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Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 Primer15
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Finalizado Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 12

Mensaje por Britt_ Jue Nov 06, 2014 6:42 pm

Capítulo 12



Los lirios azules se erguían majestuosos en un florero de cristal, en la mesa que estaba bajo la ventana. Brittany sintió un retortijón en el estómago y, por un instante, se quedó helada, paralizada por su belleza y por el horror que representaban. Se le escaparon las lágrimas.

Mareada, abrió una botella de agua mineral, se sirvió un vaso y se sentó a tomarlo sin poder parar de llorar.Echó un vistazo desganado a su alrededor, buscando la carta de Santana, pero no estaba. La camarera debía de haberla tirado. Mejor. No necesitaba leerla de nuevo. Se la había aprendido de memoria y sospechaba que jamás se le olvidaría.

Parecía que el mundo entero se había vuelto del revés y que nada tenía sentido. Por primera vez en su vida se había enamorado, no un poco, sino desesperada y apasionadamente, de una mujer; una mujer tan adorada podía tener a quien quisiera. Una mujer que vivía en Estados Unidos.

Tenía que despejarse, por lo que se dirigió al cuarto de baño para tomar una ducha. Pensó que, en una noche, la mujer a la que amaba le había roto el corazón. El dolor que sentía en el pecho era tan fuerte como el dolor lujurioso que sentía entre las piernas, aquel dolor erótico que, a pesar de todo lo que había ocurrido,no desaparecía.

El agua caliente en la piel resultaba relajante. Tenía la impresión de que todo su ser se había vuelto líquido,de que ya no tenía sustancia. Estaba húmeda de deseo todo el tiempo y no podía parar de llorar.

Se pasó la toalla por el cuerpo y empezó a secarse el pelo con movimientos mecánicos y distraídos. Parecía que su cerebro también se había vuelto líquido. No tenía ningún sentido que, estando tan enamorada de Santana, se hubiera acostado con Lisa y la hubiera deseado físicamente. No, pensó, no la había deseado;su cuerpo la había necesitado, nada más. Su mente y su cuerpo habían discrepado y, evidentemente, el cuerpo había tornado el mando. No se fiaba de su propio comportamiento. Tenía que salir de allí cuanto antes. Tenía que alejarse de Santana.

Se maquilló y se puso los vaqueros y una camiseta de tirantes de color verde oscuro. Aún era de noche, pero más tarde haría calor, y mucho más en el sitio al que iba. Se puso el reloj; eran las cuatro y media.Recogió cuidadosamente sus anotaciones y sus carpetas, y las metió en el maletín. Fue metódica y se tomó su tiempo; a aquellas horas no había prisa. Sacó la ropa del armario y de los cajones, la guardó en las maletas y retiró sus cosméticos del baño.

Después de hacer el equipaje, llamó al servicio de habitaciones y pidió un desayuno ligero. Después del café y la tostada se sentía mejor. Había dejado de llorar y estaba decidida. Como solo eran las cinco y media y era demasiado temprano para llamar a la agencia de viajes con la que trabajaba normalmente, llamó a Qantas Airlines y reservó un billete en clase preferente para el siguiente vuelo disponible a Bali.

A las seis y cuarto llegó el botones para bajarle el equipaje y Brittany echó un último vistazo a la habitación. Cuando vio las flores, sintió que la garganta se le obstruía y los ojos se le volvían a llenar de lágrimas. Una furia repentina le invadió el pecho. Sacó las flores del jarrón impulsiva-mente, las llevó a la terraza y las tiró. Temblando, vio como aterrizaban en el jardín y sintió que le habían clavado un puñal en el corazón.

A las ocho y media, Brittany ya había facturado el equipaje y había pasado por la aduana. Llamó a Kerry alhotel por el móvil.

—Brittany, ¿dónde estas? Ruby me acaba de decir que te has ido del hotel esta mañana. Dice que se ha pasado media noche buscándote.

—Dile que lo siento si se ha preocupado, pero no voy a volver, Kerry. Me ha surgido un imprevisto y he tenido que irme. Si te llama Adele, dile que luego la llamo. No te olvides de las fotos que nos faltan. Tú ya sabes lo que hay que hacer.


—Sí, por supuesto, pero...

—El lunes, cuando vuelvas a la oficina, no estaré para ver las pruebas, así que quiero que tú misma elijas las mejores fotos, ¿de acuerdo? Sabes que quiero. No dejes que las elija Adele.

—¿Y qué les digo a los de aquí?

—Despídete de mi parte y diles que siento haber tenido que irme tan repentinamente.

—¿Y a Santana? ¿A ella que le digo?

Brittany sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Le ardían los ojos a causa de las lágrimas. Trago saliva.

—Que gracias por las flores.

Se despidió de Kerry y llamó a Gum Nut para prolongar la estancia de Lord Tubbington durante un par de semanas. Después apagó el teléfono, lo guardó en el maletín y subió al avión.

Brittany bajó por la escalerilla del avión y avanzó por la pista de aterrizaje hacia el edificio de la terminal de Denpasar, la capital de la isla indonesia. El aire húmedo y perfumado la envolvió y la llenó de una sensación de paz. Echó un vistazo al reloj y vio que marcaba las dos menos cuarto de la tarde. Seguía con la hora australiana. Allí ya eran las cuatro menos cuarto.

No había reservado alojamiento, pero no había empezado la temporada alta y estaba segura de que conseguiría una habitación en su hotel favorito. Se subió a un taxi y emprendió el viaje de una hora hacia las montañas, en dirección a Ubud, el pueblo artístico.

Se relajó en el asiento y contempló como las calles de la ciudad daban paso a los verdes campos y a los arrozales. A medida que subían por las montañas, las laderas se convertían en bancales con arroz y otros cultivos. Vio a mujeres que caminaban por el arcén y llevaban en la cabeza canastas de plátanos, cocos,aguacates y rambutanes de un rojo intenso. Entre la vegetación tropical alcanzó a ver varios muros cubiertos de bugan villas que rodeaban las urbanizaciones. Un joven con un sarong a la cintura y flores rojasen el pelo guiaba a unos gansos muy ruidosos por la carretera. Había patos de vivos colores nadando en los arrozales que brillaban al sol.

Llegaron a Ubud y pasaron por el concurrido mercado de la calle principal. Al cabo de unos minutos, el taxi giró por el camino de grava que llevaba al hotel: un grupo de pequeñas cabañas situadas en una ladera. La frondosa vegetación de plumerías, hibiscos y buganvillas estaba atravesada por estrechos senderos que llevaban a las cabañas privadas y al comedor, un techo de paja sobre pilares de madera.

Como había muchas cabañas libres, Brittany eligió una que quedaba cerca de la piscina de agua de manantial,en una de las terrazas ajardinadas que daban al río.

Acalorada y cansada, se sentó en una silla de mimbre, en el porche, y miró el antiguo templo hindú, situado al otro lado del río. Oyó un tintineo de campanas y los acordes de unos instrumentos musicales evocadores e inquietantes, y alcanzó a ver el movimiento de gente detrás de los muros de piedra. Pensó que debían de estar preparándose para alguna fiesta.

Dejó el vaso de agua helada en una mesilla cercana, donde, encima de un lecho de hojas, había una ofrenda religiosa, a base de arroz y flores, para alejar a los espíritus malignos. Por incongruente que pareciera, junto a la ofrenda había un teléfono.

Con un suspiro melancólico, Brittany devolvió sus pensamientos a la realidad y a sus responsabilidades. Tenía que llamar a Adele para darle una explicación. Había conseguido dejar de pensar en Santana durante unas horas, pero, de repente, se agolparon docenas de imágenes suyas en la cabeza: recuerdos maravillosos de su cara, de la sensación que tenía al besarla y de sus manos acariciándola se mezclaban con imágenes horribles de las flores y la carta. Mientras se estremecía de deseo, derramaba lágrimas de angustia y dolor. Se preguntaba durante cuánto tiempo se sentiría así y cuanto más podría soportarlo.

Aunque la temperatura era más fría en las montañas que en la costa de Denpasar, el clima tropical aumentaba la humedad y el calor resultaba más sofocante. Entró en la cabaña oscura y relativamente fresca,se quitó la ropa pegajosa y se puso el bikini. Bajó hasta la piscina por un tramo corto de escaleras de piedra,oculto tras una mata de hibisco. No había nadie cerca cuando se zambulló en el agua.




— No aguanto más, Ruby. He perdido el control. ¡Mira como estoy! No puedo actuar esta noche. Es así de sencillo: no puedo.— Santana tenía los ojos hinchados y llorosos.

—Venga, cielo, puedes sobrellevar el concierto de esta noche. Mañana tenemos el día libre y podrás angustiarte a gusto.

Llamaron a la puerta de Santana y Ruby abrió. Era Danny.

—¿Qué tal?—dijo, radiante—. Las críticas locales del concierto de anoche son fantásticas. Simplemente fantásticas.—Se metió una mano en el bolsillo y empezó a ir de un lado a otro, acariciándose el pelo—. Un concierto más el sábado por la noche y después nos vamos a casita.

Santana apartó cansinamente la vista de la terraza para mirar a Danny y bebió un trago. No estaba de humor para compartir la euforia de su agente.

—Por todos los dioses, cielo, cálmate.

El se paró en seco.

—¡Joder! ¿Y a ti qué coño te pasa?

Santana se mordió el labio y se quedó mirando el vaso.

—Está hecha polvo por lo de Brittany.—contestó Ruby.

—Ah, sí, cierto. Es una pena que se fuera de esa manera.—Danny empezó a caminar de nuevo y le lanzó una mirada avergonzada—. No sabía que... ella y —Carraspeó---. No sabía que significara tanto para ti. A nivel personal, digo.

—Pues sí—dijo Santana en voz baja.

—Ya, bueno, tengo una noticia excelente que te va a animar. Acabo de cerrar un trato fantástico para dar un concierto en Atlanta dentro de dos semanas. Los promotores lo llaman «Santana López viene a casa». Será un solo concierto, y las entradas salen a la venta mañana mismo.

Santana apuró el resto del bourbon y miró por los ventanales de la terraza. No quería que le recordaran de nuevo que se iba en pocos días, cuando aún no sabía dónde se había metido Brittany.

—Sera un éxito de taquilla, por supuesto. ¡Están pensando en diez mil localidades!

—Es fantástico, Danny, pero mejor lo hablamos en otro momento, cuando San este un poco más animada,¿vale?—Ruby abrió la puerta para que se fuera.

—Vale, vale.—Danny se detuvo en el umbral, con la misma vitalidad de siempre—. Estoy negociando con Adele el uso como cartel publicitario de una de las fotos que me enseñó Kerry. Ha sacado varias muy buenas, realmente buenas.

—¡Qué bien, cielo! Hasta luego.—Ruby le cerró la puerta en las narices y sacudió la cabeza, exasperada—.¡Dios! A veces este tipo es insoportable.

Se sentó en el sofá al lado de Santana y la rodeó con brazo.

—No esperaba que se lo tomara tan mal, Ruby. ¿Crees que me odia por haberle enviado esa carta?

—Bueno, creo que, si te odiara, no se habría largado de esa manera; se habría quedado esperando a que volvieras. Yo en su lugar me habría quedado, para poder tirarte las flores a la cara y decirte que te las metieras por el culo. Eso es lo que habría hecho, cielo.—Santana esbozó una sonrisa entre las lágrimas—. Estoy segura de que no te odia; yo diría que más bien es todo lo contrario. Ahora ponte las pilas, chica. Salimos a escena en una hora y media.—Ruby avanzó hacia la puerta.


La noche caía suavemente sobre las montañas, como un velo de seda negro, y las criaturas nocturnas tropicales empezaban a emitir sus gritos nostálgicos. Brittany estaba sentada en el porche de su cabaña, todavía en bikini, tomando una copa de vino helado.

Había lamparillas titilando tras los muros del templo y los acordes de la música eran más nítidos. Era un sonido misterioso y melancólico. Mientras sentía la caricia de la brisa aromática en la piel, cerró los ojos y,durante unos segundos, fue capaz de vaciar su mente de problemas y pudo escuchar los ritmos del templo y los insectos nocturnos. Entonces, en algún lugar no muy alejado, se oyó el grito de unos monos y aquello la devolvió a la realidad.

Eran las ocho y media en la costa este de Australia. Cogió el teléfono y llamó a casa de Adele. Le oyó dar una larga calada al cigarrillo.

—Dime que andas tras una exclusiva que va a ser la mayor primicia de la historia del periodismo de espectáculos.—Aquellas palabras estuvieron seguidas por una tos perruna y otra calada a fondo.

—Me temo que no. Solo tenía prisa por irme. Era un asunto personal.

—Por cierto, ¿dónde coño estas?

—En Bali, pero no quiero que se entere nadie. He dado instrucciones a Kerry para que haga las fotos de cierre que necesitamos, y terminaré el reportaje en un par de días. Si me puedo conectar, te lo envío por correo electrónico, o por fax o...

—¡Por Dios, Brittany! No estoy preocupada por nada de eso. ¿Qué te pasa? ¿Cuando tienes previsto volver? Nos están llegando temas importantes... Te necesito aquí.

—No lo sé. En este momento estoy muy confundida. Ni siquiera sé si quiero volver a la revista. Lo siento... Es que no lo sé.

Brittany hizo un esfuerzo para contener las lágrimas que amenazaban con traicionarla. Oyó el clic del mechero de oro de Adele y otra inhalación profunda.

—¿Has tenido alguna discusión con Santana López? Hoy me ha llamado dos veces para preguntarme dónde estabas.

Brittany apartó la cara del auricular, se enjugó las lágrimas, tragó saliva y trató de reponerse. Después, impulsivamente, decidió decirle la verdad a Adele. Más tarde o más temprano todo el mundo se enteraría de que había cambiado, de que se había hecho lesbiana. No era algo que se limitara a su relación con Santana. Era preferible que Adele se enterara por ella. Respiró a fondo.

—Me enrollé con ella. La cosa no funcionó y estoy tratando de superarlo.

—¡Joder!— Al ataque de tos lo siguieron unos momentos de silencio, roto solo por el sonido de unas frenéticas caladas—. Mira, no quiero oír nada sobre tu posible dimisión. Tómate todo el tiempo que necesites para resolver..., bueno, lo que sea que tengas que resolver. Tal vez solo necesites un cambio de aires, un nuevo reto.

«¡Por Dios! Creo que ya tengo bastantes cambios es mi vida.» Hubo otra larga pausa.

—Siempre estoy comprando artículos procedentes del extranjero y pagando una verdadera fortuna por ellos—añadió Adele—. Tal vez te gustaría trabajar en otro lugar durante un tiempo. Si fuese así, a la revista le vendría bien.

—No lo sé, Adele, pero gracias. Me lo pensaré.

Brittany le prometió que se mantendría en contacto con ella, y se despidieron.



Brittany entró en la cabaña, se puso una camiseta y unos vaqueros, y dio un paseo por el sinuoso sendero de piedra, iluminado por farolillos, hasta llegar al comedor. No tenía hambre y estuvo jugueteando con el arrozcon pollo y especias que le habían servido. Las risas y la conversación de los otros huéspedes quedó en segundo plano mientras se imaginaba a Santana en escena aquella noche. Podía adivinar cada expresión de su precioso rostro, podía oír cada matiz de su voz sensual, y por encima de todo deseaba estar con ella. Se preguntaba si Santana se sentiría mal, si también la echaría de menos, o si solo se sentiría culpable. Pensó con amargura que tal vez la hubiera estado buscando solo para convencerla de su punto de vista. En la carta había dicho que quería que siguieran siendo amigas, pero Brittany sabía decidido que eso era imposible cuando ella tenía todos esos sentimientos por Santana.
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

Mensaje por micky morales Jue Nov 06, 2014 8:15 pm

no se que decir, brittany hizo bien en irse, pero ahora como haran para encontrarse de nuevo, que pasara si santana se entera de lo de lisa, en fin, hasta pronto!
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Finalizado Canciones para Brittany (Adaptado). Cap. 13 //13/11/14

Mensaje por Britt_ Jue Nov 13, 2014 4:15 pm

El sábado a última hora de la mañana, Santana estaba en su cuarto, viendo la televisión sin ningún interés, cuando llamaron a la puerta. Eran Ruby y Lisa.

—Ven a comer con nosotras, cielo. No puedes volver a quedarte aquí encerrada todo el día.

Santana se metió las manos en los bolsillos del albornoz y se dejó caer pesadamente en el sofá.

—No, no me apetece.

Ruby se sentó en la silla de enfrente y apoyó los pies en la mesilla.

—Si llama Brittany, dejará un mensaje.

Santana sacudió la cabeza.

—Ayer por la mañana hablé con Adele. Me dijo que Brittany ha salido del país y que no quiere que la llamen. Prácticamente le supliqué que me dijera donde estaba, pero se negó. Sé que Britany no va a llamar ahora, pero quiero estar aquí, por si acaso.

Santana miró a Lisa, que estaba de pie junto a la puerta, examinando muy concentrada el botón del puño de su camisa.

—¡Necesitas tomar un poco el aire, chica! Ayer te pasaste el día y la noche metida aquí, sola. Nos lo pasamos muy bien en Gold Coast. Me habría gustado que vinieras, cielo.—Ruby bostezó y se desperezó; las pulseras tintinearon alegremente—. Nos quedamos allí hasta las tantas. Encontramos un local de ambiente muy interesante y nos lo pasamos en grande, ¿verdad, Lisa?

—Sí.

Lisa había pasado a dedicarle todo su interés a su reloj. Estaba cambiando la configuración y los pitidos estaban sacando de quicio a Santana.

—Vamos, cielo. Vístete y sal con nosotras.

Santana la escuchaba a medias. Se dio cuenta de que no había visto a Lisa desde el miércoles por la noche, justo antes de que empezara el concierto. Todos sabían que estaba muerta de preocupación por la desaparición de Brittany pero, Lisa era la única que no le había preguntado nada sobre aquel asunto. De repente, Lisa la miró con expresión asustada, como un conejo iluminado por un foco de luz.

—¿Por casualidad viste el miércoles a Brittany, Lisa?

Lisa se metió las manos en los bolsillos y apartó la vista. A Santana se le empezó a acelerar el corazón.Lisa volvió a mirarla y enderezó los hombros.

—Pues sí, la vi.

—¿Dónde?

—En el bar de abajo, a eso de las diez y media—contestó, desafiante.

Santana sintió que se le hacía un nudo en el estómago.

—¿Fuiste la última que la vió y no has dicho nada? ¿Cómo estaba? ¿Qué dijo?

Ruby se levantó de la silla lentamente y se situó junto a Santana. Los ojos de Lisa pasaron de una a la otra.

—No dijo nada. Estaba borracha y llorando.

A Santana se le llenaron los ojos de lágrimas y sintió nauseas—. La llevé a mi habitación y la cuidé.

A Santana le daba vueltas la cabeza y creyó que se iba a desmayar. Sintió que se le erizaba el cuero cabelludo cuando dijo, sin alzar la voz: —¿La cuidaste? ¿Cómo?Lisa vaciló; luego se encogió de hombros y sonrió con suficiencia.

—Por el amor de Dios, Santana, pasó la noche conmigo, ¿vale? Cuando me desperté se había ido. ¿De verdad quieres todos los detalles?

Santana se estremeció, cegada por la ira. Apretó los puños y arremetió contra Lisa. Ruby la cogió de las muñecas y la sujetó con fuerza, y Lisa la esquivó, horrorizada.

—¡Zorra de mierda!— gritó San—. ¿Cómo fuiste capaz? ¡Te voy a matar, hija de puta!

—¡No fui yo quien la hizo llorar!—replicó Lisa, indignada—. No sé qué hiciste que la alteró tanto, pero no sé fue por mi culpa.

Santana no podía contener las lágrimas y creyó que iba a estallar. Forcejeó con Ruby para que la soltara.

—¡Te mato!—

¡Vete de aquí, Lisa!— dijo Ruby.

Lisa les dirigió mirada y se marchó, dando un portazo. Cuando Ruby la soltó Santana corrió a dar un puñetazo en la puerta.

—¡La voy a matar!— Asaltó el bar y se sirvió un bourbon, que apuró de un trago, temblando, antes de servirse otro. Caminó por la habitación con pisadas fuertes y apenas notó que Ruby le quitaba el vaso de la mano cuando pasó junto a ella

—. ¿Cómo pudo hacer algo así?— Sacudió la cabeza—. No entiendo cómo se puede ser tan cruel.—Aprovechó la oportunidad. Lisa es así.

Ruby estaba llamando por teléfono. Santana se dio cuenta de que no tenía bebida y se sirvió otra copa. Cuando se desplomó en el sofá, la cabeza le daba vueltas. No dejaba de imaginar a Brittany con Lisa, y sentía un dolor desgarrador e insoportable en el pecho.
Tomó un buen trago de bourbon.

No podía soportar que mientras ellas se habían pasado la noche buscándola desesperadamente. Brittany hubiera estado con Lisa,echando un polvo. Se puso a llorar. Ruby colgó el teléfono y se acercó a abrazarla.

—¿Por qué haría eso Brittany?

Ruby le habló con ternura.—Porque estaba angustiada, confundida, desconsolada, furiosa: todo eso a la vez.—Suspiró—La pobrecita debía de estar muy mal, cielo.

—Dios mío, ¿qué he hecho?

—Bueno, chica, si quieres que sea sincera, creo que la has cagado hasta el fondo. Te has roto el corazón y se lo has roto a ella.

—No esperaba que doliera tanto. No esperaba que reaccionara de esta manera. Creía que estaba siendo racional.

—Ya, es un auténtico incordio que la gente no siga los putos guiones que le escribimos, ¿verdad, cielo?—Ruby sacudió la cabeza—. ¡Los demás van por ahí haciendo y diciendo cosas que no habíamos planeado en absoluto!

—Ojala no lo hubiera hecho.—Se le caían las lágrimas sin parar y se sentía deshecha. Quiso apurar el bourbon de un trago, pero Ruby le quitó el vaso de la mano—. Dame eso, Ruby.

—De ninguna manera.—Se puso en pie y lo vació en el lavabo— . He pedido ensalada y zumo de frutas. Sino comes, te pondrás enferma.

Santana se sonó la nariz. —¿Que voy a hacer?

Ruby se sentó enfrente de ella.

—San, crees que puedes hacer y deshacer en tu vida con la misma facilidad con que haces y deshaces en tus canciones. Estas enamorada de ella y no puedes evitarlo solo porque te venga mal.

—Ojala supiera donde esta Brittany. Quiero decirle que estoy enamorada de ella.—Santana suspiró,frustrada, y se apartó el pelo de la frente—. No puedo soportar esta situación.

— Pues, cielo, eliges un mal momento. Puede que hayas perdido tu oportunidad.

Llamaron a la puerta. Ruby se levantó para abrir al servicio de habitaciones y sirvió la comida en la mesa dela terraza.

—Ven a comer, San. Esta noche tenemos un concierto y tienes que hacer una buena función.

Santana miró con nostalgia hacia el mini-bar, se sentó a la mesa y, bajo la mirada severa de Ruby, se obligó a comer.


Los aplausos eran atronadores y el público estaba de pie pidiendo otro bis. Las fans arrojaban ramos de flores y otros regalos al escenario. Un potente foco iluminó una vez más el centro y Santana entró corriendo, mientras el grupo empezaba a tocar la introducción del tema nuevo de su disco.

Sentía que tenía al público en el bolsillo. Aquella noche le había resultado muy dura y se alegraba de que al parecer, nadie hubiera notado que su actuación no había sido como debería. Dedicó a los asistentes su sonrisa más cariñosa, mientras seguían los aplausos. Sabía que Brittany no iba a llamar. Volvía a Savannah al día siguiente y se sentía tan abatida que anhelaba las comodidades del hogar y el consuelo de los amigos.

—Gracias. Lo hemos pasado muy bien esta noche.

Empezó a cantar, segura de que el público no se daría cuenta de que se le partía el corazón.

El domingo por la mañana, cuando la limusina aparcó a la puerta del hotel, Santana y los demás estaban reunidos en el vestíbulo. Lisa, que desde su altercado se había mantenido lejos de Santana, se había encargado de que llevaran todas las maletas y el equipo al aeropuerto.

Mientras el grupo avanzaba hacia la limusina, una multitud de fans y miembros de la prensa local se abalanzó sobre Santana. Ella sonrió, habló con tantos seguidores como pudo y firmó varios autógrafos,aunque en realidad no estaba de humor para todo aquello después de haber pasado otra noche de insomnio pensando en Brittany.

Una hora y media después se instaló en su asiento y esperó a que despegara el avión. Se alegraba de volver a casa, aunque también era consciente de que aquello significaba la despedida definitiva del mundo de Brittany y, al parecer, de Brittany.

De lo que iba a ser una aventura, se iba con el corazón roto.



* * *


Brittany estaba sentada en el comedor del hotel, sola. Ya hacía calor y una brisa cálida recorría el pabellón. Las flores de una mata cercana caían dentro y rodaban por el suelo. Unas flores perfumadas, de color fucsia,aterrizaron en la mesa de Brittany, que se armó de valor y bebió un trago de su café balinés, de fuerte sabor,mientras trataba de relajar la creciente tensión de los hombros.

Quería olvidarse de la hora, no dejaba de mirar continuamente el reloj, que seguía con el horario del este de Australia, donde era dos horas más temprano. Tenía grabada en la mente la hora exacta de la partida de Santana y cada nervio de su cuerpo estaba concentrado en aquel momento.

Cuando, por fin, el reloj marcó las once, Brittany cerró los ojos y contuvo las lágrimas. Se estremeció y respiró profundamente.

«Ya está. Se ha terminado.»

Tal vez a partir de ese momento pudiera tratar de recomponerse. Desde que había llegado, el jueves por la tarde, no había hecho nada salvo tumbarse cerca de la piscina, o en la cama, llorando y compadeciéndose de sí misma. Pensó que se había estado ocultando como un animal herido y que había llegado el momento de cambiar de actitud.

Cuando volvió a su cabaña se dejó los vaqueros y se cambió el sujetador del bikini por una camiseta turquesa. Se situó delante del espejo del baño, se cepilló el pelo y se puso un poco de rímel y pintalabios. Era la primera vez que se molestaba en maquillarse desde que había llegado. Se puso las gafas de sol, cogió la cartera y avanzó por el sinuoso sendero de piedra hasta la calle principal, en dirección al mercadillo.

La plaza del mercado estaba atiborrada de gente. La mayoría de los presentes eran lugareños, pero también había unos cuantos turistas. Pasó por delante de exposiciones de cuadros, mesas desvencijadas con tallas de madera de vivos colores y tiendas llenas de rollos de batik. Pensó que tenía que comprar un par de sarongs.

La encargada del local, una mujer atractiva de mediana edad, la miró con una sonrisa.—Adelante—le dijo.

Brittany obedeció y al cabo de un rato salió con seis sarongs. Sonrió mientras seguía andando por la calle. Si echaba un vistazo a la ropa que tenía en su casa, probablemente se encontraría con que, a lo largo de los años había comprado un centenar de sarongs.

Se le acercó un adolescente para ofrecerle una flauta de madera con una talla muy intrincada. Brittany sonrió y sacudió la cabeza. También tenía dos flautas como aquellas en casa. El chico le tocó el brazo para que se detuviera y empezó a tocar una melodía dulce y sencilla. La miró con ojos límpidos y sonrió. Brittany se echó a reír, le dio el dinero y se quedó con la flauta.

Decidió dejar el mercado y subir más por la montaña para ir a comer a un restaurante que conocía. Cogió la carretera que atravesaba el bosque de los monos, donde la sombra de los arboles permitía escapar del calor del sol. Oyó un crujido encima de su cabeza, levantó la vista y vio tres monos pequeños saltando de rama enrama. Le gritaron y, de repente, apareció otro corriendo que le golpeó la bolsa de las compras.

Ya se sentía mejor. La gente superaba los desengaños amorosos y ella superaría lo que sentía por Santana. Tenía que tratar de aprovechar aquella experiencia. En dos semanas había descubierto la pasión, el amor verdadero y el desengaño. Se podía decir que había recuperado el tiempo perdido. No quería estar enamorada de Santana con un amor unidireccional; el deseo no era ni la mitad de dulce cuando no era correspondido. De pronto se imaginó besando a Santana y sintió un escalofrío que la derritió. Se dio cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que dejara de desearla.

Salió de la sombra del bosque a un camino abierto. El restaurante estaba en la cima de una colina, justo delante de ella.

Se sentó a una mesa junto a los ventanales con vistas panorámicas. Podía ver un barranco profundo, cubierto de selva tropical, con el río serpenteante corriendo debajo. Por las ventanas entraba una ligera brisa y en lo alto se movían silenciosamente los ventiladores de ratán. El dulce perfume de las flores tropicales se mezclaba con los apetitosos aromas del arroz nasi goreng y los satais que se asaban en la parrilla abierta. Mientras oía el canto de los pájaros, Brittany pidió un zumo de guayaba y satai de polio.

Era difícil imaginarse de nuevo en casa, viviendo una vida que no se parecía en nada a la anterior. Santana había salido de su existencia, pero la había cambiado Para siempre. Le había descubierto una profunda pasión en su interior y una capacidad para amar que no sabía que tenía enterrada, y en aquel momento miraba la vida con otros ojos.

De repente sintió miedo. Al principio no había pensado en el futuro, pero, cuando se enamoró de Santana, dio por sentado que su amor era correspondido, y no había nada más que le importara. Empezar una vida completamente nueva como lesbiana sin tener a su lado a la mujer a la que amaba se le haría cuesta arriba.

«Mierda.» Tal vez no debería haberle contado a Adele de su aventura. En la revista, todo el mundo la trataría un modo diferente, y ya sabía cómo iban a reaccionar sus amigos de toda la vida. Se bebió el zumo frío de un trago y pidió otro. Imaginaba que sus amigos de verdad se acostumbrarían a la idea. Además, con el tiempo tendría nuevas amigas, otras lesbianas, si conseguía enterarse de donde estaban. Se preguntaba si alguna vez se sentiría atraída por otra mujer, y recordó a Lisa. «Joder, ¿por qué lo hice?» Supuso que se había sentido atraída por ella de alguna forma, lo que demostraba que era posible. Suspiró. Aun así, le iba a resultar imposible desear seriamente a otra mujer mientras siguiera enamorada de Santana.

El camarero le llevó el plato y Brittany trató de disfrutar de la comida mientras volvía su atención al paisaje. Tal vez pudiera trabajar por su cuenta como cronista de viajes, así nunca tendría que pasar mucho tiempo en casa. Podría eludir a todos sus conocidos y sus preguntas, y dedicarse a viajar por el mundo. O quizá podría alquilar una casa en aquellas montañas y ocultarse eternamente en aquel lugar tranquilo. Si vendía todas sus pertenencias, podría vivir en Bali durante varios años. La idea era reconfortante, y durante un rato se dejó llevar e imaginó como sería su casa balinesa. Pensó que plantaría un montón de buganvillas moradas, plumerías, aguacates, mangos y cocoteros.

Terminó de comer. Era la primera vez en varios días que se terminaba un plato, por lo que se sintió más tranquila. Pidió un café y observó a una pareja de turistas de mediana edad que acababa de entrar y estaban sentándose. Amontonaron las bolsas llenas de regalos en el suelo, junto a la mesa, y sacaron las cámaras. La mujer la miró y sonrió.

—Aquí arriba se está estupendamente, ¿verdad?

Brittany sintió que un escalofrió le recorría la espalda. La mujer tenía un acento igual que el de Santana. Asintió y le dedicó una sonrisa escueta.

—¿Hablas inglés, cielo?

Brittany tragó saliva.

—Sí.—Se le quebró la voz.

—Somos estadounidenses, de Atlanta. ¿Tú de dónde eres?

—De Melbourne.

—¿Y eso donde queda, cielo?

—En Australia.— La mujer parecía muy amable, pero Brittany no podía soportar escuchar su acento suave y cantarín. La estaba mareando, y necesitaba salir de allí. Se apresuró a dejar el importe de la comida encima de la mesa—. Encantada de conoceros. Que lo paséis bien.

Cogió el bolso y se marchó. De camino a la puerta oyó que el hombre comentaba en voz baja:—Tenía entendido que los australianos eran simpáticos...

Brittany bajó por la ladera hasta su hotel. Pensó que no había hecho falta mucho para alterarla. «Por Dios,¿cuándo acabara esto?»

Aquella tarde llamó a su casa para ver si tenía mensajes en el contestador. Había uno de Ben: le pedía que lo llamara con urgencia y le decía que estaba cometiendo un gran error. También había un par de mensajes de amigos que pretendían invitarla a cenar. Pero no había nada de Santana.

Colgó el auricular, furiosa consigo misma. Desde luego, Santana sabía que no estaba en casa y era lógico que no llamara allí. Pero Brittany había albergado la estúpida esperanza de que pudiera haberle dejado algún mensaje. Se recordó que, de todas maneras, Santana no iba a dejar el mensaje que ella quería oír. No le serviría de nada oírle decir que aquello era lo mejor para las dos, y se prometió a sí misma que no volvería a comprobar los mensajes.

No si cada vez que lo hiciera tuviera la esperanza de encontrar un mensaje de ella.


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Hola chicas!! Espero que les guste este capítulo, muestra más cómo lo están pasando las chicas al separarse :(

Pero bueno, ya falta poco para el final!!!
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Mensaje por 3:) Jue Nov 13, 2014 9:08 pm

holap,...

me encantaron los capítulos!!! (ya me puse al día)
bueno san esta pagando las consecuencia de la decisión que tomo,...
a ver que pasa ahora????

nos vemos!!!
3:)
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Mensaje por micky morales Jue Nov 13, 2014 9:19 pm

bueno no me gusta que esten separadas pero menos me gusta tener que esperar tanto por una actualizacion, hasta luego.
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Mensaje por monica.santander Vie Nov 14, 2014 1:15 am

Que tonta es San!!!!!
No entiendo como van a ser para juntarse!!! Intriga!!!!!
Veremos como sigue.
No demores tanto por favor!!!!
Saludos
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Mensaje por marcy3395 Vie Nov 14, 2014 1:39 am

vamos danos mas capitulossssssssssssss por favorrrrrrrr
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Mensaje por Dolomiti Vie Nov 14, 2014 3:54 am

Vaya!!! A san le pesa su decisión de alejar a britt, y britt.... Bueno, ambas sufren, Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2236703817 espero el siguiente cap Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 210293833 saludos!! Espero que haya reconciliación pronto Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2113258990
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Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:25 pm

3:) escribió:holap,...

me encantaron los capítulos!!! (ya me puse al día)
bueno san esta pagando las consecuencia de la decisión que tomo,...
a ver que pasa ahora????

nos vemos!!!

Holaaa! Me alegra que te gusten! La están pasando las dos las consecuencias, tienen que arreglarse *cruza los dedos* JAJAJAJJAA. Acá otro capítulo!!
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Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:27 pm

micky morales escribió:bueno no me gusta que esten separadas pero menos me gusta tener que esperar tanto por una actualizacion, hasta luego.

Lo sé, yo, como lectora, tampoco me gusta esperar mucho y realmente lo siento pero ahora no estoy usando la computadora mucho y en la escuela están cerrando notas y tengo que hacer trabajos y eso pero no son excusas, intentaré actualizar antes!! Además que falta poco para el final. Saludos, espero que te guste:)
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Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:29 pm

monica.santander escribió:Que tonta es San!!!!!
No entiendo como van a ser para juntarse!!! Intriga!!!!!
Veremos como sigue.
No demores tanto por favor!!!!
Saludos

Acá otro capítulo! Las consecuencias de lo que hizo San la pasan las dos JAJAJAJA Saludos!!
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Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:29 pm

marcy3395 escribió:vamos danos mas capitulossssssssssssss por favorrrrrrrr

Acá hay otro!!!
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Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:30 pm

Dolomiti escribió:Vaya!!! A san le pesa su decisión de alejar a britt, y britt.... Bueno, ambas sufren, Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2236703817 espero el siguiente cap Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 210293833 saludos!! Espero que haya reconciliación pronto Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2113258990

No tomó una buena decisión y lo sabe, tenía miedo, y ahora paga las consecuencias. Pero creo que no es la única que las está pagando! Espero te guste este cap. Saludos!!!
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Finalizado Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Cap. 14!!

Mensaje por Britt_ Lun Nov 17, 2014 8:31 pm




Para Santana y para todo su equipo fue un vuelo largo y agotador. Volaron de Sídney a Los Ángeles, ya allí se separaron. Los tres miembros más jóvenes del grupo vivían en Los Ángeles; Danny tomó un vuelo a Nueva York; Ruby y Santana hicieron conexión con un vuelo a Atlanta, donde vivía Ruby, y Santana tuvo que coger otro avión a Savannah.

Cuando por fin aterrizó en el aeropuerto de Savannah, el domingo, era tarde y hacia una noche calurosa y húmeda.

—¡Eh, guapa, estamos aquí! Santana se volvió hacia aquella voz que le resultaba conocida. Tom y Mike la aguardaban en la sala de espera del aeropuerto. Fue un gran alivio verlos, y los abrazó, agradecida.

—Gracias por venir. No deberíais haberos molestado. Es muy tarde.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Le gustaba viajar, pero, cuando pasaba mucho tiempo lejos, siempre se emocionaba cuando llegaba a su ciudad.

—No seas tonta, tesoro. No podíamos dejar que, después de semejante viaje, tuvieras que ir sola a una casa vacía—dijo Tom, mientras le daba un abrazo. Ella no pudo evitar pensar que, si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez no habría vuelto sola. Tal vez hubiera vuelto con una hermosa chica. Tal vez, no hubiera tenido el corazón roto en esos momentos.

Mike fue a recoger el equipaje y Tom se quedó con ella. Le dijo que parecía muy cansada y que necesitaba un poco de comida casera, después de haber pasado tantos meses comiendo en restaurantes.

Mike metió las maletas en el coche.— Debes de tener toneladas de noticias, San. Hemos leído lo bien que te recibieron en Australia. ¿Viste canguros y koalas?

Santana se echó a reír y se frotó los ojos, mientras emprendían la vuelta a casa.—Puede que te sorprenda saber que en realidad no hay canguros saltando por las calles. Pero vimos unos cuantos en el zoológico de Melbourne.

Dos días antes de que conociera a Brittany.

—Más importante que eso: ¿qué tal con las mujeres de allí?—dijo Tom—. ¿Algún ligue que merezca la pena contar?

A ella se le hizo un nudo en la garganta.

—Uno.

—¿Y bien?

Santana se mordió el labio para contener las lágrimas.

Brittany no había sido cualquier ligue.

—Ahora mismo no me apetece hablar de ella. Ya os lo contare en otro momento.

Respiró profundamente y les relató unas cuantas anécdotas de la gira. Cuando aparcaron frente a la casa, se encendieron las luces automáticas de la entrada y del jardín. La antigua mansión parecía muy acogedora y la iluminación permitió que Santana viera que el jardinero había trabajado a fondo durante su ausencia.

Mike abrió la puerta con su propia llave y llevó las maletas arriba.

—Las chicas han venido hoy para prepararte unas cosas—dijo Tom.

Santana fue de habitación en habitación, feliz de estar de nuevo en su casa. Había flores frescas por toda la casa y comida en la nevera, además de una botella de champan con una tarjeta de Donna y Candice, en la que se leía: «Bienvenida a casa, San. No la abras hasta que lleguemos mañana. Estamos deseando verte. Recuerdos y besos». El jardín trasero estaba verde y exuberante, y la piscina se veía reluciente.

Arriba, Santana encontró su cama con sabanas limpias, y toallas suaves en el cuarto de baño. Estaba tan cansada, y principalmente angustiada por Brittany, que aquel despliegue de afecto y generosidad por parte de sus amigos fue demasiado para ella, y se echó a llorar.

—Oh, tesoro, ¿qué te pasa?— preguntó Tom, mientras la rodeaba con un brazo.

—No lo sé. Creo que es por la falta de sueño y porque todo es tan bonito... Estaré bien después de dormir durante un mes.

Les volvió a dar las gracias antes de despedirse. Luego se sirvió un bourbon y decidió darse un baño caliente para relajar la tensión muscular.

En la bañera, mientras disfrutaba de su bebida, pensó en lo agradable que era estar de vuelta en su preciosa casa. La había echado de menos. Pensó que tendría que terminar de una vez con las reformas. Había mucho que hacer para restaurar las elaboradas molduras de las techos, pulir los suelos de madera y arreglar las barandas decorativas de las galerías.

“Brittany sabría qué hacer exactamente», pensó. Sabría de qué color pintar las habitaciones y que muebles y antigüedades comprar. Cerró los ojos e imaginó lo maravilloso que sería vivir allí con ella. Sabía que a Brittany le encantaría la casa. Se divertirían mucho arreglándola. Si hubiera sido posible, habrían tenido una vida maravillosa juntas.

Se terminó la copa y salió de la bañera. Una vez más se preguntó donde estaría Brittany y qué estaría haciendo. Imaginó, acongojada, que no tardaría en conocer a otra mujer y en empezar a olvidarla.

Apartó las mantas de su cama antigua de bronce y se tumbó, desnuda, sobre las frescas sabanas de algodón. Había empezado a lloviznar y oyó el suave golpeteo de la lluvia sobre las hojas al otro lado de la ventana. El sonido era casi un susurro y por las ventanas abiertas se filtraba un aroma fresco y dulce, de madre selva y tierra húmeda.

Miró el reloj de la mesilla. Era la una y media; las tres y media de la tarde en Melbourne. Decidió llamar a Brittany antes de dormir. Probablemente sería una pérdida de tiempo, pero tal vez estuviera en casa o comprobara los mensajes. El corazón le latía con fuerza mientras oía sonar el teléfono en casa de Brittany. Por extraño que pareciera, oír los timbrazos era como estar en contacto con ella. Saltó el contestador y, una vez más, se le llenaron los ojos de lágrimas cuando oyó la cálida voz de Britany en el mensaje grabado.

Habló con dificultad, tratando de controlar la emoción en su voz.

—Britt... Brittany, espero que estés bien. Sé que estarás enfadada conmigo, pero necesito que me llames. Estoy muy preocupada por ti. Te echo de menos. No sé qué hacer, pero... Quiero que sepas que te quiero. Por favor, llámame.

Se reclinó sobre las almohadas y dejó que las lágrimas corrieran por su rostro. Una vez más, imaginó a Brittany entre sus brazos, y haciendo el amor con ella. Se estremeció de deseo. Pensó que, si supiera donde estaba, se subiría corriendo a un avión e iría a verla. Al cabo de un largo rato se durmió, agotada.


El lunes por la noche, Santana fue a cenar a casa de Tom y Mike. Quinn y Rachel también fueron, y le pareció maravilloso volver a estar con ellos. Se sentía más tranquila y feliz de lo que se había sentido en los últimos días. Hacia una noche cálida, y estaban sentados fuera, bajo una pérgola de la que caían cascadas de jazmines desagradable fragancia. Santana había llevado el champan que le habían dejado Quinn y Rachel en la nevera, y se lo tomaron, mientras la ponían al día de los cotilleos y las noticias locales.

El jardín estaba lleno de palmeras, helechos y flores, y el agua de una pequeña fuente caía por un jardín de roca cubierto de musgo, hasta un estanque de peces de colores. Santana siempre había admirado aquel jardín. Mike era paisajista y también había diseñado el jardín de la cantante.

—He pensado que debías de echar de menos algo hogareño, tesoro—dijo Tom cuando llevó la cena a la mesa—. Así que te he preparado una cena tradicional, casera y sana.

Santana miró los platos repletos de pollo frito, patatas fritas y buñuelos de maíz, y se preguntó dónde estaría lo sano. No recordaba cuando había comido por ultima vez algo que contuviera tanta grasa, pero Tom era un buen cocinero, y la cena tenía un aspecto sabroso.

—Me encanta, Tom. Gracias—dijo, con una sonrisa afectuosa.

Se sirvieron mientras Mike llenaba las copas de vino.

—Ahora, antes de que nos lo cuentes absolutamente todo sobre la gira—dijo Quinn—, queremos información sobre esa mujer tan especial que dicen los chicos que mencionaste anoche.

La cabeza de Santana se llenó en el acto de imágenes de Brittany. Todo habría sido perfecto, completo, si Brittany hubiera estado sentada a su lado.

Les explicó cómo se habían conocido, la atracción que había sentido por ella: todo había ido evolucionando tan rápidamente que había escapado de su control y se había convertido en una pasión compartida, que la había dejado perdidamente enamorada de Brittany.

—Soy tan idiota que de verdad creí que sería mejor que lo dejáramos antes de que alguna de las dos saliera lastimada --explicó Santana—. Pero estaba muy equivocada. Parece que la he herido enormemente; estoy segura de que, como mínimo, está furiosa conmigo, y siento que no soy capaz de vivir sin ella. Todavía no sé cómo podría funcionar una relación cuando vivimos tan lejos, pero sé que sería más feliz si supiera queme quiere y que es mía.

—Pues sería difícil de cojones mantener una relación en esas circunstancias—dijo Mike.—

¿No tienes tres meses de vacaciones dentro de poco, San?—preguntó Quinn—. Por lo menos podrías pasar ese tiempo allí con ella. Aunque te echaríamos muchísimo de menos—añadió, con una sonrisa. Rachel la miró con los ojos empañados.

—Te llamará, cielo. Es que aún no ha oído tu mensaje. Tienes que darle la oportunidad de poner en orden su cabeza y volver a casa.

Santana tomó un trago de vino y sintió que la tristeza se cernía sobre ella como una sombra. Pensó en su jardín soleado, donde se había pasado la tarde sentada fantaseando con Brittany. La penumbra del atardecer había avanzado por el césped devorando la luz dorada, centímetro a centímetro, y ella había experimentado una súbita sensación de soledad. La sombra, agradable y tranquila, de las palmeras se había vuelto lúgubre e inquietante, y los vivos colores de las flores parecían apagados y sin brillo. A pesar del calor, Santana se había estremecido y se había preguntado si la vida sin Brittany sería siempre así.

—Me preocupa que poner en orden su cabeza signifique pasar de mí. Le deseo lo mejor, pero soy tan egoísta que no quiero que conozca a otra. Y, creedme, no tardará mucho.

—Por el amor de Dios, cielo—dijo Rachel—. Eres la primera mujer de su vida. Y, por la forma en que lo has contado, suena a que estaba enamorada de ti. Yo diría que durante un buen tiempo no va a mirar a otra.

Santana sintió que se le subía el corazón a la garganta cuando recordó, con una claridad abrumadora, el momento en el que se enteró de que Brittany había pasado aquella noche terrible con Lisa. Tembló de celos y se preguntó si los demás lo habrían notado. Le parecía increíble que Rachel no hubiera oído hablar de las aventuras por despecho, pero no estaba en condiciones de mencionar el tema.

—Ten paciencia, San—dijo Quinn con delicadeza. Tom se echó a reír.

—¿Paciencia? ¿Santana?Los demás también rieron, y la hicieron sonreír. Se alegró de que, a partir de aquel momento, la conversación se centrara en su gira por Australia, y se relajó, decidida a disfrutar de la velada. Durante el resto de la semana, Santana estuvo más tranquila y, a pesar de la ansiedad y de lo mucho que echaba de menos a Brittany, disfrutó de sus momentos de soledad en la casa.

Llamaba a Brittany todos los días, pero ella no contestaba ni le devolvía las llamadas. Si oía los mensajes del contestador, era evidente que su declaración de amor no había servido para nada. Pero tal vez no los hubiera oído. Santana no dejaba de torturarse pensando en ello. No estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, al hecho de no poder controlar las cosas, y eso era algo que la frustraba de una manera terrible. Irónicamente, Brittany tenía el control de la situación y daba la sensación de que la vida y la felicidad de Santana estaban en sus manos.

Santana repasó mentalmente lo sucedido una y otra vez, tratando de imaginar que podía estar pensando Brittany. No estaba segura de sí su reacción era fruto de la ira y el orgullo, o si se sentía profundamente herida. Por encima de todo, Santana estaba enfadada consigo misma. Cuando le envió la carta, contaba con que Brittany no estaba enamorada de ella. Había actuado así para protegerse. En cambio, en aquel momento esperaba, desesperada, que Brittany estuviera enamorada de ella y que la perdonara. Ninguna mujer le había llegado tan adentro; estaba obsesionada con ella.

Nadaba en su piscina y, a menudo, en las tardes calurosas y húmedas, se sentaba en el jardín a leer a la sombra de los plataneros. Se había perdido la floración de los magnolios, que ya estaban cargados de hojas verdes y densas, y las últimas flores primaverales del jazmín se estaban mustiando con el calor del sol.

El martes de la semana siguiente, tres días antes del concierto de Atlanta, Santana se pasó el día en el estudio, trabajando en una canción a la que le había estado dando vueltas en la cabeza durante días.

Era su habitación favorita de la casa. En otra época se había usado como salón de baile y tenía las proporciones perfectas. Como en el resto de la casa, el suelo era de madera noble. El techo, de cuatro metros y medio de altura, estaba adornado con las molduras de yeso originales, y era imposible no mirar la soberbia ventana ornamentada de manera espectacular que daba al jardín delantero. A un lado había un equipo de grabación digital, una mesa de mezclas, un par de guitarras y un teclado. En un extremo había dos sofás muy cómodos y una mesita; y cerca de la zona de la ventana, su valioso piano de cola Steinway.

Era un día muy agradable y tranquilo, y el sol de la tarde se colaba por las contraventanas entreabiertas y proyectaba rayos dorados en el suelo, mientras Santana estaba al piano. Cuando terminó de escribir una balada sencilla, grabó la melodía y le mandó a Ruby el archivo de sonido por correo electrónico. Ruby tendría tiempo suficiente para pulirle los arreglos antes del ensayo del viernes con el grupo. Santana pensaba interpretar aquella canción en Atlanta el viernes por la noche.
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

Mensaje por monica.santander Mar Nov 18, 2014 12:34 am

Hola!!!
Me quede con ganas de mas!!!
Por favor un maraton no vendria para nada mal :>.<:
Saludos
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

Mensaje por Dolomiti Mar Nov 18, 2014 11:11 am

Coincido! Un maratón sería estupendo Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 210293833 Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 210293833 vaya que san lo pasa mal, pero también britt esta destrozada Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 4065562827 espero ansiosa la siguiente Actu Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2414267551 saludos Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 1206646864
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Mensaje por micky morales Mar Nov 18, 2014 8:05 pm

solo quiero que se reencuentren y pdan aclarar las cosas, hasta.......?
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Finalizado Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 15!!

Mensaje por Britt_ Lun Nov 24, 2014 7:24 pm

Capítulo 15

Brittany fue nadando hasta la escalera de piedra y salió de la piscina. Había sido otro día caluroso y húmedo, y aún estaban a treinta y dos grados. Sin tomarse la molestia de envolverse en una toalla, avanzó en bikini por el camino de regreso a su cabaña. Sobre su piel brillaban unas refrescantes gotitas de agua.

Eran cerca de las diez de la noche del miércoles y no le apetecía irse a dormir. Se sentó en la galería y sesirvió una copa de vino de la botella que tenía en una cubitera, sobre la mesa. Notó que estaba muy bronceada, a pesar de que usaba constantemente protector solar. Mientras bebía un trago de vino pensó que,después de dos semanas de no hacer nada más que nadar, tumbarse junto a la piscina y pasear por el mercado del pueblo, era inevitable alcanzar aquel tono bronceado.

Se sentía mucho más relajada que cuando había llegado, en estado de conmoción, buscando un lugar dondeesconderse. El calor, la paz y la tranquilidad la habían serenado. Se sentía más fuerte y ya no era propensa aderramar lágrimas inesperadas. Pensó que había llegada el momento de seguir adelante con su vida.

Miró las polillas que se reunían para dar vueltas alrededor de la lámpara de la pared. Aunque estaba máscentrada, seguía echando de menos a Santana. No podía evitar calcular que hora era en Savannah y nodejaba de preguntarse que estaría haciendo, como se sentiría y con quien estaría.

Las noches eran lo peor, cuando estaba tumbada en cama bajo el mosquitero sin más compañía que los extraños e inquietantes sonidos de la noche tropical. En aquellos momentos, sin otras distracciones, no hacía más que pensar en Santana. Cada noche se dormía ardiendo de deseo por ella y cada mañana sedespertaba habiendo soñado con ella. Se dio cuenta de que, a pesar de todo, el dolor que le había provocadoaquella carta y su rechazo, se había desvanecido, mientras que su amor era cada vez más intenso.


De repente se le aceleró el corazón y lo vio todo claro. En realidad, lo único que quería en el mundo era estar con Santana. Las ideas vagas que había tenido sobre los cambios de profesión y estilo de vida eranirrelevantes. Lo que quería era a Santana.

Se puso en pie, agitada, y volvió a la piscina. Miró el resplandor de la luna en el agua y observó a las salamanquesas que se perseguían alrededor de las rocas, soltando sus extraños gritos claqueantes.

Estaba enamorada de Santana y se negaba a renunciar a ella tan fácilmente. Estaba segura de que Santana la deseaba y necesitaba saber si su amor era correspondido. Santana tenía que quererla, estaba segura. Normalmente, su instinto no se equivocaba. Tal vez se tratara únicamente de que, a pesar de su fortaleza general, Santana carecía del valor suficiente para lidiar con los problemas que pudieran surgir de su relación. Pero ella si tenía el valor. Tomó una decisión: se iría a Savannah a ver a Santana. No la llamaría antes; no era algo que pudieraresolver en una conversación telefónica. Se marcharía al día siguiente.

Después de dos semanas de sentirseconfusa e impotente, de pronto estaba llena de energía y determinación. Llegar y presentarse sin avisar suponía un gran paso, pero tenía que saber si su futuro incluía a Santana o no. Necesitaba poner puntofinal a la espera.

Aquella noche, mientras se preparaba para ir a la cama, imaginó a Santana dándole vueltas a la decisiónde poner fin a su aventura. La geografía, el océano que las separaba, era un motivo ridículo.

Brittany sonrió al recordar la oferta de Adele. Podía escribir para The Entertainer desde Estados Unidos. La revista siempre compraba artículos de allí. Pensó que, si la distancia era el único problema que veía Santanaa, no habíaningún problema. Si Santanaa la quería, se iría a vivir con ella en el acto. Desde luego, tendría que llevarsea Magpie, pero eso eran cosas que se podían resolver.

Estaba impaciente y deseosa de llegar a Savannah. Se imaginaba abrazando a Santana, besándola y diciéndole que todo saldría bien. Con aquella maravillosa imagen en su mente, pensó que Santana parecía tener una veta negativa, de la que tendría que encargarse más adelante. Suspiró, satisfecha, y se quedó dormida.

* * *

El miércoles por la noche, Santana había invitado a Quinn y Rachel a una barbacoa y había montado la mesa junto a la piscina. Abrió una botella de Chablis para sus amigas y puso los filetes en la parrilla mientras bebía su bourbon.

—Joder, que calor—dijo Quinn—. Me voy a meter un rato en la piscina.

Como el jardín amurallado era seguro y privado, se quitó casi toda la ropa y se tiró al agua en bragas.

—¿San?—gritó Rachel desde la cocina, que daba al jardín—. ¿Dónde están las cosas para aderezar la ensalada?

Santana sonrió. Cada vez que sus amigas iban a cenar a su casa se metían en la cocina, porque la consideraban una incompetente en lo que se refería a la preparación de la comida. Santana sabía que no era buena cocinera, pero se le daban bien las barbacoas, y cualquier idiota sabía preparar una ensalada.

—En la puerta de la nevera, cielo—contestó.

Al cabo de un momento, Rachel salió al patio con cara de angustia y sosteniendo la botella de aderezo demarca a tanta distancia como le era posible, como si contuviera estricnina.

—¡San! No me refería a esta mierda. ¡Te he enseñado a preparar una vinagreta de verdad!

—Ya, pero se me ha olvidado. Lo siento.—Santanatrató de parecer tan arrepentida como correspondía. Quinn reía entre dientes—. Esas botellas de cosas que me compraste están por ahí.—¿Tienes ajo y limones?

Santana dio la vuelta a los filetes.

—Esto... Ajo no, pero hay un limón verde en el árbol. ¿Servirá?

Cogió el limón y se lo dio a Rachel, que se mostró razonablemente satisfecha y desapareció de nuevo en la cocina.

Santana cogió su vaso de bourbon y se acercó a la piscina. Llevaba unos vaqueros cortos viejos y una camiseta de tirantes. Se sentó en el borde y metió las piernas en el agua.

Quinn emergió después de bucear un poco.

—No has mencionado a Brittany. Imagino que eso significa que no te ha llamado, ¿verdad?

Santana sacudió la cabeza lentamente.

—No. Y no puedo soportar la espera mucho más.

—Probablemente no ha oído tus mensajes. Es la única explicación posible.

—O me odia, o ha conocido a otra persona...

—San, cielo, tienes que ponerte en su lugar. Se da cuenta de que entiende, se enamora y la dejan plantada en el acto. Ni siquiera tiene un grupo de amigos homosexuales a los que recurrir. Debe de sentirse fatal.

Santana sintió que se le hacía un nudo en la garganta. La idea de que Brittany se sintiera sola y abandonada la había estado atormentando, y estaba muy preocupada. Sabía por qué Brittany había terminado entre los brazos de Lisa aquella noche: porque no había podido contar con nadie más. Le aterraba pensar que, si se sentía tan mal como ella, habría una larga lista de Lisas hasta que Brittany consiguiera sentirse afianzada en su nueva vida.

Se bebió el bourbon de un trago. Estaba furiosa consigo misma.

—Dime, Quinn, ¿por qué coño no me imaginé que pasaría esto cuando escribí esa maldita carta?

—Puede que no quisieras darte cuenta. Tal vez estabas demasiado ocupada buscando una forma de evitar un compromiso difícil.

Santana la miró, perpleja.

—¿Qué quieres decir?

Quinn nadó hasta el borde de la piscina, cogió su copa de vino y bebió un trago.

—Veamos tus antecedentes. Mandy es el ejemplo reciente. Parecía que estabais muy bien juntas, pero después de un año y medio seguías sin llegar a nada serio con ella.

Santana se encogió de hombros.

—No veía que tuviera ningún sentido vivir juntas, eso es todo. Habría sido una estupidez que se viniera aquí, lejos de sus amigos y de su trabajo en Atlanta, cuando yo me paso la vida viajando. Y ni loca pensaba irme de aquí para vivir en Atlanta.

Quinn puso los ojos en blanco.

—¿Ves? ¡A eso me refería!—Apuró su copa de vino y la sostuvo en alto para que se la rellenara.—Supongo que piensas que Elizabeth entra en la misma categoría.

Santana cogió la botella y le sirvió.

—Eso era una tontería.—

Quinn sacudió la cabeza con un gesto de desprecio

—.Ell no tenía intención de dejar a su marido y estoy segura de que no la querías de verdad.

—Ya—farfulló Santana. «Es cierto», pensó, mientras se terminaba el bourbon y echaba unos cubitos de hielo al vaso. Se desplomó en una tumbona, junto a la piscina. No le había supuesto ningún problema poner fin a su breve aventura con Elizabeth y, aunque estaba dolida por haber perdido a Mandy y lo lamentaba, no se parecía en nada a lo que sentía ante la posibilidad de perder a Brittany—.El caso es que no lo vi antes o que,como tú dices, no quería darme cuenta. Pero ahora sé que necesito a Brittany y que quiero que me necesite. Nunca había sentido nada parecido por nadie. Y no puedo dejar de preocuparme por ella. Me está matando no saber dónde está ni que piensa.—

Santana sintió que un puño le atenazaba la garganta y, de repente, se le llenaron los ojos de lágrimas.

—¿Y qué vas a hacer?

—¡San!—gritó Rachel desde el patio—. ¡Se está empezando a quemar la carne!

—¡Mierda!

Santana corrió a sacar los filetes de la parrilla. Afortunadamente, estaban bien. Los llevó a la mesa cuando Rachel apareció con la ensalada. Quinn se puso la camiseta y se sentó.

—Bueno, San, ¿qué vas a hacer?

Santana se sirvió un vaso de agua fría de la jarra y tomó un trago mientras pensaba. Tenía que hacer algo. No podía seguir así. Miró el reloj. Eran las ocho en punto; serían las diez de la mañana del jueves en Melbourne.

—Voy a llamar a su jefa y a conseguir que me diga donde esta Brittany. Le voy a decir que es un caso de vida o muerte, porque de hecho lo es.—Respiró a fondo—. Y después voy a volver a llamar a Brittany.


A Rachel y a Quinn les pareció muy buena idea, si podía conseguir la información. Y mientras la conversación tomaba otros derroteros, Santana se sintió mejor con solo pensar que, si tenía suerte, oiría la voz de Brittany aquella misma noche.

De momento, no se permitió pensar demasiado en la posibilidad de que la acogieran con cajas destempladas.


El jueves a las siete de la mañana, Brittany llamó a su agencia de viajes en Melbourne. Allí eran las nueve y, al cabo de un par de horas, le devolvieron la llamada para facilitarle los datos del vuelo. Tenía que hacer escala en Sydney para coger desde allí el vuelo internacional. Como la mayoría de los aviones que salían deBali estaban completos, el primero que podía tomar despegaba a las once y media de la noche. Tendría que pasar la noche en Sydney y salir rumbo a Los Ángeles el viernes por la tarde.

Estaba impaciente por partir y no podía soportar la idea de quedarse vagando por el hotel como un alma en pena. Decidió irse en aquel momento y pasar el día en Denpasar. Hizo una llamada a Gum Nut para prolongar la estancia de Lord Tubbington otra semana como mínimo, se apresuró a guardar sus cosas en la maleta, pagó la factura del hotel y, a las diez y media, metió su equipaje en un taxi y emprendió el viaje hacia la costa.


A las once y media, después de que Quinn y Rachel se fueran a casa, Santana se sentó junto al teléfono con un vaso de bourbon en la mano y llamó a Adele Winters.


—¿Cómo estas, Santana? Me alegro de que hayas llamado. Te gustará saber que el reportaje es fabuloso.Creo que es uno de los mejores trabajos de Brittany.

Prácticamente se había olvidado del reportaje y la idea de que Brittany hubiera estado escribiendo sobre ella en algún lugar del mundo la hizo temblar.

—¡Qué bien!—Tenía palpitaciones. Hizo una pausa, tragó saliva y oyó que Adele encendía un cigarrillo—. ¿Has tenido noticias de Brittany?

—No, nada. Pero le dije que se tomara su tiempo.

Santana se dio cuenta de que se había enrollado el cable del teléfono alrededor de los dedos y se le estaban poniendo blancos.

—¿No estas preocupada por ella?

—No, seguro que está bien.

Santana se indignó. Adele no tenía ni idea de lo que estaba sufriendo Brittany. «¿Cómo coño puede decir que está bien?»

—Pues yo estoy muy preocupada y quiero hablar con ella.

Sabía que su tono era cortante. Oyó que Adele daba una calada y hubo un silencio incómodo antes de que contestara.

—Antes que nada, le debo lealtad a Brittany y me ha pedido que respete su intimidad.

Adele también sonaba muy cortante. Santana respiró profundamente. Tenía que esforzarse para no gritarle, pero era capaz de coger un avión e ir a estrangularla si no le decía donde estaba Brittany.

Las yemas delos dedos se le estaban quedando heladas y desenrolló el cable para recuperar la circulación

—Por favor, Adele, tienes que decirme cómo ponerme en contacto con ella.—Sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas—.Es personal y muy importante.Hubo otro silencio desesperante.

—Brittany me contó algo sobre lo que ocurrió entre vosotras.

—¿Te lo contó?—Santana sintió cierto alivio. No había querido darle tanta información personal a la jefa de Brittany. En aquel momento se dio cuenta de que, si Brittany se lo había mencionado a Adele, debía de ser  porque lo que sentía por ella era muy serio

—. Entonces, me entiendes.

Oyó que Adele suspiraba.

—Espera. Voy a ver si puedo hablar con Brittany por la otra línea. Le diré que quieres ponerte en contacto con ella. Santana oyó un clic y escuchó con impaciencia el hilo musical, mientras apuraba su vaso de bourbon. Se preguntaba por qué Adele no le daba directamente los datos para localizarla. Brittany podía negarse a hablar con ella y la llamada no habría servido para nada. Oyó otro clic.

—Estaba en Bali, pero, lo creas o no, ha dejado el hotel hace una hora.

Eso tiene que haber sido sobre las diez y media de allí. Dicen que ha cogido un taxi al aeropuerto.El corazón de Santana empezó a latir desenfrenadamente. «¡Joder! Por qué no abre llamado más temprano”

—¿Y cuándo crees que llegará a casa?—preguntó sin aliento.

—No saben a qué hora salía su avión, pero ese aeropuerto tiene mucho tráfico aéreo, así que debería estar de vuelta a lo largo del día. Son seis horas de vuelo más o menos.

—Gracias, Adele.

Después de cortar la comunicación, Santana se rindió ante las lágrimas que había estado conteniendo. Brittany había estado en Bali aquellas dos últimas semanas. Imaginaba que debía de haberse sentido muy sola.Probablemente no había comprobado los mensajes mientras estaba fuera y tal vez la llamara nada más regresar a casa.Se sirvió otra copa y se dijo que tenía que tratar de dormir un poco. Brittany tardaría seis horas como mínimo en llegar a Australia. Pero, después de tantos días de espera insoportable, el hecho de saber que solo faltaban unas horas para que pudiera hablar con ella la ponía demasiado nerviosa y le impedía dormir.

Se llevó la copa al estudio y tocó un poco el piano, tratando de distraerse.Medianoche; las dos de la tarde en Melbourne. Brittany no llegaría a casa hasta las siete como muy temprano.

Santana fue a la cocina para prepararse un café y se lo llevó al porche trasero. Seguía haciendo calor y estaba lloviznando. Miró las hojas del platanero, relucientes bajo las luces del jardín. Estaban dobladas por el peso de las gotas de lluvia, que caían lentamente por los bordes, como si la planta estuviera llorando.Se terminó el café y volvió adentro.

Se sirvió otro bourbon y deambuló, inquieta, por las habitaciones. Imaginó a Brittany llegando a casa y trató de recordar detalles del lugar. Le habría gustado ver la primera planta, porque así tendría más recuerdos. Seguramente haría frío; Brittany encendería la calefacción y su gata correría de un lado a otro, feliz de tenerla de nuevo en casa. Probablemente habría parado en el camino para comprar algo de cena. Brittany sabía preparar vinagretas.

Subió a la habitación, espaciosa y aireada, de la parte delantera de la casa. Como tantas otras, Santana no la usaba nunca. Solo había un sofá antiguo de la década de 1930 y dos sillones a juego, que habían pertenecido a sus padres.

Tenían las líneas sólidas y elegantemente redondeadas propias de la época y solo necesitaban un tapizado. La habitación ofrecía una vista de la calle, tranquila y arbolada, y entre los jardín es frondosos se podían ver las preciosas casas de enfrente. Pensó que era el lugar perfecto para ubicar el despacho de Brittany. Su enorme mesa de roble quedaría muy bien junto a los ventanales con contra ventanas que tanto le gustarían.

Miró hacia su dormitorio. Sería el dormitorio de ellas. Tal vez Brittany quisiera colocar su preciosa chaise-longue entre las dos ventanas. De repente la invadieron recuerdos eróticos, mientras se imaginaba haciend oel amor con Brittany en aquella cama. Se tomó el resto de la bebida de un trago y trató de aplacar los temblores. Con aquellas fantasías solo se ponía las cosas más difíciles. «Soy una estúpida. He sido una estúpida todo este tiempo.» Bajó a la cocina.

Sabía que Brittany era especial desde el momento en que la vio por primera vez. Al cabo de un día ya se había dado cuenta de que podía enamorarse de ella y había notado instintivamente que existía la posibilidad de que Brittany la deseara. Probablemente, como había dicho Ruby, había sido amor a primera vista. Se había quedado fascinada en una especie de mareo narcisista mientras era testigo y parte involucrada del creciente deseo que sentía Brittany por ella. Podría haber aprovechado aquella oportunidad para intentar ser felices y haberse dedicado a tratar de planear un futuro con Brittany, en vez de concentrarse en el dolor y la desilusión que podía depararles el futuro.Le estaba empezando a doler la cabeza.

Pensó que necesitaba dormir un poco. Fue al baño y se duchó antes de meterse en la cama. Echó un vistazo al despertador de la mesilla antes de apagar la luz.

Era la una de la madrugada; como mínimo, cuatro horas más de espera. Se sumió en un sueño ligero e inquieto. Santana miró los números iluminados del despertador. Estaba medio dormida y, durante unos instantes se sintió desorientada, hasta que procesó la hora.

Eran las cuatro de la madrugada; las seis de la tarde en Melbourne. Le iba a estallar la cabeza y cerró los ojos.

Estaba caminando por una calle con mucho movimiento cuando veía a Brittany a cierta distancia, por delante.La llamaba, pero, no conseguía hacer que se volviera. Empezaba a correr tras ella, pero, por muy de prisa que corriera, no conseguía acercarse. De repente, la calle concurrida se convertía en un tramo largo de playa de arena blanca, y no había nadie más cerca. Seguía persiguiéndola y llamándola a gritos, y notaba que Juliano dejaba huellas en la arena. Entonces, Brittany se detenía y ella corría a su encuentro, jadeando. Brittany estaba mirando algo a sus espaldas y parecía que no la veía. Le empezaba a gritar desesperadamente, pero no podía oírla. Se estiraba para tocarla, y Brittany desaparecía. Se había ido.

Santana se despertó sobresaltada. Estaba sudando y tenía el corazón acelerado. Eran las cinco de la madrugada. Brittany ya tenía que estar en casa. Se dirigió a la planta baja y puso agua a hervir para preparar un café. La luz matinal todavía era escasa, pero hacía calor y persistía la humedad tras la lluvia de la noche.

Mientras esperaba a que hirviera el agua decidió darse un chapuzón. Cogió una toalla del respaldo de una tumbona que había en el patio y se metió en la piscina, desnuda. El agua fría la despejó y borró de su cabeza los sueños angustiosos. Trató de sentirse optimista.

Miró las vetas del cielo, de color rosa claro y amarillo, y oyó el canto de los pájaros. Las copas delos arboles ya estaban bañadas por la luz del sol y supo que sería otro día caluroso.


Brittany se pasó la tarde paseando por Denpasar, tratando de dominar la impaciencia que sentía por empezar el viaje.

A última hora de la tarde entró en una cafetería y, agradecida por el aire acondicionado que aliviaba el calor pegajoso de las calles, se sentó a tomar un café con hielo. Calculó que en Savannah serían las cinco dela madrugada del jueves y que Santana estaría durmiendo. Esperaba que estuviera bien y que no tuviera ningún problema, pero también deseaba, desesperadamente, que la echara de menos.

Se sentía feliz porque por fin estaba haciendo algo, pero la rondaban sombras de duda. Quizá Santana no se alegrara de verla tanto como esperaba. Tenía que combatir aquellas dudas o perdería el valor. Se dijo que era una oportunidad que tenía que aprovechar. En solo dos días ya conocería su futuro.


* * *


Envuelta en la toalla, Santana entró en la casa y preparó el café. Se llevó la taza afuera y se sentó en una tumbona con el teléfono al lado. El reloj de pared de la cocina marcaba las seis y media; las ocho y media de la tarde en Melbourne.

Marcó el número de Brittany. Saltó el contestador y dejó otro mensaje. Después subió a la primera planta, se duchó y se vistió. Las ocho de la mañana; las diez de la noche en Melbourne.

Santana volvió a llamar a Brittany y, cuando saltó el contestador, colgó de golpe.

—¡Tienes que estar en casa!—gritó furiosa—. Deja de castigarme. Ya basta.

Cuando afloró la tensión, Santana se derrumbó y se echó a llorar con amargura. Brittany tenía que estar encasa, y era evidente que no quería hablar con ella. No iba a llamar. Si había pensado que no saber que sentía Brittany por ella era doloroso, saber que no la quería era un martirio.

Al día siguiente era viernes, y Santana llegó a Atlanta a última hora de la mañana. Danny y los otros miembros del grupo tenían previsto llegar después de comer y reunirse en la sala de conciertos para realizar una prueba de luces y sonido, más un ensayo. Vio a Ruby en la sala de espera del aeropuerto y se abrazaron afectuosamente.

—Vayamos a comer algo—dijo Ruby, mientras iban a recoger el equipaje de Santana. Se le agrandaron los ojos cuando la vio sacar dos maletas grandes de la cinta transportadora—. Por todos los dioses, creía que solo te ibas a quedar una noche en mi casa, cielo. No sabía que te venias a vivir.

Santana se echó a reír.

—No te asustes; solo me quedaré esta noche contigo. Me voy a Australia mañana a primera hora.—Ruby parecía anonadada—. Vamos, te lo contaré mientras comemos. Quiero saber que has estado haciendo durante los últimos diez días.

Se sentaron en su restaurante favorito y pidieron unas hamburguesas.

—¿En qué andas, chica?

Parecía que Ruby estaba a punto de reventar de curiosidad. Se echó el pelo hacia atrás con un gesto nervioso, acompañado por un sonido metálico más cacofónico que de costumbre. Santana la puso al corriente de su llamada a Adele el miércoles por la noche, y luego dijo:

—Ayer me pasé la mayor parte del día desesperada. No había estado tan deprimida en toda mi vida. Pero anoche tomé una decisión: no puedo dejar las cosas así

—Santana estaba jugando con la pajita de su vaso,doblándola y estirándola—. Sabía que me pasaría el resto de mi vida llamando a Brittany por teléfono y que entablaría una relación con su maldito contestador.—Hizo una pausa para tomar un trago de refresco, pero antes quitó la pajita del vaso—. Me estaba volviendo loca, Ruby; tanto es así que me organizaba los días en función de las llamadas a Brittany. De modo que decidí que tenía que ir a verla.

Ruby sacudió la cabeza como si no hubiera oído bien.

—Me acabas de decir que Brittany lleva por lo menos un día y medio en su casa, que evidentemente ha oído los mensajes que le has dejado a diario durante diez días y que no te ha llamado. ¿Y quieres ir hasta allí para verla? Es un viaje demasiado largo para que te den con la puerta en las narices, cielo.

Santana se puso a juguetear con un mechón de pelo y trató de mantener la confianza.

—No hará nada de eso cuando me vea.

—Sé que eres guapa y encantadora, pero puede que necesites algo mas—dijo Ruby con una sonrisa.

A Santana se le hizo un nudo en la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas. Se mordió el labio para controlarse. De repente, Ruby parecía preocupada y le acarició el brazo.

—Lo siento, cielo—añadió--. Era una broma. Santana tragó saliva.—Lo sé, pero tienes razón. Sigo teniendo unas dudas horribles. ¿Quién coño me creo que soy? ¿Qué me hace pensar que me sigue queriendo después de lo que hice, o incluso que me quería antes? Brittany podría conseguir a cualquiera.—Miró a Ruby a través de las lágrimas—. No dejo de imaginarla echándose a mis brazos, pero ¿por qué lo va a hacer?

—Porque eres maravillosa, generosa y sincera—dijo Ruby con dulzura—, y estaría loca si no se echara a tus brazos. Pero solo quiero que estés preparada en caso de que esté loca y diga que no.

—Me aferro a la creencia de que en tan poco tiempo no puede haber dejado de sentir lo que sentía por mí. Quiero creer que está siendo muy orgullosa, o muy terca, y que bastará con que le diga que lo siento y que estoy segura de que todo saldrá bien.—Hizo una pausa y respiró profundamente—. Si me equivoco, que me lo diga a la cara. Eso me resultaría extremadamente difícil de soportar, pero así sabría que tengo que dejarla en paz.

—¿Te parece buena idea viajar hasta allí por tu cuenta? ¿Y si la prensa te da el coñazo?

Santana suspiró con impaciencia. Lo último de lo que quería preocuparse era de las cuestiones prácticas. Se había metido en aquel embrollo por ser demasiado racional.

—Si no hay ningún despliegue publicitario, nadie se enterará de que estoy viajando por mi cuenta. No te preocupes.

—En mi opinión, sería mejor esperar a que se calmen las cosas, cielo, pero te conozco y, si no lo haces,nunca te quedarás tranquila.—Santana asintió y sintió otra punzada de angustia—. Por cierto, me gusta la canción—añadió Ruby con una sonrisa—. He compuesto una melodía muy bonita para introducir después de las estrofas, para hacer que todo suene distante y etéreo.

—Tiene buena pinta.—Santana sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas una vez más.

—Venga, cielo, cuéntame que has estado haciendo con tus amigos de Savannah.

Santana se alegró de cambiar de tema y sintió que se tranquilizaba mientras hablaban de otras cosas, antes de irse a ensayar con el grupo.



Brittany aterrizó en Los Ángeles el viernes a media mañana. Estaba cansada por el vuelo, pero la perspectiva de ver a Santana era como una inyección de adrenalina. Faltaban dos horas para que saliera el avión a Atlanta. Usó las instalaciones del aeropuerto para ducharse y ponerse la ropa limpia que había dejado en el equipaje de mano. Se puso unos pantalones negros de lino, entallados, y una camiseta sin mangas, de seda blanca; se secó el pelo, se maquilló y decidió que casi se sentía humana de nuevo.

Pasó el resto del tiempo tomando café y tratando de leer alguno de los libros que había comprado en la tienda del aeropuerto. Había momentos en que su cabeza se llenaba de dudas y se sentía dominada por un miedo enfermizo. Pero no dejaba de recordarse que tenía que adoptar una actitud positiva y confiar en su instinto.

Cuando el avión aterrizó en Atlanta aquella noche, Brittany estaba indudablemente nerviosa. Aquella era la parte del mundo de Santana y se acercaba el momento de la verdad. Sólo quedaba un tramo de aquel largo viaje; el vuelo a Savannah salía aquella noche.
Cogió un puñado de folletos del mostrador de la oficina de turismo y les echó una ojeada. Buscaba un hotel.Pensó que podría reservar una habitación para pasar la noche y, al día siguiente, cuando se sintiera renovada después de una noche de sueño reparador y, como cabía esperar, estuviera con todos los sentidos despiertos, cogería un taxi para ir a casa de Santana.

Estaba sentada en el bar tomando más café cuando, de repente, se sintió presa del pánico. Se le ocurrió que quizás el viaje hubiera sido una pérdida de tiempo y que tendría que haber llamado antes por teléfono. Sabía que el grupo tenía previsto un descanso prolongado después de la gira por Australia, pero no sabía que le había hecho pensar que Santana estaría en casa. Podía estar en cualquier parte.

Sintió que se le cortaba la respiración y se le hacía un nudo en el estómago. Lo peor no sería que Santana o estuviera en casa, sino que no estuviera sola. Tal vez hubiera conocido a alguien. Brittany se pasó las manos por el pelo, respiró profundamente y se dijo que estaba demasiado cansada. Por supuesto que Santana no había conocido a nadie más en aquellas dos semanas. Tenía que creer que la quería, o no estaría allí. Echó un vistazo a su alrededor para distraerse.

—Por el amor de Dios, contrólate—farfulló para sí misma.

Vio un quiosco, cogió un periódico y empezó a hojearlo lentamente, tratando de interesarse por las noticias locales. De repente casi se desmaya por la impresión. Miró con incredulidad una foto de Santana a a toda página. Era una de las que había sacado Kerry en el Opera House, en aquellos días en los que la vida de Brittany había cambiado para siempre. Anunciaba el concierto que daba aquella noche en Atlanta. Le temblaban las manos. Miró el reloj. En aquel momento debía de ir por la segunda mitad.

—Es fantástica, ¿verdad?—Brittany se sobresaltó. Una mujer que se levantaba de la mesa de al lado estaba mirando el anuncio—. Quería ir al concierto, pero no conseguí entrada.

—¿En serio?—dijo Brittany, distraída.

Rápidamente algo le hizo click. Santana, la Santana de la que se había enamorado, estaba en Atlanta.

La cabeza le daba vueltas, estaba cansada y se sentía hecha un lío. Tenía que llegar al concierto. Cogió el bolso y corrió al mostrador de la compañía aérea.

—Tengo que cancelar mi vuelo—espetó, sacando el billete.

El empleado lo miró y empezó a teclear en el ordenador. Brittany estaba temblando y el corazón le latía con fuerza. Se preguntaba cuánto tardaría en llegar a la sala de conciertos con un taxi.

—Pues su equipaje ya está a bordo del avión, señorita, y no podemos descargar...

—Olvídelo—Brittany salió corriendo y cogió el primer taxi de la fila.




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Bueno!! Hola! Quiero decir que solamente faltan dos capítulos para el final!

Realmente quise haber publicado este capítulo ayer y justo cuando lo estaba haciendo, me pidieron la net justo cuando la estaba usando y bueno. Y hoy, cuando lo quería publicar antes, se borró todo! Estaba como "oh, vamos, Internet no quiere que publique esto" Pero me alegra poder hacerlo ahora jajaja.

Ahora, en un rato, como algunas pidieron que haga una maratón, subiré otro capítulo. Espero les guste!!
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Finalizado Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 16!!

Mensaje por Britt_ Lun Nov 24, 2014 8:04 pm

Capítulo 16


Mientras el taxi se alejaba del estadio, Brittany se quedó unos minutos en la entrada, escuchando los gritos y aplausos apagados. Pensó que Santana estaba allí, tan cerca, pero el gigantesco edificio y lo que sonaba como una multitud enorme eran una barrera imponente que inhibía a cualquiera. Miró a un grupo de mujeres que estaban cerca.

—Llegamos demasiado tarde—le dijo una—. Tenían entradas de última hora, pero se han acabado. Diez mil localidades vendidas.

«Dioses» pensó Brittany. El siguiente problema era conseguir entrar. Cogió el bolso, hinchó los pulmones y avanzó hacia el interior del estadio. Inmediatamente oyó los compases de aquella música que conocía tan bien. Pasó por delante de la taquilla cerrada y se acercó a los dos celadores que estaban de pie junto a una puerta de entrada. Les dedicó una sonrisa confiada y sacó su pase de prensa australiano.

—No os podéis ni imaginar lo difícil que ha sido llegar. Creía que no lo conseguiría nunca.

Uno de los jóvenes miro su identificación.

—¿Me deja ver la entrada?

Brittany pensó con rapidez. Tenía prisa por entrar, y probablemente, la forma más fácil de conseguirlo consistía en apelar al ego masculino. Se echó el pelo hacia atrás, esbozó lo que esperaba que fuera una sonrisa dulce y encantadora, y le hizo ojitos, porque sabía que eso funcionaba.

—Mira, me da una vergüenza terrible, pero no encuentro la entrada. Con las prisas por salir de Australia y llegar a tiempo, creo que me la he dejado en casa.—Los dos hombres vacilaron; ella sonrió y les dedicó otra caída de ojos—. Acabo de cruzar el planeta para estar aquí.

De fondo, la música se detuvo y estalló un aplauso ensordecedor.

—Ya no tiene mucho sentido que se preocupe, señorita. Solo va a pillar los bises.

A Brittany se le aceleró el corazón.

—Está bien.—Cogió el bolso. Los hombres se echaron a un lado y le abrieron la puerta.

Brittany entró en la oscuridad del auditorio y se quedó embelesada cuando miró al escenario. El grupo esperaba a media luz; Santana se hallaba fuera de escena y el público estaba de pie, pidiendo que volviera con una ovación. Brittany bajó por la escalera que llevaba a la tribuna de prensa. Como era de esperar, no había butacas libres, de modo que se apoyó en la pared al final de una fila que recorría el lateral del escenario. El sutil telón de fondo, de un negro azulado, cambió lentamente al morado con reflejos fucsia. De repente, cuatro reflectores iluminaron el centro del escenario, formando un estanque de luz. El humo que flotaba bajo las potentes luces creaba un efecto surrealista Desde la izquierda, Santana avanzó hasta la luz y los aplausos se redoblaron.

A Brittany se le llenaron los ojos de lágrimas cuando la vio. Estaba preciosa, impresionante. Llevaba el mismo conjunto que la noche en que la vio por primera vez. La multitud se tranquilizó y se sentó. Santana rió con su risa seductora y gutural, y Brittany creyó que se iba a derretir.

—Gracias. Habéis sido un público maravilloso. Es genial estar en casa, y esta noche nos lo hemos pasado muy bien tocando para vosotros.—La gente vitoreó y aplaudió. Santana esperó a que se hiciera el silencio, pegó la boca al micrófono y, con voz grave y sensual, dijo—: Dioses, que calor hace aquí,¿verdad?

Se quitó la chaqueta lentamente, la lanzó a un lado y se quedó con sus pantalones negros, ceñidos y brillantes, y con la parte superior de un bikini, de color rosa brillante. Diez mil fans se volvieron locos. Brittany  la miró embelesada. Le parecía increíble que Santana y ella hubieran sido amantes. El recuerdo de las caricias de aquella mujer espectacular y de lo que le habían hecho sus manos y su boca exquisita le parecía una fantasía erótica inmejorable.

—¡Una canción de nuestro último disco!

El grupo tocó una famosa canción de rock y las mujeres de las primeras filas se levantaron a bailar. Santana se movía por el escenario con elegancia y agilidad; el sudor le brillaba en la piel, y Brittany recordó aquel sabor entre dulce y salado. Estaba tan radiante y feliz que era difícil imaginar que la hubiera echado de menos. La canción terminó y, al cabo de unos segundo, cesaron los aplausos.

—Antes de que nos vayamos, tengo una canción especial que no hemos tocado nunca y que me gustaría cantar. Significa mucho para mí, y espero que os guste.

Mientras la iluminación de fondo pasaba lentamente a tonos esmeralda y azul intenso, Ruby empezó a tocar la introducción en los teclados. Un efecto de iluminación creó un mar de luces titilantes, que se movían constantemente por el escenario, como si fueran un millar de estrellas diminutas. El público estaba en silencio y la expectación electrizaba el ambiente. Brittany tenía el corazón henchido de amor por Santana, pero jamás se había sentido tan lejos de ella. Santana parecía lejana e intocable. Jenny entró con la guitarra y Louis con el bajo. Santana volvió a hablar, con su voz grave y ronca:

—Esta es una canción para Brittany.

A Brittany le dio vueltas la cabeza y creyó que se iba a desmayar. Con una voz clara, potente y aterciopelada,Santana empezó a cantar.

Creía que el fuego y el agua no se podían mezclar,
pero supe que no era cierto el día en que te conocí.
Me ahogaba en el mar de tus ojos mientras ardía de deseo por ti.
Creía que el océano era demasiado amplio
y demasiado altas las olas de pasión.
No tenía fuerzas para navegar  
por el mar esmeralda de tus ojos.
Te abandoné mi amor,
salté del barco para salvarme.
Pero me he estrellado contra las rocas y lo he perdido todo.

Ruby, Jenny y Louis hacían los coros, y Don se sumó con la percusión en el estribillo. Brittany no podía dejar de llorar.

Ahora la tristeza inunda mi corazón.
Pero, cariño, he pagado mi falta.
He llorado un mar de lágrimas y he aprendido a nadar.

El haz de un foco recorría lentamente la zona del público. Mientras cantaba, Santana seguía la luz y dedicaba su actuación a cada una de las mujeres que iluminaba.

La verdad me atravesó como un cuchillo,
tu sinceridad fue brutal.
Pero te llevo en la sangre, cielo,
y te deseo cada día más.
Te abandoné mi amor,
salté del barco para salvarme.
Pero me he estrellado contra las rocas
y lo he perdido todo.
Perdóname por dejarte, cariño.
Este fuego esta fuera de control.
Déjame volver, cielo,
mi corazón es tuyo y te ofrezco mi alma.
Te necesito, preciosa.
Me dejaré llevar por la corriente.
La única verdad está en tus ojos.
Solo tu amor puede alcanzarme.
Todo lo demás es mentira.

Brittany no daba crédito a sus oídos. Aquellas palabras expresaban el amor que sentía Santana de una manera mucho más convincente de lo que podría haber soñado

La luz recorrió lentamente el lateral del escenario y avanzó por la tribuna de prensa, hasta posarse en Brittany.

—«Te abandoné...»

Santana soltó un grito ahogado. Se quedó inmóvil y, por un instante, se olvidó por completo de donde estaba. No daba crédito a sus ojos. Brittany era como una visión salida de un sueño. El corazón estaba a punto de estallarle. Se quedó pasmada, mientras el grupo tocaba sin ella.

De pronto, el foco dejó de iluminar a Brittany, y Santana, totalmente desconcertada, se volvió y miró a Ruby, que estaba cantando el estribillo con los otros. Esta sonrió y asintió, para indicarle que también había visto a Brittany. Se acercaba una repetición del estribillo y, sin dejar de mirar a Ruby, Santana sacudió la cabeza con un gesto de impotencia. No podía contener las lágrimas y sentía que estaba a punto de perder el control.

Ruby se hizo cargo de los solos de voz y Santana se volvió hacia el público. Se tapó los ojos con la mano y trató desesperadamente de recuperarse, mientras Ruby cantaba.

—Lo siento— dijo, haciéndose oír sobre el grupo. El público estalló en una ovación estrepitosa, conmovido por su emoción. El ingeniero de sonido bajó el volumen de la música cuando Santana volvió a hablar.

—Lo siento mucho. No puedo seguir.— La gente aplaudió y gritó con más fuerza. Las mujeres de las primeras filas arrojaron flores al escenario—. Gracias. Buenas noches.

Brittany se apresuró a pasar por delante de los asientos de su fila, mientras la gente la miraba. Subió corriendolas escaleras y salió por la puerta principal. Estaba mirando a su alrededor, preguntándose cómo llegar a los camerinos, cuando se le acercó una mujer con una larga melena castaña. Llevaba unos vaqueros y una camiseta, en la que se leía: «Santana López viene a casa».

—Tú debes de ser Brittany—dijo con una sonrisa—. Soy Tina. San me ha enviado a buscarte.

—Fueron hasta una puerta que se hallaba cerrada con llave. Tina la abrió y Brittany la siguió por varias escaleras y pasillos estrechos. Encima de ellas, el grupo estaba tocando uno de sus viejos éxitos, con Ruby de solista. Llegaron a otra puerta—.Esta aquí. Hasta luego.—Tina se alejó por el pasillo.

Brittany se quedó mirando la puerta, temblando. Casi no se podía creer que Santana estuviera al otro lado.

Abrió, y San se volvió a mirarla. Brittany creyó que le iban a fallar las piernas.

Santana la estrechó entre sus brazos; después la hizo entrar y cerró la puerta. A Brittany se le caían las lágrimas y no podía hablar. Santana la miró durante unos segundos, con cara de asombro, la empujó suavemente contra la puerta y la besó con una pasión que encendió la llama del deseo. Brittany le pasó las manos por la espalda y los hombros, y sintió la fuerza de los latidos de su corazón contra el pecho .Santana la miró con lágrimas en los ojos.

—No me puedo creer que estés aquí. Me estaba muriendo sin ti—Volvió a besarla—. Lo siento tanto,cariño... Ha sido el peor error que he cometido en mi vida. Te prometo que nunca volveré a dejarte.

Brittany se estaba derritiendo entre los brazos de Santana, y le murmuró contra la boca:

—Prométeme que no volverás a enviarme lirios.

Santana esbozó una sonrisa entre las lágrimas.

—No me importa lo que haga falta ni lo que tenga que hacer.—Se besaron—. Tenemos que estar juntas.—Se volvieron a besar —. Encontraremos la forma, ¿verdad?

—Sí, cariño, no te preocupes. Ya la he encontrado.

Brittany estaba mareada. Lo único que quería era hacer el amor con Santana. Era vagamente consciente deque la música había dejado de sonar en el escenario y el público estaba aplaudiendo.

—Venga, cariño, vámonos de aquí.—Santana se puso la chaqueta y cogió un bolso que había en el suelo—. Tina nos está esperando con un coche en la puerta trasera.—Le agarró la mano y abrió la puerta. Brittany la miró, apabullada—. Tenemos que coger un avión, cariño. Tengo una casa enorme con contraventanas que quiero enseñarte.—Esbozó una de sus medias sonrisas tan sexys—. Te llevo a Savannah.




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Y como dije, acá está el capítulo 17. Pronto, muy pronto, estará el capítulo 18 -que es el final-

Las dejo con esto y espero que les haya gustado!!! Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2145353087
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Mensaje por 3:) Lun Nov 24, 2014 9:52 pm

holap,...

me gusto los capítulos!!!!
por din están juntas,... por fin se reencontraron, ame la canción para B!!!
no quiero que termine!!!

nos vemos!!!
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Mensaje por monica.santander Mar Nov 25, 2014 1:40 am

Hola Quiero el capitulo 18!!!!!!!!!!!!
Saludos
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Mensaje por micky morales Mar Nov 25, 2014 9:54 pm

que buena historia, espero con ansias el ultimo capitulo, hasta pronto!
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Finalizado Fanfic Brittana: Canciones para Brittany (Adaptado). Capítulo 17. FINAL.

Mensaje por Britt_ Miér Dic 03, 2014 5:42 pm

Capítulo 17. Final.



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El taxi aparcó en la entrada de la casa de Santana cerca de la una de la madrugada. Habían recuperado el equipaje de Brittany en el aeropuerto de Savannah. Mientras el taxista llevaba las maletas al porche, Santana vio que Brittany avanzaba lentamente hacia la casa, vacilante, y se detenía para mirar el edificio, perfilándose contra la luz. Pagó el viaje y el taxi se marchó.

Durante la media hora que había durado el vuelo desde Atlanta no se habían soltado la mano, mientras Santana escuchaba embelesada el relato de Brittany sobre Bali y su viaje por medio mundo para llegar hasta ella. Entre el bronceado que acentuaba el increíble color de sus ojos y los reflejos dorados de su pelo rubio casi castaño, por pasar tanto tiempo al sol, Brittany estaba más guapa que nunca. Y, cada vez que hacia una pausa y la miraba de manera seductora a los ojos, Santana se quedaba sin aliento por el deseo. Cuando Brittany le contó lo de la oferta de la revista y se dio cuenta de que se podía quedar, de que podrían vivir juntas, fue incapaz de contener las lágrimas. Casi no se podía creer lo que estaba pasando y se sentía más feliz que en toda su vida.

Brittany no había dicho nada, y Santana empezó a inquietarse. Trató de ver la casa desde la perspectiva de Brittany, preocupada por la posibilidad de que no le gustara. No quería que se sintiera decepcionada; quería que todo fuera perfecto para ella. Se acercó y la cogió de la mano.

—Vamos a entrar, cielo.

Brittany sonrió.

—La casa es preciosa.

—No pasa nada si no te gusta. Podemos comprar otra, cualquier casa que quieras.

Brittany la besó en la mejilla cuando Santana abrió la puerta.

—Dioses—murmuró Brittany, mientras entraba en el amplio vestíbulo. Parecía paralizada por la  espléndida escalera—. Es aún más bonita de lo que había imaginado.

Santana suspiró aliviada. Brittany estaba incluso más sexy de lo que la recordaba y se moría por estrecharla entre sus brazos y llevarla directamente a la cama, pero se dijo que tenía que dejarle echar un vistazo al lugar y acostumbrarse a su nueva situación. Se acercó por detrás, le pasó los brazos alrededor de la cintura y hundió el rostro en su pelo.

—¿Quieres una copa o algo, cielo?—sintió cómo se estremecía.  Brittany se dio la vuelta entre los brazos de Santana, la miró a los ojos, se echó el pelo hacia atrás y susurró:

—Quiero algo.

Tenía una expresión decidida y cargada de deseo, y un temblor recorrió el cuerpo de Santana. Brittany le bajó la cremallera de la chaqueta, se la quitó por los hombros para dejar a la vista el sujetador, de color rosa, y le pasó los dedos por los pezones. Santana se estremeció mientras sentía un repentino calor en todo el cuerpo y la bes apasionadamente.

—¿No te gustaría ver antes la primera planta?—murmuró.

La habitación estaba iluminada por la luna: unas vetas de luz cruzaban la cama. El cuerpo bronceado de Brittany era una silueta imprecisa contra la sábana blanca; las zonas de piel más clara, con forma de bikini diminuto, ofrecían una guía erótica para la boca de Santana. Tenía los brazos estirados y los ojos nublados de deseo, y respiraba entrecortadamente. Con las piernas separadas y una rodilla flexionada, todo su cuerpo parecía llamarla.

En un arrebato de pasión, Santana la besó, saboreando su boca deliciosa. Brittany le devolvió el beso con avidez y se arqueó para apretarse contra ella. Santana bajó la cabeza hasta los senos de Brittany, sintió su perfume exquisito, se metió un pezón en la boca y succionó suavemente. Cuando la oyó jadear, no pudo esperar más y se situó entre sus piernas. Le puso las manos bajo las caderas, las empujó contra su boca y le pasó la lengua entre los muslos. Brittany gimió de placer. Estaba empapada. La boca y las mejillas de Santana se llenaron de flujo mientras la acariciaba y le introducía la lengua, y gimió al darse cuenta de lo mucho que había echado de menos el sabor de aquella mujer a la que amaba.

Brittany tensó el cuerpo y Santana se estremeció con sus propios espasmos, dominada por la fuerza del deseo. Entonces Brittany le puso las manos en la cabeza y arqueó la espalda para empujarse contra su boca.

—Dios—gimió, sacudida por fuertes temblores.

Santana la abrazó. Brittany estaba temblando, con el corazón acelerado, y se besaron. Mientras le lamía las lágrimas, San pensó que se iba a derretir de amor. Brittany suspiró y le acarició la espalda y las caderas,haciéndole sentir una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Santana le besó con ternura el cuello y los hombros.

—Ahora deberías dormir, cielo—susurró—. Debes de estar agotada.

Brittany sonrió y sacudió la cabeza. Le pasó los dedos por la espalda y el estómago, y se estiró para introducírselos en la húmeda suavidad de su sexo. Santana contuvo la respiración y Brittany se estremeció con un torrente de deseo renovado al sentir la contracción en los dedos.

—Túmbate, cariño—dijo, en voz baja—. Voy a hacer lo que he estado soñando estas dos últimas semanas.

Con un gemido, Santana se acostó boca arriba. La miró a los ojos y le regaló una de sus sonrisas arrebatadoras.

—¿Por qué me resultas siempre tan persuasiva?

Brittany volvió a sonreír antes de pasarle la punta de la lengua por los pezones. Santana se estremeció y lanzó un gemido. Brittany se echó el pelo hacia atrás e, imitando lo mejor que pudo el acento sureño, dijo:

—Pues, cielo, la verdad es que no lo sé.



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Entonces... este es el final Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 2824147739

¿Qué les pareció? Si Brittany no hubiera sido tan persuasiva, ¿Qué hubiera pasado?

Pero la cosa es que terminaron juntas y felices y  Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 1215408055  Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final. - Página 4 1215408055

Muchísimas gracias a todas las que leyeron y siguieron la historia desde su principio. Significa mucho al ser la primera vez que había publicado algo en este foro.

Quiero decir también que estoy pensando y escribiendo un Fic Brittana! Ya he escrito algo y lo he pasado a unas personitas para que lo lean y opinen. Estoy casi segura que les gustará! Espero que lo haga! jaja.

Entonces, nos volvemos a leer pronto!

                     GRACIAS.
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

Mensaje por 3:) Miér Dic 03, 2014 7:39 pm

holap,...

me encanto tu fic,.. lastima que termine!!!!!
a veces ser persuasivo lo pone mas interesante jajajaj
me encantaría leer tu nuevo fic,..

nos vemos!!!
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

Mensaje por micky morales Miér Dic 03, 2014 8:31 pm

como siempre cuando termina una historia que realmente me gusto digo: gracias, gracias y siempre gracias, hasta pronto!!!!!
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Finalizado Re: Fanfic: Canciones para Brittany (Adaptado) Cap. 17, Final.

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