía: «Cálmate, cielo». — Bien, no olvides que esta tarde a las cuatro y media tienes una entrevista con Brittany Pierce. Es la que escribió esa crítica tan elogiosa, y tengo entendido que es un peso pesado: una de las redactoras estrella de la revista. Se dice que una reseña suya puede suponer el éxito o la ruina para un espectáculo, así que más te vale ser rematadamente encantadora con ella. Santana sonrió y le hizo ojitos.
— Oh, no te preocupes por eso, cielo. Seré muy amable con ella. Danny volvió a suspirar y se pasó la mano por el pelo, en un gesto nervioso. Santana se echó a reír. Le gustaba burlarse de él, porque nunca sabía cuando estaba bromeando. Danny sacudió la cabeza con desconcierto y se marchó.
A las cuatro y media en punto, Brittany llamó a la puerta de la habitación del hotel. Cuando Santana abrió, pareció levemente impresionada, como si se sorprendiera de verla. Brittany sonrió. — Me esperabas, ¿verdad? Soy Brittany Pierce. Entonces Santana le dedico una amplísima sonrisa. — Por supuesto que te esperaba. Adelante, Brittany. Es un placer conocerte. Se estrecharon las manos y, mientras la periodista se sentaba en el sofá, sacaba la libreta y dejaba la grabadora sobre la mesita, Santana llenó un vaso de agua y se sirvió un bourbon con hielo. Santana se había puesto unos vaqueros negros y una camiseta blanca de tirantes. No llevaba nada de maquillaje, salvo un poco de rímel para oscurecerse las pestañas, y estaba aún más atractiva que en el escenario. Tenía esa tez radiante que poseen las morenas, y que adquiere con mucha facilidad un bronceado color miel. Brittany observó que, mientras llevaba bebidas, se movía con suavidad y pausadamente, con leve balanceo de caderas, algo que contrastaba mucho la agilidad y la energía que había mostrado sobre el escenario.
Santana le dio el agua y se sentó en el sofá de enfrente. Le dirigió una sonrisa cálida, la miro directamente a los ojos y le sostuvo la mirada, mientras decía, con su voz aterciopelada y melódica: — Cuando quieras podemos empezar, reina. Los ojos de Santana eran de un café oscuro e intenso. Aunque estaban llenos de afecto y simpatía, Brittany se sentía incomoda ante aquella mirada cautivadora. Con torpeza, intentó tomar notas y se le cayó el bolígrafo al suelo.
— Parece que esta tarde estoy un poco patosa— dijo. — No pasa nada, cielo—replicó Santana con dulzura —No hay prisa. Brittany empezó con las preguntas. Se había escrito mucho sobre la cantante y sabía que repasaría mucho terreno trillado, pero la dejó hablar, a la espera de ese momento especial, el momento en que surgiera algo de donde pudiera sacar un artículo.
Santana tenía 24 años, y había nacido y crecido en Atlanta, Georgia. Sus padres habían muerto en un accidente de tráfico hada casi diez años y tenía una hermana que vivía en Chicago, con su marido y sus tres hijos, a la que veía de vez en cuando. Después de terminar secundaria, había estudiado música a tiempo parcial en la universidad del estado de Georgia, al tiempo que empezaba a profesionalizarse. Durante siete años había trabajado en bares y discotecas con diversos grupos, por lo general haciendo coros, hasta que le surgió una oportunidad con una banda de blues que en aquella época era muy famosa en Atlanta.
— Me contrataron como solista y, a partir de entonces, empezaron a ir bien las cosas. También fue allí donde conocí a Ruby, hace ocho años. Tiene mucho talento, ¿sabes? En los créditos de mis discos verás que trabajamos juntas en los arreglos de muchas de mis canciones. En esa banda de blues tocaba los teclados y la guitarra, y hacia coros, igual que ahora conmigo.
—Los cubitos de hielo tintinearon cuando bebió un trago de bourbon— .Nos caímos bien de entrada y desde entonces ha sido mi mejor amiga. — Y, a partir de ahí, ¿cómo seguiste?
—Bueno, ya sabes, empecé a conocer a la gente correcta en las discográficas, grabé coros para varios discos y, al cabo de cierto tiempo, monte mi propio grupo. Fue proceso de ensayo y error, hasta que conseguí dar con un sonido característico, y tuve un par de grupos antes de sentirme satisfecha con lo que estaba haciendo.
—¿Fue entonces cuando empezaste a interpretar tus propias canciones?
—Sí. Hace unos cinco años me hice notar con el rock “bluseado» que hago ahora. Cuando conseguí el primer contrato de grabación tenía a Ruby a bordo y, a partir de ahí, todo salió rodado. Brittany estaba impresionada por la actitud relajada y modesta con la que hablaba de su trayectoria profesional, y por la poca importancia que daba a su enorme fama y éxito. El primer disco de Santana había salido a la venta tres años antes y había alcanzado inmediatamente los primeros puestos de la lista de éxitos en Estados Unidos. Hacía seis meses que había sacado su tercer disco y había pasado tres meses de gira por su país antes de llegar a Australia para su primera gira internacional.
— ¿Y sigues viviendo en Atlanta?
— pregunto Brittany. La expresión de los ojos de Santana se tornó ausente, y sonrió.
— Oh, no, reina, vivo en Savannah. A Brittany se le aceleró el pulso. «Savannah.» Era un lugar sobre el que había leído y del que le habían hablado unos cuantos amigos que habían estado allí, y en su mente era un lugar mágico, hermoso y excéntrico, que deseaba visitar algún día. Había estado un par de veces en la costa oeste, en breves viajes de trabajo, pero no había llegado tan al sur.
En el acto imaginó a Santana escribiendo sus canciones en una de aquellas maravillosas casas antiguas que había visto en las películas, inspirándose en el paisaje y en los coloridos personajes que, imaginaba, vivían allí. Le habría gustado hacerle la pregunta antes; era una de esas cosas en las que podía basar un artículo: la vida de Santana en aquel lugar fascinante y húmedo, rodeado por los pantanos y el mar. Echó un vistazo al reloj y se sorprendió al ver que eran cerca de las seis y media. Habían estado hablando durante casi dos horas y se imaginaba que Santana no quería seguir con la entrevista durante mucho tiempo más. Santana se puso en pie, se acercó al minibar, volvió la cabeza y dijo con naturalidad:
—No me has preguntado por mi vida sexual. Es lo que suelen hacer los periodistas.
— Estaba sonriendo, de buen humor.— ¿Te apetece tomar algo más?
—Oh, no, gracias. Brittany se asomó a la ventana. Estaban en mayo, faltaba poco para el invierno y ya empezaba a anochecer. Las luces de los edificios de la ciudad brillaban en el ocaso y, a lo lejos, podía ver la bahía Port Philip, un destello plateado bajo aquella luz.
—De día debes de tener unas vistas geniales—comentó.
—Sí, son espectaculares. Brittany oyó el tintineo de los cubitos de hielo y se giró hacia Santana, que estaba tomando su bebida y mirándola. Vio que, de manera casi imperceptible, desviaba la vista de sus piernas y su cuerpo y la fijaba en sus ojos.
—Si quieres que te sea sincera— dijo-, tenía intención de preguntarte sobre esa parte de tu vida, pero después de conocerte me parece irrelevante. Quiero decir, ¿qué te podría preguntar? ¿Si ser lesbiana te supone un problema en el trabajo? Es evidente que no. Tampoco creo que tenga importancia cuando te dieras cuenta, ¿verdad? — Sonrió-. Desde luego, si tienes algún amor en tu vida del que quieras hablarme, me serviría para el artículo. Santana sonrió y sacudió la cabeza.
— Me temo que no, cielo. Con eso no te puedo ayudar. Brittany empezó a recoger sus cosas.
— Si tuviéramos más tiempo, me gustaría mucho hablar contigo de tu vida en Savannah. Es un lugar que siempre me ha intrigado.
— ¿Por qué no cenamos juntas?— se apresuró a decir Santana. Julia se sorprendió y vaciló un instante—.Te diré todo lo que quieras saber sobre Savannah — añadió, con una sonrisa cautivadora. Brittany se echó a reír.
— Bueno, ¿cómo podría rechazar semejante oferta? ¿Adónde te gustaría ir —A algún lugar muy tranquilo y relajado. Llevo tanto tiempo lejos de casa que estoy harta de los restaurantes ruidosos. En realidad, podríamos quedarnos aquí y pedir algo al servicio de habitaciones. La comida es bastante buena.
Brittany lo pensó un momento.
—Si de verdad quieres un lugar tranquilo y relajado, podrías venir a mi casa. Está a solo diez minutos de aquí, en East Melbourne, y es mucho más acogedora que esta habitación. Pensaba prepararme algo sencillo. Si te apetece, estas invitada.—
Sonrió — . Aunque me temo que no será alta cocina. Santana parecía encantada con la idea.
— Si no tienes inconveniente, me parece fantástico. No he estado en una casa desde hace meses. Me encantaría. Brittany le apuntó su dirección.
— Ven sobre las ocho. Te estaré esperando.
Cuando cerró la puerta detrás de Brittany, Santana se preguntó por qué estaba haciendo aquello. La había visto guardar las notas y la grabadora y, de pronto, había tenido la abrumadora sensación de que no quería que se fuera. Sin pensarlo, le había propuesto cenar juntas, y se alegraba muchísimo de que hubiera aceptado. Sin duda, Brittany sería una compañía encantadora e inteligente, y no le molestaba en absoluto hablarle de Savannah. Sin embargo, tenía que reconocer que el verdadero motivo por el que le había propuesto la cena era porque le parecía muy mona y sexy. Al abrirle la puerta, se había encontrado frente a los ojos más bonitos que había visto nunca. Durante la entrevista había estado buscando la palabra exacta para describir su color. Según el ángulo, los tonos azules parecían cambiar a verde, y al final había decidido que eran turquesa. Esperaba que Brittany no hubiera notado como la miraba. Mientras hurgaba en el ropero en busca de un jersey para aquella noche, se dijo que en realidad tampoco sería tan terrible que se hubiera dado cuenta. Le había parecido que Brittany estaba incomoda al principio, pero enseguida se había relajado. La recordó sentada, con aquellas espectaculares piernas cruzadas, bebiendo y mirándola atentamente mientras respondía las preguntas. En más de una ocasión había tenido que apartar la vista para no perder la concentración.
Estaba casi segura de que era hetero. De todos modos, fuera lo que fuera, después de aquella noche no la volvería a ver. Por todos los santos, ni siquiera tenía importancia. Solo iba a cenar con una mujer agradable que compartía su pasión por Savannah.
Abrió un paquete de nueces de Macadamia que encontró en el minibar y encendió el televisor para ver el telediario, pero, durante todo ese tiempo, en el fondo de su mente solo veía a Julia con su elegante traje de chaqueta hecho a medida y sus tacones, caminando hacia la ventana. Tenía un andar muy seguro y elegante. La falda era corta; las piernas, largas. Y, cuando se había vuelto hacia ella con un movimiento de su pelo rubio, a Santana se le había parado el corazón.
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
holap,..
muy fortuito el primer encuentro ara a cara con san,..
a ver como va la cena!!! y hasta donde llegan,...
nos vemos!!!
muy fortuito el primer encuentro ara a cara con san,..
a ver como va la cena!!! y hasta donde llegan,...
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 3
Gracias por comentar "3:)"!! Espero que poco a poco se sume un poco más de gente... Acá dejo otro capítulo.
Si los capítulos son muy largos, los puedo separar.
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Capítulo 3:
Santana pagó al taxista y miró la enorme casa victoriana de dos plantas. Echó un vistazo a la calle y vio que todas las casas eran parecidas y estaban igual de cuidadas. Al otro lado de la calle había un parque con muchos árboles. Abrió la puerta de hierro de color verde oscuro y subió la escalera de piedra gris azulada hasta la amplia galería de hierro forjado. Brittany abrió la puerta con una sonrisa radiante y la invitó a pasar al vestíbulo. La casa era acogedora, y se oía la música de Jevetta Steele de fondo. Brittany tenía una copa de vino tinto en la mano y parecía relajada. Se había puesto unos vaqueros gastados, un jersey color crema de lana fina y cuello de pico, y unos calcetines de lana, y aun así se las apañaba para estar elegante. Tenía una estatura por encima de la media, pero sin los tacones no era mucho más alta que Santana. De repente, un gato de manchas blancas y negras cruzó el vestíbulo y empezó a restregarse contra las piernas de Santana.
— Te presento a Lord Tubbington — dijo Brittany, mientras Santana se agachaba para acariciar la cabeza del animal . —Le encantan las visitas.
Santana echó un vistazo a su alrededor. El pasillo que tenían delante era largo, con puertas a ambos lados y suelo de madera oscura encerada, con una alfombra oriental que lo recorría a lo largo. Delante de ellas, a la derecha del vestíbulo, había una escalera de madera tallada.
—Es una casa preciosa—dijo.—
Gracias, te enseñaré el resto. Arriba no hay mucho que ver: solo tres dormitorios y los baños. El despacho de la derecha tenía estanterías empotradas a lado y lado de una chimenea de mármol negro. Debajo de una ventana con vistas al jardín y al parque había una gran mesa de despacho antigua, de roble, con un ordenador.
Santana vio la foto de una pareja de mediana edad en la repisa de la chimenea. La mujer era guapa y se parecía a Brittany.—¿Son tus padres? —preguntó.
—Sí. Viven en el sur de Australia. Cuando mi padre se jubiló se mudaron allí y compraron un pequeño viñedo.— Brittany rio entre dientes—.Siempre fue su sueño, pero creo que mi padre ha descubierto que exige mucho más esfuerzo de lo que esperaba. Aun así, no les va mal por allí, y es un sitio fantástico para ir de visita.
—¿Tienes hermanos?
—No, soy hija única.
El salón estaba al otro lado del pasillo, amueblado con un sofá rosa oscuro y dos sillones de respaldo alto a juego. Un precioso armario japonés, de estilo clásico, dominaba una pared, y había un jarrón japonés enorme a cada lado de la chimenea. La última puerta del pasillo daba al comedor. En el centro de la estancia había una mesa de cerezo para diez personas y las sillas estaban tapizadas con la misma tela rosa que el sofá del salón. Contra una pared había una chaise-longue cubierta de cojines. Santana echó un vistazo a la recargada araña de cristal y pensó que no combinaba con el resto de la decoración. Brittany se echó a reír.
—Es un poco exagerada, lo sé. Estaba aquí cuando compré la casa y pensaba tirarla, pero, cuando termine de decorar esta habitación, me había acostumbrado a verla. Imagino que alguno de los dueños anteriores, tal vez durante la década de 1940, la eligió con mucho cariño y tuvo muchos problemas para colgarla. Probablemente era muy cara y le parecía una preciosidad.— Se encogió de hombros
—.En realidad es bastante bonita, pero está en un lugar inadecuado. Puede que sea eso lo que me gusta. En cualquier caso, ahora tiene un atenuador y, en las cenas, cuando está muy bajo, emite unos destellos mágicos.— Sonrió-. Bueno, después de un par de copas también parece mágica.
Santana sonrió.
—Me parece estupenda. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Santana bebió un trago de bourbon. Era agradable estar allí, apoyada en la encimera, mirándola. Brittany la hacía sentirse como en casa, de modo que no tenía la impresión de ser una intrusa en absoluto. Brittany echó un vistazo a las patatas, se volvió hacia Santana y bebió un trago de vino.
— Mañana es tu último día en Melbourne. ¿Qué planes tienes?—
Ruby y yo iremos de compras. Los otros están planeando una excursión a Apollo Bay por la carretera Great Ocean. Se llama así, ¿verdad?
—Sí. Es una pena que no vayáis con ellos. Es un lugar precioso. Figura en algún registro como uno de los recorridos más pintorescos del mundo.—Ya.—Santana frunció el entrecejo
—.Pero nos han dicho que Melbourne es un buen sitio para ir de compras y Ruby me matará si no voy con ella mañana. Esa mujer es adicta a las compras. Brittany sonrió entre dientes.
—Bueno, antes de irte recuérdame que te de una lista de las mejores zonas. No vale la pena que te molestes en ir a los grandes almacenes; las tiendas más interesantes y los mejores restaurantes están escondidos en los barrios residenciales. Puede que te parezca bastante diferente. Melbourne no les pone las cosas fáciles a los turistas; hay que saber adónde ir.
—Estaría muy bien—dijo Santana con una sonrisa.
—.Ruby estará encantada. En aquel momento se terminó la música y Santana se ofreció a poner algo más. Brittany la guió hasta el salón, moderno y despejado, que estaba junto a la cocina. El suelo también era de madera encerada, con grandes alfombras orientales. Había tres sofás, que parecían muy cómodos, y una mesita baja. La habitación tenía una pared de puertas ventana que daban a un pequeño jardín arbolado y con suelo de baldosas.
—Los discos están aquí—dijo Brittany mientras abría un gran aparador victoriano, donde había una colección muy amplia, cuidadosamente catalogada. Al ver la cara de sorpresa de Santana, se encogió de hombros y explicó— :Tengo que estar al día con todo lo que se edita. La gente me envía cosas, y gran parte de lo que hay ahí es una mierda. Será mejor que vuelva a la cocina. Santana vio que encima del aparador había un montón de números de The Entertainer.
—¿Te importa si les echo una ojeada? preguntó.—En absoluto. Siéntate y ponte cómoda. La cena estará enseguida. Brittany volvió a la cocina. Santana eligió unas sonatas para piano de Beethoven y se sentó en el sofá con unas cuantas revistas. Lord Tibbinton saltó a su regazo y se acurrucó. Al cabo de un cuarto de hora, Brittany volvió con una ensaladera, platos y cubiertos.
—He pensado que será mejor que comamos aquí; el comedor es espantosamente formal para dos personas—dijo, con una sonrisa —. Debo confesar que estoy bastante sorprendida por tu elección musical.
—Oh, bueno, la vida no es solo rock-and-roll, cielo.— Brittany se echó a reír y Santana notó como le brillaban los ojos. Parecía que se le iluminaba toda la cara.
—Veo que Lord te ha cogido especial simpatía.—Brittany se agachó junto a ella y frotó la frente contra la cabeza del gato—. Eres una caradura.—
El pelo le llegaba por debajo de los hombros y un mechón rozó la mano de Santana
—.Da por sentado que todo el mundo lo va a adorar y va a querer que le llene la ropa de pelos. El perfume de Brittany era suave y seductor, y su proximidad hacia que Santana sintiera un hormigueo.—
Tienes los ojos más bonitos que he visto en mi vida.—
—Gracias—dijo en un tono neutro—.Voy a buscar el resto de la comida. Y se fue a la cocina. «Mierda», pensó Santana. Probablemente, Brittany creía estaba tratando de ligársela o algo así. Avergonzada, se levantó, y la siguió.
—¿Te ayudo?
—Gracias. Puedes abrir el vino y llevar las copas.
Santana se sintió aliviada al ver que Brittany no parecía alterada. Observó cómo cortaba la carne en pequeñas rodajas y luego las ponía en un plato.
—Eso tiene muy buena pinta—comentó. Volvieron al salón y se sentaron en sofás enfrentados, los platos en el regazo. Brittany bebió un trago de vino y miró a Santana con una sonrisa en los labios.
—Bueno, Savannah—dijo-. Supongo que habrás leído Medianoche en el jardín del bien y del mal. ¿De verdad es un lugar tan fantástico?
—Oh, sí, ese libro es muy bueno. John Berendt supo captar muy bien el espíritu de Savannah. Está lleno de personajes pintorescos.—Sonrió—.Pero el inconveniente que le encontramos algunos es que, desde que salió el libro, ha aumentado el turismo. Los fines de semana se llena.—
Se interrumpió; de repente echaba de menos su casa y a sus amigos. Se preguntaba que habrían estado haciendo y que habría cambiado durante su ausencia—.Recuerdo vagamente haber estado de paso, de pequeña, pero no volví hasta hace seis años. Donna y Candice, unas amigas, se mudaron allí, y me pregunté por qué diablos querrían vivir en una ciudad tan pequeña. Pero, cuando fui a visitarlas, me enamoré del lugar, y hace tres años y medio me compré una casa. A Brittany le brillaban los ojos, mientras la miraba atentamente. Se echó el pelo hacia atrás y dijo: — En la ciudad hay un barrio histórico, con montones de mansiones antiguas y maravillosas, completamente restauradas. Hay edificios de los siglos dieciocho y diecinueve. Mi casa está justo en la frontera de esa zona, cerca del río Savannah. También estoy cerca del muelle. En otra época fue un puerto importante, desde donde se exportaba algodón; actualmente, los antiguos almacenes se han convertido en galerías de arte, restaurantes y comercios. Mi casa es del típico estilo victoriano de Savannah: está pintada de blanco y es bastante grande. De hecho, es demasiado grande para mi sola, pero no me pude contener cuando vi la amplia escalera que sube en espiral desde el centro del vestíbulo. Domina toda la casa y es absolutamente espectacular.
—Dioses—suspiro Brittany—,¿tiene contraventanas?
Santana sonrió ante la expresión soñadora de Brittany.
—Por supuesto, reina. La verdad es que todavía le hacen falta algunos arreglos y una redecoración. He reformado la cocina y los baños, y he remodelado el jardín, pero no he tenido ocasión de ocuparme de muchas otras cosas. En realidad, debería pedirte consejo, porque has hecho un trabajo fantástico con esta casa. Brittany alzó la vista al techo.
—Trabajar en una casa como esa sería como estar en el paraíso—dijo. Rellenó las copas con el vino que quedaba en la botella—.¿Y qué hay de la gente? Siempre he imaginado que tendría la típica actitud pueblerina que podía incomodar a una estrella del rock, sobre todo si es lesbiana.
—Es un sitio incomparable. En algunos aspectos tiene ese rollo pueblerino, pero también tiene aires de elegancia y sofisticación. Da la impresión de que todo el mundo quiere estar informado de lo que hacen los demás, pero sin juzgar.
—Santana rio entre dientes al recordar a Doris y a Walter
—.Mis vecinos son una pareja de ancianos que se pasan por casa algunas tardes a tomar una copa. Siempre tienen cotilleos de todo el mundo y estoy segura de que, en cuanto se van, repiten todo lo que les he contado. Pero no critican; ni ellos ni nadie. Todo lo contrario: parecen alegrarse de todas las cosas que hace la gente de la zona, aunque solo sea porque los mantiene entretenidos.
Santana sonrió, y le vino a la mente una imagen de Doris y Walter, una agradable tarde de domingo, paseando lentamente por la ciudad en su Rolls Royce descapotable de 1972, saludando a todos los que veían y gritando: «Bonito día, ¿verdad?». Brittany se echó hacia delante para coger su copa y Santana alcanzó a ver un canalillo muy tentador.—Hace un año estuve enrollada con una chica de la ciudad—continuó—.Y yo creía que éramos extremadamente discretas, pero resultó que todo el mundo lo sabía desde el principio.—Se encogió de hombros
—.Y todos estaban encantados. Se echaron a reír. Brittany se levantó a cambiar la música: conciertos para piano de Mozart.—Voy a buscar otra botella de vino—
anunció, mientras se llevaba los platos a la cocina. Santana trató de no pensar en el cuerpo espectacular que tenía y en lo sexy que era su forma de andar. Brittany sirvió más vino, se sentó y la miró, esbozando una sonrisa.
—¿Y qué pasó con ella? ¿No funcionó?
Una vez más, Santana se encontró mirándola embelesada, como una idiota. Los ojos de Brittany estaban enmarcados por unas pestanas largas y tupidas, y tenía una manera de mirarla recatada y provocativa a la vez. Claro que Brittany no tenía la culpa; no podía evitar tener unos ojos tan seductores.—No, desde luego que no funcionó—contestó, sacudiendo la cabeza con desdén. Lo último que le apetecía era hablar de Elizabeth
—.De todos modos, ya basta de hablar de mí. En una de esas revistas he visto unas fotos y un reportaje sobre una entrega de premios de periodismo, y parece que has ganado unos cuantos. Estoy impresionada. ¿Cuánto hace que escribes para The Entertainer?
—Unos ocho.
El timbre del teléfono la interrumpió. El contestador saltó directamente y Brittanyespero a oír quien llamaba.—Hola, cariño—dijo una voz de hombre
—. Acabo de volver de Perth... Parece que no estás en casa... Te llamare mañana. Te quiero. Santana se sorprendió al ver que Brittany no cogía el teléfono. Tenía el entrecejo levemente fruncido cuando cogió la copa y bebió un trago.
—Supongo que ese era Ben—dijo
—. ¿No te apetecía hablar con él? Brittany se echó el pelo hacia atrás y se recostó en el sofá.—Puedo llamarlo mañana.
Santana sabía que no debía seguir con las preguntas personales, pero no se podía resistir. Estaba fascinada por aquella mujer.
—Dices que vuestra relación es informal, pero me ha parecido que él va en serio. Ha dicho que te quería. Brittany suspiró.
—Sí, creo que probablemente me quiere. Pero yo no siento lo mismo. Aunque, a decir verdad, nunca siento lo mismo.
—¿A qué te refieres?—La curiosidad de Santana iba en aumento. Brittany bebió un trago y se quedó pensativa. Las preguntas no parecían importarle.
— Antes me molestaba, pero últimamente no pienso mucho en ello. Parece que mis relaciones nunca funcionan. Creo que sería genial tener una relación en la que me sintiera realmente cerca... No sé, tener verdadera confianza con un tío, sentir que tengo una pareja con la que compartirlo todo. Mis amigas parecen capaces de conseguirlo... hasta cierto punto.—Rió con suavidad
—. En realidad, creo que a menudo se tragan un montón de mierda, pero aun así parecen más felices que yo.—Miró a Santana a los ojos, con una expresión ligeramente angustiada, y añadió— . Los hombres siempre parecen estar en otra longitud de onda y, cada vez que trato de hablar de mis sentimientos y aspiraciones, se quedan desconcertados, se vuelven competitivos o se sienten amenazados. Eso hace que me retraiga emocionalmente. No se cómo lidian con eso las otras mujeres.—Se acurrucó el sofá.—
Sí, yo tampoco sé cómo los entienden las mujeres. Dijo Santana con una sonrisa—. En lo que a mí respecta, son de otro planeta. Brittanny se echó a reír.
—Sí, bueno. Y me casé hace cinco años, cuando apenas tenía veintitrés. Era un buen tipo y le tenía mucho cariño pero no estaba enamorada de él. No había pasión; para mí era más bien un amigo. No me extraña que solo durase cinco años y que la mayor parte de la relación fuera difícil. Con Ben es lo mismo, solo que ahora sé que no debo esperar demasiado. He decidido conformarme con un arreglo cómodo: vivo mi vida y, cuando es posible tengo un amante con el que pasar un buen rato.
— Se encogió de hombros—. Ben es un tipo genial, pero cuando paso demasiado tiempo con él, a menudo tengo ganas de salir corriendo. Eso suena fatal, ¿verdad?—preguntó, con una sonrisa.
Mientras la escuchaba, Santana observó la expresión de pena y desilusión que transmitían los ojos de Brittany y notó que algo se agitaba en su interior. La atracción que sentía por ella cobraba otra dimensión. Ya no era simple admiración por su belleza: experimentaba un poderoso deseo por aquella mujer. Sabía que no era procedente y no quería sentirse así, pero no podía evitarlo. Tragó saliva y sonrió con timidez.
—¿No te has enamorado nunca? Brittany a la miró a los ojos con franqueza y sacudió la cabeza.
—Supongo que no doy la talla.
«Oh, cielo, no cabe duda de que das la talla.» Santana sintió la repentina necesidad de tenerla entre sus brazos. La idea le tensó el cuerpo de deseo. Tomó un trago de vino.
—Será que todavía no has conocido a la persona adecuada.—
Puede que no—dijo Brittany, sin darle importancia—.¿Te apetece un café?
—Sí, estaría bien.
—Santana se alegró de que cambiaran de tema y la acompañó a la cocina
—. Hace un rato se me ha ocurrido una cosa que me gustaría preguntarte. Es sobre la posibilidad de que hagas un reportaje sobre mi grupo.
Brittany puso a hervir agua para el café.
—Suena interesante.—
Bueno, cuando estaba hojeando las revistas he visto un reportaje tuyo sobre una banda de blues inglesa. Es maravillosa la manera en que escribiste sobre ellos, sus aspiraciones, su estilo musical y todo eso. La personalidad de los miembros se traslucía de verdad. Estaba pensando que podrías cubrir el resto de nuestra gira. Ya sabes: viajar con nosotros y escribir sobre nosotros y los conciertos. En fin, esas cosas. Brittany se pasó una mano por el pelo.
—¿Cuánto dura el resto de la gira?
—Eran dos semanas en total, así que quedan diez días. Tenemos tres conciertos en Sydney y otros tres en Brisbane, con unos días libres en medio, para pasear un poco. Hicimos una gira tan agotadora en Estados Unidos que quería que esta fuera tranquila y agradable, para que todos tuviéramos un pequeño respiro.—Sonrió—. No estarías todo el día de aquí para allá; tendrías mucho tiempo para hablar con todos y divertirte.
Brittany sirvió el café y volvió al salón con las tazas.—Pues las fechas son perfectas para que salga en el próximo número, que es cuando se iba a publicar la entrevista que te he hecho hoy. Santana sonrió.
—Eso sería mucho mejor que esta entrevista. Brittany asintió, entusiasmada.
—El calendario iría un poco ajustado, pero creo que estaría muy bien. En las próximas dos semanas no hay ningún acontecimiento importante que tenga que cubrir por aquí, y estoy segura de que mi jefa no se opondría a que hiciera un reportaje sobre Santana López.
—le dedicó una amplia sonrisa
—. Eres el gran éxito del momento. Pero ¿no tendrías que hablarlo con tu agente?
—Oh, no tenemos que preocuparnos por Danny. Le parecerá una idea fantástica. Nada le gusta tanto corno la publicidad.
—Te referirás a la publicidad positiva —
Bueno, prefiere la positiva, pero, si no hubiera más remedio, se conformaría con la negativa. Siempre me dice: «Tienes que conseguir que sigan hablando de ti, San. Cuando dejen de hablar estarás muerta. Lo digo en serio. ¡Acabada!». Se echaron a reír
—De acuerdo—dijo Brittany.—. Hablare con mi jefa mañana por la mañana y ya te diré algo.
La conversación siguió otros derroteros durante casi una hora. Cuando Santana miró el reloj eran poco más de las doce de la noche.
—Será mejor que me vaya. Muchas gracias por lo de esta noche. Me lo he pasado muy bien.
—Yo también—afirmó Brittany.—. Te pediré un taxi y te haré esa lista de tiendas que te he comentado.
—¡Qué bien! Ruby va a saltar de alegría. Ahora que lo pienso, te apuntaré mi dirección de Savannah. En caso de que no puedas venir a la gira, llámame cuando estés en mi lado del mundo.
—Oh, no te quepa duda. Gracias. Intercambiaron notas, y Santana oyó el claxon del taxi mientras Brittany la acompañaba hasta la puerta.
—Buenas noches, Santana.Te llamo mañana. Cuando Brittany la besó en la mejilla, Santana volvió a sentir que se derretía. Habría sido muy fácil pasarle el brazo por la cintura y besar aquella boca de aspecto delicioso. Sonrió.
—Buenas noches, y gracias de nuevo.
En el viaje de vuelta al hotel, Santana pensó, preocupada, en las sensaciones que le despertaba Brittany. No podía permitirse el lujo de sentir aquella atracción. Era ridículo. No obstante, tenía que reconocer que era el motivo principal por el que le había propuesto que viajara con ellos e hiciera el reportaje. Sabía que sería bueno para el grupo, porque Brittany era una periodista importante y trabaja para una reputada revista, pero sobre todo era una excusa para pasar más tiempo con ella. Pensó que, gracias a Dios, Brittany era heterosexual. De lo contrario, si hubiera demostrado algún interés por ella, las cosas se habrían complicado. No podía involucrarse en una relación que acabaría en diez días, y menos con una mujer como Brittany. Recordó la manera en que la había mirado en algunos momentos y como la había hecho dudar. No, Brittany era heterosexual, y más le valía que siguiera sin enterarse de la atracción que sentía por ella. Cuando el taxi paró en la puerta del hotel, suspiró. Le encantaba la costumbre que tenía Brittany de echarse el pelo hacia atrás; aquel movimiento despreocupado de la cabeza era muy sexy. «Dioses pensó—, como se descuide, una mujer podría ahogarse en esos ojos.»
Si los capítulos son muy largos, los puedo separar.
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Capítulo 3:
Santana pagó al taxista y miró la enorme casa victoriana de dos plantas. Echó un vistazo a la calle y vio que todas las casas eran parecidas y estaban igual de cuidadas. Al otro lado de la calle había un parque con muchos árboles. Abrió la puerta de hierro de color verde oscuro y subió la escalera de piedra gris azulada hasta la amplia galería de hierro forjado. Brittany abrió la puerta con una sonrisa radiante y la invitó a pasar al vestíbulo. La casa era acogedora, y se oía la música de Jevetta Steele de fondo. Brittany tenía una copa de vino tinto en la mano y parecía relajada. Se había puesto unos vaqueros gastados, un jersey color crema de lana fina y cuello de pico, y unos calcetines de lana, y aun así se las apañaba para estar elegante. Tenía una estatura por encima de la media, pero sin los tacones no era mucho más alta que Santana. De repente, un gato de manchas blancas y negras cruzó el vestíbulo y empezó a restregarse contra las piernas de Santana.
— Te presento a Lord Tubbington — dijo Brittany, mientras Santana se agachaba para acariciar la cabeza del animal . —Le encantan las visitas.
Santana echó un vistazo a su alrededor. El pasillo que tenían delante era largo, con puertas a ambos lados y suelo de madera oscura encerada, con una alfombra oriental que lo recorría a lo largo. Delante de ellas, a la derecha del vestíbulo, había una escalera de madera tallada.
—Es una casa preciosa—dijo.—
Gracias, te enseñaré el resto. Arriba no hay mucho que ver: solo tres dormitorios y los baños. El despacho de la derecha tenía estanterías empotradas a lado y lado de una chimenea de mármol negro. Debajo de una ventana con vistas al jardín y al parque había una gran mesa de despacho antigua, de roble, con un ordenador.
Santana vio la foto de una pareja de mediana edad en la repisa de la chimenea. La mujer era guapa y se parecía a Brittany.—¿Son tus padres? —preguntó.
—Sí. Viven en el sur de Australia. Cuando mi padre se jubiló se mudaron allí y compraron un pequeño viñedo.— Brittany rio entre dientes—.Siempre fue su sueño, pero creo que mi padre ha descubierto que exige mucho más esfuerzo de lo que esperaba. Aun así, no les va mal por allí, y es un sitio fantástico para ir de visita.
—¿Tienes hermanos?
—No, soy hija única.
El salón estaba al otro lado del pasillo, amueblado con un sofá rosa oscuro y dos sillones de respaldo alto a juego. Un precioso armario japonés, de estilo clásico, dominaba una pared, y había un jarrón japonés enorme a cada lado de la chimenea. La última puerta del pasillo daba al comedor. En el centro de la estancia había una mesa de cerezo para diez personas y las sillas estaban tapizadas con la misma tela rosa que el sofá del salón. Contra una pared había una chaise-longue cubierta de cojines. Santana echó un vistazo a la recargada araña de cristal y pensó que no combinaba con el resto de la decoración. Brittany se echó a reír.
—Es un poco exagerada, lo sé. Estaba aquí cuando compré la casa y pensaba tirarla, pero, cuando termine de decorar esta habitación, me había acostumbrado a verla. Imagino que alguno de los dueños anteriores, tal vez durante la década de 1940, la eligió con mucho cariño y tuvo muchos problemas para colgarla. Probablemente era muy cara y le parecía una preciosidad.— Se encogió de hombros
—.En realidad es bastante bonita, pero está en un lugar inadecuado. Puede que sea eso lo que me gusta. En cualquier caso, ahora tiene un atenuador y, en las cenas, cuando está muy bajo, emite unos destellos mágicos.— Sonrió-. Bueno, después de un par de copas también parece mágica.
Santana sonrió.
—Me parece estupenda. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Santana bebió un trago de bourbon. Era agradable estar allí, apoyada en la encimera, mirándola. Brittany la hacía sentirse como en casa, de modo que no tenía la impresión de ser una intrusa en absoluto. Brittany echó un vistazo a las patatas, se volvió hacia Santana y bebió un trago de vino.
— Mañana es tu último día en Melbourne. ¿Qué planes tienes?—
Ruby y yo iremos de compras. Los otros están planeando una excursión a Apollo Bay por la carretera Great Ocean. Se llama así, ¿verdad?
—Sí. Es una pena que no vayáis con ellos. Es un lugar precioso. Figura en algún registro como uno de los recorridos más pintorescos del mundo.—Ya.—Santana frunció el entrecejo
—.Pero nos han dicho que Melbourne es un buen sitio para ir de compras y Ruby me matará si no voy con ella mañana. Esa mujer es adicta a las compras. Brittany sonrió entre dientes.
—Bueno, antes de irte recuérdame que te de una lista de las mejores zonas. No vale la pena que te molestes en ir a los grandes almacenes; las tiendas más interesantes y los mejores restaurantes están escondidos en los barrios residenciales. Puede que te parezca bastante diferente. Melbourne no les pone las cosas fáciles a los turistas; hay que saber adónde ir.
—Estaría muy bien—dijo Santana con una sonrisa.
—.Ruby estará encantada. En aquel momento se terminó la música y Santana se ofreció a poner algo más. Brittany la guió hasta el salón, moderno y despejado, que estaba junto a la cocina. El suelo también era de madera encerada, con grandes alfombras orientales. Había tres sofás, que parecían muy cómodos, y una mesita baja. La habitación tenía una pared de puertas ventana que daban a un pequeño jardín arbolado y con suelo de baldosas.
—Los discos están aquí—dijo Brittany mientras abría un gran aparador victoriano, donde había una colección muy amplia, cuidadosamente catalogada. Al ver la cara de sorpresa de Santana, se encogió de hombros y explicó— :Tengo que estar al día con todo lo que se edita. La gente me envía cosas, y gran parte de lo que hay ahí es una mierda. Será mejor que vuelva a la cocina. Santana vio que encima del aparador había un montón de números de The Entertainer.
—¿Te importa si les echo una ojeada? preguntó.—En absoluto. Siéntate y ponte cómoda. La cena estará enseguida. Brittany volvió a la cocina. Santana eligió unas sonatas para piano de Beethoven y se sentó en el sofá con unas cuantas revistas. Lord Tibbinton saltó a su regazo y se acurrucó. Al cabo de un cuarto de hora, Brittany volvió con una ensaladera, platos y cubiertos.
—He pensado que será mejor que comamos aquí; el comedor es espantosamente formal para dos personas—dijo, con una sonrisa —. Debo confesar que estoy bastante sorprendida por tu elección musical.
—Oh, bueno, la vida no es solo rock-and-roll, cielo.— Brittany se echó a reír y Santana notó como le brillaban los ojos. Parecía que se le iluminaba toda la cara.
—Veo que Lord te ha cogido especial simpatía.—Brittany se agachó junto a ella y frotó la frente contra la cabeza del gato—. Eres una caradura.—
El pelo le llegaba por debajo de los hombros y un mechón rozó la mano de Santana
—.Da por sentado que todo el mundo lo va a adorar y va a querer que le llene la ropa de pelos. El perfume de Brittany era suave y seductor, y su proximidad hacia que Santana sintiera un hormigueo.—
Tienes los ojos más bonitos que he visto en mi vida.—
—Gracias—dijo en un tono neutro—.Voy a buscar el resto de la comida. Y se fue a la cocina. «Mierda», pensó Santana. Probablemente, Brittany creía estaba tratando de ligársela o algo así. Avergonzada, se levantó, y la siguió.
—¿Te ayudo?
—Gracias. Puedes abrir el vino y llevar las copas.
Santana se sintió aliviada al ver que Brittany no parecía alterada. Observó cómo cortaba la carne en pequeñas rodajas y luego las ponía en un plato.
—Eso tiene muy buena pinta—comentó. Volvieron al salón y se sentaron en sofás enfrentados, los platos en el regazo. Brittany bebió un trago de vino y miró a Santana con una sonrisa en los labios.
—Bueno, Savannah—dijo-. Supongo que habrás leído Medianoche en el jardín del bien y del mal. ¿De verdad es un lugar tan fantástico?
—Oh, sí, ese libro es muy bueno. John Berendt supo captar muy bien el espíritu de Savannah. Está lleno de personajes pintorescos.—Sonrió—.Pero el inconveniente que le encontramos algunos es que, desde que salió el libro, ha aumentado el turismo. Los fines de semana se llena.—
Se interrumpió; de repente echaba de menos su casa y a sus amigos. Se preguntaba que habrían estado haciendo y que habría cambiado durante su ausencia—.Recuerdo vagamente haber estado de paso, de pequeña, pero no volví hasta hace seis años. Donna y Candice, unas amigas, se mudaron allí, y me pregunté por qué diablos querrían vivir en una ciudad tan pequeña. Pero, cuando fui a visitarlas, me enamoré del lugar, y hace tres años y medio me compré una casa. A Brittany le brillaban los ojos, mientras la miraba atentamente. Se echó el pelo hacia atrás y dijo: — En la ciudad hay un barrio histórico, con montones de mansiones antiguas y maravillosas, completamente restauradas. Hay edificios de los siglos dieciocho y diecinueve. Mi casa está justo en la frontera de esa zona, cerca del río Savannah. También estoy cerca del muelle. En otra época fue un puerto importante, desde donde se exportaba algodón; actualmente, los antiguos almacenes se han convertido en galerías de arte, restaurantes y comercios. Mi casa es del típico estilo victoriano de Savannah: está pintada de blanco y es bastante grande. De hecho, es demasiado grande para mi sola, pero no me pude contener cuando vi la amplia escalera que sube en espiral desde el centro del vestíbulo. Domina toda la casa y es absolutamente espectacular.
—Dioses—suspiro Brittany—,¿tiene contraventanas?
Santana sonrió ante la expresión soñadora de Brittany.
—Por supuesto, reina. La verdad es que todavía le hacen falta algunos arreglos y una redecoración. He reformado la cocina y los baños, y he remodelado el jardín, pero no he tenido ocasión de ocuparme de muchas otras cosas. En realidad, debería pedirte consejo, porque has hecho un trabajo fantástico con esta casa. Brittany alzó la vista al techo.
—Trabajar en una casa como esa sería como estar en el paraíso—dijo. Rellenó las copas con el vino que quedaba en la botella—.¿Y qué hay de la gente? Siempre he imaginado que tendría la típica actitud pueblerina que podía incomodar a una estrella del rock, sobre todo si es lesbiana.
—Es un sitio incomparable. En algunos aspectos tiene ese rollo pueblerino, pero también tiene aires de elegancia y sofisticación. Da la impresión de que todo el mundo quiere estar informado de lo que hacen los demás, pero sin juzgar.
—Santana rio entre dientes al recordar a Doris y a Walter
—.Mis vecinos son una pareja de ancianos que se pasan por casa algunas tardes a tomar una copa. Siempre tienen cotilleos de todo el mundo y estoy segura de que, en cuanto se van, repiten todo lo que les he contado. Pero no critican; ni ellos ni nadie. Todo lo contrario: parecen alegrarse de todas las cosas que hace la gente de la zona, aunque solo sea porque los mantiene entretenidos.
Santana sonrió, y le vino a la mente una imagen de Doris y Walter, una agradable tarde de domingo, paseando lentamente por la ciudad en su Rolls Royce descapotable de 1972, saludando a todos los que veían y gritando: «Bonito día, ¿verdad?». Brittany se echó hacia delante para coger su copa y Santana alcanzó a ver un canalillo muy tentador.—Hace un año estuve enrollada con una chica de la ciudad—continuó—.Y yo creía que éramos extremadamente discretas, pero resultó que todo el mundo lo sabía desde el principio.—Se encogió de hombros
—.Y todos estaban encantados. Se echaron a reír. Brittany se levantó a cambiar la música: conciertos para piano de Mozart.—Voy a buscar otra botella de vino—
anunció, mientras se llevaba los platos a la cocina. Santana trató de no pensar en el cuerpo espectacular que tenía y en lo sexy que era su forma de andar. Brittany sirvió más vino, se sentó y la miró, esbozando una sonrisa.
—¿Y qué pasó con ella? ¿No funcionó?
Una vez más, Santana se encontró mirándola embelesada, como una idiota. Los ojos de Brittany estaban enmarcados por unas pestanas largas y tupidas, y tenía una manera de mirarla recatada y provocativa a la vez. Claro que Brittany no tenía la culpa; no podía evitar tener unos ojos tan seductores.—No, desde luego que no funcionó—contestó, sacudiendo la cabeza con desdén. Lo último que le apetecía era hablar de Elizabeth
—.De todos modos, ya basta de hablar de mí. En una de esas revistas he visto unas fotos y un reportaje sobre una entrega de premios de periodismo, y parece que has ganado unos cuantos. Estoy impresionada. ¿Cuánto hace que escribes para The Entertainer?
—Unos ocho.
El timbre del teléfono la interrumpió. El contestador saltó directamente y Brittanyespero a oír quien llamaba.—Hola, cariño—dijo una voz de hombre
—. Acabo de volver de Perth... Parece que no estás en casa... Te llamare mañana. Te quiero. Santana se sorprendió al ver que Brittany no cogía el teléfono. Tenía el entrecejo levemente fruncido cuando cogió la copa y bebió un trago.
—Supongo que ese era Ben—dijo
—. ¿No te apetecía hablar con él? Brittany se echó el pelo hacia atrás y se recostó en el sofá.—Puedo llamarlo mañana.
Santana sabía que no debía seguir con las preguntas personales, pero no se podía resistir. Estaba fascinada por aquella mujer.
—Dices que vuestra relación es informal, pero me ha parecido que él va en serio. Ha dicho que te quería. Brittany suspiró.
—Sí, creo que probablemente me quiere. Pero yo no siento lo mismo. Aunque, a decir verdad, nunca siento lo mismo.
—¿A qué te refieres?—La curiosidad de Santana iba en aumento. Brittany bebió un trago y se quedó pensativa. Las preguntas no parecían importarle.
— Antes me molestaba, pero últimamente no pienso mucho en ello. Parece que mis relaciones nunca funcionan. Creo que sería genial tener una relación en la que me sintiera realmente cerca... No sé, tener verdadera confianza con un tío, sentir que tengo una pareja con la que compartirlo todo. Mis amigas parecen capaces de conseguirlo... hasta cierto punto.—Rió con suavidad
—. En realidad, creo que a menudo se tragan un montón de mierda, pero aun así parecen más felices que yo.—Miró a Santana a los ojos, con una expresión ligeramente angustiada, y añadió— . Los hombres siempre parecen estar en otra longitud de onda y, cada vez que trato de hablar de mis sentimientos y aspiraciones, se quedan desconcertados, se vuelven competitivos o se sienten amenazados. Eso hace que me retraiga emocionalmente. No se cómo lidian con eso las otras mujeres.—Se acurrucó el sofá.—
Sí, yo tampoco sé cómo los entienden las mujeres. Dijo Santana con una sonrisa—. En lo que a mí respecta, son de otro planeta. Brittanny se echó a reír.
—Sí, bueno. Y me casé hace cinco años, cuando apenas tenía veintitrés. Era un buen tipo y le tenía mucho cariño pero no estaba enamorada de él. No había pasión; para mí era más bien un amigo. No me extraña que solo durase cinco años y que la mayor parte de la relación fuera difícil. Con Ben es lo mismo, solo que ahora sé que no debo esperar demasiado. He decidido conformarme con un arreglo cómodo: vivo mi vida y, cuando es posible tengo un amante con el que pasar un buen rato.
— Se encogió de hombros—. Ben es un tipo genial, pero cuando paso demasiado tiempo con él, a menudo tengo ganas de salir corriendo. Eso suena fatal, ¿verdad?—preguntó, con una sonrisa.
Mientras la escuchaba, Santana observó la expresión de pena y desilusión que transmitían los ojos de Brittany y notó que algo se agitaba en su interior. La atracción que sentía por ella cobraba otra dimensión. Ya no era simple admiración por su belleza: experimentaba un poderoso deseo por aquella mujer. Sabía que no era procedente y no quería sentirse así, pero no podía evitarlo. Tragó saliva y sonrió con timidez.
—¿No te has enamorado nunca? Brittany a la miró a los ojos con franqueza y sacudió la cabeza.
—Supongo que no doy la talla.
«Oh, cielo, no cabe duda de que das la talla.» Santana sintió la repentina necesidad de tenerla entre sus brazos. La idea le tensó el cuerpo de deseo. Tomó un trago de vino.
—Será que todavía no has conocido a la persona adecuada.—
Puede que no—dijo Brittany, sin darle importancia—.¿Te apetece un café?
—Sí, estaría bien.
—Santana se alegró de que cambiaran de tema y la acompañó a la cocina
—. Hace un rato se me ha ocurrido una cosa que me gustaría preguntarte. Es sobre la posibilidad de que hagas un reportaje sobre mi grupo.
Brittany puso a hervir agua para el café.
—Suena interesante.—
Bueno, cuando estaba hojeando las revistas he visto un reportaje tuyo sobre una banda de blues inglesa. Es maravillosa la manera en que escribiste sobre ellos, sus aspiraciones, su estilo musical y todo eso. La personalidad de los miembros se traslucía de verdad. Estaba pensando que podrías cubrir el resto de nuestra gira. Ya sabes: viajar con nosotros y escribir sobre nosotros y los conciertos. En fin, esas cosas. Brittany se pasó una mano por el pelo.
—¿Cuánto dura el resto de la gira?
—Eran dos semanas en total, así que quedan diez días. Tenemos tres conciertos en Sydney y otros tres en Brisbane, con unos días libres en medio, para pasear un poco. Hicimos una gira tan agotadora en Estados Unidos que quería que esta fuera tranquila y agradable, para que todos tuviéramos un pequeño respiro.—Sonrió—. No estarías todo el día de aquí para allá; tendrías mucho tiempo para hablar con todos y divertirte.
Brittany sirvió el café y volvió al salón con las tazas.—Pues las fechas son perfectas para que salga en el próximo número, que es cuando se iba a publicar la entrevista que te he hecho hoy. Santana sonrió.
—Eso sería mucho mejor que esta entrevista. Brittany asintió, entusiasmada.
—El calendario iría un poco ajustado, pero creo que estaría muy bien. En las próximas dos semanas no hay ningún acontecimiento importante que tenga que cubrir por aquí, y estoy segura de que mi jefa no se opondría a que hiciera un reportaje sobre Santana López.
—le dedicó una amplia sonrisa
—. Eres el gran éxito del momento. Pero ¿no tendrías que hablarlo con tu agente?
—Oh, no tenemos que preocuparnos por Danny. Le parecerá una idea fantástica. Nada le gusta tanto corno la publicidad.
—Te referirás a la publicidad positiva —
Bueno, prefiere la positiva, pero, si no hubiera más remedio, se conformaría con la negativa. Siempre me dice: «Tienes que conseguir que sigan hablando de ti, San. Cuando dejen de hablar estarás muerta. Lo digo en serio. ¡Acabada!». Se echaron a reír
—De acuerdo—dijo Brittany.—. Hablare con mi jefa mañana por la mañana y ya te diré algo.
La conversación siguió otros derroteros durante casi una hora. Cuando Santana miró el reloj eran poco más de las doce de la noche.
—Será mejor que me vaya. Muchas gracias por lo de esta noche. Me lo he pasado muy bien.
—Yo también—afirmó Brittany.—. Te pediré un taxi y te haré esa lista de tiendas que te he comentado.
—¡Qué bien! Ruby va a saltar de alegría. Ahora que lo pienso, te apuntaré mi dirección de Savannah. En caso de que no puedas venir a la gira, llámame cuando estés en mi lado del mundo.
—Oh, no te quepa duda. Gracias. Intercambiaron notas, y Santana oyó el claxon del taxi mientras Brittany la acompañaba hasta la puerta.
—Buenas noches, Santana.Te llamo mañana. Cuando Brittany la besó en la mejilla, Santana volvió a sentir que se derretía. Habría sido muy fácil pasarle el brazo por la cintura y besar aquella boca de aspecto delicioso. Sonrió.
—Buenas noches, y gracias de nuevo.
En el viaje de vuelta al hotel, Santana pensó, preocupada, en las sensaciones que le despertaba Brittany. No podía permitirse el lujo de sentir aquella atracción. Era ridículo. No obstante, tenía que reconocer que era el motivo principal por el que le había propuesto que viajara con ellos e hiciera el reportaje. Sabía que sería bueno para el grupo, porque Brittany era una periodista importante y trabaja para una reputada revista, pero sobre todo era una excusa para pasar más tiempo con ella. Pensó que, gracias a Dios, Brittany era heterosexual. De lo contrario, si hubiera demostrado algún interés por ella, las cosas se habrían complicado. No podía involucrarse en una relación que acabaría en diez días, y menos con una mujer como Brittany. Recordó la manera en que la había mirado en algunos momentos y como la había hecho dudar. No, Brittany era heterosexual, y más le valía que siguiera sin enterarse de la atracción que sentía por ella. Cuando el taxi paró en la puerta del hotel, suspiró. Le encantaba la costumbre que tenía Brittany de echarse el pelo hacia atrás; aquel movimiento despreocupado de la cabeza era muy sexy. «Dioses pensó—, como se descuide, una mujer podría ahogarse en esos ojos.»
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
bueno me ha encantado la historia y no se te ocurra acortar los capitulos por favor, ojala Britt pueda ir a la gira a ver si se olvida de ser heterosexual! hasta pronto, espero!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
san anda en la luna cuando esta con britt....
a ver como va la gira,.. uff la sexualidad puede cambiar se encuentras a la perdona a adecuada no???
nos vemos!!!
a ver como va la gira,.. uff la sexualidad puede cambiar se encuentras a la perdona a adecuada no???
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
No pude comentar antes, pero te informo que aquí tienes una fiel lectora,
me ha encantado tu fic... Santana tan coqueta y Britt tan.. ¿liberal? :O
espero que más adelante Santana si la haga creer que se puede enamorar Saludos!!!
By. Nathie ^^
me ha encantado tu fic... Santana tan coqueta y Britt tan.. ¿liberal? :O
espero que más adelante Santana si la haga creer que se puede enamorar Saludos!!!
By. Nathie ^^
Nathie_B4E****** - Mensajes : 315
Fecha de inscripción : 06/07/2014
Edad : 30
Canciones para Brittany (Adaptado) Capítulo4
Gracias por las nuevas personas que comentaron! Acá dejo otro capítulo.
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Capítulo 4.
Britany recogió la cocina y se preparó para irse a la cama. Santana le caía muy bien, aunque había un plano de interés distinto al de otras mujeres que le caían bien. La miraba de una forma sutil, que le resultaba halagadora, e incluso había cierto deje sexual en sus reacciones, pero era algo afectuoso y reconfortante, que no se parecía en a nada a las miradas y reacciones de los hombres, las cuales la hacían sentir incómoda. Era toda una mujer, todas las cualidades que a Brittany le gustaban de las mujeres. Por lo general eran más cálidas, reflexivas, sensibles y, según su experiencia, hasta más divertidas que los hombres. Pensó que resultaba interesante que siempre hubiera preferido la compañía de mujeres.
Aunque acababa de conocerla, se había sentido muy cómoda hablando con ella de sus relaciones de pareja. Santana parecía sinceramente interesada en lo que ella le había contado, como si le importaran sus sentimientos. Tenía una forma encantadora de hacerla sentirse la persona más importante del universo. Brittany imaginaba que debía de ser igual con todo el mundo; formaría parte de su encanto y su carisma. Se metió en la cama y se quedó pensando en sus mejores amigas. Ni siquiera con ellas había hablado de lo que sentía por los hombres de la manera en que se había sincerado con Santana. Sus amigas siempre le tomaban el pelo y le decían que no tenía relaciones serias y estables porque era demasiado exigente. Era más fácil reírse y darles la razón que tratar de explicarles cosas que había que no entenderían.
Eran cuatro mujeres, a dos de las cuales las había conocido en la universidad. Comían juntas con bastante frecuencia y, a veces, iban a cenar o a ver algún espectáculo, cuando sus parejas estaban ocupadas o de viaje. Su compañía le resultaba entretenida, y tenían trabajos exigentes, como ella, pero su prioridad eran sus maridos y amantes, y Brittany no se identificaba ni física ni emocionalmente con lo que sentían por los hombres. Era la única que no se había enamorado loca y apasionadamente en ningún momento de su vida. Pensó que tenía sentido que Santana la entendiera mejor que sus amigas. Sonrió al recordarla con el pelo negro cayéndole por la frente. Le encantaba su costumbre de juguetear con un mechón entre los dedos, con aire distraído. Decidió que llamaría a Adele a primera hora de la mañana y quedaría para desayunar con ella y hablar del reportaje. Esperaba poder ir a la gira; sería muy divertido, e imaginaba que Santana y ella se convertirían en grandes amigas.
A la mañana siguiente, a las ocho y media, Brittany y Adele estaban sentadas en un bar, a una calle de su trabajo. Brittany se estaba comiendo una tortilla de queso y tomate con guarnición de champiñones, y pan tostado con mantequilla. Adele se terminó su café solo y encendió otro cigarrillo. A todas luces, la visión del desayuno de Brittany le daba escalofríos.
—Dioses, ¿cómo puedes comer tanto a estas horas?
—Porque tengo hambre—contestó con una sonrisa
—. ¿Tú no comes nunca?
—Si puedo evitarlo, ni de coña. Ahora cuéntame lo del reportaje. Brittany le explicó que a Santana se le había ocurrido la idea después de echar un vistazo a unos números anteriores de la revista, y que parecía muy entusiasmada.
—Y bien, ¿qué opinas?—concluyó.
—La verdad es que no me puedo creer que hayamos tenido tanta suerte. Debes de haberla impresionado mucho. No tiene ningún problema para conseguir toda la publicidad que quiera. Hay publicaciones importantes de todas partes del mundo que desearían un reportaje como este. Puede elegir.
Brittany terminó el café y la miró, con una sonrisa pícara.
Adele llamó al camarero y pidió más café para las dos.
—Ya, bueno, sea cual sea el motivo, la directora de publicidad quedará en deuda conmigo después de esto. Se va a pasar todo el mes fichando anunciantes gordos que querrán aparecer en nuestras páginas.—Dio una larga calada a su cigarrillo y tosió -Tenía reservada media página para tú entrevista, pero ahora tendré que dejar al menos cuatro páginas completas, teniendo en cuenta que habrá muchas fotos.
—¿Así que tengo el visto bueno para irme mañana con ellos?
—Tengo que hablar con su agente, por si pretende poner alguna condición
— dijo Adele
—. Pero, por lo demás, por mi está bien. Brittany dejó a un lado el plato vacío y bebió un trago de café.
— Como es lógico, necesitaré llevar a un fotógrafo, y esta mañana pensaba en Kerry Oliver.
— Kerry es una novata, y creo que este trabajo le queda demasiado grande. Sería mejor alguien con más experiencia. Por casualidad, ¿no habrás pensado en ella porque es lesbiana?
— He trabajado con ella lo suficiente como para saber que sería perfecta para este trabajo. Ilumina bien y me gusta la mirada que tiene de las cosas. Y el hecho de que sea lesbiana y muy probablemente una gran admiradora de Santana tampoco viene mal, ¿verdad? Adele parecía tener sus dudas.
— Hay fotógrafos con más antigüedad que me matarían si le encomendase a Kerry un trabajo como este.
—La quiero a ella, Adele.—
Brittany la miró a los ojos. Sabía que su jefa podía ser una persona difícil, pero, si era suficientemente firme con ella, conseguiría lo que quería. Adele se encendió otro cigarrillo y pareció ocultarse tras el humo.
—Veré que puedo hacer—dijo—. Dentro de un par de días tendrás que informarme de tus planes para el reportaje: que temas vas a cubrir y esa clase de cosas, para que podamos planificar el espacio y Miranda pueda captar a los anunciantes adecuados.—Miró a lo lejos un instante y añadió— ¿Tendrán un convenio o algo así con alguna compañía aérea? Los de publicidad deberían llamar a su agencia de prensa y averiguarlo. Brittany se echó a reír y sacudió la cabeza con exasperación.
—Dioses, Adele, no tengo ni idea. Pero puedo decirte una cosa: veo un artículo muy de mujer..., femenino, supongo. Esta banda tiene una líder, carece de cualquier influencia masculina, y la música de Santana está dirigida a las mujeres. Quiero captar a la Santana López por excelencia. Así que no me pidas que meta con embudo cosas del tipo «El grupo de Santana López vuela con Quantas Airlines» ni ninguna mierda de ese estilo ¿de acuerdo?
Adele no parecía impresionada. Se encogió de hombros.—No pasaría nada por meter algo así—dijo, con una sonrisa—. Sobre todo si Miranda puede sacar una buena tajada que pueda compartir con nosotras.
Brittany era muy consciente de que Adele era una buena redactora jefe. Sabía reconocer una buena historia cuando la veía, pero raras veces se sentía inspirada de ante mano. Siempre tenía en la cabeza la visión más amplia del éxito económico de la revista y no le importaba compartir los cohechos, que se consideraban algo habitual y más o menos legítimo entre los publicistas. A menudo presionaba para que se incluyeran mensajes comerciales en los artículos: publicidad encubierta.
—Aquí no, Adele— Brittany sacudió la cabeza—. Este reportaje va a ser bueno, lo presiento, y no voy a hacer una chapuza con los de publicidad. Su jefa clavó en ella sus ojos negros durante un instante, como si tratara de someterla a base de miradas penetrantes. Brittany sabía que pretendía y se limitó a sonreír. Adele resopló, firmó el recibo de la tarjeta de crédito y se dirigieron a la oficina. Brittany cerró la puerta de su despacho y pensó que tenía que llamar a Ben. Se sentía culpable por no haberlo llamado a primera hora de la mañana. A fin de cuentas, había estado de viaje de negocios durante tres semanas.
Se le ocurrió, como en más de una ocasión, que no estaba siendo muy justa con él. Ben se hallaba casi al final de su lista de prioridades. Durante sus frecuentes ausencias, había momentos en los que Brittany creía necesitarlo y esperaba impaciente a que volviera; pero hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a sentir una inexplicable desilusión cuando se reencontraban. Seguía sintiéndose desesperadamente sola cuando estaba entre sus brazos. Aquella mañana, al despertarse, no había pensado en él, sino en el proyecto que había planeado con Santana. Llamaron a la puerta y, cuando levantó la vista, entró Ben.
— Hola, preciosa— dijo el, con una sonrisa radiante.— estaba a punto de llamarte.
— Julia se le acercó; Ben la rodeó con los brazos y la apretó con fuerza.
—Te he echado de menos— declaró. La besó con desesperación, igual que siempre, como si estuviera buscando algo de ella que no podía encontrar. Sonó el teléfono y Brittany fue a contestar, pero él la retuvo.
— Olvídate del teléfono— murmuró y empezó a besarla de nuevo. Ella notó la erección contra el cuerpo y se separó un poco. Le parecía un fastidio que no pudiera abrazarla afectuosamente sin excitarse. En aquel momento sonó el interfono y Tracy, su secretaria, anunció:
— Brittany, tienes a Santana López en la línea uno. Brittanyse apartó de Ben rápidamente y cogió el teléfono.—
Hola, Santana, ¿cómo estás?
— Bien, cielo. Parece que mañana vienes con nosotros.— Sonó una risita gutural—. Danny acaba de darme la noticia. Tu jefa ha hablado con el antes de que yo tuviera la oportunidad de informarle de nuestros planes. ¡Tendrías que haberlo oído!—Volvió a reír.
—Lo siento. ¿Está de acuerdo con todo?— Oh, sí. Le encanta la idea. Oye, ¿por qué no volvemos a cenar juntas esta noche? Me gustaría llevarte a algún lugar bonito, para compensar tú hospitalidad.
— No es necesario.
—Me apetece. Podríamos hablar de tus planes para el artículo. Si estas libre, claro. Un restaurante chino sería genial. Si te gusta la comida china, claro. Brittany también se echó a reír. El encanto de Santana era muy persuasivo. —Me gusta y conozco el lugar perfecto. Reservaré una mesa.—
Genial. Ven al hotel hacia las siete y media, y te los presentaré a todos. Estaremos tomando algo en la habitación de Danny. Es la 303. Adiós, cielo.
Brittany se giró hacia Ben, que parecía un tanto abatido. — Debía de ser una llamada muy importante—dijo en tono cansino.
—Sí. Perdón, pero ya sabes cómo es esto. El trabajo es el trabajo.—
Brittany sonrió tan tiernamente como podía. Esto no le va a gustar»-. He quedado para cenar con Santana. Es importante que hablemos de un reportaje que estoy escribiendo sobre ella.
—Sabías que estaría en casa. ¿Por qué has organizado una cena de trabajo para esta noche?
—Ben parecía enfadado. Brittany sintió otra punzada de culpa. No era estrictamente necesario que cenara con Santana aquella noche; más adelante tendrían tiempo de sobra para hablar del artículo. Pero estaba emocionada por la gira, y le convenía conocer a Danny Goldman y a los miembros del grupo antes de irse de viaje con ellos.
—Lo siento, Ben, pero hasta ayer no sabía nada de esto. Las cosas han salido así, y ya sé que ha sido en el peor momento, pero que se le va a hacer. Y eso no es todo: mañana me voy de gira con Santana y su grupo, a Sydney y Brisbane. Estaré fuera unos diez días.
— Parecía que Ben se estaba preparando para iniciar una discusión. Brittany pensó que él no permitía que nada se interpusiera en sus propias obligaciones y oportunidades laborales, pero siempre se ponía de mal humor cuando ella hacia lo mismo-. Tal vez, cuando termine mi trabajo, podríamos pasar unos días juntos en Noosa Heads o en Port Douglas. Estaría bien, ¿no?
—Sonrió, con la esperanza de que se hubiera calmado. Ben se encogió de hombros, derrotado.
—Supongo que sí. A ver si puedo tomarme unos días libres.—Avanzó hacia ella y la volvió a abrazar —. Santana López es lesbiana. Es lesbiana, ¿verdad? Más le vale que no te meta mano.
—Rio entre dientes—. Tendrás que andar con pies de plomo, mi amor. Brittany se puso furiosa.
—Es una mujer, no un hombre— dijo, consciente de que había respondido en un tono seco
—. Teniendo a varios millones de lesbianas que la adoran en todo el mundo, dudo que se tome la molestia de magrear a heteros, ¿no crees?
—Vale, vale, era una broma. Estaría realmente preocupado si viajaras con un guaperas. Brittany no se calmó. Se preguntaba si lo que la ofendía era su actitud posesiva o la insinuación de que solo la amenaza potencial de un hombre merecería ser tomada en serio. Probablemente, a Ben le parecía que la alternativa era una especie de chiste. Ocultó su malestar con una sonrisa.
— Tengo mucho que hacer, Ben. Me voy por la mañana. Te enviare mi itinerario por fax y hablaremos dentro de un par de días, ¿vale? Volvió a besarla y le prometió que la llamaría. Luego se despidieron. Cuando el salió del despacho, sonó el teléfono. Era Adele.
— Ya está todo organizado. Te vas de gira. Danny Goldman parece encantado con la idea. Te he asignado a Kerry, como querías, pero ten en cuenta que varios fotógrafos con más experiencia querrán despellejarme viva por esto. ¡Tiene que hacer unas fotos fantásticas! Danny me ha enviado un fax con el itinerario y le he mandado una copia a Tracy. Asegúrate de que te esté haciendo todas las reservas.
— Como siempre, Adele iba a un millón de kilómetros por hora.—
Vale, voy a planificar unas cosas para el reportaje y pasaré a verte más tarde. Brittany se fue del trabajo un poco más temprano, para poder recoger a Lord Tubbington y llevarla a su refugio habitual. Como su dueña viajaba con frecuencia, Gum Nut era un segundo hogar para Lord Tubington, y era un consuelo saber que la pareja que dirigía el albergue la malcriaba, porque siempre volvía relajada y feliz. Después se fue corriendo a casa para ducharse y cambiarse antes de ir al hotel de Santana, situado en Southbank, junto al río Yarra, en el centro de la ciudad.
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Capítulo 4.
Britany recogió la cocina y se preparó para irse a la cama. Santana le caía muy bien, aunque había un plano de interés distinto al de otras mujeres que le caían bien. La miraba de una forma sutil, que le resultaba halagadora, e incluso había cierto deje sexual en sus reacciones, pero era algo afectuoso y reconfortante, que no se parecía en a nada a las miradas y reacciones de los hombres, las cuales la hacían sentir incómoda. Era toda una mujer, todas las cualidades que a Brittany le gustaban de las mujeres. Por lo general eran más cálidas, reflexivas, sensibles y, según su experiencia, hasta más divertidas que los hombres. Pensó que resultaba interesante que siempre hubiera preferido la compañía de mujeres.
Aunque acababa de conocerla, se había sentido muy cómoda hablando con ella de sus relaciones de pareja. Santana parecía sinceramente interesada en lo que ella le había contado, como si le importaran sus sentimientos. Tenía una forma encantadora de hacerla sentirse la persona más importante del universo. Brittany imaginaba que debía de ser igual con todo el mundo; formaría parte de su encanto y su carisma. Se metió en la cama y se quedó pensando en sus mejores amigas. Ni siquiera con ellas había hablado de lo que sentía por los hombres de la manera en que se había sincerado con Santana. Sus amigas siempre le tomaban el pelo y le decían que no tenía relaciones serias y estables porque era demasiado exigente. Era más fácil reírse y darles la razón que tratar de explicarles cosas que había que no entenderían.
Eran cuatro mujeres, a dos de las cuales las había conocido en la universidad. Comían juntas con bastante frecuencia y, a veces, iban a cenar o a ver algún espectáculo, cuando sus parejas estaban ocupadas o de viaje. Su compañía le resultaba entretenida, y tenían trabajos exigentes, como ella, pero su prioridad eran sus maridos y amantes, y Brittany no se identificaba ni física ni emocionalmente con lo que sentían por los hombres. Era la única que no se había enamorado loca y apasionadamente en ningún momento de su vida. Pensó que tenía sentido que Santana la entendiera mejor que sus amigas. Sonrió al recordarla con el pelo negro cayéndole por la frente. Le encantaba su costumbre de juguetear con un mechón entre los dedos, con aire distraído. Decidió que llamaría a Adele a primera hora de la mañana y quedaría para desayunar con ella y hablar del reportaje. Esperaba poder ir a la gira; sería muy divertido, e imaginaba que Santana y ella se convertirían en grandes amigas.
A la mañana siguiente, a las ocho y media, Brittany y Adele estaban sentadas en un bar, a una calle de su trabajo. Brittany se estaba comiendo una tortilla de queso y tomate con guarnición de champiñones, y pan tostado con mantequilla. Adele se terminó su café solo y encendió otro cigarrillo. A todas luces, la visión del desayuno de Brittany le daba escalofríos.
—Dioses, ¿cómo puedes comer tanto a estas horas?
—Porque tengo hambre—contestó con una sonrisa
—. ¿Tú no comes nunca?
—Si puedo evitarlo, ni de coña. Ahora cuéntame lo del reportaje. Brittany le explicó que a Santana se le había ocurrido la idea después de echar un vistazo a unos números anteriores de la revista, y que parecía muy entusiasmada.
—Y bien, ¿qué opinas?—concluyó.
—La verdad es que no me puedo creer que hayamos tenido tanta suerte. Debes de haberla impresionado mucho. No tiene ningún problema para conseguir toda la publicidad que quiera. Hay publicaciones importantes de todas partes del mundo que desearían un reportaje como este. Puede elegir.
Brittany terminó el café y la miró, con una sonrisa pícara.
Adele llamó al camarero y pidió más café para las dos.
—Ya, bueno, sea cual sea el motivo, la directora de publicidad quedará en deuda conmigo después de esto. Se va a pasar todo el mes fichando anunciantes gordos que querrán aparecer en nuestras páginas.—Dio una larga calada a su cigarrillo y tosió -Tenía reservada media página para tú entrevista, pero ahora tendré que dejar al menos cuatro páginas completas, teniendo en cuenta que habrá muchas fotos.
—¿Así que tengo el visto bueno para irme mañana con ellos?
—Tengo que hablar con su agente, por si pretende poner alguna condición
— dijo Adele
—. Pero, por lo demás, por mi está bien. Brittany dejó a un lado el plato vacío y bebió un trago de café.
— Como es lógico, necesitaré llevar a un fotógrafo, y esta mañana pensaba en Kerry Oliver.
— Kerry es una novata, y creo que este trabajo le queda demasiado grande. Sería mejor alguien con más experiencia. Por casualidad, ¿no habrás pensado en ella porque es lesbiana?
— He trabajado con ella lo suficiente como para saber que sería perfecta para este trabajo. Ilumina bien y me gusta la mirada que tiene de las cosas. Y el hecho de que sea lesbiana y muy probablemente una gran admiradora de Santana tampoco viene mal, ¿verdad? Adele parecía tener sus dudas.
— Hay fotógrafos con más antigüedad que me matarían si le encomendase a Kerry un trabajo como este.
—La quiero a ella, Adele.—
Brittany la miró a los ojos. Sabía que su jefa podía ser una persona difícil, pero, si era suficientemente firme con ella, conseguiría lo que quería. Adele se encendió otro cigarrillo y pareció ocultarse tras el humo.
—Veré que puedo hacer—dijo—. Dentro de un par de días tendrás que informarme de tus planes para el reportaje: que temas vas a cubrir y esa clase de cosas, para que podamos planificar el espacio y Miranda pueda captar a los anunciantes adecuados.—Miró a lo lejos un instante y añadió— ¿Tendrán un convenio o algo así con alguna compañía aérea? Los de publicidad deberían llamar a su agencia de prensa y averiguarlo. Brittany se echó a reír y sacudió la cabeza con exasperación.
—Dioses, Adele, no tengo ni idea. Pero puedo decirte una cosa: veo un artículo muy de mujer..., femenino, supongo. Esta banda tiene una líder, carece de cualquier influencia masculina, y la música de Santana está dirigida a las mujeres. Quiero captar a la Santana López por excelencia. Así que no me pidas que meta con embudo cosas del tipo «El grupo de Santana López vuela con Quantas Airlines» ni ninguna mierda de ese estilo ¿de acuerdo?
Adele no parecía impresionada. Se encogió de hombros.—No pasaría nada por meter algo así—dijo, con una sonrisa—. Sobre todo si Miranda puede sacar una buena tajada que pueda compartir con nosotras.
Brittany era muy consciente de que Adele era una buena redactora jefe. Sabía reconocer una buena historia cuando la veía, pero raras veces se sentía inspirada de ante mano. Siempre tenía en la cabeza la visión más amplia del éxito económico de la revista y no le importaba compartir los cohechos, que se consideraban algo habitual y más o menos legítimo entre los publicistas. A menudo presionaba para que se incluyeran mensajes comerciales en los artículos: publicidad encubierta.
—Aquí no, Adele— Brittany sacudió la cabeza—. Este reportaje va a ser bueno, lo presiento, y no voy a hacer una chapuza con los de publicidad. Su jefa clavó en ella sus ojos negros durante un instante, como si tratara de someterla a base de miradas penetrantes. Brittany sabía que pretendía y se limitó a sonreír. Adele resopló, firmó el recibo de la tarjeta de crédito y se dirigieron a la oficina. Brittany cerró la puerta de su despacho y pensó que tenía que llamar a Ben. Se sentía culpable por no haberlo llamado a primera hora de la mañana. A fin de cuentas, había estado de viaje de negocios durante tres semanas.
Se le ocurrió, como en más de una ocasión, que no estaba siendo muy justa con él. Ben se hallaba casi al final de su lista de prioridades. Durante sus frecuentes ausencias, había momentos en los que Brittany creía necesitarlo y esperaba impaciente a que volviera; pero hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a sentir una inexplicable desilusión cuando se reencontraban. Seguía sintiéndose desesperadamente sola cuando estaba entre sus brazos. Aquella mañana, al despertarse, no había pensado en él, sino en el proyecto que había planeado con Santana. Llamaron a la puerta y, cuando levantó la vista, entró Ben.
— Hola, preciosa— dijo el, con una sonrisa radiante.— estaba a punto de llamarte.
— Julia se le acercó; Ben la rodeó con los brazos y la apretó con fuerza.
—Te he echado de menos— declaró. La besó con desesperación, igual que siempre, como si estuviera buscando algo de ella que no podía encontrar. Sonó el teléfono y Brittany fue a contestar, pero él la retuvo.
— Olvídate del teléfono— murmuró y empezó a besarla de nuevo. Ella notó la erección contra el cuerpo y se separó un poco. Le parecía un fastidio que no pudiera abrazarla afectuosamente sin excitarse. En aquel momento sonó el interfono y Tracy, su secretaria, anunció:
— Brittany, tienes a Santana López en la línea uno. Brittanyse apartó de Ben rápidamente y cogió el teléfono.—
Hola, Santana, ¿cómo estás?
— Bien, cielo. Parece que mañana vienes con nosotros.— Sonó una risita gutural—. Danny acaba de darme la noticia. Tu jefa ha hablado con el antes de que yo tuviera la oportunidad de informarle de nuestros planes. ¡Tendrías que haberlo oído!—Volvió a reír.
—Lo siento. ¿Está de acuerdo con todo?— Oh, sí. Le encanta la idea. Oye, ¿por qué no volvemos a cenar juntas esta noche? Me gustaría llevarte a algún lugar bonito, para compensar tú hospitalidad.
— No es necesario.
—Me apetece. Podríamos hablar de tus planes para el artículo. Si estas libre, claro. Un restaurante chino sería genial. Si te gusta la comida china, claro. Brittany también se echó a reír. El encanto de Santana era muy persuasivo. —Me gusta y conozco el lugar perfecto. Reservaré una mesa.—
Genial. Ven al hotel hacia las siete y media, y te los presentaré a todos. Estaremos tomando algo en la habitación de Danny. Es la 303. Adiós, cielo.
Brittany se giró hacia Ben, que parecía un tanto abatido. — Debía de ser una llamada muy importante—dijo en tono cansino.
—Sí. Perdón, pero ya sabes cómo es esto. El trabajo es el trabajo.—
Brittany sonrió tan tiernamente como podía. Esto no le va a gustar»-. He quedado para cenar con Santana. Es importante que hablemos de un reportaje que estoy escribiendo sobre ella.
—Sabías que estaría en casa. ¿Por qué has organizado una cena de trabajo para esta noche?
—Ben parecía enfadado. Brittany sintió otra punzada de culpa. No era estrictamente necesario que cenara con Santana aquella noche; más adelante tendrían tiempo de sobra para hablar del artículo. Pero estaba emocionada por la gira, y le convenía conocer a Danny Goldman y a los miembros del grupo antes de irse de viaje con ellos.
—Lo siento, Ben, pero hasta ayer no sabía nada de esto. Las cosas han salido así, y ya sé que ha sido en el peor momento, pero que se le va a hacer. Y eso no es todo: mañana me voy de gira con Santana y su grupo, a Sydney y Brisbane. Estaré fuera unos diez días.
— Parecía que Ben se estaba preparando para iniciar una discusión. Brittany pensó que él no permitía que nada se interpusiera en sus propias obligaciones y oportunidades laborales, pero siempre se ponía de mal humor cuando ella hacia lo mismo-. Tal vez, cuando termine mi trabajo, podríamos pasar unos días juntos en Noosa Heads o en Port Douglas. Estaría bien, ¿no?
—Sonrió, con la esperanza de que se hubiera calmado. Ben se encogió de hombros, derrotado.
—Supongo que sí. A ver si puedo tomarme unos días libres.—Avanzó hacia ella y la volvió a abrazar —. Santana López es lesbiana. Es lesbiana, ¿verdad? Más le vale que no te meta mano.
—Rio entre dientes—. Tendrás que andar con pies de plomo, mi amor. Brittany se puso furiosa.
—Es una mujer, no un hombre— dijo, consciente de que había respondido en un tono seco
—. Teniendo a varios millones de lesbianas que la adoran en todo el mundo, dudo que se tome la molestia de magrear a heteros, ¿no crees?
—Vale, vale, era una broma. Estaría realmente preocupado si viajaras con un guaperas. Brittany no se calmó. Se preguntaba si lo que la ofendía era su actitud posesiva o la insinuación de que solo la amenaza potencial de un hombre merecería ser tomada en serio. Probablemente, a Ben le parecía que la alternativa era una especie de chiste. Ocultó su malestar con una sonrisa.
— Tengo mucho que hacer, Ben. Me voy por la mañana. Te enviare mi itinerario por fax y hablaremos dentro de un par de días, ¿vale? Volvió a besarla y le prometió que la llamaría. Luego se despidieron. Cuando el salió del despacho, sonó el teléfono. Era Adele.
— Ya está todo organizado. Te vas de gira. Danny Goldman parece encantado con la idea. Te he asignado a Kerry, como querías, pero ten en cuenta que varios fotógrafos con más experiencia querrán despellejarme viva por esto. ¡Tiene que hacer unas fotos fantásticas! Danny me ha enviado un fax con el itinerario y le he mandado una copia a Tracy. Asegúrate de que te esté haciendo todas las reservas.
— Como siempre, Adele iba a un millón de kilómetros por hora.—
Vale, voy a planificar unas cosas para el reportaje y pasaré a verte más tarde. Brittany se fue del trabajo un poco más temprano, para poder recoger a Lord Tubbington y llevarla a su refugio habitual. Como su dueña viajaba con frecuencia, Gum Nut era un segundo hogar para Lord Tubington, y era un consuelo saber que la pareja que dirigía el albergue la malcriaba, porque siempre volvía relajada y feliz. Después se fue corriendo a casa para ducharse y cambiarse antes de ir al hotel de Santana, situado en Southbank, junto al río Yarra, en el centro de la ciudad.
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Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
me encanta esta historia aunque no entiendo el intereses de brittany (que no es julia) en llevar a la tal kerry, en fin.... a ver como va la gira, hasta pronto!
micky morales-*-*-*-* - Mensajes : 7138
Fecha de inscripción : 03/04/2013
Edad : 54
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
holap,..
mmm empieza la gura,....
britt inconscientemente se esta sintiendo atraída por san jajajaj todo empieza por una simple amistad,..
no me gusta ben,...
nos vemos!!!
mmm empieza la gura,....
britt inconscientemente se esta sintiendo atraída por san jajajaj todo empieza por una simple amistad,..
no me gusta ben,...
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Me gusta !!! Seguilo :D saludos
VictoriaRivera** - Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 27/05/2013
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Hola, me he leído los capítulos sin parar, espero tu siguiente Actu, saludos.
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Tal vez no lo admita a voces, pero en el fondo Britt le está atrayendo San! me gusta tu fic
y el capítulo!! ya ansío por verlas a ver que tal se comportan en la gira é.é!! jejje
Saludos!! By Nathie ^^
y el capítulo!! ya ansío por verlas a ver que tal se comportan en la gira é.é!! jejje
Saludos!! By Nathie ^^
Nathie_B4E****** - Mensajes : 315
Fecha de inscripción : 06/07/2014
Edad : 30
Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 5.
Capitulo 5
Brittany llamó a la puerta de la habitación de Danny Goldman. Tenía una clara sensación de excitación nerviosa, aunque no sabía muy bien por qué. Un momento después se abrió la puerta, y se encontró frente a los ojos cafés de Santana. La manera de mirarla, como si llegara directamente a su interior, la había desconcertado el día anterior, pero ya no.
—Hola— dijo Brittany, con una sonrisa—. ¿No me invitas a pasar? Santana soltó una risita gutural y la beso en la mejilla.
—Hola, Britt, entra a conocerlos a todos.— Santana llevaba unos pantalones de cuero negro a juego con un chaleco entallado, que le llegaba por la cintura, con una cremallera en la parte delantera. Saltaba a la vista que el conjunto estaba maravillosamente confeccionado con cuero muy liso, de gran calidad. Ella tenía el cuerpo perfecto para usarlo y estaba impresionante.
—Os presento a Brittany Pierce— anuncio Santana—. Brittany, Danny Goldman. Danny le dio la mano afectuosamente y se pasó la otra mano por el pelo engominado.
—Esto va a ser fabuloso, Brittany—afirmo, radiante—. Sencillamente fabuloso.—
Este es Don, nuestro batería—dijo Santana. Don era alto. Llevaba el pelo decolorado y cortado al uno, y su sonrisa era afable— Y aquí tenemos a Louis, nuestro bajista, y a Jenny, que hace los solos de guitarra y los acompañamientos. Louis y Jenny se habían estado mirando con adoración hasta que los presentaron, y se soltaron el tiempo justo para estrecharle la mano a Brittany. Louis tenía el pelo negro y muy corto, con un intrincado dibujo afeitado; Jenny lucía una melena castaña, con mechas rubias, que le llegaba por debajo de la cintura. Los dos llevaban numerosos pendientes en las orejas y pequeñas argollas relucientes en las cejas. Santana le presentó a Ruby, una mujer atractiva, de piel oscura y tersa, que le dio la mano a Brittany y la miró a los ojos con una franqueza que desarmaba. Le dedicó una sonrisa encantadora y sus ojos parecieron iluminarse con picardía. Su larga melena negra, alisada, brillaba con sutiles reflejos de color castaño rojizo. Iba vestida con varias capas de colores vivos: un chaleco de algodón amarillo sobre una camiseta roja y,encima, una chaqueta holgada de algodón verde oscuro y azul. Las docenas de pulseras y esclavas que llevaba en los brazos creaban una sinfonía cuando se movía.
—Bienvenida a bordo, cielo— dijo, con un acento más fuerte que el de Santana; luego le besó las dos mejillas. Lisa, de Big Gig International, la promotora de la gira, era alta y corpulenta, pero no estaba gorda. Su pelo oscuro y corto mostraba algunas canas en la sienes, y cuando sonreía se le formaban unas atractivas líneas en el contorno de los ojos, azules y brillantes. Cuando le estrechó la mano a Brittany, se situó entre Santana y ella, obligando a la cantante a apartarse. Tenía las manos grandes y fuertes, y miraba a Brittany fijamente. Brittany notó que Santana lanzaba una mirada hostil al perfil indiferente de Lisa, seguida de un intercambio de miradas con Ruby. Con un gesto de incredulidad, Ruby estalló en carcajadas guturales.
—Huy, huy, esto va a ser divertido—farfulló con su acento sureño.—Es un placer— dijo Lisa—. Hace mucho que admiro tú trabajo y estoy deseando charlar un rato contigo durante la gira.
—Gracias— contestó Brittany—. Estoy segura de que será muy interesante.—
Pero, ahora mismo— intervino Santana con una sonrisa chispeante —, Brittany y yo hemos quedado para cenar, así que, Lisa, si nos disculpas...
Acto seguido cogió a Brittany del brazo y la llevó hacia la puerta. Se puso un tres cuartos de lino color crema y se acercó más a ella. Brittany sintió su perfume, sutil y especiado.
—Estas lista para salir, ¿verdad? Era una afirmación, no una pregunta, y se marcharon. Cuando salieron del hotel, Santana preguntó:
—Y bien, ¿adónde te llevo?—El restaurante donde he hecho la reserva queda a cinco minutos en taxi, pero, si te apetece, podemos ir andando. Hace una noche agradable.
Un montón de mujeres, probablemente unas cien, a las que Brittany había visto al llegar, se animaron de repente y corrieron hacia la entrada, llamando a Santana. Ella sonrió y las saludó con la mano.
—Creo que no iremos andando, cielo.— Abrió la puerta del taxi más próximo y le hizo una señal a Brittany para que entrara—. Dese prisa—le ordeno al conductor, y se alejaron a toda velocidad.— Yo creía que eran un grupo de turistas— dijo Brittany. Santana sonrió.
—Siempre averiguan donde estamos en cinco minutos. Están esperando en la puerta del hotel desde que llegamos. Es muy de agradecer, pero no siempre puedo pararme a hablar. Reconozco varias caras: les he firmado autógrafos esta mañana.
El restaurante estaba en Chinatown, en el centro de la ciudad. Tenía una fama excelente por la comida y el servicio, y a Brittany le gustaba porque ofrecía cocina de varias provincias chinas.
—Es una placer verla de nuevo, señorita Moran—dijo el maître. Miró a Santana y sonrió, encantado, al reconocerla—. Buenas noches. El hombre les mostró una bonita mesa esquinada para dos, sacudió con una floritura las servilletas blancas almidonadas y se las tendió. Una música china sonaba de fondo, discreta, y los camareros se movían en silencio y con eficacia. Las paredes estaban decoradas con gruesos biombos chinos, lacados y muy elaborados, y la iluminación era cálida e íntima.
—¿Te parece bien este Marsanne de Victoria?— preguntó Santana, mirando la carta de vinos.
Brittany arqueó las cejas, sorprendida.
—Sí, es muy bueno. No conozco mucha gente a la que le guste el Marsanne.
Santana esbozó una media sonrisa.
—Oh, me gustan muchas cosas, cielo.—
Todos los de tú grupo parecen muy majos, incluido Danny. Creo que me va a caer especialmente bien Ruby. Parece que tiene un gran sentido del humor. Santana se echó a reír.
—Oh, es fantástica. No me cabe duda de que os llevareis muy bien.
Brittany recordó la franqueza y la calidez con que la había mirado Ruby, y la interacción entre Ruby, Santana y Lisa. Lisa se había mostrado ligeramente insinuante.
—¿Ruby es lesbiana?
—Oh, sí, reina, claro que sí. Y Lisa también.
—Igual que la fotógrafa que me acompaña—dijo Brittany, sonriendo. Santana rio entre dientes.
—Pues vas a estar rodeada de lesbianas, cielo. Espero que puedas lidiar con nosotras.—
Oh, creo que me las apañare
—murmuró Brittany, y tomó un trago de vino. Santana la estaba mirando otra vez con aquella intensidad especial. Sus ojos reflejaban inteligencia y parecían estar tratando de interpretarla. Se estaba mordisqueando el labio inferior; no llevaba pintalabios, pero sus labios carnosos y perfectamente delineados tenían un tono rosa claro de aspecto saludable. Brittany pensó que era como si estuviera mordisqueando un melocotón jugoso.
—Aparte de Ruby—añadió-, ¿los otros miembros del grupo llevan mucho tiempo contigo? Parecen muy jóvenes.
—Hará un año—dijo Santana, asintiendo—. Todos son músicos muy buenos, y eso que solo tienen veintipocos años. Si todo va bien, es bueno tener un grupo estable; pero los músicos suelen ser muy suyos: van y vienen. Dudo que de aquí a un año sigan todos conmigo, aunque tampoco es tan grave. Los buenos músicos se adaptan rápidamente cuando se unen a un grupo.—Hizo una pausa—. Louis y Jenny se enamoraron cuando empezó la gira por Estados Unidos. Mientras eso dure, imagino que no habrá ningún problema. Pero no querría quedarme sin Ruby jamás. En aquel momento les llevaron los entrantes: codorniz Sung Choi Bao, buñuelos de Shanghai y vieiras del oeste de Australia con jengibre. La camarera, una joven atractiva vestida con camisa blanca, fajín, pajarita y pantalones negros, le dedicó una sonrisa arrebatadora a Santana mientras servía la comida.
—Esto tiene una pinta fantástica—dijo Santana.
Brittany probó una vieira. —Humm. La comida de aquí siempre esta buenísima.—Bebió un poco de vino—. He tenido unas cuantas ideas para nuestro reportaje.
Santana asintió mientras se quitaba el tres cuartos, que la camarera se llevó rápidamente. Brittany admiró los músculos firmes y torneados de sus brazos.
—Quiero escribir todo desde tu perspectiva. He pensado en conseguir datos sobre los antecedentes de los demás y después escribir sobre sus cometidos, lo que incluiría aspectos relevantes e interesantes de su historial, pero desde tu punto de vista. Así podre concretar mejor tus expectativas, tus planes, tu estilo y la dirección que seguirás.
Santana volvió a asentir.—Suena muy bien.—
—Obviamente, los que te rodean te influyen en más de un sentido y quiero que expliques esa influencia. Tiene que ser un reportaje de Santana López al completo—.
—Pero no restarás importancia a la contribución de Ruby en nuestro sonido, o a lo bueno que es Danny en la organización, ¿verdad?
Santana cogió comida con los palillos Llevaba las uñas sin pintar, cortas y perfectamente cuidadas. Brittany sonrió.
— El reportaje ira sobre ti, así que dejaré claro lo importantes que son ellos para el éxito de tu grupo. Mientras tanto, captaré tus reacciones frente a los fans y en los lugares de actuación, e incluiré aspectos del viaje, para transmitir la sensación de movimiento. La expresión de Santana indicaba que le gustaba la idea. Estaba escuchando muy concentrada, jugueteando con un mechón de pelo entre los dedos. A veces se quedaba un rato mirando la boca de Brittany.
— Y también trabajaré sobre tu proceso de composición de las canciones: que te inspira; e intercalaré las ideas de las canciones y una selección de letras.— Se detuvo para beber un trago vino—. Desde luego, en esas partes me gustaría incluir atisbos de Savannah y de la sida que llevas allí.—
Veo que eres muy ingeniosa.
A Santana le brillaban los ojos y Brittany volvió a notar que tenía una sonrisa preciosa. Era verdaderamente cautivadora.
—Me alegro de que pienses eso—
dijo, sin apartar la vista. En aquel momento llegó la camarera con el pato pequinés. La observaron mientras colocaba con rapidez y delicadeza las finas tiras de cebolleta y pepino en las pequeñas crepes, añadía el pato dorado y crujiente, y la salsa, y las enrollaba cuidadosamente. Pidieron otra botella de vino, y la conversación giró hacia otros asuntos. Más tarde, a Brittany le costaba conciliar el sueño. Seguía pensando en Santana y en sus desconcertantes reacciones hacia ella. Cuando volvieron al hotel, las admiradoras parecían haber desaparecido momentáneamente. Brittany le tocó el brazo a Santana y se acercó para besarla en la mejilla; la cantante había querido hacer lo mismo, pero calculó mal y se rozaron los labios. Santana contuvo la respiración y Brittany no dijo nada. Santana acertó a esbozar una sonrisa divertida y, acto seguido, se despidieron. Brittany se había fijado en todos los detalles, hasta en cómo se tocaba el pelo. Recordaba perfectamente sus manos, los anillos que llevaba, la bonita forma de sus hombros, los músculos de sus brazos y su voz, grave y ronca. A veces, cuando hablaba en voz baja, le evocaba la sensación de la seda en contacto con la piel. Además de su habitual sonrisa afable, Brittany tenía otra: una media sonrisa que esbozaba lentamente mientras le sostenía la mirada. Era una sonrisa reservada, intima e indudablemente sexy, y Brittany tenía que reconocer que le gustaba. Se preguntaba por qué miraba así a Santana. Siempre había visto cosas atractivas en las mujeres y las admiraba, pero no de aquella manera: era consciente de su atractivo sexual. Tal vez se debiera solo a que era la primera lesbiana de la que se había hecho amiga, por lo que le estaba despertando una mayor consciencia de la sensualidad femenina. Lo único malo de aquel razonamiento era que también había conocido hombres durante toda su vida y, a decir verdad, no los había mirado nunca de la manera en que miraba a Santana. Aunque eran muchos los que se habían mostrado interesados por ella, solo había tenido cuatro amantes. Si era sincera, tenía que reconocer que era porque no les encontraba suficiente atractivo sexual como para fijarse en ellos. Otras mujeres sí se lo encontraban. Los amantes que había elegido se habían acercado a ella lenta y cuidadosamente, con una perseverancia nada agresiva. De repente se dio cuenta de que sus amantes siempre habían tornado la iniciativa en el terreno sexual y que su placer solo procedía de que la tocaran de la manera en que pedía ser tocada. Su satisfacción, que era limitada, solo provenía de tomar lo que necesitaba. Su corazón empezó a palpitar con ansiedad. Se preguntaba por que siempre había ocurrido aquello. Incluso con Ben, a quien apreciaba de verdad. Sabía que la quería y que siempre trataba de hacerla sentirse bien, pero el sexo seguía siendo todavía una experiencia unidimensional. Se tranquilizó pensando que Santana tampoco la excitaba. Solo se había fijado en detalles, nada más, y se sentía bien con ella. Por Dios, tenía veinte y seis años; si tuviera inclinaciones lésbicas, sin duda tendría que haberse dado cuenta mucho antes.
—Obviamente no eres una persona muy sexual— se dijo. Se dio la vuelta y empezó a dejarse llevar por el sueño, aunque no podía quitarse de la cabeza la imagen persistente del roce de los labios de Santana contra los suyos, la forma en que la otra mujer había contenido el aliento y el sorprendente cosquilleo que había sentido en el cuerpo.
* * *
Santana pasó por delante de la habitación de Ruby y, al ver que asomaba luz por debajo de la puerta, decidió pasar a verla. Ruby abrió, vestida con una camiseta que le quedaba grande.
—!San! ¿Qué tal la cena?
—Muy bien.—Santana se dejó caer sobre la cama—. Demasiado bien. Brittany es demasiado guapa. Ruby apagó el televisor y la miró con una sonrisa.
—Tan guapa que corta el hipo. ¿Quieres un bourbon?
Santana asintió y Ruby sirvió dos vasos.
—Se me han desatado todas las alarmas en la cabeza, Ruby. No dejo de recordar la última vez en que me enamoré de una hetero. Ruby le dio la bebida y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Oh, no puedes comparar a Brittany con esa tarada. Por el amor de Dios, esa chica solo estaba tonteando— Ruby se acercó al armario, sacó un recipiente pequeño de una maleta, se sentó al lado de Santana con las piernas cruzadas y empezó a liar un canuto. Santana se bebió la copa de un trago y se tumbó con las manos detrás de la cabeza—. Nunca entenderé que viste en Elizabeth. Una mujer casada de Savannah; una puta choni de la alta sociedad, con el cartel de «más hetero que la misma mierda» grabado en la frente.
—Encendió el canuto, le dio un par de caladas antes de pasárselo a Santana y rio entre dientes
—. ¿Te acuerdas de esa fiesta suya a la que me llevaste?—
Oh, no me lo recuerdes.—Santana gruñó—. Esa fiesta me abrió los ojos de verdad. Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que yo era su penúltima distracción, su forma de echar una cana al aire.—Le dio una intensa calada al canuto—. La verdad es que no sé qué me pasó—
Bueno, creo recordar que el verano pasado fue particularmente caluroso. Creo que debió de darte un golpe de calor, cielo. 0 tal vez estabas despechada por lo de Mandy.
—Santana la miró confundida—. Bueno, después de un año y medio creías que teníais futuro, y te sentó fatal que de repente volviera con su ex de Virginia.
Santana sacudió la cabeza, desconcertada.
—Pero eso fue un año antes de lo de Elizabeth. Ruby puso los ojos en blanco.
—Estoy buscando excusas para tú absoluta falta de criterio, San.—
Me quedo con el golpe de calor.—Sonrió y se encogió de hombros.—Bien. En cualquier caso, recuerdo haber entrado en esa fiesta, haber echado un vistazo a esos idiotas pretenciosos y haber pensado: «¿Que le ha pasado a San? ¡Esta chica se ha vuelto loca!».
—Santana se echó a reír y Ruby dio otra calada a su cigarrillo
—. Les parecías muy estimulante, cariño: toda una lesbiana famosa. Vi que el marido de Elizabeth se pasaba todo el rato tratando de manosear a las criadas, y me pregunte como le hacía sentirse que su mujer se estuviera tirando a Santana López. Debía de saberlo; todos los demás lo sabían.—Ruby rió y dió otro par de caladas—
. Aunque a mí no me encontraron tan emocionante. Todos me dedicaban su mejor y más falsa sonrisa, pero todo el tiempo me miraban por encima de su distinguido hombro, sin dejar de preguntarse qué hacia esa negrita fuera de la cocina. Las dos estallaron en carcajadas.
—¿Te acuerdas de aquel abogado famoso que te tiraba los tejos?
A Ruby se le iluminaron los ojos de diversión al recordarlo.
—Sí, no paraba de darle calabazas y alejarme de él, pero no captaba la indirecta. Era el carbón más pegajoso que he conocido en mi vida. Me siguió a la piscina, se acercó por detrás y me dijo en voy muy baja, tratando de ser seductor: «¿Te apetecería tomar otra copa de champan, cariño?».—
Santana empezó a revolcarse por encima de la cama, desternillada de risa. Le encantaba aquella anécdota—. Y yo le dije: «Oh, ¿eso era? Y yo, tonta de mí, preguntándome como habían hecho para meter estas burbujitas tan pequeñas en este meado de gato».
—Santana temblaba de risa mientras se enjugaba las lágrimas. Ruby la miró con expresión seria—. Lo siento, cielo, pero, con toda la pasta que tiene Elizabeth, sirvió un champan de lo más barato. Se le nota a la legua que es una nueva rica.—
Dio una larga calada y le pasó el canuto a Santana—. Total, que el maldito cabrón me dedicó una sonrisa empalagosa y me puso una mano en el culo. Así que le volqué la copa de champan de mierda en la entrepierna de su inmaculado Armani y dije: «Vaya, cielo, ¿no te han enseñado a usar el cajón?». Se me quedó mirando; entonces añadí: «¿Esa de la melena rubia y el culo estupendo es tú hija? Es mucho más de mi estilo, cielo». Acto seguido, tiré la copa vacía a la piscina de Elizabeth y me marché, toda digna.—
Santana se recuperó lentamente. Le dolía el estómago de tanto reírse.
—Lo preocupante, Ruby, es que me deje engañar. Creía que significaba algo para Elizabeth. Me da miedo pensar que estoy haciendo lo mismo con Brittany, viendo cosas que no existen.
Ruby se tumbó a su lado, apoyada en un codo. Los ojos le brillaban con interés.—¿Por ejemplo?
Santana miró al techo.—Me mira de una manera que parece sexual. Me siento muy atraída por ella, y es difícil de soportar. Estoy segura de que no es consciente del efecto que tiene en mí, pero, si no estuviera escaldada, pensaría que... No sé, que también le gusto.
— ¿Por qué estás tan segura de que no le gustas? Calculo que en los diez minutos que la he visto te ha estado mirando durante nueve. Hasta cuando Lisa se le ha echado encima te miraba a ti.
Santana se puso roja de rabia al recordar como la había apartado Lisa de un empujón.
—¿Te lo puedes creer? ¡Por Dios! Parecía que estaba a punto de comerse a Brittany.
Ruby sonrió y dijo, en tono de broma:
—Y esta misma mañana me estabas comentando lo contenta que estas con la forma en que Lisa se está ocupando de todo.
—Ya, en fin... Es buena en su trabajo.—
No quieres ni pensar en que se ocupe de Brittany, ¿verdad?
Santana sacudió la cabeza con desdén.—Brittany no entiende.
Ruby se echó a reír.
—La he observado y creo que sí. Tiene esa vibración, cielo. Estoy segura de que Lisa diría lo mismo.
Santana suspiró con impaciencia.
—Tiene un puto novio.
Ruby se sentó y la miro, estupefacta.
—¿Y qué? Yo también tuve un bicho de esos antes de abrir los ojos y puedo decirte que follar con tíos es una costumbre muy desagradable, a la que es extremadamente fácil renunciar.—Sonrió—. Lo único que pasa es que Brittany aún no se ha dado cuenta y, ahora que has entrado en su vida, está empezando a ver la luz.
—Santana apartó la vista de Ruby y volvió a mirar al techo. No era algo que quisiera oír—. Solo hace dos días que te conoce, cielo, y puede que todavía no sepa que está haciendo exactamente al mirarte de esa manera, pero estoy segura de que está empezando a descubrirlo. No me ha dado la impresión de que esa mujer tenga problemas de aprendizaje. Santana se levantó de la cama.
—Bueno, debo reconocer que el gaydar empezó a sonar en cuanto la vi por primera vez.—Avanzó hacia la puerta—. Me tengo que ir a dormir. Y más nos vale que nuestro instinto se equivoque, porque, de lo contrario, tendré un grave problema.
—¿Por qué tiene que ser un problema, cielo?
Santana vaciló durante unos instantes y trató de poner en orden sus sentimientos, mientras se pasaba una mano por el pelo, distraída.
—Brittany es... Dioses, no se... Es tan diferente, tan especial...—
Cerró los ojos durante un segundo y para sus adentros—. No he conocido en mi puta vida a una mujer más sexy que ella. Solo estaremos diez días aquí, pero tengo la sensación de que, si Brittany me diera la menor esperanza..., me colgaría de ella a lo bestia. Suena a desastre en potencia, ¿no te parece? Creer que no entiende y que esta fuera de mi alcance me mantiene a salvo.
—A mí me suena más bien a amor a primera vista—dijo Ruby, y suspiró-. Siempre te complicas la vida, San.
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¿Qué les pareció el capítulo? Parece que ya van sintiendo algo la una por la otra ¡Casi como un amor a primera vista!
Brittany llamó a la puerta de la habitación de Danny Goldman. Tenía una clara sensación de excitación nerviosa, aunque no sabía muy bien por qué. Un momento después se abrió la puerta, y se encontró frente a los ojos cafés de Santana. La manera de mirarla, como si llegara directamente a su interior, la había desconcertado el día anterior, pero ya no.
—Hola— dijo Brittany, con una sonrisa—. ¿No me invitas a pasar? Santana soltó una risita gutural y la beso en la mejilla.
—Hola, Britt, entra a conocerlos a todos.— Santana llevaba unos pantalones de cuero negro a juego con un chaleco entallado, que le llegaba por la cintura, con una cremallera en la parte delantera. Saltaba a la vista que el conjunto estaba maravillosamente confeccionado con cuero muy liso, de gran calidad. Ella tenía el cuerpo perfecto para usarlo y estaba impresionante.
—Os presento a Brittany Pierce— anuncio Santana—. Brittany, Danny Goldman. Danny le dio la mano afectuosamente y se pasó la otra mano por el pelo engominado.
—Esto va a ser fabuloso, Brittany—afirmo, radiante—. Sencillamente fabuloso.—
Este es Don, nuestro batería—dijo Santana. Don era alto. Llevaba el pelo decolorado y cortado al uno, y su sonrisa era afable— Y aquí tenemos a Louis, nuestro bajista, y a Jenny, que hace los solos de guitarra y los acompañamientos. Louis y Jenny se habían estado mirando con adoración hasta que los presentaron, y se soltaron el tiempo justo para estrecharle la mano a Brittany. Louis tenía el pelo negro y muy corto, con un intrincado dibujo afeitado; Jenny lucía una melena castaña, con mechas rubias, que le llegaba por debajo de la cintura. Los dos llevaban numerosos pendientes en las orejas y pequeñas argollas relucientes en las cejas. Santana le presentó a Ruby, una mujer atractiva, de piel oscura y tersa, que le dio la mano a Brittany y la miró a los ojos con una franqueza que desarmaba. Le dedicó una sonrisa encantadora y sus ojos parecieron iluminarse con picardía. Su larga melena negra, alisada, brillaba con sutiles reflejos de color castaño rojizo. Iba vestida con varias capas de colores vivos: un chaleco de algodón amarillo sobre una camiseta roja y,encima, una chaqueta holgada de algodón verde oscuro y azul. Las docenas de pulseras y esclavas que llevaba en los brazos creaban una sinfonía cuando se movía.
—Bienvenida a bordo, cielo— dijo, con un acento más fuerte que el de Santana; luego le besó las dos mejillas. Lisa, de Big Gig International, la promotora de la gira, era alta y corpulenta, pero no estaba gorda. Su pelo oscuro y corto mostraba algunas canas en la sienes, y cuando sonreía se le formaban unas atractivas líneas en el contorno de los ojos, azules y brillantes. Cuando le estrechó la mano a Brittany, se situó entre Santana y ella, obligando a la cantante a apartarse. Tenía las manos grandes y fuertes, y miraba a Brittany fijamente. Brittany notó que Santana lanzaba una mirada hostil al perfil indiferente de Lisa, seguida de un intercambio de miradas con Ruby. Con un gesto de incredulidad, Ruby estalló en carcajadas guturales.
—Huy, huy, esto va a ser divertido—farfulló con su acento sureño.—Es un placer— dijo Lisa—. Hace mucho que admiro tú trabajo y estoy deseando charlar un rato contigo durante la gira.
—Gracias— contestó Brittany—. Estoy segura de que será muy interesante.—
Pero, ahora mismo— intervino Santana con una sonrisa chispeante —, Brittany y yo hemos quedado para cenar, así que, Lisa, si nos disculpas...
Acto seguido cogió a Brittany del brazo y la llevó hacia la puerta. Se puso un tres cuartos de lino color crema y se acercó más a ella. Brittany sintió su perfume, sutil y especiado.
—Estas lista para salir, ¿verdad? Era una afirmación, no una pregunta, y se marcharon. Cuando salieron del hotel, Santana preguntó:
—Y bien, ¿adónde te llevo?—El restaurante donde he hecho la reserva queda a cinco minutos en taxi, pero, si te apetece, podemos ir andando. Hace una noche agradable.
Un montón de mujeres, probablemente unas cien, a las que Brittany había visto al llegar, se animaron de repente y corrieron hacia la entrada, llamando a Santana. Ella sonrió y las saludó con la mano.
—Creo que no iremos andando, cielo.— Abrió la puerta del taxi más próximo y le hizo una señal a Brittany para que entrara—. Dese prisa—le ordeno al conductor, y se alejaron a toda velocidad.— Yo creía que eran un grupo de turistas— dijo Brittany. Santana sonrió.
—Siempre averiguan donde estamos en cinco minutos. Están esperando en la puerta del hotel desde que llegamos. Es muy de agradecer, pero no siempre puedo pararme a hablar. Reconozco varias caras: les he firmado autógrafos esta mañana.
El restaurante estaba en Chinatown, en el centro de la ciudad. Tenía una fama excelente por la comida y el servicio, y a Brittany le gustaba porque ofrecía cocina de varias provincias chinas.
—Es una placer verla de nuevo, señorita Moran—dijo el maître. Miró a Santana y sonrió, encantado, al reconocerla—. Buenas noches. El hombre les mostró una bonita mesa esquinada para dos, sacudió con una floritura las servilletas blancas almidonadas y se las tendió. Una música china sonaba de fondo, discreta, y los camareros se movían en silencio y con eficacia. Las paredes estaban decoradas con gruesos biombos chinos, lacados y muy elaborados, y la iluminación era cálida e íntima.
—¿Te parece bien este Marsanne de Victoria?— preguntó Santana, mirando la carta de vinos.
Brittany arqueó las cejas, sorprendida.
—Sí, es muy bueno. No conozco mucha gente a la que le guste el Marsanne.
Santana esbozó una media sonrisa.
—Oh, me gustan muchas cosas, cielo.—
Todos los de tú grupo parecen muy majos, incluido Danny. Creo que me va a caer especialmente bien Ruby. Parece que tiene un gran sentido del humor. Santana se echó a reír.
—Oh, es fantástica. No me cabe duda de que os llevareis muy bien.
Brittany recordó la franqueza y la calidez con que la había mirado Ruby, y la interacción entre Ruby, Santana y Lisa. Lisa se había mostrado ligeramente insinuante.
—¿Ruby es lesbiana?
—Oh, sí, reina, claro que sí. Y Lisa también.
—Igual que la fotógrafa que me acompaña—dijo Brittany, sonriendo. Santana rio entre dientes.
—Pues vas a estar rodeada de lesbianas, cielo. Espero que puedas lidiar con nosotras.—
Oh, creo que me las apañare
—murmuró Brittany, y tomó un trago de vino. Santana la estaba mirando otra vez con aquella intensidad especial. Sus ojos reflejaban inteligencia y parecían estar tratando de interpretarla. Se estaba mordisqueando el labio inferior; no llevaba pintalabios, pero sus labios carnosos y perfectamente delineados tenían un tono rosa claro de aspecto saludable. Brittany pensó que era como si estuviera mordisqueando un melocotón jugoso.
—Aparte de Ruby—añadió-, ¿los otros miembros del grupo llevan mucho tiempo contigo? Parecen muy jóvenes.
—Hará un año—dijo Santana, asintiendo—. Todos son músicos muy buenos, y eso que solo tienen veintipocos años. Si todo va bien, es bueno tener un grupo estable; pero los músicos suelen ser muy suyos: van y vienen. Dudo que de aquí a un año sigan todos conmigo, aunque tampoco es tan grave. Los buenos músicos se adaptan rápidamente cuando se unen a un grupo.—Hizo una pausa—. Louis y Jenny se enamoraron cuando empezó la gira por Estados Unidos. Mientras eso dure, imagino que no habrá ningún problema. Pero no querría quedarme sin Ruby jamás. En aquel momento les llevaron los entrantes: codorniz Sung Choi Bao, buñuelos de Shanghai y vieiras del oeste de Australia con jengibre. La camarera, una joven atractiva vestida con camisa blanca, fajín, pajarita y pantalones negros, le dedicó una sonrisa arrebatadora a Santana mientras servía la comida.
—Esto tiene una pinta fantástica—dijo Santana.
Brittany probó una vieira. —Humm. La comida de aquí siempre esta buenísima.—Bebió un poco de vino—. He tenido unas cuantas ideas para nuestro reportaje.
Santana asintió mientras se quitaba el tres cuartos, que la camarera se llevó rápidamente. Brittany admiró los músculos firmes y torneados de sus brazos.
—Quiero escribir todo desde tu perspectiva. He pensado en conseguir datos sobre los antecedentes de los demás y después escribir sobre sus cometidos, lo que incluiría aspectos relevantes e interesantes de su historial, pero desde tu punto de vista. Así podre concretar mejor tus expectativas, tus planes, tu estilo y la dirección que seguirás.
Santana volvió a asentir.—Suena muy bien.—
—Obviamente, los que te rodean te influyen en más de un sentido y quiero que expliques esa influencia. Tiene que ser un reportaje de Santana López al completo—.
—Pero no restarás importancia a la contribución de Ruby en nuestro sonido, o a lo bueno que es Danny en la organización, ¿verdad?
Santana cogió comida con los palillos Llevaba las uñas sin pintar, cortas y perfectamente cuidadas. Brittany sonrió.
— El reportaje ira sobre ti, así que dejaré claro lo importantes que son ellos para el éxito de tu grupo. Mientras tanto, captaré tus reacciones frente a los fans y en los lugares de actuación, e incluiré aspectos del viaje, para transmitir la sensación de movimiento. La expresión de Santana indicaba que le gustaba la idea. Estaba escuchando muy concentrada, jugueteando con un mechón de pelo entre los dedos. A veces se quedaba un rato mirando la boca de Brittany.
— Y también trabajaré sobre tu proceso de composición de las canciones: que te inspira; e intercalaré las ideas de las canciones y una selección de letras.— Se detuvo para beber un trago vino—. Desde luego, en esas partes me gustaría incluir atisbos de Savannah y de la sida que llevas allí.—
Veo que eres muy ingeniosa.
A Santana le brillaban los ojos y Brittany volvió a notar que tenía una sonrisa preciosa. Era verdaderamente cautivadora.
—Me alegro de que pienses eso—
dijo, sin apartar la vista. En aquel momento llegó la camarera con el pato pequinés. La observaron mientras colocaba con rapidez y delicadeza las finas tiras de cebolleta y pepino en las pequeñas crepes, añadía el pato dorado y crujiente, y la salsa, y las enrollaba cuidadosamente. Pidieron otra botella de vino, y la conversación giró hacia otros asuntos. Más tarde, a Brittany le costaba conciliar el sueño. Seguía pensando en Santana y en sus desconcertantes reacciones hacia ella. Cuando volvieron al hotel, las admiradoras parecían haber desaparecido momentáneamente. Brittany le tocó el brazo a Santana y se acercó para besarla en la mejilla; la cantante había querido hacer lo mismo, pero calculó mal y se rozaron los labios. Santana contuvo la respiración y Brittany no dijo nada. Santana acertó a esbozar una sonrisa divertida y, acto seguido, se despidieron. Brittany se había fijado en todos los detalles, hasta en cómo se tocaba el pelo. Recordaba perfectamente sus manos, los anillos que llevaba, la bonita forma de sus hombros, los músculos de sus brazos y su voz, grave y ronca. A veces, cuando hablaba en voz baja, le evocaba la sensación de la seda en contacto con la piel. Además de su habitual sonrisa afable, Brittany tenía otra: una media sonrisa que esbozaba lentamente mientras le sostenía la mirada. Era una sonrisa reservada, intima e indudablemente sexy, y Brittany tenía que reconocer que le gustaba. Se preguntaba por qué miraba así a Santana. Siempre había visto cosas atractivas en las mujeres y las admiraba, pero no de aquella manera: era consciente de su atractivo sexual. Tal vez se debiera solo a que era la primera lesbiana de la que se había hecho amiga, por lo que le estaba despertando una mayor consciencia de la sensualidad femenina. Lo único malo de aquel razonamiento era que también había conocido hombres durante toda su vida y, a decir verdad, no los había mirado nunca de la manera en que miraba a Santana. Aunque eran muchos los que se habían mostrado interesados por ella, solo había tenido cuatro amantes. Si era sincera, tenía que reconocer que era porque no les encontraba suficiente atractivo sexual como para fijarse en ellos. Otras mujeres sí se lo encontraban. Los amantes que había elegido se habían acercado a ella lenta y cuidadosamente, con una perseverancia nada agresiva. De repente se dio cuenta de que sus amantes siempre habían tornado la iniciativa en el terreno sexual y que su placer solo procedía de que la tocaran de la manera en que pedía ser tocada. Su satisfacción, que era limitada, solo provenía de tomar lo que necesitaba. Su corazón empezó a palpitar con ansiedad. Se preguntaba por que siempre había ocurrido aquello. Incluso con Ben, a quien apreciaba de verdad. Sabía que la quería y que siempre trataba de hacerla sentirse bien, pero el sexo seguía siendo todavía una experiencia unidimensional. Se tranquilizó pensando que Santana tampoco la excitaba. Solo se había fijado en detalles, nada más, y se sentía bien con ella. Por Dios, tenía veinte y seis años; si tuviera inclinaciones lésbicas, sin duda tendría que haberse dado cuenta mucho antes.
—Obviamente no eres una persona muy sexual— se dijo. Se dio la vuelta y empezó a dejarse llevar por el sueño, aunque no podía quitarse de la cabeza la imagen persistente del roce de los labios de Santana contra los suyos, la forma en que la otra mujer había contenido el aliento y el sorprendente cosquilleo que había sentido en el cuerpo.
* * *
Santana pasó por delante de la habitación de Ruby y, al ver que asomaba luz por debajo de la puerta, decidió pasar a verla. Ruby abrió, vestida con una camiseta que le quedaba grande.
—!San! ¿Qué tal la cena?
—Muy bien.—Santana se dejó caer sobre la cama—. Demasiado bien. Brittany es demasiado guapa. Ruby apagó el televisor y la miró con una sonrisa.
—Tan guapa que corta el hipo. ¿Quieres un bourbon?
Santana asintió y Ruby sirvió dos vasos.
—Se me han desatado todas las alarmas en la cabeza, Ruby. No dejo de recordar la última vez en que me enamoré de una hetero. Ruby le dio la bebida y sacudió la cabeza con incredulidad.
—Oh, no puedes comparar a Brittany con esa tarada. Por el amor de Dios, esa chica solo estaba tonteando— Ruby se acercó al armario, sacó un recipiente pequeño de una maleta, se sentó al lado de Santana con las piernas cruzadas y empezó a liar un canuto. Santana se bebió la copa de un trago y se tumbó con las manos detrás de la cabeza—. Nunca entenderé que viste en Elizabeth. Una mujer casada de Savannah; una puta choni de la alta sociedad, con el cartel de «más hetero que la misma mierda» grabado en la frente.
—Encendió el canuto, le dio un par de caladas antes de pasárselo a Santana y rio entre dientes
—. ¿Te acuerdas de esa fiesta suya a la que me llevaste?—
Oh, no me lo recuerdes.—Santana gruñó—. Esa fiesta me abrió los ojos de verdad. Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que yo era su penúltima distracción, su forma de echar una cana al aire.—Le dio una intensa calada al canuto—. La verdad es que no sé qué me pasó—
Bueno, creo recordar que el verano pasado fue particularmente caluroso. Creo que debió de darte un golpe de calor, cielo. 0 tal vez estabas despechada por lo de Mandy.
—Santana la miró confundida—. Bueno, después de un año y medio creías que teníais futuro, y te sentó fatal que de repente volviera con su ex de Virginia.
Santana sacudió la cabeza, desconcertada.
—Pero eso fue un año antes de lo de Elizabeth. Ruby puso los ojos en blanco.
—Estoy buscando excusas para tú absoluta falta de criterio, San.—
Me quedo con el golpe de calor.—Sonrió y se encogió de hombros.—Bien. En cualquier caso, recuerdo haber entrado en esa fiesta, haber echado un vistazo a esos idiotas pretenciosos y haber pensado: «¿Que le ha pasado a San? ¡Esta chica se ha vuelto loca!».
—Santana se echó a reír y Ruby dio otra calada a su cigarrillo
—. Les parecías muy estimulante, cariño: toda una lesbiana famosa. Vi que el marido de Elizabeth se pasaba todo el rato tratando de manosear a las criadas, y me pregunte como le hacía sentirse que su mujer se estuviera tirando a Santana López. Debía de saberlo; todos los demás lo sabían.—Ruby rió y dió otro par de caladas—
. Aunque a mí no me encontraron tan emocionante. Todos me dedicaban su mejor y más falsa sonrisa, pero todo el tiempo me miraban por encima de su distinguido hombro, sin dejar de preguntarse qué hacia esa negrita fuera de la cocina. Las dos estallaron en carcajadas.
—¿Te acuerdas de aquel abogado famoso que te tiraba los tejos?
A Ruby se le iluminaron los ojos de diversión al recordarlo.
—Sí, no paraba de darle calabazas y alejarme de él, pero no captaba la indirecta. Era el carbón más pegajoso que he conocido en mi vida. Me siguió a la piscina, se acercó por detrás y me dijo en voy muy baja, tratando de ser seductor: «¿Te apetecería tomar otra copa de champan, cariño?».—
Santana empezó a revolcarse por encima de la cama, desternillada de risa. Le encantaba aquella anécdota—. Y yo le dije: «Oh, ¿eso era? Y yo, tonta de mí, preguntándome como habían hecho para meter estas burbujitas tan pequeñas en este meado de gato».
—Santana temblaba de risa mientras se enjugaba las lágrimas. Ruby la miró con expresión seria—. Lo siento, cielo, pero, con toda la pasta que tiene Elizabeth, sirvió un champan de lo más barato. Se le nota a la legua que es una nueva rica.—
Dio una larga calada y le pasó el canuto a Santana—. Total, que el maldito cabrón me dedicó una sonrisa empalagosa y me puso una mano en el culo. Así que le volqué la copa de champan de mierda en la entrepierna de su inmaculado Armani y dije: «Vaya, cielo, ¿no te han enseñado a usar el cajón?». Se me quedó mirando; entonces añadí: «¿Esa de la melena rubia y el culo estupendo es tú hija? Es mucho más de mi estilo, cielo». Acto seguido, tiré la copa vacía a la piscina de Elizabeth y me marché, toda digna.—
Santana se recuperó lentamente. Le dolía el estómago de tanto reírse.
—Lo preocupante, Ruby, es que me deje engañar. Creía que significaba algo para Elizabeth. Me da miedo pensar que estoy haciendo lo mismo con Brittany, viendo cosas que no existen.
Ruby se tumbó a su lado, apoyada en un codo. Los ojos le brillaban con interés.—¿Por ejemplo?
Santana miró al techo.—Me mira de una manera que parece sexual. Me siento muy atraída por ella, y es difícil de soportar. Estoy segura de que no es consciente del efecto que tiene en mí, pero, si no estuviera escaldada, pensaría que... No sé, que también le gusto.
— ¿Por qué estás tan segura de que no le gustas? Calculo que en los diez minutos que la he visto te ha estado mirando durante nueve. Hasta cuando Lisa se le ha echado encima te miraba a ti.
Santana se puso roja de rabia al recordar como la había apartado Lisa de un empujón.
—¿Te lo puedes creer? ¡Por Dios! Parecía que estaba a punto de comerse a Brittany.
Ruby sonrió y dijo, en tono de broma:
—Y esta misma mañana me estabas comentando lo contenta que estas con la forma en que Lisa se está ocupando de todo.
—Ya, en fin... Es buena en su trabajo.—
No quieres ni pensar en que se ocupe de Brittany, ¿verdad?
Santana sacudió la cabeza con desdén.—Brittany no entiende.
Ruby se echó a reír.
—La he observado y creo que sí. Tiene esa vibración, cielo. Estoy segura de que Lisa diría lo mismo.
Santana suspiró con impaciencia.
—Tiene un puto novio.
Ruby se sentó y la miro, estupefacta.
—¿Y qué? Yo también tuve un bicho de esos antes de abrir los ojos y puedo decirte que follar con tíos es una costumbre muy desagradable, a la que es extremadamente fácil renunciar.—Sonrió—. Lo único que pasa es que Brittany aún no se ha dado cuenta y, ahora que has entrado en su vida, está empezando a ver la luz.
—Santana apartó la vista de Ruby y volvió a mirar al techo. No era algo que quisiera oír—. Solo hace dos días que te conoce, cielo, y puede que todavía no sepa que está haciendo exactamente al mirarte de esa manera, pero estoy segura de que está empezando a descubrirlo. No me ha dado la impresión de que esa mujer tenga problemas de aprendizaje. Santana se levantó de la cama.
—Bueno, debo reconocer que el gaydar empezó a sonar en cuanto la vi por primera vez.—Avanzó hacia la puerta—. Me tengo que ir a dormir. Y más nos vale que nuestro instinto se equivoque, porque, de lo contrario, tendré un grave problema.
—¿Por qué tiene que ser un problema, cielo?
Santana vaciló durante unos instantes y trató de poner en orden sus sentimientos, mientras se pasaba una mano por el pelo, distraída.
—Brittany es... Dioses, no se... Es tan diferente, tan especial...—
Cerró los ojos durante un segundo y para sus adentros—. No he conocido en mi puta vida a una mujer más sexy que ella. Solo estaremos diez días aquí, pero tengo la sensación de que, si Brittany me diera la menor esperanza..., me colgaría de ella a lo bestia. Suena a desastre en potencia, ¿no te parece? Creer que no entiende y que esta fuera de mi alcance me mantiene a salvo.
—A mí me suena más bien a amor a primera vista—dijo Ruby, y suspiró-. Siempre te complicas la vida, San.
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¿Qué les pareció el capítulo? Parece que ya van sintiendo algo la una por la otra ¡Casi como un amor a primera vista!
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Ayyyyy me gusto mucho esto se va a poner bueno amor a primera vista lo amo actualiza pronto
Heya Morrivera********- - Mensajes : 633
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Edad : 35
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Me encantó el capítulo ya están sintiendo cosas!!
Bueno Britt, porque San ya estaba loquita por la rubia *-*
no tarde en actualiza porfa!! Saludos! By. Nathie ^^
Bueno Britt, porque San ya estaba loquita por la rubia *-*
no tarde en actualiza porfa!! Saludos! By. Nathie ^^
Nathie_B4E****** - Mensajes : 315
Fecha de inscripción : 06/07/2014
Edad : 30
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Hola!!!! empece a leer tu historia y me ha encantado!!!!
Espero que puedas actualizar seguido por favor!!!
Saludos
Espero que puedas actualizar seguido por favor!!!
Saludos
monica.santander-*-*- - Mensajes : 4378
Fecha de inscripción : 26/02/2013
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
me encanto,...
mmm me parece que lisa va a ser un buen detonante para los celos de san,..
ese rose de labios,... les gusto!!!!
un gayber nunca falla a la larga tiene la razón!!! jajajaja
a ver como empieza la gira,....
nos vemos!!!
mmm me parece que lisa va a ser un buen detonante para los celos de san,..
ese rose de labios,... les gusto!!!!
un gayber nunca falla a la larga tiene la razón!!! jajajaja
a ver como empieza la gira,....
nos vemos!!!
3:)-*-*-* - Mensajes : 5621
Fecha de inscripción : 06/11/2013
Edad : 33
Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 6
Capítulo 6
—Apártense, por favor. Dejen el pasillo libre.
La voz del agente de seguridad se elevaba por encima los gritos y alaridos de las admiradoras de Santana. Cerca de mil mujeres esperaban en el aeropuerto de Melbourne para tratar de verla, o tal vez de tocarla, antes que se fuera a Sídney.
Santana sonrió y saludó con la mano, mientras avanzaba por el pasillo acordonado que llevaba a la sala de embarque VIP. Saludó a tantas mujeres como pudo cuando paso junto a ellas y soportó que muchas le tiraran de la ropa. Dos la sujetaron y trataron de besarla, y se alegró de tener a su lado a Lisa, que le abría paso tan deprisa como era posible.
Una periodista bastante joven le planto el micrófono la cara. Estaba muy mona, toda ruborizada.
—¿Podría hacerte unas preguntas, Santana?
Ella sonrió.
—Lo siento. No tengo tiempo de parar, cielo, pero me gustaría decir que me lo he pasado muy bien en tú preciosa ciudad y que espero volver muy pronto.— A su alrededor, los fotógrafos disparaban flashes cegadores. Se detuvo a firmar unos autógrafos, y un cámara de televisión avanzo hacia ella.
—Solo un par de preguntas, Santana— gritó otro periodista.
Ella sonrió, saludó con la mano y se alegró de ver que ya estaban frente a la puerta de la sala de embarque. Lisa la abrió y la guio rápidamente hacia el interior. Había conseguido meter a los otros antes, y estaban todos sentados alrededor de una mesa, tomando café. Santana se sentó junto a Ruby, aliviada.
—Espero que en Sídney sean igual de entusiastas—dijo Ruby.
—Si— contesto Santana, distraída, mientras se preguntaba donde estaría Brittany—. Por casualidad, ¿habéis visto a Brittany fuera? Salimos en quince minutos; espero que no pierda el avión.
Ruby rió entre dientes.
—¿No puedes pensar en nada más que en ella? Santana estaba a punto de justificarse cuando, de repente, la multitud que acechaba fuera volvió a estallar en vítores y silbidos. Fue hasta la puerta y echo un vistazo por el ventanuco, y vio a Brittany avanzando por el pasillo. A su lado había una mujer que llevaba una cámara y varias fundas; una minibollo que no debía de tener más de veinte años. Saltaba a la vista que formaban parte de la comitiva de Santana y aquello era suficiente para hacer que la multitud se animara de nuevo.
Brittany estaba arrebatadora, con unos pantalones ceñidos de piel de melocotón, una camisa azul claro con el cuello abierto y un chaleco negro y largo, abierto y de aspecto sedoso. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de la gabardina, de estilo clásico, y caminaba con aplomo y elegancia, aparentemente ajena a los gritos y alaridos de las mujeres que se amontonaban a los lados.
Santana pensó que era como una modelo en la pasarela. Les abrió la puerta y se apresuraron a entrar.
Brittany se echó el pelo hacia atrás y suspiro.
—Joder, esa caminata se me ha hecho kilométrica. Menos mal que ya hemos dejado atrás a la multitud.
De pronto parecía un poco alterada y Santana le pasó un brazo por los hombros.
—Tranquila. Ahí fuera no se te notaba el nerviosismo. Parecía que habías nacido para esto.
Brittany sonrió.
—Tu estas acostumbrada, pero yo me he sentido indefensa.
Santana la miró a los ojos y contuvo el repentino deseo de besarla; tenía su boca tentadoramente cerca y podía sentir el calor de su cuerpo.
Apartó el brazo y notó que la joven que iba con Brittany dejaba los trastos en el suelo.
—¿Así que esta es nuestra fotógrafa?
—Sí. Te presento a Kerry Oliver.
Kerry se quedó mirando a la cantante y, lentamente, el rubor le fue subiendo desde el cuello hasta la cara.
Santana sonrió y le cogió la mano.
—Es fantástico tenerte con nosotros, cielo.— La beso mejilla— . Ven, te presentare a los demás.
El vuelo a Sídney tardo cerca de una hora, y en el aeropuerto se encontraron con una cantidad parecida de fans que Brittany consideró particularmente escandalosa.
Lisa y unos cuantos ayudantes de BGI los llevaron rápidamente por una puerta trasera hasta las limusinas que los esperaban, y pronto los dejaron en el hotel, en el céntrico barrio residencial de Elizabeth Bay, con vistas al puerto.
En la recepción, Brittany pidió que le enviaran todas las mañanas un ejemplar del The Sydney Morning Herald Al día siguiente saldría algún artículo sobre Santana como introducción para el primer concierto y estaba impaciente por verlo.
Se instaló en su habitación, colgó la ropa, llevó los cosméticos al baño, se sentó junto a una mesa, cerca de la ventana, y encendió el portátil. Era la una y media, y pensaba pedir algo de comer al servicio de habitaciones y empezar a trabajar cuando sonó el teléfono.
—Espero que no estés trabajando.— La voz aterciopelada de Santana tenía un tono bromista—. Lisa, Danny y yo estamos en el comedor. ¿Por qué no bajas a comer con nosotros?
—Estaba pensando en trabajar un poco esta tarde.
—Pero si acabamos de llegar. Ven a comer y después puedes acompañarnos al Opera House. Vamos a asegurarnos de que hayan llegado todas nuestras cosas y también quiero hacer una prueba de luces para mañana.
—Vale, nos vemos en unos minutos.—Brittany sonrió-. ¿Por qué me resultas siempre tan persuasiva?—Oyó la risa, suave y gutural, de Santana.
—Pues, cielo, la verdad es que no lo sé.
Como hacia bastante calor, Brittany se quitó el chaleco y la camisa, y se puso una camiseta roja sin mangas, pero no se cambió de pantalones. Se retocó el pintalabios, cogió una chaqueta ligera y bajó.
* * *
El comedor estaba atestado de gente y Santana no apartaba la vista de la puerta mientras esperaba a Brittany, impaciente. Cuando apareció, echo un vistazo a su alrededor y vio que Santana le hacía señas desde el otro extremo del salón. El rostro de Brittany se iluminó con una de sus sonrisas, y se abrió paso. Santana no podía quitarle los ojos de encima. Se dio cuenta de que Brittany atraía la atención de casi todos los presentes mientras avanzaba entre las mesas.
Con un gesto inusitado en él, Danny se puso de pie para recibirla. Para mayor fastidio de Santana, Lisa también se levantó y le apartó la silla que tenía al lado. Pidieron un menú sencillo: sándwiches dobles y unas cervezas.
—Lisa, tengo que felicitarte por la forma en que has organizado las cosas en el aeropuerto—
dijo Brittany—. Todo estaba calculado con precisión militar. Lisa la miro, complacida, y se inclinó hacia ella.
—Bueno, no me gusta dejar nada al azar. Es bueno tener a los fans ahí, por la publicidad, y además añade emoción a los próximos conciertos, pero me gusta sacar a mi gente con rapidez. Tengo un equipo que recoge el equipaje, lo entrega y se encarga del transporte. Cuantas menos complicaciones haya con esas cosas, más felices estaremos el grupo y yo.
—La multitud de aquí parecía mucho más agresiva y ruidosa que la de Melbourne.
Lisa le dedicó una sonrisa. A Santana le pareció una sonrisita insinuante.
—Bueno, ya sabes cómo es Sídney. Esta es mi ciudad , y las mujeres de Sídney no nos reprimimos.
Santana puso los ojos en blanco.
Brittany y Lisa tenían varios conocidos en común, y entretuvieron a Saantana y a Danny con sus anécdotas sobre los músicos famosos con los que habían tratado y sobre las giras que habían cubierto. Santana sabía que era una tontería, pero, a medida que avanzaba la comida, le resultaba cada vez más molesto el monopolio que tenía Lisa de la atención de Brittany, sobre todo cuando veía que Lisa le tocaba constantemente el brazo o la mano.
Brittany miraba a menudo a Santana y le dedicaba sonrisas especiales y privadas, o al menos lo parecían, y cada vez que eso ocurría Santana experimentaba un escalofrío delicioso.
Cuando terminaron de comer, Brittany llamó a Kerry para que llevara la cámara y se uniera a ellos, y sobre las tres de la tarde salieron hacia el Opera House.
—Esos focos azules y dorados tienen que entrar lentamente... Ya sabes, un fundido lento cuando empiezo con esta canción, vale?— Santana estaba gritando las instrucciones al director de iluminación. Mientras ella comprobaba que estuviera siguiendo los pies del guión técnico de cada canción, Lisa y Danny estaban ocupados con el personal de la sala. Entraban y salían del escenario, y se aseguraban de que los instrumentos y el equipo estuvieran allí y funcionaran perfectamente.
Brittany estaba sentada en una de las mejores butacas de la sala y Kerry estaba dando vueltas por allí con su cámara, cambiando lentes y probando encuadres. Aparte de unos pocos miembros del equipo, eran las únicas que observaban los preparativos. Brittany estaba embelesada con Santana.
Incluso sin el estímulo de un público que creara ambiente, sin el vestuario, el maquillaje ni el fantástico sonido de su grupo, Santana emanaba un aire estelar impresionante. Cuando se movía por el escenario, concentrada en su trabajo, parecía rodeada por un halo de luz. Se paseaba con tanta confianza como si estuviera en el salón de su casa.
Al parecer, el director de iluminación no acababa de entender que esperaban de él, y Brittany percibía cambios leves en Santana. Mientras iba de un lado a otro del escenario, su paso relajado se iba volviendo más rápido y enérgico, y había una ligera tensión en su voz.
—Vale—gritó Santana—, sé que las entradas de esta canción son un poco complicadas. Sigue el guion mientras te la canto.
Se apagaron las luces de la sala y unos reflejos de luz azul y dorada iluminaron mágicamente el pelo y la cara de Santana. Llevaba ropa muy sencilla: unos vaqueros gastados y una camiseta negra, y al verla allí, sola en medio del escenario, Brittany pensó que estaba absolutamente preciosa.
Santana empezó a cantar una balada suave, con una voz sonora, limpia y cargada de emoción. Había algo conmovedor en aquella interpretación improvisada y a Brittany se le hizo un nudo en la garganta. A medida que avanzaba la canción, el telón de fondo pasaba del negro al morado intenso y, luego, lentamente, viraba al rojo. Varios focos blancos convergieron desde distintas direcciones para capturar a Santana en un círculo de luz. El efecto general era cautivador. Brittany notó que se le aceleraba la respiración y le hormigueaba todo el cuerpo. Se sentía como si acabara de despertarse sobresaltada de un sueño. Se dio cuenta de que los últimos días había estado paseando con Santana, feliz pero ignorante, por territorio desconocido, observando y sintiendo cosas que no sabía o no quería reconocer.
La canción estaba llegando a su fin y se sintió renacer. Era innegable: se sentía atraída por Santana. De repente se imaginó abrazándola y besando su preciosa boca, sus labios de melocotón, y sintió una oleada de deseo abrumadora. Jamás había experimentado nada parecido. Nunca.
Se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas, y estaba a punto de hiperventilar. Quería salir rápidamente al aire fresco; quería salir al mundo que conocía, con gente que se empujaba por la acera, coches que avanzaban rápidamente por la calzada, barcos que navegaban por el puerto... Cosas normales y comprensibles.
La canción terminó y, excepto por el runrún y los chasquidos de la cámara de Kerry, reinó el silencio. Durante unos instantes, todos parecían paralizados; después estallaron en aplausos.
—¡Ha estado genial!— le gritó Santana al encargado de la iluminación. Sonreía, satisfecha. Se encendieron las luces de la sala y miro a Brittany—. ¿A ti que te ha parecido?
Brittany estaba tratando de recuperar la compostura. Tragó saliva y dijo:
—Ha sido perfecto.
—¿Habéis oído eso? Para mí es suficiente. Me largo de aquí. Vamos a algún sitio a tomar algo fresco.
Lisa fue a pasar la noche a su casa y Danny regresó al hotel. Brittany, Santana y Kerry encontraron una mesa en un restaurante al aire libre, junto al Opera House, con vistas a la zona del puerto en la que estaban amarrados los barcos y los yates. Eran las seis y media, y los bares y cafés cercanos se estaban llenando rápidamente de gente que había terminado la jornada laboral. Pidieron las bebidas, y Kerry partió en busca del baño.
Había sido un día cálido y veraniego, pero se acababa de levantar una brisa fresca desde el agua, y Santana se puso la chaqueta de algodón que había llevado. Estaba emocionada. La visita a la sala de conciertos la había tranquilizado: al día siguiente tendrían un ensayo vespertino y estaba segura de que los conciertos serían fantásticos.
Bebió un trago de bourbon y miró a Britttany. Sus ojos eran como zafiros en la penumbra; parecía tranquila mientras bebía vino y contemplaba los barcos que llegaban. De repente se giró y la miró de una manera que le hizo contener la respiración. Había algo diferente en su expresión. Santana pensó que tal vez fueran imaginaciones suyas, porque aquellos ojos sensuales podían confundir a cualquiera, pero parecía haber algo más abiertamente erótico en Brittany. Le miró la boca y después, de nuevo, los ojos, provocándola casi deliberadamente. Aunque no se lo quería creer, la expresión de Brittany se había vuelto más íntima. Santana sintió una repentina ráfaga de deseo y tuvo que apartar la vista. Se quedó mirando el agua que relucía bajo los últimos rayos del sol del atardecer.
Kerry se dejó caer en la silla, al lado de Santana.
—He sacado varias fotos realmente buenas en la sala: primeros planos con el teleobjetivo. Sin falsa modestia, creo que algunas servirían hasta para hacer carteles.
A Santana le gustaban el estilo práctico y el entusiasmo vivaz de Kerry. Imaginaba que se llevarían bien durante el resto de la gira. Sonrió y dijo:
—¡Qué bien! Si lo tuyo no es falsa modestia, deben de buenas. ¿Alguna de vosotras tiene hambre? Yo estoy hambrienta.—
Tengo que volver al hotel—contestó Kerry—. He quedado con Ruby para ir a un local de ambiente del que nos habló Lisa, y no sé a qué hora querrá ir.
—No estarás dejando que esa mala mujer te pervierta, ¿verdad, cielo?
Kerry puso los ojos en blanco y suspiro.
—Ay, qué más quisiera.
— Pues tendréis que cenar antes. Llamaré a Ruby y le diré que venga. Podéis ir a ese local después de la cena—Se sacó el móvil de la chaqueta para llamar al hotel.
—También podríamos ir todas.
—Es un local de lesbianas—dijo Kerry. Parecía un poco sorprendida de que Brittany quisiera ir.
—Ya lo sé— contestó ella, con naturalidad. Kerry se encogió de hombros con indiferencia, miró hacia el puerto e hizo girar su vaso sobre la mesa. A Santana se le aceleró el corazón. Normalmente no lo habría pensado, pero en aquellas circunstancias intuía que el interés de Brittany por ir al local de ambiente tenía cierta relevancia. Se había producido un cambio en ella.
Cuando Ruby contestó se pasó un par de minutos explicándole donde estaban. Después dejó el teléfono a un lado y vio que Brittany estaba mirando a la mesa, acariciando lentamente las gotas de condensación de su copa. Santana sospechaba que lo que Brittany tenía en mente podía no ser una noche divertida, sino una curiosidad que formaba parte de algún despertar sexual; algo que, con absoluta sinceridad, no sería una gran sorpresa. Su corazón empezó a latir con fuerza. Se sentía atrapada entre la emoción y el terror. Si sus sospechas eran ciertas, no quería estar allí y convertirse en parte de ello. No podía involucrarse afectivamente con Brittany. Tal vez fuera mejor que le propusiera ir al cine o algo así.
De repente, Brittany la miró fijamente, con la misma intensidad en los ojos. Se echó el pelo hacia atrás y Santana se derritió. Sonrió y dijo:
—Claro que sí, iremos todas. Sera divertido.
Pidieron otra ronda y hablaron de otros asuntos, mientras contemplaban la puesta de sol en el puerto y esperaban a Ruby, que llegó al cabo de una media hora.
—Vaya, cielo, allí están.
Se volvieron al oír la voz de Ruby, que ahogó la mayoría de las conversaciones del restaurante. Ruby le dió una palmadita amistosa en el brazo al abrumado camarero y avanzó hacia ellas. El murmullo se acalló y todos los clientes se quedaron mirándola mientras pasaba majestuosamente entre las mesas, con un sonido de joyas armonioso, nubes de perfume exquisito y una profusión de color. Saludó a cada una con un beso en la boca, lo que atrajo más miradas de los otros clientes.
— ¿Por qué no me dejáis pedir?— propuso Brittany—. He estado un montón de veces en este local. Podemos pedir una selección de platos para compartir, y tienen una pasta con marisco increíble, que esta para morirse. Las otras se mostraron de acuerdo en que aquello sonaba muy bien, y pronto estuvieron disfrutando de la cena.
—Por cierto, Ruby— dijo Santana—, esta noche vamos todas al bar.
Ruby la miró con una sonrisa sutil de «te lo dije»; luego se echó hacia delante y besó a Brittany en la mejilla.
—¡Qué bien, Brittany, cielo! Te va a encantar. Por lo que dicen, es un local fabuloso.
--------------------------------------------------------------------------------------------------
Oh, perdón por no actualizar antes!
Gracias por comentar, enserio, pero aún no sé cómo responderlos porque -nueva- y no sé utilizar mucho esta página
Ojalá les guste este capítulo, las cosas avanzaron un poco más y por fin Brittany se dio cuenta, aunque esté confundida... por ahora!!
—Apártense, por favor. Dejen el pasillo libre.
La voz del agente de seguridad se elevaba por encima los gritos y alaridos de las admiradoras de Santana. Cerca de mil mujeres esperaban en el aeropuerto de Melbourne para tratar de verla, o tal vez de tocarla, antes que se fuera a Sídney.
Santana sonrió y saludó con la mano, mientras avanzaba por el pasillo acordonado que llevaba a la sala de embarque VIP. Saludó a tantas mujeres como pudo cuando paso junto a ellas y soportó que muchas le tiraran de la ropa. Dos la sujetaron y trataron de besarla, y se alegró de tener a su lado a Lisa, que le abría paso tan deprisa como era posible.
Una periodista bastante joven le planto el micrófono la cara. Estaba muy mona, toda ruborizada.
—¿Podría hacerte unas preguntas, Santana?
Ella sonrió.
—Lo siento. No tengo tiempo de parar, cielo, pero me gustaría decir que me lo he pasado muy bien en tú preciosa ciudad y que espero volver muy pronto.— A su alrededor, los fotógrafos disparaban flashes cegadores. Se detuvo a firmar unos autógrafos, y un cámara de televisión avanzo hacia ella.
—Solo un par de preguntas, Santana— gritó otro periodista.
Ella sonrió, saludó con la mano y se alegró de ver que ya estaban frente a la puerta de la sala de embarque. Lisa la abrió y la guio rápidamente hacia el interior. Había conseguido meter a los otros antes, y estaban todos sentados alrededor de una mesa, tomando café. Santana se sentó junto a Ruby, aliviada.
—Espero que en Sídney sean igual de entusiastas—dijo Ruby.
—Si— contesto Santana, distraída, mientras se preguntaba donde estaría Brittany—. Por casualidad, ¿habéis visto a Brittany fuera? Salimos en quince minutos; espero que no pierda el avión.
Ruby rió entre dientes.
—¿No puedes pensar en nada más que en ella? Santana estaba a punto de justificarse cuando, de repente, la multitud que acechaba fuera volvió a estallar en vítores y silbidos. Fue hasta la puerta y echo un vistazo por el ventanuco, y vio a Brittany avanzando por el pasillo. A su lado había una mujer que llevaba una cámara y varias fundas; una minibollo que no debía de tener más de veinte años. Saltaba a la vista que formaban parte de la comitiva de Santana y aquello era suficiente para hacer que la multitud se animara de nuevo.
Brittany estaba arrebatadora, con unos pantalones ceñidos de piel de melocotón, una camisa azul claro con el cuello abierto y un chaleco negro y largo, abierto y de aspecto sedoso. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de la gabardina, de estilo clásico, y caminaba con aplomo y elegancia, aparentemente ajena a los gritos y alaridos de las mujeres que se amontonaban a los lados.
Santana pensó que era como una modelo en la pasarela. Les abrió la puerta y se apresuraron a entrar.
Brittany se echó el pelo hacia atrás y suspiro.
—Joder, esa caminata se me ha hecho kilométrica. Menos mal que ya hemos dejado atrás a la multitud.
De pronto parecía un poco alterada y Santana le pasó un brazo por los hombros.
—Tranquila. Ahí fuera no se te notaba el nerviosismo. Parecía que habías nacido para esto.
Brittany sonrió.
—Tu estas acostumbrada, pero yo me he sentido indefensa.
Santana la miró a los ojos y contuvo el repentino deseo de besarla; tenía su boca tentadoramente cerca y podía sentir el calor de su cuerpo.
Apartó el brazo y notó que la joven que iba con Brittany dejaba los trastos en el suelo.
—¿Así que esta es nuestra fotógrafa?
—Sí. Te presento a Kerry Oliver.
Kerry se quedó mirando a la cantante y, lentamente, el rubor le fue subiendo desde el cuello hasta la cara.
Santana sonrió y le cogió la mano.
—Es fantástico tenerte con nosotros, cielo.— La beso mejilla— . Ven, te presentare a los demás.
El vuelo a Sídney tardo cerca de una hora, y en el aeropuerto se encontraron con una cantidad parecida de fans que Brittany consideró particularmente escandalosa.
Lisa y unos cuantos ayudantes de BGI los llevaron rápidamente por una puerta trasera hasta las limusinas que los esperaban, y pronto los dejaron en el hotel, en el céntrico barrio residencial de Elizabeth Bay, con vistas al puerto.
En la recepción, Brittany pidió que le enviaran todas las mañanas un ejemplar del The Sydney Morning Herald Al día siguiente saldría algún artículo sobre Santana como introducción para el primer concierto y estaba impaciente por verlo.
Se instaló en su habitación, colgó la ropa, llevó los cosméticos al baño, se sentó junto a una mesa, cerca de la ventana, y encendió el portátil. Era la una y media, y pensaba pedir algo de comer al servicio de habitaciones y empezar a trabajar cuando sonó el teléfono.
—Espero que no estés trabajando.— La voz aterciopelada de Santana tenía un tono bromista—. Lisa, Danny y yo estamos en el comedor. ¿Por qué no bajas a comer con nosotros?
—Estaba pensando en trabajar un poco esta tarde.
—Pero si acabamos de llegar. Ven a comer y después puedes acompañarnos al Opera House. Vamos a asegurarnos de que hayan llegado todas nuestras cosas y también quiero hacer una prueba de luces para mañana.
—Vale, nos vemos en unos minutos.—Brittany sonrió-. ¿Por qué me resultas siempre tan persuasiva?—Oyó la risa, suave y gutural, de Santana.
—Pues, cielo, la verdad es que no lo sé.
Como hacia bastante calor, Brittany se quitó el chaleco y la camisa, y se puso una camiseta roja sin mangas, pero no se cambió de pantalones. Se retocó el pintalabios, cogió una chaqueta ligera y bajó.
* * *
El comedor estaba atestado de gente y Santana no apartaba la vista de la puerta mientras esperaba a Brittany, impaciente. Cuando apareció, echo un vistazo a su alrededor y vio que Santana le hacía señas desde el otro extremo del salón. El rostro de Brittany se iluminó con una de sus sonrisas, y se abrió paso. Santana no podía quitarle los ojos de encima. Se dio cuenta de que Brittany atraía la atención de casi todos los presentes mientras avanzaba entre las mesas.
Con un gesto inusitado en él, Danny se puso de pie para recibirla. Para mayor fastidio de Santana, Lisa también se levantó y le apartó la silla que tenía al lado. Pidieron un menú sencillo: sándwiches dobles y unas cervezas.
—Lisa, tengo que felicitarte por la forma en que has organizado las cosas en el aeropuerto—
dijo Brittany—. Todo estaba calculado con precisión militar. Lisa la miro, complacida, y se inclinó hacia ella.
—Bueno, no me gusta dejar nada al azar. Es bueno tener a los fans ahí, por la publicidad, y además añade emoción a los próximos conciertos, pero me gusta sacar a mi gente con rapidez. Tengo un equipo que recoge el equipaje, lo entrega y se encarga del transporte. Cuantas menos complicaciones haya con esas cosas, más felices estaremos el grupo y yo.
—La multitud de aquí parecía mucho más agresiva y ruidosa que la de Melbourne.
Lisa le dedicó una sonrisa. A Santana le pareció una sonrisita insinuante.
—Bueno, ya sabes cómo es Sídney. Esta es mi ciudad , y las mujeres de Sídney no nos reprimimos.
Santana puso los ojos en blanco.
Brittany y Lisa tenían varios conocidos en común, y entretuvieron a Saantana y a Danny con sus anécdotas sobre los músicos famosos con los que habían tratado y sobre las giras que habían cubierto. Santana sabía que era una tontería, pero, a medida que avanzaba la comida, le resultaba cada vez más molesto el monopolio que tenía Lisa de la atención de Brittany, sobre todo cuando veía que Lisa le tocaba constantemente el brazo o la mano.
Brittany miraba a menudo a Santana y le dedicaba sonrisas especiales y privadas, o al menos lo parecían, y cada vez que eso ocurría Santana experimentaba un escalofrío delicioso.
Cuando terminaron de comer, Brittany llamó a Kerry para que llevara la cámara y se uniera a ellos, y sobre las tres de la tarde salieron hacia el Opera House.
—Esos focos azules y dorados tienen que entrar lentamente... Ya sabes, un fundido lento cuando empiezo con esta canción, vale?— Santana estaba gritando las instrucciones al director de iluminación. Mientras ella comprobaba que estuviera siguiendo los pies del guión técnico de cada canción, Lisa y Danny estaban ocupados con el personal de la sala. Entraban y salían del escenario, y se aseguraban de que los instrumentos y el equipo estuvieran allí y funcionaran perfectamente.
Brittany estaba sentada en una de las mejores butacas de la sala y Kerry estaba dando vueltas por allí con su cámara, cambiando lentes y probando encuadres. Aparte de unos pocos miembros del equipo, eran las únicas que observaban los preparativos. Brittany estaba embelesada con Santana.
Incluso sin el estímulo de un público que creara ambiente, sin el vestuario, el maquillaje ni el fantástico sonido de su grupo, Santana emanaba un aire estelar impresionante. Cuando se movía por el escenario, concentrada en su trabajo, parecía rodeada por un halo de luz. Se paseaba con tanta confianza como si estuviera en el salón de su casa.
Al parecer, el director de iluminación no acababa de entender que esperaban de él, y Brittany percibía cambios leves en Santana. Mientras iba de un lado a otro del escenario, su paso relajado se iba volviendo más rápido y enérgico, y había una ligera tensión en su voz.
—Vale—gritó Santana—, sé que las entradas de esta canción son un poco complicadas. Sigue el guion mientras te la canto.
Se apagaron las luces de la sala y unos reflejos de luz azul y dorada iluminaron mágicamente el pelo y la cara de Santana. Llevaba ropa muy sencilla: unos vaqueros gastados y una camiseta negra, y al verla allí, sola en medio del escenario, Brittany pensó que estaba absolutamente preciosa.
Santana empezó a cantar una balada suave, con una voz sonora, limpia y cargada de emoción. Había algo conmovedor en aquella interpretación improvisada y a Brittany se le hizo un nudo en la garganta. A medida que avanzaba la canción, el telón de fondo pasaba del negro al morado intenso y, luego, lentamente, viraba al rojo. Varios focos blancos convergieron desde distintas direcciones para capturar a Santana en un círculo de luz. El efecto general era cautivador. Brittany notó que se le aceleraba la respiración y le hormigueaba todo el cuerpo. Se sentía como si acabara de despertarse sobresaltada de un sueño. Se dio cuenta de que los últimos días había estado paseando con Santana, feliz pero ignorante, por territorio desconocido, observando y sintiendo cosas que no sabía o no quería reconocer.
La canción estaba llegando a su fin y se sintió renacer. Era innegable: se sentía atraída por Santana. De repente se imaginó abrazándola y besando su preciosa boca, sus labios de melocotón, y sintió una oleada de deseo abrumadora. Jamás había experimentado nada parecido. Nunca.
Se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas, y estaba a punto de hiperventilar. Quería salir rápidamente al aire fresco; quería salir al mundo que conocía, con gente que se empujaba por la acera, coches que avanzaban rápidamente por la calzada, barcos que navegaban por el puerto... Cosas normales y comprensibles.
La canción terminó y, excepto por el runrún y los chasquidos de la cámara de Kerry, reinó el silencio. Durante unos instantes, todos parecían paralizados; después estallaron en aplausos.
—¡Ha estado genial!— le gritó Santana al encargado de la iluminación. Sonreía, satisfecha. Se encendieron las luces de la sala y miro a Brittany—. ¿A ti que te ha parecido?
Brittany estaba tratando de recuperar la compostura. Tragó saliva y dijo:
—Ha sido perfecto.
—¿Habéis oído eso? Para mí es suficiente. Me largo de aquí. Vamos a algún sitio a tomar algo fresco.
Lisa fue a pasar la noche a su casa y Danny regresó al hotel. Brittany, Santana y Kerry encontraron una mesa en un restaurante al aire libre, junto al Opera House, con vistas a la zona del puerto en la que estaban amarrados los barcos y los yates. Eran las seis y media, y los bares y cafés cercanos se estaban llenando rápidamente de gente que había terminado la jornada laboral. Pidieron las bebidas, y Kerry partió en busca del baño.
Había sido un día cálido y veraniego, pero se acababa de levantar una brisa fresca desde el agua, y Santana se puso la chaqueta de algodón que había llevado. Estaba emocionada. La visita a la sala de conciertos la había tranquilizado: al día siguiente tendrían un ensayo vespertino y estaba segura de que los conciertos serían fantásticos.
Bebió un trago de bourbon y miró a Britttany. Sus ojos eran como zafiros en la penumbra; parecía tranquila mientras bebía vino y contemplaba los barcos que llegaban. De repente se giró y la miró de una manera que le hizo contener la respiración. Había algo diferente en su expresión. Santana pensó que tal vez fueran imaginaciones suyas, porque aquellos ojos sensuales podían confundir a cualquiera, pero parecía haber algo más abiertamente erótico en Brittany. Le miró la boca y después, de nuevo, los ojos, provocándola casi deliberadamente. Aunque no se lo quería creer, la expresión de Brittany se había vuelto más íntima. Santana sintió una repentina ráfaga de deseo y tuvo que apartar la vista. Se quedó mirando el agua que relucía bajo los últimos rayos del sol del atardecer.
Kerry se dejó caer en la silla, al lado de Santana.
—He sacado varias fotos realmente buenas en la sala: primeros planos con el teleobjetivo. Sin falsa modestia, creo que algunas servirían hasta para hacer carteles.
A Santana le gustaban el estilo práctico y el entusiasmo vivaz de Kerry. Imaginaba que se llevarían bien durante el resto de la gira. Sonrió y dijo:
—¡Qué bien! Si lo tuyo no es falsa modestia, deben de buenas. ¿Alguna de vosotras tiene hambre? Yo estoy hambrienta.—
Tengo que volver al hotel—contestó Kerry—. He quedado con Ruby para ir a un local de ambiente del que nos habló Lisa, y no sé a qué hora querrá ir.
—No estarás dejando que esa mala mujer te pervierta, ¿verdad, cielo?
Kerry puso los ojos en blanco y suspiro.
—Ay, qué más quisiera.
— Pues tendréis que cenar antes. Llamaré a Ruby y le diré que venga. Podéis ir a ese local después de la cena—Se sacó el móvil de la chaqueta para llamar al hotel.
—También podríamos ir todas.
—Es un local de lesbianas—dijo Kerry. Parecía un poco sorprendida de que Brittany quisiera ir.
—Ya lo sé— contestó ella, con naturalidad. Kerry se encogió de hombros con indiferencia, miró hacia el puerto e hizo girar su vaso sobre la mesa. A Santana se le aceleró el corazón. Normalmente no lo habría pensado, pero en aquellas circunstancias intuía que el interés de Brittany por ir al local de ambiente tenía cierta relevancia. Se había producido un cambio en ella.
Cuando Ruby contestó se pasó un par de minutos explicándole donde estaban. Después dejó el teléfono a un lado y vio que Brittany estaba mirando a la mesa, acariciando lentamente las gotas de condensación de su copa. Santana sospechaba que lo que Brittany tenía en mente podía no ser una noche divertida, sino una curiosidad que formaba parte de algún despertar sexual; algo que, con absoluta sinceridad, no sería una gran sorpresa. Su corazón empezó a latir con fuerza. Se sentía atrapada entre la emoción y el terror. Si sus sospechas eran ciertas, no quería estar allí y convertirse en parte de ello. No podía involucrarse afectivamente con Brittany. Tal vez fuera mejor que le propusiera ir al cine o algo así.
De repente, Brittany la miró fijamente, con la misma intensidad en los ojos. Se echó el pelo hacia atrás y Santana se derritió. Sonrió y dijo:
—Claro que sí, iremos todas. Sera divertido.
Pidieron otra ronda y hablaron de otros asuntos, mientras contemplaban la puesta de sol en el puerto y esperaban a Ruby, que llegó al cabo de una media hora.
—Vaya, cielo, allí están.
Se volvieron al oír la voz de Ruby, que ahogó la mayoría de las conversaciones del restaurante. Ruby le dió una palmadita amistosa en el brazo al abrumado camarero y avanzó hacia ellas. El murmullo se acalló y todos los clientes se quedaron mirándola mientras pasaba majestuosamente entre las mesas, con un sonido de joyas armonioso, nubes de perfume exquisito y una profusión de color. Saludó a cada una con un beso en la boca, lo que atrajo más miradas de los otros clientes.
— ¿Por qué no me dejáis pedir?— propuso Brittany—. He estado un montón de veces en este local. Podemos pedir una selección de platos para compartir, y tienen una pasta con marisco increíble, que esta para morirse. Las otras se mostraron de acuerdo en que aquello sonaba muy bien, y pronto estuvieron disfrutando de la cena.
—Por cierto, Ruby— dijo Santana—, esta noche vamos todas al bar.
Ruby la miró con una sonrisa sutil de «te lo dije»; luego se echó hacia delante y besó a Brittany en la mejilla.
—¡Qué bien, Brittany, cielo! Te va a encantar. Por lo que dicen, es un local fabuloso.
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Oh, perdón por no actualizar antes!
Gracias por comentar, enserio, pero aún no sé cómo responderlos porque -nueva- y no sé utilizar mucho esta página
Ojalá les guste este capítulo, las cosas avanzaron un poco más y por fin Brittany se dio cuenta, aunque esté confundida... por ahora!!
Britt_**** - Mensajes : 155
Fecha de inscripción : 15/07/2014
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Hay Dios ya quiero el otro cap para saber que pasa y ya quiero Brittana
Heya Morrivera********- - Mensajes : 633
Fecha de inscripción : 07/05/2014
Edad : 35
Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.
Wow! Que irá a pasar en ese bar! XD jajaja muy buen cap. Saludos
Dolomiti- - Mensajes : 1406
Fecha de inscripción : 05/12/2013
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